1. Filósofos de cabecera
TEXTO: BLANCA TORQUEMADA ILUSTRACIÓN: MAR FERRERO
Actualizado 10/05/2003- 00:06:51
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Ser o no ser. Los consultorios de asesoramiento filosófico para
abordar los dilemas existenciales y cotidianos están emergiendo
en España. Una «tercera vía», frente a los psicólogos y
psiquiatras, con una clara divisa: los problemas no son
enfermedades
La palabra «diván» altera el discurso sosegado de Lou Marinoff,
un neoyorquino singular conocido por sus «best sellers» (¿Les
suena «Más Platón y menos Prozac», y ahora «Pregúntale a
Platón»?),además de eventual concertista de guitarra y maestro
de «hockey-mesa»,una versión «made in USA» del futbolín.El
barbado Marinoff lucha a brazo partido para promocionar en
todo el mundo el «asesoramiento filosófico» y para que los
postulados de esta praxis clínica no sean confundidos con los de
los psiquíatras y psicólogos. Con amplio éxito promocionaly en
un momento muy oportuno. Hace sólo unos meses nació
Asepraf (Asociación Española para la Práctica y el
Asesoramiento Filosófico) y ya algunos especialistas pasan
consultaen Sevilla, Barcelona y Madrid.
Marinoff el comunicador
Marinoff no es el principal referente de la FilosofíaClínica, pero
2. sí su vertiente divulgativa de mayor alcance. Nos citamos con él
en una ventosamañana primaveral, al borde de una taza de café
con leche, y enseguida logra, expresivo y vehemente,que
comprendamos la peculiaridad de sus propuestas: «Al asesor
filosófico no le interesan sus traumas de la infancia, sino cómo
puede plantear usted la resolución de sus problemas a partir de
ahora». Parece más cómodo, pero no lo es: «Con el psicólogo,
usted llega a conclusiones de que lo que le ocurre se debe a que
su padre le pegaba cuando era niña, por ejemplo, lo cual puede
servir de asidero para no hacer nada. Simplemente, usted
concluye «qué le voy a hacer, si esto me pasa porque mi padre
me sacudía de pequeña», mientras que con el filósofo usted
debe actuar y adoptar sus propias decisiones».
Para ello, los asesores filosóficos se nutren de la rica historia del
pensamiento, de modo que «ofrecen las direcciones señaladas
por distintas corrientes, de acuerdo con la idiosincrasia singular
de cada cliente. A uno le puede servir Hobbes, a otro el
budismo. a otro Kant... Era necesario que las grandes ideas
descendieran a la calle, a lo concreto, desde la abstracción». De
modo que el asesoramiento filosófico es compatible con que el
individuo sea creyente o agnóstico, madridista o de la Juve,
aficionado al aeromodelismo o al encaje de bolillos:«Hay
soluciones para cada individuo».
¿Respuestas para todo?
¿Quiénes somos,de dónde venimos, a dónde vamos? No sólo las
grandes preguntas hallan respuesta en el filósofo de cabecera,
según Marinoff.También lo cotidiano: cómo superar la rutina
en un matrimonio, fórmulas para soportar el hostigamiento
laboral, recetas para los conflictos con los hijos... Suena a piedra
filosofal de la felicidad, así que nos vemos obligados a hurgar en
las limitaciones de este tipo de asistencia,y a descender a los
aspectos prácticos. Marinoff explica que las sesiones se
desarrollan en un despacho, y que el método es la conversación:
«Una mesa, dos sillas, usted y yo. Nada de diván, por supuesto.
En la charla analizamos su personalidad y la naturaleza del
problema. Y a partir de ahí se desbroza el camino en una
dirección concreta». En cuanto a la implantación de los
«filósofos de cabecera» en los Estados Unidos admite que «es
limitada, pero su presencia y su capacidad de influenciaes real.
Actualmente, puede que se esté atendiendo a unas tre mil
personas al año. Hay que considerar que nuestro país no es
3. terreno abonado, aunque lo parezca. El nivel de la enseñanza
media es tan deplorable que la palabra «filosofía» espantaa la
gran mayoría de los ciudadanos».
A la vista de su relato, las fronteras entre la consulta del
psicólogo y la del filósofo nono están tan claras como pretende.
Desgrana las razones de la confusión:«Esto sucede más porque
el psicólogo recurre a la filosofíaque por el mecanismo
contrario. De hecho, la psicología ha dejado en evidencia sus
limitaciones porque se resigna a catalogar los problemas como
enfermedades.Es la «pasión por el síndrome». La que ha
llevado, por ejemplo, a que una amplísima proporción de los
escolares hayan sido diagnosticados como hiperactivos».
Cuando preguntamos al profesor Marinoff si el 11 de septiembre
ha disparado la demanda de asesoramiento filosófico,despliega
una sonrisa de complicidad: «Da usted en el clavo, porque el 11-
S es el perfecto ejemplo de hecho terrible frente al que de nada
sirve desentrañar traumas infantiles del individuo, ni buscar
una interpretación freudiana de sus sueños».
Un testimonio
«Hay empatía, y eso es lo principal». Ernesto confía en su
filósofo de cabecera, con quien se cita en el centro de Madrid
una vez por semana. Es uno de los pocos españoles que ha
tenido la ocasión de caminar por una senda tan novedosa en la
forma como clásica en su fondo: todos los profesionales de esta
especialidad clínica admiten que lo que administran no es sino
una versión depurada (si se quiere, académica) del sentido
común. En suma, el tradicional «tomarse las cosas con
filosofía».
El problema de Ernesto no es tan grave como para inhabilitarle
socialmente,pero sí obstaculiza sus avances en el terreno
personal y laboral: «Cuando se me asigna una responsabilidad,
la acepto, pero luego, consciente o inconscientemente,hago
todo lo posible para eludir o retardar cumplirla». Así, se vio en
brazos «de una terapia con una psicóloga conductista de la que
no tengo queja, pero que no era suficiente.Ahora, con el asesor
filosófico,es otra cosa». ¿Por qué? «Yo diría... -se detiene,
pensativo- que las terapias, en occidente son comodonas. Te
pones en manos de alguien para que te cure o te solucione el
problema. Y los filósofos exigen la implicación del sujeto.La
clave está en que llegan a hacerte entender que la solución está
en tu mano. Mi asesor parte de la base de que intentar superar
4. cualquier problema responde a algún propósito, y de que es más
efectivo aceptar nuestras tendencias naturales que luchar contra
ellas, porque tratar de erradicarlas puede terminar por reforzar
aún más lo que pretendes corregir».
Método y precios
Mónica Cavallé es la presidenta de Asepraf (Asociación
Española para la Práctica y el Asesoramiento Filosóficos) y
ejerce en una consultade Madrid desde hace dos años. Sus
honorarios son moderados: «Cobro 42 euros por sesión de una
hora, que habitualmente se prolonga hasta hora y media».
Despeja las brumas de los «best sellers» y no se considera
discípula del muy popular Marinoff «sino de Gerd Achenbach,
un profesor alemán que es el verdadero padre de la práctica
filosóficaen Europa». «Nuestra propuesta -aclara- se basa en
cómo enfrentarse a un problema o dilema ético sin partir del
esquemasalud-enfermedad. El método de trabajo es el diálogo.
Preguntas y respuestas que van arrojando luz sobre la cuestión.
Mayéuticasocrática, en suma. Ayudas al otro a que encuentre
las respuestas que están dentro de él». Cavallé explica que sus
clientes «habitualmente son personas de entre 30 y 50 años,
con estudios o, al menos,con inquietudes culturales»,pero
matiza que «estos servicios están abiertos a todo el mundo».
Pregúntale a San Juan
Desde una visión sin orejeras, plenamente cosmopolita,Antonio
de Nicolás, profesor universitario palentino afincado en los
Estados Unidos, autor de numerosos ensayos yespecialistaen
asesoramiento filosófico,no comulga con la abrupta escisión
entre psicólogos y filósofos planteada por Marinoff:«No hay tal.
Al menos en Europa, donde los planteamientos de los
psicólogos tienen una amplia base filosófica.En los Estados
Unidos es diferente porque aquí la praxis está marcada por la
exigencia de permisos diferentes para cualquiertipo de ejercicio
profesional».
«No puede haber compartimentos estancos entre disciplinas -
comenta- porque la filosofíaclínicadebe utilizar bases de la
neurobiología. Las respuestas complejas ante problemas
complejos se elaboran en los lóbulos frontales del cerebro». En
cuanto a los maestros de esta praxis, tiene ya sobrada
perspectiva para la ironía: «En los libros de Marinoff, de Platón
no hay nada, porque hace propuestas socráticas... En cuanto a
Achenbach como maestro de la filosofíapráctica, yo prefiero ir
5. mucho más atrás. Los místicos españoles. San Juan o Santa
Teresa sí que incorporan técnicas para adoptar decisiones...».