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ÍNDICE
¿Quién fue Luiz Inácio Lula da Silva? …………………………………….página 2
Logros más importantes en su carrera política …………………….………… página 7
Política económica ………………………………………………………………..págin10
Boom brasileño …………………………………………………………….……. página 15
¿Cómo deja el país al culminar su gobierno? ………………………………… página 19
Página 2
¿Quién fue Luiz Inácio Lula da Silva?
Luiz Inácio Lula da Silva
(Garanhuns, 1945) Político brasileño, presidente de Brasil entre 2003 y 2010. Al
frente del país promovió un programa que tenía como prioridad erradicar la
pobreza con políticas sociales y liquidar la deuda con el Fondo Monetario
internacional (FMI). Pese a los escándalos de corrupción en los que se vio
envuelto durante su primer mandato, Lula da Silva volvió a imponerse en las
presidenciales de 2006.
Luiz Inácio da Silva nació en Garanhuns, estado de Pernambuco, el 27 de octubre
de 1945, séptimo de los ocho hijos (cinco varones y tres hembras) del matrimonio
de campesinos analfabetos formado por Arístides Inácio da Silva y Eurídice
Ferreira de Melo (doña Lindu).
Hasta los cinco años no conoció a su padre, estibador en São Paulo, del que trazó
un retrato cruel en una biografía autorizada, acusándolo de ser un alcohólico, «un
pozo de ignorancia», y de estar más interesado por su perro que por su numerosa
y hambrienta prole. La madre y los hijos, huyendo de la miseria, se trasladaron a
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Guarujá en 1952 y después a Santos, la aglomeración portuaria paulista. El
matrimonio se separó en 1956.
Del sindicalismo a la política
Luiz Inácio, al que sus familiares apodaban Lula, compaginó la escuela primaria
con el trabajo como limpiabotas, vendedor ambulante y recadero. Siguió un curso
en el Servicio Nacional de Industria, para la formación profesional, y se especializó
como tornero mecánico en 1963. Trabajó en varias empresas metalúrgicas y
perdió el dedo meñique de la mano izquierda en un accidente laboral en 1964, el
año en que se instauró la dictadura militar.
En 1966 fue contratado por Industrias Villares, de São Bernardo do Campo, donde
se inició en el sindicalismo de la mano de su hermano José (Frei Chico), militante
comunista, detenido y torturado por los militares. En 1972 fue elegido secretario
del sindicato metalúrgico local, que pasó a presidir tres años más tarde, y se
convirtió en líder de 90.000 obreros de la zona industrial más importante del país.
Lula fue el principal promotor de las grandes huelgas y manifestaciones que
debilitaron el poder de la dictadura y aceleraron su caída. El 10 de febrero de
1980, al amparo de la amnistía y la tímida apertura, fundó en São Paulo el Partido
de los Trabajadores (PT), de orientación socialista, con apoyo sindical y de varios
intelectuales, clérigos y profesores.
En abril del mismo año, encabezó una huelga de cuarenta y un días, duramente
reprimida, en la que participaron casi 300.000 trabajadores paulistas y que le valió
un mes de arresto. Acusado de desórdenes públicos, una corte marcial lo condenó
a tres años y seis meses de cárcel, pero la sentencia fue anulada en apelación. El
26 de agosto de 1983, varios sindicatos paulistas se fusionaron en la Central
Única de Trabajadores (CUT), vinculada al PT.
Restablecida la democracia, en las elecciones constituyentes del 15 de noviembre
de 1986, el PT fue la primera fuerza de la izquierda, con el 6,9% de los votos y 16
diputados, Lula entre ellos, que defendieron con ahínco algunas de las
reivindicaciones de la CUT: derecho de huelga, reducción de la jornada laboral,
vacaciones parcialmente pagadas y revisiones salariales en función del coste de la
vida. En las elecciones municipales del mismo año, el PT obtuvo un éxito sin
precedentes al lograr treinta y seis alcaldías de ciudades tan importantes como
São Paulo, Pôrto Alegre y Vitória.
Página 4
Nuevo líder de la izquierda
En la segunda vuelta de las primeras elecciones presidenciales directas, el 17 de
diciembre de 1989, el populista Fernando Collor de Mello, con el respaldo de todas
las fuerzas centristas y de derecha, derrotó a Lula, pero éste obtuvo el 47% de los
votos. Por primera vez en Brasil, un líder obrero presentó un programa alternativo,
de ruptura con el sistema, que incluyó un salario mínimo, la lucha contra la
inflación y la reforma agraria.
Por iniciativa de Fidel Castro, por el que mantiene una inquebrantable admiración,
Lula convocó en 1990 el I Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de
América Latina y el Caribe, conocido como Foro de São Paulo, pacifista y
antiglobalizador, que reunió a más de sesenta partidos y organizaciones
guerrilleras de veintidós países.
Durante el transcurso del primer congreso nacional del PT (1 de diciembre de
1991), reelegido presidente, propugnó una revisión ideológica en nombre de la
moderación, que implicó la renuncia de la lucha armada. El PT fue definido como
«partido socialista» que rechaza tanto el capitalismo liberal como el socialismo
soviético, pero también la socialdemocracia. Lula lo comparó a la sazón con un
árbol de tronco socialista cuyas ramas eran lo bastante flexibles como para incluir
diversas corrientes, desde los trotskistas hasta los ecologistas y los teólogos de la
liberación.
Consagrado como líder de la nueva izquierda, superados los inconvenientes de
las escisiones de los grupos más radicales, el PT encabezó la campaña popular y
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las movilizaciones contra la corrupción que precipitaron el juicio y la dimisión
infamante del presidente Collor de Mello en diciembre de 1992. En las nuevas
elecciones presidenciales de octubre de 1994, Lula fue derrotado en la primera
vuelta por Fernando Henrique Cardoso, pero su partido logró la elección de dos
gobernadores, cuatro senadores y cincuenta diputados. En el X Encuentro
Nacional del PT, en agosto de 1995, abandonó la presidencia ejecutiva y fue
aclamado como presidente honorario.
Volvió a competir por tercera vez en las presidenciales de octubre de 1998, en las
que llegó a la segunda vuelta y fue derrotado con el 31,7% de los votos, si bien fue
el candidato más votado en diez capitales -São Paulo, Río de Janeiro y Bahía
entre ellas-, y el PT mantuvo su ascenso con la conquista de tres estados. Resultó
evidente que Lula tenía que ampliar su base electoral, mitigando el radicalismo de
su programa, para seducir a las clases medias, si deseaba la conquista del poder.
No obstante, por iniciativa del PT, en abierto desafío de los poderes mundiales, se
celebró en Pôrto Alegre el primer Foro Social Mundial (enero de 2001), como una
alternativa del Foro Económico Mundial que al mismo tiempo se celebraba en
Davos (Suiza).
Evolución ideológica
El viraje estratégico se produjo al comienzo de la campaña electoral a fines de
2001, cuando los asesores de Lula adoptaron una visión menos radical del
combate político y convirtieron al líder obrero en un político profesional. Bajo la
dirección de Duda Mendonça, verdadero gurú del marketing político encargado de
la campaña electoral, el presidente del PT experimentó una verdadera
metamorfosis en su apariencia, eliminó de su programa cualquier referencia al
socialismo y se alió con el magnate textil José Alencar, del Partido Liberal,
designado candidato a la vicepresidencia. Los asesores impusieron una imagen
inédita del candidato, menos hosca, con traje y corbata, padre y esposo afectuoso,
que no desdeñaba las manifestaciones populistas.
Lula se comprometió a respetar el acuerdo entre el gobierno de Cardoso y el
Fondo Monetario Internacional (FMI), «un pacto de transición» que obligaba a
mantener la austeridad presupuestaria a cambio de los préstamos internacionales
que garantizaban la estabilidad financiera.
Con esta decisión culminó la evolución ideológica de un líder genuinamente obrero
acuciado por las contingencias del pragmatismo político, que pasó de predicar «la
ruptura con el sistema capitalista» a plegarse a las exigencias de los mercados
financieros, pese a las protestas de los militantes más radicales del PT. El tándem
Lula-Alencar recibió el apoyo de numerosos patronos, de los ex presidentes José
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Sarney y Gustavo Franco, y de algunos sectores militares seducidos por los
acentos nacionalistas y desarrollistas de su programa económico.
Presidente del Brasil
La política brasileña experimentó un auténtico terremoto cuando Lula da Silva fue
elegido presidente de la república en la segunda vuelta de las elecciones, el 27 de
octubre, con más de 50 millones de votos (el 61,27 %), convirtiéndose en el
candidato más votado en la historia de Brasil. La victoria del candidato de los
pobres, que en la primera vuelta, el 6 de octubre, había logrado el 46,44% de los
sufragios, marcó un hito en Latinoamérica, pues se trata de la primera vez que la
izquierda radical llega al poder por medio de las urnas. Lula tomó posesión el 1 de
enero de 2003.
Aunque el impulso electoral de Lula convirtió al PT en el primer partido en ambas
Cámaras del Congreso, el nuevo presidente sólo podía contar con el respaldo de
180 de los 513 diputados y de 30 de los 81 senadores, lo que le obligaba a una
negociación permanente para sacar adelante sus proyectos, como exige un
régimen presidencial de coalición. Paradójicamente, el éxito no se reflejó en los
niveles estatal y municipal, ya que el PT fracasó en São Paulo, Río de Janeiro, Río
Grande do Sul, Bahía y el Distrito Federal.
El nuevo presidente de Brasil, con la hegemonía indiscutible de su partido en la
izquierda, tiene como prioridades la reforma agraria y el combate contra la
pobreza, pero afronta un doble y contradictorio desafío: encontrar las mayorías
necesarias para propulsar las reformas necesarias sin alarmar a los poderes
fácticos, tanto nacionales como internacionales, y calmar las lógicas impaciencias
de los obreros, los campesinos sin tierra y las clases medias empobrecidas.
Lula se casó en 1967 con María de Lurdes, trabajadora del sector textil. La joven
quedó embarazada y contrajo una hepatitis que no fue diagnosticada a tiempo.
Madre e hijo murieron en el parto. Viudo, se relacionó con la enfermera Mariam
Cordeiro, con la que tuvo una hija, Lurian. En 1974 se casó con su actual esposa,
Marisa Letícia da Silva, viuda y madre de un niño, con la que tuvo tres hijos más.
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Logros más importantes en su carrera política
Pese a los contrastes de hoy, las previsiones para los próximos cinco años son
bastante optimistas. Se prevé un crecimiento económico del 50% en las clases A y
B, y los pobres se reducirían del actual 16% al 8% de la población.
Según datos de un estudio presentado recientemente por la Fundación Getúlio
Vargas (FGV), entre 2003 y 2008, 32 millones de brasileños ascendieron a las
clases A, B y C, y 19,3 millones salieron de la pobreza. Los avances sociales son
resultado de los programas sociales que vienen siendo implantados desde
mediados de la década de 90.
Los programas de transferencia de renta creados a partir del gobierno de
Fernando Henrique Cardoso y ampliados durante las gestiones de Luiz Inácio Lula
da Silva con el nombre «Bolsa Familia», permitieron el aumento de la renta per
capita, el acceso de la población más pobre a bienes durables y el fortalecimiento
del mercado interno.
Brasil, sin embargo, no ha tenido el mismo éxito en áreas que consolidarían esas
conquistas, como salud, educación, saneamiento básico y vivienda. La educación
es otra área difícil. En casi dos décadas el analfabetismo cayó de 17% a 9,6%,
pero en el nordeste llega a un impresionante 24%.
El país consiguió poner a los niños en la escuela, a través de los programas
sociales, pero aún tiene una fuerte ausencia de adolescentes. Si el país pretende
convertirse en una potencia económica en las próximas décadas, tendrá que
encontrar alternativas para avanzar en esas áreas.
Bolsa Familia
El país se ha convertido en un exportador de programas sociales y de soluciones
de combate al hambre, llevando el Bolsa Familia a Paraguay, Bolivia y Ecuador y
ocho países africanos que firmaron acuerdos de cooperación con el gobierno
brasileño para implantar y adaptar el modelo a sus realidades.
El Bolsa Familia es un programa de transferencia de renta que atiende a familias
con renta per capita inferior a 60 euros, ofreciendo valores que pueden llegar a
alrededor de 85 euros dependiendo de algunas condiciones, como mantener a los
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hijos en la escuela (cinco como máximo) y vacunados, además de hacer
exámenes prenatales, en el caso de embarazadas. Según datos oficiales, el
programa atiende a 12 millones de familias y ha reducido la pobreza extrema del
12% en 2003 al 4,8% en 2008.
Lo bueno. Diez millones de brasileños se incorporaron a la clase media entre
2004 y 2008. La pobreza cayó del 46% de la población en 1990 al 26% en 2008.
La desigualdad en la distribución del ingreso ha disminuido. La hiperinflación es
una pesadilla que ya nadie recuerda. La deuda externa está en un envidiable 4%
del PIB. Las exportaciones se multiplicaron por cinco en sólo veinte años. Y por si
fuera poco, en la próxima década Brasil podría llegar a ser una importante
potencia petrolera.
Gracias a su éxito y a su tamaño, Brasil es ahora una presencia indispensable en
las negociaciones internacionales sobre clima, energía, comercio, finanzas,
desarrollo, proliferación nuclear y demás retos que confrontan al mundo. Así, Lula
ha hecho obsoleto el mal chiste según el cual Brasil era el país del futuro y
seguiría siéndolo para siempre. Brasil ya ha alcanzado mucho de su potencial y no
hay duda de que Lula merece un enorme reconocimiento por estos éxitos.
- Lo malo. Lula es poco generoso. Debería compartir el crédito por los logros de su
país con Fernando Henrique Cardoso, su predecesor en la presidencia. Lula
heredó una economía reformada, políticas sociales de vanguardia y una base muy
sólida para continuar profundizando la liberalización y desregulación económica
que explican el actual éxito de Brasil. El gran mérito de Lula es haber mantenido,
ampliado y defendido estas políticas, que contrastan con las posiciones
ideológicas que mantuvo durante años. Lula lideró la oposición a las reformas que
hoy le ganan el aplauso del mundo. Mientras en las cumbres revolucionarias con
los Chávez, Castros y Ortegas del mundo Lula comparte con entusiasmo las loas
al socialismo, en sus decisiones en Brasil éste brilla por su ausencia. Lula ha sido
de los presidentes más pro-mercado y pro-sector privado e inversión extranjera
que ha tenido Brasil. Él suele decir que sus políticas económicas de mercado
sirven para construir las bases para el socialismo. Pocos le creen. Y es fácil
suponer que uno de los que no se lo cree es el propio Lula.
Lamentablemente, el presidente brasileño tampoco ha podido impedir que en sus
círculos más cercanos florezca la corrupción que invade los gobiernos de América
Latina. Decir que esto es lo usual es tan correcto como reconocer que la lucha
contra la corrupción nunca ha sido una prioridad para Lula.
- Lo feo. Lula da Silva ha sido muy bueno para los brasileños y muy malo para
millones de sus vecinos. Los déspotas que tienen la suerte de ser amigos del
presidente brasileño y que están arruinando sus países, mientras Brasil progresa,
saben que cuentan tanto con el estridente apoyo como con el silencio cómplice de
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Lula. Su incondicional respaldo público les aporta una valiosísima legitimidad
internacional que les sirve para actuar con aún mayor impunidad dentro de sus
países. Sería ingenuo esperar que Lula sea el gendarme de la democracia y los
derechos humanos en la región. Pero no debería ser ingenuo esperar que quienes
violan reiteradamente los derechos básicos de sus pueblos sepan que no cuentan
con el tolerante silencio de Lula y su fraternal abrazo en las cumbres
presidenciales. ¿No sería maravilloso que quienes son encarcelados por luchar
por la democracia en otros países sepan que Lula es su aliado, y no el de sus
carceleros?
La lista de las contradicciones, inconsistencias y ejemplos de la doble moral de
Lula es triste y larga. Y no pasa semana sin que crezca. La última adición ha sido
la de obligar a que fuese excluido de la cumbre presidencial de la Unión Europea y
América Latina el nuevo presidente de Honduras, Porfirio Lobo. Según Brasil,
Lobo -quien ganó las elecciones sin las trampas, comunes en la región, de Hugo
Chávez y Daniel Ortega- no tiene las suficientes credenciales democráticas para
estar en esa reunión. Esto viene del mismo presidente que explicó al mundo que
Mahmud Ahmadineyad ganó las elecciones en su país limpiamente y que los miles
de iraníes que protestaron en las calles se estaban portando como los díscolos
hinchas de un equipo de fútbol después de que su equipo pierde. Al mismo tiempo
que Lula decía esto, Ahmadineyad ordenaba la pena de muerte para algunos de
los manifestantes. Feo, ¿no?
Por todo esto Lula pasará a la historia como un muy buen presidente para su
pueblo y un muy mal vecino para los amantes de la libertad.
Página 10
Política económica
ANTECEDENTES
Hace exactamente catorce años, Luiz Inácio Lula da Silva se presentaba por
primera vez a unas elecciones presidenciales y era derrotado, entonces, por
FernandoCollor, tras una campaña populista, que contó con un fuerte apoyo de los
medios de comunicación, en la que buscaba diferenciarse de la “clase política” y
se comprometía a luchar contra los “marajás” del país (funcionarios públicos con
salarios elevados). En su toma de posesión, el presidente electo prometía dejar
perpleja a la derecha y sorprender a la izquierda con sus políticas y actuaciones,
dando a entender que adoptaría, si fuera necesario, políticas económicas
heterodoxas. Y así fue, tras iniciar su Gobierno con una medida inédita en la
historia del país, la de secuestrar (retener durante 18 meses y posteriormente
liberar en plazos mensuales a lo largo de 12 meses) todas las partidas
procedentes del ahorro de empresas y personas físicas por encima del límite de
1.200 dólares, e iniciar una apertura radical de la economía brasileña. Menos de
tres años después, el presidente sería destituido de su cargo por el Congreso tras
un proceso de impeachment provocado por crecientes evidencias de corrupción
en su Gobierno. Trece años y tres derrotas después, Luiz Inácio Lula da Silva es
elegido finalmente presidente de Brasil, en su cuarto intento. La perspectiva de
elección de un político de izquierdas, perteneciente a un partido que ha destacado
a lo largo de su historia por un agresivo discurso de lucha contra las políticas
económicas ortodoxas, que se opone
a la subordinación a los organismos internacionales como el Fondo Monetario
Internacional y de claro cuño nacionalista, constituyó el pretexto ideal para que el
“mercado”1 desplegara, en el año 2002, un avasallador ataque especulativo contra
Brasil que culminó con que el “riesgo país”2, medido por el Emerging Market
Bonds Index (EMBI) del Banco de Inversiones de Estados Unidos J.P. Morgan,
alcanzara una marca récord de 2.400 puntos (lo que significaba que los títulos
emitidos por Brasil en el mercado internacional se negociaban a un tipo de interés
un 24% superior al tipo pagado por los títulos del Tesoro de Estados Unidos), y la
cotización del dólar se situara en 3,99 reales por dólar, en octubre (entre la
primera y la segunda vuelta de las elecciones), tras haber cotizado a 2,30 reales
por dólar seis meses antes. Para “calmar”3 el “mercado”, el Gobierno de Fernando
Henrique Cardoso volvió a recurrir al Fondo Monetario Internacional, firmando un
nuevo acuerdo que preveía préstamos del orden de 30.000 millones de dólares
para Brasil, que el nuevo Gobierno ampliaría y que, naturalmente, establecía las
condiciones habituales del Fondo en estos casos: elevado superávit fiscal (fijado
en este acuerdo en el 4,25% del PIB), objetivos de inflación y, por lo tanto,
indirectamente, control de la política monetaria, además de limitaciones a la
posibilidad de intervención del Banco Central en el mercado de divisas
y un compromiso del Gobierno en cuanto a la realización de las denominadas
Reformas Estructurales (de previsión y fiscal, fundamentalmente). Además de esa
iniciativa, el Gobierno vigente sugirió, también en un intento por “calmar” el
“mercado”,
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que los candidatos a la presidencia manifestaran de forma clara su apoyo al
acuerdo con el FMI, para convencer a los inversores de que, si salía elegido un
candidato de la oposición, dicho compromiso se respetaría. Tal vez por temor a
que la situación económica quedara definitivamente fuera de control y que no
hubiera nada que gobernar para un próximo Gobierno, tal vez por una inesperada
demostración de madurez y pragmatismo económico y político, todos los
candidatos firmaron documentos y se comprometieron a cumplir los acuerdos
asumidos por el Gobierno vigente. El documento del entonces candidato Lula se
denominó “Carta a los brasileños”. Como prueba evidente de que la turbulencia
que envolvía al país era fruto mucho más de maniobras especulativas
extremadamente agresivas por parte de los inversores locales e internacionales
que de la fragilidad de los cimientos económicos del país, o incluso que del temor
a las políticas radicales por parte de un Gobierno de izquierdas (las omnipresentes
expectativas de los inversores presentadas por los economistas como más
importantes que el funcionamiento real de la economía), la turbulencia prosiguió
y se agravó en el período entre la firma del acuerdo (y la divulgación de la Carta a
los brasileños) y las elecciones (de agosto a octubre) y, “curiosamente”4,
disminuyó posteriormente tras la confirmación de la elección de Lula. La onda
especulativa, que afortunadamente desapareció gradualmente, dejó cicatrices en
la economía real brasileña, siendo la más grave la aceleración de la inflación en
los últimos meses de 2002, lo que generó el temor de que la estabilidad de la
moneda pudiera verse comprometida.
EL INICIO DEL GOBIERNO LULA: PERPLEJIDAD EN
LA IZQUIERDA Y SORPRESA EN LA DERECHA
Una vez en el Gobierno, le llegó el turno a Lula, portador de las mejores
esperanzas de dos terceras partes del pueblo brasileño, de dejar perpleja a la
izquierda y de sorprender a la derecha, al escoger a la flor y nata del pensamiento
económico conservador para la dirección del Banco Central de Brasil y dar total
autonomía a éste para practicar una política monetaria drásticamente ortodoxa
(que, entre otras cosas, explica que el tipo de interés real aplicado en Brasil sea el
más alto del mundo en los últimos meses) así como adoptar, en los ministerios de
Planificación y de Hacienda, una política fiscal todavía más ortodoxa, que aplicó
drásticas reducciones en el gasto público y generó un superávit fiscal del orden del
5% del PIB, superior por lo tanto al exigido en el acuerdo con el FMI. La
justificación que ha dado el Gobierno Lula para semejante dosis de ortodoxia
económica y pragmatismo político es que no había otra alternativa. Es decir, que
elpaís estaba tan peligrosamente al borde del abismo en la transición del Gobierno
(la denominada “herencia maldita” dejada por el Gobierno anterior) que si hubiese
la menor duda por parte del nuevo Gobierno a la hora de tomar las medidas
necesarias (de cara al “mercado”) para encarrilar de nuevo al país, éste
descarrilaría definitivamente. De este modo, las políticas monetaria y fiscal
implacables adoptadas al inicio del gobierno, habrían sido indispensables para,
entre otras cosas, reducir el riesgo país, estabilizar el tipo de cambio y volver a
controlar la inflación. De hecho, se consiguieron esos resultados. El riesgo país se
redujo del nivel de 2.400 puntos (cuando era el segundo del mundo sólo por detrás
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de Argentina y por delante de países con moratoria como Nigeria) hasta menos de
500 puntos en la actualidad. La cotización del dólar se redujo de los 3,99 reales en
octubre del año pasado hasta cerca de 2,90, con una revaluación de casi el 49%
de la moneda nacional en poco más de un año. La inflación, que cerraba el año
pasado con tasas mensuales situadas entre el 2% y el 3%, se encuentra ahora en
valores entre el 0,3% y el 0,5% mensual, habiendo cerrado el año con una tasa
acumulada del 9,3%, sólo ligeramente por encima del límite superior del objetivo
inflacionario establecido para el año, que fue del 8,5%, y con la expectativa de que
el año próximo se sitúe por debajo del 6% dentro del objetivo establecido (5,5%).
Además, el país volvió a recibir volúmenes significativos de inversiones financieras
extranjeras, lo que asegura una situación bastante holgada para la balanza de
pagos del país, y contribuye a la reducción del tipo de cambio y a la revaluación
del real así como, al mismo tiempo, a la espectacular revalorización de la bolsa
brasileña que ha subido más del 100% en los últimos doce meses, estimulada en
gran medida por los inversores extranjeros. La otra cara de la moneda del
aparente éxito de la política de estabilización macroeconómica ha sido el
agravamiento de los problemas sociales, en particular la drástica caída de la renta,
la disminución todavía mayor del ritmo de crecimiento de la economía (tras dos
años de crecimiento frustrado en 2001 y 2002 en los que el PIB creció por debajo
del 2%, los datos preliminares indican que la economía estuvo prácticamente
estancada en 2003, el peor resultado en los últimos cinco años), así como el
aumento del desempleo y de la desigualdad, precisamente estos últimos los
problemas que llevaron a la sociedad brasileña a superar viejos prejuicios y a
elegir a Lula como presidente de la República, haciendo que la esperanza triunfara
sobre el miedo. Los defensores de la ortodoxia económica adoptada en la
transición argumentan, también, que una vez que haya hecho efecto la amarga
medicina administrada, la “medicación” se suspenderá y el país volverá a la
normalidad, los tipos de interés caerán, el Gobierno podrá volver a invertir, la
economía volverá a crecer y a generar empleos.Y, de hecho, las evidencias del
segundo semestre de 2003 apuntan en esa dirección. El Banco Central ha
recortado los tipos de interés sucesivamente en los últimos cuatro meses,
reduciéndolos del 26,5% anual al 16,5% (en diciembre), el Gobierno ha creado
algunos programas de financiación al consumo para rentas bajas y asalariados, y
los indicadores económicos de los dos últimos meses empiezan a señalar la
aceleración del crecimiento de la actividad económica y, en el tercer trimestre de
2003, se ha registrado una creación neta de empleos en el sector industrial.
No obstante, subsiste el temor de que el sesgo conservador del equipo económico
del Gobierno Lula, en particular el del Banco Central, comprometa la perspectiva
de una recuperación de la economía en 2003, lo que sería un desastre, tanto
desde el punto de vista económico y social como, sobre todo, político. La reciente
decisión (en el mes de enero de 2004) del Banco Central de mantener al nivel
actual los tipos de interés (todavía muy elevados, ya que suponen el tipo de
interés real más alto aplicado en el mundo), alegando un temor al recrudecimiento
de la inflación a principios de año, volvió a suscitar críticas de que la política
económica sigue caracterizándose por un conservadurismo y una ortodoxia
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excesivos. Para muchos críticos, irónicamente muchos de ellos partidarios del
Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, derrotado por Lula, tal rigor ortodoxo en
la política macroeconómica puede anular, o al menos limitar, el efecto de las
medidas en sentido contrario recientemente anunciadas para la recuperación del
crecimiento y podría condenar al Gobierno Lula a ser una mera y frustrante copia
del Gobierno anterior. Una vez más, los portavoces de la ortodoxia económica
responden que no hay alternativa, es decir, que la única forma que tiene el país de
recuperar la confianza de los “inversores” es con dosis crecientes y continuas de
rigor fiscal y monetario, para que podamos conquistar, a largo plazo, el beneficio
del crecimiento sostenido. Llegados a este punto, cabe entonces discutir si, al
inicio del Gobierno Lula, el país efectivamente no tenía otra alternativa, que la de
adoptar una política económica ortodoxa fundamentalista, así como hacer
conjeturas sobre qué alternativas a la política en vigor podrían considerarse
FINALMENTE, ¿HABÍA ALTERNATIVA?
Al margen de las polémicas, conceptuales, ideológicas o políticas respecto a la
política económica adoptada en este primer año del Gobierno Lula, creo que cabe
plantear tres preguntas para tener una visión más crítica de la situación observada
y de las opciones disponibles entonces y de cara al futuro: ¿Estaba, de hecho, el
país al borde del abismo?;¿Había alguna alternativa posible a la política ortodoxa
adoptada?; ¿Cómo, cuándo y a qué velocidad había que cambiar la política
inicial? En relación con la primera pregunta, cabe recordar que al principio de este
artículo se mencionó que, en el año 2002, Brasil fue el blanco de un avasallador
ataque especulativo, que tenía como pretexto (y como motivación) un
acontecimiento político importante (las elecciones presidenciales) y la perspectiva
de que se eligiera como presidente a un candidato políticamente “de izquierdas”.
Este ataque fue, efectivamente, un fenómeno real y las consecuencias inmediatas
que provocó fueron, a su vez, reales.
En el caso de Brasil, dichas consecuencias se caracterizaron, fundamentalmente,
por una gran turbulencia en los mercados financieros, por la depreciación
acentuada del real y por una reducción del flujo de recursos externos. Al mismo
tiempo, las consecuencias más profundas y duraderas de un ataque de esta
naturaleza dependen, por una parte, de la intensidad del “ataque” y de que éste se
extienda interna y externamente y, por otra parte, de la solidez de los cimientos de
la economía sometida al ataque, es decir, de la vitalidad y de la consistencia de la
economía real (sector productivo, sector de la exportación, sector público, sector
financiero, etc.). Así, por ejemplo, la moneda inglesa sufrió en 1992 fuertes
presiones especulativas, al frente de las cuales se encontraban algunos de los que
especularían diez años después contra Brasil. En aquel momento, el Gobierno
británico aprobó una devaluación de la libra esterlina del 20% y, a partir de esa
decisión, la economía prosiguió su trayectoria con normalidad, incluso con mayor
dinamismo y
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sin efectos negativos de importancia para la economía del país en su conjunto. De
este modo, cuando se estudia lo que ocurrió en Brasil en 2002, se observan dos
mundos completamente opuestos, tal y como se muestra en la tabla 1 incluida a
continuación.
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Boom brasileño
1. Introducción
La nueva Administración del gobierno brasileño tomó posesión con expectativas
muy optimistas acerca de los cambios en la conducción de la política económica y,
por consiguiente, en el ritmo de crecimiento económico y en el comportamiento del
empleo, puesto que el gobierno anterior estuvo marcado por un proceso de
estabilización de precios que posicionó al país en una trayectoria económica de
stop and go, ritmo de crecimiento económico inestable y vulnerable a las
fluctuaciones del sistema financiero internacional y a las incertidumbres referentes
a los rumbos del escenario político interno. Como consecuencia, el ritmo de
crecimiento fue muy bajo y la generación de empleo no fue suficiente para
absorber el crecimiento de la Población Económicamente Activa, presionando así
la tasa de paro. Tras nueve meses de gobierno de la nueva Administración del
país, la dirección de la política macroeconómica se ha mostrado muy cautelosa,
manteniendo las políticas monetarias y fiscales austeras, lo que ha generado un
fuerte debate interno en la propia base del partido de los trabajadores, que es el
núcleo del nuevo gobierno, sobre la coherencia de mantener dicha política
macroeconómica. Por otro lado, la política macroeconómica ha resultado eficaz,
por lo menos en el corto plazo, para disminuir las tensiones e incertidumbres del
sistema financiero, en especial en el mercado de cambio, que presionaban la tasa
de inflación y la deuda del sector público, puesto que una parte significativa de los
pasivos públicos está indexada por la variación cambiaria. Es cierto, sin embargo,
que los expresivos saldos positivos en la balanza comercial están influyendo dicho
resultado. Este artículo tiene como objeto analizar el comportamiento actual de la
económica brasileña de cara a evaluar sus perspectivas. De esta manera, se hace
un repaso sobre la evolución reciente de la economía brasileña con el objetivo de
destacar los condicionantes internos y externos que acaban por determinar la
conducción de la política económica actual
2. Antecedentes
Para evaluar la situación actual de la economía brasileña es necesario hacer un
análisis con una perspectiva de largo plazo, incorporando las principales
transformaciones ocurridas en el pasado reciente, explicación de la mayor parte
de los elementos determinantes de la evolución actual de la economía brasileña.
Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Brasil pasó por tres períodos bien
definidos y bastante distintos1. Entre el final de la década de los cuarenta y 1970,
la economía brasileña creció a un ritmo acelerado y superior al 7 por 100 anual.
Fue un período caracterizado por una fuerte industrialización basada en la
sustitución de importaciones y cuya principal fuente de financiación del desarrollo
dependía fuertemente del Estado y de los recursos externos. En la década de los
setenta, cuando la economía mundial pasó por un profundo proceso de ajuste
depresivo a causa de los shocks externos (crisis del petróleo, flexibilización
cambiaria y subida de los tipos de interés), se decidió optar por una estrategia
desarrollista. En vez de ajustar el patrón de desarrollo a la nueva situación de
Página 16
inestabilidad financiera internacional, Brasil avanzó todavía más en su proceso de
industrialización a base de financiación externa y déficit público. En este período,
la deuda externa de Brasil aumentó de alrededor de 6.000 millones de dólares, a
principio de los años setenta, a 65.000 millones de dólares al inicio de los años
ochenta. En los años ochenta, la crisis del modelo de desarrollo basado en la
sustitución de importaciones, junto a la crisis de la deuda externa, el fuerte
incremento del déficit público, con la consiguiente espiral inflacionista, y la crisis
del sistema financiero internacional, que disminuyó la liquidez internacional,
reduciendo los flujos de capital extranjero hacia el país y aumentando los tipos de
interés, llevaron a la economía brasileña a una crisis económica profunda. A lo
largo de esta década el PIB creció apenas un 1,7 por 100 de promedio al año,
nivel muy inferior al registrado en las tres décadas anteriores. Otro componente
característico de esta década de crisis2 fue la aceleración de la inflación. Aparte
del incremento del déficit publico
3. El Plan Real
A lo largo de los años ochenta el país pasó por numerosas tentativas fallidas de
control de la inflación a través de planes de estabilización heterodoxos que
intentaban reducir la subida de los precios mediante políticas de rentas, fijación de
precios y salarios e incluso con el secuestro temporal de la liquidez del sistema
bancario7. Sin embargo, fue sólo en 1994, con el Plan Real que alzó a Fernando
Henrique Cardoso, entonces Ministro de Economía, a la Presidencia de Brasil,
cuando se logró una estabilización sostenida de los precios (véase Gráfico 1). El
éxito del Plan Real estuvo asociado a diversos factores. La trayectoria de bajo
nivel de crecimiento del PIB y de la renta disponible indujo a una contención de la
demanda sin presionar los precios. Este mismo efecto tuvo el uso del tipo de
cambio sobrevaluado, que favoreció las importaciones competitivas, y el
mantenimiento del tipo de interés básico en niveles superiores al 20 por 100 anual.
Como consecuencia, el país pasó por un nuevo ciclo de endeudamiento externo a
causa de los crecientes déficit en cuenta corriente y, por último, una aceleración
de la deuda interna. La exitosa estabilización económica de 1994, llevó a la
economía brasileña a una trayectoria de crecimiento errática y en niveles muy
bajos, sobre todo a partir de 1997, cuando se acentuaron las crisis financieras
internacionales, cuyo promedio de crecimiento fue del 1,6 por 100 al año,
ligeramente superior al nivel de crecimiento de la población, lo que implica que no
hubo aumento de la renta per cápita (véanse Gráfico 2 y Cuadro 1).
Página 17
Este cuadro de inestabilidad en el nivel de crecimiento económico tiene algunos
elementos explicativos. El patrón de financiación del período de desarrollo
industrial de los años setenta y el colapso de la deuda externa en los años
ochenta asociado a la falta de un sector financiero nacional desarrollado, capaz de
atender a las necesidades de financiación de la economía, llevaron a la economía
brasileña a una necesidad crónica de recursos externos para financiar sus déficit
por cuenta corriente. La liberalización de los movimientos financieros
internacionales y la profundización de la integración de los mercados volatilizaron
los flujos de recursos internacionales, condicionando el desempeño
macroeconómico de las economías latinoamericanas. Como destaca la CEPAL
(2000, 2002), los movimientos de expansión y contracción de liquidez internacional
Página 18
llevaron a las economías latinoamericanas a tener el comportamiento de su nivel
de actividad determinado por estos flujos. En este sentido, esta evolución
mediocre de la economía brasileña se debe, por lo menos en parte, a la sucesión
de crisis financieras internacionales: la crisis mexicana de 1995, la crisis asiática
de 1997, la crisis rusa de 1998, la misma crisis brasileña de 1998-1999, la crisis
argentina de 2001-2002 y la más reciente crisis cambiaria de 2002.
Estas crisis tuvieron un fuerte impacto en los flujos de capitales privados hacia los
países en desarrollo. Como se puede observar en el Gráfico 3, a partir de 1997 los
flujos netos de capital privado hacia los paí- ses en desarrollo disminuyeron
sustancialmente, acentuando la inestabilidad macroeconómica. Esta necesidad
crónica de recursos externos para financiar los desequilibrios en la balanza de
pagos provoca una profunda vulnerabilidad externa de la economía brasileña. Por
ejemplo, entre 1998 y 2001, según los datos del Banco Central de Brasil, la
necesidad de financiación externa estuvo entre el 4,1 por 100 y el 4,8 por 100 del
PIB. En 2002 este nivel disminuyó sensiblemente a un 1,9 por 100 del PIB gracias
a los superávit en la balanza comercial, a causa de la fuerte expansión de las
exportaciones, impulsada por la devaluación cambiaria, y de la reducción de las
importaciones, promovida también por la devaluación y por la desaceleración de
las actividades productivas.
Página 19
¿Cómo deja el país al culminar su gobierno?
El presidente más popular de la historia del país deja este viernes su cargo. Este
es un balance de su administración.
Luego de ocho años en cabeza del país más grande de Latinoamérica y el quinto
más poblado del planeta, Luiz Inácio Lula da Silva cumple este viernes su ciclo en
la presidencia de Brasil. Tras dos periodos presidenciales, el ex sindicalista deja el
cargo con el índice de aprobación popular más elevado en la historia del país, con
87%, y gozando de gran admiración por parte de la comunidad internacional.
El prestigio político y gerencial ganado por Lula durante su gestión es avalado por
los números. El Espectador le muestra los logros y las deudas que deja la gestión
de Lula al frente de Brasil.
El modelo económico
Quizá la virtud más importante que tuvo el saliente presidente de Brasil fue no
ceder a la presión de su colectividad, el Partido de los Trabajadores, y apoyar el
modelo económico de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Gracias a esa
decisión, Lula logró estabilizar la economía brasileña, lo cual le permitió crecer a
un ritmo promedio de 4,1% anual, pagar toda la deuda del país con el Fondo
Monetario Internacional (FMI) y la reducción de la tasa de desempleo, que pasó
del 10,5% en diciembre de 2002 al 5,7% en noviembre pasado.
Reducción de la pobreza
Desde que Lula se instaló en el Palacio del Planalto en Brasilia comenzó una
lucha incansable por reducir la desigualdad en Brasil. Su gestión siempre estuvo
enfocada en el campo social y gracias a un ambicioso programa marcado por
iniciativas como Bolsa Familia, un subsidio que el Estado actualmente distribuye a
12,7 millones de familias con una renta mensual inferior a US$80, consiguió que
aproximadamente 29 millones de personas lograran salir de la pobreza y con ello
la clase media pasó a ser el 51% de la población. Según proyecciones del Instituto
de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA), al ritmo actual Brasil podría erradicar la
miseria en 2016 y de esta manera alcanzaría índices de pobreza propios de los
países desarrollados.
Página 20
Consolidaciónde Petrobrás
El gobierno Lula también buscó consolidar a Brasil como uno de los mayores
exportadores de Petróleo. Desde que Lula asumió la presidencia en 2002 Brasil
buscó aumentar la exploración petrolera y gracias a la venta de acciones de la
empresa en bolsa recaudó US$70.000 millones, con los cuales financió el mayor
plan de exploración de petróleo del mundo, que con US$224.000 millones para el
periodo 2010-2014 garantiza que el deseo de Lula se haga realidad.
Las relaciones exteriores
La ambición del presidente brasileño traspasó las fronteras y gracias a ésta, el
país quedó bien posicionado en la comunidad internacional.
Y es que la política exterior brasileña es uno de los puntos más positivos de su
gestión. No en vano, asesorado por su ministro de Relaciones Exteriores, Celso
Amorim, Lula siempre fue el principal promotor de Unasur y gracias al buen
manejo de las relaciones con los demás países del continente, en el último lustro
consolidó su liderazgo en la región, disputándoselo con EE.UU.
En cuanto a la política internacional, Brasil se consolidó como el vocero del
continente y de los países del tercer mundo en escenarios como el G-20 y ha sido
un abanderado de la reestructuración del Consejo de Seguridad de la ONU.
Las deudas
A pesar de haber tenido una administración exitosa, Lula deja su cargo con
algunas promesas de campaña incumplidas. No obstante los avances en materia
social, el país que recibirá el sábado Dilma Rousseff tiene aún 14 millones de
analfabetos, es decir que entre 2002 y 2009 sólo bajó del 11,8 al 9,7%, y la tasa
de escolaridad se mantuvo casi en el mismo nivel que la de Zimbabue (7,2 años
de estudios). Por otro lado, en los ocho años del gobierno Lula el porcentaje de
domicilios sin acceso a alcantarillado se redujo sólo del 59 al 56% y el número de
ciudades que ofrecen tratamiento a las aguas negras sólo subió de 2.630 en 2002
a 2.795 en 2008, de los 5.565 municipios que tiene el país.
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  • 1. Página 1 ÍNDICE ¿Quién fue Luiz Inácio Lula da Silva? …………………………………….página 2 Logros más importantes en su carrera política …………………….………… página 7 Política económica ………………………………………………………………..págin10 Boom brasileño …………………………………………………………….……. página 15 ¿Cómo deja el país al culminar su gobierno? ………………………………… página 19
  • 2. Página 2 ¿Quién fue Luiz Inácio Lula da Silva? Luiz Inácio Lula da Silva (Garanhuns, 1945) Político brasileño, presidente de Brasil entre 2003 y 2010. Al frente del país promovió un programa que tenía como prioridad erradicar la pobreza con políticas sociales y liquidar la deuda con el Fondo Monetario internacional (FMI). Pese a los escándalos de corrupción en los que se vio envuelto durante su primer mandato, Lula da Silva volvió a imponerse en las presidenciales de 2006. Luiz Inácio da Silva nació en Garanhuns, estado de Pernambuco, el 27 de octubre de 1945, séptimo de los ocho hijos (cinco varones y tres hembras) del matrimonio de campesinos analfabetos formado por Arístides Inácio da Silva y Eurídice Ferreira de Melo (doña Lindu). Hasta los cinco años no conoció a su padre, estibador en São Paulo, del que trazó un retrato cruel en una biografía autorizada, acusándolo de ser un alcohólico, «un pozo de ignorancia», y de estar más interesado por su perro que por su numerosa y hambrienta prole. La madre y los hijos, huyendo de la miseria, se trasladaron a
  • 3. Página 3 Guarujá en 1952 y después a Santos, la aglomeración portuaria paulista. El matrimonio se separó en 1956. Del sindicalismo a la política Luiz Inácio, al que sus familiares apodaban Lula, compaginó la escuela primaria con el trabajo como limpiabotas, vendedor ambulante y recadero. Siguió un curso en el Servicio Nacional de Industria, para la formación profesional, y se especializó como tornero mecánico en 1963. Trabajó en varias empresas metalúrgicas y perdió el dedo meñique de la mano izquierda en un accidente laboral en 1964, el año en que se instauró la dictadura militar. En 1966 fue contratado por Industrias Villares, de São Bernardo do Campo, donde se inició en el sindicalismo de la mano de su hermano José (Frei Chico), militante comunista, detenido y torturado por los militares. En 1972 fue elegido secretario del sindicato metalúrgico local, que pasó a presidir tres años más tarde, y se convirtió en líder de 90.000 obreros de la zona industrial más importante del país. Lula fue el principal promotor de las grandes huelgas y manifestaciones que debilitaron el poder de la dictadura y aceleraron su caída. El 10 de febrero de 1980, al amparo de la amnistía y la tímida apertura, fundó en São Paulo el Partido de los Trabajadores (PT), de orientación socialista, con apoyo sindical y de varios intelectuales, clérigos y profesores. En abril del mismo año, encabezó una huelga de cuarenta y un días, duramente reprimida, en la que participaron casi 300.000 trabajadores paulistas y que le valió un mes de arresto. Acusado de desórdenes públicos, una corte marcial lo condenó a tres años y seis meses de cárcel, pero la sentencia fue anulada en apelación. El 26 de agosto de 1983, varios sindicatos paulistas se fusionaron en la Central Única de Trabajadores (CUT), vinculada al PT. Restablecida la democracia, en las elecciones constituyentes del 15 de noviembre de 1986, el PT fue la primera fuerza de la izquierda, con el 6,9% de los votos y 16 diputados, Lula entre ellos, que defendieron con ahínco algunas de las reivindicaciones de la CUT: derecho de huelga, reducción de la jornada laboral, vacaciones parcialmente pagadas y revisiones salariales en función del coste de la vida. En las elecciones municipales del mismo año, el PT obtuvo un éxito sin precedentes al lograr treinta y seis alcaldías de ciudades tan importantes como São Paulo, Pôrto Alegre y Vitória.
  • 4. Página 4 Nuevo líder de la izquierda En la segunda vuelta de las primeras elecciones presidenciales directas, el 17 de diciembre de 1989, el populista Fernando Collor de Mello, con el respaldo de todas las fuerzas centristas y de derecha, derrotó a Lula, pero éste obtuvo el 47% de los votos. Por primera vez en Brasil, un líder obrero presentó un programa alternativo, de ruptura con el sistema, que incluyó un salario mínimo, la lucha contra la inflación y la reforma agraria. Por iniciativa de Fidel Castro, por el que mantiene una inquebrantable admiración, Lula convocó en 1990 el I Encuentro de Partidos y Organizaciones de Izquierda de América Latina y el Caribe, conocido como Foro de São Paulo, pacifista y antiglobalizador, que reunió a más de sesenta partidos y organizaciones guerrilleras de veintidós países. Durante el transcurso del primer congreso nacional del PT (1 de diciembre de 1991), reelegido presidente, propugnó una revisión ideológica en nombre de la moderación, que implicó la renuncia de la lucha armada. El PT fue definido como «partido socialista» que rechaza tanto el capitalismo liberal como el socialismo soviético, pero también la socialdemocracia. Lula lo comparó a la sazón con un árbol de tronco socialista cuyas ramas eran lo bastante flexibles como para incluir diversas corrientes, desde los trotskistas hasta los ecologistas y los teólogos de la liberación. Consagrado como líder de la nueva izquierda, superados los inconvenientes de las escisiones de los grupos más radicales, el PT encabezó la campaña popular y
  • 5. Página 5 las movilizaciones contra la corrupción que precipitaron el juicio y la dimisión infamante del presidente Collor de Mello en diciembre de 1992. En las nuevas elecciones presidenciales de octubre de 1994, Lula fue derrotado en la primera vuelta por Fernando Henrique Cardoso, pero su partido logró la elección de dos gobernadores, cuatro senadores y cincuenta diputados. En el X Encuentro Nacional del PT, en agosto de 1995, abandonó la presidencia ejecutiva y fue aclamado como presidente honorario. Volvió a competir por tercera vez en las presidenciales de octubre de 1998, en las que llegó a la segunda vuelta y fue derrotado con el 31,7% de los votos, si bien fue el candidato más votado en diez capitales -São Paulo, Río de Janeiro y Bahía entre ellas-, y el PT mantuvo su ascenso con la conquista de tres estados. Resultó evidente que Lula tenía que ampliar su base electoral, mitigando el radicalismo de su programa, para seducir a las clases medias, si deseaba la conquista del poder. No obstante, por iniciativa del PT, en abierto desafío de los poderes mundiales, se celebró en Pôrto Alegre el primer Foro Social Mundial (enero de 2001), como una alternativa del Foro Económico Mundial que al mismo tiempo se celebraba en Davos (Suiza). Evolución ideológica El viraje estratégico se produjo al comienzo de la campaña electoral a fines de 2001, cuando los asesores de Lula adoptaron una visión menos radical del combate político y convirtieron al líder obrero en un político profesional. Bajo la dirección de Duda Mendonça, verdadero gurú del marketing político encargado de la campaña electoral, el presidente del PT experimentó una verdadera metamorfosis en su apariencia, eliminó de su programa cualquier referencia al socialismo y se alió con el magnate textil José Alencar, del Partido Liberal, designado candidato a la vicepresidencia. Los asesores impusieron una imagen inédita del candidato, menos hosca, con traje y corbata, padre y esposo afectuoso, que no desdeñaba las manifestaciones populistas. Lula se comprometió a respetar el acuerdo entre el gobierno de Cardoso y el Fondo Monetario Internacional (FMI), «un pacto de transición» que obligaba a mantener la austeridad presupuestaria a cambio de los préstamos internacionales que garantizaban la estabilidad financiera. Con esta decisión culminó la evolución ideológica de un líder genuinamente obrero acuciado por las contingencias del pragmatismo político, que pasó de predicar «la ruptura con el sistema capitalista» a plegarse a las exigencias de los mercados financieros, pese a las protestas de los militantes más radicales del PT. El tándem Lula-Alencar recibió el apoyo de numerosos patronos, de los ex presidentes José
  • 6. Página 6 Sarney y Gustavo Franco, y de algunos sectores militares seducidos por los acentos nacionalistas y desarrollistas de su programa económico. Presidente del Brasil La política brasileña experimentó un auténtico terremoto cuando Lula da Silva fue elegido presidente de la república en la segunda vuelta de las elecciones, el 27 de octubre, con más de 50 millones de votos (el 61,27 %), convirtiéndose en el candidato más votado en la historia de Brasil. La victoria del candidato de los pobres, que en la primera vuelta, el 6 de octubre, había logrado el 46,44% de los sufragios, marcó un hito en Latinoamérica, pues se trata de la primera vez que la izquierda radical llega al poder por medio de las urnas. Lula tomó posesión el 1 de enero de 2003. Aunque el impulso electoral de Lula convirtió al PT en el primer partido en ambas Cámaras del Congreso, el nuevo presidente sólo podía contar con el respaldo de 180 de los 513 diputados y de 30 de los 81 senadores, lo que le obligaba a una negociación permanente para sacar adelante sus proyectos, como exige un régimen presidencial de coalición. Paradójicamente, el éxito no se reflejó en los niveles estatal y municipal, ya que el PT fracasó en São Paulo, Río de Janeiro, Río Grande do Sul, Bahía y el Distrito Federal. El nuevo presidente de Brasil, con la hegemonía indiscutible de su partido en la izquierda, tiene como prioridades la reforma agraria y el combate contra la pobreza, pero afronta un doble y contradictorio desafío: encontrar las mayorías necesarias para propulsar las reformas necesarias sin alarmar a los poderes fácticos, tanto nacionales como internacionales, y calmar las lógicas impaciencias de los obreros, los campesinos sin tierra y las clases medias empobrecidas. Lula se casó en 1967 con María de Lurdes, trabajadora del sector textil. La joven quedó embarazada y contrajo una hepatitis que no fue diagnosticada a tiempo. Madre e hijo murieron en el parto. Viudo, se relacionó con la enfermera Mariam Cordeiro, con la que tuvo una hija, Lurian. En 1974 se casó con su actual esposa, Marisa Letícia da Silva, viuda y madre de un niño, con la que tuvo tres hijos más.
  • 7. Página 7 Logros más importantes en su carrera política Pese a los contrastes de hoy, las previsiones para los próximos cinco años son bastante optimistas. Se prevé un crecimiento económico del 50% en las clases A y B, y los pobres se reducirían del actual 16% al 8% de la población. Según datos de un estudio presentado recientemente por la Fundación Getúlio Vargas (FGV), entre 2003 y 2008, 32 millones de brasileños ascendieron a las clases A, B y C, y 19,3 millones salieron de la pobreza. Los avances sociales son resultado de los programas sociales que vienen siendo implantados desde mediados de la década de 90. Los programas de transferencia de renta creados a partir del gobierno de Fernando Henrique Cardoso y ampliados durante las gestiones de Luiz Inácio Lula da Silva con el nombre «Bolsa Familia», permitieron el aumento de la renta per capita, el acceso de la población más pobre a bienes durables y el fortalecimiento del mercado interno. Brasil, sin embargo, no ha tenido el mismo éxito en áreas que consolidarían esas conquistas, como salud, educación, saneamiento básico y vivienda. La educación es otra área difícil. En casi dos décadas el analfabetismo cayó de 17% a 9,6%, pero en el nordeste llega a un impresionante 24%. El país consiguió poner a los niños en la escuela, a través de los programas sociales, pero aún tiene una fuerte ausencia de adolescentes. Si el país pretende convertirse en una potencia económica en las próximas décadas, tendrá que encontrar alternativas para avanzar en esas áreas. Bolsa Familia El país se ha convertido en un exportador de programas sociales y de soluciones de combate al hambre, llevando el Bolsa Familia a Paraguay, Bolivia y Ecuador y ocho países africanos que firmaron acuerdos de cooperación con el gobierno brasileño para implantar y adaptar el modelo a sus realidades. El Bolsa Familia es un programa de transferencia de renta que atiende a familias con renta per capita inferior a 60 euros, ofreciendo valores que pueden llegar a alrededor de 85 euros dependiendo de algunas condiciones, como mantener a los
  • 8. Página 8 hijos en la escuela (cinco como máximo) y vacunados, además de hacer exámenes prenatales, en el caso de embarazadas. Según datos oficiales, el programa atiende a 12 millones de familias y ha reducido la pobreza extrema del 12% en 2003 al 4,8% en 2008. Lo bueno. Diez millones de brasileños se incorporaron a la clase media entre 2004 y 2008. La pobreza cayó del 46% de la población en 1990 al 26% en 2008. La desigualdad en la distribución del ingreso ha disminuido. La hiperinflación es una pesadilla que ya nadie recuerda. La deuda externa está en un envidiable 4% del PIB. Las exportaciones se multiplicaron por cinco en sólo veinte años. Y por si fuera poco, en la próxima década Brasil podría llegar a ser una importante potencia petrolera. Gracias a su éxito y a su tamaño, Brasil es ahora una presencia indispensable en las negociaciones internacionales sobre clima, energía, comercio, finanzas, desarrollo, proliferación nuclear y demás retos que confrontan al mundo. Así, Lula ha hecho obsoleto el mal chiste según el cual Brasil era el país del futuro y seguiría siéndolo para siempre. Brasil ya ha alcanzado mucho de su potencial y no hay duda de que Lula merece un enorme reconocimiento por estos éxitos. - Lo malo. Lula es poco generoso. Debería compartir el crédito por los logros de su país con Fernando Henrique Cardoso, su predecesor en la presidencia. Lula heredó una economía reformada, políticas sociales de vanguardia y una base muy sólida para continuar profundizando la liberalización y desregulación económica que explican el actual éxito de Brasil. El gran mérito de Lula es haber mantenido, ampliado y defendido estas políticas, que contrastan con las posiciones ideológicas que mantuvo durante años. Lula lideró la oposición a las reformas que hoy le ganan el aplauso del mundo. Mientras en las cumbres revolucionarias con los Chávez, Castros y Ortegas del mundo Lula comparte con entusiasmo las loas al socialismo, en sus decisiones en Brasil éste brilla por su ausencia. Lula ha sido de los presidentes más pro-mercado y pro-sector privado e inversión extranjera que ha tenido Brasil. Él suele decir que sus políticas económicas de mercado sirven para construir las bases para el socialismo. Pocos le creen. Y es fácil suponer que uno de los que no se lo cree es el propio Lula. Lamentablemente, el presidente brasileño tampoco ha podido impedir que en sus círculos más cercanos florezca la corrupción que invade los gobiernos de América Latina. Decir que esto es lo usual es tan correcto como reconocer que la lucha contra la corrupción nunca ha sido una prioridad para Lula. - Lo feo. Lula da Silva ha sido muy bueno para los brasileños y muy malo para millones de sus vecinos. Los déspotas que tienen la suerte de ser amigos del presidente brasileño y que están arruinando sus países, mientras Brasil progresa, saben que cuentan tanto con el estridente apoyo como con el silencio cómplice de
  • 9. Página 9 Lula. Su incondicional respaldo público les aporta una valiosísima legitimidad internacional que les sirve para actuar con aún mayor impunidad dentro de sus países. Sería ingenuo esperar que Lula sea el gendarme de la democracia y los derechos humanos en la región. Pero no debería ser ingenuo esperar que quienes violan reiteradamente los derechos básicos de sus pueblos sepan que no cuentan con el tolerante silencio de Lula y su fraternal abrazo en las cumbres presidenciales. ¿No sería maravilloso que quienes son encarcelados por luchar por la democracia en otros países sepan que Lula es su aliado, y no el de sus carceleros? La lista de las contradicciones, inconsistencias y ejemplos de la doble moral de Lula es triste y larga. Y no pasa semana sin que crezca. La última adición ha sido la de obligar a que fuese excluido de la cumbre presidencial de la Unión Europea y América Latina el nuevo presidente de Honduras, Porfirio Lobo. Según Brasil, Lobo -quien ganó las elecciones sin las trampas, comunes en la región, de Hugo Chávez y Daniel Ortega- no tiene las suficientes credenciales democráticas para estar en esa reunión. Esto viene del mismo presidente que explicó al mundo que Mahmud Ahmadineyad ganó las elecciones en su país limpiamente y que los miles de iraníes que protestaron en las calles se estaban portando como los díscolos hinchas de un equipo de fútbol después de que su equipo pierde. Al mismo tiempo que Lula decía esto, Ahmadineyad ordenaba la pena de muerte para algunos de los manifestantes. Feo, ¿no? Por todo esto Lula pasará a la historia como un muy buen presidente para su pueblo y un muy mal vecino para los amantes de la libertad.
  • 10. Página 10 Política económica ANTECEDENTES Hace exactamente catorce años, Luiz Inácio Lula da Silva se presentaba por primera vez a unas elecciones presidenciales y era derrotado, entonces, por FernandoCollor, tras una campaña populista, que contó con un fuerte apoyo de los medios de comunicación, en la que buscaba diferenciarse de la “clase política” y se comprometía a luchar contra los “marajás” del país (funcionarios públicos con salarios elevados). En su toma de posesión, el presidente electo prometía dejar perpleja a la derecha y sorprender a la izquierda con sus políticas y actuaciones, dando a entender que adoptaría, si fuera necesario, políticas económicas heterodoxas. Y así fue, tras iniciar su Gobierno con una medida inédita en la historia del país, la de secuestrar (retener durante 18 meses y posteriormente liberar en plazos mensuales a lo largo de 12 meses) todas las partidas procedentes del ahorro de empresas y personas físicas por encima del límite de 1.200 dólares, e iniciar una apertura radical de la economía brasileña. Menos de tres años después, el presidente sería destituido de su cargo por el Congreso tras un proceso de impeachment provocado por crecientes evidencias de corrupción en su Gobierno. Trece años y tres derrotas después, Luiz Inácio Lula da Silva es elegido finalmente presidente de Brasil, en su cuarto intento. La perspectiva de elección de un político de izquierdas, perteneciente a un partido que ha destacado a lo largo de su historia por un agresivo discurso de lucha contra las políticas económicas ortodoxas, que se opone a la subordinación a los organismos internacionales como el Fondo Monetario Internacional y de claro cuño nacionalista, constituyó el pretexto ideal para que el “mercado”1 desplegara, en el año 2002, un avasallador ataque especulativo contra Brasil que culminó con que el “riesgo país”2, medido por el Emerging Market Bonds Index (EMBI) del Banco de Inversiones de Estados Unidos J.P. Morgan, alcanzara una marca récord de 2.400 puntos (lo que significaba que los títulos emitidos por Brasil en el mercado internacional se negociaban a un tipo de interés un 24% superior al tipo pagado por los títulos del Tesoro de Estados Unidos), y la cotización del dólar se situara en 3,99 reales por dólar, en octubre (entre la primera y la segunda vuelta de las elecciones), tras haber cotizado a 2,30 reales por dólar seis meses antes. Para “calmar”3 el “mercado”, el Gobierno de Fernando Henrique Cardoso volvió a recurrir al Fondo Monetario Internacional, firmando un nuevo acuerdo que preveía préstamos del orden de 30.000 millones de dólares para Brasil, que el nuevo Gobierno ampliaría y que, naturalmente, establecía las condiciones habituales del Fondo en estos casos: elevado superávit fiscal (fijado en este acuerdo en el 4,25% del PIB), objetivos de inflación y, por lo tanto, indirectamente, control de la política monetaria, además de limitaciones a la posibilidad de intervención del Banco Central en el mercado de divisas y un compromiso del Gobierno en cuanto a la realización de las denominadas Reformas Estructurales (de previsión y fiscal, fundamentalmente). Además de esa iniciativa, el Gobierno vigente sugirió, también en un intento por “calmar” el “mercado”,
  • 11. Página 11 que los candidatos a la presidencia manifestaran de forma clara su apoyo al acuerdo con el FMI, para convencer a los inversores de que, si salía elegido un candidato de la oposición, dicho compromiso se respetaría. Tal vez por temor a que la situación económica quedara definitivamente fuera de control y que no hubiera nada que gobernar para un próximo Gobierno, tal vez por una inesperada demostración de madurez y pragmatismo económico y político, todos los candidatos firmaron documentos y se comprometieron a cumplir los acuerdos asumidos por el Gobierno vigente. El documento del entonces candidato Lula se denominó “Carta a los brasileños”. Como prueba evidente de que la turbulencia que envolvía al país era fruto mucho más de maniobras especulativas extremadamente agresivas por parte de los inversores locales e internacionales que de la fragilidad de los cimientos económicos del país, o incluso que del temor a las políticas radicales por parte de un Gobierno de izquierdas (las omnipresentes expectativas de los inversores presentadas por los economistas como más importantes que el funcionamiento real de la economía), la turbulencia prosiguió y se agravó en el período entre la firma del acuerdo (y la divulgación de la Carta a los brasileños) y las elecciones (de agosto a octubre) y, “curiosamente”4, disminuyó posteriormente tras la confirmación de la elección de Lula. La onda especulativa, que afortunadamente desapareció gradualmente, dejó cicatrices en la economía real brasileña, siendo la más grave la aceleración de la inflación en los últimos meses de 2002, lo que generó el temor de que la estabilidad de la moneda pudiera verse comprometida. EL INICIO DEL GOBIERNO LULA: PERPLEJIDAD EN LA IZQUIERDA Y SORPRESA EN LA DERECHA Una vez en el Gobierno, le llegó el turno a Lula, portador de las mejores esperanzas de dos terceras partes del pueblo brasileño, de dejar perpleja a la izquierda y de sorprender a la derecha, al escoger a la flor y nata del pensamiento económico conservador para la dirección del Banco Central de Brasil y dar total autonomía a éste para practicar una política monetaria drásticamente ortodoxa (que, entre otras cosas, explica que el tipo de interés real aplicado en Brasil sea el más alto del mundo en los últimos meses) así como adoptar, en los ministerios de Planificación y de Hacienda, una política fiscal todavía más ortodoxa, que aplicó drásticas reducciones en el gasto público y generó un superávit fiscal del orden del 5% del PIB, superior por lo tanto al exigido en el acuerdo con el FMI. La justificación que ha dado el Gobierno Lula para semejante dosis de ortodoxia económica y pragmatismo político es que no había otra alternativa. Es decir, que elpaís estaba tan peligrosamente al borde del abismo en la transición del Gobierno (la denominada “herencia maldita” dejada por el Gobierno anterior) que si hubiese la menor duda por parte del nuevo Gobierno a la hora de tomar las medidas necesarias (de cara al “mercado”) para encarrilar de nuevo al país, éste descarrilaría definitivamente. De este modo, las políticas monetaria y fiscal implacables adoptadas al inicio del gobierno, habrían sido indispensables para, entre otras cosas, reducir el riesgo país, estabilizar el tipo de cambio y volver a controlar la inflación. De hecho, se consiguieron esos resultados. El riesgo país se redujo del nivel de 2.400 puntos (cuando era el segundo del mundo sólo por detrás
  • 12. Página 12 de Argentina y por delante de países con moratoria como Nigeria) hasta menos de 500 puntos en la actualidad. La cotización del dólar se redujo de los 3,99 reales en octubre del año pasado hasta cerca de 2,90, con una revaluación de casi el 49% de la moneda nacional en poco más de un año. La inflación, que cerraba el año pasado con tasas mensuales situadas entre el 2% y el 3%, se encuentra ahora en valores entre el 0,3% y el 0,5% mensual, habiendo cerrado el año con una tasa acumulada del 9,3%, sólo ligeramente por encima del límite superior del objetivo inflacionario establecido para el año, que fue del 8,5%, y con la expectativa de que el año próximo se sitúe por debajo del 6% dentro del objetivo establecido (5,5%). Además, el país volvió a recibir volúmenes significativos de inversiones financieras extranjeras, lo que asegura una situación bastante holgada para la balanza de pagos del país, y contribuye a la reducción del tipo de cambio y a la revaluación del real así como, al mismo tiempo, a la espectacular revalorización de la bolsa brasileña que ha subido más del 100% en los últimos doce meses, estimulada en gran medida por los inversores extranjeros. La otra cara de la moneda del aparente éxito de la política de estabilización macroeconómica ha sido el agravamiento de los problemas sociales, en particular la drástica caída de la renta, la disminución todavía mayor del ritmo de crecimiento de la economía (tras dos años de crecimiento frustrado en 2001 y 2002 en los que el PIB creció por debajo del 2%, los datos preliminares indican que la economía estuvo prácticamente estancada en 2003, el peor resultado en los últimos cinco años), así como el aumento del desempleo y de la desigualdad, precisamente estos últimos los problemas que llevaron a la sociedad brasileña a superar viejos prejuicios y a elegir a Lula como presidente de la República, haciendo que la esperanza triunfara sobre el miedo. Los defensores de la ortodoxia económica adoptada en la transición argumentan, también, que una vez que haya hecho efecto la amarga medicina administrada, la “medicación” se suspenderá y el país volverá a la normalidad, los tipos de interés caerán, el Gobierno podrá volver a invertir, la economía volverá a crecer y a generar empleos.Y, de hecho, las evidencias del segundo semestre de 2003 apuntan en esa dirección. El Banco Central ha recortado los tipos de interés sucesivamente en los últimos cuatro meses, reduciéndolos del 26,5% anual al 16,5% (en diciembre), el Gobierno ha creado algunos programas de financiación al consumo para rentas bajas y asalariados, y los indicadores económicos de los dos últimos meses empiezan a señalar la aceleración del crecimiento de la actividad económica y, en el tercer trimestre de 2003, se ha registrado una creación neta de empleos en el sector industrial. No obstante, subsiste el temor de que el sesgo conservador del equipo económico del Gobierno Lula, en particular el del Banco Central, comprometa la perspectiva de una recuperación de la economía en 2003, lo que sería un desastre, tanto desde el punto de vista económico y social como, sobre todo, político. La reciente decisión (en el mes de enero de 2004) del Banco Central de mantener al nivel actual los tipos de interés (todavía muy elevados, ya que suponen el tipo de interés real más alto aplicado en el mundo), alegando un temor al recrudecimiento de la inflación a principios de año, volvió a suscitar críticas de que la política económica sigue caracterizándose por un conservadurismo y una ortodoxia
  • 13. Página 13 excesivos. Para muchos críticos, irónicamente muchos de ellos partidarios del Gobierno de Fernando Henrique Cardoso, derrotado por Lula, tal rigor ortodoxo en la política macroeconómica puede anular, o al menos limitar, el efecto de las medidas en sentido contrario recientemente anunciadas para la recuperación del crecimiento y podría condenar al Gobierno Lula a ser una mera y frustrante copia del Gobierno anterior. Una vez más, los portavoces de la ortodoxia económica responden que no hay alternativa, es decir, que la única forma que tiene el país de recuperar la confianza de los “inversores” es con dosis crecientes y continuas de rigor fiscal y monetario, para que podamos conquistar, a largo plazo, el beneficio del crecimiento sostenido. Llegados a este punto, cabe entonces discutir si, al inicio del Gobierno Lula, el país efectivamente no tenía otra alternativa, que la de adoptar una política económica ortodoxa fundamentalista, así como hacer conjeturas sobre qué alternativas a la política en vigor podrían considerarse FINALMENTE, ¿HABÍA ALTERNATIVA? Al margen de las polémicas, conceptuales, ideológicas o políticas respecto a la política económica adoptada en este primer año del Gobierno Lula, creo que cabe plantear tres preguntas para tener una visión más crítica de la situación observada y de las opciones disponibles entonces y de cara al futuro: ¿Estaba, de hecho, el país al borde del abismo?;¿Había alguna alternativa posible a la política ortodoxa adoptada?; ¿Cómo, cuándo y a qué velocidad había que cambiar la política inicial? En relación con la primera pregunta, cabe recordar que al principio de este artículo se mencionó que, en el año 2002, Brasil fue el blanco de un avasallador ataque especulativo, que tenía como pretexto (y como motivación) un acontecimiento político importante (las elecciones presidenciales) y la perspectiva de que se eligiera como presidente a un candidato políticamente “de izquierdas”. Este ataque fue, efectivamente, un fenómeno real y las consecuencias inmediatas que provocó fueron, a su vez, reales. En el caso de Brasil, dichas consecuencias se caracterizaron, fundamentalmente, por una gran turbulencia en los mercados financieros, por la depreciación acentuada del real y por una reducción del flujo de recursos externos. Al mismo tiempo, las consecuencias más profundas y duraderas de un ataque de esta naturaleza dependen, por una parte, de la intensidad del “ataque” y de que éste se extienda interna y externamente y, por otra parte, de la solidez de los cimientos de la economía sometida al ataque, es decir, de la vitalidad y de la consistencia de la economía real (sector productivo, sector de la exportación, sector público, sector financiero, etc.). Así, por ejemplo, la moneda inglesa sufrió en 1992 fuertes presiones especulativas, al frente de las cuales se encontraban algunos de los que especularían diez años después contra Brasil. En aquel momento, el Gobierno británico aprobó una devaluación de la libra esterlina del 20% y, a partir de esa decisión, la economía prosiguió su trayectoria con normalidad, incluso con mayor dinamismo y
  • 14. Página 14 sin efectos negativos de importancia para la economía del país en su conjunto. De este modo, cuando se estudia lo que ocurrió en Brasil en 2002, se observan dos mundos completamente opuestos, tal y como se muestra en la tabla 1 incluida a continuación.
  • 15. Página 15 Boom brasileño 1. Introducción La nueva Administración del gobierno brasileño tomó posesión con expectativas muy optimistas acerca de los cambios en la conducción de la política económica y, por consiguiente, en el ritmo de crecimiento económico y en el comportamiento del empleo, puesto que el gobierno anterior estuvo marcado por un proceso de estabilización de precios que posicionó al país en una trayectoria económica de stop and go, ritmo de crecimiento económico inestable y vulnerable a las fluctuaciones del sistema financiero internacional y a las incertidumbres referentes a los rumbos del escenario político interno. Como consecuencia, el ritmo de crecimiento fue muy bajo y la generación de empleo no fue suficiente para absorber el crecimiento de la Población Económicamente Activa, presionando así la tasa de paro. Tras nueve meses de gobierno de la nueva Administración del país, la dirección de la política macroeconómica se ha mostrado muy cautelosa, manteniendo las políticas monetarias y fiscales austeras, lo que ha generado un fuerte debate interno en la propia base del partido de los trabajadores, que es el núcleo del nuevo gobierno, sobre la coherencia de mantener dicha política macroeconómica. Por otro lado, la política macroeconómica ha resultado eficaz, por lo menos en el corto plazo, para disminuir las tensiones e incertidumbres del sistema financiero, en especial en el mercado de cambio, que presionaban la tasa de inflación y la deuda del sector público, puesto que una parte significativa de los pasivos públicos está indexada por la variación cambiaria. Es cierto, sin embargo, que los expresivos saldos positivos en la balanza comercial están influyendo dicho resultado. Este artículo tiene como objeto analizar el comportamiento actual de la económica brasileña de cara a evaluar sus perspectivas. De esta manera, se hace un repaso sobre la evolución reciente de la economía brasileña con el objetivo de destacar los condicionantes internos y externos que acaban por determinar la conducción de la política económica actual 2. Antecedentes Para evaluar la situación actual de la economía brasileña es necesario hacer un análisis con una perspectiva de largo plazo, incorporando las principales transformaciones ocurridas en el pasado reciente, explicación de la mayor parte de los elementos determinantes de la evolución actual de la economía brasileña. Desde el final de la Segunda Guerra Mundial, Brasil pasó por tres períodos bien definidos y bastante distintos1. Entre el final de la década de los cuarenta y 1970, la economía brasileña creció a un ritmo acelerado y superior al 7 por 100 anual. Fue un período caracterizado por una fuerte industrialización basada en la sustitución de importaciones y cuya principal fuente de financiación del desarrollo dependía fuertemente del Estado y de los recursos externos. En la década de los setenta, cuando la economía mundial pasó por un profundo proceso de ajuste depresivo a causa de los shocks externos (crisis del petróleo, flexibilización cambiaria y subida de los tipos de interés), se decidió optar por una estrategia desarrollista. En vez de ajustar el patrón de desarrollo a la nueva situación de
  • 16. Página 16 inestabilidad financiera internacional, Brasil avanzó todavía más en su proceso de industrialización a base de financiación externa y déficit público. En este período, la deuda externa de Brasil aumentó de alrededor de 6.000 millones de dólares, a principio de los años setenta, a 65.000 millones de dólares al inicio de los años ochenta. En los años ochenta, la crisis del modelo de desarrollo basado en la sustitución de importaciones, junto a la crisis de la deuda externa, el fuerte incremento del déficit público, con la consiguiente espiral inflacionista, y la crisis del sistema financiero internacional, que disminuyó la liquidez internacional, reduciendo los flujos de capital extranjero hacia el país y aumentando los tipos de interés, llevaron a la economía brasileña a una crisis económica profunda. A lo largo de esta década el PIB creció apenas un 1,7 por 100 de promedio al año, nivel muy inferior al registrado en las tres décadas anteriores. Otro componente característico de esta década de crisis2 fue la aceleración de la inflación. Aparte del incremento del déficit publico 3. El Plan Real A lo largo de los años ochenta el país pasó por numerosas tentativas fallidas de control de la inflación a través de planes de estabilización heterodoxos que intentaban reducir la subida de los precios mediante políticas de rentas, fijación de precios y salarios e incluso con el secuestro temporal de la liquidez del sistema bancario7. Sin embargo, fue sólo en 1994, con el Plan Real que alzó a Fernando Henrique Cardoso, entonces Ministro de Economía, a la Presidencia de Brasil, cuando se logró una estabilización sostenida de los precios (véase Gráfico 1). El éxito del Plan Real estuvo asociado a diversos factores. La trayectoria de bajo nivel de crecimiento del PIB y de la renta disponible indujo a una contención de la demanda sin presionar los precios. Este mismo efecto tuvo el uso del tipo de cambio sobrevaluado, que favoreció las importaciones competitivas, y el mantenimiento del tipo de interés básico en niveles superiores al 20 por 100 anual. Como consecuencia, el país pasó por un nuevo ciclo de endeudamiento externo a causa de los crecientes déficit en cuenta corriente y, por último, una aceleración de la deuda interna. La exitosa estabilización económica de 1994, llevó a la economía brasileña a una trayectoria de crecimiento errática y en niveles muy bajos, sobre todo a partir de 1997, cuando se acentuaron las crisis financieras internacionales, cuyo promedio de crecimiento fue del 1,6 por 100 al año, ligeramente superior al nivel de crecimiento de la población, lo que implica que no hubo aumento de la renta per cápita (véanse Gráfico 2 y Cuadro 1).
  • 17. Página 17 Este cuadro de inestabilidad en el nivel de crecimiento económico tiene algunos elementos explicativos. El patrón de financiación del período de desarrollo industrial de los años setenta y el colapso de la deuda externa en los años ochenta asociado a la falta de un sector financiero nacional desarrollado, capaz de atender a las necesidades de financiación de la economía, llevaron a la economía brasileña a una necesidad crónica de recursos externos para financiar sus déficit por cuenta corriente. La liberalización de los movimientos financieros internacionales y la profundización de la integración de los mercados volatilizaron los flujos de recursos internacionales, condicionando el desempeño macroeconómico de las economías latinoamericanas. Como destaca la CEPAL (2000, 2002), los movimientos de expansión y contracción de liquidez internacional
  • 18. Página 18 llevaron a las economías latinoamericanas a tener el comportamiento de su nivel de actividad determinado por estos flujos. En este sentido, esta evolución mediocre de la economía brasileña se debe, por lo menos en parte, a la sucesión de crisis financieras internacionales: la crisis mexicana de 1995, la crisis asiática de 1997, la crisis rusa de 1998, la misma crisis brasileña de 1998-1999, la crisis argentina de 2001-2002 y la más reciente crisis cambiaria de 2002. Estas crisis tuvieron un fuerte impacto en los flujos de capitales privados hacia los países en desarrollo. Como se puede observar en el Gráfico 3, a partir de 1997 los flujos netos de capital privado hacia los paí- ses en desarrollo disminuyeron sustancialmente, acentuando la inestabilidad macroeconómica. Esta necesidad crónica de recursos externos para financiar los desequilibrios en la balanza de pagos provoca una profunda vulnerabilidad externa de la economía brasileña. Por ejemplo, entre 1998 y 2001, según los datos del Banco Central de Brasil, la necesidad de financiación externa estuvo entre el 4,1 por 100 y el 4,8 por 100 del PIB. En 2002 este nivel disminuyó sensiblemente a un 1,9 por 100 del PIB gracias a los superávit en la balanza comercial, a causa de la fuerte expansión de las exportaciones, impulsada por la devaluación cambiaria, y de la reducción de las importaciones, promovida también por la devaluación y por la desaceleración de las actividades productivas.
  • 19. Página 19 ¿Cómo deja el país al culminar su gobierno? El presidente más popular de la historia del país deja este viernes su cargo. Este es un balance de su administración. Luego de ocho años en cabeza del país más grande de Latinoamérica y el quinto más poblado del planeta, Luiz Inácio Lula da Silva cumple este viernes su ciclo en la presidencia de Brasil. Tras dos periodos presidenciales, el ex sindicalista deja el cargo con el índice de aprobación popular más elevado en la historia del país, con 87%, y gozando de gran admiración por parte de la comunidad internacional. El prestigio político y gerencial ganado por Lula durante su gestión es avalado por los números. El Espectador le muestra los logros y las deudas que deja la gestión de Lula al frente de Brasil. El modelo económico Quizá la virtud más importante que tuvo el saliente presidente de Brasil fue no ceder a la presión de su colectividad, el Partido de los Trabajadores, y apoyar el modelo económico de su antecesor, Fernando Henrique Cardoso. Gracias a esa decisión, Lula logró estabilizar la economía brasileña, lo cual le permitió crecer a un ritmo promedio de 4,1% anual, pagar toda la deuda del país con el Fondo Monetario Internacional (FMI) y la reducción de la tasa de desempleo, que pasó del 10,5% en diciembre de 2002 al 5,7% en noviembre pasado. Reducción de la pobreza Desde que Lula se instaló en el Palacio del Planalto en Brasilia comenzó una lucha incansable por reducir la desigualdad en Brasil. Su gestión siempre estuvo enfocada en el campo social y gracias a un ambicioso programa marcado por iniciativas como Bolsa Familia, un subsidio que el Estado actualmente distribuye a 12,7 millones de familias con una renta mensual inferior a US$80, consiguió que aproximadamente 29 millones de personas lograran salir de la pobreza y con ello la clase media pasó a ser el 51% de la población. Según proyecciones del Instituto de Pesquisa Económica Aplicada (IPEA), al ritmo actual Brasil podría erradicar la miseria en 2016 y de esta manera alcanzaría índices de pobreza propios de los países desarrollados.
  • 20. Página 20 Consolidaciónde Petrobrás El gobierno Lula también buscó consolidar a Brasil como uno de los mayores exportadores de Petróleo. Desde que Lula asumió la presidencia en 2002 Brasil buscó aumentar la exploración petrolera y gracias a la venta de acciones de la empresa en bolsa recaudó US$70.000 millones, con los cuales financió el mayor plan de exploración de petróleo del mundo, que con US$224.000 millones para el periodo 2010-2014 garantiza que el deseo de Lula se haga realidad. Las relaciones exteriores La ambición del presidente brasileño traspasó las fronteras y gracias a ésta, el país quedó bien posicionado en la comunidad internacional. Y es que la política exterior brasileña es uno de los puntos más positivos de su gestión. No en vano, asesorado por su ministro de Relaciones Exteriores, Celso Amorim, Lula siempre fue el principal promotor de Unasur y gracias al buen manejo de las relaciones con los demás países del continente, en el último lustro consolidó su liderazgo en la región, disputándoselo con EE.UU. En cuanto a la política internacional, Brasil se consolidó como el vocero del continente y de los países del tercer mundo en escenarios como el G-20 y ha sido un abanderado de la reestructuración del Consejo de Seguridad de la ONU. Las deudas A pesar de haber tenido una administración exitosa, Lula deja su cargo con algunas promesas de campaña incumplidas. No obstante los avances en materia social, el país que recibirá el sábado Dilma Rousseff tiene aún 14 millones de analfabetos, es decir que entre 2002 y 2009 sólo bajó del 11,8 al 9,7%, y la tasa de escolaridad se mantuvo casi en el mismo nivel que la de Zimbabue (7,2 años de estudios). Por otro lado, en los ocho años del gobierno Lula el porcentaje de domicilios sin acceso a alcantarillado se redujo sólo del 59 al 56% y el número de ciudades que ofrecen tratamiento a las aguas negras sólo subió de 2.630 en 2002 a 2.795 en 2008, de los 5.565 municipios que tiene el país.