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-Esto es ridículo. –Alec estaba claramente malhumorado no solo por el 
hecho de estar dentro de una tienda departamental sin saber qué 
hacer, sino también por ser notado por tantos mundanos a su 
alrededor. 
-Fue tu idea. –Jace estaba hombro con hombro con su parabatai 
graciosamente comiendo un helado, las chicas que pasaban miraban 
hacia ellos como si fueran una fuerza incontrolable que atraía sus 
miradas. 
Alec se noto un poco más furioso. –Pareces estar disfrutándolo. 
-Clary me ha traído aquí un par de veces, esta cosa vale la pena. –Jace 
levanto la punta del barquillo el cual desapareció en su boca. -¿Y 
bien? –Dijo con su voz no tan nítida por su último bocado. - 
¿Encontraste algo? 
-No. 
Jace se compadeció. –Alec no creo que importe mucho… 
El celular de Alec sonó interrumpiendo a Jace, era un mensaje: 
¿Dónde estás? ¿A qué hora regresas? 
Alec lo leyó tortuosamente y guardo el celular de nuevo en su bolsillo. 
Jace sacudió la cabeza. 
-Si no le contestas inventara un hechizo para localizarte en un mapa. 
-Eso ya existe. –Dijo Alec dirigiéndose a la salida. –Se llama rastreo. 
-Alec… -Jace seguía a su hermano de cerca. –Le estas dando 
demasiada importancia, ¿No lo crees? 
Alec se detuvo y entrecerró sus ojos a su parabatai. -¿No lo harías tu?
Jace lo considero y finalmente dijo. –Muy probablemente, pero… el 
punto es… 
Jace nuevamente fue interrumpido pero ahora por su propio celular, 
nuevamente un mensaje: 
Comenzaremos a entrenar sin ti. ¿Dónde estás? 
Jace respondió: 
Empiecen. Voy en camino. 
Patea el trasero del chico rata por mí. 
Jace guardo su celular sin evitar una sonrisa. –Debo irme, tenemos 
entrenamiento. ¿Tu... 
-Voy contigo. –Alec le interrumpió. Este había sacado su celular y 
estaba escribiendo un mensaje ante la mirada de desaprobación de 
Jace. 
Voy a entrenar en el instituto. Te veo esta noche. 
Jace movió su cabeza de manera negativa. –Evitar a tu novio no me 
parece una de las mejores maneras de resolver tus problemas. 
-Debo entrenar. –Dijo Alec de manera concreta y eficiente. 
-A mi me parece… 
Jace rodo los ojos al ser interrumpido por tercera ocasión por la 
vibración en su bolsillo, era un mensaje de Simón: 
Yo no recuerdo haber sido nunca una rata. 
Y si inevitablemente debe haber un trasero pateado, ese será el tuyo. 
Jace nuevamente rio. –Cazadores de Sombras. –Dijo a Alec fingiendo 
cansancio y guardando su celular.
-La arrogancia no viene con la sangre de Ángel. –Dijo Alec con burla. – 
Esa la copio de ti e Izzy. 
-¿Y qué me dices de Magnus? –Protesto Jace. 
-Le ayudo a lograr la ascensión. –Dijo Alec defendiendo a su novio. –No 
a dar un discurso antes de matar a un demonio. Eso definitivamente 
es tú estilo. 
-Oh cállate Alexander. 
Ambos chicos caminaron a una de las calles principales para tomar un 
taxi y dirigirse al instituto, este no había cambiado mucho en los dos 
años que habían pasado desde su regreso de Edom donde habían 
perdido a Simón, Raphael y Jonathan y solo pudiendo recuperar a uno 
de ellos. 
* * * * * 
-¿Qué pasa contigo? –La voz de Isabelle era severa se dirigió a su 
hermano en cuanto la puerta del elevador del instituto se abrió. – 
Magnus está preocupado, piensa que lo estas evitando. 
-Lo está evitando. –Jace pasó por entre los dos chicos con su sonrisa 
burlona. 
-Sierra la boca Jace. –Advirtió Alec a su parabatai. –Y claro que no lo 
estoy evitando, -Dijo Alec sin convicción. –Vengo a entrenar, eso no 
tiene nada de raro. 
-Magnus no piensa igual. 
Alec se quedo en silencio y sus hermanos entendieron que era tiempo 
de cambiar de tema.
-Como quieras. –Dijo Isabelle fingiendo una despreocupación que 
precisamente no sentía. –Dense prisa, Clary y Simon ya comenzaron a 
entrenar. Y en cuanto a ti. –Isabelle extendió su dedo frente al rostro 
de su hermano. –Sera mejor que arregles las cosas con Magnus, el fin 
de semana iremos de compras y no quiero tolerar el mal gusto que le 
secunda cuando esta de mal humor. 
* * * * * 
La sala de entrenamiento era un lugar amplio e increíblemente 
familiar para Alec, las armas habituales estaban sobre los estantes en 
las paredes así como las líneas en suelo que trazaban la forma en que 
debían moverse los Cazadores mediante una batalla. En medio de un 
círculo que te permitía percibir cual era tu alcance de ataque, se 
encontraban Clary y Simón recargados espalda con espalda, sentados 
cómodamente en el suelo. 
Simón había alcanzado la ascensión hacia unos meses, unas semanas 
después. Ansiosa y alegremente Clary le había pedido ser su parabatai 
algo que para ambos era inevitable. Ahora la runa que los unía 
representaba lo que habían sido toda su vida: Más cercanos que un 
hermano. 
Los Cazadores habían comenzado con su entrenamiento, repentina e 
inconscientemente el entrenamiento se había convertido en una lucha 
de Clary y Simón contra Jace y Alec, una lucha de parabatais de la 
cual los cuatro esperaban ansiosamente conocer el resultado. Estaban 
absortos con su batalla en pareja que olvidaron algo importante. 
Un brillo cegador atravesó el punto de enfoque de los cuatro chicos 
haciéndolos desplegarse hacia atrás precavidamente, los cuatro 
observaron atónitos como el látigo de Isabelle regresaba a su lugar en 
la muñeca de la chica después de su ataque de advertencia. 
-No pienso quedarme aquí parada para ser ignorada. 
-Por el Ángel, Isabelle pudiste habernos matado. –Dijo Jace.
-Eso fue impresionante. –Dijo Alec sincero, y al sentir la mirada de su 
parabatai que le decía: No le des alas, este reafirmo con los hombros 
encogidos. –Lo fue. 
-Me estoy cansando de su tema: Tengo un parabatai y es mejor que el 
tuyo, es muy aburrido, ¿Lo saben? 
-Izzy –Dijo Clary sonriendo tiernamente. 
-Nada de Izzy –Dijo Isabelle dramáticamente molesta. –No quiero un 
parabatai, si lo quisiera lo tendría. Como es siempre que quiero algo. 
-No necesitas un parabatai. –Simón camino hacia Isabelle con 
seguridad. –Hay personas que nacen para brillar por si solos. –Simón 
se acerco y coloco el rostro de la chica entre sus manos. –Y tú, Isabelle 
Lightwood. –Dijo mirándola fijamente a los ojos. –tienes un 
impresionante brillo propio. –Isabelle y Simón comenzaron a besarse 
como si en realidad estuvieran solos en la habitación. 
Clary se rio y aparto la mirada para darles algo de privacidad, Jace 
cruzo sus brazos sobre su pecho rodando los ojos al cielo y Alec les 
dedico una mirada aburrida solo un poco antes de carraspear 
fuertemente para interrumpirlos. –Sigamos entrenando. –Dijo el mayor 
de los Lightwood. 
Pasaron varias horas de arduo entrenamiento en donde Alec ayudo a 
Simon con la práctica de arco y flecha y donde Jace les mostro las 
nuevas estrategias que había diseñado. Después de haberse terminado 
el entrenamiento y asearse, los chicos se reencontraron en el pasillo de 
las habitaciones. 
-¿Iras a casa ahora? –Pregunto Isabelle a su hermano. 
-¿No piensan invitarme a cenar? –Dijo Alec evasivo.
-Por su puesto. –Isabelle no se daba por vencida. –Llama a Magnus y 
pídele que venga a cenar. 
Alec bajo la mirada a sus propias manos. –Tiene mucho trabajo, no… 
no quiero molestarlo. –Alec camino por enfrente de sus amigos directo 
al comedor dejando a Isabelle increíblemente molesta y frustrada. 
La cena fue muy silenciosa, rosando en lo incomodo de lo que estaban 
acostumbrados, Maryse estaba a la cabeza de la mesa comiendo 
distraídamente mientras toda su atención estaba sobre los papeles que 
estaban sobre la mesa al lado de su plato, Clary pensó en que había 
preparado una deliciosa cena a sus hijos y sus amigos considerando 
que Alec estaba también ahí, pero ahora tenía que recuperar el tiempo 
invertido en ello, trabajando durante la cena. 
Jace decidió que era momento de romper el silencio y comenzó a 
hablar sobre una de sus más recientes estrategias, los chicos al no 
tener alternativa siguieron su conversación, todos excepto Alec que 
miraba su plato fijamente sin mucha intención de terminarlo, Jace 
miro como daba un suspiro pronunciado, volteo hacia los papeles 
frente a su madre y tomo la mitad de ellos, Jace sabía que esa era su 
manera de distraerse, las responsabilidades y la resolución de 
problemas eran sumamente relajantes para Alec algo que difícilmente 
entendía pero que le gustaba de su parabatai. 
Alec comenzó a escribir sobre los papeles y una vez que los devolvió su 
madre los reviso y con una sonrisa llena de orgullo coloco una mano 
sobre la de su hijo mayor. –Gracias hijo. –Dijo con satisfacción al ver 
la ayuda que este le había dado. –Me gustaría hablar contigo, ¿Te 
parece que nos veamos en la biblioteca antes de irte? 
-Claro. –Dijo Alec despreocupado. A ninguno de ellos les sorprendió, 
ya que Alec y su madre pasaban mucho tiempo resolviendo asuntos no 
solo del submundo de Nueva York si no de los Nephilim en Alicante y 
en ocasiones el Inquisidor y La Cónsul que naturalmente eran 
cercanos a los responsables del instituto de Nueva York. Le pedían 
ayuda y consejo tanto a Alec como a Magnus.
Al entrar a la biblioteca de inmediato Alec se percato de que su madre 
había dejado de lado pendientes para ir a preparar la cena, era claro 
por como los papeles resaltaban del escritorio al final del enorme 
salón, Alec se acerco a ellos y levanto uno para examinarlo. 
-¿En que estas trabajando? –Pregunto curioso. -¿Necesitas ayuda? 
Al no recibir respuesta giro su cabeza para buscar a su madre la cual 
estaba sentada en uno de los sofás que se encontraban frente a la 
chimenea, esta lo miraba con algo que parecía una sonrisa. 
-¿Por qué no vienes y te sientas Alexander? –Maryse señalo el sillón 
frente a ella. 
Alec estaba cada vez mas extrañado por el comportamiento de su 
madre. -Pensé que… 
-Alexander, -Comenzó su mamá. –Siempre has sido una persona que 
sabe lo que quiere. 
Alec sabía que eso no era del todo cierto. –Realmente no pienso así de 
mí. –Dijo sincero. 
-En ocasiones se te dificulta darte cuenta de que es lo que quieres. – 
Dijo su mama que estaba preparando un par de tazas de té, con calma 
pero con mucha maestría sobre la pequeña mesa que estaba a su lado. 
–Pero cuando te das cuenta de ello. –Maryse extendió una de las tazas 
hacia su hijo. –No hay poder humano que te detenga para conseguirlo. 
–Maryse sonrió, Alec pensó que sus pensamientos habían viajado 
hacia atrás al pasado. –Así has sido desde pequeño. 
-¿Esto es una especie de reclamo? –No lo dijo con molestia sino con 
curiosidad. 
-¿Reclamarte por una de tus mas grandes cualidades? Nunca.
-Madre… 
-Le pregunte a Jace acerca de lo que te ocurría. –Dijo Maryse después 
de dar un sorbo a su te. –No estoy segura si él no lo sabe o si su 
lealtad hacia ti es mayor que lo que quisiera decirle a su propia madre. 
-Jace no… 
-No estoy molesta con él, -Se apresuro a decir Maryse para calmar a 
su hijo. –Pero tenía la esperanza de que me facilitara las cosas. 
-¿Con respecto a qué? 
-A saber lo que te ocurre, a ayudarte. 
-No me ocurre nada. –Dijo Alec y bajo la mirada. 
Maryse era una de las personas que sabía lo terrible que era Alec 
mintiendo. En ese momento el celular de Alec sonó con un mensaje: 
Espero la estés pasando bien con tu familia, ¿Cómo va el 
entrenamiento? ¿El chico rata se comporta? En fin, solo quería saber: 
¿Te veré esta noche? 
Alec no pudo evitar sentirse extraño con esa última pregunta, ¿Te veré 
esta noche? Alec y Magnus no habían pasado una noche separados 
desde hacía dos años, Alec había dicho que quería pasar cada hora del 
resto de su vida a su lado, a lo que Magnus le respondió que harían 
que cada día contara. Un dolor profundo se apodero y se anido en su 
pecho, la manera actual de comportarse no era exactamente la mejor 
manera de cumplir la promesa que había hecho a Magnus. Pero a 
pesar de que su relación definitivamente estaba pasando a otro nivel, 
no había hecho nada para darle a Magnus la seguridad y el derecho a 
su tiempo, hasta ahora eran novios y solo eso. Alec tallo sus ojos y 
guardo su celular sin responder al mensaje. Maryse tuvo suficiente del 
dolor de su hijo y se puso de pie.
-Bien –Dijo enérgicamente y se acerco a la repisa sobre la chimenea. – 
Espero y esto ayude. 
Alec aun aturdido por el mensaje miro hacia lo que su madre le 
extendía: Una caja pequeña forrada de una suave tela en donde la 
runa de matrimonio en un tono dorado se vislumbraba en una de las 
esquinas inferiores y el símbolo Lightwood posado en otra esquina 
superior. 
Alec no la tomo, solo miro a su madre esperando una explicación. 
-Es lo que estabas buscando, ¿No es así? 
Alec entendió lo que eran -¿Cómo lo supiste? –Pregunto Alec 
sencillamente. –No se lo dije a nadie, solo a Jace pero… 
-Soy tu madre Alexander. –Maryse se miraba incluso ofendida por las 
dudas de su hijo. –En ocasiones las madres sabemos este tipo de 
cosas, en fin, -Dijo Maryse y su tono cambio de uno tierno a uno de 
practicidad. Actuaba de nuevo como la directora del instituto. -¿Te 
parece que organice una cena para mañana? Debes entonces tu 
hacerte cargo del anuncio. 
Alec trago saliva, había querido esto desde hace tiempo pero ahora que 
lo miraba tan cerca como la noche siguiente se pregunto si podría 
hacerlo –Claro. –Dijo y tomo la caja. 
Maryse sonrió al ver los nervios expuestos de su hijo, se acerco a él y 
tiernamente coloco su mano sobre la mejilla del chico. –Lo harás bien. 
–Dijo con los ojos brillando y comenzó a caminar hacia el escritorio 
aclarando su garganta. –Ahora –Dijo. –Quisiera que me ayudaras con 
un par de asuntos, tu… 
En ese momento Jace entro precipitadamente a la biblioteca. 
–Hay problemas, -Advirtió, estaba claramente armado y listo para 
atacar. –llego un mensaje de fuego, una decena de demonios están
causando problemas a mundanos que intentaron hacer una 
invocación. 
-¿Donde? –Pregunto Maryse. 
-Un edificio abandonado cerca del Dumort. Lily la líder fue la que 
envió el mensaje. 
Maryse levanto el rostro dando un fuerte suspiro y finalmente dijo: - 
Tengan cuidado. 
* * * * * 
El edificio era lúgubre hasta los cimientos, no quedaba rastro de que 
alguna vez haya sido habitado o funcional, las ventanas entablilladas 
no dejaban dar paso a las luces de la ciudad al otro lado de la calle. 
Alec sostenía su luz mágica diestramente con una mano mientras que 
con la otra sujetaba una daga seráfica que iluminaba su rostro con su 
luz brillante y ardiente, lista para cumplir su propósito, Alec siguió un 
rastro en el suelo, un rastro que pudo haber sido dejado por un 
animal del tipo molusco, la sustancia en el suelo era desagradable e 
incluso con un olor repulsivo, por sobre los pocos muebles que aun se 
encontraban en el lugar Alec noto una figura moviéndose torpemente, 
este acelero el paso y se dirigió sin titubear hacia la misteriosa 
presencia, cuando su luz mágica le permitió visualizar claramente al 
demonio se pudo dar cuenta de la desagradable criatura, el cual no 
dudo en atacar al Nephilim dejando ir su viscoso cuerpo en su contra, 
Alec se aparto sin problemas y dio un paso hacia atrás para alejarse 
del ahora un poco más molesto demonio, Alec precavido levanto su 
daga intentando incitar al demonio el cual tomo la invitación muy en 
serio, el demonio viscoso arrojo un gruñido al cielo y se abalanzo 
contra Alec el cual solo se dio vuelta e inicio una carrera hacia el fondo 
del edificio pasando por todo lo largo de este, conforme corría se 
percataba de las presencias que una a una se unían a la persecución, 
Alec atento a no ser alcanzado y no tropezar en el oscuro lugar, llego 
finalmente a una habitación sin salida en donde se quedo quieto, 
mirando de frente a los ahora múltiples atacantes y esperando que
decidieran atacarlo, no paso mucho tiempo antes de que esto 
ocurriera, una sonrisa atravesó el rostro del Nephilim, al parecer había 
logrado su objetivo pero esto termino en el segundo siguiente que 
sorpresiva e inesperadamente una red de energía azul se poso frente a 
él haciendo que los demonios al haber colisionado violentamente con 
ella se desplegaran haciendo que varios de ellos salieran huyendo del 
lugar. 
Alec se quedo congelado con la boca abierta al ver lo que acababa de 
ocurrir y aun más al ver a la figura frente a él. 
-¿Magnus? –Dijo completamente perplejo. 
Magnus se acerco apresuradamente hacia él y lo tomo por lo hombros. 
-¿Estás bien? 
-¿Qué haces aquí? 
-Alexander te hice una pregunta, ¿Estás bien? 
-Um… si… ¿Qué…? 
-Por el amor de dios. –Magnus parecía estar examinando cada 
articulación de Alec. -¿Qué fue eso? 
-Es lo que yo quisiera saber. –Jace y los demás estaban detrás de 
Magnus este giro hacia ellos. 
-¿Dónde demonios estaban? –Exigió el brujo. –Esto no es exactamente 
trabajo en equipo a mi parecer. 
-Ocultos. –Dijo Clary dejando a Magnus un poco más molesto. 
-Me disculpo entonces. –Dijo Magnus desbordando sarcasmo. –De 
haberlo sabido… 
-Lo echaste todo a perder brujo. –Dijo Jace.
Clary sonrió, Simón se encogió de hombros había pasado suficiente 
tiempo junto a Magnus los pasados meses como para estar consciente 
del inmenso poder y la malicia de este cuando se trataba de hacer 
pagar las insolencias, sabía que Jace le temía hasta cierto punto, pero 
Jace era temerario no solo al cazar, también al enfrentarse al novio de 
su parabatai. 
Magnus por fin soltó a Alec para fijar sus ojos sobre los astutos de 
Jace. -¿Y podrías por favor explicarme de que hablas? –Dijo 
claramente pidiendo a su ser la paciencia suficiente para no hacer 
aparecer a Jace en pleno Central Park vistiendo un adorable vestido 
victoriano con encajes y lentejuelas. 
-Mi estrategia. –Dijo Jace como si eso lo explicara todo. –Si nos 
hubieras dejado hacer nuestro trabajo ahora todos esos demonios 
estarían hechos polvo a nuestros pies y no dispersos por todo el 
edificio. 
Magnus entrecerró los ojos hacia Jace, Alec decidió intervenir. – 
Carnada –Dijo a Magnus, -Intentábamos reunirlos aquí para matarlos 
a todos y… 
-Ahorrar tiempo, -Dijo Jace. –Ahora por el contrario tenemos que ir 
detrás de ellos. 
Magnus miro hacia Alec el cual se miro sorprendido –Y supongo que 
estas bien con el aspecto de andar por ahí ofreciéndote de carnada, 
¿no? 
-Mi turno era el siguiente. –Dijo Simón. 
-Después el de Clary. –Dijo Jace y sintió el pequeño golpe de su novia 
en su hombro. 
Alec distraídamente estaba tomando una daga de su tobillo. –No es 
para tanto… –Comenzó pero no dijo más al percatarse de la furiosa
mirada de Magnus. Alec solo cerró la boca y levanto las manos en 
señal de: Olvídalo, no dije nada. 
Isabelle intento ayudar a su hermano. –Aun hay demonios por aquí, 
por si lo han olvidado. 
-No tiene caso. –Dijo Jace y se notaba frustrado. –No falta mucho para 
que amanezca, lo dejaremos para mañana. 
Mañana, recordó Alec. Mañana por la noche. Inconscientemente metió 
la mano al bolsillo de su chaqueta y sujeto con fuerza la caja que su 
madre le había entregado. 
Debes entonces tu hacerte cargo del anuncio. Las palabras flotaban de 
un lado a otro dentro de su cabeza. 
-¡Alexander! –Jace levanto la voz para despertar a su hermano. - 
¿Sigues con nosotros? ¿Estás de acuerdo o qué? 
Alec parpadeo. -¿De acuerdo con qué? 
-Por el Ángel, -Jace tallo entre sus ojos con frustración y cansancio. – 
Olvídalo. Ve a casa, mañana tal vez podamos cazar algunos demonios, 
ya saben, Cazadores de Sombras. –Dijo haciendo énfasis en el titulo. – 
Solo para variar. 
-Estas de un encantador humor. –Dijo Simon guardando la espada 
seráfica que Magnus le había regalado el día de su ascensión la cual 
dejo de brillar al caer ágilmente sobre la funda que colgaba de su 
espalda. -¿Puedo acompañarte a tu casa? –Simon levanto su luz 
mágica para poder ver con más claridad el rostro de Jace, el cual solo 
levanto su mano para hacer una seña digna de cualquier presidiario. 
* * * * * 
Sonido de llaves inundaron el apartamento de Brooklyn al llegar 
Magnus y Alec y avisaron a Presidente que se acerco a ellos para
recibirlos con su ya común frotamiento felino entre sus tobillos. 
Magnus pareció ignorarlo mientras se adentraba a su hogar haciendo 
flotar su abrigo hacia una percha en la pared y entrando a la cocina 
sin escalas y sin decir una palabra. Alec se quedo parado en la sala. 
-Um… tomare una ducha. –Dijo esperando una contestación que no 
llego y que le advirtió sobre el nivel de enfado de Magnus. Alec mordió 
su labio con descontento y entro a la cocina. 
-¿Tan molesto estas? 
Magnus que parecía estar buscando algo en el refrigerador rompió por 
fin el silencio. -¿De qué hablas? –Dijo secamente. 
-Acabo de decir que tomare una ducha. 
-Y te escuche. 
-cuando digo eso, por lo general te diviertes diciendo algo 
increíblemente vergonzoso como: Yo puedo encargarme de eso o 
enseguida te ayudo. 
Magnus dejo de fingir que buscaba algo en el refrigerador y finalmente 
miro hacia su novio. Alec tenía que admitir que no era lo que esperaba 
o quería pero era algo. 
-Sí. –Admitió Magnus con cansancio. –Pero eso era cuando estaba 
seguro de que no sería rechazado. –Magnus cerró el refrigerador con 
fuerza. –Ahora no lo estoy. 
-¿Rechazado? ¿Por qué dices algo así? 
-Dímelo tú. 
-Magnus…
Magnus pareció haber tenido suficiente y regreso a la sala, como si eso 
le diera tiempo y espacio de escapar de lo que parecía inevitable, no 
quería esto, no quería presionar a Alec, pero definitivamente deseaba 
saber lo que pasaba. ¿Acaso todo lo ocurrido entre ellos había sido tan 
intenso que estaba llegando a su fin? Como lo haría una llama 
poderosa que inevitablemente hubiera consumido todo combustible a 
su paso. Magnus sabía que era posible, lo había experimentado hacia 
cientos de años con un antiguo amante con un rostro ya casi olvidado. 
Sabía que amar a Alexander de la manera que lo hacía no implicaba 
que él lo hiciera también, algo que también había experimentado antes 
en múltiples ocasiones. El amor no correspondido era parte de la vida, 
y más aun de una vida tan extensa como la suya. 
Y ahí estaba con el amor de su vida frente a sus ojos y preguntándose 
si realmente es el amor de su vida. 
-Magnus… -Insistió Alec al seguirlo a la sala. –Yo no… 
-Solo… -Magnus paro a Alec levantando una de sus manos y 
deteniendo lo que fuera que quería decir. Alec no lo noto enojado si no 
triste. –Si hice algo mal. – Dijo para asombro de Alec y no recordaba 
haber visto a Magnus nunca así. Suplicante. –Dímelo y lo remediare, 
lo intentare. Alexander… 
Alec levanto ambas manos, ahora él detuvo a Magnus. -¿Algo mal? 
Para nada. Tú… es decir… lo has hecho todo bien, espectacular. –Dijo 
devastadoramente sincero. –Me has dado los mejores años de mi vida. 
Creí que lo sabías. 
-Lo creía. –Confeso Magnus y por un momento quiso escapar de 
nuevo. Habían sido décadas de endurecimiento, de no permitirse 
mostrarse ante los demás. Novio o no, nunca entregaba o mostraba 
más de lo que quería o estaba dispuesto a perder al perder a ese ser al 
cual había dado algo de él. Hasta ahora que Alec le mostraba su 
sinceridad abrumadora a la que quería responder con mas sinceridad. 
–Yo creí que éramos felices. Yo soy feliz, o lo era.
-¿Lo eras? –Alec se miro aterrado por un momento. 
-Hasta hace unas semanas. –Dijo Magnus. –Comenzaste a evitarme, a 
no querer conversar conmigo a no incluirme en tus días. 
-Yo no intentaba nada de eso. –Dijo Alec y Magnus miro la verdad en 
sus palabras. 
-Tal vez no, pero… 
-Magnus –Dijo Alec y lo tomo de una de sus muñecas. Para alguien 
que había vivido cada día a lado de Alexander difícilmente se hubiera 
dado cuenta de los cambios que este había obtenido, Alexander había 
crecido tal vez dos centímetros, y su cuerpo estaba lentamente 
dejando atrás el de el adolescente para dar paso a un joven fornido e 
increíblemente atractivo, estos cambios podrían pasar desapercibidos 
para cualquiera pero no para Magnus, ya que era algo que amaba 
ocultamente y disfrutaba día a día –Quiero decirte algo, lo he 
intentado por semanas pero… Es algo importante. Y… 
-¿Quieres volver al instituto? 
-¿Qué? 
-Ese ha sido tu hogar siempre. –Dijo Magnus democráticamente. –En 
realidad no veo porque no podemos detenernos, retroceder un poco. Si 
quieres tener un poco más de libertad… Alexander, no tienes que vivir 
conmigo si no lo quieres. 
Alec se quedo en pausa por un momento No tienes que vivir conmigo si 
no lo quieres. Las semanas pasadas llegaron a él como una visión en 
cámara rápida, su comportamiento había llagado al punto de hacer 
pensar a Magnus exactamente lo contrario de lo que deseaba, llego a 
la conclusión de que había sido un verdadero idiota. Algo que debía 
remediar cuanto antes.
Sin soltar su agarre de la muñeca de su novio Alec saco de su 
chaqueta la caja para que este la mirara. 
-¿Qué es? –Pregunto Magnus. 
Alec respiro profundo y liberando a Magnus abrió la caja mostrando el 
anillo que estaba dentro. 
Magnus perdió el aliento por un instante pero con la experiencia que 
lo inundaba se obligo a sí mismo a volver abruptamente a la realidad, 
alejando todos los sueños que surgieron espontáneamente al ver el 
anillo en la mano de Alec. 
-Es un regalo muy bonito Alexander. –Dijo Magnus precavido. –Pero, 
¿no crees que podría malinterpretarse? 
Alec sonrió un poco por la no tan obvia propuesta pero se resigno a 
continuar por el ya no tan impactante camino. 
-Supongo que la sutileza no es algo que quieras de mi ahora ¿Cierto? 
Los ojos de gato verde dorado de Magnus se abrieron a su máxima 
capacidad en el momento en que miro a Alexander bajando al suelo, 
colocándose sobre una de sus rodillas y levantando la caja con el 
anillo dentro hacia él ofreciéndoselo. Sus ojos tan brillantes como las 
mismas estrellas, su expresión ansiosa y segura al mismo tiempo. 
-Magnus Bane –Dijo Alec con su voz ahora ya no tan de niño que 
había escuchado por primera vez hacia más de dos años al conocerlo. 
-¿Me harías el increíble honor de convertirte en mi esposo? 
Magnus bajo hacia sus rodillas para poder tener el rostro del chico 
más cerca del suyo. –Alec –Murmuro sin poder decir otra cosa y 
enredando los dedos de ambas manos en el cabello del chico. 
-Recuerdo ese día. –Dijo Alec. –En esa azotea, en Alicante cuando me 
diste la primera entrega de tu vida escrita por ti. Recuerdo lo que me
ofreciste con ella. Tu pasado, tu futuro y tu vida. Magnus. Quiero más. 
Quiero ser parte de tu historia. Quiero que escribas de mi dentro de 
cientos de años y que entre esas palabras puedas llamarte mi esposo, 
puedas escribir sin ninguna duda que el tiempo que hallas pasado 
conmigo hayan sido los más felices de tu existencia, no es mucho lo 
que puedo ofrecerte, seré viejo y moriré y mi vida será un suspiro al 
lado de la tuya pero entonces, solo me queda entregarte todo, todo lo 
que soy y todo cuanto seré y esta es mi manera de iniciar con eso. 
Magnus estaba perdido en el momento, entre las palabras y en cada 
facción del rostro de Alec, tatuando cada aspecto en su mente y su 
corazón. 
-Ese poema. –Continuo Alec. -Lo escribiste entre las paginas pero no 
estaba muy seguro del porque “Que era la mitad de su alma, -Alec 
comenzó a recitar con maestría, dejaba notar la cantidad de veces que 
seguramente lo había leído. –“Porque yo creí que la mía y la suya 
habían sido una sola alma en dos cuerpos. Y por eso me causaba horror 
la vida, porque no quería vivir a medias y como dividido, y por eso quizá 
temería el morirme, porque no muriese de todo punto aquel a quien 
había amado tanto”. 
-Confesiones. Libro IV, San Agustín. –Dijo Magnus dejando claro que 
sabía de qué poema se trataba pero con la duda aun en su rostro. 
-Ahora lo sé. No era de mí, lo escribiste porque es así como crees que 
te sentirás cuando yo me valla. –Magnus bajo la mirada, pensar en la 
despedida dolía sin importar el tiempo que faltaba para eso. –Pero lo 
sabes, ¿Cierto? Sabes que tener a quien amas y después perderlo vale 
la pena tan solo por el hecho de haberlo tenido, ¿No es así? Déjame 
demostrarte que así es, te prometo que hare que cada día valga la 
pena. 
-Alexander –Magnus ya tenía sus brazos atravesando la espalda del 
chico con fuerza y sin ninguna intención de soltarlo.
-“Y por eso quizá temería el morirme, porque no muriese de todo punto 
aquel a quien había amado tanto”. –murmuro Alec en el oído de 
Magnus. –Debo convertirme en parte de tu ser, para que sientas que 
viviendo tu, lo hare también. 
Magnus se aparto un poco para poder ver el rostro de Alec. –Oh mi 
amado Alexander, ¿Cuándo te volviste tan sabio? 
-En lo absoluto –Sonrió Alec apenado. –Solo dije lo que quería decirte. 
Magnus se abalanzo de nuevo sobre los brazos de Alec. –Y yo aquí sin 
poder decir palabra alguna. 
-Quisiera que dijeras una sola. 
Alec se aparto un poco y sostuvo el anillo de nuevo frente a Magnus. 
Este se conmovió abrumadoramente y cedió su mano para que Alec 
colocara el anillo. -¿Esto es un Si? –Pregunto el chico tímido. 
-Definitivamente Alexander. –Dijo Magnus con gracia. –Esto es un 
total y absoluto Si. 
(*_*)/ 
MayGraciela♥

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  • 1. -Esto es ridículo. –Alec estaba claramente malhumorado no solo por el hecho de estar dentro de una tienda departamental sin saber qué hacer, sino también por ser notado por tantos mundanos a su alrededor. -Fue tu idea. –Jace estaba hombro con hombro con su parabatai graciosamente comiendo un helado, las chicas que pasaban miraban hacia ellos como si fueran una fuerza incontrolable que atraía sus miradas. Alec se noto un poco más furioso. –Pareces estar disfrutándolo. -Clary me ha traído aquí un par de veces, esta cosa vale la pena. –Jace levanto la punta del barquillo el cual desapareció en su boca. -¿Y bien? –Dijo con su voz no tan nítida por su último bocado. - ¿Encontraste algo? -No. Jace se compadeció. –Alec no creo que importe mucho… El celular de Alec sonó interrumpiendo a Jace, era un mensaje: ¿Dónde estás? ¿A qué hora regresas? Alec lo leyó tortuosamente y guardo el celular de nuevo en su bolsillo. Jace sacudió la cabeza. -Si no le contestas inventara un hechizo para localizarte en un mapa. -Eso ya existe. –Dijo Alec dirigiéndose a la salida. –Se llama rastreo. -Alec… -Jace seguía a su hermano de cerca. –Le estas dando demasiada importancia, ¿No lo crees? Alec se detuvo y entrecerró sus ojos a su parabatai. -¿No lo harías tu?
  • 2. Jace lo considero y finalmente dijo. –Muy probablemente, pero… el punto es… Jace nuevamente fue interrumpido pero ahora por su propio celular, nuevamente un mensaje: Comenzaremos a entrenar sin ti. ¿Dónde estás? Jace respondió: Empiecen. Voy en camino. Patea el trasero del chico rata por mí. Jace guardo su celular sin evitar una sonrisa. –Debo irme, tenemos entrenamiento. ¿Tu... -Voy contigo. –Alec le interrumpió. Este había sacado su celular y estaba escribiendo un mensaje ante la mirada de desaprobación de Jace. Voy a entrenar en el instituto. Te veo esta noche. Jace movió su cabeza de manera negativa. –Evitar a tu novio no me parece una de las mejores maneras de resolver tus problemas. -Debo entrenar. –Dijo Alec de manera concreta y eficiente. -A mi me parece… Jace rodo los ojos al ser interrumpido por tercera ocasión por la vibración en su bolsillo, era un mensaje de Simón: Yo no recuerdo haber sido nunca una rata. Y si inevitablemente debe haber un trasero pateado, ese será el tuyo. Jace nuevamente rio. –Cazadores de Sombras. –Dijo a Alec fingiendo cansancio y guardando su celular.
  • 3. -La arrogancia no viene con la sangre de Ángel. –Dijo Alec con burla. – Esa la copio de ti e Izzy. -¿Y qué me dices de Magnus? –Protesto Jace. -Le ayudo a lograr la ascensión. –Dijo Alec defendiendo a su novio. –No a dar un discurso antes de matar a un demonio. Eso definitivamente es tú estilo. -Oh cállate Alexander. Ambos chicos caminaron a una de las calles principales para tomar un taxi y dirigirse al instituto, este no había cambiado mucho en los dos años que habían pasado desde su regreso de Edom donde habían perdido a Simón, Raphael y Jonathan y solo pudiendo recuperar a uno de ellos. * * * * * -¿Qué pasa contigo? –La voz de Isabelle era severa se dirigió a su hermano en cuanto la puerta del elevador del instituto se abrió. – Magnus está preocupado, piensa que lo estas evitando. -Lo está evitando. –Jace pasó por entre los dos chicos con su sonrisa burlona. -Sierra la boca Jace. –Advirtió Alec a su parabatai. –Y claro que no lo estoy evitando, -Dijo Alec sin convicción. –Vengo a entrenar, eso no tiene nada de raro. -Magnus no piensa igual. Alec se quedo en silencio y sus hermanos entendieron que era tiempo de cambiar de tema.
  • 4. -Como quieras. –Dijo Isabelle fingiendo una despreocupación que precisamente no sentía. –Dense prisa, Clary y Simon ya comenzaron a entrenar. Y en cuanto a ti. –Isabelle extendió su dedo frente al rostro de su hermano. –Sera mejor que arregles las cosas con Magnus, el fin de semana iremos de compras y no quiero tolerar el mal gusto que le secunda cuando esta de mal humor. * * * * * La sala de entrenamiento era un lugar amplio e increíblemente familiar para Alec, las armas habituales estaban sobre los estantes en las paredes así como las líneas en suelo que trazaban la forma en que debían moverse los Cazadores mediante una batalla. En medio de un círculo que te permitía percibir cual era tu alcance de ataque, se encontraban Clary y Simón recargados espalda con espalda, sentados cómodamente en el suelo. Simón había alcanzado la ascensión hacia unos meses, unas semanas después. Ansiosa y alegremente Clary le había pedido ser su parabatai algo que para ambos era inevitable. Ahora la runa que los unía representaba lo que habían sido toda su vida: Más cercanos que un hermano. Los Cazadores habían comenzado con su entrenamiento, repentina e inconscientemente el entrenamiento se había convertido en una lucha de Clary y Simón contra Jace y Alec, una lucha de parabatais de la cual los cuatro esperaban ansiosamente conocer el resultado. Estaban absortos con su batalla en pareja que olvidaron algo importante. Un brillo cegador atravesó el punto de enfoque de los cuatro chicos haciéndolos desplegarse hacia atrás precavidamente, los cuatro observaron atónitos como el látigo de Isabelle regresaba a su lugar en la muñeca de la chica después de su ataque de advertencia. -No pienso quedarme aquí parada para ser ignorada. -Por el Ángel, Isabelle pudiste habernos matado. –Dijo Jace.
  • 5. -Eso fue impresionante. –Dijo Alec sincero, y al sentir la mirada de su parabatai que le decía: No le des alas, este reafirmo con los hombros encogidos. –Lo fue. -Me estoy cansando de su tema: Tengo un parabatai y es mejor que el tuyo, es muy aburrido, ¿Lo saben? -Izzy –Dijo Clary sonriendo tiernamente. -Nada de Izzy –Dijo Isabelle dramáticamente molesta. –No quiero un parabatai, si lo quisiera lo tendría. Como es siempre que quiero algo. -No necesitas un parabatai. –Simón camino hacia Isabelle con seguridad. –Hay personas que nacen para brillar por si solos. –Simón se acerco y coloco el rostro de la chica entre sus manos. –Y tú, Isabelle Lightwood. –Dijo mirándola fijamente a los ojos. –tienes un impresionante brillo propio. –Isabelle y Simón comenzaron a besarse como si en realidad estuvieran solos en la habitación. Clary se rio y aparto la mirada para darles algo de privacidad, Jace cruzo sus brazos sobre su pecho rodando los ojos al cielo y Alec les dedico una mirada aburrida solo un poco antes de carraspear fuertemente para interrumpirlos. –Sigamos entrenando. –Dijo el mayor de los Lightwood. Pasaron varias horas de arduo entrenamiento en donde Alec ayudo a Simon con la práctica de arco y flecha y donde Jace les mostro las nuevas estrategias que había diseñado. Después de haberse terminado el entrenamiento y asearse, los chicos se reencontraron en el pasillo de las habitaciones. -¿Iras a casa ahora? –Pregunto Isabelle a su hermano. -¿No piensan invitarme a cenar? –Dijo Alec evasivo.
  • 6. -Por su puesto. –Isabelle no se daba por vencida. –Llama a Magnus y pídele que venga a cenar. Alec bajo la mirada a sus propias manos. –Tiene mucho trabajo, no… no quiero molestarlo. –Alec camino por enfrente de sus amigos directo al comedor dejando a Isabelle increíblemente molesta y frustrada. La cena fue muy silenciosa, rosando en lo incomodo de lo que estaban acostumbrados, Maryse estaba a la cabeza de la mesa comiendo distraídamente mientras toda su atención estaba sobre los papeles que estaban sobre la mesa al lado de su plato, Clary pensó en que había preparado una deliciosa cena a sus hijos y sus amigos considerando que Alec estaba también ahí, pero ahora tenía que recuperar el tiempo invertido en ello, trabajando durante la cena. Jace decidió que era momento de romper el silencio y comenzó a hablar sobre una de sus más recientes estrategias, los chicos al no tener alternativa siguieron su conversación, todos excepto Alec que miraba su plato fijamente sin mucha intención de terminarlo, Jace miro como daba un suspiro pronunciado, volteo hacia los papeles frente a su madre y tomo la mitad de ellos, Jace sabía que esa era su manera de distraerse, las responsabilidades y la resolución de problemas eran sumamente relajantes para Alec algo que difícilmente entendía pero que le gustaba de su parabatai. Alec comenzó a escribir sobre los papeles y una vez que los devolvió su madre los reviso y con una sonrisa llena de orgullo coloco una mano sobre la de su hijo mayor. –Gracias hijo. –Dijo con satisfacción al ver la ayuda que este le había dado. –Me gustaría hablar contigo, ¿Te parece que nos veamos en la biblioteca antes de irte? -Claro. –Dijo Alec despreocupado. A ninguno de ellos les sorprendió, ya que Alec y su madre pasaban mucho tiempo resolviendo asuntos no solo del submundo de Nueva York si no de los Nephilim en Alicante y en ocasiones el Inquisidor y La Cónsul que naturalmente eran cercanos a los responsables del instituto de Nueva York. Le pedían ayuda y consejo tanto a Alec como a Magnus.
  • 7. Al entrar a la biblioteca de inmediato Alec se percato de que su madre había dejado de lado pendientes para ir a preparar la cena, era claro por como los papeles resaltaban del escritorio al final del enorme salón, Alec se acerco a ellos y levanto uno para examinarlo. -¿En que estas trabajando? –Pregunto curioso. -¿Necesitas ayuda? Al no recibir respuesta giro su cabeza para buscar a su madre la cual estaba sentada en uno de los sofás que se encontraban frente a la chimenea, esta lo miraba con algo que parecía una sonrisa. -¿Por qué no vienes y te sientas Alexander? –Maryse señalo el sillón frente a ella. Alec estaba cada vez mas extrañado por el comportamiento de su madre. -Pensé que… -Alexander, -Comenzó su mamá. –Siempre has sido una persona que sabe lo que quiere. Alec sabía que eso no era del todo cierto. –Realmente no pienso así de mí. –Dijo sincero. -En ocasiones se te dificulta darte cuenta de que es lo que quieres. – Dijo su mama que estaba preparando un par de tazas de té, con calma pero con mucha maestría sobre la pequeña mesa que estaba a su lado. –Pero cuando te das cuenta de ello. –Maryse extendió una de las tazas hacia su hijo. –No hay poder humano que te detenga para conseguirlo. –Maryse sonrió, Alec pensó que sus pensamientos habían viajado hacia atrás al pasado. –Así has sido desde pequeño. -¿Esto es una especie de reclamo? –No lo dijo con molestia sino con curiosidad. -¿Reclamarte por una de tus mas grandes cualidades? Nunca.
  • 8. -Madre… -Le pregunte a Jace acerca de lo que te ocurría. –Dijo Maryse después de dar un sorbo a su te. –No estoy segura si él no lo sabe o si su lealtad hacia ti es mayor que lo que quisiera decirle a su propia madre. -Jace no… -No estoy molesta con él, -Se apresuro a decir Maryse para calmar a su hijo. –Pero tenía la esperanza de que me facilitara las cosas. -¿Con respecto a qué? -A saber lo que te ocurre, a ayudarte. -No me ocurre nada. –Dijo Alec y bajo la mirada. Maryse era una de las personas que sabía lo terrible que era Alec mintiendo. En ese momento el celular de Alec sonó con un mensaje: Espero la estés pasando bien con tu familia, ¿Cómo va el entrenamiento? ¿El chico rata se comporta? En fin, solo quería saber: ¿Te veré esta noche? Alec no pudo evitar sentirse extraño con esa última pregunta, ¿Te veré esta noche? Alec y Magnus no habían pasado una noche separados desde hacía dos años, Alec había dicho que quería pasar cada hora del resto de su vida a su lado, a lo que Magnus le respondió que harían que cada día contara. Un dolor profundo se apodero y se anido en su pecho, la manera actual de comportarse no era exactamente la mejor manera de cumplir la promesa que había hecho a Magnus. Pero a pesar de que su relación definitivamente estaba pasando a otro nivel, no había hecho nada para darle a Magnus la seguridad y el derecho a su tiempo, hasta ahora eran novios y solo eso. Alec tallo sus ojos y guardo su celular sin responder al mensaje. Maryse tuvo suficiente del dolor de su hijo y se puso de pie.
  • 9. -Bien –Dijo enérgicamente y se acerco a la repisa sobre la chimenea. – Espero y esto ayude. Alec aun aturdido por el mensaje miro hacia lo que su madre le extendía: Una caja pequeña forrada de una suave tela en donde la runa de matrimonio en un tono dorado se vislumbraba en una de las esquinas inferiores y el símbolo Lightwood posado en otra esquina superior. Alec no la tomo, solo miro a su madre esperando una explicación. -Es lo que estabas buscando, ¿No es así? Alec entendió lo que eran -¿Cómo lo supiste? –Pregunto Alec sencillamente. –No se lo dije a nadie, solo a Jace pero… -Soy tu madre Alexander. –Maryse se miraba incluso ofendida por las dudas de su hijo. –En ocasiones las madres sabemos este tipo de cosas, en fin, -Dijo Maryse y su tono cambio de uno tierno a uno de practicidad. Actuaba de nuevo como la directora del instituto. -¿Te parece que organice una cena para mañana? Debes entonces tu hacerte cargo del anuncio. Alec trago saliva, había querido esto desde hace tiempo pero ahora que lo miraba tan cerca como la noche siguiente se pregunto si podría hacerlo –Claro. –Dijo y tomo la caja. Maryse sonrió al ver los nervios expuestos de su hijo, se acerco a él y tiernamente coloco su mano sobre la mejilla del chico. –Lo harás bien. –Dijo con los ojos brillando y comenzó a caminar hacia el escritorio aclarando su garganta. –Ahora –Dijo. –Quisiera que me ayudaras con un par de asuntos, tu… En ese momento Jace entro precipitadamente a la biblioteca. –Hay problemas, -Advirtió, estaba claramente armado y listo para atacar. –llego un mensaje de fuego, una decena de demonios están
  • 10. causando problemas a mundanos que intentaron hacer una invocación. -¿Donde? –Pregunto Maryse. -Un edificio abandonado cerca del Dumort. Lily la líder fue la que envió el mensaje. Maryse levanto el rostro dando un fuerte suspiro y finalmente dijo: - Tengan cuidado. * * * * * El edificio era lúgubre hasta los cimientos, no quedaba rastro de que alguna vez haya sido habitado o funcional, las ventanas entablilladas no dejaban dar paso a las luces de la ciudad al otro lado de la calle. Alec sostenía su luz mágica diestramente con una mano mientras que con la otra sujetaba una daga seráfica que iluminaba su rostro con su luz brillante y ardiente, lista para cumplir su propósito, Alec siguió un rastro en el suelo, un rastro que pudo haber sido dejado por un animal del tipo molusco, la sustancia en el suelo era desagradable e incluso con un olor repulsivo, por sobre los pocos muebles que aun se encontraban en el lugar Alec noto una figura moviéndose torpemente, este acelero el paso y se dirigió sin titubear hacia la misteriosa presencia, cuando su luz mágica le permitió visualizar claramente al demonio se pudo dar cuenta de la desagradable criatura, el cual no dudo en atacar al Nephilim dejando ir su viscoso cuerpo en su contra, Alec se aparto sin problemas y dio un paso hacia atrás para alejarse del ahora un poco más molesto demonio, Alec precavido levanto su daga intentando incitar al demonio el cual tomo la invitación muy en serio, el demonio viscoso arrojo un gruñido al cielo y se abalanzo contra Alec el cual solo se dio vuelta e inicio una carrera hacia el fondo del edificio pasando por todo lo largo de este, conforme corría se percataba de las presencias que una a una se unían a la persecución, Alec atento a no ser alcanzado y no tropezar en el oscuro lugar, llego finalmente a una habitación sin salida en donde se quedo quieto, mirando de frente a los ahora múltiples atacantes y esperando que
  • 11. decidieran atacarlo, no paso mucho tiempo antes de que esto ocurriera, una sonrisa atravesó el rostro del Nephilim, al parecer había logrado su objetivo pero esto termino en el segundo siguiente que sorpresiva e inesperadamente una red de energía azul se poso frente a él haciendo que los demonios al haber colisionado violentamente con ella se desplegaran haciendo que varios de ellos salieran huyendo del lugar. Alec se quedo congelado con la boca abierta al ver lo que acababa de ocurrir y aun más al ver a la figura frente a él. -¿Magnus? –Dijo completamente perplejo. Magnus se acerco apresuradamente hacia él y lo tomo por lo hombros. -¿Estás bien? -¿Qué haces aquí? -Alexander te hice una pregunta, ¿Estás bien? -Um… si… ¿Qué…? -Por el amor de dios. –Magnus parecía estar examinando cada articulación de Alec. -¿Qué fue eso? -Es lo que yo quisiera saber. –Jace y los demás estaban detrás de Magnus este giro hacia ellos. -¿Dónde demonios estaban? –Exigió el brujo. –Esto no es exactamente trabajo en equipo a mi parecer. -Ocultos. –Dijo Clary dejando a Magnus un poco más molesto. -Me disculpo entonces. –Dijo Magnus desbordando sarcasmo. –De haberlo sabido… -Lo echaste todo a perder brujo. –Dijo Jace.
  • 12. Clary sonrió, Simón se encogió de hombros había pasado suficiente tiempo junto a Magnus los pasados meses como para estar consciente del inmenso poder y la malicia de este cuando se trataba de hacer pagar las insolencias, sabía que Jace le temía hasta cierto punto, pero Jace era temerario no solo al cazar, también al enfrentarse al novio de su parabatai. Magnus por fin soltó a Alec para fijar sus ojos sobre los astutos de Jace. -¿Y podrías por favor explicarme de que hablas? –Dijo claramente pidiendo a su ser la paciencia suficiente para no hacer aparecer a Jace en pleno Central Park vistiendo un adorable vestido victoriano con encajes y lentejuelas. -Mi estrategia. –Dijo Jace como si eso lo explicara todo. –Si nos hubieras dejado hacer nuestro trabajo ahora todos esos demonios estarían hechos polvo a nuestros pies y no dispersos por todo el edificio. Magnus entrecerró los ojos hacia Jace, Alec decidió intervenir. – Carnada –Dijo a Magnus, -Intentábamos reunirlos aquí para matarlos a todos y… -Ahorrar tiempo, -Dijo Jace. –Ahora por el contrario tenemos que ir detrás de ellos. Magnus miro hacia Alec el cual se miro sorprendido –Y supongo que estas bien con el aspecto de andar por ahí ofreciéndote de carnada, ¿no? -Mi turno era el siguiente. –Dijo Simón. -Después el de Clary. –Dijo Jace y sintió el pequeño golpe de su novia en su hombro. Alec distraídamente estaba tomando una daga de su tobillo. –No es para tanto… –Comenzó pero no dijo más al percatarse de la furiosa
  • 13. mirada de Magnus. Alec solo cerró la boca y levanto las manos en señal de: Olvídalo, no dije nada. Isabelle intento ayudar a su hermano. –Aun hay demonios por aquí, por si lo han olvidado. -No tiene caso. –Dijo Jace y se notaba frustrado. –No falta mucho para que amanezca, lo dejaremos para mañana. Mañana, recordó Alec. Mañana por la noche. Inconscientemente metió la mano al bolsillo de su chaqueta y sujeto con fuerza la caja que su madre le había entregado. Debes entonces tu hacerte cargo del anuncio. Las palabras flotaban de un lado a otro dentro de su cabeza. -¡Alexander! –Jace levanto la voz para despertar a su hermano. - ¿Sigues con nosotros? ¿Estás de acuerdo o qué? Alec parpadeo. -¿De acuerdo con qué? -Por el Ángel, -Jace tallo entre sus ojos con frustración y cansancio. – Olvídalo. Ve a casa, mañana tal vez podamos cazar algunos demonios, ya saben, Cazadores de Sombras. –Dijo haciendo énfasis en el titulo. – Solo para variar. -Estas de un encantador humor. –Dijo Simon guardando la espada seráfica que Magnus le había regalado el día de su ascensión la cual dejo de brillar al caer ágilmente sobre la funda que colgaba de su espalda. -¿Puedo acompañarte a tu casa? –Simon levanto su luz mágica para poder ver con más claridad el rostro de Jace, el cual solo levanto su mano para hacer una seña digna de cualquier presidiario. * * * * * Sonido de llaves inundaron el apartamento de Brooklyn al llegar Magnus y Alec y avisaron a Presidente que se acerco a ellos para
  • 14. recibirlos con su ya común frotamiento felino entre sus tobillos. Magnus pareció ignorarlo mientras se adentraba a su hogar haciendo flotar su abrigo hacia una percha en la pared y entrando a la cocina sin escalas y sin decir una palabra. Alec se quedo parado en la sala. -Um… tomare una ducha. –Dijo esperando una contestación que no llego y que le advirtió sobre el nivel de enfado de Magnus. Alec mordió su labio con descontento y entro a la cocina. -¿Tan molesto estas? Magnus que parecía estar buscando algo en el refrigerador rompió por fin el silencio. -¿De qué hablas? –Dijo secamente. -Acabo de decir que tomare una ducha. -Y te escuche. -cuando digo eso, por lo general te diviertes diciendo algo increíblemente vergonzoso como: Yo puedo encargarme de eso o enseguida te ayudo. Magnus dejo de fingir que buscaba algo en el refrigerador y finalmente miro hacia su novio. Alec tenía que admitir que no era lo que esperaba o quería pero era algo. -Sí. –Admitió Magnus con cansancio. –Pero eso era cuando estaba seguro de que no sería rechazado. –Magnus cerró el refrigerador con fuerza. –Ahora no lo estoy. -¿Rechazado? ¿Por qué dices algo así? -Dímelo tú. -Magnus…
  • 15. Magnus pareció haber tenido suficiente y regreso a la sala, como si eso le diera tiempo y espacio de escapar de lo que parecía inevitable, no quería esto, no quería presionar a Alec, pero definitivamente deseaba saber lo que pasaba. ¿Acaso todo lo ocurrido entre ellos había sido tan intenso que estaba llegando a su fin? Como lo haría una llama poderosa que inevitablemente hubiera consumido todo combustible a su paso. Magnus sabía que era posible, lo había experimentado hacia cientos de años con un antiguo amante con un rostro ya casi olvidado. Sabía que amar a Alexander de la manera que lo hacía no implicaba que él lo hiciera también, algo que también había experimentado antes en múltiples ocasiones. El amor no correspondido era parte de la vida, y más aun de una vida tan extensa como la suya. Y ahí estaba con el amor de su vida frente a sus ojos y preguntándose si realmente es el amor de su vida. -Magnus… -Insistió Alec al seguirlo a la sala. –Yo no… -Solo… -Magnus paro a Alec levantando una de sus manos y deteniendo lo que fuera que quería decir. Alec no lo noto enojado si no triste. –Si hice algo mal. – Dijo para asombro de Alec y no recordaba haber visto a Magnus nunca así. Suplicante. –Dímelo y lo remediare, lo intentare. Alexander… Alec levanto ambas manos, ahora él detuvo a Magnus. -¿Algo mal? Para nada. Tú… es decir… lo has hecho todo bien, espectacular. –Dijo devastadoramente sincero. –Me has dado los mejores años de mi vida. Creí que lo sabías. -Lo creía. –Confeso Magnus y por un momento quiso escapar de nuevo. Habían sido décadas de endurecimiento, de no permitirse mostrarse ante los demás. Novio o no, nunca entregaba o mostraba más de lo que quería o estaba dispuesto a perder al perder a ese ser al cual había dado algo de él. Hasta ahora que Alec le mostraba su sinceridad abrumadora a la que quería responder con mas sinceridad. –Yo creí que éramos felices. Yo soy feliz, o lo era.
  • 16. -¿Lo eras? –Alec se miro aterrado por un momento. -Hasta hace unas semanas. –Dijo Magnus. –Comenzaste a evitarme, a no querer conversar conmigo a no incluirme en tus días. -Yo no intentaba nada de eso. –Dijo Alec y Magnus miro la verdad en sus palabras. -Tal vez no, pero… -Magnus –Dijo Alec y lo tomo de una de sus muñecas. Para alguien que había vivido cada día a lado de Alexander difícilmente se hubiera dado cuenta de los cambios que este había obtenido, Alexander había crecido tal vez dos centímetros, y su cuerpo estaba lentamente dejando atrás el de el adolescente para dar paso a un joven fornido e increíblemente atractivo, estos cambios podrían pasar desapercibidos para cualquiera pero no para Magnus, ya que era algo que amaba ocultamente y disfrutaba día a día –Quiero decirte algo, lo he intentado por semanas pero… Es algo importante. Y… -¿Quieres volver al instituto? -¿Qué? -Ese ha sido tu hogar siempre. –Dijo Magnus democráticamente. –En realidad no veo porque no podemos detenernos, retroceder un poco. Si quieres tener un poco más de libertad… Alexander, no tienes que vivir conmigo si no lo quieres. Alec se quedo en pausa por un momento No tienes que vivir conmigo si no lo quieres. Las semanas pasadas llegaron a él como una visión en cámara rápida, su comportamiento había llagado al punto de hacer pensar a Magnus exactamente lo contrario de lo que deseaba, llego a la conclusión de que había sido un verdadero idiota. Algo que debía remediar cuanto antes.
  • 17. Sin soltar su agarre de la muñeca de su novio Alec saco de su chaqueta la caja para que este la mirara. -¿Qué es? –Pregunto Magnus. Alec respiro profundo y liberando a Magnus abrió la caja mostrando el anillo que estaba dentro. Magnus perdió el aliento por un instante pero con la experiencia que lo inundaba se obligo a sí mismo a volver abruptamente a la realidad, alejando todos los sueños que surgieron espontáneamente al ver el anillo en la mano de Alec. -Es un regalo muy bonito Alexander. –Dijo Magnus precavido. –Pero, ¿no crees que podría malinterpretarse? Alec sonrió un poco por la no tan obvia propuesta pero se resigno a continuar por el ya no tan impactante camino. -Supongo que la sutileza no es algo que quieras de mi ahora ¿Cierto? Los ojos de gato verde dorado de Magnus se abrieron a su máxima capacidad en el momento en que miro a Alexander bajando al suelo, colocándose sobre una de sus rodillas y levantando la caja con el anillo dentro hacia él ofreciéndoselo. Sus ojos tan brillantes como las mismas estrellas, su expresión ansiosa y segura al mismo tiempo. -Magnus Bane –Dijo Alec con su voz ahora ya no tan de niño que había escuchado por primera vez hacia más de dos años al conocerlo. -¿Me harías el increíble honor de convertirte en mi esposo? Magnus bajo hacia sus rodillas para poder tener el rostro del chico más cerca del suyo. –Alec –Murmuro sin poder decir otra cosa y enredando los dedos de ambas manos en el cabello del chico. -Recuerdo ese día. –Dijo Alec. –En esa azotea, en Alicante cuando me diste la primera entrega de tu vida escrita por ti. Recuerdo lo que me
  • 18. ofreciste con ella. Tu pasado, tu futuro y tu vida. Magnus. Quiero más. Quiero ser parte de tu historia. Quiero que escribas de mi dentro de cientos de años y que entre esas palabras puedas llamarte mi esposo, puedas escribir sin ninguna duda que el tiempo que hallas pasado conmigo hayan sido los más felices de tu existencia, no es mucho lo que puedo ofrecerte, seré viejo y moriré y mi vida será un suspiro al lado de la tuya pero entonces, solo me queda entregarte todo, todo lo que soy y todo cuanto seré y esta es mi manera de iniciar con eso. Magnus estaba perdido en el momento, entre las palabras y en cada facción del rostro de Alec, tatuando cada aspecto en su mente y su corazón. -Ese poema. –Continuo Alec. -Lo escribiste entre las paginas pero no estaba muy seguro del porque “Que era la mitad de su alma, -Alec comenzó a recitar con maestría, dejaba notar la cantidad de veces que seguramente lo había leído. –“Porque yo creí que la mía y la suya habían sido una sola alma en dos cuerpos. Y por eso me causaba horror la vida, porque no quería vivir a medias y como dividido, y por eso quizá temería el morirme, porque no muriese de todo punto aquel a quien había amado tanto”. -Confesiones. Libro IV, San Agustín. –Dijo Magnus dejando claro que sabía de qué poema se trataba pero con la duda aun en su rostro. -Ahora lo sé. No era de mí, lo escribiste porque es así como crees que te sentirás cuando yo me valla. –Magnus bajo la mirada, pensar en la despedida dolía sin importar el tiempo que faltaba para eso. –Pero lo sabes, ¿Cierto? Sabes que tener a quien amas y después perderlo vale la pena tan solo por el hecho de haberlo tenido, ¿No es así? Déjame demostrarte que así es, te prometo que hare que cada día valga la pena. -Alexander –Magnus ya tenía sus brazos atravesando la espalda del chico con fuerza y sin ninguna intención de soltarlo.
  • 19. -“Y por eso quizá temería el morirme, porque no muriese de todo punto aquel a quien había amado tanto”. –murmuro Alec en el oído de Magnus. –Debo convertirme en parte de tu ser, para que sientas que viviendo tu, lo hare también. Magnus se aparto un poco para poder ver el rostro de Alec. –Oh mi amado Alexander, ¿Cuándo te volviste tan sabio? -En lo absoluto –Sonrió Alec apenado. –Solo dije lo que quería decirte. Magnus se abalanzo de nuevo sobre los brazos de Alec. –Y yo aquí sin poder decir palabra alguna. -Quisiera que dijeras una sola. Alec se aparto un poco y sostuvo el anillo de nuevo frente a Magnus. Este se conmovió abrumadoramente y cedió su mano para que Alec colocara el anillo. -¿Esto es un Si? –Pregunto el chico tímido. -Definitivamente Alexander. –Dijo Magnus con gracia. –Esto es un total y absoluto Si. (*_*)/ MayGraciela♥