El documento habla sobre la importancia de la fraternidad en la espiritualidad franciscana. Describe a los primeros compañeros de San Francisco como un grupo diverso que representaba diferentes virtudes. También destaca la necesidad de vivir en comunidad para apoyarse mutuamente en el camino de fe, pero reconociendo las limitaciones humanas de los demás. La fraternidad franciscana ideal busca vivir el Evangelio a través de relaciones recíprocas de apoyo y servicio entre todos los hermanos.
1. La necesidad de compañer@s en el camino:
implicación creadora en lo fraterno
“Padre Francisco,/ acuérdate de todos tus hijos que,/ angustiados por muchas
dificultades,/ sabes cuán de lejos siguen tus huellas./ Dales fuerza para resistir;/ hazlos
puros, para que resplandezcan;/ hazlos fecundos, para que den fruto./ Intercede por ellos
para que reciban/ el espíritu de gracia y de oración,/ para que tengan, como tú, la
verdadera humildad; guarden, como tú, la pobreza/ y merezcan, como tú,/ la caridad con
que amaste siempre/ a Cristo crucificado. Amén.” (Oración compuesta en Greccio por los
compañeros de san Francisco: León, Rufino...)
Abordamos uno de los ejes básicos de la espiritualidad franciscana: cómo vivir lo
fraterno. Este aspecto no es para secuestrarlo sino para difundirlo, viene a ser nuestra “sombra
del viento”. Me gusta comenzar recordando como describe Francisco al hermano perfecto “el
bienaventurado Padre, en cierto modo identificado con los santos hermanos por el amor
ardiente y el celo fervoroso con que buscaba la perfección de los mismos, pensaba
muchas veces para sus adentros en las condiciones y virtudes que debería reunir un buen
hermano menor. Y decía que sería buen hermano menor aquel que conjuntara la vida y
cualidades de estos santos hermanos, a saber, la fe del hermano Bernardo, que con el
amor a la pobreza la poseyó en grado perfecto; la sencillez y pureza del hermano León,
que fue varón de altísima pureza; la cortesía del hermano Ángel, que fue el primer
caballero que vino a la orden y estuvo adornado de toda cortesía y benignidad; la
presencia agradable y el porte natural, junto con la conversación elegante y devota, del
hermano Maseo; la elevación de alma por la contemplación, que el hermano Gil tuvo en
sumo grado; la virtuosa y continua oración del hermano Rufino, que oraba siempre sin
interrupción, pues, aun durmiendo o haciendo algo, estaba siempre con su mente fija en
el Señor; la paciencia del hermano Junípero, que llegó al grado perfecto de paciencia por
2. el perfecto conocimiento de su propia vileza, que tenía siempre ante sus ojos, y por el
supremo deseo de imitar a Cristo en el camino de la cruz; la fortaleza corporal y espiritual
del hermano Juan de Lodi, que en su tiempo fue más fuerte que todos los hombres; la
caridad del hermano Rogelio, cuya vida toda y comportamiento estaban saturados en
fervor de caridad; la solicitud del hermano Lúcido, que fue en ella incansable.” (E.P. 85) Es
decir, el conjunto de la fraternidad constituye al hermano perfecto, porque se requiere de la
diversidad para alcanzar una relativa perfección. He de decir que junto a este texto también a
continuación me gusta leer la Carta a un Ministro, sobre todo cuando dice “Y ama a los que
esto te hacen. Y no quieras de ellos otra cosa, sino lo que el Señor te dé. Y ámalos
precisamente en esto, y no quieras que sean mejores cristianos. Y sea esto para ti mejor
que vivir en un eremitorio.” Por qué esta guía de lectura: precisamente porque juntando ambos
textos se recoge lo ideal y lo real: porque ambas cosas siempre están presentes en una
experiencia de comunidad de cualquier tipo y conviven. En el primer texto siempre añado a
Clara, a la bella y delicada Chiara pendiente de Fco durante toda su vida; y a Silvestre (no sé
porque no incorporaron a este primer compañero de Fco). El caso es que dentro de esta
descripción estamos todas y todos, mujeres y hombres, laicos y clérigos, con trabajos religiosos
o civiles o ambos, profesos temporales o solemnes, civiles o religiosos/as, heterosexuales o
homosexuales de orientación sexual, todo/a el conjunto de la familia franciscana. La imagen que
más me gusta es la de un mosaico con infinidad de teselas.
Toda experiencia de fe viene constituida por la dimensión y comunitaria indisolublemente
unidas pero cada una con sus momentos y espacios determinados. La soledad sin comunidad no
tiene sentido, la vivencia de Iglesia sin el sonido del silencio puede conducirnos a una vana
palabrería. Siempre me ha gustado pensar en los compañeros de Francisco, debido a la
progresiva multitud de hermanos y simpatizantes, me centraré en su núcleo más familiar.
Normalmente ante figuras tan destacadas y carismáticas como la de Francisco de Asís, los
compañeros que están alrededor pasan desapercibidos. Recuerdo que cuando visité el sacro
convento en Así me llamó poderosamente la atención la sencillez y anonimato de las tumbas de
los primeros seguidores del Poverello. Los diversos escritos franciscanos dan prioridad a los
diversos momentos de consuelo que Francisco ofrecía a sus hermanos pero, de la misma
manera, me imagino a Francisco desahogando su corazón con León, Clara o en los momentos
de recreación que pasaban juntos. Lo que es claro es que el grupo primitivo franciscano, lejos de
considerarse una Orden, más bien era una fraternidad de iguales que buscan vivir el Evangelio.
Será con la Regla Bulada de 1223 cuando se pasa definitivamente de fraternidad a orden.
Francisco lo expresó con gran claridad: “El Señor me dio hermanos”. El amor de
Jesús, gratuito, universal y total, comunitario y recíproco, es la fuente y el modelo, principio y
término de la Fraternidad soñada por el hermano de Asís. Por eso Fco reconoce la grandeza de
tener un Padre en el cielo y al Espíritu como acompañante y consolador de nuestra Fraternidad.
Pero sobre todo proclama con agradecimiento el tener un tal hermano, Jesús, que aceptó esta
responsabilidad. La fraternidad es algo más que una comunidad. Ser hermano no es sólo existir
en el seno de un grupo, la fraternidad sólo existe a través de las relaciones recíprocas de cada
uno con cada uno. De todo esto se puede deducir que el principio básico que constituye y
cohesiona la Fraternidad es, pues, la reciprocidad. En la fraternidad todo debe ser de todos; o,
mejor, del que lo necesita; de ahí que el trabajo y la limosna, como medios de aportar lo
3. necesario a la fraternidad no pueden entenderse de un modo egoísta y particularizado. Lugar
privilegiado tiene el hermano enfermo, la aceptación de las debilidades personales (el amor
fraterno también debe abarcar estas zonas, aceptarlas con naturalidad y apoyarnos unos a otros
con una actitud sanante puede hacer viable la marcha de la Fraternidad), acoger al que peca. Y
la fraternidad no se queda dentro, Fco fue hermano de todos/as. Su camino hacia el encuentro
del ser humano, para convertirlo en hermano, traspasa todos los límites y barreras que los
humanos hemos levantado. Y tampoco la fraternidad se agota en las personas, abarca toda la
creación: una actitud de respeto, favoreciendo su propia identidad de criaturas hermanas del
hombre para que le ayuden a sentirse también criatura creada y amada por Dios.
Está vivencia de Francisco sigue siendo tan actual como en su origen. Sueño y reto que
continúa animando la transmisión de la fe en las comunidades. En el contacto más humano, el
Evangelio se encarna especialmente: “El Señor nos ha enviado a evangelizar a los hombres,
pero, ¿has pensado ya lo que es evangelizar a los hombres? Mira, evangelizar a un
hombre es decirle: tú también eres amado de Dios en el Señor Jesús. Y no sólo decírselo,
sino pensarlo realmente. Y no sólo pensarlo, sino portarse con este hombre de tal manera
que sienta y descubra que hay en él algo de salvado, algo más grande y más noble de lo
que él pensaba, y que se despierte así a una nueva conciencia de sí. Eso es anunciarle la
Buena Nueva y eso no podemos hacerlo más que ofreciéndole nuestra amistad real,
desinteresada, sin condescendencia, hecha de confianza y estima profundas. Es preciso ir
hacia los hombres. La tarea es delicada.” (Sabiduría de un pobre, E. Leclerc)
Necesitamos de compañer@s en el camino para que desde el “vosotros” escuchemos
esa voz que nos llama “amigos”. Seguimos caminando desde nuestra debilidad apuntalada por
la fragilidad de los lazos que nos unen con otr@s herman@s.
DE RELACIÓN, HERMANOS MENORES
“Sabéis que los jefes de las naciones las gobiernan tiránicamente y que los
magnates las oprimen. No ha de ser así entre vosotros. El que quiera ser importante entre
vosotros, sea vuestro servidor, y el que quiera ser el primero, sea vuestro esclavo. De la
misma manera que el Hijo del hombre no ha venido a ser servido, sino a servir y dar su
vida en rescate por todos.” (Mt. 20,25-28)
De relación,
hermanos menores,
sin vínculos precisos
de carne, intereses u honores.
Unidos por el Evangelio.
4. Tambores sonando
en línea de fuego
barruntando en el cielo
tormentas o claros,
espacios estrechos
o avenidas ausentes.
Misterios sucesivos
de hermanos
con ojos espejo
o puñales fríos,
con labios amigos
o lenguas de víbora.
Hermanos, todos;
amigos, pocos.
Aventura de palabras,
sintaxis de gestos,
desnudez de almas
y ropajes de miedos.
Conocimiento progresivo
de lazos fraternos
y todos hijos de ABBA.
5. Caminar y avanzar,
tropezar y seguir,
en reciprocidad fraterna
desde el tiempo y sus retos;
gracia extraña.
Pequeñas cosas
engarzadas:
en conflicto,
dejadez o ilusión.
Vivir el Evangelio
desde heridas,
suturas, diálogos;
pobres en medio de lobos
o grandes
tocados de nada.
No existen
hermanos menores
a solas;
quienes me hieren
y quienes me importan;
donde el “junto a”
extiende el más acá.
6. Nada es tuyo,
nada es mío,
repartirnos desde el Centro
restituyendo lo propio
para acrecer desde el Reino.
Volverse a Dios
y al hermano
inseparablemente,
en la inabarcable
y cotidiana tarea
de cada día.
(Toño Martínez, barrio de Delicias-Valladolid)
“Para que pueda ser he de ser otro,
salir de mí, buscarme entre los otros,
los otros que no son si yo no existo,
los otros que me dan plena existencia.” (Octavio Paz)