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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Una constante en la vida de Fe es que es fácil comenzar, pero difícil
continuar.
Cada persona tiene una historia personal en su relación con Dios y con la fe.
El conocer nuestra fe siempre entusiasma.
Cuando leemos las Sagradas Escrituras, podemos ver que los seres humanos
nunca hemos sido particularmente fieles a Dios. Basta darle un vistazo al
Antiguo Testamento para percatarse de ello. Por ejemplo, cuando leemos el
Éxodo, es fácil pensar “qué barbaridad, qué cabeza dura eran los judíos: Dios
los liberó de la esclavitud en Egipto, les dio de comer con el maná caído del
cielo, les prometió su propia tierra, ¿Y qué hacen ellos? Van y construyen un
becerro de oro” (Ex 32,8). Y casi inmediatamente después de pensar eso, uno
se da cuenta que nuestra historia personal es muy similar.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Decía San Josemaría Escrivá de Balaguer que “La conversión es cosa de
un instante. -La santificación es obra de toda la vida” (Camino N 285).
La vida de fe, la vida interior, es un camino siempre cuesta arriba en el
que es difícil avanzar, y fácil retroceder.
En cierta forma, la vida interior es como nadar: la única manera de
seguir a flote y no hundirse es nadando.
Las infidelidades que podemos tener con Dios pueden ir desde un
mero alejamiento de Él hasta ofenderlo gravemente.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Cuando nos hacemos el propósito de llevar nuestra fe con más
profundidad al poco tiempo nos damos cuenta que no es sencillo.
Por ejemplo, al hacerse el propósito de hacer oración, uno concluye
rápidamente que sentarse -aunque sea solo diez minutos- a conversar
con Dios no es nada fácil.
Si un día decidimos rezar diariamente el Rosario, nos daremos cuenta
al poco tiempo de que cuesta trabajo concentrarse o incluso hallar el
tiempo necesario dentro de las actividades cotidianas. Si seguimos
así, terminaremos incluso teniendo pereza para ir a Misa los domingos.
Pero el no encontrar tiempo para Dios y alejarse paulatinamente
puede provocar que un día le ofendamos seriamente.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Quien es fiel en lo poco es fiel en lo mucho, nos cuenta Nuestro Señor
Jesucristo en el Evangelio (Mt 25, 14-30).
Las pequeñas infidelidades van llevando a las grandes, y un día
acabamos diciendo una mentira seria, o tratando mal a nuestros
padres, o cometiendo una falta grave contra la castidad. Y entonces
recordamos claramente al pueblo judío. Nosotros mismos, a pesar de
todas las cosas maravillosas que nos da Dios, del vacío que llena, del
gran amor que nos tiene y los continuos milagros que obra en nuestras
vidas, le somos infieles.
Para ser fieles, necesitamos que la llama del amor por Dios esté
continuamente alimentada.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Para que nuestra fidelidad a Dios dure
toda la vida, los pequeños actos y
detalles son cruciales. Es
fundamental formularse un
pequeño plan para toda la vida, para
todos los días. Son pequeñas
acciones que, en conjunto, nos llevan
a serle fieles a Dios toda la
vida:Plan de vida1. Al levantarnos, dar
gracias a Dios y ofrecerle todas
nuestras labores. Oraciones de la
mañana.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Leer todos los días el Evangelio. Basta con unas cuantas páginas
leídas con cuidado, con atención, tratando de “meternos”, como si
fuéramos un personaje más.
Rezar el Ángelus al mediodía, para recordar a la Santa Madre de Dios.
Leer algún libro espiritual 7 minutos. La lectura ha hecho
muchos santos, así que siempre se puede tener un libro que nos ayude
a reflexionar (puede utilizarse La Imitación de Cristo de
Kempis, alguna antología de San Agustín, “Camino” de San Josemaría
Escrivá de Balaguer, o cualquier otro clásico de espiritualidad).
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Hacer un rato de oración. Pueden ser
quince minutos todos los días, pero
lo importante es hacernos la disciplina
de rezar a una hora fija, y de rezar
exactamente el tiempo que nos
propusimos.
Hacer en la noche un breve examen
de conciencia: qué hicimos
bien, qué hicimos mal, qué
pudimos hacer mejor.
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Este inicio del plan de vida, debe llevarnos a encender la llama de la
fidelidad, y con el tiempo deberíamos agregar a este plan la misa
diaria, el rezo todos los días del Santo Rosario, media hora de oración
en la mañana y media hora en la noche y, muy
importante, confesarnos cada 8 días (aún si no tenemos pecados
graves, pues el sacramento de la reconciliación también nos da una
Gracia adicional para evitar las caídas).
Recordemos siempre lo que nos enseñó Jesús con la parábola del Hijo
Pródigo (Lc 15, 11-32). Aunque seamos infieles, acerquémonos a Dios
en el sacramento de la reconciliación,
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Fidelidad: Una Fe para toda la vida.
Pidámosle a la Santísima
Virgen María, ejemplo
incomparable de fidelidad, que nos
enseñe a tener siempre encendida
la llama del amor a Dios, para que
nuestra vida de fe sea un “sí” para
siempre.