1. EL OASIS DE LAS “VENECAS”
Ingeniería De Sistemas 4 Semestre – Universidad De Cartagena
Responsables:
Daniela Cortina Montero
Rosa Fernanda Gutiérrez Moreno
Eder Otero Muleth
Alexander Orozco Martínez
Roger Bravo Sierra
2. Jennifer tiene 23 años, pero desde los 16 se ha
dedicado a la prostitución. Es venezolana, de
Maracay (Estado Aragua), y desde hace un año
trabaja en Santa Ana, a donde llegó, como
muchas otras prostitutas, buscando mejorar sus
ingresos. Sus curvas pronunciadas, su
voluptuosidad y su largo pelo negro, le han
valido para cotizarse entre los clientes
santaneros.
La primera vez que llegó al país a ofrecer su
cuerpo fue hace dos años. Llegó por referencias
de una amiga suya que ya había probado suerte
en territorio colombiano.
Estuvo una temporada y con el dinero que
recogió le fue suficiente para regresar a
Venezuela y pagar el mantenimiento de las dos
casas por las que responde económicamente: la
de su mamá, que vive con su hermana de 18
años, y la suya, donde viven su pareja, su hijo
de 11 años y un sobrino.
3. La primera vez que se prostituyó en Maracay lo
hizo durante 5 años. Lo que pudo ahorrar en
ese tiempo le sirvió para montar un negocio de
comidas rápidas que durante 4 años le dio para
mantenerse y la alejó de la prostitución. Sin
embargo, cuenta que cuando empezó la crisis
alimentaria en Venezuela se vio obligada a
cerrar su negocio, y decidió volver a su trabajo
anterior.
“Mi mamá sabe lo que hago
y por lo mismo es muy
materialista. mi mayor
satisfacción es poderle dar a
mi hijo sus gustos, vestirlo
de marca”, asegura. “La única manera de vivir bien
en Venezuela es con un
malandro o con alguien del
gobierno, con quien, al final,
uno termina corriendo el mismo
riesgo que corro ahora”,
manifiesta.
4. A Colombia llegó solamente con su pasaporte, y desde el primer día fue recibida
en un reconocido burdel en las inmediaciones de la terminal de transportes de
Cúcuta. Allí los únicos papeles que le pidieron fueron los de los exámenes de VIH
y demás enfermedades de transmisión sexual, así como el frotis vaginal, que
debe renovar mensualmente.
Jennifer confirma que Cúcuta está llena de mujeres venezolanas que han llegado a
dedicarse a la prostitución, al punto de que realmente han desplazado a las
locales, es por esto que decidió quedarse a “trabajar” en Santa Ana.
“Muchas prostitutas colombianas han tenido que moverse a otras ciudades, pues
aquí hay muchas venezolanas y lo que puedo decir es que en muchos casos los
hombres nos prefieren porque somos un poco más queridas. El sitio donde
trabajo es un ejemplo de ello, pues solo hay 5 colombianas y el resto somos de
Venezuela”.
5. Su relación con las colombianas no es la mejor, pues la rivalidad entre unas y otras es
evidente, incluso hasta en los servicios que ofrecen. Según cuenta, hay cosas que
piden los clientes, como sexo anal, que para las colombianas son normales y para
ellas no.
“Hemos tenido reuniones con el dueño del sitio para tratar de unificar la oferta de
servicios y que no resultemos perjudicadas”.
Por el rato cobra entre 20 mil y 30 mil pesos, de los cuales 7 mil van para el pago de
la habitación del propietario del lugar. En un buen día de trabajo en el burdel, donde
ingresa a las 5:00 pm y sale a las 4:00 am, Jennifer atiende a 10 clientes, lo que le
deja alrededor de $200 mil pesos libres.
Jennifer paga 100 mil pesos mensuales en el cuarto donde vive, la cual comparte con
una amiga de Venezuela que llegó con ella a probar suerte por primera vez.
“Aunque ella está agradecida conmigo por haberla traído, pues está ganando bien,
siempre le digo que no la traje a nada bueno. esta vida no es fácil aunque muchos
crean que sí lo es, yo no soy feliz en esto, pero no hay otra cosa a la que pudiera
dedicarme ganándome lo que me gano ahora. Lo que hoy me hago en tres o cuatro
días, me lo pagarían en todo un mes en otro trabajo”.
Paradójicamente, a pesar de tener una vida sexual muy activa, confiesa que no
disfruta cada encuentro y duda de que alguna vez vuelva a sentir placer al estar con
un hombre.
6. Su mayor aliciente es su hijo,
quien vino de visita durante la
semana santa, y aunque él
desconoce su realidad, ella es
consciente de que por él,
cualquier sacrificio vale la pena.