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≥ Septiembre 07
78
Culturas y lenguajes juveniles
≥ Septiembre 07 | Nº 78
Culturas y lenguajes juveniles
Este número monográfico de la revista de estudios de Juventud presenta,
a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios de los
abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas juveniles
se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos o tribus
urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A diferencia
de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al debate
sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar de
los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser considerados
—por parte de las instituciones y la sociología actual—, integrantes de la
adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben concebirse como
separados un universo simbólico joven y otro adulto.
Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con
trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias
en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el
segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas
específicas —y sus correspondientes lenguajes—, de las que participan
los jóvenes como productores o/y destinatarios.
ÍNDICE ≥ Septiembre 07 | Nº Culturas y lenguajes juveniles
78
EELL TTEEMMAA
IInnttrroodduucccciióónn
BBLLOOQQUUEE PPRRIIMMEERROO:: VVAALLOORREESS,, CCOONNDDUUCCTTAASS YY CCIIRRCCUUNNSSTTAANNCCIIAASS EENN LLAASS QQUUEE SSEE
GGEENNEERRAANN LLAASS AACCTTUUAALLEESS CCUULLTTUURRAASS JJUUVVEENNIILLEESS::
11.. TTááccttiiccaass ddee ccoommuunniiccaacciióónn jjuuvveenniill:: iinntteerrvveenncciioonneess eessttééttiiccaass | pág. 11

AAnnttoonniioo MMuuññoozz CCaarrrriióónn
22.. CCoonndduuccttaass ddee rriieessggoo yy ddiissccuurrssoo ssoocciiaall:: llooss eenneemmiiggooss ddee llaa lliibbeerrttaadd rraacciioonnaall | pág. 25

JJaavviieerr SSaaiinnzz
33.. CCuullttuurraass jjuuvveenniilleess ccoommoo aappeerrttuurraass ddee eessppaacciiooss,, ttiieemmppooss yy eexxpprreessiivviiddaaddeess | pág. 45

FFrraanncciissccoo BBeerrnneettee
BBLLOOQQUUEE SSEEGGUUNNDDOO:: MMAANNIIFFEESSTTAACCIIOONNEESS EEXXPPRREESSIIVVAASS DDEE LLOOSS JJÓÓVVEENNEESS::
44.. CCnnccttaa kknn nnssttrrss:: llooss SSMMSS uunniivveerrssiittaarriiooss ((CCoonneeccttaa ccoonn nnoossoottrrooss:: llooss SSMMSS uunniivveerrssiittaarriiooss)) | pág. 63

CCaarrmmeenn GGaalláánn RRooddrríígguueezz
55.. EEll lleenngguuaajjee ddeell ccuueerrppoo aa ttrraavvééss ddeell ttaattuuaajjee:: ddee llaa aaddssccrriippcciióónn iiddeennttiittaarriiaa aa llaa
hhoommooggeenneeiizzaaddoorraa ddeemmooccrraattiizzaacciióónn ddee llaa bbeelllleezzaa | pág. 75

JJoosséé AAnnttoonniioo AAllccoocceebbaa
66.. EEll ddiissccuurrssoo ddeell ééxxiittoo eenn llaass rreevviissttaass ppaarraa llaass aaddoolleesscceenntteess | pág. 91

JJuuaann FF.. PPllaazzaa
77.. SSeexxoo,, ddrrooggaass yy mmúússiiccaa ppoopp:: ssuuppuueessttaass ttrraassggrreessiioonneess,, ccoommuunniiccaacciióónn ddee mmaassaass yy
ccoonnssuummoo eenn llaa mmúússiiccaa ppoopp eessppaaññoollaa ((11997777-- 22000066)) | pág. 107

QQuuiimm PPuuiigg
88.. HHiipp hhoopp,, ggrraaffffiittii,, bbrreeaakk,, rraapp,, jjóóvveenneess yy ccuullttuurraa uurrbbaannaa | pág. 125

FFrraanncciissccoo RReeyyeess SSáánncchheezz
99.. LLeenngguuaajjee ccoollooqquuiiaall jjuuvveenniill eenn llaa ppuubblliicciiddaadd ddee rraaddiioo yy tteelleevviissiióónn | pág. 141

IIssaabbeell HHeerrnnáánnddeezz yy AAnnaa MMaarrííaa VViiggaarraa
1100.. EEll mmoottoorr jjoovveenn ddee llaa bbllooggoossffeerraa | pág. 161

IIssaabbeell RReeppiissoo PPeeññaa
1111.. LLeenngguuaajjee yy ccoommuunniiccaacciióónn eenn llaa jjuuvveennttuudd:: ccaattáállooggooss ddee mmooddaa | pág. 177

AAnnkkaa MMoollddoovvaann
1122.. LLooss ccoonnccuurrssooss eenn llaa tteelleevviissiióónn:: mmaammaa ((ssiinn ttiillddee)),, ¡¡qquuiieerroo sseerr ffaammoossoo!! | pág. 193

AAnnaa SSaannzz
MMaatteerriiaalleess | pág. 209

CCoollaabboorraacciióónn | pág. 227
EL TEMA Este número monográfico de la revista de estudios DE JUVENTUD
presenta, a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios
de los abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas
juveniles se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos
o tribus urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A
diferencia de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al
debate sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar
de los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser
considerados -por parte de las instituciones y la sociología actual-,
integrantes de la adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben
concebirse como separados un universo simbólico joven y otro adulto.
Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con
trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias
en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el
segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas
específicas -y sus correspondientes lenguajes-, de las que participan los
jóvenes como productores o/y destinatarios.
Las formas, los estilos, los hábitos, las prácticas ocasionales y sus
significados, todo aquello que, con frecuencia, se considera parte de las
culturas o subculturas juveniles ha sido objeto de atención durante el siglo
XX como fenómenos cuya emergencia y desarrollo eran facilitados por los
medios de comunicación de masas. En los comienzos del siglo XXI, cuando
tales medios conviven con redes de intercambios informativos cargadas de
nuevas posibilidades expresivas, se ve renovado el interés por el universo
simbólico de los distintos grupos de jóvenes y, dentro de ese universo, por el
uso que hacen del lenguaje en la interacción comunicativa.
La vigencia de tal objeto de estudio es relativa, como indicamos, a la
existencia de una nueva situación en las infraestructuras y en las estructuras
organizativas en el mundo de las comunicaciones, que facilitan el
conocimiento y, con ello, la construcción de identidades sociales de toda
índole, entre ellas las de colectivos juveniles. Precisamente los que con más
naturalidad están haciendo uso de las nuevas redes informativas y de
telecomunicaciones.
Hay, además, otras circunstancias que contribuyen también a generar
transformaciones culturales e innovaciones expresivas de los jóvenes de todo
el mundo: por ejemplo, los movimientos migratorios, la existencia de
poblaciones multiétnicas en grandes, medianos y pequeños núcleos urbanos,
las nuevas hibridaciones entre los elementos culturales más extendidos por
el globo y los de carácter más local, o más estrechamente asociados a una
religión o etnia particular. Sin olvidar, como es lógico, los cambios en las
condiciones de vida que permiten (o no) el acceso a determinados bienes, la
generación de expectativas o la frustración de ciertos deseos; todo lo cual
interviene inevitablemente en la construcción y modificación de las
identidades que para sí construye los jóvenes con ciertos parámetros
lingüísticos y otros cánones no lingüísticos en sentido estricto, pero en todo
caso ritualizados.
El número monográfico que presentamos es continuador de muchos otros
de esta misma colección, pero lo es de un modo más directo de las
publicaciones que se han centrado en abordar las culturas y los lenguajes
juveniles. Entre ellas, representan sendos hitos los libros de cuya edición se
responsabilizó Félix Rodríguez González: primero Comunicación y lenguaje
juvenil, publicado en 1989 por Editorial Fundamentos; después, la versión
ampliada y separada en dos volúmenes publicados en 2002: Comunicación y
cultura juvenil y El lenguaje de los jóvenes.Algunos de los autores de sendos
libros (Muñoz Carrión, Puig, Reyes Sánchez y Vigara Tauste) colaboran
también en este número.
Junto a esos monográficos, cabe citar algunos otros trabajos donde se
aborda la relación entre jóvenes y medios de comunicación (en general) o
entre jóvenes y alguna modalidad comunicativa en particular (como, p. e.,
Jóvenes y publicidad, Jóvenes y sociedad red o Juventud y teléfono móvil);
o, del lado de los elementos culturales no estrictamente lingüísticos, aquellas
otras publicaciones donde se describen los grupos de pertenencia (p.e., las
tribus urbanas, las culturas juveniles) o algunos de los componentes de esas
culturas (p.e., los estilos de vida, los valores, las creencias, las actitudes, los
hábitos).
En todas estas publicaciones, las formas en las que se expresan los jóvenes
ocupan algún lugar, pero, en muchos casos, no el lugar central de la
monografía. Por esta razón, consideramos que, a pesar de que no se había
descuidado el estudio de las dimensiones comunicativas y culturales de la
vida de los jóvenes, había lugar para un nuevo acercamiento a sus actuales
Culturas y Lenguajes Juveniles 7
modos de vida, contemplando la relación entre las prácticas discursivas y
otras prácticas socioculturales características, aunque no exclusivas, de
quienes son jóvenes en estos primeros años del Siglo XXI.
Se pretende en este número monográfico reunir reflexiones en torno a la
relación entre los cambios en el lenguaje y los que tienen lugar en otros
elementos culturales de la juventud española actual.
Nos referimos a prácticas discursivas o comunicativas en sentido amplio,
pues, además de los códigos de la escritura (ya de por sí suficientemente
cambiantes como para requerir estudios específicos), aquí se presta atención
a otros fenómenos que permiten detectar pautas culturales de los jóvenes:
en parte, desde el análisis de acciones expresivas protagonizadas al margen
de la industria cultural (el tatuaje como parte del lenguaje corporal; los SMS
y la blogosfera como ámbitos y géneros novedosos; las prácticas musicales
y pictóricas y sus asociaciones con determinados hábitos y actitudes); y, en
parte, desde el conocimiento de las propuestas por la industria que se dirige
a unos destinatarios jóvenes y delinea su imagen de la juventud (p.e., en los
textos y fotos de las revistas para adolescentes, en los anuncios publicitarios,
en los catálogos de moda, o en los concursos televisivos).
Cada sociedad regula el uso de determinados recursos materiales con los
que es posible producir, transmitir y recibir las informaciones públicas. En la
España de este incipiente siglo XXI, las condiciones materiales y la
legislación vigente permiten la coexistencia en el espacio público de
soportes expresivos de distinta naturaleza, algunos tan antiguos como el
propio cuerpo o el papel, otros tan nuevos como las redes telemáticas. Los
trabajos recopilados, por un lado, se aproximan a prácticas comunicativas
que son diferentes en función del soporte utilizado; por otro, dado que las
modificaciones culturales y comunicativas pueden ser objeto de miradas
específicas, el conjunto de los artículos, en correspondencia, es
multidisciplinar, tanto en los temas como en los métodos o caminos
recorridos para ofrecer alguna luz que permita alumbrar, desde el foco
respectivo, las muy variadas expresividades en relación con otros aspectos
del universo simbólico de los jóvenes actuales.
A la plaza donde se muestra la diversidad de manifestaciones culturales
jóvenes cabe asomarse desde diferentes disciplinas científicas (antropología,
psicología, sociología, lingüística, teoría de la comunicación) y variados
saberes artísticos y profesionales. En esta ocasión, hemos agrupado: en un
primer bloque, (a) los artículos que tienen un carácter más teórico y general
y, en un segundo bloque, (b) los que orientan el foco hacia fenómenos más
concretos:
(a) En el primer bloque se plantean cuestiones relevantes para entender los
valores, los comportamientos y las circunstancias en las que se generan y
transforman las mentalidades de los jóvenes actuales en el camino de su
lenta y discontinua integración en la sociedad adulta.
Antonio P. Muñoz Carrión (Tácticas de comunicación juvenil: intervenciones
estéticas) advierte la necesidad de incluir entre los objetos de estudio de la
comunicación el plano de las intervenciones fácticas de los jóvenes, en tanto
que suponen manifestaciones pautadas como un lenguaje, para hacer
visibles sus aspiraciones y definir sus identidades. Toda interacción tiene
dimensiones expresivas y estéticas, revalorizadas -a juicio del autor- en el
caso de los grupos juveniles por la orientación temporal “presentista” que
caracteriza su imaginario colectivo.
En la misma línea de prestar atención a los comportamientos juveniles y a
los discursos que los legitiman o que pretenden modificarlos, Javier Sainz
(Conductas de riesgo y discurso social: los enemigos de la libertad racional)
analiza el problema del control que cada sujeto habría de tener sobre sus
actos evitando toda posible coacción (tentaciones, provocaciones,
adicciones) aunque ello suponga el esfuerzo de sobreponerse a la
frustración de no obtener, como otros, una recompensa inmediata. Problema
que afecta especialmente a los jóvenes, en tanto que la cohesión del grupo
de amigos se fortalece en no pocas ocasiones compartiendo un “discurso
pro-riesgo”, cuyo objetivo –según Javier Sainz- es proponer una
transferencia de reconocimiento entre los miembros del grupo en detrimento
del reconocimiento que se obtiene de los adultos.
8 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
El artículo que cierra el primer bloque (Culturas juveniles como aperturas de
espacios, tiempos y expresividades) se incluye aquí como puente entre los
dos anteriores (que relacionan valores y conductas con discursos sociales) y
los que componen el segundo bloque, cada uno de los cuales enfoca una
modalidad de comunicación distinta. Procuramos dar claves de la situación
por la que transitan las instancias socializadoras (familiares, educativas,
comunicativas, etc.) y las razones por las que los jóvenes abren espacios,
tiempos y formas de expresión para sí mismos que, a veces, les distancian
mucho del conjunto social; lo que cabe apreciar con el frecuente uso de
códigos particulares: gestos, sonidos no traducibles a palabras o escritura
disortográfica, que desempeñan un papel similar al de los argot o las jergas
de ámbitos específicos.
(b) El segundo bloque se refiere a diferentes modalidades expresivas, que son
otras tantas formas de construcción de identidad, ya sea por iniciativa de los
propios sujetos, a título individual o grupal, ya sea por conglomerados
industriales que convierten a los jóvenes en personajes protagonistas y
destinatarios de sus productos. En este bloque cabe distinguir:
b.1) Las prácticas expresivas a partir de la escritura o más bien de la
combinación de escritura, iconos y trazo pictórico, en línea con lo que
Antonio P. Muñoz denomina en este mismo número “el regreso al gesto”. Se
refieren a ellas los dos artículos que abren este bloque: el primero (“Conecta
con nosotros: los SMS universitarios”, de Carmen Galán), se ocupa de una
acción expresiva de tipo instrumental, incluyendo entre lo instrumental
aquello que está orientado a conseguir el mantenimiento del contacto: la
escritura coloquial de los SMS o los chats; el segundo aborda una acción
expresiva más explícitamente identitaria, la manifestación del yo ante otros,
en público o en privado, tomando el propio cuerpo como materia expresiva
(“El lenguaje del cuerpo a través del tatuaje: de la adscripción identitaria a la
homogeneizadora democratización de la belleza”, de J. A. Alcoceba).
b.2) Las propuestas narrativas en cierto modo contrapuestas, al menos, en
cuanto a su origen: de un lado, las que provienen de editoriales especializadas
en ofrecer a las jóvenes adolescentes unas representaciones de cómo hay que
ser, cómo hay que estar y qué hay que tener para lograr sus objetivos (“El
lenguaje del éxito en las revistas para las adolescentes”, artículo de Juan F.
Plaza), o provienen de la industria publicitaria (“Lenguaje coloquial juvenil en
la publicidad de radio y televisión”, artículo de Ana M. Vigara e Isabel
Hernández); y de otro lado, las que se exponen por Internet, desde cualquier
iniciativa individual, sin organización empresarial y apenas sin infraestructura,
de género periodístico o literario, sin las pretensiones uniformizadoras de la
mencionada industria editorial (artículo “El motor joven de la blogosfera”, de
Isabel Repiso Peña, traductora y periodista).
b.3) Los movimientos artísticos, de los que participan los jóvenes
expresándose en público: unos más dependientes de la industria (música
pop), otros con más distanciamiento y manifestación de rebeldía (los
integrantes del Hip Hop: graffiti, break dance y rap). Sendos fenómenos son
descritos por dos profesores especialistas en análisis de las culturas
musicales: Quim Puig, de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos pone al
día respecto de la música pop y su vinculación con otros hábitos y consumos
(“Sexo, drogas y música pop: supuestas trasgresiones, comunicación de
masas y consumo en la música pop española (1977- 2006)”), en tanto que
Francisco Reyes, de la Universidad Complutense de Madrid, describe un
movimiento artístico con varias caras (“hip hop, graffiti, break, rap, jóvenes y
cultura urbana”), que hoy funciona como polo de atracción de jóvenes en
cualquier lugar del mundo, desde el multicultural barrio de Lavapies (donde
han abierto un rapeadero) hasta el museo londinense Tate Modern.
b.4) Las producciones de la industria del entretenimiento y de la moda, con
sus propuestas actuales que rebelan la juventud que imaginan o, al menos, la
juventud que interesa a sectores tan importantes como los engranajes
televisivos, con sus concursos, (“Los concursos en la televisión: mama (sin
tilde), ¡quiero ser famoso!”, de Ana Sanz, editora y directora de la revista de
cine, radio y televisión: KANE 3) y los engranajes publicitarios, con sus
catálogos (“Lenguaje y comunicación en la juventud: catálogos de moda”, de
Anka Moldovan).
FFrraanncciissccoo BBeerrnneettee GGaarrccííaa
9Culturas y Lenguajes Juveniles
DOCUMENTOS
Antonio Muñoz Carrión. Universidad Complutense de Madrid
1 Tácticas de comunicación juvenil:
intervenciones estéticas
En las páginas siguientes se propone un cambio de perspectiva en el análisis de la cultura juvenil, según
la cual se otorgaría el estatus de discurso comunicativo a determinadas prácticas. Hasta ahora, la
información considerada más importante a la hora de comprender la visión del mundo de los jóvenes
procede de investigaciones elaboradas mediante técnicas cuantitativas o mediante entrevistas o grupos
de discusión. Unas y otras trabajan con el lenguaje. Sin embargo, el plano de las intervenciones fácticas
de los jóvenes se incluye en la categoría de meros comportamientos y no es objeto de los estudios de
comunicación. En la actualidad, la cultura juvenil distingue, cada vez menos, entre acto y expresión; es
decir, entre acción y comunicación. Determinadas intervenciones colectivas se están convirtiendo en los
únicos lenguajes usados para definir la propia identidad y poner de manifiesto el repertorio de
aspiraciones vitales aceptables. La orientación temporal “presentista” que caracteriza el imaginario
colectivo de los jóvenes ha revalorizado el papel simbólico de la acción inmediata. Es decir, la acción
que expresa y transforma al mismo tiempo y que renuncia a la separación entre esos dos planos.
PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Comunicación, jóvenes, oralidad, escritura, cultura visual,
presentismo, hedonismo, recepción, apropiación.
1. El retorno al gesto.
La primera de las ideas que defiendo aquí es que las subculturas juveniles
recientes –desde los años ochenta, aproximadamente- han trasladado una gran
parte de sus formas de expresión, sobre todo las que usan para definir el plano
identitario, a un sistema de comunicación que comparte muchos rasgos con el
usado en las sociedades sin escritura; es decir, aquéllas cuya comunicación se
produce gracias a sonidos que no se plasman en ningún soporte estable. Por
tanto, en este tipo de comunicación las palabras desaparecen una vez que se
han pronunciado. Pero, mientras se están pronunciando, las palabras no sólo
representan sino que crean; de manera que al nombrar algo, sobre todo al
hacerlo con determinada intención y en un contexto determinado, la
mentalidad imperante en la sociedad oral acepta que se está afectando a la
realidad misma. En resumen, se considera que ciertas formulaciones y algunos
gestos rituales interfieren en el curso de los acontecimientos. Por estas
razones, en el universo comunicativo de la oralidad primitiva se evita la
pronunciación de determinadas palabras o de ciertas formas de hacer, o de
mirar, consideradas perjudiciales, como sucede en el ejercicio del mal de ojo, ya
que pueden traer un desenlace fatal.
Pero el rasgo de la mentalidad oral que quiero destacar aquí es su dimensión
temporal preponderante. Las culturas en donde la oralidad es el procedimiento
fundamental de comunicación y de vínculo social reafirman constantemente el
presente. La primacía de una relación con el mundo presentista se aminoró con
la aparición de la escritura, que ha propiciado un sistema de pensamiento
capaz de dar cuenta de todo tipo de orden temporal.
Culturas y Lenguajes Juveniles 11
Al contrario de lo que sucede con la escritura, la oralidad es un sistema de
comunicación que no deja huellas materiales. Mientras en el sistema de la
escritura el texto se hace autónomo y permanece en el tiempo, el habla se
realiza en tiempo presente y exige que el hablante permanezca activo. Por
tanto, la eficacia de este procedimiento comunicativo tiene fecha de caducidad
en el tiempo, siendo operativa, fundamentalmente, en el momento de su
enunciación. Por el contrario, la permanencia de los mensajes dentro del
sistema de la escritura suele estar garantizada en el tiempo. Goody y Watt,
refiriéndose a las diferencias entre los modelos de mentalidad derivados del
uso de la oralidad y los propios de las culturas con escritura destacan algo
fundamental: “el hecho de que la escritura establece un tipo distinto de
relación entre la palabra y su referente, una relación que es más general, mas
abstracta y menos estrechamente vinculada con la persona, el tiempo y el
espacio específicos, que la que se da en la comunicación oral” (1996-54).
Frente a una oralidad próxima al pensamiento mágico, que relaciona
íntimamente la realidad física y la psíquica, la escritura se presenta como un
sistema que está en la base del pensamiento racional. Este pensamiento puede
conceptualizar y categorizar. El pensamiento propio que se deriva del sistema
de la escritura está en condiciones de jerarquizar con categorías lógicas. En
suma, está en condiciones de describir y concebir las más complejas
secuencias temporales.
Como he afirmado al principio de este artículo, cuando tratamos de interpretar
los discursos de la cultura juvenil, lo que encontramos, desde hace casi tres
décadas, no son discursos producidos con las características propias de
sociedades con escritura, sino que constatamos que usan un tipo de
expresividad que se presenta muy alejado de este sistema y muy próximo al
de la oralidad.
El nuevo estilo comunicacional apuesta por un universo de presencias, ya que la
imagen, por su propia naturaleza, no puede dar cuenta de lo ausente. Más que
expresar a propósito de vivencias precedentes, o de reclamar transacciones e
intercambios futuros, la nueva oralidad (que en realidad recurre al aparato
sensoriomotriz en general y no sólo al sonido) persigue una experiencia
emocional basada en principios arcaicos, como el contacto físico (la figura
retórica de la metonimia) o en el parecido (la figura retórica de la metáfora), a
partir de criterios preferentemente visuales y proxémicos. Esta nueva
expresividad no funciona sólo como un sistema de signos, sino que es, de
manera prioritaria, la experimentación del escenario vital más inmediato con
parámetros propios. Michel Maffesoli insiste, al igual que lo han hecho otros
autores anteriormente, en que la temporalidad de las experiencias vividas hoy es
acelerada y precipitada: "Lo importante es la intensidad del momento, es ir en
pos del placer por él mismo. La búsqueda del placer que se agota en el acto,
que ya no se proyecta en el porvenir" (2004-129). Desde hace casi un siglo
(Simmel, 1988) se habla en sociología de la aventura, de la vida errante, de las
identidades múltiples pero nunca, como sucede en la cultura juvenil española
actual, se había radicalizado tanto la dicotomía que separa nítidamente el valor
de la experiencia inmediata, que es hoy lo primordial, frente a la información
procedente de otras fuentes y frente a los modelos de organización y de
sentido generalizados y consolidados en la sociedad y no los meramente
subjetivos. Cualquier medio de conocimiento que, en última instancia, no se
verifique desde concepciones subjetivas, ha perdido hoy crédito y logra escasas
adhesiones entre los individuos más jóvenes.
12 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
El hecho ante el que nos encontramos es que las formas típicas de comunicar
de los/las jóvenes se han visto afectadas al comprimir el tiempo, de manera
que las referencias que producen y los referentes a los que aluden se
presentan contiguos espacial y temporalmente, con lo cual ya no es pertinente
su distinción. Por esta razón hay que crear una categoría nueva en las que
ambos conceptos aparezcan imbricados formando un componente
comunicativo diferente con dimensión propia. El nuevo concepto debe
aplicarse a las situaciones en donde los actos expresivos se llevan a cabo para
referirse a sí mismos y no a alguna instancia exterior y alejada. La cultura de
proyecto, en la que cualquier acción expresiva invoca a un referente situado en
un futuro distante (o remite al pasado), se está acabando para esta mentalidad
y está siendo sustituida por una cultura dirigida a la experimentación
inmediata, en la que cualquier planteamiento ubicado en la lejanía temporal
provoca desconfianza y desinterés. Michel Maffesoli lo expresa así: "Hay épocas
en que este goce del presente adquiere una importancia insospechada. Son
precisamente aquellas en las que el nomadismo prevalece. Su ritmo constituido
por brevedades, cadencias aceleradas e intensidades no permite el apego. O
mejor dicho, no plantea su necesidad, pues la eternidad se vive en el presente.
[...] El encaminamiento consagra principalmente su atención a lo presente, lo
que sucede, lo que favorece, bajo sus diversas modalidades, el goce lúdico"
(2004-130).
Gérard Imbert también se ha referido a la articulación entre hedonismo y
presentismo y lo vincula, en última instancia, con las ordalías que
periódicamente relatan las páginas de nuestros diarios: "La fiesta como
exaltación del presente (y su reverso: la negación del mañana, de las
consecuencias de los propios actos) es una manera de vencer el tiempo -de
consumarlo más que consumirlo-, de eliminarlo mágicamente, de pararlo
simbólicamente. Pero eliminar el objeto problemático (el tedio, la penuria, la
fatiga, la angustia) puede convertirse en conductas paroxísticas, esto es,
conductas que llevan la intensidad a su extremo y, en ocasiones, hasta un
punto de no retorno" (2004-30).
2. La instauración del presentismo en las culturas
juveniles.
Nos encontramos ante un hecho socio-antropológico constatado: La gran
mayoría (más de dos tercios del total) de los jóvenes españoles, de finales
del siglo XX y de principios del actual, han situado su representación del
mundo en el terreno de la inmediatez, lo cual ha facilitado la proliferación de
la cultura de lo efímero en la que vivimos. Los móviles vitales, y el sistema de
prioridades a la hora de planificar el esfuerzo hacia cualquier tipo de metas,
se mueven actualmente, para la mayoría de los/las jóvenes, en la "corta o
cortísima duración". A mi modo de ver, este es el rasgo que dota de
especificidad sus formas propias de comunicación, a la vez que permite
atribuirles una representación del mundo, que no se basa en la mera
particularidad de determinados contenidos o actitudes, sino en una nueva
forma de aparecer en el escenario social en la que ya no podemos
discriminar entre lo que dicen y lo que hacen.
Sorprende la estabilidad con la que se viene manifestando desde hace
tiempo el índice de presentismo entre los/las jóvenes. En primer lugar,
porque la sociedad española se ha transformado radicalmente, en todas sus
estructuras (social, económica, cultural, etc.) en los últimos 25 años, lo cual
Culturas y Lenguajes Juveniles 13
debería haber producido oscilaciones en la citada estabilidad; en segundo
lugar, porque la distancia temporal existente entre la primera generación de
la que tenemos datos y la actual, permite deducir que los primeros son los
progenitores de los jóvenes actuales. Es decir, al margen de los cambios
socioculturales producidos durante este periodo, padres e hijos han
atravesado su adolescencia y su juventud con los mismos parámetros
temporales: la magnificación del momento presente. Esta vinculación
generacional es la que trato a continuación.
En España, los padres de los jóvenes de hoy fueron, en su juventud, los
primeros que cuestionaron la cultura de proyecto, desacreditando la relación
entre el esfuerzo propio sostenido y la consecución de logros en el futuro.
No cuento con la información necesaria para identificar los motivos que
llevaron, hace ahora un cuarto de siglo, a producir un giro en las cristalizadas
concepciones del tiempo y de la experiencia vital personal, situando aquello
por lo que cada cual aspiraba, no a lo largo del ciclo vital, sino en el terreno
de la inmediatez. Tampoco puedo explicar si la experiencia subjetiva
presentista particular en que han vivido la inmediatez los/las jóvenes de hoy
es similar a la que conocieron sus padres y madres tras la Transición. Por el
momento, tan sólo pretendo poner de manifiesto la autonomía del
ingrediente temporal al que se atienen los proyectos de vida de los
individuos reflexionando, seguidamente, acerca de los lenguajes asociados al
presentismo.
Veamos en primer lugar algunos datos relativos a la estabilidad de este
ingrediente cultural desde el principio de la década de los ochenta y acerca
de la percepción temporal de los jóvenes anteriores a esta fecha.
La sociedad española anterior a la Transición estaba todavía escasamente
modernizada en casi todas sus dimensiones. Era una sociedad
predominantemente católica, anclada en la tradición, y cuya pauta temporal
más generalizada era la repetición. Como toda sociedad autoritaria, contaba
con estilos de vida muy estables, asociados a las clases sociales, muy
controlados por las instituciones de socialización y por todos los
mecanismos del poder instituido. La identidad venía definida, en primer
lugar, por la procedencia más que por la adquisición de cada cual. En este
marco sociológico, en el año 1967, se preguntó a los jóvenes que habían
nacido desde la posguerra hasta los primeros años cincuenta (los nacidos
entre 1938-1952) su grado de acuerdo o de desacuerdo acerca de la
siguiente frase: "El futuro nos es tan inseguro que lo mejor que se puede
hacer es vivir al día". El resultado fue que aproximadamente sólo uno de
cada tres jóvenes se mostró de acuerdo con la citada afirmación ("Imagen
del mundo en el año 2000"). Exactamente el 37% de los entrevistados. Es
decir, aproximadamente dos terceras partes de aquellos españoles vivieron
su juventud confiados en lograr las metas vitales a las que aspiraban, que no
eran otras que las transmitidas por la familia y la escuela (fundamentalmente
formar una familia en el caso de las mujeres y lograr un trabajo estable para
mantener dicha familia en el de los hombres). Las personas de aquella
generación, que vivió todavía el denominado “nacional-catolicismo”
creyeron, al menos en su juventud, que los esfuerzos personales, las
renuncias individuales y la voluntad orientada hacia el futuro, daría sus frutos
a lo largo del tiempo. Sabemos que, todavía en 1967, las instituciones
primarias de socialización actuaban en la misma dirección; es decir, sin las
contradicciones sustanciales que caracterizan a las citadas instituciones en
nuestra época. Asimismo, los medios de comunicación, incluida la televisión,
se limitaban a reproducir los modelos de vida existentes, sin ponerlos en
cuestionamiento ni proponer desviación alguna de los mismos.
14 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
Un año antes de la muerte de Franco, en 1974, se realizó una pregunta
parecida a los jóvenes nacidos en la década de los 50, exactamente a
aquellos que nacieron entre 1949 y 1959 (“III encuesta nacional de
juventud”). La encuesta se realizó en un momento de cansancio social de
una buena parte de los españoles a causa del desgaste del régimen y de
todas las instituciones que lo legitimaban. En aquella ocasión se realizó, a los
jóvenes que iban a protagonizar la Transición, la siguiente pregunta: "¿Qué te
parece la siguiente frase?: Lo que tenemos que hacer es preocuparnos del
presente y dejar de proyectar para el futuro, ya que el futuro no depende de
nosotros. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo?". Esta pregunta es
prácticamente equivalente a la anterior. Establece una dicotomía entre el
universo del presente frente a las posibilidades que se abren en el tiempo
futuro, que considera incontrolables por los entrevistados. En aquella
ocasión los resultados fueron bien diferentes a los del estudio anterior: el
44% de los jóvenes nacidos en los años cincuenta abrazaron el
“cortoplacismo” como lugar relevante para la representación del mundo
personal. En el momento en que se realizó esta investigación existía una
enorme incertidumbre, que rayaba casi en el miedo, acerca de los posibles
desenlaces sociopolíticos tras el final de un régimen que se presentía
próximo.
Cabe atribuir a la generación que vivió su juventud en el marco sociocultural
de la primera "Movida", ser la primera que abrazó mayoritariamente la
desconfianza acerca del futuro y que asumió la propia incapacidad para
controlarlo. Como vamos a constatar, desde entonces éste parece ser un
ingrediente obligado de toda representación juvenil. En 1981 se realizó un
estudio en el que se preguntó, entre otras cosas, acerca de la importancia de
la temporalidad. Los encuestados fueron los que habían nacido a finales de
los cincuenta y en los primeros sesenta (entre 1957-1963) ("Evolución del
sistema de valores en España". CIS.). En esta ocasión los resultados fueron
espectaculares. La pregunta fue la siguiente: "¿Tiende usted a estar de
acuerdo o en desacuerdo con la frase siguiente?: El futuro es tan incierto que
lo mejor es vivir al día". El 60% de los jóvenes de la primera etapa eufórica
tras la dictadura dijo que “sí”; que lo mejor era vivir al día. Creo que este es
un momento trascendental en la historia de las mentalidades de los
españoles y también en cuanto a la configuración de la identidad
generacional juvenil: desde entonces “ser joven”, además de “ser
dependiente”, como han señalado numerosos autores, significa “vivir al día”.
La mentalidad juvenil se trasladó al corto plazo, y se limitó a imaginar,
fundamentalmente, en relación al mundo circundante. Esta opción la ha ido
alejando, al mismo tiempo, de la adquisición de competencias para intervenir
en el mismo con estrategias a medio y largo plazo. Con una sociedad
tradicional y católica pegada a las espaldas y en un momento de euforia
sociopolítica, unida a un enorme desamparo institucional, los/las jóvenes de
los ochenta percibieron que la nueva Democracia, el nuevo orden racional y
la secularización asociada a todo proceso de modernización, transmitían
incertidumbre. Me refiero a la denominada “generación del desencanto”.
Quiero poner de manifiesto que éstos son los nacidos a partir de finales de
los cincuenta y que se trata de las mismas personas a las que cabe atribuir la
paternidad de los jóvenes que han instaurado la cultura del botellón en
nuestros días. Hay que considerar que en la época en la que se realizó este
estudio la mayoría de las mujeres tenían su primer hijo hacia los 25 años.
Los jóvenes nacidos en los sesenta (exactamente entre 1958 y 1969) fueron
entrevistados acerca de este mismo componente sociocultural a finales de
los 80; eran jóvenes que tenían entre 18 y 29 años en aquel momento
Culturas y Lenguajes Juveniles 15
(1)
En esta ocasión los autores del
Informe, Martín Serrano y Velarde
Hermida observaron que se
reduce el presentismo, es decir, la
carencia de horizontes
temporales, entre aquellos que
combinan estudio y trabajo, entre
las mujeres y entre los católicos
practicantes. También señalaron
los autores que los entrevistados
situados ideológicamente en el
centro político eran menos
presentistas que aquellos que se
situaban en los extremos del
espectro ideológico, tanto por la
izquierda como por la derecha. El
presentismo estaba relacionado
con los escasos niveles de
formación y con el deficitario
acceso a la información. Los
universitarios confiaban más en el
futuro que aquellos que sólo
contaban con estudios primarios.
Aquellos que tenían el hábito de
leer eran menos presentistas que
los teleadictos. Para los autores
existían también una correlación
entre el grdo de presentismo y el
de racismo. De hecho, entre los
que se autodefinían como
presentista, un 30% creía que la
inmigración tendría efectos
raciales negativos, mientras que
esta creencia solamente exisstía
en el 24% de los no presentistas.
En la misma dirección, el 24% de
los presentistas creía que la
inmigración tendría efectos
negativos en la moral y las
costumbres, mientras que esta
creencia solamente la tenía el
20% de los no presentistas.
En el análisis que realizaron los
autores citados acerca de las
coincidencias y diferencias en tre
presentismo e irracionalismo
concluyeron que ambas actitudes
eran más típicas de la
adolescencia que de la juventud y
que estaban asociadas a las
dificultades para labrarse un
proveni: “preservar tanto del
irracionalismo como del
presentismo haber superado la
enseñanza sin sensación de
fracaso escolar. Tener trabajo
reduce el número de irraciolistas.
Y sobre todo de presentistas.
Irracionalidad y presentismo
coinciden como componentes
del síndrome autoritario. Suelen
incluir posiciones políticas muy a
la derecha, xenófobas y racistas”.
También aparecieron asociados al
presentismo la indiferencia
religiosa y el agnosticismo. En la
medida en que los hombres eran
más agnósticos e indiferentes a la
religión que las mujeres, también
presentaron, respecto a estas,
índices superiores de confianza en
el momento presente, en
derimento de proyectos de futuro.
("Relaciones interpersonales, actitudes y valores". CIS. 1703). La pregunta
que se les formuló fue la siguiente: "¿Está usted más bien de acuerdo o más
bien en desacuerdo con la siguiente frase?: el futuro es tan incierto que lo
mejor que hago es vivir al día". El 70% de los entrevistados consideró que lo
mejor que podía hacer era llevar a cabo un estilo de vida en el día a día y
olvidarse del futuro.
Los jóvenes nacidos a lo largo de los sesenta y hasta bien entrados los
setenta (exactamente entre 1962 y 1976) fueron entrevistados en 1991 sobre
el mismo tema (Informe Juventud 1991). Aquellos jóvenes tenían entre 15 y
29 años cuando se les realizó la siguiente pregunta: "Indica si estás más bien
de acuerdo o más bien en desacuerdo con esta frase: El futuro es tan
incierto que lo mejor es vivir al día". El 66%, es decir, dos de cada tres, optó
por plantearse sus metas en el día a día, disminuyendo ligeramente el
presentismo entre los que tenían más edad.
Los nacidos desde 1967 y hasta 1981 fueron entrevistados en 1996 (Informe
Juventud en España 1996) y se les realizó la misma pregunta que en 1991, a
lo que respondieron afirmativamente un 65% de los entrevistados.
De nuevo en 1999 los datos son prácticamente los mismos: un 66% apuestan
por vivir al día. (Informe Juventud en España 2000)
(1)
.
La generación entrevistada en el último Informe Juventud en España 2004
es la nacida desde el año en que murió Franco hasta 1989. Se trata de la
primera juventud que nació en la Transición y sólo conoce la Democracia.
Son los/las jóvenes que tienen en la actualidad entre 15 y 29 años. Se les ha
vuelto a preguntar lo siguiente: "El futuro es tan incierto que lo mejor es vivir
al día" y se siguen manifestando de la misma forma y en el mismo grado que
las generaciones anteriores. Parece como si este valor se hubiera congelado
y resistiese inamovible en cualquier situación histórica o política. Andreu
López Blasco señala lo siguiente: "En todos los grupos de comparación
utilizados encontramos que alrededor de un 70% contestan afirmativamente
que ven el futuro incierto y que lo mejor es vivir al día. Por lo demás, los más
jóvenes parece que sienten más incertidumbre ante el futuro que los grupos
de edad más mayores" (pág. 66). Sin embargo, en este informe se
comportan de manera similar en la valoración del futuro los varones y las
mujeres. Parece que “vivir al día” se ha convertido en una actitud más
generalizada cuando se atraviesa la primera juventud y que se va
abandonando progresivamente en la medida en la que los individuos se
acercan al mundo adulto.
Podemos, por tanto, concluir que el grueso de los/las jóvenes se ha alejado
definitivamente de la cultura de proyecto. Posiblemente, la causa es la
pérdida de confianza en la relación existente entre el plano del esfuerzo
personal y el plano de los logros conseguidos. Quizás la característica
dominante más espectacular de los jóvenes de las últimas tres décadas sea
la manera en la que se plantean su propio protagonismo histórico en un
marco vital precario, incierto, dependiente y nómada. El resultado ha sido el
repliegue a una inmediatez vital, siendo esta perspectiva la que más sentido
y satisfacción les transmite hoy.
En esta situación se hace necesario aprender las nuevas gramáticas que
permitan a los agentes socio-culturales abrir nuevas vías de comunicación
con el colectivo juvenil. Pero el problema más difícil de resolver es que la
REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 7816
nueva distancia generacional entre jóvenes y adultos no sólo se plantea en el
plano del cambio de contenidos, de valores y de normas, sino en el cambio
del concepto “comunicación”. Los mensajes comunicativos tienen hoy
nuevos formatos, como vamos a ver a continuación.
3. La temporalidad de la acción-comunicación en la
dinámica de la moda, de la política y del arte.
Desde hace veinticinco años, el imaginario colectivo de los jóvenes se
encuentra anclado a un universo expresivo muy asociado a referentes
inmediatos y a sus prácticas vitales cotidianas. Las prácticas propias de la
cultura juvenil, especialmente las que suceden en su momento más preciado,
que es el ocio, expresan y a la vez realizan un estilo de vida propio, cuyo
móvil principal es la gratificación inmediata en una escenografía hedonista.
En ocasiones, tienen como objetivo primordial expresar que son realizadas;
es decir, que existen en la realidad objetiva y que son experimentadas por
sus ejecutantes. Los expertos en la creación del entorno vital comercial en el
que han crecido sólo se dirigen a la juventud actual en estas claves. Por
ejemplo, los parámetros que subyacen con mayor relevancia en el discurso
publicitario dirigido a jóvenes son, por este orden: 1) hedonismo y
presentismo, 2) valores vinculados con la transgresión y la aventura, 3)
valores idealistas, 4) de tipo pragmático, 5) de identificación, 6) relacionados
con la imagen personal y la sexualidad, 7) de carácter normativo y 8) valores
altruistas (Rodríguez, Sánchez y Megías, 2004-90).
Hoy, las formas de participación se están imponiendo a las transacciones de
mensajes llevadas a cabo en el curso del tiempo. El lenguaje principal del
vínculo social es el de la participación en experiencias fugaces. Pero la nueva
didáctica comunicativa usa prácticas simbólicas que no aspiran tanto a
comunicar a propósito de una realidad alejada, como a transformar la
realidad inmediata, en el momento presente. Además, esta pretensión
comienza en el plano de las formas estéticas. En la actualidad, la mayor
parte de las prácticas juveniles se han convertido en los discursos
fundamentales usados para mostrar las críticas, la disidencia o la
conformidad respecto al orden del mundo que les afecta. Aquellos analistas
que se centran exclusivamente en procedimientos comunicativos codificados
por la lengua natural están perdiendo mucha información, ya que la cultura
juvenil ha dejado de producir discursos complejos en clave lingüística.
Una especialista en la materia, Rosana Reguillo, ha llegado a afirmar que
“ninguna práctica está ‘fuera de lo social’, lo que en términos de análisis
debiera traducirse en la capacidad del analista de ubicar el conjunto de
expresiones, procesos, acciones, objetos que estudia, en el entramado de las
gramáticas que los hacen posibles o los obstaculizan” (2004-52). En estas
páginas voy a mencionar sólo tres ámbitos de producción de estas
gramáticas: la moda, la política y el arte.
La mayor parte de los nuevos discursos tienen una orientación narcisista y
se refieren a la simple puesta en escena de la identidad; sólo aspiran al
reconocimiento subjetivo de quien los enuncia. Detrás de esta orientación
se encuentra el consumo de moda y la posibilidad de encarnar
prácticamente un estilo de vida determinado. Mary Douglas (1998-131)
afirma que “los objetos están codificados y conocer esos códigos es un
modo de proclamar la calidad de miembro. Esta es la base de la tiranía
que tiñe cada elección de consumo en un sistema de comunicación”. Por
ejemplo, las prácticas lúdicas llevadas a cabo en tiempo de ocio son
Culturas y Lenguajes Juveniles 17
relacionales y deben ser interpretadas como expresiones rituales
complejas, que suponen la exaltación y la realización de lo que M.
Maffesoli (1990) denomina "comunidad emocional". Estas prácticas
suponen, no tanto una indicación, como un despliegue, en la práctica, de
una manera de vivir que exalta las sensaciones y experiencias del presente
(Bergua 2002).
En otras ocasiones, las expresiones juveniles no se dirigen a la expresión
identitaria, ni a la escenificación, sino a la construcción de un “discurso” que
es, a la vez, crítico y transformador de la realidad exterior a la propia
identidad. Pero en esta ocasión no se proclama un nuevo estado de cosas
mediante meros sistemas de signos, como lo hacían los discursos políticos
tradicionales. Más bien, se lleva la acción creativa a un escenario cotidiano
público y se actúa allí de manera directa, con la pretensión de que dicha
acción irrumpa en el curso del acontecer. Con frecuencia, estas acciones se
llevan a cabo en género grotesco. Este nuevo estilo comunicacional no
reserva tiempos diferenciados y concatenados para la reflexión, para la
planificación, para la crítica, para la toma de conciencia, para la
reivindicación, para el diálogo, para el pacto, para el establecimiento de
estrategias y para la puesta en marcha final de acciones que produzcan las
transformaciones demandadas. Todas esas temporalidades han sido
reemplazadas en la nueva cultura presentista por un tipo de acción que es
expresiva, estética, jocosa y a la vez transformadora.
Nos encontramos ante un estilo generalizado de comunicación colectiva, que
rebasa el mero nivel de la construcción de la identidad para orientarse hacia
la protesta y, en ocasiones, hacia la intervención directa en el curso del
acontecer. Tanto las ritualizaciones que tienen como finalidad inmediata el
autorreconocimiento (las mediadas por la moda), como las que se orientan
hacia la crítica social (los actos paródicos referidos a temas sociopolíticos),
no cesan tras el proceso de expresión e intervención, sino que persiguen
también la experimentación grupal de cualquier logro conseguido in situ, por
pequeño que sea éste.
También en la acción expresiva y estética del denominado arte paralelo (o
alternativo), así como en la creada por algunos de los denominados N.M.S.
(nuevos movimientos sociales) aparecen las mismas características, si bien
en estos dos últimos casos no son dependientes de los códigos de moda,
como en el primero, sino que aspiran a una investigación o a una crítica
social con protagonismo histórico.
La sociología de la comunicación se enfrenta hoy a un fenómeno híbrido: los
jóvenes pretenden experimentar sensaciones originales, pero dicha
experimentación está revestida de una compleja expresividad y tiene, al
mismo tiempo, desenlaces fácticos en todos los terrenos, lo cual la
transforma en un evento que va más allá de ser una mera expresión
generacional.
Un simple “botellón” ha concentrado a 40.000 jóvenes en Granada bajo la
lluvia para beber durante toda la noche (17/3/2006), lo cual constituye una
práctica que debe ser interpretada como si se tratara de un discurso
comunicativo, al margen de que este tipo de actividades se conviertan
frecuentemente en un problema real en la ciudad. Otro “botellón” celebrado
en Barcelona por 500 jóvenes acaba con 54 detenidos y 69 heridos, de los
cuales 37 eran agentes de policía (18/3/2006), lo cual puede ser igualmente
interpretado como mensaje, al margen de que, adicionalmente, pueda
constituir un problema de orden público.
18 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
(2)
Un ejemplo de este tipo de
intervenciones lo encontramos
en el Circo Interior Bruto (C.I.B.)
o en el trabajo de artistas de
acción como Lobby Feroz, que
lleva casi una década trabajando
en barrios. Nelo Vilar,
refiriéndose a este grupo, señala:
“Al margen de las
acostumbradas performances
hechas en eventos
reivindicativos, una de sus
acciones mayores fue un
“Concurso de Ruinas”: un
público-jurado recorría los
edificios más deteriorados del
barrio donde sus habitantes iban
mostrando el estado de las
viviendas y “corralas” en un
escalobriante relato de
cotidianidades y miserias
oficiales. Finalmente se daba un
premio a la finca más ruinosa. La
belleza vivencial de esta
maniobra, la inexistencia de
“espectáculo” o “espectadores”,
que no pudo dejar indiferentes a
ninguno de los que asistimos, su
certera ubicuidad tanto para la
denuncia como para el arte y la
comunicación entre el
vencindario y el público
partiipante, resultaron modélicas
para un floreciente arte
sociológico” (2003-122).
En cuanto a la conversión de estas prácticas en intervenciones de carácter
político, también estos nuevos lenguajes son los usados con predilección en
las demandas de los grupos ecologistas, de los antinucleares, por los
integrantes del movimiento antiglobalización, o por los grupos feministas.
Por ejemplo, un grupo ecologista ha denunciado la vulnerabilidad y la falta
de seguridad en una central nuclear y lo ha hecho accediendo físicamente a
la misma, saltándose todas las barreras y creando finalmente inseguridad
real, al encaramarse y deambular sobre su cúpula. Lo denunciado
(inseguridad) es lo que se produce para la denuncia (inseguridad). Como
dijo Alberto Melucci: "Debido al hecho de que viven en un mundo al margen
de las constricciones de la vida social, en el limbo simbólico que la sociedad
les asigna, los jóvenes se oponen a esta lógica en aras de una diversidad que
se manifiesta como reversibilidad de las opciones, en una llamada que se
presenta como ausencia de planificación, experiencia del presente y derecho
a pertenecer por elección, no por asignación [...]. Al intentar apropiarse el
presente y el derecho a poder cambiar algunas cosas, los jóvenes encarnan
una extendida necesidad cultural y cuestionan los fundamentos de la
racionalidad instrumental [...]. Por consiguiente, la acción de los movimientos
se plantea en el ámbito de los símbolos y de la comunicación. Todo ello
anula la vieja distinción entre los significados instrumental y expresivo de la
acción, porque en la experiencia de los movimientos contemporáneos los
resultados de su acción y la experiencia individual de nuevos códigos
tienden a coincidir" (1994-137 y 145-146). Alain Hanspeter Kriesi apuesta por
el sentido de la actividad como estilo de vida con valor en sí misma: "la
expresividad constituye en sí misma un rasgo de las identidades que se
intentan crear. Las nuevas identidades se orientan contra una racionalidad
puramente económica y contra un pensamiento puramente instrumental.
Con ello, las acciones expresivas no son sólo un ritual mediante el cual se
fortalecen las identidades para los activistas mismos y para su entorno,
tampoco se emplean de modo exclusivamente instrumental para la
construcción de nuevas identidades, sino que constituyen, como realización
de un fragmento de vida no instrumental, un fin en sí mismo, un aporte a la
realización de una forma de vida cualitativamente nueva" (citado en J.
Riechmann y F. Fernández Buey 1994-61).
Finalmente, los grupos de artistas-gestores más creativos de arte paralelo
también optan por la citada integración entre acción y comunicación. Estos
grupos se centran en discursos basados en performances, intervenciones o
instalaciones. Pero donde más claramente se muestran estas nuevas formas
de expresión de cuño presentista es en las intervenciones en espacios
cotidianos urbanos, en lugares de tránsito o en espacios alternativos
marginales
(2)
.
La peculiaridad del estilo citado en las tres situaciones –moda, N.M.S. y arte
paralelo- reside en que no nos permite distinguir claramente entre actores y
espectadores; nos encontramos ante un tipo de interacción generalizada en
donde priman las estructuras de alteridad, que imponen transformaciones
inmediatas, en los entornos cotidianos, descartando la sumisión a los turnos
temporales propios de la comunicación monológica. Al igual que sucede en
el método sociodramático de J. L. Moreno (1984), tampoco en este nuevo
estilo comunicacional se puede prever la estructura de los mensajes, ni
siquiera de manera probable, ya que no se basa en repeticiones. Se
improvisa durante la intervención, precisamente, para no repetir. No existe un
guión completamente acabado antes de la actuación comunicativa; todo
Culturas y Lenguajes Juveniles 19
sucede en el tiempo presente. El proceso creativo al que me refiero está
siempre abierto y no cerrado desde el principio. Su objetivo primero y más
inmediato es encontrar novedosos caminos que permitan la escenificación y
la vivencia, luchando contra los mecanismos de constricción y de
codificación establecidos en la sociedad.
En resumen, la expresividad se produce apegada temporalmente a la acción
transformadora y no separada de la misma. Cada detalle, en el curso de la
acción, aún el más pequeño, puede acabar dotado de significación. La
participación en una intervención, por parte de cada individuo, puede
circunscribirse a un detalle micro, a través del cual puede, por tanto,
regularse el sentido en forma de grados que van de más a menos. Se
rehabilita, así, el reino de la comunicación analógica y su pensamiento visual
asociado.
En el terreno de la participación, también se elude la dicotomía:
participación / abstención, ya que cada individuo puede regular su nivel de
implicación en muchos niveles. Además, el tempo con el que se llevan a cabo
las ejecuciones expresivas puede ser más rápido o más lento, lo cual resulta
muy adecuado para administrar la emoción. La percepción del contexto y la
participación de todo el aparato sensorial permite sincronías quinésicas,
ritmos compartidos, que favorecen la sensación de adscripción y de
pertenencia, de todo aquel que cuente con la disposición adecuada. Esta
producción creativa y contextual de la cultura juvenil resulta atractiva porque
propone una experiencia sensible renovada en la que intervienen
activamente el ritmo, el gusto, el olfato y sobre todo el universo táctil, es
decir, la proxemia (Maffesoli, 1990). Pero lo que la hace específica es la
nueva relación que los participantes establecen entre sí en el seno de los
viejos marcos sociales acotados y semantizados por el orden social.
En el curso de los últimos 25 años, coincidiendo con el surgimiento y
difusión de la cultura visual, se ha ido produciendo un desgaste de cualquier
tipo de código abstracto (incluida la lengua) a la hora de expresar
colectivamente la propia visión del mundo. El declive del uso de los modelos
abstractos ha tenido como consecuencia que la cultura juvenil se haya
refugiado, fundamentalmente, en las prácticas cotidianas de carácter
inmediato y se haya alejado de las estructuras discursivas. La cultura juvenil
ha instaurado novedosas gramáticas praxeológicas que son siempre abiertas,
siempre en proceso de formación y, además, adaptables a las nuevas
situaciones. Una de las consecuencias de este proceder comunicativo es que,
hoy, los mensajes generacionales no se elaboran a partir de un código
establecido y consolidado de antemano; por el contrario, empieza a ser
habitual que, cuando encontramos un código de orden tras una
manifestación juvenil, éste se haya ido generando en el transcurso de las
prácticas y como producto de las mismas.
Las nuevas formas de acción-comunicación se caracterizan por no contar
con posiciones internas fijas; se elude así el esquema convencional que
divide las posiciones comunicativas entre emisores y receptores. Para
comprender cómo se generan las nuevas formas de expresión colectiva, sean
éstas lúdicas, estéticas o contestataria, hay que partir de una circularidad
entre las posiciones que obliga a hablar, más de grados de participación en
los fenómenos de creación simbólica, que de un intercambio pautado entre
posiciones.
20 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
4. De la recepción a la reapropiación.
De todos los componentes que caracterizan a las nuevas dinámicas
comunicativas destaca lo que, en los modelos tradicionales de comunicación,
se denomina la “recepción”. En los nuevos procesos a los que me refiero en
estas páginas, cualquiera que se encuentre en la posición de destinatario de
estas actividades comunicativas tiene la posibilidad de implicarse
progresivamente en el desarrollo de las mismas, hasta convertirse en el
principal demandante de creatividad. Cuando esto sucede, los receptores
pueden llegar a ser el motor del proceso de interacción, poniéndose de
manifiesto, en estas condiciones, una relación de alteridad.
Hace más de treinta años Umberto Eco planteó, en el campo de la estética,
el carácter abierto de las obras de arte, renunciando a considerarlas
acabadas. Desde entonces, la expresión estética ha ido decantándose hacia
el lado de la recepción, convirtiéndose esta posición en activa y en creativa.
Los nuevos lenguajes de la cultura están muy lejos del sistema de
comunicación unívoco y concluso típico de las voces de autoridad. Eco, en la
misma línea que inauguró mucho antes Mijail Bajtin, señaló que “La obra que
'sugiere' se realiza siempre cargada de las aportaciones emotivas e
imaginativas del intérprete” (1979-71); así mismo, las expresiones de la
cultura juvenil, más que mensajes acabados, son la manera en que contactan
aquellos que producen símbolos en la actualidad. Este “contacto” se lleva a
cabo hoy, como novedad, al margen de las vías instituidas. Se aleja de los
modelos en donde sólo se permiten posiciones simétricas, mediadas por
transacciones contractuales, y proponen un espacio de participación, en la
elaboración y difusión de dichos símbolos, que genera lo que podría
denominarse producción compartida.
Las acciones comunicativas propias de la cultura juvenil, en realidad, no
disponen en la actualidad de un lugar propio en donde situarse. Los jóvenes
españoles son, en una sociedad en la que se sobrevalora el individualismo,
más dependientes de la familia que nunca; carecen de autonomía y usan, en
términos de Michel de Certeau (1990-63), como "táctica", los propios lugares
de la institución, redefiniéndolos a su manera, reapropiándose de los mismos
con parámetros inesperados y finalmente, otorgándoles nuevos usos
prácticos. El citado autor considera que el orden social (el poder) marca sus
propias reglas dentro del campo de juego (las denomina "estrategias"),
mientras que, en el lado opuesto, la cultura juvenil sólo cuenta con la
posibilidad de poner en práctica acciones improvisadas que están
determinadas por la ausencia de un espacio propio, lo cual le exige como
condición astucia y creatividad. Estos rasgos se han acabado convirtiendo
en los recursos de los “débiles”, ya que, mientras las “estrategias” (las
manipulaciones del poder) definen el campo de juego y dictan las reglas a
las que habría que atenerse, las “tácticas” (las intervenciones expresivas
juveniles) son las maneras de hacer posible una partida propia en el campo
ajeno, es decir en un lugar impuesto, esquivando en todo momento aquellas
reglas, que se consideran ajenas.
Las nuevas aspiraciones de los jóvenes, sus nuevos lenguajes y sus mensajes,
han hecho propio este nuevo estilo comunicacional, que elude la recepción
Culturas y Lenguajes Juveniles 21
pasiva y opta por redefinir y por reapropiarse del espacio del orden
institucional para usarlo a su favor: en el momento presente. Dichas
“tácticas” se llevan a cabo por sorpresa y su lenguaje se encuentra muy
próximo al de los espectáculos populares de calle. A veces son casi
escaramuzas y maniobras cuyos pequeños logros, como observa Michel de
Certeau, se pueden desvanecer en el momento siguiente, porque sus
protagonistas, al no poseer un lugar propio, no pueden conservar sus
conquistas para hacerlas valer en momentos venideros. Estas “tácticas” se
convierten así en prácticas indisciplinadas y recurren a una improvisación
creativa que se encuentra necesariamente circunscrita al tiempo presente;
todo ello en un contexto remodelado, que se ha usurpado
momentáneamente al orden instituido. Por este procedimiento, la producción
racionalizada, expansionista y centralizada, propuesta o impuesta desde el
poder, es transformada en el plano de los usos prácticos, mediante
apropiaciones que, como dice el autor citado, se nos presentan diseminadas,
astutas, silenciosas, contaminantes y sutiles. Aparecen como las artes
comunes del hacer y en ellas reside la sustancia expresiva más jugosa que
presentan los comportamientos colectivos de los/las jóvenes presentistas a
los que me estoy refiriendo. Los nuevos lenguajes expresivos de la cultura
juvenil están contestando a una representación del mundo derivada de la
racionalidad y de la temporalidad que caracteriza el orden de la escritura; y
lo hacen desde una nueva mentalidad, situada más cerca del presente
experimentado. Gran parte de las intervenciones comunicativas de la cultura
juvenil se han convertido en prácticas del espacio y del cuerpo que
recuerdan a las descripciones que Bajtin (1971) realiza acerca de la risa en la
plaza pública, en su análisis de Gargantúa y Pantagruel.
El ejercicio de la acción expresiva y el sentido producido y experimentado
en la inmediatez permiten hoy, al igual que sucede en los rituales profanos
del ciclo de invierno, como el carnaval popular, la liberación provisional de un
mundo cotidiano en el que los jóvenes no encuentran lugar. Al mismo
tiempo, constituye la única posibilidad de ensayar modos de hacer
alternativos. Hace tiempo llegué a la conclusión de que “la paradoja
establecida entre el deseo de independencia y los límites reales de la misma
ha sido, probablemente, una de las razones más poderosas por las que,
generacionalmente, han instituido, y casi sacralizado, la temporalidad del
presente. El espacio en el que se ha plasmado mejor esta percepción del
acontecer es en los productos del arte que tienen éxito en la denominada
subcultura juvenil y en las formas de disfrutar el tiempo libre, que instauran
un presente permanente” (Muñoz Carrión 1994-215). Buscando explicaciones
a este enigma cultural, Martín Serrano (2005-80) ha llegado recientemente
más lejos, al desplazar este fenómeno desde el terreno de la comunicación al
de la psiquiatría social, cuando atribuye, a la cultura de la inmediatez, una
función terapéutica al afirmar lo siguiente: “El presentismo puede ser visto
como una manera de manejar la ansiedad, ante un futuro que no se
controla".
Sería interesante plantear, a este respecto, una investigación que relacionase
la dinámica de la ansiedad, de la angustia y del pánico en nuestra sociedad,
con las dinámicas que han seguido las formas de acción expresiva de corte
presentista.
La cultura juvenil está creando desconcierto entre los responsables de las
instituciones sociales que no son capaces de moverse en el terreno de la
corta duración. El instante es la dimensión temporal predominante en la que
22 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
los colectivos juveniles se han visto obligados a movilizarse desde hace un
cuarto de siglo. Sin embargo, esta dinámica temporal les ha sido impuesta a
sus protagonistas por la propia sociedad. No es una elección de los/las
jóvenes, sino una salida; es el único reducto en el que pueden reconocerse
mutuamente y en el que han acabado siendo reconocidos como sujetos
sociales. Por lo tanto, los elevados índices de presentismo que encontramos
en los/las jóvenes a la hora de mostrar sus aspiraciones deben interpretarse
como una estrategia de resistencia que facilita y hace posible la
reorientación a su favor, con urgencia, de cualquier oportunidad que puedan
arrebatar al sistema establecido; ése mismo sistema que cuenta con todo el
espacio y con todo el tiempo para planificar y encauzar sus planes. A mi
entender, el verdadero mensaje generacional está, antes en las modalidades
temporales de ese arrebato, que en el contenido arrebatado.
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Culturas y Lenguajes Juveniles 23
DOCUMENTOS
Javier S. Sainz Departamento de Procesos Cognitivo
Universidad Complutense de Madrid
2 Conductas de riesgo y discurso social:
los enemigos de la libertad racional
Las acciones que un sujeto lleva a cabo no son independientes; sus acciones conforman sus hábitos. A
través de su acción el sujeto hace realidad sus deseos y define el contexto de sus decisiones y
compromisos. Al ordenar su experiencia y prever los efectos de sus acciones evita ceder a un impulso
que luego le reste libertad. Caer en la tentación de una recompensa inmediata, renunciando a una
mayor en el futuro, depende de su habilidad para sobreponerse a la frustración, postergar
recompensas, e imponer su libertad de acción conjurando las amenazas que representan ceder a la
tentación, la provocación, la corrupción de su voluntad, o la adicción. En este trabajo se estudia cómo
el éxito de un sujeto en el control de su conducta depende de su experiencia y de su interacción con
otros, de cómo otros castigan y recompensan sus acciones. Se concluye que los discursos y políticas
sociales no están contribuyendo a ello al no modificar las condiciones de la experiencia del sujeto; las
carencias se suplen con discursos que promueven la decepción social y retóricas políticas de base
nominalista..
PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Autocontrol, ambivalencia decisional, conductas de riesgo,
amenazas al autocontrol, dependencia de relaciones abusivas, maltrato,
adicción.
1. Acción racional y autocontrol.
En una situación ordinaria, un fumador puede hacerse dos preguntas: (1)
¿Debo dejar de fumar el resto de mi vida?, y (2) ¿Puedo fumarme un
cigarrillo ahora?. En contra de lo que suele creerse estas dos cuestiones no
son independientes. En la práctica, la pregunta no se refiere estrictamente a
un acto único, lo que no tendría sentido en el caso de la primera pregunta,
sino más bien a si iniciar o mantener un patrón de acción, un hábito, cuyo
primer acto es fumar o dejar de fumar un cigarrillo ahora. Fumarme el último
cigarrillo no es una buena idea si quiero dejar de fumar para siempre. Un
hábito es un patrón de conducta que permite decidir entre aquellas acciones
que compiten en un momento dado, y que nos permiten mantenernos en un
curso de acción. El autocontrol puede ayudar a no tomar decisiones en un
momento, como si todas las acciones fueran independientes entre sí, y
puede ayudar a comprometernos con el curso de acción que hemos
decidido. El autcontrol de la conducta es la condición necesaria de la
felicidad (Rachlin, 2000); la felicidad deriva de la habilidad del sujeto para
que las consecuencias futuras de sus acciones sean exactamente aquellas
que ha previsto en el momento de tomar una decisión. El término
Culturas y Lenguajes Juveniles 25
autocontrol expresa la habilidad para que mis acciones se correspondan con
los juicios que tengo de lo que debo hacer, la habilidad de lograr que mis
acciones se correspondan con mis decisiones y compromisos. El hábito se
mantiene si las acciones que llevo a cabo desempeñan un papel en el tipo de
vida que he decidido adoptar.
11..11.. AAcccciióónn rraacciioonnaall yy ccoosstteess ddee llaa aacccciióónn..
Entre el consumidor compulsivo y el consumidor responsable existe la misma
diferencia que entre dar rienda suelta a un impulso o saber cuando es
conveniente actuar. El dilema del naufrago consiste precisamente en esto: si
no sabe cuando va ser rescatado, la probabilidad de sobrevivir aumenta a
medida que prolonga su vida, y prolongar su vida significa administrar los
recursos de que dispone y administrarlos en el tiempo. Este mismo individuo,
si espera morir, tal vez puede preferir consumir de forma compulsiva todos
los alimentos de que dispone, incluso a una tasa de consumo superior a la
ordinaria y obtener un placer suplementario, para luego una vez agotados
los recursos morir de inanición, incluso en el mismo momento de su rescate
cuando se da cuenta del carácter irracional de su conducta. No es difícil ver
en la conducta del naúfrago una metáfora de la conducta ordinaria. La
habilidad de un individuo para regular y ordenar su propia acción en relación
con los objetivos que anticipa, según la información de que dispone, es lo
que le identifica como un agente racional. El consumo de capital es siempre
una opción disponible para cualquier individuo –y de una sociedad bajo el
supuesto del individualismo metodológico- incluso aunque no se encuentre
en el mismo contexto de un náufrago: hay quienes desean anticipar todo el
placer en un acto, quienes atemperan espontáneamente su acción sin
considerar si cuentan o no con recursos, y quienes resultan ser capaces de
retrasar la gratificación a un momento posterior previendo como su
conducta afectará a sus recursos y acciones en el futuro. Aunque a primera
vista esos tres casos pueden parecer idénticos, no lo son cuando se
examinan las condiciones en que ocurren.
Quien responde al impulso y quien atempera espontáneamente su conducta
son semejantes en un sentido crucial: ninguno de estos casos expresa
autocontrol, bien porque se cede al impulso, bien porque el impulso
propiamente no existe o no se dan las condiciones que lo desencadenan. Sólo
quien tiene ese impulso y examinando las consecuencias decide abstenerse
en las actuales circunstancias revela autocontrol. La diferencia esencial entre
este último y los dos primeros descansa en la conducta del sujeto en el
tiempo. Las acciones difieren en sus costes de ejecución –el trabajo aplicado
para la realización de una acción-, sus costes de oportunidad –la pérdida
relativa que se produce al ejecutar una acción en lugar de otra acción
alternativa- y sus costes inmediatos o diferidos –las consecuencias en el
tiempo de su acción, deseables o indeseables, transparentes u opacas para el
actor. Las acciones tienen un efecto incentivo, promueven o reducen la
posibilidad de repetir esa acción. Las consecuencias futuras, inmediatas o
diferidas de una acción, recompensan o castigan la repetición de esa acción.
Si cada acción humana obedece a un propósito, es razonable pensar que
ninguna acción tiene sentido en un momento; cada acción forma parte de un
26 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
curso de acción y está sujeta a una inercia; la realización de una acción que
varía ese curso implica un coste suplementario de ejecución.
11..22.. HHaabbiittuuaacciióónn yy aauuttooccoonnttrrooll..
El autocontrol se expresa en la conducta habitual del sujeto, en su disposición
a seguir un patrón de acción, es decir, a seguir un patrón de elecciones a lo
largo del tiempo, decidiendo qué hacer cada vez que se le presenta un
conflicto de decisión. Estos patrones de decisión u hábitos son resultado de
procesos de categorización que parten de la experiencia previa. La
experiencia previa permite prever los efectos de alterar un hábito y los
efectos que alterarlo conlleva en la formación de nuevos hábitos. Cuando un
patrón habitual de acción -por ejemplo, no beber-, entra en conflicto con un
impulso -por ejemplo, beber-, tendemos a ceder y caer en la tentación. Si
seguimos siempre aquel curso de acción momentáneamente preferible,
desarrollamos un nuevo patrón de conducta, un nuevo hábito -el alcoholismo.
Al llevar a cabo una acción disminuye, en lo inmediato, el valor de repetir esa
acción, pero a medida que pasa el tiempo, se tiende a repetir esa misma
acción al considerarla independiente del hábito que ayuda a formar y
restaurarse el valor inicial de esa acción. En efecto, el autocontrol expresa un
patrón de conducta extenso en el tiempo; para que un hábito prevalezca
sobre una acción puntual, la acción que responde a ese hábito debe tener
acceso al refuerzo final -por ejemplo, encontrarse saludable- y tener relación
con aquella acción -por ejemplo, una dieta baja en calorías, beber con
moderación, etc.- que determina la formación de ese hábito. Un hábito se
establece por una asociación entre una acción que se mantiene en el tiempo
y el refuerzo final (Nevin y Grace, 2000, p. 88).
Como señala Rachlin, “en cualquier problema de autocontrol, no hay ningún
tipo de acción que sea abiertamente correcta o errónea” (2000, p. 141). El
carácter óptimo o subóptimo de esa acción depende de la información de
que dispone en un intervalo temporal. A medida que este intervalo aumenta,
la posibilidad de descubrir que sus expectativas eran erróneas aumenta, y el
interés por obtener más y mejor información también aumenta. Sobre una
acción puntual no es posible saber en qué relación se encuentra en relación
con un patrón de acción, por lo que no es posible determinar si es y en qué
grado correcta o errónea. La consecuencia inmediata de pautar la acción es
ampliar la ventana temporal sobre la que es posible controlar de forma
efectiva las consecuencias de esa conducta
11..33.. VVaarriiaabbiilliiddaadd ccoonndduuccttuuaall yy lliibbeerrttaadd..
Comprometerse con un patrón de conducta aumenta el autocontrol (Karniol,
y Miller, 1983), pero reduce el número de alternativas de acción que se
consideran. “El término compromiso significa reducción de libertad y libertad
significa variabilidad conductual. En este sentido, un compromiso implica la
reducción de la variabilidad conductual potencial” (Rachlin, 2000, p. 126). La
reducción de variabilidad conductual no implica reducción o merma de
libertad. La limitación de libertad que impone un hábito es distinta a la
Culturas y Lenguajes Juveniles 27
limitación que sufre un preso. “La diferencia entre una persona presa y una
persona libre es que la persona libre puede potencialmente hacer lo que la
persona presa hace, y además otras cosas” (Rachlin, 2000, p. 125). La
pérdida de libertad relativa es, pues, aparente.
El problema es que la libertad no es absoluta, sino residual: si está obligado a
elegir, el diletante únicamente consume tiempo mientras deshoja la margarita.
Frente al diletante, el decisor compulsivo, incapaz de adoptar una estrategia de
acción sobre la base de su experiencia previa, sólo puede adoptar decisiones de
un modo aleatorio, porque ninguna acción es, de por sí, más o menos eficiente
que cualquier otra, incluso aunque sólo puedan ser estrictamente aleatorios
aquellos cursos de acción que puede representarse. La libertad no existe para
quien ignora el enlace entre sus acciones y los efectos que éstas tienen en el
medio que habita; la libertad existe para quien, no ignorando el enlace entre una
acción y sus consecuencias, pauta sus acciones para obtener lo que desea. Al
pautar su conducta, al ordenar sus acciones en un plan de acción, sacrifica
aquella parte de su libertad que ignora las consecuencias de un acto y la
transforma y aumenta en aquella libertad que se expresa en el logro de sus
propósitos. “… en este sentido, de ayudarnos a lograr nuestros objetivos, el
compromiso [con un curso de acción] puede aumentar la libertad al liberarnos
[de la ejecución de acciones inmediatas] para tener éxito” (Fantino, 2001, p.
96). No cediendo de forma inmediata y compulsiva al impulso,
“reestructurando el medio para facilitarnos el alcance de nuestros objetivos,
estamos paradójicamente aumentando nuestra libertad”. “A menudo restringuir
la variabilidad de nuestra conducta inmediata permite una mayor variabilidad
(o, al menos, un rango mayor de opciones) en el futuro (el patrón conductual a
largo plazo); fracasar en la restricción de la variabilidad inmediata puede
reducir las opciones de la conducta futura. Este es ciertamente el caso del
alcohólico o el adicto.” (Fantino, 2001, p. 96). “En un amplio sentido… la vida
humana ordinaria mejora por la tendencia a mantener un patrón de conducta
una vez se puso en marcha –atenerse a decisiones previas, a decisiones, a
promesas que hemos hecho a otras personas y a nosotros mismos, concluir el
trabajo que comenzamos- en otras palabras, a vernos influidos por costes
hundidos” (Rachlin, 2000, p. 142). Los costes de ejecución de una acción se
analizan como inversiones –costes hundidos- que luego justifican una ganancia
en un plazo temporal.
2. Formación de preferencias y control ilusorio.
El efecto de pautar una serie de acciones es ampliar la ventana temporal sobre
la que las consecuencias de esas acciones pueden afectar al proceso de
decisión. La incertidumbre sobre el valor de una acción puede resolverse
observando la conducta en el tiempo. La habilidad de un sujeto para mantener
un curso de acción depende de su habilidad para resistir la tentación de
interrumpirlo. En un hábito racional, las excepciones pueden darse, pero las
excepciones mismas, en caso de darse, deben integrarse en un patrón de
acción para que el sujeto no acabe finalmente mordiendo el anzuelo, cediendo
a la tentación seducido por un cebo que se presenta más atractivo. Así, una
dieta puede alterarse para darse un respiro; sin embargo, si esta excepción se
hiciera regular no tendría el efecto de arruinar la inversión realizada; porque
esta excepción es ocasional puede arruinar la inversión realizada hasta la fecha.
28 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
Morder el anzuelo o ceder a la tentación representa un problema porque las
opciones a corto plazo –el nivel molecular de la conducta- proporcionan una
recompensa inmediata mayor pero luego, a largo plazo, –el nivel molar de la
conducta- llevan a consecuencias desastrosas. Como señala, Rachlin (2000)
éste es el dilema que afronta cualquier proceso de decisión que requiere
autocontrol.
22..11.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ssiimmppllee..
En la toma de una decisión, la ambivalencia se produce cuando coexisten
tendencias que favorecen elecciones opuestas en un mismo contexto. La duda
y la vacilación son la expresión convencional de la ambivalencia simple, cuando
una preferencia cambia de dirección de forma repentina o súbita y el momento
de cada elección está bien definido en el tiempo. En las situaciones de
ambivalencia simple, el tiempo juega un papel esencial al relacionar la tasa en
que se reduce el valor de la recompensa y su demora. En el dilema de
Goodwin, de si “quedarse en la cama” o “ir a trabajar” cuando suena el
despertador, el valor de estas opciones no varía en el tiempo. La reducción de
valor de un bien –“quedarse en la cama” versus “ir a trabajar”- puede
representarse empleando una función de descuento en el tiempo. “Una función
de tiempo de descuento es una expresión matemática de la reducción del
valor de un bien en función del tiempo de demora [de la recompensa]”
(Rachlin, 2000, p. 30). La función que representa la variación del tipo de
interés simple, V=v.e-2D
, permite expresar a la vez, el descuento del valor actual
del reforzador v y el valor actual de un bien V que se reduce en función de un
tiempo de demora D –el tiempo que se demora la recompensa- y una tasa
constante de descuento r que varía entre 0 y 1. Sin embargo, esta expresión
exponencial indicaría que las personas son consistentes a lo largo del tiempo
ya que las dos curvas de descuento que se corresponden con dos situaciones
de reforzamiento con D y r diferentes nunca se cruzan. Con esta función, el
rango de las preferencias sobre futuras recompensas -trabajar o dormir para el
dilema de Goodwin- permanece constante a través del tiempo, y la conducta
que resulta es racional. Sin embargo, se ha observado tanto en estudios de
comportamiento animal como humano, en contra de esta función teórica, que
las funciones de preferencia de seres humanos y animales se cruzan en el
tiempo dando lugar a regiones de indiferencia o ambivalencia y a un conflicto
de autocontrol.
Cuando a una persona o a un animal de laboratorio se le presentan dos
recompensas, una mayor y otra menor, con una demora mínima, la elección
recae de forma consistente en la recompensa mayor. Sin embargo, a medida
que aumenta el intervalo temporal (D) entre una recompensa mayor a largo
plazo (R>L) y una recompensa menor a corto plazo (R<C), la percepción del
sujeto respecto del valor estimado de la recompensa cambia de dirección. La
tendencia a invertir el sentido de la elección crece a medida que la
recompensa a corto plazo es más inminente y la demora de la recompensa a
largo plazo permanece fija en el tiempo aumentando la diferencia entre una
recompensa y otra. La función hiperbólica de descuento, V=v/1+kD, representa
mejor esta inversión de preferencias ya que para una k constante, la
variabilidad de la demora de la recompensa presenta cruces en las funciones
de preferencia sobre elecciones R>L y R<C. Cuanto mayor es el valor de k,
mayor es la pendiente de la función de descuento. La presencia de estímulos
Culturas y Lenguajes Juveniles 29
contextuales locales o una señal discriminante representa una tentación para
cambiar de preferencia. Rachlin (2000) advierte que 10 segundos de diferencia
bastan a las palomas para escoger la alternativa menos ventajosa, -una unidad
de alimento en lugar de dos veces la misma cantidad.
Para evitar caer en la tentación que se produce en una situación de
ambivalencia simple la respuesta es el “compromiso”, un tipo de elección que
restringe el rango de posibles elecciones futuras. Un compromiso es una
expresión conductual reflejo de una preferencia previa e independiente del
contexto. A menudo es imposible eliminar por completo la alternativa
indeseable. Una solución sería asignar un coste a la alternativa indeseable. Sin
embargo, todavía se observan casos de derrotismo, -consumir fármacos
antiabuso e ingerir alcohol de todos modos. La ecuación de Mazur permite
identificar la región de indiferencia que se corresponde con los momentos (ta/b)
en los que los valores de v y V se tornan equivalentes, y las preferencias por
R>L y R<C se equilibran para una k=0,77. Una región de indiferencia
identifica los puntos de inflexión de la decisión a favor de una u otra
alternativa. Mazur (1987) ha mostrado que el valor de k depende de la
especie, la edad, la experiencia, el tipo de recompensa y la razón fija o
variable de la recompensa.
22..22.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ccoommpplleejjaa..
Al igual que en la simple ambivalencia, la ambivalencia compleja se relaciona
con la tentación de escoger aquella alternativa de acción más inmediata y de
menor valor (R<C). La diferencia consiste en que las opciones no son claras y
distintas; en su lugar, una opción es específica, contextualmente determinada y
temporalmente discreta –por ejemplo, “beber”- y otra es una opción
inespecífica o abstracta, independiente del contexto y temporalmente continua
–por ejemplo, “estar sobrio”. El valor de “estar sobrio” es una cantidad molar
que no puede descomponerse en partes ni cada una de esas partes
ponderarse por separado. En una situación de ambivalencia compleja, las dos
alternativas de elección no son comparables entre sí, y ésta es la situación
ordinaria de la mayor parte de los problemas de autocontrol. El resultado de
sumar el valor asociado a cada uno de los sucesos independientes no equivale
al valor del conjunto. En efecto, “estar sobrio” no puede confundirse con la
abstinencia total, o identificarse con el resultado de abstenerse de beber
durante los próximos 365 días del año.
Dos condiciones deben cumplirse en la ambivalencia compleja. Entre dos
actividades, una de longitud t y otra de longitud T = n.t, para n> 1: (1) la
actividad de mayor duración debe preferirse sobre la n repeticiones de la
actividad de menor duración ; y, (2) la actividad de menor duración debe
preferirse a una fraccción de longitud t de la actividad de mayor duración. Un
caso típico es el dilema del alcohólico entre beber ahora mismo o abstenerse
de hacerlo. No existe ninguna solución intrínsecamente correcta cuando se
afronta un problema de indecisión: si la persona tiene una ventana temporal
muy reducida, tenderá a beber; si tiene una ventana temporal más extensa en
el tiempo, se abstendrá. En relación con el consumo de alcohol, beber
moderadamente en un contexto social puede valorarse más que la abstinencia
total. La abstinencia puede considerarse un caso de adicción compulsiva que
se presenta en contraposición a ser indulgente consigo mismo en repetidas
30 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
ocasiones. Pero la abstinencia puede ser en último término una alternativa
peor que la pura indulgencia. En el caso de la ambivalencia simple, el
compromiso es más simple y el autocontrol posible. En el caso de la
ambivalencia compleja no existe una región bien definida de cuando una
alternativa es preferible a la otra: debe mantenerse el compromiso. Esta
condición justifica la existencia de instituciones para el tratamiento del
alcoholismo o cualquier otra adicción. Sólo una institución puede asegurarle al
sujeto que mantendrá su compromiso de estar sobrio y su disposición a
cambiar de conducta.
Herrnstein y Prelec (1992) describen el proceso por el que un sujeto desarrolla
una adicción, bajo condiciones de ambivalencia compleja, como un proceso en
el que el sujeto se compromete a seguir una “senda finalmente peligrosa e
ilusoria” –primrose path-, y muerde el anzuelo seducido por un cebo; el valor
que concede a las elecciones a corto plazo es mayor que el concede a
elecciones más ventajosas a largo plazo; de este modo, arruina su libertad. El
término “senda ilusoria” identifica la pérdida progresiva de valor de cualquiera
de las alternativas cuando el sujeto elige la alternativa más valorada –p. ej.
beber- sobre la peor valorada –p. ej. no beber. Sin embargo, el estado final, el
alcoholismo, es, en cualquier caso, de menor valor relativo que el estado inicial
de sobriedad. En términos de la función de descuento, existe una diferencia
significativa entre elegir en un contexto local t y un contexto más amplio T en
función del valor que toma la constante k. Cuando dos opciones se inscriben
en un contexto local, el valor de k es alto y se relaciona con altos índices de
descuento respecto de eventos distantes en el tiempo. Cuando dos opciones
se inscriben en un contexto temporal más amplio, el valor de k disminuye y el
valor descontado también disminuye en relación con los eventos distantes.
Para que este proceso de elegir constantemente la peor de las alternativas se
invierta, el sujeto debe escoger la alternativa menos valorada –no beber, en
este caso- siendo que el valor del estado inicial de sobriedad ha perdido
también parte de su valor y desincentiva un cambio de preferencias. Cómo y
por qué el sujeto viene a optar por esta segunda opción es el problema
fundamental de la noción de autocontrol.
22..33.. AAlliimmeennttaacciióónn ddee llaa vvoolluunnttaadd yy ccoonnttrrooll iilluussoorriioo..
La noción que cada individuo maneja acerca de sí mismo es una abstracción
de su conducta presente y pasada, un resultado de las preferencias
desarrolladas a través del tiempo a partir de su experiencia en un contexto
social. Para darse a sí mismo la posibilidad de controlar su conducta, el sujeto
puede confiar, primariamente, en el análisis racional en el tiempo de las
consecuencias de sus acciones sobre su libertad futura. Para tener éxito en ese
empeño, el sujeto puede desarrollar una serie de estrategias que disminuyan el
riesgo de ceder a una tentación peligrosa. Así, puede evitar aquel tipo de
estímulos que representan una recompensa de una acción que no desea llevar
a cabo -p. ej. para un fumador, evitar una sala de fumadores-, puede evitar que
ciertos estímulos se asocien con una conducta indeseable –p. ej. cenar con
unos amigos y tener el pretexto para beber- y puede establecer criterios y
reglas para asociar ciertos estímulos con cursos de acción deseables aunque
de forma aislada representen una recompensa inmediata menor.
Una persona no desarrolla un patrón de acción si no está expuesto a la
experiencia. En ocasiones, esta exposición a la experiencia resulta de la propia
Culturas y Lenguajes Juveniles 31
acción; en otras, esta exposición a la experiencia es resultado de una acción o
decisión ajena. En la mayor parte de los casos depende de ambas formas de
experiencia. La experiencia afecta al autocontrol en situaciones de ambivalencia
compleja. Del mismo modo, una persona puede desarrollar su autonomía de
acción confiando en su propia experiencia o ceder la responsabilidad de su
acción a terceros confiando su conducta a controles extrínsecos a cambio de
alguna forma de recompensa que de otro modo no obtendría. Trabajar para sí
mismo o trabajar para otro son dos estrategias alternativas para obtener recursos
y libertad. Caridad del Río Hernández, la madre de quien fuera asesino de Trostky,
Ramón Mercader, había sido ampliamente entrenada por su marido a destruir una
convicción identitaria que hasta entonces le había sido fundamental, la misma
que le había llevado al matrimonio y luego al divorcio, a saber, la existencia de
una diferencia esencial entre ejercer de esposa o de prostituta. Caridad del Río
había experimentado la corrupción moral de la burguesía en las demandas de su
propio marido. Caridad del Río representa una conversión, por la que viene a
recuperar de nuevo el control de su conducta pero ahora bajo un régimen de
castigos y recompensas diferente al servir como espía destacada a Stalin y verse
envuelta en dos ocasiones en el asesinato de León Trosky. Bajo la condición de
espía tiene que someterse a la misma disciplina que había aprendido en el
colegio. La conversión es una manifestación del mismo tipo de conducta que
transforma un alcohólico en un fervoroso defensor de la abstinencia compulsiva;
la restauración de una fe perdida, la ciega confianza en una secta o una iglesia no
es sino un acto por el que el sujeto restaura por medios extrínsecos el control
sobre su conducta, si bien mediante una cesión de su libertad, en un plano
abstracto, la misma que perdería si cediera continuamente a un impulso, pero
ahora, concreta y bien diferente, porque se somete a la autoridad de los
miembros de su nuevo grupo de pertenencia. El converso, incapaz de obtener en
su medio social los bienes que pretende con sus recursos, se asegura la
consecución de sus objetivos recurriendo a la mediación social, alienando su
voluntad. El fundamentalismo dogmático es el riesgo de las sociedades abiertas:
la libertad ajena se envidia, pero su ejercicio se teme si se carece de los recursos
necesarios y se pierden otras recompensas. Es el caso del converso varón a
alguna forma de vivir la religión que tiene como contrapartida la sumisión de una
mujer, cuando la cultura social occidental sólo le permitiría, básicamente, ejercer
de seductor, un tipo de control más precario, que el que tiene a disposición si
cambia de creencias. El sujeto cambia de creencias en relación con recompensas
tangibles. El valor relativo de un bien y el repertorio de acciones de que dispone
para alcanzarlo no son disociables. El instrumento primario de un sujeto para
lograr sus objetivos es su habilidad para lograr el reconocimiento de otros. El
reconocimiento de otros es el objetivo de la acción humana en la medida en que
el logro de cualquier otro objetivo está supeditado a él en el mismo grado.
El concepto teórico sobre el que descansa cualquier forma de compromiso del
sujeto con su conducta por internalización de valores sociales de naturaleza
identitaria es la voluntad o la fuerza de voluntad. Sin embargo, esta forma de
internalización del compromiso pronto revela su debilidad (Davidson, 1980). En
teoría, el sujeto puede internalizar un compromiso como resultado de un
sentimiento de culpa. Sin embargo, es dudoso que la culpa pueda constituir un
castigo eficaz. Al igual que otras formas de autocastigo, el sentimiento de
culpa puede tener, a lo sumo, un efecto temporal y débil sobre la conducta, un
efecto inmediato y residual una vez se ha llevado a cabo una acción. La
conducta sólo es controlada por fuerzas externas –recompensas o castigos- o
32 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
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  • 1. ≥ Septiembre 07 78 Culturas y lenguajes juveniles
  • 2. ≥ Septiembre 07 | Nº 78 Culturas y lenguajes juveniles Este número monográfico de la revista de estudios de Juventud presenta, a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios de los abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas juveniles se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos o tribus urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A diferencia de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al debate sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar de los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser considerados —por parte de las instituciones y la sociología actual—, integrantes de la adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben concebirse como separados un universo simbólico joven y otro adulto. Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas específicas —y sus correspondientes lenguajes—, de las que participan los jóvenes como productores o/y destinatarios.
  • 3. ÍNDICE ≥ Septiembre 07 | Nº Culturas y lenguajes juveniles 78 EELL TTEEMMAA IInnttrroodduucccciióónn BBLLOOQQUUEE PPRRIIMMEERROO:: VVAALLOORREESS,, CCOONNDDUUCCTTAASS YY CCIIRRCCUUNNSSTTAANNCCIIAASS EENN LLAASS QQUUEE SSEE GGEENNEERRAANN LLAASS AACCTTUUAALLEESS CCUULLTTUURRAASS JJUUVVEENNIILLEESS:: 11.. TTááccttiiccaass ddee ccoommuunniiccaacciióónn jjuuvveenniill:: iinntteerrvveenncciioonneess eessttééttiiccaass | pág. 11 AAnnttoonniioo MMuuññoozz CCaarrrriióónn 22.. CCoonndduuccttaass ddee rriieessggoo yy ddiissccuurrssoo ssoocciiaall:: llooss eenneemmiiggooss ddee llaa lliibbeerrttaadd rraacciioonnaall | pág. 25 JJaavviieerr SSaaiinnzz 33.. CCuullttuurraass jjuuvveenniilleess ccoommoo aappeerrttuurraass ddee eessppaacciiooss,, ttiieemmppooss yy eexxpprreessiivviiddaaddeess | pág. 45 FFrraanncciissccoo BBeerrnneettee BBLLOOQQUUEE SSEEGGUUNNDDOO:: MMAANNIIFFEESSTTAACCIIOONNEESS EEXXPPRREESSIIVVAASS DDEE LLOOSS JJÓÓVVEENNEESS:: 44.. CCnnccttaa kknn nnssttrrss:: llooss SSMMSS uunniivveerrssiittaarriiooss ((CCoonneeccttaa ccoonn nnoossoottrrooss:: llooss SSMMSS uunniivveerrssiittaarriiooss)) | pág. 63 CCaarrmmeenn GGaalláánn RRooddrríígguueezz 55.. EEll lleenngguuaajjee ddeell ccuueerrppoo aa ttrraavvééss ddeell ttaattuuaajjee:: ddee llaa aaddssccrriippcciióónn iiddeennttiittaarriiaa aa llaa hhoommooggeenneeiizzaaddoorraa ddeemmooccrraattiizzaacciióónn ddee llaa bbeelllleezzaa | pág. 75 JJoosséé AAnnttoonniioo AAllccoocceebbaa 66.. EEll ddiissccuurrssoo ddeell ééxxiittoo eenn llaass rreevviissttaass ppaarraa llaass aaddoolleesscceenntteess | pág. 91 JJuuaann FF.. PPllaazzaa 77.. SSeexxoo,, ddrrooggaass yy mmúússiiccaa ppoopp:: ssuuppuueessttaass ttrraassggrreessiioonneess,, ccoommuunniiccaacciióónn ddee mmaassaass yy ccoonnssuummoo eenn llaa mmúússiiccaa ppoopp eessppaaññoollaa ((11997777-- 22000066)) | pág. 107 QQuuiimm PPuuiigg 88.. HHiipp hhoopp,, ggrraaffffiittii,, bbrreeaakk,, rraapp,, jjóóvveenneess yy ccuullttuurraa uurrbbaannaa | pág. 125 FFrraanncciissccoo RReeyyeess SSáánncchheezz
  • 4. 99.. LLeenngguuaajjee ccoollooqquuiiaall jjuuvveenniill eenn llaa ppuubblliicciiddaadd ddee rraaddiioo yy tteelleevviissiióónn | pág. 141 IIssaabbeell HHeerrnnáánnddeezz yy AAnnaa MMaarrííaa VViiggaarraa 1100.. EEll mmoottoorr jjoovveenn ddee llaa bbllooggoossffeerraa | pág. 161 IIssaabbeell RReeppiissoo PPeeññaa 1111.. LLeenngguuaajjee yy ccoommuunniiccaacciióónn eenn llaa jjuuvveennttuudd:: ccaattáállooggooss ddee mmooddaa | pág. 177 AAnnkkaa MMoollddoovvaann 1122.. LLooss ccoonnccuurrssooss eenn llaa tteelleevviissiióónn:: mmaammaa ((ssiinn ttiillddee)),, ¡¡qquuiieerroo sseerr ffaammoossoo!! | pág. 193 AAnnaa SSaannzz MMaatteerriiaalleess | pág. 209 CCoollaabboorraacciióónn | pág. 227
  • 5. EL TEMA Este número monográfico de la revista de estudios DE JUVENTUD presenta, a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios de los abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas juveniles se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos o tribus urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A diferencia de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al debate sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar de los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser considerados -por parte de las instituciones y la sociología actual-, integrantes de la adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben concebirse como separados un universo simbólico joven y otro adulto. Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas específicas -y sus correspondientes lenguajes-, de las que participan los jóvenes como productores o/y destinatarios.
  • 6. Las formas, los estilos, los hábitos, las prácticas ocasionales y sus significados, todo aquello que, con frecuencia, se considera parte de las culturas o subculturas juveniles ha sido objeto de atención durante el siglo XX como fenómenos cuya emergencia y desarrollo eran facilitados por los medios de comunicación de masas. En los comienzos del siglo XXI, cuando tales medios conviven con redes de intercambios informativos cargadas de nuevas posibilidades expresivas, se ve renovado el interés por el universo simbólico de los distintos grupos de jóvenes y, dentro de ese universo, por el uso que hacen del lenguaje en la interacción comunicativa. La vigencia de tal objeto de estudio es relativa, como indicamos, a la existencia de una nueva situación en las infraestructuras y en las estructuras organizativas en el mundo de las comunicaciones, que facilitan el conocimiento y, con ello, la construcción de identidades sociales de toda índole, entre ellas las de colectivos juveniles. Precisamente los que con más naturalidad están haciendo uso de las nuevas redes informativas y de telecomunicaciones. Hay, además, otras circunstancias que contribuyen también a generar transformaciones culturales e innovaciones expresivas de los jóvenes de todo el mundo: por ejemplo, los movimientos migratorios, la existencia de poblaciones multiétnicas en grandes, medianos y pequeños núcleos urbanos, las nuevas hibridaciones entre los elementos culturales más extendidos por el globo y los de carácter más local, o más estrechamente asociados a una religión o etnia particular. Sin olvidar, como es lógico, los cambios en las condiciones de vida que permiten (o no) el acceso a determinados bienes, la generación de expectativas o la frustración de ciertos deseos; todo lo cual interviene inevitablemente en la construcción y modificación de las identidades que para sí construye los jóvenes con ciertos parámetros lingüísticos y otros cánones no lingüísticos en sentido estricto, pero en todo caso ritualizados. El número monográfico que presentamos es continuador de muchos otros de esta misma colección, pero lo es de un modo más directo de las publicaciones que se han centrado en abordar las culturas y los lenguajes juveniles. Entre ellas, representan sendos hitos los libros de cuya edición se responsabilizó Félix Rodríguez González: primero Comunicación y lenguaje juvenil, publicado en 1989 por Editorial Fundamentos; después, la versión ampliada y separada en dos volúmenes publicados en 2002: Comunicación y cultura juvenil y El lenguaje de los jóvenes.Algunos de los autores de sendos libros (Muñoz Carrión, Puig, Reyes Sánchez y Vigara Tauste) colaboran también en este número. Junto a esos monográficos, cabe citar algunos otros trabajos donde se aborda la relación entre jóvenes y medios de comunicación (en general) o entre jóvenes y alguna modalidad comunicativa en particular (como, p. e., Jóvenes y publicidad, Jóvenes y sociedad red o Juventud y teléfono móvil); o, del lado de los elementos culturales no estrictamente lingüísticos, aquellas otras publicaciones donde se describen los grupos de pertenencia (p.e., las tribus urbanas, las culturas juveniles) o algunos de los componentes de esas culturas (p.e., los estilos de vida, los valores, las creencias, las actitudes, los hábitos). En todas estas publicaciones, las formas en las que se expresan los jóvenes ocupan algún lugar, pero, en muchos casos, no el lugar central de la monografía. Por esta razón, consideramos que, a pesar de que no se había descuidado el estudio de las dimensiones comunicativas y culturales de la vida de los jóvenes, había lugar para un nuevo acercamiento a sus actuales Culturas y Lenguajes Juveniles 7
  • 7. modos de vida, contemplando la relación entre las prácticas discursivas y otras prácticas socioculturales características, aunque no exclusivas, de quienes son jóvenes en estos primeros años del Siglo XXI. Se pretende en este número monográfico reunir reflexiones en torno a la relación entre los cambios en el lenguaje y los que tienen lugar en otros elementos culturales de la juventud española actual. Nos referimos a prácticas discursivas o comunicativas en sentido amplio, pues, además de los códigos de la escritura (ya de por sí suficientemente cambiantes como para requerir estudios específicos), aquí se presta atención a otros fenómenos que permiten detectar pautas culturales de los jóvenes: en parte, desde el análisis de acciones expresivas protagonizadas al margen de la industria cultural (el tatuaje como parte del lenguaje corporal; los SMS y la blogosfera como ámbitos y géneros novedosos; las prácticas musicales y pictóricas y sus asociaciones con determinados hábitos y actitudes); y, en parte, desde el conocimiento de las propuestas por la industria que se dirige a unos destinatarios jóvenes y delinea su imagen de la juventud (p.e., en los textos y fotos de las revistas para adolescentes, en los anuncios publicitarios, en los catálogos de moda, o en los concursos televisivos). Cada sociedad regula el uso de determinados recursos materiales con los que es posible producir, transmitir y recibir las informaciones públicas. En la España de este incipiente siglo XXI, las condiciones materiales y la legislación vigente permiten la coexistencia en el espacio público de soportes expresivos de distinta naturaleza, algunos tan antiguos como el propio cuerpo o el papel, otros tan nuevos como las redes telemáticas. Los trabajos recopilados, por un lado, se aproximan a prácticas comunicativas que son diferentes en función del soporte utilizado; por otro, dado que las modificaciones culturales y comunicativas pueden ser objeto de miradas específicas, el conjunto de los artículos, en correspondencia, es multidisciplinar, tanto en los temas como en los métodos o caminos recorridos para ofrecer alguna luz que permita alumbrar, desde el foco respectivo, las muy variadas expresividades en relación con otros aspectos del universo simbólico de los jóvenes actuales. A la plaza donde se muestra la diversidad de manifestaciones culturales jóvenes cabe asomarse desde diferentes disciplinas científicas (antropología, psicología, sociología, lingüística, teoría de la comunicación) y variados saberes artísticos y profesionales. En esta ocasión, hemos agrupado: en un primer bloque, (a) los artículos que tienen un carácter más teórico y general y, en un segundo bloque, (b) los que orientan el foco hacia fenómenos más concretos: (a) En el primer bloque se plantean cuestiones relevantes para entender los valores, los comportamientos y las circunstancias en las que se generan y transforman las mentalidades de los jóvenes actuales en el camino de su lenta y discontinua integración en la sociedad adulta. Antonio P. Muñoz Carrión (Tácticas de comunicación juvenil: intervenciones estéticas) advierte la necesidad de incluir entre los objetos de estudio de la comunicación el plano de las intervenciones fácticas de los jóvenes, en tanto que suponen manifestaciones pautadas como un lenguaje, para hacer visibles sus aspiraciones y definir sus identidades. Toda interacción tiene dimensiones expresivas y estéticas, revalorizadas -a juicio del autor- en el caso de los grupos juveniles por la orientación temporal “presentista” que caracteriza su imaginario colectivo. En la misma línea de prestar atención a los comportamientos juveniles y a los discursos que los legitiman o que pretenden modificarlos, Javier Sainz (Conductas de riesgo y discurso social: los enemigos de la libertad racional) analiza el problema del control que cada sujeto habría de tener sobre sus actos evitando toda posible coacción (tentaciones, provocaciones, adicciones) aunque ello suponga el esfuerzo de sobreponerse a la frustración de no obtener, como otros, una recompensa inmediata. Problema que afecta especialmente a los jóvenes, en tanto que la cohesión del grupo de amigos se fortalece en no pocas ocasiones compartiendo un “discurso pro-riesgo”, cuyo objetivo –según Javier Sainz- es proponer una transferencia de reconocimiento entre los miembros del grupo en detrimento del reconocimiento que se obtiene de los adultos. 8 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 8. El artículo que cierra el primer bloque (Culturas juveniles como aperturas de espacios, tiempos y expresividades) se incluye aquí como puente entre los dos anteriores (que relacionan valores y conductas con discursos sociales) y los que componen el segundo bloque, cada uno de los cuales enfoca una modalidad de comunicación distinta. Procuramos dar claves de la situación por la que transitan las instancias socializadoras (familiares, educativas, comunicativas, etc.) y las razones por las que los jóvenes abren espacios, tiempos y formas de expresión para sí mismos que, a veces, les distancian mucho del conjunto social; lo que cabe apreciar con el frecuente uso de códigos particulares: gestos, sonidos no traducibles a palabras o escritura disortográfica, que desempeñan un papel similar al de los argot o las jergas de ámbitos específicos. (b) El segundo bloque se refiere a diferentes modalidades expresivas, que son otras tantas formas de construcción de identidad, ya sea por iniciativa de los propios sujetos, a título individual o grupal, ya sea por conglomerados industriales que convierten a los jóvenes en personajes protagonistas y destinatarios de sus productos. En este bloque cabe distinguir: b.1) Las prácticas expresivas a partir de la escritura o más bien de la combinación de escritura, iconos y trazo pictórico, en línea con lo que Antonio P. Muñoz denomina en este mismo número “el regreso al gesto”. Se refieren a ellas los dos artículos que abren este bloque: el primero (“Conecta con nosotros: los SMS universitarios”, de Carmen Galán), se ocupa de una acción expresiva de tipo instrumental, incluyendo entre lo instrumental aquello que está orientado a conseguir el mantenimiento del contacto: la escritura coloquial de los SMS o los chats; el segundo aborda una acción expresiva más explícitamente identitaria, la manifestación del yo ante otros, en público o en privado, tomando el propio cuerpo como materia expresiva (“El lenguaje del cuerpo a través del tatuaje: de la adscripción identitaria a la homogeneizadora democratización de la belleza”, de J. A. Alcoceba). b.2) Las propuestas narrativas en cierto modo contrapuestas, al menos, en cuanto a su origen: de un lado, las que provienen de editoriales especializadas en ofrecer a las jóvenes adolescentes unas representaciones de cómo hay que ser, cómo hay que estar y qué hay que tener para lograr sus objetivos (“El lenguaje del éxito en las revistas para las adolescentes”, artículo de Juan F. Plaza), o provienen de la industria publicitaria (“Lenguaje coloquial juvenil en la publicidad de radio y televisión”, artículo de Ana M. Vigara e Isabel Hernández); y de otro lado, las que se exponen por Internet, desde cualquier iniciativa individual, sin organización empresarial y apenas sin infraestructura, de género periodístico o literario, sin las pretensiones uniformizadoras de la mencionada industria editorial (artículo “El motor joven de la blogosfera”, de Isabel Repiso Peña, traductora y periodista). b.3) Los movimientos artísticos, de los que participan los jóvenes expresándose en público: unos más dependientes de la industria (música pop), otros con más distanciamiento y manifestación de rebeldía (los integrantes del Hip Hop: graffiti, break dance y rap). Sendos fenómenos son descritos por dos profesores especialistas en análisis de las culturas musicales: Quim Puig, de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos pone al día respecto de la música pop y su vinculación con otros hábitos y consumos (“Sexo, drogas y música pop: supuestas trasgresiones, comunicación de masas y consumo en la música pop española (1977- 2006)”), en tanto que Francisco Reyes, de la Universidad Complutense de Madrid, describe un movimiento artístico con varias caras (“hip hop, graffiti, break, rap, jóvenes y cultura urbana”), que hoy funciona como polo de atracción de jóvenes en cualquier lugar del mundo, desde el multicultural barrio de Lavapies (donde han abierto un rapeadero) hasta el museo londinense Tate Modern. b.4) Las producciones de la industria del entretenimiento y de la moda, con sus propuestas actuales que rebelan la juventud que imaginan o, al menos, la juventud que interesa a sectores tan importantes como los engranajes televisivos, con sus concursos, (“Los concursos en la televisión: mama (sin tilde), ¡quiero ser famoso!”, de Ana Sanz, editora y directora de la revista de cine, radio y televisión: KANE 3) y los engranajes publicitarios, con sus catálogos (“Lenguaje y comunicación en la juventud: catálogos de moda”, de Anka Moldovan). FFrraanncciissccoo BBeerrnneettee GGaarrccííaa 9Culturas y Lenguajes Juveniles
  • 9.
  • 10. DOCUMENTOS Antonio Muñoz Carrión. Universidad Complutense de Madrid 1 Tácticas de comunicación juvenil: intervenciones estéticas En las páginas siguientes se propone un cambio de perspectiva en el análisis de la cultura juvenil, según la cual se otorgaría el estatus de discurso comunicativo a determinadas prácticas. Hasta ahora, la información considerada más importante a la hora de comprender la visión del mundo de los jóvenes procede de investigaciones elaboradas mediante técnicas cuantitativas o mediante entrevistas o grupos de discusión. Unas y otras trabajan con el lenguaje. Sin embargo, el plano de las intervenciones fácticas de los jóvenes se incluye en la categoría de meros comportamientos y no es objeto de los estudios de comunicación. En la actualidad, la cultura juvenil distingue, cada vez menos, entre acto y expresión; es decir, entre acción y comunicación. Determinadas intervenciones colectivas se están convirtiendo en los únicos lenguajes usados para definir la propia identidad y poner de manifiesto el repertorio de aspiraciones vitales aceptables. La orientación temporal “presentista” que caracteriza el imaginario colectivo de los jóvenes ha revalorizado el papel simbólico de la acción inmediata. Es decir, la acción que expresa y transforma al mismo tiempo y que renuncia a la separación entre esos dos planos. PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Comunicación, jóvenes, oralidad, escritura, cultura visual, presentismo, hedonismo, recepción, apropiación. 1. El retorno al gesto. La primera de las ideas que defiendo aquí es que las subculturas juveniles recientes –desde los años ochenta, aproximadamente- han trasladado una gran parte de sus formas de expresión, sobre todo las que usan para definir el plano identitario, a un sistema de comunicación que comparte muchos rasgos con el usado en las sociedades sin escritura; es decir, aquéllas cuya comunicación se produce gracias a sonidos que no se plasman en ningún soporte estable. Por tanto, en este tipo de comunicación las palabras desaparecen una vez que se han pronunciado. Pero, mientras se están pronunciando, las palabras no sólo representan sino que crean; de manera que al nombrar algo, sobre todo al hacerlo con determinada intención y en un contexto determinado, la mentalidad imperante en la sociedad oral acepta que se está afectando a la realidad misma. En resumen, se considera que ciertas formulaciones y algunos gestos rituales interfieren en el curso de los acontecimientos. Por estas razones, en el universo comunicativo de la oralidad primitiva se evita la pronunciación de determinadas palabras o de ciertas formas de hacer, o de mirar, consideradas perjudiciales, como sucede en el ejercicio del mal de ojo, ya que pueden traer un desenlace fatal. Pero el rasgo de la mentalidad oral que quiero destacar aquí es su dimensión temporal preponderante. Las culturas en donde la oralidad es el procedimiento fundamental de comunicación y de vínculo social reafirman constantemente el presente. La primacía de una relación con el mundo presentista se aminoró con la aparición de la escritura, que ha propiciado un sistema de pensamiento capaz de dar cuenta de todo tipo de orden temporal. Culturas y Lenguajes Juveniles 11
  • 11. Al contrario de lo que sucede con la escritura, la oralidad es un sistema de comunicación que no deja huellas materiales. Mientras en el sistema de la escritura el texto se hace autónomo y permanece en el tiempo, el habla se realiza en tiempo presente y exige que el hablante permanezca activo. Por tanto, la eficacia de este procedimiento comunicativo tiene fecha de caducidad en el tiempo, siendo operativa, fundamentalmente, en el momento de su enunciación. Por el contrario, la permanencia de los mensajes dentro del sistema de la escritura suele estar garantizada en el tiempo. Goody y Watt, refiriéndose a las diferencias entre los modelos de mentalidad derivados del uso de la oralidad y los propios de las culturas con escritura destacan algo fundamental: “el hecho de que la escritura establece un tipo distinto de relación entre la palabra y su referente, una relación que es más general, mas abstracta y menos estrechamente vinculada con la persona, el tiempo y el espacio específicos, que la que se da en la comunicación oral” (1996-54). Frente a una oralidad próxima al pensamiento mágico, que relaciona íntimamente la realidad física y la psíquica, la escritura se presenta como un sistema que está en la base del pensamiento racional. Este pensamiento puede conceptualizar y categorizar. El pensamiento propio que se deriva del sistema de la escritura está en condiciones de jerarquizar con categorías lógicas. En suma, está en condiciones de describir y concebir las más complejas secuencias temporales. Como he afirmado al principio de este artículo, cuando tratamos de interpretar los discursos de la cultura juvenil, lo que encontramos, desde hace casi tres décadas, no son discursos producidos con las características propias de sociedades con escritura, sino que constatamos que usan un tipo de expresividad que se presenta muy alejado de este sistema y muy próximo al de la oralidad. El nuevo estilo comunicacional apuesta por un universo de presencias, ya que la imagen, por su propia naturaleza, no puede dar cuenta de lo ausente. Más que expresar a propósito de vivencias precedentes, o de reclamar transacciones e intercambios futuros, la nueva oralidad (que en realidad recurre al aparato sensoriomotriz en general y no sólo al sonido) persigue una experiencia emocional basada en principios arcaicos, como el contacto físico (la figura retórica de la metonimia) o en el parecido (la figura retórica de la metáfora), a partir de criterios preferentemente visuales y proxémicos. Esta nueva expresividad no funciona sólo como un sistema de signos, sino que es, de manera prioritaria, la experimentación del escenario vital más inmediato con parámetros propios. Michel Maffesoli insiste, al igual que lo han hecho otros autores anteriormente, en que la temporalidad de las experiencias vividas hoy es acelerada y precipitada: "Lo importante es la intensidad del momento, es ir en pos del placer por él mismo. La búsqueda del placer que se agota en el acto, que ya no se proyecta en el porvenir" (2004-129). Desde hace casi un siglo (Simmel, 1988) se habla en sociología de la aventura, de la vida errante, de las identidades múltiples pero nunca, como sucede en la cultura juvenil española actual, se había radicalizado tanto la dicotomía que separa nítidamente el valor de la experiencia inmediata, que es hoy lo primordial, frente a la información procedente de otras fuentes y frente a los modelos de organización y de sentido generalizados y consolidados en la sociedad y no los meramente subjetivos. Cualquier medio de conocimiento que, en última instancia, no se verifique desde concepciones subjetivas, ha perdido hoy crédito y logra escasas adhesiones entre los individuos más jóvenes. 12 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 12. El hecho ante el que nos encontramos es que las formas típicas de comunicar de los/las jóvenes se han visto afectadas al comprimir el tiempo, de manera que las referencias que producen y los referentes a los que aluden se presentan contiguos espacial y temporalmente, con lo cual ya no es pertinente su distinción. Por esta razón hay que crear una categoría nueva en las que ambos conceptos aparezcan imbricados formando un componente comunicativo diferente con dimensión propia. El nuevo concepto debe aplicarse a las situaciones en donde los actos expresivos se llevan a cabo para referirse a sí mismos y no a alguna instancia exterior y alejada. La cultura de proyecto, en la que cualquier acción expresiva invoca a un referente situado en un futuro distante (o remite al pasado), se está acabando para esta mentalidad y está siendo sustituida por una cultura dirigida a la experimentación inmediata, en la que cualquier planteamiento ubicado en la lejanía temporal provoca desconfianza y desinterés. Michel Maffesoli lo expresa así: "Hay épocas en que este goce del presente adquiere una importancia insospechada. Son precisamente aquellas en las que el nomadismo prevalece. Su ritmo constituido por brevedades, cadencias aceleradas e intensidades no permite el apego. O mejor dicho, no plantea su necesidad, pues la eternidad se vive en el presente. [...] El encaminamiento consagra principalmente su atención a lo presente, lo que sucede, lo que favorece, bajo sus diversas modalidades, el goce lúdico" (2004-130). Gérard Imbert también se ha referido a la articulación entre hedonismo y presentismo y lo vincula, en última instancia, con las ordalías que periódicamente relatan las páginas de nuestros diarios: "La fiesta como exaltación del presente (y su reverso: la negación del mañana, de las consecuencias de los propios actos) es una manera de vencer el tiempo -de consumarlo más que consumirlo-, de eliminarlo mágicamente, de pararlo simbólicamente. Pero eliminar el objeto problemático (el tedio, la penuria, la fatiga, la angustia) puede convertirse en conductas paroxísticas, esto es, conductas que llevan la intensidad a su extremo y, en ocasiones, hasta un punto de no retorno" (2004-30). 2. La instauración del presentismo en las culturas juveniles. Nos encontramos ante un hecho socio-antropológico constatado: La gran mayoría (más de dos tercios del total) de los jóvenes españoles, de finales del siglo XX y de principios del actual, han situado su representación del mundo en el terreno de la inmediatez, lo cual ha facilitado la proliferación de la cultura de lo efímero en la que vivimos. Los móviles vitales, y el sistema de prioridades a la hora de planificar el esfuerzo hacia cualquier tipo de metas, se mueven actualmente, para la mayoría de los/las jóvenes, en la "corta o cortísima duración". A mi modo de ver, este es el rasgo que dota de especificidad sus formas propias de comunicación, a la vez que permite atribuirles una representación del mundo, que no se basa en la mera particularidad de determinados contenidos o actitudes, sino en una nueva forma de aparecer en el escenario social en la que ya no podemos discriminar entre lo que dicen y lo que hacen. Sorprende la estabilidad con la que se viene manifestando desde hace tiempo el índice de presentismo entre los/las jóvenes. En primer lugar, porque la sociedad española se ha transformado radicalmente, en todas sus estructuras (social, económica, cultural, etc.) en los últimos 25 años, lo cual Culturas y Lenguajes Juveniles 13
  • 13. debería haber producido oscilaciones en la citada estabilidad; en segundo lugar, porque la distancia temporal existente entre la primera generación de la que tenemos datos y la actual, permite deducir que los primeros son los progenitores de los jóvenes actuales. Es decir, al margen de los cambios socioculturales producidos durante este periodo, padres e hijos han atravesado su adolescencia y su juventud con los mismos parámetros temporales: la magnificación del momento presente. Esta vinculación generacional es la que trato a continuación. En España, los padres de los jóvenes de hoy fueron, en su juventud, los primeros que cuestionaron la cultura de proyecto, desacreditando la relación entre el esfuerzo propio sostenido y la consecución de logros en el futuro. No cuento con la información necesaria para identificar los motivos que llevaron, hace ahora un cuarto de siglo, a producir un giro en las cristalizadas concepciones del tiempo y de la experiencia vital personal, situando aquello por lo que cada cual aspiraba, no a lo largo del ciclo vital, sino en el terreno de la inmediatez. Tampoco puedo explicar si la experiencia subjetiva presentista particular en que han vivido la inmediatez los/las jóvenes de hoy es similar a la que conocieron sus padres y madres tras la Transición. Por el momento, tan sólo pretendo poner de manifiesto la autonomía del ingrediente temporal al que se atienen los proyectos de vida de los individuos reflexionando, seguidamente, acerca de los lenguajes asociados al presentismo. Veamos en primer lugar algunos datos relativos a la estabilidad de este ingrediente cultural desde el principio de la década de los ochenta y acerca de la percepción temporal de los jóvenes anteriores a esta fecha. La sociedad española anterior a la Transición estaba todavía escasamente modernizada en casi todas sus dimensiones. Era una sociedad predominantemente católica, anclada en la tradición, y cuya pauta temporal más generalizada era la repetición. Como toda sociedad autoritaria, contaba con estilos de vida muy estables, asociados a las clases sociales, muy controlados por las instituciones de socialización y por todos los mecanismos del poder instituido. La identidad venía definida, en primer lugar, por la procedencia más que por la adquisición de cada cual. En este marco sociológico, en el año 1967, se preguntó a los jóvenes que habían nacido desde la posguerra hasta los primeros años cincuenta (los nacidos entre 1938-1952) su grado de acuerdo o de desacuerdo acerca de la siguiente frase: "El futuro nos es tan inseguro que lo mejor que se puede hacer es vivir al día". El resultado fue que aproximadamente sólo uno de cada tres jóvenes se mostró de acuerdo con la citada afirmación ("Imagen del mundo en el año 2000"). Exactamente el 37% de los entrevistados. Es decir, aproximadamente dos terceras partes de aquellos españoles vivieron su juventud confiados en lograr las metas vitales a las que aspiraban, que no eran otras que las transmitidas por la familia y la escuela (fundamentalmente formar una familia en el caso de las mujeres y lograr un trabajo estable para mantener dicha familia en el de los hombres). Las personas de aquella generación, que vivió todavía el denominado “nacional-catolicismo” creyeron, al menos en su juventud, que los esfuerzos personales, las renuncias individuales y la voluntad orientada hacia el futuro, daría sus frutos a lo largo del tiempo. Sabemos que, todavía en 1967, las instituciones primarias de socialización actuaban en la misma dirección; es decir, sin las contradicciones sustanciales que caracterizan a las citadas instituciones en nuestra época. Asimismo, los medios de comunicación, incluida la televisión, se limitaban a reproducir los modelos de vida existentes, sin ponerlos en cuestionamiento ni proponer desviación alguna de los mismos. 14 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 14. Un año antes de la muerte de Franco, en 1974, se realizó una pregunta parecida a los jóvenes nacidos en la década de los 50, exactamente a aquellos que nacieron entre 1949 y 1959 (“III encuesta nacional de juventud”). La encuesta se realizó en un momento de cansancio social de una buena parte de los españoles a causa del desgaste del régimen y de todas las instituciones que lo legitimaban. En aquella ocasión se realizó, a los jóvenes que iban a protagonizar la Transición, la siguiente pregunta: "¿Qué te parece la siguiente frase?: Lo que tenemos que hacer es preocuparnos del presente y dejar de proyectar para el futuro, ya que el futuro no depende de nosotros. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo?". Esta pregunta es prácticamente equivalente a la anterior. Establece una dicotomía entre el universo del presente frente a las posibilidades que se abren en el tiempo futuro, que considera incontrolables por los entrevistados. En aquella ocasión los resultados fueron bien diferentes a los del estudio anterior: el 44% de los jóvenes nacidos en los años cincuenta abrazaron el “cortoplacismo” como lugar relevante para la representación del mundo personal. En el momento en que se realizó esta investigación existía una enorme incertidumbre, que rayaba casi en el miedo, acerca de los posibles desenlaces sociopolíticos tras el final de un régimen que se presentía próximo. Cabe atribuir a la generación que vivió su juventud en el marco sociocultural de la primera "Movida", ser la primera que abrazó mayoritariamente la desconfianza acerca del futuro y que asumió la propia incapacidad para controlarlo. Como vamos a constatar, desde entonces éste parece ser un ingrediente obligado de toda representación juvenil. En 1981 se realizó un estudio en el que se preguntó, entre otras cosas, acerca de la importancia de la temporalidad. Los encuestados fueron los que habían nacido a finales de los cincuenta y en los primeros sesenta (entre 1957-1963) ("Evolución del sistema de valores en España". CIS.). En esta ocasión los resultados fueron espectaculares. La pregunta fue la siguiente: "¿Tiende usted a estar de acuerdo o en desacuerdo con la frase siguiente?: El futuro es tan incierto que lo mejor es vivir al día". El 60% de los jóvenes de la primera etapa eufórica tras la dictadura dijo que “sí”; que lo mejor era vivir al día. Creo que este es un momento trascendental en la historia de las mentalidades de los españoles y también en cuanto a la configuración de la identidad generacional juvenil: desde entonces “ser joven”, además de “ser dependiente”, como han señalado numerosos autores, significa “vivir al día”. La mentalidad juvenil se trasladó al corto plazo, y se limitó a imaginar, fundamentalmente, en relación al mundo circundante. Esta opción la ha ido alejando, al mismo tiempo, de la adquisición de competencias para intervenir en el mismo con estrategias a medio y largo plazo. Con una sociedad tradicional y católica pegada a las espaldas y en un momento de euforia sociopolítica, unida a un enorme desamparo institucional, los/las jóvenes de los ochenta percibieron que la nueva Democracia, el nuevo orden racional y la secularización asociada a todo proceso de modernización, transmitían incertidumbre. Me refiero a la denominada “generación del desencanto”. Quiero poner de manifiesto que éstos son los nacidos a partir de finales de los cincuenta y que se trata de las mismas personas a las que cabe atribuir la paternidad de los jóvenes que han instaurado la cultura del botellón en nuestros días. Hay que considerar que en la época en la que se realizó este estudio la mayoría de las mujeres tenían su primer hijo hacia los 25 años. Los jóvenes nacidos en los sesenta (exactamente entre 1958 y 1969) fueron entrevistados acerca de este mismo componente sociocultural a finales de los 80; eran jóvenes que tenían entre 18 y 29 años en aquel momento Culturas y Lenguajes Juveniles 15
  • 15. (1) En esta ocasión los autores del Informe, Martín Serrano y Velarde Hermida observaron que se reduce el presentismo, es decir, la carencia de horizontes temporales, entre aquellos que combinan estudio y trabajo, entre las mujeres y entre los católicos practicantes. También señalaron los autores que los entrevistados situados ideológicamente en el centro político eran menos presentistas que aquellos que se situaban en los extremos del espectro ideológico, tanto por la izquierda como por la derecha. El presentismo estaba relacionado con los escasos niveles de formación y con el deficitario acceso a la información. Los universitarios confiaban más en el futuro que aquellos que sólo contaban con estudios primarios. Aquellos que tenían el hábito de leer eran menos presentistas que los teleadictos. Para los autores existían también una correlación entre el grdo de presentismo y el de racismo. De hecho, entre los que se autodefinían como presentista, un 30% creía que la inmigración tendría efectos raciales negativos, mientras que esta creencia solamente exisstía en el 24% de los no presentistas. En la misma dirección, el 24% de los presentistas creía que la inmigración tendría efectos negativos en la moral y las costumbres, mientras que esta creencia solamente la tenía el 20% de los no presentistas. En el análisis que realizaron los autores citados acerca de las coincidencias y diferencias en tre presentismo e irracionalismo concluyeron que ambas actitudes eran más típicas de la adolescencia que de la juventud y que estaban asociadas a las dificultades para labrarse un proveni: “preservar tanto del irracionalismo como del presentismo haber superado la enseñanza sin sensación de fracaso escolar. Tener trabajo reduce el número de irraciolistas. Y sobre todo de presentistas. Irracionalidad y presentismo coinciden como componentes del síndrome autoritario. Suelen incluir posiciones políticas muy a la derecha, xenófobas y racistas”. También aparecieron asociados al presentismo la indiferencia religiosa y el agnosticismo. En la medida en que los hombres eran más agnósticos e indiferentes a la religión que las mujeres, también presentaron, respecto a estas, índices superiores de confianza en el momento presente, en derimento de proyectos de futuro. ("Relaciones interpersonales, actitudes y valores". CIS. 1703). La pregunta que se les formuló fue la siguiente: "¿Está usted más bien de acuerdo o más bien en desacuerdo con la siguiente frase?: el futuro es tan incierto que lo mejor que hago es vivir al día". El 70% de los entrevistados consideró que lo mejor que podía hacer era llevar a cabo un estilo de vida en el día a día y olvidarse del futuro. Los jóvenes nacidos a lo largo de los sesenta y hasta bien entrados los setenta (exactamente entre 1962 y 1976) fueron entrevistados en 1991 sobre el mismo tema (Informe Juventud 1991). Aquellos jóvenes tenían entre 15 y 29 años cuando se les realizó la siguiente pregunta: "Indica si estás más bien de acuerdo o más bien en desacuerdo con esta frase: El futuro es tan incierto que lo mejor es vivir al día". El 66%, es decir, dos de cada tres, optó por plantearse sus metas en el día a día, disminuyendo ligeramente el presentismo entre los que tenían más edad. Los nacidos desde 1967 y hasta 1981 fueron entrevistados en 1996 (Informe Juventud en España 1996) y se les realizó la misma pregunta que en 1991, a lo que respondieron afirmativamente un 65% de los entrevistados. De nuevo en 1999 los datos son prácticamente los mismos: un 66% apuestan por vivir al día. (Informe Juventud en España 2000) (1) . La generación entrevistada en el último Informe Juventud en España 2004 es la nacida desde el año en que murió Franco hasta 1989. Se trata de la primera juventud que nació en la Transición y sólo conoce la Democracia. Son los/las jóvenes que tienen en la actualidad entre 15 y 29 años. Se les ha vuelto a preguntar lo siguiente: "El futuro es tan incierto que lo mejor es vivir al día" y se siguen manifestando de la misma forma y en el mismo grado que las generaciones anteriores. Parece como si este valor se hubiera congelado y resistiese inamovible en cualquier situación histórica o política. Andreu López Blasco señala lo siguiente: "En todos los grupos de comparación utilizados encontramos que alrededor de un 70% contestan afirmativamente que ven el futuro incierto y que lo mejor es vivir al día. Por lo demás, los más jóvenes parece que sienten más incertidumbre ante el futuro que los grupos de edad más mayores" (pág. 66). Sin embargo, en este informe se comportan de manera similar en la valoración del futuro los varones y las mujeres. Parece que “vivir al día” se ha convertido en una actitud más generalizada cuando se atraviesa la primera juventud y que se va abandonando progresivamente en la medida en la que los individuos se acercan al mundo adulto. Podemos, por tanto, concluir que el grueso de los/las jóvenes se ha alejado definitivamente de la cultura de proyecto. Posiblemente, la causa es la pérdida de confianza en la relación existente entre el plano del esfuerzo personal y el plano de los logros conseguidos. Quizás la característica dominante más espectacular de los jóvenes de las últimas tres décadas sea la manera en la que se plantean su propio protagonismo histórico en un marco vital precario, incierto, dependiente y nómada. El resultado ha sido el repliegue a una inmediatez vital, siendo esta perspectiva la que más sentido y satisfacción les transmite hoy. En esta situación se hace necesario aprender las nuevas gramáticas que permitan a los agentes socio-culturales abrir nuevas vías de comunicación con el colectivo juvenil. Pero el problema más difícil de resolver es que la REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 7816
  • 16. nueva distancia generacional entre jóvenes y adultos no sólo se plantea en el plano del cambio de contenidos, de valores y de normas, sino en el cambio del concepto “comunicación”. Los mensajes comunicativos tienen hoy nuevos formatos, como vamos a ver a continuación. 3. La temporalidad de la acción-comunicación en la dinámica de la moda, de la política y del arte. Desde hace veinticinco años, el imaginario colectivo de los jóvenes se encuentra anclado a un universo expresivo muy asociado a referentes inmediatos y a sus prácticas vitales cotidianas. Las prácticas propias de la cultura juvenil, especialmente las que suceden en su momento más preciado, que es el ocio, expresan y a la vez realizan un estilo de vida propio, cuyo móvil principal es la gratificación inmediata en una escenografía hedonista. En ocasiones, tienen como objetivo primordial expresar que son realizadas; es decir, que existen en la realidad objetiva y que son experimentadas por sus ejecutantes. Los expertos en la creación del entorno vital comercial en el que han crecido sólo se dirigen a la juventud actual en estas claves. Por ejemplo, los parámetros que subyacen con mayor relevancia en el discurso publicitario dirigido a jóvenes son, por este orden: 1) hedonismo y presentismo, 2) valores vinculados con la transgresión y la aventura, 3) valores idealistas, 4) de tipo pragmático, 5) de identificación, 6) relacionados con la imagen personal y la sexualidad, 7) de carácter normativo y 8) valores altruistas (Rodríguez, Sánchez y Megías, 2004-90). Hoy, las formas de participación se están imponiendo a las transacciones de mensajes llevadas a cabo en el curso del tiempo. El lenguaje principal del vínculo social es el de la participación en experiencias fugaces. Pero la nueva didáctica comunicativa usa prácticas simbólicas que no aspiran tanto a comunicar a propósito de una realidad alejada, como a transformar la realidad inmediata, en el momento presente. Además, esta pretensión comienza en el plano de las formas estéticas. En la actualidad, la mayor parte de las prácticas juveniles se han convertido en los discursos fundamentales usados para mostrar las críticas, la disidencia o la conformidad respecto al orden del mundo que les afecta. Aquellos analistas que se centran exclusivamente en procedimientos comunicativos codificados por la lengua natural están perdiendo mucha información, ya que la cultura juvenil ha dejado de producir discursos complejos en clave lingüística. Una especialista en la materia, Rosana Reguillo, ha llegado a afirmar que “ninguna práctica está ‘fuera de lo social’, lo que en términos de análisis debiera traducirse en la capacidad del analista de ubicar el conjunto de expresiones, procesos, acciones, objetos que estudia, en el entramado de las gramáticas que los hacen posibles o los obstaculizan” (2004-52). En estas páginas voy a mencionar sólo tres ámbitos de producción de estas gramáticas: la moda, la política y el arte. La mayor parte de los nuevos discursos tienen una orientación narcisista y se refieren a la simple puesta en escena de la identidad; sólo aspiran al reconocimiento subjetivo de quien los enuncia. Detrás de esta orientación se encuentra el consumo de moda y la posibilidad de encarnar prácticamente un estilo de vida determinado. Mary Douglas (1998-131) afirma que “los objetos están codificados y conocer esos códigos es un modo de proclamar la calidad de miembro. Esta es la base de la tiranía que tiñe cada elección de consumo en un sistema de comunicación”. Por ejemplo, las prácticas lúdicas llevadas a cabo en tiempo de ocio son Culturas y Lenguajes Juveniles 17
  • 17. relacionales y deben ser interpretadas como expresiones rituales complejas, que suponen la exaltación y la realización de lo que M. Maffesoli (1990) denomina "comunidad emocional". Estas prácticas suponen, no tanto una indicación, como un despliegue, en la práctica, de una manera de vivir que exalta las sensaciones y experiencias del presente (Bergua 2002). En otras ocasiones, las expresiones juveniles no se dirigen a la expresión identitaria, ni a la escenificación, sino a la construcción de un “discurso” que es, a la vez, crítico y transformador de la realidad exterior a la propia identidad. Pero en esta ocasión no se proclama un nuevo estado de cosas mediante meros sistemas de signos, como lo hacían los discursos políticos tradicionales. Más bien, se lleva la acción creativa a un escenario cotidiano público y se actúa allí de manera directa, con la pretensión de que dicha acción irrumpa en el curso del acontecer. Con frecuencia, estas acciones se llevan a cabo en género grotesco. Este nuevo estilo comunicacional no reserva tiempos diferenciados y concatenados para la reflexión, para la planificación, para la crítica, para la toma de conciencia, para la reivindicación, para el diálogo, para el pacto, para el establecimiento de estrategias y para la puesta en marcha final de acciones que produzcan las transformaciones demandadas. Todas esas temporalidades han sido reemplazadas en la nueva cultura presentista por un tipo de acción que es expresiva, estética, jocosa y a la vez transformadora. Nos encontramos ante un estilo generalizado de comunicación colectiva, que rebasa el mero nivel de la construcción de la identidad para orientarse hacia la protesta y, en ocasiones, hacia la intervención directa en el curso del acontecer. Tanto las ritualizaciones que tienen como finalidad inmediata el autorreconocimiento (las mediadas por la moda), como las que se orientan hacia la crítica social (los actos paródicos referidos a temas sociopolíticos), no cesan tras el proceso de expresión e intervención, sino que persiguen también la experimentación grupal de cualquier logro conseguido in situ, por pequeño que sea éste. También en la acción expresiva y estética del denominado arte paralelo (o alternativo), así como en la creada por algunos de los denominados N.M.S. (nuevos movimientos sociales) aparecen las mismas características, si bien en estos dos últimos casos no son dependientes de los códigos de moda, como en el primero, sino que aspiran a una investigación o a una crítica social con protagonismo histórico. La sociología de la comunicación se enfrenta hoy a un fenómeno híbrido: los jóvenes pretenden experimentar sensaciones originales, pero dicha experimentación está revestida de una compleja expresividad y tiene, al mismo tiempo, desenlaces fácticos en todos los terrenos, lo cual la transforma en un evento que va más allá de ser una mera expresión generacional. Un simple “botellón” ha concentrado a 40.000 jóvenes en Granada bajo la lluvia para beber durante toda la noche (17/3/2006), lo cual constituye una práctica que debe ser interpretada como si se tratara de un discurso comunicativo, al margen de que este tipo de actividades se conviertan frecuentemente en un problema real en la ciudad. Otro “botellón” celebrado en Barcelona por 500 jóvenes acaba con 54 detenidos y 69 heridos, de los cuales 37 eran agentes de policía (18/3/2006), lo cual puede ser igualmente interpretado como mensaje, al margen de que, adicionalmente, pueda constituir un problema de orden público. 18 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 18. (2) Un ejemplo de este tipo de intervenciones lo encontramos en el Circo Interior Bruto (C.I.B.) o en el trabajo de artistas de acción como Lobby Feroz, que lleva casi una década trabajando en barrios. Nelo Vilar, refiriéndose a este grupo, señala: “Al margen de las acostumbradas performances hechas en eventos reivindicativos, una de sus acciones mayores fue un “Concurso de Ruinas”: un público-jurado recorría los edificios más deteriorados del barrio donde sus habitantes iban mostrando el estado de las viviendas y “corralas” en un escalobriante relato de cotidianidades y miserias oficiales. Finalmente se daba un premio a la finca más ruinosa. La belleza vivencial de esta maniobra, la inexistencia de “espectáculo” o “espectadores”, que no pudo dejar indiferentes a ninguno de los que asistimos, su certera ubicuidad tanto para la denuncia como para el arte y la comunicación entre el vencindario y el público partiipante, resultaron modélicas para un floreciente arte sociológico” (2003-122). En cuanto a la conversión de estas prácticas en intervenciones de carácter político, también estos nuevos lenguajes son los usados con predilección en las demandas de los grupos ecologistas, de los antinucleares, por los integrantes del movimiento antiglobalización, o por los grupos feministas. Por ejemplo, un grupo ecologista ha denunciado la vulnerabilidad y la falta de seguridad en una central nuclear y lo ha hecho accediendo físicamente a la misma, saltándose todas las barreras y creando finalmente inseguridad real, al encaramarse y deambular sobre su cúpula. Lo denunciado (inseguridad) es lo que se produce para la denuncia (inseguridad). Como dijo Alberto Melucci: "Debido al hecho de que viven en un mundo al margen de las constricciones de la vida social, en el limbo simbólico que la sociedad les asigna, los jóvenes se oponen a esta lógica en aras de una diversidad que se manifiesta como reversibilidad de las opciones, en una llamada que se presenta como ausencia de planificación, experiencia del presente y derecho a pertenecer por elección, no por asignación [...]. Al intentar apropiarse el presente y el derecho a poder cambiar algunas cosas, los jóvenes encarnan una extendida necesidad cultural y cuestionan los fundamentos de la racionalidad instrumental [...]. Por consiguiente, la acción de los movimientos se plantea en el ámbito de los símbolos y de la comunicación. Todo ello anula la vieja distinción entre los significados instrumental y expresivo de la acción, porque en la experiencia de los movimientos contemporáneos los resultados de su acción y la experiencia individual de nuevos códigos tienden a coincidir" (1994-137 y 145-146). Alain Hanspeter Kriesi apuesta por el sentido de la actividad como estilo de vida con valor en sí misma: "la expresividad constituye en sí misma un rasgo de las identidades que se intentan crear. Las nuevas identidades se orientan contra una racionalidad puramente económica y contra un pensamiento puramente instrumental. Con ello, las acciones expresivas no son sólo un ritual mediante el cual se fortalecen las identidades para los activistas mismos y para su entorno, tampoco se emplean de modo exclusivamente instrumental para la construcción de nuevas identidades, sino que constituyen, como realización de un fragmento de vida no instrumental, un fin en sí mismo, un aporte a la realización de una forma de vida cualitativamente nueva" (citado en J. Riechmann y F. Fernández Buey 1994-61). Finalmente, los grupos de artistas-gestores más creativos de arte paralelo también optan por la citada integración entre acción y comunicación. Estos grupos se centran en discursos basados en performances, intervenciones o instalaciones. Pero donde más claramente se muestran estas nuevas formas de expresión de cuño presentista es en las intervenciones en espacios cotidianos urbanos, en lugares de tránsito o en espacios alternativos marginales (2) . La peculiaridad del estilo citado en las tres situaciones –moda, N.M.S. y arte paralelo- reside en que no nos permite distinguir claramente entre actores y espectadores; nos encontramos ante un tipo de interacción generalizada en donde priman las estructuras de alteridad, que imponen transformaciones inmediatas, en los entornos cotidianos, descartando la sumisión a los turnos temporales propios de la comunicación monológica. Al igual que sucede en el método sociodramático de J. L. Moreno (1984), tampoco en este nuevo estilo comunicacional se puede prever la estructura de los mensajes, ni siquiera de manera probable, ya que no se basa en repeticiones. Se improvisa durante la intervención, precisamente, para no repetir. No existe un guión completamente acabado antes de la actuación comunicativa; todo Culturas y Lenguajes Juveniles 19
  • 19. sucede en el tiempo presente. El proceso creativo al que me refiero está siempre abierto y no cerrado desde el principio. Su objetivo primero y más inmediato es encontrar novedosos caminos que permitan la escenificación y la vivencia, luchando contra los mecanismos de constricción y de codificación establecidos en la sociedad. En resumen, la expresividad se produce apegada temporalmente a la acción transformadora y no separada de la misma. Cada detalle, en el curso de la acción, aún el más pequeño, puede acabar dotado de significación. La participación en una intervención, por parte de cada individuo, puede circunscribirse a un detalle micro, a través del cual puede, por tanto, regularse el sentido en forma de grados que van de más a menos. Se rehabilita, así, el reino de la comunicación analógica y su pensamiento visual asociado. En el terreno de la participación, también se elude la dicotomía: participación / abstención, ya que cada individuo puede regular su nivel de implicación en muchos niveles. Además, el tempo con el que se llevan a cabo las ejecuciones expresivas puede ser más rápido o más lento, lo cual resulta muy adecuado para administrar la emoción. La percepción del contexto y la participación de todo el aparato sensorial permite sincronías quinésicas, ritmos compartidos, que favorecen la sensación de adscripción y de pertenencia, de todo aquel que cuente con la disposición adecuada. Esta producción creativa y contextual de la cultura juvenil resulta atractiva porque propone una experiencia sensible renovada en la que intervienen activamente el ritmo, el gusto, el olfato y sobre todo el universo táctil, es decir, la proxemia (Maffesoli, 1990). Pero lo que la hace específica es la nueva relación que los participantes establecen entre sí en el seno de los viejos marcos sociales acotados y semantizados por el orden social. En el curso de los últimos 25 años, coincidiendo con el surgimiento y difusión de la cultura visual, se ha ido produciendo un desgaste de cualquier tipo de código abstracto (incluida la lengua) a la hora de expresar colectivamente la propia visión del mundo. El declive del uso de los modelos abstractos ha tenido como consecuencia que la cultura juvenil se haya refugiado, fundamentalmente, en las prácticas cotidianas de carácter inmediato y se haya alejado de las estructuras discursivas. La cultura juvenil ha instaurado novedosas gramáticas praxeológicas que son siempre abiertas, siempre en proceso de formación y, además, adaptables a las nuevas situaciones. Una de las consecuencias de este proceder comunicativo es que, hoy, los mensajes generacionales no se elaboran a partir de un código establecido y consolidado de antemano; por el contrario, empieza a ser habitual que, cuando encontramos un código de orden tras una manifestación juvenil, éste se haya ido generando en el transcurso de las prácticas y como producto de las mismas. Las nuevas formas de acción-comunicación se caracterizan por no contar con posiciones internas fijas; se elude así el esquema convencional que divide las posiciones comunicativas entre emisores y receptores. Para comprender cómo se generan las nuevas formas de expresión colectiva, sean éstas lúdicas, estéticas o contestataria, hay que partir de una circularidad entre las posiciones que obliga a hablar, más de grados de participación en los fenómenos de creación simbólica, que de un intercambio pautado entre posiciones. 20 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 20. 4. De la recepción a la reapropiación. De todos los componentes que caracterizan a las nuevas dinámicas comunicativas destaca lo que, en los modelos tradicionales de comunicación, se denomina la “recepción”. En los nuevos procesos a los que me refiero en estas páginas, cualquiera que se encuentre en la posición de destinatario de estas actividades comunicativas tiene la posibilidad de implicarse progresivamente en el desarrollo de las mismas, hasta convertirse en el principal demandante de creatividad. Cuando esto sucede, los receptores pueden llegar a ser el motor del proceso de interacción, poniéndose de manifiesto, en estas condiciones, una relación de alteridad. Hace más de treinta años Umberto Eco planteó, en el campo de la estética, el carácter abierto de las obras de arte, renunciando a considerarlas acabadas. Desde entonces, la expresión estética ha ido decantándose hacia el lado de la recepción, convirtiéndose esta posición en activa y en creativa. Los nuevos lenguajes de la cultura están muy lejos del sistema de comunicación unívoco y concluso típico de las voces de autoridad. Eco, en la misma línea que inauguró mucho antes Mijail Bajtin, señaló que “La obra que 'sugiere' se realiza siempre cargada de las aportaciones emotivas e imaginativas del intérprete” (1979-71); así mismo, las expresiones de la cultura juvenil, más que mensajes acabados, son la manera en que contactan aquellos que producen símbolos en la actualidad. Este “contacto” se lleva a cabo hoy, como novedad, al margen de las vías instituidas. Se aleja de los modelos en donde sólo se permiten posiciones simétricas, mediadas por transacciones contractuales, y proponen un espacio de participación, en la elaboración y difusión de dichos símbolos, que genera lo que podría denominarse producción compartida. Las acciones comunicativas propias de la cultura juvenil, en realidad, no disponen en la actualidad de un lugar propio en donde situarse. Los jóvenes españoles son, en una sociedad en la que se sobrevalora el individualismo, más dependientes de la familia que nunca; carecen de autonomía y usan, en términos de Michel de Certeau (1990-63), como "táctica", los propios lugares de la institución, redefiniéndolos a su manera, reapropiándose de los mismos con parámetros inesperados y finalmente, otorgándoles nuevos usos prácticos. El citado autor considera que el orden social (el poder) marca sus propias reglas dentro del campo de juego (las denomina "estrategias"), mientras que, en el lado opuesto, la cultura juvenil sólo cuenta con la posibilidad de poner en práctica acciones improvisadas que están determinadas por la ausencia de un espacio propio, lo cual le exige como condición astucia y creatividad. Estos rasgos se han acabado convirtiendo en los recursos de los “débiles”, ya que, mientras las “estrategias” (las manipulaciones del poder) definen el campo de juego y dictan las reglas a las que habría que atenerse, las “tácticas” (las intervenciones expresivas juveniles) son las maneras de hacer posible una partida propia en el campo ajeno, es decir en un lugar impuesto, esquivando en todo momento aquellas reglas, que se consideran ajenas. Las nuevas aspiraciones de los jóvenes, sus nuevos lenguajes y sus mensajes, han hecho propio este nuevo estilo comunicacional, que elude la recepción Culturas y Lenguajes Juveniles 21
  • 21. pasiva y opta por redefinir y por reapropiarse del espacio del orden institucional para usarlo a su favor: en el momento presente. Dichas “tácticas” se llevan a cabo por sorpresa y su lenguaje se encuentra muy próximo al de los espectáculos populares de calle. A veces son casi escaramuzas y maniobras cuyos pequeños logros, como observa Michel de Certeau, se pueden desvanecer en el momento siguiente, porque sus protagonistas, al no poseer un lugar propio, no pueden conservar sus conquistas para hacerlas valer en momentos venideros. Estas “tácticas” se convierten así en prácticas indisciplinadas y recurren a una improvisación creativa que se encuentra necesariamente circunscrita al tiempo presente; todo ello en un contexto remodelado, que se ha usurpado momentáneamente al orden instituido. Por este procedimiento, la producción racionalizada, expansionista y centralizada, propuesta o impuesta desde el poder, es transformada en el plano de los usos prácticos, mediante apropiaciones que, como dice el autor citado, se nos presentan diseminadas, astutas, silenciosas, contaminantes y sutiles. Aparecen como las artes comunes del hacer y en ellas reside la sustancia expresiva más jugosa que presentan los comportamientos colectivos de los/las jóvenes presentistas a los que me estoy refiriendo. Los nuevos lenguajes expresivos de la cultura juvenil están contestando a una representación del mundo derivada de la racionalidad y de la temporalidad que caracteriza el orden de la escritura; y lo hacen desde una nueva mentalidad, situada más cerca del presente experimentado. Gran parte de las intervenciones comunicativas de la cultura juvenil se han convertido en prácticas del espacio y del cuerpo que recuerdan a las descripciones que Bajtin (1971) realiza acerca de la risa en la plaza pública, en su análisis de Gargantúa y Pantagruel. El ejercicio de la acción expresiva y el sentido producido y experimentado en la inmediatez permiten hoy, al igual que sucede en los rituales profanos del ciclo de invierno, como el carnaval popular, la liberación provisional de un mundo cotidiano en el que los jóvenes no encuentran lugar. Al mismo tiempo, constituye la única posibilidad de ensayar modos de hacer alternativos. Hace tiempo llegué a la conclusión de que “la paradoja establecida entre el deseo de independencia y los límites reales de la misma ha sido, probablemente, una de las razones más poderosas por las que, generacionalmente, han instituido, y casi sacralizado, la temporalidad del presente. El espacio en el que se ha plasmado mejor esta percepción del acontecer es en los productos del arte que tienen éxito en la denominada subcultura juvenil y en las formas de disfrutar el tiempo libre, que instauran un presente permanente” (Muñoz Carrión 1994-215). Buscando explicaciones a este enigma cultural, Martín Serrano (2005-80) ha llegado recientemente más lejos, al desplazar este fenómeno desde el terreno de la comunicación al de la psiquiatría social, cuando atribuye, a la cultura de la inmediatez, una función terapéutica al afirmar lo siguiente: “El presentismo puede ser visto como una manera de manejar la ansiedad, ante un futuro que no se controla". Sería interesante plantear, a este respecto, una investigación que relacionase la dinámica de la ansiedad, de la angustia y del pánico en nuestra sociedad, con las dinámicas que han seguido las formas de acción expresiva de corte presentista. La cultura juvenil está creando desconcierto entre los responsables de las instituciones sociales que no son capaces de moverse en el terreno de la corta duración. El instante es la dimensión temporal predominante en la que 22 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 22. los colectivos juveniles se han visto obligados a movilizarse desde hace un cuarto de siglo. Sin embargo, esta dinámica temporal les ha sido impuesta a sus protagonistas por la propia sociedad. No es una elección de los/las jóvenes, sino una salida; es el único reducto en el que pueden reconocerse mutuamente y en el que han acabado siendo reconocidos como sujetos sociales. Por lo tanto, los elevados índices de presentismo que encontramos en los/las jóvenes a la hora de mostrar sus aspiraciones deben interpretarse como una estrategia de resistencia que facilita y hace posible la reorientación a su favor, con urgencia, de cualquier oportunidad que puedan arrebatar al sistema establecido; ése mismo sistema que cuenta con todo el espacio y con todo el tiempo para planificar y encauzar sus planes. A mi entender, el verdadero mensaje generacional está, antes en las modalidades temporales de ese arrebato, que en el contenido arrebatado. REFERENCIAS BIBLIOGRÁFICAS BBaajjttiinn,, MM.. (1971) La cultura popular en la Edad Media y en el Renacimiento. El contexto de François Rabelais. Barcelona. Barral.1971. BBeerrgguuaa,, JJ.. AA.. (2002) La gente contra la sociedad. Impacto sociocultural de un divertimento juvenil. Zaragoza. Ed. Mira. DDee CCeerrtteeaauu,, MM.. (1990) L’invention du quotidien. Arts de faire.París. Gallimard. DDoouuggllaass,, MM.. (1998) Estilos de pensar. Ensayos críticos sobre el buen gusto. Barcelona. Gedisa. EEccoo,, UU.. (1979) Obra abierta. Barcelona. Ariel. GGooooddyy,, JJ.. yy WWaatttt,, II.. (1996) “Las consecuencias de la cultura escrita”, J. Goody (comp.): Cultura escrita en sociedades tradicionales. Barcelona. Gedisa. IImmbbeerrtt,, GG.. (2004) La tentación de suicidio. Madrid. Tecnos. LLóóppeezz BBllaassccoo (2005) Juventud en España 2004. Madrid. INJUVE. MMaaffffeessoollii,, MM.. (1990) El tiempo de las tribus. Barcelona. Icaria. MMaaffffeessoollii,, MM.. (2004) El Nomadismo. Vagabundeos iniciáticos. México. FCE. MMaarrttíínn SSeerrrraannoo,, MM.. yy VVeellaarrddee HHeerrmmiiddaa,, OO.. (2001) Juventud en España 2000. Madrid. INJUVE. MMaarrttíínn SSeerrrraannoo,, MM.. (2005) Congreso “Ser adolescente hoy”. Libro de Ponencias. Madrid. F.A.D. MMeelluuccccii,, AA.. (1994) "¿Qué hay de nuevo en los nuevos movimientos sociales?", en Enrique Laraña y Joseph Gusfield (ed.): Los nuevos movimientos sociales. De la ideología a la identidad. Madrid. CIS. MMoorreennoo,, JJ.. LL (1984) Théâtre de la spontanéité. París. Epi. MMuuññoozz CCaarrrriióónn,, AA.. (1994): “Aspiraciones y objetivos existenciales”, en Martín Serrano, M. (ed.): Historia de los cambios de mentalidades de los jóvenes entre 1960-1990. Madrid. Instituto de la Juventud. RReegguuiilllloo,, RRoossaannaa.. (2004) “La performatividad en las culturas juveniles”. Estudios Juventud. Nº 64. Madrid. INJUVE. RRiieecchhmmaannnn,, JJ.. yy FFeerrnnáánnddeezz BBuueeyy,, FF.. (1994) Redes que dan libertad. Introducción a los nuevos movimientos sociales. Barcelona. Paidós. RRooddrríígguueezz,, EE..,, SSáánncchheezz,, II..,, MMeeggííaass,, II.. (2004) Jóvenes y publicidad. Valores en la comunicación publicitaria para los jóvenes. Madrid. FAD-INJUVE. SSiimmmmeell,, GG.. (1988) Sobre la aventura. Ensayos filosóficos. Barcelona. Península. VViillaarr,, NN.. (2003) "Marginales y criptoartistas: arte paralelo y arte de acción en el Estado español en los años 90", en Práctica artística y políticas culturales. Universidad de Murcia. Culturas y Lenguajes Juveniles 23
  • 23.
  • 24. DOCUMENTOS Javier S. Sainz Departamento de Procesos Cognitivo Universidad Complutense de Madrid 2 Conductas de riesgo y discurso social: los enemigos de la libertad racional Las acciones que un sujeto lleva a cabo no son independientes; sus acciones conforman sus hábitos. A través de su acción el sujeto hace realidad sus deseos y define el contexto de sus decisiones y compromisos. Al ordenar su experiencia y prever los efectos de sus acciones evita ceder a un impulso que luego le reste libertad. Caer en la tentación de una recompensa inmediata, renunciando a una mayor en el futuro, depende de su habilidad para sobreponerse a la frustración, postergar recompensas, e imponer su libertad de acción conjurando las amenazas que representan ceder a la tentación, la provocación, la corrupción de su voluntad, o la adicción. En este trabajo se estudia cómo el éxito de un sujeto en el control de su conducta depende de su experiencia y de su interacción con otros, de cómo otros castigan y recompensan sus acciones. Se concluye que los discursos y políticas sociales no están contribuyendo a ello al no modificar las condiciones de la experiencia del sujeto; las carencias se suplen con discursos que promueven la decepción social y retóricas políticas de base nominalista.. PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Autocontrol, ambivalencia decisional, conductas de riesgo, amenazas al autocontrol, dependencia de relaciones abusivas, maltrato, adicción. 1. Acción racional y autocontrol. En una situación ordinaria, un fumador puede hacerse dos preguntas: (1) ¿Debo dejar de fumar el resto de mi vida?, y (2) ¿Puedo fumarme un cigarrillo ahora?. En contra de lo que suele creerse estas dos cuestiones no son independientes. En la práctica, la pregunta no se refiere estrictamente a un acto único, lo que no tendría sentido en el caso de la primera pregunta, sino más bien a si iniciar o mantener un patrón de acción, un hábito, cuyo primer acto es fumar o dejar de fumar un cigarrillo ahora. Fumarme el último cigarrillo no es una buena idea si quiero dejar de fumar para siempre. Un hábito es un patrón de conducta que permite decidir entre aquellas acciones que compiten en un momento dado, y que nos permiten mantenernos en un curso de acción. El autocontrol puede ayudar a no tomar decisiones en un momento, como si todas las acciones fueran independientes entre sí, y puede ayudar a comprometernos con el curso de acción que hemos decidido. El autcontrol de la conducta es la condición necesaria de la felicidad (Rachlin, 2000); la felicidad deriva de la habilidad del sujeto para que las consecuencias futuras de sus acciones sean exactamente aquellas que ha previsto en el momento de tomar una decisión. El término Culturas y Lenguajes Juveniles 25
  • 25. autocontrol expresa la habilidad para que mis acciones se correspondan con los juicios que tengo de lo que debo hacer, la habilidad de lograr que mis acciones se correspondan con mis decisiones y compromisos. El hábito se mantiene si las acciones que llevo a cabo desempeñan un papel en el tipo de vida que he decidido adoptar. 11..11.. AAcccciióónn rraacciioonnaall yy ccoosstteess ddee llaa aacccciióónn.. Entre el consumidor compulsivo y el consumidor responsable existe la misma diferencia que entre dar rienda suelta a un impulso o saber cuando es conveniente actuar. El dilema del naufrago consiste precisamente en esto: si no sabe cuando va ser rescatado, la probabilidad de sobrevivir aumenta a medida que prolonga su vida, y prolongar su vida significa administrar los recursos de que dispone y administrarlos en el tiempo. Este mismo individuo, si espera morir, tal vez puede preferir consumir de forma compulsiva todos los alimentos de que dispone, incluso a una tasa de consumo superior a la ordinaria y obtener un placer suplementario, para luego una vez agotados los recursos morir de inanición, incluso en el mismo momento de su rescate cuando se da cuenta del carácter irracional de su conducta. No es difícil ver en la conducta del naúfrago una metáfora de la conducta ordinaria. La habilidad de un individuo para regular y ordenar su propia acción en relación con los objetivos que anticipa, según la información de que dispone, es lo que le identifica como un agente racional. El consumo de capital es siempre una opción disponible para cualquier individuo –y de una sociedad bajo el supuesto del individualismo metodológico- incluso aunque no se encuentre en el mismo contexto de un náufrago: hay quienes desean anticipar todo el placer en un acto, quienes atemperan espontáneamente su acción sin considerar si cuentan o no con recursos, y quienes resultan ser capaces de retrasar la gratificación a un momento posterior previendo como su conducta afectará a sus recursos y acciones en el futuro. Aunque a primera vista esos tres casos pueden parecer idénticos, no lo son cuando se examinan las condiciones en que ocurren. Quien responde al impulso y quien atempera espontáneamente su conducta son semejantes en un sentido crucial: ninguno de estos casos expresa autocontrol, bien porque se cede al impulso, bien porque el impulso propiamente no existe o no se dan las condiciones que lo desencadenan. Sólo quien tiene ese impulso y examinando las consecuencias decide abstenerse en las actuales circunstancias revela autocontrol. La diferencia esencial entre este último y los dos primeros descansa en la conducta del sujeto en el tiempo. Las acciones difieren en sus costes de ejecución –el trabajo aplicado para la realización de una acción-, sus costes de oportunidad –la pérdida relativa que se produce al ejecutar una acción en lugar de otra acción alternativa- y sus costes inmediatos o diferidos –las consecuencias en el tiempo de su acción, deseables o indeseables, transparentes u opacas para el actor. Las acciones tienen un efecto incentivo, promueven o reducen la posibilidad de repetir esa acción. Las consecuencias futuras, inmediatas o diferidas de una acción, recompensan o castigan la repetición de esa acción. Si cada acción humana obedece a un propósito, es razonable pensar que ninguna acción tiene sentido en un momento; cada acción forma parte de un 26 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 26. curso de acción y está sujeta a una inercia; la realización de una acción que varía ese curso implica un coste suplementario de ejecución. 11..22.. HHaabbiittuuaacciióónn yy aauuttooccoonnttrrooll.. El autocontrol se expresa en la conducta habitual del sujeto, en su disposición a seguir un patrón de acción, es decir, a seguir un patrón de elecciones a lo largo del tiempo, decidiendo qué hacer cada vez que se le presenta un conflicto de decisión. Estos patrones de decisión u hábitos son resultado de procesos de categorización que parten de la experiencia previa. La experiencia previa permite prever los efectos de alterar un hábito y los efectos que alterarlo conlleva en la formación de nuevos hábitos. Cuando un patrón habitual de acción -por ejemplo, no beber-, entra en conflicto con un impulso -por ejemplo, beber-, tendemos a ceder y caer en la tentación. Si seguimos siempre aquel curso de acción momentáneamente preferible, desarrollamos un nuevo patrón de conducta, un nuevo hábito -el alcoholismo. Al llevar a cabo una acción disminuye, en lo inmediato, el valor de repetir esa acción, pero a medida que pasa el tiempo, se tiende a repetir esa misma acción al considerarla independiente del hábito que ayuda a formar y restaurarse el valor inicial de esa acción. En efecto, el autocontrol expresa un patrón de conducta extenso en el tiempo; para que un hábito prevalezca sobre una acción puntual, la acción que responde a ese hábito debe tener acceso al refuerzo final -por ejemplo, encontrarse saludable- y tener relación con aquella acción -por ejemplo, una dieta baja en calorías, beber con moderación, etc.- que determina la formación de ese hábito. Un hábito se establece por una asociación entre una acción que se mantiene en el tiempo y el refuerzo final (Nevin y Grace, 2000, p. 88). Como señala Rachlin, “en cualquier problema de autocontrol, no hay ningún tipo de acción que sea abiertamente correcta o errónea” (2000, p. 141). El carácter óptimo o subóptimo de esa acción depende de la información de que dispone en un intervalo temporal. A medida que este intervalo aumenta, la posibilidad de descubrir que sus expectativas eran erróneas aumenta, y el interés por obtener más y mejor información también aumenta. Sobre una acción puntual no es posible saber en qué relación se encuentra en relación con un patrón de acción, por lo que no es posible determinar si es y en qué grado correcta o errónea. La consecuencia inmediata de pautar la acción es ampliar la ventana temporal sobre la que es posible controlar de forma efectiva las consecuencias de esa conducta 11..33.. VVaarriiaabbiilliiddaadd ccoonndduuccttuuaall yy lliibbeerrttaadd.. Comprometerse con un patrón de conducta aumenta el autocontrol (Karniol, y Miller, 1983), pero reduce el número de alternativas de acción que se consideran. “El término compromiso significa reducción de libertad y libertad significa variabilidad conductual. En este sentido, un compromiso implica la reducción de la variabilidad conductual potencial” (Rachlin, 2000, p. 126). La reducción de variabilidad conductual no implica reducción o merma de libertad. La limitación de libertad que impone un hábito es distinta a la Culturas y Lenguajes Juveniles 27
  • 27. limitación que sufre un preso. “La diferencia entre una persona presa y una persona libre es que la persona libre puede potencialmente hacer lo que la persona presa hace, y además otras cosas” (Rachlin, 2000, p. 125). La pérdida de libertad relativa es, pues, aparente. El problema es que la libertad no es absoluta, sino residual: si está obligado a elegir, el diletante únicamente consume tiempo mientras deshoja la margarita. Frente al diletante, el decisor compulsivo, incapaz de adoptar una estrategia de acción sobre la base de su experiencia previa, sólo puede adoptar decisiones de un modo aleatorio, porque ninguna acción es, de por sí, más o menos eficiente que cualquier otra, incluso aunque sólo puedan ser estrictamente aleatorios aquellos cursos de acción que puede representarse. La libertad no existe para quien ignora el enlace entre sus acciones y los efectos que éstas tienen en el medio que habita; la libertad existe para quien, no ignorando el enlace entre una acción y sus consecuencias, pauta sus acciones para obtener lo que desea. Al pautar su conducta, al ordenar sus acciones en un plan de acción, sacrifica aquella parte de su libertad que ignora las consecuencias de un acto y la transforma y aumenta en aquella libertad que se expresa en el logro de sus propósitos. “… en este sentido, de ayudarnos a lograr nuestros objetivos, el compromiso [con un curso de acción] puede aumentar la libertad al liberarnos [de la ejecución de acciones inmediatas] para tener éxito” (Fantino, 2001, p. 96). No cediendo de forma inmediata y compulsiva al impulso, “reestructurando el medio para facilitarnos el alcance de nuestros objetivos, estamos paradójicamente aumentando nuestra libertad”. “A menudo restringuir la variabilidad de nuestra conducta inmediata permite una mayor variabilidad (o, al menos, un rango mayor de opciones) en el futuro (el patrón conductual a largo plazo); fracasar en la restricción de la variabilidad inmediata puede reducir las opciones de la conducta futura. Este es ciertamente el caso del alcohólico o el adicto.” (Fantino, 2001, p. 96). “En un amplio sentido… la vida humana ordinaria mejora por la tendencia a mantener un patrón de conducta una vez se puso en marcha –atenerse a decisiones previas, a decisiones, a promesas que hemos hecho a otras personas y a nosotros mismos, concluir el trabajo que comenzamos- en otras palabras, a vernos influidos por costes hundidos” (Rachlin, 2000, p. 142). Los costes de ejecución de una acción se analizan como inversiones –costes hundidos- que luego justifican una ganancia en un plazo temporal. 2. Formación de preferencias y control ilusorio. El efecto de pautar una serie de acciones es ampliar la ventana temporal sobre la que las consecuencias de esas acciones pueden afectar al proceso de decisión. La incertidumbre sobre el valor de una acción puede resolverse observando la conducta en el tiempo. La habilidad de un sujeto para mantener un curso de acción depende de su habilidad para resistir la tentación de interrumpirlo. En un hábito racional, las excepciones pueden darse, pero las excepciones mismas, en caso de darse, deben integrarse en un patrón de acción para que el sujeto no acabe finalmente mordiendo el anzuelo, cediendo a la tentación seducido por un cebo que se presenta más atractivo. Así, una dieta puede alterarse para darse un respiro; sin embargo, si esta excepción se hiciera regular no tendría el efecto de arruinar la inversión realizada; porque esta excepción es ocasional puede arruinar la inversión realizada hasta la fecha. 28 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 28. Morder el anzuelo o ceder a la tentación representa un problema porque las opciones a corto plazo –el nivel molecular de la conducta- proporcionan una recompensa inmediata mayor pero luego, a largo plazo, –el nivel molar de la conducta- llevan a consecuencias desastrosas. Como señala, Rachlin (2000) éste es el dilema que afronta cualquier proceso de decisión que requiere autocontrol. 22..11.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ssiimmppllee.. En la toma de una decisión, la ambivalencia se produce cuando coexisten tendencias que favorecen elecciones opuestas en un mismo contexto. La duda y la vacilación son la expresión convencional de la ambivalencia simple, cuando una preferencia cambia de dirección de forma repentina o súbita y el momento de cada elección está bien definido en el tiempo. En las situaciones de ambivalencia simple, el tiempo juega un papel esencial al relacionar la tasa en que se reduce el valor de la recompensa y su demora. En el dilema de Goodwin, de si “quedarse en la cama” o “ir a trabajar” cuando suena el despertador, el valor de estas opciones no varía en el tiempo. La reducción de valor de un bien –“quedarse en la cama” versus “ir a trabajar”- puede representarse empleando una función de descuento en el tiempo. “Una función de tiempo de descuento es una expresión matemática de la reducción del valor de un bien en función del tiempo de demora [de la recompensa]” (Rachlin, 2000, p. 30). La función que representa la variación del tipo de interés simple, V=v.e-2D , permite expresar a la vez, el descuento del valor actual del reforzador v y el valor actual de un bien V que se reduce en función de un tiempo de demora D –el tiempo que se demora la recompensa- y una tasa constante de descuento r que varía entre 0 y 1. Sin embargo, esta expresión exponencial indicaría que las personas son consistentes a lo largo del tiempo ya que las dos curvas de descuento que se corresponden con dos situaciones de reforzamiento con D y r diferentes nunca se cruzan. Con esta función, el rango de las preferencias sobre futuras recompensas -trabajar o dormir para el dilema de Goodwin- permanece constante a través del tiempo, y la conducta que resulta es racional. Sin embargo, se ha observado tanto en estudios de comportamiento animal como humano, en contra de esta función teórica, que las funciones de preferencia de seres humanos y animales se cruzan en el tiempo dando lugar a regiones de indiferencia o ambivalencia y a un conflicto de autocontrol. Cuando a una persona o a un animal de laboratorio se le presentan dos recompensas, una mayor y otra menor, con una demora mínima, la elección recae de forma consistente en la recompensa mayor. Sin embargo, a medida que aumenta el intervalo temporal (D) entre una recompensa mayor a largo plazo (R>L) y una recompensa menor a corto plazo (R<C), la percepción del sujeto respecto del valor estimado de la recompensa cambia de dirección. La tendencia a invertir el sentido de la elección crece a medida que la recompensa a corto plazo es más inminente y la demora de la recompensa a largo plazo permanece fija en el tiempo aumentando la diferencia entre una recompensa y otra. La función hiperbólica de descuento, V=v/1+kD, representa mejor esta inversión de preferencias ya que para una k constante, la variabilidad de la demora de la recompensa presenta cruces en las funciones de preferencia sobre elecciones R>L y R<C. Cuanto mayor es el valor de k, mayor es la pendiente de la función de descuento. La presencia de estímulos Culturas y Lenguajes Juveniles 29
  • 29. contextuales locales o una señal discriminante representa una tentación para cambiar de preferencia. Rachlin (2000) advierte que 10 segundos de diferencia bastan a las palomas para escoger la alternativa menos ventajosa, -una unidad de alimento en lugar de dos veces la misma cantidad. Para evitar caer en la tentación que se produce en una situación de ambivalencia simple la respuesta es el “compromiso”, un tipo de elección que restringe el rango de posibles elecciones futuras. Un compromiso es una expresión conductual reflejo de una preferencia previa e independiente del contexto. A menudo es imposible eliminar por completo la alternativa indeseable. Una solución sería asignar un coste a la alternativa indeseable. Sin embargo, todavía se observan casos de derrotismo, -consumir fármacos antiabuso e ingerir alcohol de todos modos. La ecuación de Mazur permite identificar la región de indiferencia que se corresponde con los momentos (ta/b) en los que los valores de v y V se tornan equivalentes, y las preferencias por R>L y R<C se equilibran para una k=0,77. Una región de indiferencia identifica los puntos de inflexión de la decisión a favor de una u otra alternativa. Mazur (1987) ha mostrado que el valor de k depende de la especie, la edad, la experiencia, el tipo de recompensa y la razón fija o variable de la recompensa. 22..22.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ccoommpplleejjaa.. Al igual que en la simple ambivalencia, la ambivalencia compleja se relaciona con la tentación de escoger aquella alternativa de acción más inmediata y de menor valor (R<C). La diferencia consiste en que las opciones no son claras y distintas; en su lugar, una opción es específica, contextualmente determinada y temporalmente discreta –por ejemplo, “beber”- y otra es una opción inespecífica o abstracta, independiente del contexto y temporalmente continua –por ejemplo, “estar sobrio”. El valor de “estar sobrio” es una cantidad molar que no puede descomponerse en partes ni cada una de esas partes ponderarse por separado. En una situación de ambivalencia compleja, las dos alternativas de elección no son comparables entre sí, y ésta es la situación ordinaria de la mayor parte de los problemas de autocontrol. El resultado de sumar el valor asociado a cada uno de los sucesos independientes no equivale al valor del conjunto. En efecto, “estar sobrio” no puede confundirse con la abstinencia total, o identificarse con el resultado de abstenerse de beber durante los próximos 365 días del año. Dos condiciones deben cumplirse en la ambivalencia compleja. Entre dos actividades, una de longitud t y otra de longitud T = n.t, para n> 1: (1) la actividad de mayor duración debe preferirse sobre la n repeticiones de la actividad de menor duración ; y, (2) la actividad de menor duración debe preferirse a una fraccción de longitud t de la actividad de mayor duración. Un caso típico es el dilema del alcohólico entre beber ahora mismo o abstenerse de hacerlo. No existe ninguna solución intrínsecamente correcta cuando se afronta un problema de indecisión: si la persona tiene una ventana temporal muy reducida, tenderá a beber; si tiene una ventana temporal más extensa en el tiempo, se abstendrá. En relación con el consumo de alcohol, beber moderadamente en un contexto social puede valorarse más que la abstinencia total. La abstinencia puede considerarse un caso de adicción compulsiva que se presenta en contraposición a ser indulgente consigo mismo en repetidas 30 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
  • 30. ocasiones. Pero la abstinencia puede ser en último término una alternativa peor que la pura indulgencia. En el caso de la ambivalencia simple, el compromiso es más simple y el autocontrol posible. En el caso de la ambivalencia compleja no existe una región bien definida de cuando una alternativa es preferible a la otra: debe mantenerse el compromiso. Esta condición justifica la existencia de instituciones para el tratamiento del alcoholismo o cualquier otra adicción. Sólo una institución puede asegurarle al sujeto que mantendrá su compromiso de estar sobrio y su disposición a cambiar de conducta. Herrnstein y Prelec (1992) describen el proceso por el que un sujeto desarrolla una adicción, bajo condiciones de ambivalencia compleja, como un proceso en el que el sujeto se compromete a seguir una “senda finalmente peligrosa e ilusoria” –primrose path-, y muerde el anzuelo seducido por un cebo; el valor que concede a las elecciones a corto plazo es mayor que el concede a elecciones más ventajosas a largo plazo; de este modo, arruina su libertad. El término “senda ilusoria” identifica la pérdida progresiva de valor de cualquiera de las alternativas cuando el sujeto elige la alternativa más valorada –p. ej. beber- sobre la peor valorada –p. ej. no beber. Sin embargo, el estado final, el alcoholismo, es, en cualquier caso, de menor valor relativo que el estado inicial de sobriedad. En términos de la función de descuento, existe una diferencia significativa entre elegir en un contexto local t y un contexto más amplio T en función del valor que toma la constante k. Cuando dos opciones se inscriben en un contexto local, el valor de k es alto y se relaciona con altos índices de descuento respecto de eventos distantes en el tiempo. Cuando dos opciones se inscriben en un contexto temporal más amplio, el valor de k disminuye y el valor descontado también disminuye en relación con los eventos distantes. Para que este proceso de elegir constantemente la peor de las alternativas se invierta, el sujeto debe escoger la alternativa menos valorada –no beber, en este caso- siendo que el valor del estado inicial de sobriedad ha perdido también parte de su valor y desincentiva un cambio de preferencias. Cómo y por qué el sujeto viene a optar por esta segunda opción es el problema fundamental de la noción de autocontrol. 22..33.. AAlliimmeennttaacciióónn ddee llaa vvoolluunnttaadd yy ccoonnttrrooll iilluussoorriioo.. La noción que cada individuo maneja acerca de sí mismo es una abstracción de su conducta presente y pasada, un resultado de las preferencias desarrolladas a través del tiempo a partir de su experiencia en un contexto social. Para darse a sí mismo la posibilidad de controlar su conducta, el sujeto puede confiar, primariamente, en el análisis racional en el tiempo de las consecuencias de sus acciones sobre su libertad futura. Para tener éxito en ese empeño, el sujeto puede desarrollar una serie de estrategias que disminuyan el riesgo de ceder a una tentación peligrosa. Así, puede evitar aquel tipo de estímulos que representan una recompensa de una acción que no desea llevar a cabo -p. ej. para un fumador, evitar una sala de fumadores-, puede evitar que ciertos estímulos se asocien con una conducta indeseable –p. ej. cenar con unos amigos y tener el pretexto para beber- y puede establecer criterios y reglas para asociar ciertos estímulos con cursos de acción deseables aunque de forma aislada representen una recompensa inmediata menor. Una persona no desarrolla un patrón de acción si no está expuesto a la experiencia. En ocasiones, esta exposición a la experiencia resulta de la propia Culturas y Lenguajes Juveniles 31
  • 31. acción; en otras, esta exposición a la experiencia es resultado de una acción o decisión ajena. En la mayor parte de los casos depende de ambas formas de experiencia. La experiencia afecta al autocontrol en situaciones de ambivalencia compleja. Del mismo modo, una persona puede desarrollar su autonomía de acción confiando en su propia experiencia o ceder la responsabilidad de su acción a terceros confiando su conducta a controles extrínsecos a cambio de alguna forma de recompensa que de otro modo no obtendría. Trabajar para sí mismo o trabajar para otro son dos estrategias alternativas para obtener recursos y libertad. Caridad del Río Hernández, la madre de quien fuera asesino de Trostky, Ramón Mercader, había sido ampliamente entrenada por su marido a destruir una convicción identitaria que hasta entonces le había sido fundamental, la misma que le había llevado al matrimonio y luego al divorcio, a saber, la existencia de una diferencia esencial entre ejercer de esposa o de prostituta. Caridad del Río había experimentado la corrupción moral de la burguesía en las demandas de su propio marido. Caridad del Río representa una conversión, por la que viene a recuperar de nuevo el control de su conducta pero ahora bajo un régimen de castigos y recompensas diferente al servir como espía destacada a Stalin y verse envuelta en dos ocasiones en el asesinato de León Trosky. Bajo la condición de espía tiene que someterse a la misma disciplina que había aprendido en el colegio. La conversión es una manifestación del mismo tipo de conducta que transforma un alcohólico en un fervoroso defensor de la abstinencia compulsiva; la restauración de una fe perdida, la ciega confianza en una secta o una iglesia no es sino un acto por el que el sujeto restaura por medios extrínsecos el control sobre su conducta, si bien mediante una cesión de su libertad, en un plano abstracto, la misma que perdería si cediera continuamente a un impulso, pero ahora, concreta y bien diferente, porque se somete a la autoridad de los miembros de su nuevo grupo de pertenencia. El converso, incapaz de obtener en su medio social los bienes que pretende con sus recursos, se asegura la consecución de sus objetivos recurriendo a la mediación social, alienando su voluntad. El fundamentalismo dogmático es el riesgo de las sociedades abiertas: la libertad ajena se envidia, pero su ejercicio se teme si se carece de los recursos necesarios y se pierden otras recompensas. Es el caso del converso varón a alguna forma de vivir la religión que tiene como contrapartida la sumisión de una mujer, cuando la cultura social occidental sólo le permitiría, básicamente, ejercer de seductor, un tipo de control más precario, que el que tiene a disposición si cambia de creencias. El sujeto cambia de creencias en relación con recompensas tangibles. El valor relativo de un bien y el repertorio de acciones de que dispone para alcanzarlo no son disociables. El instrumento primario de un sujeto para lograr sus objetivos es su habilidad para lograr el reconocimiento de otros. El reconocimiento de otros es el objetivo de la acción humana en la medida en que el logro de cualquier otro objetivo está supeditado a él en el mismo grado. El concepto teórico sobre el que descansa cualquier forma de compromiso del sujeto con su conducta por internalización de valores sociales de naturaleza identitaria es la voluntad o la fuerza de voluntad. Sin embargo, esta forma de internalización del compromiso pronto revela su debilidad (Davidson, 1980). En teoría, el sujeto puede internalizar un compromiso como resultado de un sentimiento de culpa. Sin embargo, es dudoso que la culpa pueda constituir un castigo eficaz. Al igual que otras formas de autocastigo, el sentimiento de culpa puede tener, a lo sumo, un efecto temporal y débil sobre la conducta, un efecto inmediato y residual una vez se ha llevado a cabo una acción. La conducta sólo es controlada por fuerzas externas –recompensas o castigos- o 32 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78