1. Testimonios…
“…Hoy como entonces, ser judío es testimoniar. Ser testigo de lo que es y de lo que
ya no es más. La idea de que cada uno de nosotros esta habilitado para hablar en
nombre de todos nunca ha sido más verdadera que ahora. Salvo que ahora cada
judío habla también en nombre de los judíos que ya no existen. ¿Demasiado difícil?
Ser judío es buscar lo difícil y enseguida sobrepasarle.
Se puede atestiguar con facilidad, evocando el renacimiento de Israel, o con ira,
recordando las cenizas del Holocausto; lo que cuenta es la voz que da al testimonio
su valor humano, sino durable. Lo que cuenta también es la actitud interior que se
tiene hacia lo que se transmite. Por mi parte, ningún testimonio me parece válido, a
menos que el testigo se identifique con él…”
Elie Wiesel
Testimonios…
Vi cumplirse el último sueño de mi vida
Ahora es evidente que todo lo que ha sucedido es mucho más grave de lo que
anticipamos. Hicimos lo imposible para hacer frente a los alemanes. Pero nuestras
fuerzas se agotan, estamos en el umbral del olvido. Dos veces obligamos a los
alemanes a replegarse, pero han vuelto con más efectivos.
Uno de nuestros grupos resistió cuarenta minutos, otro peleo durante seis horas. La
mina que plantamos en la zona de la fábrica de cepillos explotó. Luego atacamos a
los alemanes y les infligimos fuertes pérdidas, mientras que, las nuestras fueron
reducidas. También esto es un logro. Caí junto a esta ametralladora. Siento que nos
hemos atrevido a hacer cosas importantes, de enorme valor. Nos hemos visto
forzados a cambiar la táctica y adoptar los métodos partisanos. Esta noche seis
patrullas saldrán a cumplir dos tareas: reconocimiento y captura de armas.
Recuerden, las armas de corto alcance no nos sirven. Sólo rara vez las utilizamos.
Necesitamos muchos rifles, granadas, ametralladoras y explosivos.
No puedo describirles las condiciones en las que viven ahora los judíos del ghetto.
No es posible que más que un puñado resista semejantes condiciones. El resto
morirá, tarde o temprano. Su destino ha quedado sellado. Porque aunque hay
millares escondidos en recovecos y ratoneras, no hay en esos lugares, aire
suficiente ni para encender una vela. Ustedes, que están afuera, considérense
benditos. Quizás logremos ser testigos de otro milagro. Pero es sumamente
dudoso. La última aspiración de mi vida se ha cumplido. La resistencia armada
judía es un hecho. La autodefensa judía y la venganza judía son una realidad. Soy
feliz y estoy satisfecho de haber sido uno de los primeros combatientes del ghetto.
¿De dónde vendrá la salvación?
Mordejai Anilewitz
Comandante del Ghetto de Varsovia, 23/4/1943
2. Auschwitz
Esta es en realidad la historia del planeta Auschwitz. Yo mismo estuve en
Auschwitz durante dos años. Allí, el tiempo no es un concepto como lo es en
nuestro planeta. Cada fracción de segundo que transcurría tenía un ritmo distinto. Y
los habitantes de ese planeta no tenían nombres. No tenían padres y no tenían
hijos. No se vestían como nos vestimos aquí. No nacieron allí y no concibieron allí.
Respiraban y vivían según leyes distintas de la naturaleza. No vivían y no murieron
según las leyes de nuestro planeta. Su nombre era un número: K. Tzetnik. “Y creo
a ciencia cierta que debo llevar ese nombre en tanto el mundo no despierte para
borrar este mal después de la crucifixión de una nación, así como se alzara después
de la crucifixión de un hombre…”
Testimonio de Yehiel Di-Noor (K. Tzetnik)
En el juicio de Adolf Eichmann 7/6/1961
Si esto es un hombre
Primo Levi* (1958)
Los que vivís seguros
En vuestras casa caldeadas
Los que os encontráis, al volver por la tarde,
La comida caliente y los rostros amigos:
Considerad si es un hombre
Quien trabaja en el fango
Quien no conoce la paz
Quien lucha por la mitad de su panecillo
Quien muere por un si o por un no.
Considerad si es una mujer
Quien no tiene cabellos ni nombre
Ni fuerzas para recordarlo
Vacía la mirada y frio el regazo
Como una rana invernal.
Pensad que esto a sucedido:
Os encomiendo estas palabras.
Grabadlas en vuestros corazones
Al estar en casa, al ir por la calle,
Al acostaros, al levantaros;
Repetídselas a vuestros hijos.
O que vuestra casa se derrumbe,
La enfermedad os imposibilite,
Vuestros descendientes os vuelvan el rostro
∗
Químico y Escritor judío italiano, prisionero de Auschwitz. Público varios testimonios y
reflexiones sobre la experiencia concentracionaria.
Autor del libro “Si esto es un hombre”, 1958.
3. La Shoá en la mirada de los niños:
De Auschwitz al espacio.
En 1944, un alto y muy delgado muchacho de 14 años formaba fila en el ghetto de
Theresienstadt, los nazis lo empujaron a la fila de los ineptos para el trabajo; por
supuesto, era una sentencia de muerte.
En los años que llevaron a ese funesto día, Peter Ginz, artista local y director de la
revista clandestina del ghetto, mantuvo su mente funcionando aún cuando su
cuerpo no podía hacerlo.
Pasó sus largos días de hambre en el ghetto pintando y escribiendo, creando
imágenes de libertad, en la que los humanos podían navegar por el mar y volar
hacia la luna, dirigidos sólo por la gravedad y el viento y no por las armas.
A pesar de su juventud, creó una colección de cientos de dibujos y poemas.
También era un deseoso lector, y en cada libro estampaba su nombre junto a una
profunda convicción: “La ciencia por encima de todo”.
Aunque fue exterminado en Auschwitz a la edad de 14 años, sus sueños de
ciencia y libertad fueron preservados en 120 dibujos que permanecieron ocultos en
Theresienstadt.
Después de la guerra, un niño sobreviviente los sacó del escondite y los entregó a
los padres de Peter Ginz, quienes tuvieron mejor suerte que su hijo.
Cuando llegaron a Israel en los años 50 donaron esa colección al Museo de la Shoá
en Yad Vashem, en honor a Peter.
Allí, en Ierushalaim, los dibujos quedaron en exhibición, hasta que recientemente
uno de ellos se cruzó en el camino del primer astronauta israelí, Ilán Ramón Z.L., y
los sueños del joven judío tuvieron una segunda oportunidad.
Durante el entrenamiento para su vuelo espacial, Ramon pasó muchas horas
reflexionando sobre lo que llevaría al espacio, además de una colección de
banderas israelíes.
Sabía que tenía que ser algo especial, que reflejara sus propias experiencias y las
del pueblo judío, al que representaría.
Durante meses, y con una guiñada, decía a los reporteros que estaba incubando
una sorpresa.
La idea para la sorpresa se originó cuando Ramon se encontró con miembros de la
sociedad estadounidense de Yad Vashem en Texas, donde se estaba preparando
con la NASA desde 1998.
Reflexionando sobre las memorias de su familia, de una madre que sobrevivió a
Auschwitz y de un abuelo y muchos otros parientes muertos durante el Holocausto,
comenzó a parecerle apropiado que algo preservado de esa era debía acompañarlo
en sus viajes espaciales.
A solicitud de Ramon se pidió a la curadora de Yad Vashem de Jerusalén, Yehudit
Shendar, que elaboraran una lista de posibilidades. Shendar sólo necesitó una
mirada al Paisaje Lunar de Peter Ginz para darse cuenta de que no era necesario
ninguna lista, calificando a la elección como "predestinada".
A Ramon le gustó la idea de establecer una conexión con antecesores perdidos y
4. esto se adecuaba perfectamente.
Al igual que Ramon, Ginz era talentoso en muchos temas, incluyendo ciencias.
En sus días era muy inusual que imaginara viajes espaciales.
Buscaba descubrir nuevas fronteras, dijo Shendar:
"Después de encontrar el dibujo me di cuenta de que Ramon y Ginz hasta tienen
parecido físico".
Mas tarde descubrimos que el transbordador espacial saldrá al espacio el 19 de julio
(después de la entrevista el vuelo fue postergado), que es el cumpleaños del padre
de Peter.
También encontramos que Ramon, sin saberlo, había estudiado en su infancia con
la sobrina de Peter Ginz.
Por cierto, dice la hermana sobreviviente de Peter, Eva Ginz Pressburger, de 72
años, quien hoy vive en Beersheva, casi 60 años después de que Peter soñara con
libertad y espacio:
"Es como si Peter hubiera vuelto a la vida para cumplir su destino. Hay dos clases
de artistas: están los que documentan la realidad, y quienes crean nuevos mundos.
Soñar con la libertad y nuevas clases de vida mantuvo vivo a Peter", dijo su
hermana.
"Su alma está viva en ese dibujo, y ahora es como si continuara a través de la
aventura del dibujo".
Ramon empleó palabras similares para describir sus sentimientos acerca de Peter al
hablar ante miembros de Yad Vashem:
"Siento que mi viaje al espacio cumplirá el sueño de Peter Ginz. Un sueño que es la
prueba última de la grandeza del alma del niño aprisionado dentro de los muros del
gueto, muros que no pudieron ahogar su espíritu.
Los dibujos de Ginz son un testimonio del triunfo del espíritu" Y así, dice ahora
Ramon cuando el transbordador Columbia de la NASA salga al espacio, no solo
llevara al primer astronauta israelí, sino también algunos sueños que casi murieron
en el Holocausto.
"Estamos mostrando al mundo que, sean cuales sean las circunstancias, el espíritu
judío y el pueblo judío seguirán viviendo".
5. La Mariposa
Pavel Friedmann, 4/6/1942
La última, por cierto la última,
Tan rica, brillante, deslumbrante amarilla,
Tal vez si las lágrimas del sol cantaran
Sobre una piedra blanca…
Así, tan amarilla
Se eleva lentamente hacia lo alto.
Quiere irse, estoy seguro, porque quiere
Besar al mundo, adiós decirle.
Siete semanas aquí he vivido
Encerrado dentro de este ghetto,
Pero aquí encontré a mi pueblo.
Los amargones me llaman
Y las castañas blancas lucen en el patio.
Sólo que, nunca vi otra mariposa.
Esta mariposa fue la última.
Las mariposas no viven aquí,
En el ghetto.
En Terezín
Teddy (L. 410), 1943
Cuando llega alguien nuevo
Todo le resulta extraño:
¿Qué? ¿Acostarme en la litera, yo?
¿Y comer esas papas negras, yo?
¿En esa mugre? ¿Tengo que vivir aquí?
En el suelo lleno de barro
Me ensuciaré todo
Si tengo que acostarme.
Hay demasiado movimiento
Y muchísimas moscas
Las moscas provocan la fiebre.
¡Algo me pica! ¿Son chinches?
Qué miedo da Terezín…
¿Cuándo volveremos a casa?
Eso… no lo sé.
6. La Shoá en la literatura
Nos hemos acostumbrado
Nos hemos acostumbrado a estar de pie a las siete de la mañana, luego al
mediodía, y de nuevo a la siete de la tarde, formados en una larga cola con la
cacerola en la mano, esperando que nos echen un poco de agua tibia con gusto a
sal o con gusto a café, esperando que nos den algunas papas. Nos hemos
acostumbrado a dormir sin camas, a saludar a cada uniformado, a marchar
evitando las aceras, y a marchar otras veces sobre las aceras.
Nos hemos acostumbrado a recibir bofetadas sin ninguna razón, a los golpes, a las
ejecuciones.
Nos hemos acostumbrado a ver morir a la gente en sus propios excrementos, a ver
los féretros con su carga y montones de cadáveres; a ver cómo los enfermos se
revuelcan en la mugre y a ver la desesperada impotencia de los médicos.
Nos hemos acostumbrado a que de vez en cuando lleguen por aquí mil infelices y a
que otros mil partan de tanto en tanto…
De la prosa de Peter Fischl, de 15 años (nacido el 9/9/1929 y muero en Auschwitz en 1944)
Velas del Shabat en Auschwitz
Por Rifka Kuper, testigo en el juicio a Eichman.
¡A nuestra llegada allí el 18 de enero de 1943, nos hicieron entrar a las
construcciones de Birkenau que en el pasado fueron usados como caballerizas.
Recibimos una especie de estantes de madera sobre los que nos deberíamos
acostar para dormir. Una de las primeras cosas que los compañeros que llegaron
conmigo y yo hicimos fue buscar conocidos entre los presos de Auschwitz... y
encontramos. Una de las primeras cosas que les pedimos fue resto de velas. En la
noche de Shabat nos reuníamos todos en el estante superior de nuestro block.
Eramos entonces entre 10 y 12 mujeres . No nos quedamos mucho tiempo. En la
completa oscuridad encendíamos las velas. No había entonces en Auschwitz ni piso
ni ningún tipo de condiciones sanitarias (que al final instalaron), y empezamos a
cantaren silencio canciones del Shabat. Estábamos enceguecidas por la luz de las
velas y no sabíamos que pasaba a nuestro alrededor. Al poco rato escuchamos un
llanto ahogado cerca nuestro sobre los estantes que nos rodeaban. Al principio el
llanto nos asustó, nos impresionó. Luego pudimos comprobar que de todos los
lugares, de todos los estantes, mujeres judías que estaban meses y a veces años,
se acercaban unas a las otras y escuchaban la canción. Hubo otras que descendían
de sus lugares y nos pedían que les permitieran bendecir las velas.
Este fue el primer episodio conmovedor. Luego, aquellos que estaban en el block se
acostumbraron a que toda noche del Shabat prendíamos velas. No teníamos pan, a
veces no teníamos que tomar, pero las velas siempre las conseguíamos de alguna
manera...
7. Modificó nuestra identidad
Por Tomás Abraham
Fuente : Revista Raíces.
Para los judíos, Auschwitz, símbolo de la lacra del racismo, será siempre una
cuestión personal, algo que cambió a un pueblo entero para siempre, pero que
también marcó a toda la civilización occidental y cristiana.
En estos días estuve averiguando el destino de los hermanos y hermanas de mi
abuelo, de sus hijos también, de quienes nunca supe nada. Sé que vivían en la
ciudad transilvana de Hidalmas en momentos en que los nazis y sus aliados
ocuparon la zona. Aparentemente se los llevaron a un campo de exterminio en
Polonia.
Una organización que tiene un sitio en Internet ha logrado identificar casi la mitad
de los asesinados por los nazis; por los datos que ofrece hay tres personas con el
apellido Abraham en el listado del pequeño lugar. Aún no sé si son mis parientes.
Amplié la requisitoria a la vecina ciudad de Cluj, una de las principales de Rumania,
y, para mi sorpresa, aparecieron decenas de Abraham exterminados, portando este
nombre que creía escaso en aquella región.
Introduzco estos datos personales para mostrar que Auschwitz es para los judíos
una cuestión personal, hayan tenido o no parientes asesinados. Más aún, es una
identidad, somos judíos, los que lo somos, de un modo diferente después de lo que
sucedió entre 1933 y 1945. Nuestra identidad se ha modificado.
Los nazis no le preguntaban a nadie qué clase de judío era: practicante, creyente,
ateo, comunista, convertido, lindo o feo, para enviarlo a las cámaras de gas. Todos
los eran por igual hasta siete generaciones atrás. Sólo la causalidad histórica
permitió la supervivencia de mis padres y mi nacimiento. Provengo de la provincia
de Banat, en la que los judíos humillados e injuriados salvaron la piel por el azar de
unos pocos kilómetros.
Hoy ser judío es un legado histórico que portamos los que hemos sido testigos
vivientes o históricos de aquel genocidio. Jamás dejaremos de serlo, vayamos o no
al templo, cumplamos o no con la tradición religiosa, apoyemos o no al Estado de
Israel, hagamos lo que hagamos, no hay buenos o malos judíos, hay judíos que son
buenas o malas personas, lo que no es lo mismo.
El espíritu de Auschwitz nos recuerda que el antisemitismo jamás desaparecerá.
Hay muchas razones para afirmarlo. Mientras el catolicismo tenga un Dios que
sufrió una muerte auspiciada por una secta de la comunidad judía -a los que este
Dios pertenecía porque era esenio-, mientras este mito de la Pasión exista más allá
de declaraciones diplomáticas, habrá quienes siempre odien a los judíos.
También habrá quienes les falten el respeto, como alguien que días atrás no tuvo
vergüenza en decir que hasta la década del sesenta no se sabía con exactitud lo
que había pasado con los judíos en la Segunda Guerra Mundial. Ni siquiera fue al
cine a ver «El Juicio de Nüremberg».
Habrá quienes identifiquen a los judíos con los nazis para reflotar su estalinismo y
8. tomar su partido en la espantosa guerra de medio oriente y el sufrimiento del
pueblo palestino.
Víctimas y verdugos
Se usa el Genocidio, llamado bíblicamente Holocausto, para enarbolar nuevos
prestigios. Monumentos a la Memoria, congresos, mesas redondas, cócteles en
embajadas, nuevos títulos de nobleza de quienes -de mi camada- se hacen llamar
los «de la segunda generación del Holocausto», todo esto hace que no todos los
testimonios de aquel crimen tengan el mismo valor. No hay una simbólica y
pseudoprestigiosa segunda generación, hay víctimas y verdugos, y, claro,
cómplices. Además estamos todos aquellos de cualquier generación que damos
testimonio, porque sabemos que aquel genocidio no sólo ha marcado a los judíos
para siempre, sino a toda la civilización occidental y cristiana.
Nuestro país (Argentina) ha sido albergue de nazis. Para que mis padres y yo
pudiéramos entrar al país se escribió en mi partida de nacimiento que era
evangélico luterano. Había presiones durante el primer gobierno de Perón para que
se limitara la cuota de judíos que llegaban al puerto desde Europa. Pero mi familia
encontró en la Argentina el hogar que no había tenido en Rumania. La palabra
«étnico» era desconocida aquí, en nuestro país. Simplemente convivían árabes y
judíos en el mismo barrio comercial, y las comunidades, aún manteniendo
instituciones con sus recuerdos, rituales y lengua, se confundían en la escuela
pública y en el trabajo. La Argentina ha mejorado la calidad moral de alemanes,
polacos, italianos, serbios, croatas, respecto de su lugar de origen.
Pero el antisemitismo es una de las ideologías espontáneas del nacionalismo
argentino. Este se expresa no sólo en palabras, símbolos y razonamientos, sino en
hechos. La palabra «conexión local» sí se integró a nuestro vocabulario desde el
impune crimen de la AMIA hace más de diez años.
El espíritu de Auschwitz está presente en la filosofía. La reflexión ética en el siglo
XX se ha visto conmovida por los escritos de los sobrevivientes de los campos de
exterminio. No ha sido en los claustros universitarios en donde se ha renovado el
pensamiento moral sino en los escritos de Primo Levi, Jean Améry, Bruno
Bettelheim, Viktor Frankl, Imre Kertész, Paul Steinberg, Jorge Semprún, todos ellos
han retomado la reflexión sobre la condición humana en situaciones límite, sobre la
espiritualidad, la búsqueda del sentido, una vez rotas las bisagras de la seguridad,
la conservación de sí, y los parámetros del pensamiento tranquilo. Hannah Arendt y
Tzvetan Todorov han meditado sobre estos testimonios dándonos obras admirables.
¿Para quiénes se escriben éstas y muchas otras cosas? Para el lector desconocido, y
también en este caso para el judío desconocido, quien es heredero no sólo de una
tradición que nace con la liberación de la esclavitud de un pueblo milenario, sino,
desde 1945, de un crimen contra la humanidad que lo tuvo como víctima de una de
las lacras más fantasmáticas y terribles de la historia: el racismo.
9. 600 palabras
Por Etgar Keret - Escritor y periodista israelí
Traducción: Sebastián Kleiman
Mi madre me dice que nunca podré entender lo que significa para un pueblo no
tener un país propio. Ella, por cierto, sabe de lo que está hablando. Después de
todo, atravesó el holocausto, vio destruida su casa en Polonia, perdió a su mamá, a
su papá y a su hermano, y al final terminó aquí, en la Tierra de Israel, su país, la
tierra que se prometió no abandonar nunca.
Ghassan me dice que nunca podré entender los que significa para un pueblo vivir
bajo ocupación. No, él no tuvo que atravesar el holocausto, y toda su familia,
gracias a Dios, está viva, al menos por ahora. Pero está harto de los soldados
israelíes en los checkpoints de la frontera. “Algunas veces puedes atravesar la
barricada en uno o dos segundos, pero hay otras, cuando ellos están aburridos, en
las que pueden hacerte perder las ganas de seguir viviendo. Te obligan a esperar
durante horas bajo el sol y sin razón alguna, nada más que para humillarte. La
semana pasada, sin ir más lejos, me confiscaron dos paquetes de cigarrillos Kent
largos, simplemente porque se les dio la gana. Un chico de dieciocho años, con un
rifle en las manos y la cara llena de heridas, vino y me las quitó.”
Adina, la vecina del piso de abajo, me dice que nunca podré entender lo que
significa perder a un ser querido en un atentado suicida. “Ninguna muerte puede
ser más absurda que esa”, dice. “Uno muere por dos razones –porque se es israelí
y porque a uno le dieron ganas de tomarse un café expreso en mitad de la noche.
Si puedes imaginar razones para morir más estúpidas que esas, dime cuáles son. Y
ni siquiera hay con quién enojarse. Después de todo, el muchacho que mató a mi
hermano está muerto y también él voló en pedazos." Mi madre dice que no
tenemos otro lugar a dónde ir, que a dónde vayamos siempre seguiremos siendo
extraños, odiados, judíos. Ghassan dice que mi país, el Estado de Israel, es una
entidad extraña y aberrante y que no hay nada que se le parezca en todo el
mundo. Ahí la ves en mitad del Oriente Medio creyéndose en el corazón de Europa,
participando cada año en el certamen Eurovisión y asegurándose que uno de sus
equipos de fútbol dispute la Copa UEFA, sin entender que está en el corazón del
desierto, rodeado por una mentalidad, propia del Oriente Medio, que se niega a
reconocerlo. Adina dice que vivimos de prestado, que cada vez que ve a los niños
palestinos, locos de contentos, celebrar con golosinas luego de cada ataque suicida,
ella piensa en la manera en que aquellos niños habrán de crecer. Por lo tanto, yo
debería terminar con todo ese absurdo discurso sobre la paz. Y si hay algo que mi
madre, Ghassan y Adina tienen en común, es que todos ellos están seguros,
absolutamente seguros, de que yo simplemente no puedo comprender qué es lo
ellos piensan.
Pero de hecho yo soy bastante bueno para imaginar qué es lo que piensan las otras
personas, y algunas veces, cuando los tiempos se ponen difíciles, me las ingenio
para vivir de eso. Todo clase de publicaciones extranjeras me llaman y me piden
que explique, en lo posible en no más de 600 palabras, lo que piensa la gente en
Israel. Es una pena que no pueda inventar nuevos pensamientos, distintos a los
reales –unos que sean un poco menos temerosos, que conlleven un poco menos de
10. odio. Pensamientos más positivos, más optimistas, más compactos, en no más de
600 palabras.