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COMISIÓN DE CULTURA
CORTES GENERALES
DIARIO DE SESIONES
SENADO
X LEGISLATURA
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PRESIDENCIA DE LA EXCMA. SRA. D.ª MARÍA GÁDOR ONGIL CORES
Sesión celebrada el lunes, 4 de noviembre de 2013
ORDEN DEL DÍA
Comparecencia del editor y administrador de EDHASA, D. Daniel Fernández Gutiérrez, ante la
Comisión de Cultura, para informar en relación con la materia «Sector editorial y nuevas
tecnologías».
(Núm. exp. 715/000233)
Autor: COMISIÓN DE CULTURA
Comparecencia del Profesor Titular de Derecho Mercantil de la Universidad de Salamanca,
D. Fernando Carbajo Cascón, ante la Comisión de Cultura, para informar en relación con la materia
«Sector editorial y nuevas tecnologías».
(Núm. exp. 713/000488)
Autor: COMISIÓN DE CULTURA
Debatir
– Moción por la que se insta al Gobierno a que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte
firme con la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha el oportuno convenio de transferencia
de la gestión del nuevo edificio y del servicio del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara.
(Núm. exp. 661/000100)
Autor: GRUPO PARLAMENTARIO SOCIALISTA
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Comisión de Cultura
Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 2
Se abre la sesión a las dieciséis horas y cinco minutos.
La señora PRESIDENTA: Buenas tardes, señorías. Pido disculpas por el retraso, pero me he
equivocado y he ido a otra sala, por la inercia de ir siempre a la Clara Campoamor y hoy estábamos en la
otra punta de la casa.
COMPARECENCIA DEL EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA, D. DANIEL FERNÁNDEZ
GUTIÉRREZ, ANTE LA COMISIÓN DE CULTURA, PARA INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA
«SECTOR EDITORIAL Y NUEVAS TECNOLOGÍAS».
(Núm. exp. 715/000233)
AUTOR: COMISIÓN DE CULTURA
La señora PRESIDENTA: Empezamos la Comisión de Cultura del día de hoy con el orden del día
establecido. En primer lugar, quiero agradecer, en nombre de toda la comisión, la presencia del editor y
administrador de Edhasa, don Daniel Fernández Gutiérrez, que ha tenido la amabilidad de aceptar nuestra
invitación, para que, siguiendo la línea de lo que venimos haciendo en las últimas comisiones, informe en
relación con la materia del sector editorial y las nuevas tecnologías. Supongo que ya le han adelantado un
poco el formato: usted tiene una intervención de alrededor de veinte minutos; luego intervendrán cada
uno de los portavoces de los distintos grupos parlamentarios y, finalmente, tiene usted otro segundo turno,
de unos diez minutos, para contestar a cualesquiera de las preguntas que le hayan hecho los portavoces.
Cuando quiera tiene usted la palabra.
El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Gracias, señora
presidenta.
Señorías, primero les aviso: no he traído un discurso escrito porque se atribuye a Shakespeare
aquello de que la improvisación siempre es mejor aunque también a Shakespeare se le atribuye que la
improvisación hay que prepararla, con lo cual algunas notas sí he traído. Por otro lado, es la primera vez
que uno está en el Senado —que fue antiguo convento, por si alguno de ustedes todavía no lo sabe— y
la verdad es que la experiencia para mí también es nueva, con lo cual disculpen los errores que pueda
cometer aquí. Por lo demás, creo que me habrán traído, por la lista de algunos comparecientes, en parte
como reliquia de un tiempo que se extingue, porque me parece que en el siglo XX ya formaba parte de un
editor del siglo XIX y ahora en el siglo XXI ya soy una antigualla de hace dos siglos y respondo —y mi
editorial responde, disculpen la pausa publicitaria, luego se la coloco un poco más— a pautas de editorial
literaria independiente que publica narrativa y ensayo fundamentalmente y, por tanto, aquello que parece
que está destinado a morir en este tiempo nuevo. Como les digo, como soy una antigualla del pasado,
vamos a hablar de la primera revolución tecnológica importante en el mundo del libro, que no es la actual
sino que, con permiso de ustedes, nos vamos a 1450 y vamos a hablar inevitablemente del amigo
Gutenberg. Johannes Gutenberg, de Maguncia, inventa —no me extiendo en ello— la imprenta de tipos
móviles y eso supone una revolución. Imprime La Biblia de 42 líneas y eso supone una revolución.
Imprime La Biblia de 42 líneas y, nota al margen, se arruina por completo y los que hacen dinero son su
socio y prestamista, Johan Fust, y el sobrino de Fust que es Peter Schöffer. El pobre Gutenberg muere
arruinado y aunque ahora tenga estatuas en Maguncia y demás, su invento no le sirvió para vivir; murió
en la indigencia más absoluta.
¿Por qué les digo que es una revolución tecnológica? Porque, como saben —apropiado en el Senado
exconvento—, el saber se transmitía por los manuscritos que copiaban los monjes en los distintos
monasterios y, de repente, aparece un sistema en el cual el artesano impresor, que al mismo tiempo hace
su propio papel, le pone su marca de agua, etcétera, puede reproducir rápidamente muchos textos en lo
que ahora llamamos un libro; ya no son pliegos sueltos de cordel, ya es otra cosa. A Gutenberg no le
funcionó la historia, pero les digo que es una revolución tecnológica muy importante. Esto tiene que ver
con una taxonomía de la historia del libro y les aseguro que ya no les doy mucho más la paliza con estas
cosas.
Llamamos incunables a todos los libros que se imprimieron antes del 1500 —si somos puristas,
antes de la Pascua de 1501 porque era cuando entonces empezaba el año—, pero en general se llama
incunables a todos los libros impresos antes del 1500. Hay un error común que es creer que son
incunables porque no tienen cuna y no es así. Este incunable viene, evidentemente, de incunabulae y,
por tanto, en la cuna; es la cuna de la imprenta, son los primeros tiempos y esa cuna de la imprenta son
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estas primeras imprentas que retoman el invento de Gutenberg. Entre 1450 y 1500, los eruditos nos
dicen que hay 1200 imprentas en Europa. De hecho, algunas empiezan a llegar a América Latina gracias
precisamente a nuestro país o a esa vieja España. Hay imprentas en 260 ciudades y se imprimen, que
sepamos hasta ahora, más de 35 000 libros catalogados, con lo cual, y con esta perspectiva histórica
—por eso empezaba con ello—, la revolución tecnológica que supuso la imprenta de Gutenberg en
apenas cincuenta años deja en mantillas a la revolución tecnológica de Internet. Es decir, si el libro se
consolidó en esos cincuenta años y se convirtió en una cosa que se extendió por todas partes y en la
forma básica de transmitir conocimiento, cultura y también sueños, ilusiones y fantasías —y ahí aparece
la novela, etcétera—, pues permítanme que les diga que esta revolución tecnológica que ahora vivimos
deberíamos ser capaces de superarla. La duda está —supongo que para eso también me han convocado
ustedes— en qué deberíamos hacer para que, al final de esta revolución tecnológica, España, su lengua,
sus distintas lenguas además, siga teniendo un papel predominante en la producción de libros y en la
industria cultural asociada. Eso es un poquito más complicado y además probablemente estamos
perdiendo la batalla y eso también se lo digo.
En 1472 se publica el primer libro español, Sinodal de Aguilafuente, de Johannes Paris de Heidelberg,
por si les interesa, y ya en 1478 La Biblia de Valencia y Los dotze treballs de Hèrcules, para demostrar
también que el catalán está funcionando.
¿Por qué les decía yo que este es el origen de la primera revolución tecnológica del mundo del libro?
Porque ahí aparece una figura que efectivamente es la figura del editor. Este editor, que ha durado
prácticamente estos 500 años, es una figura que en principio es un impresor, un impresor artesano, pero,
tal y como nos enseñó el marxismo, sobre todo el joven Marx, el editor se apropia los medios de
producción. Descubre que hay autores que lo que quieren es publicar su libro, incluso sin cobrar —eso
cada vez pasa menos, pero en tiempos pasaba—, que hay mecenas que están dispuestos a poner dinero
y que si él hace unas cuantas copias más de las que el autor quiere para sus novias, familiares, parientes
y amigos, las puede vender y consigue acumular el beneficio. Además, hay un tipo de editor que
ejemplifico en un editor italiano que es Aldo Manuzio —Teobaldo Manucci o Aldus Pius Manutius en su
nombre latino— que en Venecia —y se lo digo también rápidamente— empieza a imprimir sus libros con
lo que ahora llamaríamos un logotipo y un lema. Los empieza a imprimir con un ancla y un delfín; Ancora
y Delfín era una vieja colección de Editorial Destino y una vieja librería de Barcelona que ya no existe, por
desgracia. ¿Por qué el ancla y el delfín? Porque el editor debía ser firme como un ancla, para estar
anclado al pasado y al conocimiento, pero veloz y sagaz como el delfín para encontrar siempre las nuevas
ideas y los nuevos intereses de ese público al que se dirigía. Además imprime sus libros con un lema que
es Festina lente —apresúrate despacio—, que también es un buen lema para políticos y editores; lo de
apresúrate despacio siempre viene bien. Festina, ya saben, era apresúrate, no solo era una marca de
relojes. Bien, pues ese tipo humano, ¿qué ha encontrado? Ha encontrado una forma de hacer negocio
basada en la cultura con la que, además, está enarbolando una bandera —la bandera de su imprenta, la
bandera de su catálogo, la bandera de su editorial— y lo que está empezando a hacer es precisamente
eso, construir un catálogo editorial que es en parte la biografía del propio editor, en parte su catálogo
comercial y en buena medida aquello que lega a las generaciones futuras. Eso pervive durante los
siglos XVIII y XIX. Aparecen los medios de comunicación, la alfabetización se extiende, el negocio es
cada vez mejor, llega a más lugares, pero en realidad ¿qué es lo que nos sucede? Lo que nos sucede es
que el editor se convierte en esa figura supuestamente glamurosa, interesada por el dinero, evidentemente,
que se ha apropiado de los medios de producción de los autores y, al mismo tiempo, de alguna forma es
el cliente básico de la imprenta y domina precisamente con sus catálogos lo que les decía, el libro, que,
sin duda, ha sido la forma de transmitir el saber esencial de Occidente. Los cambios prácticamente son
inexistentes, son de aglomeración y de gran conglomerado. Les diría —y ahí empezamos a meternos en
la materia que nos ocupa— que hacia 1980, por decirlo también de forma un poco arbitraria, empieza una
concentración ajena a lo que hasta entonces había sido el mundo editorial. Las editoriales empiezan a
verse, en el mundo anglosajón sobre todo, convertidas en parte de grandes conglomerados multimedia.
Eso tiene su influencia económica y su influencia cultural, ¿por qué? Porque una de las características de
esos conglomerados multimedia donde hay periódicos, revistas, radios, televisiones, editoriales, etcétera
—todo tipo de papel impreso y, en realidad, todo tipo de comunicación—, aunque solo sea para decirlo
muy rápidamente, es que ya no responden al deseo de beneficio, siempre legítimo del empresario pero
escueto en el caso de los editores y bastante más notable en el caso de los grandes grupos multimedia.
Por ponerles un ejemplo muy sencillo, cuando yo empecé en este oficio, hace ya treinta años, una editorial
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se consideraba bien gestionada si tenía un beneficio bruto del 5, 6, 7, 8% como máximo. Evidentemente,
cuando hablamos de los grandes grupos multimedia se le exige a una editorial que esté dando beneficios
del 15 al 25% y eso forma parte de estar en bolsa y del mundo de la relativa especulación y acumulación
de dinero que ya conocemos. Es en ese mundo donde, por otro lado, tampoco pasa algo demasiado
distinto a lo que pasa, qué se yo, en el mundo del cine con las concentraciones de las majors, etcétera. Sí
hay una cierta reducción cultural y yo creo que es uno de los peligros de todo esto porque evidentemente
las apuestas que se hacen entonces son: vamos a publicar aquellos libros que se venden seguro. Eso
significa una cierta desertización cultural. Bueno, pues es en ese mundo donde acaba llegando el libro
digital; el libro digital que, en principio era simplemente un cambio de soporte pero que, evidentemente,
ha significado un cambio en las relaciones económicas, en la forma de editar, publicar y producir y un
cambio, sobre todo, como dicen los sajones, en los players, en los jugadores que participan de este
mundo; de forma muy clara, porque el libro digital lo que ha supuesto básicamente —el libro digital, el libro
electrónico o como ustedes quieran— es leer libros en una pantalla y sería el primer gran cambio de
soporte, el primer gran cambio tecnológico que nos aleja efectivamente de Gutenberg. Nos aleja tanto de
Gutenberg —y es uno de los temas en cuestión— que hasta la legislación europea, Bruselas, considera
—nuestra legislación también— que no está sujeto, como saben ustedes, a los mismos impuestos; tiene
un IVA distinto del 21% porque se supone que no está serializado de la misma forma y que, por tanto, la
economía de costes efectivamente es distinta. Lo es, cambia todo, cambia la distribución. Nunca puede
uno lamentarse demasiado por las cosas perdidas, pero evidentemente sí es cierto que estamos en un
momento en que cierran librerías, cierran editoriales, cierran distribuidoras y parece un cierto fin de época
y los players, como decíamos, son otros: son Amazon, Google, Apple. Luego, si quieren, nos podemos
fijar un poco en cada uno de ellos. Para decirlo muy rápidamente, Apple vende hardware, lo que quiere es
monopolizar todos los contenidos que pueda pero vendiéndolos, respetando derechos de autor —en este
sentido es el menos agresivo—. Google, sin embargo, vende conocimiento y contenidos y no tiene ningún
respeto por los derechos de autor. Yo, que soy el representante español en la Unión Internacional de
Editores, entre otras cosas, hace poco fui a los cuarteles generales de Google para intentar explicarles
qué hacíamos los editores —no sé si lo conseguimos demasiado, no estamos llegando a ningún pacto— y
lo que sí es característico de Google y de Amazon es que regalan a sus empleados dulces, golosinas y
todo tipo de gominolas, diríamos, que tienen en máquinas expendedoras para hacer el ambiente de
trabajo friendly y todo eso. Como yo soy muy mayor —ya se lo he dicho—, mi madre me decía: nunca te
fíes de la gente que te regale golosinas; no importa si eres empleado o apareces por allí. Bueno, pues
estos regaladores de golosinas quieren todos los contenidos y Amazon quiere toda la distribución, quiere
distribuir absolutamente todo.
¿Qué es lo que tenemos en peligro nosotros? Tenemos en peligro una industria cultural, la española,
que es —y de eso sí me gustaría que fueran ustedes conscientes— la mayor de las industrias culturales
de España, muy por encima de la audiovisual, del cine, de las televisiones, del teatro o de lo que
ustedes quieran. Podemos acabar como la ópera. Si sus señorías tienen a bien concedernos
subvenciones y convertirnos en una especie de bien a preservar por el interés de la cultura, pues igual
tenemos futuro, pero si no, mientras tanto, sí somos, insisto, industria cultural líder con gran diferencia.
Somos la industria cultural que además tiene un claro liderazgo en América Latina, no solo en libros de
texto sino también en libros de librerías, y estamos viviendo esta transformación intentando invertir todo
lo que podemos en investigación y desarrollo pero luchando, un poco a lo don Quijote, contra molinos
de viento gigantescos. Los molinos de viento gigantescos son estos enormes conglomerados que, por
otro lado, también tienen interés en el papel escrito. Les pongo dos ejemplos muy sencillos aunque
tengan que ver con la prensa: uno, Carlos Slim cada año aumenta su participación en un negocio
deficitario que es el New York Times. Cada año compra unas acciones más del New York Times
evidentemente para tener influencia, porque la prensa sigue teniendo influencia aunque pierda dinero a
espuertas. Y Jeff Bezos, el dueño de Amazon, como saben, en agosto de 2013, en agosto de este año,
compró el Washington Post por 250 millones de dólares a Graham, la vieja familia propietaria. Es un
cambio de mundo, sí, pero algún articulista también ha dicho que lo que se compró Bezos fue
Washington directamente porque se compraba el diario de influencia en Washington y hay que decir
que curiosamente ese mismo mes de agosto —si no me fallan mis fuentes, que es el New York Times—
Amazon cerró un contrato con la Agencia Central de Inteligencia, con la famosa CIA americana, por 600
millones de dólares para gestionarle su información en la nube, esa información en la nube donde
evidentemente estamos todos y todos retratados con todo lo que hacemos.
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¿Cuál es nuestra problemática en estos momentos? (Y con esto acabo rápidamente y les dejo que me
pregunten.) Es cierto que el libro en España está en lo que en los tiempos del presidente Suárez hubiéramos
dicho reconversión industrial. Estamos en una reconversión industrial dura y, además, como este se había
definido siempre como un negocio de caballeros, un gentleman business, no nos quejamos demasiado.
Somos llorones por naturaleza pero pretendemos fingir que las cosas siguen como siempre y que business
as usual. Business as usual no, nosotros estamos en un momento absolutamente complicado por varias
cosas: una, evidentemente la crisis económica también ha llegado al libro, aunque creo que es el menor de
los temas. Los temas son que hay una pérdida del prestigio y el valor del libro. En mi humilde opinión, el
mayor fracaso de la democracia española es no haber conseguido una educación estable mejorada,
pactada y que nos haya hecho unos ciudadanos, por decirlo así, mejores. En los índices de lectura —ya sé
que las estadísticas dicen que han mejorado— me permito decirles que España sigue sin ser un país lector
y desde luego con campañas fomentando la lectura no lo conseguimos, lo conseguimos con otras cosas:
con bibliotecas, con ayudas a las librerías, etcétera. El lectorado, es decir, la gente que lee, no es lo mismo
que el electorado, pero al final el lectorado influye bastante en el electorado, permítanme que se lo diga.
Entonces, hay una pérdida de valor del libro. Uno se encuentra últimamente a gente que ya no tiene
bibliotecas y eso sí tiene que ver también con el libro electrónico. El libro electrónico facilita el
almacenamiento, pero el libro electrónico además lo que ha facilitado en España es que prácticamente no
exista el mercado del llamado libro digital, en buena medida por culpa de los propios editores, porque nos
hemos empeñado en preservar todos los sectores económicos del libro —librero, distribuidor, autor, agente
literario, nosotros mismos— y, por lo tanto, por decírselo de forma muy clara, los libros electrónicos tienen
un diferencial de precio, en mi opinión —siempre les doy mi opinión personal, evidentemente— escaso con
respecto al libro, con lo cual, también hay culpas de los editores pero, al mismo tiempo, también hay
sorpresas como que Amazon vende una cantidad enorme de Kindle, porque los aparatos nos gustan en
España y mucha gente ya está leyendo en sus smartphone, pero el Kindle, que es un entorno cerrado,
tiene una enorme cantidad de aparatos vendidos que nunca se han conectado a la página para hacer
descargas legales. La piratería es un problema absoluto y total. En estos momentos, como saben, el
Gobierno tiene en marcha una supuesta Ley de propiedad intelectual. La última reforma que tenemos es la
del 7 de julio de 2006. Es la reforma que yo llamo San Fermín, primero porque coincide con la fecha y,
segundo, porque me parece que esa ley es como el periódico de los mozos que corren delante del morlaco:
nos protege levemente a autores y editores de esos nuevos players, de Amazon, Google, etcétera, pero
muy levemente. Pero sí tenemos grandes esperanzas en que esta Ley de propiedad intelectual castigue
las páginas de enlace y nos ayude a cerrarlas. Creo que hay que modificar el Código penal. Disculpen si
esto es como la carta a los Reyes, pero es lo que uno cree que debería pedir a sus administraciones
públicas. Y, al final, creo que también deberíamos castigar al consumidor reincidente; el consumidor
reincidente, reo de piratería. A todos los que hemos leído La isla del Tesoro, evidentemente nos caía más
simpático John Silver, cuando éramos niños, que el caballero Trelawney que, al fin y al cabo, era el
comerciante. Pero cuando uno se hace mayor y adulto al final tiene que reconocer que los piratas son
simpáticos pero que sirven para los sueños de infancia y que los comerciantes, sin embargo, ayudan a
construir el mundo y los imperios. Para mí esto es lo fundamental: una defensa de la Ley de propiedad
intelectual con variación del Código penal. No sé si era de Romanones aquello de: aparte de leyes se
necesita a la Guardia Civil. Necesitaríamos un poco también de Guardia Civil y de sanciones claras. Para
mí es el tema fundamental y el nos ayudará a proteger la mayor industria cultural española y que además
mantenga además esa posición de liderazgo en América Latina. Es lo que nos protegerá en términos
económicos de esos nuevos jugadores multinacionales de gran tamaño, pero también es lo que nos
protegerá culturalmente porque es lo que nos va a permitir seguir publicando libros que satisfagan a la
inmensa mayoría del mercado.
Las otras cosas que yo traía anotadas: la defensa del precio fijo es una ventaja que en España
disfrutamos y de la que yo creo que algunos estamos convencidos. En Inglaterra —se lo digo simplemente
a título de inventario— la abolición del precio fijo significó que más de un tercio de las librerías
independientes inglesas desapareciesen y cerrasen. El tema del IVA digital ya sabemos que depende
más bien de Bruselas, pero es un tema todavía independiente. Cómo facilitar financiación, apoyo,
reconversión industrial, créditos blandos a librerías independientes y a editores independientes es uno de
los grandes temas. Yo siempre digo que la independencia en cualquier negocio, sea una librería o una
editorial, al final la da la cuenta de resultados y la cuenta de resultados tiene que ser positiva,
evidentemente. Pero al mismo tiempo, es cierto que otros países de nuestro entorno están haciendo
DIARIO DE SESIONES DEL SENADO
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cosas para proteger librerías. Ya saben que Francia, por ejemplo, siempre tan proteccionista en estas
cosas, les otorga una etiqueta, la de librería independiente de reconocido prestigio o de referencia, LIR,
buscando un poco el acrónimo con LIRE. Los otros temas, digamos,son un poco accesorios pero también
importantes: el tema de la relación con Hispanoamérica tiene que ver, evidentemente, con legislación,
aranceles, etcétera, pero aquí de lo que se trataría, de lo que creo que es efectivamente lo fundamental,
es de conseguir luchar contra la piratería y que el comercio del libro sea efectivamente un comercio
porque, si no, tampoco quiero ponerme muy apocalíptico, será imposible seguir publicando los libros
como hasta ahora hemos hecho.
Creo que he cumplido los veinte minutos exactos, con lo cual, si les parece, lo dejamos ahí. No les he
hecho la pausa publicitaria, pero luego se la hago sobre qué es Edhasa y quiénes somos.
La señora PRESIDENTA: Si quiere tres, cuatro o cinco minutos más úselos, porque luego tendrá que
contestar a lo que los portavoces de cada grupo le vayan a preguntar. A lo mejor es preferible que
intervenga un par de minutos más y que hable usted de Edhasa, que también para eso ha venido.
El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Simplemente para
decirles eso, que es un tipo de editorial. La funda en 1946 Antonio López Llausàs, un catalán que fue el
promotor del Diccionario Fabra, el Diccionari de la llengua catalana. Este hombre en el año 1936 se exilió
huyendo de la guerra. Se exilió en París, como catalán adinerado, evidentemente, y más tarde marchó a
Argentina. En Argentina se instala con su familia, funda la Editorial Sudamericana y luego, en el año 1945,
vuelven a aparecer uniformes en su vida porque sube al poder Perón. Él no tenía ninguna causa en
España, puede regresar; pregunta, no tiene ningún problema; es un editor, no se había metido en política,
seguía precisamente el consejo del dictador. Regresa y en el año 1946 funda Edhasa, que es el acrónimo
pesado de Editora y Distribuidora Hispanoamericana Sociedad Anónima. Nosotros siempre hemos estado
a ambos lados del Atlántico. Tenemos casa también en Argentina, un numeroso grupo de premios Nobel
en el catálogo a lo largo de los años. López Llausàs nunca volvió, se quedó en Argentina el resto de sus
días hasta que murió. Este año cumpliremos el sexagésimo séptimo año de nuestra vida y no sé si somos
de los últimos resistentes pero sí tenemos fama de ser de las últimas editoriales independientes de un
cierto tamaño que quedan en España y más con proyección latinoamericana y que publicamos ensayo,
narrativa, una parte de narrativa histórica y novela de aventuras, etcétera. Lo que auguran últimamente
—por eso creía que a lo mejor habían pensado en traerme— la mayoría de sabios es que una editorial
como la nuestra, que no es ni muy grande ni muy pequeña sino de dimensión mediana, es que está
definitivamente muerta, que no conseguiremos mantener tantos puestos de trabajo como tenemos, que el
mercado no lo podremos mantener y que no tenemos la capacidad de incisión, distribución y marketing
que tienen los grandes. Por eso les decía que nosotros estamos emparentados con Gutenberg y con
aquella vieja revolución tecnológica e intentando adaptarnos a esta nueva donde tenemos también una
plataforma digital propia con algunos otros socios. Nuestras ventas son como el número de vocaciones
sacerdotales en España en estos días, que cada día vendemos uno o ningún libro. Estamos en esa
situación.
Gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchísimas gracias a usted, señor Fernández Gutiérrez.
Puedo decirle, en nombre de esta Presidencia, que la decisión del grupo parlamentario de invitarle a
esta comisión ha sido de lo más acertada. Ha sido muy ameno escucharle, muy interesante y tiene usted
una forma muy didáctica de explicar las cosas que creo todos compartirán. Estamos encantados de que
esté usted en esta comisión.
Pasamos ahora al turno de portavoces. ¿Grupo Parlamentario Mixto? (Pausa.)
¿Grupo Parlamentario Vasco? (Pausa.)
Tiene la palabra, por el Grupo de la Entesa pel Progrés de Catalunya, su portavoz, el senador Martí
Jufresa.
El señor MARTÍ JUFRESA: Gracias, presidenta.
Bona tarda. Me doy por aludido, puesto que hemos sido nosotros los que hemos invitado al señor
Fernández, seguros de que su intervención sería un éxito y, como siempre, muy interesante y demostrativa
de una de estas partes del mundo del libro, de los editores enraizados en la pura tradición de editar libros
de calidad pero, a la vez, para el mayor público posible. Le agradezco muy especialmente que haya
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aceptado nuestra invitación y que haya podido estar aquí esta tarde. Para mí siempre es un placer
coincidir con usted.
Tampoco voy a repasar todo lo que hemos dicho a lo largo de las distintas charlas, pero me gustaría
que el señor Fernández profundizara en dos temas que ha dejado como pinceladas y que para mí son
muy importantes. El primero es el referido a los derechos de autor. Me ha parecido entender que realmente
el libro digital —más allá de la piratería, evidentemente— empujaba a la baja el reconocimiento y el pago
por la autoría. Y, segundo, ha dicho también que el libro electrónico es demasiado caro y que no se ha
hecho todavía un suficiente esfuerzo en la cadena de valor de la edición digital para conseguir unos
precios más asequibles y proporcionales con la expectativa que suscita la publicación en digital. Me
gustaría que ahondara en la línea de si cree que unos precios realmente bajos, equivalentes al mundo del
disco en este momento o a otros subsectores que están muy presentes en Internet, espolearían la lectura
o si al final vamos a estar siempre en un sistema cerrado de suma cero en el que los lectores son los
mismos, lo que pasa es que se mueven. En esta segunda revolución tecnológica del libro —ya que la
primera con Gutenberg supuso un crecimiento exponencial del acceso a la lectura y, por tanto, al
conocimiento— ¿piensa que este lectorado —me ha gustado mucho el juego de palabras entre lectorado
y electorado— va a crecer de una manera significativa en nuestra sociedad o en nuestro planeta?
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Gracias, señoría.
Por el Grupo Parlamentario de Convergència i Unió, su portavoz, el senador Bagué, tiene la palabra.
El señor BAGUÉ ROURA: Gracias, presidenta.
En primer lugar, quiero agradecer al señor Fernández su presencia en esta comisión. Creo que en la
elección por parte del Grupo de la Entesa a la hora de proponer su presencia ha quedado demostrado
que era un gran acierto invitarle y poderle escuchar.
Tengo que subrayar que este pequeño repaso histórico nunca está de más, pues es interesante situar
históricamente las cosas. Sobre la problemática que ha fijado en cuanto a lo que podríamos llamar una
clarísima reconversión industrial, sobre la posible pérdida de prestigio del libro como símbolo o como
instrumento y sobre los efectos que va a sufrir también por parte de esta nueva Ley de propiedad
intelectual, mi grupo parlamentario coincide con lo que ahora comentaba el senador Martí respecto a los
costes. ¿En qué medida podríamos introducir normas que protegiesen, que facilitasen o que simplemente
remasen a favor del mundo editorial en cuanto a diferenciación de costes y de precios finales como
estábamos comentando?
Aparte de este aspecto, nada más. Le agradecemos de nuevo su presencia y le seguiremos
escuchando con toda atención. Gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
Por el Grupo Parlamentario Socialista, su portavoz, el senador Montes Jort, tiene la palabra.
El señor MONTES JORT: Gracias, presidenta.
Buenas tardes. En primer lugar, coincido con el agradecimiento que le han hecho mis compañeros
senadores que me han precedido en el uso de la palabra. Agradecemos tu presencia —en ese tuteo que
nos has pedido— y tus intervenciones que nos servirán para lograr el objetivo fundamental de esta
comisión que es formarnos una idea y aprender e instruirnos a la hora de elaborar las normas que es
nuestra competencia.
En la relación histórica y en el paseo por la historia que nos has hecho no te has detenido demasiado
en dos aspectos que has enunciado y que a mí siempre me han preocupado —en otras intervenciones lo
he planteado— y es la relación editor creador. Desde el punto de vista histórico, es una relación
ciertamente compleja y conflictiva y con la influencia de las TIC se ha vuelto singular. Creo que hay un
aspecto intervencionista desde el punto de vista económico y también desde el punto de vista del
mecenazgo cultural en cuanto al protagonismo que en esa interlocución entre el autor y el destinatario
—que en este caso es el lector— ha tenido el editor. Una relación que desde 1500, con la irrupción de la
imprenta y de Gutenberg, fue puramente de intermediario económico pero que con la irrupción de las TIC
creo que ha cambiado. Me gustaría que desde tu punto de vista de una casa tradicional e histórica en el
mundo editorial nos dijeras cómo se ha ido adaptando el sector tradicional editorial a ese cambio y, en
función de eso, cómo calificarías la actuación del sector editorial tradicional español ante esos cambios,
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si no ha sido demasiado lento, si no ha sido demasiado autista en cuanto a lo que se podía venir encima
con ese avance del mundo digital y las nuevas tecnologías. ¿Cuál ha sido ese comportamiento comparado
con otros países de nuestro entorno de la Unión Europea y también a nivel mundial teniendo en cuenta
que somos una potencia lingüística impresionante gracias al castellano y que esa potencia lingüística en
nuestra configuración constitucional también tenía que ser absolutamente compatible con el respeto a
otras lenguas del Estado? Y, en función de eso que hemos hecho, qué aspectos debería mejorar el
mundo editorial.
Pasando a otro orden de cosas, has hablado de los problemas. Estamos en plena reconversión —creo
que has dicho textualmente—. Coincido con esa idea. Coincido también con tu apreciación de lo importante
que es el aprendizaje lector, que es fundamental en la vida de los más jóvenes y también hasta el fin de la
vida. La educación es algo permanente a lo largo de toda nuestra historia y se basa en saber leer e
interpretar lo que uno lee. Obviamente es un déficit educativo de este país y, como al senador Martí, me ha
gustado mucho esa interpretación de lector/elector que haces y con la que coincido.
En cuanto a esos problemas de la Ley de propiedad intelectual, has hablado de algunas características
que, desde tu punto de vista, deberían entrar a formar parte del articulado de esa ley, como es el tema de
la piratería —por no repetir lo que tú has comentado—. Pero sí me gustaría que nos dieras también algún
flash, igual que has hecho con la Ley de propiedad intelectual, con dos temas que a nosotros como
legisladores nos preocupan muchísimo, que son la compensación por copia privada y el mecenazgo.
Y uno con el principio de mi intervención: tanto en mecenazgo como en micromecenazgo creo que las
editoriales, los editores desde el siglo XVI, han sido auténticos mecenas de los creadores en esa relación
autor-receptor. Por lo tanto, me gustaría que nos dieras unas pinceladas de qué aspectos debería
transformar parte del cuerpo legislativo, y me centro sobre todo en el mecenazgo.
Te reitero el agradecimiento y te escucho con avidez.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
Por el Grupo Parlamentario Popular, su portavoz, la senadora Durán Vadell, tiene la palabra.
La señora DURÁN VADELL: Buenas tardes.
Señor Fernández, yo también quisiera agradecerle su presencia aquí, así como la feliz idea del
portavoz de Entesa pel Progrés de invitarle esta tarde a esta comisión. Por supuesto, como todas las
personas que han pasado por esta comisión para hablar de la problemática del sector editorial y de su
relación con las nuevas tecnologías, todas las intervenciones nos están dando luz para desarrollar nuestra
función, que es legislar de manera ecuánime y acertada, según la realidad. Sin embargo, si se me permite
un apunte personal, quisiera agradecer también su presencia porque mi relación con Edhasa es una
relación larga, una relación larga con ese logo que no es el ancla y el delfín sino esa especie de arbolito
que surge no sé muy bien de dónde. Una relación que se ha basado sobre todo en los ensayos históricos
e incluso mucho más en la narrativa histórica: en los últimos años, a partir de La plata de Britania, de
Lindsey Davis, que ha hecho que cada año estuviese esperando el siguiente volumen; luego ya los
volúmenes de bolsillo porque han sido muchos y se leen muy rápido; y no hace demasiado con la serie de
Simon Scarrow, también de temática romana. A pesar de que con ello estoy dando a conocer hacia dónde
van mis gustos, no dejaré de comprar, por supuesto, y formará parte de mi biblioteca, la última obra de
Scarrow que está ambientada en Malta.
Hecho este apunte personal, quisiera felicitarle por estos sesenta y siete años de vida editorial
independiente, que no obstante ha crecido a pesar de las circunstancias e incluso ha tenido adquisiciones.
Ha mencionado que había entre sus autores premios Nobel, que son quince —creo entender— o por lo
menos han sido publicados en algún momento.
El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Dieciséis. Bueno, a lo
mejor hemos perdido alguno en el camino.
La señora DURÁN VADELL: También el elevado número de obras que mantienen en catálogo, lo cual
tampoco es ninguna tontería. Igualmente le felicito por las novedades de este otoño, en particular por
El tiempo debe detenerse, de Aldous Huxley. Creo que es una feliz idea que la hayan editado.
Ahora quería plantearle una serie de cuestiones que me han suscitado su intervención. La primera no
se refiere únicamente a su intervención sino que, dado que no había tenido ocasión de formular esta
pregunta antes, se la voy a hacer a usted que creo que la va a contestar. Se ha referido a la afición de los
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españoles por la compra de aparatos diversos —afición que suscribo y además las cifras están ahí para
corroborarlo— y también al número de descargas de libros, no solamente de música o de cine, lo cual me
lleva a pensar si estamos ante una paradoja, dado que no puede decirse que el español sea un público
lector —y así se ha dicho en su intervención— y salvo que en la genética del español esté el elemento
corsario —ni siquiera corsario, pirata—, no se entiende muy bien esa afición por la descarga. Conozco a
personas que tienen miles de libros descargados que jamás se van a leer, es simplemente por acumular.
Le pregunto si tiene alguna explicación para ese fenómeno tan paradójico.
Por último, quería preguntarle cuál sería a su entender el modelo de gestión de derechos de propiedad
intelectual que fuese más justo y equitativo para editores, para autores, y que supusiese la supervivencia
del sector, supervivencia que hago votos para que sea efectiva por los siglos de los siglos, amén.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
Señor Fernández, tiene usted la palabra para contestar a los diferentes grupos las cuestiones que
hayan quedado pendientes.
El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Muchas gracias,
especialmente —no lo puedo evitar— al senador Martí por invitarme y a la senadora Durán, sin desprecio
de los demás, porque la pausa publicitaria la ha hecho ella directamente, con lo cual estoy encantado.
Muchas gracias.
Les contesto por el orden en que me han planteado las preguntas y quizá de forma un poco
atropellada. Me temo que los editores no hemos aprendido nada de la crisis en el mundo de la música. Es
decir, estamos repitiendo prácticamente los mismos errores, solo que en un entorno más complejo; más
complejo por dos motivos: uno, es cierto que nosotros tenemos un elemento de protección que la música
no tiene. La música es un lenguaje universal por definición y la prueba es que escuchamos canciones en
idiomas que no entendemos incluso, pero los libros necesitan estar en el idioma que uno pueda entender
y, por tanto, o se traducen o uno aprende idiomas, pero siempre habrá idiomas que no conoce lo suficiente.
Durante mucho tiempo también en este sector nuestro habíamos pensado y habíamos dicho… Les pongo
un ejemplo. Creo que fue en la Feria de Frankfurt del año 1990 o 1991. Entonces yo era el director de
Grijalbo Mondadori y la gente de Sony y de Microsoft nos reunieron a un grupo de editores para decirnos
que el mundo del libro se había acabado. Claro, si es la crónica de una muerte anunciada, es la crónica
de una muerte tan largamente anunciada como la muerte de la novela. Cada equis tiempo hay un poeta
o un erudito que nos escribe un artículo diciendo que la novela ha muerto. A la novela le pasa como en el
Don Juan: Los muertos que vos matáis gozan de buena salud. Parece que el libro también llevaba mucho
tiempo vivo, pero es cierto que en cuanto a esos dispositivos electrónicos, me disculparán ustedes la
grosería, especialmente las señorías femeninas, pero yo durante mucho tiempo contaba el chiste malo de
que esto del libro electrónico es al libro como el sexo virtual es al sexo; es decir, que era un sucedáneo
que no acababa de funcionar. Pero la verdad es que esto ha cambiado. Hoy he aterrizado y en el metro a
Nuevos Ministerios iban leyendo cinco personas en el vagón, todas mujeres, y las cinco leían en un
aparato electrónico. Luego nos referimos a ello y a la moda de los smartphones.
¿Por qué digo que no hemos aprendido prácticamente nada? Pues porque, por ejemplo, ya sabemos
que al final en el mundo de la música —y lo simplifico mucho— se han implantado Apple y Spotify.
Nosotros no tenemos marco legislativo ni hay un spotyfy de los libros todavía. Podría ser una de las
soluciones. Una de las soluciones sería una especie de cuota fija que permitiera leer todo y no poseer el
archivo. Esa es una de las posibles situaciones. ¿Qué pasa con los derechos de autor? Derechos de
autor que también incluyen al editor, porque el editor muy a menudo crea un tipo de libro. Les mezclo
cosas distintas pero espero poder responder un poco a todo. El papel del editor durante mucho tiempo ha
sido un papel cultural, no solo industrial, y creo que en el mundo electrónico el papel del editor es todavía
más necesario. Les pongo un ejemplo evidente: los que tenemos hijos de una cierta edad —los míos ya
postadolescentes, digamos— sabemos que la Wikipedia que ellos han llegado a usar no es un buen
instrumento, no ha sido un buen instrumento durante mucho tiempo. La idea de una enciclopedia
autogestionaria, que es una idea digna de Bakunin, absolutamente maravillosa con la que muchos de
nosotros simpatizaríamos, no funcionaba. La Wikipedia ha necesitado editores que impongan el principio
de autoridad, que digan: esto está bien porque yo digo que está bien, porque, si no, en la Wikipedia, cada
uno en su tema, leía muchísimos artículos equivocados, con muchos datos falsos. Entonces, yo creo que
la figura intelectual del editor es todavía más necesaria. Lo que no sé es si va a poder mantener una
industria como la actual y ahí sí es un poco más complejo pero desde luego difícilmente va a aguantar la
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cadena de valor que ahora aguantamos, porque hay otros intermediarios, porque las agencias literarias
también intentan hacer de editores. Aquí al final el tema es quién y cómo va a llegar directamente al
público, y el público —y mezclo respuestas porque creo que vamos justos de tiempo también y tienen otra
comparecencia— es un público distinto. Cualquiera que tenga hijos adolescentes verá que ahora mismo
en España —no solo en España, prácticamente en todo occidente— los niños que son lectores lo son
hasta los 13, 14 o 15 años de edad, y ahí de repente dejan de leer; volverán a leer tal vez más tarde. Lo
estamos viendo ahora, es decir, todavía no lo sabemos y tenemos la esperanza de que vuelvan a leer
con 25 años o cuando el mundo sea otro. Por decirles una cosa personal, cuando yo era joven mi padre
no podía entender que yo estudiase con música —yo era un niño repelente de matrículas de honor y
premios nacionales—, y me decía: no puedes estar concentrado en el libro y oyendo música al mismo
tiempo. Esa misma incomprensión que mi padre sentía hacia algo que para mí era normal es la misma
que yo siento cuando veo a mis hijos con la pantallita del smartphone hablando con sus amigos, al mismo
tiempo que ven una película, de la película que están viendo en televisión. Eso para mí es inconcebible.
Ese estar en misa y repicando forma parte también de las nuevas tecnologías. Evidentemente, utilizamos
formas distintas del cerebro. Ahora, es cierto —voy saltando y en parte contestando también a los
senadores de Convergència y del Grupo Socialista— que si los editores son útiles y necesarios, en medio
de eso lo que estamos perdiendo es una cierta capacidad de criterio lector. La lectura no siempre hace
mejores personas. Los nazis eran muy cultos la mayoría y salieron como salieron. Pero lo que sí es
verdad es que la lectura forma el pensamiento crítico y el conocimiento de forma evidente. Sigue siendo
el mayor y mejor instrumento para formar el cerebro social humano, vamos a decirlo así.
Por tanto, creo que nosotros hemos aprendido muy poco de la crisis de la música, creo que no hemos
sabido potenciar nuestros mejores valores. Hay un ejemplo mínimo —se lo digo muy rápidamente—, las dos
grandes cadenas de librerías norteamericanas que se habían comido a su vez muchas librerías
independientes pequeñas, han entrado en gran crisis; una prácticamente ha desaparecido y Barnes & Noble
no ha desaparecido pero es un caso muy curioso, uno de esos casos dignos de estudio. Se fueron al mundo
electrónico, redujeron el tamaño de sus tiendas, redujeron los stocks, redujeron la diversidad del libro. La
bibliodiversidad también está en peligro, por decirlo así, es decir, la diversidad de títulos es como las
películas, como la televisión, todos hemos dicho aquello de: cien canales y no tengo nada que ver. Es
exactamente así, todo se reduce y se vuelve más vulgar, más chato y más plano. Pues bien, Barnes & Noble
se reconvierte al nuevo mundo, presenta su propio lector electrónico y al final este verano un grupo de
asesores evidentemente económicos e industriales les han dicho: ustedes, por qué no contratan
dependientes, los forman en catálogos y en libros y que recomienden libros, porque hay que vender la
experiencia y entonces, si ellos han disfrutado con la experiencia, conseguirán hacer disfrutar a otros. O sea,
lo que les han recomendado es que vuelvan a ser una librería. Yo estoy resignado a que las librerías cierren
y sean como la filatelia. En cualquier familia burguesa española el bisabuelo o el abuelo tenía una colección
de sellos que un tío o un primo continuaban, no se sabía bien por qué, y siempre había uno en la familia que
coleccionaba sellos. Un día eso dejó de estar de moda, dejaron de coleccionarse sellos y ya las familias
burguesas no tenemos colección de sellos, pero todavía hay bibliotecas. Creo que todavía una biblioteca
define a una familia culta, y coincido con la senadora Durán, a quien además le voy a decir lo más gordo que
puede decir un empresario catalán, que es que a partir de ahora tiene usted descuento, si le interesan los
libros de Edhasa ya haremos un trato aparte y le haremos descuento. (Risas.)
Una de las situaciones también paradójicas en medio de esta situación y de esta crisis evidente del
sector —luego vamos a los temas más concretos— es que el libro todavía tiene el prestigio social de
comprarlo para no leerlo. Ha habido grandes éxitos —yo he participado en alguno en estos treinta años
de experiencia— que uno era consciente de que la gente compraba para lucirlos y no leerlos, lo cual
también tiene que ver con la manía del smartphone. En España batimos récords en cirugía plástica, en
smartphones, como en Brasil, y últimamente en las cenas uno se encuentra gente que, aparte de darte el
pésame porque estás en el mundo del libro —como diciendo, estás muerto, ya les digo, acabaremos
como las tiendas de filatelia, siendo una cosa específica y extraña—, te dice esa cosa maravillosa de: yo
ya me he descargado 5000 libros y los llevo aquí. Uno a los diez minutos de conversación tiene la
sensación de decir: para qué querrás 5000 libros si el barniz no te lo han dado. Eso es como visitar
museos a la alemana, como se decía en mis tiempos, que era correr el Louvre en tres horas. El Louvre no
se lo acaba uno en una vida. Pero eso lo estamos haciendo así y lo estamos haciendo mal. Estamos
haciendo muchas cosas mal. Nosotros en Edhasa compramos Castalia, que es la gran editorial de
clásicos afincada aquí en Madrid y fundada el mismo año que nosotros, en 1946. Los clásicos españoles
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están prácticamente desaparecidos. Están desaparecidos en los programas educativos. No tenemos un
programa educativo común que haga leer a todos los españoles el Quijote. Dejen que se lo diga también
desde Cataluña: es difícil tener un ideario común si no tenemos mitos comunes, y despreciar parte de
nuestros clásicos fundacionales, como lo estamos haciendo, no tiene mucho sentido. Nosotros en estos
momentos en Argentina estamos vendiendo —no en dinero, porque no todo es dinero— muchos más
ejemplares de la mayoría de nuestros clásicos que en la propia España, con lo cual ahí deberíamos
mirarnos y decirnos: algo estamos haciendo mal; todos, padres, educadores, políticos, editores,
absolutamente todos.
Por contestar a las cuestiones más específicas, creo que sí, que tenemos un problema de costes y de
reconversión industrial. Es muy difícil poner vallas al campo al mundo de Internet, pero al mismo tiempo
los propios protagonistas del mundo de Internet le ponen vallas al campo. Cada vez que el Gobierno
chino les dice que me censures esto o lo otro, lo hacen. También nosotros somos capaces de poner, como
antes decía, Guardia Civil. Si no lo tengo mal entendido, la Guardia Civil investiga, por ejemplo, si hay
redes de pedofilia actuando en España y, sin embargo, no conseguimos cerrar ninguna red de intercambio
de archivos y son archivos que evidentemente son absolutamente descarados. Les puedo dar lista desde
mi despacho de páginas que tienen perfectamente reproducido nuestro libro, con nuestro logotipo, la E
con el arbolito, con nuestro copyright. Es el colmo. Todo esto de que la cultura es gratis, mire, volvemos a
lo de los caramelos gratis: si los caramelos son gratis, algo nos va a pasar. Si la cultura es gratis, alguien
acabará dominándola. Fijar ese estudio de costes de cómo debería funcionar el sector es un poquito más
complicado; eso la verdad es que daría —me temo que no tenemos tiempo— para una charla muchísimo
más larga porque además sobre todo lo que hay que decir es qué parte de las profesiones y oficios ahora
vinculados debería desaparecer. Es cierto que el autor —y ahí respondo también al senador Martí—
debería tener un escalado distinto, lo que pasa es que el autor tiene también una fijación, por decirlo de
una manera muy esquemática, que es pasar del 10% al 20 o al 25%. Pero, claro, la prueba de que la
mayoría de los autores no son muy duchos en matemáticas es que el 10% de 25 euros es una cosa,
el 20% de 5 euros es otra bastante inferior, con lo cual el porcentaje es mayor pero el dinero y la recaudación
es menor. Eso también está pasando. En la última Feria de Frankfurt la vicepresidenta ejecutiva de Time
Warner, muy amiga, hablando de un autor concreto —por precaución no diré su nombre, pero es un autor
de éxito internacional—, me decía: De este autor, que cada dos años publicaba una novela, siempre
vendíamos unos 100 000 ejemplares tapa dura en Estados Unidos, normalmente a 16, 17 o 18 dólares
precio venta al público, y en estos momentos, en tapa dura vendemos apenas 20 000 ejemplares y
vendemos 100 000 ejemplares —es decir, en realidad venden más— en electrónico directamente, porque
es un libro de consumo que nadie pretende conservar.
Y los editores tenemos la culpa en algo muy importante, y lo quiero decir porque creo que es de
justicia. En Edhasa hemos intentado no hacerlo —ojalá lo hayamos conseguido—, pero los editores en
general hemos publicado muchas cosas diciendo que son un libro cuando no lo son. Es decir, la
degradación del libro, del prestigio de una biblioteca, y que el libro se pueda tirar; aquellas cosas que,
cuando éramos jóvenes, hacían también los americanos en los aviones y pensábamos ¿cómo es posible
que esta gente se compre un libro de bolsillo, lo deje abandonado y no quiera conservarlo? Pues también
hemos rebajado una parte de lo que el libro era; pero, en fin, tampoco hay que llorar mucho por eso.
En cuanto al papel del editor en las TIC, efectivamente, es más importante culturalmente y no sé si va
a ser salvable industrialmente, por decirlo así.
En relación con la Ley del mecenazgo, habrá que ver cómo funciona en el mundo editorial. Será
curioso verlo, porque en realidad existe el mecenazgo de forma encubierta. Por ejemplo, una de las
manías de las administraciones públicas españolas es publicar libros; publican libros de forma permanente
y supongo que muchos acaban en almacenes, aunque todavía existe el prestigio social del libro y de
haber publicado un libro. Yo soy bastante escéptico en cuanto a que la Ley del mecenazgo nos ayude,
pero puede ser un factor importante para encontrar las famosas sinergias entre mundo privado y mundo
público y no tirar entre todos el dinero del contribuyente, que al fin y al cabo también lo somos todos.
Y respecto de la compensación por copia privada, cuestión que también planteaba el senador del
Grupo Socialista y que evidentemente es un tema importantísimo, eso también forma parte del canon
digital. Sé que desde el sector toca defender las entidades de gestión, y Cedro especialmente ha hecho
una labor encomiable —creo que Magdalena Vinent estuvo en la comisión—, pero no me atrevo a decir
cuál es la fórmula legislativa óptima para que exista la compensación por copia privada. Lo que sí sé es
que aquí todo el mundo está haciendo negocio, también las grandes compañías de telecomunicación, y
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que además hay gente que no se da cuenta de lo que hace. Voy a ponerles dos ejemplos que he tenido
en los últimos tiempos. Uno es el de un abogado de una muy reconocida firma de Barcelona —si no la
más prestigiosa, sí la más influyente—, que en una cena social me hablaba del mundo del libro y me dijo:
Yo hace más de tres años que no compro un libro; me lo bajo todo, y gratis. Por supuesto le contesté: Tú
estás en el mundo del derecho, pero viviéndolo al revés, porque estás en el envés del derecho, en el otro
lado. Y una situación similar, aunque no sea exactamente la misma, es la de la gente que piensa como un
ingeniero, que me dijo: No, yo no pirateo; a mí Telefónica me cobra 40 euros al mes —creo que me dijo—.
Y le contesté: Sí, pero te cobra por la línea. A ver si nos entendemos; los contenidos no están incluidos,
los contenidos van por otro lado. Este es un buen ejemplo de la ingenuidad de la gente, que piensa:
Bueno, alguien se repartirá esos 40 euros. Pero los autores no están en el reparto, los editores tampoco
están en el reparto… Algún día también habrá que ir a la gente que está haciendo ancho de banda y
tráfico, tráfico y tráfico, que, evidentemente, algo significa.
En cuanto al modelo de gestión de derechos más justo, en eso soy un firme partidario de las auditorías,
por decirlo de alguna forma. Lo que pasa es que las auditorías nunca acaban de explicar lo que sucede.
La contabilidad, como la economía, siempre explica las cosas cuando ya han sucedido, un poco a fortiori,
es decir, se explica lo que ya ha pasado. Los economistas siempre aciertan; es una ciencia exacta,
porque siempre acierta exactamente en relación con los fenómenos económicos que ya se han producido,
y en estos momentos lo estamos viviendo claramente. Creo que era el presidente González quien, en una
entrevista en la que le preguntaron: ¿pero usted no tenía asesores económicos?, contestó con su gracejo
andaluz algo así como: Tenía muchos, pero acertar quién tenía razón… Era exactamente eso.
Por tanto, es complicado ahora hablar del modelo de gestión de derechos, porque no sé qué
elementos desaparecerán. Yo creo —y con esto acabo— que al final hay dos elementos intelectuales que
deberían perdurar y que no son solo negocio. Uno de ellos es, evidentemente, el autor, y creo que el autor
necesita de alguna forma un filtro cultural y social —vamos a decirlo así— que le haga no publicar
cualquier cosa, no publicar lo primero que se le ocurra. Por otro lado, creo que el filtro del catálogo y de
una editorial todavía tienen un cierto valor. Es verdad que hay mucha gente que va a la librería y compra
sin fijarse en la marca. También es cierto que hay muchos editores que publican de todo y no importa: lo
mismo el recetario de una monja que las memorias de una mujer de vida licenciosa; todo ello puede caber
en esos multicatálogos. Pero hay un tipo de catálogo específico en el que me parece que el editor todavía
juega un papel cultural y de bandera —como decíamos antes, de levantar una bandera al viento— y no
solo comercial. Me parece que esos dos siguen siendo válidos, aunque no tengo nada claro cómo van a
sobrevivir ambos.
No sé si he contestado todas sus preguntas.
La señora PRESIDENTA: Don Daniel Fernández Gutiérrez, editor y administrador de Edhasa, le
agradecemos muy sinceramente su comparecencia. Como todos los portavoces han reconocido, creo
que ha sido muy ilustrativo, muy ameno y muy didáctico. Ha sido un placer tenerle aquí, y le agradecemos
que haya aceptado la invitación que le hemos hecho en esta comisión.
Señorías, como ya está nuestro siguiente compareciente, vamos a hacer una pausa de cinco minutos
para despedir al señor Fernández y recibir al señor Carbajo Cascón. (Pausa.)
COMPARECENCIA DEL PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE
SALAMANCA, D. FERNANDO CARBAJO CASCÓN, ANTE LA COMISIÓN DE CULTURA, PARA
INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA «SECTOR EDITORIAL Y NUEVAS TECNOLOGÍAS».
(Núm. exp. 713/000488)
AUTOR: COMISIÓN DE CULTURA
La señora PRESIDENTA: Señorías, continuamos la sesión de la Comisión de Cultura dándole la
bienvenida y agradeciendo al profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Salamanca, don
Fernando Carbajo Cascón, que haya aceptado nuestra invitación para que nos informe en relación con la
materia del sector editorial y las nuevas tecnologías.
Supongo que ya se lo habrán explicado, pero la dinámica de la comisión consiste en que usted
dispone aproximadamente de veinte minutos para su exposición; después intervendrán los portavoces de
cada uno de los grupos parlamentarios; y posteriormente tendrá usted un segundo turno para contestar a
sus solicitudes.
Tiene usted la palabra.
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El señor PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
(Carbajo Cascón): Muchas gracias.
Buenas tardes, señorías. Es un placer estar aquí con todos ustedes. Me congratulo, además, por esta
iniciativa; siempre es bueno que el legislador conozca y analice de primera mano los problemas que
afectan a la sociedad, a la economía y, en este caso, a un sector tan importante y estratégico de nuestra
industria como es el editorial.
Bien, ya ha habido varios comparecientes, quizás mi intervención tenga un carácter más técnico-
jurídico que las del resto, y es posible que me repita en algunas afirmaciones. Por tanto, pido disculpas de
antemano, pero podré matizar algunas de ellas. También notarán que seguramente habrá discrepancias
con lo que hayan podido ustedes escuchar antes de los representantes de unos u otros sectores
afectados.
Hoy día hablamos ya con naturalidad de edición digital, de libro electrónico; publicaciones
electrónicas o digitales son ya conceptos asentados en la sociedad, en la economía, e incluso en el
lenguaje. Ya sabemos que se modificó el concepto de libro en el diccionario. La Ley de la lectura, del
libro y de las bibliotecas, Ley 10/2007, también modificó el concepto de libro para hablar, no ya solo de
un soporte impreso, sino de cualquier soporte susceptible de lectura. Pero hay una realidad: en nuestro
país no acaba de consolidarse un mercado del libro y de las publicaciones electrónicas; todavía sigue
siendo un nicho de mercado del sector editorial, ya actual, creciente, pero, como digo, todavía un nicho
de mercado residual respecto de las publicaciones impresas, aunque ciertamente se empieza a apreciar
un nivel creciente de sustitución en las publicaciones científicas. Ya les han dicho a ustedes muchas
veces —lo saben de sobra— que la industria editorial es la principal industria cultural de nuestro país. La
totalidad de las industrias culturales representa aproximadamente un 4%, que es mucho, y en ese 4% el
sector editorial aglutina la mayoría de la actividad, unos 1000 millones de euros en 2012. Es un buque
insignia de la cultura española, sin duda por la influencia en Latinoamérica, por la presencia de las
principales editoriales, o no tan principales, en el mercado latinoamericano. En fin, es una industria
claramente estratégica a la que quizás no se le haya prestado la debida atención en su momento.
El proceso de adaptación de esta industria al entorno digital ha sido lento, errático y obvia y claramente
ineficiente; hay unos 2 millones de e-books legales, es decir, ajenos a la piratería en 2012, pero que
apenas representan un 2 o 3% de la totalidad del negocio editorial. El número crece exponencialmente,
pero las cifras ni siquiera se aproximan a lo que podríamos esperar cuando ya está consolidada la
sociedad de la información. Ello se debe principalmente a dos causas. De un lado, a los elevadísimos
índices de piratería. La rueda de la piratería está conformada por muchos dientes; para empezar, los
usuarios, y luego, una pléyade de intermediarios que participan en la aceleración de esa piratería: desde
los programadores de programas de intercambio —peer to peer— hasta las célebres webs de enlaces,
sitios de almacenamiento masivo, como Rapidshare o Mega, e incluso buscadores específicos; no
Google, Ask o Bing, sino buscadores que lo que hacen es indexar enlaces a copias piratas, a archivos que
contienen copias no autorizadas. Y esta piratería no para de crecer en el libro electrónico; ahora está por
encima del 50% de los libros electrónicos que se consumen en España, pero ha crecido del 35 al 50% en
apenas año y medio, y sigue.
La segunda causa es la falta de competitividad del sector, lo que se debe también a diversas razones,
que son las siguientes. El miedo o las dudas, podemos decir que lógicas, a la migración digital; lógicas
hasta cierto punto, porque se tenía la experiencia del sector musical y audiovisual y podríamos haber
esperado una mayor iniciativa del sector editorial. Un intento por conservar la estructura tradicional del
mercado con todos los intermediarios: mayoristas, minoristas y la relación tradicional entre editores y
libreros. Las muy difíciles negociaciones con autores, traductores y los agentes de ambos, que no liberan
totalmente las obras para la explotación digital. Desacuerdos evidentes en los contratos, sobre todo en
materia de remuneración, pero también en el alcance de la cesión de derechos. El uso de diferentes
formatos y medidas de control de encriptación y de control de copia, los famosos DRM, los sistemas de
gestión digital de derechos, que no son compatibles con todos los dispositivos. Así, muchas empresas
fabricantes de hardwares, es decir, de dispositivos de lectura, al mismo tiempo van creando un negocio
paralelo de libros electrónicos con un formato solo compatible con ese dispositivo, lo cual empieza a
generar importantes problemas de competencia que ya empiezan a verse y que pueden ampliarse en el
futuro inmediato. También, mantener el formato digital como una alternativa al papel prácticamente hasta
que llegaron los grandes operadores internacionales, como Amazon, Kindle, Apple Store o Google Play;
ahí es donde se ha producido la verdadera preocupación y aceleración del negocio editorial digital. Y, en
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fin, un mercado claramente desabastecido de novedades y de obras tradicionales y con precios muy
elevados, una media del 30% más barato que los libros en formato papel y, paradójicamente, a veces
incluso con precios más caros que los libros en formato de bolsillo.
La entrada de nuevos operadores globales mucho más eficientes, mucho más competitivos, con
mercados mucho más consolidados, con nuevos modelos de negocio, con más imaginación, y que pagan
impuestos fuera de España, ha hecho que crezca la preocupación del sector editorial, del legislador y del
conjunto de la sociedad. Estas dos principales causas, la piratería y la falta de competitividad, realmente
se retroalimentan; tanto monta, monta tanto. La queja habitual es que la piratería nos impide progresar,
pero es que la falta de competitividad alimenta la piratería, es decir, produce una fuga masiva de usuarios
hacia prestaciones piratas, hacia sitios que ofrecen libros electrónicos o publicaciones electrónicas ilícitas.
Y es que el mercado pirata, que es un claro competidor desleal —como digo, el competidor desleal en
este caso forma parte de un gran escenario: cada uno de los usuarios que descarga ilícitamente y todos
esos intermediarios que colaboran en esa rueda de la piratería—, ese mercado desleal está mucho más
abastecido que el mercado legal, que el mercado que ofrecen los editores. ¿Cuál fue la primera causa?
¿Cuál influye más sobre la otra? Insisto: tanto monta, monta tanto. Y la solución debe ir por abordar los
problemas de forma paralela, es decir, combatir eficazmente la piratería y, de otro lado, estimular el
crecimiento del sector, estimular la inversión, facilitar acuerdos entre creadores y editores y fomentar la
competencia. Obviamente, también la crisis económica incide seriamente en el sector e incluso en la
cultura media de los usuarios, en la cultura media del usuario español digital, que piensa: ¿cómo voy a
pagar yo 3 euros por algo que tengo gratis? Quizás esa cultura se pueda cambiar si se pagan 2 o 3 euros
de verdad, y no 8, 9, 10 o 11 euros por libros electrónicos cuando, como digo, registrándose en una
página web y dándole a un botón se obtiene la versión gratuita e incluso con una presentación equivalente
a la que ofrece el mercado legal.
A esas dos causas principales se añade una tercera: la falta de políticas públicas de impulso al sector
editorial o al sector de la cultura en general en España para su adaptación a la sociedad de la información
y, sobre todo, la falta de adecuación normativa a las nuevas exigencias tecnológicas y comerciales. Por
eso decía que me congratula esta iniciativa que han tenido ustedes. Y aquí aparece lógicamente la
propiedad intelectual; tenemos en ciernes un anteproyecto de modificación de la Ley de Propiedad
Intelectual, pero se necesita una reforma integral, y eso lleva mucho tiempo y requiere hablar con todos
los agentes del sector, muchos de ellos con intereses claramente encontrados. Pero esa reforma es
ineludible, el legislador no puede estar parcheando en esta materia permanentemente, como viene
sucediendo desde el año 2006 en adelante.
Como digo, falta una respuesta seria y eficaz a la piratería. En España se ha instalado un absoluto
clima de impunidad entre los usuarios; es cierto. Se impone la normativa de privacidad y de protección de
datos personales sobre la propiedad intelectual con esa falacia de que la libertad de expresión, la libertad
de información y la intimidad deben primar sobre la propiedad. Los derechos constitucionales,
independientemente de su posición en el texto, se limitan recíprocamente; la propiedad limita la libertad
de expresión, la intimidad, y al revés, y hay que buscar el equilibrio adecuado de intereses. Hasta el
momento —parece que ahora están cambiando las cosas— ha habido una falta de voluntad política por
abordar con seriedad el problema de la piratería. No es lógico que España esté entre los países con más
elevados índices de piratería, por detrás de China o Corea. Es absolutamente aberrante. Prácticamente
ha tenido que ser la presión del Departamento de Comercio de los Estados Unidos de América la que
motivara las reformas —la famosa ley Sinde, luego ley Sinde-Wert— a partir del año 2010. Hay falta de
medidas para la defensa de la propia industria cultural. No hay medidas de estímulo a la cesión amplia de
derechos por parte de autores y traductores a la industria editorial. Faltan buenas prácticas contractuales;
ha habido negociaciones entre asociaciones de autores, asociaciones o gremio de editores que parece
que por fin van dando resultado con un modelo de contrato, aunque no todo el mundo está satisfecho con
ese modelo porque no se adapta a las distintas posibilidades que ofrece la explotación digital. Hay una
falta de estímulo a la autoedición. Falta de estímulo a nuevos modelos de negocio competitivos. A eso hay
que añadir el deplorable estado de la copia privada y su compensación equitativa en España por una
decisión legislativa muy discutible, que yo imagino que tendrá que volver al estado anterior en breve
porque vamos a contracorriente de la Unión Europea, ya que hay un informe del señor Vitorino, encargado
ex profeso por la Comisión Europea, en el que viene a decir que el modelo más razonable es el que
teníamos antes: el de canon, que sea financiado por la industria tecnológica y no por unos magros
presupuestos generales. Es decir, se optó por un cambio de modelo en el peor momento.
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Tenemos también problemas relacionados con el IVA, otra situación aberrante. Tenemos un concepto
de libro ya amplio: impreso o con cualquier otro soporte de lectura, cambiamos también el diccionario,
pero hay un IVA superreducido para el libro en papel y el tipo general, de producto o servicio informático,
para los libros electrónicos. Por tanto, si se quiere fomentar esto la primera medida debe ser corregir esa
disfunción en el IVA.
Y luego hay problemas con el siempre complejo tema del precio fijo de los libros establecido por los
editores.
¿Cuáles son los campos de actuación para la mejora y el impulso de la edición digital? Como decía al
principio, trabajar simultáneamente en combatir eficaz y seriamente la piratería y al mismo tiempo
estimular la competitividad en el sector editorial mediante reformas de la Ley de Propiedad Intelectual, en
ciernes, repito, pero no suficientes. También mediante la reforma del Código Penal, asimismo en ciernes
y, por cierto, no debidamente coordinadas; la modificación del delito de propiedad intelectual con las
modificaciones que están previstas por el momento en el anteproyecto de ley de propiedad intelectual.
Con modificaciones en el IVA. La revisión del tema del precio fijo. Y luego con medidas políticas concretas
de estímulo para fomentar el sector y prevenir prácticas desleales en el sector y posibles abusos de
competencia. Hace poco el señor García de la Concha advirtió del inmediato escenario donde todos los
libros digitales prácticamente se van a ofrecer a través de una o dos plataformas. Este es el signo del
sector, el mercado electrónico necesita pocos operadores, necesita visibilidad para combatir la hipertrofia
de información, pero no uno o dos operadores globales. Me imagino que cada país tendrá que fomentar
su propia industria e impulsar los acuerdos entre los actores del sector.
Podemos desgranar seis medidas respecto de estos campos de actuación. Primero, fomentar la
adaptación del sector a la edición digital —se viene haciendo, pero no ha habido un impulso definitivo—
con nuevos modelos de negocio e incremento de la competitividad. Y aquí aparecen, de un lado, la relación
de los editores con los autores, que es uno de los grandes obstáculos. Llevan muchos años negociando,
unas negociaciones que son arduas, difíciles y, como he dicho, no se acaba de concretar un modelo de
contrato que sirva para pacificar el sector y dar el primer paso. Para nutrir el mercado primero tiene que
haber un acuerdo básico entre creadores y productores y editores. Pero también hay que modificar la ley,
porque los conceptos de publicación y edición de la Ley de Propiedad Intelectual no se adaptan a la
realidad. En la publicación y la edición —artículos 4 y 58 de la Ley de Propiedad Intelectual— se sigue
pensando en un soporte tangible, en un ejemplar, sea en papel, sea analógico, o sea digital —por ejemplo,
un CD-ROM, un DVD—, pero no se piensa en el mercado en línea. Las normas sobre transmisión de
derecho y las normas sobre el contrato de edición no piensan en la realidad digital en línea. Eso,
obviamente, se suple recurriendo a las normas generales de cesión de derechos, pero también son
insuficientes. Una edición digital y una explotación digital requieren cesión de derechos de reproducción
digital y de comunicación pública interactiva, no de distribución. La distribución requiere un ejemplar físico,
mientras que el mercado en línea es un acto de explotación inmaterial, y hay que modificar la ley para
dejar eso claro. Y también distintas modalidades de explotación: modelos de descarga, sí, pero también
modelos de streaming, de acceso en línea, de lectura en línea, modelo mixtos, modelos de acceso abierto
—el famoso open access—. Lo que hay que favorecer también es la autoedición e ir a modelos de fácil y
libre acceso financiados indirectamente a través de publicidad.
Todo esto queda hoy en día a la voluntad de las partes en los contratos. Normalmente hay imposiciones
de la parte fuerte, del editor, a los autores, pero, cuidado, porque también los editores se encuentran con
el obstáculo de que muchos autores, sobre todo los más reconocidos, se niegan a liberar su obra hacia el
mercado digital o lo hacen con cuentagotas, normalmente a través de los agentes, que son los que
controlan la explotación con mucho cuidado.
También hay problemas, con los traductores, que siempre se nos olvidan. Un traductor es un autor, y
a los traductores también hay que tenerlos en cuenta. Los traductores han negociado asimismo con los
editores y parece que esas negociaciones sí han llegado a buen puerto.
En cuanto al alcance de la cesión de derechos, realmente un mercado que va migrando de forma tan
rápida de formatos y donde van apareciendo nuevos modelos, algunos de ellos incluso sorprendentes,
necesita una cesión amplia de derechos, porque cuando se produce esa cesión no se puede estar
negociando permanentemente anexos y más anexos para adaptarlo a una nueva forma de explotación
que va surgiendo. Por tanto, hay que dejarlo abierto a modalidades de explotación futuras, incluso
desconocidas. En este sentido, la Ley de Propiedad Intelectual vigente prohíbe la cesión para modalidades
de explotación desconocidas. En Alemania se modificó en 2007 mediante derechos de opción, de manera
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que un autor puede dar una opción a su editor para que adapte la obra a nuevas formas de explotación,
por supuesto revisando la remuneración, etcétera.
Hay asimismo problemas con la remuneración, no adaptada a las distintas modalidades de
explotación. El modelo de descarga puede asimilarse a la venta; venta de un libro, descarga de un archivo
con una obra en formato digital. Pero en los modelos de acceso de streaming, muchos de suscripción,
donde se da acceso a una biblioteca, a una base de datos, a lo mejor hay que adaptar la remuneración,
ajustarla, no solo para cada vez que se accede. Hay que dar más facilidades a los editores para adaptarse
a esos nuevos modelos. Por supuesto, ya no podemos seguir con el 8 o el 10% para los autores; hay una
reducción significativa de costes. Cierto que hay una inversión importante para la adaptación a lo digital,
pero eso es de amortización rápida; es decir, a medio plazo los costes se reducen de una manera drástica
y, por tanto, hay que ir a modelos no sé si de 60-40 o de 50-50, dependerá del caso concreto, pero tiene
que haber un equilibrio más claro, más manifiesto. Todo ello creo que también se debe a las incertidumbres
del sector. No se atreven a abandonar el papel porque no tienen claro qué puede pasar con lo digital,
sobre todo cuando tienen la amenaza permanente de la piratería.
Los DRM. El editor debe informar a los autores si va a utilizar encriptación de la obra y medidas de
control de copiado, sistemas de gestión digital de derechos. Debería informarle de cuáles va a utilizar.
Hoy día estamos en pleno debate sobre si deben los editores utilizar los DRM para bloquear la copia o
deben liberar las copias. Es cierto que el mercado rechaza sistemáticamente los DRM —adquirir un
archivo que no te permite hacer ninguna copia— y eso provoca una fuga masiva de la piratería, pero no
es menos cierto que otros editores sí que ofrecen copias múltiples, no libres, pero sí múltiples, tres, cuatro
o cinco copias. Luego están los nuevos modelos de negocio, los de simple acceso sin descarga, que
quizá son los más eficaces para luchar contra la piratería. No te posibilitan la descarga, sino que puedes
acceder desde cualquier dispositivo conectado a la red, sea una tableta, un smartphone, un ordenador o
incluso un e-reader, un libro electrónico con conexión a la red, en cualquier momento. Ese desde luego es
el futuro, sin duda.
Sería muy importante vincular las modalidades de retribución al modelo de negocio efectivamente
desarrollado y para eso los editores quieren reservarse amplias posibilidades de explotación, pero la ley
sí debería imponerles la obligación de informar puntualmente a los autores de qué modalidad o qué
modalidades de explotación van a desarrollar en cada momento. Deben informar puntualmente;
transparencia, máxima transparencia y decir cuáles son los ingresos percibidos directamente, sea por
descarga, sea por suscripción, o indirectamente, por publicidad. No nos olvidemos de que otra forma de
explotación es el acceso abierto financiado indirectamente por publicidad. Muchas empresas —ahí
tenemos a Google— funcionan con un éxito contrastado con ese tipo de modelos.
No estaría de más que en los contratos se incluyeran modalidades de explotación o usos secundarios
de la obra. Hoy día hablamos de un editor long tail, o de larga cola, de larga trayectoria, que tenga la
explotación en papel al tiempo que en digital en distintos formatos, que ofrezca servicios de impresión
bajo demanda, que incluso llegue a ofrecer audiolibros o la función text to speach que admiten algunos
dispositivos como el Kindle, en los que no hace falta leer sino que te lo va contando el libro; una buena
alternativa, por ejemplo, para la poesía, por qué no.
Este editor empieza a convertirse en editor plurimediático, tiene que adaptarse a esas distintas
posibilidades y eso tiene que estar previsto en los contratos. A partir de ahí, van apareciendo otros muchos
usos: las bases de datos, los productos multimedia, lo que hoy llaman el préstamo de libros electrónicos;
ya hay plataformas de préstamo de libros electrónicos, pero no está contemplada en la excepción de
préstamo —préstamo en bibliotecas, en museos—, no se aplica eso, el préstamo necesita una autorización
del autor y del editor. Esos son usos secundarios y eso o lo negocia el editor o lo negocian las entidades
de gestión colectiva que tienen un papel fundamental en la gestión de los mercados de derechos de autor.
No nos olvidemos de que hay nuevos operadores que no son estrictamente editores sino que
simplemente ofrecen un servicio de producción y de difusión o comercialización; podían sonar incluso a
una suerte de impresores digitales, y no hay un contrato de edición en sentido estricto, sino cómo quieres
maquetar tu obra y qué precio quieres ofrecer; yo, intermediario, me reservo un 20, un 25 o un 30% y el
resto para ti, tú fijas libremente el precio. Es un modelo que aplica con mucho éxito Amazon para los
casos de autoedición: maqueta tu obra y yo la comercializo y me quedo un porcentaje. No son
estrictamente editores. Eso no está contemplado en la ley y la ley debe adaptarse también a estas
realidades.
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Como digo, la autoedición, el acceso abierto, las licencias públicas generales, como las licencias
creative commons, cada vez más frecuentes, porque muchos autores prefieren dar acceso libre a su obra
y obtener ingresos de manera indirecta; el famoso copyleft, que no es lo contrario al copyright, sino que el
copyleft es copyright, es una decisión libre del propietario optar por un modelo comercial o por un modelo
de acceso abierto.
Los nuevos modelos de negocio. Además de las relaciones con los autores, hay que impulsar los
nuevos modelos de negocio, no solo la descarga, también el acceso. Aparece un Google Play y empieza
a revolucionar todo el modelo de suscripción; tú vas leyendo todo lo que quieras, desde cualquier
dispositivo. Afortunadamente en España tenemos la alternativa con Nubico, impulsado por Telefónica y
Círculo de Lectores. Un Google Books español, por qué no. Google Books es muy útil. Ahora Google no
se puede arrogar exclusivamente esa función. Desde luego, tiene grandes posibilidades para digitalizar
pero una forma de estimular la competitividad es que los editores vayan creando una plataforma para que
podamos echar un vistazo a las obras y, a partir de ahí, que nos indiquen dónde podemos comprar el
formato impreso o digital.
En segundo lugar, además de estimular la competitividad, crear un mercado de obras descatalogadas,
como se ha hecho en Francia. Tenemos una directiva de obras huérfanas —obras cuyo autor no
conocemos— que permite a las bibliotecas, museos, etcétera recuperarlas para favorecer el acceso. Pero
luego hay obras descatalogadas en las que siguen vigentes los derechos de autor y puede que siga
vigente la cesión a los editores. Si se crease una gran base de datos gestionada por entidades de gestión
colectiva y otorgando una licencia, una tarifa de precio razonable, se permitiera recuperar esas obras
descatalogadas, estaríamos dando acceso al mercado a nuevos operadores, a pequeños editores que lo
que hacen es recuperar esa obra perdida para nuevas generaciones y para las anteriores.
Del IVA ya he hablado antes. Hay un desajuste normativo escandaloso que no se corresponde desde
luego con las otras iniciativas legislativas y de eso tiene buena culpa, en parte, lo elevado de los precios
en el mercado. Hay que tomar medidas tributarias de estímulo. ¿El precio fijo de venta al público es
oportuno en el sector digital? Artículos 9 y 11 de la Ley 10/2007. Yo incluso me pregunto si es oportuno en
general. La justificación del precio de venta fijo al público es una mayor diversidad cultural, mayores
puntos de acceso a la venta, una especie de tutela de los libreros. Eso, desde luego, en el sector digital
creo que es contraproducente. El usuario digital no busca un librero que le proporcione acceso a una
copia digital, quiere desde su teléfono móvil o desde su ordenador darle a la tecla y descargar. Por tanto,
si queremos estimular la competitividad, no podemos encorsetar ni mucho menos el mercado con un
precio fijo que impone el editor y que ya establece una estructura de costes que da lugar a precios
elevados. El mercado digital tiene la concentración en pocos puntos de acceso. Eso es inevitable e implica
acuerdos globales entre editores, autores y también, en su caso, con libreros. En España tenemos la
prueba del escandaloso fracaso de Libranda, la plataforma impulsada por el gremio de editores;
escandaloso fracaso, ¿por qué? Porque han intentado trasladar al sector digital la estructura del mercado
tradicional: con los distribuidores, con los libreros, además de que te tienes que descargar el DRM,
inscribirte en Adobe, es decir, es un proceso loco. Entras a Libranda y entras luego en Amazon y la
diferencia es que en este último en un paso te descargas lo que quieres y, por cierto, mucho más barato.
Por lo tanto, hay que estimular la competitividad y hay que tomar esas otras medidas de carácter tributario
y de precio fijo.
Hay que repensar el problema de los límites o excepciones a los derechos exclusivos. Como digo,
muchos usos secundarios tienen lugar también a partir de obras en formato digital; muchos usos
secundarios, por ejemplo, relacionados con la educación. Tenemos ahora sobre la mesa —y está en el
anteproyecto de ley que les llegará a ustedes dentro de poco— el problema de los usos educativos dentro
de educación secundaria y universidad. Los campus virtuales —y yo soy usuario— hacen un uso masivo
de obra científica sin pagar nada. Dos universidades han sido condenadas en España, a instancia de
sendas demandas de Cedro. El anteproyecto de ley quiere modificar esto para buscar un equilibrio, pero
el acceso no puede hacerse a costa de los autores y editores, hay que buscar ese equilibrio razonable
entre el interés general —educación, libertad de expresión y formación—, pero también tutela de la
propiedad. ¿Por qué no hacemos como los alemanes o los franceses? Acceso libre por parte de
instituciones educativas para las obras impresas o susceptibles de serlo a cambio de una remuneración
equitativa gestionada por entidades de gestión colectiva. Por ejemplo, en Alemania se modificó la ley
en 2007 para permitir que las instituciones educativas creasen una intranet con un servicio de digitalización,
de manera que yo, profesor, voy a ese servicio, me digitalizo un artículo, una revista o unas páginas de un
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libro, y me lo envían a mi correo electrónico, pagando la institución una remuneración equitativa reducida
que es gestionada por las entidades de gestión colectiva. Todos contentos, facilitamos el acceso y
compensamos debidamente a los autores.
El tema de la copia privada —insisto— creo que es insostenible y, tal como va en el anteproyecto de
ley, peor todavía de lo que está actualmente; tendrá que dársele la vuelta en algún momento.
Por último, hay que combatir la piratería con valentía. Esto en el anteproyecto de ley y en el proyecto
de Código Penal sí que se está abordando ya de una manera seria. Ya no es ir contra los usuarios, es ir
sobre todo contra los que contribuyen a la infracción, los que ponen los medios para facilitar las
infracciones masivas: las webs de enlaces, los sitios de almacenamiento masivo y esos buscadores
específicos. Medidas de respuesta civil, responsabilidad civil y acciones de cesación. El Tribunal de
Justicia de la Unión Europea ya tiene dos o tres sentencias contra Google, contra eBay, que son los
principales intermediarios a nivel mundial, en las que dicen que ellos tienen que tomar medidas para
evitar que se produzcan infracciones masivas en sus plataformas y que, si no lo hacen, si no expulsan a
los infractores reiterados, si no establecen filtros, si no establecen programas de denuncia de contenidos
ilícitos, tendrán que responder. Eso trasladado a las webs de enlaces en el mundo del libro es
perfectamente aplicable: responsabilidad civil y también responsabilidad penal. Luego, la sección segunda
de la comisión de propiedad intelectual —ya termino—, creada por la Ley Sinde-Wert, también se está
adaptando, afortunadamente. Eso fue una buena iniciativa que se quedó en papel mojado, no tuvo éxito.
¿Por qué? Porque no se aplicó a los verdaderos responsables de la piratería masiva, que son los
intermediarios. Obviamente, si una página web ofrece descargas ilícitas, no hace falta una comisión de
propiedad intelectual, una comisión administrativa que lo resuelva; te vas al juez y la infracción es
clarísima. El problema está en los intermediarios, esas webs de enlaces que dicen: yo no reproduzco, yo
lo comunico, yo pongo un espacio para que mis usuarios suban los enlaces. Eso se llama en la doctrina
jurisprudencial de Estados Unidos irresponsabilidad por contribución a la infracción. Ahora se está
adaptando para que se aplique también esa Ley Sinde a los intermediarios, ese procedimiento
administrativo para retirar contenidos, cerrar webs incluso aunque estén alojadas en el extranjero. Y, en
último término, si no es suficiente habrá que ir contra los usuarios, como se ha hecho en Suecia. La
normativa europea de privacidad, de intimidad, no impide modificar la ley nacional para obligar a un
proveedor de acceso a Internet a que identifique al usuario que está descargando ilícitamente y habrá que
ir contra los usuarios. En ninguna parte pone que esté prohibido. Sé que esto es antipopular, que son
muchos votos, pero son medidas que hay que abordar con seriedad.
Por último —y ya termino de verdad—, hay que estar atentos a las concentraciones excesivas de la
oferta legal, problemas de competencia. Sí que se tiende a la concentración; los grandes operadores
buscan acuerdos exclusivos con editores y se tiende a concentrar toda la oferta en unos pocos operadores,
casi siempre globales, y esto puede dar lugar a posiciones de dominio en el mercado y a explotaciones
abusivas de esas posiciones de dominio.
En fin, mucho trabajo por hacer, muy interesante y creo que absolutamente necesario.
Muchas gracias. Quedo a su disposición.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias a usted, don Fernando Carbajo.
Pasamos al turno de portavoces.
No hay nadie del Grupo Mixto ni del Grupo Vasco.
Tiene, por tanto, la palabra el portavoz del Grupo de la Entesa, el senador Martí Jufresa.
El señor MARTÍ JUFRESA: Gracias, presidenta. Gracias, señor Carbajo, por su magnífica exposición
que demuestra que es realmente conocedor del tema y de la problemática. Nos ha apuntado usted los
puntos clave y también las respuestas, que incluso tiene más mérito, y va a ser de una gran ayuda para
el trabajo de esta Comisión. A mí personalmente me han resultado extremadamente interesantes sus
planteamientos y sus propuestas.
Voy a destacar dos cosas y a hacer dos comentarios, y luego dice usted si le parecen acertados,
oportunos o equivocados. Primero, me ha resultado especialmente llamativa la falta de operadores
globales españoles, algo que contrasta mucho con los operadores globales españoles que existen en el
libro tradicional. Me gustaría que profundizara en por qué esto no está pasando, en cómo es posible que
ahí no hayamos dado ese salto y no hayamos tenido capacidad para que surgieran estos grupos cuando
estamos en disposición objetiva de hacerlo, cuando el Google Books español y esos grandes operadores
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serían perfectamente factibles y supuestamente rentables con todo el mercado potencial en el que se
mueve el mundo del libro editado e impulsado por la industria cultural en España. Primera cuestión.
Segunda cuestión, me atrevo a hacer una síntesis, no sé si arriesgada, como planteamiento: libros en
la nube para consultar o, digamos, on line —lo dejamos en la página 46, volvemos a bajarlo para
continuar—, cuando no se quiera tener ninguna relación concreta con la obra; libros en la nube para ese
uso puntual o espurio —no en el sentido peyorativo de la palabra— no vinculado ni al objeto ni a la obra
en sí, a la voluntad de permanecer nuestro vínculo con esta obra o con su versión fáctica; copias sobre
demanda remuneradas, pactadas con el editor o con quien sea para una situación intermedia, en la que
se quiere mantener un vínculo con la obra pero no con el objeto y, finalmente, una cierta pervivencia del
libro físico o en su versión autoeditada, que usted ha sugerido y que me parece un campo muy interesante
que reduce la idea de los costes de edición, de tirada, etcétera, por tanto, autoedición, o ejemplar en
algunos casos de libros que realmente continúan teniendo esas tiradas o esta distribución más clásica.
Ese sería un horizonte final deseable en el que nos ahorraríamos todos los problemas por el camino,
evitaríamos piraterías, garantizaríamos la pervivencia de distintos sectores y todo ocuparía un poco su
lugar. Me atrevo con esta síntesis, fruto de su muy sugerente intervención.
Gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
El senador Bagué ha salido de la sala y ha dicho que continuemos. Por tanto, el senador Montes, por
el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra.
El señor MONTES JORT: Gracias, presidenta.
En primer lugar, quiero agradecer al compareciente su presencia aquí, tanto el análisis como las
reflexiones y propuestas que, sin duda, nos van a servir para nuestra tarea legislativa. Me ha parecido
que su intervención, probablemente por su profesión académica y universitaria, ha estado muy próxima y
ha sido enormemente formativa para nosotros desde el punto de vista económico, legislativo y desde esa
relación, esa intermediación en lo que el compareciente ha denominado equilibrio entre los derechos de
autor-creador y el derecho de los usuarios —por llamarlo de alguna manera—, esa coexistencia tan
complicada y compleja sobre la que hay que legislar.
Lo voy a centrar en el tema de propiedad intelectual. Ha dado un largo y completo repaso y barrido
sobre los aspectos fundamentales que debemos tener en cuenta a la hora de legislar. En cuanto al
sistema de compensación por copia privada, me gustaría que nos diera su opinión sobre cuáles fueron las
causas que llevaron a su supresión en el año 2011, cuáles podrían ser las razones objetivas, desde su
punto de vista universitario, que llevaron a dicho cambio y cuál es el balance de la situación casi dos años
después de esa decisión.
Regreso de nuevo a mi intervención sobre el análisis que ha hecho. Evidentemente, en esa
intermediación es fundamental la preocupación por los temas económicos, legales y las normas. Todos
somos conscientes de la existencia de determinados lobbies de presión y del papel que esos lobbies
están jugando en esa intermediación, pero me gustaría también conocer su opinión, desde el punto de
vista de la universidad, desde el punto de vista de su labor pedagógica y de su labor incluso en los
tribunales, sobre qué papel juega en la intermediación el tema cultural. Hasta qué punto controlamos no
solamente los temas económicos, que por supuesto, no solamente los temas de relaciones contractuales
y legales, que por supuesto, sino el tema de los contenidos. No quiero aquí adornar el tema con ningún
tipo de censura ni cortapisa, pero desde el punto de vista educativo, desde el punto de vista pedagógico,
quisiera saber cómo se controlan en la nueva legislación no solamente las relaciones y las transacciones
económico financieras sino también los contenidos en defensa del usuario y sobre todo en defensa de los
usuarios más débiles —entre comillas— ante ese nuevo monstruo que ya no viene en papel sino que
viene a través de las redes.
Y en cuanto a propiedad intelectual, compensación por copia privada, me gustaría conocer su opinión
sobre otra ley que nosotros tendremos el deber y la obligación de debatir y de intentar que coadyuve al
desarrollo cultural y económico de nuestro país, cual es la Ley del Mecenazgo, y dentro de ella el
micromecenazgo y, dentro de este, cómo compatibilizar el mecenazgo público con el mecenazgo privado
y qué papel puede jugar todo eso en la relación del sector editorial tradicional con las nuevas tecnologías
y las TIC.
Gracias.
DIARIO DE SESIONES DEL SENADO
Comisión de Cultura
Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 20
La señora PRESIDENTA: Gracias a usted, señoría.
Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra la senadora Durán Vadell.
La señora DURÁN VADELL: Buenas tardes, profesor Carbajo. En primer lugar, quería agradecerle su
presencia hoy en esta Comisión que nos da luz sobre la cuestión que intentamos dilucidar en esa difícil o
complicada relación que se viene produciendo entre la pervivencia del sector editorial y las nuevas
tecnologías.
Quería hacerle una serie de comentarios acerca de su intervención y luego quería formularle una
serie de preguntas. Ha hablado de las publicaciones científicas como aquellas que de algún modo están
menos sujetas a la piratería. Me atrevo a suponer que eso no se debe a otro motivo salvo que suscitan
menor interés. No obstante, supongo que, a pesar de todo, el uso que se da a esas publicaciones
científicas puede tener que ver con el hecho de que ahí sí que se está aplicando la fórmula del acceso
limitado, sin descarga necesariamente, o incluso el hecho de que se pueda conocer parte de la obra
previamente. El investigador, con el conocimiento del abstract de la obra a la que quiere acceder y parte
de ella puede decidir si es interesante o no para la investigación que esté llevando a cabo y, si es así,
evidentemente, hará cualquier cosa por tener la totalidad de esa obra o por lo menos la parte que le
interesa.
Ha hablado de que la piratería ha aumentado desde un 35 a un 50% y quisiera saber a qué lo atribuye,
porque me cuesta pensar que sea debido al aumento del interés de los lectores en nuestro país.
Ha planteado dos cuestiones que, aunque de manera separada, no sé si tienen que ver y que me
preocupan en la misma medida. Ha hablado de los problemas derivados de la falta de flexibilidad del
mercado editorial; luego ha hablado de la falta de medidas de estímulo a la cesión de derechos de autor
y traductor. Si se introdujese alguna medida correctora en estas dos cuestiones me pregunto si eso no
redundaría en una peor calidad del producto final; y cuando hablo de producto final me refiero, obviamente,
a los contenidos. Como seguramente conoce, la misma obra traducida de un modo o de otro es un
producto o es otro muy distinto.
Luego, había planteado el tema de los usos secundarios de la obra. Me parece muy interesante el
apunte que ha hecho acerca de que deberían estar previstos en la ley.
En cuanto al archivo de las obras descatalogadas, no sé si tendrá que ver esta cuestión con el hecho
de que cuando uno compra un dispositivo, un e-book, ya viene introducida una biblioteca previa en la que
figuran, obviamente, obras que están ya descatalogadas.
Por lo que se refiere al uso educativo, no sé si llegamos a la misma conclusión, pero me da la
sensación de que de algún modo se asemeja al tradicional préstamo interbibliotecario —en versión digital,
quiero decir— y la posibilidad de hacer fotocopias limitadas de los contenidos una vez producido ese
préstamo interbibliotecario.
Esas eran las cuestiones que me había suscitado su intervención, por lo demás, realmente ilustrativa.
En cualquier caso, le diría que me contestase a una serie de preguntas ya más concretas. Por ejemplo,
cómo debería la nueva regulación equilibrar la protección de los derechos de autor y el interés general.
Qué reformas se deberían introducir para que nuestra normativa sobre propiedad intelectual proteja más
eficazmente al libro y al mercado editorial en Internet, no solamente al usuario. No voy a hacerle más
preguntas porque debo decirle que lo prolija y lo completa que ha sido su intervención lo hace innecesario
y ha dejado poco margen para la duda.
Muchas gracias.
La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría.
Para contestar a los diferentes portavoces, tiene la palabra el catedrático señor Carbajo Cascón.
El señor PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA
(Carbajo Cascón): Muchas gracias por sus observaciones, muy interesantes, que nos dan pie a profundizar
en algunas cosas sobre las que obviamente pasé de puntillas.
Sigo el orden de las intervenciones. Es llamativo que efectivamente falte un operador global español
en el sector editorial; se intentó, tarde pero se intentó, a través de la plataforma Libranda, pero fue un
modelo erróneo, un modelo que intenta mantener la participación de intermediarios. Internet es el gran
desintermediador de la historia y surgen nuevos intermediarios, pero necesariamente pocos. No puedes
ir a un modelo donde en un sitio web te pone toda la oferta que tienes, seleccionas este libro y te reenvía
a una serie de libreros virtuales, que pueden ser algunos tradicionales y otros nuevos, donde algunos
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Sector editorial y nuevas tecnologías

  • 1. COMISIÓN DE CULTURA CORTES GENERALES DIARIO DE SESIONES SENADO X LEGISLATURA Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 1 PRESIDENCIA DE LA EXCMA. SRA. D.ª MARÍA GÁDOR ONGIL CORES Sesión celebrada el lunes, 4 de noviembre de 2013 ORDEN DEL DÍA Comparecencia del editor y administrador de EDHASA, D. Daniel Fernández Gutiérrez, ante la Comisión de Cultura, para informar en relación con la materia «Sector editorial y nuevas tecnologías». (Núm. exp. 715/000233) Autor: COMISIÓN DE CULTURA Comparecencia del Profesor Titular de Derecho Mercantil de la Universidad de Salamanca, D. Fernando Carbajo Cascón, ante la Comisión de Cultura, para informar en relación con la materia «Sector editorial y nuevas tecnologías». (Núm. exp. 713/000488) Autor: COMISIÓN DE CULTURA Debatir – Moción por la que se insta al Gobierno a que el Ministerio de Educación, Cultura y Deporte firme con la Junta de Comunidades de Castilla-La Mancha el oportuno convenio de transferencia de la gestión del nuevo edificio y del servicio del Archivo Histórico Provincial de Guadalajara. (Núm. exp. 661/000100) Autor: GRUPO PARLAMENTARIO SOCIALISTA
  • 2. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 2 Se abre la sesión a las dieciséis horas y cinco minutos. La señora PRESIDENTA: Buenas tardes, señorías. Pido disculpas por el retraso, pero me he equivocado y he ido a otra sala, por la inercia de ir siempre a la Clara Campoamor y hoy estábamos en la otra punta de la casa. COMPARECENCIA DEL EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA, D. DANIEL FERNÁNDEZ GUTIÉRREZ, ANTE LA COMISIÓN DE CULTURA, PARA INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA «SECTOR EDITORIAL Y NUEVAS TECNOLOGÍAS». (Núm. exp. 715/000233) AUTOR: COMISIÓN DE CULTURA La señora PRESIDENTA: Empezamos la Comisión de Cultura del día de hoy con el orden del día establecido. En primer lugar, quiero agradecer, en nombre de toda la comisión, la presencia del editor y administrador de Edhasa, don Daniel Fernández Gutiérrez, que ha tenido la amabilidad de aceptar nuestra invitación, para que, siguiendo la línea de lo que venimos haciendo en las últimas comisiones, informe en relación con la materia del sector editorial y las nuevas tecnologías. Supongo que ya le han adelantado un poco el formato: usted tiene una intervención de alrededor de veinte minutos; luego intervendrán cada uno de los portavoces de los distintos grupos parlamentarios y, finalmente, tiene usted otro segundo turno, de unos diez minutos, para contestar a cualesquiera de las preguntas que le hayan hecho los portavoces. Cuando quiera tiene usted la palabra. El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Gracias, señora presidenta. Señorías, primero les aviso: no he traído un discurso escrito porque se atribuye a Shakespeare aquello de que la improvisación siempre es mejor aunque también a Shakespeare se le atribuye que la improvisación hay que prepararla, con lo cual algunas notas sí he traído. Por otro lado, es la primera vez que uno está en el Senado —que fue antiguo convento, por si alguno de ustedes todavía no lo sabe— y la verdad es que la experiencia para mí también es nueva, con lo cual disculpen los errores que pueda cometer aquí. Por lo demás, creo que me habrán traído, por la lista de algunos comparecientes, en parte como reliquia de un tiempo que se extingue, porque me parece que en el siglo XX ya formaba parte de un editor del siglo XIX y ahora en el siglo XXI ya soy una antigualla de hace dos siglos y respondo —y mi editorial responde, disculpen la pausa publicitaria, luego se la coloco un poco más— a pautas de editorial literaria independiente que publica narrativa y ensayo fundamentalmente y, por tanto, aquello que parece que está destinado a morir en este tiempo nuevo. Como les digo, como soy una antigualla del pasado, vamos a hablar de la primera revolución tecnológica importante en el mundo del libro, que no es la actual sino que, con permiso de ustedes, nos vamos a 1450 y vamos a hablar inevitablemente del amigo Gutenberg. Johannes Gutenberg, de Maguncia, inventa —no me extiendo en ello— la imprenta de tipos móviles y eso supone una revolución. Imprime La Biblia de 42 líneas y eso supone una revolución. Imprime La Biblia de 42 líneas y, nota al margen, se arruina por completo y los que hacen dinero son su socio y prestamista, Johan Fust, y el sobrino de Fust que es Peter Schöffer. El pobre Gutenberg muere arruinado y aunque ahora tenga estatuas en Maguncia y demás, su invento no le sirvió para vivir; murió en la indigencia más absoluta. ¿Por qué les digo que es una revolución tecnológica? Porque, como saben —apropiado en el Senado exconvento—, el saber se transmitía por los manuscritos que copiaban los monjes en los distintos monasterios y, de repente, aparece un sistema en el cual el artesano impresor, que al mismo tiempo hace su propio papel, le pone su marca de agua, etcétera, puede reproducir rápidamente muchos textos en lo que ahora llamamos un libro; ya no son pliegos sueltos de cordel, ya es otra cosa. A Gutenberg no le funcionó la historia, pero les digo que es una revolución tecnológica muy importante. Esto tiene que ver con una taxonomía de la historia del libro y les aseguro que ya no les doy mucho más la paliza con estas cosas. Llamamos incunables a todos los libros que se imprimieron antes del 1500 —si somos puristas, antes de la Pascua de 1501 porque era cuando entonces empezaba el año—, pero en general se llama incunables a todos los libros impresos antes del 1500. Hay un error común que es creer que son incunables porque no tienen cuna y no es así. Este incunable viene, evidentemente, de incunabulae y, por tanto, en la cuna; es la cuna de la imprenta, son los primeros tiempos y esa cuna de la imprenta son
  • 3. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 3 estas primeras imprentas que retoman el invento de Gutenberg. Entre 1450 y 1500, los eruditos nos dicen que hay 1200 imprentas en Europa. De hecho, algunas empiezan a llegar a América Latina gracias precisamente a nuestro país o a esa vieja España. Hay imprentas en 260 ciudades y se imprimen, que sepamos hasta ahora, más de 35 000 libros catalogados, con lo cual, y con esta perspectiva histórica —por eso empezaba con ello—, la revolución tecnológica que supuso la imprenta de Gutenberg en apenas cincuenta años deja en mantillas a la revolución tecnológica de Internet. Es decir, si el libro se consolidó en esos cincuenta años y se convirtió en una cosa que se extendió por todas partes y en la forma básica de transmitir conocimiento, cultura y también sueños, ilusiones y fantasías —y ahí aparece la novela, etcétera—, pues permítanme que les diga que esta revolución tecnológica que ahora vivimos deberíamos ser capaces de superarla. La duda está —supongo que para eso también me han convocado ustedes— en qué deberíamos hacer para que, al final de esta revolución tecnológica, España, su lengua, sus distintas lenguas además, siga teniendo un papel predominante en la producción de libros y en la industria cultural asociada. Eso es un poquito más complicado y además probablemente estamos perdiendo la batalla y eso también se lo digo. En 1472 se publica el primer libro español, Sinodal de Aguilafuente, de Johannes Paris de Heidelberg, por si les interesa, y ya en 1478 La Biblia de Valencia y Los dotze treballs de Hèrcules, para demostrar también que el catalán está funcionando. ¿Por qué les decía yo que este es el origen de la primera revolución tecnológica del mundo del libro? Porque ahí aparece una figura que efectivamente es la figura del editor. Este editor, que ha durado prácticamente estos 500 años, es una figura que en principio es un impresor, un impresor artesano, pero, tal y como nos enseñó el marxismo, sobre todo el joven Marx, el editor se apropia los medios de producción. Descubre que hay autores que lo que quieren es publicar su libro, incluso sin cobrar —eso cada vez pasa menos, pero en tiempos pasaba—, que hay mecenas que están dispuestos a poner dinero y que si él hace unas cuantas copias más de las que el autor quiere para sus novias, familiares, parientes y amigos, las puede vender y consigue acumular el beneficio. Además, hay un tipo de editor que ejemplifico en un editor italiano que es Aldo Manuzio —Teobaldo Manucci o Aldus Pius Manutius en su nombre latino— que en Venecia —y se lo digo también rápidamente— empieza a imprimir sus libros con lo que ahora llamaríamos un logotipo y un lema. Los empieza a imprimir con un ancla y un delfín; Ancora y Delfín era una vieja colección de Editorial Destino y una vieja librería de Barcelona que ya no existe, por desgracia. ¿Por qué el ancla y el delfín? Porque el editor debía ser firme como un ancla, para estar anclado al pasado y al conocimiento, pero veloz y sagaz como el delfín para encontrar siempre las nuevas ideas y los nuevos intereses de ese público al que se dirigía. Además imprime sus libros con un lema que es Festina lente —apresúrate despacio—, que también es un buen lema para políticos y editores; lo de apresúrate despacio siempre viene bien. Festina, ya saben, era apresúrate, no solo era una marca de relojes. Bien, pues ese tipo humano, ¿qué ha encontrado? Ha encontrado una forma de hacer negocio basada en la cultura con la que, además, está enarbolando una bandera —la bandera de su imprenta, la bandera de su catálogo, la bandera de su editorial— y lo que está empezando a hacer es precisamente eso, construir un catálogo editorial que es en parte la biografía del propio editor, en parte su catálogo comercial y en buena medida aquello que lega a las generaciones futuras. Eso pervive durante los siglos XVIII y XIX. Aparecen los medios de comunicación, la alfabetización se extiende, el negocio es cada vez mejor, llega a más lugares, pero en realidad ¿qué es lo que nos sucede? Lo que nos sucede es que el editor se convierte en esa figura supuestamente glamurosa, interesada por el dinero, evidentemente, que se ha apropiado de los medios de producción de los autores y, al mismo tiempo, de alguna forma es el cliente básico de la imprenta y domina precisamente con sus catálogos lo que les decía, el libro, que, sin duda, ha sido la forma de transmitir el saber esencial de Occidente. Los cambios prácticamente son inexistentes, son de aglomeración y de gran conglomerado. Les diría —y ahí empezamos a meternos en la materia que nos ocupa— que hacia 1980, por decirlo también de forma un poco arbitraria, empieza una concentración ajena a lo que hasta entonces había sido el mundo editorial. Las editoriales empiezan a verse, en el mundo anglosajón sobre todo, convertidas en parte de grandes conglomerados multimedia. Eso tiene su influencia económica y su influencia cultural, ¿por qué? Porque una de las características de esos conglomerados multimedia donde hay periódicos, revistas, radios, televisiones, editoriales, etcétera —todo tipo de papel impreso y, en realidad, todo tipo de comunicación—, aunque solo sea para decirlo muy rápidamente, es que ya no responden al deseo de beneficio, siempre legítimo del empresario pero escueto en el caso de los editores y bastante más notable en el caso de los grandes grupos multimedia. Por ponerles un ejemplo muy sencillo, cuando yo empecé en este oficio, hace ya treinta años, una editorial
  • 4. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 4 se consideraba bien gestionada si tenía un beneficio bruto del 5, 6, 7, 8% como máximo. Evidentemente, cuando hablamos de los grandes grupos multimedia se le exige a una editorial que esté dando beneficios del 15 al 25% y eso forma parte de estar en bolsa y del mundo de la relativa especulación y acumulación de dinero que ya conocemos. Es en ese mundo donde, por otro lado, tampoco pasa algo demasiado distinto a lo que pasa, qué se yo, en el mundo del cine con las concentraciones de las majors, etcétera. Sí hay una cierta reducción cultural y yo creo que es uno de los peligros de todo esto porque evidentemente las apuestas que se hacen entonces son: vamos a publicar aquellos libros que se venden seguro. Eso significa una cierta desertización cultural. Bueno, pues es en ese mundo donde acaba llegando el libro digital; el libro digital que, en principio era simplemente un cambio de soporte pero que, evidentemente, ha significado un cambio en las relaciones económicas, en la forma de editar, publicar y producir y un cambio, sobre todo, como dicen los sajones, en los players, en los jugadores que participan de este mundo; de forma muy clara, porque el libro digital lo que ha supuesto básicamente —el libro digital, el libro electrónico o como ustedes quieran— es leer libros en una pantalla y sería el primer gran cambio de soporte, el primer gran cambio tecnológico que nos aleja efectivamente de Gutenberg. Nos aleja tanto de Gutenberg —y es uno de los temas en cuestión— que hasta la legislación europea, Bruselas, considera —nuestra legislación también— que no está sujeto, como saben ustedes, a los mismos impuestos; tiene un IVA distinto del 21% porque se supone que no está serializado de la misma forma y que, por tanto, la economía de costes efectivamente es distinta. Lo es, cambia todo, cambia la distribución. Nunca puede uno lamentarse demasiado por las cosas perdidas, pero evidentemente sí es cierto que estamos en un momento en que cierran librerías, cierran editoriales, cierran distribuidoras y parece un cierto fin de época y los players, como decíamos, son otros: son Amazon, Google, Apple. Luego, si quieren, nos podemos fijar un poco en cada uno de ellos. Para decirlo muy rápidamente, Apple vende hardware, lo que quiere es monopolizar todos los contenidos que pueda pero vendiéndolos, respetando derechos de autor —en este sentido es el menos agresivo—. Google, sin embargo, vende conocimiento y contenidos y no tiene ningún respeto por los derechos de autor. Yo, que soy el representante español en la Unión Internacional de Editores, entre otras cosas, hace poco fui a los cuarteles generales de Google para intentar explicarles qué hacíamos los editores —no sé si lo conseguimos demasiado, no estamos llegando a ningún pacto— y lo que sí es característico de Google y de Amazon es que regalan a sus empleados dulces, golosinas y todo tipo de gominolas, diríamos, que tienen en máquinas expendedoras para hacer el ambiente de trabajo friendly y todo eso. Como yo soy muy mayor —ya se lo he dicho—, mi madre me decía: nunca te fíes de la gente que te regale golosinas; no importa si eres empleado o apareces por allí. Bueno, pues estos regaladores de golosinas quieren todos los contenidos y Amazon quiere toda la distribución, quiere distribuir absolutamente todo. ¿Qué es lo que tenemos en peligro nosotros? Tenemos en peligro una industria cultural, la española, que es —y de eso sí me gustaría que fueran ustedes conscientes— la mayor de las industrias culturales de España, muy por encima de la audiovisual, del cine, de las televisiones, del teatro o de lo que ustedes quieran. Podemos acabar como la ópera. Si sus señorías tienen a bien concedernos subvenciones y convertirnos en una especie de bien a preservar por el interés de la cultura, pues igual tenemos futuro, pero si no, mientras tanto, sí somos, insisto, industria cultural líder con gran diferencia. Somos la industria cultural que además tiene un claro liderazgo en América Latina, no solo en libros de texto sino también en libros de librerías, y estamos viviendo esta transformación intentando invertir todo lo que podemos en investigación y desarrollo pero luchando, un poco a lo don Quijote, contra molinos de viento gigantescos. Los molinos de viento gigantescos son estos enormes conglomerados que, por otro lado, también tienen interés en el papel escrito. Les pongo dos ejemplos muy sencillos aunque tengan que ver con la prensa: uno, Carlos Slim cada año aumenta su participación en un negocio deficitario que es el New York Times. Cada año compra unas acciones más del New York Times evidentemente para tener influencia, porque la prensa sigue teniendo influencia aunque pierda dinero a espuertas. Y Jeff Bezos, el dueño de Amazon, como saben, en agosto de 2013, en agosto de este año, compró el Washington Post por 250 millones de dólares a Graham, la vieja familia propietaria. Es un cambio de mundo, sí, pero algún articulista también ha dicho que lo que se compró Bezos fue Washington directamente porque se compraba el diario de influencia en Washington y hay que decir que curiosamente ese mismo mes de agosto —si no me fallan mis fuentes, que es el New York Times— Amazon cerró un contrato con la Agencia Central de Inteligencia, con la famosa CIA americana, por 600 millones de dólares para gestionarle su información en la nube, esa información en la nube donde evidentemente estamos todos y todos retratados con todo lo que hacemos.
  • 5. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 5 ¿Cuál es nuestra problemática en estos momentos? (Y con esto acabo rápidamente y les dejo que me pregunten.) Es cierto que el libro en España está en lo que en los tiempos del presidente Suárez hubiéramos dicho reconversión industrial. Estamos en una reconversión industrial dura y, además, como este se había definido siempre como un negocio de caballeros, un gentleman business, no nos quejamos demasiado. Somos llorones por naturaleza pero pretendemos fingir que las cosas siguen como siempre y que business as usual. Business as usual no, nosotros estamos en un momento absolutamente complicado por varias cosas: una, evidentemente la crisis económica también ha llegado al libro, aunque creo que es el menor de los temas. Los temas son que hay una pérdida del prestigio y el valor del libro. En mi humilde opinión, el mayor fracaso de la democracia española es no haber conseguido una educación estable mejorada, pactada y que nos haya hecho unos ciudadanos, por decirlo así, mejores. En los índices de lectura —ya sé que las estadísticas dicen que han mejorado— me permito decirles que España sigue sin ser un país lector y desde luego con campañas fomentando la lectura no lo conseguimos, lo conseguimos con otras cosas: con bibliotecas, con ayudas a las librerías, etcétera. El lectorado, es decir, la gente que lee, no es lo mismo que el electorado, pero al final el lectorado influye bastante en el electorado, permítanme que se lo diga. Entonces, hay una pérdida de valor del libro. Uno se encuentra últimamente a gente que ya no tiene bibliotecas y eso sí tiene que ver también con el libro electrónico. El libro electrónico facilita el almacenamiento, pero el libro electrónico además lo que ha facilitado en España es que prácticamente no exista el mercado del llamado libro digital, en buena medida por culpa de los propios editores, porque nos hemos empeñado en preservar todos los sectores económicos del libro —librero, distribuidor, autor, agente literario, nosotros mismos— y, por lo tanto, por decírselo de forma muy clara, los libros electrónicos tienen un diferencial de precio, en mi opinión —siempre les doy mi opinión personal, evidentemente— escaso con respecto al libro, con lo cual, también hay culpas de los editores pero, al mismo tiempo, también hay sorpresas como que Amazon vende una cantidad enorme de Kindle, porque los aparatos nos gustan en España y mucha gente ya está leyendo en sus smartphone, pero el Kindle, que es un entorno cerrado, tiene una enorme cantidad de aparatos vendidos que nunca se han conectado a la página para hacer descargas legales. La piratería es un problema absoluto y total. En estos momentos, como saben, el Gobierno tiene en marcha una supuesta Ley de propiedad intelectual. La última reforma que tenemos es la del 7 de julio de 2006. Es la reforma que yo llamo San Fermín, primero porque coincide con la fecha y, segundo, porque me parece que esa ley es como el periódico de los mozos que corren delante del morlaco: nos protege levemente a autores y editores de esos nuevos players, de Amazon, Google, etcétera, pero muy levemente. Pero sí tenemos grandes esperanzas en que esta Ley de propiedad intelectual castigue las páginas de enlace y nos ayude a cerrarlas. Creo que hay que modificar el Código penal. Disculpen si esto es como la carta a los Reyes, pero es lo que uno cree que debería pedir a sus administraciones públicas. Y, al final, creo que también deberíamos castigar al consumidor reincidente; el consumidor reincidente, reo de piratería. A todos los que hemos leído La isla del Tesoro, evidentemente nos caía más simpático John Silver, cuando éramos niños, que el caballero Trelawney que, al fin y al cabo, era el comerciante. Pero cuando uno se hace mayor y adulto al final tiene que reconocer que los piratas son simpáticos pero que sirven para los sueños de infancia y que los comerciantes, sin embargo, ayudan a construir el mundo y los imperios. Para mí esto es lo fundamental: una defensa de la Ley de propiedad intelectual con variación del Código penal. No sé si era de Romanones aquello de: aparte de leyes se necesita a la Guardia Civil. Necesitaríamos un poco también de Guardia Civil y de sanciones claras. Para mí es el tema fundamental y el nos ayudará a proteger la mayor industria cultural española y que además mantenga además esa posición de liderazgo en América Latina. Es lo que nos protegerá en términos económicos de esos nuevos jugadores multinacionales de gran tamaño, pero también es lo que nos protegerá culturalmente porque es lo que nos va a permitir seguir publicando libros que satisfagan a la inmensa mayoría del mercado. Las otras cosas que yo traía anotadas: la defensa del precio fijo es una ventaja que en España disfrutamos y de la que yo creo que algunos estamos convencidos. En Inglaterra —se lo digo simplemente a título de inventario— la abolición del precio fijo significó que más de un tercio de las librerías independientes inglesas desapareciesen y cerrasen. El tema del IVA digital ya sabemos que depende más bien de Bruselas, pero es un tema todavía independiente. Cómo facilitar financiación, apoyo, reconversión industrial, créditos blandos a librerías independientes y a editores independientes es uno de los grandes temas. Yo siempre digo que la independencia en cualquier negocio, sea una librería o una editorial, al final la da la cuenta de resultados y la cuenta de resultados tiene que ser positiva, evidentemente. Pero al mismo tiempo, es cierto que otros países de nuestro entorno están haciendo
  • 6. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 6 cosas para proteger librerías. Ya saben que Francia, por ejemplo, siempre tan proteccionista en estas cosas, les otorga una etiqueta, la de librería independiente de reconocido prestigio o de referencia, LIR, buscando un poco el acrónimo con LIRE. Los otros temas, digamos,son un poco accesorios pero también importantes: el tema de la relación con Hispanoamérica tiene que ver, evidentemente, con legislación, aranceles, etcétera, pero aquí de lo que se trataría, de lo que creo que es efectivamente lo fundamental, es de conseguir luchar contra la piratería y que el comercio del libro sea efectivamente un comercio porque, si no, tampoco quiero ponerme muy apocalíptico, será imposible seguir publicando los libros como hasta ahora hemos hecho. Creo que he cumplido los veinte minutos exactos, con lo cual, si les parece, lo dejamos ahí. No les he hecho la pausa publicitaria, pero luego se la hago sobre qué es Edhasa y quiénes somos. La señora PRESIDENTA: Si quiere tres, cuatro o cinco minutos más úselos, porque luego tendrá que contestar a lo que los portavoces de cada grupo le vayan a preguntar. A lo mejor es preferible que intervenga un par de minutos más y que hable usted de Edhasa, que también para eso ha venido. El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Simplemente para decirles eso, que es un tipo de editorial. La funda en 1946 Antonio López Llausàs, un catalán que fue el promotor del Diccionario Fabra, el Diccionari de la llengua catalana. Este hombre en el año 1936 se exilió huyendo de la guerra. Se exilió en París, como catalán adinerado, evidentemente, y más tarde marchó a Argentina. En Argentina se instala con su familia, funda la Editorial Sudamericana y luego, en el año 1945, vuelven a aparecer uniformes en su vida porque sube al poder Perón. Él no tenía ninguna causa en España, puede regresar; pregunta, no tiene ningún problema; es un editor, no se había metido en política, seguía precisamente el consejo del dictador. Regresa y en el año 1946 funda Edhasa, que es el acrónimo pesado de Editora y Distribuidora Hispanoamericana Sociedad Anónima. Nosotros siempre hemos estado a ambos lados del Atlántico. Tenemos casa también en Argentina, un numeroso grupo de premios Nobel en el catálogo a lo largo de los años. López Llausàs nunca volvió, se quedó en Argentina el resto de sus días hasta que murió. Este año cumpliremos el sexagésimo séptimo año de nuestra vida y no sé si somos de los últimos resistentes pero sí tenemos fama de ser de las últimas editoriales independientes de un cierto tamaño que quedan en España y más con proyección latinoamericana y que publicamos ensayo, narrativa, una parte de narrativa histórica y novela de aventuras, etcétera. Lo que auguran últimamente —por eso creía que a lo mejor habían pensado en traerme— la mayoría de sabios es que una editorial como la nuestra, que no es ni muy grande ni muy pequeña sino de dimensión mediana, es que está definitivamente muerta, que no conseguiremos mantener tantos puestos de trabajo como tenemos, que el mercado no lo podremos mantener y que no tenemos la capacidad de incisión, distribución y marketing que tienen los grandes. Por eso les decía que nosotros estamos emparentados con Gutenberg y con aquella vieja revolución tecnológica e intentando adaptarnos a esta nueva donde tenemos también una plataforma digital propia con algunos otros socios. Nuestras ventas son como el número de vocaciones sacerdotales en España en estos días, que cada día vendemos uno o ningún libro. Estamos en esa situación. Gracias. La señora PRESIDENTA: Muchísimas gracias a usted, señor Fernández Gutiérrez. Puedo decirle, en nombre de esta Presidencia, que la decisión del grupo parlamentario de invitarle a esta comisión ha sido de lo más acertada. Ha sido muy ameno escucharle, muy interesante y tiene usted una forma muy didáctica de explicar las cosas que creo todos compartirán. Estamos encantados de que esté usted en esta comisión. Pasamos ahora al turno de portavoces. ¿Grupo Parlamentario Mixto? (Pausa.) ¿Grupo Parlamentario Vasco? (Pausa.) Tiene la palabra, por el Grupo de la Entesa pel Progrés de Catalunya, su portavoz, el senador Martí Jufresa. El señor MARTÍ JUFRESA: Gracias, presidenta. Bona tarda. Me doy por aludido, puesto que hemos sido nosotros los que hemos invitado al señor Fernández, seguros de que su intervención sería un éxito y, como siempre, muy interesante y demostrativa de una de estas partes del mundo del libro, de los editores enraizados en la pura tradición de editar libros de calidad pero, a la vez, para el mayor público posible. Le agradezco muy especialmente que haya
  • 7. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 7 aceptado nuestra invitación y que haya podido estar aquí esta tarde. Para mí siempre es un placer coincidir con usted. Tampoco voy a repasar todo lo que hemos dicho a lo largo de las distintas charlas, pero me gustaría que el señor Fernández profundizara en dos temas que ha dejado como pinceladas y que para mí son muy importantes. El primero es el referido a los derechos de autor. Me ha parecido entender que realmente el libro digital —más allá de la piratería, evidentemente— empujaba a la baja el reconocimiento y el pago por la autoría. Y, segundo, ha dicho también que el libro electrónico es demasiado caro y que no se ha hecho todavía un suficiente esfuerzo en la cadena de valor de la edición digital para conseguir unos precios más asequibles y proporcionales con la expectativa que suscita la publicación en digital. Me gustaría que ahondara en la línea de si cree que unos precios realmente bajos, equivalentes al mundo del disco en este momento o a otros subsectores que están muy presentes en Internet, espolearían la lectura o si al final vamos a estar siempre en un sistema cerrado de suma cero en el que los lectores son los mismos, lo que pasa es que se mueven. En esta segunda revolución tecnológica del libro —ya que la primera con Gutenberg supuso un crecimiento exponencial del acceso a la lectura y, por tanto, al conocimiento— ¿piensa que este lectorado —me ha gustado mucho el juego de palabras entre lectorado y electorado— va a crecer de una manera significativa en nuestra sociedad o en nuestro planeta? Muchas gracias. La señora PRESIDENTA: Gracias, señoría. Por el Grupo Parlamentario de Convergència i Unió, su portavoz, el senador Bagué, tiene la palabra. El señor BAGUÉ ROURA: Gracias, presidenta. En primer lugar, quiero agradecer al señor Fernández su presencia en esta comisión. Creo que en la elección por parte del Grupo de la Entesa a la hora de proponer su presencia ha quedado demostrado que era un gran acierto invitarle y poderle escuchar. Tengo que subrayar que este pequeño repaso histórico nunca está de más, pues es interesante situar históricamente las cosas. Sobre la problemática que ha fijado en cuanto a lo que podríamos llamar una clarísima reconversión industrial, sobre la posible pérdida de prestigio del libro como símbolo o como instrumento y sobre los efectos que va a sufrir también por parte de esta nueva Ley de propiedad intelectual, mi grupo parlamentario coincide con lo que ahora comentaba el senador Martí respecto a los costes. ¿En qué medida podríamos introducir normas que protegiesen, que facilitasen o que simplemente remasen a favor del mundo editorial en cuanto a diferenciación de costes y de precios finales como estábamos comentando? Aparte de este aspecto, nada más. Le agradecemos de nuevo su presencia y le seguiremos escuchando con toda atención. Gracias. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría. Por el Grupo Parlamentario Socialista, su portavoz, el senador Montes Jort, tiene la palabra. El señor MONTES JORT: Gracias, presidenta. Buenas tardes. En primer lugar, coincido con el agradecimiento que le han hecho mis compañeros senadores que me han precedido en el uso de la palabra. Agradecemos tu presencia —en ese tuteo que nos has pedido— y tus intervenciones que nos servirán para lograr el objetivo fundamental de esta comisión que es formarnos una idea y aprender e instruirnos a la hora de elaborar las normas que es nuestra competencia. En la relación histórica y en el paseo por la historia que nos has hecho no te has detenido demasiado en dos aspectos que has enunciado y que a mí siempre me han preocupado —en otras intervenciones lo he planteado— y es la relación editor creador. Desde el punto de vista histórico, es una relación ciertamente compleja y conflictiva y con la influencia de las TIC se ha vuelto singular. Creo que hay un aspecto intervencionista desde el punto de vista económico y también desde el punto de vista del mecenazgo cultural en cuanto al protagonismo que en esa interlocución entre el autor y el destinatario —que en este caso es el lector— ha tenido el editor. Una relación que desde 1500, con la irrupción de la imprenta y de Gutenberg, fue puramente de intermediario económico pero que con la irrupción de las TIC creo que ha cambiado. Me gustaría que desde tu punto de vista de una casa tradicional e histórica en el mundo editorial nos dijeras cómo se ha ido adaptando el sector tradicional editorial a ese cambio y, en función de eso, cómo calificarías la actuación del sector editorial tradicional español ante esos cambios,
  • 8. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 8 si no ha sido demasiado lento, si no ha sido demasiado autista en cuanto a lo que se podía venir encima con ese avance del mundo digital y las nuevas tecnologías. ¿Cuál ha sido ese comportamiento comparado con otros países de nuestro entorno de la Unión Europea y también a nivel mundial teniendo en cuenta que somos una potencia lingüística impresionante gracias al castellano y que esa potencia lingüística en nuestra configuración constitucional también tenía que ser absolutamente compatible con el respeto a otras lenguas del Estado? Y, en función de eso que hemos hecho, qué aspectos debería mejorar el mundo editorial. Pasando a otro orden de cosas, has hablado de los problemas. Estamos en plena reconversión —creo que has dicho textualmente—. Coincido con esa idea. Coincido también con tu apreciación de lo importante que es el aprendizaje lector, que es fundamental en la vida de los más jóvenes y también hasta el fin de la vida. La educación es algo permanente a lo largo de toda nuestra historia y se basa en saber leer e interpretar lo que uno lee. Obviamente es un déficit educativo de este país y, como al senador Martí, me ha gustado mucho esa interpretación de lector/elector que haces y con la que coincido. En cuanto a esos problemas de la Ley de propiedad intelectual, has hablado de algunas características que, desde tu punto de vista, deberían entrar a formar parte del articulado de esa ley, como es el tema de la piratería —por no repetir lo que tú has comentado—. Pero sí me gustaría que nos dieras también algún flash, igual que has hecho con la Ley de propiedad intelectual, con dos temas que a nosotros como legisladores nos preocupan muchísimo, que son la compensación por copia privada y el mecenazgo. Y uno con el principio de mi intervención: tanto en mecenazgo como en micromecenazgo creo que las editoriales, los editores desde el siglo XVI, han sido auténticos mecenas de los creadores en esa relación autor-receptor. Por lo tanto, me gustaría que nos dieras unas pinceladas de qué aspectos debería transformar parte del cuerpo legislativo, y me centro sobre todo en el mecenazgo. Te reitero el agradecimiento y te escucho con avidez. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría. Por el Grupo Parlamentario Popular, su portavoz, la senadora Durán Vadell, tiene la palabra. La señora DURÁN VADELL: Buenas tardes. Señor Fernández, yo también quisiera agradecerle su presencia aquí, así como la feliz idea del portavoz de Entesa pel Progrés de invitarle esta tarde a esta comisión. Por supuesto, como todas las personas que han pasado por esta comisión para hablar de la problemática del sector editorial y de su relación con las nuevas tecnologías, todas las intervenciones nos están dando luz para desarrollar nuestra función, que es legislar de manera ecuánime y acertada, según la realidad. Sin embargo, si se me permite un apunte personal, quisiera agradecer también su presencia porque mi relación con Edhasa es una relación larga, una relación larga con ese logo que no es el ancla y el delfín sino esa especie de arbolito que surge no sé muy bien de dónde. Una relación que se ha basado sobre todo en los ensayos históricos e incluso mucho más en la narrativa histórica: en los últimos años, a partir de La plata de Britania, de Lindsey Davis, que ha hecho que cada año estuviese esperando el siguiente volumen; luego ya los volúmenes de bolsillo porque han sido muchos y se leen muy rápido; y no hace demasiado con la serie de Simon Scarrow, también de temática romana. A pesar de que con ello estoy dando a conocer hacia dónde van mis gustos, no dejaré de comprar, por supuesto, y formará parte de mi biblioteca, la última obra de Scarrow que está ambientada en Malta. Hecho este apunte personal, quisiera felicitarle por estos sesenta y siete años de vida editorial independiente, que no obstante ha crecido a pesar de las circunstancias e incluso ha tenido adquisiciones. Ha mencionado que había entre sus autores premios Nobel, que son quince —creo entender— o por lo menos han sido publicados en algún momento. El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Dieciséis. Bueno, a lo mejor hemos perdido alguno en el camino. La señora DURÁN VADELL: También el elevado número de obras que mantienen en catálogo, lo cual tampoco es ninguna tontería. Igualmente le felicito por las novedades de este otoño, en particular por El tiempo debe detenerse, de Aldous Huxley. Creo que es una feliz idea que la hayan editado. Ahora quería plantearle una serie de cuestiones que me han suscitado su intervención. La primera no se refiere únicamente a su intervención sino que, dado que no había tenido ocasión de formular esta pregunta antes, se la voy a hacer a usted que creo que la va a contestar. Se ha referido a la afición de los
  • 9. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 9 españoles por la compra de aparatos diversos —afición que suscribo y además las cifras están ahí para corroborarlo— y también al número de descargas de libros, no solamente de música o de cine, lo cual me lleva a pensar si estamos ante una paradoja, dado que no puede decirse que el español sea un público lector —y así se ha dicho en su intervención— y salvo que en la genética del español esté el elemento corsario —ni siquiera corsario, pirata—, no se entiende muy bien esa afición por la descarga. Conozco a personas que tienen miles de libros descargados que jamás se van a leer, es simplemente por acumular. Le pregunto si tiene alguna explicación para ese fenómeno tan paradójico. Por último, quería preguntarle cuál sería a su entender el modelo de gestión de derechos de propiedad intelectual que fuese más justo y equitativo para editores, para autores, y que supusiese la supervivencia del sector, supervivencia que hago votos para que sea efectiva por los siglos de los siglos, amén. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría. Señor Fernández, tiene usted la palabra para contestar a los diferentes grupos las cuestiones que hayan quedado pendientes. El señor EDITOR Y ADMINISTRADOR DE EDHASA (Fernández Gutiérrez): Muchas gracias, especialmente —no lo puedo evitar— al senador Martí por invitarme y a la senadora Durán, sin desprecio de los demás, porque la pausa publicitaria la ha hecho ella directamente, con lo cual estoy encantado. Muchas gracias. Les contesto por el orden en que me han planteado las preguntas y quizá de forma un poco atropellada. Me temo que los editores no hemos aprendido nada de la crisis en el mundo de la música. Es decir, estamos repitiendo prácticamente los mismos errores, solo que en un entorno más complejo; más complejo por dos motivos: uno, es cierto que nosotros tenemos un elemento de protección que la música no tiene. La música es un lenguaje universal por definición y la prueba es que escuchamos canciones en idiomas que no entendemos incluso, pero los libros necesitan estar en el idioma que uno pueda entender y, por tanto, o se traducen o uno aprende idiomas, pero siempre habrá idiomas que no conoce lo suficiente. Durante mucho tiempo también en este sector nuestro habíamos pensado y habíamos dicho… Les pongo un ejemplo. Creo que fue en la Feria de Frankfurt del año 1990 o 1991. Entonces yo era el director de Grijalbo Mondadori y la gente de Sony y de Microsoft nos reunieron a un grupo de editores para decirnos que el mundo del libro se había acabado. Claro, si es la crónica de una muerte anunciada, es la crónica de una muerte tan largamente anunciada como la muerte de la novela. Cada equis tiempo hay un poeta o un erudito que nos escribe un artículo diciendo que la novela ha muerto. A la novela le pasa como en el Don Juan: Los muertos que vos matáis gozan de buena salud. Parece que el libro también llevaba mucho tiempo vivo, pero es cierto que en cuanto a esos dispositivos electrónicos, me disculparán ustedes la grosería, especialmente las señorías femeninas, pero yo durante mucho tiempo contaba el chiste malo de que esto del libro electrónico es al libro como el sexo virtual es al sexo; es decir, que era un sucedáneo que no acababa de funcionar. Pero la verdad es que esto ha cambiado. Hoy he aterrizado y en el metro a Nuevos Ministerios iban leyendo cinco personas en el vagón, todas mujeres, y las cinco leían en un aparato electrónico. Luego nos referimos a ello y a la moda de los smartphones. ¿Por qué digo que no hemos aprendido prácticamente nada? Pues porque, por ejemplo, ya sabemos que al final en el mundo de la música —y lo simplifico mucho— se han implantado Apple y Spotify. Nosotros no tenemos marco legislativo ni hay un spotyfy de los libros todavía. Podría ser una de las soluciones. Una de las soluciones sería una especie de cuota fija que permitiera leer todo y no poseer el archivo. Esa es una de las posibles situaciones. ¿Qué pasa con los derechos de autor? Derechos de autor que también incluyen al editor, porque el editor muy a menudo crea un tipo de libro. Les mezclo cosas distintas pero espero poder responder un poco a todo. El papel del editor durante mucho tiempo ha sido un papel cultural, no solo industrial, y creo que en el mundo electrónico el papel del editor es todavía más necesario. Les pongo un ejemplo evidente: los que tenemos hijos de una cierta edad —los míos ya postadolescentes, digamos— sabemos que la Wikipedia que ellos han llegado a usar no es un buen instrumento, no ha sido un buen instrumento durante mucho tiempo. La idea de una enciclopedia autogestionaria, que es una idea digna de Bakunin, absolutamente maravillosa con la que muchos de nosotros simpatizaríamos, no funcionaba. La Wikipedia ha necesitado editores que impongan el principio de autoridad, que digan: esto está bien porque yo digo que está bien, porque, si no, en la Wikipedia, cada uno en su tema, leía muchísimos artículos equivocados, con muchos datos falsos. Entonces, yo creo que la figura intelectual del editor es todavía más necesaria. Lo que no sé es si va a poder mantener una industria como la actual y ahí sí es un poco más complejo pero desde luego difícilmente va a aguantar la
  • 10. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 10 cadena de valor que ahora aguantamos, porque hay otros intermediarios, porque las agencias literarias también intentan hacer de editores. Aquí al final el tema es quién y cómo va a llegar directamente al público, y el público —y mezclo respuestas porque creo que vamos justos de tiempo también y tienen otra comparecencia— es un público distinto. Cualquiera que tenga hijos adolescentes verá que ahora mismo en España —no solo en España, prácticamente en todo occidente— los niños que son lectores lo son hasta los 13, 14 o 15 años de edad, y ahí de repente dejan de leer; volverán a leer tal vez más tarde. Lo estamos viendo ahora, es decir, todavía no lo sabemos y tenemos la esperanza de que vuelvan a leer con 25 años o cuando el mundo sea otro. Por decirles una cosa personal, cuando yo era joven mi padre no podía entender que yo estudiase con música —yo era un niño repelente de matrículas de honor y premios nacionales—, y me decía: no puedes estar concentrado en el libro y oyendo música al mismo tiempo. Esa misma incomprensión que mi padre sentía hacia algo que para mí era normal es la misma que yo siento cuando veo a mis hijos con la pantallita del smartphone hablando con sus amigos, al mismo tiempo que ven una película, de la película que están viendo en televisión. Eso para mí es inconcebible. Ese estar en misa y repicando forma parte también de las nuevas tecnologías. Evidentemente, utilizamos formas distintas del cerebro. Ahora, es cierto —voy saltando y en parte contestando también a los senadores de Convergència y del Grupo Socialista— que si los editores son útiles y necesarios, en medio de eso lo que estamos perdiendo es una cierta capacidad de criterio lector. La lectura no siempre hace mejores personas. Los nazis eran muy cultos la mayoría y salieron como salieron. Pero lo que sí es verdad es que la lectura forma el pensamiento crítico y el conocimiento de forma evidente. Sigue siendo el mayor y mejor instrumento para formar el cerebro social humano, vamos a decirlo así. Por tanto, creo que nosotros hemos aprendido muy poco de la crisis de la música, creo que no hemos sabido potenciar nuestros mejores valores. Hay un ejemplo mínimo —se lo digo muy rápidamente—, las dos grandes cadenas de librerías norteamericanas que se habían comido a su vez muchas librerías independientes pequeñas, han entrado en gran crisis; una prácticamente ha desaparecido y Barnes & Noble no ha desaparecido pero es un caso muy curioso, uno de esos casos dignos de estudio. Se fueron al mundo electrónico, redujeron el tamaño de sus tiendas, redujeron los stocks, redujeron la diversidad del libro. La bibliodiversidad también está en peligro, por decirlo así, es decir, la diversidad de títulos es como las películas, como la televisión, todos hemos dicho aquello de: cien canales y no tengo nada que ver. Es exactamente así, todo se reduce y se vuelve más vulgar, más chato y más plano. Pues bien, Barnes & Noble se reconvierte al nuevo mundo, presenta su propio lector electrónico y al final este verano un grupo de asesores evidentemente económicos e industriales les han dicho: ustedes, por qué no contratan dependientes, los forman en catálogos y en libros y que recomienden libros, porque hay que vender la experiencia y entonces, si ellos han disfrutado con la experiencia, conseguirán hacer disfrutar a otros. O sea, lo que les han recomendado es que vuelvan a ser una librería. Yo estoy resignado a que las librerías cierren y sean como la filatelia. En cualquier familia burguesa española el bisabuelo o el abuelo tenía una colección de sellos que un tío o un primo continuaban, no se sabía bien por qué, y siempre había uno en la familia que coleccionaba sellos. Un día eso dejó de estar de moda, dejaron de coleccionarse sellos y ya las familias burguesas no tenemos colección de sellos, pero todavía hay bibliotecas. Creo que todavía una biblioteca define a una familia culta, y coincido con la senadora Durán, a quien además le voy a decir lo más gordo que puede decir un empresario catalán, que es que a partir de ahora tiene usted descuento, si le interesan los libros de Edhasa ya haremos un trato aparte y le haremos descuento. (Risas.) Una de las situaciones también paradójicas en medio de esta situación y de esta crisis evidente del sector —luego vamos a los temas más concretos— es que el libro todavía tiene el prestigio social de comprarlo para no leerlo. Ha habido grandes éxitos —yo he participado en alguno en estos treinta años de experiencia— que uno era consciente de que la gente compraba para lucirlos y no leerlos, lo cual también tiene que ver con la manía del smartphone. En España batimos récords en cirugía plástica, en smartphones, como en Brasil, y últimamente en las cenas uno se encuentra gente que, aparte de darte el pésame porque estás en el mundo del libro —como diciendo, estás muerto, ya les digo, acabaremos como las tiendas de filatelia, siendo una cosa específica y extraña—, te dice esa cosa maravillosa de: yo ya me he descargado 5000 libros y los llevo aquí. Uno a los diez minutos de conversación tiene la sensación de decir: para qué querrás 5000 libros si el barniz no te lo han dado. Eso es como visitar museos a la alemana, como se decía en mis tiempos, que era correr el Louvre en tres horas. El Louvre no se lo acaba uno en una vida. Pero eso lo estamos haciendo así y lo estamos haciendo mal. Estamos haciendo muchas cosas mal. Nosotros en Edhasa compramos Castalia, que es la gran editorial de clásicos afincada aquí en Madrid y fundada el mismo año que nosotros, en 1946. Los clásicos españoles
  • 11. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 11 están prácticamente desaparecidos. Están desaparecidos en los programas educativos. No tenemos un programa educativo común que haga leer a todos los españoles el Quijote. Dejen que se lo diga también desde Cataluña: es difícil tener un ideario común si no tenemos mitos comunes, y despreciar parte de nuestros clásicos fundacionales, como lo estamos haciendo, no tiene mucho sentido. Nosotros en estos momentos en Argentina estamos vendiendo —no en dinero, porque no todo es dinero— muchos más ejemplares de la mayoría de nuestros clásicos que en la propia España, con lo cual ahí deberíamos mirarnos y decirnos: algo estamos haciendo mal; todos, padres, educadores, políticos, editores, absolutamente todos. Por contestar a las cuestiones más específicas, creo que sí, que tenemos un problema de costes y de reconversión industrial. Es muy difícil poner vallas al campo al mundo de Internet, pero al mismo tiempo los propios protagonistas del mundo de Internet le ponen vallas al campo. Cada vez que el Gobierno chino les dice que me censures esto o lo otro, lo hacen. También nosotros somos capaces de poner, como antes decía, Guardia Civil. Si no lo tengo mal entendido, la Guardia Civil investiga, por ejemplo, si hay redes de pedofilia actuando en España y, sin embargo, no conseguimos cerrar ninguna red de intercambio de archivos y son archivos que evidentemente son absolutamente descarados. Les puedo dar lista desde mi despacho de páginas que tienen perfectamente reproducido nuestro libro, con nuestro logotipo, la E con el arbolito, con nuestro copyright. Es el colmo. Todo esto de que la cultura es gratis, mire, volvemos a lo de los caramelos gratis: si los caramelos son gratis, algo nos va a pasar. Si la cultura es gratis, alguien acabará dominándola. Fijar ese estudio de costes de cómo debería funcionar el sector es un poquito más complicado; eso la verdad es que daría —me temo que no tenemos tiempo— para una charla muchísimo más larga porque además sobre todo lo que hay que decir es qué parte de las profesiones y oficios ahora vinculados debería desaparecer. Es cierto que el autor —y ahí respondo también al senador Martí— debería tener un escalado distinto, lo que pasa es que el autor tiene también una fijación, por decirlo de una manera muy esquemática, que es pasar del 10% al 20 o al 25%. Pero, claro, la prueba de que la mayoría de los autores no son muy duchos en matemáticas es que el 10% de 25 euros es una cosa, el 20% de 5 euros es otra bastante inferior, con lo cual el porcentaje es mayor pero el dinero y la recaudación es menor. Eso también está pasando. En la última Feria de Frankfurt la vicepresidenta ejecutiva de Time Warner, muy amiga, hablando de un autor concreto —por precaución no diré su nombre, pero es un autor de éxito internacional—, me decía: De este autor, que cada dos años publicaba una novela, siempre vendíamos unos 100 000 ejemplares tapa dura en Estados Unidos, normalmente a 16, 17 o 18 dólares precio venta al público, y en estos momentos, en tapa dura vendemos apenas 20 000 ejemplares y vendemos 100 000 ejemplares —es decir, en realidad venden más— en electrónico directamente, porque es un libro de consumo que nadie pretende conservar. Y los editores tenemos la culpa en algo muy importante, y lo quiero decir porque creo que es de justicia. En Edhasa hemos intentado no hacerlo —ojalá lo hayamos conseguido—, pero los editores en general hemos publicado muchas cosas diciendo que son un libro cuando no lo son. Es decir, la degradación del libro, del prestigio de una biblioteca, y que el libro se pueda tirar; aquellas cosas que, cuando éramos jóvenes, hacían también los americanos en los aviones y pensábamos ¿cómo es posible que esta gente se compre un libro de bolsillo, lo deje abandonado y no quiera conservarlo? Pues también hemos rebajado una parte de lo que el libro era; pero, en fin, tampoco hay que llorar mucho por eso. En cuanto al papel del editor en las TIC, efectivamente, es más importante culturalmente y no sé si va a ser salvable industrialmente, por decirlo así. En relación con la Ley del mecenazgo, habrá que ver cómo funciona en el mundo editorial. Será curioso verlo, porque en realidad existe el mecenazgo de forma encubierta. Por ejemplo, una de las manías de las administraciones públicas españolas es publicar libros; publican libros de forma permanente y supongo que muchos acaban en almacenes, aunque todavía existe el prestigio social del libro y de haber publicado un libro. Yo soy bastante escéptico en cuanto a que la Ley del mecenazgo nos ayude, pero puede ser un factor importante para encontrar las famosas sinergias entre mundo privado y mundo público y no tirar entre todos el dinero del contribuyente, que al fin y al cabo también lo somos todos. Y respecto de la compensación por copia privada, cuestión que también planteaba el senador del Grupo Socialista y que evidentemente es un tema importantísimo, eso también forma parte del canon digital. Sé que desde el sector toca defender las entidades de gestión, y Cedro especialmente ha hecho una labor encomiable —creo que Magdalena Vinent estuvo en la comisión—, pero no me atrevo a decir cuál es la fórmula legislativa óptima para que exista la compensación por copia privada. Lo que sí sé es que aquí todo el mundo está haciendo negocio, también las grandes compañías de telecomunicación, y
  • 12. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 12 que además hay gente que no se da cuenta de lo que hace. Voy a ponerles dos ejemplos que he tenido en los últimos tiempos. Uno es el de un abogado de una muy reconocida firma de Barcelona —si no la más prestigiosa, sí la más influyente—, que en una cena social me hablaba del mundo del libro y me dijo: Yo hace más de tres años que no compro un libro; me lo bajo todo, y gratis. Por supuesto le contesté: Tú estás en el mundo del derecho, pero viviéndolo al revés, porque estás en el envés del derecho, en el otro lado. Y una situación similar, aunque no sea exactamente la misma, es la de la gente que piensa como un ingeniero, que me dijo: No, yo no pirateo; a mí Telefónica me cobra 40 euros al mes —creo que me dijo—. Y le contesté: Sí, pero te cobra por la línea. A ver si nos entendemos; los contenidos no están incluidos, los contenidos van por otro lado. Este es un buen ejemplo de la ingenuidad de la gente, que piensa: Bueno, alguien se repartirá esos 40 euros. Pero los autores no están en el reparto, los editores tampoco están en el reparto… Algún día también habrá que ir a la gente que está haciendo ancho de banda y tráfico, tráfico y tráfico, que, evidentemente, algo significa. En cuanto al modelo de gestión de derechos más justo, en eso soy un firme partidario de las auditorías, por decirlo de alguna forma. Lo que pasa es que las auditorías nunca acaban de explicar lo que sucede. La contabilidad, como la economía, siempre explica las cosas cuando ya han sucedido, un poco a fortiori, es decir, se explica lo que ya ha pasado. Los economistas siempre aciertan; es una ciencia exacta, porque siempre acierta exactamente en relación con los fenómenos económicos que ya se han producido, y en estos momentos lo estamos viviendo claramente. Creo que era el presidente González quien, en una entrevista en la que le preguntaron: ¿pero usted no tenía asesores económicos?, contestó con su gracejo andaluz algo así como: Tenía muchos, pero acertar quién tenía razón… Era exactamente eso. Por tanto, es complicado ahora hablar del modelo de gestión de derechos, porque no sé qué elementos desaparecerán. Yo creo —y con esto acabo— que al final hay dos elementos intelectuales que deberían perdurar y que no son solo negocio. Uno de ellos es, evidentemente, el autor, y creo que el autor necesita de alguna forma un filtro cultural y social —vamos a decirlo así— que le haga no publicar cualquier cosa, no publicar lo primero que se le ocurra. Por otro lado, creo que el filtro del catálogo y de una editorial todavía tienen un cierto valor. Es verdad que hay mucha gente que va a la librería y compra sin fijarse en la marca. También es cierto que hay muchos editores que publican de todo y no importa: lo mismo el recetario de una monja que las memorias de una mujer de vida licenciosa; todo ello puede caber en esos multicatálogos. Pero hay un tipo de catálogo específico en el que me parece que el editor todavía juega un papel cultural y de bandera —como decíamos antes, de levantar una bandera al viento— y no solo comercial. Me parece que esos dos siguen siendo válidos, aunque no tengo nada claro cómo van a sobrevivir ambos. No sé si he contestado todas sus preguntas. La señora PRESIDENTA: Don Daniel Fernández Gutiérrez, editor y administrador de Edhasa, le agradecemos muy sinceramente su comparecencia. Como todos los portavoces han reconocido, creo que ha sido muy ilustrativo, muy ameno y muy didáctico. Ha sido un placer tenerle aquí, y le agradecemos que haya aceptado la invitación que le hemos hecho en esta comisión. Señorías, como ya está nuestro siguiente compareciente, vamos a hacer una pausa de cinco minutos para despedir al señor Fernández y recibir al señor Carbajo Cascón. (Pausa.) COMPARECENCIA DEL PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA, D. FERNANDO CARBAJO CASCÓN, ANTE LA COMISIÓN DE CULTURA, PARA INFORMAR EN RELACIÓN CON LA MATERIA «SECTOR EDITORIAL Y NUEVAS TECNOLOGÍAS». (Núm. exp. 713/000488) AUTOR: COMISIÓN DE CULTURA La señora PRESIDENTA: Señorías, continuamos la sesión de la Comisión de Cultura dándole la bienvenida y agradeciendo al profesor de Derecho Mercantil en la Universidad de Salamanca, don Fernando Carbajo Cascón, que haya aceptado nuestra invitación para que nos informe en relación con la materia del sector editorial y las nuevas tecnologías. Supongo que ya se lo habrán explicado, pero la dinámica de la comisión consiste en que usted dispone aproximadamente de veinte minutos para su exposición; después intervendrán los portavoces de cada uno de los grupos parlamentarios; y posteriormente tendrá usted un segundo turno para contestar a sus solicitudes. Tiene usted la palabra.
  • 13. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 13 El señor PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (Carbajo Cascón): Muchas gracias. Buenas tardes, señorías. Es un placer estar aquí con todos ustedes. Me congratulo, además, por esta iniciativa; siempre es bueno que el legislador conozca y analice de primera mano los problemas que afectan a la sociedad, a la economía y, en este caso, a un sector tan importante y estratégico de nuestra industria como es el editorial. Bien, ya ha habido varios comparecientes, quizás mi intervención tenga un carácter más técnico- jurídico que las del resto, y es posible que me repita en algunas afirmaciones. Por tanto, pido disculpas de antemano, pero podré matizar algunas de ellas. También notarán que seguramente habrá discrepancias con lo que hayan podido ustedes escuchar antes de los representantes de unos u otros sectores afectados. Hoy día hablamos ya con naturalidad de edición digital, de libro electrónico; publicaciones electrónicas o digitales son ya conceptos asentados en la sociedad, en la economía, e incluso en el lenguaje. Ya sabemos que se modificó el concepto de libro en el diccionario. La Ley de la lectura, del libro y de las bibliotecas, Ley 10/2007, también modificó el concepto de libro para hablar, no ya solo de un soporte impreso, sino de cualquier soporte susceptible de lectura. Pero hay una realidad: en nuestro país no acaba de consolidarse un mercado del libro y de las publicaciones electrónicas; todavía sigue siendo un nicho de mercado del sector editorial, ya actual, creciente, pero, como digo, todavía un nicho de mercado residual respecto de las publicaciones impresas, aunque ciertamente se empieza a apreciar un nivel creciente de sustitución en las publicaciones científicas. Ya les han dicho a ustedes muchas veces —lo saben de sobra— que la industria editorial es la principal industria cultural de nuestro país. La totalidad de las industrias culturales representa aproximadamente un 4%, que es mucho, y en ese 4% el sector editorial aglutina la mayoría de la actividad, unos 1000 millones de euros en 2012. Es un buque insignia de la cultura española, sin duda por la influencia en Latinoamérica, por la presencia de las principales editoriales, o no tan principales, en el mercado latinoamericano. En fin, es una industria claramente estratégica a la que quizás no se le haya prestado la debida atención en su momento. El proceso de adaptación de esta industria al entorno digital ha sido lento, errático y obvia y claramente ineficiente; hay unos 2 millones de e-books legales, es decir, ajenos a la piratería en 2012, pero que apenas representan un 2 o 3% de la totalidad del negocio editorial. El número crece exponencialmente, pero las cifras ni siquiera se aproximan a lo que podríamos esperar cuando ya está consolidada la sociedad de la información. Ello se debe principalmente a dos causas. De un lado, a los elevadísimos índices de piratería. La rueda de la piratería está conformada por muchos dientes; para empezar, los usuarios, y luego, una pléyade de intermediarios que participan en la aceleración de esa piratería: desde los programadores de programas de intercambio —peer to peer— hasta las célebres webs de enlaces, sitios de almacenamiento masivo, como Rapidshare o Mega, e incluso buscadores específicos; no Google, Ask o Bing, sino buscadores que lo que hacen es indexar enlaces a copias piratas, a archivos que contienen copias no autorizadas. Y esta piratería no para de crecer en el libro electrónico; ahora está por encima del 50% de los libros electrónicos que se consumen en España, pero ha crecido del 35 al 50% en apenas año y medio, y sigue. La segunda causa es la falta de competitividad del sector, lo que se debe también a diversas razones, que son las siguientes. El miedo o las dudas, podemos decir que lógicas, a la migración digital; lógicas hasta cierto punto, porque se tenía la experiencia del sector musical y audiovisual y podríamos haber esperado una mayor iniciativa del sector editorial. Un intento por conservar la estructura tradicional del mercado con todos los intermediarios: mayoristas, minoristas y la relación tradicional entre editores y libreros. Las muy difíciles negociaciones con autores, traductores y los agentes de ambos, que no liberan totalmente las obras para la explotación digital. Desacuerdos evidentes en los contratos, sobre todo en materia de remuneración, pero también en el alcance de la cesión de derechos. El uso de diferentes formatos y medidas de control de encriptación y de control de copia, los famosos DRM, los sistemas de gestión digital de derechos, que no son compatibles con todos los dispositivos. Así, muchas empresas fabricantes de hardwares, es decir, de dispositivos de lectura, al mismo tiempo van creando un negocio paralelo de libros electrónicos con un formato solo compatible con ese dispositivo, lo cual empieza a generar importantes problemas de competencia que ya empiezan a verse y que pueden ampliarse en el futuro inmediato. También, mantener el formato digital como una alternativa al papel prácticamente hasta que llegaron los grandes operadores internacionales, como Amazon, Kindle, Apple Store o Google Play; ahí es donde se ha producido la verdadera preocupación y aceleración del negocio editorial digital. Y, en
  • 14. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 14 fin, un mercado claramente desabastecido de novedades y de obras tradicionales y con precios muy elevados, una media del 30% más barato que los libros en formato papel y, paradójicamente, a veces incluso con precios más caros que los libros en formato de bolsillo. La entrada de nuevos operadores globales mucho más eficientes, mucho más competitivos, con mercados mucho más consolidados, con nuevos modelos de negocio, con más imaginación, y que pagan impuestos fuera de España, ha hecho que crezca la preocupación del sector editorial, del legislador y del conjunto de la sociedad. Estas dos principales causas, la piratería y la falta de competitividad, realmente se retroalimentan; tanto monta, monta tanto. La queja habitual es que la piratería nos impide progresar, pero es que la falta de competitividad alimenta la piratería, es decir, produce una fuga masiva de usuarios hacia prestaciones piratas, hacia sitios que ofrecen libros electrónicos o publicaciones electrónicas ilícitas. Y es que el mercado pirata, que es un claro competidor desleal —como digo, el competidor desleal en este caso forma parte de un gran escenario: cada uno de los usuarios que descarga ilícitamente y todos esos intermediarios que colaboran en esa rueda de la piratería—, ese mercado desleal está mucho más abastecido que el mercado legal, que el mercado que ofrecen los editores. ¿Cuál fue la primera causa? ¿Cuál influye más sobre la otra? Insisto: tanto monta, monta tanto. Y la solución debe ir por abordar los problemas de forma paralela, es decir, combatir eficazmente la piratería y, de otro lado, estimular el crecimiento del sector, estimular la inversión, facilitar acuerdos entre creadores y editores y fomentar la competencia. Obviamente, también la crisis económica incide seriamente en el sector e incluso en la cultura media de los usuarios, en la cultura media del usuario español digital, que piensa: ¿cómo voy a pagar yo 3 euros por algo que tengo gratis? Quizás esa cultura se pueda cambiar si se pagan 2 o 3 euros de verdad, y no 8, 9, 10 o 11 euros por libros electrónicos cuando, como digo, registrándose en una página web y dándole a un botón se obtiene la versión gratuita e incluso con una presentación equivalente a la que ofrece el mercado legal. A esas dos causas principales se añade una tercera: la falta de políticas públicas de impulso al sector editorial o al sector de la cultura en general en España para su adaptación a la sociedad de la información y, sobre todo, la falta de adecuación normativa a las nuevas exigencias tecnológicas y comerciales. Por eso decía que me congratula esta iniciativa que han tenido ustedes. Y aquí aparece lógicamente la propiedad intelectual; tenemos en ciernes un anteproyecto de modificación de la Ley de Propiedad Intelectual, pero se necesita una reforma integral, y eso lleva mucho tiempo y requiere hablar con todos los agentes del sector, muchos de ellos con intereses claramente encontrados. Pero esa reforma es ineludible, el legislador no puede estar parcheando en esta materia permanentemente, como viene sucediendo desde el año 2006 en adelante. Como digo, falta una respuesta seria y eficaz a la piratería. En España se ha instalado un absoluto clima de impunidad entre los usuarios; es cierto. Se impone la normativa de privacidad y de protección de datos personales sobre la propiedad intelectual con esa falacia de que la libertad de expresión, la libertad de información y la intimidad deben primar sobre la propiedad. Los derechos constitucionales, independientemente de su posición en el texto, se limitan recíprocamente; la propiedad limita la libertad de expresión, la intimidad, y al revés, y hay que buscar el equilibrio adecuado de intereses. Hasta el momento —parece que ahora están cambiando las cosas— ha habido una falta de voluntad política por abordar con seriedad el problema de la piratería. No es lógico que España esté entre los países con más elevados índices de piratería, por detrás de China o Corea. Es absolutamente aberrante. Prácticamente ha tenido que ser la presión del Departamento de Comercio de los Estados Unidos de América la que motivara las reformas —la famosa ley Sinde, luego ley Sinde-Wert— a partir del año 2010. Hay falta de medidas para la defensa de la propia industria cultural. No hay medidas de estímulo a la cesión amplia de derechos por parte de autores y traductores a la industria editorial. Faltan buenas prácticas contractuales; ha habido negociaciones entre asociaciones de autores, asociaciones o gremio de editores que parece que por fin van dando resultado con un modelo de contrato, aunque no todo el mundo está satisfecho con ese modelo porque no se adapta a las distintas posibilidades que ofrece la explotación digital. Hay una falta de estímulo a la autoedición. Falta de estímulo a nuevos modelos de negocio competitivos. A eso hay que añadir el deplorable estado de la copia privada y su compensación equitativa en España por una decisión legislativa muy discutible, que yo imagino que tendrá que volver al estado anterior en breve porque vamos a contracorriente de la Unión Europea, ya que hay un informe del señor Vitorino, encargado ex profeso por la Comisión Europea, en el que viene a decir que el modelo más razonable es el que teníamos antes: el de canon, que sea financiado por la industria tecnológica y no por unos magros presupuestos generales. Es decir, se optó por un cambio de modelo en el peor momento.
  • 15. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 15 Tenemos también problemas relacionados con el IVA, otra situación aberrante. Tenemos un concepto de libro ya amplio: impreso o con cualquier otro soporte de lectura, cambiamos también el diccionario, pero hay un IVA superreducido para el libro en papel y el tipo general, de producto o servicio informático, para los libros electrónicos. Por tanto, si se quiere fomentar esto la primera medida debe ser corregir esa disfunción en el IVA. Y luego hay problemas con el siempre complejo tema del precio fijo de los libros establecido por los editores. ¿Cuáles son los campos de actuación para la mejora y el impulso de la edición digital? Como decía al principio, trabajar simultáneamente en combatir eficaz y seriamente la piratería y al mismo tiempo estimular la competitividad en el sector editorial mediante reformas de la Ley de Propiedad Intelectual, en ciernes, repito, pero no suficientes. También mediante la reforma del Código Penal, asimismo en ciernes y, por cierto, no debidamente coordinadas; la modificación del delito de propiedad intelectual con las modificaciones que están previstas por el momento en el anteproyecto de ley de propiedad intelectual. Con modificaciones en el IVA. La revisión del tema del precio fijo. Y luego con medidas políticas concretas de estímulo para fomentar el sector y prevenir prácticas desleales en el sector y posibles abusos de competencia. Hace poco el señor García de la Concha advirtió del inmediato escenario donde todos los libros digitales prácticamente se van a ofrecer a través de una o dos plataformas. Este es el signo del sector, el mercado electrónico necesita pocos operadores, necesita visibilidad para combatir la hipertrofia de información, pero no uno o dos operadores globales. Me imagino que cada país tendrá que fomentar su propia industria e impulsar los acuerdos entre los actores del sector. Podemos desgranar seis medidas respecto de estos campos de actuación. Primero, fomentar la adaptación del sector a la edición digital —se viene haciendo, pero no ha habido un impulso definitivo— con nuevos modelos de negocio e incremento de la competitividad. Y aquí aparecen, de un lado, la relación de los editores con los autores, que es uno de los grandes obstáculos. Llevan muchos años negociando, unas negociaciones que son arduas, difíciles y, como he dicho, no se acaba de concretar un modelo de contrato que sirva para pacificar el sector y dar el primer paso. Para nutrir el mercado primero tiene que haber un acuerdo básico entre creadores y productores y editores. Pero también hay que modificar la ley, porque los conceptos de publicación y edición de la Ley de Propiedad Intelectual no se adaptan a la realidad. En la publicación y la edición —artículos 4 y 58 de la Ley de Propiedad Intelectual— se sigue pensando en un soporte tangible, en un ejemplar, sea en papel, sea analógico, o sea digital —por ejemplo, un CD-ROM, un DVD—, pero no se piensa en el mercado en línea. Las normas sobre transmisión de derecho y las normas sobre el contrato de edición no piensan en la realidad digital en línea. Eso, obviamente, se suple recurriendo a las normas generales de cesión de derechos, pero también son insuficientes. Una edición digital y una explotación digital requieren cesión de derechos de reproducción digital y de comunicación pública interactiva, no de distribución. La distribución requiere un ejemplar físico, mientras que el mercado en línea es un acto de explotación inmaterial, y hay que modificar la ley para dejar eso claro. Y también distintas modalidades de explotación: modelos de descarga, sí, pero también modelos de streaming, de acceso en línea, de lectura en línea, modelo mixtos, modelos de acceso abierto —el famoso open access—. Lo que hay que favorecer también es la autoedición e ir a modelos de fácil y libre acceso financiados indirectamente a través de publicidad. Todo esto queda hoy en día a la voluntad de las partes en los contratos. Normalmente hay imposiciones de la parte fuerte, del editor, a los autores, pero, cuidado, porque también los editores se encuentran con el obstáculo de que muchos autores, sobre todo los más reconocidos, se niegan a liberar su obra hacia el mercado digital o lo hacen con cuentagotas, normalmente a través de los agentes, que son los que controlan la explotación con mucho cuidado. También hay problemas, con los traductores, que siempre se nos olvidan. Un traductor es un autor, y a los traductores también hay que tenerlos en cuenta. Los traductores han negociado asimismo con los editores y parece que esas negociaciones sí han llegado a buen puerto. En cuanto al alcance de la cesión de derechos, realmente un mercado que va migrando de forma tan rápida de formatos y donde van apareciendo nuevos modelos, algunos de ellos incluso sorprendentes, necesita una cesión amplia de derechos, porque cuando se produce esa cesión no se puede estar negociando permanentemente anexos y más anexos para adaptarlo a una nueva forma de explotación que va surgiendo. Por tanto, hay que dejarlo abierto a modalidades de explotación futuras, incluso desconocidas. En este sentido, la Ley de Propiedad Intelectual vigente prohíbe la cesión para modalidades de explotación desconocidas. En Alemania se modificó en 2007 mediante derechos de opción, de manera
  • 16. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 16 que un autor puede dar una opción a su editor para que adapte la obra a nuevas formas de explotación, por supuesto revisando la remuneración, etcétera. Hay asimismo problemas con la remuneración, no adaptada a las distintas modalidades de explotación. El modelo de descarga puede asimilarse a la venta; venta de un libro, descarga de un archivo con una obra en formato digital. Pero en los modelos de acceso de streaming, muchos de suscripción, donde se da acceso a una biblioteca, a una base de datos, a lo mejor hay que adaptar la remuneración, ajustarla, no solo para cada vez que se accede. Hay que dar más facilidades a los editores para adaptarse a esos nuevos modelos. Por supuesto, ya no podemos seguir con el 8 o el 10% para los autores; hay una reducción significativa de costes. Cierto que hay una inversión importante para la adaptación a lo digital, pero eso es de amortización rápida; es decir, a medio plazo los costes se reducen de una manera drástica y, por tanto, hay que ir a modelos no sé si de 60-40 o de 50-50, dependerá del caso concreto, pero tiene que haber un equilibrio más claro, más manifiesto. Todo ello creo que también se debe a las incertidumbres del sector. No se atreven a abandonar el papel porque no tienen claro qué puede pasar con lo digital, sobre todo cuando tienen la amenaza permanente de la piratería. Los DRM. El editor debe informar a los autores si va a utilizar encriptación de la obra y medidas de control de copiado, sistemas de gestión digital de derechos. Debería informarle de cuáles va a utilizar. Hoy día estamos en pleno debate sobre si deben los editores utilizar los DRM para bloquear la copia o deben liberar las copias. Es cierto que el mercado rechaza sistemáticamente los DRM —adquirir un archivo que no te permite hacer ninguna copia— y eso provoca una fuga masiva de la piratería, pero no es menos cierto que otros editores sí que ofrecen copias múltiples, no libres, pero sí múltiples, tres, cuatro o cinco copias. Luego están los nuevos modelos de negocio, los de simple acceso sin descarga, que quizá son los más eficaces para luchar contra la piratería. No te posibilitan la descarga, sino que puedes acceder desde cualquier dispositivo conectado a la red, sea una tableta, un smartphone, un ordenador o incluso un e-reader, un libro electrónico con conexión a la red, en cualquier momento. Ese desde luego es el futuro, sin duda. Sería muy importante vincular las modalidades de retribución al modelo de negocio efectivamente desarrollado y para eso los editores quieren reservarse amplias posibilidades de explotación, pero la ley sí debería imponerles la obligación de informar puntualmente a los autores de qué modalidad o qué modalidades de explotación van a desarrollar en cada momento. Deben informar puntualmente; transparencia, máxima transparencia y decir cuáles son los ingresos percibidos directamente, sea por descarga, sea por suscripción, o indirectamente, por publicidad. No nos olvidemos de que otra forma de explotación es el acceso abierto financiado indirectamente por publicidad. Muchas empresas —ahí tenemos a Google— funcionan con un éxito contrastado con ese tipo de modelos. No estaría de más que en los contratos se incluyeran modalidades de explotación o usos secundarios de la obra. Hoy día hablamos de un editor long tail, o de larga cola, de larga trayectoria, que tenga la explotación en papel al tiempo que en digital en distintos formatos, que ofrezca servicios de impresión bajo demanda, que incluso llegue a ofrecer audiolibros o la función text to speach que admiten algunos dispositivos como el Kindle, en los que no hace falta leer sino que te lo va contando el libro; una buena alternativa, por ejemplo, para la poesía, por qué no. Este editor empieza a convertirse en editor plurimediático, tiene que adaptarse a esas distintas posibilidades y eso tiene que estar previsto en los contratos. A partir de ahí, van apareciendo otros muchos usos: las bases de datos, los productos multimedia, lo que hoy llaman el préstamo de libros electrónicos; ya hay plataformas de préstamo de libros electrónicos, pero no está contemplada en la excepción de préstamo —préstamo en bibliotecas, en museos—, no se aplica eso, el préstamo necesita una autorización del autor y del editor. Esos son usos secundarios y eso o lo negocia el editor o lo negocian las entidades de gestión colectiva que tienen un papel fundamental en la gestión de los mercados de derechos de autor. No nos olvidemos de que hay nuevos operadores que no son estrictamente editores sino que simplemente ofrecen un servicio de producción y de difusión o comercialización; podían sonar incluso a una suerte de impresores digitales, y no hay un contrato de edición en sentido estricto, sino cómo quieres maquetar tu obra y qué precio quieres ofrecer; yo, intermediario, me reservo un 20, un 25 o un 30% y el resto para ti, tú fijas libremente el precio. Es un modelo que aplica con mucho éxito Amazon para los casos de autoedición: maqueta tu obra y yo la comercializo y me quedo un porcentaje. No son estrictamente editores. Eso no está contemplado en la ley y la ley debe adaptarse también a estas realidades.
  • 17. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 17 Como digo, la autoedición, el acceso abierto, las licencias públicas generales, como las licencias creative commons, cada vez más frecuentes, porque muchos autores prefieren dar acceso libre a su obra y obtener ingresos de manera indirecta; el famoso copyleft, que no es lo contrario al copyright, sino que el copyleft es copyright, es una decisión libre del propietario optar por un modelo comercial o por un modelo de acceso abierto. Los nuevos modelos de negocio. Además de las relaciones con los autores, hay que impulsar los nuevos modelos de negocio, no solo la descarga, también el acceso. Aparece un Google Play y empieza a revolucionar todo el modelo de suscripción; tú vas leyendo todo lo que quieras, desde cualquier dispositivo. Afortunadamente en España tenemos la alternativa con Nubico, impulsado por Telefónica y Círculo de Lectores. Un Google Books español, por qué no. Google Books es muy útil. Ahora Google no se puede arrogar exclusivamente esa función. Desde luego, tiene grandes posibilidades para digitalizar pero una forma de estimular la competitividad es que los editores vayan creando una plataforma para que podamos echar un vistazo a las obras y, a partir de ahí, que nos indiquen dónde podemos comprar el formato impreso o digital. En segundo lugar, además de estimular la competitividad, crear un mercado de obras descatalogadas, como se ha hecho en Francia. Tenemos una directiva de obras huérfanas —obras cuyo autor no conocemos— que permite a las bibliotecas, museos, etcétera recuperarlas para favorecer el acceso. Pero luego hay obras descatalogadas en las que siguen vigentes los derechos de autor y puede que siga vigente la cesión a los editores. Si se crease una gran base de datos gestionada por entidades de gestión colectiva y otorgando una licencia, una tarifa de precio razonable, se permitiera recuperar esas obras descatalogadas, estaríamos dando acceso al mercado a nuevos operadores, a pequeños editores que lo que hacen es recuperar esa obra perdida para nuevas generaciones y para las anteriores. Del IVA ya he hablado antes. Hay un desajuste normativo escandaloso que no se corresponde desde luego con las otras iniciativas legislativas y de eso tiene buena culpa, en parte, lo elevado de los precios en el mercado. Hay que tomar medidas tributarias de estímulo. ¿El precio fijo de venta al público es oportuno en el sector digital? Artículos 9 y 11 de la Ley 10/2007. Yo incluso me pregunto si es oportuno en general. La justificación del precio de venta fijo al público es una mayor diversidad cultural, mayores puntos de acceso a la venta, una especie de tutela de los libreros. Eso, desde luego, en el sector digital creo que es contraproducente. El usuario digital no busca un librero que le proporcione acceso a una copia digital, quiere desde su teléfono móvil o desde su ordenador darle a la tecla y descargar. Por tanto, si queremos estimular la competitividad, no podemos encorsetar ni mucho menos el mercado con un precio fijo que impone el editor y que ya establece una estructura de costes que da lugar a precios elevados. El mercado digital tiene la concentración en pocos puntos de acceso. Eso es inevitable e implica acuerdos globales entre editores, autores y también, en su caso, con libreros. En España tenemos la prueba del escandaloso fracaso de Libranda, la plataforma impulsada por el gremio de editores; escandaloso fracaso, ¿por qué? Porque han intentado trasladar al sector digital la estructura del mercado tradicional: con los distribuidores, con los libreros, además de que te tienes que descargar el DRM, inscribirte en Adobe, es decir, es un proceso loco. Entras a Libranda y entras luego en Amazon y la diferencia es que en este último en un paso te descargas lo que quieres y, por cierto, mucho más barato. Por lo tanto, hay que estimular la competitividad y hay que tomar esas otras medidas de carácter tributario y de precio fijo. Hay que repensar el problema de los límites o excepciones a los derechos exclusivos. Como digo, muchos usos secundarios tienen lugar también a partir de obras en formato digital; muchos usos secundarios, por ejemplo, relacionados con la educación. Tenemos ahora sobre la mesa —y está en el anteproyecto de ley que les llegará a ustedes dentro de poco— el problema de los usos educativos dentro de educación secundaria y universidad. Los campus virtuales —y yo soy usuario— hacen un uso masivo de obra científica sin pagar nada. Dos universidades han sido condenadas en España, a instancia de sendas demandas de Cedro. El anteproyecto de ley quiere modificar esto para buscar un equilibrio, pero el acceso no puede hacerse a costa de los autores y editores, hay que buscar ese equilibrio razonable entre el interés general —educación, libertad de expresión y formación—, pero también tutela de la propiedad. ¿Por qué no hacemos como los alemanes o los franceses? Acceso libre por parte de instituciones educativas para las obras impresas o susceptibles de serlo a cambio de una remuneración equitativa gestionada por entidades de gestión colectiva. Por ejemplo, en Alemania se modificó la ley en 2007 para permitir que las instituciones educativas creasen una intranet con un servicio de digitalización, de manera que yo, profesor, voy a ese servicio, me digitalizo un artículo, una revista o unas páginas de un
  • 18. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 18 libro, y me lo envían a mi correo electrónico, pagando la institución una remuneración equitativa reducida que es gestionada por las entidades de gestión colectiva. Todos contentos, facilitamos el acceso y compensamos debidamente a los autores. El tema de la copia privada —insisto— creo que es insostenible y, tal como va en el anteproyecto de ley, peor todavía de lo que está actualmente; tendrá que dársele la vuelta en algún momento. Por último, hay que combatir la piratería con valentía. Esto en el anteproyecto de ley y en el proyecto de Código Penal sí que se está abordando ya de una manera seria. Ya no es ir contra los usuarios, es ir sobre todo contra los que contribuyen a la infracción, los que ponen los medios para facilitar las infracciones masivas: las webs de enlaces, los sitios de almacenamiento masivo y esos buscadores específicos. Medidas de respuesta civil, responsabilidad civil y acciones de cesación. El Tribunal de Justicia de la Unión Europea ya tiene dos o tres sentencias contra Google, contra eBay, que son los principales intermediarios a nivel mundial, en las que dicen que ellos tienen que tomar medidas para evitar que se produzcan infracciones masivas en sus plataformas y que, si no lo hacen, si no expulsan a los infractores reiterados, si no establecen filtros, si no establecen programas de denuncia de contenidos ilícitos, tendrán que responder. Eso trasladado a las webs de enlaces en el mundo del libro es perfectamente aplicable: responsabilidad civil y también responsabilidad penal. Luego, la sección segunda de la comisión de propiedad intelectual —ya termino—, creada por la Ley Sinde-Wert, también se está adaptando, afortunadamente. Eso fue una buena iniciativa que se quedó en papel mojado, no tuvo éxito. ¿Por qué? Porque no se aplicó a los verdaderos responsables de la piratería masiva, que son los intermediarios. Obviamente, si una página web ofrece descargas ilícitas, no hace falta una comisión de propiedad intelectual, una comisión administrativa que lo resuelva; te vas al juez y la infracción es clarísima. El problema está en los intermediarios, esas webs de enlaces que dicen: yo no reproduzco, yo lo comunico, yo pongo un espacio para que mis usuarios suban los enlaces. Eso se llama en la doctrina jurisprudencial de Estados Unidos irresponsabilidad por contribución a la infracción. Ahora se está adaptando para que se aplique también esa Ley Sinde a los intermediarios, ese procedimiento administrativo para retirar contenidos, cerrar webs incluso aunque estén alojadas en el extranjero. Y, en último término, si no es suficiente habrá que ir contra los usuarios, como se ha hecho en Suecia. La normativa europea de privacidad, de intimidad, no impide modificar la ley nacional para obligar a un proveedor de acceso a Internet a que identifique al usuario que está descargando ilícitamente y habrá que ir contra los usuarios. En ninguna parte pone que esté prohibido. Sé que esto es antipopular, que son muchos votos, pero son medidas que hay que abordar con seriedad. Por último —y ya termino de verdad—, hay que estar atentos a las concentraciones excesivas de la oferta legal, problemas de competencia. Sí que se tiende a la concentración; los grandes operadores buscan acuerdos exclusivos con editores y se tiende a concentrar toda la oferta en unos pocos operadores, casi siempre globales, y esto puede dar lugar a posiciones de dominio en el mercado y a explotaciones abusivas de esas posiciones de dominio. En fin, mucho trabajo por hacer, muy interesante y creo que absolutamente necesario. Muchas gracias. Quedo a su disposición. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias a usted, don Fernando Carbajo. Pasamos al turno de portavoces. No hay nadie del Grupo Mixto ni del Grupo Vasco. Tiene, por tanto, la palabra el portavoz del Grupo de la Entesa, el senador Martí Jufresa. El señor MARTÍ JUFRESA: Gracias, presidenta. Gracias, señor Carbajo, por su magnífica exposición que demuestra que es realmente conocedor del tema y de la problemática. Nos ha apuntado usted los puntos clave y también las respuestas, que incluso tiene más mérito, y va a ser de una gran ayuda para el trabajo de esta Comisión. A mí personalmente me han resultado extremadamente interesantes sus planteamientos y sus propuestas. Voy a destacar dos cosas y a hacer dos comentarios, y luego dice usted si le parecen acertados, oportunos o equivocados. Primero, me ha resultado especialmente llamativa la falta de operadores globales españoles, algo que contrasta mucho con los operadores globales españoles que existen en el libro tradicional. Me gustaría que profundizara en por qué esto no está pasando, en cómo es posible que ahí no hayamos dado ese salto y no hayamos tenido capacidad para que surgieran estos grupos cuando estamos en disposición objetiva de hacerlo, cuando el Google Books español y esos grandes operadores
  • 19. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 19 serían perfectamente factibles y supuestamente rentables con todo el mercado potencial en el que se mueve el mundo del libro editado e impulsado por la industria cultural en España. Primera cuestión. Segunda cuestión, me atrevo a hacer una síntesis, no sé si arriesgada, como planteamiento: libros en la nube para consultar o, digamos, on line —lo dejamos en la página 46, volvemos a bajarlo para continuar—, cuando no se quiera tener ninguna relación concreta con la obra; libros en la nube para ese uso puntual o espurio —no en el sentido peyorativo de la palabra— no vinculado ni al objeto ni a la obra en sí, a la voluntad de permanecer nuestro vínculo con esta obra o con su versión fáctica; copias sobre demanda remuneradas, pactadas con el editor o con quien sea para una situación intermedia, en la que se quiere mantener un vínculo con la obra pero no con el objeto y, finalmente, una cierta pervivencia del libro físico o en su versión autoeditada, que usted ha sugerido y que me parece un campo muy interesante que reduce la idea de los costes de edición, de tirada, etcétera, por tanto, autoedición, o ejemplar en algunos casos de libros que realmente continúan teniendo esas tiradas o esta distribución más clásica. Ese sería un horizonte final deseable en el que nos ahorraríamos todos los problemas por el camino, evitaríamos piraterías, garantizaríamos la pervivencia de distintos sectores y todo ocuparía un poco su lugar. Me atrevo con esta síntesis, fruto de su muy sugerente intervención. Gracias. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría. El senador Bagué ha salido de la sala y ha dicho que continuemos. Por tanto, el senador Montes, por el Grupo Parlamentario Socialista, tiene la palabra. El señor MONTES JORT: Gracias, presidenta. En primer lugar, quiero agradecer al compareciente su presencia aquí, tanto el análisis como las reflexiones y propuestas que, sin duda, nos van a servir para nuestra tarea legislativa. Me ha parecido que su intervención, probablemente por su profesión académica y universitaria, ha estado muy próxima y ha sido enormemente formativa para nosotros desde el punto de vista económico, legislativo y desde esa relación, esa intermediación en lo que el compareciente ha denominado equilibrio entre los derechos de autor-creador y el derecho de los usuarios —por llamarlo de alguna manera—, esa coexistencia tan complicada y compleja sobre la que hay que legislar. Lo voy a centrar en el tema de propiedad intelectual. Ha dado un largo y completo repaso y barrido sobre los aspectos fundamentales que debemos tener en cuenta a la hora de legislar. En cuanto al sistema de compensación por copia privada, me gustaría que nos diera su opinión sobre cuáles fueron las causas que llevaron a su supresión en el año 2011, cuáles podrían ser las razones objetivas, desde su punto de vista universitario, que llevaron a dicho cambio y cuál es el balance de la situación casi dos años después de esa decisión. Regreso de nuevo a mi intervención sobre el análisis que ha hecho. Evidentemente, en esa intermediación es fundamental la preocupación por los temas económicos, legales y las normas. Todos somos conscientes de la existencia de determinados lobbies de presión y del papel que esos lobbies están jugando en esa intermediación, pero me gustaría también conocer su opinión, desde el punto de vista de la universidad, desde el punto de vista de su labor pedagógica y de su labor incluso en los tribunales, sobre qué papel juega en la intermediación el tema cultural. Hasta qué punto controlamos no solamente los temas económicos, que por supuesto, no solamente los temas de relaciones contractuales y legales, que por supuesto, sino el tema de los contenidos. No quiero aquí adornar el tema con ningún tipo de censura ni cortapisa, pero desde el punto de vista educativo, desde el punto de vista pedagógico, quisiera saber cómo se controlan en la nueva legislación no solamente las relaciones y las transacciones económico financieras sino también los contenidos en defensa del usuario y sobre todo en defensa de los usuarios más débiles —entre comillas— ante ese nuevo monstruo que ya no viene en papel sino que viene a través de las redes. Y en cuanto a propiedad intelectual, compensación por copia privada, me gustaría conocer su opinión sobre otra ley que nosotros tendremos el deber y la obligación de debatir y de intentar que coadyuve al desarrollo cultural y económico de nuestro país, cual es la Ley del Mecenazgo, y dentro de ella el micromecenazgo y, dentro de este, cómo compatibilizar el mecenazgo público con el mecenazgo privado y qué papel puede jugar todo eso en la relación del sector editorial tradicional con las nuevas tecnologías y las TIC. Gracias.
  • 20. DIARIO DE SESIONES DEL SENADO Comisión de Cultura Núm. 228 4 de noviembre de 2013 Pág. 20 La señora PRESIDENTA: Gracias a usted, señoría. Por el Grupo Parlamentario Popular, tiene la palabra la senadora Durán Vadell. La señora DURÁN VADELL: Buenas tardes, profesor Carbajo. En primer lugar, quería agradecerle su presencia hoy en esta Comisión que nos da luz sobre la cuestión que intentamos dilucidar en esa difícil o complicada relación que se viene produciendo entre la pervivencia del sector editorial y las nuevas tecnologías. Quería hacerle una serie de comentarios acerca de su intervención y luego quería formularle una serie de preguntas. Ha hablado de las publicaciones científicas como aquellas que de algún modo están menos sujetas a la piratería. Me atrevo a suponer que eso no se debe a otro motivo salvo que suscitan menor interés. No obstante, supongo que, a pesar de todo, el uso que se da a esas publicaciones científicas puede tener que ver con el hecho de que ahí sí que se está aplicando la fórmula del acceso limitado, sin descarga necesariamente, o incluso el hecho de que se pueda conocer parte de la obra previamente. El investigador, con el conocimiento del abstract de la obra a la que quiere acceder y parte de ella puede decidir si es interesante o no para la investigación que esté llevando a cabo y, si es así, evidentemente, hará cualquier cosa por tener la totalidad de esa obra o por lo menos la parte que le interesa. Ha hablado de que la piratería ha aumentado desde un 35 a un 50% y quisiera saber a qué lo atribuye, porque me cuesta pensar que sea debido al aumento del interés de los lectores en nuestro país. Ha planteado dos cuestiones que, aunque de manera separada, no sé si tienen que ver y que me preocupan en la misma medida. Ha hablado de los problemas derivados de la falta de flexibilidad del mercado editorial; luego ha hablado de la falta de medidas de estímulo a la cesión de derechos de autor y traductor. Si se introdujese alguna medida correctora en estas dos cuestiones me pregunto si eso no redundaría en una peor calidad del producto final; y cuando hablo de producto final me refiero, obviamente, a los contenidos. Como seguramente conoce, la misma obra traducida de un modo o de otro es un producto o es otro muy distinto. Luego, había planteado el tema de los usos secundarios de la obra. Me parece muy interesante el apunte que ha hecho acerca de que deberían estar previstos en la ley. En cuanto al archivo de las obras descatalogadas, no sé si tendrá que ver esta cuestión con el hecho de que cuando uno compra un dispositivo, un e-book, ya viene introducida una biblioteca previa en la que figuran, obviamente, obras que están ya descatalogadas. Por lo que se refiere al uso educativo, no sé si llegamos a la misma conclusión, pero me da la sensación de que de algún modo se asemeja al tradicional préstamo interbibliotecario —en versión digital, quiero decir— y la posibilidad de hacer fotocopias limitadas de los contenidos una vez producido ese préstamo interbibliotecario. Esas eran las cuestiones que me había suscitado su intervención, por lo demás, realmente ilustrativa. En cualquier caso, le diría que me contestase a una serie de preguntas ya más concretas. Por ejemplo, cómo debería la nueva regulación equilibrar la protección de los derechos de autor y el interés general. Qué reformas se deberían introducir para que nuestra normativa sobre propiedad intelectual proteja más eficazmente al libro y al mercado editorial en Internet, no solamente al usuario. No voy a hacerle más preguntas porque debo decirle que lo prolija y lo completa que ha sido su intervención lo hace innecesario y ha dejado poco margen para la duda. Muchas gracias. La señora PRESIDENTA: Muchas gracias, señoría. Para contestar a los diferentes portavoces, tiene la palabra el catedrático señor Carbajo Cascón. El señor PROFESOR TITULAR DE DERECHO MERCANTIL DE LA UNIVERSIDAD DE SALAMANCA (Carbajo Cascón): Muchas gracias por sus observaciones, muy interesantes, que nos dan pie a profundizar en algunas cosas sobre las que obviamente pasé de puntillas. Sigo el orden de las intervenciones. Es llamativo que efectivamente falte un operador global español en el sector editorial; se intentó, tarde pero se intentó, a través de la plataforma Libranda, pero fue un modelo erróneo, un modelo que intenta mantener la participación de intermediarios. Internet es el gran desintermediador de la historia y surgen nuevos intermediarios, pero necesariamente pocos. No puedes ir a un modelo donde en un sitio web te pone toda la oferta que tienes, seleccionas este libro y te reenvía a una serie de libreros virtuales, que pueden ser algunos tradicionales y otros nuevos, donde algunos