Este manual de moral y mandamientos presenta los principios fundamentales de la doctrina moral cristiana. Explica que las personas están llamadas a vivir en comunión con Cristo para alcanzar la verdadera felicidad, ya que solo el amor de Dios puede llenar al hombre completamente. Dios se revela a los hombres a través de la Revelación para guiarlos hacia el Reino de los Cielos mediante el cumplimiento de los mandamientos y el cultivo de las virtudes cristianas con la ayuda de la gracia divina.
2. Manual de Moral y Mandamientos
Índice
I. La vida en Cristo 5
Introducción 5
1. Dios se revela 6
2. La persona humana escucha y acoge 7
II. La Moral y sus desviaciones 9
1. Las principales fuentes de la moral 9
2. La moralidad de las pasiones 11
3. La moral en el Catecismo de la Iglesia 11
4. Las líneas de la moral cristiana 12
III. El hombre está llamado a ser feliz 14
1. La vocación 14
2. Las Bienaventuranzas 14
3. Las respuestas al deseo de felicidad 18
IV. Los actos humanos y la libertad 20
1. Los actos humanos 20
2. División de los actos humanos 21
3. Los actos morales 21
4. La moralidad de los actos humanos dependen de tres
elementos fundamentales 22
5. La libertad y la moral 23
6. Los obstáculos del acto humano 24
Conclusión 25
V. La libertad del hombre 26
1. Existencia 27
2. Lesión y consolidación de la libertad 28
3. Alcance de la libertad cristiana 29
VI. La Ley, una guía en nuestro camino 30
1. La ley moral 31
2. La ley eterna 31
3. La ley natural 31
4. La ley divina revelada 32
5. Las leyes civiles 33
VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios 36
1. ¿Cómo se llega a deformar la conciencia? 38
2. Tipos de conciencia 39
3. Conciencia deformada 40
4. ¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia? 41
1
3. Manual de Moral y Mandamientos
VIII. La gracia, Dios presente en nosotros 43
1. El Hombre Nuevo 43
2. La gracia 44
3. Necesidad de la gracia 44
4. Clasificación de la gracia 45
5. Las virtudes teologales y los dones del Espíritu Santo 46
6. Conclusión 47
IX. El misterio de la gracia 48
1. Naturaleza y división de la gracia 48
2. Necesidad que el hombre tiene de la gracia 49
3. La predestinación 49
4. La predestinación y la libertad 50
5. La eficacia de la gracia y la libertad humana 51
X. La virtud, la respuesta positiva del hombre 53
1. Diferencias entre virtud y valor 54
2. Tipos de virtudes 55
3. Virtudes cardinales 56
4. Pecados contra la prudencia
57
5. Pecados contra la fortaleza 59
6. ¿Cómo adquirir las virtudes? 60
7. La santidad cristiana 60
XI. El pecado, la respuesta negativa del hombre 62
1. ¿Cuál es la causa del pecado? 62
2. Pero, ¿por qué pecamos aún cuando conocemos la verdad?65
3. La tentación 66
4. ¿Puedo perder el cielo por dejarme llevar por el ambiente? 67
XII. La fe, fundamento y fuente de la vida moral 68
1. Definición y naturaleza de la fe 68
2. Deberes que la fe impone 69
3. Pecados contra la fe 71
XIII. La esperanza, confiar en Dios 73
1. Definición de la esperanza 73
2. Pecados contra la esperanza 74
XIV. La caridad, virtud reina del cristianismo 76
1. Pecados contra el amor a Dios 78
2. El amor al prójimo 78
3. Las obras de misericordia 78
4. Pecados contra el amor al prójimo 79
XV. Los Mandamientos, el camino que Dios nos muestra 80
2
4. Manual de Moral y Mandamientos
1. Amarás a Dios sobre todas las cosas 80
2. No tomarás el nombre de Dios en vano 80
3. Santificarás las fiestas 81
4. Honrarás a tu padre y a tu madre 81
5. No matarás 82
6. No cometerás actos impuros 82
7. No robarás 83
8. No dirás falsos testimonios ni mentiras 83
9. No consentirás pensamientos ni deseo impuros 84
10. No codiciarás los bienes ajenos 84
XVI. Primer Mandamiento: Amarás a Dios sobre todas las cosas 85
1. El Decálogo 85
2. La virtud de la Religión 87
3. ¿En qué creen los hombres de hoy? 90
4. ¿Por qué los hombres han caído en el error de sustituir a Dios?
91
5. Los pecados contra el Primer Mandamiento 94
XVII. Segundo Mandamiento: No tomarás el nombre de Dios en vano 96
1. El nombre de Dios 96
2. Pecados contra el Segundo Mandamiento 98
XVIII. Tercer Mandamiento: Santificarás las fiestas 100
1. ¿En qué consiste el descanso? 101
2. Pecados contra el Tercer Mandamiento 102
3. Y, ¿si estoy enfermo? 103
XIX. Cuarto Mandamiento: Honrarás a tu padre y a tu madre 104
1. Vocación divina 105
2. El diálogo 105
3. La donación incondicional 106
4. La ayuda mutua 106
5. Procreación y educación de los hijos 106
6. Los deberes de los hijos hacia los padres 107
7. Los deberes de los padres hacia los hijos 108
8. La comunidad política y la Iglesia 110
XX. Quinto Mandamiento: No matarás 112
1. Visión cristiana de la vida corporal 113
2. La vida corporal vista desde la ley natural 113
3. Abusos contra la integridad de la propia vida 114
4. Abusos contra la vida de los demás 116
5. Respeto de la vida naciente 119
6. Sentido cristiano del sufrimiento y del dolor 120
XXI. Sexto Mandamiento: No cometerás actos impuros 122
1. Visión actual de la sexualidad 122
3
5. Manual de Moral y Mandamientos
2. Dimensión antropológica de la sexualidad 123
3. La virtud de la castidad 124
4. Dimensión de relación en la sexualidad 126
5. Visión cristiana de la sexualidad 127
6. Significado de la concupiscencia 130
XXII. Séptimo Mandamiento: No robarás 132
1. Significado del Séptimo Mandamiento 134
2. No sólo el que roba es ladrón 135
3. ¿Cómo cumplir con el Séptimo Mandamiento? 136
XXIII. Octavo Mandamiento: No dirás falsos testimonios ni mentirás 140
1. Los pecados contra la verdad 142
XXIV. Noveno Mandamiento: No consentirás pensamientos impuros 145
1. El significado del Noveno Mandamiento 146
2. La imaginación 147
3. Pecados contra el Noveno Mandamiento 148
XXV. Décimo Mandamiento: No codiciarás los bienes ajenos 149
1. ¿Cómo vivir el Décimo Mandamiento? 150
XXVI. Los Mandamientos de la Iglesia 152
1. Oír Misa entera los domingos y fiestas de guardar 154
2. Confesar los pecados graves cuando menos una vez
al año, en peligro de muerte y si se ha de comulgar 154
3. Comulgar por Pascua de Resurrección 154
4. Ayunar y abstenerse de comer carne cuando manda la Iglesia
155
5. Ayudar a la Iglesia en sus necesidades 155
XXVII. La moral y la santidad del Hombre Nuevo 156
1. El Hombre Nuevo 156
2. La acción del Espíritu Santo 157
3. Los Sacramentos y la vocación a la santidad 158
4. La cruz y el sacrificio en la vida cristiana 159
5. Vivir en obediencia y amor al Papa y al Magisterio de la Iglesia
160
6. Moral de la caridad 161
Anexo 1: La abstinencia 163
4
6. Manual de Moral y Mandamientos
I. La vida en Cristo
Introducción
Hoy el género humano vive un período nuevo de su historia, caracterizado
por cambios profundos y acelerados, que progresivamente se extienden al
universo entero. Los provoca el hombre con su inteligencia y su actividad
creadora; pero recaen luego sobre el hombre, sobre sus juicios y deseos
individuales y colectivos, sobre su modo de pensar y sobre su
comportamiento para con las realidades y los hombres con quienes vive.
Es esto tan claro, que ya se puede hablar de una verdadera metamorfosis
social y cultural, que redunda también sobre la vida religiosa.
Como ocurre en los casos de crisis de crecimiento, esta transformación trae
consigo no leves dificultades. Si bien el hombre amplia extraordinariamente
su poder, no siempre consigue someterlo a su servicio. Quiere conocer con
profundidad creciente su intimidad espiritual, y con frecuencia se siente
más incierto que nunca de sí mismo.
Jamás el género humano tuvo a su disposición tantas riquezas, tantas
posibilidades, tanto poder económico. Sin embargo, una gran parte de la
humanidad sufre hambre y miseria, y son muchos los que caminan sin
rumbo y no encuentran la felicidad. Nunca ha tenido el hombre un sentido
tan agudo de su libertad, y entre tanto surgen nuevas formas de esclavitud
social y psíquica.
En el interior del hombre existe un afán de felicidad y de realización, que es
parte de la naturaleza humana, una necesidad de trascender, de conocer al
Ser Supremo, es por eso que en su naturaleza está inscrito el llamado a
vivir en comunión con ese Ser Supremo, con Cristo (las personas están
llamadas a vivir en comunión con Cristo). Instintivamente, el hombre busca
un orden temporal más perfecto, sin que avance paralelamente en su
desarrollo espiritual.
La inquietud atormenta al hombre, y se pregunta, entre angustias y
esperanzas, respecto a su felicidad y a la actual evolución del mundo. La
turbación actual del hombre y la transformación de las condiciones de vida
están vinculadas a una evolución global más amplia.
Las nuevas condiciones ejercen influjo también sobre la vida religiosa.
Muchedumbres cada vez más numerosas se alejan prácticamente de la
religión. La negación de Dios o de la religión no constituye, como en
épocas pasadas, un hecho insólito e individual; hoy día, en efecto, se
presenta como exigencia del progreso científico y de un cierto humanismo
nuevo. Esa negación se encuentra expresada no sólo en niveles filosóficos,
5
7. Manual de Moral y Mandamientos
sino que inspira ampliamente la literatura, el arte, la política y la
interpretación de las ciencias humanas y de la historia.
Esto explica la perturbación de muchos, y en concreto, la infelicidad del
hombre. Todos y cada uno de los hombres pasan la vida buscando la
felicidad eterna, el ser siempre felices. Se busca algo que nunca se acabe,
una felicidad infinita que sea capaz de llenarle. Esto trae como
consecuencia la necesidad de certezas, de algo en qué agarrarse. Unos
desisten y otros desesperan.
Como esta felicidad tan ansiada, este amor que no cesa es difícil de
encontrar, muchos se desvían en su búsqueda poniendo la felicidad en
bienes materiales, en cosas, o personas que nunca le van a dar la
satisfacción plena.
Cree la Iglesia que el hombre está llamado a vivir en comunión con Cristo.
Únicamente el amor de Dios puede llenar al hombre completamente.
Igualmente cree, que la clave, el centro y el fin de toda la historia humana
se hallan en su Señor y Maestro. Solo Cristo, puede darle al hombre la tan
ansiada felicidad. (Documentos Completos del Vaticano II).
San Agustín dice: “Mi corazón está inquieto hasta que descanse en Ti”.
1.Dios se revela
Confiesa el sagrado Concilio que “Dios, principio y fin de todas las cosas,
puede ser conocido con certeza por la luz natural de la razón humana
partiendo de las cosas creadas” (Rom. 1, 20).
Dios, conoce nuestra dificultad y ama al hombre con un amor infinito, busca
al hombre para ayudarlo a encontrar el verdadero camino hacia la felicidad,
hacia el amor eterno. Se revela en Jesucristo invitándolos a llevar una vida
de comunión con Él. Para ello, Dios se le revela al hombre, para que lo
conozca a Él y su Plan para con Él. Se va dando a conocer a través de la
Revelación.
El Decálogo, el Sermón de la Montaña y la catequesis apostólica nos
describen los caminos que conducen al Reino de los Cielos. Por ellos
avanzamos paso a paso mediante los actos de cada día sostenidos por la
gracia del Espíritu Santo. Fecundados por la Palabra de Cristo, damos
lentamente frutos en la Iglesia para la gloria de Dios (cf la parábola del
sembrador: Mt 13, 3-23).
Hay quienes piensan que el cristianismo es una ideología o una doctrina
filosófico-teológica. Otros lo equiparan con las demás religiones que son
intentos del hombre para acercarse a Dios. El cristianismo no es una
6
8. Manual de Moral y Mandamientos
creación de la mente humana, ni siquiera una doctrina moral, es la
auténtica revelación de Dios que se hace hombre por amor al hombre para
abrirle el camino a la vida eterna, le infunde fuerzas y le enseña cuál debe
ser su conducta. La religión cristiana nace por iniciativa de Dios. El
cristianismo es la respuesta del hombre a Dios que se revela en Cristo.
La Revelación comienza cuando Dios escoge a un pueblo, haciendo una
alianza con él, dándole muestras de amor. Este pueblo de Israel le servirá
para manifestar su amor. A este pueblo elegido le da alimento, bebida, pero
en especial le da los diez mandamientos, que son el camino a la felicidad,
la guía para vivir en comunión con Dios. Como a pesar de las
manifestaciones del amor de Dios, el pueblo sigue siendo infiel, Dios envía
a su Hijo para que el hombre entienda.
Jesucristo es el culmen de la Revelación. En Él podemos palpar la bondad
de Dios y su Amor infinito al hombre. La persona puede y debe vivir en
amistad con Cristo, puede participar de la vida divina, por medio de la
gracia de Dios, y del Espíritu Santo que da vida y alimenta. El cristianismo
es un compromiso personal con Jesucristo, en respuesta al amor eterno
que Dios le tiene al hombre.
Pero ¿cómo conocer al cristianismo?, ¿cómo saber qué es lo que enseña?
Para responder a estas interrogantes, Cristo funda la Iglesia a través de la
cual aprendemos a seguir a Jesús. Este seguimiento de Jesucristo, a
través de la Iglesia fundada por Él es la respuesta que el hombre le da a la
iniciativa de Dios, es la respuesta a la llamada de amor que hace Cristo.
Esta respuesta de amor debe ser real, eficaz, concreta, siempre respetando
todas las ayudas que Cristo ha dejado; sacramentos, Iglesia, normas de
vida, etc. (Cf. Jn, 14. 15. 21; Jn. 15, 14). El amor ha de manifestarse
externamente a través del comportamiento. El que se dice cristiano y no
ama y vive lo que Cristo ama, realmente no se realiza en su vida. El
verdadero cristiano ama y vive como Cristo.
2.La persona humana escucha y acoge
El hombre, ante la invitación al amor, descubre su dignidad (Cf. Catecismo
nn. 1701-1715). Fue creado a imagen y semejanza de Dios, pero la imagen
fue alterada por el pecado, siendo regenerada y restaurada por Cristo,
dándole una nueva dignidad “ser hijo de Dios”.
La persona humana es aquella que posee un alma espiritual, goza de
inteligencia y voluntad, que unida a su cuerpo forma una unidad e identidad
única irrepetible.
7
9. Manual de Moral y Mandamientos
En el alma encontramos el principio de la vida, creado e infundido
directamente por Dios en el hombre. Aquí residen las facultades de la
inteligencia y voluntad. Por la inteligencia puede conocer a Dios, su
Revelación, escuchar lo que le dice su conciencia, etc. Por la voluntad tiene
la capacidad de tomar decisiones y llevarlas a cabo. El hombre es libre, es
decir, es capaz de tomar decisiones y responsabilizarse de ellas. Es capaz
de amar, de luchar por descubrir la verdad, de distinguir entre el bien y el
mal. “A este hombre es a quien se le presenta el plan de salvación de
Cristo, pero todavía está herido por el pecado y no puede lograrlo por sí
solo. Por ello, para alcanzar el designio que Dios le ofrece necesita de la
gracia. Solamente en Cristo, siguiendo su ejemplo, viviendo en amistad con
Él puede lograr la santidad, la plenitud del amor.
Para profundizar: La experiencia moral, llamada de Dios la hombre del libro
"La Moral.... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda.
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10. Manual de Moral y Mandamientos
II. La moral y sus desviaciones
La moral es aquella por la cual la Teología estudia los actos humanos,
considerándolos en orden a su fin sobrenatural. La moral ayuda al hombre
a guiar sus actos, es una ciencia práctica. El hombre necesita de una
norma objetiva que le indique lo que debe hacer y lo que debe evitar para
poder alcanzar su fin: la salvación.
Los actos humanos que se pueden valorar moralmente son aquellos que el
hombre ejecuta con conocimiento y con libre voluntad. Se valoran su
moralidad sobrenatural porque son los que acercan o alejan al hombre de
su posibilidad de alcanzar la vida eterna.
La moralidad de los actos humanos depende del objeto elegido; del fin que
se busca o la intención; de las circunstancias de la acción. El objeto, la
intención y las circunstancias forman los elementos constitutivos de la
moralidad de los actos humanos. El acto moralmente bueno supone a la
vez la bondad del objeto, del fin y de las circunstancias. Una finalidad mala
corrompe la acción, aunque su objeto sea de suyo bueno.
“No se puede justificar una acción mala por el hecho de que la intención
sea buena” (S. Tomás de A., dec. Praec. 6). El fin no justifica los medios.
No está permitido hacer un mal para obtener un bien.
Hay actos cuya elección es siempre ilícita en razón de su objeto (por
ejemplo, la blasfemia, el homicidio, el adulterio). Su elección supone un
desorden de la voluntad, es decir, un mal moral, que no puede ser
justificado en virtud de los bienes que eventualmente pudieran derivarse de
ellos.
1.Las principales fuentes de la moral
a. La Sagrada Escritura es la primera y principal fuente de la moral.
b. La Tradición que son aquellas enseñanzas de Cristo que fueron
transmitidas oralmente.
c. El Magisterio de la Iglesia quien por deseo expreso de Cristo posee la
autoridad y la infabilidad para imponer leyes a los hombres.
Ahora bien, si observamos a nuestro alrededor vemos que hay diferentes
tipos de comportamientos entre los hombres, lo que hace que en ocasiones
se pierda la brújula y se tengan conductas basadas en presupuestos
morales equivocados.
9
11. Manual de Moral y Mandamientos
Veamos algunos de estos presupuestos morales equivocados:
a. El relativismo: tendencia a considerar que todos y cada uno tienen la
razón, aún cuando esta verdad vaya en contra de la doctrina. Todo es
relativo. Pero sabemos que no todo es relativo, existen valores
fundamentales innegables. Esto es muy común en el New Age.
b. El idealismo que no es otra cosa que la filosofía de las cosas bonitas,
de los grandes ideales, pero nunca se aterriza. Se cree conocer todo lo
que está mal, pero no se hace nada por remediarlo.
c. La libre interpretación de la Biblia, cada quien interpreta las cosas como
quiere. Para leer la Biblia hay que hacerlo en su contexto global, con fe,
no con el intelecto únicamente, siempre con referencia a Cristo y con la
guía de la Iglesia.
d. La vivencia de la religión como sentimiento, se vive según se siente, lo
que resulta agradable se acepta. Lo difícil de aceptar o de entender se
rechaza, así se elimina la revelación de dios en los aspectos difíciles de
entender. El sentimentalismo es un gran enemigo de la vida espiritual.
e. El racionalismo, de origen filosófico, solo se acepta lo que se puede
entender con la razón, lo que se puede comprobar, no hay nada
sobrenatural. El hombre debe de reconocer sus limitaciones, su
incapacidad para comprender muchas cosas, no es Dios.
f. Materialismo o secularización que no es otra cosa que el olvido de Dios.
Dios no es parte de la vida diaria, solamente se le recuerda en la Iglesia
o en ciertos ambientes. Se vive como si Dios no existiera. En este
olvido generalizado se presenta una nueva moral donde no hay que dar
cuentas a nadie de lo que se hace.
g. Mala información religiosa, Dios se reduce a ser un salvavidas, es
alguien a quien recurrir en momentos difíciles, cuando hay problemas,
no existe una relación de amor con Él, ni con los hombres.
h. Moral pragmática, solamente se cumple con lo que sirve o es útil.
Cuando la vivencia de la moral es difícil se deja a un lado. La moral no
es un capricho de unas personas, por lo tanto no se puede tomar lo que
es útil, hay que vivirla en su totalidad.
i. Moral de apariencias, solamente se cumple con las normas externas,
hay que aparentar ser bueno, no importa crecer en santidad.
j. Perfeccionismo moral, se da en personas que no se pueden aceptar a
sí mismas, tal como son. Hay que lograr la perfección moral por sí
mismo sin contar con Dios. Es la moral del que siente dolor al pecar
porque está demostrando ser imperfecto.
k. Moral independiente, vivir la moral como dicta la conciencia, aunque
ésta esté deformada o equivocada. Es una moral católica sin Iglesia
católica.
l. Indiferentismo, pasividad, como no se pueden resolver los grandes
problemas del mundo, no se hace nada, cómo no se puede vencer al
pecado, sigo haciendo lo mismo. Olvido de la ayuda de Dios.
m. Moral slogan es la moral en la que no se razona, se toma aquello que
resulta atractivo, sin profundizar en su bondad o maldad.
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12. Manual de Moral y Mandamientos
n. Moral de ¿hasta dónde?, se busca cumplir o hasta donde tengo que
hacer. Es la moral del mínimo esfuerzo. La auténtica vida cristiana debe
buscar imitar más a Cristo.. La auténtica moral cristiana no está basada
en evitar el mal.
o. Moral del sexto y noveno mandamiento, se reduce al campo de lo
sexual únicamente. Nada cuento mientras se cumpla con el sexto y
noveno mandamiento.
p. Moral negativa, se limita a lo que no hay que hacer, sin pensar en el por
qué. No se fija en hacer el bien, sino en evitar el mal, no robar, no
mentir, no matar, etc.
q. Moral evolucionista, es aquella que piensa que la Iglesia debe
modernizarse, que debe ser más comprensiva, más liberal. No se
piensa que lo ha cambiado es la forma, lo accidental, pero el hombre
sigue siendo igual que siempre.
r. Moral de actitudes, lo importante no son los actos, sino la actitud
habitual. Esto es una influencia del protestantismo.
s. Moral de situación, la bondad o malicia de un acto no depende de una
ley universal o inmutable sino que es determinada por la situación en
que se encuentre el hombre.
2.La moralidad de las pasiones
Las pasiones son los afectos, emociones o impulsos de la sensibilidad,
componentes naturales de la psicología humana, que inclinan a obrar o a
no obrar, en vista de lo que se percibe como bueno o como malo. Las
principales son el amor y el odio, el deseo y el temor, la alegría, la tristeza y
la cólera.
Las pasiones en cuanto a impulsos de la sensibilidad, no son en sí mismas
ni buenas ni malas; son buenas, cuando contribuyen a una acción buena;
son malas, en caso contrario. Pueden ser asumidas en las virtudes o
pervertidas en los vicios.
La perfección moral consiste en que el hombre no sea movido al bien sólo
por su voluntad, sino también por su apetito sensible según estas palabras
del salmo: “Mi corazón y mi carne gritan de alegría hacia el Dios vivo” (Sal
84, 3).
3.La Moral en el Catecismo de la Iglesia
La moral ocupa la tercera parte del Catecismo, el cual presenta la moral
como una respuesta al llamado que el hombre recibe. La moral es la
respuesta del hombre a una llamada personal que Dios le hace. Este
llamado esta vocación implica vivir según el Espíritu.
Los Diez Mandamientos constituyen la gran revelación de Dios, son
también el centro de la predicación de Jesucristo en el Sermón de la
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13. Manual de Moral y Mandamientos
Montaña (Cf. Maeto , 7) y la base de la enseñanza moral de los apóstoles.
Podemos decir que en este discurso se encuentra toda la norma de la
moral cristiana.
El Catecismo divide los mandamientos en dos partes: “amarás a Dios sobre
todas las cosas” (Mandamientos 1 al 3) y “al prójimo como a ti mismo”
(Mandamientos 4 al 10). El Catecismo es un texto de referencia seguro y
auténtico para la enseñanza de la doctrina católica, es una norma segura
para la enseñanza de la fe.
4.Las líneas de la moral cristiana
Es una moral cristológica, es decir, Cristo es el centro y el modelo de la
vida moral cristiana. Él debe ser el criterio esencial del actuar cristiano.
Las personas en la actualidad hacen grandes esfuerzos por imitar a los
grandes del deporte, el cine, la música. Se imita la forma de hablar, de
actuar, de vestir, etc, pero cuando se trata de imitar a Cristo, se ve como un
imposible porque Él es Dios. Siendo que la imitación de Jesucristo está al
alcance de todos, el Evangelio marca el camino, a través de las virtudes de
la humildad, la mansedumbre, el amor, la sinceridad, etc.. Además se
cuenta con muchas ayudas como son la gracia, los sacramentos, la
oración, la Escritura, etc.
El imitar a Cristo no implica llegar a tener una vida sin defectos en poco
tiempo, sino que debe ser un trabajo constante. Este esfuerzo debe de
estar orientado a pensar sentir, querer con la mente, la voluntad y el
corazón de Cristo.
La moral cristiana se apoya en la oración y se extiende por el apostolado.
Por la oración el cristiano enriquece su vida interior, es el medio por el cual
se descubre a Dios, se crece en el amor a Él y se reconocen las
inspiraciones del Espíritu Santo (Cf. Catecismo 2558-2578). Todos estos
dones que se reciben en la oración deben de ser transmitidos y dados a los
demás mediante el apostolado, no es válido quedarse con todo. El
apostolado es una consecuencia del amor y se vive a través del servicio a
Dios y a los hombres por el amor. Por medio de él se va construyendo un
mundo mejor.
a. La moral cristiana es una moral vivida en la Iglesia. Si se ama a Cristo,
se ama a la Iglesia fundada por Él. No se puede amar a Cristo y no
amar a Su Iglesia. Ella es el medio que Cristo escogió para
encontrarnos con Él.
b. Es la moral del amor. La vivencia interior de la moral cristiana exige una
motivación en el amor. El cristianismo es la religión del amor, del
seguimiento de Cristo por amor y en el amor no se puede ser mediocre.
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14. Manual de Moral y Mandamientos
Los cristianos deben conocerse por la vivencia del amor, tal como los
primeros cristianos. El amor es radical; o se ama a Dios y al prójimo o se
ama al “yo” y a sí mismo. Al final de la vida, el día del juicio seremos
juzgados según el amor que vivimos.
Para profundizar: Veritatis Splendor.
13
15. Manual de Moral y Mandamientos
III. El hombre está llamado a ser feliz
1.La Vocación
El hombre es espíritu y cuerpo, es una unidad total, no se puede separar
uno de lo otro. La única diferencia es que el alma es inmortal y el cuerpo sí
se acaba, es mortal. El hombre es “la única creatura en la tierra a la que
Dios ha amado por sí misma”. Por lo tanto, no puede encontrar su total
realización si no es entregándose a los demás. Desde el mismo momento
de su concepción, está destinado a la bienaventuranza eterna, a la
felicidad.
En el momento del Bautismo, entre muchas otras cosas, Dios le da al
hombre su Espíritu mismo. Él es el único capaz de hacerlo. Y es el Espíritu
de Dios quien guía y le da fuerza al hombre para que, a través de la razón,
comprenda cómo deben ser las cosas, para qué son, cuál es su fin, para
qué fueron creadas por Dios.
Una vez que las conoce, entonces la voluntad del hombre se mueve hacia
su verdadero bien, porque busca lo que le da la verdadera felicidad. La
persona se va perfeccionando a medida que busca y ama la verdad y el
bien.
La inteligencia del hombre hace que conozca la voz de Dios que le dice:
“haz el bien y evita el mal”. Todos los hombres del mundo, no importa su
color, sus creencias, su sexo, conoce este mandato. Todos lo llevan
impreso en su interior. Esta ley de la conciencia se realiza mediante el
amor a Dios y al prójimo.
Gracias a la obra salvadora de Cristo que venció el pecado, quién cree en
Cristo tiene una nueva vida en el Espíritu Santo. Cuando se lleva una vida
recta, moral, ayudada siempre por la gracia, el hombre podrá alcanzar su
plenitud, la vida eterna.
2.Las Bienaventuranzas
La bienaventuranza consiste en la visión de Dios en la vida eterna, cuando
seremos en plenitud “partícipes de la naturaleza divina” (2 P 1, 4), de la
gloria de Cristo y del gozo de la vida trinitaria. La bienaventuranza
sobrepasa la capacidad humana; es un don sobrenatural y gratuito de Dios,
como la gracia que nos conduce a ella.
Las bienaventuranzas descubren la meta de la existencia humana, el fin
último de los actos humanos: Dios nos llama a su propia bienaventuranza:
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16. Manual de Moral y Mandamientos
la llegada del Reino de Dios (cf Mt 4, 17); la visión de Dios: “Dichosos los
limpios de corazón porque ellos verán a Dios” (Mt 5, 8; cf 1 Jn 3, 2; 1 Co
13, 12); la entrada en el gozo del Señor (cf Mt 25, 21-23), la entrada en el
Descanso de Dios (Hb 4, 7-11). “Allí descansaremos y veremos; veremos y
nos amaremos; amaremos y alabaremos. He aquí lo que acontecerá al fin
sin fin. ¿Y, qué otro fin tenemos, sino llegar al Reino que no tendrá fin?” (S,
Agustín, civ. 22, 30).
Las bienaventuranzas responden al deseo natural de felicidad que tiene el
hombre. Este deseo es de origen divino: Dios lo ha puesto en el corazón
del hombre a fin de atraerlo hacia El, el único que lo puede satisfacer:
“Ciertamente todos nosotros queremos vivir felices, y en el género humano
no hay nadie que no de su asentimiento a esta proposición incluso antes de
que sea plenamente enunciada” (S. Agustín, mor. Eccl. 1, 3, 4). “Sólo Dios
sacia (S. Tomás de Aquino, symb. 1)
Si se conoce lo que es el hombre y se descubre su vocación por medio de
Cristo, entonces, Él es el modelo. Únicamente, imitando a Cristo es cómo
se alcanza la bienaventuranza, la felicidad eterna. Este seguir a Cristo
puede traer momentos difíciles, dolor, sufrimiento y alegrías, Jesucristo
venció a la muerte, al pecado, al demonio, pero no convirtió la vida
personal de cada uno en un lecho de rosas. “Si alguno quiere venir en pos
de mí, niéguese a sí mismo, tome su cruz y sígame” (Mt. 16, 24 ).
La gracia alcanzada por medio de la Redención hace posible seguir el
ejemplo de Cristo. Permite actuar correctamente y hacer el bien. Y así
llegar a la bienaventuranza, a la plena realización de la vocación del
hombre, que no es otra cosa que vivir unido a Dios. Entre más unidos a
Cristo, más santos.
Jesús en el “Sermón la Montaña” toma las leyes que Moisés recibió en el
Sinaí y las enfoca a la oportunidad de poseer el Reino de los Cielos. En
estas “leyes”, por así llamarlas, que da Cristo, se encuentran todas las
actitudes que se deben de tener para poder ser un verdadero discípulo de
Él.
Las Bienaventuranzas son unos nuevos mandamientos realistas y
verdaderos que Jesús entregó en el Sermón de la Montaña.
Las Bienaventuranzas enseñan la fe y la valentía, haciendo que en el
corazón nazca una nueva esperanza, dan una gran fuerza que sostiene en
las pruebas, en los problemas, por muy duros que sean, y de esa forma
llegar a verlos con alegría y gozo por Cristo.
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17. Manual de Moral y Mandamientos
Las bienaventuranzas que Cristo nos enseña son:
Bienaventurados los pobres de espíritu porque de ellos es el Reino de los
Cielos
Esta es la primera bienaventuranza y cuesta entenderla, ya que, en
muchas ocasiones, se cree que la pobreza a la que se refiere es la pobreza
material. Hay muchas formas de pobreza, la material, la moral, la espiritual,
religiosa.
La pobreza evangélica es la virtud de las personas que viven desprendidas
de todo lo creado..
El ser pobre de espíritu no quiere decir que hay que vivir en la pobreza
material. Tampoco significa miseria. Porque la pobreza material no hace
ser más feliz que la riqueza, ni que por tener bienes no se puede entrar en
el Reino de los Cielos.
Cristo enseña que hay que darle buen uso a las cosas, no dice que hay que
carecer de ellas. La pobreza que hay que vivir es la interior, donde se pone
todo al servicio de los demás, cosas materiales, el tiempo, los
conocimientos, etc. Una persona puede tener mucho, y no estar apegada a
ello, Otra persona puede poseer muy poco y estar muy apegada a lo poco
que tiene.
Los pobres de espíritu son aquellos que han aceptado valientemente la
presencia de cualquier tipo de pobreza en sus vidas y han llegado a
amarla. La pobreza es mensajera de la fe, ante el aceptar o no aceptar, la
fe en Dios, la esperanza que conlleva y el amor a Él, serán los que
permitan elegir y aceptar los momentos difíciles.
Bienaventurados los mansos, porque ellos heredarán la tierra
La mansedumbre es la aceptación amorosa de la vocación personal a la
que llama Cristo, con sus momentos de consuelo y sus momentos de
dificultad. Aceptar no quiere decir soportar. Aceptar es recibir con agrado lo
que nos mandan. La mansedumbre hace posible ver todos los
acontecimientos desde la esperanza.
La mansedumbre va asociada a la bondad, a la paciencia, a la humildad, a
la pobreza. Esta virtud encierra una gran fuerza. El hombre manso es aquél
que se posee a sí mismo, que tiene dominio de sí, posee la fuerza que le
viene de Dios. No se deja llevar por sus pasiones, sus sentimientos, su
cuerpo.
Si la caridad es la reina de las virtudes, la mansedumbre es su primera
sirviente.
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18. Manual de Moral y Mandamientos
Bienaventurados los que lloran, porque ellos serán consolados.
Esta bienaventuranza es una de las menos comprendidas, porque en cierta
forma, va en contra del pensamiento común. ¿Cómo qué el que llora? La
mayoría de las personas piensan que la felicidad está en no tener penas.
Hay que aceptar las alegrías y las penas. El hombre valiente es el que saca
provecho de todo. Si alguien hubiese preguntado por el instrumento que
Dios escogería para llegar a todos los hombres, a nadie se le hubiera
ocurrido pensar que sería el sufrimiento y mucho menos que el Hijo de Dios
tendría que sufrir.
Pero, el sufrimiento era el mejor instrumento para Dios, únicamente el
sufrimiento es universal, todos sufren, los poderosos y los débiles, los
sabios y los ignorantes, los generosos y los egoístas. Dios escogió este
instrumento porque no hace ningún tipo de distinción.
Bienaventurados los que tienen hambre y sed de justicia, porque ellos
serán saciados
Cuando se dice “hambre y sed”, se refiriere de forma concreta al deseo que
hay en el corazón del hombre y que anima sus actos, el deseo de ser feliz
(que no es otra cosa que la felicidad). A este deseo responden las
bienaventuranzas. El hombre no puede evitar tener hambre y sed de
felicidad, este deseo lo ha puesto Dios en él. Hay que conocer a donde
llega y darle una correcta orientación.
La intención de esta bienaventuranza es formar en los hombres el hambre
y sed, características de los pobres, de los mansos, de los humildes.
Bienaventurados los misericordiosos, porque ellos alcanzarán misericordia
La misericordia es uno de los grandes temas de la Biblia, siempre se
muestra como uno de los rasgos más característicos de Dios.
En la vida de Jesús se manifiesta en sus sentimientos hacia los pecadores,
los enfermos, la piedad hacia las multitudes. Él invita a practicarla a
imitación de la misericordia de Dios.
Para que la misericordia triunfe, es necesario que se tome el mal del otro
como si fuera propio y hacer un esfuerzo por aliviarle. Es una faceta de la
caridad. Lo malo es que muchas veces los propios problemas acaparan la
atención y no se perciben las necesidades del otro.
Esta virtud se ejerce, sobre todo, en el perdón. Para el misericordioso lo
peor no es sufrir una injusticia sino ser injusto. Nunca hay que cansarse de
perdonar. Dios nos manifestó su inmensa misericordia por medio de
Jesucristo que murió por los pecadores, sin haber nunca pecado.
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19. Manual de Moral y Mandamientos
Bienaventurados los limpios de corazón, porque ellos verán a Dios
La predicación de Jesús se basa en la línea de la pureza interior, criticando
la pureza hipócrita de los fariseos. Insiste mucho en la pureza de corazón.
La pureza tiene su fundamento en la sinceridad, la verdad, la rectitud de
corazón delante de Dios y del prójimo. Va unida al amor a Dios y al prójimo,
a la justicia. La pureza es obra del Espíritu Santo.
La pureza, en su sentido amplio, es una virtud importantísima y
característica de la vida cristiana. No hay que tenerla como algo abstracto,
sino que entendida bajo la luz del amor es una cualidad y una exigencia de
amor del cristiano.
Bienaventurados los que buscan la paz, porque ellos serán llamados hijos
de Dios
Cuando Cristo curaba a los enfermos o perdonaba sus pecados, solía decir
“Vete en paz”, que implicaba la salud recuperada y la reconciliación con
Dios.
La paz consiste en la reconciliación de todos por amor a Cristo, asociada a
la justicia, a la caridad, y a la felicidad, es uno de los frutos del Espíritu
Santo. No es un sentimiento, es una auténtica virtud cristiana.
¿Quién no desea la paz? Tanto la paz exterior, el llevarse bien con todos,
como la paz interior que es el alivio de todas las inquietudes, de las
preocupaciones. Es la lucha con la victoria asegurada en Dios, es
encontrarle un nuevo sentido al dolor, es encontrar a Dios en todas
nuestras circunstancias de vida, lo que le dará un nuevo sentido, una nueva
alegría de vivir.
Bienaventurados los perseguidos por causa de la justicia, porque de ellos
es el Reino de los Cielos
Esta es la última bienaventuranza en el Evangelio de san Mateo. En ella se
juntan todas las demás bienaventuranzas, el perseguido conoce la
pobreza, es manso ante la violencia a la que es sujeto, sufre, siente
hambre y sed de justicia, es misericordioso, su corazón es puro, busca la
paz y no la guerra.
Quizás, a causa del amor de Cristo, sea mucho lo que se tenga que
renunciar, pero si verdaderamente, se ama a Cristo, se hará con alegría.
En las Bienaventuranzas se encuentra resumida toda la moral cristiana.
Entonces, se puede decir, que la moral no es una serie de obligaciones y
prohibiciones, sino todo lo contrario, es la búsqueda de la felicidad, por
mucho que sorprenda.
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20. Manual de Moral y Mandamientos
3.La respuesta al deseo de felicidad
Las bienaventuranzas son el centro de la predicación de Jesús; recogen y
perfeccionan las promesas de Dios, hechas a partir de Abraham. Dibujan el
rostro mismo de Jesús, y trazan la auténtica vida cristiana, desvelando al
hombre el fin último de sus actos: la bienaventuranza eterna.
Las Bienaventuranzas son la respuesta de Jesús, de Dios mismo, al deseo
de felicidad que tiene el hombre. Ellas ayudan a caminar hacia Dios, quien
es el único que puede satisfacer el deseo de felicidad. Esta respuesta se
encuentra bajo la forma de unas promesas y advertencias. Cada una de
ellas indica un camino que conduce hacia la verdadera felicidad, Dios.
La bienaventuranza prometida nos coloca ante opciones morales decisivas.
Nos invita a purificar nuestro corazón de sus malvados instintos y a buscar
el amor de Dios por encima de todo. Nos enseña que la verdadera dicha no
reside ni en la riqueza o el bienestar, ni en la gloria humana o el poder, ni
en ninguna obra humana, por útil que sea, como las ciencias, las técnicas y
las artes, ni en ninguna criatura, sino sólo en Dios, fuente de todo bien y de
todo amor.
Las Bienaventuranzas dan un enorme consuelo, ya que prometen la
felicidad que tanto ansía el hombre. Ellas indican toda la felicidad que el
hombre puede esperar: poseer el reino de los Cielos.
Las Bienaventuranzas le descubren al hombre el objeto de su existencia, el
fin último: Dios nos llama a su propia bienaventuranza. Aunque este
llamado es personal, no podemos apartarnos del conjunto de todos
aquellos que pertenecen a la Iglesia, pues ellos han acogido la promesa de
la felicidad y viven de ella en la fe.
Para profundizar: Catecismo de la Iglesia Católica nn. 1716-1729.
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21. Manual de Moral y Mandamientos
IV. Los actos humanos y la libertad
El hombre posee una dignidad muy especial que le fue dada por Dios, es el
dueño de la Creación. Es el único ser con inteligencia y voluntad, puede
tener iniciativas y decidir como actuar. Dios quiso dejar que el hombre por
propia decisión (Cf. Catecismo 1730), buscara a su Creador, para obtener
la salvación libremente.
La historia de la humanidad, desde sus orígenes, atestigua desgracias y
opresiones nacidas del corazón del hombre a consecuencia de un mal uso
de la libertad. La libertad del hombre es finita y falible. Desde el principio,
de hecho el hombre se equivocó y libremente pecó. Esta primera alienación
engendró multitudes alienaciones.
Pablo expresó muy bien su tesis sobre la liberación y la salvación del
hombre: “Para ser libres nos libertó Cristo”.
El hombre es racional, y por ello semejante a Dios: fue creado libre y dueño
de sus actos (S, Ireneo, haer. 4, 4,3).
La libertad es en el hombre una fuerza de crecimiento y de maduración en
la verdad y la bondad. La libertad alcanza su perfección cuando está
ordenada a Dios, nuestra bienaventuranza.
1.Los actos humanos
El hombre realiza muchas actividades de formas muy diversas., pero en
cuanto se refiere a la moral sólo interesan algunas de estas actividades,
sólo nos interesan aquellos actos de los que el hombre es responsable.
Los actos humanos son los que proceden de la voluntad deliberada del
hombre. Es aquél que el hombre realiza consciente y libremente y del cual
él es responsable. Lo realiza con conocimiento y libre voluntad. Primero
interviene el entendimiento, no se puede desear o querer algo que no se
conoce. Es decir, con la razón el hombre conoce el objeto y delibera si
puede o debe tender hacia él, o si no puede o no debe. Es un acto que el
hombre conoce y quiere hacer. Una vez que lo conoce, la voluntad se
inclina hacia él o lo rechaza por no ser conveniente.
El hombre es dueño de sus actos solamente cuando intervienen el
conocimiento y la voluntad, lo que lo hace responsable de ellos. En este
caso es que es posible una valoración moral.
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22. Manual de Moral y Mandamientos
No todos los actos del hombre son propiamente “humanos”, también
pueden ser:
a. Meramente naturales, son aquellos en que el hombre no tiene control
voluntario. Ej. La digestión, la respiración, la percepción visual o de los
otros sentidos, la circulación, etc.
b. Actos del hombre, cuando falta el conocimiento (niños pequeños,
distracción total, locura) o la voluntad (amenaza física) o ambas (el que
duerme).
2.División del acto humano
a. Bueno o lícito si esta de acuerdo con la ley moral. Ej. Dar limosna.
b. Malo o ilícito, si va en contra de la ley moral. Ej. Decir una mentira.
c. Indiferente, cuando no es ni bueno, ni malo. Ej. Hablar.
3.Los actos morales
El acto moral es el que el hombre ejecuta libremente y con advertencia de
la norma moral. Es libre porque es un acto consciente y querido. En este
caso se considera si es bueno o malo. La advertencia debe ser doble,
conocer el acto en sí y su moralidad.
Los elementos constitutivos de un acto moral son la advertencia en la
inteligencia y el consentimiento en la voluntad. La advertencia puede ser
plena o semiplena. Ej. No es lo mismo lo que sucede estando despierto que
estando dormido. Solamente los aspectos conocidos de la acción son
morales. El conocimiento no debe ser únicamente teórico, hay que percibir
la obligatoriedad moral que el acto conlleva.
Una vez conocido el acto debe ser voluntario, es decir, que haya posibilidad
de actuar de otra forma. El consentimiento lleva a querer realizar el acto
que se conoce, buscando un fin.
El acto voluntario puede ser perfecto o imperfecto, según sea con pleno o
semipleno consentimiento. También puede ser directo e indirecto. El acto
voluntario indirecto es cuando al realizar una acción voluntariamente, hay
un efecto adicional, que no se pretende, no es un fin en sí mismo sino
consecuencia del acto voluntario que es inevitable. Un ejemplo sería el
caso de una señora que necesita operarse por tener cáncer en la matriz. La
operación es necesaria por motivos de salud, el fin que se busca es su
curación. Ahora bien, al extirparle la matriz ya no podrá tener más hijos,
esto será una consecuencia que no se pretende, mas es inevitable.
En este caso se trata de acto voluntario de doble efecto. En los casos de
doble efecto es necesario que haya un fin bueno – voluntario directo – y
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23. Manual de Moral y Mandamientos
puede haber un fin malo como consecuencia – voluntario indirecto – bajo
ciertas condiciones. Nunca se justifica hacer un mal para obtener un bien.
Ej. Mentir, jurar en falso, aunque al hacerlo se consiga un bien. El fin no
justifica los medios.
4.La moralidad de los actos humanos dependen de tres elementos
fundamentales
a. El objeto del acto, que se elige y se realiza, visto desde un punto de
vista moral.
b. Las circunstancias, en que lo realiza.
c. El fin que la persona se propone alcanzar, o la intención.
Estos tres elementos son los elementos constitutivos de la moralidad.
El objeto es la materia de un acto humano, si el objeto es malo, el
acto será malo o ilícito, si el objeto es bueno, el acto será bueno,
dependiendo de las circunstancias o el fin. Es el bien al cual
deliberadamente tiende la voluntad. El acto depende
fundamentalmente de la decisión, más que de las circunstancias.
La acción de “hablar” puede tener varios objetos morales: se
puede mentir, insultar, bendecir, alabar, difamar, calumniar, rezar,
etc., puede ser un acto bueno o malo, dependiendo de lo que se
hable.
Siempre hay que hacer el bien y evitar el mal.
Las circunstancias, son los elementos secundarios que rodean la
realización de un acto, pudiendo agravar o atenuar su moralidad. De hecho
no pueden modificar la calidad de los actos, pero sí la moralidad de los
mismos. Son elementos secundarios de un acto moral. Ej. La cantidad de
dinero robado, actuar por miedo a la muerte.
Hay que considerar:
Quién realiza la acción. Ej. Un mal ejemplo de la autoridad es más
grave.
Qué cosa, es decir la cualidad del objeto. Ej. Si es algo sagrado, el
monto de lo robado.
Dónde, en qué lugar. Ej. El pecado cometido en público es más
grave, por el escándalo.
Con qué medios. Ej, fraude, engaño, violencia, etc.
El modo como se realizó. Ej. Rezar con atención o distraídamente,
castigar a hijos con crueldad.
Cuándo se realizó la acción. Ej. No ir a Misa el domingo, no es
igual que no ir a Misa entre semana.
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24. Manual de Moral y Mandamientos
El fin o la intención es el fin que la voluntad pretende al realizar un
acto. Es un elemento esencial en la calificación moral de un acto.
El fin no justifica los medios, es decir, no es válido ayudar a alguien con
el fin de obtener la fama o para quedar bien, se brinda ayuda sin buscar
una ventaja. Tampoco es válido hacer un mal para obtener un bien.
Cuando un acto es indiferente, es el fin el que lo convierte en bueno o
en malo. Ej. Pasear, pero con idea de planear un robo. Un fin bueno
nunca podrá convertir en bueno un acto malo. Ej. Robar al rico para
darlo a los pobres, abortar por bien del matrimonio.
Actuar poniendo el placer como fin rompe la jerarquía de valores. El
placer debe de acompañar al acto como un efecto secundario, no como
un fin en sí mismo.
Para que un acto sea moralmente bueno, tanto el objeto como las
circunstancias y el fin, deben ser buenos.
5.La libertad y la moral
La libertad es el poder radicado en la razón y en la voluntad, de obrar o no
obrar, de hacer esto o aquello, de ejecutar por sí mismo acciones
deliberadas. Es la capacidad de auto dirigirse, según le dicta la razón. La
libertad en el hombre es una fuerza de crecimiento y madurez. La libertad
alcanza su perfección cuando está orientada hacia Dios. La libertad implica
la posibilidad de elegir entre el bien y el mal. Es un don que Dios le ha dado
al hombre, ha compartido con él algo que es exclusivo de Dios. La elección
del mal y de la desobediencia nos lleva a la esclavitud del pecado (Cf.
Catecismo 1731).
El hombre es libre, pero la libertad no es su último valor, está regida por la
responsabilidad, el deber, etc. El ejercicio de la libertad es una exigencia
inseparable de la dignidad de la persona.
Hay diferentes tipos de libertad:
a. Libertad física, el animal salvaje.
b. Libertad interior o capacidad de decisión
c. Libertad moral, escoger según los valores morales.
d. Libertad evangélica, librarse del demonio y del pecado, a través de la
gracia y del Esp. Santo.
e. Libertad religiosa, el derecho de cada hombre a practicar su religión.
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25. Manual de Moral y Mandamientos
Resumiendo el hombre es libre, pero su libertad está condicionada por los
derechos de Dios y del prójimo. Como consecuencia cuando libremente
rompa esos derechos comete pecado.
6.Obstáculos del acto humano
Existen unos obstáculos que pueden impedir el debido conocimiento de la
elección y la libre elección. Unos afectan la advertencia y otros afectan el
consentimiento.
a. Obstáculo que afecta el conocimiento: la ignorancia que significa falta
de conocimiento de una obligación. Es una ausencia de conocimiento
moral que se podría y se debería tener.
La ignorancia puede ser vencible o invencible.
La ignorancia vencible es la que se podría y debería superar. Se
divide en:
Simplemente vencible si se puso algún esfuerzo por
superarla, pero no lo suficiente.
Crasa o supina, si no se hizo nada o casi nada por superarla,
grave descuido.
Afectada cuando no se quiere hacer nada por superarla, esto
es tremendo.
Ignorancia invencible es aquella que no puede ser superada, ya
sea por ignorancia o porque ha tratado de salir de ella y no lo
logró. Esta ignorancia no se presupone cuando la persona tiene
educación humana y escolar, casi siempre será una ignorancia
vencible en estos casos.
b. Existen unos principios morales sobre la ignorancia:
La ignorancia invencible quita toda responsabilidad ante Dios. Ej.
No peca un niño pequeño que hace algo malo.
La ignorancia vencible siempre lleva culpa en mayor o menor
grado, según sea su negligencia por salir de ella.
La ignorancia afectada, lejos de disminuir la culpa, la aumenta.
Hay la obligación de conocer la Ley Moral. Es un deber salir de la
ignorancia, es obligatorio.
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26. Manual de Moral y Mandamientos
c. Los obstáculos que afectan la libre elección de la voluntad son las
pasiones, la violencia, los hábitos.
Las pasiones o sentimientos son emociones o impulsos de la
sensibilidad que inclinan a obrar o a no obrar en virtud de lo
sentido o imaginado como bueno o como malo. En si son
indiferentes, la respuesta es la que hace que algo sea bueno o
malo. Ej. La ira es santa si lleva a defender las cosas de Dios, el
odio al pecado es válido.
Las pasiones son parte del psique humano. Deben de estar
guiadas por la razón. Los sentimientos y las emociones pueden ser
aprovechados por las virtudes o pervertidos por los vicios, que es
el hábito de obrar mal. La persona no se debe dejar llevar
únicamente por la voluntad debe de estar regulada por la razón.
La violencia es un factor exterior que nos lleva a actuar en contra
de nuestra voluntad.
Puede ser física (golpes) o moral (promesas, halagos,).
Los hábitos que son costumbres contraídas por la repetición de
actos que nos llevan a actuar de una manera determinada.
Cuando estos hábitos son buenos se convierten en virtudes,
cuando son malos se conocen como vicios. Hay que luchar contra
los hábitos malos, hay que combatir las causas. Los vicios pueden
disminuir la culpa cuando ofuscan la mente, pero sigue existiendo
la responsabilidad de haberlos adquiridos.
Existen otros factores que pueden obstaculizar la voluntad como son los de
tipo patológicos o ambientales.
Conclusión
El ejercicio de la libertad no implica el derecho a decir y hacer cualquier
cosa. Es falso concebir al hombre “sujeto de esa libertad como un individuo
autosuficiente que busca la satisfacción de su interés propio en el goce de
los bienes terrenales” (CDF, instr. “Libertatis conscientia” 13). Por otra
parte, las condiciones de orden económico y social, político y cultural
requeridas para un justo ejercicio de la libertad son, con demasiada
frecuencia, desconocidas y violadas.
Hay que conocer la ley moral, educar y encauzar la libertad, para poder
actuar escogiendo siempre lo bueno. Hay que orientar la vida hacia Dios.
Para profundizar: La estructura antropológica de la moralidad tomada del
libro “La Moral... una respuesta de amor”, P. Gonzalo Miranda.
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27. Manual de Moral y Mandamientos
V. La libertad del hombre
El concepto de Libertad es muy superior a lo que hoy se entiende por
"libertad", circunscrita sólo al campo político. El libre albedrío, la libertad de
arbitrio, de los católicos contrasta con la esclavitud espiritual que suponen
el predeterminismo protestante y el fatalismo musulmán. En este artículo se
incluyen los argumentos de su existencia, lesiones y consolidación de la
misma así como su alcance.
Se entiendo por libre albedrío, o libertad de arbitrio -que es la que
propiamente se atribuye a la voluntad humana-, la facultad de determinarse
a obrar, es decir, la facultad de querer o no querer, o querer una cosa más
que otra. Sólo hay libertad cuando el hombre no está determinado por una
causa o un motivo interno (temor invencible, obcecación, pasión, etc...), ni
por una causa o un motivo externo (coacción). Consiste, pues, la libertad
en una decisión personal; o, como dicen los filósofos, en un obrar
intrínseco, en la capacidad del hombre de decidir por sí mismo.
La libertad es un acto u operación de la voluntad humana. La voluntad es
una facultad apetitiva propia del ser inteligente; tiene por objeto y fin el bien.
La posibilidad de elegir el mal es un defecto de la voluntad humana, que
acoge falsamente como bueno lo que de suyo es un mal. La verdadera
libertad consiste en la elección del bien.
La libertad del hombre está debilitada a causa del pecado original. El
debilitamiento se agrava aún más por los pecados sucesivos. Pero Cristo
“nos liberó para ser libres” (Gal 5, 1). El Espíritu Santo nos conduce con su
gracia a la libertad espiritual, para hacernos libres colaboradores suyos en
la Iglesia y en el mundo.
La orientación del hombre hacia el bien sólo se logra con el uso de la
libertad. En consecuencia, por el libre arbitrio, cada uno decide por sí
mismo obrar o no obrar, hacer esto o aquello, elegir entre el bien y el mal, y
de ejecutar acciones deliberadas.
La libertad hace al hombre responsable de sus actos, en la medida en que
éstos son voluntarios; aunque tanto la imputabilidad como la
responsabilidad de una acción pueden quedar disminuidas o incluso
anuladas a causa de la ignorancia, la inadvertencia, la violencia soportada,
el miedo, los hábitos, los afectos desordenados y otros factores psíquicos o
sociales.
El hombre verdaderamente libre es también sabio, respeta todo, venera
todo, de tal manera que en su interior no da curso libre a actitudes
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28. Manual de Moral y Mandamientos
agresivas ni posesivas. No juzga, no presupone, nunca invade el terreno de
las intenciones. En suma, reconoce la dignidad y la humanidad del otro, es
sensible hasta sentir como suyos los problemas ajenos y es capaz de tratar
a los demás con la misma comprensión con que se trata a sí mismo.
El derecho al ejercicio de la libertad es propio de todo hombre, en cuanto
resulta inseparable de su dignidad de persona humana. Este derecho ha de
ser siempre respetado, especialmente en el campo moral y religioso, y
debe de ser civilmente reconocido y tutelado, dentro de los límites del bien
común y del justo orden público.
La libertad, como enseña León XIII, es «el bien más noble de la naturaleza,
propia solamente de los seres inteligentes, que da al hombre la dignidad de
estar "en manos de su propia decisión" y de tener la potestad de sus
acciones» (León XIII, Libertas Praestantissimum, DS 3245; CE 63/1; DP-II
225/[1]).
1. Existencia
Frente a los que niegan la existencia de la libertad humana (deterministas),
el Magisterio de la Iglesia enseña que la razón natural puede probar con
certeza la existencia de la libertad del hombre (cfr Pío IX, Decr. de la S.
Congr. del Indice, 11-VI-1855, DS 2812 [1650]).
En esa demostración suelen darse tres argumentos.
a. El primero es de orden psicológico: está basado en el testimonio de la
conciencia. La conciencia de cada individuo experimenta que es dueño
de muchos de sus actos, queridos de tal modo que se hubieran podido
no querer, o querer otros actos diferentes en su lugar. La historia
refuerza el testimonio de la conciencia al mostrar que los pueblos han
atribuido a los hombres normales la responsabilidad de sus actos y,
consiguientemente, castigan o premian a los que hacen el mal u obran
el bien.
b. Otro argumento está basado en el orden moral. Si el hombre no
tuviese libertad, carecerían de sentido los mandatos y las prohibiciones
morales, el mérito y el demérito, los premiso y las sanciones, pues sin
liberta del hombre no sería responsable.
c. Por último, también se aduce un argumento de orden metafísico. El
objeto al que tiende de modo propio la voluntad humana es el bien; en
otras palabras, el bien es el objeto formal de la voluntad. Es cierto que
el hombre quiere necesariamente lo que se le presenta como bien. Pero
los bienes particulares y concretos que se presentan a la voluntad, o
sea los bienes creados y los actos que el hombre puede realizar, son
bienes finitos, imperfectos. Es decir, se presentan al mismo tiempo
como objetos que contienen elementos de bien y elementos de mal; son
ambivalentes, sin posibilidad de mover a la voluntad de modo
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29. Manual de Moral y Mandamientos
necesario. Por ese aspecto mixto (bien-mal) que presentan, la voluntad
puede aceptarlos y puede rechazarlos; en otros términos, los quiere de
modo libre.
Propiamente, sólo Dios, bien absoluto, sería capaz de mover
necesariamente la voluntad humana; pero el hombre lo conoce tan
imperfectamente, que su voluntad puede rechazarlo.
2. Lesión y consolidación de la libertad
El Magisterio de la Iglesia defendió siempre la existencia de la libertad en el
hombre y ha condenado todo atentado a la libertad.
«Dios omnipotente creó recto al hombre, sin pecado, con libre albedrío y lo
puso en el paraíso, y quiso que permaneciera en la santidad de la justicia.
El hombre, usando mal de su libre albedrío, pecó y cayó... La libertad del
albedrío la perdimos en el primer hombre, y la recuperamos por Cristo
Señor nuestro; y tenemos libre albedrío para el bien, prevenido y ayudado
por la gracia; y tenemos libre albedrío para el mal, abandonado de la
gracia, y por la gracia fue sanado de la corrupción» (Conc. de Quiersy, DS
621 y 622 [316 y 317]).
Con el pecado original, el libre albedrío del hombre quedó atenuado en sus
fuerzas e inclinado, pero no extinguido (cfr Conc. de Trento, «Decreto sobre
la justificación», cap. 2, DS 1521 [793]: Cfr DS 378 [181]. Por eso, el
hombre permanece en su libertad de hacer el bien con la gracia o de elegir
el mal rechazándola (cfr Ibid, DS 1525s [797s]; Conc. Vaticano I, Dei Filius,
cap 3, DS 3010 [1791]).
Así, pues, con el pecado original, la libertad del hombre quedó herida,
lesionada, inclinada al mal. Pero con la Redención de Jesucristo la libertad
del hombre ha adquirido una nueva dimensión.
Por el bautismo el hombre adquiere la libertad de los hijos de Dios (Rom 8,
21-23), pues , como nos enseña Jesucristo,
«si permanecéis en mi doctrina... conoceréis la verdad, y la verdad os hará
libres... Si el Hijo os da la libertas, seréis verdaderamente libres» (Juan 8,
31-36).
Esta libertad es objetiva y germinal; con la gracia de Dios, el hombre debe
desarrollarla y aplicarla a todos los campos de su existencia.
La libertad que Cristo nos ha ganado consiste en la liberación del pecado
(Rom. 6, 14-18) y, en consecuencia, de la muerte eterna (Apoc. 2, 11; Col
2, 12-14; Rom 5, 12) y del dominio del demonio (Juan 12, 31; Col 2, 15; 1
28
30. Manual de Moral y Mandamientos
Juan 3, 8); en fin, Cristo nos ha reconciliado con Dios y con los demás
hombres (Col 1, 19-22).
3. Alcance de la libertad cristiana
«La verdadera libertad es signo eminente de la imagen divina en el hombre.
Dios ha querido dejar al hombre en manos de su propia decisión (cfr Ecles
15, 14) para que así busque espontáneamente a su Creador y,
adhiriéndose libremente a Este, alcance la plena y bienaventurada
perfección» (Gaudium et Spes, n. 17).
En esta enseñanza se encuadra perfectamente el concepto y la orientación
de la libertad humana, así como su alcance salvífico; pues el constitutivo de
la libertad no está en elegir un contenido contrario al fin del hombre,
conocido por la razón natural y revelado por Dios, sino en una decisión
propia, personal, por la que el hombre busca en todas las cosas de su vida
a Dios; una decisión por la que libremente el hombres se adhiere a Dios, y
así realiza su ser en la plenitud a la que Dios le llama.
«La dignidad humana requiere, por tanto, que el hombre actúe según su
conciencia y libre elección, es decir, movido e inducido por convicción
interna personal, y no bajo la presión de un ciego impulso interior o de la
mera coacción externa. El hombre logra esta dignidad cuando, liberado
totalmente de la cautividad de las pasiones, tiende a su fin con la libre
elección del bien, y procura para ello los medios adecuados, con esfuerzo y
eficacia crecientes» (Ibid).
No es, por consiguiente, libre el hombre cuando se deja llevar por las
pasiones y, bajo una concepción falsa de su autonomía, elige contenidos
pecaminosos, que le separan de su fin, que es Dios, y, por tanto, de la
salvación. Por el contrario, expresa en grado sumo su libertad, cuando,
apoyándose en la gracia divina, da fruto a los talentos recibidos y se
abandona sin reservas a la Providencia, buscando, consciente y
comprometidamente, su identificación con la voluntad divina.
«La vocación divina del hombre exige de él que dé una respuesta libre en
Jesucristo. el hombre no puede no ser libre. Pertenece de lleno a su
dignidad y oficio el observar la ley moral natural y sobrenatural, con un
pleno dominio de sus actos, y adherirse al Dios que se revela en Cristo. La
libertad del hombre caído ha quedado de tal modo herida, que ni siguiera
puede cumplir las obligaciones de la ley natural durante un largo periodo de
tiempo, sin la ayuda de la gracia de Dios. Pero con la gracia, de tal manera
se eleva y fortalece su libertad, que lo que vive en la carne, lo vive
santamente en la fe de Jesucristo (cfr Gál 2, 20)» («Catequesis [Directorio
General Catequético]», n 61).
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31. Manual de Moral y Mandamientos
VI. La Ley, una guía en nuestro camino
En lo más profundo de su conciencia descubre el hombre la existencia de
una ley que él no se dicta, a la cual debe obedecer y cuya voz resuena,
cuando es necesario, en los oídos de su corazón advirtiéndole que debe
amar, practicar el bien y evitar el mal.
Las expresiones de la ley moral son diversas y todas están coordinadas
entre sí: la Ley eterna cuya fuente es Dios; la ley natural; la ley revelada en
el Antiguo y Nuevo Testamento y finalmente, las leyes civiles y
eclesiásticas.
El Papa León XIII, también enseñaba que la ley natural está inscrita y
grabada en el alma de todos y cada uno de los hombres, porque es la
razón humana que ordena hacer el bien y prohíbe pecar. Pero que esta
prescripción de la razón humana no podría tener fuerza de ley, sino fuese
la voz y el intérprete de una razón más alta a la que nuestro espíritu y
nuestra libertad deben ser sometidos.
Vivimos en una época de grandes avances científicos y tecnológicos: la
radio, el teléfono, la televisión, los aviones, etc. Todos estos avances que
ha realizado el hombre los ha tenido que realizar respetando ciertas leyes
que están inscritas en la naturaleza y por ello, alcanzaron el éxito.
El hombre, cuando respeta la naturaleza propia del ser humano, alcanza la
felicidad y la plenitud. Cuando va en contra de su naturaleza, cae en el
vacío. Su vida pierde sentido, como le sucede, por ejemplo, a una persona
adicta a las drogas.
Pero, la pregunta es: ¿con respecto a qué? ¿Cuál es la norma o el criterio
para saber si algo es bueno o malo?
La respuesta es el bien moral, que regula y mide los actos humanos en
orden a su fin último. El bien moral es lo que mejora a toda la persona y no
solo a una de sus partes, por ello es diferente al valor que sólo mejora
alguna parte de la persona. Es el bien que está por encima de todos los
demás bienes.
El “bien moral" es el que le da valor a todos los actos del hombre.
La ley moral nos guía para conseguir el bien moral que abarca a todo el
hombre, que hace que éste actúe de acuerdo a su dignidad y sea un reflejo
de la bondad de Dios.
Existen diferentes tipos de leyes:
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32. Manual de Moral y Mandamientos
1. La Ley Moral
Es una llamada divina a participar en la misma vida de Dios, un
mandato que Dios da para indicar el camino que se debe seguir para
alcanzar la vida eterna. Es una orientación para la propia libertad.
La ley moral con principios generales y normas particulares, es
percibida por la conciencia, aparece en la Sagrada Escritura o por
medio de los hombres.
2. La Ley Eterna
Cuando Dios creó el universo, le dio unas leyes concretas que
garantizaban su perfecto funcionamiento y para que se cumpla su
propio fin. Por eso, Santo Tomás define la ley divina como “el plan de
la divina sabiduría que dirige todas las acciones y movimientos de las
criaturas en orden del bien común de todo el universo”.
Todo lo creado ha sido orientado hacia el hombre, que es el único ser
libre que convive con todo lo creado, a pesar de ser criatura también.
Al hombre, que por su libertad es el único ser que rompe la ley eterna,
Dios le ha dado una ley de comportamiento, misma que se encuentra
grabada en su corazón: la ley moral natural
La ley moral es eterna porque es anterior a la creación; es ley porque
es una ordenación normativa que hace la inteligencia divina para el
recto ser y obrar de todo lo que existe.
Es inmutable y es universal porque es para siempre y abarca a todos
los seres creados según su naturaleza.
3. La Ley Natural
La ley natural es la ley eterna en lo que se refiere al hombre. Ley para
orientar su libertad hacia su realización perfecta como seres
espirituales. Se llama natural porque se refiere a la misma naturaleza
del hombre. Es un designio amoroso de Dios.
Existen ciertas leyes y normas que rigen el Universo. Son leyes que no
han sido fabricadas por el hombre, sino que están inscritas en la
naturaleza. Son tan “naturales” como la ley de gravedad, por medio de
la cual sabemos que siempre que soltamos un objeto, éste caerá al
suelo. Nosotros, sin necesidad de estudiar nada, sabemos que los
objetos se caen, que el agua moja, que el fuego quema.
Gracias a nuestra libertad, podemos elegir bañarnos o no bañarnos,
pero si nos metemos a un chorro de agua, no podemos elegir mojarnos
o no mojarnos, como tampoco podemos evitar caernos si sacamos
todo nuestro cuerpo por la ventana desde el tercer piso de un edificio.
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33. Manual de Moral y Mandamientos
No podemos evitar que la Tierra se mueva alrededor del sol, ni que
cada día dure 24 horas. Estas leyes que rigen el universo son
inmutables y universales y no queda más remedio que aceptarlas y
adecuar nuestro comportamiento a ellas.
De la misma manera en que hemos descubierto estas leyes que rigen
el Universo sin que nadie tuviera que explicarnos el por qué son así,
también podemos descubrir dentro de nosotros otras leyes que están
ya inscritas dentro de nuestra naturaleza humana, compuesta de alma
y cuerpo.
Pensemos en nuestro cuerpo: si no comemos, nos da hambre; si no
dormimos, sentimos sueño; si hacemos ejercicio nos da sed.
Respiramos y nuestros pulmones purifican la sangre que el corazón
bombea a todo nuestro cuerpo sin que podamos hacer nada para
impedirlo. Son leyes que no podemos cambiar sin poner en serio
peligro nuestra vida.
En nuestra alma también encontramos una ley que nosotros no hemos
escrito y que tampoco podemos cambiar sin hacernos daño. Esta ley
nos dicta hacer siempre el bien y evitar el mal. La conocemos desde
siempre. Nadie nos la tuvo que decir o explicar pues ya estaba dentro
de nosotros.
Esta Ley natural también es universal e inmutable, como la ley de la
gravedad, es decir, es aplicable a todos los hombres y no cambia con
el paso del tiempo.
Dentro de esta Ley natural están todos los preceptos universalmente
válidos, como el “no matarás”, “respeta a los otros y a sus bienes”,
“defiende la verdad”, “lucha por la justicia”, etc.
Toda ley está enfocada a buscar un bien, y así como la ley de la
gravedad conserva el equilibrio en el universo, así también la Ley
moral natural está encaminada a que todo lo que hay dentro de
nosotros funcione correctamente y no se rompa el equilibrio planeado
por Dios desde el principio.
4. La Ley Divina Revelada
Parece increíble, pero Dios sabía que no era suficiente el habernos
dado la luz de nuestra conciencia y la ley natural.
Dios sabía que el hombre, al hacer uso de su libertad, iba a intentar
violar aún estas leyes universales e inmutables, con el riesgo de
hacerse un daño irreparable.
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34. Manual de Moral y Mandamientos
Por esto, Él mismo se comunica con el hombre y le transmite
“instructivos” exactos y precisos que debe respetar para llegar a su fin
último, a encontrar el “tesoro escondido” que es la felicidad plena y
eterna junto a Él.
Este instructivo lo conocemos con el nombre de Ley Divina Revelada y
está plasmado en la Sagrada Escritura. Dentro de ella están los Diez
Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las Bienaventuranzas y
todas las normas de comportamiento que nos dio Jesucristo con sus
palabras y su ejemplo.
Si leemos el Evangelio, encontraremos en él cientos de consejos que
te da Jesucristo:
Aprended de mí que soy manso y humilde de corazón.
Al que te pida el manto, dale también la túnica.
Ama a tus enemigos y ora por los que te persiguen.
Todos estos consejos son “pistas” que Dios nos da para que realmente
encontremos nuestro tesoro y no nos quedemos perdidos a la mitad
del camino.
5. Las Leyes Civiles
Aparte de las pistas, Dios ha querido escoger a ciertas personas como
“guías”, conocedores del camino, y les ha dado la autoridad para
guiarnos, para dictar leyes que nos indiquen con claridad el camino
más seguro para llegar a nuestro fin.
Las leyes civiles, dictadas por hombres con autoridad, son necesarias
e indispensables para que podamos vivir en armonía. ¿Te imaginas el
desastre que sería la vialidad, si no existieran leyes de tránsito y cada
quien circulara por donde se le antojara?.
Todas estas leyes y normas, nacen de la razón humana y son dictadas
por las autoridades para buscar el bien común.
Estas leyes no son universales, pues están dictadas sólo para un
grupo determinado de individuos, de un país, de un estado, de una
determinada profesión, o que cumplen determinadas características.
De esta manera, las leyes de tránsito sólo afectan a aquellas personas
que manejan o transitan por la calle y el código civil mexicano no es
válido para los que viven en otro país.
Estas leyes tampoco son inmutables, pues están dictadas para un
momento determinado y pueden cambiar cuando cambien las
circunstancias actuales. Así, podemos ver que las leyes que existían
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35. Manual de Moral y Mandamientos
en el siglo pasado para el tránsito de carretas y caballos por las calles,
desaparecieron.
Dado que son hombres los que dictan las leyes civiles, no son infalibles
y pueden equivocarse voluntaria o involuntariamente.
Es muy fácil descubrirlo, basta que siempre tengas en mente que las
leyes positivas son obligatorias sólo cuando son legítimas y justas, es
decir, cuando:
Están dirigidas al bien común, al bien de la comunidad y sus
individuos. Esto quiere decir que una ley no debe buscar
solamente beneficiar a una persona o a un grupo determinado,
sino a toda la sociedad por igual.
Han sido dictadas por una autoridad legítima. Esto significa, por
ejemplo, que nosotros, aunque tengamos autoridad sobre nuestros
hijos, no podemos dictar una ley válida para todo el país, a menos
que fuéramos el Presidente de la Nación. Tampoco serían válidas
las leyes dictadas por alguien que haya alcanzado el puesto de
autoridad por una vía ilícita, como podría ser el caso de un loco.
Son buenas en sí mismas y en sus circunstancias. Esto significa
que deben estar de acuerdo con la Ley eterna, la Ley natural y la
Ley revelada. Así, no puede ser válida ninguna ley que vaya en
contra del respeto a la vida o del respeto a los demás, pues sería
tan ilógica como una ley que te obligara a desafiar la Ley de la
gravedad.
Son impuestas a cada individuo en las debidas proporciones. Una
ley no puede ser válida si exige algo fuera de las posibilidades del
individuo, como podría ser una ley que obligara a trabajar a niños o
ancianos.
Si una ley es injusta porque no cumple con alguna de las
condiciones anteriores, no estamos obligados a obedecerla y si
acaso una ley va en contra directamente de la ley natural, nuestra
obligación es desobedecerla, pero tenemos que saber con claridad
el porqué de las leyes, de este modo, siempre obedeceremos las
leyes buenas y no seguiremos aquellas que por diferentes motivos
puedan ir en contra de la dignidad de la persona humana.
Algunas personas podrán decir que cada uno puede interpretar la Ley
de Dios a su manera. Recordar que Dios dejó una Iglesia y un
“instructivo” muy claro que son las Sagradas Escrituras en la cuales se
encuentran los Diez Mandamientos, el Mandamiento de Amor, las
Bienaventuranzas y todas las normas de comportamiento que nos dio
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36. Manual de Moral y Mandamientos
Jesucristo con sus palabras y su ejemplo. En la Iglesia, Dios está
presente en el Papa que es el vicario de Cristo en la Tierra y está
asistido por el Espíritu Santo.
Para profundizar: Dios llama desde la ley moral natural, tomado del libro
"La Moral .... una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda, LC.
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37. Manual de Moral y Mandamientos
VII. La conciencia, el lugar de encuentro con Dios
La conciencia es una realidad de experiencia: todos los hombres juzgan, al
actuar, si lo que hacen está bien o mal. Es el conocimiento intelectual de
los actos propios.
Es innegable que la inteligencia humana conoce los principios primarios del
actuar; "haz el bien y evita el mal", no hacer a los demás lo que no
queremos que nos hagan". El hombre en lo más profundo de su conciencia
descubre la ley, que no se ha dado a sí mismo, sino a la que debe
obedecer y que resuena en su corazón, diciéndole que siempre debe amar
y hacer el bien.
"La conciencia es el núcleo más secreto y el sagrario del hombre, donde
está solo con Dios". GS 16.
El hombre prudente cuando escucha su conciencia puede oír a Dios que le
habla. San Agustín recomendaba: “Retorna a tu conciencia,
interrógala…retornad hermanos al interior, y en todo lo que hagáis mirad al
Testigo Dios”.
La conciencia es una ley de nuestro espíritu, pero que va más allá de él,
nos da órdenes, significa responsabilidad y deber, temor y esperanza…La
conciencia es la mensajera del que, tanto en el mundo de la naturaleza
como en el de la gracia, a través de un velo nos habla, nos instruye y nos
gobierna. La conciencia es el primero de todos los vicarios de Cristo
(Newman, carta al duque de Norfolk 5).
La conciencia no es una potencia más, unida a la inteligencia y a la
voluntad. Podríamos decir que es la misma inteligencia cuando juzga la
moralidad de un acto, basándose en los principios morales innatos de la
naturaleza humana. Esas leyes inscritas en el corazón y dadas por Dios.
Además, la conciencia es una facultad natural del ser humano, no es una
parte de la vida religiosa del hombre.
En la actualidad los movimientos de tipo psicológico, como el New Age,
hablan de una conciencia como el íntimo conocimiento que el hombre tiene
de sí mismo y de sus actos. Esta sería una conciencia vista desde el punto
de la psicología, no una conciencia moral.
La conciencia que nos interesa es la conciencia moral, que es la misma
inteligencia que hace un juicio práctico sobre la bondad o la maldad de un
acto.
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38. Manual de Moral y Mandamientos
Juicio porque la moralidad juzga un acto. Es práctico porque aplica en la
práctica, en cada caso en particular y concreto lo que la ley dice. Sobre la
moralidad de un acto es lo que la distingue de la conciencia psicológica,
pues en este caso lo propio es juzgar si una acción es buena, mala o
indiferente.
La conciencia funciona cuando juzga si un acto es bueno o malo, de una
manera práctica, es decir, aplica en cada caso particular y concreto lo que
la ley dice. Nos ordena en el momento oportuno, practicar el bien y evitar el
mal.
Se puede decir que la conciencia moral es un juicio de la razón por la cual
la persona reconoce la cualidad moral de un acto concreto que piensa
hacer, está haciendo o ha hecho.
Cuando hacemos algo bueno, la voz de nuestra conciencia nos aprueba,
cuando hacemos algo malo, esta misma voz nos acusa y condena sin
dejarnos en paz. La conciencia no sólo da un juicio después de que ya
hicimos algo, sino también antes de tomar una decisión.
Ella es testigo de nuestros actos y para dar su sentencia como juez, se
basa en las leyes naturales que Dios ha escrito en el corazón del hombre.
Es la facultad que descubre el valor de los principios de la ley moral y los
aplica a una situación concreta. Juzga nuestras acciones concretas
aprobando las buenas y denunciado las malas. Ordena siempre que
dejemos el mal y que hagamos el bien.
Cada persona debe de prestar mucha atención a sí mismo para oír y seguir
la voz de la conciencia, es una exigencia de interioridad.
El ser humano debe obedecer siempre el juicio cierto de su conciencia. No
es lícito actuar en contra de la propia conciencia, ya que ésta es la voz de
Dios.
Actuar en contra de la conciencia es actuar contra uno mismo, de las
convicciones más profundas y de los principios morales.
Obedecer a la conciencia es obedecer a Dios, por eso es importante seguir
siempre lo que ella nos dicta. Todos debemos prestar mucha atención a
nosotros mismos para poder oír y seguir la voz de la conciencia. La
dignidad de la persona exige que tengamos una conciencia moral recta.
Por la conciencia podemos asumir la responsabilidad de nuestros actos.
Cuando elegimos libremente llevar a cabo un acto, la libertad nos hace
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39. Manual de Moral y Mandamientos
responsables de los actos que, voluntariamente y siguiendo a nuestra
conciencia, hemos realizado.
Ahora bien, no todas las conciencias son iguales, pues solemos tener
ciertas deformaciones, aunque sean pequeñas.
La conciencia se puede formar o deformar.
Una conciencia bien formada siempre nos invitará a actuar de acuerdo con
nuestros principios y convicciones, nos impulsará a servir a los hombres.
La conciencia recta y veraz se forma con la educación, con la asimilación
de la Palabra de Dios y las enseñanzas de la Iglesia. Se ve asistida por los
dones del Espíritu Santo y ayudada por los consejos de las personas
prudentes. Además, favorecen mucho la formación de la conciencia tanto la
oración como el examen de conciencia.
La educación de la conciencia es una tarea de toda la vida que garantiza la
libertad y engendra la paz del corazón.
La conciencia buena y pura es iluminada por la fe verdadera. Porque la
caridad procede al mismo tiempo “de un corazón limpio, de una conciencia
recta y de una fe sincera” (1 Tm 1, 5; 3, 9; 2 Tm 1, 3; 1 P 3, 21; Hch 24, 16).
Sin embargo, el desconocimiento de Cristo y de su Evangelio, los malos
ejemplos recibidos de otros, la servidumbre de las pasiones, la pretensión
de una mal entendida autonomía de la conciencia, el rechazo de la
autoridad de la Iglesia y de su enseñanza, la falta de conversión y de
caridad pueden conducir a desviaciones del juicio en la conducta moral.
Una conciencia deformada puede equivocarse y presentarnos por bueno, lo
malo. Esto puede suceder por ignorancia, por los criterios del ambiente en
el que vivimos, por criterios falsos que hayamos interpretado como
verdaderos o por debilidades repetidas.
1.¿Cómo se llega a deformar la conciencia?
Nuestra conciencia no se deforma de un día para otro, generalmente es
fruto de malos hábitos:
Nosotros podemos deformar nuestra conciencia poco a poco, sin darnos
cuenta, si aceptamos voluntariamente pequeñas faltas o imperfecciones en
nuestros deberes diarios.
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40. Manual de Moral y Mandamientos
Si todos los días vamos haciendo las cosas “un poco mal”, llega un
momento en el que nuestra conciencia no hace caso de esas faltas y ya no
nos avisa que tenemos que hacer las cosas bien. Se convierte en una
conciencia indelicada, que va resbalando de forma fácil del “un poco mal” al
“muy mal”.
También puede suceder que nosotros deformemos nuestra conciencia a
base de repetirle principios falsos como: “No hay que exagerar”. Se
convierte así en una conciencia adormecida, insensible e incapaz de
darnos señales de alerta. Esto se da, principalmente, por la pereza o la
superficialidad.
Podemos convertir nuestra conciencia en una conciencia domesticada si le
ponemos una correa, con justificaciones de todos nuestros actos, cada vez
que nos quiere llamar la atención, por más malos que estos sean: “Lo
hice con buena intención”, “Se lo merecía”, “Es que estaba muy cansado”,
"es que él me dijo",etc. Es una conciencia que se acomoda a nuestro modo
de vivir, se conforma con cumplir con el mínimo indispensable.
También, puede darse una conciencia falsa, es decir, que nos dé señales
erróneas porque no conoce la verdad. Esto puede ser por nuestra culpa o
por culpa del ambiente en el que vivimos. En este caso los juicios se hacen
sin bases, ni prudencia.
2.Tipos de conciencia
a. Según el objeto
Verdadera que es la que juzga la acción en conformidad con los
principios objetivos de la moralidad. Por ejemplo: sé que estoy en
pecado mortal, por lo tanto no puedo comulgar.
Errónea que es la que juzga la acción equivocadamente, es decir,
confunde lo malo con lo bueno. Juzga sin bases y sin prudencia.
Un ejemplo de esto, es cuando se piensa que si alguien fue
violada, es lícito que aborte.
Esta conciencia se divide en dos formas:
Venciblemente errónea cuando no se desea o no se ponen los
medios para salir de su equivocación.
Invenciblemente errónea cuando la persona no puede dejar el
error, o porque no sabe que está en él, o porque ha hecho todo lo
posible por salir de él, sin conseguirlo.
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41. Manual de Moral y Mandamientos
b. Por razón del modo de juzgar
Conciencia recta Este tipo de conciencia siempre juzga con
fundamentos y prudencia.
Falsa. En este caso se juzga sin bases, sin prudencia y puede ser:
Conciencia estrecha es la que actúa con ligereza y sin razones
serias, afirma que hay pecado donde no lo hay o lo aumenta. Este
tipo de conciencia juzga a una persona por un simple comentario.
Conciencia escrupulosa. Para este tipo de conciencia todo es
malo. Es opresiva y angustiante pues recrimina hasta la falta más
pequeña, exagerándola como si fuera una falta horrible. Siempre
piensa que hay obligaciones morales donde no las hay.
Conciencia laxa. Es lo contrario de la escrupulosa. Este tipo de
conciencia minimiza las faltas graves haciéndolas aparecer como
pequeños errores sin importancia. En este caso, se actúa con
ligereza, se niega el pecado cuando lo hay o lo disminuye.
Conciencia perpleja es la que ve pecado tanto en el hacer algo o
en el no hacerlo. Es muy común ante las decisiones económicas o
políticas. Es la que piensa quiero ayudar a los damnificados, pero
si lo hago voy a quitarle algo a mi familia.
Conciencia farisaica. Es la que se preocupa por aparentar bondad
ante los demás, mientras en su interior hay pecados de orgullo y
soberbia. Es hipócrita, quiere que todos piensen que es buena y
eso es lo único que le importa.
c. Según la firmeza del juicio
Cierta siempre juzga sin temor a equivocarse.
Dudosa juzga con temor a equivocarse, o simplemente, ni se
atreve a juzgar.
3.¿Cómo podemos darnos cuenta de que nuestra conciencia está
deformada?
Hay tres reglas importantes que debe seguir toda conciencia recta:
a. Nunca justifica el mal para obtener un bien.
b. El fin no justifica los medios.
c. No hacer a otros lo que no quiere que le hagan o trata a los demás
como le gustaría que le trataran.
Respeta siempre los actos de los demás y los juicios de su conciencia. Esto
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42. Manual de Moral y Mandamientos
quiere decir que la conciencia no debe juzgar los actos de los demás, sino
únicamente los propios: “Cree todo el bien que oye y sólo el mal que ve.”
Si nos damos cuenta de que nuestra conciencia viola alguna de estas
reglas y no nos avisa en el momento adecuado, ni nos recrimina por ello,
es muy factible pensar que está desviada o deformada. Al percibir esto, lo
mejor es poner enseguida manos a la obra para mejorar, teniendo en
cuenta los siguientes tres aspectos:
Tenemos obligación de formar nuestra conciencia de acuerdo con
nuestros deberes personales, familiares, de trabajo y de
ciudadano; los mandamientos de la Iglesia, los mandamientos de
la Ley de Dios y todas las responsabilidades que hayamos
contraído libremente. Esta obligación es nuestra y nadie la puede
cumplir en nuestro lugar.
Es necesario que actuemos siempre con conciencia cierta, es
decir, que los juicios de nuestra conciencia sean seguros y
fundados en la verdad. Por ello, debemos poner todos los medios
para salir de la duda o del error.
Nunca olvidarnos que si nuestra conciencia está deformada,
podría ser porque alguien nos aconsejó con criterios falsos,
entonces la responsabilidad de nuestros actos es menor. Pero, si
nuestra conciencia está deformada por nuestra propia decisión o
negligencia, por no poner los medios para formarla, entonces la
responsabilidad de nuestros actos y la culpabilidad es mayor.
4.¿Qué podemos hacer para formar nuestra conciencia?
Estudiar el Evangelio, informarnos de qué tratan los documentos
del Papa y de la Iglesia. Recordemos que el pretexto de “nadie me
lo había dicho”, no sirve como excusa ante Dios, pues es propio de
una persona madura formarse e informarse de las normas que
deben regir los juicios de nuestra conciencia.
Reflexionar antes de actuar. No nos debemos guiar por nuestros
instintos o por lo que oímos, sino por convicciones serias y
profundas. Tampoco se vale argumentar: “Creí que estaba bien
porque todo el mundo lo hace”.
Pedir ayuda y consejo a alguien que esté bien formado. Puede ser
un sacerdote.
Nada mejor que un buen examen de conciencia seguido de una
buena confesión. Si nos confesamos frecuentemente, nuestra
conciencia se irá haciendo más delicada y más sensible a las
pequeñas faltas.
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43. Manual de Moral y Mandamientos
Ser sinceros con nosotros mismos y con Dios. Llamar a cada cosa
por su nombre, sin tratar de justificar lo que hacemos o de darle
nombres disfrazados que aparentemente le quitan importancia a
los actos.
No nos desanimemos ante los fallos. Aprender siempre de las
caídas para comenzar de nuevo.
Formar hábitos buenos, programando nuestra vida y nuestro
tiempo, sin permitirnos fallos voluntariamente aceptados.
Tener una vida de oración y de sacramentos para poder obtener
las luces necesarias para la inteligencia y las gracias para
fortalecer la voluntad.
La Palabra de Dios es una luz para nuestros pasos. Es preciso que la
asimilemos en la fe y en la oración, y la pongamos en práctica. Así se
forma la conciencia moral. Catecismo de la Iglesia Católica n. 1802
Para profundizar: Dios llama en la conciencia, tomado del libro "La Moral
......una respuesta de amor", P. Gonzalo Miranda.
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44. Manual de Moral y Mandamientos
VIII. La gracia, Dios presente en nosotros
Dios creó al hombre y a la mujer por amor, en un estado de absoluta
felicidad, viviendo en su presencia. Ellos, por su soberbia, quisieron
hacerse dioses y cometieron el pecado original. A partir de ese momento
perdieron la amistad con Dios.
El pecado original es el primer pecado cometido por la primera pareja
humana, mismo que es transmitido por herencia a todos sus
descendientes. Adán y Eva transmitieron a toda su descendencia la
naturaleza humana herida, es decir con las consecuencias del pecado
original, privada por tanto de la santidad y de la justicia original. Desde ese
momento todos los hombres nacen con el pecado original (Cf. GS n. 22).
Como consecuencia del pecado, la naturaleza humana quedó debilitada de
sus fuerzas, sometida al sufrimiento, a la ignorancia, a la muerte, e
inclinada al pecado (Cf. Catecismo n. 418). Con el pecado original todos los
hombres pierden la Vida Divina y la imagen de Dios queda deformada.
1.El Hombre Nuevo
En el Bautismo Cristo nos hace hombres nuevos, dando como resultado
que, el hombre hasta ahora averiado, quede restaurado, sin pecado
original. No sólo le borra la falta, sino que le añade algo nuevo, le da su
Espíritu, una vida nueva, Su vida. Así el hombre se convierte en un hombre
nuevo.
Por tanto, el que está en Cristo es una nueva creación; pasó lo viejo, todo
es nuevo. Y todo proviene de Dios, que nos reconcilió consigo por Cristo
(2Co 5, 17-18).
Este hombre nuevo tiene unas nuevas fuerzas, puede vivir la ley de la
caridad, Puede conocer a Dios por la fe y esperar su ayuda. Pero, estas
fuerzas nuevas no le privan de tener que luchar contra el demonio y las
tentaciones. En él persiste la inclinación al mal (la concupiscencia) como un
residuo del pecado. De hecho los protestantes lo igualan al pecado.
Una diferencia fundamental entre católicos y protestantes es que los
católicos sabemos que el pecado queda totalmente borrado con el
Bautismo y para los protestantes únicamente está cubierto, pero sigue ahí,
se podría decir que para ellos es como si le pusieran un velo.
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