Me he decidido a escribir este opúsculo cuya lectura detenida pueda quizá iluminar a otros también en la difícil tarea de avanzar conscientemente desde el discernimiento individual y la asertividad, superando los inevitables tropiezos y frustraciones que la vida nunca nos va a ahorrar, y valorando cada pequeño esfuerzo, cada pequeño logro en esa misma vida.
3. Conversaciones con Phobio 1
PRÓLOGO
Aquella primavera, como otras anteriores, había optado por
retirarme unas semanas a un antiguo convento benedictino que ahora
acogía también residentes, temporales y ajenos, en busca de un periodo
de desconexión con el exterior como núcleo de la estancia.
Una tarde en que paseaba meditabundo por el amplio claustro de
aquellos ya pocos monjes, en un generoso sector habilitado para los
transeúntes, se me acercó un joven cuyo rostro me inclinó a estimar que
debía andar frisando la treintena, como luego supe. Era Phobio*.
Solicitó acompañarme en mi deambular, para pronto dejar traslucir su
necesidad de compartir en palabras lo que le suponía un estado de
angustia que había llegado a casi paralizarle anímicamente, generándole
importantes conflictos tanto en su interior como en sus relaciones
afectivas y sociales.
Fue el comienzo de numerosas conversaciones, una por día
prácticamente, de las que finalmente supe él hacía memorizadas
anotaciones en un cuaderno abierto ad hoc, y del que meses después
me hizo llegar una copia, a través de los monjes, en agradecimiento por
ese tiempo, en palabras suyas, de un diálogo y consejo madurativo del
que ojalá otros muchos jóvenes pudieran disfrutar.
No le he vuelto a ver desde aquella primavera, pero lo he tenido en
mente este último tiempo en que, a raíz de su envío y recordando
aquellas conversaciones, me he decidido, basándome en ellas y en mi
memoria de aquellos días, a escribir este opúsculo cuya lectura detenida
pueda quizá iluminar a otros también en la difícil tarea de avanzar
conscientemente desde el discernimiento individual y la asertividad,
superando los inevitables tropiezos y frustraciones que la vida nunca
nos va a ahorrar, y valorando cada pequeño esfuerzo, cada pequeño
logro en esa misma vida.
*Nota del autor: Por consideración obligada utilizo el nombre figurado de Phobio. Él, si
llega a leer estos párrafos, sabrá advertir su identidad en ellos.
4. Conversaciones con Phobio 2
Nuestra recompensa se encuentra en el esfuerzo y no en
el resultado.
Un esfuerzo total es una victoria completa.
Mahatma Gandhi
5. Conversaciones con Phobio 3
PRIMER ENCUENTRO
Mi muy estimado Phobio:
Como premisa a este tiempo que hemos de compartir, acepta que en
la vida todo nace de la casualidad o la coincidencia, pero nos
empeñamos en otorgar cautivadoras categorías de trascendencia.
Ten tan sólo como cierto y tuyo esta breve sentencia:
Sé audaz y lucha por lo que estimas. Lo consigas o no, sólo tu ilusión y
esfuerzo te pertenecen. Ellos son tu identidad y fortuna.
Y nunca olvides que cada vida es tan sólo un instante de despiste de
la nada. ¡Aprovéchalo!
6. Conversaciones con Phobio 4
I
Me preguntas por qué tantas veces se torna imposible lo
previsiblemente posible. Supongo, amigo Phobio, que es necesario
amarlo como posible antes que denostarlo tildándolo como imposible.
7. Conversaciones con Phobio 5
II
Quieres que te hable sobre el arte de vivir. Vivir, algo que sólo se
percibe viviendo, ni antes ni después de hacerlo.
Pero quizá, amado Phobio, pueda decirte algunas cosas de cierta
utilidad:
• Mezcla a partes iguales sentido común y sentido del humor.
• Obvia la rigidez moral y la dramatización.
• Déjate de cuentos y recuerda que las películas son para verlas, no
para vivirlas.
• Por último, nunca olvides que el pasado pertenece a otro que ya no
está y el futuro es un tiempo sin nombre.
8. Conversaciones con Phobio 6
III
No, Phobio, no has de estérilmente culparte por claudicar ante la
inercia de prolongar el desamor, guiado bien por la costumbre, bien por
el temor al desamparo que surge de todo lo que en la vida de un
humano supone una separación, desde aquella primera que nos permi-
tía la individuación frente a nuestros progenitores, algo bueno en sí,
pero angustioso para quien hasta entonces había vivido bajo su
paraguas.
Por otra parte, no sueles caer en que ha nacido el desencuentro, más
bien lo reconoces ya caminado un buen trecho en él. Aún dubitativo, los
diversos y repetidos esfuerzos por sostener el encuentro, cuando se
revelan vanos, acentúan la evidencia de su imposibilidad.
Entonces, puedes cegarte y darte a una insustancial espiral de
sucedáneos de amado encuentro o, consciente, tomar un nuevo
camino. El quid es la consciencia. Para algunos es un poso lento, pero se
alcanza. Para demasiados es algo a rehuir en una enfermiza carrera con-
tra la realidad.
9. Conversaciones con Phobio 7
IV
Mira, Phobio, el deseo es demasiadas veces un ogro con cara de niño
hambriento que, si no te aplicas, te devorará.
Por ello, toma cualquier deseo, inicialmente y siempre, como ajeno.
Sometido al tamiz del análisis, puede ocurrir que lo asumas y entonces
lo hagas propio. O bien puede ocurrir que lo rechaces y entonces, aún
persistente algún tiempo, sigas considerándolo ajeno.
Acepta por tanto, así, la saludable contradicción que supone poder
desear algo que no quieres.
10. Conversaciones con Phobio 8
V
Quieres que te diga algo sobre opiniones ajenas relativas a tu vivir. A
veces pienso que te hablo como a un hijo sin serlo, pero quizá muchas
relaciones, o formulaciones de ellas, tengan más que ver con su
desarrollo que con su naturaleza originante.
Mira, Phobio, hijo mío, entiende que, ante una misma acción, unos te
halagarán mientras otros habrán de insultarte. Ignóralos a todos, pues
en realidad hablan de sí mismos y no de ti.
Es así: donde unos te dicen egoísta, otros te observarán justo. Donde
estos falaz, aquellos noble. No te reflejes en ninguno, todo eso es ajeno
a ti.
Y aún más. Mejor no des explicaciones de cómo vives, eres o haces.
No les mueve sólo saber, sino el juzgar y sancionar desde su moral.
Olvídalos.
11. Conversaciones con Phobio 9
VI
Nunca corras, no actúes ni cedas bajo la presión del impulso que en ti
mismo irrumpe o te insta a mudar. Detente, sé tu sostén y abrigo. Nada
temas más que tu propia, aun feliz, disolución.
Aprende a contemplarte y a contemplar.
Piensa, Phobio:
Quizá fue de tanta y tanta prisa al caminar, que no supiste de la brisa
y su respiro al pasear.
12. Conversaciones con Phobio 10
VII
Un pensamiento vespertino que te participo:
Quien tiende a sobrevalorar las emociones, suele terminar
traicionando a su razón.
Es más, contempla toda emoción inicialmente como extraña. Toma
tiempo para pensarla y mira si construye antes de hacerla propia.
Sé en esto prudente: una emoción no es más que una emoción. Y la
mente genera de estas a puñados, asociados con pensamientos
emergentes que confunde al fin con ideas incontestables.
13. Conversaciones con Phobio 11
VIII
Si has de acudir a la memoria o ella se te hace presente, has de saber
que todo recuerdo tiene asociada su emoción. Por ello, cíñete siempre
al recuerdo, si has de detenerte en él, y desprecia la emoción que por
norma desvirtúa lo recordado.
Igualmente, en estados de euforia o desánimo, sé prudente con tu
pensamiento, pues serán muchas de las ideas, incluidos recuerdos
sobrevenidos, una mera expresión del estado emocional afectado y sin
ningún significado per se.
14. Conversaciones con Phobio 12
IX
Puedes fijarte en un solo aspecto de ti hasta encerrarte y ser
dominado por él, y convencerte de que eso y no más eres tú. Eso sí, te
equivocas.
Y no te hablo, Phobio, sólo de aspectos que pueden enfadarte o
antojársete objeto de desagrado: una cárcel de placer no deja de ser
una cárcel.
No permitas que ningún fragmento de ti crezca en tu mente hasta
envolverte y perder de vista el todo que eres contigo y la realidad que
te rodea.
15. Conversaciones con Phobio 13
X
Te preguntas, Phobio, y me participas sobre el propósito de la
existencia.
En la adolescencia (debutando), estás seguro de que la vida es algo
con sentido y crees haber dado con ello en cada aventura que
emprendes.
Ya inmerso en la vida como protagonista (madurando), pero aún
joven y poco experimentado, sueles preguntarte por cuál será el
propósito de esta, como sentido existencial y aún de modo general o
reproducible.
Es más adelante (madurez) cuando descubres que no hay sentido ni
propósito en ninguna existencia de manera universal o generalizable a
individuos o generaciones. Es entonces que vida es sólo, y no es poco,
cuando tú eres y te sientes vivo.
16. Conversaciones con Phobio 14
XI
Mira bien que no persigas, sin saberlo, identificarte en otro o dejar
que su impronta te conquiste al punto de llegar a creer que sin tal
apego puedas ser.
Vivir lo propio como si fuera algo ajeno, o permitir que lo ajeno se
viva como si fuera algo propio, siempre es peligroso y muchas veces
inconsciente. Y es condición humana, muy humana. Aplícate a ello, no
te coja desprevenido.
17. Conversaciones con Phobio 15
XII
Es ya un clásico de la estupidez emocional que la mayoría de las
veces que haces algo bien dejas de valorarlo en lo que merece, mientras
que si haces algo mal tiendes a perseguirte hasta conseguir deprimirte o
avergonzarte.
Sé vigilante en valorar cada mínimo logro antes que tildarlo como
vulgar o bien producto entero de la fortuna, pues a esa estupidez le
será, en caso contrario, más fácil alcanzarte ante cualquier mínimo
error.
Observa, Phobio, a la hora de valorar un hecho, no tanto el resultado
(sea bueno o malo) como el esfuerzo empeñado. Eso y sólo eso es lo
que te califica, tu esfuerzo.
18. Conversaciones con Phobio 16
XIII
Procura, Phobio, al menos una vez cada día, retirarte siquiera unos
minutos a un lugar tranquilo y solitario.
Siéntate, relajando tu cuerpo aunque erguido. Deja caer tus brazos
con tus manos sobre tu regazo abiertas hacia arriba, los pies en el suelo.
Sé así un todo con el cielo y el suelo, a través de tus manos y tus pies.
Baja el ritmo al respirar y hazlo siempre profundo, siente el paso del
aire por ti expandiendo tu abdomen al inspirar.
No prestes atención a nada exterior o interior. Sé espectador, no
parte, de cualquier pensamiento o emoción hasta que se diluyan.
No quieras, no desees nada.
Deja de ser.
Entonces, Phobio, así, estás meditando: recuperando tu conciencia,
iluminando tu espíritu.
19. Conversaciones con Phobio 17
XIV
Es una de las paradojas mentales humanas que a un estado de plena
satisfacción se le sume de inmediato la congoja de un mal porvenir. O
que a cualquier momento de luz le brote su inconsciente y contrapuesta
sombra. De tal modo que comprobamos cómo un avance personal
tiende a convocar automáticamente alguna oportunidad de retroceso
que nos acongoja.
Porque es condición humana una división psíquica base de tal
contraposición, y objeto de la madurez su integración para su gobierno,
no el lamento y la claudicación ante tal naturaleza mental, la cual sólo
transmite la existencia de sus dos etapas:
Enfrentar la realidad de manera adulta, lo que ahora domina tu
conciencia, habiéndola enfrentado muy opuesta y previamente al modo
infantil, fuera ya de conciencia pero aún persistente. De ahí que lo
denominemos lo inconsciente.
Piensa así Phobio cómo, ante cualquier cosa buena que logres con tu
esfuerzo, algo en ti señalará hacia donde puedas de alguna forma
minusvalorarte o restarte importancia. Mas sólo será indicador, y así has
de tomarlo, de que efectivamente has progresado.
Tampoco has de tomar de otra manera esas pesadillas en que te ves
incapaz de preparar o aprobar exámenes que ya antaño superaste, o
caminando repentinamente por arenales donde tu paso es lento y
pesado, así que apenas puedes avanzar al ritmo que quisieras.
O bien, es lo mismo, esos momentos de ensoñación con otros
hechos ya vividos u otras opciones ya ausentes, donde sobrevaloras
algún ayer tendente a despreciar o cuestionar logros de un hoy
suficiente y labrado por ti.
Son contraposiciones no conscientes con el solo objeto, inconsciente
trampa al fin, de despreciar o peyorar tu esfuerzo y progreso presente
como adulto, desde ese otro modelo de antaño que insiste en que toda
respuesta a tu necesidad o deseo sea inmediata y garantizada, sin
mayor esfuerzo que su reclamo, por Otro que sólo vive para tal fin. Algo
que experimentó muy pronto, cuando su supervivencia tenía un
carácter absolutamente dependiente.
20. Conversaciones con Phobio 18
XV
No es lo mismo vivir una situación excitante que vivir excitado. Lo
primero puede generar bienestar. Lo segundo, aún presentando su
rostro más eufórico, conduce a un estado de alerta persistente y
agotador que, una vez raya lo depresivo, refuerza ese vivir excitado por
mera acción-reacción.
Por otra parte, lo primero acontece como consecuencia de algo,
mientras lo segundo busca algo que lo justifique. En esa búsqueda
podemos obtener variadas pretendidas causas en el tiempo que
terminan reconociéndose como imposturas, pues no eran tales, pero
hemos buscado su satisfacción sin más resultado que su irrealidad o
irrelevancia.
La cuestión es que añaden una secuela siempre: más frustración,
tendencia depresiva y, es así, refuerzo de nuevo de ese vivir excitado.
Es un camino de crecimiento interior aprender a distinguir una y otra
cosa. Pero en ti está ese discernimiento.
Estate quieto de una vez, date tiempo cada día solo contigo para,
observador y no partícipe, contemplarte en silencio.
Lograrás más consciencia y reducirás excitación.
21. Conversaciones con Phobio 19
XVI
Dedícate a vivir un día tras otro, sin atragantarte por ese extraño y
tóxico fenómeno de la anticipación. Haz y sé lo que puedas. No te
juzgues duro y valora cualquier detalle que te hace mejor, por tonto que
te parezca.
Sí Phobio, lo sé. De pequeño te hicieron creer que estabas destinado
a grandes cosas y que debías destacar, sobresalir... Es mentira, sacúdete
esa lacra y cuanto antes.
22. Conversaciones con Phobio 20
XVII
Comprende y acepta la realidad tal como es, aquí y ahora. Sin ira, sin
odio, porque la realidad no es tuya, no se desenvuelve como reflejo de
tu deseo.
Puedes, si quieres, intentar mejorarla, pero no juegues a ser como un
dios: perderás.
23. Conversaciones con Phobio 21
XVIII
Deseas que en pocas palabras te explique mi indisposición frente a
los dioses y sus religiones.
No te será difícil entender lo falaz que resulta cuando ciertos
creyentes religiosos pretenden afirmar la existencia de un dios porque
no se puede demostrar su no existencia.
En cambio, parece que su mero deseo o necesidad de que exista ya
lo hacen realidad. Menudo delirio.
Una existencia, una supuesta realidad que pivota sobre la falacia
argumental y el delirio de masas.
Tan absurdo como racionalmente abominable: la religión.
24. Conversaciones con Phobio 22
XIX
Phobio, aprecia y aprende de los silencios solitarios donde, aún
cuando salen tus fantasmas a pasear, te observas permaneciendo
impasible.
25. Conversaciones con Phobio 23
XX
La vida en su paso es inexorable. La vida tiene su propia inercia y es
inclemente, adusta e inconmovible con nuestras encrucijadas, porque
ella sigue, las cosas suceden, no hay una mínima detención.
Así, no es raro que tu necesidad de tiempo para analizar, decidir y
actuar sea materialmente ignorada, y ese día, ese tiempo en que ya has
dispuesto, en que dices esto es y vas, resulta que ese día, ese tiempo ya
no es, no esperó, ya pasó, se fue. Y anotas una nueva frustración,
constatas otra vez tu fragilidad.
Y sólo, si sabes, si puedes, te queda entonces aprender algo y
recordar, para consolarte, qué tercamente humano eres.
26. Conversaciones con Phobio 24
XXI
No ves la hermosura sino en lo ajeno, lanzándote repetidamente al
placer de su inicial seducción y conquista, peyorando lo que ya tienes y
que se llama realidad, donde la excitación por lo nuevo ha tornado a
dedicación por lo cotidiano. Toda una vida, joven Phobio, que aún no
sabes o no puedes, y así no quieres, vivir.
Y ese arrancarte a pintar cuadros, sin acabar ninguno, es tu angustia
y tormento, aunque tú lo llames equivocadamente placer.
27. Conversaciones con Phobio 25
XXII
Ah, Phobio, sí, sobre el amor adolescente, no por edad, sino como
calificativo, algo puedo decirte que seguro puedes comprender:
El apego, ese letal enemigo del amor, mas leal amigo de la derrota y
claudicación.
Porque el primero mana de tu necesidad y hace del otro objeto para
su sola satisfacción, algo sólo por su incondicional dedicación a ti
garantizada.
El amor, en cambio, es hijo del deseo, se preocupa por el otro y
madura en el compromiso cooperativo.
28. Conversaciones con Phobio 26
XXIII
Sé, ante cualquier otro con quien te relaciones, siempre asertivo.
¿Qué quiero decir? Te lo digo en primera persona y hazlo tuyo:
Soy como soy y si eso te genera dudas no perderé tiempo en
disipártelas. Etiquetarme o dudar de mí no afecta a mi sinceridad ni a mi
determinación en mi forma de vivir. Es cosa tuya que sólo a ti atañe.
29. Conversaciones con Phobio 27
XXIV
La luz de las tardes de primavera se deja caer ya por este claustro
recreando el espléndido verde de naranjos y arrayanes. De la fuente
más allá en el patio, brota de cinco bocas rítmica un agua cristalina que
melodiosa penetra los oídos atentos. La naciente sombra en los pasillos
alrededor invita a pasear dejándose regalar agradecido por su frescor.
Caminemos un rato, Phobio, en el silencio interior de la meditación.
¿Pensar? No, no me entendiste. Dije meditar.
Contempla silente la luz descubriendo el verde patio; deja que el caer
del agua suene como melodía sin notas en tus oídos; respira y siente en
cada poro de tu piel este frescor de una sombra en primavera.
No convoques nada a tu mente e ignora cualquier pensamiento si
eres tú el convocado.
30. Conversaciones con Phobio 28
XXV
No es inseguridad ni bisoñez, Phobio. No te castigues poniendo en
jaque con ello tu valor en tu propio crecimiento.
Mira hijo, nos enseñan a detestarla porque con ella cuestionamos el
orden establecido de ideas y actitudes. Se llama Duda.
Pero Duda es un atributo de la razón e ineludible puerta del
conocimiento crítico de uno mismo y de la realidad. La Fe Ciega, en
cambio, es un atributo de la estupidez e ineludible puerta de la renuncia
al conocimiento crítico de uno mismo y de la realidad.
31. Conversaciones con Phobio 29
XXVI
Ya es momento del adiós para este tiempo, joven Phobio. Debes
partir de mi lado, pero no has de borrarme de tu mente, pues en mis
palabras estoy yo cuando tú las convoques. Ahora tú has de seguir estas
conversaciones en ti mismo y, por qué no, quizá otros se alimenten de
tu aprendizaje vital.
Porque es ese un gran objetivo del convivir adultos y jóvenes: la
solidaridad generosa en este diálogo entre quien posee experiencia y
quien empieza a adquirirla, sin imposición, sólo como un alimento más
para ser compartido y, si se desea, nutrirse de él.
Recuerda, mi joven amigo –ya te considero tal–, nuestros paseos y,
en ellos, nuestros diálogos. No olvides que jamás debes dar un paso sin
haber hollado bien profundo en el anterior, o pretender cruzar una
travesía sin haber llegado realmente a ella. Porque eso sólo será
subyugar tu vivir a la prisa, quien sólo provee celeridad y anticipación.
Una respiración agitada denunciará cómo te arrastra el vértigo de la
inconsciencia. Párate entonces a respirar al compás de quien medita.
Adiós Phobio.
Ve contigo y en paz.
32. Conversaciones con Phobio 30
EPÍLOGO
Comprendiendo que quizá me había sostenido fuerte y templado en
demasía, y sentía la debilidad de quien se vacía nutriendo a otros sin
atender a su propio alimento, regresé los últimos días de retiro a un
estado de profunda entrega a la meditación.
Única actitud que quita, consciente, valor al paso del tiempo, pues lo
ignora.
Único estar donde cualquier ambición o ilusión de realidades
distintas, incomodidad del yo o malestar del sentimiento, son
expulsados, contemplativo y consciente, por un Aquí y Ahora que nos
ilumina y fortalece.
Porque nadie es inmune a la severidad de la vida, mas siempre es
posible crear un espacio donde, contemplativo y ajeno, sentarse a
respirar y recrearse.
33. Conversaciones con Phobio 31
AGRADECIMIENTOS
A Juan Martínez,
por la inestimable aportación de su persona;
A Concha, mi pareja,
por su cariño y paciencia siempre;
A mis hijos, Marina y Pablo,
cuyo crecimiento en la vida es mi estímulo.