Este documento describe las historias de dos vendedores ambulantes, Andrés y Rosa, que venden comida en las calles de Guayaquil. Andrés, de 52 años, vende pinchos de carne desde hace 10 años en la misma ubicación, atrayendo clientes con sus aromas. Él logró establecer su negocio después de años de trabajo. Rosa, de 65 años y con epilepsia, vende pinchos, choclos y alitas para ganar dinero para su tratamiento médico. Ambos trabajan arduamente detrás de sus fogones para alimentar a
1. Fragancias en las calles.
Historias detrás del calor del
brasero.
María Jadan, Jasany Montero
Los penetrantes aromas que llaman la atención de los transeúntes se esparcen por toda la
ciudad de Guayaquil hasta el vecino cantón Durán, estas esencias aparecen a las 15:00
en ocasiones 17:00 o 18:00 y desaparecen antes de medianoche o justo cuando el reloj
da 00:00, es allí cuando aquellos deleitables olores se van ocultando entre las
silenciosas y oscuras avenidas.
Los causantes de aquellos irresistibles aromas van a tomar un descanso para el día
siguiente volver a deleitar a los caminantes con aquellos encantadores sabores.
Al medio día inicia la rutina, buscan el carbón, los utensilios e ingredientes necesarios.
Dicha labor tiene como escenario el centro de la ciudad, especialmente en las calles José
Mascote y Pedro Pablo Gómez entre Ayacucho allí consiguen lo necesario para iniciar
una nueva jornada, al finalizar estos superhombres y supermujeres se dirigen a sus
domicilios para alistar y comenzar con la faena, una vez que se concluye la tarea de
lavar, picar, aliñar, preparar, empacan y guardan todo lo imprescindible para laborar, y
como toque final se alistan los protagonistas.
Algunos con carretas en lugares ya establecidos como Andrés Gutiérrez oriundo de
Manabí quien es conocido como El Chino, es el ejecutor del atractivo aroma que recorre
toda la avenida Juan Tanca Marengo y la ciudadela Urdenor II, aroma el cual indica a
los comensales que ya pueden acercarse a degustar de aquella delicia que el ofrece cada
día, a un cómodo precio de $2.50.
A pesar de la hora y cansancio recibe a sus compradores con una gran sonrisa, ofrece
los platillos que están disponibles y señalan el pincho o chuzos de carne, pollo o mixto
los que van acompañado con su porción de chifles, así mismo está a la espera un
amplio banquete de salsas de guacamole, chimichurri, mayonesa casera, crema de queso
y el infaltable ají cabe resaltar que esta última es la más solicitada; mientras prepara los
diferentes productos invita a sus clientes a sentarse en los banquitos de colores.
Es imposible no sentirse conmovido con la historia de Andrés, ya que tuvo que pasar
por algunas penurias para poner en marcha su negocio, comenta que al llegar a
Crónica
Miércoles 28 de junio de 2017
2. Guayaquil tenia solo quince años y para sustentarse inició trabajando en la ciudadela
Nueva Kennedy y Urdesa en donde aprendió cada una de las tácticas del negocio que le
enseño su maestro, el mismo que le dejo por diez años instalado en un pequeño local,
del cual salió por petición del dueño, en ese momento comenzó a probar suerte en
diversas partes de la ciudad, hasta que al final encontró un lugar el cual no tenía
competencia; desde hace ya diez años se instaló con su carreta, obviamente cuenta con
todos los permisos municipales ha estado allí a partir de entonces realizando su labor, la
misma que ama y a su vez le sirve de sustento para la economía de su hogar; ya que
diariamente vende aproximadamente 25 chuzos desde las 15:00 hasta las 23:00.
Así como don Andrés que a sus 52 años sigue deleitando a los transeúntes, estudiantes y
trabajadores, encontramos en la calle principal de la ciudadela El Recreo a Rosa Guapi
de 65 años quien es oriunda de Riobamba, y padece el trastorno de epilepsia. Con ya
seis años de sufrir esta terrible enfermedad Rosa decidió salir a la avenida principal
cerca de su domicilio a vender chuzos, choclos y alitas; con una pequeña mesa, vitrina
de aluminio y fogón sale todos los días a vender sus productos, con la ayuda de una de
sus hijas.
A partir de las 17:00 o 18:00 los moradores del sector y estudiantes del colegio se
acercan a comprar algunos de los productos que doña Rosa está preparando, los cuales
brinda una esencia única que atrae a sus clientes; además de contar con una variedad de
productos ella también ofrece precios que se a gustan al bolsillo de sus clientes, se
puede degustar chuzos de $1.00, alitas de $1.25 así mismo choclos de $1.00 o $1.25 los
cuales vende más entre las 18:00 y 21:00 de la noche, con un carácter pasivo y relajada
termina de vender unos 25 o 30 chuzos, choclo y alitas en total; la ganancia de cada día
que obtiene esta supermujer le permiten comprar la medicina necesaria para salir
adelante con su enfermedad.
Andrés y Rosa están detrás de un fogón casero, y como ellos cientos de vendedores
emprenden sus negocios en las calles para producir olores y sabores, que calma el
hambre y deleitan a los comensales.