Conversaciones

1. LECTURA - CONVERSACIONES ENTRE HERMANAS
En el silencio, una Presencia que se hace experiencia.

2. Verónica
M.
González,
Hermana
de
la
Consolación
que marca y deja destellos importantes en la vida del sujeto. Todo más aún cuando no se habla de
cualquier experiencia, sino de aquella que se profundiza, que se reflexiona, que se interioriza,
porque ciertamente la experiencia que no se profundiza se desvanece, se pierde o queda sin
resonancias si ésta no se cultiva, se reflexiona y madura desde la fe. La experiencia cristiana en
términos generales la podemos comprender desde ese conocimiento experiencial (simple o complejo,
sensitivo, intelectivo; intuición del propio yo, de sus actos, estados, conocimientos de otras cosas por
connaturalizad) para que pueda dar lugar la fe cristiana.
P
Queda claro que la experiencia en tanto que marca la vida del sujeto pueden darse de
manera positivas o negativas. Así, la experiencia cristiana para ser auténtica tiene un
procedimiento claramente dialéctico: por altibajos, por visitas y ausencias, alegrías y
dolores ,y en ella podemos mirar al mismo Jesucristo. En el ejercicio de la vida habrán
experiencias de dolor, de frustraciones, desolaciones, que al no parecer gustosas a
nuestro paladar del corazón y de las atracciones del bien, en su momento, causan
desasosiegos, tristezas, inseguridades, incertidumbres…pero sabemos dejan grandes
enseñanzas, crecimientos y oportunidades para la vida y, aquellas otras experiencias que
inflaman el alma y nos llevan a degustar ese buen sabor lleno de signos de consolación.
artir de una expresión sugerente me hace centrar en la temática que deseo desarrollar,
no solo como “expresión” sino realmente como “experiencia”. Así, hablar de la experiencia
toca lo que es vital, lo que se mueve, lo que se ha percibido interna o externamente pero
Todos esos sabores entremezclados están en las experiencias que vamos viviendo, a
veces son como el trigo y la cizaña que deben darse juntos. ¿Qué marcará la diferencia?
será nuestra percepción, motivaciones profundas, la fe y esa búsqueda de trascendencia
en lo que experimentamos, el acento que le vamos dando a la vida desde la fe, buscando
descubrir la huella de Dios, la presencia de lo Divino. Dialogar con esas experiencias será
un ejercicio interesante y vital para vivirnos en la profundidad de los acontecimientos que
nos suceden, el polvo que levanta y debe reposar, y contemplar la historia en ese mundo
holístico de una historia que es más amplia, más densa y más profunda: la de la
humanidad, nuestro entorno.
La importancia de la experiencia procesada o interiorizada es que nos brindará un
recurso indispensable para nuestro crecimiento como personas. Es como mirar varias
esferas de la experiencia interrelacionadas entre sí: ser persona, descubrir el mundo, el
contexto, los sistemas a los cuales nos vamos integrando, la experiencia del Dios vivo.
Un ermitaño, de nombre desconocido escribía que “casi todas las personas viven en la
periferia de su ser”, proseguía diciendo que “lo trágico no es la muerte; lo trágico es que un
hombre pueda morir sin haber tenido la más mínima idea de la riqueza infinita que tenía
dentro…" , esto es, en otras palabras, sin poder descubrir la profundidad del pozo interior
y ahogado en los quehaceres y devenir del mundo.
1
[1] ARCILLI Ermanno, Diccionario de Espiritualidad, II, p 84. La fe cristiana la entendemos así: como acto y hábito del creyente;
como realidad de todo tipo a que se adhiere en el acto y en el hábito de creer, como vida cristiana total, tanto en sus aspectos
individuales como sociales.
[2] Idem, p. 86
[3] FERNANDEZ MARQUEZ, Manuel. El silencio es la música del alma, p 112
[1]
[3]
[2]

3. Verónica
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González,
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Las justificaciones de cada uno de nosotros para tener mucho más de lo necesario son infinitas,
algunas podríamos tildarlas de pintorescas. Si no fuera porque más de ochocientos millones de seres
humanos se mueren de hambre, esto podría hasta dejarnos indiferentes con el pretexto de «allá cada
uno con su conciencia», pero la verdad es que produce pena, hastío y desánimo.
financieros, mercados bursátiles, políticos etc. Se nos exhortó y animó a hacer el cielo del bienestar aquí
ya en la tierra: Consumir, usar y tirar, vivir la vida a tope, exhibicionismo de una riqueza insultante…, que
al final el sistema se está quebrando. Esta atmósfera del materialismo consumista ha ido entrando, poco
a poco, hasta en los recintos más cultivados del espíritu.
Es tan evidente que el abuso de los bienes materiales, al menos por una parte de la población,
ha llegado a unos extremos tan insoportables, que hoy día ya han sonado las alarmas,
incluso desde ámbitos de los propios recintos del materialismo, llámense economistas,
Esta frase acuñada ya hace unas décadas sigue teniendo pleno vigor. El bombardeo de permanentes
mensajes superficiales, a través sobre todo de los medios audiovisuales y escritos, apenas dejan nada de
tiempo para que podamos pensar y decidir por nuestra propia cuenta. Una buena parte de los
permanentes mensajes (políticos, deportivos, espectáculos…), que se nos envían a través de estos medios
tratan de manipular y manejar nuestra condición humana más sensible y frágil. Lo que se pretende con
estos mensajes abusivos es utilizarnos para obtener pingües beneficios en negocios de cuya elemental
moralidad habría que dudar mucho.
2
MATERIALISMO CONSUMISTA
EL IMPERIO DE LO EFÍMERO
B)
A)
Acerquémonos, a algunas problemáticas actuales que nos impiden vivir una vida en el
Espíritu, y que se convierten en desafíos constantes que la vida religiosa enfrenta hoy:
[4] PEREZ CASADO, O.P. Desafíos actuales para una mística cristiana, reflexiones a la luz del pensamiento del P. Arintero.
[4]
Quizás primero como una reacción a una concepción un tanto estrecha del antiguo voto de pobreza.
Lo cierto es que, casi sin enterarnos en muchos de nuestros ambientes religiosos, vivimos una vida
burguesa, acomodada, en donde se nos han metido demasiadas cosas superfluas, que nos impiden
caminar ligeros de equipaje…
que acontecía en la sociedad en que vivíamos. Pero esta idea, necesaria y buena, ha ido decayendo o
degenerando hasta vaciarnos de contenido serio nuestro espíritu. Muchos de nosotros padecemos
acusados síntomas de dependencia de estas manipulaciones efímeras de nuestra sociedad. Parafraseando
las palabras evangélicas podríamos decir que estamos edificados o asentados, sobre arenas movedizas.
ambién ha invadido este aire enrarecido de lo efímero a una buena parte de nuestras casas
religiosas, que hasta no hace mucho tiempo eran recintos privilegiados de soledad y silencio. El
pretexto, que en un principio también estuvo justificado, era estar al día de
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Hermana
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Al final toda esta autosuficiencia de bienes materiales y de medios de distracción y halago de los
sentidos, ha generado personas muy celosas de sus derechos, de su tiempo libre, de su vida privada…, y
muy débiles para asumir cualquier compromiso que les saque de su cerrado círculo. Interesa sólo, mi yo,
mi felicidad, mis vacaciones, mi tiempo… En fin, un egoísmo narcisista más o menos maquillado.
Palabras como bien común, fidelidad, austeridad, honradez, solidaridad…, han sido muy devaluadas, si
es que no han desaparecido. Lo que importa ante todo y sobre todas las demás cosas es lo que atañe a
mi persona, que es intocable. Lo cual nos ha conducido a extremos tan peligrosos como la droga, el
alcoholismo, las rupturas familiares precipitadas…
Esta enfermedad también ha tocado a la vida religiosa. Se ha pasado de extremos en que a los
miembros de muchas de nuestras instituciones se los sacrificaba, sin muchas contemplaciones, al fin y
objeto del llamado bien comunitario, al momento actual, en que lo más importante y, a veces lo único
que se debe tener en cuenta, son mis intocables proyectos particulares, que en muchas ocasiones si fueran
evaluados comunitariamente con honradez, ofrecerían muchos aspectos de muy dudosa eficacia
apostólica. Pero también aquí mi vida privada está por encima de cualquier tarea comunitaria a la que
criticamos fácilmente pero que apenas aportamos nada para mejorarla.
Por supuesto que estos tres puntos que acabamos de señalar como peligros generados
en nuestra sociedad de consumo no afectan de igual manera a todas las personas. Más
aún, existe un buen grupo de mujeres y de hombres que se esfuerzan por conservar una
serie de valores que han heredado de la mejor tradición de sus antepasados, y que tratan
de mantenerlos y renovarlos, sabiendo que en ellos está la felicidad y las bases de una
convivencia que fomenta la paz y la armonía de la mejor de las maneras posibles. La
mayoría de estas buenas gentes, anónimas y desconocidas, contribuyen eficazmente a
mantener la esperanza para la humanidad.
3
INDIVIDUALISMO
C)
El reto estará en caminar en un sentido trascendente de la vida y un sentido de vida
profundo e interiorizado, un amor generoso y solidario, el aquí y ahora conscientes.
Sostengo siempre que somos lo que decidimos ser desde el interior y cada quien debe
elegir conscientemente cada día eso que decide ser, porque puedo vivir prendida y
prendada de mis propias esclavitudes y los ruidos que me generan, y vivir experiencias sin
ser profundizadas. Es necesario abrir las ventanas de la vida y del alma, a la intemperie del
espíritu, haciendo ese viaje constante de la periferia al centro y viceversa, buscando el
equilibrio interior, el silencio ante los ruidos, porque realmente la vida se impone con toda
su novedad y cambios vertiginosos, con su fuerza y su fragilidad.

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Pero en este ejercicio de silencio místico, de reflexión profunda de las experiencias, a
veces se fracasa por la falta de la ascética: el detenerse frente a la vida, escucharla,
silenciarse, supone voluntad y mucha autenticidad, honestidad en las opciones y liberalidad
interior, y hacer lectura creyente de la realidad vivida, en lo personal, comunitario y
socialmente.
Silenciar nuestros ruidos internos ayudará a afinar y sensibilizar los oídos para escuchar
a Dios en la historia de la creación que se prolonga en nuestros días y que gime dolores de
parto, pues el cuidado será no buscar silencios absurdos que no generen un movimiento de
vida, de búsqueda de Dios en la realidad, de una mística de ojos abiertos, de no huir de la
realidad, de las responsabilidades, se trata de un silencio que se impone porque engendra
una Presencia, el silencio místico que contempla, que siente, observa, presiente, reflexiona,
actúa porque los pobres y la tierra en su interior claman consuelo, en su exterior hay gritos
de auxilio.
La mística como experiencia de Dios, ha de decantarse por la vida que se mueve, que
emerge en la historia de la humanidad, es la mística de los sentidos abiertos, despiertos,
sensibles, donde es posible percibir la Presencia de Dios en los entramados de la historia de
la humanidad. Para ello, es necesario silenciarse, es necesario acallar los ruidos de los sin
sentidos.
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Nuestro Dios, el Dios Creador, el Dios de Jesús, no es un Dios de ruidos, se manifiesta
preferiblemente en el silencio, y muchas veces la experiencia es como si permaneciera en
el silencio, porque es el Dios de la Escucha. Su silencio está cargado de amor. Aunque San
Juan claramente afirma en su prólogo que “la Palabra era Dios” (Jn 1, 1) la reflexión teológica
y espiritual no duda en decir que también “Dios es silencio”. Así el Génesis nos presenta el
silencio del caos que precede a la palabra creadora: “Todo era un silencio informe”
(Gen 1, 2), pero ante este silencio su gran Presencia y Palabra creadora: “Hágase,
Hagamos”.
La experiencia mística de quien acalla los ruidos para silenciar y escuchar el clamor de la
humanidad, nos enseña a ir despertando todos nuestros sentidos para aprender a
compadecernos y salir de nuestras posturas aletargadas, adormecidas, para “conducirnos al
lado de las víctimas de nuestro mundo y recorrer con ellas el itinerario de un éxodo constante que
nos llevará de las esclavitudes -todo aquello que denigra a la tierra y a la persona- a la tierra
prometida -el banquete del Reino, la fraternidad compartida, la justicia, la fecundidad de la
tierra" en ese camino de buscar el equilibrio y mirar hacia el interior y el exterior, se da un
camino de liberación que engendra la vida y fraternidad compartidas como mística que se
hace encuentro y confianza en la presencia de Dios que habita y llena toda realidad de
sentido, porque ser místicos, significa “ser sensibles al acontecer de Dios en la historia, poder
mirar y escuchar aquello que pasa inadvertido para el mundo, saber ver y oír la realidad desde
Dios solo se logra desde un corazón místico. Se escucha y se mira mejor con el corazón; es propio
del místico ejercitar el corazón, donde conocemos a plenitud”.
[5] La experiencia cristiana auténtica es posible solo en el ámbito de la fe y está regulada por la fe, debe ser de algún modo
experiencia de lo sobrenatural. Ancilli, p 85
[6] Dimensión Social del Carisma Consolación, “Los pobres y la tierra claman consuelo”, p 4
[5]
[6]

6. Verónica
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Dentro de los desafíos actuales para la vida cristiana encontramos esa necesidad de
soledad, silencio e interioridad, como bien señala el P. Arintero: “Hay que encontrar espacios
de silencio y soledad para encontrarnos con nosotros mismos, espacios que nos conduzcan
directamente al encuentro con Dios y, a través de su Espíritu, con nuestros prójimos”. Son
éstos los tiempos y espacios ganados, que nos impulsan, nos renuevan, nos recrean, pero
nunca espacios de huidas, sino de encuentro.
Sin la experiencia mística corremos el riesgo de caer en la incoherencia, en la
superficialidad, corremos el riesgo de huir o de acostumbrarnos a la mediocridad. La
experiencia de Dios nos centra y descentra porque ilumina la vida desde la Palabra que se
hace oración y nos habilita para vivir con autoridad, esto es desde el testimonio y
coherencia de vida.
Pero Dios también hace sus silencios y muchas veces prolongados, que terminan en
una efusión del amor divino que bendice con la abundancia de su Palabra la sequía a la que
parecía estar sometida el alma durante su silencio. El alma vive también el silencio de Dios
como un drama histórico y lo vivieron los profetas. Pero también lo vivió Jesús aquella
noche de oración en el Huerto y ante la Cruz, al sentir tal abandono experimenta la
ausencia de todo consuelo. Pero, antes de ello, Jesús ha podido experimentar el amor del
Padre: “como el Padre me ha amado, así les amo yo” cf Jn 15, 9, y nos revela a su Padre: “todas
las cosas me han sido entregadas por mi Padre; y nadie conoce al Hijo, sino el Padre”, cf Mt 11,
27, Dios lleno de compasión y misericordia: “Sean misericordiosos, como el Padre de ustedes es
Misericordioso” cf Lc 6, 36.
Así vemos la experiencia de Jesús ante Dios, un Padre lleno de ternura, compasión, una
relación que se teje en el silencio de la intimidad, de la afectividad, cercanía que hace
posible en esa búsqueda de quien ya lo habita, pero lo ubica en el centro de su vida, de sus
acciones, de su mirada, de su corazón porque “donde está tu tesoro, allí estará también tu
corazón” cf Mt 6,21.
Ante este silencio de amor divino y de dolor interior humano, el Señor logra que cada
persona, permanezca siempre en una sana tensión y anhelos de búsqueda de lo divino: “
Mi alma está sedienta de ti Señor Dios mío” (Sal 62), “Oigo en mi corazón: Buscad mi rostro. Tu
rostro buscaré, Señor, no me escondas tu rostro” (Sal 26, 8-9), “Permanezcan en mi amor” (cf
Jn 15), dejemos que nos surjan mas experiencia desde la Palabra...apunto aquella que me
habla a las entrañas, a la soledad del corazón, a la búsqueda de quien me habita.
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[7] Fray Ángel, Pérez Casado, O.P. Desafíos actuales para la mística cristiana. Reflexión a la luz del pensamiento del P. Arintero en la
Evolución mística.

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CONVERSACIÓN ENTRE HERMANAS: NOS ESCUCHAMOS
1. Comparto las resonancias de lo leído. Cada hermana expone libremente.
2. ¿Cuáles creo que son las problemáticas actuales para vivir una vida en el
Espíritu? desafíos que considero más importantes que la vida religiosa enfrenta
hoy.
3. Escoge un número de las Constituciones y resalta lo que descubres de ascética,
mística y profecía.
4. ¿Qué medios me pueden ayudar a desenvolver y fomentar una verdadera
mística?
5. Podemos compartir una reciente experiencia de Dios en nuestras vidas.
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Terminamos nuestro encuentro con un canto de acción de gracias o un salmo de la propia
vida construido entre todas.
A menudo bebemos de la Fuente y nos retiramos de ella, carentes y con anhelos
infinitos, hay necesidad de permanecer en la Fuente, que refresca y da vida a nuestra
existencia que está llena de sed de interioridad, de silencios, de experiencias que generen
verdaderos encuentros de comunión, de fraternidad, de diálogos que embriaguen de lo
divino y ponga en sintonía al espíritu despierto y atento para actuar ahí donde hoy se pone
en riesgo los intereses del Reino: la justicia social y el bien común.
Concluimos reconociendo y actualizando que ¡Todo es Presencia! El silencio engendra
una Presencia cercana, tierna, compasiva, justa, verdadera, que nos pone en clave de
relación, de comunión, de mística como experiencia de Dios en el acontecer de la vida y nos
despierta para escoger y abrazar la vida en todas sus dimensiones. En el silencio y la
quietud todo va engendrándose, creciendo, madurando, muriendo y abriéndose a la
plenitud.