El documento analiza el paro agrario en Colombia y las razones de su apoyo. Explica que las reivindicaciones campesinas son justas dado el abandono histórico del campo por parte del estado y las élites. Sin embargo, también señala que algunos políticos e instituciones que ahora respaldan el paro son los mismos que impulsaron políticas como los TLC que dañaron al sector agropecuario. Concluye que el paro puso en evidencia la pobreza estructural del campo colombiano y la deuda histórica con este sector.
"Cien Días vistos por Cinep n.° 93: el campo de la paz"
Paro agrario revela abandono histórico del campo colombiano
1. EL PARO AGRARIO Y LA AMNESIA OPORTUNISTA
Diego Jaramillo Salgado
El apoyo que ha tenido el paro agrario se debe a la justeza de sus
reivindicaciones. El vacío de una reforma agraria y de políticas que
atiendan estructuralmente al campo en la historia política nacional,
explican la reiteración de los problemas que viven los campesinos y
campesinas. Sumémosle la violencia liberal conservadora entre 1930
y 1960, y la presencia, luego, de guerrillas, paramilitarismo y
narcotráfico. Procesos agravados con la apertura económica de César
Gaviria y los sucesivos TLC de Uribe Vélez y Santos.
Razones hay por montones y el recurso de la movilización y del paro
son las salidas necesarias al abandono reiterado de quienes dirigen el
estado. Por eso el respaldo inusitado producido en el país, demuestra
la no certeza de que el pueblo es insensible. Más bien da cuenta de la
falta de unidad de proyectos diferentes del neoliberalismo para
brindar una alternativa a este modelo que incrementa la pobreza y la
desigualdad. La respuesta a la convocatoria de los “cacerolazos” para
solidarizarse con el paro, lo corrobora y nos dice que esto puede
cambiar si hay políticas innovadoras.
Pero, la justeza del paro no puede ocultar los oportunismos y, sobre
todo, los olvidos, la amnesia que padecen muchos de quienes lo
respaldan o que opinan sobre él. Escuchar al presidente del Consejo
gremial regional de que el sector agropecuario se ha afectado por los
2. TLC obliga a colocarlo frente a su propia imagen cuando hacía
campaña con los uribistas para respaldarlos. Él, y gran parte de la
elite política y económica, no podían ocultar la euforia porque
consideraban que con ellos el Cauca redimiría sus males. Cualquier
crítica no era más que un servicio al terrorismo y al atraso.
¡Qué no decir de Uribe y de los miembros de su proyecto el Centro
Democrático! Recordemos su lastimera actitud frente al gobierno
estadounidense suplicando que se acelerara la firma del TLC y
entregando cuanto le exigían para poder lograrlo. El escándalo de
Agro Ingreso Seguro fue cosa de marcianos. Ahora hacen borrón y
cuenta nueva y, como cierta propaganda dicen “yo no fui”. Apoyan el
paro como si no tuvieran velas en el entierro del campo. Ahora la
movilización no es terrorista, como lo fue la gran mayoría de
movilizaciones dentro de su mandato. ¡Otro gran olvido!
Por eso fue doloroso que la izquierda también olvidara, Porque así lo
confirman las informaciones de prensa, cuando se produjo el paro
cafetero, de que hubo una firma de un documento entre el sector
político de Jorge Robledo, no se especificaba que fuera el Polo
Democrático como tal, y el Centro Democrático apoyando esa
movilización. Ahora lo hacen. Olvidar todas las denuncias que este
senador impulsara y su defensa del agro frente a las políticas de
despojo uribistas, puede explicar en parte porque estamos como
estamos.
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“NO VIVIMOS DEL AGRO, VIVIMOS DE MILAGRO”
Diego Jaramillo Salgado
Cada quien hace sus balances sobre lo que fue el paro agropecuario.
Múltiples son sus resultados. Lo cierto es que nadie se esperaba que
un movimiento campesino disperso y sin organizaciones fuertes en el
nivel nacional colocara en la cima los problemas por los que pasa el
campo. Los más de cinco millones de desplazados no lo habían
logrado. Tampoco la cifra superior a cuatro millones de hectáreas que
se calcula fue la desposesión hecha por los paramilitares. Mucho
menos la publicidad que han tenido los TLC en las que se advertía lo
que se agregaría a los problemas estructurales del campo. Ni la
restitución de tierras en curso. Mucho menos el medio año de
3. discusiones en la Habana sobre el problema de tierras.
Lejos, igualmente, se estaba de prever el respaldo que encontraría en
las ciudades. Los cacerolazos mostraron algo relativamente inédito en
las luchas sociales del país. Es innegable que se aproxima a lo que en
Europa, Estados Unidos, países árabes y, hace poco, en Brasil se ha
denominado movimientos de los indignados. Quizá aproximándose en
el cuestionamiento que se hace al neoliberalismo o al privilegio del
mercado y de las mercancías por encima de los seres humanos, la
naturaleza y la humanidad.
Quedó claro que el problema agrario es de fondo; es decir,
estructural. Que la deuda histórica con el campo es gigante. Que los
políticos, los partidos Liberal y Conservador, los gobiernos y la elite
económica del país no han hecho más que lucrarse con el campo
dejando al campesino abandonado a su propia suerte. Lo peor,
desmantelando el campo y entregándoselo a las grandes empresas
transnacionales, como sucede con la minería y con muchos otros
sectores de la economía. Situación que se agudiza y se profundizará
con los TLC, como lo demostraron los campesinos y campesinas en
sus movilizaciones.
La población seguramente no salió del asombro al constatar la
pobreza que se vive en el campo colombiano. Con mayor razón, al
tener una evidencia de que si no hay soluciones estructurales se
ampliará y la miseria será mayor. El movimiento posibilitó que las
montañas y los ríos, el aire y el fuego no sean más los únicos testigos
de lo que le pase al poblador del campo. Es posible que el torrente de
inconformidad crezca hasta revertir la consigna de que campesinos y
campesinas, e indígenas no viven del agro sino de milagro. Al
contrario, que los pobladores del campo y de la ciudad vivamos de lo
que nuestra exuberante geografía permite producir con lo
nuestro y por los nuestros.