1. SALMO 45
Epitalamio real
Un bello tema bulle en mi corazón; voy a recitar mi poema para un
rey: mi lengua es pluma de ágil escriba.
Eres la más hermosa de las personas, la gracia se derrama por tus
labios, por eso Dios te bendice para siempre.
Ciñe tu espada al costado, valiente, es tu gloria y tu esplendor;
marcha, cabalga, en pro de la verdad, la piedad y la justicia; que tu
diestra le enseñe a hacer proezas.
Agudas son tus flechas, sometes a los pueblos, pierden el coraje
los enemigos del rey.
Tu trono, oh Dios es eterno; un cetro de equidad es tu cetro real.
Amas la justicia y odias la iniquidad, por eso Dios, tu Dios, te ha
ungido con óleo de fiesta más que a tus compañeros.
A mirra, áloe y acacia huelen tus vestidos, desde salones de marfil
arpas te recrean.
Entre tus predilectas hay hijas de reyes, la reina a tu derecha, con
oro de Ofir.
Escucha, hija, mira, presta oído, olvida tu pueblo y la casa paterna,
que prendado está el rey de tu belleza.
El es tu señor, ¡póstrate ante él!
La ciudad de Tiro llega con presentes, la gente más rica busca tu
favor.
Aparece, espléndida, la princesa, con ropajes recamados en oro;
vestida de brocados la llevan ante el rey.
La siguen las doncellas, sus amigas, que avanzan entre risas y
alborozo al entrar en el palacio real.
En lugar de tus padres, tendrás hijos; príncipes los harás sobre
todo el país.
¡Haré que tu nombre se recuerde por generaciones,
que los pueblos te alaben por los siglos de los siglos! Amén.