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Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes
Ilustraciones de Isabel Hojas
EL INSÓLITO VIAJE DE
JEMMY BUTTON
Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes
Ilustraciones de Isabel Hojas
EL INSÓLITO VIAJE DE
JEMMY BUTTON
editorial amanuta
COLECCIÓN MI HISTORIA
EL VIAJE DE JEMMY BUTTON
Viaje de vuelta
(Diciembre 1831 - Enero 1833)
Bote Ballenero: Pequeño bote que llevaba el
Beagle y que se parecía a las embarcaciones
utilizadas para cazar ballenas. Servía para
navegar por canales y lugares donde no
podían incursionar grandes embarcaciones.
Tenía mástil desmontable.
Beagle: Nombre de una embarcación
inglesa en la que viajó Jemmy Button.
Tenía tres mástiles, tres botes balleneros.
Medía 27 metros de largo y 7,5 metros
de ancho.
Viaje de ida
(Mayo 1830 - Octubre 1830)
ASIA
AMÉRICA
DEL SUR
AMÉRICA
DEL NORTE
OCÉANO
PACÍFICO
OCÉANO
PACÍFICO
OCÉANO
ATLÁNTICO
AUSTRALIA
EUROPA
EU
EU
INGLATERRA
Montevideo
Wulaia
Rio de Janeiro
Salvador de Bahía
INGL
Plymouth
ÁFRICA
TIERRA
DEL FUEGO
Mon
Mont
Mont
Mont
Mont
M
Mo evid
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eo
Wula
W
W
W
W
W ia
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EGO
Wulaia: La tierra de Jemmy.
TIERRA
DEL FUEGO
Estrecho de Magallanes: Un estrecho
es una separación natural entre dos
mares. El estrecho de Magallanes
se llama así por su descubridor
(Hernando de Magallanes) del siglo
XVI y une el Océano Atlántico y el
Oceáno Pacífico.
Yámana: Pueblo que habitaba la zona
más austral de América. Vivían en las
islas al sur de Tierra del Fuego. Eran
nómades: se desplazaban de un lugar
a otro en sus canoas por los canales
del sur de Chile.
Kawésqar: También conocidos como
alacalufes. Los kawésqar eran canoeros que
habitaban las islas y canales desde el Golfo
de Penas hasta el Estrecho de Magallanes.
Fueguinos: Indígenas que habitaban el sur del
continente americano, en Tierra del Fuego y
las islas circundantes. Fueron denominados
fueguinos por los europeos del siglo XVI que
vieron las grandes fogatas que hacían. Estos
pueblos son los selk´nam u onas, los kawésqar o
alacalufes y los yámana o yaganes.
RRA
UEGO
n
a
d
O
O
O
Y
Y
mana o yaganes.
Hace casi doscientos años, en 1826, cuando América
recién se había independizado de España, ocurrió
una de las más grandes aventuras de todos los tiempos.
Desde Inglaterra, el capitán inglés Robert Fitz-Roy,
con solo 26 años de edad, zarpó al mando de una
pequeña embarcación llamada Beagle.
El objetivo del viaje era el reconocimiento y la
medición de las costas más australes de América, donde
el clima era muy frío y el mar sumamente peligroso.
Si todo salía bien, los ingleses tendrían sus propios
mapas del continente americano.
Después de más de un año de navegación, el
Beagle llegó al Estrecho de Magallanes.
–Nunca he visto olas tan grandes –dijo un marinero desde la
cubierta del Beagle.
–Amarren los mástiles inmediatamente –gritó otro tripulante.
Poco a poco, la tormenta fue pasando y el mar se fue
tranquilizando, pero los tripulantes seguían cansados y preocupados.
–¿Cuánto falta para terminar este viaje? –preguntó Murray, uno de
los mandamases de a bordo.
–Murray, todavía nos quedan costas por examinar y por dibujar en
mis mapas –respondió el capitán Fitz-Roy.
–Capitán Fitz-Roy, este clima es espantoso. El viento es frío y
sopla fuerte, la neblina apenas nos deja ver y el mar pareciera
estar furioso. Es muy peligroso navegar por aquí. Estamos en el
fin del mundo y son pocos los que han sobrevivido a estos mares
australes –replicó Murray.
–Temo que si desembarcamos seremos atacados. Dicen que en
estas tierras desoladas e inhóspitas hay hombres salvajes que son
muy peligrosos –agregó otro marinero.
–No debemos dejarnos vencer. Por Dios y por Inglaterra
cumpliremos nuestro trabajo hasta el final. Es la misión del
Beagle –insistió Fitz-Roy.
El capitán Fitz-Roy ancló el Beagle en una de las bahías del Estrecho de Magallanes.
–La tormenta ha pasado. Bajen el bote ballenero y exploren los canales. Murray, lleven
provisiones para varios días y los instrumentos para hacer los mapas –ordenó Fitz-Roy.
–Capitán, yo velaré por el bote y los marineros –dijo Murray.
–No dejen costa sin registrar. Si les falta viento, usen los remos. Nosotros esperaremos
aquí, anclados –insistió Fitz-Roy.
Murray y algunos hombres se embarcaron en el bote y se dirigieron a la costa.
Habían pasado siete días desde que partiera el bote, y Murray
con sus hombres no regresaban. Fitz-Roy estaba muy preocupado.
–Capitán, capitán, veo a lo lejos que algo se acerca –dijo Bennet, el
mayordomo de Fitz-Roy.
–Son dos de mis hombres, pero no vienen en el bote. ¡Qué extraño!
–dijo Fitz-Roy mirando por su catalejo–. Es una canasta con dos
hombres adentro.
Cuando la canasta estuvo a corta distancia, Fitz-Roy,
reconociendo a Murray, preguntó:
–¿Qué les ha sucedido?
–Los salvajes nos robaron el bote mientras dormíamos en una de
las islas –balbuceó Murray, agotado y ya casi sin habla–. Lo siento,
mi capitán.
–¡Tenemos que recuperar el bote! Es indispensable para cumplir
con nuestra misión.
–Sí, mi capitán –respondieron los marineros.
–Preparen mi otro bote, no podemos perder tiempo. Y debemos
cuidarlo, es el único que nos queda –ordenó Fitz-Roy.
Cuando Fitz-Roy llegó a tierra, recuperó el resto de la tripulación
de Murray, y se fue inmediatamente en busca del bote robado.
En el viaje se encontró con una canoa de indígenas kawésqar.
–Miren, estos indígenas están desnudos y al parecer no sienten frío
–dijo Fitz-Roy, impresionado.
–E incluso se sumergen en estas gélidas aguas –agregó Murray.
Como no conocía el idioma de ellos, Fitz-Roy, haciendo
gestos y ruidos, les preguntó:
–¿Han visto un bote?
Las mujeres que estaban mariscando lograron
entender y, apuntando, dijeron:
–Ak´uáso. Ak´uá kájef!
(canoa en kawésqar).
Los ingleses repitieron:
–Ak´uá kájef.
Fitz-Roy y sus hombres se dirigieron hacia donde las
indígenas les habían señalado. Al acercarse a tierra, divisaron
un campamento de indígenas kawésqar y un pedazo de mástil
de su bote ballenero.
Enrabiado y enojado, Fitz-Roy desembarcó con sus
hombres armados con pistolas y rifles. El capitán y sus
marineros persiguieron y atacaron a los indígenas, que se
defendieron tirándoles piedras. En la confusión, Murray
disparó a uno de ellos y lo mató.
Después del impactante ruido de la pólvora, se produjo
un silencio sepulcral. Los ingleses se aprovecharon del
desconcierto de los indígenas y tomaron a varios rehenes.
Ésta era la venganza de Fitz-Roy.
Cambiaría a los prisioneros por el bote, o por alguna pista
para encontrarlo.
Fitz-Roy y su tripulación siguieron buscando el bote ballenero
y tomando rehenes en las islas circundantes. Al no tener éxito,
y ya cansados y frustrados, decidieron volver al Beagle solo con
tres prisioneros: dos hombres y una niña de ocho años.
–¿Y ahora, qué hacemos con estos rehenes? –preguntó Murray.
–Los llevaremos al Beagle –respondió el capitán.
Tres meses después, Fitz-Roy, obsesionado con su bote perdido,
decidió irse a los canales más australes del planeta. En la costa de
una isla llamada Wulaia se encontró con dos indígenas yámana:
un adulto y un niño de 15 años.
Sin perder las esperanzas, les preguntó:
–¿Han visto un bote?
El indígena adulto no le entendió y, en cambio, se deslumbró
con el botón de la chaqueta de Murray.
–Dale el botón a este salvaje y nos llevamos al niño que puede
servir de intérprete para encontrar nuestro bote –ordenó
el capitán.
Fitz-Roy se llevó al niño al Beagle sin el permiso de su
familia. Lo raptó.
Una vez a bordo, Fitz-Roy dijo:
–Bennet, me doy por vencido con nuestro bote perdido. Hemos buscado
por todos los canales de estas tierras indómitas y no aparece. Vistan a
estos indígenas que no pueden andar desnudos por el barco.
Entonces, los marineros bañaron y vistieron a los cuatro indígenas.
–A la niña llamémosla Fuegia Basket o Canasta Fueguina, a éste York
Minster, en memoria de un lugar de Inglaterra, y a este otro Boat
Memory, en memoria del bote robado –dijeron los marineros.
–Al niño, Jemmy Button o Jaimito Botón en recuerdo del botón de
Murray–dijo otro, entre risas.
Bennet les enseñó a usar los cubiertos, a abrocharse los zapatos y la
ropa, y a mirarse en el espejo.
–Yo, tú, bote, mar, cielo, sol –balbuceó Jemmy, imitando a Bennet.
Jemmy se ganó poco a poco el cariño de toda la tripulación. Era
un niño alegre y se reía casi siempre. Estaba fascinado con sus nuevas
ropas y se miraba al espejo cada vez que podía.
–¿Qué vamos a hacer con estos salvajes? –preguntó, Bennet, preocupado.
–Es nuestro deber civilizar a estos pobres fueguinos para que no se vayan al
infierno. Los ingleses tenemos la fortuna de ser civilizados y poseer la religión
verdadera –contestó Fitz-Roy con voz firme y segura.
–¿Y cómo lo haremos? –preguntó Bennet con incertidumbre.
–No te preocupes, mi querido Bennet. Los llevaremos a Inglaterra. Irán al colegio y
tú serás el encargado de enseñarles las buenas costumbres –respondió Fitz-Roy.
–Muy bien, mi capitán. Cumpliré sus órdenes –exclamó Bennet, obediente pero no
muy convencido.
Bennet se quedó en la cubierta del Beagle mirando al horizonte y reflexionando. “¿Será
necesario llevar a estos salvajes tan lejos? Ellos se ven felices en su tierra y con sus
familias. No parecen necesitarnos”.
Fitz-Roy decidió regresar a Inglaterra, se le
habían acabado las provisiones y debía volver a
rendir cuentas.
Se detuvieron en la ciudad de Montevideo para
aprovisionarse de agua y comida. Fitz-Roy, al ver que
Fuegia estaba vestida de marinero, aprovechó la ocasión
para comprarle un hermoso vestido rosa.
Impresionada con el regalo del capitán, Fuegia se lo puso
y lo lució frente a todos.
–Tú muy bonita –le dijo York Minster con cariño y admiración.
–Gracias, amigo –respondió Fuegia sonrojada.
Jemmy, siempre alegre y de buen ánimo, celebró el vestido
de Fuegia con mímicas y carcajadas.
El Beagle llegó al puerto de Plymouth, en Inglaterra, en octubre de 1830.
Los indígenas llevaban seis meses a bordo del barco, y al bajar a tierra la gente
murmuraba, conmocionada:
–¿Serán humanos o animales?
–No son blancos; tienen un color cobrizo y el pelo muy negro –decían otros.
–¿De qué se alimentarán estos hombres?
–Parece que comen raíces y lobos marinos. Dicen que algunos son caníbales.
Los indígenas, por su parte, se asustaron al ver tantas personas y un lugar tan
diferente a su tierra. Fitz-Roy había decidido llevarlos a un colegio en el campo para
que les enseñaran la religión cristiana y buenos modales.
Instalados en el campo, Jemmy, Fuegia, York y Boat Memory iban a clases todos
los días, hacían tareas y les enseñaban carpintería y jardinería.
Un día, Boat Memory se enfermó de viruela y lo
llevaron al hospital, donde murió.
Fuegia, Jemmy y York se pusieron muy tristes por
la muerte de su amigo.
Fitz-Roy los visitaba frecuentemente. Una mañana dijo:
–Les tengo una sorpresa. Vamos a ir a ver a los reyes de Inglaterra.
Los tres indígenas se vistieron con sus mejores ropas para ir a visitar a
los reyes. Jemmy usaba guantes, sombrero y lustraba a menudo sus zapatos.
También le gustaba usar el pelo corto. En el Palacio Saint James los recibieron
el rey Guillermo IV y la reina Adelaida.
–Niña Fuegia, te regalo mi cofia favorita y algunas monedas para que te
compres vestidos –dijo la reina, poniéndole la cofia a Fuegia.
–Y yo te regalo este anillo –le dijo el rey, mientras se lo sacaba del dedo.
–Gracias por los regalos, su majestad –contestó Fuegia, emocionada.
De vuelta en el coche los indígenas se quedaron dormidos tras tanta aventura.
Fitz-Roy pensaba en silencio: “Creo que es hora de devolverlos. Han aprendido
el idioma inglés y la religión cristiana. Ya conocen Londres y a los reyes de
Inglaterra. Tienen que volver a su tierra y compartir todo esto con sus familias.
Además, tengo que terminar de hacer los mapas y seguir explorando las costas de
América del Sur”.
Después de más de un año en Inglaterra los indígenas iban a regresar a
su tierra. Un día de diciembre del año 1831 se embarcaron nuevamente en
el Beagle.
Los indígenas venían cargados de regalos: maletas de cuero, finas ropas,
herramientas, libros, cucharitas para el té y otros objetos.
–Estoy feliz de volver a mi tierra y de ver a mi familia –dijo Jemmy emocionado.
–Y yo también. Podré además mostrar mis vestidos a mi gente –replicó Fuegia,
que iba de la mano de York Minster.
Fitz-Roy recibió a los otros tripulantes de su nuevo viaje, entre los que venía
uno que sería muy famoso: Charles Darwin.
–Buenos días, soy Charles Darwin. Soy el científico de esta expedición. Estoy
entusiasmado con este viaje. Me interesa buscar y recolectar nuevas especies
de animales, plantas, bichos e insectos. Para eso traje todos mis instrumentos y
estos frascos para guardarlos –agregó Darwin.
El viaje desde Inglaterra hacia los canales del sur de Chile se hizo
interminable y duro de sobrellevar.
Con el movimiento del barco, Charles Darwin se mareaba y vomitaba
en la cubierta.
–Pobre hombre, pobre hombre –le decía Jemmy, mientras le daba unos
cariñosos palmotazos en la espalda.
Cuando Charles Darwin se sintió mejor, se acercó a Fitz-Roy y le comentó:
–Llevamos más de un año a bordo para devolver a estos fueguinos. Pobre
gente, los hemos llevado al otro lado del mundo. ¿Qué irá a ser de ellos ahora?
–Lo importante es que estos indígenas podrán enseñarle a su pueblo la
verdadera religión –respondió Fitz-Roy.
Cuando llegaron a los canales que habitaban los kawésqar, el pueblo de
Fuegia y York, una fuerte tormenta azotó el barco.
–Los tendremos que desembarcar a todos en Wulaia, la tierra de Jemmy,
porque aquí es muy arriesgado –dijo Fitz-Roy, sin ocultar su preocupación.
Al llegar a Wulaia, Fitz-Roy desembarcó junto a los
tres indígenas. Fuegia y York se despidieron del capitán
y partieron juntos. Al pisar su tierra, que tanto quería,
Jemmy se encontró con su familia.
–Capitán, ésta es mi familia: mamá, hermano, hermanas.
–¡Orundelico! (que era el verdadero nombre de Jemmy) –dijo
la madre con emoción.
Jemmy entregó los regalos a su familia.
–Tapeá (mamá), esto es para ti –dijo Jemmy en su idioma
yámana, entregándole un vestido.
Ella lo miró con curiosidad por todos lados.
–¿Y papá? –preguntó Jemmy en yámana.
Se produjo un silencio y Jemmy supo que su papá había
muerto. Entonces, sin decir palabras, juntó ramas y prendió
un enorme fuego.
El capitán Robert Fitz-Roy dijo:
–Jemmy, volveremos en unos meses.
Mientras tanto enséñales a tus amigos
y a tu familia a rezar y a comportarse
civilizadamente, como aprendiste
en Inglaterra.
–Sí, mi capitán –dijo Jemmy, alegremente.
Pasaron los días y Jemmy volvió a su
antigua vida de yámana. Se sacó la ropa
inglesa y se puso una capa de nutria que
le regaló su madre. Fabricó un arpón de
hueso, y se subió a una canoa para cazar
lobos marinos.
Tres meses después, Jemmy estaba pescando en su
canoa cuando avistó el barco de Fitz-Roy y salió a su
encuentro. Al ver a un indígena desnudo y desgreñado,
Fitz-Roy se desconcertó.
–¡Capitán, capitán, soy yo, Jemmy! –dijo el niño, haciendo
todo tipo de señas para que lo reconocieran.
–Jemmy, ¿qué te ha pasado? No te reconocí sin tu ropa.
¿Has estado enfermo, por qué estás tan flaco? –preguntó Fitz-Roy.
–No, estoy bien, mucha carne de guanaco, mucho pescado y lobo
marino –contestó Jemmy.
–¿Cómo están York y Fuegia?
–Construyeron una gran canoa y se fueron a su
tierra –contestó Jemmy.
–Jemmy, ¿quieres volver a Inglaterra? –preguntó Fitz-Roy.
–Capitán, gracias por todo lo que me ofrece, pero ésta es mi
tierra, y aquí están mi compañera y mi familia. Este arco y flecha
son para usted. Bennet, esta piel de nutria es para ti –dijo Jemmy,
entregándoles los regalos.
Después de esta despedida Jemmy se dio media
vuelta y bajó del barco. Subió a su canoa y se fue.
A vivir en su tierra. Como lo habían hecho sus
padres y sus antepasados.
EL INSÓLITO VIAJE DE
JEMMY BUTTON
EL INSÓLITO VIAJE DE JEMMY BUTTON
Colección Mi Historia
© Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes, 2008
© de esta edición: Editorial Amanuta Limitada, 2010
Santiago, Chile
www.amanuta.cl
e-mail: contacto@amanuta.cl
Edición general: Constanza Recart
Ilustraciones: Isabel Hojas
Diseño de colección: Caterina di Girolamo
Diseño: Philippe Petitpas
Editor de texto: Nibaldo Mosciatti
Segunda edición: febrero 2010
N° Registro: 173.660
ISBN: 978-956-8209-41-4
Impreso en Chile
Editorial Amanuta
Todos los derechos reservados
Basado en los diarios de viaje del capitán
Robert Fitz-Roy y de Charles Darwin; y en
el libro “Darwin en Tierra del Fuego” de
Anne Chapman, entre otras fuentes.
Pavez, Ana María.
El insólito viaje de Jemmy Button/Ana María Pavez y
Olaya Sanfuentes
Ilustraciones de Isabel Hojas.
2° ed. – Santiago: Amanuta, 2010
[40p.] :il. col.:21,5 x 23,5 cms. (colección Mi Historia)
ISBN: 978-956-8209-41-4
1.CUENTOS INFANTILES CHILENOS
I. Sanfuentes, Olaya II. Hojas, Isabel, il.

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  • 1. Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes Ilustraciones de Isabel Hojas EL INSÓLITO VIAJE DE JEMMY BUTTON
  • 2. Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes Ilustraciones de Isabel Hojas EL INSÓLITO VIAJE DE JEMMY BUTTON editorial amanuta COLECCIÓN MI HISTORIA
  • 3. EL VIAJE DE JEMMY BUTTON Viaje de vuelta (Diciembre 1831 - Enero 1833) Bote Ballenero: Pequeño bote que llevaba el Beagle y que se parecía a las embarcaciones utilizadas para cazar ballenas. Servía para navegar por canales y lugares donde no podían incursionar grandes embarcaciones. Tenía mástil desmontable. Beagle: Nombre de una embarcación inglesa en la que viajó Jemmy Button. Tenía tres mástiles, tres botes balleneros. Medía 27 metros de largo y 7,5 metros de ancho. Viaje de ida (Mayo 1830 - Octubre 1830) ASIA AMÉRICA DEL SUR AMÉRICA DEL NORTE OCÉANO PACÍFICO OCÉANO PACÍFICO OCÉANO ATLÁNTICO AUSTRALIA EUROPA EU EU INGLATERRA Montevideo Wulaia Rio de Janeiro Salvador de Bahía INGL Plymouth ÁFRICA TIERRA DEL FUEGO Mon Mont Mont Mont Mont M Mo evid evid evid evid evid e eo eo e eo Wula W W W W W ia ia EGO
  • 4. Wulaia: La tierra de Jemmy. TIERRA DEL FUEGO Estrecho de Magallanes: Un estrecho es una separación natural entre dos mares. El estrecho de Magallanes se llama así por su descubridor (Hernando de Magallanes) del siglo XVI y une el Océano Atlántico y el Oceáno Pacífico. Yámana: Pueblo que habitaba la zona más austral de América. Vivían en las islas al sur de Tierra del Fuego. Eran nómades: se desplazaban de un lugar a otro en sus canoas por los canales del sur de Chile. Kawésqar: También conocidos como alacalufes. Los kawésqar eran canoeros que habitaban las islas y canales desde el Golfo de Penas hasta el Estrecho de Magallanes. Fueguinos: Indígenas que habitaban el sur del continente americano, en Tierra del Fuego y las islas circundantes. Fueron denominados fueguinos por los europeos del siglo XVI que vieron las grandes fogatas que hacían. Estos pueblos son los selk´nam u onas, los kawésqar o alacalufes y los yámana o yaganes. RRA UEGO n a d O O O Y Y mana o yaganes.
  • 5. Hace casi doscientos años, en 1826, cuando América recién se había independizado de España, ocurrió una de las más grandes aventuras de todos los tiempos. Desde Inglaterra, el capitán inglés Robert Fitz-Roy, con solo 26 años de edad, zarpó al mando de una pequeña embarcación llamada Beagle. El objetivo del viaje era el reconocimiento y la medición de las costas más australes de América, donde el clima era muy frío y el mar sumamente peligroso. Si todo salía bien, los ingleses tendrían sus propios mapas del continente americano. Después de más de un año de navegación, el Beagle llegó al Estrecho de Magallanes.
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  • 8. –Nunca he visto olas tan grandes –dijo un marinero desde la cubierta del Beagle. –Amarren los mástiles inmediatamente –gritó otro tripulante. Poco a poco, la tormenta fue pasando y el mar se fue tranquilizando, pero los tripulantes seguían cansados y preocupados. –¿Cuánto falta para terminar este viaje? –preguntó Murray, uno de los mandamases de a bordo. –Murray, todavía nos quedan costas por examinar y por dibujar en mis mapas –respondió el capitán Fitz-Roy. –Capitán Fitz-Roy, este clima es espantoso. El viento es frío y sopla fuerte, la neblina apenas nos deja ver y el mar pareciera estar furioso. Es muy peligroso navegar por aquí. Estamos en el fin del mundo y son pocos los que han sobrevivido a estos mares australes –replicó Murray. –Temo que si desembarcamos seremos atacados. Dicen que en estas tierras desoladas e inhóspitas hay hombres salvajes que son muy peligrosos –agregó otro marinero. –No debemos dejarnos vencer. Por Dios y por Inglaterra cumpliremos nuestro trabajo hasta el final. Es la misión del Beagle –insistió Fitz-Roy.
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  • 11. El capitán Fitz-Roy ancló el Beagle en una de las bahías del Estrecho de Magallanes. –La tormenta ha pasado. Bajen el bote ballenero y exploren los canales. Murray, lleven provisiones para varios días y los instrumentos para hacer los mapas –ordenó Fitz-Roy. –Capitán, yo velaré por el bote y los marineros –dijo Murray. –No dejen costa sin registrar. Si les falta viento, usen los remos. Nosotros esperaremos aquí, anclados –insistió Fitz-Roy. Murray y algunos hombres se embarcaron en el bote y se dirigieron a la costa.
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  • 14. Habían pasado siete días desde que partiera el bote, y Murray con sus hombres no regresaban. Fitz-Roy estaba muy preocupado. –Capitán, capitán, veo a lo lejos que algo se acerca –dijo Bennet, el mayordomo de Fitz-Roy. –Son dos de mis hombres, pero no vienen en el bote. ¡Qué extraño! –dijo Fitz-Roy mirando por su catalejo–. Es una canasta con dos hombres adentro. Cuando la canasta estuvo a corta distancia, Fitz-Roy, reconociendo a Murray, preguntó: –¿Qué les ha sucedido? –Los salvajes nos robaron el bote mientras dormíamos en una de las islas –balbuceó Murray, agotado y ya casi sin habla–. Lo siento, mi capitán. –¡Tenemos que recuperar el bote! Es indispensable para cumplir con nuestra misión. –Sí, mi capitán –respondieron los marineros. –Preparen mi otro bote, no podemos perder tiempo. Y debemos cuidarlo, es el único que nos queda –ordenó Fitz-Roy.
  • 15. Cuando Fitz-Roy llegó a tierra, recuperó el resto de la tripulación de Murray, y se fue inmediatamente en busca del bote robado. En el viaje se encontró con una canoa de indígenas kawésqar. –Miren, estos indígenas están desnudos y al parecer no sienten frío –dijo Fitz-Roy, impresionado. –E incluso se sumergen en estas gélidas aguas –agregó Murray. Como no conocía el idioma de ellos, Fitz-Roy, haciendo gestos y ruidos, les preguntó: –¿Han visto un bote? Las mujeres que estaban mariscando lograron entender y, apuntando, dijeron: –Ak´uáso. Ak´uá kájef! (canoa en kawésqar). Los ingleses repitieron: –Ak´uá kájef.
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  • 18. Fitz-Roy y sus hombres se dirigieron hacia donde las indígenas les habían señalado. Al acercarse a tierra, divisaron un campamento de indígenas kawésqar y un pedazo de mástil de su bote ballenero. Enrabiado y enojado, Fitz-Roy desembarcó con sus hombres armados con pistolas y rifles. El capitán y sus marineros persiguieron y atacaron a los indígenas, que se defendieron tirándoles piedras. En la confusión, Murray disparó a uno de ellos y lo mató. Después del impactante ruido de la pólvora, se produjo un silencio sepulcral. Los ingleses se aprovecharon del desconcierto de los indígenas y tomaron a varios rehenes. Ésta era la venganza de Fitz-Roy. Cambiaría a los prisioneros por el bote, o por alguna pista para encontrarlo.
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  • 20. Fitz-Roy y su tripulación siguieron buscando el bote ballenero y tomando rehenes en las islas circundantes. Al no tener éxito, y ya cansados y frustrados, decidieron volver al Beagle solo con tres prisioneros: dos hombres y una niña de ocho años. –¿Y ahora, qué hacemos con estos rehenes? –preguntó Murray. –Los llevaremos al Beagle –respondió el capitán. Tres meses después, Fitz-Roy, obsesionado con su bote perdido, decidió irse a los canales más australes del planeta. En la costa de una isla llamada Wulaia se encontró con dos indígenas yámana: un adulto y un niño de 15 años. Sin perder las esperanzas, les preguntó: –¿Han visto un bote? El indígena adulto no le entendió y, en cambio, se deslumbró con el botón de la chaqueta de Murray. –Dale el botón a este salvaje y nos llevamos al niño que puede servir de intérprete para encontrar nuestro bote –ordenó el capitán. Fitz-Roy se llevó al niño al Beagle sin el permiso de su familia. Lo raptó.
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  • 22. Una vez a bordo, Fitz-Roy dijo: –Bennet, me doy por vencido con nuestro bote perdido. Hemos buscado por todos los canales de estas tierras indómitas y no aparece. Vistan a estos indígenas que no pueden andar desnudos por el barco. Entonces, los marineros bañaron y vistieron a los cuatro indígenas. –A la niña llamémosla Fuegia Basket o Canasta Fueguina, a éste York Minster, en memoria de un lugar de Inglaterra, y a este otro Boat Memory, en memoria del bote robado –dijeron los marineros. –Al niño, Jemmy Button o Jaimito Botón en recuerdo del botón de Murray–dijo otro, entre risas. Bennet les enseñó a usar los cubiertos, a abrocharse los zapatos y la ropa, y a mirarse en el espejo. –Yo, tú, bote, mar, cielo, sol –balbuceó Jemmy, imitando a Bennet. Jemmy se ganó poco a poco el cariño de toda la tripulación. Era un niño alegre y se reía casi siempre. Estaba fascinado con sus nuevas ropas y se miraba al espejo cada vez que podía.
  • 23. –¿Qué vamos a hacer con estos salvajes? –preguntó, Bennet, preocupado. –Es nuestro deber civilizar a estos pobres fueguinos para que no se vayan al infierno. Los ingleses tenemos la fortuna de ser civilizados y poseer la religión verdadera –contestó Fitz-Roy con voz firme y segura. –¿Y cómo lo haremos? –preguntó Bennet con incertidumbre. –No te preocupes, mi querido Bennet. Los llevaremos a Inglaterra. Irán al colegio y tú serás el encargado de enseñarles las buenas costumbres –respondió Fitz-Roy. –Muy bien, mi capitán. Cumpliré sus órdenes –exclamó Bennet, obediente pero no muy convencido. Bennet se quedó en la cubierta del Beagle mirando al horizonte y reflexionando. “¿Será necesario llevar a estos salvajes tan lejos? Ellos se ven felices en su tierra y con sus familias. No parecen necesitarnos”.
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  • 26. Fitz-Roy decidió regresar a Inglaterra, se le habían acabado las provisiones y debía volver a rendir cuentas. Se detuvieron en la ciudad de Montevideo para aprovisionarse de agua y comida. Fitz-Roy, al ver que Fuegia estaba vestida de marinero, aprovechó la ocasión para comprarle un hermoso vestido rosa. Impresionada con el regalo del capitán, Fuegia se lo puso y lo lució frente a todos. –Tú muy bonita –le dijo York Minster con cariño y admiración. –Gracias, amigo –respondió Fuegia sonrojada. Jemmy, siempre alegre y de buen ánimo, celebró el vestido de Fuegia con mímicas y carcajadas.
  • 27. El Beagle llegó al puerto de Plymouth, en Inglaterra, en octubre de 1830. Los indígenas llevaban seis meses a bordo del barco, y al bajar a tierra la gente murmuraba, conmocionada: –¿Serán humanos o animales? –No son blancos; tienen un color cobrizo y el pelo muy negro –decían otros. –¿De qué se alimentarán estos hombres? –Parece que comen raíces y lobos marinos. Dicen que algunos son caníbales. Los indígenas, por su parte, se asustaron al ver tantas personas y un lugar tan diferente a su tierra. Fitz-Roy había decidido llevarlos a un colegio en el campo para que les enseñaran la religión cristiana y buenos modales. Instalados en el campo, Jemmy, Fuegia, York y Boat Memory iban a clases todos los días, hacían tareas y les enseñaban carpintería y jardinería. Un día, Boat Memory se enfermó de viruela y lo llevaron al hospital, donde murió. Fuegia, Jemmy y York se pusieron muy tristes por la muerte de su amigo.
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  • 30. Fitz-Roy los visitaba frecuentemente. Una mañana dijo: –Les tengo una sorpresa. Vamos a ir a ver a los reyes de Inglaterra. Los tres indígenas se vistieron con sus mejores ropas para ir a visitar a los reyes. Jemmy usaba guantes, sombrero y lustraba a menudo sus zapatos. También le gustaba usar el pelo corto. En el Palacio Saint James los recibieron el rey Guillermo IV y la reina Adelaida. –Niña Fuegia, te regalo mi cofia favorita y algunas monedas para que te compres vestidos –dijo la reina, poniéndole la cofia a Fuegia. –Y yo te regalo este anillo –le dijo el rey, mientras se lo sacaba del dedo. –Gracias por los regalos, su majestad –contestó Fuegia, emocionada. De vuelta en el coche los indígenas se quedaron dormidos tras tanta aventura. Fitz-Roy pensaba en silencio: “Creo que es hora de devolverlos. Han aprendido el idioma inglés y la religión cristiana. Ya conocen Londres y a los reyes de Inglaterra. Tienen que volver a su tierra y compartir todo esto con sus familias. Además, tengo que terminar de hacer los mapas y seguir explorando las costas de América del Sur”.
  • 31. Después de más de un año en Inglaterra los indígenas iban a regresar a su tierra. Un día de diciembre del año 1831 se embarcaron nuevamente en el Beagle. Los indígenas venían cargados de regalos: maletas de cuero, finas ropas, herramientas, libros, cucharitas para el té y otros objetos. –Estoy feliz de volver a mi tierra y de ver a mi familia –dijo Jemmy emocionado. –Y yo también. Podré además mostrar mis vestidos a mi gente –replicó Fuegia, que iba de la mano de York Minster. Fitz-Roy recibió a los otros tripulantes de su nuevo viaje, entre los que venía uno que sería muy famoso: Charles Darwin. –Buenos días, soy Charles Darwin. Soy el científico de esta expedición. Estoy entusiasmado con este viaje. Me interesa buscar y recolectar nuevas especies de animales, plantas, bichos e insectos. Para eso traje todos mis instrumentos y estos frascos para guardarlos –agregó Darwin.
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  • 34. El viaje desde Inglaterra hacia los canales del sur de Chile se hizo interminable y duro de sobrellevar. Con el movimiento del barco, Charles Darwin se mareaba y vomitaba en la cubierta. –Pobre hombre, pobre hombre –le decía Jemmy, mientras le daba unos cariñosos palmotazos en la espalda. Cuando Charles Darwin se sintió mejor, se acercó a Fitz-Roy y le comentó: –Llevamos más de un año a bordo para devolver a estos fueguinos. Pobre gente, los hemos llevado al otro lado del mundo. ¿Qué irá a ser de ellos ahora? –Lo importante es que estos indígenas podrán enseñarle a su pueblo la verdadera religión –respondió Fitz-Roy. Cuando llegaron a los canales que habitaban los kawésqar, el pueblo de Fuegia y York, una fuerte tormenta azotó el barco. –Los tendremos que desembarcar a todos en Wulaia, la tierra de Jemmy, porque aquí es muy arriesgado –dijo Fitz-Roy, sin ocultar su preocupación.
  • 35. Al llegar a Wulaia, Fitz-Roy desembarcó junto a los tres indígenas. Fuegia y York se despidieron del capitán y partieron juntos. Al pisar su tierra, que tanto quería, Jemmy se encontró con su familia. –Capitán, ésta es mi familia: mamá, hermano, hermanas. –¡Orundelico! (que era el verdadero nombre de Jemmy) –dijo la madre con emoción. Jemmy entregó los regalos a su familia. –Tapeá (mamá), esto es para ti –dijo Jemmy en su idioma yámana, entregándole un vestido. Ella lo miró con curiosidad por todos lados. –¿Y papá? –preguntó Jemmy en yámana. Se produjo un silencio y Jemmy supo que su papá había muerto. Entonces, sin decir palabras, juntó ramas y prendió un enorme fuego.
  • 36. El capitán Robert Fitz-Roy dijo: –Jemmy, volveremos en unos meses. Mientras tanto enséñales a tus amigos y a tu familia a rezar y a comportarse civilizadamente, como aprendiste en Inglaterra. –Sí, mi capitán –dijo Jemmy, alegremente. Pasaron los días y Jemmy volvió a su antigua vida de yámana. Se sacó la ropa inglesa y se puso una capa de nutria que le regaló su madre. Fabricó un arpón de hueso, y se subió a una canoa para cazar lobos marinos.
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  • 38. Tres meses después, Jemmy estaba pescando en su canoa cuando avistó el barco de Fitz-Roy y salió a su encuentro. Al ver a un indígena desnudo y desgreñado, Fitz-Roy se desconcertó. –¡Capitán, capitán, soy yo, Jemmy! –dijo el niño, haciendo todo tipo de señas para que lo reconocieran. –Jemmy, ¿qué te ha pasado? No te reconocí sin tu ropa. ¿Has estado enfermo, por qué estás tan flaco? –preguntó Fitz-Roy. –No, estoy bien, mucha carne de guanaco, mucho pescado y lobo marino –contestó Jemmy. –¿Cómo están York y Fuegia? –Construyeron una gran canoa y se fueron a su tierra –contestó Jemmy. –Jemmy, ¿quieres volver a Inglaterra? –preguntó Fitz-Roy. –Capitán, gracias por todo lo que me ofrece, pero ésta es mi tierra, y aquí están mi compañera y mi familia. Este arco y flecha son para usted. Bennet, esta piel de nutria es para ti –dijo Jemmy, entregándoles los regalos. Después de esta despedida Jemmy se dio media vuelta y bajó del barco. Subió a su canoa y se fue. A vivir en su tierra. Como lo habían hecho sus padres y sus antepasados.
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  • 40. EL INSÓLITO VIAJE DE JEMMY BUTTON
  • 41. EL INSÓLITO VIAJE DE JEMMY BUTTON Colección Mi Historia © Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes, 2008 © de esta edición: Editorial Amanuta Limitada, 2010 Santiago, Chile www.amanuta.cl e-mail: contacto@amanuta.cl Edición general: Constanza Recart Ilustraciones: Isabel Hojas Diseño de colección: Caterina di Girolamo Diseño: Philippe Petitpas Editor de texto: Nibaldo Mosciatti Segunda edición: febrero 2010 N° Registro: 173.660 ISBN: 978-956-8209-41-4 Impreso en Chile Editorial Amanuta Todos los derechos reservados Basado en los diarios de viaje del capitán Robert Fitz-Roy y de Charles Darwin; y en el libro “Darwin en Tierra del Fuego” de Anne Chapman, entre otras fuentes. Pavez, Ana María. El insólito viaje de Jemmy Button/Ana María Pavez y Olaya Sanfuentes Ilustraciones de Isabel Hojas. 2° ed. – Santiago: Amanuta, 2010 [40p.] :il. col.:21,5 x 23,5 cms. (colección Mi Historia) ISBN: 978-956-8209-41-4 1.CUENTOS INFANTILES CHILENOS I. Sanfuentes, Olaya II. Hojas, Isabel, il.