El caballo más rápido y vanidoso del corral se clavó un clavo mientras galopaba. A pesar de pedir ayuda a sus compañeros de corral, cada vez que intentaban sacar el clavo se lo enterraban más. Cuando finalmente su amo lo ayudó, ya era demasiado tarde y el caballo terminó cojeando el resto de sus días, aprendiendo que la altanería conlleva consecuencias.