1. El príncipe & El Huérfano
Editorial Masenico.
Masseroni Ayelen y Fernández Nicolás.
2. La Pobreza y la humildad llevan al cielo.
Un día un príncipe que salió a pensar por el
campo. Andaba triste y pensativo, y al levantar la
mirada al cielo y verlo tan azul y sereno, dijo con un
suspiro:
- Que bien debe uno sentirse allí arriba-. Vien-
do luego a un pobre niño que venia por el camino, le
dijo:
- ¿Cómo podría llegar al cielo? –
- Con pobreza y humildad – le
respondió el niño -. Ponte mis vesti-
dos rotos, recorre el mundo durante
siete años para conocer la miseria; no
aceptes dinero, sino que, cuando
estés hambriento, pide un pedazo de
pan a la gente buena; de este modo
te iras acercando al cielo.
El príncipe se quito de sus ricas vestiduras y, después de
cambiarlas por las del pobre chico, y salió a conocer el mundo cosa
que nunca antes había hecho pero se encontró con cosas diferen-
tes. Vio pobreza, humildad, y sobre todo sufrimiento de gente in-
digente.
3. El se había tomado muy apecho lo que le dijo aquel niño huérfa-
no, no tomaba comida de nadie, no hablaba, nada, solo esperaba que
dios lo aceptara así el podía ir tranquilo al cielo cuando muera.
Pasaron 7 años después de todo esto, el vivió todo junto a su
amigo huérfano, dormían en una plaza, y comían de las sobras de res-
toranes de la zona.
Un día decidió regresar al palacio para hablar con el Rey, que
era su padre, pero nadie logro recono-
cerlo. El les dijo a los guardias que vayan
a buscar a sus padres para avisarles que
había vuelto. Ya que no sabían si era
verdaderamente el príncipe, lo ignoraron
pero uno de ellos sentía que era el en-
tonces fue a comunicarle al rey, pero este no le creyó y olvidaron el
tema.
El príncipe escribió una carta para su madre, contándole la
miseria por la que estaba pasando pero sin revelarle quien era. La
reina, amablemente, mando a que le den un lugar al pie de la esca-
lera, y que todos los días dos guardias le llevase comida a el y su
amigo el huérfano.
-Para que darle buena comida, decía uno de los guardias y se
los guardaba para el o se la echaba a los perros. El pobre, débil y
cansado no le daba mas que agua. Otro de los guardias, en cambio,
era honrado y le llevaba lo que le entregaban para el. Poca cosa,
4. mas lo bastante para permitir al mísero subsistir una temporada.
Iba debilitándose rápidamente, pero todo lo sufría con paciencia
esperando la bendición de dios.
Viendo como su estado se agravaba por momentos, pidió que le
trajeran la sagrada comunión. A mitad de la misa, toda las campanas
de la cuidad empezaron a sonar por si solas. Terminando el divino ofi-
cio, el sacerdote de dirigió al pie de la escalera y encontró muerto al
pobre, sosteniendo en la mano una rosa; junto a su cuerpo había tam-
bién un papel, donde se hallaba escrita toda su historia. Y a ambos
lados de su tumba crecieron rosas.
fin