1. Un llamado a la Paz
Introducción
La paz y la felicidad del hombre no se alcanzan con la guerra ni el
terrorismo. La violencia destruye al hombre, porque divide y quiebra
la comunión destruyendo su corazón por el odio, su mente por
obnubilación (confusión, cerrazón), su voluntad por la deseperanza y la brutalidad.
El hombre puede convertirse en instrumento de amor en las manos
de Dios, o en instrumento del mal y del desamor si deja que le guíen
las zonas negras de su corazón.
Las fuerzas que hacen la historia son: Dios, el hombre y el demonio.
Dios es amor, ama y salva a la humanidad. El demonio es su opuesto,
odia al hombre, le confunde, busca su muerte: Padre de la mentira y
homicida desde siempre (cfr. Jn 8). El hombre tiene la posibilidad,
maravillosa y dramática a la vez, de optar entre uno y otro.
El Santo Padre pide que se rece en todos los Santuarios marianos el
Rosario, suplicando el don de la paz; también en las parroquias y en las familias.
La paz es un don de Dios (Gal 5,22). El nos ofrece y el hombre tiene
que conquistarlo purificando el corazón y abriéndolo por medio de la
oración, los sacramentos y particularmente del sacramento de la reconciliación.
La oración de San Francisco de Asís, "Hazme instrumento de tu paz",
se torna actual, hoy más que nunca. Puede ser rezada diariamente por nuestro
pueblo.
Este tiempo cuaresmal es propicio para estas y otras acciones en favor
de la paz: deshacernos de todo sentimiento de violencia o agresividad,
de envidias y egoísmo, de sentimientos de soberbia, de orgullo y
superioridad ante el hermano.
Se presta además, este tiempo de Cuaresma, que contradictoriamente
coincide con vientos de guerra, para desarrollar al máximo
sentimientos de paz, de alegría, de aliento y reconocimiento a los
otros, sentimientos de perdón. El perdón que regalamos es fuente de
alegría; serena la conciencia y da armonía al corazón. Es una profunda
liberación. Supera al "Cain" incrustado en nuestro ser.
Sin este esfuerzo personal y comunitario por la paz, la pacificación
de la sociedad se convierte en utopía.
Queremos la paz que nos da Jesucristo (Jn 14,27), no la "paz" que nos ofrece el
mundo.
Nos esforzamos, por eso, y salimos de lo que nos disminuye, nos
2. lastima, y nos denigra, para caminar hacia lo que nos libera, nos
engrandece, nos cura y enriquece hacia todo aquello que nos dignifica
como seres humanos, hijos e hijas de Dios, Padre misericordioso.
"Dios es nuestro Padre, nosotros somos hermanos" es nuestro lema
de este año de la Festividad de la Virgen de Caacupé, que se ha vuelto
profético y se torna en exigencia y respuesta a la situación actual, del país y del
mundo.
María, Reina de la Paz , alumbró en Belén al Príncipe de la Paz. Así
lo anunciaron los Angeles y así lo conocieron los pastores (Lc. 2,14).
El debe habilitar en nosotros reinar desde nuestro corazón, y
proyectandose por medio de nosotros cambiando nuestro entorno.
(Reflexión basada en palabras del Santo Padre, 22.11.03, Audiencia
General, Ciudad del Vaticano)
2. PALABRAS DE JUAN PABLO II
"Quien decide que los medios pacíficos se han agotado (para dar
paso a la acción armada) asume una grave responsabilidad ante Dios,
su conciencia y la historia".
Es necesario reavivar "una decisiva voluntad de concordia y
reconciliación". La paz es más necesaria que nunca "para toda la
humanidad y especialmente para los pueblos amenazados en estas
horas por la guerra" (19.03.03, Audiencia General, Ciudad del Vaticano).
3. PALABRAS DE DIOS (sobre el hombre y la esperanza)
- El hombre debe ser tratado con respeto, no con violencia, somos
imagen de Dios: "Despójense del hombre viejo con sus obras y
revístanse del hombre nuevo, que se va renovando hasta alcanzar un
conocimiento perferto, según la imagen de su Creador" (Col 3,10).
Tenemos inteligencia para usarla correctamente buscando la verdad
y el querer de Dios. Tenemos voluntad para realizar el bien que
descubre la mente. Amamos. La relación con Dios separa al hombre
de los animales. Participamos de la naturaleza divina por la gracia.
Somos semejantes a Dios. Se excluye la igualdad.
- Esperanza: "Nos gloriamos hasta en la tribulaciones, sabiendo que
la tribulación engendra la paciencia, la paciencia engendra la virtud
probada, la virtud probada engendra la esperanza, y la esperanza no
falla, porque el amor de Dios ha sido derramado en nuestros corazones
por el Espíritu Santo"…(Rm 5,12).
4. PROPUESTA DE LA CEP
Invitamos que en cada misa el pueblo cristiano haga un profundo
silencio de súplica, antes de la oración por la paz que sigue al Padre
Nuestro- hasta que finalice la guerra - para que el Espíritu Santo
3. ilumine la mente de los que ostentan el poder para que pronto se
restablezca la concordia en el mundo, especialmente en las zonas
mayormente afectadas por conflictos bélicos.
5. Nuestro hermano, San Roque González de Santa Cruz, con la
Inmaculada Concepción en sus brazos prodigó paz hasta derramar su
sangre en los albores de nuestra historia. Con él invocamos la ansiada
paz para toda la humanidad y la deseada paz social para nuestro país,
al cumplirse los quince años de su canonización.
Asunción, 28 de marzo 2003
Por los Obispos del Paraguay
+ Ricardo Valenzuela
Obispo Auxiliar de Asunción
Secretario General de la CEP