2. I
Ya es otoño y sin tí, estornino,
el viento se escucha a sí mismo en el vértigo girar del mundo.
Todavía no hay baile en los cielos
y ya han vuelto los poetas con su pisar de almas.
Han soltado el manto del letargo
y puestos a secar su piel al sol,
remueven la herida del ascua hambrienta;
no caben en su ansia. Mientras tanto,
los olivos rebosantes
dejan rodar su fruto confundido entre las cabras.
3. II .
¡Estorninos, como perlas de aceite sois!
Robáis olivas silvestres
y lubricáis el oxígeno al compás de una pulsión.
Como pulmón ensanchado y en flexible disciplina
abrís pasillos celestes.
¡Estornino,
en la estación alfombrada
ya canta contigo el viento,
las nubes bailan y el cielo dibuja!
4. III
De tu impuesta presencia se nutre el cielo, estornino.
De tu vuelo, nosotros, escribanos,
saciamos el pálpito esculpido en nuestras yemas,
yermas en tu espera.
5. IV
Y llegas, estornino,
con tu contraste de baile, histeria y huella
para dar reposo a los olivos descargados
y te vas imperceptible
desplegando la memoria del olivo
colgado en el eco de otro viento
y de esta suerte loar la impronta de tu vuelta.
6. V
Ahora que habéis tamizado las sobras del olivo
y devuelto el poso que la lluvia se llevó por las alcantarillas,
dejáis las ramas, las ramblas, como un manto en aspaviento,
estorninos, ¡bálsamo imposible!
Y así, hartos de lecturas desde el cielo,
giráis los ojos para ver, vosotros, por fin vosotros,
hormiguero invertido; imposible baile de lo etéreo.