1. [goear]http://www.goear.com/listen/58f5c9c/River-Flows-in-you-yiruma[/goear] Ante todo feliz navidad, Divine, esto está elaborado con mucho cariño. Clica la música antes de nada. Y ahora por unos momentos siéntete protagonista de este relato, como una chica diez, sobre unos Louboutin formidables con unos tacones de doce centímetros. 31 de Diciembre. Nieva en Madrid. Tal día como hoy, hace 94 años, conocí a Edward. Yo aún era neófita, y por lo tanto necesitaba ir siempre acompañada de un vampiro “veterano”, pues aún sufría lo indecible ante el cuello apetitoso de un mortal. A la veterana en cuestión le apodaban “Tach, no me preguntéis por qué. Aquella Nochevieja logré colarme yo sola en una fiesta multitudinaria donde no sé porqué todos los participantes iban disfrazados de otras épocas anteriores. Gracias a mi indumentaria extraña no desentoné, mi traje de novia de color negro, un pequeño velo negro cubriéndome los ojos, y mis zapatos altos de doce centímetros, incluso mi ramo de novia, compuesto por flores muertas, me abrieron paso en una fiesta de disfraces extraños. Mis ojos hambrientos, inyectados en sangre se posaron en una posible víctima. Edward estaba solo. Con las manos en la espalda, contemplaba la plateada luna de diciembre con gesto triste y melancólico. Alto, y dueño de un atractivo que en pocos humanos he visto, pálido y de pelo cobrizo, labios tan rojos como los de una mujer y pestañas aterciopeladas, entrecerradas y soñadoras, sus manos largas y delicadas, enmarcadas por unos finos encajes que sobresalían de las mangas, se retorcían en su espalda, mientras sus mandíbulas se encajaban con fuerza y mucha ¿rabia? Me produjo una fuerte curiosidad y me acerqué por detrás, acariciándole las manos, y susurrándole al oído un “hola” de terciopelo. No se volvió a mirarme pero se dejó acariciar los dedos, y entrelacé los míos con los suyos; al contacto helado de mis dedos se estremeció y sin volverse me preguntó cuánto de frio hacia en la calle para que yo tuviese las manos como los muertos, reí con ganas, y con mi cabeza apoyada en su cuello seguimos contemplando la luna. -¿Quién eres, chica de los dedos fríos?- su voz era dulce, y mis labios temblaron un poco al contestar, pues el olor de sus cabellos abrieron todas las compuertas de mis apetitos más oscuros. Intenté no respirar. -¿Quién eres tú, chico solitario que mira la luna?- contesté apretando las mandíbulas para no beber de su cuello masculino pero a la vez delicado. -Me llamo Edward. -A mi me llaman Divine .Date la vuelta, Edward.- le susurré al oído, queriendo comérmelo. Nos miramos a los ojos, él sorprendido ante mi belleza parpadeó varias veces, y yo con tanta hambre que casi no podía aguantarla, no sé que vio en mis ojos que bajó los suyos avergonzado. -¿Quieres bailar? Solo faltan diez minutos para despedir al año- lo dijo ladeando su cabeza cobriza de una forma muy seductora, ¿Cuántos años tendría? 16, 17? Solo tendría unos años menos que yo. Más alto que yo, me agarró por la cintura y en lo que parpadea una mariposa estábamos bailando en el centro de la pista, todo el mundo nos miraba hipnotizados, personificábamos la juventud y la belleza, y dábamos vueltas y más vueltas al compás de un vals, mi mano en su mano, nuestros cuerpos pegados, y sus labios cerca de los míos, sintiendo su aroma a hombre joven, a piel, a sangre. No pude más y lo separé de mi cuerpo, mirándole frenéticamente a los ojos, pues el apetito voraz que me consumía me estaba matando y no respondía de mí en los minutos siguientes. Salí de allí apartando a la gente y reprimiendo mi fuerza sobrenatural para no estamparlos contra la pared, y me sumergí en la fría noche navideña. Casi nunca me acuerdo de respirar, porque no lo necesito, pero en ese momento aspiré el aire helado lleno de aromas diversos, en el que solo faltaba el que me quitara el aliento hace pocos segundos, y me quedé apoyada en un viejo árbol decidiendo que hacer. No me lo puedo comer, a él no, ningún mortal me ha causado esta fascinación dolorosa, y no puedo quedarme con él, solo es un chico normal, y yo soy Divine, Divine Shoes, la reina de los vampiros , terrible, letal, aunque he sido a veces blanda y les he permitido vivir, pero en muy pocas ocasiones. Miré mis manos, de dedos largos y delicados, miré mis uñas negras decoradas con estrellitas, estas manos hermosas capaz de tumbar a un oso, ahora solo deseaban enredarse en sus cabellos. Tenía que huir, rápido. Pero no me moví, y solo pude mirar al universo de esos ojos que ahora volvían a sumergirse en los míos, y acariciar esas manos calientes, que no temían al hielo de las mías. -No te marches.- acercó sus labios a mi cuello. -Tú no lo entiendes, si me quedo tu vida peligra. No sabes qué soy, y soy realmente peligrosa. De hecho estoy conteniéndome desde que te he visto, pero no puedo más, y es hora de marcharme. Ten cuidado de los que son como yo, vigila tus espaldas Edward, hay muchos de mi especie rodeando estos lugares, no dejes que se te acerquen demasiado.- dibujé sus labios con mis dedos sin dejar de mirarle a los ojos. Nuestros labios se acercaron como a cámara lenta, tan despacio, que si mi corazón tuviese un soplo de vida seguramente hubiese saltado de mi pecho en pleno galope, y cuando por fin se juntaron el mundo paró su órbita, la luna se escondió para no molestarnos, y solo se escuchaba el latir de un corazón, el corazón de un Edward enamorado por primera vez en su vida, de mi, de una muerta errante y hermosa, que después del beso se marcharía dejándole con el corazón sangrando para siempre. Nos separamos mirándonos a los ojos. Solté sus manos y me fui alejando de su cuerpo. -Adiós mi querido Edward, que seas muy feliz, quizás nos encontremos nuevamente, en algún lugar, en otra época. -Nunca te olvidaré, chica de las manos frías.-sonrió tristemente, nunca olvidaré esos labios. Nos miramos en silencio. Me di la vuelta y mis tacones volvieron a sonar en el asfalto madrileño, recuperé mis andares de reina orgullosa, pero ahora tenía una herida en mi corazón muerto, que no podría curar, en todos los siglos venideros. Han pasado….años. Me han invitado a una fiesta de disfraces, y me han comentado que el anfitrión es un hermoso joven de pelo cobrizo y mirada hambrienta. FIN. Para DIVINE SHOES Con cariño… desde Alemania. [img] http://i42.tinypic.com/t06scl.jpg[/img] FELIZ NAVIDAD. QUE TODOS TUS SUEÑOS SE CUMPLAN.