El documento argumenta que la educación superior en el país está fragmentada en disciplinas desconectadas que impiden ver la complejidad de los problemas de la sociedad. Propone que la universidad debe reformarse para organizar el conocimiento de manera transdisciplinaria, estableciendo puentes entre campos que permitan abordar problemas desde perspectivas múltiples. Esto requiere instituir programas e investigaciones pluridisciplinarias que integren saberes y faciliten el diálogo entre ciencias.
1. LA UNIVERSIDAD DEL CONOCIMIENTO
La educación superior del país está instalada en un pensamiento
tradicional y conservador de las disciplinas, fragmentadas en su interior y
sin puentes de comunicación con otras. Se constata una falta de
adecuación amplia, grave y profunda entre los saberes disociados, y las
realidades y problemas multidimensionales y trans-disciplinares que
presenta la sociedad.
Es un hecho que la hiper-especialización impide ver lo global, al
fragmentarlo en parcelas, y también aquello que es esencial y que termina
disolviéndolo. Los problemas particulares del país no pueden ser
planteados y pensarse, si no es en su contexto específico y también en el
contexto planetario. El fracaso al que nos lleva tal fragmentación del saber,
puede verse en las consecuencias de la ceguera que invade la miopía
existente en los campos económico, político, social y ético.
Esta parcelación de disciplinas, arraigada en la educación superior, impide
ver la realidad que es compleja, al estar tejida por los distintos saberes. Tal
fragmentación y enclaustramiento del saber, si bien desarrolla
conocimiento, también produce ignorancia y ceguera, incidiendo en
reducir lo complejo a lo simple, separando lo que está unido, al eliminar
todo lo que aporta desorden o contradicciones a nuestra manera de
pensar y entender la realidad.
Hoy se sabe que el conocimiento progresa, principalmente, no por la
sofisticación y formalización y abstracción, sino sobre todo por la
capacidad de contextualizar y totalizar. Es esta cualidad de saber
contextualizar e integrar, la que debe desarrollar la educación superior y,
en ningún caso, atrofiarla.
Si es cierto que la universidad conserva, memoriza, integra y ritualiza la
herencia cultural de saberes y valores, también se regenera a sí misma, en
tanto vuelve a examinar, actualizar y transmitir saberes, ideas y valores.
Es conservadora, pero también regeneradora y generadora, va del pasado
hacia el futuro; pero para ello debe disponer de una autonomía que le
permita concretar esta misión. Esta conservación tiene dos posibles
salidas: una vital y otra estéril. Será vital si salvaguarda y preserva la
cultura, pues el futuro depende de resguardar el pasado frente a la
desintegración amenazante.
Por ello sufrió la universidad su gran mutación en 1809 con la reforma de
Humboldt en la Universidad de Berlín, al proclamar la libertad interna
respecto al poder, abriéndose a la problematización. Esta reforma
introdujo las nuevas ciencias en los departamentos académicos,
permitiendo que la cultura de las humanidades y la cultura científica
coexistieran, pero sin comunicarse. Ciertamente la universidad pide a la
sociedad que adopte sus mensajes y valores, a la vez que debe adaptarse a
las necesidades de la sociedad, llevando a cabo su misión de conservación,
transmisión, enriquecimiento del patrimonio cultural y científico.
Pero hoy la universidad se siente presionada a adaptar la enseñanza y la
investigación a las demandas del mercado, dejando al margen la cultura
humanística. Tal sobreadaptación, en la historia, ha sido signo de senectud
2. y muerte, al perder la sustancia inventiva y creativa que debe caracterizar
a la universidad. A la vez, ocurre la disyunción de saberes entre disciplinas
y la pérdida de puentes institucionales entre estas disciplinas, llevando a
la disyunción entre cultura humanística y cultura científica, con la
compartimentación entre cada ciencia y sus disciplinas, y falta de
comunicación entre estas dos culturas-la científica y la humanística, lo que
acarrea graves consecuencias para ambas culturas.
Por ello, la reforma de la universidad no debe conformarse con
democratizar la enseñanza y la investigación. Se trata de una reforma más
profunda referida a la aptitud que tenga hoy nuestra universidad para
reorganizar el conocimiento, o sea, para pensar distinto guiada por nuevos
principios epistemológicos. Tal reforma demanda la reforma de la
universidad. Se trata de abonar el terreno para constituir Facultades,
Departamentos o Institutos que logren experimentar la interacción y
unión de campos pluridisciplinares entorno a núcleos o ejes organizadores
sistemáticos, que invadan y enriquezcan, tanto el currículum como la
investigación y la extensión social.
Ingresar a esta dinámica de reforma del pensamiento y de la universidad,
no significa transformar los currículos con la misma lógica tradicional de
separación de disciplinas, intensificar la investigación con agendas
fragmentadas, y fortalecer la extensión social. Significa realizar una
revolución del pensamiento, incorporando los principios propios de un
pensamiento complejo. Ello presupone, en particular, instituir puentes que
posibiliten esta transición epistemológica transdisciplinar, incorporando
en los currículos los presupuestos de los distintos saberes y las
posibilidades de comunicación entre ellos; organizar agendas de
investigación con apertura y flexibilidad para abordar problemas
complejos a partir del intercambio y complementariedad de las
disciplinas. En lo más profundo, significará establecer los puentes
comunicacionales entre las ciencias antropológicas y sociales y las ciencias
de la naturaleza y el cosmos. Una agenda distinta, pero urgente.
3. Universidad Tecnica Luis Vargas Torres
Introduccion a la Educacion Superior
Hurtado Hinostroza Ana Karen
Cristobal Bone
Paralelo 1