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Pequeños Maestros
Cecilia I. Calero
¿Maestro?
Empecemos haciendo un ejercicio. Cierren los ojos y piensen en un
maestro durante unos segundos. ¿Están listos? Ya.
¿Qué imágenes se les aparecieron? Déjenme adivinar. Pensaron en
sus propios maestros. En la señorita que los inspiró a convertirse en
docentes. Quizá recordaron a algún miembro de su familia. O se vieron
a ustedes mismos en el aula. Tal vez tuvieron imágenes llenas de color y
detalles, o quizá fueron estáticas, en blanco y negro, casi como una foto
vieja. ¿Estoy cerca? Fue algo de este estilo, ¿no?
Cuando pensamos en docentes, en alguien que está al frente de un
aula, en quien enseña, a todos se nos vienen a la cabeza imágenes más
o menos parecidas. Y el elemento principal, la pieza más importante
de todas las imágenes, es para todos igual. El maestro es un adulto.
Siempre. Ahora, ¿por qué?
Lo que les propongo a lo largo de este texto es que pensemos en ese
porqué. En por qué los niños sólo son estudiantes dentro de la escuela.
En qué pasaría si nos imagináramos que cada niño es potencialmente
un maestro y cómo impactaría esa idea en la dinámica dentro del
aula. Pensemos en un juego de cambio de roles, que es el ejercicio que
hacemos varios en el Laboratorio de Neurociencia todos los días. Nos
hacemos preguntas: ¿Los niños pueden ser maestros? ¿Serían buenos
docentes?¿Impactaensupropiaexperienciadeaprendizajeelenseñar
a otro? Y después tratamos de contestar esas preguntas con una
mirada neurocientífica, diseñando estudios y cuantificando diferentes
comportamientos. ¿Qué significa eso? Que armamos juegos para que
un chico enseñe a otro niño o a un adulto y medimos qué enseña, cómo
enseña y cuándo enseña.
De eso se trata el proyecto ‘Pequeños Maestros’.
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Nuestros estudios no son como juegos, son juegos.
¿Por dónde se empieza estudiar algo tan complejo como ‘el desarrollo
de las habilidades docentes’? Bueno, lo primero que se hace es leer. Es
estudiar qué se hizo antes, qué se sabe del tema. Sobre todo cuando se
trata de trabajar junto a una disciplina tan compleja y tan rica como lo
es la educación.
Una vez hecho esto, nos embarcamos en la tarea de tratar de
contestar esas preguntas para nada sencillas: ¿Los niños pueden ser
maestros? Y si pueden ser maestros, ¿cómo lo hacen? ¿Es importante
el lenguaje verbal? ¿Y el lenguaje no verbal? ¿Ellos aprenden mejor si
enseñan? ¿Los chicos usan gestos cuando enseñan?
Y para responderlas diseñamos diferentes juegos.
Todos nuestros estudios (juegos) tienen una secuencia de
pasos parecida: Primero un adulto le enseña algo nuevo a un chico;
generalmente las reglas de un juego. Una vez que los niños aprenden
esas reglas, juegan; y cuando ya saben bien cómo jugar entra un
segundo participante, que puede ser un adulto u otro niño. Ahora, si es
un niño, es un compañero de clase o un amigo que nunca vio el juego
antes, que no sabe jugar; y si es un adulto, es un actor, que va a jugar mal
intencionalmente y que se equivoca una y otra vez.
Con este tipo de estructura tenemos por un lado a un adulto que
le enseña a un chico y este último aprende, sabe jugar y lo hace bien;
y por otra parte, a un segundo participante que no sabe jugar porque
nadie le enseñó antes (en el caso del nuevo niño) o que juega mal
(actor adulto). Entonces, aparece algo importante: el primer niño sabe
algo, tiene un contenido de conocimiento que el otro no tiene. Lo que
nosotros hacemos en ese momento es tratar de entender qué hace el
niño con eso. ¿Lo enseña? Y para que esa transmisión de conocimiento,
si existiera, sea lo más natural posible, se deja solos al que sabe y al que
no. Es decir, el primer adulto se va de la habitación, que es algo así como
dejar al practicante solo con los alumnos. Ahora el maestro, el único
que tiene la potencialidad para enseñar, es el niño.
El principio de una respuesta compleja
¿Quéencontramoshastaahora?Quelosniñosenseñan.Mucho,todolo
que pueden. Sin frustrarse aún cuando su alumno comete error, tras
error,traserror.Queaunquesusexplicacionesnosonperfectas,nohay
uno solo que se niegue a enseñar. Y eso es impresionante. Después de
4 años de proyecto y más de 600 entrevistas, todos los chicos quisieron
enseñar. Incluso hubo algunos que se aburrieron durante el juego, pero
al momento de contar lo que sabían a otros, todos fueron generosos al
transmitir sus conocimientos.
Específicamente encontramos que el uso de lenguaje no verbal
-como por ejemplo miradas o gestos- es de gran importancia y que su
uso se modifica con la edad. Entre los 3 y 5 años los niños miran a su
alumno a los ojos durante todo el episodio de enseñanza. Establecen
una conexión con el otro que no interrumpen hasta el final. Como un
“te miro y te paso toda la información que tengo”. En cambio los niños
ya más grandes, de entre 6 y 8 años, tienen la capacidad de orquestar
lo que dicen con cuándo miran y cómo gesticulan, de forma de lograr
una sinfonía entre: “te cuento, te miro, señalo lo importante, te vuelvo
a mirar…”.
La capacidad de enseñar parece ir haciéndose más compleja,
no sólo por el discurso hablado, sino también por cómo el cuerpo lo
acompaña.
¿Por qué tratar de entender cómo nos convertimos en maestros?
Nuestro proyecto no busca eliminar la figura del docente adulto. Por
el contrario. Creemos que ser docente es una tarea compleja, que no
sólo significa ir al magisterio o al profesorado y cursar un número de
materias. Es una tarea irremplazable.
Lo que buscamos es estudiar cómo se desarrolla esa habilidad
durante los primeros años de vida. Postulamos que todos los seres
humanos somos de alguna manera docentes ‘naturales’ y que entender
con detalle este rol podría tener dos beneficios directos en el aula.
Por un lado, se podrían revisar las ideas de tutorías entre pares bajo
una nueva luz de evidencia. Y por otro, entender el impacto que tiene
enseñar en la propia experiencia de aprendizaje; re-evaluando la vieja
ideaDocendodiscimus,delLatín,‘Mediantelaenseñanza,aprendemos’
o ‘Enseñando, aprendemos’.
Esto tendría un impacto directo porque, si bien las escuelas tienen
más o menos recursos, siempre hay niños. Ellos mismos podrían
ayudar a otros niños a aprender, haciendo de tutores y probablemente
mejorando, de esta manera también, su propia experiencia de
aprendizaje.