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Edipo rey
1. Edipo Rey (Resumen)
En la región de Beocia en la antigua Grecia, existió la ciudad de Tebas; allí reinó un personaje llamado
Layo con su esposa Yocasta.
En la época, era costumbre de los griegos acudir a los oráculos para consultar la ventura, el futuro, los
resultados de las batallas, la descendencia, la resolución de conflictos o la suerte de cualquier tipo de
situaciones o de empresas en que los dioses o el destino pudieran influir. Por ello se entiende que eran los
gobernantes y guerreros quienes más asiduamente acudían a los vaticinios de estos oráculos. No obedecer
o no creer en lo que decía un oráculo, era considerado como una profanación y por tanto una falta grave.
El rey tebano Layo, acudió una vez al famoso oráculo que existió en Delfos dedicado al dios Apolo. El
oráculo le vaticinó que él sería asesinado por un hijo suyo.
Lleno de temor regresó a Tebas y cuando su esposa Yocasta dio a luz a su primer hijo, Layo ordenó que
ataran por los pies al recién nacido y lo abandonaran en las laderas del monte Citerón, con la seguridad de
que el niño moriría y así él se libraría del terrible vaticinio. Pero un pastor llamado Melibeo, que iba camino
a Corinto, encontró al niño atado de pies, que por ello los tenía inflamados (Edipo significa, pies hinchados)
y recogiéndolo lo llevó a la ciudad en donde lo entregó al rey Pólibo y a su esposa Mérope, quienes lo
criaron como hijo propio.
Cuando Edipo creció y llegó a la edad viril, acudió al oráculo para consultar su futuro, recibiendo con
mayúscula sorpresa la sentencia de que él estaba destinado a dar muerte a su padre y a casarse con su
madre. Aterrado por esta respuesta, tomó la decisión de abandonar a Corinto para alejarse de Pólibo y
Mérope, que él creía eran sus verdaderos padres.
Decidió irse para Tebas sin saber que allí había nacido y el destino hizo que en una estrechez del camino
se encontrara con un carruaje que al pasar lo atropelló. Edipo reaccionó furiosamente y dio muerte al
conductor que era nada menos que Layo, su verdadero padre, pero lógicamente sin saber de quién se
trataba.
Así, se cumplió la primera parte de la trágica predicción del oráculo. Edipo retardó su regreso a Tebas para
evitar que lo culparan de esa muerte, pero tiempo después reemprendió su camino. Antes de llegar a la
ciudad, se encontró con la Esfinge.
El mito de Edipo y la Esfinge
Hera, esposa de Zeus, envió hasta Tebas, en la antigua Grecia, a la Esfinge para castigar a esta polis a
causa de la relación de amor entre Layo y el hijo de Pélope, Crisipo, primer amor homosexual conocido.
Era la Esfinge un monstruo con rostro femenino, cuerpo de león y alas de pájaro. Fiel a los deseos de la
diosa Hera, se sentó cerca de sus puertas dispuesta a atormentar y a devorar a sus ciudadanos. Pero
antes de convertirlos en alimento, a tan aterradora criatura le gustaba plantearles enigmas casi imposibles
de resolver a cambio de la salvación. Uno tras otro fueron cayendo, víctimas de su ignorancia, y terminaron
siendo engullidos sin piedad. Pero he aquí que un día apareció un hombre que decía llamarse Edipo, el
cual se enfrentó valerosamente a la Esfinge y sus enigmas.
-”¿Qué ser que camina sobre la tierra lo hace primero a cuatro patas, después a dos y luego, cuando se
vuelve débil utiliza tres patas?“- preguntó con desidia la Esfinge, segura de su fácil victoria.
- “El hombre, pues gatea de niño, camina sobre sus dos piernas de adulto y, cuando se hace viejo, utiliza
bastón”- contestó imperturbable Edipo.
- “Existen dos hermanas. Una engendra a la otra. Ésta, a su vez, engendra a la primera“- esta vez la
poderosa voz de la enviada de Hera adquirió un tono desafiante y provocador.
2. - “El día y la noche”- contestó Edipo mirándola fijamente a los ojos.
Cuentan que, entonces, la Esfinge se enfureció de tal manera, al saberse humillada y vencida, que se lanzó
en picado al vacío desde lo más alto de gigantesca roca, acabando con su existencia.
Mientras tanto, el trono de Tebas lo había ocupado Creonte un hermano de Layo, el rey muerto, quien
había prometido que lo cedería a quien librara a Tebas de la temida Esfinge junto con la mano de la viuda
Yocasta. La tragedia se va completando así porque entonces Edipo sin saberlo, asume el trono de su padre
y se convierte en el esposo de su propia madre. Edipo y Yocasta empezaron a reinar en Tebas y
engendraron cuatro hijos: Antígona, Eteocles, Polinices e Ismene.
La pareja y sus hijos vivieron felices varios años, hasta que una devastadora epidemia llegó a Tebas, lo
cual hizo que el rey Edipo enviara a Creonte al Oráculo de Delfos para consultar sobre la causa y remedio
de la catástrofe. El oráculo comunicó que ésta no cesaría hasta tanto no se desterrara de Tebas al asesino
de Layo.
Edipo entonces promete averiguar quién fue el culpable de esa muerte y manda para ello que traigan a su
presencia a un famoso adivino llamado Tiresias. Este, conocedor de la trágica verdad, trata de ocultarla al
principio, pero presionado por el propio Edipo, al fin tuvo que revelársela.
Inconcebible fue el asombro de Edipo quien inicialmente creyó que todo era una vil patraña de Creonte,
pero a medida que fue hilando los hechos y circunstancias de su vida, se dio cuenta de que la triste y
trágica verdad consistía en que él había matado a su propio padre y había cometido incesto con su madre.
Cuando Yocasta, madre y esposa, de Edipo supo este desenlace, entró a sus habitaciones y anonadada
se suicidó. Edipo dominado por el desconcierto, la perplejidad y la desesperación, se sacó los ojos y huyó
de Tebas acompañado tan solo por su pequeña hija Antígona.
Sus hijos Eteocles y Polinices lo repudian y él los maldice y les vaticina que acabarán dándose muerte
mutuamente. Antígona, guía a su padre hasta Colono en el Atica, al sur de Tebas y se instalan en el
bosque de las Euménides en las afueras de la ciudad, hasta que murió de viejo.
Tebas, entre tanto, había sido gobernada por Creonte, que actuó como regente de la ciudad hasta que los
hijos de Edipo, destinados a sucederle, alcanzaron la edad adulta. Cuando llegó el momento, y dado que
no conseguían decidir quién de los dos debía ser nombrado rey, éstos acordaron ejercer el poder un año
cada uno. El primero que ocupó el trono fue Eteocles; pero cuando finalizó su año de mandato se negó a
ser relevado por su hermano Polinices, quien se presentó entonces ante la ciudad acompañado de un gran
ejército comandado por siete jefes, entre los que se contaba él mismo, dispuestos a atacar cada una de las
siete puertas tebanas. La ciudad se salvó del ataque, pero los dos hermanos murieron en combate, uno a
manos del otro, prolongando de este modo el destino fatal de su familia. Creonte fue entonces coronado
rey y prohibió dar sepultura al cuerpo de Polinices, acusándole de haber traicionado a su ciudad. Pero
Antígona, horrorizada ante una orden que ignoraba los ritos sagrados que se deben a los muertos, se negó
a obedecer y procuró en secreto esparcir un poco de tierra sobre el cadáver de su hermano. Mientras
realizaba lo que su conciencia le dictaba, fue detenida y llevada ante Creonte, que la condenó a ser
sepultada en vida.