COMUNICADO CNE-CAMPAÑA Y PROPAGANDA ELECTORAL 20240423.pdf
Revolución de Septiembre
1. Intransigencia y personalismo en la crisis de 1930
Por Guillermo Gasió
A partir de la conocida expresión de Federico Pinedo: “El 6 de
septiembre de 1930 no fue un rayo en un día de sol”, en esta nota se
intenta ofrecer un panorama de conjunto, o más precisamente, un
inventario de temas, sobre la trama del conflicto entre la Unión
Cívica Radical bajo la jefatura de Hipólito Yrigoyen y la oposición
de las derechas que finalmente logró truncar su segunda
presidencia.
1. INTRANSIGENCIA Y PERSONALISMO
Para Hipólito Yrigoyen el Gobierno de la República se expresaba en
la Presidencia de la Nación.
Para lograr ese objetivo, construyó pacientemente una herramienta
política básica: la Unión Cívica Radical (partiendo de la
Reorganización Partidaria de 1903), a la cual opuso un enemigo
irreductible: el Régimen. A tal punto, que la Causa – identificada con
la Nación misma – cobra sentido a partir del Régimen.
El procedimiento para lograr la Presidencia consistió, paralelamente,
en la abstención y intransigencia, en ambos casos, a todo o nada: no
participar de procesos electorales hasta que no existan garantías de
sufragio libre; no pactos, no acuerdos, no aceptación de un cargo
nacional, provincial o municipal por ningún radical hasta lograr
garantías electorales que posibilitaran el acceso cierto a la Presidencia.
Para que ese proyecto político apoyado en un partido popular tuviese
viabilidad se hacía imprescindible un liderazgo centralizado y
poderoso: el del propio Yrigoyen (el Hombre, el Apóstol).
El radicalismo pasó de la conspiración a la revolución (expresada en
forma notable el 4 de febrero de 1905) hasta lograr que se sancionase
la ley electoral de 1912.
La intransigencia radical y el personalismo de Yrigoyen marcan un
importante punto de conflicto (si no fue el punto crucial) a lo largo del
proceso político 1912-1930.
2. ¿CONCESIÓN O CONQUISTA?
La ley Sáenz Peña, en el concepto de los conservadores, fue una
concesión liberal que permitiría ampliar la participación política,
2. haciendo del radicalismo un partido intrasistema, y dejando
establecido el compromiso de compartir el poder en una república
conservadora-radical, sobre la base de listas de mayoría y minoría (2/3
y 1/3), con lo cual se habría consolidado el bipartidismo, apoyado en
concesiones mutuas, negociaciones y acuerdos, alternancia en las
funciones de gobierno.
Para los radicales yrigoyenistas la ley electoral de 1912 fue una
conquista del partido, que serviría para concretar la democracia
radical, o sea, la reparación fundamental, donde no podían caber los
conservadores, ni fuerza política contradictoria del radicalismo. A eso
se agregaba la proclamación de la plenitud representativa, basada en
la pureza electoral, incompatible con el Régimen, descripto como
“situación anormal y de fuerza”.
De acuerdo con la concepción conservadora, en la práctica, el
radicalismo transformó bruscamente el sistema político montando una
maquinaria electoral que acabó convirtiendo la democracia en
demagogia, la intransigencia en un medio de exclusión política, y el
ejercicio del gobierno en un juego dialéctico de anarquía y dictadura.
Para los radicales, con los conservadores era imposible alcanzar la
democracia representativa y el consecuente ejercicio de un gobierno
que expresara la identidad pueblo-gobierno, o sea, la democracia
genuina. Al respecto, conforme el radicalismo, bastaría evocar la
experiencia de 1930-1943.
Un dato importante de la ley Sáenz Peña: el padrón militar y,
consiguientemente, la aceptación del Ejército como garante del
comicio y del escrutinio.
3. DEL COLEGIO AL INTERVENCIONISMO
En las elecciones nacionales de 1916, la fórmula Yrigoyen-Luna se
impuso en solamente 6 distritos electorales y logró 143 electores para
el Colegio Electoral, necesitando 151. Los disidentes de Santa Fe con
sus 19 votos decidieron que fuese proclamada la fórmula radical por
uno más de los necesarios. El radicalismo se empeñó en proclamar
que se trató de un plebiscito que implicaba cierta irreversibilidad en la
marcha del proceso democratizador.
Para consolidarlo, debió apelar a un recurso constitucional extremo: la
intervención federal a las provincias. “Las autonomías son de los
pueblos y para los pueblos y no para los gobiernos” fue la recurrente
doctrina radical en la materia. De las 20 intervenciones a las
provincias dispuestas entre 1916 y 1922 solamente 5 lo fueron por ley
3. del Congreso Nacional, conforme prescribe la Constitución. En 10
casos fueron removidos gobernadores de origen conservador, de las
cuales pudieron reconquistar el gobierno solamente en 2; en otros
casos, se trataba de resolver internas radicales o de aniquilar nuevas
fuerzas políticas desglosadas del tronco matriz (Mendoza y San Juan
fueron intervenidas 3 veces cada una durante aquella primera
presidencia).
Por supuesto, la reversión de situaciones provinciales iría teniendo
sucesivos efectos en la composición del Senado Nacional.
La intervención a la provincia de Buenos Aires, realizada a expensas
de Marcelino Ugarte, además, sería decisiva para la perpetuación de la
base electoral del radicalismo.
4. SEMANA TRÁGICA Y APUESTAS DERECHISTAS
La política de neutralidad mantenida por Yrigoyen durante la Primera
Guerra Mundial importó una situación de virtual soledad política del
líder radical, toda vez que aparecía ante la opinión pública como una
decisión no compartida por gran parte de la dirigencia partidaria.
En este caso, importa detectar hasta qué punto el basamento de apoyo
a la neutralidad no provino en buena medida de sectores militares.
Por otro lado, es importante observar en qué grado la política militar
del yrigoyenismo derivó en una politización de los cuadros. (Por
primera vez un civil ocupó la cartera de Guerra, fueron rehabilitados
los afectados por las revoluciones radicales, los ascensos y traslados
beneficiaron a oficiales notoriamente partidarios, etc.).
La apelación al general Dellepiane para terminar resolviendo el
conflicto de los talleres Vasena, en enero de 1919, conocido como la
semana trágica – denominación tomada de los también sangrientos
sucesos anticlericales de Barcelona de julio de 1909, siendo que lo
ocurrido en Buenos Aires se debe relacionar con la difusión mundial
de la Revolución Bolchevique –, protagonizada principalmente por
anarquistas, dio pie a salvaguardar la estabilidad del gobierno, puesto
que si es controvertible el carácter revolucionario de la apuesta
anarquista, sobran los testimonios de la denuncia de las derechas sobre
la amenaza roja, y consecuentemente, sobre la capacidad o
impotencia del gobierno radical, y del sistema democrático, para
enfrentarla.
De modo que, si la semana trágica implicó la posibilidad nula de
establecer un gobierno anarquista revolucionario, significó la
posibilidad (¿cuánta?) de un golpe de Estado apoyado en las derechas.
4. Si el golpe no ocurrió, lo que sí ocurrió fue el avance de las derechas
sobre distintos escenarios de la vida política, que comenzaron a
expresarse al momento de las elecciones presidenciales de 1922 y se
ampliarían a lo largo de la década.
5. LA SUCESIÓN
Los resultados de las elecciones nacionales del período 1916-1922
auguraban una nueva presidencia radical.
Para las derechas, se trataba de condicionar esa sucesión, teniendo
como meta final imposibilitar el regreso de Yrigoyen en 1928. Para
los radicales disidentes la piedra de toque consistía en erosionar el
liderazgo de Yrigoyen dado que el proceso democratizador por él
encabezado, entre otros efectos, venía alterando significativamente los
cuadros partidarios, desplazando a los históricos por los
incondicionales. De tal manera, si derechas proclamaban que se
trataba de atacar ante todo la intransigencia, expresada en lo que
caracterizaban como extremismo democrático, los radicales disidentes
sostenían que la cuestión era acabar con el personalismo de Yrigoyen.
En realidad, el ataque fue simultáneo ya que el liderazgo estaba ligado
íntimamente con el principio.
La decisión de Yrigoyen de elegir a Marcelo T. de Alvear como su
sucesor en la Presidencia, seguramente tuvo en consideración que el
elegido no le daría la patada histórica.
Pero el argumento no se agota en ese dato: cabe preguntarse si la
elección de Yrigoyen a favor de Alvear en el 22 no guarda
correspondencia con la elección de Alvear por Yrigoyen en el 31: de
ser así, el dato clave es el grado de conflicto con las derechas y la
posibilidad de conservar, en el primer caso, y de reconquistar, en el
segundo, la Presidencia de la Nación para la Unión Cívica Radical.
Otro dato a tener en cuenta es la capacidad de Alvear, casi única entre
los dirigentes próximos a Yrigoyen, de asegurar el mantenimiento de
la unidad partidaria, pero en este caso, el resultado sería
controvertible.
6. EL CONTUBERNIO
La elección del gabinete marca el comienzo del conflicto entre los
radicales de Yrigoyen (tal vez más que de Yrigoyen mismo) con el
flamante presidente Alvear.
5. Si damos por seguro que la Logia General San Martín inspirada por el
coronel Agustín P. Justo, designado Ministro de Guerra, impuso
condiciones a Alvear, entre ellas las de no delegar el mando en el vice
Elpidio González, correspondería inferir que la posibilidad del golpe
estaba instalada desde el comienzo, o al menos, de condicionamiento
militar del gobierno, o siquiera la necesidad de apoyarse en los
mandos justistas para concretar determinado tipo de políticas
acuerdistas, las que inexorablemente resultarían fulminadas por
Yrigoyen.
El primer paso hacia la obstaculización de la vuelta de Yrigoyen al
gobierno fue la escisión radical del 23 formalizada en la constitución
del Antipersonalismo en el 24. La segunda etapa, con las elecciones
nacionales del 26, en la cual las cifras dan pie para pensar que la unión
opositora haría inviable la candidatura de Yrigoyen en el 28. Tal la
apuesta de la fórmula Melo-Gallo por el Frente Único
Antipersonalista, unión de la Confederación de las Derechas con la
UCR Antipersonalista. Pero para que esa empresa fuese exitosa
resultaba imperioso intervenir la provincia de Buenos Aires: Alvear
no la concretó.
Paralelamente, es importante prestar atención a lo que los
yrigoyenistas caracterizan como el mapa de la regresión: la
continuidad de situaciones provinciales revertidas a favor del
radicalismo antipersonalista o de distintas expresiones del
conservadorismo, que tendrían su expresión más elocuente en la
composición del Senado.
7. DEL PLEBISCITO AL MANDATO EXTRAORDINARIO
La Convención Nacional de la UCR proclamó la candidatura de
Yrigoyen el 24 de marzo de 1928, o sea, una semana antes de las
elecciones presidenciales que lo consagrarían nuevamente como
Presidente de la Nación con el 57,41% de los votos, imponiéndose en
el 93% de los distritos electorales del país.
La contundencia de las cifras llevó a los radicales yrigoyenistas a
presentar el resultado electoral (nuevamente, aunque esta vez sí fue
cierto) en términos de plebiscito, que a su vez, dio pie a que se hablase
de mandato histórico, de mandato extraordinario, que en la práctica
consistió en una decisiva vuelta de tuerca a la intransigencia y en una
exaltación del personalismo de Yrigoyen como eje y motor del
proceso democratizador.
6. La antinomia devino dramática: se estaba con Yrigoyen o contra
Yrigoyen, llegando a la devoción o al odio.
Por entonces habían madurado ciertas notas definitorias en el proceso
democratizador radical: política petrolera, defensa de la tierra pública,
promoción de los ferrocarriles estatales, tutela laboral, etc. Si fuese el
caso de mencionar un ejemplo de ese momento del ideario radical vale
la pena leer las intervenciones del diputado Jorge Raúl Rodríguez en
la Cámara.
En aquellos dos años de la segunda presidencia de Yrigoyen se
agudizó el conflicto con las derechas, que fueron evolucionando del
intento de frenar dentro del sistema, a la desestabilización, llegando a
la apelación final al uso de la fuerza armada para derrocarlo. Un
argumento central de las derechas consistió en la necesidad de
restablecer el orden constitucional sustancialmente alterado por los
efectos del mandato extraordinario sobre las instituciones
republicanas.
8. EL DIARIO DE YRIGOYEN
Se ha convertido en moneda corriente de la jerga política aludir al
diario de Yrigoyen: sus colaboradores inmediatos, el círculo estrecho
de sus adulones, le presentaba cotidianamente una falsa edición de los
diarios que lo criticaban. Esas versiones tergiversadas llevaban al
Presidente la convicción de que la opinión le era favorable, que las
cosas marchaban bien. O sea, que Yrigoyen vivía alejado de la
realidad, ignorante de lo que realmente ocurría, divorciado de la
opinión pública…
No existe prueba alguna de que tal cosa hubiera existido. La leyenda
del diario de Yrigoyen se desmiente precisamente con la realidad del
diario de Yrigoyen: el vespertino La Época. Abundan los testimonios
que señalan al propio Yrigoyen como inspirador de muchos de sus
editoriales. La mayoría de ellos se ocupaba de refutar juicios de La
Nación y La Prensa formulados en las ediciones del mismo día. De
modo que si Yrigoyen solamente hubiese leído el diario partidario
conocía los argumentos de la prensa desafecta.
9. LA CAÍDA DEL RADICALISMO
El 6 de septiembre de 1930 fue un día trágico no solamente para
Yrigoyen, sino para el radicalismo. Dicho esto porque en aquellas
semanas no faltaron los radicales que llegaron a pensar que la
7. salvación del radicalismo consistía precisamente en deshacerse de
Yrigoyen, lo cual revelaría hasta qué punto el partido (y sobre todo lo
que Yrigoyen encarnaba) había perdido la batalla cultural, no
solamente a expensas de las derechas: basta revisar El último dictador,
de Carlos Sánchez Viamonte, con prólogo de Deodoro Roca.
En la noche del derrocamiento fueron saqueadas e incendiadas la casa
de Yrigoyen, la sede del Comité Nacional, los locales de los diarios
partidarios. Los radicales comenzaron a sufrir persecuciones, a
someterse a comisiones investigadoras; conocieron el exilio, las
prisiones, las cesantías en masa de la administración pública.
El problema fue más grave. El septembrismo pasó a constituirse en
una categoría dura, implacable en manos de las derechas. La
revolución del 30 pasó a ser un facto consumando y legitimado por la
restauración institucional de 1932. Sus efectos para el radicalismo,
tras el fallecimiento de Yrigoyen y el quid de la intransigencia en un
contexto de proscripción y fraude, lo llevarían a un callejón sin salida,
dilema agravado por el golpe del 43, cuando el Ejército decide
convertirse en el protagonista del proceso político (del cual surgiría el
peronismo), y en cuyos tramos finales y decisivos tuvieron destacada
participación calificados dirigentes del aparato alvearista.
10. DE ALVEAR A ALVEAR
De Alvear presidente de la Nación a Alvear jefe de la Unión Cívica
Radical media la conformación del Frente Único Antipersonalista,
imposible sin Alvear, a la victoria de la Concordancia, a expensas de
Alvear. En ambos casos, Alvear sostenido por los radicales y
apremiado por los conservadores.
Pero a su vez los conservadores quedarían en gran medida cautivos
del general Justo: no lograron constituir un partido que compitiese
victoriosamente en elecciones contra el radicalismo a nivel nacional y
no tuvieron una jefatura centralizada que los representase.
Para los conservadores, el 30 no fue una restauración plena: tuvieron
que esperar hasta el 43, para sufrir una nueva frustración al
interponerse el Ejército ante la inevitable presidencia de Robustiano
Patrón Costas para el período 1944-1950.
Si se examina el elenco gobernante, en particular el gabinete, durante
la presidencia radical de Alvear se advertirá la repetición de
personajes con el elenco de la presidencia concordancista de Justo. De
modo que, analizando la crisis del 30 tomando en consideración el
período 1927-1932, podría afirmarse que Yrigoyen cae en el 30
8. porque volvió en el 28. Al respecto, resulta oportuno prestar atención
a la relación que en el 28 guardaba (o no) Yrigoyen con el elenco
político y con los factores de poder actuantes, y a la vez, observar en
qué medida, avanzada la crisis, la popularidad de Yrigoyen se
mantenía a expensas de su desprestigio como gobernante.
Una novedad fundamental en la década del 20 – que exacerbó la crisis
– consistió en la irrupción del modelo dictatorial, cuyo ejemplo para
Hispanoamérica fue la experiencia del general Miguel Primo de
Rivera.
Las Memorias del general Sarobe, del círculo íntimo de Justo, sobre el
6 de septiembre son elocuentes en el desarrollo argumental
concordancista, que consistía en presentarse como la opción
constitucional, supuestamente por ellos expresada, contra la apuesta
nacionalista-dictatorial que iría ganando terreno en ambientes
militares: la dictadura de Uriburu había sido un ensayo con el cual no
solamente no querían identificarse sino que lo presentaban como una
alternativa que había que combatir.
En la década siguiente al derrocamiento de Yrigoyen, el radicalismo
pasaría de la abstención al concurrencismo, y de la intransigencia al
unionismo ante la imposibilidad de acabar con el fraude electoral o de
participar de un golpe de Estado que restaurase la legitimidad
democrática mediante elecciones garantidas en todo su proceso
(conformación de candidaturas, comicio y escrutinio). A esa altura, las
figuras históricas de Leandro Alem y Roque Sáenz Peña se
contraponían con la de Hipólito Yrigoyen; si los primeros significaban
un retorno a las fuentes, Yrigoyen continuaba expresando la
persistente popularidad de la Unión Cívica Radical.
Para gran parte de la dirigencia radical, con Alvear a la cabeza, el 6 de
septiembre de 1930 continuó siendo una fecha traumática signada por
la intransigencia y el personalismo de Yrigoyen. La intransigencia
resultó de difícil sustentabilidad una vez que el partido no consiguió
perforar el mecanismo fraudulento y a la vuelta de los años no contó
con segura mayoría electoral, la cual había sido posible gracias al
irremplazable liderazgo personalista de Yrigoyen.