Luis Eduardo Giraldo, conocido como Asparin, es un payaso de 62 años que se gana la vida promocionando restaurantes en las calles de Bogotá. Desde pequeño creció en el circo aprendiendo el oficio de payaso. A pesar de haber sufrido la muerte de su padre y desilusiones amorosas, Asparin continúa ejerciendo su profesión con una sonrisa promocionando los restaurantes durante más de 3 horas diarias recorriendo 10 kilómetros en bicicleta.
1. ASPARIN
Ricooooo y Delicioso! Repite a diario Asparin
durante su jornada laboral en las calles del
barrio El Restrepo, donde se gana la vida
promocionando diferentes restaurantes del
sector.
Es un payaso de nacimiento. Desde pequeño
creció rodeado de malabaristas, animales,
maquillaje y zapatos grandes. Su techo
siempre fue una carpa y todos lo conocen
como Asparin. Es más, cuando era un niño solo
se vino a enterar de que su verdadero nombre
es Luis Eduardo Giraldo en el momento en que
fue a sacar la tarjeta de identidad.
“La vida de los cirqueros es una vida muy
bonita muy especial, porque uno viaja, conoce
mucha gente y hace amigos en todos partes.
2. Realmente, uno vive feliz”, dice Asparin,
aunque no recuerda a qué edad fue la primera
vez que se pintó. Jamás olvida que era algo
que hacían en familia, en el Circo Cóndor.
A la edad de 8 ocho años murió su padre y,
por esta razón, se fue con un tío a otro circo y
recorrió gran parte de Colombia. En su
adolescencia, buscó su rumbo solo y llega al
circo en su casa en televisión, con Pacheco,
Pernito y Bebe. “Fueron épocas muy bellas”,
dice Asparin.
Aunque toda su vida ha estado rodeado de
carcajadas y chistes su corazón no es el más
feliz: se ha enamorado 3 veces en su vida
pero, igualmente, le han roto el corazón en
estas relaciones. Tiene 6 hijos a los cuales les
ha ayudado económicamente con el sudor de
su nariz roja.
3. Aunque ahora, a sus 62 años, vive en un
pequeño cuarto lleno de trajes y pelucas no
deja de afrontar la vida con una sonrisa. Su
jornada laboral comienza a las 10 am con un
recorrido de 10 kilómetros en bicicleta para
llegar al restaurante y empezar a promocionar
el menú del día. Con su megáfono, intenta
atraer clientes por mas de 3 horas seguidas
utilizando la psicología, como dice el. Porque
no es solo pintarse la cara y vestirse de
colores; hay que saber llegar a las personas,
sin ofenderlas y ofreciéndoles siempre una
sonrisa. Por eso, dice, es que he durado tanto
en éste negocio.
Luis Eduardo reconoce que ser payaso ya no
es como antes, que esta profesión se ha ido
deteriorando porque ya cualquier persona que
se pone una nariz es un payaso. Sin embargo,
4. él seguirá siendo Asparin hasta cuando la vida
se lo permita. Según él, la vida del payaso... es
reír llorando.
Juan Manuel Vargas
Reportero gráfico de ELTIEMPO