Benjamin Franklin solía explicar que la vida está hecha de momentos. Por eso, cuando uno ama la vida, decía, no puede malgastar el tiempo. Tal vez por ello, el reloj nos ha acompañado desde muy temprano en la Historia de la Humanidad. Ya Vitruvio describió el reloj del agua y en la Edad Media se inventó el reloj mecánico. Poco a poco, la técnica se fue perfeccionando con verdadera pasión y se lograron auténticas obras de arte que han llegado hasta nuestros días. Hoy nos sigue obsesionando medir el paso del tiempo, solo que los relojes han pasado al ámbito privado, basta un teléfono móvil en nuestro bolsillo, y tendremos el reloj más moderno del mundo.
2. Un reloj astronómico en Praga
No hay otro reloj como éste; o al menos así debería ser si creemos lo que dice la leyenda acerca de que los
ediles de la ciudad cegaron al maestro relojero para que no lo pudiera reproducir. Decir que los viajeros sienten
fascinación por el reloj astronómico de Praga es quedarse cortos. Su belleza lo ha convertido en un icono
universal. Ver como marca las horas es un espectáculo imprescindible en la Ciudad Vieja de Praga.
3. La hora del té en Londres
Más que un reloj, es un símbolo universal. En realidad el Big Ben es el nombre de la gran campana del reloj
del Palacio de Westminster; pero con el paso del tiempo hemos acabado llamando Big Ben a toda la torre.
Este es un reloj de cuatro caras, como si lo hubieran hecho para que todo Londres pudiera saber la hora exacta
de tomar el té. Se le reconoce una gran precisión gracias a la técnica con la que fue construido. La clave está en
un péndulo a prueba del viento. A pesar de ser una de las atracciones turísticas más famosas del mundo, su
interior no está abierto a visitantes extranjeros; sí pueden visitarlo las personas con nacionalidad británica con
cita previa. Para ello deberán subir 334 escalones de piedra hasta la parte superior del mecanismo.
4. Un reloj universal en Berlín
Este reloj en Alexanderplatz se ha convertido en un icono de la ciudad. Se ubica en un lugar de Berlín muy
bien comunicado, con estación de tren, autobús y tranvías, así que el reloj "Urania" es muy visitado tantos por
los turistas como por los berlineses. El reloj fue construido en 1969, por lo que es un superviviente de la
época de la antigua República Democrática Alemana. Este reloj da la hora de todo el mundo, como si fuera una
metáfora del aislamiento que vivió en la época socialista.
5. Un reloj para empezar el año
Los relojes suelen estar vinculados con rituales especiales y este es un buen ejemplo: es el reloj que nos da la
entrada del Año Nuevo en Madrid. Fue inaugurado en 1866 por la reina Isabel II, así que lleva siglo y medio
dando la hora. En realidad se llama Reloj de Gobernación, pero es tan popular que en España todos lo conocen
como el reloj de La Puerta del Sol. El reloj fue obra del relojero español afincado en Londres, José Rodríguez
Losada, que lo donó al Ayuntamiento de Madrid.
6. Un reloj en la ciudad que nunca duerme
Nueva York es la ciudad que nunca duerme: uno de sus símbolos es la Quinta Avenida, la arteria principal de
Manhattan que divide la ciudad en dos partes. Está considerada una de las avenidas más caras del mundo.
Alberga rascacielos como el famoso Empire State Building, la Catedral de San Patricio, museos como el
Guggenhein, la tienda Apple y sí, también un reloj en el número 200 que está inscrito en el Registro Nacional
de Lugares Históricos desde el 18 de abril de 1985.
7. Un reloj de zares
La Plaza Roja y el conjunto del Kremlin, en Moscú, son de la clase de espacios arquitectónicos que imponen,
tanto por lo monumental como por haber sido escenario de la Historia. Su valor fue reconocido por la Unesco
como Patrimonio de la Humanidad. Este conjunto de edificios civiles y religiosos se ha convertido en símbolo
del gobierno de Rusia. El recito está rodeado por una muralla de forma características, y una serie de torres de
defensa. La más bella de dichas torres es la Torre del Salvador, la puerta “santa” del Kremlin; tal vez por ello,
se escogió para albergar un reloj que ocupa tres pisos de altura y pesa 25 toneladas.
8. El reino de los relojes de cuco
El que cada media hora salga un autómata con forma de pájaro hace de los relojes de cuco uno de los relojes
más simpáticos del mundo. Para encontrar los originales hay que viajar hasta la Selva Negra, Alemania.
Precisamente, en Triberg, una pequeña localidad de Alemania ubicada a unos 56km de Friburgo, es el lugar
donde se encuentra el reloj de cuco más grande. Si el péndulo mide 8 metros, ¡imaginad el tamaño del pájaro
que da la media hora! Esta zona de Alemania, además de ser famosa por la industria relojera, está llena de
bellas aldeas y de una naturaleza exuberante.
9. El reloj más grande del
mundo
Si buscamos un reloj que esté a la vista de todos, éste, sin duda, tiene todos los números. Está en el centro de
la Meca, en Arabia Saudí, en un basto complejo inmobiliario que se construyó para ampliar la oferta hotelera de
una ciudad que recibe a millones de viajeros cada año durante el mes sagrado del Ramadán. En este complejo
destaca con una altura de 430 metros, la torre Makkah Royal, cuya cima tiene un reloj con una esfera de 43
metros de diámetro. Dicen que la hora que marca se ve incluso a 25 kilómetros de distancia.
10. El tiempo es oro en Zúrich
Dicen que el tiempo es oro, y, tal vez, el mejor lugar para comprobarlo, aunque sea en su sentido literal,
sea Zúrich, la principal ciudad de la Confederación Suiza. En esta ciudad destacan los relojes tanto como los
bancos. Es la sede de marcas de prestigio como Rolex, por ejemplo. Además, la Iglesia de San Pedro de
Zúrich, a parte de ser la más antigua de la ciudad, cuenta con el mayor reloj de Europa de casi 9 metros de
diámetro. El Museo Beyer está especializado en relojería, y hará la delicia de cualquier aficionado a los relojes.
11. Un reloj para dioses en Atenas
La Torre de los Vientos está en el centro de Atenas. A esta torre de 12 metros de altura y casi 8 metros de
diámetro, también se la conoce como El Reloj de Andrónico, y, efectivamente, nos encontramos ante un
asombroso reloj de agua que fue proyectado en el siglo I a.C. Debió ser todo un acontecimiento de la época,
porque, por sus dimensiones, se puede contemplar desde diferentes lugares del Ágora romana de Atenas.