La visita incompleta al campo de concentración de Sachsenhausen
1. Campo de concentración
Sachsenhausen A 36 kilómetros al norte de Berlín, en la población
de Oranienburg, se encuentra el campo de
concentración de Sachsenhausen.
Fue construido en el verano de 1936 por
prisioneros de otros campos, diseñado por
arquitectos de las SS como el «campo ideal».
Más de 200.000 personas fueron encarceladas en
este campo entre 1936 y 1945. Unas 100.000
murieron de desnutrición, cansancio, malos
tratos…
Yo sólo pude visitar parte del campo –la zona del
recuadro rojo–, quedándome más de la mitad por
ver.
Sin embargo, existe un sitio en Internet muy
completo, que incluye la historia y un mapa
interactivo que permite dar un paseo visual por el
campo.
Sachsenhausen
2. «TRABAJAR LIBERA»
Acceso al campo
Por esta calle, de más de un kilómetro
de largo, accedían al campo los
prisioneros. Hoy en día los visitantes
utilizan el mismo acceso.
5. «Vida diaria»
«Las SS del campo tenían poder
sin restricciones sobre las vidas de
los prisioneros. En principio, cada
aspecto de la vida diaria se llevaba
a cabo bajo estricta rutina y e
instrucción militar. Los prisioneros
vivían en constante temor por los
súbitos estallidos de excesiva
violencia y demás actos arbitrarios
llevados a cabo por las SS.
La Barraca 39 muestra
actualmente una exhibición que
está principalmente basada en los
testimonios subjetivos de veinte
prisioneros.
Cada uno de ellos rememora su
experiencia individual».
6. Corresponden
cia
Carta de Georges Tempier a su Familia.
[Según el pie de página se trata de una carta escrita
el 19.9.1943 a su novia. En realidad está escrita a
su familia y data del 22.8.1943].
«Mis queridos padres,
La semana pasada recibí el paquete de
la tía Berta. Me ha alegrado mucho y
soy afortunado por tener algo de
Monfleur. Besos cálidos a tía de mi
parte y decidle que pienso en ella y
que espero volver a abrazarla pronto.
Estoy muy saludable (…).
Espero que todo esté bien en casa y que
(...).
Besos a mamá, Gautier y Ges. (...) He
recibido una carta suya. He recibido
bien todos los paquetes. Besos de mi
parte a toda la familia. Termino mi
carta.
Besos de corazón para todos vosotros.
Un abrazo de Georges.»
7. Barracas
Cada rectángulo de piedras marca el
lugar en el que se encontraba una barraca.
Hoy en día sólo hay dos.
Hubo 68 barracas y en cada una vivían
hasta 400 prisioneros.
8. «Cada mañana, los prisioneros de una
barraca –en ocasiones hasta 400– tenían
Cuartos de
que levantarse, recoger sus raciones,
lavarse y presentarse a recuento. Todo ello baño
en 30 minutos, por lo que entre 8 y 10
prisioneros se situaban alrededor de cada
lavadero de cuyo centro manaba agua fría.
Los cuartos de baño eran otro tipo de
‘cuartos del terror’. Las SS ahogaban a
algunos prisioneros en los lavaderos
situados en el suelo».
‘A los ocho días de estar en el campo, los tres hermanos fueron
ahogados en uno de los lavapies del bloque 11. (…)
Yo mismo vi cómo el segundo prisionero estaba maniatado. Los dos
primeros hermanos se defendieron y gritaron pidiendo ayuda. (…) El
tercero, al que habían dejado de pie frente al bloque, tuvo que escuchar
a sus hermanos gritar pidiendo ayuda y comenzó a pedir auxilio.
Fue llevado a la ‘unidad de estar de pie’ y ahorcado a la noche
siguiente en el cuarto de baño’.
Testigo en el juicio Sorge/Schubert, 1958.
9. Retretes
«A los prisioneros sólo se les permitía utilizar los
retretes por las mañanas y por las tardes después
de pasar lista. Sólo contaban con unos pocos
minutos.
Enfermos, débiles o ancianos que se caían al
intentar llegar a los aseos, eran pisados por el
resto y dejados en el suelo cubiertos de
excrementos.
En cualquier momento y en cualquier lugar, las SS
ejecutaban actos de tormento. Prisioneros
indispuestos para trabajar debían permanecer de
pie, sin mover un músculo, en este espacio.
Algunos fueron incluso ahogados en los urinarios».
10. Salas de día
«Las salas de día medían 9x8m.
Contenían varias mesas largas con
bancos, e hileras de taquillas –que
no podían cerrarse con llave– para
las pocas posesiones permitidas a
los prisioneros.
Al lado, en el mismo ala, se
encontraba la sala dormitorio. El
único sistema de calefacción para
ambas salas consistía en una
estufa colocada en el centro de la
sala de día.
La calefacción sólo podía usarse
con permiso de las SS y
difícilmente protegía del severo frío
invernal».
11. Posesiones
«Una de las pocas posesiones que se permitía a los
prisioneros era un cuenco para comer.
Si lo perdían o se lo robaban, lo cual no era difícil dado
que las taquillas no podían cerrarse con llave,
significaba que el prisionero no tendría dónde recoger
su ración, que consistía en dos cazos de caldo de sopa
y una hogaza de pan».
12. Dormitorios
«Los prisioneros dormían en salas
contiguas a las salas de día y
medían, al igual que éstas, 9x8m.
Hasta 400 prisioneros debían dormir
en literas de tres alturas, de escasos
70cm. de ancho, sin calefacción y
con una fina manta como único
abrigo».
13. Castigos
Los prisioneros eran maniatados por la espalda y
colgados por los brazos desde atrás, de manera
que se les dislocaban los hombros.
14. Cárcel
«Hoy en día pueden encontrarse
fotografías de algunos de los
criminales de las SS colgando de la
pared de celdas cerradas».
15. Torres de
vigilancia
«Las torres de vigilancia estaban
situadas alrededor de todo el campo.
Desde allí, las SS disparaban a los
prisioneros a su antojo».
16. Monumento a
la liberación
‘Y he ahí que me
encontraba en libertad;
espontáneamente, de
repente era libre. (…)
Aunque aún pensaba
como prisionero. Es
imposible asimilar que de
repente eres libre.
Después de seis años
como prisionero.
Simplemente no sabes qué
hacer con tu libertad’.
Zvi Steinitz, Israel.
17. Mi visita al campo de concentración de Sachsenhausen
quedó a medias.
En el centro del campo hay un museo y una sala de
proyección de documentales. Después de cuatro horas
de visita, decidí sentarme y descansar durante la
media hora que dura la película.
Cuando salí, había oscurecido y estaba desierto. A
algunos grados bajo cero, nevando, oscuro, en el medio
de un campo de concentración, desorientada por la
poca visibilidad y la magnitud del espacio, me
ro
et embargó una sensación de pánico y desesperación
m
ló difíciles de trasmitir. Tardé varios segundos en lograr
ki
1 avistar la salida –segundos que parecieron minutos– y
me apresuré hacia ella. No se veía, me invadió la
paranoia de que las puertas estarían cerradas y no
podría salir.
Llegué a la puerta. Estaba abierta pero aún me quedaba el kilómetro de camino hasta
la entrada del recinto, a oscuras, en silencio, helando…
Tras ver lo que había visto ese día; tras vivir de cerca las historias de miles de personas que
fueron torturadas, asesinadas en ese lugar; tras intuir lo que pudieron llegar a sufrir. Helada
de frío a pesar de los calcetines de lana, el abrigo, guantes, gorro, bufanda… Y pensando,
poniéndome en la piel de aquellas personas que un día estuvieron en el mismo lugar, a la
misma temperatura llevando tan sólo un pijama de rayas. Ese frío, el miedo por creerme ahí
sola y la desesperación por salir… Esa mezcolanza de sentimientos ha logrado que haya
vivido la experiencia a flor de piel.
Sin embargo, aquella otra mitad del campo no visitada queda en mi lista de cosas pendientes.