El documento discute la diferencia entre lástima y compasión, señalando que la lástima es un sentimiento más pasajero dirigido al objeto que provoca pena, mientras que la compasión implica una inclinación del ánimo hacia la persona que sufre. También explora el significado de la misericordia en las Escrituras hebreas y griegas, y cómo esta se manifiesta a través de obras espirituales y corporales para ayudar a otros en necesidad.
2. La lástima es un sentimiento menos
vehemente y más pasajero que compasión.
Así es que de la palabra lástima no se
deriva un adjetivo aplicable al que la
siente, sino al objeto que la provoca, y lo
contrario sucede con la palabra compasión,
de que se deriva compasivo. Son lastimeros
o lastimosos los infortunios, las
enfermedades, el hambre y la persecución.
Son compasivas las personas en quienes
estos males producen lástima.1
3. La lástima se aplica con más propiedad a la
sensación que nos causa el mal que se
ofrece a nuestros sentidos; y la compasión
al efecto que causa en el ánimo la
reflexión del mal: porque aquella no
explica por sí sola más que la sensación de
la pena, o el disgusto que causa el mal
ajeno; pero la compasión añade a esta idea
la de una cierta inclinación del ánimo hacia
la persona desgraciada, cuyo mal se
desearía evitar.2
4. No nos mueve a compasión la suerte de un
asesino condenado a muerte, pero nos da
lástima el verle padecer en el suplicio. Nos
da lástima el ver morir a un irracional; nos
da compasión el triste estado de una pobre
viuda. La compasión supone siempre un
sentimiento verdadero. La lástima se
emplea algunas veces para representar un
sentimiento tan ligero, que apenas merece
el nombre de tal; como: Es una lástima que
no haga buen tiempo
5. La palabra hebrea ra·jamím y la griega
é·le·os (verbo, e·le·é·ō) suelen traducirse por
“misericordia”. Un examen de estos términos y de su
uso ayuda a resaltar todos sus matices y significado. El
verbo hebreo ra·jám se define como “sentir o
irradiar afecto entrañable; [...] ser compasivo”. Según
el lexicógrafo Gesenius, “la idea principal parece
radicar tanto en el hecho de tener cariño y tratar con
dulzura como en el sentimiento de tierna emoción”. El
término está estrechamente relacionado con la palabra
para “matriz”; se puede referir también a las
“entrañas”, las cuales se ven afectadas cuando se
siente de manera afectuosa y tierna la compasión
o piedad. (Compárese con Isa 63:15, 16; Jer 31:20).
6. En las Escrituras ra·jám solo se emplea una
vez como sentimiento del hombre hacia Dios,
cuando el salmista dijo: “Te tendré cariño
[forma de ra·jám], oh Yayé fuerza mía”. (Sl
18:1) En el plano humano, José manifestó esta
misma cualidad cuando se le conmovieron “sus
emociones internas [forma de ra·jamím]”
debido a su hermano Benjamín, y lloró. (Gé
43:29, 30; compárese con 1Re 3:25, 26.)
Cuando las personas veían la posibilidad de
que las maltrataran sus captores (1Re 8:50; Jer
42:10-12) u oficiales de mayor autoridad (Gé
43:14; Ne 1:11; Da 1:9), deseaban y pedían en
oración piedad o misericordia, para que se les
tratara con favor, amabilidad y consideración.
(Contrástese con Isa 13:17, 18.)
7. Tradicionalmente, la religión cristiana
ha enseñado la necesidad de, imitando
la misericordia divina, llevar a cabo esta
actitud en forma de obras, tanto
espirituales como corporales.
8. Según la Biblia, los que desean disfrutar de la
misericordia de Dios deben buscarle con una
buena predisposición de corazón y abandonando
sus malos caminos y pensamientos perjudiciales
(Isa 55:6, 7); no solo es preciso, sino propio, que
le teman y le muestren aprecio por sus
preceptos justos (Sl 103:13; 119:77, 156, 157; Lu
1:50); y si se desvían del proceder justo que han
estado siguiendo, no deben intentar encubrirlo,
sino confesarlo y arrepentirse con un corazón
contrito. (Sl 51:1, 17; Pr 28:13.) Otro factor
imprescindible es que ellos mismos deben ser
misericordiosos. Jesús dijo: “Felices son los
misericordiosos, puesto que a ellos se les
mostrará misericordia”
9. Los fariseos mostraron una actitud inmisericorde
hacia otros, por lo que Jesús los reprendió,
diciendo: “Vayan, pues, y aprendan lo que esto
significa: ‘Quiero misericordia, y no sacrificio’”.
(Mt 9:10-13; 12:1-7; compárese con Os 6:6.) Él
colocó la misericordia entre los asuntos de más
peso de la Ley. (Mt 23:23.) Como se observa,
aunque tal misericordia podía abarcar clemencia
judicial, como la que los fariseos pudieran tener
la oportunidad de mostrar, tal vez por ser
miembros del Sanedrín, su aplicación no se
limitaba a ese contexto. Se refería
primordialmente a la manifestación activa de
piedad o compasión, a obras de misericordia.
(Compárese con Dt 15:7-11.)
10. Esta misericordia se podía expresar por medio de
una contribución material. Pero para que Dios la
considere de valor, debe haber un buen motivo,
no ser simplemente un ‘altruismo interesado’.
(Mt 6:1-4.) Las dádivas materiales estaban entre
las “dádivas de misericordia [una forma
de e·le·ē·mo·sý·nē]” características
de Dorcas (Hch 9:36, 39), y probablemente
también entre las de Cornelio, dádivas que junto
con sus oraciones resultaron en que Dios le oyera
favorablemente. (Hch 10:2, 4, 31.) Jesús dijo
que el error de los fariseos radicaba en no dar
“como dádivas de misericordia las cosas que
están dentro”. (Lu 11:41.) Por lo tanto, la
verdadera misericordia debe brotar del corazón.
11. Las obras de misericordia son
acciones caritativas mediante las cuales ayudamos a
nuestro prójimo en sus necesidades corporales y
espirituales (cf. Is 58, 6-7; Hb 13,
3). Instruir, aconsejar, consolar, confortar, son obras
espirituales de misericordia, como también lo
son perdonar y sufrir con paciencia.Las obras de
misericordia corporales consisten especialmente en
dar de comer al hambriento, dar techo a quien no lo
tiene, vestir al desnudo, visitar a los enfermos y a los
presos, enterrar a los muertos (cf Mt 25,31-46). Entre
estas obras, la limosna hecha a los pobres (cf Tb 4, 5-
11; Si 17, 22) es uno de los principales testimonios de
la caridad fraterna; es también una práctica
de justicia que agrada a Dios (cf Mt 6, 2-4):
12. «El que tenga dos túnicas que las reparta con
el que no tiene; el que tenga para comer que
haga lo mismo» (Lc 3, 11). «Dad más bien en
limosna lo que tenéis, y así todas las cosas
serán puras para vosotros» (Lc 11, 41). «Si un
hermano o una hermana están desnudos y
carecen del sustento diario, y alguno de
vosotros les dice: “Id en paz, calentaos o
hartaos”, pero no les dais lo necesario para
el cuerpo, ¿de qué sirve?» (St 2, 15-16; cf Jn
3, 17)