1. F n ai p r lE uai y l earl -E E -
u d c n aaa d cc n eD sro oF D S
ó ó l
2. DIEZ LESIONES PERSONALES
PARA LLEGAR A LA MEDIACIÓN
DE LOS CONFLICTOS
Programa Educación e Investigación Social
Proyecto Mediación y Mecanismos Alternativos de
Solución de Conflictos en Equidad para la Convivencia Pacífica en la
Familia, la Escuela y la Comunidad 2005-2006 (Localidad de Usme)
FEDES
4. CONTENIDO
Presentación
Primera Lesión
Sobre las berracas riñas y aquellas cosas del conocimiento
Segunda Lesión
Lógica y gramática en la famosa expresión:
“Por lámpara”
Tercera Lesión
Postulados de biología:
El cuerpo humano y aquello que nos jode
Cuarta Lesión
Los héroes de la historia y
nuestra sed de venganza
Quinta Lesión
Glosario de las pasiones que me ponen rabón
El miedo
El odio
Los celos
La venganza
La ambición
Sexta Lesión
¿La materia se transforma?
De lámpara a parcero
Séptima Lesión
Qué mamera el deber
Octava Lesión
La norma de la escucha:
¡ábrase del juicio!
Novena Lesión
La norma de la creación:
¡listo parce!
Décima Lesión
Libertad y corresponsabilidad:
píllese, notifíquese y cúmplase
5. Presentación
Maestros, maestras, pintas, estudiantes, padres, madres, parceritos,
parceritas: El presente texto ha surgido de los momentos que hemos
compartido con ustedes durante el año 2006, en torno a la mediación
del conflicto escolar y social que nos aqueja. En los distintos talleres
y actividades educativas, se afirmó abiertamente y sin tapujos, que
estábamos demasiado aburridos con aquellos discursos que no tenían
en cuenta nuestras voces, ni tocaban el fondo de las cosas.
Es por ello, que tanto el proyecto adelantado, como las reflexiones que
aquí aparecen, intentan recoger el sentido de tales planteamientos, a
partir de dos ideas básicas. La primera, que sólo quienes comparten
un espacio, una época y una realidad, pueden transformar su forma
de vida, sus relaciones y problemáticas; la segunda, que todos los con-
textos de la cultura, la ciudad o la nación, están vinculados entre sí y
por eso es necesario entender lo que nos pasa, a partir de lo que ocu-
rre en los diferentes estadios sociales.
En ocasiones, los maestros ven en la juventud un problema para la es-
tabilidad de las instituciones; los padres, asumen que el asunto es que
la escuela no funciona y los jóvenes dan por hecho que la educación
es una mamera y les llama más la atención otros planes o experien-
cias. Pero el asunto es quizá preguntarnos por aquello que de manera
conjunta nos aqueja. Bien sea adentro o afuera de la escuela; a nivel
personal o general.
Si las “diez lesiones personales” que vienen a continuación se piensan,
se comparten y se leen para adelantar acciones colectivas, podremos
llevar nuestro actual conflicto a un lugar diferente a la agresión, des-
pojados de la carreta formal y las ilusiones vacías. Lo importante es
asumir que el conflicto no es de alguien en particular, sino de todos; y
que su tratamiento tiene que responder a los diferentes intereses. A lo
bien, que si ponemos la creatividad, la fuerza y el saber que poseemos,
en función de la mediación de los conflictos, seremos protagonistas de
una sociedad que nos ha puesto al margen de las grandes decisiones y
de una educación que aún no ofrece la oportunidad que merecemos.
7. Primera Lesión
Sobre las berracas riñas y aquellas cosas del
conocimiento
Riñas, desamores, embarazos, alegatos, llegadas tarde, subida de voz, em-
pujones, golpes, otras agresiones físicas, hasta con arma blanca y hasta con
otras armas, desorden en el salón, amenazas de distinto orden… Y todos los
derivados y derivaciones. Sabemos de qué estamos hablando. Claro papá:
Primera
Lesión
del tropel; y que esto sí es de todos los días y en dónde ocurren estas cosas,
a qué hora, cómo hacer para que no se descubran y la norma que se debe
aplicar, así no se detenga esta larga cadena de acciones. Sabemos de planes
policivos y estrategias institucionales para prevenir lo que aún no se previe-
ne y en qué queda la llamada al acudiente. Sabemos que afuera es otra cosa
y que adentro a veces se pone peludo. Sabemos tanto que…Alguien decía lo
siguiente: “Nosotros los que conocemos somos desconocidos para nosotros
mismos, nosotros mismos somos desconocidos para nosotros mismos: esto
tiene un buen fundamento: no nos hemos buscado nunca, ¿cómo iba a su-
ceder que un día nos encontrásemos?”.
8. Lo decía Friedrich Nietzsche en el libro Genealogía de la Moral, hace algo
más de cien años. Y tal vez lo sigamos diciendo nosotros, porque en ocasio-
nes lo que más cerca de nosotros está, es lo que más ignoramos. No es que
ignoremos lo que sucede, sino que desconocemos el por qué sucede. De tan-
to que sucede lo que sabemos, se nos pasan los días, las semanas y los años,
sin conocerlo. Sólo sentimos, escuchamos, palpamos y vemos los efectos de
lo que nos ocurre o lo que provocamos en los otros. Pero, ¿acaso logramos
ir más allá?
Sabemos de sumas y restas y ecuaciones y planetas y de la tabla periódica y
Primera
nombres de genios y fechas históricas y que E es igual a mc al cuadrado, es
Lesión
decir: Energía, igual a Masa, más la velocidad de la luz, la famosa fórmula
de Einstein, con la cual se crearon las bombas que destruyeron a Hiroshima
y Nagasaki. Sabemos que la masa se puede volver energía y la energía masa
y que todo lo sólido se evapora en el aire. Y por eso sabemos que Bolívar
pensó, cuando se publicó la carta de Jamaica: “no son los españoles, sino
nuestra propia desunión lo que nos ha llevado de nuevo a la esclavitud”.
Y si no lo sabemos, deberíamos saberlo mijo, como dice el profe de histo-
ria. Sabemos mucho o poco, tal vez lo suficiente como para no conocernos:
¿Quiénes somos?
10. Segunda Lesión
Lógica y gramática en la famosa expresión:
“Por lámpara”
Por las clases de gramática he aprendido el significado de las palabras. Así,
por ejemplo, “alumno” quiere decir: aquel que hay que alumbrar, y “lámpa-
ra: aquel que alumbra mucho. Adentro aprendo a usar la palabra alumno y
afuera la palabra lámpara. En ese proceso de dar luz a quien no la tiene, se
Segunda
Lesión
van construyendo las frases: “El alumno X es solicitado en la coordinación”.
Pero la riqueza del lenguaje me permite utilizar otros sustantivos, sin que
llegue a cambiar el significado de la frase. Es entonces cuando el alumno X
se convierte en: “allá el señor”, “señorita tal”, “el personal de atrás”, “tan
lindo él”. Mientras que con lámpara tenemos otras construcciones gramati-
cales, como: “mucho lámpara”, “por lámpara”, “pilas, lámpara”.
Pero cuando de las palabras se pasa a la acción, o mejor, cuando las palabras
llevan directamente a la acción, entonces el asunto se pone caliente, y es
cuando digo: “Ahora sí, lámpara”, “¿Qué estaba diciendo, lámpara?”. Esos,
como diría el profe de español, son actos ilocucionarios, porque las pala-
bras no son para comunicarle al “lámpara ese”, tal o cual mensaje, sino para
encenderlo, para caerle, mejor dicho, para actuar sobre él. Son expresiones
que acompañan una acción en el momento en el que las pronuncio. O sea,
que mientras digo lámpara le voy cascando en vivo y en directo. Es por eso
que estos “actos de habla ilocucionarios” dependen de lo que estoy haciendo
y del contexto donde nos encontramos, si es adentro o si es afuera.
11. Dependiendo del lugar en el que se da la acción, los actos ilocucionarios van
aumentando progresivamente, vienen en cadena: “Yo no le tengo miedo,
lámpara”; “¿Cree que estoy solo, lámpara?”; “Listo, lámpara, nos vemos a
la salida”. Así, de lamparazo en lamparazo, logro llegar a lo que le alcanzo
a escuchar al último lámpara, porque después se vuelve un ruido colectivo:
“a la salida, en el parque”. Con una ilustración como ésta, le queda más fácil
a la gramática explicar por qué los llaman actos ilocucionarios. El parque
es la “locación”, el territorio; ahí sí es lámpara contra lámpara y vale todo.
La acción se ejerce en un espacio concreto. ¿Queda claro lo que es un acto
ilocucionario? Fácil, pues pegar y actuar al mismo tiempo.
Segunda
Lesión
En el territorio, en el lugar, en la locación, en el parque, comienza pues el
recital de sinónimos, aquellos que equivalen a lámpara; entre ellos tene-
mos: pinta, pirobo, gonorrea…, y muchos más, cuyos significados logramos
aclarar en la clase de español, cuando se explica el tema de los sinónimos.
Entre actos ilocucionarios y sinónimos, el personal pasa de ser alumno a ser
lámpara. Para ilustrar esto tengo que recurrir a otro gran campo del saber:
La lógica. Más exactamente, la Lógica Aristotélica. No importa si estamos
en sexto, séptimo u once, la lógica es la misma. Simplemente, si X nos dice
que está lloviendo y Y nos dice que está haciendo sol, ¿Cómo puede ocurrir
que X y Y sean verdaderas? ¿Cómo puede llover y no llover, o hacer sol
al mismo tiempo? En consecuencia, si X nos dice que Suárez es lámpara,
mientras que Y afirma que Suárez es alumno, ¿Cómo puede ser Suárez, lám-
para y alumno al mismo tiempo? Esto no puede ser según Aristóteles. Es
una contradicción de principios.
Pero nada, Suárez es lámpara y es alumno, qué le hacemos. El deber de la
educación y el derecho al tropel se lo exigen. ¿Qué hace Suárez si a la sali-
da lo está esperando el parche del gomelo con sus respectivos sinónimos?
¿Y qué hace si a la entrada está la coordinadora? Pues parchar y estudiar;
alumbrar y dejar que lo iluminen. Porque los actos ilocucionarios también
se dan en la escuela. Ya lo veremos en otra lesión personal.
12. Tercera Lesión
Postulados de biología:
el cuerpo humano y aquello que nos jode
13. Tercera Lesión
Postulados de biología:
el cuerpo humano y aquello que nos jode
Cuando el lunes en la mañana se va formando en fila el personal para la
izada de bandera, y entre moretones, rasguños, chichones, Suárez y los lam-
parones que le quedan del viernes saca pecho al entonar el Himno Nacional
Tercera
Lesión
de la República de Colombia y el Himno de Santa Fé de Bogotá y el Himno
del colegio; mientras esto sucede, él se va acordando que no hizo la tarea
de biología, interrumpiéndose así su espíritu patrio, el espíritu que va to-
mando forma de alumno. “La cosa era sencilla”, dice el profesor de biología,
señalando la cartelera del aparato digestivo. El cuerpo tiene órganos y los
órganos tienen funciones. Las extremidades superiores tienen la función
de golpear, las extremidades inferiores la de patear y el estómago, en tanto
órgano del sistema digestivo, la de recibir los lamparazos. Todo es una es-
tructura, el cuerpo forma a un individuo y el individuo a una especie. Era
fácil la tarea. Y aunque Suárez la sabe, no la trajo.
En física y en biología hablamos de cuerpos, pero cada quien tiene una ex-
periencia particular con su cuerpo, bien sea en el salón, en la casa, en el
parque, a punta de golpes, de ganas de comer, de mirar las nenas o mirar
los manes, de comportarse en las locaciones. ¿Qué pasa, acaso, cuando un
cuerpo se encuentra con otro cuerpo? ¿Una voz con otra voz? ¿Una mano
con otra mano? ¿Un órgano con otro órgano? ¿Una figura con otra figura? O
esto nos alegra y nos empuja a nuevas acciones, o por el contrario, nos aflige
y nos detiene. En el lenguaje lamparezco sería: o “todo bien” (nos sentimos
a gusto con el gesto de aquel con quien entramos en contacto), o en otro
sentido: “todo bien, pirobo” (sentimos agresión). Los cuerpos crean efectos
en los otros cuerpos, o generan un: “a lo bien”; o un: “a lo bien, pirobo”.
14. “¿Qué me mira?”. Muchos rollos, por ejemplo, comienzan con este gesto;
como si detrás de los ojos se escondiera una intención maliciosa. Algo que
nos incomoda, que nos detona los órganos, el sistema nervioso, el aparato
respiratorio, las glándulas, las entrañas. Es como si las miradas tuvieran sus
códigos, sus signos. La clase de biología toda, se activa en una mirada. Pero
volvamos al punto: ¿Sabemos por qué? Seguramente, detrás de las funcio-
nes del cuerpo, de las funciones básicas, se hallan pasiones, de diferente na-
turaleza, unas ayudan a potenciar nuestra vida y otras nos crean problemas.
Aquellas que nos joden son las que provocan el conflicto.
Tercera
Cuando siento que el otro es una lámpara, una gonorrea, un pirobo, es por-
Lesión
que los diversos sistemas de nuestro cuerpo activan la memoria que guarda-
mos: las humillaciones, los dolores, las tristezas; lo que nos afecta en lo más
profundo. Y en el instante mismo de esa mirada, queremos dar respuesta a
la historia de nuestras jodidas. Y de jodida en jodida, de pasión en pasión,
se arma en masa el tropel. Tal como señala el profe de disciplina, se arma
“la algarabía”. Pero no porque se esté refiriendo a la gran lengua árabe, que
es lo que significa la tal “algarabía”, sino a los trompazos que nos damos a
la salida. Como ven todos los significados cambian en estas lesiones perso-
nales.
16. Cuarta Lesión
Los héroes de la historia y nuestra sed de venganza
He leído en los libros que Cristóbal Colón conquistó América; pero también,
que trajo consigo las epidemias, los saqueos y las masacres más violentas.
Que el gran Napoleón Bonaparte fue el símbolo de la Revolución francesa,
el que propició las leyes y los derechos de nuestra época; pero que fue un ser
ambicioso y vanidoso. Que Simón Bolívar liberó a la Gran Colombia; pero
Cuarta
Lesión
que al mismo tiempo fue tentado por el poder y la ilusión. Hoy tengo mis
propios héroes, mi ídolos (musicales, deportivos, televisivos, barriales…),
los cuales me despiertan nuevas pasiones y sensaciones. Actúo como ellos,
imito sus ademanes, al tiempo que oculto aquello que me somete al despre-
cio de lo que soy. Cuando algo me afecta, por ejemplo la miradita de Suárez,
trato de responder en forma similar, con el disfraz y la actuación de estos
ídolos que reinvento en la imaginación.
17. Es ahí cuando aquellas pasiones que me joden la vida y el alma, que me
trabajan la cabeza, logran encerrarme. Frente a estas pasiones, trato de ser
el más fuerte y el más representativo del grupo, cuando en verdad lo que
siento es una debilidad re-tenaz. Aunque también trato de marginarme y
excluirme, actuando por sorpresa, en un momento dado. Dichos estados
derivan de las pasiones tristes, dolorosas, humillantes; las que nos quitan
la fuerza de crear algo nuevo. En realidad, no es que actuemos autónoma
e independientemente de las miradas, las burlas, los roces o las palabras
externas. Si nos comportamos violentamente, es porque algo del exterior
nos ha causado esta violencia; algunas ocasiones en forma inmediata, como
cuando me inundo de rabia ante los gestos, las expresiones o los empujones
Cuarta
Lesión
de los otros. En otras ocasiones, voy guardando y acumulando a lo largo
de mi crecimiento cada una de las cosas que me van haciendo, cada una de
las agresiones que voy experimentando, en mi familia, en mi casa, con mis
amigos, con el parche, con otros parches.
Es entonces cuando las sensaciones de dolor y de rabia, se vuelven sen-
timientos de venganza, odio y envidia. A estos le llamamos, junto con un
filósofo que se llamó Baruch Spinoza, las pasiones tristes; aquellas que nos
quitan la energía, el deseo de actuar en el mundo, que nos detienen, en fin,
que nos joden y no nos dejan actuar con libertad. ¿Cuáles son estas pasio-
nes? Hagamos nuestro propio glosario en la siguiente lesión personal.
19. Quinta Lesión
Glosario de las pasiones que me ponen rabón
La palabra rabón la utilizo de muchas maneras. “Estoy rabón”, quiere decir
que estoy piedro, que estoy llevado, que no aguanto nada, que algo me tie-
ne a punta de explotar. Y si digo: “Qué man tan rabón” o “Aquella nena tan
rabona”, es porque el otro o la otra, se portaron mal conmigo, me tiraron a
joder, sus actos tenían la intención de producirme un malestar. Las pasio-
Lesión
Quinta
nes tristes, las que nos quitan la energía de actuar, se crean con este doble
juego: Estoy rabón, porque los demás son unos rabones. Hablemos enton-
ces de las diferentes formas como sentimos la rabonada.
20. El miedo
Puedo sentir miedo de manera inmediata, cuando siento que algún aconte-
cimiento se convierte en una amenaza. Sin embargo, lo más terrible es cuan-
do vivo permanentemente cundido por el miedo. Este último es un miedo
ante lo externo, porque siento que la sociedad es una rabona conmigo. El
miedo social inhibe mi expresión y me somete a la impotencia. No participo
porque me da miedo, no hablo porque me da miedo que los otros se burlen
de mí. Ese miedo va constituyendo mi personalidad, desde la escuela, hasta
la casa. Comienza con adjetivos como: “tonto”, “desobediente”, “incapaz”.
Desde pequeños oigo estas afirmaciones de los cuchos, esas que me ponen
Quinta
Lesión
tan rabón, hasta que me convenzo de ser una persona débil, mucho más dé-
bil que el mundo exterior.
Gracias al miedo me voy convirtiendo en un ser que duda todo el tiempo;
no se si abrirme o abstenerme de participar de un grupo, de relacionarme
con otras personas o hacer cosas diferentes a las que normalmente hago. Es
esta duda la que no me deja cruzar una cierta frontera y salir del ensimis-
mamiento, de esa rabonada en la que siempre ando. Aparentemente, los
actos de agresividad con que respondo me ayudan a traspasar los límites de
mi propia impotencia, pero en realidad son simples mecanismo de evasión,
que funciona cuando estoy con el parche, con la pandilla, con los chinos. Es
la imagen ficticia que nos convierte en el modelo de los héroes o líderes que
nos hace creer que podemos llegar a ser como ellos.
21. El odio
Mi odio surge cuando alguna pinta hace algo negativo contra aquello que
más aprecio. Cuando le hacen algo a mi parecero, a mi nena, o a mí. Cuan-
do era chico, me enrabonaba el que me quitaran los objetos de juego, o me
abrieran de la persona con quien quería estar cerca, o no me dejaran seguir
gozando de algo. Pero el odio más tenaz es aquel que se relaciona con lo que
amo. En esos momentos siento que el odio me domina, que se me sale el
loco que llevo dentro, que no puedo medir las consecuencias. Los demás se
me convierten en enemigos. Sobre todo, en el instante en que me han falla-
do. Es una sensación tan jodida, que a veces siento que me estoy destruyen-
Lesión
Quinta
do por dentro con sólo sentir odio.
22. Los celos
Es una chimba cuando siento que alguien me gusta, que alegra mi vida, con
su cuerpo, sus palabras o sus detalles. Pero en el momento en el que la per-
sona que me gusta no responde, que quiere a otro, que no me pone atención,
caigo en la desilusión. Si está a mi lado, si comparte lo que quiero compartir
con ella, todo bien, la rabonada permanente se me pasa, me siento fuerte y
creo que al fin el mundo está conmigo, que tengo una oportunidad. Lo ché-
vere del amor es no sólo sentir que puedo amar, sino que aquella de quien
estoy enamorado me ama también. Así que cuando imagino que la persona
que amo está en la jugada, más afecto siento por mí mismo, crece el reco-
Quinta
Lesión
nocimiento personal. Por el contrario, al caer en el desencanto del amor, mi
propia imagen se afecta negativamente.
Cuando esto último ocurre, aparecen los celos, siento el detenimiento de mi
potencia, no me importa nada. Al experimentar celos, también logro llegar
al odio; contra la persona que amo y con el lámpara que posiblemente está
con ella. Con la misma fuerza con la que la amo, la puedo llegar a odiar. Es
ahí cuando intento reprimir mis deseos y placeres y trato de no quererla
más, de no sentir. El problema es que en ocasiones no aguanto y entonces:
“¿Qué le pasa lámpara?” Cada vez que aparecen los celos crece la descon-
fianza y el temor por el otro género y por mí. Con los celos, una pasión alegre
se convierte en pasión triste. Eso hace que muchas veces me sienta traicio-
nado y que vuelva a la rabonada de antes.
23. La venganza
Cuando la rabonada me va envolviendo, pienso que tengo pocas salidas.
Las cosas me pesan en la cabeza, no creo en los demás, la realidad es os-
cura. Trato de cumplir con ciertos deberes, pero ando es buscando cómo
responder a lo que me han hecho, a las jodidas que me han causado, a los
golpes y las palabras, que he percibido y ante las cuales no he podido res-
ponder. Poco a poco, y casi sin darme cuenta, estoy acumulando cada una
de las rabonadas, vivo en función de ellas; se vuelven permanentes. Esto
es la venganza, un estado constante en el que quiero causarle daño a otros
pirobos y gonorreas. Esto lo voy volviendo mi principio, pues es también
Lesión
Quinta
principio del parche en el que ando, quienes me llaman para hacer las vuel-
tas que tenemos pendientes. Por un momento me convenzo que si jodo a las
personas y a las cosas que odio, puedo recobrar la alegría y la tranquilidad.
Sin embargo, es una simple jugada de la mente, que me hace suponer que la
fuerza negativa del odio puede convertirse en fuerza positiva. Es la fantasía
en que caigo, cuando deseo triunfar con mi poder. Es el círculo vicioso entre
las acciones y rabonadas de los demás y mis reacciones.
24. La ambición
La ambición es una sensación muy extraña, no deja de enfrentarme a la am-
bivalencia de mis actos. En un primer momento, yo trato que los demás ad-
miren lo que personalmente más admiro y que se comporten de acuerdo a
mi propio comportamiento. Pero el asunto es que cuando todos los que nos
la pasamos juntos buscamos lo mismo, se crean las discordias y las molestias
mutuas. Digamos que allí aparece la competencia, pues cada quien busca
tener más o aprovechar más lo que todos deseamos poseer. Normalmente
la ambición se da en el mismo parche y el grupo de amigos; igualmente, se
da entre el grupo y otro grupo que quiere montarla de lo mismo. Sea con los
Quinta
Lesión
amigos o con los enemigos, la ambición surge de la identidad. Nos esforza-
mos para que otras pintas no posean las cosas que deseamos poseer.
25. Sexta Lesión
¿La materia se transforma?
De lámpara a parcero
Hay pintas que no me puedo pasar, con quienes tenemos cazado un tropel
constante. Pero lo que no puedo entender muy bien, es cuando la rabonada
que me causaban algunas otras lámparas y algunos cuchos, se va transfor-
mando con el tiempo. No tanto porque hallamos hecho las pases, sino por
Lesión
Sexta
haber llegado a entender que el lámpara aquel, finalmente buscaba lo mis-
mo que yo: reconocimiento, legitimidad, confianza en él mismo. Y hasta
termino por sentir aprecio, no sólo por la pinta esa, sino porque se me quita
un peso y un guardado que no me dejaba en paz. Es algo así como que lo que
uno odia y desprecia, al lograr superar la rabonada, termina valorándolo
más que si no lo hubiera odiado. Igual pasa cuando uno se reconcilia con
alguien que uno quiere o ama, resulta queriéndole más que antes.
Tal vez ocurre lo mismo que con una vacuna, en la que en el mismo virus
está la cura, o con el veneno que ofrece la sustancia para salvar la vida de
quien lo ha recibido. Cómo diría el profe de química: “la materia no se crea
ni se destruye, sólo se transforma”. Cuando le doy vueltas a las vainas y lo-
gro ver cosas que antes no veía, siento más bien que aquello por lo que tenía
desprecio, me va llenando de asombro. En realidad es que normalmente
despreciamos la sociedad, el entorno, el barrio, las otras pintas. Les que-
remos destruir. Pero si lográramos asombramos, estaríamos más abiertos
a descubrir que a destruir. El asombro es como quitarse un manto que le
impide ver lo que hay más allá de lo inmediato.
26. La venganza y el odio no se sostienen por sí mismos, sino porque una fuer-
za a mantener nuestra imagen, así sea ficticia, nos domina. Esa sensación
nos vuelve esclavos, pues cuando las cosas se hacen desde el sentimiento de
odio, todas nuestras hazañas, aventuras y luchas, terminan siendo infruc-
tuosas. Tal vez deberíamos ser más Einstein, quien cuando se le preguntó
si era el científico más importante, dijo que solamente era un curioso que
se extrañaba con el mundo. Y ser menos los nazis o los norteamericanos,
quienes utilizaron la potencia de aquel físico pensar para hacer la bomba
atómica y destruir otras naciones. Esto es lo que hace el odio, la venganza y
los celos, toman nuestra potencia y la devuelven contra nosotros mismos.
Lesión
Sexta
Para ver a las lámparas, a los pirobos, a las gonorreas, de otra forma, es
necesario asombrarnos con nuevas vainas de la realidad que nos rodea. El
asombro crea una excitación tal, que las experiencias negativas terminan
desplazándose por la emoción de conocer y explorar más de mí y de los
otros.
28. Séptima Lesión
Qué mamera el deber
En la escuela hay profes y cuchos que intentan cambiar la rutina, pero hay
otros que nos tratan como si estuviéramos en un cuartel y sólo usan la voz
para mandar. Aquí adentro también se dan los actos ilocucionarios, pues
no se enseña sino se ordena. Una palabra acompaña la acción de poder. Sus
Séptima
palabras son expresiones que aparecen como obligaciones. La información
Lesión
se basa en órdenes. Más que aprender física, historia, español…, lo que se
nos enseña es disciplina; un maestro es alguien que sabe de técnicas de dis-
ciplinas, más que de ciencia o arte. Los actos ilocucionarios de la escuela,
los que llevan directamente a la acción, son señales de orden y de quietud,
son actos para obedecer y hacer que se obedezca. Es otra lección que se con-
vierte en lesión. Por eso escuchamos cosas como: “a ver Suárez”; “Adelante,
señorita”; “No tenemos todo el tiempo para esperarla”.
En la escuela, las preguntas ya tienen respuesta y las respuestas son simples
repeticiones. El comportamiento tiene leyes y las leyes son deberes. Pero
allá no se busca comprender esto de las pasiones tristes y de las sensacio-
nes que tenemos; mucho menos del asombro. Más que mediar el conflicto,
lo que se hace es castigar y sancionar. La norma como mero castigo, nada
permite comprender. Simplemente es una aplicación de cargos y descargos.
La norma aumenta las pasiones tristes, las jodidas y las rabonadas que tene-
mos, da por hecho que la mejor manera de formar es castigar.
29. Pero, ¿por qué la norma se convierte muchas veces en algo negativo? No
porque sea mala ni buena, sino porque busca producir una sensación terri-
ble en la persona: La culpa. Más que asumir la responsabilidad de nuestros
actos, la norma busca hacernos sentir culpables y de esta manera debilitar
nuestro entusiasmo. Por eso es otra de las tantas tristezas que tenemos.
La culpa busca que sintamos algo así como un odio mayor contra noso-
tros mismos. Es entonces cuando la norma actúa como detenimiento, como
coacción y se convierten en un medio para que nuestros cambios no sean
porque nos asombramos con otras cosas, sino porque le tememos a lo que
nos pueda ocurrir. Más que un archivo personal tenemos un expediente, un
Séptima
Observador, un Manual de Convivencia y un Boletín.
Lesión
Pero muchos maestros piensan que sólo la escuela tiene normas y que lo
que buscamos al crear trifulcas es abandonar las normas. El problema es
que afuera también hay normas, ¿Sí pilla? Los parches tienen normas, mu-
cho más severas que las de la escuela. A uno lo ponen a prueba, para ver si
puede seguir perteneciendo. No pasar de un territorio, de un barrio al otro,
es una norma que se cumple porque se cumple. Aquí también hay obedien-
cia. Y ni le cuento los castigos. Así que las normas de adentro y las de afuera
son parte de la misma moneda; lo que las diferencia es quién tiene el poder
y quién no, quién manda y quién obedece. ¿No será, acaso, que el asunto es
ubicar la norma en un lugar diferente al castigo y a la sanción?
31. Octava Lesión
La norma de la escucha:
¡ábrase del juicio!
No es que sea fácil decirle a alguien “todo bien”, mucho menos a un pirobo
y muchísimo menos a un o una lámpara. A veces digo “todo bien” o su equi-
valente “a lo bien”, de manera casual, porque empujé a una persona sin cul-
pa y entiende que fue así, o cuando busco que alguien me crea lo que estoy
Octava
Lesión
diciendo. Pero llegar a decir ¡a lo bien! De verdad, con signos de admiración
y en un momento de conflicto, resulta complicado. Eso sería mediar. Ahí sí,
eso que usted llama el tal “asombro” no sería algo fantasioso.
El “problema” del conflicto, es que nadie escucha a nadie, a lo bien. Si no es
el alegato, es el golpe; si no es la retahíla de los cuchos, es la sanción, el ob-
servador, el castigo del parche. Y uno se va acostumbrando a vaciar, a cascar,
a castigar, a joder al que lo jode. Dentro y fuera de la escuela. Y sin escucha
todo se vuelve una mierda. La escucha se ha convertido en una muletilla.
Cuando digo: “tengo que hablar con usted”, es porque quiero montársela de
algo, darle mi versión, convencerlo, que me rinda cuentas.
32. Pero escuchar es todo un arte, es el primer paso del asombro. No sólo para
aclarar una situación pasajera, sino para descubrir las causa de las cosas.
Cuando descubrimos las causas, entendemos por qué y buscando qué, al-
guien se comporta de esa manera. Para escuchar necesito despojarme de los
juicios y reconocer a los otros en las mismas condiciones. Asombrarme con
su carreta antes de ver como malo o bueno
lo que dice, por paila que sea. Sólo hay escucha en el momento en que com-
prendo la sensación que invade a las personas y que les hace actuar de cierta
forma. Para escuchar es necesario crear un nuevo ambiente cultural, escolar
y familiar, donde la expresión sea una condición de las relaciones.
Octava
Lesión
Pero cuando convierto en burla lo que dice el compañero, estoy jodiendo
la comunicación de todos. Y cuando reprobamos sus palabras sin entender
el fondo de lo que dice, estamos separándonos de la interlocución. Lo que
logramos con esto, parce, es propiciar que la norma se use para callar a la
persona y al grupo. Para decir, a lo bien, a lo bien parce, tengo que comenzar
por lo más jodido de todo: aprender a escucharme a mí mismo, escuchar
mi cuerpo y mi pasado. Aprender a expresarme, sin latigarme. La burla que
hago a los demás, es sólo el medio de defensa que utilizo para dármelas de
sobradito y dejar ocultos mis sentimientos. Igualmente, el juicio con que
miro a la gente y a mis compañeros, es el juicio que tengo sobre mí mismo.
Para escuchar es necesario dejar de enjuiciar; a lo bien, ¡ábrase del juicio!
34. Novena Lesión
La norma de la creación:
¡listo parce!
En la educación tradicional nos han hecho sentir que somos poco inteli-
gentes y que llegamos a la escuela sin nada en la cabeza, a mamar gallo, a
montarla y a joder. Tal vez porque hay una sola manera de evaluar, trasmitir
información y explicar los contenidos. Siento que muchas de las cosas que
Novena
Lesión
ando pensando, que las ideas a las que les doy vueltas, por ejemplo, sobre la
forma de ser de la gente, el mundo, mi familia, los inventos de la ciencia, el
futuro, y un resto de vainas más, por las cuales me da la reflexionadera, son
pendejadas que me invento para perder el tiempo. En ciertos momentos,
construyo otros universos, le pongo nuevos colores a las cosas, atravieso
los planetas y en un segundo transformo la realidad en la que ando. Eso me
pasa en el salón, cuando estoy con alguien, o voy por la calle.
Todo se acaba cuando vuelvo a escuchar los tales actos ilocucinarios esos:
“Claro, Suárez otra vez distraído” o “¿Qué pasa lámpara, pensó que no lo
íbamos a encontrar? Cuando me elevo pensando en estas cosas, antes de la
llamada de atención, creo que quiero una realidad diferente. Pero las tareas,
las evaluaciones, los logros, la vuelta del parche, me mandan para otro lado
y me acuerdo que debo responder o si no estoy paila. Y estar paila afuera y
paila adentro, no aguanta.
Seguro que la imaginación, cuando a uno se le eleva el coco, también debe
servir de algo o si no para qué la tenemos. No simplemente para memori-
zar, ni para hacer operaciones que luego olvidamos, o cuadrar pleitos que
me llevan a lo mismo. Es imposible dejar de pensar, siempre le estoy dando
vueltas a todo,pero como el único lugar donde ocurren cosas divertidas y
arriesgadas es en el parche,allá es donde nos imaginamos lo que nadie si-
quiera imagina.
35. Y las hacemos y les damos forma. De resto, lo demás es repetición y aburrimien-
to. El asunto es que la capacidad de mi invención, cuando se pone en función del
conflicto, termina siendo para la destrucción, como la bomba atómica y como
todas las bombas y las armas.
La imaginación es el puente de la creación y siempre, querámoslo o no, pasará
por una especie de destrucción; sólo que es muy diferente destruir la vida de
alguien, la sociedad, la humanidad de un lámpara, que destruir una forma de
pensar, unos esquemas y unos hábitos. Esto último es tal vez lo que necesita-
mos: destruir lo que nos tiene destruidos. Entonces la creación se vuelve la in-
vención de un mundo posible, diferente. La creación que llevaría a los parches,
Novena
Lesión
a los cuchos, a los parceros, a las gonorreas, a inventar un mundo posible, sería
la que se basa en pasiones alegres. Pero la imaginación que termina encerrada
en pasiones tristes, en venganza, odio y ambición, termina utilizando nuestra
inteligencia para la destrucción, pues nos mantiene en el resentimiento y en la
marginalidad.
La creación puede darse en la realización de un relato, de una imagen, de un
experimento, de una práctica deportiva… Puede darse en las relaciones sociales,
adentro y afuera de la escuela. En la creación uno deja de ser “alumno” y “lám-
para”, y pasa a ser “autor” o “protagonista”. Es una creación individual, pero
también colectiva, pues requiere negociar con los demás las formas y los proce-
sos. La creación no es una simple idea, sino una idea que se vuelve forma, que
tiene sentido, que cambia el significado original de la realidad que vivimos. Por
eso en la creación, hay también rupturas. Los rompimientos que se dan en la
creación no son violentos, pues no se dan desde la rabonada; están dominadas
por el entusiasmo y las pasiones a legres, por el asombro y no por el odio, por la
práctica y no por la carreta.
La violencia, por ejemplo, busca detener, imponer y someter; la creación pre-
tende movilizar y transformar. Las dos son fuerzas, pero una es negativa y la
otra positiva. La creación cuesta mucho, porque es la auténtica metamorfosis de
la sociedad y del ser humano; es el: !A lo bien, parce!, y es el: “bacano pelao”.
El conflicto, el tropel, no puede transformarse, si no somos creativos. De nada
sirven las normas, los consejos, las amenazas y las recompensas, si nuestra edu-
cación no toma como norma formativa la creación. Mejor dicho, el conflicto nos
puede llevar a crear o a destruir. Cuando uno logra dar forma, provocar un sen-
tido nuevo, joder la cultura que nos jode, llegamos a decir: ¡Listo parce!
37. Décima Lesión
Libertad y corresponsabilidad:
píllese, notifíquese y cúmplase
Si en un principio está la escucha y para que haya escucha tenemos que va-
lidar la expresión; si además, estas dos vainas tienen caso cuando existe la
posibilidad de la creación, nos enfrentamos luego a lo más difícil de todo,
Décima
Lesión
a lo que casi ningún cucho, jefe, o líder o esclavo está dispuesto. Ni los de
afuera, ni los de adentro. Se trata del cambio en el berraco poder. Así de cla-
ro, parcerito. El asunto, es que cuando suponemos que tenemos la verdad,
la razón, la autoridad, estamos sometidos nuevamente a las pasiones tris-
tes, al reconocimiento de un centro, de una salvación o de una autoridad.
Nuestra cultura se basa en eso, en el hecho de que alguien tiene el poder y
alguien no. Alguien hace las normas y otros las cumplen. ¿Cómo voy a sen-
tirme responsable de algo que no he creado?
En ciertos momentos me han llamado para ser representante de grupo, per-
sonero, o para oír que el Manual de Convivencia es de todos. Sin embargo,
en los primeros casos termino cumpliendo el papel de sapo, le cuento al
profe de disciplina lo que por debajo está haciendo Suárez; mientras que en
el segundo, junto con Suárez, lo que hago es esperar la pena, la vaciada y
la notificación en el observador. Lo mismo ocurre en el parche y en la casa,
quien tiene el poder lo que hace es mandar y ordenar. Otra vez estos actos
ilocucionarios que no nos dejan actuar, pues son los que conducen las ac-
ciones.
38. Si a nosotros nos dijeran: “miren pelaos, miren parceros, ustedes tienen
que inventarse cómo es que esta vaina va a funcionar”, seguramente actua-
ríamos y pensaríamos de forma diferente. Si nosotros no sólo fuéramos a
la escuela, a recibir carreta, ni simplemente parcharamos en el barrio, sino
que tuviéramos que asumir la responsabilidad de la cultura y la educación
de nosotros mismos, esto seguramente sería distinto. Algunos cuchos y al-
gunas pintas, piensan que asumir la responsabilidad es hacer lo que uno
quiere o lo que se le antoja. Pero eso es no entender la responsabilidad. La
responsabilidad es echarse al hombro algo, asumir un rol protagónico, par-
ticipar en la orientación. Para que todo esto se de, la responsabilidad tiene
Décima
que cimentarse en la libertad.
Lesión
Ahora tenemos que invertir la carreta, pues en la vida cotidiana, cuando a
uno le dicen que es responsable de algo, lo que le están es tildando y cul-
pando. Por eso, la responsabilidad no es culpa, sino compromiso y el com-
promiso no es un deber impuesto, sino un acuerdo. Píllese que la cosa no
es tan fácil. Entre más libre soy, más responsabilidad adquiero, ya que me
veo en la necesidad de responder. En este caso, las normas las utilizo para
avanzar en propuestas y proyectos y no para castigar. El castigo es de escla-
vos, de seres marginales y con poca capacidad de acción. Las leyes tampoco
serían para restringir sino para aumentar nuestra potencia, nuestra alegría
y nuestras fuerzas. Ojo parcerito, si en momento momento dado la ley pasa
por la restricción de algún comportamiento, ésta debe, a su vez, pasar por la
comprensión y no por la culpa y el escarnio público.
Vamos a ver, papá cómo es la cosa… Digamos que la libertad no tiene regla
alguna.
O mejor, para que no se nos despeluque alguien por ahí y piense que vamos
a hacer lo que nos da la gana; la libertad para que sea libertad tiene que
tener en cuenta: primero, la realidad, y segundo, la libertad de los otros.
Cuando hacemos lo que nos da la gana, no tenemos en cuenta estas dos
cosas y por eso es que ser libres, va más allá de lo que queremos hacer. Si el
otro no es libre, no estoy ejerciendo la libertad. Cuando jodo a alguien con
mi jodedera, y cuando le jodo con mi poder y se la monto, estoy destruyen-
do la libertad. Pues las acciones mías y las de los demás se deben tener en
cuenta por igual.
39. Volvamos a pillar la cosa, pues aquí es donde se define la carajada de las
lesiones personales. La libertad tiene sus propias reglas, que son las condi-
ciones concretas (una institución, unas políticas, una organización…), a la
vez que los actos libres de los otros, es decir, que todos estemos actuando en
igualdad de condiciones. Sea para hacer un currículo, un plan, un proyecto.
¿Sabe cual es la berraca cuestión? Que en una sociedad de esclavos como la
nuestra, le tenemos miedo a la libertad. Y por eso caemos en el extremo de
la sanción constante y de la jodetería; de la disciplina y de las riñas.
En medio de estas dos enfermedades sociales se sitúa la libertad. No es nin-
guna de las dos. Por el contrario, hay que aprenderla; y es entre todos parce-
Décima
Lesión
ro, porque es la única manera. Necesitamos liberarnos de las pasiones que
nos quitan la capacidad de actuar y de las jodidas de los otros, que también
no las quitan. La libertad es también un acto ilocucionario, es producir un
lenguaje para realizar las acciones; pero en sentido contrario, pues se tra-
taría de que la acción sea abierta a todos, a los demás, a mí, al grupo, a la
escuela y al barrio.
Por eso hay que hacer las jodas de otra forma, dar un sentido nuevo, asumir
las responsables y dejar las culpabilidades. Esto requiere un proceso largo
y paciente. Implica crear espacios de diálogo, pues en los contextos donde
estamos no los hay; deliberar constantemente sobre lo que buscamos. Es
definitivamente una nueva forma de educar. Claro, nos requiere enfrentar-
nos a la incertidumbre, ya que todo está por hacer. Es de esta manera que se
debe enfrentar el conflicto, abiertamente, discutiendo, avanzando en nue-
vas experiencias. Para llegar a la libertad, es imprescindible, potenciar la
escucha y la creatividad: son las tres normas principales de cualquier acción
pedagógica, plan de estudios o manual de convivencia. Las demás normas
son secundarías y formales. Sólo servirán para mantener la tradición y el
orden.
Píllese,
notifíquese y
cúmplase.
40. C l 2BN .53
ae 5 o3-0
l
Tl 5) 028 Tl a 2426
e (7 6998 e f 407
. ex
Em i f e@e . to
- a:e s tn . m
l d b ec
B gt C l b
oo , o m i
á o a