CERTIFICADO para NIÑOS, presentacion de niños en la iglesia .pptx
Las pruebas de Cillian
1. I
—¿Por qué te fijaste en él? ¿Viene de alguna estirpe reseñable o alguna
Alta Casa élfica? —dijo la voz de la figura que se encontraba en la parte interior
de la mesa en forma de luna.
—Todo lo contrario, no es nadie. Pero supongo que vi algo en el —respondió el
que se sentaba junto al atril con la esfera tapada con un valioso paño.
Para comprender al pueblo ffolk había que conocer las islas Moonshae. El archipiélago no
poseía grandes extensiones de tierra, sin embargo, era lo suficientemente grande como para que sus
habitantes estuviesen aislados durante siglos del resto del continente. Las mismas corrientes
oceánicas que rodeaban las islas e impedían las heladas más allá de algunos inviernos especialmente
fríos, hacían húmeda y fría la tierra en verano. La lluvia es una compañía constante, y la niebla
envuelve a la tierra y a las aguas circundante a principios de la mañana y a finales del atardecer. Si
bien es cierto que no habían grandes nevadas el clima invernal no era fácil. El origen rocoso de todo
el archipiélago y la ausencia de grandes cadenas montañosas dejaban la tierra a merced de los
fuertes vientos, haciendo el día a día más incómodo de lo que podría parecer en un principio. Las
extensiones boscosas aparecían en aquellas islas donde pequeñas montañas impedían el paso a estos
vientos cargados de salitre. Con las limitadas extensiones de montaña y bosque el resto del paisaje
se completaba con llanuras y páramos.
La forma de vida de los ffolk se había adaptado a las exigencias geográficas de su territorio,
para aprovechar las llanuras habían desarrollado una avanzada agricultura, centrada en cereales
resistentes como el centeno y la avena. Las zonas más protegidas del clima presentan numerosos
huertos familiares. Sin embargo, la principal, o al menos más prestigiosa, de las actividades
económica era la ganadería, ovina y bovina dependiendo del estatus del propietario. Tal importancia
alcanzó la ganadería que dio lugar al rito de paso que vertebra la vida de los ffolk: los fianna o
invasores de pastos. Al alcanzar la madurez, todo aquel que quisiese convertirse en un guerrero
debía pasar las duras pruebas para luego formar un grupo y sobrevivir durante un año por medio de
las armas, el robo de ganado, sobre todo bovino, se consideraba especialmente prestigioso. Al cabo
del año podían volver a sus vidas y todos los delitos que hubiesen cometido para sobrevivir les eran
perdonados.
Aunque los tiempos habían mejorado en las islas Moonshae, los norteños pacificados bajo la
dinastía Kendrick ya no saqueaban las tierras del reino, la vida para una pareja de humano y elfa
seguía siendo difícil. Más tras el agravio cometido por Aedh Donovan. Aunque entre el pueblo ffolk
todos podían elegir con quien casarse las relaciones entre clanes estaban muy marcadas por los
matrimonios, lo que hacía que la influencia del clan fuese muy fuerte, Aedh no vio ningún
inconveniente cuando le propusieron un enlace con Brenna Ulster la primera hija de una importante
familia de guerreros, era atractiva, joven y de buena familia. Todos los presagios eran buenos, pero
a veces los Dioses nos tienen preparadas otros caminos. Durante el las las fiesta del Beltane, la
fiesta de la fertilidad que se celebra en la primera luna llena del verano, Aedh abrumado por el
alcohol y los demás jóvenes en actitudes dishinibidas se alejó de las hogueras que iluminaban
Tanhair-na-Riy, subió hasta un colina rocosa desde donde podía ver a todas las personas, que ahora
no eran más que siluetas negras, bailando y bebiendo en torno a las hogueras. Y quizá fue el sino, o
una simple contingencia pero allí ya había una persona. Al llegar a la cima Cara reparó en su
presencia. Su menudo cuerpo estaba cubierto por un fino vestido blanco del algún material casi
2. transparente con bordados de hojas verdes y bordes dorados. El pelo negro, recogido en pequeñas
trenzas que se trenzaban de nuevo en otras más grande, dejaban ver sus alargadas orejas y la pálida
piel del, al menos para Aedh, cuello más bonito de todo Faerum. Nueve meses más tarde, cerca de
la fecha de Inbolc, nacería Cillian.
Si bien el matrimonio al haberse producido en las fiestas de Beltane era completamente
legítimo, todos no lo vieron así. La familia Ulster consideró que Aedh había roto un pacto ante los
Dioses y además de exigir un pago en ganado, orquestó una campaña en contra de él y su familia.
Para no perjudicar al clan Aedh decidió abandonarlo y someterse al juicio de los druidas. La
sentencia fue dura, pero al menos no afecto a los demás: al no tener ganado no se le exigiría el pago
en compensación pero debía jurar que no adquiriría, robaría, criaría ni recibiría de ningún modo
ganado bovino.
La sentencia no hizo que su vida mejorase, aunque nadie se atreviese a contradecir la palabra
de los druidas. Aedh y Cara habían deseado muchas veces que los hubiesen exiliado, el exilio, aun
siendo la más dura de las penas en su cultura, habría sido más piadoso. Los meses que siguieron al
juicio se convirtieron en un infierno, especialmente para la elfa, mientras que algunos se
conformaban con ignorarla, y otros muchos la insultaban e increpaban. Los que la trataban bien no
se atrevían a hacerlo en público lo que hacía que la situación empezase a tornarse insoportable. Ella
solo por el hijo que llevaba en el vientre. Aedh, sin embargo, no soportaba ver como su gente
trataba a su esposa así que decidió poner una solución. Con la ayuda de algunos miembros de su
familia consiguieron provisiones y un bote y se marcharon a una de las numerosas islas
deshabitadas que había en el archipiélago. No sería una vida fácil, pero al menos pondría un mar de
por medio entre sus seres queridos y la gente que les hacía la vida imposible.
La infancia de Cillian fue como la de cualquier otro niño ffolk, con la única excepción que
toda persona que conocía se reducía a su padre y a su madre. Los Donovan hicieron todo lo posible
por que su vida fuese normal: lo educaron en la cultura de su clan, le enseñaron el manejo del arma
ancestral de sus guerreros y lo enseñaron a valerse en la naturaleza. Al fin y al cabo en la isla donde
vivían tenían que sobrevivir por si mismos, el único mercader que iba por allí lo hacía una vez al
año en busca de las raras hierbas que, gracias a los conocimientos de Cara, recolectaban.
A los doce años Cillian ya se dedicaba a explorar la isla en solitario, iba y venía con
zurrones cargados de plantas y mariscos que recogía en la costa. Sin embargo lo que sentía una
atracción inevitable era a las cuevas que había bajo la isla. Se tiraba horas y horas explorándolas
recogiendo las hierbas y hongos que nadie habría pensado que se podrían hallar en Moonshae, pero
eso no era lo que le atraía allí cada día eran las antiguas ruinas que había en esas cuevas. Grabados
en la oscuridad donde llegaba a intuir siluetas con orejas picudas como las de madre, arañas, soles,
lunas y ciudades, algunas de ellas boca abajo. Sentía una gran curiosidad y muchas veces intentó
avanzar por las cuevas pero por mucho que avanzó nunca llegó a ningún sitio.
Así paso muchos años hasta que alcanzó la edad de quince años. Sus padres estaban
preocupados de que nunca encontrara un sitio en el mundo y tuviera que estar solo el resto de su
vida, por lo que le insistieron en que se presentara a las pruebas de los Fianna. Al principio Cillian
no estaba muy convencido pero siempre había confiado en sus padres así que volvió a seguir su
consejo. La iniciación consistía en una serie de rigurosas pruebas. Cillian debería meterse hasta la
cintura en un pozo, armado con un escudo, mientras, nueve guerreros le arrojarían lanzas; si salía
herido, fallaría. En otra de las prueba su cabello sería trenzado y sería perseguido por el bosque;
fallaría si era atrapado, si alguna rama se quebraba bajo sus pies, o si su peinado se alteraba. Debía
ser capaz de saltar por encima de una rama a la altura de su frente, pasar bajo una a la altura de su
rodilla, además de sacarse una espina del pie, manteniendo la velocidad. Si superaba todas las
pruebas debería estar un año junto a otros Fianna ganándose la vida. Los siguientes años se centró
únicamente en el entrenamiento dejando todo lo demás de lado.
Durante el viaje en bote Cillian se encontraba muy animado, estaba bastante seguro de que
superaría las pruebas y que dejaría el nombre de su familia en lo más alto. Esta actitud difería
completamente con la de Aeth, el hombre no había dicho ni una palabra desde que se despidieran de
Cara en su hogar.
3. II
—No sé si podremos controlarlo, está consumido por el odio y la
venganza
—Eso es lo que lo hace útil —respondió alguien.
Al llegar a la costa Cillian se sorprendió, el recibimiento de la gente parecía frío, incluso
entre aquellos que parecían reconocer a su padre —¿Qué ocurre padre?
—Es una vieja historia ho, cosas del pasadu, dele no mes vueltes ¿sí?
—Está bien padre, pero ya te digo que no entiendu.
A lo largo del día se encontraron con viejos amigos de Aedh, éstos sí les hablaban pero todos
coincidieron en una cosa, le avisaron de que tuviese cuidado que en las islas nadie olvidaba nada.
Más tarde visitaron a su clan, allí conoció a su abuelo un hombre canoso al que le quedaban muy
pocos inviernos por ver. Allí le regalaron un escudo, de una extraña madera de color casi negro. Ese
día se acostaron pronto pues al día siguiente con la primera luz del día empezaría la carrera por el
bosque, la primera de las pruebas.
Tal y como Cillian esperaba había superado todas y cada una de las pruebas, dejando el
nombre de su clan en una gran posición. Ahora llegaba el momento de que formase su propio grupo
de fiannas. Y fue cuando el joven semielfo empezó a sufrir los errores de su padre. A pesar de haber
obtenido uno de los mejores resultados nadie quería formas grupo con él, la mayoría daba alguna
excusa burda mientras otros simplemente se giraban. Aedh mantenía la mirada en el suelo, como si
no quisiera que su hijo sintiera la vergüenza que le hacía pasar que sus acciones lastraran casi veinte
años después a Cillian. Pero fue en ese momento cuando una voz sacó a ambos de sus
pensamientos: —¡Puedele unirse a nosotrus!.Todos los allí presentes enmudecieron. Aquellas
palabras las había dicho Ciaran Ulster, el hermano pequeño de Brenna Ulster.
—Me.. me temu que un yes buena id… Aedh fue interrumpido por Ciaran
—¡Claru ques buena idea home! Que mejor manera de que nuestras families hagan la paz
—Esta bien padre, no sé que fue aquellu que ocurrio, pero yes pasadu. —intervino Cillian
—Soes home oigale a su hiju.—Y la sonrisa que se dibujó en la cara del Ulster hizó que el corazón
de Aedh se estremeciera.
Durante los meses que habían pasado desde que se conviertiera en un fianna había pasado
mucho tiempo con los tres Ulster. De hecho todas y cada una de las horas que tenía un día desde al
menos nueve meses. Durante todos ese tiempo había podido estudiar a la perfección a sus aliados,
si bien no sabía que es lo que había ocurrido en el pasado ahora sí que comprendía las reticencias de
su padre. Sus tres compañeros lo odiaban, Ciaran Ulster, el tío de los otros dos, mantenía todo el
tiempo una exacerbada cordialidad, sin preocuparse lo más mínimo de que se viera que era fingida.
Connagyhn no fingía nada: odiaba a Cillian por encima de todas las cosas y se apreciaba en
cualquiera de sus conversaciones con los demás, al igual que en las parcas palabras que rara vez le
dedicaba a Cillian. Aunque sin duda la que más preocupaba de todos a el semielfo era la hermana de
Connagyhn; Conwennan Ulster una hechicera, bruja o como quieran llamarlo. Le resultaba
imposible saber en que pensaba esa mujer y si bien con Cillian intercambiaba aun menos palabras
que su hermano menor, tampoco hablaba mucho con sus familiares. Era completamente
indescifrable. Sea como fuere, sabían que el joven Donovan nunca abandonaría el grupo, ya que
deshonraría a su clan.
4. Desde que robaron a aquellos pobres estibadores que sacaban mercancías de su barco para
poder calafatearlo, habían pasado varias decanas y su supervivencia se limitó a el forrajeo de los
bosques y costas y a la poco salubre agua de los arroyos. Los ánimos estaban empeorando y hasta
Cillian respondía ya a las provocaciones de sus compañeros. Debían que encontrar agua de pozo o
una diarrea podría acabar con ellos en pocos días. Sin embargo, Ciaran líder por ser el de mayor
edad vagaba en alguna dirección que nadie más conocía. Y si era cuestionado se limitaba a decir
que nos dirigíamos hacia un lugar donde se acabarían nuestros problemas, además invitaba al que
no estuviese de acuerdo a que se fuese por su cuenta. Estaba atardeciendo cuando llegaron a la
entrada de una cueva, el corredor de piedra mediría algo más de metro y medio lo que obligaba a
encorvarse para entrar. El canoso líder aseguraba que dentro encontrarían agua y cobijo. Ciaran
lideraba la marcha, seguido por Cillian, Connaghyn y finalmente Conwenna. En cuento avanzaron
unos treinta pies las paredes en roca basta dieron lugar a roca trabajada y el pasillo ganó en anchura
y altura, esto le relajó ya que se quitaba de la espalda al impulsivo Connaghyn, avanzaron hasta
abandonar este corredor tambíen. En la oscuridad sólo podía apreciarse la lejana luz del pasillo de
entrada hasta que Cieran encendió su cara lámpara de ojo de buey. La gran sala carente de
decoración tenía por sus paredes pequeños canales que llevaban agua hasta un gran depósito,
tambíen de piedra, en la pared frontal. El depósito con el fondo cónico goteaba de manera lenta pero
constante sobre un ánfora al nivel del suelo. —Ves desconfiau yes agüe filtrada.
La potente linterna del mayor de los Ulster iluminaba un gran área cónica, pero dejaba toda la parte
de atrás a oscuras. —Ja’ahrt lucis ex.—Cillian reaccioó a las palabras de Conwenna demasiado
tarde, una luz se formo a su espalda en la punta del bastón de la mujer. Se giró al tiempo que
desenvainaba su espada justo a tiempo para ver como la espada corta de Conninghyn se clavaba en
su costado; la estocada buscaba algún punto vitale pero no fue demasiado preciso, Cillian se preparó
para devolver el golpe sin embargo algo no iba bien sintió un frío antinatural en su herida y al mirar
abajo vio como sus ropas estaban manchadas de un líquido morado. —Veneno...—es lo último que
pensó antes de perder la conciencia.
Al despertar se encontraba en una amplia estancia convertida en celda: unos grandes pernos
metálicos sujetaban sendas cadenas al suelo. Fue a tocarse la herida pero la cadena se lo impidió,
había sido tratada, posiblemente con magia, y parecía estar controlada. Se encontraba desnudo a
excepción del pantalón, a un lado, sobre una caja medio desecha se encontraban sus pertenencias y
frente a él sentados en una rocas talladas junto a un fuego estaban sus tres compañeros de viaje. —
Temos despertau pa que vieses esto, quieru que seas consciente, porque vas a pagar el preciu de que
tu padre el follaputes abandonara a mi hermana, ¿sabes lo ques ser abanada el día de Beltane para
irse con une pute elfa? Mi hermana nunca se recuperó y ahora tu pagaras por ello. Te vamos a
arreglar les pintes esas que tienes d’engendru.
La hechicera lanzó un nuevo conjuro y de pronto Cillian no podía moverse. Los dos hombre se
acercaron a él y con sus afilados cuchillos se dedicaron a recortar sus puntiagudas orejas. Cillian no
podía moverse y sin embargo estaba sintiendo el dolor de todo lo que le hacían. En ese momento
conoció la más profunda de las iras, esa ira en torno a la que nacen mitos y leyendas, esa ira que
lleva los héroes de las historias al abismo de su interior. Una vez terminaron su trabajo, los dos
hombres sonreían satisfechos, la mujer seguía indescifrable como siempre. Le dieron la espalda al
semielfo y se prepararon para salir. Justo antes de que salieron por la puerta de la gran estancia
escucharon a Cillian hablar, el hechizo no le dejaba moverse ni siquiera pestañear pero los dioses le
permitieron hacer un juramento: —E…estáis… estáis muertos.
5. III
—Aquel era el momento, estaba roto y vulnerable, como una brecha en el
tejido de la realidad por la que puedes entrar.
—Sé que lo hacemos por nuestro objetivo pero algún día deberemos
preguntarnos dónde esta el límite. Amén que llegará el día en el que tendremos,
ante mortal o deidad, que responder por lo que hacemos.
El sonido de unas botas en la roca le sacó de sus pensamientos. Se concentró en el sonido.
Contó tres seres bípedos, puede que volvieran para terminar su trabajo. Al abrirse la puerta, fue
sorprendido por tres figuras humanoides, nunca antes había visto a esos seres pero algo en ellos les
resultaba familiar. Eran seres enjutos, más pequeños y delgados que los humanos, tenían las orejas
puntiagudas como su madre, y como las tuvo hace no mucho, el mero hecho de recordarlo le
estremeció el corazón y le hizo revivir el dolor. La piel de las tres criaturas presentaba una escala de
grises que comprendía desde el color de las ceniza hasta el tono casi negro de uno de ellos. El pelo
en el caso de los tres era blanco. Los tres seres no dejaban de hablar entre ellos en un idioma
completamente desconocido para Cillian, así que ignorando los sonidos se centro en observarlos lo
mejor posible. La ropa y piezas de armaduras que tenían no estaban en mal estado, pero tenian
claros sintomas de uso, alguna abolladura en la coraza, anillas rotas en los brazos de la cota y
evidentemente no estaban hechas para esos seres: les quedaban grandes de hecho la coraza estaba
produciendo una rozadura en el cuello de uno de ellos. Pronto empezó a ver cosas, claramente su
constitución era delgada pero aun así Cillian juraría que estaban faltos de comida, el cuello y
muñeca de ellos es veían nervudos, con todos los huesos marcados y con esa idea ya metida en la
cabeza juraría que sus movimientos eran algo pesados, como el que lleva demasiado esfuerzo sobre
sus piernas o poca comida en las últimas semanas. Otra cosa que le llamó la atención fue la linterna,
uno de ello la llevaba encendida pero sus movimientos eran extraño cuando su miraban en una
dirección no tenían el movimiento reflejo de apuntar con la linterna al mismo sitio que sus ojos
asutadizos. Todo eso no importaba mucho ahora mismo, solo esperaba que los humanoides no
estuvieran entre la dieta de esos seres. Saquearon sus cosas, separaron las cadenas de los pernos y se
lo llevaron de allí.
En el interior de la cueva no era capaz de medir el tiempo, pero sabía que había pasado
mucho tiempo sin salir al exterior. Al principio intento contar los ciclos de sueño, pero se dio cuenta
que sin la luz del sol comenzaron a ser irregulares y ya no era capaz de intuir si había dormido
cuatro o diez horas, ni siquiera si dormía todos los días o no,. Ignoraba los ciclos de sueño de sus
nuevos captores y estos eran los que decidían cuando y cuanto se paraba. Su barba, sin ser muy
poblada, alcanzaba ya la longitud suficiente para que el mismo se la viera y el pelo habia crecido
fuera de control haciendo que el flequillo le molestase para ver. Pero sin duda supo que llevaba
mucho tiempo cautivo de estos seres cuando empezó a comprender su idioma. Los extraños ruidos
que emitían empezaron a sonarles cada vez más familiares y en principio con trabajo, más tarde
intuitivamente empezó a conocer el significado de los sonidos que otrora le parecieron extraños e
impronunciables. Las tres extrañas criaturas los pasearon por complejos subterráneos con los
mismos grabados que en su infancia observaba en las isla donde vivía. Al principio eso le producía
nostalgia más tarde se acostumbraría. A veces acababan en pequeños asentamientos que imitaban
las ciudades de la superficie, sin embargo todas estaban abandonadas. La mayoría de las veces
acampaban en una especie de templos donde había estatuas de una araña gigante. Descubrió durante
6. su cautiverio unos hongos luminiscentes que eran cultivados e iluminaban los túneles con luces en
tonos verdes y azulada. En las grandes oquedades donde se encontraban estas especie de ciudades,
arriba en el techo crecían en pequeños grupos haciendo que pareciera el cielo estrellado. Se
acostumbró a apreciar estas escenas ya que le recordaban al cielo en las noches de verano. Esto le
ayudó a no olvidar que ahí fuera había un mundo, esto lo mantuvo cuerdo.
En un momento de su odisea llegaron a una oquedad con un gran arco de piedra al fondo.
Llegados este momento los elfos como se denominaban así mismo, cambiaron de actitud: se
quitaron las armaduras quedándose solo con las armas y pequeños símbolos de su cultura que
habían recogido en las ciudades abandonadas. Empezaron a excitarse y gritar todo lo alto que
podían. —¡Estamos aquí, ayuda! ¡rápido traemos un esclavo!. En medio de la excitación unas
figuras empezaron a aparecer desde el arco monumental de piedra parecían que estaban con algun
tipo de invisibilidad y se hacían visibles al cruzar el arco. Lo que parecía una mujer, mucho mas
grande y más fuerte que los varones, encabezaba un grupo de estos seres. Mantenía lo que parecía
una espada curva del estilo a una cimitarra en su vaina. En el brazo un escudo pesado metálico,,
protuberancias que imitaban a las patas de una araña salían de la parte trasera de los bordes y
abrazaban el escudo, haciendo que pareciera la parte inferior de una araña. La armadura parecía una
coraza sobre una cota de malla, la coraza presentaba la talla de una araña en el centro y estaba
rellena de algún material negro y rojo. A la mujer le siguieron varios elfo más unos con dos armas
otros con pequeñas ballestas y otros que parecían magos. Antes de que pudiera seguir analizando a
los seres junto a él y sus captores empezó a formarse una extraña figura: como si un pequeño
relámpago estuviese rasgando el aire se formo una forma circular de la cual salían otros pequeños
rayos que convergían en el centro. Los elfos de piel oscura empezaron a ponerse nerviosos. Al
instante se formó otro círculo exactamente igual que el primero y dos figuras aparecieron. Sin
mediar palabra cada uno lanzo un conjuro y toda la estancia se iluminó con una luz tan potente
como la de un día de verano. Cillian se tapó con el antebrazo hasta los ojos se acostumbraron. Los
elfos de piel oscura se echaron las manos a la cara y se giraron intentando en vano evitar la
deslumbrante luz. Uno agarro el petate de los que me habían traído hasta aquí, el otro me cogió del
brazo y tiró de mi hacía el círculo eléctrico.
Aparecieron en lo que parecía una torre de piedra, Cillian corrió hacia una de las estrechas
ventanas y se sintió aliviado al ver el mundo exterior. Se giró hasta ver a sus libertadores, en la gran
habitación circular había tres figuras más. En total eran dos elfos, una elfa, un humano y un
semielfo, este y uno de los elfos eran los que lo habían traído de vuelta, aunque los portales parecía
que había sido cosa del otro elfo. Al verlos un punzada de dolor le golpeó en sus orejas.—Soy
Cillian, gracies.—alcanzó a decir— Sois muy poderoso por lo…
—Al igual que tu puedes serlo Cillian —le interrumpió el humano.—Mi nombre es Gibbs. El
semielfo Astaru, ella Meeriadel y los elfos Caern’talin el mago y Tirmael.
—Puedes ser muy poderoso y estamos dispuestos a entrenarte, siempre y cuando jures que nos
ayudarás.—la voz de Meeriadel era dulce y reconfortante, lo que hizo que por un momento
recordara el rostro de su madre. No era capaz de saber cuando tiempo había pasado desde aquello y
temía que poco a poco fuese olvidando a su padre y a su madre—No te preocupes, en cuanto te
expliquemos nuestra causa será también la tuya. Esos elfos drow iban a esclavizarte por el resto de
tu vida.
—Tengo una venganza por cumplir y limpiar el honor de mi familia mes necesito hacerme més
fuerte. Si pueden ayudarme en eso abrazaré vuestra cause como si fuese mía.
7. IV
—Espero que tú intrincado plan funcione tal y como nos lo has propuesto,
si no sale según lo esperado, y estás en los cierto sobre su potencial, tendremos
que encargarnos de él.
—¿Nos? Me temo que ese no es mi trabajo si tus machacas no pueden busca
mejores machacas.
Por fin los días de espera se habían acabado, el momento había llegado, el silencio de la
noche se rompió con el sonido de los instrumentos de percusión. Los mercenarios que habían sido
contratados se miraron entre ellos y si bien palabra alguna brotó de las decenas de gargantas que allí
aguardaban estaba claro que algo ocurría. Los semblantes de sorpresa tornaron entre los más
jóvenes: unos dibujaron una sonrisa de satisfacción mientras que otros empezaron a dar señales de
nerviosismo. Cillian observaba desde la esquina del gran salón donde los invitados y viajeros
habían sido invitados a esperar por parte del general del ejército de la Guardia Vieja. El canoso
veterano que lideraba la unidad encargada de la última defensa del castillo apareció por las escaleras
que conducían a los pisos superiores de la torre del homenaje, —No bajéis la guardia es un puto
señuelo —espetó la rasgada voz del caballero— nadie asalta Percha del Cuervo con tan pocos
soldados. El semielfo se concentró en el sonido de fuera y se dio cuenta de qué hablaba el viejo
capitán: el número de repiques contra los escudos era escaso, se insultó así mismo por no haberse
dado cuenta el sólo, y pensó que el mercenario llevaba razón, dentro de las murallas había media
centena de casas si no más y eso daba la oportunidad de guarecer a gran cantidad de personas junto
a los suministros necesarios para sobrevivir durante meses, aunque sin duda esta no era su
intención.
La plaza fuerte era conocida por las numerosas visitas que recibía por parte de aventureros y
mercenarios, y por ende, de todas aquellos artesanos y profesionales que se ganaban la vida
alrededor éstos. Así que durante los últimos días había tenido la oportunidad de relacionarse con
algunos de los viajeros que allí se encontraban. Evidentemente no era simplemente un cazador de
las islas Moonshae. La misión parecía bien encaminada, y había tenido tiempo de ver quienes
podrían estar interesados en dedicarse a la aventura. La guardia de la quinta cuerda buscaba nuevos
miembros y presentarse con una agrupación anterior siempre era preferido. Para el siguiente paso de
la misión era necesario un asedio pero por suerte contaba con información privilegiada.
En el mismo instante que el sol se oculto por completo tras las lejanas montañas, los
atacantes empezaron a entonar el cántico de batalla. El sonido reverberante entre murallas y pasillos
se escuchaba alto y claro en el interior del gran salón, el pánico cundió entre la mayoría de los allí
presentes. Curiosamente esto ayudó a los mercenarios de la Guardia Vieja a evitar el miedo pues
toda su atención se ocupó en controlar los ánimos de los no combatientes. El sonido de las primeras
salvas de flechas siguieron a la orden del general, sin embargo el canto enemigo no pareció que
bajara un solo tono. Nadie allí dentro sabría decir cuanto tiempo pasó hasta que empezaron las
explosiones, en ese momento el caos se apoderó de la planta baja del gran edificio. Los guardias en
funciones ya no se preocupaban por calmar a la gente; se habían colocado en sus puestos esperando
el mínimo atisbo de la presencia del enemigo, no tardó en llegar. Las explosiones ahora iban
acompañadas de temblores y las maderas que sustentaban los pisos superiores empezaron a crujir.
Una fina capa de polvo, como si de la arena de un reloj se tratase cayó sobre el papel que sujetaba
Cillian, decidió que ya había memorizado completamente el mapa y lo lanzó al fuego, pudo sentir el
olor de la tinta al quemarse y aquello le trajo a la memoria a aquellos que se lo habían dado «¡Que
8. hijus de pute!» pensó. Se levantó del suelo y se ajusto la capa y las armas pronto habría que salir.
Estaba ojeando a la gente sentada en el suelo mientras se sujetaban sus propias rodillas cuando se
percató de que había perdido a uno de los aventureros, si llegaba el momento tendría que partir sin
su compañía. El capitán fijó la mirada en él y quizás por primera vez en mucho tiempo la suerte
estuvo de su parte: una de las grandes rocas lanzadas por un trabuco impactó en la pared frontal,
esto obligó al caballero a centrarse en otras cosas. Cillian supo que ya estaba bajo sospecha y que
no gozaría de muchas más oportunidades por lo que se puso en marcha y reunió a los que pudo.
Cinco le siguieron, tras pocos minutos y gracias a la confusión del ataque llegaron a las grandes
puertas de la tercera planta. Varios guardias de Percha del Cuervo estaban allí, no contaba con ello
pero Milo, el mago, parecía que sí: sus manos giraron haciendo la forma de una esfera al tiempo que
pronunciaba palabras incomprensibles para el semielfo y una bola titilante del tamaño de una bala
de honda se formó sobre la palma de la mano del conjurador, alzó la mano hacia sus labios y con un
leve soplido un abanico de colores se interpuso entre el recién creado grupo y los guardias, cuando
los colores se difuminaron los tres guardias yacían en el suelo. Al otro lado de la puerta doble una
habitación sin salida se encontraba vacía. —Vigila por este ladu una salida hayla. Ni siquiera se
preocupó por ver si alguien hacía caso a su petición, según el mapa uno de los tres montacargas era
la vía de escape, el que llegaba al deposito de agua para ser más exactos pero, ¿cómo podría
averiguarlo?, con la de los desechos no había confusión hedía a alimentos en descomposición, pero
entre las otras dos no veía ninguna diferencia. Estaba a punto de consultarlo con sus aliados, incluso
a pesar de que eso disminuiría la impresión que podría causar, cuando el aliado menos esperado le
dio la respuesta, el animal de la enana se empecinaba en relamer las rendijas de uno de los
elevadores.
—Por aquí —dijo mientras caminaba a la pequeña puerta— ahora hay que romper el mecanismu de
la plataforme para que aupe más y saltarle por debajo desto. Azorín, ¡quítate esa pesada armadure
abaju hay agua y nunca saldrías, te vas ahondar con tanto peso!.
—No me iré sin mi armadura familiar.
No tenía tiempo para convencer a un cabeza dura. Contaba con que alguno quedara por el camino.
—No sabemos que tiempu resta, al llegar al agua hay que bucear un tramo, es sencillu solo hay que
encaminarse hacia la única lumbre que veréis y la corriente ayuda. Yo saltaré el últimu, ¡vamos!.
Caminaron durante toda la noche y al amanecer se permitieron parar. La enana buscó una
guarida, mientras, Cillian reunía la leña para el necesario fuego que secaría sus ropas.
No durmieron mucho, pero gracias al compañero animal del druida pudieron descansar al
menos unas horas tras las cuales compartieron la poca comida que no se había echado a perder al
empaparse por completo. Comieron en silencio, posiblemente ninguno sabía bien por qué habían
confiado en los otros pero ahí se encontraban. El explorador pensó en cómo decir lo siguiente, pero
nunca se le había dado bien convencer a nadie, ni siquiera comunicarse para ser honestos. Y miró a
su alrededor, allí estaban cinco desconocidos desnudos y exhaustos con cara de no saber muy bien
qué hacer.
—He oído que la Guardia de la Quinta Cuerde busca nuevos miembros, ho, y es mucho más fácil
que acepten a una agrupación, esta es la razón por la que estaba en el castillu, si están interesados en
ganarse la vida como aventureros creo que podría ser buena idea ir allí. Por lo que se habla por la
Coste de la Espade esa gente es muy poderosa. Aunque debo ser completamente sincero, creo que
es la única forma de que confiéis en mí, y aunque quisiera hacerlo de otra forma nunca he sido
ducho en las artes del engañu y las mentires. Sabía que iban a atacar a Percha del Cuervo, por eso
conocía la vía de escape. No sé si estas personas sabían que ustedes estarían ahí o ha sido una cosa
coincidente, pero su plan pasaba por que ayudara a los posibles miembros del grupo a huir y que así
confiaran más en mi persone. No tengo nada que ocultar por eso os cuentu esto, hice un juramento
para proteger Faerum de las Antípodas Oscuras. Los rumores hablan de que la Guardia de la Quinta
Cuerda ha sufrido algún ataque o algo así por parte de ellos. Y estas personas que me mandaron a
Percha del Cuervu me lo confirmaron. Esa es la verdadera razón por la que os propongo unirse a la
Guardia.
Sé que todo es raru, pero si acércome a mi objetivu no voy a preguntar el por qué de las razones.