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Manual de Moral y
Mandamientos




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Manual de Moral y Mandamientos




Índice

I.    La vida en Cristo                                          5
         Introducción                                            5
         1. Dios se revela                                       6
         2. La persona humana escucha y acoge                    7

II.   La Moral y sus desviaciones                                9
         1. Las principales fuentes de la moral                  9
         2. La moralidad de las pasiones                        11
         3. La moral en el Catecismo de la Iglesia              11
         4. Las líneas de la moral cristiana                    12

III. El hombre está llamado a ser feliz                         14
        1. La vocación                                          14
        2. Las Bienaventuranzas                                 14
        3. Las respuestas al deseo de felicidad                 18

IV. Los actos humanos y la libertad                             20
      1. Los actos humanos                                      20
      2. División de los actos humanos                          21
      3. Los actos morales                                      21
      4. La moralidad de los actos humanos dependen de tres
          elementos fundamentales                               22
      5. La libertad y la moral                                 23
      6. Los obstáculos del acto humano                         24
          Conclusión                                            25

V.    La libertad del hombre                                    26
         1. Existencia                                          27
         2. Lesión y consolidación de la libertad               28
         3. Alcance de la libertad cristiana                    29

VI. La Ley, una guía en nuestro camino                          30
       1. La ley moral                                          31
       2. La ley eterna                                         31
       3. La ley natural                                        31
       4. La ley divina revelada                                32
       5. Las leyes civiles                                     33

VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios              36
        1. ¿Cómo se llega a deformar la conciencia?             38
        2. Tipos de conciencia                                  39
        3. Conciencia deformada                                 40
        4. ¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia?   41




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Manual de Moral y Mandamientos


VIII. La gracia, Dios presente en nosotros                           43
         1. El Hombre Nuevo                                          43
         2. La gracia                                                44
         3. Necesidad de la gracia                                   44
         4. Clasificación de la gracia                               45
         5. Las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo   46
         6. Conclusión                                               47

IX. El misterio de la gracia                                         48
       1. Naturaleza y división de la gracia                         48
       2. Necesidad que el hombre tiene de la gracia                 49
       3. La predestinación                                          49
       4. La predestinación y la libertad                            50
       5. La eficacia de la gracia y la libertad humana              51

X.   La virtud, la respuesta positiva del hombre                     53
        1. Diferencias entre virtud y valor                          54
        2. Tipos de virtudes                                         55
        3. Virtudes cardinales                                       56
        4. Pecados contra la prudencia
             57
        5. Pecados contra la fortaleza                               59
        6. ¿Cómo adquirir las virtudes?                              60
        7. La santidad cristiana                                     60

XI. El pecado, la respuesta negativa del hombre                      62
       1. ¿Cuál es la causa del pecado?                              62
       2. Pero, ¿por qué pecamos aún cuando conocemos la verdad?65
       3. La tentación                                               66
       4. ¿Puedo perder el cielo por dejarme llevar por el ambiente? 67

XII. La fe, fundamento y fuente de la vida moral                     68
        1. Definición y naturaleza de la fe                          68
        2. Deberes que la fe impone                                  69
        3. Pecados contra la fe                                      71

XIII. La esperanza, confiar en Dios                                  73
         1. Definición de la esperanza                               73
         2. Pecados contra la esperanza                              74

XIV. La caridad, virtud reina del cristianismo                       76
        1. Pecados contra el amor a Dios                             78
        2. El amor al prójimo                                        78
        3. Las obras de misericordia                                 78
        4. Pecados contra el amor al prójimo                         79

XV. Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra                 80




                                                                          2
Manual de Moral y Mandamientos

       1. Amarás a Dios sobre todas las cosas                           80
       2. No tomarás el nombre de Dios en vano                          80
       3. Santificarás las fiestas                                      81
       4. Honrarás a tu padre y a tu madre                              81
       5. No matarás                                                    82
       6. No cometerás actos impuros                                    82
       7. No robarás                                                    83
       8. No dirás falsos testimonios ni mentiras                       83
       9. No consentirás pensamientos ni deseo impuros                  84
       10. No codiciarás los bienes ajenos                              84

XVI. Primer Mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas            85
        1. El Decálogo                                                  85
        2. La virtud de la Religión                                     87
        3. ¿En qué creen los hombres de hoy?                            90
        4. ¿Por qué los hombres han caído en el error de sustituir a   Dios?
                                                                        91
       5. Los pecados contra el Primer Mandamiento                      94

XVII. Segundo Mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano 96
       1. El nombre de Dios                                     96
       2. Pecados contra el Segundo Mandamiento                 98

XVIII. Tercer Mandamiento: Santificarás las fiestas                    100
        1. ¿En qué consiste el descanso?                               101
        2. Pecados contra el Tercer Mandamiento                        102
        3. Y, ¿si estoy enfermo?                                       103

XIX. Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre              104
       1. Vocación divina                                              105
       2. El diálogo                                                   105
       3. La donación incondicional                                    106
       4. La ayuda mutua                                               106
       5. Procreación y educación de los hijos                         106
       6. Los deberes de los hijos hacia los padres                    107
       7. Los deberes de los padres hacia los hijos                    108
       8. La comunidad política y la Iglesia                           110

XX. Quinto Mandamiento: No matarás                                     112
      1. Visión cristiana de la vida corporal                          113
      2. La vida corporal vista desde la ley natural                   113
      3. Abusos contra la integridad de la propia vida                 114
      4. Abusos contra la vida de los demás                            116
      5. Respeto de la vida naciente                                   119
      6. Sentido cristiano del sufrimiento y del dolor                 120

XXI. Sexto Mandamiento: No cometerás actos impuros                     122
       1. Visión actual de la sexualidad                               122




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Manual de Moral y Mandamientos

       2.   Dimensión antropológica de la sexualidad                  123
       3.   La virtud de la castidad                                  124
       4.   Dimensión de relación en la sexualidad                    126
       5.   Visión cristiana de la sexualidad                         127
       6.   Significado de la concupiscencia                          130

XXII. Séptimo Mandamiento: No robarás 132
       1. Significado del Séptimo Mandamiento                         134
       2. No sólo el que roba es ladrón                               135
       3. ¿Cómo cumplir con el Séptimo Mandamiento?                   136

XXIII. Octavo Mandamiento: No dirás falsos testimonios ni mentirás    140
        1. Los pecados contra la verdad                               142

XXIV. Noveno Mandamiento: No consentirás pensamientos impuros         145
       1. El significado del Noveno Mandamiento                       146
       2. La imaginación                                              147
       3. Pecados contra el Noveno Mandamiento                        148

XXV. Décimo Mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos        149
      1. ¿Cómo vivir el Décimo Mandamiento?                           150

XXVI. Los Mandamientos de la Iglesia                                  152
       1. Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar           154
       2. Confesar los pecados graves cuando menos una vez
          al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar          154
       3. Comulgar por Pascua de Resurrección                          154
       4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando manda la          Iglesia
                                                                       155
       5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades                       155

XXVII. La moral y la santidad del Hombre Nuevo 156
       1. El Hombre Nuevo                                              156
       2. La acción del Espíritu Santo                                 157
       3. Los Sacramentos y la vocación a la santidad                  158
       4. La cruz y el sacrificio en la vida cristiana                 159
       5. Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la    Iglesia
                                                                       160
       6. Moral de la caridad                                          161

Anexo 1: La abstinencia                                               163




                                                                            4
Manual de Moral y Mandamientos




I. La vida en Cristo


Introducción
Hoy el género humano vive un período nuevo de su historia, caracterizado
por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al
universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su actividad
creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos
individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y sobre su
comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes vive.
Es esto tan claro, que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis
social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa.

Como ocurre en los casos de crisis de crecimiento, esta transformación trae
consigo no leves dificultades. Si bien el hombre amplia extraordinariamente
su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con
profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente
más incierto que nunca de sí mismo.

Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas
posibilidades, tanto poder económico. Sin embargo, una gran parte de la
humanidad sufre hambre y miseria, y son muchos los que caminan sin
rumbo y no encuentran la felicidad. Nunca ha tenido el hombre un sentido
tan agudo de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud
social y psíquica.

En el interior del hombre existe un afán de felicidad y de realización, que es
parte de la naturaleza humana, una necesidad de trascender, de conocer al
Ser Supremo, es por eso que en su naturaleza está inscrito el llamado a
vivir en comunión con ese Ser Supremo, con Cristo (las personas están
llamadas a vivir en comunión con Cristo). Instintivamente, el hombre busca
un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente en su
desarrollo espiritual.

La inquietud atormenta al hombre, y se pregunta, entre angustias y
esperanzas, respecto a su felicidad y a la actual evolución del mundo. La
turbación actual del hombre y la transformación de las condiciones de vida
están vinculadas a una evolución global más amplia.

 Las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa.
Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la
religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, como en
épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se
presenta como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo
nuevo. Esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos,




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Manual de Moral y Mandamientos

sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la política y la
interpretación de las ciencias humanas y de la historia.

Esto explica la perturbación de muchos, y en concreto, la infelicidad del
hombre. Todos y cada uno de los hombres pasan la vida buscando la
felicidad eterna, el ser siempre felices. Se busca algo que nunca se acabe,
una felicidad infinita que sea capaz de llenarle. Esto trae como
consecuencia la necesidad de certezas, de algo en qué agarrarse. Unos
desisten y otros desesperan.

Como esta felicidad tan ansiada, este amor que no cesa es difícil de
encontrar, muchos se desvían en su búsqueda poniendo la felicidad en
bienes materiales, en cosas, o personas que nunca le van a dar la
satisfacción plena.

Cree la Iglesia que el hombre está llamado a vivir en comunión con Cristo.
Únicamente el amor de Dios puede llenar al hombre completamente.
Igualmente cree, que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana
se hallan en su Señor y Maestro. Solo Cristo, puede darle al hombre la tan
ansiada felicidad. (Documentos Completos del Vaticano II).

San Agustín dice: “Mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.

1.Dios se revela

Confiesa el sagrado Concilio que “Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana
partiendo de las cosas creadas” (Rom. 1, 20).

Dios, conoce nuestra dificultad y ama al hombre con un amor infinito, busca
al hombre para ayudarlo a encontrar el verdadero camino hacia la felicidad,
hacia el amor eterno. Se revela en Jesucristo invitándolos a llevar una vida
de comunión con Él. Para ello, Dios se le revela al hombre, para que lo
conozca a Él y su Plan para con Él. Se va dando a conocer a través de la
Revelación.

El Decálogo, el Sermón de la Montaña y la catequesis apostólica nos
describen los caminos que conducen al Reino de los Cielos. Por ellos
avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día sostenidos por la
gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos
lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios (cf la parábola del
sembrador: Mt 13, 3-23).

Hay quienes piensan que el cristianismo es una ideología o una doctrina
filosófico-teológica. Otros lo equiparan con las demás religiones que son
intentos del hombre para acercarse a Dios. El cristianismo no es una




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Manual de Moral y Mandamientos

creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la
auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para
abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe
ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios. El
cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en Cristo.

La Revelación comienza cuando Dios escoge a un pueblo, haciendo una
alianza con él, dándole muestras de amor. Este pueblo de Israel le servirá
para manifestar su amor. A este pueblo elegido le da alimento, bebida, pero
en especial le da los diez mandamientos, que son el camino a la felicidad,
la guía para vivir en comunión con Dios. Como a pesar de las
manifestaciones del amor de Dios, el pueblo sigue siendo infiel, Dios envía
a su Hijo para que el hombre entienda.

Jesucristo es el culmen de la Revelación. En Él podemos palpar la bondad
de Dios y su Amor infinito al hombre. La persona puede y debe vivir en
amistad con Cristo, puede participar de la vida divina, por medio de la
gracia de Dios, y del Espíritu Santo que da vida y alimenta. El cristianismo
es un compromiso personal con Jesucristo, en respuesta al amor eterno
que Dios le tiene al hombre.

Pero ¿cómo conocer al cristianismo?, ¿cómo saber qué es lo que enseña?
Para responder a estas interrogantes, Cristo funda la Iglesia a través de la
cual aprendemos a seguir a Jesús. Este seguimiento de Jesucristo, a
través de la Iglesia fundada por Él es la respuesta que el hombre le da a la
iniciativa de Dios, es la respuesta a la llamada de amor que hace Cristo.

Esta respuesta de amor debe ser real, eficaz, concreta, siempre respetando
todas las ayudas que Cristo ha dejado; sacramentos, Iglesia, normas de
vida, etc. (Cf. Jn, 14. 15. 21; Jn. 15, 14). El amor ha de manifestarse
externamente a través del comportamiento. El que se dice cristiano y no
ama y vive lo que Cristo ama, realmente no se realiza en su vida. El
verdadero cristiano ama y vive como Cristo.




2.La persona humana escucha y acoge

El hombre, ante la invitación al amor, descubre su dignidad (Cf. Catecismo
nn. 1701-1715). Fue creado a imagen y semejanza de Dios, pero la imagen
fue alterada por el pecado, siendo regenerada y restaurada por Cristo,
dándole una nueva dignidad “ser hijo de Dios”.

La persona humana es aquella que posee un alma espiritual, goza de
inteligencia y voluntad, que unida a su cuerpo forma una unidad e identidad
única irrepetible.




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Manual de Moral y Mandamientos

En el alma encontramos el principio de la vida, creado e infundido
directamente por Dios en el hombre. Aquí residen las facultades de la
inteligencia y voluntad. Por la inteligencia puede conocer a Dios, su
Revelación, escuchar lo que le dice su conciencia, etc. Por la voluntad tiene
la capacidad de tomar decisiones y llevarlas a cabo. El hombre es libre, es
decir, es capaz de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas. Es capaz
de amar, de luchar por descubrir la verdad, de distinguir entre el bien y el
mal. “A este hombre es a quien se le presenta el plan de salvación de
Cristo, pero todavía está herido por el pecado y no puede lograrlo por sí
solo. Por ello, para alcanzar el designio que Dios le ofrece necesita de la
gracia. Solamente en Cristo, siguiendo su ejemplo, viviendo en amistad con
Él puede lograr la santidad, la plenitud del amor.

Para profundizar: La experiencia moral, llamada de Dios la hombre del libro
"La Moral.... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda.




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II. La moral y sus desviaciones


La moral es aquella por la cual la Teología estudia los actos humanos,
considerándolos en orden a su fin sobrenatural. La moral ayuda al hombre
a guiar sus actos, es una ciencia práctica. El hombre necesita de una
norma objetiva que le indique lo que debe hacer y lo que debe evitar para
poder alcanzar su fin: la salvación.

Los actos humanos que se pueden valorar moralmente son aquellos que el
hombre ejecuta con conocimiento y con libre voluntad. Se valoran su
moralidad sobrenatural porque son los que acercan o alejan al hombre de
su posibilidad de alcanzar la vida eterna.

La moralidad de los actos humanos depende del objeto elegido; del fin que
se busca o la intención; de las circunstancias de la acción. El objeto, la
intención y las circunstancias forman los elementos constitutivos de la
moralidad de los actos humanos. El acto moralmente bueno supone a la
vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala
corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno.

“No se puede justificar una acción mala por el hecho de que la intención
sea buena” (S. Tomás de A., dec. Praec. 6). El fin no justifica los medios.
No está permitido hacer un mal para obtener un bien.

Hay actos cuya elección es siempre ilícita en razón de su objeto (por
ejemplo, la blasfemia, el homicidio, el adulterio). Su elección supone un
desorden de la voluntad, es decir, un mal moral, que no puede ser
justificado en virtud de los bienes que eventualmente pudieran derivarse de
ellos.

1.Las principales fuentes de la moral

a. La Sagrada Escritura es la primera y principal fuente de la moral.
b. La Tradición que son aquellas enseñanzas de Cristo que fueron
   transmitidas oralmente.
c. El Magisterio de la Iglesia quien por deseo expreso de Cristo posee la
   autoridad y la infabilidad para imponer leyes a los hombres.

Ahora bien, si observamos a nuestro alrededor vemos que hay diferentes
tipos de comportamientos entre los hombres, lo que hace que en ocasiones
se pierda la brújula y se tengan conductas basadas en presupuestos
morales equivocados.




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Veamos algunos de estos presupuestos morales equivocados:

a. El relativismo: tendencia a considerar que todos y cada uno tienen la
   razón, aún cuando esta verdad vaya en contra de la doctrina. Todo es
   relativo. Pero sabemos que no todo es relativo, existen valores
   fundamentales innegables. Esto es muy común en el New Age.
b. El idealismo que no es otra cosa que la filosofía de las cosas bonitas,
   de los grandes ideales, pero nunca se aterriza. Se cree conocer todo lo
   que está mal, pero no se hace nada por remediarlo.
c. La libre interpretación de la Biblia, cada quien interpreta las cosas como
   quiere. Para leer la Biblia hay que hacerlo en su contexto global, con fe,
   no con el intelecto únicamente, siempre con referencia a Cristo y con la
   guía de la Iglesia.
d. La vivencia de la religión como sentimiento, se vive según se siente, lo
   que resulta agradable se acepta. Lo difícil de aceptar o de entender se
   rechaza, así se elimina la revelación de dios en los aspectos difíciles de
   entender. El sentimentalismo es un gran enemigo de la vida espiritual.
e. El racionalismo, de origen filosófico, solo se acepta lo que se puede
   entender con la razón, lo que se puede comprobar, no hay nada
   sobrenatural. El hombre debe de reconocer sus limitaciones, su
   incapacidad para comprender muchas cosas, no es Dios.
f. Materialismo o secularización que no es otra cosa que el olvido de Dios.
   Dios no es parte de la vida diaria, solamente se le recuerda en la Iglesia
   o en ciertos ambientes. Se vive como si Dios no existiera. En este
   olvido generalizado se presenta una nueva moral donde no hay que dar
   cuentas a nadie de lo que se hace.
g. Mala información religiosa, Dios se reduce a ser un salvavidas, es
   alguien a quien recurrir en momentos difíciles, cuando hay problemas,
   no existe una relación de amor con Él, ni con los hombres.
h. Moral pragmática, solamente se cumple con lo que sirve o es útil.
   Cuando la vivencia de la moral es difícil se deja a un lado. La moral no
   es un capricho de unas personas, por lo tanto no se puede tomar lo que
   es útil, hay que vivirla en su totalidad.
i. Moral de apariencias, solamente se cumple con las normas externas,
   hay que aparentar ser bueno, no importa crecer en santidad.
j. Perfeccionismo moral, se da en personas que no se pueden aceptar a
   sí mismas, tal como son. Hay que lograr la perfección moral por sí
   mismo sin contar con Dios. Es la moral del que siente dolor al pecar
   porque está demostrando ser imperfecto.
k. Moral independiente, vivir la moral como dicta la conciencia, aunque
   ésta esté deformada o equivocada. Es una moral católica sin Iglesia
   católica.
l. Indiferentismo, pasividad, como no se pueden resolver los grandes
   problemas del mundo, no se hace nada, cómo no se puede vencer al
   pecado, sigo haciendo lo mismo. Olvido de la ayuda de Dios.
m. Moral slogan es la moral en la que no se razona, se toma aquello que
   resulta atractivo, sin profundizar en su bondad o maldad.




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Manual de Moral y Mandamientos

n. Moral de ¿hasta dónde?, se busca cumplir o hasta donde tengo que
     hacer. Es la moral del mínimo esfuerzo. La auténtica vida cristiana debe
     buscar imitar más a Cristo.. La auténtica moral cristiana no está basada
     en evitar el mal.
o.   Moral del sexto y noveno mandamiento, se reduce al campo de lo
     sexual únicamente. Nada cuento mientras se cumpla con el sexto y
     noveno mandamiento.
p.   Moral negativa, se limita a lo que no hay que hacer, sin pensar en el por
     qué. No se fija en hacer el bien, sino en evitar el mal, no robar, no
     mentir, no matar, etc.
q.   Moral evolucionista, es aquella que piensa que la Iglesia debe
     modernizarse, que debe ser más comprensiva, más liberal. No se
     piensa que lo ha cambiado es la forma, lo accidental, pero el hombre
     sigue siendo igual que siempre.
r.   Moral de actitudes, lo importante no son los actos, sino la actitud
     habitual. Esto es una influencia del protestantismo.
s.   Moral de situación, la bondad o malicia de un acto no depende de una
     ley universal o inmutable sino que es determinada por la situación en
     que se encuentre el hombre.

2.La moralidad de las pasiones

Las pasiones son los afectos, emociones o impulsos de la sensibilidad,
componentes naturales de la psicología humana, que inclinan a obrar o a
no obrar, en vista de lo que se percibe como bueno o como malo. Las
principales son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y
la cólera.

Las pasiones en cuanto a impulsos de la sensibilidad, no son en sí mismas
ni buenas ni malas; son buenas, cuando contribuyen a una acción buena;
son malas, en caso contrario. Pueden ser asumidas en las virtudes o
pervertidas en los vicios.

La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo
por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras
del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal
84, 3).

3.La Moral en el Catecismo de la Iglesia

La moral ocupa la tercera parte del Catecismo, el cual presenta la moral
como una respuesta al llamado que el hombre recibe. La moral es la
respuesta del hombre a una llamada personal que Dios le hace. Este
llamado esta vocación implica vivir según el Espíritu.
Los Diez Mandamientos constituyen la gran revelación de Dios, son
también el centro de la predicación de Jesucristo en el Sermón de la




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Montaña (Cf. Maeto , 7) y la base de la enseñanza moral de los apóstoles.
Podemos decir que en este discurso se encuentra toda la norma de la
moral cristiana.
El Catecismo divide los mandamientos en dos partes: “amarás a Dios sobre
todas las cosas” (Mandamientos 1 al 3) y “al prójimo como a ti mismo”
(Mandamientos 4 al 10). El Catecismo es un texto de referencia seguro y
auténtico para la enseñanza de la doctrina católica, es una norma segura
para la enseñanza de la fe.

4.Las líneas de la moral cristiana

Es una moral cristológica, es decir, Cristo es el centro y el modelo de la
vida moral cristiana. Él debe ser el criterio esencial del actuar cristiano.

Las personas en la actualidad hacen grandes esfuerzos por imitar a los
grandes del deporte, el cine, la música. Se imita la forma de hablar, de
actuar, de vestir, etc, pero cuando se trata de imitar a Cristo, se ve como un
imposible porque Él es Dios. Siendo que la imitación de Jesucristo está al
alcance de todos, el Evangelio marca el camino, a través de las virtudes de
la humildad, la mansedumbre, el amor, la sinceridad, etc.. Además se
cuenta con muchas ayudas como son la gracia, los sacramentos, la
oración, la Escritura, etc.

El imitar a Cristo no implica llegar a tener una vida sin defectos en poco
tiempo, sino que debe ser un trabajo constante. Este esfuerzo debe de
estar orientado a pensar sentir, querer con la mente, la voluntad y el
corazón de Cristo.

La moral cristiana se apoya en la oración y se extiende por el apostolado.
Por la oración el cristiano enriquece su vida interior, es el medio por el cual
se descubre a Dios, se crece en el amor a Él y se reconocen las
inspiraciones del Espíritu Santo (Cf. Catecismo 2558-2578). Todos estos
dones que se reciben en la oración deben de ser transmitidos y dados a los
demás mediante el apostolado, no es válido quedarse con todo. El
apostolado es una consecuencia del amor y se vive a través del servicio a
Dios y a los hombres por el amor. Por medio de él se va construyendo un
mundo mejor.

a. La moral cristiana es una moral vivida en la Iglesia. Si se ama a Cristo,
   se ama a la Iglesia fundada por Él. No se puede amar a Cristo y no
   amar a Su Iglesia. Ella es el medio que Cristo escogió para
   encontrarnos con Él.
b. Es la moral del amor. La vivencia interior de la moral cristiana exige una
   motivación en el amor. El cristianismo es la religión del amor, del
   seguimiento de Cristo por amor y en el amor no se puede ser mediocre.




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Los cristianos deben conocerse por la vivencia del amor, tal como los
primeros cristianos. El amor es radical; o se ama a Dios y al prójimo o se
ama al “yo” y a sí mismo. Al final de la vida, el día del juicio seremos
juzgados según el amor que vivimos.

Para profundizar: Veritatis Splendor.




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III. El hombre está llamado a ser feliz

1.La Vocación

El hombre es espíritu y cuerpo, es una unidad total, no se puede separar
uno de lo otro. La única diferencia es que el alma es inmortal y el cuerpo sí
se acaba, es mortal. El hombre es “la única creatura en la tierra a la que
Dios ha amado por sí misma”. Por lo tanto, no puede encontrar su total
realización si no es entregándose a los demás. Desde el mismo momento
de su concepción, está destinado a la bienaventuranza eterna, a la
felicidad.

En el momento del Bautismo, entre muchas otras cosas, Dios le da al
hombre su Espíritu mismo. Él es el único capaz de hacerlo. Y es el Espíritu
de Dios quien guía y le da fuerza al hombre para que, a través de la razón,
comprenda cómo deben ser las cosas, para qué son, cuál es su fin, para
qué fueron creadas por Dios.

Una vez que las conoce, entonces la voluntad del hombre se mueve hacia
su verdadero bien, porque busca lo que le da la verdadera felicidad. La
persona se va perfeccionando a medida que busca y ama la verdad y el
bien.

La inteligencia del hombre hace que conozca la voz de Dios que le dice:
“haz el bien y evita el mal”. Todos los hombres del mundo, no importa su
color, sus creencias, su sexo, conoce este mandato. Todos lo llevan
impreso en su interior. Esta ley de la conciencia se realiza mediante el
amor a Dios y al prójimo.

Gracias a la obra salvadora de Cristo que venció el pecado, quién cree en
Cristo tiene una nueva vida en el Espíritu Santo. Cuando se lleva una vida
recta, moral, ayudada siempre por la gracia, el hombre podrá alcanzar su
plenitud, la vida eterna.

2.Las Bienaventuranzas

La bienaventuranza consiste en la visión de Dios en la vida eterna, cuando
seremos en plenitud “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4), de la
gloria de Cristo y del gozo de la vida trinitaria. La bienaventuranza
sobrepasa la capacidad humana; es un don sobrenatural y gratuito de Dios,
como la gracia que nos conduce a ella.

Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin
último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza:




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Manual de Moral y Mandamientos

la llegada del Reino de Dios (cf Mt 4, 17); la visión de Dios: “Dichosos los
limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8; cf 1 Jn 3, 2; 1 Co
13, 12); la entrada en el gozo del Señor (cf Mt 25, 21-23), la entrada en el
Descanso de Dios (Hb 4, 7-11). “Allí descansaremos y veremos; veremos y
nos amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá al fin
sin fin. ¿Y, qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?” (S,
Agustín, civ. 22, 30).

Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad que tiene el
hombre. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón
del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer:
“Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano
no hay nadie que no de su asentimiento a esta proposición incluso antes de
que sea plenamente enunciada” (S. Agustín, mor. Eccl. 1, 3, 4). “Sólo Dios
sacia (S. Tomás de Aquino, symb. 1)

Si se conoce lo que es el hombre y se descubre su vocación por medio de
Cristo, entonces, Él es el modelo. Únicamente, imitando a Cristo es cómo
se alcanza la bienaventuranza, la felicidad eterna. Este seguir a Cristo
puede traer momentos difíciles, dolor, sufrimiento y alegrías, Jesucristo
venció a la muerte, al pecado, al demonio, pero no convirtió la vida
personal de cada uno en un lecho de rosas. “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24 ).

La gracia alcanzada por medio de la Redención hace posible seguir el
ejemplo de Cristo. Permite actuar correctamente y hacer el bien. Y así
llegar a la bienaventuranza, a la plena realización de la vocación del
hombre, que no es otra cosa que vivir unido a Dios. Entre más unidos a
Cristo, más santos.

Jesús en el “Sermón la Montaña” toma las leyes que Moisés recibió en el
Sinaí y las enfoca a la oportunidad de poseer el Reino de los Cielos. En
estas “leyes”, por así llamarlas, que da Cristo, se encuentran todas las
actitudes que se deben de tener para poder ser un verdadero discípulo de
Él.

Las Bienaventuranzas son unos nuevos mandamientos realistas y
verdaderos que Jesús entregó en el Sermón de la Montaña.

Las Bienaventuranzas enseñan la fe y la valentía, haciendo que en el
corazón nazca una nueva esperanza, dan una gran fuerza que sostiene en
las pruebas, en los problemas, por muy duros que sean, y de esa forma
llegar a verlos con alegría y gozo por Cristo.




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Manual de Moral y Mandamientos

Las bienaventuranzas que Cristo nos enseña son:

Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los
Cielos

Esta es la primera bienaventuranza y cuesta entenderla, ya que, en
muchas ocasiones, se cree que la pobreza a la que se refiere es la pobreza
material. Hay muchas formas de pobreza, la material, la moral, la espiritual,
religiosa.
La pobreza evangélica es la virtud de las personas que viven desprendidas
de todo lo creado..

El ser pobre de espíritu no quiere decir que hay que vivir en la pobreza
material. Tampoco significa miseria. Porque la pobreza material no hace
ser más feliz que la riqueza, ni que por tener bienes no se puede entrar en
el Reino de los Cielos.

Cristo enseña que hay que darle buen uso a las cosas, no dice que hay que
carecer de ellas. La pobreza que hay que vivir es la interior, donde se pone
todo al servicio de los demás, cosas materiales, el tiempo, los
conocimientos, etc. Una persona puede tener mucho, y no estar apegada a
ello, Otra persona puede poseer muy poco y estar muy apegada a lo poco
que tiene.

Los pobres de espíritu son aquellos que han aceptado valientemente la
presencia de cualquier tipo de pobreza en sus vidas y han llegado a
amarla. La pobreza es mensajera de la fe, ante el aceptar o no aceptar, la
fe en Dios, la esperanza que conlleva y el amor a Él, serán los que
permitan elegir y aceptar los momentos difíciles.

Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra
La mansedumbre es la aceptación amorosa de la vocación personal a la
que llama Cristo, con sus momentos de consuelo y sus momentos de
dificultad. Aceptar no quiere decir soportar. Aceptar es recibir con agrado lo
que nos mandan. La mansedumbre hace posible ver todos los
acontecimientos desde la esperanza.
La mansedumbre va asociada a la bondad, a la paciencia, a la humildad, a
la pobreza. Esta virtud encierra una gran fuerza. El hombre manso es aquél
que se posee a sí mismo, que tiene dominio de sí, posee la fuerza que le
viene de Dios. No se deja llevar por sus pasiones, sus sentimientos, su
cuerpo.
Si la caridad es la reina de las virtudes, la mansedumbre es su primera
sirviente.




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Manual de Moral y Mandamientos

Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Esta bienaventuranza es una de las menos comprendidas, porque en cierta
forma, va en contra del pensamiento común. ¿Cómo qué el que llora? La
mayoría de las personas piensan que la felicidad está en no tener penas.

Hay que aceptar las alegrías y las penas. El hombre valiente es el que saca
provecho de todo. Si alguien hubiese preguntado por el instrumento que
Dios escogería para llegar a todos los hombres, a nadie se le hubiera
ocurrido pensar que sería el sufrimiento y mucho menos que el Hijo de Dios
tendría que sufrir.

Pero, el sufrimiento era el mejor instrumento para Dios, únicamente el
sufrimiento es universal, todos sufren, los poderosos y los débiles, los
sabios y los ignorantes, los generosos y los egoístas. Dios escogió este
instrumento porque no hace ningún tipo de distinción.

Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados
Cuando se dice “hambre y sed”, se refiriere de forma concreta al deseo que
hay en el corazón del hombre y que anima sus actos, el deseo de ser feliz
(que no es otra cosa que la felicidad). A este deseo responden las
bienaventuranzas. El hombre no puede evitar tener hambre y sed de
felicidad, este deseo lo ha puesto Dios en él. Hay que conocer a donde
llega y darle una correcta orientación.
La intención de esta bienaventuranza es formar en los hombres el hambre
y sed, características de los pobres, de los mansos, de los humildes.

Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia
La misericordia es uno de los grandes temas de la Biblia, siempre se
muestra como uno de los rasgos más característicos de Dios.

En la vida de Jesús se manifiesta en sus sentimientos hacia los pecadores,
los enfermos, la piedad hacia las multitudes. Él invita a practicarla a
imitación de la misericordia de Dios.

Para que la misericordia triunfe, es necesario que se tome el mal del otro
como si fuera propio y hacer un esfuerzo por aliviarle. Es una faceta de la
caridad. Lo malo es que muchas veces los propios problemas acaparan la
atención y no se perciben las necesidades del otro.

Esta virtud se ejerce, sobre todo, en el perdón. Para el misericordioso lo
peor no es sufrir una injusticia sino ser injusto. Nunca hay que cansarse de
perdonar. Dios nos manifestó su inmensa misericordia por medio de
Jesucristo que murió por los pecadores, sin haber nunca pecado.




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Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios
La predicación de Jesús se basa en la línea de la pureza interior, criticando
la pureza hipócrita de los fariseos. Insiste mucho en la pureza de corazón.
La pureza tiene su fundamento en la sinceridad, la verdad, la rectitud de
corazón delante de Dios y del prójimo. Va unida al amor a Dios y al prójimo,
a la justicia. La pureza es obra del Espíritu Santo.
La pureza, en su sentido amplio, es una virtud importantísima y
característica de la vida cristiana. No hay que tenerla como algo abstracto,
sino que entendida bajo la luz del amor es una cualidad y una exigencia de
amor del cristiano.

Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios
Cuando Cristo curaba a los enfermos o perdonaba sus pecados, solía decir
“Vete en paz”, que implicaba la salud recuperada y la reconciliación con
Dios.

La paz consiste en la reconciliación de todos por amor a Cristo, asociada a
la justicia, a la caridad, y a la felicidad, es uno de los frutos del Espíritu
Santo. No es un sentimiento, es una auténtica virtud cristiana.

¿Quién no desea la paz? Tanto la paz exterior, el llevarse bien con todos,
como la paz interior que es el alivio de todas las inquietudes, de las
preocupaciones. Es la lucha con la victoria asegurada en Dios, es
encontrarle un nuevo sentido al dolor, es encontrar a Dios en todas
nuestras circunstancias de vida, lo que le dará un nuevo sentido, una nueva
alegría de vivir.

Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos
es el Reino de los Cielos
Esta es la última bienaventuranza en el Evangelio de san Mateo. En ella se
juntan todas las demás bienaventuranzas, el perseguido conoce la
pobreza, es manso ante la violencia a la que es sujeto, sufre, siente
hambre y sed de justicia, es misericordioso, su corazón es puro, busca la
paz y no la guerra.

Quizás, a causa del amor de Cristo, sea mucho lo que se tenga que
renunciar, pero si verdaderamente, se ama a Cristo, se hará con alegría.

En las Bienaventuranzas se encuentra resumida toda la moral cristiana.
Entonces, se puede decir, que la moral no es una serie de obligaciones y
prohibiciones, sino todo lo contrario, es la búsqueda de la felicidad, por
mucho que sorprenda.




                                                                           18
Manual de Moral y Mandamientos

3.La respuesta al deseo de felicidad

Las bienaventuranzas son el centro de la predicación de Jesús; recogen y
perfeccionan las promesas de Dios, hechas a partir de Abraham. Dibujan el
rostro mismo de Jesús, y trazan la auténtica vida cristiana, desvelando al
hombre el fin último de sus actos: la bienaventuranza eterna.

Las Bienaventuranzas son la respuesta de Jesús, de Dios mismo, al deseo
de felicidad que tiene el hombre. Ellas ayudan a caminar hacia Dios, quien
es el único que puede satisfacer el deseo de felicidad. Esta respuesta se
encuentra bajo la forma de unas promesas y advertencias. Cada una de
ellas indica un camino que conduce hacia la verdadera felicidad, Dios.

La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas.
Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar
el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no
reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni
en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y
las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de
todo amor.


Las Bienaventuranzas dan un enorme consuelo, ya que prometen la
felicidad que tanto ansía el hombre. Ellas indican toda la felicidad que el
hombre puede esperar: poseer el reino de los Cielos.

Las Bienaventuranzas le descubren al hombre el objeto de su existencia, el
fin último: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Aunque este
llamado es personal, no podemos apartarnos del conjunto de todos
aquellos que pertenecen a la Iglesia, pues ellos han acogido la promesa de
la felicidad y viven de ella en la fe.


Para profundizar: Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1716-1729.




                                                                           19
Manual de Moral y Mandamientos




IV. Los actos humanos y la libertad
El hombre posee una dignidad muy especial que le fue dada por Dios, es el
dueño de la Creación. Es el único ser con inteligencia y voluntad, puede
tener iniciativas y decidir como actuar. Dios quiso dejar que el hombre por
propia decisión (Cf. Catecismo 1730), buscara a su Creador, para obtener
la salvación libremente.

La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y
opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso
de la libertad. La libertad del hombre es finita y falible. Desde el principio,
de hecho el hombre se equivocó y libremente pecó. Esta primera alienación
engendró multitudes alienaciones.

Pablo expresó muy bien su tesis sobre la liberación y la salvación del
hombre: “Para ser libres nos libertó Cristo”.

El hombre es racional, y por ello semejante a Dios: fue creado libre y dueño
de sus actos (S, Ireneo, haer. 4, 4,3).

La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en
la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está
ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.

1.Los actos humanos

El hombre realiza muchas actividades de formas muy diversas., pero en
cuanto se refiere a la moral sólo interesan algunas de estas actividades,
sólo nos interesan aquellos actos de los que el hombre es responsable.

Los actos humanos son los que proceden de la voluntad deliberada del
hombre. Es aquél que el hombre realiza consciente y libremente y del cual
él es responsable. Lo realiza con conocimiento y libre voluntad. Primero
interviene el entendimiento, no se puede desear o querer algo que no se
conoce. Es decir, con la razón el hombre conoce el objeto y delibera si
puede o debe tender hacia él, o si no puede o no debe. Es un acto que el
hombre conoce y quiere hacer. Una vez que lo conoce, la voluntad se
inclina hacia él o lo rechaza por no ser conveniente.

El hombre es dueño de sus actos solamente cuando intervienen el
conocimiento y la voluntad, lo que lo hace responsable de ellos. En este
caso es que es posible una valoración moral.




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Manual de Moral y Mandamientos

No todos los actos del hombre son propiamente “humanos”, también
pueden ser:
a. Meramente naturales, son aquellos en que el hombre no tiene control
   voluntario. Ej. La digestión, la respiración, la percepción visual o de los
   otros sentidos, la circulación, etc.
b. Actos del hombre, cuando falta el conocimiento (niños pequeños,
   distracción total, locura) o la voluntad (amenaza física) o ambas (el que
   duerme).


2.División del acto humano

a. Bueno o lícito si esta de acuerdo con la ley moral. Ej. Dar limosna.
b. Malo o ilícito, si va en contra de la ley moral. Ej. Decir una mentira.
c. Indiferente, cuando no es ni bueno, ni malo. Ej. Hablar.

3.Los actos morales

El acto moral es el que el hombre ejecuta libremente y con advertencia de
la norma moral. Es libre porque es un acto consciente y querido. En este
caso se considera si es bueno o malo. La advertencia debe ser doble,
conocer el acto en sí y su moralidad.

Los elementos constitutivos de un acto moral son la advertencia en la
inteligencia y el consentimiento en la voluntad. La advertencia puede ser
plena o semiplena. Ej. No es lo mismo lo que sucede estando despierto que
estando dormido. Solamente los aspectos conocidos de la acción son
morales. El conocimiento no debe ser únicamente teórico, hay que percibir
la obligatoriedad moral que el acto conlleva.

Una vez conocido el acto debe ser voluntario, es decir, que haya posibilidad
de actuar de otra forma. El consentimiento lleva a querer realizar el acto
que se conoce, buscando un fin.


El acto voluntario puede ser perfecto o imperfecto, según sea con pleno o
semipleno consentimiento. También puede ser directo e indirecto. El acto
voluntario indirecto es cuando al realizar una acción voluntariamente, hay
un efecto adicional, que no se pretende, no es un fin en sí mismo sino
consecuencia del acto voluntario que es inevitable. Un ejemplo sería el
caso de una señora que necesita operarse por tener cáncer en la matriz. La
operación es necesaria por motivos de salud, el fin que se busca es su
curación. Ahora bien, al extirparle la matriz ya no podrá tener más hijos,
esto será una consecuencia que no se pretende, mas es inevitable.

En este caso se trata de acto voluntario de doble efecto. En los casos de
doble efecto es necesario que haya un fin bueno – voluntario directo – y




                                                                             21
Manual de Moral y Mandamientos

puede haber un fin malo como consecuencia – voluntario indirecto – bajo
ciertas condiciones. Nunca se justifica hacer un mal para obtener un bien.
Ej. Mentir, jurar en falso, aunque al hacerlo se consiga un bien. El fin no
justifica los medios.

4.La moralidad de los actos humanos dependen de tres elementos
fundamentales

a. El objeto del acto, que se elige y se realiza, visto desde un punto de
   vista moral.
b. Las circunstancias, en que lo realiza.
c. El fin que la persona se propone alcanzar, o la intención.

Estos tres elementos son los elementos constitutivos de la moralidad.

        El objeto es la materia de un acto humano, si el objeto es malo, el
         acto será malo o ilícito, si el objeto es bueno, el acto será bueno,
         dependiendo de las circunstancias o el fin. Es el bien al cual
         deliberadamente tiende la voluntad. El acto depende
         fundamentalmente de la decisión, más que de las circunstancias.
         La acción de “hablar” puede tener varios objetos morales: se
         puede mentir, insultar, bendecir, alabar, difamar, calumniar, rezar,
         etc., puede ser un acto bueno o malo, dependiendo de lo que se
         hable.

   Siempre hay que hacer el bien y evitar el mal.

    Las circunstancias, son los elementos secundarios que rodean la
realización de un acto, pudiendo agravar o atenuar su moralidad. De hecho
no pueden modificar la calidad de los actos, pero sí la moralidad de los
mismos. Son elementos secundarios de un acto moral. Ej. La cantidad de
dinero robado, actuar por miedo a la muerte.

   Hay que considerar:

        Quién realiza la acción. Ej. Un mal ejemplo de la autoridad es más
         grave.
        Qué cosa, es decir la cualidad del objeto. Ej. Si es algo sagrado, el
         monto de lo robado.
        Dónde, en qué lugar. Ej. El pecado cometido en público es más
         grave, por el escándalo.
        Con qué medios. Ej, fraude, engaño, violencia, etc.
        El modo como se realizó. Ej. Rezar con atención o distraídamente,
         castigar a hijos con crueldad.
        Cuándo se realizó la acción. Ej. No ir a Misa el domingo, no es
         igual que no ir a Misa entre semana.




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Manual de Moral y Mandamientos




          El fin o la intención es el fin que la voluntad pretende al realizar un
           acto. Es un elemento esencial en la calificación moral de un acto.

     El fin no justifica los medios, es decir, no es válido ayudar a alguien con
     el fin de obtener la fama o para quedar bien, se brinda ayuda sin buscar
     una ventaja. Tampoco es válido hacer un mal para obtener un bien.
     Cuando un acto es indiferente, es el fin el que lo convierte en bueno o
     en malo. Ej. Pasear, pero con idea de planear un robo. Un fin bueno
     nunca podrá convertir en bueno un acto malo. Ej. Robar al rico para
     darlo a los pobres, abortar por bien del matrimonio.

     Actuar poniendo el placer como fin rompe la jerarquía de valores. El
     placer debe de acompañar al acto como un efecto secundario, no como
     un fin en sí mismo.

     Para que un acto sea moralmente bueno, tanto el objeto como las
     circunstancias y el fin, deben ser buenos.

5.La libertad y la moral

La libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o no
obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar por sí mismo acciones
deliberadas. Es la capacidad de auto dirigirse, según le dicta la razón. La
libertad en el hombre es una fuerza de crecimiento y madurez. La libertad
alcanza su perfección cuando está orientada hacia Dios. La libertad implica
la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Es un don que Dios le ha dado
al hombre, ha compartido con él algo que es exclusivo de Dios. La elección
del mal y de la desobediencia nos lleva a la esclavitud del pecado (Cf.
Catecismo 1731).

El hombre es libre, pero la libertad no es su último valor, está regida por la
responsabilidad, el deber, etc. El ejercicio de la libertad es una exigencia
inseparable de la dignidad de la persona.

Hay diferentes tipos de libertad:

a. Libertad física, el animal salvaje.
b. Libertad interior o capacidad de decisión
c. Libertad moral, escoger según los valores morales.
d. Libertad evangélica, librarse del demonio y del pecado, a través de la
   gracia y del Esp. Santo.
e. Libertad religiosa, el derecho de cada hombre a practicar su religión.




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Manual de Moral y Mandamientos

Resumiendo el hombre es libre, pero su libertad está condicionada por los
derechos de Dios y del prójimo. Como consecuencia cuando libremente
rompa esos derechos comete pecado.

6.Obstáculos del acto humano

Existen unos obstáculos que pueden impedir el debido conocimiento de la
elección y la libre elección. Unos afectan la advertencia y otros afectan el
consentimiento.

a. Obstáculo que afecta el conocimiento: la ignorancia que significa falta
   de conocimiento de una obligación. Es una ausencia de conocimiento
   moral que se podría y se debería tener.

   La ignorancia puede ser vencible o invencible.


        La ignorancia vencible es la que se podría y debería superar. Se
         divide en:
             Simplemente vencible si se puso algún esfuerzo por
               superarla, pero no lo suficiente.
             Crasa o supina, si no se hizo nada o casi nada por superarla,
               grave descuido.
             Afectada cuando no se quiere hacer nada por superarla, esto
               es tremendo.


        Ignorancia invencible es aquella que no puede ser superada, ya
         sea por ignorancia o porque ha tratado de salir de ella y no lo
         logró. Esta ignorancia no se presupone cuando la persona tiene
         educación humana y escolar, casi siempre será una ignorancia
         vencible en estos casos.


b. Existen unos principios morales sobre la ignorancia:

        La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ante Dios. Ej.
         No peca un niño pequeño que hace algo malo.
        La ignorancia vencible siempre lleva culpa en mayor o menor
         grado, según sea su negligencia por salir de ella.
        La ignorancia afectada, lejos de disminuir la culpa, la aumenta.


Hay la obligación de conocer la Ley Moral. Es un deber salir de la
ignorancia, es obligatorio.




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Manual de Moral y Mandamientos

c. Los obstáculos que afectan la libre elección de la voluntad son las
   pasiones, la violencia, los hábitos.

        Las pasiones o sentimientos son emociones o impulsos de la
         sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en virtud de lo
         sentido o imaginado como bueno o como malo. En si son
         indiferentes, la respuesta es la que hace que algo sea bueno o
         malo. Ej. La ira es santa si lleva a defender las cosas de Dios, el
         odio al pecado es válido.
        Las pasiones son parte del psique humano. Deben de estar
         guiadas por la razón. Los sentimientos y las emociones pueden ser
         aprovechados por las virtudes o pervertidos por los vicios, que es
         el hábito de obrar mal. La persona no se debe dejar llevar
         únicamente por la voluntad debe de estar regulada por la razón.
        La violencia es un factor exterior que nos lleva a actuar en contra
         de nuestra voluntad.
        Puede ser física (golpes) o moral (promesas, halagos,).
        Los hábitos que son costumbres contraídas por la repetición de
         actos que nos llevan a actuar de una manera determinada.
         Cuando estos hábitos son buenos se convierten en virtudes,
         cuando son malos se conocen como vicios. Hay que luchar contra
         los hábitos malos, hay que combatir las causas. Los vicios pueden
         disminuir la culpa cuando ofuscan la mente, pero sigue existiendo
         la responsabilidad de haberlos adquiridos.


Existen otros factores que pueden obstaculizar la voluntad como son los de
tipo patológicos o ambientales.

Conclusión

El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier
cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo
autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de
los bienes terrenales” (CDF, instr. “Libertatis conscientia” 13). Por otra
parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural
requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada
frecuencia, desconocidas y violadas.

Hay que conocer la ley moral, educar y encauzar la libertad, para poder
actuar escogiendo siempre lo bueno. Hay que orientar la vida hacia Dios.

Para profundizar: La estructura antropológica de la moralidad tomada del
libro “La Moral... una respuesta de amor”, P. Gonzalo Miranda.




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Manual de Moral y Mandamientos




V. La libertad del hombre
El concepto de Libertad es muy superior a lo que hoy se entiende por
"libertad", circunscrita sólo al campo político. El libre albedrío, la libertad de
arbitrio, de los católicos contrasta con la esclavitud espiritual que suponen
el predeterminismo protestante y el fatalismo musulmán. En este artículo se
incluyen los argumentos de su existencia, lesiones y consolidación de la
misma así como su alcance.

Se entiendo por libre albedrío, o libertad de arbitrio -que es la que
propiamente se atribuye a la voluntad humana-, la facultad de determinarse
a obrar, es decir, la facultad de querer o no querer, o querer una cosa más
que otra. Sólo hay libertad cuando el hombre no está determinado por una
causa o un motivo interno (temor invencible, obcecación, pasión, etc...), ni
por una causa o un motivo externo (coacción). Consiste, pues, la libertad
en una decisión personal; o, como dicen los filósofos, en un obrar
intrínseco, en la capacidad del hombre de decidir por sí mismo.

La libertad es un acto u operación de la voluntad humana. La voluntad es
una facultad apetitiva propia del ser inteligente; tiene por objeto y fin el bien.
La posibilidad de elegir el mal es un defecto de la voluntad humana, que
acoge falsamente como bueno lo que de suyo es un mal. La verdadera
libertad consiste en la elección del bien.

La libertad del hombre está debilitada a causa del pecado original. El
debilitamiento se agrava aún más por los pecados sucesivos. Pero Cristo
“nos liberó para ser libres” (Gal 5, 1). El Espíritu Santo nos conduce con su
gracia a la libertad espiritual, para hacernos libres colaboradores suyos en
la Iglesia y en el mundo.

La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la
libertad. En consecuencia, por el libre arbitrio, cada uno decide por sí
mismo obrar o no obrar, hacer esto o aquello, elegir entre el bien y el mal, y
de ejecutar acciones deliberadas.

La libertad hace al hombre responsable de sus actos, en la medida en que
éstos son voluntarios; aunque tanto la imputabilidad como la
responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o incluso
anuladas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia soportada,
el miedo, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o
sociales.

El hombre verdaderamente libre es también sabio, respeta todo, venera
todo, de tal manera que en su interior no da curso libre a actitudes




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Manual de Moral y Mandamientos

agresivas ni posesivas. No juzga, no presupone, nunca invade el terreno de
las intenciones. En suma, reconoce la dignidad y la humanidad del otro, es
sensible hasta sentir como suyos los problemas ajenos y es capaz de tratar
a los demás con la misma comprensión con que se trata a sí mismo.

El derecho al ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, en cuanto
resulta inseparable de su dignidad de persona humana. Este derecho ha de
ser siempre respetado, especialmente en el campo moral y religioso, y
debe de ser civilmente reconocido y tutelado, dentro de los límites del bien
común y del justo orden público.

La libertad, como enseña León XIII, es «el bien más noble de la naturaleza,
propia solamente de los seres inteligentes, que da al hombre la dignidad de
estar "en manos de su propia decisión" y de tener la potestad de sus
acciones» (León XIII, Libertas Praestantissimum, DS 3245; CE 63/1; DP-II
225/[1]).

1. Existencia

Frente a los que niegan la existencia de la libertad humana (deterministas),
el Magisterio de la Iglesia enseña que la razón natural puede probar con
certeza la existencia de la libertad del hombre (cfr Pío IX, Decr. de la S.
Congr. del Indice, 11-VI-1855, DS 2812 [1650]).

En esa demostración suelen darse tres argumentos.

a. El primero es de orden psicológico: está basado en el testimonio de la
   conciencia. La conciencia de cada individuo experimenta que es dueño
   de muchos de sus actos, queridos de tal modo que se hubieran podido
   no querer, o querer otros actos diferentes en su lugar. La historia
   refuerza el testimonio de la conciencia al mostrar que los pueblos han
   atribuido a los hombres normales la responsabilidad de sus actos y,
   consiguientemente, castigan o premian a los que hacen el mal u obran
   el bien.
b. Otro argumento está basado en el orden moral. Si el hombre no
   tuviese libertad, carecerían de sentido los mandatos y las prohibiciones
   morales, el mérito y el demérito, los premiso y las sanciones, pues sin
   liberta del hombre no sería responsable.
c. Por último, también se aduce un argumento de orden metafísico. El
   objeto al que tiende de modo propio la voluntad humana es el bien; en
   otras palabras, el bien es el objeto formal de la voluntad. Es cierto que
   el hombre quiere necesariamente lo que se le presenta como bien. Pero
   los bienes particulares y concretos que se presentan a la voluntad, o
   sea los bienes creados y los actos que el hombre puede realizar, son
   bienes finitos, imperfectos. Es decir, se presentan al mismo tiempo
   como objetos que contienen elementos de bien y elementos de mal; son
   ambivalentes, sin posibilidad de mover a la voluntad de modo




                                                                         27
Manual de Moral y Mandamientos

   necesario. Por ese aspecto mixto (bien-mal) que presentan, la voluntad
   puede aceptarlos y puede rechazarlos; en otros términos, los quiere de
   modo libre.

Propiamente, sólo Dios, bien absoluto, sería capaz de mover
necesariamente la voluntad humana; pero el hombre lo conoce tan
imperfectamente, que su voluntad puede rechazarlo.

2. Lesión y consolidación de la libertad

El Magisterio de la Iglesia defendió siempre la existencia de la libertad en el
hombre y ha condenado todo atentado a la libertad.

«Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado, con libre albedrío y lo
puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia.
El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó... La libertad del
albedrío la perdimos en el primer hombre, y la recuperamos por Cristo
Señor nuestro; y tenemos libre albedrío para el bien, prevenido y ayudado
por la gracia; y tenemos libre albedrío para el mal, abandonado de la
gracia, y por la gracia fue sanado de la corrupción» (Conc. de Quiersy, DS
621 y 622 [316 y 317]).

Con el pecado original, el libre albedrío del hombre quedó atenuado en sus
fuerzas e inclinado, pero no extinguido (cfr Conc. de Trento, «Decreto sobre
la justificación», cap. 2, DS 1521 [793]: Cfr DS 378 [181]. Por eso, el
hombre permanece en su libertad de hacer el bien con la gracia o de elegir
el mal rechazándola (cfr Ibid, DS 1525s [797s]; Conc. Vaticano I, Dei Filius,
cap 3, DS 3010 [1791]).

Así, pues, con el pecado original, la libertad del hombre quedó herida,
lesionada, inclinada al mal. Pero con la Redención de Jesucristo la libertad
del hombre ha adquirido una nueva dimensión.

Por el bautismo el hombre adquiere la libertad de los hijos de Dios (Rom 8,
21-23), pues , como nos enseña Jesucristo,

«si permanecéis en mi doctrina... conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres... Si el Hijo os da la libertas, seréis verdaderamente libres» (Juan 8,
31-36).

Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, el hombre debe
desarrollarla y aplicarla a todos los campos de su existencia.

La libertad que Cristo nos ha ganado consiste en la liberación del pecado
(Rom. 6, 14-18) y, en consecuencia, de la muerte eterna (Apoc. 2, 11; Col
2, 12-14; Rom 5, 12) y del dominio del demonio (Juan 12, 31; Col 2, 15; 1




                                                                            28
Manual de Moral y Mandamientos

Juan 3, 8); en fin, Cristo nos ha reconciliado con Dios y con los demás
hombres (Col 1, 19-22).

3. Alcance de la libertad cristiana

«La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre.
Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cfr Ecles
15, 14) para que así busque espontáneamente a su Creador y,
adhiriéndose libremente a Este, alcance la plena y bienaventurada
perfección» (Gaudium et Spes, n. 17).

En esta enseñanza se encuadra perfectamente el concepto y la orientación
de la libertad humana, así como su alcance salvífico; pues el constitutivo de
la libertad no está en elegir un contenido contrario al fin del hombre,
conocido por la razón natural y revelado por Dios, sino en una decisión
propia, personal, por la que el hombre busca en todas las cosas de su vida
a Dios; una decisión por la que libremente el hombres se adhiere a Dios, y
así realiza su ser en la plenitud a la que Dios le llama.

«La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su
conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción
interna personal, y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la
mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado
totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre
elección del bien, y procura para ello los medios adecuados, con esfuerzo y
eficacia crecientes» (Ibid).

No es, por consiguiente, libre el hombre cuando se deja llevar por las
pasiones y, bajo una concepción falsa de su autonomía, elige contenidos
pecaminosos, que le separan de su fin, que es Dios, y, por tanto, de la
salvación. Por el contrario, expresa en grado sumo su libertad, cuando,
apoyándose en la gracia divina, da fruto a los talentos recibidos y se
abandona sin reservas a la Providencia, buscando, consciente y
comprometidamente, su identificación con la voluntad divina.

«La vocación divina del hombre exige de él que dé una respuesta libre en
Jesucristo. el hombre no puede no ser libre. Pertenece de lleno a su
dignidad y oficio el observar la ley moral natural y sobrenatural, con un
pleno dominio de sus actos, y adherirse al Dios que se revela en Cristo. La
libertad del hombre caído ha quedado de tal modo herida, que ni siguiera
puede cumplir las obligaciones de la ley natural durante un largo periodo de
tiempo, sin la ayuda de la gracia de Dios. Pero con la gracia, de tal manera
se eleva y fortalece su libertad, que lo que vive en la carne, lo vive
santamente en la fe de Jesucristo (cfr Gál 2, 20)» («Catequesis [Directorio
General Catequético]», n 61).




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Manual de Moral y Mandamientos


VI. La Ley, una guía en nuestro camino
En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de
una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena,
cuando es necesario, en los oídos de su corazón advirtiéndole que debe
amar, practicar el bien y evitar el mal.

Las expresiones de la ley moral son diversas y todas están coordinadas
entre sí: la Ley eterna cuya fuente es Dios; la ley natural; la ley revelada en
el Antiguo y Nuevo Testamento y finalmente, las leyes civiles y
eclesiásticas.

El Papa León XIII, también enseñaba que la ley natural está inscrita y
grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres, porque es la
razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero que esta
prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley, sino fuese
la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y
nuestra libertad deben ser sometidos.

Vivimos en una época de grandes avances científicos y tecnológicos: la
radio, el teléfono, la televisión, los aviones, etc. Todos estos avances que
ha realizado el hombre los ha tenido que realizar respetando ciertas leyes
que están inscritas en la naturaleza y por ello, alcanzaron el éxito.

El hombre, cuando respeta la naturaleza propia del ser humano, alcanza la
felicidad y la plenitud. Cuando va en contra de su naturaleza, cae en el
vacío. Su vida pierde sentido, como le sucede, por ejemplo, a una persona
adicta a las drogas.

Pero, la pregunta es: ¿con respecto a qué? ¿Cuál es la norma o el criterio
para saber si algo es bueno o malo?

La respuesta es el bien moral, que regula y mide los actos humanos en
orden a su fin último. El bien moral es lo que mejora a toda la persona y no
solo a una de sus partes, por ello es diferente al valor que sólo mejora
alguna parte de la persona. Es el bien que está por encima de todos los
demás bienes.

El “bien moral" es el que le da valor a todos los actos del hombre.

La ley moral nos guía para conseguir el bien moral que abarca a todo el
hombre, que hace que éste actúe de acuerdo a su dignidad y sea un reflejo
de la bondad de Dios.

Existen diferentes tipos de leyes:




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1. La Ley Moral

   Es una llamada divina a participar en la misma vida de Dios, un
   mandato que Dios da para indicar el camino que se debe seguir para
   alcanzar la vida eterna. Es una orientación para la propia libertad.
   La ley moral con principios generales y normas particulares, es
   percibida por la conciencia, aparece en la Sagrada Escritura o por
   medio de los hombres.

2. La Ley Eterna

   Cuando Dios creó el universo, le dio unas leyes concretas que
   garantizaban su perfecto funcionamiento y para que se cumpla su
   propio fin. Por eso, Santo Tomás define la ley divina como “el plan de
   la divina sabiduría que dirige todas las acciones y movimientos de las
   criaturas en orden del bien común de todo el universo”.

   Todo lo creado ha sido orientado hacia el hombre, que es el único ser
   libre que convive con todo lo creado, a pesar de ser criatura también.
   Al hombre, que por su libertad es el único ser que rompe la ley eterna,
   Dios le ha dado una ley de comportamiento, misma que se encuentra
   grabada en su corazón: la ley moral natural

   La ley moral es eterna porque es anterior a la creación; es ley porque
   es una ordenación normativa que hace la inteligencia divina para el
   recto ser y obrar de todo lo que existe.
   Es inmutable y es universal porque es para siempre y abarca a todos
   los seres creados según su naturaleza.

3. La Ley Natural

   La ley natural es la ley eterna en lo que se refiere al hombre. Ley para
   orientar su libertad hacia su realización perfecta como seres
   espirituales. Se llama natural porque se refiere a la misma naturaleza
   del hombre. Es un designio amoroso de Dios.

   Existen ciertas leyes y normas que rigen el Universo. Son leyes que no
   han sido fabricadas por el hombre, sino que están inscritas en la
   naturaleza. Son tan “naturales” como la ley de gravedad, por medio de
   la cual sabemos que siempre que soltamos un objeto, éste caerá al
   suelo. Nosotros, sin necesidad de estudiar nada, sabemos que los
   objetos se caen, que el agua moja, que el fuego quema.

   Gracias a nuestra libertad, podemos elegir bañarnos o no bañarnos,
   pero si nos metemos a un chorro de agua, no podemos elegir mojarnos
   o no mojarnos, como tampoco podemos evitar caernos si sacamos
   todo nuestro cuerpo por la ventana desde el tercer piso de un edificio.




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Manual de Moral y Mandamientos

     No podemos evitar que la Tierra se mueva alrededor del sol, ni que
     cada día dure 24 horas. Estas leyes que rigen el universo son
     inmutables y universales y no queda más remedio que aceptarlas y
     adecuar nuestro comportamiento a ellas.

     De la misma manera en que hemos descubierto estas leyes que rigen
     el Universo sin que nadie tuviera que explicarnos el por qué son así,
     también podemos descubrir dentro de nosotros otras leyes que están
     ya inscritas dentro de nuestra naturaleza humana, compuesta de alma
     y cuerpo.

     Pensemos en nuestro cuerpo: si no comemos, nos da hambre; si no
     dormimos, sentimos sueño; si hacemos ejercicio nos da sed.
     Respiramos y nuestros pulmones purifican la sangre que el corazón
     bombea a todo nuestro cuerpo sin que podamos hacer nada para
     impedirlo. Son leyes que no podemos cambiar sin poner en serio
     peligro nuestra vida.

     En nuestra alma también encontramos una ley que nosotros no hemos
     escrito y que tampoco podemos cambiar sin hacernos daño. Esta ley
     nos dicta hacer siempre el bien y evitar el mal. La conocemos desde
     siempre. Nadie nos la tuvo que decir o explicar pues ya estaba dentro
     de nosotros.

     Esta Ley natural también es universal e inmutable, como la ley de la
     gravedad, es decir, es aplicable a todos los hombres y no cambia con
     el paso del tiempo.

     Dentro de esta Ley natural están todos los preceptos universalmente
     válidos, como el “no matarás”, “respeta a los otros y a sus bienes”,
     “defiende la verdad”, “lucha por la justicia”, etc.

     Toda ley está enfocada a buscar un bien, y así como la ley de la
     gravedad conserva el equilibrio en el universo, así también la Ley
     moral natural está encaminada a que todo lo que hay dentro de
     nosotros funcione correctamente y no se rompa el equilibrio planeado
     por Dios desde el principio.

4.   La Ley Divina Revelada

     Parece increíble, pero Dios sabía que no era suficiente el habernos
     dado la luz de nuestra conciencia y la ley natural.

     Dios sabía que el hombre, al hacer uso de su libertad, iba a intentar
     violar aún estas leyes universales e inmutables, con el riesgo de
     hacerse un daño irreparable.




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Manual de Moral y Mandamientos


     Por esto, Él mismo se comunica con el hombre y le transmite
     “instructivos” exactos y precisos que debe respetar para llegar a su fin
     último, a encontrar el “tesoro escondido” que es la felicidad plena y
     eterna junto a Él.

     Este instructivo lo conocemos con el nombre de Ley Divina Revelada y
     está plasmado en la Sagrada Escritura. Dentro de ella están los Diez
     Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y
     todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus
     palabras y su ejemplo.

     Si leemos el Evangelio, encontraremos en él cientos de consejos que
     te                             da                        Jesucristo:
     Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
     Al que te pida el manto, dale también la túnica.
     Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen.

     Todos estos consejos son “pistas” que Dios nos da para que realmente
     encontremos nuestro tesoro y no nos quedemos perdidos a la mitad
     del camino.

5.   Las Leyes Civiles

     Aparte de las pistas, Dios ha querido escoger a ciertas personas como
     “guías”, conocedores del camino, y les ha dado la autoridad para
     guiarnos, para dictar leyes que nos indiquen con claridad el camino
     más seguro para llegar a nuestro fin.

     Las leyes civiles, dictadas por hombres con autoridad, son necesarias
     e indispensables para que podamos vivir en armonía. ¿Te imaginas el
     desastre que sería la vialidad, si no existieran leyes de tránsito y cada
     quien circulara por donde se le antojara?.

     Todas estas leyes y normas, nacen de la razón humana y son dictadas
     por las autoridades para buscar el bien común.

     Estas leyes no son universales, pues están dictadas sólo para un
     grupo determinado de individuos, de un país, de un estado, de una
     determinada profesión, o que cumplen determinadas características.
     De esta manera, las leyes de tránsito sólo afectan a aquellas personas
     que manejan o transitan por la calle y el código civil mexicano no es
     válido para los que viven en otro país.

     Estas leyes tampoco son inmutables, pues están dictadas para un
     momento determinado y pueden cambiar cuando cambien las
     circunstancias actuales. Así, podemos ver que las leyes que existían




                                                                           33
Manual de Moral y Mandamientos

   en el siglo pasado para el tránsito de carretas y caballos por las calles,
   desaparecieron.

   Dado que son hombres los que dictan las leyes civiles, no son infalibles
   y pueden equivocarse voluntaria o involuntariamente.

   Es muy fácil descubrirlo, basta que siempre tengas en mente que las
   leyes positivas son obligatorias sólo cuando son legítimas y justas, es
   decir, cuando:


       Están dirigidas al bien común, al bien de la comunidad y sus
        individuos. Esto quiere decir que una ley no debe buscar
        solamente beneficiar a una persona o a un grupo determinado,
        sino a toda la sociedad por igual.

       Han sido dictadas por una autoridad legítima. Esto significa, por
        ejemplo, que nosotros, aunque tengamos autoridad sobre nuestros
        hijos, no podemos dictar una ley válida para todo el país, a menos
        que fuéramos el Presidente de la Nación. Tampoco serían válidas
        las leyes dictadas por alguien que haya alcanzado el puesto de
        autoridad por una vía ilícita, como podría ser el caso de un loco.

       Son buenas en sí mismas y en sus circunstancias. Esto significa
        que deben estar de acuerdo con la Ley eterna, la Ley natural y la
        Ley revelada. Así, no puede ser válida ninguna ley que vaya en
        contra del respeto a la vida o del respeto a los demás, pues sería
        tan ilógica como una ley que te obligara a desafiar la Ley de la
        gravedad.

       Son impuestas a cada individuo en las debidas proporciones. Una
        ley no puede ser válida si exige algo fuera de las posibilidades del
        individuo, como podría ser una ley que obligara a trabajar a niños o
        ancianos.

       Si una ley es injusta porque no cumple con alguna de las
        condiciones anteriores, no estamos obligados a obedecerla y si
        acaso una ley va en contra directamente de la ley natural, nuestra
        obligación es desobedecerla, pero tenemos que saber con claridad
        el porqué de las leyes, de este modo, siempre obedeceremos las
        leyes buenas y no seguiremos aquellas que por diferentes motivos
        puedan ir en contra de la dignidad de la persona humana.

   Algunas personas podrán decir que cada uno puede interpretar la Ley
   de Dios a su manera. Recordar que Dios dejó una Iglesia y un
   “instructivo” muy claro que son las Sagradas Escrituras en la cuales se
   encuentran los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las
   Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio




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Manual de Moral y Mandamientos

    Jesucristo con sus palabras y su ejemplo. En la Iglesia, Dios está
    presente en el Papa que es el vicario de Cristo en la Tierra y está
    asistido por el Espíritu Santo.

Para profundizar: Dios llama desde la ley moral natural, tomado del libro
"La Moral .... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda, LC.




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VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios
La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al
actuar, si lo que hacen está bien o mal. Es el conocimiento intelectual de
los actos propios.

Es innegable que la inteligencia humana conoce los principios primarios del
actuar; "haz el bien y evita el mal", no hacer a los demás lo que no
queremos que nos hagan". El hombre en lo más profundo de su conciencia
descubre la ley, que no se ha dado a sí mismo, sino a la que debe
obedecer y que resuena en su corazón, diciéndole que siempre debe amar
y hacer el bien.

"La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde
está solo con Dios". GS 16.

El hombre prudente cuando escucha su conciencia puede oír a Dios que le
habla. San Agustín recomendaba: “Retorna a tu conciencia,
interrógala…retornad hermanos al interior, y en todo lo que hagáis mirad al
Testigo Dios”.

La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él,
nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza…La
conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza
como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos
gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo
(Newman, carta al duque de Norfolk 5).

La conciencia no es una potencia más, unida a la inteligencia y a la
voluntad. Podríamos decir que es la misma inteligencia cuando juzga la
moralidad de un acto, basándose en los principios morales innatos de la
naturaleza humana. Esas leyes inscritas en el corazón y dadas por Dios.
Además, la conciencia es una facultad natural del ser humano, no es una
parte de la vida religiosa del hombre.

En la actualidad los movimientos de tipo psicológico, como el New Age,
hablan de una conciencia como el íntimo conocimiento que el hombre tiene
de sí mismo y de sus actos. Esta sería una conciencia vista desde el punto
de la psicología, no una conciencia moral.

La conciencia que nos interesa es la conciencia moral, que es la misma
inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o la maldad de un
acto.




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Manual de Moral y Mandamientos

Juicio porque la moralidad juzga un acto. Es práctico porque aplica en la
práctica, en cada caso en particular y concreto lo que la ley dice. Sobre la
moralidad de un acto es lo que la distingue de la conciencia psicológica,
pues en este caso lo propio es juzgar si una acción es buena, mala o
indiferente.

La conciencia funciona cuando juzga si un acto es bueno o malo, de una
manera práctica, es decir, aplica en cada caso particular y concreto lo que
la ley dice. Nos ordena en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el
mal.

Se puede decir que la conciencia moral es un juicio de la razón por la cual
la persona reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa
hacer, está haciendo o ha hecho.

Cuando hacemos algo bueno, la voz de nuestra conciencia nos aprueba,
cuando hacemos algo malo, esta misma voz nos acusa y condena sin
dejarnos en paz. La conciencia no sólo da un juicio después de que ya
hicimos algo, sino también antes de tomar una decisión.

Ella es testigo de nuestros actos y para dar su sentencia como juez, se
basa en las leyes naturales que Dios ha escrito en el corazón del hombre.

Es la facultad que descubre el valor de los principios de la ley moral y los
aplica a una situación concreta. Juzga nuestras acciones concretas
aprobando las buenas y denunciado las malas. Ordena siempre que
dejemos el mal y que hagamos el bien.

Cada persona debe de prestar mucha atención a sí mismo para oír y seguir
la voz de la conciencia, es una exigencia de interioridad.

El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. No
es lícito actuar en contra de la propia conciencia, ya que ésta es la voz de
Dios.

Actuar en contra de la conciencia es actuar contra uno mismo, de las
convicciones más profundas y de los principios morales.

Obedecer a la conciencia es obedecer a Dios, por eso es importante seguir
siempre lo que ella nos dicta. Todos debemos prestar mucha atención a
nosotros mismos para poder oír y seguir la voz de la conciencia. La
dignidad de la persona exige que tengamos una conciencia moral recta.

Por la conciencia podemos asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Cuando elegimos libremente llevar a cabo un acto, la libertad nos hace




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responsables de los actos que, voluntariamente y siguiendo a nuestra
conciencia, hemos realizado.

Ahora bien, no todas las conciencias son iguales, pues solemos tener
ciertas deformaciones, aunque sean pequeñas.

La conciencia se puede formar o deformar.

Una conciencia bien formada siempre nos invitará a actuar de acuerdo con
nuestros principios y convicciones, nos impulsará a servir a los hombres.

La conciencia recta y veraz se forma con la educación, con la asimilación
de la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Se ve asistida por los
dones del Espíritu Santo y ayudada por los consejos de las personas
prudentes. Además, favorecen mucho la formación de la conciencia tanto la
oración como el examen de conciencia.

 La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida que garantiza la
libertad y engendra la paz del corazón.

La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la
caridad procede al mismo tiempo “de un corazón limpio, de una conciencia
recta y de una fe sincera” (1 Tm 1, 5; 3, 9; 2 Tm 1, 3; 1 P 3, 21; Hch 24, 16).

Sin embargo, el desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos
ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión
de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la
autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de
caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral.

Una conciencia deformada puede equivocarse y presentarnos por bueno, lo
malo. Esto puede suceder por ignorancia, por los criterios del ambiente en
el que vivimos, por criterios falsos que hayamos interpretado como
verdaderos o por debilidades repetidas.



1.¿Cómo se llega a deformar la conciencia?

Nuestra conciencia no se deforma de un día para otro, generalmente es
fruto de malos hábitos:

Nosotros podemos deformar nuestra conciencia poco a poco, sin darnos
cuenta, si aceptamos voluntariamente pequeñas faltas o imperfecciones en
nuestros deberes diarios.




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Manual de Moral y Mandamientos


Si todos los días vamos haciendo las cosas “un poco mal”, llega un
momento en el que nuestra conciencia no hace caso de esas faltas y ya no
nos avisa que tenemos que hacer las cosas bien. Se convierte en una
conciencia indelicada, que va resbalando de forma fácil del “un poco mal” al
“muy mal”.

También puede suceder que nosotros deformemos nuestra conciencia a
base de repetirle principios falsos como: “No hay que exagerar”. Se
convierte así en una conciencia adormecida, insensible e incapaz de
darnos señales de alerta. Esto se da, principalmente, por la pereza o la
superficialidad.

Podemos convertir nuestra conciencia en una conciencia domesticada si le
ponemos una correa, con justificaciones de todos nuestros actos, cada vez
que nos quiere llamar la atención, por más malos que estos sean: “Lo
hice con buena intención”, “Se lo merecía”, “Es que estaba muy cansado”,
"es que él me dijo",etc. Es una conciencia que se acomoda a nuestro modo
de vivir, se conforma con cumplir con el mínimo indispensable.

También, puede darse una conciencia falsa, es decir, que nos dé señales
erróneas porque no conoce la verdad. Esto puede ser por nuestra culpa o
por culpa del ambiente en el que vivimos. En este caso los juicios se hacen
sin bases, ni prudencia.



2.Tipos de conciencia

a. Según el objeto


        Verdadera que es la que juzga la acción en conformidad con los
         principios objetivos de la moralidad. Por ejemplo: sé que estoy en
         pecado mortal, por lo tanto no puedo comulgar.
        Errónea que es la que juzga la acción equivocadamente, es decir,
         confunde lo malo con lo bueno. Juzga sin bases y sin prudencia.
         Un ejemplo de esto, es cuando se piensa que si alguien fue
         violada, es lícito que aborte.
        Esta conciencia se divide en dos formas:
        Venciblemente errónea cuando no se desea o no se ponen los
         medios para salir de su equivocación.
        Invenciblemente errónea cuando la persona no puede dejar el
         error, o porque no sabe que está en él, o porque ha hecho todo lo
         posible por salir de él, sin conseguirlo.




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b. Por razón del modo de juzgar


        Conciencia recta Este tipo de conciencia siempre juzga con
         fundamentos y prudencia.
        Falsa. En este caso se juzga sin bases, sin prudencia y puede ser:
        Conciencia estrecha es la que actúa con ligereza y sin razones
         serias, afirma que hay pecado donde no lo hay o lo aumenta. Este
         tipo de conciencia juzga a una persona por un simple comentario.
        Conciencia escrupulosa. Para este tipo de conciencia todo es
         malo. Es opresiva y angustiante pues recrimina hasta la falta más
         pequeña, exagerándola como si fuera una falta horrible. Siempre
         piensa que hay obligaciones morales donde no las hay.
        Conciencia laxa. Es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de
         conciencia minimiza las faltas graves haciéndolas aparecer como
         pequeños errores sin importancia. En este caso, se actúa con
         ligereza, se niega el pecado cuando lo hay o lo disminuye.
        Conciencia perpleja es la que ve pecado tanto en el hacer algo o
         en el no hacerlo. Es muy común ante las decisiones económicas o
         políticas. Es la que piensa quiero ayudar a los damnificados, pero
         si lo hago voy a quitarle algo a mi familia.
        Conciencia farisaica. Es la que se preocupa por aparentar bondad
         ante los demás, mientras en su interior hay pecados de orgullo y
         soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y
         eso es lo único que le importa.


c. Según la firmeza del juicio


        Cierta siempre juzga sin temor a equivocarse.
        Dudosa juzga con temor a equivocarse, o simplemente, ni se
         atreve a juzgar.




3.¿Cómo podemos darnos cuenta de que nuestra conciencia está
deformada?

Hay tres reglas importantes que debe seguir toda conciencia recta:

a. Nunca justifica el mal para obtener un bien.
b. El fin no justifica los medios.
c. No hacer a otros lo que no quiere que le hagan o trata a los demás
   como le gustaría que le trataran.

Respeta siempre los actos de los demás y los juicios de su conciencia. Esto




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Manual de Moral y Mandamientos

quiere decir que la conciencia no debe juzgar los actos de los demás, sino
únicamente los propios: “Cree todo el bien que oye y sólo el mal que ve.”

Si nos damos cuenta de que nuestra conciencia viola alguna de estas
reglas y no nos avisa en el momento adecuado, ni nos recrimina por ello,
es muy factible pensar que está desviada o deformada. Al percibir esto, lo
mejor es poner enseguida manos a la obra para mejorar, teniendo en
cuenta los siguientes tres aspectos:


        Tenemos obligación de formar nuestra conciencia de acuerdo con
         nuestros deberes personales, familiares, de trabajo y de
         ciudadano; los mandamientos de la Iglesia, los mandamientos de
         la Ley de Dios y todas las responsabilidades que hayamos
         contraído libremente. Esta obligación es nuestra y nadie la puede
         cumplir en nuestro lugar.
        Es necesario que actuemos siempre con conciencia cierta, es
         decir, que los juicios de nuestra conciencia sean seguros y
         fundados en la verdad. Por ello, debemos poner todos los medios
         para salir de la duda o del error.
        Nunca olvidarnos que si nuestra conciencia está deformada,
         podría ser porque alguien nos aconsejó con criterios falsos,
         entonces la responsabilidad de nuestros actos es menor. Pero, si
         nuestra conciencia está deformada por nuestra propia decisión o
         negligencia, por no poner los medios para formarla, entonces la
         responsabilidad de nuestros actos y la culpabilidad es mayor.


4.¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia?


        Estudiar el Evangelio, informarnos de qué tratan los documentos
         del Papa y de la Iglesia. Recordemos que el pretexto de “nadie me
         lo había dicho”, no sirve como excusa ante Dios, pues es propio de
         una persona madura formarse e informarse de las normas que
         deben regir los juicios de nuestra conciencia.
        Reflexionar antes de actuar. No nos debemos guiar por nuestros
         instintos o por lo que oímos, sino por convicciones serias y
         profundas. Tampoco se vale argumentar: “Creí que estaba bien
         porque todo el mundo lo hace”.
        Pedir ayuda y consejo a alguien que esté bien formado. Puede ser
         un                                                      sacerdote.
         Nada mejor que un buen examen de conciencia seguido de una
         buena confesión. Si nos confesamos frecuentemente, nuestra
         conciencia se irá haciendo más delicada y más sensible a las
         pequeñas faltas.




                                                                        41
Manual de Moral y Mandamientos

        Ser sinceros con nosotros mismos y con Dios. Llamar a cada cosa
         por su nombre, sin tratar de justificar lo que hacemos o de darle
         nombres disfrazados que aparentemente le quitan importancia a
         los actos.
        No nos desanimemos ante los fallos. Aprender siempre de las
         caídas para comenzar de nuevo.
        Formar hábitos buenos, programando nuestra vida y nuestro
         tiempo, sin permitirnos fallos voluntariamente aceptados.
        Tener una vida de oración y de sacramentos para poder obtener
         las luces necesarias para la inteligencia y las gracias para
         fortalecer la voluntad.


La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la
asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se
forma la conciencia moral. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1802


Para profundizar: Dios llama en la conciencia, tomado del libro "La Moral
......una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda.




                                                                       42
Manual de Moral y Mandamientos




VIII. La gracia, Dios presente en nosotros
Dios creó al hombre y a la mujer por amor, en un estado de absoluta
felicidad, viviendo en su presencia. Ellos, por su soberbia, quisieron
hacerse dioses y cometieron el pecado original. A partir de ese momento
perdieron la amistad con Dios.

El pecado original es el primer pecado cometido por la primera pareja
humana, mismo que es transmitido por herencia a todos sus
descendientes. Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la
naturaleza humana herida, es decir con las consecuencias del pecado
original, privada por tanto de la santidad y de la justicia original. Desde ese
momento todos los hombres nacen con el pecado original (Cf. GS n. 22).

Como consecuencia del pecado, la naturaleza humana quedó debilitada de
sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e
inclinada al pecado (Cf. Catecismo n. 418). Con el pecado original todos los
hombres pierden la Vida Divina y la imagen de Dios queda deformada.

1.El Hombre Nuevo

En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos, dando como resultado
que, el hombre hasta ahora averiado, quede restaurado, sin pecado
original. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su
Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así el hombre se convierte en un hombre
nuevo.

Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo
es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo
(2Co 5, 17-18).

Este hombre nuevo tiene unas nuevas fuerzas, puede vivir la ley de la
caridad, Puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Pero, estas
fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las
tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como un
residuo del pecado. De hecho los protestantes lo igualan al pecado.

Una diferencia fundamental entre católicos y protestantes es que los
católicos sabemos que el pecado queda totalmente borrado con el
Bautismo y para los protestantes únicamente está cubierto, pero sigue ahí,
se podría decir que para ellos es como si le pusieran un velo.




                                                                            43
Manual de Moral y Mandamientos: Guía para una vida virtuosa
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Manual de Moral y Mandamientos: Guía para una vida virtuosa

  • 1. ¡Venga Tu Reino! Manual de Moral y Mandamientos ©COPY RIGHT Todos los derechos reservados Centro de Promoción Integral, A.C.
  • 2. Manual de Moral y Mandamientos Índice I. La vida en Cristo 5 Introducción 5 1. Dios se revela 6 2. La persona humana escucha y acoge 7 II. La Moral y sus desviaciones 9 1. Las principales fuentes de la moral 9 2. La moralidad de las pasiones 11 3. La moral en el Catecismo de la Iglesia 11 4. Las líneas de la moral cristiana 12 III. El hombre está llamado a ser feliz 14 1. La vocación 14 2. Las Bienaventuranzas 14 3. Las respuestas al deseo de felicidad 18 IV. Los actos humanos y la libertad 20 1. Los actos humanos 20 2. División de los actos humanos 21 3. Los actos morales 21 4. La moralidad de los actos humanos dependen de tres elementos fundamentales 22 5. La libertad y la moral 23 6. Los obstáculos del acto humano 24 Conclusión 25 V. La libertad del hombre 26 1. Existencia 27 2. Lesión y consolidación de la libertad 28 3. Alcance de la libertad cristiana 29 VI. La Ley, una guía en nuestro camino 30 1. La ley moral 31 2. La ley eterna 31 3. La ley natural 31 4. La ley divina revelada 32 5. Las leyes civiles 33 VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios 36 1. ¿Cómo se llega a deformar la conciencia? 38 2. Tipos de conciencia 39 3. Conciencia deformada 40 4. ¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia? 41 1
  • 3. Manual de Moral y Mandamientos VIII. La gracia, Dios presente en nosotros 43 1. El Hombre Nuevo 43 2. La gracia 44 3. Necesidad de la gracia 44 4. Clasificación de la gracia 45 5. Las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo 46 6. Conclusión 47 IX. El misterio de la gracia 48 1. Naturaleza y división de la gracia 48 2. Necesidad que el hombre tiene de la gracia 49 3. La predestinación 49 4. La predestinación y la libertad 50 5. La eficacia de la gracia y la libertad humana 51 X. La virtud, la respuesta positiva del hombre 53 1. Diferencias entre virtud y valor 54 2. Tipos de virtudes 55 3. Virtudes cardinales 56 4. Pecados contra la prudencia 57 5. Pecados contra la fortaleza 59 6. ¿Cómo adquirir las virtudes? 60 7. La santidad cristiana 60 XI. El pecado, la respuesta negativa del hombre 62 1. ¿Cuál es la causa del pecado? 62 2. Pero, ¿por qué pecamos aún cuando conocemos la verdad?65 3. La tentación 66 4. ¿Puedo perder el cielo por dejarme llevar por el ambiente? 67 XII. La fe, fundamento y fuente de la vida moral 68 1. Definición y naturaleza de la fe 68 2. Deberes que la fe impone 69 3. Pecados contra la fe 71 XIII. La esperanza, confiar en Dios 73 1. Definición de la esperanza 73 2. Pecados contra la esperanza 74 XIV. La caridad, virtud reina del cristianismo 76 1. Pecados contra el amor a Dios 78 2. El amor al prójimo 78 3. Las obras de misericordia 78 4. Pecados contra el amor al prójimo 79 XV. Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra 80 2
  • 4. Manual de Moral y Mandamientos 1. Amarás a Dios sobre todas las cosas 80 2. No tomarás el nombre de Dios en vano 80 3. Santificarás las fiestas 81 4. Honrarás a tu padre y a tu madre 81 5. No matarás 82 6. No cometerás actos impuros 82 7. No robarás 83 8. No dirás falsos testimonios ni mentiras 83 9. No consentirás pensamientos ni deseo impuros 84 10. No codiciarás los bienes ajenos 84 XVI. Primer Mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas 85 1. El Decálogo 85 2. La virtud de la Religión 87 3. ¿En qué creen los hombres de hoy? 90 4. ¿Por qué los hombres han caído en el error de sustituir a Dios? 91 5. Los pecados contra el Primer Mandamiento 94 XVII. Segundo Mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano 96 1. El nombre de Dios 96 2. Pecados contra el Segundo Mandamiento 98 XVIII. Tercer Mandamiento: Santificarás las fiestas 100 1. ¿En qué consiste el descanso? 101 2. Pecados contra el Tercer Mandamiento 102 3. Y, ¿si estoy enfermo? 103 XIX. Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre 104 1. Vocación divina 105 2. El diálogo 105 3. La donación incondicional 106 4. La ayuda mutua 106 5. Procreación y educación de los hijos 106 6. Los deberes de los hijos hacia los padres 107 7. Los deberes de los padres hacia los hijos 108 8. La comunidad política y la Iglesia 110 XX. Quinto Mandamiento: No matarás 112 1. Visión cristiana de la vida corporal 113 2. La vida corporal vista desde la ley natural 113 3. Abusos contra la integridad de la propia vida 114 4. Abusos contra la vida de los demás 116 5. Respeto de la vida naciente 119 6. Sentido cristiano del sufrimiento y del dolor 120 XXI. Sexto Mandamiento: No cometerás actos impuros 122 1. Visión actual de la sexualidad 122 3
  • 5. Manual de Moral y Mandamientos 2. Dimensión antropológica de la sexualidad 123 3. La virtud de la castidad 124 4. Dimensión de relación en la sexualidad 126 5. Visión cristiana de la sexualidad 127 6. Significado de la concupiscencia 130 XXII. Séptimo Mandamiento: No robarás 132 1. Significado del Séptimo Mandamiento 134 2. No sólo el que roba es ladrón 135 3. ¿Cómo cumplir con el Séptimo Mandamiento? 136 XXIII. Octavo Mandamiento: No dirás falsos testimonios ni mentirás 140 1. Los pecados contra la verdad 142 XXIV. Noveno Mandamiento: No consentirás pensamientos impuros 145 1. El significado del Noveno Mandamiento 146 2. La imaginación 147 3. Pecados contra el Noveno Mandamiento 148 XXV. Décimo Mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos 149 1. ¿Cómo vivir el Décimo Mandamiento? 150 XXVI. Los Mandamientos de la Iglesia 152 1. Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar 154 2. Confesar los pecados graves cuando menos una vez al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar 154 3. Comulgar por Pascua de Resurrección 154 4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando manda la Iglesia 155 5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades 155 XXVII. La moral y la santidad del Hombre Nuevo 156 1. El Hombre Nuevo 156 2. La acción del Espíritu Santo 157 3. Los Sacramentos y la vocación a la santidad 158 4. La cruz y el sacrificio en la vida cristiana 159 5. Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia 160 6. Moral de la caridad 161 Anexo 1: La abstinencia 163 4
  • 6. Manual de Moral y Mandamientos I. La vida en Cristo Introducción Hoy el género humano vive un período nuevo de su historia, caracterizado por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su actividad creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y sobre su comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes vive. Es esto tan claro, que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa. Como ocurre en los casos de crisis de crecimiento, esta transformación trae consigo no leves dificultades. Si bien el hombre amplia extraordinariamente su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente más incierto que nunca de sí mismo. Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas posibilidades, tanto poder económico. Sin embargo, una gran parte de la humanidad sufre hambre y miseria, y son muchos los que caminan sin rumbo y no encuentran la felicidad. Nunca ha tenido el hombre un sentido tan agudo de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud social y psíquica. En el interior del hombre existe un afán de felicidad y de realización, que es parte de la naturaleza humana, una necesidad de trascender, de conocer al Ser Supremo, es por eso que en su naturaleza está inscrito el llamado a vivir en comunión con ese Ser Supremo, con Cristo (las personas están llamadas a vivir en comunión con Cristo). Instintivamente, el hombre busca un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente en su desarrollo espiritual. La inquietud atormenta al hombre, y se pregunta, entre angustias y esperanzas, respecto a su felicidad y a la actual evolución del mundo. La turbación actual del hombre y la transformación de las condiciones de vida están vinculadas a una evolución global más amplia. Las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa. Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, como en épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se presenta como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo nuevo. Esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos, 5
  • 7. Manual de Moral y Mandamientos sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la política y la interpretación de las ciencias humanas y de la historia. Esto explica la perturbación de muchos, y en concreto, la infelicidad del hombre. Todos y cada uno de los hombres pasan la vida buscando la felicidad eterna, el ser siempre felices. Se busca algo que nunca se acabe, una felicidad infinita que sea capaz de llenarle. Esto trae como consecuencia la necesidad de certezas, de algo en qué agarrarse. Unos desisten y otros desesperan. Como esta felicidad tan ansiada, este amor que no cesa es difícil de encontrar, muchos se desvían en su búsqueda poniendo la felicidad en bienes materiales, en cosas, o personas que nunca le van a dar la satisfacción plena. Cree la Iglesia que el hombre está llamado a vivir en comunión con Cristo. Únicamente el amor de Dios puede llenar al hombre completamente. Igualmente cree, que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana se hallan en su Señor y Maestro. Solo Cristo, puede darle al hombre la tan ansiada felicidad. (Documentos Completos del Vaticano II). San Agustín dice: “Mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”. 1.Dios se revela Confiesa el sagrado Concilio que “Dios, principio y fin de todas las cosas, puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana partiendo de las cosas creadas” (Rom. 1, 20). Dios, conoce nuestra dificultad y ama al hombre con un amor infinito, busca al hombre para ayudarlo a encontrar el verdadero camino hacia la felicidad, hacia el amor eterno. Se revela en Jesucristo invitándolos a llevar una vida de comunión con Él. Para ello, Dios se le revela al hombre, para que lo conozca a Él y su Plan para con Él. Se va dando a conocer a través de la Revelación. El Decálogo, el Sermón de la Montaña y la catequesis apostólica nos describen los caminos que conducen al Reino de los Cielos. Por ellos avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día sostenidos por la gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios (cf la parábola del sembrador: Mt 13, 3-23). Hay quienes piensan que el cristianismo es una ideología o una doctrina filosófico-teológica. Otros lo equiparan con las demás religiones que son intentos del hombre para acercarse a Dios. El cristianismo no es una 6
  • 8. Manual de Moral y Mandamientos creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios. El cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en Cristo. La Revelación comienza cuando Dios escoge a un pueblo, haciendo una alianza con él, dándole muestras de amor. Este pueblo de Israel le servirá para manifestar su amor. A este pueblo elegido le da alimento, bebida, pero en especial le da los diez mandamientos, que son el camino a la felicidad, la guía para vivir en comunión con Dios. Como a pesar de las manifestaciones del amor de Dios, el pueblo sigue siendo infiel, Dios envía a su Hijo para que el hombre entienda. Jesucristo es el culmen de la Revelación. En Él podemos palpar la bondad de Dios y su Amor infinito al hombre. La persona puede y debe vivir en amistad con Cristo, puede participar de la vida divina, por medio de la gracia de Dios, y del Espíritu Santo que da vida y alimenta. El cristianismo es un compromiso personal con Jesucristo, en respuesta al amor eterno que Dios le tiene al hombre. Pero ¿cómo conocer al cristianismo?, ¿cómo saber qué es lo que enseña? Para responder a estas interrogantes, Cristo funda la Iglesia a través de la cual aprendemos a seguir a Jesús. Este seguimiento de Jesucristo, a través de la Iglesia fundada por Él es la respuesta que el hombre le da a la iniciativa de Dios, es la respuesta a la llamada de amor que hace Cristo. Esta respuesta de amor debe ser real, eficaz, concreta, siempre respetando todas las ayudas que Cristo ha dejado; sacramentos, Iglesia, normas de vida, etc. (Cf. Jn, 14. 15. 21; Jn. 15, 14). El amor ha de manifestarse externamente a través del comportamiento. El que se dice cristiano y no ama y vive lo que Cristo ama, realmente no se realiza en su vida. El verdadero cristiano ama y vive como Cristo. 2.La persona humana escucha y acoge El hombre, ante la invitación al amor, descubre su dignidad (Cf. Catecismo nn. 1701-1715). Fue creado a imagen y semejanza de Dios, pero la imagen fue alterada por el pecado, siendo regenerada y restaurada por Cristo, dándole una nueva dignidad “ser hijo de Dios”. La persona humana es aquella que posee un alma espiritual, goza de inteligencia y voluntad, que unida a su cuerpo forma una unidad e identidad única irrepetible. 7
  • 9. Manual de Moral y Mandamientos En el alma encontramos el principio de la vida, creado e infundido directamente por Dios en el hombre. Aquí residen las facultades de la inteligencia y voluntad. Por la inteligencia puede conocer a Dios, su Revelación, escuchar lo que le dice su conciencia, etc. Por la voluntad tiene la capacidad de tomar decisiones y llevarlas a cabo. El hombre es libre, es decir, es capaz de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas. Es capaz de amar, de luchar por descubrir la verdad, de distinguir entre el bien y el mal. “A este hombre es a quien se le presenta el plan de salvación de Cristo, pero todavía está herido por el pecado y no puede lograrlo por sí solo. Por ello, para alcanzar el designio que Dios le ofrece necesita de la gracia. Solamente en Cristo, siguiendo su ejemplo, viviendo en amistad con Él puede lograr la santidad, la plenitud del amor. Para profundizar: La experiencia moral, llamada de Dios la hombre del libro "La Moral.... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda. 8
  • 10. Manual de Moral y Mandamientos II. La moral y sus desviaciones La moral es aquella por la cual la Teología estudia los actos humanos, considerándolos en orden a su fin sobrenatural. La moral ayuda al hombre a guiar sus actos, es una ciencia práctica. El hombre necesita de una norma objetiva que le indique lo que debe hacer y lo que debe evitar para poder alcanzar su fin: la salvación. Los actos humanos que se pueden valorar moralmente son aquellos que el hombre ejecuta con conocimiento y con libre voluntad. Se valoran su moralidad sobrenatural porque son los que acercan o alejan al hombre de su posibilidad de alcanzar la vida eterna. La moralidad de los actos humanos depende del objeto elegido; del fin que se busca o la intención; de las circunstancias de la acción. El objeto, la intención y las circunstancias forman los elementos constitutivos de la moralidad de los actos humanos. El acto moralmente bueno supone a la vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno. “No se puede justificar una acción mala por el hecho de que la intención sea buena” (S. Tomás de A., dec. Praec. 6). El fin no justifica los medios. No está permitido hacer un mal para obtener un bien. Hay actos cuya elección es siempre ilícita en razón de su objeto (por ejemplo, la blasfemia, el homicidio, el adulterio). Su elección supone un desorden de la voluntad, es decir, un mal moral, que no puede ser justificado en virtud de los bienes que eventualmente pudieran derivarse de ellos. 1.Las principales fuentes de la moral a. La Sagrada Escritura es la primera y principal fuente de la moral. b. La Tradición que son aquellas enseñanzas de Cristo que fueron transmitidas oralmente. c. El Magisterio de la Iglesia quien por deseo expreso de Cristo posee la autoridad y la infabilidad para imponer leyes a los hombres. Ahora bien, si observamos a nuestro alrededor vemos que hay diferentes tipos de comportamientos entre los hombres, lo que hace que en ocasiones se pierda la brújula y se tengan conductas basadas en presupuestos morales equivocados. 9
  • 11. Manual de Moral y Mandamientos Veamos algunos de estos presupuestos morales equivocados: a. El relativismo: tendencia a considerar que todos y cada uno tienen la razón, aún cuando esta verdad vaya en contra de la doctrina. Todo es relativo. Pero sabemos que no todo es relativo, existen valores fundamentales innegables. Esto es muy común en el New Age. b. El idealismo que no es otra cosa que la filosofía de las cosas bonitas, de los grandes ideales, pero nunca se aterriza. Se cree conocer todo lo que está mal, pero no se hace nada por remediarlo. c. La libre interpretación de la Biblia, cada quien interpreta las cosas como quiere. Para leer la Biblia hay que hacerlo en su contexto global, con fe, no con el intelecto únicamente, siempre con referencia a Cristo y con la guía de la Iglesia. d. La vivencia de la religión como sentimiento, se vive según se siente, lo que resulta agradable se acepta. Lo difícil de aceptar o de entender se rechaza, así se elimina la revelación de dios en los aspectos difíciles de entender. El sentimentalismo es un gran enemigo de la vida espiritual. e. El racionalismo, de origen filosófico, solo se acepta lo que se puede entender con la razón, lo que se puede comprobar, no hay nada sobrenatural. El hombre debe de reconocer sus limitaciones, su incapacidad para comprender muchas cosas, no es Dios. f. Materialismo o secularización que no es otra cosa que el olvido de Dios. Dios no es parte de la vida diaria, solamente se le recuerda en la Iglesia o en ciertos ambientes. Se vive como si Dios no existiera. En este olvido generalizado se presenta una nueva moral donde no hay que dar cuentas a nadie de lo que se hace. g. Mala información religiosa, Dios se reduce a ser un salvavidas, es alguien a quien recurrir en momentos difíciles, cuando hay problemas, no existe una relación de amor con Él, ni con los hombres. h. Moral pragmática, solamente se cumple con lo que sirve o es útil. Cuando la vivencia de la moral es difícil se deja a un lado. La moral no es un capricho de unas personas, por lo tanto no se puede tomar lo que es útil, hay que vivirla en su totalidad. i. Moral de apariencias, solamente se cumple con las normas externas, hay que aparentar ser bueno, no importa crecer en santidad. j. Perfeccionismo moral, se da en personas que no se pueden aceptar a sí mismas, tal como son. Hay que lograr la perfección moral por sí mismo sin contar con Dios. Es la moral del que siente dolor al pecar porque está demostrando ser imperfecto. k. Moral independiente, vivir la moral como dicta la conciencia, aunque ésta esté deformada o equivocada. Es una moral católica sin Iglesia católica. l. Indiferentismo, pasividad, como no se pueden resolver los grandes problemas del mundo, no se hace nada, cómo no se puede vencer al pecado, sigo haciendo lo mismo. Olvido de la ayuda de Dios. m. Moral slogan es la moral en la que no se razona, se toma aquello que resulta atractivo, sin profundizar en su bondad o maldad. 10
  • 12. Manual de Moral y Mandamientos n. Moral de ¿hasta dónde?, se busca cumplir o hasta donde tengo que hacer. Es la moral del mínimo esfuerzo. La auténtica vida cristiana debe buscar imitar más a Cristo.. La auténtica moral cristiana no está basada en evitar el mal. o. Moral del sexto y noveno mandamiento, se reduce al campo de lo sexual únicamente. Nada cuento mientras se cumpla con el sexto y noveno mandamiento. p. Moral negativa, se limita a lo que no hay que hacer, sin pensar en el por qué. No se fija en hacer el bien, sino en evitar el mal, no robar, no mentir, no matar, etc. q. Moral evolucionista, es aquella que piensa que la Iglesia debe modernizarse, que debe ser más comprensiva, más liberal. No se piensa que lo ha cambiado es la forma, lo accidental, pero el hombre sigue siendo igual que siempre. r. Moral de actitudes, lo importante no son los actos, sino la actitud habitual. Esto es una influencia del protestantismo. s. Moral de situación, la bondad o malicia de un acto no depende de una ley universal o inmutable sino que es determinada por la situación en que se encuentre el hombre. 2.La moralidad de las pasiones Las pasiones son los afectos, emociones o impulsos de la sensibilidad, componentes naturales de la psicología humana, que inclinan a obrar o a no obrar, en vista de lo que se percibe como bueno o como malo. Las principales son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y la cólera. Las pasiones en cuanto a impulsos de la sensibilidad, no son en sí mismas ni buenas ni malas; son buenas, cuando contribuyen a una acción buena; son malas, en caso contrario. Pueden ser asumidas en las virtudes o pervertidas en los vicios. La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal 84, 3). 3.La Moral en el Catecismo de la Iglesia La moral ocupa la tercera parte del Catecismo, el cual presenta la moral como una respuesta al llamado que el hombre recibe. La moral es la respuesta del hombre a una llamada personal que Dios le hace. Este llamado esta vocación implica vivir según el Espíritu. Los Diez Mandamientos constituyen la gran revelación de Dios, son también el centro de la predicación de Jesucristo en el Sermón de la 11
  • 13. Manual de Moral y Mandamientos Montaña (Cf. Maeto , 7) y la base de la enseñanza moral de los apóstoles. Podemos decir que en este discurso se encuentra toda la norma de la moral cristiana. El Catecismo divide los mandamientos en dos partes: “amarás a Dios sobre todas las cosas” (Mandamientos 1 al 3) y “al prójimo como a ti mismo” (Mandamientos 4 al 10). El Catecismo es un texto de referencia seguro y auténtico para la enseñanza de la doctrina católica, es una norma segura para la enseñanza de la fe. 4.Las líneas de la moral cristiana Es una moral cristológica, es decir, Cristo es el centro y el modelo de la vida moral cristiana. Él debe ser el criterio esencial del actuar cristiano. Las personas en la actualidad hacen grandes esfuerzos por imitar a los grandes del deporte, el cine, la música. Se imita la forma de hablar, de actuar, de vestir, etc, pero cuando se trata de imitar a Cristo, se ve como un imposible porque Él es Dios. Siendo que la imitación de Jesucristo está al alcance de todos, el Evangelio marca el camino, a través de las virtudes de la humildad, la mansedumbre, el amor, la sinceridad, etc.. Además se cuenta con muchas ayudas como son la gracia, los sacramentos, la oración, la Escritura, etc. El imitar a Cristo no implica llegar a tener una vida sin defectos en poco tiempo, sino que debe ser un trabajo constante. Este esfuerzo debe de estar orientado a pensar sentir, querer con la mente, la voluntad y el corazón de Cristo. La moral cristiana se apoya en la oración y se extiende por el apostolado. Por la oración el cristiano enriquece su vida interior, es el medio por el cual se descubre a Dios, se crece en el amor a Él y se reconocen las inspiraciones del Espíritu Santo (Cf. Catecismo 2558-2578). Todos estos dones que se reciben en la oración deben de ser transmitidos y dados a los demás mediante el apostolado, no es válido quedarse con todo. El apostolado es una consecuencia del amor y se vive a través del servicio a Dios y a los hombres por el amor. Por medio de él se va construyendo un mundo mejor. a. La moral cristiana es una moral vivida en la Iglesia. Si se ama a Cristo, se ama a la Iglesia fundada por Él. No se puede amar a Cristo y no amar a Su Iglesia. Ella es el medio que Cristo escogió para encontrarnos con Él. b. Es la moral del amor. La vivencia interior de la moral cristiana exige una motivación en el amor. El cristianismo es la religión del amor, del seguimiento de Cristo por amor y en el amor no se puede ser mediocre. 12
  • 14. Manual de Moral y Mandamientos Los cristianos deben conocerse por la vivencia del amor, tal como los primeros cristianos. El amor es radical; o se ama a Dios y al prójimo o se ama al “yo” y a sí mismo. Al final de la vida, el día del juicio seremos juzgados según el amor que vivimos. Para profundizar: Veritatis Splendor. 13
  • 15. Manual de Moral y Mandamientos III. El hombre está llamado a ser feliz 1.La Vocación El hombre es espíritu y cuerpo, es una unidad total, no se puede separar uno de lo otro. La única diferencia es que el alma es inmortal y el cuerpo sí se acaba, es mortal. El hombre es “la única creatura en la tierra a la que Dios ha amado por sí misma”. Por lo tanto, no puede encontrar su total realización si no es entregándose a los demás. Desde el mismo momento de su concepción, está destinado a la bienaventuranza eterna, a la felicidad. En el momento del Bautismo, entre muchas otras cosas, Dios le da al hombre su Espíritu mismo. Él es el único capaz de hacerlo. Y es el Espíritu de Dios quien guía y le da fuerza al hombre para que, a través de la razón, comprenda cómo deben ser las cosas, para qué son, cuál es su fin, para qué fueron creadas por Dios. Una vez que las conoce, entonces la voluntad del hombre se mueve hacia su verdadero bien, porque busca lo que le da la verdadera felicidad. La persona se va perfeccionando a medida que busca y ama la verdad y el bien. La inteligencia del hombre hace que conozca la voz de Dios que le dice: “haz el bien y evita el mal”. Todos los hombres del mundo, no importa su color, sus creencias, su sexo, conoce este mandato. Todos lo llevan impreso en su interior. Esta ley de la conciencia se realiza mediante el amor a Dios y al prójimo. Gracias a la obra salvadora de Cristo que venció el pecado, quién cree en Cristo tiene una nueva vida en el Espíritu Santo. Cuando se lleva una vida recta, moral, ayudada siempre por la gracia, el hombre podrá alcanzar su plenitud, la vida eterna. 2.Las Bienaventuranzas La bienaventuranza consiste en la visión de Dios en la vida eterna, cuando seremos en plenitud “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4), de la gloria de Cristo y del gozo de la vida trinitaria. La bienaventuranza sobrepasa la capacidad humana; es un don sobrenatural y gratuito de Dios, como la gracia que nos conduce a ella. Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza: 14
  • 16. Manual de Moral y Mandamientos la llegada del Reino de Dios (cf Mt 4, 17); la visión de Dios: “Dichosos los limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8; cf 1 Jn 3, 2; 1 Co 13, 12); la entrada en el gozo del Señor (cf Mt 25, 21-23), la entrada en el Descanso de Dios (Hb 4, 7-11). “Allí descansaremos y veremos; veremos y nos amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá al fin sin fin. ¿Y, qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?” (S, Agustín, civ. 22, 30). Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad que tiene el hombre. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer: “Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano no hay nadie que no de su asentimiento a esta proposición incluso antes de que sea plenamente enunciada” (S. Agustín, mor. Eccl. 1, 3, 4). “Sólo Dios sacia (S. Tomás de Aquino, symb. 1) Si se conoce lo que es el hombre y se descubre su vocación por medio de Cristo, entonces, Él es el modelo. Únicamente, imitando a Cristo es cómo se alcanza la bienaventuranza, la felicidad eterna. Este seguir a Cristo puede traer momentos difíciles, dolor, sufrimiento y alegrías, Jesucristo venció a la muerte, al pecado, al demonio, pero no convirtió la vida personal de cada uno en un lecho de rosas. “Si alguno quiere venir en pos de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24 ). La gracia alcanzada por medio de la Redención hace posible seguir el ejemplo de Cristo. Permite actuar correctamente y hacer el bien. Y así llegar a la bienaventuranza, a la plena realización de la vocación del hombre, que no es otra cosa que vivir unido a Dios. Entre más unidos a Cristo, más santos. Jesús en el “Sermón la Montaña” toma las leyes que Moisés recibió en el Sinaí y las enfoca a la oportunidad de poseer el Reino de los Cielos. En estas “leyes”, por así llamarlas, que da Cristo, se encuentran todas las actitudes que se deben de tener para poder ser un verdadero discípulo de Él. Las Bienaventuranzas son unos nuevos mandamientos realistas y verdaderos que Jesús entregó en el Sermón de la Montaña. Las Bienaventuranzas enseñan la fe y la valentía, haciendo que en el corazón nazca una nueva esperanza, dan una gran fuerza que sostiene en las pruebas, en los problemas, por muy duros que sean, y de esa forma llegar a verlos con alegría y gozo por Cristo. 15
  • 17. Manual de Moral y Mandamientos Las bienaventuranzas que Cristo nos enseña son: Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los Cielos Esta es la primera bienaventuranza y cuesta entenderla, ya que, en muchas ocasiones, se cree que la pobreza a la que se refiere es la pobreza material. Hay muchas formas de pobreza, la material, la moral, la espiritual, religiosa. La pobreza evangélica es la virtud de las personas que viven desprendidas de todo lo creado.. El ser pobre de espíritu no quiere decir que hay que vivir en la pobreza material. Tampoco significa miseria. Porque la pobreza material no hace ser más feliz que la riqueza, ni que por tener bienes no se puede entrar en el Reino de los Cielos. Cristo enseña que hay que darle buen uso a las cosas, no dice que hay que carecer de ellas. La pobreza que hay que vivir es la interior, donde se pone todo al servicio de los demás, cosas materiales, el tiempo, los conocimientos, etc. Una persona puede tener mucho, y no estar apegada a ello, Otra persona puede poseer muy poco y estar muy apegada a lo poco que tiene. Los pobres de espíritu son aquellos que han aceptado valientemente la presencia de cualquier tipo de pobreza en sus vidas y han llegado a amarla. La pobreza es mensajera de la fe, ante el aceptar o no aceptar, la fe en Dios, la esperanza que conlleva y el amor a Él, serán los que permitan elegir y aceptar los momentos difíciles. Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra La mansedumbre es la aceptación amorosa de la vocación personal a la que llama Cristo, con sus momentos de consuelo y sus momentos de dificultad. Aceptar no quiere decir soportar. Aceptar es recibir con agrado lo que nos mandan. La mansedumbre hace posible ver todos los acontecimientos desde la esperanza. La mansedumbre va asociada a la bondad, a la paciencia, a la humildad, a la pobreza. Esta virtud encierra una gran fuerza. El hombre manso es aquél que se posee a sí mismo, que tiene dominio de sí, posee la fuerza que le viene de Dios. No se deja llevar por sus pasiones, sus sentimientos, su cuerpo. Si la caridad es la reina de las virtudes, la mansedumbre es su primera sirviente. 16
  • 18. Manual de Moral y Mandamientos Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados. Esta bienaventuranza es una de las menos comprendidas, porque en cierta forma, va en contra del pensamiento común. ¿Cómo qué el que llora? La mayoría de las personas piensan que la felicidad está en no tener penas. Hay que aceptar las alegrías y las penas. El hombre valiente es el que saca provecho de todo. Si alguien hubiese preguntado por el instrumento que Dios escogería para llegar a todos los hombres, a nadie se le hubiera ocurrido pensar que sería el sufrimiento y mucho menos que el Hijo de Dios tendría que sufrir. Pero, el sufrimiento era el mejor instrumento para Dios, únicamente el sufrimiento es universal, todos sufren, los poderosos y los débiles, los sabios y los ignorantes, los generosos y los egoístas. Dios escogió este instrumento porque no hace ningún tipo de distinción. Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos serán saciados Cuando se dice “hambre y sed”, se refiriere de forma concreta al deseo que hay en el corazón del hombre y que anima sus actos, el deseo de ser feliz (que no es otra cosa que la felicidad). A este deseo responden las bienaventuranzas. El hombre no puede evitar tener hambre y sed de felicidad, este deseo lo ha puesto Dios en él. Hay que conocer a donde llega y darle una correcta orientación. La intención de esta bienaventuranza es formar en los hombres el hambre y sed, características de los pobres, de los mansos, de los humildes. Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia La misericordia es uno de los grandes temas de la Biblia, siempre se muestra como uno de los rasgos más característicos de Dios. En la vida de Jesús se manifiesta en sus sentimientos hacia los pecadores, los enfermos, la piedad hacia las multitudes. Él invita a practicarla a imitación de la misericordia de Dios. Para que la misericordia triunfe, es necesario que se tome el mal del otro como si fuera propio y hacer un esfuerzo por aliviarle. Es una faceta de la caridad. Lo malo es que muchas veces los propios problemas acaparan la atención y no se perciben las necesidades del otro. Esta virtud se ejerce, sobre todo, en el perdón. Para el misericordioso lo peor no es sufrir una injusticia sino ser injusto. Nunca hay que cansarse de perdonar. Dios nos manifestó su inmensa misericordia por medio de Jesucristo que murió por los pecadores, sin haber nunca pecado. 17
  • 19. Manual de Moral y Mandamientos Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios La predicación de Jesús se basa en la línea de la pureza interior, criticando la pureza hipócrita de los fariseos. Insiste mucho en la pureza de corazón. La pureza tiene su fundamento en la sinceridad, la verdad, la rectitud de corazón delante de Dios y del prójimo. Va unida al amor a Dios y al prójimo, a la justicia. La pureza es obra del Espíritu Santo. La pureza, en su sentido amplio, es una virtud importantísima y característica de la vida cristiana. No hay que tenerla como algo abstracto, sino que entendida bajo la luz del amor es una cualidad y una exigencia de amor del cristiano. Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos de Dios Cuando Cristo curaba a los enfermos o perdonaba sus pecados, solía decir “Vete en paz”, que implicaba la salud recuperada y la reconciliación con Dios. La paz consiste en la reconciliación de todos por amor a Cristo, asociada a la justicia, a la caridad, y a la felicidad, es uno de los frutos del Espíritu Santo. No es un sentimiento, es una auténtica virtud cristiana. ¿Quién no desea la paz? Tanto la paz exterior, el llevarse bien con todos, como la paz interior que es el alivio de todas las inquietudes, de las preocupaciones. Es la lucha con la victoria asegurada en Dios, es encontrarle un nuevo sentido al dolor, es encontrar a Dios en todas nuestras circunstancias de vida, lo que le dará un nuevo sentido, una nueva alegría de vivir. Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos es el Reino de los Cielos Esta es la última bienaventuranza en el Evangelio de san Mateo. En ella se juntan todas las demás bienaventuranzas, el perseguido conoce la pobreza, es manso ante la violencia a la que es sujeto, sufre, siente hambre y sed de justicia, es misericordioso, su corazón es puro, busca la paz y no la guerra. Quizás, a causa del amor de Cristo, sea mucho lo que se tenga que renunciar, pero si verdaderamente, se ama a Cristo, se hará con alegría. En las Bienaventuranzas se encuentra resumida toda la moral cristiana. Entonces, se puede decir, que la moral no es una serie de obligaciones y prohibiciones, sino todo lo contrario, es la búsqueda de la felicidad, por mucho que sorprenda. 18
  • 20. Manual de Moral y Mandamientos 3.La respuesta al deseo de felicidad Las bienaventuranzas son el centro de la predicación de Jesús; recogen y perfeccionan las promesas de Dios, hechas a partir de Abraham. Dibujan el rostro mismo de Jesús, y trazan la auténtica vida cristiana, desvelando al hombre el fin último de sus actos: la bienaventuranza eterna. Las Bienaventuranzas son la respuesta de Jesús, de Dios mismo, al deseo de felicidad que tiene el hombre. Ellas ayudan a caminar hacia Dios, quien es el único que puede satisfacer el deseo de felicidad. Esta respuesta se encuentra bajo la forma de unas promesas y advertencias. Cada una de ellas indica un camino que conduce hacia la verdadera felicidad, Dios. La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas. Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de todo amor. Las Bienaventuranzas dan un enorme consuelo, ya que prometen la felicidad que tanto ansía el hombre. Ellas indican toda la felicidad que el hombre puede esperar: poseer el reino de los Cielos. Las Bienaventuranzas le descubren al hombre el objeto de su existencia, el fin último: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Aunque este llamado es personal, no podemos apartarnos del conjunto de todos aquellos que pertenecen a la Iglesia, pues ellos han acogido la promesa de la felicidad y viven de ella en la fe. Para profundizar: Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1716-1729. 19
  • 21. Manual de Moral y Mandamientos IV. Los actos humanos y la libertad El hombre posee una dignidad muy especial que le fue dada por Dios, es el dueño de la Creación. Es el único ser con inteligencia y voluntad, puede tener iniciativas y decidir como actuar. Dios quiso dejar que el hombre por propia decisión (Cf. Catecismo 1730), buscara a su Creador, para obtener la salvación libremente. La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso de la libertad. La libertad del hombre es finita y falible. Desde el principio, de hecho el hombre se equivocó y libremente pecó. Esta primera alienación engendró multitudes alienaciones. Pablo expresó muy bien su tesis sobre la liberación y la salvación del hombre: “Para ser libres nos libertó Cristo”. El hombre es racional, y por ello semejante a Dios: fue creado libre y dueño de sus actos (S, Ireneo, haer. 4, 4,3). La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza. 1.Los actos humanos El hombre realiza muchas actividades de formas muy diversas., pero en cuanto se refiere a la moral sólo interesan algunas de estas actividades, sólo nos interesan aquellos actos de los que el hombre es responsable. Los actos humanos son los que proceden de la voluntad deliberada del hombre. Es aquél que el hombre realiza consciente y libremente y del cual él es responsable. Lo realiza con conocimiento y libre voluntad. Primero interviene el entendimiento, no se puede desear o querer algo que no se conoce. Es decir, con la razón el hombre conoce el objeto y delibera si puede o debe tender hacia él, o si no puede o no debe. Es un acto que el hombre conoce y quiere hacer. Una vez que lo conoce, la voluntad se inclina hacia él o lo rechaza por no ser conveniente. El hombre es dueño de sus actos solamente cuando intervienen el conocimiento y la voluntad, lo que lo hace responsable de ellos. En este caso es que es posible una valoración moral. 20
  • 22. Manual de Moral y Mandamientos No todos los actos del hombre son propiamente “humanos”, también pueden ser: a. Meramente naturales, son aquellos en que el hombre no tiene control voluntario. Ej. La digestión, la respiración, la percepción visual o de los otros sentidos, la circulación, etc. b. Actos del hombre, cuando falta el conocimiento (niños pequeños, distracción total, locura) o la voluntad (amenaza física) o ambas (el que duerme). 2.División del acto humano a. Bueno o lícito si esta de acuerdo con la ley moral. Ej. Dar limosna. b. Malo o ilícito, si va en contra de la ley moral. Ej. Decir una mentira. c. Indiferente, cuando no es ni bueno, ni malo. Ej. Hablar. 3.Los actos morales El acto moral es el que el hombre ejecuta libremente y con advertencia de la norma moral. Es libre porque es un acto consciente y querido. En este caso se considera si es bueno o malo. La advertencia debe ser doble, conocer el acto en sí y su moralidad. Los elementos constitutivos de un acto moral son la advertencia en la inteligencia y el consentimiento en la voluntad. La advertencia puede ser plena o semiplena. Ej. No es lo mismo lo que sucede estando despierto que estando dormido. Solamente los aspectos conocidos de la acción son morales. El conocimiento no debe ser únicamente teórico, hay que percibir la obligatoriedad moral que el acto conlleva. Una vez conocido el acto debe ser voluntario, es decir, que haya posibilidad de actuar de otra forma. El consentimiento lleva a querer realizar el acto que se conoce, buscando un fin. El acto voluntario puede ser perfecto o imperfecto, según sea con pleno o semipleno consentimiento. También puede ser directo e indirecto. El acto voluntario indirecto es cuando al realizar una acción voluntariamente, hay un efecto adicional, que no se pretende, no es un fin en sí mismo sino consecuencia del acto voluntario que es inevitable. Un ejemplo sería el caso de una señora que necesita operarse por tener cáncer en la matriz. La operación es necesaria por motivos de salud, el fin que se busca es su curación. Ahora bien, al extirparle la matriz ya no podrá tener más hijos, esto será una consecuencia que no se pretende, mas es inevitable. En este caso se trata de acto voluntario de doble efecto. En los casos de doble efecto es necesario que haya un fin bueno – voluntario directo – y 21
  • 23. Manual de Moral y Mandamientos puede haber un fin malo como consecuencia – voluntario indirecto – bajo ciertas condiciones. Nunca se justifica hacer un mal para obtener un bien. Ej. Mentir, jurar en falso, aunque al hacerlo se consiga un bien. El fin no justifica los medios. 4.La moralidad de los actos humanos dependen de tres elementos fundamentales a. El objeto del acto, que se elige y se realiza, visto desde un punto de vista moral. b. Las circunstancias, en que lo realiza. c. El fin que la persona se propone alcanzar, o la intención. Estos tres elementos son los elementos constitutivos de la moralidad.  El objeto es la materia de un acto humano, si el objeto es malo, el acto será malo o ilícito, si el objeto es bueno, el acto será bueno, dependiendo de las circunstancias o el fin. Es el bien al cual deliberadamente tiende la voluntad. El acto depende fundamentalmente de la decisión, más que de las circunstancias. La acción de “hablar” puede tener varios objetos morales: se puede mentir, insultar, bendecir, alabar, difamar, calumniar, rezar, etc., puede ser un acto bueno o malo, dependiendo de lo que se hable. Siempre hay que hacer el bien y evitar el mal. Las circunstancias, son los elementos secundarios que rodean la realización de un acto, pudiendo agravar o atenuar su moralidad. De hecho no pueden modificar la calidad de los actos, pero sí la moralidad de los mismos. Son elementos secundarios de un acto moral. Ej. La cantidad de dinero robado, actuar por miedo a la muerte. Hay que considerar:  Quién realiza la acción. Ej. Un mal ejemplo de la autoridad es más grave.  Qué cosa, es decir la cualidad del objeto. Ej. Si es algo sagrado, el monto de lo robado.  Dónde, en qué lugar. Ej. El pecado cometido en público es más grave, por el escándalo.  Con qué medios. Ej, fraude, engaño, violencia, etc.  El modo como se realizó. Ej. Rezar con atención o distraídamente, castigar a hijos con crueldad.  Cuándo se realizó la acción. Ej. No ir a Misa el domingo, no es igual que no ir a Misa entre semana. 22
  • 24. Manual de Moral y Mandamientos  El fin o la intención es el fin que la voluntad pretende al realizar un acto. Es un elemento esencial en la calificación moral de un acto. El fin no justifica los medios, es decir, no es válido ayudar a alguien con el fin de obtener la fama o para quedar bien, se brinda ayuda sin buscar una ventaja. Tampoco es válido hacer un mal para obtener un bien. Cuando un acto es indiferente, es el fin el que lo convierte en bueno o en malo. Ej. Pasear, pero con idea de planear un robo. Un fin bueno nunca podrá convertir en bueno un acto malo. Ej. Robar al rico para darlo a los pobres, abortar por bien del matrimonio. Actuar poniendo el placer como fin rompe la jerarquía de valores. El placer debe de acompañar al acto como un efecto secundario, no como un fin en sí mismo. Para que un acto sea moralmente bueno, tanto el objeto como las circunstancias y el fin, deben ser buenos. 5.La libertad y la moral La libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o no obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar por sí mismo acciones deliberadas. Es la capacidad de auto dirigirse, según le dicta la razón. La libertad en el hombre es una fuerza de crecimiento y madurez. La libertad alcanza su perfección cuando está orientada hacia Dios. La libertad implica la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Es un don que Dios le ha dado al hombre, ha compartido con él algo que es exclusivo de Dios. La elección del mal y de la desobediencia nos lleva a la esclavitud del pecado (Cf. Catecismo 1731). El hombre es libre, pero la libertad no es su último valor, está regida por la responsabilidad, el deber, etc. El ejercicio de la libertad es una exigencia inseparable de la dignidad de la persona. Hay diferentes tipos de libertad: a. Libertad física, el animal salvaje. b. Libertad interior o capacidad de decisión c. Libertad moral, escoger según los valores morales. d. Libertad evangélica, librarse del demonio y del pecado, a través de la gracia y del Esp. Santo. e. Libertad religiosa, el derecho de cada hombre a practicar su religión. 23
  • 25. Manual de Moral y Mandamientos Resumiendo el hombre es libre, pero su libertad está condicionada por los derechos de Dios y del prójimo. Como consecuencia cuando libremente rompa esos derechos comete pecado. 6.Obstáculos del acto humano Existen unos obstáculos que pueden impedir el debido conocimiento de la elección y la libre elección. Unos afectan la advertencia y otros afectan el consentimiento. a. Obstáculo que afecta el conocimiento: la ignorancia que significa falta de conocimiento de una obligación. Es una ausencia de conocimiento moral que se podría y se debería tener. La ignorancia puede ser vencible o invencible.  La ignorancia vencible es la que se podría y debería superar. Se divide en:  Simplemente vencible si se puso algún esfuerzo por superarla, pero no lo suficiente.  Crasa o supina, si no se hizo nada o casi nada por superarla, grave descuido.  Afectada cuando no se quiere hacer nada por superarla, esto es tremendo.  Ignorancia invencible es aquella que no puede ser superada, ya sea por ignorancia o porque ha tratado de salir de ella y no lo logró. Esta ignorancia no se presupone cuando la persona tiene educación humana y escolar, casi siempre será una ignorancia vencible en estos casos. b. Existen unos principios morales sobre la ignorancia:  La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ante Dios. Ej. No peca un niño pequeño que hace algo malo.  La ignorancia vencible siempre lleva culpa en mayor o menor grado, según sea su negligencia por salir de ella.  La ignorancia afectada, lejos de disminuir la culpa, la aumenta. Hay la obligación de conocer la Ley Moral. Es un deber salir de la ignorancia, es obligatorio. 24
  • 26. Manual de Moral y Mandamientos c. Los obstáculos que afectan la libre elección de la voluntad son las pasiones, la violencia, los hábitos.  Las pasiones o sentimientos son emociones o impulsos de la sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en virtud de lo sentido o imaginado como bueno o como malo. En si son indiferentes, la respuesta es la que hace que algo sea bueno o malo. Ej. La ira es santa si lleva a defender las cosas de Dios, el odio al pecado es válido.  Las pasiones son parte del psique humano. Deben de estar guiadas por la razón. Los sentimientos y las emociones pueden ser aprovechados por las virtudes o pervertidos por los vicios, que es el hábito de obrar mal. La persona no se debe dejar llevar únicamente por la voluntad debe de estar regulada por la razón.  La violencia es un factor exterior que nos lleva a actuar en contra de nuestra voluntad.  Puede ser física (golpes) o moral (promesas, halagos,).  Los hábitos que son costumbres contraídas por la repetición de actos que nos llevan a actuar de una manera determinada. Cuando estos hábitos son buenos se convierten en virtudes, cuando son malos se conocen como vicios. Hay que luchar contra los hábitos malos, hay que combatir las causas. Los vicios pueden disminuir la culpa cuando ofuscan la mente, pero sigue existiendo la responsabilidad de haberlos adquiridos. Existen otros factores que pueden obstaculizar la voluntad como son los de tipo patológicos o ambientales. Conclusión El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de los bienes terrenales” (CDF, instr. “Libertatis conscientia” 13). Por otra parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada frecuencia, desconocidas y violadas. Hay que conocer la ley moral, educar y encauzar la libertad, para poder actuar escogiendo siempre lo bueno. Hay que orientar la vida hacia Dios. Para profundizar: La estructura antropológica de la moralidad tomada del libro “La Moral... una respuesta de amor”, P. Gonzalo Miranda. 25
  • 27. Manual de Moral y Mandamientos V. La libertad del hombre El concepto de Libertad es muy superior a lo que hoy se entiende por "libertad", circunscrita sólo al campo político. El libre albedrío, la libertad de arbitrio, de los católicos contrasta con la esclavitud espiritual que suponen el predeterminismo protestante y el fatalismo musulmán. En este artículo se incluyen los argumentos de su existencia, lesiones y consolidación de la misma así como su alcance. Se entiendo por libre albedrío, o libertad de arbitrio -que es la que propiamente se atribuye a la voluntad humana-, la facultad de determinarse a obrar, es decir, la facultad de querer o no querer, o querer una cosa más que otra. Sólo hay libertad cuando el hombre no está determinado por una causa o un motivo interno (temor invencible, obcecación, pasión, etc...), ni por una causa o un motivo externo (coacción). Consiste, pues, la libertad en una decisión personal; o, como dicen los filósofos, en un obrar intrínseco, en la capacidad del hombre de decidir por sí mismo. La libertad es un acto u operación de la voluntad humana. La voluntad es una facultad apetitiva propia del ser inteligente; tiene por objeto y fin el bien. La posibilidad de elegir el mal es un defecto de la voluntad humana, que acoge falsamente como bueno lo que de suyo es un mal. La verdadera libertad consiste en la elección del bien. La libertad del hombre está debilitada a causa del pecado original. El debilitamiento se agrava aún más por los pecados sucesivos. Pero Cristo “nos liberó para ser libres” (Gal 5, 1). El Espíritu Santo nos conduce con su gracia a la libertad espiritual, para hacernos libres colaboradores suyos en la Iglesia y en el mundo. La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la libertad. En consecuencia, por el libre arbitrio, cada uno decide por sí mismo obrar o no obrar, hacer esto o aquello, elegir entre el bien y el mal, y de ejecutar acciones deliberadas. La libertad hace al hombre responsable de sus actos, en la medida en que éstos son voluntarios; aunque tanto la imputabilidad como la responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o incluso anuladas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia soportada, el miedo, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o sociales. El hombre verdaderamente libre es también sabio, respeta todo, venera todo, de tal manera que en su interior no da curso libre a actitudes 26
  • 28. Manual de Moral y Mandamientos agresivas ni posesivas. No juzga, no presupone, nunca invade el terreno de las intenciones. En suma, reconoce la dignidad y la humanidad del otro, es sensible hasta sentir como suyos los problemas ajenos y es capaz de tratar a los demás con la misma comprensión con que se trata a sí mismo. El derecho al ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, en cuanto resulta inseparable de su dignidad de persona humana. Este derecho ha de ser siempre respetado, especialmente en el campo moral y religioso, y debe de ser civilmente reconocido y tutelado, dentro de los límites del bien común y del justo orden público. La libertad, como enseña León XIII, es «el bien más noble de la naturaleza, propia solamente de los seres inteligentes, que da al hombre la dignidad de estar "en manos de su propia decisión" y de tener la potestad de sus acciones» (León XIII, Libertas Praestantissimum, DS 3245; CE 63/1; DP-II 225/[1]). 1. Existencia Frente a los que niegan la existencia de la libertad humana (deterministas), el Magisterio de la Iglesia enseña que la razón natural puede probar con certeza la existencia de la libertad del hombre (cfr Pío IX, Decr. de la S. Congr. del Indice, 11-VI-1855, DS 2812 [1650]). En esa demostración suelen darse tres argumentos. a. El primero es de orden psicológico: está basado en el testimonio de la conciencia. La conciencia de cada individuo experimenta que es dueño de muchos de sus actos, queridos de tal modo que se hubieran podido no querer, o querer otros actos diferentes en su lugar. La historia refuerza el testimonio de la conciencia al mostrar que los pueblos han atribuido a los hombres normales la responsabilidad de sus actos y, consiguientemente, castigan o premian a los que hacen el mal u obran el bien. b. Otro argumento está basado en el orden moral. Si el hombre no tuviese libertad, carecerían de sentido los mandatos y las prohibiciones morales, el mérito y el demérito, los premiso y las sanciones, pues sin liberta del hombre no sería responsable. c. Por último, también se aduce un argumento de orden metafísico. El objeto al que tiende de modo propio la voluntad humana es el bien; en otras palabras, el bien es el objeto formal de la voluntad. Es cierto que el hombre quiere necesariamente lo que se le presenta como bien. Pero los bienes particulares y concretos que se presentan a la voluntad, o sea los bienes creados y los actos que el hombre puede realizar, son bienes finitos, imperfectos. Es decir, se presentan al mismo tiempo como objetos que contienen elementos de bien y elementos de mal; son ambivalentes, sin posibilidad de mover a la voluntad de modo 27
  • 29. Manual de Moral y Mandamientos necesario. Por ese aspecto mixto (bien-mal) que presentan, la voluntad puede aceptarlos y puede rechazarlos; en otros términos, los quiere de modo libre. Propiamente, sólo Dios, bien absoluto, sería capaz de mover necesariamente la voluntad humana; pero el hombre lo conoce tan imperfectamente, que su voluntad puede rechazarlo. 2. Lesión y consolidación de la libertad El Magisterio de la Iglesia defendió siempre la existencia de la libertad en el hombre y ha condenado todo atentado a la libertad. «Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado, con libre albedrío y lo puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia. El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó... La libertad del albedrío la perdimos en el primer hombre, y la recuperamos por Cristo Señor nuestro; y tenemos libre albedrío para el bien, prevenido y ayudado por la gracia; y tenemos libre albedrío para el mal, abandonado de la gracia, y por la gracia fue sanado de la corrupción» (Conc. de Quiersy, DS 621 y 622 [316 y 317]). Con el pecado original, el libre albedrío del hombre quedó atenuado en sus fuerzas e inclinado, pero no extinguido (cfr Conc. de Trento, «Decreto sobre la justificación», cap. 2, DS 1521 [793]: Cfr DS 378 [181]. Por eso, el hombre permanece en su libertad de hacer el bien con la gracia o de elegir el mal rechazándola (cfr Ibid, DS 1525s [797s]; Conc. Vaticano I, Dei Filius, cap 3, DS 3010 [1791]). Así, pues, con el pecado original, la libertad del hombre quedó herida, lesionada, inclinada al mal. Pero con la Redención de Jesucristo la libertad del hombre ha adquirido una nueva dimensión. Por el bautismo el hombre adquiere la libertad de los hijos de Dios (Rom 8, 21-23), pues , como nos enseña Jesucristo, «si permanecéis en mi doctrina... conoceréis la verdad, y la verdad os hará libres... Si el Hijo os da la libertas, seréis verdaderamente libres» (Juan 8, 31-36). Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, el hombre debe desarrollarla y aplicarla a todos los campos de su existencia. La libertad que Cristo nos ha ganado consiste en la liberación del pecado (Rom. 6, 14-18) y, en consecuencia, de la muerte eterna (Apoc. 2, 11; Col 2, 12-14; Rom 5, 12) y del dominio del demonio (Juan 12, 31; Col 2, 15; 1 28
  • 30. Manual de Moral y Mandamientos Juan 3, 8); en fin, Cristo nos ha reconciliado con Dios y con los demás hombres (Col 1, 19-22). 3. Alcance de la libertad cristiana «La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre. Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cfr Ecles 15, 14) para que así busque espontáneamente a su Creador y, adhiriéndose libremente a Este, alcance la plena y bienaventurada perfección» (Gaudium et Spes, n. 17). En esta enseñanza se encuadra perfectamente el concepto y la orientación de la libertad humana, así como su alcance salvífico; pues el constitutivo de la libertad no está en elegir un contenido contrario al fin del hombre, conocido por la razón natural y revelado por Dios, sino en una decisión propia, personal, por la que el hombre busca en todas las cosas de su vida a Dios; una decisión por la que libremente el hombres se adhiere a Dios, y así realiza su ser en la plenitud a la que Dios le llama. «La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción interna personal, y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre elección del bien, y procura para ello los medios adecuados, con esfuerzo y eficacia crecientes» (Ibid). No es, por consiguiente, libre el hombre cuando se deja llevar por las pasiones y, bajo una concepción falsa de su autonomía, elige contenidos pecaminosos, que le separan de su fin, que es Dios, y, por tanto, de la salvación. Por el contrario, expresa en grado sumo su libertad, cuando, apoyándose en la gracia divina, da fruto a los talentos recibidos y se abandona sin reservas a la Providencia, buscando, consciente y comprometidamente, su identificación con la voluntad divina. «La vocación divina del hombre exige de él que dé una respuesta libre en Jesucristo. el hombre no puede no ser libre. Pertenece de lleno a su dignidad y oficio el observar la ley moral natural y sobrenatural, con un pleno dominio de sus actos, y adherirse al Dios que se revela en Cristo. La libertad del hombre caído ha quedado de tal modo herida, que ni siguiera puede cumplir las obligaciones de la ley natural durante un largo periodo de tiempo, sin la ayuda de la gracia de Dios. Pero con la gracia, de tal manera se eleva y fortalece su libertad, que lo que vive en la carne, lo vive santamente en la fe de Jesucristo (cfr Gál 2, 20)» («Catequesis [Directorio General Catequético]», n 61). 29
  • 31. Manual de Moral y Mandamientos VI. La Ley, una guía en nuestro camino En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena, cuando es necesario, en los oídos de su corazón advirtiéndole que debe amar, practicar el bien y evitar el mal. Las expresiones de la ley moral son diversas y todas están coordinadas entre sí: la Ley eterna cuya fuente es Dios; la ley natural; la ley revelada en el Antiguo y Nuevo Testamento y finalmente, las leyes civiles y eclesiásticas. El Papa León XIII, también enseñaba que la ley natural está inscrita y grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres, porque es la razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero que esta prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley, sino fuese la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y nuestra libertad deben ser sometidos. Vivimos en una época de grandes avances científicos y tecnológicos: la radio, el teléfono, la televisión, los aviones, etc. Todos estos avances que ha realizado el hombre los ha tenido que realizar respetando ciertas leyes que están inscritas en la naturaleza y por ello, alcanzaron el éxito. El hombre, cuando respeta la naturaleza propia del ser humano, alcanza la felicidad y la plenitud. Cuando va en contra de su naturaleza, cae en el vacío. Su vida pierde sentido, como le sucede, por ejemplo, a una persona adicta a las drogas. Pero, la pregunta es: ¿con respecto a qué? ¿Cuál es la norma o el criterio para saber si algo es bueno o malo? La respuesta es el bien moral, que regula y mide los actos humanos en orden a su fin último. El bien moral es lo que mejora a toda la persona y no solo a una de sus partes, por ello es diferente al valor que sólo mejora alguna parte de la persona. Es el bien que está por encima de todos los demás bienes. El “bien moral" es el que le da valor a todos los actos del hombre. La ley moral nos guía para conseguir el bien moral que abarca a todo el hombre, que hace que éste actúe de acuerdo a su dignidad y sea un reflejo de la bondad de Dios. Existen diferentes tipos de leyes: 30
  • 32. Manual de Moral y Mandamientos 1. La Ley Moral Es una llamada divina a participar en la misma vida de Dios, un mandato que Dios da para indicar el camino que se debe seguir para alcanzar la vida eterna. Es una orientación para la propia libertad. La ley moral con principios generales y normas particulares, es percibida por la conciencia, aparece en la Sagrada Escritura o por medio de los hombres. 2. La Ley Eterna Cuando Dios creó el universo, le dio unas leyes concretas que garantizaban su perfecto funcionamiento y para que se cumpla su propio fin. Por eso, Santo Tomás define la ley divina como “el plan de la divina sabiduría que dirige todas las acciones y movimientos de las criaturas en orden del bien común de todo el universo”. Todo lo creado ha sido orientado hacia el hombre, que es el único ser libre que convive con todo lo creado, a pesar de ser criatura también. Al hombre, que por su libertad es el único ser que rompe la ley eterna, Dios le ha dado una ley de comportamiento, misma que se encuentra grabada en su corazón: la ley moral natural La ley moral es eterna porque es anterior a la creación; es ley porque es una ordenación normativa que hace la inteligencia divina para el recto ser y obrar de todo lo que existe. Es inmutable y es universal porque es para siempre y abarca a todos los seres creados según su naturaleza. 3. La Ley Natural La ley natural es la ley eterna en lo que se refiere al hombre. Ley para orientar su libertad hacia su realización perfecta como seres espirituales. Se llama natural porque se refiere a la misma naturaleza del hombre. Es un designio amoroso de Dios. Existen ciertas leyes y normas que rigen el Universo. Son leyes que no han sido fabricadas por el hombre, sino que están inscritas en la naturaleza. Son tan “naturales” como la ley de gravedad, por medio de la cual sabemos que siempre que soltamos un objeto, éste caerá al suelo. Nosotros, sin necesidad de estudiar nada, sabemos que los objetos se caen, que el agua moja, que el fuego quema. Gracias a nuestra libertad, podemos elegir bañarnos o no bañarnos, pero si nos metemos a un chorro de agua, no podemos elegir mojarnos o no mojarnos, como tampoco podemos evitar caernos si sacamos todo nuestro cuerpo por la ventana desde el tercer piso de un edificio. 31
  • 33. Manual de Moral y Mandamientos No podemos evitar que la Tierra se mueva alrededor del sol, ni que cada día dure 24 horas. Estas leyes que rigen el universo son inmutables y universales y no queda más remedio que aceptarlas y adecuar nuestro comportamiento a ellas. De la misma manera en que hemos descubierto estas leyes que rigen el Universo sin que nadie tuviera que explicarnos el por qué son así, también podemos descubrir dentro de nosotros otras leyes que están ya inscritas dentro de nuestra naturaleza humana, compuesta de alma y cuerpo. Pensemos en nuestro cuerpo: si no comemos, nos da hambre; si no dormimos, sentimos sueño; si hacemos ejercicio nos da sed. Respiramos y nuestros pulmones purifican la sangre que el corazón bombea a todo nuestro cuerpo sin que podamos hacer nada para impedirlo. Son leyes que no podemos cambiar sin poner en serio peligro nuestra vida. En nuestra alma también encontramos una ley que nosotros no hemos escrito y que tampoco podemos cambiar sin hacernos daño. Esta ley nos dicta hacer siempre el bien y evitar el mal. La conocemos desde siempre. Nadie nos la tuvo que decir o explicar pues ya estaba dentro de nosotros. Esta Ley natural también es universal e inmutable, como la ley de la gravedad, es decir, es aplicable a todos los hombres y no cambia con el paso del tiempo. Dentro de esta Ley natural están todos los preceptos universalmente válidos, como el “no matarás”, “respeta a los otros y a sus bienes”, “defiende la verdad”, “lucha por la justicia”, etc. Toda ley está enfocada a buscar un bien, y así como la ley de la gravedad conserva el equilibrio en el universo, así también la Ley moral natural está encaminada a que todo lo que hay dentro de nosotros funcione correctamente y no se rompa el equilibrio planeado por Dios desde el principio. 4. La Ley Divina Revelada Parece increíble, pero Dios sabía que no era suficiente el habernos dado la luz de nuestra conciencia y la ley natural. Dios sabía que el hombre, al hacer uso de su libertad, iba a intentar violar aún estas leyes universales e inmutables, con el riesgo de hacerse un daño irreparable. 32
  • 34. Manual de Moral y Mandamientos Por esto, Él mismo se comunica con el hombre y le transmite “instructivos” exactos y precisos que debe respetar para llegar a su fin último, a encontrar el “tesoro escondido” que es la felicidad plena y eterna junto a Él. Este instructivo lo conocemos con el nombre de Ley Divina Revelada y está plasmado en la Sagrada Escritura. Dentro de ella están los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus palabras y su ejemplo. Si leemos el Evangelio, encontraremos en él cientos de consejos que te da Jesucristo: Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón. Al que te pida el manto, dale también la túnica. Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen. Todos estos consejos son “pistas” que Dios nos da para que realmente encontremos nuestro tesoro y no nos quedemos perdidos a la mitad del camino. 5. Las Leyes Civiles Aparte de las pistas, Dios ha querido escoger a ciertas personas como “guías”, conocedores del camino, y les ha dado la autoridad para guiarnos, para dictar leyes que nos indiquen con claridad el camino más seguro para llegar a nuestro fin. Las leyes civiles, dictadas por hombres con autoridad, son necesarias e indispensables para que podamos vivir en armonía. ¿Te imaginas el desastre que sería la vialidad, si no existieran leyes de tránsito y cada quien circulara por donde se le antojara?. Todas estas leyes y normas, nacen de la razón humana y son dictadas por las autoridades para buscar el bien común. Estas leyes no son universales, pues están dictadas sólo para un grupo determinado de individuos, de un país, de un estado, de una determinada profesión, o que cumplen determinadas características. De esta manera, las leyes de tránsito sólo afectan a aquellas personas que manejan o transitan por la calle y el código civil mexicano no es válido para los que viven en otro país. Estas leyes tampoco son inmutables, pues están dictadas para un momento determinado y pueden cambiar cuando cambien las circunstancias actuales. Así, podemos ver que las leyes que existían 33
  • 35. Manual de Moral y Mandamientos en el siglo pasado para el tránsito de carretas y caballos por las calles, desaparecieron. Dado que son hombres los que dictan las leyes civiles, no son infalibles y pueden equivocarse voluntaria o involuntariamente. Es muy fácil descubrirlo, basta que siempre tengas en mente que las leyes positivas son obligatorias sólo cuando son legítimas y justas, es decir, cuando:  Están dirigidas al bien común, al bien de la comunidad y sus individuos. Esto quiere decir que una ley no debe buscar solamente beneficiar a una persona o a un grupo determinado, sino a toda la sociedad por igual.  Han sido dictadas por una autoridad legítima. Esto significa, por ejemplo, que nosotros, aunque tengamos autoridad sobre nuestros hijos, no podemos dictar una ley válida para todo el país, a menos que fuéramos el Presidente de la Nación. Tampoco serían válidas las leyes dictadas por alguien que haya alcanzado el puesto de autoridad por una vía ilícita, como podría ser el caso de un loco.  Son buenas en sí mismas y en sus circunstancias. Esto significa que deben estar de acuerdo con la Ley eterna, la Ley natural y la Ley revelada. Así, no puede ser válida ninguna ley que vaya en contra del respeto a la vida o del respeto a los demás, pues sería tan ilógica como una ley que te obligara a desafiar la Ley de la gravedad.  Son impuestas a cada individuo en las debidas proporciones. Una ley no puede ser válida si exige algo fuera de las posibilidades del individuo, como podría ser una ley que obligara a trabajar a niños o ancianos.  Si una ley es injusta porque no cumple con alguna de las condiciones anteriores, no estamos obligados a obedecerla y si acaso una ley va en contra directamente de la ley natural, nuestra obligación es desobedecerla, pero tenemos que saber con claridad el porqué de las leyes, de este modo, siempre obedeceremos las leyes buenas y no seguiremos aquellas que por diferentes motivos puedan ir en contra de la dignidad de la persona humana. Algunas personas podrán decir que cada uno puede interpretar la Ley de Dios a su manera. Recordar que Dios dejó una Iglesia y un “instructivo” muy claro que son las Sagradas Escrituras en la cuales se encuentran los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio 34
  • 36. Manual de Moral y Mandamientos Jesucristo con sus palabras y su ejemplo. En la Iglesia, Dios está presente en el Papa que es el vicario de Cristo en la Tierra y está asistido por el Espíritu Santo. Para profundizar: Dios llama desde la ley moral natural, tomado del libro "La Moral .... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda, LC. 35
  • 37. Manual de Moral y Mandamientos VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al actuar, si lo que hacen está bien o mal. Es el conocimiento intelectual de los actos propios. Es innegable que la inteligencia humana conoce los principios primarios del actuar; "haz el bien y evita el mal", no hacer a los demás lo que no queremos que nos hagan". El hombre en lo más profundo de su conciencia descubre la ley, que no se ha dado a sí mismo, sino a la que debe obedecer y que resuena en su corazón, diciéndole que siempre debe amar y hacer el bien. "La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde está solo con Dios". GS 16. El hombre prudente cuando escucha su conciencia puede oír a Dios que le habla. San Agustín recomendaba: “Retorna a tu conciencia, interrógala…retornad hermanos al interior, y en todo lo que hagáis mirad al Testigo Dios”. La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él, nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza…La conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo (Newman, carta al duque de Norfolk 5). La conciencia no es una potencia más, unida a la inteligencia y a la voluntad. Podríamos decir que es la misma inteligencia cuando juzga la moralidad de un acto, basándose en los principios morales innatos de la naturaleza humana. Esas leyes inscritas en el corazón y dadas por Dios. Además, la conciencia es una facultad natural del ser humano, no es una parte de la vida religiosa del hombre. En la actualidad los movimientos de tipo psicológico, como el New Age, hablan de una conciencia como el íntimo conocimiento que el hombre tiene de sí mismo y de sus actos. Esta sería una conciencia vista desde el punto de la psicología, no una conciencia moral. La conciencia que nos interesa es la conciencia moral, que es la misma inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o la maldad de un acto. 36
  • 38. Manual de Moral y Mandamientos Juicio porque la moralidad juzga un acto. Es práctico porque aplica en la práctica, en cada caso en particular y concreto lo que la ley dice. Sobre la moralidad de un acto es lo que la distingue de la conciencia psicológica, pues en este caso lo propio es juzgar si una acción es buena, mala o indiferente. La conciencia funciona cuando juzga si un acto es bueno o malo, de una manera práctica, es decir, aplica en cada caso particular y concreto lo que la ley dice. Nos ordena en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el mal. Se puede decir que la conciencia moral es un juicio de la razón por la cual la persona reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa hacer, está haciendo o ha hecho. Cuando hacemos algo bueno, la voz de nuestra conciencia nos aprueba, cuando hacemos algo malo, esta misma voz nos acusa y condena sin dejarnos en paz. La conciencia no sólo da un juicio después de que ya hicimos algo, sino también antes de tomar una decisión. Ella es testigo de nuestros actos y para dar su sentencia como juez, se basa en las leyes naturales que Dios ha escrito en el corazón del hombre. Es la facultad que descubre el valor de los principios de la ley moral y los aplica a una situación concreta. Juzga nuestras acciones concretas aprobando las buenas y denunciado las malas. Ordena siempre que dejemos el mal y que hagamos el bien. Cada persona debe de prestar mucha atención a sí mismo para oír y seguir la voz de la conciencia, es una exigencia de interioridad. El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. No es lícito actuar en contra de la propia conciencia, ya que ésta es la voz de Dios. Actuar en contra de la conciencia es actuar contra uno mismo, de las convicciones más profundas y de los principios morales. Obedecer a la conciencia es obedecer a Dios, por eso es importante seguir siempre lo que ella nos dicta. Todos debemos prestar mucha atención a nosotros mismos para poder oír y seguir la voz de la conciencia. La dignidad de la persona exige que tengamos una conciencia moral recta. Por la conciencia podemos asumir la responsabilidad de nuestros actos. Cuando elegimos libremente llevar a cabo un acto, la libertad nos hace 37
  • 39. Manual de Moral y Mandamientos responsables de los actos que, voluntariamente y siguiendo a nuestra conciencia, hemos realizado. Ahora bien, no todas las conciencias son iguales, pues solemos tener ciertas deformaciones, aunque sean pequeñas. La conciencia se puede formar o deformar. Una conciencia bien formada siempre nos invitará a actuar de acuerdo con nuestros principios y convicciones, nos impulsará a servir a los hombres. La conciencia recta y veraz se forma con la educación, con la asimilación de la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Se ve asistida por los dones del Espíritu Santo y ayudada por los consejos de las personas prudentes. Además, favorecen mucho la formación de la conciencia tanto la oración como el examen de conciencia. La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida que garantiza la libertad y engendra la paz del corazón. La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la caridad procede al mismo tiempo “de un corazón limpio, de una conciencia recta y de una fe sincera” (1 Tm 1, 5; 3, 9; 2 Tm 1, 3; 1 P 3, 21; Hch 24, 16). Sin embargo, el desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral. Una conciencia deformada puede equivocarse y presentarnos por bueno, lo malo. Esto puede suceder por ignorancia, por los criterios del ambiente en el que vivimos, por criterios falsos que hayamos interpretado como verdaderos o por debilidades repetidas. 1.¿Cómo se llega a deformar la conciencia? Nuestra conciencia no se deforma de un día para otro, generalmente es fruto de malos hábitos: Nosotros podemos deformar nuestra conciencia poco a poco, sin darnos cuenta, si aceptamos voluntariamente pequeñas faltas o imperfecciones en nuestros deberes diarios. 38
  • 40. Manual de Moral y Mandamientos Si todos los días vamos haciendo las cosas “un poco mal”, llega un momento en el que nuestra conciencia no hace caso de esas faltas y ya no nos avisa que tenemos que hacer las cosas bien. Se convierte en una conciencia indelicada, que va resbalando de forma fácil del “un poco mal” al “muy mal”. También puede suceder que nosotros deformemos nuestra conciencia a base de repetirle principios falsos como: “No hay que exagerar”. Se convierte así en una conciencia adormecida, insensible e incapaz de darnos señales de alerta. Esto se da, principalmente, por la pereza o la superficialidad. Podemos convertir nuestra conciencia en una conciencia domesticada si le ponemos una correa, con justificaciones de todos nuestros actos, cada vez que nos quiere llamar la atención, por más malos que estos sean: “Lo hice con buena intención”, “Se lo merecía”, “Es que estaba muy cansado”, "es que él me dijo",etc. Es una conciencia que se acomoda a nuestro modo de vivir, se conforma con cumplir con el mínimo indispensable. También, puede darse una conciencia falsa, es decir, que nos dé señales erróneas porque no conoce la verdad. Esto puede ser por nuestra culpa o por culpa del ambiente en el que vivimos. En este caso los juicios se hacen sin bases, ni prudencia. 2.Tipos de conciencia a. Según el objeto  Verdadera que es la que juzga la acción en conformidad con los principios objetivos de la moralidad. Por ejemplo: sé que estoy en pecado mortal, por lo tanto no puedo comulgar.  Errónea que es la que juzga la acción equivocadamente, es decir, confunde lo malo con lo bueno. Juzga sin bases y sin prudencia. Un ejemplo de esto, es cuando se piensa que si alguien fue violada, es lícito que aborte.  Esta conciencia se divide en dos formas:  Venciblemente errónea cuando no se desea o no se ponen los medios para salir de su equivocación.  Invenciblemente errónea cuando la persona no puede dejar el error, o porque no sabe que está en él, o porque ha hecho todo lo posible por salir de él, sin conseguirlo. 39
  • 41. Manual de Moral y Mandamientos b. Por razón del modo de juzgar  Conciencia recta Este tipo de conciencia siempre juzga con fundamentos y prudencia.  Falsa. En este caso se juzga sin bases, sin prudencia y puede ser:  Conciencia estrecha es la que actúa con ligereza y sin razones serias, afirma que hay pecado donde no lo hay o lo aumenta. Este tipo de conciencia juzga a una persona por un simple comentario.  Conciencia escrupulosa. Para este tipo de conciencia todo es malo. Es opresiva y angustiante pues recrimina hasta la falta más pequeña, exagerándola como si fuera una falta horrible. Siempre piensa que hay obligaciones morales donde no las hay.  Conciencia laxa. Es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de conciencia minimiza las faltas graves haciéndolas aparecer como pequeños errores sin importancia. En este caso, se actúa con ligereza, se niega el pecado cuando lo hay o lo disminuye.  Conciencia perpleja es la que ve pecado tanto en el hacer algo o en el no hacerlo. Es muy común ante las decisiones económicas o políticas. Es la que piensa quiero ayudar a los damnificados, pero si lo hago voy a quitarle algo a mi familia.  Conciencia farisaica. Es la que se preocupa por aparentar bondad ante los demás, mientras en su interior hay pecados de orgullo y soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y eso es lo único que le importa. c. Según la firmeza del juicio  Cierta siempre juzga sin temor a equivocarse.  Dudosa juzga con temor a equivocarse, o simplemente, ni se atreve a juzgar. 3.¿Cómo podemos darnos cuenta de que nuestra conciencia está deformada? Hay tres reglas importantes que debe seguir toda conciencia recta: a. Nunca justifica el mal para obtener un bien. b. El fin no justifica los medios. c. No hacer a otros lo que no quiere que le hagan o trata a los demás como le gustaría que le trataran. Respeta siempre los actos de los demás y los juicios de su conciencia. Esto 40
  • 42. Manual de Moral y Mandamientos quiere decir que la conciencia no debe juzgar los actos de los demás, sino únicamente los propios: “Cree todo el bien que oye y sólo el mal que ve.” Si nos damos cuenta de que nuestra conciencia viola alguna de estas reglas y no nos avisa en el momento adecuado, ni nos recrimina por ello, es muy factible pensar que está desviada o deformada. Al percibir esto, lo mejor es poner enseguida manos a la obra para mejorar, teniendo en cuenta los siguientes tres aspectos:  Tenemos obligación de formar nuestra conciencia de acuerdo con nuestros deberes personales, familiares, de trabajo y de ciudadano; los mandamientos de la Iglesia, los mandamientos de la Ley de Dios y todas las responsabilidades que hayamos contraído libremente. Esta obligación es nuestra y nadie la puede cumplir en nuestro lugar.  Es necesario que actuemos siempre con conciencia cierta, es decir, que los juicios de nuestra conciencia sean seguros y fundados en la verdad. Por ello, debemos poner todos los medios para salir de la duda o del error.  Nunca olvidarnos que si nuestra conciencia está deformada, podría ser porque alguien nos aconsejó con criterios falsos, entonces la responsabilidad de nuestros actos es menor. Pero, si nuestra conciencia está deformada por nuestra propia decisión o negligencia, por no poner los medios para formarla, entonces la responsabilidad de nuestros actos y la culpabilidad es mayor. 4.¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia?  Estudiar el Evangelio, informarnos de qué tratan los documentos del Papa y de la Iglesia. Recordemos que el pretexto de “nadie me lo había dicho”, no sirve como excusa ante Dios, pues es propio de una persona madura formarse e informarse de las normas que deben regir los juicios de nuestra conciencia.  Reflexionar antes de actuar. No nos debemos guiar por nuestros instintos o por lo que oímos, sino por convicciones serias y profundas. Tampoco se vale argumentar: “Creí que estaba bien porque todo el mundo lo hace”.  Pedir ayuda y consejo a alguien que esté bien formado. Puede ser un sacerdote. Nada mejor que un buen examen de conciencia seguido de una buena confesión. Si nos confesamos frecuentemente, nuestra conciencia se irá haciendo más delicada y más sensible a las pequeñas faltas. 41
  • 43. Manual de Moral y Mandamientos  Ser sinceros con nosotros mismos y con Dios. Llamar a cada cosa por su nombre, sin tratar de justificar lo que hacemos o de darle nombres disfrazados que aparentemente le quitan importancia a los actos.  No nos desanimemos ante los fallos. Aprender siempre de las caídas para comenzar de nuevo.  Formar hábitos buenos, programando nuestra vida y nuestro tiempo, sin permitirnos fallos voluntariamente aceptados.  Tener una vida de oración y de sacramentos para poder obtener las luces necesarias para la inteligencia y las gracias para fortalecer la voluntad. La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se forma la conciencia moral. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1802 Para profundizar: Dios llama en la conciencia, tomado del libro "La Moral ......una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda. 42
  • 44. Manual de Moral y Mandamientos VIII. La gracia, Dios presente en nosotros Dios creó al hombre y a la mujer por amor, en un estado de absoluta felicidad, viviendo en su presencia. Ellos, por su soberbia, quisieron hacerse dioses y cometieron el pecado original. A partir de ese momento perdieron la amistad con Dios. El pecado original es el primer pecado cometido por la primera pareja humana, mismo que es transmitido por herencia a todos sus descendientes. Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la naturaleza humana herida, es decir con las consecuencias del pecado original, privada por tanto de la santidad y de la justicia original. Desde ese momento todos los hombres nacen con el pecado original (Cf. GS n. 22). Como consecuencia del pecado, la naturaleza humana quedó debilitada de sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e inclinada al pecado (Cf. Catecismo n. 418). Con el pecado original todos los hombres pierden la Vida Divina y la imagen de Dios queda deformada. 1.El Hombre Nuevo En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos, dando como resultado que, el hombre hasta ahora averiado, quede restaurado, sin pecado original. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así el hombre se convierte en un hombre nuevo. Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo (2Co 5, 17-18). Este hombre nuevo tiene unas nuevas fuerzas, puede vivir la ley de la caridad, Puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Pero, estas fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como un residuo del pecado. De hecho los protestantes lo igualan al pecado. Una diferencia fundamental entre católicos y protestantes es que los católicos sabemos que el pecado queda totalmente borrado con el Bautismo y para los protestantes únicamente está cubierto, pero sigue ahí, se podría decir que para ellos es como si le pusieran un velo. 43