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La naturaleza e historia de los Anunnaki y los Nefilim y su relación
con el Hombre

II
Posible origen, historia y naturaleza de los Anunnaki

Los Anunnaki reciben este nombre porque el distante, frío, altivo y remoto
Líder (o Lideresa) Suprem@ – ya que no existen referencias claras al
respecto de su sexo –, o Monarca del Imperio Galáctico Draconiano que
ordenó la colonización de la Tierra, pertenecía a la Dinastía de Sangre “Anu”.
En sumerio, la “ supuesta primera o de las primeras lenguas únicas” de los
“sirvientes” Eanos, (de “Ea”, “Tierra en Anunniano”), “Anunnaki” significa
“Hijos o Descendientes de la tierra o tierras (territorios, dominios) de Anu”.
En el doble sentido polisémico de “descender = sucesores, herederos” y
“descender = proceder o bajar de”. También sonaría más o menos igual en la
Lengua Imperial Unificada de los reptoides, probablemente muy parecida a
él, si bien de fonética mucho más imperiosa, resonante y gutural, así como
léxicamente más rica, llena de sofisticados tecnicismos y matices
gramaticales. A su vez, “Anu”, como genérico, equivale a “Cielo”... Luego,
“Anunnaki = Hijos-Herederos o Descendidos de los Territorios o Dominios del
Cielo”. Y “Anu”, como nombre propio, es fácilmente interpretable como
“Señor(@s) (de) los Dominios de los Cielos”.
Más claro, agua fresca y pura de manantial.
Como ya se expuso en el primer ensayo de esta serie, existen multitud de
evidencias antropológicas, históricas, documentales y arqueológicas,
“chocantes” para la ciencia ortodoxa y muchas veces ignoradas, minimizadas
u ocultadas por sus más cerrados representantes “oficiales”... Y no digamos
por los obvios intereses censores de las grandes instituciones políticas y
religiosas. Pero no por ello menos innegables y convincentes, tales cuales
registros pictográficos, ideográficos e iconográficos, textos escritos
antiquísimos, y otros derivados de tradiciones orales primordiales mucho más
antiguas todavía, pertenecientes a todas las mitologías-teogonías
multiculturales elaboradas en los más distantes puntos del planeta. Buena
parte de ellos sin posible conexión alguna entre sí por medios convencionales
en aquellos tiempos tan primitivos y remotos. Por lo que podemos deducir e
intuir racionalmente a partir de todo ese material, la que sigue bien puede
ser una síntesis actualizada de los principales rasgos característicos como
especie y gran Civilización Interplanetaria de nuestros más ancestrales
“dioses-diseñadores biogenéticos”:
Los Anunnaki son polígamos y desaforadamente lujuriosos y promiscuos.
Polígamos o poliándricos, pues su estructura sociobiológica, en sus más
primigenios orígenes animales, fue ovípara, como la de todos los reptoides y,
por tanto, absolutamente matriarcal. Por consiguiente, su Civilización debió
establecer desde muy pronto una igualdad rigurosa entre los derechos y
deberes masculinos y femeninos, quizá con un cierto y ya atemperado o
“civilizado” predominio remanente de las hembras. Se muestran rígida y
severamente clasistas, obsesionados por el rango y la pureza de los Linajes
de Sangre. Todos sus valores, creencias, filosofía e instituciones medulares
giran alrededor de la superioridad genética, la competencia y la Sangre, a la
que denominan Ruaj (“Aliento de Vida”), asociándola simbólicomitológicamente al Prana, o Bio-Energía, en cuyo manejo por tecnología
psicotrónica son los mejores expertos de la Galaxia. Su sistema es, pues,
férreamente piramidal, monárquico, pero con una vigorosa dosis de
autonomía entre los grandes Señores Guerreros y “Ruájicos” (equivalente a
“Sanguíneos, o Psico-Mágicos/Psicotrónicos/Científicos” en términos de
nuestro Mundo). Una Monarquía Imperial orgullosamente nacionalista y
soberbiamente enaltecedora de sus Estirpes, con grandes proporciones de
una singular mezcla característica de feudalismo-federalismo, por resumir.
Componen una comunidad a la par rabiosamente individualista y ferozmente
jerarquizada y ritualista, donde las únicas y casi infranqueables barreras son
las de clase y Linaje – con mayúsculas, por favor –, nunca las vinculadas al
sexo o la religión, porque de hecho solo conservan trazas de ciertos cultos
animistas adoradores de los antepasados... Cultos ateos, en la práctica,
semejantes en cierto modo a lo que en Occidente denominamos la “Magia
Oscura” o el “Camino de la Mano Izquierda”, lo cual es coherente con el
talante general radical y abisalmente egoico de su especie. Lo más parecido
entre nuestros sistemas de creencias serían la religión yoruba de la que brotó
el vuduísmo afro-caribeño y el sintoísmo japonés, aunque mucho más
radicalmente “zurdo” en el caso de los Anunnaki. Carecen y siempre han
carecido del concepto de “dioses personales protectores, guías o veladores”
de sus variadas etnias y pueblos... Y mucho menos de un “Dios o DiosaCreador/a Único/a Omnipotente, Paternal/Maternal y Omnisapiente”, exótica
“extravagancia” fuertemente arraigada en otras razas de biología mamífera
(que ellos tildan con desprecio como “cálidas”, en el mismo sentido que
“blandengues” o “estúpidamente sentimentales”, no debido a nuestra “sangre
caliente”, valiosa capacidad fisiológica que sus propios ancestros evolutivos
desarrollaron docenas de millones de años antes que los nuestros, y por ello
comparten con nuestra especie, seguramente más perfeccionada). Ello no les
ha impedido ni les impide – por descontado – haber desarrollado una
inigualable maestría en la táctica de fingir muy bien el rol de ese tipo de
divinidades ante las especies sometidas a su yugo que poseen tales rasgos
psico-biológicos por tendencia filogenética, como ocurre con los primates
terrestres evolucionados. Lo hacen, lo disfrutan a fondo y gozan con ello de
modo tan exquisito como cruel, burlón e inmoderado... El tal Marduk-SetYahvé ha llevado esta habilidad hasta niveles extremos en sádico cinismo,
con un genio simulador innovador y genocida realmente refinado y
contundente a la vez, y lo utilizó a fondo contra sus propios rivales y
superiores en la Jerarquía de la Aristocracia Anunnaki hasta encaramarse a la
posición de Dios Único Usurpador y Gran Titiritero de las mascotas-Lu.Lus
terrenales, como ya explicamos en el primer ensayo. Poseen y disfrutan hasta
la extenuación, por tanto, de múltiples parejas y amantes en muy diverso,
cambiante y multifacético grado de relación vinculante, tanto ellas como
ellos. Por otro lado, la homosexualidad y la bisexualidad son para los
Anunnaki algo muy corriente y completamente admitido, excepto escasísimos
casos patológicos como el de la famosa homofobia de Marduk-Yahvé.
Simplemente, los aristócratas, magnates, grandes sabios y poderosos de
ambos sexos se pueden permitir mantener harenes y/o serrallos más
selectos, numerosos y apetecibles, y los ciudadanos libres de clase media o
los obreros han de conformarse con dos o tres “comulgantes de Ruaj” o
“comulgantes”, a secas, (como llaman a sus parejas) o, si son de condición
muy humilde, con uno solo, lo cual es considerado una gran vergüenza. Los
denominan así porque, para los reptilianos, la actividad erótico-amorosa sin
dar y/o tomar, según preferencias, la sangre del otro en complejos y
elaborados juegos sado-maso es sencillamente incomprensible, insulsa y
hasta algo mecánica, animalesca, ofensiva y repugnante. No obstante, entre
las clases superiores, especialmente la Nobleza de Alto Linaje y más todavía
la de Sangre Real y la Casa Imperial, el o la titular a la cabeza de la Dinastía
o Estirpe, eligen siempre una Favorita o Favorito, que recibe el tratamiento
de Consorte Consagrad@. La esposa o marido oficial, vamos, y éste es
invariablemente un enlace heterosexual. Y esto únicamente por exigencias de
orden pragmático, relacionadas con la necesidad reproductiva y la herencia
de las opulentas fortunas, propiedades y derechos dinásticos o sucesorios al
Poder. Pese a todo, la Ley Draconiana establece razonables derechos
jurídicos y económicos para los viudos o viudas y los hijos de los
“comulgantes libres” (es decir, no “consagrados”), desde tiempo inmemorial.
Digamos que tan minucioso e intrincado conjunto de normas impone una
distribución de los bienes del Cabeza del Clan en función estricta del nivel
exacto de poder del Linaje Donador (el que entrega lo que aquí
consideraríamos el “concubino” o “concubina”), al sin excepciones
sensiblemente más influyente Linaje Receptor (el que selecciona y paga la
dote). Las minuciosas cláusulas de estabilidad, duración y voluntario
compromiso son celosamente reflejadas en los correspondientes documentos
de los Contratos de Sangre, formalizados ante los Notarios y Albaceas, castas
muy bien situadas y ricas entre la alta burguesía (que ellos conocen como el
equivalente a “Urbanitas”), en todo el vasto Imperio de Niburu. Niburu es el
nombre de su Planeta Madre –, el “Dragón de los Cien Mundos” (en realidad,
220 planetas o sistemas estelares sometidos a su férula en su momento de
máxima expansión, justo al final de su colonización directa de la Tierra, hace
unos 50000 años). Naturalmente, sólo entre los grandes Linajes aristocráticos
se firman Contratos de Consagración por tiempo indefinido.
La llegada de los Elhoims/Anunnaki a nuestro Sistema Solar se produjo sobre
unos 450000-400000 años terrestres antes de nuestro presente. Los
Niburianos provienen de un largo proceso de evolución biológica sometidos a
intensa presión de selección natural darwiniana que – al igual que a todos los
grandes depredadores de su planeta de origen –, les ha dotado de una
particular configuración psicofisiológica asociada a su régimen fluidófago (se
alimentan de fluidos biológicos, como la sangre, en especial, su “néctar-Ruaj”
favorito, la linfa y el líquido cefalorraquídeo). Esta condición les hizo
progresar más rápida y eficientemente aún por medio de los mecanismos
epigenéticos y de transferencia de memoria celular ligados a su tendencia
primordial al canibalismo, la sofisticada y cada vez más perfeccionada
selección de presas idóneas y el vampirismo (el real, no el de las novelas y
películas), en grandes y sucesivos “saltos” adaptativos en condiciones de
exigente e hiper-agresiva competencia, tanto entre ellos mismos como para
con otros depredadores. Por estos tres factores mutuamente sinérgicos o
reforzantes, escalaron muy alto en la cima de la Pirámide Alimentaria. Y, una
vez emergentes como culturas organizadas, centradas en la caza y más tarde
la ganadería de “reses de fluidos” y de congéneres esclavizados o prisioneros
de sus despiadadas y continuas guerras tribales en la Edad Pre-Indutrial de
su desarrollo, la aceleración se tornó todavía más elevada... Para cuando se
industrializaron y llevaron a la madurez sus específicas “tecnologías
psicotrónicas”, su avance ya era irresistible... Devoraron su ahora
probablemente olvidado, muerto y perdido Mundo de origen, accedieron al
conocimiento de la Física Hiperespacial y se esparcieron por la Galaxia,
atacando, masacrando, dominando y explotando un planeta habitable tras
otro, consumiendo sus recursos y literalmente succionando y fagocitando
todas y cada una de las habilidades, dones y facultades psicofísicas de sus
especies vasallas dotadas de conciencia racional... Devorando su carne,
bebiendo su sangre..., pero también sus mentes y su “Prana” o potenciales
bioenergéticos... Los Reptilianos eran el Azote de los Mundos..., y a cada
paso de su frenética carrera en pos de más y más fuerza, poder y cruel
sabiduría, acumulaban y refinaban nuevas capacidades para aumentar aún
más su potencia arrolladora, incorporándolas a sus cerebros y su genoma...
En medio millón de años, sus cuerpos, almas y artefactos ya eran colosales y
titánicas máquinas de guerra, tanto ofensivas como defensivas... No sólo
dominaban, hasta un grado inaudito y superior, a cualquier otra especie de la
que ellos llamaban “Gran Matriz Draconiana” (la “Vía Láctea”), a través de las
tecnologías bélicas convencionales más avanzadas, tales como los
dispositivos láser, los rayos de partículas, los explosivos nucleares, las armas
geoclimáticas, químicas y biológicas, la más asombrosa nanotecnología y
biotecnología de espionaje, escudamiento y destrucción a escala molecular,
sino también mediante una variada gama de espantosos dispositivos
psicotrónicos tan letales como demoledores: Corazas “mentálicas” con
alcance de ciudades o naves nodrizas enteras, generadores de terror,
emisores de desesperación, acumuladores e irradiadores de las más
horrendas concentraciones de descargas psicoenergéticas de impregnación
portadoras de infinito dolor, miedo y tormento... Cada uno de ellos ajustado
a la naturaleza y debilidades concretas de una determinada especie de
enemigos, pronta y desoladoramente transmutados en sumisas,
empavorecidas y temblorosas víctimas... Ingentes muchedumbres de toda
forma, tamaño, genética, conformación, fisiología y condición retrocedían, se
desplomaban, huían, reptaban, se arrastraban o se postraban, trémulas de
fascinado pánico o inconmensurable desánimo pasivo, ante sus helados,
atroces e implacables adversarios e invasores, derrotados, no tanto por la
abrumadora fuerza de éstos, como por sus propias, íntimas y más hondas
pesadillas arquetípicas, ancestrales, colectivas... Y su sangre, o cualquier otro
fluido vascular, su horror y su martirio alimentaban más y más el dominio de
sus verdugos y Señores por Transferencia psíquica y de avanzados métodos
amplificadores ultra-específicos de ARN-retrocombinante...
Pronto, en apenas 500000 años, su “Imperio Oscuro” reinaba con garra de
acero sobre dos centenares de mundos habitados por inteligencias nativas y
casi 1500 estrellas, la mayor aglomeración de Poder, materias primas y
riquezas jamás antes ni después contemplada en la Galaxia...
Los Draconianos eran invencibles... Los más aptos entre los más aptos, los
Superpredadores indiscutidos en la cúspide de la Pirámide Ecológica
Interestelar...
Estos dos factores se conjugaron en un clímax óptimo que les impulsó con
sorprendente velocidad a un récord cumbre de poderío físico, talla,
habilidades psíquicas y longevidad... Longevidad ya de por sí más elevada de
lo habitual en su especie de origen, como ocurre de hecho con ciertos
reptiles terrícolas, por ejemplo determinadas tortugas marinas. Tal especiemadre fue una suerte de velociraptor, según los estudios científicos
realizados por los Niburianos al comienzo de su Era Nano-Tecnológica. Para
la época en que descubrieron la Tierra, en pleno esplendor de la Gran
Dinastía Imperial Anunnita, medían un promedio de tres metros veinte
centímetros de altura – aunque algunos de ellos rayaban los 3.80 m – y su
robustez, potencia, agilidad, celeridad y complexión esquelético-muscular se
hallaba en similar relación con la de sus híbridos primates genéticamente
modificados de origen terrícola, los primeros ancestros de nuestra especie...;
Una eficiente y depurada combinación entre los poderes congénitos
adquiridos por sus mentes y su alta tecnología de amplificación de
potenciales psicotrónicos les permitía manejar, condensar, teletransportar y
desintegrar cualquier material hasta una magnitud de unos pocos miles de
toneladas. Sus sabios y guerreros de elevado Linaje proyectaban sus mentes
y “cuerpos etéricos” (lo que los esoteristas terrenales llaman “astrales”), a
cualquier plano sutil hasta el nivel de la Quinta Dimensión del Multiverso, o
Densidad 5, como ellos la conocen (o sea, trasladaban sus conciencias a
cualquier punto del espacio-tiempo cuatridimensional a voluntad). Los más
capacitados y mejor entrenados entre ellos lograban regular la percepción
interna del flujo aparente de Tiempo lineal a placer, frenándolo,
aumentándolo o deteniéndolo por completo. Esta cualidad resulta muy útil
para una especie cuya desmesurada longevidad se cobra un cierto tributo,
obligándoles a permanecer por periodos de unas pocas décadas en “latencia
narcoléptica vegetativa” o “coma pseudo-catatónico”, una vez cada medio
millar o millar y medio de años aproximadamente, con objeto de hacer
posibles los intensos procesos de regeneración celular integral y reajustes
epigénicos y de transferencia de memoria celular adquirida heredable en la
etapa justamente precedente de sus larguísimas vidas. Los reptoides los
llaman sencillamente “Letargos”; Su longevidad media final – en el pico más
elevado de su progreso biomédico, nanogenético y psicotrónico – roza los
500 siglos terrenales, lo que implica una tasa promedio de 50 Ciclos de
Letargo-Reciclaje durante un periodo habitual de supervivencia. Otra
derivación de tan impresionante resistencia biológica al envejecimiento y sus
efectos progresiva y gradualmente fatales es una escasa y notablemente
fatigosa fecundidad, con periodos de lenta “endo-incubación” (embarazo)
próximos a los cinco años.
Su baja tasa de natalidad y aún más reducida y lenta mortalidad explica
perfectamente porqué resultaban “eternos” ante los empavorecidos y a la vez
fascinados ojos de sus vasallos más primitivos... Así como el en apariencia
absurdo dato, presente en todas las mitologías y teogonías, de que varias
generaciones de las mismas entidades pervivían en su presencia corporal, “en
carne y hueso”, ante sus adeptos, sacerdotes o “elegidos”, fieles, siervos y
esclavos “cálidos” durante todo ese inmenso intervalo temporal. Y también
porqué, a pesar del titánico e inmenso poderío de su Imperio Galáctico, no
son demasiado numerosos en proporción a la fabulosa área espacial que
someten, viéndose obligados a confiar en su terrible y cruel impulso guerrero,
exacerbada agresividad, sofisticada tecnología y refinadas técnicas y trucos
psíquicos, psicotrónicos y psicológicos de condicionamiento y manipulación de
individuos y masas para sostener su acerado dominio sobre tantas docenas
de especies y mundos vasallos...
Otro detalle, no por en apariencia más anecdótico menos interesante y
revelador, es que todas esas fuentes documentales y arqueológicas
extremadamente antiguas coinciden en asegurar que los “dioses” poseen una
piel extremadamente fina, suave, resplandeciente, muy blanca, casi
trasparente..., y de tintes variables (probablemente por sencillas razones de
diversidad de pigmentación racial, fruto de las complicadas y bien calculadas
alianzas de “matrimonios” consagrados entre distintos grupos o clanes de los
principales Linajes), pero siempre de tonos predominantes azulados o verdiazulados, a causa de que la sangre de los Anunnaki es de color azul oscuro.
Recordemos que tal tipo de fluido respiratorio existe en el Reino de los
Animales Superiores de nuestro propio mundo. Es característico de los
crustáceos e invertebrados marinos o de agua dulce, ya sean bivalvos o
cefalópodos, y también de algunos artrópodos terrestres como ciertos
insectos y arácnidos, lo que no es nada extraño, pues tanto los dos primeros
como los segundos poseen ancestros evolutivos comunes entre sí. En
realidad, no se trata de “sangre propiamente dicha”, pues tales organismos
presentan en su lugar una especie de humor o “hemolinfa” estática que baña
los tejidos, ya que carecen de sistema impulsor vascular como tal, dado su
nivel evolutivo más primitivo. Este fluido está sustancialmente formado por
“glóbulos azules” o “cianomatocitos” por completo equivalentes a nuestros
“glóbulos rojos” o hematíes, solo que la gran proteína compleja encargada
del vital reparto de oxígeno e intercambio respiratorio de este gas con el
dióxido de carbono es la hemocianina en lugar de la hemoglobina. Esta
macromolécula posee un centro activo funcional integrado por un átomo de
cobre, en vez del hierro que ocupa su puesto en nuestras células rojas
sanguíneas. Cuando el ión de cobre de carga eléctrica o valencia positiva
(+1) de la sangre saturada de dióxido de carbono, como fundamental residuo
final del metabolismo, se oxida al unirse a la molécula de oxígeno en el
siguiente ciclo, su estado de valencia pasa a ión cobre (+2). Dicho cambio
supone un tránsito cuántico energético que emite un fotón de luz en la banda
visible de frecuencia del azul. La sangre oxigenada de estas criaturas es, por
ende, azul oscura (azul prusia, como las disoluciones acuosas de complejos
de cianuro), y la reducida de color morado-violáceo, casi negra. En los
vertebrados – como los mamíferos, por supuesto – el núcleo central de la
hemoglobina se halla compuesto por un átomo de hierro. La correspondiente
transición oxidativa se produce entre los estados iónicos de hierro (+2) e
hierro (+3), la cual equivale a la foto-emisión en la zona del rojo. De esta
manera, la sangre reducida (venosa) es roja muy oscura (parece a veces
débilmente azulada en personas de piel muy fina y pálida, pero por un simple
efecto óptico), e intensamente roja o roja levemente oscura en su forma
oxidada (arterial). En cuanto a la diferencia entre la difusión lagunar de la
hemolinfa y la auténtica circulación cardiovascular de la sangre es poco
relevante, porque se debe simplemente al menor desarrollo evolutivo de los
invertebrados y artrópodos más primitivos, que dada la mayor simplicidad de
sus organismos, no precisan un ritmo metabólico tan rápido y energético
como el nuestro. Recordemos, asimismo, que “simplicidad” no siempre
supone algo incompatible con la adquisición de un comportamiento
“inteligente”, ni de un cerebro voluminoso y bien dotado: Los pulpos, por
ejemplo, pertenecen al grupo “sangre azul” antes citado, y gozan de más que
notable inteligencia, hasta el punto que la mayoría de los biólogos sostienen
que, tras el hombre, el delfín, la orca, la ballena azul y similares cetáceos y el
elefante, ocupan el cuarto puesto en el “ránking” de los “listos del planeta”...
Sin embargo, un sistema hemolinfático primordial, al perfeccionarse a lo largo
de cientos y cientos de millones de años de Evolución, hasta conducir a seres
tan complejos y poderosos como los anfibios, reptiles y aves – o una exótica
combinación “alien” entre ellos – es evidente que desarrollaría un sofisticado
sistema cardio-respiratorio y circulatorio convergente con el de los
vertebrados superiores terrestres o incluso más eficiente. Consecuentemente,
los Anunnakis o Elhoims poseen un amplio, vigoroso y ramificadísimo
entramado de venas y arterias prácticamente idéntico al humano, si bien algo
más denso, paralelo pero separado y bien diferenciado también de la red
linfática. Sus potentes y enormes corazones bombean igual que los nuestros
y, si sufren heridas, traumatismos o cortes, sangran del mismo modo que
cualquier “mortal”. Por análoga razón, dosis suficientes en proporción a su
tamaño y volumen circulatorio de cianuros, o la asfixia por concentraciones
excesivas de monóxido de carbono, les resultan tan letales como a sus Lu.Lus
y sus descendientes. Son “eternos” ilusoriamente, por contraste entre sus
extraordinariamente luengas vidas y la lastimosa brevedad de las nuestras...,
pero para nada invulnerables... Si bien condenadamente difíciles de matar
por la mera fuerza bruta. Y en tal punto la lógica inductiva científica coincide
plenamente con los más viejos testimonios legendario-míticos de nuestros
antepasados..., mucho más sensatos y realistas que los disparates,
deformaciones, fantasías y contaminaciones místicas y fabulosas
engendradas milenios más adelante por la inevitable distorsión generada por
el paso de los siglos y sus avatares y la paranoia megalomaníaca de
personajes como Yahvé y otros próximos a su perfil psicopatológico, sus
“contactados-canalizadores” primates (llamados por sus siempre engañados,
estafados, a veces inocentes y otras fanatizados creyentes “profetas”,
“santos” o “iluminados”)..., y gentes de similar ralea.
Mas existe otra segunda diferencia de orden menor pero muy significativa
entre el “humor vital” de los invertebrados “hemociánicos” y el de los
vertebrados “hemoglobínicos”... Y esta es de índole bioquímica más esencial
y, por tanto, sí afecta a organismos superiores altamente evolucionados de
tipo auténtico “sangre-azul”, como los “Reptilianos” de Niburu; Por más que
la función de transporte respiratorio aerobio de la hemocianina y la
hemoglobina es idéntica, existen sensibles distinciones entre la estructura
molecular y por ello el mecanismo exacto por el que operan las dos macroproteínas: Mientras que la hemoglobina transporta, intercambia y transfiere
el oxígeno con el dióxido de carbono mediante la reacción o enlace directo
de los átomos de hierro encerrados por cuatro enlaces dentro de un complejo
de coordinación en su centro activo no-proteico conformado por cuatro
anillos de un compuesto cíclico llamado pirrol, (las porfirinas del “tetrapirrol”
o “grupo hemo”), la hemocianina se une a los átomos de cobre
indirectamente, cual grupos o sitios prostéticos (de nuevo, no proteicos),
coordinados a través de residuos (cadenas laterales) de aminoácidos, (los
“ladrillos” o unidades mínimas de las grandes cadenas proteínicas), de una
clase particular, la histidina, en ciertos “puntos específicos” de su enorme
“edificio molecular”. Como el enlazamiento directo sobre el corazón del
complejo-ligando es más débil que el indirecto o coordinado, la velocidad de
intercambio de gases es bastante mayor en la hemoglobina que en la
hemocianina, cuyos enlaces coordinados por puentes de histidina son más
robustos. Esto se deriva de que, para reemplazar la molécula de oxígeno por
la de dióxido de carbono o viceversa a la hora de ser transportados o
evacuados desde las células al flujo sanguíneo o al revés, hay que romper,
formar y fijar enlaces y, naturalmente, resulta más fácil y por ello más rápido
destruir y regenerar una unión más débil o de inferior energía que otra algo
más fuerte o de superior energía. El rendimiento o potencia de la actividad de
la hemoglobina es – pues – más alto que el desarrollado por la hemocianina.
Por eso, en la Tierra, los animales más complejos y evolucionados han
incorporado el sistema “hemo” y no el “ciano”, ya que es capaz de mantener
mejor su exigente ritmo de consumo metabólico. Maravillas de la Ley de
Selección Natural de Darwin, complementada por otros mecanismos neolamarckianos “aceleradores” y “amplificadores” de evidencia reciente ya
citados, cuya exposición no interesa ahora, pues para nada alteran el hilo
lógico de este argumento. (Consultar, si se hallan interesados, los ocho
ensayos de este autor dedicados a un nuevo paradigma evolutivo, no
contrario, pero sí complementario y “perfeccionador” del neodarwinismo
ortodoxo, a la luz de los más recientes hallazgos y primeras evidencias de
otros mecanismos evolutivos más potentes, bruscos y rápidos que la
Selección Natural, activados por periodos de alto impacto o “estrés”
ambiental, cual las grandes catástrofes y cambios geofísicos que han
afectado a la historia del planeta y provocado extinciones). Ahora bien, hay
un segundo y por cierto “doble” factor ambiental a tener muy en cuenta: La
relación temperatura-concentración (o presión de oxígeno). Tal y como es
evidente a la razón y se ha demostrado con creces en los laboratorios, la
mayor eficiencia o tasa de actividad propia de la hemoglobina solo se
conserva si la concentración o densidad parcial de oxígeno en el aire o el
agua que constituyen el entorno del organismo iguala o rebasa por poco un
determinado nivel crítico óptimo. Por debajo de ese límite, como la poderosa
y veloz maquinaria molecular de las porfirinas necesita mayor cantidad de
suministro de oxígeno por unidad de tiempo, si las moléculas de este gas
“escasean”, de nada le sirve ser más rápida y potente. Equivaldría a disponer
del flamante motor catalítico de “ultravanguardia” de un automóvil último
modelo en un mundo en que la gasolina de buena calidad o refinada fuese
un recurso escaso y se elaborara por ende con un bajo octanaje, o bien se
emplease en su lugar algún otro combustible orgánico menos calórico, o no
existiesen autopistas y autovías, sólo carreteras vecinales, obligando a
infrautilizar el motor, al no estar permitidas velocidades de circulación por
encima de los 80 Km/h, por ejemplo. Sin embargo, como toda máquina
potente, la hemoglobina, en un medio pobre en oxígeno, seguiría
consumiendo más energía por cada ciclo de transferencia de gases que la
hemocianina. En estas circunstancias, la ventaja del grupo porfírico – como la
del motor de un vehículo de alta gama – se pierde y el rendimiento decae
precipitadamente, de modo que la relación costo/beneficio favorece el
empleo del complejo “ciano-histidínico”. Por lo cual la adaptación evolutiva
tiende a propagarlo. Además, el más elevado ritmo de actividad de la
hemoglobina requiere temperaturas externas también mayores, sobre todo
en animales poiquilotermos (de sangre fría), incapaces de regular su propia
temperatura interna. Mucho más todavía si llegan a ser tan grandes y de
cerebros voluminosos como ciertos pulpos y otros cefalópodos, sin duda la
“cima” evolutiva terrestre de los “sangre azul”. Pero las condiciones
ecológicas del hábitat de los crustáceos, moluscos y otros invertebrados
marinos o en general subacuáticos son frías, húmedas y con presiones de
oxígeno inferiores a las de la superficie. Por eso los pulpos y, con más motivo
los demás organismos “hemociánicos” no han “cambiado a sangre roja” a lo
largo de su evolución. Dentro del límite máximo de su grado de complejidad
morfo-funcional, una máquina de menor rendimiento, pero por esto mismo
más “barata” en términos de consumo, coherente con el menor ritmo y
magnitud de su metabolismo basal, es más que suficiente y, de hecho,
favorable. Exactamente igual que un modesto utilitario para conducir por la
ciudad o calzadas rurales, o en una sociedad de escasos suministros de
gasolina súper, por seguir la comparación. Solo una vez adquirido el superior
nivel de complejidad biológica que representaron las “brillantes innovaciones”
de los primeros peces con su espina dorsal o los anfibios y, a partir de ellos,
los reptiles y restantes vertebrados terrestres, mereció la pena el “esfuerzo
inversor” de sustituir la hemocianina por la hemoglobina. Paso evolutivo que
se vio obviamente reforzado en sus quizá no muy sensibles ventajas iniciales
porque fuera del agua la presión de oxígeno libre atmosférico es mayor, así
como la media de temperaturas en la zonas de paleo-climas templados,
subtropicales y tropicales, primer hogar de los reptiles de nuestro planeta y
escenarios predominantes posteriores de la fantástica y abigarrada explosión
de formas de vida vertebrada. Y, no obstante, los peces primitivos se vieron
pronto forzados por la presión de selección a desarrollar branquias, o sea un
sistema de “alta ingeniería fisiológica” destinado a aumentar, concentrar y
controlar el oxígeno ambiente, para así poder abastecer adecuadamente las
exigencias de sus nuevos y potentes “motores moleculares” de porfirinas, en
consonancia con las igualmente más elevadas tasas de consumo de sus
metabolismos. Muchos millones de años después, los anfibios y reptiles
perfeccionaron el “prototipo”, tornándose pulmonados. Así, bien pertrechados
de una excelente bomba cardiovascular y respiratoria de alto rendimiento,
acorde con sus diminutas pero valiosas “maquinas” proteicas circulatorias de
hemoglobina, y disfrutando de una media de temperatura mayor, los
vertebrados emprendieron su espectacular y variopinta “carrera biológica”,
invadiendo uno a uno los nichos ecológicos sobre la corteza de la Tierra.
Finalmente, la aparición de los animales homoetermos (de sangre caliente),
facultados para controlar su temperatura corporal interna dentro del rango
óptimo para la acción de la hemoglobina de su sangre roja, tales como las
aves (evolución directa desde los dinosaurios o reptiles del Cretácico) y los
mamíferos, completó el progreso en “equipamiento orgánico”... Permitiendo
incluso superar de modo relativamente rápido y satisfactorio una Gran
Extinción tan severa y catastrófica como la provocada por los uno o dos
masivos impactos meteóricos y sus ulteriores fases de “apagón fotosintético”
y “efecto invierno nuclear”, ocasionados por los levantamientos de extensas
masas de polvo y residuos sólidos a la atmósfera, cubriendo el Sol en un
nublado persistente y apocalíptico, que ahora sabemos sacudieron
literalmente a nuestro Mundo a finales de la Era Mesozoica, mucho más
graves en sus consecuencias para los ecosistemas de superficie que para los
subacuáticos. No obstante, a los invertebrados más sencillos “tipo sangre
azul” apenas les perturbó, como prueba el que hayan permanecido desde
entonces, al igual que los cefalópodos, con pocos o casi nulos cambios
adaptativos, porque en su entorno frío y de baja concentración de oxígeno es
mejor funcionar – dentro de sus limitados rasgos morfo-funcionales –, con el
motor “ligero” de mediocre rendimiento pero bajo costo de la hemocianina
que usar el poderoso mas por ello mismo caro y exigente motor de gran
rendimiento a base de hemoglobina. Los insectos y arácnidos son un caso
aparte, porque su camino de evolución se cimienta en un conjunto de
“estrategias adaptativas” por completo diferentes a las de todos los demás
grandes órdenes del Reino Animal, centradas en la miniaturización, la
velocidad reproductiva, el oportunismo acumulativo nutricional y/o el
colectivismo, en el que importa la supervivencia de la colmena, casi un
organismo-red colectivo diferenciado, no la de los individuos ni los linajes.
Este cúmulo de factores puede explicar muy bien porqué algunos de ellos
conservan la “ hemocianosis”, aunque se encuentren perfecta y exitosamente
adaptados al medio aéreo o a la superficie terrestre emergida, en términos
estrictamente darwinianos, pero no profundizaré en dicho asunto al carecer
de interés para los objetivos y temáticas de estos trabajos.
Imaginemos un mundo ahora, un mundo perfectamente habitable y muy
parecido a la Tierra, pero en el cual, por su propia constitución geofísica y
planetaria, la temperatura media es más fría que la terrestre, su humedad
muy elevada y la presión de oxígeno de su atmósfera algo más pequeña... No
mucho, no demasiado, desde luego: Supongamos que su proporción del gas
vital es, en su baja atmósfera o troposfera, de orden solo moderadamente
superior a su promedio en la zona más poblada de nuestros océanos, desde
la superficie hasta sus profundidades medias... La temperatura y densidad de
oxígeno de sus aguas dulces y mares será, por tanto, algo menor aún, pero
no en proporción directa, porque depende de muchas otras variables
complejas en las que no tiene objeto entrar. La gravedad es prácticamente
idéntica a la terrestre, incluso podría ser levemente más intensa, pero no lo
suficiente como para influir de modo mínimamente aceptable en la
composición de su atmósfera. Este matiz es en el fondo secundario e
irrelevante para el tema concreto que nos ocupa en estos momentos, pero
hemos de aceptarlo por otras razones que se explicarán más adelante.
Asumimos que la distancia promedio de su órbita de baja excentricidad a su
estrella tipo Sol es un poco mayor, dentro de la zona de habitabilidad,
lógicamente. Este parámetro, unido a una modesta pero palpable
disminución de la fracción de continentes emergidos (consideremos sobre un
80-85% de su superficie ocupada por mares y océanos), bastan para
garantizar un escenario de preponderancia de climas húmedo-fríos
manteniendo iguales o muy próximas las demás condiciones geofísicas
principales, como los periodos de rotación diurna/nocturna, el ciclo de
inclinación respecto al plano orbital, la desviación del eje de giro para con el
que une los polos magnéticos y sus periodos medios de oscilaciones
menores, mayores e inversiones, y la precesión que determina la sucesión de
equinoccios y solsticios estacionales en sus franjas templadas y subtropicales.
El superior “desplazamiento” hacia el perfil frío-húmedo de todas las zonas
climáticas, guardando entre ellas similares variaciones relativas a las
terrestres, y un “año astronómico” o periodo de traslación más largo de su
órbita de excentricidad cercana a la de nuestro mundo serían, entonces, las
dos reseñables divergencias geofísicas entre la Tierra y nuestro hipotético
Modelo de Niburu, el planeta-madre de los Anunnaki. Igual o muy parecido
resultado se obtiene si consideramos que Niburu se encontrase a casi
idéntica o modestamente más corta distancia orbital de su estrella y ésta
fuera leve o un tanto más fría que nuestro Sol, o un poco más sensiblemente
distante si su estrella fuese algo más cálida, conservando constantes las
restantes grandes variantes geofísicas planetarias. Todo esto ha sido ya
analizado y estudiado con gran detalle y en profundidad por los más
eminentes astrofísicos, planetólogos, geofísicos, climatólogos y biólogos.
Prestigiosos equipos interdisciplinares de expertos han elaborado exhaustivos
y coherentes modelos teóricos y simulaciones computarizadas de los mismos,
y hoy en día tales investigaciones permiten definir con rigor la extensión,
magnitud, calidad e incluso simetría aproximada de las “zonas habitables”
alrededor de cada tipo espectral de estrella en cierta y variable medida
compatible con la existencia a su alrededor de mundos susceptibles de
albergar el delicado y complejo fenómeno de la Vida. Ello comprende desde
las gigantes rojas no demasiado masivas en sus primeras etapas de
expansión hasta las intensamente brillantes y azules o blancas de alta
magnitud óptica como Sirio A, pasando por toda la serie de las naranjas y
amarillas de “pequeño” o “modesto” volumen, tanto “jóvenes” como
“maduras”, estando en este último grupo incluido el Sol que nos da vida,
calor y luz. Lo que ocurre es que, naturalmente, el sector habitable cambia
de área y geometría en función del carácter de su estrella: Por ejemplo,
como las rojas “ligeras” y no demasiado “viejas” irradian un fuerte calor
superficial en sus coronas o exo-atmósferas expansivas, el planeta donde
surgiesen las más rudimentarias formas de vida o “emigrasen” seres muy
avanzados, huyendo de los ahora infernales “parajes más internos” del
Sistema, habría de localizarse bastante más lejos que nuestro mundo u otro
semejante de un astro amarillo como el Sol. Por si ello no bastara, desde
1994 hemos localizado cientos de sistemas estelares y planetas extrasolares,
gracias a los portentosos avances de las técnicas astronómicas y astrofísicas
de alta tecnología. Y, más recientemente, a lo largo de la primera década de
lo que denominamos el Tercer Milenio de la Era Común, hemos logrado por
fin descubrir un precioso puñado de mundos que constituyen serios
candidatos probables a haber engendrado, estar engendrando o engendrar
en el porvenir, o bien servir de morada, a posibles organismos
extraterrestres. Y esto solo es el principio. Por consiguiente, en la actualidad,
la mayor parte de los científicos, incluso los más “ortodoxos”, estrictamente
escépticos y conservadores, admiten que, dado el grado presente de
información teórica y evidencias recabadas, y teniendo en cuenta el
gigantesco número de estrellas por Galaxia y de Galaxias que se observan,
nuestra Vía Láctea y, mucho más todavía la totalidad del Universo, han de
encontrarse ampliamente poblados. Y que, entre toda esa increíble y
desbordante diversidad biológica inimaginable, forzosamente, tiene que
hallarse una enorme cifra de organismos vivos, de ellos otra reducida fracción
de seres complejos, y entre éstos a su vez una mínima parte capaces de
desarrollar culturas y civilizaciones. Pues incluso adoptando los criterios más
restrictivos y “pesimistas” concebibles, una diminuta porción de una muy
pequeña parte de una tan solo un poco menos reducida pero también baja
porción de un total tan descomunal, arroja al final un producto más que
inmenso: Los cálculos apoyados en las últimas pruebas radiotelescópicas
demuestran que contamos con unas cien mil millones de Galaxias, las cuales
contienen desde en torno a diez millones de estrellas – las enanas – hasta
alrededor de un billón de ellas – las gigantes – . Esto supone una estimación,
a grosso modo, de unos quinientos billones de billones de estrellas... Algo
sencillamente inabarcable por la mente humana..., y supongo que ni tan
siquiera por la de los Anunnakis. Si un 0,1% (hipótesis de trabajo
discretamente “permisiva”, según los especialistas), de todos los sistemas
estelares habitables, hubiesen desarrollado una especie auto-consciente y
cultural, esto arroja la pasmosa cantidad de aproximadamente 50000
Civilizaciones (incluyendo la nuestra) en esta Galaxia, evaluada dicho sea
además como una “Galaxia típica”, es decir, de tamaño cercano a la “media
cósmica”. En el caso de que sólo lo consiguiesen el 0,001% (supuesto “ultraexigente”), habría tan sólo 500 de ellas.
Sea como fuere, más que suficiente para concluir que un mundo tal y como
el que acabo de describir a grandes rasgos es muy factible exista de hecho
rotando alrededor de cualquier estrella adecuada de la Galaxia.
Volvamos ahora a la línea de razonamiento principal que nos ocupa, el
asunto de la “sangre azul”...; En un planeta como el planteado, la lógica
evolutiva indica, por las causas científicas de naturaleza bioquímica
sobradamente probadas a nivel experimental antes expuestas, que sería
muy probable el vigoroso desarrollo de multitud de especies y ecosistemas
complejos de elevada biodiversidad compuestos por organismos a base de
hemocianina, pues en esas condiciones del entorno tal molécula resulta más
ventajosa o eficiente en términos generales que la hemoglobina, justo al
revés de lo que ocurre en la Tierra. Por consiguiente, en mi “Modelo de
Niburu”, tal mundo se encontraría lleno de vertebrados superiores equipados
con eficientes y potentes sistemas cardio-vasculares, respiratorios y
circulatorios constituidos por “sangre azul” de hemocianina, no de
hemoglobina. No obstante, hemos de evaluar otra variable más, fundamental
a la hora de analizar cualquier fenómeno ecológico: La abundancia relativa
del cobre y el hierro en la corteza de un planeta tipo terrestre tan similar al
nuestro como hemos supuesto. Esa similitud nos induce a pensar que – al
igual que aquí – en el mundo-madre de los Reptilianos la cantidad de cobre
ha de ser menor que la de hierro. Tenemos, en consecuencia, un factor
limitante inorgánico, o abiótico – como lo definen los ecólogos –, que
afectaría a toda la Biosfera, y en especial a los organismos superiores
terrestres. Combinando esta particularidad con una leve disminución de la
presión de oxígeno en el aire y un ligero incremento del peso por el
suavemente mayor valor del campo gravitatorio (por ejemplo, tomemos g
entre 10.2 y 10.5 Newtons/Kilogramo frente a 9.81 de la media terrícola al
nivel del mar), los animales de mediana y gran talla se verían sometidos a
cierto déficit de oxigenación/suministro de “comburente” metabólico, en
comparación a sus equivalentes terrestres de parecida talla, actividad y
requerimientos calóricos. No en una medida suficiente para evitar la
evolución de una rica e intrincada red de nichos ecológicos desempeñados
por vertebrados complejos de medio-elevado tamaño, como los Anunnaki o
sus antecesores estilo velociraptors, y herbívoros de igual envergadura, pero
sí para que los reptoides primitivos, aun aceptando que pudieran haber
dominado la pirámide trófica en fases del pasado algo menos frías y más
húmedas – su “Mesozoico” –, hubieran llegado nunca a los descomunales
tamaños de ciertos dinosaurios en la Tierra. Esta deducción nos lleva de la
mano a otras varias de singular importancia para reforzar la verosimilitud
biológica del cuadro que estamos plasmando sobre el probable origen, rumbo
filogenético y caracteres fisiológicos de los reptoides Niburianos: En primer
lugar, les habría garantizado a sus más primarios antepasados disfrutar de
una privilegiada posición como super-predadores, en la cumbre más alta de
la pirámide alimentaria, o al menos muy próximos a ella, dado que, en
ausencia de temibles competidores tan gigantescos e irresistibles como el
Tiranosaurio Rex o el Carnosaurio, su propio volumen y envergadura serían
entonces los máximos admisibles en su medio ambiente, no tendrían
competidores significativos o muy pocos e “igualados” con ellos. Por si no
fuera bastante, recordemos que una especie “tipo velociraptor” ya era parcial
y funcionalmente bípeda desde el principio (se erguía sobre sus dos
poderosas patas traseras usando su larga cola rígida como balancín para
atacar ferozmente a sus presas, pudiendo sostener esa posición mucho
tiempo con comodidad, gracias a sus fuertes y anchas garras traseras de
morfología parecida a las aves y dotadas de temibles espolones curvados
desventradores y la gran longitud de los huesos de su cadera). Se apoyaba
con firmeza en la cola y una pata y propinaba un rápido y certero golpe
mortal a su víctima, tras derribarla por puro empuje cinético vertiginoso,
completando la tarea con sus extremidades asimismo bien afiladas cual
navajas letales, de tres dedos y músculo-esqueléticamente análogas a las de
las grandes rapaces, de las que fue directo precursor filogenético. De hecho,
únicamente adoptaba la postura cuadrúpeda para camuflarse o agazaparse
durante el acecho y correr a mayor velocidad). Una velocidad de carrera de
magnitud más que notable, inédita entre los dinosaurios, comparable a la de
un avestruz actual (entre 64 y 70 Km por hora) – de ahí el prefijo de su
nombre específico – . Bípeda..., y con un notable grado de inteligencia y
avanzada conducta social jerarquizada – al nivel nada menos que de los
lobos –, pues los paleontólogos y etólogos expertos en análisis y simulación
deductiva de la morfología completa, fisiología y patrones de
comportamiento, a partir de los estudios fósiles, defienden que cazaban las
presas más grandes, capacitadas para defenderse o acorazadas y plantaban
cara a los otros predadores más peligrosos en manadas lideradas y
coordinadas por una “hembra-alfa”. Lo de “hembra”, insisto, proviene del
hecho evidente de que eran todavía reptiles ovíparos, de modo que recaía
sobre ellas la vigilancia exhaustiva y protección de la puesta, función esencial
para asegurar la supervivencia de la especie. Los machos se limitaban a
ejercer el rol de fecundadores compulsivos durante la época de celo, siendo
seleccionados sexualmente por ellas y ahuyentados no muy amablemente
cuando cumplían con su estricto y pasajero papel fecundador de “jeringas
con patas” y acababa dicha etapa de “ardor reproductivo”, pues pasaban a
ser percibidos por sus ocasionales y pasajeras “parejas” como rivales en la
dura labor de asegurarse el sustento para sí mismas y las futuras crías. Por
esto mismo, ellas eran en general sensiblemente más fuertes, grandes y
robustas que los machos. Tal cosa era común a todos los dinosaurios y lo
sigue siendo entre los reptiles y otros grupos de animales que ponen huevos.
Por lo que, además, evitan que las hembras se vean obligadas a exhibir una
pauta genéticamente programada más pasiva, receptiva y “sumisa” para
“ganarse” o condicionar durante el cortejo la ulterior protección de su
compañero a lo largo del peligroso debilitamiento de su agilidad y
operatividad, causado por las etapas medias-finales del embarazo, y la
sucesiva crianza de los débiles retoños recién nacidos... Lo que los etólogos
conocen como “estrategia de conducta remotivadora de estimulación
parental”. Justo al revés – por ende – que acontece con los mamíferos,
donde, en lógica correspondencia, las hembras suelen ser las “elegidas”, no
las “electoras” en el “galanteo” instintivo más o menos estereotipado, y
poseen menor tamaño, fuerza y velocidad. Una vez más, simple aplicación de
los Principios de Selección Natural y Sexual revelados a nuestra especie – al
menos en la Historia conocida –, por el genio científico inglés Charles Robert
Darwin. Esto amplía y respalda lo apuntado al inicio de esta Sección acerca
del “matriarcado ancestral”, y sus huellas en un mucho más destacado
protagonismo de “damas poderosas, agresivas, independientes, dominantes y
fuertes” en la sociedad Anunnaki que en la humana, rasgo que se refleja con
claridad en las narraciones y representaciones simbólico-míticas antiguas de
muy diversas culturas que describen a las “diosas venidas del Cielo”, como
cualquiera puede comprobar acudiendo a la fuentes. Pero en lo tocante al
argumento central que estábamos desarrollando, tal matiz es secundario:
Hembras o machos-alfa, tanto da, lo importante es resaltar que, desde su
más remoto principio, la especie-madre de los futuros “Elhoim” se hallaba ya
dotada de un notorio sistema de organización tribal de cazadores y
caminaban erguidos; Otra e igualmente apreciable ventaja de partida,
consecuencia o quizá sinérgica con las primeras, era que habían logrado de
antemano establecer un rudimentario lenguaje de señales a través de un
código sencillo pero eficiente de silbidos/siseos tanto audibles por nuestro
oído como en la banda de infrasonidos, que utilizaban de manera práctica y
muy útil en sus partidas de caza en grupo. Este sorprendente y sugestivo
dato ha sido corroborado asimismo por los expertos al estudiar en
profundidad la anatomía y morfología reconstruida a partir de los restos
fósiles de los velociraptors. Con el paso del tiempo y las incontables
generaciones de centenares de millones de años de evolución, es sensato
imaginar que esta cualidad primigenia fue el embrión de las futura
especialización de los Anunnaki en el despliegue de un poderoso y sofisticado
abanico de facultades psíquicas y psicofísicas poco habituales, a las que
nosotros denominamos “paranormales”, tales como la facultad de
“fascinación-hipnosis” de sus víctimas o “juguetes-Lu.Lus”, una percepción
directa de los estados emocionales y psico-afectivos, y un consumado
dominio y control de los estados alterados de conciencia, el arte de la
“proyección psíquica”, e incluso la telepatía. Tal conclusión es mucho menos
fantasiosa de lo que a algunos pueda parecer, porque hoy en día los tímidos
avances de nuestra investigación en los complicados y procelosos campos de
las neurociencias y la parapsicología “seria”, ponen de manifiesto que dichos
fenómenos “anómalos” parecen vincularse con el poder latente o potencial de
ciertas zonas “atrofiadas” o “escasamente desarrolladas” de nuestros
cerebros para emitir, transmitir y recibir paquetes cuánticos de vibraciones de
ondas-partículas o radiaciones. El hondo e insospechado efecto de la luz
(radiaciones electromagnéticas) y el sonido o la música a escala mental y
psicosomática, hasta nivel celular incluso, y en la mismísima estructura de las
redes moleculares del agua que compone más del 70% de nuestros tejidos,
se ha comprobado de manera empírica, indiscutible y contrastada en los
últimos diez años; En otro orden de cosas, los “raptors” – cual les llaman
familiar y “cariñosamente” los paleontólogos, maravillados con la versatilidad
de logros evolutivos manifestados por estas fascinantes criaturas ya extintas
–, en concreto aquellas razas o subespecies adaptadas a climas templadohúmedos, continentales severos o fríos, ya se encontraban provistos de
una más o menos fina capa de plumas, patente demostración de que
habían incorporado un al menos primordial mecanismo homeotermo o de
“sangre caliente”, arribando con brillante “precocidad” a fines del Cretácico
(Edad o Piso “Campaniense”, hace unos 65-70 millones de años), al umbral
mismo del escalón evolutivo de las aves. Por supuesto, a semejanza de
muchas aves del presente, el plumaje era bastante corto. Sin embargo,
incluso las variedades de raptors que habitaban selvas cálidas o estepas
áridas, lucían sobre su rugosa pero no muy gruesa piel penachos, “crestas” o
sectores emplumados de diversos colores, que al igual que sus “primos
cercanos” más abrigados, empleaban en complicados y ritualizados
ceremoniales de cortejo, exactamente cual las aves más evolucionadas.
Ignoro cuántos de entre Vds, mis Amables Lectores – cual diría el Maestro
Isaac Asimov –, han tenido la oportunidad de ver en una sala de cine o, en
su defecto, en cualquiera de los múltiples formatos o soportes audiovisuales
de los que ahora disponemos, la famosa serie de películas “Jurassic Park”, de
Steven Spielgerg, en especial la primera de ellas, estrenada en 1993.
Combinando una excelente asesoría científica altamente cualificada con una
elogiable mezcla de imaginación racional, un buen guión, basado en la
interesante novela de Michael Crichton de igual título, y unos refinados
efectos especiales digitalizados pioneros para la fecha, ofrece al espectador
un magnífico espectáculo tan atractivo, terrorífico como al menos
relativamente realista del aspecto, elevado nivel de inteligencia, astucia
rapaz, contundencia predadora y, sobre todo, dotes de intercomunicación, de
una temible manada de velociraptors sedientos de probar una novedosa y
más variada dieta a través de la carne y la sangre de algunos de los
protagonistas de la trama... Pero esa ansiedad no les impide controlarse ni
que la “saurio-amazona”, o líder-alfa del grupo, imponga su autoridad,
conteniendo los fuertes impulsos de ataque de los demás componentes de su
partida de caza y, de algún modo, hacerse entender intuitivamente por el
paleontólogo de turno, cuando rodean a éste y otro puñado de espantados
congéneres de nuestra especie, haciéndole comprender que únicamente les
dejarán vivir si más tarde les devuelven en un lugar adecuado uno de los
grandes y lustrosos huevos de la puesta de su tribu – al parecer suyo propio
–, que el inevitable imbécil avaricioso de rigor ha robado de un “nido”, a
escondidas de los demás humanos, con futuros y previsibles propósitos
claramente comerciales... Más adelante, en el clímax de acción/riesgo final
del film, aparecen dos de los “super-lagartos asesinos”, aprendiendo a abrir
una puerta metálica, pero eso ya son dudosas “concesiones a la galería”... Al
fin y al cabo se trata de una producción de Hollywood. Pero hasta este
detalle quizá un tanto exagerado no es por entero descartable, en opinión de
los más prestigiosos científicos dedicados al estudio de los grandes saurios
extintos... Hay también claros errores científicos en la producción: La
envergadura de los “simpáticos animalitos” está sobredimensionada, típico
truco destinado a impactar en el respetable público... En rigor, en la
filmación, los velociraptors aparentan medir en torno a la altura del
“paleontólogo-chico bueno-guapo-fuertote” del reparto, con lo que a cuatro
patas (o deberíamos casi decir “manos”), alcanzarían los 6 m de largo, lo que
es absurdo, pues tales parámetros se ajustan más bien a su cercano
“pariente” el deynonichus, aunque siguen estando “infladas”; El deynonichus
– por lo demás extraordinariamente afín al velociraptor en todo los caracteres
biológicos y conductuales fundamentales –, medía de 2.5 a 3.5 m de largo y
0.8-0.85 m en disposición bípeda. Los auténticos raptors entre 0.5 y 0.65 m
erguidos y 2 m de longitud horizontal, y todos sus fósiles se ubican en la
actual región de Asia Central (en particular, Mongolia), en estratos que
evidencian su adaptación a un clima árido-estepario variablemente
atemperado con arroyos y baja vegetación intermitente, o bien estepario-frío
con bosques más tupidos de coníferas. Mientras que los deynonichus
poblaban la zona del por entonces incipientemente “independizado” en
términos
geográfico-tectónicos
subcontinente
norteamericano,
de
climatología notoriamente más húmeda y templada, selvática. Pero en
realidad esto es poco relevante para este análisis, porque al suponer aquí
que el clima de Niburu era más húmedo y frío que el terrestre, es muy
posible que, en su fase equivalente al Cretácico tardío, hubiese extensas
áreas de predominio húmedo-templado y húmedo-frío, bien pudiendo
aparecer una especie muy semejante al raptor, pero de mayor talla y
corpulencia. Precisamente, se dio la peculiar coincidencia – o “serendipidad
sincrónica acasual”, quien sabe, como pensarían el físico cuántico Pauli y el
psiquiatra Carl Gustav Jung –, que, muy escaso tiempo después del estreno
de la cinta Jurassic Park I, un equipo científico descubrió un fósil casi
completo de un ejemplar de una nueva especie muy parecida al “velociraptor
de Spielberg”, de aproximadamente 500 Kg de peso, elevada capacidad
craneal en razón al volumen corporal, rebasando ligeramente la estatura
media de un hombre en posición erecta y de unos 6.5 m de largo de
envergadura: Se trata del bautizado como “utahraptor”, debido a que se halló
en una excavación en el Estado donde ahora los mormones – una de las
muchas formas relativamente novedosas de fundamentalismo bíblico cristiano
–, sustituyen al espécimen en la cima de la pirámide alimentaria de
cazadores de almas en manada... Dudo cuáles de los dos serán más letales...
Su antigüedad calculada ronda los 100-112 millones de años. Lo más
gracioso – o “serendípico” – es que en la trama de la película, el grupo de
investigadores dirigido por el “paleontólogo-galán” de marras desentierra un
esqueleto perfectamente conservado de un “raptor a lo Spielberg”..., justo en
Montana... Como dijo el inmortal Óscar Wilde, a veces “la Naturaleza imita al
Arte”..., o por lo menos lo finge muy bien. Del estudio detallado del genuino
ejemplar de utahraptor, los especialistas concluyeron que sus rasgos
generales de comportamiento eran muy semejantes a los de su “primo” el
velociraptor considerablemente más pequeño (el real), y que probablemente
también cazaba en manadas y se comunicaba por medio de idéntico
procedimiento. El segundo “gran pecado académico” del film fue mucho más
grave, injustificable por razones dramático-escénicas y consecuentemente
absurdo en general: Los “bichitos” de Spielberg no tienen rastro de plumas,
tan sólo la típica-tópica y vulgar piel verdi-escamosa que hasta el más lerdo
asocia con los reptiles y los grandes saurios en particular. Esta es una
soberana y asnal patada a la verosimilitud científica del argumento: Un reptil
no-emplumado y estrictamente poiquilotermo (de “sangre fría”), es siempre
demasiado primitivo para poder correr tanto, ser tan ágil, gozar de un
metabolismo de tan respetable rendimiento y, por todo ello, nunca exhibiría
comportamientos demasiado inteligentes ni socialmente coordinados. Se
corrigió en la tercera entrega de la serie, Jurassic Park (III). Si bien la
morfología de las crestas, “golas” y penachos que se pueden ver en ella no
se amoldan a los que de veras adornaban y protegían a esta familia de
dinosaurios de alto nivel evolutivo, mucho menos vistosas, “exuberantes” y
“cinematográficas”, más bien similares a las de una paloma o avestruz,
aunque bien es cierto que de diversos colores o combinaciones de ellos en
función del sexo, etnia, raza o subesepcie considerada.
Pues bien, amigos... Procuren alquilar, adquirir o bajar de Internet dicha
secuela de Jurassic Park..., y se harán una aceptable idea de la imagen,
aspecto y habilidades del “Modelo de Primer Ancestro” o “Tatarabuelo
Evolutivo” de los famosos “Elhoim-Anunnaki descendidos de los Cielos” que
propongo...
Bueno... Casi... Nos resta ahora adicionar a todo esto – por el momento lo
científica y fiablemente probado para la morfo-fisiología, anatomía y pautas
de comportamiento de los “Velociraptoides” (técnicamente se les conoce por
terápodos dromeosáuridos) terrícolas del remoto pasado –, las supuestas
condiciones moldeadoras-limitantes particulares diferenciales de alcance
global y relativamente permanentes del medio ambiente de Niburu respecto
al de la Tierra. Traduciéndolas acto seguido en sus probables efectos sobre la
teórica conformación orgánica de estos “Anunnaki” o “Reptilianos”
Ancestrales. La metodología de esta operación lógico-inductiva-deductiva
consiste en tomar el esquema anatomo-morfo-fisio-etológico que define al
“Raptoide-Tipo” terrícola, definido por los hallazgos paleontológicos
verificados, y razonar cómo se modificarían y en qué grado bajo las variantes
específicas del entorno postuladas para Niburu. Tal procedimiento es muy
empleado en la Biología Teórica Evolutiva y, en realidad, en muchos otros
campos de las Ciencias Positivas aplicadas al estudio de los Sistemas, sobre
todo los de naturaleza compleja, y se define como “Método de
Perturbaciones”.
De esta manera obtendremos una plausible aproximación a mi “Modelo
Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki”.
En primer lugar, analicemos el posible efecto de un campo de gravedad
levemente más intenso: Según toda las Leyes Biofísicas conocidas, esto
implica un aumento generalizado de densidad músculo-esquelética y
corpulencia, fijando como sustancialmente invariables el resto de los
estándares físicos, tales cual la altura, potencia muscular, resistencia de los
huesos, agilidad-velocidad y envergadura relativas. Al menos en los seres de
superficie, puesto que en el medio subacuático el empuje hidrostático del
agua compensaría en buena parte este factor, y sus pobladores dispondrían
de un mayor margen de probabilidades de alcanzar tallas y pesos más
notables. Si el valor promedio de g fuese moderadamente mayor, la altura
vertical en postura bípeda y por consiguiente la longitud horizontal absolutas,
experimentarían un decremento para todos los vertebrados y plantas
superiores adaptados a la vida sobre las masas continentales emergidas cuyo
tamaño fuera medio-grande. Pero al establecer que en el hipotético MundoMadre de los futuros Elhoim en todo caso no se rebasaría una media de
10.25 Newtons/Kg (un 4.3% más elevada que la terrestre), podemos estimar
que las dimensiones totales promedio de éstos no habrían de sufrir cambios
estadísticamente significativos. Eso sí, siempre y cuando no superasen cierto
tamaño o volumen crítico. Por el contrario, ya vimos que el “techo máximo”
de talla y envergadura para los animales no acuáticos más grandes sí se
encontraría seriamente comprometido, al no poder soportar con facilidad su
propio peso. No habría grandes bestias carnívoras ni herbívoras tan colosales
como los dinosaurios más gigantescos, ni en tierra firme ni surcando los
cielos. El límite superior se fijaría cerca o poco por encima de un utahraptor,
lo que les catapultaría a la cima de la Pirámide Alimentaria. Esto se reforzaría
sinérgicamente con niveles de oxigenación atmosférica levemente más
pequeños; Por otro lado, si la temperatura fuese algo más fría, todos los
animales homeotermos, incluyendo los reptoides-rapaces ya dotados de
fuertes afinidades primitivas con las futuras “aviformes aliens de presa”,
mostrarían un plumaje más compacto, grueso y desarrollado para el mismo
grado evolutivo en comparación con sus “homólogos” terrestres; Respecto al
sistema cardio-vascular y circulatorio, tal y como ya argumentamos, la
combinación de algo mayor predominio de las bajas temperaturas-altas
humedades y una presión parcial de oxígeno un poco más ligera empujaría a
una mejor eficiencia relativa de la hemocianina en detrimento de la
hemoglobina, por lo que la mayoría de los organismos vertebrados superiores
presentarían un sistema cardiovascular a base de “sangre azul”. Esto
impondría un calor corporal interno un tanto más reducido, así como una
tensión sanguínea, y ritmo metabólico, proporcionadamente más lentos y, de
rebote, un aumento relativo generalizado de los periodos de incubación o
gestación, crecimiento y maduración de las crías, de longevidad y la
consecuente reducción de la fecundidad y la cantidad de población en
relación a los especímenes homólogos de la Tierra. Si bien esto no les
supondría ningún problema, porque la demografía de sus competidores
directos dentro de la red ecológica también se encontraría limitada en
parecida proporción; Por último, el factor limitante de una discretamente más
modesta concentración de oxígeno obligaría a que los organismos más
avanzados, de metabolismo más exigente y sangre caliente, como los
“raptoides”, se situarían siempre al borde-límite de cubrir sus necesidades de
comburente respiratorio, hecho intensificado a la par por el menor
rendimiento absoluto de las tasas de actividad de la hemocianina frente a la
hemoglobina. El gas vital sería en este planeta un recurso básico un tanto
más limitado y precioso, no tan “pródigo y barato” como en la Tierra, por lo
que sus consumidores más potentes (carnívoros homeotermos de mayor talla
y velocidad de movimientos con amplio desarrollo cerebral y de otros órganos
muy vascularizados), al emplazarse en el límite superior admisible de
consumos, estarían abocados a dos estrategias evolutivas estables de
supervivencia, acusadamente intensificadas para depredadores carnívoros de
elevados requerimientos metabólicos: 1) Adquisición de pautas de
comportamiento extraordinariamente agresivas, rapaces, estrategias de caza
en grupos jerarquizados y poderosa violencia y “sed de sangre”, lo cual
implementaría por añadidura el despliegue evolutivo de aptitudes como el
crecimiento cerebral, una aguda, fría y calculadora inteligencia y hábitos de
excitación predatoria continuada (necesitarían comer más copiosas
cantidades de nutrientes frescos proteicos y grasos al día, debido a las
menores tasas de eficiencia calórica); 2) A pesar de ello, el déficit relativo de
oxígeno y de rendimiento hemociánico provocaría un hándicap común de
cierto grado de deficiencia cuprofénica (del cobre activador del transporte e
intercambio de gases circulatorio, el equivalente a los síndromes de carencia
ferropénica o porfírica en las criaturas terrícolas). Expresado de modo más
sencillo, los grandes depredadores tenderían a bordear de forma fisiológicocongénita un estado leve análogo al de ciertas anemias o porfirias, pero
permanente y natural, agravado con rapidez en periodos de escasez
alimentaria. Tal factor limitante induciría a su vez un exacerbado incremento
del estrés selectivo favorable al aumento de la agresividad, territorialidad
competitiva, fiereza y variadas astucias cinegéticas, así como al despliegue
evolutivo de mecanismos complementarios de aporte nutritivo especializado
en proveerles de una abundante dieta rica en cobre y complejos
hemociánicos concentrados, con lo cuales suplir la propensión a padecer los
síntomas negativos antes citados. En cierto modo esto equivale a considerar
que, para ellos, la hemocianina (la sangre) sería en parte un alimento
esencial semi-vitamínico, al precisar un suplemento externo constante de
ella. El inexorable fruto evolutivo de este condicionamiento sería la
universalización especializada de una depredación “fluidófaga” y “viscerofágica”... O sea, centrada en la succión de la sangre y otros humores, como
el linfático y el líquido cefalorraquídeo, al igual que en devorar las altamente
vascularizadas e irrigadas vísceras frescas y palpitantes de sus presas, como
cerebros, hígados, corazones y riñones, hábitos todos ellos primados por la
Selección Natural. Y, en circunstancias de prominente estrés ambiental o
presión selectiva originada por cambios, trastornos o catástrofes geofísicas y
similares, cual modificaciones del relieve, fuertes variaciones climáticas,
grandes erupciones volcánicas persistentes, glaciaciones, desertizaciones u
otros cataclismos, todos estos rasgos y derivas evolutivas se extremarían
todavía más, generando al mismo tiempo un poderoso impulso al
canibalismo. Idénticamente ocurrió en nuestro mundo cuando las familias de
primates antropoides afectadas, los prehomínidos más ancestrales, hace dos
o tres millones de años, hubieron de bajar de los cada vez menos frondosos y
frecuentes árboles, e incorporar patrones carnívoros y de clanes cazadores
coordinados al estilo lupino, por la aridificación de las selvas en sabanas
africanas. O, mucho más tarde, durante las sucesivas crisis climáticas por
glaciaciones, ya entre las dos principales líneas de homínidos inmediatamente
precursoras de las dos subespecies-cumbres de nuestro árbol filogenético, el
“Hombre de Neardental” y el antes llamado “Cro-Magnon” u Hombre
Moderno. Las evidencias de una profusa y generalizada práctica del
canibalismo, tanto gastronómico como después ritualizado, entre nuestros
más cercanos antepasados, desde hace 800000 años hasta el Neolítico, son
actualmente indiscutibles y reconocidas por los paleontólogos expertos en
evolución humana y los antropólogos, como prueban los fósiles de los
extensos yacimientos de Atapuerca y otros muchos lugares. La obsesión por
los rituales y sacrificios de sangre cual ofrenda a los dioses, comunes en
todas las etnias y tribus de nuestra especie desde la más remota aurora de la
Humanidad hasta bien entrados los tiempos históricos, y aun remanentes hoy
en día en varias comunidades primitivas y/o aisladas, y en grupos de
“iniciados” más que discretos ocultos en nuestras avanzadas sociedades
“civilizadas”, no es más que la prueba definitiva de la profundísima y tenaz
influencia que nuestra propia memoria genética y cultural ancestral ha dejado
marcada como huella indeleble en nuestros genes, mentes y hábitos
culturales primarios. Aunque se ignore oficialmente, por un arraigado “tabú”
moral y temor subconsciente a reavivar nuestros más hondos instintos
salvajes. Huella potentemente reafirmada y reforzada además, a la luz de la
“Teoría
Anunnaki”,
por
la
intervención
biogenética-hibridaciónamaestramiento-condicionamiento
psíquico
operados
por
nuestros
primordiales “dioses” visitantes “venidos de los Cielos”, y el ulterior impulso
de sus “élites escogidas” chamánico-sacerdotales-aristocráticas-guerreras por
imitarles. Y afloran a menudo de manera simbólica, estilizada o sublimada,
cuando no en violentas descargas muy materiales, sanguinarias y reales,
destructivas e irrefrenables, tanto a niveles marginales individuales (asesinos
en serie “vampírico-canibalescos”), como en colectivos de diverso tamaño
(situaciones-límite de hambrunas, accidentes con severo aislamiento sin
disponibilidad de alimentos convencionales, guerras, revoluciones cáoticas...).
Tildamos de “psicópatas” a los casos privados y estrictamente individuales de
tales rebrotes de nuestro pasado – lejano para nuestra percepción pero
evolutiva y genéticamente muy próximo – y, con la frecuente y habitual
hipocresía y falsificación promovidas o impuestas por el patriotismo y los
intereses político-económicos, de “héroes” a no pocos de los que despliegan
iguales conductas en los frentes de batalla de nuestros ejércitos... Pero, en
verdad, tanto unos como otros, no son más que personas con una mayor
sensibilidad al continuo flujo de información entre los códigos de memoria
ancestral embutidos en nuestros cromosomas, sus subconscientes y el nivel
consciente de sus mentes. Por eso su perfil, lo que nos sorprende y perturba
e intentamos callar, tapar y velar ante nosotros mismos con patético terror a
que se disuelva el ligero y endeble barniz de la represión ético-moral más
reciente de nuestras Civilizaciones, se asemeja tanto en otros aspectos al de
los niños, los histéricos, los dotados y médiums o “canalizadores” psíquicos –
antiguamente catalogados como “oráculos”, “profetas”, “posesos” o “tocados
por los dioses”, según cuál entorno religioso-cultural les tocara en suerte –. O
al de los esquizoides, otras minorías de congéneres cuyas tasas de
hipersensibilidad, intuición e intercambios de información entre sus genes y
procesos inconscientes y sus consciencias es más elevado y eficiente que las
del resto de los miembros de su “domada” y psíquicamente atrofiada especie.
Pero ese afán encubridor es un terrible y estúpido error: Si no nos atrevemos
a iluminar con los focos de luz fría y desprovista de prejuicios de la Ciencia y
su precioso instrumento racional el Rostro Oscuro de nuestra Sombra, jamás
podremos comprendernos a nosotros mismos ni aprender a usar su tremenda
energía, convenientemente regulada y canalizada, a nuestro favor. Por el
contrario, pugnando en vano con ridículo temor pusilánime y puritanismo
insincero por ignorarlo y reprimirlo, no haremos más que hacerlo más y más
fuerte..., y mucho más rabioso. En circunstancias “normales”, la mínima
consecuencia de tan nefasta y necia actitud es amargarnos o deprimirnos
bajo el insoportable peso de culpas inconscientes o conscientes, así como
fingimientos que acaban por quitarle todo sabor a los placeres y bendiciones
corporales y mentales de la vida... Y, cuando la lotería genética y/o los
estímulos ambientales excitantes de tales pulsiones aletargadas y
encarceladas en las tenebrosas mazmorras de nuestros subconscientes hacen
saltar los cerrojos, la Bestia Voraz se desencadena sin control alguno... Este
es un terreno, como tantos otros, en el que los Reptoides descendientes de
los “Raptors” de sangre azul nos llevan un enorme adelanto...
Y es que, empezando la Gran Carrera con tan rotundas y decisivas ventajas,
y 100 ó 120 millones de años de Evolución por delante, a nadie debe
sorprender que el resultado final sea algo semejante a un “Anunnaki-Elhoim”
dotado con los poderosos rasgos psicobiológicos sobrehumanos, poderes y
conocimientos tecnológicos físicos, psicotrónicos, habilidades psíquicas y
características individuales y socioculturales antes esbozados, y deducibles a
partir del examen atento de las fuentes documentadas mitológicas,
legendarias, históricas y arqueológicas presentes en todas las tradiciones
arcanas del planeta... Unos seres tan abrumadoramente superiores y
agresivamente intimidantes, que no es nada difícil comprender que a
nuestros antecesores más primitivos se les antojasen, literalmente...
“dioses”, a los que obedecer y adorar con temor y pasmo reverenciales...
Recapitulemos y ampliemos información:
Modelo Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki
El primer eslabón de la cadena filogenética evolutiva que nos llevaría –
según las razonables hipótesis de trabajo recogidas en el “Modelo de Niburu”
explicado previamente –, desde algo muy semejante a un velociraptorutahraptor hasta un Anunnaki, ya antes de iniciar su larga y exigente travesía
ascendente evolutiva, disfrutaría de las siguientes cualidades, configurando
así lo que, si me permiten, he venido en denominar:

“Modelo Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki”:

1) Ausencia de competidores y depredadores significativos (a diferencia
de la situación de sus “homólogos en la Tierra”).
2) Postura erecta operativa con fuerte facilidad de tornarse permanente
y garras delanteras aviformes de tres dedos próximas a poder ser
utilizadas para aferrar y manipular objetos, lo que hace mucho más
fácil y propicia la posterior e imprescindible secuencia de
adaptaciones coordinadoras de la convergencia funcional evolutiva
“extremidad superior-ojos (y en su caso también oídos y “sexto
sentido cerebral”)-cerebro”, complicado proceso de importancia
decisiva para obtener un desarrollo de elevada habilidad resolutiva
de problemas y en el empleo de instrumentos (o sea, lo que
conocemos por “inteligencia”), según todos los paleontólogos neurocientíficos y teóricos de la evolución homínida.
3) Un envidiable y delicado sistema de emisión de sonidos articulados
claramente pre-vocálico, justo en la antesala de acceder al prodigio
del habla comprensiva.
4) Un cerebro todavía modesto pero ya preparado para codificar e
interpretar ese limitado conjunto léxico-semántico elemental de
sonidos e infrasonidos. El futuro perfeccionamiento morfo-funcional
de tales órganos y las cuerdas vocales posibilitaría el empleo del
lenguaje, en fases evolutivas más avanzadas, con mucha mayor
prontitud que el adquirido por los homínidos a partir de los primates.
5) La convergencia evolutiva posterior de los rasgos favorables 3) y 4),
mucho más potenciados, generaría un compendio de potentes y
variadas facultades y habilidades psíquicas sobrehumanas (que para
nosotros resultan “paranormales”), ya esbozadas previamente.
6) Conducta compleja de caza y defensa estratégico-rapaces en
manadas (o mejor decir, “bandadas”, por su extrema afinidad con
las grandes aves depredadoras), organizadas y jerarquizadas.
7) Intenso vigor, potencia muscular proporcionada al tamaño y enorme
agilidad y velocidad de carrera .
8) Garras afiladas delanteras de varios centímetros de longitud; Pies
de cuatro dedos, uno de los cuales se hallaba equipado con una
“garra curvada apuñaladora- desventradora” que, en estado adulto,
llegaba a tener 38 cm de largo.
9) Desmesurada agresividad, territorialidad y ferocidad, ausencia de
factores emocionales inhibitorios originados por el complejo límbicoafectivo del “cerebro mamífero”
10)
Elaborados rituales de apareamiento y selección sexual,
plumaje corto cromático especializado con funciones exhibitorioerógenas secundarias y de regulación/protección homeoterma.
11)
Metabolismo carnívoro de moderado rendimiento, del orden
de magnitud de las grandes aves de presa; Promedio estimado de
talla en postura bípeda: 1,70-1,80 m; Promedio estimado de
longitud/envergadura en posición cuadrúpeda: 6-7 m; Promedio
estimado de peso: 400-500 Kg.
12)

El

progreso

evolutivo

remoto

en

el

porvenir

bajo
condiciones de intensa competitividad, estrés ambiental y presión de
selección les llevaría a optimizar estos caracteres ventajosos, hasta
unos 2,80-3 m de estatura en posición bípeda constante, un fuerte
crecimiento craneano-encefálico, tupidos y multicromos plumajes
especializados en funciones de selección sexual y protectora térmica,
y un rendimiento metabólico-calórico más y más creciente, hasta
hacerse excelente, superior incluso al de los mamíferos terrícolas
más perfeccionados.
13)
Sistema respiratorio aéreo aerobio pulmonado y
cardiovascular, acoplado con circulación sanguínea doble compleja
de alta densidad y ramificación, pero constituída a base de
hemocianina
como
molécula
proteica
transportadoraintercambiadora de oxígeno-dióxido de carbono. Humor sanguíneo
color azul prusia para la sangre arterial más oxigenada y azul muy
oscuro o casi violáceo-negro para la venosa menos oxigenada.
14)
Régimen nuticional carnívoro especializado en una elevada
frecuencia diaria de ingestiones y consumo especialista fluidófagoviscerofágico de fuentes ricas en altas concentraciones de cobre por
discreta deficiencia fisiológica de tasas estándar de grupos
hemociánicos, con rápida tendencia a tornarse más severa bajo
circunstancias ambientales de escasez de presas. Por tanto, en
estadios primitivos (equivalentes a nuestro Paleolítico) y tribalesganaderos rudimentarios de su diferenciación final como especie,
práctica gastronómica y ritual masiva y universal del canibalismo
visceral-vampirismo, con fuertes reminiscencias en épocas bastante
posteriores.
15)
Por consiguiente, el Ancestro “Raptoide” poseería – al igual
que la gran mayoría de los depredadores de Niburu –, dos o más
pares de colmillos o incisivos muy agudos y afilados, retráctiles en
vainas de tejidos especializados modificados de sus encías, frutos
directos de su obligada evolución a una dieta sustancialmente
fluidófaga-cuprogénica.
16)
Ritmo metabólico basal y cardio-respiratorio sistólicodiastólico relativamente lento, por lo cual la emisión de los sonidos
naso-faríngeos codificados en la franja audible, y los ligados a la
secuencia inspiración-expiración, serían más profundos, pausados y
con un singular “silbido siseante” que, a nuestros oídos, teniendo en
cuenta además el enorme volumen de su caja torácica, se antojaría
a la vez “profundo, cavernoso, siseante y un poco asmático”.
Tendrían el pulso más débil y la piel más fría. Dichas peculiaridades
se mantendrían y acentuarían durante el desarrollo del habla
articulada.
17)
Como consecuencia del punto anterior, periodos de
incubación y posteriormente – al arribar a la etapa correspondiente
de escalón evolutivo –, también de gestación y cría, mucho más
largos que los nuestros. Longevidad ancestral más prolongada (por
ejemplo, en torno a unos 80-100 años como techo máximo. Este
último factor sería – por razones obvias – muy primado por la
Selección Natural, Sexual y otros mecanismos evolutivos sinérgicos
intensificados en los periodos de gran estrés ambiental, al igual que
la fortaleza músculo-esquelética, velocidad y agilidad neurolocomotoras, agresividad, territorialidad expansiva y aguda
jerarquización organizativa. Y, por supuesto, el intenso psiquismo
polimorfo. Todos ellos, las armas fundamentales adaptativas
promovidas cual estrategias-clave de supervivencia y primacía en la
cima de la Pirámide Alimentaria de su mundo. Así, la longevidad
promedio estimable final, lograda tras unos 115 millones de años
aproximados de transformación evolutiva ascendente, bien pudo
llegar a unos 800-1000 años terrestres. La ulterior extensión y
exacerbación-límite de esta tendencia hasta la para nosotros
fabulosa e imponente cifra de unos 500000 años, sería el resultado
de la acelerada y afortunada conjugación sinérgica del poderoso
desarrollo de sofisticadas técnicas biomédicas y nanogenéticas,
psicotrónicas e hiper-psíquicas, tales como el manejo del “prana” o
campo psico-bioenergético, así como la amplificación programada de
los procesos de implementación horizontal de secuencias y
complejos reguladores génicos por transmisión epigenética y de
transferencia de memoria celular de sus “ganados de reses de
fluidos”. Y, más tarde, de ejemplares cuidadosamente seleccionados
de las especies inteligentes conquistadas y esclavizadas de docenas
y luego cientos de mundos, en el avasallador e implacable discurrir
de las sucesivas fases de su historia tribal, cultural, civilizada,
estatal, industrializada y ultra-tecnológica.
18)
Primigeniamente ovíparos y, por ende, con claro
predominio anatómico de las hembras. Grupos o manadas de caza
coordinados por clanes tipo lupino liderados por hembras-alfa. Tal
prevalencia femenina se mantendría hasta las últimas etapas de
grandes cambios evolutivos, aceleradas y por ello intensamente
neoténicas. En Biología del Desarrollo y Teoría Evolutiva Evo-Devo,
se denomina “neotenia” a una serie de variaciones adaptativas más
rápidas de lo habitual y, por así decir, “apresuradas e improvisadas”,
bajo condiciones de fuerte presión ambiental. Curiosamente, tales
logros rápidos y “saltatorios bruscos”, anómalos desde el punto de
vista del mecanismo darwiniano “clásico”, se consiguen prolongando
la presencia de ciertos rasgos o caracteres juveniles o retardando
relativamente su maduración en el organismo adulto, en
comparación con sus ancestros filogenéticos y “parientes evolutivos”
próximos un poco menos avanzados. El ritmo de desarrollo corporal
y psicoemocional se atenúa, mientras el de las células germinales y
los órganos reproductores permanece constante. Se asocia,
lógicamente a periodos de intensas y violentas transformaciones del
medio, tales como grandes modificaciones tectónicas, geológicas,
climáticas y similares. Es uno de los pilares en los que se apoyan
planteamientos neodarwinistas innovadores como los del destacado
paleontólogo y biólogo evolutivo Stephen Jay Gould. Según este
investigador, recientemente fallecido, “por medio del retraso en el
desarrollo de las estructuras somáticas (corporales), la neotenia
posibilita que el organismo escape de sus formas adultas altamente
especializadas y regrese a la labilidad del joven, preparándose para
nuevas direcciones evolutivas”. No es nada casual que esta
sofisticada estrategia o “truco” de supervivencia o adaptación opere
en circunstancias extremas de presión de selección, al igual que los
mecanismos endosimbióticos propuestos por la asimismo brillante
Dra. Margulis a escala unicelular, o los de reajuste epigenético y por
posible transferencia heredable de factores adquiridos de la memoria
celular a través de la transmisión o inserción horizontal y/o
activación-modulación de genes mediante retro-transcripción de
ARN, puestos de manifiesto ya sin discusión los primeros y segundos
y fuertemente sugeridos los terceros por los más novedosos
descubrimientos en microbiología y biogenética molecular. Estos
tipos de procesos de corte “neolamarckiano”, no por mucho que
“horroricen” a los “ultraortodoxos” que han degenerado la
grandiosa idea de Darwin en un dogma pseudo-religioso, por
desgracia para el progreso de las Ciencias de la Vida, convergerían
de modo sinérgico en dichas etapas de agudos estímulos
ambientales selectores. Solo de esta manera se pueden explicar los
“saltos puntuados rápidos” que permiten justificar las “lagunas” o
“eslabones intermedios perdidos” en las series de registros fósiles y
la supervivencia de un número mínimo crítico de nuevas y renovadas
“especies pioneras” emergentes tras las pequeñas, medianas o
grandes “crisis medio-ambientales”, encargadas de restaurar la
biodiversidad y complejidad de los ecosistemas desbaratados por las
mismas, frecuentemente hasta un nivel de riqueza y madurez final
superior. La Explosión Cámbrica, la veloz y multiforme irradiación de
aves y mamíferos posteriores al impacto o impactos meteóricos y
titánicas convulsiones geotectónicas que se aliaron para sentenciar
el brusco desplome del “Mundo Saurio Terrestre” en el Cretácico
terminal, la adaptación de nuestros más lejanos ancestros a la
desertización y sequías crecientes desde el centro al Norte de África
que marcó el inicio de la “Carrera Homínida”, el fin de su primitivo
“Paraíso Arborícola Frugívoro”, y la “reciente” evolución acelerada de
nuestros más próximos ramales homínidos, sorteando el “infierno
gélido” de sucesivas glaciaciones, son rotunda prueba de ello. Y
resultan inexplicables por la exclusiva acción lenta y gradual de la
mera Selección Natural “clásica”, disguste a quien disguste. Si
desean ahondar más en este tema, aparte de la obra de Gould que
figurará en la bibliografía de la última entrega de estos ensayos, les
recomiendo lean los libros del zoólogo Desmond Morris, quien aplica
magistralmente el concepto de “neotenia” a la descripción de la
naturaleza y conducta de sus semejantes, especie a quien bautiza
con mucha menos vanidad y mayor realismo, como “Naked Ape”
(“Mono Desnudo”...). Por ello, es de esperar, tal cual efectivamente
se ha demostrado, la existencia patente de numerosos y fuertes
rasgos neoténicos en la psicobiología del desarrollo de nuestra
especie. A la neotenia agradecemos – aunque algunos a veces
resulten un tanto molestos –, rasgos tan específicamente humanos
como una mucho menor pelambrera corporal que nuestros “primos
cercanos” (chimpancés, por ejemplo), pasar por la “edad del pavo”
(uno de los fastidiosos), otros tan satisfactorios y útiles como retener
buena parte de la maravillosa plasticidad mental, curiosidad,
“sensibilidad-esponja”, creatividad y capacidad de vertiginoso y
flexible aprendizaje de los bebés y los niños pequeños – este llevado
al extremo entre los “genios” “artistas”, “investigadores” y
“creadores” en todos los campos –, u otros tan deliciosos como las
facciones “aniñadas”, pieles suaves y menos velludas y las exquisitas
“curvas” de las mujeres, también, como todas las cualidades
genéticas, desigualmente repartidas en el seno de las poblaciones,
pero por ventura notablemente menos escasas que el talento
innovador, ya que la posterior “castración” represiva de los rebaños
político-religiosos solo puede como máximo – al menos por ahora –
“taparlas con burka”, no impedir su glorioso renacimiento generación
tras generación... En la lista de los fastidiosos, muy relacionado con
las vicisitudes de nuestras tormentosas e inseguras adolescencias
antes citadas, se halla también el perturbador desequilibrio entre el
poder de nuestra inteligencia racional, nuestra mejor arma de
supervivencia “neoténicamente reforzada”, y la persistencia,
asimismo neoténica, de intensas y potentes fragilidades afectivas y
psicoemocionales infantiloides y pubertoides en plena madurez
(ligadas a una elevada inteligencia creadora, de ahí que sean de
nuevo más acusadas comúnmente entre los mejores cerebros, lo
que es muy inconveniente y enojoso), tan ajenas a seres como los
“Reptilianos” y que, al parecer, tanto desprecian con fría burla llena
de arrogancia... Pero cada historia evolutiva particular es única, y
tiene sus inevitables costes y peajes a pagar a cambio de sus
grandes beneficios, sobre todo en sus episodios más “acelerados y
traumáticos”, en los que la Madre Naturaleza se ve obligada a
“improvisar”... Ahora me ocuparé de intentar exponerles la probable
“neotenia Anunnaki” y sus correspondientes “pagos de impuestos
evolutivos...” No todo iban a ser ventajas, como es natural; Si
acudimos una vez más a las referencias y descripciones comunes
sobre los “dioses descendidos del Cielo o venidos de las
Constelaciones”, elaboradas por las más distantes y diversas culturas
y tradiciones más arcaicas en todas las latitudes y longitudes del
Globo, aparecen dos relevantes características, muy chocantes, por
destapar ciertas “debilidades” en unos seres supuestamente
“eternos”, “todopoderosos”, “infinitamente sabios” y “perfectos”... Y
eso que hablamos de textos escritos, pictografías, jeroglíficos,
relieves, imaginería estatuaria, iconografía y, en general simbología
y mitología elaboradas por los “iluminados” directos de las
“deidades”, sus “ministros o intermediarios mágico-religiosos a ellos
y su culto consagrados”, o sus fieles creyentes, sumidos en temor y/
o adoración/fascinación reverencial... Está meridianamente claro que
esos “deslices” o “filtraciones” acerca de un ligero “empañamiento”
de la “resplandeciente e impoluta idealidad” de los Elhoims y sus
equivalentes, han de obedecer a un puro e involuntario o
inconsciente reconocimiento de una potente evidencia empírica de la
percepción, con toda seguridad minimizada además por el ciego
fervor subjetivo de la Fe... Este persistente par de “máculas” en la
soberbia y soberana Majestad de los “Divinos Moradores Celestiales”
son las siguientes: a) Tienen problemas de fecundidad y, por ende,
no son muy numerosos en relación a la cósmica dimensión de su
expansionismo irresistible; b) Sus relaciones de fraternidad o
armonía de pareja, familiar o filial dejan mucho que desear, por
decirlo suavemente; El factor a) es un efecto colateral directo de una
de sus grandes ventajas, la enorme tendencia a la longevidad, a su
vez derivada de la mayor lentitud de su metabolismo oxidativo,
propia del entorno de su planeta de origen, como ya precisamos; El
b) procede de dos caracteres profundamente insertados y
prevalentes en su genoma desde sus orígenes más remotos: Una
altísima agresividad egocéntrica y competitiva, y un fortísimo
impulso sexual promiscuo muy vinculado con las relaciones
jerárquicas de dominación/sumisión en extremo difícil de controlar,
que les hace practicar el incesto casi sistemático, con los
consiguientes problemas de celos atroces, rivalidades, intrigas
retorcidas y letales, odios y pasiones destructivas devoradoras, amén
del inherente riesgo de degeneración genética por consanguinidad,
desde luego más gradual y atenuado que en nuestro caso por su
desmesurada ancianidad y pausadísimo ritmo de sucesión
generacional, pero no por ello menos perjudicial a largo plazo. Por
desgracia – dicho sea de paso – la mayoría de sus “discípulos Lu.lus
de las élites antiguas”, les imitaron simiescamente – nunca mejor
dicho – en eso como en todo lo demás, sin saber en realidad porqué
lo hacían, por el mero afán de “asemejarse a los dioses de los cuales
procedían sus linajes Nefilim aristocráticos” –, provocando una veloz
degradación psíquica y biológica en sus líneas genéticas de
descendencia, así como la aparición de ciertas “enfermedades” y
patologías “reales” características... Recordemos la peculiar e
insistente obsesión por reiterar el “incesto sagrado”, incluso entre
hermanos, padres e hijas o madres e hijos, muy común en el seno
de las clases altas de Sumeria, Babilonia, Egipto y otras muchas
grandes culturas y Civilizaciones-Madre repartidas por todo el
planeta... Obsesión, sin embargo, que tenía su doble lógica
positivista: Preservar en lo posible el máximo grado de los atributos
superiores transmitidos por la “sangre” (en verdad genes) híbridos
de los Anunnaki, aparte de atesorar, mediante cuidadosos enlaces
matrimoniales concertados entre parientes privilegiados muy
próximos, cada vez más y más riquezas, territorios y poder político y
religioso. Y, posteriormente, aunque atenuado y limitado por nuevos
tabúes y reglas morales, impuestos por la lógica de la necesidad tras
milenios de comprobación de los funestos resultados imprevistos,
todavía se siguió procediendo de igual forma, solo que en menor
grado de parentesco – no más allá de un máximo de tíos-sobrinos o
primos carnales –, costumbres acusadamente arraigadas entre los
estratos de alta nobleza u opulentos magnates burgueses
ennoblecidos y, de nuevo, por mimetismo social, hasta entre familias
acomodadas de menor categoría hasta nuestros días, aunque parece
ir poco a poco perdiendo vigencia en la nueva “hornada” de
herederos de las Casas Reales europeas y orientales que han
pervivido a los avatares de la Historia. Pero el auténtico origen de
estos hábitos es más hondo y potente y se halla mucho más lejos en
el tiempo y el espacio de lo que suele creerse... Tan lejos como las
remotas etapas finales de la por lo demás brillante y arrolladora
“Carrera Evolutiva de los Reptilianos de Niburu” o, expresado con
mayor exactitud técnica, a causa de la neotenia terminal en que
culminó su proceso de diferenciación filogenética como especie.
Veamos: Todas las representaciones arcanas de los “dioses”
primordiales coinciden en señalar su naturaleza repto-aviforme de
modo más o menos explícito... Esto es plenamente coherente con el
modelo que yo postulo: Un remoto y superevolucionado
descendiente de un “Raptoide” extraterrestre adaptado a un clima
más frío y húmedo y una atmósfera un poco menos oxigenada que
la de la Tierra. No obstante, asimismo acuerdan en resaltar que se
trata de criaturas cuyas hembras gestan, paren y ofrecen la lactancia
a sus crías recién nacidas a similitud del ser humano. A este
respecto, hasta en la imaginería refinada más antigua de la que
tenemos constancia – junto a la de la cultura Vinca Danubiana – y,
por tanto, presumiblemente más realista y menos deformada, la
Sumeria, si bien el aspecto facial y anatómico de los Anunnaki se
muestra clara, impresionante, escalofriantemente “exóticoalienígena”, y palpablemente “reptiliano-aviforme”,
aparecen
rotundas escenificaciones de “diosas” dando de mamar a sus
“principescos retoños sagrados”. El posible argumento en contra de
que tal fenómeno obedezca a una simple mixtificación “poéticoteológica” de los sacerdotes, destinada a “acercar” o “humanizar” a
las deidades “celestiales de las estrellas” a sus “rebaños primates”,
es muy débil, pues, en etapas tan tempranas, no se privaron de
exhibir sin pudor alguno el resto de sus rasgos manifiestamente
ajenos o francamente inhumanos, ya sea asociados a las mismas
divinidades o, más tarde, a sus contrafiguras “demonizadas”,
incluyendo los más duros y desagradables, y utilizándolos de hecho
con astucia para fortalecer la devoción y fidelidad de sus pueblos a
través del pasmo y el terror fascinado, una táctica tan vieja como
constante y eficaz de toda clase de cultos y sistemas políticos,
morales e ideológicos desde el amanecer de la Humanidad hasta el
presente. No, no se trata de eso. En tan prematuros estadios de la
evolución mítico-religiosa, la antropomorfización y, aún más la
ulterior “estilización” y “abstracción” final monoteísta y su sofisticada
batería de metáforas engañosas e imposturas sutiles y consoladoras/
conciliadoras, todavía eran algo remoto e inimaginable.
Sencillamente, los artistas y sus patronos mágico-sacerdotales
plasmaron lo que vieron o habían visto sus antecesores, en un
tiempo en que, como afirman sus más arcanos textos primigenios,
“los dioses caminaban sobre la Tierra” o “entre los hombres”...
Podemos concluir entonces que los ancestros evolutivos
inmediatamente anteriores de los “dioses reptoides emplumados”
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Naturaleza e historia de los anunnaki y los nefilim y su relación con el hombre (ii)

  • 1. La naturaleza e historia de los Anunnaki y los Nefilim y su relación con el Hombre II Posible origen, historia y naturaleza de los Anunnaki Los Anunnaki reciben este nombre porque el distante, frío, altivo y remoto Líder (o Lideresa) Suprem@ – ya que no existen referencias claras al respecto de su sexo –, o Monarca del Imperio Galáctico Draconiano que ordenó la colonización de la Tierra, pertenecía a la Dinastía de Sangre “Anu”. En sumerio, la “ supuesta primera o de las primeras lenguas únicas” de los “sirvientes” Eanos, (de “Ea”, “Tierra en Anunniano”), “Anunnaki” significa “Hijos o Descendientes de la tierra o tierras (territorios, dominios) de Anu”. En el doble sentido polisémico de “descender = sucesores, herederos” y “descender = proceder o bajar de”. También sonaría más o menos igual en la Lengua Imperial Unificada de los reptoides, probablemente muy parecida a él, si bien de fonética mucho más imperiosa, resonante y gutural, así como léxicamente más rica, llena de sofisticados tecnicismos y matices gramaticales. A su vez, “Anu”, como genérico, equivale a “Cielo”... Luego, “Anunnaki = Hijos-Herederos o Descendidos de los Territorios o Dominios del Cielo”. Y “Anu”, como nombre propio, es fácilmente interpretable como “Señor(@s) (de) los Dominios de los Cielos”. Más claro, agua fresca y pura de manantial. Como ya se expuso en el primer ensayo de esta serie, existen multitud de evidencias antropológicas, históricas, documentales y arqueológicas, “chocantes” para la ciencia ortodoxa y muchas veces ignoradas, minimizadas u ocultadas por sus más cerrados representantes “oficiales”... Y no digamos por los obvios intereses censores de las grandes instituciones políticas y religiosas. Pero no por ello menos innegables y convincentes, tales cuales registros pictográficos, ideográficos e iconográficos, textos escritos
  • 2. antiquísimos, y otros derivados de tradiciones orales primordiales mucho más antiguas todavía, pertenecientes a todas las mitologías-teogonías multiculturales elaboradas en los más distantes puntos del planeta. Buena parte de ellos sin posible conexión alguna entre sí por medios convencionales en aquellos tiempos tan primitivos y remotos. Por lo que podemos deducir e intuir racionalmente a partir de todo ese material, la que sigue bien puede ser una síntesis actualizada de los principales rasgos característicos como especie y gran Civilización Interplanetaria de nuestros más ancestrales “dioses-diseñadores biogenéticos”: Los Anunnaki son polígamos y desaforadamente lujuriosos y promiscuos. Polígamos o poliándricos, pues su estructura sociobiológica, en sus más primigenios orígenes animales, fue ovípara, como la de todos los reptoides y, por tanto, absolutamente matriarcal. Por consiguiente, su Civilización debió establecer desde muy pronto una igualdad rigurosa entre los derechos y deberes masculinos y femeninos, quizá con un cierto y ya atemperado o “civilizado” predominio remanente de las hembras. Se muestran rígida y severamente clasistas, obsesionados por el rango y la pureza de los Linajes de Sangre. Todos sus valores, creencias, filosofía e instituciones medulares giran alrededor de la superioridad genética, la competencia y la Sangre, a la que denominan Ruaj (“Aliento de Vida”), asociándola simbólicomitológicamente al Prana, o Bio-Energía, en cuyo manejo por tecnología psicotrónica son los mejores expertos de la Galaxia. Su sistema es, pues, férreamente piramidal, monárquico, pero con una vigorosa dosis de autonomía entre los grandes Señores Guerreros y “Ruájicos” (equivalente a “Sanguíneos, o Psico-Mágicos/Psicotrónicos/Científicos” en términos de nuestro Mundo). Una Monarquía Imperial orgullosamente nacionalista y soberbiamente enaltecedora de sus Estirpes, con grandes proporciones de una singular mezcla característica de feudalismo-federalismo, por resumir. Componen una comunidad a la par rabiosamente individualista y ferozmente jerarquizada y ritualista, donde las únicas y casi infranqueables barreras son las de clase y Linaje – con mayúsculas, por favor –, nunca las vinculadas al sexo o la religión, porque de hecho solo conservan trazas de ciertos cultos animistas adoradores de los antepasados... Cultos ateos, en la práctica, semejantes en cierto modo a lo que en Occidente denominamos la “Magia Oscura” o el “Camino de la Mano Izquierda”, lo cual es coherente con el talante general radical y abisalmente egoico de su especie. Lo más parecido entre nuestros sistemas de creencias serían la religión yoruba de la que brotó el vuduísmo afro-caribeño y el sintoísmo japonés, aunque mucho más radicalmente “zurdo” en el caso de los Anunnaki. Carecen y siempre han carecido del concepto de “dioses personales protectores, guías o veladores” de sus variadas etnias y pueblos... Y mucho menos de un “Dios o DiosaCreador/a Único/a Omnipotente, Paternal/Maternal y Omnisapiente”, exótica
  • 3. “extravagancia” fuertemente arraigada en otras razas de biología mamífera (que ellos tildan con desprecio como “cálidas”, en el mismo sentido que “blandengues” o “estúpidamente sentimentales”, no debido a nuestra “sangre caliente”, valiosa capacidad fisiológica que sus propios ancestros evolutivos desarrollaron docenas de millones de años antes que los nuestros, y por ello comparten con nuestra especie, seguramente más perfeccionada). Ello no les ha impedido ni les impide – por descontado – haber desarrollado una inigualable maestría en la táctica de fingir muy bien el rol de ese tipo de divinidades ante las especies sometidas a su yugo que poseen tales rasgos psico-biológicos por tendencia filogenética, como ocurre con los primates terrestres evolucionados. Lo hacen, lo disfrutan a fondo y gozan con ello de modo tan exquisito como cruel, burlón e inmoderado... El tal Marduk-SetYahvé ha llevado esta habilidad hasta niveles extremos en sádico cinismo, con un genio simulador innovador y genocida realmente refinado y contundente a la vez, y lo utilizó a fondo contra sus propios rivales y superiores en la Jerarquía de la Aristocracia Anunnaki hasta encaramarse a la posición de Dios Único Usurpador y Gran Titiritero de las mascotas-Lu.Lus terrenales, como ya explicamos en el primer ensayo. Poseen y disfrutan hasta la extenuación, por tanto, de múltiples parejas y amantes en muy diverso, cambiante y multifacético grado de relación vinculante, tanto ellas como ellos. Por otro lado, la homosexualidad y la bisexualidad son para los Anunnaki algo muy corriente y completamente admitido, excepto escasísimos casos patológicos como el de la famosa homofobia de Marduk-Yahvé. Simplemente, los aristócratas, magnates, grandes sabios y poderosos de ambos sexos se pueden permitir mantener harenes y/o serrallos más selectos, numerosos y apetecibles, y los ciudadanos libres de clase media o los obreros han de conformarse con dos o tres “comulgantes de Ruaj” o “comulgantes”, a secas, (como llaman a sus parejas) o, si son de condición muy humilde, con uno solo, lo cual es considerado una gran vergüenza. Los denominan así porque, para los reptilianos, la actividad erótico-amorosa sin dar y/o tomar, según preferencias, la sangre del otro en complejos y elaborados juegos sado-maso es sencillamente incomprensible, insulsa y hasta algo mecánica, animalesca, ofensiva y repugnante. No obstante, entre las clases superiores, especialmente la Nobleza de Alto Linaje y más todavía la de Sangre Real y la Casa Imperial, el o la titular a la cabeza de la Dinastía o Estirpe, eligen siempre una Favorita o Favorito, que recibe el tratamiento de Consorte Consagrad@. La esposa o marido oficial, vamos, y éste es invariablemente un enlace heterosexual. Y esto únicamente por exigencias de orden pragmático, relacionadas con la necesidad reproductiva y la herencia de las opulentas fortunas, propiedades y derechos dinásticos o sucesorios al Poder. Pese a todo, la Ley Draconiana establece razonables derechos jurídicos y económicos para los viudos o viudas y los hijos de los “comulgantes libres” (es decir, no “consagrados”), desde tiempo inmemorial.
  • 4. Digamos que tan minucioso e intrincado conjunto de normas impone una distribución de los bienes del Cabeza del Clan en función estricta del nivel exacto de poder del Linaje Donador (el que entrega lo que aquí consideraríamos el “concubino” o “concubina”), al sin excepciones sensiblemente más influyente Linaje Receptor (el que selecciona y paga la dote). Las minuciosas cláusulas de estabilidad, duración y voluntario compromiso son celosamente reflejadas en los correspondientes documentos de los Contratos de Sangre, formalizados ante los Notarios y Albaceas, castas muy bien situadas y ricas entre la alta burguesía (que ellos conocen como el equivalente a “Urbanitas”), en todo el vasto Imperio de Niburu. Niburu es el nombre de su Planeta Madre –, el “Dragón de los Cien Mundos” (en realidad, 220 planetas o sistemas estelares sometidos a su férula en su momento de máxima expansión, justo al final de su colonización directa de la Tierra, hace unos 50000 años). Naturalmente, sólo entre los grandes Linajes aristocráticos se firman Contratos de Consagración por tiempo indefinido. La llegada de los Elhoims/Anunnaki a nuestro Sistema Solar se produjo sobre unos 450000-400000 años terrestres antes de nuestro presente. Los Niburianos provienen de un largo proceso de evolución biológica sometidos a intensa presión de selección natural darwiniana que – al igual que a todos los grandes depredadores de su planeta de origen –, les ha dotado de una particular configuración psicofisiológica asociada a su régimen fluidófago (se alimentan de fluidos biológicos, como la sangre, en especial, su “néctar-Ruaj” favorito, la linfa y el líquido cefalorraquídeo). Esta condición les hizo progresar más rápida y eficientemente aún por medio de los mecanismos epigenéticos y de transferencia de memoria celular ligados a su tendencia primordial al canibalismo, la sofisticada y cada vez más perfeccionada selección de presas idóneas y el vampirismo (el real, no el de las novelas y películas), en grandes y sucesivos “saltos” adaptativos en condiciones de exigente e hiper-agresiva competencia, tanto entre ellos mismos como para con otros depredadores. Por estos tres factores mutuamente sinérgicos o reforzantes, escalaron muy alto en la cima de la Pirámide Alimentaria. Y, una vez emergentes como culturas organizadas, centradas en la caza y más tarde la ganadería de “reses de fluidos” y de congéneres esclavizados o prisioneros de sus despiadadas y continuas guerras tribales en la Edad Pre-Indutrial de su desarrollo, la aceleración se tornó todavía más elevada... Para cuando se industrializaron y llevaron a la madurez sus específicas “tecnologías psicotrónicas”, su avance ya era irresistible... Devoraron su ahora probablemente olvidado, muerto y perdido Mundo de origen, accedieron al conocimiento de la Física Hiperespacial y se esparcieron por la Galaxia, atacando, masacrando, dominando y explotando un planeta habitable tras otro, consumiendo sus recursos y literalmente succionando y fagocitando todas y cada una de las habilidades, dones y facultades psicofísicas de sus
  • 5. especies vasallas dotadas de conciencia racional... Devorando su carne, bebiendo su sangre..., pero también sus mentes y su “Prana” o potenciales bioenergéticos... Los Reptilianos eran el Azote de los Mundos..., y a cada paso de su frenética carrera en pos de más y más fuerza, poder y cruel sabiduría, acumulaban y refinaban nuevas capacidades para aumentar aún más su potencia arrolladora, incorporándolas a sus cerebros y su genoma... En medio millón de años, sus cuerpos, almas y artefactos ya eran colosales y titánicas máquinas de guerra, tanto ofensivas como defensivas... No sólo dominaban, hasta un grado inaudito y superior, a cualquier otra especie de la que ellos llamaban “Gran Matriz Draconiana” (la “Vía Láctea”), a través de las tecnologías bélicas convencionales más avanzadas, tales como los dispositivos láser, los rayos de partículas, los explosivos nucleares, las armas geoclimáticas, químicas y biológicas, la más asombrosa nanotecnología y biotecnología de espionaje, escudamiento y destrucción a escala molecular, sino también mediante una variada gama de espantosos dispositivos psicotrónicos tan letales como demoledores: Corazas “mentálicas” con alcance de ciudades o naves nodrizas enteras, generadores de terror, emisores de desesperación, acumuladores e irradiadores de las más horrendas concentraciones de descargas psicoenergéticas de impregnación portadoras de infinito dolor, miedo y tormento... Cada uno de ellos ajustado a la naturaleza y debilidades concretas de una determinada especie de enemigos, pronta y desoladoramente transmutados en sumisas, empavorecidas y temblorosas víctimas... Ingentes muchedumbres de toda forma, tamaño, genética, conformación, fisiología y condición retrocedían, se desplomaban, huían, reptaban, se arrastraban o se postraban, trémulas de fascinado pánico o inconmensurable desánimo pasivo, ante sus helados, atroces e implacables adversarios e invasores, derrotados, no tanto por la abrumadora fuerza de éstos, como por sus propias, íntimas y más hondas pesadillas arquetípicas, ancestrales, colectivas... Y su sangre, o cualquier otro fluido vascular, su horror y su martirio alimentaban más y más el dominio de sus verdugos y Señores por Transferencia psíquica y de avanzados métodos amplificadores ultra-específicos de ARN-retrocombinante... Pronto, en apenas 500000 años, su “Imperio Oscuro” reinaba con garra de acero sobre dos centenares de mundos habitados por inteligencias nativas y casi 1500 estrellas, la mayor aglomeración de Poder, materias primas y riquezas jamás antes ni después contemplada en la Galaxia... Los Draconianos eran invencibles... Los más aptos entre los más aptos, los Superpredadores indiscutidos en la cúspide de la Pirámide Ecológica Interestelar... Estos dos factores se conjugaron en un clímax óptimo que les impulsó con
  • 6. sorprendente velocidad a un récord cumbre de poderío físico, talla, habilidades psíquicas y longevidad... Longevidad ya de por sí más elevada de lo habitual en su especie de origen, como ocurre de hecho con ciertos reptiles terrícolas, por ejemplo determinadas tortugas marinas. Tal especiemadre fue una suerte de velociraptor, según los estudios científicos realizados por los Niburianos al comienzo de su Era Nano-Tecnológica. Para la época en que descubrieron la Tierra, en pleno esplendor de la Gran Dinastía Imperial Anunnita, medían un promedio de tres metros veinte centímetros de altura – aunque algunos de ellos rayaban los 3.80 m – y su robustez, potencia, agilidad, celeridad y complexión esquelético-muscular se hallaba en similar relación con la de sus híbridos primates genéticamente modificados de origen terrícola, los primeros ancestros de nuestra especie...; Una eficiente y depurada combinación entre los poderes congénitos adquiridos por sus mentes y su alta tecnología de amplificación de potenciales psicotrónicos les permitía manejar, condensar, teletransportar y desintegrar cualquier material hasta una magnitud de unos pocos miles de toneladas. Sus sabios y guerreros de elevado Linaje proyectaban sus mentes y “cuerpos etéricos” (lo que los esoteristas terrenales llaman “astrales”), a cualquier plano sutil hasta el nivel de la Quinta Dimensión del Multiverso, o Densidad 5, como ellos la conocen (o sea, trasladaban sus conciencias a cualquier punto del espacio-tiempo cuatridimensional a voluntad). Los más capacitados y mejor entrenados entre ellos lograban regular la percepción interna del flujo aparente de Tiempo lineal a placer, frenándolo, aumentándolo o deteniéndolo por completo. Esta cualidad resulta muy útil para una especie cuya desmesurada longevidad se cobra un cierto tributo, obligándoles a permanecer por periodos de unas pocas décadas en “latencia narcoléptica vegetativa” o “coma pseudo-catatónico”, una vez cada medio millar o millar y medio de años aproximadamente, con objeto de hacer posibles los intensos procesos de regeneración celular integral y reajustes epigénicos y de transferencia de memoria celular adquirida heredable en la etapa justamente precedente de sus larguísimas vidas. Los reptoides los llaman sencillamente “Letargos”; Su longevidad media final – en el pico más elevado de su progreso biomédico, nanogenético y psicotrónico – roza los 500 siglos terrenales, lo que implica una tasa promedio de 50 Ciclos de Letargo-Reciclaje durante un periodo habitual de supervivencia. Otra derivación de tan impresionante resistencia biológica al envejecimiento y sus efectos progresiva y gradualmente fatales es una escasa y notablemente fatigosa fecundidad, con periodos de lenta “endo-incubación” (embarazo) próximos a los cinco años. Su baja tasa de natalidad y aún más reducida y lenta mortalidad explica perfectamente porqué resultaban “eternos” ante los empavorecidos y a la vez fascinados ojos de sus vasallos más primitivos... Así como el en apariencia
  • 7. absurdo dato, presente en todas las mitologías y teogonías, de que varias generaciones de las mismas entidades pervivían en su presencia corporal, “en carne y hueso”, ante sus adeptos, sacerdotes o “elegidos”, fieles, siervos y esclavos “cálidos” durante todo ese inmenso intervalo temporal. Y también porqué, a pesar del titánico e inmenso poderío de su Imperio Galáctico, no son demasiado numerosos en proporción a la fabulosa área espacial que someten, viéndose obligados a confiar en su terrible y cruel impulso guerrero, exacerbada agresividad, sofisticada tecnología y refinadas técnicas y trucos psíquicos, psicotrónicos y psicológicos de condicionamiento y manipulación de individuos y masas para sostener su acerado dominio sobre tantas docenas de especies y mundos vasallos... Otro detalle, no por en apariencia más anecdótico menos interesante y revelador, es que todas esas fuentes documentales y arqueológicas extremadamente antiguas coinciden en asegurar que los “dioses” poseen una piel extremadamente fina, suave, resplandeciente, muy blanca, casi trasparente..., y de tintes variables (probablemente por sencillas razones de diversidad de pigmentación racial, fruto de las complicadas y bien calculadas alianzas de “matrimonios” consagrados entre distintos grupos o clanes de los principales Linajes), pero siempre de tonos predominantes azulados o verdiazulados, a causa de que la sangre de los Anunnaki es de color azul oscuro. Recordemos que tal tipo de fluido respiratorio existe en el Reino de los Animales Superiores de nuestro propio mundo. Es característico de los crustáceos e invertebrados marinos o de agua dulce, ya sean bivalvos o cefalópodos, y también de algunos artrópodos terrestres como ciertos insectos y arácnidos, lo que no es nada extraño, pues tanto los dos primeros como los segundos poseen ancestros evolutivos comunes entre sí. En realidad, no se trata de “sangre propiamente dicha”, pues tales organismos presentan en su lugar una especie de humor o “hemolinfa” estática que baña los tejidos, ya que carecen de sistema impulsor vascular como tal, dado su nivel evolutivo más primitivo. Este fluido está sustancialmente formado por “glóbulos azules” o “cianomatocitos” por completo equivalentes a nuestros “glóbulos rojos” o hematíes, solo que la gran proteína compleja encargada del vital reparto de oxígeno e intercambio respiratorio de este gas con el dióxido de carbono es la hemocianina en lugar de la hemoglobina. Esta macromolécula posee un centro activo funcional integrado por un átomo de cobre, en vez del hierro que ocupa su puesto en nuestras células rojas sanguíneas. Cuando el ión de cobre de carga eléctrica o valencia positiva (+1) de la sangre saturada de dióxido de carbono, como fundamental residuo final del metabolismo, se oxida al unirse a la molécula de oxígeno en el siguiente ciclo, su estado de valencia pasa a ión cobre (+2). Dicho cambio supone un tránsito cuántico energético que emite un fotón de luz en la banda visible de frecuencia del azul. La sangre oxigenada de estas criaturas es, por
  • 8. ende, azul oscura (azul prusia, como las disoluciones acuosas de complejos de cianuro), y la reducida de color morado-violáceo, casi negra. En los vertebrados – como los mamíferos, por supuesto – el núcleo central de la hemoglobina se halla compuesto por un átomo de hierro. La correspondiente transición oxidativa se produce entre los estados iónicos de hierro (+2) e hierro (+3), la cual equivale a la foto-emisión en la zona del rojo. De esta manera, la sangre reducida (venosa) es roja muy oscura (parece a veces débilmente azulada en personas de piel muy fina y pálida, pero por un simple efecto óptico), e intensamente roja o roja levemente oscura en su forma oxidada (arterial). En cuanto a la diferencia entre la difusión lagunar de la hemolinfa y la auténtica circulación cardiovascular de la sangre es poco relevante, porque se debe simplemente al menor desarrollo evolutivo de los invertebrados y artrópodos más primitivos, que dada la mayor simplicidad de sus organismos, no precisan un ritmo metabólico tan rápido y energético como el nuestro. Recordemos, asimismo, que “simplicidad” no siempre supone algo incompatible con la adquisición de un comportamiento “inteligente”, ni de un cerebro voluminoso y bien dotado: Los pulpos, por ejemplo, pertenecen al grupo “sangre azul” antes citado, y gozan de más que notable inteligencia, hasta el punto que la mayoría de los biólogos sostienen que, tras el hombre, el delfín, la orca, la ballena azul y similares cetáceos y el elefante, ocupan el cuarto puesto en el “ránking” de los “listos del planeta”... Sin embargo, un sistema hemolinfático primordial, al perfeccionarse a lo largo de cientos y cientos de millones de años de Evolución, hasta conducir a seres tan complejos y poderosos como los anfibios, reptiles y aves – o una exótica combinación “alien” entre ellos – es evidente que desarrollaría un sofisticado sistema cardio-respiratorio y circulatorio convergente con el de los vertebrados superiores terrestres o incluso más eficiente. Consecuentemente, los Anunnakis o Elhoims poseen un amplio, vigoroso y ramificadísimo entramado de venas y arterias prácticamente idéntico al humano, si bien algo más denso, paralelo pero separado y bien diferenciado también de la red linfática. Sus potentes y enormes corazones bombean igual que los nuestros y, si sufren heridas, traumatismos o cortes, sangran del mismo modo que cualquier “mortal”. Por análoga razón, dosis suficientes en proporción a su tamaño y volumen circulatorio de cianuros, o la asfixia por concentraciones excesivas de monóxido de carbono, les resultan tan letales como a sus Lu.Lus y sus descendientes. Son “eternos” ilusoriamente, por contraste entre sus extraordinariamente luengas vidas y la lastimosa brevedad de las nuestras..., pero para nada invulnerables... Si bien condenadamente difíciles de matar por la mera fuerza bruta. Y en tal punto la lógica inductiva científica coincide plenamente con los más viejos testimonios legendario-míticos de nuestros antepasados..., mucho más sensatos y realistas que los disparates, deformaciones, fantasías y contaminaciones místicas y fabulosas engendradas milenios más adelante por la inevitable distorsión generada por
  • 9. el paso de los siglos y sus avatares y la paranoia megalomaníaca de personajes como Yahvé y otros próximos a su perfil psicopatológico, sus “contactados-canalizadores” primates (llamados por sus siempre engañados, estafados, a veces inocentes y otras fanatizados creyentes “profetas”, “santos” o “iluminados”)..., y gentes de similar ralea. Mas existe otra segunda diferencia de orden menor pero muy significativa entre el “humor vital” de los invertebrados “hemociánicos” y el de los vertebrados “hemoglobínicos”... Y esta es de índole bioquímica más esencial y, por tanto, sí afecta a organismos superiores altamente evolucionados de tipo auténtico “sangre-azul”, como los “Reptilianos” de Niburu; Por más que la función de transporte respiratorio aerobio de la hemocianina y la hemoglobina es idéntica, existen sensibles distinciones entre la estructura molecular y por ello el mecanismo exacto por el que operan las dos macroproteínas: Mientras que la hemoglobina transporta, intercambia y transfiere el oxígeno con el dióxido de carbono mediante la reacción o enlace directo de los átomos de hierro encerrados por cuatro enlaces dentro de un complejo de coordinación en su centro activo no-proteico conformado por cuatro anillos de un compuesto cíclico llamado pirrol, (las porfirinas del “tetrapirrol” o “grupo hemo”), la hemocianina se une a los átomos de cobre indirectamente, cual grupos o sitios prostéticos (de nuevo, no proteicos), coordinados a través de residuos (cadenas laterales) de aminoácidos, (los “ladrillos” o unidades mínimas de las grandes cadenas proteínicas), de una clase particular, la histidina, en ciertos “puntos específicos” de su enorme “edificio molecular”. Como el enlazamiento directo sobre el corazón del complejo-ligando es más débil que el indirecto o coordinado, la velocidad de intercambio de gases es bastante mayor en la hemoglobina que en la hemocianina, cuyos enlaces coordinados por puentes de histidina son más robustos. Esto se deriva de que, para reemplazar la molécula de oxígeno por la de dióxido de carbono o viceversa a la hora de ser transportados o evacuados desde las células al flujo sanguíneo o al revés, hay que romper, formar y fijar enlaces y, naturalmente, resulta más fácil y por ello más rápido destruir y regenerar una unión más débil o de inferior energía que otra algo más fuerte o de superior energía. El rendimiento o potencia de la actividad de la hemoglobina es – pues – más alto que el desarrollado por la hemocianina. Por eso, en la Tierra, los animales más complejos y evolucionados han incorporado el sistema “hemo” y no el “ciano”, ya que es capaz de mantener mejor su exigente ritmo de consumo metabólico. Maravillas de la Ley de Selección Natural de Darwin, complementada por otros mecanismos neolamarckianos “aceleradores” y “amplificadores” de evidencia reciente ya citados, cuya exposición no interesa ahora, pues para nada alteran el hilo lógico de este argumento. (Consultar, si se hallan interesados, los ocho ensayos de este autor dedicados a un nuevo paradigma evolutivo, no
  • 10. contrario, pero sí complementario y “perfeccionador” del neodarwinismo ortodoxo, a la luz de los más recientes hallazgos y primeras evidencias de otros mecanismos evolutivos más potentes, bruscos y rápidos que la Selección Natural, activados por periodos de alto impacto o “estrés” ambiental, cual las grandes catástrofes y cambios geofísicos que han afectado a la historia del planeta y provocado extinciones). Ahora bien, hay un segundo y por cierto “doble” factor ambiental a tener muy en cuenta: La relación temperatura-concentración (o presión de oxígeno). Tal y como es evidente a la razón y se ha demostrado con creces en los laboratorios, la mayor eficiencia o tasa de actividad propia de la hemoglobina solo se conserva si la concentración o densidad parcial de oxígeno en el aire o el agua que constituyen el entorno del organismo iguala o rebasa por poco un determinado nivel crítico óptimo. Por debajo de ese límite, como la poderosa y veloz maquinaria molecular de las porfirinas necesita mayor cantidad de suministro de oxígeno por unidad de tiempo, si las moléculas de este gas “escasean”, de nada le sirve ser más rápida y potente. Equivaldría a disponer del flamante motor catalítico de “ultravanguardia” de un automóvil último modelo en un mundo en que la gasolina de buena calidad o refinada fuese un recurso escaso y se elaborara por ende con un bajo octanaje, o bien se emplease en su lugar algún otro combustible orgánico menos calórico, o no existiesen autopistas y autovías, sólo carreteras vecinales, obligando a infrautilizar el motor, al no estar permitidas velocidades de circulación por encima de los 80 Km/h, por ejemplo. Sin embargo, como toda máquina potente, la hemoglobina, en un medio pobre en oxígeno, seguiría consumiendo más energía por cada ciclo de transferencia de gases que la hemocianina. En estas circunstancias, la ventaja del grupo porfírico – como la del motor de un vehículo de alta gama – se pierde y el rendimiento decae precipitadamente, de modo que la relación costo/beneficio favorece el empleo del complejo “ciano-histidínico”. Por lo cual la adaptación evolutiva tiende a propagarlo. Además, el más elevado ritmo de actividad de la hemoglobina requiere temperaturas externas también mayores, sobre todo en animales poiquilotermos (de sangre fría), incapaces de regular su propia temperatura interna. Mucho más todavía si llegan a ser tan grandes y de cerebros voluminosos como ciertos pulpos y otros cefalópodos, sin duda la “cima” evolutiva terrestre de los “sangre azul”. Pero las condiciones ecológicas del hábitat de los crustáceos, moluscos y otros invertebrados marinos o en general subacuáticos son frías, húmedas y con presiones de oxígeno inferiores a las de la superficie. Por eso los pulpos y, con más motivo los demás organismos “hemociánicos” no han “cambiado a sangre roja” a lo largo de su evolución. Dentro del límite máximo de su grado de complejidad morfo-funcional, una máquina de menor rendimiento, pero por esto mismo más “barata” en términos de consumo, coherente con el menor ritmo y magnitud de su metabolismo basal, es más que suficiente y, de hecho,
  • 11. favorable. Exactamente igual que un modesto utilitario para conducir por la ciudad o calzadas rurales, o en una sociedad de escasos suministros de gasolina súper, por seguir la comparación. Solo una vez adquirido el superior nivel de complejidad biológica que representaron las “brillantes innovaciones” de los primeros peces con su espina dorsal o los anfibios y, a partir de ellos, los reptiles y restantes vertebrados terrestres, mereció la pena el “esfuerzo inversor” de sustituir la hemocianina por la hemoglobina. Paso evolutivo que se vio obviamente reforzado en sus quizá no muy sensibles ventajas iniciales porque fuera del agua la presión de oxígeno libre atmosférico es mayor, así como la media de temperaturas en la zonas de paleo-climas templados, subtropicales y tropicales, primer hogar de los reptiles de nuestro planeta y escenarios predominantes posteriores de la fantástica y abigarrada explosión de formas de vida vertebrada. Y, no obstante, los peces primitivos se vieron pronto forzados por la presión de selección a desarrollar branquias, o sea un sistema de “alta ingeniería fisiológica” destinado a aumentar, concentrar y controlar el oxígeno ambiente, para así poder abastecer adecuadamente las exigencias de sus nuevos y potentes “motores moleculares” de porfirinas, en consonancia con las igualmente más elevadas tasas de consumo de sus metabolismos. Muchos millones de años después, los anfibios y reptiles perfeccionaron el “prototipo”, tornándose pulmonados. Así, bien pertrechados de una excelente bomba cardiovascular y respiratoria de alto rendimiento, acorde con sus diminutas pero valiosas “maquinas” proteicas circulatorias de hemoglobina, y disfrutando de una media de temperatura mayor, los vertebrados emprendieron su espectacular y variopinta “carrera biológica”, invadiendo uno a uno los nichos ecológicos sobre la corteza de la Tierra. Finalmente, la aparición de los animales homoetermos (de sangre caliente), facultados para controlar su temperatura corporal interna dentro del rango óptimo para la acción de la hemoglobina de su sangre roja, tales como las aves (evolución directa desde los dinosaurios o reptiles del Cretácico) y los mamíferos, completó el progreso en “equipamiento orgánico”... Permitiendo incluso superar de modo relativamente rápido y satisfactorio una Gran Extinción tan severa y catastrófica como la provocada por los uno o dos masivos impactos meteóricos y sus ulteriores fases de “apagón fotosintético” y “efecto invierno nuclear”, ocasionados por los levantamientos de extensas masas de polvo y residuos sólidos a la atmósfera, cubriendo el Sol en un nublado persistente y apocalíptico, que ahora sabemos sacudieron literalmente a nuestro Mundo a finales de la Era Mesozoica, mucho más graves en sus consecuencias para los ecosistemas de superficie que para los subacuáticos. No obstante, a los invertebrados más sencillos “tipo sangre azul” apenas les perturbó, como prueba el que hayan permanecido desde entonces, al igual que los cefalópodos, con pocos o casi nulos cambios adaptativos, porque en su entorno frío y de baja concentración de oxígeno es mejor funcionar – dentro de sus limitados rasgos morfo-funcionales –, con el
  • 12. motor “ligero” de mediocre rendimiento pero bajo costo de la hemocianina que usar el poderoso mas por ello mismo caro y exigente motor de gran rendimiento a base de hemoglobina. Los insectos y arácnidos son un caso aparte, porque su camino de evolución se cimienta en un conjunto de “estrategias adaptativas” por completo diferentes a las de todos los demás grandes órdenes del Reino Animal, centradas en la miniaturización, la velocidad reproductiva, el oportunismo acumulativo nutricional y/o el colectivismo, en el que importa la supervivencia de la colmena, casi un organismo-red colectivo diferenciado, no la de los individuos ni los linajes. Este cúmulo de factores puede explicar muy bien porqué algunos de ellos conservan la “ hemocianosis”, aunque se encuentren perfecta y exitosamente adaptados al medio aéreo o a la superficie terrestre emergida, en términos estrictamente darwinianos, pero no profundizaré en dicho asunto al carecer de interés para los objetivos y temáticas de estos trabajos. Imaginemos un mundo ahora, un mundo perfectamente habitable y muy parecido a la Tierra, pero en el cual, por su propia constitución geofísica y planetaria, la temperatura media es más fría que la terrestre, su humedad muy elevada y la presión de oxígeno de su atmósfera algo más pequeña... No mucho, no demasiado, desde luego: Supongamos que su proporción del gas vital es, en su baja atmósfera o troposfera, de orden solo moderadamente superior a su promedio en la zona más poblada de nuestros océanos, desde la superficie hasta sus profundidades medias... La temperatura y densidad de oxígeno de sus aguas dulces y mares será, por tanto, algo menor aún, pero no en proporción directa, porque depende de muchas otras variables complejas en las que no tiene objeto entrar. La gravedad es prácticamente idéntica a la terrestre, incluso podría ser levemente más intensa, pero no lo suficiente como para influir de modo mínimamente aceptable en la composición de su atmósfera. Este matiz es en el fondo secundario e irrelevante para el tema concreto que nos ocupa en estos momentos, pero hemos de aceptarlo por otras razones que se explicarán más adelante. Asumimos que la distancia promedio de su órbita de baja excentricidad a su estrella tipo Sol es un poco mayor, dentro de la zona de habitabilidad, lógicamente. Este parámetro, unido a una modesta pero palpable disminución de la fracción de continentes emergidos (consideremos sobre un 80-85% de su superficie ocupada por mares y océanos), bastan para garantizar un escenario de preponderancia de climas húmedo-fríos manteniendo iguales o muy próximas las demás condiciones geofísicas principales, como los periodos de rotación diurna/nocturna, el ciclo de inclinación respecto al plano orbital, la desviación del eje de giro para con el que une los polos magnéticos y sus periodos medios de oscilaciones menores, mayores e inversiones, y la precesión que determina la sucesión de equinoccios y solsticios estacionales en sus franjas templadas y subtropicales.
  • 13. El superior “desplazamiento” hacia el perfil frío-húmedo de todas las zonas climáticas, guardando entre ellas similares variaciones relativas a las terrestres, y un “año astronómico” o periodo de traslación más largo de su órbita de excentricidad cercana a la de nuestro mundo serían, entonces, las dos reseñables divergencias geofísicas entre la Tierra y nuestro hipotético Modelo de Niburu, el planeta-madre de los Anunnaki. Igual o muy parecido resultado se obtiene si consideramos que Niburu se encontrase a casi idéntica o modestamente más corta distancia orbital de su estrella y ésta fuera leve o un tanto más fría que nuestro Sol, o un poco más sensiblemente distante si su estrella fuese algo más cálida, conservando constantes las restantes grandes variantes geofísicas planetarias. Todo esto ha sido ya analizado y estudiado con gran detalle y en profundidad por los más eminentes astrofísicos, planetólogos, geofísicos, climatólogos y biólogos. Prestigiosos equipos interdisciplinares de expertos han elaborado exhaustivos y coherentes modelos teóricos y simulaciones computarizadas de los mismos, y hoy en día tales investigaciones permiten definir con rigor la extensión, magnitud, calidad e incluso simetría aproximada de las “zonas habitables” alrededor de cada tipo espectral de estrella en cierta y variable medida compatible con la existencia a su alrededor de mundos susceptibles de albergar el delicado y complejo fenómeno de la Vida. Ello comprende desde las gigantes rojas no demasiado masivas en sus primeras etapas de expansión hasta las intensamente brillantes y azules o blancas de alta magnitud óptica como Sirio A, pasando por toda la serie de las naranjas y amarillas de “pequeño” o “modesto” volumen, tanto “jóvenes” como “maduras”, estando en este último grupo incluido el Sol que nos da vida, calor y luz. Lo que ocurre es que, naturalmente, el sector habitable cambia de área y geometría en función del carácter de su estrella: Por ejemplo, como las rojas “ligeras” y no demasiado “viejas” irradian un fuerte calor superficial en sus coronas o exo-atmósferas expansivas, el planeta donde surgiesen las más rudimentarias formas de vida o “emigrasen” seres muy avanzados, huyendo de los ahora infernales “parajes más internos” del Sistema, habría de localizarse bastante más lejos que nuestro mundo u otro semejante de un astro amarillo como el Sol. Por si ello no bastara, desde 1994 hemos localizado cientos de sistemas estelares y planetas extrasolares, gracias a los portentosos avances de las técnicas astronómicas y astrofísicas de alta tecnología. Y, más recientemente, a lo largo de la primera década de lo que denominamos el Tercer Milenio de la Era Común, hemos logrado por fin descubrir un precioso puñado de mundos que constituyen serios candidatos probables a haber engendrado, estar engendrando o engendrar en el porvenir, o bien servir de morada, a posibles organismos extraterrestres. Y esto solo es el principio. Por consiguiente, en la actualidad, la mayor parte de los científicos, incluso los más “ortodoxos”, estrictamente escépticos y conservadores, admiten que, dado el grado presente de
  • 14. información teórica y evidencias recabadas, y teniendo en cuenta el gigantesco número de estrellas por Galaxia y de Galaxias que se observan, nuestra Vía Láctea y, mucho más todavía la totalidad del Universo, han de encontrarse ampliamente poblados. Y que, entre toda esa increíble y desbordante diversidad biológica inimaginable, forzosamente, tiene que hallarse una enorme cifra de organismos vivos, de ellos otra reducida fracción de seres complejos, y entre éstos a su vez una mínima parte capaces de desarrollar culturas y civilizaciones. Pues incluso adoptando los criterios más restrictivos y “pesimistas” concebibles, una diminuta porción de una muy pequeña parte de una tan solo un poco menos reducida pero también baja porción de un total tan descomunal, arroja al final un producto más que inmenso: Los cálculos apoyados en las últimas pruebas radiotelescópicas demuestran que contamos con unas cien mil millones de Galaxias, las cuales contienen desde en torno a diez millones de estrellas – las enanas – hasta alrededor de un billón de ellas – las gigantes – . Esto supone una estimación, a grosso modo, de unos quinientos billones de billones de estrellas... Algo sencillamente inabarcable por la mente humana..., y supongo que ni tan siquiera por la de los Anunnakis. Si un 0,1% (hipótesis de trabajo discretamente “permisiva”, según los especialistas), de todos los sistemas estelares habitables, hubiesen desarrollado una especie auto-consciente y cultural, esto arroja la pasmosa cantidad de aproximadamente 50000 Civilizaciones (incluyendo la nuestra) en esta Galaxia, evaluada dicho sea además como una “Galaxia típica”, es decir, de tamaño cercano a la “media cósmica”. En el caso de que sólo lo consiguiesen el 0,001% (supuesto “ultraexigente”), habría tan sólo 500 de ellas. Sea como fuere, más que suficiente para concluir que un mundo tal y como el que acabo de describir a grandes rasgos es muy factible exista de hecho rotando alrededor de cualquier estrella adecuada de la Galaxia. Volvamos ahora a la línea de razonamiento principal que nos ocupa, el asunto de la “sangre azul”...; En un planeta como el planteado, la lógica evolutiva indica, por las causas científicas de naturaleza bioquímica sobradamente probadas a nivel experimental antes expuestas, que sería muy probable el vigoroso desarrollo de multitud de especies y ecosistemas complejos de elevada biodiversidad compuestos por organismos a base de hemocianina, pues en esas condiciones del entorno tal molécula resulta más ventajosa o eficiente en términos generales que la hemoglobina, justo al revés de lo que ocurre en la Tierra. Por consiguiente, en mi “Modelo de Niburu”, tal mundo se encontraría lleno de vertebrados superiores equipados con eficientes y potentes sistemas cardio-vasculares, respiratorios y circulatorios constituidos por “sangre azul” de hemocianina, no de hemoglobina. No obstante, hemos de evaluar otra variable más, fundamental
  • 15. a la hora de analizar cualquier fenómeno ecológico: La abundancia relativa del cobre y el hierro en la corteza de un planeta tipo terrestre tan similar al nuestro como hemos supuesto. Esa similitud nos induce a pensar que – al igual que aquí – en el mundo-madre de los Reptilianos la cantidad de cobre ha de ser menor que la de hierro. Tenemos, en consecuencia, un factor limitante inorgánico, o abiótico – como lo definen los ecólogos –, que afectaría a toda la Biosfera, y en especial a los organismos superiores terrestres. Combinando esta particularidad con una leve disminución de la presión de oxígeno en el aire y un ligero incremento del peso por el suavemente mayor valor del campo gravitatorio (por ejemplo, tomemos g entre 10.2 y 10.5 Newtons/Kilogramo frente a 9.81 de la media terrícola al nivel del mar), los animales de mediana y gran talla se verían sometidos a cierto déficit de oxigenación/suministro de “comburente” metabólico, en comparación a sus equivalentes terrestres de parecida talla, actividad y requerimientos calóricos. No en una medida suficiente para evitar la evolución de una rica e intrincada red de nichos ecológicos desempeñados por vertebrados complejos de medio-elevado tamaño, como los Anunnaki o sus antecesores estilo velociraptors, y herbívoros de igual envergadura, pero sí para que los reptoides primitivos, aun aceptando que pudieran haber dominado la pirámide trófica en fases del pasado algo menos frías y más húmedas – su “Mesozoico” –, hubieran llegado nunca a los descomunales tamaños de ciertos dinosaurios en la Tierra. Esta deducción nos lleva de la mano a otras varias de singular importancia para reforzar la verosimilitud biológica del cuadro que estamos plasmando sobre el probable origen, rumbo filogenético y caracteres fisiológicos de los reptoides Niburianos: En primer lugar, les habría garantizado a sus más primarios antepasados disfrutar de una privilegiada posición como super-predadores, en la cumbre más alta de la pirámide alimentaria, o al menos muy próximos a ella, dado que, en ausencia de temibles competidores tan gigantescos e irresistibles como el Tiranosaurio Rex o el Carnosaurio, su propio volumen y envergadura serían entonces los máximos admisibles en su medio ambiente, no tendrían competidores significativos o muy pocos e “igualados” con ellos. Por si no fuera bastante, recordemos que una especie “tipo velociraptor” ya era parcial y funcionalmente bípeda desde el principio (se erguía sobre sus dos poderosas patas traseras usando su larga cola rígida como balancín para atacar ferozmente a sus presas, pudiendo sostener esa posición mucho tiempo con comodidad, gracias a sus fuertes y anchas garras traseras de morfología parecida a las aves y dotadas de temibles espolones curvados desventradores y la gran longitud de los huesos de su cadera). Se apoyaba con firmeza en la cola y una pata y propinaba un rápido y certero golpe mortal a su víctima, tras derribarla por puro empuje cinético vertiginoso, completando la tarea con sus extremidades asimismo bien afiladas cual navajas letales, de tres dedos y músculo-esqueléticamente análogas a las de
  • 16. las grandes rapaces, de las que fue directo precursor filogenético. De hecho, únicamente adoptaba la postura cuadrúpeda para camuflarse o agazaparse durante el acecho y correr a mayor velocidad). Una velocidad de carrera de magnitud más que notable, inédita entre los dinosaurios, comparable a la de un avestruz actual (entre 64 y 70 Km por hora) – de ahí el prefijo de su nombre específico – . Bípeda..., y con un notable grado de inteligencia y avanzada conducta social jerarquizada – al nivel nada menos que de los lobos –, pues los paleontólogos y etólogos expertos en análisis y simulación deductiva de la morfología completa, fisiología y patrones de comportamiento, a partir de los estudios fósiles, defienden que cazaban las presas más grandes, capacitadas para defenderse o acorazadas y plantaban cara a los otros predadores más peligrosos en manadas lideradas y coordinadas por una “hembra-alfa”. Lo de “hembra”, insisto, proviene del hecho evidente de que eran todavía reptiles ovíparos, de modo que recaía sobre ellas la vigilancia exhaustiva y protección de la puesta, función esencial para asegurar la supervivencia de la especie. Los machos se limitaban a ejercer el rol de fecundadores compulsivos durante la época de celo, siendo seleccionados sexualmente por ellas y ahuyentados no muy amablemente cuando cumplían con su estricto y pasajero papel fecundador de “jeringas con patas” y acababa dicha etapa de “ardor reproductivo”, pues pasaban a ser percibidos por sus ocasionales y pasajeras “parejas” como rivales en la dura labor de asegurarse el sustento para sí mismas y las futuras crías. Por esto mismo, ellas eran en general sensiblemente más fuertes, grandes y robustas que los machos. Tal cosa era común a todos los dinosaurios y lo sigue siendo entre los reptiles y otros grupos de animales que ponen huevos. Por lo que, además, evitan que las hembras se vean obligadas a exhibir una pauta genéticamente programada más pasiva, receptiva y “sumisa” para “ganarse” o condicionar durante el cortejo la ulterior protección de su compañero a lo largo del peligroso debilitamiento de su agilidad y operatividad, causado por las etapas medias-finales del embarazo, y la sucesiva crianza de los débiles retoños recién nacidos... Lo que los etólogos conocen como “estrategia de conducta remotivadora de estimulación parental”. Justo al revés – por ende – que acontece con los mamíferos, donde, en lógica correspondencia, las hembras suelen ser las “elegidas”, no las “electoras” en el “galanteo” instintivo más o menos estereotipado, y poseen menor tamaño, fuerza y velocidad. Una vez más, simple aplicación de los Principios de Selección Natural y Sexual revelados a nuestra especie – al menos en la Historia conocida –, por el genio científico inglés Charles Robert Darwin. Esto amplía y respalda lo apuntado al inicio de esta Sección acerca del “matriarcado ancestral”, y sus huellas en un mucho más destacado protagonismo de “damas poderosas, agresivas, independientes, dominantes y fuertes” en la sociedad Anunnaki que en la humana, rasgo que se refleja con claridad en las narraciones y representaciones simbólico-míticas antiguas de
  • 17. muy diversas culturas que describen a las “diosas venidas del Cielo”, como cualquiera puede comprobar acudiendo a la fuentes. Pero en lo tocante al argumento central que estábamos desarrollando, tal matiz es secundario: Hembras o machos-alfa, tanto da, lo importante es resaltar que, desde su más remoto principio, la especie-madre de los futuros “Elhoim” se hallaba ya dotada de un notorio sistema de organización tribal de cazadores y caminaban erguidos; Otra e igualmente apreciable ventaja de partida, consecuencia o quizá sinérgica con las primeras, era que habían logrado de antemano establecer un rudimentario lenguaje de señales a través de un código sencillo pero eficiente de silbidos/siseos tanto audibles por nuestro oído como en la banda de infrasonidos, que utilizaban de manera práctica y muy útil en sus partidas de caza en grupo. Este sorprendente y sugestivo dato ha sido corroborado asimismo por los expertos al estudiar en profundidad la anatomía y morfología reconstruida a partir de los restos fósiles de los velociraptors. Con el paso del tiempo y las incontables generaciones de centenares de millones de años de evolución, es sensato imaginar que esta cualidad primigenia fue el embrión de las futura especialización de los Anunnaki en el despliegue de un poderoso y sofisticado abanico de facultades psíquicas y psicofísicas poco habituales, a las que nosotros denominamos “paranormales”, tales como la facultad de “fascinación-hipnosis” de sus víctimas o “juguetes-Lu.Lus”, una percepción directa de los estados emocionales y psico-afectivos, y un consumado dominio y control de los estados alterados de conciencia, el arte de la “proyección psíquica”, e incluso la telepatía. Tal conclusión es mucho menos fantasiosa de lo que a algunos pueda parecer, porque hoy en día los tímidos avances de nuestra investigación en los complicados y procelosos campos de las neurociencias y la parapsicología “seria”, ponen de manifiesto que dichos fenómenos “anómalos” parecen vincularse con el poder latente o potencial de ciertas zonas “atrofiadas” o “escasamente desarrolladas” de nuestros cerebros para emitir, transmitir y recibir paquetes cuánticos de vibraciones de ondas-partículas o radiaciones. El hondo e insospechado efecto de la luz (radiaciones electromagnéticas) y el sonido o la música a escala mental y psicosomática, hasta nivel celular incluso, y en la mismísima estructura de las redes moleculares del agua que compone más del 70% de nuestros tejidos, se ha comprobado de manera empírica, indiscutible y contrastada en los últimos diez años; En otro orden de cosas, los “raptors” – cual les llaman familiar y “cariñosamente” los paleontólogos, maravillados con la versatilidad de logros evolutivos manifestados por estas fascinantes criaturas ya extintas –, en concreto aquellas razas o subespecies adaptadas a climas templadohúmedos, continentales severos o fríos, ya se encontraban provistos de una más o menos fina capa de plumas, patente demostración de que habían incorporado un al menos primordial mecanismo homeotermo o de “sangre caliente”, arribando con brillante “precocidad” a fines del Cretácico
  • 18. (Edad o Piso “Campaniense”, hace unos 65-70 millones de años), al umbral mismo del escalón evolutivo de las aves. Por supuesto, a semejanza de muchas aves del presente, el plumaje era bastante corto. Sin embargo, incluso las variedades de raptors que habitaban selvas cálidas o estepas áridas, lucían sobre su rugosa pero no muy gruesa piel penachos, “crestas” o sectores emplumados de diversos colores, que al igual que sus “primos cercanos” más abrigados, empleaban en complicados y ritualizados ceremoniales de cortejo, exactamente cual las aves más evolucionadas. Ignoro cuántos de entre Vds, mis Amables Lectores – cual diría el Maestro Isaac Asimov –, han tenido la oportunidad de ver en una sala de cine o, en su defecto, en cualquiera de los múltiples formatos o soportes audiovisuales de los que ahora disponemos, la famosa serie de películas “Jurassic Park”, de Steven Spielgerg, en especial la primera de ellas, estrenada en 1993. Combinando una excelente asesoría científica altamente cualificada con una elogiable mezcla de imaginación racional, un buen guión, basado en la interesante novela de Michael Crichton de igual título, y unos refinados efectos especiales digitalizados pioneros para la fecha, ofrece al espectador un magnífico espectáculo tan atractivo, terrorífico como al menos relativamente realista del aspecto, elevado nivel de inteligencia, astucia rapaz, contundencia predadora y, sobre todo, dotes de intercomunicación, de una temible manada de velociraptors sedientos de probar una novedosa y más variada dieta a través de la carne y la sangre de algunos de los protagonistas de la trama... Pero esa ansiedad no les impide controlarse ni que la “saurio-amazona”, o líder-alfa del grupo, imponga su autoridad, conteniendo los fuertes impulsos de ataque de los demás componentes de su partida de caza y, de algún modo, hacerse entender intuitivamente por el paleontólogo de turno, cuando rodean a éste y otro puñado de espantados congéneres de nuestra especie, haciéndole comprender que únicamente les dejarán vivir si más tarde les devuelven en un lugar adecuado uno de los grandes y lustrosos huevos de la puesta de su tribu – al parecer suyo propio –, que el inevitable imbécil avaricioso de rigor ha robado de un “nido”, a escondidas de los demás humanos, con futuros y previsibles propósitos claramente comerciales... Más adelante, en el clímax de acción/riesgo final del film, aparecen dos de los “super-lagartos asesinos”, aprendiendo a abrir una puerta metálica, pero eso ya son dudosas “concesiones a la galería”... Al fin y al cabo se trata de una producción de Hollywood. Pero hasta este detalle quizá un tanto exagerado no es por entero descartable, en opinión de los más prestigiosos científicos dedicados al estudio de los grandes saurios extintos... Hay también claros errores científicos en la producción: La envergadura de los “simpáticos animalitos” está sobredimensionada, típico truco destinado a impactar en el respetable público... En rigor, en la filmación, los velociraptors aparentan medir en torno a la altura del “paleontólogo-chico bueno-guapo-fuertote” del reparto, con lo que a cuatro
  • 19. patas (o deberíamos casi decir “manos”), alcanzarían los 6 m de largo, lo que es absurdo, pues tales parámetros se ajustan más bien a su cercano “pariente” el deynonichus, aunque siguen estando “infladas”; El deynonichus – por lo demás extraordinariamente afín al velociraptor en todo los caracteres biológicos y conductuales fundamentales –, medía de 2.5 a 3.5 m de largo y 0.8-0.85 m en disposición bípeda. Los auténticos raptors entre 0.5 y 0.65 m erguidos y 2 m de longitud horizontal, y todos sus fósiles se ubican en la actual región de Asia Central (en particular, Mongolia), en estratos que evidencian su adaptación a un clima árido-estepario variablemente atemperado con arroyos y baja vegetación intermitente, o bien estepario-frío con bosques más tupidos de coníferas. Mientras que los deynonichus poblaban la zona del por entonces incipientemente “independizado” en términos geográfico-tectónicos subcontinente norteamericano, de climatología notoriamente más húmeda y templada, selvática. Pero en realidad esto es poco relevante para este análisis, porque al suponer aquí que el clima de Niburu era más húmedo y frío que el terrestre, es muy posible que, en su fase equivalente al Cretácico tardío, hubiese extensas áreas de predominio húmedo-templado y húmedo-frío, bien pudiendo aparecer una especie muy semejante al raptor, pero de mayor talla y corpulencia. Precisamente, se dio la peculiar coincidencia – o “serendipidad sincrónica acasual”, quien sabe, como pensarían el físico cuántico Pauli y el psiquiatra Carl Gustav Jung –, que, muy escaso tiempo después del estreno de la cinta Jurassic Park I, un equipo científico descubrió un fósil casi completo de un ejemplar de una nueva especie muy parecida al “velociraptor de Spielberg”, de aproximadamente 500 Kg de peso, elevada capacidad craneal en razón al volumen corporal, rebasando ligeramente la estatura media de un hombre en posición erecta y de unos 6.5 m de largo de envergadura: Se trata del bautizado como “utahraptor”, debido a que se halló en una excavación en el Estado donde ahora los mormones – una de las muchas formas relativamente novedosas de fundamentalismo bíblico cristiano –, sustituyen al espécimen en la cima de la pirámide alimentaria de cazadores de almas en manada... Dudo cuáles de los dos serán más letales... Su antigüedad calculada ronda los 100-112 millones de años. Lo más gracioso – o “serendípico” – es que en la trama de la película, el grupo de investigadores dirigido por el “paleontólogo-galán” de marras desentierra un esqueleto perfectamente conservado de un “raptor a lo Spielberg”..., justo en Montana... Como dijo el inmortal Óscar Wilde, a veces “la Naturaleza imita al Arte”..., o por lo menos lo finge muy bien. Del estudio detallado del genuino ejemplar de utahraptor, los especialistas concluyeron que sus rasgos generales de comportamiento eran muy semejantes a los de su “primo” el velociraptor considerablemente más pequeño (el real), y que probablemente también cazaba en manadas y se comunicaba por medio de idéntico procedimiento. El segundo “gran pecado académico” del film fue mucho más
  • 20. grave, injustificable por razones dramático-escénicas y consecuentemente absurdo en general: Los “bichitos” de Spielberg no tienen rastro de plumas, tan sólo la típica-tópica y vulgar piel verdi-escamosa que hasta el más lerdo asocia con los reptiles y los grandes saurios en particular. Esta es una soberana y asnal patada a la verosimilitud científica del argumento: Un reptil no-emplumado y estrictamente poiquilotermo (de “sangre fría”), es siempre demasiado primitivo para poder correr tanto, ser tan ágil, gozar de un metabolismo de tan respetable rendimiento y, por todo ello, nunca exhibiría comportamientos demasiado inteligentes ni socialmente coordinados. Se corrigió en la tercera entrega de la serie, Jurassic Park (III). Si bien la morfología de las crestas, “golas” y penachos que se pueden ver en ella no se amoldan a los que de veras adornaban y protegían a esta familia de dinosaurios de alto nivel evolutivo, mucho menos vistosas, “exuberantes” y “cinematográficas”, más bien similares a las de una paloma o avestruz, aunque bien es cierto que de diversos colores o combinaciones de ellos en función del sexo, etnia, raza o subesepcie considerada. Pues bien, amigos... Procuren alquilar, adquirir o bajar de Internet dicha secuela de Jurassic Park..., y se harán una aceptable idea de la imagen, aspecto y habilidades del “Modelo de Primer Ancestro” o “Tatarabuelo Evolutivo” de los famosos “Elhoim-Anunnaki descendidos de los Cielos” que propongo... Bueno... Casi... Nos resta ahora adicionar a todo esto – por el momento lo científica y fiablemente probado para la morfo-fisiología, anatomía y pautas de comportamiento de los “Velociraptoides” (técnicamente se les conoce por terápodos dromeosáuridos) terrícolas del remoto pasado –, las supuestas condiciones moldeadoras-limitantes particulares diferenciales de alcance global y relativamente permanentes del medio ambiente de Niburu respecto al de la Tierra. Traduciéndolas acto seguido en sus probables efectos sobre la teórica conformación orgánica de estos “Anunnaki” o “Reptilianos” Ancestrales. La metodología de esta operación lógico-inductiva-deductiva consiste en tomar el esquema anatomo-morfo-fisio-etológico que define al “Raptoide-Tipo” terrícola, definido por los hallazgos paleontológicos verificados, y razonar cómo se modificarían y en qué grado bajo las variantes específicas del entorno postuladas para Niburu. Tal procedimiento es muy empleado en la Biología Teórica Evolutiva y, en realidad, en muchos otros campos de las Ciencias Positivas aplicadas al estudio de los Sistemas, sobre todo los de naturaleza compleja, y se define como “Método de Perturbaciones”. De esta manera obtendremos una plausible aproximación a mi “Modelo Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki”.
  • 21. En primer lugar, analicemos el posible efecto de un campo de gravedad levemente más intenso: Según toda las Leyes Biofísicas conocidas, esto implica un aumento generalizado de densidad músculo-esquelética y corpulencia, fijando como sustancialmente invariables el resto de los estándares físicos, tales cual la altura, potencia muscular, resistencia de los huesos, agilidad-velocidad y envergadura relativas. Al menos en los seres de superficie, puesto que en el medio subacuático el empuje hidrostático del agua compensaría en buena parte este factor, y sus pobladores dispondrían de un mayor margen de probabilidades de alcanzar tallas y pesos más notables. Si el valor promedio de g fuese moderadamente mayor, la altura vertical en postura bípeda y por consiguiente la longitud horizontal absolutas, experimentarían un decremento para todos los vertebrados y plantas superiores adaptados a la vida sobre las masas continentales emergidas cuyo tamaño fuera medio-grande. Pero al establecer que en el hipotético MundoMadre de los futuros Elhoim en todo caso no se rebasaría una media de 10.25 Newtons/Kg (un 4.3% más elevada que la terrestre), podemos estimar que las dimensiones totales promedio de éstos no habrían de sufrir cambios estadísticamente significativos. Eso sí, siempre y cuando no superasen cierto tamaño o volumen crítico. Por el contrario, ya vimos que el “techo máximo” de talla y envergadura para los animales no acuáticos más grandes sí se encontraría seriamente comprometido, al no poder soportar con facilidad su propio peso. No habría grandes bestias carnívoras ni herbívoras tan colosales como los dinosaurios más gigantescos, ni en tierra firme ni surcando los cielos. El límite superior se fijaría cerca o poco por encima de un utahraptor, lo que les catapultaría a la cima de la Pirámide Alimentaria. Esto se reforzaría sinérgicamente con niveles de oxigenación atmosférica levemente más pequeños; Por otro lado, si la temperatura fuese algo más fría, todos los animales homeotermos, incluyendo los reptoides-rapaces ya dotados de fuertes afinidades primitivas con las futuras “aviformes aliens de presa”, mostrarían un plumaje más compacto, grueso y desarrollado para el mismo grado evolutivo en comparación con sus “homólogos” terrestres; Respecto al sistema cardio-vascular y circulatorio, tal y como ya argumentamos, la combinación de algo mayor predominio de las bajas temperaturas-altas humedades y una presión parcial de oxígeno un poco más ligera empujaría a una mejor eficiencia relativa de la hemocianina en detrimento de la hemoglobina, por lo que la mayoría de los organismos vertebrados superiores presentarían un sistema cardiovascular a base de “sangre azul”. Esto impondría un calor corporal interno un tanto más reducido, así como una tensión sanguínea, y ritmo metabólico, proporcionadamente más lentos y, de rebote, un aumento relativo generalizado de los periodos de incubación o gestación, crecimiento y maduración de las crías, de longevidad y la consecuente reducción de la fecundidad y la cantidad de población en
  • 22. relación a los especímenes homólogos de la Tierra. Si bien esto no les supondría ningún problema, porque la demografía de sus competidores directos dentro de la red ecológica también se encontraría limitada en parecida proporción; Por último, el factor limitante de una discretamente más modesta concentración de oxígeno obligaría a que los organismos más avanzados, de metabolismo más exigente y sangre caliente, como los “raptoides”, se situarían siempre al borde-límite de cubrir sus necesidades de comburente respiratorio, hecho intensificado a la par por el menor rendimiento absoluto de las tasas de actividad de la hemocianina frente a la hemoglobina. El gas vital sería en este planeta un recurso básico un tanto más limitado y precioso, no tan “pródigo y barato” como en la Tierra, por lo que sus consumidores más potentes (carnívoros homeotermos de mayor talla y velocidad de movimientos con amplio desarrollo cerebral y de otros órganos muy vascularizados), al emplazarse en el límite superior admisible de consumos, estarían abocados a dos estrategias evolutivas estables de supervivencia, acusadamente intensificadas para depredadores carnívoros de elevados requerimientos metabólicos: 1) Adquisición de pautas de comportamiento extraordinariamente agresivas, rapaces, estrategias de caza en grupos jerarquizados y poderosa violencia y “sed de sangre”, lo cual implementaría por añadidura el despliegue evolutivo de aptitudes como el crecimiento cerebral, una aguda, fría y calculadora inteligencia y hábitos de excitación predatoria continuada (necesitarían comer más copiosas cantidades de nutrientes frescos proteicos y grasos al día, debido a las menores tasas de eficiencia calórica); 2) A pesar de ello, el déficit relativo de oxígeno y de rendimiento hemociánico provocaría un hándicap común de cierto grado de deficiencia cuprofénica (del cobre activador del transporte e intercambio de gases circulatorio, el equivalente a los síndromes de carencia ferropénica o porfírica en las criaturas terrícolas). Expresado de modo más sencillo, los grandes depredadores tenderían a bordear de forma fisiológicocongénita un estado leve análogo al de ciertas anemias o porfirias, pero permanente y natural, agravado con rapidez en periodos de escasez alimentaria. Tal factor limitante induciría a su vez un exacerbado incremento del estrés selectivo favorable al aumento de la agresividad, territorialidad competitiva, fiereza y variadas astucias cinegéticas, así como al despliegue evolutivo de mecanismos complementarios de aporte nutritivo especializado en proveerles de una abundante dieta rica en cobre y complejos hemociánicos concentrados, con lo cuales suplir la propensión a padecer los síntomas negativos antes citados. En cierto modo esto equivale a considerar que, para ellos, la hemocianina (la sangre) sería en parte un alimento esencial semi-vitamínico, al precisar un suplemento externo constante de ella. El inexorable fruto evolutivo de este condicionamiento sería la universalización especializada de una depredación “fluidófaga” y “viscerofágica”... O sea, centrada en la succión de la sangre y otros humores, como
  • 23. el linfático y el líquido cefalorraquídeo, al igual que en devorar las altamente vascularizadas e irrigadas vísceras frescas y palpitantes de sus presas, como cerebros, hígados, corazones y riñones, hábitos todos ellos primados por la Selección Natural. Y, en circunstancias de prominente estrés ambiental o presión selectiva originada por cambios, trastornos o catástrofes geofísicas y similares, cual modificaciones del relieve, fuertes variaciones climáticas, grandes erupciones volcánicas persistentes, glaciaciones, desertizaciones u otros cataclismos, todos estos rasgos y derivas evolutivas se extremarían todavía más, generando al mismo tiempo un poderoso impulso al canibalismo. Idénticamente ocurrió en nuestro mundo cuando las familias de primates antropoides afectadas, los prehomínidos más ancestrales, hace dos o tres millones de años, hubieron de bajar de los cada vez menos frondosos y frecuentes árboles, e incorporar patrones carnívoros y de clanes cazadores coordinados al estilo lupino, por la aridificación de las selvas en sabanas africanas. O, mucho más tarde, durante las sucesivas crisis climáticas por glaciaciones, ya entre las dos principales líneas de homínidos inmediatamente precursoras de las dos subespecies-cumbres de nuestro árbol filogenético, el “Hombre de Neardental” y el antes llamado “Cro-Magnon” u Hombre Moderno. Las evidencias de una profusa y generalizada práctica del canibalismo, tanto gastronómico como después ritualizado, entre nuestros más cercanos antepasados, desde hace 800000 años hasta el Neolítico, son actualmente indiscutibles y reconocidas por los paleontólogos expertos en evolución humana y los antropólogos, como prueban los fósiles de los extensos yacimientos de Atapuerca y otros muchos lugares. La obsesión por los rituales y sacrificios de sangre cual ofrenda a los dioses, comunes en todas las etnias y tribus de nuestra especie desde la más remota aurora de la Humanidad hasta bien entrados los tiempos históricos, y aun remanentes hoy en día en varias comunidades primitivas y/o aisladas, y en grupos de “iniciados” más que discretos ocultos en nuestras avanzadas sociedades “civilizadas”, no es más que la prueba definitiva de la profundísima y tenaz influencia que nuestra propia memoria genética y cultural ancestral ha dejado marcada como huella indeleble en nuestros genes, mentes y hábitos culturales primarios. Aunque se ignore oficialmente, por un arraigado “tabú” moral y temor subconsciente a reavivar nuestros más hondos instintos salvajes. Huella potentemente reafirmada y reforzada además, a la luz de la “Teoría Anunnaki”, por la intervención biogenética-hibridaciónamaestramiento-condicionamiento psíquico operados por nuestros primordiales “dioses” visitantes “venidos de los Cielos”, y el ulterior impulso de sus “élites escogidas” chamánico-sacerdotales-aristocráticas-guerreras por imitarles. Y afloran a menudo de manera simbólica, estilizada o sublimada, cuando no en violentas descargas muy materiales, sanguinarias y reales, destructivas e irrefrenables, tanto a niveles marginales individuales (asesinos en serie “vampírico-canibalescos”), como en colectivos de diverso tamaño
  • 24. (situaciones-límite de hambrunas, accidentes con severo aislamiento sin disponibilidad de alimentos convencionales, guerras, revoluciones cáoticas...). Tildamos de “psicópatas” a los casos privados y estrictamente individuales de tales rebrotes de nuestro pasado – lejano para nuestra percepción pero evolutiva y genéticamente muy próximo – y, con la frecuente y habitual hipocresía y falsificación promovidas o impuestas por el patriotismo y los intereses político-económicos, de “héroes” a no pocos de los que despliegan iguales conductas en los frentes de batalla de nuestros ejércitos... Pero, en verdad, tanto unos como otros, no son más que personas con una mayor sensibilidad al continuo flujo de información entre los códigos de memoria ancestral embutidos en nuestros cromosomas, sus subconscientes y el nivel consciente de sus mentes. Por eso su perfil, lo que nos sorprende y perturba e intentamos callar, tapar y velar ante nosotros mismos con patético terror a que se disuelva el ligero y endeble barniz de la represión ético-moral más reciente de nuestras Civilizaciones, se asemeja tanto en otros aspectos al de los niños, los histéricos, los dotados y médiums o “canalizadores” psíquicos – antiguamente catalogados como “oráculos”, “profetas”, “posesos” o “tocados por los dioses”, según cuál entorno religioso-cultural les tocara en suerte –. O al de los esquizoides, otras minorías de congéneres cuyas tasas de hipersensibilidad, intuición e intercambios de información entre sus genes y procesos inconscientes y sus consciencias es más elevado y eficiente que las del resto de los miembros de su “domada” y psíquicamente atrofiada especie. Pero ese afán encubridor es un terrible y estúpido error: Si no nos atrevemos a iluminar con los focos de luz fría y desprovista de prejuicios de la Ciencia y su precioso instrumento racional el Rostro Oscuro de nuestra Sombra, jamás podremos comprendernos a nosotros mismos ni aprender a usar su tremenda energía, convenientemente regulada y canalizada, a nuestro favor. Por el contrario, pugnando en vano con ridículo temor pusilánime y puritanismo insincero por ignorarlo y reprimirlo, no haremos más que hacerlo más y más fuerte..., y mucho más rabioso. En circunstancias “normales”, la mínima consecuencia de tan nefasta y necia actitud es amargarnos o deprimirnos bajo el insoportable peso de culpas inconscientes o conscientes, así como fingimientos que acaban por quitarle todo sabor a los placeres y bendiciones corporales y mentales de la vida... Y, cuando la lotería genética y/o los estímulos ambientales excitantes de tales pulsiones aletargadas y encarceladas en las tenebrosas mazmorras de nuestros subconscientes hacen saltar los cerrojos, la Bestia Voraz se desencadena sin control alguno... Este es un terreno, como tantos otros, en el que los Reptoides descendientes de los “Raptors” de sangre azul nos llevan un enorme adelanto... Y es que, empezando la Gran Carrera con tan rotundas y decisivas ventajas, y 100 ó 120 millones de años de Evolución por delante, a nadie debe sorprender que el resultado final sea algo semejante a un “Anunnaki-Elhoim”
  • 25. dotado con los poderosos rasgos psicobiológicos sobrehumanos, poderes y conocimientos tecnológicos físicos, psicotrónicos, habilidades psíquicas y características individuales y socioculturales antes esbozados, y deducibles a partir del examen atento de las fuentes documentadas mitológicas, legendarias, históricas y arqueológicas presentes en todas las tradiciones arcanas del planeta... Unos seres tan abrumadoramente superiores y agresivamente intimidantes, que no es nada difícil comprender que a nuestros antecesores más primitivos se les antojasen, literalmente... “dioses”, a los que obedecer y adorar con temor y pasmo reverenciales... Recapitulemos y ampliemos información: Modelo Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki El primer eslabón de la cadena filogenética evolutiva que nos llevaría – según las razonables hipótesis de trabajo recogidas en el “Modelo de Niburu” explicado previamente –, desde algo muy semejante a un velociraptorutahraptor hasta un Anunnaki, ya antes de iniciar su larga y exigente travesía ascendente evolutiva, disfrutaría de las siguientes cualidades, configurando así lo que, si me permiten, he venido en denominar: “Modelo Schreiber de Ancestro Primordial Elhoim-Anunnaki”: 1) Ausencia de competidores y depredadores significativos (a diferencia de la situación de sus “homólogos en la Tierra”). 2) Postura erecta operativa con fuerte facilidad de tornarse permanente y garras delanteras aviformes de tres dedos próximas a poder ser utilizadas para aferrar y manipular objetos, lo que hace mucho más fácil y propicia la posterior e imprescindible secuencia de adaptaciones coordinadoras de la convergencia funcional evolutiva “extremidad superior-ojos (y en su caso también oídos y “sexto sentido cerebral”)-cerebro”, complicado proceso de importancia decisiva para obtener un desarrollo de elevada habilidad resolutiva de problemas y en el empleo de instrumentos (o sea, lo que conocemos por “inteligencia”), según todos los paleontólogos neurocientíficos y teóricos de la evolución homínida.
  • 26. 3) Un envidiable y delicado sistema de emisión de sonidos articulados claramente pre-vocálico, justo en la antesala de acceder al prodigio del habla comprensiva. 4) Un cerebro todavía modesto pero ya preparado para codificar e interpretar ese limitado conjunto léxico-semántico elemental de sonidos e infrasonidos. El futuro perfeccionamiento morfo-funcional de tales órganos y las cuerdas vocales posibilitaría el empleo del lenguaje, en fases evolutivas más avanzadas, con mucha mayor prontitud que el adquirido por los homínidos a partir de los primates. 5) La convergencia evolutiva posterior de los rasgos favorables 3) y 4), mucho más potenciados, generaría un compendio de potentes y variadas facultades y habilidades psíquicas sobrehumanas (que para nosotros resultan “paranormales”), ya esbozadas previamente. 6) Conducta compleja de caza y defensa estratégico-rapaces en manadas (o mejor decir, “bandadas”, por su extrema afinidad con las grandes aves depredadoras), organizadas y jerarquizadas. 7) Intenso vigor, potencia muscular proporcionada al tamaño y enorme agilidad y velocidad de carrera . 8) Garras afiladas delanteras de varios centímetros de longitud; Pies de cuatro dedos, uno de los cuales se hallaba equipado con una “garra curvada apuñaladora- desventradora” que, en estado adulto, llegaba a tener 38 cm de largo. 9) Desmesurada agresividad, territorialidad y ferocidad, ausencia de factores emocionales inhibitorios originados por el complejo límbicoafectivo del “cerebro mamífero” 10) Elaborados rituales de apareamiento y selección sexual, plumaje corto cromático especializado con funciones exhibitorioerógenas secundarias y de regulación/protección homeoterma. 11) Metabolismo carnívoro de moderado rendimiento, del orden de magnitud de las grandes aves de presa; Promedio estimado de talla en postura bípeda: 1,70-1,80 m; Promedio estimado de longitud/envergadura en posición cuadrúpeda: 6-7 m; Promedio estimado de peso: 400-500 Kg. 12) El progreso evolutivo remoto en el porvenir bajo
  • 27. condiciones de intensa competitividad, estrés ambiental y presión de selección les llevaría a optimizar estos caracteres ventajosos, hasta unos 2,80-3 m de estatura en posición bípeda constante, un fuerte crecimiento craneano-encefálico, tupidos y multicromos plumajes especializados en funciones de selección sexual y protectora térmica, y un rendimiento metabólico-calórico más y más creciente, hasta hacerse excelente, superior incluso al de los mamíferos terrícolas más perfeccionados. 13) Sistema respiratorio aéreo aerobio pulmonado y cardiovascular, acoplado con circulación sanguínea doble compleja de alta densidad y ramificación, pero constituída a base de hemocianina como molécula proteica transportadoraintercambiadora de oxígeno-dióxido de carbono. Humor sanguíneo color azul prusia para la sangre arterial más oxigenada y azul muy oscuro o casi violáceo-negro para la venosa menos oxigenada. 14) Régimen nuticional carnívoro especializado en una elevada frecuencia diaria de ingestiones y consumo especialista fluidófagoviscerofágico de fuentes ricas en altas concentraciones de cobre por discreta deficiencia fisiológica de tasas estándar de grupos hemociánicos, con rápida tendencia a tornarse más severa bajo circunstancias ambientales de escasez de presas. Por tanto, en estadios primitivos (equivalentes a nuestro Paleolítico) y tribalesganaderos rudimentarios de su diferenciación final como especie, práctica gastronómica y ritual masiva y universal del canibalismo visceral-vampirismo, con fuertes reminiscencias en épocas bastante posteriores. 15) Por consiguiente, el Ancestro “Raptoide” poseería – al igual que la gran mayoría de los depredadores de Niburu –, dos o más pares de colmillos o incisivos muy agudos y afilados, retráctiles en vainas de tejidos especializados modificados de sus encías, frutos directos de su obligada evolución a una dieta sustancialmente fluidófaga-cuprogénica. 16) Ritmo metabólico basal y cardio-respiratorio sistólicodiastólico relativamente lento, por lo cual la emisión de los sonidos naso-faríngeos codificados en la franja audible, y los ligados a la secuencia inspiración-expiración, serían más profundos, pausados y con un singular “silbido siseante” que, a nuestros oídos, teniendo en cuenta además el enorme volumen de su caja torácica, se antojaría a la vez “profundo, cavernoso, siseante y un poco asmático”.
  • 28. Tendrían el pulso más débil y la piel más fría. Dichas peculiaridades se mantendrían y acentuarían durante el desarrollo del habla articulada. 17) Como consecuencia del punto anterior, periodos de incubación y posteriormente – al arribar a la etapa correspondiente de escalón evolutivo –, también de gestación y cría, mucho más largos que los nuestros. Longevidad ancestral más prolongada (por ejemplo, en torno a unos 80-100 años como techo máximo. Este último factor sería – por razones obvias – muy primado por la Selección Natural, Sexual y otros mecanismos evolutivos sinérgicos intensificados en los periodos de gran estrés ambiental, al igual que la fortaleza músculo-esquelética, velocidad y agilidad neurolocomotoras, agresividad, territorialidad expansiva y aguda jerarquización organizativa. Y, por supuesto, el intenso psiquismo polimorfo. Todos ellos, las armas fundamentales adaptativas promovidas cual estrategias-clave de supervivencia y primacía en la cima de la Pirámide Alimentaria de su mundo. Así, la longevidad promedio estimable final, lograda tras unos 115 millones de años aproximados de transformación evolutiva ascendente, bien pudo llegar a unos 800-1000 años terrestres. La ulterior extensión y exacerbación-límite de esta tendencia hasta la para nosotros fabulosa e imponente cifra de unos 500000 años, sería el resultado de la acelerada y afortunada conjugación sinérgica del poderoso desarrollo de sofisticadas técnicas biomédicas y nanogenéticas, psicotrónicas e hiper-psíquicas, tales como el manejo del “prana” o campo psico-bioenergético, así como la amplificación programada de los procesos de implementación horizontal de secuencias y complejos reguladores génicos por transmisión epigenética y de transferencia de memoria celular de sus “ganados de reses de fluidos”. Y, más tarde, de ejemplares cuidadosamente seleccionados de las especies inteligentes conquistadas y esclavizadas de docenas y luego cientos de mundos, en el avasallador e implacable discurrir de las sucesivas fases de su historia tribal, cultural, civilizada, estatal, industrializada y ultra-tecnológica. 18) Primigeniamente ovíparos y, por ende, con claro predominio anatómico de las hembras. Grupos o manadas de caza coordinados por clanes tipo lupino liderados por hembras-alfa. Tal prevalencia femenina se mantendría hasta las últimas etapas de grandes cambios evolutivos, aceleradas y por ello intensamente neoténicas. En Biología del Desarrollo y Teoría Evolutiva Evo-Devo, se denomina “neotenia” a una serie de variaciones adaptativas más
  • 29. rápidas de lo habitual y, por así decir, “apresuradas e improvisadas”, bajo condiciones de fuerte presión ambiental. Curiosamente, tales logros rápidos y “saltatorios bruscos”, anómalos desde el punto de vista del mecanismo darwiniano “clásico”, se consiguen prolongando la presencia de ciertos rasgos o caracteres juveniles o retardando relativamente su maduración en el organismo adulto, en comparación con sus ancestros filogenéticos y “parientes evolutivos” próximos un poco menos avanzados. El ritmo de desarrollo corporal y psicoemocional se atenúa, mientras el de las células germinales y los órganos reproductores permanece constante. Se asocia, lógicamente a periodos de intensas y violentas transformaciones del medio, tales como grandes modificaciones tectónicas, geológicas, climáticas y similares. Es uno de los pilares en los que se apoyan planteamientos neodarwinistas innovadores como los del destacado paleontólogo y biólogo evolutivo Stephen Jay Gould. Según este investigador, recientemente fallecido, “por medio del retraso en el desarrollo de las estructuras somáticas (corporales), la neotenia posibilita que el organismo escape de sus formas adultas altamente especializadas y regrese a la labilidad del joven, preparándose para nuevas direcciones evolutivas”. No es nada casual que esta sofisticada estrategia o “truco” de supervivencia o adaptación opere en circunstancias extremas de presión de selección, al igual que los mecanismos endosimbióticos propuestos por la asimismo brillante Dra. Margulis a escala unicelular, o los de reajuste epigenético y por posible transferencia heredable de factores adquiridos de la memoria celular a través de la transmisión o inserción horizontal y/o activación-modulación de genes mediante retro-transcripción de ARN, puestos de manifiesto ya sin discusión los primeros y segundos y fuertemente sugeridos los terceros por los más novedosos descubrimientos en microbiología y biogenética molecular. Estos tipos de procesos de corte “neolamarckiano”, no por mucho que “horroricen” a los “ultraortodoxos” que han degenerado la grandiosa idea de Darwin en un dogma pseudo-religioso, por desgracia para el progreso de las Ciencias de la Vida, convergerían de modo sinérgico en dichas etapas de agudos estímulos ambientales selectores. Solo de esta manera se pueden explicar los “saltos puntuados rápidos” que permiten justificar las “lagunas” o “eslabones intermedios perdidos” en las series de registros fósiles y la supervivencia de un número mínimo crítico de nuevas y renovadas “especies pioneras” emergentes tras las pequeñas, medianas o grandes “crisis medio-ambientales”, encargadas de restaurar la biodiversidad y complejidad de los ecosistemas desbaratados por las mismas, frecuentemente hasta un nivel de riqueza y madurez final
  • 30. superior. La Explosión Cámbrica, la veloz y multiforme irradiación de aves y mamíferos posteriores al impacto o impactos meteóricos y titánicas convulsiones geotectónicas que se aliaron para sentenciar el brusco desplome del “Mundo Saurio Terrestre” en el Cretácico terminal, la adaptación de nuestros más lejanos ancestros a la desertización y sequías crecientes desde el centro al Norte de África que marcó el inicio de la “Carrera Homínida”, el fin de su primitivo “Paraíso Arborícola Frugívoro”, y la “reciente” evolución acelerada de nuestros más próximos ramales homínidos, sorteando el “infierno gélido” de sucesivas glaciaciones, son rotunda prueba de ello. Y resultan inexplicables por la exclusiva acción lenta y gradual de la mera Selección Natural “clásica”, disguste a quien disguste. Si desean ahondar más en este tema, aparte de la obra de Gould que figurará en la bibliografía de la última entrega de estos ensayos, les recomiendo lean los libros del zoólogo Desmond Morris, quien aplica magistralmente el concepto de “neotenia” a la descripción de la naturaleza y conducta de sus semejantes, especie a quien bautiza con mucha menos vanidad y mayor realismo, como “Naked Ape” (“Mono Desnudo”...). Por ello, es de esperar, tal cual efectivamente se ha demostrado, la existencia patente de numerosos y fuertes rasgos neoténicos en la psicobiología del desarrollo de nuestra especie. A la neotenia agradecemos – aunque algunos a veces resulten un tanto molestos –, rasgos tan específicamente humanos como una mucho menor pelambrera corporal que nuestros “primos cercanos” (chimpancés, por ejemplo), pasar por la “edad del pavo” (uno de los fastidiosos), otros tan satisfactorios y útiles como retener buena parte de la maravillosa plasticidad mental, curiosidad, “sensibilidad-esponja”, creatividad y capacidad de vertiginoso y flexible aprendizaje de los bebés y los niños pequeños – este llevado al extremo entre los “genios” “artistas”, “investigadores” y “creadores” en todos los campos –, u otros tan deliciosos como las facciones “aniñadas”, pieles suaves y menos velludas y las exquisitas “curvas” de las mujeres, también, como todas las cualidades genéticas, desigualmente repartidas en el seno de las poblaciones, pero por ventura notablemente menos escasas que el talento innovador, ya que la posterior “castración” represiva de los rebaños político-religiosos solo puede como máximo – al menos por ahora – “taparlas con burka”, no impedir su glorioso renacimiento generación tras generación... En la lista de los fastidiosos, muy relacionado con las vicisitudes de nuestras tormentosas e inseguras adolescencias antes citadas, se halla también el perturbador desequilibrio entre el poder de nuestra inteligencia racional, nuestra mejor arma de supervivencia “neoténicamente reforzada”, y la persistencia,
  • 31. asimismo neoténica, de intensas y potentes fragilidades afectivas y psicoemocionales infantiloides y pubertoides en plena madurez (ligadas a una elevada inteligencia creadora, de ahí que sean de nuevo más acusadas comúnmente entre los mejores cerebros, lo que es muy inconveniente y enojoso), tan ajenas a seres como los “Reptilianos” y que, al parecer, tanto desprecian con fría burla llena de arrogancia... Pero cada historia evolutiva particular es única, y tiene sus inevitables costes y peajes a pagar a cambio de sus grandes beneficios, sobre todo en sus episodios más “acelerados y traumáticos”, en los que la Madre Naturaleza se ve obligada a “improvisar”... Ahora me ocuparé de intentar exponerles la probable “neotenia Anunnaki” y sus correspondientes “pagos de impuestos evolutivos...” No todo iban a ser ventajas, como es natural; Si acudimos una vez más a las referencias y descripciones comunes sobre los “dioses descendidos del Cielo o venidos de las Constelaciones”, elaboradas por las más distantes y diversas culturas y tradiciones más arcaicas en todas las latitudes y longitudes del Globo, aparecen dos relevantes características, muy chocantes, por destapar ciertas “debilidades” en unos seres supuestamente “eternos”, “todopoderosos”, “infinitamente sabios” y “perfectos”... Y eso que hablamos de textos escritos, pictografías, jeroglíficos, relieves, imaginería estatuaria, iconografía y, en general simbología y mitología elaboradas por los “iluminados” directos de las “deidades”, sus “ministros o intermediarios mágico-religiosos a ellos y su culto consagrados”, o sus fieles creyentes, sumidos en temor y/ o adoración/fascinación reverencial... Está meridianamente claro que esos “deslices” o “filtraciones” acerca de un ligero “empañamiento” de la “resplandeciente e impoluta idealidad” de los Elhoims y sus equivalentes, han de obedecer a un puro e involuntario o inconsciente reconocimiento de una potente evidencia empírica de la percepción, con toda seguridad minimizada además por el ciego fervor subjetivo de la Fe... Este persistente par de “máculas” en la soberbia y soberana Majestad de los “Divinos Moradores Celestiales” son las siguientes: a) Tienen problemas de fecundidad y, por ende, no son muy numerosos en relación a la cósmica dimensión de su expansionismo irresistible; b) Sus relaciones de fraternidad o armonía de pareja, familiar o filial dejan mucho que desear, por decirlo suavemente; El factor a) es un efecto colateral directo de una de sus grandes ventajas, la enorme tendencia a la longevidad, a su vez derivada de la mayor lentitud de su metabolismo oxidativo, propia del entorno de su planeta de origen, como ya precisamos; El b) procede de dos caracteres profundamente insertados y prevalentes en su genoma desde sus orígenes más remotos: Una
  • 32. altísima agresividad egocéntrica y competitiva, y un fortísimo impulso sexual promiscuo muy vinculado con las relaciones jerárquicas de dominación/sumisión en extremo difícil de controlar, que les hace practicar el incesto casi sistemático, con los consiguientes problemas de celos atroces, rivalidades, intrigas retorcidas y letales, odios y pasiones destructivas devoradoras, amén del inherente riesgo de degeneración genética por consanguinidad, desde luego más gradual y atenuado que en nuestro caso por su desmesurada ancianidad y pausadísimo ritmo de sucesión generacional, pero no por ello menos perjudicial a largo plazo. Por desgracia – dicho sea de paso – la mayoría de sus “discípulos Lu.lus de las élites antiguas”, les imitaron simiescamente – nunca mejor dicho – en eso como en todo lo demás, sin saber en realidad porqué lo hacían, por el mero afán de “asemejarse a los dioses de los cuales procedían sus linajes Nefilim aristocráticos” –, provocando una veloz degradación psíquica y biológica en sus líneas genéticas de descendencia, así como la aparición de ciertas “enfermedades” y patologías “reales” características... Recordemos la peculiar e insistente obsesión por reiterar el “incesto sagrado”, incluso entre hermanos, padres e hijas o madres e hijos, muy común en el seno de las clases altas de Sumeria, Babilonia, Egipto y otras muchas grandes culturas y Civilizaciones-Madre repartidas por todo el planeta... Obsesión, sin embargo, que tenía su doble lógica positivista: Preservar en lo posible el máximo grado de los atributos superiores transmitidos por la “sangre” (en verdad genes) híbridos de los Anunnaki, aparte de atesorar, mediante cuidadosos enlaces matrimoniales concertados entre parientes privilegiados muy próximos, cada vez más y más riquezas, territorios y poder político y religioso. Y, posteriormente, aunque atenuado y limitado por nuevos tabúes y reglas morales, impuestos por la lógica de la necesidad tras milenios de comprobación de los funestos resultados imprevistos, todavía se siguió procediendo de igual forma, solo que en menor grado de parentesco – no más allá de un máximo de tíos-sobrinos o primos carnales –, costumbres acusadamente arraigadas entre los estratos de alta nobleza u opulentos magnates burgueses ennoblecidos y, de nuevo, por mimetismo social, hasta entre familias acomodadas de menor categoría hasta nuestros días, aunque parece ir poco a poco perdiendo vigencia en la nueva “hornada” de herederos de las Casas Reales europeas y orientales que han pervivido a los avatares de la Historia. Pero el auténtico origen de estos hábitos es más hondo y potente y se halla mucho más lejos en el tiempo y el espacio de lo que suele creerse... Tan lejos como las remotas etapas finales de la por lo demás brillante y arrolladora
  • 33. “Carrera Evolutiva de los Reptilianos de Niburu” o, expresado con mayor exactitud técnica, a causa de la neotenia terminal en que culminó su proceso de diferenciación filogenética como especie. Veamos: Todas las representaciones arcanas de los “dioses” primordiales coinciden en señalar su naturaleza repto-aviforme de modo más o menos explícito... Esto es plenamente coherente con el modelo que yo postulo: Un remoto y superevolucionado descendiente de un “Raptoide” extraterrestre adaptado a un clima más frío y húmedo y una atmósfera un poco menos oxigenada que la de la Tierra. No obstante, asimismo acuerdan en resaltar que se trata de criaturas cuyas hembras gestan, paren y ofrecen la lactancia a sus crías recién nacidas a similitud del ser humano. A este respecto, hasta en la imaginería refinada más antigua de la que tenemos constancia – junto a la de la cultura Vinca Danubiana – y, por tanto, presumiblemente más realista y menos deformada, la Sumeria, si bien el aspecto facial y anatómico de los Anunnaki se muestra clara, impresionante, escalofriantemente “exóticoalienígena”, y palpablemente “reptiliano-aviforme”, aparecen rotundas escenificaciones de “diosas” dando de mamar a sus “principescos retoños sagrados”. El posible argumento en contra de que tal fenómeno obedezca a una simple mixtificación “poéticoteológica” de los sacerdotes, destinada a “acercar” o “humanizar” a las deidades “celestiales de las estrellas” a sus “rebaños primates”, es muy débil, pues, en etapas tan tempranas, no se privaron de exhibir sin pudor alguno el resto de sus rasgos manifiestamente ajenos o francamente inhumanos, ya sea asociados a las mismas divinidades o, más tarde, a sus contrafiguras “demonizadas”, incluyendo los más duros y desagradables, y utilizándolos de hecho con astucia para fortalecer la devoción y fidelidad de sus pueblos a través del pasmo y el terror fascinado, una táctica tan vieja como constante y eficaz de toda clase de cultos y sistemas políticos, morales e ideológicos desde el amanecer de la Humanidad hasta el presente. No, no se trata de eso. En tan prematuros estadios de la evolución mítico-religiosa, la antropomorfización y, aún más la ulterior “estilización” y “abstracción” final monoteísta y su sofisticada batería de metáforas engañosas e imposturas sutiles y consoladoras/ conciliadoras, todavía eran algo remoto e inimaginable. Sencillamente, los artistas y sus patronos mágico-sacerdotales plasmaron lo que vieron o habían visto sus antecesores, en un tiempo en que, como afirman sus más arcanos textos primigenios, “los dioses caminaban sobre la Tierra” o “entre los hombres”... Podemos concluir entonces que los ancestros evolutivos inmediatamente anteriores de los “dioses reptoides emplumados”