Una mujer se sometió a una cirugía plástica para reducir el tamaño de sus labios vaginales de forma secreta. Al despertar de la anestesia, encontró tres rosas junto a su cama del cirujano, la enfermera que la asistió y un hombre quemado en el piso de arriba que recibió nuevas orejas, demostrando que la confidencialidad en el hospital no es absoluta.