El documento habla sobre la dificultad de percibir el clima en una nueva ciudad debido a que los conceptos previos sobre temperatura y condiciones climáticas ya no son válidos. Una autora se mudó a estudiar a otra ciudad y se sorprendió al descubrir que es posible sentir frío bajo el sol o sudar a temperaturas que consideraba frescas, lo que la obligó a modificar completamente sus nociones sobre el clima. Vivir esta experiencia le pareció fascinante porque muestra que nada está dado y siempre hay que estar abiertos a camb
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¿EN QUÉ CONFÍO MÁS?
La idea de hacer ciudad
nos obliga a pensar en la
convivencia, en el espacio
común desde diferentes
perspectivas. Por esa razón,
compartimos la reflexión de
Estefanía Vela sobre uno de
los temas más enigmáticos
y, sin embargo, menos trata-
dos sobre vivir en la ciudad:
la percepción del clima.
Por Estefanía Vela
Desde que leí la pregunta,
una sola idea atravesó mi
mente: confío en mi con-
ceptualización del clima. En
mi capacidad de entender
la temperatura, el aire, el
sol, la sombra. En saber que
las nociones mentales que
tengo de lo que ocurre en mi
medio ambiente correspon-
den a lo que efectivamente
sucede. Básicamente: que si
está soleado, sentiré calor.
Que si está nublado, estará,
al menos, fresco. Que si el
termostato afirma los 17º
centígrados, puedo caminar
tranquilamente y hasta
disfrutarlo. Que si la tem-
peratura es de 3º grados, si
bien tendré frío, no querré
morirme con tal de no sentir
ya mi cuerpo.
Cambio de lugar y —
descubro ahora— nece-
sariamente tendré que
modificar lo que entiendo
por frío, caliente, templado,
húmedo: el cambio es una
construcción social. Antes
de venirme a la maestría
contemplé toda clase de
escenarios. ¿Que si reprue-
bo, que si no encajo, que si
me aburro, que si descubro
que me gusta, en realidad,
el arte, el papel maché, la
historia? ¿Que si de nada
me sirve la maestría para mi
futuro, qué si me endeudo y
nunca lo puedo pagar, que
si muero con mi presupues-
to de estudiante, que si mi
novia me corta, que si nunca
revierten Doma y nunca
podemos conseguir una visa
para que se venga acá, que si
me enfermo, que si extraño
a mis amigos demasiado,
que si —imagínense— ex-
traño a mis padres, con
quienes no he vivido desde
hace ochoscientos años, o a
mi hermana, que si extraño
a mi psicoanalista, que si no
me gusta la comida, que si
resulta que soy una neuróti-
ca inadaptable e insalvable
y todos esos años de terapia
no me sirvieron para nada,
que si se me olvida cómo
hablar inglés, que si no les
puedo entender a mis com-
pañeros… que si?…
Sí, el clima figuró en
este ejercicio imaginativo.
Me cuestioné si sería capaz
de lidiar con temperaturas
inferiores a los 0 grados y la
nieve constante. Sí. ¿Cómo
no hacerlo? Lo que nunca
—nunca– me esperé fue
tener que lidiar con el clima
tal y como me ha tocado:
que mis conceptos —lo que
para mí significaba el calor,
el frío, la sequedad, la hume-
dad— no me sirvieran en
lo absoluto para saber cómo
vestirme, caminar, guardar-
me, estar en casa.
Aquí descubro que es
posible que haya sol, pero
que esté frío. ¡Sol… con
frío! ¡Sol… con abrigo! Aquí
descubro que es posible que
el termómetro indique una
temperatura fresca —di-
gamos, ¿18 grados centí-
grados?—, pero que, por la
humedad, tres cuadras de ca-
minata sean equivalente, en
sudor, a 45 minutos de spin-
ning (y nada más sexy que
llegar sudando a la escuela).
Algo tan básico como poder
decir “Son las cuatro de la
tarde…”, lo perdí aquí. Es
posible que sean las cuatro
de la noche.
No es que nunca hubiera
reflexionado sobre lo impor-
tante del clima. Simplemen-
te, nunca me había tocado
tener que modificar, por
completo, los conceptos que
utilizo para referirme a él y
para vivirlo.
De todas las revoluciones
que me imaginé tener aquí,
ésta es la más inesperada.
Pero, por lo mismo, no
deja de parecerme fasci-
nante: nada está dado. Qué
bonita forma de recordar
el espíritu que se necesita
para vivir una aventura
intelectual (o emocional),
pero ése es otro tema).
Análisis
Conocimientosocial
Para vivir la ciudad, se necesita confiar en
ella. Confiar en una ciudad tiene que ver
con la convivencia entre ciudadanos y la
habitabilidad de las urbes. En la zona me-
tropolitana se están abriendo espacios para
la convivencia a pesar de que el clima es
regularmente incierto y, en muchas ocasio-
nes, difícil de sobrellevar (frío intenso con
lluvia permanente o más de 40° C sin una
sola nube en el cielo). Prueba de ello son los
paseos dominicales, los eventos culturales
al aire libre, los mercados gastronómicos,
entre otros.
Cuando la convivencia entre ciudada-
nos es una realidad, nace la posibilidad de
contribuir con las autoridades para mejorar
la habitabilidad de la ciudad. Hay grupos
de vecinos que se encuentran en la etapa
de prepararse para superar uno a uno los
problemas de sus colonias. Esto que hacen
genera conocimiento social. Lo importante
es que se han percatado de este valor agre-
gado y están dispuestos a compartirlo para
que la recuperación comunitaria de los espa-
cios públicos sea replicable por más vecinos
en cualquier punto de la ciudad.
Las convivencias de vecinos metropolita-
nos son un espacio de encuentro para que
los vecinos hablen de sus experiencias, que
ahora dará la pauta al manual de vecinos
con las buenas prácticas en temas especí-
ficos que irá compartiendo cada grupo de
colonos en estas reuniones.
El manual pretende ser la punta de lanza
que provoque a más ciudadanos para activar
sus colonias y ser partícipes de la solución a
los problemas comunes.
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Tema: Organización vecinal
Tema: Recaudación de fondos
Tema: Paseos dominicales
Mayo en Fuentes del Valle (SAN PEDRO)
Junio en Colonia Contry (MONTERREY)
Julio en Tampiquito (SAN PEDRO)