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“La preparación eficaz del maestro
y de la lección”
(Resumen de la capacitación del 2 de Mayo de 2007)
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Algunas preguntas a debatir:
¿De qué manera se pueden preparar mejor los maestros?
¿Qué diferencia hay entre la preparación personal del maestro y la preparación de la lección?
¿Por qué el vivir el evangelio influye en la preparación del maestro?
¿Qué debe hacer el maestro para saber Qué y Cómo enseñar?
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
INTRODUCCIÓN
“Mi experiencia me ha enseñado cómo mejoran las personas y las organizaciones. Lo mejor es fijarse en
los pequeños cambios que podemos hacer en aquellas cosas que hacemos frecuentemente… Y si tenemos
la inspiración necesaria para escoger las pequeñas cosas que deberíamos cambiar, la obediencia constante
producirá la gran mejora”.
(Elder Henry B. Eyring)
Todos necesitamos hacer pequeñas mejoras en la forma como preparamos nuestras lecciones. Importancia
de la preparación personal continua.
LA PREPARACIÓN DEL MAESTRO
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Una parte fundamental en la preparación del maestro es su preparación espiritual, para poder ser un buen
ejemplo.
Esta preparación incluye cuatro cosas:
Vivir el Evangelio: Para que el maestro sea digno de la influencia del Espíritu, es necesario que viva el
evangelio.
Orar: El maestro debe prepararse con oración, y pedir ayuda para comprender a sus alumnos y sabiduría
para decidir la mejor manera de enseñar los principios.
Asistir y participar en las reuniones de capacitación de maestros: Es un deber y una necesidad.
Tener fe: La fe es un principio de poder, imprescindible para tener éxito en la enseñanza. El maestro debe
tener fe en el Señor, en el Espíritu, en el poder de la palabra y en los alumnos.
La Enseñanza del Evangelio, págs. 20-21
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Vivir el Evangelio:
El maestro del evangelio debe hacer algo más que compartir información; es preciso que el Espíritu Santo
transmita esa información al corazón del alumno. El maestro debe, por tanto, prepararse para ser digno de
canalizar la obra del Espíritu Santo. El maestro se prepara para ser instrumento en las manos del Señor, y
para que el Espíritu Santo le diga lo que tiene que hacer para llegar a los alumnos.
El maestro debe crear el ambiente que permita al alumno aprender el evangelio por sí mismo.
La mejor preparación del maestro es su forma de vivir. Una vida de obediencia y servicio influye en la
calidad de la enseñanza. Si no vivimos el evangelio, no podemos enseñar ni esperar que los alumnos lo
vivan también.
El maestro debe atesorar las palabras de vida continuamente (ver DyC 84:85). Es un proceso que nace del
corazón, y que nos permite tener una reserva de fe y testimonio.
Cuando el maestro vive el evangelio y se esfuerza por dar ejemplo, se siente más cómodo al enseñar,
porque puede compartir experiencias espirituales.
Los principios se entienden mejor al vivirlos, y se pueden enseñar así con más poder.
Orar:
Hablamos de oraciones constantes del maestro, y no sólo de las relacionadas con la preparación para
enseñar. La oración forma parte de nuestra vida personal, y va mucho antes que la preparación de
lecciones. Es muy importante pedir al Señor ayuda para enseñar eficazmente y para ser capaces de
edificar el testimonio de los demás.
Debemos saber que el Padre Celestial está disponible para ayudarnos. Él conoce a los alumnos y al
maestro, y revela lo que los jóvenes necesitan. El maestro debe preguntar a Dios y pedirle ayuda.
El estar pensando continuamente en la lección trae el espíritu de oración, y nos puede ayudar a elegir qué
enseñar.
1
Asistir a las reuniones de capacitación de maestros:
En las capacitaciones encontramos maneras de mejorar la enseñanza, de edificarnos mutuamente y buscar
inspiración. Allí nos ayudan a resolver los problemas que se encuentran en el aula. Se pueden compartir
métodos y técnicas. Podemos fortalecer nuestros testimonios.
Otros recursos para mejorar:
Las Escrituras, los manuales y el material de Internet del SEI y de la Iglesia.
La Rev. Liahona de junio 2007, págs. 50-73, tiene material muy útil también.
Tener fe:
A veces, confiamos más en la lección que hemos preparado que en el Espíritu. Dios conoce el tema de la
lección y a nuestros alumnos. Debemos confiar en él, y dejar que el Espíritu nos guíe.
Debemos dedicar más tiempo a las escrituras, porque ellas traerán el Espíritu. Las escrituras tienen
respuestas a las preguntas; los alumnos deben aprender a encontrar respuestas a sus preguntas en ellas.
Debemos confiar en la capacidad de los alumnos para comprender y vivir el evangelio.
Las Autoridades Generales nos enseñan a dirigirnos a los jóvenes de forma clara, franca y directa.
Debemos creer que nuestros alumnos están preparados para oír y entender. Debemos tener fe en su
capacidad para aprender.
Recordemos que enseñamos a alumnos, no tan sólo lecciones. Al prepararnos para enseñar, debemos
pensar en los alumnos y centrar la enseñanza en ellos, no en la lección.
Importancia de sentir amor por los alumnos.
Al prepararnos, tengamos en cuenta el tiempo disponible para la lección, así podremos incorporar más
fácilmente a los alumnos en las actividades de aprendizaje.
Discurso del Élder Bednar sobre “Buscar conocimiento por la fe”:
La fe es evidencia del pasado, un principio de acción en el presente y certeza del futuro. Como maestros
del evangelio, podemos evaluar nuestra fe en el Señor, en el evangelio, en los alumnos y en la palabra, y
buscar las evidencias que hemos tenido en nuestro pasado que nos ayudan a actuar en el presente y nos
dan certeza ante nuestro futuro.
LA PREPARACIÓN DE LA LECCIÓN
La enseñanza eficaz depende de la preparación.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Decidir Qué voy a enseñar requiere tres cosas fundamentales:
a) Dominar el contenido de la lección, buscando los principios que hay en ella.
b) Decidir qué deben aprender los alumnos, seleccionando los principios según las
necesidades y la capacidad de todos y cada uno de ellos.
c) Organizar la lección, decidiendo en qué se va a hacer hincapié y qué se va a
resumir, en qué orden se presentarán los principios y qué tiempo se dedicará a cada uno
de ellos.
La Enseñanza del Evangelio, págs. 23-25
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
DECIDIR QUÉ ENSEÑAR
Dominar el contenido:
Dominar el contenido de la lección requiere invertir tiempo, sin lo cual no se puede lograr una buena
preparación. Podemos acelerar el proceso de preparación, pero sin dedicar el tiempo necesario, la
enseñanza pierde eficacia.
El Señor le dijo a Hyrum Smith que antes de declarar la palabra, debería primero procurar obtenerla, y
después tendría el Espíritu y el poder para convencer (ver DyC 11:21). Esto se aplica también a la
preparación de la lección.
Antes de decidir cómo va a enseñar, el maestro debe sumergirse por completo en la lección y dominar su
contenido.
El manual La Enseñanza del Evangelio habla del gran beneficio de las “tres lecturas”. Se recomienda al
maestro leer tres veces el bloque de escrituras en su preparación. 1º) Para comprender el contenido. 2º)
Para identificar los principios. 3º) Para repasar y encontrar aquello que pueda ser más importante para los
alumnos (ver págs. 23-24). Es una forma de aplicar DyC 11:21 y obtener poder.
2
Otra forma de prepararse es leer todo el bloque de escrituras en el fin de semana, y después meditar
durante la semana lo leído e ir anotando las nuevas ideas que se nos vayan ocurriendo. Es decir, en lugar
de leer tres veces, podemos leer el contenido de la lección con suficiente antelación, para poder meditar
durante varios días y ser receptivos a la inspiración del Señor. Esta lectura previa nos ayudará a centrar la
mente y a seleccionar la parte del contenido que pueda servir para satisfacer las necesidades de los
alumnos.
[La Enseñanza del Evangelio, Recurso de Capacitación: “Decidir Qué y Cómo enseñar”, las tres lecturas,
págs. 64-65.]
Otros maestros, antes de hacer otras lecturas y estudios, leen primero el contenido del material del curso
para saber lo que van a hacer. Esto les sirve de orientación, porque el material muestra lo que se nos pide
que enseñemos.
Tres formas de usar el material:
• Si el contenido del material coincide con las necesidades de los alumnos tal y como está escrito,
puede servir como un guión para la lección.
• Si no coincide con esas necesidades, seleccionamos las partes que sí se puedan aplicar a los
alumnos.
• Usar el material como una guía, para no apartarse de los principios que se deben enseñar.
[La Enseñanza del Evangelio, Recurso de Capacitación Práctica para el uso del material: Asignar una
lección. Que cada maestro explique la parte que ha seleccionado para enseñar. Cosas que quiere resaltar
en el manual y en las escrituras].
Hay, pues, diferentes formas de usar el material del curso para buscar ayudas y decidir Qué enseñar.
Tenemos la ayuda de diferentes manuales, pero siempre nos centraremos en las escrituras.
Al preparar una lección y descubrir que hay mucho material, tenemos que decidir Qué vamos a enseñar.
En la revelación sobre el Sacerdocio, el Señor dijo a los Santos, no os preocupéis “de antemano por lo
que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado
en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre” (DyC 84:85). Debemos, pues, estar bien
preparados, y pedir al Señor que nos inspire la porción a enseñar.
Decidir qué deben aprender los alumnos:
El tercer punto del Énfasis en la Enseñanza en el Sistema Educativo habla de “ayudar a
los alumnos a comprender las escrituras y las palabras de los profetas, identificar y
comprender las doctrinas y los principios que contienen y aplicarlos en sus vidas de
manera que los lleve a la conversión personal”.
Este punto de énfasis centra la preparación del maestro, y nos indica el deber de ayudar al alumno. Los
maestros deben tener en cuenta todo esto al prepararse. Ayudamos a los alumnos a COMPRENDER LAS
ESCRITURAS, para que sean capaces de reconocer LAS DOCTRINAS Y PRINCIPIOS, y puedan
APLICARLAS a sus vidas, y esto los lleve a la CONVERSIÓN PERSONAL. Debemos, pues, dedicar
parte del tiempo de la preparación a pensar en cómo lograr este objetivo.
Se podría comparar con la construcción de una casa: Sobre el CIMIENTO de comprender el bloque de
escrituras, levantamos los MUROS de identificar y comprender las doctrinas y principios del bloque,
y sobre ellos coronamos la casa con el TEJADO de la aplicación práctica de esos principios. Se debe
empezar por comprender bien las escrituras. Debemos recordar, pues, que la lección se ha de edificar
sobre principios bien comprendidos por los alumnos. Esa comprensión es el cimiento de la lección,
porque no puede haber aplicación sin comprensión.
Si prescindimos de algunos de estos elementos del edificio, no habrá poder para influir en los alumnos.
La comprensión requiere también enseñar el contexto del bloque de escrituras. Para enseñar eficazmente
un capítulo, es necesario tener en cuenta el contenido de los capítulos anteriores y siguientes. Esta es la
importancia de la Enseñanza Secuencial de las Escrituras (ESE). Si nos dedicamos a enseñar conceptos
aislados de su contexto, (Enseñanza Conceptual), los alumnos no comprenderán las escrituras completas.
[Práctica: analizar el libro de Rut y la forma de dominar su contenido].
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al decidir lo que será más importante para los alumnos, el maestro deberá considerar
tres puntos:
1º) La intención que tuvo el escritor inspirado, es decir, cuál fue el mensaje original y
qué es lo que el Señor quiso enseñar con lo revelado.
3
2º) Las necesidades y capacidades de los alumnos. Debemos recordar que no estamos
enseñando lecciones en el vacío, sino que estamos enseñando a alumnos con
características muy concretas.
3º) El Espíritu de Dios, que es el que ayudará al maestro en los dos puntos anteriores:
entender la intención del autor del bloque de escrituras a enseñar y las necesidades de
los alumnos.
La Enseñanza del Evangelio, págs. 24-25.
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
La enseñanza requiere, pues, tener en cuenta la intención del Señor al revelar los principios, las
necesidades y capacidades de los alumnos y las indicaciones del Espíritu.
Como dice el Pte. Benson en estas páginas del manual La Enseñanza del Evangelio (ver pág. 24), al
estudiar las escrituras, debemos preguntarnos, ¿por qué inspiró el Señor este pasaje?, ¿qué puedo
aprender que me ayude en mi vida?, ¿qué hay en este pasaje que pueda ser de ayuda a mis alumnos? Esto
nos ayudará a discernir cuál es el mensaje principal de la lección, y cuál es el material de apoyo.
Un desafío con el Antiguo Testamento es la enseñanza de extensos bloques de escritura, ¿cómo enfrentar
este desafío?
Un alumno que estudiaba Biología se dio cuenta que tenía que estudiar el contenido de la asignatura en
diferentes niveles: el átomo, la molécula, la célula, los organismos complejos y los ecosistemas
completos. Al igual que el detalle varía según el contenido a estudiar (el detalle en el estudio de los
ecosistemas es menor que en el estudio de la materia en su estructura atómica), el maestro de religión, al
preparar su lección, debe analizar el tamaño del bloque de escrituras que debe enseñar, y decidir con qué
detalle podrá enseñarlo. Si el bloque es extenso y el tiempo corto, deberá aplicar un método diferente al
requerido para bloques cortos con mucho tiempo para enseñar.
En este punto, recordamos las enseñanzas del Élder Bednar sobre “conexiones, temas y modelos”.
Al organizar la lección, debemos preguntarnos qué principios e ideas deben comprender los alumnos, y
diferenciar las doctrinas principales de las que han de servir de apoyo.
Debemos dominar el contenido a enseñar. Y tenemos que decidir qué es lo más importante para el alumno
y qué es lo que deben aprender. El considerar las necesidades del alumno, y no las preferencias del
maestro, puede ayudar también a organizar la lección, centrándola en el alumno.
No siempre vamos a conocer las necesidades de los alumnos ni lo que el Señor pretendía exactamente al
inspirar los textos sagrados, pero Dios sí conoce ambas cosas, y con su Espíritu compensará nuestras
deficiencias y debilidades.
[La Enseñanza del Evangelio. Recurso de capacitación: Las necesidades de los alumnos. Hna. Egan.]
Teniendo en cuenta la intención del escritor, las necesidades y capacidades de los alumnos y la guía del
Espíritu, podremos seleccionar las cosas que vamos a enseñar.
[Práctica: preparar una lección, teniendo en cuenta todo esto.]
Organizar la lección:
Para organizar la lección, el maestro deberá tener en cuenta el tamaño del bloque de escrituras y el tiempo
disponible para enseñarlo. El método variará según el número de capítulos del libro canónico a enseñar.
Cuando el contenido a enseñar es demasiado extenso, debemos decidir qué puntos vamos a destacar y
cuáles vamos a resumir, para asegurarnos de que no dejamos nada sin enseñar.
Casi siempre hay más contenido que tiempo para enseñarlo. El maestro tendrá que decidir, pues, qué
destacar y qué resumir. No estamos diciendo destacar y “omitir”, sino destacar y “resumir”, ya que
siempre habrá formas de cubrir grandes bloques de información, pasando rápidamente por algunas partes,
y resaltando otras.
[Tres láminas de un pato: Dibujo de un pato, dibujo de un pato en su entorno, dibujo del entorno con un
pato poco visible: ¿Cuál es el dibujo más completo del pato? El primero está fuera de su entorno, el
último desaparece en el entorno. El segundo destaca al pato en el centro de su entorno.]
Al enseñar, debemos destacar lo que diga el Señor en el contexto adecuado que nos ayude a identificar
principios y doctrinas.
Preguntas que podemos hacernos para organizar la lección:
• ¿Qué conceptos e ideas (contexto, antecedentes…) deben saber los alumnos, para que puedan
comprender las doctrinas y los principios?
• ¿Cuáles son las doctrinas principales, y cuáles son las que sirven de apoyo?
El orden lógico de la lección ayudará a identificar las doctrinas y los principios.
4
Las preguntas que un maestro deberá hacerse, pues, al preparar una lección serán, ¿qué información debo
destacar y cuál resumir?, ¿cómo debo organizar la información para que tenga un orden lógico?, ¿qué
deben aprender los alumnos para que se conviertan y se acerquen al Salvador?
DECIDIR CÓMO ENSEÑAR
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
Al decidir la forma de enseñar, debemos tener en cuenta lo siguiente: 1º) La Enseñanza
debe edificar; por tanto, el maestro debe escoger los métodos de enseñanza más
adecuados. 2º) La metodología debe centrarse en la Predisposición, la Participación y la
Aplicación del alumno (PPA). 3º) Se debe utilizar una variedad de métodos. 4º) Hay
que tener en cuenta el tiempo disponible para enseñar.
La Enseñanza del Evangelio, págs. 25-26
----------------------------------------------------------------------------------------------------------
El “engranaje de la didáctica” nos muestra una rueda dentada en el centro con el QUÉ, y varias ruedas
dentadas alrededor con el CÓMO. No todas las ruedas del cómo están conectadas con la rueda central del
qué, y sólo ésta tiene manivela para moverse. Si el maestro domina el contenido, pondrá en movimiento
toda la metodología para enseñarlo. El qué es primero (debo hacerlo mío antes que nada), después viene
el cómo.
No se debe forzar nunca el cómo: puede haber métodos que no encajen con el contenido de la lección. No
debemos intentar encajar el método al contenido, sino al contrario.
Después que dominamos el contenido, nos preguntamos cómo hacer que los alumnos lo entiendan.
Ambos procesos pueden ser simultáneos: mientras estudiamos el contenido, vamos tomando notas de
todas las ideas que nos vengan sobre métodos posibles para enseñarlo.
El manual La Enseñanza del Evangelio (ver pág. 25) invita a hacernos las siguientes preguntas al decidir
cómo vamos a enseñar: ¿Edificará esto a mis alumnos?, ¿ofenderá o lastimará los sentimientos de
alguien?
Debemos usar sólo lo que edifica. Lo que edifica en un momento puede no edificar en otro. Debe haber
una relación apropiada entre el contenido y el método a enseñar, evitando el forzar métodos que no van
con el contenido.
El manual La Enseñanza del Evangelio nos invita también a seleccionar con cuidado las actividades de
aprendizaje, ya que éstas influyen en el ánimo de los estudiantes (ver pág. 29).
Debemos utilizar actividades de aprendizaje (PPA) bien seleccionadas, para no perder el control de la
enseñanza.
Pregunta: ¿Qué se puede hacer para aumentar la participación significativa de los alumnos?
El maestro no debe hacer nada que los alumnos puedan hacer por sí mismos. Se trata de que el alumno
aprenda, no únicamente que el maestro enseñe. A veces, nos cuesta mucho ceder parte de la enseñanza de
la lección a los alumnos, porque no tenemos confianza en ellos.
Pregunta: ¿Cómo puedo captar la atención del alumno?
Cuando al maestro le preocupe la forma de atraer la atención de sus alumnos, debe recordar que ellos son
hijos de Dios, y debe preocuparse más por enseñar y ayudar a los estudiantes, que por atraer su atención
únicamente. Este deseo sincero ayudará al maestro a preparar la lección, más que la obsesión por lograr
que sus alumnos le presten atención. No debemos centrarnos en tener su atención, sino en ayudarles a
lograr la salvación.
En el manual La Enseñanza del Evangelio se hacen preguntas sobre el aprendizaje que es importante al
preparar la lección, porque ayuda a poner al alumno en el centro de la lección (ver pág. 13).
Elder Scott: “El maestro debe orar para saber cómo lograr que la verdad se grabe profundamente en la
mente y en el corazón de sus alumnos, y así puedan utilizarla durante su vida. El objetivo en la
preparación y la enseñanza es lograr que los alumnos comprendan, retengan y usen la verdad divina.
Nunca debemos enseñar una lección en la que no haya participación de los alumnos. Que haya mucha
participación, porque el uso del albedrío por parte de los alumnos permite al Espíritu Santo enseñar, y
ayuda al alumno a retener el mensaje. Cuando son ellos los que hablan, esas verdades se confirman en su
alma y se fortalece su testimonio personal.
Debemos permitir que el alumno descubra la verdad por sí mismo (ver cómo enseña el ángel a Nefi en 1
Nefi 11).
El Élder Bednar nos hace preguntas que nos ayudan a centrarnos en el alumno, en lo que el alumno debe
hacer como parte de su experiencia en la clase: “¿Somos agentes que tratamos de aprender por la fe, o
5
aguardamos a que se actúe cobre nosotros?, ¿desean nuestros alumnos aprender por la fe, o esperan que
se les enseñe y actúe sobre ellos?, ¿animamos a los alumnos a buscar conocimiento por la fe? Deberíamos
estar dedicados a pedir, buscar y llamar. El alumno que ejerce su albedrío según los principios correctos
abre su corazón al Espíritu Santo, que le invita a confirmar su testimonio. Aprender por la fe requiere
esfuerzo espiritual, mental y físico, y no mera recepción pasiva. Aprender por la fe requiere un corazón y
una mente dispuestos. Aprender por la fe es el resultado de que el Espíritu Santo lleve el poder de la
palabra de Dios al interior del corazón. Aprender por la fe no se puede comunicar con un discurso,
demostración o experimento, sino que el alumno tiene que ejercer su fe y actuar para poder lograr
conocimiento por sí mismo. Tenemos que ayudar a los alumnos a ser autosuficientes espiritualmente, y
esto se consigue cuando permitimos al alumno actuar según principios correctos”.
La fe, pues, no se transmite con palabras. Una clase no es un discurso. El discurso genera una actitud
pasiva. El maestro debe buscar la participación de sus alumnos, pero no la participación por la
participación, sino para propiciar que los principios se interioricen, y el alumno se convierta. Los alumnos
deben hacer algo para que la verdad se consolide en ellos, y pase de la cabeza al corazón. Debemos lograr
que los alumnos utilicen su albedrío para que el Espíritu Santo confirme su testimonio. La conversión es
la meta; las escrituras son el medio; el Espíritu Santo es el autor de esa conversión.
El “Énfasis en la Enseñanza” y su relación con el “Cómo” enseñar:
Debemos incorporar el “Énfasis en la Enseñanza” en nuestra labor como maestros. Los
dos primeros párrafos del Énfasis en la Enseñanza en el Sistema Educativo se centran
en el alumno:
* “Debemos instar a los alumnos a aprender y enseñar por el Espíritu”.
* “Debemos ayudar a los alumnos a desarrollar el hábito de estudiar las Escrituras
diariamente”.
No debemos centrarnos en los métodos. El deber del maestro es centrarse en el alumno:
alentar, motivar y ayudar. Las actividades de aprendizaje del PPA están centradas en el
alumno.
La meta es ayudar al alumno a conocer al Salvador.
La variedad en los métodos de enseñanza:
¿Por qué necesitamos la variedad en la enseñanza?
No todos los alumnos aprenden de la misma forma. Los alumnos son diferentes. Cada alumno necesita,
espera y pide algo diferente. La variedad permite llegar a los diferentes alumnos: un día a unos, y otro día
a otros.
El enseñar de formas distintas anima a los alumnos y capta su atención.
A veces, nos centramos mucho en el qué y poco en el cómo: debemos aprender cómo se enseña y cómo se
aprende.
¿Qué hacer para tener más variedad en la enseñanza?
Debemos buscar ideas en el material existente y consultar u observar a otros maestros.
Consultemos el material disponible para aprender cómo enseñar. Actualicemos nuestros métodos.
Jesucristo es el modelo a imitar: observemos cómo amaba a los que enseñaba. El cómo fluía de él por el
amor que sentía por sus alumnos.
--oo0oo—
(Resumen de Faustino López, Director del Instituto de Madrid; 23 junio 2007.)
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Que Y Como Ensenar

  • 1. “La preparación eficaz del maestro y de la lección” (Resumen de la capacitación del 2 de Mayo de 2007) ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Algunas preguntas a debatir: ¿De qué manera se pueden preparar mejor los maestros? ¿Qué diferencia hay entre la preparación personal del maestro y la preparación de la lección? ¿Por qué el vivir el evangelio influye en la preparación del maestro? ¿Qué debe hacer el maestro para saber Qué y Cómo enseñar? ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- INTRODUCCIÓN “Mi experiencia me ha enseñado cómo mejoran las personas y las organizaciones. Lo mejor es fijarse en los pequeños cambios que podemos hacer en aquellas cosas que hacemos frecuentemente… Y si tenemos la inspiración necesaria para escoger las pequeñas cosas que deberíamos cambiar, la obediencia constante producirá la gran mejora”. (Elder Henry B. Eyring) Todos necesitamos hacer pequeñas mejoras en la forma como preparamos nuestras lecciones. Importancia de la preparación personal continua. LA PREPARACIÓN DEL MAESTRO ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Una parte fundamental en la preparación del maestro es su preparación espiritual, para poder ser un buen ejemplo. Esta preparación incluye cuatro cosas: Vivir el Evangelio: Para que el maestro sea digno de la influencia del Espíritu, es necesario que viva el evangelio. Orar: El maestro debe prepararse con oración, y pedir ayuda para comprender a sus alumnos y sabiduría para decidir la mejor manera de enseñar los principios. Asistir y participar en las reuniones de capacitación de maestros: Es un deber y una necesidad. Tener fe: La fe es un principio de poder, imprescindible para tener éxito en la enseñanza. El maestro debe tener fe en el Señor, en el Espíritu, en el poder de la palabra y en los alumnos. La Enseñanza del Evangelio, págs. 20-21 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Vivir el Evangelio: El maestro del evangelio debe hacer algo más que compartir información; es preciso que el Espíritu Santo transmita esa información al corazón del alumno. El maestro debe, por tanto, prepararse para ser digno de canalizar la obra del Espíritu Santo. El maestro se prepara para ser instrumento en las manos del Señor, y para que el Espíritu Santo le diga lo que tiene que hacer para llegar a los alumnos. El maestro debe crear el ambiente que permita al alumno aprender el evangelio por sí mismo. La mejor preparación del maestro es su forma de vivir. Una vida de obediencia y servicio influye en la calidad de la enseñanza. Si no vivimos el evangelio, no podemos enseñar ni esperar que los alumnos lo vivan también. El maestro debe atesorar las palabras de vida continuamente (ver DyC 84:85). Es un proceso que nace del corazón, y que nos permite tener una reserva de fe y testimonio. Cuando el maestro vive el evangelio y se esfuerza por dar ejemplo, se siente más cómodo al enseñar, porque puede compartir experiencias espirituales. Los principios se entienden mejor al vivirlos, y se pueden enseñar así con más poder. Orar: Hablamos de oraciones constantes del maestro, y no sólo de las relacionadas con la preparación para enseñar. La oración forma parte de nuestra vida personal, y va mucho antes que la preparación de lecciones. Es muy importante pedir al Señor ayuda para enseñar eficazmente y para ser capaces de edificar el testimonio de los demás. Debemos saber que el Padre Celestial está disponible para ayudarnos. Él conoce a los alumnos y al maestro, y revela lo que los jóvenes necesitan. El maestro debe preguntar a Dios y pedirle ayuda. El estar pensando continuamente en la lección trae el espíritu de oración, y nos puede ayudar a elegir qué enseñar. 1
  • 2. Asistir a las reuniones de capacitación de maestros: En las capacitaciones encontramos maneras de mejorar la enseñanza, de edificarnos mutuamente y buscar inspiración. Allí nos ayudan a resolver los problemas que se encuentran en el aula. Se pueden compartir métodos y técnicas. Podemos fortalecer nuestros testimonios. Otros recursos para mejorar: Las Escrituras, los manuales y el material de Internet del SEI y de la Iglesia. La Rev. Liahona de junio 2007, págs. 50-73, tiene material muy útil también. Tener fe: A veces, confiamos más en la lección que hemos preparado que en el Espíritu. Dios conoce el tema de la lección y a nuestros alumnos. Debemos confiar en él, y dejar que el Espíritu nos guíe. Debemos dedicar más tiempo a las escrituras, porque ellas traerán el Espíritu. Las escrituras tienen respuestas a las preguntas; los alumnos deben aprender a encontrar respuestas a sus preguntas en ellas. Debemos confiar en la capacidad de los alumnos para comprender y vivir el evangelio. Las Autoridades Generales nos enseñan a dirigirnos a los jóvenes de forma clara, franca y directa. Debemos creer que nuestros alumnos están preparados para oír y entender. Debemos tener fe en su capacidad para aprender. Recordemos que enseñamos a alumnos, no tan sólo lecciones. Al prepararnos para enseñar, debemos pensar en los alumnos y centrar la enseñanza en ellos, no en la lección. Importancia de sentir amor por los alumnos. Al prepararnos, tengamos en cuenta el tiempo disponible para la lección, así podremos incorporar más fácilmente a los alumnos en las actividades de aprendizaje. Discurso del Élder Bednar sobre “Buscar conocimiento por la fe”: La fe es evidencia del pasado, un principio de acción en el presente y certeza del futuro. Como maestros del evangelio, podemos evaluar nuestra fe en el Señor, en el evangelio, en los alumnos y en la palabra, y buscar las evidencias que hemos tenido en nuestro pasado que nos ayudan a actuar en el presente y nos dan certeza ante nuestro futuro. LA PREPARACIÓN DE LA LECCIÓN La enseñanza eficaz depende de la preparación. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Decidir Qué voy a enseñar requiere tres cosas fundamentales: a) Dominar el contenido de la lección, buscando los principios que hay en ella. b) Decidir qué deben aprender los alumnos, seleccionando los principios según las necesidades y la capacidad de todos y cada uno de ellos. c) Organizar la lección, decidiendo en qué se va a hacer hincapié y qué se va a resumir, en qué orden se presentarán los principios y qué tiempo se dedicará a cada uno de ellos. La Enseñanza del Evangelio, págs. 23-25 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- DECIDIR QUÉ ENSEÑAR Dominar el contenido: Dominar el contenido de la lección requiere invertir tiempo, sin lo cual no se puede lograr una buena preparación. Podemos acelerar el proceso de preparación, pero sin dedicar el tiempo necesario, la enseñanza pierde eficacia. El Señor le dijo a Hyrum Smith que antes de declarar la palabra, debería primero procurar obtenerla, y después tendría el Espíritu y el poder para convencer (ver DyC 11:21). Esto se aplica también a la preparación de la lección. Antes de decidir cómo va a enseñar, el maestro debe sumergirse por completo en la lección y dominar su contenido. El manual La Enseñanza del Evangelio habla del gran beneficio de las “tres lecturas”. Se recomienda al maestro leer tres veces el bloque de escrituras en su preparación. 1º) Para comprender el contenido. 2º) Para identificar los principios. 3º) Para repasar y encontrar aquello que pueda ser más importante para los alumnos (ver págs. 23-24). Es una forma de aplicar DyC 11:21 y obtener poder. 2
  • 3. Otra forma de prepararse es leer todo el bloque de escrituras en el fin de semana, y después meditar durante la semana lo leído e ir anotando las nuevas ideas que se nos vayan ocurriendo. Es decir, en lugar de leer tres veces, podemos leer el contenido de la lección con suficiente antelación, para poder meditar durante varios días y ser receptivos a la inspiración del Señor. Esta lectura previa nos ayudará a centrar la mente y a seleccionar la parte del contenido que pueda servir para satisfacer las necesidades de los alumnos. [La Enseñanza del Evangelio, Recurso de Capacitación: “Decidir Qué y Cómo enseñar”, las tres lecturas, págs. 64-65.] Otros maestros, antes de hacer otras lecturas y estudios, leen primero el contenido del material del curso para saber lo que van a hacer. Esto les sirve de orientación, porque el material muestra lo que se nos pide que enseñemos. Tres formas de usar el material: • Si el contenido del material coincide con las necesidades de los alumnos tal y como está escrito, puede servir como un guión para la lección. • Si no coincide con esas necesidades, seleccionamos las partes que sí se puedan aplicar a los alumnos. • Usar el material como una guía, para no apartarse de los principios que se deben enseñar. [La Enseñanza del Evangelio, Recurso de Capacitación Práctica para el uso del material: Asignar una lección. Que cada maestro explique la parte que ha seleccionado para enseñar. Cosas que quiere resaltar en el manual y en las escrituras]. Hay, pues, diferentes formas de usar el material del curso para buscar ayudas y decidir Qué enseñar. Tenemos la ayuda de diferentes manuales, pero siempre nos centraremos en las escrituras. Al preparar una lección y descubrir que hay mucho material, tenemos que decidir Qué vamos a enseñar. En la revelación sobre el Sacerdocio, el Señor dijo a los Santos, no os preocupéis “de antemano por lo que habéis de decir; mas atesorad constantemente en vuestras mentes las palabras de vida, y os será dado en la hora precisa la porción que le será medida a cada hombre” (DyC 84:85). Debemos, pues, estar bien preparados, y pedir al Señor que nos inspire la porción a enseñar. Decidir qué deben aprender los alumnos: El tercer punto del Énfasis en la Enseñanza en el Sistema Educativo habla de “ayudar a los alumnos a comprender las escrituras y las palabras de los profetas, identificar y comprender las doctrinas y los principios que contienen y aplicarlos en sus vidas de manera que los lleve a la conversión personal”. Este punto de énfasis centra la preparación del maestro, y nos indica el deber de ayudar al alumno. Los maestros deben tener en cuenta todo esto al prepararse. Ayudamos a los alumnos a COMPRENDER LAS ESCRITURAS, para que sean capaces de reconocer LAS DOCTRINAS Y PRINCIPIOS, y puedan APLICARLAS a sus vidas, y esto los lleve a la CONVERSIÓN PERSONAL. Debemos, pues, dedicar parte del tiempo de la preparación a pensar en cómo lograr este objetivo. Se podría comparar con la construcción de una casa: Sobre el CIMIENTO de comprender el bloque de escrituras, levantamos los MUROS de identificar y comprender las doctrinas y principios del bloque, y sobre ellos coronamos la casa con el TEJADO de la aplicación práctica de esos principios. Se debe empezar por comprender bien las escrituras. Debemos recordar, pues, que la lección se ha de edificar sobre principios bien comprendidos por los alumnos. Esa comprensión es el cimiento de la lección, porque no puede haber aplicación sin comprensión. Si prescindimos de algunos de estos elementos del edificio, no habrá poder para influir en los alumnos. La comprensión requiere también enseñar el contexto del bloque de escrituras. Para enseñar eficazmente un capítulo, es necesario tener en cuenta el contenido de los capítulos anteriores y siguientes. Esta es la importancia de la Enseñanza Secuencial de las Escrituras (ESE). Si nos dedicamos a enseñar conceptos aislados de su contexto, (Enseñanza Conceptual), los alumnos no comprenderán las escrituras completas. [Práctica: analizar el libro de Rut y la forma de dominar su contenido]. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Al decidir lo que será más importante para los alumnos, el maestro deberá considerar tres puntos: 1º) La intención que tuvo el escritor inspirado, es decir, cuál fue el mensaje original y qué es lo que el Señor quiso enseñar con lo revelado. 3
  • 4. 2º) Las necesidades y capacidades de los alumnos. Debemos recordar que no estamos enseñando lecciones en el vacío, sino que estamos enseñando a alumnos con características muy concretas. 3º) El Espíritu de Dios, que es el que ayudará al maestro en los dos puntos anteriores: entender la intención del autor del bloque de escrituras a enseñar y las necesidades de los alumnos. La Enseñanza del Evangelio, págs. 24-25. ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- La enseñanza requiere, pues, tener en cuenta la intención del Señor al revelar los principios, las necesidades y capacidades de los alumnos y las indicaciones del Espíritu. Como dice el Pte. Benson en estas páginas del manual La Enseñanza del Evangelio (ver pág. 24), al estudiar las escrituras, debemos preguntarnos, ¿por qué inspiró el Señor este pasaje?, ¿qué puedo aprender que me ayude en mi vida?, ¿qué hay en este pasaje que pueda ser de ayuda a mis alumnos? Esto nos ayudará a discernir cuál es el mensaje principal de la lección, y cuál es el material de apoyo. Un desafío con el Antiguo Testamento es la enseñanza de extensos bloques de escritura, ¿cómo enfrentar este desafío? Un alumno que estudiaba Biología se dio cuenta que tenía que estudiar el contenido de la asignatura en diferentes niveles: el átomo, la molécula, la célula, los organismos complejos y los ecosistemas completos. Al igual que el detalle varía según el contenido a estudiar (el detalle en el estudio de los ecosistemas es menor que en el estudio de la materia en su estructura atómica), el maestro de religión, al preparar su lección, debe analizar el tamaño del bloque de escrituras que debe enseñar, y decidir con qué detalle podrá enseñarlo. Si el bloque es extenso y el tiempo corto, deberá aplicar un método diferente al requerido para bloques cortos con mucho tiempo para enseñar. En este punto, recordamos las enseñanzas del Élder Bednar sobre “conexiones, temas y modelos”. Al organizar la lección, debemos preguntarnos qué principios e ideas deben comprender los alumnos, y diferenciar las doctrinas principales de las que han de servir de apoyo. Debemos dominar el contenido a enseñar. Y tenemos que decidir qué es lo más importante para el alumno y qué es lo que deben aprender. El considerar las necesidades del alumno, y no las preferencias del maestro, puede ayudar también a organizar la lección, centrándola en el alumno. No siempre vamos a conocer las necesidades de los alumnos ni lo que el Señor pretendía exactamente al inspirar los textos sagrados, pero Dios sí conoce ambas cosas, y con su Espíritu compensará nuestras deficiencias y debilidades. [La Enseñanza del Evangelio. Recurso de capacitación: Las necesidades de los alumnos. Hna. Egan.] Teniendo en cuenta la intención del escritor, las necesidades y capacidades de los alumnos y la guía del Espíritu, podremos seleccionar las cosas que vamos a enseñar. [Práctica: preparar una lección, teniendo en cuenta todo esto.] Organizar la lección: Para organizar la lección, el maestro deberá tener en cuenta el tamaño del bloque de escrituras y el tiempo disponible para enseñarlo. El método variará según el número de capítulos del libro canónico a enseñar. Cuando el contenido a enseñar es demasiado extenso, debemos decidir qué puntos vamos a destacar y cuáles vamos a resumir, para asegurarnos de que no dejamos nada sin enseñar. Casi siempre hay más contenido que tiempo para enseñarlo. El maestro tendrá que decidir, pues, qué destacar y qué resumir. No estamos diciendo destacar y “omitir”, sino destacar y “resumir”, ya que siempre habrá formas de cubrir grandes bloques de información, pasando rápidamente por algunas partes, y resaltando otras. [Tres láminas de un pato: Dibujo de un pato, dibujo de un pato en su entorno, dibujo del entorno con un pato poco visible: ¿Cuál es el dibujo más completo del pato? El primero está fuera de su entorno, el último desaparece en el entorno. El segundo destaca al pato en el centro de su entorno.] Al enseñar, debemos destacar lo que diga el Señor en el contexto adecuado que nos ayude a identificar principios y doctrinas. Preguntas que podemos hacernos para organizar la lección: • ¿Qué conceptos e ideas (contexto, antecedentes…) deben saber los alumnos, para que puedan comprender las doctrinas y los principios? • ¿Cuáles son las doctrinas principales, y cuáles son las que sirven de apoyo? El orden lógico de la lección ayudará a identificar las doctrinas y los principios. 4
  • 5. Las preguntas que un maestro deberá hacerse, pues, al preparar una lección serán, ¿qué información debo destacar y cuál resumir?, ¿cómo debo organizar la información para que tenga un orden lógico?, ¿qué deben aprender los alumnos para que se conviertan y se acerquen al Salvador? DECIDIR CÓMO ENSEÑAR ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- Al decidir la forma de enseñar, debemos tener en cuenta lo siguiente: 1º) La Enseñanza debe edificar; por tanto, el maestro debe escoger los métodos de enseñanza más adecuados. 2º) La metodología debe centrarse en la Predisposición, la Participación y la Aplicación del alumno (PPA). 3º) Se debe utilizar una variedad de métodos. 4º) Hay que tener en cuenta el tiempo disponible para enseñar. La Enseñanza del Evangelio, págs. 25-26 ---------------------------------------------------------------------------------------------------------- El “engranaje de la didáctica” nos muestra una rueda dentada en el centro con el QUÉ, y varias ruedas dentadas alrededor con el CÓMO. No todas las ruedas del cómo están conectadas con la rueda central del qué, y sólo ésta tiene manivela para moverse. Si el maestro domina el contenido, pondrá en movimiento toda la metodología para enseñarlo. El qué es primero (debo hacerlo mío antes que nada), después viene el cómo. No se debe forzar nunca el cómo: puede haber métodos que no encajen con el contenido de la lección. No debemos intentar encajar el método al contenido, sino al contrario. Después que dominamos el contenido, nos preguntamos cómo hacer que los alumnos lo entiendan. Ambos procesos pueden ser simultáneos: mientras estudiamos el contenido, vamos tomando notas de todas las ideas que nos vengan sobre métodos posibles para enseñarlo. El manual La Enseñanza del Evangelio (ver pág. 25) invita a hacernos las siguientes preguntas al decidir cómo vamos a enseñar: ¿Edificará esto a mis alumnos?, ¿ofenderá o lastimará los sentimientos de alguien? Debemos usar sólo lo que edifica. Lo que edifica en un momento puede no edificar en otro. Debe haber una relación apropiada entre el contenido y el método a enseñar, evitando el forzar métodos que no van con el contenido. El manual La Enseñanza del Evangelio nos invita también a seleccionar con cuidado las actividades de aprendizaje, ya que éstas influyen en el ánimo de los estudiantes (ver pág. 29). Debemos utilizar actividades de aprendizaje (PPA) bien seleccionadas, para no perder el control de la enseñanza. Pregunta: ¿Qué se puede hacer para aumentar la participación significativa de los alumnos? El maestro no debe hacer nada que los alumnos puedan hacer por sí mismos. Se trata de que el alumno aprenda, no únicamente que el maestro enseñe. A veces, nos cuesta mucho ceder parte de la enseñanza de la lección a los alumnos, porque no tenemos confianza en ellos. Pregunta: ¿Cómo puedo captar la atención del alumno? Cuando al maestro le preocupe la forma de atraer la atención de sus alumnos, debe recordar que ellos son hijos de Dios, y debe preocuparse más por enseñar y ayudar a los estudiantes, que por atraer su atención únicamente. Este deseo sincero ayudará al maestro a preparar la lección, más que la obsesión por lograr que sus alumnos le presten atención. No debemos centrarnos en tener su atención, sino en ayudarles a lograr la salvación. En el manual La Enseñanza del Evangelio se hacen preguntas sobre el aprendizaje que es importante al preparar la lección, porque ayuda a poner al alumno en el centro de la lección (ver pág. 13). Elder Scott: “El maestro debe orar para saber cómo lograr que la verdad se grabe profundamente en la mente y en el corazón de sus alumnos, y así puedan utilizarla durante su vida. El objetivo en la preparación y la enseñanza es lograr que los alumnos comprendan, retengan y usen la verdad divina. Nunca debemos enseñar una lección en la que no haya participación de los alumnos. Que haya mucha participación, porque el uso del albedrío por parte de los alumnos permite al Espíritu Santo enseñar, y ayuda al alumno a retener el mensaje. Cuando son ellos los que hablan, esas verdades se confirman en su alma y se fortalece su testimonio personal. Debemos permitir que el alumno descubra la verdad por sí mismo (ver cómo enseña el ángel a Nefi en 1 Nefi 11). El Élder Bednar nos hace preguntas que nos ayudan a centrarnos en el alumno, en lo que el alumno debe hacer como parte de su experiencia en la clase: “¿Somos agentes que tratamos de aprender por la fe, o 5
  • 6. aguardamos a que se actúe cobre nosotros?, ¿desean nuestros alumnos aprender por la fe, o esperan que se les enseñe y actúe sobre ellos?, ¿animamos a los alumnos a buscar conocimiento por la fe? Deberíamos estar dedicados a pedir, buscar y llamar. El alumno que ejerce su albedrío según los principios correctos abre su corazón al Espíritu Santo, que le invita a confirmar su testimonio. Aprender por la fe requiere esfuerzo espiritual, mental y físico, y no mera recepción pasiva. Aprender por la fe requiere un corazón y una mente dispuestos. Aprender por la fe es el resultado de que el Espíritu Santo lleve el poder de la palabra de Dios al interior del corazón. Aprender por la fe no se puede comunicar con un discurso, demostración o experimento, sino que el alumno tiene que ejercer su fe y actuar para poder lograr conocimiento por sí mismo. Tenemos que ayudar a los alumnos a ser autosuficientes espiritualmente, y esto se consigue cuando permitimos al alumno actuar según principios correctos”. La fe, pues, no se transmite con palabras. Una clase no es un discurso. El discurso genera una actitud pasiva. El maestro debe buscar la participación de sus alumnos, pero no la participación por la participación, sino para propiciar que los principios se interioricen, y el alumno se convierta. Los alumnos deben hacer algo para que la verdad se consolide en ellos, y pase de la cabeza al corazón. Debemos lograr que los alumnos utilicen su albedrío para que el Espíritu Santo confirme su testimonio. La conversión es la meta; las escrituras son el medio; el Espíritu Santo es el autor de esa conversión. El “Énfasis en la Enseñanza” y su relación con el “Cómo” enseñar: Debemos incorporar el “Énfasis en la Enseñanza” en nuestra labor como maestros. Los dos primeros párrafos del Énfasis en la Enseñanza en el Sistema Educativo se centran en el alumno: * “Debemos instar a los alumnos a aprender y enseñar por el Espíritu”. * “Debemos ayudar a los alumnos a desarrollar el hábito de estudiar las Escrituras diariamente”. No debemos centrarnos en los métodos. El deber del maestro es centrarse en el alumno: alentar, motivar y ayudar. Las actividades de aprendizaje del PPA están centradas en el alumno. La meta es ayudar al alumno a conocer al Salvador. La variedad en los métodos de enseñanza: ¿Por qué necesitamos la variedad en la enseñanza? No todos los alumnos aprenden de la misma forma. Los alumnos son diferentes. Cada alumno necesita, espera y pide algo diferente. La variedad permite llegar a los diferentes alumnos: un día a unos, y otro día a otros. El enseñar de formas distintas anima a los alumnos y capta su atención. A veces, nos centramos mucho en el qué y poco en el cómo: debemos aprender cómo se enseña y cómo se aprende. ¿Qué hacer para tener más variedad en la enseñanza? Debemos buscar ideas en el material existente y consultar u observar a otros maestros. Consultemos el material disponible para aprender cómo enseñar. Actualicemos nuestros métodos. Jesucristo es el modelo a imitar: observemos cómo amaba a los que enseñaba. El cómo fluía de él por el amor que sentía por sus alumnos. --oo0oo— (Resumen de Faustino López, Director del Instituto de Madrid; 23 junio 2007.) 6