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Alec abrió los ojos, el paisaje ya le era muy familiar y por un momento solo
se quedo ahí observando las hojas del árbol sobre él, que se movían con el
viento.
-Hola Alec. –Dijo Max que estaba sentado cerca de él.
-Hola Max. –Dijo Alec incorporándose.
-Eso estuvo cerca ¿He?
Alec lo dudo por un momento pero su memoria despertó con la imagen del
demonio, su persecución y el miedo que esos momentos llevaban. –¿Te
refieres a mi reciente encuentro con un señor de las tinieblas? En realidad
lo tenía todo controlado.
Max rio –Eso no fue lo que me pareció.
-Todo es en perspectiva amiguito.
-Hablas como Jace.
-No tenía idea de que conocías a Jace, aunque tiene lógica, si estas en mi
mente, debes conocer a todos aquellos a quienes conozco.
-Pienso que no solo estoy en tu mente.
Alec no podía estar más de acuerdo con ello. De alguna manera este
pequeño niño desconocido y misterioso aun para él se había metido en su
corazón de una manera inexplicable.
-Yo pienso igual. –Alec no podía dejar de mirar al pequeño y ver similitudes
entre ellos, Max usaba anteojos, así que no era una proyección de él
mismo, pero su cabello, su tono de piel y sus ojos eran muy parecidos.
-Deja de mirarme así Alec. Lo que tienes que hacer es intentar recordar y…
Entrenar. Lo que hiciste con esa daga fue horrible.
-¿Disculpa? Mate al demonio y no morí en el intento. –Alec parpadeo al
niño. -¿No estoy muerto verdad?
Max rio. –No, pero casi.
-Bueno tal vez no me vi de lo más elegante pero al final de cuentas lo que
importa es quien quedo en pie y no esparcido por toda la habitación.
-Sangraste tanto que casi fuiste esparcido por…
-Sí, si lo recuerdo.
-Y tampoco quedaste en pie.
-Eres un increíble observador.
Max nuevamente rio y se puso de pie. –Tengo que irme, es hora de que
despiertes.
-Supongo. –Dijo Alec con pesar ya que le gustaría poder quedarse con Max.
-Y por cierto, -Dijo el pequeño sonriendo. –Bienvenido a casa.
* * * * *
Cuando Alec abrió los ojos y después de parpadear en un par de
ocasiones para que su visión se aclarara, logro ver un techo abovedado
color caoba con terminaciones dignas de un castillo, poco a poco su
cuerpo despertaba y el dolor con él. No había una parte de su cuerpo que
no doliera, sangrara o pareciera que simplemente no estaba ahí. Pese a
sus lamentos logro percatarse de una mano que lo sujetaba, él no estaba
solo en la habitación. Alec se incorporo lentamente, y sentada en la orilla
de la cama, mirándolo con lujo de detalle una mujer, familiar y extraña
al mismo tiempo, ella se parecía a Isabelle pero con diferente tono de
ojos.
-Hola, -Le dijo ella amablemente y su voz hizo que Alec se sintiera
melancólico.
-¿Hola? –Contesto con duda el chico.
-Se supone que debo angustiarme por Jace e Isabelle. –Dijo la mujer que
para su sorpresa estaba dejando rodar una lágrima por su rostro. –Y se
supone que debes ayudarme con eso.
Alec bajo la mirada a su mano la cual sujetaba la mujer y se percato de
las marcas que estaban en su cuerpo.
-Una runa. –Dijo Alec siguiendo con su dedo la iratze en su muñeca.
-¿La recuerdas? Es una Iratze.
-No la recuerdo. –Dijo el chico. –Pero las conozco, Jace y los demás las
usan.
-Al igual que tu.
Alec paso saliva. –¿En dónde estamos?
-Estas en casa cariño. –Dijo Maryse con dulzura.
Bienvenido a casa. Recordó a Max.
-¿Y eso en donde es? ¡Seguimos en Nueva York! ¿Cierto? –Pregunto con
alarma Alec.
Maryse miro con ojos entrecerrados a su hijo. -El Instituto de Nueva
York. –Dijo. –Así que no recuerdas nada.
-Un demonio. –Dijo. –Sangre, golpes, dolor, mucho dolor de hecho.
-Me refiero a tu vida, a quien eres.
-Hm… No. Bueno, nada de Cazadores de Sombras, nada de Magia o
Subterráneos.
-¿Pero tú sabes que eres Alexander Lightwood? –Pregunto técnica.
Alec miro a las runas trazadas en sus brazos. –Ahora lo sé.
-¿Y antes? ¿Qué sabias antes?
-Hm… Pues… ¿Todo?
-¿A qué te refieres con eso Alexander? –Maryse se miraba frustrada. –Y
se conciso por favor.
Alec aparto la mano de la de su madre, por alguna razón ella se había
molestado. –Pues… a todo lo que una persona debe conocer de su vida.
Todo.
-¿Qué vida? ¿De qué estás hablando?
Ahora Alec estaba molesto. -¿Quién es usted?
Fue como si la hubiera golpeado, ella de repente se miro miserable -Soy
Maryse Lightwood, soy tu madre.
En otro momento Alec hubiera dicho: Claro que no. Yo tengo una madre,
que por cierto es muy amable. A usted no la conozco. Ahora, solo guardo
silencio.
En ese momento Isabelle entro a la habitación con vendas y un
recipiente con agua.
-Despertaste. –Dijo la chica sonriendo y luego su atención fue a la
molesta imagen de su madre. –Veo que se conocieron.
Maryse fulmino a su hija. –Sí. Supongo que debo agradecer a mi otro par
de hijos que me hayan permitido ver a mi primogénito y que no hayan
decidido seguir ocultándomelo.
Isabelle coloco las vendas junto a la cama de Alec. –Te dije porque lo
hicimos. –Dijo sin mirar a su madre.
-Sigo sin considerarla una razón.
Al parecer Isabelle decidió cambiar de tema. -¿Ya viste esto? –Dijo
levantando el brazo de Alec para mostrar lo más que obvio. –Te pusimos
una Iratze, eso significa que sigues siendo un Cazador de Sombras.
Alec respondió a la deslumbrante sonrisa de su hermana con una
pobremente parecida. –Sí. –Dijo. –Me he dado cuenta.
-Ya no debe de caberte duda. –Dijo ella ocupándose de sus heridas.
Alec miro a ambas mujeres, Isabelle había tomado el lugar de Maryse en
la orilla de la cama mientras que su madre se había puesto de pie al filo
de ella. La diferencia en sus expresiones era muy peculiar, se parecían
increíblemente, pero mientras que Isabelle brillaba de felicidad Maryse
Lightwood le miraba como mirando a un desconocido.
Alec respiro profundo. –Lamento causar problemas.
El rostro de Maryse cambio enseguida, Alec había mirado tantas veces
esa mirada en su propia madre, Alec se detuvo y se reprendió a si mismo
enseguida, ahora debía llamarla simplemente Señora Carter. Sintió que
se hundía en un hoyo profundo y oscuro, su madre no era en realidad su
madre, y ni hablar de su padre, desde un principio nunca lo fue y Gwen.
Gwen no era su prima.
-Ningún problema –Dijo Maryse con ternura. –Te estás recuperando muy
bien, iré a buscar a tu padre. –Dijo mientras salía de la habitación.
-¿Tenemos un padre? –Pregunto Alec a la chica. Ella solo asintió.
Isabelle dejo las vendas, miro el rostro del chico y coloco sus manos en
sus hombros. –Todo irá bien. –Le dijo.
Alec estaba tan cansado y adolorido que no quiso imaginar el porqué de
ese comentario. Isabelle ladeo la cabeza aun mirando a su hermano.
-¿Qué? –Pregunto el chico.
-En verdad te ves terrible.
-Me siento terrible. –Dijo. –No puedo parpadear sin que me duela el
rostro.
Isabelle acomodo las almohadas de Alec. –Duerme un poco más. –Le dijo.
–Cuando despiertes te sentirás mejor.
Alec se recostó, en su cabeza solo giraba la idea de que debía llamar a
casa para explicar su ausencia pero dudaba en que a Isabelle le
importara eso, ahora ni siquiera sabía si a él debiera importarle, el
problema era que si lo hacía y mucho.
Alec cerró sus ojos sintiendo como las runas de sanación le adormecían
el cuerpo, se obligo a sí mismo a no pensar en nada hasta que tuviera
una leve idea de cómo enfrentaría lo que venía, como enfrentaría a su
familia que no lo era más, y aun peor, como enfrentaría a su familia real.
* * * * *
Alec abrió los ojos con urgencia al sentir la forma en que era sacudido
por Jace.
-Dios, Jace, ¿Qué pasa?
-Pensé que si te despertaba como normalmente lo hago eso te haría
sentir en casa.
Alec apenas se estaba recuperando del sobresalto. -¿Siempre me
despiertas así? ¿Por qué?
Jace bufo -¿Qué? ¿Pretendes que traiga aquí el piano y te despierte con
Bag?
-Eso sería demasiado amable de tu parte.
-¿Insinúas que no soy amable?
Alec miro los ojos dorados de Jace que brillaban más que nunca, incluso
su manera de moverse era diferente, sin temor a equivocarse podría decir
que Jace estaba feliz. –No quiero presumir que te conozco. Ya que eso
técnicamente no es verdad, sin embargo, algo en mi ultrajada memoria
junto con mis aun irreconocibles sentimientos me dice que para nada es
una insinuación.
Jace miro con ojos de duda hacia Alec. –El sentimiento es el correcto. –
dijo. –Pero definitivamente no hablas tanto.
-Permíteme entonces intentarlo de nuevo: Jace eres cualquier cosa
menos amable.
-Así está mejor. –Dijo Jace con una increíble sonrisa. Alec se movió
lentamente para sentarse en la orilla de la cama.
-Tómalo con calma. –Dijo Jace. –Claramente necesitas recuperarte aun
más.
-¿Tan mal se ve?
Jace suspiro. -¿Has leído sobre el Doctor Frankenstein alguna vez?
-Demonios. –Dijo Alec llevándose una de sus manos al rostro. –Puedo
soportar las cicatrices, dan personalidad o por lo menos eso he
escuchado, pero, el dolor de cabeza, es insoportable.
Jace se movió de inmediato hacia Alec tomando con mucha práctica su
estela. Alec lo miro y por órdenes de Jace inclino su cabeza para dejarlo
dibujar sobre el costado de su cuello. Dolió por solo un segundo,
segundo que valió toda la pena, el dolor se estaba apagando casi
inmediatamente.
-¿Mejor? –Pregunto Jace guardando su estela.
-Es increíble. –Dijo Alec. –Simplemente increíble.
Jace nuevamente sonrió. –Y por las cicatrices no te preocupes, no fueron
causadas directamente por el demonio, sanaran y desaparecerán.
-Es bueno escuchar eso.
-Bueno es tener las Iratzes para borrar los desastres de una loca noche
de caza.
Alec había encontrado sus zapatos tenis al lado de la cama y comenzó a
ponérselos. –A Magnus siempre le ha gustado más su magia. –Comenzó
Alec a hablar distraídamente. –Dice que las runas son solo para
Cazadores, mientras que la magia puede curar a cualquiera.
-Tú, ¿recuerdas eso? ¿Cómo?
Alec quito su atención de la atadura de sus zapatos para mirar a Jace
fijamente y desconcertado. –No tengo idea.
Jace sonrió mientras se tumbaba sin cuidado sobre la cama al lado de
Alec. –Supongo que todos los caminos llevan a Magnus.
-¿No es a Roma? “Todos los caminos llevan a Roma”
-No en tu caso hermano.
Alec volvió a sus zapatos con las mejillas enrojecidas.
-Nunca dejó de buscarte. –Dijo Jace mirando hacia el techo. –Mientras yo
me ocupaba de intentar mitigar mis sentimientos destrozando demonios,
el brujo resulto ser mucho más útil.
-¿Te sientes culpable por eso?
-Me siento terriblemente agradecido con él, un sentimiento nada grato
para mí y que agradecería que no compartieras con nadie.
-Tu secreto está a salvo conmigo.
-De eso estoy muy seguro. –Jace se levanto ágilmente. –Bien. –Dijo. –
Ahora quiero mostrarte algo.
Ambos chicos caminaron por los pasillos del instituto, ahora Alec sabia
en donde estaba su habitación, la de Jace, sus padres, Isabelle, la cocina
y la ruta de escape más cercana.
-¿Por qué querría salir de aquí corriendo? –Pregunto el chico. –Creí que
los demonios no entraban aquí.
-Los demonios no. –Dijo Jace con burla. –Pero nuestros padres merodean
por estos pasillos todo el tiempo.
Alec pensó que aun siendo Cazadores de Sombras, en parte seguían
siendo adolescentes.
-¿A dónde vamos ahora? –Pregunto Alec siguiendo a Jace.
-A tu lugar favorito en el instituto. –Jace dijo mientras abría la puerta
para que Alec entrara al salón de armas y entrenamiento en donde Clary,
Isabelle y Simon ya se encontraban.
Isabelle floto hacia su hermano. –No le mientas a Alec Jace. –Reprendió a
su hermano. –Este es tu lugar favorito, no el de Alec.
-Sala de entrenamiento, biblioteca ¿Cuál es la diferencia? –Dijo casual
Jace. –Los parabatai comparten incluso sus gustos.
Alec hizo un gesto de desagrado. –Ese comentario me provoco una
sensación de angustia inexplicable.
Los jóvenes lo miraron atentos con preocupación.
Alec levanto una ceja -Era una broma. –Anuncio. Y los demás se
relajaron.
-Supongo que es algo a lo que no estamos acostumbrados. –Dijo Clary.
-Biblioteca, sin bromas. Era una especie de ratón de librería ¿Cierto?
Jace pasó su brazo por los hombros de Alec. –Eres el Cazador de
Sombras más joven y sabio que conozco.
-Y el más guapo. –Todos giraron hacia la entrada donde Magnus se
acercaba con cierta tranquilidad contenida.
Todos se movieron para darle acceso hacia Alec, tal y como debiera ser,
Alec miraba fijamente hacia sus ojos de gato mientras que Magnus se
acerco lo suficiente para tocar con extremo cuidado su rostro, ninguno
de los dos dijo nada por un buen rato.
-Sigues haciendo eso. –Dijo Alec finalmente.
-¿De qué hablas? –Pregunto Magnus.
-Esa mirada de angustia. –Dijo. –La detesto. Son solo unos rasguños, no
es…
-Para tanto –Completó la frase Magnus.
-¿Ahora vas a completar mis oraciones?
-Ya lo habías dicho antes. –Se justifico Magnus.
-Ya me estoy curando. –Dijo Alec y levanto sus brazos para mostrar sus
runas. –Así que no debes preocuparte.
-Eso nunca va a pasar Alexander. –Dijo Magnus con una sutil sonrisa. –
Ahora déjame sanarte.
Algo que Simon recordaba de Magnus y Alec era su increíble capacidad
de crear su propio mundo contenido al charlar y cada vez que lo
necesitaban, en donde solo existían ellos dos. Ahora esto era igual.
Isabelle miro la escena conmovida mientras las manos de Magnus
resplandecían con un azul brillante. -¿No es aquí donde se besan? –Dijo
la chica inclinándose discretamente hacia Clary.
-La escena originas es así. –Dijo la pelirroja, -Sin embargo creo que para
eso tendremos que esperar un poco más.
Isabelle miro hacia su hermano y como él dejaba que Magnus lo siguiera
sanando sin mirarse de ninguna manera incomodo por tener las manos
del brujo sobre sus mejillas. –No creo que esperemos mucho.
Las manos de Magnus dejaron de brillar y las aparto del rostro de Alec.
-Gracias. –Dijo el chico.
Sus amigos se habían apartado un poco e iniciado un día de
entrenamiento común.
-Un hermoso rostro no debe verse mal. –Dijo Magnus.
Alec rio y Magnus le dedico una mirada suspicaz. -¿No vas a pedirme que
deje de coquetear contigo?
-¿Tiene algún caso?
-No realmente.
Alec dirigió su mirada hacia los demás que habían hecho parejas de
combate. -¿Qué hacen?
-Cosas de Cazadores de Sombras, reafirmando su poder
innecesariamente.
-Se llama entrenamiento. –Le dijo Jace desde la mitad de la sala. Él
había comenzado a caminar hacia Alec. –Y tú entrenaras con nosotros.
-¿Yo? No. Es decir. No creo que sea buena idea. Podría tropezar y
cortarme el cuello yo mismo.
-No deberíamos darte una daga entonces. –Dijo Simon. El chico se movió
hacia una de las paredes en donde detrás de una vitrina había un arco
junto a todo un arsenal. Simon lo tomo y lo ofreció a Alec.
El arco era muy hermoso. Hecho de un material como el metal pero
brillante como el cristal, las runas dibujadas en su armazón le
provocaban a Alexander familiaridad. Cerró su puño imaginando que lo
tomaba con su mano. Pero no lo hizo.
Simon le sonrió. –Este es tu favorito, me han dicho que ha estado con los
Lightwood desde hace más de cien años.
-Una antigüedad. –Dijo Alec sin quitar los ojos del arco. –No debería
tocarlo entonces.
-No tienes ningún problema con eso. –Dijo Jace con malicia. –Con tocar
las antigüedades quiero decir ¿No Magnus?
Todos rieron a excepción de Alec que no entendió el chiste.
-Puedo dejarte mudo por un año ¿Sabes eso? –Amenazo el brujo a Jace.
–O por más tiempo si encontramos la situación gratificantemente
cómoda. Tómalo en cuenta en el futuro.
Jace levanto sus manos en señal de rendición.
Magnus se acerco a Alec, coloco su mano enjoyada en su espalda para
inclinarse hacia él. –A nadie dañaras si lo tomas. –Le dijo con su voz
melodiosa y segura sobre su oído. –Inténtalo.
Ese fue todo el impulso que Alec necesitaba. Estiro su mano para
tomarlo de la de Simon, lo hizo correctamente sin que nadie le instruyera
como hacerlo. Alec con el arco ahora en su mano acaricio su superficie
con la yema de sus dedos. –Es muy hermoso.
-Pero no es joyería. –Dijo Jace. –Vamos, ahí están los blancos. –Jace hizo
una señal hacia la pared más lejana del cuarto en donde unas dianas se
encontraban dibujadas.
Simon hizo bailar una flecha entre sus dedos de manera muy diestra
para después dársela a Alec. Este la tomo.
-Lo hare primero. –Dijo el chico. –Solo observa.
Simon coloco la flecha en su lugar y la libero para que esta se incrustara
en el centro de uno de los blancos. Los espectadores no parecieron
sorprendidos, Alec supuso que era algo normal en su mundo. Mientras
que en las olimpiadas, que alguien diera en el centro de una diana era
un acontecimiento aislado.
Alec despertó de su asombro cuando Simon se dirigió nuevamente a él. –
Tu turno. –Dijo.
Alec sintió un leve toque en su espalda como un pequeño empujón. Se
coloco en posición frente a los blancos. Coloco la flecha como Simon lo
hizo en la cuerda del arco, esto fue sencillo, de alguna manera sus
manos parecían saber lo que hacían. No lo pensó por mucho tiempo y
dejo libre la flecha para que callera desastrosamente a tan solo un par de
metros de distancia.
Hubo un silencio prolongado antes de que Simon hablara. –Bueno esa es
la manera correcta de hacerlo. –Dijo el chico condescendiente.
-Mire la flecha volar con mucha fuerza en un principio. –Dijo Clary
amablemente.
-No estuvo mal. –Dijo Isabelle.
-Pudo haber sido peor. –Concordó Jace.
Alec miraba hacia los chicos que intentaban hacer parecer su horrible
demostración no tan horrible. Cuando era evidente que había sido un
desastre.
Magnus no estaba preocupado por si Alec era o no capaz de lanzar una
flecha, le había pedido que lo intentara para fines de despertar sus
memorias. Sin embargo, al momento de ver su rostro se dio cuenta del
cambio en sus ojos. Su mirada de acero apareció y su postura testaruda
y segura lo invadió.
-Lo intentare de nuevo. –Dijo sin siquiera pedir permiso u opinión.
Para cuando Alec se coloco nuevamente en posición y levanto su mano
hacia su espalda, un carcaj con varias flechas en él apareció
inesperadamente dejando un rastro de magia azul. Alec tomo la primera
flecha con una seguridad y técnica que parecieron haber surgido de la
nada. La tenso fuertemente en la cuerda y al soltarla esta se enterró en el
centro de la primera diana, inmediatamente tomo la siguiente flecha y
con los mismos exactos movimientos se incrusto en el siguiente blanco.
Alec tomo una flecha más y otra más, todas ellas llegando
consecutivamente al centro de las dianas hasta la quinta y última que
llego al centro en donde seguía la flecha que Simon había lanzado. La
flecha de Alec termino con su punta pegada a la otra, ambas flechas
formaban una V sobre la diana.
Alec pareció respirar de nuevo y su rostro de asombro surgió segundos
después de darse cuenta de lo que acababa de hacer.
-¡Por el Ángel! -Escucho entre los presentes los cuales lo alentaron e
incluso aplaudieron.
Alec giro hacia Magnus con una brillante sonrisa. -¿Viste eso?
Magnus sonrió de igual manera. –No esperaba menos de ti. –Dijo con su
mano en el hombro de Alec.
-No entiendo cómo es posible. –Dijo el chico mirando el arco aun en sus
manos.
-Al parecer tu cuerpo recuerda lo que tu mente no. Esto es algo que
hacías diariamente con los ojos cerrados. ¿Por qué no poder hacerlo
ahora? –Jace se miraba más que complacido por la demostración de su
parabatai.
-Increíble. –Dijo Simon. –La memoria borrada y sigo sin poder ganarte.
-Un poco más de práctica y pronto serás el de antes. –Dijo Isabelle
entusiasmada.
El de antes. Esta frase hizo que Alec pensara en los Carter, en la familia
que en cierta forma se sentía como perdida y que amaba
incondicionalmente. Un sentimiento ahora no muy grato. Ahora sabia
quien era y donde debía estar. El problema era que no quería estar
donde debiera precisamente.
Alec regreso el arco a Simon con un gesto completamente diferente. El
entusiasmo que había en él segundos antes se había esfumado. Simon
tomo el arco y se dirigió a colocarlo en su lugar. Los chicos se percataron
de inmediato en su cambio de ánimo.
-¿Tienes hambre? –Pregunto Isabelle intentando disminuir el pesado
ambiente.
Alec solo se encogió de hombros. –Lo último que recuerdo haber comido
o tomado en este caso, fue un te Chai.
-Eso fue ayer, poco después de medio día. –Dijo Magnus.
-Por el Ángel, eso es mucho tiempo. –Exclamo Clary.
-¿Quieres que te prepare algo de comer? –Pregunto Isabelle y todos la
miraron fijamente.
-Claro. –Dijo Alec, aunque después pareció pensarlo mejor, como si algo
en su interior le advirtiera sobre una especie de peligro -O tal vez no…
Hm… -Tallo su rostro. –Supongo que debo decir Si. –Miro a Magnus. -¿O
no? –Alec termino por golpear su frente.
Magnus sonrió y coloco nuevamente una mano afectivamente sobre su
hombro. –Te preparare algo. –Dijo. –Nada de enfrentamientos con la
muerte por lo menos hoy. –Esto último lo dijo mirando a Isabelle.
Tanto Isabelle como Jace se fueron detrás de Magnus. Isabelle
protestando por el último comentario de Magnus, Simon intentando
ahogar su risa, por el bien de su relación. Clary miraba algo divertida
hacia el chico preocupado.
-Sé cómo te sientes. –Le dijo. –No tengo mucho como Cazadora de
Sombras en realidad.
-¿No creciste aquí como Jace e Isabelle?
-Oh no. Yo crecí en Brooklyn, mi madre me crio como una mundana,
conocí a Isabelle, Jace y a ti por casualidad. Si es que las casualidades
existen.
-Ahora no lo creo.
Clary sonrió. –Jace me trajo aquí después de que un rapiñador casi me
asesina.
-¿Es una broma?
-A ti no te ataco un rapiñador, lo tuyo fue un demonio Serni, son algo así
como acuáticos.
-Sí, gran diferencia.
-Clary sonrió aun más. –Así que todo esto era como un mundo fantástico
para mí, salido de los comics. Me costó tiempo acostumbrarme, aun
ahora, me falta mucho por aprender.
-Me uniré a tu club.
-Para ti será mucho más sencillo, eres un verdadero Cazador de
Sombras, de nacimiento y crianza, todo lo de ser un guerrero esta en ti.
-Pero no soy como Isabelle o Jace, o incluso como tu ¿Cierto?
-Hm…
-Es algo que está en mi cabeza, un recuerdo supongo o noción de ello.
-Entonces debes recordar también lo que has hecho por nosotros,
cuando Jace desapareció, cuando Abadom me ataco tu saliste a mi
rescate. Defender podría ser tu prioridad pero es para defendernos a
nosotros, eso te hace un verdadero héroe.
-Hemos pasado por mucho, ¿Cierto?
-No tienes una idea, desde que nos conocimos, bueno ha sido una altas y
bajas. En todo aspecto, hemos recibido mucha ayuda, por supuesto,
lobos, vampiros, Magnus, oh dios Magnus ha sido de infinita ayuda.
Alec sintió un hueco en el estomago. –Siento más como que nos hemos
metido en problemas arrastrando a Magnus con nosotros.
Clary lo miro con curiosidad. –Por desgracia no puedo decir no a eso.
Pero te aseguro que si le preguntas a él te dirá que todo ha valido la
pena.
-¿Eso piensas?
Clary sonrió. –Estoy segura.
-Lo siento. –Dijo Alec con sus mejillas rojas. –Por alguna razón todas mis
conversaciones terminan en Magnus últimamente. En ocasiones no logro
entenderlo.
Clary se miro comprensiva. –Una vez mi madre me dijo que los
Cazadores de Sombras tendemos a amar de una manera muy
abrumadora. Nos enamoramos una vez, para morir de dolor por el amor.
-Que intenso.
-Lo es. Su antiguo tutor solía decir que nuestros corazones eran como los
de los ángeles. Sentían cada dolor humano, y nunca sanaban.
-¿Lo que significa que amo a Magnus tan abrumadoramente que a pesar
de que un demonio borro mis recuerdos, lo que siento por él continua? –
Miro hacia la chica. –Eso es algo aterrador.
-No es tan malo cuando el amor es como el suyo.
-¿Y eso cómo es?
-Tendrás que preguntárselo a él.
Alec bajo su mirada pensando en que difícilmente haría algo así. –
Entonces, ¿Tú y yo somos amigos?
-Lo somos. –Dijo Clary. Ella estaba muy consciente de que había una
historia detrás, en un principio Alec y ella no se toleraban, pero ahora las
cosas eran diferentes y si alguien le preguntaba si eran amigos o si lo
quería la respuesta seria Si.
Alec miro sus manos con sus vendajes y las runas en ellas. -¿Puedo
pedirte un favor?
* * * * *
Alec entro en la cocina del instituto, Jace comía una hamburguesa
vorazmente mientras que Magnus e Isabelle peleaban por su lugar frente
a la hornilla de la estufa.
-Suficiente Magnus. Te digo que le gustan a medio término.
-Medio término no es carne congelada por dentro y quemada por fuera,
Isabelle te aseguro que se que le gusta a mi prometido.
-No presumas de eso. Es mi hermano, lo conozco de siempre. No puedes
ganarle a eso.
-El que le conozcas no significa que quiera comer algo que tú prepares. –
Dijo Jace pasando el último bocado de su hamburguesa.
-Y a diferencia de ti. –Dijo Magnus. –Sé lo que hago.
Cuando Isabelle y Magnus se dieron cuenta de Alec, dejaron sus peleas
muy seguramente para un futuro muy próximo.
-No te quedes ahí. –Dijo Isabelle entusiasmada. –Ven siéntate.
Magnus no podía quitar su mirada del chico parado a medio comedor y
darse cuenta de que esencialmente aun le faltaba mucho para mirarse
como su querido Alexander. Además de sus recientes heridas su cuerpo
dejaba ver menos musculatura, sus ojos eran tenues y los miraba a
todos ellos como unos extraños. Aun ahora que se había probado a si
mismo al usar una daga seráfica que era Alec Lightwood. Era como
aceptar una verdad obligada incluso sin desear quererla.
-Gracias. –Dijo tímido Alec y se sentó junto a Jace.
Isabelle y Magnus colocaron una razonable cantidad de hamburguesas
sobre un bol en el centro de la mesa. Al estirar su mano para tomar una
de ellas, Simon carraspeo, Alec le dirigió la atención que evidentemente
pedía y Simon le hizo un gesto para que cambiara su elección de
hamburguesa. Alec movió su mano a la hamburguesa de un lado y ahora
al parecer no hubo objeción.
Alec dio un primer mordisco a su hamburguesa, era increíble lo mucho
que le gustaba y sonrió. –Otra hamburguesa. –Dijo. –A mi madre le daría
un ataque si…
Alec no fue capaz de terminar su frase. Se había dado cuenta
nuevamente de que seguía hablando de su madre refiriéndose a la
persona equivocada. La hamburguesa en sus manos volvió al plato frente
a él. Sus ojos estaban perdidos en una especie de limbo, su rostro
claramente destrozado por la noticia. ¿Cuántas veces tendría que
destrozarse su alma al pensar en su familia? y el corazón de Magnus se
rompió.
-Todo estará bien. –Le dijo el brujo mientras que colocaba sus manos
sobre los hombros del chico. –Cuando recuperes tus recuerdos te darás
cuenta de que…
Magnus no termino su oración, en ese instante una figura atravesó la
habitación para llegar a Alec el cual fue prácticamente arrancado de las
manos de Magnus. Robert coloco a su hijo frente a él para mirarlo con
detenida atención. Alec solo permaneció de pie frente al hombre alto que
lo había tomado de ambos brazos.
-Raziel. –Dijo Robert. –Alexander, eres tú.
Alec solo se quedo mirando fijamente al hombre desconocido mientras
este lo acerco a su pecho en un abrazo inesperado.
Fueron solo unos segundos, largos e incómodos. Alec no podía explicar lo
que sentía, era como si algo en ese abrazo estuviera mal.
Robert alejo a Alec para verle nuevamente al rostro. -¿Es verdad? ¿No
logras recordar? ¿Sabes quién soy?
Alec no podía apartar su vista de la del hombre. Era tan impactante el
parecido con él. Decidió contestar cuando se dio cuenta de que el sujeto
esperaba realmente una respuesta.
-Hm… No, es decir, puedo imaginar quien es usted, pero, no recuerdo
haberlo visto antes.
-Por el Ángel. –Exclamo Robert haciendo más fuerte el agarre en los
brazos de Alec.
Magnus tuvo suficiente. –Estas asustándolo. –Dijo y tomo a Alec para
alejarlo de su padre. –Nada ayuda el ponerlo en ese estado.
-¿Quién te crees que eres brujo? –Dijo Robert furioso. –No vas a decirme
como interactuar con mi hijo.
Magnus respiro muy profundamente. –Esa no es mi intención. Solo
espero que entiendas que Alexander no te conoce. Debes darle tiempo.
Los ojos de Robert fulminaron a Magnus de una manera que provoco que
Alec quisiera interponerse entre ellos.
-No eres nadie. –Dijo Robert escupiendo despiadadamente las palabras. –
Como para que intentes hablar por él.
Jace presiono sus puños a sus costados. No era justo, en lo absoluto era
justo que Robert hablara así a Magnus. Magnus quien fue el que no
descansó ni un momento para encontrar a Alec. Magnus que había sido
hasta ahora el más útil para recuperarlo. Jace decidió que pese a lo
amargo que podría ser responder a su padre adoptivo. Tenía que
defender a Magnus. Era lo que Alec seguramente querría que hiciera.
-¿No es? –Todas las miradas se dirigieron hacia Alec que inicio su
pregunta con voz débil, con duda e inesperadamente. –Es decir, ¿No es
Magnus mi prometido?
Al darse cuenta del rostro del hombre y del silencio que lleno la
habitación tras su sincera e irrefutable pregunta. Miro a Magnus. -¿O
acaso era un secreto? –Pregunto con cierta alarma.
Magnus sonrió conmovido. –Por supuesto que no. –Dijo y busco el rostro
de Robert. –Todo el mundo sabe que soy tu prometido. –Dijo en un
desafiante tono.
Robert al parecer se dio cuenta de su error y se resigno a aceptar la
situación. –Estoy molesto. –Confeso Robert en modo de justificación. –
Tus hermanos y amigos te mantuvieron oculto de nosotros; tus padres.
-Les explicamos cual fue la razón. –Dijo Isabelle. –Y no hemos cambiado
de idea, hicimos lo correcto.
-Ustedes no deciden eso Isabelle.
-¿Quién lo hace? ¿La Clave? –Soltó Jace. -¿La misma que no hizo nada
para encontrarme? ¿La que desterró a Helen por no hacer nada en
absoluto?
-La Clave no soluciona todo padre. –Dijo Isabelle. –La Clave no se
preocupo por Alec ni un poco. ¿Por qué dejaríamos que se ocupara ahora
de él?
Robert e Isabelle iniciaron una discusión llena de nombres y términos
por completo desconocidos para Alec que se había perdido en la
conversación hacia ya bastante tiempo.
El chico llevo su mano a su frente y después hacia sus ojos para tallarlos
con exasperación. Quiero irme. Quiero salir de aquí. Gwen, Gwen, Gwen.
Su mente llamaba por su prima, su mejor amiga.
Magnus se sintió impotente al verlo.
-Creo que Jace debería de ayudarte con eso. –Dijo mirando a las heridas
de Alec. Hizo una señal al chico para que se acercara. Jace tomo su
estela sin pensarlo y de inmediato trazo Iratzes sobre sus manos y otra
en su cuello. Robert se había cansado de discutir con Isabelle y había
salido de la cocina dejando a una Isabelle molesta y perturbada
hablando con Simon. Alec los miro pero quiso simplemente no enterarse
de lo dicho en esa pelea.
-¿Por qué Jace? –Pregunto el chico a Magnus mientras que Jace seguía
dibujando las runas.
-Las runas creadas por tu parabatai son más fuertes, te ayudan a
recuperarte mucho más rápido.
Alec tomo la información sin mucho interés, él en realidad solo intentaba
desesperadamente de ocupar su mente.
-Debemos cambiar esos vendajes.-Dijo Isabelle haciendo una seña para
que la siguieran.
Jace caminaba detrás de Isabelle y Simon por el pasillo que los llevaría a
la habitación de Alec. Magnus y Alec caminaban juntos detrás de ellos.
-¿Qué pasa entre tú y el Señor Lightwood? –Pregunto Alec sin mirar al
brujo.
Magnus respiro profundo. –No le agrado. –Se limito a decir.
-¿Y yo? –Pregunto. -¿Yo le agrado?
-Él te ama.
-No pregunte eso.
Magnus se detuvo haciendo que Alec lo hiciera también. –No es la mejor
idea juzgar a tu padre ahora.
-¿Pero él si puede hacerlo conmigo?
-Ahora piensas así porque no lo miras como tu padre pero…
-Exacto. No lo veo como mi padre. Tampoco a Maryse como mi madre y a
Isabelle como mi hermana. No los conozco.
-Debes ser paciente. Con el tiempo, con la familiaridad de los días, tus
recuerdos pueden volver de a poco. Ahora estas en casa y…
-¿Lo estoy? –Alec busco los ojos de Magnus. –Porque esto no se siente en
lo absoluto como mi casa.
-Te lo dije, con el tiempo…
-No puedes estar esperando que me quede.
Un aire gélido subió por la columna dorsal de Magnus. -¿A qué te refieres
con eso?
Alec miro hacia los demás chicos que se habían apartado un poco, al
parecer para darles espacio de conversar. –No puedo quedarme. –Dijo
Alec. –Creí que sí, pero… No puedo. No quiero.
-Alexander.
-Mientras no tengo mis recuerdos no puedo quedarme, Magnus tienes
que entenderme. No los conozco y… -Alec se detuvo, le dolía hacerle esto
a Magnus pero ahora sabía que no podía dejar la única vida que conocía
atrás. –Quiero ir con mi familia.
-Esta es tu familia. –Dijo Magnus derrotado.
-No lo es. No para mí.
Magnus había pensado erróneamente que la pesadilla había terminado,
que de ahora en adelante las cosas solo podían mejorar. No podía haber
estado más equivocado.
-Tal vez si tan solo les dieras, nos dieras una oportunidad.
-Magnus.
Magnus dio un paso al frente, ahora estaba muy cerca de él. Tan cerca
como para que su piel se erizara por la cercanía y la calidez anhelada de
Alec.
-Por favor. –Dijo el brujo y la voluntad de Alec se disipo. –Te lo pido, no te
vayas.
Era fácil. Increíblemente sencillo pensar en Magnus como algo más. En
este preciso momento le hubiera gustado mucho tener el valor de
enredar sus dedos en el cabello en punta de Magnus y acercarlo para
besarlo. Alec solo podía pensar en cómo sería besar a Magnus, recordó
aquel sueño y se convenció de que probablemente sería mucho mejor que
aquella ilusión.
Tomo valor para hacer exactamente lo contrario. Alec aparto la mirada y
dio un paso atrás, lejos de Magnus. -¿Intentas convencerme con tus
encantos?
-Intento convencerte con lo que sea que sientas por mí.
-¿Por qué piensas que siento algo por ti? –No lo dijo molesto, solo con
curiosidad.
Magnus sonrió. Una sonrisa triste y resignada. –Esperanza creo.
Alec sintió como si su cuerpo se convulsionara ante sus impulsos
contenidos. Quería acercarse a Magnus, quería abrazarlo, quería probar
sus labios quería dejar salir todo lo que llevaba dentro pero aunque su
cuerpo le gritaba por Magnus su mente lo detenía ante el conocimiento
de él, el cual era casi nulo. Estar enamorado de Magnus por el hecho de
saber que era su prometido, era absurdo, le había tomado años de
familiaridad sentir algo remotamente parecido por Johanna. Que
absurdo pensar en el amor espontaneo e incondicional que ahora sentía
por Magnus. No podía aceptarlo y no lo hizo.
-Dijiste que harías lo que fuera por mí. Sin importar que fuera.
Magnus aparto la mirada. –Lo dije. Y lo hare.
-¿Te molestaste?
-Es solo que. Nunca intentaste manipularme antes.
-Eso es sencillo. –Dijo Alec. –Eso es porque no soy el mismo de antes.
Eso fue como un golpe en el estomago, un golpe que estaba envuelto en
verdad. Alec abrió la boca para decir algo más pero Magnus no supo que
era. Una voz se coló entre los pasillos.
-¿Alex? –Era Gwen llamando por su primo. Su voz se escuchaba lejana
pero suficientemente fuerte para que Alec le escuchara y corriera hacia el
origen, atravesando por en medio de Isabelle, Simon y Jace sin mirar
atrás.
Cuando Alec llego hacia la escalera que llevaba al enorme recibidor pudo
ver a Johanna y Gwen subiendo las escaleras. Johanna no se detuvo y al
ver a Alec corrió hacia él para chocar contra el pecho del chico.
-Dios mío. –Dijo Johanna en los brazos de Alec. -¿Qué te ocurrió?
Alec correspondió a su abrazo y poco despues aparto a la chica
amablemente. –No te preocupes estoy bien.
La mirada de Alec fue de inmediato hacia Gwen que también subía por
las escaleras de manera lenta y controlada. Y ahí estaba de nuevo.
Mirándolo como si mirara a un desconocido. Alec se sintió miserable por
ello. Gwen lo noto y corrió hacia su primo.
Alec abrió sus brazos para recibirla, extrañado y feliz al mismo tiempo.
-Te eche de menos. –Dijo Alec sincero enterrando su rostro en el cabello
de Gwen.
-Yo igual. –Dijo Gwen, ella fijo su mirada sobre las runas en los brazos
de Alec, con cuidado toco la que estaba en su muñeca. –Debes pensar
que soy una mentirosa traidora.
Alec se altero. –Nunca pensaría algo así de ti.
Isabelle, Magnus, Jace y Simon Se habían acercado lo suficiente para
escuchar, aun asombrados por la llegada de Gwen y Johanna.
-Deberías. –Dijo Gwen. –Escucha. Sé que debí decírtelo, sé que no debí
haber ocultado algo así, tal vez si yo lo hubiera hecho, nada te hubiera
pasado.
-Eso tu no lo sabes, aun si me lo hubieras dicho, probablemente yo no te
hubiera creído. Tuve que usar una daga y colocarme estas runas para
creerlo.
-Necesito que sepas que te oculte la verdad porque sentí que no era
justo. Quería que tú tomaras la decisión.
-¿Decisión? –Pregunto Alec.
-Nadie más que tú debe decidir quién quieres ser.
-¿Cómo podría ser esa una elección? Soy quien soy y punto.
-No si tú no lo quieres.
Alec miro en el rostro de Gwen esa mirada sobre protectora y testaruda.
Ella no estaba dispuesta a perder a su primo.
-Gwen yo no soy tu primo.
-Solo si tú no quieres serlo. Y dudo que así sea.
En eso tenía razón. Alec no quería dejar de ser Alex Carter, no quería
dejar a su familia, quería desesperadamente que las cosas fueran como
antes.
-Chicos, perdón pero deben ponerme al día. –Dijo Johanna. –Me perdí en
algún punto.
Gwen giro su mirada hacia Clary que subía las escaleras, ella miraba a
Isabelle y Jace con cierta pena.
-Clary me conto lo que te ocurrió. –Explico Gwen. -Y me trajo aquí. Llame
a Johanna porque no quería venir sola.
Alec agradeció a Clary quien le sonrió en respuesta. –Le pedí que te
buscara. –Dijo Alec. –Necesitaba verte, no tienes una idea…
-Debes irte ahora si quieres hacerlo. –Magnus dio un paso al frente, su
rostro tallado en piedra. –Ahora que Los Lightwood no están poniendo
atención.
Isabelle miro al brujo. –Magnus ¿De qué diablos hablas?
-Si brujo, explícate. –Exigió Jace.
-¿En verdad no se dan cuenta? Alexander no va a quedarse.
-Eso no es verdad. –Dijo Jace.
-Al menos que quieras detenerlo contra su voluntad. Ya lo decidió.
Ambos Cazadores miraron a Alec.
-¿Eso es verdad? –Pregunto Isabelle.
Alec bajo la mirada. –Quiero ir a casa. –Dijo casi en una súplica.
Isabelle recordó a su hermano. El hermano que había tenido antes de
que Belcebú se lo llevara y borrara sus recuerdos y se dio cuenta que el
chico que estaba ahora frente a ella era él. Alec hubiera luchado contra
todo y todos para quedarse con ella. Ahora estaba haciendo exactamente
eso, solo que por la familia equivocada.
-Magnus tiene razón. –Dijo Jace con voz irreconocible y para sorpresa de
todos. –Debes irte ahora o nuestros padres no dejaran que lo hagas.
Magnus chasque sus dedos y la mochila de Alec apareció en su mano. Se
la extendió al chico. –Mantén esto cerca de ti. –Dijo el brujo aun sin
expresión en su rostro.
-Lo hare. –Dijo Alec, sabía que la daga que lo había salvado seguía
dentro.
Cuando Alec tomo su mochila su mano toco la de Magnus. Ambos se
estremecieron. Ambos lo notaron. Ninguno dijo nada.
Los tres chicos iniciaron su descenso por las escaleras apresuradamente.
Pasaron junto a Clary la cual solo se hizo a un lado.
-Lo siento. –Dijo ella mirando a sus amigos en la parte superior de la
escalera. –Si lo hubiera sabido yo…
-Cualquiera lo hubiera hecho. –Dijo Jace. –Si nos lo hubiera pedido a
cualquiera de nosotros.
Isabelle camino hacia su habitación con paso feroz mientras era seguida
por Simon. Jace se recargo sobre el barandal de la escalera con una daga
que lanzaba al aire para después sostenerla nuevamente
despreocupadamente. En un juego claramente peligroso.
Magnus se sentó al filo del primer escalón, moviéndose lentamente como
mal herido o como si cada movimiento le doliera o le costara trabajo,
metió su cabeza entre sus manos con desesperación mientras escuchaba
el elevador del instituto bajar.
Continuara…
MayGraciela♥

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  • 1. Alec abrió los ojos, el paisaje ya le era muy familiar y por un momento solo se quedo ahí observando las hojas del árbol sobre él, que se movían con el viento. -Hola Alec. –Dijo Max que estaba sentado cerca de él. -Hola Max. –Dijo Alec incorporándose. -Eso estuvo cerca ¿He? Alec lo dudo por un momento pero su memoria despertó con la imagen del demonio, su persecución y el miedo que esos momentos llevaban. –¿Te refieres a mi reciente encuentro con un señor de las tinieblas? En realidad lo tenía todo controlado. Max rio –Eso no fue lo que me pareció. -Todo es en perspectiva amiguito. -Hablas como Jace. -No tenía idea de que conocías a Jace, aunque tiene lógica, si estas en mi mente, debes conocer a todos aquellos a quienes conozco. -Pienso que no solo estoy en tu mente. Alec no podía estar más de acuerdo con ello. De alguna manera este pequeño niño desconocido y misterioso aun para él se había metido en su corazón de una manera inexplicable. -Yo pienso igual. –Alec no podía dejar de mirar al pequeño y ver similitudes entre ellos, Max usaba anteojos, así que no era una proyección de él mismo, pero su cabello, su tono de piel y sus ojos eran muy parecidos.
  • 2. -Deja de mirarme así Alec. Lo que tienes que hacer es intentar recordar y… Entrenar. Lo que hiciste con esa daga fue horrible. -¿Disculpa? Mate al demonio y no morí en el intento. –Alec parpadeo al niño. -¿No estoy muerto verdad? Max rio. –No, pero casi. -Bueno tal vez no me vi de lo más elegante pero al final de cuentas lo que importa es quien quedo en pie y no esparcido por toda la habitación. -Sangraste tanto que casi fuiste esparcido por… -Sí, si lo recuerdo. -Y tampoco quedaste en pie. -Eres un increíble observador. Max nuevamente rio y se puso de pie. –Tengo que irme, es hora de que despiertes. -Supongo. –Dijo Alec con pesar ya que le gustaría poder quedarse con Max. -Y por cierto, -Dijo el pequeño sonriendo. –Bienvenido a casa. * * * * * Cuando Alec abrió los ojos y después de parpadear en un par de ocasiones para que su visión se aclarara, logro ver un techo abovedado color caoba con terminaciones dignas de un castillo, poco a poco su cuerpo despertaba y el dolor con él. No había una parte de su cuerpo que no doliera, sangrara o pareciera que simplemente no estaba ahí. Pese a sus lamentos logro percatarse de una mano que lo sujetaba, él no estaba
  • 3. solo en la habitación. Alec se incorporo lentamente, y sentada en la orilla de la cama, mirándolo con lujo de detalle una mujer, familiar y extraña al mismo tiempo, ella se parecía a Isabelle pero con diferente tono de ojos. -Hola, -Le dijo ella amablemente y su voz hizo que Alec se sintiera melancólico. -¿Hola? –Contesto con duda el chico. -Se supone que debo angustiarme por Jace e Isabelle. –Dijo la mujer que para su sorpresa estaba dejando rodar una lágrima por su rostro. –Y se supone que debes ayudarme con eso. Alec bajo la mirada a su mano la cual sujetaba la mujer y se percato de las marcas que estaban en su cuerpo. -Una runa. –Dijo Alec siguiendo con su dedo la iratze en su muñeca. -¿La recuerdas? Es una Iratze. -No la recuerdo. –Dijo el chico. –Pero las conozco, Jace y los demás las usan. -Al igual que tu. Alec paso saliva. –¿En dónde estamos? -Estas en casa cariño. –Dijo Maryse con dulzura. Bienvenido a casa. Recordó a Max. -¿Y eso en donde es? ¡Seguimos en Nueva York! ¿Cierto? –Pregunto con alarma Alec.
  • 4. Maryse miro con ojos entrecerrados a su hijo. -El Instituto de Nueva York. –Dijo. –Así que no recuerdas nada. -Un demonio. –Dijo. –Sangre, golpes, dolor, mucho dolor de hecho. -Me refiero a tu vida, a quien eres. -Hm… No. Bueno, nada de Cazadores de Sombras, nada de Magia o Subterráneos. -¿Pero tú sabes que eres Alexander Lightwood? –Pregunto técnica. Alec miro a las runas trazadas en sus brazos. –Ahora lo sé. -¿Y antes? ¿Qué sabias antes? -Hm… Pues… ¿Todo? -¿A qué te refieres con eso Alexander? –Maryse se miraba frustrada. –Y se conciso por favor. Alec aparto la mano de la de su madre, por alguna razón ella se había molestado. –Pues… a todo lo que una persona debe conocer de su vida. Todo. -¿Qué vida? ¿De qué estás hablando? Ahora Alec estaba molesto. -¿Quién es usted? Fue como si la hubiera golpeado, ella de repente se miro miserable -Soy Maryse Lightwood, soy tu madre.
  • 5. En otro momento Alec hubiera dicho: Claro que no. Yo tengo una madre, que por cierto es muy amable. A usted no la conozco. Ahora, solo guardo silencio. En ese momento Isabelle entro a la habitación con vendas y un recipiente con agua. -Despertaste. –Dijo la chica sonriendo y luego su atención fue a la molesta imagen de su madre. –Veo que se conocieron. Maryse fulmino a su hija. –Sí. Supongo que debo agradecer a mi otro par de hijos que me hayan permitido ver a mi primogénito y que no hayan decidido seguir ocultándomelo. Isabelle coloco las vendas junto a la cama de Alec. –Te dije porque lo hicimos. –Dijo sin mirar a su madre. -Sigo sin considerarla una razón. Al parecer Isabelle decidió cambiar de tema. -¿Ya viste esto? –Dijo levantando el brazo de Alec para mostrar lo más que obvio. –Te pusimos una Iratze, eso significa que sigues siendo un Cazador de Sombras. Alec respondió a la deslumbrante sonrisa de su hermana con una pobremente parecida. –Sí. –Dijo. –Me he dado cuenta. -Ya no debe de caberte duda. –Dijo ella ocupándose de sus heridas. Alec miro a ambas mujeres, Isabelle había tomado el lugar de Maryse en la orilla de la cama mientras que su madre se había puesto de pie al filo de ella. La diferencia en sus expresiones era muy peculiar, se parecían increíblemente, pero mientras que Isabelle brillaba de felicidad Maryse Lightwood le miraba como mirando a un desconocido.
  • 6. Alec respiro profundo. –Lamento causar problemas. El rostro de Maryse cambio enseguida, Alec había mirado tantas veces esa mirada en su propia madre, Alec se detuvo y se reprendió a si mismo enseguida, ahora debía llamarla simplemente Señora Carter. Sintió que se hundía en un hoyo profundo y oscuro, su madre no era en realidad su madre, y ni hablar de su padre, desde un principio nunca lo fue y Gwen. Gwen no era su prima. -Ningún problema –Dijo Maryse con ternura. –Te estás recuperando muy bien, iré a buscar a tu padre. –Dijo mientras salía de la habitación. -¿Tenemos un padre? –Pregunto Alec a la chica. Ella solo asintió. Isabelle dejo las vendas, miro el rostro del chico y coloco sus manos en sus hombros. –Todo irá bien. –Le dijo. Alec estaba tan cansado y adolorido que no quiso imaginar el porqué de ese comentario. Isabelle ladeo la cabeza aun mirando a su hermano. -¿Qué? –Pregunto el chico. -En verdad te ves terrible. -Me siento terrible. –Dijo. –No puedo parpadear sin que me duela el rostro. Isabelle acomodo las almohadas de Alec. –Duerme un poco más. –Le dijo. –Cuando despiertes te sentirás mejor. Alec se recostó, en su cabeza solo giraba la idea de que debía llamar a casa para explicar su ausencia pero dudaba en que a Isabelle le importara eso, ahora ni siquiera sabía si a él debiera importarle, el problema era que si lo hacía y mucho.
  • 7. Alec cerró sus ojos sintiendo como las runas de sanación le adormecían el cuerpo, se obligo a sí mismo a no pensar en nada hasta que tuviera una leve idea de cómo enfrentaría lo que venía, como enfrentaría a su familia que no lo era más, y aun peor, como enfrentaría a su familia real. * * * * * Alec abrió los ojos con urgencia al sentir la forma en que era sacudido por Jace. -Dios, Jace, ¿Qué pasa? -Pensé que si te despertaba como normalmente lo hago eso te haría sentir en casa. Alec apenas se estaba recuperando del sobresalto. -¿Siempre me despiertas así? ¿Por qué? Jace bufo -¿Qué? ¿Pretendes que traiga aquí el piano y te despierte con Bag? -Eso sería demasiado amable de tu parte. -¿Insinúas que no soy amable? Alec miro los ojos dorados de Jace que brillaban más que nunca, incluso su manera de moverse era diferente, sin temor a equivocarse podría decir que Jace estaba feliz. –No quiero presumir que te conozco. Ya que eso técnicamente no es verdad, sin embargo, algo en mi ultrajada memoria junto con mis aun irreconocibles sentimientos me dice que para nada es una insinuación.
  • 8. Jace miro con ojos de duda hacia Alec. –El sentimiento es el correcto. – dijo. –Pero definitivamente no hablas tanto. -Permíteme entonces intentarlo de nuevo: Jace eres cualquier cosa menos amable. -Así está mejor. –Dijo Jace con una increíble sonrisa. Alec se movió lentamente para sentarse en la orilla de la cama. -Tómalo con calma. –Dijo Jace. –Claramente necesitas recuperarte aun más. -¿Tan mal se ve? Jace suspiro. -¿Has leído sobre el Doctor Frankenstein alguna vez? -Demonios. –Dijo Alec llevándose una de sus manos al rostro. –Puedo soportar las cicatrices, dan personalidad o por lo menos eso he escuchado, pero, el dolor de cabeza, es insoportable. Jace se movió de inmediato hacia Alec tomando con mucha práctica su estela. Alec lo miro y por órdenes de Jace inclino su cabeza para dejarlo dibujar sobre el costado de su cuello. Dolió por solo un segundo, segundo que valió toda la pena, el dolor se estaba apagando casi inmediatamente. -¿Mejor? –Pregunto Jace guardando su estela. -Es increíble. –Dijo Alec. –Simplemente increíble. Jace nuevamente sonrió. –Y por las cicatrices no te preocupes, no fueron causadas directamente por el demonio, sanaran y desaparecerán. -Es bueno escuchar eso.
  • 9. -Bueno es tener las Iratzes para borrar los desastres de una loca noche de caza. Alec había encontrado sus zapatos tenis al lado de la cama y comenzó a ponérselos. –A Magnus siempre le ha gustado más su magia. –Comenzó Alec a hablar distraídamente. –Dice que las runas son solo para Cazadores, mientras que la magia puede curar a cualquiera. -Tú, ¿recuerdas eso? ¿Cómo? Alec quito su atención de la atadura de sus zapatos para mirar a Jace fijamente y desconcertado. –No tengo idea. Jace sonrió mientras se tumbaba sin cuidado sobre la cama al lado de Alec. –Supongo que todos los caminos llevan a Magnus. -¿No es a Roma? “Todos los caminos llevan a Roma” -No en tu caso hermano. Alec volvió a sus zapatos con las mejillas enrojecidas. -Nunca dejó de buscarte. –Dijo Jace mirando hacia el techo. –Mientras yo me ocupaba de intentar mitigar mis sentimientos destrozando demonios, el brujo resulto ser mucho más útil. -¿Te sientes culpable por eso? -Me siento terriblemente agradecido con él, un sentimiento nada grato para mí y que agradecería que no compartieras con nadie. -Tu secreto está a salvo conmigo.
  • 10. -De eso estoy muy seguro. –Jace se levanto ágilmente. –Bien. –Dijo. – Ahora quiero mostrarte algo. Ambos chicos caminaron por los pasillos del instituto, ahora Alec sabia en donde estaba su habitación, la de Jace, sus padres, Isabelle, la cocina y la ruta de escape más cercana. -¿Por qué querría salir de aquí corriendo? –Pregunto el chico. –Creí que los demonios no entraban aquí. -Los demonios no. –Dijo Jace con burla. –Pero nuestros padres merodean por estos pasillos todo el tiempo. Alec pensó que aun siendo Cazadores de Sombras, en parte seguían siendo adolescentes. -¿A dónde vamos ahora? –Pregunto Alec siguiendo a Jace. -A tu lugar favorito en el instituto. –Jace dijo mientras abría la puerta para que Alec entrara al salón de armas y entrenamiento en donde Clary, Isabelle y Simon ya se encontraban. Isabelle floto hacia su hermano. –No le mientas a Alec Jace. –Reprendió a su hermano. –Este es tu lugar favorito, no el de Alec. -Sala de entrenamiento, biblioteca ¿Cuál es la diferencia? –Dijo casual Jace. –Los parabatai comparten incluso sus gustos. Alec hizo un gesto de desagrado. –Ese comentario me provoco una sensación de angustia inexplicable. Los jóvenes lo miraron atentos con preocupación.
  • 11. Alec levanto una ceja -Era una broma. –Anuncio. Y los demás se relajaron. -Supongo que es algo a lo que no estamos acostumbrados. –Dijo Clary. -Biblioteca, sin bromas. Era una especie de ratón de librería ¿Cierto? Jace pasó su brazo por los hombros de Alec. –Eres el Cazador de Sombras más joven y sabio que conozco. -Y el más guapo. –Todos giraron hacia la entrada donde Magnus se acercaba con cierta tranquilidad contenida. Todos se movieron para darle acceso hacia Alec, tal y como debiera ser, Alec miraba fijamente hacia sus ojos de gato mientras que Magnus se acerco lo suficiente para tocar con extremo cuidado su rostro, ninguno de los dos dijo nada por un buen rato. -Sigues haciendo eso. –Dijo Alec finalmente. -¿De qué hablas? –Pregunto Magnus. -Esa mirada de angustia. –Dijo. –La detesto. Son solo unos rasguños, no es… -Para tanto –Completó la frase Magnus. -¿Ahora vas a completar mis oraciones? -Ya lo habías dicho antes. –Se justifico Magnus. -Ya me estoy curando. –Dijo Alec y levanto sus brazos para mostrar sus runas. –Así que no debes preocuparte.
  • 12. -Eso nunca va a pasar Alexander. –Dijo Magnus con una sutil sonrisa. – Ahora déjame sanarte. Algo que Simon recordaba de Magnus y Alec era su increíble capacidad de crear su propio mundo contenido al charlar y cada vez que lo necesitaban, en donde solo existían ellos dos. Ahora esto era igual. Isabelle miro la escena conmovida mientras las manos de Magnus resplandecían con un azul brillante. -¿No es aquí donde se besan? –Dijo la chica inclinándose discretamente hacia Clary. -La escena originas es así. –Dijo la pelirroja, -Sin embargo creo que para eso tendremos que esperar un poco más. Isabelle miro hacia su hermano y como él dejaba que Magnus lo siguiera sanando sin mirarse de ninguna manera incomodo por tener las manos del brujo sobre sus mejillas. –No creo que esperemos mucho. Las manos de Magnus dejaron de brillar y las aparto del rostro de Alec. -Gracias. –Dijo el chico. Sus amigos se habían apartado un poco e iniciado un día de entrenamiento común. -Un hermoso rostro no debe verse mal. –Dijo Magnus. Alec rio y Magnus le dedico una mirada suspicaz. -¿No vas a pedirme que deje de coquetear contigo? -¿Tiene algún caso? -No realmente.
  • 13. Alec dirigió su mirada hacia los demás que habían hecho parejas de combate. -¿Qué hacen? -Cosas de Cazadores de Sombras, reafirmando su poder innecesariamente. -Se llama entrenamiento. –Le dijo Jace desde la mitad de la sala. Él había comenzado a caminar hacia Alec. –Y tú entrenaras con nosotros. -¿Yo? No. Es decir. No creo que sea buena idea. Podría tropezar y cortarme el cuello yo mismo. -No deberíamos darte una daga entonces. –Dijo Simon. El chico se movió hacia una de las paredes en donde detrás de una vitrina había un arco junto a todo un arsenal. Simon lo tomo y lo ofreció a Alec. El arco era muy hermoso. Hecho de un material como el metal pero brillante como el cristal, las runas dibujadas en su armazón le provocaban a Alexander familiaridad. Cerró su puño imaginando que lo tomaba con su mano. Pero no lo hizo. Simon le sonrió. –Este es tu favorito, me han dicho que ha estado con los Lightwood desde hace más de cien años. -Una antigüedad. –Dijo Alec sin quitar los ojos del arco. –No debería tocarlo entonces. -No tienes ningún problema con eso. –Dijo Jace con malicia. –Con tocar las antigüedades quiero decir ¿No Magnus? Todos rieron a excepción de Alec que no entendió el chiste.
  • 14. -Puedo dejarte mudo por un año ¿Sabes eso? –Amenazo el brujo a Jace. –O por más tiempo si encontramos la situación gratificantemente cómoda. Tómalo en cuenta en el futuro. Jace levanto sus manos en señal de rendición. Magnus se acerco a Alec, coloco su mano enjoyada en su espalda para inclinarse hacia él. –A nadie dañaras si lo tomas. –Le dijo con su voz melodiosa y segura sobre su oído. –Inténtalo. Ese fue todo el impulso que Alec necesitaba. Estiro su mano para tomarlo de la de Simon, lo hizo correctamente sin que nadie le instruyera como hacerlo. Alec con el arco ahora en su mano acaricio su superficie con la yema de sus dedos. –Es muy hermoso. -Pero no es joyería. –Dijo Jace. –Vamos, ahí están los blancos. –Jace hizo una señal hacia la pared más lejana del cuarto en donde unas dianas se encontraban dibujadas. Simon hizo bailar una flecha entre sus dedos de manera muy diestra para después dársela a Alec. Este la tomo. -Lo hare primero. –Dijo el chico. –Solo observa. Simon coloco la flecha en su lugar y la libero para que esta se incrustara en el centro de uno de los blancos. Los espectadores no parecieron sorprendidos, Alec supuso que era algo normal en su mundo. Mientras que en las olimpiadas, que alguien diera en el centro de una diana era un acontecimiento aislado. Alec despertó de su asombro cuando Simon se dirigió nuevamente a él. – Tu turno. –Dijo.
  • 15. Alec sintió un leve toque en su espalda como un pequeño empujón. Se coloco en posición frente a los blancos. Coloco la flecha como Simon lo hizo en la cuerda del arco, esto fue sencillo, de alguna manera sus manos parecían saber lo que hacían. No lo pensó por mucho tiempo y dejo libre la flecha para que callera desastrosamente a tan solo un par de metros de distancia. Hubo un silencio prolongado antes de que Simon hablara. –Bueno esa es la manera correcta de hacerlo. –Dijo el chico condescendiente. -Mire la flecha volar con mucha fuerza en un principio. –Dijo Clary amablemente. -No estuvo mal. –Dijo Isabelle. -Pudo haber sido peor. –Concordó Jace. Alec miraba hacia los chicos que intentaban hacer parecer su horrible demostración no tan horrible. Cuando era evidente que había sido un desastre. Magnus no estaba preocupado por si Alec era o no capaz de lanzar una flecha, le había pedido que lo intentara para fines de despertar sus memorias. Sin embargo, al momento de ver su rostro se dio cuenta del cambio en sus ojos. Su mirada de acero apareció y su postura testaruda y segura lo invadió. -Lo intentare de nuevo. –Dijo sin siquiera pedir permiso u opinión. Para cuando Alec se coloco nuevamente en posición y levanto su mano hacia su espalda, un carcaj con varias flechas en él apareció inesperadamente dejando un rastro de magia azul. Alec tomo la primera flecha con una seguridad y técnica que parecieron haber surgido de la nada. La tenso fuertemente en la cuerda y al soltarla esta se enterró en el
  • 16. centro de la primera diana, inmediatamente tomo la siguiente flecha y con los mismos exactos movimientos se incrusto en el siguiente blanco. Alec tomo una flecha más y otra más, todas ellas llegando consecutivamente al centro de las dianas hasta la quinta y última que llego al centro en donde seguía la flecha que Simon había lanzado. La flecha de Alec termino con su punta pegada a la otra, ambas flechas formaban una V sobre la diana. Alec pareció respirar de nuevo y su rostro de asombro surgió segundos después de darse cuenta de lo que acababa de hacer. -¡Por el Ángel! -Escucho entre los presentes los cuales lo alentaron e incluso aplaudieron. Alec giro hacia Magnus con una brillante sonrisa. -¿Viste eso? Magnus sonrió de igual manera. –No esperaba menos de ti. –Dijo con su mano en el hombro de Alec. -No entiendo cómo es posible. –Dijo el chico mirando el arco aun en sus manos. -Al parecer tu cuerpo recuerda lo que tu mente no. Esto es algo que hacías diariamente con los ojos cerrados. ¿Por qué no poder hacerlo ahora? –Jace se miraba más que complacido por la demostración de su parabatai. -Increíble. –Dijo Simon. –La memoria borrada y sigo sin poder ganarte. -Un poco más de práctica y pronto serás el de antes. –Dijo Isabelle entusiasmada. El de antes. Esta frase hizo que Alec pensara en los Carter, en la familia que en cierta forma se sentía como perdida y que amaba
  • 17. incondicionalmente. Un sentimiento ahora no muy grato. Ahora sabia quien era y donde debía estar. El problema era que no quería estar donde debiera precisamente. Alec regreso el arco a Simon con un gesto completamente diferente. El entusiasmo que había en él segundos antes se había esfumado. Simon tomo el arco y se dirigió a colocarlo en su lugar. Los chicos se percataron de inmediato en su cambio de ánimo. -¿Tienes hambre? –Pregunto Isabelle intentando disminuir el pesado ambiente. Alec solo se encogió de hombros. –Lo último que recuerdo haber comido o tomado en este caso, fue un te Chai. -Eso fue ayer, poco después de medio día. –Dijo Magnus. -Por el Ángel, eso es mucho tiempo. –Exclamo Clary. -¿Quieres que te prepare algo de comer? –Pregunto Isabelle y todos la miraron fijamente. -Claro. –Dijo Alec, aunque después pareció pensarlo mejor, como si algo en su interior le advirtiera sobre una especie de peligro -O tal vez no… Hm… -Tallo su rostro. –Supongo que debo decir Si. –Miro a Magnus. -¿O no? –Alec termino por golpear su frente. Magnus sonrió y coloco nuevamente una mano afectivamente sobre su hombro. –Te preparare algo. –Dijo. –Nada de enfrentamientos con la muerte por lo menos hoy. –Esto último lo dijo mirando a Isabelle. Tanto Isabelle como Jace se fueron detrás de Magnus. Isabelle protestando por el último comentario de Magnus, Simon intentando
  • 18. ahogar su risa, por el bien de su relación. Clary miraba algo divertida hacia el chico preocupado. -Sé cómo te sientes. –Le dijo. –No tengo mucho como Cazadora de Sombras en realidad. -¿No creciste aquí como Jace e Isabelle? -Oh no. Yo crecí en Brooklyn, mi madre me crio como una mundana, conocí a Isabelle, Jace y a ti por casualidad. Si es que las casualidades existen. -Ahora no lo creo. Clary sonrió. –Jace me trajo aquí después de que un rapiñador casi me asesina. -¿Es una broma? -A ti no te ataco un rapiñador, lo tuyo fue un demonio Serni, son algo así como acuáticos. -Sí, gran diferencia. -Clary sonrió aun más. –Así que todo esto era como un mundo fantástico para mí, salido de los comics. Me costó tiempo acostumbrarme, aun ahora, me falta mucho por aprender. -Me uniré a tu club. -Para ti será mucho más sencillo, eres un verdadero Cazador de Sombras, de nacimiento y crianza, todo lo de ser un guerrero esta en ti. -Pero no soy como Isabelle o Jace, o incluso como tu ¿Cierto?
  • 19. -Hm… -Es algo que está en mi cabeza, un recuerdo supongo o noción de ello. -Entonces debes recordar también lo que has hecho por nosotros, cuando Jace desapareció, cuando Abadom me ataco tu saliste a mi rescate. Defender podría ser tu prioridad pero es para defendernos a nosotros, eso te hace un verdadero héroe. -Hemos pasado por mucho, ¿Cierto? -No tienes una idea, desde que nos conocimos, bueno ha sido una altas y bajas. En todo aspecto, hemos recibido mucha ayuda, por supuesto, lobos, vampiros, Magnus, oh dios Magnus ha sido de infinita ayuda. Alec sintió un hueco en el estomago. –Siento más como que nos hemos metido en problemas arrastrando a Magnus con nosotros. Clary lo miro con curiosidad. –Por desgracia no puedo decir no a eso. Pero te aseguro que si le preguntas a él te dirá que todo ha valido la pena. -¿Eso piensas? Clary sonrió. –Estoy segura. -Lo siento. –Dijo Alec con sus mejillas rojas. –Por alguna razón todas mis conversaciones terminan en Magnus últimamente. En ocasiones no logro entenderlo. Clary se miro comprensiva. –Una vez mi madre me dijo que los Cazadores de Sombras tendemos a amar de una manera muy abrumadora. Nos enamoramos una vez, para morir de dolor por el amor.
  • 20. -Que intenso. -Lo es. Su antiguo tutor solía decir que nuestros corazones eran como los de los ángeles. Sentían cada dolor humano, y nunca sanaban. -¿Lo que significa que amo a Magnus tan abrumadoramente que a pesar de que un demonio borro mis recuerdos, lo que siento por él continua? – Miro hacia la chica. –Eso es algo aterrador. -No es tan malo cuando el amor es como el suyo. -¿Y eso cómo es? -Tendrás que preguntárselo a él. Alec bajo su mirada pensando en que difícilmente haría algo así. – Entonces, ¿Tú y yo somos amigos? -Lo somos. –Dijo Clary. Ella estaba muy consciente de que había una historia detrás, en un principio Alec y ella no se toleraban, pero ahora las cosas eran diferentes y si alguien le preguntaba si eran amigos o si lo quería la respuesta seria Si. Alec miro sus manos con sus vendajes y las runas en ellas. -¿Puedo pedirte un favor? * * * * * Alec entro en la cocina del instituto, Jace comía una hamburguesa vorazmente mientras que Magnus e Isabelle peleaban por su lugar frente a la hornilla de la estufa. -Suficiente Magnus. Te digo que le gustan a medio término.
  • 21. -Medio término no es carne congelada por dentro y quemada por fuera, Isabelle te aseguro que se que le gusta a mi prometido. -No presumas de eso. Es mi hermano, lo conozco de siempre. No puedes ganarle a eso. -El que le conozcas no significa que quiera comer algo que tú prepares. – Dijo Jace pasando el último bocado de su hamburguesa. -Y a diferencia de ti. –Dijo Magnus. –Sé lo que hago. Cuando Isabelle y Magnus se dieron cuenta de Alec, dejaron sus peleas muy seguramente para un futuro muy próximo. -No te quedes ahí. –Dijo Isabelle entusiasmada. –Ven siéntate. Magnus no podía quitar su mirada del chico parado a medio comedor y darse cuenta de que esencialmente aun le faltaba mucho para mirarse como su querido Alexander. Además de sus recientes heridas su cuerpo dejaba ver menos musculatura, sus ojos eran tenues y los miraba a todos ellos como unos extraños. Aun ahora que se había probado a si mismo al usar una daga seráfica que era Alec Lightwood. Era como aceptar una verdad obligada incluso sin desear quererla. -Gracias. –Dijo tímido Alec y se sentó junto a Jace. Isabelle y Magnus colocaron una razonable cantidad de hamburguesas sobre un bol en el centro de la mesa. Al estirar su mano para tomar una de ellas, Simon carraspeo, Alec le dirigió la atención que evidentemente pedía y Simon le hizo un gesto para que cambiara su elección de hamburguesa. Alec movió su mano a la hamburguesa de un lado y ahora al parecer no hubo objeción.
  • 22. Alec dio un primer mordisco a su hamburguesa, era increíble lo mucho que le gustaba y sonrió. –Otra hamburguesa. –Dijo. –A mi madre le daría un ataque si… Alec no fue capaz de terminar su frase. Se había dado cuenta nuevamente de que seguía hablando de su madre refiriéndose a la persona equivocada. La hamburguesa en sus manos volvió al plato frente a él. Sus ojos estaban perdidos en una especie de limbo, su rostro claramente destrozado por la noticia. ¿Cuántas veces tendría que destrozarse su alma al pensar en su familia? y el corazón de Magnus se rompió. -Todo estará bien. –Le dijo el brujo mientras que colocaba sus manos sobre los hombros del chico. –Cuando recuperes tus recuerdos te darás cuenta de que… Magnus no termino su oración, en ese instante una figura atravesó la habitación para llegar a Alec el cual fue prácticamente arrancado de las manos de Magnus. Robert coloco a su hijo frente a él para mirarlo con detenida atención. Alec solo permaneció de pie frente al hombre alto que lo había tomado de ambos brazos. -Raziel. –Dijo Robert. –Alexander, eres tú. Alec solo se quedo mirando fijamente al hombre desconocido mientras este lo acerco a su pecho en un abrazo inesperado. Fueron solo unos segundos, largos e incómodos. Alec no podía explicar lo que sentía, era como si algo en ese abrazo estuviera mal. Robert alejo a Alec para verle nuevamente al rostro. -¿Es verdad? ¿No logras recordar? ¿Sabes quién soy?
  • 23. Alec no podía apartar su vista de la del hombre. Era tan impactante el parecido con él. Decidió contestar cuando se dio cuenta de que el sujeto esperaba realmente una respuesta. -Hm… No, es decir, puedo imaginar quien es usted, pero, no recuerdo haberlo visto antes. -Por el Ángel. –Exclamo Robert haciendo más fuerte el agarre en los brazos de Alec. Magnus tuvo suficiente. –Estas asustándolo. –Dijo y tomo a Alec para alejarlo de su padre. –Nada ayuda el ponerlo en ese estado. -¿Quién te crees que eres brujo? –Dijo Robert furioso. –No vas a decirme como interactuar con mi hijo. Magnus respiro muy profundamente. –Esa no es mi intención. Solo espero que entiendas que Alexander no te conoce. Debes darle tiempo. Los ojos de Robert fulminaron a Magnus de una manera que provoco que Alec quisiera interponerse entre ellos. -No eres nadie. –Dijo Robert escupiendo despiadadamente las palabras. – Como para que intentes hablar por él. Jace presiono sus puños a sus costados. No era justo, en lo absoluto era justo que Robert hablara así a Magnus. Magnus quien fue el que no descansó ni un momento para encontrar a Alec. Magnus que había sido hasta ahora el más útil para recuperarlo. Jace decidió que pese a lo amargo que podría ser responder a su padre adoptivo. Tenía que defender a Magnus. Era lo que Alec seguramente querría que hiciera.
  • 24. -¿No es? –Todas las miradas se dirigieron hacia Alec que inicio su pregunta con voz débil, con duda e inesperadamente. –Es decir, ¿No es Magnus mi prometido? Al darse cuenta del rostro del hombre y del silencio que lleno la habitación tras su sincera e irrefutable pregunta. Miro a Magnus. -¿O acaso era un secreto? –Pregunto con cierta alarma. Magnus sonrió conmovido. –Por supuesto que no. –Dijo y busco el rostro de Robert. –Todo el mundo sabe que soy tu prometido. –Dijo en un desafiante tono. Robert al parecer se dio cuenta de su error y se resigno a aceptar la situación. –Estoy molesto. –Confeso Robert en modo de justificación. – Tus hermanos y amigos te mantuvieron oculto de nosotros; tus padres. -Les explicamos cual fue la razón. –Dijo Isabelle. –Y no hemos cambiado de idea, hicimos lo correcto. -Ustedes no deciden eso Isabelle. -¿Quién lo hace? ¿La Clave? –Soltó Jace. -¿La misma que no hizo nada para encontrarme? ¿La que desterró a Helen por no hacer nada en absoluto? -La Clave no soluciona todo padre. –Dijo Isabelle. –La Clave no se preocupo por Alec ni un poco. ¿Por qué dejaríamos que se ocupara ahora de él? Robert e Isabelle iniciaron una discusión llena de nombres y términos por completo desconocidos para Alec que se había perdido en la conversación hacia ya bastante tiempo.
  • 25. El chico llevo su mano a su frente y después hacia sus ojos para tallarlos con exasperación. Quiero irme. Quiero salir de aquí. Gwen, Gwen, Gwen. Su mente llamaba por su prima, su mejor amiga. Magnus se sintió impotente al verlo. -Creo que Jace debería de ayudarte con eso. –Dijo mirando a las heridas de Alec. Hizo una señal al chico para que se acercara. Jace tomo su estela sin pensarlo y de inmediato trazo Iratzes sobre sus manos y otra en su cuello. Robert se había cansado de discutir con Isabelle y había salido de la cocina dejando a una Isabelle molesta y perturbada hablando con Simon. Alec los miro pero quiso simplemente no enterarse de lo dicho en esa pelea. -¿Por qué Jace? –Pregunto el chico a Magnus mientras que Jace seguía dibujando las runas. -Las runas creadas por tu parabatai son más fuertes, te ayudan a recuperarte mucho más rápido. Alec tomo la información sin mucho interés, él en realidad solo intentaba desesperadamente de ocupar su mente. -Debemos cambiar esos vendajes.-Dijo Isabelle haciendo una seña para que la siguieran. Jace caminaba detrás de Isabelle y Simon por el pasillo que los llevaría a la habitación de Alec. Magnus y Alec caminaban juntos detrás de ellos. -¿Qué pasa entre tú y el Señor Lightwood? –Pregunto Alec sin mirar al brujo. Magnus respiro profundo. –No le agrado. –Se limito a decir.
  • 26. -¿Y yo? –Pregunto. -¿Yo le agrado? -Él te ama. -No pregunte eso. Magnus se detuvo haciendo que Alec lo hiciera también. –No es la mejor idea juzgar a tu padre ahora. -¿Pero él si puede hacerlo conmigo? -Ahora piensas así porque no lo miras como tu padre pero… -Exacto. No lo veo como mi padre. Tampoco a Maryse como mi madre y a Isabelle como mi hermana. No los conozco. -Debes ser paciente. Con el tiempo, con la familiaridad de los días, tus recuerdos pueden volver de a poco. Ahora estas en casa y… -¿Lo estoy? –Alec busco los ojos de Magnus. –Porque esto no se siente en lo absoluto como mi casa. -Te lo dije, con el tiempo… -No puedes estar esperando que me quede. Un aire gélido subió por la columna dorsal de Magnus. -¿A qué te refieres con eso? Alec miro hacia los demás chicos que se habían apartado un poco, al parecer para darles espacio de conversar. –No puedo quedarme. –Dijo Alec. –Creí que sí, pero… No puedo. No quiero. -Alexander.
  • 27. -Mientras no tengo mis recuerdos no puedo quedarme, Magnus tienes que entenderme. No los conozco y… -Alec se detuvo, le dolía hacerle esto a Magnus pero ahora sabía que no podía dejar la única vida que conocía atrás. –Quiero ir con mi familia. -Esta es tu familia. –Dijo Magnus derrotado. -No lo es. No para mí. Magnus había pensado erróneamente que la pesadilla había terminado, que de ahora en adelante las cosas solo podían mejorar. No podía haber estado más equivocado. -Tal vez si tan solo les dieras, nos dieras una oportunidad. -Magnus. Magnus dio un paso al frente, ahora estaba muy cerca de él. Tan cerca como para que su piel se erizara por la cercanía y la calidez anhelada de Alec. -Por favor. –Dijo el brujo y la voluntad de Alec se disipo. –Te lo pido, no te vayas. Era fácil. Increíblemente sencillo pensar en Magnus como algo más. En este preciso momento le hubiera gustado mucho tener el valor de enredar sus dedos en el cabello en punta de Magnus y acercarlo para besarlo. Alec solo podía pensar en cómo sería besar a Magnus, recordó aquel sueño y se convenció de que probablemente sería mucho mejor que aquella ilusión.
  • 28. Tomo valor para hacer exactamente lo contrario. Alec aparto la mirada y dio un paso atrás, lejos de Magnus. -¿Intentas convencerme con tus encantos? -Intento convencerte con lo que sea que sientas por mí. -¿Por qué piensas que siento algo por ti? –No lo dijo molesto, solo con curiosidad. Magnus sonrió. Una sonrisa triste y resignada. –Esperanza creo. Alec sintió como si su cuerpo se convulsionara ante sus impulsos contenidos. Quería acercarse a Magnus, quería abrazarlo, quería probar sus labios quería dejar salir todo lo que llevaba dentro pero aunque su cuerpo le gritaba por Magnus su mente lo detenía ante el conocimiento de él, el cual era casi nulo. Estar enamorado de Magnus por el hecho de saber que era su prometido, era absurdo, le había tomado años de familiaridad sentir algo remotamente parecido por Johanna. Que absurdo pensar en el amor espontaneo e incondicional que ahora sentía por Magnus. No podía aceptarlo y no lo hizo. -Dijiste que harías lo que fuera por mí. Sin importar que fuera. Magnus aparto la mirada. –Lo dije. Y lo hare. -¿Te molestaste? -Es solo que. Nunca intentaste manipularme antes. -Eso es sencillo. –Dijo Alec. –Eso es porque no soy el mismo de antes. Eso fue como un golpe en el estomago, un golpe que estaba envuelto en verdad. Alec abrió la boca para decir algo más pero Magnus no supo que era. Una voz se coló entre los pasillos.
  • 29. -¿Alex? –Era Gwen llamando por su primo. Su voz se escuchaba lejana pero suficientemente fuerte para que Alec le escuchara y corriera hacia el origen, atravesando por en medio de Isabelle, Simon y Jace sin mirar atrás. Cuando Alec llego hacia la escalera que llevaba al enorme recibidor pudo ver a Johanna y Gwen subiendo las escaleras. Johanna no se detuvo y al ver a Alec corrió hacia él para chocar contra el pecho del chico. -Dios mío. –Dijo Johanna en los brazos de Alec. -¿Qué te ocurrió? Alec correspondió a su abrazo y poco despues aparto a la chica amablemente. –No te preocupes estoy bien. La mirada de Alec fue de inmediato hacia Gwen que también subía por las escaleras de manera lenta y controlada. Y ahí estaba de nuevo. Mirándolo como si mirara a un desconocido. Alec se sintió miserable por ello. Gwen lo noto y corrió hacia su primo. Alec abrió sus brazos para recibirla, extrañado y feliz al mismo tiempo. -Te eche de menos. –Dijo Alec sincero enterrando su rostro en el cabello de Gwen. -Yo igual. –Dijo Gwen, ella fijo su mirada sobre las runas en los brazos de Alec, con cuidado toco la que estaba en su muñeca. –Debes pensar que soy una mentirosa traidora. Alec se altero. –Nunca pensaría algo así de ti. Isabelle, Magnus, Jace y Simon Se habían acercado lo suficiente para escuchar, aun asombrados por la llegada de Gwen y Johanna.
  • 30. -Deberías. –Dijo Gwen. –Escucha. Sé que debí decírtelo, sé que no debí haber ocultado algo así, tal vez si yo lo hubiera hecho, nada te hubiera pasado. -Eso tu no lo sabes, aun si me lo hubieras dicho, probablemente yo no te hubiera creído. Tuve que usar una daga y colocarme estas runas para creerlo. -Necesito que sepas que te oculte la verdad porque sentí que no era justo. Quería que tú tomaras la decisión. -¿Decisión? –Pregunto Alec. -Nadie más que tú debe decidir quién quieres ser. -¿Cómo podría ser esa una elección? Soy quien soy y punto. -No si tú no lo quieres. Alec miro en el rostro de Gwen esa mirada sobre protectora y testaruda. Ella no estaba dispuesta a perder a su primo. -Gwen yo no soy tu primo. -Solo si tú no quieres serlo. Y dudo que así sea. En eso tenía razón. Alec no quería dejar de ser Alex Carter, no quería dejar a su familia, quería desesperadamente que las cosas fueran como antes. -Chicos, perdón pero deben ponerme al día. –Dijo Johanna. –Me perdí en algún punto.
  • 31. Gwen giro su mirada hacia Clary que subía las escaleras, ella miraba a Isabelle y Jace con cierta pena. -Clary me conto lo que te ocurrió. –Explico Gwen. -Y me trajo aquí. Llame a Johanna porque no quería venir sola. Alec agradeció a Clary quien le sonrió en respuesta. –Le pedí que te buscara. –Dijo Alec. –Necesitaba verte, no tienes una idea… -Debes irte ahora si quieres hacerlo. –Magnus dio un paso al frente, su rostro tallado en piedra. –Ahora que Los Lightwood no están poniendo atención. Isabelle miro al brujo. –Magnus ¿De qué diablos hablas? -Si brujo, explícate. –Exigió Jace. -¿En verdad no se dan cuenta? Alexander no va a quedarse. -Eso no es verdad. –Dijo Jace. -Al menos que quieras detenerlo contra su voluntad. Ya lo decidió. Ambos Cazadores miraron a Alec. -¿Eso es verdad? –Pregunto Isabelle. Alec bajo la mirada. –Quiero ir a casa. –Dijo casi en una súplica. Isabelle recordó a su hermano. El hermano que había tenido antes de que Belcebú se lo llevara y borrara sus recuerdos y se dio cuenta que el chico que estaba ahora frente a ella era él. Alec hubiera luchado contra todo y todos para quedarse con ella. Ahora estaba haciendo exactamente eso, solo que por la familia equivocada.
  • 32. -Magnus tiene razón. –Dijo Jace con voz irreconocible y para sorpresa de todos. –Debes irte ahora o nuestros padres no dejaran que lo hagas. Magnus chasque sus dedos y la mochila de Alec apareció en su mano. Se la extendió al chico. –Mantén esto cerca de ti. –Dijo el brujo aun sin expresión en su rostro. -Lo hare. –Dijo Alec, sabía que la daga que lo había salvado seguía dentro. Cuando Alec tomo su mochila su mano toco la de Magnus. Ambos se estremecieron. Ambos lo notaron. Ninguno dijo nada. Los tres chicos iniciaron su descenso por las escaleras apresuradamente. Pasaron junto a Clary la cual solo se hizo a un lado. -Lo siento. –Dijo ella mirando a sus amigos en la parte superior de la escalera. –Si lo hubiera sabido yo… -Cualquiera lo hubiera hecho. –Dijo Jace. –Si nos lo hubiera pedido a cualquiera de nosotros. Isabelle camino hacia su habitación con paso feroz mientras era seguida por Simon. Jace se recargo sobre el barandal de la escalera con una daga que lanzaba al aire para después sostenerla nuevamente despreocupadamente. En un juego claramente peligroso. Magnus se sentó al filo del primer escalón, moviéndose lentamente como mal herido o como si cada movimiento le doliera o le costara trabajo, metió su cabeza entre sus manos con desesperación mientras escuchaba el elevador del instituto bajar. Continuara…