Este documento analiza la serie de televisión Los Simpson y cómo utiliza frases características y clichés de sus personajes para mantener la coherencia de la serie. A pesar de usar estos recursos, Los Simpson no es una serie cliché, sino que juega inteligentemente con los estereotipos y se burla de ellos para ofrecer una visión realista pero optimista de la cultura moderna. La ciudad de Springfield representa un microcosmos del mundo actual y sus problemas, pero la serie muestra que a pesar de todo la vida sigue valiendo la pena viv
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Los simpson horacio germán garcía
1. Los Simpson, la saga del fin de siglo, por Horacio Germán García
“¡Ouch!”, “¡Ay, caramba!”, “Hummm…”, “¡Excelente!”, “¡Burp!”, “¡Hola, Marola!”
… Existe un capítulo de Los Simpson que concluye con cada uno de los personajes,
principales o secundarios, pronunciando su frase típica, el cliché que los define. Cuando
Lisa, molesta por esta irrupción de “unidimensionalidad”, dice “si me necesitan, estoy
en mi habitación”, Homero retruca “¿qué clase de cliché es ése?”. Efectivamente, Los
Simpson, como toda comedia, tiene sus situaciones recurrentes o repetidas y no existe
casi ningún personaje que no cuente con su frase característica. Cumplen la misma
función que las particulares formas de llorar de los niños de El Chavo, donde también
existen frases características (“se me chispoteó”, “fue sin querer queriendo”, “bueno
pero no se enoje”, “es que no me tienen paciencia”, “¡y todo por culpa del Chavo del
8!”, “¡tenía que ser el Chavo del 8!”, “y la próxima vez…”). En fin, el recurso del
cliché, sabiamente utilizado, permite mantener la unidad y la coherencia de una serie y
no tiene nada que ver con ser una serie cliché. Los Simpson son cualquier cosa menos
eso.
Porque Los Simpson juega inteligentemente con los estereotipos sin dejarse embaucar
por los mismos. No es una serie repetidora de tópicos inconscientes. Los repite
conscientemente y se burla de ellos, proporcionándonos una visión lúcida de la cultura y
sociedad modernas (y no sólo de Norteamérica), una visión por momentos dura pero, en
el fondo, con valores y con ideales. No hay cinismo en Los Simpson. Hay realismo. La
moraleja no es que el mundo fue y será una porquería sino que tiene mucho de
porquería y mucho de maravilla y que de cada uno depende lo que prevalezca.
Todos los grandes temas, fobias y preocupaciones de nuestra época –el terrorismo, la
inseguridad, la crisis medioambiental- desfilan en un Springfield que es, en realidad, un
microcosmos de Norteamérica y del mundo (de modo similar a lo que es Nueva Nueva
York en Futurama). Los grandes poderes corporativos, de rostro anónimo, se
personifican en el Sr. Burns. Los medios manipuladores y comerciales en Kent
Brockman. El mundo corrupto de la política en el alcalde Diamante… Sobre este fondo,
Homero Simpson -le bon savage-, Marge, Lisa y Bart y también Carl y Lenni y Moe y
Barnie y Ned Flanders y Milhouse y tantas otras personas comunes -aunque cada uno
especiasl a su manera y también, a su particular manera, “fuera de balance”- siguen
adelante con sus vidas, con sus amores, sus odios y sus sueños y nos dicen que, pese a
todo, pese a la radiación nuclear, a las amenazas ya todo, la vida sigue siendo digna de