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SINOPSIS
Bloodlines 6
La épica conclusión de la Serie Bestselling New York Times
Bloodlines de Richelle Mead está finalmente aquí...
ydney Sage es una Alquimista, una de un grupo de
humanos aficionados a la magia que sirven para unir los
mundos de los humanos y los vampiros. Protegen los
secretos de los vampiros, y las vidas humanas.
Después de que su romance secreto es expuesto, Sydney y Adrian se
encuentran frente a la ira tanto de los Alquimistas como de los Moroi en
esta electrizante conclusión de la Serie Bestselling New York Times
Bloodlines de Richelle Mead. Cuando la vida de alguien que ambos aman es
puesta en la línea de fuego, Sydney arriesga todo para cazar a un antiguo
enemigo mortal. Mientras tanto, Adrian se ve envuelto en un rompecabezas
que podría ser la clave para un sorprendente secreto sobre la magia del
espíritu, un secreto que podría sacudir todo el mundo Moroi.
S
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Contenido
Sinopsis
Capítulo 1
Capítulo 2
Capítulo 3
Capítulo 4
Capítulo 5
Capítulo 6
Capítulo 7
Capítulo 8
Capítulo 9
Capítulo 10
Capítulo 11
Capítulo 12
Capítulo 13
Capítulo 14
Capítulo 15
Capítulo 16
Capítulo 17
Capítulo 18
Capítulo 19
Epílogo
Richelle Mead
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Traducido por areli97, Lizzie Wasserstein y Jadasa Youngblood
Corregido por Lizzie Wasserstein
a vida de casado no era lo que había esperado.
No me malinterpretes: No tenía ningún
arrepentimiento sobre la mujer con la que me
había casado. De hecho, la amaba más de lo que
alguna vez imaginé que era posible amar a otra
persona. Sin embargo, ¿la realidad en la que vivíamos? Bueno, solamente
digamos que realmente tampoco me imaginé algo como eso alguna vez. En
todas nuestras fantasías previas, habíamos soñado con lugares exóticos y,
más importante, con la libertad. Estar encerrados en un pequeño conjunto
de habitaciones nunca había sido parte de ningún plan de escape, mucho
menos una escapada romántica.
Pero nunca fui de los que renunciaban a un desafío.
—¿Qué es esto? —preguntó Sydney, sorprendida.
—Feliz aniversario —dije.
Ella acababa de terminar de ducharse y vestirse y ahora estaba de
pie en la puerta del baño, mirando alrededor a la transformación que había
forjado en nuestra sala de estar. No había sido sencillo hacer tanto en tan
poco tiempo. Sydney era una persona eficiente, y eso se extendía a las
duchas también. ¿Yo? Podrías haber conducido una demolición y
remodelación entera en el tiempo que me tomaba ducharme. Con Sydney,
apenas había habido tiempo suficiente para decorar el lugar con velas y
flores. Pero me las había arreglado.
L
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Una sonrisa se arrastró sobre su rostro.
—Ha sido solo un mes.
—Oye, no digas “solo” —advertí—. Aun así es monumental. Y te
dejaré saber que planeo celebrar cada mes por el resto de nuestras vidas.
Su sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras pasaba
sus dedos sobre los pétalos de un florero lleno de flores. Eso hizo que mi
corazón doliera. No podía recordar la última vez que había visto una sonrisa
tan genuina en ella.
—Incluso conseguiste peonias —dijo—. ¿Cómo te las arreglaste para
eso?
—Oye, tengo mis métodos —declaré altivamente.
Aunque probablemente es mejor que ella no sepa cuáles son esos
métodos, advirtió una voz en mi cabeza.
Sydney paseó alrededor y evaluó el resto de mi obra, la cual incluía
una botella de vino tinto y una caja de trufas de chocolate colocadas
artísticamente en la mesa de la cocina.
—¿No es un poco temprano en el día? —bromeó.
—Depende de a quién le estés preguntando —dije, asintiendo hacia
la ventana oscura—. Para ti, es técnicamente el anochecer.
Su sonrisa se atenuó un poco.
—Honestamente, ahora difícilmente siquiera sé qué hora es de todas
maneras.
Este estilo de vida le está pasando factura, mi voz interior advirtió.
Solo mírala.
Incluso en las parpadeantes luces de las velas, podía ver los signos
del estrés que Sydney estaba sintiendo. Sombras oscuras bajo sus ojos. Una
apariencia perpetuamente abatida, nacida más de la desesperación que de
la fatiga. Ella era la única humana en la Corte Real Moroi que no estaba
aquí específicamente para alimentarnos a nosotros los vampiros. También
era la única humana en cualquier lugar Moroi civilizado que se ha casado
con uno de nosotros. Hacerlo había significado incurrir en la furia de su
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propia gente y separarse a sí misma de amigos y familia (los que aún estaban
hablándole, por lo menos) en el mundo exterior. Y gracias al desdén y a las
miradas entrometidas que ella recibía alrededor de la Corte, Sydney
prácticamente se había separado a sí misma de las personas aquí también,
reduciendo su mundo entero a nuestro conjunto de habitaciones.
—Espera, hay más —dije rápidamente, esperando distraerla. Con
pulsar un botón, música clásica empezó a tocar a través del sistema de
sonido de la sala de estar. Extendí mi mano hacia ella—. Desde que no
pudimos bailar en nuestra boda.
Eso trajo la sonrisa de vuelta. Ella tomó mi mano y me dejó atraerla
más cerca. La giré alrededor de la habitación, con cuidado de no tirar
ninguna de las velas, y ella me recompensó con regocijo.
—¿Qué estás haciendo? Es un vals. Tiene tres tiempos. ¿No puedes
escucharlo? Un-dos-tres, un-dos-tres.
—¿En serio? ¿Eso es lo que es un vals? Huh. Solo escogí algo que
sonaba elegante. Desde que no tenemos realmente una canción o algo.
—Consideré eso por un segundo—. Supongo que hemos fallado como una
pareja en ese aspecto.
Ella se burló.
—Si esa es nuestra falla más grande, entonces creo que lo estamos
haciendo bien.
Largos momentos pasaron mientras bailaba con ella alrededor de la
habitación, entonces dije repentinamente:
—She Blinded Me With Science.
—¿Qué? —preguntó Sydney.
—Esa podría ser nuestra canción.
Se rio abiertamente, y me di cuenta que no había escuchado ese
sonido en un muy largo tiempo. De alguna manera logró hacer que mi
corazón doliera y saltara al mismo tiempo.
—Bueno —dijo—. Supongo que eso es mejor que Tainted Love.
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Ambos nos reímos entonces, y ella descansó su mejilla contra mi
pecho. Besé la parte superior de su cabeza dorada, respirando los aromas
mezclados de su jabón y su piel.
—Se siente incorrecto —dijo suavemente—. Ser feliz, quiero decir.
Cuando Jill está ahí afuera.
Ante ese nombre, mi corazón se hundió, una pesada oscuridad
amenazó con descender sobre mí y romper ese pequeño momento de alegría
que había creado. Tuve que empujar con fuerza a lo lejos la oscuridad,
haciéndome retroceder de un peligroso precipicio que conocía demasiado
bien estos días.
—La encontraremos —susurré, apretando mi agarre en Sydney—.
Donde sea que esté, la encontraremos.
Si todavía está viva, dijo maliciosamente esa voz interna.
Probablemente vale la pena señalar que la voz que continuaba
hablando en mi cabeza no era parte de algún ejercicio mental. Era en
realidad una voz muy distintiva, perteneciente a mi tía muerta, Tatiana,
antigua reina de los Moroi. Ella no estaba conmigo en ninguna forma
fantasma, sin embargo. Su voz era un espejismo, nacido del creciente agarre
que la locura estaba tomando en mí, gracias al raro tipo de magia que yo
usaba. Una rápida prescripción la habría callado, pero también me habría
cortado de mi magia, y nuestro mundo era demasiado impredecible ahora
mismo como para hacer eso. Así que este fantasma de la tía Tatiana y yo
habíamos sido compañeros de habitación en mi mente. Algunas veces esa
presencia ilusoria me aterrorizaba, haciéndome preguntarme qué tanto
tardaría hasta que me volviera completamente loco. En otras ocasiones, me
encontraba a mí mismo tomándolo con calma, y eso me asustaba incluso
más, estaba empezando a considerarlo como normal.
Por ahora, me las arreglé para ignorar a la tía Tatiana mientras
besaba a Sydney de nuevo.
—Encontraremos a Jill —dije más firmemente—. Y mientras tanto,
tenemos que continuar viviendo nuestras vidas.
—Supongo —dijo Sydney con un suspiro. Podía decir que estaba
tratando de convocar de vuelta su alegría más temprana—. Si se supone que
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esto está compensando nuestra falta de baile de bodas, me siento un poco
desvestida. Quizás debería ir a desenterrar ese vestido.
—De ninguna manera —dije—. No es que el vestido no fuera
grandioso. Pero como que me gustas desvestida. De hecho, no me importaría
que estuvieras mucho más desvestida…
Dejé de bailar el vals (o cualquier movimiento de baile que había
estado tratando de hacer) y bajé mi boca hacia la suya en un tipo de beso
muy diferente que el que le acababa de dar. El calor me llenó mientras sentía
la suavidad de sus labios, y estuve sorprendido de sentir una apasionada
respuesta por su parte. A la luz de nuestras recientes circunstancias,
Sydney no se había estado sintiendo particularmente física, y
honestamente, no podía culparla. Había respetado sus deseos y mantenido
mi distancia… sin darme cuenta de cuánto había extrañado ese fuego en
ella hasta ahora.
Nos encontramos hundiéndonos en el sillón, los brazos envueltos
apretadamente alrededor del otro, todavía besándonos apasionadamente.
Me detuve para estudiarla, admirando la manera en que la luz de las velas
brillaba en su cabello rubio y sus ojos marrones. Me podría haber ahogado
en esa belleza, eso y el amor que podía sentir irradiando de ella. Era un
perfecto y muy necesitado momento romántico… por lo menos, lo era hasta
que la puerta se abrió.
—¿Mamá? —exclamé, saltando lejos de Sydney como si fuera un
niño de preparatoria y no un hombre casado de veintidós.
—Oh, hola, querido —dijo mi madre, paseándose dentro de la sala
de estar—. ¿Por qué están todas las luces apagadas? Parece un mausoleo
aquí adentro. ¿Se fue la electricidad? —Encendió el interruptor de luz,
haciendo que ambos Sydney y yo hiciéramos una mueca—. Está de vuelta
ahora. Pero realmente no deberían de haber encendido tantas velas. Es
peligroso. —Amablemente sopló un grupo para apagarlas.
—Gracias —dijo Sydney llanamente—. Es lindo saber que se está
tomando la seguridad en serio. —Su expresión me recordó a la vez que mi
madre había “amablemente” sacado un montón de notas adhesivas que
estaban “amontonadas” en un libro en el que Sydney había pasado horas
anotando laboriosamente.
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—Mamá, pensé que ibas a estar fuera por un par de horas —dije
intencionadamente.
—Lo estaba, pero se estaba volviendo simplemente demasiado
incómodo en la sala de los alimentadores. Tú pensarías que todos estarían
ocupados en la reunión del consejo, pero no. Demasiadas miradas. No me
podía relajar. Así que ellos simplemente me dejaron traer uno conmigo.
—Miró alrededor—. ¿Adónde se fue? Ah, ahí. —Dio un paso de vuelta al
pasillo y condujo a un aturdido humano que no era mucho más viejo que
yo—. Siéntate por ahí en esa silla, y estaré contigo en un momento.
Salté sobre mis pies.
—¿Trajiste a un alimentador aquí? Mamá, tú sabes cómo se siente
Sydney acerca de eso.
Sydney no hizo ningún comentario pero palideció ante la vista del
alimentador sentado al otro lado de la habitación. Sus ojos aturdidos y
felices por las endorfinas que recibía de dejar que los vampiros se
alimentaran de él, miraban alrededor en blanco.
Mi madre suspiró con exasperación.
—¿Qué esperas que haga, querido? No había ninguna manera de que
me pudiera alimentar con Maureen Tarus y Gladys Dashkov sentadas ahí y
chismorreando justo a mi lado.
—¡Espero que tengas un poco de consideración con mi esposa!
—exclamé. Desde que Sydney y yo nos habíamos casado y buscado refugio
en la Corte, la mayoría de las personas, incluyendo a mi propio padre, nos
habían vuelto la espalda. Mi mamá se había mantenido con nosotros,
incluso yendo tan lejos como para vivir con nosotros, lo cual no estaba
exento de complicaciones.
—Estoy segura que ella puede simplemente esperar en su dormitorio,
—dijo mi madre, inclinándose para apagar más velas. Detectando las trufas
en la mesa, se detuvo para meter una en su boca.
—Sydney no se tiene que esconder en su propia casa —argumenté.
—Bueno —dijo mi madre—, tampoco yo. Es mi casa también.
—No me importa —dijo Sydney, parándose—. Esperaré.
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Estaba tan frustrado, quería arrancar mi cabello. La pasión ya no
era el problema. Todo rastro de esa felicidad temprana que había visto en
Sydney se había ido. Se estaba retrayendo de vuelta en sí misma, de vuelta
a la sensación de desesperanza de ser una humana atrapada en un mundo
de vampiros. Y entonces, imposiblemente, las cosas se pusieron peor. Mi
madre había notado uno de los floreros con peonias.
—Son hermosas —dijo—. Melinda debe de haber estado muy
agradecida por esa curación.
Sydney se congeló en la mitad de un paso.
—¿Qué curación?
—No es importante —dije precipitadamente, esperando que mi
madre captara la señal. En otras ocasiones, Daniella Ivashkov era una
mujer remarcablemente astuta. Hoy, sin embargo, ella parecía estar en un
modo totalmente inconsciente.
—Melinda Rowe, la florista de la Corte —explicó mi madre—. Adrian
y yo nos tropezamos con ella la última vez que estuvimos afuera en una
alimentación. Ella estaba teniendo un terrible brote de acné, y Adrian fue lo
suficientemente amable para acelerar su curación. Ella prometió ayudarlo
a obtener algunas peonias en existencia a cambio.
Sydney se giró hacia mí, sin hablar por su furia. Necesitando calmar
la situación inmediatamente, tomé posesión de su brazo y la jalé dentro de
nuestro dormitorio.
—Hazlo rápido —le grité a mi mamá, justo antes de cerrar la puerta.
Sydney arremetió inmediatamente.
—Adrian, ¿cómo pudiste? ¡Lo prometiste! ¡Prometiste no usar el
espíritu, a menos que fuera para ayudar a encontrar a Jill!
—No fue nada —insistí—. Difícilmente tomó algo del poder del todo.
—¡Se acumula! —chilló Sydney—. Sabes que lo hace. Cada pequeña
cosa. No puedes desperdiciarlo en cosas como ésta… ¡en el acné de alguien!
Aunque entendía por qué estaba molesta, no podía evitar más que
sentirme un poco herido.
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—Lo hice por nosotros. Por nuestro aniversario. Pensé que te
gustaría.
—Lo que me gustaría es que mi esposo se mantuviera cuerdo
—espetó de regreso.
—Bueno, estamos más allá de eso —dije.
Ella ni siquiera sabe la mitad de ello, remarcó tía Tatiana.
Sydney cruzó sus brazos y se sentó en la cama.
—¿Ves? Ahí vas. Haciendo una broma de todo. Esto es serio, Adrian.
—Y yo estoy siendo serio. Sé lo que puedo manejar.
Ella se encontró con mi mirada desapasionadamente.
—¿Lo sabes? Todavía creo que estarías mejor deteniendo el espíritu
del todo. Vuelve a tus píldoras. Es más seguro.
—¿Qué hay acerca de encontrar a Jill? —le recordé—. ¿Qué si
necesitamos mi magia del espíritu de vuelta para eso?
Syney miró alejó la mirada.
—Bueno, no ha sido de mucho uso hasta ahora. La magia de nadie
lo ha sido.
El último comentario era una condena para sí misma tanto como
para mí. Nuestra amiga Jill Mastrano Dragomir había sido secuestrada hace
un mes, y hasta ahora, nuestros esfuerzos para encontrarla habían sido
para nada. No había sido capaz de alcanzar a Jill en los sueños espirituales,
ni tampoco Sydney, una adepta estudiante de la brujería humana, había
sido capaz de localizarla usando los hechizos a su disposición. Lo mejor que
la magia de Sydney había sido capaz de decirnos era que Jill seguía con
vida, pero eso era todo. La creencia general era que donde sea que estuviera,
Jill estaba siendo drogada, lo cual podía esconder efectivamente a alguien
de la magia humana y Moroi. No nos detuvo a ambos de sentirnos inútiles,
sin embargo. Ambos nos preocupábamos por Jill inmensamente, y mi
relación con ella era particularmente intensa desde que yo había usado una
vez la magia del espíritu para traerla de vuelta del borde de la muerte. No
saber qué le había pasado ahora había arrojado una sombra sobre Sydney
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y yo, y todos los intentos de felicidad que habíamos reunido mientras
estábamos bajo este voluntario arresto domiciliario.
—No importa —dije—. Cuando la encontremos, necesitaré mi magia.
No hay forma de saber qué es lo que necesitaré hacer.
—¿Como arreglar su acné? —preguntó Sydney.
Me encogí de hombros.
—Te lo dije, ¡no fue nada! Déjame preocuparme a mí sobre mí y
cuánto espíritu puedo usar. No es tu trabajo.
Ella se dio la vuelta incrédulamente.
—¡Por supuesto que lo es! Soy tu esposa, Adrian. Si yo no me voy a
preocupar por ti, ¿quién lo hará? Necesitas mantener el espíritu bajo
control.
—Puedo manejarlo —dije entre dientes.
—¿Todavía habla tu tía contigo? —preguntó.
Aparté mi mirada, negándome a mirarla a los ojos. En mi cabeza, tía
Tatiana suspiró. Nunca debiste contarle sobre mí.
Ante mi silencio, Sidney dijo:
—Es ella, ¿no es así? ¡Adrian, eso no es saludable! ¡Tienes que
saberlo!
Me di la vuelta enfurecido.
—Puedo manejarlo. ¿Está bien? ¡Puedo manejarlo, y puedo
encargarme de ella! —grité—. ¡Así que deja de decirme qué hacer! ¡No lo
sabes todo, no importa cuánto quieras que todos piensen que lo haces!
Afectada, Sydney retrocedió un paso. El dolor en sus ojos me lastimó
mucho más que sus palabras anteriores. Me sentí horrible. ¿Cómo había ido
tan mal este día? Se suponía que iba a ser perfecto. De repente, necesitaba
salir. Ya no podía soportar más estas cuatro paredes. No podía soportar el
control de mi madre. No podía soportar sentirme como si siempre
decepcionara a Sydney… y a Jill. Sydney y yo vinimos a la Corte para
solicitar protección de nuestros enemigos, ocultándonos aquí, entonces
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podíamos estar juntos. Últimamente, parecía como que este acuerdo se
encontraba en peligro de desgarrarnos separándonos.
—Tengo que salir —dije.
Sydney abrió sus ojos ampliamente.
—¿A dónde?
Arrastré una mano a través de mi cabello.
—A cualquier lugar. A cualquier parte para conseguir un poco de
aire. A cualquier otro lugar, excepto aquí.
Me di la vuelta antes de que pudiera decir algo y salí furioso a través
de la sala de estar, pasando por donde mi mamá estaba bebiendo del
alimentador. Me dio una mirada perpleja, pero la ignoré y seguí adelante
hasta que me encontré afuera de nuestra puerta y pasando el vestíbulo del
edificio de alojamiento de invitados. No fue hasta que salí afuera, hasta que
el aire cálido de verano golpeó mi piel, que me detuve para evaluar mis
acciones… y exploté un pedazo de goma de mascar, la cual era mi manera
actual de evitar fumar cuando me estresaba. Miré fijamente hacia atrás del
edificio, sintiéndome culpable y cobarde por salir huyendo de nuestra pelea.
No te sientas mal, dijo la tía Tatiana. El matrimonio es difícil. Es por
eso que nunca lo hice.
Es difícil, estuve de acuerdo. Pero esa no es una excusa para huir.
Necesito regresar. Necesito disculparme. Necesito resolver las cosas.
Nunca vas a resolver las cosas, mientras estés encerrado aquí y Jill
siga desaparecida, advirtió tía Tatiana.
Dos guardianes pasaron junto a mí justo entonces, y atrapé una
parte de su conversación, mencionando patrullas extras para la reunión del
consejo que estaba en marcha. Recordé a mi mamá comentar anteriormente
sobre esa reunión, y la inspiración de repente me golpeó. Alejándome del
edificio, comencé a apresurarme hacia lo que servía como el palacio real
aquí en la Corte, con la esperanza de que pudiera llegar a tiempo a la
reunión.
Sé qué hacer, le dije a la tía Tatiana. Sé cómo sacarnos de aquí y
arreglar las cosas entre Sydney y yo. Necesitamos un propósito, una meta. Y
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voy a conseguirnos una. Necesito hablar con Lissa. Si puedo hacerla entender,
puedo arreglarlo todo.
Ese fantasma no respondió mientras caminaba. A mi alrededor, la
medianoche revestía al mundo de oscuridad… tiempo de acostarse para los
humanos, horario de más audiencia para aquellos de nosotros con un
horario vampírico. La Corte Moroi se ubicaba como una universidad:
cuarenta o algo así, venerables edificios de ladrillo ubicados alrededor de
patios embellecidos con un jardín. Era pleno verano, cálido y húmedo, y
había un buen número de personas de un lado para el otro. La mayoría
estaban demasiado consumidos con sus propios asuntos para verme o darse
cuenta de quién era yo. Quienes me lanzaban esas mismas miradas
curiosas.
Simplemente están celosos, declaró tía Tatiana.
No creo que sea eso, le dije. Incluso sabiendo que ella era una ilusión,
algunas veces, era difícil no responderle.
Por supuesto que sí. El nombre Ivashkov siempre inspiró asombro y
envidia. Todos son subalternos, y lo saben. En mis días, esto nunca habría
sido tolerado. Es esa niña reina suya, que deja que las cosas se salgan de
control.
Incluso con las miradas intrusas, encontré que disfrutaba de mi
caminata. Realmente no era saludable estar encerrado demasiado en el
interior, algo que nunca pensé que iba a admitir. A pesar del espesor del
aire húmedo, para mí se sentía ligero y refrescante, y me encontré deseando
que Sydney pudiera estar aquí también. Un momento después, decidí que
eso no era bueno. Necesitaba salir más tarde, cuando el sol estuviera en lo
alto. Ese era el momento para los humanos. Estar en nuestro horario
probablemente era tan difícil para ella como el aislamiento. Hice una nota
mental para más adelante sugerirle un paseo. El sol no nos mataba como lo
hacía con los Strigoi, malvados vampiros no-muertos, pero tampoco era
siempre cómodo para los Moroi. La mayoría dormían o se quedaban adentro
durante el día, y probablemente Sydney tendría menos posibilidades de
encontrarse con alguien si regulábamos nuestro paseo correctamente.
La idea me animó mientras explotaba de nuevo la goma de mascar y
llegaba al palacio real. Por fuera, se parecía a todos los otros edificios, pero
por dentro, se encontraba decorado con toda la grandeza y opulencia que
esperarías de la realeza de una antigua civilización. Los Moroi elegían a sus
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monarcas de entre doce familias reales, y enormes retratos de aquellas
ilustres figuras se alineaban en los pasillos, iluminados por la brillante luz
de arañas. Multitudes de personas caminaban por los pasillos, y cuando
llegué a la sala de audiencias del consejo, vi que llegué al final de la reunión.
La gente se estaba yendo cuando entré, y muchos de ellos, también, se
detuvieron a mirarme fijamente. Escuché los susurros de “abominación” y
“esposa humana”.
Los ignoré y mantuve mi concentración sobre mi verdadera meta,
cerca de la parte de enfrente de la habitación. Ahí, cerca del estrado del
consejo, estaba de pie Vasilisa Dragomir, la “niña reina” como tía Tatiana se
refería a ella. Lissa, como yo la llamaba, estaba parada, rodeada por
guardianes dhampir con trajes oscuros: guerreros mitad humanos, mitad
Moroi cuya raza se originó hace mucho tiempo, cuando Moroi y humanos se
casaban sin escándalo. Los dhampir no podían tener hijos entre ellos, pero
a través de una peculiaridad genética, su raza continuó reproduciéndose
con los Moroi.
De pie justo detrás de los guardaespaldas de Lissa, los Moroi
presionan gritando preguntas que responde en esa misma manera tranquila
suya. Convoqué un poco de magia del espíritu para ver su aura, y ella
iluminó mi visión. Brillaba con dorado indicando que era un usuario del
espíritu como yo, pero sus otros colores se habían atenuado, y había una
naturaleza temblorosa en todo, mostrando que se hallaba inquieta. Liberé
la magia mientras me apresuraba a la multitud y agitaba mi mano en su
dirección, gritando para hacerme oír entre el ruido.
—¡Su majestad! ¡Su majestad!
De alguna manera, escuchó mi voz a través de las otras y me hizo
señas para que me acercara hacia adelante una vez que terminara de
responder a las preguntas de otros. Sus guardianes se separaron para
dejarme acercarme. Eso provocó el interés de todos, especialmente cuando
los espectadores vieron a quien permitió que entrara en su espacio personal.
Podía ver que se estaban muriendo por saber qué estábamos discutiendo,
pero los guardianes los contenían atrás, y de todos modos, había demasiado
ruido en la habitación.
—Bueno, esta es una sorpresa inesperada. ¿No podías concertar una
cita? —me preguntó en voz baja, aun manteniendo esa sonrisa pública en
su rostro—. Habría atraído mucha menos atención.
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Me encogí de hombros.
—Estos días, todo lo que hago llama la atención. Dejé de darme
cuenta.
Una chispa de legítima diversión brilló en sus ojos, por lo que me
sentí bien de por lo menos traer eso a su alrededor.
—¿Qué puedo hacer por ti, Adrian?
—Es qué puedo hacer yo por ti —dije, todavía entusiasmado por la
idea que se me ocurrió anteriormente—. Necesitas dejarnos a Sydney y a mí
ir a buscar a Jill.
Sus ojos se abrieron ampliamente, y la sonrisa cayó.
—¿Dejarlos ir? ¡Me suplicaste que les permita estar aquí hace un
mes!
—Lo sé, lo sé. Y estoy agradecido. Pero tu gente todavía no ha
encontrado a Jill. Necesitas pedir alguna ayuda especial con habilidades
especiales.
—Si mal no recuerdo —dijo—, Sydney y tú ya probaron esas
habilidades especiales… y fallaron.
—¡Eso es el por qué necesitas dejarnos salir de aquí! —exclamé—.
Regresar a Palm Springs y…
—Adrian —interrumpió Lissa—. ¿Te escuchas a ti mismo? Viniste
aquí porque los Alquimistas estaban intentando atraparlos. ¿Y ahora
quieres regresar directamente ahí a sus garras?
—Bueno, no cuando lo pones de esa manera. Pensé que nos
escabulliríamos cuando no lo supieran y…
—No —interrumpió de nuevo—. Absolutamente no. Tengo suficientes
preocupaciones sin ustedes dos siendo capturados por los Alquimistas.
Querías que los protegiera, y eso es lo que voy a hacer. Entonces, no tengas
ideas sobre irte a escondidas, tengo las salidas vigiladas. Ambos se quedan
aquí, donde están a salvo.
A Salvo y comenzando a enloquecer, pensé, recordando la mirada
sombría en los ojos de Sidney.
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Cariño, susurró tía Tatiana, comenzaste a enloquecer mucho antes de
esto.
—Tengo buenas personas buscando a Jill —continuó Lissa cuando
no le respondí—. Rose y Dimitri están ahí afuera.
—¿Por qué no la encontraron? Y si alguien quería quitártela, por qué
ellos no han…
No pude terminar, pero la tristeza en los ojos verde jade de Lissa me
dijo que ella lo sabía. Gracias a una ley que ella estaba tratando de cambiar,
el trono de Lissa le exigía tener un pariente vivo. Cualquier persona
deseando sacar a Lissa simplemente tendría que matar a Jill y mostrar las
pruebas. El hecho de que aún no ocurría era una bendición, pero también
profundizaba el misterio en torno a esto. ¿Por qué más alguien secuestraría
a Jill?
—Adrian, vete a casa —dijo amablemente Lissa—. Hablaremos más
tarde, en privado, si quieres. Quizás encontremos algunas otras opciones.
—Quizás —estuve de acuerdo. Pero realmente, no lo creía.
Dejé a Lissa con sus admiradores y pasé rápidamente de vuelta a
través de la multitud que miraban boquiabiertos, mientras un oscuro y
demasiado familiar estado de ánimo comenzaba a asentarse en mí. Ir con
Lissa fue un impulso, uno que me dio una esperanza momentánea. Cuando
Sydney y yo buscamos refugio, no teníamos ni idea de lo que iba a ocurrirle
a Jill. Era cierto que Lissa tenía buenas personas buscando a Jill, e incluso
la renuente ayuda de la vieja organización de Sydney, los Alquimistas. Aun
así, no podía evitar la sensación de culpa de que si Sydney y yo estuviéramos
ahí fuera, en vez de escondiéndonos, encontraríamos a Jill. Había algo más
pasando que todavía no entendíamos. De lo contrario, los secuestradores de
Jill tendrían…
—Bueno, bueno, bueno. Mira quién decidió mostrar su cara cobarde.
Me detuve y parpadeé, apenas consciente de en dónde me hallaba.
Mis pensamientos se agitaban tan furiosamente que había hecho la mitad
del camino a casa y ahora me encontraba parado sobre un camino de piedra
que se metía entre dos edificios, uno tranquilo, fuera del camino que era
perfecto para una emboscada. Wesley Drozdov, un Moroi de la realeza que
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recientemente se convirtió en mi enemigo, se encontraba parado bloqueando
mi camino, con varios compinches a su alrededor.
—Esos son más que de los que normalmente van contigo, Wes —dije
ligeramente—. Desentierra un poco más, y quizás finalmente tendrás una
lucha justa para…
Un puño me golpeó por detrás, en mi espalda baja, sacándome el
aliento y haciendo que me tropezara hacia adelante. Wesley vino hacia mí y
me agarró con un gancho de derecha antes de que pudiera responder.
Borrosamente me di cuenta, a través de mi dolor, que el comentario que le
hice, en realidad dio en el clavo: Wesley iba con un grupo, porque era la
única manera en que podía combatir contra mi magia del espíritu. Mientras
el pie de alguien golpeaba mi rodilla, forzándome al suelo, me di cuenta de
que había, de hecho, sido un idiota por ponerme al descubierto tan
públicamente. Wesley había estado esperando la oportunidad de vengarse
de mí por los agravios del pasado, y ahora la tenía.
—¿Qué pasa? —preguntó Wesley, pateándome con fuerza en el
estómago mientras yacía sobre el suelo, luchando por levantarme—. ¿Tu
esposa alimentadora no está aquí para salvarte?
—Sí —respondió otra persona—. ¿Dónde está tu puta humana?
No podía responder a través del dolor. Siguieron más patadas, de
más personas de las que podía seguir la pista. Sus rostros nadaban por
encima de mí, y estaba conmocionado al reconocer a varios de ellos. No eran
los habituales seguidores de Wesley. Algunos de ellos eran gente que
conocía, con los que en el pasado fui de fiesta... gente que alguna vez podría
haber contado como amigos.
Un golpe en mi cabeza hizo que las estrellas bailaran delante de mis
ojos, momentáneamente desdibujando sus rostros en mi visión. Sus burlas
mezclándose en ruidos incomprensibles mientras seguían golpeando. Me
acurruqué en agonía, luchando por respirar. De repente, a través del
estruendo, una voz clara exigió:
—¿Qué demonios está pasando?
Parpadeé, tratando de enfocar de nuevo el mundo, apenas vi manos
fuertes arrancar a Wesley alejándolo y lanzándolo contra el costado de un
edificio cercano. Tomó un segundo y entonces una tercera parte de sus
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aduladores lo imitó antes de que se dieran cuenta de que algo salió mal.
Retrocedieron como las ovejas asustadas que eran, y una cara familiar de
repente apareció mientras Eddie Castile se paraba sobre mí.
—¿Alguien más se siente como para quedarse alrededor? —dije con
voz ronca—. Aún nos superas en número.
Sus números eran nada comparados con un Eddie, y lo sabían. No
pude verlos escaparse a todos, pero me lo imaginé, y fue glorioso. Cayó el
silencio, y un momento después, otra persona me ayudaba a ponerme de
pie. Miré hacia atrás y vi otra cara familiar, Neil Raymond, deslizando su
brazo por el mío.
—¿Puedes caminar? —preguntó Neil, su voz ligeramente tocada por
un acento británico.
Hice una mueca mientras ponía mi peso sobre mi pie, pero asentí.
—Sí. Solo regresemos a casa ahora y más tarde veremos si algo se
rompió. Por cierto, gracias —añadí, mientras Eddie soportaba mi otro
costado y comenzábamos a caminar—. Es bueno saber que este Moroi en
apuros puede contar con tales caballeros galantes que me siguen alrededor.
Eddie sacudió su cabeza.
—En realidad, una total coincidencia. Simplemente pasaba que
estábamos en nuestro camino a tu casa con algunas noticias.
Un escalofrío me atravesó, y detuve mis vacilantes pasos.
—¿Qué noticias? —exigí.
Una sonrisa cruzó las facciones de Eddie.
—Relájate, son buenas noticias. Creo. Simplemente inesperadas.
Sydney y tú tienen un visitante en la puerta principal. Un visitante humano.
Si no hubiera estado tan adolorido, mi mandíbula hubiera caído. Esa
era una noticia inesperada. Al casarse conmigo y buscar refugio entre los
Moroi, Sydney cortó con la mayoría de sus contactos humanos. Que uno de
ellos se presentara aquí era raro, y no podía ser un Alquimista. Un
Alquimista hubiera sido rechazado.
—¿Quién es? —pregunté.
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La sonrisa de Eddie se convirtió en una sonrisa sincera.
—Jackie Terwilliger.
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Traducido por âmenoire90, Lizzie Wasserstein y veroonoel
Corregido por Lizzie Wasserstein
h, Adrian.
No había nada más que
pudiera decir mientras ayudaba a
limpiar la sangre y la suciedad de la
cara de Adrian con un paño húmedo,
cepillando a un lado los caprichosos mechones de cabello castaño. Me dio
su sonrisa despreocupada y se las arregló para lucir apuesto, a pesar de su
estado desaliñado.
—Oye, no suenes tan deprimida, Sage. No era una pelea tan sin
esperanza. —Miró a Neil y dijo en un susurro—: ¿Cierto? Dile que no era
una pelea tan sin esperanza. Dile que realmente me sostuve.
Neil logró una débil sonrisa, pero la madre de Adrian habló antes de
que él pudiera.
—Adrian, querido, no es momento para bromas.
Mi suegra vampira y yo no estábamos de acuerdo en muchas cosas,
pero este era un tema sobre el que estábamos en perfecta armonía. El manto
de nuestra anterior pelea todavía se cernía sobre nosotros y no pude evitar
sentirme un poco culpable de que no había trabajado más duro para
conseguir que se quedara. Por lo menos, debí haberle dicho que trajera un
guardián, ya que este no era su primer encuentro con alborotadores.
Usualmente, los guardianes solo acompañaban a los Moroi al mundo
exterior, donde los Strigoi eran un peligro real. Pero aquí, con el resto de la
gente de Adrian pensando que éramos monstruos de la naturaleza por
—O
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habernos casado, el antagonismo golpeaba un poco más cerca de casa.
Habíamos enfrentado un montón de amenazas y calumnias, aunque nunca
antes la violencia absoluta. Fue un golpe de buena, aunque extraña, suerte
que Eddie y Neil lo hubieran encontrado.
Eddie se había ido, teniendo que apurarse hacia la puerta principal
para escoltar a la Sra Terwilliger hacia nosotros. Era una señal de mi
angustia por la condición de Adrian que apenas dediqué un momento para
reflexionar sobre qué en el mundo podría haber traído a mi antigua
profesora de historia y mentora mágica a la fortaleza real de una raza secreta
de vampiros. A pesar de que una atribulada parte de mí se preocupaba
porque su visita no fuera por una buena razón, aun así no podía evitar
sentirme emocionada ante la perspectiva de verla. Habían pasado meses
desde que habíamos estado juntas en persona. Amaba a Adrian y no me
importaba Daniella, pero estaba muriendo por algún otro tipo de
interacción.
—Nada está roto —insistió Adrian—. Probablemente ni siquiera voy
a tener una cicatriz por nada de esto. Es una lástima. Creo que una cicatriz
bien colocada exactamente aquí —se tocó el costado de su cara—, realmente
podría acentuar mis ya perfectos pómulos mientras añade un tacto rugoso
de virilidad a mis rasgos. No es que yo necesite más virilidad…
—Adrian, suficiente —dije con cansancio—. Me alegro de que estés
bien. Esto podría haber sido mucho peor. Y aún deberías consultar a un
médico después de esto, solo para estar seguros.
Lucía como si tuviera otro comentario sarcástico listo y entonces,
sabiamente, dijo:
—Sí, querida.
Intentó una expresión angelical que solo fortaleció mi sospecha de
que realmente no tenía intención de seguir adelante. Negué con la cabeza,
sonriendo a pesar de mí misma y luego le di un beso en la mejilla. Adrian.
Mi esposo. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría casada,
hubiera dicho que estaban bromeando. Si me hubieran dicho que estaría
casada con un vampiro, hubiera dicho que estaban delirantes. Mirando a
Adrian ahora, sentía una oleada de amor bien dentro de mí, a pesar de
nuestra tensión más temprano. Ya no podía imaginar una vida sin él en ella.
Era imposible. ¿Podría imaginar una vida con él que no implicara estar
atrapados con su madre en un conjunto de habitaciones mientras nuestra
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gente nos insultaba y hacía planes contra nosotros? Definitivamente. Había
un sinnúmero de futuros que me encantaría tener para nosotros, pero este
era nuestro camino actual hasta que algo espectacular sucediera. Fuera de
las puertas de la Corte, mi gente me quería encarcelar. Dentro de ellas, su
gente quería atacarlo. Por lo menos en estas habitaciones estábamos a salvo.
Lo más importante es que estábamos juntos.
Un golpe en la puerta salvó a Adrian de más castigo. Daniella abrió
y Eddie apareció en la puerta. Verlo casi siempre traía una sonrisa a mi
cara. En Palm Springs, habíamos pasado por gemelos, compartiendo similar
cabello rubio oscuro y ojos marrones. Pero con el tiempo, realmente se llegó
a sentir como un hermano para mí. Conocía a otros pocos con tal valor y
lealtad. Estaba orgullosa de llamarlo mi amigo, y como tal, me dolía ver todo
el dolor que sentía por la desaparición de Jill. Ahora siempre lucía torturado,
y a veces me preocupaba si estaba realmente cuidando de sí mismo. Casi
nunca se afeitaba y tuve la sensación de que la única razón por la que se
molestaba en comer era para poder seguir entrenando y manteniéndose en
forma para cuando localizara a los secuestradores de Jill.
Pero mis preocupaciones por Eddie quedaron en suspenso cuando vi
a la próxima persona entrando en nuestra suite. Corrí por la habitación y la
envolví en un gran abrazo que la tomó por sorpresa. La Sra Terwilliger,
nunca me atreví a llamarla Jackie, aunque ya no era su alumna, había
cambiado mi vida de muchas maneras. Había tomado el papel que mi padre
solía tener: enseñándome los secretos de un arte antiguo. A diferencia de él,
sin embargo, nunca me hizo sentir mal conmigo misma. Me animó y me
apoyó, haciéndome sentir que valía la pena y era capaz, aunque no siempre
era perfecta. Ella y yo nos habíamos comunicado por teléfono desde que me
había venido a la Corte, pero no fue hasta ahora que me di cuenta de lo
mucho que la extrañaba.
—Vaya, vaya —dijo con una sonrisita, tratando de devolver el
abrazo—. No me esperaba tal bienvenida.
Sus esfuerzos fueron un poco incómodos debido al hecho de que
estaba sosteniendo un maletín en una mano y lo que parecía un pequeño
transportador de animal en la otra.
—¿Finalmente me dejara cargar esto? —insistió Eddie, jalándole el
transportador. Ella cedió, permitiendo un abrazo apropiado. Los olores
mezclados de pachulí y fastidioso champa la rodeaban, recordándome
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tiempos más despreocupados, cuando ella y yo podíamos trabajar juntas en
hechizos. Sentí lágrimas brotar en mis ojos y rápidamente di un paso atrás
para apartarlas.
—Estoy contenta de que esté aquí —le dije, tratando regresar a la
formalidad de nuevo—. Sorprendida, pero contenta. Este pudo no haber sido
un viaje fácil para usted.
—Lo que tengo que decir solo puede ser dicho en persona. —Empujó
sus lentes por su nariz y evaluó a los demás en la habitación—. Neil,
encantada de verte de nuevo. Y Adrian, me alegro que Sydney finalmente
hiciera un hombre honesto de ti.
Él sonrió ante eso y presentó a Daniella. Ella era cortés, pero seguía
siendo un poco distante. Los Moroi como ella, quienes generalmente vivían
vidas solitarias en la Corte, no tenían muchos amigos humanos. Todo el
concepto de humano utilizando magia era tan extraño para los Moroi como
para los alquimistas, pero tuve que dar crédito a Daniella por tratar de llegar
a un acuerdo con todo. Podría tener una terrible coordinación del tiempo y
no ser capaz de captar la indirecta durante las posibles escapadas
románticas, pero no podía negar que su vida ciertamente también había
sufrido muchos trastornos en el último año.
—Entre, entre —dije, haciéndole señas a la Sra Terwilliger para que
entrara. Habíamos recibido tan pocos huéspedes que casi había olvidado la
hospitalidad básica—. Siéntese y le conseguiré algo de beber. ¿O de comer?
Negó con la cabeza mientras se iba conmigo hacia la cocina. Los otros
la siguieron, a excepción de Eddie, quien todavía sostenía torpemente el
transportador.
—Estoy bien —dijo—. Y es posible que no tengamos el tiempo. Por
como están las cosas, espero no llegar demasiado tarde.
Sus palabras hicieron que los vellos de mi cuello se levantaran, pero
antes de que pudiera responder, Eddie se aclaró la garganta y levantó el
transportador, que ahora podía ver que contenía a un gato.
—Uhm, ¿le gustaría que yo hiciera algo en especial con ella?
—Él —corrigió la Sra Terwilliger—. Y el Sr. Bojangles estará muy bien
esperando allí mientras hablamos. Además, si estoy en lo cierto, lo vamos a
necesitar.
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Adrian me lanzó una mirada inquisitiva ante eso, pero solo pude
encogerme de hombros en respuesta.
Nos reunimos todos alrededor de la mesa de la cocina. Me senté y
Adrian de quedó de pie detrás de mí, apoyando las manos en mi hombro.
En mi visión periférica, brillaban los rubíes y oro blanco de su anillo de
matrimonio. La Sra Terwilliger tomó el lugar frente a mí y sacó una
ornamentada caja de madera de su morral. Estaba cubierta de un diseño
floral que parecía haber sido tallado a mano. Dejó la caja en la superficie de
la mesa y la deslizó hacia mí.
—¿Qué es esto? —pregunté.
—Estaba esperando que me lo pudieras decir —dijo—. Llegó hace un
par de semanas, la dejaron en mi puerta. Al principio, pensé que era una
especie de regalo de Malachi, a pesar de que este no es su estilo.
—Correcto —concordó Adrian—. Las granadas, los chalecos de
camuflaje... esos son sus regalos habituales por elección.
Malachi Wolfe era un cuestionablemente estable instructor de
defensa personal con quien Adrian y yo habíamos tomado clases e
inexplicablemente se había ganado el corazón de la Sra. Terwilliger.
Sonrió brevemente ante el comentario de Adrian pero nunca apartó
sus ojos de la caja mientras continuaba.
—Pronto aprendí que la caja está sellada mágicamente. He intentado
todo tipo de hechizos de desbloqueo, comunes y raros, sin suerte. Quien
hizo esto convocó algo extremadamente potente. Pasé las últimas semanas
agotando mis recursos y finalmente se la llevé a Inez. ¿La recuerdas, por
supuesto?
—Es difícil de olvidar —le dije, pensando de nuevo en la venerable y
peculiar vieja bruja, de vuelta en California que había decorado cada
artículo de su casa con rosas.
—En efecto. Me dijo que tenía un poderoso hechizo que
probablemente podría reventarla para abrirla pero que había fallado porque
este encantamiento está dirigido a una persona específica. —La Sra
Terwilliger parecía disgustada—. No había detectado eso. Obviamente, esa
persona no soy yo. Inez especuló sobre a quién estaría dirigida la caja para
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que pudiera abrirla con poca dificultad, y desde allí, llegué a la conclusión
de que tú eras el destinatario.
Me sobresalté ante eso.
—Pero, ¿por qué se la darían a usted para mí?
La Sra Terwilliger miró a su alrededor con una mirada irónica.
—Esta no es exactamente una dirección fácil de entregar. Solo
desearía haberlo sabido antes. Con suerte, lo que hay dentro no es sensible
al tiempo.
Miré la caja bajo una nueva luz, sintiéndome llena tanto de
entusiasmo como de temor.
—¿Qué debería hacer?
—Ábrela —dijo simplemente la Sra Terwilliger—. Aunque les
aconsejo el resto de ustedes dar un paso atrás.
Daniella cumplió rápidamente, pero Adrián y los dhampir
obstinadamente se quedaron dónde estaban.
—Hagan lo que ella dijo —les dije.
—¿Y si es una bomba? —exigió Eddie.
—Lo más probable es que pueda minimizar cualquier daño a Sydney,
pero no garantizo nada para el resto de ustedes —dijo la Sra Terwilliger.
—¿Lo más probable? —preguntó Adrian—. Tal vez esta es la manera
en que los alquimistas finalmente lleguen a ti.
—Tal vez, pero no son fanáticos de la magia humana. No me puedo
imaginar que hubieran recurrido a ella. —Suspiré—. Por favor. Solo
muévanse hacia atrás. Voy a estar bien.
No sabía eso a ciencia cierta, pero después de un poco más de
persuasión, los chicos cedieron. La Sra Terwilliger sacó una pequeña bolsa
y espolvoreó sobre la mesa un polvo amarillo de olor picante. Murmuró un
encantamiento en griego y sentí la magia, mi tipo de magia quemar en el
aire que nos rodeaba. Había pasado mucho tiempo desde que la había
sentido en alguien más y estaba sorprendida por la ráfaga que me dio. Con
el hechizo de protección en su lugar, asintió alentadoramente hacia mí.
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—Adelante, Sydney. Si solo abrirla no funciona, entonces intenta un
hechizo básico de desbloqueo.
Descansé mis dedos sobre la tapa y tomé una respiración profunda.
No pasó nada cuando la levanté, pero eso era de esperarse. Incluso si la Sra
Terwilliger tenía razón acerca de que estaba destinada a mí, eso no
significaba que iba a ser del todo fácil. Mientras convocaba las palabras de
un hechizo de desbloqueo, las preguntas obvias fastidiaban en los bordes
de mi mente: ¿Era esto realmente para mí? Si así era, ¿de quién? Y lo más
importante, ¿por qué?
Hablé el hechizo y aunque la caja no cambió, todos oímos un
pequeño sonido de pop. Traté con la tapa de nuevo y esta vez se levantó
fácilmente. Aún mejor, ninguna bomba estalló en el interior. Después de un
momento de duda, los chicos se acercaron hacia adelante para ver lo que
contenía la caja. Mirando hacia abajo, vi algunos pedazos de papel doblados
con un solo cabello en la parte superior. Lo levanté con cuidado, sujetándolo
a la luz. Era rubio.
—Probablemente tuyo —dijo la Sra Terwilliger—. Para dirigir un
hechizo como este a una persona en concreto, se necesita algo de parte del
destinatario... Cabello. Uñas. Piel.
Arrugué mi nariz ante eso mientras abría el primer pedazo de papel
y traté de no pensar en cómo alguien había obtenido uno de mis cabellos.
El papel resultó ser un volante para un museo de robots en Pittsburgh. Eso
hubiera sido cómico si no fuera por las escalofriantes palabras escritas
sobre la imagen de una de las exposiciones destacadas del museo, el
Raptorbot 2000: VEN A JUGAR, SYDNEY. Mi respiración se detuvo y
bruscamente levanté la mirada. Todo el mundo parecía tan desconcertado
como yo. No reconocía la escritura.
—¿Qué es el otro pedazo de papel? —preguntó Neil.
También estaba doblado y tenía un brillo en él, como si fuera de una
revista. A primera vista, parecía ser una especie de anuncio de viajes. Lo
abrí y me encontré mirando una foto de una posada en Palo Alto.
—¿Qué tiene que ver esto con un museo de robots en Pittsburgh?
La Sra Terwilliger se puso rígida.
—No creo que esa sea la página que se supone que veas.
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Di la vuelta al papel y lancé un grito ahogado ante lo que, o más
importante ante a quien, vi.
Jill.
Casi me había olvidado de este anuncio. Hace años, o al menos se
sentía de esa manera, Jill había hecho brevemente algún modelaje para un
diseñador de modas de Palm Springs. Nunca debería haberlo permito,
viendo la fisura de seguridad que era. La fotografía que ahora miraba era
una que se había hecho en secreto, en contra de mis deseos. Jill llevaba un
par de grandes gafas de sol doradas y una bufanda de color pavorreal
envuelta alrededor de su abundante cabello rizado. Ella miraba hacia un
grupo de palmeras, y a menos que alguien la conociera bien, era difícil darse
cuenta de que era ella. De hecho, sería difícil para la mayoría de la gente,
incluso reconocer que era Moroi.
—¿Qué diablos es esto? —exigió Eddie. Parecía como si fuera a
rasgar la página lejos de mí. Pocas cosas podrían hacerle perder su carácter
frío y sereno. La seguridad de Jill era una de ellas.
Negué con mi cabeza con incredulidad.
—Tu conjetura es tan buena como la mía.
Adrian se inclinó sobre mí y agarró la primera página.
—Sin duda, ¿esto significa que Jill está siendo mantenida prisionera
en algún museo robot? ¿En Pittsburgh?
—Tenemos que ir —dijo Eddie ferozmente. Se volvió como si fuera a
salir por la puerta en ese momento.
—Tengo que ir —le dije, señalando el volante que Adrian sostenía—.
La caja era para mí. Incluso esta nota es dirigida a mí.
—No vas a ir sola —replicó Eddie.
—No vas a ninguna parte —dijo Adrian. Dejó el papel hacia abajo—.
Antes de mi pequeño, uh, percance con Wesley, tuve una charla con su
majestad, quien dejó muy claro que tú y yo no tenemos permitido salir de la
Corte.
La tristeza y la culpa me llenaron mientras miraba el perfil de Jill.
Jill. Desaparecida por casi un mes. Habíamos esperado desesperadamente
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alguna pista y ahora había llegado a nosotros. Pero como la Sra Terwilliger
había especulado: ¿Era demasiado tarde? ¿Qué había ocurrido mientras
esta caja esperaba?
—Tengo que —dije—. No hay manera de que pueda ignorar esto.
Adrian, tú lo sabes.
Nuestros ojos se encontraron. Tantos sentimientos se agitaban entre
nosotros, y finalmente asintió.
—Lo sé.
—¿No crees que Lissa realmente forzaría a seguridad a detenerme?
Suspiró.
—No lo sé. Pero ella, correctamente, señaló que después de todos los
problemas que le dimos por estar aquí, se causarían más si te fueras y
fueras capturada por los alquimistas. Podríamos tratar de escabullirnos...
pero no me sorprendería si estuvieran checando los autos en las salidas.
—Pensé que algo así podría estar pasando —dijo la Sra Terwilliger.
Había superado su conmoción y estaba cayendo en su modo de vamos-a-
tener-las-cosas-hechas, lo cual encontré inmensamente tranquilizante—. Lo
cual es por lo que vine preparada. Tengo una manera de sacarte de
contrabando, Sydney, si estás dispuesta. —Su mirada se levantó hacia
Adrian—. Me temo que solo a Sydney.
—De ninguna manera —dijo rápidamente—. Si ella se va, yo voy.
—No —dije lentamente—. Ella tiene razón.
Sus cejas se levantaron.
—Mira, te arriesgas mucho más que yo por ir por ahí. No voy a dejarte
ir y ponerte en peligro a ti misma mientras me quedo a salvo, así que no…
—No es eso —lo interrumpí. Un momento después, lo enmendé—.
Quiero decir, te quiero seguro, sí, pero escucha lo que acabas de decir. Si
voy por ahí, me arriesgo más porque los alquimistas están buscándome.
Solo que no están buscando en este momento porque piensan que estoy
encerrada y segura contigo. Y mientras ellos sigan pensando eso, no van a
estar buscándome activamente. Nadie me ve aquí alrededor en la Corte, pero
te ven a ti de vez en cuando en las visitas de alimentación. Si de repente los
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dos desaparecemos, los alquimistas podrían saber que nos hemos ido. Pero
si la gente todavía te ve...
Adrian hizo una mueca.
—Entonces van a pensar que todavía estás aquí también, solo
escondiéndote de los vampiros malvados.
—Serás parte de mi coartada —dije, poniendo mi mano sobre la
suya—. Sé que no te gusta esto, pero realmente ayudaría. Me dejaría
moverme más libremente en el mundo y tratar de averiguar de qué manera
eso —hice un gesto hacia el volante del robot—, está atado a Jill.
Se tomó unos minutos para responder. Me di cuenta que sabía la
verdad de mi argumento… pero aun así no le gustaba.
—Es que me molesta pensar que estás ahí afuera sola mientras me
quedo sentado.
—No estará sola —dijo Eddie—. No tengo ninguna asignación, y
nadie está detrás de mí. Puedo entrar y salir libremente de la Corte.
—Yo también —dijo Neil.
—Uno de ustedes tiene que quedarse con Adrian —discutí—. En caso
de que se repita lo de hoy. Neil, ¿te quedarías? Y Eddie, ¿vendrías conmigo
a comprobar esto?
Lo hice sonar como una petición, un favor incluso, pero sabía que
no había nada en el mundo que Eddie preferiría hacer ahora que buscar a
Jill.
—Este es el trato —dijo Adrian, una vez que lo dhampir habían
estado de acuerdo—. Me quedaré aquí y te cubriré, pero tan pronto como
haya una manera de unirme a ti sin desplomar nuestra coartada, lo haré.
Lo miré a los ojos de nuevo, deseando poder decirle tanto. Como que
lo sentía por nuestra pelea de más temprano, que no estaba tratando de
controlarlo. Estaba preocupada. Lo amaba tanto que solo quería que
estuviera a salvo. Esperaba que supiera todo eso. Todo lo que podía hacer
ahora, con tantos testigos, era asentir en acuerdo.
La Sra. Terwilliger nos miró con una diversión seca.
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—¿Todos han decidido qué valiente papel tomarán? —preguntó. Me
lanzó una sonrisa—. Aunque no pareces muy preocupada por la forma en
que planeo sacarte de aquí, Sydney.
Me encogí de hombros.
—Tengo fe en usted, señora. Si dice que tiene una manera, le creo.
¿Qué implica?
Después de que me lo dijo, se hizo el silencio en la habitación. Todos
no le quedamos mirando, estupefactos, hasta que Adrian finalmente habló.
—Guau —dijo—. No puedo decir que vi venir eso.
—No creo que alguien pudiera haberlo hecho —admitió Eddie.
La atención de la Sra. Terwilliger estaba en mí.
—¿Estás dispuesta, Sydney?
Tragué saliva.
—Supongo que tengo que estarlo. Y no deberíamos desperdiciar más
tiempo.
—Primero —dijo Adrian—, ¿puedo hablar con mi esposa antes de que
sobrevenga la hilaridad?
—Por supuesto —dijo la Sra. Terwilliger, haciendo un gesto
grandilocuente.
Adrian me alejó e instó a los demás:
—Hablen entre ustedes. —Me condujo a nuestra habitación, sin
decir nada hasta que la puerta se cerró detrás de nosotros—. Sydney, te das
cuenta de que esto es loco, ¿cierto? Y no lo digo a la ligera.
Sonreí y lo atraje hacia mí.
—Lo sé. Pero ambos sabemos que no hay manera de que no pueda
no seguir una pista que nos pueda llevar a Jill.
Su expresión se oscureció,
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—Desearía poder ser más que tu coartada —dijo—. Pero si eso es lo
que se necesita… —Suspiró—. Lo que también parece loco es que te vayas
luego de que peleamos tan duro para llegar aquí y estar juntos.
—Sí, pero… —Dudé, odiando decir mis próximas palabras—. No
puedes decir que esto ha sido exactamente lo que imaginamos.
—¿Qué quieres decir? —preguntó, pero me di cuenta que ya sabía.
—Adrian, no hay duda de que te amo y quiero una vida contigo. Pero
esta vida en particular… escondiéndonos de nuestra gente… con tu madre
cerniéndose sobre nosotros… no lo sé. Quizás algo de espacio es algo bueno.
Sus ojos verdes se abrieron.
—¿Quieres alejarte de mí?
—¡No, claro que no! Pero quiero volver a evaluar las cosas, averiguar
cómo podemos tener la vida que hemos estado queriendo. —Suspiré—. Y
por supuesto, aún más que eso…
—Tenemos que encontrar a Jill —terminó.
Asentí y apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el ritmo constante
de su corazón. Esa emoción de más temprano subió dentro de mí mientras
pensaba en el año anterior y por todo lo que habíamos pasado. Habíamos
tenido que mantener nuestra relación en secreto, y luego una vez que fue
descubierta, los Alquimistas me habían tenido prisionera y trataron de
lavarme el cerebro para volver a su organización. Cada momento que tenía
ahora con Adrian era un regalo precioso, pero disfrutar de eso, darle la
espalda a Jill… bueno, eso sería egoísta.
—Encontrarla es más importante que nosotros ahora —dije.
—Lo sé —dijo, presionando un beso en mi frente—. Y parte de por
qué te amo es porque no hay duda de que tienes que hacer esto. Y que tú
me dejarías si los papeles estuvieran invertidos.
—Es lo que hacemos —dije simplemente.
—Lo juro, tan pronto como sienta que puedo escaparme de forma
segura, iré contigo. No estarás sola.
Toqué mi corazón.
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—Nunca lo estoy. Siempre te siento aquí dentro.
Llevó sus labios a los míos en un beso largo y exquisito, el tipo que
envíaba calor todo el camino desde mis dedos y pies y me hacía muy
consciente del hecho de que había una cama detrás de nosotros. Me aparté
antes de que nos distrajéramos accidentalmente.
—Estaré de vuelta antes de que lo sepas —le dije, dándole otro
abrazo—. Y si todo va según lo previsto, Jill estará conmigo.
—Si todo va según lo previsto —respondió—, recibiremos una
llamada en cualquier minuto ahora que quien la esté reteniendo la haya
dejado salir luego del cambio de ley y que está de camino a casa.
Sonreí ante eso, pero no había verdadera alegría en ello.
—Eso sería agradable.
Nos besamos de nuevo y volvimos con el resto. Me di cuenta de que
aunque Adrian y yo estábamos en buenos términos de nuevo, no habíamos
resuelto exactamente nuestra pelea de antes. Aún había una gran cantidad
de asuntos que tratar, el mayor de ellos era su continuo coqueteo con el
espíritu. Había perdido mi oportunidad, y ahora solo podía esperar lo mejor
de él.
Mientras tanto, la Sra. Terwilliger ya se había mantenido ocupada
convirtiendo nuestra cocina en un taller de hechizos. Botellas y bolsas de
componentes estaban instalados en la mesa, y hervía agua afanosamente
en la cocina. Roció algo dentro, y el vapor pronto tomó una fragancia de anís
estrellado.
—Bien, bien —dijo, apenas levantando la vista—. Están de vuelta.
¿Medirías dos cucharaditas de polvo de remolacha para mí?
Tomé su lugar a su lado y tuve una breve sensación de déjà vu. Era
fácil, momentáneamente, sentirse como si me hubiera deslizado de nuevo
en los viejos tiempos juntas. No es que hubieran sido libres de estrés
exactamente. Aprender magia de ella había sido difícil mental y
psicológicamente, y siempre había tenido las presiones adicionales de mis
luchas con Adrian y los otros. Aun así, la familiaridad era agradable,
particularmente ya que había perdido este tipo de trabajo mágico. Aún
practicaba pero raramente conjuraba algo de esta magnitud aquí en la
Corte. El hechizo que tenía en mente para que mi escape funcionara nos
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requería a las dos y unas horas de trabajo. Adrian y los otros trataron de
distraerse lo mejor que podían, y Eddie se fue para agarrar una bolsa de
viaje, ya que ninguno de nosotros sabía exactamente qué sucedería en
Pittsburgh.
Jill, deseé en silencio. Por favor, solo déjanos llegar a ese museo
robótico y encontrar a Jill allí vendiendo boletos.
De alguna manera, dudaba que fuera así de fácil.
Alrededor de las cuatro de la mañana, la Sra. Terwilliger y yo
completamos nuestro trabajo. Esto era prácticamente mediodía en el horario
vampírico, al cual me había ajustado, pero ella estaba mostrando signos de
fatiga. Sabía que estaba muriendo por café, pero la cafeína reducía la
efectividad de la magia, y había tenido que conjurar pequeños hechizos en
el camino. El final del proceso era mío, sin embargo, y mientras se acercaba
el final, comencé a cuestionar lo que estaba a punto de hacer.
—Tal vez sería más fácil sacarme de contrabando en el maletero
—dije, sosteniendo una taza con la bebida que habíamos diseñado.
—Gran probabilidad de que estarán revisando autos mientras te vas
—dijo Adrian—. Especialmente el de ella. Lissa dejó en claro que no quería
que nos fuéramos.
Comencé a llevar la poción hacia donde la Sra. Terwilliger estaba
colocando un espejo. Una nueva preocupación cayó sobre mí.
—¿Creen que me dejará volver cuando descubra que me fui?
Nadie tuvo una respuesta inmediata para eso hasta que la Sra.
Terwilliger dijo pragmáticamente:
—Siempre podemos traerte de vuelta de la misma manera en que te
estamos sacando.
Hice una mueca y miré la taza en mis manos, preguntándome cómo
me sentiría más tarde. En la sala de estar, la Sra. Terwilliger había apoyado
útilmente un espejo de cuerpo entero de la habitación de Daniella. Tiró de
transportador hacia él y abrió la puerta. Un gato blanco atigrado, el Sr.
Bojangles, salió y se sentó tranquilamente frente al espejo. Si no lo supiera
mejor, hubiera dicho que se estaba admirando a sí mismo.
—¿Sabes las palabras? —preguntó la Sra. Terwilliger.
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Asentí y me arrodillé junto al gato. Había memorizado el hechizo
durante nuestro tiempo de trabajo hoy.
—¿Algo que debería saber antes de que esto suceda?
—Solo recuerda mirar al gato una vez que se conjure el hechizo —
dijo la Sra. Terwilliger.
Miré a los otros una última vez.
—Hasta pronto, supongo.
—Buena suerte —dijo Neil.
Adrian me miró a los ojos por un largo momento, sin decir nada en
voz alta pero de alguna manera trasmitiendo un millón de mensajes. Sentí
un nudo formándose en mi garganta mientras regresaba esa sensación de
más temprano. Habíamos luchado tan duro para llegar aquí, y aquí estaba,
alejándome. No me estoy alejando, me dije. Voy a salvar a Jill. Lo que Adrian
y yo habíamos hablado más temprano era cierto. Nos amábamos pero no
éramos tan egoístas acerca de nosotros como para poder simplemente darle
la espalda a alguien que nos importaba.
Le di una pequeña sonrisa y luego bebí la poción. Tenía un sabor
ligeramente picante, no del todo desagradable pero tampoco algo que
bebería por diversión. Cuando la taza estuvo vacía, la dejé a un lado y me
concentré en el espejo, particularmente en el reflejo del gato a mi lado. El
Sr. Bojangles aún seguía sentado satisfecho, y asumí que la Sra. Terwilliger
había elegido a este gato en particular por su buen carácter. Llamé a la
magia dentro de mí, desconcentrándome del resto del mundo y
concentrándome solo en el hechizo en mano. Dije las palabras en latín, aun
mirando al gato. Además del esfuerzo físico implicado, el hechizo requería
una buena cantidad de fuerza personal, y cuando terminé de hablar, me
sentí exhausta mientras la magia surgía a través de mí y se ponía a trabajar.
Mis ojos estaban en el gato, pero poco a poco, mi visión de él cambió.
De hecho, mi visión cambió completamente. El color naranja del gato cambió
a gris en mi visión mientras que el patrón de su pelaje se agudizaba. Noté
más matices y detalles que antes en el patrón atigrado. Mientras tanto, todo
lucía increíblemente brillante, como si las luces se hubieran encendido.
Parpadeé un par de veces para tratar de aclarar esa sensación y me di
cuenta que me acercaba más y más al suelo. Algo cayó sobre mi rostro,
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oscureciéndome mi visión, y me moví debajo. Era mi camiseta. Mirando de
nuevo al espejo, me encontré mirando los reflejos de dos gatos.
Uno de ellos era yo.
—Bueno, estaré condenado.
No reconocí la voz de Adrian de inmediato. Aún era lo
suficientemente humana para comprender el lenguaje, pero mis nuevos
oídos procesaban sonidos en una manera completamente diferente. En
particular, oía más, y los ruidos ordinarios de antes parecían más altos.
Tuve poco tiempo para reflexionar sobre esto mientras dos manos me
recogían de repente y me metían dentro del transportador para gatos. La
puerta se cerró.
—No queremos confundirlos —dijo la Sra. Terwilliger.
—¿En dónde van a poner al otro? —preguntó Daniella.
—Donde quieras —dijo la Sra. Terwilliger—. No lo puedo llevar
conmigo. Los guardias me vieron entras con un gato. Me verán irme con
uno.
—¿Qué? —La voz de mi suegra llegó muy estridente a mis oídos—.
¿Esa criatura se va a quedar? —Lo imaginaba. ¿Su nuera transformándose
en un animal? Ningún problema. ¿Tener que cuidar a un gato? Crisis.
—Les recogeré una caja de arena y algo de comida para gatos —dijo
Neil amablemente.
A través de la rejilla metálica de la puerta de mi transportador,
apareció el rostro de Adrian de repente, mirándome.
—¿Qué hay de nuevo, gatita? ¿Estás bien ahí dentro?
Por costumbre, traté de responder, pero todo lo que salió fue un
aullido a medias.
El mundo de repente giró a mí alrededor mientras el transportador
se levantaba en el aire, obligándome a luchar para mantener el equilibrio
con ambos pies y sentidos que eran extraños.
—No hay tiempo para charlar —dijo la Sra. Terwilliger—. Tenemos
que irnos.
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Adrian debió haberla seguido porque su rostro apareció de nuevo por
la puerta.
—Ten cuidado, Sage. Te amo.
La Sra. Terwilliger y Eddie se despidieron y se dirigieron a la puerta.
Caminaron por el edificio y luego hacia afuera. Sabía por un reloj más
temprano que aún era de noche, pero el mundo que era capaz de ver a través
de los huecos en el transportador se veía totalmente diferente a lo que estaba
acostumbrada. Los postes de luz dispersos más que encendían la oscuridad
para mi vista mejorada, e incluso si no veía una amplia gama de colores,
podía ver mucho más lejos que lo que mis ojos humanos podrían haber visto.
Teníamos al menos una hora de longevidad del hechizo, pero mis
acompañantes mantenían un buen ritmo, caminando a paso rápido por los
jardines de la Corte al estacionamiento para visitantes.
Allí, la Sra. Terwilliger reclamó el auto de alquiler en que había
conducido y puso mi transportador en el asiento de atrás. Me daba una
pobre visión de nuestros alrededores pero aun así me permitía oír todo. En
la puerta principal, los guardianes interrogaron a la Sra. Terwilliger sobre
su visita, queriendo saber por qué Eddie estaba con ella.
—Estoy de permiso —respondió de una manera que era brusca pero
no defensiva—. Tengo temas personales que atender, y se ofreció llevarme.
—Sé que las carreteras fuera de su Corte no siempre son amistosas
en la oscuridad —añadió la Sra. Terwilliger—. Así que no me importa la
compañía.
—Esperen, y el sol saldrá en menos de una hora —dijo el guardián.
—No tengo tiempo —respondió ella—. Tengo que tomar un vuelo.
Como Adrian había predicho, los guardianes revisaron el auto a
fondo, y escuché que uno de ellos le susurraba al otro:
—Asegúrate que no hay polizones.
Mi ansiedad aumentó, y me encontré experimentando la extraña
sensación de azotar mi cola adelante y atrás.
El rostro de un dhampir apareció delante de mí, e hizo algunos
sonidos de clic.
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—Hola, gatito, gatito.
No respondí, temiendo que podría salir como un siseo.
Los guardianes finalmente nos despejaron, y así como así,
estábamos en la carretera, libres del lugar que había sido a la vez un
santuario y prisión por un mes. La Sra. Terwilliger condujo por otra media
hora para poner distancia entre nosotros y la Corte, y luego sacó el auto en
el arcén de una carretera rural. Una vez estacionado, abrió el transportador
para que pudiera salir al asiento de atrás, y dejó una pila de ropa junto a
mí. Más allá de ella, apenas podía discernir el cielo aclarándose.
—Ahí tienes —dijo, moviéndose de nuevo al asiento delantero—.
Probablemente debería habértelo dicho antes… es más fácil entrar en este
hechizo que salir de él.
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Traducido por Fanny, Lizzie Wasserstein e IvannaTG
Corregido por Lizzie Wasserstein
os minutos se sentían como horas después de la partida
de Sydney. Me paseaba por la longitud de nuestra
pequeña suite, un nudo en mi pecho, mientras me
preparaba para lo peor. En cualquier segundo, temía, me dirían que el plan
había salido mal y los guardianes habían interceptado a Sydney tratando de
escapar de la Corte.
—¿Cariño, tienes que hacer eso? —preguntó mi madre al fin—. Estás
agitando a los animales.
Me detuve y miré a dónde el Sr. Bojangles estaba vigilando
cautelosamente a Hopper, el pequeño dragón encantado que Sydney había
convocado a principios de año. Hopper se había convertido en una especie
de mascota y estaba mirando al gato con una emoción que claramente no
era recíproca.
—No creo que sea yo, mamá. Solo están…
Un timbre de mi teléfono me interrumpió, y me lancé por él,
sorprendiendo al gato y al dragón. En la pantalla de mi teléfono, un mensaje
de texto de Eddie era claro y conciso: Logramos salir de la Corte. Todo está
bien.
Respondí el texto: ¿Sigo casado con un gato?
Sí, fue la respuesta, seguida un momento después por: Pero la Sra.
T jura que es temporal.
L
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Algo de mi ansiedad disminuyó, pero no toda. Escribí: Avísame
cuando ella esté de vuelta.
Veinte minutos después, un mensaje llegó, esté de la mismísima
Sydney: De nuevo en forma humana. Todo parece estar normal.
¿Todo?, pregunté.
Bueno, aparte de la rara urgencia de seguir un punto de láser,
respondió.
Si ese es el peor efecto, me conformaré. Mantenme informado. Te amo.
Te miau también, respondió. Fue abruptamente corregido con: Quiero
decir, te amo.
Sonreí mientras alejaba el teléfono pero encontré que me sentía muy
lejos de sentir como si todo estuviera bien en el mundo. No podía quitarme
la sensación de que las cosas no estaban completamente resueltas entre
Sydney y yo, y eso ni siquiera era tomando en consideración las amenazas
físicas que ahora enfrentaba. Logró salir de la Corte… pero ahora se
enfrentaba potencialmente a todas los mismos peligros que nos habían
hecho buscar santuario aquí.
Solo si saben que está fuera. Me recordó la voz de la tía Tatiana, en
un raro momento de legítima amabilidad. Mientras nadie la esté buscando,
y no logre que la descubran, estará a salvo. Así que no lo arruines.
De acuerdo. Acordé. Y nadie tendrá alguna razón para pensar que no
está ahí. Ella nunca sale de nuestra suite, y en realidad no tenemos muchos
visitantes.
Más tarde ese día, por supuesto, tuvimos un visitante.
Por suerte, no era un regimiento de guardianes demandando saber
el paradero de Sydney, encontré a Sonya Karp Tanner de pie afuera de
nuestra puerta, sonriendo cuando me vio. Cualquier alivio que encontré al
verla, fue anulado por una ansiosa tía Tatiana.
¡No bajes la guardia a ningún precio!, dijo entre dientes.
Sonya es nuestra amiga, respondí silenciosamente.
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La tía Tatiana no estuvo de acuerdo. No importa. Nadie puede saber
que Sydney se fue, no importa que tan amigables creas que son. Todo lo que
se necesita es un pequeño desliz, no importa que tan buena sea la intención.
Entre menos gente sepa un secreto, mejor.
Con una punzada, me di cuenta de que tenía razón. Mientras tanto,
la agradable expresión de Sonya se había convertido en una de perplejidad
mientras realizaba mi conversación mental con un fantasma.
—¿Estás bien, Adrian? —preguntó Sonya.
—Bien, bien —dije, haciéndole señas para que entrara—. Solo
cansado. Como que tuve una mañana difícil—. Vagamente, hice señas hacia
mi rostro, el cual aún mostraba los signos del forcejeo con Wesley y su
equipo.
Como había esperado, Sonya fue desviada con efectividad. La
preocupación iluminó sus facciones.
—¿Qué pasó?
—Oh, lo usual. Solo algunos celosos idiotas de mi por estar casado
con la mujer más sexy de por aquí.
—¿Dónde está? —preguntó Sonya, mirando la vacía suite—. ¿Y tu
madre?
—Mamá se fue a la cama —respondí—. Y Sydney… salió a caminar.
Los afilados ojos de Sonya se enfocaron en mí de nuevo.
—¿Salió después de que fuiste atacado esta mañana?
—Bueno, hay luz afuera, así que hay menos amenaza. Y… Neil está
con ella. —Casi dije Eddie pero era seguro si Sonya quizá había escuchado
sobre él dejando la Corte. Conociendo mi suerte, Neil pasaría sin aviso y
arruinaría la historia—. Necesitaba algo de aire —añadí, mirando la
escéptica mirada de Sonya—. Quedarse encerrada en verdad la está
afectado. —Al menos, eso no era una mentira.
Sonya sostuvo mi mirada más tiempo antes de decidir finalmente
olvidar el tema. Probablemente sabía por mi aura y mi lenguaje corporal que
no estaba siendo completamente sincero, pero era poco probable que
pudiera adivinar la verdad… que Sydney se había transformado en un gato
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y había salido a escondidas de la Corte en un descabellado intento de
encontrar a Jill.
—Bueno, es a ti a quien vine a ver —dijo Sonya por fin—. Necesito
discutir sobre algo contigo. O mejor dicho… sobre alguien.
Me senté en nuestra mesa de la cocina y moví la cabeza para que ella
hiciera lo mismo. ¿Discutir sobre alguien? Podía hacer eso, mientras no
fuera Sydney.
—¿A quién tienes en mente? —pregunté
Sonya entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda.
—Nina Sinclair.
Hice una mueca. Tal vez no tan problemáticas como Sydney justo
ahora, pero Nina era en absoluto un tema bienvenido. Era un usuario del
espíritu, como yo, alguien de quien había sido muy buen amigo cuando
Sydney estaba en cautiverio. Desafortunadamente, Nina había querido ser
más que mejores amigos y había visto más en nuestra relación de lo que
había. Había tomado mal mi rechazo, y había respondido incluso peor
cuando se enteró que me había casado con una humana. En las raras veces
que me la había encontrado desde que regresé a la Corte, constantemente
recordaba el viejo adagio de “si las miradas mataran”.
—¿Qué sobre Nina? —pregunté cuidadosamente—. ¿Sigue
trabajando para ti?
Sonya era la líder en un proyecto intentando usar el espíritu para
prevenir que la gente se convirtiera en Strigoi. Nina había ayudado
inadvertidamente con esto inicialmente cuando había restaurado a su
hermana, Olive, de ser una Strigoi. Con varios de nosotros trabajando
juntos, nos las arreglamos para transferir ese espíritu mágico a la sangre
de Neil, efectivamente creando una vacuna que protegía a Neil de ser
convertido a la fuerza. La victoria de Sonya había sido de corta duración, ya
que era incapaz de replicar ese efecto en alguien más. Pero seguía
trabajando incansablemente hacía esa meta.
—Técnicamente, sí, pero ha pasado un rato desde que realmente
ofreció algo de valor. —La expresión de Sonya se oscureció—. Nina ha estado
un poco… apagada últimamente.
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No pude evitar reír un poco.
—Somos usuarios del espíritu. Todos estamos un poco apagados.
Sonya no me regresó la sonrisa.
—No así. Si pudieras verla… bueno, entenderías. Ayer la mandé a
casa porque no decía nada con sentido. También lucía como si no hubiera
dormido en semanas. El único usuario del espíritu que he visto en tan mal
estado fue… bueno, la vez que entrevisté a Avery Lazar.
Eso me detuvo en seco. Avery, otro usuario del espíritu, estaba ahora
en el hospital para enfermos mentales de una prisión Moroi.
—Avery usaba cantidades ridículas de espíritu —le recordé—. O sea,
ridículas. Y a diario. —Recordando, Jill había hecho mella en mí,
drenándome temporalmente del espíritu, pero había sido cosa de una vez.
Avery había intentado hazañas de alto poder, una y otra vez, llevándola a su
actual estado donde su mente ya no podía más—. Nina tendría que estar
haciendo alguna magia bastante seria para terminar así.
—Eso es exactamente lo que me da miedo —dijo Sonya
sombríamente.
Jadeé, pensando en Avery.
—¿Qué esté tratando de adquirir compañeros besados por la
sombra?
—No, no eso… sino algo que toma casi tanto poder y que es hecho a
diario. Cuando trato de sacarle una respuesta, me evade o solo comienza a
balbucear tonterías. —Sonya suspiró—. Estoy preocupada por ella, Adrian.
Necesita ayuda, pero no me dice nada.
Mientras el silencio crecía, de repente entendí lo que Sonya quería
decir.
—¿Qué? ¿Crees que hablará conmigo?
Sonya se encogió de hombros.
—No sé a quién más pedírselo.
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—Bueno, ¡no a mí! —exclamé—. Estaba furiosa cuando la rechacé.
Si ella está haciendo algo y necesita ayuda, no soy yo a quien va a decirle.
Necesitas pedírselo a alguien más.
—¡No hay nadie más! Su hermana sigue desaparecida. ¿Y sabías que
Nina renunció a su trabajo de la oficina? O… de hecho, creo que fue
despedida, pero es difícil conseguir una respuesta directa de ella. Por lo que
sé, tú y yo somos los únicos de por aquí a los que nos preocupa lo que se
está haciendo a ella misma, y necesitamos hacernos cargo y ayudarla.
—No hablará conmigo —reiteré.
Sonya pasó una mano por su cabello rojo oscuro.
—Tal vez te sorprendas. A pesar de que las cosas… se cayeron…
entre ustedes, ella todavía siente como si hubiera algún tipo de conexión.
Por favor, Adrian. Solo inténtalo, por favor. Si te aleja, bien. Que así sea. No
te lo pediré de nuevo.
Comencé a decir que no una vez más, pero una mirada de cerca a
Sonya me detuvo. En verdad estaba agitada por esto. Estaba en su voz y sus
ojos… incluso en los colores de su aura. Sabía que Sonya no era de las que
reaccionaban de forma exagerada. También sabía que no me pediría esto si
no estuviera verdaderamente preocupada, especialmente desde que ella fue
la que me aconsejó que me alejara de Nina para proteger sus sentimientos.
Miré la hora. Se estaba haciendo tarde para nuestros estándares. La
mayoría de los Moroi estarían yéndose a la cama.
—¿Está bien si espero hasta mañana para verla?
Sonya lo consideró y luego hizo un pequeño asentimiento.
—Estoy segura que estará bien. Por supuesto, también estoy segura
de que no estará dormida pronto. Pero tal vez sea mejor si esperas a que
regrese Sydney para irte, pero que Neil pueda acompañarte.
Por un momento, casi digo que Eddie estaba con Sydney, no Neil, y
luego recordé la historia de mentira. Tendría que comunicarme con Neil para
asegurarme de que respaldara lo que dije. Si no era cuidadoso, las cosas
podrían complicarse muy rápido. Era lo que más odiaba sobre mentir: rara
vez se mantenía simple.
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—Suena bien —dije, poniéndome de pie mientras Sonya lo hacía—.
Te avisaré como va.
—Gracias. Sé que esto no es… —Se comió sus palabras mientras que
el Sr. Bojangles salía de la habitación, con Hopper en una acalorada
persecución. Sonya se giró hacia mí, sorprendida—. ¿Cuándo conseguiste
un gato?
—Uh, hoy, de hecho. Jackie Terwilliger, ¿la vieja maestra de Sydney?,
lo dejó cuando vino de visita.
Eso era obviamente nuevo para Sonya.
—¿Estuvo aquí? ¿En la Corte? ¿Cuánto tiempo se quedó?
—No mucho —dije, deseando inmediatamente que no lo hubiera
mencionado en absoluto—. Solo comprobando a Sydney.
—Eso es mucho esfuerzo solo para comprobar a alguien. Una
llamada hubiera sido mucho más simple.
Esperaba lucir inocente.
—Sí, pero entonces no hubiera sido capaz de darnos al gato. Regalo
de bodas atrasado.
—Adrian —dijo Sonya, usando la voz que debe haber usado para
regañar a incontables estudiantes cuando era maestra de biología en la
preparatoria—, ¿qué no me estás diciendo?
—Nada, nada —dije, llevándola a la puerta—. Relájate, todos
estamos bien. La única cosa por la que necesitas preocuparte es por lo
rápido que Nina me mandará lejos.
—Adrian…
—Todo está bien —dije alegremente. Le abrí la puerta—. Gracias por
pasar. Saluda a Mikhail por mí.
Por su expresión, era claro que fallé completamente en convencerla
de mi inocencia, pero al menos no lucía como si fuera a obligarme a decirle
lo que en realidad estaba pasando, por ahora. Nos despedimos y respiré un
suspiro de alivio cuando se fue, esperando que nadie más viniera y me
forzara a formular otra pobre excusa de por qué Sydney no estaba por aquí.
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Fui a la cama poco después y fui despertado a medio día por un
nuevo mensaje de texto de Sydney. Reportaba que ella, Eddie y Jackie
habían llegado a Pittsburgh pero que no estarían investigando el museo
hasta en la noche. Me aseguró que todo estaba bien, y le aseguré lo mismo,
decidiendo que era lo mejor si no sabía que había acordado ir a hablar con
una chica potencialmente loca quien, o estaba enamorada de mí, o
despreciaba todo de mí. Sydney ya tenía suficiente por lo que preocuparse.
Cuando la Corte Moroi comenzó a despertarse más tarde ese día, me
las arreglé para que Neil regresara y me acompañara a la casa de Nina. Era
suficientemente temprano como para que la gente estuviera afuera, pero
pensé que era mejor prevenir que lamentar. Neil manejaba por deber, estaba
feliz de ayudarme, pero sabía que tenía un interés oculto para ir a ver a
Nina. Hace meses, él y la hermana de Nina, Olive, habían tenido el comienzo
de un floreciente romance. Ninguno de nosotros estaba completamente
seguro de que tan lejos habían ido, pero las cosas habían terminado
abruptamente cuando Olive se había ido con poco contacto con Nina y
ninguno con Neil. Dudaba que Nina tuviera algún nuevo detalle sobre el
paradero de su hermana, pero probablemente Neil estaba esperando algo de
información.
El sol de verano todavía estaba sobre el horizonte, incluso alrededor
de las seis, cuando llegamos a la puerta de Nina. Vivía en una sección de
apartamentos habitados por otros empleados de la Corte (o ex empleados,
como resultaba), lejos de los alojamientos mucho más elegantes donde la
realeza como mi padre vivía. Tomé una profunda respiración mientras
miraba la puerta, reuniendo mi coraje.
—No va a ser más fácil si lo pospones —me dijo Neil, inútilmente.
—Lo sé. —Resuelto, di dos pequeños golpes a la puerta,
secretamente esperado que Nina estuviera durmiendo o que no estuviera en
la casa. Entonces podría decirle honestamente a Sonya que había tratado y
dejarlo así. Desafortunadamente, Nina abrió la puerta casi inmediatamente,
como si hubiera estado esperando a lado de ella.
—Hola, Adrian —dijo con cautela. Sus ojos grises se levantaron más
allá de mí—. Neil.
Él asintió para saludar, pero yo estaba momentáneamente
asombrado. Nina no venía de ancestros ricos o de la realeza, pero eso nunca
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había afectado su belleza, y siempre se había presentado en una manera
impecable.
Al menos, solía hacerlo.
Esa Nina que yo había conocido no estaba a la vista. Su oscuro y
rizado cabello lucía como si no se hubiera cepillado recientemente. De
hecho, no estaba seguro de que lo hubiese lavado en un rato tampoco. Una
arrugada falda azul a cuadros desentonaba con una camiseta naranja, sobre
lo cual llevaba un cárdigan gris al revés. Uno de sus pies se hallaba cubierto
con un blanco calcetín corto. Su otro calcetín, adornado con rayas rojas y
blancas, llegaba a su rodilla.
Y sin embargo, lo más alarmante no era la extraña elección del
vestuario; en su lugar, era la expresión de su rostro que me decía que Sonya
no exageraba. Oscuros círculos colgaban bajo los ojos de Nina, aunque sus
propios ojos eran claros y casi demasiado alertas, brillaban febrilmente. Era
una mirada que había visto antes en los usuarios del espíritu empujados al
límite. Era una mirada que había visto en el rostro de Avery Lazar.
Tragué saliva.
—Hola, Nina. ¿Podemos entrar?
Sus ojos se estrecharon.
—¿Por qué? ¿Así puedes decirme otra vez cuán totalmente
inadecuados somos? ¿Así puedes decirme cómo nosotros nunca, jamás
posiblemente podremos salir, visto que no soy humana y que al parecer solo
te enganchas con personas que sirven también de cena?
Mi temperamento comenzó a estallar ante el desprecio, pero luego
me recordé a mí mismo que ella no estaba bien.
—Lo siento por lo que dije la última vez, lo digo en serio. Conocí a
Sydney mucho antes de conocerte. Pero eso no es por lo que estoy aquí para
hablar contigo. Por favor, ¿podemos entrar?
Nina me miró sin decir nada durante mucho tiempo, y aproveché la
oportunidad para recurrir al espíritu y echar un vistazo a su aura. Como
Lissa ayer, el aura de Nina estaba llena con el pálido dorado de un usuario
del espíritu. A diferencia de Lissa, sin embargo, el dorado de Nina tenía una
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débil, casi acuosa calidad del mismo. No quemaba como una llama. Los
otros colores eran igualmente frágiles, titilaban prendidos y apagados.
—Está bien —dijo al fin.
Ella dio un paso a un costado y nos dejó pasar. Lo que encontré
dentro era casi tan desconcertante como su apariencia. Había estado antes
en su casa, cuando ella y yo fuimos a un montón de fiestas juntos. El
pequeño apartamento era en realidad más que un estudio, con dormitorio y
sala de estar fusionados en uno. A pesar de su pequeño tamaño, Nina
siempre había hecho un gran esfuerzo para mantener su casa ordenada y
bien decorada. Al igual que la atención proporcionada a su físico exterior,
aunque, el cuidado parecía ser una cosa del pasado.
Costrosos y malolientes platos se apilaban en el fregadero de la
cocina, donde un par de moscas zumbaban perezosamente. Ropa sucia,
libros y latas de bebida energética estaban apilados por todas partes, mesas,
suelo, incluso la cama. Lo más extraño de todo era una pila de revistas en
el suelo con una pila de papel triturado junto a ellas.
—¿Cómo duermes? —pregunté, incapaz de evitarlo.
—No lo hago —dijo, juntando las manos detrás de su espalda—. No
lo hago. No hay tiempo. No puedo correr el riesgo.
—Tienes que dormir en algún momento —dijo Neil pragmáticamente.
Ella negó frenéticamente.
—¡No puedo! Tengo que seguir tratando de encontrar a Olive. Quiero
decir, la he encontrado. Algo así. Depende de cómo se mire. Pero no puedo
llegar a ella, ¿sabes? Ese es el problema. Es por eso que tengo que seguir
intentándolo. El por qué no puedo dormir. ¿Entiendes?
No lo entendía en absoluto, pero el aliento de Neil se contuvo ante la
mención del nombre de Olive.
—¿La encontraste? ¿Sabes dónde está?
—No —dijo Nina, sonando un poco irritada—. Justo les acabo de
decir eso.
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Sin previo aviso, se contoneó hasta suelo junto a la pila de revistas.
Recogió una revista al azar y empezó a romperla, página por página, en
pequeños pedazos, edificando la pila de hojas trituradas.
—¿Qué estás haciendo? —pregunté.
—Pensar —respondió ella.
—No, me refiero a las revistas.
—Esto me ayuda a pensar —explicó.
Neil y yo intercambiamos miradas.
—Nina —dije con cuidado—, creo que tal vez deberías ir a visitar a
un médico. Neil y yo podemos ir contigo, si quieres.
—No puedo —protestó, aun triturando metódicamente la revista—.
No hasta que contacte a Olive.
Me agaché a su lado, deseando tener una mejor idea de cómo hablar
con alguien tan claramente inestable. Uno pensaría que sería un experto.
—¿Cómo estás tratando de contactarla? ¿Por teléfono?
—En sueños —dijo Nina—. Lo logré. Un par de veces. Pero luego ella
me bloqueó. Volvió el sueño contra mí. Estoy tratando de luchar a través de
él, pero no puedo.
Me di cuenta por la expresión de Neil que esperaba que hubiese
tenido sentido para mí, pero me encontraba más confundido que nunca.
Una persona particularmente resistente podría hacer difícil para un usuario
del espíritu formar una conexión de sueño, pero el resto no tenía ningún
sentido.
—Olive no es un usuario del espíritu —dije—. No puede hacer nada
al sueño sin tú permiso. Ejerces el control final.
—Ella puede, ella puede, ella puede. —Nina comenzó a romper la
revista con energía renovada—. ¡Cada vez que intento hablar con ella,
construye algún obstáculo! Cosas en las que nunca pensé siquiera. Sus
pesadillas, mis pesadillas. Las de alguien. Las combato. Lo hago. Realmente,
lo hago. Pero se necesita mucho espíritu. —Detuvo abruptamente la
trituración y miró perdidamente al vacío con tristeza—. Es agotador. Y para
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cuando lo atravieso, se escabulló. Se despierta a sí misma, y no puedo
hablar con ella. No puedo preguntarle por qué me dejó. ¿Sabes? —Los ojos
de Nina revoloteaban de mí a Neil—. ¿Sabes por qué se fue?
—No —dije suavemente—. Todo lo que sé es que necesitas un poco
de descanso en serio. —Empecé a poner una mano sobre su hombro, y se
apartó, ira brillando en sus ojos.
—No me fastidies —dijo en voz baja—. No vengas aquí y actúes como
si fueras mi amigo.
—Soy tú amigo, Nina. No importa lo que sucedió o no sucedió entre
nosotros, soy tu amigo. Quiero ayudarte.
Su ira al instante volcó a la desesperación.
—Nadie puede ayudarme. Nadie puede… espera. —Inesperadamente
me agarró del brazo, sus dedos clavándose con asombrosa, e incómoda
resistencia—. Tal vez me puedas ayudar. Eres el mejor soñador. Ven
conmigo la próxima vez que visite a Olive. Entonces verás... ¡verás cómo está
controlando el sueño! Si combinamos nuestros poderes, ¡tal vez seremos lo
suficientemente fuertes como para detenerla! ¡Entonces podremos hablar
con ella!
Negué.
—Nina, no hay manera de que ella pueda...
Esos dedos se profundizaron en mi brazo.
—¡Lo hace, Adrian! Únete a mí, y lo verás.
Pensé detenidamente antes de responder. Nina tenía razón acerca de
mi siendo el mejor soñador espiritual (eso lo sabíamos), y nunca había visto
ningún indicio de un no-usuario del espíritu siendo capaz de tomar el
control de un sueño. Nina creía claramente que ese era el caso y que eso le
impedía hacer contacto con Olive. No me atrevía a decirlo, pero me
preguntaba si Nina últimamente había estado utilizando tanto espíritu que
su control vacilaba. Eso explicaría por qué tenía dificultades para forjar una
conexión de sueño, y en su estado aturdido, surgió con la idea de que Olive
interfería.
Sí, pero, ¿qué si ella estuvo utilizando demasiado espíritu? preguntó
tía Tatiana.
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Era una buena pregunta. Mirando por encima de Nina y su estado
de confusión, me encontré perdido. Incluso si ella trataba de formar una
conexión de sueño espiritual con Olive todos los días, no había manera de
que sola pudiera haber conducido a Nina a este estado. ¿En qué más estaba
usando magia? ¿O estaba su deterioro mental siendo acelerado por algo más
que la magia? ¿Era la culminación de eso y el estrés personal... como la
desaparición de Olive y mi rechazo?
—¿Adrian? —preguntó Neil tentativamente—. ¿No hay ninguna
manera en que consideres ayudar?
Sin conocer mis pensamientos, él creía que mi duda era sobre la
negativa a ofrecer asistencia. La verdad era que no sabía cómo. Y
honestamente, Nina necesitaba mucho más que ayuda con un sueño
espiritual. Necesitaba ayuda con su vida.
—Está bien —dije al fin—. Voy a ayudarte a conectar con ella en un
sueño, pero solo si duermes un poco.
Inmediatamente, Nina comenzó a negar.
—No puedo. Estoy demasiado emocionada. Tengo que seguir
buscando. Tengo que...
—Vas a dormir un poco —ordené—. Estoy trayendo a Sonya aquí y
ella te traerá un sedante. Lo tomarás. Y dormirás.
—Más tarde lo haré. En este momento, tenemos que llegar a Olive.
Está en un horario humano. Irá pronto a la cama, y no puedo dormir. La
contactaremos primero y...
—No. No hay trato. —Hice mi voz tan firme y severa como pude—. Si
ella esperó tanto tiempo, seguirá esperando. Primero dormir. ¡Por el amor
de Dios, Nina! Mírate a ti misma. Estás...
—¿Qué? ¿Qué? —preguntó, antes de regresar a la mirada febril—.
¿Hecha un lío? ¿Fea? ¿No lo suficientemente buena para ti?
—Agotada. —Suspiré—. Ahora, por favor. Llamaré a Sonya. Podrás
dormir hoy, y para mañana buscaremos a Olive. Si estás descansada,
estarás en mejores condiciones para, eh, luchar contra su control. —Todavía
no compraba eso, pero Nina lo hizo, y finalmente cedió.
—Está bien —dijo—. Puedes llamar a Sonya.
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Lo hice, y Sonya se sintió aliviada al oír que hice un progreso, por
pequeño que fuera. Prometió venir con algo para ayudar a dormir a Nina, y
prometí esperar hasta entonces. Cuando corté la llamada, Nina volvió a su
trituración y empezó a tararear lo que sonaba como Sweet Caroline.
—Es muy amable de tu parte el ayudarla —murmuró Neil, llegando
a estar a mi lado en la habitación—. El sueño le hará bien. Y por mis propias
razones egoístas... Bueno, admito que estoy ansioso también por que tengas
contacto con Olive. No es que esa sea tú razón principal para hacer esto.
—Oye, es una razón suficiente. Todas lo son. —Traté de mantener
mi voz ligera, sin suponer exactamente cuán molesto me hallaba por el
estado de Nina. Porque si tuviera que ser honesto, no estaba haciendo esto
solo por Neil, Sonya, o Nina. Observando a Nina mientras se sentaba allí
tarareando, tan claramente fuera de sus cabales... bien, la verdad era, que
no fue tan difícil imaginarme en ese estado algún día. Y si llegaba a eso,
esperaba desesperadamente que alguien pudiera ayudarme también.
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Traducido por Fanny, Jessy y Lizzie Wasserstein
Corregido por Lizzie Wasserstein
o recomiendo convertirse en un gato.
En sí la experiencia de ser un
gato no es tan mala. ¿Pero salir de ello?
Horrible. Sentía como si hubiera sido
partida en dos. Mis huesos y piel se
estiraban y torcían en maneras en que la naturaleza no tenía intención, y
cuando había terminado todo, me sentía golpeada y con moretones, como la
vez que había caído por volar en las escaleras de niña. Una vaga sensación
de nauseas se asentó en la punta de mi estómago, y por un momento de
pánico, pensé que vomitaría. El vomito forzado había sido uno de los
muchos castigos que los Alquimistas me habían puesto mientras estaba
cautiva, y la mera idea de eso, desencadenaba una avalancha de recuerdos
desagradables. Por suerte, la sensación pasó pronto, y me sentí más o
menos como la antigua yo.
—Hay un excelente lugar para comprar café como a unos veinte
kilómetros —dijo la Sra. Terwilliger una vez que estaba acomodada y me
había puesto el cinturón—. Nos detendremos ahí por algo de gasolina antes
de ir a Pittsburgh.
Asentí, terminé un mensaje de texto para Adrian, y estiré mis
piernas, aun llegando a un acuerdo con el regreso de mi antiguo cuerpo. A
mí lado en el asiento, estaba una caja de madera que la Sra. Terwilliger
había traído, y me asomé para verla mejor. Fuera de su hechizo para sellarla,
no había nada extraordinario sobre ella. En el mes desde la desaparición de
Jill, había habido muchas especulaciones sobre quien se la había llevado.
N
Página55
Casi siempre, culpábamos a algún Moroi disidente que no apoyaba a Lissa.
Sin embargo, esto claramente mostraba evidencia de magia humana, lo que
cambiaba todo lo que creíamos. Además de mí, no sabíamos de humanos
que usaban magia trabajando con Moroi.
Solo podía esperar que este museo ofreciera algunas respuestas, tan
poco probable como parecía. Dentro de la caja, las palabras de ese volante
me miraban: VEN A JUGAR, SYDNEY.
Una vez que tuvimos nuestro café, el viaje pasó sin eventos, con
nuestra única parada siendo una construcción de verano dispersa por la
carretera. Honestamente, hubiera sido un placentero viaje por carretera, si
no fuera por el hecho de que todos seguíamos nerviosos por la preocupación
y tensión. Estaba preocupada de que Adrian pudiera hacer algo imprudente
en la Corte. Y, por supuesto, estaba preocupada por Jill. Claramente, Eddie
también lo estaba, y más que hacerlo sentir mejor, esta nueva pista, solo
había incrementado su agitación. Apenas y nos dijo dos palabras en todo el
camino. A pesar de todo, hicimos buen tiempo llegando al Museo del Robot
en Pittsburgh en la tarde. Un cartel pintado a mano declaraba que era
“famoso mundialmente”, pero ninguno de nosotros había escuchado de él.
A juzgar por el vacío estacionamiento, no mucha gente sabía de él tampoco.
—Usualmente estamos más ocupados los fines de semana —explicó
el encargado en la ventana de admisión. Compramos tres boletos y
entramos.
—Por favor entren, por favor entren —disparó un robot parado cerca
de la entrada. No se movía y había sido parchado con cinta adhesiva en
muchos lugares. En sus brazos, sostenía un gran cartel de bienvenida en
forma rectangular.
La mayor parte del museo estaba dentro de una larga galería que
mostraba una surtida variedad de robots usados tanto para entretener como
para prácticas de aplicaciones de negocios. La mayoría de las pantallas
estaban estáticas, pero algunas estaban animadas, como una línea de
montaje mostrando a un robot que revisaba el control de producción. Una
cinta transportadora en un bucle sin fin mandaba tazas de cerámica, dando
vueltas y vueltas, y pasando una cosa que parecía una caja que pausaba y
escaneaba cada una, iluminando luces verdes o rojas, dependiendo si
encontraba un defecto.
Página56
Una habitación contigua mostraba “Una Historia de Robótica” a lo
largo de sus paredes. Incluía orígenes mitológicos, como autómatas que
servían al dios Griego Hefesto, lo que pensé que era un lindo toque. La mayor
parte de la línea del tiempo se enfocaba en el desenvolvimiento en el siglo
veinte y veintiuno y terminaba con ¿¿¿EL FUTURO???
Miré esos signos de interrogación por un momento, pensando que tal
vez muy bien podrían ser una etiqueta para mi propio futuro. ¿Qué sostenía
mi vida? ¿Alguna vez sería capaz de conseguir la universidad y los sueños
de viajar por todo el mundo que había albergado por tanto tiempo? ¿O mi
vida estaría limitada a una habitación rodeada por vampiros? ¿Estar
huyendo era el mejor resultado que podía esperar?
—¿Sydney?
La voz de la Sra. Terwilliger me sacó de la habitación de la línea del
tiempo, y regresé a la galería principal. Ella y Eddie estaban al lado de una
enorme vitrina de cristal como pantalla de lo que parecía un dinosaurio con
el doble de mi estatura. Lo reconocí como el del volante, al lado del cual mi
nombre había estado escrito. La Sra. Terwilliger con la mano sobre el cristal,
me preguntó;
—¿Puedes sentir esto?
Puse mi mano al lado de la suya y esperé. Después de varios
segundos, sentí algún tipo de zumbido de energía. Eddie nos imitó pero
luego sacudió su cabeza.
—No siento nada —dijo.
—Hay un encantamiento en esta pantalla —explicó la Sra.
Terwilliger, alejándose.
—¿Puedes decir algo sobre él? —pregunté. Ella era más sensible a
ese tipo de cosas que yo. Era una habilidad que requería práctica.
—No. Necesito abrir esta vitrina.
Había una pequeña cerradura sobre la vitrina de cristal que
cualquiera de nosotros probablemente podría haber abierto con un hechizo.
Por lo que pude ver, no había otra seguridad o alarma electrónica en esta
pantalla o en las otras, y honestamente, no estaba sorprendida. Algo me
decía que este lugar no tenía el presupuesto para nada de alta tecnología,
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  • 1.
  • 3. Página3 SINOPSIS Bloodlines 6 La épica conclusión de la Serie Bestselling New York Times Bloodlines de Richelle Mead está finalmente aquí... ydney Sage es una Alquimista, una de un grupo de humanos aficionados a la magia que sirven para unir los mundos de los humanos y los vampiros. Protegen los secretos de los vampiros, y las vidas humanas. Después de que su romance secreto es expuesto, Sydney y Adrian se encuentran frente a la ira tanto de los Alquimistas como de los Moroi en esta electrizante conclusión de la Serie Bestselling New York Times Bloodlines de Richelle Mead. Cuando la vida de alguien que ambos aman es puesta en la línea de fuego, Sydney arriesga todo para cazar a un antiguo enemigo mortal. Mientras tanto, Adrian se ve envuelto en un rompecabezas que podría ser la clave para un sorprendente secreto sobre la magia del espíritu, un secreto que podría sacudir todo el mundo Moroi. S
  • 4. Página4 Contenido Sinopsis Capítulo 1 Capítulo 2 Capítulo 3 Capítulo 4 Capítulo 5 Capítulo 6 Capítulo 7 Capítulo 8 Capítulo 9 Capítulo 10 Capítulo 11 Capítulo 12 Capítulo 13 Capítulo 14 Capítulo 15 Capítulo 16 Capítulo 17 Capítulo 18 Capítulo 19 Epílogo Richelle Mead
  • 5. Página5 Traducido por areli97, Lizzie Wasserstein y Jadasa Youngblood Corregido por Lizzie Wasserstein a vida de casado no era lo que había esperado. No me malinterpretes: No tenía ningún arrepentimiento sobre la mujer con la que me había casado. De hecho, la amaba más de lo que alguna vez imaginé que era posible amar a otra persona. Sin embargo, ¿la realidad en la que vivíamos? Bueno, solamente digamos que realmente tampoco me imaginé algo como eso alguna vez. En todas nuestras fantasías previas, habíamos soñado con lugares exóticos y, más importante, con la libertad. Estar encerrados en un pequeño conjunto de habitaciones nunca había sido parte de ningún plan de escape, mucho menos una escapada romántica. Pero nunca fui de los que renunciaban a un desafío. —¿Qué es esto? —preguntó Sydney, sorprendida. —Feliz aniversario —dije. Ella acababa de terminar de ducharse y vestirse y ahora estaba de pie en la puerta del baño, mirando alrededor a la transformación que había forjado en nuestra sala de estar. No había sido sencillo hacer tanto en tan poco tiempo. Sydney era una persona eficiente, y eso se extendía a las duchas también. ¿Yo? Podrías haber conducido una demolición y remodelación entera en el tiempo que me tomaba ducharme. Con Sydney, apenas había habido tiempo suficiente para decorar el lugar con velas y flores. Pero me las había arreglado. L
  • 6. Página6 Una sonrisa se arrastró sobre su rostro. —Ha sido solo un mes. —Oye, no digas “solo” —advertí—. Aun así es monumental. Y te dejaré saber que planeo celebrar cada mes por el resto de nuestras vidas. Su sonrisa se convirtió en una sonrisa completa mientras pasaba sus dedos sobre los pétalos de un florero lleno de flores. Eso hizo que mi corazón doliera. No podía recordar la última vez que había visto una sonrisa tan genuina en ella. —Incluso conseguiste peonias —dijo—. ¿Cómo te las arreglaste para eso? —Oye, tengo mis métodos —declaré altivamente. Aunque probablemente es mejor que ella no sepa cuáles son esos métodos, advirtió una voz en mi cabeza. Sydney paseó alrededor y evaluó el resto de mi obra, la cual incluía una botella de vino tinto y una caja de trufas de chocolate colocadas artísticamente en la mesa de la cocina. —¿No es un poco temprano en el día? —bromeó. —Depende de a quién le estés preguntando —dije, asintiendo hacia la ventana oscura—. Para ti, es técnicamente el anochecer. Su sonrisa se atenuó un poco. —Honestamente, ahora difícilmente siquiera sé qué hora es de todas maneras. Este estilo de vida le está pasando factura, mi voz interior advirtió. Solo mírala. Incluso en las parpadeantes luces de las velas, podía ver los signos del estrés que Sydney estaba sintiendo. Sombras oscuras bajo sus ojos. Una apariencia perpetuamente abatida, nacida más de la desesperación que de la fatiga. Ella era la única humana en la Corte Real Moroi que no estaba aquí específicamente para alimentarnos a nosotros los vampiros. También era la única humana en cualquier lugar Moroi civilizado que se ha casado con uno de nosotros. Hacerlo había significado incurrir en la furia de su
  • 7. Página7 propia gente y separarse a sí misma de amigos y familia (los que aún estaban hablándole, por lo menos) en el mundo exterior. Y gracias al desdén y a las miradas entrometidas que ella recibía alrededor de la Corte, Sydney prácticamente se había separado a sí misma de las personas aquí también, reduciendo su mundo entero a nuestro conjunto de habitaciones. —Espera, hay más —dije rápidamente, esperando distraerla. Con pulsar un botón, música clásica empezó a tocar a través del sistema de sonido de la sala de estar. Extendí mi mano hacia ella—. Desde que no pudimos bailar en nuestra boda. Eso trajo la sonrisa de vuelta. Ella tomó mi mano y me dejó atraerla más cerca. La giré alrededor de la habitación, con cuidado de no tirar ninguna de las velas, y ella me recompensó con regocijo. —¿Qué estás haciendo? Es un vals. Tiene tres tiempos. ¿No puedes escucharlo? Un-dos-tres, un-dos-tres. —¿En serio? ¿Eso es lo que es un vals? Huh. Solo escogí algo que sonaba elegante. Desde que no tenemos realmente una canción o algo. —Consideré eso por un segundo—. Supongo que hemos fallado como una pareja en ese aspecto. Ella se burló. —Si esa es nuestra falla más grande, entonces creo que lo estamos haciendo bien. Largos momentos pasaron mientras bailaba con ella alrededor de la habitación, entonces dije repentinamente: —She Blinded Me With Science. —¿Qué? —preguntó Sydney. —Esa podría ser nuestra canción. Se rio abiertamente, y me di cuenta que no había escuchado ese sonido en un muy largo tiempo. De alguna manera logró hacer que mi corazón doliera y saltara al mismo tiempo. —Bueno —dijo—. Supongo que eso es mejor que Tainted Love.
  • 8. Página8 Ambos nos reímos entonces, y ella descansó su mejilla contra mi pecho. Besé la parte superior de su cabeza dorada, respirando los aromas mezclados de su jabón y su piel. —Se siente incorrecto —dijo suavemente—. Ser feliz, quiero decir. Cuando Jill está ahí afuera. Ante ese nombre, mi corazón se hundió, una pesada oscuridad amenazó con descender sobre mí y romper ese pequeño momento de alegría que había creado. Tuve que empujar con fuerza a lo lejos la oscuridad, haciéndome retroceder de un peligroso precipicio que conocía demasiado bien estos días. —La encontraremos —susurré, apretando mi agarre en Sydney—. Donde sea que esté, la encontraremos. Si todavía está viva, dijo maliciosamente esa voz interna. Probablemente vale la pena señalar que la voz que continuaba hablando en mi cabeza no era parte de algún ejercicio mental. Era en realidad una voz muy distintiva, perteneciente a mi tía muerta, Tatiana, antigua reina de los Moroi. Ella no estaba conmigo en ninguna forma fantasma, sin embargo. Su voz era un espejismo, nacido del creciente agarre que la locura estaba tomando en mí, gracias al raro tipo de magia que yo usaba. Una rápida prescripción la habría callado, pero también me habría cortado de mi magia, y nuestro mundo era demasiado impredecible ahora mismo como para hacer eso. Así que este fantasma de la tía Tatiana y yo habíamos sido compañeros de habitación en mi mente. Algunas veces esa presencia ilusoria me aterrorizaba, haciéndome preguntarme qué tanto tardaría hasta que me volviera completamente loco. En otras ocasiones, me encontraba a mí mismo tomándolo con calma, y eso me asustaba incluso más, estaba empezando a considerarlo como normal. Por ahora, me las arreglé para ignorar a la tía Tatiana mientras besaba a Sydney de nuevo. —Encontraremos a Jill —dije más firmemente—. Y mientras tanto, tenemos que continuar viviendo nuestras vidas. —Supongo —dijo Sydney con un suspiro. Podía decir que estaba tratando de convocar de vuelta su alegría más temprana—. Si se supone que
  • 9. Página9 esto está compensando nuestra falta de baile de bodas, me siento un poco desvestida. Quizás debería ir a desenterrar ese vestido. —De ninguna manera —dije—. No es que el vestido no fuera grandioso. Pero como que me gustas desvestida. De hecho, no me importaría que estuvieras mucho más desvestida… Dejé de bailar el vals (o cualquier movimiento de baile que había estado tratando de hacer) y bajé mi boca hacia la suya en un tipo de beso muy diferente que el que le acababa de dar. El calor me llenó mientras sentía la suavidad de sus labios, y estuve sorprendido de sentir una apasionada respuesta por su parte. A la luz de nuestras recientes circunstancias, Sydney no se había estado sintiendo particularmente física, y honestamente, no podía culparla. Había respetado sus deseos y mantenido mi distancia… sin darme cuenta de cuánto había extrañado ese fuego en ella hasta ahora. Nos encontramos hundiéndonos en el sillón, los brazos envueltos apretadamente alrededor del otro, todavía besándonos apasionadamente. Me detuve para estudiarla, admirando la manera en que la luz de las velas brillaba en su cabello rubio y sus ojos marrones. Me podría haber ahogado en esa belleza, eso y el amor que podía sentir irradiando de ella. Era un perfecto y muy necesitado momento romántico… por lo menos, lo era hasta que la puerta se abrió. —¿Mamá? —exclamé, saltando lejos de Sydney como si fuera un niño de preparatoria y no un hombre casado de veintidós. —Oh, hola, querido —dijo mi madre, paseándose dentro de la sala de estar—. ¿Por qué están todas las luces apagadas? Parece un mausoleo aquí adentro. ¿Se fue la electricidad? —Encendió el interruptor de luz, haciendo que ambos Sydney y yo hiciéramos una mueca—. Está de vuelta ahora. Pero realmente no deberían de haber encendido tantas velas. Es peligroso. —Amablemente sopló un grupo para apagarlas. —Gracias —dijo Sydney llanamente—. Es lindo saber que se está tomando la seguridad en serio. —Su expresión me recordó a la vez que mi madre había “amablemente” sacado un montón de notas adhesivas que estaban “amontonadas” en un libro en el que Sydney había pasado horas anotando laboriosamente.
  • 10. Página10 —Mamá, pensé que ibas a estar fuera por un par de horas —dije intencionadamente. —Lo estaba, pero se estaba volviendo simplemente demasiado incómodo en la sala de los alimentadores. Tú pensarías que todos estarían ocupados en la reunión del consejo, pero no. Demasiadas miradas. No me podía relajar. Así que ellos simplemente me dejaron traer uno conmigo. —Miró alrededor—. ¿Adónde se fue? Ah, ahí. —Dio un paso de vuelta al pasillo y condujo a un aturdido humano que no era mucho más viejo que yo—. Siéntate por ahí en esa silla, y estaré contigo en un momento. Salté sobre mis pies. —¿Trajiste a un alimentador aquí? Mamá, tú sabes cómo se siente Sydney acerca de eso. Sydney no hizo ningún comentario pero palideció ante la vista del alimentador sentado al otro lado de la habitación. Sus ojos aturdidos y felices por las endorfinas que recibía de dejar que los vampiros se alimentaran de él, miraban alrededor en blanco. Mi madre suspiró con exasperación. —¿Qué esperas que haga, querido? No había ninguna manera de que me pudiera alimentar con Maureen Tarus y Gladys Dashkov sentadas ahí y chismorreando justo a mi lado. —¡Espero que tengas un poco de consideración con mi esposa! —exclamé. Desde que Sydney y yo nos habíamos casado y buscado refugio en la Corte, la mayoría de las personas, incluyendo a mi propio padre, nos habían vuelto la espalda. Mi mamá se había mantenido con nosotros, incluso yendo tan lejos como para vivir con nosotros, lo cual no estaba exento de complicaciones. —Estoy segura que ella puede simplemente esperar en su dormitorio, —dijo mi madre, inclinándose para apagar más velas. Detectando las trufas en la mesa, se detuvo para meter una en su boca. —Sydney no se tiene que esconder en su propia casa —argumenté. —Bueno —dijo mi madre—, tampoco yo. Es mi casa también. —No me importa —dijo Sydney, parándose—. Esperaré.
  • 11. Página11 Estaba tan frustrado, quería arrancar mi cabello. La pasión ya no era el problema. Todo rastro de esa felicidad temprana que había visto en Sydney se había ido. Se estaba retrayendo de vuelta en sí misma, de vuelta a la sensación de desesperanza de ser una humana atrapada en un mundo de vampiros. Y entonces, imposiblemente, las cosas se pusieron peor. Mi madre había notado uno de los floreros con peonias. —Son hermosas —dijo—. Melinda debe de haber estado muy agradecida por esa curación. Sydney se congeló en la mitad de un paso. —¿Qué curación? —No es importante —dije precipitadamente, esperando que mi madre captara la señal. En otras ocasiones, Daniella Ivashkov era una mujer remarcablemente astuta. Hoy, sin embargo, ella parecía estar en un modo totalmente inconsciente. —Melinda Rowe, la florista de la Corte —explicó mi madre—. Adrian y yo nos tropezamos con ella la última vez que estuvimos afuera en una alimentación. Ella estaba teniendo un terrible brote de acné, y Adrian fue lo suficientemente amable para acelerar su curación. Ella prometió ayudarlo a obtener algunas peonias en existencia a cambio. Sydney se giró hacia mí, sin hablar por su furia. Necesitando calmar la situación inmediatamente, tomé posesión de su brazo y la jalé dentro de nuestro dormitorio. —Hazlo rápido —le grité a mi mamá, justo antes de cerrar la puerta. Sydney arremetió inmediatamente. —Adrian, ¿cómo pudiste? ¡Lo prometiste! ¡Prometiste no usar el espíritu, a menos que fuera para ayudar a encontrar a Jill! —No fue nada —insistí—. Difícilmente tomó algo del poder del todo. —¡Se acumula! —chilló Sydney—. Sabes que lo hace. Cada pequeña cosa. No puedes desperdiciarlo en cosas como ésta… ¡en el acné de alguien! Aunque entendía por qué estaba molesta, no podía evitar más que sentirme un poco herido.
  • 12. Página12 —Lo hice por nosotros. Por nuestro aniversario. Pensé que te gustaría. —Lo que me gustaría es que mi esposo se mantuviera cuerdo —espetó de regreso. —Bueno, estamos más allá de eso —dije. Ella ni siquiera sabe la mitad de ello, remarcó tía Tatiana. Sydney cruzó sus brazos y se sentó en la cama. —¿Ves? Ahí vas. Haciendo una broma de todo. Esto es serio, Adrian. —Y yo estoy siendo serio. Sé lo que puedo manejar. Ella se encontró con mi mirada desapasionadamente. —¿Lo sabes? Todavía creo que estarías mejor deteniendo el espíritu del todo. Vuelve a tus píldoras. Es más seguro. —¿Qué hay acerca de encontrar a Jill? —le recordé—. ¿Qué si necesitamos mi magia del espíritu de vuelta para eso? Syney miró alejó la mirada. —Bueno, no ha sido de mucho uso hasta ahora. La magia de nadie lo ha sido. El último comentario era una condena para sí misma tanto como para mí. Nuestra amiga Jill Mastrano Dragomir había sido secuestrada hace un mes, y hasta ahora, nuestros esfuerzos para encontrarla habían sido para nada. No había sido capaz de alcanzar a Jill en los sueños espirituales, ni tampoco Sydney, una adepta estudiante de la brujería humana, había sido capaz de localizarla usando los hechizos a su disposición. Lo mejor que la magia de Sydney había sido capaz de decirnos era que Jill seguía con vida, pero eso era todo. La creencia general era que donde sea que estuviera, Jill estaba siendo drogada, lo cual podía esconder efectivamente a alguien de la magia humana y Moroi. No nos detuvo a ambos de sentirnos inútiles, sin embargo. Ambos nos preocupábamos por Jill inmensamente, y mi relación con ella era particularmente intensa desde que yo había usado una vez la magia del espíritu para traerla de vuelta del borde de la muerte. No saber qué le había pasado ahora había arrojado una sombra sobre Sydney
  • 13. Página13 y yo, y todos los intentos de felicidad que habíamos reunido mientras estábamos bajo este voluntario arresto domiciliario. —No importa —dije—. Cuando la encontremos, necesitaré mi magia. No hay forma de saber qué es lo que necesitaré hacer. —¿Como arreglar su acné? —preguntó Sydney. Me encogí de hombros. —Te lo dije, ¡no fue nada! Déjame preocuparme a mí sobre mí y cuánto espíritu puedo usar. No es tu trabajo. Ella se dio la vuelta incrédulamente. —¡Por supuesto que lo es! Soy tu esposa, Adrian. Si yo no me voy a preocupar por ti, ¿quién lo hará? Necesitas mantener el espíritu bajo control. —Puedo manejarlo —dije entre dientes. —¿Todavía habla tu tía contigo? —preguntó. Aparté mi mirada, negándome a mirarla a los ojos. En mi cabeza, tía Tatiana suspiró. Nunca debiste contarle sobre mí. Ante mi silencio, Sidney dijo: —Es ella, ¿no es así? ¡Adrian, eso no es saludable! ¡Tienes que saberlo! Me di la vuelta enfurecido. —Puedo manejarlo. ¿Está bien? ¡Puedo manejarlo, y puedo encargarme de ella! —grité—. ¡Así que deja de decirme qué hacer! ¡No lo sabes todo, no importa cuánto quieras que todos piensen que lo haces! Afectada, Sydney retrocedió un paso. El dolor en sus ojos me lastimó mucho más que sus palabras anteriores. Me sentí horrible. ¿Cómo había ido tan mal este día? Se suponía que iba a ser perfecto. De repente, necesitaba salir. Ya no podía soportar más estas cuatro paredes. No podía soportar el control de mi madre. No podía soportar sentirme como si siempre decepcionara a Sydney… y a Jill. Sydney y yo vinimos a la Corte para solicitar protección de nuestros enemigos, ocultándonos aquí, entonces
  • 14. Página14 podíamos estar juntos. Últimamente, parecía como que este acuerdo se encontraba en peligro de desgarrarnos separándonos. —Tengo que salir —dije. Sydney abrió sus ojos ampliamente. —¿A dónde? Arrastré una mano a través de mi cabello. —A cualquier lugar. A cualquier parte para conseguir un poco de aire. A cualquier otro lugar, excepto aquí. Me di la vuelta antes de que pudiera decir algo y salí furioso a través de la sala de estar, pasando por donde mi mamá estaba bebiendo del alimentador. Me dio una mirada perpleja, pero la ignoré y seguí adelante hasta que me encontré afuera de nuestra puerta y pasando el vestíbulo del edificio de alojamiento de invitados. No fue hasta que salí afuera, hasta que el aire cálido de verano golpeó mi piel, que me detuve para evaluar mis acciones… y exploté un pedazo de goma de mascar, la cual era mi manera actual de evitar fumar cuando me estresaba. Miré fijamente hacia atrás del edificio, sintiéndome culpable y cobarde por salir huyendo de nuestra pelea. No te sientas mal, dijo la tía Tatiana. El matrimonio es difícil. Es por eso que nunca lo hice. Es difícil, estuve de acuerdo. Pero esa no es una excusa para huir. Necesito regresar. Necesito disculparme. Necesito resolver las cosas. Nunca vas a resolver las cosas, mientras estés encerrado aquí y Jill siga desaparecida, advirtió tía Tatiana. Dos guardianes pasaron junto a mí justo entonces, y atrapé una parte de su conversación, mencionando patrullas extras para la reunión del consejo que estaba en marcha. Recordé a mi mamá comentar anteriormente sobre esa reunión, y la inspiración de repente me golpeó. Alejándome del edificio, comencé a apresurarme hacia lo que servía como el palacio real aquí en la Corte, con la esperanza de que pudiera llegar a tiempo a la reunión. Sé qué hacer, le dije a la tía Tatiana. Sé cómo sacarnos de aquí y arreglar las cosas entre Sydney y yo. Necesitamos un propósito, una meta. Y
  • 15. Página15 voy a conseguirnos una. Necesito hablar con Lissa. Si puedo hacerla entender, puedo arreglarlo todo. Ese fantasma no respondió mientras caminaba. A mi alrededor, la medianoche revestía al mundo de oscuridad… tiempo de acostarse para los humanos, horario de más audiencia para aquellos de nosotros con un horario vampírico. La Corte Moroi se ubicaba como una universidad: cuarenta o algo así, venerables edificios de ladrillo ubicados alrededor de patios embellecidos con un jardín. Era pleno verano, cálido y húmedo, y había un buen número de personas de un lado para el otro. La mayoría estaban demasiado consumidos con sus propios asuntos para verme o darse cuenta de quién era yo. Quienes me lanzaban esas mismas miradas curiosas. Simplemente están celosos, declaró tía Tatiana. No creo que sea eso, le dije. Incluso sabiendo que ella era una ilusión, algunas veces, era difícil no responderle. Por supuesto que sí. El nombre Ivashkov siempre inspiró asombro y envidia. Todos son subalternos, y lo saben. En mis días, esto nunca habría sido tolerado. Es esa niña reina suya, que deja que las cosas se salgan de control. Incluso con las miradas intrusas, encontré que disfrutaba de mi caminata. Realmente no era saludable estar encerrado demasiado en el interior, algo que nunca pensé que iba a admitir. A pesar del espesor del aire húmedo, para mí se sentía ligero y refrescante, y me encontré deseando que Sydney pudiera estar aquí también. Un momento después, decidí que eso no era bueno. Necesitaba salir más tarde, cuando el sol estuviera en lo alto. Ese era el momento para los humanos. Estar en nuestro horario probablemente era tan difícil para ella como el aislamiento. Hice una nota mental para más adelante sugerirle un paseo. El sol no nos mataba como lo hacía con los Strigoi, malvados vampiros no-muertos, pero tampoco era siempre cómodo para los Moroi. La mayoría dormían o se quedaban adentro durante el día, y probablemente Sydney tendría menos posibilidades de encontrarse con alguien si regulábamos nuestro paseo correctamente. La idea me animó mientras explotaba de nuevo la goma de mascar y llegaba al palacio real. Por fuera, se parecía a todos los otros edificios, pero por dentro, se encontraba decorado con toda la grandeza y opulencia que esperarías de la realeza de una antigua civilización. Los Moroi elegían a sus
  • 16. Página16 monarcas de entre doce familias reales, y enormes retratos de aquellas ilustres figuras se alineaban en los pasillos, iluminados por la brillante luz de arañas. Multitudes de personas caminaban por los pasillos, y cuando llegué a la sala de audiencias del consejo, vi que llegué al final de la reunión. La gente se estaba yendo cuando entré, y muchos de ellos, también, se detuvieron a mirarme fijamente. Escuché los susurros de “abominación” y “esposa humana”. Los ignoré y mantuve mi concentración sobre mi verdadera meta, cerca de la parte de enfrente de la habitación. Ahí, cerca del estrado del consejo, estaba de pie Vasilisa Dragomir, la “niña reina” como tía Tatiana se refería a ella. Lissa, como yo la llamaba, estaba parada, rodeada por guardianes dhampir con trajes oscuros: guerreros mitad humanos, mitad Moroi cuya raza se originó hace mucho tiempo, cuando Moroi y humanos se casaban sin escándalo. Los dhampir no podían tener hijos entre ellos, pero a través de una peculiaridad genética, su raza continuó reproduciéndose con los Moroi. De pie justo detrás de los guardaespaldas de Lissa, los Moroi presionan gritando preguntas que responde en esa misma manera tranquila suya. Convoqué un poco de magia del espíritu para ver su aura, y ella iluminó mi visión. Brillaba con dorado indicando que era un usuario del espíritu como yo, pero sus otros colores se habían atenuado, y había una naturaleza temblorosa en todo, mostrando que se hallaba inquieta. Liberé la magia mientras me apresuraba a la multitud y agitaba mi mano en su dirección, gritando para hacerme oír entre el ruido. —¡Su majestad! ¡Su majestad! De alguna manera, escuchó mi voz a través de las otras y me hizo señas para que me acercara hacia adelante una vez que terminara de responder a las preguntas de otros. Sus guardianes se separaron para dejarme acercarme. Eso provocó el interés de todos, especialmente cuando los espectadores vieron a quien permitió que entrara en su espacio personal. Podía ver que se estaban muriendo por saber qué estábamos discutiendo, pero los guardianes los contenían atrás, y de todos modos, había demasiado ruido en la habitación. —Bueno, esta es una sorpresa inesperada. ¿No podías concertar una cita? —me preguntó en voz baja, aun manteniendo esa sonrisa pública en su rostro—. Habría atraído mucha menos atención.
  • 17. Página17 Me encogí de hombros. —Estos días, todo lo que hago llama la atención. Dejé de darme cuenta. Una chispa de legítima diversión brilló en sus ojos, por lo que me sentí bien de por lo menos traer eso a su alrededor. —¿Qué puedo hacer por ti, Adrian? —Es qué puedo hacer yo por ti —dije, todavía entusiasmado por la idea que se me ocurrió anteriormente—. Necesitas dejarnos a Sydney y a mí ir a buscar a Jill. Sus ojos se abrieron ampliamente, y la sonrisa cayó. —¿Dejarlos ir? ¡Me suplicaste que les permita estar aquí hace un mes! —Lo sé, lo sé. Y estoy agradecido. Pero tu gente todavía no ha encontrado a Jill. Necesitas pedir alguna ayuda especial con habilidades especiales. —Si mal no recuerdo —dijo—, Sydney y tú ya probaron esas habilidades especiales… y fallaron. —¡Eso es el por qué necesitas dejarnos salir de aquí! —exclamé—. Regresar a Palm Springs y… —Adrian —interrumpió Lissa—. ¿Te escuchas a ti mismo? Viniste aquí porque los Alquimistas estaban intentando atraparlos. ¿Y ahora quieres regresar directamente ahí a sus garras? —Bueno, no cuando lo pones de esa manera. Pensé que nos escabulliríamos cuando no lo supieran y… —No —interrumpió de nuevo—. Absolutamente no. Tengo suficientes preocupaciones sin ustedes dos siendo capturados por los Alquimistas. Querías que los protegiera, y eso es lo que voy a hacer. Entonces, no tengas ideas sobre irte a escondidas, tengo las salidas vigiladas. Ambos se quedan aquí, donde están a salvo. A Salvo y comenzando a enloquecer, pensé, recordando la mirada sombría en los ojos de Sidney.
  • 18. Página18 Cariño, susurró tía Tatiana, comenzaste a enloquecer mucho antes de esto. —Tengo buenas personas buscando a Jill —continuó Lissa cuando no le respondí—. Rose y Dimitri están ahí afuera. —¿Por qué no la encontraron? Y si alguien quería quitártela, por qué ellos no han… No pude terminar, pero la tristeza en los ojos verde jade de Lissa me dijo que ella lo sabía. Gracias a una ley que ella estaba tratando de cambiar, el trono de Lissa le exigía tener un pariente vivo. Cualquier persona deseando sacar a Lissa simplemente tendría que matar a Jill y mostrar las pruebas. El hecho de que aún no ocurría era una bendición, pero también profundizaba el misterio en torno a esto. ¿Por qué más alguien secuestraría a Jill? —Adrian, vete a casa —dijo amablemente Lissa—. Hablaremos más tarde, en privado, si quieres. Quizás encontremos algunas otras opciones. —Quizás —estuve de acuerdo. Pero realmente, no lo creía. Dejé a Lissa con sus admiradores y pasé rápidamente de vuelta a través de la multitud que miraban boquiabiertos, mientras un oscuro y demasiado familiar estado de ánimo comenzaba a asentarse en mí. Ir con Lissa fue un impulso, uno que me dio una esperanza momentánea. Cuando Sydney y yo buscamos refugio, no teníamos ni idea de lo que iba a ocurrirle a Jill. Era cierto que Lissa tenía buenas personas buscando a Jill, e incluso la renuente ayuda de la vieja organización de Sydney, los Alquimistas. Aun así, no podía evitar la sensación de culpa de que si Sydney y yo estuviéramos ahí fuera, en vez de escondiéndonos, encontraríamos a Jill. Había algo más pasando que todavía no entendíamos. De lo contrario, los secuestradores de Jill tendrían… —Bueno, bueno, bueno. Mira quién decidió mostrar su cara cobarde. Me detuve y parpadeé, apenas consciente de en dónde me hallaba. Mis pensamientos se agitaban tan furiosamente que había hecho la mitad del camino a casa y ahora me encontraba parado sobre un camino de piedra que se metía entre dos edificios, uno tranquilo, fuera del camino que era perfecto para una emboscada. Wesley Drozdov, un Moroi de la realeza que
  • 19. Página19 recientemente se convirtió en mi enemigo, se encontraba parado bloqueando mi camino, con varios compinches a su alrededor. —Esos son más que de los que normalmente van contigo, Wes —dije ligeramente—. Desentierra un poco más, y quizás finalmente tendrás una lucha justa para… Un puño me golpeó por detrás, en mi espalda baja, sacándome el aliento y haciendo que me tropezara hacia adelante. Wesley vino hacia mí y me agarró con un gancho de derecha antes de que pudiera responder. Borrosamente me di cuenta, a través de mi dolor, que el comentario que le hice, en realidad dio en el clavo: Wesley iba con un grupo, porque era la única manera en que podía combatir contra mi magia del espíritu. Mientras el pie de alguien golpeaba mi rodilla, forzándome al suelo, me di cuenta de que había, de hecho, sido un idiota por ponerme al descubierto tan públicamente. Wesley había estado esperando la oportunidad de vengarse de mí por los agravios del pasado, y ahora la tenía. —¿Qué pasa? —preguntó Wesley, pateándome con fuerza en el estómago mientras yacía sobre el suelo, luchando por levantarme—. ¿Tu esposa alimentadora no está aquí para salvarte? —Sí —respondió otra persona—. ¿Dónde está tu puta humana? No podía responder a través del dolor. Siguieron más patadas, de más personas de las que podía seguir la pista. Sus rostros nadaban por encima de mí, y estaba conmocionado al reconocer a varios de ellos. No eran los habituales seguidores de Wesley. Algunos de ellos eran gente que conocía, con los que en el pasado fui de fiesta... gente que alguna vez podría haber contado como amigos. Un golpe en mi cabeza hizo que las estrellas bailaran delante de mis ojos, momentáneamente desdibujando sus rostros en mi visión. Sus burlas mezclándose en ruidos incomprensibles mientras seguían golpeando. Me acurruqué en agonía, luchando por respirar. De repente, a través del estruendo, una voz clara exigió: —¿Qué demonios está pasando? Parpadeé, tratando de enfocar de nuevo el mundo, apenas vi manos fuertes arrancar a Wesley alejándolo y lanzándolo contra el costado de un edificio cercano. Tomó un segundo y entonces una tercera parte de sus
  • 20. Página20 aduladores lo imitó antes de que se dieran cuenta de que algo salió mal. Retrocedieron como las ovejas asustadas que eran, y una cara familiar de repente apareció mientras Eddie Castile se paraba sobre mí. —¿Alguien más se siente como para quedarse alrededor? —dije con voz ronca—. Aún nos superas en número. Sus números eran nada comparados con un Eddie, y lo sabían. No pude verlos escaparse a todos, pero me lo imaginé, y fue glorioso. Cayó el silencio, y un momento después, otra persona me ayudaba a ponerme de pie. Miré hacia atrás y vi otra cara familiar, Neil Raymond, deslizando su brazo por el mío. —¿Puedes caminar? —preguntó Neil, su voz ligeramente tocada por un acento británico. Hice una mueca mientras ponía mi peso sobre mi pie, pero asentí. —Sí. Solo regresemos a casa ahora y más tarde veremos si algo se rompió. Por cierto, gracias —añadí, mientras Eddie soportaba mi otro costado y comenzábamos a caminar—. Es bueno saber que este Moroi en apuros puede contar con tales caballeros galantes que me siguen alrededor. Eddie sacudió su cabeza. —En realidad, una total coincidencia. Simplemente pasaba que estábamos en nuestro camino a tu casa con algunas noticias. Un escalofrío me atravesó, y detuve mis vacilantes pasos. —¿Qué noticias? —exigí. Una sonrisa cruzó las facciones de Eddie. —Relájate, son buenas noticias. Creo. Simplemente inesperadas. Sydney y tú tienen un visitante en la puerta principal. Un visitante humano. Si no hubiera estado tan adolorido, mi mandíbula hubiera caído. Esa era una noticia inesperada. Al casarse conmigo y buscar refugio entre los Moroi, Sydney cortó con la mayoría de sus contactos humanos. Que uno de ellos se presentara aquí era raro, y no podía ser un Alquimista. Un Alquimista hubiera sido rechazado. —¿Quién es? —pregunté.
  • 21. Página21 La sonrisa de Eddie se convirtió en una sonrisa sincera. —Jackie Terwilliger.
  • 22. Página22 Traducido por âmenoire90, Lizzie Wasserstein y veroonoel Corregido por Lizzie Wasserstein h, Adrian. No había nada más que pudiera decir mientras ayudaba a limpiar la sangre y la suciedad de la cara de Adrian con un paño húmedo, cepillando a un lado los caprichosos mechones de cabello castaño. Me dio su sonrisa despreocupada y se las arregló para lucir apuesto, a pesar de su estado desaliñado. —Oye, no suenes tan deprimida, Sage. No era una pelea tan sin esperanza. —Miró a Neil y dijo en un susurro—: ¿Cierto? Dile que no era una pelea tan sin esperanza. Dile que realmente me sostuve. Neil logró una débil sonrisa, pero la madre de Adrian habló antes de que él pudiera. —Adrian, querido, no es momento para bromas. Mi suegra vampira y yo no estábamos de acuerdo en muchas cosas, pero este era un tema sobre el que estábamos en perfecta armonía. El manto de nuestra anterior pelea todavía se cernía sobre nosotros y no pude evitar sentirme un poco culpable de que no había trabajado más duro para conseguir que se quedara. Por lo menos, debí haberle dicho que trajera un guardián, ya que este no era su primer encuentro con alborotadores. Usualmente, los guardianes solo acompañaban a los Moroi al mundo exterior, donde los Strigoi eran un peligro real. Pero aquí, con el resto de la gente de Adrian pensando que éramos monstruos de la naturaleza por —O
  • 23. Página23 habernos casado, el antagonismo golpeaba un poco más cerca de casa. Habíamos enfrentado un montón de amenazas y calumnias, aunque nunca antes la violencia absoluta. Fue un golpe de buena, aunque extraña, suerte que Eddie y Neil lo hubieran encontrado. Eddie se había ido, teniendo que apurarse hacia la puerta principal para escoltar a la Sra Terwilliger hacia nosotros. Era una señal de mi angustia por la condición de Adrian que apenas dediqué un momento para reflexionar sobre qué en el mundo podría haber traído a mi antigua profesora de historia y mentora mágica a la fortaleza real de una raza secreta de vampiros. A pesar de que una atribulada parte de mí se preocupaba porque su visita no fuera por una buena razón, aun así no podía evitar sentirme emocionada ante la perspectiva de verla. Habían pasado meses desde que habíamos estado juntas en persona. Amaba a Adrian y no me importaba Daniella, pero estaba muriendo por algún otro tipo de interacción. —Nada está roto —insistió Adrian—. Probablemente ni siquiera voy a tener una cicatriz por nada de esto. Es una lástima. Creo que una cicatriz bien colocada exactamente aquí —se tocó el costado de su cara—, realmente podría acentuar mis ya perfectos pómulos mientras añade un tacto rugoso de virilidad a mis rasgos. No es que yo necesite más virilidad… —Adrian, suficiente —dije con cansancio—. Me alegro de que estés bien. Esto podría haber sido mucho peor. Y aún deberías consultar a un médico después de esto, solo para estar seguros. Lucía como si tuviera otro comentario sarcástico listo y entonces, sabiamente, dijo: —Sí, querida. Intentó una expresión angelical que solo fortaleció mi sospecha de que realmente no tenía intención de seguir adelante. Negué con la cabeza, sonriendo a pesar de mí misma y luego le di un beso en la mejilla. Adrian. Mi esposo. Si alguien me hubiera dicho hace un año que estaría casada, hubiera dicho que estaban bromeando. Si me hubieran dicho que estaría casada con un vampiro, hubiera dicho que estaban delirantes. Mirando a Adrian ahora, sentía una oleada de amor bien dentro de mí, a pesar de nuestra tensión más temprano. Ya no podía imaginar una vida sin él en ella. Era imposible. ¿Podría imaginar una vida con él que no implicara estar atrapados con su madre en un conjunto de habitaciones mientras nuestra
  • 24. Página24 gente nos insultaba y hacía planes contra nosotros? Definitivamente. Había un sinnúmero de futuros que me encantaría tener para nosotros, pero este era nuestro camino actual hasta que algo espectacular sucediera. Fuera de las puertas de la Corte, mi gente me quería encarcelar. Dentro de ellas, su gente quería atacarlo. Por lo menos en estas habitaciones estábamos a salvo. Lo más importante es que estábamos juntos. Un golpe en la puerta salvó a Adrian de más castigo. Daniella abrió y Eddie apareció en la puerta. Verlo casi siempre traía una sonrisa a mi cara. En Palm Springs, habíamos pasado por gemelos, compartiendo similar cabello rubio oscuro y ojos marrones. Pero con el tiempo, realmente se llegó a sentir como un hermano para mí. Conocía a otros pocos con tal valor y lealtad. Estaba orgullosa de llamarlo mi amigo, y como tal, me dolía ver todo el dolor que sentía por la desaparición de Jill. Ahora siempre lucía torturado, y a veces me preocupaba si estaba realmente cuidando de sí mismo. Casi nunca se afeitaba y tuve la sensación de que la única razón por la que se molestaba en comer era para poder seguir entrenando y manteniéndose en forma para cuando localizara a los secuestradores de Jill. Pero mis preocupaciones por Eddie quedaron en suspenso cuando vi a la próxima persona entrando en nuestra suite. Corrí por la habitación y la envolví en un gran abrazo que la tomó por sorpresa. La Sra Terwilliger, nunca me atreví a llamarla Jackie, aunque ya no era su alumna, había cambiado mi vida de muchas maneras. Había tomado el papel que mi padre solía tener: enseñándome los secretos de un arte antiguo. A diferencia de él, sin embargo, nunca me hizo sentir mal conmigo misma. Me animó y me apoyó, haciéndome sentir que valía la pena y era capaz, aunque no siempre era perfecta. Ella y yo nos habíamos comunicado por teléfono desde que me había venido a la Corte, pero no fue hasta ahora que me di cuenta de lo mucho que la extrañaba. —Vaya, vaya —dijo con una sonrisita, tratando de devolver el abrazo—. No me esperaba tal bienvenida. Sus esfuerzos fueron un poco incómodos debido al hecho de que estaba sosteniendo un maletín en una mano y lo que parecía un pequeño transportador de animal en la otra. —¿Finalmente me dejara cargar esto? —insistió Eddie, jalándole el transportador. Ella cedió, permitiendo un abrazo apropiado. Los olores mezclados de pachulí y fastidioso champa la rodeaban, recordándome
  • 25. Página25 tiempos más despreocupados, cuando ella y yo podíamos trabajar juntas en hechizos. Sentí lágrimas brotar en mis ojos y rápidamente di un paso atrás para apartarlas. —Estoy contenta de que esté aquí —le dije, tratando regresar a la formalidad de nuevo—. Sorprendida, pero contenta. Este pudo no haber sido un viaje fácil para usted. —Lo que tengo que decir solo puede ser dicho en persona. —Empujó sus lentes por su nariz y evaluó a los demás en la habitación—. Neil, encantada de verte de nuevo. Y Adrian, me alegro que Sydney finalmente hiciera un hombre honesto de ti. Él sonrió ante eso y presentó a Daniella. Ella era cortés, pero seguía siendo un poco distante. Los Moroi como ella, quienes generalmente vivían vidas solitarias en la Corte, no tenían muchos amigos humanos. Todo el concepto de humano utilizando magia era tan extraño para los Moroi como para los alquimistas, pero tuve que dar crédito a Daniella por tratar de llegar a un acuerdo con todo. Podría tener una terrible coordinación del tiempo y no ser capaz de captar la indirecta durante las posibles escapadas románticas, pero no podía negar que su vida ciertamente también había sufrido muchos trastornos en el último año. —Entre, entre —dije, haciéndole señas a la Sra Terwilliger para que entrara. Habíamos recibido tan pocos huéspedes que casi había olvidado la hospitalidad básica—. Siéntese y le conseguiré algo de beber. ¿O de comer? Negó con la cabeza mientras se iba conmigo hacia la cocina. Los otros la siguieron, a excepción de Eddie, quien todavía sostenía torpemente el transportador. —Estoy bien —dijo—. Y es posible que no tengamos el tiempo. Por como están las cosas, espero no llegar demasiado tarde. Sus palabras hicieron que los vellos de mi cuello se levantaran, pero antes de que pudiera responder, Eddie se aclaró la garganta y levantó el transportador, que ahora podía ver que contenía a un gato. —Uhm, ¿le gustaría que yo hiciera algo en especial con ella? —Él —corrigió la Sra Terwilliger—. Y el Sr. Bojangles estará muy bien esperando allí mientras hablamos. Además, si estoy en lo cierto, lo vamos a necesitar.
  • 26. Página26 Adrian me lanzó una mirada inquisitiva ante eso, pero solo pude encogerme de hombros en respuesta. Nos reunimos todos alrededor de la mesa de la cocina. Me senté y Adrian de quedó de pie detrás de mí, apoyando las manos en mi hombro. En mi visión periférica, brillaban los rubíes y oro blanco de su anillo de matrimonio. La Sra Terwilliger tomó el lugar frente a mí y sacó una ornamentada caja de madera de su morral. Estaba cubierta de un diseño floral que parecía haber sido tallado a mano. Dejó la caja en la superficie de la mesa y la deslizó hacia mí. —¿Qué es esto? —pregunté. —Estaba esperando que me lo pudieras decir —dijo—. Llegó hace un par de semanas, la dejaron en mi puerta. Al principio, pensé que era una especie de regalo de Malachi, a pesar de que este no es su estilo. —Correcto —concordó Adrian—. Las granadas, los chalecos de camuflaje... esos son sus regalos habituales por elección. Malachi Wolfe era un cuestionablemente estable instructor de defensa personal con quien Adrian y yo habíamos tomado clases e inexplicablemente se había ganado el corazón de la Sra. Terwilliger. Sonrió brevemente ante el comentario de Adrian pero nunca apartó sus ojos de la caja mientras continuaba. —Pronto aprendí que la caja está sellada mágicamente. He intentado todo tipo de hechizos de desbloqueo, comunes y raros, sin suerte. Quien hizo esto convocó algo extremadamente potente. Pasé las últimas semanas agotando mis recursos y finalmente se la llevé a Inez. ¿La recuerdas, por supuesto? —Es difícil de olvidar —le dije, pensando de nuevo en la venerable y peculiar vieja bruja, de vuelta en California que había decorado cada artículo de su casa con rosas. —En efecto. Me dijo que tenía un poderoso hechizo que probablemente podría reventarla para abrirla pero que había fallado porque este encantamiento está dirigido a una persona específica. —La Sra Terwilliger parecía disgustada—. No había detectado eso. Obviamente, esa persona no soy yo. Inez especuló sobre a quién estaría dirigida la caja para
  • 27. Página27 que pudiera abrirla con poca dificultad, y desde allí, llegué a la conclusión de que tú eras el destinatario. Me sobresalté ante eso. —Pero, ¿por qué se la darían a usted para mí? La Sra Terwilliger miró a su alrededor con una mirada irónica. —Esta no es exactamente una dirección fácil de entregar. Solo desearía haberlo sabido antes. Con suerte, lo que hay dentro no es sensible al tiempo. Miré la caja bajo una nueva luz, sintiéndome llena tanto de entusiasmo como de temor. —¿Qué debería hacer? —Ábrela —dijo simplemente la Sra Terwilliger—. Aunque les aconsejo el resto de ustedes dar un paso atrás. Daniella cumplió rápidamente, pero Adrián y los dhampir obstinadamente se quedaron dónde estaban. —Hagan lo que ella dijo —les dije. —¿Y si es una bomba? —exigió Eddie. —Lo más probable es que pueda minimizar cualquier daño a Sydney, pero no garantizo nada para el resto de ustedes —dijo la Sra Terwilliger. —¿Lo más probable? —preguntó Adrian—. Tal vez esta es la manera en que los alquimistas finalmente lleguen a ti. —Tal vez, pero no son fanáticos de la magia humana. No me puedo imaginar que hubieran recurrido a ella. —Suspiré—. Por favor. Solo muévanse hacia atrás. Voy a estar bien. No sabía eso a ciencia cierta, pero después de un poco más de persuasión, los chicos cedieron. La Sra Terwilliger sacó una pequeña bolsa y espolvoreó sobre la mesa un polvo amarillo de olor picante. Murmuró un encantamiento en griego y sentí la magia, mi tipo de magia quemar en el aire que nos rodeaba. Había pasado mucho tiempo desde que la había sentido en alguien más y estaba sorprendida por la ráfaga que me dio. Con el hechizo de protección en su lugar, asintió alentadoramente hacia mí.
  • 28. Página28 —Adelante, Sydney. Si solo abrirla no funciona, entonces intenta un hechizo básico de desbloqueo. Descansé mis dedos sobre la tapa y tomé una respiración profunda. No pasó nada cuando la levanté, pero eso era de esperarse. Incluso si la Sra Terwilliger tenía razón acerca de que estaba destinada a mí, eso no significaba que iba a ser del todo fácil. Mientras convocaba las palabras de un hechizo de desbloqueo, las preguntas obvias fastidiaban en los bordes de mi mente: ¿Era esto realmente para mí? Si así era, ¿de quién? Y lo más importante, ¿por qué? Hablé el hechizo y aunque la caja no cambió, todos oímos un pequeño sonido de pop. Traté con la tapa de nuevo y esta vez se levantó fácilmente. Aún mejor, ninguna bomba estalló en el interior. Después de un momento de duda, los chicos se acercaron hacia adelante para ver lo que contenía la caja. Mirando hacia abajo, vi algunos pedazos de papel doblados con un solo cabello en la parte superior. Lo levanté con cuidado, sujetándolo a la luz. Era rubio. —Probablemente tuyo —dijo la Sra Terwilliger—. Para dirigir un hechizo como este a una persona en concreto, se necesita algo de parte del destinatario... Cabello. Uñas. Piel. Arrugué mi nariz ante eso mientras abría el primer pedazo de papel y traté de no pensar en cómo alguien había obtenido uno de mis cabellos. El papel resultó ser un volante para un museo de robots en Pittsburgh. Eso hubiera sido cómico si no fuera por las escalofriantes palabras escritas sobre la imagen de una de las exposiciones destacadas del museo, el Raptorbot 2000: VEN A JUGAR, SYDNEY. Mi respiración se detuvo y bruscamente levanté la mirada. Todo el mundo parecía tan desconcertado como yo. No reconocía la escritura. —¿Qué es el otro pedazo de papel? —preguntó Neil. También estaba doblado y tenía un brillo en él, como si fuera de una revista. A primera vista, parecía ser una especie de anuncio de viajes. Lo abrí y me encontré mirando una foto de una posada en Palo Alto. —¿Qué tiene que ver esto con un museo de robots en Pittsburgh? La Sra Terwilliger se puso rígida. —No creo que esa sea la página que se supone que veas.
  • 29. Página29 Di la vuelta al papel y lancé un grito ahogado ante lo que, o más importante ante a quien, vi. Jill. Casi me había olvidado de este anuncio. Hace años, o al menos se sentía de esa manera, Jill había hecho brevemente algún modelaje para un diseñador de modas de Palm Springs. Nunca debería haberlo permito, viendo la fisura de seguridad que era. La fotografía que ahora miraba era una que se había hecho en secreto, en contra de mis deseos. Jill llevaba un par de grandes gafas de sol doradas y una bufanda de color pavorreal envuelta alrededor de su abundante cabello rizado. Ella miraba hacia un grupo de palmeras, y a menos que alguien la conociera bien, era difícil darse cuenta de que era ella. De hecho, sería difícil para la mayoría de la gente, incluso reconocer que era Moroi. —¿Qué diablos es esto? —exigió Eddie. Parecía como si fuera a rasgar la página lejos de mí. Pocas cosas podrían hacerle perder su carácter frío y sereno. La seguridad de Jill era una de ellas. Negué con mi cabeza con incredulidad. —Tu conjetura es tan buena como la mía. Adrian se inclinó sobre mí y agarró la primera página. —Sin duda, ¿esto significa que Jill está siendo mantenida prisionera en algún museo robot? ¿En Pittsburgh? —Tenemos que ir —dijo Eddie ferozmente. Se volvió como si fuera a salir por la puerta en ese momento. —Tengo que ir —le dije, señalando el volante que Adrian sostenía—. La caja era para mí. Incluso esta nota es dirigida a mí. —No vas a ir sola —replicó Eddie. —No vas a ninguna parte —dijo Adrian. Dejó el papel hacia abajo—. Antes de mi pequeño, uh, percance con Wesley, tuve una charla con su majestad, quien dejó muy claro que tú y yo no tenemos permitido salir de la Corte. La tristeza y la culpa me llenaron mientras miraba el perfil de Jill. Jill. Desaparecida por casi un mes. Habíamos esperado desesperadamente
  • 30. Página30 alguna pista y ahora había llegado a nosotros. Pero como la Sra Terwilliger había especulado: ¿Era demasiado tarde? ¿Qué había ocurrido mientras esta caja esperaba? —Tengo que —dije—. No hay manera de que pueda ignorar esto. Adrian, tú lo sabes. Nuestros ojos se encontraron. Tantos sentimientos se agitaban entre nosotros, y finalmente asintió. —Lo sé. —¿No crees que Lissa realmente forzaría a seguridad a detenerme? Suspiró. —No lo sé. Pero ella, correctamente, señaló que después de todos los problemas que le dimos por estar aquí, se causarían más si te fueras y fueras capturada por los alquimistas. Podríamos tratar de escabullirnos... pero no me sorprendería si estuvieran checando los autos en las salidas. —Pensé que algo así podría estar pasando —dijo la Sra Terwilliger. Había superado su conmoción y estaba cayendo en su modo de vamos-a- tener-las-cosas-hechas, lo cual encontré inmensamente tranquilizante—. Lo cual es por lo que vine preparada. Tengo una manera de sacarte de contrabando, Sydney, si estás dispuesta. —Su mirada se levantó hacia Adrian—. Me temo que solo a Sydney. —De ninguna manera —dijo rápidamente—. Si ella se va, yo voy. —No —dije lentamente—. Ella tiene razón. Sus cejas se levantaron. —Mira, te arriesgas mucho más que yo por ir por ahí. No voy a dejarte ir y ponerte en peligro a ti misma mientras me quedo a salvo, así que no… —No es eso —lo interrumpí. Un momento después, lo enmendé—. Quiero decir, te quiero seguro, sí, pero escucha lo que acabas de decir. Si voy por ahí, me arriesgo más porque los alquimistas están buscándome. Solo que no están buscando en este momento porque piensan que estoy encerrada y segura contigo. Y mientras ellos sigan pensando eso, no van a estar buscándome activamente. Nadie me ve aquí alrededor en la Corte, pero te ven a ti de vez en cuando en las visitas de alimentación. Si de repente los
  • 31. Página31 dos desaparecemos, los alquimistas podrían saber que nos hemos ido. Pero si la gente todavía te ve... Adrian hizo una mueca. —Entonces van a pensar que todavía estás aquí también, solo escondiéndote de los vampiros malvados. —Serás parte de mi coartada —dije, poniendo mi mano sobre la suya—. Sé que no te gusta esto, pero realmente ayudaría. Me dejaría moverme más libremente en el mundo y tratar de averiguar de qué manera eso —hice un gesto hacia el volante del robot—, está atado a Jill. Se tomó unos minutos para responder. Me di cuenta que sabía la verdad de mi argumento… pero aun así no le gustaba. —Es que me molesta pensar que estás ahí afuera sola mientras me quedo sentado. —No estará sola —dijo Eddie—. No tengo ninguna asignación, y nadie está detrás de mí. Puedo entrar y salir libremente de la Corte. —Yo también —dijo Neil. —Uno de ustedes tiene que quedarse con Adrian —discutí—. En caso de que se repita lo de hoy. Neil, ¿te quedarías? Y Eddie, ¿vendrías conmigo a comprobar esto? Lo hice sonar como una petición, un favor incluso, pero sabía que no había nada en el mundo que Eddie preferiría hacer ahora que buscar a Jill. —Este es el trato —dijo Adrian, una vez que lo dhampir habían estado de acuerdo—. Me quedaré aquí y te cubriré, pero tan pronto como haya una manera de unirme a ti sin desplomar nuestra coartada, lo haré. Lo miré a los ojos de nuevo, deseando poder decirle tanto. Como que lo sentía por nuestra pelea de más temprano, que no estaba tratando de controlarlo. Estaba preocupada. Lo amaba tanto que solo quería que estuviera a salvo. Esperaba que supiera todo eso. Todo lo que podía hacer ahora, con tantos testigos, era asentir en acuerdo. La Sra. Terwilliger nos miró con una diversión seca.
  • 32. Página32 —¿Todos han decidido qué valiente papel tomarán? —preguntó. Me lanzó una sonrisa—. Aunque no pareces muy preocupada por la forma en que planeo sacarte de aquí, Sydney. Me encogí de hombros. —Tengo fe en usted, señora. Si dice que tiene una manera, le creo. ¿Qué implica? Después de que me lo dijo, se hizo el silencio en la habitación. Todos no le quedamos mirando, estupefactos, hasta que Adrian finalmente habló. —Guau —dijo—. No puedo decir que vi venir eso. —No creo que alguien pudiera haberlo hecho —admitió Eddie. La atención de la Sra. Terwilliger estaba en mí. —¿Estás dispuesta, Sydney? Tragué saliva. —Supongo que tengo que estarlo. Y no deberíamos desperdiciar más tiempo. —Primero —dijo Adrian—, ¿puedo hablar con mi esposa antes de que sobrevenga la hilaridad? —Por supuesto —dijo la Sra. Terwilliger, haciendo un gesto grandilocuente. Adrian me alejó e instó a los demás: —Hablen entre ustedes. —Me condujo a nuestra habitación, sin decir nada hasta que la puerta se cerró detrás de nosotros—. Sydney, te das cuenta de que esto es loco, ¿cierto? Y no lo digo a la ligera. Sonreí y lo atraje hacia mí. —Lo sé. Pero ambos sabemos que no hay manera de que no pueda no seguir una pista que nos pueda llevar a Jill. Su expresión se oscureció,
  • 33. Página33 —Desearía poder ser más que tu coartada —dijo—. Pero si eso es lo que se necesita… —Suspiró—. Lo que también parece loco es que te vayas luego de que peleamos tan duro para llegar aquí y estar juntos. —Sí, pero… —Dudé, odiando decir mis próximas palabras—. No puedes decir que esto ha sido exactamente lo que imaginamos. —¿Qué quieres decir? —preguntó, pero me di cuenta que ya sabía. —Adrian, no hay duda de que te amo y quiero una vida contigo. Pero esta vida en particular… escondiéndonos de nuestra gente… con tu madre cerniéndose sobre nosotros… no lo sé. Quizás algo de espacio es algo bueno. Sus ojos verdes se abrieron. —¿Quieres alejarte de mí? —¡No, claro que no! Pero quiero volver a evaluar las cosas, averiguar cómo podemos tener la vida que hemos estado queriendo. —Suspiré—. Y por supuesto, aún más que eso… —Tenemos que encontrar a Jill —terminó. Asentí y apoyé mi cabeza en su pecho, escuchando el ritmo constante de su corazón. Esa emoción de más temprano subió dentro de mí mientras pensaba en el año anterior y por todo lo que habíamos pasado. Habíamos tenido que mantener nuestra relación en secreto, y luego una vez que fue descubierta, los Alquimistas me habían tenido prisionera y trataron de lavarme el cerebro para volver a su organización. Cada momento que tenía ahora con Adrian era un regalo precioso, pero disfrutar de eso, darle la espalda a Jill… bueno, eso sería egoísta. —Encontrarla es más importante que nosotros ahora —dije. —Lo sé —dijo, presionando un beso en mi frente—. Y parte de por qué te amo es porque no hay duda de que tienes que hacer esto. Y que tú me dejarías si los papeles estuvieran invertidos. —Es lo que hacemos —dije simplemente. —Lo juro, tan pronto como sienta que puedo escaparme de forma segura, iré contigo. No estarás sola. Toqué mi corazón.
  • 34. Página34 —Nunca lo estoy. Siempre te siento aquí dentro. Llevó sus labios a los míos en un beso largo y exquisito, el tipo que envíaba calor todo el camino desde mis dedos y pies y me hacía muy consciente del hecho de que había una cama detrás de nosotros. Me aparté antes de que nos distrajéramos accidentalmente. —Estaré de vuelta antes de que lo sepas —le dije, dándole otro abrazo—. Y si todo va según lo previsto, Jill estará conmigo. —Si todo va según lo previsto —respondió—, recibiremos una llamada en cualquier minuto ahora que quien la esté reteniendo la haya dejado salir luego del cambio de ley y que está de camino a casa. Sonreí ante eso, pero no había verdadera alegría en ello. —Eso sería agradable. Nos besamos de nuevo y volvimos con el resto. Me di cuenta de que aunque Adrian y yo estábamos en buenos términos de nuevo, no habíamos resuelto exactamente nuestra pelea de antes. Aún había una gran cantidad de asuntos que tratar, el mayor de ellos era su continuo coqueteo con el espíritu. Había perdido mi oportunidad, y ahora solo podía esperar lo mejor de él. Mientras tanto, la Sra. Terwilliger ya se había mantenido ocupada convirtiendo nuestra cocina en un taller de hechizos. Botellas y bolsas de componentes estaban instalados en la mesa, y hervía agua afanosamente en la cocina. Roció algo dentro, y el vapor pronto tomó una fragancia de anís estrellado. —Bien, bien —dijo, apenas levantando la vista—. Están de vuelta. ¿Medirías dos cucharaditas de polvo de remolacha para mí? Tomé su lugar a su lado y tuve una breve sensación de déjà vu. Era fácil, momentáneamente, sentirse como si me hubiera deslizado de nuevo en los viejos tiempos juntas. No es que hubieran sido libres de estrés exactamente. Aprender magia de ella había sido difícil mental y psicológicamente, y siempre había tenido las presiones adicionales de mis luchas con Adrian y los otros. Aun así, la familiaridad era agradable, particularmente ya que había perdido este tipo de trabajo mágico. Aún practicaba pero raramente conjuraba algo de esta magnitud aquí en la Corte. El hechizo que tenía en mente para que mi escape funcionara nos
  • 35. Página35 requería a las dos y unas horas de trabajo. Adrian y los otros trataron de distraerse lo mejor que podían, y Eddie se fue para agarrar una bolsa de viaje, ya que ninguno de nosotros sabía exactamente qué sucedería en Pittsburgh. Jill, deseé en silencio. Por favor, solo déjanos llegar a ese museo robótico y encontrar a Jill allí vendiendo boletos. De alguna manera, dudaba que fuera así de fácil. Alrededor de las cuatro de la mañana, la Sra. Terwilliger y yo completamos nuestro trabajo. Esto era prácticamente mediodía en el horario vampírico, al cual me había ajustado, pero ella estaba mostrando signos de fatiga. Sabía que estaba muriendo por café, pero la cafeína reducía la efectividad de la magia, y había tenido que conjurar pequeños hechizos en el camino. El final del proceso era mío, sin embargo, y mientras se acercaba el final, comencé a cuestionar lo que estaba a punto de hacer. —Tal vez sería más fácil sacarme de contrabando en el maletero —dije, sosteniendo una taza con la bebida que habíamos diseñado. —Gran probabilidad de que estarán revisando autos mientras te vas —dijo Adrian—. Especialmente el de ella. Lissa dejó en claro que no quería que nos fuéramos. Comencé a llevar la poción hacia donde la Sra. Terwilliger estaba colocando un espejo. Una nueva preocupación cayó sobre mí. —¿Creen que me dejará volver cuando descubra que me fui? Nadie tuvo una respuesta inmediata para eso hasta que la Sra. Terwilliger dijo pragmáticamente: —Siempre podemos traerte de vuelta de la misma manera en que te estamos sacando. Hice una mueca y miré la taza en mis manos, preguntándome cómo me sentiría más tarde. En la sala de estar, la Sra. Terwilliger había apoyado útilmente un espejo de cuerpo entero de la habitación de Daniella. Tiró de transportador hacia él y abrió la puerta. Un gato blanco atigrado, el Sr. Bojangles, salió y se sentó tranquilamente frente al espejo. Si no lo supiera mejor, hubiera dicho que se estaba admirando a sí mismo. —¿Sabes las palabras? —preguntó la Sra. Terwilliger.
  • 36. Página36 Asentí y me arrodillé junto al gato. Había memorizado el hechizo durante nuestro tiempo de trabajo hoy. —¿Algo que debería saber antes de que esto suceda? —Solo recuerda mirar al gato una vez que se conjure el hechizo — dijo la Sra. Terwilliger. Miré a los otros una última vez. —Hasta pronto, supongo. —Buena suerte —dijo Neil. Adrian me miró a los ojos por un largo momento, sin decir nada en voz alta pero de alguna manera trasmitiendo un millón de mensajes. Sentí un nudo formándose en mi garganta mientras regresaba esa sensación de más temprano. Habíamos luchado tan duro para llegar aquí, y aquí estaba, alejándome. No me estoy alejando, me dije. Voy a salvar a Jill. Lo que Adrian y yo habíamos hablado más temprano era cierto. Nos amábamos pero no éramos tan egoístas acerca de nosotros como para poder simplemente darle la espalda a alguien que nos importaba. Le di una pequeña sonrisa y luego bebí la poción. Tenía un sabor ligeramente picante, no del todo desagradable pero tampoco algo que bebería por diversión. Cuando la taza estuvo vacía, la dejé a un lado y me concentré en el espejo, particularmente en el reflejo del gato a mi lado. El Sr. Bojangles aún seguía sentado satisfecho, y asumí que la Sra. Terwilliger había elegido a este gato en particular por su buen carácter. Llamé a la magia dentro de mí, desconcentrándome del resto del mundo y concentrándome solo en el hechizo en mano. Dije las palabras en latín, aun mirando al gato. Además del esfuerzo físico implicado, el hechizo requería una buena cantidad de fuerza personal, y cuando terminé de hablar, me sentí exhausta mientras la magia surgía a través de mí y se ponía a trabajar. Mis ojos estaban en el gato, pero poco a poco, mi visión de él cambió. De hecho, mi visión cambió completamente. El color naranja del gato cambió a gris en mi visión mientras que el patrón de su pelaje se agudizaba. Noté más matices y detalles que antes en el patrón atigrado. Mientras tanto, todo lucía increíblemente brillante, como si las luces se hubieran encendido. Parpadeé un par de veces para tratar de aclarar esa sensación y me di cuenta que me acercaba más y más al suelo. Algo cayó sobre mi rostro,
  • 37. Página37 oscureciéndome mi visión, y me moví debajo. Era mi camiseta. Mirando de nuevo al espejo, me encontré mirando los reflejos de dos gatos. Uno de ellos era yo. —Bueno, estaré condenado. No reconocí la voz de Adrian de inmediato. Aún era lo suficientemente humana para comprender el lenguaje, pero mis nuevos oídos procesaban sonidos en una manera completamente diferente. En particular, oía más, y los ruidos ordinarios de antes parecían más altos. Tuve poco tiempo para reflexionar sobre esto mientras dos manos me recogían de repente y me metían dentro del transportador para gatos. La puerta se cerró. —No queremos confundirlos —dijo la Sra. Terwilliger. —¿En dónde van a poner al otro? —preguntó Daniella. —Donde quieras —dijo la Sra. Terwilliger—. No lo puedo llevar conmigo. Los guardias me vieron entras con un gato. Me verán irme con uno. —¿Qué? —La voz de mi suegra llegó muy estridente a mis oídos—. ¿Esa criatura se va a quedar? —Lo imaginaba. ¿Su nuera transformándose en un animal? Ningún problema. ¿Tener que cuidar a un gato? Crisis. —Les recogeré una caja de arena y algo de comida para gatos —dijo Neil amablemente. A través de la rejilla metálica de la puerta de mi transportador, apareció el rostro de Adrian de repente, mirándome. —¿Qué hay de nuevo, gatita? ¿Estás bien ahí dentro? Por costumbre, traté de responder, pero todo lo que salió fue un aullido a medias. El mundo de repente giró a mí alrededor mientras el transportador se levantaba en el aire, obligándome a luchar para mantener el equilibrio con ambos pies y sentidos que eran extraños. —No hay tiempo para charlar —dijo la Sra. Terwilliger—. Tenemos que irnos.
  • 38. Página38 Adrian debió haberla seguido porque su rostro apareció de nuevo por la puerta. —Ten cuidado, Sage. Te amo. La Sra. Terwilliger y Eddie se despidieron y se dirigieron a la puerta. Caminaron por el edificio y luego hacia afuera. Sabía por un reloj más temprano que aún era de noche, pero el mundo que era capaz de ver a través de los huecos en el transportador se veía totalmente diferente a lo que estaba acostumbrada. Los postes de luz dispersos más que encendían la oscuridad para mi vista mejorada, e incluso si no veía una amplia gama de colores, podía ver mucho más lejos que lo que mis ojos humanos podrían haber visto. Teníamos al menos una hora de longevidad del hechizo, pero mis acompañantes mantenían un buen ritmo, caminando a paso rápido por los jardines de la Corte al estacionamiento para visitantes. Allí, la Sra. Terwilliger reclamó el auto de alquiler en que había conducido y puso mi transportador en el asiento de atrás. Me daba una pobre visión de nuestros alrededores pero aun así me permitía oír todo. En la puerta principal, los guardianes interrogaron a la Sra. Terwilliger sobre su visita, queriendo saber por qué Eddie estaba con ella. —Estoy de permiso —respondió de una manera que era brusca pero no defensiva—. Tengo temas personales que atender, y se ofreció llevarme. —Sé que las carreteras fuera de su Corte no siempre son amistosas en la oscuridad —añadió la Sra. Terwilliger—. Así que no me importa la compañía. —Esperen, y el sol saldrá en menos de una hora —dijo el guardián. —No tengo tiempo —respondió ella—. Tengo que tomar un vuelo. Como Adrian había predicho, los guardianes revisaron el auto a fondo, y escuché que uno de ellos le susurraba al otro: —Asegúrate que no hay polizones. Mi ansiedad aumentó, y me encontré experimentando la extraña sensación de azotar mi cola adelante y atrás. El rostro de un dhampir apareció delante de mí, e hizo algunos sonidos de clic.
  • 39. Página39 —Hola, gatito, gatito. No respondí, temiendo que podría salir como un siseo. Los guardianes finalmente nos despejaron, y así como así, estábamos en la carretera, libres del lugar que había sido a la vez un santuario y prisión por un mes. La Sra. Terwilliger condujo por otra media hora para poner distancia entre nosotros y la Corte, y luego sacó el auto en el arcén de una carretera rural. Una vez estacionado, abrió el transportador para que pudiera salir al asiento de atrás, y dejó una pila de ropa junto a mí. Más allá de ella, apenas podía discernir el cielo aclarándose. —Ahí tienes —dijo, moviéndose de nuevo al asiento delantero—. Probablemente debería habértelo dicho antes… es más fácil entrar en este hechizo que salir de él.
  • 40. Página40 Traducido por Fanny, Lizzie Wasserstein e IvannaTG Corregido por Lizzie Wasserstein os minutos se sentían como horas después de la partida de Sydney. Me paseaba por la longitud de nuestra pequeña suite, un nudo en mi pecho, mientras me preparaba para lo peor. En cualquier segundo, temía, me dirían que el plan había salido mal y los guardianes habían interceptado a Sydney tratando de escapar de la Corte. —¿Cariño, tienes que hacer eso? —preguntó mi madre al fin—. Estás agitando a los animales. Me detuve y miré a dónde el Sr. Bojangles estaba vigilando cautelosamente a Hopper, el pequeño dragón encantado que Sydney había convocado a principios de año. Hopper se había convertido en una especie de mascota y estaba mirando al gato con una emoción que claramente no era recíproca. —No creo que sea yo, mamá. Solo están… Un timbre de mi teléfono me interrumpió, y me lancé por él, sorprendiendo al gato y al dragón. En la pantalla de mi teléfono, un mensaje de texto de Eddie era claro y conciso: Logramos salir de la Corte. Todo está bien. Respondí el texto: ¿Sigo casado con un gato? Sí, fue la respuesta, seguida un momento después por: Pero la Sra. T jura que es temporal. L
  • 41. Página41 Algo de mi ansiedad disminuyó, pero no toda. Escribí: Avísame cuando ella esté de vuelta. Veinte minutos después, un mensaje llegó, esté de la mismísima Sydney: De nuevo en forma humana. Todo parece estar normal. ¿Todo?, pregunté. Bueno, aparte de la rara urgencia de seguir un punto de láser, respondió. Si ese es el peor efecto, me conformaré. Mantenme informado. Te amo. Te miau también, respondió. Fue abruptamente corregido con: Quiero decir, te amo. Sonreí mientras alejaba el teléfono pero encontré que me sentía muy lejos de sentir como si todo estuviera bien en el mundo. No podía quitarme la sensación de que las cosas no estaban completamente resueltas entre Sydney y yo, y eso ni siquiera era tomando en consideración las amenazas físicas que ahora enfrentaba. Logró salir de la Corte… pero ahora se enfrentaba potencialmente a todas los mismos peligros que nos habían hecho buscar santuario aquí. Solo si saben que está fuera. Me recordó la voz de la tía Tatiana, en un raro momento de legítima amabilidad. Mientras nadie la esté buscando, y no logre que la descubran, estará a salvo. Así que no lo arruines. De acuerdo. Acordé. Y nadie tendrá alguna razón para pensar que no está ahí. Ella nunca sale de nuestra suite, y en realidad no tenemos muchos visitantes. Más tarde ese día, por supuesto, tuvimos un visitante. Por suerte, no era un regimiento de guardianes demandando saber el paradero de Sydney, encontré a Sonya Karp Tanner de pie afuera de nuestra puerta, sonriendo cuando me vio. Cualquier alivio que encontré al verla, fue anulado por una ansiosa tía Tatiana. ¡No bajes la guardia a ningún precio!, dijo entre dientes. Sonya es nuestra amiga, respondí silenciosamente.
  • 42. Página42 La tía Tatiana no estuvo de acuerdo. No importa. Nadie puede saber que Sydney se fue, no importa que tan amigables creas que son. Todo lo que se necesita es un pequeño desliz, no importa que tan buena sea la intención. Entre menos gente sepa un secreto, mejor. Con una punzada, me di cuenta de que tenía razón. Mientras tanto, la agradable expresión de Sonya se había convertido en una de perplejidad mientras realizaba mi conversación mental con un fantasma. —¿Estás bien, Adrian? —preguntó Sonya. —Bien, bien —dije, haciéndole señas para que entrara—. Solo cansado. Como que tuve una mañana difícil—. Vagamente, hice señas hacia mi rostro, el cual aún mostraba los signos del forcejeo con Wesley y su equipo. Como había esperado, Sonya fue desviada con efectividad. La preocupación iluminó sus facciones. —¿Qué pasó? —Oh, lo usual. Solo algunos celosos idiotas de mi por estar casado con la mujer más sexy de por aquí. —¿Dónde está? —preguntó Sonya, mirando la vacía suite—. ¿Y tu madre? —Mamá se fue a la cama —respondí—. Y Sydney… salió a caminar. Los afilados ojos de Sonya se enfocaron en mí de nuevo. —¿Salió después de que fuiste atacado esta mañana? —Bueno, hay luz afuera, así que hay menos amenaza. Y… Neil está con ella. —Casi dije Eddie pero era seguro si Sonya quizá había escuchado sobre él dejando la Corte. Conociendo mi suerte, Neil pasaría sin aviso y arruinaría la historia—. Necesitaba algo de aire —añadí, mirando la escéptica mirada de Sonya—. Quedarse encerrada en verdad la está afectado. —Al menos, eso no era una mentira. Sonya sostuvo mi mirada más tiempo antes de decidir finalmente olvidar el tema. Probablemente sabía por mi aura y mi lenguaje corporal que no estaba siendo completamente sincero, pero era poco probable que pudiera adivinar la verdad… que Sydney se había transformado en un gato
  • 43. Página43 y había salido a escondidas de la Corte en un descabellado intento de encontrar a Jill. —Bueno, es a ti a quien vine a ver —dijo Sonya por fin—. Necesito discutir sobre algo contigo. O mejor dicho… sobre alguien. Me senté en nuestra mesa de la cocina y moví la cabeza para que ella hiciera lo mismo. ¿Discutir sobre alguien? Podía hacer eso, mientras no fuera Sydney. —¿A quién tienes en mente? —pregunté Sonya entrelazó sus dedos y tomó una respiración profunda. —Nina Sinclair. Hice una mueca. Tal vez no tan problemáticas como Sydney justo ahora, pero Nina era en absoluto un tema bienvenido. Era un usuario del espíritu, como yo, alguien de quien había sido muy buen amigo cuando Sydney estaba en cautiverio. Desafortunadamente, Nina había querido ser más que mejores amigos y había visto más en nuestra relación de lo que había. Había tomado mal mi rechazo, y había respondido incluso peor cuando se enteró que me había casado con una humana. En las raras veces que me la había encontrado desde que regresé a la Corte, constantemente recordaba el viejo adagio de “si las miradas mataran”. —¿Qué sobre Nina? —pregunté cuidadosamente—. ¿Sigue trabajando para ti? Sonya era la líder en un proyecto intentando usar el espíritu para prevenir que la gente se convirtiera en Strigoi. Nina había ayudado inadvertidamente con esto inicialmente cuando había restaurado a su hermana, Olive, de ser una Strigoi. Con varios de nosotros trabajando juntos, nos las arreglamos para transferir ese espíritu mágico a la sangre de Neil, efectivamente creando una vacuna que protegía a Neil de ser convertido a la fuerza. La victoria de Sonya había sido de corta duración, ya que era incapaz de replicar ese efecto en alguien más. Pero seguía trabajando incansablemente hacía esa meta. —Técnicamente, sí, pero ha pasado un rato desde que realmente ofreció algo de valor. —La expresión de Sonya se oscureció—. Nina ha estado un poco… apagada últimamente.
  • 44. Página44 No pude evitar reír un poco. —Somos usuarios del espíritu. Todos estamos un poco apagados. Sonya no me regresó la sonrisa. —No así. Si pudieras verla… bueno, entenderías. Ayer la mandé a casa porque no decía nada con sentido. También lucía como si no hubiera dormido en semanas. El único usuario del espíritu que he visto en tan mal estado fue… bueno, la vez que entrevisté a Avery Lazar. Eso me detuvo en seco. Avery, otro usuario del espíritu, estaba ahora en el hospital para enfermos mentales de una prisión Moroi. —Avery usaba cantidades ridículas de espíritu —le recordé—. O sea, ridículas. Y a diario. —Recordando, Jill había hecho mella en mí, drenándome temporalmente del espíritu, pero había sido cosa de una vez. Avery había intentado hazañas de alto poder, una y otra vez, llevándola a su actual estado donde su mente ya no podía más—. Nina tendría que estar haciendo alguna magia bastante seria para terminar así. —Eso es exactamente lo que me da miedo —dijo Sonya sombríamente. Jadeé, pensando en Avery. —¿Qué esté tratando de adquirir compañeros besados por la sombra? —No, no eso… sino algo que toma casi tanto poder y que es hecho a diario. Cuando trato de sacarle una respuesta, me evade o solo comienza a balbucear tonterías. —Sonya suspiró—. Estoy preocupada por ella, Adrian. Necesita ayuda, pero no me dice nada. Mientras el silencio crecía, de repente entendí lo que Sonya quería decir. —¿Qué? ¿Crees que hablará conmigo? Sonya se encogió de hombros. —No sé a quién más pedírselo.
  • 45. Página45 —Bueno, ¡no a mí! —exclamé—. Estaba furiosa cuando la rechacé. Si ella está haciendo algo y necesita ayuda, no soy yo a quien va a decirle. Necesitas pedírselo a alguien más. —¡No hay nadie más! Su hermana sigue desaparecida. ¿Y sabías que Nina renunció a su trabajo de la oficina? O… de hecho, creo que fue despedida, pero es difícil conseguir una respuesta directa de ella. Por lo que sé, tú y yo somos los únicos de por aquí a los que nos preocupa lo que se está haciendo a ella misma, y necesitamos hacernos cargo y ayudarla. —No hablará conmigo —reiteré. Sonya pasó una mano por su cabello rojo oscuro. —Tal vez te sorprendas. A pesar de que las cosas… se cayeron… entre ustedes, ella todavía siente como si hubiera algún tipo de conexión. Por favor, Adrian. Solo inténtalo, por favor. Si te aleja, bien. Que así sea. No te lo pediré de nuevo. Comencé a decir que no una vez más, pero una mirada de cerca a Sonya me detuvo. En verdad estaba agitada por esto. Estaba en su voz y sus ojos… incluso en los colores de su aura. Sabía que Sonya no era de las que reaccionaban de forma exagerada. También sabía que no me pediría esto si no estuviera verdaderamente preocupada, especialmente desde que ella fue la que me aconsejó que me alejara de Nina para proteger sus sentimientos. Miré la hora. Se estaba haciendo tarde para nuestros estándares. La mayoría de los Moroi estarían yéndose a la cama. —¿Está bien si espero hasta mañana para verla? Sonya lo consideró y luego hizo un pequeño asentimiento. —Estoy segura que estará bien. Por supuesto, también estoy segura de que no estará dormida pronto. Pero tal vez sea mejor si esperas a que regrese Sydney para irte, pero que Neil pueda acompañarte. Por un momento, casi digo que Eddie estaba con Sydney, no Neil, y luego recordé la historia de mentira. Tendría que comunicarme con Neil para asegurarme de que respaldara lo que dije. Si no era cuidadoso, las cosas podrían complicarse muy rápido. Era lo que más odiaba sobre mentir: rara vez se mantenía simple.
  • 46. Página46 —Suena bien —dije, poniéndome de pie mientras Sonya lo hacía—. Te avisaré como va. —Gracias. Sé que esto no es… —Se comió sus palabras mientras que el Sr. Bojangles salía de la habitación, con Hopper en una acalorada persecución. Sonya se giró hacia mí, sorprendida—. ¿Cuándo conseguiste un gato? —Uh, hoy, de hecho. Jackie Terwilliger, ¿la vieja maestra de Sydney?, lo dejó cuando vino de visita. Eso era obviamente nuevo para Sonya. —¿Estuvo aquí? ¿En la Corte? ¿Cuánto tiempo se quedó? —No mucho —dije, deseando inmediatamente que no lo hubiera mencionado en absoluto—. Solo comprobando a Sydney. —Eso es mucho esfuerzo solo para comprobar a alguien. Una llamada hubiera sido mucho más simple. Esperaba lucir inocente. —Sí, pero entonces no hubiera sido capaz de darnos al gato. Regalo de bodas atrasado. —Adrian —dijo Sonya, usando la voz que debe haber usado para regañar a incontables estudiantes cuando era maestra de biología en la preparatoria—, ¿qué no me estás diciendo? —Nada, nada —dije, llevándola a la puerta—. Relájate, todos estamos bien. La única cosa por la que necesitas preocuparte es por lo rápido que Nina me mandará lejos. —Adrian… —Todo está bien —dije alegremente. Le abrí la puerta—. Gracias por pasar. Saluda a Mikhail por mí. Por su expresión, era claro que fallé completamente en convencerla de mi inocencia, pero al menos no lucía como si fuera a obligarme a decirle lo que en realidad estaba pasando, por ahora. Nos despedimos y respiré un suspiro de alivio cuando se fue, esperando que nadie más viniera y me forzara a formular otra pobre excusa de por qué Sydney no estaba por aquí.
  • 47. Página47 Fui a la cama poco después y fui despertado a medio día por un nuevo mensaje de texto de Sydney. Reportaba que ella, Eddie y Jackie habían llegado a Pittsburgh pero que no estarían investigando el museo hasta en la noche. Me aseguró que todo estaba bien, y le aseguré lo mismo, decidiendo que era lo mejor si no sabía que había acordado ir a hablar con una chica potencialmente loca quien, o estaba enamorada de mí, o despreciaba todo de mí. Sydney ya tenía suficiente por lo que preocuparse. Cuando la Corte Moroi comenzó a despertarse más tarde ese día, me las arreglé para que Neil regresara y me acompañara a la casa de Nina. Era suficientemente temprano como para que la gente estuviera afuera, pero pensé que era mejor prevenir que lamentar. Neil manejaba por deber, estaba feliz de ayudarme, pero sabía que tenía un interés oculto para ir a ver a Nina. Hace meses, él y la hermana de Nina, Olive, habían tenido el comienzo de un floreciente romance. Ninguno de nosotros estaba completamente seguro de que tan lejos habían ido, pero las cosas habían terminado abruptamente cuando Olive se había ido con poco contacto con Nina y ninguno con Neil. Dudaba que Nina tuviera algún nuevo detalle sobre el paradero de su hermana, pero probablemente Neil estaba esperando algo de información. El sol de verano todavía estaba sobre el horizonte, incluso alrededor de las seis, cuando llegamos a la puerta de Nina. Vivía en una sección de apartamentos habitados por otros empleados de la Corte (o ex empleados, como resultaba), lejos de los alojamientos mucho más elegantes donde la realeza como mi padre vivía. Tomé una profunda respiración mientras miraba la puerta, reuniendo mi coraje. —No va a ser más fácil si lo pospones —me dijo Neil, inútilmente. —Lo sé. —Resuelto, di dos pequeños golpes a la puerta, secretamente esperado que Nina estuviera durmiendo o que no estuviera en la casa. Entonces podría decirle honestamente a Sonya que había tratado y dejarlo así. Desafortunadamente, Nina abrió la puerta casi inmediatamente, como si hubiera estado esperando a lado de ella. —Hola, Adrian —dijo con cautela. Sus ojos grises se levantaron más allá de mí—. Neil. Él asintió para saludar, pero yo estaba momentáneamente asombrado. Nina no venía de ancestros ricos o de la realeza, pero eso nunca
  • 48. Página48 había afectado su belleza, y siempre se había presentado en una manera impecable. Al menos, solía hacerlo. Esa Nina que yo había conocido no estaba a la vista. Su oscuro y rizado cabello lucía como si no se hubiera cepillado recientemente. De hecho, no estaba seguro de que lo hubiese lavado en un rato tampoco. Una arrugada falda azul a cuadros desentonaba con una camiseta naranja, sobre lo cual llevaba un cárdigan gris al revés. Uno de sus pies se hallaba cubierto con un blanco calcetín corto. Su otro calcetín, adornado con rayas rojas y blancas, llegaba a su rodilla. Y sin embargo, lo más alarmante no era la extraña elección del vestuario; en su lugar, era la expresión de su rostro que me decía que Sonya no exageraba. Oscuros círculos colgaban bajo los ojos de Nina, aunque sus propios ojos eran claros y casi demasiado alertas, brillaban febrilmente. Era una mirada que había visto antes en los usuarios del espíritu empujados al límite. Era una mirada que había visto en el rostro de Avery Lazar. Tragué saliva. —Hola, Nina. ¿Podemos entrar? Sus ojos se estrecharon. —¿Por qué? ¿Así puedes decirme otra vez cuán totalmente inadecuados somos? ¿Así puedes decirme cómo nosotros nunca, jamás posiblemente podremos salir, visto que no soy humana y que al parecer solo te enganchas con personas que sirven también de cena? Mi temperamento comenzó a estallar ante el desprecio, pero luego me recordé a mí mismo que ella no estaba bien. —Lo siento por lo que dije la última vez, lo digo en serio. Conocí a Sydney mucho antes de conocerte. Pero eso no es por lo que estoy aquí para hablar contigo. Por favor, ¿podemos entrar? Nina me miró sin decir nada durante mucho tiempo, y aproveché la oportunidad para recurrir al espíritu y echar un vistazo a su aura. Como Lissa ayer, el aura de Nina estaba llena con el pálido dorado de un usuario del espíritu. A diferencia de Lissa, sin embargo, el dorado de Nina tenía una
  • 49. Página49 débil, casi acuosa calidad del mismo. No quemaba como una llama. Los otros colores eran igualmente frágiles, titilaban prendidos y apagados. —Está bien —dijo al fin. Ella dio un paso a un costado y nos dejó pasar. Lo que encontré dentro era casi tan desconcertante como su apariencia. Había estado antes en su casa, cuando ella y yo fuimos a un montón de fiestas juntos. El pequeño apartamento era en realidad más que un estudio, con dormitorio y sala de estar fusionados en uno. A pesar de su pequeño tamaño, Nina siempre había hecho un gran esfuerzo para mantener su casa ordenada y bien decorada. Al igual que la atención proporcionada a su físico exterior, aunque, el cuidado parecía ser una cosa del pasado. Costrosos y malolientes platos se apilaban en el fregadero de la cocina, donde un par de moscas zumbaban perezosamente. Ropa sucia, libros y latas de bebida energética estaban apilados por todas partes, mesas, suelo, incluso la cama. Lo más extraño de todo era una pila de revistas en el suelo con una pila de papel triturado junto a ellas. —¿Cómo duermes? —pregunté, incapaz de evitarlo. —No lo hago —dijo, juntando las manos detrás de su espalda—. No lo hago. No hay tiempo. No puedo correr el riesgo. —Tienes que dormir en algún momento —dijo Neil pragmáticamente. Ella negó frenéticamente. —¡No puedo! Tengo que seguir tratando de encontrar a Olive. Quiero decir, la he encontrado. Algo así. Depende de cómo se mire. Pero no puedo llegar a ella, ¿sabes? Ese es el problema. Es por eso que tengo que seguir intentándolo. El por qué no puedo dormir. ¿Entiendes? No lo entendía en absoluto, pero el aliento de Neil se contuvo ante la mención del nombre de Olive. —¿La encontraste? ¿Sabes dónde está? —No —dijo Nina, sonando un poco irritada—. Justo les acabo de decir eso.
  • 50. Página50 Sin previo aviso, se contoneó hasta suelo junto a la pila de revistas. Recogió una revista al azar y empezó a romperla, página por página, en pequeños pedazos, edificando la pila de hojas trituradas. —¿Qué estás haciendo? —pregunté. —Pensar —respondió ella. —No, me refiero a las revistas. —Esto me ayuda a pensar —explicó. Neil y yo intercambiamos miradas. —Nina —dije con cuidado—, creo que tal vez deberías ir a visitar a un médico. Neil y yo podemos ir contigo, si quieres. —No puedo —protestó, aun triturando metódicamente la revista—. No hasta que contacte a Olive. Me agaché a su lado, deseando tener una mejor idea de cómo hablar con alguien tan claramente inestable. Uno pensaría que sería un experto. —¿Cómo estás tratando de contactarla? ¿Por teléfono? —En sueños —dijo Nina—. Lo logré. Un par de veces. Pero luego ella me bloqueó. Volvió el sueño contra mí. Estoy tratando de luchar a través de él, pero no puedo. Me di cuenta por la expresión de Neil que esperaba que hubiese tenido sentido para mí, pero me encontraba más confundido que nunca. Una persona particularmente resistente podría hacer difícil para un usuario del espíritu formar una conexión de sueño, pero el resto no tenía ningún sentido. —Olive no es un usuario del espíritu —dije—. No puede hacer nada al sueño sin tú permiso. Ejerces el control final. —Ella puede, ella puede, ella puede. —Nina comenzó a romper la revista con energía renovada—. ¡Cada vez que intento hablar con ella, construye algún obstáculo! Cosas en las que nunca pensé siquiera. Sus pesadillas, mis pesadillas. Las de alguien. Las combato. Lo hago. Realmente, lo hago. Pero se necesita mucho espíritu. —Detuvo abruptamente la trituración y miró perdidamente al vacío con tristeza—. Es agotador. Y para
  • 51. Página51 cuando lo atravieso, se escabulló. Se despierta a sí misma, y no puedo hablar con ella. No puedo preguntarle por qué me dejó. ¿Sabes? —Los ojos de Nina revoloteaban de mí a Neil—. ¿Sabes por qué se fue? —No —dije suavemente—. Todo lo que sé es que necesitas un poco de descanso en serio. —Empecé a poner una mano sobre su hombro, y se apartó, ira brillando en sus ojos. —No me fastidies —dijo en voz baja—. No vengas aquí y actúes como si fueras mi amigo. —Soy tú amigo, Nina. No importa lo que sucedió o no sucedió entre nosotros, soy tu amigo. Quiero ayudarte. Su ira al instante volcó a la desesperación. —Nadie puede ayudarme. Nadie puede… espera. —Inesperadamente me agarró del brazo, sus dedos clavándose con asombrosa, e incómoda resistencia—. Tal vez me puedas ayudar. Eres el mejor soñador. Ven conmigo la próxima vez que visite a Olive. Entonces verás... ¡verás cómo está controlando el sueño! Si combinamos nuestros poderes, ¡tal vez seremos lo suficientemente fuertes como para detenerla! ¡Entonces podremos hablar con ella! Negué. —Nina, no hay manera de que ella pueda... Esos dedos se profundizaron en mi brazo. —¡Lo hace, Adrian! Únete a mí, y lo verás. Pensé detenidamente antes de responder. Nina tenía razón acerca de mi siendo el mejor soñador espiritual (eso lo sabíamos), y nunca había visto ningún indicio de un no-usuario del espíritu siendo capaz de tomar el control de un sueño. Nina creía claramente que ese era el caso y que eso le impedía hacer contacto con Olive. No me atrevía a decirlo, pero me preguntaba si Nina últimamente había estado utilizando tanto espíritu que su control vacilaba. Eso explicaría por qué tenía dificultades para forjar una conexión de sueño, y en su estado aturdido, surgió con la idea de que Olive interfería. Sí, pero, ¿qué si ella estuvo utilizando demasiado espíritu? preguntó tía Tatiana.
  • 52. Página52 Era una buena pregunta. Mirando por encima de Nina y su estado de confusión, me encontré perdido. Incluso si ella trataba de formar una conexión de sueño espiritual con Olive todos los días, no había manera de que sola pudiera haber conducido a Nina a este estado. ¿En qué más estaba usando magia? ¿O estaba su deterioro mental siendo acelerado por algo más que la magia? ¿Era la culminación de eso y el estrés personal... como la desaparición de Olive y mi rechazo? —¿Adrian? —preguntó Neil tentativamente—. ¿No hay ninguna manera en que consideres ayudar? Sin conocer mis pensamientos, él creía que mi duda era sobre la negativa a ofrecer asistencia. La verdad era que no sabía cómo. Y honestamente, Nina necesitaba mucho más que ayuda con un sueño espiritual. Necesitaba ayuda con su vida. —Está bien —dije al fin—. Voy a ayudarte a conectar con ella en un sueño, pero solo si duermes un poco. Inmediatamente, Nina comenzó a negar. —No puedo. Estoy demasiado emocionada. Tengo que seguir buscando. Tengo que... —Vas a dormir un poco —ordené—. Estoy trayendo a Sonya aquí y ella te traerá un sedante. Lo tomarás. Y dormirás. —Más tarde lo haré. En este momento, tenemos que llegar a Olive. Está en un horario humano. Irá pronto a la cama, y no puedo dormir. La contactaremos primero y... —No. No hay trato. —Hice mi voz tan firme y severa como pude—. Si ella esperó tanto tiempo, seguirá esperando. Primero dormir. ¡Por el amor de Dios, Nina! Mírate a ti misma. Estás... —¿Qué? ¿Qué? —preguntó, antes de regresar a la mirada febril—. ¿Hecha un lío? ¿Fea? ¿No lo suficientemente buena para ti? —Agotada. —Suspiré—. Ahora, por favor. Llamaré a Sonya. Podrás dormir hoy, y para mañana buscaremos a Olive. Si estás descansada, estarás en mejores condiciones para, eh, luchar contra su control. —Todavía no compraba eso, pero Nina lo hizo, y finalmente cedió. —Está bien —dijo—. Puedes llamar a Sonya.
  • 53. Página53 Lo hice, y Sonya se sintió aliviada al oír que hice un progreso, por pequeño que fuera. Prometió venir con algo para ayudar a dormir a Nina, y prometí esperar hasta entonces. Cuando corté la llamada, Nina volvió a su trituración y empezó a tararear lo que sonaba como Sweet Caroline. —Es muy amable de tu parte el ayudarla —murmuró Neil, llegando a estar a mi lado en la habitación—. El sueño le hará bien. Y por mis propias razones egoístas... Bueno, admito que estoy ansioso también por que tengas contacto con Olive. No es que esa sea tú razón principal para hacer esto. —Oye, es una razón suficiente. Todas lo son. —Traté de mantener mi voz ligera, sin suponer exactamente cuán molesto me hallaba por el estado de Nina. Porque si tuviera que ser honesto, no estaba haciendo esto solo por Neil, Sonya, o Nina. Observando a Nina mientras se sentaba allí tarareando, tan claramente fuera de sus cabales... bien, la verdad era, que no fue tan difícil imaginarme en ese estado algún día. Y si llegaba a eso, esperaba desesperadamente que alguien pudiera ayudarme también.
  • 54. Página54 Traducido por Fanny, Jessy y Lizzie Wasserstein Corregido por Lizzie Wasserstein o recomiendo convertirse en un gato. En sí la experiencia de ser un gato no es tan mala. ¿Pero salir de ello? Horrible. Sentía como si hubiera sido partida en dos. Mis huesos y piel se estiraban y torcían en maneras en que la naturaleza no tenía intención, y cuando había terminado todo, me sentía golpeada y con moretones, como la vez que había caído por volar en las escaleras de niña. Una vaga sensación de nauseas se asentó en la punta de mi estómago, y por un momento de pánico, pensé que vomitaría. El vomito forzado había sido uno de los muchos castigos que los Alquimistas me habían puesto mientras estaba cautiva, y la mera idea de eso, desencadenaba una avalancha de recuerdos desagradables. Por suerte, la sensación pasó pronto, y me sentí más o menos como la antigua yo. —Hay un excelente lugar para comprar café como a unos veinte kilómetros —dijo la Sra. Terwilliger una vez que estaba acomodada y me había puesto el cinturón—. Nos detendremos ahí por algo de gasolina antes de ir a Pittsburgh. Asentí, terminé un mensaje de texto para Adrian, y estiré mis piernas, aun llegando a un acuerdo con el regreso de mi antiguo cuerpo. A mí lado en el asiento, estaba una caja de madera que la Sra. Terwilliger había traído, y me asomé para verla mejor. Fuera de su hechizo para sellarla, no había nada extraordinario sobre ella. En el mes desde la desaparición de Jill, había habido muchas especulaciones sobre quien se la había llevado. N
  • 55. Página55 Casi siempre, culpábamos a algún Moroi disidente que no apoyaba a Lissa. Sin embargo, esto claramente mostraba evidencia de magia humana, lo que cambiaba todo lo que creíamos. Además de mí, no sabíamos de humanos que usaban magia trabajando con Moroi. Solo podía esperar que este museo ofreciera algunas respuestas, tan poco probable como parecía. Dentro de la caja, las palabras de ese volante me miraban: VEN A JUGAR, SYDNEY. Una vez que tuvimos nuestro café, el viaje pasó sin eventos, con nuestra única parada siendo una construcción de verano dispersa por la carretera. Honestamente, hubiera sido un placentero viaje por carretera, si no fuera por el hecho de que todos seguíamos nerviosos por la preocupación y tensión. Estaba preocupada de que Adrian pudiera hacer algo imprudente en la Corte. Y, por supuesto, estaba preocupada por Jill. Claramente, Eddie también lo estaba, y más que hacerlo sentir mejor, esta nueva pista, solo había incrementado su agitación. Apenas y nos dijo dos palabras en todo el camino. A pesar de todo, hicimos buen tiempo llegando al Museo del Robot en Pittsburgh en la tarde. Un cartel pintado a mano declaraba que era “famoso mundialmente”, pero ninguno de nosotros había escuchado de él. A juzgar por el vacío estacionamiento, no mucha gente sabía de él tampoco. —Usualmente estamos más ocupados los fines de semana —explicó el encargado en la ventana de admisión. Compramos tres boletos y entramos. —Por favor entren, por favor entren —disparó un robot parado cerca de la entrada. No se movía y había sido parchado con cinta adhesiva en muchos lugares. En sus brazos, sostenía un gran cartel de bienvenida en forma rectangular. La mayor parte del museo estaba dentro de una larga galería que mostraba una surtida variedad de robots usados tanto para entretener como para prácticas de aplicaciones de negocios. La mayoría de las pantallas estaban estáticas, pero algunas estaban animadas, como una línea de montaje mostrando a un robot que revisaba el control de producción. Una cinta transportadora en un bucle sin fin mandaba tazas de cerámica, dando vueltas y vueltas, y pasando una cosa que parecía una caja que pausaba y escaneaba cada una, iluminando luces verdes o rojas, dependiendo si encontraba un defecto.
  • 56. Página56 Una habitación contigua mostraba “Una Historia de Robótica” a lo largo de sus paredes. Incluía orígenes mitológicos, como autómatas que servían al dios Griego Hefesto, lo que pensé que era un lindo toque. La mayor parte de la línea del tiempo se enfocaba en el desenvolvimiento en el siglo veinte y veintiuno y terminaba con ¿¿¿EL FUTURO??? Miré esos signos de interrogación por un momento, pensando que tal vez muy bien podrían ser una etiqueta para mi propio futuro. ¿Qué sostenía mi vida? ¿Alguna vez sería capaz de conseguir la universidad y los sueños de viajar por todo el mundo que había albergado por tanto tiempo? ¿O mi vida estaría limitada a una habitación rodeada por vampiros? ¿Estar huyendo era el mejor resultado que podía esperar? —¿Sydney? La voz de la Sra. Terwilliger me sacó de la habitación de la línea del tiempo, y regresé a la galería principal. Ella y Eddie estaban al lado de una enorme vitrina de cristal como pantalla de lo que parecía un dinosaurio con el doble de mi estatura. Lo reconocí como el del volante, al lado del cual mi nombre había estado escrito. La Sra. Terwilliger con la mano sobre el cristal, me preguntó; —¿Puedes sentir esto? Puse mi mano al lado de la suya y esperé. Después de varios segundos, sentí algún tipo de zumbido de energía. Eddie nos imitó pero luego sacudió su cabeza. —No siento nada —dijo. —Hay un encantamiento en esta pantalla —explicó la Sra. Terwilliger, alejándose. —¿Puedes decir algo sobre él? —pregunté. Ella era más sensible a ese tipo de cosas que yo. Era una habilidad que requería práctica. —No. Necesito abrir esta vitrina. Había una pequeña cerradura sobre la vitrina de cristal que cualquiera de nosotros probablemente podría haber abierto con un hechizo. Por lo que pude ver, no había otra seguridad o alarma electrónica en esta pantalla o en las otras, y honestamente, no estaba sorprendida. Algo me decía que este lugar no tenía el presupuesto para nada de alta tecnología,