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En pleno apogeo del imperio griego, había un joven que respondía al
nombre de Narciso. Era guapo, alegre y sobre todo apuesto, algo que
volvía realmente locas a las jóvenes griegas de aquel momento. Sin
embargo, uno de los grandes defectos de Narciso era que solo sabía
quererse a sí mismo. Da igual lo guapas o riquezas que tuviesen
las mujeres que se le acercaban, que él siempre las rechazaba. Su
ego y vanidad le impedía querer más a una persona que así mismo.
Un claro ejemplo de esto, fue cuando Eco, una ninfa del monte
Helicón, intentó a agasajar al joven Narciso con su bella e
inocente voz. De hecho, antiguos mitos y leyendas decían que
la voz de esta deidad femenina podía articular las más bellas
y bonitas palabras jamás escuchadas. Sin embargo, sobre
Eco caía una fatal maldición. Hera, celosa de esta ninfa, no
quería que encandilase a su esposo Zeus, y por ello la maldijo
quitándole su voz, y provocándole que solo pudiese articular
la última palabra de la persona con la que estaba conversando.
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Pero como todos sabemos, el amor es un sentimiento tan fuerte,
que Eco no se podía permitir perder a Narciso. Por ello, un día le
siguió furtivamente a través de los bosques para hacerle saber de sus
profundos y verdaderos sentimientos. Pero claro, esto se antojaba
imposible debido a su más que horrible maldición. ¿Y qué hizo Eco?
Pues se sirvió de su sintonía con la naturaleza y los animales para
que estos le dijesen a Narciso que Eco lo amaba profundamente.
Narciso se tomó la declaración de esta Ninfa con cierta mofa.
¿Cómo era posible que él se pudiese enamorar de una chica muda?
ÉL que era el más guapo y apuesto de toda la península del
Peloponeso. ÉL que podía tener las jóvenes más guapas y bellas
de toda Atenas, Esparta o Corinto. ÉL que no tenía rival sobre la
faz de la tierra… En definitiva, Narciso no salía de su asombro.
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Tras la reacción jocosa de Narciso, Eco se marchó a las cuevas
para pasar el resto de su vida sola, triste y rota de desamor. Sin
embargo, antes de su muerte, esta musa oró a Némesis, deidad de la
venganza y la justicia divina, que maldijo a Narciso a enamorarse
únicamente de su propio reflejo.Y vaya si tuvo efecto esta maldición.
Y es que cuando Narciso fue un día al río Estigia para refrescarse
un poco, este se acercó, se vio reflejado el agua y pensó: “Pero
qué guapo soy”. “Voy a acercarme un poco más para deleitarme
un poco más con mi belleza”. Narciso se acercó tanto al borde,
que cayó finalmente al agua y murió ahogado. La maldición que
propuso Eco funcionó a la perfección, y Narciso pasó el resto de la
eternidad en el Inframundo atormentado por su soberbia y vanidad