El documento discute la naturaleza y el propósito del diálogo y la filosofía. Argumenta que los seres humanos están diseñados para comunicarse y entenderse unos a otros, y que la filosofía y el diálogo filosófico, como los cafés filosóficos, pueden ayudar a las personas a conocerse mejor a sí mismas y entre sí. Aunque la filosofía académica tradicional se ha alejado de su objetivo original de mejorar la vida, la filosofía práctica y los cafés filosó
1. Somos diálogo Pero qué es dialogar?
¿Cómo referirnos a lo esencial de ser humano? Lo más importante, lo que más lo
define. Está la definición clásica aristotélica: “animal racional”; está la definición
agustiniano-cartesiana: “un ser que duda y piensa”; la definición pascaliana: “una débil
caña pensante y sintiente”; está la definició n kantiana: “un ser cuya dignidad implica ser
tratado siempre como un fin en sí mismo y no sólo un medio”; “homo ludens”, “homo
economicus”, “homo sapiens”, “bípedo implume”… Somos Logos, desde que el
hombre es consciente de sí mismo, sí, pero “logos” significa también en griego
Lenguaje, no sólo razón o pensamiento; y un lenguaje es cosa de dos al menos (“diá-logos”).
Sin relacionarnos, sin comunicarnos, sin entendernos no somos personas que
hayan desarrollado sus potencialidades humanas. Salvajes, monstruos o seres
patológicos nos volvemos. Estamos hechos así, para comunicarnos, y si no nos
entendemos, algo se desgarra en lo más profundo de nuestro ser.
¿Cómo ha de ser un diálogo para ser un buen
diálogo, que exprese la esencia de lo que somos y nos ayude a desplegarnos como seres
humanos? Es suficiente que sea real la posibilidad de entenderse: que yo sepa por
dónde vas tú, qué es lo que quieres, qué estas dispuesto a poner en juego. Nuestras
necesidades e intereses aflorados. Las condiciones para un buen diálogo son las
condiciones mínimas para tratar de entenderse. Comenzando por unas condiciones
mínimas de simetría y reciprocidad en la discusión. Pero, ¡cuidado!, entenderse no
quiere decir: estar de acuerdo en todo. ¿Te queda clara la situación? ¿Nos queda
clara? ¿Qué más podemos pedir? Todo lo demás será miel sobre hojuelas. Y lo
recibiremos como un regalo. Y lo apreciaremos y lo alentaremos cuanto más mejor. El
entendernos es una búsqueda, es un anhelo, que se alimenta ni más ni menos que
de la confianza mutua. ¿La tienes tú, en ti mismo y en (y con) los demás? Has de saber
que si no llevas este ingrediente a la reunión, al encuentro con otro ser humano como tú,
estarás poniendo hiel sobre la posibilidad de entendimiento mutuo. Luego no vengas a
quejarte de la humanidad, diciendo que no tiene arreglo.
¿Qué busca el entenderse? Sin dudarlo, primero, poner en común y, si es posible,
el acuerdo. ¡Qué maravilla de estas ocasiones! Cuando aparecen…, porque aparecen.
Ahora bien, tienes que estar atento. No olvides que, siempre, es más lo que nos une que
lo que nos separa, aunque a esto último le otorguemos el marchamo de realidad y lo otro
permanezca en el fondo olvidado de la sempiterna e ilusa insatisfacción humana. Pero,
sobre todo, no confundas el acuerdo con un convenio o un pacto: ni vale el “tú me
das y yo te doy”, al modo de una transacción comercial, ni vale el “cede tú un poco y yo
cedo otro poco”, a la manera de los desesperados que se hallan al límite. Todos
podemos salir ganando, no es una quimera, tan sólo hemos de tratar de conocernos
2. un poco mejor. Recuerda la siempre viva historia de las dos hermanas que discutían
por una naranja.
Cafés filosóficos (II): ¿Qué se aprende en
un Café filosófico?
Tertulias hay muchas, debates hay muchos, discusiones también, a veces hasta se
dialoga tranquilamente. ¿Qué es lo propio, entonces, de un café filosófico? Allí se va
a aprender y no a demostrar lo mucho que se sabe, a escuchar tanto como a hablar, a
investigar conjuntamente con otras personas sobre alguna cuestión que nos preocupe
o nos motive, a compartir tus experiencias y abrirte a las de los demás, vas a examinar
la vida junto a otros y a examinar tu propia vida, vas a conocerte a ti mismo a través de
los demás. Habrá discusión y habrá acuerdo, habrá contradicción y síntesis, silencio y
algarabía, tiempo para pensar y reflexión sobre el pensamiento, te costará un poco
arrancarte del sofá de tu casa o del teléfono móvil, pero luego verás que ha merecido la
pena y que has pasado un buen rato. No se va a otra cosa. De lo contrario, ni el propio
moderador del encuentro se apuntaría. Él garantiza el método, la forma filosófica, el
contenido lo pones tú.
Marc Sautet, iniciador de los Cafés Filosóficos
No hay una sola manera de organizar un café filosófico. Yo te propongo ésta. Y no
es tan difícil de llevar a cabo. Primero, mira a ver si tú deseas disponer de un momento
especial de la semana en el que plantearte junto a otros aquello que no tienes ocasión a
menudo. Luego, busca un lugar público en el que la vibración de la palabra pueda
transmitirse sin dificultad, un lugar abrigado de trasiego y ruidos. Es importante que
sigáis un orden en la discusión y un mínimo formalismo, sin arruinar la espontaneidad
y la novedad que vaya surgiendo. Rompe el hielo haciendo que los participantes se
presenten unos a otros con ocasión de alguna pregunta de autoexamen. Tomad la
discusión como una investigación cooperativa sobre la pregunta que os habéis hecho
sobre el tema elegido por votación. Estad atentos a las contradicciones de lo que se
dice, evitad los cambios de tema, las repeticiones de lo mismo y sobre todo, no dejéis
3. pasar las buenas ideas que aparezcan, además de ir haciendo pequeñas recapitulaciones
de lo hallado.
¿Para qué te puede servir a ti asistir a un café filosófico? ¿Qué puede aportar una
cosa así en un mundo como el de hoy? Vuelve a leer lo anterior, tu propia respuesta
está delante de ti. ¿Te parece que abunda algo así? Si estás acostumbrado a ello, sin
duda no te hace falta. Pero somos muchos los que lo echamos de menos. Ni lo vemos en
la Televisión (sólo espectáculo y apariencia), ni lo vemos en el Parlamento (sólo
acusación y diálogo de sordos). A veces, lo notamos algo mientras esperamos en una
cola, que hablamos de cómo va el mundo, en un velatorio, que hablamos de la vida y
la muerte, o después de salir del cine, que hablamos de nosotros mismos. Pero ahora
tienes un café filosófico para asistir y poder realizarlo de una manera consciente e
intencionada.
Cafés filosóficos (III): ¿Por qué la
filosofía no está de moda?
A veces se oye que la gente prefiere no pensar, o se oye que a algunos nos les
interesa que la gente piense. Y, a veces, se juntan las dos cosas. Pero es el sistema
social en que vive la gente el que los aleja del pensamiento. Las personas, como tú y
yo, estamos siempre pensando. No dejamos de pensar. Claro, está el pensamiento
mecánico, el pensamiento inconsciente, el pensamiento confuso, el pensamiento
obsesivo y está el pensar por pensar. Pero es el pensamiento autónomo, crítico,
reflexivo, radical, creativo, iluminador, el que no interesa, al parecer, a algunos. La
filosofía no está de moda, pero se va a poner de moda. Pues su materia sigue siendo
muy viva: pensar el pensamiento, para ser más conscientes, más libres, vivir con
mayor autenticidad, mejor con nosotros mismos y con los demás, para colaborar a que
un mundo mejor sea posible. La filosofía siempre ha tratado de eso, ¿no lo sabías? No te
culpo.
4. Dossier de la UNESCO reivindicando la Filosofía
La misma filosofía académica hace ya mucho que se ha desviado de la propia finalidad
filosófica. Se ha olvidado a menudo que la filosofía siempre ha sido un modo de
vivir (Pierre Hadot) no un conjunto repleto de abstracciones eruditas para especialistas.
Lee los primeros Diálogos de Platón, el Manual de Epicteto o la Carta a Meneceo de
Epicuro, o lee a Nietzsche y lo podrás comprobar in situ. Allí, filosofar es vivir. De ahí
que desde no hace mucho haya comenzado a reivindicarse que la filosofía es ante todo
aprender a filosofar (Kant), que es tanto como aprender a pensar para vivir mejor, que
es una actividad, una práctica. El movimiento internacional de Práctica filosófica
posee ya un largo recorrido. Y una de sus modalidades —la más popular— es el café
filosófico. Pero hay otras maneras de convertir a la filosofía en algo práctico —
además del “laboratorio de ideas” propio del filósofo profesional— y cercano a la vida
que todos vivimos en un mundo y una época como la nuestra. Aquí tienes un muestrario
sucinto:
El diálogo socrático: donde un grupo reducido de personas se reúne durante varias
sesiones para indagar juntos, aclararse y hallar la definición de un concepto central en
nuestras vidas, a partir de las propias experiencias vividas de los participantes.
El taller de filosofía: en un contexto algo más escolar, los participantes construyen el
pensamiento y el conocimiento por ellos mismos, a través de sus propias preguntas o las
del animador de las sesiones. Una revolución en la manera de impartir filosofía,
pero apta para cualquier otra disciplina o materia.
La consulta filosófica: la filosofía recupera su antigua dimensión terapéutica
mediante un trabajo de asesoramiento u orientación a personas, grupos, organizaciones
o instituciones públicas o privadas. Una nueva profesión liberal que no hay que
confundir con el Coaching, pues aquí la filosofía no es instrumentalizada, puesta
simplemente al servicio de unos objetivos determinados.
El café filosófico: la filosofía sale a la plaza pública para ofrecer un espacio de
diálogo filosófico a personas de distintas edades e intereses, que coordinan su
pensamiento sobre alguna preocupación o inquietud, dirigidos por un filósofo práctico.
La filosofía no está de moda, pero se va a poner de moda.