2. ≥ Septiembre 07 | Nº 78
Culturas y lenguajes juveniles
Este número monográfico de la revista de estudios de Juventud presenta,
a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios de los
abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas juveniles
se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos o tribus
urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A diferencia
de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al debate
sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar de
los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser considerados
—por parte de las instituciones y la sociología actual—, integrantes de la
adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben concebirse como
separados un universo simbólico joven y otro adulto.
Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con
trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias
en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el
segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas
específicas —y sus correspondientes lenguajes—, de las que participan
los jóvenes como productores o/y destinatarios.
5. EL TEMA Este número monográfico de la revista de estudios DE JUVENTUD
presenta, a propósito de las culturas juveniles, aspectos complementarios
de los abordados en otras ocasiones, cuando el análisis de las culturas
juveniles se ha centrado en los estilos de vida de determinados colectivos
o tribus urbanas (generalmente, trasnacionales, con versión española). A
diferencia de esos otros tratamientos, aquí se ha procurado contribuir al
debate sobre los modos de hacer y, en particular, las maneras de expresar
de los hombres y mujeres que en el presente están en edad de ser
considerados -por parte de las instituciones y la sociología actual-,
integrantes de la adolescencia y la juventud, entendiendo que no deben
concebirse como separados un universo simbólico joven y otro adulto.
Ofrecemos nuestra contribución en dos bloques: el primero de ellos, con
trabajos referidos a los valores, los comportamientos y las circunstancias
en que se produce la socialización de quienes ahora son jóvenes; y, el
segundo, con los artículos que se acercan a modalidades comunicativas
específicas -y sus correspondientes lenguajes-, de las que participan los
jóvenes como productores o/y destinatarios.
6. Las formas, los estilos, los hábitos, las prácticas ocasionales y sus
significados, todo aquello que, con frecuencia, se considera parte de las
culturas o subculturas juveniles ha sido objeto de atención durante el siglo
XX como fenómenos cuya emergencia y desarrollo eran facilitados por los
medios de comunicación de masas. En los comienzos del siglo XXI, cuando
tales medios conviven con redes de intercambios informativos cargadas de
nuevas posibilidades expresivas, se ve renovado el interés por el universo
simbólico de los distintos grupos de jóvenes y, dentro de ese universo, por el
uso que hacen del lenguaje en la interacción comunicativa.
La vigencia de tal objeto de estudio es relativa, como indicamos, a la
existencia de una nueva situación en las infraestructuras y en las estructuras
organizativas en el mundo de las comunicaciones, que facilitan el
conocimiento y, con ello, la construcción de identidades sociales de toda
índole, entre ellas las de colectivos juveniles. Precisamente los que con más
naturalidad están haciendo uso de las nuevas redes informativas y de
telecomunicaciones.
Hay, además, otras circunstancias que contribuyen también a generar
transformaciones culturales e innovaciones expresivas de los jóvenes de todo
el mundo: por ejemplo, los movimientos migratorios, la existencia de
poblaciones multiétnicas en grandes, medianos y pequeños núcleos urbanos,
las nuevas hibridaciones entre los elementos culturales más extendidos por
el globo y los de carácter más local, o más estrechamente asociados a una
religión o etnia particular. Sin olvidar, como es lógico, los cambios en las
condiciones de vida que permiten (o no) el acceso a determinados bienes, la
generación de expectativas o la frustración de ciertos deseos; todo lo cual
interviene inevitablemente en la construcción y modificación de las
identidades que para sí construye los jóvenes con ciertos parámetros
lingüísticos y otros cánones no lingüísticos en sentido estricto, pero en todo
caso ritualizados.
El número monográfico que presentamos es continuador de muchos otros
de esta misma colección, pero lo es de un modo más directo de las
publicaciones que se han centrado en abordar las culturas y los lenguajes
juveniles. Entre ellas, representan sendos hitos los libros de cuya edición se
responsabilizó Félix Rodríguez González: primero Comunicación y lenguaje
juvenil, publicado en 1989 por Editorial Fundamentos; después, la versión
ampliada y separada en dos volúmenes publicados en 2002: Comunicación y
cultura juvenil y El lenguaje de los jóvenes.Algunos de los autores de sendos
libros (Muñoz Carrión, Puig, Reyes Sánchez y Vigara Tauste) colaboran
también en este número.
Junto a esos monográficos, cabe citar algunos otros trabajos donde se
aborda la relación entre jóvenes y medios de comunicación (en general) o
entre jóvenes y alguna modalidad comunicativa en particular (como, p. e.,
Jóvenes y publicidad, Jóvenes y sociedad red o Juventud y teléfono móvil);
o, del lado de los elementos culturales no estrictamente lingüísticos, aquellas
otras publicaciones donde se describen los grupos de pertenencia (p.e., las
tribus urbanas, las culturas juveniles) o algunos de los componentes de esas
culturas (p.e., los estilos de vida, los valores, las creencias, las actitudes, los
hábitos).
En todas estas publicaciones, las formas en las que se expresan los jóvenes
ocupan algún lugar, pero, en muchos casos, no el lugar central de la
monografía. Por esta razón, consideramos que, a pesar de que no se había
descuidado el estudio de las dimensiones comunicativas y culturales de la
vida de los jóvenes, había lugar para un nuevo acercamiento a sus actuales
Culturas y Lenguajes Juveniles 7
7. modos de vida, contemplando la relación entre las prácticas discursivas y
otras prácticas socioculturales características, aunque no exclusivas, de
quienes son jóvenes en estos primeros años del Siglo XXI.
Se pretende en este número monográfico reunir reflexiones en torno a la
relación entre los cambios en el lenguaje y los que tienen lugar en otros
elementos culturales de la juventud española actual.
Nos referimos a prácticas discursivas o comunicativas en sentido amplio,
pues, además de los códigos de la escritura (ya de por sí suficientemente
cambiantes como para requerir estudios específicos), aquí se presta atención
a otros fenómenos que permiten detectar pautas culturales de los jóvenes:
en parte, desde el análisis de acciones expresivas protagonizadas al margen
de la industria cultural (el tatuaje como parte del lenguaje corporal; los SMS
y la blogosfera como ámbitos y géneros novedosos; las prácticas musicales
y pictóricas y sus asociaciones con determinados hábitos y actitudes); y, en
parte, desde el conocimiento de las propuestas por la industria que se dirige
a unos destinatarios jóvenes y delinea su imagen de la juventud (p.e., en los
textos y fotos de las revistas para adolescentes, en los anuncios publicitarios,
en los catálogos de moda, o en los concursos televisivos).
Cada sociedad regula el uso de determinados recursos materiales con los
que es posible producir, transmitir y recibir las informaciones públicas. En la
España de este incipiente siglo XXI, las condiciones materiales y la
legislación vigente permiten la coexistencia en el espacio público de
soportes expresivos de distinta naturaleza, algunos tan antiguos como el
propio cuerpo o el papel, otros tan nuevos como las redes telemáticas. Los
trabajos recopilados, por un lado, se aproximan a prácticas comunicativas
que son diferentes en función del soporte utilizado; por otro, dado que las
modificaciones culturales y comunicativas pueden ser objeto de miradas
específicas, el conjunto de los artículos, en correspondencia, es
multidisciplinar, tanto en los temas como en los métodos o caminos
recorridos para ofrecer alguna luz que permita alumbrar, desde el foco
respectivo, las muy variadas expresividades en relación con otros aspectos
del universo simbólico de los jóvenes actuales.
A la plaza donde se muestra la diversidad de manifestaciones culturales
jóvenes cabe asomarse desde diferentes disciplinas científicas (antropología,
psicología, sociología, lingüística, teoría de la comunicación) y variados
saberes artísticos y profesionales. En esta ocasión, hemos agrupado: en un
primer bloque, (a) los artículos que tienen un carácter más teórico y general
y, en un segundo bloque, (b) los que orientan el foco hacia fenómenos más
concretos:
(a) En el primer bloque se plantean cuestiones relevantes para entender los
valores, los comportamientos y las circunstancias en las que se generan y
transforman las mentalidades de los jóvenes actuales en el camino de su
lenta y discontinua integración en la sociedad adulta.
Antonio P. Muñoz Carrión (Tácticas de comunicación juvenil: intervenciones
estéticas) advierte la necesidad de incluir entre los objetos de estudio de la
comunicación el plano de las intervenciones fácticas de los jóvenes, en tanto
que suponen manifestaciones pautadas como un lenguaje, para hacer
visibles sus aspiraciones y definir sus identidades. Toda interacción tiene
dimensiones expresivas y estéticas, revalorizadas -a juicio del autor- en el
caso de los grupos juveniles por la orientación temporal “presentista” que
caracteriza su imaginario colectivo.
En la misma línea de prestar atención a los comportamientos juveniles y a
los discursos que los legitiman o que pretenden modificarlos, Javier Sainz
(Conductas de riesgo y discurso social: los enemigos de la libertad racional)
analiza el problema del control que cada sujeto habría de tener sobre sus
actos evitando toda posible coacción (tentaciones, provocaciones,
adicciones) aunque ello suponga el esfuerzo de sobreponerse a la
frustración de no obtener, como otros, una recompensa inmediata. Problema
que afecta especialmente a los jóvenes, en tanto que la cohesión del grupo
de amigos se fortalece en no pocas ocasiones compartiendo un “discurso
pro-riesgo”, cuyo objetivo –según Javier Sainz- es proponer una
transferencia de reconocimiento entre los miembros del grupo en detrimento
del reconocimiento que se obtiene de los adultos.
8 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
8. El artículo que cierra el primer bloque (Culturas juveniles como aperturas de
espacios, tiempos y expresividades) se incluye aquí como puente entre los
dos anteriores (que relacionan valores y conductas con discursos sociales) y
los que componen el segundo bloque, cada uno de los cuales enfoca una
modalidad de comunicación distinta. Procuramos dar claves de la situación
por la que transitan las instancias socializadoras (familiares, educativas,
comunicativas, etc.) y las razones por las que los jóvenes abren espacios,
tiempos y formas de expresión para sí mismos que, a veces, les distancian
mucho del conjunto social; lo que cabe apreciar con el frecuente uso de
códigos particulares: gestos, sonidos no traducibles a palabras o escritura
disortográfica, que desempeñan un papel similar al de los argot o las jergas
de ámbitos específicos.
(b) El segundo bloque se refiere a diferentes modalidades expresivas, que son
otras tantas formas de construcción de identidad, ya sea por iniciativa de los
propios sujetos, a título individual o grupal, ya sea por conglomerados
industriales que convierten a los jóvenes en personajes protagonistas y
destinatarios de sus productos. En este bloque cabe distinguir:
b.1) Las prácticas expresivas a partir de la escritura o más bien de la
combinación de escritura, iconos y trazo pictórico, en línea con lo que
Antonio P. Muñoz denomina en este mismo número “el regreso al gesto”. Se
refieren a ellas los dos artículos que abren este bloque: el primero (“Conecta
con nosotros: los SMS universitarios”, de Carmen Galán), se ocupa de una
acción expresiva de tipo instrumental, incluyendo entre lo instrumental
aquello que está orientado a conseguir el mantenimiento del contacto: la
escritura coloquial de los SMS o los chats; el segundo aborda una acción
expresiva más explícitamente identitaria, la manifestación del yo ante otros,
en público o en privado, tomando el propio cuerpo como materia expresiva
(“El lenguaje del cuerpo a través del tatuaje: de la adscripción identitaria a la
homogeneizadora democratización de la belleza”, de J. A. Alcoceba).
b.2) Las propuestas narrativas en cierto modo contrapuestas, al menos, en
cuanto a su origen: de un lado, las que provienen de editoriales especializadas
en ofrecer a las jóvenes adolescentes unas representaciones de cómo hay que
ser, cómo hay que estar y qué hay que tener para lograr sus objetivos (“El
lenguaje del éxito en las revistas para las adolescentes”, artículo de Juan F.
Plaza), o provienen de la industria publicitaria (“Lenguaje coloquial juvenil en
la publicidad de radio y televisión”, artículo de Ana M. Vigara e Isabel
Hernández); y de otro lado, las que se exponen por Internet, desde cualquier
iniciativa individual, sin organización empresarial y apenas sin infraestructura,
de género periodístico o literario, sin las pretensiones uniformizadoras de la
mencionada industria editorial (artículo “El motor joven de la blogosfera”, de
Isabel Repiso Peña, traductora y periodista).
b.3) Los movimientos artísticos, de los que participan los jóvenes
expresándose en público: unos más dependientes de la industria (música
pop), otros con más distanciamiento y manifestación de rebeldía (los
integrantes del Hip Hop: graffiti, break dance y rap). Sendos fenómenos son
descritos por dos profesores especialistas en análisis de las culturas
musicales: Quim Puig, de la Universidad Autónoma de Barcelona, nos pone al
día respecto de la música pop y su vinculación con otros hábitos y consumos
(“Sexo, drogas y música pop: supuestas trasgresiones, comunicación de
masas y consumo en la música pop española (1977- 2006)”), en tanto que
Francisco Reyes, de la Universidad Complutense de Madrid, describe un
movimiento artístico con varias caras (“hip hop, graffiti, break, rap, jóvenes y
cultura urbana”), que hoy funciona como polo de atracción de jóvenes en
cualquier lugar del mundo, desde el multicultural barrio de Lavapies (donde
han abierto un rapeadero) hasta el museo londinense Tate Modern.
b.4) Las producciones de la industria del entretenimiento y de la moda, con
sus propuestas actuales que rebelan la juventud que imaginan o, al menos, la
juventud que interesa a sectores tan importantes como los engranajes
televisivos, con sus concursos, (“Los concursos en la televisión: mama (sin
tilde), ¡quiero ser famoso!”, de Ana Sanz, editora y directora de la revista de
cine, radio y televisión: KANE 3) y los engranajes publicitarios, con sus
catálogos (“Lenguaje y comunicación en la juventud: catálogos de moda”, de
Anka Moldovan).
FFrraanncciissccoo BBeerrnneettee GGaarrccííaa
9Culturas y Lenguajes Juveniles
9.
10. DOCUMENTOS
Antonio Muñoz Carrión. Universidad Complutense de Madrid
1 Tácticas de comunicación juvenil:
intervenciones estéticas
En las páginas siguientes se propone un cambio de perspectiva en el análisis de la cultura juvenil, según
la cual se otorgaría el estatus de discurso comunicativo a determinadas prácticas. Hasta ahora, la
información considerada más importante a la hora de comprender la visión del mundo de los jóvenes
procede de investigaciones elaboradas mediante técnicas cuantitativas o mediante entrevistas o grupos
de discusión. Unas y otras trabajan con el lenguaje. Sin embargo, el plano de las intervenciones fácticas
de los jóvenes se incluye en la categoría de meros comportamientos y no es objeto de los estudios de
comunicación. En la actualidad, la cultura juvenil distingue, cada vez menos, entre acto y expresión; es
decir, entre acción y comunicación. Determinadas intervenciones colectivas se están convirtiendo en los
únicos lenguajes usados para definir la propia identidad y poner de manifiesto el repertorio de
aspiraciones vitales aceptables. La orientación temporal “presentista” que caracteriza el imaginario
colectivo de los jóvenes ha revalorizado el papel simbólico de la acción inmediata. Es decir, la acción
que expresa y transforma al mismo tiempo y que renuncia a la separación entre esos dos planos.
PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Comunicación, jóvenes, oralidad, escritura, cultura visual,
presentismo, hedonismo, recepción, apropiación.
1. El retorno al gesto.
La primera de las ideas que defiendo aquí es que las subculturas juveniles
recientes –desde los años ochenta, aproximadamente- han trasladado una gran
parte de sus formas de expresión, sobre todo las que usan para definir el plano
identitario, a un sistema de comunicación que comparte muchos rasgos con el
usado en las sociedades sin escritura; es decir, aquéllas cuya comunicación se
produce gracias a sonidos que no se plasman en ningún soporte estable. Por
tanto, en este tipo de comunicación las palabras desaparecen una vez que se
han pronunciado. Pero, mientras se están pronunciando, las palabras no sólo
representan sino que crean; de manera que al nombrar algo, sobre todo al
hacerlo con determinada intención y en un contexto determinado, la
mentalidad imperante en la sociedad oral acepta que se está afectando a la
realidad misma. En resumen, se considera que ciertas formulaciones y algunos
gestos rituales interfieren en el curso de los acontecimientos. Por estas
razones, en el universo comunicativo de la oralidad primitiva se evita la
pronunciación de determinadas palabras o de ciertas formas de hacer, o de
mirar, consideradas perjudiciales, como sucede en el ejercicio del mal de ojo, ya
que pueden traer un desenlace fatal.
Pero el rasgo de la mentalidad oral que quiero destacar aquí es su dimensión
temporal preponderante. Las culturas en donde la oralidad es el procedimiento
fundamental de comunicación y de vínculo social reafirman constantemente el
presente. La primacía de una relación con el mundo presentista se aminoró con
la aparición de la escritura, que ha propiciado un sistema de pensamiento
capaz de dar cuenta de todo tipo de orden temporal.
Culturas y Lenguajes Juveniles 11
11. Al contrario de lo que sucede con la escritura, la oralidad es un sistema de
comunicación que no deja huellas materiales. Mientras en el sistema de la
escritura el texto se hace autónomo y permanece en el tiempo, el habla se
realiza en tiempo presente y exige que el hablante permanezca activo. Por
tanto, la eficacia de este procedimiento comunicativo tiene fecha de caducidad
en el tiempo, siendo operativa, fundamentalmente, en el momento de su
enunciación. Por el contrario, la permanencia de los mensajes dentro del
sistema de la escritura suele estar garantizada en el tiempo. Goody y Watt,
refiriéndose a las diferencias entre los modelos de mentalidad derivados del
uso de la oralidad y los propios de las culturas con escritura destacan algo
fundamental: “el hecho de que la escritura establece un tipo distinto de
relación entre la palabra y su referente, una relación que es más general, mas
abstracta y menos estrechamente vinculada con la persona, el tiempo y el
espacio específicos, que la que se da en la comunicación oral” (1996-54).
Frente a una oralidad próxima al pensamiento mágico, que relaciona
íntimamente la realidad física y la psíquica, la escritura se presenta como un
sistema que está en la base del pensamiento racional. Este pensamiento puede
conceptualizar y categorizar. El pensamiento propio que se deriva del sistema
de la escritura está en condiciones de jerarquizar con categorías lógicas. En
suma, está en condiciones de describir y concebir las más complejas
secuencias temporales.
Como he afirmado al principio de este artículo, cuando tratamos de interpretar
los discursos de la cultura juvenil, lo que encontramos, desde hace casi tres
décadas, no son discursos producidos con las características propias de
sociedades con escritura, sino que constatamos que usan un tipo de
expresividad que se presenta muy alejado de este sistema y muy próximo al
de la oralidad.
El nuevo estilo comunicacional apuesta por un universo de presencias, ya que la
imagen, por su propia naturaleza, no puede dar cuenta de lo ausente. Más que
expresar a propósito de vivencias precedentes, o de reclamar transacciones e
intercambios futuros, la nueva oralidad (que en realidad recurre al aparato
sensoriomotriz en general y no sólo al sonido) persigue una experiencia
emocional basada en principios arcaicos, como el contacto físico (la figura
retórica de la metonimia) o en el parecido (la figura retórica de la metáfora), a
partir de criterios preferentemente visuales y proxémicos. Esta nueva
expresividad no funciona sólo como un sistema de signos, sino que es, de
manera prioritaria, la experimentación del escenario vital más inmediato con
parámetros propios. Michel Maffesoli insiste, al igual que lo han hecho otros
autores anteriormente, en que la temporalidad de las experiencias vividas hoy es
acelerada y precipitada: "Lo importante es la intensidad del momento, es ir en
pos del placer por él mismo. La búsqueda del placer que se agota en el acto,
que ya no se proyecta en el porvenir" (2004-129). Desde hace casi un siglo
(Simmel, 1988) se habla en sociología de la aventura, de la vida errante, de las
identidades múltiples pero nunca, como sucede en la cultura juvenil española
actual, se había radicalizado tanto la dicotomía que separa nítidamente el valor
de la experiencia inmediata, que es hoy lo primordial, frente a la información
procedente de otras fuentes y frente a los modelos de organización y de
sentido generalizados y consolidados en la sociedad y no los meramente
subjetivos. Cualquier medio de conocimiento que, en última instancia, no se
verifique desde concepciones subjetivas, ha perdido hoy crédito y logra escasas
adhesiones entre los individuos más jóvenes.
12 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
12. El hecho ante el que nos encontramos es que las formas típicas de comunicar
de los/las jóvenes se han visto afectadas al comprimir el tiempo, de manera
que las referencias que producen y los referentes a los que aluden se
presentan contiguos espacial y temporalmente, con lo cual ya no es pertinente
su distinción. Por esta razón hay que crear una categoría nueva en las que
ambos conceptos aparezcan imbricados formando un componente
comunicativo diferente con dimensión propia. El nuevo concepto debe
aplicarse a las situaciones en donde los actos expresivos se llevan a cabo para
referirse a sí mismos y no a alguna instancia exterior y alejada. La cultura de
proyecto, en la que cualquier acción expresiva invoca a un referente situado en
un futuro distante (o remite al pasado), se está acabando para esta mentalidad
y está siendo sustituida por una cultura dirigida a la experimentación
inmediata, en la que cualquier planteamiento ubicado en la lejanía temporal
provoca desconfianza y desinterés. Michel Maffesoli lo expresa así: "Hay épocas
en que este goce del presente adquiere una importancia insospechada. Son
precisamente aquellas en las que el nomadismo prevalece. Su ritmo constituido
por brevedades, cadencias aceleradas e intensidades no permite el apego. O
mejor dicho, no plantea su necesidad, pues la eternidad se vive en el presente.
[...] El encaminamiento consagra principalmente su atención a lo presente, lo
que sucede, lo que favorece, bajo sus diversas modalidades, el goce lúdico"
(2004-130).
Gérard Imbert también se ha referido a la articulación entre hedonismo y
presentismo y lo vincula, en última instancia, con las ordalías que
periódicamente relatan las páginas de nuestros diarios: "La fiesta como
exaltación del presente (y su reverso: la negación del mañana, de las
consecuencias de los propios actos) es una manera de vencer el tiempo -de
consumarlo más que consumirlo-, de eliminarlo mágicamente, de pararlo
simbólicamente. Pero eliminar el objeto problemático (el tedio, la penuria, la
fatiga, la angustia) puede convertirse en conductas paroxísticas, esto es,
conductas que llevan la intensidad a su extremo y, en ocasiones, hasta un
punto de no retorno" (2004-30).
2. La instauración del presentismo en las culturas
juveniles.
Nos encontramos ante un hecho socio-antropológico constatado: La gran
mayoría (más de dos tercios del total) de los jóvenes españoles, de finales
del siglo XX y de principios del actual, han situado su representación del
mundo en el terreno de la inmediatez, lo cual ha facilitado la proliferación de
la cultura de lo efímero en la que vivimos. Los móviles vitales, y el sistema de
prioridades a la hora de planificar el esfuerzo hacia cualquier tipo de metas,
se mueven actualmente, para la mayoría de los/las jóvenes, en la "corta o
cortísima duración". A mi modo de ver, este es el rasgo que dota de
especificidad sus formas propias de comunicación, a la vez que permite
atribuirles una representación del mundo, que no se basa en la mera
particularidad de determinados contenidos o actitudes, sino en una nueva
forma de aparecer en el escenario social en la que ya no podemos
discriminar entre lo que dicen y lo que hacen.
Sorprende la estabilidad con la que se viene manifestando desde hace
tiempo el índice de presentismo entre los/las jóvenes. En primer lugar,
porque la sociedad española se ha transformado radicalmente, en todas sus
estructuras (social, económica, cultural, etc.) en los últimos 25 años, lo cual
Culturas y Lenguajes Juveniles 13
13. debería haber producido oscilaciones en la citada estabilidad; en segundo
lugar, porque la distancia temporal existente entre la primera generación de
la que tenemos datos y la actual, permite deducir que los primeros son los
progenitores de los jóvenes actuales. Es decir, al margen de los cambios
socioculturales producidos durante este periodo, padres e hijos han
atravesado su adolescencia y su juventud con los mismos parámetros
temporales: la magnificación del momento presente. Esta vinculación
generacional es la que trato a continuación.
En España, los padres de los jóvenes de hoy fueron, en su juventud, los
primeros que cuestionaron la cultura de proyecto, desacreditando la relación
entre el esfuerzo propio sostenido y la consecución de logros en el futuro.
No cuento con la información necesaria para identificar los motivos que
llevaron, hace ahora un cuarto de siglo, a producir un giro en las cristalizadas
concepciones del tiempo y de la experiencia vital personal, situando aquello
por lo que cada cual aspiraba, no a lo largo del ciclo vital, sino en el terreno
de la inmediatez. Tampoco puedo explicar si la experiencia subjetiva
presentista particular en que han vivido la inmediatez los/las jóvenes de hoy
es similar a la que conocieron sus padres y madres tras la Transición. Por el
momento, tan sólo pretendo poner de manifiesto la autonomía del
ingrediente temporal al que se atienen los proyectos de vida de los
individuos reflexionando, seguidamente, acerca de los lenguajes asociados al
presentismo.
Veamos en primer lugar algunos datos relativos a la estabilidad de este
ingrediente cultural desde el principio de la década de los ochenta y acerca
de la percepción temporal de los jóvenes anteriores a esta fecha.
La sociedad española anterior a la Transición estaba todavía escasamente
modernizada en casi todas sus dimensiones. Era una sociedad
predominantemente católica, anclada en la tradición, y cuya pauta temporal
más generalizada era la repetición. Como toda sociedad autoritaria, contaba
con estilos de vida muy estables, asociados a las clases sociales, muy
controlados por las instituciones de socialización y por todos los
mecanismos del poder instituido. La identidad venía definida, en primer
lugar, por la procedencia más que por la adquisición de cada cual. En este
marco sociológico, en el año 1967, se preguntó a los jóvenes que habían
nacido desde la posguerra hasta los primeros años cincuenta (los nacidos
entre 1938-1952) su grado de acuerdo o de desacuerdo acerca de la
siguiente frase: "El futuro nos es tan inseguro que lo mejor que se puede
hacer es vivir al día". El resultado fue que aproximadamente sólo uno de
cada tres jóvenes se mostró de acuerdo con la citada afirmación ("Imagen
del mundo en el año 2000"). Exactamente el 37% de los entrevistados. Es
decir, aproximadamente dos terceras partes de aquellos españoles vivieron
su juventud confiados en lograr las metas vitales a las que aspiraban, que no
eran otras que las transmitidas por la familia y la escuela (fundamentalmente
formar una familia en el caso de las mujeres y lograr un trabajo estable para
mantener dicha familia en el de los hombres). Las personas de aquella
generación, que vivió todavía el denominado “nacional-catolicismo”
creyeron, al menos en su juventud, que los esfuerzos personales, las
renuncias individuales y la voluntad orientada hacia el futuro, daría sus frutos
a lo largo del tiempo. Sabemos que, todavía en 1967, las instituciones
primarias de socialización actuaban en la misma dirección; es decir, sin las
contradicciones sustanciales que caracterizan a las citadas instituciones en
nuestra época. Asimismo, los medios de comunicación, incluida la televisión,
se limitaban a reproducir los modelos de vida existentes, sin ponerlos en
cuestionamiento ni proponer desviación alguna de los mismos.
14 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
14. Un año antes de la muerte de Franco, en 1974, se realizó una pregunta
parecida a los jóvenes nacidos en la década de los 50, exactamente a
aquellos que nacieron entre 1949 y 1959 (“III encuesta nacional de
juventud”). La encuesta se realizó en un momento de cansancio social de
una buena parte de los españoles a causa del desgaste del régimen y de
todas las instituciones que lo legitimaban. En aquella ocasión se realizó, a los
jóvenes que iban a protagonizar la Transición, la siguiente pregunta: "¿Qué te
parece la siguiente frase?: Lo que tenemos que hacer es preocuparnos del
presente y dejar de proyectar para el futuro, ya que el futuro no depende de
nosotros. ¿Estás de acuerdo o en desacuerdo?". Esta pregunta es
prácticamente equivalente a la anterior. Establece una dicotomía entre el
universo del presente frente a las posibilidades que se abren en el tiempo
futuro, que considera incontrolables por los entrevistados. En aquella
ocasión los resultados fueron bien diferentes a los del estudio anterior: el
44% de los jóvenes nacidos en los años cincuenta abrazaron el
“cortoplacismo” como lugar relevante para la representación del mundo
personal. En el momento en que se realizó esta investigación existía una
enorme incertidumbre, que rayaba casi en el miedo, acerca de los posibles
desenlaces sociopolíticos tras el final de un régimen que se presentía
próximo.
Cabe atribuir a la generación que vivió su juventud en el marco sociocultural
de la primera "Movida", ser la primera que abrazó mayoritariamente la
desconfianza acerca del futuro y que asumió la propia incapacidad para
controlarlo. Como vamos a constatar, desde entonces éste parece ser un
ingrediente obligado de toda representación juvenil. En 1981 se realizó un
estudio en el que se preguntó, entre otras cosas, acerca de la importancia de
la temporalidad. Los encuestados fueron los que habían nacido a finales de
los cincuenta y en los primeros sesenta (entre 1957-1963) ("Evolución del
sistema de valores en España". CIS.). En esta ocasión los resultados fueron
espectaculares. La pregunta fue la siguiente: "¿Tiende usted a estar de
acuerdo o en desacuerdo con la frase siguiente?: El futuro es tan incierto que
lo mejor es vivir al día". El 60% de los jóvenes de la primera etapa eufórica
tras la dictadura dijo que “sí”; que lo mejor era vivir al día. Creo que este es
un momento trascendental en la historia de las mentalidades de los
españoles y también en cuanto a la configuración de la identidad
generacional juvenil: desde entonces “ser joven”, además de “ser
dependiente”, como han señalado numerosos autores, significa “vivir al día”.
La mentalidad juvenil se trasladó al corto plazo, y se limitó a imaginar,
fundamentalmente, en relación al mundo circundante. Esta opción la ha ido
alejando, al mismo tiempo, de la adquisición de competencias para intervenir
en el mismo con estrategias a medio y largo plazo. Con una sociedad
tradicional y católica pegada a las espaldas y en un momento de euforia
sociopolítica, unida a un enorme desamparo institucional, los/las jóvenes de
los ochenta percibieron que la nueva Democracia, el nuevo orden racional y
la secularización asociada a todo proceso de modernización, transmitían
incertidumbre. Me refiero a la denominada “generación del desencanto”.
Quiero poner de manifiesto que éstos son los nacidos a partir de finales de
los cincuenta y que se trata de las mismas personas a las que cabe atribuir la
paternidad de los jóvenes que han instaurado la cultura del botellón en
nuestros días. Hay que considerar que en la época en la que se realizó este
estudio la mayoría de las mujeres tenían su primer hijo hacia los 25 años.
Los jóvenes nacidos en los sesenta (exactamente entre 1958 y 1969) fueron
entrevistados acerca de este mismo componente sociocultural a finales de
los 80; eran jóvenes que tenían entre 18 y 29 años en aquel momento
Culturas y Lenguajes Juveniles 15
15. (1)
En esta ocasión los autores del
Informe, Martín Serrano y Velarde
Hermida observaron que se
reduce el presentismo, es decir, la
carencia de horizontes
temporales, entre aquellos que
combinan estudio y trabajo, entre
las mujeres y entre los católicos
practicantes. También señalaron
los autores que los entrevistados
situados ideológicamente en el
centro político eran menos
presentistas que aquellos que se
situaban en los extremos del
espectro ideológico, tanto por la
izquierda como por la derecha. El
presentismo estaba relacionado
con los escasos niveles de
formación y con el deficitario
acceso a la información. Los
universitarios confiaban más en el
futuro que aquellos que sólo
contaban con estudios primarios.
Aquellos que tenían el hábito de
leer eran menos presentistas que
los teleadictos. Para los autores
existían también una correlación
entre el grdo de presentismo y el
de racismo. De hecho, entre los
que se autodefinían como
presentista, un 30% creía que la
inmigración tendría efectos
raciales negativos, mientras que
esta creencia solamente exisstía
en el 24% de los no presentistas.
En la misma dirección, el 24% de
los presentistas creía que la
inmigración tendría efectos
negativos en la moral y las
costumbres, mientras que esta
creencia solamente la tenía el
20% de los no presentistas.
En el análisis que realizaron los
autores citados acerca de las
coincidencias y diferencias en tre
presentismo e irracionalismo
concluyeron que ambas actitudes
eran más típicas de la
adolescencia que de la juventud y
que estaban asociadas a las
dificultades para labrarse un
proveni: “preservar tanto del
irracionalismo como del
presentismo haber superado la
enseñanza sin sensación de
fracaso escolar. Tener trabajo
reduce el número de irraciolistas.
Y sobre todo de presentistas.
Irracionalidad y presentismo
coinciden como componentes
del síndrome autoritario. Suelen
incluir posiciones políticas muy a
la derecha, xenófobas y racistas”.
También aparecieron asociados al
presentismo la indiferencia
religiosa y el agnosticismo. En la
medida en que los hombres eran
más agnósticos e indiferentes a la
religión que las mujeres, también
presentaron, respecto a estas,
índices superiores de confianza en
el momento presente, en
derimento de proyectos de futuro.
("Relaciones interpersonales, actitudes y valores". CIS. 1703). La pregunta
que se les formuló fue la siguiente: "¿Está usted más bien de acuerdo o más
bien en desacuerdo con la siguiente frase?: el futuro es tan incierto que lo
mejor que hago es vivir al día". El 70% de los entrevistados consideró que lo
mejor que podía hacer era llevar a cabo un estilo de vida en el día a día y
olvidarse del futuro.
Los jóvenes nacidos a lo largo de los sesenta y hasta bien entrados los
setenta (exactamente entre 1962 y 1976) fueron entrevistados en 1991 sobre
el mismo tema (Informe Juventud 1991). Aquellos jóvenes tenían entre 15 y
29 años cuando se les realizó la siguiente pregunta: "Indica si estás más bien
de acuerdo o más bien en desacuerdo con esta frase: El futuro es tan
incierto que lo mejor es vivir al día". El 66%, es decir, dos de cada tres, optó
por plantearse sus metas en el día a día, disminuyendo ligeramente el
presentismo entre los que tenían más edad.
Los nacidos desde 1967 y hasta 1981 fueron entrevistados en 1996 (Informe
Juventud en España 1996) y se les realizó la misma pregunta que en 1991, a
lo que respondieron afirmativamente un 65% de los entrevistados.
De nuevo en 1999 los datos son prácticamente los mismos: un 66% apuestan
por vivir al día. (Informe Juventud en España 2000)
(1)
.
La generación entrevistada en el último Informe Juventud en España 2004
es la nacida desde el año en que murió Franco hasta 1989. Se trata de la
primera juventud que nació en la Transición y sólo conoce la Democracia.
Son los/las jóvenes que tienen en la actualidad entre 15 y 29 años. Se les ha
vuelto a preguntar lo siguiente: "El futuro es tan incierto que lo mejor es vivir
al día" y se siguen manifestando de la misma forma y en el mismo grado que
las generaciones anteriores. Parece como si este valor se hubiera congelado
y resistiese inamovible en cualquier situación histórica o política. Andreu
López Blasco señala lo siguiente: "En todos los grupos de comparación
utilizados encontramos que alrededor de un 70% contestan afirmativamente
que ven el futuro incierto y que lo mejor es vivir al día. Por lo demás, los más
jóvenes parece que sienten más incertidumbre ante el futuro que los grupos
de edad más mayores" (pág. 66). Sin embargo, en este informe se
comportan de manera similar en la valoración del futuro los varones y las
mujeres. Parece que “vivir al día” se ha convertido en una actitud más
generalizada cuando se atraviesa la primera juventud y que se va
abandonando progresivamente en la medida en la que los individuos se
acercan al mundo adulto.
Podemos, por tanto, concluir que el grueso de los/las jóvenes se ha alejado
definitivamente de la cultura de proyecto. Posiblemente, la causa es la
pérdida de confianza en la relación existente entre el plano del esfuerzo
personal y el plano de los logros conseguidos. Quizás la característica
dominante más espectacular de los jóvenes de las últimas tres décadas sea
la manera en la que se plantean su propio protagonismo histórico en un
marco vital precario, incierto, dependiente y nómada. El resultado ha sido el
repliegue a una inmediatez vital, siendo esta perspectiva la que más sentido
y satisfacción les transmite hoy.
En esta situación se hace necesario aprender las nuevas gramáticas que
permitan a los agentes socio-culturales abrir nuevas vías de comunicación
con el colectivo juvenil. Pero el problema más difícil de resolver es que la
REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 7816
16. nueva distancia generacional entre jóvenes y adultos no sólo se plantea en el
plano del cambio de contenidos, de valores y de normas, sino en el cambio
del concepto “comunicación”. Los mensajes comunicativos tienen hoy
nuevos formatos, como vamos a ver a continuación.
3. La temporalidad de la acción-comunicación en la
dinámica de la moda, de la política y del arte.
Desde hace veinticinco años, el imaginario colectivo de los jóvenes se
encuentra anclado a un universo expresivo muy asociado a referentes
inmediatos y a sus prácticas vitales cotidianas. Las prácticas propias de la
cultura juvenil, especialmente las que suceden en su momento más preciado,
que es el ocio, expresan y a la vez realizan un estilo de vida propio, cuyo
móvil principal es la gratificación inmediata en una escenografía hedonista.
En ocasiones, tienen como objetivo primordial expresar que son realizadas;
es decir, que existen en la realidad objetiva y que son experimentadas por
sus ejecutantes. Los expertos en la creación del entorno vital comercial en el
que han crecido sólo se dirigen a la juventud actual en estas claves. Por
ejemplo, los parámetros que subyacen con mayor relevancia en el discurso
publicitario dirigido a jóvenes son, por este orden: 1) hedonismo y
presentismo, 2) valores vinculados con la transgresión y la aventura, 3)
valores idealistas, 4) de tipo pragmático, 5) de identificación, 6) relacionados
con la imagen personal y la sexualidad, 7) de carácter normativo y 8) valores
altruistas (Rodríguez, Sánchez y Megías, 2004-90).
Hoy, las formas de participación se están imponiendo a las transacciones de
mensajes llevadas a cabo en el curso del tiempo. El lenguaje principal del
vínculo social es el de la participación en experiencias fugaces. Pero la nueva
didáctica comunicativa usa prácticas simbólicas que no aspiran tanto a
comunicar a propósito de una realidad alejada, como a transformar la
realidad inmediata, en el momento presente. Además, esta pretensión
comienza en el plano de las formas estéticas. En la actualidad, la mayor
parte de las prácticas juveniles se han convertido en los discursos
fundamentales usados para mostrar las críticas, la disidencia o la
conformidad respecto al orden del mundo que les afecta. Aquellos analistas
que se centran exclusivamente en procedimientos comunicativos codificados
por la lengua natural están perdiendo mucha información, ya que la cultura
juvenil ha dejado de producir discursos complejos en clave lingüística.
Una especialista en la materia, Rosana Reguillo, ha llegado a afirmar que
“ninguna práctica está ‘fuera de lo social’, lo que en términos de análisis
debiera traducirse en la capacidad del analista de ubicar el conjunto de
expresiones, procesos, acciones, objetos que estudia, en el entramado de las
gramáticas que los hacen posibles o los obstaculizan” (2004-52). En estas
páginas voy a mencionar sólo tres ámbitos de producción de estas
gramáticas: la moda, la política y el arte.
La mayor parte de los nuevos discursos tienen una orientación narcisista y
se refieren a la simple puesta en escena de la identidad; sólo aspiran al
reconocimiento subjetivo de quien los enuncia. Detrás de esta orientación
se encuentra el consumo de moda y la posibilidad de encarnar
prácticamente un estilo de vida determinado. Mary Douglas (1998-131)
afirma que “los objetos están codificados y conocer esos códigos es un
modo de proclamar la calidad de miembro. Esta es la base de la tiranía
que tiñe cada elección de consumo en un sistema de comunicación”. Por
ejemplo, las prácticas lúdicas llevadas a cabo en tiempo de ocio son
Culturas y Lenguajes Juveniles 17
17. relacionales y deben ser interpretadas como expresiones rituales
complejas, que suponen la exaltación y la realización de lo que M.
Maffesoli (1990) denomina "comunidad emocional". Estas prácticas
suponen, no tanto una indicación, como un despliegue, en la práctica, de
una manera de vivir que exalta las sensaciones y experiencias del presente
(Bergua 2002).
En otras ocasiones, las expresiones juveniles no se dirigen a la expresión
identitaria, ni a la escenificación, sino a la construcción de un “discurso” que
es, a la vez, crítico y transformador de la realidad exterior a la propia
identidad. Pero en esta ocasión no se proclama un nuevo estado de cosas
mediante meros sistemas de signos, como lo hacían los discursos políticos
tradicionales. Más bien, se lleva la acción creativa a un escenario cotidiano
público y se actúa allí de manera directa, con la pretensión de que dicha
acción irrumpa en el curso del acontecer. Con frecuencia, estas acciones se
llevan a cabo en género grotesco. Este nuevo estilo comunicacional no
reserva tiempos diferenciados y concatenados para la reflexión, para la
planificación, para la crítica, para la toma de conciencia, para la
reivindicación, para el diálogo, para el pacto, para el establecimiento de
estrategias y para la puesta en marcha final de acciones que produzcan las
transformaciones demandadas. Todas esas temporalidades han sido
reemplazadas en la nueva cultura presentista por un tipo de acción que es
expresiva, estética, jocosa y a la vez transformadora.
Nos encontramos ante un estilo generalizado de comunicación colectiva, que
rebasa el mero nivel de la construcción de la identidad para orientarse hacia
la protesta y, en ocasiones, hacia la intervención directa en el curso del
acontecer. Tanto las ritualizaciones que tienen como finalidad inmediata el
autorreconocimiento (las mediadas por la moda), como las que se orientan
hacia la crítica social (los actos paródicos referidos a temas sociopolíticos),
no cesan tras el proceso de expresión e intervención, sino que persiguen
también la experimentación grupal de cualquier logro conseguido in situ, por
pequeño que sea éste.
También en la acción expresiva y estética del denominado arte paralelo (o
alternativo), así como en la creada por algunos de los denominados N.M.S.
(nuevos movimientos sociales) aparecen las mismas características, si bien
en estos dos últimos casos no son dependientes de los códigos de moda,
como en el primero, sino que aspiran a una investigación o a una crítica
social con protagonismo histórico.
La sociología de la comunicación se enfrenta hoy a un fenómeno híbrido: los
jóvenes pretenden experimentar sensaciones originales, pero dicha
experimentación está revestida de una compleja expresividad y tiene, al
mismo tiempo, desenlaces fácticos en todos los terrenos, lo cual la
transforma en un evento que va más allá de ser una mera expresión
generacional.
Un simple “botellón” ha concentrado a 40.000 jóvenes en Granada bajo la
lluvia para beber durante toda la noche (17/3/2006), lo cual constituye una
práctica que debe ser interpretada como si se tratara de un discurso
comunicativo, al margen de que este tipo de actividades se conviertan
frecuentemente en un problema real en la ciudad. Otro “botellón” celebrado
en Barcelona por 500 jóvenes acaba con 54 detenidos y 69 heridos, de los
cuales 37 eran agentes de policía (18/3/2006), lo cual puede ser igualmente
interpretado como mensaje, al margen de que, adicionalmente, pueda
constituir un problema de orden público.
18 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
18. (2)
Un ejemplo de este tipo de
intervenciones lo encontramos
en el Circo Interior Bruto (C.I.B.)
o en el trabajo de artistas de
acción como Lobby Feroz, que
lleva casi una década trabajando
en barrios. Nelo Vilar,
refiriéndose a este grupo, señala:
“Al margen de las
acostumbradas performances
hechas en eventos
reivindicativos, una de sus
acciones mayores fue un
“Concurso de Ruinas”: un
público-jurado recorría los
edificios más deteriorados del
barrio donde sus habitantes iban
mostrando el estado de las
viviendas y “corralas” en un
escalobriante relato de
cotidianidades y miserias
oficiales. Finalmente se daba un
premio a la finca más ruinosa. La
belleza vivencial de esta
maniobra, la inexistencia de
“espectáculo” o “espectadores”,
que no pudo dejar indiferentes a
ninguno de los que asistimos, su
certera ubicuidad tanto para la
denuncia como para el arte y la
comunicación entre el
vencindario y el público
partiipante, resultaron modélicas
para un floreciente arte
sociológico” (2003-122).
En cuanto a la conversión de estas prácticas en intervenciones de carácter
político, también estos nuevos lenguajes son los usados con predilección en
las demandas de los grupos ecologistas, de los antinucleares, por los
integrantes del movimiento antiglobalización, o por los grupos feministas.
Por ejemplo, un grupo ecologista ha denunciado la vulnerabilidad y la falta
de seguridad en una central nuclear y lo ha hecho accediendo físicamente a
la misma, saltándose todas las barreras y creando finalmente inseguridad
real, al encaramarse y deambular sobre su cúpula. Lo denunciado
(inseguridad) es lo que se produce para la denuncia (inseguridad). Como
dijo Alberto Melucci: "Debido al hecho de que viven en un mundo al margen
de las constricciones de la vida social, en el limbo simbólico que la sociedad
les asigna, los jóvenes se oponen a esta lógica en aras de una diversidad que
se manifiesta como reversibilidad de las opciones, en una llamada que se
presenta como ausencia de planificación, experiencia del presente y derecho
a pertenecer por elección, no por asignación [...]. Al intentar apropiarse el
presente y el derecho a poder cambiar algunas cosas, los jóvenes encarnan
una extendida necesidad cultural y cuestionan los fundamentos de la
racionalidad instrumental [...]. Por consiguiente, la acción de los movimientos
se plantea en el ámbito de los símbolos y de la comunicación. Todo ello
anula la vieja distinción entre los significados instrumental y expresivo de la
acción, porque en la experiencia de los movimientos contemporáneos los
resultados de su acción y la experiencia individual de nuevos códigos
tienden a coincidir" (1994-137 y 145-146). Alain Hanspeter Kriesi apuesta por
el sentido de la actividad como estilo de vida con valor en sí misma: "la
expresividad constituye en sí misma un rasgo de las identidades que se
intentan crear. Las nuevas identidades se orientan contra una racionalidad
puramente económica y contra un pensamiento puramente instrumental.
Con ello, las acciones expresivas no son sólo un ritual mediante el cual se
fortalecen las identidades para los activistas mismos y para su entorno,
tampoco se emplean de modo exclusivamente instrumental para la
construcción de nuevas identidades, sino que constituyen, como realización
de un fragmento de vida no instrumental, un fin en sí mismo, un aporte a la
realización de una forma de vida cualitativamente nueva" (citado en J.
Riechmann y F. Fernández Buey 1994-61).
Finalmente, los grupos de artistas-gestores más creativos de arte paralelo
también optan por la citada integración entre acción y comunicación. Estos
grupos se centran en discursos basados en performances, intervenciones o
instalaciones. Pero donde más claramente se muestran estas nuevas formas
de expresión de cuño presentista es en las intervenciones en espacios
cotidianos urbanos, en lugares de tránsito o en espacios alternativos
marginales
(2)
.
La peculiaridad del estilo citado en las tres situaciones –moda, N.M.S. y arte
paralelo- reside en que no nos permite distinguir claramente entre actores y
espectadores; nos encontramos ante un tipo de interacción generalizada en
donde priman las estructuras de alteridad, que imponen transformaciones
inmediatas, en los entornos cotidianos, descartando la sumisión a los turnos
temporales propios de la comunicación monológica. Al igual que sucede en
el método sociodramático de J. L. Moreno (1984), tampoco en este nuevo
estilo comunicacional se puede prever la estructura de los mensajes, ni
siquiera de manera probable, ya que no se basa en repeticiones. Se
improvisa durante la intervención, precisamente, para no repetir. No existe un
guión completamente acabado antes de la actuación comunicativa; todo
Culturas y Lenguajes Juveniles 19
19. sucede en el tiempo presente. El proceso creativo al que me refiero está
siempre abierto y no cerrado desde el principio. Su objetivo primero y más
inmediato es encontrar novedosos caminos que permitan la escenificación y
la vivencia, luchando contra los mecanismos de constricción y de
codificación establecidos en la sociedad.
En resumen, la expresividad se produce apegada temporalmente a la acción
transformadora y no separada de la misma. Cada detalle, en el curso de la
acción, aún el más pequeño, puede acabar dotado de significación. La
participación en una intervención, por parte de cada individuo, puede
circunscribirse a un detalle micro, a través del cual puede, por tanto,
regularse el sentido en forma de grados que van de más a menos. Se
rehabilita, así, el reino de la comunicación analógica y su pensamiento visual
asociado.
En el terreno de la participación, también se elude la dicotomía:
participación / abstención, ya que cada individuo puede regular su nivel de
implicación en muchos niveles. Además, el tempo con el que se llevan a cabo
las ejecuciones expresivas puede ser más rápido o más lento, lo cual resulta
muy adecuado para administrar la emoción. La percepción del contexto y la
participación de todo el aparato sensorial permite sincronías quinésicas,
ritmos compartidos, que favorecen la sensación de adscripción y de
pertenencia, de todo aquel que cuente con la disposición adecuada. Esta
producción creativa y contextual de la cultura juvenil resulta atractiva porque
propone una experiencia sensible renovada en la que intervienen
activamente el ritmo, el gusto, el olfato y sobre todo el universo táctil, es
decir, la proxemia (Maffesoli, 1990). Pero lo que la hace específica es la
nueva relación que los participantes establecen entre sí en el seno de los
viejos marcos sociales acotados y semantizados por el orden social.
En el curso de los últimos 25 años, coincidiendo con el surgimiento y
difusión de la cultura visual, se ha ido produciendo un desgaste de cualquier
tipo de código abstracto (incluida la lengua) a la hora de expresar
colectivamente la propia visión del mundo. El declive del uso de los modelos
abstractos ha tenido como consecuencia que la cultura juvenil se haya
refugiado, fundamentalmente, en las prácticas cotidianas de carácter
inmediato y se haya alejado de las estructuras discursivas. La cultura juvenil
ha instaurado novedosas gramáticas praxeológicas que son siempre abiertas,
siempre en proceso de formación y, además, adaptables a las nuevas
situaciones. Una de las consecuencias de este proceder comunicativo es que,
hoy, los mensajes generacionales no se elaboran a partir de un código
establecido y consolidado de antemano; por el contrario, empieza a ser
habitual que, cuando encontramos un código de orden tras una
manifestación juvenil, éste se haya ido generando en el transcurso de las
prácticas y como producto de las mismas.
Las nuevas formas de acción-comunicación se caracterizan por no contar
con posiciones internas fijas; se elude así el esquema convencional que
divide las posiciones comunicativas entre emisores y receptores. Para
comprender cómo se generan las nuevas formas de expresión colectiva, sean
éstas lúdicas, estéticas o contestataria, hay que partir de una circularidad
entre las posiciones que obliga a hablar, más de grados de participación en
los fenómenos de creación simbólica, que de un intercambio pautado entre
posiciones.
20 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
20. 4. De la recepción a la reapropiación.
De todos los componentes que caracterizan a las nuevas dinámicas
comunicativas destaca lo que, en los modelos tradicionales de comunicación,
se denomina la “recepción”. En los nuevos procesos a los que me refiero en
estas páginas, cualquiera que se encuentre en la posición de destinatario de
estas actividades comunicativas tiene la posibilidad de implicarse
progresivamente en el desarrollo de las mismas, hasta convertirse en el
principal demandante de creatividad. Cuando esto sucede, los receptores
pueden llegar a ser el motor del proceso de interacción, poniéndose de
manifiesto, en estas condiciones, una relación de alteridad.
Hace más de treinta años Umberto Eco planteó, en el campo de la estética,
el carácter abierto de las obras de arte, renunciando a considerarlas
acabadas. Desde entonces, la expresión estética ha ido decantándose hacia
el lado de la recepción, convirtiéndose esta posición en activa y en creativa.
Los nuevos lenguajes de la cultura están muy lejos del sistema de
comunicación unívoco y concluso típico de las voces de autoridad. Eco, en la
misma línea que inauguró mucho antes Mijail Bajtin, señaló que “La obra que
'sugiere' se realiza siempre cargada de las aportaciones emotivas e
imaginativas del intérprete” (1979-71); así mismo, las expresiones de la
cultura juvenil, más que mensajes acabados, son la manera en que contactan
aquellos que producen símbolos en la actualidad. Este “contacto” se lleva a
cabo hoy, como novedad, al margen de las vías instituidas. Se aleja de los
modelos en donde sólo se permiten posiciones simétricas, mediadas por
transacciones contractuales, y proponen un espacio de participación, en la
elaboración y difusión de dichos símbolos, que genera lo que podría
denominarse producción compartida.
Las acciones comunicativas propias de la cultura juvenil, en realidad, no
disponen en la actualidad de un lugar propio en donde situarse. Los jóvenes
españoles son, en una sociedad en la que se sobrevalora el individualismo,
más dependientes de la familia que nunca; carecen de autonomía y usan, en
términos de Michel de Certeau (1990-63), como "táctica", los propios lugares
de la institución, redefiniéndolos a su manera, reapropiándose de los mismos
con parámetros inesperados y finalmente, otorgándoles nuevos usos
prácticos. El citado autor considera que el orden social (el poder) marca sus
propias reglas dentro del campo de juego (las denomina "estrategias"),
mientras que, en el lado opuesto, la cultura juvenil sólo cuenta con la
posibilidad de poner en práctica acciones improvisadas que están
determinadas por la ausencia de un espacio propio, lo cual le exige como
condición astucia y creatividad. Estos rasgos se han acabado convirtiendo
en los recursos de los “débiles”, ya que, mientras las “estrategias” (las
manipulaciones del poder) definen el campo de juego y dictan las reglas a
las que habría que atenerse, las “tácticas” (las intervenciones expresivas
juveniles) son las maneras de hacer posible una partida propia en el campo
ajeno, es decir en un lugar impuesto, esquivando en todo momento aquellas
reglas, que se consideran ajenas.
Las nuevas aspiraciones de los jóvenes, sus nuevos lenguajes y sus mensajes,
han hecho propio este nuevo estilo comunicacional, que elude la recepción
Culturas y Lenguajes Juveniles 21
21. pasiva y opta por redefinir y por reapropiarse del espacio del orden
institucional para usarlo a su favor: en el momento presente. Dichas
“tácticas” se llevan a cabo por sorpresa y su lenguaje se encuentra muy
próximo al de los espectáculos populares de calle. A veces son casi
escaramuzas y maniobras cuyos pequeños logros, como observa Michel de
Certeau, se pueden desvanecer en el momento siguiente, porque sus
protagonistas, al no poseer un lugar propio, no pueden conservar sus
conquistas para hacerlas valer en momentos venideros. Estas “tácticas” se
convierten así en prácticas indisciplinadas y recurren a una improvisación
creativa que se encuentra necesariamente circunscrita al tiempo presente;
todo ello en un contexto remodelado, que se ha usurpado
momentáneamente al orden instituido. Por este procedimiento, la producción
racionalizada, expansionista y centralizada, propuesta o impuesta desde el
poder, es transformada en el plano de los usos prácticos, mediante
apropiaciones que, como dice el autor citado, se nos presentan diseminadas,
astutas, silenciosas, contaminantes y sutiles. Aparecen como las artes
comunes del hacer y en ellas reside la sustancia expresiva más jugosa que
presentan los comportamientos colectivos de los/las jóvenes presentistas a
los que me estoy refiriendo. Los nuevos lenguajes expresivos de la cultura
juvenil están contestando a una representación del mundo derivada de la
racionalidad y de la temporalidad que caracteriza el orden de la escritura; y
lo hacen desde una nueva mentalidad, situada más cerca del presente
experimentado. Gran parte de las intervenciones comunicativas de la cultura
juvenil se han convertido en prácticas del espacio y del cuerpo que
recuerdan a las descripciones que Bajtin (1971) realiza acerca de la risa en la
plaza pública, en su análisis de Gargantúa y Pantagruel.
El ejercicio de la acción expresiva y el sentido producido y experimentado
en la inmediatez permiten hoy, al igual que sucede en los rituales profanos
del ciclo de invierno, como el carnaval popular, la liberación provisional de un
mundo cotidiano en el que los jóvenes no encuentran lugar. Al mismo
tiempo, constituye la única posibilidad de ensayar modos de hacer
alternativos. Hace tiempo llegué a la conclusión de que “la paradoja
establecida entre el deseo de independencia y los límites reales de la misma
ha sido, probablemente, una de las razones más poderosas por las que,
generacionalmente, han instituido, y casi sacralizado, la temporalidad del
presente. El espacio en el que se ha plasmado mejor esta percepción del
acontecer es en los productos del arte que tienen éxito en la denominada
subcultura juvenil y en las formas de disfrutar el tiempo libre, que instauran
un presente permanente” (Muñoz Carrión 1994-215). Buscando explicaciones
a este enigma cultural, Martín Serrano (2005-80) ha llegado recientemente
más lejos, al desplazar este fenómeno desde el terreno de la comunicación al
de la psiquiatría social, cuando atribuye, a la cultura de la inmediatez, una
función terapéutica al afirmar lo siguiente: “El presentismo puede ser visto
como una manera de manejar la ansiedad, ante un futuro que no se
controla".
Sería interesante plantear, a este respecto, una investigación que relacionase
la dinámica de la ansiedad, de la angustia y del pánico en nuestra sociedad,
con las dinámicas que han seguido las formas de acción expresiva de corte
presentista.
La cultura juvenil está creando desconcierto entre los responsables de las
instituciones sociales que no son capaces de moverse en el terreno de la
corta duración. El instante es la dimensión temporal predominante en la que
22 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
22. los colectivos juveniles se han visto obligados a movilizarse desde hace un
cuarto de siglo. Sin embargo, esta dinámica temporal les ha sido impuesta a
sus protagonistas por la propia sociedad. No es una elección de los/las
jóvenes, sino una salida; es el único reducto en el que pueden reconocerse
mutuamente y en el que han acabado siendo reconocidos como sujetos
sociales. Por lo tanto, los elevados índices de presentismo que encontramos
en los/las jóvenes a la hora de mostrar sus aspiraciones deben interpretarse
como una estrategia de resistencia que facilita y hace posible la
reorientación a su favor, con urgencia, de cualquier oportunidad que puedan
arrebatar al sistema establecido; ése mismo sistema que cuenta con todo el
espacio y con todo el tiempo para planificar y encauzar sus planes. A mi
entender, el verdadero mensaje generacional está, antes en las modalidades
temporales de ese arrebato, que en el contenido arrebatado.
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Culturas y Lenguajes Juveniles 23
23.
24. DOCUMENTOS
Javier S. Sainz Departamento de Procesos Cognitivo
Universidad Complutense de Madrid
2 Conductas de riesgo y discurso social:
los enemigos de la libertad racional
Las acciones que un sujeto lleva a cabo no son independientes; sus acciones conforman sus hábitos. A
través de su acción el sujeto hace realidad sus deseos y define el contexto de sus decisiones y
compromisos. Al ordenar su experiencia y prever los efectos de sus acciones evita ceder a un impulso
que luego le reste libertad. Caer en la tentación de una recompensa inmediata, renunciando a una
mayor en el futuro, depende de su habilidad para sobreponerse a la frustración, postergar
recompensas, e imponer su libertad de acción conjurando las amenazas que representan ceder a la
tentación, la provocación, la corrupción de su voluntad, o la adicción. En este trabajo se estudia cómo
el éxito de un sujeto en el control de su conducta depende de su experiencia y de su interacción con
otros, de cómo otros castigan y recompensan sus acciones. Se concluye que los discursos y políticas
sociales no están contribuyendo a ello al no modificar las condiciones de la experiencia del sujeto; las
carencias se suplen con discursos que promueven la decepción social y retóricas políticas de base
nominalista..
PPaallaabbrraass ccllaavvee:: Autocontrol, ambivalencia decisional, conductas de riesgo,
amenazas al autocontrol, dependencia de relaciones abusivas, maltrato,
adicción.
1. Acción racional y autocontrol.
En una situación ordinaria, un fumador puede hacerse dos preguntas: (1)
¿Debo dejar de fumar el resto de mi vida?, y (2) ¿Puedo fumarme un
cigarrillo ahora?. En contra de lo que suele creerse estas dos cuestiones no
son independientes. En la práctica, la pregunta no se refiere estrictamente a
un acto único, lo que no tendría sentido en el caso de la primera pregunta,
sino más bien a si iniciar o mantener un patrón de acción, un hábito, cuyo
primer acto es fumar o dejar de fumar un cigarrillo ahora. Fumarme el último
cigarrillo no es una buena idea si quiero dejar de fumar para siempre. Un
hábito es un patrón de conducta que permite decidir entre aquellas acciones
que compiten en un momento dado, y que nos permiten mantenernos en un
curso de acción. El autocontrol puede ayudar a no tomar decisiones en un
momento, como si todas las acciones fueran independientes entre sí, y
puede ayudar a comprometernos con el curso de acción que hemos
decidido. El autcontrol de la conducta es la condición necesaria de la
felicidad (Rachlin, 2000); la felicidad deriva de la habilidad del sujeto para
que las consecuencias futuras de sus acciones sean exactamente aquellas
que ha previsto en el momento de tomar una decisión. El término
Culturas y Lenguajes Juveniles 25
25. autocontrol expresa la habilidad para que mis acciones se correspondan con
los juicios que tengo de lo que debo hacer, la habilidad de lograr que mis
acciones se correspondan con mis decisiones y compromisos. El hábito se
mantiene si las acciones que llevo a cabo desempeñan un papel en el tipo de
vida que he decidido adoptar.
11..11.. AAcccciióónn rraacciioonnaall yy ccoosstteess ddee llaa aacccciióónn..
Entre el consumidor compulsivo y el consumidor responsable existe la misma
diferencia que entre dar rienda suelta a un impulso o saber cuando es
conveniente actuar. El dilema del naufrago consiste precisamente en esto: si
no sabe cuando va ser rescatado, la probabilidad de sobrevivir aumenta a
medida que prolonga su vida, y prolongar su vida significa administrar los
recursos de que dispone y administrarlos en el tiempo. Este mismo individuo,
si espera morir, tal vez puede preferir consumir de forma compulsiva todos
los alimentos de que dispone, incluso a una tasa de consumo superior a la
ordinaria y obtener un placer suplementario, para luego una vez agotados
los recursos morir de inanición, incluso en el mismo momento de su rescate
cuando se da cuenta del carácter irracional de su conducta. No es difícil ver
en la conducta del naúfrago una metáfora de la conducta ordinaria. La
habilidad de un individuo para regular y ordenar su propia acción en relación
con los objetivos que anticipa, según la información de que dispone, es lo
que le identifica como un agente racional. El consumo de capital es siempre
una opción disponible para cualquier individuo –y de una sociedad bajo el
supuesto del individualismo metodológico- incluso aunque no se encuentre
en el mismo contexto de un náufrago: hay quienes desean anticipar todo el
placer en un acto, quienes atemperan espontáneamente su acción sin
considerar si cuentan o no con recursos, y quienes resultan ser capaces de
retrasar la gratificación a un momento posterior previendo como su
conducta afectará a sus recursos y acciones en el futuro. Aunque a primera
vista esos tres casos pueden parecer idénticos, no lo son cuando se
examinan las condiciones en que ocurren.
Quien responde al impulso y quien atempera espontáneamente su conducta
son semejantes en un sentido crucial: ninguno de estos casos expresa
autocontrol, bien porque se cede al impulso, bien porque el impulso
propiamente no existe o no se dan las condiciones que lo desencadenan. Sólo
quien tiene ese impulso y examinando las consecuencias decide abstenerse
en las actuales circunstancias revela autocontrol. La diferencia esencial entre
este último y los dos primeros descansa en la conducta del sujeto en el
tiempo. Las acciones difieren en sus costes de ejecución –el trabajo aplicado
para la realización de una acción-, sus costes de oportunidad –la pérdida
relativa que se produce al ejecutar una acción en lugar de otra acción
alternativa- y sus costes inmediatos o diferidos –las consecuencias en el
tiempo de su acción, deseables o indeseables, transparentes u opacas para el
actor. Las acciones tienen un efecto incentivo, promueven o reducen la
posibilidad de repetir esa acción. Las consecuencias futuras, inmediatas o
diferidas de una acción, recompensan o castigan la repetición de esa acción.
Si cada acción humana obedece a un propósito, es razonable pensar que
ninguna acción tiene sentido en un momento; cada acción forma parte de un
26 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
26. curso de acción y está sujeta a una inercia; la realización de una acción que
varía ese curso implica un coste suplementario de ejecución.
11..22.. HHaabbiittuuaacciióónn yy aauuttooccoonnttrrooll..
El autocontrol se expresa en la conducta habitual del sujeto, en su disposición
a seguir un patrón de acción, es decir, a seguir un patrón de elecciones a lo
largo del tiempo, decidiendo qué hacer cada vez que se le presenta un
conflicto de decisión. Estos patrones de decisión u hábitos son resultado de
procesos de categorización que parten de la experiencia previa. La
experiencia previa permite prever los efectos de alterar un hábito y los
efectos que alterarlo conlleva en la formación de nuevos hábitos. Cuando un
patrón habitual de acción -por ejemplo, no beber-, entra en conflicto con un
impulso -por ejemplo, beber-, tendemos a ceder y caer en la tentación. Si
seguimos siempre aquel curso de acción momentáneamente preferible,
desarrollamos un nuevo patrón de conducta, un nuevo hábito -el alcoholismo.
Al llevar a cabo una acción disminuye, en lo inmediato, el valor de repetir esa
acción, pero a medida que pasa el tiempo, se tiende a repetir esa misma
acción al considerarla independiente del hábito que ayuda a formar y
restaurarse el valor inicial de esa acción. En efecto, el autocontrol expresa un
patrón de conducta extenso en el tiempo; para que un hábito prevalezca
sobre una acción puntual, la acción que responde a ese hábito debe tener
acceso al refuerzo final -por ejemplo, encontrarse saludable- y tener relación
con aquella acción -por ejemplo, una dieta baja en calorías, beber con
moderación, etc.- que determina la formación de ese hábito. Un hábito se
establece por una asociación entre una acción que se mantiene en el tiempo
y el refuerzo final (Nevin y Grace, 2000, p. 88).
Como señala Rachlin, “en cualquier problema de autocontrol, no hay ningún
tipo de acción que sea abiertamente correcta o errónea” (2000, p. 141). El
carácter óptimo o subóptimo de esa acción depende de la información de
que dispone en un intervalo temporal. A medida que este intervalo aumenta,
la posibilidad de descubrir que sus expectativas eran erróneas aumenta, y el
interés por obtener más y mejor información también aumenta. Sobre una
acción puntual no es posible saber en qué relación se encuentra en relación
con un patrón de acción, por lo que no es posible determinar si es y en qué
grado correcta o errónea. La consecuencia inmediata de pautar la acción es
ampliar la ventana temporal sobre la que es posible controlar de forma
efectiva las consecuencias de esa conducta
11..33.. VVaarriiaabbiilliiddaadd ccoonndduuccttuuaall yy lliibbeerrttaadd..
Comprometerse con un patrón de conducta aumenta el autocontrol (Karniol,
y Miller, 1983), pero reduce el número de alternativas de acción que se
consideran. “El término compromiso significa reducción de libertad y libertad
significa variabilidad conductual. En este sentido, un compromiso implica la
reducción de la variabilidad conductual potencial” (Rachlin, 2000, p. 126). La
reducción de variabilidad conductual no implica reducción o merma de
libertad. La limitación de libertad que impone un hábito es distinta a la
Culturas y Lenguajes Juveniles 27
27. limitación que sufre un preso. “La diferencia entre una persona presa y una
persona libre es que la persona libre puede potencialmente hacer lo que la
persona presa hace, y además otras cosas” (Rachlin, 2000, p. 125). La
pérdida de libertad relativa es, pues, aparente.
El problema es que la libertad no es absoluta, sino residual: si está obligado a
elegir, el diletante únicamente consume tiempo mientras deshoja la margarita.
Frente al diletante, el decisor compulsivo, incapaz de adoptar una estrategia de
acción sobre la base de su experiencia previa, sólo puede adoptar decisiones de
un modo aleatorio, porque ninguna acción es, de por sí, más o menos eficiente
que cualquier otra, incluso aunque sólo puedan ser estrictamente aleatorios
aquellos cursos de acción que puede representarse. La libertad no existe para
quien ignora el enlace entre sus acciones y los efectos que éstas tienen en el
medio que habita; la libertad existe para quien, no ignorando el enlace entre una
acción y sus consecuencias, pauta sus acciones para obtener lo que desea. Al
pautar su conducta, al ordenar sus acciones en un plan de acción, sacrifica
aquella parte de su libertad que ignora las consecuencias de un acto y la
transforma y aumenta en aquella libertad que se expresa en el logro de sus
propósitos. “… en este sentido, de ayudarnos a lograr nuestros objetivos, el
compromiso [con un curso de acción] puede aumentar la libertad al liberarnos
[de la ejecución de acciones inmediatas] para tener éxito” (Fantino, 2001, p.
96). No cediendo de forma inmediata y compulsiva al impulso,
“reestructurando el medio para facilitarnos el alcance de nuestros objetivos,
estamos paradójicamente aumentando nuestra libertad”. “A menudo restringuir
la variabilidad de nuestra conducta inmediata permite una mayor variabilidad
(o, al menos, un rango mayor de opciones) en el futuro (el patrón conductual a
largo plazo); fracasar en la restricción de la variabilidad inmediata puede
reducir las opciones de la conducta futura. Este es ciertamente el caso del
alcohólico o el adicto.” (Fantino, 2001, p. 96). “En un amplio sentido… la vida
humana ordinaria mejora por la tendencia a mantener un patrón de conducta
una vez se puso en marcha –atenerse a decisiones previas, a decisiones, a
promesas que hemos hecho a otras personas y a nosotros mismos, concluir el
trabajo que comenzamos- en otras palabras, a vernos influidos por costes
hundidos” (Rachlin, 2000, p. 142). Los costes de ejecución de una acción se
analizan como inversiones –costes hundidos- que luego justifican una ganancia
en un plazo temporal.
2. Formación de preferencias y control ilusorio.
El efecto de pautar una serie de acciones es ampliar la ventana temporal sobre
la que las consecuencias de esas acciones pueden afectar al proceso de
decisión. La incertidumbre sobre el valor de una acción puede resolverse
observando la conducta en el tiempo. La habilidad de un sujeto para mantener
un curso de acción depende de su habilidad para resistir la tentación de
interrumpirlo. En un hábito racional, las excepciones pueden darse, pero las
excepciones mismas, en caso de darse, deben integrarse en un patrón de
acción para que el sujeto no acabe finalmente mordiendo el anzuelo, cediendo
a la tentación seducido por un cebo que se presenta más atractivo. Así, una
dieta puede alterarse para darse un respiro; sin embargo, si esta excepción se
hiciera regular no tendría el efecto de arruinar la inversión realizada; porque
esta excepción es ocasional puede arruinar la inversión realizada hasta la fecha.
28 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
28. Morder el anzuelo o ceder a la tentación representa un problema porque las
opciones a corto plazo –el nivel molecular de la conducta- proporcionan una
recompensa inmediata mayor pero luego, a largo plazo, –el nivel molar de la
conducta- llevan a consecuencias desastrosas. Como señala, Rachlin (2000)
éste es el dilema que afronta cualquier proceso de decisión que requiere
autocontrol.
22..11.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ssiimmppllee..
En la toma de una decisión, la ambivalencia se produce cuando coexisten
tendencias que favorecen elecciones opuestas en un mismo contexto. La duda
y la vacilación son la expresión convencional de la ambivalencia simple, cuando
una preferencia cambia de dirección de forma repentina o súbita y el momento
de cada elección está bien definido en el tiempo. En las situaciones de
ambivalencia simple, el tiempo juega un papel esencial al relacionar la tasa en
que se reduce el valor de la recompensa y su demora. En el dilema de
Goodwin, de si “quedarse en la cama” o “ir a trabajar” cuando suena el
despertador, el valor de estas opciones no varía en el tiempo. La reducción de
valor de un bien –“quedarse en la cama” versus “ir a trabajar”- puede
representarse empleando una función de descuento en el tiempo. “Una función
de tiempo de descuento es una expresión matemática de la reducción del
valor de un bien en función del tiempo de demora [de la recompensa]”
(Rachlin, 2000, p. 30). La función que representa la variación del tipo de
interés simple, V=v.e-2D
, permite expresar a la vez, el descuento del valor actual
del reforzador v y el valor actual de un bien V que se reduce en función de un
tiempo de demora D –el tiempo que se demora la recompensa- y una tasa
constante de descuento r que varía entre 0 y 1. Sin embargo, esta expresión
exponencial indicaría que las personas son consistentes a lo largo del tiempo
ya que las dos curvas de descuento que se corresponden con dos situaciones
de reforzamiento con D y r diferentes nunca se cruzan. Con esta función, el
rango de las preferencias sobre futuras recompensas -trabajar o dormir para el
dilema de Goodwin- permanece constante a través del tiempo, y la conducta
que resulta es racional. Sin embargo, se ha observado tanto en estudios de
comportamiento animal como humano, en contra de esta función teórica, que
las funciones de preferencia de seres humanos y animales se cruzan en el
tiempo dando lugar a regiones de indiferencia o ambivalencia y a un conflicto
de autocontrol.
Cuando a una persona o a un animal de laboratorio se le presentan dos
recompensas, una mayor y otra menor, con una demora mínima, la elección
recae de forma consistente en la recompensa mayor. Sin embargo, a medida
que aumenta el intervalo temporal (D) entre una recompensa mayor a largo
plazo (R>L) y una recompensa menor a corto plazo (R<C), la percepción del
sujeto respecto del valor estimado de la recompensa cambia de dirección. La
tendencia a invertir el sentido de la elección crece a medida que la
recompensa a corto plazo es más inminente y la demora de la recompensa a
largo plazo permanece fija en el tiempo aumentando la diferencia entre una
recompensa y otra. La función hiperbólica de descuento, V=v/1+kD, representa
mejor esta inversión de preferencias ya que para una k constante, la
variabilidad de la demora de la recompensa presenta cruces en las funciones
de preferencia sobre elecciones R>L y R<C. Cuanto mayor es el valor de k,
mayor es la pendiente de la función de descuento. La presencia de estímulos
Culturas y Lenguajes Juveniles 29
29. contextuales locales o una señal discriminante representa una tentación para
cambiar de preferencia. Rachlin (2000) advierte que 10 segundos de diferencia
bastan a las palomas para escoger la alternativa menos ventajosa, -una unidad
de alimento en lugar de dos veces la misma cantidad.
Para evitar caer en la tentación que se produce en una situación de
ambivalencia simple la respuesta es el “compromiso”, un tipo de elección que
restringe el rango de posibles elecciones futuras. Un compromiso es una
expresión conductual reflejo de una preferencia previa e independiente del
contexto. A menudo es imposible eliminar por completo la alternativa
indeseable. Una solución sería asignar un coste a la alternativa indeseable. Sin
embargo, todavía se observan casos de derrotismo, -consumir fármacos
antiabuso e ingerir alcohol de todos modos. La ecuación de Mazur permite
identificar la región de indiferencia que se corresponde con los momentos (ta/b)
en los que los valores de v y V se tornan equivalentes, y las preferencias por
R>L y R<C se equilibran para una k=0,77. Una región de indiferencia
identifica los puntos de inflexión de la decisión a favor de una u otra
alternativa. Mazur (1987) ha mostrado que el valor de k depende de la
especie, la edad, la experiencia, el tipo de recompensa y la razón fija o
variable de la recompensa.
22..22.. AAmmbbiivvaalleenncciiaa ccoommpplleejjaa..
Al igual que en la simple ambivalencia, la ambivalencia compleja se relaciona
con la tentación de escoger aquella alternativa de acción más inmediata y de
menor valor (R<C). La diferencia consiste en que las opciones no son claras y
distintas; en su lugar, una opción es específica, contextualmente determinada y
temporalmente discreta –por ejemplo, “beber”- y otra es una opción
inespecífica o abstracta, independiente del contexto y temporalmente continua
–por ejemplo, “estar sobrio”. El valor de “estar sobrio” es una cantidad molar
que no puede descomponerse en partes ni cada una de esas partes
ponderarse por separado. En una situación de ambivalencia compleja, las dos
alternativas de elección no son comparables entre sí, y ésta es la situación
ordinaria de la mayor parte de los problemas de autocontrol. El resultado de
sumar el valor asociado a cada uno de los sucesos independientes no equivale
al valor del conjunto. En efecto, “estar sobrio” no puede confundirse con la
abstinencia total, o identificarse con el resultado de abstenerse de beber
durante los próximos 365 días del año.
Dos condiciones deben cumplirse en la ambivalencia compleja. Entre dos
actividades, una de longitud t y otra de longitud T = n.t, para n> 1: (1) la
actividad de mayor duración debe preferirse sobre la n repeticiones de la
actividad de menor duración ; y, (2) la actividad de menor duración debe
preferirse a una fraccción de longitud t de la actividad de mayor duración. Un
caso típico es el dilema del alcohólico entre beber ahora mismo o abstenerse
de hacerlo. No existe ninguna solución intrínsecamente correcta cuando se
afronta un problema de indecisión: si la persona tiene una ventana temporal
muy reducida, tenderá a beber; si tiene una ventana temporal más extensa en
el tiempo, se abstendrá. En relación con el consumo de alcohol, beber
moderadamente en un contexto social puede valorarse más que la abstinencia
total. La abstinencia puede considerarse un caso de adicción compulsiva que
se presenta en contraposición a ser indulgente consigo mismo en repetidas
30 REVISTA DE ESTUDIOS DE JUVENTUD ≥ septiembre 07 | nº 78
30. ocasiones. Pero la abstinencia puede ser en último término una alternativa
peor que la pura indulgencia. En el caso de la ambivalencia simple, el
compromiso es más simple y el autocontrol posible. En el caso de la
ambivalencia compleja no existe una región bien definida de cuando una
alternativa es preferible a la otra: debe mantenerse el compromiso. Esta
condición justifica la existencia de instituciones para el tratamiento del
alcoholismo o cualquier otra adicción. Sólo una institución puede asegurarle al
sujeto que mantendrá su compromiso de estar sobrio y su disposición a
cambiar de conducta.
Herrnstein y Prelec (1992) describen el proceso por el que un sujeto desarrolla
una adicción, bajo condiciones de ambivalencia compleja, como un proceso en
el que el sujeto se compromete a seguir una “senda finalmente peligrosa e
ilusoria” –primrose path-, y muerde el anzuelo seducido por un cebo; el valor
que concede a las elecciones a corto plazo es mayor que el concede a
elecciones más ventajosas a largo plazo; de este modo, arruina su libertad. El
término “senda ilusoria” identifica la pérdida progresiva de valor de cualquiera
de las alternativas cuando el sujeto elige la alternativa más valorada –p. ej.
beber- sobre la peor valorada –p. ej. no beber. Sin embargo, el estado final, el
alcoholismo, es, en cualquier caso, de menor valor relativo que el estado inicial
de sobriedad. En términos de la función de descuento, existe una diferencia
significativa entre elegir en un contexto local t y un contexto más amplio T en
función del valor que toma la constante k. Cuando dos opciones se inscriben
en un contexto local, el valor de k es alto y se relaciona con altos índices de
descuento respecto de eventos distantes en el tiempo. Cuando dos opciones
se inscriben en un contexto temporal más amplio, el valor de k disminuye y el
valor descontado también disminuye en relación con los eventos distantes.
Para que este proceso de elegir constantemente la peor de las alternativas se
invierta, el sujeto debe escoger la alternativa menos valorada –no beber, en
este caso- siendo que el valor del estado inicial de sobriedad ha perdido
también parte de su valor y desincentiva un cambio de preferencias. Cómo y
por qué el sujeto viene a optar por esta segunda opción es el problema
fundamental de la noción de autocontrol.
22..33.. AAlliimmeennttaacciióónn ddee llaa vvoolluunnttaadd yy ccoonnttrrooll iilluussoorriioo..
La noción que cada individuo maneja acerca de sí mismo es una abstracción
de su conducta presente y pasada, un resultado de las preferencias
desarrolladas a través del tiempo a partir de su experiencia en un contexto
social. Para darse a sí mismo la posibilidad de controlar su conducta, el sujeto
puede confiar, primariamente, en el análisis racional en el tiempo de las
consecuencias de sus acciones sobre su libertad futura. Para tener éxito en ese
empeño, el sujeto puede desarrollar una serie de estrategias que disminuyan el
riesgo de ceder a una tentación peligrosa. Así, puede evitar aquel tipo de
estímulos que representan una recompensa de una acción que no desea llevar
a cabo -p. ej. para un fumador, evitar una sala de fumadores-, puede evitar que
ciertos estímulos se asocien con una conducta indeseable –p. ej. cenar con
unos amigos y tener el pretexto para beber- y puede establecer criterios y
reglas para asociar ciertos estímulos con cursos de acción deseables aunque
de forma aislada representen una recompensa inmediata menor.
Una persona no desarrolla un patrón de acción si no está expuesto a la
experiencia. En ocasiones, esta exposición a la experiencia resulta de la propia
Culturas y Lenguajes Juveniles 31
31. acción; en otras, esta exposición a la experiencia es resultado de una acción o
decisión ajena. En la mayor parte de los casos depende de ambas formas de
experiencia. La experiencia afecta al autocontrol en situaciones de ambivalencia
compleja. Del mismo modo, una persona puede desarrollar su autonomía de
acción confiando en su propia experiencia o ceder la responsabilidad de su
acción a terceros confiando su conducta a controles extrínsecos a cambio de
alguna forma de recompensa que de otro modo no obtendría. Trabajar para sí
mismo o trabajar para otro son dos estrategias alternativas para obtener recursos
y libertad. Caridad del Río Hernández, la madre de quien fuera asesino de Trostky,
Ramón Mercader, había sido ampliamente entrenada por su marido a destruir una
convicción identitaria que hasta entonces le había sido fundamental, la misma
que le había llevado al matrimonio y luego al divorcio, a saber, la existencia de
una diferencia esencial entre ejercer de esposa o de prostituta. Caridad del Río
había experimentado la corrupción moral de la burguesía en las demandas de su
propio marido. Caridad del Río representa una conversión, por la que viene a
recuperar de nuevo el control de su conducta pero ahora bajo un régimen de
castigos y recompensas diferente al servir como espía destacada a Stalin y verse
envuelta en dos ocasiones en el asesinato de León Trosky. Bajo la condición de
espía tiene que someterse a la misma disciplina que había aprendido en el
colegio. La conversión es una manifestación del mismo tipo de conducta que
transforma un alcohólico en un fervoroso defensor de la abstinencia compulsiva;
la restauración de una fe perdida, la ciega confianza en una secta o una iglesia no
es sino un acto por el que el sujeto restaura por medios extrínsecos el control
sobre su conducta, si bien mediante una cesión de su libertad, en un plano
abstracto, la misma que perdería si cediera continuamente a un impulso, pero
ahora, concreta y bien diferente, porque se somete a la autoridad de los
miembros de su nuevo grupo de pertenencia. El converso, incapaz de obtener en
su medio social los bienes que pretende con sus recursos, se asegura la
consecución de sus objetivos recurriendo a la mediación social, alienando su
voluntad. El fundamentalismo dogmático es el riesgo de las sociedades abiertas:
la libertad ajena se envidia, pero su ejercicio se teme si se carece de los recursos
necesarios y se pierden otras recompensas. Es el caso del converso varón a
alguna forma de vivir la religión que tiene como contrapartida la sumisión de una
mujer, cuando la cultura social occidental sólo le permitiría, básicamente, ejercer
de seductor, un tipo de control más precario, que el que tiene a disposición si
cambia de creencias. El sujeto cambia de creencias en relación con recompensas
tangibles. El valor relativo de un bien y el repertorio de acciones de que dispone
para alcanzarlo no son disociables. El instrumento primario de un sujeto para
lograr sus objetivos es su habilidad para lograr el reconocimiento de otros. El
reconocimiento de otros es el objetivo de la acción humana en la medida en que
el logro de cualquier otro objetivo está supeditado a él en el mismo grado.
El concepto teórico sobre el que descansa cualquier forma de compromiso del
sujeto con su conducta por internalización de valores sociales de naturaleza
identitaria es la voluntad o la fuerza de voluntad. Sin embargo, esta forma de
internalización del compromiso pronto revela su debilidad (Davidson, 1980). En
teoría, el sujeto puede internalizar un compromiso como resultado de un
sentimiento de culpa. Sin embargo, es dudoso que la culpa pueda constituir un
castigo eficaz. Al igual que otras formas de autocastigo, el sentimiento de
culpa puede tener, a lo sumo, un efecto temporal y débil sobre la conducta, un
efecto inmediato y residual una vez se ha llevado a cabo una acción. La
conducta sólo es controlada por fuerzas externas –recompensas o castigos- o
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