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Año XII, n.º 11, vol. 2. Lima, abril de 2019.
P
2 Plesiosaurio
Plesiosaurio 3
PLESIOSAURIO
Primerarevistadeficciónbreveperuana
4 Plesiosaurio
Plesiosaurio 5
PLESIOSAURIO
Primera revista de ficción breve peruana
EL BOLO ALIMENTICIO
Lima - Perú
6 Plesiosaurio
PLESIOSAURIO
Primerarevistadeficciónbreveperuana
Año XII, n.º 11, vol. 2. Lima, abril de 2019.
Dirección : Rony Vásquez Guevara
Editores invitados : Ana Calvo Revilla
Darío Hernández
Edición y diagramación : Dany Doria Rodas
Imagen de carátula : Pablo González Cuesta
© Plesiosaurio
Av. Santa Elvira, Urb. San Elías, Mz. «A», Lote 3, Lima 39
Celular: 997254851 / 996308452
Web: http://revistaplesiosaurio.wordpress.com
E-mail: plesiosaurio.peru@gmail.com
Facebook: www.facebook.com/RevistaPlesiosaurio
ISSN 2218-4112 (en línea)
Incluye vols. 1 y 3.
Hecho en Perú – Piru llaqtapi ruwasqa – Made in Peru
Todos los textos son de pertenencia exclusiva de sus autores.
Plesiosaurio 7
ÍNDICE
EL BOLO ALIMENTICIO
Editorial 9
Adán Echevarría 11
Ana Navarro 15
Ana Vera Palomino 19
Angélica Santa Olaya 23
Atilano Sevillano 27
Camilo Montecinos Guerra 31
Carlos Enrique Saldívar 35
Christian Valdivia Vera 39
Daniel Frini 43
Eduardo Cruz Acillona 47
Eduardo Sarmiento Tapia 51
Elik Germán Troconis Martínez 55
Ernesto Castro Herrera 59
Ernesto Tancovich 63
Giondelys Antonio Montilla Santiago 67
Guillermo Cesar Gustavo Pacheco Pineda 71
Héctor Dennis López 75
Homero Carvalho Oliva 79
Jorge Aguiar 83
Juan Pablo Goñi Capurro 87
Julio Cesar Valdivieso Alvarado 91
Leandro Surce 95
Lenin Altuve 99
8 Plesiosaurio
Leonardo Dolengiewich 103
Manuel Sauceverde 117
Mei Morán 111
Mónica Maud 115
Norma Yurié Ordóñez Pineda 119
Oswaldo Castro 123
Paola Tena 127
Patricia Guzmán 131
Patricia Richmond 135
Paz Monserrat Revillo 139
Poldark Mego 143
Rodolfo Lobo Molas 147
Rodrigo Martinot Miock 151
Rogelio Dalmaroni 155
Sara Paola Mateos Gutiérrez 159
Virginia González 163
Plesiosaurio 9
Editorial
Si entendemos que la lectura de un microrrelato puede ser
más pausada que la de un cuento o novela, podemos adver-
tir con certeza que la selección de textos que se publican en
este Volumen no fue una tarea sencilla.
Para este número, el paso siguiente al aniversario de
aluminio, participaron más de cien escritores con sus res-
pectivos microrrelatos. Desde diversas ciudades y países
del mundo, microrrelatos de distintos colores, temas y esti-
los fueron llegando a nosotros, permitiéndonos conocer un
panorama contemporáneo de la minificción escrita en es-
pañol. Hacemos votos para que en posteriores números
publiquemos textos en otros idiomas, aunque dando prio-
ridad siempre a la lengua materna del microrrelato: el
idioma español.
Es propicia la ocasión para agradecer a todos los escrito-
res que participaron de la convocatoria y aquellos que en
este número son publicados, ya que nos permiten conti-
nuar día a día el trabajo lento y parsimonioso de la difusión
del microrrelato a través de nuestras páginas.
Rony Vásquez Guevara
Director
10 Plesiosaurio
Plesiosaurio 11
ADÁN ECHEVERRÍA
12 Plesiosaurio
Adán Echeverría (Mérida – Yucatán - México, 1975). Pre-
mio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol
(2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho
2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Na-
cional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del
FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Algunos
de sus libros son La confusión creciente de la alcantarilla,
En espera de la noche; libros de cuentos Fuga de memorias
(2006) y Compañeros todos (2015) y las novelas Arena
(2009) y Seremos tumba (2011). En literatura infantil ha
publicado Las sombras de Fabián (2014).
Plesiosaurio 13
Noche de brujas
El tipo gritó pegado al barandal, desde la parte más alta de
la repleta discoteca: ¡Maldita bruja! Las mujeres que pobla-
ban la pista giraron la cabeza para mirarlo, una a otra, co-
mo fichas de dominó, despacito y en cadena, sin desarmar
la sonrisa ni dejar de bailar. En ese instante, la que fuera su
novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos
de paz.
14 Plesiosaurio
Instrucciones para discutir con su novia.
Asegúrese primero de tener novia, de otro modo se verá
tonto discutiendo con el aire. Déjele hablar y trate de no
distraerse. Baje usted la cabeza apenado para forzar un Te
estoy hablando. Manténgase calmo y conteste con premura.
Que note la cooperación en no alterarla. Haga movimientos
imperceptibles, podría impacientarla con probabilidad de
desenlaces catastróficos. Al entender el motivo de su enojo,
endurezca el rostro, apriete las mandíbulas, para usar cada
una de las frases que su novia ha dicho a favor de usted.
Tiene que practicar en este punto, requiere destreza; re-
mueva el pasado, consiga escenas donde ella haya errado y
tráigalas al momento actual. Al primer signo de franco re-
troceso de su novia, usted avanzará más. Hágala parecer
desamorada y culpable. Cuando ella diga el primer Lo sien-
to, sabrá que lo ha logrado y puede decidir en qué momen-
to otorgarle el perdón, con el firme compromiso de parte
de ella para que no vuelva a ocurrir, y entonces dele un
beso.
Plesiosaurio 15
ANA NAVARRO
16 Plesiosaurio
Ana Navarro Morales (Islas Canarias, 1975) Licenciada en
psicología especializándose en la gestión de recursos hu-
manos. Ha participado en diversos talleres y cursos. Ha
ganado el VII Concurso de relato hiperbreve «El Sauzal» y
participa en el libro de microrrelatos Perdone que no me
calle. Algunos de sus textos pueden leerse en Inspiraciones
Nocturnas V (Diversidad Literaria) y La Sirena Varada 5 ed.
Plesiosaurio 17
Papá
Debía quedar ingresado. Así lo decidieron los médicos. Le
dejamos en el hospital y nos volvimos a casa. A la mañana
siguiente mamá se fue al gimnasio, mis hermanos y yo a
trabajar. Pasaron unos días cuando telefoneó a Luis para
decirle que iban a hacerle unas pruebas. Mi hermano se
alegró y le pidió que nos informara en cuanto le dieran los
resultados.
El martes me llamó para informarme de las conclusiones
y el nuevo tratamiento. Tendría que quedarse varias sema-
nas más. Le enviamos una foto de los cinco deseándole una
pronta recuperación.
A los diez días contactó con mamá lamentándose de
cierta soledad en la habitación. Ella le aconsejó que lo co-
mentara a las enfermeras por si podían hacer algo.
Durante las vacaciones, cerramos el negocio familiar y
nos fuimos al balneario confiados en que todo se habría
resuelto para cuando volviéramos. Fue la última vez que
hablamos con él, le deseamos lo mejor. Se emocionó y nos
piropeó durante varios minutos. Todos acabamos llorando.
Le echaríamos de menos.
Al regresar tras dos semanas de relax y divertimento
encontramos al nuevo. Le habían dado nuestra hora de lle-
gada mal, y llevaba más de una hora esperando en el por-
tón. Aún así, nos mostró una amplia sonrisa que me pare-
ció sincera. Luego nos preguntó nuestros nombres para ir
aprendiéndolos. Mamá dijo que para nosotros sería más
fácil porque sólo tendríamos que llamarlo papá. Todos reí-
mos.
18 Plesiosaurio
Reencarnaciones
Presume fulano de haber sido en otra vida un general muy
próximo a Napoleón y de ahí su gusto por lo militar. Le
contesta mengana que ella fue escriba en el Antiguo Egipto
y eso se nota en el estilo impecable de sus redacciones. Yo
apuro el cigarrillo y ellos las cervezas antes de entrar al
gimnasio. Alzo la voz para sentenciarlos a todos con mi
verdad absoluta. Pues sé de buena tinta que ninguno fue lo
que dice ser. Todos tenemos algo de Thor.
El dios nórdico lanza el martillo que prodigiosamente
regresa a sus manos con la misma rapidez. A fulano, a
mengana y a mí nos sucede lo mismo con nuestros vicios y
defectos. Cada vez que los tiramos fuera de nuestras vidas,
regresan.
Plesiosaurio 19
ANA VERA PALOMINO
20 Plesiosaurio
Ana Vera Palomino (Lima, 1981). Licenciada en Ciencias de
la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres
(Lima). Maestranda en Comunicación Corporativa Integral
por la Universitat Ramón Llul (Barcelona). Productora y edi-
tora de contenidos corporativos, gestión de la comunica-
ción offline y online; investigadora académica, fotógrafa y
poeta. Miembro de la Asociación de Correctores de Texto
del Perú (Ascot) y de la Asociación Peruana de Comunica-
ción Interna (Apreci). Ha publicado los poemarios Ausencias
y Memoria Imagen. Edita un nuevo poemario y prepara la
producción de su primer poemario infantil.
Plesiosaurio 21
El viaje
Era la tercera vez que hacía maletas. La noche anterior a la
entrevista, repetía como mantra: quien la sigue la consigue,
a la tercera es la vencida, y su preferido: la fe mueve mon-
tañas.
Después de una preparación de seis meses, esa mañana
se lanzaría por una nueva solicitud de visado de novios.
Tenía «todo» listo: maletas nuevas, ropa nueva; se había
metido al gimnasio y a meditar para controlar sus nervios.
Pasaje y seguro, ¡listo! Cuentas infladas, ¡listas! Por des-
contado estaba el hospedaje. El gringo de su vida la espera-
ba al pie de los Pirineos.
Pero cuando le pidieron el pasaporte y se dio cuenta que
había vencido, atinó a decir casi susurrando: para el amor
no hay imposibles. A lo que la entrevistadora contestó de-
trás de su ventana poralizada: ojos que no ven, corazón
que no siente.
22 Plesiosaurio
La araña que quería ser mujer
Andaba con soltura de noche y se ocultaba a plena luz del
día. Esa es la rutina de una araña, si desea tener larga vida,
y a sus 15 años, la menor de la familia Araña, lo sabía de
sobra.
Su familia habitó, durante varias décadas, la que fue una
casa abandonada; hoy, casi convertida en un elegante ras-
cacielos.
La pequeña hija Araña fue la única sobreviviente de
aquella transición. Hasta que una mañana, cansada de vivir
escondida, decidió que su destino no sería terminar aplas-
tada por el cemento o por la palma furiosa de un extraño:
quería convertirse en una bella mujer, poderosa e indepen-
diente, como la que llegaba todos los días al despacho
principal.
Durante un tiempo, hizo su labor de araña, inyectando el
veneno más mortal, entre los trabajadores.
Nadie supo porqué la construcción se detuvo; solo ella y
su última víctima.
Plesiosaurio 23
ANGÉLICA SANTA OLAYA
24 Plesiosaurio
Angélica Santa Olaya (Ciudad de México, 1962). Poeta,
escritora, periodista, dramaturga, historiadora y maestra de
la ENAH. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva egre-
sada de la UNAM, ENAH y Escuela de Escritores SOGEM-
XXXV. Becada por el CONACYT para la Maestría en Historia
y Etnohistoria. Primer lugar en dos concursos de cuento
breve e infantil en México (1981 y 2004). Segundo lugar V
Certamen Internacional de Poesía «Victoria Siempre 2008»
(Argentina). Ha participado en diversos encuentros litera-
rios en México, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, Emi-
ratos Árabes Unidos, Cuba y España. Autora de una docena
de publicaciones propias de poesía, cuento, minificción y
novela. Sus textos han sido traducidos al rumano, portu-
gués, inglés, italiano, catalán y árabe.
Plesiosaurio 25
Miércoles de ceniza
―Ven mañana a las seis. Manolo se fue de su casa. Necesi-
to un monaguillo.
Susurró el sacerdote acercando sus gruesos labios a la
oreja de Juan.
―Polvo eres y en polvo te convertirás.
Añadió en voz alta y estampó en la frente del niño el
sello con las cenizas, aún tibias, de Manolo.
26 Plesiosaurio
Irresistible
Cuando Laura conoció a Rubén supo que era el hombre con
quien debía tener un perro, dos hijitos y una mecedora pa-
ra arrullar su vejez. En ese orden. Se casaron como era de
esperarse. Un día, llegó Memo, con su irresistible sonrisa, a
pedir posada por unos meses. Era tan divertido verlo pa-
searse en calzoncillos por la casa contando chistes y ha-
ciendo bromas que Laura se olvidó del perro. Por eso ahora,
en el fondo, comprendía por qué Rubén había salido por
aquella puerta, junto con Memo, dejándola sola; sin marido,
sin hijitos y sin mecedora. Desolada, tomó su bolso y se
dirigió a la veterinaria.
Plesiosaurio 27
ATILANO SEVILLANO
28 Plesiosaurio
Atilano Sevillano (Argusino de Sayago- Zamora (España),
1954). Residente en Valladolid (España). Doctor en Filología
Hispánica y Lcdo. en Teoría de la literatura y Literatura
comparada. Ha ejercido la docencia como profesor de Len-
gua y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha cofundado y
codirigido la revista literaria salmantina Aljaba y las barce-
lonesas Poiesis y Cármenes. Colabora en diversas revistas
literarias españolas y latinoamericanas. Hasta la fecha ha
reunido sus relatos breves e hiperbreves en tres libros: De
los derroteros de la palabra (2010), Lady Ofelia y otros mi-
crorrelatos (2015) y Al pie de la letra. Microrrelato de la A a
la Z (2017).
Plesiosaurio 29
Prodigios
Verá, probablemente tengo demasiada sensibilidad para
estas cosas... O me cuesta adaptarme... Tal vez sea mejor
que lo suelte ya. Sí, será mejor.
Todo empezó...cuando en el jardín comenzaron a crecer
cabezas familiares. La primera que brotó fue la del tío Al-
berto en el fondo de jardín. Después vinieron la de tía Mar-
garita, la de otros variopintos parientes y la del abuelo Au-
gusto. Y ayer mismo brotó la de mamá. Me extrañó mucho,
pues, acabé de enterrarla anteayer. Las del tío Alberto y la
tía Margarita decidí trasplantarlas al nuevo parterre, la del
abuelo la coloqué junto a la fuentecita, la de otros familia-
res alineados junto al sendero, pero con la de mamá no se
me ocurre nada. Doctor, deme alguna solución. Este fin de
semana he decidido abrir el jardín al público, con visita
guiada incorporada e ignoro si ello provocará postergar su
descanso eterno.
30 Plesiosaurio
Uno mismo
Aquel individuo tenía la extraña facultad de elegir con qué
soñar cada noche. Pensaba en cualquier tema y su subcons-
ciente lo procesaba de manera que, al dormirse, soñaba con
lo que él hubiera decidido.
Así, a veces decidía soñar con ser un actor famoso de
Hollywood y, nada más cerrar los ojos, volaba a Los Ánge-
les; otras veces, pedía ser un escritor y en cuanto conciliaba
el sueño no paraba de escribir a lo largo de toda la noche y
conseguía obtener grandes reconocimientos y ganaba di-
versos premios literarios.
Una noche quiso soñar consigo mismo para comprobar
cómo era ese sueño, y una vez más así se lo pidió al sub-
consciente. Esa noche, sí, esa noche la pasó en vela.
Plesiosaurio 31
CAMILO MONTECINOS GUERRA
32 Plesiosaurio
Camilo Montecinos Guerra (Arica – Chile, 1987). Profesor
de Castellano. Ha publicado Golpes sobre la mesa (Ediciones
Sherezade, 2017). Además, sus textos han sido publicados
en medios impresos como la Antología de escritores del
norte (Sech, 2012), antología Borrando fronteras, (Ergo sum,
2014), Lluvia de micros, (Colectivo Córdoba Breve, 2017),
revista «La taberna de Innsmouth» (Cathartes Ediciones,
2017), y en medios digitales como la revista uruguaya «Cita
en las diagonales», el sitio chileno Letras de Chile, la revista
Cuentos para el andén, el sitio Cita en la Glorieta y la anto-
logía de microcuento policial Dispara usted o disparo yo, a
cargo de la escritora Lilian Elphick.
Plesiosaurio 33
Paciencia serial
«Disponemos de tiempo para todo», me dijo con total sere-
nidad. Admiraba su forma de enfrentar las situaciones, por
muy dificultosas que parecieran, siempre con una absoluta
parsimonia y calma que rozaba muy de cerca la frialdad. Y
tenía razón. Alcanzamos a descuartizar el cuerpo del niño,
tomarnos un café y ver nuestro programa favorito de los
viernes.
34 Plesiosaurio
Saltos literarios
Ante la macabra escena de verse convertido en un horripi-
lante escarabajo, Don Quijote no se convence y vuelve a
cerrar los ojos. Al abrirlos, ahora es un hombre sentado en
un sillón de terciopelo verde leyendo una novela.
Plesiosaurio 35
CARLOS ENRIQUE SALDIVAR
36 Plesiosaurio
Carlos Enrique Saldivar (Lima, 1982). Estudió Literatura en
la Universidad Nacional Federico Villarreal. Director de la
revista Argonautas y del fanzine El Horla; miembro del co-
mité editorial del fanzine Agujero Negro, publicaciones
dedicadas a la literatura fantástica. Director de la revista
Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Finalista
de los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa 2011, en
la categoría: relato. Finalista del I Concurso de Microficcio-
nes, organizado por el grupo Abducidores de Textos. Fina-
lista del Primer concurso de cuento de terror de la Sociedad
Histórica Peruana Lovecraft. Finalista del XIV Certamen
Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2016.
Finalista del Concurso Guka 2017. Publicó los libros de
cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes
de fantasía (2010); y el relato El otro engendro (2012). Com-
piló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de
terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016) y
Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017).
Plesiosaurio 37
Sin afecto
Lo que menos me gusta de tener un amigo imaginario es
que mis padres lo quieran a él, lo cuiden, le den todo, lo
lleven al colegio, o a pasear, y a mí me traten como si no
existiese.
38 Plesiosaurio
Intruso en la cancha
Ni la tribuna ni los jugadores se percataron de que aquella
odiosa figura vestida de negro en el partido de fútbol era
en realidad el Demonio que a veces subía a la Tierra para
disfrazarse de árbitro y desatar el caos y la confusión.
Plesiosaurio 39
CHRISTIAN VALDIVIA VERA
40 Plesiosaurio
Christian Valdivia Vera (Lima, 1977). Es Licenciado en
Ciencia Política y Magíster en Gestión Pública.
Plesiosaurio 41
Best seller
Sus historias cautivan a los críticos y a los lectores. En los
diarios, alaban la crudeza de sus ficciones y la manera des-
garradora en la que retrata el sufrimiento de las víctimas en
manos de los verdugos. El escritor sonríe. En el sótano, le
espera el próximo protagonista de su novela.
42 Plesiosaurio
Cambio de planes
Te pedirá que la mates. Dirá que prepares dos copas de
vino para la despedida, una con veneno para ella. Pero no
soportarás el dolor de verla morir. Sufrirás, y eso a ti no te
gusta. Por eso, cambiarás las copas. Que sufra ella, ¿por
qué tú?
Plesiosaurio 43
DANIEL FRINI
44 Plesiosaurio
Daniel Frini (Berrotarán, Córdoba – Argentina, 1963). In-
geniero Mecánico Electricista de profesión, escritor y artista
visual. Ha publicado en varias revistas virtuales y en papel,
en blogs y en antologías de Argentina, España, México, Co-
lombia, Chile, Perú; y, además, traducido y publicado en
Italia, Portugal, Brasil, Francia, Estados Unidos, Canadá,
Uzbekistán y Hungría. Ha obtenido, entre otros reconoci-
mientos, el Premio Internacional de Monólogo Teatral Hi-
perbreve Garzón Céspedes (2009, Madrid / México D. F.);
Premio La Oveja Negra (2009, Buenos Aires, Argentina),
Premio El Dinosaurio (2010, Colombia), Premio IX Certamen
Internacional de Poesía (2011, España), Premio I Certamen
Internacional de Relato Corto Nouvelle (2017, España) y el
Místico Literario del Festival Algeciras Fantastika 2017 (Es-
paña).
Plesiosaurio 45
Un elefante de lo más extraño
―Y dígame, ¿por qué deberíamos contratarlo para nuestro
circo? ¿Qué sabe hacer su elefante? ―dijo el Gerente, mien-
tras mesaba su bigote estilo francés.
―Mi elefante trabajó en la Carpa de los Hermanos Kau-
ffman, en el Rodeling Brothers y en el Zarabanda Circus.
Actuó, inclusive, en los Sábados Especiales de Canal Doce.
Mi elefante sabe hablar. Pide su comida y canta la Marcha
Peronista; insulta a los pelados y a las viejas; y es capaz de
despertarlo, a la mañana, imitando a un gallo ―explicó el
hombre.
―¿Ah, si? Interesante. ¿Y ese es su elefante?
―Si. Ese es. Se llama Pólux.
―Es un tanto chico.
―Los hay de varios tamaños.
―¿No debería tener trompa?
―No necesariamente.
―Me lo hacía de un color diferente. No sé…Gris, diga-
mos.
―Hay de varios colores.
―Y las orejas, ¿no suelen ser más grandes?
―Mi elefante no tiene orejas.
―Mire: hasta donde sé, los elefantes no tienen plumas.
―¿Qué quiere decir? ¿Que mi elefante es falso? ¿Que soy
un mentiroso? ¿Que quiero estafarlo?
―No, hombre, no se enoje. Es que a su elefante lo veo
raro. Se parece a un… loro.
―¡Me ofende! ¡Retiro la oferta! ¡No sabe usted lo que se
pierde! ¡Ya vendrá a buscarnos y tendremos el placer de
cerrar nuestra puerta en su cara! ¡Vámonos! ¡Pólux, de-
muestre que es educado: salude al señor!
―Chau, bigotudo. Ni un mísero maní me diste, amarrete
―saludó el elefante.
46 Plesiosaurio
El abuelo
Fue la persona que más he amado en la vida. Más que a mi
padre ―lo que no conlleva mérito alguno: para él, cualquier
gesto de cariño ablandaba el carácter de sus hijos― y más
que a mi madre, siempre enferma, tan vulnerable.
El abuelo, en cambio, jugaba conmigo, era mi cómplice,
me contaba historias fabulosas y me hacía protagonista de
ellas, aunque hablara de Simbad. Y era el único que se en-
frentaba a mi padre: «Usted es el padre y debe criarlo. Yo
soy el abuelo y estoy acá, justamente, para malcriarlo».
El abuelo murió hace veinticinco años.
Me gusta sentarme en el sillón de su biblioteca, saborear
el mismo brandy de Jerez que le gustaba y esperar que lle-
gue su fantasma.
―Hola ―suele saludarme él―.Qué bien se está acá.
―Encendí la estufa, como te gusta. Cuéntame, de nuevo,
la historia de Simbad.
Plesiosaurio 47
EDUARDO CRUZ ACILLONA
48 Plesiosaurio
Eduardo Cruz Acillona (Miranda de Ebro, 1967). Publicó el
libro de microrrelatos El final está cerca (Ed. Círculo Rojo,
2013). A cuatro manos con Miguel Baquero, ha firmado las
novelas Cuñados anónimos (Ed. LcLibros, 2012) y Morir es
relativo (Ed. Cazador de Ratas, 2015). Así mismo, en 2016
publicó un nuevo libro de microrrelatos Felicidades por
tanto (Ed. Licenciado Vidriera, 2016). Algunos de sus relatos
también han sido publicados en antologías varias y tradu-
cidos al francés por las universidades de Poitiers y Lyon. Ha
sido colaborador de las revistas Literaturas y La Tormenta
en un Vaso.
Plesiosaurio 49
Génesis
Cuando Dios, aburrido por no tener nada más alrededor
con lo que entretenerse, hizo chocar aquellas dos piedras
pensando que así podría conseguir fuego, ni midió sus
fuerzas ni por lo más remoto se le pasó por la cabeza que
alguien, millones de siglos más tarde, lo definiría como «Big
Bang».
50 Plesiosaurio
Mi abuelo
Desde lo alto de la colina, mi abuelo señaló al centro del
pantano. «Ahí», me dijo, «debajo de esas aguas, está la casa
donde nací yo…»
Pasó el verano, regresé al colegio y el primer día el pro-
fesor de Lengua nos mandó escribir una redacción sobre lo
que más nos había gustado de nuestras vacaciones. Yo la
titulé «Mi abuelo es un pez».
Plesiosaurio 51
EDUARDO SARMIENTO TAPIA
52 Plesiosaurio
Eduardo Sarmiento Tapia (Chiclayo – Perú, 1990). Estudió
Comunicación Social, y acompañó en la escritura y revisión
de algunos libros para su universidad. Luego de un largo
viaje por varios pueblos de Sudamérica, escribió dos libros
que ahondan en la temática del conflicto interno de los
personajes en entornos urbanos de moral decadente. Uno
de ellos Miro por la ventana está en edición.
Plesiosaurio 53
Preguntas sin respuesta aparente
Hay días en que, nada más al despertar, siento que me he
olvidado de algo. Enseguida, entonces, me pongo a repasar
mentalmente los datos más elementales de mi vida. En una
ocasión, por ejemplo, desperté sin recordar cuál era mi
nombre. Sobresaltado, me levanté de un brinco de la cama
y fui hasta quien parecía ser mi madre y le pregunté quién
era yo. Antes de responder, tosió y luego me dijo: “Tú eres
un pobre diablo”. En cuanto al sujeto que parecía ser mi
padre, creyó que la pregunta era una tomadura de pelo y
soltó dos o tres improperios. No era verdad. Hay ciertos
días en que despierto sin lograr recordar las informaciones
más frívolas y, paradójicamente, más importantes que me
atañen. Claro, son periodos transitorios de amnesia, ya que,
al día siguiente, por lo general, recobro de golpe la memo-
ria. ¿Por qué será? No he podido dar con el origen de esos
extraños olvidos, aunque desde luego ya me he acostum-
brado a ello. En otra ocasión, al recordar nuevamente todo
tras haber sufrido estos olvidos, supe que era yo un repug-
nante burócrata y mi enfermera personal era casi tan des-
agradable como el carcelero que me acompañaba en mi
cómoda prisión especial.
54 Plesiosaurio
Falacias de la hípica
Alonso, culto de buen ver, quien para sus amigos era la viva
imagen del mesías, proveedor de buen vino y buena comi-
da, y para sus hijos una suerte de ánima en pena que rara
vez veían asomarse a casa con monedas en los bolsillos;
cumplía fervorosamente la misma rutina durante los últi-
mos tres años: salía de la oficina, caminaba hasta el hipó-
dromo, hacía unas llamadas, bebía unas botellas, se levan-
taba a apostar, y se sentaba otra vez a embriagarse. Su ca-
ballo favorito era Chinaski, un perdedor nato. Los últimos
seis meses le había apostado sin encontrar jamás el triunfo,
no obstante, Alonso le apostaba con las mismas ansias a
diario.
Aquel jueves Chinaski encabezaba la carrera. Le sacaba
dos, tres, cuatro cuerpos a sus adversarios, y caía derrotado
en el último aliento que nunca llegaba. Alonso ebrio cami-
naba a casa, acaso meditando si la del caballo no sería su
historia propia, la de un eterno perdedor, o sería un simple
espectro sadomasoquista. Caminaba y pensaba que tal vez
mañana sería el día, solo una vez necesitaba ganar y sería
rico. Abría la puerta, gruñía con su mujer, sus hijos lo mi-
raban espantados –o sorprendidos, es difícil saberlo–. Ca-
minaba, hacía crujir la vieja madera apolillada del piso.
Debería cambiar de caballo, se dijo resoluto esa noche.
Al siguiente atardecer vio una enorme fila en la puerta
del recinto, soltaban insultos al aire. Alonso sacó las manos
de los bolsillos y encendió un pitillo. Todo había terminado,
el hipódromo había cerrado.
Plesiosaurio 55
ELIK GERMÁN TROCONIS MARTÍNEZ
56 Plesiosaurio
Elik Germán Troconis Martínez (Ciudad de México, 1995).
Estudió la licenciatura en Historia en la Facultad de Filoso-
fía y Letras (FFyL) de UNAM. Fue finalista del Premio Letras
Nuevas de Novela 2013 con Asesino por religión, su primera
novela. En 2018 formó parte del comité organizador y del
jurado de la categoría de cuento del Primer Certamen Lite-
rario de la FFyL. En 2018 recibió una beca para participar
en el Décimo Curso de Creación Literaria para Jóvenes Xa-
lapa, Veracruz. Fundó Laberintos, la revista estudiantil de la
FFyL de la UNAM y fue subdirector general de la plataforma
de medios Opinión Central. También cofundó y dirigió En
Contacto, programa de radio sobre cine y literatura. Ac-
tualmente trabaja en TV UNAM como conductor y entrevis-
tador. Igualmente, se desempeña como promotor cultural,
impartiendo actividades de fomento a la lectura y talleres
de escritura para niños. Recientemente fue aceptado en la
Universidad Complutense de Madrid para cursar el máster
en Escritura Creativa durante el año escolar 2018-2019.
Plesiosaurio 57
Déjà vu
En la cueva del cíclope, Pedro ya había negado tres veces a
su señor y los otros once apóstoles estaban dispuestos a
hacerlo para salvar su vida. Al final de la tarde, Polifemo
optó por el orden alfabético al preguntarse a quién engullir
antes. Sin perder tiempo, pidió el nombre de cada uno.
—Soy todos y soy nadie —respondió Jesús.
Polifemo lo devoró primero a él.
58 Plesiosaurio
Demora literaria
a Laura Elisa Vizcaíno
En un oscuro cuarto donde no hay más que una Remington
y tierra, un escritor sentado a la mesa circular escribe una
metaficción en forma de minificción sobre un escritor sen-
tado a una mesa circular que escribe una metaficción en
forma de minificción sobre un escritor sentado a una mesa
circular que escribe una metaficción en forma de minific-
ción sobre un escritor que en el fondo no es más que un
cuentachistes que llegó tarde a la minificción metaficticia.
Plesiosaurio 59
ERNESTO CASTRO HERRERA
60 Plesiosaurio
Ernesto Castro Herrera (Matagalpa - Nicaragua, 1995).
Primer lugar en el Festival Ecojoven 2015 en la categoría de
microrrelato. Ganador de la convocatoria para la publica-
ción de obras literarias Editorial La Chancha 2017, con la
novela breve Los yákarix. Ha colaborado en diversas revis-
tas internacionales como Penumbria y Letralia.
Plesiosaurio 61
El ave del cuadro
El jilguero, de Carel Fabritius, ha estado en los principales
museos del mundo: desde París hasta New York. En su épo-
ca Fabritius lo exhibió en su taller del centro de Delft, y
cuando fue comprado por primera vez, sirvió de rótulo en
la puerta de una fonda de mala muerte. También, en una
novela de Donna Tartt, estuvo en las manos sombrías de un
niño alcohólico de Texas, en la bodega de un polaco bando-
lero del arte, e incluso fue escondido debajo de la cama de
un vendedor de muebles viejos, que murió bajo los escom-
bros de una explosión terrorista en 1970. Y ahora, repo-
sando en una sala llamada «De los pequeños placeres visua-
les de la antigüedad ambigua», el jilguero gorjea, sonríe y
se vanagloria de que, aún siendo un ave pintada con una
pata encadenada a un aro, ha podido volar más que ningu-
na otra.
62 Plesiosaurio
Roadtrip de la incompatibilidad
Se detuvieron en Managua: Jimmy quiso ir a un cerro, Da-
niel a un lago y Franco a ninguna parte, pues le dolía un
pie. No salieron del auto. En Estelí los atacó el hambre:
Jimmy compró pollo y papas fritas, Daniel una hamburgue-
sa doble con bastante chile, y Franco, que estaba a dieta,
una bolsa con palitos de zanahoria. A todos les dio náuseas
unos kilómetros adelante. Cuando avistaron Matagalpa ya
estaba oscuro y buscaron un sitio escondido entre los ar-
bustos para tener sexo, pero fue imposible: a Jimmy sólo le
gustaba mastubarse, Daniel tenía mucho sueño y Franco no
era gay. Se conformaron con un abrazo de buenas noches.
Llegaron a su barrio la mañana siguiente, prometieton que
saldrían juntos el próximo fin de semana, se despidieron en
un cruce de caminos, y los tres tomaron rumbos diferentes,
con plena seguridad de que no se volverían a ver en largo
rato.
Plesiosaurio 63
ERNESTO TANCOVICH
64 Plesiosaurio
Ernesto Tancovich (Buenos Aires, 1945). Escribe regular-
mente desde 2014. Distinciones, entre otras: Finalista y
mención Provincia de Córdoba por El niño stalinista (poe-
sía), Finalista, mención y publicación Universidad de Cali
por Las playas del tiempo (narrativa). Una treintena de cola-
boraciones en las revistas Pedes in Terra, Marabunta, Pape-
les de la Mancuspia, Nocturnario, Monociclo, Cuentos para
el andén, Nagari, Extrañas noches, Boca de Sapo, Carie y
Monolito.
Plesiosaurio 65
El sueño reparador
Soñé que llevaba a mi hijo de cuatro años a la plaza. Ha-
cíamos carreritas, del lapacho a la estatua, de allí al banco,
a la farola. Se me dice que no puede ser, que no llegué a
conocerlo, que Marta recién iba por el cuarto mes cuando
ocurrió mi accidente, que es otra cosa lo que se esconde en
el sueño. Dicen, los sabelotodo.
66 Plesiosaurio
Poética del viento
Para la tarea escolar recortó cuidadosamente palabras de
una revista y las clasificó sobre la mesa. En una hilera las
que empezaban con a, que eran muchas, en otra las que
empezaban con b que eran bastantes, casi tantas como las
que arrancaban en c, aunque menos que las iniciadas en d,
y así prosiguió hasta completar el abecedario. Pocas hubo
con z y ñ, una sola con w, y ninguna con x. Plasticola en
mano, se disponía a pegarlas cuando un golpe de viento
abrió la ventana desparramándolas por el cuarto. Las reco-
gió pacientemente, volviéndolas a la mesa. Al leerlas en el
caprichoso nuevo orden, descubrió que el viento sabía es-
cribir poemas maravillosos y decidió fijarlos en el cuaderno
antes que otra ráfaga los deshiciera. No los entendió del
todo, tampoco yo y ni siquiera la maestra, pero los tres
quedamos encantados. Eso pueden las palabras, cuando un
oportuno manotazo del aire las pone a volar libremente.
Plesiosaurio 67
GIONDELYS ANTONIO
MONTILLA SANTIAGO
68 Plesiosaurio
Giondelys Antonio Montilla Santiago (Venezuela). Licen-
ciado en Educación en las menciones de Lengua y Literatu-
ra, y Estudios Sociales. Tiene una Maestría en Ciencias de la
Educación por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y
del Caribe (IPLAC) (La Habana, Cuba), y una Maestría en
Lectura y Escritura por la Universidad de Los Andes (ULA)
(Mérida, Venezuela). Ha sido actor de teatro, director de
teatro infantil, narrador oral, promotor de lectura y escritu-
ra creativa. Autor de los libros En mi cama juega un hada
(obra ganadora del certamen mayor de las letras 2004, del
Ministerio de Cultura de Venezuela) y La casa de mis abue-
los, ambos de poesía infantil. Ganador del concurso Miguel
Vicente Pata Caliente con su poemario Suena Poema (2010)
y del Certamen Radial del Cuento Breve de la Librería Me-
diática, RCN, 2006. Ganador de la II Bienal de literatura
infantil Vicente Gerbasi, de la ciudad de Valencia (estado
Carabobo, Venezuela) con el poemario Tambor tamborilero.
Tiene inéditos varios libros de poesía y cuentos mínimos.
Ha participado en diversos festivales nacionales e interna-
cionales de narración oral. Actualmente cursa estudios de
Derecho en la Universidad de Los Andes (Mérida). Reside en
Barinitas (estado Barinas, Venezuela).
Plesiosaurio 69
Variedad
De vuelta a la realidad la Bella Durmiente se dio cuenta que
solo estaría con el príncipe, en cambio, durmiendo soñaba
con todos los príncipes del mundo y a todos podría tener
sin que se enteraran los otros. La variedad hace el gusto,
buenas noches.
70 Plesiosaurio
Aliento de perro
Para el Príncipe, besar a aquella mujer dormida, no era fá-
cil. El aliento de cien años era veneno puro. Así que le or-
denó a su perro que lamiera la boca de la durmiente.
―Aunque tienes aliento de perro así me gustas―, le dijo
ella al despertar.
Plesiosaurio 71
GUILLERMO CÉSAR GUSTAVO
PACHECO PINEDA
72 Plesiosaurio
Guillermo César Gustavo Pacheco Pineda (Lima – Perú,
1982). Se licenció en Literatura por la Universidad Nacional
Mayor de San Marcos y realizó un Máster en docencia con
especialidad en Lengua castellana y Literatura en la Univer-
sidad de Alcalá (España). Actualmente se desempeña como
docente universitario.
Plesiosaurio 73
Rosas
Cada mañana, debo extraer delicadamente las rosas que
crecen en mis manos. Lo hago especialmente para no da-
ñarme las palmas; pero también para no sorprender o asus-
tar a quienes, como yo, viajan en el bus de las ocho. Con-
forme pasan las horas, aparecen más hasta formar colori-
dos ramos. Esto ―no puedo negarlo― me divierte ya que,
al ir por la calle, las personas creen que trabajo en una flo-
rería y puedo lucir la belleza del rosal que habita en mí, sin
que nadie se incomode. Además, contrario a lo que algunos
podrían pensar, esta facultad que tengo desde niño no es
tan mala, pues me ha servido en diversas ocasiones para
acercarme a las chicas y obsequiarles, en medio de su
asombro, una rosa que brota con sutileza de mi mano.
74 Plesiosaurio
Rutina
Despiertas. Sales de la cama con una sensación extraña. Te
lavas los dientes mirando tu reflejo fijamente. Acercas tu
rostro al espejo como inspeccionando cada detalle, cada
lunar que tienes en la oreja derecha. Abres tus ojos para
ver el color exacto de tus pupilas. Sientes frío repentina-
mente. Cierras los ojos un instante y al abrirlos, tu imagen
ha salido del espejo. Lo buscas por tu propia casa, en cada
rincón, en cada habitación de ese inmenso lugar. Piensas en
tu espacio favorito y vas a encontrarlo entre tus libros. Lo
ves sentado en tu sofá. Empiezas a creer que has perdido la
razón. Lo interrogas y no obtienes respuesta. Lo tomas del
cuello y quieres matarlo. Pero sientes la presión de tus pro-
pias manos sobre tu cuello y pierdes la conciencia.
Despiertas. Sales de la cama con una sensación extraña.
Te lavas los dientes mirando tu reflejo fijamente. Acercas
tu rostro al espejo como inspeccionando cada detalle, cada
lunar que tienes en la oreja derecha. Abres tus ojos para
ver el color exacto de tus pupilas. Sientes frío repentina-
mente. Cierras los ojos un instante y al abrirlos, tu imagen
ha terminado su aseo matinal. Los ves alistarse y despla-
zarse por tu propia casa. Se detiene un momento para ob-
servarte y, luego de esbozar una ligera sonrisa, sigue con tu
rutina.
Plesiosaurio 75
HÉCTOR DENNIS LÓPEZ
76 Plesiosaurio
Héctor Dennis López (Tonacatepeque - El Salvador, 1981).
Ha sido finalista en: Certamen Internacional Nuevas Voces
Para La Paz 2015(poesía), I Certamen de Poesía «Primavera»
(Letras como espada 2015), I Certamen Mundial Excelencia
Literaria M.P. Literary Edition 2015. Ha publicado sus poe-
mas en antologías como Amor al desnudo, con el grupo
literario Almas de fuego (2014), A la Izquierda del corazón
II (2015) y Letras sin fronteras, de la editorial Shushikuikat
(2015). Ha publicado cuentos en el Diario Co-Latino de El
Salvador y en diversas revistas en línea como Tercerafun-
dacion.net, redislam.net, masquecuentos.es, Revista Mi Na-
tura, Revista Axxón.
Plesiosaurio 77
El fenómeno
El nacimiento de aquel niño causó alarma en todo el mun-
do.
Su fotografía apareció en los diarios y en las cadenas de
televisión. Mucha gente que supo de la noticia había llegado
hasta la casa donde se encontraba, solo para verlo y com-
probar si lo que se decía era cierto.
Sus padres estaban sorprendidos y humillados. Se sen-
tían en una posición delicada ante la sociedad: eran la co-
midilla de todos, el hazmerreír. Aquel bebé, aunque era su
único hijo y lo amaban, no había traído más que desdichas
a sus vidas.
Solo recordaban la última vez que nació alguien como su
hijo, la gente se disgustó con él y terminaron matándolo.
Ellos sabían que el futuro de su hijo no era prometedor,
se burlarían de él en todos lados: se reirían de sus manos,
de su cuerpo, de su cabeza, de su pelo y de su cara.
Y es que para aquel tiempo era extraño ver nacer a un
humano normal.
78 Plesiosaurio
El truco
— ¡Yo, señor, no soy malo...!, y si hago esto es porque estoy
seguro de lo que quiero y no me importan los resultados —
exclamó Pedro, colocando la boquilla del revólver en su
sien, ante la mirada expectativa de Carlos su otro contrin-
cante y los testigos del duelo.
El salón estaba medio oscuro, iluminado en el centro
sólo por un bombillo del que manaba una luz opaca que se
apagaba a intervalos.
El duelo inició cuando Pedro y Carlos se dieron cuenta
que estaban cortejando a la misma chica. Y la ruleta rusa
fue la única forma que encontraron para decidir quién se
quedaría con la muchacha.
Pedro se eligió para ser el primero en probar suerte. No
le temblaba la mano, estaba seguro de lo que hacía, no era
la primera vez que jugaba aquel mortal juego.
Pedro apretó el gatillo y el arma se disparó y él cayó de
inmediato al suelo. Justo en ese momento el bombillo se
apagó.
Algunos testigos gritaron mientras salían del salón oscu-
ro, con ellos salía Carlos sonriente en busca de su amada.
Pedro dejó que todos se retiraran y se levantó.
—Sólo es cuestión de cogerle el truco a éste juego —dijo
para sí mismo— quién diría que sería tan fácil engañar a
todos, colocar una bala de salva, ja-ja-ja, que fácil fue esto.
Abrió la puerta y salió a la calle sin darse cuenta que
dejaba su cuerpo muerto, sangrando de un agujero en la
cabeza.
Plesiosaurio 79
HOMERO CARVALHO OLIVA
80 Plesiosaurio
Homero Carvalho Oliva (Bolivia, 1957). Escritor y poeta.
Ha obtenido varios premios de cuento a nivel nacional e
internacional como el Premio latinoamericano de cuento en
México, 1981 y el Latin American Writer’s de New York,
1998; dos veces el Premio Nacional de Novela con Memoria
de los espejos (1995) y La maquinaria de los secretos (2008).
Su obra literaria ha sido publicada en otros países, traduci-
da a otros idiomas y figura en más de treinta antologías
nacionales e internacionales como Antología del cuento
boliviano contemporáneo e internacionales como El nuevo
cuento latinoamericano, de Julio Ortega, México; Profundi-
dad de la memoria de Monte Ávila, Venezuela; Antología del
microrelato, España y Se habla español, México. Entre sus
poemarios destacan Los Reinos Dorados, El cazador de sue-
ños y Quipus. El año 2012 obtuvo el Premio Nacional de
Poesía con Inventario Nocturno y es autor de la Antología
de poesía del siglo XX en Bolivia, publicada por la prestigio-
sa editorial Visor de España. Premio Feria Internacional del
Libro 2016 de Santa Cruz, Bolivia. En 2017, Editorial El án-
gel, de Ecuador, publicó su poemario ¿De qué día es esta
noche? Ha publicado los siguientes libros de microficción:
Cuento súbito (2004), La última cena (2012), Pequeños suici-
dios (2017).
Plesiosaurio 81
La otra versión
Llamadme Moby Dick. Soy el cachalote que persiguió al
Pequod y a su capitán por todos los mares. Destruir la
monstruosa embarcación y matar al cruel Ahab y sus mal-
vados hombres, se convirtió en mi obsesión, era la única
manera de curar la melancólica desolación que sufría por la
pérdida de los míos, asesinados frecuentemente por ellos,
hasta que lo hice. Descargué toda mi furia, sin compasión
alguna y tomé venganza. Dejé a un sobreviviente de nom-
bre Ismael, para que cuente la historia. Llamadme Moby
Dick, si así lo deseáis.
82 Plesiosaurio
Pesadilla
Y cuando despertó, el hombre todavía estaba allí.
Plesiosaurio 83
JORGE AGUIAR
84 Plesiosaurio
Jorge Aguiar (Mendoza, Argentina). Ingeniero en sistemas
y fotógrafo. Estudió en la UTN-FRM. Ha empezado un taller
literario dedicado a la narrativa breve coordinado por Leo-
nardo Dolengiewich. Ha participado con microficciones en
las revistas El rendar (n.º 0), Plesiosaurio (n.º 10), Cuentos
para el Andén, La sirena varada.
Plesiosaurio 85
Suicida
Él ya había decidido morir. No porque no apreciara la vida,
sino porque sabía que su muerte la haría sufrir. El rencor
venía de algún tiempo tan lejano que ni siquiera recordaba
el motivo. Le hubiera gustado volver a disfrutar algunas
cosas de la vida pero la decisión ya estaba tomada. Antes
de salir, se enredó el cordón al cuello y nació muerto.
86 Plesiosaurio
Ley de la atracción
Estaba convencido del poder de atracción y creación de los
pensamientos. Ya había conseguido el empleo, la casa y el
auto que siempre quiso. Era hora de pasar al siguiente ni-
vel: se propuso pensar la mujer perfecta. Pensó su pelo, sus
ojos, su sonrisa, cada rincón de su cuerpo. La pensó con
valores y creencias iguales a los suyos. La pensó hasta el
último detalle. Para su sorpresa, la empezó a ver frente a
sí. Al principio la vio de una forma translúcida, pero poco a
poco observó cómo se iba materializando. Cuando terminó
este proceso, se quedaron observándose uno al otro sin
hablarse, sin moverse. De repente, vio que ella desvió la
mirada hacia al lado de él. Al girar, él vio un hombre mate-
rializarse de la nada. Luego, vio alejarse juntos a los dos
seres perfectos.
Plesiosaurio 87
JUAN PABLO GOÑI CAPURRO
88 Plesiosaurio
Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina, 1966). Ha publicado
La mano y A la vuelta del bar (Argentina, 2017), ediciones
de autor compilando poemas y microrrelatos publicados en
el mundo hispano parlante; Bollos de papel (Argentina,
2016); La puerta de Sierras Bayas (USA, 2014). Mercancía
sin retorno (España, 2015), Alejandra y Amores, utopías y
turbulencias (Argentina, 2002). Relatos y poemas en antolo-
gías y revistas en Argentina, España, Ecuador, Perú, México
y Estados Unidos. Ganador del Premio Novela Corta «La
verónica Cartonera» (España, 2015). Ganador del concurso
internacional microrrelatos «Mis escritos» (2016). Primer
Premio del I Concurso Literario de micropoemas «Luces de
Agosto» convocado por El Muro del Escritor, 2017. Primer
Premio del II concurso de cuento breve «El color del in-
vierno-Tu concurso Literario» (España, 2018). Colaborador
en Solo novela negra (relatos). Como dramaturgo estrenó
Por la Patria mi General (CABA, Argentina), Bajo la sotana
(México), Caza de Plagas (Chile), Vivir con miedo (Olavarría,
Argentina), Una de vampiros y salame (Olavarría, Argenti-
na). Ganador de la convocatoria EDIE 2015 del Corredor
Latinoamericano de Teatro.
Plesiosaurio 89
La insoportable levedad del sábado
Sábado, brilla, seduce, encanta. Noche, música, baile, copas.
Sábado, elige acompañante, monta en un descapotable im-
portado rumbo al mar. Mimos, caricias, sexo, promesas que
despierta la desnudez. Sueño de madrugada, regreso al
mediodía familiar.
Domingo de espera, de teléfono mudo, de recorrida por
las redes, de televisión. Lunes, seis de la mañana, desperta-
dor. Otra jornada de diez horas, de viajar apretada en el
colectivo, de almorzar a las apuradas, de buscar ofertas a
las corridas. El sábado es ya un recuerdo lejano. Las obre-
ras sólo se convierten en reinas en los tableros de ajedrez.
90 Plesiosaurio
A gusto del cliente
Como todo inexperto, Giménez buscó asegurarse. Tecleó,
con la vista concentrada en ese cuerpo de ensueño: «¿de
verdad eres como en la foto?». Gisela aseguró que sí. Gimé-
nez tomó otro recaudo: «si al verte, no eres exacta a la ima-
gen que estoy viendo, no te pagaré». Concertada la cita, el
hombre se dio un baño, se afeitó y aguardó en ropa inte-
rior, recorriendo varias veces la habitación del hotel.
Gisela se presentó con un abrigo largo. Dentro del cuar-
to, se lo quitó y ofreció las ligas, el corsé, la tanga, los zapa-
tos de taco aguja. Giménez arrojó varios billetes sobre la
cama. Gisela se acercó, se quitó los estiletos, las medias de
red, bajó la liga. Se quitó el corsé, la tanga. Giménez sintió
que el deseo lo estrangulaba. Gisela continuó; se libró de
las tetas, de la piel, del cabello, de los muslos, hasta culmi-
nar, para desesperación de su cliente, convertida en una
maravillosa gigantografía sobre la pared.
Plesiosaurio 91
JULIO CESAR VALDIVIESO ALVARADO
92 Plesiosaurio
Julio Cesar Valdivieso Alvarado (Lima, 1988). Director de
la ya extinta revista de creación literaria Ónice. La mayoría
de sus trabajos están inéditos. Bachiller en Lingüística
(UNMSM), maestría culminada en Gestión de Proyectos So-
ciales (UNMSM) y terminando sus estudios en Ingeniería
Industrial (UPC).
Plesiosaurio 93
Liquidación
Se lanzó con ánimos de matarse desde un barranco. Mien-
tras caía, sin embargo, se fue volviendo una gota de agua.
Al caer no murió, mas era parte del mar. Pasado ya mucho
tiempo, mientras la gota flotaba, alguien con mejor suerte
se tiró también del barranco y su cuerpo se hizo pedazos
contra las olas. Eso produjo que varias gotas saliesen dis-
paradas contra las rocas. La gota también fue a para allí.
Poco a poco, con el sol, se fue evaporando, muriendo irre-
mediablemente, sí, pero agonizó deseando no haber queri-
do morir.
94 Plesiosaurio
Iris
Un día se escapó con una persona que escribía a New York.
La nieve cayó por primera vez sobre ella. Experimentó nue-
vos placeres en la vida y conoció la felicidad. Cuando volvió
a Lima, el desierto la recibió calmo. Derritiéndose ella y sus
días en Chappaqua, se disolvió en las arenas hasta desapa-
recer. Bastó un poco de tiempo para que con el líquido que
quedó de ella empiecen a crecer flores y hermosas plantas
en donde antes era yerto. Ese pequeño lapso de tiempo de
su felicidad, permitió que la vida vuelva floreciendo a mi
corazón eternamente.
Plesiosaurio 95
LEANDRO SURCE
96 Plesiosaurio
Leandro Surce (Buenos Aires – Argentina, 1984). Licencia-
do en Ciencia Política (FCS-UBA), estudiante de la carrera de
Filosofía (FFyL-UBA) y editor. Primer premio certamen de
microrrelatos Revista Crac!-Literatura (2013). Algunos de
sus microrrelatos han sido publicados en las revistas Mini-
ficción, Plesiosaurio y Brevilla, así como en los blogs Escritu-
ras Indie y Revista Descolonizadx. Obtuvo, dentro de la ca-
tegoría estudiantes, el segundo premio del I Certamen de
Ensayo Filosófico organizado por el Departamento de Filo-
sofía (FFyL-UBA, 2017) gracias a su ensayo «Intemperies:
Las vacaciones de Nietzsche o cómo se filosofa sin abrir el
paraguas». Desde 2017 colabora como reseñador en Libe-
roamérica – Plataforma Literaria. Trabaja como docente de
Filosofía, Sociología y Construcción de la Ciudadanía. Por-
menores (Kintsugi Editora – Argentina, 2018) es su primer
libro de cuentos publicado hasta el momento.
Plesiosaurio 97
Pasatiempos de Robinson Crusoe
No ha sido la pólvora ni el calzado ni las semillas y herra-
mientas que extraje de lo que quedó del barco lo que hasta
el día de hoy me ha mantenido con vida en esta isla perdida
de Dios. Todo se lo debo a las botellas, a las botellas de
vidrio, un cuaderno y una lapicera que encontré dentro de
un baúl hundido en la arena.
Por las mañanas me levanto temprano y desciendo des-
de mi guarida (a la que no dejo de perfeccionar) hasta la
costa. Gracias a que no puedo arrojarlas lo suficientemente
lejos, el oleaje del mar me las devuelve tarde o temprano.
Entonces, experimentando aquella sensación que lo invade
a uno cuando recibe una carta, tomo una de ellas. La desta-
po con cuidado (sé que habré de volver a utilizar el corcho)
y saco, ansioso como quien rompe el envoltorio de un rega-
lo, el pequeño rollo de papel: BUENOS DÍAS, ROBINSON,
dice allí a veces. HOY ES UN EXCELENTE DÍA PARA PESCAR,
dice otras veces. Aunque estos mensajes me infunden áni-
mos y me alegran el día, no podría expresar lo feliz que me
siento cuando me toca en suerte este otro mensaje: PRON-
TO PASARÁN A BUSCARTE. Es natural que me ponga así.
Sin embargo, conforme pasan los años, cada vez me dejo
menos este último, el más esperanzador y el más desespe-
ranzador de los mensajes.
98 Plesiosaurio
La metametamorfosis
Al despertar una mañana, luego de haber padecido un sue-
ño intranquilo, Gregorio Samsa notó la espalda dura como
un caparazón. Preocupado, echó un vistazo a su prominen-
te panza marrón cobriza. A fin de confirmar sus sospechas,
quiso estirar sus piernas pero, en cambio, innumerables
patas se agitaron bajo la sábana. Cerró los ojos de malhu-
mor. Se quedó dormido otro buen rato. Cuando despertó se
refregó los ojos con sus garras peludas, pegó un coletazo
de satisfacción y se levantó de un salto. Antes de dejar la
habitación no pudo contener un bostezo tan profundo y
sonoro como el rugido de un león.
Plesiosaurio 99
LENIN ALTUVE HERNÁNDEZ
100 Plesiosaurio
Lenin Altuve Hernández (Mérida, Venezuela). Egresado de
la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades en la
Universidad de los Andes ULA, (mención Licenciado en His-
toria), conductor del programa radial «Cómo se come la
Historia». Investigador en la línea de la literatura como
fuente histórica, en lo que destaca el trabajo de investiga-
ción sobre literatura japonesa titulado «Japón en la mirada
de Yukio Mishima. Una aproximación al proceso de occi-
dentalización japonesa».
Plesiosaurio 101
Última cena
Satisfecho, luego del banquete y sin dinero, el comensal
pide la cuenta…
Mientras cuenta las balas de su revolver.
102 Plesiosaurio
Júbilo quilópodo
En su consultorio, al borde de la quiebra, el podólogo cam-
bia su triste semblante por una repentina sonrisa, al ver
entrar al adolorido ciempiés.
Plesiosaurio 103
LEONARDO DOLENGIEWICH
104 Plesiosaurio
Leonardo Dolengiewich (Mendoza – Argentina, 1986). Es
escritor y estudiante de Psicología. Coordina talleres de
cuento y microficción para adultos y adolescentes. Sus mi-
nificciones han sido publicadas en Argentina, Chile, Perú,
Venezuela, México, España e Italia, tanto en antologías co-
mo en revistas literarias y sitios web especializados. En
2015, publicó La buena cocina, su primer libro de microfic-
ciones. En 2019, publicará un nuevo libro de microficciones
y su primer libro de cuentos. Su blog:
www.mepodesleeraca.blogspot.com
Plesiosaurio 105
Con los muertos no se juega
Son crueles los niños. Juegan con nuestros cadáveres. Les
gusta balancearse trepados a ellos, a los condenados a la
horca. Juegan también a saltar entre nuestros muertos
cuando están tendidos en el suelo. Es por eso que cada tan-
to nos vengamos pasándoles por encima a los niños, ju-
gando con sus cuerpos vivos, con sus cuerpos agonizantes.
Pero nosotros no lo hacemos por placer, sino para que es-
carmienten, para que sepan que con los neumáticos no se
juega.
106 Plesiosaurio
A destiempo
Tu te amo, tu te extraño, tu quedate conmigo, tus lágrimas,
tu abrazo. Todo eso, tarde. Todo eso, cuando ya no sirve.
Todo eso, después de tu décima puñalada en mi abdomen.
Plesiosaurio 107
MANUEL SUCEVERDE
108 Plesiosaurio
Manuel Sauceverde (México). Doctor en Economía por la
Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y perte-
nece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Ha obte-
nido algunos premios de narrativa, poesía y música, entre
los que destaca el primer lugar en el Premio de Cuento de
Ciencia Ficción «Año Internacional de la Física» (UNAM,
2005). Su obra literaria aparece en las siguientes antologías:
Narrativas (España, 2018), Periódico de Poesía (UNAM,
2018), Narrativas (España, 2017), La Sirena Varada (Edito-
rial Dreamers, 2017), Le Miau Noir (España, 2017), Nuevas
Narrativas Mexicanas (Cuadernos de Foro Universitario,
2009), Diles que no me maten (UNAM, 2005), Te llamamos
Muerte (UNAM, 2004), La graciosa estampa de la Muerte
(UNAM, 2003), 900 años de Universidad 1553-2003-2453
(UNAM, 2003), Susurro de Muerte (UNAM, 2002) y El espacio
vive entre los muertos (UNAM, 2001). En la actualidad es
miembro del ensamble de música tradicional iraní Didar, el
cual se ha presentado en diversos recintos mexicanos.
Plesiosaurio 109
El insomne
El insomnio es una cosa muy persistente.
VIRGILIO PIÑERA, En el insomnio
Todo comienza en el ocaso. El hombre se siente invadido
por un extraño letargo y duerme. Entonces sueña: una voz
desconocida le ordena con insistencia que se levante. El
hombre obedece y salta fuera del lecho. Sabe que algo te-
rrible sucederá si vuelve a dormir. Cuando despierta, se
incorpora de inmediato y comienza a andar de un lado a
otro sin distinguir entre la pesadilla y la realidad.
Luego de un rato, el hombre se sienta en el piso, encien-
de un cigarro y lo fuma con urgencia. Carajo: sólo fue una
pesadilla, dice para tranquilizarse. Sin embargo, el sueño se
repite cada vez que cierra los ojos.
Algunas semanas después, el hombre, quien ya no logra
precisar si duerme y sueña que está despierto o que, en
efecto, sigue despierto desde la primera noche, decide con-
cluir aquella locura. Sin pensarlo dos veces, ingiere una
mortal dosis de sedante. Minutos más tarde, el hombre
fallece intoxicado.
Pero el alivio que la muerte trae consigo es pasajero.
Cuatro días después, en el preciso momento en que el
hombre al fin logra saberse plácidamente dormido, una voz
lo reclama desde la nada:
—¡Lázaro! ¡Lázaro! —exhorta—. ¡Lázaro! ¡Levántate y
anda!
110 Plesiosaurio
Z
Nuestro error fue abrir el sepulcro de Lázaro de Betania
aquella mañana; el de Jesús, de resucitar a su amigo. Lázaro
llevaba cuatro días muerto y despertó con hambre. Mucha
hambre…
Plesiosaurio 111
MEI MORÁN
112 Plesiosaurio
Mei Morán (Barcelona, España). Resido desde hace dos
décadas entre Alemania y España. Escribo desde que iba a
la escuela. El microrrelato es el género en el que me siento
cómoda. Participo con cierta regularidad en certámenes
literarios, en general a través de Internet. He ganado o he
sido finalista en varios concursos. A saber: Wonderland de
rtve, La microbiblioteca, Radio Lanzarote, entre otros.
Plesiosaurio 113
Una mujer
Yerma de hijos, la cabeza bien amueblada. Antígona de su
hogar. A veces Dulcinea y otras Aldonza, por necesidades
del guion matrimonial. Penélope, durante las largas noches
de espera. Afrodita en sus sueños jugosos, Amazonas por
los anhelos. En ocasiones fue Madame Bovary con el vecino
del quinto, aunque, temerosa de los abismos, lo dejó correr.
Se guareció un tiempo en la casa de Bernarda Alba; agrió
allí el carácter, se tornó Jantipa y, vestida durante meses de
Lisístrata, buscó resquicios. Una mañana, despeinada e ira-
cunda como Medusa abrió la puerta. El paso decidido y
acompañada de Nora, atravesó el umbral.
114 Plesiosaurio
Algunas personas han recibido la maldición
de una cantidad excesiva de lealtad, pues
podría llegar un día en que no les quedara
nada a lo que servir.
JOHN LE CARRÉ
「恥ずかしながら生きながらえて、帰ってきました。」
Shōichi viste un remedo de uniforme militar tejido con cor-
teza de árbol. Se alimenta de mangos; de lo que dan las
trampas que coloca: palomas, ratas y anguilas del río Talo-
fofo. Duerme con ojos avizores sobre una estera de cásca-
ras secas de banana. En su soledad de soldado único ha
jurado no rendirse jamás. Ni cuando las octavillas que caen
de los aviones en la isla con fotografías de sus familiares le
ruegan que vuelva a casa. Tretas de los americanos— pien-
sa. El día que lo encuentran en la selva se resiste, convenci-
do de que será ejecutado. Solo cuando J. Shintaku el cónsul
general le visita en el hospital y le asegura que ya no hay
guerra está dispuesto a entregar el machete, a dejar de ba-
tallar contra el enemigo fantasma. Para entonces, habrá
pasado 28 años en la selva por Hirohito y el honor del Ejér-
cito Imperial. El diplomático le asegura que no habrá repre-
salias, agradece su arrojo y valentía. Él asiente con lágrimas
como bombas en los ojos a punto de estallar.
Guam, 1972
Plesiosaurio 115
MÓNICA MAUD
116 Plesiosaurio
Mónica Maud (Santiago del Estero, Argentina) Es profesora
de Literatura, Castellano y Latín. Cultiva los géneros cuen-
tos, microficción, poesía y novela. Ha participado y colabo-
rado con numerosas revistas y antologías. Ha sido acreedo-
ra de algunos premios literarios, aunque no es afecta a con-
cursar. Fue editora de un Suplemento semanal de Cultura
en Santiago del Estero, Nuevo Diario, y fue directora edito-
rial de una revista dirigida a los docentes (revista aprender).
Posee dos libros de cuentos publicados Yo, sacrílega y Pe-
sadillas, producto de un concurso de cuentos. Tiene una
novela en composición, La muerte de Alcira. Apuntes de
mujer, e inéditos, libros de poesías y de minificción.
Plesiosaurio 117
La promesa
Los amigos se encontraron en una esquina. Estupefactos, se
miraron. Llegó el abrazo; luego, las lágrimas.
Ambos suspiraron la antigua promesa.
Dos dagas centellearon. Sólo una se opacó.
118 Plesiosaurio
Caníbal
Sonríes al ingresar a mi casa.
Me iluminas. Aunque es de noche y no te veo.
Llueve. Hace un frío extraordinario. Espío la calidez de
tu cuerpo.
―¿Estás seguro? ―estoy ansioso por saber.
―Sí ―respondes con firmeza.
Te miro, travieso.
Me miras, ojos calmos.
Y duermes. Vas durmiendo lentamente. Lo planeamos,
¿recuerdas?
Amanece. El sol ilumina mi cocina.
―¿A dónde estoy? ―me preguntas y hueles el perfume a
piel quemada.
―En mí ―antes de tragarme el más sabroso de los bo-
cados, tus masculinos labios.
Plesiosaurio 119
NORMA YURIÉ ORDÓÑEZ PINEDA
120 Plesiosaurio
Norma Yurié Ordóñez Pineda (Guatemala). Diseñadora
Gráfica de profesión. Realizó estudios de Cinematografía en
2009. Mención honorífica, concurso de microficciones ba-
sadas en una frase de Carlos Fuentes. Los Buc Buc, 2012.
Segundo lugar. Categoría cuento Don Simón. Primer Premio
Nacional de Literatura para Nuevos Escritores. Diario Cen-
troamérica, 2013. Cuento en Antología digital Viaje a la
oscuridad (Editorial Mexicana Lengua de Diablo, 2015). Ha
publicado en revistas como Fantastique (México), 2016. An-
tología Centroamericana de minificción Tierra Breve. Índole
Editores (El Salvador), 2018.
Plesiosaurio 121
La hoja en blanco
La hoja en blanco tenía problemas existenciales… fueron
tantas noches de intentos de la escritora por descargarle
sus frustraciones.
Nadie escuchó la detonación de tinta ni presenció el
drama sobre aquel escritorio.
Después de todo cualquiera encuentra una hoja man-
chada en el camino…
122 Plesiosaurio
La sombra inconforme
Se extendía inmutable bajo el árbol.
A pesar de su sobria existencia, esta sombra era distinta,
le daba por divagar en amargas meditaciones y tendía a la
introspección.
Se quejaba cuando el sol cambiaba de posición o cuando
el movimiento de las hojas filtraba las centellas que altera-
ban su forma.
Al llegar el ocaso, su neurosis aumentaba pues recorda-
ba el viejo cliché que la asociaba con el lado oscuro hu-
mano y las malas intenciones.
Por las noches, bajo la luz de la luna, las otras sombras
la escuchaban refunfuñar en medio de la oscuridad.
Plesiosaurio 123
OSWALDO CASTRO
124 Plesiosaurio
Oswaldo Castro (Lima, Perú). Médico-Cirujano. Gastroente-
rólogo. Colaborador de Escribideces-Oswaldo Castro (Face-
book) con Fantasmas extemporáneos, Fantasmas trashu-
mantes (mini relatos) y Fantasmas desubicados (micro rela-
tos). Publicaciones On line en Voces polisémicas (Editorial
Polisemia 2017), en el portal Ucronías de Perú (2017, 2018)
y en las revistas digitales The Wax (2017, 2018), El Narrato-
rio (2017, 2018), Penumbria (2018), Historias Pulp (2018),
miNatura (2018), Cuenta Artes (2018). Al borde de la ca-
verna (2018), Círculo de Lovecraft (2018), Ibidem (2018),
Poiesis (2018), Molok (2018), Aeternum (2018). Mi cuento
«Paternidad» está incluida en la antología Cuentos peruanos
sobre objetos malditos de la editorial El Gato descalzo
(2018). Mi cuento «Querovilcay» integra la Antología inter-
nacional de ciencia ficción y narrativa fantástica en un con-
texto neo indigenista publicado por PEN BOLIVIA (2018).
Plesiosaurio 125
El cuco
Para mí la sopa siempre fue una tortura, sobre todo en la
niñez. Mi mami me decía: «Hijito lindo, si no la tomas el
cuco vendrá por ti». Nunca vino y dejé innumerables veces
el plato frío, grasoso y coagulado de las pretensiones ma-
ternas. Los años pasaron y me convertí en un adulto sano.
Cuando mi madre alcanzó el medio siglo el cáncer asaltó
su cuerpo. La metástasis impidió la cirugía y requirió qui-
mioterapia. Los fármacos fueron inútiles y en una medida
desesperada renunció a ellos para ponerse en manos de un
naturista. El especialista la inundó con brebajes asquerosos.
Luego de la dosis matutina entraba en trance, desvariaba y
perdía el conocimiento por algunos minutos. Soportaba
mejor las administraciones siguientes. La terapia empezaba
a curarla y la mejoría se reflejaba en la disminución de los
tumores. Sin embargo, a pesar de las buenas noticias, el
desayuno seguía siendo mi calvario. El problema se presen-
taba al momento de ingerir las cucharadas sanadoras. Aga-
rró tal asco que apretaba los labios para impedir el ingreso
de la cuchara. Fue una batalla titánica contra su terca deci-
sión. Una mañana, a punto de capitular, recordé sus ame-
nazas infantiles: «Mamita linda, si no lo tomas, el cuco ven-
drá por ti». Al día siguiente amaneció muerta.
126 Plesiosaurio
Garantía de vida
Antes que me mataran solicité garantías para mi vida. Una
semana después de ser cremado, mi viuda recibió el docu-
mento que garantizaba mi seguridad personal. Dicho pro-
cedimiento es extemporáneo y, debido al olor a quemado
que a veces inunda la casa, decidió encarar al ángel de la
guarda distraído que cuida a mi fantasma desorientado. Los
enfrentó de muy mala manera y los botó de la casa. A partir
de ese momento reinició su vida sin remordimientos ni
sentimientos de culpa.
Plesiosaurio 127
PAOLA TENA
128 Plesiosaurio
Paola Tena (México, 1980). Pediatra y escritora. Ha sido
ponente en sesiones dedicadas a la animación a la lectura y
divulgación del género minificcional. Imparte talleres de
Escritura Creativa y elaboración de fanzines. Ha publicado
algunos de sus microcuentos en antologías del género Se-
ñales mínimas (Madrid, 2012), Érase una vez… un micro-
cuento (Madrid, 2013), Saborea la locura (Barcelona, 2013),
Vamos al circo (Cd. de México, 2017), Las musas perpetúan
lo efímero (Lima, 2017) y Cortocircuito (Cd. de México,
2018). Nombramiento especial en el concurso de micro-
cuentos de la FILBo (2015); ganadora del primer premio del
Certamen de Relatos Hiperbreves de La Orotava (2017). Ha
publicado sus microcuentos en diversos medios digitales
(Antología virtual de minificción mexicana, Revista digital
Microfilias, Microsaurio, Cuentos para el Andén, La sirena
varada) y tradicionales (Revista Algarabía). Actualmente,
participa de manera activa en las redes sociales y sus mi-
crocuentos pueden ser leídos en Instagram (@cromatide),
en Facebook (www.fb.com/microficciones) y en su web
(www.microficciones.tumblr.com).
Plesiosaurio 129
Úrsula y Gabriel
Cuando el circo llegó a Macondo, la vidente le vaticinó a
Úrsula Iguarán que moriría el mismo día que el escritor de
su vida: un Jueves Santo. Semejante noticia la impactó de
tal manera que se puso a fantasear sobre su antípodas: lo
llamó Gabriel porque habría nacido de milagro, y era hijo
de un coronel que conquistó a su madre a punta de tele-
gramas amorosos, donde no faltaban los artículos pero
sobraban los adverbios. Su abuelo materno había muerto en
un duelo, pero terco como era se negó a reconocerlo y vol-
vía todos los días a casa con la camisa desgarrada por una
bala certera en el corazón, pidiendo su café. Úrsula se in-
ventó también que la abuela de Gabriel enloqueció de niña
y sus ancestros, compadecidos, le susurraban las historias
más maravillosas del mundo. Que cuando él creció y se
volvió reportero a veces inventaba noticias porque las de
verdad le resultaban muy aburridas. Úrsula se imaginaba
que siendo un niño Gabriel había pedido matrimonio a la
mujer de sus sueños, encontrándola por primera vez diez
años después en una botica. Que escribía de noche como
ella, y que envió la mitad de su novela a una editorial por-
que no tenía dinero para más. Úrsula llenaba folios enteros
relatando la vida de su Gabriel, con la letra chiquitita de
cortejo fúnebre de mil hormigas, hasta que un buen día
llegó a Macondo el diluvio universal que los convirtió en
inmortales a los dos.
130 Plesiosaurio
Amor en público
Las demostraciones de amor en público me ponen nerviosa,
pero tienen algo de hipnotizante, como de llamada del
abismo. Y si no me creen, miren a estos dos que se besan
justo a mi lado en el metro. Incómoda, me pongo de pie
pero no puedo apartar la mirada. Cuando llego a casa le
pido a mi marido que me bese como si no me conociera. Me
llama Cecilia y me coge la nuca con la mano abierta; yo le
digo Mauro y le muerdo un labio. Después volvemos a ser
señor y señora, él lava la loza mientras yo recojo la mesa.
Un día se queda siendo Mauro, un vago detestable cuya
personalidad atractiva hasta el extremo no tiene nada que
ver con la mía. Decido dejarlo y mientras viajamos en el
metro le pido que me bese. La mujer a nuestro lado se le-
vanta incómoda pero no nos importa. Es nuestro último
beso. Al bajar en la estación cada uno toma una dirección
distinta. Mauro me mira y agita la mano. Adiós, Cecilia. Nos
vemos en casa.
Quiromancia (2)
Leo el futuro en la palma de la mano y por eso en las no-
ches, cuando están ya dormidos, tomo sus manitas y alargo
las líneas que deben ser alargadas, acorto otras, enderezo y
rectifico bifurcaciones, profundizo curvas y redirecciono.
Qué cosas no haría una madre porque sus hijos fueran feli-
ces.
Plesiosaurio 131
PATRICIA GUZMÁN
132 Plesiosaurio
Patricia Guzmán (La Plata – Argentina, 1963). Profesora en
Lengua y Literatura Inglesas de la Universidad Nacional de
La Plata, Argentina. Maestranda de la Maestría en Literatu-
ras Comparadas de la misma Universidad. Profesora de
Nivel Superior en el Profesorado de inglés del Instituto Su-
perior de Formación Docente Nº 97 de La Plata. Participa
del Taller de escritura de Argos Cultura en La Plata, Argen-
tina desde hace varios años. Facilitadora de Grupos de Lec-
tura en distintos ámbitos. Finalista del Premio Itaú de
Cuento Digital 2015 y del I Concurso de cuentos impulsado
por la Universidad Nacional de Moreno 2014, ambos de
Buenos Aires, Argentina. Obtención del segundo accésit
publicación del XII Certamen de Relatos Breves Mujeres
2017, Tenerife, España. Sus cuentos forman parte de distin-
tas antologías: Porciones del alma (2015), Entre lunas y soles
(2015), Argos.20 Cuentos sin brújula (2015), Cuentos Breves
(2016). Jurado del Concurso de Literatura conmemorativo
de los 70 años de la Caja De abogados de La Plata, Argenti-
na, noviembre 2017.
Plesiosaurio 133
Vos sabés
Hitler vive en Posadas y Alvear. Está muy viejo y anda en
silla de ruedas. Lo llevo a pasear dos veces por semana.
Cuando llego a su casa, saco la silla del baúl del auto y lo
acomodo. Me deja 500 mangos de propina. Antes de irse,
me guiña un ojo y me dice: «Vos sabés».
134 Plesiosaurio
Rutina
Se levanta enseguida cuando suena el despertador, no le
gusta remolonear. Va al baño y baja rápido a tomarse un
café, saluda a su señora y a los chicos y sale corriendo a la
parada. El 97 está atrasado. Lo apretujan y se va deslizando
hacia atrás, baja a dos cuadras del trabajo. Saluda al de
recepción y se mete en la cabina a cambiarse. El traje le
queda un poco apretado, le va a decir a Luisa que no haga
más postres. Se ajusta la capa y sale a salvar el mundo.
Plesiosaurio 135
PATRICIA RICHMOND
136 Plesiosaurio
Patricia Richmond (España). Ha publicado cuentos en revis-
tas como la mexicana de literatura fantástica Penumbria y
en antologías, como Ciudad Mínima, Segunda Antología de
Ficción Breve (Palabra.lab, 2013, Ecuador), La última noche,
la primera palabra (Torremozas, 2015, Madrid). Participó
en «Tales of Deception», obra de minificciones junto a Ma-
riano F. Wlathe y Solange Rodríguez (Wlathe, 2015, México).
Dirige la revista literaria digital El Callejón de las Once Es-
quinas.
Plesiosaurio 137
El cuarto de la plancha
Mi abuela es una mujer de las de antes. De las que tenían
lavadero en la galería, que fabricaban su propio jabón y que
bordaban las sábanas con sus iniciales. De las que, cuando
desaparecía su marido, aseguraban que estaba en viaje de
negocios y de las que no derramaban ni una lágrima al con-
tar que, un buen día, se le olvidó volver.
A pesar de su edad, sigue manteniendo el cuarto de la
plancha, en el que no deja que entre nadie. Ella es la que
ordena la ropa blanca, la que cambia los membrillos que
perfuman los armarios y la que canta cuando airea esos
huesos tan viejos que esconde en el fondo del baúl de las
mantas.
138 Plesiosaurio
Un hombre corre
Apoyo la frente en la ventanilla de mi vagón y lo veo en el
andén de enfrente. Ha bajado la escalera mecánica a saltos
y corre hacia un tren parado al final de la estación. Es un
hombre corriente, nada llamaría en él la atención si no fue-
ra por la urgencia que se le escapa por los ojos. Aprieta
sobre su pecho una cartera de cuero y corre esquivando a
los pasajeros que han bajado del convoy hacia el que se
dirige.
Me pregunto qué llevará en la cartera. Tal vez el almuer-
zo que le prepara su mujer todas las mañanas o quizás sólo
lleva la nota que ella le ha dejado hoy en la mesa de la co-
cina, junto al bocadillo, y en la que le anuncia que se ha ido
para siempre. Por eso él corre, para alcanzarla y pedirle que
no se vaya. Le prometerá, otra vez, que va a cambiar y le
jurará que la quiere con locura, incapaz de reconocer que
ese es el problema, su amor enfermizo que la asfixia.
El tren emite un pitido y las puertas se cierran. Él sigue
corriendo y extiende un brazo, como si así pudiera agarrar-
lo y evitar su partida. Mi propio vagón también se mueve y,
al pasar a su altura, digo adiós con la mano al hombre que
sigue corriendo por el andén equivocado.
Plesiosaurio 139
PAZ MONSERRAT REVILLO
140 Plesiosaurio
Paz Monserrat Revillo (Tortosa - España, 1962). Bióloga de
formación y profesora de instituto de profesión. Vive cerca
de Barcelona (España). Ha participado en la redacción de
libros de texto de biología y es coautora de 100 situacions
extraordinàries a l’aula (Cossetània Edicions, 2014). Como
autora de microficciones ha formado parte de la antología
Mar de pirañas, nuevas voces del microrrelato español (Me-
noscuarto, 2012). A finales del 2015 la editorial Nazarí pu-
blicó su primer libro individual de relatos Hormonautas. Ha
sido galardonada en varias ocasiones, la más reciente como
ganadora anual del concurso de La Microbiblioteca. Publica
sus textos en su blog Crónicas desenfocadas. Está casada,
tiene cuatro hijos y una galga.
Plesiosaurio 141
Reunión familiar
Mi bisabuela parió catorce hijos, de los cuales solamente
siete sobrevivieron a una infancia sin antibióticos. Pero le
bastó con acudir al santoral siete veces, pues el nombre del
niño que fallecía era adjudicado automáticamente al si-
guiente bebé, como queriendo brindar una segunda opor-
tunidad a ese santo en la familia. Estas segundas versiones
siempre sorprendían a la comadrona por su enorme peso al
nacer, cosa que no nos debería extrañar pues cargaban con
la losa de las expectativas y el duelo de la madre.
Hoy hemos enterrado a la última hermana de mi abuela
que quedaba viva. Luisa, de noventa y cinco años, se ha
reencontrado por fin con Luisita, de tres añitos, y con el
resto de parejas de ancianos y bebés homónimos que habi-
tan en el panteón familiar. Una ansiada reunión en la que se
hablará de balances, de aspiraciones frustradas, de envidias
incorruptas, de segundas oportunidades desaprovechadas
y, en fin, de esta familia nuestra en la que los más espabi-
lados han conseguido llevar una doble vida impunemente.
142 Plesiosaurio
Zoom
Tras el cristal esmerilado, una figura borrosa. Como en los
páramos de las hermanas Brontë o en la sauna de una ca-
baña finlandesa, una atmósfera coagulada lo cubre todo.
Por un momento esa colección de píxeles podría ser cual-
quier cosa: un asesino, una tormenta en la distancia, mi
bisabuela en el día de su boda, los veranos de la infancia,
un viajero victoriano, o el mismísimo Gregorio Samsa men-
digando un poco de atención. Cierro el grifo y enseguida las
posibilidades se reducen: tal vez un periodista interesado
en mi biografía, la vecina necesitada de conversación o mi
jefe regodeándose en algún logro.
Cuando deslizo la mampara y me asomo, el mundo se
reconfigura para adoptar una forma más doméstica y con-
temporánea. Todos los visitantes se desvanecen con sigilo
en la bruma dejando espacio para que mi hija abra el arma-
rito de Ikea, balbucee una disculpa, coja el secador de pelo
y salga del baño. El sonoro portazo me confirma que ya
todo ocupa su lugar y el día se despliega, terso y contun-
dente, ante mí. Me zambullo en el frío que se ha colado por
la puerta y para cuando me cubro con la toalla ya me sé
enfocada, posible, real. Me dispongo a transitar la jornada,
a dejarme sorprender.
Plesiosaurio 143
POLDARK MEGO
144 Plesiosaurio
Poldark Mego (Lima, 1985). Licenciado en Psicología. Ha
publicado relatos en las siguientes antologías Literal (2017),
Maleza” (2017), Lima en Letras (2018), Es-cupido (2018), Un
Mundo Bestial (2018), Cuentos peruanos sobre objetos mal-
ditos (2018), Terror en la mar (2018), Un San Valentín oscu-
ro (2018), Cuenta Artes (2018), El Narratorio 25 (2018), y
Cerdofilia (2018). Miembro del Taller de Escritura Creativa
Lima.
Plesiosaurio 145
El ciclo de la vida
—¡Aléjate! —Vociferó el viejo, balbuceaba frases sueltas y
borbotones de saliva salían disparados de su boca.
—Papá, cálmate por favor. —insistió el hijo que debía
limpiar el desastre, la incontinencia de los esfínteres de un
decrépito que ha vuelto a ser un bebé y ahora es cuidado
por aquel a quien enseñó a montar bicicleta y como hablar-
le a las niñas. Ese niño ya no existe, ahora es un hombre y
del padre tampoco queda recuerdo, ahora es un ser
desorientado al que el mundo le resulta confuso.
—¡Que te vayas! —Remarcó —¡Llama a Julián, a Julián!
—Papá ¡Julián, soy yo! —contestó el hombre con una
expresión de molestia e impotencia. Dejó a su padre en la
bañera y pasó a trapear la suciedad.
El viejo con el rostro pasmado, como si le hubieran
puesto pausa a su cabeza en algún remanente del pasado
susurró con voz queda
—Que venga Julián, que venga… él no me va a dejar so-
lo… él no.
146 Plesiosaurio
Decisión forzada
Ella sabía que él no regresaría, ella estaba sola en aquella
casa de esteras, en la cima del cerro, donde la esperanza no
llega, la tos crónica de sus pequeños torturaba sus oídos, le
decía que no se salvarían; mucha humedad, mucha miseria.
Respiró hondo y fue hasta el colchón de paja donde sus
tres pequeños dormían soportando el frio y la tierra que
ingresaba a sus pulmones con cada respiro. Luego tiró la
vela encendida hacia el precario material que hacía de pa-
red y dejó que el humo y el fuego acabaran con sus vidas.
Plesiosaurio 147
RODOLFO LOBO MOLAS
148 Plesiosaurio
Rodolfo Lobo Molas (Catamarca, Argentina). Es Poeta, Es-
critor, Piloto Comercial de Avión, Piloto de Planeador, Locu-
tor, Periodista, miembro de la Sociedad Argentina de Escri-
tores (SADE). Investiga y escribe sobre la historia, lenguaje
y costumbres de Catamarca y el Noroeste Argentino. Ha
publicado el ensayo Catamarca, Ensueño y Leyenda y el
libro de poesías Los pájaros de la lluvia a través de su pro-
pia editorial Phaway. Ha participado de 14 antologías na-
cionales y 16 internacionales de microficción, poesía y na-
rrativa y ha obtenido además diversas distinciones y pre-
mios literarios tanto en Argentina como en el exterior. Su
obra se ha publicado en Estados Unidos, Venezuela, Chile,
Cuba, México, España, Perú y Argentina.
Plesiosaurio 149
El ojo del huracán
El huracán se acercaba a tierra firme y los asustados habi-
tantes del pequeño pueblo costero hacían toda clase de
preparativos defensivos en sus viviendas para esperarlo.
Una viejecita que caminaba lentamente por la ya solitaria
calle principal, se detuvo frente a la iglesia y sentada en las
escalinatas del atrio, sólo se puso a rezar.
El huracán ―que era tuerto― vio la escena de la anciana,
tuvo un instante de compasión y cambio de rumbo.
150 Plesiosaurio
Travesuras
Cada vez que la arena estaba por caer por completo en el
bulbo inferior, Carlomagno, feliz con su novedoso artefac-
to, daba vueltas el reloj para que no pasara el tiempo. Tan-
tas veces lo hizo descuidadamente, que el reloj atrasó y
atrasó hasta que se encontró niño en la casa de Pipino el
Breve.
Plesiosaurio 151
RODRIGO MARTINOT MIOCK
152 Plesiosaurio
Rodrigo Martinot Miock (Lima, Perú, 1998). Ha publicado
los siguientes relatos: «Acompañado» (San Valentín Oscuro,
2018), «Un regalo a mamá» (Sin Vientre, Aeternum N°1,
2018) «Rigor Mortis» (El Narratorio N°28, 2018), «Incursión
en las montañas» (Ibídem N°1, 2018), «Un juego de luces»
(Onomatopeyas, Historias Pulp, 2018) y «El juicio de Grau»
(Héroes y Santos, Aeternum N°2, 2018).
Plesiosaurio 153
Un globo
Yacía ahí, en medio de la inmensidad del espacio. Aquella
vista alegró a Starveling, que miraba a través del cristal de
su nave. Por años había deseado conocer el globo terrá-
queo. Durante su niñez, las historias de su madre lo habían
inducido en sueños dónde aterrizaba en él y descubría la
cuna original de la civilización. Consultó el escáner de su
nave, y el resultado fue desconcertante. Según el aparato,
había emisiones de dióxido de carbono con distintos pun-
tos de origen. Eran demasiadas. Entonces Starveling, cons-
ciente de la situación, supo que no podría aterrizar allí. El
globo se desinflaba.
154 Plesiosaurio
El código
Un estruendo sacudió el Olimpo; era el móvil de Zeus cuyo
timbre era el sonido de relámpagos.
―¿Bueno? —contestó.
―Zeus, hola, te habla Juan.
―¡Juan! ¿Qué ha ocurrido? ¿El rayo que mandé no acabó
con tu jefe abusivo?
―No, no, nada eso. Hombre, que Hera me ha llamado.
Ha preguntado si hace dos noches habías estado conmigo.
―¿Y qué le dijiste?
―¡Pues que sí! ¿Dónde te habías metido?
―Te lo agradezco. ¿Dónde? ¡Ni te imaginas! Adopté la
forma de un cóndor y bajé a la ciudad de Arequipa. Te lo
recomiendo, las mujeres que van de turismo no tienen nada
que envidiarle a las…
―¡Basta! No quiero saber más. De la que te he librado
esta vez… Ten más cuidado amigo.
―De veras lo aprecio, Juan. Gracias por el favor.
―No hay de qué. Hasta pronto.
Plesiosaurio 155
ROGELIO DALMARONI
156 Plesiosaurio
Rogelio Dalmaroni (Misiones – Argentina, 1953). Publicó
microficciones, poemas breves y haikus en Final abierto
(2014).
Plesiosaurio 157
Los visitantes
Aunque había toque de queda, decidí ir a verla.
La ciudad, azotada por la oscuridad, parecía vacía.
Subí las escaleras y entré sin llamar. Sobre la mesa en-
contré una nota: estoy con papá, te amo.
Encendí la radio, hablaba el presidente dando la noticia
de que los invasores podrían ser del planeta Kepler-452.
Un intenso olor asqueroso, como de azufre, apareció de
golpe. Me escondí en el baño y comencé a rezar. No escu-
chaba nada pero sabía que estaban allí.
Perdí la noción del tiempo.
De pronto desapareció el olor. Salí, temeroso, al balcón.
Era un día más, con una densa bruma de smog, con mul-
titudes apresuradas y filas interminables de autos atasca-
dos. Aparecieron las palomas que vienen todas las mañanas
y escuché al canillita que me gritó «¿le llevo el diario don
Rogelio?»
158 Plesiosaurio
El vuelo
Desde niño siempre quise ser pájaro. Me subía todos los
mediodías a lo más alto de un lapacho que había en casa,
cerraba los ojos, abría los brazos y me quedaba un largo
rato imaginando mi vuelo junto a los pájaros.
Estaba convencido de que algún día volaría.
Volví a mi pueblo 60 años después. Busqué la casa don-
de había vivido pero ya no estaba. Solo el viejo lapacho so-
brevivió, como esperándome. Recordando los vuelos de mi
niñez aquella ilusión inocente se apoderó como entonces
de mi corazón.
Lentamente, rama a rama, subí hasta lo más alto.
Me sentí muy cansado. Cerré los ojos y abrí los brazos.
Tuve un dolor intenso en el pecho.
Cuando abrí los ojos me encontré en medio de una ban-
dada de gorriones.
Plesiosaurio 159
SARA PAOLA MATOS GUTIÉRREZ
160 Plesiosaurio
Sara Paola Mateos Gutiérrez (Puebla, 1995). Egresada de la
licenciatura en Literatura y Filosofía de la Universidad Ibe-
roamericana Puebla. En 2016 fue ganadora de la beca de
creación literaria del PECDA, dentro de la categoría «Jóve-
nes creadores: cuento». Ha participado en eventos como el
«IV Coloquio por el Día Mundial de la Filosofía» llevado a
cabo en la Ibero Puebla (2015), en el «Congreso de Filosofía
Moderna: en el tricentenario del fallecimiento de Leibniz»,
en la UPAEP (2016), y en el «Primer Congreso Interuniversi-
tario: un horizonte compartido», realizado en la BUAP
(2018). Ha publicado textos literarios en las revistas Con-
tratiempo, Crítica y Cuaderno de hojarasca; en el boletín
semanal Torpedo y el suplemento digital de cultura Consul-
tario. Ha impartido talleres de cuento para niños. Actual-
mente imparte clases en el bachillerato en la Academia Mili-
tarizada Ignacio Zaragoza.
Plesiosaurio 161
I. De los clásicos
En─ciclope─dia
Cegado con la lanza de Ulises, burlado por la ninfa Galatea,
me encerré en el antro para no ver nunca más la luz hirien-
te del Sol que proyectaba mi sombra, tan temida como des-
comunal. Pero he aquí que cierta vez, como antes ocurriera
con los argonautas, llegó a mi isla una embarcación aban-
donada. La tripulación, al parecer, sucumbió a las tenazas
de mi padre Poseidón. Sobre los restos del navío yacía un
cofre que destruí en un par de segundos. Dentro de él, en-
contré al amor de mi vida: una En-ciclope-dia. Colosal como
yo, parecía encerrar todas las voces de los hombres. Por su
nombre deduje que sólo podía leerla “en el día”. Desde en-
tonces, me siento con ella cada amanecer en el peñasco
para indagar sobre tierras distantes, mientras el balido alo-
cado de las ovejas nos acompaña.
162 Plesiosaurio
Millennial
Cuando el wifi llegó al Olimpo, los castigos divinos se mo-
dernizaron. Las entrañas de Prometeo ya no son devoradas
por un águila, sino por sus detractores que ante cada foto
reaccionan con un «Me divierte» y se burlan de él en los
comentarios. Nadie lo toma en serio, y en vez de «Dios da-
dor del fuego» lo llaman «#Lord Hot». A Sísifo, por su par-
te, lo hicieron cambiar su entrañable piedra por una tableta.
Cada mañana, debe agregar contenido a su «historia» con la
esperanza de volverse viral. Al otro día se esfuma y él, en
un movimiento infinito, tiene que subir, una y otra vez, una
imagen para no perecer.
Plesiosaurio 163
VIRGINIA GONZÁLEZ
164 Plesiosaurio
Virginia González (Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias,
España). Lee, escribe, camina, hace fotos. En su bitácora,
Phoeticblog, así como en facebook, cuelga los resultados de
estas aficiones. Algunos de sus relatos cortos figuran en
diferentes medios digitales: La Torre de Babel, Máquina de
coser palabras, Esta noche te cuento, Piedra y nido, Microfi-
lias, La nave de los locos, Il sogno del Minotauro, Brevilla,
así como en el Proyecto Tradabordo de la Universidad de
Poitiers. Ha publicado el libro Paisaje de infancia y viento.
Plesiosaurio 165
Refugio
Sólo su compañía logra salvarlo de la ola gigante, inexora-
ble. En medio del sueño, la llama: ¡Matilde, Matilde! Se afe-
rra a ella y la ola pasa, lenta y como de terciopelo. Ya puede
respirar tranquilo. Su mujer sigue durmiendo, reposa sere-
na sin enterarse de la pesadilla que cada noche lo tortura.
Al alba, coge el pijama femenino relleno de trapos y lo
guarda en el armario, volverá a sacarlo cuando anochezca.
166 Plesiosaurio
Guía de uso
Tenía dos opciones, la A y la B. Dentro de la primera había
otras dos, la 1 y la 2. Y en la B, le ocurrió igual, la b y la bb.
Algo aturdida, siguió leyendo. Resultó que la 1 contem-
plaba igualmente dos posibilidades, 1a y 1b. La 2 mostraba
exactamente la misma cantidad, 2a y 2b.
Con la b se abrían la b1 y la b2, cosa similar a la bb, que
le descubrió la bba y la bbb.
Imposible, le habían dicho que era muy fácil y ahora se
veía entre una maraña de letras y números como cuando
estudiaba álgebra. Y solo quería descifrar el funcionamien-
to de la linterna, acabadita de comprar.
Plesiosaurio 167
PLESIOSAURIO
Primera revista de ficción breve peruana
Nº 11
se terminó de editar
el 30 de abril de 2019,
Jr. Pablo Risso 351, Lima 30.
168 Plesiosaurio
P
Para este número, el paso siguiente al aniversario de alu-
minio, participaron más de cien escritores con sus res-
pectivos microrrelatos. Desde diversas ciudades y paí-
ses del mundo, microrrelatos de distintos colores, temas
y estilos fueron llegando a nosotros, permitiéndonos
conocer un panorama contemporáneo de la minificción
escrita en español. Hacemos votos para que en posterio-
res números publiquemos textos en otros idiomas, aun-
que dando prioridad siempre a la lengua materna del
microrrelato: el idioma español.
RonyVásquez Guevara

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  • 3.
  • 7. Plesiosaurio 5 PLESIOSAURIO Primera revista de ficción breve peruana EL BOLO ALIMENTICIO Lima - Perú
  • 8. 6 Plesiosaurio PLESIOSAURIO Primerarevistadeficciónbreveperuana Año XII, n.º 11, vol. 2. Lima, abril de 2019. Dirección : Rony Vásquez Guevara Editores invitados : Ana Calvo Revilla Darío Hernández Edición y diagramación : Dany Doria Rodas Imagen de carátula : Pablo González Cuesta © Plesiosaurio Av. Santa Elvira, Urb. San Elías, Mz. «A», Lote 3, Lima 39 Celular: 997254851 / 996308452 Web: http://revistaplesiosaurio.wordpress.com E-mail: plesiosaurio.peru@gmail.com Facebook: www.facebook.com/RevistaPlesiosaurio ISSN 2218-4112 (en línea) Incluye vols. 1 y 3. Hecho en Perú – Piru llaqtapi ruwasqa – Made in Peru Todos los textos son de pertenencia exclusiva de sus autores.
  • 9. Plesiosaurio 7 ÍNDICE EL BOLO ALIMENTICIO Editorial 9 Adán Echevarría 11 Ana Navarro 15 Ana Vera Palomino 19 Angélica Santa Olaya 23 Atilano Sevillano 27 Camilo Montecinos Guerra 31 Carlos Enrique Saldívar 35 Christian Valdivia Vera 39 Daniel Frini 43 Eduardo Cruz Acillona 47 Eduardo Sarmiento Tapia 51 Elik Germán Troconis Martínez 55 Ernesto Castro Herrera 59 Ernesto Tancovich 63 Giondelys Antonio Montilla Santiago 67 Guillermo Cesar Gustavo Pacheco Pineda 71 Héctor Dennis López 75 Homero Carvalho Oliva 79 Jorge Aguiar 83 Juan Pablo Goñi Capurro 87 Julio Cesar Valdivieso Alvarado 91 Leandro Surce 95 Lenin Altuve 99
  • 10. 8 Plesiosaurio Leonardo Dolengiewich 103 Manuel Sauceverde 117 Mei Morán 111 Mónica Maud 115 Norma Yurié Ordóñez Pineda 119 Oswaldo Castro 123 Paola Tena 127 Patricia Guzmán 131 Patricia Richmond 135 Paz Monserrat Revillo 139 Poldark Mego 143 Rodolfo Lobo Molas 147 Rodrigo Martinot Miock 151 Rogelio Dalmaroni 155 Sara Paola Mateos Gutiérrez 159 Virginia González 163
  • 11. Plesiosaurio 9 Editorial Si entendemos que la lectura de un microrrelato puede ser más pausada que la de un cuento o novela, podemos adver- tir con certeza que la selección de textos que se publican en este Volumen no fue una tarea sencilla. Para este número, el paso siguiente al aniversario de aluminio, participaron más de cien escritores con sus res- pectivos microrrelatos. Desde diversas ciudades y países del mundo, microrrelatos de distintos colores, temas y esti- los fueron llegando a nosotros, permitiéndonos conocer un panorama contemporáneo de la minificción escrita en es- pañol. Hacemos votos para que en posteriores números publiquemos textos en otros idiomas, aunque dando prio- ridad siempre a la lengua materna del microrrelato: el idioma español. Es propicia la ocasión para agradecer a todos los escrito- res que participaron de la convocatoria y aquellos que en este número son publicados, ya que nos permiten conti- nuar día a día el trabajo lento y parsimonioso de la difusión del microrrelato a través de nuestras páginas. Rony Vásquez Guevara Director
  • 14. 12 Plesiosaurio Adán Echeverría (Mérida – Yucatán - México, 1975). Pre- mio Estatal de Literatura Infantil Elvia Rodríguez Cirerol (2011), Nacional de Literatura y Artes Plásticas El Búho 2008 en poesía, Nacional de Poesía Tintanueva (2008), Na- cional de Poesía Rosario Castellanos, (2007). Becario del FONCA, Jóvenes Creadores, en Novela (2005-2006). Algunos de sus libros son La confusión creciente de la alcantarilla, En espera de la noche; libros de cuentos Fuga de memorias (2006) y Compañeros todos (2015) y las novelas Arena (2009) y Seremos tumba (2011). En literatura infantil ha publicado Las sombras de Fabián (2014).
  • 15. Plesiosaurio 13 Noche de brujas El tipo gritó pegado al barandal, desde la parte más alta de la repleta discoteca: ¡Maldita bruja! Las mujeres que pobla- ban la pista giraron la cabeza para mirarlo, una a otra, co- mo fichas de dominó, despacito y en cadena, sin desarmar la sonrisa ni dejar de bailar. En ese instante, la que fuera su novia, abordaba el carro de otro hombre, con los ojos llenos de paz.
  • 16. 14 Plesiosaurio Instrucciones para discutir con su novia. Asegúrese primero de tener novia, de otro modo se verá tonto discutiendo con el aire. Déjele hablar y trate de no distraerse. Baje usted la cabeza apenado para forzar un Te estoy hablando. Manténgase calmo y conteste con premura. Que note la cooperación en no alterarla. Haga movimientos imperceptibles, podría impacientarla con probabilidad de desenlaces catastróficos. Al entender el motivo de su enojo, endurezca el rostro, apriete las mandíbulas, para usar cada una de las frases que su novia ha dicho a favor de usted. Tiene que practicar en este punto, requiere destreza; re- mueva el pasado, consiga escenas donde ella haya errado y tráigalas al momento actual. Al primer signo de franco re- troceso de su novia, usted avanzará más. Hágala parecer desamorada y culpable. Cuando ella diga el primer Lo sien- to, sabrá que lo ha logrado y puede decidir en qué momen- to otorgarle el perdón, con el firme compromiso de parte de ella para que no vuelva a ocurrir, y entonces dele un beso.
  • 18. 16 Plesiosaurio Ana Navarro Morales (Islas Canarias, 1975) Licenciada en psicología especializándose en la gestión de recursos hu- manos. Ha participado en diversos talleres y cursos. Ha ganado el VII Concurso de relato hiperbreve «El Sauzal» y participa en el libro de microrrelatos Perdone que no me calle. Algunos de sus textos pueden leerse en Inspiraciones Nocturnas V (Diversidad Literaria) y La Sirena Varada 5 ed.
  • 19. Plesiosaurio 17 Papá Debía quedar ingresado. Así lo decidieron los médicos. Le dejamos en el hospital y nos volvimos a casa. A la mañana siguiente mamá se fue al gimnasio, mis hermanos y yo a trabajar. Pasaron unos días cuando telefoneó a Luis para decirle que iban a hacerle unas pruebas. Mi hermano se alegró y le pidió que nos informara en cuanto le dieran los resultados. El martes me llamó para informarme de las conclusiones y el nuevo tratamiento. Tendría que quedarse varias sema- nas más. Le enviamos una foto de los cinco deseándole una pronta recuperación. A los diez días contactó con mamá lamentándose de cierta soledad en la habitación. Ella le aconsejó que lo co- mentara a las enfermeras por si podían hacer algo. Durante las vacaciones, cerramos el negocio familiar y nos fuimos al balneario confiados en que todo se habría resuelto para cuando volviéramos. Fue la última vez que hablamos con él, le deseamos lo mejor. Se emocionó y nos piropeó durante varios minutos. Todos acabamos llorando. Le echaríamos de menos. Al regresar tras dos semanas de relax y divertimento encontramos al nuevo. Le habían dado nuestra hora de lle- gada mal, y llevaba más de una hora esperando en el por- tón. Aún así, nos mostró una amplia sonrisa que me pare- ció sincera. Luego nos preguntó nuestros nombres para ir aprendiéndolos. Mamá dijo que para nosotros sería más fácil porque sólo tendríamos que llamarlo papá. Todos reí- mos.
  • 20. 18 Plesiosaurio Reencarnaciones Presume fulano de haber sido en otra vida un general muy próximo a Napoleón y de ahí su gusto por lo militar. Le contesta mengana que ella fue escriba en el Antiguo Egipto y eso se nota en el estilo impecable de sus redacciones. Yo apuro el cigarrillo y ellos las cervezas antes de entrar al gimnasio. Alzo la voz para sentenciarlos a todos con mi verdad absoluta. Pues sé de buena tinta que ninguno fue lo que dice ser. Todos tenemos algo de Thor. El dios nórdico lanza el martillo que prodigiosamente regresa a sus manos con la misma rapidez. A fulano, a mengana y a mí nos sucede lo mismo con nuestros vicios y defectos. Cada vez que los tiramos fuera de nuestras vidas, regresan.
  • 22. 20 Plesiosaurio Ana Vera Palomino (Lima, 1981). Licenciada en Ciencias de la Comunicación por la Universidad de San Martín de Porres (Lima). Maestranda en Comunicación Corporativa Integral por la Universitat Ramón Llul (Barcelona). Productora y edi- tora de contenidos corporativos, gestión de la comunica- ción offline y online; investigadora académica, fotógrafa y poeta. Miembro de la Asociación de Correctores de Texto del Perú (Ascot) y de la Asociación Peruana de Comunica- ción Interna (Apreci). Ha publicado los poemarios Ausencias y Memoria Imagen. Edita un nuevo poemario y prepara la producción de su primer poemario infantil.
  • 23. Plesiosaurio 21 El viaje Era la tercera vez que hacía maletas. La noche anterior a la entrevista, repetía como mantra: quien la sigue la consigue, a la tercera es la vencida, y su preferido: la fe mueve mon- tañas. Después de una preparación de seis meses, esa mañana se lanzaría por una nueva solicitud de visado de novios. Tenía «todo» listo: maletas nuevas, ropa nueva; se había metido al gimnasio y a meditar para controlar sus nervios. Pasaje y seguro, ¡listo! Cuentas infladas, ¡listas! Por des- contado estaba el hospedaje. El gringo de su vida la espera- ba al pie de los Pirineos. Pero cuando le pidieron el pasaporte y se dio cuenta que había vencido, atinó a decir casi susurrando: para el amor no hay imposibles. A lo que la entrevistadora contestó de- trás de su ventana poralizada: ojos que no ven, corazón que no siente.
  • 24. 22 Plesiosaurio La araña que quería ser mujer Andaba con soltura de noche y se ocultaba a plena luz del día. Esa es la rutina de una araña, si desea tener larga vida, y a sus 15 años, la menor de la familia Araña, lo sabía de sobra. Su familia habitó, durante varias décadas, la que fue una casa abandonada; hoy, casi convertida en un elegante ras- cacielos. La pequeña hija Araña fue la única sobreviviente de aquella transición. Hasta que una mañana, cansada de vivir escondida, decidió que su destino no sería terminar aplas- tada por el cemento o por la palma furiosa de un extraño: quería convertirse en una bella mujer, poderosa e indepen- diente, como la que llegaba todos los días al despacho principal. Durante un tiempo, hizo su labor de araña, inyectando el veneno más mortal, entre los trabajadores. Nadie supo porqué la construcción se detuvo; solo ella y su última víctima.
  • 26. 24 Plesiosaurio Angélica Santa Olaya (Ciudad de México, 1962). Poeta, escritora, periodista, dramaturga, historiadora y maestra de la ENAH. Lic. en Periodismo y Comunicación Colectiva egre- sada de la UNAM, ENAH y Escuela de Escritores SOGEM- XXXV. Becada por el CONACYT para la Maestría en Historia y Etnohistoria. Primer lugar en dos concursos de cuento breve e infantil en México (1981 y 2004). Segundo lugar V Certamen Internacional de Poesía «Victoria Siempre 2008» (Argentina). Ha participado en diversos encuentros litera- rios en México, Argentina, Brasil, Colombia, Uruguay, Emi- ratos Árabes Unidos, Cuba y España. Autora de una docena de publicaciones propias de poesía, cuento, minificción y novela. Sus textos han sido traducidos al rumano, portu- gués, inglés, italiano, catalán y árabe.
  • 27. Plesiosaurio 25 Miércoles de ceniza ―Ven mañana a las seis. Manolo se fue de su casa. Necesi- to un monaguillo. Susurró el sacerdote acercando sus gruesos labios a la oreja de Juan. ―Polvo eres y en polvo te convertirás. Añadió en voz alta y estampó en la frente del niño el sello con las cenizas, aún tibias, de Manolo.
  • 28. 26 Plesiosaurio Irresistible Cuando Laura conoció a Rubén supo que era el hombre con quien debía tener un perro, dos hijitos y una mecedora pa- ra arrullar su vejez. En ese orden. Se casaron como era de esperarse. Un día, llegó Memo, con su irresistible sonrisa, a pedir posada por unos meses. Era tan divertido verlo pa- searse en calzoncillos por la casa contando chistes y ha- ciendo bromas que Laura se olvidó del perro. Por eso ahora, en el fondo, comprendía por qué Rubén había salido por aquella puerta, junto con Memo, dejándola sola; sin marido, sin hijitos y sin mecedora. Desolada, tomó su bolso y se dirigió a la veterinaria.
  • 30. 28 Plesiosaurio Atilano Sevillano (Argusino de Sayago- Zamora (España), 1954). Residente en Valladolid (España). Doctor en Filología Hispánica y Lcdo. en Teoría de la literatura y Literatura comparada. Ha ejercido la docencia como profesor de Len- gua y Literatura en Enseñanza Secundaria. Ha cofundado y codirigido la revista literaria salmantina Aljaba y las barce- lonesas Poiesis y Cármenes. Colabora en diversas revistas literarias españolas y latinoamericanas. Hasta la fecha ha reunido sus relatos breves e hiperbreves en tres libros: De los derroteros de la palabra (2010), Lady Ofelia y otros mi- crorrelatos (2015) y Al pie de la letra. Microrrelato de la A a la Z (2017).
  • 31. Plesiosaurio 29 Prodigios Verá, probablemente tengo demasiada sensibilidad para estas cosas... O me cuesta adaptarme... Tal vez sea mejor que lo suelte ya. Sí, será mejor. Todo empezó...cuando en el jardín comenzaron a crecer cabezas familiares. La primera que brotó fue la del tío Al- berto en el fondo de jardín. Después vinieron la de tía Mar- garita, la de otros variopintos parientes y la del abuelo Au- gusto. Y ayer mismo brotó la de mamá. Me extrañó mucho, pues, acabé de enterrarla anteayer. Las del tío Alberto y la tía Margarita decidí trasplantarlas al nuevo parterre, la del abuelo la coloqué junto a la fuentecita, la de otros familia- res alineados junto al sendero, pero con la de mamá no se me ocurre nada. Doctor, deme alguna solución. Este fin de semana he decidido abrir el jardín al público, con visita guiada incorporada e ignoro si ello provocará postergar su descanso eterno.
  • 32. 30 Plesiosaurio Uno mismo Aquel individuo tenía la extraña facultad de elegir con qué soñar cada noche. Pensaba en cualquier tema y su subcons- ciente lo procesaba de manera que, al dormirse, soñaba con lo que él hubiera decidido. Así, a veces decidía soñar con ser un actor famoso de Hollywood y, nada más cerrar los ojos, volaba a Los Ánge- les; otras veces, pedía ser un escritor y en cuanto conciliaba el sueño no paraba de escribir a lo largo de toda la noche y conseguía obtener grandes reconocimientos y ganaba di- versos premios literarios. Una noche quiso soñar consigo mismo para comprobar cómo era ese sueño, y una vez más así se lo pidió al sub- consciente. Esa noche, sí, esa noche la pasó en vela.
  • 34. 32 Plesiosaurio Camilo Montecinos Guerra (Arica – Chile, 1987). Profesor de Castellano. Ha publicado Golpes sobre la mesa (Ediciones Sherezade, 2017). Además, sus textos han sido publicados en medios impresos como la Antología de escritores del norte (Sech, 2012), antología Borrando fronteras, (Ergo sum, 2014), Lluvia de micros, (Colectivo Córdoba Breve, 2017), revista «La taberna de Innsmouth» (Cathartes Ediciones, 2017), y en medios digitales como la revista uruguaya «Cita en las diagonales», el sitio chileno Letras de Chile, la revista Cuentos para el andén, el sitio Cita en la Glorieta y la anto- logía de microcuento policial Dispara usted o disparo yo, a cargo de la escritora Lilian Elphick.
  • 35. Plesiosaurio 33 Paciencia serial «Disponemos de tiempo para todo», me dijo con total sere- nidad. Admiraba su forma de enfrentar las situaciones, por muy dificultosas que parecieran, siempre con una absoluta parsimonia y calma que rozaba muy de cerca la frialdad. Y tenía razón. Alcanzamos a descuartizar el cuerpo del niño, tomarnos un café y ver nuestro programa favorito de los viernes.
  • 36. 34 Plesiosaurio Saltos literarios Ante la macabra escena de verse convertido en un horripi- lante escarabajo, Don Quijote no se convence y vuelve a cerrar los ojos. Al abrirlos, ahora es un hombre sentado en un sillón de terciopelo verde leyendo una novela.
  • 38. 36 Plesiosaurio Carlos Enrique Saldivar (Lima, 1982). Estudió Literatura en la Universidad Nacional Federico Villarreal. Director de la revista Argonautas y del fanzine El Horla; miembro del co- mité editorial del fanzine Agujero Negro, publicaciones dedicadas a la literatura fantástica. Director de la revista Minúsculo al Cubo, dedicada a la ficción brevísima. Finalista de los Premios Andrómeda de Ficción Especulativa 2011, en la categoría: relato. Finalista del I Concurso de Microficcio- nes, organizado por el grupo Abducidores de Textos. Fina- lista del Primer concurso de cuento de terror de la Sociedad Histórica Peruana Lovecraft. Finalista del XIV Certamen Internacional de Microcuento Fantástico miNatura 2016. Finalista del Concurso Guka 2017. Publicó los libros de cuentos Historias de ciencia ficción (2008, 2018), Horizontes de fantasía (2010); y el relato El otro engendro (2012). Com- piló las selecciones: Nido de cuervos: cuentos peruanos de terror y suspenso (2011), Ciencia Ficción Peruana 2 (2016) y Tenebra: muestra de cuentos peruanos de terror (2017).
  • 39. Plesiosaurio 37 Sin afecto Lo que menos me gusta de tener un amigo imaginario es que mis padres lo quieran a él, lo cuiden, le den todo, lo lleven al colegio, o a pasear, y a mí me traten como si no existiese.
  • 40. 38 Plesiosaurio Intruso en la cancha Ni la tribuna ni los jugadores se percataron de que aquella odiosa figura vestida de negro en el partido de fútbol era en realidad el Demonio que a veces subía a la Tierra para disfrazarse de árbitro y desatar el caos y la confusión.
  • 42. 40 Plesiosaurio Christian Valdivia Vera (Lima, 1977). Es Licenciado en Ciencia Política y Magíster en Gestión Pública.
  • 43. Plesiosaurio 41 Best seller Sus historias cautivan a los críticos y a los lectores. En los diarios, alaban la crudeza de sus ficciones y la manera des- garradora en la que retrata el sufrimiento de las víctimas en manos de los verdugos. El escritor sonríe. En el sótano, le espera el próximo protagonista de su novela.
  • 44. 42 Plesiosaurio Cambio de planes Te pedirá que la mates. Dirá que prepares dos copas de vino para la despedida, una con veneno para ella. Pero no soportarás el dolor de verla morir. Sufrirás, y eso a ti no te gusta. Por eso, cambiarás las copas. Que sufra ella, ¿por qué tú?
  • 46. 44 Plesiosaurio Daniel Frini (Berrotarán, Córdoba – Argentina, 1963). In- geniero Mecánico Electricista de profesión, escritor y artista visual. Ha publicado en varias revistas virtuales y en papel, en blogs y en antologías de Argentina, España, México, Co- lombia, Chile, Perú; y, además, traducido y publicado en Italia, Portugal, Brasil, Francia, Estados Unidos, Canadá, Uzbekistán y Hungría. Ha obtenido, entre otros reconoci- mientos, el Premio Internacional de Monólogo Teatral Hi- perbreve Garzón Céspedes (2009, Madrid / México D. F.); Premio La Oveja Negra (2009, Buenos Aires, Argentina), Premio El Dinosaurio (2010, Colombia), Premio IX Certamen Internacional de Poesía (2011, España), Premio I Certamen Internacional de Relato Corto Nouvelle (2017, España) y el Místico Literario del Festival Algeciras Fantastika 2017 (Es- paña).
  • 47. Plesiosaurio 45 Un elefante de lo más extraño ―Y dígame, ¿por qué deberíamos contratarlo para nuestro circo? ¿Qué sabe hacer su elefante? ―dijo el Gerente, mien- tras mesaba su bigote estilo francés. ―Mi elefante trabajó en la Carpa de los Hermanos Kau- ffman, en el Rodeling Brothers y en el Zarabanda Circus. Actuó, inclusive, en los Sábados Especiales de Canal Doce. Mi elefante sabe hablar. Pide su comida y canta la Marcha Peronista; insulta a los pelados y a las viejas; y es capaz de despertarlo, a la mañana, imitando a un gallo ―explicó el hombre. ―¿Ah, si? Interesante. ¿Y ese es su elefante? ―Si. Ese es. Se llama Pólux. ―Es un tanto chico. ―Los hay de varios tamaños. ―¿No debería tener trompa? ―No necesariamente. ―Me lo hacía de un color diferente. No sé…Gris, diga- mos. ―Hay de varios colores. ―Y las orejas, ¿no suelen ser más grandes? ―Mi elefante no tiene orejas. ―Mire: hasta donde sé, los elefantes no tienen plumas. ―¿Qué quiere decir? ¿Que mi elefante es falso? ¿Que soy un mentiroso? ¿Que quiero estafarlo? ―No, hombre, no se enoje. Es que a su elefante lo veo raro. Se parece a un… loro. ―¡Me ofende! ¡Retiro la oferta! ¡No sabe usted lo que se pierde! ¡Ya vendrá a buscarnos y tendremos el placer de cerrar nuestra puerta en su cara! ¡Vámonos! ¡Pólux, de- muestre que es educado: salude al señor! ―Chau, bigotudo. Ni un mísero maní me diste, amarrete ―saludó el elefante.
  • 48. 46 Plesiosaurio El abuelo Fue la persona que más he amado en la vida. Más que a mi padre ―lo que no conlleva mérito alguno: para él, cualquier gesto de cariño ablandaba el carácter de sus hijos― y más que a mi madre, siempre enferma, tan vulnerable. El abuelo, en cambio, jugaba conmigo, era mi cómplice, me contaba historias fabulosas y me hacía protagonista de ellas, aunque hablara de Simbad. Y era el único que se en- frentaba a mi padre: «Usted es el padre y debe criarlo. Yo soy el abuelo y estoy acá, justamente, para malcriarlo». El abuelo murió hace veinticinco años. Me gusta sentarme en el sillón de su biblioteca, saborear el mismo brandy de Jerez que le gustaba y esperar que lle- gue su fantasma. ―Hola ―suele saludarme él―.Qué bien se está acá. ―Encendí la estufa, como te gusta. Cuéntame, de nuevo, la historia de Simbad.
  • 50. 48 Plesiosaurio Eduardo Cruz Acillona (Miranda de Ebro, 1967). Publicó el libro de microrrelatos El final está cerca (Ed. Círculo Rojo, 2013). A cuatro manos con Miguel Baquero, ha firmado las novelas Cuñados anónimos (Ed. LcLibros, 2012) y Morir es relativo (Ed. Cazador de Ratas, 2015). Así mismo, en 2016 publicó un nuevo libro de microrrelatos Felicidades por tanto (Ed. Licenciado Vidriera, 2016). Algunos de sus relatos también han sido publicados en antologías varias y tradu- cidos al francés por las universidades de Poitiers y Lyon. Ha sido colaborador de las revistas Literaturas y La Tormenta en un Vaso.
  • 51. Plesiosaurio 49 Génesis Cuando Dios, aburrido por no tener nada más alrededor con lo que entretenerse, hizo chocar aquellas dos piedras pensando que así podría conseguir fuego, ni midió sus fuerzas ni por lo más remoto se le pasó por la cabeza que alguien, millones de siglos más tarde, lo definiría como «Big Bang».
  • 52. 50 Plesiosaurio Mi abuelo Desde lo alto de la colina, mi abuelo señaló al centro del pantano. «Ahí», me dijo, «debajo de esas aguas, está la casa donde nací yo…» Pasó el verano, regresé al colegio y el primer día el pro- fesor de Lengua nos mandó escribir una redacción sobre lo que más nos había gustado de nuestras vacaciones. Yo la titulé «Mi abuelo es un pez».
  • 54. 52 Plesiosaurio Eduardo Sarmiento Tapia (Chiclayo – Perú, 1990). Estudió Comunicación Social, y acompañó en la escritura y revisión de algunos libros para su universidad. Luego de un largo viaje por varios pueblos de Sudamérica, escribió dos libros que ahondan en la temática del conflicto interno de los personajes en entornos urbanos de moral decadente. Uno de ellos Miro por la ventana está en edición.
  • 55. Plesiosaurio 53 Preguntas sin respuesta aparente Hay días en que, nada más al despertar, siento que me he olvidado de algo. Enseguida, entonces, me pongo a repasar mentalmente los datos más elementales de mi vida. En una ocasión, por ejemplo, desperté sin recordar cuál era mi nombre. Sobresaltado, me levanté de un brinco de la cama y fui hasta quien parecía ser mi madre y le pregunté quién era yo. Antes de responder, tosió y luego me dijo: “Tú eres un pobre diablo”. En cuanto al sujeto que parecía ser mi padre, creyó que la pregunta era una tomadura de pelo y soltó dos o tres improperios. No era verdad. Hay ciertos días en que despierto sin lograr recordar las informaciones más frívolas y, paradójicamente, más importantes que me atañen. Claro, son periodos transitorios de amnesia, ya que, al día siguiente, por lo general, recobro de golpe la memo- ria. ¿Por qué será? No he podido dar con el origen de esos extraños olvidos, aunque desde luego ya me he acostum- brado a ello. En otra ocasión, al recordar nuevamente todo tras haber sufrido estos olvidos, supe que era yo un repug- nante burócrata y mi enfermera personal era casi tan des- agradable como el carcelero que me acompañaba en mi cómoda prisión especial.
  • 56. 54 Plesiosaurio Falacias de la hípica Alonso, culto de buen ver, quien para sus amigos era la viva imagen del mesías, proveedor de buen vino y buena comi- da, y para sus hijos una suerte de ánima en pena que rara vez veían asomarse a casa con monedas en los bolsillos; cumplía fervorosamente la misma rutina durante los últi- mos tres años: salía de la oficina, caminaba hasta el hipó- dromo, hacía unas llamadas, bebía unas botellas, se levan- taba a apostar, y se sentaba otra vez a embriagarse. Su ca- ballo favorito era Chinaski, un perdedor nato. Los últimos seis meses le había apostado sin encontrar jamás el triunfo, no obstante, Alonso le apostaba con las mismas ansias a diario. Aquel jueves Chinaski encabezaba la carrera. Le sacaba dos, tres, cuatro cuerpos a sus adversarios, y caía derrotado en el último aliento que nunca llegaba. Alonso ebrio cami- naba a casa, acaso meditando si la del caballo no sería su historia propia, la de un eterno perdedor, o sería un simple espectro sadomasoquista. Caminaba y pensaba que tal vez mañana sería el día, solo una vez necesitaba ganar y sería rico. Abría la puerta, gruñía con su mujer, sus hijos lo mi- raban espantados –o sorprendidos, es difícil saberlo–. Ca- minaba, hacía crujir la vieja madera apolillada del piso. Debería cambiar de caballo, se dijo resoluto esa noche. Al siguiente atardecer vio una enorme fila en la puerta del recinto, soltaban insultos al aire. Alonso sacó las manos de los bolsillos y encendió un pitillo. Todo había terminado, el hipódromo había cerrado.
  • 57. Plesiosaurio 55 ELIK GERMÁN TROCONIS MARTÍNEZ
  • 58. 56 Plesiosaurio Elik Germán Troconis Martínez (Ciudad de México, 1995). Estudió la licenciatura en Historia en la Facultad de Filoso- fía y Letras (FFyL) de UNAM. Fue finalista del Premio Letras Nuevas de Novela 2013 con Asesino por religión, su primera novela. En 2018 formó parte del comité organizador y del jurado de la categoría de cuento del Primer Certamen Lite- rario de la FFyL. En 2018 recibió una beca para participar en el Décimo Curso de Creación Literaria para Jóvenes Xa- lapa, Veracruz. Fundó Laberintos, la revista estudiantil de la FFyL de la UNAM y fue subdirector general de la plataforma de medios Opinión Central. También cofundó y dirigió En Contacto, programa de radio sobre cine y literatura. Ac- tualmente trabaja en TV UNAM como conductor y entrevis- tador. Igualmente, se desempeña como promotor cultural, impartiendo actividades de fomento a la lectura y talleres de escritura para niños. Recientemente fue aceptado en la Universidad Complutense de Madrid para cursar el máster en Escritura Creativa durante el año escolar 2018-2019.
  • 59. Plesiosaurio 57 Déjà vu En la cueva del cíclope, Pedro ya había negado tres veces a su señor y los otros once apóstoles estaban dispuestos a hacerlo para salvar su vida. Al final de la tarde, Polifemo optó por el orden alfabético al preguntarse a quién engullir antes. Sin perder tiempo, pidió el nombre de cada uno. —Soy todos y soy nadie —respondió Jesús. Polifemo lo devoró primero a él.
  • 60. 58 Plesiosaurio Demora literaria a Laura Elisa Vizcaíno En un oscuro cuarto donde no hay más que una Remington y tierra, un escritor sentado a la mesa circular escribe una metaficción en forma de minificción sobre un escritor sen- tado a una mesa circular que escribe una metaficción en forma de minificción sobre un escritor sentado a una mesa circular que escribe una metaficción en forma de minific- ción sobre un escritor que en el fondo no es más que un cuentachistes que llegó tarde a la minificción metaficticia.
  • 62. 60 Plesiosaurio Ernesto Castro Herrera (Matagalpa - Nicaragua, 1995). Primer lugar en el Festival Ecojoven 2015 en la categoría de microrrelato. Ganador de la convocatoria para la publica- ción de obras literarias Editorial La Chancha 2017, con la novela breve Los yákarix. Ha colaborado en diversas revis- tas internacionales como Penumbria y Letralia.
  • 63. Plesiosaurio 61 El ave del cuadro El jilguero, de Carel Fabritius, ha estado en los principales museos del mundo: desde París hasta New York. En su épo- ca Fabritius lo exhibió en su taller del centro de Delft, y cuando fue comprado por primera vez, sirvió de rótulo en la puerta de una fonda de mala muerte. También, en una novela de Donna Tartt, estuvo en las manos sombrías de un niño alcohólico de Texas, en la bodega de un polaco bando- lero del arte, e incluso fue escondido debajo de la cama de un vendedor de muebles viejos, que murió bajo los escom- bros de una explosión terrorista en 1970. Y ahora, repo- sando en una sala llamada «De los pequeños placeres visua- les de la antigüedad ambigua», el jilguero gorjea, sonríe y se vanagloria de que, aún siendo un ave pintada con una pata encadenada a un aro, ha podido volar más que ningu- na otra.
  • 64. 62 Plesiosaurio Roadtrip de la incompatibilidad Se detuvieron en Managua: Jimmy quiso ir a un cerro, Da- niel a un lago y Franco a ninguna parte, pues le dolía un pie. No salieron del auto. En Estelí los atacó el hambre: Jimmy compró pollo y papas fritas, Daniel una hamburgue- sa doble con bastante chile, y Franco, que estaba a dieta, una bolsa con palitos de zanahoria. A todos les dio náuseas unos kilómetros adelante. Cuando avistaron Matagalpa ya estaba oscuro y buscaron un sitio escondido entre los ar- bustos para tener sexo, pero fue imposible: a Jimmy sólo le gustaba mastubarse, Daniel tenía mucho sueño y Franco no era gay. Se conformaron con un abrazo de buenas noches. Llegaron a su barrio la mañana siguiente, prometieton que saldrían juntos el próximo fin de semana, se despidieron en un cruce de caminos, y los tres tomaron rumbos diferentes, con plena seguridad de que no se volverían a ver en largo rato.
  • 66. 64 Plesiosaurio Ernesto Tancovich (Buenos Aires, 1945). Escribe regular- mente desde 2014. Distinciones, entre otras: Finalista y mención Provincia de Córdoba por El niño stalinista (poe- sía), Finalista, mención y publicación Universidad de Cali por Las playas del tiempo (narrativa). Una treintena de cola- boraciones en las revistas Pedes in Terra, Marabunta, Pape- les de la Mancuspia, Nocturnario, Monociclo, Cuentos para el andén, Nagari, Extrañas noches, Boca de Sapo, Carie y Monolito.
  • 67. Plesiosaurio 65 El sueño reparador Soñé que llevaba a mi hijo de cuatro años a la plaza. Ha- cíamos carreritas, del lapacho a la estatua, de allí al banco, a la farola. Se me dice que no puede ser, que no llegué a conocerlo, que Marta recién iba por el cuarto mes cuando ocurrió mi accidente, que es otra cosa lo que se esconde en el sueño. Dicen, los sabelotodo.
  • 68. 66 Plesiosaurio Poética del viento Para la tarea escolar recortó cuidadosamente palabras de una revista y las clasificó sobre la mesa. En una hilera las que empezaban con a, que eran muchas, en otra las que empezaban con b que eran bastantes, casi tantas como las que arrancaban en c, aunque menos que las iniciadas en d, y así prosiguió hasta completar el abecedario. Pocas hubo con z y ñ, una sola con w, y ninguna con x. Plasticola en mano, se disponía a pegarlas cuando un golpe de viento abrió la ventana desparramándolas por el cuarto. Las reco- gió pacientemente, volviéndolas a la mesa. Al leerlas en el caprichoso nuevo orden, descubrió que el viento sabía es- cribir poemas maravillosos y decidió fijarlos en el cuaderno antes que otra ráfaga los deshiciera. No los entendió del todo, tampoco yo y ni siquiera la maestra, pero los tres quedamos encantados. Eso pueden las palabras, cuando un oportuno manotazo del aire las pone a volar libremente.
  • 70. 68 Plesiosaurio Giondelys Antonio Montilla Santiago (Venezuela). Licen- ciado en Educación en las menciones de Lengua y Literatu- ra, y Estudios Sociales. Tiene una Maestría en Ciencias de la Educación por el Instituto Pedagógico Latinoamericano y del Caribe (IPLAC) (La Habana, Cuba), y una Maestría en Lectura y Escritura por la Universidad de Los Andes (ULA) (Mérida, Venezuela). Ha sido actor de teatro, director de teatro infantil, narrador oral, promotor de lectura y escritu- ra creativa. Autor de los libros En mi cama juega un hada (obra ganadora del certamen mayor de las letras 2004, del Ministerio de Cultura de Venezuela) y La casa de mis abue- los, ambos de poesía infantil. Ganador del concurso Miguel Vicente Pata Caliente con su poemario Suena Poema (2010) y del Certamen Radial del Cuento Breve de la Librería Me- diática, RCN, 2006. Ganador de la II Bienal de literatura infantil Vicente Gerbasi, de la ciudad de Valencia (estado Carabobo, Venezuela) con el poemario Tambor tamborilero. Tiene inéditos varios libros de poesía y cuentos mínimos. Ha participado en diversos festivales nacionales e interna- cionales de narración oral. Actualmente cursa estudios de Derecho en la Universidad de Los Andes (Mérida). Reside en Barinitas (estado Barinas, Venezuela).
  • 71. Plesiosaurio 69 Variedad De vuelta a la realidad la Bella Durmiente se dio cuenta que solo estaría con el príncipe, en cambio, durmiendo soñaba con todos los príncipes del mundo y a todos podría tener sin que se enteraran los otros. La variedad hace el gusto, buenas noches.
  • 72. 70 Plesiosaurio Aliento de perro Para el Príncipe, besar a aquella mujer dormida, no era fá- cil. El aliento de cien años era veneno puro. Así que le or- denó a su perro que lamiera la boca de la durmiente. ―Aunque tienes aliento de perro así me gustas―, le dijo ella al despertar.
  • 73. Plesiosaurio 71 GUILLERMO CÉSAR GUSTAVO PACHECO PINEDA
  • 74. 72 Plesiosaurio Guillermo César Gustavo Pacheco Pineda (Lima – Perú, 1982). Se licenció en Literatura por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y realizó un Máster en docencia con especialidad en Lengua castellana y Literatura en la Univer- sidad de Alcalá (España). Actualmente se desempeña como docente universitario.
  • 75. Plesiosaurio 73 Rosas Cada mañana, debo extraer delicadamente las rosas que crecen en mis manos. Lo hago especialmente para no da- ñarme las palmas; pero también para no sorprender o asus- tar a quienes, como yo, viajan en el bus de las ocho. Con- forme pasan las horas, aparecen más hasta formar colori- dos ramos. Esto ―no puedo negarlo― me divierte ya que, al ir por la calle, las personas creen que trabajo en una flo- rería y puedo lucir la belleza del rosal que habita en mí, sin que nadie se incomode. Además, contrario a lo que algunos podrían pensar, esta facultad que tengo desde niño no es tan mala, pues me ha servido en diversas ocasiones para acercarme a las chicas y obsequiarles, en medio de su asombro, una rosa que brota con sutileza de mi mano.
  • 76. 74 Plesiosaurio Rutina Despiertas. Sales de la cama con una sensación extraña. Te lavas los dientes mirando tu reflejo fijamente. Acercas tu rostro al espejo como inspeccionando cada detalle, cada lunar que tienes en la oreja derecha. Abres tus ojos para ver el color exacto de tus pupilas. Sientes frío repentina- mente. Cierras los ojos un instante y al abrirlos, tu imagen ha salido del espejo. Lo buscas por tu propia casa, en cada rincón, en cada habitación de ese inmenso lugar. Piensas en tu espacio favorito y vas a encontrarlo entre tus libros. Lo ves sentado en tu sofá. Empiezas a creer que has perdido la razón. Lo interrogas y no obtienes respuesta. Lo tomas del cuello y quieres matarlo. Pero sientes la presión de tus pro- pias manos sobre tu cuello y pierdes la conciencia. Despiertas. Sales de la cama con una sensación extraña. Te lavas los dientes mirando tu reflejo fijamente. Acercas tu rostro al espejo como inspeccionando cada detalle, cada lunar que tienes en la oreja derecha. Abres tus ojos para ver el color exacto de tus pupilas. Sientes frío repentina- mente. Cierras los ojos un instante y al abrirlos, tu imagen ha terminado su aseo matinal. Los ves alistarse y despla- zarse por tu propia casa. Se detiene un momento para ob- servarte y, luego de esbozar una ligera sonrisa, sigue con tu rutina.
  • 78. 76 Plesiosaurio Héctor Dennis López (Tonacatepeque - El Salvador, 1981). Ha sido finalista en: Certamen Internacional Nuevas Voces Para La Paz 2015(poesía), I Certamen de Poesía «Primavera» (Letras como espada 2015), I Certamen Mundial Excelencia Literaria M.P. Literary Edition 2015. Ha publicado sus poe- mas en antologías como Amor al desnudo, con el grupo literario Almas de fuego (2014), A la Izquierda del corazón II (2015) y Letras sin fronteras, de la editorial Shushikuikat (2015). Ha publicado cuentos en el Diario Co-Latino de El Salvador y en diversas revistas en línea como Tercerafun- dacion.net, redislam.net, masquecuentos.es, Revista Mi Na- tura, Revista Axxón.
  • 79. Plesiosaurio 77 El fenómeno El nacimiento de aquel niño causó alarma en todo el mun- do. Su fotografía apareció en los diarios y en las cadenas de televisión. Mucha gente que supo de la noticia había llegado hasta la casa donde se encontraba, solo para verlo y com- probar si lo que se decía era cierto. Sus padres estaban sorprendidos y humillados. Se sen- tían en una posición delicada ante la sociedad: eran la co- midilla de todos, el hazmerreír. Aquel bebé, aunque era su único hijo y lo amaban, no había traído más que desdichas a sus vidas. Solo recordaban la última vez que nació alguien como su hijo, la gente se disgustó con él y terminaron matándolo. Ellos sabían que el futuro de su hijo no era prometedor, se burlarían de él en todos lados: se reirían de sus manos, de su cuerpo, de su cabeza, de su pelo y de su cara. Y es que para aquel tiempo era extraño ver nacer a un humano normal.
  • 80. 78 Plesiosaurio El truco — ¡Yo, señor, no soy malo...!, y si hago esto es porque estoy seguro de lo que quiero y no me importan los resultados — exclamó Pedro, colocando la boquilla del revólver en su sien, ante la mirada expectativa de Carlos su otro contrin- cante y los testigos del duelo. El salón estaba medio oscuro, iluminado en el centro sólo por un bombillo del que manaba una luz opaca que se apagaba a intervalos. El duelo inició cuando Pedro y Carlos se dieron cuenta que estaban cortejando a la misma chica. Y la ruleta rusa fue la única forma que encontraron para decidir quién se quedaría con la muchacha. Pedro se eligió para ser el primero en probar suerte. No le temblaba la mano, estaba seguro de lo que hacía, no era la primera vez que jugaba aquel mortal juego. Pedro apretó el gatillo y el arma se disparó y él cayó de inmediato al suelo. Justo en ese momento el bombillo se apagó. Algunos testigos gritaron mientras salían del salón oscu- ro, con ellos salía Carlos sonriente en busca de su amada. Pedro dejó que todos se retiraran y se levantó. —Sólo es cuestión de cogerle el truco a éste juego —dijo para sí mismo— quién diría que sería tan fácil engañar a todos, colocar una bala de salva, ja-ja-ja, que fácil fue esto. Abrió la puerta y salió a la calle sin darse cuenta que dejaba su cuerpo muerto, sangrando de un agujero en la cabeza.
  • 82. 80 Plesiosaurio Homero Carvalho Oliva (Bolivia, 1957). Escritor y poeta. Ha obtenido varios premios de cuento a nivel nacional e internacional como el Premio latinoamericano de cuento en México, 1981 y el Latin American Writer’s de New York, 1998; dos veces el Premio Nacional de Novela con Memoria de los espejos (1995) y La maquinaria de los secretos (2008). Su obra literaria ha sido publicada en otros países, traduci- da a otros idiomas y figura en más de treinta antologías nacionales e internacionales como Antología del cuento boliviano contemporáneo e internacionales como El nuevo cuento latinoamericano, de Julio Ortega, México; Profundi- dad de la memoria de Monte Ávila, Venezuela; Antología del microrelato, España y Se habla español, México. Entre sus poemarios destacan Los Reinos Dorados, El cazador de sue- ños y Quipus. El año 2012 obtuvo el Premio Nacional de Poesía con Inventario Nocturno y es autor de la Antología de poesía del siglo XX en Bolivia, publicada por la prestigio- sa editorial Visor de España. Premio Feria Internacional del Libro 2016 de Santa Cruz, Bolivia. En 2017, Editorial El án- gel, de Ecuador, publicó su poemario ¿De qué día es esta noche? Ha publicado los siguientes libros de microficción: Cuento súbito (2004), La última cena (2012), Pequeños suici- dios (2017).
  • 83. Plesiosaurio 81 La otra versión Llamadme Moby Dick. Soy el cachalote que persiguió al Pequod y a su capitán por todos los mares. Destruir la monstruosa embarcación y matar al cruel Ahab y sus mal- vados hombres, se convirtió en mi obsesión, era la única manera de curar la melancólica desolación que sufría por la pérdida de los míos, asesinados frecuentemente por ellos, hasta que lo hice. Descargué toda mi furia, sin compasión alguna y tomé venganza. Dejé a un sobreviviente de nom- bre Ismael, para que cuente la historia. Llamadme Moby Dick, si así lo deseáis.
  • 84. 82 Plesiosaurio Pesadilla Y cuando despertó, el hombre todavía estaba allí.
  • 86. 84 Plesiosaurio Jorge Aguiar (Mendoza, Argentina). Ingeniero en sistemas y fotógrafo. Estudió en la UTN-FRM. Ha empezado un taller literario dedicado a la narrativa breve coordinado por Leo- nardo Dolengiewich. Ha participado con microficciones en las revistas El rendar (n.º 0), Plesiosaurio (n.º 10), Cuentos para el Andén, La sirena varada.
  • 87. Plesiosaurio 85 Suicida Él ya había decidido morir. No porque no apreciara la vida, sino porque sabía que su muerte la haría sufrir. El rencor venía de algún tiempo tan lejano que ni siquiera recordaba el motivo. Le hubiera gustado volver a disfrutar algunas cosas de la vida pero la decisión ya estaba tomada. Antes de salir, se enredó el cordón al cuello y nació muerto.
  • 88. 86 Plesiosaurio Ley de la atracción Estaba convencido del poder de atracción y creación de los pensamientos. Ya había conseguido el empleo, la casa y el auto que siempre quiso. Era hora de pasar al siguiente ni- vel: se propuso pensar la mujer perfecta. Pensó su pelo, sus ojos, su sonrisa, cada rincón de su cuerpo. La pensó con valores y creencias iguales a los suyos. La pensó hasta el último detalle. Para su sorpresa, la empezó a ver frente a sí. Al principio la vio de una forma translúcida, pero poco a poco observó cómo se iba materializando. Cuando terminó este proceso, se quedaron observándose uno al otro sin hablarse, sin moverse. De repente, vio que ella desvió la mirada hacia al lado de él. Al girar, él vio un hombre mate- rializarse de la nada. Luego, vio alejarse juntos a los dos seres perfectos.
  • 89. Plesiosaurio 87 JUAN PABLO GOÑI CAPURRO
  • 90. 88 Plesiosaurio Juan Pablo Goñi Capurro (Argentina, 1966). Ha publicado La mano y A la vuelta del bar (Argentina, 2017), ediciones de autor compilando poemas y microrrelatos publicados en el mundo hispano parlante; Bollos de papel (Argentina, 2016); La puerta de Sierras Bayas (USA, 2014). Mercancía sin retorno (España, 2015), Alejandra y Amores, utopías y turbulencias (Argentina, 2002). Relatos y poemas en antolo- gías y revistas en Argentina, España, Ecuador, Perú, México y Estados Unidos. Ganador del Premio Novela Corta «La verónica Cartonera» (España, 2015). Ganador del concurso internacional microrrelatos «Mis escritos» (2016). Primer Premio del I Concurso Literario de micropoemas «Luces de Agosto» convocado por El Muro del Escritor, 2017. Primer Premio del II concurso de cuento breve «El color del in- vierno-Tu concurso Literario» (España, 2018). Colaborador en Solo novela negra (relatos). Como dramaturgo estrenó Por la Patria mi General (CABA, Argentina), Bajo la sotana (México), Caza de Plagas (Chile), Vivir con miedo (Olavarría, Argentina), Una de vampiros y salame (Olavarría, Argenti- na). Ganador de la convocatoria EDIE 2015 del Corredor Latinoamericano de Teatro.
  • 91. Plesiosaurio 89 La insoportable levedad del sábado Sábado, brilla, seduce, encanta. Noche, música, baile, copas. Sábado, elige acompañante, monta en un descapotable im- portado rumbo al mar. Mimos, caricias, sexo, promesas que despierta la desnudez. Sueño de madrugada, regreso al mediodía familiar. Domingo de espera, de teléfono mudo, de recorrida por las redes, de televisión. Lunes, seis de la mañana, desperta- dor. Otra jornada de diez horas, de viajar apretada en el colectivo, de almorzar a las apuradas, de buscar ofertas a las corridas. El sábado es ya un recuerdo lejano. Las obre- ras sólo se convierten en reinas en los tableros de ajedrez.
  • 92. 90 Plesiosaurio A gusto del cliente Como todo inexperto, Giménez buscó asegurarse. Tecleó, con la vista concentrada en ese cuerpo de ensueño: «¿de verdad eres como en la foto?». Gisela aseguró que sí. Gimé- nez tomó otro recaudo: «si al verte, no eres exacta a la ima- gen que estoy viendo, no te pagaré». Concertada la cita, el hombre se dio un baño, se afeitó y aguardó en ropa inte- rior, recorriendo varias veces la habitación del hotel. Gisela se presentó con un abrigo largo. Dentro del cuar- to, se lo quitó y ofreció las ligas, el corsé, la tanga, los zapa- tos de taco aguja. Giménez arrojó varios billetes sobre la cama. Gisela se acercó, se quitó los estiletos, las medias de red, bajó la liga. Se quitó el corsé, la tanga. Giménez sintió que el deseo lo estrangulaba. Gisela continuó; se libró de las tetas, de la piel, del cabello, de los muslos, hasta culmi- nar, para desesperación de su cliente, convertida en una maravillosa gigantografía sobre la pared.
  • 93. Plesiosaurio 91 JULIO CESAR VALDIVIESO ALVARADO
  • 94. 92 Plesiosaurio Julio Cesar Valdivieso Alvarado (Lima, 1988). Director de la ya extinta revista de creación literaria Ónice. La mayoría de sus trabajos están inéditos. Bachiller en Lingüística (UNMSM), maestría culminada en Gestión de Proyectos So- ciales (UNMSM) y terminando sus estudios en Ingeniería Industrial (UPC).
  • 95. Plesiosaurio 93 Liquidación Se lanzó con ánimos de matarse desde un barranco. Mien- tras caía, sin embargo, se fue volviendo una gota de agua. Al caer no murió, mas era parte del mar. Pasado ya mucho tiempo, mientras la gota flotaba, alguien con mejor suerte se tiró también del barranco y su cuerpo se hizo pedazos contra las olas. Eso produjo que varias gotas saliesen dis- paradas contra las rocas. La gota también fue a para allí. Poco a poco, con el sol, se fue evaporando, muriendo irre- mediablemente, sí, pero agonizó deseando no haber queri- do morir.
  • 96. 94 Plesiosaurio Iris Un día se escapó con una persona que escribía a New York. La nieve cayó por primera vez sobre ella. Experimentó nue- vos placeres en la vida y conoció la felicidad. Cuando volvió a Lima, el desierto la recibió calmo. Derritiéndose ella y sus días en Chappaqua, se disolvió en las arenas hasta desapa- recer. Bastó un poco de tiempo para que con el líquido que quedó de ella empiecen a crecer flores y hermosas plantas en donde antes era yerto. Ese pequeño lapso de tiempo de su felicidad, permitió que la vida vuelva floreciendo a mi corazón eternamente.
  • 98. 96 Plesiosaurio Leandro Surce (Buenos Aires – Argentina, 1984). Licencia- do en Ciencia Política (FCS-UBA), estudiante de la carrera de Filosofía (FFyL-UBA) y editor. Primer premio certamen de microrrelatos Revista Crac!-Literatura (2013). Algunos de sus microrrelatos han sido publicados en las revistas Mini- ficción, Plesiosaurio y Brevilla, así como en los blogs Escritu- ras Indie y Revista Descolonizadx. Obtuvo, dentro de la ca- tegoría estudiantes, el segundo premio del I Certamen de Ensayo Filosófico organizado por el Departamento de Filo- sofía (FFyL-UBA, 2017) gracias a su ensayo «Intemperies: Las vacaciones de Nietzsche o cómo se filosofa sin abrir el paraguas». Desde 2017 colabora como reseñador en Libe- roamérica – Plataforma Literaria. Trabaja como docente de Filosofía, Sociología y Construcción de la Ciudadanía. Por- menores (Kintsugi Editora – Argentina, 2018) es su primer libro de cuentos publicado hasta el momento.
  • 99. Plesiosaurio 97 Pasatiempos de Robinson Crusoe No ha sido la pólvora ni el calzado ni las semillas y herra- mientas que extraje de lo que quedó del barco lo que hasta el día de hoy me ha mantenido con vida en esta isla perdida de Dios. Todo se lo debo a las botellas, a las botellas de vidrio, un cuaderno y una lapicera que encontré dentro de un baúl hundido en la arena. Por las mañanas me levanto temprano y desciendo des- de mi guarida (a la que no dejo de perfeccionar) hasta la costa. Gracias a que no puedo arrojarlas lo suficientemente lejos, el oleaje del mar me las devuelve tarde o temprano. Entonces, experimentando aquella sensación que lo invade a uno cuando recibe una carta, tomo una de ellas. La desta- po con cuidado (sé que habré de volver a utilizar el corcho) y saco, ansioso como quien rompe el envoltorio de un rega- lo, el pequeño rollo de papel: BUENOS DÍAS, ROBINSON, dice allí a veces. HOY ES UN EXCELENTE DÍA PARA PESCAR, dice otras veces. Aunque estos mensajes me infunden áni- mos y me alegran el día, no podría expresar lo feliz que me siento cuando me toca en suerte este otro mensaje: PRON- TO PASARÁN A BUSCARTE. Es natural que me ponga así. Sin embargo, conforme pasan los años, cada vez me dejo menos este último, el más esperanzador y el más desespe- ranzador de los mensajes.
  • 100. 98 Plesiosaurio La metametamorfosis Al despertar una mañana, luego de haber padecido un sue- ño intranquilo, Gregorio Samsa notó la espalda dura como un caparazón. Preocupado, echó un vistazo a su prominen- te panza marrón cobriza. A fin de confirmar sus sospechas, quiso estirar sus piernas pero, en cambio, innumerables patas se agitaron bajo la sábana. Cerró los ojos de malhu- mor. Se quedó dormido otro buen rato. Cuando despertó se refregó los ojos con sus garras peludas, pegó un coletazo de satisfacción y se levantó de un salto. Antes de dejar la habitación no pudo contener un bostezo tan profundo y sonoro como el rugido de un león.
  • 102. 100 Plesiosaurio Lenin Altuve Hernández (Mérida, Venezuela). Egresado de la Escuela de Historia, de la Facultad de Humanidades en la Universidad de los Andes ULA, (mención Licenciado en His- toria), conductor del programa radial «Cómo se come la Historia». Investigador en la línea de la literatura como fuente histórica, en lo que destaca el trabajo de investiga- ción sobre literatura japonesa titulado «Japón en la mirada de Yukio Mishima. Una aproximación al proceso de occi- dentalización japonesa».
  • 103. Plesiosaurio 101 Última cena Satisfecho, luego del banquete y sin dinero, el comensal pide la cuenta… Mientras cuenta las balas de su revolver.
  • 104. 102 Plesiosaurio Júbilo quilópodo En su consultorio, al borde de la quiebra, el podólogo cam- bia su triste semblante por una repentina sonrisa, al ver entrar al adolorido ciempiés.
  • 106. 104 Plesiosaurio Leonardo Dolengiewich (Mendoza – Argentina, 1986). Es escritor y estudiante de Psicología. Coordina talleres de cuento y microficción para adultos y adolescentes. Sus mi- nificciones han sido publicadas en Argentina, Chile, Perú, Venezuela, México, España e Italia, tanto en antologías co- mo en revistas literarias y sitios web especializados. En 2015, publicó La buena cocina, su primer libro de microfic- ciones. En 2019, publicará un nuevo libro de microficciones y su primer libro de cuentos. Su blog: www.mepodesleeraca.blogspot.com
  • 107. Plesiosaurio 105 Con los muertos no se juega Son crueles los niños. Juegan con nuestros cadáveres. Les gusta balancearse trepados a ellos, a los condenados a la horca. Juegan también a saltar entre nuestros muertos cuando están tendidos en el suelo. Es por eso que cada tan- to nos vengamos pasándoles por encima a los niños, ju- gando con sus cuerpos vivos, con sus cuerpos agonizantes. Pero nosotros no lo hacemos por placer, sino para que es- carmienten, para que sepan que con los neumáticos no se juega.
  • 108. 106 Plesiosaurio A destiempo Tu te amo, tu te extraño, tu quedate conmigo, tus lágrimas, tu abrazo. Todo eso, tarde. Todo eso, cuando ya no sirve. Todo eso, después de tu décima puñalada en mi abdomen.
  • 110. 108 Plesiosaurio Manuel Sauceverde (México). Doctor en Economía por la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM) y perte- nece al Sistema Nacional de Investigadores (SNI). Ha obte- nido algunos premios de narrativa, poesía y música, entre los que destaca el primer lugar en el Premio de Cuento de Ciencia Ficción «Año Internacional de la Física» (UNAM, 2005). Su obra literaria aparece en las siguientes antologías: Narrativas (España, 2018), Periódico de Poesía (UNAM, 2018), Narrativas (España, 2017), La Sirena Varada (Edito- rial Dreamers, 2017), Le Miau Noir (España, 2017), Nuevas Narrativas Mexicanas (Cuadernos de Foro Universitario, 2009), Diles que no me maten (UNAM, 2005), Te llamamos Muerte (UNAM, 2004), La graciosa estampa de la Muerte (UNAM, 2003), 900 años de Universidad 1553-2003-2453 (UNAM, 2003), Susurro de Muerte (UNAM, 2002) y El espacio vive entre los muertos (UNAM, 2001). En la actualidad es miembro del ensamble de música tradicional iraní Didar, el cual se ha presentado en diversos recintos mexicanos.
  • 111. Plesiosaurio 109 El insomne El insomnio es una cosa muy persistente. VIRGILIO PIÑERA, En el insomnio Todo comienza en el ocaso. El hombre se siente invadido por un extraño letargo y duerme. Entonces sueña: una voz desconocida le ordena con insistencia que se levante. El hombre obedece y salta fuera del lecho. Sabe que algo te- rrible sucederá si vuelve a dormir. Cuando despierta, se incorpora de inmediato y comienza a andar de un lado a otro sin distinguir entre la pesadilla y la realidad. Luego de un rato, el hombre se sienta en el piso, encien- de un cigarro y lo fuma con urgencia. Carajo: sólo fue una pesadilla, dice para tranquilizarse. Sin embargo, el sueño se repite cada vez que cierra los ojos. Algunas semanas después, el hombre, quien ya no logra precisar si duerme y sueña que está despierto o que, en efecto, sigue despierto desde la primera noche, decide con- cluir aquella locura. Sin pensarlo dos veces, ingiere una mortal dosis de sedante. Minutos más tarde, el hombre fallece intoxicado. Pero el alivio que la muerte trae consigo es pasajero. Cuatro días después, en el preciso momento en que el hombre al fin logra saberse plácidamente dormido, una voz lo reclama desde la nada: —¡Lázaro! ¡Lázaro! —exhorta—. ¡Lázaro! ¡Levántate y anda!
  • 112. 110 Plesiosaurio Z Nuestro error fue abrir el sepulcro de Lázaro de Betania aquella mañana; el de Jesús, de resucitar a su amigo. Lázaro llevaba cuatro días muerto y despertó con hambre. Mucha hambre…
  • 114. 112 Plesiosaurio Mei Morán (Barcelona, España). Resido desde hace dos décadas entre Alemania y España. Escribo desde que iba a la escuela. El microrrelato es el género en el que me siento cómoda. Participo con cierta regularidad en certámenes literarios, en general a través de Internet. He ganado o he sido finalista en varios concursos. A saber: Wonderland de rtve, La microbiblioteca, Radio Lanzarote, entre otros.
  • 115. Plesiosaurio 113 Una mujer Yerma de hijos, la cabeza bien amueblada. Antígona de su hogar. A veces Dulcinea y otras Aldonza, por necesidades del guion matrimonial. Penélope, durante las largas noches de espera. Afrodita en sus sueños jugosos, Amazonas por los anhelos. En ocasiones fue Madame Bovary con el vecino del quinto, aunque, temerosa de los abismos, lo dejó correr. Se guareció un tiempo en la casa de Bernarda Alba; agrió allí el carácter, se tornó Jantipa y, vestida durante meses de Lisístrata, buscó resquicios. Una mañana, despeinada e ira- cunda como Medusa abrió la puerta. El paso decidido y acompañada de Nora, atravesó el umbral.
  • 116. 114 Plesiosaurio Algunas personas han recibido la maldición de una cantidad excesiva de lealtad, pues podría llegar un día en que no les quedara nada a lo que servir. JOHN LE CARRÉ 「恥ずかしながら生きながらえて、帰ってきました。」 Shōichi viste un remedo de uniforme militar tejido con cor- teza de árbol. Se alimenta de mangos; de lo que dan las trampas que coloca: palomas, ratas y anguilas del río Talo- fofo. Duerme con ojos avizores sobre una estera de cásca- ras secas de banana. En su soledad de soldado único ha jurado no rendirse jamás. Ni cuando las octavillas que caen de los aviones en la isla con fotografías de sus familiares le ruegan que vuelva a casa. Tretas de los americanos— pien- sa. El día que lo encuentran en la selva se resiste, convenci- do de que será ejecutado. Solo cuando J. Shintaku el cónsul general le visita en el hospital y le asegura que ya no hay guerra está dispuesto a entregar el machete, a dejar de ba- tallar contra el enemigo fantasma. Para entonces, habrá pasado 28 años en la selva por Hirohito y el honor del Ejér- cito Imperial. El diplomático le asegura que no habrá repre- salias, agradece su arrojo y valentía. Él asiente con lágrimas como bombas en los ojos a punto de estallar. Guam, 1972
  • 118. 116 Plesiosaurio Mónica Maud (Santiago del Estero, Argentina) Es profesora de Literatura, Castellano y Latín. Cultiva los géneros cuen- tos, microficción, poesía y novela. Ha participado y colabo- rado con numerosas revistas y antologías. Ha sido acreedo- ra de algunos premios literarios, aunque no es afecta a con- cursar. Fue editora de un Suplemento semanal de Cultura en Santiago del Estero, Nuevo Diario, y fue directora edito- rial de una revista dirigida a los docentes (revista aprender). Posee dos libros de cuentos publicados Yo, sacrílega y Pe- sadillas, producto de un concurso de cuentos. Tiene una novela en composición, La muerte de Alcira. Apuntes de mujer, e inéditos, libros de poesías y de minificción.
  • 119. Plesiosaurio 117 La promesa Los amigos se encontraron en una esquina. Estupefactos, se miraron. Llegó el abrazo; luego, las lágrimas. Ambos suspiraron la antigua promesa. Dos dagas centellearon. Sólo una se opacó.
  • 120. 118 Plesiosaurio Caníbal Sonríes al ingresar a mi casa. Me iluminas. Aunque es de noche y no te veo. Llueve. Hace un frío extraordinario. Espío la calidez de tu cuerpo. ―¿Estás seguro? ―estoy ansioso por saber. ―Sí ―respondes con firmeza. Te miro, travieso. Me miras, ojos calmos. Y duermes. Vas durmiendo lentamente. Lo planeamos, ¿recuerdas? Amanece. El sol ilumina mi cocina. ―¿A dónde estoy? ―me preguntas y hueles el perfume a piel quemada. ―En mí ―antes de tragarme el más sabroso de los bo- cados, tus masculinos labios.
  • 121. Plesiosaurio 119 NORMA YURIÉ ORDÓÑEZ PINEDA
  • 122. 120 Plesiosaurio Norma Yurié Ordóñez Pineda (Guatemala). Diseñadora Gráfica de profesión. Realizó estudios de Cinematografía en 2009. Mención honorífica, concurso de microficciones ba- sadas en una frase de Carlos Fuentes. Los Buc Buc, 2012. Segundo lugar. Categoría cuento Don Simón. Primer Premio Nacional de Literatura para Nuevos Escritores. Diario Cen- troamérica, 2013. Cuento en Antología digital Viaje a la oscuridad (Editorial Mexicana Lengua de Diablo, 2015). Ha publicado en revistas como Fantastique (México), 2016. An- tología Centroamericana de minificción Tierra Breve. Índole Editores (El Salvador), 2018.
  • 123. Plesiosaurio 121 La hoja en blanco La hoja en blanco tenía problemas existenciales… fueron tantas noches de intentos de la escritora por descargarle sus frustraciones. Nadie escuchó la detonación de tinta ni presenció el drama sobre aquel escritorio. Después de todo cualquiera encuentra una hoja man- chada en el camino…
  • 124. 122 Plesiosaurio La sombra inconforme Se extendía inmutable bajo el árbol. A pesar de su sobria existencia, esta sombra era distinta, le daba por divagar en amargas meditaciones y tendía a la introspección. Se quejaba cuando el sol cambiaba de posición o cuando el movimiento de las hojas filtraba las centellas que altera- ban su forma. Al llegar el ocaso, su neurosis aumentaba pues recorda- ba el viejo cliché que la asociaba con el lado oscuro hu- mano y las malas intenciones. Por las noches, bajo la luz de la luna, las otras sombras la escuchaban refunfuñar en medio de la oscuridad.
  • 126. 124 Plesiosaurio Oswaldo Castro (Lima, Perú). Médico-Cirujano. Gastroente- rólogo. Colaborador de Escribideces-Oswaldo Castro (Face- book) con Fantasmas extemporáneos, Fantasmas trashu- mantes (mini relatos) y Fantasmas desubicados (micro rela- tos). Publicaciones On line en Voces polisémicas (Editorial Polisemia 2017), en el portal Ucronías de Perú (2017, 2018) y en las revistas digitales The Wax (2017, 2018), El Narrato- rio (2017, 2018), Penumbria (2018), Historias Pulp (2018), miNatura (2018), Cuenta Artes (2018). Al borde de la ca- verna (2018), Círculo de Lovecraft (2018), Ibidem (2018), Poiesis (2018), Molok (2018), Aeternum (2018). Mi cuento «Paternidad» está incluida en la antología Cuentos peruanos sobre objetos malditos de la editorial El Gato descalzo (2018). Mi cuento «Querovilcay» integra la Antología inter- nacional de ciencia ficción y narrativa fantástica en un con- texto neo indigenista publicado por PEN BOLIVIA (2018).
  • 127. Plesiosaurio 125 El cuco Para mí la sopa siempre fue una tortura, sobre todo en la niñez. Mi mami me decía: «Hijito lindo, si no la tomas el cuco vendrá por ti». Nunca vino y dejé innumerables veces el plato frío, grasoso y coagulado de las pretensiones ma- ternas. Los años pasaron y me convertí en un adulto sano. Cuando mi madre alcanzó el medio siglo el cáncer asaltó su cuerpo. La metástasis impidió la cirugía y requirió qui- mioterapia. Los fármacos fueron inútiles y en una medida desesperada renunció a ellos para ponerse en manos de un naturista. El especialista la inundó con brebajes asquerosos. Luego de la dosis matutina entraba en trance, desvariaba y perdía el conocimiento por algunos minutos. Soportaba mejor las administraciones siguientes. La terapia empezaba a curarla y la mejoría se reflejaba en la disminución de los tumores. Sin embargo, a pesar de las buenas noticias, el desayuno seguía siendo mi calvario. El problema se presen- taba al momento de ingerir las cucharadas sanadoras. Aga- rró tal asco que apretaba los labios para impedir el ingreso de la cuchara. Fue una batalla titánica contra su terca deci- sión. Una mañana, a punto de capitular, recordé sus ame- nazas infantiles: «Mamita linda, si no lo tomas, el cuco ven- drá por ti». Al día siguiente amaneció muerta.
  • 128. 126 Plesiosaurio Garantía de vida Antes que me mataran solicité garantías para mi vida. Una semana después de ser cremado, mi viuda recibió el docu- mento que garantizaba mi seguridad personal. Dicho pro- cedimiento es extemporáneo y, debido al olor a quemado que a veces inunda la casa, decidió encarar al ángel de la guarda distraído que cuida a mi fantasma desorientado. Los enfrentó de muy mala manera y los botó de la casa. A partir de ese momento reinició su vida sin remordimientos ni sentimientos de culpa.
  • 130. 128 Plesiosaurio Paola Tena (México, 1980). Pediatra y escritora. Ha sido ponente en sesiones dedicadas a la animación a la lectura y divulgación del género minificcional. Imparte talleres de Escritura Creativa y elaboración de fanzines. Ha publicado algunos de sus microcuentos en antologías del género Se- ñales mínimas (Madrid, 2012), Érase una vez… un micro- cuento (Madrid, 2013), Saborea la locura (Barcelona, 2013), Vamos al circo (Cd. de México, 2017), Las musas perpetúan lo efímero (Lima, 2017) y Cortocircuito (Cd. de México, 2018). Nombramiento especial en el concurso de micro- cuentos de la FILBo (2015); ganadora del primer premio del Certamen de Relatos Hiperbreves de La Orotava (2017). Ha publicado sus microcuentos en diversos medios digitales (Antología virtual de minificción mexicana, Revista digital Microfilias, Microsaurio, Cuentos para el Andén, La sirena varada) y tradicionales (Revista Algarabía). Actualmente, participa de manera activa en las redes sociales y sus mi- crocuentos pueden ser leídos en Instagram (@cromatide), en Facebook (www.fb.com/microficciones) y en su web (www.microficciones.tumblr.com).
  • 131. Plesiosaurio 129 Úrsula y Gabriel Cuando el circo llegó a Macondo, la vidente le vaticinó a Úrsula Iguarán que moriría el mismo día que el escritor de su vida: un Jueves Santo. Semejante noticia la impactó de tal manera que se puso a fantasear sobre su antípodas: lo llamó Gabriel porque habría nacido de milagro, y era hijo de un coronel que conquistó a su madre a punta de tele- gramas amorosos, donde no faltaban los artículos pero sobraban los adverbios. Su abuelo materno había muerto en un duelo, pero terco como era se negó a reconocerlo y vol- vía todos los días a casa con la camisa desgarrada por una bala certera en el corazón, pidiendo su café. Úrsula se in- ventó también que la abuela de Gabriel enloqueció de niña y sus ancestros, compadecidos, le susurraban las historias más maravillosas del mundo. Que cuando él creció y se volvió reportero a veces inventaba noticias porque las de verdad le resultaban muy aburridas. Úrsula se imaginaba que siendo un niño Gabriel había pedido matrimonio a la mujer de sus sueños, encontrándola por primera vez diez años después en una botica. Que escribía de noche como ella, y que envió la mitad de su novela a una editorial por- que no tenía dinero para más. Úrsula llenaba folios enteros relatando la vida de su Gabriel, con la letra chiquitita de cortejo fúnebre de mil hormigas, hasta que un buen día llegó a Macondo el diluvio universal que los convirtió en inmortales a los dos.
  • 132. 130 Plesiosaurio Amor en público Las demostraciones de amor en público me ponen nerviosa, pero tienen algo de hipnotizante, como de llamada del abismo. Y si no me creen, miren a estos dos que se besan justo a mi lado en el metro. Incómoda, me pongo de pie pero no puedo apartar la mirada. Cuando llego a casa le pido a mi marido que me bese como si no me conociera. Me llama Cecilia y me coge la nuca con la mano abierta; yo le digo Mauro y le muerdo un labio. Después volvemos a ser señor y señora, él lava la loza mientras yo recojo la mesa. Un día se queda siendo Mauro, un vago detestable cuya personalidad atractiva hasta el extremo no tiene nada que ver con la mía. Decido dejarlo y mientras viajamos en el metro le pido que me bese. La mujer a nuestro lado se le- vanta incómoda pero no nos importa. Es nuestro último beso. Al bajar en la estación cada uno toma una dirección distinta. Mauro me mira y agita la mano. Adiós, Cecilia. Nos vemos en casa. Quiromancia (2) Leo el futuro en la palma de la mano y por eso en las no- ches, cuando están ya dormidos, tomo sus manitas y alargo las líneas que deben ser alargadas, acorto otras, enderezo y rectifico bifurcaciones, profundizo curvas y redirecciono. Qué cosas no haría una madre porque sus hijos fueran feli- ces.
  • 134. 132 Plesiosaurio Patricia Guzmán (La Plata – Argentina, 1963). Profesora en Lengua y Literatura Inglesas de la Universidad Nacional de La Plata, Argentina. Maestranda de la Maestría en Literatu- ras Comparadas de la misma Universidad. Profesora de Nivel Superior en el Profesorado de inglés del Instituto Su- perior de Formación Docente Nº 97 de La Plata. Participa del Taller de escritura de Argos Cultura en La Plata, Argen- tina desde hace varios años. Facilitadora de Grupos de Lec- tura en distintos ámbitos. Finalista del Premio Itaú de Cuento Digital 2015 y del I Concurso de cuentos impulsado por la Universidad Nacional de Moreno 2014, ambos de Buenos Aires, Argentina. Obtención del segundo accésit publicación del XII Certamen de Relatos Breves Mujeres 2017, Tenerife, España. Sus cuentos forman parte de distin- tas antologías: Porciones del alma (2015), Entre lunas y soles (2015), Argos.20 Cuentos sin brújula (2015), Cuentos Breves (2016). Jurado del Concurso de Literatura conmemorativo de los 70 años de la Caja De abogados de La Plata, Argenti- na, noviembre 2017.
  • 135. Plesiosaurio 133 Vos sabés Hitler vive en Posadas y Alvear. Está muy viejo y anda en silla de ruedas. Lo llevo a pasear dos veces por semana. Cuando llego a su casa, saco la silla del baúl del auto y lo acomodo. Me deja 500 mangos de propina. Antes de irse, me guiña un ojo y me dice: «Vos sabés».
  • 136. 134 Plesiosaurio Rutina Se levanta enseguida cuando suena el despertador, no le gusta remolonear. Va al baño y baja rápido a tomarse un café, saluda a su señora y a los chicos y sale corriendo a la parada. El 97 está atrasado. Lo apretujan y se va deslizando hacia atrás, baja a dos cuadras del trabajo. Saluda al de recepción y se mete en la cabina a cambiarse. El traje le queda un poco apretado, le va a decir a Luisa que no haga más postres. Se ajusta la capa y sale a salvar el mundo.
  • 138. 136 Plesiosaurio Patricia Richmond (España). Ha publicado cuentos en revis- tas como la mexicana de literatura fantástica Penumbria y en antologías, como Ciudad Mínima, Segunda Antología de Ficción Breve (Palabra.lab, 2013, Ecuador), La última noche, la primera palabra (Torremozas, 2015, Madrid). Participó en «Tales of Deception», obra de minificciones junto a Ma- riano F. Wlathe y Solange Rodríguez (Wlathe, 2015, México). Dirige la revista literaria digital El Callejón de las Once Es- quinas.
  • 139. Plesiosaurio 137 El cuarto de la plancha Mi abuela es una mujer de las de antes. De las que tenían lavadero en la galería, que fabricaban su propio jabón y que bordaban las sábanas con sus iniciales. De las que, cuando desaparecía su marido, aseguraban que estaba en viaje de negocios y de las que no derramaban ni una lágrima al con- tar que, un buen día, se le olvidó volver. A pesar de su edad, sigue manteniendo el cuarto de la plancha, en el que no deja que entre nadie. Ella es la que ordena la ropa blanca, la que cambia los membrillos que perfuman los armarios y la que canta cuando airea esos huesos tan viejos que esconde en el fondo del baúl de las mantas.
  • 140. 138 Plesiosaurio Un hombre corre Apoyo la frente en la ventanilla de mi vagón y lo veo en el andén de enfrente. Ha bajado la escalera mecánica a saltos y corre hacia un tren parado al final de la estación. Es un hombre corriente, nada llamaría en él la atención si no fue- ra por la urgencia que se le escapa por los ojos. Aprieta sobre su pecho una cartera de cuero y corre esquivando a los pasajeros que han bajado del convoy hacia el que se dirige. Me pregunto qué llevará en la cartera. Tal vez el almuer- zo que le prepara su mujer todas las mañanas o quizás sólo lleva la nota que ella le ha dejado hoy en la mesa de la co- cina, junto al bocadillo, y en la que le anuncia que se ha ido para siempre. Por eso él corre, para alcanzarla y pedirle que no se vaya. Le prometerá, otra vez, que va a cambiar y le jurará que la quiere con locura, incapaz de reconocer que ese es el problema, su amor enfermizo que la asfixia. El tren emite un pitido y las puertas se cierran. Él sigue corriendo y extiende un brazo, como si así pudiera agarrar- lo y evitar su partida. Mi propio vagón también se mueve y, al pasar a su altura, digo adiós con la mano al hombre que sigue corriendo por el andén equivocado.
  • 142. 140 Plesiosaurio Paz Monserrat Revillo (Tortosa - España, 1962). Bióloga de formación y profesora de instituto de profesión. Vive cerca de Barcelona (España). Ha participado en la redacción de libros de texto de biología y es coautora de 100 situacions extraordinàries a l’aula (Cossetània Edicions, 2014). Como autora de microficciones ha formado parte de la antología Mar de pirañas, nuevas voces del microrrelato español (Me- noscuarto, 2012). A finales del 2015 la editorial Nazarí pu- blicó su primer libro individual de relatos Hormonautas. Ha sido galardonada en varias ocasiones, la más reciente como ganadora anual del concurso de La Microbiblioteca. Publica sus textos en su blog Crónicas desenfocadas. Está casada, tiene cuatro hijos y una galga.
  • 143. Plesiosaurio 141 Reunión familiar Mi bisabuela parió catorce hijos, de los cuales solamente siete sobrevivieron a una infancia sin antibióticos. Pero le bastó con acudir al santoral siete veces, pues el nombre del niño que fallecía era adjudicado automáticamente al si- guiente bebé, como queriendo brindar una segunda opor- tunidad a ese santo en la familia. Estas segundas versiones siempre sorprendían a la comadrona por su enorme peso al nacer, cosa que no nos debería extrañar pues cargaban con la losa de las expectativas y el duelo de la madre. Hoy hemos enterrado a la última hermana de mi abuela que quedaba viva. Luisa, de noventa y cinco años, se ha reencontrado por fin con Luisita, de tres añitos, y con el resto de parejas de ancianos y bebés homónimos que habi- tan en el panteón familiar. Una ansiada reunión en la que se hablará de balances, de aspiraciones frustradas, de envidias incorruptas, de segundas oportunidades desaprovechadas y, en fin, de esta familia nuestra en la que los más espabi- lados han conseguido llevar una doble vida impunemente.
  • 144. 142 Plesiosaurio Zoom Tras el cristal esmerilado, una figura borrosa. Como en los páramos de las hermanas Brontë o en la sauna de una ca- baña finlandesa, una atmósfera coagulada lo cubre todo. Por un momento esa colección de píxeles podría ser cual- quier cosa: un asesino, una tormenta en la distancia, mi bisabuela en el día de su boda, los veranos de la infancia, un viajero victoriano, o el mismísimo Gregorio Samsa men- digando un poco de atención. Cierro el grifo y enseguida las posibilidades se reducen: tal vez un periodista interesado en mi biografía, la vecina necesitada de conversación o mi jefe regodeándose en algún logro. Cuando deslizo la mampara y me asomo, el mundo se reconfigura para adoptar una forma más doméstica y con- temporánea. Todos los visitantes se desvanecen con sigilo en la bruma dejando espacio para que mi hija abra el arma- rito de Ikea, balbucee una disculpa, coja el secador de pelo y salga del baño. El sonoro portazo me confirma que ya todo ocupa su lugar y el día se despliega, terso y contun- dente, ante mí. Me zambullo en el frío que se ha colado por la puerta y para cuando me cubro con la toalla ya me sé enfocada, posible, real. Me dispongo a transitar la jornada, a dejarme sorprender.
  • 146. 144 Plesiosaurio Poldark Mego (Lima, 1985). Licenciado en Psicología. Ha publicado relatos en las siguientes antologías Literal (2017), Maleza” (2017), Lima en Letras (2018), Es-cupido (2018), Un Mundo Bestial (2018), Cuentos peruanos sobre objetos mal- ditos (2018), Terror en la mar (2018), Un San Valentín oscu- ro (2018), Cuenta Artes (2018), El Narratorio 25 (2018), y Cerdofilia (2018). Miembro del Taller de Escritura Creativa Lima.
  • 147. Plesiosaurio 145 El ciclo de la vida —¡Aléjate! —Vociferó el viejo, balbuceaba frases sueltas y borbotones de saliva salían disparados de su boca. —Papá, cálmate por favor. —insistió el hijo que debía limpiar el desastre, la incontinencia de los esfínteres de un decrépito que ha vuelto a ser un bebé y ahora es cuidado por aquel a quien enseñó a montar bicicleta y como hablar- le a las niñas. Ese niño ya no existe, ahora es un hombre y del padre tampoco queda recuerdo, ahora es un ser desorientado al que el mundo le resulta confuso. —¡Que te vayas! —Remarcó —¡Llama a Julián, a Julián! —Papá ¡Julián, soy yo! —contestó el hombre con una expresión de molestia e impotencia. Dejó a su padre en la bañera y pasó a trapear la suciedad. El viejo con el rostro pasmado, como si le hubieran puesto pausa a su cabeza en algún remanente del pasado susurró con voz queda —Que venga Julián, que venga… él no me va a dejar so- lo… él no.
  • 148. 146 Plesiosaurio Decisión forzada Ella sabía que él no regresaría, ella estaba sola en aquella casa de esteras, en la cima del cerro, donde la esperanza no llega, la tos crónica de sus pequeños torturaba sus oídos, le decía que no se salvarían; mucha humedad, mucha miseria. Respiró hondo y fue hasta el colchón de paja donde sus tres pequeños dormían soportando el frio y la tierra que ingresaba a sus pulmones con cada respiro. Luego tiró la vela encendida hacia el precario material que hacía de pa- red y dejó que el humo y el fuego acabaran con sus vidas.
  • 150. 148 Plesiosaurio Rodolfo Lobo Molas (Catamarca, Argentina). Es Poeta, Es- critor, Piloto Comercial de Avión, Piloto de Planeador, Locu- tor, Periodista, miembro de la Sociedad Argentina de Escri- tores (SADE). Investiga y escribe sobre la historia, lenguaje y costumbres de Catamarca y el Noroeste Argentino. Ha publicado el ensayo Catamarca, Ensueño y Leyenda y el libro de poesías Los pájaros de la lluvia a través de su pro- pia editorial Phaway. Ha participado de 14 antologías na- cionales y 16 internacionales de microficción, poesía y na- rrativa y ha obtenido además diversas distinciones y pre- mios literarios tanto en Argentina como en el exterior. Su obra se ha publicado en Estados Unidos, Venezuela, Chile, Cuba, México, España, Perú y Argentina.
  • 151. Plesiosaurio 149 El ojo del huracán El huracán se acercaba a tierra firme y los asustados habi- tantes del pequeño pueblo costero hacían toda clase de preparativos defensivos en sus viviendas para esperarlo. Una viejecita que caminaba lentamente por la ya solitaria calle principal, se detuvo frente a la iglesia y sentada en las escalinatas del atrio, sólo se puso a rezar. El huracán ―que era tuerto― vio la escena de la anciana, tuvo un instante de compasión y cambio de rumbo.
  • 152. 150 Plesiosaurio Travesuras Cada vez que la arena estaba por caer por completo en el bulbo inferior, Carlomagno, feliz con su novedoso artefac- to, daba vueltas el reloj para que no pasara el tiempo. Tan- tas veces lo hizo descuidadamente, que el reloj atrasó y atrasó hasta que se encontró niño en la casa de Pipino el Breve.
  • 154. 152 Plesiosaurio Rodrigo Martinot Miock (Lima, Perú, 1998). Ha publicado los siguientes relatos: «Acompañado» (San Valentín Oscuro, 2018), «Un regalo a mamá» (Sin Vientre, Aeternum N°1, 2018) «Rigor Mortis» (El Narratorio N°28, 2018), «Incursión en las montañas» (Ibídem N°1, 2018), «Un juego de luces» (Onomatopeyas, Historias Pulp, 2018) y «El juicio de Grau» (Héroes y Santos, Aeternum N°2, 2018).
  • 155. Plesiosaurio 153 Un globo Yacía ahí, en medio de la inmensidad del espacio. Aquella vista alegró a Starveling, que miraba a través del cristal de su nave. Por años había deseado conocer el globo terrá- queo. Durante su niñez, las historias de su madre lo habían inducido en sueños dónde aterrizaba en él y descubría la cuna original de la civilización. Consultó el escáner de su nave, y el resultado fue desconcertante. Según el aparato, había emisiones de dióxido de carbono con distintos pun- tos de origen. Eran demasiadas. Entonces Starveling, cons- ciente de la situación, supo que no podría aterrizar allí. El globo se desinflaba.
  • 156. 154 Plesiosaurio El código Un estruendo sacudió el Olimpo; era el móvil de Zeus cuyo timbre era el sonido de relámpagos. ―¿Bueno? —contestó. ―Zeus, hola, te habla Juan. ―¡Juan! ¿Qué ha ocurrido? ¿El rayo que mandé no acabó con tu jefe abusivo? ―No, no, nada eso. Hombre, que Hera me ha llamado. Ha preguntado si hace dos noches habías estado conmigo. ―¿Y qué le dijiste? ―¡Pues que sí! ¿Dónde te habías metido? ―Te lo agradezco. ¿Dónde? ¡Ni te imaginas! Adopté la forma de un cóndor y bajé a la ciudad de Arequipa. Te lo recomiendo, las mujeres que van de turismo no tienen nada que envidiarle a las… ―¡Basta! No quiero saber más. De la que te he librado esta vez… Ten más cuidado amigo. ―De veras lo aprecio, Juan. Gracias por el favor. ―No hay de qué. Hasta pronto.
  • 158. 156 Plesiosaurio Rogelio Dalmaroni (Misiones – Argentina, 1953). Publicó microficciones, poemas breves y haikus en Final abierto (2014).
  • 159. Plesiosaurio 157 Los visitantes Aunque había toque de queda, decidí ir a verla. La ciudad, azotada por la oscuridad, parecía vacía. Subí las escaleras y entré sin llamar. Sobre la mesa en- contré una nota: estoy con papá, te amo. Encendí la radio, hablaba el presidente dando la noticia de que los invasores podrían ser del planeta Kepler-452. Un intenso olor asqueroso, como de azufre, apareció de golpe. Me escondí en el baño y comencé a rezar. No escu- chaba nada pero sabía que estaban allí. Perdí la noción del tiempo. De pronto desapareció el olor. Salí, temeroso, al balcón. Era un día más, con una densa bruma de smog, con mul- titudes apresuradas y filas interminables de autos atasca- dos. Aparecieron las palomas que vienen todas las mañanas y escuché al canillita que me gritó «¿le llevo el diario don Rogelio?»
  • 160. 158 Plesiosaurio El vuelo Desde niño siempre quise ser pájaro. Me subía todos los mediodías a lo más alto de un lapacho que había en casa, cerraba los ojos, abría los brazos y me quedaba un largo rato imaginando mi vuelo junto a los pájaros. Estaba convencido de que algún día volaría. Volví a mi pueblo 60 años después. Busqué la casa don- de había vivido pero ya no estaba. Solo el viejo lapacho so- brevivió, como esperándome. Recordando los vuelos de mi niñez aquella ilusión inocente se apoderó como entonces de mi corazón. Lentamente, rama a rama, subí hasta lo más alto. Me sentí muy cansado. Cerré los ojos y abrí los brazos. Tuve un dolor intenso en el pecho. Cuando abrí los ojos me encontré en medio de una ban- dada de gorriones.
  • 161. Plesiosaurio 159 SARA PAOLA MATOS GUTIÉRREZ
  • 162. 160 Plesiosaurio Sara Paola Mateos Gutiérrez (Puebla, 1995). Egresada de la licenciatura en Literatura y Filosofía de la Universidad Ibe- roamericana Puebla. En 2016 fue ganadora de la beca de creación literaria del PECDA, dentro de la categoría «Jóve- nes creadores: cuento». Ha participado en eventos como el «IV Coloquio por el Día Mundial de la Filosofía» llevado a cabo en la Ibero Puebla (2015), en el «Congreso de Filosofía Moderna: en el tricentenario del fallecimiento de Leibniz», en la UPAEP (2016), y en el «Primer Congreso Interuniversi- tario: un horizonte compartido», realizado en la BUAP (2018). Ha publicado textos literarios en las revistas Con- tratiempo, Crítica y Cuaderno de hojarasca; en el boletín semanal Torpedo y el suplemento digital de cultura Consul- tario. Ha impartido talleres de cuento para niños. Actual- mente imparte clases en el bachillerato en la Academia Mili- tarizada Ignacio Zaragoza.
  • 163. Plesiosaurio 161 I. De los clásicos En─ciclope─dia Cegado con la lanza de Ulises, burlado por la ninfa Galatea, me encerré en el antro para no ver nunca más la luz hirien- te del Sol que proyectaba mi sombra, tan temida como des- comunal. Pero he aquí que cierta vez, como antes ocurriera con los argonautas, llegó a mi isla una embarcación aban- donada. La tripulación, al parecer, sucumbió a las tenazas de mi padre Poseidón. Sobre los restos del navío yacía un cofre que destruí en un par de segundos. Dentro de él, en- contré al amor de mi vida: una En-ciclope-dia. Colosal como yo, parecía encerrar todas las voces de los hombres. Por su nombre deduje que sólo podía leerla “en el día”. Desde en- tonces, me siento con ella cada amanecer en el peñasco para indagar sobre tierras distantes, mientras el balido alo- cado de las ovejas nos acompaña.
  • 164. 162 Plesiosaurio Millennial Cuando el wifi llegó al Olimpo, los castigos divinos se mo- dernizaron. Las entrañas de Prometeo ya no son devoradas por un águila, sino por sus detractores que ante cada foto reaccionan con un «Me divierte» y se burlan de él en los comentarios. Nadie lo toma en serio, y en vez de «Dios da- dor del fuego» lo llaman «#Lord Hot». A Sísifo, por su par- te, lo hicieron cambiar su entrañable piedra por una tableta. Cada mañana, debe agregar contenido a su «historia» con la esperanza de volverse viral. Al otro día se esfuma y él, en un movimiento infinito, tiene que subir, una y otra vez, una imagen para no perecer.
  • 166. 164 Plesiosaurio Virginia González (Santa Cruz de Tenerife, Islas Canarias, España). Lee, escribe, camina, hace fotos. En su bitácora, Phoeticblog, así como en facebook, cuelga los resultados de estas aficiones. Algunos de sus relatos cortos figuran en diferentes medios digitales: La Torre de Babel, Máquina de coser palabras, Esta noche te cuento, Piedra y nido, Microfi- lias, La nave de los locos, Il sogno del Minotauro, Brevilla, así como en el Proyecto Tradabordo de la Universidad de Poitiers. Ha publicado el libro Paisaje de infancia y viento.
  • 167. Plesiosaurio 165 Refugio Sólo su compañía logra salvarlo de la ola gigante, inexora- ble. En medio del sueño, la llama: ¡Matilde, Matilde! Se afe- rra a ella y la ola pasa, lenta y como de terciopelo. Ya puede respirar tranquilo. Su mujer sigue durmiendo, reposa sere- na sin enterarse de la pesadilla que cada noche lo tortura. Al alba, coge el pijama femenino relleno de trapos y lo guarda en el armario, volverá a sacarlo cuando anochezca.
  • 168. 166 Plesiosaurio Guía de uso Tenía dos opciones, la A y la B. Dentro de la primera había otras dos, la 1 y la 2. Y en la B, le ocurrió igual, la b y la bb. Algo aturdida, siguió leyendo. Resultó que la 1 contem- plaba igualmente dos posibilidades, 1a y 1b. La 2 mostraba exactamente la misma cantidad, 2a y 2b. Con la b se abrían la b1 y la b2, cosa similar a la bb, que le descubrió la bba y la bbb. Imposible, le habían dicho que era muy fácil y ahora se veía entre una maraña de letras y números como cuando estudiaba álgebra. Y solo quería descifrar el funcionamien- to de la linterna, acabadita de comprar.
  • 169. Plesiosaurio 167 PLESIOSAURIO Primera revista de ficción breve peruana Nº 11 se terminó de editar el 30 de abril de 2019, Jr. Pablo Risso 351, Lima 30.
  • 171.
  • 172. P Para este número, el paso siguiente al aniversario de alu- minio, participaron más de cien escritores con sus res- pectivos microrrelatos. Desde diversas ciudades y paí- ses del mundo, microrrelatos de distintos colores, temas y estilos fueron llegando a nosotros, permitiéndonos conocer un panorama contemporáneo de la minificción escrita en español. Hacemos votos para que en posterio- res números publiquemos textos en otros idiomas, aun- que dando prioridad siempre a la lengua materna del microrrelato: el idioma español. RonyVásquez Guevara