1. Ausencias
He dejado de estar ausente, de caminar por las calles vacías mirando rostros perdidos,
desconocidos, de vidrio.
Deje de estar ausente de sueños, de ideas, de pensamientos.
Me aleje de la ausencia del desvelo, de noches calladas y de salidas nocturnas a muy temprana
hora y de retornos inciertos.
Abandone mi ausencia interior, mi ausencia de ti, mi ausencia de nosotros esa ausencia que se
escribe con las nubes y las estrellas en el desalojo de los recuerdos.
Me ausenté de toda gloria, de todo triunfo y sobretodo: de toda derrota;
Ausente de plegarias y ausente de glorificaciones; mirando al cielo y dejándolo caer a la tierra.
Ausente de hambre y de pábulos individualizados; de eternidades de momentos,
Calcinadas por nuevas modas; en Ausencias de antaño y ausencias de novedades.
He dejado tantas ausencias que en estos tiempos las recuerdo como simples efigies cotidianas,
desdeñosas y agazapadas, adormecidas como sencillas presencias.
Mis ausencias están bien educadas, son amables y un poco cariñosas; se dejan pegadas en la
pared, en las camas, en las sabanas, en ventanas abiertas y en corazones despiertos; se dejan
llevar con facilidad, pero cuando menos se espera desaparecen, se pierden y se vuelven
recuerdos; pero nunca dejan de ser ausencias.
Te mire
te mire en otoño disfrazada de hojas caidas en el camino, te mire entre lineas de bruma en noches
de invierno, te mire navegando como blanca espuma, como oleaje taciturna doblada en besos de
playas
me incline ante ti en el verano que baña de fuego la piel y te mire centella en el cielo de fuego...
durante un tiempo te mire callado
te mire sonriente
te mire de mariposa y flor de aire entre las tardes de primavera