1. CAPÌTULO UNO: SEMBLANZA
Cuenta la leyenda que Brian Jonás existió.
No se sabe bien cuando nació, al parecer no era un hombre tan anciano, por el vigor y
optimismo que expresaba en cada uno de sus actos, tampoco un jovencito, ya que su
lenguaje era algo anticuado y sus gustos mostraban señales de un tiempo pasado.
Brian Jonás no era muy alto, torso ancho, tez trigueña, frente amplia, nariz irregular, boca
prominente, cabello muy negro, ojos huidizos. Se asemejaba a un veterano de la guerra
contra el Paraguay, cargaba sobre sus hombros una buena cantidad de batallas ganadas y
perdidas. También tenía una impronta de capitán de barco pirata, un dejo, una mueca
cómplice, una mirada perdida hacia el horizonte, provocaban esta impresión.
BJ (Bi-Yei) era un tipo práctico. No dejaba que nada lo impresionara, si tenía que ir a cazar
ballenas al ártico, allí estaba, sentado en su mesa de trabajo diseñando una estrategia para
lograr su fin, si la cosa iba para el lado de la pesca del surubí enano, listo, era el primero en
comprar el equipo adecuado, para ser el que pescara mas surubí enanos del litoral
Argentino. Sí, Brian Jonás era argentino.
De la familia de Brian Jonás mucho no se conoce, nació en un hogar decente, bien
constituido, y, por comentarios de vecinos de su barrio era un pequeño bastante travieso. Le
gustaba robar limones de la casa de al lado, la de doña Alcira, y luego venderlos en alguna
esquina céntrica de su pueblo. Con lo recaudado fue haciéndose de un pequeño patrimonio
que gastó en la compra de un trombón, asolando los oídos de todo el vecindario.
Nos vamos dado cuenta entonces, que Brian Jonás era un señor que se daba maña para
todo. Lo que naturalmente no le era dado, el, lo inventaba. Cuando alguien le pedía algo,
allí estaba sugiriendo soluciones. Era práctico tener un Brian Jonás a mano.
Sus amiguitos de la niñez lo tenían muy en cuenta, no tenía muchos, pero eran buenos. Con
el correr de los años hizo una especie de culto a esas amistades. Todos los años de mayores
ya, se juntaban en Baradero (Provincia de Buenos Aires) en una quinta bastante alejada de
la civilización y durante tres días realizaban rituales extraños, terminando con una ofrenda a
la Pacha Mama regada con abundante alcohol y bailes psicodélicos. Brian Jonás era celoso
de sus amigos, y no se los presentaba a cualquiera. Había que hacer méritos para llegar a
ese círculo tan exclusivo, como por ejemplo saber escribir poesía de corrido, hablar algún
idioma raro o ser budista.
Brian Jonás tenía buen humor, no derrochaba carcajadas, pero en general se las arreglaba
para llevar su vida con buen talante. Bastante cerrado eso sí, cuando se trataba de expresar
sentimiento, no le parecía conveniente ser tan expresivo, no le parecía seguro, sobre todo
2. con esta cuestión de que sus esclavo de tus palabras y dichos similares. A Brian Jonás no se
le escapaba una, como decían en el barrio, pero a veces era un poco atorado y se le
complicaban las cosas. Un día quiso correr la maratón de los cincuenta barrios costeños, y
mientras corría inflar globos amarillos y rojos para la kermese dominical, la que
organizaban los monjes mercedarios de la localidad, atándolos con un piolín uno por uno.
Resultado: el pobre Brian Jonás con sus piernas enredadas en los hilos, ascendido a una
considerable altura por un manojo de globos bicolores. Malabares tuvo que hacer
pinchando uno a uno con una de sus uñas, moderando el tiempo de caída. Situaciones como
estas, tuvo en cantidades, de algunas salió airoso de otras, mmmm, no tanto.
Todo el mundo le decía cosas como: ...” ¡Un día te vas a matar!...” con estas cuestiones de
no poder hacer todo a la vez. No había caso, al parecer, tuvo un trauma muy fuerte de
pequeño, a lo mejor más adelante desentrañamos cuál fue. De todas maneras había gente
que con mucho gusto aceptaba las sugerencias prácticas de nuestro personaje. ¡Imaginemos
lo cómodo que debe ser tener gente que te solucione la vida!
En su adolescencia BJ desató pasiones. Era aventurero, audaz, dentro de los límites que se
autoimponía, es decir audaz pero no tanto o tonto. Exótico, si también bastante exótico.
Deseaba marcar la diferencia con el resto de la gente. Sentía que era un incomprendido,
siempre andaba organizando cosas para hacer. Junto a sus amigos, esos, los de siempre, un
día armaron una expedición a las islas del cañaveral seco. Les expuso el plan, y lo
escucharon con atención. Detalló como llegar hasta allí,: cruzarían en bote prestado por un
joven conocido, cuyo padre era pescador de sábalos. Luego remarían a ritmo parejo por una
media hora, en línea recta hacia el objetivo, una isla pequeña entre islotes. Sus amigos lo
escuchaban con atención, sugerían cosas, que BJ desechaba, él ya tenía todo organizado
para qué agregar elementos que más que aligerar el itinerario, lo entorpecerían. ¡Obstinado
nuestro hombre! Otra característica de BJ que detectamos, pensar que su plan era el mejor y
más cuidado. Existe gente así, sin dudas, pero en este caso era una exageración de
obstinación, rasgo que le dio varios dolores de cabeza en su vida.
Ustedes se preguntarán, o tal vez no, ¿qué paso con el viaje a la isla? Lograron arribar con
éxito, unos cinco o seis jovenzuelos, pero era tal la invasión de mosquitos pata larga que ni
siquiera quemando en un brasero improvisado, una cantidad de pasto seco y otras cosas
que encontraron, pudieron espantarlos. Tuvieron que emprender el regreso con prisa, so
pena de quedar prácticamente sin sangre por los picotazos. Todas las miradas se dirigieron
automáticamente a Brian Jonás, inquisidoras, para no decir rabiosas. Moraleja: los cabeza
dura tienen que hacerse cargo de situaciones así, si hubiera aceptado las sugerencias de sus
amigos, habrían repartido las “culpas”. Esta fue una impronta que portó siempre BJ, eso sí,
con hidalguía.
Brian Jonás siempre se trazaba objetivos, era muy ambicioso, mucho. ¿Ya lo dijimos esto?,
tal vez sí, pero igual vale recordarlo. Por ejemplo y volviendo al episodio de la isla, no
3. solamente quería pasar un rato divertido con amigos, no… Había leído por ahí que la isla
en cuestión tenía enterrado un tesoro compuesto de lingotes de oro y plata, producto de un
naufragio. Un galeón español del siglo XVII había naufragado en la zona de Cañaveral
Seco, al parecer algunos marineros del barco habrían llegado al lugar, y con esfuerzo
enterrado un gran arcón con los tesoros descriptos. Cuando BJ leyó esto, le brillaron los
ojos de codicia. Ya se imaginaba llevando una vida tranquila, en una mansión rodeada de
bellas amantes, viajes, ropas lujosas, vida de rico. Nada fue posible, pero esa idea lo rondó
durante años, aunque nunca volvió a la isla.
En cuestiones de trabajo, era un gaucho de ley, no le esquivaba el bulto a la
responsabilidad, le gustaba tener el mango en el bolsillo. Un busca vidas de muy joven, un
trotamundos luego, en la madurez, un negociante. Trabajó de lustrabotas, tendero, barbero
ocasional, hombre pancarta anunciando diferentes productos, empleado bancario. De ese
trabajo se cansó rápido, demasiada formalidad. Le gustó mucho cuando lo contrataron para
cazar pirañas en el Amazonas, ya que pudo observar directamente la vida natural de la
piraña o pirà (pez) añà (genio del mal) según el lenguaje guaraní. Tal vez si hubiera pasado
el resto de su vida con esa actividad, se hubiera convertido en una de ellas, en un hombre-
piraña o pirà-añà-caraì. No pudo continuar, le tiraba mucho el pago y no encontró forma de
combinar extrañeza con beneficio económico.
En las cuestiones sentimentales BJ desató pasiones eso sí lo dijimos. Díscolo en la
temporada de adolescencia, pasaba de un amor a otro, un día moría de amor, al otro había
perdido todo el interés por su supuesta dama perfecta. Le gustaba idealizar a su amada. Sus
gustos eran diversos, es más, no le importaba demasiado la estética, siempre y cuando la
muchacha fuera querendona, complaciente y romántica. Debió sortear algunos peligros
cuando se enamoró perdidamente contando unos diecisiete, de aquella joven hija de una
familia gitana. Bella, de largos cabellos negro azabache, boca carnosa, ancha sonrisa y ojos
almendrados, rostro oval, se parecía a una madonnina italiana. Cierto día la vio pasar frente
a su casa con dos chicas más. Se enamoró al instante. Luego averiguó preguntando a gente
de su conocimiento, hasta que dio con la casa adonde vivía la gitanilla. Decidido llamó a la
puerta. Un hombretón oscuro abrió con sigilo, al ver parado a BJ allí no hizo más que
mirarlo fieramente, haciéndole saber con ese gesto que desapareciera al instante del lugar,
que él no era bienvenido y, que más vale no volviera por allí.
BJ no se acercó nunca más a esa casa. Aprendió así, que aunque ardiera de pasión siempre
debía anteponer la razonabilidad al apasionamiento. De esa forma, este episodio selló para
siempre la vida amorosa de nuestro personaje. De allí en más, primó en el el cálculo ante
que los ardores.
Esta historia recién comienza, disfrutemos.