9. —¿Eres tú Simba, el camaleón que
sabe escuchar? -le preguntó un joven.
10.
11. —El Rey Hablador me ha mandado
buscarte porque necesita tu ayuda.
—¿Y qué quiere el Rey Hablador?
—Me pide que te lleve a su presencia
porque tiene un problema y tú puedes
ayudarle.
12.
13. El rey preguntó a su sirviente:
—¿Dónde está el sabio camaleón? ¿Acaso
no has podido convencerle para que
viniera contigo?
—Majestad, el camaleón ha venido
conmigo hasta el palacio, pero su piel
tiene ahora los mismos colores que las
baldosas del suelo y por eso es difícil verle.
14. —Pues pídele que se acerque más para
que pueda hablar con él.
El sirviente pidió al camaleón que le
siguiera y su piel entonces se puso
roja, como la alfombra que llegaba
hasta el trono. Ahora, como estaba más
cerca, el rey vio sus ojos saltones y le
dijo:
15. —Bienvenido a esta isla, Simba, espero
que me ayudes a resolver un problema
importante que tengo. Tu fama de
sabio ha llegado hasta mi reino, por
eso te ruego que aceptes mi invitación
para quedarte unos días en el palacio.
16. —Majestad, gracias por su confianza, espero
poder ayudarle, pero dígame qué le sucede.
—No sé lo que me pasa exactamente, me siento
triste y desilusionado. Tampoco mis súbditos
están contentos, y no sé por qué. Yo dicto leyes
que les favorecen a todos, bajo los impuestos, los
ayudo para que tengan buenas cosechas y, sin
embargo, no están felices. Yo tengo grandes
conocimientos, mi biblioteca es la más grande que
existe en todas las islas del Pacífico, pero pocas
personas aprecian todo lo que sé. Tengo la
esperanza de que tú puedas averiguar lo que me
pasa.
17. A Simba le dio pena el Rey Hablador,
porque se le notaba muy triste y
preocupado, y entonces le dijo:
—Perdonadme, Majestad, si no le
importa, me gustaría estar cerca de su
corazón, así podría escucharle y
averiguar lo que le pasa.
El Rey Hablador era un poco orgulloso
y no le pareció muy adecuado coger en
brazos al camaleón, pero como estaba
deseando la ayuda de Simba, le dijo:
18. —Está bien. Mandó a sus sirvientes y pajes
que abandonaran la sala del trono y cogió
a Simba en brazos. Simba, entonces, se
puso verde como el color de la túnica del
rey y escuchó a su corazón que le decía:
«Soy el corazón del Rey Hablador y te
pido, Simba, que le enseñes a
escucharme, pues el rey solo hace caso a su
cabeza. Se pasa todo el día
hablando, leyendo y discutiendo para
demostrar a los demás todo lo que
sabe, pero no quiere escuchar lo que yo
siento. Tampoco escucha a sus
súbditos, por eso no sabe lo que
verdaderamente necesitan».
19. Simba se dio cuenta de cuál era el
problema del Rey Hablador, se puso en
su lugar y sintió su soledad, no hacía
caso a sus sentimientos, por eso estaba
triste sin saber por qué. Creía
equivocadamente que, si deslumbraba
a los demás con sus
conocimientos, sería un rey más
querido.
20. —Rey Hablador - dijo Simba-, su
corazón está triste porque no le
escucha lo suficiente. Presta
demasiada atención a su
cabeza, intenta deslumbrar a los
demás con sus conocimientos y cree
que la sabiduría consiste en saber
muchas cosas, pero está equivocado.
21. El Rey le escuchaba con atención y le
preguntó:
— ¿Y qué puedo hacer para cambiar la
situación?
—Pienso que debería prestar más
atención a sus sentimientos, hablar
menos y escuchar más. También
deberá escuchar a los habitantes de su
isla. Ellos podrán contarle lo que
verdaderamente necesitan, y usted
podrá ser mejor rey.
22. El Rey Hablador se quedó muy pensativo
durante un rato y luego le dijo:
—A partir de hoy haré lo que me
dices, Simba, pero además te nombro mi
consejero. Creo que tu presencia será muy
beneficiosa para mí y para toda la isla.
Simba aceptó el cargo. Era el primer
camaleón que conseguía tal honor, y se
sintió muy satisfecho, tanto él como
toda su familia.
23. Con el tiempo, la gente dejó de
llamarle el Rey Hablador y le llamaban
simplemente el Rey, porque había
aprendido a escuchar a su corazón y
también había conseguido llegar al
corazón de todos los habitantes de su
reino.