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LA FORMACIÓN CRISTIANA PARA LA POLÍTICA




                                + Fray Fabio Duque Jaramillo, ofm




Por la gracia de Dios y de la Sede Apostólica obispo de Garzón, a mis amados hermanos
presbíteros, religiosos, religiosas, laicos bautizados, que comparten con nosotros la fe en Jesucristo,
en nuestras comunidades cristianas a lo largo y ancho del territorio diocesano. A todos nuestros
políticos que se reconocen creyentes en Jesucristo y aceptan la autoridad del Papa Francisco y del
Obispo diocesano y a todos los hombres y mujeres de buena voluntad.

Después de consultar con varios de mis hermanos sacerdotes y con personas de prudente opinión, al
acercarse las elecciones para el oficio de Gobernador del departamento y al estar también cerca las
elecciones de algunos cuerpos colegiados en orden al correcto desarrollo político de nuestra
sociedad, he creído no solo conveniente sino necesario instruir a nuestros fieles en relación con
nuestras obligaciones en el manejo de nuestras instituciones desde nuestra perspectiva cristiana.

Consciente de mi ministerio pastoral y sabiendo que tengo como misión la orientación y la
formación de la conciencia de mis fieles ha creído que es mí obligación ofrecer a todos los católicos
y a las personas de buena voluntad las siguientes reflexiones:

Siguiendo a San Agustín que afirma: “Hombre soy y entre hombres vivo y nada de lo que es
humano me es extraño” (San Agustín, Epístola 78,8), quiero proponer a la reflexión de ustedes los
siguientes puntos, ya que para el cristiano tampoco la política por ser plenamente humana le es
extraña.

En un primer momento ofrezco la enseñanza oficial de la Iglesia Católica, a través del Catecismo,
para posteriormente dar algunas orientaciones precisas en relación con las elecciones y la
participación en ellas de los católicos.



PRINCIPIOS FUNDAMENTALES

1. La política es la manera de administrar las ciudades, las regiones y los países, y es indispensable
para la buena marcha de la sociedad.

2. Toda comunidad humana necesita una autoridad que la rija (Cf. León XIII, Litt. Enc. “Diuturnum
Illud: Leonis XIII Acta 2, 271; ID., Litt. Enc. “Inmortales Dei”: Leonis XIII Acta 5, 120). Esta tiene
su fundamento en la naturaleza humana. Es necesaria para la uni- dad de la sociedad. Su misión
consiste en asegurar en cuanto sea posible el bien común de la sociedad.
3. La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios: “so- métanse todos a las autoridades
constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido
constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los
rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación” (Rm 13,1-2; Cf. 1 Pe 2, 13-17).

4. La diversidad de los regímenes políticos es moralmente admisible con tal que promuevan el bien
legítimo de la comunidad que los adopta. Los regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley
natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien
común de las naciones en las que se han impuesto.

5. La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral. No debe comportarse de manera
despótica, sino actuar para el bien común como una “fuerza moral, que se basa en la libertad y en la
conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido” (GS 74).

6. La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se con- forma a la justa razón; lo cual
significa que su obligatoriedad pro- cede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la
razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma
de violencia (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 93,3 ad 2).

7. La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para
alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o
tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia.
“En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad
espantosa” (Juan XXIII, Pacem in terris, 51).

8. Por bien común, es preciso entender “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que
permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia
perfección” (GS 26; Cf. GS 74). El bien común implica la vida de todos. Exige la prudencia por
parte de cada uno, y más aún la de aquellos que ejercen la autoridad y tiene tres elementos
esenciales:

a. Supone, en primer lugar, el respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las
autoridades están obliga- das a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona
humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular,
el bien común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son
indispensables para el desarrollo de la vocación humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta
norma de la con- ciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia
religiosa” (GS 26).

b. En segundo lugar, el bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. El
desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente, corresponde a la au- toridad
decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a
cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana y digna: alimento, vestido,
salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc. (Cf.
GS 26).

c. El bien común implica finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo.
Supone, por tanto, que la autoridad garantiza, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la
de sus miembros. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva.
9. El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: “el orden social y su
progreso deben subordinarse al bien de las personas... y no al contrario” (GS 26). Este orden tiene
por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor.

10. La participación de todos en la promoción del bien común im- plica, como todo deber ético, una
conversión, renovación sin cesar, de los miembros de la sociedad. El fraude y otros subterfugios
mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social
deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso
ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de la vida humana (Cf. GS 30).

11. Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de
verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de
gratitud y del orden de la caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien
común exigen de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad
política.

12. La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago
de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país: “Dad a cada cual lo que se le
debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor,
honor” (Rm. 13, 7). “los cristianos residen en su propia patria, pero como extranjeros domiciliados.
Cumplen todos sus deberes de ciudadanos y soportan todas sus cargas como extranjeros... obedecen
a las leyes establecidas, y su manera de vivir está por encima de las leyes... tan noble es el puesto
que Dios les ha asignado, que no les está permitido desertar” (Epístola a Diogneto, 5, 5; 5, 10;
6,10). El apóstol nos exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por los gobernantes y por
todos lo que ejercen la autoridad, “para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda
piedad y dignidad” (1 Tm 2,2).

13. El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades
civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos
fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las
autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de las recta conciencia, tiene su
justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. “Dad al
César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21). “Hay que obedecer a Dios antes
que a los hombres” (Hch. 5, 29).



ORIENTACIONES

1. No confundamos la política   con una campaña electoral. La campaña electoral no es más que el
medio a través del cual, se     escogen los que van a gobernar para que comiencen a actuar
políticamente. La política ha    existido siempre en los sistemas de gobierno que se han ido
sucediendo a lo largo de la      historia, las elecciones proceden de nuestro sistema actual, la
democracia.

2. La politiquería que es la expresión corrompida de la política, destruye a una sociedad y la coloca
en un caos, de donde sólo será posible salir por el aunar las voluntades de los ciudadanos. A los
politiqueros les interesa subir al poder y reducen la política al tiempo de elecciones. Después se
descuidan en la administración de la cosa pública y ésta les interesa en la medida que genere
dividendos personales o para los de su grupo politiquero. Para buscar tiempos nuevos es
indispensable renunciar a algunos privilegios individuales y de ganancia personal para que se
favorezca el bien común.

3. Una vez que pasan las elecciones los elegidos son los gobernantes de toda la sociedad a la que
presentaron la candidatura y no de sus electores. Los gobernantes están llamados a empeñarse en
dar las mismas oportunidades a todos los habitantes de la región o la ciudad a la que sirven. No es
de justicia y por lo tanto no es camino hacia la paz la exclusión de los beneficios que debe ofrecer
todo gobierno (alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada,
derecho a fundar una familia, etc.). Los puestos de trabajo no pueden estar amarrados a opciones
políticas. Todo hombre, antes de pertenecer a un partido político, tiene derecho inalienable al
trabajo y los gobernantes deben favorecer la creación de empleo y la manera de prever a la sociedad
los caminos para generar dichos empleos. Es grave cuando después de las elecciones se gobierna
sólo para favorecer a los que se calculan han dado los votos por los gobernantes de turno.

4. Los principios frente a los cuales no es posible negociar en ninguna campaña electoral están
marcados por el bien común; la búsqueda irrenunciable de la verdad; la lucha sin cuartel por la
auténtica libertad, que exige esencialmente dedicarse al bien, excluyendo sin excepciones el mal. La
conciencia de que sólo la de- cisión por el bien libera, mientras escoger el mal esclaviza, es el
principio básico para un buen gobernante.

5. No es el interés del Obispo diocesano determinar por quien tiene que votar el católico. Tal
decisión es un hecho de conciencia. El Obispo sólo pretende ilustrar las conciencias para ayudar al
discernimiento recto.

6. No se puede utilizar el servicio de la política como medio de enriquecimiento personal, ni para
favorecer los negocios tanto personales como familiares de los hombres de gobierno.

7. La política sana presenta siempre programas de gobierno sin atacar a los contrincantes. La
posición más fácil es la crítica, la más difícil, pero la única que sirve a la sociedad es la
programática. El principio de una política de servicio excluye el hacer política en contra de otro. La
política es un ejercicio para el bien común, no para la venganza.

8. La Iglesia reconociendo que su trabajo se fundamenta en el bien espiritual de los feligreses y no a
una misión política o de gobierno, no tiene partidos, sin embargo es consciente que en la mayoría de
los partidos hay representantes fieles a los principios de su fe católica.

9. Ningún católico, que quiera permanecer en el seno de la Iglesia, puede votar por candidatos que
estén en contra de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. No pueden tampoco votar
por personas que estén en contra de los principios de la Iglesia en cuestiones de fe y de moral o que
no tengan una conducta moral ajustada a los principios de la fe. Tampoco el voto puede ir a quienes
quieren arrancarle a la Iglesia católica el derecho a la educación.

10. Ningún católico si de verdad vota en conciencia, puede vender su voto. Vender el voto puede
solucionar un problema inmediato pero engendra corrupción, que vendrá siempre, en último
término, en perjuicio de quien en el momento creyó que solucionaba un problema para su vida. El
candidato que compra votos es inmoral, el ciudadano que vende su voto es inmoral. De la
inmoralidad no sale nunca nada bueno. Actitudes tales destruyen a la sociedad y a las personas.

11. Hay obligaciones en conciencia para los católicos que votan, de conocer el plan de gobierno, la
procedencia religiosa y la hoja de vida de los candidatos. Ningún católico puede dar su voto a
personas que no garanticen la libertad y la fidelidad de los fieles a la doctrina de la Iglesia a la que
se pertenece. Cuando los candidatos no ofrecen estas garantías nuestros fieles están obligados en
con- ciencia al voto en blanco. Entre las posibilidades de la democracia está también esta
posibilidad, que pretende desenmascarar los malos gobernantes.

12. No es posible para quien se considere católico abstenerse de votar. Las elecciones no las puede
seguir ganando la abstención, de tal manera que nuestros gobernantes ejerzan el poder en nombre de
una minoría, que termina siendo no cualificada. Es obligación del católico votar por el candidato
que respetando los principios de la fe, den las mejores garantías del servicio del bien común o de no
considerarlo con la capacidad de responder desde los rectos principios, tiene el deber de dar su voto
en blanco.

13. Quisiera dar algunas instrucciones precisas en relación con el voto en blanco, sin que esto pueda
entenderse como una constricción a votar en blanco. Al igual que no señalamos desde la Iglesia el
nombre del candidato por el cual se deba votar, tampoco incitamos al voto en blanco. Esta es una
opción y una decisión en con- ciencia. La resolución # 0920 del 18 de agosto del 2011 del Consejo
nacional electoral reguló el voto en blanco y decretó: “Deberá repetirse por una sola vez la votación
para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las
elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la
mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos,
mientras en las de Corporaciones Públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas
que no hayan alcanzado el umbral”. Por tanto la legislación descarta una falsa creencia que afirma,
que los votos en blanco se suman al candidato que hubiese alcanzado en las votaciones el mayor
número de votos.

14. El Papa emérito Benedicto XVI en su carta encíclica Deus Caritas est afirmaba: “el orden justo
de la sociedad y del Estado es una tarea de la política” Y san Agustín decía que los políticos que no
se rigen según la justicia se reducen a una banda de ladrones (Cf. San Agustín, la Ciudad Nueva de
Dios IV, 4).

15. Invito, pues, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad:

a. A votar en conciencia, votando por aquellos que por su forma de vida garanticen una gestión
transparente, lejana de intereses partidistas, que no negocien con los dineros del pueblo sus ven-
tajas personales.

b. Votar en conciencia significa no dejarse comprar y enfrentar el mal que se ha prolongado ya
durante muchos años en nuestra tierra. Seguir así nos llevaría a perder la esperanza para solucionar
los problemas dramáticos que nos están agobiando.

c. Unir los esfuerzos de los distintos estamentos de la sociedad huilense para iniciar una reforma
política, que nos permita elegir a los gobernantes que nos merecemos. Los gobernantes corruptos no
existirían mientras nosotros no los elijamos. Un cambio de mentalidad individualista por el bien
común es la única salida a la situación que nos ahoga.

d. Convoco a todos los ciudadanos a unirnos para renovar pro- fundamente nuestra vida social,
política, económica y humana. Sin esto no pensemos en un mañana próspero para nuestro amado
departamento.

e. No generalizamos, no todos los políticos son corruptos. Pero cuando damos nuestro voto por
políticos corruptos nosotros nos corrompemos.

f. A quienes creen en Jesucristo, los invito a no ahorrar esfuerzos para encontrar en Él el motor, que
nos conducirá a una transformación, que nos hará servidores de los demás. Unidos en la fe podemos
aspirar a unir nuestras fuerzas para el bien común.

g. Invito a todos a luchar por la paz, que tiene como base la justicia y la búsqueda de la Verdad.

h. A los católicos les recuerdo que no pueden votar en contra de sus principios de fe.

Este documento público, tiene como objetivo tener un punto de referencia para poder exigir a los
gobernantes elegidos, el cumplimiento de sus compromisos con su pueblo y las promesas de sus
campañas electorales, que se encuentren en consonancia con las verdades de nuestra fe católica, a la
que pertenece la mayoría de los habitantes de nuestra región.

Con sentimientos de pastor, los bendigo y oro por todos los habitantes del centro y el sur del Huila.

Garzón, 15 de marzo de 2013




Mons. Fray Fabio Duque Jaramillo, Ofm

Obispo de Garzón

Va firma y sello

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  • 2. 3. La autoridad exigida por el orden moral emana de Dios: “so- métanse todos a las autoridades constituidas, pues no hay autoridad que no provenga de Dios, y las que existen, por Dios han sido constituidas. De modo que, quien se opone a la autoridad, se rebela contra el orden divino, y los rebeldes se atraerán sobre sí mismos la condenación” (Rm 13,1-2; Cf. 1 Pe 2, 13-17). 4. La diversidad de los regímenes políticos es moralmente admisible con tal que promuevan el bien legítimo de la comunidad que los adopta. Los regímenes cuya naturaleza es contraria a la ley natural, al orden público y a los derechos fundamentales de las personas, no pueden realizar el bien común de las naciones en las que se han impuesto. 5. La autoridad no saca de sí misma su legitimidad moral. No debe comportarse de manera despótica, sino actuar para el bien común como una “fuerza moral, que se basa en la libertad y en la conciencia de la tarea y obligaciones que ha recibido” (GS 74). 6. La legislación humana sólo posee carácter de ley cuando se con- forma a la justa razón; lo cual significa que su obligatoriedad pro- cede de la ley eterna. En la medida en que ella se apartase de la razón, sería preciso declararla injusta, pues no verificaría la noción de ley; sería más bien una forma de violencia (S. Tomás de A., s. th. 1-2, 93,3 ad 2). 7. La autoridad sólo se ejerce legítimamente si busca el bien común del grupo en cuestión y si, para alcanzarlo, emplea medios moralmente lícitos. Si los dirigentes proclamasen leyes injustas o tomasen medidas contrarias al orden moral, estas disposiciones no pueden obligar en conciencia. “En semejante situación, la propia autoridad se desmorona por completo y se origina una iniquidad espantosa” (Juan XXIII, Pacem in terris, 51). 8. Por bien común, es preciso entender “el conjunto de aquellas condiciones de la vida social que permiten a los grupos y a cada uno de sus miembros conseguir más plena y fácilmente su propia perfección” (GS 26; Cf. GS 74). El bien común implica la vida de todos. Exige la prudencia por parte de cada uno, y más aún la de aquellos que ejercen la autoridad y tiene tres elementos esenciales: a. Supone, en primer lugar, el respeto a la persona en cuanto tal. En nombre del bien común, las autoridades están obliga- das a respetar los derechos fundamentales e inalienables de la persona humana. La sociedad debe permitir a cada uno de sus miembros realizar su vocación. En particular, el bien común reside en las condiciones de ejercicio de las libertades naturales que son indispensables para el desarrollo de la vocación humana: “derecho a actuar de acuerdo con la recta norma de la con- ciencia, a la protección de la vida privada y a la justa libertad, también en materia religiosa” (GS 26). b. En segundo lugar, el bien común exige el bienestar social y el desarrollo del grupo mismo. El desarrollo es el resumen de todos los deberes sociales. Ciertamente, corresponde a la au- toridad decidir, en nombre del bien común, entre los diversos intereses particulares; pero debe facilitar a cada uno lo que necesita para llevar una vida verdaderamente humana y digna: alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc. (Cf. GS 26). c. El bien común implica finalmente, la paz, es decir, la estabilidad y la seguridad de un orden justo. Supone, por tanto, que la autoridad garantiza, por medios honestos, la seguridad de la sociedad y la de sus miembros. El bien común fundamenta el derecho a la legítima defensa individual y colectiva.
  • 3. 9. El bien común está siempre orientado hacia el progreso de las personas: “el orden social y su progreso deben subordinarse al bien de las personas... y no al contrario” (GS 26). Este orden tiene por base la verdad, se edifica en la justicia, es vivificado por el amor. 10. La participación de todos en la promoción del bien común im- plica, como todo deber ético, una conversión, renovación sin cesar, de los miembros de la sociedad. El fraude y otros subterfugios mediante los cuales algunos escapan a la obligación de la ley y a las prescripciones del deber social deben ser firmemente condenados por incompatibles con las exigencias de la justicia. Es preciso ocuparse del desarrollo de instituciones que mejoran las condiciones de la vida humana (Cf. GS 30). 11. Deber de los ciudadanos es cooperar con la autoridad civil al bien de la sociedad en espíritu de verdad, justicia, solidaridad y libertad. El amor y el servicio de la patria forman parte del deber de gratitud y del orden de la caridad. La sumisión a las autoridades legítimas y el servicio del bien común exigen de los ciudadanos que cumplan con su responsabilidad en la vida de la comunidad política. 12. La sumisión a la autoridad y la corresponsabilidad en el bien común exigen moralmente el pago de los impuestos, el ejercicio del derecho al voto, la defensa del país: “Dad a cada cual lo que se le debe: a quien impuestos, impuestos; a quien tributo, tributo; a quien respeto, respeto; a quien honor, honor” (Rm. 13, 7). “los cristianos residen en su propia patria, pero como extranjeros domiciliados. Cumplen todos sus deberes de ciudadanos y soportan todas sus cargas como extranjeros... obedecen a las leyes establecidas, y su manera de vivir está por encima de las leyes... tan noble es el puesto que Dios les ha asignado, que no les está permitido desertar” (Epístola a Diogneto, 5, 5; 5, 10; 6,10). El apóstol nos exhorta a ofrecer oraciones y acciones de gracias por los gobernantes y por todos lo que ejercen la autoridad, “para que podamos vivir una vida tranquila y apacible con toda piedad y dignidad” (1 Tm 2,2). 13. El ciudadano tiene obligación en conciencia de no seguir las prescripciones de las autoridades civiles cuando estos preceptos son contrarios a las exigencias del orden moral, a los derechos fundamentales de las personas o a las enseñanzas del Evangelio. El rechazo de la obediencia a las autoridades civiles, cuando sus exigencias son contrarias a las de las recta conciencia, tiene su justificación en la distinción entre el servicio de Dios y el servicio de la comunidad política. “Dad al César lo que es del César y a Dios lo que es de Dios” (Mt 22, 21). “Hay que obedecer a Dios antes que a los hombres” (Hch. 5, 29). ORIENTACIONES 1. No confundamos la política con una campaña electoral. La campaña electoral no es más que el medio a través del cual, se escogen los que van a gobernar para que comiencen a actuar políticamente. La política ha existido siempre en los sistemas de gobierno que se han ido sucediendo a lo largo de la historia, las elecciones proceden de nuestro sistema actual, la democracia. 2. La politiquería que es la expresión corrompida de la política, destruye a una sociedad y la coloca en un caos, de donde sólo será posible salir por el aunar las voluntades de los ciudadanos. A los politiqueros les interesa subir al poder y reducen la política al tiempo de elecciones. Después se descuidan en la administración de la cosa pública y ésta les interesa en la medida que genere dividendos personales o para los de su grupo politiquero. Para buscar tiempos nuevos es
  • 4. indispensable renunciar a algunos privilegios individuales y de ganancia personal para que se favorezca el bien común. 3. Una vez que pasan las elecciones los elegidos son los gobernantes de toda la sociedad a la que presentaron la candidatura y no de sus electores. Los gobernantes están llamados a empeñarse en dar las mismas oportunidades a todos los habitantes de la región o la ciudad a la que sirven. No es de justicia y por lo tanto no es camino hacia la paz la exclusión de los beneficios que debe ofrecer todo gobierno (alimento, vestido, salud, trabajo, educación y cultura, información adecuada, derecho a fundar una familia, etc.). Los puestos de trabajo no pueden estar amarrados a opciones políticas. Todo hombre, antes de pertenecer a un partido político, tiene derecho inalienable al trabajo y los gobernantes deben favorecer la creación de empleo y la manera de prever a la sociedad los caminos para generar dichos empleos. Es grave cuando después de las elecciones se gobierna sólo para favorecer a los que se calculan han dado los votos por los gobernantes de turno. 4. Los principios frente a los cuales no es posible negociar en ninguna campaña electoral están marcados por el bien común; la búsqueda irrenunciable de la verdad; la lucha sin cuartel por la auténtica libertad, que exige esencialmente dedicarse al bien, excluyendo sin excepciones el mal. La conciencia de que sólo la de- cisión por el bien libera, mientras escoger el mal esclaviza, es el principio básico para un buen gobernante. 5. No es el interés del Obispo diocesano determinar por quien tiene que votar el católico. Tal decisión es un hecho de conciencia. El Obispo sólo pretende ilustrar las conciencias para ayudar al discernimiento recto. 6. No se puede utilizar el servicio de la política como medio de enriquecimiento personal, ni para favorecer los negocios tanto personales como familiares de los hombres de gobierno. 7. La política sana presenta siempre programas de gobierno sin atacar a los contrincantes. La posición más fácil es la crítica, la más difícil, pero la única que sirve a la sociedad es la programática. El principio de una política de servicio excluye el hacer política en contra de otro. La política es un ejercicio para el bien común, no para la venganza. 8. La Iglesia reconociendo que su trabajo se fundamenta en el bien espiritual de los feligreses y no a una misión política o de gobierno, no tiene partidos, sin embargo es consciente que en la mayoría de los partidos hay representantes fieles a los principios de su fe católica. 9. Ningún católico, que quiera permanecer en el seno de la Iglesia, puede votar por candidatos que estén en contra de la vida desde su concepción hasta la muerte natural. No pueden tampoco votar por personas que estén en contra de los principios de la Iglesia en cuestiones de fe y de moral o que no tengan una conducta moral ajustada a los principios de la fe. Tampoco el voto puede ir a quienes quieren arrancarle a la Iglesia católica el derecho a la educación. 10. Ningún católico si de verdad vota en conciencia, puede vender su voto. Vender el voto puede solucionar un problema inmediato pero engendra corrupción, que vendrá siempre, en último término, en perjuicio de quien en el momento creyó que solucionaba un problema para su vida. El candidato que compra votos es inmoral, el ciudadano que vende su voto es inmoral. De la inmoralidad no sale nunca nada bueno. Actitudes tales destruyen a la sociedad y a las personas. 11. Hay obligaciones en conciencia para los católicos que votan, de conocer el plan de gobierno, la procedencia religiosa y la hoja de vida de los candidatos. Ningún católico puede dar su voto a
  • 5. personas que no garanticen la libertad y la fidelidad de los fieles a la doctrina de la Iglesia a la que se pertenece. Cuando los candidatos no ofrecen estas garantías nuestros fieles están obligados en con- ciencia al voto en blanco. Entre las posibilidades de la democracia está también esta posibilidad, que pretende desenmascarar los malos gobernantes. 12. No es posible para quien se considere católico abstenerse de votar. Las elecciones no las puede seguir ganando la abstención, de tal manera que nuestros gobernantes ejerzan el poder en nombre de una minoría, que termina siendo no cualificada. Es obligación del católico votar por el candidato que respetando los principios de la fe, den las mejores garantías del servicio del bien común o de no considerarlo con la capacidad de responder desde los rectos principios, tiene el deber de dar su voto en blanco. 13. Quisiera dar algunas instrucciones precisas en relación con el voto en blanco, sin que esto pueda entenderse como una constricción a votar en blanco. Al igual que no señalamos desde la Iglesia el nombre del candidato por el cual se deba votar, tampoco incitamos al voto en blanco. Esta es una opción y una decisión en con- ciencia. La resolución # 0920 del 18 de agosto del 2011 del Consejo nacional electoral reguló el voto en blanco y decretó: “Deberá repetirse por una sola vez la votación para elegir miembros de una Corporación Pública, Gobernador, Alcalde o la primera vuelta en las elecciones presidenciales, cuando del total de votos válidos, los votos en blanco constituyan la mayoría. Tratándose de elecciones unipersonales no podrán presentarse los mismos candidatos, mientras en las de Corporaciones Públicas no se podrán presentar a las nuevas elecciones las listas que no hayan alcanzado el umbral”. Por tanto la legislación descarta una falsa creencia que afirma, que los votos en blanco se suman al candidato que hubiese alcanzado en las votaciones el mayor número de votos. 14. El Papa emérito Benedicto XVI en su carta encíclica Deus Caritas est afirmaba: “el orden justo de la sociedad y del Estado es una tarea de la política” Y san Agustín decía que los políticos que no se rigen según la justicia se reducen a una banda de ladrones (Cf. San Agustín, la Ciudad Nueva de Dios IV, 4). 15. Invito, pues, a todos los hombres y mujeres de buena voluntad: a. A votar en conciencia, votando por aquellos que por su forma de vida garanticen una gestión transparente, lejana de intereses partidistas, que no negocien con los dineros del pueblo sus ven- tajas personales. b. Votar en conciencia significa no dejarse comprar y enfrentar el mal que se ha prolongado ya durante muchos años en nuestra tierra. Seguir así nos llevaría a perder la esperanza para solucionar los problemas dramáticos que nos están agobiando. c. Unir los esfuerzos de los distintos estamentos de la sociedad huilense para iniciar una reforma política, que nos permita elegir a los gobernantes que nos merecemos. Los gobernantes corruptos no existirían mientras nosotros no los elijamos. Un cambio de mentalidad individualista por el bien común es la única salida a la situación que nos ahoga. d. Convoco a todos los ciudadanos a unirnos para renovar pro- fundamente nuestra vida social, política, económica y humana. Sin esto no pensemos en un mañana próspero para nuestro amado departamento. e. No generalizamos, no todos los políticos son corruptos. Pero cuando damos nuestro voto por
  • 6. políticos corruptos nosotros nos corrompemos. f. A quienes creen en Jesucristo, los invito a no ahorrar esfuerzos para encontrar en Él el motor, que nos conducirá a una transformación, que nos hará servidores de los demás. Unidos en la fe podemos aspirar a unir nuestras fuerzas para el bien común. g. Invito a todos a luchar por la paz, que tiene como base la justicia y la búsqueda de la Verdad. h. A los católicos les recuerdo que no pueden votar en contra de sus principios de fe. Este documento público, tiene como objetivo tener un punto de referencia para poder exigir a los gobernantes elegidos, el cumplimiento de sus compromisos con su pueblo y las promesas de sus campañas electorales, que se encuentren en consonancia con las verdades de nuestra fe católica, a la que pertenece la mayoría de los habitantes de nuestra región. Con sentimientos de pastor, los bendigo y oro por todos los habitantes del centro y el sur del Huila. Garzón, 15 de marzo de 2013 Mons. Fray Fabio Duque Jaramillo, Ofm Obispo de Garzón Va firma y sello