HOMILÍA DEL DOMINGO 2º DE NAVIDAD. DIA 3 DE ENERO DEL 2016
¿Por qué se hizo bautizar Jesús?
1. Juan Jauregui
¿POR QUÉ SE HIZO BAUTIZAR JESUS?
Cuando un hombre es encontrado culpable de algo, casi instintivamente nace en nosotros
un movimiento de
distanciamiento, rechazo y hasta
repulsa. Parece la reacción normal
de todo hombre que desea
reafirmarse en la honestidad y
rectitud de una conducta limpia.
Parece como que lo primero y
quizás lo único que debemos hacer
ante el culpable es separarnos de
él, condenando su actuación y
criticando su conducta. Tendemos
a sentirnos más jueces que
hermanos.
Sin embargo, quizás no es ésta la
única postura ni siquiera la que
más puede ayudar al hombre a
rehacerse de su pecado,
rehabilitarse y recuperar su
dignidad perdida.
Con frecuencia, se han preguntado
los creyentes por qué se hizo
bautizar Jesús. Su gesto resulta
sorprendente. Juan el Bautista
predica “un bautismo de
arrepentimiento para el perdón de
los pecados”. ¿Cómo pudo,
entonces, Jesús, el hombre justo y sin pecado, realizar un gesto que lo podía confundir
con el resto de los pecadores?
La respuesta es, quizás, bastante clara para aquél que conozca un poco de cerca la
actuación de Jesús de Nazaret.
Uno de los datos mejor atestiguados sobre Jesús es su cercanía y su acogida a hombres y
mujeres considerados como “pecadores” en la sociedad judía. Es sorprendente la fuerza
con que Jesús condena el mal y la injusticia y, al mismo tiempo, la acogida que ofrece a
los pecadores.
Comparte la misma mesa con pecadores públicos, a los que nunca un judío piadoso se
hubiera acercado. Ofrece su amistad a los sectores más despreciados por las clases
“selectas” de Israel. Llegan a llamarle con desprecio “amigo de pecadores”.
Y están en lo cierto. Jesús se acerca a los pecadores como amigo. No como moralista que
busca el grado exacto de culpabilidad. Ni como juez que dicta sentencia condenatoria.
Sino como hermano que ayuda a aquellos hombres a escuchar el perdón de Dios,
encontrarse de nuevo con lo mejor de sí mismos y rehacer su vida.
El bautismo no es un gesto extraño en Jesús. Es el gesto de un hombre que, al escuchar la
llamada del Bautista, desea encontrarse cerca de los pecadores y solidarizarse con aquel
movimiento de renovación que Juan pide al pueblo.
La denuncia firme del mal no está reñida con la cercanía al hombre caído. Cuántas veces
esas personas que tan fácilmente condenamos, están necesitando más que nuestras
críticas ligeras, una comprensión y una ayuda que les dé fuerza para renovar su vida.