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ENSAYOS
Las partículas, los campos y el éter
El sentimiento de los físicos era claramente
de autosatisfacción respecto a su ciencia cuan-
do terminaba el siglo XIX. En un famoso dis-
curso Lord Kelvin, uno de los fundadores de
la moderna Termodinámica, con aportes esen-
ciales al Electromagnetismo, señalaba que el
camino próximo que debían emprender los fí-
sicos residía sobretodo en abundantes y mejo-
res mediciones pues las bases teóricas ya esta-
ban echadas y no se vislumbraban modifica-
ciones de importancia y quizás ya nunca más
las habría.
La Mecánica Newtoniana había demostra-
do con creces su aptitud para resolver las difi-
cultades que se le planteasen y había llegado a
su hora de mayor gloria cuando Leverrier y
Adams descubrieron en sus escritorios por
mero cálculo al planeta Neptuno. Los fenóme-
nos ligados al calor habían dado por resulta-
do, gracias a las investigaciones de Carnot,
Joule Meyer, Kelvin, Joule y Clausius entre
otros, una ciencia eminentemente abstracta, la
Termodinámica, basada en dos principios in-
quebrantables: el que postula la conservación
de la energía y el que prohíbe que la entropía
de un sistema cerrado disminuya en el futuro.
En esa época de grandes unificaciones se
había generado una teoría completa que lo-
graba englobar los fenómenos de la electrici-
dad y del magnetismo. Y no sólo eso, las ideas
de Faraday y de Maxwell permitían extender
ese dominio hasta abarcar los fenómenos lu-
minosos.
Estas tres teorías, la Mecánica, la Termodi-
námica y el Electromagnetismo, daban una
gran seguridad a los físicos y, a su vez, engen-
draban la sensación de que la tarea a enfren-
tar tendría poco de creativa, remitiéndose a
una laboriosidad acumulativa de la cual surgi-
ría la linealidad del progreso ininterrumpido.
A partir de 1895 el descubrimiento de nue-
vos fenómenos experimentales tales como los
Rayos X y la Radioactividad comenzaron a
sacudir la certeza de los fundamentos y sobre
todo la confianza en los modelos mecánicos y
en las ideas energetistas, ciudadela del positi-
vismo. Por otra parte la falta de una dirección
temporal en las ecuaciones de la mecánica, en
oposición a la segunda ley de la termodinámi-
ca, que fija una flecha del tiempo, también fue
motivo de desazón.
Existía un programa que marchaba viento
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
El camino de Max Planck hacia los cuantos de energía
Carlos D. Galles
Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura
Universidad Nacional de Rosario
Avda. Pellegrini 250. 2000 Rosario Argentina
galles@fceia.unr.edu.ar
El presente artículo transcribe una conferencia dictada por el Prof. Carlos Galles en la reunión organiza-
da por la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Academia Nacional de Ciencias Exactas, Fí-
sicas y Naturales, Universidad Favaloro, con motivo de la conmemoración de los 100 años de la presen-
tación que hiciera el Prof. Dr. Max Planck sobre la Teoría de los Cuantos. Diciembre 1900-2000. Anali-
za las circunstancias históricas del surgimiento de la física cuántica entre fines del siglo XIX y principios
del siglo XX y comenta brevemente cómo la teoría de los cuantos se abrió camino en los ambientes aca-
démicos en Argentina. (Noviembre 17 de 2000).
64 CARLOS D. GALLES
en popa y era el del electromagnetismo, que
consideraba perturbaciones que se propaga-
ban en un medio ideal denominado éter. To-
mando la idea de las cargas eléctricas y aso-
ciándolas a las ecuaciones de Maxwell el ho-
landés Hendrik Lorentz creo una teoría mixta
que permitió alcanzar una serie de sucesos ta-
les como la explicación del efecto Zeeman y la
conductividad de los metales. A este respecto
recordemos que hacia 1896 los experimentos
de Thompson permitieron asegurar la existen-
cia de una partícula de carga negativa: el elec-
trón.
Las grandes invenciones, por otra parte,
mostraban que el ideal baconiano de dominio
del hombre sobre la Naturaleza se iba cum-
pliendo inexorablemente. Las nuevas formas
de energía eran domesticadas, mayores veloci-
dades eran alcanzadas, la producción de bie-
nes se había multiplicado.
Vida de Max Planck
Max Planck nació en Kiel el 23 de Abril de
1858 y su larga vida se prolongó hasta el 4 de
Octubre de 1947. Hizo sus primeras letras en
esa ciudad hasta que la familia se trasladó a
Munich donde se graduó en 1874. Ya por en-
tonces era reconocido por sus muchos talen-
tos, habiendo mostrado su capacidad para la
música, la filología y las matemáticas. Final-
mente se decidió por estas últimas, comenzan-
do sus estudios en la Universidad de Munich,
donde pronto se vio atraído por los temas de
Física, a pesar de que algunos de sus profeso-
res trataron de persuadirlo de que ya nada
quedaba por hacer en ese campo. La enseñan-
za era predominantemente experimental y se
cree que fue entonces que Planck hizo sus úni-
cas prácticas de laboratorio. Se lo considera el
primer físico teórico en el sentido moderno de
la palabra, sobre lo cual habría mucho para
reflexionar. El propio Planck dice que era un
físico sui generis, lo cual no hizo fáciles sus
primeros años como profesor.
Luego prosiguió sus estudios en la Universi-
dad de Berlín, donde fue alumno de Kirchhoff
y de Helmholtz; ambos relevantes físicos re-
sultaron para Planck pésimos docentes, uno
excesivamente puntilloso en la lectura de sus
apuntes lograba alcanzar altos límites de abu-
rrimiento en sus oyentes, el otro, poco intere-
sado en preparar sus clases, era un tanto con-
fuso en sus explicaciones y aún en sus cálculos
en el pizarrón. La vocación de Planck fue de-
cidida por la lectura cuidadosa de la obra de
Clausius Mechanische Wärmetheorie, sobre la
base de la cual preparó su tesis doctoral sobre
la Segunda Ley de la Termodinámica, presen-
tada el 28 de Julio de 1879 ante la Universi-
dad de Munich. En esta tesis ponía especial
énfasis en el hecho que la entropía nunca dis-
minuye en un sistema termodinámico cerrado,
destacándose su tratamiento del concepto re-
lativo a los procesos irreversibles. En su opi-
nión las ideas expresadas en esa ocasión no tuvie-
ron la menor repercusión: probablemente Helm-
holtz ni siquiera leyó sus trabajos, Kirchhoff se
pronunció en total oposición, Clausius evadió
todo contacto con el novel autor. Luego
Planck prosiguió una carrera académica siem-
pre ascendente, recibió en 1880 su venia le-
gendi en Munich y casi simultáneamente su
diploma de habilitación. Luego pasó a ser
profesor extraordinario en la Universidad de
Kiel en 1885, cargo obtenido en parte gracias
a los buenos contactos de su padre, según el
propio Planck narra candorosamente en su
autobiografía.
En forma paulatina, Planck se fue transfor-
Max Planck
EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 65
mando en un experto en Termodinámica y su
fama quedó confirmada al ganar en 1887 el
premio en una competición de la Universidad
de Göttingen por su ensayo acerca del Princi-
pio de Energía (“Das Princip der Erhaltung
der Energie”), donde lo aplica hasta cubrir la
teoría de las soluciones diluidas y los fenóme-
nos termoeléctricos. Por esos años mantuvo
una polémica con la escuela energetista, que
sólo se vería resuelta por los trabajos de
Boltzmann, los cuales si bien partían de prin-
cipios estadísticos de los cuales entonces
Planck estaba muy alejado, llegaban a las
mismas conclusiones.
En 1888 fue nombrado Profesor Asistente
de la Universidad de Berlín, como sucesor de
Kirchhoff, y director del Instituto de Física
Teórica, creado entonces especialmente para
él. Ya en 1892 era Profesor Ordinario y conti-
nuaría siéndolo hasta 1926. En 1894 fue ele-
gido para integrar la Königlich-Preussische
Akademie der Wissenschaften (Academia pru-
siana de Ciencias) en Berlín, lo cual implicaba
entonces la culminación de la carrera científi-
ca, al menos en los aspectos más formales, de
un científico del Imperio Alemán.
Comenzada la década de los años 90 la fa-
ma de físico teórico de Planck ya estaba con-
sagrada gracias a sus trabajos en Termodiná-
mica. A la muerte de Gustav Hertz, en 1894,
es a él a quien la Sociedad de Física de Berlín
pide le rinda tributo en una conferencia refi-
riéndose a la vida, investigaciones y personali-
dad del insigne descubridor de las ondas elec-
tromagnéticas. Es interesante ver como descri-
be la actitud de Hertz en su trato con otros in-
vestigadores.
“En cuestiones científicas el no prestaba
importancia a quien las afirmaba; para Hertz
sólo los hechos y los principios importaban, y
ellos podían provenir de cualquier fuente con-
cebible. El siempre mostraba la misma amabi-
lidad objetiva con respecto al más académico
comentario, y para el más ingenuo, siempre
que fuesen sinceramente expresados. Sólo po-
día ser cáustico e intolerante cuando estaba en
presencia de una forma de encarar la investi-
gación que es desdichadamente común en
nuestros días. Es decir programas de investi-
gación basados en la conveniencia personal y
hábitos de trabajo apresurados, lo cual condu-
ce sólo a la confusión.”
Este párrafo creemos que resume mucho de
la esencia del pensamiento de Planck respecto
de la investigación científica; algo parecido al
lema del físico y epistemólogo inglés Herschel:
Hechos e Ideas. Un método que le dio muy
buen resultado evidentemente en sus estudios
sobre la radiación del cuerpo negro donde su-
po colocarse cercano a los físicos experimenta-
les y enterarse de los resultados casi a medida
que iban siendo obtenidos, conservando su
propia libertad para la creación de teoremas,
para proyectarse en el vuelo de la imaginación.
Entre sus numerosas amistades científicas
se contaban los físicos experimentales del Phy-
sikalische-Technische Reichsanstalt (Instituto
Físico Técnico Alemán): Otto Lummer, E.
Pringsheim y Ferdinand Kurlbaum, las cuales
serían instrumentales, dispénsenme el barba-
rismo, cuando los estudios sobre el cuerpo ne-
gro al que nos referiremos en breve.
En 1897 publicó su Vorlesungen uber
Thermodynamik (Tratado de Termodinámica),
el cual fue utilizado durante tres décadas co-
mo texto de presentación de esa rama de la Fí-
sica. Por otra parte, luego de los trabajos de
Einstein en 1905, Planck fue uno de los prime-
ros partidarios de la Teoría de la Relatividad.
Continuó por muchos años produciendo tra-
bajos de primera calidad y sobre todo se cons-
tituyó en una especie de árbitro y consultor en
cuestiones científicas, sobre todo por medio de
una copiosa correspondencia y su interven-
ción como editor de revistas y organizador de
congresos.
Tuvo una actitud digna con el arribo del
nazismo. Su conciencia del deber le impuso
concurrir a una audiencia delante de Hitler
para hacerle notar el fuerte golpe que signifi-
caba para la ciencia alemana el inicio de las
persecuciones políticas y raciales de 1933.
La vida no le ahorró sinsabores, en la Gran
Guerra perdió a su primogénito. Su segundo
hijo pereció a manos de la Gestapo tras el fa-
llido complot para terminar con el régimen
nazi en 1944.
Max Planck falleció en Gottinga en 1947.
En las palabras de James Franck, la muerte le
llegó como una suerte de redención.
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
66 CARLOS D. GALLES
El problema del cuerpo negro
En 1800 Sir William Herschel había com-
probado que en el espectro del Sol figuraban
otros rayos que no eran visibles a simple vista,
cayendo en la región más allá del rojo. Desde
esa primera comprobación, hecha simplemen-
te colocando un termómetro en la zona donde
la luz arriba luego de atravesar un prisma, se
sucedieron los estudios. En 1847 Fizeau y
Foucault en Francia comprobaron que esta ra-
diación infrarroja se comportaba en forma si-
milar a la luz visible en lo que respecta a los
fenómenos de interferencia.
El cuerpo negro perfecto fue definido por
Kirchoff como aquel que absorbe toda la ra-
diación que recibe. Tal cuerpo, colocado den-
tro de una cavidad a temperatura constante,
alcanzaría el equilibrio con la radiación exis-
tente. El físico norteamericano S. Langley
(1834-1906) dio comienzo en 1886 a una sis-
temática serie de mediciones de la radiación
recibida del Sol, determinando de esa forma
que la temperatura superficial del astro es de
5680 K. Para estas mediciones se valió de un
nuevo instrumento de medición, el bolómetro,
inventado por él mismo.
Por medio de razonamientos puramente
termodinámicos Kirchhoff demostró, en un
famoso teorema presentado en 1859, que la
razón entre el poder emisivo de un cuerpo y el
poder absorbente está dado por una función
de la frecuencia de la radiación y la tempera-
tura absoluta, independiente de la composi-
ción del cuerpo. Es una propiedad absoluta
válida para estos fenómenos y esa función es
justamente la que da la intensidad de la radia-
ción emitida por un cuerpo negro.
Era entonces de importancia estudiar la
forma de esta función en el laboratorio. Tarea
que demandó no poco tiempo: por una parte
era necesario obtener una buena aproxima-
ción real al cuerpo negro y por otra diseñar
los métodos experimentales para medir su ra-
diación.
Primeramente se logró por parte de Stefan
una expresión que da la energía total emitida
por el cuerpo negro como una función de la
potencia cuarta de la temperatura absoluta.
Más tarde Wien, con un análisis un tanto es-
pecioso de la compresión adiabática de la ra-
diación contenida en un cilindro con un pistón
espejado, y haciendo uso asimismo de la dis-
tribución de velocidades moleculares de Max-
well, obtuvo una fórmula válida para las altas
frecuencias.
Recién en 1895 Lummer y Wien se sirvie-
ron experimentalmente de un espacio cerrado
con una pequeña abertura, lo cual había sido
definido por Kirchhoff como la representación
más apropiada para un cuerpo negro, estu-
diando el flujo de radiación para las diferentes
temperaturas. En un principio Lummer y
Pringsheim tomaron recipientes para la radia-
ción de forma esférica o cúbica, a los cuales
colocaban en un baño maría de líquidos en es-
tado de ebullición para fijar uniformemente la
temperatura de las paredes. Luego se pasó a
trabajar con electricidad, calentándose un ci-
lindro de platino por el paso de la corriente. El
cilindro recubría un cilindro interior de mate-
rial refractario y era rodeado exteriormente
por otro semejante. La temperatura del cilin-
dro interior era medida por una termocupla y
se estudiaba la intensidad de la radiación emi-
tida por una pequeña abertura practicada en
la pared del mismo.
Planck y el cuerpo negro
Fue entonces, hacia 1896, que Planck co-
menzó a dedicar todos sus esfuerzos a la reso-
lución de este enigma. Como vemos en sus da-
tos biográficos nada hacía prever que este pro-
fesor prusiano estuviese al origen de una revo-
lución científica; su actitud fue claramente en
la línea del bien fundamentado formalismo
teórico de la termodinámica, esta vez aplicado
al campo electromagnético. La idea central de
Planck fue la de colocar en la cavidad donde
estaba encerrada la radiación un oscilador de
Hertz, vale decir, un sistema capaz de absor-
ber y emitir radiación de acuerdo a las leyes
del electromagnetismo. De esta forma si se co-
locara un cierto número de osciladores dentro
de la cavidad estos intercambiarían energía
entre ellos y con las paredes circundantes has-
ta alcanzar el estado de equilibrio termodiná-
mico. Su metódica labor lo condujo en 1899
EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 67
a la Ley de Wien, con una demostración tan
rigurosa que en la literatura de la época a ve-
ces hasta se le añadía su nombre.
En la deducción teórica de Planck jugó un
rol crucial el atribuir al oscilador una entropía
S, la cual está relacionada con la energía U,
por la fórmula:
Por integración, y usando la definición,
se obtiene la Ley de Wien.
En Mayo de 1899, tras definir la entropía
del resonador, Planck ya había determinado el
valor de la que luego sería la famosa constan-
te que lleva su nombre. Fue entonces cuando
sugirió que su nueva constante h (séanos per-
mitido por claridad utilizar la nomenclatura
usual disculpándonos el anacronismo), unida
a la velocidad de la luz c y a la constante de
gravitación universal G, permitía formar un
“sistema natural de unidades de medida” ap-
tas para “retener su significación para todos
los tiempos y todas las culturas, aún extrate-
rrestres y extrahumanas”:
Longitud:
vale decir del orden de 10-33 cm
Masa:
vale decir del orden de 10-5 gr
Tiempo:
vale decir del orden de 10-43 seg
En esta forma Planck satisfacía plenamente
su anhelo de absoluto y exhibía la capacidad
humana para interpretar y leer en el mundo
objetivo. Nótese además la confianza de
Planck en su recientemente hallada constante,
a la cual pone en pie de igualdad con G y c,
constantes ya tradicionales y cargadas de pro-
sapia. No es de sorprender que este proyecto
de Planck no fuera comprendido en su época.
La dificultad de vincular el diámetro del átomo
con algo tan minúsculo como 10-33 cm impidió
que, tres décadas después, estas ideas fueran
comprendidas por alguien tan destacado como
Heisenberg. Recién hacia 1957 las unidades
naturales volvieron a la consideración de los fí-
sicos y así son moneda corriente hoy en día.
El día 7 de Octubre de 1900, recibió en su
casa la visita de Rubens, quien le comunicó los
últimos resultados experimentales que mos-
traban una gran diferencia para longitudes de
onda mayores a los 40 micrones. Además es
posible que le haya informado sobre la nueva
ley, válida para grandes longitudes de onda,
postulada por Rayleigh en un trabajo publica-
do en Junio de 1900. Planck comprendió que
podía ajustar los nuevos valores con una nue-
va expresión que además tuviese como casos
límite las leyes de Wien y de Rayleigh. Ese
mismo día determinó la fórmula que pasaría a
ser tan famosa. Para hacer una deducción con-
vincente le bastó con hacer una ligera modifi-
cación a la expresión anterior para la deriva-
da segunda de la entropía del resonador res-
pecto a la energía:
El marco teórico conduce directamente a la
Ley de Planck de la radiación, como pronto
pasó a ser conocida. La presentación de la fór-
mula con sus dos nuevas constantes fue hecha
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
Figura 2. Prueba experimental de la ley de
radiación de Planck. Datos obtenidos por Rubens
y Michel. Comparación de las variaciones de la
ley de Wien y la ley de Rayleigh-Jean con las de la
ley de Planck.
68 CARLOS D. GALLES
por Planck en la reunión de la Sociedad Ale-
mana de Física en Berlín el 19 de Octubre de
1900. Al día siguiente Rubens le comunicó a
Planck que había pasado la noche comparan-
do la ecuación con los datos experimentales
habiendo obtenido un acuerdo sumamente sa-
tisfactorio en todos los casos.
La deducción contenía todavía un elemento
claramente ad hoc como es la expresión ante-
rior de la entropía del oscilador, para el cual
no hay una clara explicación, ni siquiera me-
tafórica. La necesidad imperiosa de basar la
deducción sólo en principios básicos condujo
a Planck a vivir lo que llamó “las semanas de
más tenaz trabajo de mi vida”. En su Autobio-
grafía dio una clara descripción de la situación
epistemológica en la que se encontraba:
“Incluso si se da por supuesta la más abso-
luta y exacta validez de la fórmula de radia-
ción, si sólo tuviera la categoría de una ley
descubierta por una intuición afortunada, no
podría esperarse que tuviera sino una impor-
tancia formal. Por ello desde el día mismo en
que formulé esta ley me dediqué a intentar do-
tarla de un auténtico significado físico”.
Esta prístina enunciación de propósitos
condujo el 14 de Diciembre de 1900 a lo que
Lakatos llama el nacimiento del programa re-
duccionista de Planck. La fórmula empírica de
Planck, la de aquel Octubre, corresponde en la
nomenclatura del filósofo húngaro a una hi-
pótesis ad hoc del tipo 3, vale decir una hipó-
tesis auxiliar que tiene mayor contenido empí-
rico que las predecesoras y que además está al
menos parcialmente corroborada empírica-
mente. Planck en una clara actitud conserva-
dora ocupó los siguientes diez años de su vida
en intentar una incorporación a la teoría clá-
sica de la nueva situación empírica. En su idea
original la radiación era emitida y absorbida
por cuantos, luego propuso una teoría en que
sólo la emisión estaba cuantificada.
Para lograr su cometido Planck debió ba-
sarse en una teoría tal como la de Ludwig
Boltzmann, que hasta hacía pocos años había
considerado inadecuada dado el uso predomi-
nante de métodos estadísticos en el estudio de
los sistemas termodinámicos. Esa teoría impli-
ca una adhesión al atomismo y la interpreta-
ción de los fenómenos térmicos como el resul-
tado de la agitación de los componentes de la
materia, una idea que viene desde al menos los
trabajos de Bernoulli, y que implican reducir
la ley del crecimiento de la entropía a una me-
ra ley de probabilidades, lo cual era en un
principio inaceptable para Planck.
Planck consideró entonces las posibles
energías de los osciladores y siguiendo el mé-
todo de Boltzmann las distribuyó en casilleros
con determinadas energías, calculando el nú-
mero de complexiones para cada intervalo de
energía. En el método original luego se proce-
día a tender el intervalo de energía a cero.
Para calcular la energía de cada grupo de
resonadores Planck introdujo un número fini-
to de elementos de igual energía:
ε = h ν
Es decir cada oscilador no puede tomar una
energía arbitraria sino que ésta debe ser igual
Primera página del artículo de Max Planck
Annalen der Physik, IV, 4, 553, (1901) en el que
por primera vez presenta la constante h que señala
el nacimiento de la física cuántica, luego
universalmente conocida como la constante de
Planck o cuanto de acción.
EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 69
a un múltiplo de esas cantidades de energía que
han pasado a denominarse cuantos de energía.
Luego contando el número de formas dis-
tintas en que se puede formar cada nivel de
energía con la fórmula:
alcanzó nuevamente la expresión que da la
densidad de energía en función de la tempera-
tura y de la frecuencia de la radiación:
La teoría fue presentada el 14 de Diciembre
de 1900 en una nueva comunicación ante los
miembros de la Sociedad Alemana de Física.
Ese día puede considerarse como el de naci-
miento de la teoría de los cuantos.
Recapitulando, la constante h fue presen-
tada por Planck en Mayo de 1899, la fórmula
para la densidad de energía del cuerpo negro
el 19 de Octubre de 1900, y la primera utiliza-
ción teórica de las ideas cuánticas el 14 de Di-
ciembre siguiente. Los organizadores de esta
reunión que nos congrega han elegido una fe-
cha para la celebración casi equidistante entre
las dos últimas, cuando hace un siglo Planck
estaba sumido en la ardua tarea que le daría
fama perdurable.
Se pudiera pensar que Planck estaba in-
fluenciado, como la mayor parte de sus cole-
gas alemanes, por principios kantianos, pero
en lo que hace a los principios de la Termodi-
námica su actitud era completamente pragmá-
tica, estaba dispuesto a desecharlos si se com-
probaba empíricamente su inaceptabilidad
(esto puede verse en su libro de 1887). Pero
desde un punto de vista psicológico no era un
hombre inclinado a alejarse del estado de de-
recho, no olvidemos que su padre ejercía esa
cátedra en la Universidad, asegurado por los
principios, y que había demostrado su utilidad
en innumerables ocasiones para iniciar una
aventura. Era lo que el físico italiano Segre lla-
mó, en su exquisito libro dedicado a la histo-
ria de la física moderna, “un revolucionario
contra voglia”, es decir “un revolucionario a
pesar suyo”.
Los primeros años de la teoría cuántica
¿Cuál fue la reacción de la comunidad cien-
tífica ante la teoría propuesta por Planck? In-
dudablemente en este caso se comprobó la
idea de Lakatos que describe cómo la raciona-
lidad se abre camino mucho más lentamente
de lo que solemos creer.
En principio sólo se vio en ella la fórmula
que salvaba las circunstancias experimentales.
Por otra parte la medición de la constante k de
Boltzmann permitía la determinación del nú-
mero de Avogadro con mayor precisión que lo
que se había logrado anteriormente y de esta
forma una medición de la carga e del electrón.
Todos logros de enorme modernidad, el valor
obtenido por Planck para e sólo fue mejorado
una década después por las célebres medicio-
nes de Millikan.
La primera monografía que se ocupó de la
nueva teoría fue el manual del físico experi-
mental Heinrich Kayser (1853-1940), “Hand-
buch der Spectroscopie” (1902), quien tras
presentar la fórmula indicaba que la misma
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
Imagen 4: Galles 4 curvas de radiación
70 CARLOS D. GALLES
podía deducirse teóricamente, aunque sin dar
ningún indicio sobre la cuantificación, y que
las constantes tenían un significado físico. Este
tratamiento de la fórmula de Planck fue gene-
ral en los textos de la primera década del siglo.
Otro ejemplo lo tenemos en Cwholson,
quien en su tratado de 1904 considera cinco
fórmulas diferentes para la radiación del cuer-
po negro, las de Wien, Thiessen, Rayleigh,
Lummer y Planck, señalando que la de Planck
era sin dudas la más ajustada a las mediciones,
pero sin hacer referencia a la idea de cuantos
de energía. Esto es una constante común a to-
dos los textos de la época que tratan sobre la
radiación del cuerpo negro, donde a lo sumo
son mencionadas las constantes h y k y su ca-
rácter de universal.
Los experimentos de Lummer y Pringsheim
no fueron definidamente una experiencia cru-
cial. En primer lugar no había dos teorías ri-
vales en el momento histórico en que fueron
realizados y si bien una nueva teoría estaba en
ciernes a partir de Diciembre de 1900 sólo fue
logrando adeptos a través de un largo proceso
de captación.
En su magnífico estudio sobre el cuerpo ne-
gro Thomas Khun ha presentado algunos cua-
dros estadísticos sobre las publicaciones rela-
cionadas con los trabajos de Planck; entre
1900 y 1905 son muy pocos los trabajos que
tratan sobre el tema, luego de ese año se nota
un incremento en el interés por los cuantos,
pero sólo a partir de 1910 se superaría la cuo-
ta de diez autores por año preocupados por la
naciente teoría.
Este cambio a partir de 1905 fue debido sin
dudas al artículo en el que Albert Einstein pre-
sentó sus ideas sobre la cuantificación del
campo electromagnético, de lo que se sirvió
para explicar el fenómeno fotoeléctrico. Lue-
go el propio Einstein aplicaría las nuevas ideas
cuánticas para dar cuenta de la disminución
de los calores específicos al reducirse la tempe-
ratura, un resultado muy de acuerdo con el
Teorema de Nernst (la Tercera Ley de la Ter-
modinámica), enunciado dentro de un forma-
lismo totalmente clásico, lo cual dio un fuerte
apoyo a la teoría cuántica.
Pero el fuerte grupo de los científicos ya
consagrados mostraba una actitud conserva-
dora que se vio reforzada por el ingenio cien-
tífico de Jeans, ingenio esta vez aplicado a una
posición que con el tiempo sería considerada
retrógrada, mas, ¿quién podía saberlo enton-
ces? Poderosas razones habían indicado a los
físicos del siglo XIX que debía existir un me-
dio elástico para sostén de las ondas electro-
magnéticas. La idea de Jeans fue la de suponer
que parte de la energía presente en la cavidad
que conforma el cuerpo negro se intercambia
muy lentamente con ese éter y que por lo tan-
to la teoría termodinámica del equilibrio no
puede ser aplicada pues ese equilibrio para to-
do lo contenido en la cavidad no se ha alcan-
zado, lo cual está señalado por la falta de
acuerdo entre los resultados experimentales y
la Ley de Rayleigh Jeans. Singular y un tanto
absurda como pueda parecer esta teoría para
quien la aprecia cien años después, cabe insis-
tir, tuvo su período de aceptación.
Actualmente tenemos tendencia a creer que
una vez explicado el efecto fotoeléctrico, el fe-
nómeno de la radiación del cuerpo negro y el
comportamiento de los calores específicos a
baja temperatura, la teoría de los cuantos ya
habría tenido general beneplácito. Pero este
no fue verdaderamente el caso. Lakatos nos
recuerda que en la reunión de 1913 de la British
Association for the Advancement of Science,
donde estaban presentes las figuras más rele-
vantes de la física inglesa, como Jeans, Rayleigh,
Thomson, Rutherford, Bragg, Poynting, y re-
presentantes de la física continental, Lorentz,
Pringsheim y un joven Niels Bohr, las conclu-
siones mostraban una cuidadosa actitud de
prudencia frente a la nueva teoría, argumen-
tándose “que los recursos de la teoría ordina-
ria no han sido agotados”, llegándose a esgri-
mir la posibilidad de que la fórmula de Planck
no fuese “sino una fórmula empírica”.
Con el transcurso de los años la balanza se
fue inclinando a favor de los nuevos concep-
tos. En el discurso de presentación del Premio
Nobel en 1918, se señalaba ya con plena segu-
ridad el carácter innovador del descubrimien-
to de Planck y su status de teoría reconocida
por la comunidad científica:
“La teoría de la radiación de Planck es, en
verdad, la base más significativa de la moder-
na investigación en física, y parece que pasará
EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 71
un largo tiempo antes de que sean agotados
los tesoros que fueron obtenidos por el genio
de Planck. La teoría cuántica, originalmente
conectada con la radiación del cuerpo negro,
ha ahora demostrado su validez para otros
campos y relaciones de la Naturaleza, y la
constante numérica que lleva su nombre, es un
factor de proporcionalidad que describe una
propiedad generalizada, pero hasta el presen-
te no conocida, de la materia”.
Hasta el año en que Planck fue premiado la
teoría cuántica se había aplicado a los calores
específicos de las substancias, la Ley de Stokes
de los fenómenos de la fosforescencia y la
fluorescencia, el efecto fotoeléctrico, la teoría
del átomo de Bohr y las experiencias que se
derivan. Luego vendrían el efecto Compton, el
Raman, la concepción dualística de de Broglie
y finalmente la Mecánica Cuántica de Heisen-
berg, Born, Jordan, Dirac y Schrödinger con
sus aplicaciones sin número que por supuesto
prosiguen en la actualidad.
La recepción de los cuanta en la Argentina
Lo mejor del conocimiento en física a prin-
cipios de siglo estaba en nuestro país radicado
en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y
Naturales de la Universidad de Buenos Aires.
Los profesores estaban en condiciones de en-
tender y asimilar muchos de los nuevos descu-
brimientos en el campo de la física, así sucedió
por ejemplo en lo que hace a aspectos experi-
mentales con los Rayos X. ¿Hubiese podido
suceder algo similar con las primeras teorías
cuánticas? Indudablemente no, pues mientras
que las primeras experiencias con Rayos X só-
lo necesitaban una manipulación relativamen-
te sencilla con instrumental presente en todos
los laboratorios de la época, la teoría del cuer-
po negro demandaba en su parte instrumental
un celo verdaderamente profesional, técnicas
nuevas, y en la parte conceptual el uso de teo-
rías innovadoras y abstractas.
La nueva temática de los cuantos fue pre-
sentada en el ámbito porteño por Camilo Me-
yer, un inmigrante francés, compañero de es-
tudios de Poincaré, que llegó a Buenos Aires a
fines del siglo pasado, dedicándose a la ense-
ñanza secundaria y universitaria. Por la colec-
ción de programas del “Curso libre de físico-
matemática” sabemos que el curso trató en los
seis años que duró los siguientes temas: elec-
tricidad y magnetismo, mecánica de Lagrange,
la teoría de Maxwell-Hertz, capilaridad, ópti-
ca ondulatoria y la teoría del electrón de
Lorentz. En el año 1914 el curso incluyó la
presentación del principio de relatividad y las
nociones de masa longitudinal y transversal.
El de 1916, por fin, fue dedicado al estudio de
la teoría de los “quanta”, incluyendo las nue-
vas ideas de Sommerfeld, la aplicación a los
calores específicos por parte de Einstein, que
ya había sido tratada en las conferencias de
Nernst en el Instituto de Física de La Plata en
1914, y la hipótesis de los magnetones de
Weiss.
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
72 CARLOS D. GALLES
Señalemos que los cambios de principios de
siglo encontraron a Meyer ya en su madurez,
y que por su formación y carácter representa-
ba mucho más a un estudioso conservador del
siglo XIX que a un visionario audaz dispuesto
a aceptar la riesgosa aventura conceptual im-
plicada por las nuevas teorías. Por otra parte
recordemos que la relatividad y la teoría de los
cuantos sólo fueron cabalmente aceptadas pa-
sada la primer década del siglo XX.
Su interpretación de la teoría de Planck,
conjuntamente con las ideas de Einstein,
Nernst, Debye sobre los calores específicos
(pero cabe advertir sin mención del efecto fo-
toeléctrico) fue publicada en el año 1915, en
cuatro entregas para los Anales de la Sociedad
Científica Argentina.
En una primera parte es presentada la teo-
ría de la radiación y el teorema de equiparti-
ción de la energía, elaborándose estos concep-
tos en la línea de ideas de Lord Rayleigh y
Jeans. La segunda parte es dedicada a la teo-
ría de Planck en su versión de 1911. Meyer
enuncia estas teorías en una forma un tanto
alejada; en realidad para él la etapa cuántica
tenía que ser forzosamente transitoria, pues
más tarde debía encontrarse “detrás del dis-
continuo aparente que hasta ahora nos parece
irreducible, este continuo amado y familiar al
cual no podríamos renunciar sin mucho pe-
sar”. Esta revisión de la teoría de los cuantos
fue la primera obra a ellos dedicada y escrita
en la Argentina; como ya hemos dicho los ar-
tículos fueron reunidos al año siguiente en un
solo volumen. Mencionamos en una ocasión
la figura de Meyer al Ing. José Babini, quien
fue alumno de la carrera de Ingeniería en la
misma época en que Meyer era docente, quien
nos aseguró que estas clases estaban práctica-
mente desiertas.
Las investigaciones en Física sólo comenza-
ron en nuestro país al ser fundado el Instituto
de Física de la Universidad Nacional de La
Plata, siendo su primer director Emil Bose. El
instituto recibió en 1914 la visita de Walter
Nernst, cuyas conferencias hicieron mención
de las nuevas teorías cuánticas para los calo-
res específicos.
Con el nombre de “Contribuciones al Estu-
dio de las Ciencias Físicas y Matemáticas” se
publicó entre 1914 y 1931 una revista de alta
calidad científica, prolija diagramación y rigu-
rosa periodicidad. Sólo podían publicar en la
revista los científicos que formasen parte del
personal de la Facultad de Ciencias Fisicoma-
temáticas de la Universidad Nacional de La
Plata y quienes hubieran hecho sus investiga-
ciones utilizando elementos de dicha Facultad,
vale decir científicos visitantes. Una revisión
del índice general muestra que los artículos
pertenecen a muy pocos autores, sobresalien-
do Richard Gans quien entre 1914 y 1925
aparece firmando 32 artículos que tratan prin-
cipalmente sobre óptica y electromagnetismo.
En lo que hace a nuestro tema es de destacar
la investigación publicada en 1919 por Ri-
chard Gans y Pereyra Miguez sobre los efectos
de luz de baja intensidad. Como era de estilo
también se publicó la versión en alemán del
mismo texto en Zeitschrift der Physik. Este
trabajo de Gans recibió fuerte atención en Eu-
ropa y fue citado por Niels Bohr hacia media-
dos de la década de los años 20, cuando dis-
cutía la posibilidad de la no-conservación de
la energía en el efecto Compton.
Cuando aparecieron hacia 1925 los prime-
ros trabajos de Mecánica Cuántica, Ramón
Loyarte, director del Instituto, tuvo una reac-
ción rápida y publicó en 1927 un artículo en
Contribuciones sobre los nuevos desarrollos
teóricos en mecánica matricial. Luego publica-
ría un texto titulado “La nueva mecánica on-
dulatoria”. Anteriormente había publicado en
forma de libro las notas de un curso dado en
La Plata entre 1920 y 1921 con el título “La
hipótesis de los quantas en la teoría estadísti-
ca de la materia y en la teoría de la radiación”.
Enrique Gaviola, en 1929, recientemente
doctorado en Berlín y trabajando en Estados
Unidos en el laboratorio de Richard Wood,
publicó en Nature un artículo donde presenta-
ba una experiencia sobre transiciones entre ni-
veles atómicos que permitía discernir entre di-
versas interpretaciones de la función de onda.
Ese mismo año y en la misma revista inglesa se
refiere en otro artículo a la posibilidad de des-
cripciones espacio-temporales de las experien-
cias atómicas en el cuadro de la mecánica
cuántica. Retomó esta discusión, ya siendo
profesor en La Plata, en un artículo publicado
EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 73
en Contribuciones y en 1931 dio forma final a
sus ideas sobre la interpretación de la nueva fí-
sica en un texto en el que analiza una larga se-
rie de experimentos en busca del significado
de los nuevos conceptos cuánticos.
Tanto en Buenos Aires como en La Plata se
enseñaban los principios básicos de la Mecá-
nica Cuántica, pero no había un curso com-
pleto y actualizado sobre la nueva temática, la
cual permanecía un tanto ajena a los estudian-
tes. Esta situación comenzaría a cambiar ha-
cia 1943 con la llegada de Guido Beck, cuya
presencia y empuje modernizaría los estudios
de Física en nuestro país. Así, en 1944, Mario
Bunge, uno de sus primeros discípulos, publi-
caba en la revista estadounidense Physical Re-
view un breve artículo sobre nuevas represen-
taciones de las fuerzas nucleares. Pronto se su-
marían José Balseiro, Augusto Battig, Cecilia
Mossin Kotin, Damián Canals Frau y otros.
En 1950 Juan José Giambiaggi presentaría su
tesis de doctorado, bajo la dirección de Alber-
to González Domínguez, para seguir luego
una carrera de gran relieve en el desarrollo de
la teoría cuántica de campos . Una nueva ge-
neración de físicos hacía de las funciones de
onda, los operadores, los conmutadores, los
largos cálculos de aproximaciones, y todo el
resto de la parafernalia de las nuevas teorías
cuánticas, herramientas de trabajo cotidianas.
A partir de 1956 la materia Mecánica Cuánti-
ca ya figuraba como materia independiente en
los planes de estudio de los doctorados en Fí-
sica de Buenos Aires y de La Plata, ese año el
Dr. Mario Bunge fue el profesor de la asigna-
tura en ambas universidades.
Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
Referencias
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Chwolson, O.D. (1906). Traité de Physique. Paris: Librairie Scientifique A. Hermann.
de Broglie, L. (1965). La Física nueva y los cuantos. Buenos Aires: Editorial Losada.
Galles, C. (1999). La recepción de la Mecánica Cuántica en la Argentina. Saber y Tiempo, 8, pp. 101.
Gorelik, G. (1995). How Planck Discovered Quantum Gravity Scale. The emergence of Modern Physics.
Hermann, A. (1970). Frügeschichte de Quanten-theorie (1899-1913). Physik Verlag, Mosbach/Baden.
Hertz H. (1994). Heinrich Rudolf Hertz (1857-1894). A collection of Articles and Addresses. Edited by Joseph F.
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Kangro, H. (1976). History of Planck’s Radiation Law. Taylor and Francis.
Kuhn, T. S. (1978). Black-Body Theory and the Quantum Discontinuity. 1894-1912, Clarendon Press.
Lakatos, I. (1998). La metodología de los programas de investigación científica. Alianza Universidad.
Lecourt, D. (1999). Dictionnaire d’histoire et philosophie des sciences. Dirección PUF.
Merz, J. T. (1903). A History of European Thought in the Nineteenth Century, Vol. II. William Blackwood and Sons.
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Wisseschaften, Berlin, Sitzungsberichte, S.440-480.
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Reiche, F. (1922). Teoría de los Quanta, su origen y desarrollo. Madrid: Calpe. Traducción Dr. Julio Palacios.
Rosenfeld, L. (1936). La première phase de l’évolution de la théorie des quanta. OSIRIS, 2, pp.149-196.
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  • 1. ENSAYOS Las partículas, los campos y el éter El sentimiento de los físicos era claramente de autosatisfacción respecto a su ciencia cuan- do terminaba el siglo XIX. En un famoso dis- curso Lord Kelvin, uno de los fundadores de la moderna Termodinámica, con aportes esen- ciales al Electromagnetismo, señalaba que el camino próximo que debían emprender los fí- sicos residía sobretodo en abundantes y mejo- res mediciones pues las bases teóricas ya esta- ban echadas y no se vislumbraban modifica- ciones de importancia y quizás ya nunca más las habría. La Mecánica Newtoniana había demostra- do con creces su aptitud para resolver las difi- cultades que se le planteasen y había llegado a su hora de mayor gloria cuando Leverrier y Adams descubrieron en sus escritorios por mero cálculo al planeta Neptuno. Los fenóme- nos ligados al calor habían dado por resulta- do, gracias a las investigaciones de Carnot, Joule Meyer, Kelvin, Joule y Clausius entre otros, una ciencia eminentemente abstracta, la Termodinámica, basada en dos principios in- quebrantables: el que postula la conservación de la energía y el que prohíbe que la entropía de un sistema cerrado disminuya en el futuro. En esa época de grandes unificaciones se había generado una teoría completa que lo- graba englobar los fenómenos de la electrici- dad y del magnetismo. Y no sólo eso, las ideas de Faraday y de Maxwell permitían extender ese dominio hasta abarcar los fenómenos lu- minosos. Estas tres teorías, la Mecánica, la Termodi- námica y el Electromagnetismo, daban una gran seguridad a los físicos y, a su vez, engen- draban la sensación de que la tarea a enfren- tar tendría poco de creativa, remitiéndose a una laboriosidad acumulativa de la cual surgi- ría la linealidad del progreso ininterrumpido. A partir de 1895 el descubrimiento de nue- vos fenómenos experimentales tales como los Rayos X y la Radioactividad comenzaron a sacudir la certeza de los fundamentos y sobre todo la confianza en los modelos mecánicos y en las ideas energetistas, ciudadela del positi- vismo. Por otra parte la falta de una dirección temporal en las ecuaciones de la mecánica, en oposición a la segunda ley de la termodinámi- ca, que fija una flecha del tiempo, también fue motivo de desazón. Existía un programa que marchaba viento Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004 El camino de Max Planck hacia los cuantos de energía Carlos D. Galles Facultad de Ciencias Exactas, Ingeniería y Agrimensura Universidad Nacional de Rosario Avda. Pellegrini 250. 2000 Rosario Argentina galles@fceia.unr.edu.ar El presente artículo transcribe una conferencia dictada por el Prof. Carlos Galles en la reunión organiza- da por la Academia Nacional de Ciencias de Buenos Aires, Academia Nacional de Ciencias Exactas, Fí- sicas y Naturales, Universidad Favaloro, con motivo de la conmemoración de los 100 años de la presen- tación que hiciera el Prof. Dr. Max Planck sobre la Teoría de los Cuantos. Diciembre 1900-2000. Anali- za las circunstancias históricas del surgimiento de la física cuántica entre fines del siglo XIX y principios del siglo XX y comenta brevemente cómo la teoría de los cuantos se abrió camino en los ambientes aca- démicos en Argentina. (Noviembre 17 de 2000).
  • 2. 64 CARLOS D. GALLES en popa y era el del electromagnetismo, que consideraba perturbaciones que se propaga- ban en un medio ideal denominado éter. To- mando la idea de las cargas eléctricas y aso- ciándolas a las ecuaciones de Maxwell el ho- landés Hendrik Lorentz creo una teoría mixta que permitió alcanzar una serie de sucesos ta- les como la explicación del efecto Zeeman y la conductividad de los metales. A este respecto recordemos que hacia 1896 los experimentos de Thompson permitieron asegurar la existen- cia de una partícula de carga negativa: el elec- trón. Las grandes invenciones, por otra parte, mostraban que el ideal baconiano de dominio del hombre sobre la Naturaleza se iba cum- pliendo inexorablemente. Las nuevas formas de energía eran domesticadas, mayores veloci- dades eran alcanzadas, la producción de bie- nes se había multiplicado. Vida de Max Planck Max Planck nació en Kiel el 23 de Abril de 1858 y su larga vida se prolongó hasta el 4 de Octubre de 1947. Hizo sus primeras letras en esa ciudad hasta que la familia se trasladó a Munich donde se graduó en 1874. Ya por en- tonces era reconocido por sus muchos talen- tos, habiendo mostrado su capacidad para la música, la filología y las matemáticas. Final- mente se decidió por estas últimas, comenzan- do sus estudios en la Universidad de Munich, donde pronto se vio atraído por los temas de Física, a pesar de que algunos de sus profeso- res trataron de persuadirlo de que ya nada quedaba por hacer en ese campo. La enseñan- za era predominantemente experimental y se cree que fue entonces que Planck hizo sus úni- cas prácticas de laboratorio. Se lo considera el primer físico teórico en el sentido moderno de la palabra, sobre lo cual habría mucho para reflexionar. El propio Planck dice que era un físico sui generis, lo cual no hizo fáciles sus primeros años como profesor. Luego prosiguió sus estudios en la Universi- dad de Berlín, donde fue alumno de Kirchhoff y de Helmholtz; ambos relevantes físicos re- sultaron para Planck pésimos docentes, uno excesivamente puntilloso en la lectura de sus apuntes lograba alcanzar altos límites de abu- rrimiento en sus oyentes, el otro, poco intere- sado en preparar sus clases, era un tanto con- fuso en sus explicaciones y aún en sus cálculos en el pizarrón. La vocación de Planck fue de- cidida por la lectura cuidadosa de la obra de Clausius Mechanische Wärmetheorie, sobre la base de la cual preparó su tesis doctoral sobre la Segunda Ley de la Termodinámica, presen- tada el 28 de Julio de 1879 ante la Universi- dad de Munich. En esta tesis ponía especial énfasis en el hecho que la entropía nunca dis- minuye en un sistema termodinámico cerrado, destacándose su tratamiento del concepto re- lativo a los procesos irreversibles. En su opi- nión las ideas expresadas en esa ocasión no tuvie- ron la menor repercusión: probablemente Helm- holtz ni siquiera leyó sus trabajos, Kirchhoff se pronunció en total oposición, Clausius evadió todo contacto con el novel autor. Luego Planck prosiguió una carrera académica siem- pre ascendente, recibió en 1880 su venia le- gendi en Munich y casi simultáneamente su diploma de habilitación. Luego pasó a ser profesor extraordinario en la Universidad de Kiel en 1885, cargo obtenido en parte gracias a los buenos contactos de su padre, según el propio Planck narra candorosamente en su autobiografía. En forma paulatina, Planck se fue transfor- Max Planck
  • 3. EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 65 mando en un experto en Termodinámica y su fama quedó confirmada al ganar en 1887 el premio en una competición de la Universidad de Göttingen por su ensayo acerca del Princi- pio de Energía (“Das Princip der Erhaltung der Energie”), donde lo aplica hasta cubrir la teoría de las soluciones diluidas y los fenóme- nos termoeléctricos. Por esos años mantuvo una polémica con la escuela energetista, que sólo se vería resuelta por los trabajos de Boltzmann, los cuales si bien partían de prin- cipios estadísticos de los cuales entonces Planck estaba muy alejado, llegaban a las mismas conclusiones. En 1888 fue nombrado Profesor Asistente de la Universidad de Berlín, como sucesor de Kirchhoff, y director del Instituto de Física Teórica, creado entonces especialmente para él. Ya en 1892 era Profesor Ordinario y conti- nuaría siéndolo hasta 1926. En 1894 fue ele- gido para integrar la Königlich-Preussische Akademie der Wissenschaften (Academia pru- siana de Ciencias) en Berlín, lo cual implicaba entonces la culminación de la carrera científi- ca, al menos en los aspectos más formales, de un científico del Imperio Alemán. Comenzada la década de los años 90 la fa- ma de físico teórico de Planck ya estaba con- sagrada gracias a sus trabajos en Termodiná- mica. A la muerte de Gustav Hertz, en 1894, es a él a quien la Sociedad de Física de Berlín pide le rinda tributo en una conferencia refi- riéndose a la vida, investigaciones y personali- dad del insigne descubridor de las ondas elec- tromagnéticas. Es interesante ver como descri- be la actitud de Hertz en su trato con otros in- vestigadores. “En cuestiones científicas el no prestaba importancia a quien las afirmaba; para Hertz sólo los hechos y los principios importaban, y ellos podían provenir de cualquier fuente con- cebible. El siempre mostraba la misma amabi- lidad objetiva con respecto al más académico comentario, y para el más ingenuo, siempre que fuesen sinceramente expresados. Sólo po- día ser cáustico e intolerante cuando estaba en presencia de una forma de encarar la investi- gación que es desdichadamente común en nuestros días. Es decir programas de investi- gación basados en la conveniencia personal y hábitos de trabajo apresurados, lo cual condu- ce sólo a la confusión.” Este párrafo creemos que resume mucho de la esencia del pensamiento de Planck respecto de la investigación científica; algo parecido al lema del físico y epistemólogo inglés Herschel: Hechos e Ideas. Un método que le dio muy buen resultado evidentemente en sus estudios sobre la radiación del cuerpo negro donde su- po colocarse cercano a los físicos experimenta- les y enterarse de los resultados casi a medida que iban siendo obtenidos, conservando su propia libertad para la creación de teoremas, para proyectarse en el vuelo de la imaginación. Entre sus numerosas amistades científicas se contaban los físicos experimentales del Phy- sikalische-Technische Reichsanstalt (Instituto Físico Técnico Alemán): Otto Lummer, E. Pringsheim y Ferdinand Kurlbaum, las cuales serían instrumentales, dispénsenme el barba- rismo, cuando los estudios sobre el cuerpo ne- gro al que nos referiremos en breve. En 1897 publicó su Vorlesungen uber Thermodynamik (Tratado de Termodinámica), el cual fue utilizado durante tres décadas co- mo texto de presentación de esa rama de la Fí- sica. Por otra parte, luego de los trabajos de Einstein en 1905, Planck fue uno de los prime- ros partidarios de la Teoría de la Relatividad. Continuó por muchos años produciendo tra- bajos de primera calidad y sobre todo se cons- tituyó en una especie de árbitro y consultor en cuestiones científicas, sobre todo por medio de una copiosa correspondencia y su interven- ción como editor de revistas y organizador de congresos. Tuvo una actitud digna con el arribo del nazismo. Su conciencia del deber le impuso concurrir a una audiencia delante de Hitler para hacerle notar el fuerte golpe que signifi- caba para la ciencia alemana el inicio de las persecuciones políticas y raciales de 1933. La vida no le ahorró sinsabores, en la Gran Guerra perdió a su primogénito. Su segundo hijo pereció a manos de la Gestapo tras el fa- llido complot para terminar con el régimen nazi en 1944. Max Planck falleció en Gottinga en 1947. En las palabras de James Franck, la muerte le llegó como una suerte de redención. Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
  • 4. 66 CARLOS D. GALLES El problema del cuerpo negro En 1800 Sir William Herschel había com- probado que en el espectro del Sol figuraban otros rayos que no eran visibles a simple vista, cayendo en la región más allá del rojo. Desde esa primera comprobación, hecha simplemen- te colocando un termómetro en la zona donde la luz arriba luego de atravesar un prisma, se sucedieron los estudios. En 1847 Fizeau y Foucault en Francia comprobaron que esta ra- diación infrarroja se comportaba en forma si- milar a la luz visible en lo que respecta a los fenómenos de interferencia. El cuerpo negro perfecto fue definido por Kirchoff como aquel que absorbe toda la ra- diación que recibe. Tal cuerpo, colocado den- tro de una cavidad a temperatura constante, alcanzaría el equilibrio con la radiación exis- tente. El físico norteamericano S. Langley (1834-1906) dio comienzo en 1886 a una sis- temática serie de mediciones de la radiación recibida del Sol, determinando de esa forma que la temperatura superficial del astro es de 5680 K. Para estas mediciones se valió de un nuevo instrumento de medición, el bolómetro, inventado por él mismo. Por medio de razonamientos puramente termodinámicos Kirchhoff demostró, en un famoso teorema presentado en 1859, que la razón entre el poder emisivo de un cuerpo y el poder absorbente está dado por una función de la frecuencia de la radiación y la tempera- tura absoluta, independiente de la composi- ción del cuerpo. Es una propiedad absoluta válida para estos fenómenos y esa función es justamente la que da la intensidad de la radia- ción emitida por un cuerpo negro. Era entonces de importancia estudiar la forma de esta función en el laboratorio. Tarea que demandó no poco tiempo: por una parte era necesario obtener una buena aproxima- ción real al cuerpo negro y por otra diseñar los métodos experimentales para medir su ra- diación. Primeramente se logró por parte de Stefan una expresión que da la energía total emitida por el cuerpo negro como una función de la potencia cuarta de la temperatura absoluta. Más tarde Wien, con un análisis un tanto es- pecioso de la compresión adiabática de la ra- diación contenida en un cilindro con un pistón espejado, y haciendo uso asimismo de la dis- tribución de velocidades moleculares de Max- well, obtuvo una fórmula válida para las altas frecuencias. Recién en 1895 Lummer y Wien se sirvie- ron experimentalmente de un espacio cerrado con una pequeña abertura, lo cual había sido definido por Kirchhoff como la representación más apropiada para un cuerpo negro, estu- diando el flujo de radiación para las diferentes temperaturas. En un principio Lummer y Pringsheim tomaron recipientes para la radia- ción de forma esférica o cúbica, a los cuales colocaban en un baño maría de líquidos en es- tado de ebullición para fijar uniformemente la temperatura de las paredes. Luego se pasó a trabajar con electricidad, calentándose un ci- lindro de platino por el paso de la corriente. El cilindro recubría un cilindro interior de mate- rial refractario y era rodeado exteriormente por otro semejante. La temperatura del cilin- dro interior era medida por una termocupla y se estudiaba la intensidad de la radiación emi- tida por una pequeña abertura practicada en la pared del mismo. Planck y el cuerpo negro Fue entonces, hacia 1896, que Planck co- menzó a dedicar todos sus esfuerzos a la reso- lución de este enigma. Como vemos en sus da- tos biográficos nada hacía prever que este pro- fesor prusiano estuviese al origen de una revo- lución científica; su actitud fue claramente en la línea del bien fundamentado formalismo teórico de la termodinámica, esta vez aplicado al campo electromagnético. La idea central de Planck fue la de colocar en la cavidad donde estaba encerrada la radiación un oscilador de Hertz, vale decir, un sistema capaz de absor- ber y emitir radiación de acuerdo a las leyes del electromagnetismo. De esta forma si se co- locara un cierto número de osciladores dentro de la cavidad estos intercambiarían energía entre ellos y con las paredes circundantes has- ta alcanzar el estado de equilibrio termodiná- mico. Su metódica labor lo condujo en 1899
  • 5. EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 67 a la Ley de Wien, con una demostración tan rigurosa que en la literatura de la época a ve- ces hasta se le añadía su nombre. En la deducción teórica de Planck jugó un rol crucial el atribuir al oscilador una entropía S, la cual está relacionada con la energía U, por la fórmula: Por integración, y usando la definición, se obtiene la Ley de Wien. En Mayo de 1899, tras definir la entropía del resonador, Planck ya había determinado el valor de la que luego sería la famosa constan- te que lleva su nombre. Fue entonces cuando sugirió que su nueva constante h (séanos per- mitido por claridad utilizar la nomenclatura usual disculpándonos el anacronismo), unida a la velocidad de la luz c y a la constante de gravitación universal G, permitía formar un “sistema natural de unidades de medida” ap- tas para “retener su significación para todos los tiempos y todas las culturas, aún extrate- rrestres y extrahumanas”: Longitud: vale decir del orden de 10-33 cm Masa: vale decir del orden de 10-5 gr Tiempo: vale decir del orden de 10-43 seg En esta forma Planck satisfacía plenamente su anhelo de absoluto y exhibía la capacidad humana para interpretar y leer en el mundo objetivo. Nótese además la confianza de Planck en su recientemente hallada constante, a la cual pone en pie de igualdad con G y c, constantes ya tradicionales y cargadas de pro- sapia. No es de sorprender que este proyecto de Planck no fuera comprendido en su época. La dificultad de vincular el diámetro del átomo con algo tan minúsculo como 10-33 cm impidió que, tres décadas después, estas ideas fueran comprendidas por alguien tan destacado como Heisenberg. Recién hacia 1957 las unidades naturales volvieron a la consideración de los fí- sicos y así son moneda corriente hoy en día. El día 7 de Octubre de 1900, recibió en su casa la visita de Rubens, quien le comunicó los últimos resultados experimentales que mos- traban una gran diferencia para longitudes de onda mayores a los 40 micrones. Además es posible que le haya informado sobre la nueva ley, válida para grandes longitudes de onda, postulada por Rayleigh en un trabajo publica- do en Junio de 1900. Planck comprendió que podía ajustar los nuevos valores con una nue- va expresión que además tuviese como casos límite las leyes de Wien y de Rayleigh. Ese mismo día determinó la fórmula que pasaría a ser tan famosa. Para hacer una deducción con- vincente le bastó con hacer una ligera modifi- cación a la expresión anterior para la deriva- da segunda de la entropía del resonador res- pecto a la energía: El marco teórico conduce directamente a la Ley de Planck de la radiación, como pronto pasó a ser conocida. La presentación de la fór- mula con sus dos nuevas constantes fue hecha Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004 Figura 2. Prueba experimental de la ley de radiación de Planck. Datos obtenidos por Rubens y Michel. Comparación de las variaciones de la ley de Wien y la ley de Rayleigh-Jean con las de la ley de Planck.
  • 6. 68 CARLOS D. GALLES por Planck en la reunión de la Sociedad Ale- mana de Física en Berlín el 19 de Octubre de 1900. Al día siguiente Rubens le comunicó a Planck que había pasado la noche comparan- do la ecuación con los datos experimentales habiendo obtenido un acuerdo sumamente sa- tisfactorio en todos los casos. La deducción contenía todavía un elemento claramente ad hoc como es la expresión ante- rior de la entropía del oscilador, para el cual no hay una clara explicación, ni siquiera me- tafórica. La necesidad imperiosa de basar la deducción sólo en principios básicos condujo a Planck a vivir lo que llamó “las semanas de más tenaz trabajo de mi vida”. En su Autobio- grafía dio una clara descripción de la situación epistemológica en la que se encontraba: “Incluso si se da por supuesta la más abso- luta y exacta validez de la fórmula de radia- ción, si sólo tuviera la categoría de una ley descubierta por una intuición afortunada, no podría esperarse que tuviera sino una impor- tancia formal. Por ello desde el día mismo en que formulé esta ley me dediqué a intentar do- tarla de un auténtico significado físico”. Esta prístina enunciación de propósitos condujo el 14 de Diciembre de 1900 a lo que Lakatos llama el nacimiento del programa re- duccionista de Planck. La fórmula empírica de Planck, la de aquel Octubre, corresponde en la nomenclatura del filósofo húngaro a una hi- pótesis ad hoc del tipo 3, vale decir una hipó- tesis auxiliar que tiene mayor contenido empí- rico que las predecesoras y que además está al menos parcialmente corroborada empírica- mente. Planck en una clara actitud conserva- dora ocupó los siguientes diez años de su vida en intentar una incorporación a la teoría clá- sica de la nueva situación empírica. En su idea original la radiación era emitida y absorbida por cuantos, luego propuso una teoría en que sólo la emisión estaba cuantificada. Para lograr su cometido Planck debió ba- sarse en una teoría tal como la de Ludwig Boltzmann, que hasta hacía pocos años había considerado inadecuada dado el uso predomi- nante de métodos estadísticos en el estudio de los sistemas termodinámicos. Esa teoría impli- ca una adhesión al atomismo y la interpreta- ción de los fenómenos térmicos como el resul- tado de la agitación de los componentes de la materia, una idea que viene desde al menos los trabajos de Bernoulli, y que implican reducir la ley del crecimiento de la entropía a una me- ra ley de probabilidades, lo cual era en un principio inaceptable para Planck. Planck consideró entonces las posibles energías de los osciladores y siguiendo el mé- todo de Boltzmann las distribuyó en casilleros con determinadas energías, calculando el nú- mero de complexiones para cada intervalo de energía. En el método original luego se proce- día a tender el intervalo de energía a cero. Para calcular la energía de cada grupo de resonadores Planck introdujo un número fini- to de elementos de igual energía: ε = h ν Es decir cada oscilador no puede tomar una energía arbitraria sino que ésta debe ser igual Primera página del artículo de Max Planck Annalen der Physik, IV, 4, 553, (1901) en el que por primera vez presenta la constante h que señala el nacimiento de la física cuántica, luego universalmente conocida como la constante de Planck o cuanto de acción.
  • 7. EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 69 a un múltiplo de esas cantidades de energía que han pasado a denominarse cuantos de energía. Luego contando el número de formas dis- tintas en que se puede formar cada nivel de energía con la fórmula: alcanzó nuevamente la expresión que da la densidad de energía en función de la tempera- tura y de la frecuencia de la radiación: La teoría fue presentada el 14 de Diciembre de 1900 en una nueva comunicación ante los miembros de la Sociedad Alemana de Física. Ese día puede considerarse como el de naci- miento de la teoría de los cuantos. Recapitulando, la constante h fue presen- tada por Planck en Mayo de 1899, la fórmula para la densidad de energía del cuerpo negro el 19 de Octubre de 1900, y la primera utiliza- ción teórica de las ideas cuánticas el 14 de Di- ciembre siguiente. Los organizadores de esta reunión que nos congrega han elegido una fe- cha para la celebración casi equidistante entre las dos últimas, cuando hace un siglo Planck estaba sumido en la ardua tarea que le daría fama perdurable. Se pudiera pensar que Planck estaba in- fluenciado, como la mayor parte de sus cole- gas alemanes, por principios kantianos, pero en lo que hace a los principios de la Termodi- námica su actitud era completamente pragmá- tica, estaba dispuesto a desecharlos si se com- probaba empíricamente su inaceptabilidad (esto puede verse en su libro de 1887). Pero desde un punto de vista psicológico no era un hombre inclinado a alejarse del estado de de- recho, no olvidemos que su padre ejercía esa cátedra en la Universidad, asegurado por los principios, y que había demostrado su utilidad en innumerables ocasiones para iniciar una aventura. Era lo que el físico italiano Segre lla- mó, en su exquisito libro dedicado a la histo- ria de la física moderna, “un revolucionario contra voglia”, es decir “un revolucionario a pesar suyo”. Los primeros años de la teoría cuántica ¿Cuál fue la reacción de la comunidad cien- tífica ante la teoría propuesta por Planck? In- dudablemente en este caso se comprobó la idea de Lakatos que describe cómo la raciona- lidad se abre camino mucho más lentamente de lo que solemos creer. En principio sólo se vio en ella la fórmula que salvaba las circunstancias experimentales. Por otra parte la medición de la constante k de Boltzmann permitía la determinación del nú- mero de Avogadro con mayor precisión que lo que se había logrado anteriormente y de esta forma una medición de la carga e del electrón. Todos logros de enorme modernidad, el valor obtenido por Planck para e sólo fue mejorado una década después por las célebres medicio- nes de Millikan. La primera monografía que se ocupó de la nueva teoría fue el manual del físico experi- mental Heinrich Kayser (1853-1940), “Hand- buch der Spectroscopie” (1902), quien tras presentar la fórmula indicaba que la misma Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004 Imagen 4: Galles 4 curvas de radiación
  • 8. 70 CARLOS D. GALLES podía deducirse teóricamente, aunque sin dar ningún indicio sobre la cuantificación, y que las constantes tenían un significado físico. Este tratamiento de la fórmula de Planck fue gene- ral en los textos de la primera década del siglo. Otro ejemplo lo tenemos en Cwholson, quien en su tratado de 1904 considera cinco fórmulas diferentes para la radiación del cuer- po negro, las de Wien, Thiessen, Rayleigh, Lummer y Planck, señalando que la de Planck era sin dudas la más ajustada a las mediciones, pero sin hacer referencia a la idea de cuantos de energía. Esto es una constante común a to- dos los textos de la época que tratan sobre la radiación del cuerpo negro, donde a lo sumo son mencionadas las constantes h y k y su ca- rácter de universal. Los experimentos de Lummer y Pringsheim no fueron definidamente una experiencia cru- cial. En primer lugar no había dos teorías ri- vales en el momento histórico en que fueron realizados y si bien una nueva teoría estaba en ciernes a partir de Diciembre de 1900 sólo fue logrando adeptos a través de un largo proceso de captación. En su magnífico estudio sobre el cuerpo ne- gro Thomas Khun ha presentado algunos cua- dros estadísticos sobre las publicaciones rela- cionadas con los trabajos de Planck; entre 1900 y 1905 son muy pocos los trabajos que tratan sobre el tema, luego de ese año se nota un incremento en el interés por los cuantos, pero sólo a partir de 1910 se superaría la cuo- ta de diez autores por año preocupados por la naciente teoría. Este cambio a partir de 1905 fue debido sin dudas al artículo en el que Albert Einstein pre- sentó sus ideas sobre la cuantificación del campo electromagnético, de lo que se sirvió para explicar el fenómeno fotoeléctrico. Lue- go el propio Einstein aplicaría las nuevas ideas cuánticas para dar cuenta de la disminución de los calores específicos al reducirse la tempe- ratura, un resultado muy de acuerdo con el Teorema de Nernst (la Tercera Ley de la Ter- modinámica), enunciado dentro de un forma- lismo totalmente clásico, lo cual dio un fuerte apoyo a la teoría cuántica. Pero el fuerte grupo de los científicos ya consagrados mostraba una actitud conserva- dora que se vio reforzada por el ingenio cien- tífico de Jeans, ingenio esta vez aplicado a una posición que con el tiempo sería considerada retrógrada, mas, ¿quién podía saberlo enton- ces? Poderosas razones habían indicado a los físicos del siglo XIX que debía existir un me- dio elástico para sostén de las ondas electro- magnéticas. La idea de Jeans fue la de suponer que parte de la energía presente en la cavidad que conforma el cuerpo negro se intercambia muy lentamente con ese éter y que por lo tan- to la teoría termodinámica del equilibrio no puede ser aplicada pues ese equilibrio para to- do lo contenido en la cavidad no se ha alcan- zado, lo cual está señalado por la falta de acuerdo entre los resultados experimentales y la Ley de Rayleigh Jeans. Singular y un tanto absurda como pueda parecer esta teoría para quien la aprecia cien años después, cabe insis- tir, tuvo su período de aceptación. Actualmente tenemos tendencia a creer que una vez explicado el efecto fotoeléctrico, el fe- nómeno de la radiación del cuerpo negro y el comportamiento de los calores específicos a baja temperatura, la teoría de los cuantos ya habría tenido general beneplácito. Pero este no fue verdaderamente el caso. Lakatos nos recuerda que en la reunión de 1913 de la British Association for the Advancement of Science, donde estaban presentes las figuras más rele- vantes de la física inglesa, como Jeans, Rayleigh, Thomson, Rutherford, Bragg, Poynting, y re- presentantes de la física continental, Lorentz, Pringsheim y un joven Niels Bohr, las conclu- siones mostraban una cuidadosa actitud de prudencia frente a la nueva teoría, argumen- tándose “que los recursos de la teoría ordina- ria no han sido agotados”, llegándose a esgri- mir la posibilidad de que la fórmula de Planck no fuese “sino una fórmula empírica”. Con el transcurso de los años la balanza se fue inclinando a favor de los nuevos concep- tos. En el discurso de presentación del Premio Nobel en 1918, se señalaba ya con plena segu- ridad el carácter innovador del descubrimien- to de Planck y su status de teoría reconocida por la comunidad científica: “La teoría de la radiación de Planck es, en verdad, la base más significativa de la moder- na investigación en física, y parece que pasará
  • 9. EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 71 un largo tiempo antes de que sean agotados los tesoros que fueron obtenidos por el genio de Planck. La teoría cuántica, originalmente conectada con la radiación del cuerpo negro, ha ahora demostrado su validez para otros campos y relaciones de la Naturaleza, y la constante numérica que lleva su nombre, es un factor de proporcionalidad que describe una propiedad generalizada, pero hasta el presen- te no conocida, de la materia”. Hasta el año en que Planck fue premiado la teoría cuántica se había aplicado a los calores específicos de las substancias, la Ley de Stokes de los fenómenos de la fosforescencia y la fluorescencia, el efecto fotoeléctrico, la teoría del átomo de Bohr y las experiencias que se derivan. Luego vendrían el efecto Compton, el Raman, la concepción dualística de de Broglie y finalmente la Mecánica Cuántica de Heisen- berg, Born, Jordan, Dirac y Schrödinger con sus aplicaciones sin número que por supuesto prosiguen en la actualidad. La recepción de los cuanta en la Argentina Lo mejor del conocimiento en física a prin- cipios de siglo estaba en nuestro país radicado en la Facultad de Ciencias Exactas, Físicas y Naturales de la Universidad de Buenos Aires. Los profesores estaban en condiciones de en- tender y asimilar muchos de los nuevos descu- brimientos en el campo de la física, así sucedió por ejemplo en lo que hace a aspectos experi- mentales con los Rayos X. ¿Hubiese podido suceder algo similar con las primeras teorías cuánticas? Indudablemente no, pues mientras que las primeras experiencias con Rayos X só- lo necesitaban una manipulación relativamen- te sencilla con instrumental presente en todos los laboratorios de la época, la teoría del cuer- po negro demandaba en su parte instrumental un celo verdaderamente profesional, técnicas nuevas, y en la parte conceptual el uso de teo- rías innovadoras y abstractas. La nueva temática de los cuantos fue pre- sentada en el ámbito porteño por Camilo Me- yer, un inmigrante francés, compañero de es- tudios de Poincaré, que llegó a Buenos Aires a fines del siglo pasado, dedicándose a la ense- ñanza secundaria y universitaria. Por la colec- ción de programas del “Curso libre de físico- matemática” sabemos que el curso trató en los seis años que duró los siguientes temas: elec- tricidad y magnetismo, mecánica de Lagrange, la teoría de Maxwell-Hertz, capilaridad, ópti- ca ondulatoria y la teoría del electrón de Lorentz. En el año 1914 el curso incluyó la presentación del principio de relatividad y las nociones de masa longitudinal y transversal. El de 1916, por fin, fue dedicado al estudio de la teoría de los “quanta”, incluyendo las nue- vas ideas de Sommerfeld, la aplicación a los calores específicos por parte de Einstein, que ya había sido tratada en las conferencias de Nernst en el Instituto de Física de La Plata en 1914, y la hipótesis de los magnetones de Weiss. Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004
  • 10. 72 CARLOS D. GALLES Señalemos que los cambios de principios de siglo encontraron a Meyer ya en su madurez, y que por su formación y carácter representa- ba mucho más a un estudioso conservador del siglo XIX que a un visionario audaz dispuesto a aceptar la riesgosa aventura conceptual im- plicada por las nuevas teorías. Por otra parte recordemos que la relatividad y la teoría de los cuantos sólo fueron cabalmente aceptadas pa- sada la primer década del siglo XX. Su interpretación de la teoría de Planck, conjuntamente con las ideas de Einstein, Nernst, Debye sobre los calores específicos (pero cabe advertir sin mención del efecto fo- toeléctrico) fue publicada en el año 1915, en cuatro entregas para los Anales de la Sociedad Científica Argentina. En una primera parte es presentada la teo- ría de la radiación y el teorema de equiparti- ción de la energía, elaborándose estos concep- tos en la línea de ideas de Lord Rayleigh y Jeans. La segunda parte es dedicada a la teo- ría de Planck en su versión de 1911. Meyer enuncia estas teorías en una forma un tanto alejada; en realidad para él la etapa cuántica tenía que ser forzosamente transitoria, pues más tarde debía encontrarse “detrás del dis- continuo aparente que hasta ahora nos parece irreducible, este continuo amado y familiar al cual no podríamos renunciar sin mucho pe- sar”. Esta revisión de la teoría de los cuantos fue la primera obra a ellos dedicada y escrita en la Argentina; como ya hemos dicho los ar- tículos fueron reunidos al año siguiente en un solo volumen. Mencionamos en una ocasión la figura de Meyer al Ing. José Babini, quien fue alumno de la carrera de Ingeniería en la misma época en que Meyer era docente, quien nos aseguró que estas clases estaban práctica- mente desiertas. Las investigaciones en Física sólo comenza- ron en nuestro país al ser fundado el Instituto de Física de la Universidad Nacional de La Plata, siendo su primer director Emil Bose. El instituto recibió en 1914 la visita de Walter Nernst, cuyas conferencias hicieron mención de las nuevas teorías cuánticas para los calo- res específicos. Con el nombre de “Contribuciones al Estu- dio de las Ciencias Físicas y Matemáticas” se publicó entre 1914 y 1931 una revista de alta calidad científica, prolija diagramación y rigu- rosa periodicidad. Sólo podían publicar en la revista los científicos que formasen parte del personal de la Facultad de Ciencias Fisicoma- temáticas de la Universidad Nacional de La Plata y quienes hubieran hecho sus investiga- ciones utilizando elementos de dicha Facultad, vale decir científicos visitantes. Una revisión del índice general muestra que los artículos pertenecen a muy pocos autores, sobresalien- do Richard Gans quien entre 1914 y 1925 aparece firmando 32 artículos que tratan prin- cipalmente sobre óptica y electromagnetismo. En lo que hace a nuestro tema es de destacar la investigación publicada en 1919 por Ri- chard Gans y Pereyra Miguez sobre los efectos de luz de baja intensidad. Como era de estilo también se publicó la versión en alemán del mismo texto en Zeitschrift der Physik. Este trabajo de Gans recibió fuerte atención en Eu- ropa y fue citado por Niels Bohr hacia media- dos de la década de los años 20, cuando dis- cutía la posibilidad de la no-conservación de la energía en el efecto Compton. Cuando aparecieron hacia 1925 los prime- ros trabajos de Mecánica Cuántica, Ramón Loyarte, director del Instituto, tuvo una reac- ción rápida y publicó en 1927 un artículo en Contribuciones sobre los nuevos desarrollos teóricos en mecánica matricial. Luego publica- ría un texto titulado “La nueva mecánica on- dulatoria”. Anteriormente había publicado en forma de libro las notas de un curso dado en La Plata entre 1920 y 1921 con el título “La hipótesis de los quantas en la teoría estadísti- ca de la materia y en la teoría de la radiación”. Enrique Gaviola, en 1929, recientemente doctorado en Berlín y trabajando en Estados Unidos en el laboratorio de Richard Wood, publicó en Nature un artículo donde presenta- ba una experiencia sobre transiciones entre ni- veles atómicos que permitía discernir entre di- versas interpretaciones de la función de onda. Ese mismo año y en la misma revista inglesa se refiere en otro artículo a la posibilidad de des- cripciones espacio-temporales de las experien- cias atómicas en el cuadro de la mecánica cuántica. Retomó esta discusión, ya siendo profesor en La Plata, en un artículo publicado
  • 11. EL CAMINO DE MAX PLANCK HACIA LOS CUANTOS DE ENERGIA 73 en Contribuciones y en 1931 dio forma final a sus ideas sobre la interpretación de la nueva fí- sica en un texto en el que analiza una larga se- rie de experimentos en busca del significado de los nuevos conceptos cuánticos. Tanto en Buenos Aires como en La Plata se enseñaban los principios básicos de la Mecá- nica Cuántica, pero no había un curso com- pleto y actualizado sobre la nueva temática, la cual permanecía un tanto ajena a los estudian- tes. Esta situación comenzaría a cambiar ha- cia 1943 con la llegada de Guido Beck, cuya presencia y empuje modernizaría los estudios de Física en nuestro país. Así, en 1944, Mario Bunge, uno de sus primeros discípulos, publi- caba en la revista estadounidense Physical Re- view un breve artículo sobre nuevas represen- taciones de las fuerzas nucleares. Pronto se su- marían José Balseiro, Augusto Battig, Cecilia Mossin Kotin, Damián Canals Frau y otros. En 1950 Juan José Giambiaggi presentaría su tesis de doctorado, bajo la dirección de Alber- to González Domínguez, para seguir luego una carrera de gran relieve en el desarrollo de la teoría cuántica de campos . Una nueva ge- neración de físicos hacía de las funciones de onda, los operadores, los conmutadores, los largos cálculos de aproximaciones, y todo el resto de la parafernalia de las nuevas teorías cuánticas, herramientas de trabajo cotidianas. A partir de 1956 la materia Mecánica Cuánti- ca ya figuraba como materia independiente en los planes de estudio de los doctorados en Fí- sica de Buenos Aires y de La Plata, ese año el Dr. Mario Bunge fue el profesor de la asigna- tura en ambas universidades. Revista de Enseñanza de la Física. Vol. 17, Nº 1, 2004 Referencias Born, M. (1989). Atomic Physics. Dover Publications. Chwolson, O.D. (1906). Traité de Physique. Paris: Librairie Scientifique A. Hermann. de Broglie, L. (1965). La Física nueva y los cuantos. Buenos Aires: Editorial Losada. Galles, C. (1999). La recepción de la Mecánica Cuántica en la Argentina. Saber y Tiempo, 8, pp. 101. Gorelik, G. (1995). How Planck Discovered Quantum Gravity Scale. The emergence of Modern Physics. Hermann, A. (1970). Frügeschichte de Quanten-theorie (1899-1913). Physik Verlag, Mosbach/Baden. Hertz H. (1994). Heinrich Rudolf Hertz (1857-1894). A collection of Articles and Addresses. Edited by Joseph F. Mulligan, Garland Publishing. Kangro, H. (1976). History of Planck’s Radiation Law. Taylor and Francis. Kuhn, T. S. (1978). Black-Body Theory and the Quantum Discontinuity. 1894-1912, Clarendon Press. Lakatos, I. (1998). La metodología de los programas de investigación científica. Alianza Universidad. Lecourt, D. (1999). Dictionnaire d’histoire et philosophie des sciences. Dirección PUF. Merz, J. T. (1903). A History of European Thought in the Nineteenth Century, Vol. II. William Blackwood and Sons. Planck, M. (1899). Ueber irreversible Strahlungsvorgaenge. Fuenfte Mitteilung. Koeniglich Preuss. Akad. Der Wisseschaften, Berlin, Sitzungsberichte, S.440-480. Planck, M. (1960). The Origin and Development of the Quantum Theory. A survey of Physical Theory. Dover Publications. Reiche, F. (1922). Teoría de los Quanta, su origen y desarrollo. Madrid: Calpe. Traducción Dr. Julio Palacios. Rosenfeld, L. (1936). La première phase de l’évolution de la théorie des quanta. OSIRIS, 2, pp.149-196. Segré, M. (1976). Personaggi e Scoperte nella física contemporánea. Edizione Scientifiche Mondadori.