SEXUALIDAD HUMANA
PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
Escribir un libro sobre sexualidad humana en un medio misogínico y erotófo-
bo como el nuestro; hablar en forma franca y científica de la función erótica
y del derecho humano a su libre ejercicio; dar a conocer los comportamientos
sexuales sin hacer juicios de valor; demostrar que es más fácil y sobre todo
más ético y científico tratar de entender la sexualidad huamana antes que
juzgarla, es no solo un acto de audacia y un desafío a la ideología todavía
vigente en nuestra sociedad, sino también un laborioso y valiente esfuerzo
para colaborar en el bienestar de nuestra gente.
La difusión de las ideas y de los hallazgos de investigadores como KIN-
SEY, MASTERS y JOHNSON, MONEY, ZWANG, KAPLAN y tantos otros analizados
y comentados por ALZATE en este libro, en forma clara y objetiva, es otra
contribución muy importante al desarrollo de la sexología, tarea que para
el autor ha sido casi compulsiva durante cerca de veinte años de trabajo profe-
sional docente e investigativo.
La presente edición la estaba esperando, pues desde hace varios años,
en mi actividad docente con estudiantes de medicina, de enfermería y de sicolo-
gía, he utilizado este libro como texto guía, ya que es el único que conozco
que presenta en forma global y moderna los aspectos básicos de la sexualidad
y da en esa forma una visión general de un tema tan extenso, sin caer nunca
en los superficial. Esta es la segunda edición de una obra que ha sido elaborada
con un estricto rigor científico, cuidadosamente revisada y actualizada a la
luz de los resultados de las más recientes investigaciones, y en la que se puede
notar la paciente renovación de conceptos y la profundización y revisión de
temas que van siendo cada vez mejor analizados y conocidos.
Al leer este libro, espero que el profesional, el estudiante y ojalá cualquier
lector desprevenido puedan percibir el esfuerzo permanente del autor por deste-
rrar los mitos, las ideas mágicas, las creencias infundadas que tanto daño
le están haciendo a nuestra sociedad, y el generoso ofrecimiento de los conoci-
mientos científicos, basados en la experiencia sexológica clínica, docente e
investigativa, de alguien que ha dedicado toda su capacidad científica a poner
al alcance de muchos los conocimientos que les permitan entender mejor el
comportamiento sexual humano y los estimulen para que profundicen más
en esta nueva ciencia, que guarda más interrogantes que respuestas.
Llama la atención en este libro el equilibrio entre los componentes biológi-
cos, los sicológicos y los aspectos socioculturales de la sexualidad, lo cual hace
PRÓLOGO DE LA SEGUNDA EDICIÓN
que se haya convertido en una obra obligada para profesionales de la salud,
de la educación, del comportamiento y de las ciencias jurídicas. Más aún,
su lenguaje simple y la claridad con que el autor maneja los conceptos la
hacen accesible para cualquier persona interesada que tenga un nivel medio
de educación.
Quiero además hacer notar algo que infortunadamente no es la moda.
Los textos son manejados con absoluta corrección gramatical y evitando siem-
pre neologismos innecesarios, lo cual contribuye no solo a la claridad y a
la precisión en los conceptos, sino al enriquecimiento del lenguaje. Esta es
una contribución de enorme importancia, especialmente cuando se trata de
los aspectos legales de la s'exualidad, pues el uso de términos vagos conduce
con frecuencia a una injusta aplicación de la ley.
Quiero dejar la constancia de mi agradecimiento al Dr. HELI ALZATE por
pedirme este comentario, pero mucho más por haberme facilitado con su
libro mi actividad docente universitaria.
Espero que los editores se percaten de la importancia de este libro y
sean consecuentes en darle una gran difusión y una amplia distribución no
solo en nuestro país, sino en todas las naciones de habla hispana, en las que
estoy seguro, será recibido con beneplácito y llenará una necesidad sentida
de muchos profesionales.
GERMÁN ORTIZ UMANA
PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN
La sexología, en 1981, es una disciplina incómoda, en el mismo sentido
en que la astronomía fue incómoda para GALILEO. A diferencia de lo que
ocurre, por ejemplo, a un cardiólogo, a quien solo le interesa el contenido
de verdad de su producción, para el sexólogo el problema primordial no es
si lo que afirma es cierto o no, sino cómo será recibido lo que dice. Porque
puede estar absolutamente seguro de que la escueta enunciación de hechos
fisiológicos será suficiente para despertar una enconada oposición. ¡Con cuán-
ta mayor razón el sexólogo se hace de enemigos cuando recuerda derechos,
reivindica a las minorías (o a las mayorías, como es el caso de la mujer)
o cuanto toca el espinoso asunto del placer! Es un hecho indiscutible que
existe una poderosa corriente de opinión que se identifica con el obscurantismo,
que está vigente y alerta para frenar el desarrollo de las verdades que afectan
sus intereses. Como todos sabemos, no es una corriente nueva; así como se
opuso a la novedad que HARVEY demostró, seguramente se opuso a que nues-
tros antepasados bajaran de los árboles. Con una vocación sorprendentemente
constante por lo penumbroso y vetusto, por lo mohoso y oculto, tiene dos
enemigos eternos: lo verdadero y lo placentero, porque son los pilares de
lo humano. Y los privilegios de los que se nutren ellos, los fantasmas, se
basan precisamente en la negación de lo humano.
De modo que no tiene que sorprendernos que este libro de HELI ALZATE
despierte oposición. Tampoco debe sorprendernos que él sepa de esa oposición
y se adelante a ella con un tono polémico que no sería justificable si fuera
cardiólogo. Pero es sexólogo, y tiene la obligación de abrir puertas y ventanas
con energía para que entre la luz, porque no estamos en un gabinete aséptico
discutiendo de otras galaxias, sino en las aulas y consultorios discutiendo
del dolor humano. Simplemente, el autor de este libro se niega a ser compla-
ciente con el sufrimiento o cómplice de sus responsables.
Por cierto, no siempre es fácil estar de acuerdo con ALZATE. Y no tengo
pudor en reconocer que algunas veces no coincido con él. Algunos lo consideran
excesivo, o áspero. No sé, tal vez lo sea. Pero este debate es una lucha, no
un minué cortesano, y el ademán gentil cede su turno al gesto vehemente. El
ardor polémico no es hermano del endecasílabo milimétrico, y si, como pasa
con todas las opiniones, el tiempo demuestra algunas y supera a otras de las
contenidas en esta obra, lo único que habrá hecho será confirmar su utilidad de hoy.
¡Pero atención! No se vaya a suponer que este es un libro de opiniones.
Es una obra rigurosamente científica, estructurada en torno a hechos compro-
bados, pero que —he aquí su riqueza— no elude ni la opinión ni la discusión,
cuando ellas caben. Sin ellas la sexología, más que inconclusa, como debe
ser siempre toda ciencia, sería parcial.
Por fin, quisiera que el lector encontrara en este libro lo mismo que a mí
me ha producido tanto placer: a un autor que es un interlocutor dinámico y apa-
sionado, cuya objetividad no está velada por el derecho de opinión, sino enfatiza-
da por la pasión de la verdad. Porque la vehemencia es la emoción de los justos. PREFACIO
Luis DRAGUNSKY
Este libro es una recopilación de los apuntes preparados para los cursos
que en los últimos 16 años hemos dictado a los estudiantes de diversas carreras
de la Universidad de Caldas. Se fundamenta en la anterior edición, pero el
plan general de la obra ha sido reorganizado, varios de los capítulos son
totalmente nuevos y los restantes han sido extensamente corregidos, aumenta-
dos y puestos al día. La información fáctica presentada se basa en los datos
suministrados por la literatura científica, pero —como es de suponer— aquí
expresamos también nuestros conceptos personales; el lector sabrá distinguir
entre estos y aquellos. Ciertamente, la obra es polémica y vehemente, pero
consideramos que ello no es incompatible con el rigor científico; por el contra-
rio, creemos que la ciencia tiene la obligación ética de luchar vigorosamente
contra el fanatismo y la ignorancia, con armas intelectuales, claro está. Es
preciso defender el hecho científico con energía, porque el obscurantismo,
9 la superstición y la intolerancia han llevado la voz cantante durante muchos
siglos; como dice ZWANG, "ser responsable es saber cuándo hay que decir
no" a los conceptos irracionales.
4
Un distinguido siquiatra y profesor universitario colombiano nos ha criti-
cado públicamente porque —según él— "infiltramos un mensaje" en la juven-
tud, invitándola a dejar de lado "todo tabú con respecto al sexo y a practicar
abiertamente la «nueva moral»" (según ha sido expuesta por la revista Time),
disfrazándola con el "ropaje" de una conclusión científica. Efectivamente,
en nuestra cátedra y en nuestras publicaciones presentamos un mensaje, en
forma abierta y no subrepticia, como parece indicarlo nuestro contradictor,
lo cual no debería extrañar. Todo lo contrario. El profesor que no transmita
un mensaje no tiene razón de llamarse tal; lo que importa es su naturaleza,
y en esto es en lo que el expositor de marras se equivoca de medio a medio.
El mensaje sexológico no es la caricatura que él y Time llaman "nueva moral",
sino uno de responsabilidad y tolerancia, basado en los datos que suministra
la ciencia contemporánea y —aunque el distinguido siquiatra no lo crea—
en una ética racional, por supuesto sin nexo alguno con la moral estática,
fundamentada en la "culpación metáfisica" (ZwANG), que parece defender
nuestro contradictor, y que reniega la condición humana, evolutiva por natura-
leza. Es evidente que la sexología critica las creencias irracionales. Pero es
que no puede hacer menos sin incumplir la obligación ética de luchar con
tesón contra la ignorancia dogmática, así como la astronomía copernicana
y galileica hubo de enfrentarse con la visión cosmológica de Tolomeo y Josué.
Por otra parte, los conceptos sexológicos que profesamos no necesitan envol-
verse en un "ropaje" de circunstancias, porque se apoyan en bases lógicas
y científicas suficientemente sólidas.
Este libro está dirigido primordialmente a los profesionales y estudiantes
de las ciencias jurídicas, del comportamiento y de la salud, pero puede ser
leído con provecho por muchas otras personas. Para facilitar la lectura, hemos
preparado un glosario, en el cual se definen los términos no explicados en
el texto y que no aparecen en el Diccionario de uso del español de MARÍA
MOLINER, ni en el Diccionario de la lengua española (20' edición) de la Real
Academia; o los que estando allí son definidos en forma insatisfactoria. Que-
dan por fuera algunas expresiones técnicas, que solo interesan a los especialistas
y que son conocidas por ellos. Nos hemos esforzado por evitar los colombianis-
mos; el lector extranjero sabrá perdonar los que se nos hayan escapado.
Finalmente, agradeceremos a los lectores que nos llamen la atención sobre
los errores que descubran, y en general los comentarios que tengan a bien
hacer, para lo cual pueden dirigirse al Apartado Aéreo 631, Manizales, Colombia.
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II
1$
XIV PREFACIO
ÍNDICE GENERAL
PARTE PRIMERA
ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CAPITULO I
CONCEPTOS GENERALES
PÁG.
1. Qué es la sexualidad humana 3
2. Desarrollo de la sexología como ciencia 5
2.1. Orígenes 5
2.2. Estado actual 6
3. La sexualidad y la ética 9
3.1. Influencia del cristianismo 9
3.2. Criterios de ética sexual 15
4. La sexualidad y la "normalidad" conductal 17
4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual 18
4.2. Criterios de normalidad sexual 19
5. La continencia sexual 21
6. La sexualidad y el amor 23
7. La sexualidad y el machismo 26
CAPITULO II
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
I. Introducción 28
2. Substrato biológico 28
3. Factores filogénicos 31
3.1. Hormonas sexuales 31
3.2. Papel de la olfacción 32
3.3. Papel de la visión 33
XVI ÍNDICE GENERAL
3.4. Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexuales
y su subordinación al comportamiento
3.5. Inversión del comportamiento sexual animal
3.6. Aplicación al ser humano
3.7. Enfoque sociobiológico
4. Factores ambientales
4.1 .Efectos del aprendizaje y la experiencia
4.2. Aplicación al ser humano
4.3. Teoría de Prescott
5. Superestrato sociocultural
6. Aspectos de la sexualidad variables intraculturalmente
6.1. Coito premarital femenino
6.2. Coito extramarital femenino
6.3. Actividades homosexuales
6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente
7. Aspectos de la sexualidad variables interculturalmente
CAPITULO I
ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS
1. Anatomía sexual
1.1. Estructuras u órganos periféricos
1.2. Estructuras o centros medulares
1.3. Estructuras o centros cerebrales
1.4. Vías nerviosas
1.5. Caracteres sexuales
2. Endocrinología sexual
2.1. Andrógenos
2.2. Estrógenos
2.3. Otras hormonas sexuales
CAPITULO IV
DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA
1. Introducción
2. Definiciones
2.1. Sexo
2.2. Género
PÁG.
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59 1
ÍNDICE GENERAL
2.3. Orientación sexual
2.4. Heterosexualidad
2.5. Homosexualidad
2.6. Bisexualidad
3. Papel de los genes
4. Diferenciación somatosexual
5. Diferenciación sicosexual y de la orientación sexual
5.1. Diferenciación sicosexual
5.2. Diferenciación de la orientación sexual
CAPITULO V
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA
1. Introducción
2. Fase apetitiva
2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual
2.2. Sicofisiología (neurofisiología) del apetito sexual
3. Fase relacional
4. Fase estimulatoria
4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual
4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha
4.3. Estimulación o actividad sicosexual
4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual
5. Fase excitatoria
5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico-
sexuales
5.2. Sicofisiología de la excitación sexual
5.3. Somatofisiología de la excitación sexual
6. Fase orgásmica
6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmica
6.2. El orgasmo femenino
6.3. Sicofisiología del orgasmo
6.4. Somatofisiología del orgasmo
7. Costo energético de la función sexual
8. Factores que influyen en la función sexual
8.1. Idiosincrasia
8.2. Sexo
8.3. Condicionamiento sociocultural
8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual)
9. La función sexual en la vejez
XVII
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90
XVIII ÍNDICE GENERAL
CAPÍTULO VI
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS
PÁG.
INDICE GENERAL
1.2. Tipos de actividades homosexuales
1.3. Mitos acerca de la homosexualidad
1.4. Otros aspectos de la homosexualidad
XIX
PÁG.
127
128
129
2. La bisexualidad 130
1. Introducción 92
2. Actividades sicosexuales 92 CAPÍTULO IX
2.1. Actividades sicosexuales inconscientes 92
2.2. Actividades sicosexuales conscientes
3. Masturbación
93
94
LA CONDICIÓN FEMENINA
3.1. Efectos de la masturbación 94
3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias 96
1. Introducción 132
3.3. Otros aspectos de la masturbación 97 2. Esbozo histórico de la condición femenina en la civilización occidental 133
4. Actividades heterosexuales 98 3. La mujer y el cristianismo 134
4.1. Coito vaginal 98 4. Socialización diferencial de los sexos 135
4.2. Técnicas coitales 99 4.1. Inferioridad biólogica o física 137
4.3. Incidencia y frecuencia coitales 100 4.2. Inferioridad intelectual 138
4.4. Otras actividades heterosexuales 102 4.3. Inferioridad emocional 139
5. Actividades homosexuales 105 5. La mujer y el amor 140
6. Actividades sexuales con animales 106 6. La mujer y el matrimonio 141
7. Factores que influyen en la incidencia y frecuencia de las actividades
sexuales
7.1. Religiosidad
108
108
7. La mujer y la maternidad
8. Conclusión
143
144
7.2. Nivel económico-educativo 108
7.3. Edad 108 CAPITULO X
CAPITULO VII LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO
LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 1. Introducción 146
2. Origen de las leyes sexuales 147
1. La sexualidad en la niñez 110 3. Premisas anticientíficas de las leyes sexuales 148
1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil 111 4. Irracionalidad de las leyes sexuales 149
1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles 114 5. Enfoque racional de los hechos sexuales punibles 152
2. La sexualidad en la adolescencia 115 5.1 Clasificación de los hechos sexuales punibles 152
3. La sexualidad en la vejez 119 5.2. Los delincuentes sexuales 153
6. Comentarios a las normas legales colombianas relativas a la sexuali-
PARTE SEGUNDA dad 154
6.1. Código Penal 154
ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 6.2. Otras disposiciones 158
CAPITULO VIII CAPÍTULO XI
LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD
LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA
1. La homosexualidad 123
1.1. Criterios sobre la homosexualidad 124 1. Introducción 161
PÁG. PÁG.
2. Tipos de pornografía (obscenidad) 163 3.1. Causas dependientes del violador 190
3. Efectos de la pornografía (obscenidad) 164 3.2. Causas dependientes de la víctima 191
4. Tipologías de los "pornófilos" y los "pornófobos" 167 4. Incidencia de la violación 191
5. Relatividad histórico-cultural de la obscenidad (pornografía) 168 5. Aspectos sexológicos de la violación 191
6. El pudor 169 6. Aspectos legales de la violación 193
7. Conclusión 169 7. Conclusión 195
CAPÍTULO XII CAPÍTULO XIV
LA PROSTITUCIÓN LA ANTICONCEPCIÓN
1. Introducción 171 1. Introducción 196
1.1 Definición de la prostituta 171 2. Métodos más tradicionales y menos efectivos 197
1.2. Bosquejo histórico de la prostitución 172 2.1. Coitus interruptus 197
2. Clasificación de las prostitutas 174 2.2. Condón 198
3. Tipología de las prostitutas 174 2.3. Diafragma 198
4. Clientela de las prostitutas 175 2.4. Casquete cervical 198
5. Causas de la prostitución 176 2.5. Tapón vaginal 198
5.1. Factor sociocultural 177 2.6. Ducha vaginal 199
5.2. Factor socioeconómico 178 2.7 Espermicidas 199
5.3. Factor biosocial 179 3. Continencia periódica (método del ritmo) 199
5.4. Factor sicosocial 179 4. Métodos modernos y muy efectivos 199
6. Actitudes y comportamientos sexuales de las prostitutas 180 4.1. Anovulatorios 199
6.1. Actitudes 180 4.2. Dispositivo intrauterino (DIU) 200
6.2. Comportamientos 180 4.3. Esterilización quirúrgica 200
7. Argumentación en contra y a favor de la prostitución 181 5. Eficacia comparativa de los diversos métodos anticonceptivos .... 200
7.1. Argumentación en contra 181 6. Evaluación racional de los efectos indeseables de los anovulatorios 201
7.2. Argumentación a favor 183 7. Posición de la Iglesia católica con respecto a los métodos anticon-
8. El proxenetismo 184 ceptivos 201
9. Otros aspectos de la prostitución 185
9.1. Variantes de la prostitución 185 CAPÍTULO XV
9.2. Aspectos legales de la prostitución 185
10. Conclusión 186 EL ABORTO
1. Introducción 204
CAPÍTULO XIII 2. Argumentación a favor de la penalización del aborto 205
2.1. Argumentación religiosa 205
LA VIOLACIÓN 2.2. Argumentación secular 206
3. Argumentación a favor de la despenalización del aborto 207
1. Introducción 187 3.1. Interés social 207
2. Tipologías de los violadores 188 3.2. Interés del conceptus 208
3. Causas de la violación 190 3.3. Interés de la mujer embarazada 209
XXII INDICE GENERAL
PÁG.
4. Qué es el conceptus humano 212
5. Actitudes respecto del aborto 216
6. Tipos de legislaciones sobre el aborto 217
7. Conclusión 217
PARTE TERCERA
PROBLEMAS SEXUALES
CAPITULO XVI
INTRODUCCIÓN
1. Qué es el problema sexual 223
2. Clasificación de los problemas sexuales 224
3. Tratamiento de los problemas sexuales 226
CAPITULO XVII
PROBLEMAS SEXUALES MENORES
1. Introducción 230
2. Problemas de los padres con respecto a la educación sexual y la sexua-
lidad infantiles 230
3. Diferencias individuales en la intensidad del apetito sexual 232
4. Toma de la iniciativa sexual 233
5. Discrepancias referentes a los tipos de actos sexuales 233
CAPÍTULO XVIII
DISFUNCIONES SEXUALES
1. Introducción 234
2. Disfunciones de la fase apetitiva 235
2.1. La disfunción apetitiva por defecto 236
2.2. La disfunción apetitiva por exceso 236
3. Disfunciones de las fases relacional y estimulatoria 236
4. Disfunciones de la fase excitatoria masculina 237
4.1. Causas 238
4.2. Incidencia 240
INDICE GENERAL XXIII
PAG.
5. Disfunciones de la fase orgásmica masculina 240
5.1. Disfunción orgásmica propiamente dicha 240
5.2. La aneyaculación 241
6. Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica femeninas 241
6.1. Disfunciones de la fase excitatoria 241
6.2. Disfunción de la fase orgásmica 242
7. Tratamiento de las disfunciones sexuales 244
7.1 Terapia de Masters y Johnson 244
7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson 246
7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual 246
CAPITULO XIX
PROBLEMAS SEXUALES PARAD1SFUCIONALES
1. Orgasmo prematuro 248
1.1. Orgasmo prematuro masculino 248
1.2. Orgasmo prematuro femenino 249
2. Vaginismo
1"
249
/%
3. Dispareunia I, -
4. Aversión sexual '1 , ,
250
250
CAPITULO ›ÓC
OTROS PROBLEMAS SEXUALES
1. Homosexualidad egodistónica 252
2. Transexualismo 252
3. Parafilias 253
3.1. Introducción 253
3.2. Paidofilia 255
3.3. Sadismo y masoquismo sexuales 257
3.4. Fetichismo 258
3.5. Transvestismo 258
3.6. Exhibicionismo 259
3.7 Escoptofilia 259
3.8 Otras parafilias 260
3.9 Tratamiento de las parafilias 260
4. Incesto 261
4.1. Introducción 261
4.2. Origen de la aversión al incesto 261
4.3. Origen de la prohibición del incesto 262
XXIV INDICE GENER41.
PÁG.
4.4. Justificación actual de la prohibición 263
4.5. Incesto y sicopatología 263
4.6. Tipos de incesto y su incidencia 264
4.7. Conclusión 265
5. Problemas sexuales de los lisiados 265
6. Síndrome inmunodeficitario adquirido 266
APÉNDICE
1. CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD
1. Introducción 271
2. Teoría de la libido 272
3. Desarrollo sicosexual del individuo 273
4. Sexualidad femenina 275
5. Primacía de la función reproductora de la sexualidad 277
6. Conclusión 277
II. EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL 279
III. DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES 281
Glosario 285
Bibliografía 293
Índice de materias 301
PARTE PRIMERA
ASPECTOS BÁSICOS
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
HELÍ ALZATE
Profesor titular de sexologla en la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas
Sexólogo certificado por el American College of Sexologists
SEXUALIDAD HUMANA
Segunda edición
EDITORIAL TEMIS
Bogotá - Colombia
1987
CAPITULO
CONCEPTOS GENERALES
"Como dize Aristótiles, cosa es verdadera,
el mundo por dos cosas trabaja: la primera
por ayer mantenencia; la otra cosa era
por ayer juntamiento con fembra plazentera".
O
ti
CONVENCION
• DE BERNA
100 AÑOS
Ilihrea•
• osam
M■11
1886-1986
1-)1?-k
o
• Helí Alzate, 1987
© Editorial Temis, 1987
ISBN 958-604-231-6
Hecho el depósito que exige la ley.
Impreso en Nomos Impresores.
Cra. 39 B, núm. 17-98, Bogotá.
Queda prohibida la reproducción total o parcial de este
libro, por medio de cualquier proceso, reprográfico
o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset
o mimeógrafo.
Esta edición y sus características gráficas son propiedad
de Editorial Temis, S. A.
ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor.
1. QUÉ ES LA SEXUALIDAD HUMANA
La sexualidad, como cualquiera otra de las funciones o actividades
del ser humano, es el resultado de la interacción de la evolución biológi-
ca (que determina las funciones somatofisiológicas básicas) y el entorno
sociocultural (que influye poderosamente sobre el funcionamiento sico-
fisiológico); ella tiene varias funciones, pero las dos principales son
la reproductora y la placentera. La primera es la más antigua en la
filogenia, y por ello es común a seres humanos y animales inferiores;
como sucede con la nutrición o la locomoción, esta función reproducto-
ra no singulariza, pues, al Horno sapiens. La segunda, por el contrario,
es de muy tardía aparición, puesto que solo existe en su plenitud desde
el momento en que la evolución de la corteza cerebral permitió a nues-
tros antecesores primates franquear el umbral de la hominización y
adquirir la función intelectiva, típica del ser humano. Efectivamente,
la función erótica definida sumariamente (siguiendo a ZWANG) como
la búsqueda consciente del placer sexual, es la culminación evolutiva
de la sexualidad, y a ella sí se le puede llamar humana con toda propie-
dad, porque nos distingue de los demás seres del reino animal, en forma
similar a como lo hace la función intelectiva. En los animales inferiores,
la sexualidad es un simple mecanismo de perpetuación vegetativa, e
inmanente a ella. El hombre, en cambio, está capacitado paratrascender
el mero aspecto reproductor de la sexualidad, es decir, puedeser sexual-
mente con plena independencia de las células germinales, y justificar
dicha existencia por sí misma; por ello, en el ser humano (hombre
o mujer) hay independencia funcional (que también es anatómica en
la mujer) entre el erotismo y la procreación.
CONCEPTOS GENERALES 54 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Contra el parecer de los moralistas, la función erótica no es inven-
ción de los "inmoralistas" o del Diablol, sino una realidad del proceso
evolutivo biológico. Aunque los individuos de todas las épocas y cultu-
ras han comprendido intuitivamente su importancia —como lo prueban
el epígrafe del ARCIPRESTE DE HITA y las múltiples descripciones litera-
rias de ella—, su estudio científico estuvo vedado hasta hace muy poco,
en parte debido a los impedimentos propios de la lenta evolución del
conocimiento humano, pero sobre todo a causa de la influencia de
la ideología erotófoba, que ha sido un rasgo distintivo de la civilización
cristiana, y que redujo toda mención de la sexualidad erótica a la clan-
destinidad de lo pecaminoso. Además, la "culpación metafísica"
(ZwAN. o) inculcada por la ética cristiana tradicional, hizo que el con-
cepto teológico de "pecado", aplicado a las actividades sexuales pura-
mente placenteras, fuera adoptado por la medicina con el nombre de
"enfermedad mental", y por el derecho con el de "delito sexual".
La complejidad de la sexualidad animal en general y humana en
particular ha dificultado distinguir sus diversos elementos, lo cual, uni-
do a la ausencia de precisión definitoria, ha sido obstáculo para descri-
birla adecuadamente. Es necesario, pues, romper de alguna manera
esta especie de círculo vicioso.
El vocablosexo puede ser el punto de partida de un intento definito-
rio y descriptivo de la sexualidad. Tal término ha adquirido diversos
significados relacionados con la sexualidad, pero creemos que el prima-
rio es el siguiente: carácter de macho o hembra que posee el animal2.
De aquí podemos pasar a definir la sexualidad animal como elconjunto de
condiciones estructurales, funcionales y comportamentales resultantes
de la existencia del sexo en el animal, y que permiten la reproducción.
La emergencia evolutiva del ser humano produjo dos extraordina-
rias modificaciones en su sexualidad: a) el ejercicio de ella dejó de
ser instintivo y se hizo consciente; b) la función reproductora cedió
Según el Malleus mtdeficffurn, el demonio Asmodeo es el patrono de la forni-
cación. Este libro fue el más prestigioso tratado sobre brujas y el código de procedimien-
to aplicado en los procesos por hechicería instaurados por la Inquisición. No sobra
anotar que en los interrogatorios bajo tortura se obtenían "testimonios" muy concretos
e ilustrativos sobre la anatomgfisiología sexual diabólica. Por ejemplo, la bruja Sylvine
de la Plaine confesó a.Jos jueces "que le Diable la cogneu vne autrefois, & qu'il
a le membre faict comme un cheual, en entrant est froid comme glace, iette la semence
fort froide, & en sortant la brusse comme si c'estoit du feu". Y otra bruja, Iaquema
Pagel, reconoció "qu'elle auoit empoigné plusiers (sic) fois auec la main le mebre du
Demon, qui la oognossoit, & que le membre estoit froid comme glace, lóg d'vn bon
doigt, & moindre en grosseur que celuy d'vn homme".
2 Las plantas también pueden ser sexuadas, pero ello es irrelevante en esta dis-
cusión.
la primacía a la función erótica. Es decir, el motivo (razón consciente)
primario de la función sexual pasó a ser la obtención del placer, y
la reproducción fue relegada a un segundo plano. Por su carácter exclu-
sivamente humano, el motivo placentero o lúdico de la función erótica
es gratuito, en el sentido de que no es susceptible de análisis causal
último o evolutivo, lo cual no es óbice para que los mecanismos de
búsqueda de dicho placer estén sometidos en cierto grado al efecto
de la causa última de la función sexual animal. Ello porque los fenóme-
nos síquicos conscientes que dan origen al libre albedrío exigen la posibi-
lidad de elegir, que es contraria al determinismo biológico. Como lo
señala GAGNON, la especie humana es la única capacitada para crear
sus propios propósitos, que pueden ser incluso antibiológicos, o sea,
antievolutivos y contrarios a la supervivencia de la especie.
La sexualidad humana, de la cual trata este libro, se puede definir
como el conjunto de condiciones estructurales, fisiológicas, comporta-
mentales ysocioculturales que permiten el ejercicio de la función sexual
humana. A su vez, la función sexual humana se define como la función
consciente y condicionada por la cultura, que se ha derivado filogénica-
mente de la función reproductora, pero que es ejercida en primer lugar
de modo placentero o lúdico (función erótica) y secundariamente de
modo reproductor, mediante el uso de zonas corporales u órganos de es-
pecial sensibilidad. La función sexual humana es, entonces, el núcleo
de la sexualidad humana, y será descrita en el capítulo v.
2. DESARROLLO DE LA SEXOLOGIA COMO CIENCIA
Lato sensu, la sexología es el estudio científico de la sexualidad
animal en general. Stricto sensu, es el estudio científico de todos los
aspectos de la sexualidad y la función sexual humanas. Si solo se consi-
dera el aspecto placentero de la función sexual humana, es decir, el
erotismo, su estudio se denomina, más apropiadamente, erotología.
La sexología es una disciplina sumamente compleja, puesto que
tiene que ver, en mayor o menor proporción, con muchas otras ciencias
y actividades humanas, como la biología, la antropología, la sociología,
la sicología, el derecho, etc. Por ello es simultáneamente ciencia natural
(biológica) y ciencia humana (cultural), aunque si se requiriera mayor
precisión taxonómica, probablemente habría que clasificarla dentro de
las ciencias del comportamiento.
2.1. Orígenes.—La ciencia sexológica comenzó a desarrollarse a
fines del siglo pasado con los trabajos de los pioneros europeos, en
SU mayor parte médicos, como RICHARD VON KRAFFT-EBING, ALBERT MOLL,
IWAN BLOCH, MAGNUS HIRSCHFELD, AUGUSTE FOREL, SIGMUND FREUD, HA-
O ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 7
VELOCK ELLIS, AUGUSTE TARDIEU y PAOLO MANTEGAZZA. No obstante,
la mayoría de ellos abordaron el estudio de la sexualidad placentera
con criterio patológico debido, por una parte, a que compartían la
opinión tradicional, que niega la existencia de una función erótica típica-
mente humana, y por la otra, a que muchas de sus casuísticas correspon-
dían a individuos con perturbaciones mentales.
HAEBERLE ha mostrado la importancia de las contribuciones de
los pioneros alemanes en el establecimiento de las ideas programáticas
de la sexología. En primer lugar, BLOCH tuvo el mérito de haber capta-
do el valor del estudio interdisciplinario de la sexualidad humana y,
sobre todo, de señalar la necesidad de emplear métodos socioantropoló-
gicos comparativos; además, acuñó el nombre de sexología (Sexualwis-
senschaft) para la nueva disciplina. En cuanto a HIRSCHFELD, fue el
fundador de la primera revista (Zeitschrift für Sexualwissenschaft) y
del primer instituto (Institut für Sexualwissenschaft) sexológicos. Sin
embargo, el esfuerzo de los pioneros alemanes de la sexología llegó
a su fin con la ascensión del nazismo al poder; como consecuencia,
el foco de los estudios sexológicos se desplazó de Europa a los Estados
Unidos.
El inglés ELLIS, por su parte, fue sobre todo un educador sexual
que trató de disipar temores y falsos conceptos referentes a las parafinas
inofensivas y al comportamiento sexual en general; sus eruditos tratados
están libres de pretensiones moralizantes. La importancia de FREUD
radica principalmente en la influencia que ha ejercido sobre el desarrollo
de la sicología y la siquiatría, ya que en lo que atañe a la sexualidad,
aunque algunos de sus conceptos todavía se aceptan, la mayoría de
ellos han tenido un efecto más negativo que benéfico sobre las actitudes
y conductas terapéuticas de muchos sicoanalistas, y sobre las actitudes y
conductas sexuales de quienes han estado bajo su influjo; estas ideas
han sido profundamente revaluadas por la moderna sexología. En el
Apéndice discutiremos más detalladamente los conceptos freudianos
sobre la sexualidad.
2.2. Estado actual.—Aunque en los Estados Unidos hubo investi-
gadores sexuales que lo precedieron —como DAVIS, DICKINSON, FINGER,
HAMILTON y TERMAN, que hicieron aportes importantes pero poco di-
fundidos o asistemáticos—, se puede afirmar que fue ALFRED C. KINSEY
quien inauguró la era de la auténtica sexología científica. El inmenso
mérito de la obra de KINSEY consiste en haber sido la primera descrip-
ción razonablemente objetiva y cuantitativa del comportamiento sexual
de diversos grupos de personas, presumiblementenormales, a diferentes
niveles culturales y en una sociedad (los Estados Unidos) regida por
la erotofobia cristiana. Sus estudios demostraron la gran variabilidad
de tal comportamiento y lo frecuentes que son las actividades sexuales
llamadas "anormales", "perversas" o "ilegales". Dichos estudios, uni-
dos a los realizados por los socioantropólogos en otras culturas, echaron
por tierra las creencias tradicionales sobre la conducta sexual humana.
KINSEY, un respetado profesor de zoología, no parecía ser la per-
sona indicada para causar una revolución en el campo de la sexología.
Sin embargo, fueron su conservadurismo y su vida familiar irreprocha-
ble los motivos que indujeron a las autoridades de la Universidad de
Indiana a encargarlo de un curso de educación sexual. Al darse cuenta
de su propia ignorancia y de la poca objetividad de los trabajos de
los sexólogos pioneros, su integridad científica lo llevó a consagrarse
a subsanar estas deficiencias, recolectando, con la ayuda de sus colabo-
radores (WARDELL B. POMEROY, CLYDE E. MARTIN y PAUL H. GEBHARD),
las historias sexuales de miles de hombres y mujeres, al mismo tiempo
que hacía frente a la incomprensión y los ataques de muchos (entre
ellos no pocos científicos). Al respecto, ARNO KARLEN dice que si toda
la información sexológica del mundo tuviera que ser destruida y no
pudiera conservarse más que una fuente, ella sería la obra de KINSEY.
KINSEY fundó el Institute for Sex Research de la Universidad de
Indiana, que fue rebautizado en 1981 con el nombre de Kinsey Institute
for Research in Sex, Gender, and Reproduction, en honor de su funda-
dor. Vale la pena leer la biografía de KINSEY escrita por POMEROY (Dr.
Kinsey and the Institute for Sex Research), para conocer las vicisitudes
en la labor de aquel y sus colaboradores.
A pesar de su importancia para entender la conducta sexual huma-
na, los trabajos de KINSEY no suministran mucha información sobre
la fisiología erótica. Esta deficiencia fue remediada en parte por las
investigaciones de WILLIAM H. MASTERS y VIRGINIA E. JOHNSON, quie-
nes, en condiciones experimentales, estudiaron la somatofisiología de
la excitación sexual y el orgasmo humanos, y por primera vez la descri-
bieron sistemáticamente. Una ulterior contribución de MASTERS y JOHN-
SON fue la presentación de métodos particularmente eficaces para tratar
ciertas disfunciones sexuales. HELEN S. KAPLAN también ha aportado
valiosos conceptos fisiológicos y terapéuticos sexuales.
Entre muchas otras personas que han enriquecido el conocimiento
sexológico moderno, merecen destacarse FRANK A. BEACH, por sus es-
tudios sobre las bases biológicas de la conducta sexual; JOHN MONEY,
por haber investigado la interacción de la biología con el entorno socio-
cultural en el establecimiento de la diferenciación sicosexual humana,
y WOLFGANG WICKLER, por demostrar que el finalismo sexual de los
teólogos es antinatural. Por otra parte, los diversos autores que la han
estudiado, incluso los más modernos, han tenido dificultad para pro-
8 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 9
pugnar abiertamente la legitimidad de la función erótica humana; vale
la pena, entonces, señalar a GÉRARD ZWANG, por haber sido el primero
en describirla franca y sistemáticamente3.
La sexología, como toda verdadera disciplina científica, es scientia
gratia scientiae, es decir, no tiene fin utilitario sino que su propósito
es la búsqueda del conocimiento per se; por lo tanto, es una actividad
fundamentalmenteinvestigativa, aunque del conocimiento generado por
ella se derivan dos aplicaciones prácticas muy útiles: la educación (sexo-
logía educativa) y la terapia (sexología clínica) sexuales. No obstante,
el educador y el terapeuta sexuales no son necesariamente sexólogos,
pues, como lo señala REISS, la relación básica entre los primeros y
el sexólogo es similar a la • ue existe entre el in eniero y el físico.rgjáTo-'
, e e • la persona que posee sólidos conocimientos en todos
los campos relacionados con la sexología, y ha hecho contribucione'
teóricas o experimentales significativas al acervo del saber sexológico
por eso ZWANG lo compara con el arqueólogo, que debe saber histon
antigua y moderna, paleontología, geología, geografía, etnología, len-
guas muertas y vivas, etc. Obviamente, es casi imposible esperar que
estos requisitos ideales sean llenados desde el comienzo por las personas
sinceramente motivadas para los estudios sexológicos, pero esa es la
meta a la cual deben aspirar y tratar de llegar durante su ciclo vital.
Como toda ciencia incipiente, la sexología es profesada casi exclusi-
vamente en la actualidad por especialistas autoformados, pero la capaci-
tación sexológica formal se está difundiendo en los círculos académicos
de los Estados Unidos y otros países, a la vez que se fundan revistas
y asociaciones científicas y profesionales de la especialidad. No obstan-
te, se puede afirmar que, en el momento actual, en el campo de la
sexología son muy pocos de los que están; particularmente en Colombia,
quienes puedan llamarse sexólogos sin que les crezca la nariz, se cuentan
con los dedos de las manos... y sobran dedos. Esto sucede porque,
al lado de los verdaderos profesionales científicos, han florecido nume-
rosos charlatanes que se proclaman "sexólogos" y, sobre todo, "tera-
peutas sexuales", que explotan la buena fe de las personas necesitadas
de ayuda. El entrenamiento de tales "especialistas" se limita a poco
más que la lectura superficial de los libros de MASTERS y JOHNSON o
de KAPLAN, o a la asistencia a un "seminario" o "taller" realizado
por otro charlatán más madrugador. Este problema ha comenzado a
ser corregido, al menos en los Estados Unidos, mediante los programas
3 Entre los pocos autores de lengua española que han escrito sobre el tema, hay
que mencionar a LuísDRAGUNSKY, porque él también puntualiza la adquisición filogé-
nica representada por la función erótica.
de certificación del American College of Sexologists y de la American
Association of Sex Educators, Counselors and Therapists.
3. LA SEXUALIDAD Y LA ÉTICA
Los juicios ético-religiosos sobre la sexualidad han variado a través
de la historia. Los pueblos mediterráneos de la Antigüedad, incluyendo
el judío, aceptaban con naturalidad la búsqueda del placer sexual4,
al menos para el hombre, pero sometida a ciertas regulaciones —fun-
damentadas en razones económicas y pronatalistas principalmente—
que beneficiaban a los varones con perjuicio para las mujeres; estas
eran menospreciadas socialmente y obligadas, ellas sí, a privarse del
ejercicio autónomo de la función erótica. Por ejemplo, el predominio
de las formas monogámica y poligínica del matrimonio en tales socieda-
des se explica porque ellas eran la única manera como el hombre podía
estar razonablemente seguro de que quienes iban a entrar en posesión
de sus bienes habían sido engendrados por él. El estricto requisito de
la virginidad prematrimonial femenina se estableció porque la integri-
dad del himen era la garantía de que la esposa-objeto que se compraba
estaba en buen estado, como era de esperar de cualquier otra clase
de mercancía o ganado que se negociara. Con mayor razón era rigurosa
la prohibición del coito extramarital femenino, porque si en el caso
de matrimonio con mujer no virgen se configuraba un engaño comer-
cial, el adulterio de la esposa era una franca violación del "derecho
de propiedad" del marido sobre la vagina de la mujer. Este concepto
ha perdurado en las legislaciones de las sociedades modernas más falo-
cráticas, en la forma del grotesco argumento de la "defensa del honor",
que permite al marido asesinar impunemente a la esposa cuando consi-
dera que el tal "honor" (entendido como "derecho de propiedad")
ha sido lesionado, aun cuando ya no sienta el menor afecto por ella
y él, por su parte, le haya sido infiel consuetudinariamente5.
3.1. Influencia del cristianismo.— Las sociedades patriarcales anti-
guas eran, pues, antifeministas, pero no antisexuales. Fue al adveni-
miento del cristianismo cuando la sexualidad placentera vino a ser asociada
íntimamente con las nociones de impureza y pecado; ellas, unidas a
la misoginia heredada del judaísmo, determinaron para los siglos por
4 No obstante, las normas levíticas consideraban que los genitales eran "impu-
ros" y condenaban vehementemente la homosexualidad.
5 Un ejemplo es el art. 382 del antiguo Código Penal colombiano, que estuvo
vigente hasta 1980.
10 ASPECTOS BÁSICOS DE 1.A SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 11
venir el carácter manifiestamente erotófobo de la moral cristiana6. Di-
versos autores han llamado la atención sobre el hecho de que 'ni en
la ética veterotestamentaria, ni en los textos evangélicos se encuentran
preceptos claros e insistentes que encomien la mortificación y el odio
al placer sexual. En realidad, fueron los Padres de la Iglesia7, influidos
por las ideas de SAN PABLO8 y por las doctrinas filosóficas neoplatóni-
cas y neoestoicas grecolatinas, quienes decidieron convertir en norma
para todos los cristianos el riguroso ascetismo de los anacoretas9, que
estaba muy acorde con su desprecio metafísico por la existencia terrenal,
una situación transitoria interpuesta entre el cristiano y el cielo. En
consecuencia, la actividad sexual, que amén de producir placer perpe-
tuaba la vida, fue condenada como una abominación, la virginidad
ensalzada como el estado más perfecto del ser humano, y el matrimonio
considerado como un mal, necesario para cumplir los terminantes man-
datos del Génesis, 1:28, 9:110. En un principio, la doctrina ascética
predicaba el odio a todo tipo de placer, pero en la práctica, y especialmente
en la época contemporánea, la condenación se ha limitado a la esfera
sexual. De todos los Padres de la Iglesia, fue SAN AGUSTÍN DE HIPONA
quien más contribuyó a la elaboración teológica del concepto pecamino-
6 En honor a la verdad, existen ideologías religiosas más erotófobas que el cris-
tianismo, como es el caso del Islam. Además, la misma dinámica de la civilización
cristiana ha permitido el permanente juego dialéctico entre las tendencias conservadoras
y progresistas, con un balance generalmente favorable a las últimas.
7 Se da el nombre de Padres de la Iglesia a los místicos, todos ellos imbuidos
de una intensa repugnancia por el placer sexual, que florecieron principalmente entre
los siglos Iv y VII, y que establecieron las bases doctrinales del cristianismo; por ejem-
plo, ORÍGENES, TERTULIANO, SAN JUAN CRISÓSTOMO, SAN AMBROSIO, SAN JERONIMO
y SAN AGUSTÍN. La obsesión erotófoba de ORÍGENES fue tal, que lo llevó a aplicarse
literalmente la metáfora de Mateo, 19:12.
8 La antisexualidad de SAN PABLO se manifiesta en sus diversos escritos. Pasajes
ejemplares son los siguientes: "Huid de la fornicación; los demás pecados son cometidos
fuera del cuerpo, pero fornicar es pecar contra el propio cuerpo" (1 Corintios 6:18).
"La fornicación, la impureza de cualquier clase o la promiscuidad no deben ni siquiera
mencionarse entre vosotros, pues no es propio de santos. No debe haber conversaciones
o chanzas vulgares o salaces, pues no conviene, sino más bien acciones de gracias.
Porque podéis estar seguros de que ninguno que incurra en fornicación, impureza
o promiscuidad —que es lo mismo que idolatría— heredará algo del reino de Dios"
(Efesios, 5:3-5).
9 Muy probablemente, en muchos ascetas había un fuerte componente masoquis-
ta. Además, en la ideología ascética hay una contradicción, porque lo que se persigue
con ella es el gozo supremo: la contemplación divina por toda la eternidad.
lo Sin embargo, la razón fundamental de la norma del celibato sacerdotal, im-
puesta posteriormente en forma oficial, no fue la adherencia a los preceptos de los
anacoretas, sino la necesidad de mantener el poder económico de la Iglesia, impidiendo
que sus bienes se dispersaran al ser heredados.
so del acto sexual no reproductor. La opinión agustiniana de que la
procreación es el fin primario del matrimonio y que el placer sexual
es abyecto fue ratificada más tarde por SANTO TOMÁS DE AQUINO, y
defendida por la generalidad de los teólogos moralistas hasta épocas
muy recientes.
Según VAN USSEL, la sociedad cristiana medioeval aceptaba como
normal la disociación entre el precepto antisexual teórico y la práctica
real de la función erótica, y la exigencia de conformidad de esta con
aquella se remontaría apenas al siglo XVI. El mismo autor sostiene
también que no fue el cristianismo el creador de la represión sexual,
sino la sociedad burguesa. Es cierto que esta se ha beneficiado de aque-
lla, por lo cual la ha estimulado y reforzado; pero de aquí a haberla
creado hay un gran trecho. La erotofobia de nuestra civilización es
un claro producto de la moral ascética cristiana, y lo que la ideología
burguesa hizo fue aprovecharla en beneficio propio. Por otra parte,
es muy probable que, con sus normas antisexuales y mediante la confe-
sión, la Iglesia tratara de ejercer un control sicológico sobre el individuo,
pero con poco éxito, como lo muestra la historia.
La gratuita erotofobia de la ética cristiana se patentiza con la inter-
pretación que le da al sexto precepto del Decálogo, el cual es enunciado
como "no fornicar", a pesar de que los textos bíblicos originales (Éxo-
do, 20:14 y Deuteronomio, 5:18) son muy claros en prohibir no la
fornicación, sino el adulterio, y esto porque él era un ataque a la propie-
dad privada del marido. Lo que aquel código primitivo consideraba
grave era el robo de la vagina de la esposa-objeto, no la obtención
de placer sexual; por ello la prohibición se repite en el Éxodo, 20:17
y en el Deuteronomio, 5:21, en donde la mujer es equiparada lisa y
llanamente con las demás pertenencias del hombrell, y en donde tam-
bién se vuelve a condenar el robo de cosas específicas,ue ya había
sido vedado genéricamente en el séptimo mandamiento (Éxodo, 20:15
y Deuteronomio, 5:19).
Los seres humanos nunca han sido racionales en sus creencias reli-
giosas y, lo que es más grave, la mayoría de ellos ni siquiera piensan
que deberían serlo. Cuando la religión condena el ejercicio autónomo
de la función erótica, lo hace en nombre de una supuesta ley o moral
"natural" que, curiosamente, no fue promulgada por los biólogos sino
por los padres del cristianismo, en defensa de sus peculiares conceptos
ético-metafísicos, y para lo cual se apoyaron en la rudimentaria biología
de ARISTÓTELES.
II "No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva,
ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca" (Éxodo, 20:17),
12 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CONCEPTOS GENERALES 13
WOLFGANG WICKLER señala que cuando la Iglesia habla de "natu-
raleza humana", se está refiriendo a una idea del ser humano derivada
de un concepto estático del mundo biológico, en el cual la evolución
y la cultura no desempeñan papel alguno. Si las normas éticas estuvieran
basadas en la naturaleza, deberían tener la capacidad de variar y adap-
tarse a nuevas circunstancias; cuando no ocurre así —como en el caso
de la sexualidad—, es porque se han derivado de una noción abstracta
y falsa de la naturaleza humana. De ahí que el argumento religioso
más absurdo en contra de la función erótica sea su asimilación a la
actividad sexual meramente animal. Muy al contrario, fue justamente
la encefalización de la sexualidad animal la que permitió separar por
completo la función sexual placentera de la reproductora, para conver-
tirla en la forma más perfecta y hermosa de relación entre seres huma-
nos. Quienes todavía creen que la "finalidad" exclusiva o principal
de la sexualidad humana es la procreación, y que ella no tiene una
función autónoma de interrelación emocional y física y de satisfacción
sensual, son los que verdaderamente rebajan la condición humana al
estado animal más primitivo. Como dice HAVELOCK ELI.IS, en estas per-
sonas, "el esfuerzo hecho por Dios (o la naturaleza), durante millones
de años de lucha penosa, para liberar a la especie humana de la coyunda
reproductora, característica de los animales inferiores, ha sido total-
mente malgastado".
A partir de la Conferencia de Lambeth de 195812, la doctrina teo-
lógica sexual del anglicanismo fue modificada radicalmente con el re-
chazo de la concepción agustiniana de la sexualidad matrimonial, y
con la aceptación de que tanto la función reproductora como la erótica
están en un mismo plano de igualdad y legitimidad. Esta es también
la opinión de los principales teólogos protestantes modernos, y es in-
cuestionable que en su adopción han desempeñado gran papel los pre-
ceptos de la moral de situación.
No ocurre así con la Iglesia católica, cuya posición oficial continúa
siendo en esencia la de SAN AGUSTÍN. De acuerdo con ella, la búsqueda
de la satisfacción erótica por sí misma es intrínsecamente mala, pues,
como lo enseña SANTO TomÁs (Summa theologiae, suppl., 65:3, resp.),
el placer sexual es un simple señuelo que la naturaleza utiliza para
lograr la reproducción. Se debe insistir en este punto, porque algunos
laicos católicos, influidos posiblemente por las opiniones individuales
de ciertos clérigos "liberales", se niegan a reconocer que el rigorismo
sexual del magisterio eclesiástico permanece inmodificado.
12 La conferencia de Lambeth es un sínodo que reúne periódicamente a los obis-
pos de la Iglesia anglicana, y cuyas conclusiones tienen gran repercusión doctrinal.
Para SAN AGUSTÍN solo había tres "bienes" matrimoniales (bona
matrimonii): la procreación (proles), la fidelidad (fides) y el sacramento
(sacramentum), y de ellos el primero era el fin primario del matrimonio.
En este esquema, el coito era prácticamente un malum matrimonia,
que apenas se justificaba como medio para lograr el primer "bien":
la procreación. Por consiguiente, el acto sexual matrimonial que busca-
ba exclusivamente el placer era pecado mortal y, como tal, vergonzoso
e indigno; incluso si la cópula se utilizaba como remedium concupiscen-
tiae —finalidad autorizada por SAN PABLO (I Corintios, 7:9)--, era al
menos pecado venia113. Esta doctrina fue ratificada —con sutiles dis-
tingos que no modificaban la substancia— por los más prestigiosos
teólogos medioevales y más modernos, lo mismo que por diversos pontí-
fices; por ejemplo, SAN GREGORIO MAGNO, PEDRO LOMBARDO, SAN ALBER-
TO MAGNO, SANTO TOMÁS DE AQUINO, TOMÁS SÁNCHEZ, INOCENCIO XI y
SAN ALFONSO MARÍA DE LicoRio14.
Contemporáneamente, la doctrina católica sobre la sexualidad (que,
como ya dijimos, no ha variado en lo esencial) está manifestada en
la encíclica Casti connubii, 9, 33, 34, 37, la Alocución a las comadronas
italianas, 19, 27, 34, 41, 42, 45, pronunciada por Pío XII en 1951,
la constitución Gaudium et spes, 48, 50, del Concilio Vaticano II, la
encíclica Humanae vitae, II, 12, 14, la Declaración sobre ética sexual,
hecha en 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y en
numerosas alocuciones del papa reinante, Juan Pablo II, de las cuales
es ejemplo típico la catequesis del 8 de octubre de 1980; en ella el
papa (basado en una peculiar interpretación de Mateo, 5:27-28) afirma
que si un hombre mira a la esposa "lascivamente", comete adulterio
"en el corazón"15. La intransigencia de la Iglesia ha hecho que, en
la práctica, la mayoría de los católicos le concedan poca o ninguna
autoridad en lo referente a la sexualidad. Como dice DELFGAAUW, "Ga-
lileo, Darwin, la cuestión obrera y la sexualidad son palabras claves
que nos descifran por qué la Iglesia tiene tan poca autoridad".
Algunos teólogos católicos liberales, influidos también, indudable-
mente, por las normas de la ética de situación, han tratado de modificar
13 Es indudable que buena parte de la erotofobia de SAN AGUSTÍN tuvo origen
en su pasado maniqueo.
14 Las ideas de SANTO TomÁs sobre la sexualidad revisten singular importancia,
por ser el más influyente de los teólogos católicos. Su rigorismo se manifiesta particular-
mente cuando dice que el marido excesivamente apasionado de la esposa (ardentior
amator uxoris) comete pecado mortal (Summa theologiae, suppl., 49:6, resp.), con
lo cual no hace sino adoptar la opinión ya expresada por SAN AGUSTÍN y SAN JERÓNIMO.
15 Con lo cual Juan Pablo II no hace sino corroborar lo dicho por SANTO TO-
MÁS. SAN AGUSTIN y SAN JERÓNIMO.
14 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 15
la opinión rigorista oficial de la Iglesia en materia sexual, y se han
alineado con los teólogos protestantes. Así, en 1966, el Nuevo catecismo
para adultos (catecismo holandés) decía: "Se va formando ya la concep-
ción que ve la sexualidad como un valor en sí; se consideran la sexuali-
dad y la fecundidad más como valores concurrentes en la unidad de
un todo vital que como realidades meramente ordenadas la una a la
otra, en calidad de medio y fin". Y en 1972, el teólogo STEPHAN PFORT-
NER aceptaba abiertamente el derecho a disfrutar del placer sexual co-
mo tal, controlado solo por "el amor unido a la razón". La más reciente
expresión del pensamiento teológico católico liberal sobre la sexualidad
está recogida en el libro de KOSNIK y colaboradores, Human sexuality:
New directions in American Catholic thought, publicado en 1977. En
él se concluye que lo que debe primar al calificar la moralidad de un
acto sexual es establecer si él estimula la maduración creativa y la inte-
gración de la personalidad humana; si esta condición se cumple, el
acto es lícito, aunque no sea procreador y sea practicado por solteros.
Como era de esperarse del obstinado conservadurismo de la curia roma-
na, con el papa a la cabeza, los anteriores puntos de vista han sido
condenados categóricamente, y a sus propugnadores más eminentes
se los ha despojado del privilegio de enseñar teología. De todos modos,
el liberalismo sexual de los teólogos católicos disidentes es muy relativo,
pues únicamente llega a la etapa de la "permisividad amorosa" (véase
más adelante), amén de que tratan vanamente de encontrar una justifi-
cación de sus ideas en las levísimas matizaciones de la doctrina tradicio-
nal, que se encuentran en las obras de ciertos teólogos ortodoxos de
gran autoridad, y en algunas declaraciones del magisterio.
Digamos, finalmente, que si la moral católica conociera los descu-
brimientos modernos en fisiología sexual humana, y si no estuviera
tan obsesionada por la misoginia y la erotofobia, podría aceptar, sin
quedar mal, la licitud intrínseca de la función erótica. Como su modelo
de acto sexual "natural" es el efectuado por el varón, dentro del inflexi-
ble esquema teleológico, la simultaneidad del orgasmo y la eyaculación
no deja otra alternativa que conceder la primacía a la reproducción.
Sin embargo, la existencia en la mujer de una absoluta independencia
anatómica y funcional entre el erotismo y la procreación, es decir,
el hecho de que el coito sea un método poco eficaz para que la hembra
humana llegue al orgasmo, y que al clítoris no se le conozca función
diferente de la de producir orgasmos cuando es estimulado, permitiría
a la Iglesia aceptar el placer sexual autónomo, sin menoscabo de su
visión finalista de la naturaleza. Al respecto, existe un paralelismo entre
la posición oficial de la Iglesia frente a la función erótica y la adoptada
por ella frente a la astronomía copernicana y galileica. Así como antaño
condenó el heliocentrismo, hoy la Iglesia condena la búsqueda autónoma
del placer sexual, basándose en argumentos dogmáticos y autoritarios,
y desconociendo la evidencia científica. Esta similitud da pie para espe-
rar, con algún optimismo, que en un futuro (ojalá no muy lejano)
ella acepte los argumentos racionales y científicos a favor de la legitimi-
dad natural de la función erótica.
3.2. Criterios de ética sexual .—En la cultura occidental han existi-
do (o coexistido) varios criterios morales con respecto al comportamien-
to sexual, que se pueden clasificar a lo largo de un continuo. Yendo
del polo conservador al liberal, los principales son: a) el ascetismo,
b) el doble patrón, c) la permisividad amorosa, y d) el hedonismo.
a) El ascetismo, como norma de conducta sexual, ha sido propug-
nado por las sectas cristianas más tradicionalistas, ejemplo de las cuales
es el catolicismo romano. Dicho tipo de precepto ético establece que
la finalidad de la actividad sexual es la procreación, es decir, solo es
lícita si ocurre dentro del matrimonio y en forma tal que no impida
la fecundación; por consiguiente, todo acto sexual que no llene estos
requisitos es "pecaminoso" y "antinatural". La modalidad más rigoris-
ta e irreal, el ascetismo absoluto, ensalza la virginidad como el estado
más perfecto y deseable del ser humano.
b) No obstante, los Padres de la Iglesia y los moralistas que pro-
mulgaron y refinaron el ascetismo reconocieron la imposibilidad de
su práctica por parte de la mayoría de los varones, y tácitamente exigie-
ron su estricto cumplimiento solo a las mujeres; es decir, establecieron
el doble patrón, según el cual la violación del precepto rigorista es
tolerada o aceptada (e incluso socialmente estimulada) en los hombres,
pero censurada y castigada en las mujeres. Hay que observar que este
criterio ético no fue invención exclusiva del cristianismo, pues ha existi-
do en otras sociedades falocráticas diferentes de la cristiana, pero única-
mente con el propósito pragmático de defender la propiedad privada
del hombre. Además, en la sociedad europea antigua, la virginidad
prematrimonial femenina era normativa básicamente para la población
urbana, y sobre todo para la nobleza y la burguesía, porque el campesi-
nado seguía la tradición de las relaciones sexuales premaritales, una
vez formalizado el compromiso matrimonial.
c) La permisividad amorosa apareció en Occidente cuando los tro-
vadores provenzales del siglo XII idearon el concepto de amor románti-
co heterosexual, pero adquirió la máxima importancia en el presente
siglo en los Estados Unidos y otros países europeos mayoritariamente
no católicos. Este precepto establece que el enamoramiento es un requi-
sito esencial para la actividad sexual, y que sin el amor el erotismo
9
1
16 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 17
es bestial y desprovisto de sentido; aunque el amor es el contexto ideal
para la expresión del amor y la sexualidad, ella se justifica antes del
matrimonio si se acompaña de sentimientos amorosos. Dicha ética ha
sustituido en buena parte al ascetismo y al doble patrón (lo cual es
positivo), pero, por la manera negativa como considera la función exclu-
sivamente placentera de la sexualidad, es en el fondo una forma de
neopuritanismo, una especie de ascetismo reencauchado, que ofrece
una seudosolución al callejón sin salida creado por la rigidez de la
moral cristiana tradicional; por ello ha tenido gran acogida entre los
moralistas protestantes y católicos liberales. Una infortunada conse-
cuencia lingüística de la permisividad amorosa es haber puesto de moda
la absurda y empalagosa expresión "hacer el amor" (importada del
francés, por la vía del inglés, en años recientes), para designar lo que
en buen romance se llama fornicarbs, y con la cual se ha llegado al
ridículo extremo de aplicarla al coito de los animales.
d) El hedonismo es un sistema ético que reconoce plenamente la
existencia de la función erótica, es decir, acepta la sexualidad como
fuente de satisfacción legítima para uno mismo o para otros, indepen-
dientemente de un contexto amoroso y de la institución matrimonial.
Sin embargo, hay que distinguir dos tipos de él: el irresponsable y
el responsable. El hedonistairresponsableobtiene el placer sin importar-
le las consecuencias nocivas de sus actos para otras personas; en cambio,
en el ejercicio de la función erótica, el hedonista responsable tiene siem-
pre en cuenta la regla de oro del comportamiento humano: actuar en
forma tal que no se lesione a los demás.
¿Qué podemos comentar sobre los anteriores criterios de moralidad
sexual? Los tres primeros y el hedonismo irresponsable son irracionales
e inconvenientes: el ascetismo es claramente antibiológico y cruel. El
doble patrón es notoriamente injusto para con la mujer, y permite
al hombre dar rienda suelta a su hedonismo irresponsable. La permisivi-
dad amorosa tiene la desventaja de basarse en una ilusión, amén de
menospreciar ilógicamente el placer sexual como tal. Los aspectos nega-
tivos del hedonismo irresponsable son evidentes. En cuanto al hedonis-
mo responsable, a pesar del horror con que es visto por la moral ascética,
creemos que es el sistema ético sexual más lógico y racional, como
esperamos demostrarlo en este libro. En nuestra cultura erotófoba,
el concepto de hedonismo ha tenido siempre significado negativo, por-
que se ha asociado solo con el placer sexual. Pero esto es un error,
16 Los melindrosos que repugnen emplear este término, pueden echar mano de
otros sinónimos españoles usuales, como "copular" o "efectuar el coito", o incluso
revivir verbos anticuados, pero de rancia prosapia castellana, como "folgar" o "yogar".
ya que él simplemente implica el disfrute de los aspectos amables o
placenteros de la existencia. Por consiguiente, tan hedonista es quien
ejerce la función erótica, como quien saborea una comida deliciosa,
o escucha música de su compositor favorito, o lee un libro de un autor
apreciado, actividades estas que no son condenadas por los moralistas
contemporáneos. Incluso cuando el asceta busca el gozo supremo de
la salvación eterna, mediante la mortificación terrenal, paradójicamente
está practicando un hedonismo "metafísico" o "de acción retardada"
(véase la nota 9). Es que el hedonismo es inherente a la naturaleza
humana: lo importante es saberlo profesar de manera responsable.
Hay que anotar que los mayores inconvenientes no radican en
profesar un determinado tipo de ética, siempre y cuando las personas
que interactúan sexualmente adhieran estrictamente a él. Pero lo que
sucede con frecuencia es que ellas siguen normas diferentes; por ejem-
plo, mientras que el hombre actúa como hedonista irresponsable, la
mujer cree en la permisividad amorosa. En tales casos no es de extrañar
que una relación fundada en tan diferentes premisas esté condenada
al fracaso.
En conclusión, no negamos la necesidad de una ética que regule
el ejercicio de la función erótica. Pero ella debe ser una ética racional,
concordante con la naturaleza humana, el estado real de la evolución
social y los conocimientos científicos; no una basada en tabúes obsole-
tos, rezagos de épocas prehistóricas, o en los simples caprichos de las
mentes de los anacoretas. Como toda institución humana, la moral
debe existir para beneficio de las personas, no estas para el de aquella,
que es lo que ha querido el ascetismo cristiano en el campo de la sexualidad.
4. LA SEXUALIDAD Y LA "NORMALIDAD" CONDUCTAL
Los estudios etológicos muestran lo erróneo que es aplicar criterios
finalistas al comportamiento animal. Ellos ponen de manifiesto que,
muchas veces, las actividades "sexuales" de diversas especies cumplen
funciones diferentes de la procreación, porque el funcionamiento de
los órganos de los animales puede variar durante el proceso evolutivo
biológico. Si esto sucede en las especies inferiores, con mayor razón
es de esperar que ocurra en el caso del Horno sapiens, puesto que
él tiene la capacidad consciente de modificar la naturaleza. KINSEY des-
cribe cuatro tipos de factores que influyen sobre la conducta sexual
humana: a) la herencia biológica, especialmente la de la clase de los
mamíferos; b) la herencia individual; c) las diversas experiencias de
la vida del individuo, y d) los estímulos provenientes del entorno inme-
diato. Estos factores determinan que a) en principio, ninguna actividad
18 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
CONCEPTOS GENERALES 19
sexual que haga parte de la filogenia pueda ser clasificada como antina-
tural, anormal o perversa per se; b) sea posible que la persona desarrolle
un comportamiento sexual específico, como consecuencia de su consti-
tución sicosomática particular, sin que ello signifique anormalidad in-
trínseca; c) el individuo sea en gran parte producto de las experiencias
pasadas, sobre todo las de la niñez y adolescencia, que pueden haberlo
condicionado a reaccionar sexualmente en una forma determinada; d) al-
gunas personas actúen "anormalmente" porque tal conducta les sumi-
nistra mayor satisfacción inmediata (y, posiblemente, a largo plazo)
que la prescrita por la sociedad.
4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual.—Como
lo señalan muchos autores, WICKLER y HAEBERLE entre ellos, cuando
se habla de actos sexuales "contra natura" no se está empleando un
lenguaje biológico y objetivo, sino uno moral y subjetivo, fundamenta-
do en la definición de "natura" dada por los moralistas de siglos atrás,
y no por los biólogos, etólogos y sexólogos modernos que estudian
la conducta sexual. La confusión que ha existido entre lo que es "nor-
mal" y "anormal" en el comportamiento sexual humano proviene de
la noción teleológica profesada por los moralistas que primero legisla-
ron sobre tal conducta, y que decidieron que la "ley natural" —concepto
tomado por ellos de ARISTÓTELES- ordena que todo acto sexual sea
dirigido hacia la procreación. Sucede, sin embargo, que incluso en el
supuesto caso de que existiera una "ley sexual natural", no tendríamos
por qué obedecerla forzosamente, ya que la inmensa mayoría de las
obras humanas son "artificiales" o "antinaturales", y la existencia
misma de la civilización y la cultura es una interferencia permanente
en los procesos naturales. Como dice FLYNN, la frustración de la "in-
tención natural" ha sido la vocación del hombre desde que inventó
el primer instrumento, y lo seguirá siendo hasta el día de la última
invención; y LUCAS agrega que si fuéramos "naturales" deberíamos
vivir desnudos y subidos en los árboles. En efecto, se puede decir con
toda certeza que lo verdaderamente natural en el ser humano es su
"antinaturalidad".
Los teólogos moralistas, que condenan el ejercicio autónomo de
la función erótica con argumentos teleológicos, son totalmente inconse-
cuentes al aplicarlos con exclusividad a la conducta sexual y no a otras
actividades humanas. Así, cuando ellos utilizan el transporte aéreo,
no son conscientes del gravísimo pecado que cometen "contra natura",
puesto que los seres humanos no fueron hechos naturalmente para vo-
lar. Como la boca de los animales tuvo como función primigenia la
alimenticia, los moralistas erotófobos deberían censurar su empleo "an-
tinatural" para hablar, cantar, silbar o tocar el saxofón. Igualmente,
deberían condenar el fútbol, puesto que la naturaleza "hizo" los pies
para caminar o correr, no para darle patadas a un balón. Y cuando
se enfermaran, no deberían acudir a los médicos, sino esperar la cura-
ción espontánea o la muerte, ya que ello es lo natural, mientras que
la medicina es una invención humana que modifica el proceso natural
de curación espontánea o muerte. En todo esto deberían seguir a TER-
TULIANO, quien, al prohibir a los cristianos el uso de ropas de lana
teñida —porque Dios no creó ovejas de colores—, al menos estaba
siendo consecuente con sus ideas finalistas. La verdad es que la naturale-
za no es (no puede ser) teleológica, es decir, tener "intenciones", sino
que es susceptible de transformaciones, muchas veces profundas, me-
diante mecanismos evolutivos o por voluntad del Homo sapiens. Por
eso es natural toda modificación de las condiciones naturales primige-
nias realizada por el ser humano, como el avión, los instrumentos musi-
cales de viento o la medicina. En realidad, solo es antinatural lo que
no puede suceder, como, v. gr., que un perro hable espontáneamente.
El concepto de normalidad o anormalidad de los actos sexuales
no tiene, entonces, origen biológico, sino que es una convención huma-
na. MARMOR señala que es imposible analizar objetivamente la conduc-
ta sexual si no se deja de lado el estrecho patrón de referencia sociocultural
del individuo. Quienes niegan esto olvidan o desconocen que la biología
es evolutiva; es decir, la biología humana no es un mero conjunto
de instintos animales, sino que involucra la función cerebral superior
o intelectiva, producto de la evolución, que hace que la interacción
con el entorno sociocultural sea un fenómeno peculiar de la naturaleza
humana. La biología humana es cualitativamente diferente de la biolo-
gía animal, porque la función intelectiva adquirió el predominio en
la economía del Horno sapiens y lo distingue del resto de los animales.
Fue esta función síquica superior la que permitió la aparición de la
función erótica; por lo tanto, si bien es cierto que la función sexual
reproductora es un imperativo biológico animal, la función erótica es
un imperativo biológico humano, y, como tal, perfectamente natural.
4.2. Criterios de normalidad sexual.—Existen varios criterios para
juzgar la "normalidad" de la conducta sexual: a) el moral tradicional,
b) el cultural o estadístico, c) el personal, d) el biológico o filogénico,
e) el clínico o de salud mental, f) el legal, y g) el sexológico.
a) El criterio moral tradicional, que se apoya en un falso criterio
biológico, estatuye que la función erótica es "pecaminosa" y "anor-
mal" porque contradice una "ley natural" (promulgada por Dios) que
prescribe que la sexualidad debe ser utilizada exclusiva o primariamente
para la reproducción. Evidentemente, esta es una opinión metafísica,
sin base lógica o científica, que no puede ser aceptada racionalmente.
20 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 21
b) El criterio cultural o estadístico, que proclama "normal" la
actividad sexual aceptada por la mayoría de una población humana,
tampoco es correcto, por tres razones: La primera, porque generalmente
está influido por el criterio moral. La segunda, porque muchas veces
el juicio de la mayoría es contrario a la realidad. La tercera, porque,
con gran frecuencia, los actos sexuales condenados ostensiblemente por
los miembros de una sociedad son practicados extensamente en privado;
es decir, es un criterio hipócrita.
c) Según el criterio personal, es conducta sexual "normal" la que
el individuo considere así. Generalmente coincide con el cultural y tiene
los mismos inconvenientes. En los pocos casos que choca con el criterio
estadístico, puede acarrearle problemas al individuo.
d) El criterio biológico o filogénico verdadero establece que, en
principio, es normal la conducta sexual humana que haya sido observa-
da también en los animales inferiores. El criterio biológico falso es
el teleológico imaginado por los moralistas erotófobos.
e) El criterio clínico o de salud mental verdadero considera que,
en principio, es normal el comportamiento sexual egosintónico. El crite-
rio clínico falso es el basado en los criterios moral tradicional y biológico
falso.
f) El criterio legal estatuye que es "anormal" la conducta sexual
calificada de "delictiva" en un código. Es correcto si limita la califica-
ción delictiva al comportamiento sexual comprobadamente nocivo. Es
incorrecto si declara delictiva la conducta sexual supuestamente nociva
o simplemente "inmoral", en el sentido erotófobo.
g) El criterio sexológico de normalidad, que se fundamenta en
los criterios biológico y de salud mental verdaderos, establece que una
conducta sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, solo puede
ser considerada anormal, inadecuada o patológica si esintrínsecamente
nociva para la integridad somática o síquica del individuo o de otras
personas. No obstante, la nocividad debe ser relativamente grave, ya
que, de otro modo, los individuos intolerantes se podrían oponer, por
las razones más nimias, a las actividades sexuales de las personas. Cabe
notar que usualmente el carácter compulsivo del comportamiento lo
hace nocivo, y que con frecuencia también ocurre así cuando la conduc-
ta es exclusiva. Por otra parte, interferir en el comportamiento sexual
o modificarlo está justificado en dos circunstancias: desde el punto
de vista terapéutico, si es nocivo para el individuo; desde el punto de
vista legal, si es nocivo para los demás.
5. LA CONTINENCIA SEXUAL
La continencia o castidad es la abstención absoluta o temporal
del ejercicio de la función erótica. A pesar de que algunos sistemas
morales proclaman su excelencia, no hay duda de que la continencia
absoluta es una anomalía biológica; aunque la muerte no sobrevenga
por no practicarla, para muchos seres humanos la función erótica es
sicológicamente tan necesaria como comer y beber lo son físicamente.
ZWANG dice: "La función erótica no solamente ofrece una admirable
e indispensable distracción de las preocupaciones, sino que también
enriquece el espíritu con la experiencia que ella sola puede suministrar:
ensancha el conocimiento, calma la agresividad morbosa y estimula
el pacifismo y la creatividad".
Además del argumento moral erotófobo, se han esgrimido muchos
otros a favor de la continencia prematrimonial. Por ejemplo, la preven-
ción de las enfermedades sexualmente transmisibles, los efectos favora-
bles sobre el matrimonio, los efectos favorables sobre el desarrollo
de la personalidad y la prevención de los embarazos prematrimoniales.
El primer argumento no tiene solidez, porque es como pedir que la
gente no coma para evitar indigestiones. El segundo es refutado por
los estudios sociológicos, que no muestran relación entre la actividad
o inactividad sexual premarital y la armonía matrimonial. El tercero
tampoco tiene validez, porque no hay prueba de que exista relación
entre erotismo y creatividad; si bien es cierto que algunos grandes hom-
bres (filósofos, científicos, etc.) han "sublimado" sus impulsos sextia-
les17, un buen número de ellos han sido muy activos sexualmente. En
cuanto al cuarto, la respuesta son los actuales métodos anticonceptivos.
Otro argumento utilizado en contra del ejercicio de la función
erótica es el "catastrofista"18, según el cual la decadencia de las gran-
des civilizaciones antiguas se debió principalmente a su hedonismo.
Como ejemplo clásico se presenta el caso del Imperio Romano, sobre
cuya caída se han propuesto muchas teorías: desde la más vetusta y
desacreditada (la catastrofista), hasta la más reciente, que culpa al satur-
nismo crónico de los romanos. La realidad es que los responsables
17 A propósito, FREUD, creador del concepto de "sublimación", creía que la con-
tinencia no contribuye a formar pensadores originales, sino más bien "honradas me-
dianías".
18 Los más distinguidos defensores de las tesis catastrofistas fueron FREUD, con
argumentos sicoanalíticos, y UNW1N, con argumentos históricos y antropológicos.
22 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 23
fueron factores socioculturales y económicos diversos, entre los cuales,
según LEWINSOHN, está paradójicamente, el ascetismo cristiano19.
La continencia puede causar problemas a las personas (sobre todo
del sexo masculino), de acuerdo con la intensidad individual del apetito
sexual. En personas de libido débil, la castidad, incluso de larga dura-
ción, es poco o nada nociva; pero no sucede así en personas de libido
fuerte. HAVELOCK Ents señala que quienes menosprecian los trastor-
nos que puede acarrear la continencia deberían recordar que los anaco-
retas vivían obsesionados por los pensamientos eróticos y sufrían
terriblemente por ello, a pesar de ser los mejor calificados —por decisión
personal y por forma de vida— para guardar castidad.
La historia del celibato sacerdotal católico muestra cómo fueron
de inoperantes, durante mucho tiempo, las normas relativas a él. Hasta
muy avanzada la Edad Media, el matrimonio o el concubinato de los
sacerdotes (e incluso de los obispos) fueron muy frecuentes. Y después
que, con la amenaza de graves penas, se impuso el celibato al clero
raso20, muchos altos eclesiásticos (comenzando por algunos papas) y
gran número de religiosos regulares de ambos sexos continuaron violan-
do la regla de continencia, la cual solo comenzó a ser respetada por
la generalidad de los clérigos a partir del siglo XVII.
Digamos, por último, que sexológica y humanamente no tenemos
objeción que hacer a la continencia, cuando es elegida consciente y
libremente por el individuo. Aunque, desde un punto de vista estricta-
mente biológico (animal), ella es antinatura121, como hemos visto atrás,
el hombre tiene el derecho de escoger entre seguir la norma biológica,
19 Por otra parte, cabe preguntar: ¿cuál Imperio y cuál hedonismo?, por lo si-
guiente: los historiadores fijan, convencionalmente, la caída del Imperio Romano en
476, año en el cual ODOACRO, rey de los hérulos, destronó a RÓMULO AuoUsino,
último emperador de Occidente. No obstante, hay que señalar que: a) Desde el gobierno
de CONSTANTINO (306-337), el centro del Imperio se había trasladado a Bizancio (Cons-
tantinopla), y Roma había quedado reducida a una ciudad provincial, cuyo único
mérito era que en ella residía el obispo que aspiraba a la primacía en la cristiandad.
Se puede decir, entonces, que el legítimo sucesor del antiguo Imperio Romano fue
el Imperio de Oriente, con sede en Constantinopla, el cual vino a caer en 1453. b) Desde el
Edicto de Milán (313), el cristianismo pasó a ser de hecho la religión del Imperio
Romano, y fue oficializado en 394 por el emperador TEODOSIO, quien prohibió y
persiguió todo otro culto. Por lo tanto, en el momento de su caída, el Imperio Romano
era formalmente cristiano desde hacía casi cien años, y es más lógico pensar que los
responsables de ella fueran los cristianos, y no los paganos "hedonistas" que habían
escapado a las persecuciones.
20 El decreto de nulidad de los matrimonios de los clérigos mayores data del
siglo XII.
21 De lo cual no parecen darse cuenta los teólogos moralistas que condenan la
"antinaturalidad" de la función erótica.
modificarla o rechazarla, de acuerdo con su mejor conveniencia. Lo
que criticamos a los propugnadores de la ideología erotófoba es: a) la
pretensión de que la castidad es el estado ideal del ser humano, cuando
no es más que una manera de vivir, humana pero atípica; .o) el empleo
de la coacción física o metafísica para imponerla. Más aún, desde un
punto de vista práctico y basándonos en los postulados riel hedonismo
responsable, nosotros aconsejaríamos a las muchachas solteras que re-
flexionaran más de dos veces antes de acceder al coito con el novio,
no solo para asegurarse de que él es verdaderamente deseado, sino
para que tengan la oportunidad de analizar mejor las intenciones del
varón, puesto que si —como es probable— él profesa el doble patrón,
la mujer llevaría todas las de perder aceptando la propuesta. Una vez
tomada la decisión de realizar el coito, la segunda recomendación sería,
por supuesto, no llevarlo a cabo sin emplear un método anticonceptivo
apropiado.
6. LA SEXUALIDAD Y EL AMOR
"Le désir est le primum movens de la recherche
de l'autre, l'homme n'existe que par son corps, á
partir duquel l'esprit édifie ses somptueuses supers-
tructures. L'amour couronne le lien hétérosexuel que
le désir ronde. Trop de vies ont été gáchées par l'anti-
naturelle primauté de l'esprit, par l'aberrante obliga-
tion sentimentale préalable".
ZWANG, La fonction érotique.
EL amor (afecto)22 es una manifestación emocional placentera que
hace que el individuo sea atraído por otro ser humano y trate de compe-
netrarse con él; no obstante, en ocasiones la emoción afectiva puede
establecerse entre un ser humano y un animal. Hay diversos tipos de
amor: amistoso, parental, fraternal, romántico, pasional, pero aquí
solo nos interesan los dos últimos.
El enamoramiento23 es un estado emocional, en buena parte irra-
cional, que ha eludido toda comprensión científica o filosófica; única-
mente los poetas pueden ufanarse de tener una visión más o menos
22 La diferencia entre amor y afecto es cuantitativa: la intensidad del primero
es mayor que la del segundo.
23 Últimamente, algunos han dado en emplear el barbarismo "limerancia", tra-
ducción literal del término inglés limerence, puesto en circulación por JOHN MONEY,
y correspondiente a lo que en español siempre se ha llamado "enamoramiento".
24 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 25
clara, pero obviamente subjetiva, de él. Por lo general, el enamoramien-
to está acompañado de un competente libidinoso, de intensidad varia-
ble; cuando dicho componente predomina sobre el afectivo se habla
de amor pasional.
Es preciso despejar la atmósfera mítica que ha rodeado al enamora-
miento. En primer lugar, el concepto de "amor eterno", favorito lugar
común de los enamorados, no tiene sentido aplicado a la variedad ro-
mántica, y mucho menos a la pasional, por lo cual (con raras excepcio-
nes) siempre ha sido, es y será más una ilusión que una realidad. La
razón es básicamente fisiológica: el organismo no puede sobrevivir largo
tiempo al estrés a que lo somete una emoción fuerte. Lo normal es
que la habituación —gran disolvente de todos los caprichos— vaya
amortiguando la intensidad del componente libidinoso del amor, y trans-
formándolo en un afecto amistoso. Aceptado lo anterior, no es difícil
entender la falsedad de otro mito: que el individuo no se pueda enamo-
rar varias veces o de varias personas a la vez. Además, salta a la vista
lo arriesgado que es fundamentar el matrimonio en una emoción, como
sucede en la cultura occidental contemporánea. Para muchas personas
el amor romántico es, pues, una entidad casi mística, sin la cual la
búsqueda del placer sexual se vuelve degradante y animal; a la creación
de este concepto ha contribuido, indudablemente, la tradición erotófo-
ba occidental y su reciente substitución por la norma ética de la permisi-
vidad amorosa.
Ciertamente, la emoción amorosa es un fenómeno humano que
desempeña un importante papel en muchas relaciones sexuales. Lo ina-
ceptable es la pretensión de los adictos al puritanismo de nuevo cuño
—desde consejeras sentimentales hasta teólogos moralistas "de van-
guardia", pasando por eminentes siquiatras, sicoanalistas, sicólogos,
sociólogos... y sexólogos (!)—, que han dictaminado que la actividad
sexual placentera debe estar precedida y acompañada de sentimientos
amorosos mutuos para que se pueda llamar humana. Con la propaga-
ción de tal infundio, los ideólogos del romanticismo han creado una
"metafísica" de la sexualidad, completamente inútil y muchas veces
nociva, porque transforma en algo terriblemente complicado lo que
por naturaleza es muy simple (pero serio a la vez): la búsqueda del
placer sexual. Esto no es sino una muestra de lo que JOHN W1LSON
llama la "falacia discriminatoria", que consiste en creer que si determi-
nada forma de actividad es de gran importancia o significación para
los seres humanos, otras formas de dicha actividad son bajas, desprecia-
bles o degradantes. Aplicada a la sexualidad, tal falacia implica que
solo es buena la actividad erótica realizada dentro de un estado amato-
rio, mientras que la efectuada fuera de la relación amorosa, buscando
solo el placer, es mala. La función erótica humana es un fenómeno
independiente del enamoramiento, y aunque él es deseable dentro del
contexto de la relación sexual, debe ser visto más como un epifenómeno
que como un constituyente esencial de ella. En lo que respecta al hombre
esta ha sido la experiencia histórica; en lo que atañe a la mujer, posible-
mente la cultura patriarcal occidental la ha condicionado a dejarse do-
minar por el sentimiento amoroso, con desmedro de su potencialidad
erótica, en beneficio de intereses masculinos de diverso tipo.
Un ejemplo que sirve para ilustrar la verdadera relación entre el
erotismo y el amor es la música. Nadie puede negar que ella es una
invención humana. Ahora bien, se acepta que la música puede clasificar-
se en un continuo valorativo, que va desde el grado máximo (correspon-
diente a la llamada "música clásica") hasta el grado mínimo
(correspondiente a la "música popular"); el primero vendría, entonces,
a equivaler a la actividad erótica con amor, y el segundo a la actividad
erótica sin componente amoroso. Hay, sin embargo, muchas personas
que nunca adquieren la educación auditiva necesaria para apreciar la
música clásica, y que únicamente encuentran placer en la música popu-
lar, como hay muchas otras que no pueden o no quieren enamorarse
de la pareja sexual. Sería muy bueno que todos los individuos disfruta-
ran de la música clásica y ejercieran la función erótica en estado de
enamoramiento, pero no es lógico considerar bestial y degradante la
actividad sexual puramente placentera o el disfrute exclusivo de la músi-
ca popular, porque ambos casos son manifestaciones de capacidades
(o limitaciones) característicamente humanas.
Por otra parte, no es cierto que la relación sexual puramente placen-
tera no tenga algún componente emocional. Todo lo contrario, por
fugaz que sea el placer erótico, quien lo recibe (a menos que sea un
machista impenitente) no puede permanecer emocionalmente indiferen-
te ante quien lo suministra, y experimenta un sentimiento positivo hu-
mano, llámese o no afecto, hacia quien satisface su necesidad erótica;
esto se aplica incluso a la relación mercenaria. Justamente, lo más
difícil y displaciente de la ruptura de una relación sexual es la elimina-
ción del vínculo afectivo que casi inevitablemente se ha creado. Otra
tontería de amplia circulación es la de que la mujer es "cosificada"
si se la mira única o principalmente con interés sexual; es absurdo
sostener que ella no pueda ser respetada y estimada como ser humano,
y a la vez deseada eróticamente. Claro está que muchos hombres actúan
menospreciándola, pero ello se debe a la aberración machista. Todas
las personas que por sus dotes naturales puedan ofrecer satisfacciones
a los demás son apreciadas básicamente por ellas, y en cierta forma
se convierten en "objetos", independientemente de sus cualidades hu-
26 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 27
manas. Exigir que haya amor en toda relación sexual es tan disparatado
como tener que "amar" al virtuoso violinista, a la gran diva o al excelen-
techef de cuisinepara poder disfrutar del placer auditivo proporcionado
por aquellos o del gustativo suministrado por este.
En conclusión, como lo señala ZWANG, el amor romántico o pa-
sional no es un requisito natural para el disfrute del placer sexual.
El deseo erótico es (al menos en el varón) la motivación principal para
la búsqueda de la pareja sexual, y el amor no es sino la culminación
(no necesaria) del vínculo que crea el deseo.
7. LA SEXUALIDAD Y EL MACHISMO
El machismo es una actitud y un comportamiento sociosexual mas-
culino, propios de las culturas patriarcales de la cuenca mediterránea
y de Latinoamérica; sus dos rasgos característicos son la agresividad
y la' creencia en el doble patrón de moralidad sexual. En lo social,
el hombre "macho"24 acepta como axiomáticas todas las afirmaciones
falaces acerca de la superioridad del varón sobre la mujer; el machismo
social inculca al hombre la idea de que debe estar permanentemente
dispuesto a manifestar su agresividad, y que siempre debe hacer frente
al peligro, sin retroceder ante él. Al macho le está vedado expresar
emociones "suaves", como la ternura o la tristeza ("un hombre macho
no debe llorar"), pero en cambio sí debe dar rienda suelta a las emocio-
nes "fuertes", como la ira. En lo sexual, el machismo prescribe la
absoluta libertad erótica del varón, y la obligación de afirmar la masculi-
nidad fornicando con muchas "hembras", preferiblemente en activa
competencia con otros hombres. Como el machista sabe que el punto
débil de la mujer es la mayor afectividad, explota hábilmente esta des-
ventaja femenina, para sus propósitos, por medio de la galantería, vela-
do instrumento de conquista sexual que, al mismo tiempo, sirve para
patentizar y reafirmar la supremacía masculina, y hace que la mujer
se sienta una persona débil e incapaz de valerse por sí misma. La ideolo-
gía machista es reforzada por la actitud victimista y la conducta pasiva
que adoptan las mujeres en las sociedades falocráticas.
En las culturas machistas, tanto el hombre como la mujer deben
sujetarse a las normas sociales de "honor" y "vergüenza", que tienen
diferentes significados para uno y otra. Para la mujer tales normas
consisten en conservar a toda costa la virginidad premarital y, luego
24 Está por elaborar una sicología del bigote, pero es innegable que él es uno
de los mejores emblemas de la masculinidad, y por eso es usado por muchos hombres
en las culturas fuertemente machistas.
de casada, la "dignidad" de matrona; para el hombre, el honor y
la vergüenza significan hacer gala de su machismo e impedir o castigar
con toda severidad las posibles violaciones del código del doble patrón
en que incurran las mujeres sujetas a su dominio. En cuanto a él respec-
ta, el machista se siente con pleno derecho a usufructuar su libertad
sexual, incluso luego de casado, como lo corroboran los dichos popula-
res ("la que se casa es la mujer"; "casado, pero no capado"). Los
hombres solteros o casados que cuentan con medios económicos sufi-
cientes tienen amantes más o menos oficiales, que no pocas veces solo
son fuentes de satisfacción sicosocial, porque los machistas desconocen
la esencia del erotismo y confunden la función sexual placentera con
la reproductora: son mediocres o pésimos fornicarios, pero excelentes
sementales.
El donjuanismo, que es la versión elegante internacional del ma-
chismo sexual, no debe confundirse con el casanovismo. El donjuán
típico puede permanecer un tiempo más o menos largo sin tener relacio-
nes sexuales, porque mientras logra que la mujer ingenua caiga en sus
garras, el "sitio de la fortaleza" es suficiente satisfacción; por el contra-
rio, el casanova, cuyo deseo sexual es muy intenso, no puede utilizar
la lenta táctica del donjuán, puesto que su constitución lo lleva a buscar
la descarga orgásmica en forma relativamente rápida. Además, mientras
que el donjuán encuentra gran placer en el engaño, el peligro y el domi-
nio, y desprecia a la mujer que se deja conquistar, el casanova respeta
la calidad humana de sus amantes, no las trata engañosamente y le
concede todo su valor al erotismo.
FUNCION
EROTICA
o
S
o
z
o
O
o FUNCION
> REPRODUCTORA
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 29
logrado en gran parte a expensas de la función reproductora (figura 1).
Con relativamente pocas excepciones, el comportamiento sexual animal
está ligado estrechamente a la procreación; sinembargo, la función reproduc-
CAPÍTULO II
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
I. INTRODUCCIÓN
En la sexualidad humana se distinguen dos componentes: el biológi-
co y el sociocultural!. El primero constituye la base o substrato sobre
el cual se construye el superestrato comportamental, determinado por
la cultura; esta influye, pues, poderosamente sobre el componente bioló-
gico, en forma positiva o negativa. La influencia es positiva cuando
la cultura establece solo las restricciones a la actividad sexual de sus
miembros necesarias para la estabilidad social en un momento histórico
y en un hábitat dados. Es negativa cuando se hacen perdurar prohibicio-
nes sexuales caducas, que en nada benefician a la sociedad y, en cambio,
causan sufrimiento a los individuos. Es, entonces, necesario conocer
los dos componentes de la sexualidad, para comprender cuál debe ser
su forma racional de interacción.
2. SUBSTRATO BIOLÓGICO
De las varias funciones de la sexualidad resaltan dos, que son la
más arcaica y la más moderna, filogénicamente hablando; la primera
es la reproductora y la segunda la placentera. Desde un punto de vista
cualitativo, es probable que ambas tengan importancia similar para
la mayoría de los seres humanos. Desde un punto de vista cuantitativo,
la función erótica eclipsa casi por completo la reproductora, ya que
se puede asegurar que más del 99% de los coitos que realiza una pareja
durante la vida matrimonial tienen propósito placentero, al menos para
el hombre; la importancia del erotismo en la vida sexual del ser humano
es un producto del proceso evolutivo hacia la hominización, y se ha
Debe tenerse en cuenta que la división de la sexualidad humana en componen-
tes biológicos y socioculturales, aunque metodológicamente útil, no es estrictamente
correcta, ya que la sociedad y la cultura son también productos de la biología: todos
los fenómenos socioculturales tienen origen en actos síquicos humanos, y estos, a
su vez, son generados mediante mecanismos neurofisiológicos cerebrales, es decir, bio-
lógicos.
HOMO SAPIENS
ANIMAL MAS SIMPLE
Figura 1
tora sexual va perdiendo exclusividad a medida que se asciende en la
escala evolutiva y aparecen nuevas funciones sexuales, una de las cuales,
la erótica, corresponde al grado máximo de la evolución: el Horno sapiens.
La figura 1 no es del todo correcta, pues parece sugerir que la
función erótica existe ya en los animales inferiores, máxime si se tienen
en cuenta los ejemplos de autoestimulación sexual en los mamíferos
infrahumanos, especialmente en los primates. Es posible que en estos
últimos, que taxonómicamente están cercanos al hombre, haya cierta
búsqueda del placer mediante los actos sexuales, pero él sería un placer
inconsciente o animal, cualitativamente diferente del placer consciente
humano, porque para que este exista se requiere haber alcanzado la
plenitud de la encefalización. El "orgasmo" que, según algunos investi-
gadores, podrían sentir algunos monos (y, con mayor razón, el que
experimentarían animales más primitivos que ellos) debe ser más vegeta-
tivo e indiferenciado que consciente y erótico; él probablemente tiene
mayor afinidad con las motivaciones placenteras producidas por OLDS
en ratas, mediante la estimulación eléctrica hipotalámica, y con las
que permiten el condicionamiento animal en general, que con el placer
sexual verdadero. La diversificación funcional de la sexualidad en los
animales infrahumanos se manifiesta en formas diferentes del erotismo,
como veremos más adelante.
30 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 31
El animal en celo no tiene, pues, propósito consciente alguno,
sino que es impulsado a actuar por el instinto reproductor, en función
de la supervivencia y dentro de su peculiar universo perceptivo, ya
que, como dice UEXKÜLL, en el mundo de una mosca solo existen "co-
sas de mosca". Comparado con los demás animales, el hombre conoce
un mundo muchísimo más amplio y en otra dimensión, al cual tiene
acceso porque ha desarrollado una inteligencia y una imaginación sim-
bólicas. En otras palabras, la inteligencia biológica es la medida cualita-
tiva del mundo particular creado por el cerebro de una especie particular,
y el universo que conoce el hombre es el grado humano de la inteligencia
biológica. MUNN señala que las funciones asociativas cerebrales, como
el razonamiento, son características del cerebro humano, el más desa-
rrollado, mientras que el de los vertebrados inferiores presenta pocas
áreas de asociación, debido a que su función primordial tiene que ver
con la percepción sensorial y el control motor instintivo o reflejo; por
ello, en el grado humano de la evolución los instintos no existen, o
están tan modificados por el aprendizaje que no se pueden reconocer.
No obstante, la evolución de la inteligencia ha presentado continuida-
des y discontinuidades; es decir, las estructuras cerebrales de los animales
más evolucionados no solo sirven para repetir funciones y formas más
primitivas de adaptación biológica, sino también para ejecutar otras nue-
vas. Precisamente, dos discontinuidades cualitativas evidentes en el trans-
curso de la evolución mental animal fueron la aparición del lenguaje
simbólico y la función erótica en el ser humano. Por lo tanto, el esquema
de la figura 1 queda mejor representado como aparece en la figura 2.
HOMO SAPIENS
F. E
FUNCION
REPRODUCTORA
ANIMAL MAS SIMPLE
El adecuado cumplimiento de las funciones sexuales animales de-
pende de la interacción de factores intrínsecos o filogénicos y extrínsecos
o ambientales.
3. FACTORES FILOGÉNICOS
3.1. Hormonas sexuales.—A todos los niveles de la filogenia, el
control primario de las actividades sexuales recae sobre las hormonas
sexuales, pero su importancia varía con la posición del animal en la
escala evolutiva: es mayor a niveles inferiores, y va siendo menor a
medida que la corteza cerebral se desarrolla, porque ella va adquiriendo
mayor importancia, hasta alcanzar la máxima en los primates superiores
y sobre todo en el hombre.
Según BEACH, los efectos de las hormonas sexuales sobre el com-
portamiento animal son de dos clases: desarrollantes y concurrentes.
Los primeros ocurren durante una de las fases del desarrollo, tienden
a ser permanentes o irreversibles y algunos pueden mantenerse latentes
hasta una fase posterior de la vida del animal; por ejemplo, en muchas
especies —y posiblemente en la humana— la expresión pubescente de
ciertos rasgos sexuales físicos o conductales depende, hasta cierto punto,
de la estimulación androgénica prenatal. Los segundos son reversibles,
iterativos y no se limitan a un período determinado del desarrollo;
regulan la atracción del macho por la hembra, la de esta por aquel
y el maternalismo. BEACH propone también que los mecanismos com-
portamentales básicos de machos y hembras están presentes en los indi-
viduos normales de ambos sexos, pero los circuitos neuronales mediadores
del comportamiento típico de los machos están mejor organizados en
ellos y son más fácilmente activados por los andrógenos que en las
hembras; lo opuesto sucede en estas y sus circuitos neuronales responden
mejor a los estrógenos.
En la generalidad de las especies animales inferiores, el apareamien-
to se realiza en forma periódica, de acuerdo con el estado de receptividad
de la hembra, el cual depende de las hormonas. En la época de celo
o estro, cuando la concentración de estrógenos está más elevada, la
hembra se vuelve atractiva para el macho e incluso lo busca activamente;
en cambio, en la época de anestro lo rehúye, y la inactividad copulatoria
es tal que en ciertos mamíferos el orificio vaginal se cierra. El macho
se adapta a este ciclo reproductor, y no muestra interés sexual fuera
de la época de celo, porque su sistema endocrino sexual disminuye
la actividad. Excepcionalmente, los machos de algunos animales domés-
ticos pueden responder a la hembra en forma más permanente, lo cual
es debido a las modificaciones producidas por la domesticación. En
EVOLUCIONBIOLOGIC
Figura 2
32 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 33
el nivel evolutivo humano, la independencia del comportamiento sexual
con respecto a las hormonas es casi completa; por lo tanto, hombres
y mujeres están permanentemente capacitados para la actividad sexual,
a pesar de que la función reproductora se cumpliría satisfactoriamente
si se hubiera mantenido en los humanos el tipo cíclico de disponibilidad
sexual, característico de los animales inferiores. Este es otro argumento
a favor de la autonomía de la función erótica humana, y en contra
de su supeditación a la reproducción, proclamada por la teología moral
católica ortodoxa2.
En lo que respecta al comportamiento sexual animal, las funciones
específicas de las hormonas sexuales son:
a) En el macho, los andrógenos permiten que se excite con la hem-
bra receptiva y que desarrolle la capacidad de copular con ella; en
la hembra, los andrógenos producidos por la corteza suprarrenal indu-
cen la receptividad sexual frente al macho.
b) En la hembra, los estrógenos estimulan la producción de subs-
tancias que atraen olfatoriamente al macho, y desarrollan y mantienen
los caracteres sexuales cuaternarios, responsables del dimorfismo sexual
estructural.
c) En la hembra, la progesterona potencia la acción de los estróge-
nos. Por otra parte, parece que la disposición y la capacidad de las
hembras para copular depende más de la interacción de las hormonas
con los circuitos neuronales específicos, mientras que el funcionamiento
sexual depende más de la corteza cerebral en los machos, en los cuales
las hormonas sustentarían la integridad del tejido nervioso.
3.2. Papel de la olfacción.—En la mayoría de los mamíferos y
en muchos otros animales, como los insectos, el olfato desempeña un
importante papel en la transmisión y recepción de los mensajes sexuales.
Sobre todo en los insectos, existen substancias denominadas feromonas
y de composición química conocida, que al ser expelidas por un animal,
producen efectos conductales y fisiológicos sexuales en otro animal de
la misma especie. En muchos mamíferos macrosmáticos, diversos tipos
de substancias olorosas, como el almizcle, son producidas por glándulas
especiales o se encuentran en la orina y en las secreciones vaginales
de las hembras en celo; en este último caso, el olor de dichas substancias
atrae a los machos desde grandes distancias, y aunque ellas no tienen
la especificidad de las feromonas de los insectos, por analogía se las
llama así.
2 A no ser que los teólogos redarguyan que el estado de permanente disponibili-
dad sexual del hombre es obra del demonio Asmodeo...
Los primates, sobre todo el ser humano, son animales microsmáti-
cos, pero en ellos también se encuentran substancias olorosas, identifi-
cadas como ácidos grasos alifáticos de pequeño número de carbonos,
y que corresponden parcialmente a las substancias mensajeras sexuales
de los mamíferos inferiores. Como solo en casos excepcionales los seres
humanos son capaces de percibir olores corporales a distancia, la impor-
tancia de tales substancias como estimulantes sexuales es poca o ningu-
na. No obstante, durante la actividad sexual, el íntimo contacto corporal
permite en muchos casos captar los olores de las excreciones de la
pareja, como el sudor y la orina, y el del trasudado vaginal, que general-
mente no son desagradables si han sido producidos recientemente,
y ejercen un efecto erotógeno en muchos individuos. Por último, los
perfumes pueden ser excitantes sexuales si se asocian con el recuerdo
de un objeto sexual deseado.
3.3. Papel de la visión.—La vista es el sentido mediante el cual
se percibe el dimorfismo sexual corporal. En los mamíferos inferiores
tiene importancia como coadyuvante del olfato en la comunicación
sexual a distancia, y en otros vertebrados, como las aves, desempeña
el papel principal. Igualmente, en los primates, especialmente el ser
humano, la visión estereoscópica ha desplazado al olfato como medio
de atracción sexual; en el caso humano, además, ha permitido el desa-
rrollo del concepto de belleza erótica femenina.
3.4. Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexua-
les y su subordinación al comportamiento.—Los estudios etológicos
han evidenciado uno de los más fundamentales principios de la evolu-
ción biológica, sobre todo en lo que respecta a la sexualidad, cual
es el de que los órganos del animal se adaptan a su actividad; es decir,
un órgano que originalmente servía para cumplir cierta función, durante
el proceso filogénico puede adquirir la capacidad de realizar otras di-
ferentes3. Por lo tanto, el aforismo lamarckiano, "la función crea el
órgano", es esencialmente correcto y se reformula modernamente así:
"el comportamiento modifica el órgano y la función"4. Por ejemplo,
el pene de los vertebrados superiores, además de ser el órgano copula-
dor, sirve también para excretar la orina; esta, fuera de ser un vehículo
para eliminar productos orgánicos de desecho, es utilizada por los ma-
chos de algunos mamíferos macrosmáticos para delimitar sus territorios
3 El desconocimiento de esta realidad biológica es lo que hace que la ortodoxia
católica siga sosteniendo que el "fin" primario de la sexualidad del ser humano es
la reproducción.
4 Empleando el símil de BOTERO, no es que el cauce esté hecho para el río, sino
que este crea aquel.
34 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 35
o para marcar a las hembras con las cuales se aparean. La boca, que
en la generalidad de los animales sirve para comer, defenderse o atacar, en
el ser humano ha adquirido nuevas funciones, como hablar, cantar
o tocar instrumentos de viento, mientras que como arma ha quedado
reducida a la mínima expresión.
Las funciones animales sufren, pues, cambios adaptativos a medida
que se asciende en la escala evolutiva, y los comportamientos y señales
primigeniamente sexuales (reproductores) adquieren nuevos significa-
dos no sexuales, lo cual es más evidente en los primates. Está plenamente
establecido que en muchas especies de ellos los individuos de ambos
sexós adoptan la posición copulatoria típica de la hembra, y los machos
exhiben el pene, en erección o no, fuera de un contexto reproductor.
Al encontrarse, las hienas moteadas de cualquier sexo exhiben los órga-
nos genitales y los olfatean y lamen mutuamente. Según HANBY estos
comportamientos sociosexuales ocurren en situaciones de tensión o excita-
ción, como son las de salutación, disturbio o recreación, y tienen una
función tranquilizante; para otros investigadores, tales comportamientos
son formas de dar a conocer posiciones de dominación o sumisión dentro
de una jerarquía social. La exhibición genital como gesto salutatorio o
sumisivo puede derivarse de la conducta sexual (reproductora) del macho,
como en el caso de las hienas, o de la conducta de la hembra, como
en el caso de los primates, e implica en ocasiones un evidente mimetismo,
como es la presencia de seudopene y seudotestículos en la hiena hembra,
y de carnosidades sexuales (sexual skin) en el babuino macho.
Los estudios de MACLEAN muestran que existe una estrecha rela-
ción entre las áreas cerebrales que controlan las funciones alimenticias
y sexuales, mediada posiblemente por el sentido del olfato; por ejemplo,
no es raro observar erecciones en animales o niños recién nacidos al
ser alimentados. Esta sería la base anatomofisiológica de la práctica
de olfatear y lamer mutuamente los genitales, presentes en muchos
animales durante las actividades sociosexuales, o reproductoras. Tam-
bién podría haber una íntima relación biológica entre la conducta agresi-
va y la sexualidad, como parecen indicarlo las exhibiciones genitales
de tipo amenazante o tranquilizador en muchos primatess. Por otra
parte, la alimentación boca a boca (o pico a pico), que es un componente
de la actividad de cuidadb de las crías en muchos vertebrados, en otros
animales, entre ellos el ser humano, ha perdido su función original,
pues los contactos boca a boca son empleados en los actos sociales
salutatorios; además, en los humanos el beso ha adquirido una clara
significación erótica.
5 En el caso humano, los infantes pueden encolerizarse y tener erecciones al no
recibir la leche.
3.5. Inversión del comportamiento sexual animal.—Existe la creencia
de que los comportamientos "masculinos" y "femeninos" están rígida-
mente diferenciados y preestablecidos por la naturaleza; la realidad
es que ellos no están claramente determinados. Machos y hembras pue-
den adoptar la conducta que se presume propia del otro sexo, de acuerdo
con las circunstancias, por lo cual no hay que extrañar que ello ocurra
también en los humanos; por eso el babuino macho toma la posición
copulatoria "típica" de la hembra como gesto tranquilizador o sumisi-
vo, mientras que la hembra "monta" a otra como gesto de dominación.
La inversión del comportamiento sexual está muy extendida entre los
animales, particularmente los machos, e indica que en ellos hay un
substrato biológico común de reacción sexual indiferenciada. No obs-
tante, hay que distinguir esta inversión conductal sexual o conducta
"homosexual" animal del concepto de homosexualidad aplicado al ser
humano (véanse los caps. iv y VIII). Los factores que pueden desenca-
denar la inversión del comportamiento sexual animal son los siguientes:
a) como ya se indicó, las situaciones de dominación/sumisión o de sa-
lutación tranquilizadora; b) las actividades lúdicas juveniles sexualmente
indiscriminatorias; c) la incapacidad del animal para identificar el sexo
del otro animal; d) la ausencia de un individuo del otro sexo y la
presencia de uno del mismo sexo en una situación de excitación sexual
del animal; e) las experiencias previas de inversión sexual del animal.
BEACH considera que la incompleta diferenciación del comporta-
miento sexual animal es debida a que él está regulado por el principio
de la complementación del estímulo y la respuesta, según el cual existe
una fuerte tendencia a que un estímulo sexual de tipo "femenino"
desencadene una reacción copulatoria de tipo "masculino", y viceversa,
independientemente del sexo biológico de los individuos interactuantes.
3.6. Aplicación al ser humano.—Entre los humanos existe un sim-
bolismo sexual "atávico", recordatorio de las exhibiciones genitales
de los primates. En muchas culturas antiguas y modernas se han emplea-
do, con fines de protección, amenaza o demostración de poderío, diver-
sos símbolos fálicos, como las figuras itifálicas, el cetro de los reyes
y la bragueta del vestido masculino antiguo. En diferentes culturas
y circunstancias (por ejemplo, en las prisiones), un hombre puede ser
forzado a someterse a la pedicación pasiva por parte de otro que desea
demostrar su dominio. Además, algunas fantasías y sueños homosexua-
les pueden ser manifestaciones de sentimientos inconscientes de domina-
ción o sumisión. MACLEAN hipotetiza que el origen del cubrimiento
de los órganos sexuales y del sentimiento de pudor se hallaría en la
necesidad de evitar las situaciones conflictivas que produciría la exhibi-
ción permanente del pene, símbolo de poder y amenaza.
36 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 37
Como en la mayoría de los mamíferos distintos del Horno sapiens
las mamas solo se hacen prominentes en la época de lactancia, DES-
MOND MORRIS propone que ellas y otros órganos y regiones corporales,
como las nalgas, podrían haberse desarrollado adaptativamente como
señales para atraer al hombre, y reemplazarían así las carnosidades
sexuales de las hembras de los primates infrahumanos. ELAINE MORGAN
critica la hipótesis de MORRIS como ejemplo de androcentrismo evolu-
cionista, y en su reemplazo ofrece explicaciones ginecocéntricas. No
obstante, el simbolismo erótico de senos y nalgas es un hecho incontro-
vertible, al menos en la cultura occidental.
Hemos visto en las páginas anteriores que la diversificación adapta-
tiva de órganos y funciones animales es una norma biológica, que se
hace más evidente en el hombre porque él la cumple en forma conscien-
te. Por lo tanto, las múltiples variaciones ("perversiones") de la conduc-
ta sexual humana y su independencia de la función reproductora son
resultados naturales del proceso evolutivo.
3.7. Enfoque sociobiológico.—Desde el, punto de vista de la fun-
ción sexual reproductora, hay argumentos sociobiológicos a favor de
un dimorfismo conductal bien definido, los cuales, además, ofrecen
una explicación plausible de las variaciones del dimorfismo corporal
en las diferentes especies. Concretamente, la función reproductora del
animal individual no sería perpetuar la especie, sino facilitar al máximo
la representación genética del individuo en ella. Como mecanismo gené-
ticamente adaptativo, los machos estarían, entonces, programados para
ser activos en el cortejo, y viceversa, en el caso de las hembras. Otra
manera de considerar el dimorfismo comportamental y estructural, sería
teniendo en cuenta la relativa importancia de la "inversión de capital"
genético que hacen los machos y las hembras. En las especies polígamas,
los machos invierten poco y las hembras mucho, por lo cual estas son
muy selectivas y aquellos muy diferentes corporalmente y promiscuos
conductalmente; en las especies monógamas, la inversión que hacen
machos y hembras es aproximadamente igual, y hay poco dimorfismo
corporal. Según esto, por su dimorfismo sexual estructural tan evidente,
el ser humano sería naturalmente polígamo, y la monogamia
que practica en ciertas culturas constituiría una adquisición social reciente.
Aunque muchos conceptos sociobiológicos son de gran utilidad
para comprender la conducta animal en general, el error de sus propug-
nadores es querer aplicar al hombre un estricto determinismo biológico,
olvidando que él es un ser esencialmente diferente de los demás anima-
les, y está capacitado para "desobedecer" muchas normas naturales,
como en efecto lo ha hecho, y continuará haciendo hasta el final de
su existencia.
4. FACTORES AMBIENTALES
4.1. Efectos del aprendizaje y la experiencia.—E1 proceso evoluti-
vo hace que el comportamiento animal vaya siendo cada vez menos
dependiente de los instintos y más de la corteza cerebral y del aprendiza-
je y la experiencia. Al parecer, estos dos factores ambientales producen
cambios estructurales en el cerebro en maduración, por lo cual el desa-
rrollo de la conducta sexual está influido por ellos, aun en mamíferos
infrahumanos. Por ejemplo, muchos estudios, realizados en diversas
especies, muestran que para que haya un adecuado comportamiento
reproductor en la adultez, es necesario que el animal interactúe durante
la infancia con la madre y con otros infantes y adultos de su especie,
y que tenga la oportunidad de ver efectuar la cópula; en el entorno
natural, los animales jóvenes practican juegos sexuales (monta y movi-
mientos pelvianos) imitativos de los actos reproductores de los adultos,
que son formas de aprendizaje de la función sexual. La experiencia
es, entonces, un requisito para la manifestación del comportamiento
sexual, sobre todo en los machos, y lo que hacen las hormonas secreta-
das en la pubertad es aumentar la estimulabilidad sexual, interactuando
con los mecanismos cerebrales organizados por la experiencia, y facili-
tando su expresión. Igualmente, se ha establecido que la experiencia
es necesaria para el desarrollo del comportamiento maternal, supuesta-
mente instintivo. En la rata (y probablemente en otros mamíferos) los
estrógenos (o estos y la prolactina) actúan antes del parto para estimular
el comportamiento preparatorio de recepción de las crías, pero inmedia-
tamente después de él, la influencia hormonal es substituida por la
interacción entre la madre y los hijos. Se requiere un aprendizaje previo
de la madre, para que sea capaz de conducirse óptimamente frente
a las crías, como lo indica el hecho de que, por lo general, las hembras
primíparas son descuidadas y torpes con las crías, o temerosas de ellas,
y en algunos casos las atacan y devoran. Además, si las madres son
separadas de los hijos durante las primeras horas después del parto,
la conducta de cuidado de las crías (maternalismo) no se desarrolla,
o lo hace imperfectamente.
Por otra parte, hay datos que sugieren que los factores ambientales
influyen, no solo sobre la conducta, sino sobre la fisiología. Estudios
en ratones hembras indican que el proceso de maduración sexual es
acelerado por los olores prevenientes de los machos adultos, y retardado
por los de las hembras inmaduras. Existen también indicios de que
la interacción personal puede influir en la fisiología humana; se ha
encontrado que los ciclos menstruales de las mujeres que viven en común
tienden a sincronizarse.
38 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 39
4.2. Aplicación al ser humano.—Es posible que los principales fac-
tores responsables de la combinación apropiada de los estímulos sexual-
mente excitantes para el hombre sean el aprendizaje y la experiencia;
además, es probable que, como sucede en los primates infrahumanos,
los juegos sexuales infantiles también sean necesarios en el humano
para el ejercicio adecuado de la función erótica adulta.
En cuanto al "instinto maternal" de la mujer, con mayor razón
que en el caso de los animales inferiores, el condicionamiento cultural
es el principal responsable de su aparición. Como lo señala BADINTER,
basada en análisis históricos, el maternalismo no es un instinto sino
un sentimiento humano creado por las circunstancias, y como tal, esen-
cialmente contingente. Al respecto, varios estudios ponen de manifiesto
que es la interacción —visual sobre todo— entre la madre y el hijo,
durante las primeras horas del posparto, la que despierta el interés
maternal. Aunque en el ser humano normal, de cualquier sexo, parece
existir una capacidad innata de cuidado del recién nacido (maternalis-
mo, o mejor parentalismo), ella solo se manifiesta en presencia del
esquema infantil de LORENZ, que está constituido por los rasgos mor-
fológicos del infante: cabeza grande, cuerpo relativamente pequeño,
frente ancha y prominente, y mofletes. Además, hay investigaciones
que sugieren que la interacción madre-neonato es más necesaria para
desarrollar el interés maternal de las mujeres solteras o de bajo nivel
sociocultural o económico; otros estudios indican la importancia de
la interacción positiva de la mujer con su propia madre, durante la
niñez, para el mismo efecto. Prueba de la inexistencia del "instinto
maternal" humano la constituyen los millones de mujeres embarazadas
que, anualmente en todo el mundo, se hacen inducir el aborto, sin
que nada haga pensar que adolezcan de trastornos sicológicos, excepto
los que les crea la sociedad cuando emocionalmente las califica de "ma-
dres desnaturalizadas". Más evidente aún es el caso de las mujeres
que abandonan a los hijos luego de nacidos, a pesar de haber estado
ya bajo el influjo del esquema infantil.
4.3. Teoría de Prescott.—Al considerar el desarrollo de la conduc-
ta humana en general y sexual en particular, vale la pena mencionar
la teoría de PREscorr, según la cual la incapacidad para establecer
vínculos afectivos en las relaciones humanas es la causa primaria de
la violencia en ellas. Según este investigador, la mujer tiene mayor
facilidad que el hombre para manifestar su potencial afectivo e integrar-
lo con sus actividades, por lo cual ella característicamente tiende menos
a la agresividad y a la crueldad que el varón. Asimismo, la comparación
hecha por PRESCOTT de datos conocidos de sociedades ágrafas, y los
obtenidos por él entre estudiantes estadounidenses indican que la expre-
sión temprana del afecto de los padres hacia los hijos, la estimulación
somatosensorial temprana de estos y la permisividad en las relaciones
sexuales premaritales se hallan en relación inversa con las manifestacio-
nes adultas de violencia y crueldad. Sin embargo, LIBBY y STRAUS en-
contraron que esta relación se cumple únicamente en los individuos
que se apartan del modelo machista sexual; además, otros estudios
sugieren que la estimulación somatosensorial temprana puede no ser
beneficiosa para algunos individuos. De todos modos, es muy probable
que los rasgos masculinos de mayor agresividad y violencia puedan
ser modificados por el condicionamiento cultural.
5. SUPERESTRATO SOCIOCULTURAL
BEACH señala que a medida que la cultura se fue haciendo más
compleja, se fue produciendo también la socialización de la sexualidad
y la sexualización de la sociedad. Lo primero quiere decir que las dife-
rencias sexuales primigenias (reproductoras) han dado origen a muchas
otras disimilitudes entre los géneros; lo segundo, que muchos comporta-
mientos sociales, que no tienen relación con las diferencias biológicas
genéricas, han adquirido significado sexual.
WILLIAM DAVENPORT dice que la herencia biológica provee al indi-
viduo de las capacidades potenciales para actuar en la vida adulta,
pero solo mediante la adecuada socialización y maduración ellas son
moldeadas como pautas de conducta lo suficientemente uniformes para
permitir la interacción con los demás; en otras palabras, el programa
genético sexual debe estar abierto al influjo del entorno sociocultural.
Hay semejanzas en las actitudes y comportamientos sexuales de diversas
sociedades, que no son explicables biológicamente, y que han de consi-
derarse resultantes de aprendizajes y experiencias comunes a todas;
el ejemplo más notable es la universalidad del tabú del incesto dentro
de la familia nuclear, el cual indudablemente respondía a una necesidad
social en el momento histórico de su institución. Por otra parte, existen
grandes diferencias entre las diversas culturas respecto a las actitudes
y los comportamientos sexuales, que corresponden a las modificaciones
culturales del substrato biológico, y ocurren porque el hombre adquiere
la mayor parte de sus conocimientos, no por experimentación solitaria,
sino mediante las enseñanzas directas o indirectas que recibe. Una regla
general, de consecuencias muchas veces negativas, es la de que los inte-
grantes de todas las sociedades están ligados a sus culturas, y tienden
a considerar sus propias costumbres sexuales, no como tradiciones, sino
como normas absolutas o dogmas teológicos.
40 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 41
6. ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD VARIABLES INTERCULTURALMENTE
En las páginas siguientes presentamos ejemplos de la relatividad
cultural del comportamiento sexual, tomados de estudios socioantropo-
lógicos realizados en diversas sociedades ágrafas. Aunque en tiempo
presente, las descripciones corresponden básicamente al estado de cosas
anterior al contacto y "contaminación" con los misioneros cristianos
y demás colonialistas "blancos". Contra la validez de estos ejemplos
se podría argüir que se trata de gentes "salvajes", "primitivas" o "inci-
vilizadas", pero tal concepto, producto del prejuicio etnocéntrico, no
tiene fundamento. Esos pueblos pueden ser tan "evolucionados" como
los occidentales, pero la evolución siguió una dirección diferente de
la de nuestra civilización tecnológica. La distinción entre "salvajes"
y "civilizados" fue una consecuencia de las teorías de los antropólogos
evolucionistas del siglo XIX, con las cuales se pretendió justificar el
colonialismo y el imperialismo.
Sin embargo, no se puede negar que ciertas prácticas sexuales de
culturas no occidentales son inaceptables por sus características de coac-
ción y crueldad; ejemplos de ellas son la clitoridectomía y la infibulación de
la vulva entre los pueblos nilóticos y otros africanos, y la circuncisión
y la subincisión del pene entre los aborígenes australianos6. Es también
cierto que todas las sociedades son hipócritas en mayor o menor grado:
se predican unos tipos de actitudes y comportamientos y se practican
otros, por lo cual siempre habrá contradicciones entre la ética y el
comportamiento, aunque de diferente naturaleza en cada cultura. Ade-
más, las normas de conducta sexual son universalmente más laxas para
los hombres que para las mujeres. No obstante, es preciso señalar la
libertad y la naturalidad con que, en términos generales, se mira la
función erótica en las sociedades polinesias y en otras más, que contras-
tan con la erotofobia de nuestra civilización. Aun así, algunas de dichas
culturas prescriben pautas de funcionamiento sexual o de relación inter-
genérica rigurosas o absurdas. Un ejemplo es el significado sexual que
en ciertos casos se le da a la compartición de alimentos entre el hombre
y la mujer, que llega a adquirir el carácter de verdadero "incesto ali-
menticio".
6 Hay que sobreponerse a la tentación de ver estas bárbaras costumbres como
propias de pueblos "primitivos", porque en el siglo pasado, y aun en el presente,
muchos médicos europeos y estadounidenses practicaban la clitoridectomía con gran
entusiasmo, como tratamiento para la epilepsia y la "ninfomanía". Además, en los
Estados Unidos se efectúa actualmente la circuncisión rutinaria de los recién nacidos,
con pretextos médicos espurios, y la misma mutilación es practicada por los judíos,
por razones religiosas.
6.1. Coito premarital femenino.—Nuestra cultura, en aplicación
del doble patrón de ética sexual, hace énfasis en la prohibición del
coito premarital de la mujer, y en la preservación de la integridad del
himen hasta el matrimonio, como garantía de virginidad. La himenola-
tría cultural adquiere las características más repugnantes en los pueblos
que practican la clitoridectomía y la infibulación, o la desfloración
manual semipública de la novia por parte del novio. Sin embargo,
hay muchas sociedades que aceptan el coito premarital de la mujer
y no le dan mayor importancia a la virginidad; según GEBHARD, esto
sucede en más de la mitad de las ágrafas, y la proporción ascendería
al 70% si se incluyeran aquellas que condenan públicamente la actividad
sexual de las solteras pero la aceptan en privado. En algunos casos,
como ocurre entre los bontocos de las Filipinas, los tengereses de Java,
los votiakos de la Unión Soviética y algunos pueblos polinesios, la
virginidad femenina es francamente desventajosa, porque los hombres
prefieren como esposas a las mujeres que han demostrado su fertilidad
o su capacidad de atraer a los varones. Por otra parte, aunque en
las culturas más o menos himenolátricas se acepta que la desfloración
de la novia es un privilegio del novio, hay algunas en donde la ruptura
del himen es realizada por una persona diferente, ya como rito de
iniciación a la vida sexual adulta, ya para proteger al novio de los
supuestos peligros que correría si él mismo la efectuara. En otros casos,
es un sacerdote o jefe quien efectúa la desfloración, con el fin de santifi-
car o prestigiar a la novia.
6.2. Coito extramarital femenino.—A pesar de que algunas socie-
dades —entre ellas las judeocristianas— condenan con particular rigor
la actividad sexual extraconyugal de la mujer, puede haber de dos a
tres quintos de las sociedades ágrafas —entre ellas las esquimales y
ciertas tribus africanas, siberianas, indias americanas y de la Nueva
Guinea— que aceptan o ven con indiferencia el coito extramarital de
la esposa, la cual es a veces cedida en "préstamo" por el marido,
en circunstancias apropiadas. Además, hay algunas culturas que practi-
can la poliandria.
6.3. Actividades homosexuales.—No obstante la típica reproba-
ción de las prácticas homosexuales en la civilización judeocristiana,
y el hecho de que todas las culturas prefieren el coito heterosexual
a otros actos sexuales, lo cual es biológicamente adaptativo, muchas
sociedades ágrafas —que según FORD y BEACH corresponden al 64%
de las 76 sobre las cuales tenían información— aceptan las actividades
homosexuales, al menos en algunos de sus miembros y en determinadas
situaciones; además, en ciertos casos ellas son virtualmente obligatorias
para todos los hombres, por su carácter de ritos de iniciación o entrada
42 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
a la adultez. Por ejemplo, los kukukukos de la Nueva Guinea prescriben
que los adolescentes felen a los guerreros (adultos), con el fin de que
adquieran fuerza y virilidad al ingerir el semen, motivación esta similar
a la de los antiguos griegos, que creían que durante la pedicación el
amante adulto transmitía con su semen la "virtud varonil" (areté) al
adolescente amado. Entre los marind anim, también de la Nueva Gui-
nea, existe una especie de "noviciado" por el que debe pasar todo
adolescente, bajo la dirección de un "tutor" —que practica actividades
sexuales con su "pupilo"—, antes de entrar a la adultez. Los batakos
de Sumatra preceptúan las relaciones homosexuales entre los hombres
solteros, con el objeto de proteger la virginidad premarital de las muje-
res. Los datos anteriores muestran que los contactos homosexuales dis-
tan mucho de ser universalmente condenados, a lo cual se agrega el
hecho (demostrado por KINSEY y otros investigadores) de que su repro-
bación en nuestra cultura no impide que sean practicados por muchas
personas.
6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente.
Hay muchos otros aspectos de las actitudes y comportamientos sexuales
que revelan el influjo de la cultura. Un ejemplo son las características
somáticas que sirven para establecer las normas de belleza corporal,
con respecto a las cuales una de las pocas generalizaciones que se pueden
hacer es que el atractivo físico es de mayor importancia para la mujer
que para el hombre, quien depende más de su habilidad y de sus hazañas
para impresionar favorablemente a la pareja sexual. Pero incluso en
esto hay excepciones, como es el caso de una sociedad melanesia estudia-
da por DAVENPORT, en donde el varón se preocupa por su atractivo
corporal tanto como la mujer. Por otra parte, es probable que el hombre
promedio vea más hermosa a la mujer que más se acerque al propio
prototipo racial.
Al parecer, en la mayoría de las sociedades ágrafas, particularmen-
te polinesias, se prefiere a la mujer regordeta, y en ciertas sociedades
africanas e islámicas se llega a admirar la gordura franca. En contraste,
el modelo occidental contemporáneo de belleza femenina es la mujer
leptosomática, mientras que —a juzgar por las pinturas de RUBENS,
TIZIANO y otros— el ideal estético femenino en la Europa de siglos
pasados era la exuberancia de pechos y caderas; y el prototipo de belleza
femenina norteuropea en la época prerrenacentista —de acuerdo con
las pinturas de los VAN EYCK y otros— era la mujer embarazada.
A pesar de que es el hombre quien toma la iniciativa de acercamien-
to sexual en la mayoría de las sociedades, hay algunas (chambulis,
iatmulis, kwomas, maoríes, matecos) en donde este papel está permitido
a la mujer, y otras (balineses, lepchas) en donde, aunque teóricamente
COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 43
prohibido, lo desempeñan en la práctica. Además, la concepción román-
tica de la actividad sexual no existe en ciertas sociedades, como las
polinesias, en donde ella es tenida por una función natural más, similar
a comer o beber. Y el beso erótico occidental boca a boca es raro
o desconocido en numerosas culturas.
Un importante aspecto de la sexualidad, que revela la influencia
de la cultura, es la mayor o menor estimulabilidad y excitabilidad sexua-
les femeninas. En las sociedades erotófilas, es decir, en las que es apro-
piado para la mujer demostrar interés sexual y reaccionar a la estimulación,
las disfunciones orgásmicas parecen ser raras o inexistentes; lo contrario
sucede en las sociedades sexualmente represivas, porque la capacidad
de respuesta erótica femenina depende en buena medida del condiciona-
miento cultural. Dos ejemplos contrapuestos son bien ilustrativos: la
sociedad permisiva polinesia de la isla de Mangaia, estudiada por MARS-
HAI I ,
en donde las mujeres esperan y buscan el orgasmo en la activi-
dad sexual; y una subcultura cristiana de la más extremada erotofobia,
cual es la archicatólica comunidad irlandesa de la isla de Inis Beag
(nombre ficticio), estudiada por MESSENGER, en donde se duda de la
existencia del orgasmo femenino o él es considerado anormal.
7. ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD VARIABLES INTRACULTURALMENTE
Dentro de nuestra civilización occidental existen subculturas de
conductas sexuales contrastantes, de acuerdo con las sectas cristianas
que hayan arraigado en ellas. Son muy ilustrativos los casos de Escandi-
navia y de la isla de Inis Beag, mencionada arriba. En esta, sometida
a la influencia de una de las versiones más conservadoras del cristianis-
mo, y en donde la función erótica es claramente pecaminosa, la absti-
nencia coital premarital es la norma, incluso para los hombres, quienes
dan satisfacción al impulso sexual masturbándose. En cambio, en los
países escandinavos, en donde se implantó una versión moderada del
luteranismo, y en donde la influencia cristiana no pudo erradicar una
larga tradición de permisividad sexual prematrimonial y de relativa
igualdad entre los sexos, presente en el campesinado y en la clase baja
urbana, las relaciones sexuales entre solteros no tienen la connotación
inmoral común en otras sociedades cristianas más rigoristas, por lo
cual la abstinencia coital premarital es prácticamente inexistente en
ambos sexos. Además, sociedades de rigor cristiano intermedio, en com-
paración con las anteriores, muestran una desinhibición correlativa del
comportamiento sexual.
Dentro de una misma sociedad existen también apreciables varia-
ciones en las actitudes y comportamientos sexuales, según el nivel educa-
44 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
tivo de las personas. Por ejemplo, KINSEY encontró lo siguiente: entre
los hombres de educación universitaria había una mayor incidencia
de caricias heterosexuales (petting) que entre los de educación primaria;
en cambio, la situación era inversa en el caso del coito premarital.
Entfe las mujeres de educación universitaria había una mayor incidencia
masturbatoria que entre las de educación primaria; por el contrario,
la situación se invertía en el caso del coito premarital. Además, la
incidencia de coito extramarital era mayor entre los hombres menos
educados que entre los de mayor educación, mientras que la situación
se invertía en el caso de las mujeres. Por su parte, el estudio de RAIN-
WATER —realizado entre individuos de nivel socioeconómico bajo, en
cuatro sociedades de cultura cristiana— muestra actitudes similares (do-
ble patrón de ética sexual acentuado), y concuerda con los datos de
KINSEY en lo referente a la correlación entre la conducta sexual y el
nivel educativo.
La supervivencia de cualquier sociedad está directamente relaciona-
da con las consecuencias de las actividades sexuales de sus miembros,
y ellas ejercen un efecto mucho más importante sobre la estructuración
de la cultura respectiva que sobre la personalidad de los individuos;
tal es la razón de que existan regulaciones de la conducta sexual. Pero
estas deben adaptarse al estado real de la evolución social y de los
conocimientos científicos, y no ser meras copias de normas arcaicas,
completamente desligadas del proceso evolutivo humano. De ahí que
una mayor tolerancia de los comportamientos sexuales atípicos que
no sean nocivos sería mucho más benéfica para la sociedad, y permitiría
aprovechar más eficientemente los recursos humanos, que pretender
ignorar o prohibir la existencia de dichas conductas.
En los capítulos vi y vil se suministrarán más datos referentes
a la variabilidad cultural del comportamiento sexual.
CAPÍTULO III
ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS
1. ANATOMÍA SEXUAL
La siguiente es una descripción, necesariamente somera, de los
principales órganos sexuales, destinada a hacer resaltar su función eróti-
ca. Quien desee mayor información, deberá consultar los textos especia-
lizados.
La anatomía sexual (erótica) trata de las estructuras corporales
utilizadas por el ser humano para ejercer la función erótica, y de las
que sirven para distinguir al sexo masculino del femenino. Las primeras
se pueden dividir en cuatro tipos: estructuras u órganos periféricos,
estructuras o centros medulares, estructuras o centros cerebrales y vías
nerviosas. Las segundas son los llamados caracteres sexuales.
1.1. Estructuras u órganos periféricos.—Los principales son los
destinados a recibir los estímulos durante la actividad sexual. Son de
dos clases: las zonas u órganos erógenos primarios, cuya estimulación
táctil lleva al individuo a la excitación sexual y al orgasmo, y las zonas
erógenas secundarias, que son aquellas cuya estimulación táctil coadyu-
va a la excitación sexual de la persona y en ocasiones la lleva al orgasmo;
se puede hablar también de un aparato sexual, constituido por el órgano
erógeno primario y las zonas erógenas secundarias adyacentes. Aunque
la denominación no es muy apropiada, las estructuras periféricasefecto-
ras son aquellas que dan origen a ciertos fenómenos concomitantes
con la percepción subjetiva del orgasmo, y que, hasta cierto punto,
son su manifestación objetiva, pero que no siempre están presentes,
sobre todo en la mujer. Ellas son principalmente los músculos perinea-
les, que al contraerse rítmicamente contribuyen a la expulsión del semen
en el hombre; estas contracciones pueden ser percibidas táctil o instru-
mentalmente.
a) El aparato sexual masculino, que corresponde básicamente a
los llamados órganos genitales externos', tiene independencia funcio-
nal, pero no anatómica, de los aparatos reproductor y urinario. Su
Los órganos genitales internos constituyen el aparato propiamente reproductor.
46 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
ANATOMIA Y ENDOCKINOLOUIA SEXUALES HUMANAS 4'1
órgano primario es el pene, formado por los dos cuerpos cavernosos
y el esponjoso. Los primeros, adosados paralelamente, están compues-
tos por un tejido esponjoso que les concede cualidades erectivas. Adosa-
do a la parte inferior y central de ellos está el cuerpo esponjoso, compuesto
también por un tejido esponjoso, pero menos denso que el de los prime-
ros; contiene en su interior la uretra, y forma el glande del pene hacia
adelante. Cada uno de los tres cuerpos eréctiles está recubierto por
una túnica albugínea, de consistencia fibrosa. La piel del pene es muy
elástica y puede cubrir completamente el glande, formando el prepucio,
que en el hombre adulto es fácilmente retraíble hasta detrás del glande,
excepto en casos de fimosis. En los individuos poco aseados, entre
el prepucio y el glande se acumula un material caseoso, con olor a
queso rancio, que es el esmegma, formado por células descamativas.
En ciertas culturas, por razones religiosas, seudohigiénicas o seudomé-
dicas, se practica sistemáticamente la resección del prepucio o circunci-
sión. Esta operación no tiene justificación alguna, ya que el prepucio
cumple la función natural de proteger el glande de agentes físicos exter-
nos, y la preocupación higiénica de eliminar el esmegma se satisface
con el empleo generoso de agua y jabón; ni siquiera el tratamiento
de la fimosis requiere una resección total, pues basta con una parcial.
Según DICKINSON, quien promedió varias mediciones, la longitud
media del pene fláccido es de 10 cm, con variaciones entre 6 y 11.5
cm, mientras que, en erección, la longitud promedio es de 15.5 cm,
con variaciones entre 12 y 21 cm. En flaccidez, la circunferencia prome-
dio es de 8.5 cm, mientras que, en erección, es de 10 cm. CHAKPY des-
cribió un pene que, en erección, llegaba a los 35 cm de longitud.
Hay que señalar la gran diversidad individual de los órganos sexua-
les de ambos sexos, en lo que respecta a la forma, pigmentación y
tamaño, lo mismo que a la cantidad y distribución del pelo pubiano.
En contra de los mitos populares, no se ha demostrado que exista
relación entre el tamaño del pene y la configuración corporal o la raza.
Su longitud tampoco se correlaciona positivamente con el vigor copula-
torio, y tampoco hay relación directa entre las dimensiones fálicas en
flaccidez y en erección, sino que más bien el pene de menor tamaño
cuando fláccido, adquiere una longitud relativamente mayor cuando
erecto. No obstante, tanto en el hombre como en la mujer, se dan
casos en que la persona imagina que existe una relación desfavorable
entre la conformación de sus órganos sexuales y los estereotipos creados
por la misma persona o por la cultura.
A diferencia de la mujer, las zonas erógenas secundarias del hombre
son pocas, pues prácticamente se limitan al escroto y el recto. Como
dice ZWANG, totus vir in cauda.
Con respecto a los receptores sensoriales del pene, en ninguna espe-
cie animal se han descrito estructuras histológicas especificas para la
captación de los estímulos sexuales. Es posible que algunos de los diver-
sos tipos de receptores sensoriales corpusculares identificados hasta el
presente, o todos ellos, al igual que las terminaciones nerviosas libres,
participen en diversas proporciones en la recepción de tales estímulos.
b) El aparato sexual femenino o vulva, que corresponde básica-
mente a los llamados órganos genitales externos (véase la nota 1), es
independiente, anatómica y funcionalmente, de los aparatos reproduc-
tor y urinario. Su órgano primario es el clítoris, situado en la parte
superior de la vulva, inmediatamente por debajo del monte de Venus,
y dotado de gran erogenicidad, tanto, que no se le conoce otra función
diferente de la de producir excitación y orgasmo cuando es estimulado.
Por ejemplo, en un grupo de 37 mujeres que pudimos examinar, 92%
de ellas presentaban sensibilidad erótica clitorídea, y 84% llegaron al
orgasmo por este tipo de estimulación. El clítoris consta de dos peque-
ños cuerpos cavernosos que terminan en un glande, y cuya estructura
histológica es similar a la de los cuerpos cavernosos del pene; igualmen-
te, este órgano está particularmente bien provisto de receptores sensoria-
les corpusculares y terminaciones nerviosas libres. Se encuentra envuelto
en un capuchón, que cubre parcialmente el glande, y se prolonga hacia
abajo formando los dos labios menores o ninfas, que rodean el vestíbulo
vaginal.
Debido a la especial constitución del clítoris, solo es posible medir
con relativa facilidad las dimensiones de su extremidad anterior. Según
DICKINSON, en el 75% de los casos los diámetros longitudinal y trans-
versal del glánde clitorídeo fluctúan entre 2.5 y 6.5 mm, con un prome-
dio 5.4 mm para el longitudinal y 4.4 mm para el transversal. En
cuanto al aumento de tamaño que experimenta el clítoris cuando es
estimulado, hay que señalar que el nombre apropiado es tumescencia
y no erección, la cual es un fenómeno exclusivo del pene.
A cada lado de las ninfas se sitúan los dos labios mayores, que
son muy prominentes, debido al abundante tejido adiposo que poseen,
y los cuales ocultan, parcial o totalmente, los labios menores y el vestíbu-
lo vaginal. El orificio vaginal, cerrado parcialmente en las mujeres vírge-
nes por el himen, está localizado en la parte inferior de la vulva, y
entre este orificio y el clítoris se encuentra el meato urinario. En la
mujer también hay producción de esmegma, que se deposita entre el
glande del clítoris y el capuchón y en los surcos interlabiales. Por la
posición relativamente oculta de los órganos sexuales, y por la natural
conformación de ellos, la presencia de esmegma pasa inadvertida para
muchas mujeres.
mor cl.IvJ DADIUUJ /PC LA =AUALIEJAU HUMANA
Las zonas erógenas secundarias femeninas son muchas más que
las masculinas, pues, dependiendo de las personas, casi todas las regio-
nes corporales externas pueden adquirir propiedades erógenas. Sin em-
bargo, además de las zonas vulvares diferentes del clítoris, ya mencionadas,
se distinguen particularmente la boca, las mamas, el perineo y el recto.
La razón para que la estimulación del recto produzca sensaciones eróti-
cas (e incluso orgasmos) similares a las generadas por la estimulación
de los órganos sexuales primarios, es el origen común, en las mielómeras
S2, S3 y S4, de las inervaciones de ambas regiones. En el grupo de
37 mujeres mencionado anteriormente, 13% de ellas presentaban sensi-
bilidad erótica rectal y 5% llegaron al orgasmo por estimulación de
este tipo.
Las mamas, pechos osenos merecen destacarse, debido al poderoso
atractivo que ejercen sobre la generalidad de los hombres de diferentes
culturas, incluso muchas ágrafas, en donde la exposición permanente
de las mamas es habitual; además, así como el pene es signo y símbolo
de masculinidad, los pechos son signos y símbolos de feminidad. No
obstante, es en la cultura occidental donde tienen la máxima connota-
ción erótica, ya que su ocultamiento normativo es un acicate adicional.
Algunas mujeres poseen una evidente sensibilidad erótica mamaria;
en el grupo de 37 mujeres, mencionado atrás, encontramos que 110Io
de ellas presentaban esta sensibilidad, y 8% llegaron al orgasmo por
estimulación de los senos.
Los pechos son de diversos tipos, que van de turgentes a péndulos
y de hipotróficos a hipertróficos, de acuerdo con las razas, las constitu-
ciones y los hábitos individuales. Por ejemplo, en las mujeres mongoloi-
des tienden a ser hipotróficos como característica racial, mientras que
los de las mujeres de muchos pueblos ágrafos se hacen rápidamente
péndulos, indudablemente debido en parte al no uso de sostén, y en
parte, posiblemente, a su función alimenticia. En la cultura occidental,
la mayoría de los hombres son atraídos por los pechos turgentes e
hipertróficos; en otras culturas, los gustos varían.
A propósito, las madres que, por razones de diverso orden, prefie-
ren alimentar a los hijos con biberón, empleando fórmulas nutricionales
apropiadas, no deben angustiarse por las campañas en contra de tal
práctica, y sentirse culpables de estar haciendo algo "antinatural" o
inadecuado. Como se deduce de lo dicho atrás, ellas no están sino
cumpliendo la norma humana de modificar la primitiva función natural
de un órgano, adaptándolo a una nueva; precisamente, la hipertrofia
permanente de las mamas de la mujer, única entre los mamíferos (si
se exceptúan las especies domésticas, modificadas selectivamente para
la producción de leche), es prueba de su función no alimenticia (erótica).
ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS 49
El himen justifica también un comentario, debido a la exagerada
importancia que las sociedades falocráticas le han dado como "sello
de garantía" virginal. Es un repliegue mucoso, de muy diversas formas
y consistencias, que bordea el orificio vaginal, y que en la mayor parte
de los casos permite la introducción de un dedo, sin romperse o causar
gran molestia. Un cálculo aproximado, hecho por nosotros con base
en los datos de KINSEY, retabulados por GEBHARD y JOHNSON, indica
que alrededor del 15% de las mujeres pueden tener hímenes lo suficien-
temente amplios o elásticos (hímenes complacientes) para permitir, sin
desgarrarse, la penetración del pene. La función biológica de esta estruc-
tura, que es un rasgo neoténico presente solo en la hembra humana,
no se conoce. DESMOND MORRIS hipotetiza que el himen estaba destina-
do a impedir la promiscuidad y favorecer el vínculo de pareja, necesario
para la supervivencia de los hijos en las sociedades primigenias. ELAI-
NE MORGAN encuentra esta explicación demasiado androcéntrica, y pro-
pone otra, ginecocéntrica, según la cual el himen es un remanente de
la época de vida acuática (postulada por MORGAN) del antecesor del
Homo sapiens, durante la cual serviría para impedir la entrada de agua
a la vagina.
En cuanto a la vagina como zona u órgano erógeno, uno de los
"dogmas" de la sexología moderna —aceptado desde las investigacio-
nes de KINSEY, y ratificado por los estudios histológicos de ~az
y los fisiológicos de MASTERS y JOHNSON- ha sido que ella tiene poca
o ninguna erogenicidad, y que es poco más que un receptáculo para
el semen y un canal para el parto; esto a pesar de que algunos autores,
entre ellos ZWANG, han defendido la importancia del erotismo vaginal.
Además, GRAFENBERG, hace más de 30 años, describió una zona eróge-
na en la cara anterior de la vagina, la cual también fue postulada inde-
pendientemente por MORGAN, basándose en argumentos filogénicos y
etológicos.
No obstante, han sido investigaciones muy recientes —efectuadas
principalmente por HocH en Israel, PERRY y WHIPPLE en los Estados
Unidos y nosotros en Colombia— las que parecen haberle dado el golpe
de gracia al "dogma" de la insensibilidad erótica vaginal. Ellas mues-
tran que, en la gran mayoría de las mujeres (si no en todas), existen
una o varias zonas vaginales, en cualquiera de las caras, pero particular-
mente (según lo hallado por nosotros) en la parte superior de la cara
anterior y en la inferior de la cara posterior, que al ser estimuladas
en forma apropiada, producen excitación sexual a la persona y la llevan
al orgasmo. Por ejemplo, en un grupo de 53 mujeres que pudimos
examinar, todas presentaban erogenicidad en la vagina y 89% llegaron
al orgasmo por estimulación táctil de ella. Por lo tanto, de acuerdo
ASPECTOS BASICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
con estas investigaciones, habría que clasificar la vagina como órgano
erógeno primario. Sin embargo, subsiste el hecho de que numerosos
estudios indican que el mero coito vaginal es una manera poco eficaz
de producir excitación y orgasmo en muchas mujeres, lo cual parece
estar en contradicción con la erogenicidad de la vagina. Esto será discu-
tido en el capítulo VI.
PERRY y WHIPPLE afirman que la zona erógena situada en la cara
anterior de la vagina está bien delimitada y que, al ser estimulada,
hace protrusión hacia la luz del órgano y se siente al tacto como "un
área bastante firme, de aproximadamente 2 cm por 1.5 cm"; estos
autores han dado a dicha zona el nombre de "punto de GRAFENBERG"
("punto G"), y sostienen que el substrato anatómico de él son las
glándulas de SKENE (llamadas por ellos "próstata femenina"). Las ca-
racterísticas atribuidas por PERRY y WHIPPLE a la zona erógena de la
cara anterior de la vaginal no han sido confirmadas por HOCH ni por
nosotros, y solo parcialmente por GOLDBERG y colaboradores. Tampo-
co hay prueba alguna de que la supuesta estructura anatómica llamada
"punto G" por PERRY y WHIPPLE corresponda a las glándulas de SKE-
NE normales, y antes de llegar a tal conclusión habría que excluir otras
posibilidades, como esfínteres, carúnculas o divertículos uretrales, cis-
toceles, uretroceles, quistes de las mismas glándulas de SKENE y, como
lo señalan GOLDBERG y colaboradores, sobre todo "irregularidades ines-
pecíficas de los tejidos" vaginales. Además, si la zona erógena vaginal
correspondiera anatómicamente a las glándulas de SKENE, no se expli-
caría la existencia de sensibilidad erótica en la parte superior de la
cara anterior y en la cara posterior, encontrada por nosotros.
La vagina es una cavidad virtual, puesto que, en estado basal,
sus dos caras, anterior y posterior, están adosadas la una a la otra.
Está constituida esencialmente por una superficie mucosa que descansa
sobre un tejido muscular liso, y está rodeada por una rica red vascular.
De acuerdo con MASTERS y JOHNSON, en estado basal mide de 7 a 8
cm de longitud y 2 cm de ancho; cuando la mujer está excitada sexual-
mente, estas dimensiones pueden llegar, respectivamente, a 10.5 cm
y 6.25 cm (en la parte de máxima expansión, que es la extremidad
superior).
El substrato histológico de la erogenicidad vaginal no está claro.
A diferencia del clítoris, KRANTZ encontró ausencia casi total de recep-
tores sensoriales corpusculares y terminaciones nerviosas libres en la
vagina, lo cual dio sustento al concepto de que este órgano es insensible.
No obstante, BURGOS y ROLG DE VARGAS LINARES hallaron numerosas
2 Que han recibido mucha publicidad en los medios de comunicación masiva es-
tadounidenses.
ANATOMtA Y ENDOCRINOLOGIA SEXUALES HUMANAS 51
terminaciones nerviosas en la región subepitelial de la lamina propria
vaginal, mientras que MINH y colaboradores han descrito en la fascia
de HALBAN (situada entre la vejiga y la cara vaginál anterior) una ex-
tensa red de terminaciones nerviosas seudocorpusculares, arteriolas y
capilares. Además, MINH considera que la fascia de HALBAN es el ho-
mólogo embriológico y fisiológico del cuerpo esponjoso peneano, y
que ella desempeña un importante papel en la producción del orgasmo
coital femenino. Los hallazgos de MINH vienen en apoyo de la existen-
cia de una zona erógena en la parte superior de la cara anterior de la vagina.
1.2. Estructuras o centros medulares.—En la medula hay dos cen-
tros que intervienen en la producción de los fenómenos reflejos periféri-
cos que acompañan a la excitación sexual —como la erección del pene
y la lubricación vaginal— y el orgasmo masculino —como la
eyaculación—. El principal es el centro sacro, situado en las mielómeras
S2-S4, el cual responde a estímulos tanto exteroceptivos como síquicos;
puede funcionar autónomamente y permitir la erección y aun la eyacula-
ción, al ser estimulado táctilmente el pene, aunque esté aislado de los
centros cerebrales, como en el caso de una sección medular. El segundo
es el centro toracolumbar, situado en las mielómeras T10-L2, el cual
solo responde a estímulos provenientes de los centros cerebrales. Es
probable que, en condiciones normales, los dos centros actúen sinérgi-
camente.
1.3. Estructuras o centros cerebrales.—Aunque el cerebro es real-
mente el principal órgano sexual, puesto que el orgasmo es básicamente
un fenómeno síquico (cerebral), los conocimientos actuales únicamente
permiten tener una idea imprecisa del papel desempeñado por las estruc-
turas cerebrales en el ejercicio de la función erótica. Es, pues, necesario
esperar los resultados de las investigaciones que se están llevando a
cabo en este campo, para obtener mayor claridad sobre la localización
y el funcionamiento de los centros sexuales cerebrales. Por el momento,
solo es posible decir que en el hipotálamo y en el sistema límbico hay
núcleos o áreas sexualmente dimórficas, sobre las cuales ejercen efectos
diferenciales las hormonas sexuales. Además, parece que la región septal
del sistema límbico tiene que ver con la producción de las erecciones
y con la percepción subjetiva del orgasmo.
1.4. Vías nerviosas.—Se pueden dividir en periféricas y medulares
(ascendentes y descendentes). Las primeras transmiten a la medula espi-
nal los estímulos generados en las zonas erógenas; las segundas retrans-
miten al cerebro los estímulos mediados por las vías periféricas (vías
ascendentes), o median los impulsos originados en el cerebro y dirigidos
hacia la periferia (vías descendentes). Al hablar de las vías nerviosas
nrvis. t l/MIA Y CINIAJC,K11,41,JIAJt_11F1 JtAllAl.tb rIUMANAS -73
52 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
periféricas, también deben tenerse en cuenta los tipos de mediadores
químicos que actúan en las sinapsis.
Anatómicamente, la vía aferente de los estímulos extcroceptivos
originados en el pene, clítoris, vulva y parte inferior de la vagina es
somática (nervio pudendo), mientras que los originados en la parte
superior de la vagina siguen la vía visceral (plexo hipogástrico inferior).
Los mediadores químicos de la vía somática no están claros, pero en
cuanto a los de la vía visceral, parece que el polipéptido vasoactivo
(VIP) desempeña un importante papel. Las vías eferentes median impul-
sos somáticos motores (nervio pudendo) y viscerales vasomotores, sim-
páticos(plexo mesentérico inferior) o parasimpáticos (plexo hipogástrico
inferior, nervio esplácnico pelviano). El mediador químico de la vía
somática en la placa mioneural es la acetilcolina, mientras que los me-
diadores de la vía visceral identificados hasta el momento son la acetil-
colina, la adrenalina y el VIP.
1.S. Caracteres sexuales.—Son los rasgos corporales que diferen-
cian al macho de la hembra en las diferentes especies animales. De
acuerdo con BOTELLA LLUSIÁ, hay cuatro tipos de caracteres sexuales
humanos:
a) Primarios. Corresponden a los pares de cromosomas sexuales,
XX en la mujer y XY en el hombre.
b) Secundarios3. Corresponden a las gónadas, ovarios en la mu-
jer y testículos en el hombre.
c) Terciarios (véase la nota 3). Corresponden a los órganos genita-
les internos y externos. La clasificación de los órganos eróticos y repro-
ductores, considerados indiscriminadamente, en genitales internos y
externos tiene interés por el diferente origen embrionario de unos y
otros. En el hombre, los genitales internos son los epidídimos, los con-
ductos deferentes y las vesículas seminales; los externos, el pene, el
escroto, la próstata y las glándulas de COWPER. En la mujer, los genita-
les internos son las trompas de FALOPIO, el útero y el tercio superior
de la vagina; los externos, la vulva, las glándulas de SKENE y de BARTO-
LINO, y los dos tercios inferiores de la vagina.
d) Cuaternarios4. Son los responsables del dimorfismo sexual es-
tructural, y se desarrollan en la pubertad por la acción de las hormonas
sexuales respectivas. Los principales en la mujer son: escaso pelo corpo-
ral, cabello largo y fino, pelo pubiano en triángulo de base superior,
esqueleto débil, hombros estrechos, caderas anchas, pelvis ginecoide,
3 Corresponden a los llamados tradicionalmente "primarios".
4 Corresponden a los llamados tradicionalmente "secundarios".
curvas corporales suaves, distribución femenina de la grasa, mamas
desarrolladas, voz aguda. Los principales en el hombre son: pelo corpo-
ral abundante, especialmente en el rostro, tendencia a la calvicie, pelo
pubiano en losange, esqueleto fuerte, hombros anchos, caderas estre-
chas, pelvis androide, cuerpo anguloso, grasa de distribución masculina
y escasa, mamas atrofiadas, voz grave. La visibilidad relativa de los
caracteres sexuales cuaternarios varía con la raza y con el individuo;
por ejemplo, son muy evidentes en los caucasoides pero menos en los
mongoloides. Además, la persona no presenta todos los caracteres posi-
bles de su sexo, sino más bien una mezcla de los de ambos géneros,
en la cual predominan los correspondientes al propio.
2. ENDOCRINOLOGIA SEXUAL
La siguiente es una descripción somera del papel desempeñado
por las hormonas sexuales en la diferenciación sexual del individuo
y en el desarrollo y mantenimiento de la función erótica.
2.1. Andrógenos.—Los más importantes son la testosterona y la
dihidrotestosterona. La primera es secretada_ principalmente por las
células de LEYDIG del testículo, bajo lainfluencia de la hormona lutei-
nizante, pero también es producida, en pequeñas cantidades, en los
túbulos sepinífews..,,y_en_eLepicliclimo, lo mismo que en la_corteza supra-
rrerial-de ambos sexos y en el ovario. La testosterona es transportada
en el plasma arda a una globulina específica (testosterone-binding glo-
buline, TBG) y a la albúmina y otras proteínas plasmáticas, de tal
manera que solo un 2% se encuentra libre. Hasta ahora se había creído
que era esta testosterona libre la única que podía entrar a las células
y que, entonces, ella era la fracción activa. Parece, sin embargo, que
la testosterona unida a la albúmina y posiblemente la TBG también
ingresan a las células, por lo cual la testosterona libre pierde importancia
como índice de la función androgénica.
En el hombre adulto, la concentración plasmática promedio de
testosterona, medida en las horas de la mañana, está cercana a los
600 ng/dl (rango, 300-1100). En la mujer, la concentración plasmática
promedio es de unos 40 ng/dl. Aunque una pequeña cantidad de dihi-
drotestosterona es secretada por el testículo, la mayor parte es sintetiza-
da en las células blanco, a partir de la testosterona. Las concentraciones
plasmáticas son varias veces menores que las de esta, con promedios
de 30 ng/dl (rango, 10-45) en los hombres y 20 ng/dl en las mujeres.
En el período embrionario, la testosterona induce directamente
la formación de los genitales internos masaitZni)artir de los conduc-
J'-t AbYt.11... tfAb1l..0J 1.11:, 1.A bt..A.UALlUAL1 HUMANA
ANATOMíA Y ENDOCRINOLOGfA SEXUALES HUMANAS 55
tos de WOLFF; en la pubertad, desarrolla y mantiene los caracteres se-
--xualIcili.ciarios y cuaternarios masculinos. Por otra parte, la testostero-
na es la hormona del deseo sexual en ambos sexos, aunque en la mujer
dicha función es menos clara.
Estudios en mamíferos inferiores muestran que, en la época fetal
o neonatal, la testosterona actúa sobre ciertas zonas diencefálicas pro-
duciendo su "masculinización"; en la adultez, activa y facilita el funcio-
namiento de dichas zonas, y obra igualmente sobre las neuronas espinales.
Investigaciones en estos animales indican que la acción de los andróge-
nos sobre el diencéfalo no es directa, sino que previamente son transfor-
mados en estrógenos, por aromatización, los cuales serían, entonces,
los verdaderos agentes de la "masculinización". Sin embargo, el punto
no está dilucidado, puesto que otros experimentos muestran que los
andrógenos no aromatizables pueden ejercer efectos masculinizantes
sobre el hipotálamo.
En lo que respecta a los seres humanos, las investigaciones de
MONEY, los HAMPSON y otros científicos indican que la diferenciación
sicosexual masculina depende más de las influencias ambientales posna-
tales que de las hormonas. No obstante, otros estudios sugieren que
los andrógenos prenatales pueden desempeñar un papel importante en
la organización de algunos componentes del rol sociosexual masculino,
como el mayor gasto energético y el menor interés parental.
En el período embrionario, la dihidrotestosterona induce la forma-
ción de los genitales externos masculinos. En la pubertad, parece que
también es responsable de la aparición de ciertos caracteres sexuales
cuaternarios masculinos, como la barba y las entradas frontotemporales
del cabello, así como del crecimiento de la próstata y de la aparición del
acné.
A lo largo de la vida del hombre, la curva de la concentración
plasmática de testosterona muestra un perfil característico, con un pri-
mer pico alrededor de la duodécima semana de vida embrionaria, un
segundo alrededor de los 50 días luego del nacimiento y un notorio
ascenso en la pubertad; esta concentración elevada permanece más o
menos constante hasta los 50 o 55 años de edad, época en la cual
la fracción unida a la globulina comienza a aumentar y la fracción
libre a disminuir.
La relación entre la concentración de andrógenos en el organismo
y la actividad y el deseo sexuales no está clara. Por lo que se sabe
de las investigaciones en animales, la expresión de las pautas de conduc-
ta sexual masculina dependen más de la sensibilidad de los tejidos sobre
los cuales actúan tales hormonas, que de las fluctuaciones de su concen-
tración por encima de un umbral de actividad fisiológica; la sensibilidad
de los tejidos está, a su vez, determinada por la predisposición genética,
la acción de los andrógenos durante la diferenciación prenatal o neona-
tal y la interacción del infante con el entorno. Se acepta que el umbral
de actividad fisiológica en el hombre adulto es de unos 300 ng/dl de
testosterona total; no obstante, las variaciones individuales permiten
encontrar individuos que funcionan normalmente con concentraciones
menores, mientras que otros, con concentraciones por encima del um-
bral, están en déficit. En conclusión, parece que, en el adulto, los andró-
genos activan la conducta potencial preexistente, pero no pueden alterar
o substituir las diferentes variables orgánicas y ambientales que interac-
túan entre sí para establecer los límites mínimo y máximo del funciona-
miento sexual básico del individuo.
Se han observado ritmos circanuales en las concentraciones plasma-
ticas de testosterona en hombres europeos, cuyas crestas (en el otoño)
coinciden con un aumento de la actividad sexual, y los valles (en la
primavera), con una disminución de dicha actividad.
2.2. Estrógenos.—El principal es el estradiol, secretado por el folí-
culo de DE GRAAF del ovario, bajo la influencia de la hormona luteini-
zante, aunque también es producido, en pequeñas cantidades, en el
testículo y en la corteza suprarrenal de ambos sexos. En la mujer,
la concentración plasmática promedio varía según el momento del ciclo
menstrual, así: en la fase folicular temprana es de unos 6 ng/dl, en
la fase luteínica, de uno 20 ng/dl y en el momento de la ovulación,
de unos 45 ng/dl (rango, 30-70); en la menopausia, la concentración
promedio es de 1.5 ng/dl. En el hombre, la concentración plasmática pro-
medio es de unos 4 ng/dl.
A diferencia de los andrógenos, los estrógenos no desempeñan
papel conocido en la diferenciación sexual de las hembras de los mamífe-
ros (incluyendo al Homo sapiens) durante el período embrionario. En
cambio, en la pubertad, son responsables del desarrollo y mantenimien-
to de los caracteres sexuales terciarios y cuaternarios femeninos. Es
posible, también, que contribuyan a la activación del deseo sexual fe-
menino.
Como ya se dijo, experimentos en mamíferos inferiores parecen
indicar que son los estrógenos las hormonas que "masculinizan" el
hipotálamo, o sea, le confieren un carácter tónico a la secreción de
gonadotropinas, y que los andrógenos deben convenirse en aquellos
antes de actuar. El hecho de que el cerebro de los fetos hembras no
sufra el efecto masculinizante de los estrógenos circulantes se explicaría
por la presencia en la sangre y en el espacio intercelular cerebral de
al fa-fetoproteína, de gran afinidad con el estradiol, con el cual se combi-
naría para neutralizarlo; en el caso del macho, esto no sucedería, porque
56 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
J.
la conversión de testosterona en estradiol es intracelular. No obstante,
tal mecanismo no se puede aplicar al ser humano, porque en él solo
una mínima proporción de alfa-fetoproteína se liga con los estrógenos.
Por otra parte, experimentos en ratas muestran que los estrógenos pue-
den actuar en forma diferente sobre el circuito neuronal hipotalámico
que controla la secreción de gonadotropinas, de acuerdo con la etapa
de la vida del animal; así, en el período prenatal y perinatal, su papel
es primariamente trófico, porque modela y organiza el circuito en desa-
rrollo, mientras que en la edad adulta, la acción es destructora de las
sinapsis.
Investigaciones en animales muestran que los andrógenos y estróge-
nos pueden facilitar los reflejos sexuales por acción periférica sobre
los mecanismos receptores y efectores. La existencia de neuronas espina-
les que captan selectivamente dichas hormonas, sugiere que los reflejos
sexuales medulares son afectados directamente por ellas.
2.3. Otras hormonas sexuales.—Son la hormona antimuleriana,
la progesterona y la prolactina.
a) La hormona antimuleriana, de efecto ipsilateral y de naturaleza
peptídica, es secretada por las células de SERTOLI del testículo. Su ac-
ción es producir la regresión del conducto de MÜLLER ipsilateral, du-
rante la diferenciación embrionaria de los genitales internos masculinos.
Es posible que tenga que ver también con el descenso del testículo
al escroto.
b) Las funciones de la progesterona,secretada por el cuerpo amari-
llo del ovario, varían según la especie animal. En la mayoría de los
casos, su acción es sinérgica con la de los estrógenos, pero en ciertas
circunstancias puede funcionar como inhibidora del impulso sexual.
A diferencia de los andrógenos y estrógenos, la progesterona parece
que actúa sobre el mesencéfalo. Sus concentraciones plasmáticas varían
de acuerdo con el momento del ciclo menstrual; el promedio aproxima-
do, durante la fase folicular, es de unos 40 ne/c11, y durante la fase
luteínica, de unos 1500 ng dl.
e) La prolactina es una hormona proteica secretada por células
hipofisarias especializadas. Además de la conocida acción galactógena,
parece que esta hormona ejerce efectos importantes sobre la función
gonadal, a concentraciones plasmáticas normales (menos de 20 ng/dl).
El exceso crónico lleva al hipogonadismo en ambos sexos, y tiene parti-
cularmente una acción antiandrogénica en el hombre.
CAPITULO IV
DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA
1. INTRODUCCIÓN
Para que el ser humano llegue a la madurez sexual, debe sufrir
una compleja serie de transformaciones orgánicas, que comienzan con
la formación del cigoto, continúan durante la vida intrauterina y posna-
tal, y culminan al advenimiento de la pubertad. Este proceso —llamado
diferenciación somatosexual, porque lleva a la organización de la mor-
fología y fisiología del adulto de uno de los dos sexos— ha sido estableci-
do claramente por los estudios embriológicos modernos. Según estos,
en todos los mamíferos el embrión tiende espontáneamente a dar origen
a una hembra somática, mientras que para la formación del macho
es indispensable que los testículos embrionarios secreten hormonas,
las cuales van a inducir la organización de los órganos genitales internos
y externos masculinos. En otras palabras, aunque el embrión sea genéti-
camente macho, es decir, sus cromosomas sexuales sean XY, si los
testículos no se desarrollan, o si lo hacen pero no secretan hormonas,
el producto del embarazo será una hembra fenotípica.
Un segundo proceso, igualmente complejo, es la diferenciación
sicosexual, que lleva al establecimiento de la identidad sexual o sexo
sicológico del individuo, y a la adopción de un rol sociosexual masculi-
no, femenino o ambiguo, según el caso. Los estudios en mamíferos
inferiores muestran que el cerebro es básicamente "femenino", es decir,
para que el animal somáticamente macho que nazca se comporte como
tal, se requiere que, durante un período de máxima sensibilidad ()perío-
do crítico del desarrollo intrauterino o posnatal, los andrógenos actúen
sobre ciertas zonas cerebrales para "masculinizarlas". Un tercer proce-
so, estrechamente vinculado con la diferenciación sicosexual, pero que
no se identifica con ella, es la diferenciación de la orientación sexual.
En condiciones típicas, el resultado final de los procesos de diferen-
ciación sexual es que, en el individuo adulto, el sexo genotípico, el
sexo fenotípico, el sexo sicológico y el sexo social son concordantes,
y la orientación sexual es hetero-objetal (heterosexual).
58 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
2. DEFINICIONES
Antes de pasar a considerar más detalladamente la diferenciación
sexual, es conveniente precisar las definiciones de varios conceptos refe-
rentes a ella.
2.1. Sexo.—Este es un vocablo de muy variadas aplicaciones; las
siguientes acepciones no pretenden ser exhaustivas. En primer lugar,
además de la definición primaria suministrada en el capítulo 1, lato
sensu el sexo puede ser: a) el conjunto de individuos machos o hembras;
b) el conjunto de rasgos estructurales, funcionales o conductales que
constituyen el dimorfismo sexual (estructural, funcional o conductal).
En un sentido más específico, se distinguen varias acepciones califi-
cadas de sexo, a saber:
a) Sexo genotípico, genético o cromosómico, que corresponde a
los pares de cromosomas sexuales XY o XX (caracteres sexuales primarios).
b) Sexo fenotípico, que se subdivide en:
1) Sexo gonadal, determinado por la presencia de ovarios o testícu-
los (caracteres sexuales secundarios).
2) Sexo hormonal, determinado por la secreción predominante de
andrógenos o estrógenos.
3) Sexo hipotálamico, determinado por el tipo, cíclico (femenino)
o continuo (masculino), de secreción de hormona liberadora de hormo-
na luteinizante.
4) Sexo genital interno, determinado por la presencia de órganos
genitales internos masculinos o femeninos (corresponde parcialmente
a los caracteres sexuales terciarios).
5) Sexo genital externo, determinado por la presencia de órganos
genitales externos masculinos o femeninos (corresponde parcialmente
a los caracteres sexuales terciarios).
6) Sexo morfológico externo, que corresponde al aspecto corporal
externo, y que está determinado por la presencia de genitales externos
y caracteres sexuales cuaternarios masculinos o femeninos.
c) Sexo sicológico, identidad sexual o identidad genérica, que es
el convencimiento íntimo de ser hombre o mujer que tiene el individuo,
o la identificación subjetiva con una u otra de estas condiciones, o
con ambas, en proporciones variables. Cuando coincide con el sexo
social, es la vivencia de él.
d) Sexo social, rol sociosexual, rol genérico o masculinidad o feme-
nidad, que es el conjunto de rasgos conductales que indican a sí mismo
o a los demás la pertenencia del individuo al sexo masculino o femenino,
o la ambivalencia, en proporciones variables, con respecto al sexo.
Cuando coincide con el sexo sicológico, es la manifestación de él.
e) Sexo de asignación y crianza, determinado usualmente por el
sexo genital externo, y que es atribuido al nacer.
Sexo legal, que es el atribuido al individuo en sus documentos
de identificación, y que es determinado generalmente por el sexo de
asignación y crianza.
2.2. Género.—Este vocablo ha sido tomado de la terminología
gramatical con el significado que tiene en ella, pero aplicado a los
seres humanos. Es, entonces, sinónimo de sexo, y de él se deriva el
adjetivo genérico.
2.3. Orientación sexual.—Es la dirección que sigue el deseo sexual
del sujeto en la búsqueda del objeto, o la excitabilidad sexual del sujeto
en relación con un objeto sexual determinado; puede manifestarse exclu-
sivamente, o sea, hacia un solo tipo de objeto, o hacia varios, en propor-
ciones variables. La más típica orientación sexual es la heterosexual,
que es seguida en incidencia por la homosexual.
2.4. Heterosexualidad.—Orientación sexual hacia individuos del
otro género, o excitación sexual con ellos. Práctica de actividades sexua-
les con individuos del otro género.
2.5. Homosexualidad.—Orientación sexual hacia individuos del mis-
mo género, o excitación sexual con ellos. Práctica de actividades sexua-
les con individuos del mismo género.
2.6. Bisexualidad.—Coexistencia en el individuo, en proporciones
variables, de las orientaciones heterosexual y homosexual, o excitación
sexual con personas de uno y otro género. Práctica de actividades hetero
y homosexuales. • -
(7.-
3. PAPEL DE LOS GENES 13 DIRECTOR
Las funciones genéticas del cro cima X parecen ser más comple-
jas que las del Y. Se reuiere la pre Cia del par. XX para que las
células germinales primigenias del ovarió'se–transformen en oocitos.
Uno de los cromosomas X de todas las células corporales, con excepción
de las germinales, se inactiva al azar en una etapa temprana del desarro-
llo embrionario; por lo tanto, en términos generales, solo es funcional
el mensaje genético de un cromosoma X (hipótesis de LYON).
Recientes investigaciones indican que la organogénesis testicular
embrionaria, a partir de la gónada indiferente, es inducida por una
rsua Lo. I 1.11, L,11 J1iA V AL.IVAL ri u winvors.
Y1
/ -
proteína de la membrana plasmática celular, el antigeñó H-Y, cuya
síntesis es determinada por un gen (o grupo de genes) situado en el
cromosoma Y, en cooperación con otros genes localizados ora en el cro-
mosoma X, ora en un autosoma, ora en este y aquel. Por consiguiente,
en ciertas circunstancias, el antígeno H-Y es expresado en ausencia
del cromosoma Y y se pueden producir machos XO y XX.
Se sabe, también, que en el cromosoma X del macho hay un gen
que induce la síntesis de la proteína citoplasmática receptora de la dihi-
drotestosterona, y en cuya ausencia esta no puede actuar en la diferen-
ciación de los órganos genitales externos masculinos.
4. DIFERENCIACIÓN SOMATOSEXUAL.
La diferenciación sexual humana, sobre todo la somática, ha sido
comparada con una carrera de relevos, mediante la cual el cumplimiento
del programa genético' va siendo responsabilidad de diversos agentes
biológicos. Dicha "carrera" comienza con la acción de los cromosomas
sexuales: la presencia de dos cromosomas X en el cigoto determina
la diferenciación somatosexual de la hembra, pero solo anuncia su dife-
renciación sicosexual; en cambio la existencia de un cromosoma X y
otro Y anuncia, pero no determina, la diferenciación somato o sicose-
xual masculina.
El testículo comienza a diferenciarse en la sexta semana de vida
intrauterina, a partir de la gónada indiferente, siempre y cuando el
mensaje genético transmitido por el antígeno H-Y sea expresable. Las
células germinales primitivas, que proliferan en toda la gónada, empie-
zan a transformarse en túbulos seminíferos primitivos, proceso que
se completa alrededor de la octava o novena semanas. El ovario comien-
za a diferenciarse mucho más tarde que el testículo, o sea, alrededor
de la duodécima semana de desarrollo embrionario, y el proceso termina
entre la vigésima y la vigésima cuarta semanas. Aunque la gónada indi-
ferente tiende espontáneamente a transformarse en ovario, ello solo
ocurre a cabalidad si los dos cromosomas X de las células germinales
están activos; la acción previa del mensaje genético transmitido por
el antígeno H-Y impide que haya una transformación ulterior en ovario.
Según JOST, no parece que en momento alguno del desarrollo embrio-
nario se establezca una diferenciación histológica entre corteza (que
originaría el ovario) y medula (que originaría el testículo) en la gónada
indiferente.
1 El concepto de programa genético es similar al de teleonomía, propuesto por
JACQUES MONOD, y no debe confundirse con el de teleología.
DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA 61
Se ha aceptado que la diferenciación somatosexual femenina se
efectúa en forma espontánea, es decir, sin intervención hormonal; no
obstante, el hecho de que haya secreción embrionaria de estradiol inme-
diatamente antes de que comience la diferenciación histológica del ova-
rio, sugiere la posibilidad de que ella sea mediada, al menos parcialmente,
por el estradiol. Cuando el embrión tiene testículos funcionales, son
sus secreciones las que toman la dirección del proceso de diferenciación.
Estimulados por la gonadotropina coriónica, producen dos tipos de
substancias: los andrógenos (principalmente testosterona) y la hormona
antimuleriana. La testosterona, al actuar sobre los conductos de WOLFF,
determina su transformación en órganos genitales internos masculinos.
La dihidrotestosterona, producida a partir de la testosterona, determina la
formación de órganos genitales externos masculinos, al actuar sobre
el anlaje correspondiente. La hormona antimuleriana, secretada por
cada testículo, produce la atrofia del conducto de MüLLER ipsilateral.
Los datos anteriores, comprobados abundantemente en los mamíferos
infrahumanos mediante investigaciones iniciadas por Jos-r, han sido
confirmados en embriones humanos.
El papel de los andrógenos en la diferenciación somatosexual de
los mamíferos y la aparente inactividad de los estrógenos son demostra-
dos por lo que sucede en embriones castrados de uno u otro sexo,
los cuales desarrollan órganos genitales internos y externos femeninos.
El posible efecto diferenciador de los estrógenos de la hembra embaraza-
da queda excluido (al menos en lo que respecta a los genitales internos)
por estudios in vitro, que muestran la persistencia de los conductos
de MÜLLER y su transformación, y la involución de los de WOLFF, en
embriones de uno u otro sexo. Sin embargo, no hay que descartar
un efecto parcial de las hormonas ováricas sobre el desarrollo de los
genitales femeninos en las últimas etapas de la vida intrauterina.
Luego de haber cumplido las funciones pre y posnatales inmedia-
tas, las células de LEYDIG involucionan, se transforman en células me-
senquimatosas y permanecen en este estado hasta el comienzo de la
pubertad, cuando son reactivadas definitivamente por la hormona lutei-
nizante, para que produzcan los andrógenos necesarios para el desarro-
llo y mantenimiento de los caracteres sexuales terciarios y cuaternarios,
y la libido.
5. DIFERENCIACIÓN SICOSEXUAL Y DE LA ORIENTACIÓN SEXUAL
5.1. Diferenciación sicosexual.—A pesar de que la aceptación del
proceso de diferenciación somatosexual, resumido arriba, es práctica-
mente unánime, existen discrepancias entre los científicos sobre la im-
62 • ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
DIFERENCIACION SEXUAL HUMANA 03
portancia relativa de los factores biológicos y ambientales en la diferen-
ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual (diferenciación de la
identidad y el rol genéricos2). De acuerdo con la teoría original de
MONEY y los HAMPSON —basada en seguimientos clínicos de hermafro-
ditas de sexo de asignación y crianza discordante de los sexos genético
y gonadal—, el individuo nace en un estado de "neutralidad sicose-
xual", y es el dimorfismo genital externo lo que determina, no solo
la reacción de los adultos ante el recién nacido, o sea, el sexo de asigna-
ción y crianza, sino también la imagen corporal que el niño (o niña)
se asigna a sí mismo en relación con las personas del mismo sexo (identi-
ficación) o del otro (complementación); el resultado es el establecimien-
to del sexo sicológico y del rol sociosexual infantiles a más tardar a
los tres años de edad. En la adolescencia, el erotismo y la morfología
pubescentes refuerzan la identidad y el rol genéricos infantiles, los cuales
se transforman en identidad y rol genéricos adultos. De acuerdo con
este esquema, la diferenciación del sexo sicológico y del rol sociosexual
del ser humano depende fundamentalmente del efecto del entorno fami-
liar y social durante el período de máxima sensibilidad o período crítico
posnatal —entre los dos y tres años de edad, aproximadamente.
Por su parte, MILTON DIAMOND se ha opuesto a la hipótesis de
MONEY y los HAMPSON, negando la existencia de una neutralidad sico-
sexual al nacimiento, y sosteniendo que el ser humano sigue la regla
aplicada a los mamíferos en general. Según él, es entonces la acción
de los andrógenos sobre el cerebro fetal lo que predetermina la diferen-
ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual masculinos, mientras
que los efectos del entorno son secundarios. De otro lado, según algunos
investigadores, la acción hormonal puede ocurrir también posnatalmen-
te, alrededor de los tres meses de edad, cuando se presenta el máximo
aumento de la concentración de testosterona plasmática del niño (apro-
ximadamente 200 ng/dl, de acuerdo con FOREST y colaboradores). La
teoría de DIAMOND ha sido aparentemente reforzada por el estudio de
IMPERATO-MCGINLEY y colaboradores, en la República Dominicana,
quienes hallaron que hermafroditas de gónadas masculinas criados co-
mo niñas adoptan la identidad sexual masculina al llegar a la pubertad,
siempre y cuando en tal momento haya una secreción normal de testoste-
rona. Sin embargo, este estudio ha sido criticado porque no ofrece
pruebas concluyentes de que los sujetos afectados sean realmente asig-
nados al sexo femenino desde la infancia, y criados sin ninguna ambi-
güedad con respecto a la identidad genérica. De hecho, dichos sujetos
son llamados "güevedoces", lo cual entraña, primero, que las demás
2 Terminología propuesta y utilizada por MoNEY — gender-identity/role (G-I/R)
differentiation.
personas no los consideran indubitablemente de sexo femenino; segun-
do, que los sujetos no pueden consolidar la identidad y el rol genéricos
femeninos, porque el apelativo los hace conscientes de su estado indeter-
minado y atípico.
Lo más razonable es que tanto la hipótesis de MONEY como la
de DIAMOND tienen su parte de verdad, y que pueden ser unificadas.
Por ejemplo, el primero ha abandonado su opinión de la "neutralidad
sicosexual" al nacimiento, y en la actualidad hace énfasis en la interac-
ción de las hormonas pre y posnatales con el entorno social. De otro
lado, la tesis de la primacía de los factores ambientales posnatales sobre
las hormonas prenatales y posnatales concuerda con la tendencia evolu-
tiva general, según la cual el control endocrino de ciertos fenómenos
animales —que es máximo en los niveles más bajos de la escala biológica—
va siendo menor a medida que la corteza cerebral se desarrolla. Al
respecto, investigaciones en primates infrahumanos y en el hombre mis-
mo indican que las hormonas sexuales no tienen los mismos efectos
sobre el sistema nervioso central observados en los mamíferos inferio-
res. Por lo tanto, es probable que, en la mayoría de los casos, la diferen-
ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual humanos dependa
primordialmente del efecto del entorno familiar y social durante el pe-
ríodo crítico, y en segundo lugar, de las hormonas masculinas fetales
o neonatales, las cuales, en ciertas circunstancias, podrían desempeñar
un papel predominante.
5.2. Diferenciación de la orientación sexual.—En el momento ac-
tual, no se conocen a ciencia cierta los mecanismos que dan origen
a las orientaciones heterosexual (la más típica) y homosexual. Solo
existen hipótesis, que establecen estrechas relaciones entre esta diferen-
ciación y la de la identidad y el rol genéricos. En primer lugar, hay
que tener en cuenta los fundamentos biológicos generales de la orienta-
ción sexual. Como lo señala BEACH, el sistema nervioso central está
genéticamente programado para funcionar bisexualmente; es decir, el
individuo puede presentar excitabilidad y estimulabilidad horno y hete-
rotípicas a los estímulos sexuales. En cuanto al papel de las hormonas
sexuales, los estudios efectuados hasta el presente muestran que las
concentraciones de andrógenos y estrógenos en la adultez no están en
relación de causa a efecto con una determinada orientación sexual.
Basándose en investigaciones efectuadas en roedores, GÜNTER DOR-
NER sostiene que las hormonas sexuales, al actuar durante el período
crítico neonatal, desempeñan un papel fundamental en la organización
de la conducta sexual del animal adulto. Según este autor, la deficiencia de
andrógenos en un macho fenotípico, durante dicho período, da origen
a un cerebro predominantemente "femenino", el cual puede generar
b4 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
una conducta homosexual por activación androgénica en la pubertad;
en el caso de la hembra, es un exceso de andrógenos, durante el período
crítico, lo que puede llevarla comportarse homosexualmente en la adul-
tez. DÓRNER ha aplicado estos resultados al ser humano, y en defensa
de su hipótesis se apoya en el efecto de retroacción positiva sobre la
secreción de hormona luteinizante, inducido típicamente en la mujer
por la administración intravenosa de estrógenos, el cual fue observado
en la mayoría de un grupo de homosexuales estudiados por él; tal efecto
sería compatible con una feminización hipotalámica de los sujetos expe-
rimentales. Aunque un estudio de KULIN y REITER muestra que este
fenómeno no es exclusivo de la mujer, sino que también se puede presen-
tar en los hombres heterosexuales (como lo observó el mismo DÓRNER
en una minoría de sus sujetos controles), un reciente trabajo de GLA-
DUE y colaboradores indica que la magnitud del efecto de retroacción
positiva estrogénica en individuos de orientación homosexual es inter-
media con respecto a la magnitud de él en mujeres y hombres heterose-
xuales, lo cual tiende a respaldar la hipótesis de DÓRNER. Sin embargo,
esto es refutado por la investigación de GOOREN, todavía más reciente,
que muestra que el efecto de retroacción positiva estrogénica en indivi-
duos de sexo masculino biológico no se relaciona con la orientación
sexual, sino que depende de la calidad de la esteroidogénesis testicular.
Por otra parte, hay que tener presente que, para entender el origen
de la orientación sexual típica o atípica, no basta contar con los factores
puramente hormonales, olvidando el importante y aun decisivo papel
que desempeñan el aprendizaje y la experiencia en el caso del ser huma-
no. Además, una cosa es la inversión de la conducta sexual, que se
observa frecuentemente en los animales inferiores, y otra la orientación
sexual del Homo sapiens. Por lo tanto, lo que propone DORNER y otros
deterministas hormonales podría ser cierto, pero quedaría por demos-
trar la relación existente entre las modificaciones cerebrales inducidas
por las hormonas y la orientación sexual conscientemente percibida
y deseada, que es típica del hombre. No obstante —tal como puede
suceder con respecto a la diferenciación de la identidad y el rol genéricos—,
puede ocurrir también que, en ciertos casos, los factores hormonales
predominen en la diferenciación de la orientación homosexual.
CAPÍTULO V
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA
1. INTRODUCCIÓN
La función sexual humana (función erótica), ya definida, es el
núcleo de la sexualidad humana; la figura 3 es un esquema que sirve
de base para su descripción. Las líneas continuas indican la secuencia
principal de los fenómenos que suceden durante su ejercicio; las líneas
discontinuas muestran la secuencia de los fenómenos secundarios o
alternativos y los circuitos de retroacción (feedback) positiva, que son
de gran importancia.
La función sexual humana es ejercida fundamentalmente de dos
modos: el erótico o primario y el reproductor o secundario, en dos
planos internos u orgánicos: el mental, síquico o central y el corporal,
somático o periférico, cuyos elementos generan comportamientos, o
sea, manifestaciones en un plano externo o comportarnental. Todos
estos elementos están general, aunque no forzosamente, concatenados
en una secuencia de varias fases, las cuales, en el ejercicio del modo
erótico —que es el pertinente aquí—, son básicamente cinco: apetitiva,
relacional, estimulatoria, excitatoria y orgásmica. Cuando el individuo
opta por ejercer la función sexual de modo reproductor, hay que agregar
una sexta fase, reproductora.
Al tratar de los fenómenos síquicos de la función sexual, no debe
olvidarse su substrato orgánico, por lo cual el nombre que más les
conviene es el de fenómenos sicofisiológicos. No hay que dejarse, pues,
confundir por la noción dualista tradicional de soma (cuerpo) y sigue
(alma), respaldada por la aplicación selectiva del término "fisiológico"
a los procesos somáticos, y de los términos "síquico" o "sicológico" a los
mentales. Sucede que tanto los unos como los otros son componentes
de la fisiología total del individuo. La aparente diferencia entre ellos
radica en que, en el caso de los fenómenos "síquicos", los procesos
fisiológicos cerebrales subyacentes no pueden ser observados objeti-
vamente en el momento actual, debido a insuficiencias tecnológicas,
y hay que limitarse a percibirlos y describirlos subjetivamente. Pero
no hay duda de que sus causas próximas (su substrato neurofisiológico)
son tan "materiales" como las de los procesos "somáticos", y tarde
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LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 67
o temprano serán reveladas por las investigaciones neurofisiológicas
y neuroquímicas. No obstante, sigue siendo metodológicamente útil
distinguir los dos planos, somático y síquico, de la actividad sexual interna.
Por otro lado, concedemos mayor importancia a los fenómenos
síquicos de la función sexual que a los somáticos, porque estos no
son sino manifestaciones, más o menos objetivas, de algunos de los
primeros. En los últimos años, ha habido una infortunada tendencia
en sexología a tratar de definir, exclusiva o casi exclusivamente, los
fenómenos sexuales por sus expresiones periféricas (somatofisiológi-
cas), en perjuicio de los aspectos síquicos o centrales; por ejemplo,
autores como MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN, en mayor o menor pro-
porción, identifican con el orgasmo femenino las contracciones rítmicas
de la musculatura pelviana que en muchas ocasiones lo acompañan.
Este "reduccionismo periférico" es tan erróneo como decidir sobre
la presencia o ausencia de un estado de miedo en una persona por la
presencia o ausencia de llanto o relajación esfintérical. Diversos estu-
dios indican que dichas contracciones pueden estar ausentes, aunque
subjetivamente se perciba la sensación orgásmica; además, otras investi-
gaciones muestran que las percepciones subjetivas de la excitación se-
xual, sobre todo las femeninas, no se correlacionan siempre con las
mediciones instrumentales de la estimulabilidad somática.
Aunque la casi completa ausencia de mediciones objetivas de los
fenómenos centrales de la función sexual (excitación y orgasmo) han
llevado a los investigadores a depender de sus manifestaciones periféri-
cas, como ya se dijo, es erróneo substituir —por razones de objetividad—
los primeros por las últimas. Lo que se debe hacer es redoblar los
esfuerzos para perfeccionar y emplear métodos no invasores que midan
directamente los fenómenos centrales, como la electroencefalografía
y la tomografía por emisión de positrones, lo mismo que continuar
investigando la naturaleza química y los efectos de las substancias cere-
brales mediadoras de las sensaciones eróticas. Por consiguiente, en el
estado actual de la tecnología, no hay otra alternativa razonable que
atenerse a las percepciones subjetivas manifestadas por el sujeto experi-
mental, dándoles a las mediciones instrumentales de los fenómenos
periféricos correspondientes valor corroborativo únicamente.
Se podría argüir que nuestra crítica no es válida, porque nosotros también re-
ducimos los fenómenos mentales a procesos neurofisiológicos cerebrales. Lo que sucede
es que este reduccionismo "central" es inevitable para quienes, como nosotros, adhieran
a la teoría materialista de la mente, que identifica los fenómenos mentales con estados
neurofisiológicos cerebrales. De no ser así, habría que atribuirle a la mente cualidades
metafísicas.
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA b9
68 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
2. FASE APETITIVA
La primera fase de la función erótica es típicamente la apetitiva.
Se dice "típicamente", porque aun cuando la estimulación somatose-
xual (y en ocasiones la sicosexual) puede desencadenar la secuencia
de fenómenos que llevan al orgasmo, en ausencia de un estado apetitivo,
lo habitual, al menos en el caso del sexo masculino, es que sea la percep-
ción consciente de dicho estado la que mueva a la persona (sujeto)
a entrar en la fase relacional, para lograr así la estimulación somatose-
xual, que continuará con las demás fases ulteriores de la función sexual
hasta la culminación orgásmica. Alternativamente, la persona que expe-
rimenta apetito sexual puede omitir la fase relacional, y pasar directa-
mente a la autoestimulación somatosexual (masturbación), que la llevará
a la excitación y al orgasmo.
Aunque, como lo señala LEVINE, el deseo sexual es un fenómeno
complejo, que involucra por lo menos tres variables: impulso, motiva-
ción y activación, probablemente la segunda es la más típica e importan-
te. Por lo tanto, definimos el apetito o deseo sexual, llamado también
libido, como la motivación consciente que impulsa al ser humano a
ejercer la función sexual de modo erótico. Se trata de un fenómeno
exclusivo del plano interno síquico y esencialmente autónomo, pero
puede ser influido por elementos de otras fases, sobre todo la relacional
y la excitatoria, y por otros factores. A pesar de que el origen del
apetito sexual es biológico, él está condicionado a factores sociocultura-
les y presenta grandes variaciones individuales y circunstanciales. KA-
PLAN y LIEF fueron los primeros autores que llamaron la atención sobre
la existencia del deseo como componente discreto de la función sexual;
este fue un mejoramiento importante, aunque parcial, del modelo de
respuesta sexual de MASTERS y JOHNSON, que solo se refiere a los fenó-
menos somatofisiológicos de las fases excitatoria y orgásmica.
2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual.—La experiencia co-
mún, creencias interculturales muy diseminadas y la opinión de diversos
autores concuerdan en que parecen existir evidentes diferencias genéri-
cas en la intensidad y frecuencia del apetito sexual; es decir, habitual-
mente los hombres manifiestan deseos eróticos más intensos y frecuentes
que las mujeres. A pesar de que otros autores sostienen que no hay
tales diferencias, o afirman que si existieran no serian de origen biológi-
co, sino debidas a la represión cultural de la sexualidad femenina, los
siguientes datos están más a favor de la existencia de diferencias genéri-
cas intrínsecas en el apetito sexual, probablemente debidas al dimorfis-
mo sexual cerebral y hormonal.
Las encuestas sobre conducta sexual comparativa de hombres y
mujeres registran diferencias significativas entre los sexos en la inciden-
cia y frecuencia de diversas actividades sexuales, las cuales, interpreta-
das en la forma más sencilla, reflejan la existencia de diferencias genéricas
en el deseo sexual, que no pueden ser explicadas exclusivamente por
el condicionamiento cultural erotófobo de la mujer. A los varones solte-
ros de deseo sexual promedio les bastaría solo imaginar que estuvieran
sujetos a las mismas restricciones sexuales culturales que han afectado
a las mujeres, para que comprendieran la extremada dificultad de man-
tener una frecuencia de actividad sexual similar a la de ellas. Se podría
aceptar, incluso, que las mujeres cuyos deseos sexuales fueran supuesta-
mente equiparables a los del hombre típico encontraran obstáculos so-
ciales insalvables para efectuar el coito, pero ellos no tendrían por
qué impedir que satisficieran tales deseos mediante la masturbación,
o, en último término, que la tensión producida por la libido utilizara
la válvula de escape de los sueños eróticos con orgasmo, ya que estas
actividades pertenecen a la intimidad de la persona y están, por consi-
guiente, fuera del alcance de la censura social. Sin embargo, no es
esto lo que se deduce de los datos suministrados por las encuestas men-
cionadas. Por otra parte, MERCER y KOHN encontraron que los varones
universitarios decían sentir apetito sexual más frecuentemente que las uni-
versitarias, y un estudio de SCHOFIELD muestra que la principal razón
para efectuar el primer coito fue el deseo sexual en el caso de los varones,
mientras que ella fue el amor en el caso de las mujeres. Además, estudios
más recientes, como el de CARROLL y colaboradores y, parcialmente,
el de DENNEY y colaboradores, tienden a sustentar las diferencias en-
contradas por SCHOFIELD.
Igualmente, parece que, al menos en nuestra cultura, el apetito
sexual masculino se diferencia cualitativamente del femenino. Por lo
general, el hombre es impulsado a buscar un objeto sexual inespecífico,
para obtener de él placer orgásmico, independientemente de considera-
ciones románticas. Por el contrario, el deseo sexual de la mujer la
motiva a buscar (o aceptar) un objeto sexual específico, con el cual
establecer una relación primariamente afectiva y secundariamente se-
xual. Estas diferencias, que son sustentadas por las investigaciones de
ZELNIK y KANTNER, DENNEY y colaboradores y CARROLL y colaborado-
res, hacen que, en sus relaciones con las mujeres, muchos hombres
ofrezcan fingidamente afecto para obtener el coito, y que muchas muje-
res efectúen el coito como muestra de afecto, o como recompensa por
los sentimientos afectivos manifestados (real o fingidamente) por los
hombres.
V AbYtU I OS BAS1COS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 71
No hay duda de que el origen filogénico del componente impulsivo
del apetito sexual, es el instinto de apareamiento de los animales inferio-
res, el cual, en el transcurso de la hominización, dejó de ser instinto
y se convirtió en motivación consciente. En muchas (si no en la mayoría)
de las especies animales, los machos son polígamos, mientras que las
hembras tienden a la monogamia; esto es especialmente notorio en los
antropoides. Además, no es necesario adherir a las tesis extremistas de
algunos sociobiólogos para reconocer que la poligamia de los machos
es biológicamente adaptativa. Por lo tanto, la tendencia promiscua del
apetito sexual del hombre también tiene un origen filogénico; como dice
BARASH, existe una base biológica potencial para el doble patrón de mo-
ralidad sexual. Esto es un argumento adicional a favor de las diferencias
genéricas intrínsecas en el deseo sexual. En realidad, la monogamia entre
los seres humanos es una decisión consciente individual o una imposición
social; aun así, la mayoría de las culturas aceptan o toleran la poliginia
del hombre. No obstante, como ya se dijo en el capítulo 1, debe tenerse
en cuenta que, para el ser humano, la biología no es el destino, y que,
dadas las condiciones socioculturales apropiadas, la mujer puede aprender
a disfrutar del erotismo per se; recíprocamente, por diversas razones,
los hombres pueden aprender a controlar la tendencia poligama.
2.2. Sicofisiología (neuro fisiología) del apetito sexual.—Ella está
por aclarar. En el momento actual, únicamente es posible presumir
que el deseo sexual resulta de la activación de uno o más centros cerebra-
les, ya por acción de uno o varios estímulos internos del tipo de los
mediadores químicos, ya por acción de estímulos externos, ya por com-
binación de estos dos tipos de factores. Parece, sin embargo, evidente
el efecto de los andrógenos como facilitadores de diversos fenómenos
de la función erótica masculina, sobre todo de la libido, aunque dicho
efecto es menos claro en la mujer. Al respecto, es interesante especular
sobre la relación que pudiera existir entre las concentraciones diferencia-
les de andrógenos en hombres y mujeres y las diferencias en la intensidad
y frecuencia de sus deseos sexuales, particularmente en vista de que,
según algunos autores, las dosis de testosterona necesarias para aumen-
tar la libido femenina en casos de disfunción apetitiva, deben ser lo
suficientemente altas para producir también efectos colaterales indesea-
bles. Por otra parte, es posible que los estrógenos desempeñen algún
papel en la génesis y mantenimiento del deseo sexual femenino.
3. FASE RELACIONAL
Motivada por el apetito sexual, la persona (sujeto), típicamente
un hombre, adopta comportamientos (es decir, actúa en el plano exter-
no) que buscan ponerla en relación con una pareja (objeto) sexual com-
patible con sus preferencias eróticas, con el propósito de estimularse,
excitarse y llegar al orgasmo. Entra, pues, en la fase relacional de la
función erótica, cuyo antecesor filogénico es el cortejo de los animales,
y el cual —como sucede con muchas otras conductas de origen biológico—,
en el estadio humano de la evolución, ha sufrido modificaciones especí-
ficas. Por lo tanto, aunque la función del cortejo animal es maximizar
las oportunidades de apareamiento adecuado, su contraparte humana
presenta diversas modalidades, que van desde la interacción sumaria
entre cliente y prostituta hasta las fabulaciones que emplea el hedonista
irresponsable para seducir a su presa. Además, en muchos casos el
cortejo humano es el preludio socialmente obligatorio del matrimonio.
Estrictamente hablando, la fase relacional de la función erótica
masculina por lo general solo sirve de enlace entre las fases apetitiva
y estimulatoria. Sin embargo, en el caso de la mujer, el condicionamien-
to cultural y la menor intensidad de su libido han hecho que el sentimiento
amoroso hacia el objeto sexual potencial adquiera en ella importancia
capital. Por eso, en la mujer, la secuencia de la función erótica se inicia
más bien con la fase relacional, durante la cual se desarrolla la emoción
amorosa que, a la vez que refuerza o despierta su apetito sexual, le
facilita sicológicamente el paso a la fase estimulatoria y su continuación
secuencia].
4. FASE ESTIMULATORIA
La tercera fase de la función erótica es la estimulatoria. La estimu-
lación sexual se puede definir como la acción de un fenómeno energético
interno o externo (estímulo sexual) que, al ser percibido síquica (en
el plano central) o somáticamente (en el plano periférico) por el sujeto,
es susceptible de inducir en él una sensación placentera específica (exci-
tación sexual), o una reacción somatofisiológica también específica (res-
puesta sexual), típicamente en los órganos sexuales. Siguiendo la vía
principal de la secuencia de la función erótica (figura 1), en la fase
estimulatoria hay dos etapas: la interacción corporal del sujeto con
el objeto sexual y la estimulación somatosexual propiamente dicha.
4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual.—Sucede
en el plano externo, es la continuación directa de los comportamientos
de la fase relacional y consiste en las actividades somatosexuales, o
sea, los actos corporales efectuados mutuamente por el sujeto y el obje-
to, por uno sobre otro o por el sujeto sobre sí mismo, con el propósito
de producir estimulación sexual y, generalmente, orgasmo. Ellas son
básicamente cuatro: las actividades heterosexuales, las actividades ho-
72 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
mosexuales, la masturbación y las actividades sexuales con animales.
En los dos primeros casos, los participantes pueden ser simultánea o
alternadamente sujetos u objetos sexuales. La actividad masturbatoria
constituye una situación especial, puesto que, habitualmente, a ella
se llega sin pasar por la fase relacional; es decir, el sujeto es su mismo
objeto sexual. Con el fin de no romper la continuidad descriptiva de
las fases de la función erótica, las anteriores actividades serán estudiadas
más detalladamente en el capítulo vi.
Los actos de la primera etapa de la fase estimulatoria —que DRA-
GUNSKY, siguiendo un modelo piagetiano, llama acertadamente "praxias
sexuales"— tienen una base instintiva, pero es bien sabido que cuanto
más evolucionado sea el animal, más dependerá su comportamiento
del aprendizaje y la experiencia, y menos del instinto. Los primates
son, entonces, los animales en los cuales es más evidente la necesidad
del aprendizaje de las praxias sexuales. Los clásicos estudios de HARLOW
muestran que la libre interacción física en la infancia, en forma de
juegos sexuales de tanteo, es esencial para que, cuando adultos, los
primates infrahumanos sean capaces de ejecutar los actos consumato-
ríos del coito. Por lo tanto —como lo cree MONEY-, es probable que,
en los humanos, los juegos sexuales infantiles sean necesarios para el
ulterior ejercicio adecuado de la función erótica, en la primera etapa
de la fase estimulatoria. Igual cosa puede suceder con respecto a la
segunda etapa, si —como lo señalan algunos autores— los cambios
fisiológicos en las zonas u órganos erógenos, resultantes de la estimula-
ción, les confieren una sensibilidad específicamente erótica y tienen
un efecto de retroacción positiva.
4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha.—Sucede en
el plano somático y consiste en la aplicación efectiva de estímulostáctiles
—principalmente exteroceptivos, pero también intero o proprioceptivos-
a las zonas u órganos erógenos del sujeto, los cuales poseen receptores
apropiados. Como lo evidencian la masturbación y las actividades ho-
mosexuales y zoofílicas, la fuente del estímulo táctil es indiferente,
siempre que este se aplique a la zona erógena y no sea inhibido consciente
o inconscientemente por el sujeto.
Según algunos autores, es posible que la estimulación o contracción
de los músculos elevadores del ano dé origen a sensaciones eróticas
proprioceptivas que contribuyan a producir excitación sexual, sobre
todo en la mujer.
4.3. Estimulación o actividad sicosexual.—Es un tercer tipo de
actividad en la fase estimulatoria, originada directamente en los centros
cerebrales. Los estímulos pueden ser internos, como en el caso de las
fantasías y los sueños eróticos, o externos, como la visión de imágenes
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 73
eróticas; estos últimos son mediados por sistemas sensoriales especiales
(visión, audición, olfacción). La estimulación sicosexual tiene un eficaz
efecto de retroacción positiva sobre el deseo sexual.
4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual.—Al parecer,
en la mujer de nuestra cultura, el principal estímulo productor de la
excitación sexual es el táctil exteroceptivo continuo —a diferencia del
necesario para la excitación masculina, que puede ser discontinuo—,
aplicado a la región clitorídea o a las zonas erógenas vaginales, dentro
de una relación afectiva con un hombre particular; los estímulos sicose-
xuales, en cambio, son poco eficaces. Por el contrario, tanto los estímu-
los táctiles del pene como los sicosexuales (principalmente visuales)
son muy eficaces para excitar al varón. En el momento actual, no
es posible establecer la relativa importancia de los factores biológicos
y culturales en la creación de estas diferencias.
5. FASE EXCITATORIA
La cuarta fase de la función erótica es la excitatoria, que presenta
fenómenos tanto en el plano síquico como en el somático. Definimos
la excitación sexual propiamente dicha (plano síquico) como la percep-
ción subjetiva del continuo de sensaciones placenteras inducidas por
la estimulación sexual. Como ya se dijo, es equivocado identificar los
fenómenos síquicos excitatorios con sus manifestaciones periféricas,
que además son contingentes. Por ejemplo, en muchos casos de disfun-
ción erectiva, el hombre está excitado sexualmente, a pesar de la ausen-
cia de la manifestación somática (erección). Por el contrario, las
manifestaciones periféricas pueden estar presentes, en ausencia del esta-
do síquico de excitación sexual; tal sucede durante las erecciones espon-
táneas, sobre todo nocturnas, que tienen los hombres, sin que
subjetivamente se sientan en estado de excitación sexual. Asimismo,
en los animales espinales y en las personas con lesiones medulares pue-
den presentarse reacciones somáticas a la estimulación sexual táctil,
sin que haya activación central alguna, debido a la interrupción de
la comunicación entre la medula y el cerebro; en otras palabras, hay
una respuesta periférica puramente refleja a la estimulación. Es posible
que este reflejo espinal sea facilitado por los andrógenos y estrógenos.
Cualquier tipo de estímulo (síquico o somático), siempre que sea
adecuado, puede hacer entrar al sujeto en la fase excitatoria. Sin embar-
go, son los estímulos táctiles los que usualmente permiten a la persona
excitarse hasta el orgasmo; la intensidad y la duración de estos estímulos
eficaces varían individualmente.
74 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Hay dos conceptos atinentes a esta fase que deben distinguirse:
la excitabilidad sexual y la estimulabilidad sexual. La primera es la
capacidad del sujeto para excitarse sexualmente; la segunda es la capaci-
dad del sujeto para reaccionar somatofisiológicamente a la estimulación
sico o somatosexual. La excitabilidad es, entonces, inherente al plano
síquico de la fase excitatoria, mientras que la estimulabilidad (que algu-
nos llaman potencia) lo es al plano somático. Los estudios experimenta-
les indican que, tanto en los hombres como en las mujeres, hay una
gran variabilidad individual en la excitabilidad y en la estimulabilidad,
las cuales muchas veces no están correlacionadas, o sea, fluctúan inde-
pendientemente, sobre todo en las mujeres.
5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico-
sexuales.—KINSEY, basado en los resultados de su investigación, consi-
dera que la excitabilidad de los hombres con la pornografía y otros
estímulos sicosexuales es intrínsecamente mayor que la de las mujeres2.
Estudios efectuados por nosotros muestran que significativamente más
estudiantes varones que mujeres dicen sentirse excitados sexualmente
por los estímulos eróticos visuales, lo cual está a favor del concepto
de KINSEY. Se ha encontrado, también, que mientras la gran mayoría de
los varones reaccionan con excitación ante la pornografía homosexual
femenina, la generalidad de las mujeres son insensibles a la pornografía
homosexual masculina. Por otra parte, como en las relaciones sexuales
el afecto es mucho más importante para la mujer que para el hombre,
es probable que muchas más mujeres que hombres se exciten sexualmen-
te con estímulos síquicos de tipo "romántico", los cuales, según STO-
LLER, bien pueden ser la "pornografía" de la mujer.
Aunque estudios experimentales realizados en años recientes parecen
infirmar los datos de KINSEY, y sugieren que ellos tienen causas distintas
de una diferencia genérica específica, tales estudios no descartan inequí-
vocamente la existencia de una menor excitabilidad intrínseca femenina
con los estímulos sicosexuales, y sus resultados podrían ser más bien
debidos a una magnificación de dicha excitabilidad, producida por el
aprendizaje y la experiencia. Este punto de vista es reforzado por algunas
investigaciones, que indican que la excitabilidad de las mujeres con
los estímulos eróticos visuales está en relación directa con la experiencia
sexual de ellas. Además, un estudio de WOLCHIK y colaboradores sugie-
re que las muestras de mujeres utilizadas como sujetos en los experimen-
tos que no revelaron diferencias genéricas en la excitabilidad con los
estímulos visuales eran mucho menos representativas que las de hombres.
2 Ya en el siglo XVI, BRANTOME (Les dames galantes) señalaba que las mujeres
eran indiferentes a las imágenes eróticas.
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 75
También es pertinente señalar que investigaciones en animales infe-
riores indican que la integridad de la corteza cerebral es indispensable
para la actividad copulatoria del macho, pero no para la de la hembra,
lo cual muestra la existencia de una diferencia genérica de origen biológi-
co en el papel que desempeña el sistema nervioso central en la reproduc-
ción. En el caso humano, esto puede tener relevancia diferencial genérica
en cuanto a las funciones regidas por la corteza cerebral, como lo es
la excitación sicosexual.
El problema de la existencia o no de diferencias genéricas intrínse-
cas en la excitabilidad con los estímulos sicosexuales no ha sido, pues,
aclarado en forma definitiva, y probablemente nunca lo sea, porque
ello requeriría la exposición de grupos de adolescentes y preadoles-
centes de uno y otro género y sexualmente inexpertos a estímulos
pornográficos, lo cual es inaceptable e ilegal en nuestra cultura. Sin
embargo, los datos que se poseen en la actualidad son compatibles
con lo propuesto por KINSEY, por lo tanto, se puede concluir que sí
parece existir en la mujer una menor excitabilidad natural con los estí-
mulos sicosexuales, excitabilidad que podría aumentar con el aprendiza-
je y la experiencia. Esto, y la aparente existencia de un mayor romanticismo
en la mujer, cuando se compara con el hombre, sugiere una menor
corticalización de la sexualidad femenina, porque lo romántico es esen-
cialmente emocional y por consiguiente más antiguo, filogénicamente
hablando, que lo pornográfico, cuya elaboración es más compleja, es
decir, más cortical.
5.2. Sicofisiología de la excitación sexual.—A diferencia de sus
manifestaciones somáticas, que se conocen mejor, la fisiología de los
fenómenos síquicos (neurofisiología cerebral) de la fase excitatoria es
prácticamente terra incognita. Fuera del evidente papel desempeñado
por la corteza sensitiva en la percepción consciente de las sensaciones
eróticas, los pocos estudios objetivos que se conocen permiten apenas
concluir que, en el diencéfalo y en el sistema límbico, existen núcleos
o zonas que captan y retransmiten a otras áreas cerebrales los estímulos
sexuales, contribuyendo así a generar la percepción erótica. Las mejores
esperanzas de objetivar los fenómenos centrales de la excitación (y el
orgasmo) residen en la utilización y el perfeccionamiento de métodos
como la electroencefalografía y la tomografía por emisión de positro-
nes, y en la identificación de la naturaleza química y los efectos de
las substancias cerebrales mediadoras de las sensaciones eróticas. Mien-
tras tanto, en el estudio de los fenómenos síquicos sexuales, habrá
que seguir dependiendo de las percepciones subjetivas y —con las reser-
vas ya mencionadas— de las manifestaciones periféricas respectivas.
76 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
La excitación sexual requiere acumularse para producir la descarga
orgásmica. Además, ella ejerce un eficaz efecto de retroacción positiva
sobre la libido.
5.3. Somatofisiología de la excitación sexual.—Los fenómenos soma-
tofisiológicos de la fase excitatoria (y de la fase orgásmica) de la función
erótica fueron investigados principalmente por MASTERS y JOHNSON, quie-
nes llamaron al conjunto de ellos ciclo de respuesta sexual (con sus fases
de excitación, meseta, orgasmo y resolución); no obstante, este modelo
suministra una visión incompleta y más bien distorsionada de los fenómenos
de la función erótica. Por lo tanto, aunque aquí hablaremos de los princi-
pales cambios somáticos producidos por la excitación sexual (y el orgasmo),
según fueron estudiados por MASTERS y JOHNSON y otros investigadores,
en la descripción no emplearemos el modelo del ciclo de respuesta sexual.
Los fenómenos somáticos que ocurren en la persona excitada sexual-
mente se manifiestan en diversas estructuras corporales; dos de ellos,
la vasodilatación y la hipertonía muscular, son más o menos generalizados,
mientras que los demás están limitados a los órganos sexuales u otras
zonas corporales. CAMPBELL señala que los órganos sexuales, especial-
mente el pene y el clítoris, tienen dos estados de funcionamiento sensorial,
que difieren cualitativa y cuantitativamente: el de excitación y el de no
excitación. Según este autor, en el estado de excitación la congestión
sanguínea modifica la sensibilidad de los órganos sexuales y les permite
captar la calidad voluptuosa de las sensaciones producidas por los estímu-
los táctiles.
a) Reacciones en los órganos sexuales masculinos. En el hombre,
la primera y más importante reacción somatofisiológica a un estímulo
sexual eficaz es la erección del pene, que se presenta a los pocos segundos
de iniciada la estimulación. Es posible que la erección disminuya, desapa-
rezca y reaparezca durante la fase de excitación, de acuerdo con variacio-
nes individuales y circunstanciales.
La excitación sexual convierte el pene fláccido (órgano urinario) en
el falo erecto (órgano erótico y reproductor), merced a la congestión
sanguínea de sus estructuras eréctiles. En el varón sexualmente maduro
y saludable, la excitación es causada por diversos tipos de estímulos,
entre los cuales resaltan los táctiles y los visuales. La erección es un fenóme-
no reflejo, por lo cual, en condiciones normales, el hombre no puede
obtenerla con solo desearla; sin embargo, mediante técnicas de bio-
rretroacción (biofeedback), se ha logrado, experimentalmente, el con-
trol voluntario de ella3. En la fase de excitación, el pene alcanza
3 Según FRANK HARRIS (My Efe and loves), GuY DE MAUPASSANT podía tener erec-
ciones a voluntad.
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 77
su máximo tamaño, mientras que por el meato sale una secreción muco-
sa lubricante que proviene de las glándulas de COWPER.
Los mecanismos de la erección no están completamente claros.
Varios de los siguientes fenómenos, o todos ellos, pueden intervenir
en el proceso: a) dilatación arterial activa o pasiva; b) contracción
venosa activa o pasiva; c) relajación activa de la musculatura lisa de
los cuerpos cavernosos; d) contracción activa de las derivaciones arte-
riales que comunican las arterias profundas de los cuerpos cavernosos
con el cuerpo esponjoso. Todo esto produce el llenamiento sanguíneo
de los espacios cavernosos de los tejidos eréctiles del pene. Para que
la erección se mantenga, el flujo sanguíneo arterial debe ser mayor
que el venoso. Por otra parte, en la erección hay que distinguir dos
fases: la de tumescencia y la de rigidez. Durante la primera, el órgano
adquiere el máximo volumen, pero su consistencia continúa siendo blan-
da; solo cuando un volumen adicional de sangre trata de ingresar en
el pene se viene a producir la rigidez propiamente dicha, debido a la
presión que ejerce el exceso de volumen sanguíneo contra las albugíneas
de los cuerpos cavernosos. Al cesar los estímulos nerviosos que produ-
cen la erección, las venas se relajan pasivamente y ocurre la detumescencia.
Hay dos tipos de reflejo erectivo, dependientes de los centros ner-
viosos respectivos: el síquico, cuando la activación es central (cerebral),
y el medular, cuando ella ocurre a nivel espinal. El más importante
centro medular es el sacro, cuyos impulsos eferentes viajan por fibras
parasimpáticas; los impulsos eferentes del centro toracolumbar viajan
por fibras simpáticas colinérgicas y actúan sinérgicamente con los del
sacro. El centro toracolumbar tiene también fibras eferentes simpáticas
adrenérgicas, que ejercen un efecto inhibitorio sobre la erección; presu-
miblemente, en los casos de disfunción erectiva sicógena, estas fibras
son activadas selectivamente. Sin embargo, recientes estudios indican
que un tercer mecanismo nervioso, dependiente de fibras vipérgicas,
puede desempeñar un papel fundamental en la dilatación arterial y
en la relajación de la musculatura lisa de los cuerpos cavernosos.
Para producir el reflejo erectivo, el centro sacro recibe ora impulsos
síquicos, provenientes de los centros cerebrales, ora somáticos extero-
ceptivos, provenientes del pene; ocasionalmente los estímulos pueden
ser intero o proprioceptivos. El centro toracolumbar recibe estímulos
de los centros cerebrales, pero no responde a los somáticos. El centro
sacro puede funcionar autónomamente y reaccionar a la sola estimula-
ción somática sexual, en presencia de una interrupción de la comunicación
con los centros cerebrales.
Existe un fenómeno fisiológico que consiste en episodios erectivos
nocturnos, que ocupan entre un 15 y un 20% del periodo total de
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 7978 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
sueño, en la mayoría de los casos coinciden, al menos parcialmente,
con la fase de movimientos oculares rápidos del sueño y disminuyen
al avanzar la edad. Las comunes erecciones matutinas corresponden al
último o penúltimo episodio. Estas erecciones podrían ser manifestacio-
nes de descargas neurofisiológicas indiferenciadas, o un mecanismo
automático que sirve para estimular las áreas corticales de asociación
sicosexual. Ellas no son inherentes al reposo nocturno, pero aparecen
rara vez en el estado de vigilia, porque la actividad cerebral consciente
ejerce un efecto inhibitorio; por lo tanto, en un hombre que habitual-
mente duerma durante el día y trabaje durante la noche, se presentarán
durante el sueño diurno. Las erecciones espontáneas se observan tam-
bién en los niños, incluso recién nacidos.
b) Reacciones en los órganos sexuales femeninos. En la mujer la
primera reacción a un estímulo eficaz es la lubricación vaginal, que
aparece a los pocos segundos de iniciada la estimulación. Aunque antes
se creía que eran las glándulas de BARTOLINO y el cuello uterino los
responsables del material mucoso que produce la lubricación, los estu-
dios de MASTERS y JOHNSON y de WAGNER y LEVIN muestran que el
fenómeno se debe a la formación de un trasudado a lo largo de las
paredes vaginales; las glándulas de BARTOLINO solo producen unas po-
cas gotas de secreción en un estadio avanzado de la excitación, cuando
ya la vagina está lubricada. Además de su obvia función de facilitar
mecánicamente el coito, el trasudado, que inicialmente tiene un pH
7.3, sirve también para neutralizar parcialmente el medio ácido (pH 4-5)
normal de la vagina, el cual puede llegar a un pH cercano a 6 y hacerse
así menos hostil para los espermatozoides eyaculados. Hay variaciones
individuales en la cantidad de trasudado producido por la excitación.
Otro cambio que ocurre en la vagina durante la fase excitatoria es
la dilatación (ballooning) de los dos tercios superiores, aunque esto
no se presenta en todas las mujeres. La excitación sexual convierte
la vagina —un espacio virtual y relativamente seco— en un receptáculo
bien lubricado para el falo. Cuando la excitación ha avanzado al máxi-
mo, en muchas mujeres se produce una disminución de la luz del tercio
inferior de la vagina, por vasocongestión de sus paredes, lo cual ha
sido llamado plataforma orgásmica por MASTERS y JOHNSON.
En cuanto a los demás órganos sexuales, el clítoris se pone tumes-
cente, por vasodilatación. Los grandes labios de la mujer nulípara se
adelgazan y elevan anterolateralmente, mientras que los de la multípara
se congestionan y aumentan de tamaño, pero también tienden a separarse
de la línea media. Los pequeños labios, tanto en las nulíparas como
en las multíparas, se congestionan, aumentan apreciablemente de tama-
ño y pueden sobresalir entre los labios mayores más de lo habitual.
Cuando la mujer está excitada al máximo, ocurre la retracción del
clítoris contra la sínfisis pubiana y es cubierto por el capuchón. Los
pequeños labios alcanzan un tamaño doble del basal, y su coloración
rosada cambia a rojo claro en las nulíparas o rojo obscuro en las multí-
paras; según MASTERS y JOHNSON, esta reacción es señal segura de que
la mujer llegará al orgasmo si se continúa la estimulación.
La excitación sexual femenina se puede objetivar mediante la medi-
ción del aumento de la presión vaginal del pulso, del flujo sanguíneo
vaginal y de la temperatura de los labios menores. Análogamente a
lo que sucede en el hombre con la erección, se ha observado que en
la mujer ocurren episodios nocturnos de aumento de la presión vaginal
del pulso y del flujo sanguíneo vaginal, coincidentes con los períodos
de movimientos oculares rápidos del sueño.
Los mecanismos nerviosos de los fenómenos periféricos de la exci-
tación sexual femenina no son conocidos directamente, y solo se pueden
hacer suposiciones analógicas deducidas de los mecanismos masculinos
correspondientes.
c) Reacciones en otros órganos corporales. En la mujer hay un
aumento del tamaño de las mamas y telotismo del pezón; esto último
también ocurre en el hombre. En los dos sexos, pero mucho más fre-
cuentemente en la mujer, se presenta el llamado sarpullido sexual, pare-
cido al eritema maculopapular sarampionoso, que comienza en el
epigastrio y de ahí se extiende a otras regiones. En los dos sexos hay
aumento progresivo de las frecuencias respiratoria y cardíaca, lo mismo
que de la presión arterial. Se presentan espasmos musculares, debido
a la hipertonía generalizada, localizados sobre todo en el cuello, cara
y extremidades (espasmos carpopedales).
6. FASE ORGÁSMICA
La fase terminal de la función erótica es la orgásmica. Definimos
el orgasmo o clímax sexual, un fenómeno del plano síquico, como
la percepción subjetiva de la culminación placentera de la excitación
sexual. Como en el caso de la excitación, el orgasmo se manifiesta
muchas veces, sobre todo en el hombre, por fenómenos somatofisiológi-
cos, los cuales, sin embargo, no deben confundirse con el fenómeno
síquico primario, error en que, como ya se dijo, incurren diversos auto-
res, entre ellos MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN. Los fenómenos del pla-
no somático de la fase orgásmica pueden estar, entonces, total o
parcialmente ausentes, o ser simplemente la respuesta refleja a la estimu-
lación sexual. Por ejemplo, los niños prepúberes pueden experimentar
el orgasmo pero no eyaculan, mientras que algunos hombres adultos
80 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 81
se quejan de que no sienten orgasmo, a pesar de eyacular. Además,
en las mujeres, las contracciones de los músculos perineales pueden
estar ausentes, a pesar de que la sensación orgásmica es percibida por
la persona.
El orgasmo es probablemente un fenómeno peculiar del ser huma-
no, puesto que constituye la motivación consciente para ejercer la fun-
ción sexual de modo erótico. Algunos autores dicen que un fenómeno
similar ocurre en ciertos animales inferiores, pero sus observaciones
pecan de "reduccionismo periférico", porque identifican el orgasmo
—que es un fenómeno síquico— con las respuestas somatofisiológicas
o comportamentales del animal a la estimulación sexual. Como regla
general, el instinto es un mecanismo adaptativo sumamente eficaz, y
sería, por lo tanto, impráctico que la naturaleza, en su estrategia repro-
ductora. lo substituyera por la motivación placentera, mucho más com-
pleja y sujeta a vicisitudes. Por ello, lo más probable es que el modo
erótico de la función sexual solo apareció entre los homínidos. Pudo
ser que, en esa etapa de la filogenia, la motivación placentera sexual
se hizo adaptativa para los machos homínidos antecesores del Homo
sapiens, pero posteriormente, en el estadio evolutivo humano, el placer
erótico se independizó de su causa última. Sea como fuere, de existir
un "orgasmo" en los animales inferiores, él debe ser cualitativamente
diferente del humano.
Otros autores defienden la tesis —que concuerda con la idea de
nuestra cultura de que el matrimonio monogámico es el fundamento
"natural" de la familia y la sociedad— según la cual el orgasmo coital
humano y la ausencia de período de estro en la mujer son adaptaciones
evolutivas, destinadas a crear y cimentar el vínculo de pareja. Sin embar-
go, no hay prueba de que este sea inherente a la naturaleza humana.
Además, el orgasmo coital no sería una manera eficaz de mantener
el vínculo, porque, en el caso del hombre, la habituación al objeto
sexual (efecto COOLIDGE) podría afectar negativamente la libido; y en
el de la mujer, se sabe que el coito es un método poco apropiado
para que ella llegue al clímax sexual. Al respecto, ELKAN opina que
la incapacidad de tantas mujeres para lograr el orgasmo coital muestra la
persistencia en ellas de un rasgo filogénico propio de las hembras. Por
su parte, SYMONS, quien, como ELKAN, cree que el orgasmo es adapta-
tivo para el hombre, considera que el femenino es una derivación del
masculino, lograda gracias a la bisexualidad potencial de los mamíferos.
Por otro lado, no es indispensable concebir el orgasmo con referen-
cia a una función adaptativa biológica, así como no es necesario ni
posible explicar el empleo de la boca para cantar o tocar trompeta
como un mecanismo adaptativo, sino que es más sencillo ver estas
nuevas funciones de la boca como gratuitas y conscientemente creadas
por el ser humano para su placer. Quienes insisten en considerar el
orgasmo como un mecanismo forzosamente adaptativo, tienen que ex-
plicar primero de qué manera cantar y tocar piano contribuyen a la
supervivencia.
Con respecto al contexto sociocultural del orgasmo, parece que,
en el caso de la mujer, la mayor o menor facilidad para obtenerlo
depende en buena medida de la sociedad a que pertenezca, es decir,
del tipo de ética sexual que profese. Diferentes culturas, entre ellas
la judeocristiana, han negado a la mujer "decente" el derecho al orgas-
mo. En el caso del hombre, por el contrario, la necesidad de eyacular
para cumplir la función reproductora, le ha permitido disfrutar del
placer erótico, libre de las presiones sicosociales impuestas a la mujer
por los tabúes sexuales.
Dos conceptos referentes a la fase terminal de la función erótica,
que deben tenerse en cuenta, son la orgasmicidad y lalatencia orgásmi-
ca. La primera, análoga a la excitabilidad sexual, es la capacidad del
sujeto para tener orgasmos; la segunda es el tiempo que transcurre
entre el comienzo de la estimulación eficaz y la percepción del orgasmo.
6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmi-
ca.—MASTERS y JOHNSON hallaron que, inmediatamente después del
orgasmo, la mayoría de los hombres entran en un período refractario,
de duración variable (habitualmente de minutos a horas), durante el
cual es imposible excitarse nuevamente y llegar al clímax, por más ade-
cuada que sea la estimulación; a pesar de esto, parece que algunos
individuos, sobre todo jóvenes, pueden tener varios orgasmos "secos"
antes de la eyaculación. Posiblemente, a la existencia del período refrac-
tario contribuye no solo la fatiga fisiológica, sino también la habitua-
ción al objeto sexual. Por el contrario, en la gran mayoría de las mujeres
no existe dicho período, sino que, si son estimuladas apropiadamente,
son capaces de excitarse y alcanzar varios orgasmos consecutivos; aun-
que diversos autores —entre ellos KINSEY— lo habían descrito previa-
mente4, este fenómeno fue demostrado en forma experimental y siste-
mática por MASTERS y JOHNSON, y ha sido corroborado por nosotros.
Sin embargo, la mayoría de las mujeres no son multiorgásmicas durante
el coito, probablemente debido a que su orgasmicidad está limitada
por los efectos combinados de la relativamente más corta latencia orgás-
mica del varón y su período refractario.
4 Ellos fueron LEWIS, TERMAN y MILES, FORD y BEACH, DICKINSON, RADO, STREET
y SHERFEY. HARRIS (My Life and loves) también da testimonio de perpicaz connaisseur,
tanto sobre dicha capacidad como sobre el período refractario del hombre.
82 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 83
KINSEY estimó que la latencia orgásmica del hombre era de unos
2 minutos, mientras que la de la mujer, empleando el método estimula-
torio más eficaz (la masturbación), era de unos 4 minutos. El primer
dato fue parcialmente sustentado por LEvirr, al calcular la latencia
orgásmica masculina entre 2 y 3 minutos, mientras que el segundo
lo fue por nosotros, que estimamos la femenina entre 3 y 4 minutos.
Por su parte, LEV1N y WAGNER encontraron en las mujeres una latencia
orgásmica masturbatoria mediana de 5.8 minutos. Estas diferencias
podrían explicar en parte la existencia de uno de los problemas sexuales
masculinos más comunes: la eyaculación u orgasmo prematuro.
6.2. El orgasmo femenino.—La capacidad erótica de la mujer ha
sido objeto de múltiples opiniones y especulaciones desde los tiempos
más remotos5. Durante la era cristiana ha predominado la tendencia
maniquea de los ascetas a condenar a la mujer por su "lujuria"
desenfrenada6, o a alabarla por su castidad virginal; es decir, según
las épocas y el humor de quienes expresen los juicios, se ha escogido
ora del modelo de Eva, ora el de la Virgen María para calificar sexual-
mente a la mujer. Este último estuvo de moda en el siglo X1X entre
muchos médicos europeos (y en la sociedad en general), sobre todo
en Inglaterra; se creía, entonces, que la mujer "decente" era una perso-
na naturalmente incapaz de sentir excitación sexual y placer orgásmico.
Con la aparición del sicoanálisis se comenzó a aceptar la naturaleza
normal del erotismo femenino, pero también se creó el concepto de
que en la mujer existen dos tipos de orgasmo: el vaginal, que es el que
debe experimentar la mujer adulta y sexualmente madura, y el clitorí-
deo, "inmaduro" y propio de la niña. En realidad, FREUD no empleó
estos términos, pero ellos están implícitos en su opinión de que la "exci-
tabilidad erógena" femenina debe desplazarse del clítoris a la "entrada
de la vagina", como requisito esencial para que la mujer "madure"
sexualmente. Aunque FREUD no sustentó sus opiniones con datos ana-
tómicos o clínico-experimentales, ellas recibieron aceptación general
por parte de los sicoanalistas.
Los conceptos sicoanalíticos sobre la dicotomía orgásmica clíto-
ris/vagina parecieron ser infirmados por KINSEY, al mostrar, mediante
la experimentación clínica, la insensibilidad vaginal a los estímulos tácti-
5 El adivino Tiresias de la mitología griega pagó con la vista el haber revelado
que la mujer siente diez veces más placer en el acto sexual que el hombre.
6 El Malleus maleficarum, ese monumento a la barbarie y la estupidez humanas,
dice que las mujeres copulan hasta con los demonios, con tal de satisfacer su lujuria.
Y JEAN DE MEUNG, en el Roman de la rose, escribe, refiriéndose a las mujeres: Toutes
estes, serés, ou fütes/De fait ou de volunté putes.
les débiles? —contrastante con la gran sensibilidad del clítoris a los
mismos estímulos— en la gran mayoría de las mujeres. KINSEY conclu-
yó, entonces, que la obtención del orgasmo femenino solo es factible
por estimulación clitorídea. Esta conclusión recibió apoyo de los estu-
dios histológicos de KRANTZ, que mostraron lo poco provista que esta-
ba la vagina de receptores sensoriales corpusculares y terminaciones
nerviosas libres, mientras que el clítoris estaba muy bien dotado de
ambos tipos de estructuras.
Con las investigaciones de MASTERS y JOHNSON, según las cuales
el órgano erógeno primario femenino es el clítoris, y su estimulación
es la responsable de la producción del orgasmo en la mujer, incluso
durante el coito, se consolidó —a mediados de la década de 1970—
lo que pudiera llamarse el "canon" sexológico de la insensibilidad eróti-
ca vaginal. No obstante, algunos autores no sicoanalíticos (como BEN-
TLER y PEELER, FISHER, SINGER y SINGER, ZWANG, y PERRY y WHIPPLE)
continuaron defendiendo la existencia de diferentes tipos de orgasmo
femenino, mientras que otros (ZWANG, Film) señalaban la implausibili-
dad del mecanismo de estimulación clitorídea indirecta durante el coito,
propuesto por MASTERS y JOHNSON para explicar los orgasmos coitales.
Hay que tener en cuenta que en esta polémica ha habido motivos de
confusión, ya que los diferentes autores no han hecho la distinción
entre el fenómeno esencialmente síquico del orgasmo y sus componentes
periféricos, así como tampoco, al hablar de los últimos, han precisado
si se están refiriendo al origen topográfico de los estímulos que desenca-
denan el orgasmo, o a la localización de la respuesta motora refleja.
Si se consideran los recientes estudios, mencionados atrás, que
demuestran la existencia, en la mayoría de las mujeres, de zonas eróge-
nas vaginales cuya estimulación apropiada lleva al orgasmo; y si se
tiene también presente la diferencia entre el fenómeno sicofisiológico
del orgasmo y sus componentes fisiológicos periféricos, que son contin-
gentes, la controversia sobre los distintos tipos de orgasmo femenino
se aclara completamente. En realidad, no puede haber orgasmo "clitorí-
deo" o "vaginal" (o "vulvar" o "uterino"), sino orgasmo cerebral
(síquico). Sin embargo, no es incorrecto hablar de orgasmo "clitorídeo"
o "vaginal", si se da por entendido que se está haciendo referencia
al origen topográfico de los estímulos eróticos que lo producen, así
como se puede hablar de dolor "clitorídeo" o "vaginal", a pesar de
que el dolor es un fenómeno estrictamente síquico, porque se sobrentien-
de que se está haciendo referencia al origen topográfico de la sensación
Hoces señala que fue probablemente este método estimulatorio débil el que
falseó los resultados.
84 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 85
xa
dolorosa. En cuanto al componente motor periférico que puede acom-
pañar al orgasmo (contracciones de la musculatura perineal), aunque
él ciertamente contribuye a su percepción subjetiva, no se debe asimilar
al verdadero orgasmo, que es el fenómeno síquico.
6.3. Sicofisiología del orgasmo.--Infortunadamente, en el momento
actual no se sabe prácticamente nada acerca de la sicofisiología (neurofi-
siología cerebral) del orgasmo, y en tanto se perfeccionan o descubren
métodos instrumentales de medición apropiados, habrá que seguir de-
pendiendo de las percepciones subjetivas para verificar su existencia,
sobre todo en las mujeres. No obstante, se ha tratado de registrar elec-
troencefalográficamente la actividad cerebral durante el orgasmo. MO-
SOVICH y TALLAFERRO, y SARREL y colaboradores, utilizando electrodos
superficiales, observaron ondas lentas de alto voltaje, mientras que
COHEN y colaboradores encontraron que la amplitud de las ondas era
mayor en el hemisferio derecho que en el izquierdo. Por su parte, HEATH
solo registró artefactos en las mismas circunstancias, aunque sí notó
cambios similares a los de otros investigadores empleando electrodos
implantados en la región septal del sistema límbico.
Siguiendo la secuencia de la función sexual humana (figura 1),
en los casos típicos, el orgasmo es el resultado de la excitación acumula-
da producida por los estímulos táctiles aplicados en la zona erógena
primaria del sujeto. Pero también la excitación resultante de la estimula-
ción sicosexual, durante los sueños eróticos, puede llevar con relativa
facilidad al orgasmo, particularmente en el hombre.
Aunque la intensidad y la duración del orgasmo probablemente
presentan amplias variaciones individuales, en el momento actual no
es factible establecer tales diferencias, como tampoco las genéricas que
existan al respecto.
Al tratar de los fenómenos síquicos de la fase orgásmica, hay que
mencionar la satisfacción subjetiva que siente la persona cuando ejerce
la función erótica, y que no depende necesariamente de que llegue al
clímax. Hay datos que sustentan la presunción común de que la satisfac-
ción se correlaciona directamente más con la obtención del orgasmo
en el hombre que en la mujer; en otras palabras, en esta, la calidad
de la relación interpersonal, antes y después del acto sexual y durante
él, puede influir mucho más en su satisfacción que el logro del orgasmo
per se.
6.4. Somato fisiología del orgasmo.—Las manifestaciones somato-
fisiológicas del orgasmo se conocen mejor que el fenómeno síquico
fundamental. Pueden presentarse en los órganos sexuales o en otros
órganos corporales.
a) Reacciones en los órganos sexuales masculinos. En el hombre,
el fenómeno más evidente es la eyaculación (expulsión del semen), que
consta de dos fases: la secretoria o de emisión y la mecánica o de
eyaculación propiamente dicha. La primera, que depende de impulsos
simpáticos toracolumbares, consiste en la contracción rítmica de los
conductos deferentes, vesículas seminales y próstata; mediante ella, las
secreciones correspondientes se colectan en la uretra prostática y forman
el semen. La segunda fase depende de impulsos parasimpáticos sacros;
durante ella el cuello vesical se cierra y el esfínter de la uretra, los
músculos bulboesponjosos, isquiocavernosos, transversos perineales su-
perficiales y profundos, y los elevadores del ano se contraen en forma
clónica para expulsar el semen a través de la uretra cavernosa. En
la fase secretoria, el hombre tiene la sensación de que la eyaculación
es inevitable.
b) Reacciones en los órganos sexuales femeninos. Según MASTERS
y JOIINSON, en el momento del orgasmo, todas las mujeres presentan
contracciones clónicas de la musculatura perineal, análogas a las que
experimentan los hombres en las mismas circunstancias. No obstante,
estudios posteriores indican que dichas contracciones están ausentes
(o al menos no son perceptibles clínicamente) en muchas mujeres, a
pesar de que sientan la sensación orgásmica; en otros casos, ellas pueden
tener más bien carácter tónico. MASTERS y JOHNSON, KAPLAN y otros
autores han identificado, erróneamente, tales contracciones —que son
simples manifestaciones periféricas y contingentes del fenómeno— con
el orgasmo en sí, olvidando la naturaleza intrínsecamente síquica de él.
Estudios recientes muestran que, en el momento del orgasmo, algu-
nas mujeres expulsan un líquido por la uretra, en forma que recuerda
la eyaculación masculina. La naturaleza de este fenómeno no está toda-
vía clara. Él puede ser: a) un episodio de incontinencia urinaria de
esfuerzo; b) un líquido proveniente de unas glándulas de SKENE secre-
tantes; c) una combinación de las dos alternativas anteriores. Es, sin
embargo, prematuro concluir, como lo hacen algunos autores (quienes
lo han asociado, además, con la existencia del "punto G"), que el
fenómeno corresponda exclusiva o predominantemente a la secreción
de las glándulas de SKENE, y que muchas mujeres estén en capacidad de
manifestarlo.
c) Reacciones en otros órganos corporales. Tanto en el hombre
como en la mujer, los fenómenos cardiorrespiratorios y los espasmos
musculares llegan al máximo en el momento del orgasmo. MASTERS
y JOHNSON encontraron hiperventilación, con frecuencias respiratorias
hasta de 40 por minuto, taquicardia hasta de 180 latidos por minuto
e hipertensión, con lecturas sistólicas hasta de 100 mm Hg y diastólicas
41
86 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 87
:34
hasta de 50 mm Hg sobre las basales para el hombre, y ligeramente
más bajas para la mujer. Es probable que la magnitud de estas cifras
haya sido influida por las condiciones artificiales de laboratorio en
que se lograron, y por el tipo de actividad investigada. Efectuando
las mediciones en condiciones experimentales, pero con los sujetos aisla-
dos de los experimentadores, BOHLEN y colaboradores obtuvieron, en
hombres sanos con una edad promedio de 33.2 años, una frecuencia
cardíaca máxima promedio de 127 latidos por minuto durante el coito,
con el hombre en posición prona, aunque la presión sistólica máxima
promedio ascendió 93 mm Hg por encima de la basal. Durante la mas-
turbación, la frecuencia cardíaca máxima promedio fue solo de 102
latidos por minuto, mientras que la presión sistólica máxima promedio
ascendió 63 mm Hg sobre la basal.
Al terminar la fase orgásmica, en muchas personas puede presen-
tarse sudoración, comúnmente limitada en los hombres a las palmas
de las manos y las plantas de los pies, pero más generalizada en las mujeres.
7. COSTO ENERGÉTICO DE LA FUNCIÓN SEXUAL
Desde tiempos remotos, tanto en las culturas alfabetas como en
las ágrafas, ha existido la creencia de que la función sexual es muy
onerosa desde el punto de vista energético; particularmente, se ha supuesto
que el hombre pierde con la eyaculación una substancia biológica preciosa
y una gran cantidad de energías. De ahí la práctica, entre los guerreros
de culturas antiguas o ágrafas, de guardar continencia antes de las batallas,
y la análoga de muchos modernos deportistas, antes de las competiciones,
a pesar de que numerosos individuos poco dotados para los ejercicios
atléticos (tanto, que quedarían prostrados con solo practicarlos unos minu-
tos) son incansables fornicarios, sin que su organismo se resienta.
Los estudios de BOHLEN y colaboradores indican que el gasto ener-
gético durante el ejercicio de la función erótica varía individualmente
y con el tipo de actividad que se realice; como es de esperar, alcanza
el máximo en la fase orgásmica. Por ejemplo, medido en un grupo
de hombres saludables, con una edad promedio de 33.2 años, el mínimo
gasto energético correspondió a la masturbación del hombre por la
pareja (1.7 METS)9, y el máximo, al coito, con el hombre en posición
8 Es probable que el erróneo aforismo galénico Triste est omne animal post coi-
tum, praeter mulierem gallumque, haya contribuido a la extensión de esta creencia
en la cultura occidental. Al respecto, en épocas pasadas se llegó a sostener que una
gota de semen derramada equivalía a... ¡medio litro de sangre!
9 El MET es la unidad de gasto metabólico basal. Equivale a un consumo de
oxígeno de 3.5 ml/min/kg.
prona (3.3 METS), mientras que los gastos promedios correspondientes
a la masturbación efectuada por el propio hombre y al coito con el
hombre en posición supina fueron 1.8 y 2.5 METS, respectivamente.
Con respecto a las variaciones individuales, en algunos hombres el gasto
energético durante el orgasmo coital en posición prona fae de 2 METS,
mientras que en otros, fue de 5.4 METS. De acuerdo con estos datos,
la actividad sexual requiere un esfuerzo entre mínimo y moderado en
el individuo saludable promedio, mientras que en el atleta o deportis-
ta, el esfuerzo es prácticamente insignificante.
8. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA FUNCIÓN SEXUAL.
El desarrollo y mantenimiento de la función erótica es el resultado
de la interacción compleja de muchos factores, tanto biológicos corno
socioculturales, que obran, unos en forma más o menos sutil y otros
con mayor claridad. Aunque en las páginas anteriores hemos hecho
referencia a ciertos de ellos, a continuación discutiremos algunos espe-
cialmente importantes.
8.1. Idiosincrasia.—Es muy posible que la idiosincrasia del indivi-
duo —producto final de la interacción de su predisposición genética
con el entorno— sea el factor que más influencia tenga en la función
sexual, como lo indica el hecho de que, incluso en poblaciones relativa-
mente homogéneas, se observan los más diversos grados de deseo, esti-
mulabilidad, excitabilidad y orgasmicidad individuales, que se reflejan
en la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales. Son muy ilustra-
tivos los siguientes datos, obtenidos por KINSEY: mientras que algunas
mujeres se excitaban sexualmente varias veces al día, todos los días,
durante muchos años, 2011) de ellas nunca habían experimentado la me-
nor excitación erótica. Uno de los hombres encuestados informó que
solo había eyaculado una vez durante un período de 30 años, mientras
que otro dijo que había tenido esta experiencia 30 veces a la semana,
todas las semanas, durante 30 años. Algunas mujeres informaron que
se masturbaban hasta el orgasmo una o dos veces al año, mientras
que otras dijeron haberlo hecho hasta 100 veces en una hora. Como
dice KINSEY, la variación individual es la más persistente realidad del
funcionamiento sexual humano. No obstante, ella nunca es tenida en
cuenta por las normas sociales, las cuales presuponen, por el contrario,
que la función erótica de las personas es "naturalmente" uniforme.
Los individuos, por supuesto, también ignoran esta extraordinaria capa-
cidad de variación, y tal desconocimiento pesa enormemente sobre sus
definiciones de normalidad sexual.
88 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 89
De lo anterior se desprende que ninguno de los fenómenos de la
función sexual puede ser calificado en términos absolutos de "excesivo"
o "defectivo", porque estos conceptos son relativos. El primero refleja
simplemente el poco deseo o la poca excitabilidad de quien hace la
apreciación, cuando se compara con los demás, mientras que el segundo
revela lo opuesto. Sobre todo, debe tenerse presente que, habitualmente,
no puede haber actividad sexual "excesiva" de ningún tipo, porque
el mismo organismo se autocontrola; es decir, cuando ella sobrepasa
la capacidad natural del individuo, el organismo cesa de responder
a los estímulos hasta que se haya recuperado.
8.2. Sexo.—No hay duda de que existen claras diferencias entre
los diversos componentes de la función sexual del hombre y la mujer.
Lo único sujeto a discusión es la relativa importancia que, como causa
de ellas, tiene el componente biológico, comparado con el condiciona-
miento cultural.
El sexo, como factor biológico, afecta principalmente la fase apeti-
tiva de la función erótica. Ya dijimos que la magnitud de la libido
es mayor en el hombre, y que la mujer es motivada preferentemente
por el componente afectivo de la relación sexual, por lo cual busca
más el contacto corporal difuso (abrazos), con un individuo (usualmente
varón) particular, que el coito per se; el hombre, por su parte, busca
fundamentalmente la descarga orgásmica con cualquier persona (usual-
mente mujer) que sea lo suficientemente atractiva, y el aspecto afectivo
de la relación es secundario. La inespecificidad objetal sexual del varón
se refleja en su promiscuidad, aunque en esta influye también el factor
sociocultural. Por ejemplo, un reciente estudio, realizado por nosotros
entre universitarios, muestra que, mientras el 80% de las muchachas
solteras no vírgenes habían realizado el primer coito con el novio, y
el número mediano de parejas entre ellas fue 1, solo el 12% de los
hombres lo habían efectuado con la novia, y el número mediano de
parejas entre ellos fue 6. El resultado práctico de lo anterior es la situa-
ción, todavía frecuente, de la mujer enamorada que accede al coito
con el galán esperando reforzar (o recompensar) así el supuesto afecto
que este le manifiesta, cuando, en realidad, está a la búsqueda del
orgasmo. Las desagradables consecuencias emocionales y físicas (emba-
razo) de una comedia en la cual los protagonistas actúan siguiendo
guiones totalmente opuestos, han sido experimentadas por las tantas
mujeres que han visto evaporarse sus ilusiones, una vez el "enamorado"
ha satisfecho el apetito biológico y de conquista.
Un fenómeno que parece depender de las diferencias biológicas entre
los sexos es el de la habituación al objeto sexual, llamada también
efecto Coolidge o de la luna de miello, que consiste en la progresiva
pérdida del deseo y la excitabilidad sexuales con respecto al objeto sexual
habitual, y en la simultánea conservación del deseo y la excitabilidad
con respecto a nuevos objetos sexuales. El efecto COOLIDGE, que está
presente en los machos de muchos mamíferos, particularmente bovinos
y ovinos, y nunca o casi nunca en las hembras, es de común observación
informal en los hombres y también se ha encontrado en ellos experimental-
mente. Este fenómeno, que es adaptativo para los animales, puede consti-
tuir una base filogénica de la promiscuidad sexual de los varones.
Por intermedio del apetito sexual, el sexo de la persona afecta
igualmente la incidencia y la frecuencia de las actividades somato y
sicosexuales, que son mayores en el hombre que en la mujer (véase
el cap. vi).
Diversos estudios tienden a indicar que, en algunas mujeres, puede
haber cierto ritmo en la frecuencia del deseo sexual durante el ciclo
menstrual. Aunque desde el punto de vista filogénico sería de esperar
un pico de deseo alrededor del momento de la ovulación, y esto ha
sido encontrado por algunos autores, otros lo sitúan inmediatamente
antes o después de la menstruación, de tal manera que no hay correla-
ción uniforme con las concentraciones hormonales durante el ciclo.
Por último, además de su efecto sobre la excitabilidad con los
estímulos sicosexuales, mencionada atrás, el sexo de la persona determi-
na en buena medida el tipo de simbolismo sexual que crean sus procesos
mentales; es decir, los estímulos y las necesidades emocionales que facili-
tan la excitación sexual son muy a menudo diferentes en hombres y
mujeres, lo cual se refleja en las fantasías y otras formas de actividad
sicosexual. Al parecer, las fantasías masculinas son estereotipadas e
impersonales, y lo que más cuenta en ellas es el aspecto visual, o sea,
la explicitud física de la sexualidad (su "pornografía"); las fantasías
eróticas de las mujeres, aunque vívidas, se concentran más bien en
el aspecto sentimental y afectivo, antes que en el físico.
8.3. Condicionamiento sociocultural.—Este importantísimo fac-
tor afecta la fase relacional y la incidencia y frecuencia de las actividades
10 El segundo apelativo se explica por sí mismo. El primero tiene el siguiente
origen: se dice que, al visitar una granja oficial, el presidente estadounidense Calvin
Coolidge y su esposa fueron separados. La señora fue conducida primero al gallinero,
en donde, al ver al gallo, preguntó si el copulaba más de una vez al día. Al ser informada
que lo hacía muchas veces, la señora pidió que le contaran eso al presidente. Cuando
le llegó el turno de pasar por el gallinero, el presidente fue informado de la capacidad
copulatoria cotidiana del gallo, ante lo cual inquirió si ella se manifestaba con la
misma gallina. Al responderle que no, que era con una diferente cada vez, el presidente
replicó: "Cuéntele eso a mi señora".
LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 9190 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
somato y sicosexuales de la fase estimulatoria, lo mismo que el plano
síquico de las fases excitatoria y orgásmica; además, refuerza (o inhibe)
la acción de los factores biológicos. Como ya se dijo en el capítulo
en la civilización occidental sus efectos han sido más negativos que
positivos, por las actitudes erotófobas que ha inculcado, sobre todo
en las mujeres, y por el papel que ha desempeñado en el establecimiento
y preservación del doble patrón de moralidad sexual.
8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual).—Datos ob-
tenidos por varios investigadores muestran que entre los factores que
influyen positivamente sobre el mantenimiento de la función erótica
de ambos sexos están la precocidad y la frecuencia de la actividad
sexual, es decir, el entrenamiento. En otras palabras, quienes más tem-
pranamente inician la actividad sexual y la realizan con mayor frecuen-
cia durante la juventud y la edad media, son los que la clausuran más
tardíamente. Esto de conformidad con el principio biológico —confirmado
por estudios en animales inferiores— según el cual el ejercicio desarrolla
y mantiene el órgano y la función. Sin embargo, es probable que exista
una predisposición genética que contribuya al mantenimiento de la acti-
vidad sexual hasta edad avanzada.
9. LA FUNCIÓN SEXUAL EN LA VEJEZ
A medida que el hombre envejece, y especialmente después de
los 50 años, las concentraciones de testosterona disminuyen y ocurre
una deficiente conversión de ella en metabolitos activos; además, los
órganos sexuales externos y posiblemente el cerebro se hacen menos
sensibles a la acción de los andrógenos. Los rasgos ginecoides de los
hombres añosos se deben en parte al aumento de la relación estróge-
nos/andrógenos activos.
En la mujer menopáusica, los órganos sexuales externos involucio-
nan, debido al cese de la secreción o a la disminución de los estrógenos
ováricos, lo cual lleva a una relativa preponderancia de los andrógenos.
Este desequilibrio hormonal puede causar desfeminización e hirsutismo.
MASTERS y JOHNSON estudiaron a hombres y mujeres con edades
medianas de 60.8 y 57.9 años, respectivamente, y confirmaron los cam-
bios en la función sexual de las personas añosas ya encontrados por
KINSEY. En dichos individuos, los fenómenos somáticos de las fases
excitatoria y orgásmica son menos notorios y frecuentes, aunque ello
depende en parte de las oportunidades y de los hábitos adquiridos.
Un buen número de mujeres menopáusicas se quejan de la necesidad
de evacuar la vejiga y de cierta disuria luego del coito; la causa radica
en una irritación uretra' y vesical, debida al hipoestrogenismo, la atrofia
del epitelio vaginal y la disminución de la lubricación. En las mujeres
que han sido poco activas sexualmente, la aparición de lubricación
vaginal puede demorarse de 1 a 3 minutos, y la lentitud de esta y otras
reacciones vaginales produce dispareunia en muchas menopáusicas; por
el contrario, las molestias son raras en las mujeres que siempre han
sido activas sexualmente.
En el hombre hay una apreciable disminución de la estimulabilidad
sexual, en forma tal que el tiempo necesario para alcanzar la erección
se duplica o triplica; además, la excitabilidad con los estímulos sicose-
xuales es menor, por lo cual requiere frecuentemente la estimulación
táctil del pene para lograr una erección satisfactoria. En el viejo, la
latencia orgásmica se alarga, los orgasmos son menos intensos y el
individuo se satisface con un menor número de ellos; el período refracta-
rio también se prolonga.
Los cambios en la función sexual del hombre añoso son en buena
parte resultado de la involución natural. Sin embargo, este efecto de
la edad presenta muchas variaciones individuales; es decir, se observa
más en unas personas que en otras, lo cual se debe a la idiosincrasia,
el estado de salud, las oportunidades y la atracción relativa que ejerza el
objeto sexual. Este último factor es particularmente importante en las
relaciones sexuales con la pareja de muchos años. Además del efecto
COOLIDGE, probablemente el hecho de que la mujer envejece en su apa-
riencia física más rápidamente que el hombre, desempeña también un
papel en la relativa apatía erótica del varón en tales circunstancias.
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 93
CAPITULO VI
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS
1. INTRODUCCIÓN
Como lo han demostrado las investigaciones de KINSEY y los estu-
dios socioantropológicos, la variabilidad natural de la conducta sexual
humana es un hecho incontestable, y las únicas limitaciones son las
normas culturales y las inhibiciones o gustos personales. Las actividades
de la fase estimulatoria de la función erótica que permiten al individuo
estimularse sexualmente, excitarse y llegar al orgasmo pueden ser síqui-
cas o somáticas; estas últimas se subdividen en masturbación, activida-
des heterosexuales, actividades homosexuales y actividades sexuales con
animales. De acuerdo con el criterio sexológico de normalidad (véase
el cap. I), todas ellas deben ser consideradas como variantes normales
del comportamiento sexual, mientras no se demuestre que son intrínse-
camente nocivas para el individuo o para los demás'.
2. ACTIVIDADES SICOSEXUALES
Las actividades sicosexuales son de dos tipos: inconscientes (sueños
eróticos) y conscientes.
2.1. Actividades sicosexuales inconscientes.—Los sueños eróticos
pueden producir solo excitación sexual, o también inducir el orgasmo.
Ciertos autores, y sobre todo FREUD, han conferido carácter simbólico
a los sueños, particularmente a los eróticos, pero esto no ha pasado
de ser una hipótesis. Aunque algunos de ellos pueden tener dicho carác-
ter, la mayoría probablemente no son más que manifestaciones espontá-
neas desordenadas de la actividad de diversos centros y circuitos cerebrales,
en ausencia de los mecanismos de control consciente, y sin ningún signi-
ficado inconsciente. No hay, pues, por qué alarmarse por los sueños
1 SANTO TOMAS DE AQUINO clasificó los actos sexuales que él consideraba "con-
tra natura" en el siguiente orden ascendente de "gravedad": masturbación, contactos
bucogenitales heterosexuales, coito rectal heterosexual, contactos homosexuales y con-
tactos sexuales con animales (Summa theologiae, 2-2: 154:12).
eróticos que contraríen la orientación sexual de la persona; ellos ocurren
en numerosos individuos, no son nocivos per se y no existe prueba
convincente de que correspondan a los "impulsos 'inconscientes" de
quien los experimenta.
El estudio de KINSEY, en los Estados Unidos, mostró una inciden-
cia acumulativa de sueños eróticos con orgasmo, en la población general,
de 83% para los hombres y 37% para las mujeres, con una frecuencia
mediana de 4 a 11 veces al año para los hombres y 3 a 4 veces para
las mujeres. Una más reciente investigación de WILSON indica que la
incidencia en los hombres es similar (81%) una generación después,
pero ha aumentado en las mujeres (59%). El estudio de SIMON, en
Francia, muestra una incidencia de orgasmos durante el sueño, en la
población general, de 72% para los hombres y 42% para las mujeres.
En nuestra más reciente investigación, realizada entre estudiantes uni-
versitarios colombianos de edad mediana aproximada de 23 años, la
incidencia cumulativa de sueños eróticos con orgasmo fue de 91% para
los hombres y 23% para las mujeres.
2.2. Actividades sicosexuales conscientes .—Son las fantasías, pen-
samientos y recuerdos eróticos, la contemplación de imágenes eróticas
y la lectura y escucha de narraciones o expresiones sonoras del mismo
carácter. Muchas personas, para excitarse mejor, crean fantasías o pen-
samientos eróticos de naturaleza "exótica" o inusitada, lo cual no es
per se anormal, mientras no se experimente la necesidad de llevarlos
a la práctica.
KINSEY halló que las proporciones de hombres que reaccionaban
con excitación sexual a la contemplación de imágenes de coito o de
desnudos y a las narraciones eróticas eran de 77, 54 y 47%, respectiva-
mente, mientras que las correspondientes a las mujeres eran de 32,
12 y 14%, respectivamente. Este autor encontró también que 72% de
los hombres que habían practicado la masturbación fantaseaban eróti-
camente en forma regular durante ella, mientras que solo 50% de las
mujeres habían hecho lo mismo. En nuestra investigación con estudian-
tes universitarios, hallamos que el 55% de los varones y el 31% de
las mujeres se habían excitado sexualmente con materiales pornográfi-
cos; la incidencia correspondiente a los primeros, menor que la espera-
da, pudo deberse a que el planteamiento de la pregunta no fue lo su-
ficientemente claro.
Hay que señalar que únicamente muy pequeñas minorías de hom-
bres y mujeres llegan al orgasmo mediante la actividad sicosexual cons-
ciente, es decir, en la inmensa mayoría de los casos es necesaria la
estimulación táctil para ir más allá de la excitación.
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS VD94 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Otro dato, que refleja la diferencia en la actividad sicosexual del
hombre y la mujer, es el referente al carácter de los grafitos que se
encuentran en las paredes de los retretes públicos. KINSEY observó que
en los de hombres, 86% de las inscripciones eran de tipo pornográfico,
pero en los de mujeres, solo lo eran 25% de ellas. Una investigación
reciente muestra que la diferencia se conserva todavía, aunque la pro-
porción ha aumentado en los retretes femeninos (89 y 44%, respectiva-
mente). En este mismo estudio se halló que la proporción de grafitos
de carácter "romántico" era de 30% en los retretes masculinos y de
60% en los femeninos.
3. MASTURBACIÓN
En sentido estricto, la masturbación2 es la autoestimulación ma-
nual o instrumental de los órganos sexuales con el fin de lograr el
orgasmo. En sentido lato, el término se aplica también al caso de que
los órganos sexuales de una persona sean estimulados manual o instru-
mentalmente por otra, aunque esto propiameñte es una actividad hetero
u homosexual.
No obstante las innumerables fábulas que se han inventado para
desacreditarla, la masturbación es una actividad perfectamente normal,
además de ser una de las formas más comunes de satisfacer el impulso
sexual, por lo menos en la cultura occidental; de hecho, es la manera
más efectiva para que las mujeres logren el orgasmo. En muchas cultu-
ras ágrafas, ella es aceptada en niños y adolescentes, pero es considerada
como una forma inferior de contentamiento erótico, por lo cual es
poco practicada por los adultos.
3.1. Efectos de la masturbación.—Esta actividad hace parte del
proceso normal de maduración sexual del individuo. Con la interven-
ción de imaginación, ayuda al niño y al adolescente a aceptar su sexuali-
dad y a familiarizarse con ella. Es un excelente entrenamiento para
la futura actividad heterosexual, ya que, como dicen CAUTHERY y Co-
LE, hay una relación similar de cuasi causalidad entre aprender a ha-
blar y conversar, y entre la masturbación y el coito; además, en el
adulto sigue siendo un mecanismo legítimo de descarga de la tensión
sexual. No obstante, continúan vigentes mitos sobre la masturbación,
como los siguientes: a) es una actividad intrínsecamente nociva; b) es
una "perversión" sexual; c) por lo menos, es un acto sexual "inmaduro".
2 La masturbación se ha llamado inapropiadamente onanismo, puesto que el pe-
cado de Onán fue el coitus interruptus (Génesis, 38:9).
a) En cuanto a la nocividad intrínseca, esta es una idea relativa-
mente reciente. Luego de la publicación, en el siglo XVIII, de dos libros:
Onania de autor anónimo y Traité de l'onanisme de TISSOT, los con-
ceptos expresados en ellos fueron acogidos por los médicos europeos
y el público en general, dando así origen a la "leyenda negra" sobre
la masturbación como causante de toda suerte de padecimientos: ¡desde
el acné hasta la locura y la muerte, pasando por la disfunción erectiva
y la tuberculosis! Este mito, por supuesto, ha hecho la vida miserable
a numerosos adolescentes y adultos. FREUD y los primeros sicoanalistas
(con la notable excepción de STEKEL), aunque minimizando los daños
orgánicos achacados a la actividad autoerótica, consideraban que su
persistencia en el adulto no era normal y podía llevarlo a la neurosis,
además de que constituía una muestra de "inmadurez" sexualo una
"fijación" del desarrollo sicosexual. Muchos legos, y otros que preten-
den serio menos3, continúan creyendo en la nocividad de la masturba-
ción. ¿Qué hay de cierto en esto? Absolutamente nada. Los estudios
de MASTERS y JOHNSON mostraron que los fenómenos fisiológicos de
la función erótica son los mismos, no importa el método estimulatorio
que se emplee; por lo tanto, si la masturbación fuera nociva para el
organismo, lo mismo habría que decir del coito vaginal entre esposos.
3 No podemos resistirnos a transcribir textualmente la sarta de estupideces sobre
la masturbación, consignadas en el artículo "Onanismo" de un "diccionario médico"
de muy reciente data:
"(El onanismo) debe condenarse severamente desde el aspecto moral-religioso
y sanitario individual. En efecto, en el aspecto moral no puede dejarse de condenar
un vicio —como el onanismo— que tiende a lograr el placer sexual en forma no natural
y fuera de toda posibilidad procreadora que representa el fin indudable de todo placer
sexual de este género. No menos reprobable es este vicio desde el punto de vista de
la salud individual, ya que está completamente demostrado que la práctica duradera
del mismo — además de poder provocar una impotencia (sic) coeundi (impotencia para
la cópula carnal con la mujer) y por lo tanto, la imposibilidad de contraer el estado
matrimonial— incide dañosamente sobre el cuerpo y la siquis (sic) del joven masturbador.
"En efecto, a causa de las continuas pérdidas de líquido seminal y de componentes
orgánicos preciosos (fósforo sobre todo), de los que el organismo no puede desprenderse
impunemente en exceso, el soma decae, las fuerzas orgánicas se debilitan, la resistencia
a las enfermedades infecciosas disminuye y el sistema nervioso permanece agitado
y abatido por los repetidos orgasmos sexuales; la siquis (sic) —intensamente vinculada
a la representación interna de escenas libidinosas durante la ejecución de la masturba-
ción onanIstica (sic)— acaba por denegar y oscurecerse en sentido ético (moral), debili-
tándose el carácter, la voluntad y la memoria y deteniéndose asimismo el desarrollo
intelectual normal" (el subrayado es nuestro). Esta' "perla" científico-literaria se en-
cuentra en el Diccionario médico Teide de SEGATORE y POLI, 5' edición, 1975. ¡Causa
verdadero pasmo que opiniones de esta laya sean expresadas por médicos en la segunda
mitad del siglo XX!
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 9796 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Además, diversas encuestas han puesto de manifiesto la casi universali-
dad de su incidencia en los hombres, y lo frecuente de su práctica
a diversas edades y en ambos sexos. Cosa distinta es que la censura
moral, basada en la presunción de que es una actividad "pecaminosa",
produzca sentimientos de culpa o angustia en personas más o menos
devotas; pero ellas se deberían sentir lo mismo al efectuar el coito
heterosexual premarital o extraconyugal. Al respecto, KINSEY encontró
que los sentimientos de culpa y los tabúes acerca de la masturbación
estaban presentes en proporciones apreciables de adolescentes y adultos,
sobre todo del sexo femenino y a niveles socioculturales bajos; investiga-
ciones recientes indican que estas creencias todavía persisten, pero con
menor fuerza. Por otra parte, ABRAMSON halló una relación directa
entre neuroticismo y frecuencia masturbatoria, pero solo en los hom-
bres, lo cual podría ser el resultado de la presión sicosocial, que estigma-
tiza al masturbador como incapaz de conquistar mujeres.
b) Que la masturbación sea una "perversión", ya fue ampliamente
rebatido al tratar sobre los conceptos de "anormalidad" sexual, que
son netamente culturales. Esta es también una idea relativamente recien-
te. Los griegos no veían oprobiosa la masturbación, sino como una
válvula de escape de la tensión sexual. El pene artificial con fines mastur-
batorios femeninos era llamado baubon u olisbos por los griegos. Era
igualmente conocido por los antiguos judíos (Ezequiel, 16:17) y se le
representaba en el arte escultórico babilónico.
c) Calificar de "inmaduro" el acto masturbatorio es una tontería,
pues él es tan maduro como cualquier otro acto que busque el orgasmo
y no sea nocivo per se; su extensa práctica entre adultos de todas las
edades, solteros y casados, contribuye también a descartar esta presun-
ción. A los que arguyen que es un acto inmaduro porque carece de
contenido "afectivo", hay que reiterarles que tal cualidad emocional
no es inherente a la función erótica —ni siquiera a la de tipo heterosexual—.
3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias.—Los estudios de KIN-
SEY revelaron los siguientes datos: una incidencia para la población
general de 92% entre los hombres y 62% entre las mujeres. A los 30
años de edad, 74% de los hombres todavía se masturbaban, con una
frecuencia mediana de 28 veces al año. Entre los 16 y los 25 años,
85% de ellos se masturbaban, con una frecuencia mediana aproximada
de 45 veces al año, lo mismo que 31% de las mujeres en el mismo
grupo etario, con una frecuencia mediana de 17 veces al año. Por otra
parte, 47% de los hombres casados de edad promedio de 30 años lo
hacían, con una frecuencia mediana de 6 veces al año, al igual que
33% de las mujeres casadas de la misma edad, con una frecuencia
mediana de 10 veces al año.
Investigaciones realizadas por HUNT y WILSON, aproximadamente
una generación después, indican que la incidencia para la población
general no ha variado apreciablemente (87 a 94% entre los hombres
y 62 a 63% entre las mujeres), pero la frecuencia ha aumentado, particu-
larmente entre las mujeres. Más del 90% de los hombres de 30 años
de edad practican la masturbación, con una frecuencia mediana de 60
veces al año. Más del 60% de las mujeres entre 18 y 24 años de edad
también lo hacen, con una frecuencia mediana de 37 veces al año.
Y en lo referente a las personas casadas de 30 años de edad promedio,
72% de los hombres se masturban, con una frecuencia mediana de
24 veces al año, lo mismo que 68% de las mujeres, con una frecuencia
mediana de 10 veces al año.
La comparación de encuestas hechas entre estudiantes universita-
rios varones de diversos países'', y de 22 años de edad promedio apro-
ximada, muestra cifras de incidencia masturbatoria cumulativa que
fluctúan entre 90 y 99%. En cuanto a las estudiantes, al promediar
los datos de varias investigaciones recientes, se encuentra que el 55%
de las universitarias estadounidenses se han masturbado. Otros estudios
indican que 73% de las universitarias alemanas, 77% de las griegas
y 30% de las japonesas lo han hecho.
Con respecto a nuestro país, los datos obtenidos por nosotros alre-
dedor de 1980, entre estudiantes universitarios de edad promedio apro-
ximada de 23 años5, muestran que la incidencia masturbatoria
cumulativa para los hombres es de 98%, y que 88% de estos se mastur-
baron en los 12 meses que antecedieron a la encuesta, con una frecuencia
mediana aproximada de 48 veces. Para las mujeres, la incidencia cumu-
lativa es de 54%, y 75% de estas se masturbaron en los 12 meses anterio-
res a la encuesta, con una frecuencia mediana aproximada de 12 veces.
GONZÁLEZ y colaboradores, en Barranquilla, encontraron una inciden-
cia de 90% entre los universitarios varones, y de 44% entre las mujeres.
3.3. Otros aspectos de la masturbación.—De acuerdo con KINSEY,
la inmensa mayoría de los muchachos descubren la masturbación por-
que oyen hablar de ella o porque la ven practicar a otros. En cambio,
más de la mitad de las muchachas la aprenden por experiencia propia,
y la mayor parte del resto, por conversaciones y lecturas. KINSEY en-
4 Estados Unidos, Alemania Federal, Japón, Líbano, Grecia, Perú y Colombia.
5 Estos datos fueron recogidos entre estudiantes de la Universidad de Caldas en
Manizales, provenientes en su gran mayoría de la región etnogeográfica antioqueña
—la más conservadora y religiosa de Colombia—, por lo cual es razonable suponer
que corresponden a cifras mínimas de incidencia y frecuencia para el conjunto de
los universitarios colombianos.
contró que una fuente importante de información escrita sobre la mas-
turbación eran los textos moralistas y desaprobatorios de ella.
Con respecto a las técnicas masturbatorias, la generalidad de las
mujeres manipulan los órganos sexuales externos, sobre todo el clítoris,
y solo una ínfima minoría practica la introducción de los dedos u otros
substitutos fálicos en la vagina. En el hombre predomina la manipula-
ción del pene.
4. ACTIVIDADES HETEROSEXUALES
Las actividades sexuales efectuadas entre personas de diferente gé-
nero son habitualmente las manifestaciones de la heterosexualidad del
individuo, y pueden dividirse en coito vaginal y otras actividades hetero-
sexuales.
4.1. Coito vaginal.—De todas las actividades sexuales, es esta la
que ha merecido la mayor atención por parte de las sociedades humanas,
indudablemente debido a sus consecuencias reproductoras. Al coito
vaginal se le ha aplicado con el máximo rigor el doble patrón de ética
sexual, según el cual el hombre goza de casi absoluta libertad para
realizarlo en cualquier circunstancia, ya por placer, ya con propósito
reproductor, mientras que la mujer está limitada a efectuarlo solo con
el último propósito y dentro del matrimonio. Precisamente, la mayor
o menor incidencia de coito premarital femenino es un excelente indica-
dor del mayor o menor grado de liberalismo e igualitarismo sexuales
en una cultura determinada.
A pesar de la existencia del erotismo vaginal en la gran mayoría
de las mujeres, datos suministrados por muchas encuestas sobre conduc-
ta sexual, efectuadas en diversas culturas, ponen de manifiesto que
el coito es un método poco eficaz para producir el orgasmo femenino,
en contraposición con la masturbación clitorídea y con la facilidad
con que los hombres, una vez obtenida la erección, logran el orgasmo
coital. Por ejemplo, el 98% de los varones universitarios estudiados
por nosotros llegaban al orgasmo coital siempre o casi siempre, mientras
que esto sucedía en el 58% de las universitarias. Y en un grupo de
64 mujeres con experiencia coital, que pudimos investigar, solo 34%
de ellas llegaban al orgasmo durante el coito más del 50% de las veces,
mientras que de 46 de estas mujeres con experiencia masturbatoria clito-
rídea, 93% lograban el orgasmo con dicho método más del 50% de
las veces. A continuación proponemos algunas hipótesis que podrían
explicar, al menos en parte, la contradicción entre la existencia del
erotismo vaginal y la relativamente baja orgasmicidad coital femenina.
En primer lugar, parece que para producir el orgasmo mediante
la estimulación vaginal, en muchos casos es necesario friccionar fuerte-
mente la zona erógena, con el órgano estimulatorio formando un ángulo
con la pared Vaginal. Pero esto es lo que habitualmente el pene no
puede hacer durante el coito, puesto que tiene un movimiento de pistón
que produce una estimulación superficial y débil en la zona erógena.
Además, si ella está localizada en la parte superior de la cara anterior
de la vagina, en la fase excitatoria avanzada puede ocurrir la dilatación de
los dos tercios superiores, con lo cual se pierde el contacto entre el
glande y la zona erógena. En segundo lugar, es posible que haya una
posición coital óptima para cada mujer, de acuerdo con la situación
de la zona erógena vaginal. En tercer lugar, es posible que la latencia
orgásmica de muchas mujeres sea más prolongada que la de sus parejas
sexuales. En cuarto lugar, MORGAN sugiere que la aplicación de un
estímulo táctil de poca intensidad a la zona erógena podría desencadenar
el orgasmo si dicho estímulo es de suficiente duración. A favor de
esta opinión estaría el hecho de que muchas mujeres que llegan al orgas-
mo coital, y cuya zona erógena podría estar localizada en la parte
superior de la cara anterior de la vagina, no sienten los deseos de orinar
que produce inicialmente la estimulación fuerte de tal zona. Por último,
algunas disfunciones orgásmicas coitales posparto podrían deberse a
cambios estructurales en la zona erógena vaginal, producidos por el
parto. Al respecto, MINH y colaboradores creen que la distensión y
debilitamiento de la fascia de HALBAN explicarían las frecuentes anor-
gasmias coitales que presentan las mujeres afectadas de cistocele.
4.2. Técnicas coitales.—Hansido numerosísimas las técnicas coita-
les descritas en la literatura erótica de todas las épocas y culturas, pero
todas ellas son realmente variaciones de unas pocas posiciones básicas.
Entre las empleadas en la cultura occidental están: la llamada "normal"
o posición del misionero6, con los actores yaciendo cara a cara, la
mujer en situación supina; la posición del jinete, con el hombre en
situación supina y la mujer cabalgándolo, la cual era la posición preferi-
da por los antiguos griegos y romanos; la posición lateral, con los
actores yaciendo sobre un costado; el coito more ferarum, o sea, adop-
tando los actores la posición típica de los mamíferos inferiores; y las
posiciones sedente y erguida, explicadas por sus nombres. La manera
de introducir el pene en la vagina —en sentido anteroposterior o en
el posteroanterior— permite aumentar las variaciones.
6 Esta apelación se conoce a través de la literatura socioantropológica, y fue da-
da por los nativos de la Polinesia a la manera de efectuar el coito los misioneros
cristianos (protestantes), desconocida para aquellos.
ya ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 99
100 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
INCIDENCIAPORCENTUALDECOITOPREMARITALENTREESTUDIANTESUNIVERSITARIOSDEVARIOSPAÍSES
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1Aproximado.
Aunque las posiciones cara a cara parecen ser características del
ser humano, la del misionero —que ha sido la más utilizada en nuestra
cultura— no es la más conveniente para que la mujer reciba una estimu-
lación adecuada, lo cual se logra mejor en otras posiciones, como la
del jinete. La preferencia por aquella se explica en parte porque hace
resaltar la condición "natural" de superioridad del hombre sobre la mujer.
KINSEY encontró que las diversas posiciones habían sido practica-
das por sus encuestados en las siguientes proporciones: posición "nor-
mal", 100%; posición del jinete, 36%; posición lateral con inserción
posteroanterior, 12%; posición sedente, 8%; posición erguida, 5%.
Los porcentajes encontrados por HUNT, para las cuatro primeras, fue-
ron 100, 75, 40 y 25, respectivamente. Y los hallados por SIMON, para
las cinco posiciones, fueron 96, 75, 51, 42 y 51, respectivamente.
4.3. Incidencia y frecuencia coitales.—KINSEY halló una inciden-
cia acumulativa de coito premarital, a la edad de 25 años, de 83%
para los hombres y 33% para las mujeres. Una prueba de la liberaliza-
ción de las costumbres sexuales de los estadounidenses, en el transcurso
de una generación, es la incidencia aproximada de coito premarital
femenino, a la misma edad, encontrada por HUNT, que fue 660/o. El
aumento de la incidencia coital premarital se refleja también en los
datos para las estudiantes universitarias de 20 años de edad promedio,
que fueron 25% (aproximadamente) en la década de 1940 (investigación
de KINSEY) y 66% recientemente. En la encuesta francesa de SIMON,
61% de los hombres casados y 26% de las mujeres dijeron haber tenido
coito premarital, pero entre el grupo etano de 20 a 29 años se observó
una incidencia mucho mayor: 75% para los hombres y 55% para las
mujeres, de las cuales 37% tuvieron estas relaciones únicamente con
el futuro esposo.
En la tabla 1 se comparan las incidencias de coito premarital entre
estudiantes universitarios de varios países; estos datos permiten apreciar
diferencias en la conducta sexual. Así, podemos decir que Dinamarca
es un país sexualmente liberal e igualitario, y que los Estados Unidos
y el Canadá se están acercando rápidamente a la situación danesa.
En cambio, el Japón es sexualmente conservador e igualitario, mientras
que el Perú es conservador y desigualitario. En el caso de Colombia,
se observa también la desigualdad en la conducta sexual de hombres
y mujeres, pero la incidencia coital premarital femenina es mayor de
la que se esperaría para un grupo de muchachas provenientes mayorita-
riamente de la región etnogeográfica antioqueña, la más conservadora
y religiosa del país7. Igualmente, la elevada incidencia de coito prema-
7 GONZÁLEZ y colaboradores obtuvieron una incidencia de coito premarital de
23% entre las universitarias de Barranquilla. Sin embargo, la metodología empleada
102 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 103
rital entre las estudiantes griegas contradice lo que se pudiera esperar
de un país mediterráneo, en donde ha estado fuertemente implantado
el doble patrón de ética sexual. El caso de España es particularmente
interesante, tanto en lo referente a la incidencia coital entre las mucha-
chas solteras, que es mayor de la que se pudiera suponer, como en
lo que respecta a la incidencia coital entre los varones, que es menor
de la esperada.
En cuanto a la frecuencia coital entre casados, promediando los
datos de Hura, las medianas aproximadas son: de 20 a 29 años, 12
veces al mes; de 30 a 49 años, 8 veces al mes; de 50 años o más,
4 veces al mes. Las cifras correspondientes en el estudio de SIMON son
10, 7 y 4, respectivamente.
En relación con el coito extramarital, KINSEY calculó que alrede-
dor del 50% de los hombres lo habían efectuado alguna vez, cifra
similar a la obtenida por HUNT, mientras que el dato logrado por Si-
MON es de 33%8. Para las mujeres, los porcentajes de incidencia calcu-
lados por KINSEY, HUNT y SIMON son 26, 18 y 12 (véase la nota 8),
respectivamente. En el momento actual, en los Estados Unidos, se esti-
ma que un 60% de los hombres y un 50010 de las mujeres han efectuado
el coito extramarital antes de llegar a los 40 años de edad.
4.4. Otras actividades heterosexuales.—Teniendo en cuenta el gra-
do de "severidad" o "exotismo", cabe dividir las actividades o cari-
cias heterosexuales diferentes del coito vaginal en menores y mayores.
Las primeras se pueden subdividir en ligeras (abrazos, besos boca a
boca, actividades manomamarias, actividades bucomamarias) y fuertes
(actividades manogenitales); las segundas son principalmente las activi-
dades bucogenitales y el coito rectal, pero puede haber otras menos
frecuentes, como los coitos intermamario e intercrural, la estimulación
digital del recto y el anilinto. A pesar de que estas actividades, sobre
todo.las menores, con frecuencia preceden al coito vaginal, en numero-
sas ocasiones son practicadas independientemente y substituyen a aquel
en la encuesta, los datos mismos referentes a las mujeres y su intercomparación suscitan
dudas sobre la validez de ellos, y sugieren que un apreciable porcentaje de las universita-
rias encuestadas dieron respuestas falsas. Por ejemplo, es difícil aceptar que las barran-
quilleras sean de conducta sexual más conservadora que sus homólogas manizaleñas,
si se considera que la edad mediana del primer coito fue dos años menor para las
primeras que para las segundas (véase la nota 5).
8 Este y otros datos hacen dudar de la validez de la encuesta de SIMON. Además,
una encuesta realizada exclusivamente entre mujeres por SOLIGNAC y SERItERO, ocho
años después de la de SIMON, muestra unaincidencia de coito extramarital femenino
de 29%.
en la producción de la excitación sexual y el orgasmo. Ellas han sido
conocidas en diversas culturas y épocas, pero en el mundo contemporá-
neo, su utilización entre solteros como medio de obtener placer sexual,
preservando la virginidad formal de la mujer, ha caracterizado a la
sociedad estadounidense de la década de 1920 en adelante; sin embargo,
la progresiva liberalización del comportamiento sexual en dicha socie-
dad les ha restado mucha importancia como "protectoras" de la virgini-
dad prematrimonial femenina.
KINSEY encontró que, a los 20 años de edad, la incidencia acumu-
lativa entre solteros de caricias heterosexuales era de 87% para los
hombres y 88% para las mujeres; además, en 24% de los primeros
y 23070 de las segundas estas caricias habían llevado alguna vez al orgas-
mo. Un estudio efectuado en Inglaterra a comienzos de la década de
1960, indica que, a los 18 años de edad, la incidencia aproximada de
heavy petting9 era de 50070 para los hombres y 400/0 para las mujeres.
En contraste, una investigación realizada en 1974 entre universitarias
japonesas muestra una incidencia cumulativa de caricias heterosexuales,
a los 21 años de edad, de 36070 para los hombres y 25% para las mujeres.
Las actividades bucogenitales son la felaciónio o coito bucal y el
cunilinto (véase la nota 10) o estimulación bucal de la vulva; ellas,
junto con la pedicación o coito rectal y el anilinto (véase la nota 10)
o estimulación lingual del ano, han suscitado gran repulsa en nuestra
cultura, al ser consideradas ejemplos típicos de "depravación" sexual!
La repugnancia que producen a muchas personas las actividades buco-
genitales resulta, por supuesto, de la condena moral que han sufrido
todos los actos sexuales no procreadores, pero también de falsas nocio-
nes higiénicas, que presumen que los órganos sexuales son más "sucios"
que la boca, cuando la situación inversa puede acercarse más a la reali-
dad; baste recordar que la boca mejor lavada es portadora de diversos
microorganismos potencialmente nocivos, amén de que por ella ingre-
san al cuerpo muchos parásitos intestinales. En realidad, estas activida-
des son normales, biológica y sexológicamente hablando, por su claro
origen filogénico y por ser formas inofensivas de satisfacer la libido.
9 Petting y necking (light, heavy) son los términos genéricos ingleses para referir-
se a estos contactos.
lo Estas son las castellanizaciones de los términos latinos correspondientes: fella-
tio, cunnilinctus y anilinctus. Conviene señalar que las dos últimas son las expresiones
latinas correctas, y ellas o sus castellanizaciones deben preferirse a los barbarismos
"cunnilingus" y "anilingus", popularizados por los autores anglosajones.
l Como es de esperar, la moral católica condena las caricias heterosexuales pre-
maritales. Pero dentro del matrimonio, aun los contactos bucogenitales y el coito
rectal no son considerados pecados graves, siempre y cuando no lleven al orgasmo.
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 105104 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
No obstante, al efectuar el cunilinto a una mujer embarazada, debe
tenerse cuidado de no introducir aire en la vagina, por el peligro de
una embolia gaseosa.
En lo referente al coito rectal, no es necesario echar mano de
complejas teorías sicoanalíticas para explicarlo, sino que basta aplicar
la navaja de OCCAM; razones plausibles para realizarlo son el deseo
de variedad en las actividades sexuales, y el hecho de que la tonicidad
normal del esfínter anal permite una mayor fricción del pene y, por
lo tanto, un aumento de la sensación placenterau. Al efectuar la pedi-
cación, es conveniente emplear un lubricante (hidrófilo), para evitar
que sea dolorosa; además, luego de ella, no se debe realizar el coito
vaginal sin antes haber lavado el pene, con el fin de minimizar el riesgo
de una vaginitis microbiana. La práctica del anilinto exige, por supues-
to, un aseo riguroso de la región anorrectal, y es potencialmente trans-
misora de hepatitis y parasitosis intestinales.
Los datos colectados en los Estados Unidos muestran la extensión
de las caricias het¿rosexuales mayores. KINSEY, hace más de una gene-
ración, encontró que, a los 40 años de edad, la incidencia acumulativa
de contactos bucogenitales de cualquier tipo era de 59% para la pobla-
ción general masculina, mientras que la incidencia entre mujeres casadas
de educación secundaria era de 500/o, y entre las de educación universita-
ria, de 58%. El proceso de liberalización del comportamiento sexual
de la sociedad estadounidense en los últimos 40 años es revelado por
la comparación de los datos de KINSEY con los de HUNT. Mientras que
28% de los solteros menores de 25 años encuestados por el primero
habían sido felados alguna vez, en la investigación de HUNT esta pro-
porción asciende a 72%. También se encuentran diferencias, aunque
menores, al comparar la incidencia de cunilinto entre mujeres casadas;
cuando KINSEY, 56% de las de educación secundaria y 66% de las de
educación universitaria habían recibido esta caricia alguna vez, mientras
que HUNT halló que, en los 12 meses anteriores a la encuesta, habían
sido cunilintadas 58% de las primeras y 72% de las segundas. Las
retabulaciones de los datos de KINSEY, hechas por GEBHARD y JOHNSON,
indican que, hace un poco más de una generación, 10% de las parejas
matrimoniales estadounidenses habían practicado la pedicación alguna
vez; HUNT encontró que casi una cuarta parte de los matrimonios me-
nores de 25 años habían tenido esta experiencia en el año anterior
a la encuesta, y que un poco más de la cuarta parte de los matrimonios
menores de 35 años habían practicado el anilinto alguna vez. Por su
12 Ha habido mujeres solteras que únicamente permiten este tipo de coito, con
el fin de proteger la integridad del himen y preservar la virginidad formal.
parte, SIMON encontró que 60% de los hombres y 55% de las mujeres
habían tenido alguna vez prácticas bucogenitales, y que 19o/o de los
hombres y 14% de las mujeres habían efectuado el coito rectal.
Nuestra investigación entre estudiantes universitarios colombianos,
de 23 años de edad mediana aproximada, muestra que el 58% de los
hombres y el 54% de las mujeres con experiencia coital vaginal han
tenido actividades bucogenitales. Además, entre los universitarios con
experiencia coital vaginal, el 25% de los varones y el 21% de las mujeres
han practicado el coito rectal.
Las legislaciones de algunos Estados, sobre todo anglosajones, cas-
tigan severamente muchas de las actividades heterosexuales diferentes
del coito vaginal.
5. ACTIVIDADES HOMOSEXUALES
Las actividades sexuales efectuadas entre personas del mismo géne-
ro pueden ser manifestaciones de la homosexualidad exclusiva o prefe-
rente del individuo, o contactos circunstanciales o episódicos, realizados
por personas de orientación básica heterosexual. En esta sección nos
referiremos solo a las actividades del segundo tipo; las del primero
serán consideradas en el capítulo VIII. Como ya se dijo, los contactos
homosexuales de los seres humanos son, en principio, expresiones de
la bipotencialidad sexual natural de los mamíferos, por lo cual no deben
ser considerados anormales a priori . .
Las actividades homosexualesepisódicasocircunstanciales son prac-
ticadas por personas habitualmente heterosexuales, en situaciones espe-
ciales de la vida que favorecen dicho comportamiento. Tal es el caso
de los actos homosexuales que ocurren durante la preadolescencia y
la adolescencia, y el de los individuos que, por su oficio o fuerza mayor,
permanecen alejados del otro sexo durante lapsos prolongados (prisio-
neros, marinos, etc.). Esto se explica porque el deseo sexual no desapa-
rece por el hecho de estar aislada la persona del objeto sexual preferente.
No obstante, una vez cesan las circunstancias conducentes a la reali7a-
ción de los actos homosexuales, el individuo usualmente reinicia los
contactos heterosexuales. Por otra parte, las actividades homosexuales
efectuadas en las prisiones muchas veces son más formas simbólicas
de establecer jerarquías de dominación/sumisión, recordativas de los
actos homosexuales de los primates inferiores, que contactos puramente
eróticos.
Los datos de las investigaciones de KINSEY, corregidos por GEBHARD
y POMEROY, indican que alrededor del 33% de los hombres y el 13%
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 1071 06 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
de las mujeres habían tenido al menos un contacto homosexual con
orgasmo durante sus vidas13. Por otra parte, al promediar los resulta-
dos de encuestas recientes entre universitarios estadounidenses varones,
de 21 años de edad media aproximada, se encuentra que 20% de ellos
han tenido alguna actividad homosexual, mientras que un estudio entre
universitarias del mismo país, de edad promedio similar, indica que
8% de ellas han tenido dicha experiencia. En cuanto a la incidencia
de las actividades homosexuales en las prisiones, BUFFAM estima que
en los Estados Unidos ella se sitúa entre 35 y 40%.
Se poseen muy pocos datos sobre la incidencia de las actividades
homosexuales en otros países. SIMON, en Francia, da cifras sospecho-
samente bajas, a juicio del mismo investigador (6% para los hombres
y 3% para las mujeres), sobre todo para los hombres (véase la nota
8). En cuanto a Colombia, en nuestro estudio entre universitarios, de
edad promedio aproximada de 23 años, encontramos que 21% de los
varones y 2070 de las mujeres habían tenido alguna actividad homosexual.
Los tipos de actividades homosexuales posibles son los mismos
de las actividades heterosexuales, con la obvia excepción del coito vaginal.
6. ACTIVIDADES SEXUALES CON ANIMALES
Las actividades sexuales con animales (zoofilia) han existido en
diversas culturas a lo largo de la historia, particularmente en ciertos
grupos sociales u oficios. Por ejemplo, han sido bien conocidos los
contactos sexuales de los pastores con sus ovejas, de los antiguos chinos
con gansos y, en Colombia, de los adolescentes costeños con burras.
No obstante, la zoofilia ha sido condenada formalmente por la mayoría
de las culturas14. Prueba indirecta de la existencia de las actividades
13 La cifra original de KINSEY era 37% para los hombres, pero ella ha sido corre-
gida debido a errores en los cálculos iniciales. Estos porcentajes y los ulteriores incluyen
las prácticas de las pequeñas proporciones de hombres y mujeres de orientación homose-
xual exclusiva o predominante.
14 El cristianismo adoptó el riguroso código judío, que penaba con la muerte
la zoofilia, pero curiosamente lo aplicó a los casos de coito entre cristiano y judía
o sarracena. Por otra parte, los tribunales europeos medioevales y más modernos
condenaban a muerte a las personas culpables de zoofilia, junto con sus "cómplices"
animales, si la culpabilidad de estos era comprobada. En 1750, un tal Jacques Ferron
fue ahorcado en Vauvres (Francia) por haber fornicado con una burra. Esta escapó
de la muerte porque en su defensa se arguyó que no habia participado en el acto
voluntariamente, sino que había sido forzada. Además, el prior del convento local
y algunos ciudadanos atestiguaron a su favor, diciendo "que la conocían desde cuatro
años atrás, que siempre había mostrado ser virtuosa, tanto en su hogar como fuera
zoofilicas la dan los numerosos casos relacionados con ellas en las anti-
guas mitologías, los cuales deben interpretarse como reflejos de los
deseos y actos humanos, ya que, como dice VOLTAIRE, "el hombre
hizo a los dioses a su imagen y semejanza".
La existencia de la zoofilia puede entrañar cierto grado de excitabi-
lidad sexual de los animales con los humanos. Según HAVELOCK ELLIS,
en algunos casos los perros se excitan con las mujeres, probablemente
con mayor facilidad si ellas están menstruando15. DARWIN cree lo mis-
mo de diversos cuadrumanos y cita a otras autoridades al respecto.
KINSEY opina que la observación de animales apareándose puede ser
lo que instigue la ejecución de algunos actos zoofílicos; se basa para
ello en que encontró que 32% de los hombres y 16% de las mujeres
se excitaban viendo copular a animales16.
Los contactos sexuales con animales son debidos fundamentalmen-
te a factores circunstanciales, entre los cuales resalta la vida en el campo.
HAVELOCK ELLIS cree que hay tres condiciones que los favorecen: a) las
concepciones de vida primitivas, que no permiten notar las diferencias
entre los animales y los seres humanos; b) la familiaridad extremada
con los animales; c) las creencias folclóricas sobre la utilidad del coito con
animales para curar las enfermedades venéreas u otras. La zoofilia
es, pues, una actividad sexual practicada faute de mieux, que solo es
anormal cuando se vuelve exclusiva o compulsiva, o cuando hay en
ella un verdadero componente afectivo.
KINSEY encontró una incidencia acumulativa de contactos zoofíli-
cos con orgasmo de 8% en el total de los hombres que encuestó, y
de 17% entre los que habían vivido en el campo. Entre las mujeres,
la incidencia acumulativa total fue de 4%. En nuestra investigación,
entre universitarios manizaleños, hallamos una incidencia de 9% para
los hombres y ninguna para las mujeres. En cambio, GONZÁLEZ y cola-
boradores, en Barranquilla (ciudad costeña), encontraron una inciden-
cia de 42% para los universitarios varones.
de él, y que nunca había sido ocasión de escándalo para nadie". En cambio, no
anduvo con la misma suerte un gallo —acusado de posesión diabólica por haber
puesto un huevo— condenado a muerte en Basilea, en 1474, a pesar de la elocuente
defensa de su abogado...
15 RABELAIS (Pantagruel) cuenta cómo Panurgo, para vengarse de una dama que
lo había rechazado, la hizo objeto de las atenciones mingitorias de todos los perros de París.
16 HAVELOCK ELLIS dice que el acoplamiento de los grandes animales es a menu-
do un espléndido espectáculo. Además, cita a BURCHARD, secretario del papa Alejan-
dro VI, quien relata cómo este y su hija Lucrecia se regalaron en cierta ocasión observando
la cópula de unos equinos "cum magno risu et delectatione".
108 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 109
7. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA INCIDENCIA Y FRECUENCIA
DE LAS ACTIVIDADES SEXUALES
Además de los factores que influyen en la función sexual (véase
el cap. V), y que por su intermedio también pueden hacerlo en la inci-
dencia y frecuencia de las actividades sexuales, hay otros que directa-
mente afectan a estas.
7.1. Religiosidad.—KINSEY demostró que el grado de religiosidad
del individuo, más que el credo particular que profese, está en relación
inversa con la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales, lo
cual es particularmente notorio en las mujeres. Estudios posteriores
realizados en los Estados Unidos indican que el efecto de este factor
se conserva, aunque con menor intensidad. Similar correlación negativa
entre religiosidad y conducta sexual fue revelada por la investigación
de SIMON en Francia, y por la de NOTZER y colaboradores entre univer-
sitarios israelíes. En el estudio efectuado por nosotros entre universita-
rios colombianos, encontramos que mientras 47% de las mujeres menos
religiosas habían tenido coito premarital, ello había ocurrido en solo
25% de las más devotas; igualmente, mientras que 62% de las mucha-
chas menos religiosas se habían masturbado, solo 42% de las más devo-
tas lo habían hecho. Por otra parte, 77% de las mujeres menos religiosas
habían experimentado el orgasmo alguna vez, contra 47% de las más
devotas. Entre nosotros, en cambio, la religiosidad no afecta las activi-
dades sexuales de los varones.
7.2. Nivel económico-educativo.—Diversos estudios —desde el de
KINSEY en adelante—, realizados en diversos países occidentales, han
mostrado que la capacidad económica y el nivel educativo de las perso-
nas son factores que están en relación inversa con la incidencia de
coito premarital, y directa con la práctica de actividades sexuales distin-
tas del coito vaginal. Sin embargo, los datos más recientes indican
que las diferencias económico-educativas en el comportamiento sexual
están borrándose rápidamente, debido a la liberalización de las costum-
bres sexuales y a la aceptación del patrón ético de la permisividad amo-
rosa, propiciadas por los medios de comunicación masiva.
7.3. Edad.—KINSEY calculó las siguientes frecuencias medianas se-
manales de orgasmos, obtenidos de cualquier manera por personas se-
xualmente activas, sin distinción de estado civil y a diversas edades.
En los hombres, a los 15 años, 2.3; a los 20, 2.2; a los 30, 2.2; a
los 40, 1.7; a los 50, 1.2; y a los 60, 0.8. En las mujeres, a las mismas
edades, respectivamente, 0.3, 0.5, 1.8, 1.8, 1.2 y 0.5. Puede observarse,
entonces, que la máxima frecuencia masculina se alcanza en la adoles-
cencia, se mantiene elevada hasta los 30 años, y de ahí en adelante
comienza a disminuir lentamente. En las mujeres, la máxima frecuencia
se alcanza a los 30 años (cuando la mayoría de ellas se han casado), se
mantiene hasta los 40, y de ahí en adelante comienza a disminuir lenta-
mente. La merma paulatina de las actividades sexuales con la edad,
tanto en hombres como en mujeres, puede deberse a diversos factores,
pero concuerda parcialmente con la involución natural de todas las
funciones biológicas producida por el proceso de envejecimiento.
LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 111
CAPÍTULO VII
LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS
EXTREMAS DE LA VIDA
En las páginas anteriores hemos descrito algunos aspectos de la
sexualidad humana, tomando como base de referencia a la persona
fisiológicamente madura y legalmente adulta, es decir, la que está entre
los 18 y los 60 de edad, aproximadamente. En el presente capítulo
trataremos de la sexualidad de los individuos situados por debajo o
por encima de estos límites cronológicos, o sea, los que están en los
períodos vitales de la niñez', adolescencia y vejez. Hay que señalar,
sin embargo, que esta división tiene mucho de arbitrario, particularmen-
te en lo que se relaciona con el límite inferior de la vejez. Por lo tanto,
así como algunas personas han agotado la capacidad sexual a los 40
años de edad, otras continúan ejerciendo vigorosamente la función
erótica a los 80.
1. LA SEXUALIDAD EN LA NIÑEZ
La mera posibilidad de que los niños realicen actividades sexuales
sigue siendo inaceptable para muchas personas en nuestra civilización,
a pesar de que hace más de 70 años Mon y FREUD sostuvieron pública-
mente su existencia, y que es suficiente remontarse en el recuerdo a
las épocas de la infancia, para que muchos tengan comprobación perso-
nal de ellas2. Sin lugar a duda, la negación de esta realidad se debe
a la identificación del placer sexual con el pecado, hecha por la moral
erotófoba cristiana; por consiguiente, solo en mentes diabólicamente
perversas podría caber la idea de que los niños —criaturas de inocencia
angelical— estuvieran contaminados de él.
La niñez es el período que transcurre entre el nacimiento y los 13 años de edad,
aproximadamente: en esta discusión, niñez es sinónimo de infancia. La preadolescencia
es el período de la niñez que transcurre entre los I I y los 13 años de edad, aproximadamente.
2 Por ejemplo, las retabulaciones de los datos de KINSEY, hechas por GEE:MARO
y JOHNSON, muestran que aproximadamente la mitad de los adultos varones y la terce-
rara par te de las mujeres recordaban haber realizado actividades helero u nornosexuales
durante la niñez.
Como se señaló anteriormente, mientras más evolucionado sea el
animal, más dependerá su comportamiento sexual del aprendizaje y
menos del instinto, lo cual se observa claramente en los primates infra-
humanos. Con mayor razón, es de esperar que los juegos sexuales infan-
tiles sean necesarios para el ulterior correcto funcionamiento erótico
y reproductor de los seres humanos. Según LANGFELDT, durante dichos
juegos pueden realizarse actos semejantes a las montas animales, con
movimientos pelvianos y, en ocasiones, con presencia de erección. No
es de extrañar, pues, que en muchos casos las disfunciones sexuales
de los adultos tengan relación con la prohibición de las actividades
sexuales infantiles. YATES hace notar que los ejercicios que se prescri-
ben a los adultos sexualmente disfuncionales, se asemejan notablemente
a los juegos sexuales practicados por los niños que no son cohibidos,
y dan la impresión de ser recapitulaciones de los procesos tempranos
de aprendizaje sexual.
En concordancia con la herencia filogénica, existen numerosas cul-
turas que adoptan actitudes permisivas con respecto a los juegos sexua-
les infantiles. En ellas, los actos masturbatorios y heterosexuales imitativos
de los que efectúan los adultos son vistos con naturalidad por estos,
y su práctica es estimulada como preparación para el buen ejercicio
de la función sexual madura; incluso, en algunas sociedades (hopis,
sirionos, kazakos), los adultos estimulan los órganos sexuales de los
niños. No es entonces, coincidencia] que, hasta donde se ha podido
establecer, en dichas culturas la función erótica esté libre de muchas
de las disfunciones comunes en la sociedad occidental.
1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil.—El concepto de infan-
cia, tal como se entiende actualmente en nuestra cultura, tiene solo
unos pocos siglos de existencia. En la Europa antigua y medioeval,
los niños eran tratados como pequeños adultos y compartían con estos
la mayoría de sus actividades. A partir del siglo XVI la niñez comenzó
a ser percibida como una fase de la vida diferente de la adultez, y
en el siglo XVIII se formalizó la distinción, al crearse el concepto de
una etapa intermedia —la adolescencia— entre la niñez y la adultez.
A fines del siglo XIX estaba firmemente establecida la idea de que
la niñez era totalmente asexual.
Aunque los niños nacen con la capacidad potencial de responder
a los estímulos sexuales y sentir placer al ser estimulados en las zonas
erógenas, en ausencia casi total de andrógenos el interés ("deseo")
sexual infantil es difuso, inespecífico y de carácter esencialmente investi-
gativo, por lo cual es más curiosidad que deseo; además, a diferencia
112 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 113
de la estimulabilidad3, el interés sexual del niño no parece ser activado
fácilmente. FREUD y sus seguidores se equivocaron al concluir que la
"sexualidad" tiene el mismo significado para los niños que para los
adultos, es decir, que la motivación de las actividades sexuales infantiles
y el placer que producen son similares, si no idénticas, a los de los
individuos adultos. La realidad es otra. Como ya se dijo, el interés
sexual del niño es difuso e inespecífico; sus actos sexuales son funda-
mentalmente lúdicos, investigativos e imitativos, y carecen de la cuali-
dad erótica típica de los actos sexuales adultos, porque el mundo sexual
infantil es un mundo de vivencias infantiles, no adultas, y el significado
pleno del erotismo usualmente solo se puede adquirir mediante el proce-
so de crecimiento y desarrollo del individuo inmaduro.
La sexualidad infantil es esencialmente diferente de la del adulto,
en lo que respecta al tipo de placer experimentado. La razón de ello
es que el niño (o niña) típico todavía no ha alcanzado el grado de
desarrollo síquico y somático necesario para ejercer la función erótica,
y a él solo se llega en la pubertad. En otras palabras, para que el
ser humano reaccione sexualmente como lo hace el individuo adulto,
es indispensable que ocurran los cambios hormonales característicos
de la pubertad. Como dice HAEBERLE, los niños son "sexualmente de-
sarticulados", o sea, responden indiscriminadamente a toda clase de
estímulos, y sus reacciones no están integradas y coordinadas totalmen-
te. Bajo la influencia del condicionamiento social, los seres humanos
inmaduros van estructurando gradualmente la sexualidad, en concor-
dancia con los modelos culturales, hasta captar finalmente el significado
pleno del erotismo. La simple capacidad orgánica de lograr el orgasmo
—que está presente en muchos niños— no autoriza a creer que la sexuali-
dad erótica también lo está, porque para que esto suceda, los fenómenos
sexuales puramente somáticos deben ocurrir en el contexto sicosocial
de la pospubertad o adultez y ser conscientes. Hay, por supuesto, casos
de precocidad erótica, pero son las excepciones que confirman la regla.
Los niños son naturalmente curiosos y, a medida que crecen, tratan
de aprender todo lo relacionado con ellos mismos y con el entorno.
Una vez explorado el propio cuerpo, se interesan por los de los otros
niños y adultos, sin que ello tenga necesariamente el significado "se-
xual" (erótico) adulto. Los niños captan los conceptos sexuales paulati-
namente, y aun en el caso de que aprendan tempranamente ciertas
actitudes y conductas sexuales adultas, solo pueden comprender sus
significados y consecuencias al llegar a la pubertad. Igualmente, pueden
3 Esta estimulabilidad sexual explica las erecciones con que responden muchos
niños, incluso recién nacidos, al tocamiento del pene.
tener contactos físicos íntimos sin que comprendan su significado eróti-
co; por el contrario, no pocas veces son los adultos los que se encargan
de inculcar a los menores sus propias actitudes negativas y culpantes
con respecto a contactos físicos que hasta ese momento eran vistos
"inocentemente" por los niños.
Los estudios de MALINOWSKI y muchos otros datos socioantropo-
lógicos muestran que FREUD se engañó al postular la existencia del
"período de latencia" de la sexualidad infantil como algo natural y
universal. Lo que sucede es que los niños comprenden rápidamente
que si realizan sus juegos sexuales en público serán censurados y castiga-
dos por los adultos, por lo cual los efectúan en la clandestinidad. Las
investigaciones de KINSEY y de los GOLDMANS indican que es precisa-
mente durante el "período de latencia" cuando es más evidente el desa-
rrollo progresivo de la ideación y los actos sexuales infantiles.
Según los estudios de BERNSTEIN y los GOI.DMANS, los conceptos
sexuales de los niños parecen seguir una secuencia piagetiana de desarro-
llo, y la información que reciben del entorno no es aceptada como
tal, sino que es asimilada y transformada de acuerdo con el nivel cognos-
citivo del individuo. El estudio de los GOLDMANS, efectuado compara-
tivamente entre niños australianos, estadounidenses, ingleses y suecos,
es particularmente interesante porque muestra que en dichos niños,
con excepción de los suecos, había considerable retraso en la aparición
de los diversos componentes de la ideación sexual y poca capacidad de re-
flexión y de resolución de problemas, lo cual es achacado por los autores
a la comunicación inadecuada y a la renuencia de los padres y adultos a
emplear terminologías y descripciones correctas de los fenómenos se-
xuales, a pesar de que los niños pueden comprender conceptos biológi-
cos complejos mucho más tempranamente de lo que se cree. Como
consecuencia, ellos inventan sus propias explicaciones, frecuentemente
míticas, de los hechos sexuales, como es el caso de la teoría cloacal
del nacimiento, propuesta por FREUD, cuya presencia en las ideaciones
de los niños de cinco a siete años fue confirmada por los GOLDMANS;
las teorías del complejo de Edipo y del período de latencia fueron,
en cambio, infirmadas por estos investigadores. El estudio de SCHOOF-
TAMS y colaboradores da también apoyo al desarrollo paulatino de
los conceptos sexuales infantiles, al mostrar que entre los 11 y los 16
años las ideas sobre la sexualidad se van desplazando de la reproducción
hacia el vínculo de pareja y el erotismo.
Los juegos sexuales infantiles consisten fundamentalmente en actos
exhibicionistas, inspección y tocamiento de los órganos sexuales, y simu-
lacros de coito, entre individuos del mismo o diferente género. Los
estudios de KINSEY muestran que la mayor incidencia de juegos sexua-
114 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 115
les femeninos ocurre entre los cinco y los nueve años, mientras que
en el caso de los niños, va siendo mayor a medida que estos se acercan
a la pubertad; la razón de ello es el rápido desarrollo de la capacidad
erótica de los varones al aproximarse a la pubertad, lo cual se contrapo-
ne a la creciente vigilancia y restricción de las niñas en las mismas
circunstancias.
1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles.—Los siguien-
tes son algunos datos obtenidos por KINSEY sobre la incidencia de las
actividades sexuales durante la niñez y la preadolescencia: mientras
que a los 10 años de edad 37% de los niños y 44% de las niñas habían
tenido juegos sexuales, solo 2010 de los primeros y 8% de las segundas
habían experimentado el orgasmo. A la misma edad, 2% de los niños
y 13% de las niñas se habían masturbado, pero solo 0.1010 de los prime-
ros y ninguna niña habían tenido coito. En cambio, a la edad de la
torarquia (5( = 13.9 años) y de la menarquia (5c = 13.1 años), las
incidencias de masturbación y coito para unos y otras fueron 72 y
26%, y 21 y 1%, respectivamente.
El estudio de BELL y colaboradores sobre el desarrollo de las pre-
ferencias sexuales, muestra lo siguiente, para individuos heterosexuales
de raza blanca: A los 11 años de edad, solo 35% de los varones y
10% de las mujeres habían experimentado la primera excitación hetero-
sexual, y la edad mediana de ella fue 12.4 años para los primeros y
15.3 años para las segundas. A la misma edad, 22% de los varones
y 23/o de las mujeres se habían masturbado, mientras que solo 3%
de los primeros y 1% de las segundas habían tenido coito. En el caso
de individuos homosexuales de raza blanca, a los 11 años de edad,
38% de los varones y 8% de las mujeres habían experimentado la prime-
ra excitación homosexual.
Nuestra investigación entre estudiantes universitarios colombianos
indica que, a la edad de 10 años, solo 5% de los varones y 2% de
las mujeres habían experimentado el orgasmo. A la misma edad, 8%
de los primeros y 4% de las segundas se habían masturbado, mientras
que, a la edad de la torarquia (5( = 13.1 años) y de la menarquia
(ic = 13.1 años), la incidencia masturbatoria había ascendido a 47010
para los varones y 17% para las mujeres. A los 10 años de edad, 3% de
los varones habían tenido coito, y la incidencia había aumentado a
10% a la edad de la torarquia; ninguna mujer había tenido coito a
la edad de la menarquia.
Todos los datos anteriores muestran, pues, que antes de la pubertad
no se puede hablar propiamente de erotismo y de actividades sexuales
típicas de los individuos maduros.
2. LA SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA
La adolescencia —un estado de transición entre la niñez y la adultez-
se puede definir como la respuesta sicosocial al fenómeno somático
de la pubertad. Por lo tanto, la pubertad es un hecho biológico, indepen-
diente de la cultura, mientras que esta determina la adolescencia. Por
ejemplo, en las sociedades ágrafas el paso de la niñez al estado adulto
es más bien abrupto, y es señalado por los rites de passage; no existe,
entonces, un período de adolescencia propiamente dicho. En nuestra
cultura la adolescencia se puede fijar entre el comienzo de la pubertad
y la obtención de la mayoría de edad legal, o sea, entre los 13 y los
18 años, aproximadamente. No obstante, el concepto de adolescencia
tomó bastante tiempo para ser aceptado por los europeos, y antigua-
mente ella se confundía unas veces con la niñez y otras con la adultez.
Aunque algunos sexólogos de orientación sociológica sostienen que
la motivación para la actividad sexual en la adolescencia es básicamente
sociocultural, hay estudios que dan fuerte respaldo al concepto de que
ella es de tipo biológico, o sea, que resulta dela acción de los andrógenos
sobre el desarrollo y mantenimiento del apetito sexual. La influencia
sociocultural vendría a ser, entonces, un factor concurrente pero relati-
vamente secundario, que reforzaría o inhibiría el factor biológico, de
acuerdo con las circunstancias.
Una preocupación importante de la adolescencia —particularmente
en los varones— es el aprendizaje de la función sexual adulta. La relati-
vamente rápida transición entre la sexualidad infantil y la madurez
sexual puberal produce mucha ansiedad y confusión en la mayor parte
de los adolescentes, cuyas reacciones emocionales y sociales a este perío-
do son determinadas en parte por las experiencias infantiles, y en parte
por las expectativas culturales que gravitan sobre ellos. La ambivalencia
de la sociedad occidental frente a la sexualidad erótica contribuye en
buena medida a generar la confusión. Por una parte, la propaganda
de la sociedad consumista —a través de los medios de comunicación
masiva— hace uso permanente del erotismo, amén de que estos medios
de comunicación dan a conocer y presentan como deseables las muestras de
liberalización de la conducta sexual en las sociedades estadounidense
y europeas, con énfasis en el patrón ético de permisividad amorosa.
Por otra parte, dicha situación coexiste con la condenación oficial (so-
cial o moral) del erotismo. No pocas veces el resultado es una retirada
del adolescente a la seguridad de la experimentación y exploración se-
xuales en un ámbito homosocial —o sea, en asociación con sus iguales
del mismo sexo—, el cual normalmente es reemplazado luego por una
asociación heterosocial —o sea, con iguales del otro sexo. Sin embargo,
en la práctica, las dificultades causadas por las contradictorias pautas
LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 117116 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
de actitud y comportamiento sexuales que el entorno social suministra
a los adolescentes se presentan en las mujeres, ya que en nuestra cultura
latinoamericana el modelo tradicional de afirmación masculina es el
machismo sexual, el cual puede ser integrado fácilmente al echos permi-
sivo que está en boga, con la modificación de que en su ejercicio se
está dependiendo más de muchachas "liberadas" que de las prostitutas
clásicas, quienes hasta hace poco eran las válvulas de escape socialmente
aceptables de la libido masculina.
En la adolescencia, el egocentrismo del niño y del preadolescente
es sobrepasado y substituido por la incorporación del individuo al grupo
de sus iguales (barra), lo cual sirve de mecanismo de protección contra
los entornos sociales adulto e infantil, y permite la creación de una
identidad propia. En este período de la vida aparece también con fre-
cuencia un "sarampión" proyectivo-imitativo, que hace idealizar los
modelos externos propuestos por los medios de comunicación (artistas
de cine, deportistas, cantantes de moda, etc); además, entran en juego
los sentimientos afectivos, y las primeras frustraciones sentimentales
se convierten en "tragedias", que en ocasiones dan origen a la "voca-
ción" religiosa femenina.
4 La adolescencia es una etapa de la vida crucial para el aprendizaje
de la función sexual, pues durante ella se ponen a prueba los roles
sociosexuales, especialmente el masculino. Al final de la adolescencia,
en la gran mayoría de los individuos están ya establecidas las pautas
actitudinales y conductales sexuales del adulto, que en las mujeres tienen
un carácter más afectivo que erótico, mientras que en los hombres
sucede lo contrario.
La primera eyaculación es la torarquia (LEVEN), un hecho de parti-
cular importancia para el varón, porque además de ser el fenómeno
fisiológico más significativo de la pubertad, marca el comienzo efectivo
de la vida sexual y la adolescencia. LEVEN encontró una influencia esta-
cional en la aparición de la torarquia, ya que en el 76% de los sujetos
estudiados por él ocurrió en la primavera o en el verano. KINSEY halló
que la torarquia más precoz fue a los 8 años y la más tardía a los
21, mientras que la edad mediana fue 13.8 años. LEVEN, en su estudio
con universitarios ingleses, encontró una edad mediana de 13.2 años.
Entre los universitarios colombianos, la edad mediana hallada por noso-
tros fue 13.1 años.
La primera menstruación o menarquia es un fenómeno fisiológico
de la pubertad de la mujer similar en significación a la torarquia del
varón, por lo cual desempeña un papel central en la percepción subjetiva
de la sexualidad femenina. Las estaciones no parecen influir en su apari-
ción, pero sí es conocido el descenso secular de la edad a la cual se
presenta en las mujeres europeas, y que se ha atribuido al mejoramiento
paulatino de las condiciones nutricionales. En el momento actual, la
edad media de la menarquia para las mujeres europeas y estadouniden-
ses está situada entre los 12.5 y 13 años. En las universitarias colombia-
nas encontramos una edad media de 13.1 años.
En los varones, el primer orgasmo se confunde prácticamente con
la torarquia. KINSEY halló que en los dos tercios de los casos fue debi-
do a la masturbación, y en el resto a las poluciones nocturnas, el coito
heterosexual y los contactos homosexuales. En nuestra investigación
con universitarios encontramos que las causas principales ,fueron la
masturbación y las poluciones nocturnas (en 58 y 29% de los casos,
respectivamente).>
En cuanto a las mujeres, KINSEY halló que la edad mediana del
primer orgasmo estaba un poco por debajo de los 20 años, y que las
causas principales fueron la masturbación y las caricias heterosexuales
diferentes del coito vaginal (en 40 y 24% de los casos, respectivamente).
Nosotros encontramos que la edad mediana del primer orgasmo entre
las universitarias fue 18.1 años, y la causa principal la masturbación
(en 43% de los casos). Puede observarse, entonces, que los hombres
comienzan la adolescencia con el primer orgasmo, mientras que este
señala más bien el final de ella en las mujeres.
En los estudios de KINSEY, la primera polución nocturna ocurrió
aproximadamente un año después de la primera masturbación, pero
la mayoría de las mujeres nunca habían tenido sueños eróticos con
orgasmo; por eso, mientras 71% de los muchachos habían experimenta-
do el orgasmo durante el sueño a los 18 años, solo 5% de las muchachas
habían tenido dicha experiencia a la misma edad. En nuestra investiga-
ción encontramos una edad mediana del primer sueño con orgasmo
de 14.2 años para los varones y 16.5 años para las mujeres.
KINSEY encontró que la edad mediana de la primera masturbación
en los varones fue un poco mayor de 14 años, mientras que en las
mujeres fue de 30 años; por eso, mientras que 92% de los muchachos
habían logrado el orgasmo masturbatorio a los 18 años, solo 26% de
las muchachas estaban en la misma situación. En nuestra encuesta en-
contramos que la edad mediana del primer orgasmo masturbatorio fue
13.3 años para los hombres y 17 para las mujeres.
El proceso de liberalización de la conducta sexual, que en los Esta-
dos Unidos y otros países desarrollados ha ocurrido en los últimos
años, se refleja en la elevación paulatina de la incidencia de coito prema-
rital entre los adolescentes. Por ejemplo, los estudios de KINSEY mues-
tran que a los 18 años 68% de los hombres, pero únicamente 6% de
las mujeres, lo habían efectuado. En 1971, ZELNIK y KANTNER hallaron
118 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 119
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■
una incidencia para las mujeres, a la misma edad, de 4007o , la cual
ascendió a 5107o en 1976 y a 57% en 1979; en este último año, la inciden-
cia para los varones de la misma edad fue de 66%. En contraste, noso-
tros encontramos que, a comienzos de la década de 1970, la incidencia
de coito premarital a los 18 años de edad, entre universitarios, era de
64% para los hombres y solo Pio para las mujeres, mientras que la
edad mediana del primer coito fue 16.5 años para los primeros y 20.1
años para las segundas. A finales de la misma década, la incidencia
de coito premarital, a la misma edad, había ascendido a 76% entre
los varones, pero permanecía en 7% entre las mujeres, mientras que
la edad mediana del primer coito fue 15.7 años para los primeros y
20 para las segundas.
Un interesante fenómeno, que contradice la tendencia general en
nuestra civilización a una mayor incidencia de coito premarital entre
los hombres que entre las mujeres, es el que está ocurriendo en países
del norte de Europa, como Suecia y Alemania Federal, en donde dicha
incidencia se ha invertido entre los adolescentes. Por ejemplo, en un
estudio efectuado entre estudiantes suecos, LEWIN encontró que, a los
16 años de edad, 46% de las muchachas y 31% de los muchachos
habían tenido coito. Y en una investigación realizada entre estudiantes
alemanes, SCHOOF-TAMS y colaboradores hallaron que, a la misma edad,
40% de las muchachas y 22% de los muchachos habían tenido coito.
Como explicación de esta situación atípica, LEWIN propone la siguien-
te: la gran mayoría de tales relaciones sexuales suceden en el contexto
afectivo del vínculo de pareja, en donde el hombre, por norma cultural,
es un poco mayor que la mujer; ahora bien, a una determinada edad
(por ejemplo, 16 años), muchos muchachos no pueden encontrar pareja,
porque un buen número de las potenciales candidatas están todavía
en una edad (por ejemplo, 14 años) a la cual no es usual que ellas
realicen el coito. Por su parte, SCHOOF-TAMS y colaboradores opinan
que el fenómeno resulta de la relativamente más rápida maduración
sexual de las muchachas, y de que, debido a la tendencia al igualita-
rismo sexual en los países desarrollados, la práctica de las actividades
sexuales se ha hecho más fácil para ellas.
Hay que anotar que en no pocas ocasiones las muchachas adoles-
centes (como las mujeres en general) acceden al coito premarital sin
desearlo realmente, unas veces como "premio" a las manifestaciones
de afecto (real o fingido) por parte del hombre, y otras con el fin de
satisfacer el echos imperante, mostrando que no son mojigatas. Ade-
más, los adolescentes son muy poco cuidadosos en lo que se refiere
a evitar las consecuencias reproductoras del coito. Por una parte, los
hombres tienden a descargar en la mujer la responsabilidad de evitar
el embarazo; por la otra, las mujeres consideran inaceptable prepararse
conscientemente para un posible coito, porque así se destruiría el mito
romántico que explica el acto como resultado del impulso amoroso súbito.
3. LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ
La actividad sexual en la vejez está influida por factores sociocultu-
rales y biológicos, los cuales pueden interactuar. Entre los primeros
figura en lugar destacado la extrañeza, si no la reprobación, implícita
o explícita, con que se mira el ejercicio de la función erótica en las
personas no necesariamente viejas, sino apenas maduras, en nuestra
cultura contemporánea. Muchos hijos adultos jóvenes se sienten incó-
modos pensando que sus progenitores, sobre todo las madres (que
pueden tener poco más de 40 años de edad), estén todavía realizando
actividades sexuales. Esto se debe, probablemente, tanto a la identifica-
ción de la sexualidad (y la sensualidad) con la juventud, que proclaman
los medios de comunicación masiva, como a los rezagos de la erotofobia
cultural, que impide aceptar plenamente, aun por parte de los jóvenes, la
legitimidad y autonomía del erotismo, y exige —al menos teóricamente—
la justificación reproductora de la sexualidad. Por el contrario, muchas
culturas no occidentales aceptan que hombres y mujeres se mantengan
sexualmente activos hasta edad avanzada.
Un factor biológico que tiene repercusión cultural es el sexo del
individuo. Tradicionalmente, los hombres han tenido más libertad que
las mujeres para el ejercicio del erotismo, a cualquier edad. Por eso las
"travesuras" sexuales de los "viejos verdes" son vistas más como moti-
vo de regocijo que de censura, cosa que no sucedería en el caso de
las mujeres. El género de la persona interactúa también con el factor
cultural, representado por el estado civil; es decir, las viudas están
más limitadas que los viudos para satisfacer sus necesidades sexuales.
En cuanto a otros factores biológicos, como vimos anteriormente,
el envejecimiento, por las modificaciones orgánicas que acarrea, produ-
ce una disminución paulatina de la función erótica, lo cual puede ser
parcialmente contrarrestado por el ejercicio frecuente de ella durante
la juventud y la madurez del individuo. Los trastornos orgánicos produ-
cidos por el envejecimiento tienen sobre todo repercusiones en los hom-
bres; entre ellos resaltan las estenosis de las arterias que irrigan el pene,
muy prevalentes en los varones mayores de 50 años.
Parece, sin embargo, que la causa inmediata más importante de
la disminución de la actividad sexual en los hombres añosos es la dismi-
nución o ausencia de la libido. Como causas mediatas, productoras
de hipolibido, se pueden señalar las siguientes: a) la disminución o
120 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
ausencia de estímulos apropiados, debido al aislamiento sociosexual;
b) los trastornos orgánicos que impiden la captación consciente de los
estímulos sexuales; c) la baja intensidad natural del deseo sexual de
algunos hombres, que la inhibición cultural puede hacer desaparecer
completamente.
En algunas mujeres menopáusicas, la ausencia del temor al embara-
zo puede hacer aumentar la libido y, consecuentemente, las actividades
sexuales.
PARTE SEGUNDA
ASPECTOS ESPECIALES
DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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CAPÍTULO VIII
LA HOMZYSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD
En el capítulo vi tratamos de las actividades homosexuales episó-
dicas o circunstanciales. En el presente capítulo hablaremos de la orien-
tación homosexual exclusiva o preferente en cuanto estado sicológico.
También trataremos del estado bisexual.
1. LA HOMOSEXUALIDAD
Damos el nombre de homosexual a la persona adulta cuyo deseo
sexual se dirige, en forma exclusiva o preferente, hacia individuos del
mismo género, o que se excita sexualmente, en forma exclusiva o prefe-
rente, con ellos y que habitual, pero no necesariamente, tiene un com-
portamiento sexual heterotípico. La homosexualidad (masculina o
femenina) es un estado sicosexual que ha existido en todas las culturas
humanas y en todas las épocas, pero en relación con el cual, según
WHITAM, las normas sociales no han facilitado ni obstaculizado su emer-
gencia. De acuerdo con este mismo autor, la incidencia de la homose-
xualidad masculina parece ser similar en las diferentes sociedades, o
sea, alrededor del 5%. No obstante, la orientación homosexual y sobre
todo su práctica han sido severamente condenadas en ciertas culturas
y épocas. En la civilización judeocristiana ellas han sufrido en particular
el rigor de las calificaciones religiosa, médica o jurídica de "pecado",
"enfermedad", o "delito", respectivamente.
La homosexualidad femenina o lesbianismo ha sido mucho menos
estudiada que la masculina, en parte porque al ser menos estigmatizada,
permite un funcionamiento síquico y social más compensado y crea una
menor necesidad de consulta sicológica; además, su incidencia es menor
que la masculina (alrededor de un 2%). Tal situación se refleja en
muchas normas legales, que están dirigidas principalmente a la represión
de la homosexualidad masculina. KINSEY señala varias razones para
explicar la relativa lenidad con respecto al lesbianismo, entre ellas las
siguientes: a) se trataría de un remanente de los derechos hitita, judío
y de otras culturas antiguas, que consideraban a las mujeres como seres
inferiores, cuyas actividades privadas tenían poco interés; b) en las
124 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 125
relaciones lésbicas no se pierde "simiente", lo cual es importante desde
el punto de vista de las normas morales judeocristianas. Al respecto,
estudios efectuados entre quienes realizan actividades orgiásticas en
los Estados Unidos, muestran la elevada incidencia y la aceptación
de los contactos homosexuales femeninos, mientras que los actos simila-
res entre hombres son muy raros y censurados. Es posible que a la
existencia de esta diferencia contribuyan tanto cierta despreocupación
por lo que hagan las mujeres entre sí, como la excitación sexual que
producen en los hombres los contactos lésbicos.
En cuanto al origen de la homosexualidad, no hay nada que agregar
a lo dicho con respecto a la diferenciación de la orientación sexual,
excepto recalcar la posibilidad de que en los individuos de esta orienta-
ción exista cierta predisposición biológica que facilite su diferenciación
atípica. Ello porque diversos estudios indican que la mayoría de los
homosexuales experimentan, desde una etapa muy temprana de la niñez,
sentimientos confusamente "homosexuales", que con el desarrollo se-
xual del individuo van adquiriendo paulatinamente carácter erótico.
1.1. Criterios sobre la homosexualidad.—Dejando de lado los cali-
ficativos religiosos o legales de "pecado" o "delito", aplicados a la
homosexualidad, hay dos criterios sobre la "normalidad" o "anormali-
dad" de esta orientación sexual: a) el médico-sicoanalítico tradicional,
y b) el sexológico moderno. El primero da por sentado que ella es
sicopatológica; el segundo establece que la homosexualidad no es sico-
patológica per se, sino que adquiere tal carácter por la influencia negati-
va de un entorno sociocultural hostil.
a) Criterio médico-sicoanalítico tradicional. La medicina, influida
poderosamente por los conceptos sicoanalíticos, ha considerado que
la homosexualidad es una enfermedad mental. La teoría sexual freudia-
na no deja duda de que, para su creador, esta orientación es una enfer-
medad. Por lo tanto, la opinión expresada por FREUD en su famosa
carta a una madre norteamericana, según la cual la homosexualidad
"no puede clasificarse como una enfermedad", sino más bien como
una "variante de la función sexual", no era más que un piadoso eufe-
mismo. En general, los sicoanalistas y siquiatras posteriores a FREUD
han perpetuado la creencia en la patología intrínseca de la homosexuali-
dad, ora ateniéndose a la teoría sicoanalítica original, ora ideando va-
riantes de ella. No obstante, un creciente número de profesionales de
la medicina sicológica están aceptando el concepto sexológico moderno
de función erótica, y revisando las teorías freudianas sobre la sexuali-
dad; incluso algunos de ellos han hecho contribuciones notables a la
sexología. Reflejo de este cambio fue la decisión tomada en 1974 por
la American Psychiatric Association de eliminar la homosexualidad
como tal de la clasificación oficial de enfermedades mentales (Diagnos-
tic and statistical manual of mental disorders, 3rd. ed., DSM III). A
pesar de esto, LIEF cita los resultados de una reciente encuesta entre
siquiatras estadounidenses, en la cual 70% de ellos consideraron patoló-
gica la homosexualidad. LIEF opina que el voto de 1974, favorable
a la homosexualidad, se debió más a razones humanitarias que a convic-
ción científica.
Que la homosexualidad sea patológica per se solo puede aceptarse
si al menos uno de los dos tipos de argumentos a favor de esta hipótesis
es cierto: la teoría freudiana del desarrollo sicosexual, o la relación
directa entre patología mental evidente y homosexualidad. La teoría
freudiana es totalmente inadecuada para explicar la homosexualidad
y definir su carácter patológico, porque no ha podido ser comprobada
satisfactoriamente y en cambio ha sido rebatida en gran parte, amén
de que, al estar influida por la teleología reproductora, descarta la
existencia normal de la sexualidad con fin placentero en la persona
adulta (véase el Apéndice). Queda por determinar qué tan cierta es
la relación entre la homosexualidad y los desarreglos sicológicos.
Diversos autores han criticado los argumentos de los siquiatras
y sicoanalistas a favor de la homosexualidad como patología. Por una
parte, estos terapeutas sufren la influencia del entorno sociocultural
y —consciente o inconscientemente— confunden el pecado con la enfer-
medad, relacionan todo acto sexual "inmoral" con la patología mental,
o se aferran al criterio finalista que declara la homosexualidad "antina-
tural" —y por ende patológica— porque no sirve para la procreación.
Por otra parte, cuando algunos sicoterapeutas concluyen que la homose-
xualidad es una enfermedad, porque han encontrado una elevada pro-
porción de trastornos mentales en los homosexuales que acuden a la
consulta, están haciendo generalizaciones con base en una muestra no
representativa, con integrantes cuyo estado mental no puede comparar-
se con el de los homosexuales que nunca consultan por no sentir la
necesidad].
La homosexualidad ha sido vista en nuestra cultura como la antíte-
sis de la heterosexualidad, la cual, a su vez, ha sido considerada como
la culminación "natural" o "normal" del devenir sexual humano, des-
de todos los puntos de vista: teológico, biológico, social y de salud
mental; por lo tanto, el homosexual no puede ser sino "inmoral",
"perverso", "disfuncional" o "neurótico". Partiendo de estas presun-
ciones, los investigadores tradicionales se han dedicado entonces a bus-
1 Si tres o cuatro abogados consultan al médico y se encuentra que son diabéti-
cos, el facultativo no puede concluir que todos los abogados de la ciudad sufren la
misma enfermedad.
car la explicación de por qué los homosexuales sé "desvían" de la
senda "normal", y tal perspectiva patológica ha viciado todas sus con-
clusiones.
CHURCHILL dice que muchos sicoterapeutas dependen para los diag-
nósticos de sus propios sentimientos, intuiciones, opiniones y prejuicios,
a lo cual agrega MARMOR que cuando ellos actúan bajo la influencia
de normas morales, lo que están haciendo es desempeñar el papel de
agentes de control o represión cultural. WEST señala la gran cantidad
de teorías siquiátricas y sicoanalíticas sobre la homosexualidad, muchas de
ellas contradictorias, debido a que son producto de la intuición clínica,
sin ningún apoyo experimental. Por otra parte, los estudios clínicos
que respaldan la naturaleza "patológica" de la orientación homosexual,
generalmente han sido realizados en pacientes situados en el extremo
homofílico del continuo de KINSEY (véase más adelante) y pertenecien-
tes a una clase social particular de una cultura antihomosexual; en
grupos de estas características, lo extraño sería no encontrar una elevada
proporción de trastornos sicológicos. En conclusión, no existe prueba
alguna a favor de la "anormalidad" intrínseca de la homosexualidad,
y en la gran mayoría de los casos en que coincide esta orientación
sexual con alguna patología mental, ello es explicable por la influencia
hostil del entorno sociocultural.
b) Criterio sexológico moderno. Este criterio sostiene que la homo-
sexualidad es una variante de la función sexual humana, y es respaldado
por los siguientes argumentos: en primer lugar, la existencia natural
y legítima de la función erótica humana, o sea, la búsqueda consciente
del placer sexual per se, con la sola limitación de que no tenga conse-
cuencias nocivas para otras personas; mientras así suceda, la índole
del objeto erótico y los tipos de actos sexuales realizados son irrelevan-
tes; en segundo lugar, los resultados de numerosos estudios comparati-
vos entre muestras extraclínicas de heterosexuales y homosexuales
mediante el empleo de pruebas sicométricas, que en su mayor parte
no han revelado que existan diferencias significativas en el grado de
salud mental de unos y otros; por último, los estudios históricos, que
ponen de manifiesto que las prácticas homosexuales eran aceptadas
en muchos pueblos antiguos, incluyendo el judío antes del regreso de
la cautividad de Babilonia2, pero sobre todo en Grecia. Dado su acen-
drado patriarcalismo, los griegos no concebían la existencia de senti-
mientos amorosos entre hombre y mujer —seres desiguales—, sino entre
iguales, es decir, personas del mismo sexo; la relación sexual entre
el erastés o philétor (amante adulto) y el erómenos (adolescente amado)
2 Génesis, 19:5; Jueces, 19:22; I Reyes, 14:24; II Reyes, 23:7.
era una institución social que permitía la transmisión de la areté (virtud
varonil) de aquel a este. Entre los griegos3 no existía la noción de mo-
nosexualidad, ya que eran bisexuales. Además, como dijimos antes,
los estudios socioantropológicos muestran lo comunes que eran las acti-
vidades homosexuales en muchas sociedades ágrafas, al menos hasta
la llegada de los colonialistas "blancos". El berdache de los indios
norteamericanos y el chamán de los pueblos siberianos representaban
formas socialmente aceptadas de homosexualidad, transvestismo o tran-
sexualismo. Y en ciertas culturas, los contactos homosexuales eran prác-
ticamente obligatorios para los varones en determinadas épocas y
circunstancias. Ahora bien, que las actividades homosexuales —permitidas
en ciertas circunstancias de la vida del individuo, en diferentes sociedades—
sean adoptadas exclusivamente por una minoría de personas (los homo-
sexuales) es simplemente muestra de selectividad sexual, apetitiva o
conductal, selectividad que no es objetada en otras situaciones en donde
existen diferentes opciones.
1.2. Tipos de actividades homosexuales.—En el caso de los homo-
sexuales masculinos, las técnicas empleadas para satisfacerse sexual-
mente incluyen los abrazos y besos, la masturbación mutua, la felación,
el coito rectal y, en general, las mismas empleadas en las actividades
heterosexuales. Factores culturales parecen influir en el tipo de actividad
practicada. Por ejemplo, la felación y la masturbación mutuas son
mucho más frecuentes que el coito rectal en los países anglosajones,
mientras que él es preferido en países de fuerte tradición machista,
como los árabes y mediterráneos, México y otros latinoamericanos.
En estos mismos países, y en contraposición a los anglosajones, parece
existir también una notable diferencia entre los homosexuales afemina-
dos —que son conocidos como tales y adoptan preferentemente el papel
de pedicado— y los homosexuales "varoniles" —que no manifiestan
amaneramientos y prefieren ser pedicadores. Por otra parte, SAGHIR
y ROBINS encontraron que las prácticas más frecuentes entre los homo-
sexuales de mayor edad eran la felación y el coito rectal, mientras
que la masturbación mutua predominaba entre los más jóvenes.
Entre las lesbianas, las técnicas empleadas incluyen los besos y
abrazos, los contactos corporales generalizados, las caricias manuales
de mamas y genitales, las caricias bucales de pechos y genitales, la
yuxtaposición y fricción de los genitales (tribadismo) y la utilización
de vibradores. Las mujeres de mayor experiencia parecen preferir el
cunilinto, mientras que las de menor experiencia emplean más frecuente-
3 O al menos entre los individuos de la clase dominante, que son los que hacen
la historia oficial.
LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 127
126 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
128 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 129
mente la estimulación manual de los genitales. A pesar de lo que imagi-
nan muchos hombres —y para frustración de sus fantasías—, los falos
artificiales son utilizados por una minoría muy reducida de lesbianas.
1.3. Mitos acerca de la homosexualidad.—La gran mayoría de los
heterosexuales creen que los homosexuales constituyen un grupo unifor-
me, no solo en lo que respecta a la orientación sexual, las actividades
eróticas y el rol genérico, sino también en cuanto a sus actividades so-
ciales e intereses personales no sexuales. En general, estos conceptos
son erróneos, como veremos a continuación.
a) Tipologías. Un estudio de BELL y WEINBERG muestra que los
homosexuales son tan diferentes entre sí como los heterosexuales. Si
se hace abstracción del aspecto erótico, muchos homosexuales manifies-
tan más afinidad con los heterosexuales de su misma clase social y
nivel educativo que con los demás homosexuales. Con base en el solo
comportamiento sexual, BELL y WE1NBERG establecieron cinco tipolo-
gías, dentro de las cuales pudieron clasificar a la mayoría de los homose-
xuales investigados por ellos; las tipologías son: I acoplados estables,
11 acoplados inestables, III funcionales, IV disfuncionales y V asexuales.
Los individuos del tipo I forman parejas relativamente estables y satisfe-
chas, con pocos problemas sexuales y pocos contactos eróticos externos;
los del tipo II forman parejas más inestables, con menor grado de
satisfacción mutua, más actividad erótica externa y más problemas se-
xuales; los funcionales no forman parejas, son promiscuos y tienen
muchos problemas sexuales; los asexuales no forman parejas, no son
promiscuos y tienen muchos problemas sexuales. Los problemas sicoló-
gicos se encuentran sobre todo en los disfuncionales y asexuales.
b) Rol sociosexual. No obstante la creencia popular, el rol sociose-
xual o genérico de la mayoría de los homosexuales (sobre todo si son
de sexo masculino) no es heterotípico. Varias investigaciones recientes
indican que alrededor de los dos tercios de los homosexuales masculinos
se comportan socialmente como correspondería a los heterosexuales
y no muestran rasgos afeminados4. La discrepancia de este hecho con
los resultados de otras investigaciones, que indican que la mayoría de los
homosexuales han manifestado el rol genérico heterotípico durante la
niñez (lo cual podría estar en relación con la aparente predisposición
4 LERMAN y DAMSTÉ midieron el tono de voz de personas horno y heterosexuales
y no observaron diferencias significativas, lo cual, según ellos, puede tener alguna
de las siguientes explicaciones: a) no existen realmente diferencias; b) los homosexuales
tienden a emplear la voz afeminada entre ellos mismos, y no en el trato con los heterose-
xuales; c) el papel activo o pasivo en los actos homosexuales tiene relación con el
tono de voz (la mayoría de los homosexuales investigados eran activos).
biológica que facilita la diferenciación atípica de la orientación sexual),
se explicaría porque entre esta época y la adultez ocurre en ellos un
proceso de "desfeminización". En cuanto a los intereses personales
y oficios desempeñados, las investigaciones interculturales de WHITAM
tienden a mostrar que una proporción apreciable de homosexuales
—especialmente aquellos cuyo rol genérico es heterotípico— sienten
particular interés por las actividades artísticas y teatrales, y en general
por la industria del espectáculo, así como también por la modistería
y la peluquería femenina. De otro lado, si se consideran solo las prácti-
cas homosexuales, es de notar la relativamente frecuente existencia de
ellas entre los militares, prototipos de la masculinidad. El ejemplo histó-
rico más famoso es el de la Legión Sagrada de Tebas, uno de los cuerpos
militares más prestigiosos de la antigua Grecia y que, según se relata,
estaba constituido por parejas de amantes homosexuales.
Con respecto a las lesbianas, un estudio de BELL y colaboradores
muestra igualmente que en una proporción mayoritaria de ellas (60%),
aunque menor que en el caso de los hombres, el rol sociosexual es
homotípico. El dato de una mayor proporción de lesbianas hombrunas
que de homosexuales masculinos afeminados tiende a correlacionarse
con una investigación de PERKINS, que indica que las mujeres homose-
xuales, en particular si son sicológicamente dominantes, presentan ras-
gos anatómicos atípicos del sexo femenino (caderas más estrechas, menos
grasa subcutánea, mayor musculatura).
c) Preferencia objetal sexual. Otro de los mitos profesados por
los heterosexuales, que contribuye apreciablemente a la estigmatización
social de los homosexuales, es el de que estos son exclusiva o preferente-
mente paidófilos. La realidad es que solo una minoría de homosexuales
tienen esta preferencia objetal, y que la mayoría de ellos son andró filos
o efebófilos. Además, quienes imaginan a los homosexuales como los
"corruptores de menores" por excelencia, desconocen que la mayoría
(dos tercios) de los paidófilos son heterosexuales. Sin embargo, como
lo señalan FREUND y colaboradores, el hecho de que uno de cada tres
paidófilos sea homosexual, mientras que cinco de cada 95 hombres
de la población general son homosexuales, sugiere que existe un factor
biológico que contribuye a que la orientación sexual no sea totalmente
independiente de la preferencia paidófila.
1.4. Otros aspectos de la homosexualidad.—Dos de ellos son la
afectividad y la promiscuidad. Diversos estudios muestran que los ho-
mosexuales actúan en concordancia con las diferencias sicoculturales
que se aplican al hombre y a la mujer; es decir, por lo general, en
las relaciones lesbianas hay gran contenido afectivo y muy poca promis-
cuidad, mientras que lo contrario es la regla entre los homosexuales
1 JU ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 131
masculinos. Además, el lesbianismo está a menudo limitado a la esfera
afectiva, sin que haya mayor contacto físico.
En cuanto al aspecto histórico-legal de la homosexualidad, las cul-
turas precristianas eran muy tolerantes de ella; la excepción quizá fue
Roma, en donde era censurada social pero no moralmente, aunque
incluso este tipo de condenación llegó a desaparecer en la época imperial
precristiana. Sin embargo, todo cambió al establecerse el cristianismo,
con su poderosa influencia sobre el Estado. La primera legislación anti-
homosexual en el Imperio Romano fue promulgada por CONSTANTE
y CONSTANCIO, en 342; en 390, VALENTINIANO condenó a la hoguera
a los homosexuales, mientras que JUSTINIANO, quien codificó toda la
legislación romana, promulgó, en 538, el estatuto antihomosexual que
habría de servir de guía a las naciones europeas durante muchos siglos.
En la Edad Media, la homosexualidad fue asimilada a la herejía, a
la zoofilia y a la traición, y castigada con la pena capital. El Código
Penal napoleónico de 1810 despenalizó la homosexualidad consensual
entre adultos y en privado, y señaló la pauta que acogerían otros países
europeos y latinoamericanos.
Aunque todavía quedan algunos códigos de países de cultura occi-
dental que no recibieron el benéfico influjo del Código napoleónico,
y que penalizan, con mayor o menor rigor, las prácticas homosexualess,
la tendencia del derecho penal moderno es hacia la despenalización
de todos los actos eróticos que no lesionen la libertad y seguridad sexua-
les de otras personas, y sean efectuados entre adultos, en privado. Con
la promulgación del Código Penal vigente, Colombia también se ha
incorporado a esta corriente jurídica contemporánea, al menos en lo
que respecta a la homosexualidad.
2. LA BISEXUALIDAD
Como lo señala KINSEY, la generalidad de los seres humanos tien-
den a clasificar las cosas en forma dicotómica: blanco o negro, bueno
o malo, normal o anormal. Así, para la gran mayoría de las personas
de nuestra cultura, solo puede haber heterosexuales u homosexuales,
y si de un individuo se llega a saber que ha tenido una sola y fugaz
práctica homosexual, automáticamente será clasificado dentro de este
estado particular, aunque su orientación sexual sea exclusivamente ho-
motípica. Esta concepción de la orientación y conducta sexuales es
5 Sin contar con las bárbaras normas coránicas, vigentes en ciertos países islámi-
cos —como el Irán del Ayatola Jomeini—, que castigan con la muerte la homosexuali-
dad, la prostitución y el adulterio.
errónea. Los estudios de KINSEY y las investigaciones socioantropológi-
cas muestran que si bien existen personas de orientación y prácticas
sexuales categóricamente excluyentes (heterosexuales u homosexuales),
hay también otras que se excitan y tienen contactos sexuales con indivi-
duos de ambos géneros, en diferentes épocas y circunstancias de la
vida y simultánea o secuencialmente. Ellos son los bisexuales6.
KINSEY considera que lo que realmente existe es un continuo de
orientación y comportamiento sexuales, que va desde la heterosexuali-
dad hasta la homosexualidad exclusivas, y dentro del cual los seres
humanos se pueden clasificar en una escala que va de O a 6. El grado
O corresponde a los individuos heterosexuales exclusivos, tanto en sus ex-
periencias físicas como en las síquicas; los del grado 1 solo han tenido
experiencias homosexuales (físicas o síquicas) muy accidentales; los del
grado 3 han tenido aproximadamente igual número de experiencias
hetero y homosexuales; los del grado 5 son predominantemente homosexua-
les, pero han tenido algunas pocas experiencias heterosexuales; los del grado
6 son exclusivamente homosexuales; los grados 2 y 4 son intermedios entre
el 1 y el 3 y el 3 y el 5, respectivamente. Este continuo representa la orien-
tación y la conducta sexuales humanas más adecuadamente que la división
maniquea entre heterosexuales "normales" y homosexuales "anormales".
Estrictamente hablando, las personas clasificadas en los grados
1 a 5 del continuo de KINSEY serían bisexuales; en la práctica, sin em-
bargo, es más conveniente considerar pertenecientes a este estado a
los individuos clasificados en los grados 2 a 4, mientras que los clasifica-
dos en los grados1 y 5 pueden considerarse heterosexuales y homosexua-
les, respectivamente. De acuerdo con los datos de KINSEY, alrededor
del 12% de los hombres podrían clasificarse como bisexuales durante
por lo menos un período de tres años de su vida adulta, mientras que,
a la edad de 25 años, alrededor del 7% de las mujeres estarían en
la misma categoría.
Además de las evidentes diferencias en la conducta erótica de ho-
mosexuales y bisexuales, el estudio de BELL y colaboradores sugiere
que mientras el primer estado tiende a depender más de una predisposi-
ción biológica, el segundo está más influido por el aprendizaje y la
experiencia.
6 Que incluso muchos investigadores y terapeutas sexuales asimilan a los homo-
sexuales.
LA CONDICIÓN FEMENINA 133
2. ESBOZO HISTÓRICO DE LA CONDICIÓN FEMENINA
EN LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL
CAPÍTULO IX
LA CONDICIÓN FEMENINA
"Législateurs, prétres, philosophes, écrivains, sa-
vants se sont acharnés á démontrer que la condition
subordonnée de la femme était voulue dans le ciel
et profitable á la terre".
BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe.
1. INTRODUCCIÓN
Es necesario discutir la situación de la mujer con respecto al hombre
en la sociedad, porque ella está relacionada directa o indirectamente
con la sexualidad. La posición subordinada de la mujer y la correlativa
dominante del varón, establecidas prácticamente por todas las socieda-
des humanas, han determinado no solamente el carácter de los roles
y relaciones sociosexuales, sino también el ejercicio de la función eróti-
ca. El macho del Horno sapiens ha echado mano de toda clase de
argucias —desde argumentos teológicos hasta falacias biológicas— para
tratar de legitimar su prepotencia frente a la hembra, justificar la aliena-
ción cultural de esta y reducirla ya a mero instrumento de placer, ya
a simple máquina de hacer hijos y sirvienta del varón. Por una parte,
la socialización diferencial masculina/femenina ha inculcado en los in-
dividuos de ambos géneros la idea de que todo lo característicamente
humano está reservado al hombre; como lo señala BEAUVOIR, las pocas
mujeres que han tenido resonancia histórica han sido aquellas que por
fuerza de las circunstancias fueron exaltadas más allá de toda diferencia
sexual: Isabel la Católica, Isabel I de Inglaterra y Catalina la Grande
no eran hombres ni mujeres, solo soberanos. Por otra parte, la sexuali-
dad femenina ha sido asfixiada por el doble patrón de ética sexual,
y ha podido expresarse únicamente en la medida en que el varón lo
ha permitido: para el placer de este, en forma del erotismo mercenario
de la prostituta, o para la perpetuación de su linaje, mediante el coito
conyugal.
Según HAVELOCK ELLIS, la situación de la mujer en los grandes
imperios de la Antigüedad mediterránea precristiana dependía parcial-
mente del período de desarrollo histórico: en los albores y en el apogeo,
ella gozaba de mayor estimación, pero en la etapa intermedia de creci-
miento —en la cual se acentuó el carácter militar-patriarcal— su posi-
ción era la más desfavorable. También había diferencias de acuerdo
con las diversas sociedades; por ejemplo, mientras que los antiguos
griegos y judíos eran rigurosamente patriarcales, los egipcios y romanos
trataban con mayor benevolencia a las mujeres. Por ello el legado origi-
nal del derecho romano a Europa fue en general benéfico para la mujer,
pero quedó desvirtuado por la influencia del derecho germánico, estric-
tamente falocrático, y del cristianismo; de ahí que durante el período
del feudalismo y las monarquías absolutas, las mujeres europeas pade-
cieran todas las desventajas de su sexo.
Los cambios sociales resultantes de la Revolución Francesa no in-
trodujeron variaciones apreciables en el estado subordinado de las muje-
res, porque la ideología burguesa adoptó íntegramente el antifeminismo
tradicional. Los teóricos socialistas del siglo XIX, como FOURIER, EN-
GELS y BEBEL, comprendieron claramente que el sexo femenino era otra
"clase oprimida", y reconocieron la existencia de los factores económi-
cos responsables de ello, por lo cual propendieron a la emancipación
social y económica de la mujer. Justamente esto fue lo que, en forma
fugaz, se trató de hacer en los albores del Estado Soviético, pero como
el feminismo (o simplemente el humanismo) es incompatible con los
regímenes totalitarios, la dictadura estalinista hizo retornar las cosas
al cauce europeo tradicional, misógino y erotófobo, y la creencia de
ENGELS de que el derecho a disfrutar del placer sexual es algo que
está fuera de la competencia del Estado fue llamada "burguesa" e
"irresponsable" (MILLErr). En cuanto a los países capitalistas, solo a
fines del siglo pasado las mujeres comenzaron a ser equiparadas legal-
mente a los hombres. Aunque los cambios legales están prácticamente
completos en la mayoría de los países, la igualdad teórica dista todavía
mucho de ser real, porque las ideologías y costumbres milenarias siguen
impregnando la educación de ambos sexos, y los medios de comunica-
ción masiva continúan presentando como el modelo más deseable a
la "feliz" y fecunda ama de casa, que ha alcanzado este "envidiable"
estado mediante un romance inolvidable con el Príncipe Azul.
• f
. LA MUJER Y EL CRISTIANISMO
"Per respectum ad naturam particularem, femi-
na est aliquid deficiens et occasionatum... Naturaliter
femina subiecta est viro: quia naturaliter in homine
magis abundat discretio rationis".
situaciones especiales, como la mariolatría y la canonización de mujeres,
no son sino excepciones —basadas en la "igualdad espiritual" de hom-
bres y mujeres, ya proclamada por el mismo SAN PABLO (Gálatas,
3:27-28)---- que confirman la regla generale. En la época contemporá-
nea, la subordinación de la mujer al hombre ha sido reafirmada en
la forma más solemne por Pío XI, en la encíclica Castí connubii, 19,
45-47, según la cual "la mujer ha de tener obediencia confiada y honesta
a su esposo", y la emancipación femenina del yugo matrimonial y
de su secuela reproductora es un "crimen horrendo". Tales opiniones
no son contradichas por las declaraciones feministas del Concilio Vati-
cano II (constituciones Lumen gentíum, 32 y Gaudium et spes, 29),
porque ellas son puramente formales y sin ninguna consecuencia práctica.
La prueba más evidente del menosprecio de la mujer por parte
de la Iglesia católica es la categórica prohibición de que llegue al sacerdo-
cio. Para tratar de esquivar la acusación de antifeminista, la Iglesia
arguye que Cristo escogió únicamente hombres como apóstoles, pero
en la misma forma se podría alegar que, como los apóstoles eran judíos,
a los hombres de otras razas o culturas les está vedado el sacerdocio.
La verdadera explicación de la inexistencia de sacerdotisas católicas
es la siguiente: el sacerdocio es el oficio más elevado a que puede aspirar
el cristiano, pues se trata nada menos que de servir de intermediario
entre Dios y el resto de la humanidad; es, entonces, lógico que para
ejercerlo se elija a los seres humanos más dignos. Como la mujer es
demasiado imperfecta, solo los hombres están capacitados para ser
sacerdotes. En efecto, esto es lo que SANTO TOMÁS —nutrido por la
doctrina aristotélica de la inferioridad "natural" femenina— argumen-
ta: "Mulier statum subiectionis habet: ideo non potest ordinis sacra-
mentum suscípere" (Summa theologiae, suppl., 39:1, resp.); posición que
concuerda con la de SAN PABLO (1 Timoteo, 2:11-12), y que tiene origen
en los relatos bíblicos de la creación (Génesis, 2:21-23) y caída (Génesis,
3:1-19) del género humano.
4. SOCIALIZACIÓN DIFERENCIAL DE LOS SEXOS
La estricta dicotomía de los roles masculinos y femeninos en la
gran mayoría de las culturas— que ha servido para que el hombre
ejerza su dominio sobre la mujer— se ha basado en la supuesta existen-
2 Está tan arraigada la idea eclesiástica de la "superioridad" masculina, que (si
la memoria no nos es infiel) cuando el papa Paulo VI proclamó Doctora de la Iglesia
a Santa Teresa de Jesús, uno de los mejores elogios que encontró para hacerle fue
llamarla "mujer varonil". Por otra parte, solo imaginar a Dios de género femenino
es inconcebible para clérigos y seglares por igual.
SANTO TOMÁS, Summa theologiae, 1:92:1, sol.
En no poca proporción, el cristianismo ha contribuido al estado
le inferioridad del género femenino en la sociedad patriarcal occidental.
lsto es paradójico, porque Cristo defendió la personalidad femenina
luan, 8:3-11), y no creía que el contacto con la mujer pudiera contami-
arlo (Mateo, 9:20-22; Marcos, 5:25-34; Lucas, 8:43-48); tal actitud
granjeó la devoción de muchas mujeres, que lo seguían y conversaban
on él, para escándalo de los discípulos (Juan, 4:27). En realidad, la
Jea cristiana de la inferioridad de la mujer fue en parte herencia del
udaísmo primitivo, y en parte creación de SAN PABLO y de los Padres
e la Iglesia, quienes opusieron al feminismo de Jesús una vigorosa
lisoginia, e impregnaron de ella la teología cristiana. El antifeminismo
adío está patente en diversos pasajes veterotestamentarios, como el
iguiente: "Encuentro a la mujer más amarga que la muerte; es un
izo, su corazón una red y sus manos son cadenas. Quien agrada a
)ios huye de ella, pero el pecador es su prisionero" (Eclesiastés, 7:26).
1 cuanto a SAN PABLO!, prácticamente no hay escrito suyo que no
estile menosprecio de la condición femenina; según él, mientras que
1 hombre es la imagen de Dios y refleja su gloria (1 Corintios, 11:7),
i mujer fue creada para beneficio del varón (1 Corintios, 11:9), y
or ello debe someterse al dominio masculino (Efesios, 5:22-24; Colo-
rases, 3:18). Los Padres de la Iglesia mostraron también un común
ienosprecio del sexo femenino; por ejemplo, TERTULIANO llamaba a
t mujer Ianua Diaboli, en lo cual concordaba SAN JERÓNIMO, quien
gregaba que ella era "el camino del mal y el aguijón del escorpión";
según SAN JUAN CRISÓSTOMO, "entre todas las bestias salvajes no exis-
; una más dañina que la mujer". No es de extrañar, entonces, que
n el siglo VI el Concilio' Provincial de Mácon debatiera si la mujer
Inía alma, y al parecer la proposición fue respondida afirmativamente
or solo un voto de mayoría...
A pesar de los esfuerzos de la Iglesia para demostrar lo contrario,
antifeminismo ha sido una de sus tradiciones más constantes, y ciertas
I SAN PEDRO (1 Pedro, 3:1-7) dio también tempraná muestra del antifeminismo
la religión cristiana.
136 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA CONDICIÓN FEMENINA 137
cia de diferencias innatas y esenciales en los caracteres, temperamentos
y capacidades de los dos géneros, que determinan "naturalmente" los
roles sociosexuales respectivos. Además de las diferencias en corpulen-
cia y fuerza física —obviamente mayores en los hombres—, y en la
anatomía sexual, rasgos como la agresividad, la independencia, la ambi-
ción, el liderazgo y la creatividad han sido asignados típicamente al
sexo masculino, "instrumental" o "fuerte", mientras que los antagóni-
cos, como la afectividad, la emocionalidad, la dependencia, la timidez
y el maternalismo (parentalismo) han distinguido al sexo femenino,
"expresivo" o "débil". Sin embargo, fuera de las disimilitudes claras
y complementarias en la anatomía y fisiología sexuales (eróticas y repro-
ductoras), resultantes del dimorfismo sexual cerebral y hormonal, exis-
ten muy pocas otras de origen biológico —todas ellas no esenciales—
que se identifiquen con la masculinidad o feminidad. Numerosas investi-
gaciones sociantropológicas, sociológicas y sicológicas muestran que
los rasgos sexuales mencionados atrás corresponden más a variaciones
dentro de un continuo que a posiciones polarizadas. Las únicas caracte-
rísticas sicológicas atribuidas a los varones que probablemente tienen
origen biológico son la agresividad y las aptitudes visual-espacial y mate-
mática, que son mayores en ellos que en las mujeres; la gran mayoría
de los demás rasgos diferenciales han sido inculcados por la sociedad
a los individuos, desde las edades más tempranas. Al respecto, parece
que en algunas culturas las diferencias sexuales físicas no son percibidas
necesariamente como bipolares. No obstante, todas las sociedades dan
mayor jerarquía a las actividades masculinas, no importa cuáles sean,
y algunas culturas refuerzan la significación de dichas actividades prohi-
biendo a las mujeres practicarlas.
A lo largo de la historia, la socialización diferencial masculina/fe-
menina ha convencido a mujeres y hombres de la superioridad de estos.
La eficacia de tal adoctrinamiento es demostrada por el estudio de
BROVERMAN y colaboradores, según el cual, para los sicoterapeutas,
los rasgos del hombre maduro y sicológicamente saludable se identifican
con los del individuo adulto normal, pero los rasgos de la mujer adulta
y sicológicamente saludable difieren significativamente de los del adulto
normal; en otras palabras, los sicoterapeutas consideran que la mujer
mentalmente saludable debe aceptar los rasgos y comportamientos asig-
nados por la cultura a su sexo, aunque ellos sean socialmente menos
deseables en el adulto saludable típico (varón). Por otra parte, en cuanto
ser biológico, a la mujer se le ha negado la libertad sexual y el control
de su propio cuerpo, merced al tabú de la virginidad premaritál, al
doble patrón de ética sexual y a la prohibición del aborto deseado
por ella. En cuanto seres sociales, a la inmensa mayoría de las mujeres
se les ha impedido la adquisición de educación y cultura sólidas, que
les permitan contribuir igualitaria y creativamente al acervo de la civili-
zación. Por eso muchas mujeres se sienten íntimamente descontentas
con su sexo y preferirían ser hombres.
Con respecto a los mecanismos específicos responsables de la crea-
ción de los roles sociosexuales masculino y femenino, las opiniones
varían. Según KAGAN, ellos resultan en parte de las representaciones.
que de esos. roles tengan los padres, y de sus ideas de cómo criar a
los hijos; puesto que ellas difieren de acuerdo con el sexo morfológico
externo de estos, el tratamiento que reciben es en consecuencia diferente.
Para KOHLBERG, el concepto infantil de rol sociosexual resulta de la
estructuración activa que el niño hace de su propia experiencia, y no
es el simple producto del entrenamiento social mediado por los padres.
Por su parte, MISCHEL considera que los niños aprenden los roles so-
ciosexuales por imitación de los modelos apropiados (masculinos o fe-
meninos), con los cuales llegan a identificarse.
Es conveniente analizar un poco más en detalle los argumentos
que han esgrimido los hombres para avasallar a las mujeres.
4.1. Inferioridad biológica o física.—Hay muchas personas que
ven en las diferencias biológicas entre los géneros la razón fundamental
y "natural" de la ideología falocrática; por ejemplo, se piensa que
los caracteres somáticos masculinos de mayor talla y desarrollo muscu-
lar son intrínsecamente de mejor calidad que los antagónicos femeninos.
Es cierto que el hombre promedio aventaja a la mujer promedio en
fuerza física; pero ocurre que la verdadera fortaleza biológica no está
dada por la corpulencia y el desarrollo muscular, sino por la capacidad
de supervivencia como grupo o como individuo. Ahora bien, las estadís-
ticas muestran que las mujeres están mucho mejor capacitadas biológi-
camente, porque se enferman menos y viven más tiempo que los hombres;
por ejemplo, a mediados de la década de 1970, la esperanza de vida
promedio en los Estados Unidos era de 74 años para las mujeres y
66 para los varones. Se podría alegar que ello sucede porque, para
ganar su subsistencia y la de las mujeres a su cargo, el hombre debe
hacer frente permanentemente a un entorno muchas veces hostil, pero
esto sería plausible si la diferencia existiera solo entre hombres y mujeres
adultos, lo cual no es así. La mayor supervivencia de la mujer se encuen-
tra a cualquier edad comparativa, desde el nacimiento en adelante,
e incluso desde la vida intrauterina, porque no solamente son los niños
varones los que se enferman y mueren con mayor facilidad, a cualquier
edad, sino que los embriones masculinos mueren también en mayor
proporción que los femeninos.
•.a
13S ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Es que si se pretende hablar de superioridad biológica de uno de
los dos sexos sobre el otro, hay razones para escoger el femenino.
Ya vimos atrás que la tendencia espontánea de todo embrión es a dife-
renciarse como hembra, independientemente del sexo cromosómico.
Además, la supervivencia misma del individuo de sexo masculino depen-
de de la presencia y funcionalidad del cromosoma X (cromosoma feme-
nino), pues aunque existen personas de constitución cromosómica XO,
no se conocen seres humanos de constitución YO. Sabemos también
que el único papel conocido del cromosoma Y es el referente a la diferen-
ciación sexual masculina, e incluso no es esencial para que ella se lleve
a cabo. En cambio, el cromosoma X posee importantes genes no sexua-
les, indispensables para el adecuado desarrollo somático de ambos sexos.
4.2. Inferioridad intelectual.—Un corolario de la creencia en la
inferioridad física de la mujer es la opinión de que ella tiene igualmente
menor capacidad intelectual que el hombre; en otras palabras, que la
genialidad o incluso la inteligencia simplemente brillante no germinan
en el sexo femenino. El argumento de los antifeministas en respaldo
de esta aserción es la escasísima figuración histórica de la mujer en
los campos en que verdaderamente se manifiesta la creatividad, como
las ciencias y las artes, lo cual es cierto. Pero lo que los propugnadores
de la minusvalía intelectual femenina se olvidan de mencionar son las
causas más probables de tal situación: a) el condicionamiento a que
ha sido sometida la mujer, durante milenios de dominación patriarcal,
para que acepte sin vacilar el destino "natural" de su sexo: el servicio
de los hombres en los aspectos doméstico, reproductor y erótico; b) la
obstaculización de su acceso a las fuentes del saber y a la educación
formal superior —necesarísimas para el desarrollo cabal del intelecto—,
situación que solo comenzó a modificarse a fines del siglo XIX.
En realidad, la mujer no ha podido destacarse intelectualmente
por la sencilla razón de que no ha tenido las mismas facilidades y
oportunidades que el hombre. Si hubiera sido estimulada adecuadamen-
te y hubiera contado con los medios apropiados, es muy probable que
ella mostrara la misma exuberancia intelectual y la misma osadía creado-
ra del varón; además, el hecho de que, a pesar de condiciones tan
desventajosas, algunas mujeres se han destacado intelectualmente, es
prueba de las capacidades potenciales del sexo femenino. Por otra parte,
como lo señala.SHERMAN, la genialidad de por sí es rara en cualquier
género, y para su expresión es necesaria una combinación de diversos
factores, como la capacidad intelectiva, la educación, la salud, la energía
y el tiempo libre, que únicamente se han encontrado reunidos en forma
óptima en los hombres. Por haber sido una "raza oprimida", las muje-
res han estado privadas de las condiciories mínimas favorables a la
LA CONDICIÓN FEMENINA 139
creatividad, y siempre se han hallado en desventaja para sobresalir
intelectualmente con respecto a la "raza superior" masculina. Incluso
después de que las mujeres comenzaron a tener oportunidades de edu-
carse y forjarse una profesión que les ofreciera independencia económi-
ca y ocasiones de trascender, los ideólogos del rol sociosexual femenino
tradicional se las han ingeniado para crear "carreras femeninas", adap-
tadas a las cualidades "innatas" de dicho sexo, las cuales, en lugar
de abrirles nuevos horizontes, han enseñado a las mujeres a amoldarse
"científicamente" a su oficio habitual, al mismo tiempo que les han
suministrado buenas oportunidades de "pescar marido" en una laguna
tan rica como lo es la universidad. Así ha sucedido particularmente
en los Estados Unidos, con respecto a las carreras de economía domésti-
ca, enfermería y educación. Según BETTY FRIEDAN, una famosa univer-
sidad femenina estadounidense llegó a adoptar como lema el siguiente:
"No educamos a las mujeres para que sean eruditas, sino para que
sean esposas y madres".
No existen, pues, razones para pensar que las mujeres no puedan
desempeñar las tareas intelectivas con tanta competencia como los
hombres3. ¡Qué mejor prueba que las mujeres galardonadas con pre-
mios Nobel de ciencias! —los cuales, como es bien sabido, son la
consagración de las máximas expresiones de las mentes creadoras—.
Nos atrevemos a afirmar que si se sumaran todos los científicos de
uno y otro sexo que han existido desde el establecimiento de dichos
premios, se encontraría que ellos han sido recibidos por una proporción
relativamente mayor de mujeres que de hombres.
43. Inferioridad emocional.—Otro argumento esgrimido a favor
de la inferioridad de la mujer es el de que ella es sicológicamente más
débil que el hombre, porque: a) se adapta con mayor dificultad a las
situaciones de estrés; b) emocionalmente es más inestable (llora fácil-
mente); c) es más temerosa del peligro. En efecto, es muy posible que
hombres y mujeres dífieran en la organización neurológica de la percep-
ción emocional; que las mujeres posean una representación bihemisféri-
ca de la emoción; y que las disparidades entre los sexos en este aspecto
dependan del diferente predominio de diversas zonas cerebrales. Sin
embargo, hay que distinguir los varios aspectos de la cuestión. En cuan-
to a que la mujer se adapta más difícilmente a las situaciones de estrés,
no hay prueba de que así ocurra; por el contrario, las mujeres parecen
acomodarse más fácilmente a las cargas familiares y de la vida diaria
3 LANG hipotetiza que la neotenia femenina se refleja en una menor capacidad
intelectual. Esta es una idea llamativa, pero para comprobarla se requerirían siglos
de absoluta igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.
que los hombres, y las soportan mejor. Por ejemplo, la viuda general-
mente se enfrenta apropiadamente a las dificultades de su estado, mien-
tras que el viudo "es casi siempre una criatura patética" (LANG).
Respecto a la facilidad para el llanto y para manifestar temor, lo que
sucede es que la mujer utiliza correctamente la válvula de escape de
las emociones, establecidas por la naturaleza precisamente para conser-
var mejor el equilibrio sicológico y la integridad corporal en situaciones
de estrés mental o físico. En un estado de angustia súbito, la mujer
libera la tensión inicial mediante el llanto, pero se recupera rápidamente
para hacerle frente al problema con cabeza fría; en cambio, el hombre
—que ha sido enculturado con la idea machista de que no debe llorar
ni mostrar temor ante el peligro— mantiene una apariencia impasible,
pero está sujeto a intensas tensiones internas y sucumbe a ellas más
fácilmente. Por ello hay en general más dementes dé sexo masculino
que femenino; por la misma razón, en los cementerios hay muchos
más hombres que perecieron porque su machismo les impidió apartarse
prudentemente del peligro evitable, tal como lo prescribe la naturaleza.
5. LA MUJER Y EL AMOR
"Romanticism is a cultural tool of male power
to keep women from knowing their condition".
FIRESTONE, The dialectic of sex.
In fortunadamente, hay un aspecto emocional que sí es desventajo-
so para la mujer. Nos referimos a la importancia tan grande que tiene
para ella el sentimiento amoroso en las relaciones sexuales, y que la
hacen especialmente vulnerable a la manipulación de dicho componente
de las relaciones interpersonales por parte de los hombres. Aunque,
como dijimos atrás, es probable que existan factores biológicos que
predispongan más a la mujeres que a los hombres para las manifestacio-
nes afectivas, también es evidente que la cultura patriarcal ha desempe-
ñado un papel decisivo en la creación de esta diferencia genérica, ya
que ella constituye una justificación y un refuerzo poderosos del rol
femenino tradicional. Aparentemente, el amor romántico ha atenuado
el rigor de la opresión falocrática de la mujer, pero esto es engañoso.
El romanticismo es un arma sutil del poder masculino, que impide
a la mujer reconocer su situación servil en lo social, y disfrutar autóno-
mamente de su potencial erótico biológico, al mismo tiempo que facilita
al hombre la satisfacción de sus deseos orgásmicos.
Aunque el varón es capaz de experimentar sentimientos afectivos,
incluso muy intensos, el motivo fundamental que lo lleva a buscar
al sexo femenino es el de saciar la libido; por el contrario, el interés
primordial de la mujer por la relación sexual es afectivo, y la satisfacción
del deseo erótico ocupa un lugar secundario, lo cual es conocido del
hombre. De ahí la situación, tantas veces repetida, del donjuán que
hace a la mujer fementidas promesas de "amor eterno", y le pide
que, como prueba de reciprocidad, lo satisfaga sexualmente. Ella, inge-
nuamente ignorante de las disimilitudes emocionales y eróticas entre
los sexos, cree que el sentimiento expresado por el hombre es verdadero,
y escudada con el patrón ético de la permisividad amorosa, accede
a las demandas del galán. El epílogo de esta comedia es bien conocido:
una vez saciado el apetito sexual, y prevalido de la norma ética que
profesa —el doble patrón—, el varón procede a declarar indigna a
la mujer, por no haber permanecido impermeable a sus deseos —corno
era su deber—, y la abandona.
Si la mujer fuera socializada en forma diferente de la usual; es
decir, si no fuera condicionada a depender de la relación matrimonial
con un hombre, mediante la cual debe cumplir las tareas asignadas
a su sexo por la sociedad patriarcal, y a la cual ha de llegar por la
vía romántica, podría aprender a disfrutar del erotismo como tal, y
a sopesar con realismo las posibles consecuencias de sus actos sexuales.
6. LA MUJER Y EL MATRIMONIO
"La femme mariée est un esclave qu'il faut sa-
voir mettre sur un tróne".
BALZAC, Physiologie du mariage.
La institución social matrimonial es un tema que requiere un estu-
dio más profundo, pero imposible de realizar en esta obra. No obstante,
es preciso hacer breve referencia a ella en la discusión de los roles
sociosexuales, por ser el matrimonio la "profesión" para la cual las
mujeres son enculturadas por las sociedades patriarcales.
El matrimonio social se remonta a la época de la primera división
económica del trabajo entre los dos géneros. Decimos matrimonio so-
cial, porque es razonable suponer que el matrimonio biológico, o sea,
la asociación sexual más o menos sólida, ya existía entre los primates
antecesores del Homo sapiens. Parece que las sociedades ancestrales
de cazadores y recolectores eran sexualmente más igualitarias que las
que vinieron luego. En ellas, la división del trabajo se basaba en razones
lógicas: la caza —que requería gran movilidad y fuerza física— fue
encomendada al varón; la recolección de los frutos, la preparación
LA CONDICIÓN FEMENINA 141140 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
142 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
de los alimentos y el cuidado de los hijos —que eran actividades más
o menos sedentarias— fueron asignadas a la mujer. Sin embargo, las
diferencias entre los dos tipos de trabajo eran más cuantitativas que
cualitativas, y los recursos económicos eran de propiedad común. Con
la consolidación del patriarcado, la asociación económica que caracteri-
zaba al matrimonio primitivo se transformó en un sistema de domina-
ción socioeconómica de la mujer por el hombre, quien, prevaliéndose
de su mayor fortaleza muscular y de la ausencia del impedimento bioló-
gico del embarazo, se apropió del trabajo creador y, reduciéndola a
efectuar las labores domésticas y procreativas, condenó a la mitad del
género humano al vasallaje social y al parasitismo económico. La mujer
casada se transformó, entonces, en un "bien mueble", usufructuado
económicamente por el marido de varias maneras: a) como ganancia
inmediata en especie o en dinero (dote); b) obteniendo la seguridad
de que su propiedad privada sería disfrutada solo por sus propios hijos;
c) beneficiándose directamente del trabajo de la esposa (o esposas),
doméstico u otro, y del de los hijos. De ahí que la familia nuclear
primitiva sea representada apropiadamente por la comparación que
de ella hace ENGELS con la sociedad capitalista: el marido es el propie-
tario; ,la mujer, los medios de producción y los hijos, el trabajo.
Tal ha sido, pues, la situación real de ese proletariado biosocial
constituido por la humanidad de sexo femenino. Para la abrumadora
mayoría de las mujeres, la "conquista" de un marido sigue siendo
la más importante empresa que puedan acometer; ella y la maternidad
han sido las únicas justificaciones sociales de la existencia femenina.
El adoctrinamiento incesante a que ha sometido a las mujeres la cultura
falocrática, las ha llevado a aceptar su destino subalterno, el cual es
edulcorado por los hombres empleando la táctica que aconseja BAL-
ZAC. Lo más lamentable es que haya personas del sexo femenino (co-
mo MARABEL MORGAN) que canten alabanzas al trabajo doméstico —ese
tormento de Sísifo, como lo llama BEAUVOIR—, y ensalcen la posición
servil de la mujer y su condición de simple hembra fecundable. Ante
todo este "lavado cerebral", no es de extrañar que las mujeres busquen
codiciosamente poder agregar a sus nombres la partícula "de", que
exhiben ufanas las casadas de lengua española, como confirmación
palmaria de su calidad de siervas de los hombres.
Pero lo más nefasto de la institución matrimonial, en sociedades
como la nuestra, es la aceptación por parte del Estado de la ficción
de la indisolubilidad del matrimonio católico4, que es fuente de desgra-
4 Decimos "ficción", porque la "anulación" del matrimonio, que siempre ha
existido en la Iglesia católica, es un "divorcio de hecho". Lo que sucede es que ha
sido privilegio de los poderosos.
LA CONDICIÓN FEMENINA 143
cias para la mujer principalmente, y en nada beneficia a los hijos.
Es insensato tratar de desconocer uno de los rasgos más profundamente
enraizados en el ser humano, cual es su variabilidad afectiva y volitiva;
por tal razón, contraer matrimonio "indisoluble" es como embarcarse
en un buque que carezca de botes salvavidas. El consejo más útil que
se puede dar a las colombianas que proyecten contraer matrimonio,
es que lo hagan civilmente, para que así queden en capacidad de utilizar
el divorcio vincular, si se ven obligadas a ello en el futuro.
7. LA MUJER Y LA MATERNIDAD
"Ce n'est pas en donnant la vie, c'est en risquant
sa vie que l'homme s'éléve au-dessus de ¡'animal; c'est
pourquoi dans l'humanité la supériorité est accordée
non au sexe qui engendre mais á celui qui tue" .
BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe.
Sí es cierto que la mujer adolece de una, gran desventaja biológica
en relación con el hombre, la cual ha sido explotada por este en su
beneficio: tener que embarazarse y criar a los hijos. Como lo señala
HERN, a lo largo de milenios de historia, los médicos, juristas y teólo-
gos —que en número abrumador han pertenecido al sexo masculino—
han inculcado en las mujeres la idea de que ellas solo alcanzan la pleni-
tud de la condición femenina mediante la función procreadora, ejercida
por supuesto luego de cumplir la formalidad matrimonial. Con ello
se ha logrado arraigar en nuestra cultura la exaltada caracterización
de la maternidad como el estado ideal y el destino "natural" de toda
mujer. Esta lamentable creencia ha desempeñado un papel capital en
la subyugación socioeconómica del género femenino. Mientras que el
varón, con su trabajo creador y verdaderamente humano —porque
trasciende la mera condición animal—, se ha llevado la parte del león
en la distribución de las tareas sociales, la mujer ha quedado reducida
a soportar pasivamente su inmanencia biológica, realizando la labor
puramente vegetativa de procreadora, complementada con la función
servil de esposa. Obviamente, la sociedad falocrática tiene cuidado de
alabar incesantemente la "gloria" de la maternidad y la situación de
esposa, y hace énfasis en la satisfacción vicaria que la mujer pueda
obtener con los triunfos de los hijos.
Es imposible negar una realidad protuberante: la reducción de la
mujer al papel de madre y servidora del marido ha hecho desperdiciar
la capacidad intelectiva de innumerables seres humanos de género feme-
nino, que hubieran podido realizar labores verdaderamente creadoras,
en un plano de igualdad con los hombres. Porque es que las tareas
maternales (o parentales) básicas pueden ser ejecutadas por personas
de inteligencia mediocre; la prueba la dan las hembras de los animales
inferiores, que procrean y cuidan de las crías con razonable eficiencia.
Claro está que no faltarán deterministas, estimulados por teorías socio-
biológicas de moda, que sostengan la imposibilidad de liberar a la mujer
de su "destino biológico"; pero, como dijimos atrás, el "instinto"
maternal es un concepto que no tiene sentido aplicado al Horno sapiens,
porque el comportamiento humano correspondiente (como todos los
demás) es el producto de la interacción entre los factores biológicos
y el entorno sociocultural, con general predominio de este. Se podría
alegar que la crianza del animal humano exige cualidades especiales
de la persona que la realice, si se quiere obtener resultados óptimos,
lo cual es cierto; pero esto es lo que la madre biológica no posee "natural-
mente", y por el contrario, puede haber adquirido actitudes inapropiadas
para la maternidad, como consecuencia de experiencias infantiles insa-
tisfactorias con su propia madre. Por ello la verdadera labor de crianza
de los niños —que es la educación— ha sido asignada por la sociedad
a los especialistas del desarrollo humano: los pedagogos. Otros argu-
mentan que la interacción afectiva entre madre e hijo es indispensable
para la adecuada maduración emocional de este; se contesta que no
hay prueba de que el afecto deba ser suministrado únicamente por
la madre biológica, y que otra persona, debidamente motivada, puede
llenar las necesidades afectivas del infante, como lo muestran las muchas
relaciones, plenamente satisfactorias, entre madres e hijos adoptivos.
De todas formas, no es que se pretenda impedir que las mujeres escojan
libremente la profesión maternal y la ejerzan a sus anchas; lo que se
critica es que la socialización exclusiva para ese fin tradicional, impuesta
por la cultura patriarcal, fuerce a muchas de ellas a adoptarlo para
no sentirse "anormales", cuando en condiciones diferentes pudieran
optar por emplear su talento en actividades verdaderamente trascendentes.
8. CONCLUSIÓN
Hay creciente acuerdo entre los especialistas del comportamiento
humano en que la caracterización de los roles masculinos y femeninos
como dos polos "naturalmente" contrapuestos es inadecuada y arbitra-
ria, y solo ha servido para perpetuar un orden social anacrónico y
notoriamente injusto: el patriarcado. Es muy probable que la estricta
división de tareas entre el macho-proveedor y la hembra-doméstica-
reproductora hubiera sido ventajosa en la etapa agrícola primitiva de
la evolución social. Pero con el paulatino desarrollo de la civilización
urbana, y con su culminación en la sociedad tecnológica moderna (capi-
talista o socialista), esa dicotomía de roles ha perdido utilidad y se
ha vuelto disfuncional. No existen argumentos válidos para continuar
impidiendo que la mujer elija libremente su destino, optando por activi-
dades diferentes de la maternidad y las tareas domésticas, como tampo-
co se justifica seguir identificando al sexo masculino con la agresividad
y la inexpresividad afectiva, porque los inmensos adelantos de la civiliza-
ción permiten substituir con creces los hipotéticos beneficios de estas
rígidas divisiones caracterológicas y conductales. En lo que respecta
a los pocos rasgos biológicos desfavorables para la mujer, o que se
basen en pautas instintivas animales, el ser humano está en capacidad
de sobreponerse a ellos, porque cuenta con los prodigiosos recursos de
la inteligencia para modificar la naturaleza y los mecanismos programa-
dos genéticamente, cuando ellos le impiden alcanzar la trascendencia.
En cuanto a los rasgos sicológicos, en lugar de acentuar las diferencias
de grado que existen entre los sexos, es más lógico y conveniente hacer
resaltar las características comunes, lo mismo que aceptar que las perso-
nas que lo deseen utilicen las pautas mentales asignadas convencional-
mente al otro sexo, y que están potencialmente presentes en ellas porque,
muy probablemente, la androginia es el estado sicológico más compati-
ble con la verdadera salud mental humana.
Por otra parte, no se debe caer en el error de ciertas (os) feministas
a ultranza, que sostienen que las diferencias genéricas humanas, con
excepción de las claramente corporales, son producto de la encultura-
ción. En realidad, las causas últimas de muchas diferencias sicológicas
y conductales entre los sexos bien pueden ser biológicas, al menos en
parte, lo cual no es óbice para aceptar que ser diferente no significa
ser superior o inferior en las relaciones y roles sociosexuales, máxime
si las diferencias desfavorables (para uno u otro sexo) pueden ser corre-
gidas mediante los adelantos científicos y tecnológicos.
144 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA CONDICIÓN FEMENINA 145
LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 147
2. ORIGEN DE LAS LEYES SEXUALES
CAPÍTULO X
LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO.
"Ceux qui ont fait les lois n'étaient pas géome-
tres".
VOLTAIRE, L'homme aux quarante écus.
1. INTRODUCCIÓN
La regulación de la conducta sexual en la civilización occidental
ha dependido de un equilibrio inestable entre diversos factores. Por
una parte, están las necesidades de la cultura patriarcal, como son
su perpetuación, la enculturación falocrática de los individuos y la liber-
tad de que deben gozar los varones para dar escape a la libido; por
la otra, el poderoso influjo erotófobo de la religión oficial en los poderes
públicos, que alimenta la creencia de que la función erótica es profunda-
mente antisocial. Por ello la característica más sobresaliente de la gene-
ralidad de las normas legales que pretenden regular el comportamiento
sexual, en las sociedades de tradición cristiana', es su desvinculación
de las condiciones reales existentes, lo cual se manifiesta por la discor-
dancia entre los actos sexuales practicados ampliamente, en privado,
y los prohibidos por dichas normas. Esta situación es agravada por
la lentitud con que son actualizados los textos legales, pues la mayor
parte de los Estados se ufanan de tener códigos de venerable antigüedad,
que han sido revisados poco o nada a la luz de la evolución sociocultural
y de los conocimientos científicos; esto es particularmente notorio en
lo que respecta a la normativa sexual. Como lo señala LAHAYE, los
legisladores no han sido capaces de traducir a normas precisas situacio-
nes o conceptos que sufren una evolución permanente, y a veces oscila-
ciones súbitas.
Que incluyen las de los países comunistas, cuyas autoridades creen en el efecto
antisocial del erotismo y lo consideran una manifestación de la "inmoralidad capitalis-
ta", por lo cual son tanto o más puritanas que las de los países occidentales más
conservadores.
El origen de las leyes sexuales se encuentra en los viejos códigos
judíos, copias o modificaciones, a su vez, de las normas hititas, babiló-
nicas, caldeas y egipcias. Estas disposiciones —básicamente pronatalis-
tas, como lo eran las respectivas religiones— tenían aplicación en una
época en que el promedio de vida no era mayor de 35 años. Toda
actividad sexual que no sirviera para reproducirse era considerada "im-
pura" y "abominable" por los hebreos, lo cual también podría explicar-
se por el afán del "pueblo escogido" por diferenciarse de las naciones
vecinas, en las cuales eran frecuentes las actividades sexuales no repro-
ductoras. Sin embargo, los judíos aceptaban el placer sexual (al menos
para los hombres), siempre y cuando no obstaculizara la procreación,
y estaban lejos de profesar la erotofobia que obsesionaba a los Padres
de la Iglesia.
Al tomar el relevo del judaísmo, la religión cristiana aportó como
in vación ética el odio al placer sexual y su identificación con el con-
cep de pecado. El inmenso poder político y sicológico que durante
muc s siglos ejerció la Iglesia sobre las sociedades europeas (y que
todavi ejerce en países como Colombia), forzosamente tenía que dejar
hondas ,huellas en la cultura y en los individuos, pero especialmente
en médicos y juristas, quienes —en concordancia con los postulados
de la teología moral— han visto en todo acto sexual no reproductor
una "enfermedad" o un "delito", respectivamente. La subordinación
del concepto —teóricamente objetivo— de delito al criterio subjetivo
de pecado se hizo más patente durante la Edad Media, cuando eran
los tribunales eclesiásticos los encargados de juzgar a los acusados de
delitos sexuales2.
Algunos de nuestros tratadistas, muy optimistamente, piensan que
las legislaciones modernas ya han hecho el deslinde entre la moral y
el derecho; infortunadamente, no hay tal, porque en el mejor de los
casos la separación es imperfecta. Al respecto, MARTÍNEZ ZÚÑIGA se
contradice cuando, por una parte, encuentra bien que en los siglos
XIX y XX se hayan (supuestamente) delimitado los campos del pecado
y del delito en materia sexual, pero, por la otra, afirma que no puede
haber separación absoluta entre el derecho, la moral y la religión. Él
y otros autores muestran todavía los efectos del adoctrinamiento erotó-
fobo, por las expresiones peyorativas que usan cuando se refieren a
las parafilias, al incesto o a la prostitución, lo mismo que por la tenden-
cia (aprendida de la medicina) a ver, en el mejor de los casos, una
2 Sobre lo cual atestigua CHAUCER en The friar's tale.
148 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 149
-t.
enfermedad en el comportamiento sexual no procreador. En realidad,
esto no es de extrañar, puesto que sus fuentes de información sexológica
han sido los tratadistas pioneros de fines del siglo pasado y comienzos
del presente3, con todos sus prejuicios y errores. Luis CARLOS PÉREz
es la excepción, pues ha leído a KINSEY y lo sabe justipreciar; no obs-
tante, PÉREZ cree en la teoría catastrofista cuando critica a MARCUSE,
y confunde las ideas de este con los postulados freudianos originales,
a los cuales les da un sentido hedonista que están lejos de tener.
3. PREMISAS ANTICIENTÍFICAS DE LAS LEYES SEXUALES
No habrá legislación sexual racional mientras el derecho no reco-
nozca la existencia legítima de la función erótica. La moral tradicional
y los juristas presuponen que la sexualidad placentera es ética, sicológica y
socialmente nociva, especialmente para los menores de edad y las muje-
res; de ahí que frecuentemente se hable de "corrupción" de aquellos
o de mujeres "honestas". Lo más lamentable es que, cuando las autori-
dades intentan escapar de la subjetividad de sus creencias y piden la
colaboración de los expertos, si los datos científicos no confirman sus
suposiciones, son simplemente ignorados y se persiste en el concepto
equivocado. Prueba de ello es el olímpico desprecio con que fue recibido
el Informe de la Comisión de Obscenidad y Pornografía (The Repon
of the Commission on Obscenity and Pornography) por parte de los
poderes ejecutivo, legislativo y judicial estadounidenses. La posición
de la Corte Suprema fue particularmente absurda, al negarse a aceptar
las conclusiones de la Comisión sobre la ausencia de pruebas objetivas
que respaldaran la creencia en la nocividad de la pornografía, argumen-
tando que "desde tiempos inmemoriales, los legisladores y los jueces
han actuado basados en varias presunciones incomprobables" . Pero,
precisamente, tales "presunciones incomprobables" son las que han
servido para justificar todas las brutalidades e insensateces que los hom-
bres se han impuesto unos a otros; por ejemplo, la esclavitud, la caza de
brujas y el racismo (Playboy, octubre de 1973). Por otra parte, des-
de tiempos muy remotos, ha sido un mal oculto deseo de las autoridades
religiosas tratar de santificar a las gentes contra su voluntad, con la
ayuda de la policía, y hacer que quienes violen las normas de la moral
erotófoba reciban, además de la condenación eterna, el condigno casti-
go en este mundo, por cuenta del brazo secular'.
3 COMO KRAFFr-EBING, TARDIEU, LASÉGUE, MARAÑÓN, FREUD... y el colombia-
no URIBE CUALI.A...
4 El precepto veterotestamentario ya lo dice: "Golpéalo con la vara y lo librarás
del infierno' (Proverbios, 23 : 14).
Hay ciertamente actos sexuales antisociales que deben ser reprimi-
dos. Pero también hay comportamientos eróticos no lesivos para los
demás que, sin embargo, son castigados por las arcaicas leyes todavía
vigentes en algunos países, en las cuales, según LAHAYE, no hay sino
imprecisión, incoherencia, incertitud, prejuicio o prevención. Esas dis-
posiciones legales son verdaderamente nocivas, porque no distinguen
entre los "pecados" privados y los delitos públicos; ellas no existen
para proteger a las personas y prevenir los delitos, sino para imponer
normas morales que, supuestamente, son profesadas por todos los ciu-
dadanos. Al respecto, la "moral pública" y las "buenas costumbres",
intereses jurídicos tutelados por muchos códigos, son entidades nebulo-
sas que a lo sumo representan el sentir de los autores, intérpretes o
ejecutores de la ley, quienes lo atribuyen a la comunidad. En realidad,
la moral protegida por los códigos muchas veces no es la vigente, sino la
que predominaba cuando ellos fueron promulgados; estas leyes son
los últimos esfuerzos para mantener un status quo caduco, en lugar
de reflejar las manifestaciones de cambio social, que es lo deseable.
A la gran mayoría de las personas las tiene sin cuidado la "moral
pública"; por ejemplo, las voces de protesta que suscitan los espectácu-
los pornográficos presentados en recintos cerrados, provienen de grupos
de fanáticos, una clara minoría —muy vociferante, eso sí—, que ejerce
gran influencia en las autoridades. Justamente, fue la falsa impresión
producida por ella la que movió al Congreso de los Estados Unidos
a crear la Comisión de Obscenidad y Pornografía, con el fin de que
propusiera métodos más eficaces para reprimir la pornografía; no obs-
tante, los mismos conceptos apriorísticos hicieron rechazar las conclu-
siones de la Comisión.
4. IRRACIONALIDAD DE LAS LEYES SEXUALES
La irracionalidad de las leyes sexuales alcanza su máxima expresión
en los países anglosajones. En muchos estados de la Unión Norteameri-
cana, las actividades sexuales aceptadas por la ley se reducen a poco
más que al coito vaginal entre esposos, efectuado en la posición del
misionero. Ha habido matrimonios enviados a prisión porque practica-
ban contactos bucogenitales; la fornicación simple acarrea potencial-
mente cinco años de cárcel, el incesto, 50 y la "sodomía" —ambigua
denominación, que abarca desde los contactos bucogenitales hasta los
actos homosexuales y la zoofilia—, de 60 años a prisión perpetua, mien-
tras que el coito con una menor de edad puede conducir a la muerte.
En Inglaterra, el coito rectal heterosexual y la zoofilia son castigados
con penas entre 10 años de reclusión y prisión perpetua. Es verdad que
150 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 151
estos estatutos son aplicados rara vez, precisamente porque están total-
mente divorciados de la realidad de la conducta humana, pero la hipo-
cresía que implica su existencia es de por sí perniciosa.
Las leyes sexuales no son producto del deseo de proteger a la socie-
dad, sino la expresión de la persistencia en quienes las hacen de actitudes
negativas hacia ciertos actos eróticos, inculcadas por la moral erotófo-
ba. A pesar de que muchas autoridades jurídicas concuerdan en la
necesidad de modificarlas, muy poco se ha logrado porque, una vez
promulgada, cualquier norma tiende a permanecer en una inercia refrac-
taria al cambio.
Un aspecto importante de los estatutos que tratan sobre los delitos
sexuales es qué tan efectivos son para prevenirlos, puesto que se supone
que una de las funciones de la ley es disuadir al delincuente potencial
por temor al castigo. Lo cierto es que dichas disposiciones tienen muy
poca influencia sobre el comportamiento sexual humano, porque este
se adquiere mucho antes de que la persona conozca y comprenda las
prohibiciones legales. Las sanciones son ineficaces para frenar la con-
ducta sexual no ortodoxa; por ello en las sociedades en que el adulterio
es ilegal, tal comportamiento no es más raro que en donde no lo es,
solo mejor ocultado; y en las sociedades en donde el incesto no es
ilegal, su incidencia no parece ser mayor que en las que sí lo es.
Por otra parte, la teoría catastrofista, que presupone que la liberali-
zación de la conducta sexual lleva a la desintegración de la sociedad,
está completamente desacreditada, porque no tiene bases científicas
ni racionales. Un conglomerado social puede subsistir perfectamente
dejando tranquilas las vidas privadas de los ciudadanos; de hecho, en
nuestra cultura sexualmente represiva, el comportamiento erótico que
se anatematiza en público es ampliamente aceptado y practicado en priva-
do, sin que ella se derrumbe. Ál contrario de lo que pregonan los purita-
nos, si la sociedad permitiera que todos o la mayoría de sus miembros
fueran mejor educados en materia sexual, y que gozaran de mayor
libertad para realizar actos eróticos inofensivos, probablemente habría
una disminución de los verdaderos delitos sexuales, como lo indica
el efecto positivo que tuvo la despenalización de la pornografía en
países como Dinamarca.
Una característica de los estatutos que tratan de regular el compor-
tamiento sexual es que uno de los principios jurídicos más importantes,
que está implícito en los códigos, si no explícito, es desestimado comple-
tamente. Nos referimos al principio de legalidad o tipicidad -con-
sagrado en el art. 23 de nuestra Constitución, y desarrollado en el
art. 3° del Código Penal-, según el cual la ley debe definir el delito
en forma inequívoca. Como puede comprobarlo quien ojee nuestras
codificaciones, los actos sexuales punibles son descritos usando térmi-
nos definidos en el Diccionario de la lengua española en forma tautoló-
gica, o que en el mejor de los casos son simplemente la expresión de
la antisexualidad subjetiva de quien describe la infracción o de quienes
redactaron el Diccionario (tabla 2). Las leyes relativas a la conducta
sexual deben ser, pues, revisadas, para que todos los hechos punibles
sean designados con términos exactos, apropiados y uniformes.
TABLA 2
DEFINICIONES CIRCULARES DE TÉRMINOS REFERENTES
A LA SEXUALIDAD, TRANSCRITOS DEL DICCIONARIO
DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (20' ed.)
1. Carnal. Lascivo (13) o lujurioso (17), perteneciente a la lujuria (16).
2. Casto. Puro (25), honesto (10), opuesto a la sensualidad (29).
3. Concupiscencia. Apetito desordenado de placeres deshonestos (7).
4. Corromper. Estragar (8), viciar (31), pervertir (21).
5. Corrupción. Acción y efecto de corromper o corromperse (4).
6. Decencia. Recato (27), honestidad (9).
7. Deshonesto. Impúdico (11), falto de honestidad (9).
8. Estragar. Viciar (31), corromper (4).
9. Honestidad. Recato (27), pudor (23).
10. Honesto. Recatado (26), pudoroso (24).
11. Impúdico. Deshonesto (7), sin pudor (23).
12. Lascivia. Propensión a los deleites carnales (I).
13. Lascivo. Perteneciente a la lascivia (12) o sensualidad (29).
14. Libidinoso. Lujurioso (17), lascivo (13).
15. Lúbrico. Libidinoso (14), lascivo (13).
16. Lujuria. Uso ilícito o apetito desordenado de los deleites carnales (1).
17. Lujurioso. Dado o entregado a la lujuria (16).
18. Obscenidad. Calidad de obsceno (19), cosa obscena (19).
19. Obsceno. Impúdico (11), torpe (30), ofensivo al pudor (23).
20. Perversión. Acción y efecto de pervertir o pervertirse (21).
21. Pervertir. Viciar (31) con malas doctrinas o ejemplos las costumbres.
22. Pornografía. Carácter obsceno (19) de obras literarias o artísticas.
23. Pudor. Honestidad (9), recato (27).
24. Pudoroso. Lleno de pudor (23)
25. Puro. Casto (2), ajeno a la sensualidad (29).
26. Recatado. Honesto (10).
27. Recato. Honestidad (9).
28. Sensual. Perteneciente al apetito carnal (1).
29. Sensualidad. Calidad de sensual (28).
30. Torpe. Deshonesto (7), impúdico (11), lascivo (13).
31. Viciar. Pervertir (21) o corromper (4) las buenas costumbres.
LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 153152 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
5. ENFOQUE RACIONAL DE LOS HECHOS SEXUALES PUNIBLES
Las normas legales referentes al comportamiento sexual son proba-
blemente las menos realistas, las relativamente más severas y las menos
necesarias para el funcionamiento de la sociedad, y a sus autores se
les puede aplicar, con toda propiedad, la sentencia de VOLTAiRE. Aun-
que los códigos sexuales deberían limitarse a reprimir los actos que
verdaderamente lesionen los intereses de las personas o de la sociedad,
ellos se preocupan más por la nocividad aparente que por la real, como
sucede en el caso del incesto, en el cual el proceso instaurado al "delin-
cuente" trae consecuencias mucho más graves para las personas involu-
cradas que el delito en sí. La sociedad siempre ha tratado de regular
la conducta de sus miembros, y aunque este es el precio que se ha
tenido que pagar por vivir dentro de un grupo organizado, al menos
se podría esperar que el control fuera ejercido en forma inteligente.
Además, los legisladores deberían tener presente que toda norma que
no se fundamente en el comportamiento real de las personas, y que
por lo tanto sea de imposible cumplimiento, es una invitación permanen-
te al desprecio y a la violación de las leyes, en general. La base de
toda legislación sexual racional es la aceptación de que el ser humano
tiene derecho a comportarse eróticamente como lo tenga a bien, siempre
y cuando sus actos sexuales no sean violentos, públicos5 o realizados
con individuos prepúberes. Una reforma de la normativa penal colom-
biana en esta materia debería tener en cuenta los conceptos sexológicos
modernos, y eliminar las figuras delictivas que no se acomoden a ellos,
a saber: a) el proxenetismo consensual; b) el aborto deseado por la
mujer; c) el incesto consensual entre adultos. Además, al tratar de
los hechos sexuales punibles, deberían emplearse términos sexológica-
mente correctos y claramente definidos.
5.1. Clasificación de los hechos sexuales punibles.—Si las tesis an-
teriores fueran aceptadas, los ilícitos sexuales quedarían reducidos al
pequeño grupo de actividades que proponemos a continuación.
a) Toda actividad somatosexual ejecutada mediante violencia, en-
gaño o coacción física o mental a otra persona, o con persona menor
de 14 años.
b) Toda actividad somatosexual ejecutada por persona mayor de
16 años con persona prepúbera, o la incitación o coacción (física o
mental) a esta para que observe o efectúe tal actividad.
5 Con respecto a los actos sexuales públicos, algunos sostienen que si ellos nos
desagradan es por culpa de nuestra intolerancia, por lo cual debemos cargar con ella
o corregirla. Pero esta argumentación es muy discutible. Por compasión humanitaria,
es censurable que una persona ingiera un suculento plato frente a un mendigo hambrea-
do, pudiendo hacerlo en un lugar privado.
c) Toda actividad sexual parafílica ejecutada por persona mayor
de 16 años con persona pospúbera menor de esa edad6, o la incitación
o coacción (física o mental) a esta para que observe o efectúe tal actividad.
d) Toda exhibición de los órganos sexuales o ejecución de activida-
des somatosexuales en sitio público o abierto al público, que perturben
la tranquilidad de las personas que allí estén o por allí discurran. Se
exceptúan los mismos actos, efectuados en recinto cerrado destinado
para tal fin y al cual solo ingresen personas mayores de 16 años.
e) La exposición, facilitación o venta de materiales pornográficos
que no tengan mérito artístico reconocido, fuera de recinto cerrado
destinado para tal fin y al cual solo ingresen personas mayores de 16 años.
La exposición, facilitación o venta de materiales pornográficos
de tipo parafílico a menores de 16 años (véase la nota 6).
g) El coito procreador que tenga serias probabilidades de conducir
al nacimiento de un individuo que vaya a sufrir defectos o problemas
físicos o mentales.
Como puede verse, proponemos mantener en 14 años la edad legal
de consentimiento sexual, tal como lo dispone el Código Penal vigente
(arts. 303 a 305), y la edad de imputabilidad en 16 años para las activida-
des sexuales con personas prepúberas y para las actividades sexuales
parafílicas, en concordancia con el art. 34 del Código Penal. Además,
si estas son las edades legales de consentimiento sexual e imputabilidad,
no hay razón lógica para penalizar el acceso de personas mayores de
16 años a los espectáculos obscenos (literal d) y a los materiales porno-
gráficos (literales e y f).
5.2. Los delincuentes sexuales.—Hay que distinguir entre parafíli-
co y delincuente sexual, porque no todo parafílico es delincuente, y
viceversa. El primero es el individuo que practica actividades sexuales
parafílicas; el segundo es el individuo que realiza actividades sexuales
o relacionadas con la sexualidad que están prohibidas por la ley. Por
ejemplo, en Colombia, el exhibicionista es delincuente sexual y parafíli-
co a la vez, mientras que la persona que tenga exclusivamente activida-
des sexuales con animales es parafílico, pero no delincuente; y el individuo
que incite a una mujer sin antecedentes en el oficio a la prostitución
es delincuente, pero no parafílico. Es también importante establecer
si el delincuente sexual es responsable de sus actos.
6 Sin prejuzgar sobre la "nocividad' intrínseca de las parafilias, es un hecho
que algunas de ellas acarrean usualmente consecuencias sociales desagradables. Por
consiguiente, se justifica proteger al adolescente de una posible habituación, en un
período del desarrollo que puede ser crítico para el aprendizaje de la función sexual.
154 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 1 55
Sobre los delincuentes sexuales parafilicos existen muchos mitos, creados
en buena parte por la prensa sensacionalista. No es cierto que ellos sean
hipereróticos; por el contrario, tienden a ser sexualmente inhibidos. La
mayor parte de ellos practican parafilias relativamente inofensivas, y por
lo tanto es raro que las víctimas queden traumatizadas gravemente; ade-
más, los homicidios por motivos sexuales son escasos. Tampoco es corrien-
te que los delincuentes sexuales, de no ser controlados, procedan a cometer
delitos más graves; es decir, que un escoptófilo se transforme en un viola-
dor. No sobra recordar que los delitos sexuales tienen más probabilidades de
disminuir suministrando educación sexual al mayor número posible de per-
sonas y eliminando los obstáculos que impiden a los individuos satisfacer
sus impulsos sexuales inofensivos, que aprobando leyes draconianas.
La siguiente clasificación delimita los posibles tipos de delincuentes
sexuales:
a) Delincuentes sociopáticos. Son individuos conscientes de sus
actos sexuales, capaces de distinguir cuáles de ellos son lesivos para
otras personas, y que pueden contener el impulso de cometer un delito
sexual mientras haya peligro de ser castigados. Son los verdaderos crimi-
nales sexuales y la ley debe reprimirlos.
b) Delincuentes parafflicos. Son individuos no sicóticos, que reaccio-
nan compulsivamente ante un estímulo o situación sexuales inadecuados,
y que son potencialmente peligrosos para otras personas. Deben recibir
tratamiento y ser mantenidos bajo custodia mientras sean una amenaza social.
c) Delincuentes sicopáticos. Son individuos sicóticos, que realizan
actos sexuales lesivos para otras personas como consecuencia de su
trastorno mental. Deben recibir tratamiento y ser mantenidos bajo cus-
todia hasta que dejen de ser una amenaza social.
d) Delincuentes "normales". Son individuos mentalemente salu-
dables, que realizan actividades sexuales o relacionadas con la sexuali-
dad que no son lesivas para otras personas, pero que están clasificadas
como delictuosas por la ley. No deben ser penados y las leyes respectivas
deben derogarse.
6. COMENTARIOS A LAS NORMAS LEGALES COLOMBIANAS
RELATIVAS A LA SEXUALIDAD
6.1. Código Penal.—El decreto 100 de 1980 (Código Penal vigente)
constituye un progreso con respecto a la normativa que substituyó,
en lo referente al tratamiento racional y científico de la conducta sexual
humana. Es de lamentar, sin embargo, que en ciertas disposiciones
el legislador no hubiera avanzado más, pero de todas formas, hay que
recibir con beneplácito todo intento de modificar en forma positiva
la legislación sexual, aunque sea incompleto.
a) Los siguientes son los aspectos positivos del Código Penal:
1) Despenalización de las actividades homosexuales consensuales.
Indudablemente, el aspecto más positivo del Código es la despenaliza-
ción de las actividades homosexuales consensuales realizadas entre ma-
yores de 14 años; esta normativa es tanto o más avanzada que las
legislaciones extranjeras más liberales. En efecto, en ninguna parte del
Código se singulariza dicha variante del comportamiento sexual huma-
no como merecedora per se de una pena específica, sino que, ante
la ley, es homologada con las actividades heterosexuales. Desaparecen,
pues, el parágrafo antihomosexual incrustado en el art. 323 del viejo
Código y su complemento, el art. 329. Mucha agua tuvo que correr
bajo los puentes para lograr la conformidad de la ley penal colombiana
con las modernas doctrinas jurídicas y con la ciencia sexológica, en
este aspecto particular. Es de alabar que los miembros de la Comisión
redactora que preparó la versión final del Código, y los de la Comisión re-
dactora del proyecto de 1976, hubieran desatendido las protestas de
PARMENIO CÁRDENAS, miembro casi vitalicio de las comisiones redacto-
ras de códigos penales desde 1924, y principal propugnador de las nor-
mas más retardatarias en materia sexual incluidas en el Código de 19367.
2) Eliminación de la impunidad para el marido uxoricida. Otro
gran avance de la normativa penal que comentamos es la supresión
del bárbaro y discriminatorio art. 382 del viejo Código —rezago de
las épocas más obscurantistas—, que en la práctica concedía al marido
autorización para asesinar impunemente a su mujer —so pretexto de
la "defensa del honor"—, cuando real o supuestamente ella cometía
adulterio. La anacrónica defensa que de tal artículo hace CÁRDENAS
—para quien la norma no discrimina a favor del hombre— no resiste
el más elemental análisis8.
7 La simpleza argumentativa de que hace gala CÁRDENAS cuando ataca la despe-
nalización de la homosexualidad —producto de su ignorancia acerca del fenómeno
sexual humano, y de su incapacidad para deslindar la norma jurídica y el precepto
moral— se hace patente en los siguientes apartes de su salvamento de voto: "(Admitir
que, en el caso de la homosexualidad, la ley) debe ceder ante la libertad de que gozan
hombres y mujeres para disponer de sus cuerpos, es borrar de un tajo la diferencia que
existe entre lo lícito y lo ilícito, entre la honestidad y la deshonestidad, entre lo moral
y lo inmoral... No creo incurrir en exageración al afirmar que el homosexualismo
de los hombres o de las mujeres constituye un hecho antisocial, que envuelve un ataque
a nuestros sentimientos, a nuestras costumbres y a nuestra organización familiar".
8 Si bien es cierto que, como está redactada, la norma da la impresión de que
la esposa homicida podía acogerse a ella, sabemos que en la realidad no era así, puesto
3) Unificación de la edad legal de consentimiento sexual. Este es
también un adelanto jurídico. El viejo Código establecía dos edades
legales de consentimiento sexual, 14 y 16 años, según la naturaleza
del acto, la existencia o no de engaño y el estado de "corrupción" del
sujeto pasivo. Así, la edad legal de consentimiento para realizar un
acto erótico con una mujer sin experiencia sexual (no "corrompida")
era 16 años (arts. 325 y 326), pero si ya estaba "corrompida", la edad
era 14 años, siempre que el sujeto activo no utilizara engaño (art. 319).
Descontando la impropiedad de la terminología, tales disposiciones no
tenían fundamento lógico, amén de que dejaban sin sanción los actos
sexuales diferentes del coito vaginal efectuados con una persona "co-
rrompida", sin su consentimiento. Esto fue corregido en los arts. 303
y 305 del Código vigente.
4) Eliminación de los llamados "delitos contra la moral pública".
Otro aspecto positivo del Código que comentamos es la despenalización
de la descripción de los actos obscenos ("delitos contra la moral públi-
ca"), reprimida en los arts. 248 y 249 del viejo Código. Parece que
aquí el legislador también ha tenido en cuenta la opinión de la sexología
moderna en cuanto a la ausencia de nocividad real en este caso. Existe,
sin embargo, la posibilidad de que las disposiciones eliminadas sean
revividas en un estatuto de contravenciones. Además, el art. 44 del
decreto 522 de 1971, u otra norma que lo subrogue, debería estar redac-
tado siguiendo las pautas propuestas en la clasificación de hechos punibles.
5) Eliminación de la circunstancia de atenuación de la pena por
violación. El antiguo Código (art. 321) autorizaba la disminución de
la pena por violación si la víctima era una prostituta. Esta injusta discri-
minación fue eliminada formalmente del actual Código (arts. 298 a
300), aunque el art. 61 del mismo, referente a los criterios para fijar
la pena, podría permitir que el juez la resucitara.
b) Los siguientes son los aspectos negativos del Código que co-
mentamos:
1) Tratamiento del aborto. Una parte de la nueva codificación
penal en donde no ha habido progreso, sino más bien retroceso, es
la relativa al aborto (arts. 343 a 345). Con esto no queremos decir
que las disposiciones correspondientes del viejo Código fueran avanza-
das —que no lo eran—, pero al menos el art. 389 ofrecía la posibilidad
que nuestras costumbres jamás han aceptado que la esposa "pierda el honor" por
el adulterio del marido, mientras que este sí "pierde" el suyo por un desliz de la
esposa. De todos modos, discriminatoria o no, la disposición era un perfecto esperpento
jurídico.
de aminorar el castigo de la mujer que abortara, y aun eximirla de
él, no obstante lo ridículo y retardatario de la fundamentación de la
norma (la "defensa del honor"). En efecto, además de eliminar este
artículo, el Código vigente ha mantenido la prohibición rigurosa de
todo tipo de aborto. El anteproyecto de Código Penal de 1974 (art.
369) y el proyecto de 1976 (art. 451) contemplaban una tenue liberaliza-
ción de la normativa sobre aborto, al aceptar su práctica para salvar
la vida de la mujer embarazada (aborto terapéutico). No obstante, como
lo declara en su Relación explicativa, la Comisión asesora que redactó
el texto definitivo del Código vigente tuvo que dar marcha atrás, debido
a las intensas presiones ejercidas por los defensores del status quo,
las cuales fueron exacerbadas por la algarabía farisaica que desató el
proyecto de ley de doña CONSUELO LLERAS9. La Comisión alega que,
de todos modos, el aborto terapéutico queda cobijado por la norma
del estado de necesidad (art. 29 del Código)10; además, reconoce que
la discusión del problema debe continuar y hacerse lo más amplia posi-
ble, sin coacción alguna por parte del fanatismo religioso. Más adelante,
al tratar el tema del aborto, volveremos a referirnos a sus aspectos legales.
2) Penalización de ciertos tipos de proxenetismo consensual. Tam-
poco fue muy feliz el legislador al mantener la penalización de ciertos
tipos de proxenetismo consensual (arts. 308 y 311 del Código). En esto,
como en todo lo que se refiera al ejercicio de las actividades sexuales,
la ley solo debería velar porque ellas no sean de carácter coactivo o
engañoso, realizadas con menores de cierta edad o efectuadas ante per-
sonas que se sientan ofendidas y no puedan evitar ser espectadoras.
Fuera de estas circunstancias, todos los actos sexuales o coadyuvantes
hacen parte del ejercicio de la libertad sexual de la persona, y no debería
influir el hecho de que el Código la considere "honesta" o "deshones-
ta", máxime cuando tales calificativos no tienen base lógica por subjeti-
vos. Además, en este caso la persona "honesta" es asimilada al menor
de edad, puesto que se presume que no está en capacidad de discernir
entre el "bien" y el "mal".
3) imprecisión en las definiciones de los hechos sexuales punibles.
Ya dijimos que una de las características de las normas penales sobre
conducta sexual ha sido la ausencia absoluta de precisión definitoria,
es decir, nunca se emplean términos exactos, apropiados, uniformes
y acordes con los conceptos sexológicos modernos. A pesar de que
9 Que no difería mucho de lo propuesto en el anteproyecto de 1974 y en el pro-
yecto de 1976, y tenía el grave inconveniente de hacer obligatoria la inducción del
aborto en un hospital.
lo Igual cosa dice PÉREZ con respecto al art. 25 del viejo Código.
LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 157156 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
el art. 3° del Código acoge el principio de tipicidad corno pauta rectora
de la ley penal, el legislador está muy lejos de aplicarlo, pues los hechos
punibles considerados en el estatuto que comentamos continúan sin
ser definidos "de manera inequívoca", como lo prescribe el mencionado
principio; esto es lo que sucede al emplear expresiones como "acceso
carnal", "persona honesta", "corrupción", etc. Si el legislador utiliza-
ra términos sexológicamente correctos, o que estuvieran claramente
definidos en el mismo Código, no solo sería consecuente con su deseo
de ver aplicado el principio de tipicidad, sino que le prestaría un gran
servicio a la justicia.
4) Extinción de la acción penal contra los delitos sexuales, por
matrimonio. El art. 307 del Código, según el cual se extingue la acción
penal por matrimonio del ofensor sexual con la víctima, reproduce
el art. 322 de la antigua codificación. Esta es una disposición muy
inconveniente, puesto que —para librarse del castigo— el infractor pue-
de acceder a casarse con la mujer ofendida, pero luego se desquitará
haciéndole la vida miserable o abandonándola. El matrimonio en estas
condiciones es subjetiva y objetivamente forzoso para el hombre, y
la mejor garantía de que será un fracaso.
5) Tratamiento del incesto. El art. 259 del Código, en el cual se
penaliza el incesto, es esencialmente igual al art. 357 del antiguo. El
incesto será estudiado más adelante, y allí haremos la crítica de su
penalización como tal.
6) Limitación de la edad del sujeto pasivo en el caso de estupro".
El Código (arts. 301 y 302) traza el límite superior de edad, para la
comisión de estupro, en los 18 años del sujeto pasivo, lo cual no es
lógico, pues entonces también se podría alegar que una persona mayor
de edad no está sujeta a que la estafen. En este aspecto era más conse-
cuente el antiguo Código (art. 319).
6.2. Otras disposiciones.—Dispersas entre otras normas legales,
se encuentran disposiciones que también hacen referencia al comporta-
miento sexual, y que adolecen de los vicios resultantes de, la falta de
conocimientos sexológicos. Ejemplos son los siguientes:
II La figura jurídica del estupro, aunque poco o nada operante en la práctica,
se justifica mientras haya consecuencias personales y sociales negativas para las mujeres
solteras que efectúen el coito. Y mientras existan las diferencias sicológicas entre el
hombre y la mujer, que hacen predominar en esta el componente afectivo relacional,
el cual la induce a creer que el hombre reacciona como ella y que sus promesas de
amor o matrimonio son ciertas.
LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 159
a) El art. 94, numeral 1°, del decreto 250 de 1970, por el cual
se expide el estatuto de la carrera judicial y del ministerio público,
establece que "son conductas de los funcionarios o empleados que aten-
tan contra la dignidad de la administración de justicia..., (el) amanceba-
miento, (la) concurrencia a lugares indecorosos (y el) homosexualismo".
El primer reparo que se puede hacer es que esta norma no tiene en
cuenta el principio de legalidad, puesto que los tres hechos punibles
no están definidos en el estatuto , y si acudimos al Diccionario de
la Real Academia, seguimos sin saber, "de manera inequívoca", qué
son. Allí "amancebamiento" es el "trato ilícito (?) y habitual de hombre
y mujer"; "indecoroso" es lo "que carece de decoro o lo ofende",
y "decoro" es "pureza, honestidad, recato", lo cual nos deja igualmen-
te desorientados; y en cuanto al "homosexualismo", ni siquiera figura
en el Diccionario, e incluso asimilado a "homosexualidad", que sí está,
puede interpretarse ora como orientación, ora como práctica, con la
confusión resultante. Segundo, si se presume que "amancebamiento"
son las relaciones sexuales habituales entre un hombre y una mujer
que no son esposos legales, no se comprende en qué forma el ejercicio
privado de la función erótica entre dos personas "atenta contra la digni-
dad de la administración de justicia", máxime cuando, en la actualidad,
el "amancebamiento" es extensamente practicado por personas de to-
das las clases sociales, altos funcionarios públicos incluidos. Si "lugares
indecorosos" quiere decir prostíbulos, visitarlos ha sido parte integral
de la conducta de los varones colombianos de todas las edades, clases
sociales y dignidades, y no es lógico ni realista hacer excepción de
los funcionarios judiciales. Y con relación al "homosexualismo", ya
se ha señalado suficientemente lo absurdo de su punición, aunque solo
sea por vía disciplinaria, si él se refiere exclusivamente a las prácticas
eróticas; además, si este fuera el caso, la ausencia de definición precisa
permitiría la interpretación subjetiva de la norma y su aplicación even-
tual al individuo de orientación homosexual pero no practicanteu.
b) El decreto 717 de 1974, por el cual se organiza la carrera nota-
rial, es otro ejemplo de disposición legal en donde el tratamiento de
la conducta sexual fluctúa entre lo cómico y lo absurdo. Según los
arts. 14, numeral 8°, y 16, literal a, el funcionario o empleado de
la rama jurisdiccional o del ministerio público que frecuente los prostí-
bulos, esté amancebado o practique la homosexualidad comete falta
grave y no puede ser designado notario. Por supuesto, las objeciones
12 La norma que comentamos acaba de ser derogada por el nuevo estatuto de
la carrera judicial (decreto 052 de 1987).
160 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
a esta norma son las mismas hechas en el literal anterior. Lo que la
singulariza, sin embargo, es lo siguiente: si la persona de las condiciones
mencionadas logra burlar la vigilancia de los cancerberos de la morali-
dad, y se cuela en la carrera notarial, ya puede estar más tranquilo
porque, según el art. 96, las antedichas faltas graves se vuelven leves;
e incluso puede practicar "públicamente" la homosexualidad, sin que
la falta deje de ser leve... (!).
c) El art. 154, numeral 7°, del Código Civil establece como causa de
divorcio "toda conducta de uno de los cónyuges tendiente a corromper
o pervertir al otro, o a un descendiente, o a personas que estén a su
cuidado y convivan bajo el mismo techo". Nuevamente nos encontra-
mos con el uso de vocablos como "corromper" y "pervertir", totalmen-
te inapropiados por su subjetividad. Aunque la norma puede incluso ser
de mucha utilidad práctica —a falta de la causal de divorcio más racio-
nal, el mutuo consentimiento—; pero no deja de ser ridículo que, para
lograr la disolución del matrimonio, la mujer deba acusar al marido
de "corrupción", porque él le enseñó la práctica de la felacíón...
d) El art. 46, literal b, del estatuto docente (decreto 2277 de 1979)
es otra disposición legal en la cual la sindéresis brilla por su ausencia,
ya que establece que son causales de mala conducta "el homosexualismo
o la práctica de aberraciones sexuales". Por una parte, se reincide en
el empleo de una terminología inapropiada y anticientífica, con el agra-
vante de que ella se presta a cometer injusticias. Como lo señala BOTE-
RO, la masturbación solitaria del profesor heterosexual, o la succión
que él haga de los pechos de la esposa, podrían ser clasificadas como
"aberraciones". Además, la singularización del "homosexualismo" co-
rno merecedor de sanción es doblemente absurda, por lo indefinido
del término y por la discriminación que hace a favor de la heterosexuali-
dad; BOTERO vuelve a hacer notar que, de acuerdo con la letra de la
disposición, los profesores heterosexuales pueden fornicar impunemen-
te con las alumnas mayores de 14 años13.
13 Lo cual, según noticias de prensa, está sucediendo efectivamente, con el agra-
vante del empleo de métodos coactivos.
CAPÍTULO XI
LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA
"Ever since sex was identified with sin, the law-
givers who deal with modesty have been concerned
with the genitals. Powerless to spirit away the object
of their wrath, they tried to legislate it out of existence".
RUDOISKY, The unfashionable human body.
1. INTRODUCCIÓN
¿Qué son la "obscenidad" y la "pornografía"? Ya vimos atrás
(tabla 2) que el Diccionario de la Real Academia no suministra respuesta
útil alguna. Por su parte, la generalidad de los códigos se remiten a
aquel cuando tratan el tema', y los pocos que intentan definir dichos
conceptos lo hacen en forma circular, como los lexicógrafos. Quizá
el esfuerzo más notable en este sentido fue el realizado por la Corte
Suprema de los Estados Unidos —en sus decisiones en los casos Roth
y Miller—, al establecer que algo es "obsceno" ("pornográfico") si
llena los tres requisitos siguientes: "a) considerado en su totalidad,
excita un interés morboso por la sexualidad; b) es claramente ofensivo,
según las normas públicas contemporáneas que se aplican a las represen-
taciones de los asuntos sexuales; c) no tiene la más mínima utilidad
social"2. El problema es que se comienza con una tautología, porque
la misma Corte define que una cosa "excita un interés morboso por la
sexualidad", si "tiende a producir pensamientos lujuriosos"3. Ade-
más, según MONEY y ATHANASIOU, la definición falla porque: a) presu-
pone que hay dos tipos de interés sexual, el "morboso" y el "normal",
La legislación colombiana trata de la obscenidad, sin definirla por supuesto.
en el art. 44 del decreto 522 de 1971.
2 "a) The dominant theme of the material taken as a whole appeals to a prurient
interest in sex; b) the material is patently offensive because ir affronts contemporary
common standards relating to the description or'representation of sexual matters; c) the
material is utterly without redeeming social value".
"(It has) a tendency to excite lustful rhoughts".
LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 163162 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
cuando es más lógico pensar que el individuo promedio —que es "nor-
mal" por definición— no tiene un interés "morboso" (patológico) por
la sexualidad, sino uno normal, y que no hay motivo para que se le
despierte un interés patológico por ella; b) el criterio de "norma pública
contemporánea" es muy difícil de establecer, porque aun llegándose
a un consenso en materia sexual —lo cual es casi imposible de lograr,
puesto que lo sexualmente ofensivo es subjetivo—, el juicio de la mayo-
ría no siempre es el correcto; c) en cuanto a que, para que sea obsceno,
el material o acto de que se trate deba carecer de la más mínima utilidad
social, es virtualmente imposible en la práctica encontrar algo que no
tenga tal utilidad, puesto que incluso los libros y revistas más "porno-
gráficos" prestan un servicio social, al permitir la subsistencia de escri-
tores, fotógrafos, modelos, impresores y vendedores.
La dificultad para definir lo obsceno o pornográfico radica en
que estos conceptos son básicamente subjetivos y tienen origen en la
ideología erotófoba de nuestra cultura. Nada es de por sí "obsceno"
o "pornográfico", porque para que las cosas adquieran este carácter,
se requiere que el observador ponga a funcionar la fantasía. Sin embar-
go, el individuo solo se excita con las representaciones eróticas que
hacen parte de su predisposición sicosexual. PELLEGRINI dice que si
todos anduviéramos desnudos, lo obsceno sería la persona vestida, por-
que la obscenidad no es un hecho objetivo, sino un proceso sicoasociati-
vo, en parte condicionado por las actitudes culturales, las cuales demandan
que los actos u órganos sexuales no sean visibles ni mencionados. Com-
FORT señala que las esculturas eróticas de los templos hindúes son obs-
cenas según nuestro criterio, pero —en forma análoga— para los asiáticos
podría ser repugnante la iconografía sadomasoquista del cristianismo.
Las pocas definiciones circulares dan a entender que lo obsceno
o pornográfico es algo que: a) tiene que ver con los órganos sexuales o
con las actividades somatosexuales; b) produce excitación sexual a cier-
tas personas; c) es intrínsecamente nocivo; d) produce desagrado a
ciertas personas. Si queremos llegar a una definición razonablemente
objetiva de los conceptos que nos ocupan, podemos tener en cuenta
la cualidad a, pero no las restantes, porque la cualidad b no siempre
está presente, la c es una suposición no comprobada y la d es una
noción absolutamente subjetiva. Con base en las consideraciones ante-
riores, definimos la obscenidad como la exhibición de los órganos sexua-
les o la ejecución de actividades somatosexuales en público. La pornografía
(o mejor la erotografía) se puede definir, en función del concepto prece-
dente, como la descripción gráfica, figurativa o sonora de la obscenidad.
Tanto la una como la otra son manifestaciones normales de la actividad
sicosexual humana, particularmente del hombre. Como dice MONEY,
la misma naturaleza estableció la importancia del estímulo visual para
el varón, y actúa como "pornógrafa" porque los sueños eróticos desem-
peñan el papel de películas o revistas pornográficas. No obstante, la
erotofobia cultural no puede hacer más que condenar la obscenidad
y la pornografía, además de adjudicarles, gratuitamente, la cualidad
de nocivas.
2. TIPOS DE PORNOGRAFÍA (OBSCENIDAD)
Según HAVEI.00K ELLIS, hay dos clases de obscenidad (pornogra-
fía): la sexual y la excrementicia. Sin embargo, su diferencia cualitativa
hace que el tabú de la primera sea social, moral y religioso, mientras
que el de la segunda es únicamente social y mucho menos estricto.
Refiriéndose a la literatura, los KRONHAUSEN distinguen entre por-
nografía y realismo erótico. El objetivo de la primera es la simple excita-
ción sexual; ella sería producto de la fantasía, un "afrodisiáco sicológico",
que desempeñaría en los adultos un papel similar al de los cuentos
de hadas en los niños4. El segundo describe fielmente las realidades de
la vida, tal como las experimentan las personas, por lo cual incluye
pasajes sexuales; no obstante, la excitación del lector (o del observador)
no es lo primordial, y si sucede es porque él también lloraría ante
una descripción triste o reiría ante una cómica.
Hablando de la sexualidad en el arte en general, ALBERT ELLIS
distingue tres tipos de este: a) Uno de contenido sexual no erótico,
porque la representación es pasiva y objetivamente descriptiva; tal sería
el caso de la mayoría de los desnudos escultóricos griegos. b) Uno
de contenido erótico por su dinamismo excitatorio, pero no pornográfi-
co, como sería el Déjeuner sur l'herbe de MANET. c) Otro claramente
pornográfico, como serían los dibujos de MIHÁLY ZICHY.
Estamos de acuerdo con MONEY en que es inoperante tratar de
establecer diferencias entre lo pornográfico y lo erótico, porque la dis-
tinción se basa en conceptos estéticos, o sea, subjetivos. Además, no
es cierto que no haya "obscenidad" o "pornografía" artísticas, porque
sería negar el valor literario de las obras del ARETINO o de HENRY MI-
1 I.ER, o el valor arquitectónico de las catedrales góticas, en las cuales
hay esculturas pornográficas. Sin embargo, por razones prácticas, po-
dríamos distinguir dos tipos de pornografía: la fuerte o dura (hard
core) y la suave o blanda (soft core). La primera presenta el tema
sexual en forma completamente explícita; ejemplos serían las revistas
4 HAVELOCK Ents también opina que la pornografia son los cuentos de hadas
de los adultos.
LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 165164 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
pornográficas danesas y las películas pornográficas que se exhiben ac-
tualmente en Colombia en teatros especializadoss. En la segunda, la
presentación del tema sexual es simulada o poco explícita; ejemplos
serían la revista Playboy en su aspecto fotográfico (porque en su parte
literaria es fuerte) y muchas de las películas que se exhiben actualmente
en los teatros "decentes".
3. EFECTOS DE LA PORNOGRAFÍA (OBSCENIDAD)
Los supuestos efectos nocivos de la pornografía son la principal
argumentación de quienes se oponen a ella, cuando claman por su
supresión legal. Esencialmente se alega que la pornografía "corrompe"
a la juventud y estimula la comisión de delitos sexuales. En el primer
caso, la moral y la ley entienden, presumiblemente, por "corrupción"
el conocimiento de la función erótica o su práctica; esta opinión, que
condena una actividad natural del ser humano, es, por supuesto, com-
pletamente absurda. El segundo argumento tendría más valor si llegara
a comprobarse, lo cual no ha sucedido. La realidad es que los conceptos
subjetivos de los moralistas "pornófobos" no cuentan con apoyo cien-
tífico-experimental. En cambio, la mayoría de las personas que pueden
tener autoridad en la materia, no creen en los efectos "deletéreos"
de la pornografía en general, e incluso muchas de ellas consideran que
tiene utilidad y efectos positivos en determinados casos.
¿Qué hay de cierto sobre los efectos de la pornografía? Aunque
previamente se habían efectuado unas pocas investigaciones al respecto,
el esfuerzo más sistemático realizado para estudiarlos fue el de la Comi-
sión de Obscenidad y Pornografía, creada por el Congreso de los Esta-
dos Unidos para tal fin. El Informe de ella y otros estudios6 muestran
en síntesis lo siguiente:
La exposición a la pornografía no afecta las actitudes y la moral
sexuales que el individuo poseía antes de entrar en contacto con ella.
En general, la pornografía solo sirve para reforzar el comportamiento
y los intereses sexuales habituales de la persona, los cuales no son altera-
s Denominados "Salas Film X" en una reciente resolución (4518 de 1985) del
Ministerio de Comunicaciones.
6 El llamado "Informe Longford", que los pornófobos esgrimen como uno de
los mejores respaldos de sus tesis, no es un estudio científico-experimental, sino una
colección de opiniones subjetivas y prejuicios confesionales, expresados a título perso-
nal por un grupo de individuos que profesan la moral erotófoba tradicional. Por
lo tanto, esperar de estas personas un juicio objetivo sobre la pornografía, es tan
ilusorio como confiar en la aprobación de ella por parte de una conferencia episcopal
católica.
dos cualitativamente en forma apreciable; esto contradice la "morbosi-
dad" que se supone despierta la pornografía.
La exposición a la pornografía produce rápidamente saciedad por
habituación. MONEY y ATHANASIOU, utilizando un término de la física
nuclear, dicen que la "vida media" del interés por los materiales eróticos
es de 2 a 4 horas; la exposición continua a ellos lleva, pues, a la indiferen-
cia o el hastío. Son precisamente las prohibiciones de los moralistas
y las autoridades las que hacen la pornografía tan atractiva, porque
es inherente a la naturaleza humana que la prohibición de algo sea
el mayor estímulo para obtenerlo o realizarlo7. Como dice BERTRAND
RUSSELL, "nueve décimos del atractivo de la pornografía radican en
los sentimientos de indecencia que los moralistas inculcan en los jóvenes
con respecto a la sexualidad; el otro décimo es fisiológico y estará
presente, no importa lo que diga la ley". Según PECKHAM, la prohibi-
ción y la censura tienden a segregar la actividad sexual de los demás
procesos cognoscitivos, y este aislamiento ha hecho que la pornografía,
de por sí trivial, sea la mejor manera de buscar la trascendencia cultural.
En cuanto al nexo entre exposición a la pornografía y comisión
de delitos sexuales, las investigaciones también han infirmado que exista
una relación de causalidad. Todo lo contrario: ellas indican que los
delincuentes sexuales han tenido una experiencia apreciablemente me-
nor con los materiales pornográficos y se excitan menos con ellos que
los no delincuentes; esto sugiere más bien una relación directa entre
represión sexual en la adolescencia y desadaptación sicosexual y conduc-
ta sexual antisocial en la adultez. Además, la experiencia danesa muestra
que los delitos sexuales comenzaron a disminuir a principios de la déca-
da de 1960, época en la cual aumentó la difusión de la pornografía,
y que la mayor disminución ocurrió a partir de 1967, año en el cual
se despenalizó.
La opinión de que la pornografía puede actuar en las personas
como "válvula de escape" de la tensión sexual, disminuyendo así la
probabilidad de que cometan delitos sexuales, tiende a ser respaldada
por los estudios experimentales. También ellos —y las investigaciones
de HARLOW, que muestran que, incluso en los primates inferiores, el
comportamiento sexual es en gran parte aprendido— dan apoyo a la
idea del efecto positivo, de algunos materiales eróticos sobre ciertas
personas, quienes no tienen otra forma de obtener información práctica
con respecto a las actividades sexuales. Además, se ha encontrado que
la pornografía es de utilidad en el tratamiento educativo de algunos
7 Se cuenta que cuando alguien pidió al papa Pío IX que ayudara a promover
la venta de cierto libro, el pontífice prometió que lo haría colocar en el Index übrorum
prohibitorum. Lo cual, se non é vero, é hen trovato.
IDO ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 10/
problemas sexuales debidos básicamente a la ignorancia del individuo.
Por ejemplo, muchas personas, especialmente mujeres, sienten preocu-
pación por sus órganos sexuales o se avergüenzan de ellos, por creerlos
feos o anormales; ellas podrían tranquilizarse al observar la gran varie-
dad de formas, pigmentaciones y tamaños de los genitales exhibidos
en las fotografías pornográficas.
Si, como claman los moralistas erotófobos, el interés por la porno-
grafía fuera una muestra de "corrupción" o "inmadurez", habría que
concluir también que la generalidad de los seres humanos, especialmente
del sexo masculino, son "corrompidos" o "inmaduros". Los estudios
realizados en los Estados Unidos muestran que no menos del 85%
de los hombres y del 70% de las mujeres han visto o leído materiales
pornográficos, y el primer contacto con ellos ha ocurrido comúnmente
antes de los 18 años de edad. La investigación realizada por nosotros
entre estudiantes universitarios indica que 100% de los varones y 91870
de las mujeres han tenido contacto con la pornografía.
Muchas veces, el desagrado y la reprobación que produce la porno-
grafía en ciertas personas se deben al sentimiento de culpa —inculcado
por el adoctrinamiento antisexual— que ellas experimentan al excitarse,
ya que si el individuo encuentra aceptable el material erótico que lo
excita, no reacciona negativamente, pero si lo desaprueba, lo considera
"pornográfico". Quienes así reaccionan, se inclinan a atribuir sus senti-
mientos a otras personas, y se creen obligados a actuar como censores,
para evitarles a los demás las "funestas" consecuencias de la exposición
a la pornografía; por otra parte, el censor, el juez, el fiscal y las autorida-
des en general siempre se excluyen de la posible "contaminación" con
los materiales considerados nocivos para los demás. En principio, todo
tipo de censura es detestable y contraproducente. Que algunos (o mu-
chos) individuos consideren repugnante la pornografía es una aprecia-
ción estética, que en ningún caso debe servir de excusa para la represión
legal de ella. De lo contrario, habría que castigar también a los autores,
intérpretes y difusores de muchas canciones populares modernas, que
son estéticamente abominables para un buen número de personas.
MONEY y ATHANASIOU señalan que como la ideología erotófoba
ha condicionado a las personas a relacionar la excitación producida
por la obscenidad o la pornografía con la "morbosidad", ellas encuen-
tran lógico condenarlas como nocivas para los niños y adolescentes.
Sin embargo, en el primer caso, lo más probable es que el individuo
prepúber reaccione con indiferencia ante ella, si no con disgusto, por
la sencilla razón de que todavía no ha alcanzado la madurez sicosexual
necesaria para estimularse visualmente. Si se trata de un pospúber,
su respuesta excitatoria es perfectamente natural y benéfica para su
ulterior funcionamiento sexual. La respuesta a la pornografía depende
también de la calidad y el grado de educación sexual recibida, de las
circunstancias que rodeen la exposición a aquella y de la subsecuente
accesibilidad al consejo y guía de los padres y adultos.
Pero lo más absurdo es que si se trata de espectáculos de violencia
y crueldad, la sociedad y los censores no se preocupan por reprimirlos,
a pesar de que existen muchas probabilidades de que ellos sí produzcan
efectos nocivos en niños y adolescentes. Esto se debe a que la sociedad
hace énfasis en el desarrollo de la agresividad masculina, que es uno
de los rasgos de las culturas patriarcales y que tiene una de sus aplicacio-
nes en la guerra. Al respecto, sí parece existir un tipo de pornografía
que justifica su control y represión; es la sadomasoquista, es decir,
la que está acompañada de violencia, la cual puede ser nociva, no por
su contenido erótico, sino por el efecto imitativo de su componente
violento.El otro tipo de pornografía condenable es el que emplea prepú-
beres como modelos o actores, por la razón fundamental de que los
niños no pueden actuar con pleno conocimiento y voluntad.
4. TIPOLOCiiAS DE LOS "PORNÓFILOS" Y LOS "PORNÓFOBOS"
Las investigaciones muestran que factores como la edad, el sexo
y la religiosidad influyen notoriamente en las opiniones acerca de la
pornografía. En general, los "pornófilos" son individuos jóvenes, de
sexo masculino, de buen nivel socioeconómico, cultos, liberales política
y sexualmente y poco religiosos; los "pornófobos" tienden a ser viejos,
de sexo femenino, de nivel socioeconómico regular o bajo, poco cultos,
conservadores política y sexualmente y muy religiosos8. El rasgo de
mejor nivel sociocultural ya había sido establecido por KINSEY como
requisito para una mejor excitabilidad con los estímulos sicosexuales.
En cuanto a la diferencia entre los sexos, hay que señalar que si bien
es cierto que la mayoría de lasinujeres se excitan menos que los hombres
con la pornografía y la consideran más repugnante, existe un tipo de
literatura y espectáculos "románticos" que, aunque dejan indiferentes
a los varones, excitan sexualmente a un buen número de mujeres; si
los censores fueran consecuentes, deberían condenarlos.
MONEY y ATHANASIOU hacen notar que la distinción entre erotófilos-
liberales y erotófos-conservadores no siempre es clara. Es decir, no es
raro toparse con el clásico tartufo, que ataca en público la pornografía,
pero en privado la disfruta.
8 Conspicuos ejemplos de los estamentos conservadores de la sociedad, y que
por consiguiente creen cn los efectos nocivos de la pornografía, son las autoridades
judiciales y de policía.
OiS ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA UL3JI—LIN1UAL, 1 L,Is avi
5. RELATIVIDAD HISTÓRICO-CULTURAL DE LA OBSCENIDAD
(PORNOGRAFÍA)
Como es de esperar, cuando de apreciaciones subjetivas se trata,
los patrones para medir la obscenidad y la pornografía varían enorme-
mente con las épocas y las culturas. Que lo que hoy es obsceno mañana
puede ser correcto es puesto de manifiesto por los cambiantes dictados
de la moda. Dejando de lado la relativa desnudez aceptada por algunas
culturas precristianas y muchas ágrafas, la historia muestra que en la
cristiana Europa de tiempos atrás (Renacimiento), la moda femenina
permitía la exhibición de los pechos. Igualmente, en los siglos XV y
XVI se uso corrientemente la bragueta masculina9, notoriamente obs-
cena, de acuerdo con las normas contemporáneas. Para un victoriano,
en cambio, un simple tobillo desnudo de mujer era un estimulante
sexual, y por lo tanto "obsceno". Y ya es historia antigua la moda
de la minifalda, que hace 15 años aceptábamos sin inmutarnos, pero
que 20 años atrás hubiera causado excomuniones y arrestos a granel,
y posiblemente una que otra lapidación.
En el campo del arte y la literatura, esta relatividad es más patente
todavía. Mientras que la novela de FLAUBERT Madame Bovary originó
un proceso judicial por "pornográfica", hoy son libremente asequibles
los libros del MARQUÉS DE SADE y de HENRY MILLER. En la actualidad,
aceptamos la exhibición comercial de películas fuertemente pornográfi-
cas, lo cual hubiera sido inconcebible e intolerable unos pocos años
atrás. Además, no hay que olvidar que el Antiguo Testamento podría
clasificarse como literatura "pornográfica", por sus crudos relatos
sexuales10; según HAVELOCK ELLIS, era por intermedio de la Biblia co-
mo en épocas pasadas los niños de los países anglosajones solían tener
conocimiento de la masturbación y las "perversiones" sexuales en ge-
neralll.
La preocupación por ejercer la censura de los materiales eróticos
es relativamente reciente. En el caso de Inglaterra, los primeros procesos
contra la pornografía datan del siglo XVIII, y para lograr su condena
era necesario atacarla como literatura antirreligiosa o por sus connota-
ciones políticas; la primera ley inglesa al respecto fue promulgada en
1824. En Francia, la primera norma que penalizó específicamente la
"venta de imágenes obscenas" fue la ley del 19 de julio de 1791.
9 En las procesiones, cl portaestandarte utilizaba la bragueta para apoyar el astil.
Sobre ella RAUELAIS (Gargantua, Le tiers livre) da también valioso testimonio.
lo Por ejemplo, Génesis, 19:30-28; Levítico, 18; Ezequiel, 23.
II En 1895, un tal Wise fue condenado en los Estados Unidos por enviar por
cl correo "materiales pornográficos", ¡que consistían en citas de la Biblia!
6. EL PUDOR
Al tratar de la obscenidad y la pornografía, es apropiado mencionar
su antítesis y a la vez acicate: el pudor. Consiste en un mecanismo
inhibidor que mueve al ocultamiento de las zonas corporales eróticas
y a abstenerse de realizar actividades sexuales en público; este sentimien-
to parece ser más fuerte en las mujeres. El concepto de pudor ha variado
paralelamente con el de obscenidad, según las culturas y épocas. Hay
también un pudor excrementicio y, en ciertas culturas, uno alimenticio.
La noción de pudor sexual tiene mucho que ver con la posición
tan cercana al ano de los órganos sexuales; en cambio, estar desnudo
no tiene relación intrínseca con él, como lo prueba el hecho de que
existe en sociedades que aceptan diversos grados de desnudez habitual.
Incluso es posible que una de las razones para inventar el vestido haya
sido la de hacer más atractivo el cuerpo; por ello no pocas veces el
semidesnudo femenino es mucho más excitante que la desnudez total.
HAVELOCK ELLIS cree que los siguientes factores intervinieron en
la génesis de la noción de pudor: a) Uno biológico; el rechazo natural
del macho por parte de la hembra en anestro. b) Uno sicológico; el
temor a producir disgusto, por la cercanía de los órganos sexuales a
los emuntoríos. c) Uno sicocultural; el temor a las influencias mágicas
nocivas de ciertos fenómenos sexuales (menstruación), que originó ritos
para contrarrestarlos y los cuales se convirtieron posteriormente en
normas de pudor. d) El desarrollo del vestido y la ornamentación,
que simultáneamente estimulan y reprimen el interés sexual. e) El con-
cepto de hembra-objeto, característico de la sociedad patriarcal, que
requiere el ocultamiento del bien mueble para minimizar la posibilidad
de robo.
7. CONCLUSIÓN
Las actitudes "pornofóbicas" son reacciones estereotípicas produ-
cidas por la ideología antisexual; de ahí que a los argumentos racionales
y científicos, los moralistas respondan con dogmatismo, hostilidad y
resistencia, y se nieguen a modificar sus opiniones apriorísticas. Estas
actitudes son posiblemente la manera como ellos tratan de defenderse
del conflicto emocional y la ansiedad que les causan las manifestaciones
eróticas. Por otro lado, la obsesión de algunos moralistas con la porno-
grafía es similar a la que existía en tiempos pasados con las brujas;
probablemente ellos tratan de satisfacer impulsos sádicos "cazando
pornófilos", así como antaño se cazaban brujas por motivos análogos.
1 IV/ inzs_ i:NvuelALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
Cuando los legisladores consideran los efectos de la obscenidad
y la pornografía, las teorías que aplican corresponden más a mitos
morales y sociales que a experiencias jurídicas, puesto que las leyes
antipornográficas se basan en el efecto que los materiales de que se
habla producirían en un individuo hipotético (Phomme moyen), y no
en el comprobado realmente en las personas. Ya que los juristas per-
tenecen generalmente al segmento conservador de la sociedad, sus con-
ceptos sobre el erotismo siguen el modelo subjetivo tradicional. Como
dice LAHAYE, "lo que la ley reprime no son los actos de la vida se-
xual, sino la idea que se forman ciertos individuos de las exigencias
de la sociedad con respecto a la representación o exhibición de dichos
actos". Un ejemplo típico de la opinión de los tratadistas del derecho
sobre esta materia es la siguiente diatriba emocional de MANZINI: "La
pornografía y demás manifestaciones afines, sucio delito de precoces
o degenerados, e inmunda especulación de alcahuetes intelectuales, es
un pernicioso tósigo moral que envilece el sentimiento y la inteligen-
cia, y que degrada aun físicamente a la persona, con el hábito de
artificiosas excitaciones eróticas y con la consiguiente adquisición de
vicios". Sin embargo, no es del todo inexplicable que los juristas hablen
así, cuando aparentes autoridades médicas utilizan un lenguaje similar
o peor.
En conclusión, no existen razones válidas que justifiquen la repre-
sión legal de la obscenidad y la pornografía, excepto en las condiciones
señaladas en la sección 5.1 del capítulo anterior y en las modalidades
sadomasoquista e infantil. Por eso prácticamente todos los países europeos
occidentales y los Estados Unidos (y, al parecer, el legislador colombia-
no de 1980) las han despenalizado, sometiéndolas al mismo tiempo
a controles apropiados. A los que arguyen que esto contraviene lo dis-
puesto por la Convención Internacional de Ginebra de 1923, sobre la
represión de la pornografía, ratificada por muchos países, entre ellos
Colombia, se les responde que dicha convención es totalmente anacróni-
ca e inoperante, como lo muestra la mencionada despenalización, lleva-
da a cabo por los principales países signatarios. Además, los legisladores
y juristas deben recordar que la represión legal del comercio pornográfi-
co lesiona directamente la libertad sexual del individuo, al impedirle
que pueda disfrutar de materiales de este tipo, incluso en privado, ya que
se le limita la capacidad para obtenerlos. Esta consideración, hecha
por tribunales estadounidenses, contribuyó a la liberalización de las
regulaciones sobre venta de materiales pornográficos y presentación
de espectáculos obscenos en la Unión Norteamericana.
CAPÍTULO XII
LA PROSTITUCIÓN
"(Prostitutes) have been my refuge in sorrow,
an unfailing relief in a11 my miseries, have saved me
from drinking, gambling, and perhaps worse. I shall
never throw stones at them, nor speak harshly to them,
nor of them".
ANONYMOUS, My secret lile.
1. INTRODUCCIÓN
La prostitución ha sido objeto de pocas investigaciones serias y
libres de prejuicios. En su lugar ha habido un gran número de especula-
ciones y afirmaciones erróneas, referentes tanto a sus causas y a su
significado social, como a las motivaciones, actitudes y comportamien-
tos sexuales —supuestamente uniformes— de las mujeres que la ejercen.
Esto se ha debido en parte al etnocentrismo de los investigadores, que
han estudiado el fenómeno aislado de su contexto cultural particular,
y han generalizado los datos —a menudo incompletos o poco objetivos—
obtenidos en ciertas sociedades, olvidando así la relación que existe
entre el comercio sexual y el entorno sociocultural. La realidad es que
hay apreciables diferencias en las modalidades de la prostitución de
una cultura a otra; incluso dentro de una misma sociedad, existen gran-
des variaciones en la actividad prostitutiva, según se practique en las
grandes o en las pequeñas ciudades, o en los burdeles de alta o de
baja categoría.
1.1. Definición de la prostituta.—E1 Digesto de JUSTINIANO, de
533, definía ya a la prostituta como la mujer que se entrega públicamen-
te (palam obnibus), por dinero (pecunia accepta) y no por placer (sine
delectu). Sin embargo, aunque la idea de venalidad, la intención de
alquilar el cuerpo con fines eróticos, es parte esencial del concepto
de prostitución, ella no es suficiente, porque los favores sexuales
se pueden lograr en muchas formas y por diversos costos, según la
mujer y las circunstancias: desde con unas copas o una comida, hasta
con un abrigo de visón o un certificado de matrimonio. La sola promis-
11
t
A
172 ASPECTOS ESPECIALES DE LA *SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 173
cuidad tampoco basta para definir a la prostituta, particularmente en
culturas o épocas sexualmente permisivas'. Por otra parte, que la mu-
jer experimente placer o no durante el acto prostitutivo es irrelevante
para la definición. Teniendo en cuenta lo anterior definimos a la prosti-
tuta como la mujer que, por dinero, realiza actividades sexuales con
diferentes personas, generalmente hombres.
1.2. Bosquejo histórico de la prostitución.—La prostitución de las
sociedades occidentales parece remontarse al culto de la Gran Diosa
Madre, practicado en las antiguas civilizaciones mesopotámicas y del
Mediterráneo oriental, el cual ha recibido el nombre de "prostitución
sagrada". La decadencia de dicho culto llevó al establecimiento de
los primeros burdeles puramente comerciales. El tráfico sexual era,
pues, aceptado y floreciente en el mundo precristiano, como lo indican
las abundantes menciones históricas, sobre todo relacionadas con Grecia
y Roma. Los griegos y romanos veían la prostitución sin mayor prejuicio
—aunque los últimos asumían una actitud más moralista—, y creían
que era un factor estabilizador del matrimonio y la familia. En Grecia
no era socialmente censurable frecuentar los burdeles —de los cuales,
los de Atenas fueron fundados por SOLÓN, según la tradición— y los
hombres más famosos lo hacían abiertamente. De las muchas clases
de prostitutas, las hetairas (compañeras) ocupaban una posición social
y humana relativamente elevada, eran figuras esenciales de la escena
ateniense y llegaban a opacar a las esposas. Las mujeres griegas que
sobresalieron por su ingenio y arte fueron prostitutas; pero, como dice
ENGELS, "el hecho de que para convertirse en mujer fuese preciso ser
antes hetaira es la condenación más severa de la familia ateniense"2.
El cristianismo adoptó una actitud ambivalente ante la prostitu-
ción. Aunque la moral erotófoba no podía sino condenarla, algunos
teólogos moralistas, conocedores de la naturaleza humana, se inclinaron
a tolerarla como un "mal necesario"3. De todas formas, a pesar del
cambiante humor de los diversos gobernantes cristianos —que en oca-
siones imponían crueles castigos a las prostitutas-4, el comercio prac-
1 A propósito, un casuista medioeval sostenía que ninguna mujer podía ser con-
siderada prostituta mientras no se hubiera entregado a... ;23.000 hombres!
2 La prostitución estaba también muy extendida entre los antiguos judíos (Géne-
sis, 38:14-19; Jueces, 11:1; 1 Reyes, 3:16; Proverbios,7:10; Jeremías, 5:7), y únicamente
era prohibida la sagrada (Deuteronomio, 23:18-19).
3 SAN AGUSTÍN decía: "Aufer meretrices de rebus humanis, turbaveris omnía li-
bidinibus". Y SANTO TOMÁS consideraba a las prostitutas como las "alcantarillas de
la sociedad", que evitan que ella sea anegada por las inmundicias.
4 Una ordenanza real francesa de 1684 condenaba a la mutilación de la- nariz
a las prostitutas afectadas de enfermedades sexualmente transmisibles que fornicaran
con soldados.
ticado por ellas prosperó en Europa, durante muchos siglos. En el
Renacimiento italiano hizo su aparición un tipo especial de prostituta,
de posición e influencia similares a las de la hetaira griega, y desligada
del burdel, que ha perdurado hasta el presente; ella fue la cortesana
(mujer que sigue a la corte), cuyo comportamiento se suponía "deco-
roso"5.
Fue NAPOLEÓN quien estableció el sistema moderno de prostitu-
ción de burdel, al crear lasmaisons de tolérance, las cuales, no obstante,
a fines del siglo pasado y comienzos del presente comenzaron a entrar
en decadencia y a ser substituidas por otras formas de prostitución,
como la que propiciaban en Francia los cafés chantants y las brasseries.
Más recientemente, la declinación de los burdeles —con el correlativo
aumento de las prostitutas "callejeras" y "reservadas"— ha sido muy
evidente en muchos países occidentales, gracias a la acción sinérgica
de las normas legales represivas, la elevación del nivel de vida de la
población y la liberalización de la conducta sexual de las mujeres "de-
centes". En los países socialistas la prostitución no existe como institu-
ción organizada, o al menos ha sido reducida a la mínima expresión,
posiblemente por el efecto combinado de la represión legal y el sistema
socioeconómico; subsiste, sin embargo, una prostitución clandestina.
Con respecto a nuestro país, en los últimos años ha ocurrido una
disminución paulatina de los prostíbulos tradicionales —pero no de
la prostitución en sí—, debido también a la aparición de otras formas
públicas o semiclandestinas de comercio sexual, y a la relativa liberaliza-
ción del comportamiento sexual de las mujeres en general.
La historia de la prostitución en las civilizaciones asiáticas es menos
conocida, pero aparentemente el comercio sexual ha sido visto en ellas
como una institución social normal. En la India se desarrolló una clase
de prostitutas similares a las hetairas griegas, y se dice que los burdeles
chinos fueron establecidos por KUAN CHUNG en el siglo VII antes de
nuestra era.
Tal como la conocemos, la prostitución es más un fenómeno de
sociedades relativamente desarrolladas, y no parece existir en las cultu-
ras ágrafas "incontaminadas" por las costumbres occidentales, lo cual
se puede deber en parte a la mayor permisividad sexual relativa de
ellas. Aunque en algunas de dichas sociedades la solicitud de favores
sexuales se acompaña de pequeños regalos, estos no tienen el significado
5 BURCHARD, secretario del papa Alejandro VI, la definía en los siguientes térmi-
nos: "Cortigiana, hoc est meretrix honesta". Aunque no siempre era así, como lo
relata el mismo BURCHARD al tratar de las orgías protagonizadas por ellas en la corte
papal.
4
I 74 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
de intercambio comercial, sino de demostración de afecto o aprecio,
como sucede entre nosotros cuando el novio regala algo a la novia.
2. CLASIFICACIÓN DE LAS PROSTITUTAS
Existen diversas clases de mujeres a las que se les puede aplicar
la definición de prostituta dada anteriormente. En Colombia es posible
identificar cuatro clases principales: colegialas6, callejeras, coperas y
reservadas.
a) Las colegialas, o pupilas permanentes de las casas de prostitu-
ción, son las prostitutas clásicas. Profesionales de "tiempo completo",
realizan su comercio en los burdeles que habitan, y las hay de diversas
"calidades", según la categoría (alta, mediana o baja) del prostíbulo.
Su número está disminuyendo aceleradamente en nuestro medio, y son
prácticamente inexistentes en algunas sociedades occidentales avanzadas.
b) Las callejeras buscan a los clientes en las calles, y en Colombia
se catalogan entre las más ordinarias. Se encuentran en las grandes
y medianas ciudades, en zonas de cafetines y hoteles de mala muerte,
siendo estos sus "teatros de operaciones" sexuales. No ocurre así en
los países europeos y en Norteamérica, en donde son el tipo corriente
y su calidad es muy variable.
c) Las coperas tienen empleo habitual en cafés o bares, pero suple-
mentan sus entradas prestando servicios sexuales a ciertos clientes del
establecimiento; realizan el comercio sexual en burdeles. Actualmente,
no existe un equivalente exacto de este tipo en Europa y Norteamérica.
d) Las reservadas son prostitutas que no aparecen en los registros
de policía, ni se someten a las regulaciones legales. Trabajan de "tiempo
parcial" o esporádicamente, y van desde la mediana hasta la más alta
categoría. Se encuentran con los clientes en las "fuentes de soda" (locales
públicos de diversión), en las casas de citas más o menos clandestinas
o en los hoteles, y realizan las actividades sexuales en las casas de citas,
en los hoteles y moteles, o en los apartamentos de los clientes. Han prolife-
rado entre nosotros a expensas de las colegialas. También son muy comu-
nes en los países desarrollados, en donde adoptan diversas modalidades.
3. TIPOLOGÍA DE LAS PROSTITUTAS
No existen estudios confiables que respalden los conceptos expresa-
dos por algunos autores sobre la poca inteligencia de las prostitutas
6 Apelación que hemos oído de boca de algunas de ellas.
LA PROSTITUCIÓN 175
en general, o sobre la franca sicopatología de la mayoría de ellas. De
lo más que podría hablarse sería de un factor sociopatológico en la
prostitución de algunos países desarrollados, pero esto no se debe gene-
ralizar, y sobre todo ha de descartarse en el caso de la prostitución
de los países subdesarrollados, porque ella esnormal en estos. Igualmen-
te, la teoría de LOMBROSO sobre una predisposición hereditaria a la
prostitución no tiene fundamento. Excepto porque son afectadas con
mucha mayor intensidad por los factores socioculturales y socioeconó-
micos determinantes del comercio sexual, las prostitutas no parecen
diferenciarse esencialmente del resto de las mujeres de su misma cultura
y clase social. En cambio, un rasgo común en ellas es el bajo nivel
educativo y económico, lo cual es particularmente notorio en los países
subdesarrollados. Así, los estudios latinoamericanos muestran que las
prostitutas provienen de un medio rural o urbano bajo y tienen una
educación que no sobrepasa la primaria; la gran mayoría de ellas son
jóvenes, solteras y con hijos, y permanecen en su oficio no más de
15 años. Otro rasgo de las prostitutas latinoamericanas es su religiosi-
dad, que es similar a la de las demás mujeres de la misma clase social;
por ejemplo, las prostitutas colombianas y péruanas hacen pública de-
mostración de sus creencias religiosas al negarse a trabajar durante
la Semana Santa. Nuestras prostitutas son conscientes del estigma inhe-
rente a su profesión —a diferencia de lo que parece ocurrir en los
países desarrollados—, pero se adaptan a ella con el fatalismo y la
resignación propiciados en buena parte por el cristianismo, a la espera
de mejor suerte en la otra vida.
Una característica de la prostitución colombiana7 ha sido su in-
completa "comercialización"8, que hace que no sea raro el estableci-
miento de nexos afectivos entre la prostituta y un cliente particular,
que se convierte en su "mozo", personaje muy diferente del chulo
europeo o norteamericano.
4. CLIENTELA DE LAS PROSTITUTAS
No hay razón válida para afirmar —como lo hacen con frecuencia
los autores anglosajones— que los clientes de las prostitutas son unos
desadaptados sicológicos o unos "viciosos". Ello equivale a sostener
que la inmensa mayoría de los hombres europeos que vivieron hasta
7 Al menos de la de provincia, porque en Bogotá y en otras grandes ciudades
la prostitución puramente utilitaria —copiada de modelos extranjeros— puede predominar.
8 ROEBUCK y MACNAMARA señalan que las relaciones de las prostitutas mexica-
nas son menos comerciales y más amistosas con los clientes nativos que con los estadou-
nidenses.
176 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
el siglo XIX sufrían trastornos mentales, ya que la frecuentación de
las prostitutas en algún momento de sus vidas o a lo largo de ellas
era la norma; e igual cosa se puede decir de los varones latinoamericanos
y de otras sociedades subdesarrolladas. Que la utilización de las prostitu-
tas por parte de la población masculina contemporánea de los países
desarrollados haya disminuido considerablemente no se debe a que la
salud mental de los miembros de ella sea mucho mejor que la de los
hombres de otras épocas y culturas, sino a la acción combinada de
factores como el aumento del nivel de vida, las prohibiciones legales
y la liberalización del comportamiento sexual de las mujeres solteras
no prostituidas. Por ejemplo, hace 40 años la incidencia acumulativa
de contactos sexuales con prostitutas entre los estadounidenses era de
69%, aunque muchos solo habían tenido una o dos experiencias eróticas
venales en la vida; hoy en día, probablemente no más del 35% de
ellos hal tenido estos contactos. Mientras que antaño la mayoría de
los adolescentes franceses perdían la virginidad en los burdeles, actual-
mente el grueso de la clientela de las prostitutas de Francia está compues-
to.por turistas y hombres de negocios de paso por las grandes ciudades,
y solo uno de cada tres nacionales ha frecuentado prostitutas.
En Colombia y en otros países latinoamericanos de fuerte tradición
machista, en donde el doble patrón de ética sexual ha estado muy arrai-
gado, las cosas son diferentes: las prostitutas siguen siendo visitadas
por gran número de hombres (solteros y casados), en diversas épocas
de la vida o durante toda ella. La ida al prostíbulo despierta o acelera la
pubertad masculina, y la primera visita ha constituido un verdadero
cite de passage. El importante papel que desempeñan todavía las prostitu-
tas en la satisfacción erótica de los varones colombianos (y latinoamerica-
nos) se evidencia en las encuestas sobre comportamiento sexual de univer-
sitarios, quienes, de acuerdo con el echos sexual imperante, son los menos
necesitados de acudir a ellas. Datos obtenidos por nosotros alrededor
de 1980, muestran que 74% de los estudiantes solteros de la Universidad de
Caldas habían tenido contactos sexuales con prostitutas; y cinco años
atrás la proporción era de 92%. Estos datos contrastan con los obtenidos
recientemente entre universitarios estadounidenses, según los cuales solo
6% de ellos habían efectuado actividades sexuales mercenarias; además,
el estudio de KINSEY, efectuado hace más de 40 años, indica que ya en
esa época no más de una cuarta parte de los universitarios estadounidenses
solteros habían tenido contactos sexuales con prostitutas.
5. CAUSAS DE LA PROSTITUCIÓN
No hay respuesta tajante y única a por qué las mujeres se prostitu-
yen. Los motivos para ser prostituta, tal como los que influyen para
LA PROSTITUCIÓN 177
ser abogado, médico o ladrón, pueden ser múltiples, y no hay que
descartar como ficticios los que señala la mujer, sin perjuicio de que
existan otros, incluyendo factores neuróticos, deficiencias mentales o
tendencias sociopáticas. Sin embargo, con base en los datos que se
poseen, los principales factores que determinan la existencia de la prosti-
tución son cuatro, que están generalmente interrelacionados: el socio-
cultural, el socioeconómico (factor femenino), el biosocial (factor
masculino) y el sicosocial.
5.1. Factor sociocultural.—No hay duda de que el factor sociocul-
tural desempeña un importante papel en la existencia de la prostitución.
La mayor o menor frecuencia del comercio sexual en las sociedades
occidentales ha dependido de la intensidad de la erotofobia y de lo
prevaleciente que sea el doble patrón de ética sexual. Además, ha sido
en las culturas y épocas que han prescrito con mayor rigor el tabú
de la virginidad premarital femenina donde ha habido más prostitución,
porque en ellas las mujeres solteras que realizan actividades sexuales
han corrido mucho riesgo de ser condenadas por la sociedad y expulsa-
das del hogar, si tales actividades son descubiertas. Por ello la seducción
y el abandono de la mujer por parte del hombre a quien se entrega
ha tenido plena vigencia en Latinoamérica como causa de ingreso en
la prostitución —como la tuvo en la Inglaterra victoriana-9, aunque
su importancia es mínima en las sociedades desarrolladas contemporá-
neas. Igualmente, en las culturas donde la erotofobia cristiana está
más arraigada, el sentimiento de culpa inculcado en las mujeres ingenuas
que tienen relaciones sexuales premaritales, las hace creer que han peca-
do irremediablemente y que no les queda otro camino que el de la
prostitución. Por otra parte, en las mismas culturas, que hacen énfasis
en el matrimonio monogámico e indisoluble, la prostitución florece
como un mecanismo compensatorio y de protección del "honor" de
las mujeres "decentes", que habrán de convertirse en esposas legítimas;
al respecto, una apreciable minoría de un grupo de prostitutas estudiado
por GALLO y ALZATE era consciente de esta razón de ser de su oficio.
La conjunción sinérgica de puritanismo y prostitución es puesta
de manifiesto en Colombia por lo sucedido en la región etnogeográfica
antioqueña, la de mayor religiosidad, como también la de mayor grado
de prostitución. Como dice GUTIÉRREZ DE PINEDA, el comercio erótico
en esta región es una forma de catarsis de una sociedad que exalta
el ejercicio temprano y asiduo de la función sexual por parte del varón,
9 El anónimo autor de My secret life ofrece múltiples ejemplos de la prolifera-
ción del comercio sexual en la Inglaterra victoriana, y pone de manifiesto su predomi-
nante motivación socioeconómica.
ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
orno muestra de "hombría", al mismo tiempo que divide a las mujeres
n dos categorías excluyentes: la de prostituta, para la satisfacción libidi-
osa del hombre, y la de esposa, para la procreación y crianza de
)s hijos. Dichas categorías constituyen un fenómeno de recíproca pres-
ación de servicios: "La familia de tipo antioqueño no puede sobrevivir
In la prostitución" (GUTIÉRREZ DE PINEDA), y (se podría agregar) esta
o puede prosperar sin aquella.
5.2. Factor socioeconómico.—El más importante factor causativo
e la prostitución es el femenino, o sea, la necesidad económica de
mujer. Así ha ocurrido a lo largo de la historia, porque la prostitución
s una profesión relativamente muy lucrativao, si se considera que
ara ejercerla el esfuerzo físico es mínimo y no se requiere capacitación
Iguna, fuera de las "dotes" naturales del sexo femenino. De ahí que
) que haya que extrañar no sea que las mujeres se prostituyan, sino
or qué tantas de ellas con grandes problemas económicos no lo hacen.
Ilo podría deberse a que las mujeres disponibles para protituirse sim-
lemente no tienen las conexiones sociales que lo faciliten; esto parece
educirse de que en algunos estudios un apreciable número de prostitu-
ís dicen haber sido inducidas al comercio sexual por amigas ya prosti-
iidas.
No obstante, hay que distinguir dos situaciones: mientras que en
aíscs subdesarrollados, como Colombia, la mayoría de las mujeres
ue se prostituyen lo hacen para subsistir", en las sociedades desarro-
adas las mayores motivaciones son el acrecentamiento económico y
posesión de bienes de consumo —que son convertidos por la propa-
anda comercial en necesidades sicosociales—, además de otras (que
tmbién se pueden dar en las sociedades subdesarrolladas), como el
nsia de aventuras y de conocimiento de otras facetas de la sociedad,
desorganización familiar, los desengaños amorosos, la satisfacción
e necesidades neuróticas y la franca sicopatología. Una causa, al pare-
n- bastante frecuente, de prostitución preadolescente y adolescente
los Estados Unidos es el trato brutal que muchas niñas reciben en
hogar y que las hace huir de él, por lo cual son presas fáciles del
10 Lógicamente, cuanto mayor sea el nivel de vida de una sociedad, más lucrativa
rá su prostitución. Este hecho es el que impulsa la migración de gran número de
•ostitutas colombianas hacia los burdeles de Panamá, Venezuela, las Antillas Holande-
s y otros países, en donde la clientela paga altos honorarios en moneda dura. Por
emplo, PRIMOV calcula que una prostituta gana hasta 20 veces más en Aruba que
Manizales, es decir, en tres meses de trabajo puede obtener entre 4.000 y 6.000 dólares.
II Según CHOISY, el factor económico prostitutivo tuvo importancia para las cía-
s medias europeas hasta 1914, porque una muchacha sin dote no podía aspirar a
sarse, y como tampoco tenía educación superior, solo le restaba —fuera de convertirse
la amante de alguien— ingresar al convento o al burdel.
LA PROSTITUCIÓN 179
torbellino prostitutivo. Igualmente, en los Estados Unidos y otros paí-
ses, la necesidad de costearse la farmacodependencia lleva a la prostitu-
ción a buen número de mujeres. Que la simple necesidad de subsistir
no es la explicación de todos los casos de prostitución lo corrobora
el hecho de que muchas de las mujeres que se dedican a este comercio
provienen del servicio doméstico. Por otra parte, el uso de la sexualidad
con propósitos no sexuales es característico de nuestra cultura, como
lo muestra la utilización de lindas mujeres como señuelos en las propa-
gandas comerciales; por lo tanto, la prostitución podría ser vista como
una variante de este fenómeno.
5.3. Factor biosocial.—Si bien la principal causa de la oferta sexual
por parte de las mujeres es de naturaleza económica, la razón primaria
de la demanda por parte de los hombres (factor masculino) es incuestio-
nablemente de origen biológico, y consiste en el constante e imperioso
impulso a satisfacer el apetito sexual que sienten la mayoría de ellos,
el cual es reforzado por el condicionamiento cultural machista. Nuestra
civilización erotófoba se ha empeñado vanamente en negar esta eviden-
cia, con el resultado conocido: cuanto más puritana es la sociedad,
mayor es la prostitución pública o clandestina. Además, como el hom-
bre es potencialmente promiscuo por naturaleza, el matrimonio mono-
gámico e indisoluble y el requisito de la virginidad premarital femenina,
impuestos por las sociedades más conservadoras, generan compensato-
riamente el fenómeno prostitutivo. Por otra parte, aunque en las socie-
dades occidentales desarrolladas ha ocurrido en los últimos tiempos
una liberalización de la conducta sexual femenina, que ha permitido
la satisfacción de los impulsos eróticos de buen número de varones
sin necesidad de que recurran a las relaciones venales, quedan muchos
otros que solo tienen acceso a las prostitutas con el mismo objeto,
por motivos como la timidez, los defectos físicos o mentales, la vejez,
las inclinaciones parafílicas, la renuencia a adquirir obligaciones o a
hacer la corte y la renuencia a comprometerse afectivamente o la incapa-
cidad para ello.
5.4. Factor sicosocial.—Existe una motivación sicosocial para que
los hombres frecuenten los prostíbulos. Ella —que parece ser común
en Latinoamérica y también se ha observado en otras culturas— consiste en
la búsqueda de compañía, amistad e intimidad en un ambiente relajante,
para descansar así del estrés que produce la vida moderna y distraerse
de su "tediosa y respetable monotonía" (H. ELLIS). Desde este pun-
to de vista, la prostituta desempeñaría un papel similar al de la gueicha
japonesa. Particularmente en Latinoamérica, la visita al prostíbulo,
sobre todo en "barra", muchas veces tiene más importancia como rito
social que como forma de satisfacción erótica. Como dicen PRIMOV
180 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 181
y KIEFFER, los burdeles son los escenarios extrasociales del machismo
latinoamericano, y el acto sexual viene a ser únicamente la culminación
(no necesaria) del rito social del varón.
6. ACTITUDES Y COMPORTAMIENTOS SEXUALES DE LAS PROSTITUTAS
6.1. Actitudes.—Como lo indican su religiosidad, sus sentimientos
de culpa, su conciencia del estigma inherente al oficio y su aparente
rechazo de las actividades sexuales "anormales" propuestas por los
clientes, las prostitutas latinoamericanas adoptan actitudes similares
a las de las demás mujeres de su misma cultura y nivel educativo;
en cambio, las prostitutas europeas y norteamericanas se muestran más
encallecidas. En cuanto a las reacciones de las prostitutas con los clien-
tes, ellas,son similares a las que se presentan en otros tipos de comercio;
es decir, algunos individuos les son agradables, la mayoría indiferentes,
y otros desagradables, por lo cual las prostitutas manifiestan actitudes
consecuentes.
6.2. Comportamientos.—La capacidad de reacción sexual de las
prostitutas con los clientes depende esencialmente del grado de empatía
que experimenten hacia ellos. Con las personas que les son agradables
o indiferentes pueden excitarse y tener orgasmo en la misma proporción
que otras mujeres, de acuerdo con la técnica y el comportamiento de
la pareja ocasional; con los clientes desagradables lo más probable es
que no respondan, si es que los aceptan. Sín embargo, algunas prostitu-
tas tratan de evitar el orgasmo para no hacer envanecer al cliente,
y otras, por creer que produce mucho desgaste físico. En contra de
lo que sostienen algunos autores, no hay prueba convincente de que
la generalidad de estas mujeres sean incapaces de lograr el orgasmo
en sus coitos comerciales12; tampoco hay razones válidas para creer
lo que dicen otros sobre la hiperlibido de las prostitutas.
Con respecto a las prácticas sexuales específicas, las prostitutas
europeas y norteamericanas han aceptado tradicionalmente las activida-
des "anormales" solicitadas por los clientes —independientemente de
sus actitudes hacia ellas y de su conducta sexual privada—, como parte
de las transacciones comerciales corrientes13. En Latinoamérica, la si-
tuación es más compleja.-Por ejemplo, en Colombia las prácticas sexua-
les de las prostitutas han sido influidas apreciablemente por la liberalización
general de las costumbres sexuales que ha ocurrido en los últimos años
12 El autorizado testimonio del autor de My secret Life corrobora esto.
13 El autor de My secret Life señalaba, ya en su época, que las prostitutas france-
sas practicaban la felación "as a rnatter of course, either as a preliminary or finish".
y por el precedente de las numerosas mujeres que pasan temporadas
en los centros de prostitución del extranjero, donde las actividades se-
xuales "perversas" son habituales. La observación participante indica
que, hace 30 años o más, la inmensa mayoría de las prostitutas se
ofendían gravemente si los clientes les proponían estas prácticas; hace
unos 15 años, algunas accedían a ellas si el cliente les agradaba, eran
bien pagadas, necesitaban dinero urgentemente o estaban borrachas;
hoy en día, muchas prostitutas las efectúan rutinariamente.
En cuanto a las actividades homosexuales que algunos autores ad-
judican a la generalidad de las prostitutas, las investigaciones extranje-
ras más dignas de crédito y la observación participante en Colombia
indican que solo son practicadas por unas pocas, las cuales actúan
así más para obtener ganancias adicionales de clientes que pagan bien
los espectáculos "especiales", que por inclinación natural.
7. ARGUMENTACIÓN EN CONTRA Y A FAVOR DE LA PROSTITUCIÓN
7.1. Argumentación en contra.—Moralistas, legisladores y médi-
cos, en múltiples ocasiones han condenado la prostitución empleando
diversos argumentos. La erotofobia es la principal razón aducida por
los primeros, pues ven en el comercio sexual un poderoso estimulante
del pecado y la depravación de los humanos. Por supuesto, científica
y racionalmente tal argumento carece de validez, amén de que la historia
muestra que los obstinados intentos de impedir la satisfacción de las
necesidades eróticas de los hombres siempre han fracasado.
Los legisladores y las autoridades de policía siguen de cerca a los
moralistas y condenan la prostitución más como un atentado contra
la "moral y las buenas costumbres", que como una actividad realmente
nociva para la sociedad, aunque también tienen en cuenta otras razones,
como la de orden sanitario y la de que las prostitutas tienen muchos
nexos con el hampa. Esto último es un error, porque ellas normalmente
no mantienen más relaciones con los delincuentes que otras mujeres
de la misma clase social; lo que sucede es que la penalización y el
menosprecio de su actividad crean las condiciones para que los bribones
medren a expensas de las prostitutas.
Los médicos ven la prostitución fundamentalmente como un pro-
blema de salud pública, y piden su supresión porque ella es indudable-
mente un factor importante en la propagación de las enfermedades
sexualmente transmisibles (EST). No obstante, tratar de impedir que
los hombres forniquen por temor de que se enfermen, es como pedirles
que no coman mucho para evitar indigestiones. Además, las EST (ex-
ceptuando el síndrome inmunodeficitario adquirido y el herpes geni-
182 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 183
tal) son de relativamente fácil curación en la actualidad, y la ilegaliza-
ción de la prostitución nada solucionaría, pues haría prosperar el comer-
cio sexual clandestino, que tiene tanta o mayor importancia que el
legal para la propagación de ellas; así lo indican las características epidé-
micas que han adquirido dichas enfermedades en los Estados Unidos
y otros países desarrollados, donde la prostitución fue ilegalizada hace
muchos años. Además, no es el comercio sexual per se, sino la promis-
cuidad sexual, lo que favorece la diseminación del contagio, y dicha
promiscuidad acompaña la liberalización de las costumbres sexuales,
amén de ser un rasgo biológico masculino. En realidad, la prevención
de las EST se logra más efectivamente empleando métodos no coacti-
vos, como las campañas educativas y la eliminación del estigma social
que entraña la actividad erótica, comercial o no, para que las personas
se sientan más libres de consultar y hacerse tratar.
Un argumento, puramente emocional, que algunas personas esgri-
men en contra de la prostitución es el de que ella, por su venalidad,
degrada las relaciones amorosas en general. Esto es una tontería, porque
si bien el componente afectivo es deseable y se presenta en gran número
de relaciones sexuales —incluso en algunas de tipo prostitutivo—, en
muchas otras no existe, al menos inicialmente, porque no es un requisito
para ejercer la función erótica; la pretensión de que es indispensable
su presencia para que ella adquiera carácter humano es un mito, propa-
gado por los neopuritanos. La prostituta no vende o alquila "amor",
sino que proporciona satisfacción erótica a quien la busca.
Razones que mueven a muchos a condenar la prostitución y a
pedir su represión legal, que sí podrían tener validez, son la sordidez,
el menosprecio de la dignidad humana de las mujeres involucradas
y su explotación, que han estado y están presentes en el ejercicio del
comercio sexual en muchos casos. Sin embargo hay que señalar, por
una parte, que la principal responsable de esta situación es la misma
sociedad, que en forma hipócrita condena y estigmatiza un fenómeno
humano inevitable, con lo cual hace que prosperen alrededor de las
prostitutas chulos, tratantes de mujeres y policías abusivos. Por otra
parte, si bien en la Europa de tiempos pasados existía una verdadera
esclavitud en los burdeles —de los cuales los destinados a los proletarios
eran verdaderas maisons d'abattage—, y una situación similar puede
seguir presentándose en ciertos sistemas prostitutivos contemporáneos,
hay otros en donde las prostitutas gozan de gran autonomía en la presta-
ción de sus servicios y en el disfrute de sus ganancias. Además, el
problema de la trata coactiva de mujeres en el mundo actual se ha
exagerado, máxime cuando el número de candidatas voluntarias a la
prostitución es suficiente para satisfacer la demanda.
7.2. Argumentación a favor.—El más fuerte argumento a favor
de la tolerancia de la prostitución es de orden práctico: por muy grande
que llegue a ser la liberalización del comportamiento sexual en nuestra
cultura, siempre existirá una apreciable e irreductible mi:ioría de hom-
bres que, por las razones expuestas anteriormente, no tienen acceso
a las relaciones sexuales con mujeres "decentes", y que de no disponer
de la posibilidad de acudir a las prostitutas serían extremadamente des-
graciados. En este sentido, la prostitución funciona como una institu-
ción de verdadera utilidad social, y quienes la ejercen son unas
"samaritanas de la sexualidad" (ULLERSTAM). Además, como se obser-
va en los países desarrollados, siempre habrá mujeres que, sin necesidad
económica estricta, estén dispuestas a prostituirse. El "servicio sexual"
debería ser, pues, aceptado como legítimo y protegido por la sociedad,
la cual fijaría las condiciones para su ejercicio por parte de mujeres
conscientes y organizadas, que practicarían el oficio no por necesidad
económica inevitable o por coacción de cualquier tipo, sino voluntaria-
mente, y que se beneficiarían plenamente de la legislación laboral. Así
se eliminarían los aspectos negativos de la prostitución.
Como lo hacen notar algunos autores, la prostituta merece el mis-
mo respeto que la cantante, puesto que una y otra utilizan órganos
de su cuerpo para dar placer a los seres humanos, mediante remunera-
ción. No hay diferencia objetiva entre producir placer estético auditivo
con la laringe y suministrar satisfacción erótica con la vagina14 o con
otra parte del cuerpo; lo que sucede es que mientras el canto y la música
solo por excepción han sufrido la reprobación de los ascetas, la sexuali-
dad placentera ha sido denigrada sistemáticamente por los moralistas
erotófobos, y la cualificación negativa ha recaído necesariamente sobre
las prostitutas. HAEBERLE llama la atención sobre lo siguiente: si una
muchacha alquila el cuerpo a un industrial, a $ 100 la hora, para ejecu-
tar un trabajo arduo y estúpido en una fábrica, está actuando "moral"
y meritoriamente; pero si alquila el cuerpo al mismo individuo, a $ 1000
la hora, para darle satisfacción erótica en un cuarto de hotel, está
actuando "inmoral" y reprobablemente. La única explicación de este
absurdo se encuentra en la erotofobia cultural. Por otra parte, en contra
de lo que algunos creen, las prostitutas no son parásitos sociales, puesto
que efectúan un trabajo tanto o más útil que el que se desarrolla en
el ejercicio de cualquier profesión "respetable". Además, es un atenta-
do contra la libertad sexual de la persona prohibirle que realice una
actividad erótica voluntaria.
14 Podría decirse que la prostituta "canta" con la vagina.
154 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 185
8. EL PROXENETISMO
"A no haberle añadido esos puntos y collar —dijo
don Quijote—, por solamente alcahuete limpio no
merecía él ir a bogar en las galeras, sino a mandallas
y ser general dellas. Porque no es así como quiera
el oficio de alcahuete; que es oficio de discretos y
necesarísimo en la república bien ordenada, y que
no le debía ejercer sino gente muy bien nacida".
CERVANTES, Don Quijote.
En términos generales, los proxenetas son individuos que sin ejercer
la prostitución obtienen beneficios económicos de ella. Se pueden distin-
guir cuatro tipos: chulos, lenones, alcahuetas y tratantes de mujeres.
a) Los chulos o rufianes viven de una o varias prostitutas, a
quienes obligan a entregarles sus ganancias. Son característicos de las
prostituciones europea y norteamericana, pero en otros sistemas prosti-
tutivos no existen o son de poca importancia. En Colombia, el chulo
es prácticamente desconocido; es cierto que muchas de nuestras prosti-
tutas tienen mozos, comúnmente antiguos clientes de quienes ellas se
enamoran, pero que no viven de las ganancias de las prostitutas, sino
que les suministran "afecto", y ellas, en reciprocidad, no les cobran
por los servicios sexuales. El típico chulo es un explotador que fuerza
a la mujer a trabajar para él, y administra sus ganancias. Hay varias
razones, aparte de la coacción físicals, para que las prostitutas se dejen
explotar por los rufianes, entre ellas la necesidad de afecto (real o
fingido), el apoyo sicológico o la protección en un negocio que no
está exento de peligros.
b) Loslenones facilitan los locales en donde las prostitutas realizan
las actividades sexuales comerciales. Con frecuencia son mujeres y ac-
túan donde los prostíbulos están autorizados. En algunos sistemas pros-
titutivos se benefician de las ganancias personales de las pupilas, pero
en otros no ocurre así, porque obtienen sus entradas de la venta de
licores a los clientes y del alquiler de las habitaciones empleadas para
las actividades sexuáles, que es lo que sucede en Colombia. En algunos
casos las relaciones entre la colegiala y la patrona del burdel son más
que comerciales, porque esta actúa como una especie de "madre vicaria".
c) Las alcahuetas ocelestinas facilitan los encuentros de las prosti-
tutas clandestinas con los clientes. Rara vez son hombres y existen
donde haya prostitución clandestina. Habitualmente no retienen parte
de las ganancias de las mujeres a quienes sirven de intermediarias, sino
que cobran sus servicios a los clientes.
is Antiguamente era común que el chulo francés le hiciera la croix des vaches
(cortada en la cara) a la prostituta que lo abandonaba.
d) Los tratantes de mujeres suministran la "mercancía" a los leno-
nes, sirven de intermediarios entre ellos y a veces comanditan sus nego-
cios. Son generalmente hombres. No obstante, como dijimos antes,
el problema de la trata de mujeres no parece revestir la gravedad que
se le ha adjudicado.
Es obvio que los chulos y los tratantes de mujeres son esencialmente
usufructuarlos abusivos del trabajo de las prostitutas, y la ley debe
reprimirlos. En cambio, si se acepta que la prostitución es una institu-
ción social necesaria, la labor de lenones y alcahuetas, ejercida sin
coacción o explotación, es también de utilidad —como juiciosamente
lo reconoce don Quijote— y debe permitirse.
9. OTROS ASPECTOS DE LA PROSTITUCIÓN
9.1. Variantes de laProstitución.—Aunque mucho menos notorias
y frecuentes que la prostitución heterosexual femenina, existen igual-
mente la prostitución heterosexual masculina y la homosexual masculi-
na y femenina. En el primer caso, se trata de hombres jóvenes (gigolos)
que se prestan a ser mantenidos por mujeres ricas, a cambio de servicios
sexuales, de afecto fingido o de ambas cosas, ya porque ellas sienten
interés particular por ellos, ya porque su edad o su falta de atractivos
físicos no favorecen las relaciones afectivas y sexuales con hombres
sin motivaciones venales. La prostitución homosexual masculina sirve,
naturalmente, a la apreciable minoría de hombres de orientación homo-
sexual, que tienden a la promiscuidad y a las relaciones sexuales sin
contenido afectivo. En cuanto a la prostitución homosexual femenina,
ella es la más improbable de todas, ya que se trata de tener relaciones
sexuales mercenarias entre dos miembros del sexo que más requiere
la presencia de afecto en la actividad erótica.
De las variantes de la prostitución puede decirse lo mismo que
de la prostitución heterosexual femenina, en lo que respecta a su acepta-
ción por la sociedad.
9.2. Aspectos legales de la prostitución.— La situación legal de la
prostitución ha variado de acuerdo con el país, el humor de los legislado-
res y las autoridades de policía, y las presiones de los moralistas (inge-
nuos o hipócritas). Tres han sido las respuestas legales de las sociedades
al fenómeno prostitutivo: el prohibicionismo, el abolicionismo y el re-
glamentarismo.
a) En el caso del prohibicionismo, toda clase de prostitución es
delictiva; las prostitutas, los proxenetas y hasta los clientes (más teórica
que prácticamente) están sujetos a represión judicial o policiva. Quienes
propugnan la prohibición de la prostitución son personas hondamente
1 b0 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
imbuidas de erotofobia, que ven el comercio sexual como un ultraje
a la moral y como una lacra social intolerable. Es la posición más
irracional y negativa frente al fenómeno.
b) El abolicionismo es la forma utópica, aunque bien intenciona-
da, de enfrentar la prostitución, la cual es considerada como una explo-
tación inicua, una esclavitud femenina, que debe ser erradicada. En
este sistema, los proxenetas son perseguidos y castigados severamente,
y a la prostituta se le facilita (más teórica que prácticamente) la "rehabi-
litación". Muchos países han adoptado el abolicionismo, que recibió
sanción internacional mediante la Convención aprobada por las Nacio-
nes Unidas en 1949.
c) El reglamentarismo es la más pragmática de las posiciones lega-
les, porque acepta que la prostitución es connatural en el ser humano.
Aunque es cierto que la tolerancia reglamentada que se aplica habitual-
mente es ofensiva para la dignidad humana de las prostitutas, ello se
debe no a la reglamentación como tal, sino al estigma social que acarrea
la profesión; si este desapareciera, no habría nada en contra de que
el comercio sexual fuera regulado por el Estado, como ocurre con cual-
quier otra actividad legítima.
La ley colombiana tolera la prostitución (art. 179 del decreto 1355
de 1970), pero deja su reglamentación a las autoridades departamentales
y municipales. Respecto al proxenetismo, la ley hace distinción: lo tolera
si es ejercido con mujeres ya prostituidas, pero lo castiga si lo es con
personas "honestas", menores de edad o mediante coacción (arts. 308
a 312 del Código Penal).
10. CONCLUSIÓN
La historia de la prostitución es, por una parte, la de la inevitable
función erótica de los seres humanos, y por la otra, la de la estupidez
e hipocresía de los mismos. Por estar basado en una demanda de la
naturaleza, este fenómeno persistirá mientras existan los factores antes
mencionados. Como tal es la realidad, las acciones represivas de la
sociedad puritana se han dirigido preferentemente contra las prostitu-
tas, quienes han sido sometidas a vejámenes y persecuciones. No obstan-
te, todo intento de suprimir coercitivamente la prostitución solo producirá
más hipocresía social, y delincuencia y miseria entre quienes ofrecen
y demandan servicios sexuales. En cambio, sí es posible disminuir su
incidencia eliminando las restricciones sexuales inútiles que la sociedad
impone a sus miembros, y sobre todo suprimiendo la sordidez de tal
comercio y la posición degradada de la mujer que lo ejerce, aceptándolo
como una actividad legítima y "decente", similar a las tantas que se
basan en el usufructo de cualidades personales.
CAPÍTULO XII1
LA VIOLACIÓN
"Rape is a ritual of power... The rapist is not
an accentric but an extremist acting out the being
and non being scenario that is basic to... society...
By choosing to assert himself against woman and her
body, he —like church, state, schools, advertisers,
and the media— is simply asserting certain rights and
prerogatives over woman, using her for his own
purposes".
METZGER, Am. J. Psychiatry, 133: 405-408, 1976.
1. INTRODUCCIÓN
Damos el nombre de violación al acto en el cual un individuo (viola-
dor) acaricia voluntariamente las zonas erógenas de otra persona (víctima),
sin su consentimiento, o —en las mismas condiciones— utiliza el cuerpo
de la víctima para estimularse sexualmente o lograr el orgasmo. Toda
violación implica una situación de relativa o total indefensión por parte
de la persona agredida, ya porque es tomada por sorpresa o en estado de
inconsciencia, ya porque es coaccionada física o mentalmente.
Stricto sensu, la violación se diferencia del acto sádico sexual por-
que en ella la violencia es empleada básicamente para someter a la
víctima, y no es un componente esencial de la excitación erótica del agresor.
La agresión sexual se puede dividir en violación menor (acto sexual
abusivo) y violación mayor (violación propiamente dicha). En el primer
caso, el agresor se limita a acariciar manual o bucalmente, o a tocar
o frotar con alguna parte de su cuerpo, la porción externa de la zona
erógena de la víctimas; también puede obligar a esta a que le estimule
manualmente el pene. En el segundo caso, el violador penetra con el
pene una cavidad erógena de la victima2. La anterior división se justi-
El piropo lulur es una variante menor, verbal, de la violación.
2 MARTÍNEZ ZÚÑIGA, afirma que la violación rectal es mucho más difícil de lo-
grar que la vaginal, dizque por razones obvias (!).
fica por la evidentemente mayor repercusión síquica, somática y social
de la violación propiamente dicha; a esta nos referiremos principalmente.
Según SYMONS, la selección natural favorece el empleo de la fuerza
para copular con la hembra; por ello para que ocurra la violación
no se requiere una actitud incitante de parte de la mujer, y su sola
presencia puede estimular el deseo del varón. De acuerdo con los princi-
pios evolutivos el hombre tiende, pues, a buscar cópulas gratuitas e
impersonales, y por lo tanto existe la posibilidad de violación cuando
ella acarrea poco o ningún riesgo para él. Como dice BROWNMILLER,
por mandato biológico, el varón tiene la capacidad estructural para
violar y la mujer una vulnerabilidad del mismo tipo.
Históricamente, la tradición de dominio del hombre sobre la mujer
ha contribuido poderosamente a la perdurabilidad de la agresión sexual.
La violación sistemática durante las guerras ha sido muy común, sobre
todo antiguamente3, cuando ella constituía uno de los pocos beneficios
de que disfrutaba la soldadesca; en otras palabras, los vencedores se
han sentido siempre con derecho a violar a las mujeres de los vencidos.
Los más recientes casos de violaciones militares masivas ocurrieron
en la guerra civil del ex-Congo Belga (Zaire)4 y en la de la independen-
cia de Bangladesh.
2. TIPOLOGÍAS DE LOS VIOLADORES
Diversos autores, que han estudiado a violadores convictos, han
tratado de clasificarlos. GEBHARD y colaboradores establecieron las ca-
tegorías siguientes: a) violadores agresivos típicos, con un fuerte com-
ponente sádico y gran hostilidad consciente o inconsciente hacia las
mujeres, y que constituirían la tipología más común; b) violadores amo-
rales, que son individuos hedonistas irresponsables (sociópatas); c) vio-
ladores borrachos, que pierden el control por causa de la intoxicación
alcohólica; d) violadores explosivos, que actúan súbita e impredecible-
mente; e) violadores de doble patrón o machistas, que clasifican a las
mujeres en dos grupos: las "decentes", que son respetadas, y las "inde-
centes", que se "usan" sexualmente, incluso por la fuerza, si es necesa-
rio; f) violadores deficientes mentales; g) violadores sicóticos; h) vio-
ladores de tipología mixta.
AMIR considera que existen fundamentalmente tres tipos de viola-
dores: a) aquellos en los cuales el acto violento es la manifestación
3 Véanse ejemplos en el Deuteronomio, 20:14, y en los Jueces, 21:22.
4 A pesar de los desmentidos eclesiásticos oficiales, parece que en esta guerra
se practicaron, por lo menos, legrados preventivos a monjas que habían sido violadas.
de una idiosincrasia, patológica o no; b) aquellos en los cuales la viola-
ción es un refuerzo del rol sociosexual machista, y sirve también de
gratificación sexual; c) aquellos en los cuales el acto es la expresión
del rol sociosexual machista, como sucede en la violación en gavilla.
Por su parte, GROTII y colaboradores dividen igualmente a los violado-
res en tres clases, según que el acto busque expresar o satisfacer: a) la
prepotencia masculina (power rape), b) la cólera contra las mujeres
(anger rape), como en el caso de los violadores sádicos, o c) la libido;
agregan estos autores que las tres motivaciones se encuentran presentes
en todas las violaciones, pero con predominio de la primera o la segun-
da, es decir, la sexualidad siempre estaría al servicio de necesidades
no sexuales.
No existen investigaciones tipológicas de violadores no convictos,
los cuales, según todos los expertos, constituyen el grueso de quienes
efectúan actos de agresión sexual. Por lo tanto, los anteriores datos
son de utilidad muy relativa, especialmente en lo que respecta a la
mayor representación en la muestra de GEBHARD y colaboradores de
violadores agresivos (sádicos). Un estudio de MALAMUTH y colabora-
dores, efectuado entre universitarios de uno y otro sexo, muestra que
más de la mitad de los varones creían que personalmente cometerían
violación si tuvieran garantías de impunidad; esto está a favor de que
una gran proporción de los violadores, si no la mayoría, quedarían
mejor clasificados en el grupo de amorales (sociópatas) de GEBHARD
y colaboradores.
En general, las investigaciones indican que los violadores, convictos
o no, son mayoritariamente hombres solteros en la tercera década de
la vida y de nivel socioeconómico bajo. Sin embargo, una apreciable
proporción de ellos son adolescentes.
En cuanto a la presunta tipología de la mujer violada (o violable),
que algunos han tratado de establecer, ello es más una manifestación
disimulada de sexismo que una realidad. Aunque ciertos estudios mues-
tran que las mujeres violadas tienen frecuentemente antecedentes de
haber sido agredidas sexualmente, esto no se puede asociar con rasgos
personales específicos; como ya dijimos, toda mujer —incluso una mon-
ja, cuya conducta incitatoria es ninguna—, por el mero hecho de serlo,
es sujeto potencial de violación. Son las circunstancias culturales o
patológicas, que permiten la expresión de la capacidad violatoria del
hombre, las que desempeñan un papel determinante.
La edad de la mayoría de las víctimas de la violación fluctúa entre
los 10 y los 30 años, pero ni las ancianas, ni las niñas menores de
10 años escapan de la agresión sexual.
LA VIOLACIÓN 189188 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
LA VIOI.ACION 1711 90 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
3. CAUSAS DE LA VIOLACIÓN
Las causas de la violación se pueden analizar según dependan del
violador o de la víctima.
3.1. Causas dependientes del violador.—Ya mencionamos el pro-
bable origen biológico de la agresión sexual masculina. No obstante,
hay pocas dudas de que el condicionamiento cultural machista ha facili-
tado la manifestación de las tendencias atávicas de violencia sexual;
si a esto se agrega la existencia de condiciones favorables, como la
gran impunidad de la violación, la intoxicación alcohólica o por drogas
y los rasgos sociopáticos o sádicos de los agresores potenciales, no
es de extrañar que solo una minoría de violadores sean deficientes men-
tales o sicóticos. En los Estados Unidos, donde existen subculturas
bien caracterizadas, se ha podido observar con bastante claridad el
efecto del condicionamiento cultural sobre la agresión sexual. Como
lo señala BROWNMILLER, en dicho país, la violación es el producto,
al menos parcial, de la frustración cultural machista de minorías pobres
y discriminadas, como es el caso de los negros; a favor de esto milita
el hecho de que la subcultura negra es de costumbres sexuales más
laxas, por lo cual se facilitaría la gratificación erótica masculina sin
ejercicio de violencia. Por otra parte, la violación en gavilla tiene un
carácter de "rito cultural", que reafirma la identidad grupal de quienes
la realizan, en forma similar a como sucede en algunas culturas ágrafas,
donde la compartición de alimentos o ritos fortalece el vínculo grupal.
Otro factor cultural que refuerza la potencialidad violatoria mascu-
lina es la creencia mítica de que las mujeres, consciente o inconsciente-
mente, desean ser violadas y disfrutarían de ello, la cual es profesada
por muchos hombres (y algunas mujeres), respetados tratadistas, sobre
todo de orientación sicoanalítica, incluidos; esto ha contribuido a que
la violación sea vista muchas veces —particularmente en los tribunales—
más como la respuesta a una provocación, que como una agresión5.
Por ejemplo, MALAMUTH y colaboradores encontraron que la mayoría
de un grupo de universitarios de uno y otro sexo creía que una cuarta
parte de las mujeres disfrutarían de la violación (sin embargo, solo
unas pocas de las mujeres creían que ellas la disfrutarían personalmen-
te); además, MALAMUTH y CHECK hallaron que los hombres que creían
que las mujeres disfrutarían de la violación presentaban mayor tenden-
cia a cometerla.
5 HALIMI reivindica para las mujeres el "derecho a ser imprudentes" en las situa-
ciones sociales de peligro para su integridad sexual, sin que ello sea utilizado judicial-
mente en contra de la víctima de una violación.
3.2. Causas dependientes de la víctima.—Así como existen factores
culturales que facilitan la expresión de la sexualidad violenta masculina,
también hay otros que afectan a las mujeres y pueden ponerlas en mayor
riesgo de ser víctimas de la agresión sexual. Por ejemplo, GAGNON hace
notar que, por condicionamiento cultural, la gran mayoría de ellas no
aprenden a defenderse eficazmente de las agresiones en general. Además,
la comedia social, que crea ambigüedades en el trato entre los dos sexos,
contribuye a la existencia del problema, porque hace que el mensaje feme-
nino sea muchas veces captado confusamente por el varón. En tanto
permanezca vigente la discrepancia en los guiones sociosexuales genéricos,
se darán las condiciones favorables para que la mujer sea víctima de
la agresión erótica; por ello no es de extrañar que con frecuencia existan
relaciones más o menos estrechas entre agresor y agredida.
4. INCIDENCIA DE LA VIOLACIÓN
Es prácticamente imposible cuantificar la incidencia de la viola-
ción. Por ejemplo, se ha calculado que en los Estados Unidos entre
el 50 y el 90% de los casos no son denunciados, y en la mayoría de
los pocos en que el acusado es capturado, este no es condenado. Al
respecto, la investigación de KANIN y PARCELL muestra que aproxima-
damente 50% de las universitarias encuestadas dijeron haber sido ofen-
didas sexualmente en sus relaciones de pareja durante el año académico.
5. ASPECTOS SEXOLOGICOS DE LA VIOLACIÓN
Sexológicamente hablando, la violación típica es efectuada por
un hombre sobre una mujer u otro hombre. Las diferentes percepciones
de los actos sexuales por parte de varones y mujeres y la prepotencia
física y social del sexo masculino, hacen difícil aceptar la existencia
de una verdadera violación en la cual el "agresor" sea de sexo femenino
y la "víctima" un hombre adulto6. Sin embargo, diversos estudios,
particularmente los de K1NSEY, indican que, en algunos varones, situa-
ciones emocionales no sexuales (ira, miedo, etc.) pueden facilitar el
reflejo erectivo, en lugar de inhibirlo. Los primeros casos de violación
de hombres por mujeres, dignos de fe, han sido descritos por SARREL
y MASTERS. De todos modos, estos actos parecen ser bastante raros.
En cambio, la violación homosexual sí es frecuente en las prisiones,
aunque rara fuera de ellas. No obstante, ella es más la representación
6 Según MACNAMARA y SAGARIN, en los Estados Unidos la mujer no puede ser
jurídicamente violadora.
simbólica de las posiciones dominantes y subordinadas de los delincuen-
tes encarcelados, que la manifestación de un impulso puramente erótico.
El individuo dominante, que penetra al subordinado, no se considera
a sí mismo homosexual, ni tampoco juzga como tal el acto que ejecuta,
puesto que el hecho de ser pedicado "feminiza" a quien lo permite.
Un estudio de ABEL y colaboradores sugiere que existe un conti-
nuo de respuestas a los estímulos sicosexuales violentos y no violentos,
ya que en dicha investigación los varones no violadores se excitaban
solo con descripciones sonoras de actos sexuales consensuales, los viola-
dores respondían a estas descripciones y a las de violación y los sádicos
reaccionaban preferentemente a las descripciones de agresión sexual.
De otro lado, los estudios de HINTON y colaboradores muestran que
los violadores se excitan significativamente más que los delincuentes
no sexuales y que los no delincuentes (normales) al ser expuestos a
representaciones de violación. Además, una investigación de MALAMUTH
indica que las fantasías de violación son estimuladas por la exposición
a descripciones de ella. Todo esto sugiere que: a) hay diversos grados
de susceptibilidad individual a los estímulos sexuales de naturaleza vio-
lenta; b) la pornografía sádica puede despertar la capacidad de agresión
sexual en individuos predispuestos.
En cuanto a los tipos de actos a que son sometidas las víctimas
de la violación heterosexual, en la inmensa mayoría de los casos se
trata del coito vaginal, seguido a considerable distancia por la felación
y otras actividades sexuales. Algunos violadores orinan sobre la víctima
o sus ropas, posiblemente para humillarla en forma simbólica.
Ciertos estudios indican que un buen número de violadores presen-
tan disfunciones sexuales (disfunción erectiva, orgasmo prematuro) en
el momento de la agresión, lo cual les impide consumar la penetración
vaginal; por ello la ausencia intravaginal de semen o de concentraciones
elevadas de fosfatasa ácida no excluye la existencia de agresión sexual.
Según GEBHARD y colaboradores, las disfunciones sexuales se presen-
tan más frecuentemente en los violadores agresivos y en los borrachos.
Para casi todas las mujeres la violación es una experiencia extrema-
damente traumática, que muchas veces modifica radicalmente la percep-
ción que tiene quien la sufre de su propia persona, de los demás y
del entorno social. Los autores que han estudiado los efectos de la
agresión sexual señalan la existencia de un síndrome traumático de
violación, en el cual se distinguen reacciones inmediatas y retardadas
que pueden afectar, más o menos permanentemente, la autoestima de
la víctima y su forma de vida; es frecuente también la aparición en
ella de disfunciones sexuales diversas.
Otra consecuencia negativa para la mujer violada puede ser la reac-
ción de la pareja sexual real o potencial (esposo o novio), o de los
miembros de la familia. Si bien algunos hombres —independientemente
de sus sentimientos de cólera y venganza— reaccionan con compasión
hacia la víctima y le suministran apoyo sicológico, otros, en quienes
las ideas falocráticas están muy arraigadas, rechazan con repugnancia
a la mujer violada, como si ella hubiera sido cómplice de la violación.
En cuanto a las consecuencias somáticas de la agresión sexual,
ellas van desde las lesiones más o menos graves, incluyendo las EST,
hasta el embarazo. Aunque, según HAYMAN, la probabilidad de emba-
razo por violación es menor del 2%, él adquiere caracteres particular-
mente graves cuando ocurre en países como el nuestro, que penalizan
todo tipo de aborto7.
6. ASPECTOS LEGALES DE LA VIOLACIÓN
Por sus características de "delito contra la libertad y el pudor
sexuales", la violación es reprimida en el Código Penal, el cual distingue
entre acceso carnal violento (art. 298), que según la mayoría de los
tratadistas corresponde solo a la penetración, aunque sea parcial, del
pene en la vagina o el recto de la mujer o el hombre, y acto sexual
violento (art. 299), o sea, cualquier otro distinto del anterior8. Hay
que anotar que la felación forzada —que para efectos legales es un
"acto sexual violento", es decir, menos grave que la violación vaginal
o rectal— debería ser castigada con la misma o mayor severidad que
la violación vaginal, puesto que, para muchas mujeres, la felación es
más repugnante que el coito vaginal. Para efectos legales, se consideran
violentos los actos sexuales realizados con personas puestas en incapaci-
dad de resistir (art. 300).
Algunos doctrinantes exigen resistencia activa y persistente de parte
de la mujer para que se configure el delito, y han llegado a afirmar
la imposibilidad de que un hombre solo y desarmado tenga coito con
una mujer que no lo consienta. Tales opiniones hacen caso omiso
de que la ausencia de resistencia no significa aquiescencia; el mero temor
que causa la situación puede paralizar a la mujer, o ella simplemente
7 El embarazo por violación es una de las situaciones que más claramente mues-
tran la necesidad de despenalizar al menos ciertos tipos de aborto. Es inconcebible
que la mujer violada, además de haber tenido que soportar una experiencia tan horrible,
sea forzada a recordarla permanentemente.
8 En la jurisprudencia estadounidense existe el delito de "tentativa de violación",
cuando por alguna circunstancia el hombre no logra penetrar a la mujer. El tratadista
colombiano PACHECO OSORIO también acepta esta posibilidad.
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17Z ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA VIOLACIÓN 173
194 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA VIOLACIÓN 195
no desea agregar a la violación los otros traumatismos corporales que
le ocasionaría la resistencia. Esas opiniones son muestras de "sexismo
jurídico", ya que se acepta que la víctima de un robo no necesita probar
que se resistió a él. El sexismo jurídico —llamado por BROWNMILLER
"complejo de la mujer de Putifar" (Génesis, 39:7-20)—, que presupone
que la mujer es mentirosa por naturaleza, y que en el caso de la violación
las salvaguardas jurídicas corrientes no protejen al inocente de una
falsa imputación, está bastante extendido en la jurisprudencia estadou-
nidense, la cual por lo general exige "corroboración" de la violación,
o sea, prácticamente la presentación de un testigo ocular. Además,
el juez o el jurado pueden poner en duda el acto agresivo sexual si
es atípico para ellos9.
Otra manifestación de sexismo jurídico es el hecho de que, en
no pocas ocasiones, la promiscuidad sexual de la víctima es aducida
en contra de su credibilidad en el caso específico denunciado. Además,
las mujeres que tienen el coraje suficiente para denunciar la violación,
con frecuencia son humilladas por las autoridades judiciales o de policía
ante quienes comparecen. No hay que extrañar, pues, la pequeñísima
proporción de agresiones sexuales que llegan al conocimiento de las
autoridades.
La mayoría de los tratadistas (por ejemplo, BARRERA DOMINGUEZ,
PACHECO OSORIO y MARTÍNEZZÚÑIGA entre nosotros), niegan la existen-
cia de violación dentro del matrimonio, siempre y cuando los actos
sexuales efectuados sean "normales". Una minoría (entre ellos el co-
lombiano Luís CARLOS PÉREZ) afirman que sí puede ocurrir el delito
en este caso; no obstante, sus argumentos, aunque lógicos y justos,
no se basan en la normativa vigente en la mayoría de los países. Al
respecto, refiriéndose al anterior Código Penal, MARTINEZ dice que él
no penalizaba el ejercicio arbitrario del propio derecho (débito conyu-
gal), y por lo tanto la violencia ejercida por el marido para obtener
9 HOI.STROM y BURGESS relatan que en un caso la víctima testificó que no solo
había sido violada, sino que el agresor se había masturbado en su presencia. La defensa
arguyó que no era concebible que el acusado hubiera hecho un viaje de 84 km para
"masturbarse"; el acusado fue absuelto.
Suzanne Felsen, que fue víctima de una violación, cuenta lo,sucedido en el juicio,
con un juez predispuesto desfavorablemente contra ella (Hustler, marzo de 1981):
Su veredicto fue "entativa de violación", para lo cual se basó en lo siguiente: a) como
el hecho había sucedido al aire libre y en invierno (con una temperatura de -7 C°),
no creía que el agresor pudiera haber mantenido una erección en dichas circunstancias;
b) tampoco creía que la víctima pudiera haber sido penetrada de atrás hacia adelante,
estando con los pantalones bajados hasta las rodillas. Este último argumento hizo
expresar, extra curiam, al fiscal del caso (una mujer) el deseo de ver al juez pedicado
en camino a su casa, para que comprendiera así lo fácil que es cometer violación a terso.
el coito vaginal (pero no el rectal o bucal) no era delito. Esta parece
ser también la situación en el Código Penal vigente, a tenor de lo dis-
puesto en el art. 29, ordinal 3°. Sin embargo, a pesar de que la normativa
proteja esta acción violenta, ello no deja de ser absurdo —e injusto—,
ya que, con toda lógica, habría que aceptar entonces la licitud de que
un miembro de una sociedad comercial moliera a palos a los otros
miembros que incumplieran sus obligaciones contractuales.
La presión de las feministas está haciendo modificar la legislación
al respecto en los Estados Unidos. En el momento actual, por lo menos
cinco Estados (South Dakota, Oregon, Delaware, Nebraska y New Jersey)
han incorporado a sus códigos penales el delito de violación de la esposa.
7. CONCLUSIÓN
La agresión sexual es uno de los actos más detestables que pueden
cometer los hombres. A pesar de que las tesis de los sociobiólogos
son útiles para entender las tendencias sexuales violentas de muchos
hombres, en ningún caso deben ser empleadas para tratar de justificar
tal tipo de violencia y hacerla ineluctable, porque el Horno sapiens
tiene la capacidad consciente de modificar sus impulsos biológicos.
Igualmente, las feministas están en lo cierto cuando señalan que la
prepotencia cultural de los varones es un refuerzo poderoso de la agresi-
vidad natural masculina, pero tampoco se debe creer que las motivacio-
nes machistas son inevitables y permanentes. Por eso la opinión de
BROWNMILLER de que la violación es "un proceso consciente de intimi-
dación, mediante el cual todos los hombres mantienen a todas las muje-
res en situación de miedo" (el primer subrayado es nuestro), es
patentemente exagerada. En primer lugar, porque desecha a la impor-
tante minoría de hombres feministas que rechazan la prepotencia mas-
culina; segundo, porque olvida que las actitudes misóginas creadas por
la cultura patriarcal son más inconscientes que conscientes, ya que es
precisamente mediante la reflexión racional como el varón (o la mujer)
capta la profunda injusticia y estupidez del machismo, el antifeminismo
y el sexismo.
No obstante, como lo señala HILBERMAN, la incidencia de la agre-
sión sexual solo disminuirá apreciablemente cuando los roles sociose-
xuales masculino y femenino sean definidos no mediante los criterios
estereotípicos tradicionales, sino con base en las necesidades y talentos
personales. Mientras tanto, la violación debe ser vista por la sociedad
no como una manifestación de la sexualidad masculina, el cual aspecto
es secundario, sino como el acto violento particularmente delictivo que es,
y tratada en consecuencia.
CAPfTULO XIV
LA ANTICONCEPCIÓN
1. INTRODUCCIÓN
El ejercicio de la función erótica en forma responsable está ligado
estrechamente a la anticoncepción, cuya práctica desde los tiempos más
remotos es otra prueba de la necesidad humana de buscar el placer
sexual en forma autónoma. Esta misma necesidad también ha hecho
que, en ausencia de métodos anticonceptivos eficaces, o por ignorancia
de su existencia, se haya practicado el aborto con gran frecuencia.
En la época contemporánea, la extraordinaria disminución de la morta-
lidad infantil, debida a los adelantos de la medicina, ha creado el gravísi-
mo problema de la superpoblación; por ello los gobiernos responsables,
independientemente de las ideologías políticas, realizan esfuerzos ten-
dentes a controlar la natalidad y a alcanzar la tasa cero de crecimiento
demográfico, a la cual habrá que llegar apelando incluso a medidas
más o menos coercitivas, como ya está sucediendo en la República
Popular China. Los adeptos a las ideologías religiosas, que se oponen
a estos esfuerzos con argumentos providencialistas, o por simple to-
zudez dogmática, son víctimas de su ignorancia matemática, que les
impide conocer las propiedades de la ecuación exponencial que rige
el crecimiento de la población. Tales personas encuentran eficientes
aliados de circunstancias en los individuos y grupos que, motivados
por el fanatismo político de ultraizquierda, atacan los programas anti-
natalistas en los países subdesarrollados y menosprecian el beneficio
tangible que la anticoncepción representa para los proletarios, indivi-
dualmente considerados, en favor de despiadadas tácticas basadas en
la utilización de famélicas multitudes como carne de cañón, y mediante
las cuales esperan llevar a buen término sus utopías revolucionarias.
No obstante, estos individuos sí tienen el cuidado de emplear métodos
anticonceptivos en sus fornicaciones personales.
De otro lado, las instituciones responsables de los programas de
control de la natalidad suministran municiones a sus detractores políti-
cos, por el interés en obtener resultados estadísticos inmediatos y concre-
tos, que reflejen el simple crecimiento vegetativo del número de usuarios
de métodos anticonceptivos. En cambio, estas instituciones han desde-
LA ANTICONCEPCIÓN 197
nado el estímulo más eficaz para el empleo de los métodos de control
de la natalidad, cual es la educación para el ejercicio de la función
erótica. Es que si las personas toman conciencia de que es natural
para el ser humano disfrutar del placer sexual per se —lo cual es incom-
patible con la práctica desaforada de la actividad reproductora—, la
búsqueda y el uso de tales métodos ocurrirá en forma espontánea.
Probablemente, una razón que ha contribuido al desinterés por la educa-
ción erótica dentro de los programas de control de la natalidad ha
sido el temor de ser tachados de apologistas del "libertinaje", acusación
que podría forzar al poder civil a restringir dichas actividades, en aras
de la "moral" y las "buenas costumbres". De ahí que el lenguaje
habitual utilizado en ellas nunca o casi nunca haga referencia al bienes-
tar erótico de los usuarios, y en cambio se emplee una terminología
de claras o veladas connotaciones demográficas, o simplemente eufe-
mística (programas de población, estudios de población, estudios demo-
gráficos, programas pro bienestar de la familia, planificación familiar).
Consecuentes con las ideas expresadas a lo largo de esta obra,
somos partidarios decididos de los programas de control de la natalidad
racionalmente ejecutados. Sin embargo, aunque reconocemos la exis-
tencia del problema de la superpoblación mundial, este hecho motivador
de la anticoncepción es para nosotros secundario, porque damos prela-
ción al bienestar erótico individual, el cual no se puede alcanzar sin
tener conocimiento de los métodos anticonceptivos y acceso fácil a
ellos. Solo como orientación general, a continuación hacemos una so-
mera descripción de tales métodos.
2. MÉTODOS MÁS TRADICIONALES Y MENOS EFECTIVOS
Son de dos clases: los que impiden el depósito de los espermatozoi-
des en la vagina y los que bloquean el paso de ellos a la vagina y
el útero. Los primeros, utilizados por el hombre, son el coitus interrup-
tus y el condón; los segundos, empleados por la mujer, son el diafragma,
el casquete cervical, el tapón vaginal, la ducha vaginal y los espermicidas.
2.1. Coitus interruptus.—Es uno de los métodos anticonceptivos
más antiguos, pues se hace ya mención de él en el Génesis 38:9; también
ha sido uno de los más usados. Se cree que el coitus interruptus, de
uso generalizado en Francia, Inglaterra y otros países europeos durante
los siglos XVIII y XIX, fue el responsable principal de la estabilización
demográfica de esas naciones'. Consiste en que el hombre, al sentir
1 En segundo lugar estaba probablemente el aborto.
1 70 AsmciuS ESPECIALES DF, LA SEXUALIDAD HUMANA
que la eyaculación es inminente (emisión), retira el pene de la vagina
y descarga el semen fuera. La ventaja de este método es su simplicidad,
pero tiene varios inconvenientes: a) no siempre el varón alcanza a reti-
rarse a tiempo, por lo cual puede depositar un poco de semen en la
vagina; b) en la secreción que aparece durante la fase excitatoria puede
haber espermatozoides; c) disturba el desarrollo espontáneo del acto
sexual.
2.2. Condón.—Es una vaina de caucho o plástico, que se coloca
sobre el pene erecto antes de la penetración vaginal; al eyacular, el
semen se deposita dentro de él. Su principal ventaja es que permite
al hombre mantener el pene dentro de la vagina durante la eyaculación.
Sus inconvenientes son: a) la colocación puede interferir en el desarrollo
espontáneo de las caricias sexuales previas al coito; b) constituye una
barrera física entre las superficies erógenas de los actores; c) puede
embotar las sensaciones táctiles de algunos hombres.
2.3. Diafragma.—Probablemente es el más utilizado de los métodos
que bloquean el paso de los espermatozoides de la vagina al útero. Es
un casquete de caucho, que se coloca en la vagina en forma tal que
cubra el cuello uterino y parte de la pared vaginal anterior. Se puede
emplear solo, pero por lo general es utilizado conjuntamente con una
crema espermicida, la cual se aplica a la superficie cóncava del diafrag-
ma y sirve de protección adicional. Su principal ventaja es la ausencia
de efectos indeseables. Sus desventajas son: a) la menor efectividad,
comparado con otros métodos; b) la colocación puede interferir en
pl desarrollo de los preliminares sexuales y causar dificultad a la mujer.
2.4. Casquete cervical.—Es similar al diafragma pero más peque-
ño. Está hecho de caucho, plástico o metal y se ajusta al cuello uterino.
"Su principal ventaja es que, con excepción del de caucho, puede usarse
aermanentemente por lapsos prolongados. Sus desventajas son: a) la
Dificultad de la colocación; b) la menor efectividad, comparado con
)tros métodos.
2.5. Tapón vaginal.—Es un método casero, de uso antiquísimo,
!mpleado en culturas de poco desarrollo tecnológico. Consiste en una
)orción de cualquier material relativamente esponjoso, que se introduce
!n la vagina hasta quedar adosado al cuello uterino; a veces se empapa
!ti un líquido real o supuestamente espermicida. Es muy poco efectivo.
2.6. Ducha vaginal.—Consiste en la irrigación de la vagina, inme-
liatamente después del coito, empleando agua o alguna solución real
1 supuestamente espermicida. Es un método muy poco efectivo, porque
as espermatozoides más móviles entran en el canal cervical a más tardar
los 90 segundos de haber sido eyaculados.
LA AN t 11..AJINL
2.7. Espermicidas.—Aunque también se han usado preparaciones
caseras, los empleados en la actualidad son generalmente productos
químicos comerciales de comprobado efecto espermicida. Vienen en
forma de cremas, supositorios, aerosoles y tabletas efervescentes, que
se introducen en la vagina inmediatamente antes del coito. Su principal
ventaja es la aplicación relativamente sencilla. Sus desventajas son:
a) la menor efectividad, comparados con otros métodos; b) la posible
interferencia en el desarrollo espontáneo del acto sexual.
3. CONTINENCIA PERIÓDICA (MÉTODO DEL RITMO)
Luego de conocerse la fisiología del ciclo menstrual, se pudo dedu-
cir que la mujer solo es fértil durante un pequeño lapso alrededor del
momento de la ovulación. Esta es la base del método anticonceptivo
propuesto por OGINO y KNAUS, que consiste en calcular la época duran-
te la cual puede ocurrir la ovulación, y abstenerse del coito en ella.
El método original ha sufrido modificaciones tendentes a establecer
el momento de la ovulación con mayor precisión; tales son el uso del
aumento de la temperatura corporal y los cambios de consistencia del
moco cervical (método de BILLINGS). La principal ventaja de la conti-
nencia periódica es que es el único método anticonceptivo aceptado
por la Iglesia católica. En cambio, tiene dos graves inconvenientes:
a) no es muy efectivo, debido a la gran variabilidad individual del
ciclo menstrual, lo cual hace difícil y engorroso calcular los períodos
"seguros" para el coito; b) a pesar de ser llamado método "natural"
por sus propugnadores, sexológicamente es aberrante, puesto que le
pone al deseo sexual —que es imprevisible— una rígida camisa de fuerza
cronológica, con lo cual se pierde toda la espontaneidad de la función
erótica.
4. MÉTODOS MODERNOS Y MUY EFECTIVOS
Son los anovulatorios, el dispositivo intrauterino (DIU) y la esterili-
zación quirúrgica.
4.1. Anovulatorios.—Estos compuestos, cuyo descubrimiento y fa-
bricación masiva y barata constituyen el más grande adelanto científico
y tecnológico en pro del bienestar erótico del ser humano, son estróge-
nos y progestágenos sintéticos que, tomados por la mujer en determina-
das combinaciones y dosis, continua o periódicamente, actúan inhibiendo
• r•••••• .11.,/,1-.111.-41.0,17-/ 1
la ovulación y produciendo cambios en el moco cervical, el endometrio
y las trompas de FALOPIO. Sus principales ventajas son: a) la gran efec-
tividad; b) la no interferencia en los actos sexuales. Su inconveniente
principal son los efectos indeseables que producen en algunas mujeres,
particularmente problemas tromboembólicos.
4.2. Dispositivo intrauterino (DIU).— Es un artefacto de material
plástico y de forma variada que, colocado en la cavidad uterina, evita
el embarazo casi con tanta eficacia como los anovulatorios. Probable-
mente, el DIU actúa produciendo cambios endometriales que impiden
la implantación del óvulo fecundado; es decir, el efecto básico sería
abortivo2. Sus principales ventajas son: a) la efectividad; b) el hecho
de que, una vez colocado, la mujer solo tiene que controlar ocasional-
mente su permanencia dentro del útero, mediante el tacto vaginal que
ella misma se puede hacer. Sus principales desventajas son: a) la expul-
sión espontánea en algunos casos; b) ciertos efectos indeseables, como
dolor y sangrado uterinos.
4.3. Esterilización quirúrgica.— Se puede ejecutar tanto en el hom-
bre como en la mujer. La esterilización masculina o vasectomía consiste
en la ligadura y sección de ambos conductos deferentes, con lo cual
se impide la salida de espermatozoides con la eyaculación. La esteriliza-
ción femenina consiste en la ligadura y sección de las trompas de FALO-
PIO, con lo cual se impide el encuentro del espermatozoide con el óvulo.
La ventaja de la esterilización es su casi absoluta efectividad. La desven-
taja principal es su relativa irreversibilidad.
5. EFICACIA COMPARATIVA DE LOS DIVERSOS MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS
La eficacia teórica de los métodos anticonceptivos puede ser dife-
rente de la real, debido a los múltiples factores que entran en juego.
Ella se mide generalmente por el número de fracasos (embarazos) ocurri-
dos en 100 mujeres que utilicen el método durante un año (mujeres-año).
Como guía aproximada, se ofrecen los siguientes datos de proporciones
de fracasos con los métodos mencionados atrás: coitus interruptus,
10 a 23%; condón, 10 a 20%; diafragma, 7 a 34%; casquete cervical,
8%; espermicidas, 2 a 36%; anovulatorios, 0.7 a 1.4%; DIU, 1 a 5%;
2 Por lo tanto, quienes emplean, colocan o venden dispositivos intrauterinos es-
tarían violando la ley.
LA AN 1 ILAJ1V‘...Urk4V1,1
esterilización masculina, O a 101o; esterilización femenina, O a 2%; conti-
nencia periódica, 14 a 47%.
6. EVALUACIÓN RACIONAL DE LOS EFECTOS INDESEABLES
DE LOS ANOVULATORIOS
Como periódicamente son avivados los temores relativos a la mor-
bilidad y mortalidad con los anticonceptivos eficaces, es conveniente
analizar qué tan bien fundados están, con el fin de reducirlos a sus
justas proporciones. La discusión se limitará a los anovulatorios, pero
las conclusiones se pueden aplicar a los otros métodos.
Diversos estudios muestran que ocurre una mayor proporción de
muertes entre las mujeres usuarias de los anovulatorios que entre las
no usuarias. Por ejemplo, se ha calculado que, entre las mujeres esta-
dounidenses de 20 a 34 años de edad, las que emplean anovulatorios
tienen una tasa de mortalidad de 1.5 por 100.000, debido a embolia
pulmonar o trombosis cerebral, comparada con una tasa de 0.2 por
100.000 entre las no usuarias; en otras palabras, las primeras tienen
7.5 veces más probabilidades de morir como consecuencia de problemas
tromboembólicos que las segundas. Aunque tomada aisladamente esta
diferencia es llamativa, en el contexto de los múltiples factores que
se deben analizar, la situación es muy diferente. Primero, no hay que ol-
vidar que el solo hecho de vivir es una sucesión de riesgos; lo que
se debe decidir es si vale la pena correrlos, con el fin de hacer la vida
más satisfactoria. Segundo, es preciso establecer si el riesgo de los ano-
vulatorios es mayor o menor que otros aceptados como normales en
la vida corriente; por ejemplo, en los mismos Estados Unidos y en el
mismo grupo etario de mujeres, las probabilidades de morir en un
accidente automovilístico son de 4.9 por 100.000. Pero la comparación
más apropiada e ilustrativa es con el riesgo de morir como consecuencia
de un embarazo, el cual es de 22.8 por 100.000. Vemos, pues, que
la pequeña probabilidad de muerte debida al uso de anovulatorios
(0.001501o) es perfectamente aceptable.
7. POSICIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA CON RESPECTO
A LOS MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS
En concordancia con la doctrina tradicional sobre la finalidad del
coito, hasta mediados del siglo XIX todo tipo de método anticonceptivo
era condenado rotundamente por la Iglesia. En la segunda mitad del
202 'ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
siglo pasado, en los círculos médicos se comenzó a especular sobre
la posibilidad de que la mujer fuera estéril durante ciertos días del
mes. Esto motivó una consulta a la Penitenciaría romana sobre si era
lícito tener coito en esos días, la cual fue resuelta en forma ambigua,
en 1880: se aceptaba la práctica solo como remedio del onanismo (coitus
interruptus), que era un mal mucho mayor.
Como reacción a la declaración de la Conferencia de Lambeth
de 1930, que autorizó las prácticas anticonceptivas en ciertas circunstan-
cias, el papa Pío XI promulgó la encíclica Casti connubii, en la cual
reafirmó solemnemente la condenación de todos los métodos anticon-
ceptivos, pero aceptó la licitud de realizar el coito "aunque por ciertas
causas naturales, ya de tiempo ya de otras circunstancias defectuosas,
no se siga de ello el nacimiento de un nuevo ser viviente". Por su
parte, Pío XII, en la Alocución a las comadronas italianas, autorizó
explícitamente el empleo del método del ritmo por "serios motivos".
Finalmente, Paulo VI, en la encíclica Humanae vitae, reiteró la conde-
nación de todos los métodos anticonceptivos "artificiales", y la acepta-
ción del método "natural" de la continencia periódica. Como era lógico,
la prohibición de los métodos realmente eficaces y convenientes causó
gran inconformidad entre los católicos cultos, lo cual hizo que los epis-
copados de los países más avanzados interpretaran muy ampliamente
la norma establecida en la Humanae vitae. Así, los obispos de Holanda,
Alemania, Bélgica, Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Francia deja-
ron en claro que no pecaban gravemente los matrimonios que, por
causas en conciencia justas, emplearan métodos anticonceptivos dife-
rentes de la continencia periódica. Además, el Concilio Pastoral Holan-
dés, con los obispos a la cabeza, declaró "no convincente, con base
en la argumentación ofrecida", la prohibición de dichos métodos en
la Humanae vitae. De todos modos, la realidad es que, con o sin autori-
zación de los obispos, la mayor parte de las mujeres católicas que practi-
can la anticoncepción, lo hacen utilizando métodos condenados
oficialmente por la Iglesia.
A propósito de la continencia periódica, es interesante señalar que
su aceptación por parte del magisterio eclesiástico es una de las varias
incongruencias de la doctrina sexual católica. Es evidente que si el coito
está destinado primariamente para la procreación, la esencia de dicha
finalidad es desestimada cuando la pareja matrimonial se abstiene de
practicarlo en los períodos fértiles de la mujer, con el propósito cons-
ciente y específico de evitar la fecundación; esta es la realidad monda
y lironda, no importa los argumentos casuistas que tratan de justificar
la violación de un precepto supuestamente inmodificable. De todas
formas, podemos estar seguros de que, tarde o temprado, la Iglesia
LA ANTICONCEPCIÓN 21.1.3
dará su aceptación al uso de los anticonceptivos "artificiales", lo cual
no será muy difícil desde el punto de vista formal, puesto que, si bien
las condenaciones pontificias han sido categóricas, ninguno de los papas
que las han pronunciado ha manifestado expresamente que hablaba
en forma dogmática3.
3 Posiblemente para evitarse nuevos problemas, la Iglesia moderna se cuida mu-
cho de hablar "infaliblemente". Es decir, aunque los papas se han pronunciado frecuen-
temente sobre asuntos de fe y moral —que son la materia de las declaraciones
dogmáticas—, no han cumplido los (según los expertos) otros dos requisitos para la
infalibilidad: decir expresamente que se habla ex eathedra y lanzar el anatema contra
quienes pongan en duda lo proclamado. En realidad, desde la declaración del dogma
de la infalibilidad pontificia por el Concilio Vaticano I, el papa solo ha proclamado
otro llenando todas las formalidades: el de la Asunción (que crea pocos conflictos,
por su ninguna importancia práctica); en las demás ocasiones en que ha hablado sobre
asuntos de fe o moral, ha dejado que los teólogos discutan acerca de si sus pronuncia-
mientos son infalibles o no.
EL ABORTO 205
2. ARGUMENTACIÓN A FAVOR DE LA PENALIZACIÓN DEL ABORTO
CAPÍTULO XV
EL ABORTO
"La société si acharnée á défendre les droits de
l'embryon se désintéresse des enfants dés qu'ils sont
nés".
BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe.
1. INTRODUCCIÓN
Se llama aborto la terminación del embarazo antes de que el feto
sea "viable", es decir, sea capaz de vivir fuera del útero, lo cual se
acepta que ocurre alrededor de las 24 semanas de gestación. Puede
ser espontáneo o inducido, y en este caso, legal o ilegal. El aborto
interesa directamente a la sexología, por ser una consecuencia perjudi-
cial del ejercicio de la función erótica, cuando no se emplean métodos
anticonceptivos o fallan ellos y la mujer no desea el embarazo resultante.
La incidencia del aborto inducido ha sido siempre muy elevada en todas
las culturas y épocas, por lo cual BEAUVOIR dice que aquel debería
considerarse como uno de los riesgos inherentes a la condición femenina.
Aunque es obvio que estadísticas confiables solo se obtienen para
los legales, anualmente ocurren decenas de millones de abortos en todo
el mundo; en Latinoamérica ellos son probablemente más de 3 millones,
ilegales en la inmensa mayoría. Muchas civilizaciones prescristianas,
entre ellas la egipcia, la griega y la romana, lo aceptaban, y actualmente
no más del 9% de la población humana está sometida a legislaciones
que vedan el aborto en forma absoluta; por otra parte, su aceptación
o prohibición no tiene relación con el estado de desarrollo cultural o
tecnológico de la sociedad. En lo que respecta a Colombia, el aborto
inducido está prohibido en los arts. 343 a 345 del Código Penal.
Indudablemente, discutir los pros y los contras del aborto inducido
no es tarea fácil, por sus implicaciones morales, filosóficas, sicológicas,
médicas, legales, sociológicas y demográficas. Pero el problema puede
y debe ser analizado racional y objetivamente; a él nos referiremos
en las páginas siguientes.
Es de dos clases: religiosa y secular.
2.1. Argumentación religiosa.—Tres son las razones que aduce la
Iglesia católica para oponerse al aborto:
a) En primer lugar, según ella, todo producto de la concepción
humana, desde ese mismo momento, adquiere un "derecho inalienable
a la vida". No obstante, el fondo de la argumentación está más allá,
porque tiene que ver con el "alma", que en cierto momento es infundida
por Dios al organismo intrauterino. Ahora bien, si un conceptus que
posea ya un alma es abortado, muere sin alcanzar el bautismo y pierde
el privilegio de ir al cielo. A pesar de que la Iglesia sostiene que su
posición frente al aborto ha sido invariable, la realidad parece ser dife-
rente. El Decretum de GRACIANO de 1140, que fue la primera recopila-
ción de la legislación eclesiástica, aceptaba la doctrina de la animación
retardada, o sea, que transcurre un lapso entre el momento de la concep-
ción y el de la infusión del alma; esta fue también la opinión escolástica
tradicional, ejemplificada por SANTO TOMÁS DE AQUINO (Summa theolo-
giae, 1:118:2). En cuanto al instante mismo de la animación, se creía,
con ARISTÓTELES, que ocurría a los 40 días después de la concepción,
en el caso del hombre, y a los 80, en el de la mujer. Por ello antiguamente
la Iglesia mostraba mayor lenidad para con los abortos que se producían
antes de que (presumiblemente) fuera creada el alma'; dicho criterio
se reflejaba en la legislación civil: hasta 1803, el derecho consuetudinario
inglés no consideraba delito el aborto que se produjera antes de que
el feto se moviera (quickening). En la constitución Effraenatam de
1588, Sixto V lo condenó como homicidio, sin hacer distinción de tiem-
po de embarazo, pero su sucesor Gregorio XIV, en la constitución
Sedes apostolica de 1591, anuló la pena por homicidio para el aborto
de un feto no animado. La posición moderna, de absoluta severidad
en la condenación, data de la constitución Apostolicae sedis, promulga-
da por Pío IX en 1869; ella ha sido reafirmada por los pontífices poste-
riores, particularmente por Pío XI (encíclica Casti connubii) y Paulo
VI (encíclica Humanae vitae). El rigor llega al extremo de prohibir
el aborto cuando el embarazo pone en peligro la vida de la mujer;
o sea, se da prelación a la vida de un ser humano potencial, en perjuicio
de uno real, o se lleva a ambos a la muerte.
Por ejemplo, en algunos libros penitenciales de la Edad Media el aborto recibía
una penitencia de solo un año, si se producía antes de los 45 días, pero era considerado
homicidio y penado severamente si ocurría después. Es también interesante anotar
que el aborto no era considerado homicidio por la ley mosaica (Éxodo, 21:22).
206 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 207
Nuestro sistema religioso jamás ha defendido el "derecho a la
vida" en forma tan categórica como para vetar las guerras y abogar
activamente por la supresión de la pena de muerte. Todo lo contrario.
La historia muestra que, hasta hace poco tiempo, la Iglesia dio vigoroso
respaldo a la muerte de unos seres humanos por otros; tales fueron
los casos de las cruzadas (incluyendo la más reciente, durante la última
guerra civil española), las otras guerras de religión y los procesos inquisi-
toriales. Como dice BEAUVOIR, la Iglesia, que manifiesta hacia el feto
un humanitarismo intransigente, no lo mostró en las guerras de siglos
pasados contra los "infieles", quienes, al morir, se iban directamente
al infierno.
De todos modos, el fundamento del "inalienable derecho a la vida"
que, según la Iglesia, posee el producto de la concepción humana, se
reduce a la idea de que ese ser tiene un destino metafísico que es frustra-
do por el aborto; este tipo de argumentación está excluido de toda
discusión científica. Para la ciencia, la vida (incluso la humana) es
obra primaria del azar cosmológico y secundaria de la necesidad teleo-
nómica (MoNoD), y toda noción metafísico-teleológica queda desear-
t ada2.
b) Un segundo tipo de argumentación religiosa se basa en la doctri-
na de que la finalidad primaria del acto sexual es la procreación, por
lo cual el aborto se opone a su cumplimiento. Por supuesto, esta razón
tampoco tiene validez, a la luz de la moderna ciencia sexológica.
c) Un tercer motivo de la Iglesia para defender la penalización
del aborto es su poco disimulado deseo de ver al brazo secular castigar
a los pecadores en este mundo, independientemente de su condenación
eterna. Por ejemplo, en una declaración del episcopado colombiano
formulada en 1975, se afirma que "la legalización (del aborto) no haría
otra cosa que favorecer (la búsqueda del placer), con la seguridad de
poder comportarse al ritmo del instinto sin pagar el precio del desenfre-
no" (el subrayado es nuestro). Este argumento es particularmente infor-
tunado, porque es el hijo no deseado quien viene a sufrir las consecuencias
del "pecado" de la madre.
2.2. Argumentación secular.—Es la que esgrimen las autoridades
de los pocos países que todavía mantienen leyes prohibitivas o restricti-
vas del aborto:
a) Un primer argumento que se ha empleado es de orden demográ-
fico, o sea, el interés de conservar determinado nivel de población o
2 Debe distinguirse bien la Ieleonomía —que es un concepto de la biología cien-
tífica— de la teleología —que es una concepción de la teología.
acrecentarlo; por tal motivo, en los últimos años, países como Bulgaria,
Checoslovaquia, Hungría y Rumania han modificado las leyes sobre
el aborto en un sentido restrictivo. Sin embargo, esto no es sino una
imposición arbitraria del Estado, que coarta la libertad de las personas,
en aras del beneficio social hipotético representado por el crecimiento
vegetativo forzoso de la población, mientras que la calidad de vida
individual puede pasar de mediocre a mala.
b) Otra razón de las legislaciones que prohiben el aborto en forma
absoluta es la de que el embrión o feto del ser humano es una persona
y, por lo tanto, su destrucción un homicidio. Se trata, pues, de una
refrendación secular del principal argumento religioso.
e) Por último, algunos aducen que el aborto debe ser penalizado
con el fin de no estimular la "irresponsabilidad" de las mujeres que
tienen relaciones sexuales sin emplear métodos anticonceptivos eficaces.
Este argumento, que tiene también un claro matiz punitivo, es erróneo,
porque a pesar de que se conozcan y empleen, dichos métodos pueden
fallar. Pero, sobre todo, porque el embarazo de la mujer soltera resulta
generalmente de un coito imprevisto, ya que —como se dijo antes—
el mito romántico exige que el acto sexual de ella sea debido a un
impulso amoroso súbito. Por ejemplo, un estudio de ZELNIK y SHAH
entre muchachas estadounidenses muestra que el primer coito solo fue
previsto por un 17010 de ellas.
3. ARGUMENTACIÓN A FAVOR DE LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO
Esta orientada a proteger el interés social, el del conceptus y el
de la mujer embarazada.
3.1. Interés social.—Es evidente que el aborto inducido es algo
indeseable, aunque solo fuera por razones emocionales, y lo ideal sería
que nunca tuviera que efectuarse. No obstante, en la vida real, ante
el deseo de la mujer embarazada de deshacerse del conceptus, no valen
nada las amenazas de sanciones legales o morales. Por eso la mayor
parte de los países que han liberalizado la legislación sobre aborto o
lo han despenalizado han actuado por razones pragmáticas. Es decir,
como de todas formas ocurre, es menos malo que se realice en condicio-
nes ambientales y médicas satisfactorias, y no clandestinamente, con
las consecuencias nocivas resultantes para la mujer y la sociedad.
Los beneficios que la sociedad obtiene de la despenalización del
aborto son varios: se reduce el gasto público destinado a reprimirlo,
y sobre todo el dedicado a paliar las complicaciones sufridas por las
mujeres que se someten al aborto ilegal. Por ejemplo, se ha calculado
208 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
que el tratamiento de ellas es cuatro o cinco veces más costoso que
el de un parto; además, alrededor del 30% de las camas de los servicios
gineco-obstétricos de los hospitales públicos latinoamericanos son ocu-
padas por mujeres que han abortado ilegalmente. Algunos alegan que
la despenalización del aborto crearía una inmensa demanda de servicios
hospitalarios. Esto no es así, porque el aborto durante el primer trimes-
tre del embarazo (que es el ideal), con el método de la extracción al
vacío, es un procedimiento ambulatorio sencillo, que puede ser realiza-
do en un consultorio; asimismo, el inminente perfeccionamiento de
los métodos abortivos basados en el empleo de prostaglandinas y anti-
progesterona permitirá el tratamiento domiciliario (y aun el autotrata-
miento) de la gran mayoría de los casos. Por otra parte, la derogación
de una norma que, por irreal, es violada por numerosos ciudadanos,
acrecentaría el respeto por las leyes verdaderamente necesarias y racio-
nales. Por último, la disminución drástica o la desaparición de los naci-
mientos no deseados son también socialmente beneficiosas.
3.2. Interés del conceptus.—Si el conceptus tiene algún derecho,
es a no nacer en condiciones que comprometan su bienestar futuro.
Los adversarios a ultranza del aborto parecen ignorar que la vida está
lejos de ser un "bien absoluto", una fuente inagotable de satisfacciones,
y que el mismo cristianismo la ha definido como un "valle de lágrimas".
Un análisis, así sea superficial, de la historia de la humanidad y del
mundo contemporáneo muestra que, a la mayoría de los seres humanos
la vida les ha ofrecido y les ofrece escasas satisfacciones y muchas
desgracias, que son apenas toleradas por aquellos que se aferran a
esperanzas metafísicas. Ahora bien, nacer sin ser deseado y amado
ofrece la mejor garantía de que la vida del que así viene al mundo
será desgraciada para él e inconveniente para la sociedad. Un estudio
efectuado en Suecia por FORSSMAN y THUWE indica que las personas
nacidas de embarazos no deseados presentan una mayor proporción
de problemas sicológicos y una menor adaptación social que los indivi-
duos que fueron deseados por la madre. Otro estudio efectuado en
Checoslovaquia por DYTRICH y colaboradores corrobora en buena par-
te los resultados de FORSSMAN y THUWE. Además, una forma casi segu-
ra de que una persona sea desdichada es permitiendo su nacimiento
cuando existe fundamento para creer que sufrirá defectos congénitos.
De hecho, ya se han presentado casos de personas que han pedido
por vía judicial indemnización por los perjuicios derivados de haber
nacido y vivir en condiciones desventajosas; se espera que estas deman-
das aumenten en el futuro.
Las sociedad y la Iglesia, que defienden con tanto ardor el "dere-
cho" del conceptus a la vida, se despreocupan del niño una vez nacido;
El. ABORTO
prueba de ello es el total desamparo en que viven los gamines y demás
miserables, subproductos de nuestra católica sociedad. Es que la indig-
nación que suscita el aborto se debe más que todo al sensacionalismo
de lo aparentemente insólito; como la muerte de numerosos niños por
desnutrición es un hecho común y corriente, no es noticia, y por lo
tanto no produce el impacto de un aborto (con fotografía) en la primera
página de un periódico amarillo. Igualmente, la sociedad, que rehúsa
aceptar que el conceptus pertenece a la mujer embarazada, no hace
objeciones a que el niño se convierta en un "objeto" de los padres,
que como tal es muchas veces maltratado3. Por eso mientras los deno-
dados paladines de los derechos de los fetos no se hagan cargo de la
subsistencia de los menesterosos que pululan en las calles, carecerán
de toda autoridad moral para condenar a las mujeres que deciden abortar.
La despenalización de las leyes sobre el aborto traería otros benefi-
cios para los que nacieran: disminuiría la morbilidad y la mortalidad
perinatales infantiles, lo mismo que los nacimientos ilegítimos. Al res-
pecto, una investigación de LAUKARAN y VAN DEN BERG muestra que
la mortalidad perinatal y las malformaciones congénitas fueron signifi-
cativamente mayores entre los hijos de mujeres que experimentaron
sentimientos negativos hacia el embarazo que entre los de aquellas que
lo aceptaron.
3.3. Interés de la mujer embarazada.—A menos que se pretenda
que el Horno sapiens está motivado por el instinto ciego de procreación
característico de los animales inferiores, el bienestar físico y mental
de la mujer embarazada debe tener prelación respecto a la vida del
producto de la concepción; es lógico, entonces, que si la mujer preñada
desea el aborto, él se justifique en su interés. No obstante, algunas
sociedades han desconocido tal derecho, negándolo ya por razones de
orden religioso, ya alegando que la terminación del embarazo va en
detrimento de la salud física o mental de la mujer.
a) ¿Cuáles son las verdaderas consecuencias del aborto para la
salud física de la mujer embarazada? Es cierto que en épocas pasadas
el riesgo de complicaciones graves era considerable; pero los adelantos
La preocupación por la vida del conceptus y la simultánea despreocupación
por la del ser humano real también se observan en culturas ágrafas. Las investigaciones
de PRESCOTT muestran que mientras 55% de las sociedades que penalizan el aborto
practican la esclavitud, ello solo ocurre en 8% de las que no lo castigan; y mientras
73% de las sociedades que penalizan el aborto matan, torturan o mutilan a los prisione-
ros de guerra, esto solo sucede en 20% de las que no lo castigan. Además, es posible
que la penalización del aborto haya sido una forma más o menos inconsciente de
dominación falocrática; los estudios etnográficos comparativos indican que mientras
100% de las culturas patrilineales castigan el aborto, solo 29% de las matrilineales lo hacen.
210 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 211
de la medicina han dado un vuelco a la situación. En el momento
actual, un aborto efectuado por una persona idónea, llenando todos
los requisitos médicos pertinentes y realizado en el primero o segundo
trimestre del embarazo es mucho menos peligroso para la mujer que
dejar llegar la preñez a término. Por ejemplo, según TIETZE, entre las
mujeres de 15 a 44 años de edad, hay aproximadamente ocho veces
más muertes debidas al embarazo que al aborto en el primer trimestre,
y seis veces más que las ocasionadas por la interrupción de la preñez
en cualquier época4. Esto sin contar con el descenso de la morbilidad
y mortalidad resultantes de los abortos ilegales, pues se ha calculado
que el 34% de las muertes de mujeres embarazadas en la América
Latina se deben al aborto clandestino; y en Colombia, SÁNCHEZ TORRES
encontró que entre 1971 y 1975 la proporción de embarazadas muertas por
la misma causa, en el Instituto Materno-Infantil de Bogotá, fue de 4501o.
Al tratar del bienestar físico de la mujer preñada, cabe examinar
las consecuencias desfavorables que le acarrea el embarazo. Como dice
HERN, para muchas mujeres dicho estado no es un fenómeno tan "nor-
mal" como lo ha pretendido la noción teleológica, que ve en la maternidad
el destino primario de la hembra del Horno sapiens. Lo cierto es que,
en la práctica, el embarazo es tratado como una enfermedad, hasta el
punto de que existe una especialidad médica para atenderlo. Efectivamen-
te, la preñez ocasiona a la mujer grandes alteraciones físicas, la más
notoria de las cuales es la hipertrofia del útero, con el desplazamiento
y compresión consiguientes del contenido abdominal, que repercuten di-
rectamente en el aparato circulatorio. Hay, además, muchos otros cambios
anatómicos y fisiológicos, que van desde los relativamente benignos, como
las náuseas y vómitos, y la deformación más o menos permanente de la
piel y el tejido celular subcutáneo abdominales, hasta uno tan grave como
la toxemia gravídica. Pero lo que más pone de relieve el carácter "patológico"
del embarazo es su mortalidad. Por ejemplo, en época tan reciente como
1930, 1107o de todas las defunciones de mujeres estadounidenses entre
15 y 45 años de edad fueron debidas directa o indirectamente a él, y
si consideramos las estadísticas de mortalidad femenina en siglos anteriores,
los resultados son todavía más aterradores. Como ha sucedido con las
enfermedades en general, el progreso de la medicina ha disminuido grande-
mente su mortalidad, lo cual también se ha debido a la mayor frecuencia
del estado normal de "no embarazo"; no obstante, la preñez sigue siendo
una de las causas principales de muerte entre las mujeres de edad fértils.
4 Un hecho que los antiabortistas ignoran deliberadamente, al mismo tiempo que
exageran las pocas consecuencias desfavorables de los abortos legales.
SCHULAMITH FIRESTONE, quien puede hablar con cierta autoridad, pues por
algo es mujer, dice llanamente: "Pregnancy is barbarie".
Hay que agregar que el parto es, per se, un episodio traumático
para la mujer (e incluso para el feto). A pesar de la moderna atención
médica, durante él se presentan daños de mayor o menor gravedad
en los órganos sexuales de casi todas las mujeres; si no fuera así, los
obstetras no practicarían la episiotomía a la mayoría de las primíparas
y a muchas multíparas6. Hay razones anatómico-filogénicas que expli-
can los traumatismos del parto, En el proceso de la hominización,
el desarrollo encefálico fue mucho más rápido que la adaptación del
canal del parto a él, lo cual se agravó con la posición bípeda; por
eso el ser humano, comparado con los demás primates, nace en un
estado mucho más inmaduro, con el fin de que —por la maleabilidad
de los huesos del cráneo y el relativamente poco volumen encefálico—
se adapte mejor a la estrechez del canal. Por último, la prueba subjetiva
de la "anormalidad" del parto es el dolor que causa a la gran mayoría de
las mujeres. Y no se diga que él es producto de la "civilización", y
que las mujeres de las culturas ágrafas no lo sienten, porque esto es
un mito. No hay que confundir la ausencia de dolor con el estoicismo
para soportarlo, que es lo que manifiestan muchas de ellas, así como
sucede en el caso de los hombres y mujeres que se someten a los doloro-
sos rites de passage practicados en ciertas culturas; además, de no ser
así, el texto del Génesis, 3:16, que pertenece a uno de los pueblos más
"primitivos" de la antigüedad, nunca habría sido escrito7.
HERN señala que como la opinión tradicional define la preñez co-
mo "normal", establece también, correlativamente, que el deseo de
interrumpirla es patológico. Por ello, aunque objetiva y subjetivamente
la mujer embarazada considere que su estado es una enfermedad, los
médicos —que se orientan más hacia la enfermedad que hacía el pacien-
te, definen la "normalidad" o "anormalidad" de acuerdo con sus pro-
pias concepciones y tienen poco en cuenta las opiniones del paciente—
tienden a dictaminar que, en el caso de un embarazo no deseado, lo
patológico está en la mente de la mujer; como resultado, los posibles
tratamientos ofrecidos son la sicoterapia, el matrimonio, la adopción
del niño que nazca o una combinación de estos. Si los médicos (y los
legisladores) razonaran lógicamente y no se dejaran arrastrar por la
emotividad y la tradición, deberían concluir que el "indeseo" del emba-
razo es una complicación grave de él, una enfermedad biosocial, que
ha de ser tratada mediante el aborto.
6 Con toda seguridad, ningún médico encontraría normal que hubiera que efec-
tuar la proctotomía a un individuo cada vez que fuera a defecar.
7 Es de esperar que, con la fabricación de úteros artificiales, en un futuro no
muy lejano, el embarazo dejará de ser requisito indispensable para la reproducción
humana.
212 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 213
b) En cuanto a las consecuencias sicológicas del aborto, hay con-
senso en la opinión científica respecto a que, en la gran mayoría de
los casos, ellas son favorables para la mujer; en otras palabras, realizado
en una persona que lo desee, el aborto es verdaderamente terapéutico.
Un reciente informe técnico de la Organización Mundial de la Salud
sobre el aborto inducido concluye: "Se cuenta ahora con considerables
datos, resultantes de seguimientos cuidadosos y objetivos en muchos
países, que indican que (él) produce frecuentemente bienestar sicológico
(a la mujer) y una baja incidencia de secuelas mentales indeseables".
Los efectos negativos que se observan en unas pocas mujeres son debi-
dos principalmente a la atmósfera culpante creada alrededor de ellas
por la intolerancia social y religiosa; tales efectos también parecen estar
relacionados con las circunstancias en que se practique el aborto, el
tiempo de gestación, el tipo de intervención y las actitudes de los parien-
tes y del personal médico y paramédico involucrados.
Por el contrario, no hay duda de que la preñez no deseada complica
seriamente la vida de la mujer. Además, ciertas investigaciones sugieren
que algunas de las mujeres que no logran abortar, deseándolo, quedan
sicológicamente perturbadas. DAHLBERG cree que hay pocos suicidios
femeninos a causa de los embarazos no deseados, porque unas mujeres
logran adaptarse a la situación, otras obtienen el aborto legal y otras
el ilegal.
4. QUÉ ES EL "CONCEPTUS" HUMANO
A pesar de la existencia de razones prácticas que justifican la despe-
nalización del aborto, la opinión religiosa de que el conceptus humano
es ya un ser humano real sigue inquietando a muchas personas. Por
eso es importante analizar dicha opinión, porque si ella es cierta, plan-
tearía serias dudas éticas, filosóficas y científicas acerca de la licitud
de la interrupción del embarazo. Con este objeto, debemos establecer,
primero, qué es un ser humano real, y luego, si el conceptus humano
es un ser humano real.
No es la apariencia lo que define a un ser determinado, sino la
esencia9, es decir, una cualidad básica, real y específica no poseída
por otros seres. En el 'caso humano, ella no puede ser otra que el
8 El aborto sí puede repercutir desfavorablemente en la estabilidad emocional
del personal médico y paramédico que intervenga en él, por las razones expresadas
más adelante.
9 Por ello si se llegara a comprobar que un organismo con figura de ostra posee
la esencia humana, habría que concluir que es un ser humano funcionante.
intelectolo, cuyo substrato material es la neocorteza cerebral humana.
Definimos, entonces, al ser humano real o funcionante como aquel
que posee la capacidad orgánica real de funcionar intelectivamente,
aunque ella esté parcial o totalmente suspendida en forma transitoria.
Ahora bien, filogénicamente, se llegó al grado humano de inteligencia
cuando el primate antecesor del Horno sapiens alcanzó una adecuada
encefalización, mediante el proceso de hominización; pero, ontogénica-
mente, es imposible que ella esté presente desde la vida embrionaria o fetal.
Efectivamente, es bien sabido que el cerebro fetal permanece liso
hasta el sexto mes del embarazo, y las investigaciones indican que el
comportamiento del feto, básicamente reflejo, es controlado subcorti-
calmente. Los potenciales eléctricos de la corteza cerebral fetal son
irregulares y discontinuos, y únicamente comienzan a semejarse a los
del cerebro del niño después del séptimo u octavo mes. Pero incluso
aceptando que para esta época estuviera desarrollada la mayor parte
de la masa neuronal típica de la neocorteza humana, quedaría un gran
trecho por recorrer, porque el cabal funcionamiento de esas neuronas
únicamente se logra luego de que se establezcan entre ellas los miles
de millones de interconexiones propias de los circuitos cerebrales, lo
cual apenas comienza al final de la vida intrauterina y viene a completar-
se muchos meses después del nacimiento, en gran parte debido a la
influencia del entorno social sobre el infante. En otras palabras, em-
pleando la nomenclatura de la escuela sicofisiológica de LURIA, el ter-
cer nivel funcional del cerebro —que es el característico del ser humano—
solo viene a organizarse alrededor de los 7 años de edad' I. Por lo
tanto, lo más que se puede decir es que el conceptus del Homo sapiens
es un ser humano potencial.
Hay quienes alegan que como el ser humano funcionante es produc-
to directo de la evolución ontogénica del embrión, este tiene un carácter
esencialmente humano. Se responde diciendo que el Homo sapiens tam-
bién es producto directo de la evolución filogénica del antecesor común
del ser humano y del chimpancé, y que la diferencia entre las dos evolu-
ciones es puramente cuantitativa: mientras que la primera toma algunos
años, la segunda requirió millones; sin embargo, nadie que acepte la
realidad de la evolución biológica llamaría humano a tal antecesor.
10 La definición cristiana de ser humano como "aquel que posee alma inmor-
tal", que no tiene utilidad científica, quedaría correcta si la expresión "alma inmortal"
fuera substituida por "intelecto".
II Por ello los argumentos emocionales y efectistas de los opositores a la despe-
nalización del aborto, basados en fotografías o películas que hacen resaltar la apariencia
humana del feto o sus actos reflejos, son intelectualmente deshonestos y científicamente
ridículos.
214 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 215
El grafito es diamante potencial, puesto que, dadas las condiciones
apropiadas de temperatura y presión, se puede transformar en este;
pero a ningún joyero se le ocurriría la tontería de decir que el grafito
es diamante real, a pesar de la identidad química de estas dos formas
alotrópicas del carbono, porque el grafito no posee la esencia diamanti-
na, que es la que lo hace valioso en joyería. Quien desee comerse una
manzana, no se satisfará comiendo semillas de manzana, porque estas,
a pesar de tener la potencialidad de transformarse en manzanas, en
estado de semillas no poseen la esencia málica, que es la que le da
valor gustativo a la manzana.
La concepción no es, entonces, el momento definido que separa
al ser del no ser humano, y sostener lo contrario es una arbitrariedad
anticientífica. La fertilización es simplemente una etapa que, dentro
de un complejo proceso, enlaza íntimamente la formación de los game-
tos masculino y femenino con la división blastocística. Es importante
dejar sentado esto con claridad, porque otros arguyen que la esencia
del ser humano es el mensaje genético contenido en los cariotipos 44XY
o 44XX, presentes ya en el cigoto; pero no hay tal. El óvulo fecundado
no es sino una célula más, potencialmente capaz, eso sí, de producir
un ser humano real; pero en cuanto célula, no difiere esencialmente
de otras células humanas, como los leucocitos o las del epitelio intesti-
nal, que también contienen el mensaje genético humano12, y que en
condiciones apropiadas, empleando la tecnología adecuada, podrían
dar origen a seres humanos completos, como ya ha sido demostrado
en el caso de animales inferiores.
Es imposible fijar el momento exacto de la transformación del
ser humano potencial en real, durante el transcurso del desarrollo orgá-
nico; solo hay una certitud, y es que ello ocurre luego del nacimiento.
De ahí que sea muy discutible la opinión sostenida por TIETZE y otros,
según la cual el feto adquiere carácter humano real cuando se hace
"viable", y que ha servido a varias legislaciones para fijar el límite
del tiempo durante el cual se puede efectuar el aborto legal. Resulta
que la "viabilidad" —entendida como la capacidad de un ser vivo
para subsistir autónomamente— es un concepto bastante relativo. In-
cluso luego del nacimiento, el individuo tiene que seguir dependiendo
de la madre, del padre, de otras personas o de otros seres vivientes,
sobre todo si hace parte de un conglomerado social; estrictamente ha-
blando, ningún organismo es absolutamente viable. En realidad, como
12 Como consecuencia lógica del argumento del mensaje genético, se haría impo-
sible trabajar con cultivos de tejidos humanos, y habría que tratar la mota hidatiforme
con todas las consideraciones, bautizándola y haciéndole un entierro solemne, porque
las células de todos estos tejidos tienen completo el material genético humano.
dice CISLER, el único suceso del embarazo al cual se le puede asignar
un punto específico en el tiempo es el parto; lo demás es misticismo
y conjeturas.
El conceptus del Homo sapiens no es, entonces, In ser humano
funcionante13, sino un conjunto de tejidos vivos que están dentro del
cuerpo de la mujer embarazadaia, y sostener lo contrario es biológica
y antropológicamente erróneo; por lo tanto, dicho embrión o feto no
debería ser objeto de derecho'5 . A pesar de lo que digan la moral y
la ley, esto es lo que perciben intuitivamente las personas, por lo cual
no hacen demostraciones de duelo con ocasión de un aborto espontáneo.
Que la "personalidad" del feto es una ficción, es aceptado implícita-
mente por la ley, al establecer una edad legal (en Colombia, . los 18
años) para adquirir todos los derechos de ciudadanía (adultez), y al
prescribir una pena menor para el aborto consensual (máximo 3 años)
que para el homicidio simple (máximo 15 años).
Se podría argüir que si es aceptable el aborto, porque el conceptus
no es un ser humano funcionante, también debería aceptarse el infantici-
dio, porque los niños son seres humanos devinientes, no reales. Este
es un sofisma, una falacia analógica, en primer lugar, porque lo que
está en discusión es la despenalización del aborto, no la del infanticidio,
que ninguna persona racional, al menos en nuestra cultura, ha planteado
seriamente. Segundo, porque, en principio, todo ser vivo, humano o
no, merece protección, no porque tenga "derechos naturales" —que
no existen, ya que el "derecho" es una invención humana—, sino por-
que está ahí, haciendo parte de la naturaleza; pero entre los seres vivos
hay jerarquías "naturales", que permiten que unos (los inferiores) pe-
rezcan en beneficio de otros (los superiores) (el pez grande se come
al chico). Por lo tanto, aunque el conceptus humano puede merecer
protección, por estarle causando un problema ala mujer con un embara-
zo indeseado, y porque ontogénicamente es de mucha menor jerarquía que
ella, el aborto se justifica.
Algunos replicarían que al menos los niños que, por alguna razón,
sean indeseados o causen molestia a los padres o adultos podrían horno-
logarse con los fetos, para efectos de su eliminación. Se contesta, prime-
13 Y no es "inocente" ni "culpable" de cosa alguna. Por consiguiente, el argu-
mento emotivo de los antagonistas del aborto, según el cual con él se atenta contra
la vida de un "inocente", es irrelevante.
14 En términos inmunológicos, es un cuerpo extraño.
15 El derecho civil colombiano acepta esta opinión, pues para él, la persona co-
mienza a existir al nacer (C. C., art. 90), aunque otra cosa conceptúa el derecho
penal, influido como ha estado por las ideas religiosas tradicionales. El Código Civil
argentino es excepcional, pues considera que la persona existe desde la concepción (art. 70).
216 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 217
ro, que el niño (ser humano deviniente) es de mayor jerarquía que
el conceptus (ser humano potencial); por lo tanto, no son exactamente
homologables. Segundo, que a pesar de que en los actos humanos debe
primar la razón sobre la emoción, esta sigue teniendo relevancia. Es
evidente que, en el ser humano promedio, el niño genera sentimientos
de protección por el simple mecanismo del esquema infantil de Lo-
RENZ; esta reacción emotiva es suficiente razón para que el Estado,
en aplicación del ethos vigente, proteja la integridad de ese ser humano
deviniente, no obstante las molestias que ello pueda causar a algunas
personas.
5. ACTITUDES RESPECTO DEL ABORTO
El caso del aborto es otro ejemplo de la incongruencia entre lo
que ordenan la ley y la moral en materia sexual y lo que creen y
practican en privado las personas. Descontando la burla que se hace
de las normas antiaborto en las sociedades represivas, las investigaciones
muestran que la mayoría de los miembros de ellas favorecen la liberali-
zación de tales leyes; quienes se oponen son, como siempre, minorías
fanáticas, muy influyentes sobre los poderes públicos. Es interesante
notar que la mayoría de los católicos, ora en países donde son nominal-
mente mayoritarios, como en Francia, ora en donde son minoría, como
en los Estados Unidos, aprueban el aborto, por lo menos en ciertas
circunstancias; es también de anotar el hecho de que la proporción
de mujeres católicas que abortan es igual o mayor que la proporción de
católicas correspondiente a la población general. Esto prueba que los
mandatos eclesiásticos, en materia sexual, ejercen mínima influencia
en los individuos; de ahí que la Iglesia tenga que acudir al poder civil
para tratar de forzar su cumplimiento.
En cuanto a la posición de los médicos, todavía quedan fuertes
núcleos (sobre todo en los países católicos) que contemplan con horror
la eventualidad de efectuar un aborto a solicitud de la mujer. Esta
actitud, puramente emocional, resulta de que la medicina —influida
por la concepción mística de la vida que enseña la religión— ha profesa-
do la falsa idea de que aquella es "sagrada" en términos absolutos,
y que el deber es mantenerla, aunque ella no sea realmente humana
o produzca grandes sufrimientos —inmediatos o futuros— a los seres
afectados. La preservación de la vida en un sentido absoluto no debería
ser la finalidad imperativa de la medicina, porque lo que verdaderamen-
te cuenta es la calidad de tal vida, valorada por el grado de displacer,
subjetivo u objetivo, que produzca a la persona. En otras palabras,
la función primordial del médico no debería ser conservar la vida a
toda costa, sino eliminar o mitigar el displacer existencial del ser huma-
no, y el mantenimiento de aquella habría de estar subordinado a esta
tarea fundamenta116.
6. TIPOS DE LEGISLACIONES SOBRE EL ABORTO
Las legislaciones sobre el aborto se pueden clasificar en cuatro
tipos: 1)prohibitivas, 2) restrictivas, 3) liberales y 4) permisivas.
1) Las legislaciones prohibitivas penalizan el aborto sin excepción
alguna. Tal es el caso de la colombiana (C. P., arts. 343 a 345). Véase,
sin embargo, la sección 5 del capítulo X.
2) Las restrictivas solo permiten su práctica con el fin de salvar
la vida de la mujer, si esta se halla gravemente amenazada por una
enfermedad somática.
3) Las liberales, además de la salud física de la mujer, tienen en
cuenta otras razones, lo cual permite subdividirlas en a) moderadas,
y b) amplias. Las primeras aceptan también como motivo del aborto
la salud mental de la mujer; las segundas extienden todavía más la
justificación, para que incluya razones socioeconómicas, malformacio-
nes fetales, embarazo por violación, etc.
4) Las permisivas no restringen el aborto sino en estado avanzado
de preñez. Por lo demás, se limitan a regular las condiciones en que
se practique; por ejemplo, exigiendo que sea realizado pór un médico
y en un hospital.
En los últimos años, ha habido una clara inclinación a liberalizar
las leyes sobre el aborto en la mayoría de los países. Por ejemplo,
mientras que en 1969 casi dos tercios de la población mundial vivían
bajo legislaciones de tipo 1 o 2, 18 años después esta relación se
ha invertido, puesto que alrededor del 80% de los seres humanos viven
bajo legislaciones de tipo 3 o 4.
7. CONCLUSIÓN
En ningún momento de su desarrollo el conceptus del Homo sa-
piens corresponde a la definición de ser humano real, la cual implica
16 En Colombia, las opiniones parecen estar cambiando. Una encuesta realizada
por la Sociedad Colombiana de Obstetricia y Ginecología, entre un grupo de médicos
de Bogotá, muestra que 89% de ellos están a favor de la liberalización de la actual
legislación sobre aborto; 46% opinan que la liberalización debe llegar hasta el tipo
3b de la clasificación en la siguiente sección; y22% de los católicos practicantes efectua-
rían el aborto personalmente.
EL ABORTO 219218 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
capacidad de razonamiento, volición y relación consciente con otros
seres humanos. El embrión o feto del Homo sapiens es un ser potencial-
mente humano, cuyo "derecho" a la vida (si es que lo tiene) debe
estar supeditado al derecho del ser humano funcionaste —que es la
mujer en cuyo cuerpo se está formando— a no ser sometido, contra
su voluntad, a soportar un organismo que se desarrolla por efecto de
mecanismos simplemente vegetativos. Uno de los aspectos más aberran-
tes del problema del aborto es que hubieran sido los hombres —quienes,
por obvias razones, nunca quedan embarazados— los que impusieran
a las mujeres la obligación de sufrir, quiéranlo o no, los inconvenientes
de la preñez; o que sean ellos —actuando como médicos— los que
autoricen o nieguen el aborto deseado por la mujer; la misma condición
biológica del varón lo inhabilita para prohibir a la mujer el control
de su propio cuerpo. Por lo tanto, la decisión de que el conceptus
humano llegue a nacer corresponde exclusivamente a ella.
Como dice CALLAHAN, al proclamar la supremacía de la vida del
conceptus respecto a otros derechos humanos, la Iglesia católica: a) des-
carta la existencia de responsabilidad y decisión humanas; b) desconoce
la amplia variedad de derechos, relaciones y obligaciones de los seres
humanos; c) considera que el acervo de conocimientos y experiencias
relativos al aborto son moralmente irrelevantes; d) no ofrece posibili-
dad alguna de solución a las crisis que se puedan presentar en las mujeres
embarazadas, no porque estén en conflicto moral con los fetos, sino
porque tienen obligaciones importantes con ellas mismas o con otras
personas (sus hijos reales, por ejemplo); e) con su rigidez apriorística,
niega la existencia de situaciones especiales; f) presume la existencia
de un inflexible ordenamiento de valores, derechos y obligaciones, lo
cual es totalmente opuesto a la realidad humana, que se basa en la
historia, en los contextos circunstanciales y en la capacidad de elegir.
En cuanto al aspecto social del problema, no hay prueba alguna
de que la despenalización del aborto haya sido nociva para la comuni-
dad, ni que haya significado pérdida del respeto a la vida humana
en general. Por otra parte, las legislaciones antiaborto son:
a) Caprichosas e injustas, porque solamente una mínima parte
de los abortos clandestinos se descubre y castiga17, y porque son pre-
ponderantemente las mujeres pobres las que sufren su rigor, ya que
carecen de la información, de la influencia y del dinero necesarios para
lograr un aborto (legal o ilegal) en condiciones médicas satisfactorias;
por eso se ha dicho que el aborto es un crimen de clase. Además,
17 Generalmente, lo que desencadena la acción legal es la muerte de la mujer
como consecuencia del aborto.
si las autoridades actuaran en estricta consonancia con las leyes, debe-
rían investigar a los centenares de miles de colombianas que usan dispo-
sitivos intrauterinos, a los médicos que los implantan y a quienes los
distribuyen, porque el DIU es probablemente abortivo.
b) Inútiles, porque la prohibición legal no impide el aborto18; sim-
plemente lo hace peligroso y degradante. El feto está virtualmente muer-
to desde el momento en que la mujer decide librarse de él, y de nada
valdrán las amenazas de sanciones morales o legales, las cuales, por
lo demás, son a menudo desconocidas por las mujeres que abortan.
El contraargumento de que las leyes que prohíben el asesinato y el
robo son frecuentemente infringidas no es válido, porque no existen
personas razonablemente decentes e ilustradas que propugnen la aboli-
ción de tales leyes, o que aleguen que el asesinato es moralmente permisible.
Deben, pues, derogarse las disposiciones de la ley colombiana rela-
tivas al aborto, y reemplazarse con un estatuto de tipo 4 (o al menos
3b), .por ser el único que resulta eficaz para disminuir la incidencia
del aborto ilegal y la morbilidad y mortalidad consiguientes19; y porque
está de acuerdo con los aspectos éticos, filosóficos y científicos del
problema20.
111 Según un cálculo de TIET, 70% de los abortos legales practicados en los
Estados Unidos luego de la sentencia de la Corte Suprema que los despenalizó, hubieran
sido efectuados de todos modos, aunque la ley no hubiera sido modificada.
19 Por ejemplo, luego de que las leyes sobre aborto fueran liberalizadas en Hun-
gría y Checoslovaquia, en pocos años se logró un descenso de la mortalidad por causa
de él de 50 y 75%, respectivainente. En los Estados Unidos, la mortalidad por aborto
espontáneo o ilegal en 1974 (dos años después de la despenalización) fue 69% menor
que en 1971. En cambio, en Rumania, debido a la aprobación de una ley restrictiva
en 1966, la mortalidad por aborto en 1971 aumentó en un 5690/o, comparativamente
con la de 1965.
20 El primer tratadista del derecho moderno que propugnó la despenalización
del aborto fue BALLESTRINI, en 1888. El primer país moderno que la llevó a cabo
fue la Unión Soviética, en 1920.
PARTE TERCERA
PROBLEMAS SEXUALES
CAPÍTULO XVI
INTRODUCCIÓN
1. QUÉ ES EL PROBLEMA SEXUAL
Los pioneros de la sexología, que en su inmensa mayoría tenían
una formación básica médica, con raras excepciones (como HAVELOCK
ELLIS e IWAN BLOCH), aplicaron al comportamiento sexual conceptos
de salud y enfermedad tomados directamente de la medicina y funda-
mentados en la erotofobia cultural, según los cuales solo es "normal",
"natural" o "saludable" el ejercicio de la función sexual con finalidad
exclusiva o primariamente reproductora. La aparición del movimiento
sicoanalítico fue un refuerzo poderoso de la concepción médica de la
conducta sexual, puesto que, en general, siquiatras y sicoanalistas abra-
zaron con fervor las ideas freudianas relativas a la sexualidad, que
pueden resumirse en lo siguiente: en la cultura occidental, únicamente
hay dos opciones normales para el impulso sexual de la persona adulta:
dirigirlo hacia la procreación o sublimarlo. Por consiguiente, las activi-
dades sexuales adultas que buscan el placer con exclusión de la reproduc-
ción quedaron reducidas a la categoría de "patológicas", "neuróticas"
o, en el mejor de los casos, "inmaduras". Todo comportamiento sexual
adulto disfuncional (con la sola excepción de los de origen orgánico
evidente), parafílico o simplemente extraño fue entonces explicado co-
mo resultado del conflicto inconsciente causado por la resolución insa-
tisfactoria del complejo de Edipo, o con una variante de este tema.
Al quedar restringida la función sexual "normal" a la reproduc-
ción, prácticamente todas las expresiones puramente placenteras de la
sexualidad fueron clasificadas dentro del campo de la sicopatología,
y sujetas a las especulaciones —más fantásticas que científicas— de
los sexólogos pioneros, quienes se dedicaron a estudiarlas con gran
entusiasmo, pero con el mismo espíritu del anatomopatólogo que exami-
na un espécimen de autopsia. Por ello, comenzando con la Psychopathia
sexuales de KRAFFT-EBING, los primeros tratados de sexología eran más
que todo colecciones casuísticas de los actos sexuales humanos más
atípicos y repugnantes, salpicadas de teorizaciones'más o menos dogmá-
ticas y arbitrarias acerca de las causas de tales "perversiones del instinto
genésico".
224 PROBLEMAS SEXUALES
La sexología moderna —en gran parte obra de científicos, como
KINSEY, que por venir de disciplinas no médicas han esquivado la tram-
pa de ver patológica toda conducta sexual no procreadora—, ha llegado
a la conclusión siguiente: con excepción de aquellas que tienen causas
orgánicas, no existen "enfermedades sexuales", sino personas con pró-
blemas sexuales, resultantes principalmente de a) el conflicto sicológico
entre el impulso natural a satisfacer el apetito sexual y las normas
erotófobas impuestas más o menos coactivamente por la sociedad, o
interiorizadas por el individuo; b) la ignorancia de los diversos compo-
nentes y mecanismos de la función erótica, originada también en la
erotofobia cultural.
El problema sexual puede definirse como la creencia, orientación,
estado o comportamiento sexual que subjetivamente frustra o disminu-
ye el placer específico deseado, o que tiene consecuencias síquicas o
somáticas nocivas (indeseables) para el individuo, la pareja sexual o
los demás. Por lo tanto, quedan excluidos de esta definición los proble-
mas que atañen exclusivamente a la función reproductora.
2. CLASIFICACIÓN DE LOS PROBLEMAS SEXUALES
Tanto la terminología sexológica como la clasificación de los pro-
blemas sexuales han sido en extremo confusas e inapropiadas. Los trata-
dos de "sicopatologia sexual" típicamente emplean términos carentes
de utilidad descriptiva y les infunden tono peyorativo, como "perver-
sión", "aberración", "impotencia", "frigidez", etc. Aunque todavía
no hay consenso entre los especialistas, se están haciendo esfuerzos
tendentes a unificar la nomenclatura de los problemas sexuales, em-
pleando las expresiones más adecuadas posibles. En este sentido, investi-
gadores como MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN han hecho contribuciones
parciales importantes. Cabe mencionar también la clasificación de los
problemas sicosexuales (psychosexual disorders) del Diagnostic and sta-
tistical manual of mental disorders —3rd ed.— (DSM III), publicado
por la American Psychiatric Association; ella está basada en los trabajos
de KAPLAN y se separa radicalmente de las ideas tradicionales profesa-
das por la siquiatría. Igualmente, merecen consultarse la clasificación
de las disfunciones sexuales de SCHOVER y colaboradoresl, y la de las
disfunciones sexuales masculinas de BENKERT y colaboradores2.
I L. R. SCHOVER, J. M. FRIEDMAN, S. J. WEILER, J. R. HEIMAN, J. LOPICCOLO,
"Multiaxial problem-oriented system for sexual dysfunctions". Arch. Gen. Psychiatry,
39: 614-619, 1982.
2 O. BENKERT, W. MAIER, F. HOLSBOER, "Multiaxial classification of male se-
xual dysfunction". Br. J. Psychiatry, 146: 628-632, 1985.
31111~111111‘,
Nuestra clasificación de los problemas sexuales los divide esencial-
mente en dos grandes grupos: a) problemas menores, y b) problemas
mayores.
a) Damos el nombre de problemas sexuales menores a la multitud
de dificultades que pueden presentarse en la vida sexual de las personas,
debidas fundamentalmente a la mala educación sexual por acción u
omisión, y cuyo tratamiento es relativamente simple para quien posea
los necesarios conocimientos sexológicos. Como son tan numerosos,
su clasificación es casi imposible y no tiene utilidad práctica; sin embar-
go, son fácilmente identificados por el terapeuta sexual. A continua-
ción, nos limitaremos a enunciar algunos ejemplos: los de los niños
y preadolescentes, referentes a la sexualidad de ellos y de los adultos.
Los de los padres, relativos a la sexualidad de los hijos. Los de los
adolescentes y adultos, referentes a los aspectos sexuales de las relacio-
nes humanas. Los de las personas de todas las edades, referentes a
los tipos y ritmos de actividad sexual. Los relativos a las diferencias
individuales en la función sexual. Los relativos a la variabilidad socio-
cultural de la conducta sexual. Los referentes al efecto de las enfermeda-
des sobre la actividad sexual, etc. En el siguiente capítulo, describiremos
algunos de los problemas sexuales menores más representativos.
b) Los problemas sexuales mayores son aquellos que tienen causas
más complejas, de tipo síquico (sicosocial), somático o mixto, y requie-.
ren tratamiento especializado, aunque algunos de ellos también presen-
tan el componente de ignorancia sexual, típico de los problemas menores.
Fenomenológica o sintomáticamente, pueden clasificarse como sigue:
1. Disfunciones sexuales
1.1. Disfunciones de la fase apetitiva
1.1.d. Por defecto (hipoapetito sexual, Id poli b ido)
1.1.d.m. Masculina
1.1.d. f . Femenina
l.l.e. Por exceso (hiperapetito sexual, hiperlibido)
1.1.e.m. Masculina
l.l.e.f. Femenina
1.2. Disfunciones de la fase relacional
1.3. Disfunciones de la fase estimulatoria
1.4. Disfunciones de la fase excitatoria
1.4.c. En el plano central o síquico (disfunción excitatoria
propiamente dicha)
1.4.c.m. Masculina
1.4.c.f. Femenina
1.4.p. En el plano periférico o somático
INTRODUCCIÓN
226 PROBLEMAS SEXUALES INTRODUCCIÓN 221
1.4.p.m. Masculina (disfunción erectiva)
1 .4.p.f. Femenina
1.5. Disfunciones de la fase orgásmica
1.5.c. En el plano central o síquico (disfunción orgásmica pro-
piamente dicha)
1.5.c.m. Masculina
1.5 .c.m. 1 . Orgasmo retardado (eyaculación
retardada)
1.5.c .m.2. Anorgasmia
1.5.c. f. Femenina
1.5.p. En el plano periférico o somático
1.5.p.m. Masculina (aneyaculación)
2. Problemas sexuales paradisfuncionales
2.1. Orgasmo prematuro
2.1.m. Masculino (eyaculación prematura)
2.1.f. Femenino
2.2. Vaginismo
2.3. Dispareunia
2.3.m. Masculina
2.3.f. Femenina
2.4. Aversión sexual
2.4.m. Masculina
2.4.f. Femenina
3. Otros problemas sexuales
3.1. Homosexualidad egodistónica
3.2. Transexualismo (disforia genérica)
3.3. Parafilias
3.4. Incesto
3.5. Problemas sexuales de los lisiados
3.6. Síndrome inmunodeficitario adquirido (SIDA)
Debe tenerse presente que la clasificación de los problemas sexuales
en menores y mayores no es absoluta, ya que, en ocasiones, los primeros
resultan difíciles de tratar, y algunos mayores se resuelven empleando
métodos educativos.
3. TRATAMIENTO DE LOS PROBLEMAS SEXUALES
Aquí solo suministraremos una información muy sucinta, primero,
porque este es un libro de sexología normal, no un texto de terapia
sexual. Segundo, porque consideramos que la mayoría de los problemas
menores pueden ser resueltos satisfactoriamente por quien haya asimila-
do lo dicho hasta ahora, y asimile lo que se dirá en el capítulo siguiente.
Hasta hace muy poco tiempo se creía que el tratamiento de los
problemas sexuales era de exclusiva competencia de la siquiatría, en
concordancia con la presunción sicoanalítica del origen inconsciente
profundo de todos ellos. Sin embargo, por las razones expuestas atrás,
el modelo médico-sicoanalítico es inadecuado para tratar los problemas
sexuales menores (que son la mayoría), y los mayores que no sean
de etiología exclusiva o predominante orgánica. Este mismo esquema
conceptual ha impedido que la gran mayoría de los médicos reciban
educación sexológica formal en los estudios de pregrado o de especiali-
zación; educación que debe hacer énfasis en los aspectos humanísticos,
socioantropológicos y sicológicos (etológicos humanos) de la sexuali-
dad, en los cuales la formación médica es extremadamente deficiente.
Además, como la finalidad tradicional de la medicina ha sido salvar
o prolongar la vida, aun a costa de grandes sufrimientos para el pacien-
te, el médico sin formación sexológica ha llegado a considerar el dolor
como algo connatural a su profesión, y puede no comprender la función
del terapeuta sexual —que es promover la obtención del placer—, o
sentirse incómodo ejerciéndola. ¿Quiere decir esto que los médicos no
pueden entenderse con los problemas sexuales? Todo lo contrario. El
médico debe tratar los problemas sexuales menores de las personas
que lo consulten; pero para que pueda hacerlo eficazmente, necesita
tener una formación sexológica sólida, dejar de lado el modelo de trata-
miento inculcado por su profesión básica y actuar como educador y
terapeuta sexual. Por supuesto, el médico es quien debe tratar también
los problemas sexuales mayores de origen orgánico.
Por otra parte, el grueso de los sicólogos tampoco está adecuada-
mente capacitado para entenderse con los problemas sexuales, ya que
(como sucede con los médicos) durante los estudios profesionales no
reciben enseñanza sexológica formal, ni aprenden a tratar las disfuncio-
nes sexuales de causa orgánica (y tampoco pueden hacerlo legalmente),
cuya incidencia parece ser mucho mayor de lo que se creía hasta hace
poco. Además, su falta de entrenamiento anatomoclínico los incapacita
para hacer el examen sexológico, sin el cual —de acuerdo con los recien-
tes estudios sobre erotismo vaginal— quedaría incompleta la evaluación
inicial de la mujer que consulte por disfunción orgásmica coital.
Fuera de las cualidades generales que debe poseer todo terapeuta,
el terapeuta sexual ha de llenar ciertos requisitos específicos, como
los siguientes: a) tener sólidos conocimientos sexológicos; b) tener ple-
na conciencia de su propia sexualidad, y no permitir que ella influya
en el tratamiento del problema del consultante; c) sentirse perfectamen-
te cómodo discutiendo cualquier tipo de problema sexual; d) sobre
todo, tener absoluta tolerancia hacia las opiniones y prácticas sexuales
228 PROBLEMAS SEXUALES 1NTRODUCCR5N 229
ocivas •ara otr. individuos. Defini-
erapeuta sexual ceceo la persona que tiene sóli os conoci-
mientos sexológicos, particularmente en los aspectos biológicos, sicológicos
(etológicos) y socioculturales atinentes a la génesis de los problemas
sexuales, entrenamiento práctico en la identificación de las causas de ,
ellos y en el tratamiento de los que no sean de origen exclusiva o
predominantemente orgánico, actitud tolerante hacia las opiniones y
conductas sexuales del consultante que no sean nocivas, y la aptitud
necesaria ara establecer la relación terapéuti
Para el buen resultado de la terapia sexual, se requieren también
ciertas condiciones mínimas en el consultante, especialmente si el pro-
blema es una disfunción sexual. Las principales son: a) motivación
sincera para mejorar su problema personal y el de la pareja; b) capaci-
dad intelectiva suficiente para comprender las explicaciones que se le
suministren; c) condiciones ambientales que le permitan cumplir las
instrucciones y tareas terapéuticas que se le den3.
En general, es la percepción subjetiva del consultante la que estable-
ce la existencia del problema sexual. Sin embargo, si el terapeuta no
interroga, muchas dificultades eróticas pueden quedarse sin descubrir,
porque las personas son reacias a manifestarlas, por falso pudor. No
es raro que a la consulta médica lleguen individuos quejándose de sinto-
matologia diversa, cuya causa no es revelada por el examen clínico
o los paraclínicos, pero que se encontraría si se investigara la función
sexual del consultante. KOLODNY y colaboradores recomiendan a los
médicos hacer rutinariamente un sencillo interrogatorio, que sirve para
descubrir prácticamente cualquier problema sexual:
a) ¿Tiene actividades sexuales en el momento actual?
b) ¿Está satisfecho(a) con su actividad sexual? — ¿Por qué no?
c) Para el hombre: ¿Tiene problemas erectivos? — Tiene proble-
mas eyaculatorios? Para la mujer: ¿Tiene dificultad para excitarse se-
xualmente? — ¿Siente dolor durante el coito? — ¿Tiene dificultad para
el orgasmo?
d) ¿Tiene alguna duda o algún problema referente a la sexualidad
que desee comentar?
Según ANNON, la terapia de los problemas sexuales que no sean
de origen somático puede suministrarse en cuatro grados de complejidad
creciente: a) el permisivo, b) el informativo, c) el sugestivo específico,
y d) el intensivo. En los dos primeros grados, el terapeuta actúa esen-
cialmente como educador, desvirtuando científicamente los mitos se-
xuales que estén influyendo en el problema del consultante, y asegurándole
3 Hasta cierto punto, la función erótica es una "función de lujo".
que su conducta erótica nada tiene de anormal, mientras no sea lesiva
para otros. En el tercero, el terapeuta pasa a dar instrucciones específi-
cas para el comportamiento durante el acto sexual, y asigna tareas
no sexuales que contribuyan a modificar la conducta del consultante
en el sentido deseado. En el cuarto, se requiere ya utilizar técnicas
sexoterapéuticas formales. Los problemas sexuales menores son trata-
dos en los dos primeros grados. Las disfunciones sexuales, principal-
mente en el tercero, pero también en los dos primeros y en el cuarto.
En este último se tratan igualmente las parafilias que lo justifiquen.
de las personas, mientras no
mos, pues, a
Educador sexual. Es la persona que posee sólidos conocimientos
en las principales áreas de la sexología, y aptitudes pedagógicas para
idear, organizar y desarrollar programas colectivos o individuales, for-
males o informales de educación sexual positiva para individuos de
diversas edades y niveles educativos.
Como ya se dijo, este es el nombre que reciben la multitud de
dificultades de la vida sexual de las personas, debidas a la ignorancia
de la realidad sexual humana, y cuyo tratamiento es básicamente educa-
tivo. En el presente capítulo daremos algunos ejemplos de ellos, pero
antes precisaremos las siguientes definiciones:
Educación sexual positiva. Es el proceso formativo e informativo
que permite a la persona adquirir un conocimiento razonado y científico
de la sexualidad humana acorde con su desarrollo intelectual, una acti-
tud tolerante hacia las opiniones y conductas sexuales de los demás,
mientras no sean nocivas, y la capacitación para ejercer responsable-
mente, en el momento oportuno, la función sexual en sus modos erótico
y reproductor.ign contraposición, definimos 1 ducación sexual negati-
va como el proceso formativo e in ormativo, a menudo por omisión,
que crea en la persona el sentimiento de que el ejercicio autónomo
de la función sexual en su modo erótico es incorrecto, inmoral o anor-
mal, y que él solo está justificado en un contexto amatorio o reproductor.
1. INTRODUCCIÓN
PROBLEMAS SEXUALES MENORES
CAPÍTULO XVII
2. PROBLEMAS DE LOS PADRES CON RESPECTO
A I.A EDUCACIÓN SEXUAL Y LA SEXUALIDAD INFANTILES
La educación sexual de los niños es un derecho de estos y una
obligación de los padres y la sociedad. Esta afirmación parece perogru-
llesca, pero lamentablemente muchas personas, incluyendo prestantes
profesionales de la siquiatría, todavía propugnan la "importancia del
mito" como método pedagógico sexual, o la educación sexual por omi-
sión, que son modalidades negativas. Esto sucede muchos años después
de que FREUD —en uno de sus pocos textos que no permiten
refutación— defendiera enérgicamente la educación sexual infantil, y
condenara "la práctica general de ocultar a los niños el mayor tiempo
posible todo conocimiento sexual para otorgarles luego, con frases am-
pulosas y solemnes, una media explicación, que casi siempre llega tarde".
La educación sexual debe tener en cuenta la etapa vital en que
se encuentre el niño, ya que la capacidad de comprensión varía con
la edad, como sucede también con el significado de las preguntas que
hace. En la mayoría de los casos, la curiosidad de los niños prepúberes
está dirigida hacia los aspectos reproductores de la sexualidad, por
no estar interesados en las modalidades propiamente eróticas de ella;
además, es a la madre a quien generalmente están dirigidas las preguntas
sexuales de los niños de uno y otro sexo.
La educación sexual es un elemento integral del desarrollo humano,
y no se suministra exclusivamente en forma activa, sino también pasiva-
mente, mediante los silencios, amenazas y mentiras de los padres y
adultos, o mediante las fabulaciones de los compañeros etarios, no
pocas veces con lamentables consecuencias. De hecho, en nuestra cultu-
ra, así es como han sido maleducados sexualmente la mayoría de los
niños y adolescentes. Tampoco hay que creer que la educación sexual
positiva consiste en enseñar a fornicar. De lo que se trata es de preparar
al niño para que sea capan de aceptar con naturalidad las diferentes
etapas y manifestaciones del complejo fenómeno sexual humano, según
las condiciones de su estado específico de desarrollo.
La educación sexual es, entonces, necesaria para el desarrollo salu-
dable del individuo; con este objeto, debe proporcionarse al niño toda
la información que solicite, en forma verídica y al alcance de su com-
prensión. Es decir, ella debe ser adecuada a sus necesidades y suministra-
da con naturalidad por los adultos más llamados a hacerlo —padres
y maestros—, quienes, obviamente, deben tener un conocimiento sufi-
ciente de la sexualidad y la capacidad mínima para transmitirlo. La
ocultación y tergiversación mitológica de los hechos sexuales interfieren
en el desarrollo armónico del niño, socavan su confianza en los adultos
y le crean malicia. Es también importante que los niños tengan la opor-
tunidad de efectuar ciertas actividades sexuales, ideadas por ellos mis-
mos, de acuerdo con la etapa de su desarrollo. Se debe permitir el
ejercicio de la curiosidad del niño por su propio cuerpo, por el de
los amiguitos y por el de los padres, sin que esto signifique que ellos
tengan que hacer sesiones de nudismo frente a los hijos.
Los padres deben, pues, convencerse de que las manifestaciones
de la sexualidad infantil son completamente normales y necesarias, den-
PROBLEMAS SEXUALES MENORES 231
232 PROBLEMAS SEXUALES PROBLEMAS SEXUALES MENORES 233
tro del proceso de desarrollo y maduración del niño (o niña). La preven-
ción primaria de muchas disfunciones sexuales del adulto depende de
las actitudes positivas de los padres con respecto a la sexualidad de
los hijos, y de su capacidad para guiarla, moldearla y validarla en
forma saludable, como sucede con los demás comportamientos infanti-
les. Es absurdo y nocivo inculcar a los niños sentimientos de culpabili-
dad por los juegos sexuales que realicen o por las actividades
masturbatorias. En general, solo se debe interferir en los actos sexuales
infantiles cuando son efectuados entre niños prepúberes y adolescentes
o adultos, o cuando son impuestos a unos niños por otros mucho mayo-
res. El mensaje positivo que, sobre los órganos sexuales y su uso, han
de transmitir permanentemente los padres a los hijos no es óbice para
que se les inculque paralelamente la noción de que las actividades sexua-
les no deben realizarse en público, no porque sean sucias, malas o
vergonzosas, sino porque en todas las sociedades humanas existen nor-
mas de comportamiento que es conveniente acatar. Es decir, a los niños
se les puede enseñar responsabilidad y buenos modales sexuales, así
como se les enseñan otros buenos modales, por ejemplo, alimenticios.
En conclusión, los padres y la sociedad deben aceptar como natural
el ejercicio de la sexualidad infantil, canalizarlo en forma positiva y
suministrar la educación sexual que corresponda a cada una de las
etapas de la vida infantil. Infortunadamente, la ignorancia general sobre
la realidad del fenómeno sexual humano hace que, en la actualidad,
estos principios no puedan concretarse en hechos.
3. DIFERENCIAS INDIVIDUALES EN LA INTENSIDAD DEL APETITO SEXUAL
Como ya se sabe, por lo general el deseo sexual masculino es más
intenso y frecuente que el femenino, lo cual es reforzado por la igual-
mente mayor excitabilidad del hombre con los estímulos sicosexuales.
La mujer, que tiende a percibir la interacción con el hombre en términos
románticos, puede interpretar mal las solicitudes muy frecuentes de
actividad sexual por parte de este, y sentirse importunada o tratada
como "cosa". La solución del problema consiste en explicarle a la
mujer que el mayor deseo sexual del varón es completamente normal,
que el erotismo en sí no tiene nada de degradante y que si el hombre
no la viera como un "objeto sexual", sería imposible para él excitarse
y tener una erección. Se le debe señalar, además, que cuando ella obtiene
placer durante la actividad sexual con la pareja, es esta la que, a su
vez, le está sirviendo de "objeto sexual". Por otra parte, si el varón
solicita la actividad sexual en momentos verdaderamente inoportunos,
se le puede llamar la atención sobre ello.
4. TOMA DE LA INICIATIVA SEXUAL
Aunque usualmente es de esperar que el hombre tome la iniciativa
en la actividad sexual, es perfectamente normal que esto sea hecho
también por la mujer, sobre todo si se considera que la aparición del
apetito sexual no tiene por qué coincidir en los dos miembros de la
pareja. Sin embargo, hay mujeres que se inhiben de hacerlo, a pesar
de sentir deseos, con la consiguiente frustración si, coincidencialmente,
el hombre no busca la actividad sexual en ese mismo momento. La
solución del problema consiste en señalarle a la mujer (y al hombre,
cuando profesa la misma creencia) el error en que está.
5. DISCREPANCIAS REFERENTES A LOS TIPOS DE ACTOS SEXUALES
Algunas veces uno de los miembros de la pareja sexual (más proba-
blemente el hombre) desea practicar actos eróticos diferentes del coito
vaginal, los cuales son vistos con desagrado o rechazados por el otro
miembro. Este problema puede resolverse explicándole a la persona
más inhibida que las variaciones de la actividad sexual son absolutamen-
te normales, porque cumplen el objetivo de la función erótica, y que
la superación de su inhibición le permitirá tener una vida sexual más
satisfactoria.
DISFUNCIONES SEXUALES 235
CAPÍTULO XVIII
DISFUNCIONES SEXUALES
1. INTRODUCCIÓN
La disfunción sexual es un problema que consiste en la ausencia
o deficiencia del fenómeno característico de alguna de las fases de la
función erótica, generalmente cuando ella es ejercida con una pareja,
aunque en raras ocasiones puede ocurrir durante la actividad autoeróti-
ca. Se presenta ora en todas las oportunidades y con todas las parejas
(disfunción primaria), ora selectivamente o en ciertas circunstancias
(disfunción secundaria). Hay que distinguir también entre la disfunción
verdadera, que es la que ocurre a pesar de que se llenen todos los
requisitos necesarios para el cumplimiento de la fase correspondiente
de la función erótica, y la seudodis función, que resulta de la ausencia de
alguna de dichas condiciones. Estos son los problemas sexuales ma-
yores que se encuentran más frecuentemente en la consulta, y pueden
afectar tanto a la actividad heterosexual como a la homosexual.
Hasta hace unos 25 años, se consideraba que la gran mayoría de
las disfunciones sexuales eran de origen síquico (sicosocial), y que solo
una pequeña minoría (5-10%) eran de causa somática'. Además, de
acuerdo con los postulados sicoanalíticos, se aceptaba que todas las
disfunciones sexuales síquicas tenían origen mediato en los conflictos
inconscientes de la infancia. Los estudios de MASTERS y JOHNSON intro-
dujeron concepciones muy diferentes con respecto a la etiología de
estos problemas, al establecer que la gran mayoría de ellos no se debían
a causas síquicas profundas y remotas, sino a factores relativamente
simples e inmediatos, como la influencia negativa de la cultura y la
ignorancia de la fisiología sexual2.
I La división etiológica éntre problemas síquicos (mentales) y somáticos ("orgá-
nicos"), aunque de utilidad práctica, es incorrecta, estrictamente hablando, porque
todos los problemas mentales tienen necesariamente un substrato neurofisiológico (or-
gánico). Lo que sucede es que este substrato es mucho menos conocido que el de
los problemas somáticos.
2 Antes de la publicación de los trabajos de MASTERS y JOHNSON, otros autores
—como ALBERT ELLIS y ... ¡JOHN HUNTER, en el siglo habían señalado aisla-
damente algunas de las causas específicas de las disfunciones sexuales.
Sin embargo, la práctica misma de la terapia sexual, según las
premisas etiológicas de MASTERS y JOHNSON, refinadas por KAPLAN y
otros autores, la invención de métodos más precisos de diagnóstico
de las causas orgánicas y los estudios sobre el erotismo vaginal han
hecho modificar los conceptos sobre la etiología de las disfunciones
sexuales en la siguiente forma:
a) Un apreciable número de ellas tiene causas mixtas, síquicas y
somáticas, que se combinan en proporciones variables.
b) La disfunción erectiva tiene causas orgánicas exclusivas o predo-
minantes en una proporción mucho mayor de lo que antes se creía.
c) Muchos casos de disfunción orgásmica coital femenina pueden
deberse a la deficiente estimulación de la zona erógena vaginal, y no
a insensibilidad erótica vaginal o bloqueo sicológico del estímulo.
En cuanto a las causas somáticas, todas las enfermedades orgánicas
graves pueden afectar a la función erótica, debido a la debilidad general,
el dolor o, indirectamente, la depresión que producen; no obstante,
los más frecuentes responsables son los trastornos arteriales y endocrino-
metabólicos.
Siguiendo a VERHURST y HEIMAN, las causas síquicas pueden sub-
dividirse en a) síquicas generales, como las situaciones estresantes, la
depresión, los trastornos de la personalidad y los problemas relaciona-
les, y b) sicosexuales, o sea, las que tienen relación específica e inmedia-
ta con la actividad sexual, como la ansiedad sexual.
Aunque el orden lógico de la investigación etiológica de las disfun-
ciones sexuales es comenzar descartando las causas somáticas, dado
que una completa evaluación de ellas requiere métodos diagnósticos
muy sofisticados y costosos, y por lo tanto de imposible o difícil acceso
en nuestro medio, el procedimiento más práctico es el siguiente: median-
te la historia y el examen clínicos y los exámenes paraclínicos disponibles
se hace una exclusión tentativa de las causas orgánicas y se procede
a un tratamiento de prueba, presumiendo una etiología síquica exclusiva
o predominante. Si luego de él no hay mejoría satisfactoria, se reconsi-
dera la etiología somática y se envía el consultante a un centro de
diagnóstico y tratamiento apropiados.
2. DISFUNCIONES DE LA FASE APETITIVA (1. 1 .)3
Pueden ser por defecto o por exceso, y afectar a uno u otro sexo.
3 Los números entre paréntesis corresponden a los códigos de la clasificación
de los problemas sexuales mayores (véase la sección 2. del capitulo xVI).
4
236 PROBLEMAS SEXUALES DISFUNCIONES SEXUALES 237
4
2.1. La disfunción apetitiva por defecto.—(1.1.d.) consiste en la
disminución notoria de la intensidad o la frecuencia habituales del deseo
sexual, en un lapso relativamente corto; no debe, pues, confundirse
con la hipolibido idiosincrásica. De ahí que su existencia solo pueda
establecerse teniendo en cuenta los antecedentes sexuales del individuo
y su relación erótica con una pareja particular. Además, hay que recor-
dar que, biológicamente, el apetito sexual del varón es más intenso
que el de la mujer.
Causas. Causas específicas de ella y comunes a los dos sexos son
la depresión y las situaciones estresantes. En el caso del hombre, hay
un factor especialmente importante que es el efecto COOLIDGE, mien-
tras que en el de la mujer, son los conflictos relacionales, la ausencia
de satisfacción orgásmica en las relaciones sexuales previas y el condicio-
namiento cultural erotófobo.
Incidencia. La hipolibido corresponde a una elevada proporción
de las disfunciones sexuales descritas por los autores estadounidenses,
quienes también han encontrado una mayor incidencia de ella en las
mujeres. La validez de este último dato nos parece francamente dudosa,
y creemos que él puede deberse a que tanto las mujeres estudiadas
como los terapeutas no han hecho la distinción entre el verdadero hipoa-
petito sexual disfuncional y la menor intensidad natural del deseo sexual
femenino. En nuestra opinión, la verdadera hipolibido no corresponde
a más del 10% de las consultas por problemas sexuales mayores, y
afecta sobre todo a los hombres. Al respecto, LEMAIRE-VOYRON y VOY-
RON encontraron menos de un 2% de casos de disfunción apetitiva
por defecto en la consulta de una clínica sexológica francesa.
2.2. La disfunción apetitiva por exceso.—(1.1.e.) es la más rara
de las disfunciones de la fase apetitiva; como en el caso de la verdadera
hipolibido, únicamente ocurre cuando la intensidad o la frecuencia habi-
tuales del deseo sexual aumentan notoriamente en un lapso relativamen-
te corto. En realidad, la mayor parte de los casos de "hiperlibido"
—denominada peyorativamente "satiriasis" en el hombre y "ninfoma-
nía" en la mujer— no son sino estados sexuales situados en el extremo
derecho de la curva de funcionamiento erótico humano. No obstante,
algunas enfermedades mentales o nerviosas pueden producir hiperapeti-
to sexual disfuncional.
3. DISFUNCIONES DE LAS FASES RELACIONAL (1.2.) Y ESTIMULATORIA (1.3.)
Estas disfunciones no pertenecen propiamente al ámbito de la tera-
pia sexual. En el primer caso se trataría de problemas de la personalidad,
que serían de incumbencia de la sicología clínica o la siquiatría. En
el segundo, se trataría de muy raros trastornos de la percepción sensorial
que, aunque teóricamente posibles, hasta donde tenemos noticia, no
han sido descritos; serían de incumbencia de la fisiopatología nerviosa
y de la medicina neurológica.
4. DISFUNCIONES DE LA FASE EXCITATORIA (1.4.) MASCULINA
Estrictamente hablando, hay que distinguir la disfunción excitato-
ria propiamente dicha (en el plano central o síquico) (1.4.c.m.) de la
disfunción erectiva4 (en el plano periférico o somático) (1.4.p.m..). La
primera consiste en la ausencia o disminución notoria de la excitación
sexual, como consecuencia de lo cual tampoco hay erección o ella es
incompletas. La segunda consiste en la incapacidad de tener o mante-
ner una erección de rigidez suficiente para efectuar el coito hasta su
culminación orgásmica. La disfunción erectiva puede ser la consecuen-
cia fisiológica de la disfunción excitatoria, o presentarse a pesar de
que el hombre tiene la percepción subjetiva de estar excitado sexualmen-
te; este último caso corresponde a la verdadera disfunción erectiva,
mientras que el primero vendría a ser una falsa disfunción, puesto
que, en ausencia de la excitación sexual, fisiológicamente debe esperarse
también la ausencia de erección. La gran mayoría de las disfunciones
de la fase excitatoria son disfunciones erectivas verdaderas, que se acom-
pañan como consecuencia lógica de disfunción orgásmica. Igualmente,
para que haya una verdadera disfunción excitatoria (en el plano síquico)
se requiere que el apetito sexual esté presente y la pareja sea eróticamente
atractiva para el varón6. Probablemente, una considerable porción de
las disfunciones excitatorias propiamente dichas son seudodisfunciones.
Dado que, en la práctica, el hombre consulta por disfunción erectiva,
y que la gran mayoría de las disfunciones de la fase excitatoria son
disfunciones erectivas verdaderas, continuaremos refiriéndonos a estas.
MASTERS y JOHNSON distinguen dos tipos de disfunción erectiva:
la primaria y la secundaria. La primera se presenta cuando el hombre
nunca ha tenido una erección suficientemente rígida para el coito, pero
4 Muchos autores siguen llamando "impotencia" a esta disfunción, pero dicho
término y el de "frigidez" femenina deben proscrihirse por incorrectos y peyorativos.
5 Existe la posibilidad de que un hombre pueda tener una erección sin sentirse
excitado sexualmente, mediante el reflejo espinal causado por la estimulación táctil
del pene.
6 Por eso cuando el papa Juan Pablo II prohibe mirar "Iascivamente" a la espo-
sa (véase la subsección 3.1. del capítulo 1), está obligando al marido en trance copulato-
rio a realizar un tour de force fisiológico, prácticamente imposible para la gran mayoría
de los hombres.
238 PROBLEMAS SEXUALES DISFUNCIONES SEXUALES 239
•
la obtiene satisfactoriamente por masturbación o estimulación sicose-
xual en ausencia de la pareja7; corresponde al menor número de casos
y es de peor pronósticos. Hay disfunción erectiva secundaria cuando
se presenta en 25% o más de las ocasiones9; es, entonces un problema
selectivo y circunstancial, que ocurre en individuos que previamente
habían funcionado bien. La gran mayoría de las disfunciones erectivas
son de este tipo, y se observan en todas las edades.
4.1. Causas.—Como ya se dijo, ellas pueden ser síquicas, somáti-
cas o mixtas. Los métodos diagnósticos modernos muestran que la
etiología exclusiva o predominantemente orgánica está presente en una
proporción mucho mayor de disfunciones erectivas que la previamente
estimada por MASTERS y JOHNSON y otros autores. Ya que la incidencia
de esta etiología parece estar en relación directa con la edad, un método
práctico es presumir que ella es el factor principal en las disfunciones
erectivas de los hombres mayores de 50, y que las causas síquicas tienen
mayor importancia en los hombres menores de esa edad. Además, hay
mayores probabilidades de que la disfunción sea sicógena si el consul-
tante presenta erecciones espontáneas, matutinas, durante el sueño,
mediante la masturbación o mediante la contemplación de imágenes
o la generación de pensamientos eróticos, ellas son de buena firmeza
y han ocurrido con regularidad hasta el momento de la consulta.
a) Síquicas. La causa síquica principal y directa de la disfunción
erectiva es la ansiedad sexual, o sea, la que experimenta el varón en
el momento del coito, y que inhibe el reflejo erectivo. A pesar de que
autores anteriores a MASTERS y JOHNSON habían señalado la importan-
cia de la ansiedad y algunas de las razones que la explican, fueron
estos quienes la encontraron sistemáticamente en las disfunciones erecti-
vas de individuos libres de sicopatología. Los principales factores res-
ponsables de su aparición son: el temor del fracaso, el rol de espectador
y la exigencia de funcionamiento.
1) El adoctrinamiento recibido por el hombre de nuestra cultura
lo ha convencido de que una respuesta erectiva vigorosa e instantánea
ante una mujer sexualmente asequible es la máxima prueba de masculi-
nidad, y que él tiene la obligación de presentarla en todas las circunstan-
7 En el rarísimo caso de un individuo que en ninguna circunstancia haya obteni-
do una erección, se trataría de una disfunción erectiva primaria absoluta.
8 HASTINOS señala que, en algunos hombres, se puede presentar una disfunción
erectiva primaria por inexperiencia, al comienzo de la vida heterosexual, la cual cede
posteriormente.
9 Esto porque son normales los episodios ocasionales de disfunción erectiva, de-
bidos a situaciones depresivas o estresantes pasajeras, enfermedad, fatiga, distracción,
beodez, etc.
cias que lo exijan. Esta idea produce con mucha frecuencia un temor
del fracasolo, es decir, un temor de no ser capaz de estar a la altura
de las circunstancias, el cual sería mayor cuanto más deseable y extraña
sea la mujer, y genera una angustia de suficiente intensidad para blo-
quear la erección. Además, como el reflejo erectivo es muy sensible
a los factores inhibitorios que se presentan en la vida cotidiana (cansan-
cio físico, depresión pasajera, ingestión excesiva de alcohol, etc.), puede
producirse un bloqueo transitorio de la erección en una situación en
la cual el varón desea o cree que debe realizar el coito; si, como es
usual, él ignora que normalmente no es posible lograr una erección
a voluntad, o que nadie está libre de una falla pasajera, se angustia
por suponerse enfermo o deficiente en su hombría, lo cual refuerza,
a su vez, la inhibición erectiva. Se establece entonces un círculo vicioso
en que el temor de la ausencia de erección inhibe efectivamente esta,
lo cual aumenta el temor de fracasar en la siguiente oportunidad; el
resultado final es la disfunción erectiva crónica.
2) Las funciones reflejas están habitualmente libres de control cons-
ciente. Con frecuencia, el hombre, preocupado por su "imagen" mascu-
lina, desempeña el rol de espectador de su propia actividad erótica,
porque se dedica a observar qué tan bien lo está haciendo. Al no relajar-
se suficientemente, el reflejo erectivo se resiente.
3) La exigencia de funcionamiento consiste en que, por ignorancia
de la fisiología sexual, el varón se obliga a sí mismo o es "obligado"
tácita o explícitamente por la mujer a efectuar un número determinado
de coitos en cada sesión erótica, lo cual genera la angustia inhibitoria.
b) Somáticas. Las principales son las estenosis arteriales, la diabe-
tes mellitus y el hipogonadismo primario o secundario.
Las estenosis arteriales pueden localizarse en la porción distal de
la aorta, las arterias ilíacas común o interna, la arteria pudenda interna
o las arterias peneanas; la incidencia de este tipo de etiología está en
relación directa con la edad. La diabetes mellitus afecta a la erección
principalmente por las estenosis arteriales que produce y, secundaria-
mente, por la neuropatía autonómica; la incidencia de ese tipo de
etiología también está en relación directa con la edad. Elhipogonadismo
primario osecundario es la principal etiología de una apreciable minoría
de disfunciones erectivas.
c) Mixtas. En un buen número de disfunciones erectivas, las etiolo-
gías síquica y somática se encuentran presentes en proporciones varia-
bles. Probablemente lo más común es que la causa original del trastorno
10 FROMM ve en el "temor del fracaso" un rasgo caracterológico propio del
hombre.
240 PROBLEMAS SEXUALES DISFUNCIONES SEXUALES 241
sea de tipo orgánico, y que la disfunción inicial producida genere ansie-
dad, la cual refuerza el problema por inhibición del reflejo erectivo.
4.2. Incidencia.—La disfunción erectiva es la más común de las
disfunciones sexuales masculinas. Los datos de KINSEY, retabulados
por GEBHARD y JOHNSON, indican que alrededor del 7% de los hombres
de la población general la sufren. Los datos iniciales del mismo KINSEY
sobre su incidencia en función de la edad muestran un aumento muy
lento, que se acelera después de los 50 años; por ejemplo, a los 35
años, la incidencia es de 107o , a los 50, de 7%, a los 65, de 25%,
y a los 75, de 55%. FRANK y colaboradoras encontraron una incidencia
de 1.6% en un grupo de hombres casados de 37.4 años de edad promedio.
MASTER:3 y JOHNSON hallaron que del total de casos de disfunción se-
xual masculina tratados en los primeros años de su estudio, 7% corres-
pondían a la disfunción erectiva primaria y 47% a la secundaria, mientras
que en la serie estudiada entre 1971 y 1977, las proporciones respectivas
fueron 3 y 50%. Por su parte, LEMAIRE-VOYRON y VOYRON encontraron
que 13% de las consultas sexológicas masculinas fueron diagnosticadas
como disfunción erectiva primaria y 47% como secundaria.
5. DISFUNCIONES DE LA FASE ORGÁSMICA (1.5.) MASCULINA
Se debe distinguir la disfunción orgásmica propiamente dicha (en
el plano central o síquico) de la aneyaculación (en el plano periférico
o somático).
5.1. Hay dos tipos de disfunción orgásmica propiamente dicha
(1.5.c.m.): el orgasmo retardado o eyaculación retardada (1.5.c.m.1.)
y la anorgasmia con eyaculación (1.5.c .m.2.).
a) La primera es la demora involuntaria y habitual del orgasmo
y, por lo tanto, de la eyaculación, a pesar de que el pene está siendo
estimulado en forma apropiada y el varón se siente excitado sexualmen-
te. Típicamente, el hombre efectúa una cópula tan prolongada sin llegar
al clímax, que la mujer o él mismo decide suspenderla; pero es probable
que, en la mayoría de los casos, el orgasmo ocurriría si se continuara
la estimulación por un tiempo adicional. El problema es mucho más
grave cuando también se presenta durante la masturbación.
Causas.—Sobre ellas se sabe muy poco. Se han propuesto las si-
guientes: antecedentes traumáticos en la vida erótica del individuo, sen-
timientos de culpabilidad, en personas muy religiosas, y temor consciente
o inconsciente de un posible embarazo. Ciertos trastornos neurológicos,
como la esclerosis múltiple, y algunas drogas, como las fenotiacinas,
pueden también producirla.
Incidencia.—Es baja. FRANK y colaboradoras encontraron que el
4% de un grupo de hombres casados la sufrían, dato similar a los
hallados por MASTERS y JOHNSON, en SUS primeros estudios, y LEMAIRE-
VOYRON y VOYRON. No obstante, en estudios más recientes, MASTERS
y JOHNSON encontraron una incidencia del 9%.
b) La anorgasmia con eyaculación es un problema todavía más
raro que la eyaculación retardada, y consiste en que el hombre no
experimenta placer orgásmico al culminar la actividad sexual, a pesar
de presentar eyaculación. Nada se sabe sobre su etiología.
5.2. La aneyaculación.— (1.5.p.m.) consiste en la ausencia de eya-
culación, a pesar de que el varón percibe subjetivamente el orgasmo.
Se presenta en individuos que han sufrido extirpaciones extensas de
la vejiga, próstata y vesículas seminales. Una falsa aneyaculación es la
eyaculación retrógrada (hacia la vejiga que se observa en muchos prosta-
tectomizados y diabéticos.
6. DISFUNCIONES DE LAS FASES EXCITATORIA (1.4.) Y ORGÁSMICA
(1.5.) FEMENINAS
Hasta hace poco estas dos disfunciones, que constituyen el grueso
de los problemas sexuales mayores femeninos, no eran diferenciadas
por los autores, quienes las consideraban una sola entidad llamada
"frigidez" (véase la nota 4); incluso MASTERS y JOHNSON no hacen la
distinción. A pesar de que se trata de dos entidades diferentes, como
sus causas son prácticamente las mismas, pueden estudiarse conjun-
tamente.
Es preciso tener en cuenta lo siguiente: las verdaderas disfunciones
de los tipos que estamos describiendo, es decir, aquellas que ocurren
no obstante utilizarse un estímulo eficaz (de intensidad y duración sufi-
cientes), aplicado a una zona erógena primaria de la mujer y en un
contexto relacional apropiado componen la minoría de los casos. La
gran mayoría son probablemente seudodis funciones , debidas al empleo
exclusivo o preferente del coito vaginal, mediante el cual es difícil lograr
la estimulación eficaz de la zona erógena vaginal.
6.1. Dis funciones de la fase excitatoria .—Como en el caso del hom-
bre, estrictamente hablando, hay que distinguir la disfunción excitatoria
propiamente dicha (en el plano central o síquico) (1.4.c.f.) de la disfun-
ción excitatoria en el plano periférico (1.4.p.f.). La primera consiste
en la ausencia o disminución notoria y habitual de la excitación sexual
(plano síquico), como consecuencia fisiológica de lo cual tampoco se
presentan la lubricación vaginal y demás fenómenos periféricos de esta
PROBLEMAS SEXUALES
ase de la función erótica. La segunda, teóricamente posible, consistiría
n la ausencia o disminución de los fenómenos somáticos correspon-
lientes, en presencia de la percepción subjetiva de la excitación sexual.
a disfunción excitatoria puede ser primaria, cuando la mujer nunca
la logrado excitarse, o secundaria, cuando ello ha sucedido previamen-
e. Como es de esperar, esta disfunción se acompaña generalmente
le disfunción orgásmical I .
6.2. Disfunción de la fase orgásmica (1.5.c.f.).—Como la eyacula-
ión no tiene un equivalente fisiológico femenino, y como las contrac-
iones de la musculatura perineal en el momento del orgasmo son
ontingentes, no se puede hablar de disfunción de la fase orgásmica
emenina en el plano periférico, sino únicamente de disfunción orgásmi-
a propiamente dicha (en el plano central o síquico). Ella consiste en
a ausencia habitual del orgasmo, a pesar de que la mujer llega a la
'ase excitatoria y continúa siendo estimulada táctilmente. Puede ser
ambién primaria o secundaria, en las mismas condiciones de la disfun-
ión excitatoria.
Causas.—Probablemente, la etiología d•las disfunciones excitato-
ia y orgásmica femeninas puede ser síquica, somática o mixta, pero
obre las causas orgánicas no se conoce prácticamente nada, aunque,
›or analogía, es de suponer que aquellas que actúan en los hombres,
:n algunos casos también puedan afectar a las mujeres. No obstante,
)arece que la etiología orgánica es mucho menos importante en estas
lisfunciones femeninas que los factores síquicos, o mejor sicosociales,
!t'e se indican a continuación:
a) En primer lugar, el factor sicosocial que está detrás de la gran
nayoría de ellas, sean verdaderas o falsas, es el condicionamiento cultu-
al erotófobo de las mujeres, que las ha forzado a inhibir o distorsionar
u capacidad natural de reacción sexual, con el fin de mantener lo
lue la sociedad ha considerado como la conducta "apropiada" de la
nujer "decente". En otras palabras, la idea propugnada por la moral
radicional, según la cual la función erótica es pecaminosa y "animal",
la ejercido la más nefasta influencia sobre el sexo femenino, que ha
:stado completamente indefenso ante ella, a diferencia del hombre,
iue ha podido cotrarrestarla gracias a la ideología machista sexual que
e le ha inculcado específicamente. Dicho condicionamiento erotófobo
—que, aunque produce efecto en el momento mismo de la actividad
exual, tiene origen más o menos remoto, puesto que el adoctrinamiento
II Según KAPLAN, hay casos en los cuales la mujer no se excita (y, por lo tanto,
lo produce lubricación vaginal), pero obtiene el orgasmo por estimulación directa
vigorosa del clítoris (orgasmo "en seco").
DISFUNCIONES SEXUALES 243
antisexual comienza en la niñez— impide que, mediante la exploración
autoerótica previa, la mujer desarrolle los mecanismos adecuados de
retroacción positiva que intervienen en la fisiología de la respuesta sexual.
b) De la situación anterior resulta que, en el momento del acto
sexual, la mujer ignora su propia fisiología; es decir, desconoce que
su zona erógena primaria de fácil acceso es la clitorídea, y que ella
debe ser aprovechada. Esta ignorancia es reforzada por la que muestra
el hombre al respecto, el cual, no tanto por puritanismo cuanto por
machismo, piensa que el coito —que le sirve a él perfectamente para
lograr la satisfacción orgásmica— debe ser igualmente efectivo en la
mujer. Incluso cuando la mujer y el varón conocen por experiencia
la facilidad de reacción femenina a la estimulación clitorídea, la creencia
de que el acto sexual "natural" es el procreador, y que cualquier otra
forma de actividad erótica es "materialista" e impropia de la mujer,
hace que esta rechace las caricias eficaces que pueda hacerle el hombre;
y si no las rechaza conscientemente, la ansiedad generada por el senti-
miento de culpabilidad bloquea la percepción de ellas.
e) La socialización sexual de la mujer en nuestra cultura —basada
en el romanticismo alienante y en el aprendizaje del maternalismo— ha
hecho que su respuesta erótica dependa mucho de la presencia de senti-
mientos de ternura, intimidad, afecto, seguridad y confianza'2. Por con-
siguiente, las malas relaciones emocionales de la mujer con la pareja,
o sea, la incapacidad de identificarse con el compañero sexual o la pérdida
del afecto o la hostilidad consciente o inconsciente hacia él desempeñan
un papel fundamental en la aparición de las disfunciones secundarias.
d) Una serie de factores misceláneos que pueden causar disfuncio-
nes verdaderas en algunas mujeres son: el temor consciente o inconscien-
te a las consecuencias orgánicas del coito, como el dolor y el embarazo.
El comportamiento torpe y brutal del hombre durante el primer coito,
que puede crear temor inhibitorio de los actos sexuales ulteriores. El
falso concepto de pudor, que impide que la mujer comunique a la
pareja sus preferencias sexuales y la mejor manera de satisfacerlas.
Además, es posible que algunas experiencias sexuales traumáticas de
épocas pasadas, incluso de la niñez, tengan como secuelas la inhibición
consciente o inconsciente de la percepción del placer erótico. Hay que
señalar también las malas condiciones ambientales, que no facilitan
la privanza necesaria para el disfrute del placer sexual.
Incidencia.—Los datos de KINSEY, retabulados por GEBHARD y
JOHNSON, muestran que, en la población general, alrededor del 13%
12 FROMM dice que el temor de ser abandonada es un rasgo caracterológico que
diferencia a la mujer del hombre.
Z44 PROBLEMAS SEXUALES DISFUNCIONES SEXUALES ,245
de las mujeres en primeras nupcias nunca habían obtenido el orgasmo
durante el coito, y cerca del 28% de ellas apenas lo habían logrado
tl 30% de las veces o menos. FRANK y colaboradoras encontraron que
casi la mitad de las mujeres casadas que estudiaron presentaban disfun-
ción excitatoria y dificultad para llegar al orgasmo, mientras que 15%
de ellas dijeron tener disfunción orgásmica primaria. MASTERS y JOHN-
SON hallaron que, en la primera serie de mujeres tratadas por ellos,
43% sufrían de disfunción orgásmica primaria y 33% de disfunción
secundaria; en el grupo de mujeres tratadas entre 1971 y 1977, estos
autores encontraron una incidencia de disfunción orgásmica (sin dife-
renciar entre primaria y secundaria) de 73%. En el estudio de LEMAIRE-
VOYRON y VOYRON, la disfunción excitatoria correspondió al 57% de
los casos y la orgásmica al 32%. ERAZO y LARA realizaron una encues-
:a entre las usuarias de un servicio de consulta ginecológica en Popayán,
Colombia, y encontraron que 50% sufrían de "frigidez absoluta" y
33% de "frigidez relativa"; en esta investigación se halló también que
la "frigidez" se relacionaba inversamente con el nivel económico-cultural
y con la capacidad de comunicación sexual verbal entre los miembros
de la pareja, y directamente con la infidelidad del esposo. En la subsec-
:ion 4.1. del capítulo vi se suministran otros datos sobre la incidencia
de la disfunción orgásmica coital.
7. TRATAMIENTO DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES
Hasta hace algunos años, el tratamiento de las disfunciones sexua-
les no orgánicas era exclusivamente siquiátrico o sicoanalítico, extrema-
damente prolongado y costoso, y de muy pobres resultados. La situación
cambió con la aparición del nuevo método terapéutico propugnado
por MASTERS y JOHNSON, y refinado por otros terapeutas, como KA-
PLAN y LoPiccoLo. Ya que el método de los dos primeros sigue siendo
la base de la llamada "nueva terapia sexual", a continuación lo describi-
remos someramente.
7.1. Terapia de Masters y Johnson.—Es un método ultrarrápido (dos
semanas), cuyos principios generales se aplican a todas las disfunciones
sexuales. Ellos son los siguientes: a) las causas fundamentales de gran
parte de estos problemas no se encuentran en las enfermedades mentales
u orgánicas, sino en la influencia negativa de factores socioculturales y
en la ignorancia de la fisiología sexual; b) quien verdaderamente está
afectado por el problema no es el individuo aislado, sino la pareja sexual13.
13 Por consiguiente, en el caso de una persona sin pareja sexual, ella debe buscar
un "cónyuge substituto".
El tratamiento en sí consiste en:
a) Un proceso educativo de la pareja, destinado a explicar o acla-
rar: 1) que la función sexual es un proceso natural; 2) que es imposible
lograr el orgasmo si él se busca como finalidad obligatoria; 3) que
la sexualidad es un componente de la personalidad, expresado en toda
actividad humana; 4) que la función sexual se cumple mediante activi-
dades específicas (masturbación, coito, manipulación de los genitales
de la pareja, etc.); 5) el papel esencial desempeñado por el temor del
fracaso en la creación del problema; 6) los mitos, conceptos erróneos
y prejuicios sexuales de los miembros de la pareja; 7) que las preferen-
cias sexuales de los miembros de la pareja pueden diferir, porque se
trata de distintas personalidades, con actitudes diferentes y, a menudo,
de diversos orígenes sociales, étnicos y religiosos; 8) que los miembros de
la pareja deben identificar, por esfuerzo mutuo, los hábitos y prefe-
rencias sexuales de cada uno; 9) que el papel de los coterapeutas consiste
en facilitar el desarrollo gradual de la interacción sexual placentera en
la pareja, mediante ejercicios de focalización comprendidos y acep-
tados por ella; 10) que la capacitación sexual resulta de estos ejercicios,
y no de las actividades que buscan una finalidad obligatoria; 11) que
los errores cometidos por la pareja durante el tratamiento son general-
mente más útiles que los éxitos logrados; 12) que el tratamiento está
dirigido a la pareja como tal, no a sus miembros individuales.
b) Una serie de ejercicios progresivos de focalización sensorial,
realizados en la intimidad, que permiten a la pareja aprender a conocer
y aprovechar las posibilidades eróticas del cuerpo humano, y a reducir
a sus justas proporciones la excesiva importancia que se les da a las
reacciones fisiológicas genitales. Con este propósito, se prohíbe todo
intento de coito hasta nueva orden, y la pareja debe limitarse a realizar
los ejercicios específicos que ordenen los coterapeutas, sin tratar de
adelantarse a las instrucciones.
c) La intervención de una pareja de coterapeutas (hombre y mu-
jer), con el fin de que cada coterapeuta sirva de "amigo que infunde
confianza" al copaciente del mismo sexo, el cual no se sentirá así teme-
roso de una "alianza" entre la pareja y un terapeuta del mismo sexo de esta.
Más especificamente, en el caso de la disfunción erectiva, el trata-
miento busca neutralizar los factores causantes de la ansiedad sexual.
Con este fin —dentro del contexto terapéutico enunciado arriba—,
los coterapeutas liberan formalmente al varón de la "obligación" de
tener una erección y preocuparse por ella mientras está con la mujer,
al mismo tiempo que le asignan a esta la responsabilidad de crear las
condiciones favorables para que la erección se produzca naturalmente.
246 PROBLEMAS SEXUALES DISFUNCIONES SEXUALES 247
Los datos de MASTERS y JOHNSON muestran un 80% de éxitos en el
tratamiento de la disfunción erectiva primaria, y 85% en el de la se-
cundaria.
En el caso de las disfunciones excitatoria y orgásmica femeninas,
el tratamiento consiste, por una parte, en el proceso educativo esbozado
atrás, con énfasis en la destrucción de los mitos y prejuicios sexuales
que la cultura ha inculcado en la mujer; por la otra, en la prescripción
de ejercicios progresivos de sensibilización, para que la mujer se sienta
liberada de la búsqueda obligatoria del orgasmo, y se relaje lo suficiente
para que pueda captar las sensaciones placenteras producidas por las
caricias del compañero sexual. Además, es preciso hacer comprender
a la pareja que el coito no es la forma más eficaz para que la mujer
obtenga el orgasmo. Las tareas prescritas descargan en el hombre la
responsabilidad de estimular a la mujer, atendiendo sus indicaciones.
MASTERS y JOHNSON dan un total global de éxitos de 72%, en el trata-
miento de estas disfunciones.
En cuanto al tratamiento de la hipolibido, causas como la depresión
o el estrés son de relativamente fácil neutralización. Pero ello es muy
difícil en el caso de otras, como el efecto COOL1DGE. A pesar de que
en sus más recientes estudios MASTERS y JOHNSON obtuvieron un 92%
de éxitos en el tratamiento de este problema, la mayoría de los terapeutas
son más bien pesimistas, sobre todo con respecto a los resultados a
largo plazo.
7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson .—Este mo-
delo terapéutico ha sido modificado por diversos terapeutas, pero los
fundamentos son los mismos. Las siguientes son las principales modifi-
caciones:
a) Aunque es lo ideal, emplear la pareja de coterapeutas no es
indispensable; en la generalidad de los casos, un solo terapeuta puede
actuar satisfactoriamente.
b) El período de tratamiento de dos semanas puede extenderse
a varias, viendo a la pareja una vez a la semana; otra modalidad lo
reduce a unos pocos días.
c) No es necesario seguir la secuencia estricta de los ejercicios de
focalización, sino que se puede prescindir de algunos o alterar su orden.
d) El tratamiento puede aplicarse a grupos de parejas.
7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual.—La nueva terapia sexual
fue acogida con gran entusiasmo, pues las estadísticas de MASTERS y
JOHNSON indicaban una gran eficacia, con seguimientos hasta de cinco
años y en consultantes —muy seleccionados, eso sí— la mayor parte
de los cuales habían recibido sicoterapia previa para el problema de
consulta, durante un mínimo de seis meses. Sin embargo, con el paso
del tiempo, el entusiasmo inicial se ha morigerado debido a que:
a) Se han identificado disfunciones, como la hipolibido, que no
fueron consideradas originalmente por MASTERS y JOHNSJN, y que res-
ponden poco favorablemente al tratamiento.
b) Con la utilización de nuevos métodos diagnósticos, ha aumenta-
do la proporción de casos (sobre todo de disfunción erectiva) de etiolo-
gía exclusiva o predominantemente orgánica y de difícil tratamiento.
c) Los resultados terapéuticos a largo plazo no parecen ser tan
satisfactorios como se esperaba.
LoPiccow señala que la literatura sobre terapia sexual consiste
esencialmente en estudios de caso único, demostraciones de efectos
terapéuticos incontrolados o mal controlados y estudios clínicos confu-
sos. Las intervenciones terapéuticas descritas son generalmente de "am-
plio espectro", o sea, combinaciones de diferentes procedimientos, entre
los cuales no se pueden distinguir los "ingredientes activos" de los
"excipientes". Además, los criterios de mejoría son subjetivos, o están
basados en diferencias estadísticamente significativas, que no lo son
clínicamente. El control de la eficacia de la terapia sexual es crucial,
ya que aproximadamente la tercera parte de los consultantes pueden
mejorar sin necesidad de tratamiento formal, es decir, espontáneamente.
En conclusión, la eficacia real de la nueva terapia de las disfuncio-
nes sexuales no se ha establecido, y para lograrlo se requieren los esfuer-
zos sistemáticos y coordinados de los investigadores clínicos.
PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES 2,4Y
CAPÍTULO XIX
PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES
Damos el nombre de problema sexual paradisfuncional a aquel que
se caracteriza por la presencia de un fenómeno extraño a la función
erótica en sí, que impide o disturba su ejercicio por parte de un miembro
de la pareja sexual, especialmente durante el coito vaginal.
1. ORGASMO PREMATURO (2.1.)
Puede ser masculino o femenino.
1.1. Orgasmo prematuro masculino (2.1.m.).—Otro nombre que
se le da es eyaculación prematura. Consiste en que la latencia orgásmica
es subjetivamente más corta de lo que el hombre deseara'. El proble-
ma resulta no solo de que el varón no puede prolongar el placer sexual,
sino también de que, al perder la erección como consecuencia del orgas-
mo, el coito se interrumpe antes de que la mujer haya alcanzado el
clímax sexual —supuesto que su zona erógena vaginal estuviera siendo
estimulada por el pene—, ya que la latencia orgásmica femenina parece
ser más larga que la masculina. KINSEY sostiene que este fenómeno
no es anormal, sino que es un rasgo compartido por el hombre con
muchos otros animales. Desde el punto de vista puramente reproductor
(animal), KINSEY puede estar en lo cierto; pero desde el punto de vista
erótico (humano), el orgasmo prematuro es un problema real para mu-
chos varones. Además, en una variante de él, que se presenta antes
de hacer la introducción del pene (eiaculatio ad portas o ante portas),
la disfunción reproductora (y erótica) es evidente. Por lo tanto, es más
plausible la opinión de HONG, según la cual la eyaculación prematura
era originalmente adaptativa, pero luego se hizo disfuncional.
MASTERS y JOHNSON definen la eyaculación prematura corno la incapacidad
de satisfacer a la pareja en más del 500.o de los coitos. Tal definición es claramente
inapropiada, pues si. por ejemplo, la mujer tiene una latencia orgasmíca coital de
15 minutos, mientras que la del varón es de 10 minutos (lapso muy honorable). este
sería "eyaculador prematuro" en el 1000-13 de las oportunidades con dicha mujer. lo
cual es absurdo.
Causas. No están claras, pero es probable que en la mayoría
de los casos entren en juego, aislada o combinadamente, dos factores
principales:
a) Por una parte, un gran desequilibrio entre la intensidad del
estímulo sexual y el umbral de respuesta orgásmica; es decir, las perso-
nas reaccionan con diferente rapidez a los diversos estímulos eróticos,
según sean percibidos con mayor o menor intensidad.
b) El segundo factor es la incapacidad del varón para distinguir
las sensaciones premonitoras de la eyaculación, que se sienten en la
fase de emisión, por lo cual no puede detener la estimulación y retardar
así la producción del reflejo. En algunos casos, trastornos neurológicos
o genitales pueden producir eyaculación prematura.
Incidencia. El orgasmo prematuro y la disfunción erectiva cons-
tituyen la mayor parte de los problemas sexuales masculinos más graves.
FRANK y colaboradoras encontraron que 36% de los varones casados
la sufrían. MASTERS y JOHNSON hallaron una incidencia de 41% entre
los primeros hombres que les consultaron, y de 38% entre los tratados
de 1971 a 1977. Por su parte, LEMAIRE-VOYRON y VOYRON dan una
incidencia de 35%.
Tratamiento. Empleando el método de SEMANS, modificado por
MASTERS y JOHNSON, se obtienen resultados satisfactorios en la casi
totalidad de los casos, al menos a corto o mediano plazo. Este método
consiste esencialmente en una masturbación repetida que efectúa la
mujer al hombre; la estimulación continúa hasta el momento de la emi-
sión, cuando el hombre siente que la eyaculación es inminente, y enton-
ces hace una señal convenida a la mujer, para que suspenda la estimula-
ción y comprima fuertemente el pene, con lo cual se produce un bloqueo
mecánico de la eyaculación. LOPICCOLO y ZILBERGELD han mostrado
que el tratamiento puede ser llevado a cabo eficazmente por el hombre
mismo.
1.2. Orgasmo prematuro femenino (2.1.f.).—Es un raro problema.
Consiste en que la latencia orgásmica es subjetivamente muy corta,
y luego del orgasmo la mujer parece entrar en una especie de "período
refractario". Nada se sabe sobre su etiología y tratamiento.
2. VACIINISMO (1.2.)
El vaginismo es un espasmo involuntario y persistente de la muscu-
latura perivaginal, especialmente los elevadores del ano, que ocurre
cuando se hace un intento de penetración vaginal; la mujer que lo
sufre habitualmente desarrolla una fobia al coito secundaria. El proble-
ma puede asociarse a las disfunciones excitatoria y orgásmica femeni-
nas, o presentarse en una mujer que obtenga el orgasmo por estimula-
ción clitorídea. La persona con vaginismo usualmente se halla en el
dilema de desear la mejoría del problema, al mismo tiempo que el com-
ponente fóbico le hace sentir temor de obtenerla; no es raro, entonces,
que prefiera evitar todo contacto sexual.
Causas. La causa inmediata y específica del vaginismo es la aso-
ciación de un estímulo negativo (temor o dolor), real o imaginario,
consciente o inconsciente con el coito. Factores causativos inmediatos
y conscientes son la dispareunia y el comportamiento brutal del hombre
durante el coito; los más remotos y más o menos inconscientes pueden
ser la ignorancia sexual, la erotofobia, el temor al embarazo y la tenden-
cia homosexual.
Incidencia. MASTERS y JOHNSON encontraron una incidencia de
8% en la primera serie de problemas sexuales femeninos tratados por
ellos; en los casos estudiados entre 1971 y 1977, la proporción fue
de 10%. LEMAIRE-VOYRON y VOYRON hallaron un 4% de incidencia.
Tratamiento. Es muy eficaz y se basa en la desensibilización
a la causa del problema.
3. DISPAREUNIA (2.3.)
La dispareunia es el dolor experimentado generalmente por la mu-
jer (2.3.f.), y en ocasiones por el hombre (2.3.m.), durante el coito.
Puede ser somática (la gran mayoría de los casos) o síquica, y el diagnós-
tico de esta última se hace por exclusión. En la dispareunia somática,
la localización (vulvar, vaginal, pelviana) del dolor ayuda a identificar la
causa; en la síquica, el dolor es pelviano con frecuencia. De acuerdo
con FINK, las causas principales de la dispareunia síquica son la ansie-
dad de cualquier origen y la hostilidad inconsciente hacia la pareja
sexual; una causa frecuente de dispareunia somática vaginal es la ausen-
cia o deficiencia de lubricación. El tratamiento de la dispareunia somáti-
ca es relativamente más fácil que el de la síquica.
4. AVERSIÓN SEXUAL (2.4.)
La aversión sexual ha sido descrita con más frecuencia entre las
mujeres (2.4.f.) que entre los hombres (2.4.m.). Consiste en una ansie-
dad irracional y abrumadora, de características fóbicas, ante el solo
pensamiento del contacto sexual. Las causas pueden ser las mismas
de la disfunción apetitiva por defecto. MASTERS y JOHNSON encontra-
ron este problema en el 1607o de las mujeres y el 5% de los hombres
tratados por ellos entre 1971 y 1977. El tratamiento se basa en la desensi-
bilización a la causa de la ansiedad.
ZMi PROBLEMAS SEXUALES PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES 251
CAPÍTULO XX
OTROS PROBLEMAS SEXUALES
1. HOMOSEXUALIDAD •GODISTONICA (3.1.)
El término homosexualidad egodistónical se aplica a la situación
de un individuo de orientación homosexual preferente o exclusiva,
que manifiesta explícitamente que este estado sexual es indeseado y
le causa aflicción permanente. Como ya dijimos, el origen del problema
se encuentra en las actitudes antihomosexuales de la sociedad, que son
interiorizadas por la persona; en algunos casos, contribuye al problema
el deseo de tener hijos y establecer una familia. Es muy dudoso que
una proporción apreciable de homosexuales egodistónicos puedan ser
reorientados heterosexualmente con los métodos terapéuticos actuales.
En estos casos, lo más razonable es ayudar a hacer egosintónica la
orientación homosexual.
2. TRANSEXUALISMO (3.2.)
El estado sexual del ser humano, o sea, la capacidad corporal
y mental que le permite sentirse, comportarse y aparecer ante los demás
como hombre o mujer, resulta del desenvolvimiento armónico en el
individuo de diversos y complejos procesos somáticos y sicológicos,
que llevan a la organización de los sexos morfológico y sicológico.
Aunque normalmente la diferenciación sicosexual concuerda con la so-
matosexual, en el transexualismo o disforia genérica no ocurre así.
El transexual es una persona cuyo sexo sicológico es opuesto al fenotípi-
co y al genotipico; como tiene la convicción de que su sexo morfológico
es un error de la naturaleza, busca de manera obsesiva adaptarlo a
I Algunos activistas homosexuales sostienen que esta categoría no es sino una
versión remozada de la antigua homosexualidad "patológica". Dicha opinión es irrazo-
nable, pues niega la evidencia de que hay homosexuales que consultan porque su estado
sexual es efectivamente egodistónico. En cuanto a la objeción de otros. según la cual
nunca se habla de heterosexualidad "egodistónica". ello se debe a que, hasta el momen-
to, nadie ha consultado por ese problema (teóricamente posible): cuando ello ocurra.
será entonces categorizado como tal,
la identidad genérica. Estos individuos se sienten desgraciados desempe-
ñando el papel que los padres y la sociedad les adjudicaron, con base
en la simple apariencia corporal. Siempre que les es posible, se visten
con ropas del otro sexo fenotípico, y se comportan en concordan-
cia con este. A pesar de que el objeto sexual deseado es del mismo
sexo morfológico, los verdaderos transexuales no son ni se sienten ho-
mosexuales, porque actúan de acuerdo con su funcionamiento sicológi-
co; tampoco son sicóticos, porque su convicción no es una idea delirante.
El problema se presenta en hombres (transexuales MF) y mujeres (tran-
sexuales FM) fenotípicos, pero es mucho más frecuente en los prime-
ros. Los afectados sienten repulsión por los signos más visibles de su
"falsa" sexualidad, el pene en los transexuales MF y las mamas en
las transexuales FM, y no ven la hora de librarse de estos estigmas.
Al no poder obtener la satisfacción de su anhelo de transformación
corporal, pueden, aquí sí; sicotizarse y llegar hasta la automutilación
y el suicidio.
Las causas del transexualismo no están claras. Como en el caso
de la orientación homosexual, es probable que él resulte de la interac-
ción, en proporciones variables, de factores ambientales —sobre todo
durante el período crítico infantil de la formación de la identidad gené-
rica— con factores biológicos. Algunos de dichos factores pueden ser
comunes al transexualismo, la homosexualidad y el transvestismo, por
lo cual hay situaciones en las cuales las fronteras son borrosas. La
menor proporción de transexuales FM podría explicarse en parte porque
el niño es más vulnerable que la niña durante la diferenciación sicose-
xual, ya que tiene que evitar identificarse con el modelo femenino repre-
sentado por la madre, con quien interactúa mucho más que con el padre.
Las autoridades judiciales y de policía habitualmente confunden
los estados transexual, transvestista y homosexual, y las personas que los
presentan están sujetas al mismo hostigamiento, sin base legal algu-
na, por lo demás. Un problema adicional del transexual en sus activida-
des de la vida cotidiana es su sexo legal. En Colombia, él es resuelto
por decisión de un juez civil, quien, basado en una certificación médica
de "cambio de sexo", ordena el cambio del nombre (y a veces del
sexo) del solicitante en el registro civil de nacimiento; con base en este
cambio, el registrador del estado civil modifica, a su vez, la cédula
de ciudadanía.
3. PARAFILIAS (3.3)
3.1. Introducción.—La parafilia es un estado sicosexual que se
caracteriza porque el individuo que lo presenta solo logra la excitación
OTROS PROBLEMAS SEXUALES 253
OTROS PROBLEMAS SEXUALES 255254 PROBLEMAS SEXUALES
erótica mediante fantasías o actos desusados o extravagantes, los cuales
tienden a ser involuntariamente iterativos y generalmente comprenden:
a) la preferencia por objetos sexuales no humanos o humanos prepúbe-
res; b) la actividad sexual con humanos que implique sufrimiento o
humillación, reales o simulados; c) la actividad sexual con una pareja
renuente. Como las fantasías parafílicas son necesarias para que ocu-
rran la excitación sexual y el orgasmo, ellas deben estar presentes duran-
te el coito o la masturbación, si no son puestas en ejecución durante
el acto mismo. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que prácticamen-
te toda persona normal puede imaginar situaciones eróticas extrañas
o atípicas, que son simplemente muestras de la polifacética capacidad
imaginativa humana. Además, la gran mayoría de las parafilias son
relativamente inofensivas, por lo cual la intervención terapéutica es
aceptable únicamente en el caso de que causen problemas a los indivi-
duos involucrados; igualmente, la acción legal solo se justifica cuando
ellas son lesivas para otras personas.
La etiología de las parafilias no se conoce, pero lo más probable
es que resulten de la interacción de diversos factores biológicos y am-
bientales. Según KINSEY, las experiencias más tempranas, más intensas
o más recientes son las que ejercen mayor influencia en la conducta
sexual del individuo; factores circunstanciales determinarían cuáles de
estos antecedentes tienen efecto predominante. Es posible que las expe-
riencias vividas por las personas en las dos épocas más importantes
para su diferenciación y desarrollo sexuales, que son la primera infancia
—durante la cual se adquiere la identidad genérica infantil— y la puber-
tad —durante la cual se alcanza la conciencia plena del erotismo—,
tengan que ver con la aparición de las parafilias, mediante mecanismos
parecidos a laimpronta (Pragung, imprinting)que se observa en algunas
aves. Según MCGUIRE y colaboradores, el sentimiento, justificado o
no, de que no pueden funcionar heterosexualmente en forma normal
se observa en gran parte de los parafílicos; también creen estos autores
que el aprendizaje de la parafilia sucede luego de que ha ocurrido la
experiencia condicionante, gracias a su recuerdo y utilización durante
la actividad masturbatoria. SCHWARTZ y MASTERS consideran que la
parafilia es un problema relacional, una forma inapropiada de reaccio-
nar al estrés resultante de la incapacidad de lograr intimidad en las
relaciones eróticas adultas. Por otra parte, es posible que ciertas consti-
tuciones biológicas predispongan a la aparición de la parafilia; al respec-
to, BERLIN y colaboradores encontraron una elevada proporción de
anomalías genéticas, hormonales y neurológicas en un grupo de parafíli-
cos que estudiaron.
Una característica de las parafilias es que son predominante o exclu-
sivamente masculinas. MONEY y EHRHARDT opinan que hay mayores
probabilidades de que ocurran "errores" en el proceso de diferenciación
sexual masculina, por ser ella más compleja que la femenina.
ULLERSTAM hace una vigorosa defensa .de los parafílicos inofensi-
vos. Según él, es preciso convencerse de que dichas personas tienen
necesidades eróticas similares a las de los no parafílicos, y solo circuns-
tancias especiales de su diferenciación sicosexual hicieron que la satis-
facción de dichas necesidades se ligara a estímulos particulares. Pretender
despojarlos de su derecho al placer sexual, mediante condenas morales,
sociales o legales, no es sino una demostración de la intolerancia de
muchos seres humanos.
3.2. Paidofilia.—Sexológicamente hablando, la paidofilia es la ima-
ginación de fantasías o la práctica de actos hetero u homosexuales,
en forma exclusiva o preferente, por parte de una persona que ha com-
pletado su maduración sexual, con un individuo prepúber. Hay que
distinguirla del concepto legal de paidofilia (abuso o "corrupción"
de menores), que se basa en una edad arbitraria que debe haber cumpli-
do una persona para que otra pueda realizar prácticas eróticas con
ella2. Es el comportamiento sexual visto con mayor horror por nuestra
sociedad, lo cual es debido, por supuesto, al significado "corruptor"
(nocivo) que usualmente sedes adjudica a las actividades sexuales con
finalidad placentera.
La realidad es que los seres humanos llegan a la madurez sexual
varios años antes de que las leyes y costumbres sociales lo reconozcan;
además, no parece que existan fundamentos biológicos para considerar
anormales las actividades sexuales entre individuos adultos e inmadu-
ros, pues ellas son frecuentes en los mamíferos inferiores y en algunas
culturas. Su rechazo en la civilización occidental es relativamente recien-
te; hasta el siglo XVIII, la existencia de la sexualidad en adolescentes
y preadolescentes era ampliamente aceptada en la sociedad europea,
como lo indican los relatos literarios y la temprana edad de los matrimo-
nios, lo mismo que la libertad con que eran tratados los temas sexuales
frente a los niños, los cuales eran considerados prácticamente como
pequeños adultos3. Por otra parte, hay datos experimentales que indi-
can que los hombres "normales" reaccionan sexualmente en forma
2 En Colombia, la edad legal de consentimiento sexual son los 14 años (C. P.,
arts. 303 y 305).
3 Hasta el siglo pasado, la edad legal de consentimiento sexual en muchas legisla-
ciones anglosajonas eran los 10 años, y en el estado norteamericano de Delaware
eran los 7 años hasta 1895.
256 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 257
clara ante imágenes de niñas adolescentes y preadolescentes, lo cual
da apoyo a la hipótesis de que algunos actos paidófilos ocurren faute
de mieux o por razones oportunistas, y no por orientación preferencial.
Hay paidófilos entre los individuos de todas las edades. En la
mayoría de los casos, ellos son parientes o conocidos de los niños o
niñas que les sirven de objetos sexuales, pero en ocasiones son ancianos
tímidos, faltos de afecto o satisfacción erótica, que ven a los niños
más abordables que los adultos. Comúnmente limitan sus actividades
a caricias y exhibiciones, y rara vez emplean la fuerza. A veces se encuen-
tra que el paidófilo ha sido incitado y aceptado por la niña o niño,
o que ha sido engañado en cuanto a la edad.
Dejando de lado las concepciones puramente místicas y emociona-
les, y los meros argumentos de autoridad, sin respaldo experimental
aceptable, ¿qué se puede decir sobre los contactos sexuales entre niños
y adultos? A pesar de las dificultades éticas y legales para investigarlos
fuera de contextos claramente socio o sicopatológicos, existe consenso
entre los sexólogos (con excepción de unos pocos extremistas, que de
ningún modo son representativos) sobre que dichos actos son inacepta-
bles. Pero no porque esté comprobado que los niños sufran indefectible-
mente consecuencias nocivas, sino porque ellos no pueden efectuar el
acto sexual con pleno conocimiento y voluntad, ya que carecen de la
madurez sicológica necesaria (a lo cual se agrega la inmadurez orgánica);
en otras palabras, es casi inevitable que en la relación sexual entre
adulto y niño haya manipulación y explotación de este por aquel, sobre
todo dentro de la organización jerárquica familiar, en donde el niño
está forzosamente subordinado física y síquicamente al adulto. En cierta
forma, la actividad sexual entre el adulto y el niño puede asimilarse
a una discusión filosófica o literaria entre los mismos: no es que ella
sea "corruptora"; simplemente no es funcional ni fructífera.
La gravedad de las secuelas sicológicas que sufren los niños que
han tenido contactos sexuales con adultos parece depender más de las
situaciones de violencia o coacción concomitantes y de las actitudes
antisexuales de la familia y la sociedad, que de los actos en sí.
Los datos del estudio de KINSEY indican que aproximadamente
una cuarta parte de las mujeres habían tenido en su niñez algún encuentro
sexual, principalmente de tipo exhibicionista, con hombres adultos. Por su
parte, FINKELHOR encontró una incidencia de 19% entre las universita-
rias que investigó, y de 9% entre los universitarios; además, identificó
tres factores familiares que facilitaron los abusos: ausencia o distancia-
miento del padre, opresión de los niños y actitudes sexuales represivas4.
Véase la subsección I.3.c. del capítulo viii.
El Código Penal colombiano reprime la paidofilia en los arts. 303
y 305.
3.3. Sadismo y masoquismo sexualess—Son parafilias muy rela-
cionadas, razón por la cual las consideraremos conjuntamente. El pri-
mero, llamado también algolagnia activa, consiste en la imposición
de sufrimiento físico o mental a la pareja sexual, con el fin de lograr
la excitación erótica. El segundo, llamado también algolagnia pasiva,
consiste en la obtención de excitación sexual por parte del sujeto, me-
diante su propio sufrimiento físico o mental. El objeto sexual de los
sádicos y masoquistas puede ser homo o heterotípico.
Los antecedentes filogénicos de la algolagnia y sus manifestaciones
en diversas sociedades han sido señalados por distintos autores. La
estimulación sexual dolorosa es una magnificación de las tendencias
presentes en los seres humanos, algunas de cuyas culturas se han caracte-
rizado por una sorprendente cantidad de comportamientos crueles, eró-
ticos-o no. El origen biológico de estas conductas podría hallarse en
el cortejo y acoplamiento de muchas especies animales; para H. n'As,
los mordiscos durante el coito, frecuentes entre los humanos6, no son
sino el reflejo de comportamientos similares de los mamíferos inferio-
res. KINSEY señala que algunos de los elementos constitutivos del sín-
drome sexual7 se encuentran también presentes en las situaciones de
cólera y, menos claramente, en las de miedo. Las bases biológicas de
las relaciones entre dichas emociones han sido reveladas por los estudios
de MACLEAN, que muestran la contigüidad topográfica de las áreas
cerebrales que las regulan.
El sadismo va desde las formas más leves, como los mordiscos
y otras acciones bruscas durante el acto sexual, sin mayor importancia,
hasta los casos de gran sadismo, famosos en los anales criminológicos
(Jack el Destripador, Peter Kürten, el sargento Bertrand, etc.), mani-
fiestamente sicopatológicos. Cierto número de violadores son realmente
sádicos, pues para excitarse sexualmente necesitan ejercer violencia,
aunque la mujer no se resista. El masoquismo presenta variaciones
similares a las del sadismo, y a veces lleva a la muerte, voluntaria
o involuntaria, del adepto a él. Con frecuencia, las dos formas de
5 Se aplica el calificativos"sexual" a estas parafilias para distinguirlas del sadis-
mo y masoquismo no sexuales, en cuyo caso se obtiene placer no erótico infligiendo
dolor a otra persona o a sí mismo.
6 KINSEY encontró que una cuarta parte de los hombres y las mujeres experimen-
taban excitación sexual definida al ser mordidos, y otra cuarta parte manifestaban
alguna excitación.
7 Nombre dado por KINSEY al conjunto de fenómenos fisiológicos que se presen-
tan durante el ejercicio de la función erótica.
algolagnia se hallan presentes en el mismo individuo; se habla entonces
de sadomasoquismo8.
3.4. Fetichismo.—Consiste en el empleo de objetos inanimados
(fetiches) o partes del cuerpo de la pareja sexual, diferentes de los
genitales y pechos, con el fin de lograr la excitación sexual. El fetiche
es utilizado como estímulo durante la masturbación o el coito.
La mayoría de los autores aceptan que el fetiche es un substituto
simbólico del objeto heterosexual. Se considera que el fetichismo se
origina en la niñez o en la pubertad, por asociación condicionante del
fetiche con la excitación sexual. Según EPSTEIN, es posible que haya
un mecanismo filogénico de asociación entre ciertos objetos particular-
mente llamativos y las carnosidades sexuales de las hembras de algunos
primates; este autor observó erecciones en un babuino yen un chimpan-
cé ante una bota de caucho, con eyaculación en el último caso. H.
n'As ve en el fetichismo una de las manifestaciones del simbolismo
erótico. KINSEY dice que el límite entre dicha parafilia y la reacción
sicosexual normal del hombre es nebuloso, porque ambas dependen
de la asociación condicionante; la frontera solo se hace clara cuando
el fetiche es independiente del cuerpo de la pareja.
De todos modos, hay un poco de fetichista del vestido en la mayoría
de los hombres, como lo indican el atractivo que ejercen ciertas modas
femeninas, y el hecho de que, muchas veces, la mujer es más excitante
si está semidesnuda que si lo está completamente; además, muchos fetiches
son ropas que acentúan los caracteres sexuales cuaternarios femeninos.
Por otra parte, parece existir una relación entre el fetichismo y el sadoma-
soquismo, a juzgar por la frecuencia con que adquieren carácter de fetiches
látigos, botas, tacones altos y puntiagudos, guantes largos, vestidos ceñi-
dos y otras modas, que tienden a hacer sentir incómodas y vulnerables
a las mujeres. El fetichista del vestido usualmente no se excita con la
ropa de la compañera sexual habitual, como si siguiera una regla maso-
quista que le hace desechar la satisfacción relativamente fácil de la parafilia.
3.5. Transvestismo.—Consiste en el uso de ropas del otro sexo,
con el objeto de obtener excitación sexual. Con el paso del tiempo,
esta motivación tiende a desaparecer en muchos transvestistas, quienes
continúan sintiendo la necesidad de vestirse con ropas impropias de
su sexo para calmar la ansiedad, o simplemente porque sienten satisfac-
ción no sexual haciéndolo.
8 Algunos guasones dicen que la pareja sexual ideal es la formada por un sádico
y un masoquista. En realidad, no es así, porque el verdadero sádico necesita una
"víctima" que sufra, no que sienta placer, y el masoquista requiere una manifestación
de brutalidad, no de excitación sexual.
El transvestista se distingue del transexual porque en el primero
hay congruencia entre los sexos sicológico y fenotípico, y del homose-
xual afeminado, porque el objeto sexual de aquel es homotípico; sin
embargo, en ciertos casos no es fácil hacer la diferenciación. Al respec-
to, BUHRICH y MCCONAOHY distinguen dos tipos de transvestismo: el
nuclear y el marginal; este último vendría a ser un estado intermedio
entre el primero y el transexualismo.
Es posible que muchos transvestistas hayan adquirido este estado
debido, al menos parcialmente, al desarrollo de un fetichismo del vesti-
do femenino durante la infancia.
3.6. Exhibicionismo.—Consiste en la exposición sorpresiva e itera-
tiva de los órganos sexuales ante una o varias personas del otro sexo.
El exhibicionista se excita con el acto que realiza o con la reacción
de la observadora, pero en ocasiones descarga su tensión masturbándo-
se. Como el fetichista, usualmente no se satisface efectuando el acto
con la pareja sexual habitual.
Muchos autores opinan que uno de los componentes del acto exhi-
bicionista es la producción de temor o disgusto en la observadora;
es decir, el exhibicionista parece querer afirmar su masculinidad y sentir-
se superior. Como es poco probable que el exhibicionista intente tener
contacto físico con la mujer, esta parafilia es relativamente inofensiva.
No se debe confundir el exhibicionismo con el desnudamiento acci-
dental (por ejemplo, el de un borracho), ni con las exhibiciones femeni-
nas durante los espectáculos de stríptease. Tampoco con el nudismo,
practicado con fines "naturistas"; a este respecto, una de las consecuen-
cias del nudismo es precisamente la deserotización de la desnudez.
El exhibicionismo es castigado en el art. 44 del decreto 522 de 1971.
3.7. Eseoptofilia.—Consiste en observar reiterada y subrepticia-
mente a las personas en situaciones eróticas (en el coito, desnudándose,
etc.), con lo cual el escoptófilo logra la excitación sexual y, en muchos
casos, se masturba al mismo tiempo9.
Prácticamente todos los hombres tienen tendencias escoptófilas,
que satisfarían si se presentaran oportunidades adecuadas; por ello la
parafilia existe solo cuando el deseo es tan compulsivo que lleva al
individuo a asumir riesgos para saciarlo, o si tal conducta es la forma
exclusiva o principal de contentamiento sexual. Como el fetichista y
el exhibicionista, el escoptófilo no se satisface viendo el desnudamiento
de la pareja sexual.
9 Tampoco hay escoptófilos entre los nudistas.
258 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 259
OTROS PROBLEMAS SEXUALES 261260 PROBLEMAS SEXUALES
3.8. Otras parafilias.—La gerontofilia es la obtención de excita-
ción y placer sexuales con personas seniles. La verdadera gerontofilia
es muy rara; la falsa, o sea, aquella cuya motivación no es la atracción
erótica sino otra, es más frecuente, como lo indican las ocasionales
noticias periodísticas sobre matrimonios de hombres jóvenes con ancianas;
en estos casos, probablemente el novio anda a caza de la fortuna de
la novia, y no en busca de sus hipotéticos encantoslo. La gerontofilia
(verdadera o falsa) es más notoria en el hombre que en la mujer, debido
a que esta tiende a envejecer en su apariencia física más rápido que aquel.
La necrofilia es la obtención de excitación y placer sexuales median-
te la contemplación de un cadáver o copulando con él. Hay una necrofi-
lia imaginaria, en cuyo caso el objeto sexual es una persona que hace
el papel de muerto. Esta parafilia es castigada como irrespeto a cadáve-
res por la ley colombiana (C. P., art. 297).
Además de las anteriores, son factibles muchas otras parafilias,
de tipo fetichista sobre todo. Hemos visto descritas o mencionadas
en la literatura las siguientes situaciones exóticas de excitación y placer
sexuales: hafelagnia, con tocamientos fugaces a personas desconocidas;
osmolagnia, con olores nauseabundos; otalagnia, con narraciones o
ruidos eróticos; urolagnia, con la micción o con la orina; coprolagnia,
con la defecación o con las heces; vampirismo, con la sangre de las
heridas; cleptolagnia, con el robo; pirolagnia, con los incendios; den-
dro filia, con los vegetales; pigmalionismo , con las estatuas; y los feti-
chismos de las estrábicas, de las desdentadas, de las cojas, de las
amputadas, de las moscas copulando, de las gafas, de los tornillos, etc.
3.9. Tratamiento de las para filias.—La meta ha sido una de las
siguientes:
a) Suprimir el comportamiento parafílico; en la mayoría de estos
casos, el terapeuta actúa simplemente como agente de la sociedad, la
cual trata de imponer sus normas al parafílico.
b) Adaptar el individuo a su parafilia, en cuyo caso el terapeuta
actúa en beneficio de aquel, y lo apoya para que haga frente a la estigma-
tización social.
c) Disminuir la conducta parafílica y modificarla en la dirección
"normal", en cuyo caso el terapeuta también actúa en beneficio del
parafílico.
10 Otra muestra de la inconsistencia de la doctrina matrimonial católica es el he-
cho de que la Iglesia no vacila en bendecir tales uniones, las cuales —no obstante
los argumentos casuísticos esgrimidos a su favor— contradicen palmariamente el "fin
primario" del matrimonio católico, amén de demostrar que el novio es un parafílico
o un bribón, o ambas cosas.
Los resultados del tratamiento de estos problemas, mediante los
diversos métodos sicoterapéuticos, han sido generalmente muy pobres.
La castración "química", con el uso de antiandrógenos (medroxipro-
gesterona, acetato de ciproteróna) parece ser bastante efectiva para
lograr la supresión del comportamiento parafílico, y es éticamente acep-
table si el consultante da su consentimiento; también podría ser una
alternativa de la prisión, en el caso de los delincuentes sexuales reinci-
dentes, si estos consienten.
4. INCESTO (3.4.)
4.1. Introducción.—Se da el nombre de incesto a toda actividad
sexual entre parientes cercanos; el grado de proximidad que lo determina
es establecido por las costumbres o leyes de la respectiva sociedad.
Es principalmente la reacción cultural negativa al quebrantamiento de
la prohibición, y sobre todo el carácter delictivo que ella tiene, lo que
hace que la conducta incestuosa sea un problema. Sin embargo, ha
habido diferentes actitudes con respecto al incesto, de acuerdo con
el grado de parentesco, de una cultura a otra y a lo largo de la historia.
Con base en la existencia de matrimonios consanguíneos, se presume
que el incesto fue practicado en las casas reales de Egipto, Irán, Hawai,
Uganda, el Imperio Incaico, Irlanda, Gabón, Tailandia y Sri Lanka,
lo mismo que entre los griegos primitivos y los hebreos del período
premosaicol1. En Colombia, el incesto es penalizado en el art. 259
del Código Penal.
4.2. Origen de la aversión al incesto.—Laaversión al incesto dentro
de la familia nuclear, que ha estado presente junto con la prohibición,
no parece ser "natural" o "instintiva". En primer lugar, porque entre
los animales la consanguinidad no es obstáculo para el apareamientol2;
en segundo lugar, porque si la aversión fuera de origen biológico, no
se explicaría el hecho de que, para que se presente, es necesario que se
tenga conciencia del nexo consanguíneo.
HAVELLOCK EL.LIS y EDWARD WESTERMARCK propusieron que la aver-
sión al incesto resulta esencialmente de la habituación que produce
la vida en común desde temprana edad, lo cual extingue el deseo sexual,
así como sucede en muchas parejas que llevan casadas largo tiempo
(efecto COOLIDOE). Recientemente, esta teoría ha tenido respaldo expe-
II Ejemplos de incesto entre los antiguos judíos se encuentran en Génesis, 19:31-
38, 20:12 y 24:3-4.
12 Parece, sin embargo, que en algunos animales la vida en común durante la
crianza embota la atracción sexual mutua.
rirriental en los estudios de SHEPHER, SPIRO y TALMON, que muestran
cómo los miembros de los kibbutzim israelíes, que desde la infancia
son educados sin que sean segregados por géneros, espontáneamente
evitan los contactos sexuales y los matrimonios entre sí, por no sentir
atracción sexual mutua, solo afecto amistoso o fraternal; para explicar
este desinterés, SHEPHER propone un mecanismo de impronta nega-
tiva, que actuaría antes de los seis años de edad. Por su parte, BIXLER
cree que una predisposición genética hace adaptativo el efecto Ews-
WESTERMARCK.
4.3. Origen de la prohibición del incesto.—Se han propuesto diver-
sas teorías para explicar la prohibición cultural del incesto, ninguna
totalmente satisfactoria; el problema se ha complicado porque algunos
confunden la prohibición de actividades sexuales entre consanguíneos
con la regla de la exogamia13. Las principales teorías son la biológica
o genética y las socioculturales.
a) La teoría biológica o genética fue propuesta inicialmente por
MORGAN y MAINE, y sigue teniendo unos pocos defensores. Según ella,
la prohibición se estableció para evitar el aumento de las taras heredita-
rias, el cual es favorecido por el incesto. La primera objeción que se
puede hacer es que no siempre la consanguinidad ejerce efectos nocivos,
prueba de lo cual es lo siguiente: 1) desde hace miles de años se utiliza
el apareamiento consanguíneo para mejorar las razas animales; 2) la
gran mayoría de las sociedades ágrafas son forzosamente consanguí-
neas, y sobreviven razonablemente saludables; 3) estudios realizados
en comunidades fuertemente consanguíneas (como los huteristas de Nor-
teamérica) las muestran más saludables que los grupos control. En segun-
do lugar, aun aceptando que la consanguinidad favorezca más los efectos
negativos, ello tampoco explicaría el establecimiento del tabú, porque
ciertas culturas desconocen la fisiología de la reproducción, es decir,
el papel exacto que desempeñan los padres, y no obstante prohiben el
incesto. Además, si la teoría biológica fuera cierta, sería prueba de
que todas las sociedades humanas, incluso las más atrasadas científica-
mente, han tenido una clarividencia eugenésica que no muestran en
otras circunstancias.
b) Diversos autores, entre ellos TAYI,OR, DURKHEIM, MALINOWSKI,
Fox y LÉV1-STRAUSS, han propuesto teorías socioculturales sobre el ori-
gen de la prohibición del incesto, todas las cuales tienen puntos débiles
13 No obstante, en las sociedades primitivas sí pudo existir una razón para rela-
cionar el tabú del incesto con la exogamia: una mujer no virgen tendría menor valor
y, por lo tanto, menor opción de ser intercambiada en la transacción matrimonial.
Pero esto no se podría aplicar al incesto madre/hijo.
y fuertes. La mayoría de los sociólogos y socioantropólogos se inclinan
a pensar que el tabú se deriva de la regla de la exogamia, o que se
estableció como mecanismo de defensa de la estabilidad de la familia
nuclear.
4.4. Justificación actual de la prohibición .—Que el tabú del incesto
fuera necesario cuando se estableció, es algo plausible; sin embargo,
surge el interrogante de si todavía se justifica mantenerlo. Hay dos
tipos de argumentos a favor de continuar penalizando este comporta-
miento sexual: los morales y los legales. Los primeros se basan simple-
mente en la "anormalidad" o "pecaminosidad" del acto, inculcadas
por la ideología erotófoba, y presumen que es función de la ley preservar
el "orden moral" de la familia y la sociedad. Sobre ellos nada hay
que decir, porque escapan a toda discusión científica14. Los segundos
son de tres clases:
a) La prevención de los posibles efectos nocivos para la descenden-
cia. Ya se señaló que esta razón es muy discutible; y aunque fuera
plenamente válida, sería suficiente prohibir la procreación entre parien-
tes cercanos.
b) La protección de la estabilidad de la familia. A este argumento
se replica que, en la mayoría de los casos, el incesto no antecede a
la desorganización familiar, sino que es su consecuencia; en otras pala-
bras, prohibir el incesto con esta finalidad es buscar al ahogado aguas
arriba. Es la aplicación de la ley la que muchas veces acaba de desinte-
grar la estructura familiar, que todavía estaba externa y económicamen-
te intacta a pesar de la situación incestuosa; es decir, el proceso y la
condena de los participantes pueden producir más daños sicológicos
y económicos que el acto incestuoso per se. Además, incluso aceptando
que el incesto lleve a la desorganización de la familia, tal problema
no se presentaría en el caso de relaciones sexuales entre hermanos adul-
tos que hubieran abandonado el hogar.
c) La protección de los menores de la familia de los designios
sexuales abusivos de los adultos. Se contesta que para tal fin no se
requieren disposiciones adicionales a las ya existentes (C. P., arts. 298
a 306).
4.5. Incesto y sicopatología.—Quienes profesan la medicina sicoló-
gica tradicional, sobre todo los de orientación sicoanalítica, han sosteni-
h4 No obstante, hay que recordar que el relato judeocristiano del origen del hom-
bre (Génesis, 1:27-28, 2:7, 2:21-22) forzosamente lleva a la conclusión de que la especie
humana procede del incesto primigenio de Adán y Eva con sus descendientes, o de
estos entre sí.
262 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 263
264 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 265
do que el incesto es de por sí manifestación de un grave trastorno
síquico, en uno de los participantes o en ambos. Los estudios al respecto
no confirman esta presunción. El "delito" es cometido tanto por indivi-
duos mentalmente sanos como por enfermos; en el primer caso, puede
ser una conducta moral y socialmente aceptable en ciertas "subcultu-
ras" , o presentarse en personas de fuerte libido y pocas inhibiciones
morales, o ignorantes de la existencia de la prohibición. El incesto
padre/hija es hasta cierto punto una actividad realizada faute de mieux,
por padres de hogares ya desorganizados, que son rechazados sexual-
mente por la esposa, y que no son capaces de buscar una pareja sexual
fuera del hogar; además, la esposa puede consentir, tácita o explícita-
mente, y la hija desempeñar un papel activo. En cuanto al efecto de
las experiencias incestuosas sobre la salud mental del menor de edad
participante, lo más probable es que las consecuencias negativas estén
en relación directa con el grado de coacción o manipulación ejercidas
por el adulto, y con la diferencia etaria entre los protagonistas; sin
embargo, parecen existir mayores probabilidades de que el incesto ma-
dre/hijo sea motivado por la sicopatología de los actores. Con respecto
a la inteligencia de los participantes en el incesto, en general no difiere
de la de las otras personas del mismo nivel socioeconómico.
4.6. Tipos de incesto y su incidencia.—Los tipos de incesto varían
de acuerdo con la sociedad de que se trate. Van desde la prohibición de
las relaciones sexuales entre los miembros de la familia nuclear (ma-
dre/hijo, padre/hija, hermano/hermana) hasta la exclusión de la mitad
de los miembros de la tribu como pareja sexual. Por supuesto, puede
haber también incesto homosexual.
Aunque las estadísticas muestran una relación inversa de la inciden-
cia del incesto con el nivel socioeconómico de los participantes, estos
datos no son de fiar, porque la gran mayoría de los estudios se han
basado en casos clínicos o criminales. Ahora bien, sabemos que "la
ley es una perra que solo muerde a los de ruana", o sea, las personas
de las clases altas pueden ocultar mucho mejor el "delito" que las de
las clases bajas; y en cuanto a los casos clínicos, ellos no son represen-
tativos de la población general. Con respecto a su incidencia dentro
de la familia nuclear, el incesto madre/hijo es el más raro, lo cual
no es de extrañar, desde el punto de vista de la atracción sexuales.
De todas formas, la incidencia del incesto en la población general es
seguramente mayor de lo revelado por las estadísticas clínicas y judiciales.
15 El impulso incestuoso madre/hijo, que desempeña un papel crucial en la teo-
ría freudiana, es el más implausible biológica y antropológicamente. No es de esperar
que un hombre sienta interés sexual por una mujer 15 o 20 años mayor, que ha perdido
el atractivo físico por el deterioro causado por el envejecimiento y los embarazos.
4.7. Conclusión.—Como sucede con tantas prohibiciones relativas
a la conducta sexual, la penalización del incesto, además de carecer
de efecto práctico, no se basa realmente en los argumentos aparentemen-
te lógicos que exponen los legisladores, sino en prejuicios tradicionales,
reforzados por la erotofobia cultural. Además, dado que la mayoría
de los seres humanos poseen mecanismos sicosociales que los hacen
rechazar la conducta incestuosa, mantenerla como figura delictiva espe-
cífica es distraer a las autoridades judiciales y de policía de muchos
otros actos verdaderamente lesivos para la sociedad, que no reciben
suficiente atención. El art. 259 del Código Penal es, entonces, un ana-
cronismo inútil.
5. PROBLEMAS SEXUALES DE LOS LISIADOS (3.5.)
Las personas que presentan trastornos que las incapacitan física-
mente, además del efecto directo de estos sobre el ejercicio de la función
erótica, sufren también —como los ancianos y los parafílicos— un
"ostracismo sexual", más o menos notorio, de parte de los individuos
"normales", buen número de los cuales esperan que los lisiados hayan
perdido todo interés por el erotismo, mientras que otros consideran
incorrecto que manifiesten inclinaciones de esa naturaleza. Sin embar-
go, las personas que se han adaptado a su invalidez congénita, o que
se han sobrepuesto a la depresión inicial producida por el trastorno
adquirido, sienten el mismo apetito sexual que tendrían si no estuvieran
incapacitadas, puesto que conservan intacto el principal órgano sexual,
que es el siquismo.
El problema sexual del inválido físico tiene dos aspectos: a) la
dificultad para la ejecución efectiva del acto sexual deseado; b) el recha-
zo, real o supuesto, que sufre de parte de la pareja sexual habitual
o potencial, debido a razones de orden estético.
En las lesiones medulares, el efecto negativo más evidente es el
disfuncionamiento erectivo y orgásmico. KOLODNY y colaboradores re-
sumen las consecuencias de las lesiones medulares así: a) la erección
de suficiente firmeza para el coito se observa en no más del 25% de
los casos; b) la capacidad eyaculatoria se pierde en más del 90% de los
individuos afectados (en algunos, la eyaculación es retrógrada); c) el
orgamo puede sentirse o no; d) el pronóstico es, obviamente más fa-
vorable cuando la lesión es parcial, y cuando afecta a las neuronas
motoras inferiores. Se conoce mucho menos sobre los trastornos dela
función sexual en las mujeres con lesiones medulares, pero la experiencia
J
266 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 267
clínica indica que un apreciable número de ellas pierde la capacidad
de lograr el orgasmo por estimulación genita116.
El otro efecto negativo importante de la lesión medular es el recha-
zo que el incapacitado puede encontrar de parte de la pareja sexual
habitual o potencial, debido a la atrofia de las masas musculares y
a los episodios de incontinencia, fecal sobre todo.
Las mutilaciones traumáticas o quirúrgicas de los órganos sexuales
(amputación del pene, colpectomía, vulvectomía) también pueden afec-
tar directamente la realización de los actos sexuales, o producir rechazo
en la pareja; la enterostomía puede ser otra causa estética de rechazo.
Entre las lesiones puramente desfigurantes hay que señalar la mastecto-
mía y las mutilaciones, quemaduras y cicatrices del rostro.
El tratamiento de los problemas sexuales de los lisiados se centra
en la educación o reeducación sexual de ellos y sus parejas, con el
fin de que acepten y aprendan a explorar las alternativas eróticas dispo-
nibles.
6. SÍNDROME INMUNODEFICITARIO ADQUIRIDO (3.6.)
Las enfermedades sexualmente transmisibles (EST), llamadas ante-
riormente enfermedades venéreas, se caracterizan porque se propagan
exclusiva o casi exclusivamente por medio de los contactos sexuales.
Constituyen, pues, evidentes problemas sexuales, cuyo tratamiento es
necesariamente médico, y de suma eficacia en la gran mayoría de los
casos. Aquí solo nos referiremos brevemente a una de ellas, el síndrome
inmunodeficitario adquirido (SIDA), por ser la más grave amenaza al
ejercicio de la función erótica que se haya conocido.
Hasta finales de 1986, se sabía lo siguiente:
a) La enfermedad, que es mortal en todas las personas en las cuales
se desarrolla plenamente, es causada por un retrovirus, el virus de la
inmunodeficiencia humana (HIV)I7, al parecer, de origen africano y
de muy reciente emergencia evolutiva.
16 MAS-rERS y JOHNSON estudiaron la fisiología sexual de una mujer, antes y des-
pués de quedar parapléjica. El fenómeno más interesante que encontraron fue el despla-
zamiento de la erogenicidad .primaria, que se había perdido en los genitales, hacia
las mamas, en forma tal que la estimulación táctil de estas se convirtió en la manera
habitual de lograr el orgasmo.
17 El virus fue aislado por primera vez por MONTAGNIER y su equipo del Institu-
to Pasteur de París, y recibió el nombre de virus asociado a la linfadenopatía (Iymphade-
nopathy-associated virus, LAV). Poco después, fue también aislado por GALLO y su
equipo de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, quienes lo denomi-
naron virus linfotrópico de las cédulas T humanas, tipo 3 (human T-cell lymphotropic
b) El virus se encuentra en diversos líquidos y tejidos corporales,
pero particularmente en la sangre y el semen.
c) La mayor parte de los individuos afectados son portadores asin-
tomáticos.
d) Alrededor del 50% de los afectados desarrollan la enfermedad
en forma plena, y el período de incubación es de meses a años.
e) La mayor parte de los afectados (más del 70%) han desarrollado
la enfermedad como consecuencia de actividades homosexuales o bise-
xuales; un 1% como resultado de actividades heterosexuales, y el resto
por transfusión de sangre contaminada, por inoculación parenteral con
agujas contaminadas o por infección intrauterina o perinatal; sin embar-
go, esto se refiere a los estadounidenses de raza caucasoide y a los
europeos. Entre los africanos, el SIDA afecta igualmente a individuos
heterosexuales y homosexuales.
f) El coito rectal parece ser la forma más frecuente de contagio.
g) El condón protege relativamente de la contaminación durante
el coito vaginal, pero mucho menos durante el rectal, porque se rompe
más fácilmente.
Dado el carácter letal y epidémico de esta enfermedad, es de esperar
que, en un plazo relativamente corto, la investigación biomédica habrá
de encontrar un tratamiento o una vacuna eficaces.
virus, typc 3, IITLV-3). En 1986, el Comité Internacional de Taxonomía Viral propuso
cl nombre de virus de la inmunodeficiencia humana (hurgan inmmunodeficiency virus,
HIV) y recomendó su uso, en lugar de los dos anteriores.
APÉNDICE
CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD
1. INTRODUCCION.-COITIO los autores poco al tanto de las investigaciones
sexológicas modernas siguen dependiendo todavía de las teorías freudianas
para describir y explicar la conducta sexual humana, es conveniente hacer
una breve descripción crítica de ellas.
El sicoanálisis, creado por FREUD, comprende: a) un método investigati-
yo de los procesos mentales inconscientes del ser humano; b) un método tera-
péutico de las perturbaciones neuróticas; c) la elaboración de teorías sicológicas
para explicar la conducta normal o neurótica. Indudablemente, él ha ejercido
profunda influencia en el desarrollo de la sicología y la siquiatría, amén de
su efecto sobre muchos otros aspectos de la cultura occidental. Sin embargo,
desde los primeros momentos de su existencia ha sido sometido a cuestiona-
miento y revisión, no solo por críticos externos a él, sino también —en curioso
paralelismo con las ideologías políticas y religiosas— por sus adherentes de
primera hora y por los que vinieron luego. Aunque nuestro interés es discutir
sus aspectos relacionados directamente con la sexualidad, no está por demás
señalar los principales puntos débiles del sicoanálisis clásico, considerado in
roto, que son: a) su incapacidad para adaptarse a las reglas del método cien-
tífico1; b) su énfasis en los componentes biológicos del comportamiento hu-
mano, en detrimento de los ambientales o culturales; e) la tendencia de sus
seguidores a la rigidez dogmática, el secretismo defensivo y la arrogancia elitis-
ta, características que corresponden más a un movimiento político-religioso
que a un sistema de pensamiento científico; d) a pesar de que, al crearlo,
la principal motivación de FREUD fue encontrar un método terapéutico más
eficaz, el tratamiento sicoanalítico deja mucho que desear, por lo costoso
y prolongado y por sus dudosos resultados, especialmente en los problemas
sexuales de causa síquica2.
ti:
Por eso DEBRAY-RITZEN considera que la doctrina freudiana es una forma de
escolasticismo.
2 Según MARMOR, siguen teniendo validez las siguientes conclusiones derivadas
del sicoanálisis: a) El comportamiento humano es motivado y la personalidad moldeada
4 ..
por la interacción de los potenciales biológicos con las experiencias vividas. b) Los
trastornos sicológicos funcionales resultan de las vicisitudes del desarrollo y de las
contradicciones y conflictos entre las creencias y deseos del individuo y las prescripciones
de la sociedad. c) Las experiencias infantiles tienen especial importancia en el moldeado de
las percepciones y las reacciones de la vida adulta.
172 APÉNDICE CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 273
Los principales conceptos freudianos que deben ser glosados son: la teoría
le la libido, el desarrollo sicosexual del individuo, la sexualidad femenina
7 la primacía de la función reproductora de la sexualidad. Estos planteamientos
on reiterados a lo largo de la obra de FREUD, sin modificaciones importan-
es, como puede deducirse de sus últimas presentaciones y revisiones.
2. TEORIÁ DE LA LIBIDO.—Como parte de su explicación de los, diversos
'enómenos del comportamiento sexual, FREUD señaló la existencia de un com-
)onente sicoenergético del impulso sexual, que actúa por medio de diferentes
:structuras corporales, al cual llamólibido. Esta libido hace parte de un sistema
:errado, y 'puede almacenarse, desplazarse o descargarse, en forma semejante
I la energía física o química. Ella es responsable de todas las manifestaciones
exuales, tanto adultas como infantiles.
A partir del nacimiento, la libido se acumula en distintas zonas corporales,
se desplaza sucesivamente entre ellas, de acuerdo con las fases oral, anal, y
'álica del desarrollo sicosexual infantil. En el adulto normal, se descarga
mincipalmente mediante los órganos genitales, durante el coito heterosexual;
!sta actividad sexual "madura" es el resultado de la represión de los impulsos
ierversos polimorfos de la etapa infantil de la sexualidad, represión que es
lebida, a su vez, a la resolución satisfactoria del complejo de Edipo. En
:1 caso de las perversiones sexuales, ella no ocurre, y en su lugar se crea
in conflicto inconsciente, que causa la fijación de la libido en una fase infantil
le la sexualidad; en la adultez, esta libido se descarga por medio de una
:ona corporal extragenital, lo cual constituye unaregresión a la fase de fijación
nfantil. En la neurosis (el "negativo de la perversión") hay una represión
Ixagerada, que impide todo escape de la libido por los genitales, por lo cual
nista salida en forma de síntomas neuróticos substitutivos. Una alternativa
le la "perversión" o de la neurosis es la sublimación, que consiste en que
a energía libidinal se encauza hacia la realización de actividades no sexuales
socialmente útiles.
La teoría de la libido ha sido uno de los planteamientos freudianos más
:riticados. En primer lugar, minimiza las influencias ambientales sobre la con-
Meta sexual, en favor de las biológicas; como dicen KARDINER y colaborado-
'es, "es el caso de la cola instintiva meneando al perro adaptativo". Además,
'alla por reduccionista, puesto que la sexualidad no es la única o principal
notivación del ser humano, y porque los argumentos que la respaldan son
analogías o generalizaciones a partir de observaciones muy discutibles. Por
ljemplo, la reacción del niño al entrenamiento defecatorio, o a cualquier otro
ipo de interferencia durante sus "fases" de desarrollo sexual, puede explicarse
:orno respuesta a las medidas disciplinarias, sin necesidad de echar mano
le complejos conflictos instintivos libidinales; tampoco se requieren estos para
!atender las "perversiones" sexuales del adulto, algunas de las cuales pueden
leberse en parte a sucesos de la época infantil, sí, pero que actúan mediante
necanismos de impronta o condicionamiento. La razón de lo anterior es que
para la creación de conflictos inconscientes se necesita un desarrollo sicológico
suficiente para que haya memoria, raciocinio y fantasía, facultades intelectivas
estas de muy dudosa existencia en la infancia.
El concepto de sublimación, que según ICINSEY es solo la reformulación
del arquetipo ascético de varias religiones, ha sido puesto también en duda,
porque se apoya en datos poco concluyentes. SALZMAN dice que es errado, por-
que la creatividad es el producto de la expresión de todos los ideales y capacida-
des humanos, no simplemente de la sexualidad.
La teoría de la libido es una especulación sin bases neurofisiológicas.
Fue un error de FREUD ver en la sexualidad el primum mobile biológico de
la conducta humana, cuando la realidad puede ser bien diferente: en muchos
casos, el comportamiento sexual es puesto al servicio de intereses no sexuales,
y esto sí tiene sólido respaldo filogénico.
3. DESARROLLO SICOSEXUAL DEL INDIVIDUO.—La idea freudiana del desarro-
llo sicosexual del individuo está íntimamente unida a la teoría de la libido,
puesto que es, en esencia, la descripción de los desplazamientos y efectos
de la energía libidinal.
FREUD postuló que hay tres zonas corporales particularmente ricas en
libido: la boca, el ano y los genitales; ellas van adquiriendo importancia predo-
minante como fuentes de placer libidinal, de acuerdo con una secuencia deter-
minada biológicamente. Durante el primer año y medio de vida (aproxima-
damente), es la boca el principal órgano sexual, y por medio de ella el niño
logra satisfacción erótica; esta es la fase oral. Entre el año y medio y los
tres años, se presenta la fase anal, durante la cual obtiene gratificación con
la expulsión o retención de las heces, o con su manipulación; además, el niño
descubre que estas actividades despiertan gran interés en quienes lo cuidan,
y que tal interés puede manifestarse como sentimientos de agrado o desagrado.
A partir del tercer año (aproximadamente) se entra en la fase fálica, durante
la cual el centro del placer sexual es el pene; en un principio, el interés es
autoerótico, pero luego es dirigido hacia la madre, y entonces hace su aparición
el complejo de Edipo3. Este consiste en que el niño experimenta "deseos se-
xuales" hacia la madre, y a la vez trata de identificarse con el padre; a medida
que sus impulsos incestuosos aumentan, el niño va viendo en su padre a un
rival, y se le crea una situación conflictiva: a sus sentimientos de amor e
identificación con él se oponen los deseos de eliminarlo, para tomar su lugar
al lado de la madre. Normalmente, dicha situación edípica es resuelta en forma
satisfactoria, en parte por represión, y en parte por repudio de los impulsos
incestuosos, mediante la angustia de castración4. Ella resulta del descubri-
3 Llamado así en alusión al personaje de la mitología griega que, sin desearlo
ni saberlo, mató a Layo, su padre, y tuvo relaciones incestuosas con Yocasta, su madre.
4 Un corolario fundamental de la teoría de la libido y del desarrollo sicosexual
es que el conflicto edípico no resuelto es la causa básica de todos los problemas sicosexuales.
274 APÉNDICE CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 275
miento de que las niñas no tienen pene, por lo cual el niño cree que les fue
amputado corno castigo; entonces, él se imagina que también puede perder
el suyo si continúa deseando a la madre. La angustia de castración es lo
suficientemente fuerte no solo para disolver el complejo de Edipo, sino para
inhibir todos los deseos y actividades sexuales; por consiguiente, el niño entra
en el período de latencia, que se extiende desde los seis años (aproximadamente)
hasta la pubertad. En esta comienza la fase genital propiamente dicha o "ma-
dura" de la sexualidad, que es la característica del adulto "normal"; durante
ella, el individuo descarga la energía libidinal por medio de los órganos genita-
les, durante el coito heterosexual dirigido primariamente hacia la reproducción.
La descripción anterior corresponde al desarrollo sicosexual "típico",
es decir, el de la persona de sexo masculino o "superior". La opinión de
FitEuó sobre la inferioridad "natural" de la mujer será discutida más adelan-
te; por ahora basta señalar que, según él, hasta el ingreso en la fase fálica,
el desarrollo sexual femenino es similar al masculino y que durante dicha
fase la niña centraliza el placer erótico en el clítoris, que es un "pene atrofia-
do". Llega un momento, sin embargo, en que ella descubre que los niños
tienen pene; siente envidia de él, culpa a la madre por no poseerlo, y se torna,
entonces, hacia el padre, con la esperanza de que este le suministre un pene,
o un hijo como substituto. Tal situación constituye el complejo de Edipo
femenino o complejo de Electra5, el cual, por la ausencia de la angustia de
castración, tiende a prolongarse mucho más que en el niño, o nunca se resuelve
completamente.
El concepto freudiano del desarrollo sicosexual humano también ha sido
vigorosamente cuestionado. En primer lugar, como vimos atrás, es cierto que
existe una sexualidad infantil, en el sentido de que los niños realizan juegos
"sexuales", es decir, se interesan por sus órganos genitales y obtienen placer
manipulándolos; pero de ello no debe concluirse que dichas actividades sean
sexuales a la manera adulta, puesto que en la mayoría de los casos se trata
simplemente de manifestaciones de la natural curiosidad infantil, o de incorrec-
tas interpretaciones, por parte de los adultos, de ciertos fenómenos fisiológicos
no relacionados con el erotismo verdadero, como las erecciones espontáneas
que se observan en los niños, aun recién nacidos. Además, el hecho de que
el niño juegue con el pene, erecto o no, no debe interpretarse como una mastur-
bación adulta, sino más bien como una actividad placentera indiferenciada.
Si se hacen serias objeciones al carácter erótico de las actividades de la
fase fálica, con mucha mayor razón hay que poner en duda la erotización
de las fases oral y anal6. Equiparar el placer sexual que obtienen los adultos
5 Electra es un personaje de la mitología griega, que ayudó a su hermano Orestes
a matar a Clitemnestra, madre de ambos, en venganza de haber esta matado a Agame-
nón, su esposo y padre de aquellos.
6 Opler hacer notar que la erotización de la boca es un producto de la cultura,
sobre todo de la occidental.
mediante la felación, el cunilinto o el coito rectal con el producido en los
niños al mamar o defecar, es una generalización extremada que el sicoanalísis
no ha podido demostrar. Tampoco es convincente el desplazamiento de la
libido de una a otra zona corporal, entre otras razones, porque el niño obtiene
placer manipulando los genitales mucho antes de ingresar en la fase fálica.
MONEY y EHRHARDT señalan que las fases del desarrollo sexual infantil están
menos relacionadas con el erotismo que con mecanismos filogénicos comunes
a todos los mamíferos; esto es corroborado por los estudios de HARLOW, los
cuales, además, infirman la validez de la secuencia de las fases.
En cuanto al complejo de Edipo, tampoco ha escapado a la crítica. Desde
las investigaciones de mnuNowsxt, su universalidad, o sea su origen biológi-
co, ha sido rechazado; la explicación que de él da FREUD está basada en las
teorías de los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, descartadas hoy. El
consenso actual es que, si existe, él puede consistir más bien en un conflicto
originado en el resentimiento hacia un padre autoritario, que se opone al
deseo de acercamiento y ternura hacia la madre, en el entorno de la familia
patriarcal occidental7. Igualmente, su carácter "sexual" tiene todos los visos
de una fantasía, pues, a su edad, no es de esperar que el niño posea la capacidad
mental necesaria para elaborar complejos "triángulos eróticos".
Con respecto al período de latencia, no hay tal que exista en forma natural
y universal, sino que es impuesto por la cultura. Los estudios de HARLOW
indican que, por el contrario, durante el lapso de la vida infantil correspondien-
te a la "latencia", se presenta la tendencia biológica a los juegos sexuales.
CHODOFF hace notar que los conceptos freudianos sobre la sexualidad
infantil fallan por los métodos empleados para establecerlos, tales como los
análisis de neuróticos adultoss realizados por los primeros analistas, todavía
poco familiarizados con los efectos de la transferencia; además, esos casos
clínicos, de por sí poco numerosos, no pueden considerarse representativos
de la población general. Asimismo existe la posibilidad de que las ulteriores
observaciones directas en niños fueran influidas por el deseo inconsciente de
los sicoanalistas de confirmar las teorías del maestro, ya aceptadas incuestiona-
blemente por ellos. Subsiste también el problema de la validez interpretativa
de las elaboraciones mentales infantiles, ya que, por la inmadurez de la función
intelectiva de los niños, hay en ellos inadecuados raciocinio y poca información
para integrar con los recuerdos, amén de que sus vivencias son muy diferentes
de las de los adultos, como lo demuestran las investigaciones de PIAGET.
4. SEXUALIDAD FEMENINA.—Otro gran motivo de cuestionamiento es el con-
cepto freudiano sobre las mujeres en general, y sobre su sexualidad en particu-
7 En lo que concuerda un sicoanalista de credenciales tan ortodoxas como FE-
NICHEL.
8 FREUD solo analizó a un niño, el pequeño Hans, y ni siquiera directamente,
sino por intermedio del padre del niño.
CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD / /276 APÉNDICE
lar. Según FREUD, la sexualidad propia de la mujer aparece solo cuando re-
suelve satisfactoriamente la envidia del pene9; como hasta ese momento su
sexualidad ha sido "masculina", y ha pasado por las mismas fases (oral,
anal, fálica) del niño, para que "madure" sexualmente debe superar los senti-
mientos de envidia e inferioridad que le produce la ausencia de falo. La mujer
"normal" soluciona este conflicto aceptando como inherente a su naturaleza
el papel pasivo-receptivo frente al hombre y transfiriendo la erogenicidad del
clítoris a la vagina, que es el centro del placer sexual femenino "adulto".
Para el creador del sicoanálisis no había duda de que el sexo superior
era el masculino. FREUD fue un prisionero de su mentalidad patriarcal, la
cual le hizo ver al sexo femenino con el prejuicio de la cultura judía tradicional,
en la cual los hombres comenzaban el día con la plegaria: "Te agradezco,
Señor, porque no me hiciste mujer". Incluso JONES, su devoto biógrafo, da
a entender que las mujeres eran para el maestro ancillae hominum, dedica-
das a atender los deseos y necesidades de los varones. Las teorías sexuales
de FREUD, basadas en la primacía de la organización biológica masculina,
ion racionalizaciones de sus ideas antifeministas, que se manifiestan a lo
largo de su copiosa obra: las mujeres son prisioneras de la biología; "su anato-
mía es su destino". No pueden evitar las consecuencias de la envidia del pene
y de la deficiente superación del complejo de Edipo, ni escapar a la forzosa
posesión de un superyó más débil que el del hombre, por lo cual tienen un
"escaso sentido de la justicia". Son típicamente pasivas y masoquistas, más
narcisistas que el hombre y no están adecuadas a las labores intelectuales
y sociales, por su rigidez sicológica y por su limitada capacidad de sublimación.
Por lo tanto, su destino "natural" ha de ser la maternidad y el servicio de
OS hombres.
Todos estos planteamientos han sido demolidos por diversos estudios.
Las presuntas consecuencias del "destino biológico" —tanto en lo que se
•efiere a los aspectos generales de la condición femenina, como a los particular-
mente señalados por FREUD (envidia del pene, superyó más débil, etc.)—, por
os trabajos de neoanalistas y no analistas, que evidencian cómo la supuesta
nferioridad de la mujer y las características negativas que le adjudicó FREUD
>on productos de la sociedad falocrática. No hay nada intrínsecamente envidia-
Ple en la posesión anatómica de un pene, el cual puede ser visto por muchas
tiñas como una excrecencia indeseable; lo verdaderamente envidiable es la
Posición de supremacía que los hombres han tenido con respecto a las mujeres.
Vuestra cultura judeocristiana ha hecho hincapié en la inmanencia de la condi-
:ión femenina, y en la incapacidad de la mujer para realizar labores creadoras
compartir con el varón, en pie de igualdad, la búsqueda de la trascendencia;
desde la niñez, es condicionada a sentirse "naturalmente" débil e inapta para
;obrevivir sin la protección del hombre, la cual debe pagar con su sumisión
9 Este concepto varió un poco en sus últimos escritos, en los cuales acepta un
:omienzo de feminidad en la fase pre-edípica.
y aspirando solo a las tareas "propias" de su género: el matrimonio y la
maternidad. Tal situación sí ha producido en las mujeres profundos conflictos,
que han contribuido a su mal funcionamiento sexual.
En cuanto al concepto de orgasmo "vaginal" o "normal", contrapuesto
al "clitorídeo" o "infantil", el sicoanálisis también ha sido refutado por los
estudios sexológicos modernos. Cualquier tipo de orgasmo, no importa el
origen topográfico de los estímulos que lo produzcan, es normal y maduro;
sostener lo contrario, además de ser erróneo, no ha servido sino para crear,
iatrogénicamente, sentimientos de angustia y de duda sobre su feminidad y
normalidad sexual en gran número de mujeres.
5. PRIMACÍA DE 1.A FUNCIÓN REPRODUCTORA DE LA SEXUALIDAD.—FREUD distin-
guió muy bien las dos funciones principales de la sexualidad humana: la erótica
y la reproductora. No obstante, en nuestro concepto, los dos mayores errores
que cometió —a la luz de la sexología moderna— fueron precisamente: a) dar
precedencia ontogénica (y filogénica, por inferencia) a la función placentera
con respecto a la reproductora, lo cual es contraevidente desde el punto de
vista de la evolución animal; b) como corolario, conceder primacía a la función
reproductora sobre la erótica, lo cual es contraric•al proceso evolutivo particu-
lar del Horno sapiens10.
Para FREUD, el impulso sexual del hombre civilizado solo tiene dos op-
ciones normales: dirigirse hacia la reproducción o sublimarse. Un infidel Jew,
como él mismo se llamó, propugna entonces las mismas ideas que la Iglesia.
Es paradójico que quien tratara de estudiar científicamente los fenómenos
sexuales humanos, resultara prisionero de los prejuicios de su cultura. FREUD
veía en la sexualidad uno de los aspectos más desagradables de la naturaleza
humana; fue un puritano típico, para lo cual no tuvo que forzarse, puesto
que su apetito sexual era débil, y —según JONES y él mismo— su vida erótica
se extinguió tempranamente.
6. CONCLUSIÓN.—Las investigaciones realizadas en diversos campos de
la actividad científica muestran que los conceptos freudianos originales, con
rarísimas excepciones, no han tenido respaldo experimental; en cambio, mu-
chos de ellos sí han sido refutados por estudios posteriores. Además, no obstan-
te lo ingeniosos, pecan de innecesariamente complicados, pues, al formularlos,
su autor no tuvo en cuenta la navaja de OCCAM. DEBRAY-RITZEN resume en
la siguiente forma los principales errores de la escolástica freudiana: a) la
hiperformulación, o sea, la atribución de un origen neocortical complejo (in-
consciente) a ciertas conductas humanas, cuando ellas son en realidad manifes-
taciones paleocorticales, que todavía subsisten; b) la hiperreducción, esto es,
10 REICII critica también este error de FREUD, pero solo acepta como legítimo
el placer erótico obtenido mediante el coito vaginal.
4,
278 APÉNDICE
reducir los fenómenos comportamentales humanos a las vicisitudes de la libido
durante el desarrollo sicosexual; c) la hipersimbolización, o sea, el empleo
del símbolo para demostrar o establecer "leyes" sicológicas; d) la hipersernan-
tización, es decir, la atribución de significado simbólico a todos los actos
síquicos; e) la hipersíntesis, o sea, dar una interpretación causal única a todos
los actos síquicos. Por todo lo anterior, no se justifica que las teorías sicoanalí-
ticas sigan siendo utilizadas para explicar la conducta sexual humana.
II
EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS
SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL
La ilusión del hombre ha sido siempre encontrar una substancia que le
permita aumentar la intensidad del apetito sexual, y lograr una fácil y vigorosa
respuesta a los estímulos eróticos; por ello, en todas las culturas se han profesa-
do creencias folclóricas acerca de las cualidades afrodisíacas de ciertos alimen-
tos o compuestos. Infortunadamente no se ha logrado comprobar la efectividad
de tales "afrodisíacos", cuyas acciones son más bien debidas a la sugestión.
En cambio, sí se conocen muchas drogas de claros efectos negativos sobre
la función erótica. A continuación, comentaremos brevemente los efectos de
algunas substancias.
El alcohol es un depresor cerebral general, y su efecto se manifiesta prime-
ro sobre los centros que regulan el temor y la ansiedad, por lo cual, en pequeñas
dosis, causa la impresión de ser un estimulante sexual, en los dos sexos; sin
embargo, por encima del umbral de tolerancia individual, el efecto inhibidor
de la erección se observa claramente, aunque la libido puede conservarse.
Esta acción paradójica' podría explicarse en parte por un efecto inhibitorio
directo sobre los mecanismos reflejos medulares. El alcoholismo crónico fre-
cuentemente disturba la función sexual en los dos sexos, posiblemente por
la combinación de sus efectos endocrinos (sobre todo hipoandrogenemia) y
metabólicos con trastornos neurológicos.
La yohimbina, un antagonista alfa-2-adrenérgico, ha tenido reputación
anecdótica como afrodisíaco. Recientes estudios sugieren que puede tener tal
efecto en ciertos casos, pero esto está todavía en la etapa experimental.
Diversos estudios en seres humanos y animales dejan muy pocas dudas
respecto a que la marihuana es endocrinológicamente activa, lo cual se mani-
fiesta principalmente por el descenso de la testosterona plasmática. No obstan-
te, los que la usan tienden a pensar que ella aumenta el placer sexual. Es
posible que lo que ocurra sea una distorsión de las percepciones y un aumento
de la sugestibilídad.
1 Descrita perspicazmente por SlIAKFSPEARb en Macbeth: "Macduff: What rhree
things does drink especially provoke? Poner: Marry, sir. nose-painting. sleep and urine.
Lechcry. sir, it provokes and unprovokes: it provokcs the desire. but takes away the
performance".
1Z5V APEND10E
El tabaco tiene claros efectos nocivos sobre la capacidad erectiva, que
aumentan con la edad, particularmente si se combiAa con otros factores de
riesgo, como la hipertensión, la diabetes y la hiperlípemia.
En cuanto a las substancias "afrodisíacas" folclóriCls, el polvo de cantári-
das, un nefrotóxico e irritante del tracto genitourinario, áe empleó antiguamen-
te. El polvo decuerno de rinoceronte y la raíz deginseng hIn sido muy populares
entre los chinos y otros asiáticos. Lo mismo ha sucedido con los huevos y
los mariscos entre muchos pueblos.
III
DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS
RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES
Código Penal
Art. 259. Incesto. El que realice acceso carnal u otro acto erótico sexual
con un descendiente o ascendiente, adoptante o adoptivo, o con un hermano
o hermana, incurrirá en prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años.
Art. 297. irrespeto a cadáveres. El que sustraiga el cadáver de una persona
o sus restos o ejecute sobre ellos acto de irrespeto, incurrirá en prisión de
uno (1) a tres (3) años.
Si el agente persigue finalidad de lucro, la pena imponible se aumentará
hasta en una tercera parte.
Art. 298. Acceso carnal violento. El que realice acceso carnal con otra
persona mediante violencia, estará sujeto a la pena de dos (2) a ocho (8)
• años de prisión.
Art. 299. Acto sexual violento. El que realice en otra persona acto sexual
diverso del acceso carnal, mediante violencia, incurrirá en prisión de uno (1)
a tres (3) años.
Art. 300. Acto sexual en persona puesta en incapacidad de resistir. El
que realice acceso carnal con persona a la cual haya puesto en incapacidad
de resistir o en estado de inconsciencia, o en condiciones de inferioridad siquica
que le impidan comprender la relación sexual, incurrirá en prisión de dos
(2) a ocho (8) años.
Si se ejecuta acto sexual diverso del acceso carnal, la pena será de uno
(1) a tres (3) años de prisión.
Art. 301. Acceso carnal mediante engaño. El que mediante engaño obten-
ga acceso carnal con persona mayor de catorce años y menor de dieciocho,
incurrirá en prisión de uno (1) a cinco (5) años.
Art. 302. Acto sexual mediante engaño. El que mediante engaño realice
en una persona mayor de catorce años y menor de dieciocho, acto sexual
diverso del acceso carnal. incurrirá en arresto de seis (6) meses a dos (2) años.
Art. 303. Acceso carnal abusivo con menor de catorce años. El que acceda
carnalmeme a persona menor de catorce años, incurrirá en prisión de uno
(1) a seis (6) años.
282 APÉNDICE DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS 283
ti
r
Art. 304. Acceso carnal abusivo con incapaz de resistir. El que acceda
carnalmente a persona en estado de inconsciencia, o que padezca trastorno
mental o que esté en incapacidad de resistir, incurrirá en prisión de dos (2)
a seis (6) años.
Si no se realizare el acceso sino actos sexuales diversos de él, la pena
será de uno (1) a tres (3) años de prisión.
Art. 305. Corrupción. El que realizare actos sexuales diversos del acceso
carnal con persona menor de catorce años o en su presencia, o la induzca
a prácticas sexuales, estará sujeto a la pena de uno (1) a cuatro (4) años de prisión.
Art. 306. Circunstancias de agravación punitiva. La pena para los delitos
descritos en los capítulos anteriores', se aumentará de una tercera parte a
la mitad en los casos siguientes:
1') Si se cometiere con el concurso de otra u otras personas.
2°) Si el responsable tuviere cualquier carácter, posición o cargo que
le dé particular autoridad sobre la víctima o la impulse a depositar en él
su confianza.
3°) Si la víctima quedare embarazada.
4°) Si se produjere contaminación venérea, y
5°) Si el delito se realizare sobre persona menor de diez años.
Art. 307. Extinción de la acción penal por matrimonio. Si cualquiera
de los autores o partícipes de los delitos descritos en los capítulos anteriores
(véase la nota 1) contrajere matrimonio válido con el sujeto pasivo, se extingui-
rá la acción penal para todos ellos.
Art. 308. Inducción a la prostitución. El que con ánimo de lucrarse o
para satisfacer los deseos de otro, induzca al comercio carnal o a la prostitución
a persona honesta, estará sujeto a la pena de uno (1) a tres (3) años de prisión.
Art. 309. Constreñimiento a la prostitución. El que con ánimo de lucrarse
o para satisfacer los deseos de otro, constriña a persona honesta al comercio
carnal o a la prostitución, incurrirá en prisión de dos (2) a siete (7) años.
Art. 310. Circunstancias de agravación punitiva. La pena para los delitos
descritos en los artículos anteriores se aumentará de la tercera parte a la mitad,
en los casos siguientes:
1°) Si el delito se realizare en persona menor de catorce años.
2°) En la hipótesis prevista en el numeral 3° del artículo 3062.
3°) Si la conducta se realizare con el fin de llevar la víctima al extranjero.
Art. 311. Trata de mujeres y de menores. El que promoviere o facilitare
 la entrada o salida del país de mujer o .menor de edad de uno u otro sexo,
1 Artículos 298 a 305.
2 En realidad, se debe referir al numeral 2°.
para que ejerzan la prostitución, incurrirá en prisión de dos a seis años y
multa de diez a cien mil pesos.
Art. 312. Estímulo a la prostitución de menores. El que destine casa
o establecimiento para la práctica de actos sexuales en que participen menores
de catorce años, incurrirá en prisión de seis meses a cuatro años.
Art. 343. Aborto. La mujer que causare su aborto o permitiere que otro
se lo cause, incurrirá en prisión de uno a tres años.
A la misma sanción estará sujeto quien, con el consentimiento de la mujer,
realice el hecho previsto en el inciso anterior.
Art. 344. Aborto sin consentimiento. El que causare el aborto sin consenti-
miento de la mujer o en mujer menor de catorce años, incurrirá en prisión
de tres a diez años.
Art. 345. Circunstancias específicas. La mujer embarazada como resulta-
do de acceso carnal violento, abusivo o de inseminación artificial no consentida
que causare su aborto o permitiere que otro se lo cause, incurrirá en arresto
de cuatro meses a un año.
En la misma pena incurrirá el que causare el aborto por estas circunstancias.
Código Nacional de Policía
(Decreto 1355 de 1970)
Art. 178. Ejerce la prostitución la persona que trafica habitualmente con
su cuerpo, para satisfacción erótica de otras varias, con el fin de asegurar,
completar o mejorar la propia subsistencia o la de Otro.
El Estado procurará por los distintos medios de protección social a su
alcance, que la mujer no se prostituya y le brindará a la mujer prostituida
los medios necesarios para su rehabilitación.
Art. 179. El solo ejercicio de la prostitución no es punible.
Art. 180. Las asambleas departamentales o los concejos podrán reglamen-
tar lo relativo a la prostitución sujetándose a los preceptos de este estatuto
y a los reglamentos que dicte el gobierno nacional.
Art. 181. La Nación, los departamentos y los municipios organizarán
institutos en donde cualquier persona que ejerza la prostitución encuentre
medios gratuitos y eficaces para rehabilitarse.
La rehabilitación se ofrecerá por todos los medios que sean posibles sin
que tenga carácter imperativo.
Art. 182. El tratamiento médico de las enfermedades venéreas es obligatorio.
El que se preste en establecimiento oficial será gratuito así como las drogas
que se suministren.
284 APENDICE
Art. 183. Las autoridades podrán solicitar informaciones respecto del
ejercicio de la prostitución con el fin de hallar los mejores medios de rehabilita-
ción de quienes se dedican a ella.
GLOSARIO
Decreto 522 de 1971
Art. 44. El que en sitio público o abierto al público ejecute hecho obsceno,
incurrirá en arresto de uno (1) a seis (6) meses.
En este glosario figuran principalmente verbos y substantivos de los cuales
puede deducirse fácilmente el significado de los verbos y substantivos deri-
vados que no aparecen en él. Los términos compuestos deben buscarse según el
orden alfabético del substantivo o verbo inicial o principal.
4
—A-
Abiológico. No biológico.
Adaptativo. Dícese de lo que sirve para
la supervivencia de la especie.
Aferente. Dícese del impulso nervioso que
se dirige de la periferia al centro.
Anatomofisiología. Apelación, con sentido
integrativo, de la anatomía y la fisiología.
Anatomopatólogo. Médico que estudia las
alteraciones morbosas macro y micros-
cópicas de los órganos del cuerpo.
Androcentrismo. Doctrina que favorece los
intereses masculinos.
Androfilia. Atracción sexual hacia hombres
adultos.
Androginia. Estado sicológico caracteri-
zado por una mezcla, en proporciones
variables, de las actitudes y los roles so-
ciosexuales masculinos y femeninos.
Anestro. Período de reposo entre dos épo-
cas de estro.
Anlaje. Área embrionaria de la cual se de-
riva un órgano o una parte del cuerpo.
Antropología cultural. Ciencia que estudia
la cultura y la estructura sociales de las
comunidades humanas.
Antropología social. Antropología cultural.
—B—
Babuino. Cierto mono cinocéfalo africano.
Basal. Hablando de una función orgáni-
ca, estado de reposo o no estimulación.
Berdache. Entre los indios de las llanuras
norteamericanas, individuo homosexual,
transvestista o transexual que gozaba de
gran prestigio social y era tenido como
consejero en los asuntos importantes de
la tribu.
Biorretroacción. Aprendizaje del control
de las propias funciones corporales con
la ayuda de la representación visual o
auditiva de la función correspondiente.
Biosocial. Perteneciente o relativo a la bio-
logía y a la sociedad.
Blastocisto. Estructura biológica resultante
de la división y proliferación celulares
del cigoto.
—C—
Carnosidades sexuales. Carnosidades co-
loreadas que rodean el perineo de ciertos
primates infrahumanos de ambos sexos,
y que son particularmente visibles du-
rante el período de apareamiento.
Casuista. Dícese del argumento moral so-
fístico o sutilmente complaciente.
Casuística. Registro y estudio de los casos
de un fenómeno o enfermedad.
Casuístico. Casuista. Perteneciente o rela-
tivo a la casuística.
Caucasoide. Perteneciente a la llamada raza
blanca.
Célula blanco. La que sufre el efecto de
una acción hormonal.
Célula germinal. La que al desarrollarse
forma un espermatozoide u óvulo.
Ciencia. Estudio racional y sistemático de
los fenómenos naturales, mediante el em-
pleo exclusivo o preferencial del método
tient i Pico.
286 GLOSARIO GLOSARIO 287
Ciencias del comportamiento. Nombre co-
lectivo que se aplica a las diversas dis-
ciplinas científicas que estudian el com-
portamiento animal y especialmente el
humano (sicología, sociología, socioan-
tropología, etología, sexología).
Cigoto. Óvulo fecundado.
Circanual. Dícese del fenómeno que ocu-
rre aproximadamente cada año.
Clitoridectomía. Ablación del clítoris.
Comportamiento. Actividad externa del in-
dividuo, ejercida sobre sí mismo, otro
ser o el entorno.
Conceptus. Embrión o feto.
Condicionamiento cultural. Acción y efecto
de condicionar culturalmente.
Condicionar culturalmente. Promover la in-
tegración del individuo en desarrollo a
la cultura en que vive.
Conducta. Comportamiento.
Contexto. Conjunto de circunstancias o
hechos que rodean una situación o suceso
determinados.
Continuo. Algo en lo que se discierne un
carácter común en medio de una serie
de variaciones graduales.
Corticafización. Proceso mediante el cual, a
medida que se asciende en la escala filogé-
nica, más y más funciones encefálicas
pasan a depender de la corteza cerebral.
Cosificar. Reducir a una persona, en el trato
con ella, a la condición de cosa u objeto.
Cultura. Conjunto de costumbres, tradicio-
nes, actitudes y comportamiento típicos
de una determinada sociedad. En sen-
tido lato, sociedad.
Cultura ágrafa. La que no posee lengua
escrita.
Cunilintar. Efectuar el cunilinto.
—D-
Despenalizar. Suprimir la pena o el castigo
para un hecho hasta ese momento punible.
Determinismo. Doctrina según la cual todo
fenómeno natural está estrictamente deter-
minado por causas conocidas o descono-
cidas. Aplicado al ser humano, el determi-
nismo niega la existencia del libre albedrío.
Dialéctica. Desarrollo de las contradiccio-
nes y su solución como forma de hacer
progresar el pensamiento.
Diencéfalo. Una de las divisiones del en-
céfalo.
Dimorfismo sexual. Circunstancia de;que
machos y hembras constituyan dos se-
xos o géneros, con rasgos estructurales,
funcionales y conductales diferentes.
—E-
Efebofilia. Atracción sexual hacia adoles-
centes de sexo masculino.
Efector. Órgano que responde a un es-
tímulo.
Eferente. Dícese del impulso nervioso que
se dirige del centro a la periferia.
Egodistonia. Estado sicológico de intran-
quilidad o insatisfacción.
Egosintonía. Estado sicológico opuesto a
la egodistonía.
Ejercicios de focalización sensorial. Traduc-
ción de la expresión "sensate focos",
empleada por MASTERS y JOHNSON para
denominar a los ejercicios terapéuticos
prescritos a la pareja sexual en trata-
miento.
Ello. Según la teoría sicoanalítica, parte
de la mente responsable de los impulsos
ciegos, impersonales o instintivos que
buscan la satisfacción de necesidades pri-
mitivas.
Encefalización. Proceso mediante el cual,
a medida que se asciende en la escala
filogénica, más y más funciones nervio-
sas pasan a depender del encéfalo. Pre-
ludio de la corticalización.
Encuitaran. Condicionar culturalmente.
Endometrio. Superficie interior del útero.
Episiotomía. Ensanchamiento quirúrgico
del orificio vulvar.
Erógeno. Dícese de lo que es capaz de ge-
nerar excitación sexual en ciertas con-
diciones.
Erogenicidad. Capacidad de una estructu-
ra corporal para producir excitación se-
xual al ser estimulada apropiadamente.
Excitabilidad sexual.
Erotismo. Sexualidad humana propiamen-
te dicha.
Erotofobia. Aversión al erotismo.
Escolasticismo. Sistema filosófico resultan-
te de combinar los dogmas religiosos,
la tradición mística y algunos principios
artistotélicos, que fue el oficial del cris-
tianismo occidental hasta la Reforma,
y continuó siéndolo del catolicismo or-
todoxo. Razonamiento sistemático a par-
tir de las llamadas "verdades reveladas".
Espermicida. Destructor de espermatozoides.
Esquema. Descripción o representación
mental abreviada.
Estereotipar. Idear estereotipos.
Estereotipo. Concepción o percepción re-
lativamente rígida, simplificada y distor-
sionada de algún aspecto de la realidad.
Estresar. Producir estrés.
Estructura. Algo compuesto de elementos
interrelacionados.
Etario. Perteneciente o relativo a la edad.
Etilos. Conjunto de ideas u opiniones pro-
fesadas por un grupo o cultura determi-
nados.
Ética de situación. Sistema ético según el
cual el único mandamiento imperativo
que rige la conducta humana es la cari-
dad (amor), y todos los demás son rela-
tivos, de acuerdo con las circunstancias
o situaciones especificas.
Etnocentrismo. Tendencia a considerar la
propia cultura como superior a las de-
más. Tendencia a asimilar las demás
culturas a la propia.
Etnogeográfico. Perteneciente o relativo a
una cultura o raza y a su distribución
geográfica.
Etobgía. Ciencia que estudia el comporta-
miento animal en relación con el hábitat.
Evolución biológica. Doctrina científica se-
gún la cual todos los seres vivos proceden
unos de otros mediante la continua adap-
tación genética de los organismos o es-
pecies al entorno.
Examen paraclinico. Examen complemen-
tario diferentedel examen físico efectua-
do directamente por el médico.
Exteroceptivo. Dícese del estímulo que pro-
viene de la superficie corporal o del re-
ceptor sensorial allí localizado.
—F—
Fabulación. Invención de cosas fabulosas.
Falocracia. Sistema social en el cual los
hombres dominan e imponen sus leyes
a las mujeres.
Falocratismo. Ideología falocrática.
Familia nuclear. La compuesta por el padre,
la madre y los hijos.
Felar. Efectuar la felación.
Figura itifálica. La que presenta o repre-
senta un falo en erección.
Filogenia. Origen y evolución de las espe-
cies biológicas.
Finalismo. Doctrina según la cual los fe-
nómenos naturales, particularmente los
biológicos tienen finalidad o propósito
determinados. El finalismo está en total
contradicción con la realidad de la evo-
lución biológica.
Fornicar. Ejercer la función erótica con
una pareja, especialmente mediante el
coito vaginal o rectal.
Función (en... de). Expresión que indica una
relación tal entre dos hechos o situacio-
nes, que una variación en el primero
produce otra correspondiente en el se-
gundo.
—G-
Ginecocentrismo. Doctrina que favorece los
intereses femeninos.
Grafito. Letrero o dibujo trazado en un
muro, con frecuencia de carácter porno-
gráfico o escatológico.
Gueicha. Cantante y bailarina profesional
japonesa entrenada para servir de com-
pañía agradable a los hombres.
—H-
Heterotípico. Dícese del comportamiento se-
xual o del rol sociosexual que no corres-
ponde al sexo fenotipico del individuo.
288 GLOSARIO GLOSARIO 289
Himenolatria. Preocupación exagerada, ca-
si mística, por conservar la virginidad
prematrimonial de la mujer.
Hipotetizar. Idear hipótesis.
Hominización. Proceso evolutivo mediante
el cual los primates ancestrales dieron
origen al ser humano.
Homofilia. Homosexualidad.
Homo sapiens. Apelación científica taxo-
nómica del ser humano en su calidad
de especie zoológica.
Homotipico. Dícese del comportamiento
sexual o del rol sociosexual que corres-
ponde al sexo fenotípico del individuo.
Huterista. Miembro de cierta secta religiosa
norteamericana.
Imperativo. Principio imperiosamente obli-
gatorio.
Incidencia. Proporción del total de indi-
viduos de un grupo en los cuales se
manifiesta el fenómeno estudiado. Por-
centaje.
Incidencia activa. La correspondiente a un
lapso determinado.
Incidencia acumulativa. índice estadístico
ideado por Kinsey, que es una extrapo-
lación de la incidencia cumulativa de
una muestra a los individuos de toda la
población involucrada y durante todo el
lapso de sus vidas.
Incidencia cumulativa. La correspondiente
a una edad determinada de los individuos
que componen la muestra investigada.
Para la mayoría de los efectos prácticos,
es aproximadamente igual a la incidencia
acumulativa.
Inducir. Causar, producir.
Infibulación. Oclusión del prepucio o de
los labios mayores con el fin de impedir
el coito.
Instinto. Tendencia innata del animal a
ejecutar, sin experiencia previa, ciertos
actos subordinados a las condiciones del
entorno.
Integración de la personalidad humana. Or-
ganización de los elementos constitutivos
de la personalidad en un conjunto ar-
monioso y coordinado.
Intelecto. Facultad mental, especificamente
humana, que permite el pensamiento
conceptual y reflexivo, es decir, la for-
mación, captación y relación de las ideas.
Inteligencia humana.
Interiorizar. Incorporar a la personalidad
determinados conceptos o valores.
Interoceptivo. Dícese del estímulo que pro-
viene del interior del organismo, parti-
cularmente de las vísceras, o del receptor
sensorial allí localizado.
Ipsilateral. Situado en el mismo lado o
perteneciente a él.
—K-
Kibbutzim. Colonias agrícolas colectivas en
Israel.
—L-
Leptosomático. De cuerpo delgado.
Ley natural. Conjunto de principios su-
puestamente cognoscibles por todos los
seres humanos, derivados de la misma
naturaleza y de observancia obligatoria
para el individuo. La teoría de la ley
natural tuvo origen en las doctrinas aris-
tótelicas y constituye uno de los pilares
de la filosofía escolástica y de la teología
moral católica, pero ha sido desvirtuada
por el conocimiento científico.
Libidinal. Perteneciente o relativo a la li-
bido freudiana.
Libros penitenciales. Catálogos de pecados,
sobre todo sexuales, con sus respectivas
penitencias, publicados durante la Edad
Media para ilustración de los confesores.
—M-
Macrosmático. Dícese del animal que tiene
el sentido del olfato muy aguzado.
Mariolatría. Culto de la Virgen María.
Dícese del linaje de transmisión
femenina.
Maximizar. Aumentar al máximo.
Media. Media aritmética.
Mediana. Magnitud intermedia en una serie
de ellas organizadas de mayor a menor.
La mediana indica que por encima o
por debajo de ella se encuentra el 50%
de las magnitudes individuales o casos.
Metafísico. Referente al mundo sobrena-
tural de las religiones, que está fuera
de toda comprensión racional, objetiva
y científica.
Método científico. Conjunto de principios
y procedimientos conducentes a la bús-
queda sistemática del conocimiento, y
que generalmente involucra: a) la obser-
vación, colección de datos y descripción
del fenómeno o problema en estudio;
b) la formulación de hipótesis explicati-
vas; c) la confirmación o infirmación
de las hipótesis mediante la experimenta-
ción.
Minimizar. Reducir al mínimo.
Mongoloide. Perteneciente a la llamada
raza mongólica.
Moral de situación. Ética de situación.
—N—
Navaja de Occam. Principio formulado por
el filósofo medioeval inglés William of
Occam, según el cual no deben buscarse
explicaciones complejas de un fenómeno
cuando hay otras más simples. Se llama
también ley de la parsimonia.
Negativo. Dícese de lo que no tiene atri-
butos positivos.
Neoanalista. Sicoanalista que rechaza la
base biológica o instintiva del sicoanálisis
ortodoxo en favor del efecto del entorno
social.
Neocorteza. Parte de la corteza cerebral,
filogénicamente más reciente.
Neonato. Recién nacido.
Neotenia. Tendencia del individuo a con-
servar rasgos embrionarios o infantiles
en el estado adulto.
Neurofisiología. Fisiología del sistema ner-
vioso.
Neurosis. Trastorno mental, benigno o gra-
ve, caracterizado porque la persona afec-
tada mantiene el contacto con la realidad.
Neuroticismo. Calidad de neurótico.
Neurótico. Perteneciente o relativo a la
neurosis. Persona quesufre de neurosis.
—o—
Observación participante. Método investi-
gativo socioantropológico según el cual
el investigador toma parte en las acti-
vidades que está estudiando.
Ontogenia. Origen y desarrollo individual
de un organismo.
—P-
Paramédico. Dícese de lo que tiene rela-
ción indirecta o secundaria con la medi-
cina.
Parenteral. Efectuado por vía distinta de
la digestiva, especialmente por vía intra-
muscular o intravenosa.
Patriarcado. Falocracia.
Patriarcalismo. Ideología patriarcal.
Patrilineal. Dícese de linaje de transmisión
masculina.
Pedicar. Efectuar la pedicación.
Penalizar. Infligir pena o castigo.
Periódico amarillo. Periódico sensaciona-
lista.
Periodo refractario. En la actividad fisio-
lógica, lapso durante el cual no hay res-
puesta al estímulo.
Poliginia. Unión conyugal de un hombre
con varias mujeres.
Positivo. Dícese de lo que tiene carácter
benéfico, auspicioso o progresista.
Praxia. Sistema de movimientos coordina-
dos en función de un resultado.
290 GLOSARIO GLOSARIO 291
Presión del pulso. Diferencia entre las pre-
siones sanguíneas sistólica y diastólica.
Presión vaginal del pulso. Presión sanguínea
medida en la pared vaginal y correspon-
diente a la presión del pulso.
Prevalencia. Proporción del total de indivi-
duos de un grupo que sufren una deter-
minada enfermedad. Incidencia aplicada
a la enfermedad.
Privanza. Calidad de lo que pertenece a la
vida privada de alguien o la propicia.
Es la traducción más adecuada del tér-
mino inglés "privacy".
Proctotomia. Ensanchamiento quirúrgico
del ano.
Promiscuidad. Relaciones sexuales con mu-
chas personas.
Proprioceptivo. Dícese del estímulo que
proviene de los músculos o del receptor
sensorial allí localizado.
Protrusión. Proyección o levantamiento de
una parte del cuerpo.
—R-
Racionalización. Justificación de los propios
actos mediante explicaciones aparente-
mente lógicas y plausibles, pero diferentes
de las verdaderas.
Reduccionismo. Opinión según la cual los
fenómenos complejos tienen causas sim-
ples.
Relación heterosocial. Relación social entre
individuos de diferente sexo.
Relación homosocial. Relación social entre
individuos del mismo sexo.
Relación terapéutica. Relación confortable,
cálida y de mutua confianza que —se
supone— debe establecerse entre el tera-
peuta y el consultante.
Represión. Según la teoría sicoanalítica,
exclusión de la conciencia de actividades
o contenidos síquicos específicos, me-
diante procesos mentales inconscientes.
Retroacción. Reacción a un estímulo que
es capaz de modificarlo, reforzándolo
(retroacción positiva) o inhibiéndolo (re-
troacción negativa).
"Rites de passage". En muchas culturas,
sobre todo ágrafas, ceremonias que se-
Aalan la transición de una fase a otra
de la vida del individuo.
Ritos de iniciación. "Rites de passage".
Rol. Conducta característica que un grupo
espera de cada uno de sus miembros.
Romanticismo. Estado emocional que se
caracteriza por la expresión de sentimien-
tos amorosos y por la receptividad a
ellos.
Ruana. Poncho usado principalmente por
las personas de las clases bajas colom-
bianas del interior del país.
—S—
Seguimiento. Acción de seguir la evolución
de los efectos de un tratamiento.
Sexualidad. Capacidad de un organismo
para ejercer la función erótica.
Ser humano deviniente. Ser humano po-
tencial ya nacido, es decir, en proceso
avanzado de devenir ser humano real.
Ser humano potencial. Organismo intrau-
terino resultante de la concepción hu-
mana, el cual —dadas las condiciones
apropiadas de desarrollo— puede trans-
formarse en ser humano real. Conceptus
humano.
Sicoasociativo. Perteneciente o relativo a
la asociación de las ideas
Sicobiológico. Perteneciente o relativo a
la adaptación de los procesos mentales
al entorno biológico.
Sicocultural. Perteneciente o relativo a la
sigue y a la cultura.
Sicofisiologia. Fisiología de los procesos
mentales. Neurofisiología cerebral.
Sicología. Ciencia que estudia los estados
y procesos mentales de los animales, par-
ticularmente del ser humano, por inter-
medio de los actos y comportamientos
resultantes. Como, en el estado actual
de la tecnología, los procesos mentales
no pueden ser observados directamente,
la sicología es, en realidad, más etologia
que lo que da a entender su nombre.
Sicológico. Perteneciente o relativo a la
sicología o el siquismo.
Sicometría. Medición de las expresiones
conductales de los procesos mentales.
Sicosexual. Perteneciente o relativo a los
aspectos sicológicos de la sexualidad.
Sicosis. Trastorno mental grave, caracteri-
zado porque la persona afectada pierde
el contacto con la realidad. Demencia.
Sicosocial. Perteneciente o relativo a la
sigue y a la sociedad.
Sicoticismo. Calidad de sicótico.
Sicótico. Perteneciente o relativo a la si-
cosis. Persona que sufre de sicosis.
Sicotizar (se). Volver (se) sicótico.
Sigue. Mente.
Síquico. Sicológico.
Siquismo. Actividad mental.
Sistema limbico. Una de las divisiones de
la corteza cerebral.
Socializar. Promover la integración del in-
dividuo en desarrollo a la sociedad en
que vive.
Sociedad. Grupo humano cuyos miembros
han desarrolladd una organización y una
estructura definidas, mediante la coope-
ración y la interacción mutuas.
Sociedad consumista. Sociedad típica de los
países industrializados de occidente, que
se caracteriza por estimular la adquisi-
ción de bienes no indispensables para la
supervivencia, pero que hacen la vida
agradable.
Socioantropología. Antropología social.
Sociobioloffia. Concreción moderna de las
teorías deterministas biológicas, según
la cual tanto los comportamientos ani-
males como los humanos están deter-
minados por imperativos genéticos.
Sociocultural. Perteneciente o relativo a la
sociedad y a la cultura.
Sociología. Ciencia que estudia el compor-
tamiento social humano, particularmente
en las sociedades alfabetas.
Sociopatia. Comportamiento inapropiado
con respecto al entorno social por parte
de un individuo no sicótico.
Sociopático. Perteneciente o relativo a la
sociopatía.
Sociosexual. Perteneciente o relativo a la
sociedad y a la sexualidad.
Soma. Cuerpo. Más específicamente, su
parte no cerebral.
Somático. Perteneciente o relativo al soma.
Subincisión del pene. En ciertas culturas,
incisión a lo largo de la cara ventral
del pene, que pone al descubierto la ure-
tra, practicada por motivos rituales.
Substrato. Base o fundamento de algo.
Superestrato. Lo quese basa o fundamenta
en un substrato.
Superyó. Según la teoría sicoanalítica, par-
te de la mente que prescribe las normas
de comportamiento apropiado. Corres-
ponde aproximadamente a la conciencia.
Surco interlabial. El formado entre el la-
bio mayor y eI menor.
—T-
Tartufo. Puritano hipócrita.
Teleología. Fi nalismo.
Teleonomía. Según JACQUES MONOD, su-
jeción de todo ser viviente a un proyecto
o programa genético, que regula su exis-
tencia por medio de mecanismos pura-
mente fisicoquímico-biológicos.
Telotismo. Protrusión del pezón.
Terapia sexual. Tratamiento de los pro-
blemas sexuales, particularmente los ma-
yores, que no sean de origen exclusiva
o predominantemente orgánico.
Tipología. Cualquier sistema particular de
clasificación de tipos.
Toxemia gravídica. Cierta enfermedad gra-
ve, propia de las mujeres embarazadas.
Trasudado. Líquido orgánico no inflama-
torio que pasa a través de una membrana
corporal o es producido por un tejido.
,o •
Vida media. Tiempo necesario para. que
se desintegre la mitad de los átomos de
una substancia radioactiva.
VIP. Abreviatura inglesa de "vasoactive
polypeptide" (polipéptido vasoactivo).
Vipérgico. Activado o transmitido por el
VIP.
Vulvectomía. Extirpación quirúrgica de la
vulva.
Vulvectomizar. Efectuar la vulvectomía.
—Y—
Yo. Según la teoría sicoanalítica, parte de
la mente que recibe los influjos del mun-
do exterior, reacciona a ellos y está sujeta
a las influencias antagónicas del ello,y el
superyó.
—U—
Umbral (fisiológico) de respueta. Menor
grado de estímulo que produce una re-
acción fisiológica.
— V-
Victimismo. ideología profesada por mu-
chas mujeres de las culturas patriarcales,
según la cual se debe aceptar el estado
subordinado de la mujer con relación
al hombre. Es el complemento del ma-
chismo.
Victorimaismo. Puritanismo hipócrita.
Victoriano. Perteneciente o relativo al victo-
rianismo. Persona que profesa el vic-
torianismo.
292 GLOSARIO
4
BIBLIOGRAFÍA
La información sexológica está recogida en una inmensa cantidad de libros
y artículos de revistas especializadas y continúa aumentando en forma acelera-
da, hasta tal punto que si pretendiéramos citar todas las fuentes a las cuales
hemos tenido acceso para escribir este libro, requeriríamos para ello una gran
proporción de sus páginas. Por lo tanto, hemos optado por una bibliografía
selecta, constituida por los libros que, en nuestro concepto, son los básicos,
más representativos o más informativos de la sexología científica, o los más
pertinentes a los temas específicos tratados. En cuanto a los artículos de revis-
tas, nos hemos transado principalmente por las revisiones de temas. Los lecto-
res interesados en bibliografías adicionales, podrán encontrarlas en los libros
y artículos que aparecen en esta, y en la de la primera edición de la presente obra.
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for homosexuality". J. Nerv. Mem. Dis. 1972: 90-97, 1984.
ZWANG, G. La fonction érotique. Robert Laffont, Paris, 1972, 1978.
ÍNDICE DE MATERIAS
—A-
Abolicionismo: 186.
Aborto: 38, 157, 204-219, 283;
actitudes respecto al: 216-217;
y animación retardada: 205;
argumentación a favor: -207-212;
argumentación en contra: 205-207;
consecuencias síquicas: 212;
consecuencias somáticas: 209-210;
sin consentimiento: 283;
definición: 204;
y derecho: 157, 204, 205, 217, 218-219, 283;
y función erótica: 204;
e Iglesia católica: 205-207, 219;
incidencia: 204;
y maternalismo: 38;
y medicina: 216-217;
terapéutico: 157.
Abrazos: 102.
Acceso carnal
abusivo con incapaz de resistir: 282;
abusivo con menor de catorce años: 281 (véa-
se también paidofilia);
mediante engaño: 281:
violento: 282 (véase también: violación).
Actividad sexual
defectiva: 88;
excesiva: 88.
Actividades heterosexuales: 71, 98-105;
bucogenitales: 103, 104, 105;
bucomamarias: 102;
coitales rectales: 104, 105;
manogenitales: 102;
manomamarias: 102.
Actividades homosexuales: 35, 41-42, 71,
105-106, 127.
Actividades sexuales
de adolescentes: 117-118;
con animales: 106-107;
causa de divorcio: 160;
infantiles (véase: juegos sexuales
infantiles);
con prostitutas: 176;
de universitarios colombianos: 93, 97, 100,
102, 105, 106, 107, 114, 118, 176.
Actividades sexuales animales: 28-35, 37.
Actividades sexuales humanas: 92-107;
y edad: 108-109;
y nivel económico-educativo: 108;
y religiosidad: 108;
Actividades sicosexuales: 72-73, 92-94.
Actividades somatosexuales: 71.
Acto sexual
abusivo (véase: violación menor);
mediante engaño: 281 (véase también: estupro);
en persona puesta en incapacidad de resistir:
281;
(véase también: violación);
violento: 281 (véase también: violación).
Actos sexuales punibles: 149, 150, 152-153.
Adolescencia: 110, 111, 115.
Adulterio: 9, 41, 102.
Adultez: 110, 111.
Afecto (véase: amor).
Afrodisíacos: 163, 279-280.
Alcahuetas: 184.
Alcohol: 279.
Alfa-fetoproteína: 55-56;
algolagnia
activa (véase: sadismo);
pasiva (véase: masoquismo).
Alimentación;
con biberón: 48;
al pecho: 48.
Alma: 205, 213.
Amor: 23-26, 140-141, 182.
Anatomía sexual: 45-53.
Androfilia: 285.
Andrógenos: 32, 53-55.
Androginia: 145, 285.
Anestro: 31, 285.
Aneyaculación: 241.
Angustia de castración: 273.
Anilinctus(véase: anilinto).
Anilingus(véase: anilinto).
Anilinto: 103.
Animación retardada: 205.
Anorgasmia: 99, 241.
Anovulatorios: 199, 200, 201.
Ansiedad sexual: 238.
Anticoncepción: 193-203;
y demografía: 196-197;
y función erótica: 196-197;
302 ÍNDICE DE MATERIAS INDICE DE MATERIAS 303
Anticoncepción (Cont.)
e Iglesia católica: 201-203;
métodos: 197-200.
Antifeininismo: 132-133, 134-135.
Antígeno H-Y: 60.
Antiprogesterona: 208.
Antropólogos evolucionistas: 140, 275.
Aparato sexual
femenino: 47, 49-51;
masculino: 45-47.
Apetito sexual: 68-70, 88, 89 232;
y andrógenos: 70;
definición: 68;
diferencias genéricas: 68-70, 88, 89;
diferencias individuales: 232;
origen filogénico: 70;
sicofisiología: 70.
Ascetismo: 10, 15, 16.
Aversión sexual: 250-251.
—B—
Belleza femenina: 42.
Berdache: 127, 285.
Beso boca a boca: 34, 43, 102.
Bestialidad (véase: actividades sexuales con
animales).
Biofeedback (véase: biorretroacción).
Biorretroacción: 76.
Bisexualidad: 59, 130-131.
Bragueta: 35.
—C—
Callejeras 174.
Caracteres sexuales: 52-53.
Caricias heterosexuales: 102-103.
Carnosidades sexuales: 34, 285.
Casanovismo: 27.
Casquete cervical: 198.
Castidad (véase: continencia sexual).
Castración "química": 261.
Catastrofismo: 21, 22, 150.
Catolicismo
y aborto: 205-206, 216, 218;
y anticoncepción: 201-203;
y sexualidad 12-15, 18-19, 147, 172.
Celestinas (véase: alcahuetas).
Celibato sacerdotal: 10, 22.
Celo (véase: estro).
Centros sexuales: 51, 75, 77;
cerebrales: 51, 75, 77;
medulares: 51, 77.
Cerebro como órgano sexual: 51.
Ciclo de respuesta sexual de Masters y Johnson:
68, 76.
Ciencia, definición: 285.
Cigoto: 60.
Ciproterona, acetato: 261.
Circuncisión: 40, 46.
Cistocele y disfunción orgásmica coital femeni-
na: 99.
Clandestinas (véase: reservadas).
Cleptolagnia: 260.
Clitoridectomía: 40, 41.
Clítoris: 47, 78;
tumescencia: 47, 78.
Código Penal (véase: sexualidad y Código
Penal).
Coito bucal (véase: relación).
Coito extramarital (véase: adulterio).
Coito intercrural: 102.
Coito intermamario: 102.
Coito premarital: 41, 98, 100-102.
Coito rectal: 102, 103, 104, 105, 127, 195.
Coito vaginal: 98-102;
frecuencia: 102;
incidencia: 100-102;
posiciones (véase: técnicas);
técnicas: 99-100.
Coitus interruptus: 197-198.
Colegialas: 174.
Complejo de Edipo: 223, 273, 274;
femenino: 274;
masculino: 273.
Complejo de Electra (véase: complejo de Edipo
femenino).
Complejo de la mujer de Putifar (véase: sexis-
mo jurídico).
Complementación: 62.
Comportamientos sexuales;
animales (véase: actividades sexuales
animales);
humanos (véase: actividades sexuales huma-
nas).
Comportamientos sociosexuales animales: 34.
Conceptus humano: 212-216, 286 (véase tam-
bién: ser humano potencial );
definición: 286.
Condición femenina (véase: mujer).
Condón: 198, 267.
Conductos;
de Müller: 56, 61;
de Wolff: 53, 61.
Consentimiento sexual, edad legal: 156.
Constreñimiento a la prostitución: 282.
Continencia
periódica: 199;
sexual: 21-23, 199.
Continuo de Kinsey: 131.
Coprolagnia: 260.
Corrupción: 158, 164, 282.
Cortejo: 71.
Cortesana: 173.
Cristianismo y sexualidad (véase: sexualidad y
cristianismo).
Criterios
de ética sexual: 15-17;
de normalidad sexual: 19-20.
Cromosomas sexuales: 59-60.
Culpación metafísica: 4.
Cunnilinclus (véase: cunilinto).
Cunnilingus (véase: cunilinto).
Cunilinto: 103, 104, 105.
—CH-
Chamán: 127.
Chulos: 175, 184, 185.
—D—
Delincuentes sexuales: 153-154.
Delitos sexuales: 149, 152-153, 157-158.
Dendrofilia: 260.
Derecho
a nacer: 205-206, 208, 218;
natural (véase: ley natural);
a no nacer: 208;
y sexualidad (véase: leyes sexuales).
Derechos del conceptos: 205-206, 208, 215,
218.
Deseo sexual (véase: apetito sexual).
Desfloración: 41.
Detumescencia del pene: 77.
Diabetes mellitus: 239.
Diafragma: 198.
Diferenciación sexual humana: 57-64;
de la orientación: 57, 63-64;
sicológica: 54, 57, 61-63;
somática: 57, 60-61.
Dihidrotestosterona: 53, 54, 61.
Dimorfismo sexual : 33, 36, 286.
Disforia genérica (véase: transexualismo).
Disfunción apetitiva
por defecto: 236;
por exceso: 236.
Disfunción erectiva: 73, 237-240, 245;
causas: 238-240;
falsa: 237;
incidencia: 240;
primaria: 237;
primaria absoluta: 238;
secundaria: 237-238;
tratamiento: 245;
verdadera: 237-240.
Disfunción excitatoria femenina
en el plano periférico: 241;
primaria: 242;
propiamente dicha: 241;
secundaria: 242.
Disfunción excitatoria masculina propiamente
dicha: 237.
Disfunción de la fase orgásmica femenina:
242-244, 246;
causas: 242-243;
incidencia: 243-244;
primaria: 242;
secundaria: 242;
tratamiento: 246.
Disfunción orgásmica masculina propiamente
dicha: 240-241, 245-246;
causas: 240;
incidencia: 241;
tratamiento: 245-246.
Disfunción sexual
definición: 234;
falsa: 234;
verdadera: 234.
Disfunciones de la fase excitatoria femenina:
241-244, 246;
causas: 242-243;
incidencia: 243-244;
tratamiento: 246.
Disfunciones de la fase excitatoria masculina:
237-240, 245-246;
causas: 238-240;
incidencia: 240;
tratamiento: 245-246;
Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica
femeninas: 241-244, 245-246.
Disfunciones de la fase orgásmica masculina:
240-241, 245-246;
causas: 240;
incidencia: 241;
tratamiento: 245-246.
Disfunciones de la fase estimulatoria: 237.
Disfunciones de la fase relacional: 236.
Dispareunia: 250.
Dispositivo intrauterino: 200, 219.
DIU (véase: dispositivo intrauterino).
Divorcio, causas: 160.
Doble patrón de ética sexual: 15, 16.
Donjuanismo: 27.
Ducha vaginal: 198.
—E—
Educación sexual: 8, 230-232;
infantil: 230-232;
negativa: 230;
positiva: 230.
Educador sexual: 8, 230;
definición: 230.
Efebofilia: 286.
304 305ÍNDICE DE MATERIASÍNDICE DE MATERIAS
Efecto
Coolidge: 80, 88-89, 91, 236;
de la luna de miel (véase: efecto Coolidge).
Fiaculatio
ad portas (véase: orgasmo prematuro
masculino);
ante portas (véase: orgasmo prematuro
masculino).
Ejecución de hecho obceno: 284.
Ejercicios de localización sensorial: 245, 246, 286.
Electroencefalografía: 67, 75, 84.
Embarazo: 209-212;
como "enfermedad": 210-212.
Embrión humano (véase: conceptus humano).
Enamoramiento: 23.
Endrocrinologia sexual: 53-56.
Enfermedades
sexuales: 224.
sexualmente transmisibles: 21, 107, 181-182,
266, 283;
venéreas (véase: enfermedades sexualmente
transmisibles).
Envidia del pene: 274.
F.rección del pene: 76-78.
Erecciones
espontáneas: 78, 258;
infantiles: 34;
matutinas (véase: erecciones nocturnas);
nocturnas: 77-78, 238.
Erogenicidad, definición: 286 (véase también:
excitabilidad sexual).
Erógeno, definición: 286.
Erotismo, passim (véase también: sexualidad
humana);
y amor: 23-26;
clitorídeo: 47, 82-84;
femenino: 82-84;
vaginal: 49-51, 82-84.
Erotofohia: passim;
definición: 287;
cristiana: 4, 9-15.
Erotogra fía (véase: pornografía).
Erotologia: 5.
Escolástica freudiana: 271, 277.
Escoptofilia: 259.
Esencia
definición: 212;
diamantina: 214;
humana 213;
málica: 214.
Esmegma: 46, 47.
Espasmos musculares: 79.
Espermicidas: 199
Esquema infantil de Lorenz: 38, 216.
EST (véase: enfermedades sexualmente transmi-
sibles).
Estenosis arteriales: 239.
Esterilización quirúrgica: 200.
Estimulabilidad sexual: 43, 74, 112;
definición: 74.
Estimulación sexual: 71, 73;
definición: 71;
diferencias genéricas: 73.
Estimulación
sicosexual (véase: actividades sicosexuales);
somatosexual: 72.
Estímulo a la prostitución de menores: 283.
Estradiol: 55;
Estro: 31;
Estrógenos: 32, 55-56.
Estupro: 158-159, 281.
Etica y sexualidad (véase: sexualidad y ética).
Ética de situación (véase: moral de situación).
Excitabilidad sexual: 43, 74-75.
Excitación sexual: 73, 75-79;
definición: 73;
sicofisiología: 75-76;
somatofisiología: 76-79.
Exhibicionismo: 259.
Exigencia de funcionamiento: 239.
Eyaculación: 79, 80, 85, 240-241, 248-249;
"femenina": 85;
masculina: 79, 80, 85, 240-241, 248-249;
precoz (véase: orgasmo prematuro masculino);
prematura (véase: orgasmo prematuro
masculino);
retardada (véase orgasmo retardado);
retrógrada: 241.
—F-
Falacia
analógica: 215;
discriminatoria: 24.
Falo (véase: pene).
Falocracia: 9, 26-27, 132-145, 146.
Fantasías
eróticas (véase: fantasías sexuales);
sexuales: 93.
Fascia de Halban: 51, 99.
Feedback (véase: retroacción positiva).
Felación: 42, 103, 104, 105, 160, 193, 195.
Fellatio (véase: (elación).
Feminidad: 58-59, 135-137, 144-145 (véase tam-
bién: sexo social).
Fenómenos
síquicos (véase: sicofisiología):
somáticos (véase somatofisiologia).
Feromonas: 32-33.
Fetichismo: 258.
Feto humano (véase: conceptus humano).
Figuras itifálicas: 35, 287.
Finalismo: 18-19.
Fisiología sexual (véase: función sexual
humana).
Flujo sanguíneo vaginal: 79.
Fornicar: 16, 287.
Frigidez (véase: disfunciones excitatoria y or-
gásmica femeninas).
Función erótica, definición: 3 (véase también
función sexual humana).
Función intelectiva (véase intelecto.
Función sexual humana: 5, 65-91;
y condicionamiento sociocultural: 89-90;
costo energético: 86-87;
definición: 5;
y entrenamiento: 90;
fase apetitiva: 68-70;
fase estimulatoria: 71-73;
fase excitatoria: 73-79;
fase orgásmica: 79-86:
fase relacional: 70-71;
fase reproductora: 65;
y género: 88-89;
e idiosincrasia: 87-88;
modos: 65;
planos: 65;
secuencia: 65, 68-86;
y vejez: 90-91.
—G-
Galantería: 26.
Género: 59.
Genes: 59-60.
Gerontofilia: 260.
Gigolos: 185.
Glándulas
de Cowper: 77;
de Skene: 50, 52;
Grafitos: 94, 214;
Gueicha: 179, 287.
"Güevedoces": 62.
—H-
Habituación al objeto sexual (véase: efecto
Coolidge).
"Hacer el amor" (véase: fornicar).
Hafelagnia: 260.
Hechos sexuales punibles, clasificación: 153.
Hedonismo: 16-17.
Hetairas: 172.
Heterosexualidad: 59.
Himen: 9, 49.
Hiperapetito sexual (véase: disfunción apetitiva
por exceso).
Hiperlibido (véase: disfunción apetitiva por
exceso).
Hipoapetito sexual (véase: disfunción apetitiva
por defecto).
Hipogonadismo: 239.
Hipolibido (véase: disfunción aperitiva por
defecto).
Homofilia (véase: homosexualidad).
Homosexual: 123, 128-130;
afeminado: I 28-129;
definición: 123;
preferencia objeta! sexual: 129;
rol sociosexual: 128-129;
tipologías: 128:
varonil. 128-129.
Homosexualidad: 59, 123-130, 252;
y afectividad: 129;
aspectos histórico-legales: 130;
causas: 124;
definición: 59.
egodistónica: 252.
femenina: 123-124, 127-128;
incidencia: 123;
masculina: 123-130;
y paidofilia: 129;
y promiscuidad: 129;
y sicopatología: 124-126;
y teoría freudiana: 125;
como variante de la conducta sexual: 126-127.
Hormona: 56, 58;
antimuleriana: 56;
liberadora de hormona luteinizante: 58.
Hormonas sexuales: 31-32, 53-56.
—1—
Identidad
genérica (véase: sexo sicológico);
sexual (véase: sexo sicológico);
Identificación: 62.
Ideología erotófoba (véase: erotofobia).
Impotencia (véase: disfunción erectiva).
Incesto: 150, 152, 158, 261-265, 282;
aversión al: 261-262;
definición: 261;
prohición del: 262-263;
y sicopatología: 263-264;
tipos: 264.
Inducción a la prostitución: 282.
Infancia (véase: niñez).
Infanticidio: 215-216.
Infibulación de la vulva: 40, 41.
Iniciativa sexual: 233.
Instinto
de apareamiento: 70:
maternal: 38, 144.
Instintos humanos: 30.
Intelecto: 3, 213, 287.
306 INDICE DE MATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 307
Irrespeto a cadáveres: 281 (véase también
necrofilia).
—J—
Juegos sexuales infantiles: 72, 113-114.
— K-
Kibbutzim: 262.
— L—
Labios mayores: 47, 78-79.
Labios menores: 47, 78-79.
Latencia orgásmica: 81-82.
Lenones: 183.
Lesbianismo (véase: homosexualidad femenina).
Ley natural: 11, 18, 19, 288.
Leyes sexuales: 146-160;
y cristianismo: 147;
enfoque racional: 152-154;
irracionalidad: 149-151;
y moral: 147;
origen: 147;
premisas anticientíficas: 148-149;
y principio de legalidad: 150-152.
Libido (véase: apetito sexual);
freudiana: 272-273.
"I,imerancia" (véase: enamoramiento).
Limerence(véase: enamoramiento).
Lisiados: 265-266.
Lubricación
pencana: 77;
vaginal: 78.
—M—
Machismo: 26-27.
Mamas: 36, 48.
Marihuana: 279.
Masculinidad: 58-59, 135-137, 144-145 (véase:
sexo social).
Masculinización cerebral: 54, 55-56.
Masoquismo: 257-258.
Masturbación: 72, 94-98, 160;
definición: 94;
efectos: 94-96;
frecuencia: 96-97;
Incidencia: 96-97;
técnicas: 98.
Maternalismo (véase: instinto materna!).
Maternidad: 143-144, 210.
Matrimonio: 9, 141-143.
Medicina y sexualidad (véase sexualidad Y
medicina).
Medroxiprogesterona: 261.
Menarquia: 116.
Menopausia: 120.
Método científico: 289.
Método del ritmo (véase:continencia periódica).
Mimetismo sexual : 34.
Misoginia (véase antifeminismo).
Mola hidatiforme: 214.
Moral (véase: ética);
natural (véase: ley natural);
pública: 149, 156;
de situación: 12, 13.
Mozos: 175, 184.
Mujer: 9, 132-145, 171-187, 187-195, 209-212,
218, 242-243, 275.277;
capacidad física: 137-138;
capacidad intelectual: 138-139;
características sicológicas: 136-137;
salud mental: 136;
y amor: 140-141;
y cristianismo: 134-135;
y maternidad: 144;
y matrimonio: 141-143;
y sacerdocio: 135;
y socialización de los sexos: 135-140.
—N—
Naturaleza humana: 12, 165.
Necking(vease: caricias heterosexuales).
Necrofilia: 260, 281.
Neutralidad sicosexual: 62, 63.
Ninfomanía (véase: disfunción aperitiva por
exceso).
Niñez: 110, 111.
Normalidad sexual, criterios de: 19-20.
Normalidad y sexualidad (véase: sexualidad y
normalidad).
—O—
Obscenidad: 156, 161-170, 284;
y "corrupción", 164, 166;
definición: 162;
y delitos sexuales: 164, 165;
y diccionario: 161;
efectos: 164-167;
y la ley, 156, 168, 170, 284;
relatividad sociocultural: 168;
tipos: 163-164.
Onanismo (véase: masturbación).
órganos genitales
externos: 45, 47, 52;
internos: 45, 52.
Orgasmicidad: 81.
Orgasmo: 29, 67, 79-86, 98-99, 240, 248-249;
animal: 29,80;
cerebral: 79, 83;
clitortdeo: 82, 98;
componente periférico: 67, 79-80, 84, 85;
definición: 79;
diferencias genéricas: 81-82;
femenino: 81, 82-84;
humano: 79-82;
masculino: 80;
prematuro: 82, 248-249;
retardado: 240-241;
"en seco": 242;
sicofisiologia: 84;
síquico (véase: orgasmo cerebral);
somatofisiología: 84-86;
vaginal: 82, 98-99;
verdadero: 79, 83, 84.
Orgasmo prematuro femenino: 249.
Orgasmo prematuro masculino: 248-249;
causas: 249;
definición: 248;
incidencia: 249;
tratamiento: 249.
Orientación sexual: 59;
Osmolagnia: 260.
Otolagnia: 260.
Ovarios: 60-61.
—P-
Paidofilia: 255-257, 281, 282.
Parafilia (definición): 253.
Parafilias: 253-261;
causas: 254;
tratamiento: 260-261.
Parentalismo (véase: instinto maternal).
Parto: 211.
Patriarcado (véase: falocracia).
Pechos (véase: mamas).
Pedicación (véase: coito rectal).
Pedofilia (véase: paidofilia).
Pene: 46, 76-78, 96;
erección: 76-78;
rigidez: 77;
tumescencia: 77.
Período
crítico: 37, 57;
de latencia: 113;
de latencia sexual: 274;
de máxima sensibilidad (véase: periodo crítico);
refractario: 81.
Permisividad amorosa: 15-16.
Persona (véase: ser humano real).
Petting (véase: caricias heterosexuales).
Pigmalionismo: 260.
Pirolagnia: 260.
Piropo: 187.
Plataforma orgásmica: 78.
Poligamia: 9, 70.
Poliginia (véase: poligamia).
Polipéptido vasoactivo: 52, 77, 292.
Poluciones nocturnas (véase: sueños eróticos).
Pornófilos: 167.
Pornófobos: 167.
Pornografía (véase también: obscenidad);
blanda (véase: pornografía suave);
definición: 162;
dura (véase: pornografía fuerte);
fuerte: 163-164;
hard core (véase: pornografía fuerte);
soft core (véase: pornografía suave).
Potencia (véase: estimulabilidad sexual).
Praxias sexuales: 72.
Prepucio: 46.
Principio
de complementación del estímulo y la res-
puesta: 35;
de legalidad: 150-151, 157;
de tipicidad (véase: principio de legalidad).
Problema sexual (definición): 224.
Problemas sexuales: 223-267;
clasificación: 224-226;
de los lisiados: 265-266;
mayores: 225, 234-247, 248-251, 252-267;
menores: 225, 230-233;
otros: 252-267;
tratamiento: 226-229, 244-247, 249, 250, 251,
252, 260-261, 266.
Problema sexual paradisfuncional (definición):
248.
Problemas sexuales paradisfuncionales: 248-251.
Procreación: 3, 11.
Progesterona: 32, 56.
Programa genético: 60.
Prohibicionismo: 186.
Prolactina: 56.
Prostaglandinas: 208.
"Próstata femenina": 50.
Prostitución: 171-187, 282, 283-284;
argumentación en contra: 181-182;
argumentación en favor: 183;
causas: 176.180;
y erotofobia: 177;
y EST: 181-182;
heterosexual masculina (véase: gigolos);
historia: 172-173;
homosexual femenina: 185;
homosexual masculina: 185;
institución de utilidad social: 183;
y la ley: 185-186;
y libido masculina: 178, 179;
y necesidad económica: 178;
308 INDICE DE MATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 309
Prostitución (Cont.)
profesión: 183;
rito social: 179-180.
Prostituta (definición): 171-172.
Prostitutas
actividades sexuales: 180-181;
afectividad: 175;
clases: 174;
clientela: 175-176;
comportamientos sexuales: 180-181;
erotismo: 180;
moralidad: 175-180;
religiosidad: 175;
tipología: 174-175.
Proxenetismo: 157, 184-186, 282-283.
Pubertad: 52, 61, 115.
Pudor: 169.
Punto G: 50, 85.
—R-
Reduccionismo
central: 67;
periférico: 67.
Reglamentarismo: 186.
Reservadas: 174.
Retroacción positiva: 64, 65, 72.
Rigidez del pene: 77.
Rifes de passage: 115, 211.
Ritmo circanual: 55-56.
Rol
de espectador: 239;
genérico (véase: sexo social);
sociosexual (véase: sexo social).
Romanticismo: 15-16, 23-26, 69, 74, 75, 140-141,
182, 243.
Rufianes (véase: chulos).
-S-
Sadismo: 257-258.
Sarpullido sexual: 79.
Satiriasis (véase: disfunción aperitiva por
exceso).
Satisfacción erótica subjetiva: 84.
Ser humano;
deviniente: 215, 290;
funcionante (véase ser humano real);
potencial: 212-216, 218, 290;
real: 213, 218.
Seudodisfunción sexual (véase: disfunción
sexual falsa).
Sexismo jurídico: 193-194.
Sexo, definiciones: 4, 58-59.
Sexo
de asignación y crianza: 59;
fenotípico: 58;
genital externo: 58;
genital interno: 58;
genotlpico: 58;
gonadal: 58;
hipotalámico: 58;
hormonal: 58;
legal: 59;
morfológico externo: 58;
sicológico: 58;
social: 58.
Sexología
clínica (véase: terapia sexual);
definición: 5;
desarrollo: 5-9;
educativa (véase: educación sexual).
Sexólogo, definición: 8.
Sexólogos
contemporáneos: 6-9;
pioneros: 5-6.
Sexualidad: passim;
animal: 4, 12, 28-29;
definición: 290;
e instinto: 37, 38;
en la adolescencia: 115-119;
en la vejez: 90-91, 119-120;
funciones: 3, 28-29;
infantil: 110-114, 230-232;
y amor: 23-26;
y anglicanismo: 12;
y aprendizaje: 37, 38;
y catolicismo: 12- 15, 18- 19, 147, 172;
y Código Penal: 154-158;
y cristianismo: 9-17, 18-19, 43-44, 147, 172;
y derecho: 155-160;
y Diccionario: 152, 161:
y ética: 9-17;
y experiencia: 37, 38:
y funcionarios judiciales: 158;
y machismo: 26-27;
y maestros: 159;
y medicina: 5-6, 124-126, 223, 224, 227, 239,
266-267;
y niveles socioculturales: 44;
y normalidad conductal: 17-20:
y notarios: 160;
y otras disposiciones legales: 158-159;
y protestantismo: 12;
y romanticismo (véase: sevualidad y amor);
y sicoanálisis: 124-126, 271-278;
y sicología: 227;
y siquiatría: 124-126, 223-224, 244;
y sociobiología: 36.
Sexualidad humana: passim;
definición: 5;
substrato biológico: 28-29;
superestrato sociocultural: 39-44;
variaciones interculturales: 40-43;
variaciones intraculturales: 43-44.
Sexualización de la sociedad: 39.
Sexual skin (véase: carnosidades
sexuales).
Sicoanálisis: 6, 82-83, 124-126, 223, 227, 234,
244, 271-278.
Sicofisiología: 65-67.
SIDA (véase: síndrome inmudeficitario
adquirido).
Simbolismo: 30, 35-36, 89;
fálico (véase: simbolismo sexual);
sexual: 35-36, 89.
Síndrome
inmunodeficitario adquirido: 266-267;
sexual: 257;
traumático de violación: 192.
Socialización de la sexualidad: 39.
Sociobiologia: 36.
Somatofisiología: 65-67.
Sublimación: 21, 272.
Sueños eróticos: 92-93.
—T-
Tabaco: 280.
Tapón vaginal: 198.
Teleología (véase: finalismo).
Teleonomía (véase: programa genético).
Telotismo: 79.
Temor del fracaso: 239.
Teólogos: 9-15, 18-19, 201-203, 205-206.
Teoría
catastrofista (véase: catastrofismo);
cloacal: 113;
freudiana: 271-278;
de la libido: 272-273;
materialista de la mente: 67;
de Prescott: 38-39;
Terapeuta sexual: 8, 227, 228;
cualidades: 227;
función: 227;
definición: 228.
Terapia de Masters y Johnson (véase: terapia
sexual).
Terapia sexual: 8, 244-247, 291;
condiciones del consultante: 228;
definición: 291;
eficacia: 246-247;
grados de complejidad: 228-229;
y medicina: 227;
modificaciones: 246;
y sicología: 227.
Testículos: 60-61.
Testosterona: 53-55, 62.
Tomografia por emisión de positrones: 67, 75.
Torarquia: 116.
Transexualismo: 252-253.
Transvestismo: 258-259.
Trata de mujeres y menores: 185, 282.
Tratantes de mujeres: 185.
Tribadismo: 127.
Trompas de Falopio, ligadura de: 200.
Tumescencia
del clítoris: 47, 48;
del pene: 77.
—U—
Urolagnia: 260.
Vagina: 49-51, 99;
zonas erógenas: 49, 99.
Vaginismo: 249-250.
Vampirismo: 260.
Variaciones de la actividad sexual: 233.
Vasectomía: 200.
Vasóactive polypeptide (véase:
polipéptido vasoactivo).
Vejez: 110.
Viabilidad: 214.
Vías nerviosas sexuales: 51-52.
Victimismo: 26.
Violación: 187-195, 281-282;
aspectos legales: 193-195;
aspectos sexológicos: 191-193;
causas: 190.191;
conyugal: 194-195;
consecuencias: 192-193;
definición: 187;
homosexual: 191-192;
incidencia: 191;
y machismo: 190;
mayor: 187;
menor: 187;
y pornografía: 192;
propiamente dicha (véase: violación mayor);
y sadismo: 187, 192;
y selección natural: 188;
víctima: 187, 189, 191-192;
violador, 187, 188-189.
310 ÍNDICE DE MATERIAS
Violencia sexual (véase: sadismo y
violación).
VIP (véase: polipéptido vasoactivo).
Virginidad femenina: 9, 10, 15, 41.
Voyeurismo (véase: escoptofilia).
Vulva: 47.
— Y--
Yohimbina: 279.
—Z—
Zonas erógenas primarias;
definición: 45;
femeninas: 47, 49;
masculinas: 46.
Zonas erógenas secundarias;
definición: 45;
femeninas: 48;
masculinas: 46;
Zoofilia (véase: actividades sexuales con
animales).
Vio.
vi
VIF
Viri
Yo;
Vol •
■
Yo
ESTE LIBRO SE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL DÍA 8
DE JUNIO. DE 1987, ANIVERSARIO DEL NACI-
MIENTO DE GUILLERMO URIBE
CUALLA (n, 8, vi, 1895
y m. 13, x, 1977).
LABORE ET CONSTANTIA

Libro sexualidad humana

  • 1.
  • 2.
    PRÓLOGO DE LASEGUNDA EDICIÓN Escribir un libro sobre sexualidad humana en un medio misogínico y erotófo- bo como el nuestro; hablar en forma franca y científica de la función erótica y del derecho humano a su libre ejercicio; dar a conocer los comportamientos sexuales sin hacer juicios de valor; demostrar que es más fácil y sobre todo más ético y científico tratar de entender la sexualidad huamana antes que juzgarla, es no solo un acto de audacia y un desafío a la ideología todavía vigente en nuestra sociedad, sino también un laborioso y valiente esfuerzo para colaborar en el bienestar de nuestra gente. La difusión de las ideas y de los hallazgos de investigadores como KIN- SEY, MASTERS y JOHNSON, MONEY, ZWANG, KAPLAN y tantos otros analizados y comentados por ALZATE en este libro, en forma clara y objetiva, es otra contribución muy importante al desarrollo de la sexología, tarea que para el autor ha sido casi compulsiva durante cerca de veinte años de trabajo profe- sional docente e investigativo. La presente edición la estaba esperando, pues desde hace varios años, en mi actividad docente con estudiantes de medicina, de enfermería y de sicolo- gía, he utilizado este libro como texto guía, ya que es el único que conozco que presenta en forma global y moderna los aspectos básicos de la sexualidad y da en esa forma una visión general de un tema tan extenso, sin caer nunca en los superficial. Esta es la segunda edición de una obra que ha sido elaborada con un estricto rigor científico, cuidadosamente revisada y actualizada a la luz de los resultados de las más recientes investigaciones, y en la que se puede notar la paciente renovación de conceptos y la profundización y revisión de temas que van siendo cada vez mejor analizados y conocidos. Al leer este libro, espero que el profesional, el estudiante y ojalá cualquier lector desprevenido puedan percibir el esfuerzo permanente del autor por deste- rrar los mitos, las ideas mágicas, las creencias infundadas que tanto daño le están haciendo a nuestra sociedad, y el generoso ofrecimiento de los conoci- mientos científicos, basados en la experiencia sexológica clínica, docente e investigativa, de alguien que ha dedicado toda su capacidad científica a poner al alcance de muchos los conocimientos que les permitan entender mejor el comportamiento sexual humano y los estimulen para que profundicen más en esta nueva ciencia, que guarda más interrogantes que respuestas. Llama la atención en este libro el equilibrio entre los componentes biológi- cos, los sicológicos y los aspectos socioculturales de la sexualidad, lo cual hace
  • 3.
    PRÓLOGO DE LASEGUNDA EDICIÓN que se haya convertido en una obra obligada para profesionales de la salud, de la educación, del comportamiento y de las ciencias jurídicas. Más aún, su lenguaje simple y la claridad con que el autor maneja los conceptos la hacen accesible para cualquier persona interesada que tenga un nivel medio de educación. Quiero además hacer notar algo que infortunadamente no es la moda. Los textos son manejados con absoluta corrección gramatical y evitando siem- pre neologismos innecesarios, lo cual contribuye no solo a la claridad y a la precisión en los conceptos, sino al enriquecimiento del lenguaje. Esta es una contribución de enorme importancia, especialmente cuando se trata de los aspectos legales de la s'exualidad, pues el uso de términos vagos conduce con frecuencia a una injusta aplicación de la ley. Quiero dejar la constancia de mi agradecimiento al Dr. HELI ALZATE por pedirme este comentario, pero mucho más por haberme facilitado con su libro mi actividad docente universitaria. Espero que los editores se percaten de la importancia de este libro y sean consecuentes en darle una gran difusión y una amplia distribución no solo en nuestro país, sino en todas las naciones de habla hispana, en las que estoy seguro, será recibido con beneplácito y llenará una necesidad sentida de muchos profesionales. GERMÁN ORTIZ UMANA PRÓLOGO DE LA PRIMERA EDICIÓN La sexología, en 1981, es una disciplina incómoda, en el mismo sentido en que la astronomía fue incómoda para GALILEO. A diferencia de lo que ocurre, por ejemplo, a un cardiólogo, a quien solo le interesa el contenido de verdad de su producción, para el sexólogo el problema primordial no es si lo que afirma es cierto o no, sino cómo será recibido lo que dice. Porque puede estar absolutamente seguro de que la escueta enunciación de hechos fisiológicos será suficiente para despertar una enconada oposición. ¡Con cuán- ta mayor razón el sexólogo se hace de enemigos cuando recuerda derechos, reivindica a las minorías (o a las mayorías, como es el caso de la mujer) o cuanto toca el espinoso asunto del placer! Es un hecho indiscutible que existe una poderosa corriente de opinión que se identifica con el obscurantismo, que está vigente y alerta para frenar el desarrollo de las verdades que afectan sus intereses. Como todos sabemos, no es una corriente nueva; así como se opuso a la novedad que HARVEY demostró, seguramente se opuso a que nues- tros antepasados bajaran de los árboles. Con una vocación sorprendentemente constante por lo penumbroso y vetusto, por lo mohoso y oculto, tiene dos enemigos eternos: lo verdadero y lo placentero, porque son los pilares de lo humano. Y los privilegios de los que se nutren ellos, los fantasmas, se basan precisamente en la negación de lo humano. De modo que no tiene que sorprendernos que este libro de HELI ALZATE despierte oposición. Tampoco debe sorprendernos que él sepa de esa oposición y se adelante a ella con un tono polémico que no sería justificable si fuera cardiólogo. Pero es sexólogo, y tiene la obligación de abrir puertas y ventanas con energía para que entre la luz, porque no estamos en un gabinete aséptico discutiendo de otras galaxias, sino en las aulas y consultorios discutiendo del dolor humano. Simplemente, el autor de este libro se niega a ser compla- ciente con el sufrimiento o cómplice de sus responsables. Por cierto, no siempre es fácil estar de acuerdo con ALZATE. Y no tengo pudor en reconocer que algunas veces no coincido con él. Algunos lo consideran excesivo, o áspero. No sé, tal vez lo sea. Pero este debate es una lucha, no un minué cortesano, y el ademán gentil cede su turno al gesto vehemente. El ardor polémico no es hermano del endecasílabo milimétrico, y si, como pasa con todas las opiniones, el tiempo demuestra algunas y supera a otras de las contenidas en esta obra, lo único que habrá hecho será confirmar su utilidad de hoy. ¡Pero atención! No se vaya a suponer que este es un libro de opiniones. Es una obra rigurosamente científica, estructurada en torno a hechos compro- bados, pero que —he aquí su riqueza— no elude ni la opinión ni la discusión,
  • 4.
    cuando ellas caben.Sin ellas la sexología, más que inconclusa, como debe ser siempre toda ciencia, sería parcial. Por fin, quisiera que el lector encontrara en este libro lo mismo que a mí me ha producido tanto placer: a un autor que es un interlocutor dinámico y apa- sionado, cuya objetividad no está velada por el derecho de opinión, sino enfatiza- da por la pasión de la verdad. Porque la vehemencia es la emoción de los justos. PREFACIO Luis DRAGUNSKY Este libro es una recopilación de los apuntes preparados para los cursos que en los últimos 16 años hemos dictado a los estudiantes de diversas carreras de la Universidad de Caldas. Se fundamenta en la anterior edición, pero el plan general de la obra ha sido reorganizado, varios de los capítulos son totalmente nuevos y los restantes han sido extensamente corregidos, aumenta- dos y puestos al día. La información fáctica presentada se basa en los datos suministrados por la literatura científica, pero —como es de suponer— aquí expresamos también nuestros conceptos personales; el lector sabrá distinguir entre estos y aquellos. Ciertamente, la obra es polémica y vehemente, pero consideramos que ello no es incompatible con el rigor científico; por el contra- rio, creemos que la ciencia tiene la obligación ética de luchar vigorosamente contra el fanatismo y la ignorancia, con armas intelectuales, claro está. Es preciso defender el hecho científico con energía, porque el obscurantismo, 9 la superstición y la intolerancia han llevado la voz cantante durante muchos siglos; como dice ZWANG, "ser responsable es saber cuándo hay que decir no" a los conceptos irracionales. 4 Un distinguido siquiatra y profesor universitario colombiano nos ha criti- cado públicamente porque —según él— "infiltramos un mensaje" en la juven- tud, invitándola a dejar de lado "todo tabú con respecto al sexo y a practicar abiertamente la «nueva moral»" (según ha sido expuesta por la revista Time), disfrazándola con el "ropaje" de una conclusión científica. Efectivamente, en nuestra cátedra y en nuestras publicaciones presentamos un mensaje, en forma abierta y no subrepticia, como parece indicarlo nuestro contradictor, lo cual no debería extrañar. Todo lo contrario. El profesor que no transmita un mensaje no tiene razón de llamarse tal; lo que importa es su naturaleza, y en esto es en lo que el expositor de marras se equivoca de medio a medio. El mensaje sexológico no es la caricatura que él y Time llaman "nueva moral", sino uno de responsabilidad y tolerancia, basado en los datos que suministra la ciencia contemporánea y —aunque el distinguido siquiatra no lo crea— en una ética racional, por supuesto sin nexo alguno con la moral estática, fundamentada en la "culpación metáfisica" (ZwANG), que parece defender nuestro contradictor, y que reniega la condición humana, evolutiva por natura- leza. Es evidente que la sexología critica las creencias irracionales. Pero es que no puede hacer menos sin incumplir la obligación ética de luchar con tesón contra la ignorancia dogmática, así como la astronomía copernicana
  • 5.
    y galileica hubode enfrentarse con la visión cosmológica de Tolomeo y Josué. Por otra parte, los conceptos sexológicos que profesamos no necesitan envol- verse en un "ropaje" de circunstancias, porque se apoyan en bases lógicas y científicas suficientemente sólidas. Este libro está dirigido primordialmente a los profesionales y estudiantes de las ciencias jurídicas, del comportamiento y de la salud, pero puede ser leído con provecho por muchas otras personas. Para facilitar la lectura, hemos preparado un glosario, en el cual se definen los términos no explicados en el texto y que no aparecen en el Diccionario de uso del español de MARÍA MOLINER, ni en el Diccionario de la lengua española (20' edición) de la Real Academia; o los que estando allí son definidos en forma insatisfactoria. Que- dan por fuera algunas expresiones técnicas, que solo interesan a los especialistas y que son conocidas por ellos. Nos hemos esforzado por evitar los colombianis- mos; el lector extranjero sabrá perdonar los que se nos hayan escapado. Finalmente, agradeceremos a los lectores que nos llamen la atención sobre los errores que descubran, y en general los comentarios que tengan a bien hacer, para lo cual pueden dirigirse al Apartado Aéreo 631, Manizales, Colombia. 11 < II 1$ XIV PREFACIO ÍNDICE GENERAL PARTE PRIMERA ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA CAPITULO I CONCEPTOS GENERALES PÁG. 1. Qué es la sexualidad humana 3 2. Desarrollo de la sexología como ciencia 5 2.1. Orígenes 5 2.2. Estado actual 6 3. La sexualidad y la ética 9 3.1. Influencia del cristianismo 9 3.2. Criterios de ética sexual 15 4. La sexualidad y la "normalidad" conductal 17 4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual 18 4.2. Criterios de normalidad sexual 19 5. La continencia sexual 21 6. La sexualidad y el amor 23 7. La sexualidad y el machismo 26 CAPITULO II COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA I. Introducción 28 2. Substrato biológico 28 3. Factores filogénicos 31 3.1. Hormonas sexuales 31 3.2. Papel de la olfacción 32 3.3. Papel de la visión 33
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    XVI ÍNDICE GENERAL 3.4.Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexuales y su subordinación al comportamiento 3.5. Inversión del comportamiento sexual animal 3.6. Aplicación al ser humano 3.7. Enfoque sociobiológico 4. Factores ambientales 4.1 .Efectos del aprendizaje y la experiencia 4.2. Aplicación al ser humano 4.3. Teoría de Prescott 5. Superestrato sociocultural 6. Aspectos de la sexualidad variables intraculturalmente 6.1. Coito premarital femenino 6.2. Coito extramarital femenino 6.3. Actividades homosexuales 6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente 7. Aspectos de la sexualidad variables interculturalmente CAPITULO I ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS 1. Anatomía sexual 1.1. Estructuras u órganos periféricos 1.2. Estructuras o centros medulares 1.3. Estructuras o centros cerebrales 1.4. Vías nerviosas 1.5. Caracteres sexuales 2. Endocrinología sexual 2.1. Andrógenos 2.2. Estrógenos 2.3. Otras hormonas sexuales CAPITULO IV DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA 1. Introducción 2. Definiciones 2.1. Sexo 2.2. Género PÁG. 33 35 35 36 37 37 38 38 39 40 41 41 41 42 43 45 45 51 51 51 52 53 53 55 56 57 58 58 59 1 ÍNDICE GENERAL 2.3. Orientación sexual 2.4. Heterosexualidad 2.5. Homosexualidad 2.6. Bisexualidad 3. Papel de los genes 4. Diferenciación somatosexual 5. Diferenciación sicosexual y de la orientación sexual 5.1. Diferenciación sicosexual 5.2. Diferenciación de la orientación sexual CAPITULO V LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 1. Introducción 2. Fase apetitiva 2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual 2.2. Sicofisiología (neurofisiología) del apetito sexual 3. Fase relacional 4. Fase estimulatoria 4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual 4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha 4.3. Estimulación o actividad sicosexual 4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual 5. Fase excitatoria 5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico- sexuales 5.2. Sicofisiología de la excitación sexual 5.3. Somatofisiología de la excitación sexual 6. Fase orgásmica 6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmica 6.2. El orgasmo femenino 6.3. Sicofisiología del orgasmo 6.4. Somatofisiología del orgasmo 7. Costo energético de la función sexual 8. Factores que influyen en la función sexual 8.1. Idiosincrasia 8.2. Sexo 8.3. Condicionamiento sociocultural 8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual) 9. La función sexual en la vejez XVII PÁG. 59 59 59 59 59 60 61 61 63 65 68 68 70 70 71 71 72 72 73 73 74 75 76 79 81 82 84 84 86 87 87 88 89 90 90
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    XVIII ÍNDICE GENERAL CAPÍTULOVI ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS PÁG. INDICE GENERAL 1.2. Tipos de actividades homosexuales 1.3. Mitos acerca de la homosexualidad 1.4. Otros aspectos de la homosexualidad XIX PÁG. 127 128 129 2. La bisexualidad 130 1. Introducción 92 2. Actividades sicosexuales 92 CAPÍTULO IX 2.1. Actividades sicosexuales inconscientes 92 2.2. Actividades sicosexuales conscientes 3. Masturbación 93 94 LA CONDICIÓN FEMENINA 3.1. Efectos de la masturbación 94 3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias 96 1. Introducción 132 3.3. Otros aspectos de la masturbación 97 2. Esbozo histórico de la condición femenina en la civilización occidental 133 4. Actividades heterosexuales 98 3. La mujer y el cristianismo 134 4.1. Coito vaginal 98 4. Socialización diferencial de los sexos 135 4.2. Técnicas coitales 99 4.1. Inferioridad biólogica o física 137 4.3. Incidencia y frecuencia coitales 100 4.2. Inferioridad intelectual 138 4.4. Otras actividades heterosexuales 102 4.3. Inferioridad emocional 139 5. Actividades homosexuales 105 5. La mujer y el amor 140 6. Actividades sexuales con animales 106 6. La mujer y el matrimonio 141 7. Factores que influyen en la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales 7.1. Religiosidad 108 108 7. La mujer y la maternidad 8. Conclusión 143 144 7.2. Nivel económico-educativo 108 7.3. Edad 108 CAPITULO X CAPITULO VII LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 1. Introducción 146 2. Origen de las leyes sexuales 147 1. La sexualidad en la niñez 110 3. Premisas anticientíficas de las leyes sexuales 148 1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil 111 4. Irracionalidad de las leyes sexuales 149 1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles 114 5. Enfoque racional de los hechos sexuales punibles 152 2. La sexualidad en la adolescencia 115 5.1 Clasificación de los hechos sexuales punibles 152 3. La sexualidad en la vejez 119 5.2. Los delincuentes sexuales 153 6. Comentarios a las normas legales colombianas relativas a la sexuali- PARTE SEGUNDA dad 154 6.1. Código Penal 154 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 6.2. Otras disposiciones 158 CAPITULO VIII CAPÍTULO XI LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 1. La homosexualidad 123 1.1. Criterios sobre la homosexualidad 124 1. Introducción 161
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    PÁG. PÁG. 2. Tiposde pornografía (obscenidad) 163 3.1. Causas dependientes del violador 190 3. Efectos de la pornografía (obscenidad) 164 3.2. Causas dependientes de la víctima 191 4. Tipologías de los "pornófilos" y los "pornófobos" 167 4. Incidencia de la violación 191 5. Relatividad histórico-cultural de la obscenidad (pornografía) 168 5. Aspectos sexológicos de la violación 191 6. El pudor 169 6. Aspectos legales de la violación 193 7. Conclusión 169 7. Conclusión 195 CAPÍTULO XII CAPÍTULO XIV LA PROSTITUCIÓN LA ANTICONCEPCIÓN 1. Introducción 171 1. Introducción 196 1.1 Definición de la prostituta 171 2. Métodos más tradicionales y menos efectivos 197 1.2. Bosquejo histórico de la prostitución 172 2.1. Coitus interruptus 197 2. Clasificación de las prostitutas 174 2.2. Condón 198 3. Tipología de las prostitutas 174 2.3. Diafragma 198 4. Clientela de las prostitutas 175 2.4. Casquete cervical 198 5. Causas de la prostitución 176 2.5. Tapón vaginal 198 5.1. Factor sociocultural 177 2.6. Ducha vaginal 199 5.2. Factor socioeconómico 178 2.7 Espermicidas 199 5.3. Factor biosocial 179 3. Continencia periódica (método del ritmo) 199 5.4. Factor sicosocial 179 4. Métodos modernos y muy efectivos 199 6. Actitudes y comportamientos sexuales de las prostitutas 180 4.1. Anovulatorios 199 6.1. Actitudes 180 4.2. Dispositivo intrauterino (DIU) 200 6.2. Comportamientos 180 4.3. Esterilización quirúrgica 200 7. Argumentación en contra y a favor de la prostitución 181 5. Eficacia comparativa de los diversos métodos anticonceptivos .... 200 7.1. Argumentación en contra 181 6. Evaluación racional de los efectos indeseables de los anovulatorios 201 7.2. Argumentación a favor 183 7. Posición de la Iglesia católica con respecto a los métodos anticon- 8. El proxenetismo 184 ceptivos 201 9. Otros aspectos de la prostitución 185 9.1. Variantes de la prostitución 185 CAPÍTULO XV 9.2. Aspectos legales de la prostitución 185 10. Conclusión 186 EL ABORTO 1. Introducción 204 CAPÍTULO XIII 2. Argumentación a favor de la penalización del aborto 205 2.1. Argumentación religiosa 205 LA VIOLACIÓN 2.2. Argumentación secular 206 3. Argumentación a favor de la despenalización del aborto 207 1. Introducción 187 3.1. Interés social 207 2. Tipologías de los violadores 188 3.2. Interés del conceptus 208 3. Causas de la violación 190 3.3. Interés de la mujer embarazada 209
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    XXII INDICE GENERAL PÁG. 4.Qué es el conceptus humano 212 5. Actitudes respecto del aborto 216 6. Tipos de legislaciones sobre el aborto 217 7. Conclusión 217 PARTE TERCERA PROBLEMAS SEXUALES CAPITULO XVI INTRODUCCIÓN 1. Qué es el problema sexual 223 2. Clasificación de los problemas sexuales 224 3. Tratamiento de los problemas sexuales 226 CAPITULO XVII PROBLEMAS SEXUALES MENORES 1. Introducción 230 2. Problemas de los padres con respecto a la educación sexual y la sexua- lidad infantiles 230 3. Diferencias individuales en la intensidad del apetito sexual 232 4. Toma de la iniciativa sexual 233 5. Discrepancias referentes a los tipos de actos sexuales 233 CAPÍTULO XVIII DISFUNCIONES SEXUALES 1. Introducción 234 2. Disfunciones de la fase apetitiva 235 2.1. La disfunción apetitiva por defecto 236 2.2. La disfunción apetitiva por exceso 236 3. Disfunciones de las fases relacional y estimulatoria 236 4. Disfunciones de la fase excitatoria masculina 237 4.1. Causas 238 4.2. Incidencia 240 INDICE GENERAL XXIII PAG. 5. Disfunciones de la fase orgásmica masculina 240 5.1. Disfunción orgásmica propiamente dicha 240 5.2. La aneyaculación 241 6. Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica femeninas 241 6.1. Disfunciones de la fase excitatoria 241 6.2. Disfunción de la fase orgásmica 242 7. Tratamiento de las disfunciones sexuales 244 7.1 Terapia de Masters y Johnson 244 7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson 246 7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual 246 CAPITULO XIX PROBLEMAS SEXUALES PARAD1SFUCIONALES 1. Orgasmo prematuro 248 1.1. Orgasmo prematuro masculino 248 1.2. Orgasmo prematuro femenino 249 2. Vaginismo 1" 249 /% 3. Dispareunia I, - 4. Aversión sexual '1 , , 250 250 CAPITULO ›ÓC OTROS PROBLEMAS SEXUALES 1. Homosexualidad egodistónica 252 2. Transexualismo 252 3. Parafilias 253 3.1. Introducción 253 3.2. Paidofilia 255 3.3. Sadismo y masoquismo sexuales 257 3.4. Fetichismo 258 3.5. Transvestismo 258 3.6. Exhibicionismo 259 3.7 Escoptofilia 259 3.8 Otras parafilias 260 3.9 Tratamiento de las parafilias 260 4. Incesto 261 4.1. Introducción 261 4.2. Origen de la aversión al incesto 261 4.3. Origen de la prohibición del incesto 262
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    XXIV INDICE GENER41. PÁG. 4.4.Justificación actual de la prohibición 263 4.5. Incesto y sicopatología 263 4.6. Tipos de incesto y su incidencia 264 4.7. Conclusión 265 5. Problemas sexuales de los lisiados 265 6. Síndrome inmunodeficitario adquirido 266 APÉNDICE 1. CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 1. Introducción 271 2. Teoría de la libido 272 3. Desarrollo sicosexual del individuo 273 4. Sexualidad femenina 275 5. Primacía de la función reproductora de la sexualidad 277 6. Conclusión 277 II. EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL 279 III. DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES 281 Glosario 285 Bibliografía 293 Índice de materias 301 PARTE PRIMERA ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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    HELÍ ALZATE Profesor titularde sexologla en la Facultad de Medicina de la Universidad de Caldas Sexólogo certificado por el American College of Sexologists SEXUALIDAD HUMANA Segunda edición EDITORIAL TEMIS Bogotá - Colombia 1987
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    CAPITULO CONCEPTOS GENERALES "Como dizeAristótiles, cosa es verdadera, el mundo por dos cosas trabaja: la primera por ayer mantenencia; la otra cosa era por ayer juntamiento con fembra plazentera". O ti CONVENCION • DE BERNA 100 AÑOS Ilihrea• • osam M■11 1886-1986 1-)1?-k o • Helí Alzate, 1987 © Editorial Temis, 1987 ISBN 958-604-231-6 Hecho el depósito que exige la ley. Impreso en Nomos Impresores. Cra. 39 B, núm. 17-98, Bogotá. Queda prohibida la reproducción total o parcial de este libro, por medio de cualquier proceso, reprográfico o fónico, especialmente por fotocopia, microfilme, offset o mimeógrafo. Esta edición y sus características gráficas son propiedad de Editorial Temis, S. A. ARCIPRESTE DE HITA, Libro de buen amor. 1. QUÉ ES LA SEXUALIDAD HUMANA La sexualidad, como cualquiera otra de las funciones o actividades del ser humano, es el resultado de la interacción de la evolución biológi- ca (que determina las funciones somatofisiológicas básicas) y el entorno sociocultural (que influye poderosamente sobre el funcionamiento sico- fisiológico); ella tiene varias funciones, pero las dos principales son la reproductora y la placentera. La primera es la más antigua en la filogenia, y por ello es común a seres humanos y animales inferiores; como sucede con la nutrición o la locomoción, esta función reproducto- ra no singulariza, pues, al Horno sapiens. La segunda, por el contrario, es de muy tardía aparición, puesto que solo existe en su plenitud desde el momento en que la evolución de la corteza cerebral permitió a nues- tros antecesores primates franquear el umbral de la hominización y adquirir la función intelectiva, típica del ser humano. Efectivamente, la función erótica definida sumariamente (siguiendo a ZWANG) como la búsqueda consciente del placer sexual, es la culminación evolutiva de la sexualidad, y a ella sí se le puede llamar humana con toda propie- dad, porque nos distingue de los demás seres del reino animal, en forma similar a como lo hace la función intelectiva. En los animales inferiores, la sexualidad es un simple mecanismo de perpetuación vegetativa, e inmanente a ella. El hombre, en cambio, está capacitado paratrascender el mero aspecto reproductor de la sexualidad, es decir, puedeser sexual- mente con plena independencia de las células germinales, y justificar dicha existencia por sí misma; por ello, en el ser humano (hombre o mujer) hay independencia funcional (que también es anatómica en la mujer) entre el erotismo y la procreación.
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    CONCEPTOS GENERALES 54ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA Contra el parecer de los moralistas, la función erótica no es inven- ción de los "inmoralistas" o del Diablol, sino una realidad del proceso evolutivo biológico. Aunque los individuos de todas las épocas y cultu- ras han comprendido intuitivamente su importancia —como lo prueban el epígrafe del ARCIPRESTE DE HITA y las múltiples descripciones litera- rias de ella—, su estudio científico estuvo vedado hasta hace muy poco, en parte debido a los impedimentos propios de la lenta evolución del conocimiento humano, pero sobre todo a causa de la influencia de la ideología erotófoba, que ha sido un rasgo distintivo de la civilización cristiana, y que redujo toda mención de la sexualidad erótica a la clan- destinidad de lo pecaminoso. Además, la "culpación metafísica" (ZwAN. o) inculcada por la ética cristiana tradicional, hizo que el con- cepto teológico de "pecado", aplicado a las actividades sexuales pura- mente placenteras, fuera adoptado por la medicina con el nombre de "enfermedad mental", y por el derecho con el de "delito sexual". La complejidad de la sexualidad animal en general y humana en particular ha dificultado distinguir sus diversos elementos, lo cual, uni- do a la ausencia de precisión definitoria, ha sido obstáculo para descri- birla adecuadamente. Es necesario, pues, romper de alguna manera esta especie de círculo vicioso. El vocablosexo puede ser el punto de partida de un intento definito- rio y descriptivo de la sexualidad. Tal término ha adquirido diversos significados relacionados con la sexualidad, pero creemos que el prima- rio es el siguiente: carácter de macho o hembra que posee el animal2. De aquí podemos pasar a definir la sexualidad animal como elconjunto de condiciones estructurales, funcionales y comportamentales resultantes de la existencia del sexo en el animal, y que permiten la reproducción. La emergencia evolutiva del ser humano produjo dos extraordina- rias modificaciones en su sexualidad: a) el ejercicio de ella dejó de ser instintivo y se hizo consciente; b) la función reproductora cedió Según el Malleus mtdeficffurn, el demonio Asmodeo es el patrono de la forni- cación. Este libro fue el más prestigioso tratado sobre brujas y el código de procedimien- to aplicado en los procesos por hechicería instaurados por la Inquisición. No sobra anotar que en los interrogatorios bajo tortura se obtenían "testimonios" muy concretos e ilustrativos sobre la anatomgfisiología sexual diabólica. Por ejemplo, la bruja Sylvine de la Plaine confesó a.Jos jueces "que le Diable la cogneu vne autrefois, & qu'il a le membre faict comme un cheual, en entrant est froid comme glace, iette la semence fort froide, & en sortant la brusse comme si c'estoit du feu". Y otra bruja, Iaquema Pagel, reconoció "qu'elle auoit empoigné plusiers (sic) fois auec la main le mebre du Demon, qui la oognossoit, & que le membre estoit froid comme glace, lóg d'vn bon doigt, & moindre en grosseur que celuy d'vn homme". 2 Las plantas también pueden ser sexuadas, pero ello es irrelevante en esta dis- cusión. la primacía a la función erótica. Es decir, el motivo (razón consciente) primario de la función sexual pasó a ser la obtención del placer, y la reproducción fue relegada a un segundo plano. Por su carácter exclu- sivamente humano, el motivo placentero o lúdico de la función erótica es gratuito, en el sentido de que no es susceptible de análisis causal último o evolutivo, lo cual no es óbice para que los mecanismos de búsqueda de dicho placer estén sometidos en cierto grado al efecto de la causa última de la función sexual animal. Ello porque los fenóme- nos síquicos conscientes que dan origen al libre albedrío exigen la posibi- lidad de elegir, que es contraria al determinismo biológico. Como lo señala GAGNON, la especie humana es la única capacitada para crear sus propios propósitos, que pueden ser incluso antibiológicos, o sea, antievolutivos y contrarios a la supervivencia de la especie. La sexualidad humana, de la cual trata este libro, se puede definir como el conjunto de condiciones estructurales, fisiológicas, comporta- mentales ysocioculturales que permiten el ejercicio de la función sexual humana. A su vez, la función sexual humana se define como la función consciente y condicionada por la cultura, que se ha derivado filogénica- mente de la función reproductora, pero que es ejercida en primer lugar de modo placentero o lúdico (función erótica) y secundariamente de modo reproductor, mediante el uso de zonas corporales u órganos de es- pecial sensibilidad. La función sexual humana es, entonces, el núcleo de la sexualidad humana, y será descrita en el capítulo v. 2. DESARROLLO DE LA SEXOLOGIA COMO CIENCIA Lato sensu, la sexología es el estudio científico de la sexualidad animal en general. Stricto sensu, es el estudio científico de todos los aspectos de la sexualidad y la función sexual humanas. Si solo se consi- dera el aspecto placentero de la función sexual humana, es decir, el erotismo, su estudio se denomina, más apropiadamente, erotología. La sexología es una disciplina sumamente compleja, puesto que tiene que ver, en mayor o menor proporción, con muchas otras ciencias y actividades humanas, como la biología, la antropología, la sociología, la sicología, el derecho, etc. Por ello es simultáneamente ciencia natural (biológica) y ciencia humana (cultural), aunque si se requiriera mayor precisión taxonómica, probablemente habría que clasificarla dentro de las ciencias del comportamiento. 2.1. Orígenes.—La ciencia sexológica comenzó a desarrollarse a fines del siglo pasado con los trabajos de los pioneros europeos, en SU mayor parte médicos, como RICHARD VON KRAFFT-EBING, ALBERT MOLL, IWAN BLOCH, MAGNUS HIRSCHFELD, AUGUSTE FOREL, SIGMUND FREUD, HA-
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    O ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 7 VELOCK ELLIS, AUGUSTE TARDIEU y PAOLO MANTEGAZZA. No obstante, la mayoría de ellos abordaron el estudio de la sexualidad placentera con criterio patológico debido, por una parte, a que compartían la opinión tradicional, que niega la existencia de una función erótica típica- mente humana, y por la otra, a que muchas de sus casuísticas correspon- dían a individuos con perturbaciones mentales. HAEBERLE ha mostrado la importancia de las contribuciones de los pioneros alemanes en el establecimiento de las ideas programáticas de la sexología. En primer lugar, BLOCH tuvo el mérito de haber capta- do el valor del estudio interdisciplinario de la sexualidad humana y, sobre todo, de señalar la necesidad de emplear métodos socioantropoló- gicos comparativos; además, acuñó el nombre de sexología (Sexualwis- senschaft) para la nueva disciplina. En cuanto a HIRSCHFELD, fue el fundador de la primera revista (Zeitschrift für Sexualwissenschaft) y del primer instituto (Institut für Sexualwissenschaft) sexológicos. Sin embargo, el esfuerzo de los pioneros alemanes de la sexología llegó a su fin con la ascensión del nazismo al poder; como consecuencia, el foco de los estudios sexológicos se desplazó de Europa a los Estados Unidos. El inglés ELLIS, por su parte, fue sobre todo un educador sexual que trató de disipar temores y falsos conceptos referentes a las parafinas inofensivas y al comportamiento sexual en general; sus eruditos tratados están libres de pretensiones moralizantes. La importancia de FREUD radica principalmente en la influencia que ha ejercido sobre el desarrollo de la sicología y la siquiatría, ya que en lo que atañe a la sexualidad, aunque algunos de sus conceptos todavía se aceptan, la mayoría de ellos han tenido un efecto más negativo que benéfico sobre las actitudes y conductas terapéuticas de muchos sicoanalistas, y sobre las actitudes y conductas sexuales de quienes han estado bajo su influjo; estas ideas han sido profundamente revaluadas por la moderna sexología. En el Apéndice discutiremos más detalladamente los conceptos freudianos sobre la sexualidad. 2.2. Estado actual.—Aunque en los Estados Unidos hubo investi- gadores sexuales que lo precedieron —como DAVIS, DICKINSON, FINGER, HAMILTON y TERMAN, que hicieron aportes importantes pero poco di- fundidos o asistemáticos—, se puede afirmar que fue ALFRED C. KINSEY quien inauguró la era de la auténtica sexología científica. El inmenso mérito de la obra de KINSEY consiste en haber sido la primera descrip- ción razonablemente objetiva y cuantitativa del comportamiento sexual de diversos grupos de personas, presumiblementenormales, a diferentes niveles culturales y en una sociedad (los Estados Unidos) regida por la erotofobia cristiana. Sus estudios demostraron la gran variabilidad de tal comportamiento y lo frecuentes que son las actividades sexuales llamadas "anormales", "perversas" o "ilegales". Dichos estudios, uni- dos a los realizados por los socioantropólogos en otras culturas, echaron por tierra las creencias tradicionales sobre la conducta sexual humana. KINSEY, un respetado profesor de zoología, no parecía ser la per- sona indicada para causar una revolución en el campo de la sexología. Sin embargo, fueron su conservadurismo y su vida familiar irreprocha- ble los motivos que indujeron a las autoridades de la Universidad de Indiana a encargarlo de un curso de educación sexual. Al darse cuenta de su propia ignorancia y de la poca objetividad de los trabajos de los sexólogos pioneros, su integridad científica lo llevó a consagrarse a subsanar estas deficiencias, recolectando, con la ayuda de sus colabo- radores (WARDELL B. POMEROY, CLYDE E. MARTIN y PAUL H. GEBHARD), las historias sexuales de miles de hombres y mujeres, al mismo tiempo que hacía frente a la incomprensión y los ataques de muchos (entre ellos no pocos científicos). Al respecto, ARNO KARLEN dice que si toda la información sexológica del mundo tuviera que ser destruida y no pudiera conservarse más que una fuente, ella sería la obra de KINSEY. KINSEY fundó el Institute for Sex Research de la Universidad de Indiana, que fue rebautizado en 1981 con el nombre de Kinsey Institute for Research in Sex, Gender, and Reproduction, en honor de su funda- dor. Vale la pena leer la biografía de KINSEY escrita por POMEROY (Dr. Kinsey and the Institute for Sex Research), para conocer las vicisitudes en la labor de aquel y sus colaboradores. A pesar de su importancia para entender la conducta sexual huma- na, los trabajos de KINSEY no suministran mucha información sobre la fisiología erótica. Esta deficiencia fue remediada en parte por las investigaciones de WILLIAM H. MASTERS y VIRGINIA E. JOHNSON, quie- nes, en condiciones experimentales, estudiaron la somatofisiología de la excitación sexual y el orgasmo humanos, y por primera vez la descri- bieron sistemáticamente. Una ulterior contribución de MASTERS y JOHN- SON fue la presentación de métodos particularmente eficaces para tratar ciertas disfunciones sexuales. HELEN S. KAPLAN también ha aportado valiosos conceptos fisiológicos y terapéuticos sexuales. Entre muchas otras personas que han enriquecido el conocimiento sexológico moderno, merecen destacarse FRANK A. BEACH, por sus es- tudios sobre las bases biológicas de la conducta sexual; JOHN MONEY, por haber investigado la interacción de la biología con el entorno socio- cultural en el establecimiento de la diferenciación sicosexual humana, y WOLFGANG WICKLER, por demostrar que el finalismo sexual de los teólogos es antinatural. Por otra parte, los diversos autores que la han estudiado, incluso los más modernos, han tenido dificultad para pro-
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    8 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 9 pugnar abiertamente la legitimidad de la función erótica humana; vale la pena, entonces, señalar a GÉRARD ZWANG, por haber sido el primero en describirla franca y sistemáticamente3. La sexología, como toda verdadera disciplina científica, es scientia gratia scientiae, es decir, no tiene fin utilitario sino que su propósito es la búsqueda del conocimiento per se; por lo tanto, es una actividad fundamentalmenteinvestigativa, aunque del conocimiento generado por ella se derivan dos aplicaciones prácticas muy útiles: la educación (sexo- logía educativa) y la terapia (sexología clínica) sexuales. No obstante, el educador y el terapeuta sexuales no son necesariamente sexólogos, pues, como lo señala REISS, la relación básica entre los primeros y el sexólogo es similar a la • ue existe entre el in eniero y el físico.rgjáTo-' , e e • la persona que posee sólidos conocimientos en todos los campos relacionados con la sexología, y ha hecho contribucione' teóricas o experimentales significativas al acervo del saber sexológico por eso ZWANG lo compara con el arqueólogo, que debe saber histon antigua y moderna, paleontología, geología, geografía, etnología, len- guas muertas y vivas, etc. Obviamente, es casi imposible esperar que estos requisitos ideales sean llenados desde el comienzo por las personas sinceramente motivadas para los estudios sexológicos, pero esa es la meta a la cual deben aspirar y tratar de llegar durante su ciclo vital. Como toda ciencia incipiente, la sexología es profesada casi exclusi- vamente en la actualidad por especialistas autoformados, pero la capaci- tación sexológica formal se está difundiendo en los círculos académicos de los Estados Unidos y otros países, a la vez que se fundan revistas y asociaciones científicas y profesionales de la especialidad. No obstan- te, se puede afirmar que, en el momento actual, en el campo de la sexología son muy pocos de los que están; particularmente en Colombia, quienes puedan llamarse sexólogos sin que les crezca la nariz, se cuentan con los dedos de las manos... y sobran dedos. Esto sucede porque, al lado de los verdaderos profesionales científicos, han florecido nume- rosos charlatanes que se proclaman "sexólogos" y, sobre todo, "tera- peutas sexuales", que explotan la buena fe de las personas necesitadas de ayuda. El entrenamiento de tales "especialistas" se limita a poco más que la lectura superficial de los libros de MASTERS y JOHNSON o de KAPLAN, o a la asistencia a un "seminario" o "taller" realizado por otro charlatán más madrugador. Este problema ha comenzado a ser corregido, al menos en los Estados Unidos, mediante los programas 3 Entre los pocos autores de lengua española que han escrito sobre el tema, hay que mencionar a LuísDRAGUNSKY, porque él también puntualiza la adquisición filogé- nica representada por la función erótica. de certificación del American College of Sexologists y de la American Association of Sex Educators, Counselors and Therapists. 3. LA SEXUALIDAD Y LA ÉTICA Los juicios ético-religiosos sobre la sexualidad han variado a través de la historia. Los pueblos mediterráneos de la Antigüedad, incluyendo el judío, aceptaban con naturalidad la búsqueda del placer sexual4, al menos para el hombre, pero sometida a ciertas regulaciones —fun- damentadas en razones económicas y pronatalistas principalmente— que beneficiaban a los varones con perjuicio para las mujeres; estas eran menospreciadas socialmente y obligadas, ellas sí, a privarse del ejercicio autónomo de la función erótica. Por ejemplo, el predominio de las formas monogámica y poligínica del matrimonio en tales socieda- des se explica porque ellas eran la única manera como el hombre podía estar razonablemente seguro de que quienes iban a entrar en posesión de sus bienes habían sido engendrados por él. El estricto requisito de la virginidad prematrimonial femenina se estableció porque la integri- dad del himen era la garantía de que la esposa-objeto que se compraba estaba en buen estado, como era de esperar de cualquier otra clase de mercancía o ganado que se negociara. Con mayor razón era rigurosa la prohibición del coito extramarital femenino, porque si en el caso de matrimonio con mujer no virgen se configuraba un engaño comer- cial, el adulterio de la esposa era una franca violación del "derecho de propiedad" del marido sobre la vagina de la mujer. Este concepto ha perdurado en las legislaciones de las sociedades modernas más falo- cráticas, en la forma del grotesco argumento de la "defensa del honor", que permite al marido asesinar impunemente a la esposa cuando consi- dera que el tal "honor" (entendido como "derecho de propiedad") ha sido lesionado, aun cuando ya no sienta el menor afecto por ella y él, por su parte, le haya sido infiel consuetudinariamente5. 3.1. Influencia del cristianismo.— Las sociedades patriarcales anti- guas eran, pues, antifeministas, pero no antisexuales. Fue al adveni- miento del cristianismo cuando la sexualidad placentera vino a ser asociada íntimamente con las nociones de impureza y pecado; ellas, unidas a la misoginia heredada del judaísmo, determinaron para los siglos por 4 No obstante, las normas levíticas consideraban que los genitales eran "impu- ros" y condenaban vehementemente la homosexualidad. 5 Un ejemplo es el art. 382 del antiguo Código Penal colombiano, que estuvo vigente hasta 1980.
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    10 ASPECTOS BÁSICOSDE 1.A SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 11 venir el carácter manifiestamente erotófobo de la moral cristiana6. Di- versos autores han llamado la atención sobre el hecho de que 'ni en la ética veterotestamentaria, ni en los textos evangélicos se encuentran preceptos claros e insistentes que encomien la mortificación y el odio al placer sexual. En realidad, fueron los Padres de la Iglesia7, influidos por las ideas de SAN PABLO8 y por las doctrinas filosóficas neoplatóni- cas y neoestoicas grecolatinas, quienes decidieron convertir en norma para todos los cristianos el riguroso ascetismo de los anacoretas9, que estaba muy acorde con su desprecio metafísico por la existencia terrenal, una situación transitoria interpuesta entre el cristiano y el cielo. En consecuencia, la actividad sexual, que amén de producir placer perpe- tuaba la vida, fue condenada como una abominación, la virginidad ensalzada como el estado más perfecto del ser humano, y el matrimonio considerado como un mal, necesario para cumplir los terminantes man- datos del Génesis, 1:28, 9:110. En un principio, la doctrina ascética predicaba el odio a todo tipo de placer, pero en la práctica, y especialmente en la época contemporánea, la condenación se ha limitado a la esfera sexual. De todos los Padres de la Iglesia, fue SAN AGUSTÍN DE HIPONA quien más contribuyó a la elaboración teológica del concepto pecamino- 6 En honor a la verdad, existen ideologías religiosas más erotófobas que el cris- tianismo, como es el caso del Islam. Además, la misma dinámica de la civilización cristiana ha permitido el permanente juego dialéctico entre las tendencias conservadoras y progresistas, con un balance generalmente favorable a las últimas. 7 Se da el nombre de Padres de la Iglesia a los místicos, todos ellos imbuidos de una intensa repugnancia por el placer sexual, que florecieron principalmente entre los siglos Iv y VII, y que establecieron las bases doctrinales del cristianismo; por ejem- plo, ORÍGENES, TERTULIANO, SAN JUAN CRISÓSTOMO, SAN AMBROSIO, SAN JERONIMO y SAN AGUSTÍN. La obsesión erotófoba de ORÍGENES fue tal, que lo llevó a aplicarse literalmente la metáfora de Mateo, 19:12. 8 La antisexualidad de SAN PABLO se manifiesta en sus diversos escritos. Pasajes ejemplares son los siguientes: "Huid de la fornicación; los demás pecados son cometidos fuera del cuerpo, pero fornicar es pecar contra el propio cuerpo" (1 Corintios 6:18). "La fornicación, la impureza de cualquier clase o la promiscuidad no deben ni siquiera mencionarse entre vosotros, pues no es propio de santos. No debe haber conversaciones o chanzas vulgares o salaces, pues no conviene, sino más bien acciones de gracias. Porque podéis estar seguros de que ninguno que incurra en fornicación, impureza o promiscuidad —que es lo mismo que idolatría— heredará algo del reino de Dios" (Efesios, 5:3-5). 9 Muy probablemente, en muchos ascetas había un fuerte componente masoquis- ta. Además, en la ideología ascética hay una contradicción, porque lo que se persigue con ella es el gozo supremo: la contemplación divina por toda la eternidad. lo Sin embargo, la razón fundamental de la norma del celibato sacerdotal, im- puesta posteriormente en forma oficial, no fue la adherencia a los preceptos de los anacoretas, sino la necesidad de mantener el poder económico de la Iglesia, impidiendo que sus bienes se dispersaran al ser heredados. so del acto sexual no reproductor. La opinión agustiniana de que la procreación es el fin primario del matrimonio y que el placer sexual es abyecto fue ratificada más tarde por SANTO TOMÁS DE AQUINO, y defendida por la generalidad de los teólogos moralistas hasta épocas muy recientes. Según VAN USSEL, la sociedad cristiana medioeval aceptaba como normal la disociación entre el precepto antisexual teórico y la práctica real de la función erótica, y la exigencia de conformidad de esta con aquella se remontaría apenas al siglo XVI. El mismo autor sostiene también que no fue el cristianismo el creador de la represión sexual, sino la sociedad burguesa. Es cierto que esta se ha beneficiado de aque- lla, por lo cual la ha estimulado y reforzado; pero de aquí a haberla creado hay un gran trecho. La erotofobia de nuestra civilización es un claro producto de la moral ascética cristiana, y lo que la ideología burguesa hizo fue aprovecharla en beneficio propio. Por otra parte, es muy probable que, con sus normas antisexuales y mediante la confe- sión, la Iglesia tratara de ejercer un control sicológico sobre el individuo, pero con poco éxito, como lo muestra la historia. La gratuita erotofobia de la ética cristiana se patentiza con la inter- pretación que le da al sexto precepto del Decálogo, el cual es enunciado como "no fornicar", a pesar de que los textos bíblicos originales (Éxo- do, 20:14 y Deuteronomio, 5:18) son muy claros en prohibir no la fornicación, sino el adulterio, y esto porque él era un ataque a la propie- dad privada del marido. Lo que aquel código primitivo consideraba grave era el robo de la vagina de la esposa-objeto, no la obtención de placer sexual; por ello la prohibición se repite en el Éxodo, 20:17 y en el Deuteronomio, 5:21, en donde la mujer es equiparada lisa y llanamente con las demás pertenencias del hombrell, y en donde tam- bién se vuelve a condenar el robo de cosas específicas,ue ya había sido vedado genéricamente en el séptimo mandamiento (Éxodo, 20:15 y Deuteronomio, 5:19). Los seres humanos nunca han sido racionales en sus creencias reli- giosas y, lo que es más grave, la mayoría de ellos ni siquiera piensan que deberían serlo. Cuando la religión condena el ejercicio autónomo de la función erótica, lo hace en nombre de una supuesta ley o moral "natural" que, curiosamente, no fue promulgada por los biólogos sino por los padres del cristianismo, en defensa de sus peculiares conceptos ético-metafísicos, y para lo cual se apoyaron en la rudimentaria biología de ARISTÓTELES. II "No desearás la casa de tu prójimo, ni su mujer, ni su siervo, ni su sierva, ni su buey, ni su asno, ni cosa alguna que le pertenezca" (Éxodo, 20:17),
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    12 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 13 WOLFGANG WICKLER señala que cuando la Iglesia habla de "natu- raleza humana", se está refiriendo a una idea del ser humano derivada de un concepto estático del mundo biológico, en el cual la evolución y la cultura no desempeñan papel alguno. Si las normas éticas estuvieran basadas en la naturaleza, deberían tener la capacidad de variar y adap- tarse a nuevas circunstancias; cuando no ocurre así —como en el caso de la sexualidad—, es porque se han derivado de una noción abstracta y falsa de la naturaleza humana. De ahí que el argumento religioso más absurdo en contra de la función erótica sea su asimilación a la actividad sexual meramente animal. Muy al contrario, fue justamente la encefalización de la sexualidad animal la que permitió separar por completo la función sexual placentera de la reproductora, para conver- tirla en la forma más perfecta y hermosa de relación entre seres huma- nos. Quienes todavía creen que la "finalidad" exclusiva o principal de la sexualidad humana es la procreación, y que ella no tiene una función autónoma de interrelación emocional y física y de satisfacción sensual, son los que verdaderamente rebajan la condición humana al estado animal más primitivo. Como dice HAVELOCK ELI.IS, en estas per- sonas, "el esfuerzo hecho por Dios (o la naturaleza), durante millones de años de lucha penosa, para liberar a la especie humana de la coyunda reproductora, característica de los animales inferiores, ha sido total- mente malgastado". A partir de la Conferencia de Lambeth de 195812, la doctrina teo- lógica sexual del anglicanismo fue modificada radicalmente con el re- chazo de la concepción agustiniana de la sexualidad matrimonial, y con la aceptación de que tanto la función reproductora como la erótica están en un mismo plano de igualdad y legitimidad. Esta es también la opinión de los principales teólogos protestantes modernos, y es in- cuestionable que en su adopción han desempeñado gran papel los pre- ceptos de la moral de situación. No ocurre así con la Iglesia católica, cuya posición oficial continúa siendo en esencia la de SAN AGUSTÍN. De acuerdo con ella, la búsqueda de la satisfacción erótica por sí misma es intrínsecamente mala, pues, como lo enseña SANTO TomÁs (Summa theologiae, suppl., 65:3, resp.), el placer sexual es un simple señuelo que la naturaleza utiliza para lograr la reproducción. Se debe insistir en este punto, porque algunos laicos católicos, influidos posiblemente por las opiniones individuales de ciertos clérigos "liberales", se niegan a reconocer que el rigorismo sexual del magisterio eclesiástico permanece inmodificado. 12 La conferencia de Lambeth es un sínodo que reúne periódicamente a los obis- pos de la Iglesia anglicana, y cuyas conclusiones tienen gran repercusión doctrinal. Para SAN AGUSTÍN solo había tres "bienes" matrimoniales (bona matrimonii): la procreación (proles), la fidelidad (fides) y el sacramento (sacramentum), y de ellos el primero era el fin primario del matrimonio. En este esquema, el coito era prácticamente un malum matrimonia, que apenas se justificaba como medio para lograr el primer "bien": la procreación. Por consiguiente, el acto sexual matrimonial que busca- ba exclusivamente el placer era pecado mortal y, como tal, vergonzoso e indigno; incluso si la cópula se utilizaba como remedium concupiscen- tiae —finalidad autorizada por SAN PABLO (I Corintios, 7:9)--, era al menos pecado venia113. Esta doctrina fue ratificada —con sutiles dis- tingos que no modificaban la substancia— por los más prestigiosos teólogos medioevales y más modernos, lo mismo que por diversos pontí- fices; por ejemplo, SAN GREGORIO MAGNO, PEDRO LOMBARDO, SAN ALBER- TO MAGNO, SANTO TOMÁS DE AQUINO, TOMÁS SÁNCHEZ, INOCENCIO XI y SAN ALFONSO MARÍA DE LicoRio14. Contemporáneamente, la doctrina católica sobre la sexualidad (que, como ya dijimos, no ha variado en lo esencial) está manifestada en la encíclica Casti connubii, 9, 33, 34, 37, la Alocución a las comadronas italianas, 19, 27, 34, 41, 42, 45, pronunciada por Pío XII en 1951, la constitución Gaudium et spes, 48, 50, del Concilio Vaticano II, la encíclica Humanae vitae, II, 12, 14, la Declaración sobre ética sexual, hecha en 1975 por la Congregación para la Doctrina de la Fe, y en numerosas alocuciones del papa reinante, Juan Pablo II, de las cuales es ejemplo típico la catequesis del 8 de octubre de 1980; en ella el papa (basado en una peculiar interpretación de Mateo, 5:27-28) afirma que si un hombre mira a la esposa "lascivamente", comete adulterio "en el corazón"15. La intransigencia de la Iglesia ha hecho que, en la práctica, la mayoría de los católicos le concedan poca o ninguna autoridad en lo referente a la sexualidad. Como dice DELFGAAUW, "Ga- lileo, Darwin, la cuestión obrera y la sexualidad son palabras claves que nos descifran por qué la Iglesia tiene tan poca autoridad". Algunos teólogos católicos liberales, influidos también, indudable- mente, por las normas de la ética de situación, han tratado de modificar 13 Es indudable que buena parte de la erotofobia de SAN AGUSTÍN tuvo origen en su pasado maniqueo. 14 Las ideas de SANTO TomÁs sobre la sexualidad revisten singular importancia, por ser el más influyente de los teólogos católicos. Su rigorismo se manifiesta particular- mente cuando dice que el marido excesivamente apasionado de la esposa (ardentior amator uxoris) comete pecado mortal (Summa theologiae, suppl., 49:6, resp.), con lo cual no hace sino adoptar la opinión ya expresada por SAN AGUSTÍN y SAN JERÓNIMO. 15 Con lo cual Juan Pablo II no hace sino corroborar lo dicho por SANTO TO- MÁS. SAN AGUSTIN y SAN JERÓNIMO.
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    14 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 15 la opinión rigorista oficial de la Iglesia en materia sexual, y se han alineado con los teólogos protestantes. Así, en 1966, el Nuevo catecismo para adultos (catecismo holandés) decía: "Se va formando ya la concep- ción que ve la sexualidad como un valor en sí; se consideran la sexuali- dad y la fecundidad más como valores concurrentes en la unidad de un todo vital que como realidades meramente ordenadas la una a la otra, en calidad de medio y fin". Y en 1972, el teólogo STEPHAN PFORT- NER aceptaba abiertamente el derecho a disfrutar del placer sexual co- mo tal, controlado solo por "el amor unido a la razón". La más reciente expresión del pensamiento teológico católico liberal sobre la sexualidad está recogida en el libro de KOSNIK y colaboradores, Human sexuality: New directions in American Catholic thought, publicado en 1977. En él se concluye que lo que debe primar al calificar la moralidad de un acto sexual es establecer si él estimula la maduración creativa y la inte- gración de la personalidad humana; si esta condición se cumple, el acto es lícito, aunque no sea procreador y sea practicado por solteros. Como era de esperarse del obstinado conservadurismo de la curia roma- na, con el papa a la cabeza, los anteriores puntos de vista han sido condenados categóricamente, y a sus propugnadores más eminentes se los ha despojado del privilegio de enseñar teología. De todos modos, el liberalismo sexual de los teólogos católicos disidentes es muy relativo, pues únicamente llega a la etapa de la "permisividad amorosa" (véase más adelante), amén de que tratan vanamente de encontrar una justifi- cación de sus ideas en las levísimas matizaciones de la doctrina tradicio- nal, que se encuentran en las obras de ciertos teólogos ortodoxos de gran autoridad, y en algunas declaraciones del magisterio. Digamos, finalmente, que si la moral católica conociera los descu- brimientos modernos en fisiología sexual humana, y si no estuviera tan obsesionada por la misoginia y la erotofobia, podría aceptar, sin quedar mal, la licitud intrínseca de la función erótica. Como su modelo de acto sexual "natural" es el efectuado por el varón, dentro del inflexi- ble esquema teleológico, la simultaneidad del orgasmo y la eyaculación no deja otra alternativa que conceder la primacía a la reproducción. Sin embargo, la existencia en la mujer de una absoluta independencia anatómica y funcional entre el erotismo y la procreación, es decir, el hecho de que el coito sea un método poco eficaz para que la hembra humana llegue al orgasmo, y que al clítoris no se le conozca función diferente de la de producir orgasmos cuando es estimulado, permitiría a la Iglesia aceptar el placer sexual autónomo, sin menoscabo de su visión finalista de la naturaleza. Al respecto, existe un paralelismo entre la posición oficial de la Iglesia frente a la función erótica y la adoptada por ella frente a la astronomía copernicana y galileica. Así como antaño condenó el heliocentrismo, hoy la Iglesia condena la búsqueda autónoma del placer sexual, basándose en argumentos dogmáticos y autoritarios, y desconociendo la evidencia científica. Esta similitud da pie para espe- rar, con algún optimismo, que en un futuro (ojalá no muy lejano) ella acepte los argumentos racionales y científicos a favor de la legitimi- dad natural de la función erótica. 3.2. Criterios de ética sexual .—En la cultura occidental han existi- do (o coexistido) varios criterios morales con respecto al comportamien- to sexual, que se pueden clasificar a lo largo de un continuo. Yendo del polo conservador al liberal, los principales son: a) el ascetismo, b) el doble patrón, c) la permisividad amorosa, y d) el hedonismo. a) El ascetismo, como norma de conducta sexual, ha sido propug- nado por las sectas cristianas más tradicionalistas, ejemplo de las cuales es el catolicismo romano. Dicho tipo de precepto ético establece que la finalidad de la actividad sexual es la procreación, es decir, solo es lícita si ocurre dentro del matrimonio y en forma tal que no impida la fecundación; por consiguiente, todo acto sexual que no llene estos requisitos es "pecaminoso" y "antinatural". La modalidad más rigoris- ta e irreal, el ascetismo absoluto, ensalza la virginidad como el estado más perfecto y deseable del ser humano. b) No obstante, los Padres de la Iglesia y los moralistas que pro- mulgaron y refinaron el ascetismo reconocieron la imposibilidad de su práctica por parte de la mayoría de los varones, y tácitamente exigie- ron su estricto cumplimiento solo a las mujeres; es decir, establecieron el doble patrón, según el cual la violación del precepto rigorista es tolerada o aceptada (e incluso socialmente estimulada) en los hombres, pero censurada y castigada en las mujeres. Hay que observar que este criterio ético no fue invención exclusiva del cristianismo, pues ha existi- do en otras sociedades falocráticas diferentes de la cristiana, pero única- mente con el propósito pragmático de defender la propiedad privada del hombre. Además, en la sociedad europea antigua, la virginidad prematrimonial femenina era normativa básicamente para la población urbana, y sobre todo para la nobleza y la burguesía, porque el campesi- nado seguía la tradición de las relaciones sexuales premaritales, una vez formalizado el compromiso matrimonial. c) La permisividad amorosa apareció en Occidente cuando los tro- vadores provenzales del siglo XII idearon el concepto de amor románti- co heterosexual, pero adquirió la máxima importancia en el presente siglo en los Estados Unidos y otros países europeos mayoritariamente no católicos. Este precepto establece que el enamoramiento es un requi- sito esencial para la actividad sexual, y que sin el amor el erotismo 9 1
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    16 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 17 es bestial y desprovisto de sentido; aunque el amor es el contexto ideal para la expresión del amor y la sexualidad, ella se justifica antes del matrimonio si se acompaña de sentimientos amorosos. Dicha ética ha sustituido en buena parte al ascetismo y al doble patrón (lo cual es positivo), pero, por la manera negativa como considera la función exclu- sivamente placentera de la sexualidad, es en el fondo una forma de neopuritanismo, una especie de ascetismo reencauchado, que ofrece una seudosolución al callejón sin salida creado por la rigidez de la moral cristiana tradicional; por ello ha tenido gran acogida entre los moralistas protestantes y católicos liberales. Una infortunada conse- cuencia lingüística de la permisividad amorosa es haber puesto de moda la absurda y empalagosa expresión "hacer el amor" (importada del francés, por la vía del inglés, en años recientes), para designar lo que en buen romance se llama fornicarbs, y con la cual se ha llegado al ridículo extremo de aplicarla al coito de los animales. d) El hedonismo es un sistema ético que reconoce plenamente la existencia de la función erótica, es decir, acepta la sexualidad como fuente de satisfacción legítima para uno mismo o para otros, indepen- dientemente de un contexto amoroso y de la institución matrimonial. Sin embargo, hay que distinguir dos tipos de él: el irresponsable y el responsable. El hedonistairresponsableobtiene el placer sin importar- le las consecuencias nocivas de sus actos para otras personas; en cambio, en el ejercicio de la función erótica, el hedonista responsable tiene siem- pre en cuenta la regla de oro del comportamiento humano: actuar en forma tal que no se lesione a los demás. ¿Qué podemos comentar sobre los anteriores criterios de moralidad sexual? Los tres primeros y el hedonismo irresponsable son irracionales e inconvenientes: el ascetismo es claramente antibiológico y cruel. El doble patrón es notoriamente injusto para con la mujer, y permite al hombre dar rienda suelta a su hedonismo irresponsable. La permisivi- dad amorosa tiene la desventaja de basarse en una ilusión, amén de menospreciar ilógicamente el placer sexual como tal. Los aspectos nega- tivos del hedonismo irresponsable son evidentes. En cuanto al hedonis- mo responsable, a pesar del horror con que es visto por la moral ascética, creemos que es el sistema ético sexual más lógico y racional, como esperamos demostrarlo en este libro. En nuestra cultura erotófoba, el concepto de hedonismo ha tenido siempre significado negativo, por- que se ha asociado solo con el placer sexual. Pero esto es un error, 16 Los melindrosos que repugnen emplear este término, pueden echar mano de otros sinónimos españoles usuales, como "copular" o "efectuar el coito", o incluso revivir verbos anticuados, pero de rancia prosapia castellana, como "folgar" o "yogar". ya que él simplemente implica el disfrute de los aspectos amables o placenteros de la existencia. Por consiguiente, tan hedonista es quien ejerce la función erótica, como quien saborea una comida deliciosa, o escucha música de su compositor favorito, o lee un libro de un autor apreciado, actividades estas que no son condenadas por los moralistas contemporáneos. Incluso cuando el asceta busca el gozo supremo de la salvación eterna, mediante la mortificación terrenal, paradójicamente está practicando un hedonismo "metafísico" o "de acción retardada" (véase la nota 9). Es que el hedonismo es inherente a la naturaleza humana: lo importante es saberlo profesar de manera responsable. Hay que anotar que los mayores inconvenientes no radican en profesar un determinado tipo de ética, siempre y cuando las personas que interactúan sexualmente adhieran estrictamente a él. Pero lo que sucede con frecuencia es que ellas siguen normas diferentes; por ejem- plo, mientras que el hombre actúa como hedonista irresponsable, la mujer cree en la permisividad amorosa. En tales casos no es de extrañar que una relación fundada en tan diferentes premisas esté condenada al fracaso. En conclusión, no negamos la necesidad de una ética que regule el ejercicio de la función erótica. Pero ella debe ser una ética racional, concordante con la naturaleza humana, el estado real de la evolución social y los conocimientos científicos; no una basada en tabúes obsole- tos, rezagos de épocas prehistóricas, o en los simples caprichos de las mentes de los anacoretas. Como toda institución humana, la moral debe existir para beneficio de las personas, no estas para el de aquella, que es lo que ha querido el ascetismo cristiano en el campo de la sexualidad. 4. LA SEXUALIDAD Y LA "NORMALIDAD" CONDUCTAL Los estudios etológicos muestran lo erróneo que es aplicar criterios finalistas al comportamiento animal. Ellos ponen de manifiesto que, muchas veces, las actividades "sexuales" de diversas especies cumplen funciones diferentes de la procreación, porque el funcionamiento de los órganos de los animales puede variar durante el proceso evolutivo biológico. Si esto sucede en las especies inferiores, con mayor razón es de esperar que ocurra en el caso del Horno sapiens, puesto que él tiene la capacidad consciente de modificar la naturaleza. KINSEY des- cribe cuatro tipos de factores que influyen sobre la conducta sexual humana: a) la herencia biológica, especialmente la de la clase de los mamíferos; b) la herencia individual; c) las diversas experiencias de la vida del individuo, y d) los estímulos provenientes del entorno inme- diato. Estos factores determinan que a) en principio, ninguna actividad
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    18 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 19 sexual que haga parte de la filogenia pueda ser clasificada como antina- tural, anormal o perversa per se; b) sea posible que la persona desarrolle un comportamiento sexual específico, como consecuencia de su consti- tución sicosomática particular, sin que ello signifique anormalidad in- trínseca; c) el individuo sea en gran parte producto de las experiencias pasadas, sobre todo las de la niñez y adolescencia, que pueden haberlo condicionado a reaccionar sexualmente en una forma determinada; d) al- gunas personas actúen "anormalmente" porque tal conducta les sumi- nistra mayor satisfacción inmediata (y, posiblemente, a largo plazo) que la prescrita por la sociedad. 4.1. Origen abiológico del concepto de normalidad sexual.—Como lo señalan muchos autores, WICKLER y HAEBERLE entre ellos, cuando se habla de actos sexuales "contra natura" no se está empleando un lenguaje biológico y objetivo, sino uno moral y subjetivo, fundamenta- do en la definición de "natura" dada por los moralistas de siglos atrás, y no por los biólogos, etólogos y sexólogos modernos que estudian la conducta sexual. La confusión que ha existido entre lo que es "nor- mal" y "anormal" en el comportamiento sexual humano proviene de la noción teleológica profesada por los moralistas que primero legisla- ron sobre tal conducta, y que decidieron que la "ley natural" —concepto tomado por ellos de ARISTÓTELES- ordena que todo acto sexual sea dirigido hacia la procreación. Sucede, sin embargo, que incluso en el supuesto caso de que existiera una "ley sexual natural", no tendríamos por qué obedecerla forzosamente, ya que la inmensa mayoría de las obras humanas son "artificiales" o "antinaturales", y la existencia misma de la civilización y la cultura es una interferencia permanente en los procesos naturales. Como dice FLYNN, la frustración de la "in- tención natural" ha sido la vocación del hombre desde que inventó el primer instrumento, y lo seguirá siendo hasta el día de la última invención; y LUCAS agrega que si fuéramos "naturales" deberíamos vivir desnudos y subidos en los árboles. En efecto, se puede decir con toda certeza que lo verdaderamente natural en el ser humano es su "antinaturalidad". Los teólogos moralistas, que condenan el ejercicio autónomo de la función erótica con argumentos teleológicos, son totalmente inconse- cuentes al aplicarlos con exclusividad a la conducta sexual y no a otras actividades humanas. Así, cuando ellos utilizan el transporte aéreo, no son conscientes del gravísimo pecado que cometen "contra natura", puesto que los seres humanos no fueron hechos naturalmente para vo- lar. Como la boca de los animales tuvo como función primigenia la alimenticia, los moralistas erotófobos deberían censurar su empleo "an- tinatural" para hablar, cantar, silbar o tocar el saxofón. Igualmente, deberían condenar el fútbol, puesto que la naturaleza "hizo" los pies para caminar o correr, no para darle patadas a un balón. Y cuando se enfermaran, no deberían acudir a los médicos, sino esperar la cura- ción espontánea o la muerte, ya que ello es lo natural, mientras que la medicina es una invención humana que modifica el proceso natural de curación espontánea o muerte. En todo esto deberían seguir a TER- TULIANO, quien, al prohibir a los cristianos el uso de ropas de lana teñida —porque Dios no creó ovejas de colores—, al menos estaba siendo consecuente con sus ideas finalistas. La verdad es que la naturale- za no es (no puede ser) teleológica, es decir, tener "intenciones", sino que es susceptible de transformaciones, muchas veces profundas, me- diante mecanismos evolutivos o por voluntad del Homo sapiens. Por eso es natural toda modificación de las condiciones naturales primige- nias realizada por el ser humano, como el avión, los instrumentos musi- cales de viento o la medicina. En realidad, solo es antinatural lo que no puede suceder, como, v. gr., que un perro hable espontáneamente. El concepto de normalidad o anormalidad de los actos sexuales no tiene, entonces, origen biológico, sino que es una convención huma- na. MARMOR señala que es imposible analizar objetivamente la conduc- ta sexual si no se deja de lado el estrecho patrón de referencia sociocultural del individuo. Quienes niegan esto olvidan o desconocen que la biología es evolutiva; es decir, la biología humana no es un mero conjunto de instintos animales, sino que involucra la función cerebral superior o intelectiva, producto de la evolución, que hace que la interacción con el entorno sociocultural sea un fenómeno peculiar de la naturaleza humana. La biología humana es cualitativamente diferente de la biolo- gía animal, porque la función intelectiva adquirió el predominio en la economía del Horno sapiens y lo distingue del resto de los animales. Fue esta función síquica superior la que permitió la aparición de la función erótica; por lo tanto, si bien es cierto que la función sexual reproductora es un imperativo biológico animal, la función erótica es un imperativo biológico humano, y, como tal, perfectamente natural. 4.2. Criterios de normalidad sexual.—Existen varios criterios para juzgar la "normalidad" de la conducta sexual: a) el moral tradicional, b) el cultural o estadístico, c) el personal, d) el biológico o filogénico, e) el clínico o de salud mental, f) el legal, y g) el sexológico. a) El criterio moral tradicional, que se apoya en un falso criterio biológico, estatuye que la función erótica es "pecaminosa" y "anor- mal" porque contradice una "ley natural" (promulgada por Dios) que prescribe que la sexualidad debe ser utilizada exclusiva o primariamente para la reproducción. Evidentemente, esta es una opinión metafísica, sin base lógica o científica, que no puede ser aceptada racionalmente.
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    20 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 21 b) El criterio cultural o estadístico, que proclama "normal" la actividad sexual aceptada por la mayoría de una población humana, tampoco es correcto, por tres razones: La primera, porque generalmente está influido por el criterio moral. La segunda, porque muchas veces el juicio de la mayoría es contrario a la realidad. La tercera, porque, con gran frecuencia, los actos sexuales condenados ostensiblemente por los miembros de una sociedad son practicados extensamente en privado; es decir, es un criterio hipócrita. c) Según el criterio personal, es conducta sexual "normal" la que el individuo considere así. Generalmente coincide con el cultural y tiene los mismos inconvenientes. En los pocos casos que choca con el criterio estadístico, puede acarrearle problemas al individuo. d) El criterio biológico o filogénico verdadero establece que, en principio, es normal la conducta sexual humana que haya sido observa- da también en los animales inferiores. El criterio biológico falso es el teleológico imaginado por los moralistas erotófobos. e) El criterio clínico o de salud mental verdadero considera que, en principio, es normal el comportamiento sexual egosintónico. El crite- rio clínico falso es el basado en los criterios moral tradicional y biológico falso. f) El criterio legal estatuye que es "anormal" la conducta sexual calificada de "delictiva" en un código. Es correcto si limita la califica- ción delictiva al comportamiento sexual comprobadamente nocivo. Es incorrecto si declara delictiva la conducta sexual supuestamente nociva o simplemente "inmoral", en el sentido erotófobo. g) El criterio sexológico de normalidad, que se fundamenta en los criterios biológico y de salud mental verdaderos, establece que una conducta sexual, por muy extraña o repugnante que parezca, solo puede ser considerada anormal, inadecuada o patológica si esintrínsecamente nociva para la integridad somática o síquica del individuo o de otras personas. No obstante, la nocividad debe ser relativamente grave, ya que, de otro modo, los individuos intolerantes se podrían oponer, por las razones más nimias, a las actividades sexuales de las personas. Cabe notar que usualmente el carácter compulsivo del comportamiento lo hace nocivo, y que con frecuencia también ocurre así cuando la conduc- ta es exclusiva. Por otra parte, interferir en el comportamiento sexual o modificarlo está justificado en dos circunstancias: desde el punto de vista terapéutico, si es nocivo para el individuo; desde el punto de vista legal, si es nocivo para los demás. 5. LA CONTINENCIA SEXUAL La continencia o castidad es la abstención absoluta o temporal del ejercicio de la función erótica. A pesar de que algunos sistemas morales proclaman su excelencia, no hay duda de que la continencia absoluta es una anomalía biológica; aunque la muerte no sobrevenga por no practicarla, para muchos seres humanos la función erótica es sicológicamente tan necesaria como comer y beber lo son físicamente. ZWANG dice: "La función erótica no solamente ofrece una admirable e indispensable distracción de las preocupaciones, sino que también enriquece el espíritu con la experiencia que ella sola puede suministrar: ensancha el conocimiento, calma la agresividad morbosa y estimula el pacifismo y la creatividad". Además del argumento moral erotófobo, se han esgrimido muchos otros a favor de la continencia prematrimonial. Por ejemplo, la preven- ción de las enfermedades sexualmente transmisibles, los efectos favora- bles sobre el matrimonio, los efectos favorables sobre el desarrollo de la personalidad y la prevención de los embarazos prematrimoniales. El primer argumento no tiene solidez, porque es como pedir que la gente no coma para evitar indigestiones. El segundo es refutado por los estudios sociológicos, que no muestran relación entre la actividad o inactividad sexual premarital y la armonía matrimonial. El tercero tampoco tiene validez, porque no hay prueba de que exista relación entre erotismo y creatividad; si bien es cierto que algunos grandes hom- bres (filósofos, científicos, etc.) han "sublimado" sus impulsos sextia- les17, un buen número de ellos han sido muy activos sexualmente. En cuanto al cuarto, la respuesta son los actuales métodos anticonceptivos. Otro argumento utilizado en contra del ejercicio de la función erótica es el "catastrofista"18, según el cual la decadencia de las gran- des civilizaciones antiguas se debió principalmente a su hedonismo. Como ejemplo clásico se presenta el caso del Imperio Romano, sobre cuya caída se han propuesto muchas teorías: desde la más vetusta y desacreditada (la catastrofista), hasta la más reciente, que culpa al satur- nismo crónico de los romanos. La realidad es que los responsables 17 A propósito, FREUD, creador del concepto de "sublimación", creía que la con- tinencia no contribuye a formar pensadores originales, sino más bien "honradas me- dianías". 18 Los más distinguidos defensores de las tesis catastrofistas fueron FREUD, con argumentos sicoanalíticos, y UNW1N, con argumentos históricos y antropológicos.
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    22 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 23 fueron factores socioculturales y económicos diversos, entre los cuales, según LEWINSOHN, está paradójicamente, el ascetismo cristiano19. La continencia puede causar problemas a las personas (sobre todo del sexo masculino), de acuerdo con la intensidad individual del apetito sexual. En personas de libido débil, la castidad, incluso de larga dura- ción, es poco o nada nociva; pero no sucede así en personas de libido fuerte. HAVELOCK Ents señala que quienes menosprecian los trastor- nos que puede acarrear la continencia deberían recordar que los anaco- retas vivían obsesionados por los pensamientos eróticos y sufrían terriblemente por ello, a pesar de ser los mejor calificados —por decisión personal y por forma de vida— para guardar castidad. La historia del celibato sacerdotal católico muestra cómo fueron de inoperantes, durante mucho tiempo, las normas relativas a él. Hasta muy avanzada la Edad Media, el matrimonio o el concubinato de los sacerdotes (e incluso de los obispos) fueron muy frecuentes. Y después que, con la amenaza de graves penas, se impuso el celibato al clero raso20, muchos altos eclesiásticos (comenzando por algunos papas) y gran número de religiosos regulares de ambos sexos continuaron violan- do la regla de continencia, la cual solo comenzó a ser respetada por la generalidad de los clérigos a partir del siglo XVII. Digamos, por último, que sexológica y humanamente no tenemos objeción que hacer a la continencia, cuando es elegida consciente y libremente por el individuo. Aunque, desde un punto de vista estricta- mente biológico (animal), ella es antinatura121, como hemos visto atrás, el hombre tiene el derecho de escoger entre seguir la norma biológica, 19 Por otra parte, cabe preguntar: ¿cuál Imperio y cuál hedonismo?, por lo si- guiente: los historiadores fijan, convencionalmente, la caída del Imperio Romano en 476, año en el cual ODOACRO, rey de los hérulos, destronó a RÓMULO AuoUsino, último emperador de Occidente. No obstante, hay que señalar que: a) Desde el gobierno de CONSTANTINO (306-337), el centro del Imperio se había trasladado a Bizancio (Cons- tantinopla), y Roma había quedado reducida a una ciudad provincial, cuyo único mérito era que en ella residía el obispo que aspiraba a la primacía en la cristiandad. Se puede decir, entonces, que el legítimo sucesor del antiguo Imperio Romano fue el Imperio de Oriente, con sede en Constantinopla, el cual vino a caer en 1453. b) Desde el Edicto de Milán (313), el cristianismo pasó a ser de hecho la religión del Imperio Romano, y fue oficializado en 394 por el emperador TEODOSIO, quien prohibió y persiguió todo otro culto. Por lo tanto, en el momento de su caída, el Imperio Romano era formalmente cristiano desde hacía casi cien años, y es más lógico pensar que los responsables de ella fueran los cristianos, y no los paganos "hedonistas" que habían escapado a las persecuciones. 20 El decreto de nulidad de los matrimonios de los clérigos mayores data del siglo XII. 21 De lo cual no parecen darse cuenta los teólogos moralistas que condenan la "antinaturalidad" de la función erótica. modificarla o rechazarla, de acuerdo con su mejor conveniencia. Lo que criticamos a los propugnadores de la ideología erotófoba es: a) la pretensión de que la castidad es el estado ideal del ser humano, cuando no es más que una manera de vivir, humana pero atípica; .o) el empleo de la coacción física o metafísica para imponerla. Más aún, desde un punto de vista práctico y basándonos en los postulados riel hedonismo responsable, nosotros aconsejaríamos a las muchachas solteras que re- flexionaran más de dos veces antes de acceder al coito con el novio, no solo para asegurarse de que él es verdaderamente deseado, sino para que tengan la oportunidad de analizar mejor las intenciones del varón, puesto que si —como es probable— él profesa el doble patrón, la mujer llevaría todas las de perder aceptando la propuesta. Una vez tomada la decisión de realizar el coito, la segunda recomendación sería, por supuesto, no llevarlo a cabo sin emplear un método anticonceptivo apropiado. 6. LA SEXUALIDAD Y EL AMOR "Le désir est le primum movens de la recherche de l'autre, l'homme n'existe que par son corps, á partir duquel l'esprit édifie ses somptueuses supers- tructures. L'amour couronne le lien hétérosexuel que le désir ronde. Trop de vies ont été gáchées par l'anti- naturelle primauté de l'esprit, par l'aberrante obliga- tion sentimentale préalable". ZWANG, La fonction érotique. EL amor (afecto)22 es una manifestación emocional placentera que hace que el individuo sea atraído por otro ser humano y trate de compe- netrarse con él; no obstante, en ocasiones la emoción afectiva puede establecerse entre un ser humano y un animal. Hay diversos tipos de amor: amistoso, parental, fraternal, romántico, pasional, pero aquí solo nos interesan los dos últimos. El enamoramiento23 es un estado emocional, en buena parte irra- cional, que ha eludido toda comprensión científica o filosófica; única- mente los poetas pueden ufanarse de tener una visión más o menos 22 La diferencia entre amor y afecto es cuantitativa: la intensidad del primero es mayor que la del segundo. 23 Últimamente, algunos han dado en emplear el barbarismo "limerancia", tra- ducción literal del término inglés limerence, puesto en circulación por JOHN MONEY, y correspondiente a lo que en español siempre se ha llamado "enamoramiento".
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    24 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 25 clara, pero obviamente subjetiva, de él. Por lo general, el enamoramien- to está acompañado de un competente libidinoso, de intensidad varia- ble; cuando dicho componente predomina sobre el afectivo se habla de amor pasional. Es preciso despejar la atmósfera mítica que ha rodeado al enamora- miento. En primer lugar, el concepto de "amor eterno", favorito lugar común de los enamorados, no tiene sentido aplicado a la variedad ro- mántica, y mucho menos a la pasional, por lo cual (con raras excepcio- nes) siempre ha sido, es y será más una ilusión que una realidad. La razón es básicamente fisiológica: el organismo no puede sobrevivir largo tiempo al estrés a que lo somete una emoción fuerte. Lo normal es que la habituación —gran disolvente de todos los caprichos— vaya amortiguando la intensidad del componente libidinoso del amor, y trans- formándolo en un afecto amistoso. Aceptado lo anterior, no es difícil entender la falsedad de otro mito: que el individuo no se pueda enamo- rar varias veces o de varias personas a la vez. Además, salta a la vista lo arriesgado que es fundamentar el matrimonio en una emoción, como sucede en la cultura occidental contemporánea. Para muchas personas el amor romántico es, pues, una entidad casi mística, sin la cual la búsqueda del placer sexual se vuelve degradante y animal; a la creación de este concepto ha contribuido, indudablemente, la tradición erotófo- ba occidental y su reciente substitución por la norma ética de la permisi- vidad amorosa. Ciertamente, la emoción amorosa es un fenómeno humano que desempeña un importante papel en muchas relaciones sexuales. Lo ina- ceptable es la pretensión de los adictos al puritanismo de nuevo cuño —desde consejeras sentimentales hasta teólogos moralistas "de van- guardia", pasando por eminentes siquiatras, sicoanalistas, sicólogos, sociólogos... y sexólogos (!)—, que han dictaminado que la actividad sexual placentera debe estar precedida y acompañada de sentimientos amorosos mutuos para que se pueda llamar humana. Con la propaga- ción de tal infundio, los ideólogos del romanticismo han creado una "metafísica" de la sexualidad, completamente inútil y muchas veces nociva, porque transforma en algo terriblemente complicado lo que por naturaleza es muy simple (pero serio a la vez): la búsqueda del placer sexual. Esto no es sino una muestra de lo que JOHN W1LSON llama la "falacia discriminatoria", que consiste en creer que si determi- nada forma de actividad es de gran importancia o significación para los seres humanos, otras formas de dicha actividad son bajas, desprecia- bles o degradantes. Aplicada a la sexualidad, tal falacia implica que solo es buena la actividad erótica realizada dentro de un estado amato- rio, mientras que la efectuada fuera de la relación amorosa, buscando solo el placer, es mala. La función erótica humana es un fenómeno independiente del enamoramiento, y aunque él es deseable dentro del contexto de la relación sexual, debe ser visto más como un epifenómeno que como un constituyente esencial de ella. En lo que respecta al hombre esta ha sido la experiencia histórica; en lo que atañe a la mujer, posible- mente la cultura patriarcal occidental la ha condicionado a dejarse do- minar por el sentimiento amoroso, con desmedro de su potencialidad erótica, en beneficio de intereses masculinos de diverso tipo. Un ejemplo que sirve para ilustrar la verdadera relación entre el erotismo y el amor es la música. Nadie puede negar que ella es una invención humana. Ahora bien, se acepta que la música puede clasificar- se en un continuo valorativo, que va desde el grado máximo (correspon- diente a la llamada "música clásica") hasta el grado mínimo (correspondiente a la "música popular"); el primero vendría, entonces, a equivaler a la actividad erótica con amor, y el segundo a la actividad erótica sin componente amoroso. Hay, sin embargo, muchas personas que nunca adquieren la educación auditiva necesaria para apreciar la música clásica, y que únicamente encuentran placer en la música popu- lar, como hay muchas otras que no pueden o no quieren enamorarse de la pareja sexual. Sería muy bueno que todos los individuos disfruta- ran de la música clásica y ejercieran la función erótica en estado de enamoramiento, pero no es lógico considerar bestial y degradante la actividad sexual puramente placentera o el disfrute exclusivo de la músi- ca popular, porque ambos casos son manifestaciones de capacidades (o limitaciones) característicamente humanas. Por otra parte, no es cierto que la relación sexual puramente placen- tera no tenga algún componente emocional. Todo lo contrario, por fugaz que sea el placer erótico, quien lo recibe (a menos que sea un machista impenitente) no puede permanecer emocionalmente indiferen- te ante quien lo suministra, y experimenta un sentimiento positivo hu- mano, llámese o no afecto, hacia quien satisface su necesidad erótica; esto se aplica incluso a la relación mercenaria. Justamente, lo más difícil y displaciente de la ruptura de una relación sexual es la elimina- ción del vínculo afectivo que casi inevitablemente se ha creado. Otra tontería de amplia circulación es la de que la mujer es "cosificada" si se la mira única o principalmente con interés sexual; es absurdo sostener que ella no pueda ser respetada y estimada como ser humano, y a la vez deseada eróticamente. Claro está que muchos hombres actúan menospreciándola, pero ello se debe a la aberración machista. Todas las personas que por sus dotes naturales puedan ofrecer satisfacciones a los demás son apreciadas básicamente por ellas, y en cierta forma se convierten en "objetos", independientemente de sus cualidades hu-
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    26 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA CONCEPTOS GENERALES 27 manas. Exigir que haya amor en toda relación sexual es tan disparatado como tener que "amar" al virtuoso violinista, a la gran diva o al excelen- techef de cuisinepara poder disfrutar del placer auditivo proporcionado por aquellos o del gustativo suministrado por este. En conclusión, como lo señala ZWANG, el amor romántico o pa- sional no es un requisito natural para el disfrute del placer sexual. El deseo erótico es (al menos en el varón) la motivación principal para la búsqueda de la pareja sexual, y el amor no es sino la culminación (no necesaria) del vínculo que crea el deseo. 7. LA SEXUALIDAD Y EL MACHISMO El machismo es una actitud y un comportamiento sociosexual mas- culino, propios de las culturas patriarcales de la cuenca mediterránea y de Latinoamérica; sus dos rasgos característicos son la agresividad y la' creencia en el doble patrón de moralidad sexual. En lo social, el hombre "macho"24 acepta como axiomáticas todas las afirmaciones falaces acerca de la superioridad del varón sobre la mujer; el machismo social inculca al hombre la idea de que debe estar permanentemente dispuesto a manifestar su agresividad, y que siempre debe hacer frente al peligro, sin retroceder ante él. Al macho le está vedado expresar emociones "suaves", como la ternura o la tristeza ("un hombre macho no debe llorar"), pero en cambio sí debe dar rienda suelta a las emocio- nes "fuertes", como la ira. En lo sexual, el machismo prescribe la absoluta libertad erótica del varón, y la obligación de afirmar la masculi- nidad fornicando con muchas "hembras", preferiblemente en activa competencia con otros hombres. Como el machista sabe que el punto débil de la mujer es la mayor afectividad, explota hábilmente esta des- ventaja femenina, para sus propósitos, por medio de la galantería, vela- do instrumento de conquista sexual que, al mismo tiempo, sirve para patentizar y reafirmar la supremacía masculina, y hace que la mujer se sienta una persona débil e incapaz de valerse por sí misma. La ideolo- gía machista es reforzada por la actitud victimista y la conducta pasiva que adoptan las mujeres en las sociedades falocráticas. En las culturas machistas, tanto el hombre como la mujer deben sujetarse a las normas sociales de "honor" y "vergüenza", que tienen diferentes significados para uno y otra. Para la mujer tales normas consisten en conservar a toda costa la virginidad premarital y, luego 24 Está por elaborar una sicología del bigote, pero es innegable que él es uno de los mejores emblemas de la masculinidad, y por eso es usado por muchos hombres en las culturas fuertemente machistas. de casada, la "dignidad" de matrona; para el hombre, el honor y la vergüenza significan hacer gala de su machismo e impedir o castigar con toda severidad las posibles violaciones del código del doble patrón en que incurran las mujeres sujetas a su dominio. En cuanto a él respec- ta, el machista se siente con pleno derecho a usufructuar su libertad sexual, incluso luego de casado, como lo corroboran los dichos popula- res ("la que se casa es la mujer"; "casado, pero no capado"). Los hombres solteros o casados que cuentan con medios económicos sufi- cientes tienen amantes más o menos oficiales, que no pocas veces solo son fuentes de satisfacción sicosocial, porque los machistas desconocen la esencia del erotismo y confunden la función sexual placentera con la reproductora: son mediocres o pésimos fornicarios, pero excelentes sementales. El donjuanismo, que es la versión elegante internacional del ma- chismo sexual, no debe confundirse con el casanovismo. El donjuán típico puede permanecer un tiempo más o menos largo sin tener relacio- nes sexuales, porque mientras logra que la mujer ingenua caiga en sus garras, el "sitio de la fortaleza" es suficiente satisfacción; por el contra- rio, el casanova, cuyo deseo sexual es muy intenso, no puede utilizar la lenta táctica del donjuán, puesto que su constitución lo lleva a buscar la descarga orgásmica en forma relativamente rápida. Además, mientras que el donjuán encuentra gran placer en el engaño, el peligro y el domi- nio, y desprecia a la mujer que se deja conquistar, el casanova respeta la calidad humana de sus amantes, no las trata engañosamente y le concede todo su valor al erotismo.
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    FUNCION EROTICA o S o z o O o FUNCION > REPRODUCTORA COMPONENTESBIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 29 logrado en gran parte a expensas de la función reproductora (figura 1). Con relativamente pocas excepciones, el comportamiento sexual animal está ligado estrechamente a la procreación; sinembargo, la función reproduc- CAPÍTULO II COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA I. INTRODUCCIÓN En la sexualidad humana se distinguen dos componentes: el biológi- co y el sociocultural!. El primero constituye la base o substrato sobre el cual se construye el superestrato comportamental, determinado por la cultura; esta influye, pues, poderosamente sobre el componente bioló- gico, en forma positiva o negativa. La influencia es positiva cuando la cultura establece solo las restricciones a la actividad sexual de sus miembros necesarias para la estabilidad social en un momento histórico y en un hábitat dados. Es negativa cuando se hacen perdurar prohibicio- nes sexuales caducas, que en nada benefician a la sociedad y, en cambio, causan sufrimiento a los individuos. Es, entonces, necesario conocer los dos componentes de la sexualidad, para comprender cuál debe ser su forma racional de interacción. 2. SUBSTRATO BIOLÓGICO De las varias funciones de la sexualidad resaltan dos, que son la más arcaica y la más moderna, filogénicamente hablando; la primera es la reproductora y la segunda la placentera. Desde un punto de vista cualitativo, es probable que ambas tengan importancia similar para la mayoría de los seres humanos. Desde un punto de vista cuantitativo, la función erótica eclipsa casi por completo la reproductora, ya que se puede asegurar que más del 99% de los coitos que realiza una pareja durante la vida matrimonial tienen propósito placentero, al menos para el hombre; la importancia del erotismo en la vida sexual del ser humano es un producto del proceso evolutivo hacia la hominización, y se ha Debe tenerse en cuenta que la división de la sexualidad humana en componen- tes biológicos y socioculturales, aunque metodológicamente útil, no es estrictamente correcta, ya que la sociedad y la cultura son también productos de la biología: todos los fenómenos socioculturales tienen origen en actos síquicos humanos, y estos, a su vez, son generados mediante mecanismos neurofisiológicos cerebrales, es decir, bio- lógicos. HOMO SAPIENS ANIMAL MAS SIMPLE Figura 1 tora sexual va perdiendo exclusividad a medida que se asciende en la escala evolutiva y aparecen nuevas funciones sexuales, una de las cuales, la erótica, corresponde al grado máximo de la evolución: el Horno sapiens. La figura 1 no es del todo correcta, pues parece sugerir que la función erótica existe ya en los animales inferiores, máxime si se tienen en cuenta los ejemplos de autoestimulación sexual en los mamíferos infrahumanos, especialmente en los primates. Es posible que en estos últimos, que taxonómicamente están cercanos al hombre, haya cierta búsqueda del placer mediante los actos sexuales, pero él sería un placer inconsciente o animal, cualitativamente diferente del placer consciente humano, porque para que este exista se requiere haber alcanzado la plenitud de la encefalización. El "orgasmo" que, según algunos investi- gadores, podrían sentir algunos monos (y, con mayor razón, el que experimentarían animales más primitivos que ellos) debe ser más vegeta- tivo e indiferenciado que consciente y erótico; él probablemente tiene mayor afinidad con las motivaciones placenteras producidas por OLDS en ratas, mediante la estimulación eléctrica hipotalámica, y con las que permiten el condicionamiento animal en general, que con el placer sexual verdadero. La diversificación funcional de la sexualidad en los animales infrahumanos se manifiesta en formas diferentes del erotismo, como veremos más adelante.
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    30 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 31 El animal en celo no tiene, pues, propósito consciente alguno, sino que es impulsado a actuar por el instinto reproductor, en función de la supervivencia y dentro de su peculiar universo perceptivo, ya que, como dice UEXKÜLL, en el mundo de una mosca solo existen "co- sas de mosca". Comparado con los demás animales, el hombre conoce un mundo muchísimo más amplio y en otra dimensión, al cual tiene acceso porque ha desarrollado una inteligencia y una imaginación sim- bólicas. En otras palabras, la inteligencia biológica es la medida cualita- tiva del mundo particular creado por el cerebro de una especie particular, y el universo que conoce el hombre es el grado humano de la inteligencia biológica. MUNN señala que las funciones asociativas cerebrales, como el razonamiento, son características del cerebro humano, el más desa- rrollado, mientras que el de los vertebrados inferiores presenta pocas áreas de asociación, debido a que su función primordial tiene que ver con la percepción sensorial y el control motor instintivo o reflejo; por ello, en el grado humano de la evolución los instintos no existen, o están tan modificados por el aprendizaje que no se pueden reconocer. No obstante, la evolución de la inteligencia ha presentado continuida- des y discontinuidades; es decir, las estructuras cerebrales de los animales más evolucionados no solo sirven para repetir funciones y formas más primitivas de adaptación biológica, sino también para ejecutar otras nue- vas. Precisamente, dos discontinuidades cualitativas evidentes en el trans- curso de la evolución mental animal fueron la aparición del lenguaje simbólico y la función erótica en el ser humano. Por lo tanto, el esquema de la figura 1 queda mejor representado como aparece en la figura 2. HOMO SAPIENS F. E FUNCION REPRODUCTORA ANIMAL MAS SIMPLE El adecuado cumplimiento de las funciones sexuales animales de- pende de la interacción de factores intrínsecos o filogénicos y extrínsecos o ambientales. 3. FACTORES FILOGÉNICOS 3.1. Hormonas sexuales.—A todos los niveles de la filogenia, el control primario de las actividades sexuales recae sobre las hormonas sexuales, pero su importancia varía con la posición del animal en la escala evolutiva: es mayor a niveles inferiores, y va siendo menor a medida que la corteza cerebral se desarrolla, porque ella va adquiriendo mayor importancia, hasta alcanzar la máxima en los primates superiores y sobre todo en el hombre. Según BEACH, los efectos de las hormonas sexuales sobre el com- portamiento animal son de dos clases: desarrollantes y concurrentes. Los primeros ocurren durante una de las fases del desarrollo, tienden a ser permanentes o irreversibles y algunos pueden mantenerse latentes hasta una fase posterior de la vida del animal; por ejemplo, en muchas especies —y posiblemente en la humana— la expresión pubescente de ciertos rasgos sexuales físicos o conductales depende, hasta cierto punto, de la estimulación androgénica prenatal. Los segundos son reversibles, iterativos y no se limitan a un período determinado del desarrollo; regulan la atracción del macho por la hembra, la de esta por aquel y el maternalismo. BEACH propone también que los mecanismos com- portamentales básicos de machos y hembras están presentes en los indi- viduos normales de ambos sexos, pero los circuitos neuronales mediadores del comportamiento típico de los machos están mejor organizados en ellos y son más fácilmente activados por los andrógenos que en las hembras; lo opuesto sucede en estas y sus circuitos neuronales responden mejor a los estrógenos. En la generalidad de las especies animales inferiores, el apareamien- to se realiza en forma periódica, de acuerdo con el estado de receptividad de la hembra, el cual depende de las hormonas. En la época de celo o estro, cuando la concentración de estrógenos está más elevada, la hembra se vuelve atractiva para el macho e incluso lo busca activamente; en cambio, en la época de anestro lo rehúye, y la inactividad copulatoria es tal que en ciertos mamíferos el orificio vaginal se cierra. El macho se adapta a este ciclo reproductor, y no muestra interés sexual fuera de la época de celo, porque su sistema endocrino sexual disminuye la actividad. Excepcionalmente, los machos de algunos animales domés- ticos pueden responder a la hembra en forma más permanente, lo cual es debido a las modificaciones producidas por la domesticación. En EVOLUCIONBIOLOGIC Figura 2
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    32 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 33 el nivel evolutivo humano, la independencia del comportamiento sexual con respecto a las hormonas es casi completa; por lo tanto, hombres y mujeres están permanentemente capacitados para la actividad sexual, a pesar de que la función reproductora se cumpliría satisfactoriamente si se hubiera mantenido en los humanos el tipo cíclico de disponibilidad sexual, característico de los animales inferiores. Este es otro argumento a favor de la autonomía de la función erótica humana, y en contra de su supeditación a la reproducción, proclamada por la teología moral católica ortodoxa2. En lo que respecta al comportamiento sexual animal, las funciones específicas de las hormonas sexuales son: a) En el macho, los andrógenos permiten que se excite con la hem- bra receptiva y que desarrolle la capacidad de copular con ella; en la hembra, los andrógenos producidos por la corteza suprarrenal indu- cen la receptividad sexual frente al macho. b) En la hembra, los estrógenos estimulan la producción de subs- tancias que atraen olfatoriamente al macho, y desarrollan y mantienen los caracteres sexuales cuaternarios, responsables del dimorfismo sexual estructural. c) En la hembra, la progesterona potencia la acción de los estróge- nos. Por otra parte, parece que la disposición y la capacidad de las hembras para copular depende más de la interacción de las hormonas con los circuitos neuronales específicos, mientras que el funcionamiento sexual depende más de la corteza cerebral en los machos, en los cuales las hormonas sustentarían la integridad del tejido nervioso. 3.2. Papel de la olfacción.—En la mayoría de los mamíferos y en muchos otros animales, como los insectos, el olfato desempeña un importante papel en la transmisión y recepción de los mensajes sexuales. Sobre todo en los insectos, existen substancias denominadas feromonas y de composición química conocida, que al ser expelidas por un animal, producen efectos conductales y fisiológicos sexuales en otro animal de la misma especie. En muchos mamíferos macrosmáticos, diversos tipos de substancias olorosas, como el almizcle, son producidas por glándulas especiales o se encuentran en la orina y en las secreciones vaginales de las hembras en celo; en este último caso, el olor de dichas substancias atrae a los machos desde grandes distancias, y aunque ellas no tienen la especificidad de las feromonas de los insectos, por analogía se las llama así. 2 A no ser que los teólogos redarguyan que el estado de permanente disponibili- dad sexual del hombre es obra del demonio Asmodeo... Los primates, sobre todo el ser humano, son animales microsmáti- cos, pero en ellos también se encuentran substancias olorosas, identifi- cadas como ácidos grasos alifáticos de pequeño número de carbonos, y que corresponden parcialmente a las substancias mensajeras sexuales de los mamíferos inferiores. Como solo en casos excepcionales los seres humanos son capaces de percibir olores corporales a distancia, la impor- tancia de tales substancias como estimulantes sexuales es poca o ningu- na. No obstante, durante la actividad sexual, el íntimo contacto corporal permite en muchos casos captar los olores de las excreciones de la pareja, como el sudor y la orina, y el del trasudado vaginal, que general- mente no son desagradables si han sido producidos recientemente, y ejercen un efecto erotógeno en muchos individuos. Por último, los perfumes pueden ser excitantes sexuales si se asocian con el recuerdo de un objeto sexual deseado. 3.3. Papel de la visión.—La vista es el sentido mediante el cual se percibe el dimorfismo sexual corporal. En los mamíferos inferiores tiene importancia como coadyuvante del olfato en la comunicación sexual a distancia, y en otros vertebrados, como las aves, desempeña el papel principal. Igualmente, en los primates, especialmente el ser humano, la visión estereoscópica ha desplazado al olfato como medio de atracción sexual; en el caso humano, además, ha permitido el desa- rrollo del concepto de belleza erótica femenina. 3.4. Diversificación adaptativa de la función de los órganos sexua- les y su subordinación al comportamiento.—Los estudios etológicos han evidenciado uno de los más fundamentales principios de la evolu- ción biológica, sobre todo en lo que respecta a la sexualidad, cual es el de que los órganos del animal se adaptan a su actividad; es decir, un órgano que originalmente servía para cumplir cierta función, durante el proceso filogénico puede adquirir la capacidad de realizar otras di- ferentes3. Por lo tanto, el aforismo lamarckiano, "la función crea el órgano", es esencialmente correcto y se reformula modernamente así: "el comportamiento modifica el órgano y la función"4. Por ejemplo, el pene de los vertebrados superiores, además de ser el órgano copula- dor, sirve también para excretar la orina; esta, fuera de ser un vehículo para eliminar productos orgánicos de desecho, es utilizada por los ma- chos de algunos mamíferos macrosmáticos para delimitar sus territorios 3 El desconocimiento de esta realidad biológica es lo que hace que la ortodoxia católica siga sosteniendo que el "fin" primario de la sexualidad del ser humano es la reproducción. 4 Empleando el símil de BOTERO, no es que el cauce esté hecho para el río, sino que este crea aquel.
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    34 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 35 o para marcar a las hembras con las cuales se aparean. La boca, que en la generalidad de los animales sirve para comer, defenderse o atacar, en el ser humano ha adquirido nuevas funciones, como hablar, cantar o tocar instrumentos de viento, mientras que como arma ha quedado reducida a la mínima expresión. Las funciones animales sufren, pues, cambios adaptativos a medida que se asciende en la escala evolutiva, y los comportamientos y señales primigeniamente sexuales (reproductores) adquieren nuevos significa- dos no sexuales, lo cual es más evidente en los primates. Está plenamente establecido que en muchas especies de ellos los individuos de ambos sexós adoptan la posición copulatoria típica de la hembra, y los machos exhiben el pene, en erección o no, fuera de un contexto reproductor. Al encontrarse, las hienas moteadas de cualquier sexo exhiben los órga- nos genitales y los olfatean y lamen mutuamente. Según HANBY estos comportamientos sociosexuales ocurren en situaciones de tensión o excita- ción, como son las de salutación, disturbio o recreación, y tienen una función tranquilizante; para otros investigadores, tales comportamientos son formas de dar a conocer posiciones de dominación o sumisión dentro de una jerarquía social. La exhibición genital como gesto salutatorio o sumisivo puede derivarse de la conducta sexual (reproductora) del macho, como en el caso de las hienas, o de la conducta de la hembra, como en el caso de los primates, e implica en ocasiones un evidente mimetismo, como es la presencia de seudopene y seudotestículos en la hiena hembra, y de carnosidades sexuales (sexual skin) en el babuino macho. Los estudios de MACLEAN muestran que existe una estrecha rela- ción entre las áreas cerebrales que controlan las funciones alimenticias y sexuales, mediada posiblemente por el sentido del olfato; por ejemplo, no es raro observar erecciones en animales o niños recién nacidos al ser alimentados. Esta sería la base anatomofisiológica de la práctica de olfatear y lamer mutuamente los genitales, presentes en muchos animales durante las actividades sociosexuales, o reproductoras. Tam- bién podría haber una íntima relación biológica entre la conducta agresi- va y la sexualidad, como parecen indicarlo las exhibiciones genitales de tipo amenazante o tranquilizador en muchos primatess. Por otra parte, la alimentación boca a boca (o pico a pico), que es un componente de la actividad de cuidadb de las crías en muchos vertebrados, en otros animales, entre ellos el ser humano, ha perdido su función original, pues los contactos boca a boca son empleados en los actos sociales salutatorios; además, en los humanos el beso ha adquirido una clara significación erótica. 5 En el caso humano, los infantes pueden encolerizarse y tener erecciones al no recibir la leche. 3.5. Inversión del comportamiento sexual animal.—Existe la creencia de que los comportamientos "masculinos" y "femeninos" están rígida- mente diferenciados y preestablecidos por la naturaleza; la realidad es que ellos no están claramente determinados. Machos y hembras pue- den adoptar la conducta que se presume propia del otro sexo, de acuerdo con las circunstancias, por lo cual no hay que extrañar que ello ocurra también en los humanos; por eso el babuino macho toma la posición copulatoria "típica" de la hembra como gesto tranquilizador o sumisi- vo, mientras que la hembra "monta" a otra como gesto de dominación. La inversión del comportamiento sexual está muy extendida entre los animales, particularmente los machos, e indica que en ellos hay un substrato biológico común de reacción sexual indiferenciada. No obs- tante, hay que distinguir esta inversión conductal sexual o conducta "homosexual" animal del concepto de homosexualidad aplicado al ser humano (véanse los caps. iv y VIII). Los factores que pueden desenca- denar la inversión del comportamiento sexual animal son los siguientes: a) como ya se indicó, las situaciones de dominación/sumisión o de sa- lutación tranquilizadora; b) las actividades lúdicas juveniles sexualmente indiscriminatorias; c) la incapacidad del animal para identificar el sexo del otro animal; d) la ausencia de un individuo del otro sexo y la presencia de uno del mismo sexo en una situación de excitación sexual del animal; e) las experiencias previas de inversión sexual del animal. BEACH considera que la incompleta diferenciación del comporta- miento sexual animal es debida a que él está regulado por el principio de la complementación del estímulo y la respuesta, según el cual existe una fuerte tendencia a que un estímulo sexual de tipo "femenino" desencadene una reacción copulatoria de tipo "masculino", y viceversa, independientemente del sexo biológico de los individuos interactuantes. 3.6. Aplicación al ser humano.—Entre los humanos existe un sim- bolismo sexual "atávico", recordatorio de las exhibiciones genitales de los primates. En muchas culturas antiguas y modernas se han emplea- do, con fines de protección, amenaza o demostración de poderío, diver- sos símbolos fálicos, como las figuras itifálicas, el cetro de los reyes y la bragueta del vestido masculino antiguo. En diferentes culturas y circunstancias (por ejemplo, en las prisiones), un hombre puede ser forzado a someterse a la pedicación pasiva por parte de otro que desea demostrar su dominio. Además, algunas fantasías y sueños homosexua- les pueden ser manifestaciones de sentimientos inconscientes de domina- ción o sumisión. MACLEAN hipotetiza que el origen del cubrimiento de los órganos sexuales y del sentimiento de pudor se hallaría en la necesidad de evitar las situaciones conflictivas que produciría la exhibi- ción permanente del pene, símbolo de poder y amenaza.
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    36 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 37 Como en la mayoría de los mamíferos distintos del Horno sapiens las mamas solo se hacen prominentes en la época de lactancia, DES- MOND MORRIS propone que ellas y otros órganos y regiones corporales, como las nalgas, podrían haberse desarrollado adaptativamente como señales para atraer al hombre, y reemplazarían así las carnosidades sexuales de las hembras de los primates infrahumanos. ELAINE MORGAN critica la hipótesis de MORRIS como ejemplo de androcentrismo evolu- cionista, y en su reemplazo ofrece explicaciones ginecocéntricas. No obstante, el simbolismo erótico de senos y nalgas es un hecho incontro- vertible, al menos en la cultura occidental. Hemos visto en las páginas anteriores que la diversificación adapta- tiva de órganos y funciones animales es una norma biológica, que se hace más evidente en el hombre porque él la cumple en forma conscien- te. Por lo tanto, las múltiples variaciones ("perversiones") de la conduc- ta sexual humana y su independencia de la función reproductora son resultados naturales del proceso evolutivo. 3.7. Enfoque sociobiológico.—Desde el, punto de vista de la fun- ción sexual reproductora, hay argumentos sociobiológicos a favor de un dimorfismo conductal bien definido, los cuales, además, ofrecen una explicación plausible de las variaciones del dimorfismo corporal en las diferentes especies. Concretamente, la función reproductora del animal individual no sería perpetuar la especie, sino facilitar al máximo la representación genética del individuo en ella. Como mecanismo gené- ticamente adaptativo, los machos estarían, entonces, programados para ser activos en el cortejo, y viceversa, en el caso de las hembras. Otra manera de considerar el dimorfismo comportamental y estructural, sería teniendo en cuenta la relativa importancia de la "inversión de capital" genético que hacen los machos y las hembras. En las especies polígamas, los machos invierten poco y las hembras mucho, por lo cual estas son muy selectivas y aquellos muy diferentes corporalmente y promiscuos conductalmente; en las especies monógamas, la inversión que hacen machos y hembras es aproximadamente igual, y hay poco dimorfismo corporal. Según esto, por su dimorfismo sexual estructural tan evidente, el ser humano sería naturalmente polígamo, y la monogamia que practica en ciertas culturas constituiría una adquisición social reciente. Aunque muchos conceptos sociobiológicos son de gran utilidad para comprender la conducta animal en general, el error de sus propug- nadores es querer aplicar al hombre un estricto determinismo biológico, olvidando que él es un ser esencialmente diferente de los demás anima- les, y está capacitado para "desobedecer" muchas normas naturales, como en efecto lo ha hecho, y continuará haciendo hasta el final de su existencia. 4. FACTORES AMBIENTALES 4.1. Efectos del aprendizaje y la experiencia.—E1 proceso evoluti- vo hace que el comportamiento animal vaya siendo cada vez menos dependiente de los instintos y más de la corteza cerebral y del aprendiza- je y la experiencia. Al parecer, estos dos factores ambientales producen cambios estructurales en el cerebro en maduración, por lo cual el desa- rrollo de la conducta sexual está influido por ellos, aun en mamíferos infrahumanos. Por ejemplo, muchos estudios, realizados en diversas especies, muestran que para que haya un adecuado comportamiento reproductor en la adultez, es necesario que el animal interactúe durante la infancia con la madre y con otros infantes y adultos de su especie, y que tenga la oportunidad de ver efectuar la cópula; en el entorno natural, los animales jóvenes practican juegos sexuales (monta y movi- mientos pelvianos) imitativos de los actos reproductores de los adultos, que son formas de aprendizaje de la función sexual. La experiencia es, entonces, un requisito para la manifestación del comportamiento sexual, sobre todo en los machos, y lo que hacen las hormonas secreta- das en la pubertad es aumentar la estimulabilidad sexual, interactuando con los mecanismos cerebrales organizados por la experiencia, y facili- tando su expresión. Igualmente, se ha establecido que la experiencia es necesaria para el desarrollo del comportamiento maternal, supuesta- mente instintivo. En la rata (y probablemente en otros mamíferos) los estrógenos (o estos y la prolactina) actúan antes del parto para estimular el comportamiento preparatorio de recepción de las crías, pero inmedia- tamente después de él, la influencia hormonal es substituida por la interacción entre la madre y los hijos. Se requiere un aprendizaje previo de la madre, para que sea capaz de conducirse óptimamente frente a las crías, como lo indica el hecho de que, por lo general, las hembras primíparas son descuidadas y torpes con las crías, o temerosas de ellas, y en algunos casos las atacan y devoran. Además, si las madres son separadas de los hijos durante las primeras horas después del parto, la conducta de cuidado de las crías (maternalismo) no se desarrolla, o lo hace imperfectamente. Por otra parte, hay datos que sugieren que los factores ambientales influyen, no solo sobre la conducta, sino sobre la fisiología. Estudios en ratones hembras indican que el proceso de maduración sexual es acelerado por los olores prevenientes de los machos adultos, y retardado por los de las hembras inmaduras. Existen también indicios de que la interacción personal puede influir en la fisiología humana; se ha encontrado que los ciclos menstruales de las mujeres que viven en común tienden a sincronizarse.
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    38 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 39 4.2. Aplicación al ser humano.—Es posible que los principales fac- tores responsables de la combinación apropiada de los estímulos sexual- mente excitantes para el hombre sean el aprendizaje y la experiencia; además, es probable que, como sucede en los primates infrahumanos, los juegos sexuales infantiles también sean necesarios en el humano para el ejercicio adecuado de la función erótica adulta. En cuanto al "instinto maternal" de la mujer, con mayor razón que en el caso de los animales inferiores, el condicionamiento cultural es el principal responsable de su aparición. Como lo señala BADINTER, basada en análisis históricos, el maternalismo no es un instinto sino un sentimiento humano creado por las circunstancias, y como tal, esen- cialmente contingente. Al respecto, varios estudios ponen de manifiesto que es la interacción —visual sobre todo— entre la madre y el hijo, durante las primeras horas del posparto, la que despierta el interés maternal. Aunque en el ser humano normal, de cualquier sexo, parece existir una capacidad innata de cuidado del recién nacido (maternalis- mo, o mejor parentalismo), ella solo se manifiesta en presencia del esquema infantil de LORENZ, que está constituido por los rasgos mor- fológicos del infante: cabeza grande, cuerpo relativamente pequeño, frente ancha y prominente, y mofletes. Además, hay investigaciones que sugieren que la interacción madre-neonato es más necesaria para desarrollar el interés maternal de las mujeres solteras o de bajo nivel sociocultural o económico; otros estudios indican la importancia de la interacción positiva de la mujer con su propia madre, durante la niñez, para el mismo efecto. Prueba de la inexistencia del "instinto maternal" humano la constituyen los millones de mujeres embarazadas que, anualmente en todo el mundo, se hacen inducir el aborto, sin que nada haga pensar que adolezcan de trastornos sicológicos, excepto los que les crea la sociedad cuando emocionalmente las califica de "ma- dres desnaturalizadas". Más evidente aún es el caso de las mujeres que abandonan a los hijos luego de nacidos, a pesar de haber estado ya bajo el influjo del esquema infantil. 4.3. Teoría de Prescott.—Al considerar el desarrollo de la conduc- ta humana en general y sexual en particular, vale la pena mencionar la teoría de PREscorr, según la cual la incapacidad para establecer vínculos afectivos en las relaciones humanas es la causa primaria de la violencia en ellas. Según este investigador, la mujer tiene mayor facilidad que el hombre para manifestar su potencial afectivo e integrar- lo con sus actividades, por lo cual ella característicamente tiende menos a la agresividad y a la crueldad que el varón. Asimismo, la comparación hecha por PRESCOTT de datos conocidos de sociedades ágrafas, y los obtenidos por él entre estudiantes estadounidenses indican que la expre- sión temprana del afecto de los padres hacia los hijos, la estimulación somatosensorial temprana de estos y la permisividad en las relaciones sexuales premaritales se hallan en relación inversa con las manifestacio- nes adultas de violencia y crueldad. Sin embargo, LIBBY y STRAUS en- contraron que esta relación se cumple únicamente en los individuos que se apartan del modelo machista sexual; además, otros estudios sugieren que la estimulación somatosensorial temprana puede no ser beneficiosa para algunos individuos. De todos modos, es muy probable que los rasgos masculinos de mayor agresividad y violencia puedan ser modificados por el condicionamiento cultural. 5. SUPERESTRATO SOCIOCULTURAL BEACH señala que a medida que la cultura se fue haciendo más compleja, se fue produciendo también la socialización de la sexualidad y la sexualización de la sociedad. Lo primero quiere decir que las dife- rencias sexuales primigenias (reproductoras) han dado origen a muchas otras disimilitudes entre los géneros; lo segundo, que muchos comporta- mientos sociales, que no tienen relación con las diferencias biológicas genéricas, han adquirido significado sexual. WILLIAM DAVENPORT dice que la herencia biológica provee al indi- viduo de las capacidades potenciales para actuar en la vida adulta, pero solo mediante la adecuada socialización y maduración ellas son moldeadas como pautas de conducta lo suficientemente uniformes para permitir la interacción con los demás; en otras palabras, el programa genético sexual debe estar abierto al influjo del entorno sociocultural. Hay semejanzas en las actitudes y comportamientos sexuales de diversas sociedades, que no son explicables biológicamente, y que han de consi- derarse resultantes de aprendizajes y experiencias comunes a todas; el ejemplo más notable es la universalidad del tabú del incesto dentro de la familia nuclear, el cual indudablemente respondía a una necesidad social en el momento histórico de su institución. Por otra parte, existen grandes diferencias entre las diversas culturas respecto a las actitudes y los comportamientos sexuales, que corresponden a las modificaciones culturales del substrato biológico, y ocurren porque el hombre adquiere la mayor parte de sus conocimientos, no por experimentación solitaria, sino mediante las enseñanzas directas o indirectas que recibe. Una regla general, de consecuencias muchas veces negativas, es la de que los inte- grantes de todas las sociedades están ligados a sus culturas, y tienden a considerar sus propias costumbres sexuales, no como tradiciones, sino como normas absolutas o dogmas teológicos.
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    40 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 41 6. ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD VARIABLES INTERCULTURALMENTE En las páginas siguientes presentamos ejemplos de la relatividad cultural del comportamiento sexual, tomados de estudios socioantropo- lógicos realizados en diversas sociedades ágrafas. Aunque en tiempo presente, las descripciones corresponden básicamente al estado de cosas anterior al contacto y "contaminación" con los misioneros cristianos y demás colonialistas "blancos". Contra la validez de estos ejemplos se podría argüir que se trata de gentes "salvajes", "primitivas" o "inci- vilizadas", pero tal concepto, producto del prejuicio etnocéntrico, no tiene fundamento. Esos pueblos pueden ser tan "evolucionados" como los occidentales, pero la evolución siguió una dirección diferente de la de nuestra civilización tecnológica. La distinción entre "salvajes" y "civilizados" fue una consecuencia de las teorías de los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, con las cuales se pretendió justificar el colonialismo y el imperialismo. Sin embargo, no se puede negar que ciertas prácticas sexuales de culturas no occidentales son inaceptables por sus características de coac- ción y crueldad; ejemplos de ellas son la clitoridectomía y la infibulación de la vulva entre los pueblos nilóticos y otros africanos, y la circuncisión y la subincisión del pene entre los aborígenes australianos6. Es también cierto que todas las sociedades son hipócritas en mayor o menor grado: se predican unos tipos de actitudes y comportamientos y se practican otros, por lo cual siempre habrá contradicciones entre la ética y el comportamiento, aunque de diferente naturaleza en cada cultura. Ade- más, las normas de conducta sexual son universalmente más laxas para los hombres que para las mujeres. No obstante, es preciso señalar la libertad y la naturalidad con que, en términos generales, se mira la función erótica en las sociedades polinesias y en otras más, que contras- tan con la erotofobia de nuestra civilización. Aun así, algunas de dichas culturas prescriben pautas de funcionamiento sexual o de relación inter- genérica rigurosas o absurdas. Un ejemplo es el significado sexual que en ciertos casos se le da a la compartición de alimentos entre el hombre y la mujer, que llega a adquirir el carácter de verdadero "incesto ali- menticio". 6 Hay que sobreponerse a la tentación de ver estas bárbaras costumbres como propias de pueblos "primitivos", porque en el siglo pasado, y aun en el presente, muchos médicos europeos y estadounidenses practicaban la clitoridectomía con gran entusiasmo, como tratamiento para la epilepsia y la "ninfomanía". Además, en los Estados Unidos se efectúa actualmente la circuncisión rutinaria de los recién nacidos, con pretextos médicos espurios, y la misma mutilación es practicada por los judíos, por razones religiosas. 6.1. Coito premarital femenino.—Nuestra cultura, en aplicación del doble patrón de ética sexual, hace énfasis en la prohibición del coito premarital de la mujer, y en la preservación de la integridad del himen hasta el matrimonio, como garantía de virginidad. La himenola- tría cultural adquiere las características más repugnantes en los pueblos que practican la clitoridectomía y la infibulación, o la desfloración manual semipública de la novia por parte del novio. Sin embargo, hay muchas sociedades que aceptan el coito premarital de la mujer y no le dan mayor importancia a la virginidad; según GEBHARD, esto sucede en más de la mitad de las ágrafas, y la proporción ascendería al 70% si se incluyeran aquellas que condenan públicamente la actividad sexual de las solteras pero la aceptan en privado. En algunos casos, como ocurre entre los bontocos de las Filipinas, los tengereses de Java, los votiakos de la Unión Soviética y algunos pueblos polinesios, la virginidad femenina es francamente desventajosa, porque los hombres prefieren como esposas a las mujeres que han demostrado su fertilidad o su capacidad de atraer a los varones. Por otra parte, aunque en las culturas más o menos himenolátricas se acepta que la desfloración de la novia es un privilegio del novio, hay algunas en donde la ruptura del himen es realizada por una persona diferente, ya como rito de iniciación a la vida sexual adulta, ya para proteger al novio de los supuestos peligros que correría si él mismo la efectuara. En otros casos, es un sacerdote o jefe quien efectúa la desfloración, con el fin de santifi- car o prestigiar a la novia. 6.2. Coito extramarital femenino.—A pesar de que algunas socie- dades —entre ellas las judeocristianas— condenan con particular rigor la actividad sexual extraconyugal de la mujer, puede haber de dos a tres quintos de las sociedades ágrafas —entre ellas las esquimales y ciertas tribus africanas, siberianas, indias americanas y de la Nueva Guinea— que aceptan o ven con indiferencia el coito extramarital de la esposa, la cual es a veces cedida en "préstamo" por el marido, en circunstancias apropiadas. Además, hay algunas culturas que practi- can la poliandria. 6.3. Actividades homosexuales.—No obstante la típica reproba- ción de las prácticas homosexuales en la civilización judeocristiana, y el hecho de que todas las culturas prefieren el coito heterosexual a otros actos sexuales, lo cual es biológicamente adaptativo, muchas sociedades ágrafas —que según FORD y BEACH corresponden al 64% de las 76 sobre las cuales tenían información— aceptan las actividades homosexuales, al menos en algunos de sus miembros y en determinadas situaciones; además, en ciertos casos ellas son virtualmente obligatorias para todos los hombres, por su carácter de ritos de iniciación o entrada
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    42 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA a la adultez. Por ejemplo, los kukukukos de la Nueva Guinea prescriben que los adolescentes felen a los guerreros (adultos), con el fin de que adquieran fuerza y virilidad al ingerir el semen, motivación esta similar a la de los antiguos griegos, que creían que durante la pedicación el amante adulto transmitía con su semen la "virtud varonil" (areté) al adolescente amado. Entre los marind anim, también de la Nueva Gui- nea, existe una especie de "noviciado" por el que debe pasar todo adolescente, bajo la dirección de un "tutor" —que practica actividades sexuales con su "pupilo"—, antes de entrar a la adultez. Los batakos de Sumatra preceptúan las relaciones homosexuales entre los hombres solteros, con el objeto de proteger la virginidad premarital de las muje- res. Los datos anteriores muestran que los contactos homosexuales dis- tan mucho de ser universalmente condenados, a lo cual se agrega el hecho (demostrado por KINSEY y otros investigadores) de que su repro- bación en nuestra cultura no impide que sean practicados por muchas personas. 6.4. Otros aspectos de la sexualidad variables interculturalmente. Hay muchos otros aspectos de las actitudes y comportamientos sexuales que revelan el influjo de la cultura. Un ejemplo son las características somáticas que sirven para establecer las normas de belleza corporal, con respecto a las cuales una de las pocas generalizaciones que se pueden hacer es que el atractivo físico es de mayor importancia para la mujer que para el hombre, quien depende más de su habilidad y de sus hazañas para impresionar favorablemente a la pareja sexual. Pero incluso en esto hay excepciones, como es el caso de una sociedad melanesia estudia- da por DAVENPORT, en donde el varón se preocupa por su atractivo corporal tanto como la mujer. Por otra parte, es probable que el hombre promedio vea más hermosa a la mujer que más se acerque al propio prototipo racial. Al parecer, en la mayoría de las sociedades ágrafas, particularmen- te polinesias, se prefiere a la mujer regordeta, y en ciertas sociedades africanas e islámicas se llega a admirar la gordura franca. En contraste, el modelo occidental contemporáneo de belleza femenina es la mujer leptosomática, mientras que —a juzgar por las pinturas de RUBENS, TIZIANO y otros— el ideal estético femenino en la Europa de siglos pasados era la exuberancia de pechos y caderas; y el prototipo de belleza femenina norteuropea en la época prerrenacentista —de acuerdo con las pinturas de los VAN EYCK y otros— era la mujer embarazada. A pesar de que es el hombre quien toma la iniciativa de acercamien- to sexual en la mayoría de las sociedades, hay algunas (chambulis, iatmulis, kwomas, maoríes, matecos) en donde este papel está permitido a la mujer, y otras (balineses, lepchas) en donde, aunque teóricamente COMPONENTES BIOLÓGICOS Y SOCIOCULTURALES 43 prohibido, lo desempeñan en la práctica. Además, la concepción román- tica de la actividad sexual no existe en ciertas sociedades, como las polinesias, en donde ella es tenida por una función natural más, similar a comer o beber. Y el beso erótico occidental boca a boca es raro o desconocido en numerosas culturas. Un importante aspecto de la sexualidad, que revela la influencia de la cultura, es la mayor o menor estimulabilidad y excitabilidad sexua- les femeninas. En las sociedades erotófilas, es decir, en las que es apro- piado para la mujer demostrar interés sexual y reaccionar a la estimulación, las disfunciones orgásmicas parecen ser raras o inexistentes; lo contrario sucede en las sociedades sexualmente represivas, porque la capacidad de respuesta erótica femenina depende en buena medida del condiciona- miento cultural. Dos ejemplos contrapuestos son bien ilustrativos: la sociedad permisiva polinesia de la isla de Mangaia, estudiada por MARS- HAI I , en donde las mujeres esperan y buscan el orgasmo en la activi- dad sexual; y una subcultura cristiana de la más extremada erotofobia, cual es la archicatólica comunidad irlandesa de la isla de Inis Beag (nombre ficticio), estudiada por MESSENGER, en donde se duda de la existencia del orgasmo femenino o él es considerado anormal. 7. ASPECTOS DE LA SEXUALIDAD VARIABLES INTRACULTURALMENTE Dentro de nuestra civilización occidental existen subculturas de conductas sexuales contrastantes, de acuerdo con las sectas cristianas que hayan arraigado en ellas. Son muy ilustrativos los casos de Escandi- navia y de la isla de Inis Beag, mencionada arriba. En esta, sometida a la influencia de una de las versiones más conservadoras del cristianis- mo, y en donde la función erótica es claramente pecaminosa, la absti- nencia coital premarital es la norma, incluso para los hombres, quienes dan satisfacción al impulso sexual masturbándose. En cambio, en los países escandinavos, en donde se implantó una versión moderada del luteranismo, y en donde la influencia cristiana no pudo erradicar una larga tradición de permisividad sexual prematrimonial y de relativa igualdad entre los sexos, presente en el campesinado y en la clase baja urbana, las relaciones sexuales entre solteros no tienen la connotación inmoral común en otras sociedades cristianas más rigoristas, por lo cual la abstinencia coital premarital es prácticamente inexistente en ambos sexos. Además, sociedades de rigor cristiano intermedio, en com- paración con las anteriores, muestran una desinhibición correlativa del comportamiento sexual. Dentro de una misma sociedad existen también apreciables varia- ciones en las actitudes y comportamientos sexuales, según el nivel educa-
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    44 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA tivo de las personas. Por ejemplo, KINSEY encontró lo siguiente: entre los hombres de educación universitaria había una mayor incidencia de caricias heterosexuales (petting) que entre los de educación primaria; en cambio, la situación era inversa en el caso del coito premarital. Entfe las mujeres de educación universitaria había una mayor incidencia masturbatoria que entre las de educación primaria; por el contrario, la situación se invertía en el caso del coito premarital. Además, la incidencia de coito extramarital era mayor entre los hombres menos educados que entre los de mayor educación, mientras que la situación se invertía en el caso de las mujeres. Por su parte, el estudio de RAIN- WATER —realizado entre individuos de nivel socioeconómico bajo, en cuatro sociedades de cultura cristiana— muestra actitudes similares (do- ble patrón de ética sexual acentuado), y concuerda con los datos de KINSEY en lo referente a la correlación entre la conducta sexual y el nivel educativo. La supervivencia de cualquier sociedad está directamente relaciona- da con las consecuencias de las actividades sexuales de sus miembros, y ellas ejercen un efecto mucho más importante sobre la estructuración de la cultura respectiva que sobre la personalidad de los individuos; tal es la razón de que existan regulaciones de la conducta sexual. Pero estas deben adaptarse al estado real de la evolución social y de los conocimientos científicos, y no ser meras copias de normas arcaicas, completamente desligadas del proceso evolutivo humano. De ahí que una mayor tolerancia de los comportamientos sexuales atípicos que no sean nocivos sería mucho más benéfica para la sociedad, y permitiría aprovechar más eficientemente los recursos humanos, que pretender ignorar o prohibir la existencia de dichas conductas. En los capítulos vi y vil se suministrarán más datos referentes a la variabilidad cultural del comportamiento sexual. CAPÍTULO III ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS 1. ANATOMÍA SEXUAL La siguiente es una descripción, necesariamente somera, de los principales órganos sexuales, destinada a hacer resaltar su función eróti- ca. Quien desee mayor información, deberá consultar los textos especia- lizados. La anatomía sexual (erótica) trata de las estructuras corporales utilizadas por el ser humano para ejercer la función erótica, y de las que sirven para distinguir al sexo masculino del femenino. Las primeras se pueden dividir en cuatro tipos: estructuras u órganos periféricos, estructuras o centros medulares, estructuras o centros cerebrales y vías nerviosas. Las segundas son los llamados caracteres sexuales. 1.1. Estructuras u órganos periféricos.—Los principales son los destinados a recibir los estímulos durante la actividad sexual. Son de dos clases: las zonas u órganos erógenos primarios, cuya estimulación táctil lleva al individuo a la excitación sexual y al orgasmo, y las zonas erógenas secundarias, que son aquellas cuya estimulación táctil coadyu- va a la excitación sexual de la persona y en ocasiones la lleva al orgasmo; se puede hablar también de un aparato sexual, constituido por el órgano erógeno primario y las zonas erógenas secundarias adyacentes. Aunque la denominación no es muy apropiada, las estructuras periféricasefecto- ras son aquellas que dan origen a ciertos fenómenos concomitantes con la percepción subjetiva del orgasmo, y que, hasta cierto punto, son su manifestación objetiva, pero que no siempre están presentes, sobre todo en la mujer. Ellas son principalmente los músculos perinea- les, que al contraerse rítmicamente contribuyen a la expulsión del semen en el hombre; estas contracciones pueden ser percibidas táctil o instru- mentalmente. a) El aparato sexual masculino, que corresponde básicamente a los llamados órganos genitales externos', tiene independencia funcio- nal, pero no anatómica, de los aparatos reproductor y urinario. Su Los órganos genitales internos constituyen el aparato propiamente reproductor.
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    46 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA ANATOMIA Y ENDOCKINOLOUIA SEXUALES HUMANAS 4'1 órgano primario es el pene, formado por los dos cuerpos cavernosos y el esponjoso. Los primeros, adosados paralelamente, están compues- tos por un tejido esponjoso que les concede cualidades erectivas. Adosa- do a la parte inferior y central de ellos está el cuerpo esponjoso, compuesto también por un tejido esponjoso, pero menos denso que el de los prime- ros; contiene en su interior la uretra, y forma el glande del pene hacia adelante. Cada uno de los tres cuerpos eréctiles está recubierto por una túnica albugínea, de consistencia fibrosa. La piel del pene es muy elástica y puede cubrir completamente el glande, formando el prepucio, que en el hombre adulto es fácilmente retraíble hasta detrás del glande, excepto en casos de fimosis. En los individuos poco aseados, entre el prepucio y el glande se acumula un material caseoso, con olor a queso rancio, que es el esmegma, formado por células descamativas. En ciertas culturas, por razones religiosas, seudohigiénicas o seudomé- dicas, se practica sistemáticamente la resección del prepucio o circunci- sión. Esta operación no tiene justificación alguna, ya que el prepucio cumple la función natural de proteger el glande de agentes físicos exter- nos, y la preocupación higiénica de eliminar el esmegma se satisface con el empleo generoso de agua y jabón; ni siquiera el tratamiento de la fimosis requiere una resección total, pues basta con una parcial. Según DICKINSON, quien promedió varias mediciones, la longitud media del pene fláccido es de 10 cm, con variaciones entre 6 y 11.5 cm, mientras que, en erección, la longitud promedio es de 15.5 cm, con variaciones entre 12 y 21 cm. En flaccidez, la circunferencia prome- dio es de 8.5 cm, mientras que, en erección, es de 10 cm. CHAKPY des- cribió un pene que, en erección, llegaba a los 35 cm de longitud. Hay que señalar la gran diversidad individual de los órganos sexua- les de ambos sexos, en lo que respecta a la forma, pigmentación y tamaño, lo mismo que a la cantidad y distribución del pelo pubiano. En contra de los mitos populares, no se ha demostrado que exista relación entre el tamaño del pene y la configuración corporal o la raza. Su longitud tampoco se correlaciona positivamente con el vigor copula- torio, y tampoco hay relación directa entre las dimensiones fálicas en flaccidez y en erección, sino que más bien el pene de menor tamaño cuando fláccido, adquiere una longitud relativamente mayor cuando erecto. No obstante, tanto en el hombre como en la mujer, se dan casos en que la persona imagina que existe una relación desfavorable entre la conformación de sus órganos sexuales y los estereotipos creados por la misma persona o por la cultura. A diferencia de la mujer, las zonas erógenas secundarias del hombre son pocas, pues prácticamente se limitan al escroto y el recto. Como dice ZWANG, totus vir in cauda. Con respecto a los receptores sensoriales del pene, en ninguna espe- cie animal se han descrito estructuras histológicas especificas para la captación de los estímulos sexuales. Es posible que algunos de los diver- sos tipos de receptores sensoriales corpusculares identificados hasta el presente, o todos ellos, al igual que las terminaciones nerviosas libres, participen en diversas proporciones en la recepción de tales estímulos. b) El aparato sexual femenino o vulva, que corresponde básica- mente a los llamados órganos genitales externos (véase la nota 1), es independiente, anatómica y funcionalmente, de los aparatos reproduc- tor y urinario. Su órgano primario es el clítoris, situado en la parte superior de la vulva, inmediatamente por debajo del monte de Venus, y dotado de gran erogenicidad, tanto, que no se le conoce otra función diferente de la de producir excitación y orgasmo cuando es estimulado. Por ejemplo, en un grupo de 37 mujeres que pudimos examinar, 92% de ellas presentaban sensibilidad erótica clitorídea, y 84% llegaron al orgasmo por este tipo de estimulación. El clítoris consta de dos peque- ños cuerpos cavernosos que terminan en un glande, y cuya estructura histológica es similar a la de los cuerpos cavernosos del pene; igualmen- te, este órgano está particularmente bien provisto de receptores sensoria- les corpusculares y terminaciones nerviosas libres. Se encuentra envuelto en un capuchón, que cubre parcialmente el glande, y se prolonga hacia abajo formando los dos labios menores o ninfas, que rodean el vestíbulo vaginal. Debido a la especial constitución del clítoris, solo es posible medir con relativa facilidad las dimensiones de su extremidad anterior. Según DICKINSON, en el 75% de los casos los diámetros longitudinal y trans- versal del glánde clitorídeo fluctúan entre 2.5 y 6.5 mm, con un prome- dio 5.4 mm para el longitudinal y 4.4 mm para el transversal. En cuanto al aumento de tamaño que experimenta el clítoris cuando es estimulado, hay que señalar que el nombre apropiado es tumescencia y no erección, la cual es un fenómeno exclusivo del pene. A cada lado de las ninfas se sitúan los dos labios mayores, que son muy prominentes, debido al abundante tejido adiposo que poseen, y los cuales ocultan, parcial o totalmente, los labios menores y el vestíbu- lo vaginal. El orificio vaginal, cerrado parcialmente en las mujeres vírge- nes por el himen, está localizado en la parte inferior de la vulva, y entre este orificio y el clítoris se encuentra el meato urinario. En la mujer también hay producción de esmegma, que se deposita entre el glande del clítoris y el capuchón y en los surcos interlabiales. Por la posición relativamente oculta de los órganos sexuales, y por la natural conformación de ellos, la presencia de esmegma pasa inadvertida para muchas mujeres.
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    mor cl.IvJ DADIUUJ/PC LA =AUALIEJAU HUMANA Las zonas erógenas secundarias femeninas son muchas más que las masculinas, pues, dependiendo de las personas, casi todas las regio- nes corporales externas pueden adquirir propiedades erógenas. Sin em- bargo, además de las zonas vulvares diferentes del clítoris, ya mencionadas, se distinguen particularmente la boca, las mamas, el perineo y el recto. La razón para que la estimulación del recto produzca sensaciones eróti- cas (e incluso orgasmos) similares a las generadas por la estimulación de los órganos sexuales primarios, es el origen común, en las mielómeras S2, S3 y S4, de las inervaciones de ambas regiones. En el grupo de 37 mujeres mencionado anteriormente, 13% de ellas presentaban sensi- bilidad erótica rectal y 5% llegaron al orgasmo por estimulación de este tipo. Las mamas, pechos osenos merecen destacarse, debido al poderoso atractivo que ejercen sobre la generalidad de los hombres de diferentes culturas, incluso muchas ágrafas, en donde la exposición permanente de las mamas es habitual; además, así como el pene es signo y símbolo de masculinidad, los pechos son signos y símbolos de feminidad. No obstante, es en la cultura occidental donde tienen la máxima connota- ción erótica, ya que su ocultamiento normativo es un acicate adicional. Algunas mujeres poseen una evidente sensibilidad erótica mamaria; en el grupo de 37 mujeres, mencionado atrás, encontramos que 110Io de ellas presentaban esta sensibilidad, y 8% llegaron al orgasmo por estimulación de los senos. Los pechos son de diversos tipos, que van de turgentes a péndulos y de hipotróficos a hipertróficos, de acuerdo con las razas, las constitu- ciones y los hábitos individuales. Por ejemplo, en las mujeres mongoloi- des tienden a ser hipotróficos como característica racial, mientras que los de las mujeres de muchos pueblos ágrafos se hacen rápidamente péndulos, indudablemente debido en parte al no uso de sostén, y en parte, posiblemente, a su función alimenticia. En la cultura occidental, la mayoría de los hombres son atraídos por los pechos turgentes e hipertróficos; en otras culturas, los gustos varían. A propósito, las madres que, por razones de diverso orden, prefie- ren alimentar a los hijos con biberón, empleando fórmulas nutricionales apropiadas, no deben angustiarse por las campañas en contra de tal práctica, y sentirse culpables de estar haciendo algo "antinatural" o inadecuado. Como se deduce de lo dicho atrás, ellas no están sino cumpliendo la norma humana de modificar la primitiva función natural de un órgano, adaptándolo a una nueva; precisamente, la hipertrofia permanente de las mamas de la mujer, única entre los mamíferos (si se exceptúan las especies domésticas, modificadas selectivamente para la producción de leche), es prueba de su función no alimenticia (erótica). ANATOMÍA Y ENDOCRINOLOGÍA SEXUALES HUMANAS 49 El himen justifica también un comentario, debido a la exagerada importancia que las sociedades falocráticas le han dado como "sello de garantía" virginal. Es un repliegue mucoso, de muy diversas formas y consistencias, que bordea el orificio vaginal, y que en la mayor parte de los casos permite la introducción de un dedo, sin romperse o causar gran molestia. Un cálculo aproximado, hecho por nosotros con base en los datos de KINSEY, retabulados por GEBHARD y JOHNSON, indica que alrededor del 15% de las mujeres pueden tener hímenes lo suficien- temente amplios o elásticos (hímenes complacientes) para permitir, sin desgarrarse, la penetración del pene. La función biológica de esta estruc- tura, que es un rasgo neoténico presente solo en la hembra humana, no se conoce. DESMOND MORRIS hipotetiza que el himen estaba destina- do a impedir la promiscuidad y favorecer el vínculo de pareja, necesario para la supervivencia de los hijos en las sociedades primigenias. ELAI- NE MORGAN encuentra esta explicación demasiado androcéntrica, y pro- pone otra, ginecocéntrica, según la cual el himen es un remanente de la época de vida acuática (postulada por MORGAN) del antecesor del Homo sapiens, durante la cual serviría para impedir la entrada de agua a la vagina. En cuanto a la vagina como zona u órgano erógeno, uno de los "dogmas" de la sexología moderna —aceptado desde las investigacio- nes de KINSEY, y ratificado por los estudios histológicos de ~az y los fisiológicos de MASTERS y JOHNSON- ha sido que ella tiene poca o ninguna erogenicidad, y que es poco más que un receptáculo para el semen y un canal para el parto; esto a pesar de que algunos autores, entre ellos ZWANG, han defendido la importancia del erotismo vaginal. Además, GRAFENBERG, hace más de 30 años, describió una zona eróge- na en la cara anterior de la vagina, la cual también fue postulada inde- pendientemente por MORGAN, basándose en argumentos filogénicos y etológicos. No obstante, han sido investigaciones muy recientes —efectuadas principalmente por HocH en Israel, PERRY y WHIPPLE en los Estados Unidos y nosotros en Colombia— las que parecen haberle dado el golpe de gracia al "dogma" de la insensibilidad erótica vaginal. Ellas mues- tran que, en la gran mayoría de las mujeres (si no en todas), existen una o varias zonas vaginales, en cualquiera de las caras, pero particular- mente (según lo hallado por nosotros) en la parte superior de la cara anterior y en la inferior de la cara posterior, que al ser estimuladas en forma apropiada, producen excitación sexual a la persona y la llevan al orgasmo. Por ejemplo, en un grupo de 53 mujeres que pudimos examinar, todas presentaban erogenicidad en la vagina y 89% llegaron al orgasmo por estimulación táctil de ella. Por lo tanto, de acuerdo
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    ASPECTOS BASICOS DELA SEXUALIDAD HUMANA con estas investigaciones, habría que clasificar la vagina como órgano erógeno primario. Sin embargo, subsiste el hecho de que numerosos estudios indican que el mero coito vaginal es una manera poco eficaz de producir excitación y orgasmo en muchas mujeres, lo cual parece estar en contradicción con la erogenicidad de la vagina. Esto será discu- tido en el capítulo VI. PERRY y WHIPPLE afirman que la zona erógena situada en la cara anterior de la vagina está bien delimitada y que, al ser estimulada, hace protrusión hacia la luz del órgano y se siente al tacto como "un área bastante firme, de aproximadamente 2 cm por 1.5 cm"; estos autores han dado a dicha zona el nombre de "punto de GRAFENBERG" ("punto G"), y sostienen que el substrato anatómico de él son las glándulas de SKENE (llamadas por ellos "próstata femenina"). Las ca- racterísticas atribuidas por PERRY y WHIPPLE a la zona erógena de la cara anterior de la vaginal no han sido confirmadas por HOCH ni por nosotros, y solo parcialmente por GOLDBERG y colaboradores. Tampo- co hay prueba alguna de que la supuesta estructura anatómica llamada "punto G" por PERRY y WHIPPLE corresponda a las glándulas de SKE- NE normales, y antes de llegar a tal conclusión habría que excluir otras posibilidades, como esfínteres, carúnculas o divertículos uretrales, cis- toceles, uretroceles, quistes de las mismas glándulas de SKENE y, como lo señalan GOLDBERG y colaboradores, sobre todo "irregularidades ines- pecíficas de los tejidos" vaginales. Además, si la zona erógena vaginal correspondiera anatómicamente a las glándulas de SKENE, no se expli- caría la existencia de sensibilidad erótica en la parte superior de la cara anterior y en la cara posterior, encontrada por nosotros. La vagina es una cavidad virtual, puesto que, en estado basal, sus dos caras, anterior y posterior, están adosadas la una a la otra. Está constituida esencialmente por una superficie mucosa que descansa sobre un tejido muscular liso, y está rodeada por una rica red vascular. De acuerdo con MASTERS y JOHNSON, en estado basal mide de 7 a 8 cm de longitud y 2 cm de ancho; cuando la mujer está excitada sexual- mente, estas dimensiones pueden llegar, respectivamente, a 10.5 cm y 6.25 cm (en la parte de máxima expansión, que es la extremidad superior). El substrato histológico de la erogenicidad vaginal no está claro. A diferencia del clítoris, KRANTZ encontró ausencia casi total de recep- tores sensoriales corpusculares y terminaciones nerviosas libres en la vagina, lo cual dio sustento al concepto de que este órgano es insensible. No obstante, BURGOS y ROLG DE VARGAS LINARES hallaron numerosas 2 Que han recibido mucha publicidad en los medios de comunicación masiva es- tadounidenses. ANATOMtA Y ENDOCRINOLOGIA SEXUALES HUMANAS 51 terminaciones nerviosas en la región subepitelial de la lamina propria vaginal, mientras que MINH y colaboradores han descrito en la fascia de HALBAN (situada entre la vejiga y la cara vaginál anterior) una ex- tensa red de terminaciones nerviosas seudocorpusculares, arteriolas y capilares. Además, MINH considera que la fascia de HALBAN es el ho- mólogo embriológico y fisiológico del cuerpo esponjoso peneano, y que ella desempeña un importante papel en la producción del orgasmo coital femenino. Los hallazgos de MINH vienen en apoyo de la existen- cia de una zona erógena en la parte superior de la cara anterior de la vagina. 1.2. Estructuras o centros medulares.—En la medula hay dos cen- tros que intervienen en la producción de los fenómenos reflejos periféri- cos que acompañan a la excitación sexual —como la erección del pene y la lubricación vaginal— y el orgasmo masculino —como la eyaculación—. El principal es el centro sacro, situado en las mielómeras S2-S4, el cual responde a estímulos tanto exteroceptivos como síquicos; puede funcionar autónomamente y permitir la erección y aun la eyacula- ción, al ser estimulado táctilmente el pene, aunque esté aislado de los centros cerebrales, como en el caso de una sección medular. El segundo es el centro toracolumbar, situado en las mielómeras T10-L2, el cual solo responde a estímulos provenientes de los centros cerebrales. Es probable que, en condiciones normales, los dos centros actúen sinérgi- camente. 1.3. Estructuras o centros cerebrales.—Aunque el cerebro es real- mente el principal órgano sexual, puesto que el orgasmo es básicamente un fenómeno síquico (cerebral), los conocimientos actuales únicamente permiten tener una idea imprecisa del papel desempeñado por las estruc- turas cerebrales en el ejercicio de la función erótica. Es, pues, necesario esperar los resultados de las investigaciones que se están llevando a cabo en este campo, para obtener mayor claridad sobre la localización y el funcionamiento de los centros sexuales cerebrales. Por el momento, solo es posible decir que en el hipotálamo y en el sistema límbico hay núcleos o áreas sexualmente dimórficas, sobre las cuales ejercen efectos diferenciales las hormonas sexuales. Además, parece que la región septal del sistema límbico tiene que ver con la producción de las erecciones y con la percepción subjetiva del orgasmo. 1.4. Vías nerviosas.—Se pueden dividir en periféricas y medulares (ascendentes y descendentes). Las primeras transmiten a la medula espi- nal los estímulos generados en las zonas erógenas; las segundas retrans- miten al cerebro los estímulos mediados por las vías periféricas (vías ascendentes), o median los impulsos originados en el cerebro y dirigidos hacia la periferia (vías descendentes). Al hablar de las vías nerviosas
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    nrvis. t l/MIAY CINIAJC,K11,41,JIAJt_11F1 JtAllAl.tb rIUMANAS -73 52 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA periféricas, también deben tenerse en cuenta los tipos de mediadores químicos que actúan en las sinapsis. Anatómicamente, la vía aferente de los estímulos extcroceptivos originados en el pene, clítoris, vulva y parte inferior de la vagina es somática (nervio pudendo), mientras que los originados en la parte superior de la vagina siguen la vía visceral (plexo hipogástrico inferior). Los mediadores químicos de la vía somática no están claros, pero en cuanto a los de la vía visceral, parece que el polipéptido vasoactivo (VIP) desempeña un importante papel. Las vías eferentes median impul- sos somáticos motores (nervio pudendo) y viscerales vasomotores, sim- páticos(plexo mesentérico inferior) o parasimpáticos (plexo hipogástrico inferior, nervio esplácnico pelviano). El mediador químico de la vía somática en la placa mioneural es la acetilcolina, mientras que los me- diadores de la vía visceral identificados hasta el momento son la acetil- colina, la adrenalina y el VIP. 1.S. Caracteres sexuales.—Son los rasgos corporales que diferen- cian al macho de la hembra en las diferentes especies animales. De acuerdo con BOTELLA LLUSIÁ, hay cuatro tipos de caracteres sexuales humanos: a) Primarios. Corresponden a los pares de cromosomas sexuales, XX en la mujer y XY en el hombre. b) Secundarios3. Corresponden a las gónadas, ovarios en la mu- jer y testículos en el hombre. c) Terciarios (véase la nota 3). Corresponden a los órganos genita- les internos y externos. La clasificación de los órganos eróticos y repro- ductores, considerados indiscriminadamente, en genitales internos y externos tiene interés por el diferente origen embrionario de unos y otros. En el hombre, los genitales internos son los epidídimos, los con- ductos deferentes y las vesículas seminales; los externos, el pene, el escroto, la próstata y las glándulas de COWPER. En la mujer, los genita- les internos son las trompas de FALOPIO, el útero y el tercio superior de la vagina; los externos, la vulva, las glándulas de SKENE y de BARTO- LINO, y los dos tercios inferiores de la vagina. d) Cuaternarios4. Son los responsables del dimorfismo sexual es- tructural, y se desarrollan en la pubertad por la acción de las hormonas sexuales respectivas. Los principales en la mujer son: escaso pelo corpo- ral, cabello largo y fino, pelo pubiano en triángulo de base superior, esqueleto débil, hombros estrechos, caderas anchas, pelvis ginecoide, 3 Corresponden a los llamados tradicionalmente "primarios". 4 Corresponden a los llamados tradicionalmente "secundarios". curvas corporales suaves, distribución femenina de la grasa, mamas desarrolladas, voz aguda. Los principales en el hombre son: pelo corpo- ral abundante, especialmente en el rostro, tendencia a la calvicie, pelo pubiano en losange, esqueleto fuerte, hombros anchos, caderas estre- chas, pelvis androide, cuerpo anguloso, grasa de distribución masculina y escasa, mamas atrofiadas, voz grave. La visibilidad relativa de los caracteres sexuales cuaternarios varía con la raza y con el individuo; por ejemplo, son muy evidentes en los caucasoides pero menos en los mongoloides. Además, la persona no presenta todos los caracteres posi- bles de su sexo, sino más bien una mezcla de los de ambos géneros, en la cual predominan los correspondientes al propio. 2. ENDOCRINOLOGIA SEXUAL La siguiente es una descripción somera del papel desempeñado por las hormonas sexuales en la diferenciación sexual del individuo y en el desarrollo y mantenimiento de la función erótica. 2.1. Andrógenos.—Los más importantes son la testosterona y la dihidrotestosterona. La primera es secretada_ principalmente por las células de LEYDIG del testículo, bajo lainfluencia de la hormona lutei- nizante, pero también es producida, en pequeñas cantidades, en los túbulos sepinífews..,,y_en_eLepicliclimo, lo mismo que en la_corteza supra- rrerial-de ambos sexos y en el ovario. La testosterona es transportada en el plasma arda a una globulina específica (testosterone-binding glo- buline, TBG) y a la albúmina y otras proteínas plasmáticas, de tal manera que solo un 2% se encuentra libre. Hasta ahora se había creído que era esta testosterona libre la única que podía entrar a las células y que, entonces, ella era la fracción activa. Parece, sin embargo, que la testosterona unida a la albúmina y posiblemente la TBG también ingresan a las células, por lo cual la testosterona libre pierde importancia como índice de la función androgénica. En el hombre adulto, la concentración plasmática promedio de testosterona, medida en las horas de la mañana, está cercana a los 600 ng/dl (rango, 300-1100). En la mujer, la concentración plasmática promedio es de unos 40 ng/dl. Aunque una pequeña cantidad de dihi- drotestosterona es secretada por el testículo, la mayor parte es sintetiza- da en las células blanco, a partir de la testosterona. Las concentraciones plasmáticas son varias veces menores que las de esta, con promedios de 30 ng/dl (rango, 10-45) en los hombres y 20 ng/dl en las mujeres. En el período embrionario, la testosterona induce directamente la formación de los genitales internos masaitZni)artir de los conduc-
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    J'-t AbYt.11... tfAb1l..0J1.11:, 1.A bt..A.UALlUAL1 HUMANA ANATOMíA Y ENDOCRINOLOGfA SEXUALES HUMANAS 55 tos de WOLFF; en la pubertad, desarrolla y mantiene los caracteres se- --xualIcili.ciarios y cuaternarios masculinos. Por otra parte, la testostero- na es la hormona del deseo sexual en ambos sexos, aunque en la mujer dicha función es menos clara. Estudios en mamíferos inferiores muestran que, en la época fetal o neonatal, la testosterona actúa sobre ciertas zonas diencefálicas pro- duciendo su "masculinización"; en la adultez, activa y facilita el funcio- namiento de dichas zonas, y obra igualmente sobre las neuronas espinales. Investigaciones en estos animales indican que la acción de los andróge- nos sobre el diencéfalo no es directa, sino que previamente son transfor- mados en estrógenos, por aromatización, los cuales serían, entonces, los verdaderos agentes de la "masculinización". Sin embargo, el punto no está dilucidado, puesto que otros experimentos muestran que los andrógenos no aromatizables pueden ejercer efectos masculinizantes sobre el hipotálamo. En lo que respecta a los seres humanos, las investigaciones de MONEY, los HAMPSON y otros científicos indican que la diferenciación sicosexual masculina depende más de las influencias ambientales posna- tales que de las hormonas. No obstante, otros estudios sugieren que los andrógenos prenatales pueden desempeñar un papel importante en la organización de algunos componentes del rol sociosexual masculino, como el mayor gasto energético y el menor interés parental. En el período embrionario, la dihidrotestosterona induce la forma- ción de los genitales externos masculinos. En la pubertad, parece que también es responsable de la aparición de ciertos caracteres sexuales cuaternarios masculinos, como la barba y las entradas frontotemporales del cabello, así como del crecimiento de la próstata y de la aparición del acné. A lo largo de la vida del hombre, la curva de la concentración plasmática de testosterona muestra un perfil característico, con un pri- mer pico alrededor de la duodécima semana de vida embrionaria, un segundo alrededor de los 50 días luego del nacimiento y un notorio ascenso en la pubertad; esta concentración elevada permanece más o menos constante hasta los 50 o 55 años de edad, época en la cual la fracción unida a la globulina comienza a aumentar y la fracción libre a disminuir. La relación entre la concentración de andrógenos en el organismo y la actividad y el deseo sexuales no está clara. Por lo que se sabe de las investigaciones en animales, la expresión de las pautas de conduc- ta sexual masculina dependen más de la sensibilidad de los tejidos sobre los cuales actúan tales hormonas, que de las fluctuaciones de su concen- tración por encima de un umbral de actividad fisiológica; la sensibilidad de los tejidos está, a su vez, determinada por la predisposición genética, la acción de los andrógenos durante la diferenciación prenatal o neona- tal y la interacción del infante con el entorno. Se acepta que el umbral de actividad fisiológica en el hombre adulto es de unos 300 ng/dl de testosterona total; no obstante, las variaciones individuales permiten encontrar individuos que funcionan normalmente con concentraciones menores, mientras que otros, con concentraciones por encima del um- bral, están en déficit. En conclusión, parece que, en el adulto, los andró- genos activan la conducta potencial preexistente, pero no pueden alterar o substituir las diferentes variables orgánicas y ambientales que interac- túan entre sí para establecer los límites mínimo y máximo del funciona- miento sexual básico del individuo. Se han observado ritmos circanuales en las concentraciones plasma- ticas de testosterona en hombres europeos, cuyas crestas (en el otoño) coinciden con un aumento de la actividad sexual, y los valles (en la primavera), con una disminución de dicha actividad. 2.2. Estrógenos.—El principal es el estradiol, secretado por el folí- culo de DE GRAAF del ovario, bajo la influencia de la hormona luteini- zante, aunque también es producido, en pequeñas cantidades, en el testículo y en la corteza suprarrenal de ambos sexos. En la mujer, la concentración plasmática promedio varía según el momento del ciclo menstrual, así: en la fase folicular temprana es de unos 6 ng/dl, en la fase luteínica, de uno 20 ng/dl y en el momento de la ovulación, de unos 45 ng/dl (rango, 30-70); en la menopausia, la concentración promedio es de 1.5 ng/dl. En el hombre, la concentración plasmática pro- medio es de unos 4 ng/dl. A diferencia de los andrógenos, los estrógenos no desempeñan papel conocido en la diferenciación sexual de las hembras de los mamífe- ros (incluyendo al Homo sapiens) durante el período embrionario. En cambio, en la pubertad, son responsables del desarrollo y mantenimien- to de los caracteres sexuales terciarios y cuaternarios femeninos. Es posible, también, que contribuyan a la activación del deseo sexual fe- menino. Como ya se dijo, experimentos en mamíferos inferiores parecen indicar que son los estrógenos las hormonas que "masculinizan" el hipotálamo, o sea, le confieren un carácter tónico a la secreción de gonadotropinas, y que los andrógenos deben convenirse en aquellos antes de actuar. El hecho de que el cerebro de los fetos hembras no sufra el efecto masculinizante de los estrógenos circulantes se explicaría por la presencia en la sangre y en el espacio intercelular cerebral de al fa-fetoproteína, de gran afinidad con el estradiol, con el cual se combi- naría para neutralizarlo; en el caso del macho, esto no sucedería, porque
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    56 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA J. la conversión de testosterona en estradiol es intracelular. No obstante, tal mecanismo no se puede aplicar al ser humano, porque en él solo una mínima proporción de alfa-fetoproteína se liga con los estrógenos. Por otra parte, experimentos en ratas muestran que los estrógenos pue- den actuar en forma diferente sobre el circuito neuronal hipotalámico que controla la secreción de gonadotropinas, de acuerdo con la etapa de la vida del animal; así, en el período prenatal y perinatal, su papel es primariamente trófico, porque modela y organiza el circuito en desa- rrollo, mientras que en la edad adulta, la acción es destructora de las sinapsis. Investigaciones en animales muestran que los andrógenos y estróge- nos pueden facilitar los reflejos sexuales por acción periférica sobre los mecanismos receptores y efectores. La existencia de neuronas espina- les que captan selectivamente dichas hormonas, sugiere que los reflejos sexuales medulares son afectados directamente por ellas. 2.3. Otras hormonas sexuales.—Son la hormona antimuleriana, la progesterona y la prolactina. a) La hormona antimuleriana, de efecto ipsilateral y de naturaleza peptídica, es secretada por las células de SERTOLI del testículo. Su ac- ción es producir la regresión del conducto de MÜLLER ipsilateral, du- rante la diferenciación embrionaria de los genitales internos masculinos. Es posible que tenga que ver también con el descenso del testículo al escroto. b) Las funciones de la progesterona,secretada por el cuerpo amari- llo del ovario, varían según la especie animal. En la mayoría de los casos, su acción es sinérgica con la de los estrógenos, pero en ciertas circunstancias puede funcionar como inhibidora del impulso sexual. A diferencia de los andrógenos y estrógenos, la progesterona parece que actúa sobre el mesencéfalo. Sus concentraciones plasmáticas varían de acuerdo con el momento del ciclo menstrual; el promedio aproxima- do, durante la fase folicular, es de unos 40 ne/c11, y durante la fase luteínica, de unos 1500 ng dl. e) La prolactina es una hormona proteica secretada por células hipofisarias especializadas. Además de la conocida acción galactógena, parece que esta hormona ejerce efectos importantes sobre la función gonadal, a concentraciones plasmáticas normales (menos de 20 ng/dl). El exceso crónico lleva al hipogonadismo en ambos sexos, y tiene parti- cularmente una acción antiandrogénica en el hombre. CAPITULO IV DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA 1. INTRODUCCIÓN Para que el ser humano llegue a la madurez sexual, debe sufrir una compleja serie de transformaciones orgánicas, que comienzan con la formación del cigoto, continúan durante la vida intrauterina y posna- tal, y culminan al advenimiento de la pubertad. Este proceso —llamado diferenciación somatosexual, porque lleva a la organización de la mor- fología y fisiología del adulto de uno de los dos sexos— ha sido estableci- do claramente por los estudios embriológicos modernos. Según estos, en todos los mamíferos el embrión tiende espontáneamente a dar origen a una hembra somática, mientras que para la formación del macho es indispensable que los testículos embrionarios secreten hormonas, las cuales van a inducir la organización de los órganos genitales internos y externos masculinos. En otras palabras, aunque el embrión sea genéti- camente macho, es decir, sus cromosomas sexuales sean XY, si los testículos no se desarrollan, o si lo hacen pero no secretan hormonas, el producto del embarazo será una hembra fenotípica. Un segundo proceso, igualmente complejo, es la diferenciación sicosexual, que lleva al establecimiento de la identidad sexual o sexo sicológico del individuo, y a la adopción de un rol sociosexual masculi- no, femenino o ambiguo, según el caso. Los estudios en mamíferos inferiores muestran que el cerebro es básicamente "femenino", es decir, para que el animal somáticamente macho que nazca se comporte como tal, se requiere que, durante un período de máxima sensibilidad ()perío- do crítico del desarrollo intrauterino o posnatal, los andrógenos actúen sobre ciertas zonas cerebrales para "masculinizarlas". Un tercer proce- so, estrechamente vinculado con la diferenciación sicosexual, pero que no se identifica con ella, es la diferenciación de la orientación sexual. En condiciones típicas, el resultado final de los procesos de diferen- ciación sexual es que, en el individuo adulto, el sexo genotípico, el sexo fenotípico, el sexo sicológico y el sexo social son concordantes, y la orientación sexual es hetero-objetal (heterosexual).
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    58 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA 2. DEFINICIONES Antes de pasar a considerar más detalladamente la diferenciación sexual, es conveniente precisar las definiciones de varios conceptos refe- rentes a ella. 2.1. Sexo.—Este es un vocablo de muy variadas aplicaciones; las siguientes acepciones no pretenden ser exhaustivas. En primer lugar, además de la definición primaria suministrada en el capítulo 1, lato sensu el sexo puede ser: a) el conjunto de individuos machos o hembras; b) el conjunto de rasgos estructurales, funcionales o conductales que constituyen el dimorfismo sexual (estructural, funcional o conductal). En un sentido más específico, se distinguen varias acepciones califi- cadas de sexo, a saber: a) Sexo genotípico, genético o cromosómico, que corresponde a los pares de cromosomas sexuales XY o XX (caracteres sexuales primarios). b) Sexo fenotípico, que se subdivide en: 1) Sexo gonadal, determinado por la presencia de ovarios o testícu- los (caracteres sexuales secundarios). 2) Sexo hormonal, determinado por la secreción predominante de andrógenos o estrógenos. 3) Sexo hipotálamico, determinado por el tipo, cíclico (femenino) o continuo (masculino), de secreción de hormona liberadora de hormo- na luteinizante. 4) Sexo genital interno, determinado por la presencia de órganos genitales internos masculinos o femeninos (corresponde parcialmente a los caracteres sexuales terciarios). 5) Sexo genital externo, determinado por la presencia de órganos genitales externos masculinos o femeninos (corresponde parcialmente a los caracteres sexuales terciarios). 6) Sexo morfológico externo, que corresponde al aspecto corporal externo, y que está determinado por la presencia de genitales externos y caracteres sexuales cuaternarios masculinos o femeninos. c) Sexo sicológico, identidad sexual o identidad genérica, que es el convencimiento íntimo de ser hombre o mujer que tiene el individuo, o la identificación subjetiva con una u otra de estas condiciones, o con ambas, en proporciones variables. Cuando coincide con el sexo social, es la vivencia de él. d) Sexo social, rol sociosexual, rol genérico o masculinidad o feme- nidad, que es el conjunto de rasgos conductales que indican a sí mismo o a los demás la pertenencia del individuo al sexo masculino o femenino, o la ambivalencia, en proporciones variables, con respecto al sexo. Cuando coincide con el sexo sicológico, es la manifestación de él. e) Sexo de asignación y crianza, determinado usualmente por el sexo genital externo, y que es atribuido al nacer. Sexo legal, que es el atribuido al individuo en sus documentos de identificación, y que es determinado generalmente por el sexo de asignación y crianza. 2.2. Género.—Este vocablo ha sido tomado de la terminología gramatical con el significado que tiene en ella, pero aplicado a los seres humanos. Es, entonces, sinónimo de sexo, y de él se deriva el adjetivo genérico. 2.3. Orientación sexual.—Es la dirección que sigue el deseo sexual del sujeto en la búsqueda del objeto, o la excitabilidad sexual del sujeto en relación con un objeto sexual determinado; puede manifestarse exclu- sivamente, o sea, hacia un solo tipo de objeto, o hacia varios, en propor- ciones variables. La más típica orientación sexual es la heterosexual, que es seguida en incidencia por la homosexual. 2.4. Heterosexualidad.—Orientación sexual hacia individuos del otro género, o excitación sexual con ellos. Práctica de actividades sexua- les con individuos del otro género. 2.5. Homosexualidad.—Orientación sexual hacia individuos del mis- mo género, o excitación sexual con ellos. Práctica de actividades sexua- les con individuos del mismo género. 2.6. Bisexualidad.—Coexistencia en el individuo, en proporciones variables, de las orientaciones heterosexual y homosexual, o excitación sexual con personas de uno y otro género. Práctica de actividades hetero y homosexuales. • - (7.- 3. PAPEL DE LOS GENES 13 DIRECTOR Las funciones genéticas del cro cima X parecen ser más comple- jas que las del Y. Se reuiere la pre Cia del par. XX para que las células germinales primigenias del ovarió'se–transformen en oocitos. Uno de los cromosomas X de todas las células corporales, con excepción de las germinales, se inactiva al azar en una etapa temprana del desarro- llo embrionario; por lo tanto, en términos generales, solo es funcional el mensaje genético de un cromosoma X (hipótesis de LYON). Recientes investigaciones indican que la organogénesis testicular embrionaria, a partir de la gónada indiferente, es inducida por una
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    rsua Lo. I1.11, L,11 J1iA V AL.IVAL ri u winvors. Y1 / - proteína de la membrana plasmática celular, el antigeñó H-Y, cuya síntesis es determinada por un gen (o grupo de genes) situado en el cromosoma Y, en cooperación con otros genes localizados ora en el cro- mosoma X, ora en un autosoma, ora en este y aquel. Por consiguiente, en ciertas circunstancias, el antígeno H-Y es expresado en ausencia del cromosoma Y y se pueden producir machos XO y XX. Se sabe, también, que en el cromosoma X del macho hay un gen que induce la síntesis de la proteína citoplasmática receptora de la dihi- drotestosterona, y en cuya ausencia esta no puede actuar en la diferen- ciación de los órganos genitales externos masculinos. 4. DIFERENCIACIÓN SOMATOSEXUAL. La diferenciación sexual humana, sobre todo la somática, ha sido comparada con una carrera de relevos, mediante la cual el cumplimiento del programa genético' va siendo responsabilidad de diversos agentes biológicos. Dicha "carrera" comienza con la acción de los cromosomas sexuales: la presencia de dos cromosomas X en el cigoto determina la diferenciación somatosexual de la hembra, pero solo anuncia su dife- renciación sicosexual; en cambio la existencia de un cromosoma X y otro Y anuncia, pero no determina, la diferenciación somato o sicose- xual masculina. El testículo comienza a diferenciarse en la sexta semana de vida intrauterina, a partir de la gónada indiferente, siempre y cuando el mensaje genético transmitido por el antígeno H-Y sea expresable. Las células germinales primitivas, que proliferan en toda la gónada, empie- zan a transformarse en túbulos seminíferos primitivos, proceso que se completa alrededor de la octava o novena semanas. El ovario comien- za a diferenciarse mucho más tarde que el testículo, o sea, alrededor de la duodécima semana de desarrollo embrionario, y el proceso termina entre la vigésima y la vigésima cuarta semanas. Aunque la gónada indi- ferente tiende espontáneamente a transformarse en ovario, ello solo ocurre a cabalidad si los dos cromosomas X de las células germinales están activos; la acción previa del mensaje genético transmitido por el antígeno H-Y impide que haya una transformación ulterior en ovario. Según JOST, no parece que en momento alguno del desarrollo embrio- nario se establezca una diferenciación histológica entre corteza (que originaría el ovario) y medula (que originaría el testículo) en la gónada indiferente. 1 El concepto de programa genético es similar al de teleonomía, propuesto por JACQUES MONOD, y no debe confundirse con el de teleología. DIFERENCIACIÓN SEXUAL HUMANA 61 Se ha aceptado que la diferenciación somatosexual femenina se efectúa en forma espontánea, es decir, sin intervención hormonal; no obstante, el hecho de que haya secreción embrionaria de estradiol inme- diatamente antes de que comience la diferenciación histológica del ova- rio, sugiere la posibilidad de que ella sea mediada, al menos parcialmente, por el estradiol. Cuando el embrión tiene testículos funcionales, son sus secreciones las que toman la dirección del proceso de diferenciación. Estimulados por la gonadotropina coriónica, producen dos tipos de substancias: los andrógenos (principalmente testosterona) y la hormona antimuleriana. La testosterona, al actuar sobre los conductos de WOLFF, determina su transformación en órganos genitales internos masculinos. La dihidrotestosterona, producida a partir de la testosterona, determina la formación de órganos genitales externos masculinos, al actuar sobre el anlaje correspondiente. La hormona antimuleriana, secretada por cada testículo, produce la atrofia del conducto de MüLLER ipsilateral. Los datos anteriores, comprobados abundantemente en los mamíferos infrahumanos mediante investigaciones iniciadas por Jos-r, han sido confirmados en embriones humanos. El papel de los andrógenos en la diferenciación somatosexual de los mamíferos y la aparente inactividad de los estrógenos son demostra- dos por lo que sucede en embriones castrados de uno u otro sexo, los cuales desarrollan órganos genitales internos y externos femeninos. El posible efecto diferenciador de los estrógenos de la hembra embaraza- da queda excluido (al menos en lo que respecta a los genitales internos) por estudios in vitro, que muestran la persistencia de los conductos de MÜLLER y su transformación, y la involución de los de WOLFF, en embriones de uno u otro sexo. Sin embargo, no hay que descartar un efecto parcial de las hormonas ováricas sobre el desarrollo de los genitales femeninos en las últimas etapas de la vida intrauterina. Luego de haber cumplido las funciones pre y posnatales inmedia- tas, las células de LEYDIG involucionan, se transforman en células me- senquimatosas y permanecen en este estado hasta el comienzo de la pubertad, cuando son reactivadas definitivamente por la hormona lutei- nizante, para que produzcan los andrógenos necesarios para el desarro- llo y mantenimiento de los caracteres sexuales terciarios y cuaternarios, y la libido. 5. DIFERENCIACIÓN SICOSEXUAL Y DE LA ORIENTACIÓN SEXUAL 5.1. Diferenciación sicosexual.—A pesar de que la aceptación del proceso de diferenciación somatosexual, resumido arriba, es práctica- mente unánime, existen discrepancias entre los científicos sobre la im-
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    62 • ASPECTOSBÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA DIFERENCIACION SEXUAL HUMANA 03 portancia relativa de los factores biológicos y ambientales en la diferen- ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual (diferenciación de la identidad y el rol genéricos2). De acuerdo con la teoría original de MONEY y los HAMPSON —basada en seguimientos clínicos de hermafro- ditas de sexo de asignación y crianza discordante de los sexos genético y gonadal—, el individuo nace en un estado de "neutralidad sicose- xual", y es el dimorfismo genital externo lo que determina, no solo la reacción de los adultos ante el recién nacido, o sea, el sexo de asigna- ción y crianza, sino también la imagen corporal que el niño (o niña) se asigna a sí mismo en relación con las personas del mismo sexo (identi- ficación) o del otro (complementación); el resultado es el establecimien- to del sexo sicológico y del rol sociosexual infantiles a más tardar a los tres años de edad. En la adolescencia, el erotismo y la morfología pubescentes refuerzan la identidad y el rol genéricos infantiles, los cuales se transforman en identidad y rol genéricos adultos. De acuerdo con este esquema, la diferenciación del sexo sicológico y del rol sociosexual del ser humano depende fundamentalmente del efecto del entorno fami- liar y social durante el período de máxima sensibilidad o período crítico posnatal —entre los dos y tres años de edad, aproximadamente. Por su parte, MILTON DIAMOND se ha opuesto a la hipótesis de MONEY y los HAMPSON, negando la existencia de una neutralidad sico- sexual al nacimiento, y sosteniendo que el ser humano sigue la regla aplicada a los mamíferos en general. Según él, es entonces la acción de los andrógenos sobre el cerebro fetal lo que predetermina la diferen- ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual masculinos, mientras que los efectos del entorno son secundarios. De otro lado, según algunos investigadores, la acción hormonal puede ocurrir también posnatalmen- te, alrededor de los tres meses de edad, cuando se presenta el máximo aumento de la concentración de testosterona plasmática del niño (apro- ximadamente 200 ng/dl, de acuerdo con FOREST y colaboradores). La teoría de DIAMOND ha sido aparentemente reforzada por el estudio de IMPERATO-MCGINLEY y colaboradores, en la República Dominicana, quienes hallaron que hermafroditas de gónadas masculinas criados co- mo niñas adoptan la identidad sexual masculina al llegar a la pubertad, siempre y cuando en tal momento haya una secreción normal de testoste- rona. Sin embargo, este estudio ha sido criticado porque no ofrece pruebas concluyentes de que los sujetos afectados sean realmente asig- nados al sexo femenino desde la infancia, y criados sin ninguna ambi- güedad con respecto a la identidad genérica. De hecho, dichos sujetos son llamados "güevedoces", lo cual entraña, primero, que las demás 2 Terminología propuesta y utilizada por MoNEY — gender-identity/role (G-I/R) differentiation. personas no los consideran indubitablemente de sexo femenino; segun- do, que los sujetos no pueden consolidar la identidad y el rol genéricos femeninos, porque el apelativo los hace conscientes de su estado indeter- minado y atípico. Lo más razonable es que tanto la hipótesis de MONEY como la de DIAMOND tienen su parte de verdad, y que pueden ser unificadas. Por ejemplo, el primero ha abandonado su opinión de la "neutralidad sicosexual" al nacimiento, y en la actualidad hace énfasis en la interac- ción de las hormonas pre y posnatales con el entorno social. De otro lado, la tesis de la primacía de los factores ambientales posnatales sobre las hormonas prenatales y posnatales concuerda con la tendencia evolu- tiva general, según la cual el control endocrino de ciertos fenómenos animales —que es máximo en los niveles más bajos de la escala biológica— va siendo menor a medida que la corteza cerebral se desarrolla. Al respecto, investigaciones en primates infrahumanos y en el hombre mis- mo indican que las hormonas sexuales no tienen los mismos efectos sobre el sistema nervioso central observados en los mamíferos inferio- res. Por lo tanto, es probable que, en la mayoría de los casos, la diferen- ciación del sexo sicológico y del rol sociosexual humanos dependa primordialmente del efecto del entorno familiar y social durante el pe- ríodo crítico, y en segundo lugar, de las hormonas masculinas fetales o neonatales, las cuales, en ciertas circunstancias, podrían desempeñar un papel predominante. 5.2. Diferenciación de la orientación sexual.—En el momento ac- tual, no se conocen a ciencia cierta los mecanismos que dan origen a las orientaciones heterosexual (la más típica) y homosexual. Solo existen hipótesis, que establecen estrechas relaciones entre esta diferen- ciación y la de la identidad y el rol genéricos. En primer lugar, hay que tener en cuenta los fundamentos biológicos generales de la orienta- ción sexual. Como lo señala BEACH, el sistema nervioso central está genéticamente programado para funcionar bisexualmente; es decir, el individuo puede presentar excitabilidad y estimulabilidad horno y hete- rotípicas a los estímulos sexuales. En cuanto al papel de las hormonas sexuales, los estudios efectuados hasta el presente muestran que las concentraciones de andrógenos y estrógenos en la adultez no están en relación de causa a efecto con una determinada orientación sexual. Basándose en investigaciones efectuadas en roedores, GÜNTER DOR- NER sostiene que las hormonas sexuales, al actuar durante el período crítico neonatal, desempeñan un papel fundamental en la organización de la conducta sexual del animal adulto. Según este autor, la deficiencia de andrógenos en un macho fenotípico, durante dicho período, da origen a un cerebro predominantemente "femenino", el cual puede generar
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    b4 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA una conducta homosexual por activación androgénica en la pubertad; en el caso de la hembra, es un exceso de andrógenos, durante el período crítico, lo que puede llevarla comportarse homosexualmente en la adul- tez. DÓRNER ha aplicado estos resultados al ser humano, y en defensa de su hipótesis se apoya en el efecto de retroacción positiva sobre la secreción de hormona luteinizante, inducido típicamente en la mujer por la administración intravenosa de estrógenos, el cual fue observado en la mayoría de un grupo de homosexuales estudiados por él; tal efecto sería compatible con una feminización hipotalámica de los sujetos expe- rimentales. Aunque un estudio de KULIN y REITER muestra que este fenómeno no es exclusivo de la mujer, sino que también se puede presen- tar en los hombres heterosexuales (como lo observó el mismo DÓRNER en una minoría de sus sujetos controles), un reciente trabajo de GLA- DUE y colaboradores indica que la magnitud del efecto de retroacción positiva estrogénica en individuos de orientación homosexual es inter- media con respecto a la magnitud de él en mujeres y hombres heterose- xuales, lo cual tiende a respaldar la hipótesis de DÓRNER. Sin embargo, esto es refutado por la investigación de GOOREN, todavía más reciente, que muestra que el efecto de retroacción positiva estrogénica en indivi- duos de sexo masculino biológico no se relaciona con la orientación sexual, sino que depende de la calidad de la esteroidogénesis testicular. Por otra parte, hay que tener presente que, para entender el origen de la orientación sexual típica o atípica, no basta contar con los factores puramente hormonales, olvidando el importante y aun decisivo papel que desempeñan el aprendizaje y la experiencia en el caso del ser huma- no. Además, una cosa es la inversión de la conducta sexual, que se observa frecuentemente en los animales inferiores, y otra la orientación sexual del Homo sapiens. Por lo tanto, lo que propone DORNER y otros deterministas hormonales podría ser cierto, pero quedaría por demos- trar la relación existente entre las modificaciones cerebrales inducidas por las hormonas y la orientación sexual conscientemente percibida y deseada, que es típica del hombre. No obstante —tal como puede suceder con respecto a la diferenciación de la identidad y el rol genéricos—, puede ocurrir también que, en ciertos casos, los factores hormonales predominen en la diferenciación de la orientación homosexual. CAPÍTULO V LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 1. INTRODUCCIÓN La función sexual humana (función erótica), ya definida, es el núcleo de la sexualidad humana; la figura 3 es un esquema que sirve de base para su descripción. Las líneas continuas indican la secuencia principal de los fenómenos que suceden durante su ejercicio; las líneas discontinuas muestran la secuencia de los fenómenos secundarios o alternativos y los circuitos de retroacción (feedback) positiva, que son de gran importancia. La función sexual humana es ejercida fundamentalmente de dos modos: el erótico o primario y el reproductor o secundario, en dos planos internos u orgánicos: el mental, síquico o central y el corporal, somático o periférico, cuyos elementos generan comportamientos, o sea, manifestaciones en un plano externo o comportarnental. Todos estos elementos están general, aunque no forzosamente, concatenados en una secuencia de varias fases, las cuales, en el ejercicio del modo erótico —que es el pertinente aquí—, son básicamente cinco: apetitiva, relacional, estimulatoria, excitatoria y orgásmica. Cuando el individuo opta por ejercer la función sexual de modo reproductor, hay que agregar una sexta fase, reproductora. Al tratar de los fenómenos síquicos de la función sexual, no debe olvidarse su substrato orgánico, por lo cual el nombre que más les conviene es el de fenómenos sicofisiológicos. No hay que dejarse, pues, confundir por la noción dualista tradicional de soma (cuerpo) y sigue (alma), respaldada por la aplicación selectiva del término "fisiológico" a los procesos somáticos, y de los términos "síquico" o "sicológico" a los mentales. Sucede que tanto los unos como los otros son componentes de la fisiología total del individuo. La aparente diferencia entre ellos radica en que, en el caso de los fenómenos "síquicos", los procesos fisiológicos cerebrales subyacentes no pueden ser observados objeti- vamente en el momento actual, debido a insuficiencias tecnológicas, y hay que limitarse a percibirlos y describirlos subjetivamente. Pero no hay duda de que sus causas próximas (su substrato neurofisiológico) son tan "materiales" como las de los procesos "somáticos", y tarde
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    o o •• • • • •/ 4 -J o :8 O C) 7.1"V 2 E E 15 • xo ooo x73O o g 1 2 .12, o o O c .9 u° Interacción r-- Excitaciohsexual Estimuloción siCOsexual a o u Estimulatoria o c o o o Cr o *t. a. L+ • Apetitosexual U) o to.ajuso o w!nb,is oo!ipap#d o 0311OWOS jO4UOWDIJOdlL303 O ouJa/x3 -o O 2 o Ev,in o g, • • vv 1■JZ 1:1:12)1LlE, 11r. LA J.t.21UALIDAll HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 67 o temprano serán reveladas por las investigaciones neurofisiológicas y neuroquímicas. No obstante, sigue siendo metodológicamente útil distinguir los dos planos, somático y síquico, de la actividad sexual interna. Por otro lado, concedemos mayor importancia a los fenómenos síquicos de la función sexual que a los somáticos, porque estos no son sino manifestaciones, más o menos objetivas, de algunos de los primeros. En los últimos años, ha habido una infortunada tendencia en sexología a tratar de definir, exclusiva o casi exclusivamente, los fenómenos sexuales por sus expresiones periféricas (somatofisiológi- cas), en perjuicio de los aspectos síquicos o centrales; por ejemplo, autores como MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN, en mayor o menor pro- porción, identifican con el orgasmo femenino las contracciones rítmicas de la musculatura pelviana que en muchas ocasiones lo acompañan. Este "reduccionismo periférico" es tan erróneo como decidir sobre la presencia o ausencia de un estado de miedo en una persona por la presencia o ausencia de llanto o relajación esfintérical. Diversos estu- dios indican que dichas contracciones pueden estar ausentes, aunque subjetivamente se perciba la sensación orgásmica; además, otras investi- gaciones muestran que las percepciones subjetivas de la excitación se- xual, sobre todo las femeninas, no se correlacionan siempre con las mediciones instrumentales de la estimulabilidad somática. Aunque la casi completa ausencia de mediciones objetivas de los fenómenos centrales de la función sexual (excitación y orgasmo) han llevado a los investigadores a depender de sus manifestaciones periféri- cas, como ya se dijo, es erróneo substituir —por razones de objetividad— los primeros por las últimas. Lo que se debe hacer es redoblar los esfuerzos para perfeccionar y emplear métodos no invasores que midan directamente los fenómenos centrales, como la electroencefalografía y la tomografía por emisión de positrones, lo mismo que continuar investigando la naturaleza química y los efectos de las substancias cere- brales mediadoras de las sensaciones eróticas. Por consiguiente, en el estado actual de la tecnología, no hay otra alternativa razonable que atenerse a las percepciones subjetivas manifestadas por el sujeto experi- mental, dándoles a las mediciones instrumentales de los fenómenos periféricos correspondientes valor corroborativo únicamente. Se podría argüir que nuestra crítica no es válida, porque nosotros también re- ducimos los fenómenos mentales a procesos neurofisiológicos cerebrales. Lo que sucede es que este reduccionismo "central" es inevitable para quienes, como nosotros, adhieran a la teoría materialista de la mente, que identifica los fenómenos mentales con estados neurofisiológicos cerebrales. De no ser así, habría que atribuirle a la mente cualidades metafísicas.
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    LA FUNCIÓN SEXUALHUMANA b9 68 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA 2. FASE APETITIVA La primera fase de la función erótica es típicamente la apetitiva. Se dice "típicamente", porque aun cuando la estimulación somatose- xual (y en ocasiones la sicosexual) puede desencadenar la secuencia de fenómenos que llevan al orgasmo, en ausencia de un estado apetitivo, lo habitual, al menos en el caso del sexo masculino, es que sea la percep- ción consciente de dicho estado la que mueva a la persona (sujeto) a entrar en la fase relacional, para lograr así la estimulación somatose- xual, que continuará con las demás fases ulteriores de la función sexual hasta la culminación orgásmica. Alternativamente, la persona que expe- rimenta apetito sexual puede omitir la fase relacional, y pasar directa- mente a la autoestimulación somatosexual (masturbación), que la llevará a la excitación y al orgasmo. Aunque, como lo señala LEVINE, el deseo sexual es un fenómeno complejo, que involucra por lo menos tres variables: impulso, motiva- ción y activación, probablemente la segunda es la más típica e importan- te. Por lo tanto, definimos el apetito o deseo sexual, llamado también libido, como la motivación consciente que impulsa al ser humano a ejercer la función sexual de modo erótico. Se trata de un fenómeno exclusivo del plano interno síquico y esencialmente autónomo, pero puede ser influido por elementos de otras fases, sobre todo la relacional y la excitatoria, y por otros factores. A pesar de que el origen del apetito sexual es biológico, él está condicionado a factores sociocultura- les y presenta grandes variaciones individuales y circunstanciales. KA- PLAN y LIEF fueron los primeros autores que llamaron la atención sobre la existencia del deseo como componente discreto de la función sexual; este fue un mejoramiento importante, aunque parcial, del modelo de respuesta sexual de MASTERS y JOHNSON, que solo se refiere a los fenó- menos somatofisiológicos de las fases excitatoria y orgásmica. 2.1. Diferencias genéricas en el apetito sexual.—La experiencia co- mún, creencias interculturales muy diseminadas y la opinión de diversos autores concuerdan en que parecen existir evidentes diferencias genéri- cas en la intensidad y frecuencia del apetito sexual; es decir, habitual- mente los hombres manifiestan deseos eróticos más intensos y frecuentes que las mujeres. A pesar de que otros autores sostienen que no hay tales diferencias, o afirman que si existieran no serian de origen biológi- co, sino debidas a la represión cultural de la sexualidad femenina, los siguientes datos están más a favor de la existencia de diferencias genéri- cas intrínsecas en el apetito sexual, probablemente debidas al dimorfis- mo sexual cerebral y hormonal. Las encuestas sobre conducta sexual comparativa de hombres y mujeres registran diferencias significativas entre los sexos en la inciden- cia y frecuencia de diversas actividades sexuales, las cuales, interpreta- das en la forma más sencilla, reflejan la existencia de diferencias genéricas en el deseo sexual, que no pueden ser explicadas exclusivamente por el condicionamiento cultural erotófobo de la mujer. A los varones solte- ros de deseo sexual promedio les bastaría solo imaginar que estuvieran sujetos a las mismas restricciones sexuales culturales que han afectado a las mujeres, para que comprendieran la extremada dificultad de man- tener una frecuencia de actividad sexual similar a la de ellas. Se podría aceptar, incluso, que las mujeres cuyos deseos sexuales fueran supuesta- mente equiparables a los del hombre típico encontraran obstáculos so- ciales insalvables para efectuar el coito, pero ellos no tendrían por qué impedir que satisficieran tales deseos mediante la masturbación, o, en último término, que la tensión producida por la libido utilizara la válvula de escape de los sueños eróticos con orgasmo, ya que estas actividades pertenecen a la intimidad de la persona y están, por consi- guiente, fuera del alcance de la censura social. Sin embargo, no es esto lo que se deduce de los datos suministrados por las encuestas men- cionadas. Por otra parte, MERCER y KOHN encontraron que los varones universitarios decían sentir apetito sexual más frecuentemente que las uni- versitarias, y un estudio de SCHOFIELD muestra que la principal razón para efectuar el primer coito fue el deseo sexual en el caso de los varones, mientras que ella fue el amor en el caso de las mujeres. Además, estudios más recientes, como el de CARROLL y colaboradores y, parcialmente, el de DENNEY y colaboradores, tienden a sustentar las diferencias en- contradas por SCHOFIELD. Igualmente, parece que, al menos en nuestra cultura, el apetito sexual masculino se diferencia cualitativamente del femenino. Por lo general, el hombre es impulsado a buscar un objeto sexual inespecífico, para obtener de él placer orgásmico, independientemente de considera- ciones románticas. Por el contrario, el deseo sexual de la mujer la motiva a buscar (o aceptar) un objeto sexual específico, con el cual establecer una relación primariamente afectiva y secundariamente se- xual. Estas diferencias, que son sustentadas por las investigaciones de ZELNIK y KANTNER, DENNEY y colaboradores y CARROLL y colaborado- res, hacen que, en sus relaciones con las mujeres, muchos hombres ofrezcan fingidamente afecto para obtener el coito, y que muchas muje- res efectúen el coito como muestra de afecto, o como recompensa por los sentimientos afectivos manifestados (real o fingidamente) por los hombres.
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    V AbYtU IOS BAS1COS DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 71 No hay duda de que el origen filogénico del componente impulsivo del apetito sexual, es el instinto de apareamiento de los animales inferio- res, el cual, en el transcurso de la hominización, dejó de ser instinto y se convirtió en motivación consciente. En muchas (si no en la mayoría) de las especies animales, los machos son polígamos, mientras que las hembras tienden a la monogamia; esto es especialmente notorio en los antropoides. Además, no es necesario adherir a las tesis extremistas de algunos sociobiólogos para reconocer que la poligamia de los machos es biológicamente adaptativa. Por lo tanto, la tendencia promiscua del apetito sexual del hombre también tiene un origen filogénico; como dice BARASH, existe una base biológica potencial para el doble patrón de mo- ralidad sexual. Esto es un argumento adicional a favor de las diferencias genéricas intrínsecas en el deseo sexual. En realidad, la monogamia entre los seres humanos es una decisión consciente individual o una imposición social; aun así, la mayoría de las culturas aceptan o toleran la poliginia del hombre. No obstante, como ya se dijo en el capítulo 1, debe tenerse en cuenta que, para el ser humano, la biología no es el destino, y que, dadas las condiciones socioculturales apropiadas, la mujer puede aprender a disfrutar del erotismo per se; recíprocamente, por diversas razones, los hombres pueden aprender a controlar la tendencia poligama. 2.2. Sicofisiología (neuro fisiología) del apetito sexual.—Ella está por aclarar. En el momento actual, únicamente es posible presumir que el deseo sexual resulta de la activación de uno o más centros cerebra- les, ya por acción de uno o varios estímulos internos del tipo de los mediadores químicos, ya por acción de estímulos externos, ya por com- binación de estos dos tipos de factores. Parece, sin embargo, evidente el efecto de los andrógenos como facilitadores de diversos fenómenos de la función erótica masculina, sobre todo de la libido, aunque dicho efecto es menos claro en la mujer. Al respecto, es interesante especular sobre la relación que pudiera existir entre las concentraciones diferencia- les de andrógenos en hombres y mujeres y las diferencias en la intensidad y frecuencia de sus deseos sexuales, particularmente en vista de que, según algunos autores, las dosis de testosterona necesarias para aumen- tar la libido femenina en casos de disfunción apetitiva, deben ser lo suficientemente altas para producir también efectos colaterales indesea- bles. Por otra parte, es posible que los estrógenos desempeñen algún papel en la génesis y mantenimiento del deseo sexual femenino. 3. FASE RELACIONAL Motivada por el apetito sexual, la persona (sujeto), típicamente un hombre, adopta comportamientos (es decir, actúa en el plano exter- no) que buscan ponerla en relación con una pareja (objeto) sexual com- patible con sus preferencias eróticas, con el propósito de estimularse, excitarse y llegar al orgasmo. Entra, pues, en la fase relacional de la función erótica, cuyo antecesor filogénico es el cortejo de los animales, y el cual —como sucede con muchas otras conductas de origen biológico—, en el estadio humano de la evolución, ha sufrido modificaciones especí- ficas. Por lo tanto, aunque la función del cortejo animal es maximizar las oportunidades de apareamiento adecuado, su contraparte humana presenta diversas modalidades, que van desde la interacción sumaria entre cliente y prostituta hasta las fabulaciones que emplea el hedonista irresponsable para seducir a su presa. Además, en muchos casos el cortejo humano es el preludio socialmente obligatorio del matrimonio. Estrictamente hablando, la fase relacional de la función erótica masculina por lo general solo sirve de enlace entre las fases apetitiva y estimulatoria. Sin embargo, en el caso de la mujer, el condicionamien- to cultural y la menor intensidad de su libido han hecho que el sentimiento amoroso hacia el objeto sexual potencial adquiera en ella importancia capital. Por eso, en la mujer, la secuencia de la función erótica se inicia más bien con la fase relacional, durante la cual se desarrolla la emoción amorosa que, a la vez que refuerza o despierta su apetito sexual, le facilita sicológicamente el paso a la fase estimulatoria y su continuación secuencia]. 4. FASE ESTIMULATORIA La tercera fase de la función erótica es la estimulatoria. La estimu- lación sexual se puede definir como la acción de un fenómeno energético interno o externo (estímulo sexual) que, al ser percibido síquica (en el plano central) o somáticamente (en el plano periférico) por el sujeto, es susceptible de inducir en él una sensación placentera específica (exci- tación sexual), o una reacción somatofisiológica también específica (res- puesta sexual), típicamente en los órganos sexuales. Siguiendo la vía principal de la secuencia de la función erótica (figura 1), en la fase estimulatoria hay dos etapas: la interacción corporal del sujeto con el objeto sexual y la estimulación somatosexual propiamente dicha. 4.1. Interacción corporal del sujeto con el objeto sexual.—Sucede en el plano externo, es la continuación directa de los comportamientos de la fase relacional y consiste en las actividades somatosexuales, o sea, los actos corporales efectuados mutuamente por el sujeto y el obje- to, por uno sobre otro o por el sujeto sobre sí mismo, con el propósito de producir estimulación sexual y, generalmente, orgasmo. Ellas son básicamente cuatro: las actividades heterosexuales, las actividades ho-
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    72 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA mosexuales, la masturbación y las actividades sexuales con animales. En los dos primeros casos, los participantes pueden ser simultánea o alternadamente sujetos u objetos sexuales. La actividad masturbatoria constituye una situación especial, puesto que, habitualmente, a ella se llega sin pasar por la fase relacional; es decir, el sujeto es su mismo objeto sexual. Con el fin de no romper la continuidad descriptiva de las fases de la función erótica, las anteriores actividades serán estudiadas más detalladamente en el capítulo vi. Los actos de la primera etapa de la fase estimulatoria —que DRA- GUNSKY, siguiendo un modelo piagetiano, llama acertadamente "praxias sexuales"— tienen una base instintiva, pero es bien sabido que cuanto más evolucionado sea el animal, más dependerá su comportamiento del aprendizaje y la experiencia, y menos del instinto. Los primates son, entonces, los animales en los cuales es más evidente la necesidad del aprendizaje de las praxias sexuales. Los clásicos estudios de HARLOW muestran que la libre interacción física en la infancia, en forma de juegos sexuales de tanteo, es esencial para que, cuando adultos, los primates infrahumanos sean capaces de ejecutar los actos consumato- ríos del coito. Por lo tanto —como lo cree MONEY-, es probable que, en los humanos, los juegos sexuales infantiles sean necesarios para el ulterior ejercicio adecuado de la función erótica, en la primera etapa de la fase estimulatoria. Igual cosa puede suceder con respecto a la segunda etapa, si —como lo señalan algunos autores— los cambios fisiológicos en las zonas u órganos erógenos, resultantes de la estimula- ción, les confieren una sensibilidad específicamente erótica y tienen un efecto de retroacción positiva. 4.2. Estimulación somatosexual propiamente dicha.—Sucede en el plano somático y consiste en la aplicación efectiva de estímulostáctiles —principalmente exteroceptivos, pero también intero o proprioceptivos- a las zonas u órganos erógenos del sujeto, los cuales poseen receptores apropiados. Como lo evidencian la masturbación y las actividades ho- mosexuales y zoofílicas, la fuente del estímulo táctil es indiferente, siempre que este se aplique a la zona erógena y no sea inhibido consciente o inconscientemente por el sujeto. Según algunos autores, es posible que la estimulación o contracción de los músculos elevadores del ano dé origen a sensaciones eróticas proprioceptivas que contribuyan a producir excitación sexual, sobre todo en la mujer. 4.3. Estimulación o actividad sicosexual.—Es un tercer tipo de actividad en la fase estimulatoria, originada directamente en los centros cerebrales. Los estímulos pueden ser internos, como en el caso de las fantasías y los sueños eróticos, o externos, como la visión de imágenes LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 73 eróticas; estos últimos son mediados por sistemas sensoriales especiales (visión, audición, olfacción). La estimulación sicosexual tiene un eficaz efecto de retroacción positiva sobre el deseo sexual. 4.4. Diferencias genéricas en la estimulación sexual.—Al parecer, en la mujer de nuestra cultura, el principal estímulo productor de la excitación sexual es el táctil exteroceptivo continuo —a diferencia del necesario para la excitación masculina, que puede ser discontinuo—, aplicado a la región clitorídea o a las zonas erógenas vaginales, dentro de una relación afectiva con un hombre particular; los estímulos sicose- xuales, en cambio, son poco eficaces. Por el contrario, tanto los estímu- los táctiles del pene como los sicosexuales (principalmente visuales) son muy eficaces para excitar al varón. En el momento actual, no es posible establecer la relativa importancia de los factores biológicos y culturales en la creación de estas diferencias. 5. FASE EXCITATORIA La cuarta fase de la función erótica es la excitatoria, que presenta fenómenos tanto en el plano síquico como en el somático. Definimos la excitación sexual propiamente dicha (plano síquico) como la percep- ción subjetiva del continuo de sensaciones placenteras inducidas por la estimulación sexual. Como ya se dijo, es equivocado identificar los fenómenos síquicos excitatorios con sus manifestaciones periféricas, que además son contingentes. Por ejemplo, en muchos casos de disfun- ción erectiva, el hombre está excitado sexualmente, a pesar de la ausen- cia de la manifestación somática (erección). Por el contrario, las manifestaciones periféricas pueden estar presentes, en ausencia del esta- do síquico de excitación sexual; tal sucede durante las erecciones espon- táneas, sobre todo nocturnas, que tienen los hombres, sin que subjetivamente se sientan en estado de excitación sexual. Asimismo, en los animales espinales y en las personas con lesiones medulares pue- den presentarse reacciones somáticas a la estimulación sexual táctil, sin que haya activación central alguna, debido a la interrupción de la comunicación entre la medula y el cerebro; en otras palabras, hay una respuesta periférica puramente refleja a la estimulación. Es posible que este reflejo espinal sea facilitado por los andrógenos y estrógenos. Cualquier tipo de estímulo (síquico o somático), siempre que sea adecuado, puede hacer entrar al sujeto en la fase excitatoria. Sin embar- go, son los estímulos táctiles los que usualmente permiten a la persona excitarse hasta el orgasmo; la intensidad y la duración de estos estímulos eficaces varían individualmente.
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    74 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA Hay dos conceptos atinentes a esta fase que deben distinguirse: la excitabilidad sexual y la estimulabilidad sexual. La primera es la capacidad del sujeto para excitarse sexualmente; la segunda es la capaci- dad del sujeto para reaccionar somatofisiológicamente a la estimulación sico o somatosexual. La excitabilidad es, entonces, inherente al plano síquico de la fase excitatoria, mientras que la estimulabilidad (que algu- nos llaman potencia) lo es al plano somático. Los estudios experimenta- les indican que, tanto en los hombres como en las mujeres, hay una gran variabilidad individual en la excitabilidad y en la estimulabilidad, las cuales muchas veces no están correlacionadas, o sea, fluctúan inde- pendientemente, sobre todo en las mujeres. 5.1. Diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos sico- sexuales.—KINSEY, basado en los resultados de su investigación, consi- dera que la excitabilidad de los hombres con la pornografía y otros estímulos sicosexuales es intrínsecamente mayor que la de las mujeres2. Estudios efectuados por nosotros muestran que significativamente más estudiantes varones que mujeres dicen sentirse excitados sexualmente por los estímulos eróticos visuales, lo cual está a favor del concepto de KINSEY. Se ha encontrado, también, que mientras la gran mayoría de los varones reaccionan con excitación ante la pornografía homosexual femenina, la generalidad de las mujeres son insensibles a la pornografía homosexual masculina. Por otra parte, como en las relaciones sexuales el afecto es mucho más importante para la mujer que para el hombre, es probable que muchas más mujeres que hombres se exciten sexualmen- te con estímulos síquicos de tipo "romántico", los cuales, según STO- LLER, bien pueden ser la "pornografía" de la mujer. Aunque estudios experimentales realizados en años recientes parecen infirmar los datos de KINSEY, y sugieren que ellos tienen causas distintas de una diferencia genérica específica, tales estudios no descartan inequí- vocamente la existencia de una menor excitabilidad intrínseca femenina con los estímulos sicosexuales, y sus resultados podrían ser más bien debidos a una magnificación de dicha excitabilidad, producida por el aprendizaje y la experiencia. Este punto de vista es reforzado por algunas investigaciones, que indican que la excitabilidad de las mujeres con los estímulos eróticos visuales está en relación directa con la experiencia sexual de ellas. Además, un estudio de WOLCHIK y colaboradores sugie- re que las muestras de mujeres utilizadas como sujetos en los experimen- tos que no revelaron diferencias genéricas en la excitabilidad con los estímulos visuales eran mucho menos representativas que las de hombres. 2 Ya en el siglo XVI, BRANTOME (Les dames galantes) señalaba que las mujeres eran indiferentes a las imágenes eróticas. LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 75 También es pertinente señalar que investigaciones en animales infe- riores indican que la integridad de la corteza cerebral es indispensable para la actividad copulatoria del macho, pero no para la de la hembra, lo cual muestra la existencia de una diferencia genérica de origen biológi- co en el papel que desempeña el sistema nervioso central en la reproduc- ción. En el caso humano, esto puede tener relevancia diferencial genérica en cuanto a las funciones regidas por la corteza cerebral, como lo es la excitación sicosexual. El problema de la existencia o no de diferencias genéricas intrínse- cas en la excitabilidad con los estímulos sicosexuales no ha sido, pues, aclarado en forma definitiva, y probablemente nunca lo sea, porque ello requeriría la exposición de grupos de adolescentes y preadoles- centes de uno y otro género y sexualmente inexpertos a estímulos pornográficos, lo cual es inaceptable e ilegal en nuestra cultura. Sin embargo, los datos que se poseen en la actualidad son compatibles con lo propuesto por KINSEY, por lo tanto, se puede concluir que sí parece existir en la mujer una menor excitabilidad natural con los estí- mulos sicosexuales, excitabilidad que podría aumentar con el aprendiza- je y la experiencia. Esto, y la aparente existencia de un mayor romanticismo en la mujer, cuando se compara con el hombre, sugiere una menor corticalización de la sexualidad femenina, porque lo romántico es esen- cialmente emocional y por consiguiente más antiguo, filogénicamente hablando, que lo pornográfico, cuya elaboración es más compleja, es decir, más cortical. 5.2. Sicofisiología de la excitación sexual.—A diferencia de sus manifestaciones somáticas, que se conocen mejor, la fisiología de los fenómenos síquicos (neurofisiología cerebral) de la fase excitatoria es prácticamente terra incognita. Fuera del evidente papel desempeñado por la corteza sensitiva en la percepción consciente de las sensaciones eróticas, los pocos estudios objetivos que se conocen permiten apenas concluir que, en el diencéfalo y en el sistema límbico, existen núcleos o zonas que captan y retransmiten a otras áreas cerebrales los estímulos sexuales, contribuyendo así a generar la percepción erótica. Las mejores esperanzas de objetivar los fenómenos centrales de la excitación (y el orgasmo) residen en la utilización y el perfeccionamiento de métodos como la electroencefalografía y la tomografía por emisión de positro- nes, y en la identificación de la naturaleza química y los efectos de las substancias cerebrales mediadoras de las sensaciones eróticas. Mien- tras tanto, en el estudio de los fenómenos síquicos sexuales, habrá que seguir dependiendo de las percepciones subjetivas y —con las reser- vas ya mencionadas— de las manifestaciones periféricas respectivas.
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    76 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA La excitación sexual requiere acumularse para producir la descarga orgásmica. Además, ella ejerce un eficaz efecto de retroacción positiva sobre la libido. 5.3. Somatofisiología de la excitación sexual.—Los fenómenos soma- tofisiológicos de la fase excitatoria (y de la fase orgásmica) de la función erótica fueron investigados principalmente por MASTERS y JOHNSON, quie- nes llamaron al conjunto de ellos ciclo de respuesta sexual (con sus fases de excitación, meseta, orgasmo y resolución); no obstante, este modelo suministra una visión incompleta y más bien distorsionada de los fenómenos de la función erótica. Por lo tanto, aunque aquí hablaremos de los princi- pales cambios somáticos producidos por la excitación sexual (y el orgasmo), según fueron estudiados por MASTERS y JOHNSON y otros investigadores, en la descripción no emplearemos el modelo del ciclo de respuesta sexual. Los fenómenos somáticos que ocurren en la persona excitada sexual- mente se manifiestan en diversas estructuras corporales; dos de ellos, la vasodilatación y la hipertonía muscular, son más o menos generalizados, mientras que los demás están limitados a los órganos sexuales u otras zonas corporales. CAMPBELL señala que los órganos sexuales, especial- mente el pene y el clítoris, tienen dos estados de funcionamiento sensorial, que difieren cualitativa y cuantitativamente: el de excitación y el de no excitación. Según este autor, en el estado de excitación la congestión sanguínea modifica la sensibilidad de los órganos sexuales y les permite captar la calidad voluptuosa de las sensaciones producidas por los estímu- los táctiles. a) Reacciones en los órganos sexuales masculinos. En el hombre, la primera y más importante reacción somatofisiológica a un estímulo sexual eficaz es la erección del pene, que se presenta a los pocos segundos de iniciada la estimulación. Es posible que la erección disminuya, desapa- rezca y reaparezca durante la fase de excitación, de acuerdo con variacio- nes individuales y circunstanciales. La excitación sexual convierte el pene fláccido (órgano urinario) en el falo erecto (órgano erótico y reproductor), merced a la congestión sanguínea de sus estructuras eréctiles. En el varón sexualmente maduro y saludable, la excitación es causada por diversos tipos de estímulos, entre los cuales resaltan los táctiles y los visuales. La erección es un fenóme- no reflejo, por lo cual, en condiciones normales, el hombre no puede obtenerla con solo desearla; sin embargo, mediante técnicas de bio- rretroacción (biofeedback), se ha logrado, experimentalmente, el con- trol voluntario de ella3. En la fase de excitación, el pene alcanza 3 Según FRANK HARRIS (My Efe and loves), GuY DE MAUPASSANT podía tener erec- ciones a voluntad. LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 77 su máximo tamaño, mientras que por el meato sale una secreción muco- sa lubricante que proviene de las glándulas de COWPER. Los mecanismos de la erección no están completamente claros. Varios de los siguientes fenómenos, o todos ellos, pueden intervenir en el proceso: a) dilatación arterial activa o pasiva; b) contracción venosa activa o pasiva; c) relajación activa de la musculatura lisa de los cuerpos cavernosos; d) contracción activa de las derivaciones arte- riales que comunican las arterias profundas de los cuerpos cavernosos con el cuerpo esponjoso. Todo esto produce el llenamiento sanguíneo de los espacios cavernosos de los tejidos eréctiles del pene. Para que la erección se mantenga, el flujo sanguíneo arterial debe ser mayor que el venoso. Por otra parte, en la erección hay que distinguir dos fases: la de tumescencia y la de rigidez. Durante la primera, el órgano adquiere el máximo volumen, pero su consistencia continúa siendo blan- da; solo cuando un volumen adicional de sangre trata de ingresar en el pene se viene a producir la rigidez propiamente dicha, debido a la presión que ejerce el exceso de volumen sanguíneo contra las albugíneas de los cuerpos cavernosos. Al cesar los estímulos nerviosos que produ- cen la erección, las venas se relajan pasivamente y ocurre la detumescencia. Hay dos tipos de reflejo erectivo, dependientes de los centros ner- viosos respectivos: el síquico, cuando la activación es central (cerebral), y el medular, cuando ella ocurre a nivel espinal. El más importante centro medular es el sacro, cuyos impulsos eferentes viajan por fibras parasimpáticas; los impulsos eferentes del centro toracolumbar viajan por fibras simpáticas colinérgicas y actúan sinérgicamente con los del sacro. El centro toracolumbar tiene también fibras eferentes simpáticas adrenérgicas, que ejercen un efecto inhibitorio sobre la erección; presu- miblemente, en los casos de disfunción erectiva sicógena, estas fibras son activadas selectivamente. Sin embargo, recientes estudios indican que un tercer mecanismo nervioso, dependiente de fibras vipérgicas, puede desempeñar un papel fundamental en la dilatación arterial y en la relajación de la musculatura lisa de los cuerpos cavernosos. Para producir el reflejo erectivo, el centro sacro recibe ora impulsos síquicos, provenientes de los centros cerebrales, ora somáticos extero- ceptivos, provenientes del pene; ocasionalmente los estímulos pueden ser intero o proprioceptivos. El centro toracolumbar recibe estímulos de los centros cerebrales, pero no responde a los somáticos. El centro sacro puede funcionar autónomamente y reaccionar a la sola estimula- ción somática sexual, en presencia de una interrupción de la comunicación con los centros cerebrales. Existe un fenómeno fisiológico que consiste en episodios erectivos nocturnos, que ocupan entre un 15 y un 20% del periodo total de
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    LA FUNCIÓN SEXUALHUMANA 7978 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA sueño, en la mayoría de los casos coinciden, al menos parcialmente, con la fase de movimientos oculares rápidos del sueño y disminuyen al avanzar la edad. Las comunes erecciones matutinas corresponden al último o penúltimo episodio. Estas erecciones podrían ser manifestacio- nes de descargas neurofisiológicas indiferenciadas, o un mecanismo automático que sirve para estimular las áreas corticales de asociación sicosexual. Ellas no son inherentes al reposo nocturno, pero aparecen rara vez en el estado de vigilia, porque la actividad cerebral consciente ejerce un efecto inhibitorio; por lo tanto, en un hombre que habitual- mente duerma durante el día y trabaje durante la noche, se presentarán durante el sueño diurno. Las erecciones espontáneas se observan tam- bién en los niños, incluso recién nacidos. b) Reacciones en los órganos sexuales femeninos. En la mujer la primera reacción a un estímulo eficaz es la lubricación vaginal, que aparece a los pocos segundos de iniciada la estimulación. Aunque antes se creía que eran las glándulas de BARTOLINO y el cuello uterino los responsables del material mucoso que produce la lubricación, los estu- dios de MASTERS y JOHNSON y de WAGNER y LEVIN muestran que el fenómeno se debe a la formación de un trasudado a lo largo de las paredes vaginales; las glándulas de BARTOLINO solo producen unas po- cas gotas de secreción en un estadio avanzado de la excitación, cuando ya la vagina está lubricada. Además de su obvia función de facilitar mecánicamente el coito, el trasudado, que inicialmente tiene un pH 7.3, sirve también para neutralizar parcialmente el medio ácido (pH 4-5) normal de la vagina, el cual puede llegar a un pH cercano a 6 y hacerse así menos hostil para los espermatozoides eyaculados. Hay variaciones individuales en la cantidad de trasudado producido por la excitación. Otro cambio que ocurre en la vagina durante la fase excitatoria es la dilatación (ballooning) de los dos tercios superiores, aunque esto no se presenta en todas las mujeres. La excitación sexual convierte la vagina —un espacio virtual y relativamente seco— en un receptáculo bien lubricado para el falo. Cuando la excitación ha avanzado al máxi- mo, en muchas mujeres se produce una disminución de la luz del tercio inferior de la vagina, por vasocongestión de sus paredes, lo cual ha sido llamado plataforma orgásmica por MASTERS y JOHNSON. En cuanto a los demás órganos sexuales, el clítoris se pone tumes- cente, por vasodilatación. Los grandes labios de la mujer nulípara se adelgazan y elevan anterolateralmente, mientras que los de la multípara se congestionan y aumentan de tamaño, pero también tienden a separarse de la línea media. Los pequeños labios, tanto en las nulíparas como en las multíparas, se congestionan, aumentan apreciablemente de tama- ño y pueden sobresalir entre los labios mayores más de lo habitual. Cuando la mujer está excitada al máximo, ocurre la retracción del clítoris contra la sínfisis pubiana y es cubierto por el capuchón. Los pequeños labios alcanzan un tamaño doble del basal, y su coloración rosada cambia a rojo claro en las nulíparas o rojo obscuro en las multí- paras; según MASTERS y JOHNSON, esta reacción es señal segura de que la mujer llegará al orgasmo si se continúa la estimulación. La excitación sexual femenina se puede objetivar mediante la medi- ción del aumento de la presión vaginal del pulso, del flujo sanguíneo vaginal y de la temperatura de los labios menores. Análogamente a lo que sucede en el hombre con la erección, se ha observado que en la mujer ocurren episodios nocturnos de aumento de la presión vaginal del pulso y del flujo sanguíneo vaginal, coincidentes con los períodos de movimientos oculares rápidos del sueño. Los mecanismos nerviosos de los fenómenos periféricos de la exci- tación sexual femenina no son conocidos directamente, y solo se pueden hacer suposiciones analógicas deducidas de los mecanismos masculinos correspondientes. c) Reacciones en otros órganos corporales. En la mujer hay un aumento del tamaño de las mamas y telotismo del pezón; esto último también ocurre en el hombre. En los dos sexos, pero mucho más fre- cuentemente en la mujer, se presenta el llamado sarpullido sexual, pare- cido al eritema maculopapular sarampionoso, que comienza en el epigastrio y de ahí se extiende a otras regiones. En los dos sexos hay aumento progresivo de las frecuencias respiratoria y cardíaca, lo mismo que de la presión arterial. Se presentan espasmos musculares, debido a la hipertonía generalizada, localizados sobre todo en el cuello, cara y extremidades (espasmos carpopedales). 6. FASE ORGÁSMICA La fase terminal de la función erótica es la orgásmica. Definimos el orgasmo o clímax sexual, un fenómeno del plano síquico, como la percepción subjetiva de la culminación placentera de la excitación sexual. Como en el caso de la excitación, el orgasmo se manifiesta muchas veces, sobre todo en el hombre, por fenómenos somatofisiológi- cos, los cuales, sin embargo, no deben confundirse con el fenómeno síquico primario, error en que, como ya se dijo, incurren diversos auto- res, entre ellos MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN. Los fenómenos del pla- no somático de la fase orgásmica pueden estar, entonces, total o parcialmente ausentes, o ser simplemente la respuesta refleja a la estimu- lación sexual. Por ejemplo, los niños prepúberes pueden experimentar el orgasmo pero no eyaculan, mientras que algunos hombres adultos
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    80 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 81 se quejan de que no sienten orgasmo, a pesar de eyacular. Además, en las mujeres, las contracciones de los músculos perineales pueden estar ausentes, a pesar de que la sensación orgásmica es percibida por la persona. El orgasmo es probablemente un fenómeno peculiar del ser huma- no, puesto que constituye la motivación consciente para ejercer la fun- ción sexual de modo erótico. Algunos autores dicen que un fenómeno similar ocurre en ciertos animales inferiores, pero sus observaciones pecan de "reduccionismo periférico", porque identifican el orgasmo —que es un fenómeno síquico— con las respuestas somatofisiológicas o comportamentales del animal a la estimulación sexual. Como regla general, el instinto es un mecanismo adaptativo sumamente eficaz, y sería, por lo tanto, impráctico que la naturaleza, en su estrategia repro- ductora. lo substituyera por la motivación placentera, mucho más com- pleja y sujeta a vicisitudes. Por ello, lo más probable es que el modo erótico de la función sexual solo apareció entre los homínidos. Pudo ser que, en esa etapa de la filogenia, la motivación placentera sexual se hizo adaptativa para los machos homínidos antecesores del Homo sapiens, pero posteriormente, en el estadio evolutivo humano, el placer erótico se independizó de su causa última. Sea como fuere, de existir un "orgasmo" en los animales inferiores, él debe ser cualitativamente diferente del humano. Otros autores defienden la tesis —que concuerda con la idea de nuestra cultura de que el matrimonio monogámico es el fundamento "natural" de la familia y la sociedad— según la cual el orgasmo coital humano y la ausencia de período de estro en la mujer son adaptaciones evolutivas, destinadas a crear y cimentar el vínculo de pareja. Sin embar- go, no hay prueba de que este sea inherente a la naturaleza humana. Además, el orgasmo coital no sería una manera eficaz de mantener el vínculo, porque, en el caso del hombre, la habituación al objeto sexual (efecto COOLIDGE) podría afectar negativamente la libido; y en el de la mujer, se sabe que el coito es un método poco apropiado para que ella llegue al clímax sexual. Al respecto, ELKAN opina que la incapacidad de tantas mujeres para lograr el orgasmo coital muestra la persistencia en ellas de un rasgo filogénico propio de las hembras. Por su parte, SYMONS, quien, como ELKAN, cree que el orgasmo es adapta- tivo para el hombre, considera que el femenino es una derivación del masculino, lograda gracias a la bisexualidad potencial de los mamíferos. Por otro lado, no es indispensable concebir el orgasmo con referen- cia a una función adaptativa biológica, así como no es necesario ni posible explicar el empleo de la boca para cantar o tocar trompeta como un mecanismo adaptativo, sino que es más sencillo ver estas nuevas funciones de la boca como gratuitas y conscientemente creadas por el ser humano para su placer. Quienes insisten en considerar el orgasmo como un mecanismo forzosamente adaptativo, tienen que ex- plicar primero de qué manera cantar y tocar piano contribuyen a la supervivencia. Con respecto al contexto sociocultural del orgasmo, parece que, en el caso de la mujer, la mayor o menor facilidad para obtenerlo depende en buena medida de la sociedad a que pertenezca, es decir, del tipo de ética sexual que profese. Diferentes culturas, entre ellas la judeocristiana, han negado a la mujer "decente" el derecho al orgas- mo. En el caso del hombre, por el contrario, la necesidad de eyacular para cumplir la función reproductora, le ha permitido disfrutar del placer erótico, libre de las presiones sicosociales impuestas a la mujer por los tabúes sexuales. Dos conceptos referentes a la fase terminal de la función erótica, que deben tenerse en cuenta, son la orgasmicidad y lalatencia orgásmi- ca. La primera, análoga a la excitabilidad sexual, es la capacidad del sujeto para tener orgasmos; la segunda es el tiempo que transcurre entre el comienzo de la estimulación eficaz y la percepción del orgasmo. 6.1. Diferencias genéricas en la orgasmicidad y la latencia orgásmi- ca.—MASTERS y JOHNSON hallaron que, inmediatamente después del orgasmo, la mayoría de los hombres entran en un período refractario, de duración variable (habitualmente de minutos a horas), durante el cual es imposible excitarse nuevamente y llegar al clímax, por más ade- cuada que sea la estimulación; a pesar de esto, parece que algunos individuos, sobre todo jóvenes, pueden tener varios orgasmos "secos" antes de la eyaculación. Posiblemente, a la existencia del período refrac- tario contribuye no solo la fatiga fisiológica, sino también la habitua- ción al objeto sexual. Por el contrario, en la gran mayoría de las mujeres no existe dicho período, sino que, si son estimuladas apropiadamente, son capaces de excitarse y alcanzar varios orgasmos consecutivos; aun- que diversos autores —entre ellos KINSEY— lo habían descrito previa- mente4, este fenómeno fue demostrado en forma experimental y siste- mática por MASTERS y JOHNSON, y ha sido corroborado por nosotros. Sin embargo, la mayoría de las mujeres no son multiorgásmicas durante el coito, probablemente debido a que su orgasmicidad está limitada por los efectos combinados de la relativamente más corta latencia orgás- mica del varón y su período refractario. 4 Ellos fueron LEWIS, TERMAN y MILES, FORD y BEACH, DICKINSON, RADO, STREET y SHERFEY. HARRIS (My Life and loves) también da testimonio de perpicaz connaisseur, tanto sobre dicha capacidad como sobre el período refractario del hombre.
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    82 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 83 KINSEY estimó que la latencia orgásmica del hombre era de unos 2 minutos, mientras que la de la mujer, empleando el método estimula- torio más eficaz (la masturbación), era de unos 4 minutos. El primer dato fue parcialmente sustentado por LEvirr, al calcular la latencia orgásmica masculina entre 2 y 3 minutos, mientras que el segundo lo fue por nosotros, que estimamos la femenina entre 3 y 4 minutos. Por su parte, LEV1N y WAGNER encontraron en las mujeres una latencia orgásmica masturbatoria mediana de 5.8 minutos. Estas diferencias podrían explicar en parte la existencia de uno de los problemas sexuales masculinos más comunes: la eyaculación u orgasmo prematuro. 6.2. El orgasmo femenino.—La capacidad erótica de la mujer ha sido objeto de múltiples opiniones y especulaciones desde los tiempos más remotos5. Durante la era cristiana ha predominado la tendencia maniquea de los ascetas a condenar a la mujer por su "lujuria" desenfrenada6, o a alabarla por su castidad virginal; es decir, según las épocas y el humor de quienes expresen los juicios, se ha escogido ora del modelo de Eva, ora el de la Virgen María para calificar sexual- mente a la mujer. Este último estuvo de moda en el siglo X1X entre muchos médicos europeos (y en la sociedad en general), sobre todo en Inglaterra; se creía, entonces, que la mujer "decente" era una perso- na naturalmente incapaz de sentir excitación sexual y placer orgásmico. Con la aparición del sicoanálisis se comenzó a aceptar la naturaleza normal del erotismo femenino, pero también se creó el concepto de que en la mujer existen dos tipos de orgasmo: el vaginal, que es el que debe experimentar la mujer adulta y sexualmente madura, y el clitorí- deo, "inmaduro" y propio de la niña. En realidad, FREUD no empleó estos términos, pero ellos están implícitos en su opinión de que la "exci- tabilidad erógena" femenina debe desplazarse del clítoris a la "entrada de la vagina", como requisito esencial para que la mujer "madure" sexualmente. Aunque FREUD no sustentó sus opiniones con datos ana- tómicos o clínico-experimentales, ellas recibieron aceptación general por parte de los sicoanalistas. Los conceptos sicoanalíticos sobre la dicotomía orgásmica clíto- ris/vagina parecieron ser infirmados por KINSEY, al mostrar, mediante la experimentación clínica, la insensibilidad vaginal a los estímulos tácti- 5 El adivino Tiresias de la mitología griega pagó con la vista el haber revelado que la mujer siente diez veces más placer en el acto sexual que el hombre. 6 El Malleus maleficarum, ese monumento a la barbarie y la estupidez humanas, dice que las mujeres copulan hasta con los demonios, con tal de satisfacer su lujuria. Y JEAN DE MEUNG, en el Roman de la rose, escribe, refiriéndose a las mujeres: Toutes estes, serés, ou fütes/De fait ou de volunté putes. les débiles? —contrastante con la gran sensibilidad del clítoris a los mismos estímulos— en la gran mayoría de las mujeres. KINSEY conclu- yó, entonces, que la obtención del orgasmo femenino solo es factible por estimulación clitorídea. Esta conclusión recibió apoyo de los estu- dios histológicos de KRANTZ, que mostraron lo poco provista que esta- ba la vagina de receptores sensoriales corpusculares y terminaciones nerviosas libres, mientras que el clítoris estaba muy bien dotado de ambos tipos de estructuras. Con las investigaciones de MASTERS y JOHNSON, según las cuales el órgano erógeno primario femenino es el clítoris, y su estimulación es la responsable de la producción del orgasmo en la mujer, incluso durante el coito, se consolidó —a mediados de la década de 1970— lo que pudiera llamarse el "canon" sexológico de la insensibilidad eróti- ca vaginal. No obstante, algunos autores no sicoanalíticos (como BEN- TLER y PEELER, FISHER, SINGER y SINGER, ZWANG, y PERRY y WHIPPLE) continuaron defendiendo la existencia de diferentes tipos de orgasmo femenino, mientras que otros (ZWANG, Film) señalaban la implausibili- dad del mecanismo de estimulación clitorídea indirecta durante el coito, propuesto por MASTERS y JOHNSON para explicar los orgasmos coitales. Hay que tener en cuenta que en esta polémica ha habido motivos de confusión, ya que los diferentes autores no han hecho la distinción entre el fenómeno esencialmente síquico del orgasmo y sus componentes periféricos, así como tampoco, al hablar de los últimos, han precisado si se están refiriendo al origen topográfico de los estímulos que desenca- denan el orgasmo, o a la localización de la respuesta motora refleja. Si se consideran los recientes estudios, mencionados atrás, que demuestran la existencia, en la mayoría de las mujeres, de zonas eróge- nas vaginales cuya estimulación apropiada lleva al orgasmo; y si se tiene también presente la diferencia entre el fenómeno sicofisiológico del orgasmo y sus componentes fisiológicos periféricos, que son contin- gentes, la controversia sobre los distintos tipos de orgasmo femenino se aclara completamente. En realidad, no puede haber orgasmo "clitorí- deo" o "vaginal" (o "vulvar" o "uterino"), sino orgasmo cerebral (síquico). Sin embargo, no es incorrecto hablar de orgasmo "clitorídeo" o "vaginal", si se da por entendido que se está haciendo referencia al origen topográfico de los estímulos eróticos que lo producen, así como se puede hablar de dolor "clitorídeo" o "vaginal", a pesar de que el dolor es un fenómeno estrictamente síquico, porque se sobrentien- de que se está haciendo referencia al origen topográfico de la sensación Hoces señala que fue probablemente este método estimulatorio débil el que falseó los resultados.
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    84 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 85 xa dolorosa. En cuanto al componente motor periférico que puede acom- pañar al orgasmo (contracciones de la musculatura perineal), aunque él ciertamente contribuye a su percepción subjetiva, no se debe asimilar al verdadero orgasmo, que es el fenómeno síquico. 6.3. Sicofisiología del orgasmo.--Infortunadamente, en el momento actual no se sabe prácticamente nada acerca de la sicofisiología (neurofi- siología cerebral) del orgasmo, y en tanto se perfeccionan o descubren métodos instrumentales de medición apropiados, habrá que seguir de- pendiendo de las percepciones subjetivas para verificar su existencia, sobre todo en las mujeres. No obstante, se ha tratado de registrar elec- troencefalográficamente la actividad cerebral durante el orgasmo. MO- SOVICH y TALLAFERRO, y SARREL y colaboradores, utilizando electrodos superficiales, observaron ondas lentas de alto voltaje, mientras que COHEN y colaboradores encontraron que la amplitud de las ondas era mayor en el hemisferio derecho que en el izquierdo. Por su parte, HEATH solo registró artefactos en las mismas circunstancias, aunque sí notó cambios similares a los de otros investigadores empleando electrodos implantados en la región septal del sistema límbico. Siguiendo la secuencia de la función sexual humana (figura 1), en los casos típicos, el orgasmo es el resultado de la excitación acumula- da producida por los estímulos táctiles aplicados en la zona erógena primaria del sujeto. Pero también la excitación resultante de la estimula- ción sicosexual, durante los sueños eróticos, puede llevar con relativa facilidad al orgasmo, particularmente en el hombre. Aunque la intensidad y la duración del orgasmo probablemente presentan amplias variaciones individuales, en el momento actual no es factible establecer tales diferencias, como tampoco las genéricas que existan al respecto. Al tratar de los fenómenos síquicos de la fase orgásmica, hay que mencionar la satisfacción subjetiva que siente la persona cuando ejerce la función erótica, y que no depende necesariamente de que llegue al clímax. Hay datos que sustentan la presunción común de que la satisfac- ción se correlaciona directamente más con la obtención del orgasmo en el hombre que en la mujer; en otras palabras, en esta, la calidad de la relación interpersonal, antes y después del acto sexual y durante él, puede influir mucho más en su satisfacción que el logro del orgasmo per se. 6.4. Somato fisiología del orgasmo.—Las manifestaciones somato- fisiológicas del orgasmo se conocen mejor que el fenómeno síquico fundamental. Pueden presentarse en los órganos sexuales o en otros órganos corporales. a) Reacciones en los órganos sexuales masculinos. En el hombre, el fenómeno más evidente es la eyaculación (expulsión del semen), que consta de dos fases: la secretoria o de emisión y la mecánica o de eyaculación propiamente dicha. La primera, que depende de impulsos simpáticos toracolumbares, consiste en la contracción rítmica de los conductos deferentes, vesículas seminales y próstata; mediante ella, las secreciones correspondientes se colectan en la uretra prostática y forman el semen. La segunda fase depende de impulsos parasimpáticos sacros; durante ella el cuello vesical se cierra y el esfínter de la uretra, los músculos bulboesponjosos, isquiocavernosos, transversos perineales su- perficiales y profundos, y los elevadores del ano se contraen en forma clónica para expulsar el semen a través de la uretra cavernosa. En la fase secretoria, el hombre tiene la sensación de que la eyaculación es inevitable. b) Reacciones en los órganos sexuales femeninos. Según MASTERS y JOIINSON, en el momento del orgasmo, todas las mujeres presentan contracciones clónicas de la musculatura perineal, análogas a las que experimentan los hombres en las mismas circunstancias. No obstante, estudios posteriores indican que dichas contracciones están ausentes (o al menos no son perceptibles clínicamente) en muchas mujeres, a pesar de que sientan la sensación orgásmica; en otros casos, ellas pueden tener más bien carácter tónico. MASTERS y JOHNSON, KAPLAN y otros autores han identificado, erróneamente, tales contracciones —que son simples manifestaciones periféricas y contingentes del fenómeno— con el orgasmo en sí, olvidando la naturaleza intrínsecamente síquica de él. Estudios recientes muestran que, en el momento del orgasmo, algu- nas mujeres expulsan un líquido por la uretra, en forma que recuerda la eyaculación masculina. La naturaleza de este fenómeno no está toda- vía clara. Él puede ser: a) un episodio de incontinencia urinaria de esfuerzo; b) un líquido proveniente de unas glándulas de SKENE secre- tantes; c) una combinación de las dos alternativas anteriores. Es, sin embargo, prematuro concluir, como lo hacen algunos autores (quienes lo han asociado, además, con la existencia del "punto G"), que el fenómeno corresponda exclusiva o predominantemente a la secreción de las glándulas de SKENE, y que muchas mujeres estén en capacidad de manifestarlo. c) Reacciones en otros órganos corporales. Tanto en el hombre como en la mujer, los fenómenos cardiorrespiratorios y los espasmos musculares llegan al máximo en el momento del orgasmo. MASTERS y JOHNSON encontraron hiperventilación, con frecuencias respiratorias hasta de 40 por minuto, taquicardia hasta de 180 latidos por minuto e hipertensión, con lecturas sistólicas hasta de 100 mm Hg y diastólicas 41
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    86 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 87 :34 hasta de 50 mm Hg sobre las basales para el hombre, y ligeramente más bajas para la mujer. Es probable que la magnitud de estas cifras haya sido influida por las condiciones artificiales de laboratorio en que se lograron, y por el tipo de actividad investigada. Efectuando las mediciones en condiciones experimentales, pero con los sujetos aisla- dos de los experimentadores, BOHLEN y colaboradores obtuvieron, en hombres sanos con una edad promedio de 33.2 años, una frecuencia cardíaca máxima promedio de 127 latidos por minuto durante el coito, con el hombre en posición prona, aunque la presión sistólica máxima promedio ascendió 93 mm Hg por encima de la basal. Durante la mas- turbación, la frecuencia cardíaca máxima promedio fue solo de 102 latidos por minuto, mientras que la presión sistólica máxima promedio ascendió 63 mm Hg sobre la basal. Al terminar la fase orgásmica, en muchas personas puede presen- tarse sudoración, comúnmente limitada en los hombres a las palmas de las manos y las plantas de los pies, pero más generalizada en las mujeres. 7. COSTO ENERGÉTICO DE LA FUNCIÓN SEXUAL Desde tiempos remotos, tanto en las culturas alfabetas como en las ágrafas, ha existido la creencia de que la función sexual es muy onerosa desde el punto de vista energético; particularmente, se ha supuesto que el hombre pierde con la eyaculación una substancia biológica preciosa y una gran cantidad de energías. De ahí la práctica, entre los guerreros de culturas antiguas o ágrafas, de guardar continencia antes de las batallas, y la análoga de muchos modernos deportistas, antes de las competiciones, a pesar de que numerosos individuos poco dotados para los ejercicios atléticos (tanto, que quedarían prostrados con solo practicarlos unos minu- tos) son incansables fornicarios, sin que su organismo se resienta. Los estudios de BOHLEN y colaboradores indican que el gasto ener- gético durante el ejercicio de la función erótica varía individualmente y con el tipo de actividad que se realice; como es de esperar, alcanza el máximo en la fase orgásmica. Por ejemplo, medido en un grupo de hombres saludables, con una edad promedio de 33.2 años, el mínimo gasto energético correspondió a la masturbación del hombre por la pareja (1.7 METS)9, y el máximo, al coito, con el hombre en posición 8 Es probable que el erróneo aforismo galénico Triste est omne animal post coi- tum, praeter mulierem gallumque, haya contribuido a la extensión de esta creencia en la cultura occidental. Al respecto, en épocas pasadas se llegó a sostener que una gota de semen derramada equivalía a... ¡medio litro de sangre! 9 El MET es la unidad de gasto metabólico basal. Equivale a un consumo de oxígeno de 3.5 ml/min/kg. prona (3.3 METS), mientras que los gastos promedios correspondientes a la masturbación efectuada por el propio hombre y al coito con el hombre en posición supina fueron 1.8 y 2.5 METS, respectivamente. Con respecto a las variaciones individuales, en algunos hombres el gasto energético durante el orgasmo coital en posición prona fae de 2 METS, mientras que en otros, fue de 5.4 METS. De acuerdo con estos datos, la actividad sexual requiere un esfuerzo entre mínimo y moderado en el individuo saludable promedio, mientras que en el atleta o deportis- ta, el esfuerzo es prácticamente insignificante. 8. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA FUNCIÓN SEXUAL. El desarrollo y mantenimiento de la función erótica es el resultado de la interacción compleja de muchos factores, tanto biológicos corno socioculturales, que obran, unos en forma más o menos sutil y otros con mayor claridad. Aunque en las páginas anteriores hemos hecho referencia a ciertos de ellos, a continuación discutiremos algunos espe- cialmente importantes. 8.1. Idiosincrasia.—Es muy posible que la idiosincrasia del indivi- duo —producto final de la interacción de su predisposición genética con el entorno— sea el factor que más influencia tenga en la función sexual, como lo indica el hecho de que, incluso en poblaciones relativa- mente homogéneas, se observan los más diversos grados de deseo, esti- mulabilidad, excitabilidad y orgasmicidad individuales, que se reflejan en la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales. Son muy ilustra- tivos los siguientes datos, obtenidos por KINSEY: mientras que algunas mujeres se excitaban sexualmente varias veces al día, todos los días, durante muchos años, 2011) de ellas nunca habían experimentado la me- nor excitación erótica. Uno de los hombres encuestados informó que solo había eyaculado una vez durante un período de 30 años, mientras que otro dijo que había tenido esta experiencia 30 veces a la semana, todas las semanas, durante 30 años. Algunas mujeres informaron que se masturbaban hasta el orgasmo una o dos veces al año, mientras que otras dijeron haberlo hecho hasta 100 veces en una hora. Como dice KINSEY, la variación individual es la más persistente realidad del funcionamiento sexual humano. No obstante, ella nunca es tenida en cuenta por las normas sociales, las cuales presuponen, por el contrario, que la función erótica de las personas es "naturalmente" uniforme. Los individuos, por supuesto, también ignoran esta extraordinaria capa- cidad de variación, y tal desconocimiento pesa enormemente sobre sus definiciones de normalidad sexual.
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    88 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA FUNCIÓN SEXUAL HUMANA 89 De lo anterior se desprende que ninguno de los fenómenos de la función sexual puede ser calificado en términos absolutos de "excesivo" o "defectivo", porque estos conceptos son relativos. El primero refleja simplemente el poco deseo o la poca excitabilidad de quien hace la apreciación, cuando se compara con los demás, mientras que el segundo revela lo opuesto. Sobre todo, debe tenerse presente que, habitualmente, no puede haber actividad sexual "excesiva" de ningún tipo, porque el mismo organismo se autocontrola; es decir, cuando ella sobrepasa la capacidad natural del individuo, el organismo cesa de responder a los estímulos hasta que se haya recuperado. 8.2. Sexo.—No hay duda de que existen claras diferencias entre los diversos componentes de la función sexual del hombre y la mujer. Lo único sujeto a discusión es la relativa importancia que, como causa de ellas, tiene el componente biológico, comparado con el condiciona- miento cultural. El sexo, como factor biológico, afecta principalmente la fase apeti- tiva de la función erótica. Ya dijimos que la magnitud de la libido es mayor en el hombre, y que la mujer es motivada preferentemente por el componente afectivo de la relación sexual, por lo cual busca más el contacto corporal difuso (abrazos), con un individuo (usualmente varón) particular, que el coito per se; el hombre, por su parte, busca fundamentalmente la descarga orgásmica con cualquier persona (usual- mente mujer) que sea lo suficientemente atractiva, y el aspecto afectivo de la relación es secundario. La inespecificidad objetal sexual del varón se refleja en su promiscuidad, aunque en esta influye también el factor sociocultural. Por ejemplo, un reciente estudio, realizado por nosotros entre universitarios, muestra que, mientras el 80% de las muchachas solteras no vírgenes habían realizado el primer coito con el novio, y el número mediano de parejas entre ellas fue 1, solo el 12% de los hombres lo habían efectuado con la novia, y el número mediano de parejas entre ellos fue 6. El resultado práctico de lo anterior es la situa- ción, todavía frecuente, de la mujer enamorada que accede al coito con el galán esperando reforzar (o recompensar) así el supuesto afecto que este le manifiesta, cuando, en realidad, está a la búsqueda del orgasmo. Las desagradables consecuencias emocionales y físicas (emba- razo) de una comedia en la cual los protagonistas actúan siguiendo guiones totalmente opuestos, han sido experimentadas por las tantas mujeres que han visto evaporarse sus ilusiones, una vez el "enamorado" ha satisfecho el apetito biológico y de conquista. Un fenómeno que parece depender de las diferencias biológicas entre los sexos es el de la habituación al objeto sexual, llamada también efecto Coolidge o de la luna de miello, que consiste en la progresiva pérdida del deseo y la excitabilidad sexuales con respecto al objeto sexual habitual, y en la simultánea conservación del deseo y la excitabilidad con respecto a nuevos objetos sexuales. El efecto COOLIDGE, que está presente en los machos de muchos mamíferos, particularmente bovinos y ovinos, y nunca o casi nunca en las hembras, es de común observación informal en los hombres y también se ha encontrado en ellos experimental- mente. Este fenómeno, que es adaptativo para los animales, puede consti- tuir una base filogénica de la promiscuidad sexual de los varones. Por intermedio del apetito sexual, el sexo de la persona afecta igualmente la incidencia y la frecuencia de las actividades somato y sicosexuales, que son mayores en el hombre que en la mujer (véase el cap. vi). Diversos estudios tienden a indicar que, en algunas mujeres, puede haber cierto ritmo en la frecuencia del deseo sexual durante el ciclo menstrual. Aunque desde el punto de vista filogénico sería de esperar un pico de deseo alrededor del momento de la ovulación, y esto ha sido encontrado por algunos autores, otros lo sitúan inmediatamente antes o después de la menstruación, de tal manera que no hay correla- ción uniforme con las concentraciones hormonales durante el ciclo. Por último, además de su efecto sobre la excitabilidad con los estímulos sicosexuales, mencionada atrás, el sexo de la persona determi- na en buena medida el tipo de simbolismo sexual que crean sus procesos mentales; es decir, los estímulos y las necesidades emocionales que facili- tan la excitación sexual son muy a menudo diferentes en hombres y mujeres, lo cual se refleja en las fantasías y otras formas de actividad sicosexual. Al parecer, las fantasías masculinas son estereotipadas e impersonales, y lo que más cuenta en ellas es el aspecto visual, o sea, la explicitud física de la sexualidad (su "pornografía"); las fantasías eróticas de las mujeres, aunque vívidas, se concentran más bien en el aspecto sentimental y afectivo, antes que en el físico. 8.3. Condicionamiento sociocultural.—Este importantísimo fac- tor afecta la fase relacional y la incidencia y frecuencia de las actividades 10 El segundo apelativo se explica por sí mismo. El primero tiene el siguiente origen: se dice que, al visitar una granja oficial, el presidente estadounidense Calvin Coolidge y su esposa fueron separados. La señora fue conducida primero al gallinero, en donde, al ver al gallo, preguntó si el copulaba más de una vez al día. Al ser informada que lo hacía muchas veces, la señora pidió que le contaran eso al presidente. Cuando le llegó el turno de pasar por el gallinero, el presidente fue informado de la capacidad copulatoria cotidiana del gallo, ante lo cual inquirió si ella se manifestaba con la misma gallina. Al responderle que no, que era con una diferente cada vez, el presidente replicó: "Cuéntele eso a mi señora".
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    LA FUNCIÓN SEXUALHUMANA 9190 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA somato y sicosexuales de la fase estimulatoria, lo mismo que el plano síquico de las fases excitatoria y orgásmica; además, refuerza (o inhibe) la acción de los factores biológicos. Como ya se dijo en el capítulo en la civilización occidental sus efectos han sido más negativos que positivos, por las actitudes erotófobas que ha inculcado, sobre todo en las mujeres, y por el papel que ha desempeñado en el establecimiento y preservación del doble patrón de moralidad sexual. 8.4. Entrenamiento (frecuencia de la actividad sexual).—Datos ob- tenidos por varios investigadores muestran que entre los factores que influyen positivamente sobre el mantenimiento de la función erótica de ambos sexos están la precocidad y la frecuencia de la actividad sexual, es decir, el entrenamiento. En otras palabras, quienes más tem- pranamente inician la actividad sexual y la realizan con mayor frecuen- cia durante la juventud y la edad media, son los que la clausuran más tardíamente. Esto de conformidad con el principio biológico —confirmado por estudios en animales inferiores— según el cual el ejercicio desarrolla y mantiene el órgano y la función. Sin embargo, es probable que exista una predisposición genética que contribuya al mantenimiento de la acti- vidad sexual hasta edad avanzada. 9. LA FUNCIÓN SEXUAL EN LA VEJEZ A medida que el hombre envejece, y especialmente después de los 50 años, las concentraciones de testosterona disminuyen y ocurre una deficiente conversión de ella en metabolitos activos; además, los órganos sexuales externos y posiblemente el cerebro se hacen menos sensibles a la acción de los andrógenos. Los rasgos ginecoides de los hombres añosos se deben en parte al aumento de la relación estróge- nos/andrógenos activos. En la mujer menopáusica, los órganos sexuales externos involucio- nan, debido al cese de la secreción o a la disminución de los estrógenos ováricos, lo cual lleva a una relativa preponderancia de los andrógenos. Este desequilibrio hormonal puede causar desfeminización e hirsutismo. MASTERS y JOHNSON estudiaron a hombres y mujeres con edades medianas de 60.8 y 57.9 años, respectivamente, y confirmaron los cam- bios en la función sexual de las personas añosas ya encontrados por KINSEY. En dichos individuos, los fenómenos somáticos de las fases excitatoria y orgásmica son menos notorios y frecuentes, aunque ello depende en parte de las oportunidades y de los hábitos adquiridos. Un buen número de mujeres menopáusicas se quejan de la necesidad de evacuar la vejiga y de cierta disuria luego del coito; la causa radica en una irritación uretra' y vesical, debida al hipoestrogenismo, la atrofia del epitelio vaginal y la disminución de la lubricación. En las mujeres que han sido poco activas sexualmente, la aparición de lubricación vaginal puede demorarse de 1 a 3 minutos, y la lentitud de esta y otras reacciones vaginales produce dispareunia en muchas menopáusicas; por el contrario, las molestias son raras en las mujeres que siempre han sido activas sexualmente. En el hombre hay una apreciable disminución de la estimulabilidad sexual, en forma tal que el tiempo necesario para alcanzar la erección se duplica o triplica; además, la excitabilidad con los estímulos sicose- xuales es menor, por lo cual requiere frecuentemente la estimulación táctil del pene para lograr una erección satisfactoria. En el viejo, la latencia orgásmica se alarga, los orgasmos son menos intensos y el individuo se satisface con un menor número de ellos; el período refracta- rio también se prolonga. Los cambios en la función sexual del hombre añoso son en buena parte resultado de la involución natural. Sin embargo, este efecto de la edad presenta muchas variaciones individuales; es decir, se observa más en unas personas que en otras, lo cual se debe a la idiosincrasia, el estado de salud, las oportunidades y la atracción relativa que ejerza el objeto sexual. Este último factor es particularmente importante en las relaciones sexuales con la pareja de muchos años. Además del efecto COOLIDGE, probablemente el hecho de que la mujer envejece en su apa- riencia física más rápidamente que el hombre, desempeña también un papel en la relativa apatía erótica del varón en tales circunstancias.
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    ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS93 CAPITULO VI ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 1. INTRODUCCIÓN Como lo han demostrado las investigaciones de KINSEY y los estu- dios socioantropológicos, la variabilidad natural de la conducta sexual humana es un hecho incontestable, y las únicas limitaciones son las normas culturales y las inhibiciones o gustos personales. Las actividades de la fase estimulatoria de la función erótica que permiten al individuo estimularse sexualmente, excitarse y llegar al orgasmo pueden ser síqui- cas o somáticas; estas últimas se subdividen en masturbación, activida- des heterosexuales, actividades homosexuales y actividades sexuales con animales. De acuerdo con el criterio sexológico de normalidad (véase el cap. I), todas ellas deben ser consideradas como variantes normales del comportamiento sexual, mientras no se demuestre que son intrínse- camente nocivas para el individuo o para los demás'. 2. ACTIVIDADES SICOSEXUALES Las actividades sicosexuales son de dos tipos: inconscientes (sueños eróticos) y conscientes. 2.1. Actividades sicosexuales inconscientes.—Los sueños eróticos pueden producir solo excitación sexual, o también inducir el orgasmo. Ciertos autores, y sobre todo FREUD, han conferido carácter simbólico a los sueños, particularmente a los eróticos, pero esto no ha pasado de ser una hipótesis. Aunque algunos de ellos pueden tener dicho carác- ter, la mayoría probablemente no son más que manifestaciones espontá- neas desordenadas de la actividad de diversos centros y circuitos cerebrales, en ausencia de los mecanismos de control consciente, y sin ningún signi- ficado inconsciente. No hay, pues, por qué alarmarse por los sueños 1 SANTO TOMAS DE AQUINO clasificó los actos sexuales que él consideraba "con- tra natura" en el siguiente orden ascendente de "gravedad": masturbación, contactos bucogenitales heterosexuales, coito rectal heterosexual, contactos homosexuales y con- tactos sexuales con animales (Summa theologiae, 2-2: 154:12). eróticos que contraríen la orientación sexual de la persona; ellos ocurren en numerosos individuos, no son nocivos per se y no existe prueba convincente de que correspondan a los "impulsos 'inconscientes" de quien los experimenta. El estudio de KINSEY, en los Estados Unidos, mostró una inciden- cia acumulativa de sueños eróticos con orgasmo, en la población general, de 83% para los hombres y 37% para las mujeres, con una frecuencia mediana de 4 a 11 veces al año para los hombres y 3 a 4 veces para las mujeres. Una más reciente investigación de WILSON indica que la incidencia en los hombres es similar (81%) una generación después, pero ha aumentado en las mujeres (59%). El estudio de SIMON, en Francia, muestra una incidencia de orgasmos durante el sueño, en la población general, de 72% para los hombres y 42% para las mujeres. En nuestra más reciente investigación, realizada entre estudiantes uni- versitarios colombianos de edad mediana aproximada de 23 años, la incidencia cumulativa de sueños eróticos con orgasmo fue de 91% para los hombres y 23% para las mujeres. 2.2. Actividades sicosexuales conscientes .—Son las fantasías, pen- samientos y recuerdos eróticos, la contemplación de imágenes eróticas y la lectura y escucha de narraciones o expresiones sonoras del mismo carácter. Muchas personas, para excitarse mejor, crean fantasías o pen- samientos eróticos de naturaleza "exótica" o inusitada, lo cual no es per se anormal, mientras no se experimente la necesidad de llevarlos a la práctica. KINSEY halló que las proporciones de hombres que reaccionaban con excitación sexual a la contemplación de imágenes de coito o de desnudos y a las narraciones eróticas eran de 77, 54 y 47%, respectiva- mente, mientras que las correspondientes a las mujeres eran de 32, 12 y 14%, respectivamente. Este autor encontró también que 72% de los hombres que habían practicado la masturbación fantaseaban eróti- camente en forma regular durante ella, mientras que solo 50% de las mujeres habían hecho lo mismo. En nuestra investigación con estudian- tes universitarios, hallamos que el 55% de los varones y el 31% de las mujeres se habían excitado sexualmente con materiales pornográfi- cos; la incidencia correspondiente a los primeros, menor que la espera- da, pudo deberse a que el planteamiento de la pregunta no fue lo su- ficientemente claro. Hay que señalar que únicamente muy pequeñas minorías de hom- bres y mujeres llegan al orgasmo mediante la actividad sicosexual cons- ciente, es decir, en la inmensa mayoría de los casos es necesaria la estimulación táctil para ir más allá de la excitación.
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    ACTIVIDADES SEXUALES HUMANASVD94 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA Otro dato, que refleja la diferencia en la actividad sicosexual del hombre y la mujer, es el referente al carácter de los grafitos que se encuentran en las paredes de los retretes públicos. KINSEY observó que en los de hombres, 86% de las inscripciones eran de tipo pornográfico, pero en los de mujeres, solo lo eran 25% de ellas. Una investigación reciente muestra que la diferencia se conserva todavía, aunque la pro- porción ha aumentado en los retretes femeninos (89 y 44%, respectiva- mente). En este mismo estudio se halló que la proporción de grafitos de carácter "romántico" era de 30% en los retretes masculinos y de 60% en los femeninos. 3. MASTURBACIÓN En sentido estricto, la masturbación2 es la autoestimulación ma- nual o instrumental de los órganos sexuales con el fin de lograr el orgasmo. En sentido lato, el término se aplica también al caso de que los órganos sexuales de una persona sean estimulados manual o instru- mentalmente por otra, aunque esto propiameñte es una actividad hetero u homosexual. No obstante las innumerables fábulas que se han inventado para desacreditarla, la masturbación es una actividad perfectamente normal, además de ser una de las formas más comunes de satisfacer el impulso sexual, por lo menos en la cultura occidental; de hecho, es la manera más efectiva para que las mujeres logren el orgasmo. En muchas cultu- ras ágrafas, ella es aceptada en niños y adolescentes, pero es considerada como una forma inferior de contentamiento erótico, por lo cual es poco practicada por los adultos. 3.1. Efectos de la masturbación.—Esta actividad hace parte del proceso normal de maduración sexual del individuo. Con la interven- ción de imaginación, ayuda al niño y al adolescente a aceptar su sexuali- dad y a familiarizarse con ella. Es un excelente entrenamiento para la futura actividad heterosexual, ya que, como dicen CAUTHERY y Co- LE, hay una relación similar de cuasi causalidad entre aprender a ha- blar y conversar, y entre la masturbación y el coito; además, en el adulto sigue siendo un mecanismo legítimo de descarga de la tensión sexual. No obstante, continúan vigentes mitos sobre la masturbación, como los siguientes: a) es una actividad intrínsecamente nociva; b) es una "perversión" sexual; c) por lo menos, es un acto sexual "inmaduro". 2 La masturbación se ha llamado inapropiadamente onanismo, puesto que el pe- cado de Onán fue el coitus interruptus (Génesis, 38:9). a) En cuanto a la nocividad intrínseca, esta es una idea relativa- mente reciente. Luego de la publicación, en el siglo XVIII, de dos libros: Onania de autor anónimo y Traité de l'onanisme de TISSOT, los con- ceptos expresados en ellos fueron acogidos por los médicos europeos y el público en general, dando así origen a la "leyenda negra" sobre la masturbación como causante de toda suerte de padecimientos: ¡desde el acné hasta la locura y la muerte, pasando por la disfunción erectiva y la tuberculosis! Este mito, por supuesto, ha hecho la vida miserable a numerosos adolescentes y adultos. FREUD y los primeros sicoanalistas (con la notable excepción de STEKEL), aunque minimizando los daños orgánicos achacados a la actividad autoerótica, consideraban que su persistencia en el adulto no era normal y podía llevarlo a la neurosis, además de que constituía una muestra de "inmadurez" sexualo una "fijación" del desarrollo sicosexual. Muchos legos, y otros que preten- den serio menos3, continúan creyendo en la nocividad de la masturba- ción. ¿Qué hay de cierto en esto? Absolutamente nada. Los estudios de MASTERS y JOHNSON mostraron que los fenómenos fisiológicos de la función erótica son los mismos, no importa el método estimulatorio que se emplee; por lo tanto, si la masturbación fuera nociva para el organismo, lo mismo habría que decir del coito vaginal entre esposos. 3 No podemos resistirnos a transcribir textualmente la sarta de estupideces sobre la masturbación, consignadas en el artículo "Onanismo" de un "diccionario médico" de muy reciente data: "(El onanismo) debe condenarse severamente desde el aspecto moral-religioso y sanitario individual. En efecto, en el aspecto moral no puede dejarse de condenar un vicio —como el onanismo— que tiende a lograr el placer sexual en forma no natural y fuera de toda posibilidad procreadora que representa el fin indudable de todo placer sexual de este género. No menos reprobable es este vicio desde el punto de vista de la salud individual, ya que está completamente demostrado que la práctica duradera del mismo — además de poder provocar una impotencia (sic) coeundi (impotencia para la cópula carnal con la mujer) y por lo tanto, la imposibilidad de contraer el estado matrimonial— incide dañosamente sobre el cuerpo y la siquis (sic) del joven masturbador. "En efecto, a causa de las continuas pérdidas de líquido seminal y de componentes orgánicos preciosos (fósforo sobre todo), de los que el organismo no puede desprenderse impunemente en exceso, el soma decae, las fuerzas orgánicas se debilitan, la resistencia a las enfermedades infecciosas disminuye y el sistema nervioso permanece agitado y abatido por los repetidos orgasmos sexuales; la siquis (sic) —intensamente vinculada a la representación interna de escenas libidinosas durante la ejecución de la masturba- ción onanIstica (sic)— acaba por denegar y oscurecerse en sentido ético (moral), debili- tándose el carácter, la voluntad y la memoria y deteniéndose asimismo el desarrollo intelectual normal" (el subrayado es nuestro). Esta' "perla" científico-literaria se en- cuentra en el Diccionario médico Teide de SEGATORE y POLI, 5' edición, 1975. ¡Causa verdadero pasmo que opiniones de esta laya sean expresadas por médicos en la segunda mitad del siglo XX!
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    ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS9796 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA Además, diversas encuestas han puesto de manifiesto la casi universali- dad de su incidencia en los hombres, y lo frecuente de su práctica a diversas edades y en ambos sexos. Cosa distinta es que la censura moral, basada en la presunción de que es una actividad "pecaminosa", produzca sentimientos de culpa o angustia en personas más o menos devotas; pero ellas se deberían sentir lo mismo al efectuar el coito heterosexual premarital o extraconyugal. Al respecto, KINSEY encontró que los sentimientos de culpa y los tabúes acerca de la masturbación estaban presentes en proporciones apreciables de adolescentes y adultos, sobre todo del sexo femenino y a niveles socioculturales bajos; investiga- ciones recientes indican que estas creencias todavía persisten, pero con menor fuerza. Por otra parte, ABRAMSON halló una relación directa entre neuroticismo y frecuencia masturbatoria, pero solo en los hom- bres, lo cual podría ser el resultado de la presión sicosocial, que estigma- tiza al masturbador como incapaz de conquistar mujeres. b) Que la masturbación sea una "perversión", ya fue ampliamente rebatido al tratar sobre los conceptos de "anormalidad" sexual, que son netamente culturales. Esta es también una idea relativamente recien- te. Los griegos no veían oprobiosa la masturbación, sino como una válvula de escape de la tensión sexual. El pene artificial con fines mastur- batorios femeninos era llamado baubon u olisbos por los griegos. Era igualmente conocido por los antiguos judíos (Ezequiel, 16:17) y se le representaba en el arte escultórico babilónico. c) Calificar de "inmaduro" el acto masturbatorio es una tontería, pues él es tan maduro como cualquier otro acto que busque el orgasmo y no sea nocivo per se; su extensa práctica entre adultos de todas las edades, solteros y casados, contribuye también a descartar esta presun- ción. A los que arguyen que es un acto inmaduro porque carece de contenido "afectivo", hay que reiterarles que tal cualidad emocional no es inherente a la función erótica —ni siquiera a la de tipo heterosexual—. 3.2. Incidencia y frecuencia masturbatorias.—Los estudios de KIN- SEY revelaron los siguientes datos: una incidencia para la población general de 92% entre los hombres y 62% entre las mujeres. A los 30 años de edad, 74% de los hombres todavía se masturbaban, con una frecuencia mediana de 28 veces al año. Entre los 16 y los 25 años, 85% de ellos se masturbaban, con una frecuencia mediana aproximada de 45 veces al año, lo mismo que 31% de las mujeres en el mismo grupo etario, con una frecuencia mediana de 17 veces al año. Por otra parte, 47% de los hombres casados de edad promedio de 30 años lo hacían, con una frecuencia mediana de 6 veces al año, al igual que 33% de las mujeres casadas de la misma edad, con una frecuencia mediana de 10 veces al año. Investigaciones realizadas por HUNT y WILSON, aproximadamente una generación después, indican que la incidencia para la población general no ha variado apreciablemente (87 a 94% entre los hombres y 62 a 63% entre las mujeres), pero la frecuencia ha aumentado, particu- larmente entre las mujeres. Más del 90% de los hombres de 30 años de edad practican la masturbación, con una frecuencia mediana de 60 veces al año. Más del 60% de las mujeres entre 18 y 24 años de edad también lo hacen, con una frecuencia mediana de 37 veces al año. Y en lo referente a las personas casadas de 30 años de edad promedio, 72% de los hombres se masturban, con una frecuencia mediana de 24 veces al año, lo mismo que 68% de las mujeres, con una frecuencia mediana de 10 veces al año. La comparación de encuestas hechas entre estudiantes universita- rios varones de diversos países'', y de 22 años de edad promedio apro- ximada, muestra cifras de incidencia masturbatoria cumulativa que fluctúan entre 90 y 99%. En cuanto a las estudiantes, al promediar los datos de varias investigaciones recientes, se encuentra que el 55% de las universitarias estadounidenses se han masturbado. Otros estudios indican que 73% de las universitarias alemanas, 77% de las griegas y 30% de las japonesas lo han hecho. Con respecto a nuestro país, los datos obtenidos por nosotros alre- dedor de 1980, entre estudiantes universitarios de edad promedio apro- ximada de 23 años5, muestran que la incidencia masturbatoria cumulativa para los hombres es de 98%, y que 88% de estos se mastur- baron en los 12 meses que antecedieron a la encuesta, con una frecuencia mediana aproximada de 48 veces. Para las mujeres, la incidencia cumu- lativa es de 54%, y 75% de estas se masturbaron en los 12 meses anterio- res a la encuesta, con una frecuencia mediana aproximada de 12 veces. GONZÁLEZ y colaboradores, en Barranquilla, encontraron una inciden- cia de 90% entre los universitarios varones, y de 44% entre las mujeres. 3.3. Otros aspectos de la masturbación.—De acuerdo con KINSEY, la inmensa mayoría de los muchachos descubren la masturbación por- que oyen hablar de ella o porque la ven practicar a otros. En cambio, más de la mitad de las muchachas la aprenden por experiencia propia, y la mayor parte del resto, por conversaciones y lecturas. KINSEY en- 4 Estados Unidos, Alemania Federal, Japón, Líbano, Grecia, Perú y Colombia. 5 Estos datos fueron recogidos entre estudiantes de la Universidad de Caldas en Manizales, provenientes en su gran mayoría de la región etnogeográfica antioqueña —la más conservadora y religiosa de Colombia—, por lo cual es razonable suponer que corresponden a cifras mínimas de incidencia y frecuencia para el conjunto de los universitarios colombianos.
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    contró que unafuente importante de información escrita sobre la mas- turbación eran los textos moralistas y desaprobatorios de ella. Con respecto a las técnicas masturbatorias, la generalidad de las mujeres manipulan los órganos sexuales externos, sobre todo el clítoris, y solo una ínfima minoría practica la introducción de los dedos u otros substitutos fálicos en la vagina. En el hombre predomina la manipula- ción del pene. 4. ACTIVIDADES HETEROSEXUALES Las actividades sexuales efectuadas entre personas de diferente gé- nero son habitualmente las manifestaciones de la heterosexualidad del individuo, y pueden dividirse en coito vaginal y otras actividades hetero- sexuales. 4.1. Coito vaginal.—De todas las actividades sexuales, es esta la que ha merecido la mayor atención por parte de las sociedades humanas, indudablemente debido a sus consecuencias reproductoras. Al coito vaginal se le ha aplicado con el máximo rigor el doble patrón de ética sexual, según el cual el hombre goza de casi absoluta libertad para realizarlo en cualquier circunstancia, ya por placer, ya con propósito reproductor, mientras que la mujer está limitada a efectuarlo solo con el último propósito y dentro del matrimonio. Precisamente, la mayor o menor incidencia de coito premarital femenino es un excelente indica- dor del mayor o menor grado de liberalismo e igualitarismo sexuales en una cultura determinada. A pesar de la existencia del erotismo vaginal en la gran mayoría de las mujeres, datos suministrados por muchas encuestas sobre conduc- ta sexual, efectuadas en diversas culturas, ponen de manifiesto que el coito es un método poco eficaz para producir el orgasmo femenino, en contraposición con la masturbación clitorídea y con la facilidad con que los hombres, una vez obtenida la erección, logran el orgasmo coital. Por ejemplo, el 98% de los varones universitarios estudiados por nosotros llegaban al orgasmo coital siempre o casi siempre, mientras que esto sucedía en el 58% de las universitarias. Y en un grupo de 64 mujeres con experiencia coital, que pudimos investigar, solo 34% de ellas llegaban al orgasmo durante el coito más del 50% de las veces, mientras que de 46 de estas mujeres con experiencia masturbatoria clito- rídea, 93% lograban el orgasmo con dicho método más del 50% de las veces. A continuación proponemos algunas hipótesis que podrían explicar, al menos en parte, la contradicción entre la existencia del erotismo vaginal y la relativamente baja orgasmicidad coital femenina. En primer lugar, parece que para producir el orgasmo mediante la estimulación vaginal, en muchos casos es necesario friccionar fuerte- mente la zona erógena, con el órgano estimulatorio formando un ángulo con la pared Vaginal. Pero esto es lo que habitualmente el pene no puede hacer durante el coito, puesto que tiene un movimiento de pistón que produce una estimulación superficial y débil en la zona erógena. Además, si ella está localizada en la parte superior de la cara anterior de la vagina, en la fase excitatoria avanzada puede ocurrir la dilatación de los dos tercios superiores, con lo cual se pierde el contacto entre el glande y la zona erógena. En segundo lugar, es posible que haya una posición coital óptima para cada mujer, de acuerdo con la situación de la zona erógena vaginal. En tercer lugar, es posible que la latencia orgásmica de muchas mujeres sea más prolongada que la de sus parejas sexuales. En cuarto lugar, MORGAN sugiere que la aplicación de un estímulo táctil de poca intensidad a la zona erógena podría desencadenar el orgasmo si dicho estímulo es de suficiente duración. A favor de esta opinión estaría el hecho de que muchas mujeres que llegan al orgas- mo coital, y cuya zona erógena podría estar localizada en la parte superior de la cara anterior de la vagina, no sienten los deseos de orinar que produce inicialmente la estimulación fuerte de tal zona. Por último, algunas disfunciones orgásmicas coitales posparto podrían deberse a cambios estructurales en la zona erógena vaginal, producidos por el parto. Al respecto, MINH y colaboradores creen que la distensión y debilitamiento de la fascia de HALBAN explicarían las frecuentes anor- gasmias coitales que presentan las mujeres afectadas de cistocele. 4.2. Técnicas coitales.—Hansido numerosísimas las técnicas coita- les descritas en la literatura erótica de todas las épocas y culturas, pero todas ellas son realmente variaciones de unas pocas posiciones básicas. Entre las empleadas en la cultura occidental están: la llamada "normal" o posición del misionero6, con los actores yaciendo cara a cara, la mujer en situación supina; la posición del jinete, con el hombre en situación supina y la mujer cabalgándolo, la cual era la posición preferi- da por los antiguos griegos y romanos; la posición lateral, con los actores yaciendo sobre un costado; el coito more ferarum, o sea, adop- tando los actores la posición típica de los mamíferos inferiores; y las posiciones sedente y erguida, explicadas por sus nombres. La manera de introducir el pene en la vagina —en sentido anteroposterior o en el posteroanterior— permite aumentar las variaciones. 6 Esta apelación se conoce a través de la literatura socioantropológica, y fue da- da por los nativos de la Polinesia a la manera de efectuar el coito los misioneros cristianos (protestantes), desconocida para aquellos. ya ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 99
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    100 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA INCIDENCIAPORCENTUALDECOITOPREMARITALENTREESTUDIANTESUNIVERSITARIOSDEVARIOSPAÍSES CO 00 r•• krn sO ,0 ~~ Ms«0 ■-• 7 h r .ct On 00 •—• nO Os n■-■C-- Os CV 0, en O CV O .1 c. • N CV CV CV CV <V ev 00 a 00 -C-0 .C70 CO V)* 00 0-- 00 00 Cis ciz Ch crs O,Cn aa Investigador(es) o ;.0 IE e 15,. '174 E E ,o .8 `0 o •E .,1:1 ,1 e.; C.„)UaLLIU.10—> 1Aproximado. Aunque las posiciones cara a cara parecen ser características del ser humano, la del misionero —que ha sido la más utilizada en nuestra cultura— no es la más conveniente para que la mujer reciba una estimu- lación adecuada, lo cual se logra mejor en otras posiciones, como la del jinete. La preferencia por aquella se explica en parte porque hace resaltar la condición "natural" de superioridad del hombre sobre la mujer. KINSEY encontró que las diversas posiciones habían sido practica- das por sus encuestados en las siguientes proporciones: posición "nor- mal", 100%; posición del jinete, 36%; posición lateral con inserción posteroanterior, 12%; posición sedente, 8%; posición erguida, 5%. Los porcentajes encontrados por HUNT, para las cuatro primeras, fue- ron 100, 75, 40 y 25, respectivamente. Y los hallados por SIMON, para las cinco posiciones, fueron 96, 75, 51, 42 y 51, respectivamente. 4.3. Incidencia y frecuencia coitales.—KINSEY halló una inciden- cia acumulativa de coito premarital, a la edad de 25 años, de 83% para los hombres y 33% para las mujeres. Una prueba de la liberaliza- ción de las costumbres sexuales de los estadounidenses, en el transcurso de una generación, es la incidencia aproximada de coito premarital femenino, a la misma edad, encontrada por HUNT, que fue 660/o. El aumento de la incidencia coital premarital se refleja también en los datos para las estudiantes universitarias de 20 años de edad promedio, que fueron 25% (aproximadamente) en la década de 1940 (investigación de KINSEY) y 66% recientemente. En la encuesta francesa de SIMON, 61% de los hombres casados y 26% de las mujeres dijeron haber tenido coito premarital, pero entre el grupo etano de 20 a 29 años se observó una incidencia mucho mayor: 75% para los hombres y 55% para las mujeres, de las cuales 37% tuvieron estas relaciones únicamente con el futuro esposo. En la tabla 1 se comparan las incidencias de coito premarital entre estudiantes universitarios de varios países; estos datos permiten apreciar diferencias en la conducta sexual. Así, podemos decir que Dinamarca es un país sexualmente liberal e igualitario, y que los Estados Unidos y el Canadá se están acercando rápidamente a la situación danesa. En cambio, el Japón es sexualmente conservador e igualitario, mientras que el Perú es conservador y desigualitario. En el caso de Colombia, se observa también la desigualdad en la conducta sexual de hombres y mujeres, pero la incidencia coital premarital femenina es mayor de la que se esperaría para un grupo de muchachas provenientes mayorita- riamente de la región etnogeográfica antioqueña, la más conservadora y religiosa del país7. Igualmente, la elevada incidencia de coito prema- 7 GONZÁLEZ y colaboradores obtuvieron una incidencia de coito premarital de 23% entre las universitarias de Barranquilla. Sin embargo, la metodología empleada
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    102 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 103 rital entre las estudiantes griegas contradice lo que se pudiera esperar de un país mediterráneo, en donde ha estado fuertemente implantado el doble patrón de ética sexual. El caso de España es particularmente interesante, tanto en lo referente a la incidencia coital entre las mucha- chas solteras, que es mayor de la que se pudiera suponer, como en lo que respecta a la incidencia coital entre los varones, que es menor de la esperada. En cuanto a la frecuencia coital entre casados, promediando los datos de Hura, las medianas aproximadas son: de 20 a 29 años, 12 veces al mes; de 30 a 49 años, 8 veces al mes; de 50 años o más, 4 veces al mes. Las cifras correspondientes en el estudio de SIMON son 10, 7 y 4, respectivamente. En relación con el coito extramarital, KINSEY calculó que alrede- dor del 50% de los hombres lo habían efectuado alguna vez, cifra similar a la obtenida por HUNT, mientras que el dato logrado por Si- MON es de 33%8. Para las mujeres, los porcentajes de incidencia calcu- lados por KINSEY, HUNT y SIMON son 26, 18 y 12 (véase la nota 8), respectivamente. En el momento actual, en los Estados Unidos, se esti- ma que un 60% de los hombres y un 50010 de las mujeres han efectuado el coito extramarital antes de llegar a los 40 años de edad. 4.4. Otras actividades heterosexuales.—Teniendo en cuenta el gra- do de "severidad" o "exotismo", cabe dividir las actividades o cari- cias heterosexuales diferentes del coito vaginal en menores y mayores. Las primeras se pueden subdividir en ligeras (abrazos, besos boca a boca, actividades manomamarias, actividades bucomamarias) y fuertes (actividades manogenitales); las segundas son principalmente las activi- dades bucogenitales y el coito rectal, pero puede haber otras menos frecuentes, como los coitos intermamario e intercrural, la estimulación digital del recto y el anilinto. A pesar de que estas actividades, sobre todo.las menores, con frecuencia preceden al coito vaginal, en numero- sas ocasiones son practicadas independientemente y substituyen a aquel en la encuesta, los datos mismos referentes a las mujeres y su intercomparación suscitan dudas sobre la validez de ellos, y sugieren que un apreciable porcentaje de las universita- rias encuestadas dieron respuestas falsas. Por ejemplo, es difícil aceptar que las barran- quilleras sean de conducta sexual más conservadora que sus homólogas manizaleñas, si se considera que la edad mediana del primer coito fue dos años menor para las primeras que para las segundas (véase la nota 5). 8 Este y otros datos hacen dudar de la validez de la encuesta de SIMON. Además, una encuesta realizada exclusivamente entre mujeres por SOLIGNAC y SERItERO, ocho años después de la de SIMON, muestra unaincidencia de coito extramarital femenino de 29%. en la producción de la excitación sexual y el orgasmo. Ellas han sido conocidas en diversas culturas y épocas, pero en el mundo contemporá- neo, su utilización entre solteros como medio de obtener placer sexual, preservando la virginidad formal de la mujer, ha caracterizado a la sociedad estadounidense de la década de 1920 en adelante; sin embargo, la progresiva liberalización del comportamiento sexual en dicha socie- dad les ha restado mucha importancia como "protectoras" de la virgini- dad prematrimonial femenina. KINSEY encontró que, a los 20 años de edad, la incidencia acumu- lativa entre solteros de caricias heterosexuales era de 87% para los hombres y 88% para las mujeres; además, en 24% de los primeros y 23070 de las segundas estas caricias habían llevado alguna vez al orgas- mo. Un estudio efectuado en Inglaterra a comienzos de la década de 1960, indica que, a los 18 años de edad, la incidencia aproximada de heavy petting9 era de 50070 para los hombres y 400/0 para las mujeres. En contraste, una investigación realizada en 1974 entre universitarias japonesas muestra una incidencia cumulativa de caricias heterosexuales, a los 21 años de edad, de 36070 para los hombres y 25% para las mujeres. Las actividades bucogenitales son la felaciónio o coito bucal y el cunilinto (véase la nota 10) o estimulación bucal de la vulva; ellas, junto con la pedicación o coito rectal y el anilinto (véase la nota 10) o estimulación lingual del ano, han suscitado gran repulsa en nuestra cultura, al ser consideradas ejemplos típicos de "depravación" sexual! La repugnancia que producen a muchas personas las actividades buco- genitales resulta, por supuesto, de la condena moral que han sufrido todos los actos sexuales no procreadores, pero también de falsas nocio- nes higiénicas, que presumen que los órganos sexuales son más "sucios" que la boca, cuando la situación inversa puede acercarse más a la reali- dad; baste recordar que la boca mejor lavada es portadora de diversos microorganismos potencialmente nocivos, amén de que por ella ingre- san al cuerpo muchos parásitos intestinales. En realidad, estas activida- des son normales, biológica y sexológicamente hablando, por su claro origen filogénico y por ser formas inofensivas de satisfacer la libido. 9 Petting y necking (light, heavy) son los términos genéricos ingleses para referir- se a estos contactos. lo Estas son las castellanizaciones de los términos latinos correspondientes: fella- tio, cunnilinctus y anilinctus. Conviene señalar que las dos últimas son las expresiones latinas correctas, y ellas o sus castellanizaciones deben preferirse a los barbarismos "cunnilingus" y "anilingus", popularizados por los autores anglosajones. l Como es de esperar, la moral católica condena las caricias heterosexuales pre- maritales. Pero dentro del matrimonio, aun los contactos bucogenitales y el coito rectal no son considerados pecados graves, siempre y cuando no lleven al orgasmo.
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    ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS105104 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA No obstante, al efectuar el cunilinto a una mujer embarazada, debe tenerse cuidado de no introducir aire en la vagina, por el peligro de una embolia gaseosa. En lo referente al coito rectal, no es necesario echar mano de complejas teorías sicoanalíticas para explicarlo, sino que basta aplicar la navaja de OCCAM; razones plausibles para realizarlo son el deseo de variedad en las actividades sexuales, y el hecho de que la tonicidad normal del esfínter anal permite una mayor fricción del pene y, por lo tanto, un aumento de la sensación placenterau. Al efectuar la pedi- cación, es conveniente emplear un lubricante (hidrófilo), para evitar que sea dolorosa; además, luego de ella, no se debe realizar el coito vaginal sin antes haber lavado el pene, con el fin de minimizar el riesgo de una vaginitis microbiana. La práctica del anilinto exige, por supues- to, un aseo riguroso de la región anorrectal, y es potencialmente trans- misora de hepatitis y parasitosis intestinales. Los datos colectados en los Estados Unidos muestran la extensión de las caricias het¿rosexuales mayores. KINSEY, hace más de una gene- ración, encontró que, a los 40 años de edad, la incidencia acumulativa de contactos bucogenitales de cualquier tipo era de 59% para la pobla- ción general masculina, mientras que la incidencia entre mujeres casadas de educación secundaria era de 500/o, y entre las de educación universita- ria, de 58%. El proceso de liberalización del comportamiento sexual de la sociedad estadounidense en los últimos 40 años es revelado por la comparación de los datos de KINSEY con los de HUNT. Mientras que 28% de los solteros menores de 25 años encuestados por el primero habían sido felados alguna vez, en la investigación de HUNT esta pro- porción asciende a 72%. También se encuentran diferencias, aunque menores, al comparar la incidencia de cunilinto entre mujeres casadas; cuando KINSEY, 56% de las de educación secundaria y 66% de las de educación universitaria habían recibido esta caricia alguna vez, mientras que HUNT halló que, en los 12 meses anteriores a la encuesta, habían sido cunilintadas 58% de las primeras y 72% de las segundas. Las retabulaciones de los datos de KINSEY, hechas por GEBHARD y JOHNSON, indican que, hace un poco más de una generación, 10% de las parejas matrimoniales estadounidenses habían practicado la pedicación alguna vez; HUNT encontró que casi una cuarta parte de los matrimonios me- nores de 25 años habían tenido esta experiencia en el año anterior a la encuesta, y que un poco más de la cuarta parte de los matrimonios menores de 35 años habían practicado el anilinto alguna vez. Por su 12 Ha habido mujeres solteras que únicamente permiten este tipo de coito, con el fin de proteger la integridad del himen y preservar la virginidad formal. parte, SIMON encontró que 60% de los hombres y 55% de las mujeres habían tenido alguna vez prácticas bucogenitales, y que 19o/o de los hombres y 14% de las mujeres habían efectuado el coito rectal. Nuestra investigación entre estudiantes universitarios colombianos, de 23 años de edad mediana aproximada, muestra que el 58% de los hombres y el 54% de las mujeres con experiencia coital vaginal han tenido actividades bucogenitales. Además, entre los universitarios con experiencia coital vaginal, el 25% de los varones y el 21% de las mujeres han practicado el coito rectal. Las legislaciones de algunos Estados, sobre todo anglosajones, cas- tigan severamente muchas de las actividades heterosexuales diferentes del coito vaginal. 5. ACTIVIDADES HOMOSEXUALES Las actividades sexuales efectuadas entre personas del mismo géne- ro pueden ser manifestaciones de la homosexualidad exclusiva o prefe- rente del individuo, o contactos circunstanciales o episódicos, realizados por personas de orientación básica heterosexual. En esta sección nos referiremos solo a las actividades del segundo tipo; las del primero serán consideradas en el capítulo VIII. Como ya se dijo, los contactos homosexuales de los seres humanos son, en principio, expresiones de la bipotencialidad sexual natural de los mamíferos, por lo cual no deben ser considerados anormales a priori . . Las actividades homosexualesepisódicasocircunstanciales son prac- ticadas por personas habitualmente heterosexuales, en situaciones espe- ciales de la vida que favorecen dicho comportamiento. Tal es el caso de los actos homosexuales que ocurren durante la preadolescencia y la adolescencia, y el de los individuos que, por su oficio o fuerza mayor, permanecen alejados del otro sexo durante lapsos prolongados (prisio- neros, marinos, etc.). Esto se explica porque el deseo sexual no desapa- rece por el hecho de estar aislada la persona del objeto sexual preferente. No obstante, una vez cesan las circunstancias conducentes a la reali7a- ción de los actos homosexuales, el individuo usualmente reinicia los contactos heterosexuales. Por otra parte, las actividades homosexuales efectuadas en las prisiones muchas veces son más formas simbólicas de establecer jerarquías de dominación/sumisión, recordativas de los actos homosexuales de los primates inferiores, que contactos puramente eróticos. Los datos de las investigaciones de KINSEY, corregidos por GEBHARD y POMEROY, indican que alrededor del 33% de los hombres y el 13%
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    ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS1071 06 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA de las mujeres habían tenido al menos un contacto homosexual con orgasmo durante sus vidas13. Por otra parte, al promediar los resulta- dos de encuestas recientes entre universitarios estadounidenses varones, de 21 años de edad media aproximada, se encuentra que 20% de ellos han tenido alguna actividad homosexual, mientras que un estudio entre universitarias del mismo país, de edad promedio similar, indica que 8% de ellas han tenido dicha experiencia. En cuanto a la incidencia de las actividades homosexuales en las prisiones, BUFFAM estima que en los Estados Unidos ella se sitúa entre 35 y 40%. Se poseen muy pocos datos sobre la incidencia de las actividades homosexuales en otros países. SIMON, en Francia, da cifras sospecho- samente bajas, a juicio del mismo investigador (6% para los hombres y 3% para las mujeres), sobre todo para los hombres (véase la nota 8). En cuanto a Colombia, en nuestro estudio entre universitarios, de edad promedio aproximada de 23 años, encontramos que 21% de los varones y 2070 de las mujeres habían tenido alguna actividad homosexual. Los tipos de actividades homosexuales posibles son los mismos de las actividades heterosexuales, con la obvia excepción del coito vaginal. 6. ACTIVIDADES SEXUALES CON ANIMALES Las actividades sexuales con animales (zoofilia) han existido en diversas culturas a lo largo de la historia, particularmente en ciertos grupos sociales u oficios. Por ejemplo, han sido bien conocidos los contactos sexuales de los pastores con sus ovejas, de los antiguos chinos con gansos y, en Colombia, de los adolescentes costeños con burras. No obstante, la zoofilia ha sido condenada formalmente por la mayoría de las culturas14. Prueba indirecta de la existencia de las actividades 13 La cifra original de KINSEY era 37% para los hombres, pero ella ha sido corre- gida debido a errores en los cálculos iniciales. Estos porcentajes y los ulteriores incluyen las prácticas de las pequeñas proporciones de hombres y mujeres de orientación homose- xual exclusiva o predominante. 14 El cristianismo adoptó el riguroso código judío, que penaba con la muerte la zoofilia, pero curiosamente lo aplicó a los casos de coito entre cristiano y judía o sarracena. Por otra parte, los tribunales europeos medioevales y más modernos condenaban a muerte a las personas culpables de zoofilia, junto con sus "cómplices" animales, si la culpabilidad de estos era comprobada. En 1750, un tal Jacques Ferron fue ahorcado en Vauvres (Francia) por haber fornicado con una burra. Esta escapó de la muerte porque en su defensa se arguyó que no habia participado en el acto voluntariamente, sino que había sido forzada. Además, el prior del convento local y algunos ciudadanos atestiguaron a su favor, diciendo "que la conocían desde cuatro años atrás, que siempre había mostrado ser virtuosa, tanto en su hogar como fuera zoofilicas la dan los numerosos casos relacionados con ellas en las anti- guas mitologías, los cuales deben interpretarse como reflejos de los deseos y actos humanos, ya que, como dice VOLTAIRE, "el hombre hizo a los dioses a su imagen y semejanza". La existencia de la zoofilia puede entrañar cierto grado de excitabi- lidad sexual de los animales con los humanos. Según HAVELOCK ELLIS, en algunos casos los perros se excitan con las mujeres, probablemente con mayor facilidad si ellas están menstruando15. DARWIN cree lo mis- mo de diversos cuadrumanos y cita a otras autoridades al respecto. KINSEY opina que la observación de animales apareándose puede ser lo que instigue la ejecución de algunos actos zoofílicos; se basa para ello en que encontró que 32% de los hombres y 16% de las mujeres se excitaban viendo copular a animales16. Los contactos sexuales con animales son debidos fundamentalmen- te a factores circunstanciales, entre los cuales resalta la vida en el campo. HAVELOCK ELLIS cree que hay tres condiciones que los favorecen: a) las concepciones de vida primitivas, que no permiten notar las diferencias entre los animales y los seres humanos; b) la familiaridad extremada con los animales; c) las creencias folclóricas sobre la utilidad del coito con animales para curar las enfermedades venéreas u otras. La zoofilia es, pues, una actividad sexual practicada faute de mieux, que solo es anormal cuando se vuelve exclusiva o compulsiva, o cuando hay en ella un verdadero componente afectivo. KINSEY encontró una incidencia acumulativa de contactos zoofíli- cos con orgasmo de 8% en el total de los hombres que encuestó, y de 17% entre los que habían vivido en el campo. Entre las mujeres, la incidencia acumulativa total fue de 4%. En nuestra investigación, entre universitarios manizaleños, hallamos una incidencia de 9% para los hombres y ninguna para las mujeres. En cambio, GONZÁLEZ y cola- boradores, en Barranquilla (ciudad costeña), encontraron una inciden- cia de 42% para los universitarios varones. de él, y que nunca había sido ocasión de escándalo para nadie". En cambio, no anduvo con la misma suerte un gallo —acusado de posesión diabólica por haber puesto un huevo— condenado a muerte en Basilea, en 1474, a pesar de la elocuente defensa de su abogado... 15 RABELAIS (Pantagruel) cuenta cómo Panurgo, para vengarse de una dama que lo había rechazado, la hizo objeto de las atenciones mingitorias de todos los perros de París. 16 HAVELOCK ELLIS dice que el acoplamiento de los grandes animales es a menu- do un espléndido espectáculo. Además, cita a BURCHARD, secretario del papa Alejan- dro VI, quien relata cómo este y su hija Lucrecia se regalaron en cierta ocasión observando la cópula de unos equinos "cum magno risu et delectatione".
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    108 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA ACTIVIDADES SEXUALES HUMANAS 109 7. FACTORES QUE INFLUYEN EN LA INCIDENCIA Y FRECUENCIA DE LAS ACTIVIDADES SEXUALES Además de los factores que influyen en la función sexual (véase el cap. V), y que por su intermedio también pueden hacerlo en la inci- dencia y frecuencia de las actividades sexuales, hay otros que directa- mente afectan a estas. 7.1. Religiosidad.—KINSEY demostró que el grado de religiosidad del individuo, más que el credo particular que profese, está en relación inversa con la incidencia y frecuencia de las actividades sexuales, lo cual es particularmente notorio en las mujeres. Estudios posteriores realizados en los Estados Unidos indican que el efecto de este factor se conserva, aunque con menor intensidad. Similar correlación negativa entre religiosidad y conducta sexual fue revelada por la investigación de SIMON en Francia, y por la de NOTZER y colaboradores entre univer- sitarios israelíes. En el estudio efectuado por nosotros entre universita- rios colombianos, encontramos que mientras 47% de las mujeres menos religiosas habían tenido coito premarital, ello había ocurrido en solo 25% de las más devotas; igualmente, mientras que 62% de las mucha- chas menos religiosas se habían masturbado, solo 42% de las más devo- tas lo habían hecho. Por otra parte, 77% de las mujeres menos religiosas habían experimentado el orgasmo alguna vez, contra 47% de las más devotas. Entre nosotros, en cambio, la religiosidad no afecta las activi- dades sexuales de los varones. 7.2. Nivel económico-educativo.—Diversos estudios —desde el de KINSEY en adelante—, realizados en diversos países occidentales, han mostrado que la capacidad económica y el nivel educativo de las perso- nas son factores que están en relación inversa con la incidencia de coito premarital, y directa con la práctica de actividades sexuales distin- tas del coito vaginal. Sin embargo, los datos más recientes indican que las diferencias económico-educativas en el comportamiento sexual están borrándose rápidamente, debido a la liberalización de las costum- bres sexuales y a la aceptación del patrón ético de la permisividad amo- rosa, propiciadas por los medios de comunicación masiva. 7.3. Edad.—KINSEY calculó las siguientes frecuencias medianas se- manales de orgasmos, obtenidos de cualquier manera por personas se- xualmente activas, sin distinción de estado civil y a diversas edades. En los hombres, a los 15 años, 2.3; a los 20, 2.2; a los 30, 2.2; a los 40, 1.7; a los 50, 1.2; y a los 60, 0.8. En las mujeres, a las mismas edades, respectivamente, 0.3, 0.5, 1.8, 1.8, 1.2 y 0.5. Puede observarse, entonces, que la máxima frecuencia masculina se alcanza en la adoles- cencia, se mantiene elevada hasta los 30 años, y de ahí en adelante comienza a disminuir lentamente. En las mujeres, la máxima frecuencia se alcanza a los 30 años (cuando la mayoría de ellas se han casado), se mantiene hasta los 40, y de ahí en adelante comienza a disminuir lenta- mente. La merma paulatina de las actividades sexuales con la edad, tanto en hombres como en mujeres, puede deberse a diversos factores, pero concuerda parcialmente con la involución natural de todas las funciones biológicas producida por el proceso de envejecimiento.
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    LA SEXUALIDAD ENLAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 111 CAPÍTULO VII LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA En las páginas anteriores hemos descrito algunos aspectos de la sexualidad humana, tomando como base de referencia a la persona fisiológicamente madura y legalmente adulta, es decir, la que está entre los 18 y los 60 de edad, aproximadamente. En el presente capítulo trataremos de la sexualidad de los individuos situados por debajo o por encima de estos límites cronológicos, o sea, los que están en los períodos vitales de la niñez', adolescencia y vejez. Hay que señalar, sin embargo, que esta división tiene mucho de arbitrario, particularmen- te en lo que se relaciona con el límite inferior de la vejez. Por lo tanto, así como algunas personas han agotado la capacidad sexual a los 40 años de edad, otras continúan ejerciendo vigorosamente la función erótica a los 80. 1. LA SEXUALIDAD EN LA NIÑEZ La mera posibilidad de que los niños realicen actividades sexuales sigue siendo inaceptable para muchas personas en nuestra civilización, a pesar de que hace más de 70 años Mon y FREUD sostuvieron pública- mente su existencia, y que es suficiente remontarse en el recuerdo a las épocas de la infancia, para que muchos tengan comprobación perso- nal de ellas2. Sin lugar a duda, la negación de esta realidad se debe a la identificación del placer sexual con el pecado, hecha por la moral erotófoba cristiana; por consiguiente, solo en mentes diabólicamente perversas podría caber la idea de que los niños —criaturas de inocencia angelical— estuvieran contaminados de él. La niñez es el período que transcurre entre el nacimiento y los 13 años de edad, aproximadamente: en esta discusión, niñez es sinónimo de infancia. La preadolescencia es el período de la niñez que transcurre entre los I I y los 13 años de edad, aproximadamente. 2 Por ejemplo, las retabulaciones de los datos de KINSEY, hechas por GEE:MARO y JOHNSON, muestran que aproximadamente la mitad de los adultos varones y la terce- rara par te de las mujeres recordaban haber realizado actividades helero u nornosexuales durante la niñez. Como se señaló anteriormente, mientras más evolucionado sea el animal, más dependerá su comportamiento sexual del aprendizaje y menos del instinto, lo cual se observa claramente en los primates infra- humanos. Con mayor razón, es de esperar que los juegos sexuales infan- tiles sean necesarios para el ulterior correcto funcionamiento erótico y reproductor de los seres humanos. Según LANGFELDT, durante dichos juegos pueden realizarse actos semejantes a las montas animales, con movimientos pelvianos y, en ocasiones, con presencia de erección. No es de extrañar, pues, que en muchos casos las disfunciones sexuales de los adultos tengan relación con la prohibición de las actividades sexuales infantiles. YATES hace notar que los ejercicios que se prescri- ben a los adultos sexualmente disfuncionales, se asemejan notablemente a los juegos sexuales practicados por los niños que no son cohibidos, y dan la impresión de ser recapitulaciones de los procesos tempranos de aprendizaje sexual. En concordancia con la herencia filogénica, existen numerosas cul- turas que adoptan actitudes permisivas con respecto a los juegos sexua- les infantiles. En ellas, los actos masturbatorios y heterosexuales imitativos de los que efectúan los adultos son vistos con naturalidad por estos, y su práctica es estimulada como preparación para el buen ejercicio de la función sexual madura; incluso, en algunas sociedades (hopis, sirionos, kazakos), los adultos estimulan los órganos sexuales de los niños. No es entonces, coincidencia] que, hasta donde se ha podido establecer, en dichas culturas la función erótica esté libre de muchas de las disfunciones comunes en la sociedad occidental. 1.1. Naturaleza de la sexualidad infantil.—El concepto de infan- cia, tal como se entiende actualmente en nuestra cultura, tiene solo unos pocos siglos de existencia. En la Europa antigua y medioeval, los niños eran tratados como pequeños adultos y compartían con estos la mayoría de sus actividades. A partir del siglo XVI la niñez comenzó a ser percibida como una fase de la vida diferente de la adultez, y en el siglo XVIII se formalizó la distinción, al crearse el concepto de una etapa intermedia —la adolescencia— entre la niñez y la adultez. A fines del siglo XIX estaba firmemente establecida la idea de que la niñez era totalmente asexual. Aunque los niños nacen con la capacidad potencial de responder a los estímulos sexuales y sentir placer al ser estimulados en las zonas erógenas, en ausencia casi total de andrógenos el interés ("deseo") sexual infantil es difuso, inespecífico y de carácter esencialmente investi- gativo, por lo cual es más curiosidad que deseo; además, a diferencia
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    112 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 113 de la estimulabilidad3, el interés sexual del niño no parece ser activado fácilmente. FREUD y sus seguidores se equivocaron al concluir que la "sexualidad" tiene el mismo significado para los niños que para los adultos, es decir, que la motivación de las actividades sexuales infantiles y el placer que producen son similares, si no idénticas, a los de los individuos adultos. La realidad es otra. Como ya se dijo, el interés sexual del niño es difuso e inespecífico; sus actos sexuales son funda- mentalmente lúdicos, investigativos e imitativos, y carecen de la cuali- dad erótica típica de los actos sexuales adultos, porque el mundo sexual infantil es un mundo de vivencias infantiles, no adultas, y el significado pleno del erotismo usualmente solo se puede adquirir mediante el proce- so de crecimiento y desarrollo del individuo inmaduro. La sexualidad infantil es esencialmente diferente de la del adulto, en lo que respecta al tipo de placer experimentado. La razón de ello es que el niño (o niña) típico todavía no ha alcanzado el grado de desarrollo síquico y somático necesario para ejercer la función erótica, y a él solo se llega en la pubertad. En otras palabras, para que el ser humano reaccione sexualmente como lo hace el individuo adulto, es indispensable que ocurran los cambios hormonales característicos de la pubertad. Como dice HAEBERLE, los niños son "sexualmente de- sarticulados", o sea, responden indiscriminadamente a toda clase de estímulos, y sus reacciones no están integradas y coordinadas totalmen- te. Bajo la influencia del condicionamiento social, los seres humanos inmaduros van estructurando gradualmente la sexualidad, en concor- dancia con los modelos culturales, hasta captar finalmente el significado pleno del erotismo. La simple capacidad orgánica de lograr el orgasmo —que está presente en muchos niños— no autoriza a creer que la sexuali- dad erótica también lo está, porque para que esto suceda, los fenómenos sexuales puramente somáticos deben ocurrir en el contexto sicosocial de la pospubertad o adultez y ser conscientes. Hay, por supuesto, casos de precocidad erótica, pero son las excepciones que confirman la regla. Los niños son naturalmente curiosos y, a medida que crecen, tratan de aprender todo lo relacionado con ellos mismos y con el entorno. Una vez explorado el propio cuerpo, se interesan por los de los otros niños y adultos, sin que ello tenga necesariamente el significado "se- xual" (erótico) adulto. Los niños captan los conceptos sexuales paulati- namente, y aun en el caso de que aprendan tempranamente ciertas actitudes y conductas sexuales adultas, solo pueden comprender sus significados y consecuencias al llegar a la pubertad. Igualmente, pueden 3 Esta estimulabilidad sexual explica las erecciones con que responden muchos niños, incluso recién nacidos, al tocamiento del pene. tener contactos físicos íntimos sin que comprendan su significado eróti- co; por el contrario, no pocas veces son los adultos los que se encargan de inculcar a los menores sus propias actitudes negativas y culpantes con respecto a contactos físicos que hasta ese momento eran vistos "inocentemente" por los niños. Los estudios de MALINOWSKI y muchos otros datos socioantropo- lógicos muestran que FREUD se engañó al postular la existencia del "período de latencia" de la sexualidad infantil como algo natural y universal. Lo que sucede es que los niños comprenden rápidamente que si realizan sus juegos sexuales en público serán censurados y castiga- dos por los adultos, por lo cual los efectúan en la clandestinidad. Las investigaciones de KINSEY y de los GOLDMANS indican que es precisa- mente durante el "período de latencia" cuando es más evidente el desa- rrollo progresivo de la ideación y los actos sexuales infantiles. Según los estudios de BERNSTEIN y los GOI.DMANS, los conceptos sexuales de los niños parecen seguir una secuencia piagetiana de desarro- llo, y la información que reciben del entorno no es aceptada como tal, sino que es asimilada y transformada de acuerdo con el nivel cognos- citivo del individuo. El estudio de los GOLDMANS, efectuado compara- tivamente entre niños australianos, estadounidenses, ingleses y suecos, es particularmente interesante porque muestra que en dichos niños, con excepción de los suecos, había considerable retraso en la aparición de los diversos componentes de la ideación sexual y poca capacidad de re- flexión y de resolución de problemas, lo cual es achacado por los autores a la comunicación inadecuada y a la renuencia de los padres y adultos a emplear terminologías y descripciones correctas de los fenómenos se- xuales, a pesar de que los niños pueden comprender conceptos biológi- cos complejos mucho más tempranamente de lo que se cree. Como consecuencia, ellos inventan sus propias explicaciones, frecuentemente míticas, de los hechos sexuales, como es el caso de la teoría cloacal del nacimiento, propuesta por FREUD, cuya presencia en las ideaciones de los niños de cinco a siete años fue confirmada por los GOLDMANS; las teorías del complejo de Edipo y del período de latencia fueron, en cambio, infirmadas por estos investigadores. El estudio de SCHOOF- TAMS y colaboradores da también apoyo al desarrollo paulatino de los conceptos sexuales infantiles, al mostrar que entre los 11 y los 16 años las ideas sobre la sexualidad se van desplazando de la reproducción hacia el vínculo de pareja y el erotismo. Los juegos sexuales infantiles consisten fundamentalmente en actos exhibicionistas, inspección y tocamiento de los órganos sexuales, y simu- lacros de coito, entre individuos del mismo o diferente género. Los estudios de KINSEY muestran que la mayor incidencia de juegos sexua-
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    114 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 115 les femeninos ocurre entre los cinco y los nueve años, mientras que en el caso de los niños, va siendo mayor a medida que estos se acercan a la pubertad; la razón de ello es el rápido desarrollo de la capacidad erótica de los varones al aproximarse a la pubertad, lo cual se contrapo- ne a la creciente vigilancia y restricción de las niñas en las mismas circunstancias. 1.2. Incidencia de las actividades sexuales infantiles.—Los siguien- tes son algunos datos obtenidos por KINSEY sobre la incidencia de las actividades sexuales durante la niñez y la preadolescencia: mientras que a los 10 años de edad 37% de los niños y 44% de las niñas habían tenido juegos sexuales, solo 2010 de los primeros y 8% de las segundas habían experimentado el orgasmo. A la misma edad, 2% de los niños y 13% de las niñas se habían masturbado, pero solo 0.1010 de los prime- ros y ninguna niña habían tenido coito. En cambio, a la edad de la torarquia (5( = 13.9 años) y de la menarquia (5c = 13.1 años), las incidencias de masturbación y coito para unos y otras fueron 72 y 26%, y 21 y 1%, respectivamente. El estudio de BELL y colaboradores sobre el desarrollo de las pre- ferencias sexuales, muestra lo siguiente, para individuos heterosexuales de raza blanca: A los 11 años de edad, solo 35% de los varones y 10% de las mujeres habían experimentado la primera excitación hetero- sexual, y la edad mediana de ella fue 12.4 años para los primeros y 15.3 años para las segundas. A la misma edad, 22% de los varones y 23/o de las mujeres se habían masturbado, mientras que solo 3% de los primeros y 1% de las segundas habían tenido coito. En el caso de individuos homosexuales de raza blanca, a los 11 años de edad, 38% de los varones y 8% de las mujeres habían experimentado la prime- ra excitación homosexual. Nuestra investigación entre estudiantes universitarios colombianos indica que, a la edad de 10 años, solo 5% de los varones y 2% de las mujeres habían experimentado el orgasmo. A la misma edad, 8% de los primeros y 4% de las segundas se habían masturbado, mientras que, a la edad de la torarquia (5( = 13.1 años) y de la menarquia (ic = 13.1 años), la incidencia masturbatoria había ascendido a 47010 para los varones y 17% para las mujeres. A los 10 años de edad, 3% de los varones habían tenido coito, y la incidencia había aumentado a 10% a la edad de la torarquia; ninguna mujer había tenido coito a la edad de la menarquia. Todos los datos anteriores muestran, pues, que antes de la pubertad no se puede hablar propiamente de erotismo y de actividades sexuales típicas de los individuos maduros. 2. LA SEXUALIDAD EN LA ADOLESCENCIA La adolescencia —un estado de transición entre la niñez y la adultez- se puede definir como la respuesta sicosocial al fenómeno somático de la pubertad. Por lo tanto, la pubertad es un hecho biológico, indepen- diente de la cultura, mientras que esta determina la adolescencia. Por ejemplo, en las sociedades ágrafas el paso de la niñez al estado adulto es más bien abrupto, y es señalado por los rites de passage; no existe, entonces, un período de adolescencia propiamente dicho. En nuestra cultura la adolescencia se puede fijar entre el comienzo de la pubertad y la obtención de la mayoría de edad legal, o sea, entre los 13 y los 18 años, aproximadamente. No obstante, el concepto de adolescencia tomó bastante tiempo para ser aceptado por los europeos, y antigua- mente ella se confundía unas veces con la niñez y otras con la adultez. Aunque algunos sexólogos de orientación sociológica sostienen que la motivación para la actividad sexual en la adolescencia es básicamente sociocultural, hay estudios que dan fuerte respaldo al concepto de que ella es de tipo biológico, o sea, que resulta dela acción de los andrógenos sobre el desarrollo y mantenimiento del apetito sexual. La influencia sociocultural vendría a ser, entonces, un factor concurrente pero relati- vamente secundario, que reforzaría o inhibiría el factor biológico, de acuerdo con las circunstancias. Una preocupación importante de la adolescencia —particularmente en los varones— es el aprendizaje de la función sexual adulta. La relati- vamente rápida transición entre la sexualidad infantil y la madurez sexual puberal produce mucha ansiedad y confusión en la mayor parte de los adolescentes, cuyas reacciones emocionales y sociales a este perío- do son determinadas en parte por las experiencias infantiles, y en parte por las expectativas culturales que gravitan sobre ellos. La ambivalencia de la sociedad occidental frente a la sexualidad erótica contribuye en buena medida a generar la confusión. Por una parte, la propaganda de la sociedad consumista —a través de los medios de comunicación masiva— hace uso permanente del erotismo, amén de que estos medios de comunicación dan a conocer y presentan como deseables las muestras de liberalización de la conducta sexual en las sociedades estadounidense y europeas, con énfasis en el patrón ético de permisividad amorosa. Por otra parte, dicha situación coexiste con la condenación oficial (so- cial o moral) del erotismo. No pocas veces el resultado es una retirada del adolescente a la seguridad de la experimentación y exploración se- xuales en un ámbito homosocial —o sea, en asociación con sus iguales del mismo sexo—, el cual normalmente es reemplazado luego por una asociación heterosocial —o sea, con iguales del otro sexo. Sin embargo, en la práctica, las dificultades causadas por las contradictorias pautas
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    LA SEXUALIDAD ENLAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 117116 ASPECTOS BÁSICOS DE LA SEXUALIDAD HUMANA de actitud y comportamiento sexuales que el entorno social suministra a los adolescentes se presentan en las mujeres, ya que en nuestra cultura latinoamericana el modelo tradicional de afirmación masculina es el machismo sexual, el cual puede ser integrado fácilmente al echos permi- sivo que está en boga, con la modificación de que en su ejercicio se está dependiendo más de muchachas "liberadas" que de las prostitutas clásicas, quienes hasta hace poco eran las válvulas de escape socialmente aceptables de la libido masculina. En la adolescencia, el egocentrismo del niño y del preadolescente es sobrepasado y substituido por la incorporación del individuo al grupo de sus iguales (barra), lo cual sirve de mecanismo de protección contra los entornos sociales adulto e infantil, y permite la creación de una identidad propia. En este período de la vida aparece también con fre- cuencia un "sarampión" proyectivo-imitativo, que hace idealizar los modelos externos propuestos por los medios de comunicación (artistas de cine, deportistas, cantantes de moda, etc); además, entran en juego los sentimientos afectivos, y las primeras frustraciones sentimentales se convierten en "tragedias", que en ocasiones dan origen a la "voca- ción" religiosa femenina. 4 La adolescencia es una etapa de la vida crucial para el aprendizaje de la función sexual, pues durante ella se ponen a prueba los roles sociosexuales, especialmente el masculino. Al final de la adolescencia, en la gran mayoría de los individuos están ya establecidas las pautas actitudinales y conductales sexuales del adulto, que en las mujeres tienen un carácter más afectivo que erótico, mientras que en los hombres sucede lo contrario. La primera eyaculación es la torarquia (LEVEN), un hecho de parti- cular importancia para el varón, porque además de ser el fenómeno fisiológico más significativo de la pubertad, marca el comienzo efectivo de la vida sexual y la adolescencia. LEVEN encontró una influencia esta- cional en la aparición de la torarquia, ya que en el 76% de los sujetos estudiados por él ocurrió en la primavera o en el verano. KINSEY halló que la torarquia más precoz fue a los 8 años y la más tardía a los 21, mientras que la edad mediana fue 13.8 años. LEVEN, en su estudio con universitarios ingleses, encontró una edad mediana de 13.2 años. Entre los universitarios colombianos, la edad mediana hallada por noso- tros fue 13.1 años. La primera menstruación o menarquia es un fenómeno fisiológico de la pubertad de la mujer similar en significación a la torarquia del varón, por lo cual desempeña un papel central en la percepción subjetiva de la sexualidad femenina. Las estaciones no parecen influir en su apari- ción, pero sí es conocido el descenso secular de la edad a la cual se presenta en las mujeres europeas, y que se ha atribuido al mejoramiento paulatino de las condiciones nutricionales. En el momento actual, la edad media de la menarquia para las mujeres europeas y estadouniden- ses está situada entre los 12.5 y 13 años. En las universitarias colombia- nas encontramos una edad media de 13.1 años. En los varones, el primer orgasmo se confunde prácticamente con la torarquia. KINSEY halló que en los dos tercios de los casos fue debi- do a la masturbación, y en el resto a las poluciones nocturnas, el coito heterosexual y los contactos homosexuales. En nuestra investigación con universitarios encontramos que las causas principales ,fueron la masturbación y las poluciones nocturnas (en 58 y 29% de los casos, respectivamente).> En cuanto a las mujeres, KINSEY halló que la edad mediana del primer orgasmo estaba un poco por debajo de los 20 años, y que las causas principales fueron la masturbación y las caricias heterosexuales diferentes del coito vaginal (en 40 y 24% de los casos, respectivamente). Nosotros encontramos que la edad mediana del primer orgasmo entre las universitarias fue 18.1 años, y la causa principal la masturbación (en 43% de los casos). Puede observarse, entonces, que los hombres comienzan la adolescencia con el primer orgasmo, mientras que este señala más bien el final de ella en las mujeres. En los estudios de KINSEY, la primera polución nocturna ocurrió aproximadamente un año después de la primera masturbación, pero la mayoría de las mujeres nunca habían tenido sueños eróticos con orgasmo; por eso, mientras 71% de los muchachos habían experimenta- do el orgasmo durante el sueño a los 18 años, solo 5% de las muchachas habían tenido dicha experiencia a la misma edad. En nuestra investiga- ción encontramos una edad mediana del primer sueño con orgasmo de 14.2 años para los varones y 16.5 años para las mujeres. KINSEY encontró que la edad mediana de la primera masturbación en los varones fue un poco mayor de 14 años, mientras que en las mujeres fue de 30 años; por eso, mientras que 92% de los muchachos habían logrado el orgasmo masturbatorio a los 18 años, solo 26% de las muchachas estaban en la misma situación. En nuestra encuesta en- contramos que la edad mediana del primer orgasmo masturbatorio fue 13.3 años para los hombres y 17 para las mujeres. El proceso de liberalización de la conducta sexual, que en los Esta- dos Unidos y otros países desarrollados ha ocurrido en los últimos años, se refleja en la elevación paulatina de la incidencia de coito prema- rital entre los adolescentes. Por ejemplo, los estudios de KINSEY mues- tran que a los 18 años 68% de los hombres, pero únicamente 6% de las mujeres, lo habían efectuado. En 1971, ZELNIK y KANTNER hallaron
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    118 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD EN LAS ÉPOCAS EXTREMAS DE LA VIDA 119 o' 1 ■ una incidencia para las mujeres, a la misma edad, de 4007o , la cual ascendió a 5107o en 1976 y a 57% en 1979; en este último año, la inciden- cia para los varones de la misma edad fue de 66%. En contraste, noso- tros encontramos que, a comienzos de la década de 1970, la incidencia de coito premarital a los 18 años de edad, entre universitarios, era de 64% para los hombres y solo Pio para las mujeres, mientras que la edad mediana del primer coito fue 16.5 años para los primeros y 20.1 años para las segundas. A finales de la misma década, la incidencia de coito premarital, a la misma edad, había ascendido a 76% entre los varones, pero permanecía en 7% entre las mujeres, mientras que la edad mediana del primer coito fue 15.7 años para los primeros y 20 para las segundas. Un interesante fenómeno, que contradice la tendencia general en nuestra civilización a una mayor incidencia de coito premarital entre los hombres que entre las mujeres, es el que está ocurriendo en países del norte de Europa, como Suecia y Alemania Federal, en donde dicha incidencia se ha invertido entre los adolescentes. Por ejemplo, en un estudio efectuado entre estudiantes suecos, LEWIN encontró que, a los 16 años de edad, 46% de las muchachas y 31% de los muchachos habían tenido coito. Y en una investigación realizada entre estudiantes alemanes, SCHOOF-TAMS y colaboradores hallaron que, a la misma edad, 40% de las muchachas y 22% de los muchachos habían tenido coito. Como explicación de esta situación atípica, LEWIN propone la siguien- te: la gran mayoría de tales relaciones sexuales suceden en el contexto afectivo del vínculo de pareja, en donde el hombre, por norma cultural, es un poco mayor que la mujer; ahora bien, a una determinada edad (por ejemplo, 16 años), muchos muchachos no pueden encontrar pareja, porque un buen número de las potenciales candidatas están todavía en una edad (por ejemplo, 14 años) a la cual no es usual que ellas realicen el coito. Por su parte, SCHOOF-TAMS y colaboradores opinan que el fenómeno resulta de la relativamente más rápida maduración sexual de las muchachas, y de que, debido a la tendencia al igualita- rismo sexual en los países desarrollados, la práctica de las actividades sexuales se ha hecho más fácil para ellas. Hay que anotar que en no pocas ocasiones las muchachas adoles- centes (como las mujeres en general) acceden al coito premarital sin desearlo realmente, unas veces como "premio" a las manifestaciones de afecto (real o fingido) por parte del hombre, y otras con el fin de satisfacer el echos imperante, mostrando que no son mojigatas. Ade- más, los adolescentes son muy poco cuidadosos en lo que se refiere a evitar las consecuencias reproductoras del coito. Por una parte, los hombres tienden a descargar en la mujer la responsabilidad de evitar el embarazo; por la otra, las mujeres consideran inaceptable prepararse conscientemente para un posible coito, porque así se destruiría el mito romántico que explica el acto como resultado del impulso amoroso súbito. 3. LA SEXUALIDAD EN LA VEJEZ La actividad sexual en la vejez está influida por factores sociocultu- rales y biológicos, los cuales pueden interactuar. Entre los primeros figura en lugar destacado la extrañeza, si no la reprobación, implícita o explícita, con que se mira el ejercicio de la función erótica en las personas no necesariamente viejas, sino apenas maduras, en nuestra cultura contemporánea. Muchos hijos adultos jóvenes se sienten incó- modos pensando que sus progenitores, sobre todo las madres (que pueden tener poco más de 40 años de edad), estén todavía realizando actividades sexuales. Esto se debe, probablemente, tanto a la identifica- ción de la sexualidad (y la sensualidad) con la juventud, que proclaman los medios de comunicación masiva, como a los rezagos de la erotofobia cultural, que impide aceptar plenamente, aun por parte de los jóvenes, la legitimidad y autonomía del erotismo, y exige —al menos teóricamente— la justificación reproductora de la sexualidad. Por el contrario, muchas culturas no occidentales aceptan que hombres y mujeres se mantengan sexualmente activos hasta edad avanzada. Un factor biológico que tiene repercusión cultural es el sexo del individuo. Tradicionalmente, los hombres han tenido más libertad que las mujeres para el ejercicio del erotismo, a cualquier edad. Por eso las "travesuras" sexuales de los "viejos verdes" son vistas más como moti- vo de regocijo que de censura, cosa que no sucedería en el caso de las mujeres. El género de la persona interactúa también con el factor cultural, representado por el estado civil; es decir, las viudas están más limitadas que los viudos para satisfacer sus necesidades sexuales. En cuanto a otros factores biológicos, como vimos anteriormente, el envejecimiento, por las modificaciones orgánicas que acarrea, produ- ce una disminución paulatina de la función erótica, lo cual puede ser parcialmente contrarrestado por el ejercicio frecuente de ella durante la juventud y la madurez del individuo. Los trastornos orgánicos produ- cidos por el envejecimiento tienen sobre todo repercusiones en los hom- bres; entre ellos resaltan las estenosis de las arterias que irrigan el pene, muy prevalentes en los varones mayores de 50 años. Parece, sin embargo, que la causa inmediata más importante de la disminución de la actividad sexual en los hombres añosos es la dismi- nución o ausencia de la libido. Como causas mediatas, productoras de hipolibido, se pueden señalar las siguientes: a) la disminución o
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    120 ASPECTOS BÁSICOSDE LA SEXUALIDAD HUMANA ausencia de estímulos apropiados, debido al aislamiento sociosexual; b) los trastornos orgánicos que impiden la captación consciente de los estímulos sexuales; c) la baja intensidad natural del deseo sexual de algunos hombres, que la inhibición cultural puede hacer desaparecer completamente. En algunas mujeres menopáusicas, la ausencia del temor al embara- zo puede hacer aumentar la libido y, consecuentemente, las actividades sexuales. PARTE SEGUNDA ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA .4
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    __ )1 E a /0 • ,-, , le. 1. ': ....,'.' -s• _ •::,- l'• CAPÍTULO VIII LA HOMZYSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD En el capítulo vi tratamos de las actividades homosexuales episó- dicas o circunstanciales. En el presente capítulo hablaremos de la orien- tación homosexual exclusiva o preferente en cuanto estado sicológico. También trataremos del estado bisexual. 1. LA HOMOSEXUALIDAD Damos el nombre de homosexual a la persona adulta cuyo deseo sexual se dirige, en forma exclusiva o preferente, hacia individuos del mismo género, o que se excita sexualmente, en forma exclusiva o prefe- rente, con ellos y que habitual, pero no necesariamente, tiene un com- portamiento sexual heterotípico. La homosexualidad (masculina o femenina) es un estado sicosexual que ha existido en todas las culturas humanas y en todas las épocas, pero en relación con el cual, según WHITAM, las normas sociales no han facilitado ni obstaculizado su emer- gencia. De acuerdo con este mismo autor, la incidencia de la homose- xualidad masculina parece ser similar en las diferentes sociedades, o sea, alrededor del 5%. No obstante, la orientación homosexual y sobre todo su práctica han sido severamente condenadas en ciertas culturas y épocas. En la civilización judeocristiana ellas han sufrido en particular el rigor de las calificaciones religiosa, médica o jurídica de "pecado", "enfermedad", o "delito", respectivamente. La homosexualidad femenina o lesbianismo ha sido mucho menos estudiada que la masculina, en parte porque al ser menos estigmatizada, permite un funcionamiento síquico y social más compensado y crea una menor necesidad de consulta sicológica; además, su incidencia es menor que la masculina (alrededor de un 2%). Tal situación se refleja en muchas normas legales, que están dirigidas principalmente a la represión de la homosexualidad masculina. KINSEY señala varias razones para explicar la relativa lenidad con respecto al lesbianismo, entre ellas las siguientes: a) se trataría de un remanente de los derechos hitita, judío y de otras culturas antiguas, que consideraban a las mujeres como seres inferiores, cuyas actividades privadas tenían poco interés; b) en las
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    124 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 125 relaciones lésbicas no se pierde "simiente", lo cual es importante desde el punto de vista de las normas morales judeocristianas. Al respecto, estudios efectuados entre quienes realizan actividades orgiásticas en los Estados Unidos, muestran la elevada incidencia y la aceptación de los contactos homosexuales femeninos, mientras que los actos simila- res entre hombres son muy raros y censurados. Es posible que a la existencia de esta diferencia contribuyan tanto cierta despreocupación por lo que hagan las mujeres entre sí, como la excitación sexual que producen en los hombres los contactos lésbicos. En cuanto al origen de la homosexualidad, no hay nada que agregar a lo dicho con respecto a la diferenciación de la orientación sexual, excepto recalcar la posibilidad de que en los individuos de esta orienta- ción exista cierta predisposición biológica que facilite su diferenciación atípica. Ello porque diversos estudios indican que la mayoría de los homosexuales experimentan, desde una etapa muy temprana de la niñez, sentimientos confusamente "homosexuales", que con el desarrollo se- xual del individuo van adquiriendo paulatinamente carácter erótico. 1.1. Criterios sobre la homosexualidad.—Dejando de lado los cali- ficativos religiosos o legales de "pecado" o "delito", aplicados a la homosexualidad, hay dos criterios sobre la "normalidad" o "anormali- dad" de esta orientación sexual: a) el médico-sicoanalítico tradicional, y b) el sexológico moderno. El primero da por sentado que ella es sicopatológica; el segundo establece que la homosexualidad no es sico- patológica per se, sino que adquiere tal carácter por la influencia negati- va de un entorno sociocultural hostil. a) Criterio médico-sicoanalítico tradicional. La medicina, influida poderosamente por los conceptos sicoanalíticos, ha considerado que la homosexualidad es una enfermedad mental. La teoría sexual freudia- na no deja duda de que, para su creador, esta orientación es una enfer- medad. Por lo tanto, la opinión expresada por FREUD en su famosa carta a una madre norteamericana, según la cual la homosexualidad "no puede clasificarse como una enfermedad", sino más bien como una "variante de la función sexual", no era más que un piadoso eufe- mismo. En general, los sicoanalistas y siquiatras posteriores a FREUD han perpetuado la creencia en la patología intrínseca de la homosexuali- dad, ora ateniéndose a la teoría sicoanalítica original, ora ideando va- riantes de ella. No obstante, un creciente número de profesionales de la medicina sicológica están aceptando el concepto sexológico moderno de función erótica, y revisando las teorías freudianas sobre la sexuali- dad; incluso algunos de ellos han hecho contribuciones notables a la sexología. Reflejo de este cambio fue la decisión tomada en 1974 por la American Psychiatric Association de eliminar la homosexualidad como tal de la clasificación oficial de enfermedades mentales (Diagnos- tic and statistical manual of mental disorders, 3rd. ed., DSM III). A pesar de esto, LIEF cita los resultados de una reciente encuesta entre siquiatras estadounidenses, en la cual 70% de ellos consideraron patoló- gica la homosexualidad. LIEF opina que el voto de 1974, favorable a la homosexualidad, se debió más a razones humanitarias que a convic- ción científica. Que la homosexualidad sea patológica per se solo puede aceptarse si al menos uno de los dos tipos de argumentos a favor de esta hipótesis es cierto: la teoría freudiana del desarrollo sicosexual, o la relación directa entre patología mental evidente y homosexualidad. La teoría freudiana es totalmente inadecuada para explicar la homosexualidad y definir su carácter patológico, porque no ha podido ser comprobada satisfactoriamente y en cambio ha sido rebatida en gran parte, amén de que, al estar influida por la teleología reproductora, descarta la existencia normal de la sexualidad con fin placentero en la persona adulta (véase el Apéndice). Queda por determinar qué tan cierta es la relación entre la homosexualidad y los desarreglos sicológicos. Diversos autores han criticado los argumentos de los siquiatras y sicoanalistas a favor de la homosexualidad como patología. Por una parte, estos terapeutas sufren la influencia del entorno sociocultural y —consciente o inconscientemente— confunden el pecado con la enfer- medad, relacionan todo acto sexual "inmoral" con la patología mental, o se aferran al criterio finalista que declara la homosexualidad "antina- tural" —y por ende patológica— porque no sirve para la procreación. Por otra parte, cuando algunos sicoterapeutas concluyen que la homose- xualidad es una enfermedad, porque han encontrado una elevada pro- porción de trastornos mentales en los homosexuales que acuden a la consulta, están haciendo generalizaciones con base en una muestra no representativa, con integrantes cuyo estado mental no puede comparar- se con el de los homosexuales que nunca consultan por no sentir la necesidad]. La homosexualidad ha sido vista en nuestra cultura como la antíte- sis de la heterosexualidad, la cual, a su vez, ha sido considerada como la culminación "natural" o "normal" del devenir sexual humano, des- de todos los puntos de vista: teológico, biológico, social y de salud mental; por lo tanto, el homosexual no puede ser sino "inmoral", "perverso", "disfuncional" o "neurótico". Partiendo de estas presun- ciones, los investigadores tradicionales se han dedicado entonces a bus- 1 Si tres o cuatro abogados consultan al médico y se encuentra que son diabéti- cos, el facultativo no puede concluir que todos los abogados de la ciudad sufren la misma enfermedad.
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    car la explicaciónde por qué los homosexuales sé "desvían" de la senda "normal", y tal perspectiva patológica ha viciado todas sus con- clusiones. CHURCHILL dice que muchos sicoterapeutas dependen para los diag- nósticos de sus propios sentimientos, intuiciones, opiniones y prejuicios, a lo cual agrega MARMOR que cuando ellos actúan bajo la influencia de normas morales, lo que están haciendo es desempeñar el papel de agentes de control o represión cultural. WEST señala la gran cantidad de teorías siquiátricas y sicoanalíticas sobre la homosexualidad, muchas de ellas contradictorias, debido a que son producto de la intuición clínica, sin ningún apoyo experimental. Por otra parte, los estudios clínicos que respaldan la naturaleza "patológica" de la orientación homosexual, generalmente han sido realizados en pacientes situados en el extremo homofílico del continuo de KINSEY (véase más adelante) y pertenecien- tes a una clase social particular de una cultura antihomosexual; en grupos de estas características, lo extraño sería no encontrar una elevada proporción de trastornos sicológicos. En conclusión, no existe prueba alguna a favor de la "anormalidad" intrínseca de la homosexualidad, y en la gran mayoría de los casos en que coincide esta orientación sexual con alguna patología mental, ello es explicable por la influencia hostil del entorno sociocultural. b) Criterio sexológico moderno. Este criterio sostiene que la homo- sexualidad es una variante de la función sexual humana, y es respaldado por los siguientes argumentos: en primer lugar, la existencia natural y legítima de la función erótica humana, o sea, la búsqueda consciente del placer sexual per se, con la sola limitación de que no tenga conse- cuencias nocivas para otras personas; mientras así suceda, la índole del objeto erótico y los tipos de actos sexuales realizados son irrelevan- tes; en segundo lugar, los resultados de numerosos estudios comparati- vos entre muestras extraclínicas de heterosexuales y homosexuales mediante el empleo de pruebas sicométricas, que en su mayor parte no han revelado que existan diferencias significativas en el grado de salud mental de unos y otros; por último, los estudios históricos, que ponen de manifiesto que las prácticas homosexuales eran aceptadas en muchos pueblos antiguos, incluyendo el judío antes del regreso de la cautividad de Babilonia2, pero sobre todo en Grecia. Dado su acen- drado patriarcalismo, los griegos no concebían la existencia de senti- mientos amorosos entre hombre y mujer —seres desiguales—, sino entre iguales, es decir, personas del mismo sexo; la relación sexual entre el erastés o philétor (amante adulto) y el erómenos (adolescente amado) 2 Génesis, 19:5; Jueces, 19:22; I Reyes, 14:24; II Reyes, 23:7. era una institución social que permitía la transmisión de la areté (virtud varonil) de aquel a este. Entre los griegos3 no existía la noción de mo- nosexualidad, ya que eran bisexuales. Además, como dijimos antes, los estudios socioantropológicos muestran lo comunes que eran las acti- vidades homosexuales en muchas sociedades ágrafas, al menos hasta la llegada de los colonialistas "blancos". El berdache de los indios norteamericanos y el chamán de los pueblos siberianos representaban formas socialmente aceptadas de homosexualidad, transvestismo o tran- sexualismo. Y en ciertas culturas, los contactos homosexuales eran prác- ticamente obligatorios para los varones en determinadas épocas y circunstancias. Ahora bien, que las actividades homosexuales —permitidas en ciertas circunstancias de la vida del individuo, en diferentes sociedades— sean adoptadas exclusivamente por una minoría de personas (los homo- sexuales) es simplemente muestra de selectividad sexual, apetitiva o conductal, selectividad que no es objetada en otras situaciones en donde existen diferentes opciones. 1.2. Tipos de actividades homosexuales.—En el caso de los homo- sexuales masculinos, las técnicas empleadas para satisfacerse sexual- mente incluyen los abrazos y besos, la masturbación mutua, la felación, el coito rectal y, en general, las mismas empleadas en las actividades heterosexuales. Factores culturales parecen influir en el tipo de actividad practicada. Por ejemplo, la felación y la masturbación mutuas son mucho más frecuentes que el coito rectal en los países anglosajones, mientras que él es preferido en países de fuerte tradición machista, como los árabes y mediterráneos, México y otros latinoamericanos. En estos mismos países, y en contraposición a los anglosajones, parece existir también una notable diferencia entre los homosexuales afemina- dos —que son conocidos como tales y adoptan preferentemente el papel de pedicado— y los homosexuales "varoniles" —que no manifiestan amaneramientos y prefieren ser pedicadores. Por otra parte, SAGHIR y ROBINS encontraron que las prácticas más frecuentes entre los homo- sexuales de mayor edad eran la felación y el coito rectal, mientras que la masturbación mutua predominaba entre los más jóvenes. Entre las lesbianas, las técnicas empleadas incluyen los besos y abrazos, los contactos corporales generalizados, las caricias manuales de mamas y genitales, las caricias bucales de pechos y genitales, la yuxtaposición y fricción de los genitales (tribadismo) y la utilización de vibradores. Las mujeres de mayor experiencia parecen preferir el cunilinto, mientras que las de menor experiencia emplean más frecuente- 3 O al menos entre los individuos de la clase dominante, que son los que hacen la historia oficial. LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 127 126 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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    128 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 129 mente la estimulación manual de los genitales. A pesar de lo que imagi- nan muchos hombres —y para frustración de sus fantasías—, los falos artificiales son utilizados por una minoría muy reducida de lesbianas. 1.3. Mitos acerca de la homosexualidad.—La gran mayoría de los heterosexuales creen que los homosexuales constituyen un grupo unifor- me, no solo en lo que respecta a la orientación sexual, las actividades eróticas y el rol genérico, sino también en cuanto a sus actividades so- ciales e intereses personales no sexuales. En general, estos conceptos son erróneos, como veremos a continuación. a) Tipologías. Un estudio de BELL y WEINBERG muestra que los homosexuales son tan diferentes entre sí como los heterosexuales. Si se hace abstracción del aspecto erótico, muchos homosexuales manifies- tan más afinidad con los heterosexuales de su misma clase social y nivel educativo que con los demás homosexuales. Con base en el solo comportamiento sexual, BELL y WE1NBERG establecieron cinco tipolo- gías, dentro de las cuales pudieron clasificar a la mayoría de los homose- xuales investigados por ellos; las tipologías son: I acoplados estables, 11 acoplados inestables, III funcionales, IV disfuncionales y V asexuales. Los individuos del tipo I forman parejas relativamente estables y satisfe- chas, con pocos problemas sexuales y pocos contactos eróticos externos; los del tipo II forman parejas más inestables, con menor grado de satisfacción mutua, más actividad erótica externa y más problemas se- xuales; los funcionales no forman parejas, son promiscuos y tienen muchos problemas sexuales; los asexuales no forman parejas, no son promiscuos y tienen muchos problemas sexuales. Los problemas sicoló- gicos se encuentran sobre todo en los disfuncionales y asexuales. b) Rol sociosexual. No obstante la creencia popular, el rol sociose- xual o genérico de la mayoría de los homosexuales (sobre todo si son de sexo masculino) no es heterotípico. Varias investigaciones recientes indican que alrededor de los dos tercios de los homosexuales masculinos se comportan socialmente como correspondería a los heterosexuales y no muestran rasgos afeminados4. La discrepancia de este hecho con los resultados de otras investigaciones, que indican que la mayoría de los homosexuales han manifestado el rol genérico heterotípico durante la niñez (lo cual podría estar en relación con la aparente predisposición 4 LERMAN y DAMSTÉ midieron el tono de voz de personas horno y heterosexuales y no observaron diferencias significativas, lo cual, según ellos, puede tener alguna de las siguientes explicaciones: a) no existen realmente diferencias; b) los homosexuales tienden a emplear la voz afeminada entre ellos mismos, y no en el trato con los heterose- xuales; c) el papel activo o pasivo en los actos homosexuales tiene relación con el tono de voz (la mayoría de los homosexuales investigados eran activos). biológica que facilita la diferenciación atípica de la orientación sexual), se explicaría porque entre esta época y la adultez ocurre en ellos un proceso de "desfeminización". En cuanto a los intereses personales y oficios desempeñados, las investigaciones interculturales de WHITAM tienden a mostrar que una proporción apreciable de homosexuales —especialmente aquellos cuyo rol genérico es heterotípico— sienten particular interés por las actividades artísticas y teatrales, y en general por la industria del espectáculo, así como también por la modistería y la peluquería femenina. De otro lado, si se consideran solo las prácti- cas homosexuales, es de notar la relativamente frecuente existencia de ellas entre los militares, prototipos de la masculinidad. El ejemplo histó- rico más famoso es el de la Legión Sagrada de Tebas, uno de los cuerpos militares más prestigiosos de la antigua Grecia y que, según se relata, estaba constituido por parejas de amantes homosexuales. Con respecto a las lesbianas, un estudio de BELL y colaboradores muestra igualmente que en una proporción mayoritaria de ellas (60%), aunque menor que en el caso de los hombres, el rol sociosexual es homotípico. El dato de una mayor proporción de lesbianas hombrunas que de homosexuales masculinos afeminados tiende a correlacionarse con una investigación de PERKINS, que indica que las mujeres homose- xuales, en particular si son sicológicamente dominantes, presentan ras- gos anatómicos atípicos del sexo femenino (caderas más estrechas, menos grasa subcutánea, mayor musculatura). c) Preferencia objetal sexual. Otro de los mitos profesados por los heterosexuales, que contribuye apreciablemente a la estigmatización social de los homosexuales, es el de que estos son exclusiva o preferente- mente paidófilos. La realidad es que solo una minoría de homosexuales tienen esta preferencia objetal, y que la mayoría de ellos son andró filos o efebófilos. Además, quienes imaginan a los homosexuales como los "corruptores de menores" por excelencia, desconocen que la mayoría (dos tercios) de los paidófilos son heterosexuales. Sin embargo, como lo señalan FREUND y colaboradores, el hecho de que uno de cada tres paidófilos sea homosexual, mientras que cinco de cada 95 hombres de la población general son homosexuales, sugiere que existe un factor biológico que contribuye a que la orientación sexual no sea totalmente independiente de la preferencia paidófila. 1.4. Otros aspectos de la homosexualidad.—Dos de ellos son la afectividad y la promiscuidad. Diversos estudios muestran que los ho- mosexuales actúan en concordancia con las diferencias sicoculturales que se aplican al hombre y a la mujer; es decir, por lo general, en las relaciones lesbianas hay gran contenido afectivo y muy poca promis- cuidad, mientras que lo contrario es la regla entre los homosexuales
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    1 JU ASPECTOSESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA HOMOSEXUALIDAD Y LA BISEXUALIDAD 131 masculinos. Además, el lesbianismo está a menudo limitado a la esfera afectiva, sin que haya mayor contacto físico. En cuanto al aspecto histórico-legal de la homosexualidad, las cul- turas precristianas eran muy tolerantes de ella; la excepción quizá fue Roma, en donde era censurada social pero no moralmente, aunque incluso este tipo de condenación llegó a desaparecer en la época imperial precristiana. Sin embargo, todo cambió al establecerse el cristianismo, con su poderosa influencia sobre el Estado. La primera legislación anti- homosexual en el Imperio Romano fue promulgada por CONSTANTE y CONSTANCIO, en 342; en 390, VALENTINIANO condenó a la hoguera a los homosexuales, mientras que JUSTINIANO, quien codificó toda la legislación romana, promulgó, en 538, el estatuto antihomosexual que habría de servir de guía a las naciones europeas durante muchos siglos. En la Edad Media, la homosexualidad fue asimilada a la herejía, a la zoofilia y a la traición, y castigada con la pena capital. El Código Penal napoleónico de 1810 despenalizó la homosexualidad consensual entre adultos y en privado, y señaló la pauta que acogerían otros países europeos y latinoamericanos. Aunque todavía quedan algunos códigos de países de cultura occi- dental que no recibieron el benéfico influjo del Código napoleónico, y que penalizan, con mayor o menor rigor, las prácticas homosexualess, la tendencia del derecho penal moderno es hacia la despenalización de todos los actos eróticos que no lesionen la libertad y seguridad sexua- les de otras personas, y sean efectuados entre adultos, en privado. Con la promulgación del Código Penal vigente, Colombia también se ha incorporado a esta corriente jurídica contemporánea, al menos en lo que respecta a la homosexualidad. 2. LA BISEXUALIDAD Como lo señala KINSEY, la generalidad de los seres humanos tien- den a clasificar las cosas en forma dicotómica: blanco o negro, bueno o malo, normal o anormal. Así, para la gran mayoría de las personas de nuestra cultura, solo puede haber heterosexuales u homosexuales, y si de un individuo se llega a saber que ha tenido una sola y fugaz práctica homosexual, automáticamente será clasificado dentro de este estado particular, aunque su orientación sexual sea exclusivamente ho- motípica. Esta concepción de la orientación y conducta sexuales es 5 Sin contar con las bárbaras normas coránicas, vigentes en ciertos países islámi- cos —como el Irán del Ayatola Jomeini—, que castigan con la muerte la homosexuali- dad, la prostitución y el adulterio. errónea. Los estudios de KINSEY y las investigaciones socioantropológi- cas muestran que si bien existen personas de orientación y prácticas sexuales categóricamente excluyentes (heterosexuales u homosexuales), hay también otras que se excitan y tienen contactos sexuales con indivi- duos de ambos géneros, en diferentes épocas y circunstancias de la vida y simultánea o secuencialmente. Ellos son los bisexuales6. KINSEY considera que lo que realmente existe es un continuo de orientación y comportamiento sexuales, que va desde la heterosexuali- dad hasta la homosexualidad exclusivas, y dentro del cual los seres humanos se pueden clasificar en una escala que va de O a 6. El grado O corresponde a los individuos heterosexuales exclusivos, tanto en sus ex- periencias físicas como en las síquicas; los del grado 1 solo han tenido experiencias homosexuales (físicas o síquicas) muy accidentales; los del grado 3 han tenido aproximadamente igual número de experiencias hetero y homosexuales; los del grado 5 son predominantemente homosexua- les, pero han tenido algunas pocas experiencias heterosexuales; los del grado 6 son exclusivamente homosexuales; los grados 2 y 4 son intermedios entre el 1 y el 3 y el 3 y el 5, respectivamente. Este continuo representa la orien- tación y la conducta sexuales humanas más adecuadamente que la división maniquea entre heterosexuales "normales" y homosexuales "anormales". Estrictamente hablando, las personas clasificadas en los grados 1 a 5 del continuo de KINSEY serían bisexuales; en la práctica, sin em- bargo, es más conveniente considerar pertenecientes a este estado a los individuos clasificados en los grados 2 a 4, mientras que los clasifica- dos en los grados1 y 5 pueden considerarse heterosexuales y homosexua- les, respectivamente. De acuerdo con los datos de KINSEY, alrededor del 12% de los hombres podrían clasificarse como bisexuales durante por lo menos un período de tres años de su vida adulta, mientras que, a la edad de 25 años, alrededor del 7% de las mujeres estarían en la misma categoría. Además de las evidentes diferencias en la conducta erótica de ho- mosexuales y bisexuales, el estudio de BELL y colaboradores sugiere que mientras el primer estado tiende a depender más de una predisposi- ción biológica, el segundo está más influido por el aprendizaje y la experiencia. 6 Que incluso muchos investigadores y terapeutas sexuales asimilan a los homo- sexuales.
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    LA CONDICIÓN FEMENINA133 2. ESBOZO HISTÓRICO DE LA CONDICIÓN FEMENINA EN LA CIVILIZACIÓN OCCIDENTAL CAPÍTULO IX LA CONDICIÓN FEMENINA "Législateurs, prétres, philosophes, écrivains, sa- vants se sont acharnés á démontrer que la condition subordonnée de la femme était voulue dans le ciel et profitable á la terre". BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe. 1. INTRODUCCIÓN Es necesario discutir la situación de la mujer con respecto al hombre en la sociedad, porque ella está relacionada directa o indirectamente con la sexualidad. La posición subordinada de la mujer y la correlativa dominante del varón, establecidas prácticamente por todas las socieda- des humanas, han determinado no solamente el carácter de los roles y relaciones sociosexuales, sino también el ejercicio de la función eróti- ca. El macho del Horno sapiens ha echado mano de toda clase de argucias —desde argumentos teológicos hasta falacias biológicas— para tratar de legitimar su prepotencia frente a la hembra, justificar la aliena- ción cultural de esta y reducirla ya a mero instrumento de placer, ya a simple máquina de hacer hijos y sirvienta del varón. Por una parte, la socialización diferencial masculina/femenina ha inculcado en los in- dividuos de ambos géneros la idea de que todo lo característicamente humano está reservado al hombre; como lo señala BEAUVOIR, las pocas mujeres que han tenido resonancia histórica han sido aquellas que por fuerza de las circunstancias fueron exaltadas más allá de toda diferencia sexual: Isabel la Católica, Isabel I de Inglaterra y Catalina la Grande no eran hombres ni mujeres, solo soberanos. Por otra parte, la sexuali- dad femenina ha sido asfixiada por el doble patrón de ética sexual, y ha podido expresarse únicamente en la medida en que el varón lo ha permitido: para el placer de este, en forma del erotismo mercenario de la prostituta, o para la perpetuación de su linaje, mediante el coito conyugal. Según HAVELOCK ELLIS, la situación de la mujer en los grandes imperios de la Antigüedad mediterránea precristiana dependía parcial- mente del período de desarrollo histórico: en los albores y en el apogeo, ella gozaba de mayor estimación, pero en la etapa intermedia de creci- miento —en la cual se acentuó el carácter militar-patriarcal— su posi- ción era la más desfavorable. También había diferencias de acuerdo con las diversas sociedades; por ejemplo, mientras que los antiguos griegos y judíos eran rigurosamente patriarcales, los egipcios y romanos trataban con mayor benevolencia a las mujeres. Por ello el legado origi- nal del derecho romano a Europa fue en general benéfico para la mujer, pero quedó desvirtuado por la influencia del derecho germánico, estric- tamente falocrático, y del cristianismo; de ahí que durante el período del feudalismo y las monarquías absolutas, las mujeres europeas pade- cieran todas las desventajas de su sexo. Los cambios sociales resultantes de la Revolución Francesa no in- trodujeron variaciones apreciables en el estado subordinado de las muje- res, porque la ideología burguesa adoptó íntegramente el antifeminismo tradicional. Los teóricos socialistas del siglo XIX, como FOURIER, EN- GELS y BEBEL, comprendieron claramente que el sexo femenino era otra "clase oprimida", y reconocieron la existencia de los factores económi- cos responsables de ello, por lo cual propendieron a la emancipación social y económica de la mujer. Justamente esto fue lo que, en forma fugaz, se trató de hacer en los albores del Estado Soviético, pero como el feminismo (o simplemente el humanismo) es incompatible con los regímenes totalitarios, la dictadura estalinista hizo retornar las cosas al cauce europeo tradicional, misógino y erotófobo, y la creencia de ENGELS de que el derecho a disfrutar del placer sexual es algo que está fuera de la competencia del Estado fue llamada "burguesa" e "irresponsable" (MILLErr). En cuanto a los países capitalistas, solo a fines del siglo pasado las mujeres comenzaron a ser equiparadas legal- mente a los hombres. Aunque los cambios legales están prácticamente completos en la mayoría de los países, la igualdad teórica dista todavía mucho de ser real, porque las ideologías y costumbres milenarias siguen impregnando la educación de ambos sexos, y los medios de comunica- ción masiva continúan presentando como el modelo más deseable a la "feliz" y fecunda ama de casa, que ha alcanzado este "envidiable" estado mediante un romance inolvidable con el Príncipe Azul. • f
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    . LA MUJERY EL CRISTIANISMO "Per respectum ad naturam particularem, femi- na est aliquid deficiens et occasionatum... Naturaliter femina subiecta est viro: quia naturaliter in homine magis abundat discretio rationis". situaciones especiales, como la mariolatría y la canonización de mujeres, no son sino excepciones —basadas en la "igualdad espiritual" de hom- bres y mujeres, ya proclamada por el mismo SAN PABLO (Gálatas, 3:27-28)---- que confirman la regla generale. En la época contemporá- nea, la subordinación de la mujer al hombre ha sido reafirmada en la forma más solemne por Pío XI, en la encíclica Castí connubii, 19, 45-47, según la cual "la mujer ha de tener obediencia confiada y honesta a su esposo", y la emancipación femenina del yugo matrimonial y de su secuela reproductora es un "crimen horrendo". Tales opiniones no son contradichas por las declaraciones feministas del Concilio Vati- cano II (constituciones Lumen gentíum, 32 y Gaudium et spes, 29), porque ellas son puramente formales y sin ninguna consecuencia práctica. La prueba más evidente del menosprecio de la mujer por parte de la Iglesia católica es la categórica prohibición de que llegue al sacerdo- cio. Para tratar de esquivar la acusación de antifeminista, la Iglesia arguye que Cristo escogió únicamente hombres como apóstoles, pero en la misma forma se podría alegar que, como los apóstoles eran judíos, a los hombres de otras razas o culturas les está vedado el sacerdocio. La verdadera explicación de la inexistencia de sacerdotisas católicas es la siguiente: el sacerdocio es el oficio más elevado a que puede aspirar el cristiano, pues se trata nada menos que de servir de intermediario entre Dios y el resto de la humanidad; es, entonces, lógico que para ejercerlo se elija a los seres humanos más dignos. Como la mujer es demasiado imperfecta, solo los hombres están capacitados para ser sacerdotes. En efecto, esto es lo que SANTO TOMÁS —nutrido por la doctrina aristotélica de la inferioridad "natural" femenina— argumen- ta: "Mulier statum subiectionis habet: ideo non potest ordinis sacra- mentum suscípere" (Summa theologiae, suppl., 39:1, resp.); posición que concuerda con la de SAN PABLO (1 Timoteo, 2:11-12), y que tiene origen en los relatos bíblicos de la creación (Génesis, 2:21-23) y caída (Génesis, 3:1-19) del género humano. 4. SOCIALIZACIÓN DIFERENCIAL DE LOS SEXOS La estricta dicotomía de los roles masculinos y femeninos en la gran mayoría de las culturas— que ha servido para que el hombre ejerza su dominio sobre la mujer— se ha basado en la supuesta existen- 2 Está tan arraigada la idea eclesiástica de la "superioridad" masculina, que (si la memoria no nos es infiel) cuando el papa Paulo VI proclamó Doctora de la Iglesia a Santa Teresa de Jesús, uno de los mejores elogios que encontró para hacerle fue llamarla "mujer varonil". Por otra parte, solo imaginar a Dios de género femenino es inconcebible para clérigos y seglares por igual. SANTO TOMÁS, Summa theologiae, 1:92:1, sol. En no poca proporción, el cristianismo ha contribuido al estado le inferioridad del género femenino en la sociedad patriarcal occidental. lsto es paradójico, porque Cristo defendió la personalidad femenina luan, 8:3-11), y no creía que el contacto con la mujer pudiera contami- arlo (Mateo, 9:20-22; Marcos, 5:25-34; Lucas, 8:43-48); tal actitud granjeó la devoción de muchas mujeres, que lo seguían y conversaban on él, para escándalo de los discípulos (Juan, 4:27). En realidad, la Jea cristiana de la inferioridad de la mujer fue en parte herencia del udaísmo primitivo, y en parte creación de SAN PABLO y de los Padres e la Iglesia, quienes opusieron al feminismo de Jesús una vigorosa lisoginia, e impregnaron de ella la teología cristiana. El antifeminismo adío está patente en diversos pasajes veterotestamentarios, como el iguiente: "Encuentro a la mujer más amarga que la muerte; es un izo, su corazón una red y sus manos son cadenas. Quien agrada a )ios huye de ella, pero el pecador es su prisionero" (Eclesiastés, 7:26). 1 cuanto a SAN PABLO!, prácticamente no hay escrito suyo que no estile menosprecio de la condición femenina; según él, mientras que 1 hombre es la imagen de Dios y refleja su gloria (1 Corintios, 11:7), i mujer fue creada para beneficio del varón (1 Corintios, 11:9), y or ello debe someterse al dominio masculino (Efesios, 5:22-24; Colo- rases, 3:18). Los Padres de la Iglesia mostraron también un común ienosprecio del sexo femenino; por ejemplo, TERTULIANO llamaba a t mujer Ianua Diaboli, en lo cual concordaba SAN JERÓNIMO, quien gregaba que ella era "el camino del mal y el aguijón del escorpión"; según SAN JUAN CRISÓSTOMO, "entre todas las bestias salvajes no exis- ; una más dañina que la mujer". No es de extrañar, entonces, que n el siglo VI el Concilio' Provincial de Mácon debatiera si la mujer Inía alma, y al parecer la proposición fue respondida afirmativamente or solo un voto de mayoría... A pesar de los esfuerzos de la Iglesia para demostrar lo contrario, antifeminismo ha sido una de sus tradiciones más constantes, y ciertas I SAN PEDRO (1 Pedro, 3:1-7) dio también tempraná muestra del antifeminismo la religión cristiana.
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    136 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA CONDICIÓN FEMENINA 137 cia de diferencias innatas y esenciales en los caracteres, temperamentos y capacidades de los dos géneros, que determinan "naturalmente" los roles sociosexuales respectivos. Además de las diferencias en corpulen- cia y fuerza física —obviamente mayores en los hombres—, y en la anatomía sexual, rasgos como la agresividad, la independencia, la ambi- ción, el liderazgo y la creatividad han sido asignados típicamente al sexo masculino, "instrumental" o "fuerte", mientras que los antagóni- cos, como la afectividad, la emocionalidad, la dependencia, la timidez y el maternalismo (parentalismo) han distinguido al sexo femenino, "expresivo" o "débil". Sin embargo, fuera de las disimilitudes claras y complementarias en la anatomía y fisiología sexuales (eróticas y repro- ductoras), resultantes del dimorfismo sexual cerebral y hormonal, exis- ten muy pocas otras de origen biológico —todas ellas no esenciales— que se identifiquen con la masculinidad o feminidad. Numerosas investi- gaciones sociantropológicas, sociológicas y sicológicas muestran que los rasgos sexuales mencionados atrás corresponden más a variaciones dentro de un continuo que a posiciones polarizadas. Las únicas caracte- rísticas sicológicas atribuidas a los varones que probablemente tienen origen biológico son la agresividad y las aptitudes visual-espacial y mate- mática, que son mayores en ellos que en las mujeres; la gran mayoría de los demás rasgos diferenciales han sido inculcados por la sociedad a los individuos, desde las edades más tempranas. Al respecto, parece que en algunas culturas las diferencias sexuales físicas no son percibidas necesariamente como bipolares. No obstante, todas las sociedades dan mayor jerarquía a las actividades masculinas, no importa cuáles sean, y algunas culturas refuerzan la significación de dichas actividades prohi- biendo a las mujeres practicarlas. A lo largo de la historia, la socialización diferencial masculina/fe- menina ha convencido a mujeres y hombres de la superioridad de estos. La eficacia de tal adoctrinamiento es demostrada por el estudio de BROVERMAN y colaboradores, según el cual, para los sicoterapeutas, los rasgos del hombre maduro y sicológicamente saludable se identifican con los del individuo adulto normal, pero los rasgos de la mujer adulta y sicológicamente saludable difieren significativamente de los del adulto normal; en otras palabras, los sicoterapeutas consideran que la mujer mentalmente saludable debe aceptar los rasgos y comportamientos asig- nados por la cultura a su sexo, aunque ellos sean socialmente menos deseables en el adulto saludable típico (varón). Por otra parte, en cuanto ser biológico, a la mujer se le ha negado la libertad sexual y el control de su propio cuerpo, merced al tabú de la virginidad premaritál, al doble patrón de ética sexual y a la prohibición del aborto deseado por ella. En cuanto seres sociales, a la inmensa mayoría de las mujeres se les ha impedido la adquisición de educación y cultura sólidas, que les permitan contribuir igualitaria y creativamente al acervo de la civili- zación. Por eso muchas mujeres se sienten íntimamente descontentas con su sexo y preferirían ser hombres. Con respecto a los mecanismos específicos responsables de la crea- ción de los roles sociosexuales masculino y femenino, las opiniones varían. Según KAGAN, ellos resultan en parte de las representaciones. que de esos. roles tengan los padres, y de sus ideas de cómo criar a los hijos; puesto que ellas difieren de acuerdo con el sexo morfológico externo de estos, el tratamiento que reciben es en consecuencia diferente. Para KOHLBERG, el concepto infantil de rol sociosexual resulta de la estructuración activa que el niño hace de su propia experiencia, y no es el simple producto del entrenamiento social mediado por los padres. Por su parte, MISCHEL considera que los niños aprenden los roles so- ciosexuales por imitación de los modelos apropiados (masculinos o fe- meninos), con los cuales llegan a identificarse. Es conveniente analizar un poco más en detalle los argumentos que han esgrimido los hombres para avasallar a las mujeres. 4.1. Inferioridad biológica o física.—Hay muchas personas que ven en las diferencias biológicas entre los géneros la razón fundamental y "natural" de la ideología falocrática; por ejemplo, se piensa que los caracteres somáticos masculinos de mayor talla y desarrollo muscu- lar son intrínsecamente de mejor calidad que los antagónicos femeninos. Es cierto que el hombre promedio aventaja a la mujer promedio en fuerza física; pero ocurre que la verdadera fortaleza biológica no está dada por la corpulencia y el desarrollo muscular, sino por la capacidad de supervivencia como grupo o como individuo. Ahora bien, las estadís- ticas muestran que las mujeres están mucho mejor capacitadas biológi- camente, porque se enferman menos y viven más tiempo que los hombres; por ejemplo, a mediados de la década de 1970, la esperanza de vida promedio en los Estados Unidos era de 74 años para las mujeres y 66 para los varones. Se podría alegar que ello sucede porque, para ganar su subsistencia y la de las mujeres a su cargo, el hombre debe hacer frente permanentemente a un entorno muchas veces hostil, pero esto sería plausible si la diferencia existiera solo entre hombres y mujeres adultos, lo cual no es así. La mayor supervivencia de la mujer se encuen- tra a cualquier edad comparativa, desde el nacimiento en adelante, e incluso desde la vida intrauterina, porque no solamente son los niños varones los que se enferman y mueren con mayor facilidad, a cualquier edad, sino que los embriones masculinos mueren también en mayor proporción que los femeninos.
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    •.a 13S ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA Es que si se pretende hablar de superioridad biológica de uno de los dos sexos sobre el otro, hay razones para escoger el femenino. Ya vimos atrás que la tendencia espontánea de todo embrión es a dife- renciarse como hembra, independientemente del sexo cromosómico. Además, la supervivencia misma del individuo de sexo masculino depen- de de la presencia y funcionalidad del cromosoma X (cromosoma feme- nino), pues aunque existen personas de constitución cromosómica XO, no se conocen seres humanos de constitución YO. Sabemos también que el único papel conocido del cromosoma Y es el referente a la diferen- ciación sexual masculina, e incluso no es esencial para que ella se lleve a cabo. En cambio, el cromosoma X posee importantes genes no sexua- les, indispensables para el adecuado desarrollo somático de ambos sexos. 4.2. Inferioridad intelectual.—Un corolario de la creencia en la inferioridad física de la mujer es la opinión de que ella tiene igualmente menor capacidad intelectual que el hombre; en otras palabras, que la genialidad o incluso la inteligencia simplemente brillante no germinan en el sexo femenino. El argumento de los antifeministas en respaldo de esta aserción es la escasísima figuración histórica de la mujer en los campos en que verdaderamente se manifiesta la creatividad, como las ciencias y las artes, lo cual es cierto. Pero lo que los propugnadores de la minusvalía intelectual femenina se olvidan de mencionar son las causas más probables de tal situación: a) el condicionamiento a que ha sido sometida la mujer, durante milenios de dominación patriarcal, para que acepte sin vacilar el destino "natural" de su sexo: el servicio de los hombres en los aspectos doméstico, reproductor y erótico; b) la obstaculización de su acceso a las fuentes del saber y a la educación formal superior —necesarísimas para el desarrollo cabal del intelecto—, situación que solo comenzó a modificarse a fines del siglo XIX. En realidad, la mujer no ha podido destacarse intelectualmente por la sencilla razón de que no ha tenido las mismas facilidades y oportunidades que el hombre. Si hubiera sido estimulada adecuadamen- te y hubiera contado con los medios apropiados, es muy probable que ella mostrara la misma exuberancia intelectual y la misma osadía creado- ra del varón; además, el hecho de que, a pesar de condiciones tan desventajosas, algunas mujeres se han destacado intelectualmente, es prueba de las capacidades potenciales del sexo femenino. Por otra parte, como lo señala.SHERMAN, la genialidad de por sí es rara en cualquier género, y para su expresión es necesaria una combinación de diversos factores, como la capacidad intelectiva, la educación, la salud, la energía y el tiempo libre, que únicamente se han encontrado reunidos en forma óptima en los hombres. Por haber sido una "raza oprimida", las muje- res han estado privadas de las condiciories mínimas favorables a la LA CONDICIÓN FEMENINA 139 creatividad, y siempre se han hallado en desventaja para sobresalir intelectualmente con respecto a la "raza superior" masculina. Incluso después de que las mujeres comenzaron a tener oportunidades de edu- carse y forjarse una profesión que les ofreciera independencia económi- ca y ocasiones de trascender, los ideólogos del rol sociosexual femenino tradicional se las han ingeniado para crear "carreras femeninas", adap- tadas a las cualidades "innatas" de dicho sexo, las cuales, en lugar de abrirles nuevos horizontes, han enseñado a las mujeres a amoldarse "científicamente" a su oficio habitual, al mismo tiempo que les han suministrado buenas oportunidades de "pescar marido" en una laguna tan rica como lo es la universidad. Así ha sucedido particularmente en los Estados Unidos, con respecto a las carreras de economía domésti- ca, enfermería y educación. Según BETTY FRIEDAN, una famosa univer- sidad femenina estadounidense llegó a adoptar como lema el siguiente: "No educamos a las mujeres para que sean eruditas, sino para que sean esposas y madres". No existen, pues, razones para pensar que las mujeres no puedan desempeñar las tareas intelectivas con tanta competencia como los hombres3. ¡Qué mejor prueba que las mujeres galardonadas con pre- mios Nobel de ciencias! —los cuales, como es bien sabido, son la consagración de las máximas expresiones de las mentes creadoras—. Nos atrevemos a afirmar que si se sumaran todos los científicos de uno y otro sexo que han existido desde el establecimiento de dichos premios, se encontraría que ellos han sido recibidos por una proporción relativamente mayor de mujeres que de hombres. 43. Inferioridad emocional.—Otro argumento esgrimido a favor de la inferioridad de la mujer es el de que ella es sicológicamente más débil que el hombre, porque: a) se adapta con mayor dificultad a las situaciones de estrés; b) emocionalmente es más inestable (llora fácil- mente); c) es más temerosa del peligro. En efecto, es muy posible que hombres y mujeres dífieran en la organización neurológica de la percep- ción emocional; que las mujeres posean una representación bihemisféri- ca de la emoción; y que las disparidades entre los sexos en este aspecto dependan del diferente predominio de diversas zonas cerebrales. Sin embargo, hay que distinguir los varios aspectos de la cuestión. En cuan- to a que la mujer se adapta más difícilmente a las situaciones de estrés, no hay prueba de que así ocurra; por el contrario, las mujeres parecen acomodarse más fácilmente a las cargas familiares y de la vida diaria 3 LANG hipotetiza que la neotenia femenina se refleja en una menor capacidad intelectual. Esta es una idea llamativa, pero para comprobarla se requerirían siglos de absoluta igualdad de oportunidades para hombres y mujeres.
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    que los hombres,y las soportan mejor. Por ejemplo, la viuda general- mente se enfrenta apropiadamente a las dificultades de su estado, mien- tras que el viudo "es casi siempre una criatura patética" (LANG). Respecto a la facilidad para el llanto y para manifestar temor, lo que sucede es que la mujer utiliza correctamente la válvula de escape de las emociones, establecidas por la naturaleza precisamente para conser- var mejor el equilibrio sicológico y la integridad corporal en situaciones de estrés mental o físico. En un estado de angustia súbito, la mujer libera la tensión inicial mediante el llanto, pero se recupera rápidamente para hacerle frente al problema con cabeza fría; en cambio, el hombre —que ha sido enculturado con la idea machista de que no debe llorar ni mostrar temor ante el peligro— mantiene una apariencia impasible, pero está sujeto a intensas tensiones internas y sucumbe a ellas más fácilmente. Por ello hay en general más dementes dé sexo masculino que femenino; por la misma razón, en los cementerios hay muchos más hombres que perecieron porque su machismo les impidió apartarse prudentemente del peligro evitable, tal como lo prescribe la naturaleza. 5. LA MUJER Y EL AMOR "Romanticism is a cultural tool of male power to keep women from knowing their condition". FIRESTONE, The dialectic of sex. In fortunadamente, hay un aspecto emocional que sí es desventajo- so para la mujer. Nos referimos a la importancia tan grande que tiene para ella el sentimiento amoroso en las relaciones sexuales, y que la hacen especialmente vulnerable a la manipulación de dicho componente de las relaciones interpersonales por parte de los hombres. Aunque, como dijimos atrás, es probable que existan factores biológicos que predispongan más a la mujeres que a los hombres para las manifestacio- nes afectivas, también es evidente que la cultura patriarcal ha desempe- ñado un papel decisivo en la creación de esta diferencia genérica, ya que ella constituye una justificación y un refuerzo poderosos del rol femenino tradicional. Aparentemente, el amor romántico ha atenuado el rigor de la opresión falocrática de la mujer, pero esto es engañoso. El romanticismo es un arma sutil del poder masculino, que impide a la mujer reconocer su situación servil en lo social, y disfrutar autóno- mamente de su potencial erótico biológico, al mismo tiempo que facilita al hombre la satisfacción de sus deseos orgásmicos. Aunque el varón es capaz de experimentar sentimientos afectivos, incluso muy intensos, el motivo fundamental que lo lleva a buscar al sexo femenino es el de saciar la libido; por el contrario, el interés primordial de la mujer por la relación sexual es afectivo, y la satisfacción del deseo erótico ocupa un lugar secundario, lo cual es conocido del hombre. De ahí la situación, tantas veces repetida, del donjuán que hace a la mujer fementidas promesas de "amor eterno", y le pide que, como prueba de reciprocidad, lo satisfaga sexualmente. Ella, inge- nuamente ignorante de las disimilitudes emocionales y eróticas entre los sexos, cree que el sentimiento expresado por el hombre es verdadero, y escudada con el patrón ético de la permisividad amorosa, accede a las demandas del galán. El epílogo de esta comedia es bien conocido: una vez saciado el apetito sexual, y prevalido de la norma ética que profesa —el doble patrón—, el varón procede a declarar indigna a la mujer, por no haber permanecido impermeable a sus deseos —corno era su deber—, y la abandona. Si la mujer fuera socializada en forma diferente de la usual; es decir, si no fuera condicionada a depender de la relación matrimonial con un hombre, mediante la cual debe cumplir las tareas asignadas a su sexo por la sociedad patriarcal, y a la cual ha de llegar por la vía romántica, podría aprender a disfrutar del erotismo como tal, y a sopesar con realismo las posibles consecuencias de sus actos sexuales. 6. LA MUJER Y EL MATRIMONIO "La femme mariée est un esclave qu'il faut sa- voir mettre sur un tróne". BALZAC, Physiologie du mariage. La institución social matrimonial es un tema que requiere un estu- dio más profundo, pero imposible de realizar en esta obra. No obstante, es preciso hacer breve referencia a ella en la discusión de los roles sociosexuales, por ser el matrimonio la "profesión" para la cual las mujeres son enculturadas por las sociedades patriarcales. El matrimonio social se remonta a la época de la primera división económica del trabajo entre los dos géneros. Decimos matrimonio so- cial, porque es razonable suponer que el matrimonio biológico, o sea, la asociación sexual más o menos sólida, ya existía entre los primates antecesores del Homo sapiens. Parece que las sociedades ancestrales de cazadores y recolectores eran sexualmente más igualitarias que las que vinieron luego. En ellas, la división del trabajo se basaba en razones lógicas: la caza —que requería gran movilidad y fuerza física— fue encomendada al varón; la recolección de los frutos, la preparación LA CONDICIÓN FEMENINA 141140 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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    142 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA de los alimentos y el cuidado de los hijos —que eran actividades más o menos sedentarias— fueron asignadas a la mujer. Sin embargo, las diferencias entre los dos tipos de trabajo eran más cuantitativas que cualitativas, y los recursos económicos eran de propiedad común. Con la consolidación del patriarcado, la asociación económica que caracteri- zaba al matrimonio primitivo se transformó en un sistema de domina- ción socioeconómica de la mujer por el hombre, quien, prevaliéndose de su mayor fortaleza muscular y de la ausencia del impedimento bioló- gico del embarazo, se apropió del trabajo creador y, reduciéndola a efectuar las labores domésticas y procreativas, condenó a la mitad del género humano al vasallaje social y al parasitismo económico. La mujer casada se transformó, entonces, en un "bien mueble", usufructuado económicamente por el marido de varias maneras: a) como ganancia inmediata en especie o en dinero (dote); b) obteniendo la seguridad de que su propiedad privada sería disfrutada solo por sus propios hijos; c) beneficiándose directamente del trabajo de la esposa (o esposas), doméstico u otro, y del de los hijos. De ahí que la familia nuclear primitiva sea representada apropiadamente por la comparación que de ella hace ENGELS con la sociedad capitalista: el marido es el propie- tario; ,la mujer, los medios de producción y los hijos, el trabajo. Tal ha sido, pues, la situación real de ese proletariado biosocial constituido por la humanidad de sexo femenino. Para la abrumadora mayoría de las mujeres, la "conquista" de un marido sigue siendo la más importante empresa que puedan acometer; ella y la maternidad han sido las únicas justificaciones sociales de la existencia femenina. El adoctrinamiento incesante a que ha sometido a las mujeres la cultura falocrática, las ha llevado a aceptar su destino subalterno, el cual es edulcorado por los hombres empleando la táctica que aconseja BAL- ZAC. Lo más lamentable es que haya personas del sexo femenino (co- mo MARABEL MORGAN) que canten alabanzas al trabajo doméstico —ese tormento de Sísifo, como lo llama BEAUVOIR—, y ensalcen la posición servil de la mujer y su condición de simple hembra fecundable. Ante todo este "lavado cerebral", no es de extrañar que las mujeres busquen codiciosamente poder agregar a sus nombres la partícula "de", que exhiben ufanas las casadas de lengua española, como confirmación palmaria de su calidad de siervas de los hombres. Pero lo más nefasto de la institución matrimonial, en sociedades como la nuestra, es la aceptación por parte del Estado de la ficción de la indisolubilidad del matrimonio católico4, que es fuente de desgra- 4 Decimos "ficción", porque la "anulación" del matrimonio, que siempre ha existido en la Iglesia católica, es un "divorcio de hecho". Lo que sucede es que ha sido privilegio de los poderosos. LA CONDICIÓN FEMENINA 143 cias para la mujer principalmente, y en nada beneficia a los hijos. Es insensato tratar de desconocer uno de los rasgos más profundamente enraizados en el ser humano, cual es su variabilidad afectiva y volitiva; por tal razón, contraer matrimonio "indisoluble" es como embarcarse en un buque que carezca de botes salvavidas. El consejo más útil que se puede dar a las colombianas que proyecten contraer matrimonio, es que lo hagan civilmente, para que así queden en capacidad de utilizar el divorcio vincular, si se ven obligadas a ello en el futuro. 7. LA MUJER Y LA MATERNIDAD "Ce n'est pas en donnant la vie, c'est en risquant sa vie que l'homme s'éléve au-dessus de ¡'animal; c'est pourquoi dans l'humanité la supériorité est accordée non au sexe qui engendre mais á celui qui tue" . BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe. Sí es cierto que la mujer adolece de una, gran desventaja biológica en relación con el hombre, la cual ha sido explotada por este en su beneficio: tener que embarazarse y criar a los hijos. Como lo señala HERN, a lo largo de milenios de historia, los médicos, juristas y teólo- gos —que en número abrumador han pertenecido al sexo masculino— han inculcado en las mujeres la idea de que ellas solo alcanzan la pleni- tud de la condición femenina mediante la función procreadora, ejercida por supuesto luego de cumplir la formalidad matrimonial. Con ello se ha logrado arraigar en nuestra cultura la exaltada caracterización de la maternidad como el estado ideal y el destino "natural" de toda mujer. Esta lamentable creencia ha desempeñado un papel capital en la subyugación socioeconómica del género femenino. Mientras que el varón, con su trabajo creador y verdaderamente humano —porque trasciende la mera condición animal—, se ha llevado la parte del león en la distribución de las tareas sociales, la mujer ha quedado reducida a soportar pasivamente su inmanencia biológica, realizando la labor puramente vegetativa de procreadora, complementada con la función servil de esposa. Obviamente, la sociedad falocrática tiene cuidado de alabar incesantemente la "gloria" de la maternidad y la situación de esposa, y hace énfasis en la satisfacción vicaria que la mujer pueda obtener con los triunfos de los hijos. Es imposible negar una realidad protuberante: la reducción de la mujer al papel de madre y servidora del marido ha hecho desperdiciar la capacidad intelectiva de innumerables seres humanos de género feme- nino, que hubieran podido realizar labores verdaderamente creadoras, en un plano de igualdad con los hombres. Porque es que las tareas
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    maternales (o parentales)básicas pueden ser ejecutadas por personas de inteligencia mediocre; la prueba la dan las hembras de los animales inferiores, que procrean y cuidan de las crías con razonable eficiencia. Claro está que no faltarán deterministas, estimulados por teorías socio- biológicas de moda, que sostengan la imposibilidad de liberar a la mujer de su "destino biológico"; pero, como dijimos atrás, el "instinto" maternal es un concepto que no tiene sentido aplicado al Horno sapiens, porque el comportamiento humano correspondiente (como todos los demás) es el producto de la interacción entre los factores biológicos y el entorno sociocultural, con general predominio de este. Se podría alegar que la crianza del animal humano exige cualidades especiales de la persona que la realice, si se quiere obtener resultados óptimos, lo cual es cierto; pero esto es lo que la madre biológica no posee "natural- mente", y por el contrario, puede haber adquirido actitudes inapropiadas para la maternidad, como consecuencia de experiencias infantiles insa- tisfactorias con su propia madre. Por ello la verdadera labor de crianza de los niños —que es la educación— ha sido asignada por la sociedad a los especialistas del desarrollo humano: los pedagogos. Otros argu- mentan que la interacción afectiva entre madre e hijo es indispensable para la adecuada maduración emocional de este; se contesta que no hay prueba de que el afecto deba ser suministrado únicamente por la madre biológica, y que otra persona, debidamente motivada, puede llenar las necesidades afectivas del infante, como lo muestran las muchas relaciones, plenamente satisfactorias, entre madres e hijos adoptivos. De todas formas, no es que se pretenda impedir que las mujeres escojan libremente la profesión maternal y la ejerzan a sus anchas; lo que se critica es que la socialización exclusiva para ese fin tradicional, impuesta por la cultura patriarcal, fuerce a muchas de ellas a adoptarlo para no sentirse "anormales", cuando en condiciones diferentes pudieran optar por emplear su talento en actividades verdaderamente trascendentes. 8. CONCLUSIÓN Hay creciente acuerdo entre los especialistas del comportamiento humano en que la caracterización de los roles masculinos y femeninos como dos polos "naturalmente" contrapuestos es inadecuada y arbitra- ria, y solo ha servido para perpetuar un orden social anacrónico y notoriamente injusto: el patriarcado. Es muy probable que la estricta división de tareas entre el macho-proveedor y la hembra-doméstica- reproductora hubiera sido ventajosa en la etapa agrícola primitiva de la evolución social. Pero con el paulatino desarrollo de la civilización urbana, y con su culminación en la sociedad tecnológica moderna (capi- talista o socialista), esa dicotomía de roles ha perdido utilidad y se ha vuelto disfuncional. No existen argumentos válidos para continuar impidiendo que la mujer elija libremente su destino, optando por activi- dades diferentes de la maternidad y las tareas domésticas, como tampo- co se justifica seguir identificando al sexo masculino con la agresividad y la inexpresividad afectiva, porque los inmensos adelantos de la civiliza- ción permiten substituir con creces los hipotéticos beneficios de estas rígidas divisiones caracterológicas y conductales. En lo que respecta a los pocos rasgos biológicos desfavorables para la mujer, o que se basen en pautas instintivas animales, el ser humano está en capacidad de sobreponerse a ellos, porque cuenta con los prodigiosos recursos de la inteligencia para modificar la naturaleza y los mecanismos programa- dos genéticamente, cuando ellos le impiden alcanzar la trascendencia. En cuanto a los rasgos sicológicos, en lugar de acentuar las diferencias de grado que existen entre los sexos, es más lógico y conveniente hacer resaltar las características comunes, lo mismo que aceptar que las perso- nas que lo deseen utilicen las pautas mentales asignadas convencional- mente al otro sexo, y que están potencialmente presentes en ellas porque, muy probablemente, la androginia es el estado sicológico más compati- ble con la verdadera salud mental humana. Por otra parte, no se debe caer en el error de ciertas (os) feministas a ultranza, que sostienen que las diferencias genéricas humanas, con excepción de las claramente corporales, son producto de la encultura- ción. En realidad, las causas últimas de muchas diferencias sicológicas y conductales entre los sexos bien pueden ser biológicas, al menos en parte, lo cual no es óbice para aceptar que ser diferente no significa ser superior o inferior en las relaciones y roles sociosexuales, máxime si las diferencias desfavorables (para uno u otro sexo) pueden ser corre- gidas mediante los adelantos científicos y tecnológicos. 144 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA CONDICIÓN FEMENINA 145
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    LA SEXUALIDAD YEL DERECHO 147 2. ORIGEN DE LAS LEYES SEXUALES CAPÍTULO X LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO. "Ceux qui ont fait les lois n'étaient pas géome- tres". VOLTAIRE, L'homme aux quarante écus. 1. INTRODUCCIÓN La regulación de la conducta sexual en la civilización occidental ha dependido de un equilibrio inestable entre diversos factores. Por una parte, están las necesidades de la cultura patriarcal, como son su perpetuación, la enculturación falocrática de los individuos y la liber- tad de que deben gozar los varones para dar escape a la libido; por la otra, el poderoso influjo erotófobo de la religión oficial en los poderes públicos, que alimenta la creencia de que la función erótica es profunda- mente antisocial. Por ello la característica más sobresaliente de la gene- ralidad de las normas legales que pretenden regular el comportamiento sexual, en las sociedades de tradición cristiana', es su desvinculación de las condiciones reales existentes, lo cual se manifiesta por la discor- dancia entre los actos sexuales practicados ampliamente, en privado, y los prohibidos por dichas normas. Esta situación es agravada por la lentitud con que son actualizados los textos legales, pues la mayor parte de los Estados se ufanan de tener códigos de venerable antigüedad, que han sido revisados poco o nada a la luz de la evolución sociocultural y de los conocimientos científicos; esto es particularmente notorio en lo que respecta a la normativa sexual. Como lo señala LAHAYE, los legisladores no han sido capaces de traducir a normas precisas situacio- nes o conceptos que sufren una evolución permanente, y a veces oscila- ciones súbitas. Que incluyen las de los países comunistas, cuyas autoridades creen en el efecto antisocial del erotismo y lo consideran una manifestación de la "inmoralidad capitalis- ta", por lo cual son tanto o más puritanas que las de los países occidentales más conservadores. El origen de las leyes sexuales se encuentra en los viejos códigos judíos, copias o modificaciones, a su vez, de las normas hititas, babiló- nicas, caldeas y egipcias. Estas disposiciones —básicamente pronatalis- tas, como lo eran las respectivas religiones— tenían aplicación en una época en que el promedio de vida no era mayor de 35 años. Toda actividad sexual que no sirviera para reproducirse era considerada "im- pura" y "abominable" por los hebreos, lo cual también podría explicar- se por el afán del "pueblo escogido" por diferenciarse de las naciones vecinas, en las cuales eran frecuentes las actividades sexuales no repro- ductoras. Sin embargo, los judíos aceptaban el placer sexual (al menos para los hombres), siempre y cuando no obstaculizara la procreación, y estaban lejos de profesar la erotofobia que obsesionaba a los Padres de la Iglesia. Al tomar el relevo del judaísmo, la religión cristiana aportó como in vación ética el odio al placer sexual y su identificación con el con- cep de pecado. El inmenso poder político y sicológico que durante muc s siglos ejerció la Iglesia sobre las sociedades europeas (y que todavi ejerce en países como Colombia), forzosamente tenía que dejar hondas ,huellas en la cultura y en los individuos, pero especialmente en médicos y juristas, quienes —en concordancia con los postulados de la teología moral— han visto en todo acto sexual no reproductor una "enfermedad" o un "delito", respectivamente. La subordinación del concepto —teóricamente objetivo— de delito al criterio subjetivo de pecado se hizo más patente durante la Edad Media, cuando eran los tribunales eclesiásticos los encargados de juzgar a los acusados de delitos sexuales2. Algunos de nuestros tratadistas, muy optimistamente, piensan que las legislaciones modernas ya han hecho el deslinde entre la moral y el derecho; infortunadamente, no hay tal, porque en el mejor de los casos la separación es imperfecta. Al respecto, MARTÍNEZ ZÚÑIGA se contradice cuando, por una parte, encuentra bien que en los siglos XIX y XX se hayan (supuestamente) delimitado los campos del pecado y del delito en materia sexual, pero, por la otra, afirma que no puede haber separación absoluta entre el derecho, la moral y la religión. Él y otros autores muestran todavía los efectos del adoctrinamiento erotó- fobo, por las expresiones peyorativas que usan cuando se refieren a las parafilias, al incesto o a la prostitución, lo mismo que por la tenden- cia (aprendida de la medicina) a ver, en el mejor de los casos, una 2 Sobre lo cual atestigua CHAUCER en The friar's tale.
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    148 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 149 -t. enfermedad en el comportamiento sexual no procreador. En realidad, esto no es de extrañar, puesto que sus fuentes de información sexológica han sido los tratadistas pioneros de fines del siglo pasado y comienzos del presente3, con todos sus prejuicios y errores. Luis CARLOS PÉREz es la excepción, pues ha leído a KINSEY y lo sabe justipreciar; no obs- tante, PÉREZ cree en la teoría catastrofista cuando critica a MARCUSE, y confunde las ideas de este con los postulados freudianos originales, a los cuales les da un sentido hedonista que están lejos de tener. 3. PREMISAS ANTICIENTÍFICAS DE LAS LEYES SEXUALES No habrá legislación sexual racional mientras el derecho no reco- nozca la existencia legítima de la función erótica. La moral tradicional y los juristas presuponen que la sexualidad placentera es ética, sicológica y socialmente nociva, especialmente para los menores de edad y las muje- res; de ahí que frecuentemente se hable de "corrupción" de aquellos o de mujeres "honestas". Lo más lamentable es que, cuando las autori- dades intentan escapar de la subjetividad de sus creencias y piden la colaboración de los expertos, si los datos científicos no confirman sus suposiciones, son simplemente ignorados y se persiste en el concepto equivocado. Prueba de ello es el olímpico desprecio con que fue recibido el Informe de la Comisión de Obscenidad y Pornografía (The Repon of the Commission on Obscenity and Pornography) por parte de los poderes ejecutivo, legislativo y judicial estadounidenses. La posición de la Corte Suprema fue particularmente absurda, al negarse a aceptar las conclusiones de la Comisión sobre la ausencia de pruebas objetivas que respaldaran la creencia en la nocividad de la pornografía, argumen- tando que "desde tiempos inmemoriales, los legisladores y los jueces han actuado basados en varias presunciones incomprobables" . Pero, precisamente, tales "presunciones incomprobables" son las que han servido para justificar todas las brutalidades e insensateces que los hom- bres se han impuesto unos a otros; por ejemplo, la esclavitud, la caza de brujas y el racismo (Playboy, octubre de 1973). Por otra parte, des- de tiempos muy remotos, ha sido un mal oculto deseo de las autoridades religiosas tratar de santificar a las gentes contra su voluntad, con la ayuda de la policía, y hacer que quienes violen las normas de la moral erotófoba reciban, además de la condenación eterna, el condigno casti- go en este mundo, por cuenta del brazo secular'. 3 COMO KRAFFr-EBING, TARDIEU, LASÉGUE, MARAÑÓN, FREUD... y el colombia- no URIBE CUALI.A... 4 El precepto veterotestamentario ya lo dice: "Golpéalo con la vara y lo librarás del infierno' (Proverbios, 23 : 14). Hay ciertamente actos sexuales antisociales que deben ser reprimi- dos. Pero también hay comportamientos eróticos no lesivos para los demás que, sin embargo, son castigados por las arcaicas leyes todavía vigentes en algunos países, en las cuales, según LAHAYE, no hay sino imprecisión, incoherencia, incertitud, prejuicio o prevención. Esas dis- posiciones legales son verdaderamente nocivas, porque no distinguen entre los "pecados" privados y los delitos públicos; ellas no existen para proteger a las personas y prevenir los delitos, sino para imponer normas morales que, supuestamente, son profesadas por todos los ciu- dadanos. Al respecto, la "moral pública" y las "buenas costumbres", intereses jurídicos tutelados por muchos códigos, son entidades nebulo- sas que a lo sumo representan el sentir de los autores, intérpretes o ejecutores de la ley, quienes lo atribuyen a la comunidad. En realidad, la moral protegida por los códigos muchas veces no es la vigente, sino la que predominaba cuando ellos fueron promulgados; estas leyes son los últimos esfuerzos para mantener un status quo caduco, en lugar de reflejar las manifestaciones de cambio social, que es lo deseable. A la gran mayoría de las personas las tiene sin cuidado la "moral pública"; por ejemplo, las voces de protesta que suscitan los espectácu- los pornográficos presentados en recintos cerrados, provienen de grupos de fanáticos, una clara minoría —muy vociferante, eso sí—, que ejerce gran influencia en las autoridades. Justamente, fue la falsa impresión producida por ella la que movió al Congreso de los Estados Unidos a crear la Comisión de Obscenidad y Pornografía, con el fin de que propusiera métodos más eficaces para reprimir la pornografía; no obs- tante, los mismos conceptos apriorísticos hicieron rechazar las conclu- siones de la Comisión. 4. IRRACIONALIDAD DE LAS LEYES SEXUALES La irracionalidad de las leyes sexuales alcanza su máxima expresión en los países anglosajones. En muchos estados de la Unión Norteameri- cana, las actividades sexuales aceptadas por la ley se reducen a poco más que al coito vaginal entre esposos, efectuado en la posición del misionero. Ha habido matrimonios enviados a prisión porque practica- ban contactos bucogenitales; la fornicación simple acarrea potencial- mente cinco años de cárcel, el incesto, 50 y la "sodomía" —ambigua denominación, que abarca desde los contactos bucogenitales hasta los actos homosexuales y la zoofilia—, de 60 años a prisión perpetua, mien- tras que el coito con una menor de edad puede conducir a la muerte. En Inglaterra, el coito rectal heterosexual y la zoofilia son castigados con penas entre 10 años de reclusión y prisión perpetua. Es verdad que
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    150 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 151 estos estatutos son aplicados rara vez, precisamente porque están total- mente divorciados de la realidad de la conducta humana, pero la hipo- cresía que implica su existencia es de por sí perniciosa. Las leyes sexuales no son producto del deseo de proteger a la socie- dad, sino la expresión de la persistencia en quienes las hacen de actitudes negativas hacia ciertos actos eróticos, inculcadas por la moral erotófo- ba. A pesar de que muchas autoridades jurídicas concuerdan en la necesidad de modificarlas, muy poco se ha logrado porque, una vez promulgada, cualquier norma tiende a permanecer en una inercia refrac- taria al cambio. Un aspecto importante de los estatutos que tratan sobre los delitos sexuales es qué tan efectivos son para prevenirlos, puesto que se supone que una de las funciones de la ley es disuadir al delincuente potencial por temor al castigo. Lo cierto es que dichas disposiciones tienen muy poca influencia sobre el comportamiento sexual humano, porque este se adquiere mucho antes de que la persona conozca y comprenda las prohibiciones legales. Las sanciones son ineficaces para frenar la con- ducta sexual no ortodoxa; por ello en las sociedades en que el adulterio es ilegal, tal comportamiento no es más raro que en donde no lo es, solo mejor ocultado; y en las sociedades en donde el incesto no es ilegal, su incidencia no parece ser mayor que en las que sí lo es. Por otra parte, la teoría catastrofista, que presupone que la liberali- zación de la conducta sexual lleva a la desintegración de la sociedad, está completamente desacreditada, porque no tiene bases científicas ni racionales. Un conglomerado social puede subsistir perfectamente dejando tranquilas las vidas privadas de los ciudadanos; de hecho, en nuestra cultura sexualmente represiva, el comportamiento erótico que se anatematiza en público es ampliamente aceptado y practicado en priva- do, sin que ella se derrumbe. Ál contrario de lo que pregonan los purita- nos, si la sociedad permitiera que todos o la mayoría de sus miembros fueran mejor educados en materia sexual, y que gozaran de mayor libertad para realizar actos eróticos inofensivos, probablemente habría una disminución de los verdaderos delitos sexuales, como lo indica el efecto positivo que tuvo la despenalización de la pornografía en países como Dinamarca. Una característica de los estatutos que tratan de regular el compor- tamiento sexual es que uno de los principios jurídicos más importantes, que está implícito en los códigos, si no explícito, es desestimado comple- tamente. Nos referimos al principio de legalidad o tipicidad -con- sagrado en el art. 23 de nuestra Constitución, y desarrollado en el art. 3° del Código Penal-, según el cual la ley debe definir el delito en forma inequívoca. Como puede comprobarlo quien ojee nuestras codificaciones, los actos sexuales punibles son descritos usando térmi- nos definidos en el Diccionario de la lengua española en forma tautoló- gica, o que en el mejor de los casos son simplemente la expresión de la antisexualidad subjetiva de quien describe la infracción o de quienes redactaron el Diccionario (tabla 2). Las leyes relativas a la conducta sexual deben ser, pues, revisadas, para que todos los hechos punibles sean designados con términos exactos, apropiados y uniformes. TABLA 2 DEFINICIONES CIRCULARES DE TÉRMINOS REFERENTES A LA SEXUALIDAD, TRANSCRITOS DEL DICCIONARIO DE LA REAL ACADEMIA ESPAÑOLA (20' ed.) 1. Carnal. Lascivo (13) o lujurioso (17), perteneciente a la lujuria (16). 2. Casto. Puro (25), honesto (10), opuesto a la sensualidad (29). 3. Concupiscencia. Apetito desordenado de placeres deshonestos (7). 4. Corromper. Estragar (8), viciar (31), pervertir (21). 5. Corrupción. Acción y efecto de corromper o corromperse (4). 6. Decencia. Recato (27), honestidad (9). 7. Deshonesto. Impúdico (11), falto de honestidad (9). 8. Estragar. Viciar (31), corromper (4). 9. Honestidad. Recato (27), pudor (23). 10. Honesto. Recatado (26), pudoroso (24). 11. Impúdico. Deshonesto (7), sin pudor (23). 12. Lascivia. Propensión a los deleites carnales (I). 13. Lascivo. Perteneciente a la lascivia (12) o sensualidad (29). 14. Libidinoso. Lujurioso (17), lascivo (13). 15. Lúbrico. Libidinoso (14), lascivo (13). 16. Lujuria. Uso ilícito o apetito desordenado de los deleites carnales (1). 17. Lujurioso. Dado o entregado a la lujuria (16). 18. Obscenidad. Calidad de obsceno (19), cosa obscena (19). 19. Obsceno. Impúdico (11), torpe (30), ofensivo al pudor (23). 20. Perversión. Acción y efecto de pervertir o pervertirse (21). 21. Pervertir. Viciar (31) con malas doctrinas o ejemplos las costumbres. 22. Pornografía. Carácter obsceno (19) de obras literarias o artísticas. 23. Pudor. Honestidad (9), recato (27). 24. Pudoroso. Lleno de pudor (23) 25. Puro. Casto (2), ajeno a la sensualidad (29). 26. Recatado. Honesto (10). 27. Recato. Honestidad (9). 28. Sensual. Perteneciente al apetito carnal (1). 29. Sensualidad. Calidad de sensual (28). 30. Torpe. Deshonesto (7), impúdico (11), lascivo (13). 31. Viciar. Pervertir (21) o corromper (4) las buenas costumbres.
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    LA SEXUALIDAD YEL DERECHO 153152 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 5. ENFOQUE RACIONAL DE LOS HECHOS SEXUALES PUNIBLES Las normas legales referentes al comportamiento sexual son proba- blemente las menos realistas, las relativamente más severas y las menos necesarias para el funcionamiento de la sociedad, y a sus autores se les puede aplicar, con toda propiedad, la sentencia de VOLTAiRE. Aun- que los códigos sexuales deberían limitarse a reprimir los actos que verdaderamente lesionen los intereses de las personas o de la sociedad, ellos se preocupan más por la nocividad aparente que por la real, como sucede en el caso del incesto, en el cual el proceso instaurado al "delin- cuente" trae consecuencias mucho más graves para las personas involu- cradas que el delito en sí. La sociedad siempre ha tratado de regular la conducta de sus miembros, y aunque este es el precio que se ha tenido que pagar por vivir dentro de un grupo organizado, al menos se podría esperar que el control fuera ejercido en forma inteligente. Además, los legisladores deberían tener presente que toda norma que no se fundamente en el comportamiento real de las personas, y que por lo tanto sea de imposible cumplimiento, es una invitación permanen- te al desprecio y a la violación de las leyes, en general. La base de toda legislación sexual racional es la aceptación de que el ser humano tiene derecho a comportarse eróticamente como lo tenga a bien, siempre y cuando sus actos sexuales no sean violentos, públicos5 o realizados con individuos prepúberes. Una reforma de la normativa penal colom- biana en esta materia debería tener en cuenta los conceptos sexológicos modernos, y eliminar las figuras delictivas que no se acomoden a ellos, a saber: a) el proxenetismo consensual; b) el aborto deseado por la mujer; c) el incesto consensual entre adultos. Además, al tratar de los hechos sexuales punibles, deberían emplearse términos sexológica- mente correctos y claramente definidos. 5.1. Clasificación de los hechos sexuales punibles.—Si las tesis an- teriores fueran aceptadas, los ilícitos sexuales quedarían reducidos al pequeño grupo de actividades que proponemos a continuación. a) Toda actividad somatosexual ejecutada mediante violencia, en- gaño o coacción física o mental a otra persona, o con persona menor de 14 años. b) Toda actividad somatosexual ejecutada por persona mayor de 16 años con persona prepúbera, o la incitación o coacción (física o mental) a esta para que observe o efectúe tal actividad. 5 Con respecto a los actos sexuales públicos, algunos sostienen que si ellos nos desagradan es por culpa de nuestra intolerancia, por lo cual debemos cargar con ella o corregirla. Pero esta argumentación es muy discutible. Por compasión humanitaria, es censurable que una persona ingiera un suculento plato frente a un mendigo hambrea- do, pudiendo hacerlo en un lugar privado. c) Toda actividad sexual parafílica ejecutada por persona mayor de 16 años con persona pospúbera menor de esa edad6, o la incitación o coacción (física o mental) a esta para que observe o efectúe tal actividad. d) Toda exhibición de los órganos sexuales o ejecución de activida- des somatosexuales en sitio público o abierto al público, que perturben la tranquilidad de las personas que allí estén o por allí discurran. Se exceptúan los mismos actos, efectuados en recinto cerrado destinado para tal fin y al cual solo ingresen personas mayores de 16 años. e) La exposición, facilitación o venta de materiales pornográficos que no tengan mérito artístico reconocido, fuera de recinto cerrado destinado para tal fin y al cual solo ingresen personas mayores de 16 años. La exposición, facilitación o venta de materiales pornográficos de tipo parafílico a menores de 16 años (véase la nota 6). g) El coito procreador que tenga serias probabilidades de conducir al nacimiento de un individuo que vaya a sufrir defectos o problemas físicos o mentales. Como puede verse, proponemos mantener en 14 años la edad legal de consentimiento sexual, tal como lo dispone el Código Penal vigente (arts. 303 a 305), y la edad de imputabilidad en 16 años para las activida- des sexuales con personas prepúberas y para las actividades sexuales parafílicas, en concordancia con el art. 34 del Código Penal. Además, si estas son las edades legales de consentimiento sexual e imputabilidad, no hay razón lógica para penalizar el acceso de personas mayores de 16 años a los espectáculos obscenos (literal d) y a los materiales porno- gráficos (literales e y f). 5.2. Los delincuentes sexuales.—Hay que distinguir entre parafíli- co y delincuente sexual, porque no todo parafílico es delincuente, y viceversa. El primero es el individuo que practica actividades sexuales parafílicas; el segundo es el individuo que realiza actividades sexuales o relacionadas con la sexualidad que están prohibidas por la ley. Por ejemplo, en Colombia, el exhibicionista es delincuente sexual y parafíli- co a la vez, mientras que la persona que tenga exclusivamente activida- des sexuales con animales es parafílico, pero no delincuente; y el individuo que incite a una mujer sin antecedentes en el oficio a la prostitución es delincuente, pero no parafílico. Es también importante establecer si el delincuente sexual es responsable de sus actos. 6 Sin prejuzgar sobre la "nocividad' intrínseca de las parafilias, es un hecho que algunas de ellas acarrean usualmente consecuencias sociales desagradables. Por consiguiente, se justifica proteger al adolescente de una posible habituación, en un período del desarrollo que puede ser crítico para el aprendizaje de la función sexual.
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    154 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 1 55 Sobre los delincuentes sexuales parafilicos existen muchos mitos, creados en buena parte por la prensa sensacionalista. No es cierto que ellos sean hipereróticos; por el contrario, tienden a ser sexualmente inhibidos. La mayor parte de ellos practican parafilias relativamente inofensivas, y por lo tanto es raro que las víctimas queden traumatizadas gravemente; ade- más, los homicidios por motivos sexuales son escasos. Tampoco es corrien- te que los delincuentes sexuales, de no ser controlados, procedan a cometer delitos más graves; es decir, que un escoptófilo se transforme en un viola- dor. No sobra recordar que los delitos sexuales tienen más probabilidades de disminuir suministrando educación sexual al mayor número posible de per- sonas y eliminando los obstáculos que impiden a los individuos satisfacer sus impulsos sexuales inofensivos, que aprobando leyes draconianas. La siguiente clasificación delimita los posibles tipos de delincuentes sexuales: a) Delincuentes sociopáticos. Son individuos conscientes de sus actos sexuales, capaces de distinguir cuáles de ellos son lesivos para otras personas, y que pueden contener el impulso de cometer un delito sexual mientras haya peligro de ser castigados. Son los verdaderos crimi- nales sexuales y la ley debe reprimirlos. b) Delincuentes parafflicos. Son individuos no sicóticos, que reaccio- nan compulsivamente ante un estímulo o situación sexuales inadecuados, y que son potencialmente peligrosos para otras personas. Deben recibir tratamiento y ser mantenidos bajo custodia mientras sean una amenaza social. c) Delincuentes sicopáticos. Son individuos sicóticos, que realizan actos sexuales lesivos para otras personas como consecuencia de su trastorno mental. Deben recibir tratamiento y ser mantenidos bajo cus- todia hasta que dejen de ser una amenaza social. d) Delincuentes "normales". Son individuos mentalemente salu- dables, que realizan actividades sexuales o relacionadas con la sexuali- dad que no son lesivas para otras personas, pero que están clasificadas como delictuosas por la ley. No deben ser penados y las leyes respectivas deben derogarse. 6. COMENTARIOS A LAS NORMAS LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LA SEXUALIDAD 6.1. Código Penal.—El decreto 100 de 1980 (Código Penal vigente) constituye un progreso con respecto a la normativa que substituyó, en lo referente al tratamiento racional y científico de la conducta sexual humana. Es de lamentar, sin embargo, que en ciertas disposiciones el legislador no hubiera avanzado más, pero de todas formas, hay que recibir con beneplácito todo intento de modificar en forma positiva la legislación sexual, aunque sea incompleto. a) Los siguientes son los aspectos positivos del Código Penal: 1) Despenalización de las actividades homosexuales consensuales. Indudablemente, el aspecto más positivo del Código es la despenaliza- ción de las actividades homosexuales consensuales realizadas entre ma- yores de 14 años; esta normativa es tanto o más avanzada que las legislaciones extranjeras más liberales. En efecto, en ninguna parte del Código se singulariza dicha variante del comportamiento sexual huma- no como merecedora per se de una pena específica, sino que, ante la ley, es homologada con las actividades heterosexuales. Desaparecen, pues, el parágrafo antihomosexual incrustado en el art. 323 del viejo Código y su complemento, el art. 329. Mucha agua tuvo que correr bajo los puentes para lograr la conformidad de la ley penal colombiana con las modernas doctrinas jurídicas y con la ciencia sexológica, en este aspecto particular. Es de alabar que los miembros de la Comisión redactora que preparó la versión final del Código, y los de la Comisión re- dactora del proyecto de 1976, hubieran desatendido las protestas de PARMENIO CÁRDENAS, miembro casi vitalicio de las comisiones redacto- ras de códigos penales desde 1924, y principal propugnador de las nor- mas más retardatarias en materia sexual incluidas en el Código de 19367. 2) Eliminación de la impunidad para el marido uxoricida. Otro gran avance de la normativa penal que comentamos es la supresión del bárbaro y discriminatorio art. 382 del viejo Código —rezago de las épocas más obscurantistas—, que en la práctica concedía al marido autorización para asesinar impunemente a su mujer —so pretexto de la "defensa del honor"—, cuando real o supuestamente ella cometía adulterio. La anacrónica defensa que de tal artículo hace CÁRDENAS —para quien la norma no discrimina a favor del hombre— no resiste el más elemental análisis8. 7 La simpleza argumentativa de que hace gala CÁRDENAS cuando ataca la despe- nalización de la homosexualidad —producto de su ignorancia acerca del fenómeno sexual humano, y de su incapacidad para deslindar la norma jurídica y el precepto moral— se hace patente en los siguientes apartes de su salvamento de voto: "(Admitir que, en el caso de la homosexualidad, la ley) debe ceder ante la libertad de que gozan hombres y mujeres para disponer de sus cuerpos, es borrar de un tajo la diferencia que existe entre lo lícito y lo ilícito, entre la honestidad y la deshonestidad, entre lo moral y lo inmoral... No creo incurrir en exageración al afirmar que el homosexualismo de los hombres o de las mujeres constituye un hecho antisocial, que envuelve un ataque a nuestros sentimientos, a nuestras costumbres y a nuestra organización familiar". 8 Si bien es cierto que, como está redactada, la norma da la impresión de que la esposa homicida podía acogerse a ella, sabemos que en la realidad no era así, puesto
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    3) Unificación dela edad legal de consentimiento sexual. Este es también un adelanto jurídico. El viejo Código establecía dos edades legales de consentimiento sexual, 14 y 16 años, según la naturaleza del acto, la existencia o no de engaño y el estado de "corrupción" del sujeto pasivo. Así, la edad legal de consentimiento para realizar un acto erótico con una mujer sin experiencia sexual (no "corrompida") era 16 años (arts. 325 y 326), pero si ya estaba "corrompida", la edad era 14 años, siempre que el sujeto activo no utilizara engaño (art. 319). Descontando la impropiedad de la terminología, tales disposiciones no tenían fundamento lógico, amén de que dejaban sin sanción los actos sexuales diferentes del coito vaginal efectuados con una persona "co- rrompida", sin su consentimiento. Esto fue corregido en los arts. 303 y 305 del Código vigente. 4) Eliminación de los llamados "delitos contra la moral pública". Otro aspecto positivo del Código que comentamos es la despenalización de la descripción de los actos obscenos ("delitos contra la moral públi- ca"), reprimida en los arts. 248 y 249 del viejo Código. Parece que aquí el legislador también ha tenido en cuenta la opinión de la sexología moderna en cuanto a la ausencia de nocividad real en este caso. Existe, sin embargo, la posibilidad de que las disposiciones eliminadas sean revividas en un estatuto de contravenciones. Además, el art. 44 del decreto 522 de 1971, u otra norma que lo subrogue, debería estar redac- tado siguiendo las pautas propuestas en la clasificación de hechos punibles. 5) Eliminación de la circunstancia de atenuación de la pena por violación. El antiguo Código (art. 321) autorizaba la disminución de la pena por violación si la víctima era una prostituta. Esta injusta discri- minación fue eliminada formalmente del actual Código (arts. 298 a 300), aunque el art. 61 del mismo, referente a los criterios para fijar la pena, podría permitir que el juez la resucitara. b) Los siguientes son los aspectos negativos del Código que co- mentamos: 1) Tratamiento del aborto. Una parte de la nueva codificación penal en donde no ha habido progreso, sino más bien retroceso, es la relativa al aborto (arts. 343 a 345). Con esto no queremos decir que las disposiciones correspondientes del viejo Código fueran avanza- das —que no lo eran—, pero al menos el art. 389 ofrecía la posibilidad que nuestras costumbres jamás han aceptado que la esposa "pierda el honor" por el adulterio del marido, mientras que este sí "pierde" el suyo por un desliz de la esposa. De todos modos, discriminatoria o no, la disposición era un perfecto esperpento jurídico. de aminorar el castigo de la mujer que abortara, y aun eximirla de él, no obstante lo ridículo y retardatario de la fundamentación de la norma (la "defensa del honor"). En efecto, además de eliminar este artículo, el Código vigente ha mantenido la prohibición rigurosa de todo tipo de aborto. El anteproyecto de Código Penal de 1974 (art. 369) y el proyecto de 1976 (art. 451) contemplaban una tenue liberaliza- ción de la normativa sobre aborto, al aceptar su práctica para salvar la vida de la mujer embarazada (aborto terapéutico). No obstante, como lo declara en su Relación explicativa, la Comisión asesora que redactó el texto definitivo del Código vigente tuvo que dar marcha atrás, debido a las intensas presiones ejercidas por los defensores del status quo, las cuales fueron exacerbadas por la algarabía farisaica que desató el proyecto de ley de doña CONSUELO LLERAS9. La Comisión alega que, de todos modos, el aborto terapéutico queda cobijado por la norma del estado de necesidad (art. 29 del Código)10; además, reconoce que la discusión del problema debe continuar y hacerse lo más amplia posi- ble, sin coacción alguna por parte del fanatismo religioso. Más adelante, al tratar el tema del aborto, volveremos a referirnos a sus aspectos legales. 2) Penalización de ciertos tipos de proxenetismo consensual. Tam- poco fue muy feliz el legislador al mantener la penalización de ciertos tipos de proxenetismo consensual (arts. 308 y 311 del Código). En esto, como en todo lo que se refiera al ejercicio de las actividades sexuales, la ley solo debería velar porque ellas no sean de carácter coactivo o engañoso, realizadas con menores de cierta edad o efectuadas ante per- sonas que se sientan ofendidas y no puedan evitar ser espectadoras. Fuera de estas circunstancias, todos los actos sexuales o coadyuvantes hacen parte del ejercicio de la libertad sexual de la persona, y no debería influir el hecho de que el Código la considere "honesta" o "deshones- ta", máxime cuando tales calificativos no tienen base lógica por subjeti- vos. Además, en este caso la persona "honesta" es asimilada al menor de edad, puesto que se presume que no está en capacidad de discernir entre el "bien" y el "mal". 3) imprecisión en las definiciones de los hechos sexuales punibles. Ya dijimos que una de las características de las normas penales sobre conducta sexual ha sido la ausencia absoluta de precisión definitoria, es decir, nunca se emplean términos exactos, apropiados, uniformes y acordes con los conceptos sexológicos modernos. A pesar de que 9 Que no difería mucho de lo propuesto en el anteproyecto de 1974 y en el pro- yecto de 1976, y tenía el grave inconveniente de hacer obligatoria la inducción del aborto en un hospital. lo Igual cosa dice PÉREZ con respecto al art. 25 del viejo Código. LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 157156 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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    ASPECTOS ESPECIALES DELA SEXUALIDAD HUMANA el art. 3° del Código acoge el principio de tipicidad corno pauta rectora de la ley penal, el legislador está muy lejos de aplicarlo, pues los hechos punibles considerados en el estatuto que comentamos continúan sin ser definidos "de manera inequívoca", como lo prescribe el mencionado principio; esto es lo que sucede al emplear expresiones como "acceso carnal", "persona honesta", "corrupción", etc. Si el legislador utiliza- ra términos sexológicamente correctos, o que estuvieran claramente definidos en el mismo Código, no solo sería consecuente con su deseo de ver aplicado el principio de tipicidad, sino que le prestaría un gran servicio a la justicia. 4) Extinción de la acción penal contra los delitos sexuales, por matrimonio. El art. 307 del Código, según el cual se extingue la acción penal por matrimonio del ofensor sexual con la víctima, reproduce el art. 322 de la antigua codificación. Esta es una disposición muy inconveniente, puesto que —para librarse del castigo— el infractor pue- de acceder a casarse con la mujer ofendida, pero luego se desquitará haciéndole la vida miserable o abandonándola. El matrimonio en estas condiciones es subjetiva y objetivamente forzoso para el hombre, y la mejor garantía de que será un fracaso. 5) Tratamiento del incesto. El art. 259 del Código, en el cual se penaliza el incesto, es esencialmente igual al art. 357 del antiguo. El incesto será estudiado más adelante, y allí haremos la crítica de su penalización como tal. 6) Limitación de la edad del sujeto pasivo en el caso de estupro". El Código (arts. 301 y 302) traza el límite superior de edad, para la comisión de estupro, en los 18 años del sujeto pasivo, lo cual no es lógico, pues entonces también se podría alegar que una persona mayor de edad no está sujeta a que la estafen. En este aspecto era más conse- cuente el antiguo Código (art. 319). 6.2. Otras disposiciones.—Dispersas entre otras normas legales, se encuentran disposiciones que también hacen referencia al comporta- miento sexual, y que adolecen de los vicios resultantes de, la falta de conocimientos sexológicos. Ejemplos son los siguientes: II La figura jurídica del estupro, aunque poco o nada operante en la práctica, se justifica mientras haya consecuencias personales y sociales negativas para las mujeres solteras que efectúen el coito. Y mientras existan las diferencias sicológicas entre el hombre y la mujer, que hacen predominar en esta el componente afectivo relacional, el cual la induce a creer que el hombre reacciona como ella y que sus promesas de amor o matrimonio son ciertas. LA SEXUALIDAD Y EL DERECHO 159 a) El art. 94, numeral 1°, del decreto 250 de 1970, por el cual se expide el estatuto de la carrera judicial y del ministerio público, establece que "son conductas de los funcionarios o empleados que aten- tan contra la dignidad de la administración de justicia..., (el) amanceba- miento, (la) concurrencia a lugares indecorosos (y el) homosexualismo". El primer reparo que se puede hacer es que esta norma no tiene en cuenta el principio de legalidad, puesto que los tres hechos punibles no están definidos en el estatuto , y si acudimos al Diccionario de la Real Academia, seguimos sin saber, "de manera inequívoca", qué son. Allí "amancebamiento" es el "trato ilícito (?) y habitual de hombre y mujer"; "indecoroso" es lo "que carece de decoro o lo ofende", y "decoro" es "pureza, honestidad, recato", lo cual nos deja igualmen- te desorientados; y en cuanto al "homosexualismo", ni siquiera figura en el Diccionario, e incluso asimilado a "homosexualidad", que sí está, puede interpretarse ora como orientación, ora como práctica, con la confusión resultante. Segundo, si se presume que "amancebamiento" son las relaciones sexuales habituales entre un hombre y una mujer que no son esposos legales, no se comprende en qué forma el ejercicio privado de la función erótica entre dos personas "atenta contra la digni- dad de la administración de justicia", máxime cuando, en la actualidad, el "amancebamiento" es extensamente practicado por personas de to- das las clases sociales, altos funcionarios públicos incluidos. Si "lugares indecorosos" quiere decir prostíbulos, visitarlos ha sido parte integral de la conducta de los varones colombianos de todas las edades, clases sociales y dignidades, y no es lógico ni realista hacer excepción de los funcionarios judiciales. Y con relación al "homosexualismo", ya se ha señalado suficientemente lo absurdo de su punición, aunque solo sea por vía disciplinaria, si él se refiere exclusivamente a las prácticas eróticas; además, si este fuera el caso, la ausencia de definición precisa permitiría la interpretación subjetiva de la norma y su aplicación even- tual al individuo de orientación homosexual pero no practicanteu. b) El decreto 717 de 1974, por el cual se organiza la carrera nota- rial, es otro ejemplo de disposición legal en donde el tratamiento de la conducta sexual fluctúa entre lo cómico y lo absurdo. Según los arts. 14, numeral 8°, y 16, literal a, el funcionario o empleado de la rama jurisdiccional o del ministerio público que frecuente los prostí- bulos, esté amancebado o practique la homosexualidad comete falta grave y no puede ser designado notario. Por supuesto, las objeciones 12 La norma que comentamos acaba de ser derogada por el nuevo estatuto de la carrera judicial (decreto 052 de 1987).
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    160 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA a esta norma son las mismas hechas en el literal anterior. Lo que la singulariza, sin embargo, es lo siguiente: si la persona de las condiciones mencionadas logra burlar la vigilancia de los cancerberos de la morali- dad, y se cuela en la carrera notarial, ya puede estar más tranquilo porque, según el art. 96, las antedichas faltas graves se vuelven leves; e incluso puede practicar "públicamente" la homosexualidad, sin que la falta deje de ser leve... (!). c) El art. 154, numeral 7°, del Código Civil establece como causa de divorcio "toda conducta de uno de los cónyuges tendiente a corromper o pervertir al otro, o a un descendiente, o a personas que estén a su cuidado y convivan bajo el mismo techo". Nuevamente nos encontra- mos con el uso de vocablos como "corromper" y "pervertir", totalmen- te inapropiados por su subjetividad. Aunque la norma puede incluso ser de mucha utilidad práctica —a falta de la causal de divorcio más racio- nal, el mutuo consentimiento—; pero no deja de ser ridículo que, para lograr la disolución del matrimonio, la mujer deba acusar al marido de "corrupción", porque él le enseñó la práctica de la felacíón... d) El art. 46, literal b, del estatuto docente (decreto 2277 de 1979) es otra disposición legal en la cual la sindéresis brilla por su ausencia, ya que establece que son causales de mala conducta "el homosexualismo o la práctica de aberraciones sexuales". Por una parte, se reincide en el empleo de una terminología inapropiada y anticientífica, con el agra- vante de que ella se presta a cometer injusticias. Como lo señala BOTE- RO, la masturbación solitaria del profesor heterosexual, o la succión que él haga de los pechos de la esposa, podrían ser clasificadas como "aberraciones". Además, la singularización del "homosexualismo" co- rno merecedor de sanción es doblemente absurda, por lo indefinido del término y por la discriminación que hace a favor de la heterosexuali- dad; BOTERO vuelve a hacer notar que, de acuerdo con la letra de la disposición, los profesores heterosexuales pueden fornicar impunemen- te con las alumnas mayores de 14 años13. 13 Lo cual, según noticias de prensa, está sucediendo efectivamente, con el agra- vante del empleo de métodos coactivos. CAPÍTULO XI LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA "Ever since sex was identified with sin, the law- givers who deal with modesty have been concerned with the genitals. Powerless to spirit away the object of their wrath, they tried to legislate it out of existence". RUDOISKY, The unfashionable human body. 1. INTRODUCCIÓN ¿Qué son la "obscenidad" y la "pornografía"? Ya vimos atrás (tabla 2) que el Diccionario de la Real Academia no suministra respuesta útil alguna. Por su parte, la generalidad de los códigos se remiten a aquel cuando tratan el tema', y los pocos que intentan definir dichos conceptos lo hacen en forma circular, como los lexicógrafos. Quizá el esfuerzo más notable en este sentido fue el realizado por la Corte Suprema de los Estados Unidos —en sus decisiones en los casos Roth y Miller—, al establecer que algo es "obsceno" ("pornográfico") si llena los tres requisitos siguientes: "a) considerado en su totalidad, excita un interés morboso por la sexualidad; b) es claramente ofensivo, según las normas públicas contemporáneas que se aplican a las represen- taciones de los asuntos sexuales; c) no tiene la más mínima utilidad social"2. El problema es que se comienza con una tautología, porque la misma Corte define que una cosa "excita un interés morboso por la sexualidad", si "tiende a producir pensamientos lujuriosos"3. Ade- más, según MONEY y ATHANASIOU, la definición falla porque: a) presu- pone que hay dos tipos de interés sexual, el "morboso" y el "normal", La legislación colombiana trata de la obscenidad, sin definirla por supuesto. en el art. 44 del decreto 522 de 1971. 2 "a) The dominant theme of the material taken as a whole appeals to a prurient interest in sex; b) the material is patently offensive because ir affronts contemporary common standards relating to the description or'representation of sexual matters; c) the material is utterly without redeeming social value". "(It has) a tendency to excite lustful rhoughts".
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    LA OBSCENIDAD YLA PORNOGRAFÍA 163162 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA cuando es más lógico pensar que el individuo promedio —que es "nor- mal" por definición— no tiene un interés "morboso" (patológico) por la sexualidad, sino uno normal, y que no hay motivo para que se le despierte un interés patológico por ella; b) el criterio de "norma pública contemporánea" es muy difícil de establecer, porque aun llegándose a un consenso en materia sexual —lo cual es casi imposible de lograr, puesto que lo sexualmente ofensivo es subjetivo—, el juicio de la mayo- ría no siempre es el correcto; c) en cuanto a que, para que sea obsceno, el material o acto de que se trate deba carecer de la más mínima utilidad social, es virtualmente imposible en la práctica encontrar algo que no tenga tal utilidad, puesto que incluso los libros y revistas más "porno- gráficos" prestan un servicio social, al permitir la subsistencia de escri- tores, fotógrafos, modelos, impresores y vendedores. La dificultad para definir lo obsceno o pornográfico radica en que estos conceptos son básicamente subjetivos y tienen origen en la ideología erotófoba de nuestra cultura. Nada es de por sí "obsceno" o "pornográfico", porque para que las cosas adquieran este carácter, se requiere que el observador ponga a funcionar la fantasía. Sin embar- go, el individuo solo se excita con las representaciones eróticas que hacen parte de su predisposición sicosexual. PELLEGRINI dice que si todos anduviéramos desnudos, lo obsceno sería la persona vestida, por- que la obscenidad no es un hecho objetivo, sino un proceso sicoasociati- vo, en parte condicionado por las actitudes culturales, las cuales demandan que los actos u órganos sexuales no sean visibles ni mencionados. Com- FORT señala que las esculturas eróticas de los templos hindúes son obs- cenas según nuestro criterio, pero —en forma análoga— para los asiáticos podría ser repugnante la iconografía sadomasoquista del cristianismo. Las pocas definiciones circulares dan a entender que lo obsceno o pornográfico es algo que: a) tiene que ver con los órganos sexuales o con las actividades somatosexuales; b) produce excitación sexual a cier- tas personas; c) es intrínsecamente nocivo; d) produce desagrado a ciertas personas. Si queremos llegar a una definición razonablemente objetiva de los conceptos que nos ocupan, podemos tener en cuenta la cualidad a, pero no las restantes, porque la cualidad b no siempre está presente, la c es una suposición no comprobada y la d es una noción absolutamente subjetiva. Con base en las consideraciones ante- riores, definimos la obscenidad como la exhibición de los órganos sexua- les o la ejecución de actividades somatosexuales en público. La pornografía (o mejor la erotografía) se puede definir, en función del concepto prece- dente, como la descripción gráfica, figurativa o sonora de la obscenidad. Tanto la una como la otra son manifestaciones normales de la actividad sicosexual humana, particularmente del hombre. Como dice MONEY, la misma naturaleza estableció la importancia del estímulo visual para el varón, y actúa como "pornógrafa" porque los sueños eróticos desem- peñan el papel de películas o revistas pornográficas. No obstante, la erotofobia cultural no puede hacer más que condenar la obscenidad y la pornografía, además de adjudicarles, gratuitamente, la cualidad de nocivas. 2. TIPOS DE PORNOGRAFÍA (OBSCENIDAD) Según HAVEI.00K ELLIS, hay dos clases de obscenidad (pornogra- fía): la sexual y la excrementicia. Sin embargo, su diferencia cualitativa hace que el tabú de la primera sea social, moral y religioso, mientras que el de la segunda es únicamente social y mucho menos estricto. Refiriéndose a la literatura, los KRONHAUSEN distinguen entre por- nografía y realismo erótico. El objetivo de la primera es la simple excita- ción sexual; ella sería producto de la fantasía, un "afrodisiáco sicológico", que desempeñaría en los adultos un papel similar al de los cuentos de hadas en los niños4. El segundo describe fielmente las realidades de la vida, tal como las experimentan las personas, por lo cual incluye pasajes sexuales; no obstante, la excitación del lector (o del observador) no es lo primordial, y si sucede es porque él también lloraría ante una descripción triste o reiría ante una cómica. Hablando de la sexualidad en el arte en general, ALBERT ELLIS distingue tres tipos de este: a) Uno de contenido sexual no erótico, porque la representación es pasiva y objetivamente descriptiva; tal sería el caso de la mayoría de los desnudos escultóricos griegos. b) Uno de contenido erótico por su dinamismo excitatorio, pero no pornográfi- co, como sería el Déjeuner sur l'herbe de MANET. c) Otro claramente pornográfico, como serían los dibujos de MIHÁLY ZICHY. Estamos de acuerdo con MONEY en que es inoperante tratar de establecer diferencias entre lo pornográfico y lo erótico, porque la dis- tinción se basa en conceptos estéticos, o sea, subjetivos. Además, no es cierto que no haya "obscenidad" o "pornografía" artísticas, porque sería negar el valor literario de las obras del ARETINO o de HENRY MI- 1 I.ER, o el valor arquitectónico de las catedrales góticas, en las cuales hay esculturas pornográficas. Sin embargo, por razones prácticas, po- dríamos distinguir dos tipos de pornografía: la fuerte o dura (hard core) y la suave o blanda (soft core). La primera presenta el tema sexual en forma completamente explícita; ejemplos serían las revistas 4 HAVELOCK Ents también opina que la pornografia son los cuentos de hadas de los adultos.
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    LA OBSCENIDAD YLA PORNOGRAFÍA 165164 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA pornográficas danesas y las películas pornográficas que se exhiben ac- tualmente en Colombia en teatros especializadoss. En la segunda, la presentación del tema sexual es simulada o poco explícita; ejemplos serían la revista Playboy en su aspecto fotográfico (porque en su parte literaria es fuerte) y muchas de las películas que se exhiben actualmente en los teatros "decentes". 3. EFECTOS DE LA PORNOGRAFÍA (OBSCENIDAD) Los supuestos efectos nocivos de la pornografía son la principal argumentación de quienes se oponen a ella, cuando claman por su supresión legal. Esencialmente se alega que la pornografía "corrompe" a la juventud y estimula la comisión de delitos sexuales. En el primer caso, la moral y la ley entienden, presumiblemente, por "corrupción" el conocimiento de la función erótica o su práctica; esta opinión, que condena una actividad natural del ser humano, es, por supuesto, com- pletamente absurda. El segundo argumento tendría más valor si llegara a comprobarse, lo cual no ha sucedido. La realidad es que los conceptos subjetivos de los moralistas "pornófobos" no cuentan con apoyo cien- tífico-experimental. En cambio, la mayoría de las personas que pueden tener autoridad en la materia, no creen en los efectos "deletéreos" de la pornografía en general, e incluso muchas de ellas consideran que tiene utilidad y efectos positivos en determinados casos. ¿Qué hay de cierto sobre los efectos de la pornografía? Aunque previamente se habían efectuado unas pocas investigaciones al respecto, el esfuerzo más sistemático realizado para estudiarlos fue el de la Comi- sión de Obscenidad y Pornografía, creada por el Congreso de los Esta- dos Unidos para tal fin. El Informe de ella y otros estudios6 muestran en síntesis lo siguiente: La exposición a la pornografía no afecta las actitudes y la moral sexuales que el individuo poseía antes de entrar en contacto con ella. En general, la pornografía solo sirve para reforzar el comportamiento y los intereses sexuales habituales de la persona, los cuales no son altera- s Denominados "Salas Film X" en una reciente resolución (4518 de 1985) del Ministerio de Comunicaciones. 6 El llamado "Informe Longford", que los pornófobos esgrimen como uno de los mejores respaldos de sus tesis, no es un estudio científico-experimental, sino una colección de opiniones subjetivas y prejuicios confesionales, expresados a título perso- nal por un grupo de individuos que profesan la moral erotófoba tradicional. Por lo tanto, esperar de estas personas un juicio objetivo sobre la pornografía, es tan ilusorio como confiar en la aprobación de ella por parte de una conferencia episcopal católica. dos cualitativamente en forma apreciable; esto contradice la "morbosi- dad" que se supone despierta la pornografía. La exposición a la pornografía produce rápidamente saciedad por habituación. MONEY y ATHANASIOU, utilizando un término de la física nuclear, dicen que la "vida media" del interés por los materiales eróticos es de 2 a 4 horas; la exposición continua a ellos lleva, pues, a la indiferen- cia o el hastío. Son precisamente las prohibiciones de los moralistas y las autoridades las que hacen la pornografía tan atractiva, porque es inherente a la naturaleza humana que la prohibición de algo sea el mayor estímulo para obtenerlo o realizarlo7. Como dice BERTRAND RUSSELL, "nueve décimos del atractivo de la pornografía radican en los sentimientos de indecencia que los moralistas inculcan en los jóvenes con respecto a la sexualidad; el otro décimo es fisiológico y estará presente, no importa lo que diga la ley". Según PECKHAM, la prohibi- ción y la censura tienden a segregar la actividad sexual de los demás procesos cognoscitivos, y este aislamiento ha hecho que la pornografía, de por sí trivial, sea la mejor manera de buscar la trascendencia cultural. En cuanto al nexo entre exposición a la pornografía y comisión de delitos sexuales, las investigaciones también han infirmado que exista una relación de causalidad. Todo lo contrario: ellas indican que los delincuentes sexuales han tenido una experiencia apreciablemente me- nor con los materiales pornográficos y se excitan menos con ellos que los no delincuentes; esto sugiere más bien una relación directa entre represión sexual en la adolescencia y desadaptación sicosexual y conduc- ta sexual antisocial en la adultez. Además, la experiencia danesa muestra que los delitos sexuales comenzaron a disminuir a principios de la déca- da de 1960, época en la cual aumentó la difusión de la pornografía, y que la mayor disminución ocurrió a partir de 1967, año en el cual se despenalizó. La opinión de que la pornografía puede actuar en las personas como "válvula de escape" de la tensión sexual, disminuyendo así la probabilidad de que cometan delitos sexuales, tiende a ser respaldada por los estudios experimentales. También ellos —y las investigaciones de HARLOW, que muestran que, incluso en los primates inferiores, el comportamiento sexual es en gran parte aprendido— dan apoyo a la idea del efecto positivo, de algunos materiales eróticos sobre ciertas personas, quienes no tienen otra forma de obtener información práctica con respecto a las actividades sexuales. Además, se ha encontrado que la pornografía es de utilidad en el tratamiento educativo de algunos 7 Se cuenta que cuando alguien pidió al papa Pío IX que ayudara a promover la venta de cierto libro, el pontífice prometió que lo haría colocar en el Index übrorum prohibitorum. Lo cual, se non é vero, é hen trovato.
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    IDO ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA OBSCENIDAD Y LA PORNOGRAFÍA 10/ problemas sexuales debidos básicamente a la ignorancia del individuo. Por ejemplo, muchas personas, especialmente mujeres, sienten preocu- pación por sus órganos sexuales o se avergüenzan de ellos, por creerlos feos o anormales; ellas podrían tranquilizarse al observar la gran varie- dad de formas, pigmentaciones y tamaños de los genitales exhibidos en las fotografías pornográficas. Si, como claman los moralistas erotófobos, el interés por la porno- grafía fuera una muestra de "corrupción" o "inmadurez", habría que concluir también que la generalidad de los seres humanos, especialmente del sexo masculino, son "corrompidos" o "inmaduros". Los estudios realizados en los Estados Unidos muestran que no menos del 85% de los hombres y del 70% de las mujeres han visto o leído materiales pornográficos, y el primer contacto con ellos ha ocurrido comúnmente antes de los 18 años de edad. La investigación realizada por nosotros entre estudiantes universitarios indica que 100% de los varones y 91870 de las mujeres han tenido contacto con la pornografía. Muchas veces, el desagrado y la reprobación que produce la porno- grafía en ciertas personas se deben al sentimiento de culpa —inculcado por el adoctrinamiento antisexual— que ellas experimentan al excitarse, ya que si el individuo encuentra aceptable el material erótico que lo excita, no reacciona negativamente, pero si lo desaprueba, lo considera "pornográfico". Quienes así reaccionan, se inclinan a atribuir sus senti- mientos a otras personas, y se creen obligados a actuar como censores, para evitarles a los demás las "funestas" consecuencias de la exposición a la pornografía; por otra parte, el censor, el juez, el fiscal y las autorida- des en general siempre se excluyen de la posible "contaminación" con los materiales considerados nocivos para los demás. En principio, todo tipo de censura es detestable y contraproducente. Que algunos (o mu- chos) individuos consideren repugnante la pornografía es una aprecia- ción estética, que en ningún caso debe servir de excusa para la represión legal de ella. De lo contrario, habría que castigar también a los autores, intérpretes y difusores de muchas canciones populares modernas, que son estéticamente abominables para un buen número de personas. MONEY y ATHANASIOU señalan que como la ideología erotófoba ha condicionado a las personas a relacionar la excitación producida por la obscenidad o la pornografía con la "morbosidad", ellas encuen- tran lógico condenarlas como nocivas para los niños y adolescentes. Sin embargo, en el primer caso, lo más probable es que el individuo prepúber reaccione con indiferencia ante ella, si no con disgusto, por la sencilla razón de que todavía no ha alcanzado la madurez sicosexual necesaria para estimularse visualmente. Si se trata de un pospúber, su respuesta excitatoria es perfectamente natural y benéfica para su ulterior funcionamiento sexual. La respuesta a la pornografía depende también de la calidad y el grado de educación sexual recibida, de las circunstancias que rodeen la exposición a aquella y de la subsecuente accesibilidad al consejo y guía de los padres y adultos. Pero lo más absurdo es que si se trata de espectáculos de violencia y crueldad, la sociedad y los censores no se preocupan por reprimirlos, a pesar de que existen muchas probabilidades de que ellos sí produzcan efectos nocivos en niños y adolescentes. Esto se debe a que la sociedad hace énfasis en el desarrollo de la agresividad masculina, que es uno de los rasgos de las culturas patriarcales y que tiene una de sus aplicacio- nes en la guerra. Al respecto, sí parece existir un tipo de pornografía que justifica su control y represión; es la sadomasoquista, es decir, la que está acompañada de violencia, la cual puede ser nociva, no por su contenido erótico, sino por el efecto imitativo de su componente violento.El otro tipo de pornografía condenable es el que emplea prepú- beres como modelos o actores, por la razón fundamental de que los niños no pueden actuar con pleno conocimiento y voluntad. 4. TIPOLOCiiAS DE LOS "PORNÓFILOS" Y LOS "PORNÓFOBOS" Las investigaciones muestran que factores como la edad, el sexo y la religiosidad influyen notoriamente en las opiniones acerca de la pornografía. En general, los "pornófilos" son individuos jóvenes, de sexo masculino, de buen nivel socioeconómico, cultos, liberales política y sexualmente y poco religiosos; los "pornófobos" tienden a ser viejos, de sexo femenino, de nivel socioeconómico regular o bajo, poco cultos, conservadores política y sexualmente y muy religiosos8. El rasgo de mejor nivel sociocultural ya había sido establecido por KINSEY como requisito para una mejor excitabilidad con los estímulos sicosexuales. En cuanto a la diferencia entre los sexos, hay que señalar que si bien es cierto que la mayoría de lasinujeres se excitan menos que los hombres con la pornografía y la consideran más repugnante, existe un tipo de literatura y espectáculos "románticos" que, aunque dejan indiferentes a los varones, excitan sexualmente a un buen número de mujeres; si los censores fueran consecuentes, deberían condenarlos. MONEY y ATHANASIOU hacen notar que la distinción entre erotófilos- liberales y erotófos-conservadores no siempre es clara. Es decir, no es raro toparse con el clásico tartufo, que ataca en público la pornografía, pero en privado la disfruta. 8 Conspicuos ejemplos de los estamentos conservadores de la sociedad, y que por consiguiente creen cn los efectos nocivos de la pornografía, son las autoridades judiciales y de policía.
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    OiS ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA UL3JI—LIN1UAL, 1 L,Is avi 5. RELATIVIDAD HISTÓRICO-CULTURAL DE LA OBSCENIDAD (PORNOGRAFÍA) Como es de esperar, cuando de apreciaciones subjetivas se trata, los patrones para medir la obscenidad y la pornografía varían enorme- mente con las épocas y las culturas. Que lo que hoy es obsceno mañana puede ser correcto es puesto de manifiesto por los cambiantes dictados de la moda. Dejando de lado la relativa desnudez aceptada por algunas culturas precristianas y muchas ágrafas, la historia muestra que en la cristiana Europa de tiempos atrás (Renacimiento), la moda femenina permitía la exhibición de los pechos. Igualmente, en los siglos XV y XVI se uso corrientemente la bragueta masculina9, notoriamente obs- cena, de acuerdo con las normas contemporáneas. Para un victoriano, en cambio, un simple tobillo desnudo de mujer era un estimulante sexual, y por lo tanto "obsceno". Y ya es historia antigua la moda de la minifalda, que hace 15 años aceptábamos sin inmutarnos, pero que 20 años atrás hubiera causado excomuniones y arrestos a granel, y posiblemente una que otra lapidación. En el campo del arte y la literatura, esta relatividad es más patente todavía. Mientras que la novela de FLAUBERT Madame Bovary originó un proceso judicial por "pornográfica", hoy son libremente asequibles los libros del MARQUÉS DE SADE y de HENRY MILLER. En la actualidad, aceptamos la exhibición comercial de películas fuertemente pornográfi- cas, lo cual hubiera sido inconcebible e intolerable unos pocos años atrás. Además, no hay que olvidar que el Antiguo Testamento podría clasificarse como literatura "pornográfica", por sus crudos relatos sexuales10; según HAVELOCK ELLIS, era por intermedio de la Biblia co- mo en épocas pasadas los niños de los países anglosajones solían tener conocimiento de la masturbación y las "perversiones" sexuales en ge- neralll. La preocupación por ejercer la censura de los materiales eróticos es relativamente reciente. En el caso de Inglaterra, los primeros procesos contra la pornografía datan del siglo XVIII, y para lograr su condena era necesario atacarla como literatura antirreligiosa o por sus connota- ciones políticas; la primera ley inglesa al respecto fue promulgada en 1824. En Francia, la primera norma que penalizó específicamente la "venta de imágenes obscenas" fue la ley del 19 de julio de 1791. 9 En las procesiones, cl portaestandarte utilizaba la bragueta para apoyar el astil. Sobre ella RAUELAIS (Gargantua, Le tiers livre) da también valioso testimonio. lo Por ejemplo, Génesis, 19:30-28; Levítico, 18; Ezequiel, 23. II En 1895, un tal Wise fue condenado en los Estados Unidos por enviar por cl correo "materiales pornográficos", ¡que consistían en citas de la Biblia! 6. EL PUDOR Al tratar de la obscenidad y la pornografía, es apropiado mencionar su antítesis y a la vez acicate: el pudor. Consiste en un mecanismo inhibidor que mueve al ocultamiento de las zonas corporales eróticas y a abstenerse de realizar actividades sexuales en público; este sentimien- to parece ser más fuerte en las mujeres. El concepto de pudor ha variado paralelamente con el de obscenidad, según las culturas y épocas. Hay también un pudor excrementicio y, en ciertas culturas, uno alimenticio. La noción de pudor sexual tiene mucho que ver con la posición tan cercana al ano de los órganos sexuales; en cambio, estar desnudo no tiene relación intrínseca con él, como lo prueba el hecho de que existe en sociedades que aceptan diversos grados de desnudez habitual. Incluso es posible que una de las razones para inventar el vestido haya sido la de hacer más atractivo el cuerpo; por ello no pocas veces el semidesnudo femenino es mucho más excitante que la desnudez total. HAVELOCK ELLIS cree que los siguientes factores intervinieron en la génesis de la noción de pudor: a) Uno biológico; el rechazo natural del macho por parte de la hembra en anestro. b) Uno sicológico; el temor a producir disgusto, por la cercanía de los órganos sexuales a los emuntoríos. c) Uno sicocultural; el temor a las influencias mágicas nocivas de ciertos fenómenos sexuales (menstruación), que originó ritos para contrarrestarlos y los cuales se convirtieron posteriormente en normas de pudor. d) El desarrollo del vestido y la ornamentación, que simultáneamente estimulan y reprimen el interés sexual. e) El con- cepto de hembra-objeto, característico de la sociedad patriarcal, que requiere el ocultamiento del bien mueble para minimizar la posibilidad de robo. 7. CONCLUSIÓN Las actitudes "pornofóbicas" son reacciones estereotípicas produ- cidas por la ideología antisexual; de ahí que a los argumentos racionales y científicos, los moralistas respondan con dogmatismo, hostilidad y resistencia, y se nieguen a modificar sus opiniones apriorísticas. Estas actitudes son posiblemente la manera como ellos tratan de defenderse del conflicto emocional y la ansiedad que les causan las manifestaciones eróticas. Por otro lado, la obsesión de algunos moralistas con la porno- grafía es similar a la que existía en tiempos pasados con las brujas; probablemente ellos tratan de satisfacer impulsos sádicos "cazando pornófilos", así como antaño se cazaban brujas por motivos análogos.
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    1 IV/ inzs_i:NvuelALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA Cuando los legisladores consideran los efectos de la obscenidad y la pornografía, las teorías que aplican corresponden más a mitos morales y sociales que a experiencias jurídicas, puesto que las leyes antipornográficas se basan en el efecto que los materiales de que se habla producirían en un individuo hipotético (Phomme moyen), y no en el comprobado realmente en las personas. Ya que los juristas per- tenecen generalmente al segmento conservador de la sociedad, sus con- ceptos sobre el erotismo siguen el modelo subjetivo tradicional. Como dice LAHAYE, "lo que la ley reprime no son los actos de la vida se- xual, sino la idea que se forman ciertos individuos de las exigencias de la sociedad con respecto a la representación o exhibición de dichos actos". Un ejemplo típico de la opinión de los tratadistas del derecho sobre esta materia es la siguiente diatriba emocional de MANZINI: "La pornografía y demás manifestaciones afines, sucio delito de precoces o degenerados, e inmunda especulación de alcahuetes intelectuales, es un pernicioso tósigo moral que envilece el sentimiento y la inteligen- cia, y que degrada aun físicamente a la persona, con el hábito de artificiosas excitaciones eróticas y con la consiguiente adquisición de vicios". Sin embargo, no es del todo inexplicable que los juristas hablen así, cuando aparentes autoridades médicas utilizan un lenguaje similar o peor. En conclusión, no existen razones válidas que justifiquen la repre- sión legal de la obscenidad y la pornografía, excepto en las condiciones señaladas en la sección 5.1 del capítulo anterior y en las modalidades sadomasoquista e infantil. Por eso prácticamente todos los países europeos occidentales y los Estados Unidos (y, al parecer, el legislador colombia- no de 1980) las han despenalizado, sometiéndolas al mismo tiempo a controles apropiados. A los que arguyen que esto contraviene lo dis- puesto por la Convención Internacional de Ginebra de 1923, sobre la represión de la pornografía, ratificada por muchos países, entre ellos Colombia, se les responde que dicha convención es totalmente anacróni- ca e inoperante, como lo muestra la mencionada despenalización, lleva- da a cabo por los principales países signatarios. Además, los legisladores y juristas deben recordar que la represión legal del comercio pornográfi- co lesiona directamente la libertad sexual del individuo, al impedirle que pueda disfrutar de materiales de este tipo, incluso en privado, ya que se le limita la capacidad para obtenerlos. Esta consideración, hecha por tribunales estadounidenses, contribuyó a la liberalización de las regulaciones sobre venta de materiales pornográficos y presentación de espectáculos obscenos en la Unión Norteamericana. CAPÍTULO XII LA PROSTITUCIÓN "(Prostitutes) have been my refuge in sorrow, an unfailing relief in a11 my miseries, have saved me from drinking, gambling, and perhaps worse. I shall never throw stones at them, nor speak harshly to them, nor of them". ANONYMOUS, My secret lile. 1. INTRODUCCIÓN La prostitución ha sido objeto de pocas investigaciones serias y libres de prejuicios. En su lugar ha habido un gran número de especula- ciones y afirmaciones erróneas, referentes tanto a sus causas y a su significado social, como a las motivaciones, actitudes y comportamien- tos sexuales —supuestamente uniformes— de las mujeres que la ejercen. Esto se ha debido en parte al etnocentrismo de los investigadores, que han estudiado el fenómeno aislado de su contexto cultural particular, y han generalizado los datos —a menudo incompletos o poco objetivos— obtenidos en ciertas sociedades, olvidando así la relación que existe entre el comercio sexual y el entorno sociocultural. La realidad es que hay apreciables diferencias en las modalidades de la prostitución de una cultura a otra; incluso dentro de una misma sociedad, existen gran- des variaciones en la actividad prostitutiva, según se practique en las grandes o en las pequeñas ciudades, o en los burdeles de alta o de baja categoría. 1.1. Definición de la prostituta.—E1 Digesto de JUSTINIANO, de 533, definía ya a la prostituta como la mujer que se entrega públicamen- te (palam obnibus), por dinero (pecunia accepta) y no por placer (sine delectu). Sin embargo, aunque la idea de venalidad, la intención de alquilar el cuerpo con fines eróticos, es parte esencial del concepto de prostitución, ella no es suficiente, porque los favores sexuales se pueden lograr en muchas formas y por diversos costos, según la mujer y las circunstancias: desde con unas copas o una comida, hasta con un abrigo de visón o un certificado de matrimonio. La sola promis-
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    11 t A 172 ASPECTOS ESPECIALESDE LA *SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 173 cuidad tampoco basta para definir a la prostituta, particularmente en culturas o épocas sexualmente permisivas'. Por otra parte, que la mu- jer experimente placer o no durante el acto prostitutivo es irrelevante para la definición. Teniendo en cuenta lo anterior definimos a la prosti- tuta como la mujer que, por dinero, realiza actividades sexuales con diferentes personas, generalmente hombres. 1.2. Bosquejo histórico de la prostitución.—La prostitución de las sociedades occidentales parece remontarse al culto de la Gran Diosa Madre, practicado en las antiguas civilizaciones mesopotámicas y del Mediterráneo oriental, el cual ha recibido el nombre de "prostitución sagrada". La decadencia de dicho culto llevó al establecimiento de los primeros burdeles puramente comerciales. El tráfico sexual era, pues, aceptado y floreciente en el mundo precristiano, como lo indican las abundantes menciones históricas, sobre todo relacionadas con Grecia y Roma. Los griegos y romanos veían la prostitución sin mayor prejuicio —aunque los últimos asumían una actitud más moralista—, y creían que era un factor estabilizador del matrimonio y la familia. En Grecia no era socialmente censurable frecuentar los burdeles —de los cuales, los de Atenas fueron fundados por SOLÓN, según la tradición— y los hombres más famosos lo hacían abiertamente. De las muchas clases de prostitutas, las hetairas (compañeras) ocupaban una posición social y humana relativamente elevada, eran figuras esenciales de la escena ateniense y llegaban a opacar a las esposas. Las mujeres griegas que sobresalieron por su ingenio y arte fueron prostitutas; pero, como dice ENGELS, "el hecho de que para convertirse en mujer fuese preciso ser antes hetaira es la condenación más severa de la familia ateniense"2. El cristianismo adoptó una actitud ambivalente ante la prostitu- ción. Aunque la moral erotófoba no podía sino condenarla, algunos teólogos moralistas, conocedores de la naturaleza humana, se inclinaron a tolerarla como un "mal necesario"3. De todas formas, a pesar del cambiante humor de los diversos gobernantes cristianos —que en oca- siones imponían crueles castigos a las prostitutas-4, el comercio prac- 1 A propósito, un casuista medioeval sostenía que ninguna mujer podía ser con- siderada prostituta mientras no se hubiera entregado a... ;23.000 hombres! 2 La prostitución estaba también muy extendida entre los antiguos judíos (Géne- sis, 38:14-19; Jueces, 11:1; 1 Reyes, 3:16; Proverbios,7:10; Jeremías, 5:7), y únicamente era prohibida la sagrada (Deuteronomio, 23:18-19). 3 SAN AGUSTÍN decía: "Aufer meretrices de rebus humanis, turbaveris omnía li- bidinibus". Y SANTO TOMÁS consideraba a las prostitutas como las "alcantarillas de la sociedad", que evitan que ella sea anegada por las inmundicias. 4 Una ordenanza real francesa de 1684 condenaba a la mutilación de la- nariz a las prostitutas afectadas de enfermedades sexualmente transmisibles que fornicaran con soldados. ticado por ellas prosperó en Europa, durante muchos siglos. En el Renacimiento italiano hizo su aparición un tipo especial de prostituta, de posición e influencia similares a las de la hetaira griega, y desligada del burdel, que ha perdurado hasta el presente; ella fue la cortesana (mujer que sigue a la corte), cuyo comportamiento se suponía "deco- roso"5. Fue NAPOLEÓN quien estableció el sistema moderno de prostitu- ción de burdel, al crear lasmaisons de tolérance, las cuales, no obstante, a fines del siglo pasado y comienzos del presente comenzaron a entrar en decadencia y a ser substituidas por otras formas de prostitución, como la que propiciaban en Francia los cafés chantants y las brasseries. Más recientemente, la declinación de los burdeles —con el correlativo aumento de las prostitutas "callejeras" y "reservadas"— ha sido muy evidente en muchos países occidentales, gracias a la acción sinérgica de las normas legales represivas, la elevación del nivel de vida de la población y la liberalización de la conducta sexual de las mujeres "de- centes". En los países socialistas la prostitución no existe como institu- ción organizada, o al menos ha sido reducida a la mínima expresión, posiblemente por el efecto combinado de la represión legal y el sistema socioeconómico; subsiste, sin embargo, una prostitución clandestina. Con respecto a nuestro país, en los últimos años ha ocurrido una disminución paulatina de los prostíbulos tradicionales —pero no de la prostitución en sí—, debido también a la aparición de otras formas públicas o semiclandestinas de comercio sexual, y a la relativa liberaliza- ción del comportamiento sexual de las mujeres en general. La historia de la prostitución en las civilizaciones asiáticas es menos conocida, pero aparentemente el comercio sexual ha sido visto en ellas como una institución social normal. En la India se desarrolló una clase de prostitutas similares a las hetairas griegas, y se dice que los burdeles chinos fueron establecidos por KUAN CHUNG en el siglo VII antes de nuestra era. Tal como la conocemos, la prostitución es más un fenómeno de sociedades relativamente desarrolladas, y no parece existir en las cultu- ras ágrafas "incontaminadas" por las costumbres occidentales, lo cual se puede deber en parte a la mayor permisividad sexual relativa de ellas. Aunque en algunas de dichas sociedades la solicitud de favores sexuales se acompaña de pequeños regalos, estos no tienen el significado 5 BURCHARD, secretario del papa Alejandro VI, la definía en los siguientes térmi- nos: "Cortigiana, hoc est meretrix honesta". Aunque no siempre era así, como lo relata el mismo BURCHARD al tratar de las orgías protagonizadas por ellas en la corte papal.
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    4 I 74 ASPECTOSESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA de intercambio comercial, sino de demostración de afecto o aprecio, como sucede entre nosotros cuando el novio regala algo a la novia. 2. CLASIFICACIÓN DE LAS PROSTITUTAS Existen diversas clases de mujeres a las que se les puede aplicar la definición de prostituta dada anteriormente. En Colombia es posible identificar cuatro clases principales: colegialas6, callejeras, coperas y reservadas. a) Las colegialas, o pupilas permanentes de las casas de prostitu- ción, son las prostitutas clásicas. Profesionales de "tiempo completo", realizan su comercio en los burdeles que habitan, y las hay de diversas "calidades", según la categoría (alta, mediana o baja) del prostíbulo. Su número está disminuyendo aceleradamente en nuestro medio, y son prácticamente inexistentes en algunas sociedades occidentales avanzadas. b) Las callejeras buscan a los clientes en las calles, y en Colombia se catalogan entre las más ordinarias. Se encuentran en las grandes y medianas ciudades, en zonas de cafetines y hoteles de mala muerte, siendo estos sus "teatros de operaciones" sexuales. No ocurre así en los países europeos y en Norteamérica, en donde son el tipo corriente y su calidad es muy variable. c) Las coperas tienen empleo habitual en cafés o bares, pero suple- mentan sus entradas prestando servicios sexuales a ciertos clientes del establecimiento; realizan el comercio sexual en burdeles. Actualmente, no existe un equivalente exacto de este tipo en Europa y Norteamérica. d) Las reservadas son prostitutas que no aparecen en los registros de policía, ni se someten a las regulaciones legales. Trabajan de "tiempo parcial" o esporádicamente, y van desde la mediana hasta la más alta categoría. Se encuentran con los clientes en las "fuentes de soda" (locales públicos de diversión), en las casas de citas más o menos clandestinas o en los hoteles, y realizan las actividades sexuales en las casas de citas, en los hoteles y moteles, o en los apartamentos de los clientes. Han prolife- rado entre nosotros a expensas de las colegialas. También son muy comu- nes en los países desarrollados, en donde adoptan diversas modalidades. 3. TIPOLOGÍA DE LAS PROSTITUTAS No existen estudios confiables que respalden los conceptos expresa- dos por algunos autores sobre la poca inteligencia de las prostitutas 6 Apelación que hemos oído de boca de algunas de ellas. LA PROSTITUCIÓN 175 en general, o sobre la franca sicopatología de la mayoría de ellas. De lo más que podría hablarse sería de un factor sociopatológico en la prostitución de algunos países desarrollados, pero esto no se debe gene- ralizar, y sobre todo ha de descartarse en el caso de la prostitución de los países subdesarrollados, porque ella esnormal en estos. Igualmen- te, la teoría de LOMBROSO sobre una predisposición hereditaria a la prostitución no tiene fundamento. Excepto porque son afectadas con mucha mayor intensidad por los factores socioculturales y socioeconó- micos determinantes del comercio sexual, las prostitutas no parecen diferenciarse esencialmente del resto de las mujeres de su misma cultura y clase social. En cambio, un rasgo común en ellas es el bajo nivel educativo y económico, lo cual es particularmente notorio en los países subdesarrollados. Así, los estudios latinoamericanos muestran que las prostitutas provienen de un medio rural o urbano bajo y tienen una educación que no sobrepasa la primaria; la gran mayoría de ellas son jóvenes, solteras y con hijos, y permanecen en su oficio no más de 15 años. Otro rasgo de las prostitutas latinoamericanas es su religiosi- dad, que es similar a la de las demás mujeres de la misma clase social; por ejemplo, las prostitutas colombianas y péruanas hacen pública de- mostración de sus creencias religiosas al negarse a trabajar durante la Semana Santa. Nuestras prostitutas son conscientes del estigma inhe- rente a su profesión —a diferencia de lo que parece ocurrir en los países desarrollados—, pero se adaptan a ella con el fatalismo y la resignación propiciados en buena parte por el cristianismo, a la espera de mejor suerte en la otra vida. Una característica de la prostitución colombiana7 ha sido su in- completa "comercialización"8, que hace que no sea raro el estableci- miento de nexos afectivos entre la prostituta y un cliente particular, que se convierte en su "mozo", personaje muy diferente del chulo europeo o norteamericano. 4. CLIENTELA DE LAS PROSTITUTAS No hay razón válida para afirmar —como lo hacen con frecuencia los autores anglosajones— que los clientes de las prostitutas son unos desadaptados sicológicos o unos "viciosos". Ello equivale a sostener que la inmensa mayoría de los hombres europeos que vivieron hasta 7 Al menos de la de provincia, porque en Bogotá y en otras grandes ciudades la prostitución puramente utilitaria —copiada de modelos extranjeros— puede predominar. 8 ROEBUCK y MACNAMARA señalan que las relaciones de las prostitutas mexica- nas son menos comerciales y más amistosas con los clientes nativos que con los estadou- nidenses.
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    176 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA el siglo XIX sufrían trastornos mentales, ya que la frecuentación de las prostitutas en algún momento de sus vidas o a lo largo de ellas era la norma; e igual cosa se puede decir de los varones latinoamericanos y de otras sociedades subdesarrolladas. Que la utilización de las prostitu- tas por parte de la población masculina contemporánea de los países desarrollados haya disminuido considerablemente no se debe a que la salud mental de los miembros de ella sea mucho mejor que la de los hombres de otras épocas y culturas, sino a la acción combinada de factores como el aumento del nivel de vida, las prohibiciones legales y la liberalización del comportamiento sexual de las mujeres solteras no prostituidas. Por ejemplo, hace 40 años la incidencia acumulativa de contactos sexuales con prostitutas entre los estadounidenses era de 69%, aunque muchos solo habían tenido una o dos experiencias eróticas venales en la vida; hoy en día, probablemente no más del 35% de ellos hal tenido estos contactos. Mientras que antaño la mayoría de los adolescentes franceses perdían la virginidad en los burdeles, actual- mente el grueso de la clientela de las prostitutas de Francia está compues- to.por turistas y hombres de negocios de paso por las grandes ciudades, y solo uno de cada tres nacionales ha frecuentado prostitutas. En Colombia y en otros países latinoamericanos de fuerte tradición machista, en donde el doble patrón de ética sexual ha estado muy arrai- gado, las cosas son diferentes: las prostitutas siguen siendo visitadas por gran número de hombres (solteros y casados), en diversas épocas de la vida o durante toda ella. La ida al prostíbulo despierta o acelera la pubertad masculina, y la primera visita ha constituido un verdadero cite de passage. El importante papel que desempeñan todavía las prostitu- tas en la satisfacción erótica de los varones colombianos (y latinoamerica- nos) se evidencia en las encuestas sobre comportamiento sexual de univer- sitarios, quienes, de acuerdo con el echos sexual imperante, son los menos necesitados de acudir a ellas. Datos obtenidos por nosotros alrededor de 1980, muestran que 74% de los estudiantes solteros de la Universidad de Caldas habían tenido contactos sexuales con prostitutas; y cinco años atrás la proporción era de 92%. Estos datos contrastan con los obtenidos recientemente entre universitarios estadounidenses, según los cuales solo 6% de ellos habían efectuado actividades sexuales mercenarias; además, el estudio de KINSEY, efectuado hace más de 40 años, indica que ya en esa época no más de una cuarta parte de los universitarios estadounidenses solteros habían tenido contactos sexuales con prostitutas. 5. CAUSAS DE LA PROSTITUCIÓN No hay respuesta tajante y única a por qué las mujeres se prostitu- yen. Los motivos para ser prostituta, tal como los que influyen para LA PROSTITUCIÓN 177 ser abogado, médico o ladrón, pueden ser múltiples, y no hay que descartar como ficticios los que señala la mujer, sin perjuicio de que existan otros, incluyendo factores neuróticos, deficiencias mentales o tendencias sociopáticas. Sin embargo, con base en los datos que se poseen, los principales factores que determinan la existencia de la prosti- tución son cuatro, que están generalmente interrelacionados: el socio- cultural, el socioeconómico (factor femenino), el biosocial (factor masculino) y el sicosocial. 5.1. Factor sociocultural.—No hay duda de que el factor sociocul- tural desempeña un importante papel en la existencia de la prostitución. La mayor o menor frecuencia del comercio sexual en las sociedades occidentales ha dependido de la intensidad de la erotofobia y de lo prevaleciente que sea el doble patrón de ética sexual. Además, ha sido en las culturas y épocas que han prescrito con mayor rigor el tabú de la virginidad premarital femenina donde ha habido más prostitución, porque en ellas las mujeres solteras que realizan actividades sexuales han corrido mucho riesgo de ser condenadas por la sociedad y expulsa- das del hogar, si tales actividades son descubiertas. Por ello la seducción y el abandono de la mujer por parte del hombre a quien se entrega ha tenido plena vigencia en Latinoamérica como causa de ingreso en la prostitución —como la tuvo en la Inglaterra victoriana-9, aunque su importancia es mínima en las sociedades desarrolladas contemporá- neas. Igualmente, en las culturas donde la erotofobia cristiana está más arraigada, el sentimiento de culpa inculcado en las mujeres ingenuas que tienen relaciones sexuales premaritales, las hace creer que han peca- do irremediablemente y que no les queda otro camino que el de la prostitución. Por otra parte, en las mismas culturas, que hacen énfasis en el matrimonio monogámico e indisoluble, la prostitución florece como un mecanismo compensatorio y de protección del "honor" de las mujeres "decentes", que habrán de convertirse en esposas legítimas; al respecto, una apreciable minoría de un grupo de prostitutas estudiado por GALLO y ALZATE era consciente de esta razón de ser de su oficio. La conjunción sinérgica de puritanismo y prostitución es puesta de manifiesto en Colombia por lo sucedido en la región etnogeográfica antioqueña, la de mayor religiosidad, como también la de mayor grado de prostitución. Como dice GUTIÉRREZ DE PINEDA, el comercio erótico en esta región es una forma de catarsis de una sociedad que exalta el ejercicio temprano y asiduo de la función sexual por parte del varón, 9 El anónimo autor de My secret life ofrece múltiples ejemplos de la prolifera- ción del comercio sexual en la Inglaterra victoriana, y pone de manifiesto su predomi- nante motivación socioeconómica.
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    ASPECTOS ESPECIALES DELA SEXUALIDAD HUMANA orno muestra de "hombría", al mismo tiempo que divide a las mujeres n dos categorías excluyentes: la de prostituta, para la satisfacción libidi- osa del hombre, y la de esposa, para la procreación y crianza de )s hijos. Dichas categorías constituyen un fenómeno de recíproca pres- ación de servicios: "La familia de tipo antioqueño no puede sobrevivir In la prostitución" (GUTIÉRREZ DE PINEDA), y (se podría agregar) esta o puede prosperar sin aquella. 5.2. Factor socioeconómico.—El más importante factor causativo e la prostitución es el femenino, o sea, la necesidad económica de mujer. Así ha ocurrido a lo largo de la historia, porque la prostitución s una profesión relativamente muy lucrativao, si se considera que ara ejercerla el esfuerzo físico es mínimo y no se requiere capacitación Iguna, fuera de las "dotes" naturales del sexo femenino. De ahí que ) que haya que extrañar no sea que las mujeres se prostituyan, sino or qué tantas de ellas con grandes problemas económicos no lo hacen. Ilo podría deberse a que las mujeres disponibles para protituirse sim- lemente no tienen las conexiones sociales que lo faciliten; esto parece educirse de que en algunos estudios un apreciable número de prostitu- ís dicen haber sido inducidas al comercio sexual por amigas ya prosti- iidas. No obstante, hay que distinguir dos situaciones: mientras que en aíscs subdesarrollados, como Colombia, la mayoría de las mujeres ue se prostituyen lo hacen para subsistir", en las sociedades desarro- adas las mayores motivaciones son el acrecentamiento económico y posesión de bienes de consumo —que son convertidos por la propa- anda comercial en necesidades sicosociales—, además de otras (que tmbién se pueden dar en las sociedades subdesarrolladas), como el nsia de aventuras y de conocimiento de otras facetas de la sociedad, desorganización familiar, los desengaños amorosos, la satisfacción e necesidades neuróticas y la franca sicopatología. Una causa, al pare- n- bastante frecuente, de prostitución preadolescente y adolescente los Estados Unidos es el trato brutal que muchas niñas reciben en hogar y que las hace huir de él, por lo cual son presas fáciles del 10 Lógicamente, cuanto mayor sea el nivel de vida de una sociedad, más lucrativa rá su prostitución. Este hecho es el que impulsa la migración de gran número de •ostitutas colombianas hacia los burdeles de Panamá, Venezuela, las Antillas Holande- s y otros países, en donde la clientela paga altos honorarios en moneda dura. Por emplo, PRIMOV calcula que una prostituta gana hasta 20 veces más en Aruba que Manizales, es decir, en tres meses de trabajo puede obtener entre 4.000 y 6.000 dólares. II Según CHOISY, el factor económico prostitutivo tuvo importancia para las cía- s medias europeas hasta 1914, porque una muchacha sin dote no podía aspirar a sarse, y como tampoco tenía educación superior, solo le restaba —fuera de convertirse la amante de alguien— ingresar al convento o al burdel. LA PROSTITUCIÓN 179 torbellino prostitutivo. Igualmente, en los Estados Unidos y otros paí- ses, la necesidad de costearse la farmacodependencia lleva a la prostitu- ción a buen número de mujeres. Que la simple necesidad de subsistir no es la explicación de todos los casos de prostitución lo corrobora el hecho de que muchas de las mujeres que se dedican a este comercio provienen del servicio doméstico. Por otra parte, el uso de la sexualidad con propósitos no sexuales es característico de nuestra cultura, como lo muestra la utilización de lindas mujeres como señuelos en las propa- gandas comerciales; por lo tanto, la prostitución podría ser vista como una variante de este fenómeno. 5.3. Factor biosocial.—Si bien la principal causa de la oferta sexual por parte de las mujeres es de naturaleza económica, la razón primaria de la demanda por parte de los hombres (factor masculino) es incuestio- nablemente de origen biológico, y consiste en el constante e imperioso impulso a satisfacer el apetito sexual que sienten la mayoría de ellos, el cual es reforzado por el condicionamiento cultural machista. Nuestra civilización erotófoba se ha empeñado vanamente en negar esta eviden- cia, con el resultado conocido: cuanto más puritana es la sociedad, mayor es la prostitución pública o clandestina. Además, como el hom- bre es potencialmente promiscuo por naturaleza, el matrimonio mono- gámico e indisoluble y el requisito de la virginidad premarital femenina, impuestos por las sociedades más conservadoras, generan compensato- riamente el fenómeno prostitutivo. Por otra parte, aunque en las socie- dades occidentales desarrolladas ha ocurrido en los últimos tiempos una liberalización de la conducta sexual femenina, que ha permitido la satisfacción de los impulsos eróticos de buen número de varones sin necesidad de que recurran a las relaciones venales, quedan muchos otros que solo tienen acceso a las prostitutas con el mismo objeto, por motivos como la timidez, los defectos físicos o mentales, la vejez, las inclinaciones parafílicas, la renuencia a adquirir obligaciones o a hacer la corte y la renuencia a comprometerse afectivamente o la incapa- cidad para ello. 5.4. Factor sicosocial.—Existe una motivación sicosocial para que los hombres frecuenten los prostíbulos. Ella —que parece ser común en Latinoamérica y también se ha observado en otras culturas— consiste en la búsqueda de compañía, amistad e intimidad en un ambiente relajante, para descansar así del estrés que produce la vida moderna y distraerse de su "tediosa y respetable monotonía" (H. ELLIS). Desde este pun- to de vista, la prostituta desempeñaría un papel similar al de la gueicha japonesa. Particularmente en Latinoamérica, la visita al prostíbulo, sobre todo en "barra", muchas veces tiene más importancia como rito social que como forma de satisfacción erótica. Como dicen PRIMOV
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    180 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 181 y KIEFFER, los burdeles son los escenarios extrasociales del machismo latinoamericano, y el acto sexual viene a ser únicamente la culminación (no necesaria) del rito social del varón. 6. ACTITUDES Y COMPORTAMIENTOS SEXUALES DE LAS PROSTITUTAS 6.1. Actitudes.—Como lo indican su religiosidad, sus sentimientos de culpa, su conciencia del estigma inherente al oficio y su aparente rechazo de las actividades sexuales "anormales" propuestas por los clientes, las prostitutas latinoamericanas adoptan actitudes similares a las de las demás mujeres de su misma cultura y nivel educativo; en cambio, las prostitutas europeas y norteamericanas se muestran más encallecidas. En cuanto a las reacciones de las prostitutas con los clien- tes, ellas,son similares a las que se presentan en otros tipos de comercio; es decir, algunos individuos les son agradables, la mayoría indiferentes, y otros desagradables, por lo cual las prostitutas manifiestan actitudes consecuentes. 6.2. Comportamientos.—La capacidad de reacción sexual de las prostitutas con los clientes depende esencialmente del grado de empatía que experimenten hacia ellos. Con las personas que les son agradables o indiferentes pueden excitarse y tener orgasmo en la misma proporción que otras mujeres, de acuerdo con la técnica y el comportamiento de la pareja ocasional; con los clientes desagradables lo más probable es que no respondan, si es que los aceptan. Sín embargo, algunas prostitu- tas tratan de evitar el orgasmo para no hacer envanecer al cliente, y otras, por creer que produce mucho desgaste físico. En contra de lo que sostienen algunos autores, no hay prueba convincente de que la generalidad de estas mujeres sean incapaces de lograr el orgasmo en sus coitos comerciales12; tampoco hay razones válidas para creer lo que dicen otros sobre la hiperlibido de las prostitutas. Con respecto a las prácticas sexuales específicas, las prostitutas europeas y norteamericanas han aceptado tradicionalmente las activida- des "anormales" solicitadas por los clientes —independientemente de sus actitudes hacia ellas y de su conducta sexual privada—, como parte de las transacciones comerciales corrientes13. En Latinoamérica, la si- tuación es más compleja.-Por ejemplo, en Colombia las prácticas sexua- les de las prostitutas han sido influidas apreciablemente por la liberalización general de las costumbres sexuales que ha ocurrido en los últimos años 12 El autorizado testimonio del autor de My secret Life corrobora esto. 13 El autor de My secret Life señalaba, ya en su época, que las prostitutas france- sas practicaban la felación "as a rnatter of course, either as a preliminary or finish". y por el precedente de las numerosas mujeres que pasan temporadas en los centros de prostitución del extranjero, donde las actividades se- xuales "perversas" son habituales. La observación participante indica que, hace 30 años o más, la inmensa mayoría de las prostitutas se ofendían gravemente si los clientes les proponían estas prácticas; hace unos 15 años, algunas accedían a ellas si el cliente les agradaba, eran bien pagadas, necesitaban dinero urgentemente o estaban borrachas; hoy en día, muchas prostitutas las efectúan rutinariamente. En cuanto a las actividades homosexuales que algunos autores ad- judican a la generalidad de las prostitutas, las investigaciones extranje- ras más dignas de crédito y la observación participante en Colombia indican que solo son practicadas por unas pocas, las cuales actúan así más para obtener ganancias adicionales de clientes que pagan bien los espectáculos "especiales", que por inclinación natural. 7. ARGUMENTACIÓN EN CONTRA Y A FAVOR DE LA PROSTITUCIÓN 7.1. Argumentación en contra.—Moralistas, legisladores y médi- cos, en múltiples ocasiones han condenado la prostitución empleando diversos argumentos. La erotofobia es la principal razón aducida por los primeros, pues ven en el comercio sexual un poderoso estimulante del pecado y la depravación de los humanos. Por supuesto, científica y racionalmente tal argumento carece de validez, amén de que la historia muestra que los obstinados intentos de impedir la satisfacción de las necesidades eróticas de los hombres siempre han fracasado. Los legisladores y las autoridades de policía siguen de cerca a los moralistas y condenan la prostitución más como un atentado contra la "moral y las buenas costumbres", que como una actividad realmente nociva para la sociedad, aunque también tienen en cuenta otras razones, como la de orden sanitario y la de que las prostitutas tienen muchos nexos con el hampa. Esto último es un error, porque ellas normalmente no mantienen más relaciones con los delincuentes que otras mujeres de la misma clase social; lo que sucede es que la penalización y el menosprecio de su actividad crean las condiciones para que los bribones medren a expensas de las prostitutas. Los médicos ven la prostitución fundamentalmente como un pro- blema de salud pública, y piden su supresión porque ella es indudable- mente un factor importante en la propagación de las enfermedades sexualmente transmisibles (EST). No obstante, tratar de impedir que los hombres forniquen por temor de que se enfermen, es como pedirles que no coman mucho para evitar indigestiones. Además, las EST (ex- ceptuando el síndrome inmunodeficitario adquirido y el herpes geni-
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    182 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 183 tal) son de relativamente fácil curación en la actualidad, y la ilegaliza- ción de la prostitución nada solucionaría, pues haría prosperar el comer- cio sexual clandestino, que tiene tanta o mayor importancia que el legal para la propagación de ellas; así lo indican las características epidé- micas que han adquirido dichas enfermedades en los Estados Unidos y otros países desarrollados, donde la prostitución fue ilegalizada hace muchos años. Además, no es el comercio sexual per se, sino la promis- cuidad sexual, lo que favorece la diseminación del contagio, y dicha promiscuidad acompaña la liberalización de las costumbres sexuales, amén de ser un rasgo biológico masculino. En realidad, la prevención de las EST se logra más efectivamente empleando métodos no coacti- vos, como las campañas educativas y la eliminación del estigma social que entraña la actividad erótica, comercial o no, para que las personas se sientan más libres de consultar y hacerse tratar. Un argumento, puramente emocional, que algunas personas esgri- men en contra de la prostitución es el de que ella, por su venalidad, degrada las relaciones amorosas en general. Esto es una tontería, porque si bien el componente afectivo es deseable y se presenta en gran número de relaciones sexuales —incluso en algunas de tipo prostitutivo—, en muchas otras no existe, al menos inicialmente, porque no es un requisito para ejercer la función erótica; la pretensión de que es indispensable su presencia para que ella adquiera carácter humano es un mito, propa- gado por los neopuritanos. La prostituta no vende o alquila "amor", sino que proporciona satisfacción erótica a quien la busca. Razones que mueven a muchos a condenar la prostitución y a pedir su represión legal, que sí podrían tener validez, son la sordidez, el menosprecio de la dignidad humana de las mujeres involucradas y su explotación, que han estado y están presentes en el ejercicio del comercio sexual en muchos casos. Sin embargo hay que señalar, por una parte, que la principal responsable de esta situación es la misma sociedad, que en forma hipócrita condena y estigmatiza un fenómeno humano inevitable, con lo cual hace que prosperen alrededor de las prostitutas chulos, tratantes de mujeres y policías abusivos. Por otra parte, si bien en la Europa de tiempos pasados existía una verdadera esclavitud en los burdeles —de los cuales los destinados a los proletarios eran verdaderas maisons d'abattage—, y una situación similar puede seguir presentándose en ciertos sistemas prostitutivos contemporáneos, hay otros en donde las prostitutas gozan de gran autonomía en la presta- ción de sus servicios y en el disfrute de sus ganancias. Además, el problema de la trata coactiva de mujeres en el mundo actual se ha exagerado, máxime cuando el número de candidatas voluntarias a la prostitución es suficiente para satisfacer la demanda. 7.2. Argumentación a favor.—El más fuerte argumento a favor de la tolerancia de la prostitución es de orden práctico: por muy grande que llegue a ser la liberalización del comportamiento sexual en nuestra cultura, siempre existirá una apreciable e irreductible mi:ioría de hom- bres que, por las razones expuestas anteriormente, no tienen acceso a las relaciones sexuales con mujeres "decentes", y que de no disponer de la posibilidad de acudir a las prostitutas serían extremadamente des- graciados. En este sentido, la prostitución funciona como una institu- ción de verdadera utilidad social, y quienes la ejercen son unas "samaritanas de la sexualidad" (ULLERSTAM). Además, como se obser- va en los países desarrollados, siempre habrá mujeres que, sin necesidad económica estricta, estén dispuestas a prostituirse. El "servicio sexual" debería ser, pues, aceptado como legítimo y protegido por la sociedad, la cual fijaría las condiciones para su ejercicio por parte de mujeres conscientes y organizadas, que practicarían el oficio no por necesidad económica inevitable o por coacción de cualquier tipo, sino voluntaria- mente, y que se beneficiarían plenamente de la legislación laboral. Así se eliminarían los aspectos negativos de la prostitución. Como lo hacen notar algunos autores, la prostituta merece el mis- mo respeto que la cantante, puesto que una y otra utilizan órganos de su cuerpo para dar placer a los seres humanos, mediante remunera- ción. No hay diferencia objetiva entre producir placer estético auditivo con la laringe y suministrar satisfacción erótica con la vagina14 o con otra parte del cuerpo; lo que sucede es que mientras el canto y la música solo por excepción han sufrido la reprobación de los ascetas, la sexuali- dad placentera ha sido denigrada sistemáticamente por los moralistas erotófobos, y la cualificación negativa ha recaído necesariamente sobre las prostitutas. HAEBERLE llama la atención sobre lo siguiente: si una muchacha alquila el cuerpo a un industrial, a $ 100 la hora, para ejecu- tar un trabajo arduo y estúpido en una fábrica, está actuando "moral" y meritoriamente; pero si alquila el cuerpo al mismo individuo, a $ 1000 la hora, para darle satisfacción erótica en un cuarto de hotel, está actuando "inmoral" y reprobablemente. La única explicación de este absurdo se encuentra en la erotofobia cultural. Por otra parte, en contra de lo que algunos creen, las prostitutas no son parásitos sociales, puesto que efectúan un trabajo tanto o más útil que el que se desarrolla en el ejercicio de cualquier profesión "respetable". Además, es un atenta- do contra la libertad sexual de la persona prohibirle que realice una actividad erótica voluntaria. 14 Podría decirse que la prostituta "canta" con la vagina.
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    154 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA PROSTITUCIÓN 185 8. EL PROXENETISMO "A no haberle añadido esos puntos y collar —dijo don Quijote—, por solamente alcahuete limpio no merecía él ir a bogar en las galeras, sino a mandallas y ser general dellas. Porque no es así como quiera el oficio de alcahuete; que es oficio de discretos y necesarísimo en la república bien ordenada, y que no le debía ejercer sino gente muy bien nacida". CERVANTES, Don Quijote. En términos generales, los proxenetas son individuos que sin ejercer la prostitución obtienen beneficios económicos de ella. Se pueden distin- guir cuatro tipos: chulos, lenones, alcahuetas y tratantes de mujeres. a) Los chulos o rufianes viven de una o varias prostitutas, a quienes obligan a entregarles sus ganancias. Son característicos de las prostituciones europea y norteamericana, pero en otros sistemas prosti- tutivos no existen o son de poca importancia. En Colombia, el chulo es prácticamente desconocido; es cierto que muchas de nuestras prosti- tutas tienen mozos, comúnmente antiguos clientes de quienes ellas se enamoran, pero que no viven de las ganancias de las prostitutas, sino que les suministran "afecto", y ellas, en reciprocidad, no les cobran por los servicios sexuales. El típico chulo es un explotador que fuerza a la mujer a trabajar para él, y administra sus ganancias. Hay varias razones, aparte de la coacción físicals, para que las prostitutas se dejen explotar por los rufianes, entre ellas la necesidad de afecto (real o fingido), el apoyo sicológico o la protección en un negocio que no está exento de peligros. b) Loslenones facilitan los locales en donde las prostitutas realizan las actividades sexuales comerciales. Con frecuencia son mujeres y ac- túan donde los prostíbulos están autorizados. En algunos sistemas pros- titutivos se benefician de las ganancias personales de las pupilas, pero en otros no ocurre así, porque obtienen sus entradas de la venta de licores a los clientes y del alquiler de las habitaciones empleadas para las actividades sexuáles, que es lo que sucede en Colombia. En algunos casos las relaciones entre la colegiala y la patrona del burdel son más que comerciales, porque esta actúa como una especie de "madre vicaria". c) Las alcahuetas ocelestinas facilitan los encuentros de las prosti- tutas clandestinas con los clientes. Rara vez son hombres y existen donde haya prostitución clandestina. Habitualmente no retienen parte de las ganancias de las mujeres a quienes sirven de intermediarias, sino que cobran sus servicios a los clientes. is Antiguamente era común que el chulo francés le hiciera la croix des vaches (cortada en la cara) a la prostituta que lo abandonaba. d) Los tratantes de mujeres suministran la "mercancía" a los leno- nes, sirven de intermediarios entre ellos y a veces comanditan sus nego- cios. Son generalmente hombres. No obstante, como dijimos antes, el problema de la trata de mujeres no parece revestir la gravedad que se le ha adjudicado. Es obvio que los chulos y los tratantes de mujeres son esencialmente usufructuarlos abusivos del trabajo de las prostitutas, y la ley debe reprimirlos. En cambio, si se acepta que la prostitución es una institu- ción social necesaria, la labor de lenones y alcahuetas, ejercida sin coacción o explotación, es también de utilidad —como juiciosamente lo reconoce don Quijote— y debe permitirse. 9. OTROS ASPECTOS DE LA PROSTITUCIÓN 9.1. Variantes de laProstitución.—Aunque mucho menos notorias y frecuentes que la prostitución heterosexual femenina, existen igual- mente la prostitución heterosexual masculina y la homosexual masculi- na y femenina. En el primer caso, se trata de hombres jóvenes (gigolos) que se prestan a ser mantenidos por mujeres ricas, a cambio de servicios sexuales, de afecto fingido o de ambas cosas, ya porque ellas sienten interés particular por ellos, ya porque su edad o su falta de atractivos físicos no favorecen las relaciones afectivas y sexuales con hombres sin motivaciones venales. La prostitución homosexual masculina sirve, naturalmente, a la apreciable minoría de hombres de orientación homo- sexual, que tienden a la promiscuidad y a las relaciones sexuales sin contenido afectivo. En cuanto a la prostitución homosexual femenina, ella es la más improbable de todas, ya que se trata de tener relaciones sexuales mercenarias entre dos miembros del sexo que más requiere la presencia de afecto en la actividad erótica. De las variantes de la prostitución puede decirse lo mismo que de la prostitución heterosexual femenina, en lo que respecta a su acepta- ción por la sociedad. 9.2. Aspectos legales de la prostitución.— La situación legal de la prostitución ha variado de acuerdo con el país, el humor de los legislado- res y las autoridades de policía, y las presiones de los moralistas (inge- nuos o hipócritas). Tres han sido las respuestas legales de las sociedades al fenómeno prostitutivo: el prohibicionismo, el abolicionismo y el re- glamentarismo. a) En el caso del prohibicionismo, toda clase de prostitución es delictiva; las prostitutas, los proxenetas y hasta los clientes (más teórica que prácticamente) están sujetos a represión judicial o policiva. Quienes propugnan la prohibición de la prostitución son personas hondamente
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    1 b0 ASPECTOSESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA imbuidas de erotofobia, que ven el comercio sexual como un ultraje a la moral y como una lacra social intolerable. Es la posición más irracional y negativa frente al fenómeno. b) El abolicionismo es la forma utópica, aunque bien intenciona- da, de enfrentar la prostitución, la cual es considerada como una explo- tación inicua, una esclavitud femenina, que debe ser erradicada. En este sistema, los proxenetas son perseguidos y castigados severamente, y a la prostituta se le facilita (más teórica que prácticamente) la "rehabi- litación". Muchos países han adoptado el abolicionismo, que recibió sanción internacional mediante la Convención aprobada por las Nacio- nes Unidas en 1949. c) El reglamentarismo es la más pragmática de las posiciones lega- les, porque acepta que la prostitución es connatural en el ser humano. Aunque es cierto que la tolerancia reglamentada que se aplica habitual- mente es ofensiva para la dignidad humana de las prostitutas, ello se debe no a la reglamentación como tal, sino al estigma social que acarrea la profesión; si este desapareciera, no habría nada en contra de que el comercio sexual fuera regulado por el Estado, como ocurre con cual- quier otra actividad legítima. La ley colombiana tolera la prostitución (art. 179 del decreto 1355 de 1970), pero deja su reglamentación a las autoridades departamentales y municipales. Respecto al proxenetismo, la ley hace distinción: lo tolera si es ejercido con mujeres ya prostituidas, pero lo castiga si lo es con personas "honestas", menores de edad o mediante coacción (arts. 308 a 312 del Código Penal). 10. CONCLUSIÓN La historia de la prostitución es, por una parte, la de la inevitable función erótica de los seres humanos, y por la otra, la de la estupidez e hipocresía de los mismos. Por estar basado en una demanda de la naturaleza, este fenómeno persistirá mientras existan los factores antes mencionados. Como tal es la realidad, las acciones represivas de la sociedad puritana se han dirigido preferentemente contra las prostitu- tas, quienes han sido sometidas a vejámenes y persecuciones. No obstan- te, todo intento de suprimir coercitivamente la prostitución solo producirá más hipocresía social, y delincuencia y miseria entre quienes ofrecen y demandan servicios sexuales. En cambio, sí es posible disminuir su incidencia eliminando las restricciones sexuales inútiles que la sociedad impone a sus miembros, y sobre todo suprimiendo la sordidez de tal comercio y la posición degradada de la mujer que lo ejerce, aceptándolo como una actividad legítima y "decente", similar a las tantas que se basan en el usufructo de cualidades personales. CAPÍTULO XII1 LA VIOLACIÓN "Rape is a ritual of power... The rapist is not an accentric but an extremist acting out the being and non being scenario that is basic to... society... By choosing to assert himself against woman and her body, he —like church, state, schools, advertisers, and the media— is simply asserting certain rights and prerogatives over woman, using her for his own purposes". METZGER, Am. J. Psychiatry, 133: 405-408, 1976. 1. INTRODUCCIÓN Damos el nombre de violación al acto en el cual un individuo (viola- dor) acaricia voluntariamente las zonas erógenas de otra persona (víctima), sin su consentimiento, o —en las mismas condiciones— utiliza el cuerpo de la víctima para estimularse sexualmente o lograr el orgasmo. Toda violación implica una situación de relativa o total indefensión por parte de la persona agredida, ya porque es tomada por sorpresa o en estado de inconsciencia, ya porque es coaccionada física o mentalmente. Stricto sensu, la violación se diferencia del acto sádico sexual por- que en ella la violencia es empleada básicamente para someter a la víctima, y no es un componente esencial de la excitación erótica del agresor. La agresión sexual se puede dividir en violación menor (acto sexual abusivo) y violación mayor (violación propiamente dicha). En el primer caso, el agresor se limita a acariciar manual o bucalmente, o a tocar o frotar con alguna parte de su cuerpo, la porción externa de la zona erógena de la víctimas; también puede obligar a esta a que le estimule manualmente el pene. En el segundo caso, el violador penetra con el pene una cavidad erógena de la victima2. La anterior división se justi- El piropo lulur es una variante menor, verbal, de la violación. 2 MARTÍNEZ ZÚÑIGA, afirma que la violación rectal es mucho más difícil de lo- grar que la vaginal, dizque por razones obvias (!).
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    fica por laevidentemente mayor repercusión síquica, somática y social de la violación propiamente dicha; a esta nos referiremos principalmente. Según SYMONS, la selección natural favorece el empleo de la fuerza para copular con la hembra; por ello para que ocurra la violación no se requiere una actitud incitante de parte de la mujer, y su sola presencia puede estimular el deseo del varón. De acuerdo con los princi- pios evolutivos el hombre tiende, pues, a buscar cópulas gratuitas e impersonales, y por lo tanto existe la posibilidad de violación cuando ella acarrea poco o ningún riesgo para él. Como dice BROWNMILLER, por mandato biológico, el varón tiene la capacidad estructural para violar y la mujer una vulnerabilidad del mismo tipo. Históricamente, la tradición de dominio del hombre sobre la mujer ha contribuido poderosamente a la perdurabilidad de la agresión sexual. La violación sistemática durante las guerras ha sido muy común, sobre todo antiguamente3, cuando ella constituía uno de los pocos beneficios de que disfrutaba la soldadesca; en otras palabras, los vencedores se han sentido siempre con derecho a violar a las mujeres de los vencidos. Los más recientes casos de violaciones militares masivas ocurrieron en la guerra civil del ex-Congo Belga (Zaire)4 y en la de la independen- cia de Bangladesh. 2. TIPOLOGÍAS DE LOS VIOLADORES Diversos autores, que han estudiado a violadores convictos, han tratado de clasificarlos. GEBHARD y colaboradores establecieron las ca- tegorías siguientes: a) violadores agresivos típicos, con un fuerte com- ponente sádico y gran hostilidad consciente o inconsciente hacia las mujeres, y que constituirían la tipología más común; b) violadores amo- rales, que son individuos hedonistas irresponsables (sociópatas); c) vio- ladores borrachos, que pierden el control por causa de la intoxicación alcohólica; d) violadores explosivos, que actúan súbita e impredecible- mente; e) violadores de doble patrón o machistas, que clasifican a las mujeres en dos grupos: las "decentes", que son respetadas, y las "inde- centes", que se "usan" sexualmente, incluso por la fuerza, si es necesa- rio; f) violadores deficientes mentales; g) violadores sicóticos; h) vio- ladores de tipología mixta. AMIR considera que existen fundamentalmente tres tipos de viola- dores: a) aquellos en los cuales el acto violento es la manifestación 3 Véanse ejemplos en el Deuteronomio, 20:14, y en los Jueces, 21:22. 4 A pesar de los desmentidos eclesiásticos oficiales, parece que en esta guerra se practicaron, por lo menos, legrados preventivos a monjas que habían sido violadas. de una idiosincrasia, patológica o no; b) aquellos en los cuales la viola- ción es un refuerzo del rol sociosexual machista, y sirve también de gratificación sexual; c) aquellos en los cuales el acto es la expresión del rol sociosexual machista, como sucede en la violación en gavilla. Por su parte, GROTII y colaboradores dividen igualmente a los violado- res en tres clases, según que el acto busque expresar o satisfacer: a) la prepotencia masculina (power rape), b) la cólera contra las mujeres (anger rape), como en el caso de los violadores sádicos, o c) la libido; agregan estos autores que las tres motivaciones se encuentran presentes en todas las violaciones, pero con predominio de la primera o la segun- da, es decir, la sexualidad siempre estaría al servicio de necesidades no sexuales. No existen investigaciones tipológicas de violadores no convictos, los cuales, según todos los expertos, constituyen el grueso de quienes efectúan actos de agresión sexual. Por lo tanto, los anteriores datos son de utilidad muy relativa, especialmente en lo que respecta a la mayor representación en la muestra de GEBHARD y colaboradores de violadores agresivos (sádicos). Un estudio de MALAMUTH y colabora- dores, efectuado entre universitarios de uno y otro sexo, muestra que más de la mitad de los varones creían que personalmente cometerían violación si tuvieran garantías de impunidad; esto está a favor de que una gran proporción de los violadores, si no la mayoría, quedarían mejor clasificados en el grupo de amorales (sociópatas) de GEBHARD y colaboradores. En general, las investigaciones indican que los violadores, convictos o no, son mayoritariamente hombres solteros en la tercera década de la vida y de nivel socioeconómico bajo. Sin embargo, una apreciable proporción de ellos son adolescentes. En cuanto a la presunta tipología de la mujer violada (o violable), que algunos han tratado de establecer, ello es más una manifestación disimulada de sexismo que una realidad. Aunque ciertos estudios mues- tran que las mujeres violadas tienen frecuentemente antecedentes de haber sido agredidas sexualmente, esto no se puede asociar con rasgos personales específicos; como ya dijimos, toda mujer —incluso una mon- ja, cuya conducta incitatoria es ninguna—, por el mero hecho de serlo, es sujeto potencial de violación. Son las circunstancias culturales o patológicas, que permiten la expresión de la capacidad violatoria del hombre, las que desempeñan un papel determinante. La edad de la mayoría de las víctimas de la violación fluctúa entre los 10 y los 30 años, pero ni las ancianas, ni las niñas menores de 10 años escapan de la agresión sexual. LA VIOLACIÓN 189188 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA
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    LA VIOI.ACION 171190 ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA 3. CAUSAS DE LA VIOLACIÓN Las causas de la violación se pueden analizar según dependan del violador o de la víctima. 3.1. Causas dependientes del violador.—Ya mencionamos el pro- bable origen biológico de la agresión sexual masculina. No obstante, hay pocas dudas de que el condicionamiento cultural machista ha facili- tado la manifestación de las tendencias atávicas de violencia sexual; si a esto se agrega la existencia de condiciones favorables, como la gran impunidad de la violación, la intoxicación alcohólica o por drogas y los rasgos sociopáticos o sádicos de los agresores potenciales, no es de extrañar que solo una minoría de violadores sean deficientes men- tales o sicóticos. En los Estados Unidos, donde existen subculturas bien caracterizadas, se ha podido observar con bastante claridad el efecto del condicionamiento cultural sobre la agresión sexual. Como lo señala BROWNMILLER, en dicho país, la violación es el producto, al menos parcial, de la frustración cultural machista de minorías pobres y discriminadas, como es el caso de los negros; a favor de esto milita el hecho de que la subcultura negra es de costumbres sexuales más laxas, por lo cual se facilitaría la gratificación erótica masculina sin ejercicio de violencia. Por otra parte, la violación en gavilla tiene un carácter de "rito cultural", que reafirma la identidad grupal de quienes la realizan, en forma similar a como sucede en algunas culturas ágrafas, donde la compartición de alimentos o ritos fortalece el vínculo grupal. Otro factor cultural que refuerza la potencialidad violatoria mascu- lina es la creencia mítica de que las mujeres, consciente o inconsciente- mente, desean ser violadas y disfrutarían de ello, la cual es profesada por muchos hombres (y algunas mujeres), respetados tratadistas, sobre todo de orientación sicoanalítica, incluidos; esto ha contribuido a que la violación sea vista muchas veces —particularmente en los tribunales— más como la respuesta a una provocación, que como una agresión5. Por ejemplo, MALAMUTH y colaboradores encontraron que la mayoría de un grupo de universitarios de uno y otro sexo creía que una cuarta parte de las mujeres disfrutarían de la violación (sin embargo, solo unas pocas de las mujeres creían que ellas la disfrutarían personalmen- te); además, MALAMUTH y CHECK hallaron que los hombres que creían que las mujeres disfrutarían de la violación presentaban mayor tenden- cia a cometerla. 5 HALIMI reivindica para las mujeres el "derecho a ser imprudentes" en las situa- ciones sociales de peligro para su integridad sexual, sin que ello sea utilizado judicial- mente en contra de la víctima de una violación. 3.2. Causas dependientes de la víctima.—Así como existen factores culturales que facilitan la expresión de la sexualidad violenta masculina, también hay otros que afectan a las mujeres y pueden ponerlas en mayor riesgo de ser víctimas de la agresión sexual. Por ejemplo, GAGNON hace notar que, por condicionamiento cultural, la gran mayoría de ellas no aprenden a defenderse eficazmente de las agresiones en general. Además, la comedia social, que crea ambigüedades en el trato entre los dos sexos, contribuye a la existencia del problema, porque hace que el mensaje feme- nino sea muchas veces captado confusamente por el varón. En tanto permanezca vigente la discrepancia en los guiones sociosexuales genéricos, se darán las condiciones favorables para que la mujer sea víctima de la agresión erótica; por ello no es de extrañar que con frecuencia existan relaciones más o menos estrechas entre agresor y agredida. 4. INCIDENCIA DE LA VIOLACIÓN Es prácticamente imposible cuantificar la incidencia de la viola- ción. Por ejemplo, se ha calculado que en los Estados Unidos entre el 50 y el 90% de los casos no son denunciados, y en la mayoría de los pocos en que el acusado es capturado, este no es condenado. Al respecto, la investigación de KANIN y PARCELL muestra que aproxima- damente 50% de las universitarias encuestadas dijeron haber sido ofen- didas sexualmente en sus relaciones de pareja durante el año académico. 5. ASPECTOS SEXOLOGICOS DE LA VIOLACIÓN Sexológicamente hablando, la violación típica es efectuada por un hombre sobre una mujer u otro hombre. Las diferentes percepciones de los actos sexuales por parte de varones y mujeres y la prepotencia física y social del sexo masculino, hacen difícil aceptar la existencia de una verdadera violación en la cual el "agresor" sea de sexo femenino y la "víctima" un hombre adulto6. Sin embargo, diversos estudios, particularmente los de K1NSEY, indican que, en algunos varones, situa- ciones emocionales no sexuales (ira, miedo, etc.) pueden facilitar el reflejo erectivo, en lugar de inhibirlo. Los primeros casos de violación de hombres por mujeres, dignos de fe, han sido descritos por SARREL y MASTERS. De todos modos, estos actos parecen ser bastante raros. En cambio, la violación homosexual sí es frecuente en las prisiones, aunque rara fuera de ellas. No obstante, ella es más la representación 6 Según MACNAMARA y SAGARIN, en los Estados Unidos la mujer no puede ser jurídicamente violadora.
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    simbólica de lasposiciones dominantes y subordinadas de los delincuen- tes encarcelados, que la manifestación de un impulso puramente erótico. El individuo dominante, que penetra al subordinado, no se considera a sí mismo homosexual, ni tampoco juzga como tal el acto que ejecuta, puesto que el hecho de ser pedicado "feminiza" a quien lo permite. Un estudio de ABEL y colaboradores sugiere que existe un conti- nuo de respuestas a los estímulos sicosexuales violentos y no violentos, ya que en dicha investigación los varones no violadores se excitaban solo con descripciones sonoras de actos sexuales consensuales, los viola- dores respondían a estas descripciones y a las de violación y los sádicos reaccionaban preferentemente a las descripciones de agresión sexual. De otro lado, los estudios de HINTON y colaboradores muestran que los violadores se excitan significativamente más que los delincuentes no sexuales y que los no delincuentes (normales) al ser expuestos a representaciones de violación. Además, una investigación de MALAMUTH indica que las fantasías de violación son estimuladas por la exposición a descripciones de ella. Todo esto sugiere que: a) hay diversos grados de susceptibilidad individual a los estímulos sexuales de naturaleza vio- lenta; b) la pornografía sádica puede despertar la capacidad de agresión sexual en individuos predispuestos. En cuanto a los tipos de actos a que son sometidas las víctimas de la violación heterosexual, en la inmensa mayoría de los casos se trata del coito vaginal, seguido a considerable distancia por la felación y otras actividades sexuales. Algunos violadores orinan sobre la víctima o sus ropas, posiblemente para humillarla en forma simbólica. Ciertos estudios indican que un buen número de violadores presen- tan disfunciones sexuales (disfunción erectiva, orgasmo prematuro) en el momento de la agresión, lo cual les impide consumar la penetración vaginal; por ello la ausencia intravaginal de semen o de concentraciones elevadas de fosfatasa ácida no excluye la existencia de agresión sexual. Según GEBHARD y colaboradores, las disfunciones sexuales se presen- tan más frecuentemente en los violadores agresivos y en los borrachos. Para casi todas las mujeres la violación es una experiencia extrema- damente traumática, que muchas veces modifica radicalmente la percep- ción que tiene quien la sufre de su propia persona, de los demás y del entorno social. Los autores que han estudiado los efectos de la agresión sexual señalan la existencia de un síndrome traumático de violación, en el cual se distinguen reacciones inmediatas y retardadas que pueden afectar, más o menos permanentemente, la autoestima de la víctima y su forma de vida; es frecuente también la aparición en ella de disfunciones sexuales diversas. Otra consecuencia negativa para la mujer violada puede ser la reac- ción de la pareja sexual real o potencial (esposo o novio), o de los miembros de la familia. Si bien algunos hombres —independientemente de sus sentimientos de cólera y venganza— reaccionan con compasión hacia la víctima y le suministran apoyo sicológico, otros, en quienes las ideas falocráticas están muy arraigadas, rechazan con repugnancia a la mujer violada, como si ella hubiera sido cómplice de la violación. En cuanto a las consecuencias somáticas de la agresión sexual, ellas van desde las lesiones más o menos graves, incluyendo las EST, hasta el embarazo. Aunque, según HAYMAN, la probabilidad de emba- razo por violación es menor del 2%, él adquiere caracteres particular- mente graves cuando ocurre en países como el nuestro, que penalizan todo tipo de aborto7. 6. ASPECTOS LEGALES DE LA VIOLACIÓN Por sus características de "delito contra la libertad y el pudor sexuales", la violación es reprimida en el Código Penal, el cual distingue entre acceso carnal violento (art. 298), que según la mayoría de los tratadistas corresponde solo a la penetración, aunque sea parcial, del pene en la vagina o el recto de la mujer o el hombre, y acto sexual violento (art. 299), o sea, cualquier otro distinto del anterior8. Hay que anotar que la felación forzada —que para efectos legales es un "acto sexual violento", es decir, menos grave que la violación vaginal o rectal— debería ser castigada con la misma o mayor severidad que la violación vaginal, puesto que, para muchas mujeres, la felación es más repugnante que el coito vaginal. Para efectos legales, se consideran violentos los actos sexuales realizados con personas puestas en incapaci- dad de resistir (art. 300). Algunos doctrinantes exigen resistencia activa y persistente de parte de la mujer para que se configure el delito, y han llegado a afirmar la imposibilidad de que un hombre solo y desarmado tenga coito con una mujer que no lo consienta. Tales opiniones hacen caso omiso de que la ausencia de resistencia no significa aquiescencia; el mero temor que causa la situación puede paralizar a la mujer, o ella simplemente 7 El embarazo por violación es una de las situaciones que más claramente mues- tran la necesidad de despenalizar al menos ciertos tipos de aborto. Es inconcebible que la mujer violada, además de haber tenido que soportar una experiencia tan horrible, sea forzada a recordarla permanentemente. 8 En la jurisprudencia estadounidense existe el delito de "tentativa de violación", cuando por alguna circunstancia el hombre no logra penetrar a la mujer. El tratadista colombiano PACHECO OSORIO también acepta esta posibilidad. 1 17Z ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA LA VIOLACIÓN 173
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    194 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA LA VIOLACIÓN 195 no desea agregar a la violación los otros traumatismos corporales que le ocasionaría la resistencia. Esas opiniones son muestras de "sexismo jurídico", ya que se acepta que la víctima de un robo no necesita probar que se resistió a él. El sexismo jurídico —llamado por BROWNMILLER "complejo de la mujer de Putifar" (Génesis, 39:7-20)—, que presupone que la mujer es mentirosa por naturaleza, y que en el caso de la violación las salvaguardas jurídicas corrientes no protejen al inocente de una falsa imputación, está bastante extendido en la jurisprudencia estadou- nidense, la cual por lo general exige "corroboración" de la violación, o sea, prácticamente la presentación de un testigo ocular. Además, el juez o el jurado pueden poner en duda el acto agresivo sexual si es atípico para ellos9. Otra manifestación de sexismo jurídico es el hecho de que, en no pocas ocasiones, la promiscuidad sexual de la víctima es aducida en contra de su credibilidad en el caso específico denunciado. Además, las mujeres que tienen el coraje suficiente para denunciar la violación, con frecuencia son humilladas por las autoridades judiciales o de policía ante quienes comparecen. No hay que extrañar, pues, la pequeñísima proporción de agresiones sexuales que llegan al conocimiento de las autoridades. La mayoría de los tratadistas (por ejemplo, BARRERA DOMINGUEZ, PACHECO OSORIO y MARTÍNEZZÚÑIGA entre nosotros), niegan la existen- cia de violación dentro del matrimonio, siempre y cuando los actos sexuales efectuados sean "normales". Una minoría (entre ellos el co- lombiano Luís CARLOS PÉREZ) afirman que sí puede ocurrir el delito en este caso; no obstante, sus argumentos, aunque lógicos y justos, no se basan en la normativa vigente en la mayoría de los países. Al respecto, refiriéndose al anterior Código Penal, MARTINEZ dice que él no penalizaba el ejercicio arbitrario del propio derecho (débito conyu- gal), y por lo tanto la violencia ejercida por el marido para obtener 9 HOI.STROM y BURGESS relatan que en un caso la víctima testificó que no solo había sido violada, sino que el agresor se había masturbado en su presencia. La defensa arguyó que no era concebible que el acusado hubiera hecho un viaje de 84 km para "masturbarse"; el acusado fue absuelto. Suzanne Felsen, que fue víctima de una violación, cuenta lo,sucedido en el juicio, con un juez predispuesto desfavorablemente contra ella (Hustler, marzo de 1981): Su veredicto fue "entativa de violación", para lo cual se basó en lo siguiente: a) como el hecho había sucedido al aire libre y en invierno (con una temperatura de -7 C°), no creía que el agresor pudiera haber mantenido una erección en dichas circunstancias; b) tampoco creía que la víctima pudiera haber sido penetrada de atrás hacia adelante, estando con los pantalones bajados hasta las rodillas. Este último argumento hizo expresar, extra curiam, al fiscal del caso (una mujer) el deseo de ver al juez pedicado en camino a su casa, para que comprendiera así lo fácil que es cometer violación a terso. el coito vaginal (pero no el rectal o bucal) no era delito. Esta parece ser también la situación en el Código Penal vigente, a tenor de lo dis- puesto en el art. 29, ordinal 3°. Sin embargo, a pesar de que la normativa proteja esta acción violenta, ello no deja de ser absurdo —e injusto—, ya que, con toda lógica, habría que aceptar entonces la licitud de que un miembro de una sociedad comercial moliera a palos a los otros miembros que incumplieran sus obligaciones contractuales. La presión de las feministas está haciendo modificar la legislación al respecto en los Estados Unidos. En el momento actual, por lo menos cinco Estados (South Dakota, Oregon, Delaware, Nebraska y New Jersey) han incorporado a sus códigos penales el delito de violación de la esposa. 7. CONCLUSIÓN La agresión sexual es uno de los actos más detestables que pueden cometer los hombres. A pesar de que las tesis de los sociobiólogos son útiles para entender las tendencias sexuales violentas de muchos hombres, en ningún caso deben ser empleadas para tratar de justificar tal tipo de violencia y hacerla ineluctable, porque el Horno sapiens tiene la capacidad consciente de modificar sus impulsos biológicos. Igualmente, las feministas están en lo cierto cuando señalan que la prepotencia cultural de los varones es un refuerzo poderoso de la agresi- vidad natural masculina, pero tampoco se debe creer que las motivacio- nes machistas son inevitables y permanentes. Por eso la opinión de BROWNMILLER de que la violación es "un proceso consciente de intimi- dación, mediante el cual todos los hombres mantienen a todas las muje- res en situación de miedo" (el primer subrayado es nuestro), es patentemente exagerada. En primer lugar, porque desecha a la impor- tante minoría de hombres feministas que rechazan la prepotencia mas- culina; segundo, porque olvida que las actitudes misóginas creadas por la cultura patriarcal son más inconscientes que conscientes, ya que es precisamente mediante la reflexión racional como el varón (o la mujer) capta la profunda injusticia y estupidez del machismo, el antifeminismo y el sexismo. No obstante, como lo señala HILBERMAN, la incidencia de la agre- sión sexual solo disminuirá apreciablemente cuando los roles sociose- xuales masculino y femenino sean definidos no mediante los criterios estereotípicos tradicionales, sino con base en las necesidades y talentos personales. Mientras tanto, la violación debe ser vista por la sociedad no como una manifestación de la sexualidad masculina, el cual aspecto es secundario, sino como el acto violento particularmente delictivo que es, y tratada en consecuencia.
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    CAPfTULO XIV LA ANTICONCEPCIÓN 1.INTRODUCCIÓN El ejercicio de la función erótica en forma responsable está ligado estrechamente a la anticoncepción, cuya práctica desde los tiempos más remotos es otra prueba de la necesidad humana de buscar el placer sexual en forma autónoma. Esta misma necesidad también ha hecho que, en ausencia de métodos anticonceptivos eficaces, o por ignorancia de su existencia, se haya practicado el aborto con gran frecuencia. En la época contemporánea, la extraordinaria disminución de la morta- lidad infantil, debida a los adelantos de la medicina, ha creado el gravísi- mo problema de la superpoblación; por ello los gobiernos responsables, independientemente de las ideologías políticas, realizan esfuerzos ten- dentes a controlar la natalidad y a alcanzar la tasa cero de crecimiento demográfico, a la cual habrá que llegar apelando incluso a medidas más o menos coercitivas, como ya está sucediendo en la República Popular China. Los adeptos a las ideologías religiosas, que se oponen a estos esfuerzos con argumentos providencialistas, o por simple to- zudez dogmática, son víctimas de su ignorancia matemática, que les impide conocer las propiedades de la ecuación exponencial que rige el crecimiento de la población. Tales personas encuentran eficientes aliados de circunstancias en los individuos y grupos que, motivados por el fanatismo político de ultraizquierda, atacan los programas anti- natalistas en los países subdesarrollados y menosprecian el beneficio tangible que la anticoncepción representa para los proletarios, indivi- dualmente considerados, en favor de despiadadas tácticas basadas en la utilización de famélicas multitudes como carne de cañón, y mediante las cuales esperan llevar a buen término sus utopías revolucionarias. No obstante, estos individuos sí tienen el cuidado de emplear métodos anticonceptivos en sus fornicaciones personales. De otro lado, las instituciones responsables de los programas de control de la natalidad suministran municiones a sus detractores políti- cos, por el interés en obtener resultados estadísticos inmediatos y concre- tos, que reflejen el simple crecimiento vegetativo del número de usuarios de métodos anticonceptivos. En cambio, estas instituciones han desde- LA ANTICONCEPCIÓN 197 nado el estímulo más eficaz para el empleo de los métodos de control de la natalidad, cual es la educación para el ejercicio de la función erótica. Es que si las personas toman conciencia de que es natural para el ser humano disfrutar del placer sexual per se —lo cual es incom- patible con la práctica desaforada de la actividad reproductora—, la búsqueda y el uso de tales métodos ocurrirá en forma espontánea. Probablemente, una razón que ha contribuido al desinterés por la educa- ción erótica dentro de los programas de control de la natalidad ha sido el temor de ser tachados de apologistas del "libertinaje", acusación que podría forzar al poder civil a restringir dichas actividades, en aras de la "moral" y las "buenas costumbres". De ahí que el lenguaje habitual utilizado en ellas nunca o casi nunca haga referencia al bienes- tar erótico de los usuarios, y en cambio se emplee una terminología de claras o veladas connotaciones demográficas, o simplemente eufe- mística (programas de población, estudios de población, estudios demo- gráficos, programas pro bienestar de la familia, planificación familiar). Consecuentes con las ideas expresadas a lo largo de esta obra, somos partidarios decididos de los programas de control de la natalidad racionalmente ejecutados. Sin embargo, aunque reconocemos la exis- tencia del problema de la superpoblación mundial, este hecho motivador de la anticoncepción es para nosotros secundario, porque damos prela- ción al bienestar erótico individual, el cual no se puede alcanzar sin tener conocimiento de los métodos anticonceptivos y acceso fácil a ellos. Solo como orientación general, a continuación hacemos una so- mera descripción de tales métodos. 2. MÉTODOS MÁS TRADICIONALES Y MENOS EFECTIVOS Son de dos clases: los que impiden el depósito de los espermatozoi- des en la vagina y los que bloquean el paso de ellos a la vagina y el útero. Los primeros, utilizados por el hombre, son el coitus interrup- tus y el condón; los segundos, empleados por la mujer, son el diafragma, el casquete cervical, el tapón vaginal, la ducha vaginal y los espermicidas. 2.1. Coitus interruptus.—Es uno de los métodos anticonceptivos más antiguos, pues se hace ya mención de él en el Génesis 38:9; también ha sido uno de los más usados. Se cree que el coitus interruptus, de uso generalizado en Francia, Inglaterra y otros países europeos durante los siglos XVIII y XIX, fue el responsable principal de la estabilización demográfica de esas naciones'. Consiste en que el hombre, al sentir 1 En segundo lugar estaba probablemente el aborto.
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    1 70 AsmciuSESPECIALES DF, LA SEXUALIDAD HUMANA que la eyaculación es inminente (emisión), retira el pene de la vagina y descarga el semen fuera. La ventaja de este método es su simplicidad, pero tiene varios inconvenientes: a) no siempre el varón alcanza a reti- rarse a tiempo, por lo cual puede depositar un poco de semen en la vagina; b) en la secreción que aparece durante la fase excitatoria puede haber espermatozoides; c) disturba el desarrollo espontáneo del acto sexual. 2.2. Condón.—Es una vaina de caucho o plástico, que se coloca sobre el pene erecto antes de la penetración vaginal; al eyacular, el semen se deposita dentro de él. Su principal ventaja es que permite al hombre mantener el pene dentro de la vagina durante la eyaculación. Sus inconvenientes son: a) la colocación puede interferir en el desarrollo espontáneo de las caricias sexuales previas al coito; b) constituye una barrera física entre las superficies erógenas de los actores; c) puede embotar las sensaciones táctiles de algunos hombres. 2.3. Diafragma.—Probablemente es el más utilizado de los métodos que bloquean el paso de los espermatozoides de la vagina al útero. Es un casquete de caucho, que se coloca en la vagina en forma tal que cubra el cuello uterino y parte de la pared vaginal anterior. Se puede emplear solo, pero por lo general es utilizado conjuntamente con una crema espermicida, la cual se aplica a la superficie cóncava del diafrag- ma y sirve de protección adicional. Su principal ventaja es la ausencia de efectos indeseables. Sus desventajas son: a) la menor efectividad, comparado con otros métodos; b) la colocación puede interferir en pl desarrollo de los preliminares sexuales y causar dificultad a la mujer. 2.4. Casquete cervical.—Es similar al diafragma pero más peque- ño. Está hecho de caucho, plástico o metal y se ajusta al cuello uterino. "Su principal ventaja es que, con excepción del de caucho, puede usarse aermanentemente por lapsos prolongados. Sus desventajas son: a) la Dificultad de la colocación; b) la menor efectividad, comparado con )tros métodos. 2.5. Tapón vaginal.—Es un método casero, de uso antiquísimo, !mpleado en culturas de poco desarrollo tecnológico. Consiste en una )orción de cualquier material relativamente esponjoso, que se introduce !n la vagina hasta quedar adosado al cuello uterino; a veces se empapa !ti un líquido real o supuestamente espermicida. Es muy poco efectivo. 2.6. Ducha vaginal.—Consiste en la irrigación de la vagina, inme- liatamente después del coito, empleando agua o alguna solución real 1 supuestamente espermicida. Es un método muy poco efectivo, porque as espermatozoides más móviles entran en el canal cervical a más tardar los 90 segundos de haber sido eyaculados. LA AN t 11..AJINL 2.7. Espermicidas.—Aunque también se han usado preparaciones caseras, los empleados en la actualidad son generalmente productos químicos comerciales de comprobado efecto espermicida. Vienen en forma de cremas, supositorios, aerosoles y tabletas efervescentes, que se introducen en la vagina inmediatamente antes del coito. Su principal ventaja es la aplicación relativamente sencilla. Sus desventajas son: a) la menor efectividad, comparados con otros métodos; b) la posible interferencia en el desarrollo espontáneo del acto sexual. 3. CONTINENCIA PERIÓDICA (MÉTODO DEL RITMO) Luego de conocerse la fisiología del ciclo menstrual, se pudo dedu- cir que la mujer solo es fértil durante un pequeño lapso alrededor del momento de la ovulación. Esta es la base del método anticonceptivo propuesto por OGINO y KNAUS, que consiste en calcular la época duran- te la cual puede ocurrir la ovulación, y abstenerse del coito en ella. El método original ha sufrido modificaciones tendentes a establecer el momento de la ovulación con mayor precisión; tales son el uso del aumento de la temperatura corporal y los cambios de consistencia del moco cervical (método de BILLINGS). La principal ventaja de la conti- nencia periódica es que es el único método anticonceptivo aceptado por la Iglesia católica. En cambio, tiene dos graves inconvenientes: a) no es muy efectivo, debido a la gran variabilidad individual del ciclo menstrual, lo cual hace difícil y engorroso calcular los períodos "seguros" para el coito; b) a pesar de ser llamado método "natural" por sus propugnadores, sexológicamente es aberrante, puesto que le pone al deseo sexual —que es imprevisible— una rígida camisa de fuerza cronológica, con lo cual se pierde toda la espontaneidad de la función erótica. 4. MÉTODOS MODERNOS Y MUY EFECTIVOS Son los anovulatorios, el dispositivo intrauterino (DIU) y la esterili- zación quirúrgica. 4.1. Anovulatorios.—Estos compuestos, cuyo descubrimiento y fa- bricación masiva y barata constituyen el más grande adelanto científico y tecnológico en pro del bienestar erótico del ser humano, son estróge- nos y progestágenos sintéticos que, tomados por la mujer en determina- das combinaciones y dosis, continua o periódicamente, actúan inhibiendo
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    • r•••••• .11.,/,1-.111.-41.0,17-/1 la ovulación y produciendo cambios en el moco cervical, el endometrio y las trompas de FALOPIO. Sus principales ventajas son: a) la gran efec- tividad; b) la no interferencia en los actos sexuales. Su inconveniente principal son los efectos indeseables que producen en algunas mujeres, particularmente problemas tromboembólicos. 4.2. Dispositivo intrauterino (DIU).— Es un artefacto de material plástico y de forma variada que, colocado en la cavidad uterina, evita el embarazo casi con tanta eficacia como los anovulatorios. Probable- mente, el DIU actúa produciendo cambios endometriales que impiden la implantación del óvulo fecundado; es decir, el efecto básico sería abortivo2. Sus principales ventajas son: a) la efectividad; b) el hecho de que, una vez colocado, la mujer solo tiene que controlar ocasional- mente su permanencia dentro del útero, mediante el tacto vaginal que ella misma se puede hacer. Sus principales desventajas son: a) la expul- sión espontánea en algunos casos; b) ciertos efectos indeseables, como dolor y sangrado uterinos. 4.3. Esterilización quirúrgica.— Se puede ejecutar tanto en el hom- bre como en la mujer. La esterilización masculina o vasectomía consiste en la ligadura y sección de ambos conductos deferentes, con lo cual se impide la salida de espermatozoides con la eyaculación. La esteriliza- ción femenina consiste en la ligadura y sección de las trompas de FALO- PIO, con lo cual se impide el encuentro del espermatozoide con el óvulo. La ventaja de la esterilización es su casi absoluta efectividad. La desven- taja principal es su relativa irreversibilidad. 5. EFICACIA COMPARATIVA DE LOS DIVERSOS MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS La eficacia teórica de los métodos anticonceptivos puede ser dife- rente de la real, debido a los múltiples factores que entran en juego. Ella se mide generalmente por el número de fracasos (embarazos) ocurri- dos en 100 mujeres que utilicen el método durante un año (mujeres-año). Como guía aproximada, se ofrecen los siguientes datos de proporciones de fracasos con los métodos mencionados atrás: coitus interruptus, 10 a 23%; condón, 10 a 20%; diafragma, 7 a 34%; casquete cervical, 8%; espermicidas, 2 a 36%; anovulatorios, 0.7 a 1.4%; DIU, 1 a 5%; 2 Por lo tanto, quienes emplean, colocan o venden dispositivos intrauterinos es- tarían violando la ley. LA AN 1 ILAJ1V‘...Urk4V1,1 esterilización masculina, O a 101o; esterilización femenina, O a 2%; conti- nencia periódica, 14 a 47%. 6. EVALUACIÓN RACIONAL DE LOS EFECTOS INDESEABLES DE LOS ANOVULATORIOS Como periódicamente son avivados los temores relativos a la mor- bilidad y mortalidad con los anticonceptivos eficaces, es conveniente analizar qué tan bien fundados están, con el fin de reducirlos a sus justas proporciones. La discusión se limitará a los anovulatorios, pero las conclusiones se pueden aplicar a los otros métodos. Diversos estudios muestran que ocurre una mayor proporción de muertes entre las mujeres usuarias de los anovulatorios que entre las no usuarias. Por ejemplo, se ha calculado que, entre las mujeres esta- dounidenses de 20 a 34 años de edad, las que emplean anovulatorios tienen una tasa de mortalidad de 1.5 por 100.000, debido a embolia pulmonar o trombosis cerebral, comparada con una tasa de 0.2 por 100.000 entre las no usuarias; en otras palabras, las primeras tienen 7.5 veces más probabilidades de morir como consecuencia de problemas tromboembólicos que las segundas. Aunque tomada aisladamente esta diferencia es llamativa, en el contexto de los múltiples factores que se deben analizar, la situación es muy diferente. Primero, no hay que ol- vidar que el solo hecho de vivir es una sucesión de riesgos; lo que se debe decidir es si vale la pena correrlos, con el fin de hacer la vida más satisfactoria. Segundo, es preciso establecer si el riesgo de los ano- vulatorios es mayor o menor que otros aceptados como normales en la vida corriente; por ejemplo, en los mismos Estados Unidos y en el mismo grupo etario de mujeres, las probabilidades de morir en un accidente automovilístico son de 4.9 por 100.000. Pero la comparación más apropiada e ilustrativa es con el riesgo de morir como consecuencia de un embarazo, el cual es de 22.8 por 100.000. Vemos, pues, que la pequeña probabilidad de muerte debida al uso de anovulatorios (0.001501o) es perfectamente aceptable. 7. POSICIÓN DE LA IGLESIA CATÓLICA CON RESPECTO A LOS MÉTODOS ANTICONCEPTIVOS En concordancia con la doctrina tradicional sobre la finalidad del coito, hasta mediados del siglo XIX todo tipo de método anticonceptivo era condenado rotundamente por la Iglesia. En la segunda mitad del
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    202 'ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA siglo pasado, en los círculos médicos se comenzó a especular sobre la posibilidad de que la mujer fuera estéril durante ciertos días del mes. Esto motivó una consulta a la Penitenciaría romana sobre si era lícito tener coito en esos días, la cual fue resuelta en forma ambigua, en 1880: se aceptaba la práctica solo como remedio del onanismo (coitus interruptus), que era un mal mucho mayor. Como reacción a la declaración de la Conferencia de Lambeth de 1930, que autorizó las prácticas anticonceptivas en ciertas circunstan- cias, el papa Pío XI promulgó la encíclica Casti connubii, en la cual reafirmó solemnemente la condenación de todos los métodos anticon- ceptivos, pero aceptó la licitud de realizar el coito "aunque por ciertas causas naturales, ya de tiempo ya de otras circunstancias defectuosas, no se siga de ello el nacimiento de un nuevo ser viviente". Por su parte, Pío XII, en la Alocución a las comadronas italianas, autorizó explícitamente el empleo del método del ritmo por "serios motivos". Finalmente, Paulo VI, en la encíclica Humanae vitae, reiteró la conde- nación de todos los métodos anticonceptivos "artificiales", y la acepta- ción del método "natural" de la continencia periódica. Como era lógico, la prohibición de los métodos realmente eficaces y convenientes causó gran inconformidad entre los católicos cultos, lo cual hizo que los epis- copados de los países más avanzados interpretaran muy ampliamente la norma establecida en la Humanae vitae. Así, los obispos de Holanda, Alemania, Bélgica, Inglaterra, Canadá, Estados Unidos y Francia deja- ron en claro que no pecaban gravemente los matrimonios que, por causas en conciencia justas, emplearan métodos anticonceptivos dife- rentes de la continencia periódica. Además, el Concilio Pastoral Holan- dés, con los obispos a la cabeza, declaró "no convincente, con base en la argumentación ofrecida", la prohibición de dichos métodos en la Humanae vitae. De todos modos, la realidad es que, con o sin autori- zación de los obispos, la mayor parte de las mujeres católicas que practi- can la anticoncepción, lo hacen utilizando métodos condenados oficialmente por la Iglesia. A propósito de la continencia periódica, es interesante señalar que su aceptación por parte del magisterio eclesiástico es una de las varias incongruencias de la doctrina sexual católica. Es evidente que si el coito está destinado primariamente para la procreación, la esencia de dicha finalidad es desestimada cuando la pareja matrimonial se abstiene de practicarlo en los períodos fértiles de la mujer, con el propósito cons- ciente y específico de evitar la fecundación; esta es la realidad monda y lironda, no importa los argumentos casuistas que tratan de justificar la violación de un precepto supuestamente inmodificable. De todas formas, podemos estar seguros de que, tarde o temprado, la Iglesia LA ANTICONCEPCIÓN 21.1.3 dará su aceptación al uso de los anticonceptivos "artificiales", lo cual no será muy difícil desde el punto de vista formal, puesto que, si bien las condenaciones pontificias han sido categóricas, ninguno de los papas que las han pronunciado ha manifestado expresamente que hablaba en forma dogmática3. 3 Posiblemente para evitarse nuevos problemas, la Iglesia moderna se cuida mu- cho de hablar "infaliblemente". Es decir, aunque los papas se han pronunciado frecuen- temente sobre asuntos de fe y moral —que son la materia de las declaraciones dogmáticas—, no han cumplido los (según los expertos) otros dos requisitos para la infalibilidad: decir expresamente que se habla ex eathedra y lanzar el anatema contra quienes pongan en duda lo proclamado. En realidad, desde la declaración del dogma de la infalibilidad pontificia por el Concilio Vaticano I, el papa solo ha proclamado otro llenando todas las formalidades: el de la Asunción (que crea pocos conflictos, por su ninguna importancia práctica); en las demás ocasiones en que ha hablado sobre asuntos de fe o moral, ha dejado que los teólogos discutan acerca de si sus pronuncia- mientos son infalibles o no.
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    EL ABORTO 205 2.ARGUMENTACIÓN A FAVOR DE LA PENALIZACIÓN DEL ABORTO CAPÍTULO XV EL ABORTO "La société si acharnée á défendre les droits de l'embryon se désintéresse des enfants dés qu'ils sont nés". BEAUVOIR, Le deuxiéme sexe. 1. INTRODUCCIÓN Se llama aborto la terminación del embarazo antes de que el feto sea "viable", es decir, sea capaz de vivir fuera del útero, lo cual se acepta que ocurre alrededor de las 24 semanas de gestación. Puede ser espontáneo o inducido, y en este caso, legal o ilegal. El aborto interesa directamente a la sexología, por ser una consecuencia perjudi- cial del ejercicio de la función erótica, cuando no se emplean métodos anticonceptivos o fallan ellos y la mujer no desea el embarazo resultante. La incidencia del aborto inducido ha sido siempre muy elevada en todas las culturas y épocas, por lo cual BEAUVOIR dice que aquel debería considerarse como uno de los riesgos inherentes a la condición femenina. Aunque es obvio que estadísticas confiables solo se obtienen para los legales, anualmente ocurren decenas de millones de abortos en todo el mundo; en Latinoamérica ellos son probablemente más de 3 millones, ilegales en la inmensa mayoría. Muchas civilizaciones prescristianas, entre ellas la egipcia, la griega y la romana, lo aceptaban, y actualmente no más del 9% de la población humana está sometida a legislaciones que vedan el aborto en forma absoluta; por otra parte, su aceptación o prohibición no tiene relación con el estado de desarrollo cultural o tecnológico de la sociedad. En lo que respecta a Colombia, el aborto inducido está prohibido en los arts. 343 a 345 del Código Penal. Indudablemente, discutir los pros y los contras del aborto inducido no es tarea fácil, por sus implicaciones morales, filosóficas, sicológicas, médicas, legales, sociológicas y demográficas. Pero el problema puede y debe ser analizado racional y objetivamente; a él nos referiremos en las páginas siguientes. Es de dos clases: religiosa y secular. 2.1. Argumentación religiosa.—Tres son las razones que aduce la Iglesia católica para oponerse al aborto: a) En primer lugar, según ella, todo producto de la concepción humana, desde ese mismo momento, adquiere un "derecho inalienable a la vida". No obstante, el fondo de la argumentación está más allá, porque tiene que ver con el "alma", que en cierto momento es infundida por Dios al organismo intrauterino. Ahora bien, si un conceptus que posea ya un alma es abortado, muere sin alcanzar el bautismo y pierde el privilegio de ir al cielo. A pesar de que la Iglesia sostiene que su posición frente al aborto ha sido invariable, la realidad parece ser dife- rente. El Decretum de GRACIANO de 1140, que fue la primera recopila- ción de la legislación eclesiástica, aceptaba la doctrina de la animación retardada, o sea, que transcurre un lapso entre el momento de la concep- ción y el de la infusión del alma; esta fue también la opinión escolástica tradicional, ejemplificada por SANTO TOMÁS DE AQUINO (Summa theolo- giae, 1:118:2). En cuanto al instante mismo de la animación, se creía, con ARISTÓTELES, que ocurría a los 40 días después de la concepción, en el caso del hombre, y a los 80, en el de la mujer. Por ello antiguamente la Iglesia mostraba mayor lenidad para con los abortos que se producían antes de que (presumiblemente) fuera creada el alma'; dicho criterio se reflejaba en la legislación civil: hasta 1803, el derecho consuetudinario inglés no consideraba delito el aborto que se produjera antes de que el feto se moviera (quickening). En la constitución Effraenatam de 1588, Sixto V lo condenó como homicidio, sin hacer distinción de tiem- po de embarazo, pero su sucesor Gregorio XIV, en la constitución Sedes apostolica de 1591, anuló la pena por homicidio para el aborto de un feto no animado. La posición moderna, de absoluta severidad en la condenación, data de la constitución Apostolicae sedis, promulga- da por Pío IX en 1869; ella ha sido reafirmada por los pontífices poste- riores, particularmente por Pío XI (encíclica Casti connubii) y Paulo VI (encíclica Humanae vitae). El rigor llega al extremo de prohibir el aborto cuando el embarazo pone en peligro la vida de la mujer; o sea, se da prelación a la vida de un ser humano potencial, en perjuicio de uno real, o se lleva a ambos a la muerte. Por ejemplo, en algunos libros penitenciales de la Edad Media el aborto recibía una penitencia de solo un año, si se producía antes de los 45 días, pero era considerado homicidio y penado severamente si ocurría después. Es también interesante anotar que el aborto no era considerado homicidio por la ley mosaica (Éxodo, 21:22).
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    206 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 207 Nuestro sistema religioso jamás ha defendido el "derecho a la vida" en forma tan categórica como para vetar las guerras y abogar activamente por la supresión de la pena de muerte. Todo lo contrario. La historia muestra que, hasta hace poco tiempo, la Iglesia dio vigoroso respaldo a la muerte de unos seres humanos por otros; tales fueron los casos de las cruzadas (incluyendo la más reciente, durante la última guerra civil española), las otras guerras de religión y los procesos inquisi- toriales. Como dice BEAUVOIR, la Iglesia, que manifiesta hacia el feto un humanitarismo intransigente, no lo mostró en las guerras de siglos pasados contra los "infieles", quienes, al morir, se iban directamente al infierno. De todos modos, el fundamento del "inalienable derecho a la vida" que, según la Iglesia, posee el producto de la concepción humana, se reduce a la idea de que ese ser tiene un destino metafísico que es frustra- do por el aborto; este tipo de argumentación está excluido de toda discusión científica. Para la ciencia, la vida (incluso la humana) es obra primaria del azar cosmológico y secundaria de la necesidad teleo- nómica (MoNoD), y toda noción metafísico-teleológica queda desear- t ada2. b) Un segundo tipo de argumentación religiosa se basa en la doctri- na de que la finalidad primaria del acto sexual es la procreación, por lo cual el aborto se opone a su cumplimiento. Por supuesto, esta razón tampoco tiene validez, a la luz de la moderna ciencia sexológica. c) Un tercer motivo de la Iglesia para defender la penalización del aborto es su poco disimulado deseo de ver al brazo secular castigar a los pecadores en este mundo, independientemente de su condenación eterna. Por ejemplo, en una declaración del episcopado colombiano formulada en 1975, se afirma que "la legalización (del aborto) no haría otra cosa que favorecer (la búsqueda del placer), con la seguridad de poder comportarse al ritmo del instinto sin pagar el precio del desenfre- no" (el subrayado es nuestro). Este argumento es particularmente infor- tunado, porque es el hijo no deseado quien viene a sufrir las consecuencias del "pecado" de la madre. 2.2. Argumentación secular.—Es la que esgrimen las autoridades de los pocos países que todavía mantienen leyes prohibitivas o restricti- vas del aborto: a) Un primer argumento que se ha empleado es de orden demográ- fico, o sea, el interés de conservar determinado nivel de población o 2 Debe distinguirse bien la Ieleonomía —que es un concepto de la biología cien- tífica— de la teleología —que es una concepción de la teología. acrecentarlo; por tal motivo, en los últimos años, países como Bulgaria, Checoslovaquia, Hungría y Rumania han modificado las leyes sobre el aborto en un sentido restrictivo. Sin embargo, esto no es sino una imposición arbitraria del Estado, que coarta la libertad de las personas, en aras del beneficio social hipotético representado por el crecimiento vegetativo forzoso de la población, mientras que la calidad de vida individual puede pasar de mediocre a mala. b) Otra razón de las legislaciones que prohiben el aborto en forma absoluta es la de que el embrión o feto del ser humano es una persona y, por lo tanto, su destrucción un homicidio. Se trata, pues, de una refrendación secular del principal argumento religioso. e) Por último, algunos aducen que el aborto debe ser penalizado con el fin de no estimular la "irresponsabilidad" de las mujeres que tienen relaciones sexuales sin emplear métodos anticonceptivos eficaces. Este argumento, que tiene también un claro matiz punitivo, es erróneo, porque a pesar de que se conozcan y empleen, dichos métodos pueden fallar. Pero, sobre todo, porque el embarazo de la mujer soltera resulta generalmente de un coito imprevisto, ya que —como se dijo antes— el mito romántico exige que el acto sexual de ella sea debido a un impulso amoroso súbito. Por ejemplo, un estudio de ZELNIK y SHAH entre muchachas estadounidenses muestra que el primer coito solo fue previsto por un 17010 de ellas. 3. ARGUMENTACIÓN A FAVOR DE LA DESPENALIZACIÓN DEL ABORTO Esta orientada a proteger el interés social, el del conceptus y el de la mujer embarazada. 3.1. Interés social.—Es evidente que el aborto inducido es algo indeseable, aunque solo fuera por razones emocionales, y lo ideal sería que nunca tuviera que efectuarse. No obstante, en la vida real, ante el deseo de la mujer embarazada de deshacerse del conceptus, no valen nada las amenazas de sanciones legales o morales. Por eso la mayor parte de los países que han liberalizado la legislación sobre aborto o lo han despenalizado han actuado por razones pragmáticas. Es decir, como de todas formas ocurre, es menos malo que se realice en condicio- nes ambientales y médicas satisfactorias, y no clandestinamente, con las consecuencias nocivas resultantes para la mujer y la sociedad. Los beneficios que la sociedad obtiene de la despenalización del aborto son varios: se reduce el gasto público destinado a reprimirlo, y sobre todo el dedicado a paliar las complicaciones sufridas por las mujeres que se someten al aborto ilegal. Por ejemplo, se ha calculado
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    208 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA que el tratamiento de ellas es cuatro o cinco veces más costoso que el de un parto; además, alrededor del 30% de las camas de los servicios gineco-obstétricos de los hospitales públicos latinoamericanos son ocu- padas por mujeres que han abortado ilegalmente. Algunos alegan que la despenalización del aborto crearía una inmensa demanda de servicios hospitalarios. Esto no es así, porque el aborto durante el primer trimes- tre del embarazo (que es el ideal), con el método de la extracción al vacío, es un procedimiento ambulatorio sencillo, que puede ser realiza- do en un consultorio; asimismo, el inminente perfeccionamiento de los métodos abortivos basados en el empleo de prostaglandinas y anti- progesterona permitirá el tratamiento domiciliario (y aun el autotrata- miento) de la gran mayoría de los casos. Por otra parte, la derogación de una norma que, por irreal, es violada por numerosos ciudadanos, acrecentaría el respeto por las leyes verdaderamente necesarias y racio- nales. Por último, la disminución drástica o la desaparición de los naci- mientos no deseados son también socialmente beneficiosas. 3.2. Interés del conceptus.—Si el conceptus tiene algún derecho, es a no nacer en condiciones que comprometan su bienestar futuro. Los adversarios a ultranza del aborto parecen ignorar que la vida está lejos de ser un "bien absoluto", una fuente inagotable de satisfacciones, y que el mismo cristianismo la ha definido como un "valle de lágrimas". Un análisis, así sea superficial, de la historia de la humanidad y del mundo contemporáneo muestra que, a la mayoría de los seres humanos la vida les ha ofrecido y les ofrece escasas satisfacciones y muchas desgracias, que son apenas toleradas por aquellos que se aferran a esperanzas metafísicas. Ahora bien, nacer sin ser deseado y amado ofrece la mejor garantía de que la vida del que así viene al mundo será desgraciada para él e inconveniente para la sociedad. Un estudio efectuado en Suecia por FORSSMAN y THUWE indica que las personas nacidas de embarazos no deseados presentan una mayor proporción de problemas sicológicos y una menor adaptación social que los indivi- duos que fueron deseados por la madre. Otro estudio efectuado en Checoslovaquia por DYTRICH y colaboradores corrobora en buena par- te los resultados de FORSSMAN y THUWE. Además, una forma casi segu- ra de que una persona sea desdichada es permitiendo su nacimiento cuando existe fundamento para creer que sufrirá defectos congénitos. De hecho, ya se han presentado casos de personas que han pedido por vía judicial indemnización por los perjuicios derivados de haber nacido y vivir en condiciones desventajosas; se espera que estas deman- das aumenten en el futuro. Las sociedad y la Iglesia, que defienden con tanto ardor el "dere- cho" del conceptus a la vida, se despreocupan del niño una vez nacido; El. ABORTO prueba de ello es el total desamparo en que viven los gamines y demás miserables, subproductos de nuestra católica sociedad. Es que la indig- nación que suscita el aborto se debe más que todo al sensacionalismo de lo aparentemente insólito; como la muerte de numerosos niños por desnutrición es un hecho común y corriente, no es noticia, y por lo tanto no produce el impacto de un aborto (con fotografía) en la primera página de un periódico amarillo. Igualmente, la sociedad, que rehúsa aceptar que el conceptus pertenece a la mujer embarazada, no hace objeciones a que el niño se convierta en un "objeto" de los padres, que como tal es muchas veces maltratado3. Por eso mientras los deno- dados paladines de los derechos de los fetos no se hagan cargo de la subsistencia de los menesterosos que pululan en las calles, carecerán de toda autoridad moral para condenar a las mujeres que deciden abortar. La despenalización de las leyes sobre el aborto traería otros benefi- cios para los que nacieran: disminuiría la morbilidad y la mortalidad perinatales infantiles, lo mismo que los nacimientos ilegítimos. Al res- pecto, una investigación de LAUKARAN y VAN DEN BERG muestra que la mortalidad perinatal y las malformaciones congénitas fueron signifi- cativamente mayores entre los hijos de mujeres que experimentaron sentimientos negativos hacia el embarazo que entre los de aquellas que lo aceptaron. 3.3. Interés de la mujer embarazada.—A menos que se pretenda que el Horno sapiens está motivado por el instinto ciego de procreación característico de los animales inferiores, el bienestar físico y mental de la mujer embarazada debe tener prelación respecto a la vida del producto de la concepción; es lógico, entonces, que si la mujer preñada desea el aborto, él se justifique en su interés. No obstante, algunas sociedades han desconocido tal derecho, negándolo ya por razones de orden religioso, ya alegando que la terminación del embarazo va en detrimento de la salud física o mental de la mujer. a) ¿Cuáles son las verdaderas consecuencias del aborto para la salud física de la mujer embarazada? Es cierto que en épocas pasadas el riesgo de complicaciones graves era considerable; pero los adelantos La preocupación por la vida del conceptus y la simultánea despreocupación por la del ser humano real también se observan en culturas ágrafas. Las investigaciones de PRESCOTT muestran que mientras 55% de las sociedades que penalizan el aborto practican la esclavitud, ello solo ocurre en 8% de las que no lo castigan; y mientras 73% de las sociedades que penalizan el aborto matan, torturan o mutilan a los prisione- ros de guerra, esto solo sucede en 20% de las que no lo castigan. Además, es posible que la penalización del aborto haya sido una forma más o menos inconsciente de dominación falocrática; los estudios etnográficos comparativos indican que mientras 100% de las culturas patrilineales castigan el aborto, solo 29% de las matrilineales lo hacen.
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    210 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 211 de la medicina han dado un vuelco a la situación. En el momento actual, un aborto efectuado por una persona idónea, llenando todos los requisitos médicos pertinentes y realizado en el primero o segundo trimestre del embarazo es mucho menos peligroso para la mujer que dejar llegar la preñez a término. Por ejemplo, según TIETZE, entre las mujeres de 15 a 44 años de edad, hay aproximadamente ocho veces más muertes debidas al embarazo que al aborto en el primer trimestre, y seis veces más que las ocasionadas por la interrupción de la preñez en cualquier época4. Esto sin contar con el descenso de la morbilidad y mortalidad resultantes de los abortos ilegales, pues se ha calculado que el 34% de las muertes de mujeres embarazadas en la América Latina se deben al aborto clandestino; y en Colombia, SÁNCHEZ TORRES encontró que entre 1971 y 1975 la proporción de embarazadas muertas por la misma causa, en el Instituto Materno-Infantil de Bogotá, fue de 4501o. Al tratar del bienestar físico de la mujer preñada, cabe examinar las consecuencias desfavorables que le acarrea el embarazo. Como dice HERN, para muchas mujeres dicho estado no es un fenómeno tan "nor- mal" como lo ha pretendido la noción teleológica, que ve en la maternidad el destino primario de la hembra del Horno sapiens. Lo cierto es que, en la práctica, el embarazo es tratado como una enfermedad, hasta el punto de que existe una especialidad médica para atenderlo. Efectivamen- te, la preñez ocasiona a la mujer grandes alteraciones físicas, la más notoria de las cuales es la hipertrofia del útero, con el desplazamiento y compresión consiguientes del contenido abdominal, que repercuten di- rectamente en el aparato circulatorio. Hay, además, muchos otros cambios anatómicos y fisiológicos, que van desde los relativamente benignos, como las náuseas y vómitos, y la deformación más o menos permanente de la piel y el tejido celular subcutáneo abdominales, hasta uno tan grave como la toxemia gravídica. Pero lo que más pone de relieve el carácter "patológico" del embarazo es su mortalidad. Por ejemplo, en época tan reciente como 1930, 1107o de todas las defunciones de mujeres estadounidenses entre 15 y 45 años de edad fueron debidas directa o indirectamente a él, y si consideramos las estadísticas de mortalidad femenina en siglos anteriores, los resultados son todavía más aterradores. Como ha sucedido con las enfermedades en general, el progreso de la medicina ha disminuido grande- mente su mortalidad, lo cual también se ha debido a la mayor frecuencia del estado normal de "no embarazo"; no obstante, la preñez sigue siendo una de las causas principales de muerte entre las mujeres de edad fértils. 4 Un hecho que los antiabortistas ignoran deliberadamente, al mismo tiempo que exageran las pocas consecuencias desfavorables de los abortos legales. SCHULAMITH FIRESTONE, quien puede hablar con cierta autoridad, pues por algo es mujer, dice llanamente: "Pregnancy is barbarie". Hay que agregar que el parto es, per se, un episodio traumático para la mujer (e incluso para el feto). A pesar de la moderna atención médica, durante él se presentan daños de mayor o menor gravedad en los órganos sexuales de casi todas las mujeres; si no fuera así, los obstetras no practicarían la episiotomía a la mayoría de las primíparas y a muchas multíparas6. Hay razones anatómico-filogénicas que expli- can los traumatismos del parto, En el proceso de la hominización, el desarrollo encefálico fue mucho más rápido que la adaptación del canal del parto a él, lo cual se agravó con la posición bípeda; por eso el ser humano, comparado con los demás primates, nace en un estado mucho más inmaduro, con el fin de que —por la maleabilidad de los huesos del cráneo y el relativamente poco volumen encefálico— se adapte mejor a la estrechez del canal. Por último, la prueba subjetiva de la "anormalidad" del parto es el dolor que causa a la gran mayoría de las mujeres. Y no se diga que él es producto de la "civilización", y que las mujeres de las culturas ágrafas no lo sienten, porque esto es un mito. No hay que confundir la ausencia de dolor con el estoicismo para soportarlo, que es lo que manifiestan muchas de ellas, así como sucede en el caso de los hombres y mujeres que se someten a los doloro- sos rites de passage practicados en ciertas culturas; además, de no ser así, el texto del Génesis, 3:16, que pertenece a uno de los pueblos más "primitivos" de la antigüedad, nunca habría sido escrito7. HERN señala que como la opinión tradicional define la preñez co- mo "normal", establece también, correlativamente, que el deseo de interrumpirla es patológico. Por ello, aunque objetiva y subjetivamente la mujer embarazada considere que su estado es una enfermedad, los médicos —que se orientan más hacia la enfermedad que hacía el pacien- te, definen la "normalidad" o "anormalidad" de acuerdo con sus pro- pias concepciones y tienen poco en cuenta las opiniones del paciente— tienden a dictaminar que, en el caso de un embarazo no deseado, lo patológico está en la mente de la mujer; como resultado, los posibles tratamientos ofrecidos son la sicoterapia, el matrimonio, la adopción del niño que nazca o una combinación de estos. Si los médicos (y los legisladores) razonaran lógicamente y no se dejaran arrastrar por la emotividad y la tradición, deberían concluir que el "indeseo" del emba- razo es una complicación grave de él, una enfermedad biosocial, que ha de ser tratada mediante el aborto. 6 Con toda seguridad, ningún médico encontraría normal que hubiera que efec- tuar la proctotomía a un individuo cada vez que fuera a defecar. 7 Es de esperar que, con la fabricación de úteros artificiales, en un futuro no muy lejano, el embarazo dejará de ser requisito indispensable para la reproducción humana.
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    212 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 213 b) En cuanto a las consecuencias sicológicas del aborto, hay con- senso en la opinión científica respecto a que, en la gran mayoría de los casos, ellas son favorables para la mujer; en otras palabras, realizado en una persona que lo desee, el aborto es verdaderamente terapéutico. Un reciente informe técnico de la Organización Mundial de la Salud sobre el aborto inducido concluye: "Se cuenta ahora con considerables datos, resultantes de seguimientos cuidadosos y objetivos en muchos países, que indican que (él) produce frecuentemente bienestar sicológico (a la mujer) y una baja incidencia de secuelas mentales indeseables". Los efectos negativos que se observan en unas pocas mujeres son debi- dos principalmente a la atmósfera culpante creada alrededor de ellas por la intolerancia social y religiosa; tales efectos también parecen estar relacionados con las circunstancias en que se practique el aborto, el tiempo de gestación, el tipo de intervención y las actitudes de los parien- tes y del personal médico y paramédico involucrados. Por el contrario, no hay duda de que la preñez no deseada complica seriamente la vida de la mujer. Además, ciertas investigaciones sugieren que algunas de las mujeres que no logran abortar, deseándolo, quedan sicológicamente perturbadas. DAHLBERG cree que hay pocos suicidios femeninos a causa de los embarazos no deseados, porque unas mujeres logran adaptarse a la situación, otras obtienen el aborto legal y otras el ilegal. 4. QUÉ ES EL "CONCEPTUS" HUMANO A pesar de la existencia de razones prácticas que justifican la despe- nalización del aborto, la opinión religiosa de que el conceptus humano es ya un ser humano real sigue inquietando a muchas personas. Por eso es importante analizar dicha opinión, porque si ella es cierta, plan- tearía serias dudas éticas, filosóficas y científicas acerca de la licitud de la interrupción del embarazo. Con este objeto, debemos establecer, primero, qué es un ser humano real, y luego, si el conceptus humano es un ser humano real. No es la apariencia lo que define a un ser determinado, sino la esencia9, es decir, una cualidad básica, real y específica no poseída por otros seres. En el 'caso humano, ella no puede ser otra que el 8 El aborto sí puede repercutir desfavorablemente en la estabilidad emocional del personal médico y paramédico que intervenga en él, por las razones expresadas más adelante. 9 Por ello si se llegara a comprobar que un organismo con figura de ostra posee la esencia humana, habría que concluir que es un ser humano funcionante. intelectolo, cuyo substrato material es la neocorteza cerebral humana. Definimos, entonces, al ser humano real o funcionante como aquel que posee la capacidad orgánica real de funcionar intelectivamente, aunque ella esté parcial o totalmente suspendida en forma transitoria. Ahora bien, filogénicamente, se llegó al grado humano de inteligencia cuando el primate antecesor del Horno sapiens alcanzó una adecuada encefalización, mediante el proceso de hominización; pero, ontogénica- mente, es imposible que ella esté presente desde la vida embrionaria o fetal. Efectivamente, es bien sabido que el cerebro fetal permanece liso hasta el sexto mes del embarazo, y las investigaciones indican que el comportamiento del feto, básicamente reflejo, es controlado subcorti- calmente. Los potenciales eléctricos de la corteza cerebral fetal son irregulares y discontinuos, y únicamente comienzan a semejarse a los del cerebro del niño después del séptimo u octavo mes. Pero incluso aceptando que para esta época estuviera desarrollada la mayor parte de la masa neuronal típica de la neocorteza humana, quedaría un gran trecho por recorrer, porque el cabal funcionamiento de esas neuronas únicamente se logra luego de que se establezcan entre ellas los miles de millones de interconexiones propias de los circuitos cerebrales, lo cual apenas comienza al final de la vida intrauterina y viene a completar- se muchos meses después del nacimiento, en gran parte debido a la influencia del entorno social sobre el infante. En otras palabras, em- pleando la nomenclatura de la escuela sicofisiológica de LURIA, el ter- cer nivel funcional del cerebro —que es el característico del ser humano— solo viene a organizarse alrededor de los 7 años de edad' I. Por lo tanto, lo más que se puede decir es que el conceptus del Homo sapiens es un ser humano potencial. Hay quienes alegan que como el ser humano funcionante es produc- to directo de la evolución ontogénica del embrión, este tiene un carácter esencialmente humano. Se responde diciendo que el Homo sapiens tam- bién es producto directo de la evolución filogénica del antecesor común del ser humano y del chimpancé, y que la diferencia entre las dos evolu- ciones es puramente cuantitativa: mientras que la primera toma algunos años, la segunda requirió millones; sin embargo, nadie que acepte la realidad de la evolución biológica llamaría humano a tal antecesor. 10 La definición cristiana de ser humano como "aquel que posee alma inmor- tal", que no tiene utilidad científica, quedaría correcta si la expresión "alma inmortal" fuera substituida por "intelecto". II Por ello los argumentos emocionales y efectistas de los opositores a la despe- nalización del aborto, basados en fotografías o películas que hacen resaltar la apariencia humana del feto o sus actos reflejos, son intelectualmente deshonestos y científicamente ridículos.
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    214 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 215 El grafito es diamante potencial, puesto que, dadas las condiciones apropiadas de temperatura y presión, se puede transformar en este; pero a ningún joyero se le ocurriría la tontería de decir que el grafito es diamante real, a pesar de la identidad química de estas dos formas alotrópicas del carbono, porque el grafito no posee la esencia diamanti- na, que es la que lo hace valioso en joyería. Quien desee comerse una manzana, no se satisfará comiendo semillas de manzana, porque estas, a pesar de tener la potencialidad de transformarse en manzanas, en estado de semillas no poseen la esencia málica, que es la que le da valor gustativo a la manzana. La concepción no es, entonces, el momento definido que separa al ser del no ser humano, y sostener lo contrario es una arbitrariedad anticientífica. La fertilización es simplemente una etapa que, dentro de un complejo proceso, enlaza íntimamente la formación de los game- tos masculino y femenino con la división blastocística. Es importante dejar sentado esto con claridad, porque otros arguyen que la esencia del ser humano es el mensaje genético contenido en los cariotipos 44XY o 44XX, presentes ya en el cigoto; pero no hay tal. El óvulo fecundado no es sino una célula más, potencialmente capaz, eso sí, de producir un ser humano real; pero en cuanto célula, no difiere esencialmente de otras células humanas, como los leucocitos o las del epitelio intesti- nal, que también contienen el mensaje genético humano12, y que en condiciones apropiadas, empleando la tecnología adecuada, podrían dar origen a seres humanos completos, como ya ha sido demostrado en el caso de animales inferiores. Es imposible fijar el momento exacto de la transformación del ser humano potencial en real, durante el transcurso del desarrollo orgá- nico; solo hay una certitud, y es que ello ocurre luego del nacimiento. De ahí que sea muy discutible la opinión sostenida por TIETZE y otros, según la cual el feto adquiere carácter humano real cuando se hace "viable", y que ha servido a varias legislaciones para fijar el límite del tiempo durante el cual se puede efectuar el aborto legal. Resulta que la "viabilidad" —entendida como la capacidad de un ser vivo para subsistir autónomamente— es un concepto bastante relativo. In- cluso luego del nacimiento, el individuo tiene que seguir dependiendo de la madre, del padre, de otras personas o de otros seres vivientes, sobre todo si hace parte de un conglomerado social; estrictamente ha- blando, ningún organismo es absolutamente viable. En realidad, como 12 Como consecuencia lógica del argumento del mensaje genético, se haría impo- sible trabajar con cultivos de tejidos humanos, y habría que tratar la mota hidatiforme con todas las consideraciones, bautizándola y haciéndole un entierro solemne, porque las células de todos estos tejidos tienen completo el material genético humano. dice CISLER, el único suceso del embarazo al cual se le puede asignar un punto específico en el tiempo es el parto; lo demás es misticismo y conjeturas. El conceptus del Homo sapiens no es, entonces, In ser humano funcionante13, sino un conjunto de tejidos vivos que están dentro del cuerpo de la mujer embarazadaia, y sostener lo contrario es biológica y antropológicamente erróneo; por lo tanto, dicho embrión o feto no debería ser objeto de derecho'5 . A pesar de lo que digan la moral y la ley, esto es lo que perciben intuitivamente las personas, por lo cual no hacen demostraciones de duelo con ocasión de un aborto espontáneo. Que la "personalidad" del feto es una ficción, es aceptado implícita- mente por la ley, al establecer una edad legal (en Colombia, . los 18 años) para adquirir todos los derechos de ciudadanía (adultez), y al prescribir una pena menor para el aborto consensual (máximo 3 años) que para el homicidio simple (máximo 15 años). Se podría argüir que si es aceptable el aborto, porque el conceptus no es un ser humano funcionante, también debería aceptarse el infantici- dio, porque los niños son seres humanos devinientes, no reales. Este es un sofisma, una falacia analógica, en primer lugar, porque lo que está en discusión es la despenalización del aborto, no la del infanticidio, que ninguna persona racional, al menos en nuestra cultura, ha planteado seriamente. Segundo, porque, en principio, todo ser vivo, humano o no, merece protección, no porque tenga "derechos naturales" —que no existen, ya que el "derecho" es una invención humana—, sino por- que está ahí, haciendo parte de la naturaleza; pero entre los seres vivos hay jerarquías "naturales", que permiten que unos (los inferiores) pe- rezcan en beneficio de otros (los superiores) (el pez grande se come al chico). Por lo tanto, aunque el conceptus humano puede merecer protección, por estarle causando un problema ala mujer con un embara- zo indeseado, y porque ontogénicamente es de mucha menor jerarquía que ella, el aborto se justifica. Algunos replicarían que al menos los niños que, por alguna razón, sean indeseados o causen molestia a los padres o adultos podrían horno- logarse con los fetos, para efectos de su eliminación. Se contesta, prime- 13 Y no es "inocente" ni "culpable" de cosa alguna. Por consiguiente, el argu- mento emotivo de los antagonistas del aborto, según el cual con él se atenta contra la vida de un "inocente", es irrelevante. 14 En términos inmunológicos, es un cuerpo extraño. 15 El derecho civil colombiano acepta esta opinión, pues para él, la persona co- mienza a existir al nacer (C. C., art. 90), aunque otra cosa conceptúa el derecho penal, influido como ha estado por las ideas religiosas tradicionales. El Código Civil argentino es excepcional, pues considera que la persona existe desde la concepción (art. 70).
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    216 ASPECTOS ESPECIALESDE LA SEXUALIDAD HUMANA EL ABORTO 217 ro, que el niño (ser humano deviniente) es de mayor jerarquía que el conceptus (ser humano potencial); por lo tanto, no son exactamente homologables. Segundo, que a pesar de que en los actos humanos debe primar la razón sobre la emoción, esta sigue teniendo relevancia. Es evidente que, en el ser humano promedio, el niño genera sentimientos de protección por el simple mecanismo del esquema infantil de Lo- RENZ; esta reacción emotiva es suficiente razón para que el Estado, en aplicación del ethos vigente, proteja la integridad de ese ser humano deviniente, no obstante las molestias que ello pueda causar a algunas personas. 5. ACTITUDES RESPECTO DEL ABORTO El caso del aborto es otro ejemplo de la incongruencia entre lo que ordenan la ley y la moral en materia sexual y lo que creen y practican en privado las personas. Descontando la burla que se hace de las normas antiaborto en las sociedades represivas, las investigaciones muestran que la mayoría de los miembros de ellas favorecen la liberali- zación de tales leyes; quienes se oponen son, como siempre, minorías fanáticas, muy influyentes sobre los poderes públicos. Es interesante notar que la mayoría de los católicos, ora en países donde son nominal- mente mayoritarios, como en Francia, ora en donde son minoría, como en los Estados Unidos, aprueban el aborto, por lo menos en ciertas circunstancias; es también de anotar el hecho de que la proporción de mujeres católicas que abortan es igual o mayor que la proporción de católicas correspondiente a la población general. Esto prueba que los mandatos eclesiásticos, en materia sexual, ejercen mínima influencia en los individuos; de ahí que la Iglesia tenga que acudir al poder civil para tratar de forzar su cumplimiento. En cuanto a la posición de los médicos, todavía quedan fuertes núcleos (sobre todo en los países católicos) que contemplan con horror la eventualidad de efectuar un aborto a solicitud de la mujer. Esta actitud, puramente emocional, resulta de que la medicina —influida por la concepción mística de la vida que enseña la religión— ha profesa- do la falsa idea de que aquella es "sagrada" en términos absolutos, y que el deber es mantenerla, aunque ella no sea realmente humana o produzca grandes sufrimientos —inmediatos o futuros— a los seres afectados. La preservación de la vida en un sentido absoluto no debería ser la finalidad imperativa de la medicina, porque lo que verdaderamen- te cuenta es la calidad de tal vida, valorada por el grado de displacer, subjetivo u objetivo, que produzca a la persona. En otras palabras, la función primordial del médico no debería ser conservar la vida a toda costa, sino eliminar o mitigar el displacer existencial del ser huma- no, y el mantenimiento de aquella habría de estar subordinado a esta tarea fundamenta116. 6. TIPOS DE LEGISLACIONES SOBRE EL ABORTO Las legislaciones sobre el aborto se pueden clasificar en cuatro tipos: 1)prohibitivas, 2) restrictivas, 3) liberales y 4) permisivas. 1) Las legislaciones prohibitivas penalizan el aborto sin excepción alguna. Tal es el caso de la colombiana (C. P., arts. 343 a 345). Véase, sin embargo, la sección 5 del capítulo X. 2) Las restrictivas solo permiten su práctica con el fin de salvar la vida de la mujer, si esta se halla gravemente amenazada por una enfermedad somática. 3) Las liberales, además de la salud física de la mujer, tienen en cuenta otras razones, lo cual permite subdividirlas en a) moderadas, y b) amplias. Las primeras aceptan también como motivo del aborto la salud mental de la mujer; las segundas extienden todavía más la justificación, para que incluya razones socioeconómicas, malformacio- nes fetales, embarazo por violación, etc. 4) Las permisivas no restringen el aborto sino en estado avanzado de preñez. Por lo demás, se limitan a regular las condiciones en que se practique; por ejemplo, exigiendo que sea realizado pór un médico y en un hospital. En los últimos años, ha habido una clara inclinación a liberalizar las leyes sobre el aborto en la mayoría de los países. Por ejemplo, mientras que en 1969 casi dos tercios de la población mundial vivían bajo legislaciones de tipo 1 o 2, 18 años después esta relación se ha invertido, puesto que alrededor del 80% de los seres humanos viven bajo legislaciones de tipo 3 o 4. 7. CONCLUSIÓN En ningún momento de su desarrollo el conceptus del Homo sa- piens corresponde a la definición de ser humano real, la cual implica 16 En Colombia, las opiniones parecen estar cambiando. Una encuesta realizada por la Sociedad Colombiana de Obstetricia y Ginecología, entre un grupo de médicos de Bogotá, muestra que 89% de ellos están a favor de la liberalización de la actual legislación sobre aborto; 46% opinan que la liberalización debe llegar hasta el tipo 3b de la clasificación en la siguiente sección; y22% de los católicos practicantes efectua- rían el aborto personalmente.
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    EL ABORTO 219218ASPECTOS ESPECIALES DE LA SEXUALIDAD HUMANA capacidad de razonamiento, volición y relación consciente con otros seres humanos. El embrión o feto del Homo sapiens es un ser potencial- mente humano, cuyo "derecho" a la vida (si es que lo tiene) debe estar supeditado al derecho del ser humano funcionaste —que es la mujer en cuyo cuerpo se está formando— a no ser sometido, contra su voluntad, a soportar un organismo que se desarrolla por efecto de mecanismos simplemente vegetativos. Uno de los aspectos más aberran- tes del problema del aborto es que hubieran sido los hombres —quienes, por obvias razones, nunca quedan embarazados— los que impusieran a las mujeres la obligación de sufrir, quiéranlo o no, los inconvenientes de la preñez; o que sean ellos —actuando como médicos— los que autoricen o nieguen el aborto deseado por la mujer; la misma condición biológica del varón lo inhabilita para prohibir a la mujer el control de su propio cuerpo. Por lo tanto, la decisión de que el conceptus humano llegue a nacer corresponde exclusivamente a ella. Como dice CALLAHAN, al proclamar la supremacía de la vida del conceptus respecto a otros derechos humanos, la Iglesia católica: a) des- carta la existencia de responsabilidad y decisión humanas; b) desconoce la amplia variedad de derechos, relaciones y obligaciones de los seres humanos; c) considera que el acervo de conocimientos y experiencias relativos al aborto son moralmente irrelevantes; d) no ofrece posibili- dad alguna de solución a las crisis que se puedan presentar en las mujeres embarazadas, no porque estén en conflicto moral con los fetos, sino porque tienen obligaciones importantes con ellas mismas o con otras personas (sus hijos reales, por ejemplo); e) con su rigidez apriorística, niega la existencia de situaciones especiales; f) presume la existencia de un inflexible ordenamiento de valores, derechos y obligaciones, lo cual es totalmente opuesto a la realidad humana, que se basa en la historia, en los contextos circunstanciales y en la capacidad de elegir. En cuanto al aspecto social del problema, no hay prueba alguna de que la despenalización del aborto haya sido nociva para la comuni- dad, ni que haya significado pérdida del respeto a la vida humana en general. Por otra parte, las legislaciones antiaborto son: a) Caprichosas e injustas, porque solamente una mínima parte de los abortos clandestinos se descubre y castiga17, y porque son pre- ponderantemente las mujeres pobres las que sufren su rigor, ya que carecen de la información, de la influencia y del dinero necesarios para lograr un aborto (legal o ilegal) en condiciones médicas satisfactorias; por eso se ha dicho que el aborto es un crimen de clase. Además, 17 Generalmente, lo que desencadena la acción legal es la muerte de la mujer como consecuencia del aborto. si las autoridades actuaran en estricta consonancia con las leyes, debe- rían investigar a los centenares de miles de colombianas que usan dispo- sitivos intrauterinos, a los médicos que los implantan y a quienes los distribuyen, porque el DIU es probablemente abortivo. b) Inútiles, porque la prohibición legal no impide el aborto18; sim- plemente lo hace peligroso y degradante. El feto está virtualmente muer- to desde el momento en que la mujer decide librarse de él, y de nada valdrán las amenazas de sanciones morales o legales, las cuales, por lo demás, son a menudo desconocidas por las mujeres que abortan. El contraargumento de que las leyes que prohíben el asesinato y el robo son frecuentemente infringidas no es válido, porque no existen personas razonablemente decentes e ilustradas que propugnen la aboli- ción de tales leyes, o que aleguen que el asesinato es moralmente permisible. Deben, pues, derogarse las disposiciones de la ley colombiana rela- tivas al aborto, y reemplazarse con un estatuto de tipo 4 (o al menos 3b), .por ser el único que resulta eficaz para disminuir la incidencia del aborto ilegal y la morbilidad y mortalidad consiguientes19; y porque está de acuerdo con los aspectos éticos, filosóficos y científicos del problema20. 111 Según un cálculo de TIET, 70% de los abortos legales practicados en los Estados Unidos luego de la sentencia de la Corte Suprema que los despenalizó, hubieran sido efectuados de todos modos, aunque la ley no hubiera sido modificada. 19 Por ejemplo, luego de que las leyes sobre aborto fueran liberalizadas en Hun- gría y Checoslovaquia, en pocos años se logró un descenso de la mortalidad por causa de él de 50 y 75%, respectivainente. En los Estados Unidos, la mortalidad por aborto espontáneo o ilegal en 1974 (dos años después de la despenalización) fue 69% menor que en 1971. En cambio, en Rumania, debido a la aprobación de una ley restrictiva en 1966, la mortalidad por aborto en 1971 aumentó en un 5690/o, comparativamente con la de 1965. 20 El primer tratadista del derecho moderno que propugnó la despenalización del aborto fue BALLESTRINI, en 1888. El primer país moderno que la llevó a cabo fue la Unión Soviética, en 1920.
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    CAPÍTULO XVI INTRODUCCIÓN 1. QUÉES EL PROBLEMA SEXUAL Los pioneros de la sexología, que en su inmensa mayoría tenían una formación básica médica, con raras excepciones (como HAVELOCK ELLIS e IWAN BLOCH), aplicaron al comportamiento sexual conceptos de salud y enfermedad tomados directamente de la medicina y funda- mentados en la erotofobia cultural, según los cuales solo es "normal", "natural" o "saludable" el ejercicio de la función sexual con finalidad exclusiva o primariamente reproductora. La aparición del movimiento sicoanalítico fue un refuerzo poderoso de la concepción médica de la conducta sexual, puesto que, en general, siquiatras y sicoanalistas abra- zaron con fervor las ideas freudianas relativas a la sexualidad, que pueden resumirse en lo siguiente: en la cultura occidental, únicamente hay dos opciones normales para el impulso sexual de la persona adulta: dirigirlo hacia la procreación o sublimarlo. Por consiguiente, las activi- dades sexuales adultas que buscan el placer con exclusión de la reproduc- ción quedaron reducidas a la categoría de "patológicas", "neuróticas" o, en el mejor de los casos, "inmaduras". Todo comportamiento sexual adulto disfuncional (con la sola excepción de los de origen orgánico evidente), parafílico o simplemente extraño fue entonces explicado co- mo resultado del conflicto inconsciente causado por la resolución insa- tisfactoria del complejo de Edipo, o con una variante de este tema. Al quedar restringida la función sexual "normal" a la reproduc- ción, prácticamente todas las expresiones puramente placenteras de la sexualidad fueron clasificadas dentro del campo de la sicopatología, y sujetas a las especulaciones —más fantásticas que científicas— de los sexólogos pioneros, quienes se dedicaron a estudiarlas con gran entusiasmo, pero con el mismo espíritu del anatomopatólogo que exami- na un espécimen de autopsia. Por ello, comenzando con la Psychopathia sexuales de KRAFFT-EBING, los primeros tratados de sexología eran más que todo colecciones casuísticas de los actos sexuales humanos más atípicos y repugnantes, salpicadas de teorizaciones'más o menos dogmá- ticas y arbitrarias acerca de las causas de tales "perversiones del instinto genésico".
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    224 PROBLEMAS SEXUALES Lasexología moderna —en gran parte obra de científicos, como KINSEY, que por venir de disciplinas no médicas han esquivado la tram- pa de ver patológica toda conducta sexual no procreadora—, ha llegado a la conclusión siguiente: con excepción de aquellas que tienen causas orgánicas, no existen "enfermedades sexuales", sino personas con pró- blemas sexuales, resultantes principalmente de a) el conflicto sicológico entre el impulso natural a satisfacer el apetito sexual y las normas erotófobas impuestas más o menos coactivamente por la sociedad, o interiorizadas por el individuo; b) la ignorancia de los diversos compo- nentes y mecanismos de la función erótica, originada también en la erotofobia cultural. El problema sexual puede definirse como la creencia, orientación, estado o comportamiento sexual que subjetivamente frustra o disminu- ye el placer específico deseado, o que tiene consecuencias síquicas o somáticas nocivas (indeseables) para el individuo, la pareja sexual o los demás. Por lo tanto, quedan excluidos de esta definición los proble- mas que atañen exclusivamente a la función reproductora. 2. CLASIFICACIÓN DE LOS PROBLEMAS SEXUALES Tanto la terminología sexológica como la clasificación de los pro- blemas sexuales han sido en extremo confusas e inapropiadas. Los trata- dos de "sicopatologia sexual" típicamente emplean términos carentes de utilidad descriptiva y les infunden tono peyorativo, como "perver- sión", "aberración", "impotencia", "frigidez", etc. Aunque todavía no hay consenso entre los especialistas, se están haciendo esfuerzos tendentes a unificar la nomenclatura de los problemas sexuales, em- pleando las expresiones más adecuadas posibles. En este sentido, investi- gadores como MASTERS y JOHNSON, y KAPLAN han hecho contribuciones parciales importantes. Cabe mencionar también la clasificación de los problemas sicosexuales (psychosexual disorders) del Diagnostic and sta- tistical manual of mental disorders —3rd ed.— (DSM III), publicado por la American Psychiatric Association; ella está basada en los trabajos de KAPLAN y se separa radicalmente de las ideas tradicionales profesa- das por la siquiatría. Igualmente, merecen consultarse la clasificación de las disfunciones sexuales de SCHOVER y colaboradoresl, y la de las disfunciones sexuales masculinas de BENKERT y colaboradores2. I L. R. SCHOVER, J. M. FRIEDMAN, S. J. WEILER, J. R. HEIMAN, J. LOPICCOLO, "Multiaxial problem-oriented system for sexual dysfunctions". Arch. Gen. Psychiatry, 39: 614-619, 1982. 2 O. BENKERT, W. MAIER, F. HOLSBOER, "Multiaxial classification of male se- xual dysfunction". Br. J. Psychiatry, 146: 628-632, 1985. 31111~111111‘, Nuestra clasificación de los problemas sexuales los divide esencial- mente en dos grandes grupos: a) problemas menores, y b) problemas mayores. a) Damos el nombre de problemas sexuales menores a la multitud de dificultades que pueden presentarse en la vida sexual de las personas, debidas fundamentalmente a la mala educación sexual por acción u omisión, y cuyo tratamiento es relativamente simple para quien posea los necesarios conocimientos sexológicos. Como son tan numerosos, su clasificación es casi imposible y no tiene utilidad práctica; sin embar- go, son fácilmente identificados por el terapeuta sexual. A continua- ción, nos limitaremos a enunciar algunos ejemplos: los de los niños y preadolescentes, referentes a la sexualidad de ellos y de los adultos. Los de los padres, relativos a la sexualidad de los hijos. Los de los adolescentes y adultos, referentes a los aspectos sexuales de las relacio- nes humanas. Los de las personas de todas las edades, referentes a los tipos y ritmos de actividad sexual. Los relativos a las diferencias individuales en la función sexual. Los relativos a la variabilidad socio- cultural de la conducta sexual. Los referentes al efecto de las enfermeda- des sobre la actividad sexual, etc. En el siguiente capítulo, describiremos algunos de los problemas sexuales menores más representativos. b) Los problemas sexuales mayores son aquellos que tienen causas más complejas, de tipo síquico (sicosocial), somático o mixto, y requie-. ren tratamiento especializado, aunque algunos de ellos también presen- tan el componente de ignorancia sexual, típico de los problemas menores. Fenomenológica o sintomáticamente, pueden clasificarse como sigue: 1. Disfunciones sexuales 1.1. Disfunciones de la fase apetitiva 1.1.d. Por defecto (hipoapetito sexual, Id poli b ido) 1.1.d.m. Masculina 1.1.d. f . Femenina l.l.e. Por exceso (hiperapetito sexual, hiperlibido) 1.1.e.m. Masculina l.l.e.f. Femenina 1.2. Disfunciones de la fase relacional 1.3. Disfunciones de la fase estimulatoria 1.4. Disfunciones de la fase excitatoria 1.4.c. En el plano central o síquico (disfunción excitatoria propiamente dicha) 1.4.c.m. Masculina 1.4.c.f. Femenina 1.4.p. En el plano periférico o somático INTRODUCCIÓN
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    226 PROBLEMAS SEXUALESINTRODUCCIÓN 221 1.4.p.m. Masculina (disfunción erectiva) 1 .4.p.f. Femenina 1.5. Disfunciones de la fase orgásmica 1.5.c. En el plano central o síquico (disfunción orgásmica pro- piamente dicha) 1.5.c.m. Masculina 1.5 .c.m. 1 . Orgasmo retardado (eyaculación retardada) 1.5.c .m.2. Anorgasmia 1.5.c. f. Femenina 1.5.p. En el plano periférico o somático 1.5.p.m. Masculina (aneyaculación) 2. Problemas sexuales paradisfuncionales 2.1. Orgasmo prematuro 2.1.m. Masculino (eyaculación prematura) 2.1.f. Femenino 2.2. Vaginismo 2.3. Dispareunia 2.3.m. Masculina 2.3.f. Femenina 2.4. Aversión sexual 2.4.m. Masculina 2.4.f. Femenina 3. Otros problemas sexuales 3.1. Homosexualidad egodistónica 3.2. Transexualismo (disforia genérica) 3.3. Parafilias 3.4. Incesto 3.5. Problemas sexuales de los lisiados 3.6. Síndrome inmunodeficitario adquirido (SIDA) Debe tenerse presente que la clasificación de los problemas sexuales en menores y mayores no es absoluta, ya que, en ocasiones, los primeros resultan difíciles de tratar, y algunos mayores se resuelven empleando métodos educativos. 3. TRATAMIENTO DE LOS PROBLEMAS SEXUALES Aquí solo suministraremos una información muy sucinta, primero, porque este es un libro de sexología normal, no un texto de terapia sexual. Segundo, porque consideramos que la mayoría de los problemas menores pueden ser resueltos satisfactoriamente por quien haya asimila- do lo dicho hasta ahora, y asimile lo que se dirá en el capítulo siguiente. Hasta hace muy poco tiempo se creía que el tratamiento de los problemas sexuales era de exclusiva competencia de la siquiatría, en concordancia con la presunción sicoanalítica del origen inconsciente profundo de todos ellos. Sin embargo, por las razones expuestas atrás, el modelo médico-sicoanalítico es inadecuado para tratar los problemas sexuales menores (que son la mayoría), y los mayores que no sean de etiología exclusiva o predominante orgánica. Este mismo esquema conceptual ha impedido que la gran mayoría de los médicos reciban educación sexológica formal en los estudios de pregrado o de especiali- zación; educación que debe hacer énfasis en los aspectos humanísticos, socioantropológicos y sicológicos (etológicos humanos) de la sexuali- dad, en los cuales la formación médica es extremadamente deficiente. Además, como la finalidad tradicional de la medicina ha sido salvar o prolongar la vida, aun a costa de grandes sufrimientos para el pacien- te, el médico sin formación sexológica ha llegado a considerar el dolor como algo connatural a su profesión, y puede no comprender la función del terapeuta sexual —que es promover la obtención del placer—, o sentirse incómodo ejerciéndola. ¿Quiere decir esto que los médicos no pueden entenderse con los problemas sexuales? Todo lo contrario. El médico debe tratar los problemas sexuales menores de las personas que lo consulten; pero para que pueda hacerlo eficazmente, necesita tener una formación sexológica sólida, dejar de lado el modelo de trata- miento inculcado por su profesión básica y actuar como educador y terapeuta sexual. Por supuesto, el médico es quien debe tratar también los problemas sexuales mayores de origen orgánico. Por otra parte, el grueso de los sicólogos tampoco está adecuada- mente capacitado para entenderse con los problemas sexuales, ya que (como sucede con los médicos) durante los estudios profesionales no reciben enseñanza sexológica formal, ni aprenden a tratar las disfuncio- nes sexuales de causa orgánica (y tampoco pueden hacerlo legalmente), cuya incidencia parece ser mucho mayor de lo que se creía hasta hace poco. Además, su falta de entrenamiento anatomoclínico los incapacita para hacer el examen sexológico, sin el cual —de acuerdo con los recien- tes estudios sobre erotismo vaginal— quedaría incompleta la evaluación inicial de la mujer que consulte por disfunción orgásmica coital. Fuera de las cualidades generales que debe poseer todo terapeuta, el terapeuta sexual ha de llenar ciertos requisitos específicos, como los siguientes: a) tener sólidos conocimientos sexológicos; b) tener ple- na conciencia de su propia sexualidad, y no permitir que ella influya en el tratamiento del problema del consultante; c) sentirse perfectamen- te cómodo discutiendo cualquier tipo de problema sexual; d) sobre todo, tener absoluta tolerancia hacia las opiniones y prácticas sexuales
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    228 PROBLEMAS SEXUALES1NTRODUCCR5N 229 ocivas •ara otr. individuos. Defini- erapeuta sexual ceceo la persona que tiene sóli os conoci- mientos sexológicos, particularmente en los aspectos biológicos, sicológicos (etológicos) y socioculturales atinentes a la génesis de los problemas sexuales, entrenamiento práctico en la identificación de las causas de , ellos y en el tratamiento de los que no sean de origen exclusiva o predominantemente orgánico, actitud tolerante hacia las opiniones y conductas sexuales del consultante que no sean nocivas, y la aptitud necesaria ara establecer la relación terapéuti Para el buen resultado de la terapia sexual, se requieren también ciertas condiciones mínimas en el consultante, especialmente si el pro- blema es una disfunción sexual. Las principales son: a) motivación sincera para mejorar su problema personal y el de la pareja; b) capaci- dad intelectiva suficiente para comprender las explicaciones que se le suministren; c) condiciones ambientales que le permitan cumplir las instrucciones y tareas terapéuticas que se le den3. En general, es la percepción subjetiva del consultante la que estable- ce la existencia del problema sexual. Sin embargo, si el terapeuta no interroga, muchas dificultades eróticas pueden quedarse sin descubrir, porque las personas son reacias a manifestarlas, por falso pudor. No es raro que a la consulta médica lleguen individuos quejándose de sinto- matologia diversa, cuya causa no es revelada por el examen clínico o los paraclínicos, pero que se encontraría si se investigara la función sexual del consultante. KOLODNY y colaboradores recomiendan a los médicos hacer rutinariamente un sencillo interrogatorio, que sirve para descubrir prácticamente cualquier problema sexual: a) ¿Tiene actividades sexuales en el momento actual? b) ¿Está satisfecho(a) con su actividad sexual? — ¿Por qué no? c) Para el hombre: ¿Tiene problemas erectivos? — Tiene proble- mas eyaculatorios? Para la mujer: ¿Tiene dificultad para excitarse se- xualmente? — ¿Siente dolor durante el coito? — ¿Tiene dificultad para el orgasmo? d) ¿Tiene alguna duda o algún problema referente a la sexualidad que desee comentar? Según ANNON, la terapia de los problemas sexuales que no sean de origen somático puede suministrarse en cuatro grados de complejidad creciente: a) el permisivo, b) el informativo, c) el sugestivo específico, y d) el intensivo. En los dos primeros grados, el terapeuta actúa esen- cialmente como educador, desvirtuando científicamente los mitos se- xuales que estén influyendo en el problema del consultante, y asegurándole 3 Hasta cierto punto, la función erótica es una "función de lujo". que su conducta erótica nada tiene de anormal, mientras no sea lesiva para otros. En el tercero, el terapeuta pasa a dar instrucciones específi- cas para el comportamiento durante el acto sexual, y asigna tareas no sexuales que contribuyan a modificar la conducta del consultante en el sentido deseado. En el cuarto, se requiere ya utilizar técnicas sexoterapéuticas formales. Los problemas sexuales menores son trata- dos en los dos primeros grados. Las disfunciones sexuales, principal- mente en el tercero, pero también en los dos primeros y en el cuarto. En este último se tratan igualmente las parafilias que lo justifiquen. de las personas, mientras no mos, pues, a
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    Educador sexual. Esla persona que posee sólidos conocimientos en las principales áreas de la sexología, y aptitudes pedagógicas para idear, organizar y desarrollar programas colectivos o individuales, for- males o informales de educación sexual positiva para individuos de diversas edades y niveles educativos. Como ya se dijo, este es el nombre que reciben la multitud de dificultades de la vida sexual de las personas, debidas a la ignorancia de la realidad sexual humana, y cuyo tratamiento es básicamente educa- tivo. En el presente capítulo daremos algunos ejemplos de ellos, pero antes precisaremos las siguientes definiciones: Educación sexual positiva. Es el proceso formativo e informativo que permite a la persona adquirir un conocimiento razonado y científico de la sexualidad humana acorde con su desarrollo intelectual, una acti- tud tolerante hacia las opiniones y conductas sexuales de los demás, mientras no sean nocivas, y la capacitación para ejercer responsable- mente, en el momento oportuno, la función sexual en sus modos erótico y reproductor.ign contraposición, definimos 1 ducación sexual negati- va como el proceso formativo e in ormativo, a menudo por omisión, que crea en la persona el sentimiento de que el ejercicio autónomo de la función sexual en su modo erótico es incorrecto, inmoral o anor- mal, y que él solo está justificado en un contexto amatorio o reproductor. 1. INTRODUCCIÓN PROBLEMAS SEXUALES MENORES CAPÍTULO XVII 2. PROBLEMAS DE LOS PADRES CON RESPECTO A I.A EDUCACIÓN SEXUAL Y LA SEXUALIDAD INFANTILES La educación sexual de los niños es un derecho de estos y una obligación de los padres y la sociedad. Esta afirmación parece perogru- llesca, pero lamentablemente muchas personas, incluyendo prestantes profesionales de la siquiatría, todavía propugnan la "importancia del mito" como método pedagógico sexual, o la educación sexual por omi- sión, que son modalidades negativas. Esto sucede muchos años después de que FREUD —en uno de sus pocos textos que no permiten refutación— defendiera enérgicamente la educación sexual infantil, y condenara "la práctica general de ocultar a los niños el mayor tiempo posible todo conocimiento sexual para otorgarles luego, con frases am- pulosas y solemnes, una media explicación, que casi siempre llega tarde". La educación sexual debe tener en cuenta la etapa vital en que se encuentre el niño, ya que la capacidad de comprensión varía con la edad, como sucede también con el significado de las preguntas que hace. En la mayoría de los casos, la curiosidad de los niños prepúberes está dirigida hacia los aspectos reproductores de la sexualidad, por no estar interesados en las modalidades propiamente eróticas de ella; además, es a la madre a quien generalmente están dirigidas las preguntas sexuales de los niños de uno y otro sexo. La educación sexual es un elemento integral del desarrollo humano, y no se suministra exclusivamente en forma activa, sino también pasiva- mente, mediante los silencios, amenazas y mentiras de los padres y adultos, o mediante las fabulaciones de los compañeros etarios, no pocas veces con lamentables consecuencias. De hecho, en nuestra cultu- ra, así es como han sido maleducados sexualmente la mayoría de los niños y adolescentes. Tampoco hay que creer que la educación sexual positiva consiste en enseñar a fornicar. De lo que se trata es de preparar al niño para que sea capan de aceptar con naturalidad las diferentes etapas y manifestaciones del complejo fenómeno sexual humano, según las condiciones de su estado específico de desarrollo. La educación sexual es, entonces, necesaria para el desarrollo salu- dable del individuo; con este objeto, debe proporcionarse al niño toda la información que solicite, en forma verídica y al alcance de su com- prensión. Es decir, ella debe ser adecuada a sus necesidades y suministra- da con naturalidad por los adultos más llamados a hacerlo —padres y maestros—, quienes, obviamente, deben tener un conocimiento sufi- ciente de la sexualidad y la capacidad mínima para transmitirlo. La ocultación y tergiversación mitológica de los hechos sexuales interfieren en el desarrollo armónico del niño, socavan su confianza en los adultos y le crean malicia. Es también importante que los niños tengan la opor- tunidad de efectuar ciertas actividades sexuales, ideadas por ellos mis- mos, de acuerdo con la etapa de su desarrollo. Se debe permitir el ejercicio de la curiosidad del niño por su propio cuerpo, por el de los amiguitos y por el de los padres, sin que esto signifique que ellos tengan que hacer sesiones de nudismo frente a los hijos. Los padres deben, pues, convencerse de que las manifestaciones de la sexualidad infantil son completamente normales y necesarias, den- PROBLEMAS SEXUALES MENORES 231
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    232 PROBLEMAS SEXUALESPROBLEMAS SEXUALES MENORES 233 tro del proceso de desarrollo y maduración del niño (o niña). La preven- ción primaria de muchas disfunciones sexuales del adulto depende de las actitudes positivas de los padres con respecto a la sexualidad de los hijos, y de su capacidad para guiarla, moldearla y validarla en forma saludable, como sucede con los demás comportamientos infanti- les. Es absurdo y nocivo inculcar a los niños sentimientos de culpabili- dad por los juegos sexuales que realicen o por las actividades masturbatorias. En general, solo se debe interferir en los actos sexuales infantiles cuando son efectuados entre niños prepúberes y adolescentes o adultos, o cuando son impuestos a unos niños por otros mucho mayo- res. El mensaje positivo que, sobre los órganos sexuales y su uso, han de transmitir permanentemente los padres a los hijos no es óbice para que se les inculque paralelamente la noción de que las actividades sexua- les no deben realizarse en público, no porque sean sucias, malas o vergonzosas, sino porque en todas las sociedades humanas existen nor- mas de comportamiento que es conveniente acatar. Es decir, a los niños se les puede enseñar responsabilidad y buenos modales sexuales, así como se les enseñan otros buenos modales, por ejemplo, alimenticios. En conclusión, los padres y la sociedad deben aceptar como natural el ejercicio de la sexualidad infantil, canalizarlo en forma positiva y suministrar la educación sexual que corresponda a cada una de las etapas de la vida infantil. Infortunadamente, la ignorancia general sobre la realidad del fenómeno sexual humano hace que, en la actualidad, estos principios no puedan concretarse en hechos. 3. DIFERENCIAS INDIVIDUALES EN LA INTENSIDAD DEL APETITO SEXUAL Como ya se sabe, por lo general el deseo sexual masculino es más intenso y frecuente que el femenino, lo cual es reforzado por la igual- mente mayor excitabilidad del hombre con los estímulos sicosexuales. La mujer, que tiende a percibir la interacción con el hombre en términos románticos, puede interpretar mal las solicitudes muy frecuentes de actividad sexual por parte de este, y sentirse importunada o tratada como "cosa". La solución del problema consiste en explicarle a la mujer que el mayor deseo sexual del varón es completamente normal, que el erotismo en sí no tiene nada de degradante y que si el hombre no la viera como un "objeto sexual", sería imposible para él excitarse y tener una erección. Se le debe señalar, además, que cuando ella obtiene placer durante la actividad sexual con la pareja, es esta la que, a su vez, le está sirviendo de "objeto sexual". Por otra parte, si el varón solicita la actividad sexual en momentos verdaderamente inoportunos, se le puede llamar la atención sobre ello. 4. TOMA DE LA INICIATIVA SEXUAL Aunque usualmente es de esperar que el hombre tome la iniciativa en la actividad sexual, es perfectamente normal que esto sea hecho también por la mujer, sobre todo si se considera que la aparición del apetito sexual no tiene por qué coincidir en los dos miembros de la pareja. Sin embargo, hay mujeres que se inhiben de hacerlo, a pesar de sentir deseos, con la consiguiente frustración si, coincidencialmente, el hombre no busca la actividad sexual en ese mismo momento. La solución del problema consiste en señalarle a la mujer (y al hombre, cuando profesa la misma creencia) el error en que está. 5. DISCREPANCIAS REFERENTES A LOS TIPOS DE ACTOS SEXUALES Algunas veces uno de los miembros de la pareja sexual (más proba- blemente el hombre) desea practicar actos eróticos diferentes del coito vaginal, los cuales son vistos con desagrado o rechazados por el otro miembro. Este problema puede resolverse explicándole a la persona más inhibida que las variaciones de la actividad sexual son absolutamen- te normales, porque cumplen el objetivo de la función erótica, y que la superación de su inhibición le permitirá tener una vida sexual más satisfactoria.
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    DISFUNCIONES SEXUALES 235 CAPÍTULOXVIII DISFUNCIONES SEXUALES 1. INTRODUCCIÓN La disfunción sexual es un problema que consiste en la ausencia o deficiencia del fenómeno característico de alguna de las fases de la función erótica, generalmente cuando ella es ejercida con una pareja, aunque en raras ocasiones puede ocurrir durante la actividad autoeróti- ca. Se presenta ora en todas las oportunidades y con todas las parejas (disfunción primaria), ora selectivamente o en ciertas circunstancias (disfunción secundaria). Hay que distinguir también entre la disfunción verdadera, que es la que ocurre a pesar de que se llenen todos los requisitos necesarios para el cumplimiento de la fase correspondiente de la función erótica, y la seudodis función, que resulta de la ausencia de alguna de dichas condiciones. Estos son los problemas sexuales ma- yores que se encuentran más frecuentemente en la consulta, y pueden afectar tanto a la actividad heterosexual como a la homosexual. Hasta hace unos 25 años, se consideraba que la gran mayoría de las disfunciones sexuales eran de origen síquico (sicosocial), y que solo una pequeña minoría (5-10%) eran de causa somática'. Además, de acuerdo con los postulados sicoanalíticos, se aceptaba que todas las disfunciones sexuales síquicas tenían origen mediato en los conflictos inconscientes de la infancia. Los estudios de MASTERS y JOHNSON intro- dujeron concepciones muy diferentes con respecto a la etiología de estos problemas, al establecer que la gran mayoría de ellos no se debían a causas síquicas profundas y remotas, sino a factores relativamente simples e inmediatos, como la influencia negativa de la cultura y la ignorancia de la fisiología sexual2. I La división etiológica éntre problemas síquicos (mentales) y somáticos ("orgá- nicos"), aunque de utilidad práctica, es incorrecta, estrictamente hablando, porque todos los problemas mentales tienen necesariamente un substrato neurofisiológico (or- gánico). Lo que sucede es que este substrato es mucho menos conocido que el de los problemas somáticos. 2 Antes de la publicación de los trabajos de MASTERS y JOHNSON, otros autores —como ALBERT ELLIS y ... ¡JOHN HUNTER, en el siglo habían señalado aisla- damente algunas de las causas específicas de las disfunciones sexuales. Sin embargo, la práctica misma de la terapia sexual, según las premisas etiológicas de MASTERS y JOHNSON, refinadas por KAPLAN y otros autores, la invención de métodos más precisos de diagnóstico de las causas orgánicas y los estudios sobre el erotismo vaginal han hecho modificar los conceptos sobre la etiología de las disfunciones sexuales en la siguiente forma: a) Un apreciable número de ellas tiene causas mixtas, síquicas y somáticas, que se combinan en proporciones variables. b) La disfunción erectiva tiene causas orgánicas exclusivas o predo- minantes en una proporción mucho mayor de lo que antes se creía. c) Muchos casos de disfunción orgásmica coital femenina pueden deberse a la deficiente estimulación de la zona erógena vaginal, y no a insensibilidad erótica vaginal o bloqueo sicológico del estímulo. En cuanto a las causas somáticas, todas las enfermedades orgánicas graves pueden afectar a la función erótica, debido a la debilidad general, el dolor o, indirectamente, la depresión que producen; no obstante, los más frecuentes responsables son los trastornos arteriales y endocrino- metabólicos. Siguiendo a VERHURST y HEIMAN, las causas síquicas pueden sub- dividirse en a) síquicas generales, como las situaciones estresantes, la depresión, los trastornos de la personalidad y los problemas relaciona- les, y b) sicosexuales, o sea, las que tienen relación específica e inmedia- ta con la actividad sexual, como la ansiedad sexual. Aunque el orden lógico de la investigación etiológica de las disfun- ciones sexuales es comenzar descartando las causas somáticas, dado que una completa evaluación de ellas requiere métodos diagnósticos muy sofisticados y costosos, y por lo tanto de imposible o difícil acceso en nuestro medio, el procedimiento más práctico es el siguiente: median- te la historia y el examen clínicos y los exámenes paraclínicos disponibles se hace una exclusión tentativa de las causas orgánicas y se procede a un tratamiento de prueba, presumiendo una etiología síquica exclusiva o predominante. Si luego de él no hay mejoría satisfactoria, se reconsi- dera la etiología somática y se envía el consultante a un centro de diagnóstico y tratamiento apropiados. 2. DISFUNCIONES DE LA FASE APETITIVA (1. 1 .)3 Pueden ser por defecto o por exceso, y afectar a uno u otro sexo. 3 Los números entre paréntesis corresponden a los códigos de la clasificación de los problemas sexuales mayores (véase la sección 2. del capitulo xVI). 4
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    236 PROBLEMAS SEXUALESDISFUNCIONES SEXUALES 237 4 2.1. La disfunción apetitiva por defecto.—(1.1.d.) consiste en la disminución notoria de la intensidad o la frecuencia habituales del deseo sexual, en un lapso relativamente corto; no debe, pues, confundirse con la hipolibido idiosincrásica. De ahí que su existencia solo pueda establecerse teniendo en cuenta los antecedentes sexuales del individuo y su relación erótica con una pareja particular. Además, hay que recor- dar que, biológicamente, el apetito sexual del varón es más intenso que el de la mujer. Causas. Causas específicas de ella y comunes a los dos sexos son la depresión y las situaciones estresantes. En el caso del hombre, hay un factor especialmente importante que es el efecto COOLIDGE, mien- tras que en el de la mujer, son los conflictos relacionales, la ausencia de satisfacción orgásmica en las relaciones sexuales previas y el condicio- namiento cultural erotófobo. Incidencia. La hipolibido corresponde a una elevada proporción de las disfunciones sexuales descritas por los autores estadounidenses, quienes también han encontrado una mayor incidencia de ella en las mujeres. La validez de este último dato nos parece francamente dudosa, y creemos que él puede deberse a que tanto las mujeres estudiadas como los terapeutas no han hecho la distinción entre el verdadero hipoa- petito sexual disfuncional y la menor intensidad natural del deseo sexual femenino. En nuestra opinión, la verdadera hipolibido no corresponde a más del 10% de las consultas por problemas sexuales mayores, y afecta sobre todo a los hombres. Al respecto, LEMAIRE-VOYRON y VOY- RON encontraron menos de un 2% de casos de disfunción apetitiva por defecto en la consulta de una clínica sexológica francesa. 2.2. La disfunción apetitiva por exceso.—(1.1.e.) es la más rara de las disfunciones de la fase apetitiva; como en el caso de la verdadera hipolibido, únicamente ocurre cuando la intensidad o la frecuencia habi- tuales del deseo sexual aumentan notoriamente en un lapso relativamen- te corto. En realidad, la mayor parte de los casos de "hiperlibido" —denominada peyorativamente "satiriasis" en el hombre y "ninfoma- nía" en la mujer— no son sino estados sexuales situados en el extremo derecho de la curva de funcionamiento erótico humano. No obstante, algunas enfermedades mentales o nerviosas pueden producir hiperapeti- to sexual disfuncional. 3. DISFUNCIONES DE LAS FASES RELACIONAL (1.2.) Y ESTIMULATORIA (1.3.) Estas disfunciones no pertenecen propiamente al ámbito de la tera- pia sexual. En el primer caso se trataría de problemas de la personalidad, que serían de incumbencia de la sicología clínica o la siquiatría. En el segundo, se trataría de muy raros trastornos de la percepción sensorial que, aunque teóricamente posibles, hasta donde tenemos noticia, no han sido descritos; serían de incumbencia de la fisiopatología nerviosa y de la medicina neurológica. 4. DISFUNCIONES DE LA FASE EXCITATORIA (1.4.) MASCULINA Estrictamente hablando, hay que distinguir la disfunción excitato- ria propiamente dicha (en el plano central o síquico) (1.4.c.m.) de la disfunción erectiva4 (en el plano periférico o somático) (1.4.p.m..). La primera consiste en la ausencia o disminución notoria de la excitación sexual, como consecuencia de lo cual tampoco hay erección o ella es incompletas. La segunda consiste en la incapacidad de tener o mante- ner una erección de rigidez suficiente para efectuar el coito hasta su culminación orgásmica. La disfunción erectiva puede ser la consecuen- cia fisiológica de la disfunción excitatoria, o presentarse a pesar de que el hombre tiene la percepción subjetiva de estar excitado sexualmen- te; este último caso corresponde a la verdadera disfunción erectiva, mientras que el primero vendría a ser una falsa disfunción, puesto que, en ausencia de la excitación sexual, fisiológicamente debe esperarse también la ausencia de erección. La gran mayoría de las disfunciones de la fase excitatoria son disfunciones erectivas verdaderas, que se acom- pañan como consecuencia lógica de disfunción orgásmica. Igualmente, para que haya una verdadera disfunción excitatoria (en el plano síquico) se requiere que el apetito sexual esté presente y la pareja sea eróticamente atractiva para el varón6. Probablemente, una considerable porción de las disfunciones excitatorias propiamente dichas son seudodisfunciones. Dado que, en la práctica, el hombre consulta por disfunción erectiva, y que la gran mayoría de las disfunciones de la fase excitatoria son disfunciones erectivas verdaderas, continuaremos refiriéndonos a estas. MASTERS y JOHNSON distinguen dos tipos de disfunción erectiva: la primaria y la secundaria. La primera se presenta cuando el hombre nunca ha tenido una erección suficientemente rígida para el coito, pero 4 Muchos autores siguen llamando "impotencia" a esta disfunción, pero dicho término y el de "frigidez" femenina deben proscrihirse por incorrectos y peyorativos. 5 Existe la posibilidad de que un hombre pueda tener una erección sin sentirse excitado sexualmente, mediante el reflejo espinal causado por la estimulación táctil del pene. 6 Por eso cuando el papa Juan Pablo II prohibe mirar "Iascivamente" a la espo- sa (véase la subsección 3.1. del capítulo 1), está obligando al marido en trance copulato- rio a realizar un tour de force fisiológico, prácticamente imposible para la gran mayoría de los hombres.
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    238 PROBLEMAS SEXUALESDISFUNCIONES SEXUALES 239 • la obtiene satisfactoriamente por masturbación o estimulación sicose- xual en ausencia de la pareja7; corresponde al menor número de casos y es de peor pronósticos. Hay disfunción erectiva secundaria cuando se presenta en 25% o más de las ocasiones9; es, entonces un problema selectivo y circunstancial, que ocurre en individuos que previamente habían funcionado bien. La gran mayoría de las disfunciones erectivas son de este tipo, y se observan en todas las edades. 4.1. Causas.—Como ya se dijo, ellas pueden ser síquicas, somáti- cas o mixtas. Los métodos diagnósticos modernos muestran que la etiología exclusiva o predominantemente orgánica está presente en una proporción mucho mayor de disfunciones erectivas que la previamente estimada por MASTERS y JOHNSON y otros autores. Ya que la incidencia de esta etiología parece estar en relación directa con la edad, un método práctico es presumir que ella es el factor principal en las disfunciones erectivas de los hombres mayores de 50, y que las causas síquicas tienen mayor importancia en los hombres menores de esa edad. Además, hay mayores probabilidades de que la disfunción sea sicógena si el consul- tante presenta erecciones espontáneas, matutinas, durante el sueño, mediante la masturbación o mediante la contemplación de imágenes o la generación de pensamientos eróticos, ellas son de buena firmeza y han ocurrido con regularidad hasta el momento de la consulta. a) Síquicas. La causa síquica principal y directa de la disfunción erectiva es la ansiedad sexual, o sea, la que experimenta el varón en el momento del coito, y que inhibe el reflejo erectivo. A pesar de que autores anteriores a MASTERS y JOHNSON habían señalado la importan- cia de la ansiedad y algunas de las razones que la explican, fueron estos quienes la encontraron sistemáticamente en las disfunciones erecti- vas de individuos libres de sicopatología. Los principales factores res- ponsables de su aparición son: el temor del fracaso, el rol de espectador y la exigencia de funcionamiento. 1) El adoctrinamiento recibido por el hombre de nuestra cultura lo ha convencido de que una respuesta erectiva vigorosa e instantánea ante una mujer sexualmente asequible es la máxima prueba de masculi- nidad, y que él tiene la obligación de presentarla en todas las circunstan- 7 En el rarísimo caso de un individuo que en ninguna circunstancia haya obteni- do una erección, se trataría de una disfunción erectiva primaria absoluta. 8 HASTINOS señala que, en algunos hombres, se puede presentar una disfunción erectiva primaria por inexperiencia, al comienzo de la vida heterosexual, la cual cede posteriormente. 9 Esto porque son normales los episodios ocasionales de disfunción erectiva, de- bidos a situaciones depresivas o estresantes pasajeras, enfermedad, fatiga, distracción, beodez, etc. cias que lo exijan. Esta idea produce con mucha frecuencia un temor del fracasolo, es decir, un temor de no ser capaz de estar a la altura de las circunstancias, el cual sería mayor cuanto más deseable y extraña sea la mujer, y genera una angustia de suficiente intensidad para blo- quear la erección. Además, como el reflejo erectivo es muy sensible a los factores inhibitorios que se presentan en la vida cotidiana (cansan- cio físico, depresión pasajera, ingestión excesiva de alcohol, etc.), puede producirse un bloqueo transitorio de la erección en una situación en la cual el varón desea o cree que debe realizar el coito; si, como es usual, él ignora que normalmente no es posible lograr una erección a voluntad, o que nadie está libre de una falla pasajera, se angustia por suponerse enfermo o deficiente en su hombría, lo cual refuerza, a su vez, la inhibición erectiva. Se establece entonces un círculo vicioso en que el temor de la ausencia de erección inhibe efectivamente esta, lo cual aumenta el temor de fracasar en la siguiente oportunidad; el resultado final es la disfunción erectiva crónica. 2) Las funciones reflejas están habitualmente libres de control cons- ciente. Con frecuencia, el hombre, preocupado por su "imagen" mascu- lina, desempeña el rol de espectador de su propia actividad erótica, porque se dedica a observar qué tan bien lo está haciendo. Al no relajar- se suficientemente, el reflejo erectivo se resiente. 3) La exigencia de funcionamiento consiste en que, por ignorancia de la fisiología sexual, el varón se obliga a sí mismo o es "obligado" tácita o explícitamente por la mujer a efectuar un número determinado de coitos en cada sesión erótica, lo cual genera la angustia inhibitoria. b) Somáticas. Las principales son las estenosis arteriales, la diabe- tes mellitus y el hipogonadismo primario o secundario. Las estenosis arteriales pueden localizarse en la porción distal de la aorta, las arterias ilíacas común o interna, la arteria pudenda interna o las arterias peneanas; la incidencia de este tipo de etiología está en relación directa con la edad. La diabetes mellitus afecta a la erección principalmente por las estenosis arteriales que produce y, secundaria- mente, por la neuropatía autonómica; la incidencia de ese tipo de etiología también está en relación directa con la edad. Elhipogonadismo primario osecundario es la principal etiología de una apreciable minoría de disfunciones erectivas. c) Mixtas. En un buen número de disfunciones erectivas, las etiolo- gías síquica y somática se encuentran presentes en proporciones varia- bles. Probablemente lo más común es que la causa original del trastorno 10 FROMM ve en el "temor del fracaso" un rasgo caracterológico propio del hombre.
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    240 PROBLEMAS SEXUALESDISFUNCIONES SEXUALES 241 sea de tipo orgánico, y que la disfunción inicial producida genere ansie- dad, la cual refuerza el problema por inhibición del reflejo erectivo. 4.2. Incidencia.—La disfunción erectiva es la más común de las disfunciones sexuales masculinas. Los datos de KINSEY, retabulados por GEBHARD y JOHNSON, indican que alrededor del 7% de los hombres de la población general la sufren. Los datos iniciales del mismo KINSEY sobre su incidencia en función de la edad muestran un aumento muy lento, que se acelera después de los 50 años; por ejemplo, a los 35 años, la incidencia es de 107o , a los 50, de 7%, a los 65, de 25%, y a los 75, de 55%. FRANK y colaboradoras encontraron una incidencia de 1.6% en un grupo de hombres casados de 37.4 años de edad promedio. MASTER:3 y JOHNSON hallaron que del total de casos de disfunción se- xual masculina tratados en los primeros años de su estudio, 7% corres- pondían a la disfunción erectiva primaria y 47% a la secundaria, mientras que en la serie estudiada entre 1971 y 1977, las proporciones respectivas fueron 3 y 50%. Por su parte, LEMAIRE-VOYRON y VOYRON encontraron que 13% de las consultas sexológicas masculinas fueron diagnosticadas como disfunción erectiva primaria y 47% como secundaria. 5. DISFUNCIONES DE LA FASE ORGÁSMICA (1.5.) MASCULINA Se debe distinguir la disfunción orgásmica propiamente dicha (en el plano central o síquico) de la aneyaculación (en el plano periférico o somático). 5.1. Hay dos tipos de disfunción orgásmica propiamente dicha (1.5.c.m.): el orgasmo retardado o eyaculación retardada (1.5.c.m.1.) y la anorgasmia con eyaculación (1.5.c .m.2.). a) La primera es la demora involuntaria y habitual del orgasmo y, por lo tanto, de la eyaculación, a pesar de que el pene está siendo estimulado en forma apropiada y el varón se siente excitado sexualmen- te. Típicamente, el hombre efectúa una cópula tan prolongada sin llegar al clímax, que la mujer o él mismo decide suspenderla; pero es probable que, en la mayoría de los casos, el orgasmo ocurriría si se continuara la estimulación por un tiempo adicional. El problema es mucho más grave cuando también se presenta durante la masturbación. Causas.—Sobre ellas se sabe muy poco. Se han propuesto las si- guientes: antecedentes traumáticos en la vida erótica del individuo, sen- timientos de culpabilidad, en personas muy religiosas, y temor consciente o inconsciente de un posible embarazo. Ciertos trastornos neurológicos, como la esclerosis múltiple, y algunas drogas, como las fenotiacinas, pueden también producirla. Incidencia.—Es baja. FRANK y colaboradoras encontraron que el 4% de un grupo de hombres casados la sufrían, dato similar a los hallados por MASTERS y JOHNSON, en SUS primeros estudios, y LEMAIRE- VOYRON y VOYRON. No obstante, en estudios más recientes, MASTERS y JOHNSON encontraron una incidencia del 9%. b) La anorgasmia con eyaculación es un problema todavía más raro que la eyaculación retardada, y consiste en que el hombre no experimenta placer orgásmico al culminar la actividad sexual, a pesar de presentar eyaculación. Nada se sabe sobre su etiología. 5.2. La aneyaculación.— (1.5.p.m.) consiste en la ausencia de eya- culación, a pesar de que el varón percibe subjetivamente el orgasmo. Se presenta en individuos que han sufrido extirpaciones extensas de la vejiga, próstata y vesículas seminales. Una falsa aneyaculación es la eyaculación retrógrada (hacia la vejiga que se observa en muchos prosta- tectomizados y diabéticos. 6. DISFUNCIONES DE LAS FASES EXCITATORIA (1.4.) Y ORGÁSMICA (1.5.) FEMENINAS Hasta hace poco estas dos disfunciones, que constituyen el grueso de los problemas sexuales mayores femeninos, no eran diferenciadas por los autores, quienes las consideraban una sola entidad llamada "frigidez" (véase la nota 4); incluso MASTERS y JOHNSON no hacen la distinción. A pesar de que se trata de dos entidades diferentes, como sus causas son prácticamente las mismas, pueden estudiarse conjun- tamente. Es preciso tener en cuenta lo siguiente: las verdaderas disfunciones de los tipos que estamos describiendo, es decir, aquellas que ocurren no obstante utilizarse un estímulo eficaz (de intensidad y duración sufi- cientes), aplicado a una zona erógena primaria de la mujer y en un contexto relacional apropiado componen la minoría de los casos. La gran mayoría son probablemente seudodis funciones , debidas al empleo exclusivo o preferente del coito vaginal, mediante el cual es difícil lograr la estimulación eficaz de la zona erógena vaginal. 6.1. Dis funciones de la fase excitatoria .—Como en el caso del hom- bre, estrictamente hablando, hay que distinguir la disfunción excitatoria propiamente dicha (en el plano central o síquico) (1.4.c.f.) de la disfun- ción excitatoria en el plano periférico (1.4.p.f.). La primera consiste en la ausencia o disminución notoria y habitual de la excitación sexual (plano síquico), como consecuencia fisiológica de lo cual tampoco se presentan la lubricación vaginal y demás fenómenos periféricos de esta
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    PROBLEMAS SEXUALES ase dela función erótica. La segunda, teóricamente posible, consistiría n la ausencia o disminución de los fenómenos somáticos correspon- lientes, en presencia de la percepción subjetiva de la excitación sexual. a disfunción excitatoria puede ser primaria, cuando la mujer nunca la logrado excitarse, o secundaria, cuando ello ha sucedido previamen- e. Como es de esperar, esta disfunción se acompaña generalmente le disfunción orgásmical I . 6.2. Disfunción de la fase orgásmica (1.5.c.f.).—Como la eyacula- ión no tiene un equivalente fisiológico femenino, y como las contrac- iones de la musculatura perineal en el momento del orgasmo son ontingentes, no se puede hablar de disfunción de la fase orgásmica emenina en el plano periférico, sino únicamente de disfunción orgásmi- a propiamente dicha (en el plano central o síquico). Ella consiste en a ausencia habitual del orgasmo, a pesar de que la mujer llega a la 'ase excitatoria y continúa siendo estimulada táctilmente. Puede ser ambién primaria o secundaria, en las mismas condiciones de la disfun- ión excitatoria. Causas.—Probablemente, la etiología d•las disfunciones excitato- ia y orgásmica femeninas puede ser síquica, somática o mixta, pero obre las causas orgánicas no se conoce prácticamente nada, aunque, ›or analogía, es de suponer que aquellas que actúan en los hombres, :n algunos casos también puedan afectar a las mujeres. No obstante, )arece que la etiología orgánica es mucho menos importante en estas lisfunciones femeninas que los factores síquicos, o mejor sicosociales, !t'e se indican a continuación: a) En primer lugar, el factor sicosocial que está detrás de la gran nayoría de ellas, sean verdaderas o falsas, es el condicionamiento cultu- al erotófobo de las mujeres, que las ha forzado a inhibir o distorsionar u capacidad natural de reacción sexual, con el fin de mantener lo lue la sociedad ha considerado como la conducta "apropiada" de la nujer "decente". En otras palabras, la idea propugnada por la moral radicional, según la cual la función erótica es pecaminosa y "animal", la ejercido la más nefasta influencia sobre el sexo femenino, que ha :stado completamente indefenso ante ella, a diferencia del hombre, iue ha podido cotrarrestarla gracias a la ideología machista sexual que e le ha inculcado específicamente. Dicho condicionamiento erotófobo —que, aunque produce efecto en el momento mismo de la actividad exual, tiene origen más o menos remoto, puesto que el adoctrinamiento II Según KAPLAN, hay casos en los cuales la mujer no se excita (y, por lo tanto, lo produce lubricación vaginal), pero obtiene el orgasmo por estimulación directa vigorosa del clítoris (orgasmo "en seco"). DISFUNCIONES SEXUALES 243 antisexual comienza en la niñez— impide que, mediante la exploración autoerótica previa, la mujer desarrolle los mecanismos adecuados de retroacción positiva que intervienen en la fisiología de la respuesta sexual. b) De la situación anterior resulta que, en el momento del acto sexual, la mujer ignora su propia fisiología; es decir, desconoce que su zona erógena primaria de fácil acceso es la clitorídea, y que ella debe ser aprovechada. Esta ignorancia es reforzada por la que muestra el hombre al respecto, el cual, no tanto por puritanismo cuanto por machismo, piensa que el coito —que le sirve a él perfectamente para lograr la satisfacción orgásmica— debe ser igualmente efectivo en la mujer. Incluso cuando la mujer y el varón conocen por experiencia la facilidad de reacción femenina a la estimulación clitorídea, la creencia de que el acto sexual "natural" es el procreador, y que cualquier otra forma de actividad erótica es "materialista" e impropia de la mujer, hace que esta rechace las caricias eficaces que pueda hacerle el hombre; y si no las rechaza conscientemente, la ansiedad generada por el senti- miento de culpabilidad bloquea la percepción de ellas. e) La socialización sexual de la mujer en nuestra cultura —basada en el romanticismo alienante y en el aprendizaje del maternalismo— ha hecho que su respuesta erótica dependa mucho de la presencia de senti- mientos de ternura, intimidad, afecto, seguridad y confianza'2. Por con- siguiente, las malas relaciones emocionales de la mujer con la pareja, o sea, la incapacidad de identificarse con el compañero sexual o la pérdida del afecto o la hostilidad consciente o inconsciente hacia él desempeñan un papel fundamental en la aparición de las disfunciones secundarias. d) Una serie de factores misceláneos que pueden causar disfuncio- nes verdaderas en algunas mujeres son: el temor consciente o inconscien- te a las consecuencias orgánicas del coito, como el dolor y el embarazo. El comportamiento torpe y brutal del hombre durante el primer coito, que puede crear temor inhibitorio de los actos sexuales ulteriores. El falso concepto de pudor, que impide que la mujer comunique a la pareja sus preferencias sexuales y la mejor manera de satisfacerlas. Además, es posible que algunas experiencias sexuales traumáticas de épocas pasadas, incluso de la niñez, tengan como secuelas la inhibición consciente o inconsciente de la percepción del placer erótico. Hay que señalar también las malas condiciones ambientales, que no facilitan la privanza necesaria para el disfrute del placer sexual. Incidencia.—Los datos de KINSEY, retabulados por GEBHARD y JOHNSON, muestran que, en la población general, alrededor del 13% 12 FROMM dice que el temor de ser abandonada es un rasgo caracterológico que diferencia a la mujer del hombre.
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    Z44 PROBLEMAS SEXUALESDISFUNCIONES SEXUALES ,245 de las mujeres en primeras nupcias nunca habían obtenido el orgasmo durante el coito, y cerca del 28% de ellas apenas lo habían logrado tl 30% de las veces o menos. FRANK y colaboradoras encontraron que casi la mitad de las mujeres casadas que estudiaron presentaban disfun- ción excitatoria y dificultad para llegar al orgasmo, mientras que 15% de ellas dijeron tener disfunción orgásmica primaria. MASTERS y JOHN- SON hallaron que, en la primera serie de mujeres tratadas por ellos, 43% sufrían de disfunción orgásmica primaria y 33% de disfunción secundaria; en el grupo de mujeres tratadas entre 1971 y 1977, estos autores encontraron una incidencia de disfunción orgásmica (sin dife- renciar entre primaria y secundaria) de 73%. En el estudio de LEMAIRE- VOYRON y VOYRON, la disfunción excitatoria correspondió al 57% de los casos y la orgásmica al 32%. ERAZO y LARA realizaron una encues- :a entre las usuarias de un servicio de consulta ginecológica en Popayán, Colombia, y encontraron que 50% sufrían de "frigidez absoluta" y 33% de "frigidez relativa"; en esta investigación se halló también que la "frigidez" se relacionaba inversamente con el nivel económico-cultural y con la capacidad de comunicación sexual verbal entre los miembros de la pareja, y directamente con la infidelidad del esposo. En la subsec- :ion 4.1. del capítulo vi se suministran otros datos sobre la incidencia de la disfunción orgásmica coital. 7. TRATAMIENTO DE LAS DISFUNCIONES SEXUALES Hasta hace algunos años, el tratamiento de las disfunciones sexua- les no orgánicas era exclusivamente siquiátrico o sicoanalítico, extrema- damente prolongado y costoso, y de muy pobres resultados. La situación cambió con la aparición del nuevo método terapéutico propugnado por MASTERS y JOHNSON, y refinado por otros terapeutas, como KA- PLAN y LoPiccoLo. Ya que el método de los dos primeros sigue siendo la base de la llamada "nueva terapia sexual", a continuación lo describi- remos someramente. 7.1. Terapia de Masters y Johnson.—Es un método ultrarrápido (dos semanas), cuyos principios generales se aplican a todas las disfunciones sexuales. Ellos son los siguientes: a) las causas fundamentales de gran parte de estos problemas no se encuentran en las enfermedades mentales u orgánicas, sino en la influencia negativa de factores socioculturales y en la ignorancia de la fisiología sexual; b) quien verdaderamente está afectado por el problema no es el individuo aislado, sino la pareja sexual13. 13 Por consiguiente, en el caso de una persona sin pareja sexual, ella debe buscar un "cónyuge substituto". El tratamiento en sí consiste en: a) Un proceso educativo de la pareja, destinado a explicar o acla- rar: 1) que la función sexual es un proceso natural; 2) que es imposible lograr el orgasmo si él se busca como finalidad obligatoria; 3) que la sexualidad es un componente de la personalidad, expresado en toda actividad humana; 4) que la función sexual se cumple mediante activi- dades específicas (masturbación, coito, manipulación de los genitales de la pareja, etc.); 5) el papel esencial desempeñado por el temor del fracaso en la creación del problema; 6) los mitos, conceptos erróneos y prejuicios sexuales de los miembros de la pareja; 7) que las preferen- cias sexuales de los miembros de la pareja pueden diferir, porque se trata de distintas personalidades, con actitudes diferentes y, a menudo, de diversos orígenes sociales, étnicos y religiosos; 8) que los miembros de la pareja deben identificar, por esfuerzo mutuo, los hábitos y prefe- rencias sexuales de cada uno; 9) que el papel de los coterapeutas consiste en facilitar el desarrollo gradual de la interacción sexual placentera en la pareja, mediante ejercicios de focalización comprendidos y acep- tados por ella; 10) que la capacitación sexual resulta de estos ejercicios, y no de las actividades que buscan una finalidad obligatoria; 11) que los errores cometidos por la pareja durante el tratamiento son general- mente más útiles que los éxitos logrados; 12) que el tratamiento está dirigido a la pareja como tal, no a sus miembros individuales. b) Una serie de ejercicios progresivos de focalización sensorial, realizados en la intimidad, que permiten a la pareja aprender a conocer y aprovechar las posibilidades eróticas del cuerpo humano, y a reducir a sus justas proporciones la excesiva importancia que se les da a las reacciones fisiológicas genitales. Con este propósito, se prohíbe todo intento de coito hasta nueva orden, y la pareja debe limitarse a realizar los ejercicios específicos que ordenen los coterapeutas, sin tratar de adelantarse a las instrucciones. c) La intervención de una pareja de coterapeutas (hombre y mu- jer), con el fin de que cada coterapeuta sirva de "amigo que infunde confianza" al copaciente del mismo sexo, el cual no se sentirá así teme- roso de una "alianza" entre la pareja y un terapeuta del mismo sexo de esta. Más especificamente, en el caso de la disfunción erectiva, el trata- miento busca neutralizar los factores causantes de la ansiedad sexual. Con este fin —dentro del contexto terapéutico enunciado arriba—, los coterapeutas liberan formalmente al varón de la "obligación" de tener una erección y preocuparse por ella mientras está con la mujer, al mismo tiempo que le asignan a esta la responsabilidad de crear las condiciones favorables para que la erección se produzca naturalmente.
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    246 PROBLEMAS SEXUALESDISFUNCIONES SEXUALES 247 Los datos de MASTERS y JOHNSON muestran un 80% de éxitos en el tratamiento de la disfunción erectiva primaria, y 85% en el de la se- cundaria. En el caso de las disfunciones excitatoria y orgásmica femeninas, el tratamiento consiste, por una parte, en el proceso educativo esbozado atrás, con énfasis en la destrucción de los mitos y prejuicios sexuales que la cultura ha inculcado en la mujer; por la otra, en la prescripción de ejercicios progresivos de sensibilización, para que la mujer se sienta liberada de la búsqueda obligatoria del orgasmo, y se relaje lo suficiente para que pueda captar las sensaciones placenteras producidas por las caricias del compañero sexual. Además, es preciso hacer comprender a la pareja que el coito no es la forma más eficaz para que la mujer obtenga el orgasmo. Las tareas prescritas descargan en el hombre la responsabilidad de estimular a la mujer, atendiendo sus indicaciones. MASTERS y JOHNSON dan un total global de éxitos de 72%, en el trata- miento de estas disfunciones. En cuanto al tratamiento de la hipolibido, causas como la depresión o el estrés son de relativamente fácil neutralización. Pero ello es muy difícil en el caso de otras, como el efecto COOL1DGE. A pesar de que en sus más recientes estudios MASTERS y JOHNSON obtuvieron un 92% de éxitos en el tratamiento de este problema, la mayoría de los terapeutas son más bien pesimistas, sobre todo con respecto a los resultados a largo plazo. 7.2. Modificaciones de la terapia de Masters y Johnson .—Este mo- delo terapéutico ha sido modificado por diversos terapeutas, pero los fundamentos son los mismos. Las siguientes son las principales modifi- caciones: a) Aunque es lo ideal, emplear la pareja de coterapeutas no es indispensable; en la generalidad de los casos, un solo terapeuta puede actuar satisfactoriamente. b) El período de tratamiento de dos semanas puede extenderse a varias, viendo a la pareja una vez a la semana; otra modalidad lo reduce a unos pocos días. c) No es necesario seguir la secuencia estricta de los ejercicios de focalización, sino que se puede prescindir de algunos o alterar su orden. d) El tratamiento puede aplicarse a grupos de parejas. 7.3. Eficacia de la nueva terapia sexual.—La nueva terapia sexual fue acogida con gran entusiasmo, pues las estadísticas de MASTERS y JOHNSON indicaban una gran eficacia, con seguimientos hasta de cinco años y en consultantes —muy seleccionados, eso sí— la mayor parte de los cuales habían recibido sicoterapia previa para el problema de consulta, durante un mínimo de seis meses. Sin embargo, con el paso del tiempo, el entusiasmo inicial se ha morigerado debido a que: a) Se han identificado disfunciones, como la hipolibido, que no fueron consideradas originalmente por MASTERS y JOHNSJN, y que res- ponden poco favorablemente al tratamiento. b) Con la utilización de nuevos métodos diagnósticos, ha aumenta- do la proporción de casos (sobre todo de disfunción erectiva) de etiolo- gía exclusiva o predominantemente orgánica y de difícil tratamiento. c) Los resultados terapéuticos a largo plazo no parecen ser tan satisfactorios como se esperaba. LoPiccow señala que la literatura sobre terapia sexual consiste esencialmente en estudios de caso único, demostraciones de efectos terapéuticos incontrolados o mal controlados y estudios clínicos confu- sos. Las intervenciones terapéuticas descritas son generalmente de "am- plio espectro", o sea, combinaciones de diferentes procedimientos, entre los cuales no se pueden distinguir los "ingredientes activos" de los "excipientes". Además, los criterios de mejoría son subjetivos, o están basados en diferencias estadísticamente significativas, que no lo son clínicamente. El control de la eficacia de la terapia sexual es crucial, ya que aproximadamente la tercera parte de los consultantes pueden mejorar sin necesidad de tratamiento formal, es decir, espontáneamente. En conclusión, la eficacia real de la nueva terapia de las disfuncio- nes sexuales no se ha establecido, y para lograrlo se requieren los esfuer- zos sistemáticos y coordinados de los investigadores clínicos.
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    PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES2,4Y CAPÍTULO XIX PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES Damos el nombre de problema sexual paradisfuncional a aquel que se caracteriza por la presencia de un fenómeno extraño a la función erótica en sí, que impide o disturba su ejercicio por parte de un miembro de la pareja sexual, especialmente durante el coito vaginal. 1. ORGASMO PREMATURO (2.1.) Puede ser masculino o femenino. 1.1. Orgasmo prematuro masculino (2.1.m.).—Otro nombre que se le da es eyaculación prematura. Consiste en que la latencia orgásmica es subjetivamente más corta de lo que el hombre deseara'. El proble- ma resulta no solo de que el varón no puede prolongar el placer sexual, sino también de que, al perder la erección como consecuencia del orgas- mo, el coito se interrumpe antes de que la mujer haya alcanzado el clímax sexual —supuesto que su zona erógena vaginal estuviera siendo estimulada por el pene—, ya que la latencia orgásmica femenina parece ser más larga que la masculina. KINSEY sostiene que este fenómeno no es anormal, sino que es un rasgo compartido por el hombre con muchos otros animales. Desde el punto de vista puramente reproductor (animal), KINSEY puede estar en lo cierto; pero desde el punto de vista erótico (humano), el orgasmo prematuro es un problema real para mu- chos varones. Además, en una variante de él, que se presenta antes de hacer la introducción del pene (eiaculatio ad portas o ante portas), la disfunción reproductora (y erótica) es evidente. Por lo tanto, es más plausible la opinión de HONG, según la cual la eyaculación prematura era originalmente adaptativa, pero luego se hizo disfuncional. MASTERS y JOHNSON definen la eyaculación prematura corno la incapacidad de satisfacer a la pareja en más del 500.o de los coitos. Tal definición es claramente inapropiada, pues si. por ejemplo, la mujer tiene una latencia orgasmíca coital de 15 minutos, mientras que la del varón es de 10 minutos (lapso muy honorable). este sería "eyaculador prematuro" en el 1000-13 de las oportunidades con dicha mujer. lo cual es absurdo. Causas. No están claras, pero es probable que en la mayoría de los casos entren en juego, aislada o combinadamente, dos factores principales: a) Por una parte, un gran desequilibrio entre la intensidad del estímulo sexual y el umbral de respuesta orgásmica; es decir, las perso- nas reaccionan con diferente rapidez a los diversos estímulos eróticos, según sean percibidos con mayor o menor intensidad. b) El segundo factor es la incapacidad del varón para distinguir las sensaciones premonitoras de la eyaculación, que se sienten en la fase de emisión, por lo cual no puede detener la estimulación y retardar así la producción del reflejo. En algunos casos, trastornos neurológicos o genitales pueden producir eyaculación prematura. Incidencia. El orgasmo prematuro y la disfunción erectiva cons- tituyen la mayor parte de los problemas sexuales masculinos más graves. FRANK y colaboradoras encontraron que 36% de los varones casados la sufrían. MASTERS y JOHNSON hallaron una incidencia de 41% entre los primeros hombres que les consultaron, y de 38% entre los tratados de 1971 a 1977. Por su parte, LEMAIRE-VOYRON y VOYRON dan una incidencia de 35%. Tratamiento. Empleando el método de SEMANS, modificado por MASTERS y JOHNSON, se obtienen resultados satisfactorios en la casi totalidad de los casos, al menos a corto o mediano plazo. Este método consiste esencialmente en una masturbación repetida que efectúa la mujer al hombre; la estimulación continúa hasta el momento de la emi- sión, cuando el hombre siente que la eyaculación es inminente, y enton- ces hace una señal convenida a la mujer, para que suspenda la estimula- ción y comprima fuertemente el pene, con lo cual se produce un bloqueo mecánico de la eyaculación. LOPICCOLO y ZILBERGELD han mostrado que el tratamiento puede ser llevado a cabo eficazmente por el hombre mismo. 1.2. Orgasmo prematuro femenino (2.1.f.).—Es un raro problema. Consiste en que la latencia orgásmica es subjetivamente muy corta, y luego del orgasmo la mujer parece entrar en una especie de "período refractario". Nada se sabe sobre su etiología y tratamiento. 2. VACIINISMO (1.2.) El vaginismo es un espasmo involuntario y persistente de la muscu- latura perivaginal, especialmente los elevadores del ano, que ocurre cuando se hace un intento de penetración vaginal; la mujer que lo sufre habitualmente desarrolla una fobia al coito secundaria. El proble-
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    ma puede asociarsea las disfunciones excitatoria y orgásmica femeni- nas, o presentarse en una mujer que obtenga el orgasmo por estimula- ción clitorídea. La persona con vaginismo usualmente se halla en el dilema de desear la mejoría del problema, al mismo tiempo que el com- ponente fóbico le hace sentir temor de obtenerla; no es raro, entonces, que prefiera evitar todo contacto sexual. Causas. La causa inmediata y específica del vaginismo es la aso- ciación de un estímulo negativo (temor o dolor), real o imaginario, consciente o inconsciente con el coito. Factores causativos inmediatos y conscientes son la dispareunia y el comportamiento brutal del hombre durante el coito; los más remotos y más o menos inconscientes pueden ser la ignorancia sexual, la erotofobia, el temor al embarazo y la tenden- cia homosexual. Incidencia. MASTERS y JOHNSON encontraron una incidencia de 8% en la primera serie de problemas sexuales femeninos tratados por ellos; en los casos estudiados entre 1971 y 1977, la proporción fue de 10%. LEMAIRE-VOYRON y VOYRON hallaron un 4% de incidencia. Tratamiento. Es muy eficaz y se basa en la desensibilización a la causa del problema. 3. DISPAREUNIA (2.3.) La dispareunia es el dolor experimentado generalmente por la mu- jer (2.3.f.), y en ocasiones por el hombre (2.3.m.), durante el coito. Puede ser somática (la gran mayoría de los casos) o síquica, y el diagnós- tico de esta última se hace por exclusión. En la dispareunia somática, la localización (vulvar, vaginal, pelviana) del dolor ayuda a identificar la causa; en la síquica, el dolor es pelviano con frecuencia. De acuerdo con FINK, las causas principales de la dispareunia síquica son la ansie- dad de cualquier origen y la hostilidad inconsciente hacia la pareja sexual; una causa frecuente de dispareunia somática vaginal es la ausen- cia o deficiencia de lubricación. El tratamiento de la dispareunia somáti- ca es relativamente más fácil que el de la síquica. 4. AVERSIÓN SEXUAL (2.4.) La aversión sexual ha sido descrita con más frecuencia entre las mujeres (2.4.f.) que entre los hombres (2.4.m.). Consiste en una ansie- dad irracional y abrumadora, de características fóbicas, ante el solo pensamiento del contacto sexual. Las causas pueden ser las mismas de la disfunción apetitiva por defecto. MASTERS y JOHNSON encontra- ron este problema en el 1607o de las mujeres y el 5% de los hombres tratados por ellos entre 1971 y 1977. El tratamiento se basa en la desensi- bilización a la causa de la ansiedad. ZMi PROBLEMAS SEXUALES PROBLEMAS SEXUALES PARADISFUNCIONALES 251
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    CAPÍTULO XX OTROS PROBLEMASSEXUALES 1. HOMOSEXUALIDAD •GODISTONICA (3.1.) El término homosexualidad egodistónical se aplica a la situación de un individuo de orientación homosexual preferente o exclusiva, que manifiesta explícitamente que este estado sexual es indeseado y le causa aflicción permanente. Como ya dijimos, el origen del problema se encuentra en las actitudes antihomosexuales de la sociedad, que son interiorizadas por la persona; en algunos casos, contribuye al problema el deseo de tener hijos y establecer una familia. Es muy dudoso que una proporción apreciable de homosexuales egodistónicos puedan ser reorientados heterosexualmente con los métodos terapéuticos actuales. En estos casos, lo más razonable es ayudar a hacer egosintónica la orientación homosexual. 2. TRANSEXUALISMO (3.2.) El estado sexual del ser humano, o sea, la capacidad corporal y mental que le permite sentirse, comportarse y aparecer ante los demás como hombre o mujer, resulta del desenvolvimiento armónico en el individuo de diversos y complejos procesos somáticos y sicológicos, que llevan a la organización de los sexos morfológico y sicológico. Aunque normalmente la diferenciación sicosexual concuerda con la so- matosexual, en el transexualismo o disforia genérica no ocurre así. El transexual es una persona cuyo sexo sicológico es opuesto al fenotípi- co y al genotipico; como tiene la convicción de que su sexo morfológico es un error de la naturaleza, busca de manera obsesiva adaptarlo a I Algunos activistas homosexuales sostienen que esta categoría no es sino una versión remozada de la antigua homosexualidad "patológica". Dicha opinión es irrazo- nable, pues niega la evidencia de que hay homosexuales que consultan porque su estado sexual es efectivamente egodistónico. En cuanto a la objeción de otros. según la cual nunca se habla de heterosexualidad "egodistónica". ello se debe a que, hasta el momen- to, nadie ha consultado por ese problema (teóricamente posible): cuando ello ocurra. será entonces categorizado como tal, la identidad genérica. Estos individuos se sienten desgraciados desempe- ñando el papel que los padres y la sociedad les adjudicaron, con base en la simple apariencia corporal. Siempre que les es posible, se visten con ropas del otro sexo fenotípico, y se comportan en concordan- cia con este. A pesar de que el objeto sexual deseado es del mismo sexo morfológico, los verdaderos transexuales no son ni se sienten ho- mosexuales, porque actúan de acuerdo con su funcionamiento sicológi- co; tampoco son sicóticos, porque su convicción no es una idea delirante. El problema se presenta en hombres (transexuales MF) y mujeres (tran- sexuales FM) fenotípicos, pero es mucho más frecuente en los prime- ros. Los afectados sienten repulsión por los signos más visibles de su "falsa" sexualidad, el pene en los transexuales MF y las mamas en las transexuales FM, y no ven la hora de librarse de estos estigmas. Al no poder obtener la satisfacción de su anhelo de transformación corporal, pueden, aquí sí; sicotizarse y llegar hasta la automutilación y el suicidio. Las causas del transexualismo no están claras. Como en el caso de la orientación homosexual, es probable que él resulte de la interac- ción, en proporciones variables, de factores ambientales —sobre todo durante el período crítico infantil de la formación de la identidad gené- rica— con factores biológicos. Algunos de dichos factores pueden ser comunes al transexualismo, la homosexualidad y el transvestismo, por lo cual hay situaciones en las cuales las fronteras son borrosas. La menor proporción de transexuales FM podría explicarse en parte porque el niño es más vulnerable que la niña durante la diferenciación sicose- xual, ya que tiene que evitar identificarse con el modelo femenino repre- sentado por la madre, con quien interactúa mucho más que con el padre. Las autoridades judiciales y de policía habitualmente confunden los estados transexual, transvestista y homosexual, y las personas que los presentan están sujetas al mismo hostigamiento, sin base legal algu- na, por lo demás. Un problema adicional del transexual en sus activida- des de la vida cotidiana es su sexo legal. En Colombia, él es resuelto por decisión de un juez civil, quien, basado en una certificación médica de "cambio de sexo", ordena el cambio del nombre (y a veces del sexo) del solicitante en el registro civil de nacimiento; con base en este cambio, el registrador del estado civil modifica, a su vez, la cédula de ciudadanía. 3. PARAFILIAS (3.3) 3.1. Introducción.—La parafilia es un estado sicosexual que se caracteriza porque el individuo que lo presenta solo logra la excitación OTROS PROBLEMAS SEXUALES 253
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    OTROS PROBLEMAS SEXUALES255254 PROBLEMAS SEXUALES erótica mediante fantasías o actos desusados o extravagantes, los cuales tienden a ser involuntariamente iterativos y generalmente comprenden: a) la preferencia por objetos sexuales no humanos o humanos prepúbe- res; b) la actividad sexual con humanos que implique sufrimiento o humillación, reales o simulados; c) la actividad sexual con una pareja renuente. Como las fantasías parafílicas son necesarias para que ocu- rran la excitación sexual y el orgasmo, ellas deben estar presentes duran- te el coito o la masturbación, si no son puestas en ejecución durante el acto mismo. Sin embargo, es preciso tener en cuenta que prácticamen- te toda persona normal puede imaginar situaciones eróticas extrañas o atípicas, que son simplemente muestras de la polifacética capacidad imaginativa humana. Además, la gran mayoría de las parafilias son relativamente inofensivas, por lo cual la intervención terapéutica es aceptable únicamente en el caso de que causen problemas a los indivi- duos involucrados; igualmente, la acción legal solo se justifica cuando ellas son lesivas para otras personas. La etiología de las parafilias no se conoce, pero lo más probable es que resulten de la interacción de diversos factores biológicos y am- bientales. Según KINSEY, las experiencias más tempranas, más intensas o más recientes son las que ejercen mayor influencia en la conducta sexual del individuo; factores circunstanciales determinarían cuáles de estos antecedentes tienen efecto predominante. Es posible que las expe- riencias vividas por las personas en las dos épocas más importantes para su diferenciación y desarrollo sexuales, que son la primera infancia —durante la cual se adquiere la identidad genérica infantil— y la puber- tad —durante la cual se alcanza la conciencia plena del erotismo—, tengan que ver con la aparición de las parafilias, mediante mecanismos parecidos a laimpronta (Pragung, imprinting)que se observa en algunas aves. Según MCGUIRE y colaboradores, el sentimiento, justificado o no, de que no pueden funcionar heterosexualmente en forma normal se observa en gran parte de los parafílicos; también creen estos autores que el aprendizaje de la parafilia sucede luego de que ha ocurrido la experiencia condicionante, gracias a su recuerdo y utilización durante la actividad masturbatoria. SCHWARTZ y MASTERS consideran que la parafilia es un problema relacional, una forma inapropiada de reaccio- nar al estrés resultante de la incapacidad de lograr intimidad en las relaciones eróticas adultas. Por otra parte, es posible que ciertas consti- tuciones biológicas predispongan a la aparición de la parafilia; al respec- to, BERLIN y colaboradores encontraron una elevada proporción de anomalías genéticas, hormonales y neurológicas en un grupo de parafíli- cos que estudiaron. Una característica de las parafilias es que son predominante o exclu- sivamente masculinas. MONEY y EHRHARDT opinan que hay mayores probabilidades de que ocurran "errores" en el proceso de diferenciación sexual masculina, por ser ella más compleja que la femenina. ULLERSTAM hace una vigorosa defensa .de los parafílicos inofensi- vos. Según él, es preciso convencerse de que dichas personas tienen necesidades eróticas similares a las de los no parafílicos, y solo circuns- tancias especiales de su diferenciación sicosexual hicieron que la satis- facción de dichas necesidades se ligara a estímulos particulares. Pretender despojarlos de su derecho al placer sexual, mediante condenas morales, sociales o legales, no es sino una demostración de la intolerancia de muchos seres humanos. 3.2. Paidofilia.—Sexológicamente hablando, la paidofilia es la ima- ginación de fantasías o la práctica de actos hetero u homosexuales, en forma exclusiva o preferente, por parte de una persona que ha com- pletado su maduración sexual, con un individuo prepúber. Hay que distinguirla del concepto legal de paidofilia (abuso o "corrupción" de menores), que se basa en una edad arbitraria que debe haber cumpli- do una persona para que otra pueda realizar prácticas eróticas con ella2. Es el comportamiento sexual visto con mayor horror por nuestra sociedad, lo cual es debido, por supuesto, al significado "corruptor" (nocivo) que usualmente sedes adjudica a las actividades sexuales con finalidad placentera. La realidad es que los seres humanos llegan a la madurez sexual varios años antes de que las leyes y costumbres sociales lo reconozcan; además, no parece que existan fundamentos biológicos para considerar anormales las actividades sexuales entre individuos adultos e inmadu- ros, pues ellas son frecuentes en los mamíferos inferiores y en algunas culturas. Su rechazo en la civilización occidental es relativamente recien- te; hasta el siglo XVIII, la existencia de la sexualidad en adolescentes y preadolescentes era ampliamente aceptada en la sociedad europea, como lo indican los relatos literarios y la temprana edad de los matrimo- nios, lo mismo que la libertad con que eran tratados los temas sexuales frente a los niños, los cuales eran considerados prácticamente como pequeños adultos3. Por otra parte, hay datos experimentales que indi- can que los hombres "normales" reaccionan sexualmente en forma 2 En Colombia, la edad legal de consentimiento sexual son los 14 años (C. P., arts. 303 y 305). 3 Hasta el siglo pasado, la edad legal de consentimiento sexual en muchas legisla- ciones anglosajonas eran los 10 años, y en el estado norteamericano de Delaware eran los 7 años hasta 1895.
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    256 PROBLEMAS SEXUALESOTROS PROBLEMAS SEXUALES 257 clara ante imágenes de niñas adolescentes y preadolescentes, lo cual da apoyo a la hipótesis de que algunos actos paidófilos ocurren faute de mieux o por razones oportunistas, y no por orientación preferencial. Hay paidófilos entre los individuos de todas las edades. En la mayoría de los casos, ellos son parientes o conocidos de los niños o niñas que les sirven de objetos sexuales, pero en ocasiones son ancianos tímidos, faltos de afecto o satisfacción erótica, que ven a los niños más abordables que los adultos. Comúnmente limitan sus actividades a caricias y exhibiciones, y rara vez emplean la fuerza. A veces se encuen- tra que el paidófilo ha sido incitado y aceptado por la niña o niño, o que ha sido engañado en cuanto a la edad. Dejando de lado las concepciones puramente místicas y emociona- les, y los meros argumentos de autoridad, sin respaldo experimental aceptable, ¿qué se puede decir sobre los contactos sexuales entre niños y adultos? A pesar de las dificultades éticas y legales para investigarlos fuera de contextos claramente socio o sicopatológicos, existe consenso entre los sexólogos (con excepción de unos pocos extremistas, que de ningún modo son representativos) sobre que dichos actos son inacepta- bles. Pero no porque esté comprobado que los niños sufran indefectible- mente consecuencias nocivas, sino porque ellos no pueden efectuar el acto sexual con pleno conocimiento y voluntad, ya que carecen de la madurez sicológica necesaria (a lo cual se agrega la inmadurez orgánica); en otras palabras, es casi inevitable que en la relación sexual entre adulto y niño haya manipulación y explotación de este por aquel, sobre todo dentro de la organización jerárquica familiar, en donde el niño está forzosamente subordinado física y síquicamente al adulto. En cierta forma, la actividad sexual entre el adulto y el niño puede asimilarse a una discusión filosófica o literaria entre los mismos: no es que ella sea "corruptora"; simplemente no es funcional ni fructífera. La gravedad de las secuelas sicológicas que sufren los niños que han tenido contactos sexuales con adultos parece depender más de las situaciones de violencia o coacción concomitantes y de las actitudes antisexuales de la familia y la sociedad, que de los actos en sí. Los datos del estudio de KINSEY indican que aproximadamente una cuarta parte de las mujeres habían tenido en su niñez algún encuentro sexual, principalmente de tipo exhibicionista, con hombres adultos. Por su parte, FINKELHOR encontró una incidencia de 19% entre las universita- rias que investigó, y de 9% entre los universitarios; además, identificó tres factores familiares que facilitaron los abusos: ausencia o distancia- miento del padre, opresión de los niños y actitudes sexuales represivas4. Véase la subsección I.3.c. del capítulo viii. El Código Penal colombiano reprime la paidofilia en los arts. 303 y 305. 3.3. Sadismo y masoquismo sexualess—Son parafilias muy rela- cionadas, razón por la cual las consideraremos conjuntamente. El pri- mero, llamado también algolagnia activa, consiste en la imposición de sufrimiento físico o mental a la pareja sexual, con el fin de lograr la excitación erótica. El segundo, llamado también algolagnia pasiva, consiste en la obtención de excitación sexual por parte del sujeto, me- diante su propio sufrimiento físico o mental. El objeto sexual de los sádicos y masoquistas puede ser homo o heterotípico. Los antecedentes filogénicos de la algolagnia y sus manifestaciones en diversas sociedades han sido señalados por distintos autores. La estimulación sexual dolorosa es una magnificación de las tendencias presentes en los seres humanos, algunas de cuyas culturas se han caracte- rizado por una sorprendente cantidad de comportamientos crueles, eró- ticos-o no. El origen biológico de estas conductas podría hallarse en el cortejo y acoplamiento de muchas especies animales; para H. n'As, los mordiscos durante el coito, frecuentes entre los humanos6, no son sino el reflejo de comportamientos similares de los mamíferos inferio- res. KINSEY señala que algunos de los elementos constitutivos del sín- drome sexual7 se encuentran también presentes en las situaciones de cólera y, menos claramente, en las de miedo. Las bases biológicas de las relaciones entre dichas emociones han sido reveladas por los estudios de MACLEAN, que muestran la contigüidad topográfica de las áreas cerebrales que las regulan. El sadismo va desde las formas más leves, como los mordiscos y otras acciones bruscas durante el acto sexual, sin mayor importancia, hasta los casos de gran sadismo, famosos en los anales criminológicos (Jack el Destripador, Peter Kürten, el sargento Bertrand, etc.), mani- fiestamente sicopatológicos. Cierto número de violadores son realmente sádicos, pues para excitarse sexualmente necesitan ejercer violencia, aunque la mujer no se resista. El masoquismo presenta variaciones similares a las del sadismo, y a veces lleva a la muerte, voluntaria o involuntaria, del adepto a él. Con frecuencia, las dos formas de 5 Se aplica el calificativos"sexual" a estas parafilias para distinguirlas del sadis- mo y masoquismo no sexuales, en cuyo caso se obtiene placer no erótico infligiendo dolor a otra persona o a sí mismo. 6 KINSEY encontró que una cuarta parte de los hombres y las mujeres experimen- taban excitación sexual definida al ser mordidos, y otra cuarta parte manifestaban alguna excitación. 7 Nombre dado por KINSEY al conjunto de fenómenos fisiológicos que se presen- tan durante el ejercicio de la función erótica.
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    algolagnia se hallanpresentes en el mismo individuo; se habla entonces de sadomasoquismo8. 3.4. Fetichismo.—Consiste en el empleo de objetos inanimados (fetiches) o partes del cuerpo de la pareja sexual, diferentes de los genitales y pechos, con el fin de lograr la excitación sexual. El fetiche es utilizado como estímulo durante la masturbación o el coito. La mayoría de los autores aceptan que el fetiche es un substituto simbólico del objeto heterosexual. Se considera que el fetichismo se origina en la niñez o en la pubertad, por asociación condicionante del fetiche con la excitación sexual. Según EPSTEIN, es posible que haya un mecanismo filogénico de asociación entre ciertos objetos particular- mente llamativos y las carnosidades sexuales de las hembras de algunos primates; este autor observó erecciones en un babuino yen un chimpan- cé ante una bota de caucho, con eyaculación en el último caso. H. n'As ve en el fetichismo una de las manifestaciones del simbolismo erótico. KINSEY dice que el límite entre dicha parafilia y la reacción sicosexual normal del hombre es nebuloso, porque ambas dependen de la asociación condicionante; la frontera solo se hace clara cuando el fetiche es independiente del cuerpo de la pareja. De todos modos, hay un poco de fetichista del vestido en la mayoría de los hombres, como lo indican el atractivo que ejercen ciertas modas femeninas, y el hecho de que, muchas veces, la mujer es más excitante si está semidesnuda que si lo está completamente; además, muchos fetiches son ropas que acentúan los caracteres sexuales cuaternarios femeninos. Por otra parte, parece existir una relación entre el fetichismo y el sadoma- soquismo, a juzgar por la frecuencia con que adquieren carácter de fetiches látigos, botas, tacones altos y puntiagudos, guantes largos, vestidos ceñi- dos y otras modas, que tienden a hacer sentir incómodas y vulnerables a las mujeres. El fetichista del vestido usualmente no se excita con la ropa de la compañera sexual habitual, como si siguiera una regla maso- quista que le hace desechar la satisfacción relativamente fácil de la parafilia. 3.5. Transvestismo.—Consiste en el uso de ropas del otro sexo, con el objeto de obtener excitación sexual. Con el paso del tiempo, esta motivación tiende a desaparecer en muchos transvestistas, quienes continúan sintiendo la necesidad de vestirse con ropas impropias de su sexo para calmar la ansiedad, o simplemente porque sienten satisfac- ción no sexual haciéndolo. 8 Algunos guasones dicen que la pareja sexual ideal es la formada por un sádico y un masoquista. En realidad, no es así, porque el verdadero sádico necesita una "víctima" que sufra, no que sienta placer, y el masoquista requiere una manifestación de brutalidad, no de excitación sexual. El transvestista se distingue del transexual porque en el primero hay congruencia entre los sexos sicológico y fenotípico, y del homose- xual afeminado, porque el objeto sexual de aquel es homotípico; sin embargo, en ciertos casos no es fácil hacer la diferenciación. Al respec- to, BUHRICH y MCCONAOHY distinguen dos tipos de transvestismo: el nuclear y el marginal; este último vendría a ser un estado intermedio entre el primero y el transexualismo. Es posible que muchos transvestistas hayan adquirido este estado debido, al menos parcialmente, al desarrollo de un fetichismo del vesti- do femenino durante la infancia. 3.6. Exhibicionismo.—Consiste en la exposición sorpresiva e itera- tiva de los órganos sexuales ante una o varias personas del otro sexo. El exhibicionista se excita con el acto que realiza o con la reacción de la observadora, pero en ocasiones descarga su tensión masturbándo- se. Como el fetichista, usualmente no se satisface efectuando el acto con la pareja sexual habitual. Muchos autores opinan que uno de los componentes del acto exhi- bicionista es la producción de temor o disgusto en la observadora; es decir, el exhibicionista parece querer afirmar su masculinidad y sentir- se superior. Como es poco probable que el exhibicionista intente tener contacto físico con la mujer, esta parafilia es relativamente inofensiva. No se debe confundir el exhibicionismo con el desnudamiento acci- dental (por ejemplo, el de un borracho), ni con las exhibiciones femeni- nas durante los espectáculos de stríptease. Tampoco con el nudismo, practicado con fines "naturistas"; a este respecto, una de las consecuen- cias del nudismo es precisamente la deserotización de la desnudez. El exhibicionismo es castigado en el art. 44 del decreto 522 de 1971. 3.7. Eseoptofilia.—Consiste en observar reiterada y subrepticia- mente a las personas en situaciones eróticas (en el coito, desnudándose, etc.), con lo cual el escoptófilo logra la excitación sexual y, en muchos casos, se masturba al mismo tiempo9. Prácticamente todos los hombres tienen tendencias escoptófilas, que satisfarían si se presentaran oportunidades adecuadas; por ello la parafilia existe solo cuando el deseo es tan compulsivo que lleva al individuo a asumir riesgos para saciarlo, o si tal conducta es la forma exclusiva o principal de contentamiento sexual. Como el fetichista y el exhibicionista, el escoptófilo no se satisface viendo el desnudamiento de la pareja sexual. 9 Tampoco hay escoptófilos entre los nudistas. 258 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 259
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    OTROS PROBLEMAS SEXUALES261260 PROBLEMAS SEXUALES 3.8. Otras parafilias.—La gerontofilia es la obtención de excita- ción y placer sexuales con personas seniles. La verdadera gerontofilia es muy rara; la falsa, o sea, aquella cuya motivación no es la atracción erótica sino otra, es más frecuente, como lo indican las ocasionales noticias periodísticas sobre matrimonios de hombres jóvenes con ancianas; en estos casos, probablemente el novio anda a caza de la fortuna de la novia, y no en busca de sus hipotéticos encantoslo. La gerontofilia (verdadera o falsa) es más notoria en el hombre que en la mujer, debido a que esta tiende a envejecer en su apariencia física más rápido que aquel. La necrofilia es la obtención de excitación y placer sexuales median- te la contemplación de un cadáver o copulando con él. Hay una necrofi- lia imaginaria, en cuyo caso el objeto sexual es una persona que hace el papel de muerto. Esta parafilia es castigada como irrespeto a cadáve- res por la ley colombiana (C. P., art. 297). Además de las anteriores, son factibles muchas otras parafilias, de tipo fetichista sobre todo. Hemos visto descritas o mencionadas en la literatura las siguientes situaciones exóticas de excitación y placer sexuales: hafelagnia, con tocamientos fugaces a personas desconocidas; osmolagnia, con olores nauseabundos; otalagnia, con narraciones o ruidos eróticos; urolagnia, con la micción o con la orina; coprolagnia, con la defecación o con las heces; vampirismo, con la sangre de las heridas; cleptolagnia, con el robo; pirolagnia, con los incendios; den- dro filia, con los vegetales; pigmalionismo , con las estatuas; y los feti- chismos de las estrábicas, de las desdentadas, de las cojas, de las amputadas, de las moscas copulando, de las gafas, de los tornillos, etc. 3.9. Tratamiento de las para filias.—La meta ha sido una de las siguientes: a) Suprimir el comportamiento parafílico; en la mayoría de estos casos, el terapeuta actúa simplemente como agente de la sociedad, la cual trata de imponer sus normas al parafílico. b) Adaptar el individuo a su parafilia, en cuyo caso el terapeuta actúa en beneficio de aquel, y lo apoya para que haga frente a la estigma- tización social. c) Disminuir la conducta parafílica y modificarla en la dirección "normal", en cuyo caso el terapeuta también actúa en beneficio del parafílico. 10 Otra muestra de la inconsistencia de la doctrina matrimonial católica es el he- cho de que la Iglesia no vacila en bendecir tales uniones, las cuales —no obstante los argumentos casuísticos esgrimidos a su favor— contradicen palmariamente el "fin primario" del matrimonio católico, amén de demostrar que el novio es un parafílico o un bribón, o ambas cosas. Los resultados del tratamiento de estos problemas, mediante los diversos métodos sicoterapéuticos, han sido generalmente muy pobres. La castración "química", con el uso de antiandrógenos (medroxipro- gesterona, acetato de ciproteróna) parece ser bastante efectiva para lograr la supresión del comportamiento parafílico, y es éticamente acep- table si el consultante da su consentimiento; también podría ser una alternativa de la prisión, en el caso de los delincuentes sexuales reinci- dentes, si estos consienten. 4. INCESTO (3.4.) 4.1. Introducción.—Se da el nombre de incesto a toda actividad sexual entre parientes cercanos; el grado de proximidad que lo determina es establecido por las costumbres o leyes de la respectiva sociedad. Es principalmente la reacción cultural negativa al quebrantamiento de la prohibición, y sobre todo el carácter delictivo que ella tiene, lo que hace que la conducta incestuosa sea un problema. Sin embargo, ha habido diferentes actitudes con respecto al incesto, de acuerdo con el grado de parentesco, de una cultura a otra y a lo largo de la historia. Con base en la existencia de matrimonios consanguíneos, se presume que el incesto fue practicado en las casas reales de Egipto, Irán, Hawai, Uganda, el Imperio Incaico, Irlanda, Gabón, Tailandia y Sri Lanka, lo mismo que entre los griegos primitivos y los hebreos del período premosaicol1. En Colombia, el incesto es penalizado en el art. 259 del Código Penal. 4.2. Origen de la aversión al incesto.—Laaversión al incesto dentro de la familia nuclear, que ha estado presente junto con la prohibición, no parece ser "natural" o "instintiva". En primer lugar, porque entre los animales la consanguinidad no es obstáculo para el apareamientol2; en segundo lugar, porque si la aversión fuera de origen biológico, no se explicaría el hecho de que, para que se presente, es necesario que se tenga conciencia del nexo consanguíneo. HAVELLOCK EL.LIS y EDWARD WESTERMARCK propusieron que la aver- sión al incesto resulta esencialmente de la habituación que produce la vida en común desde temprana edad, lo cual extingue el deseo sexual, así como sucede en muchas parejas que llevan casadas largo tiempo (efecto COOLIDOE). Recientemente, esta teoría ha tenido respaldo expe- II Ejemplos de incesto entre los antiguos judíos se encuentran en Génesis, 19:31- 38, 20:12 y 24:3-4. 12 Parece, sin embargo, que en algunos animales la vida en común durante la crianza embota la atracción sexual mutua.
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    rirriental en losestudios de SHEPHER, SPIRO y TALMON, que muestran cómo los miembros de los kibbutzim israelíes, que desde la infancia son educados sin que sean segregados por géneros, espontáneamente evitan los contactos sexuales y los matrimonios entre sí, por no sentir atracción sexual mutua, solo afecto amistoso o fraternal; para explicar este desinterés, SHEPHER propone un mecanismo de impronta nega- tiva, que actuaría antes de los seis años de edad. Por su parte, BIXLER cree que una predisposición genética hace adaptativo el efecto Ews- WESTERMARCK. 4.3. Origen de la prohibición del incesto.—Se han propuesto diver- sas teorías para explicar la prohibición cultural del incesto, ninguna totalmente satisfactoria; el problema se ha complicado porque algunos confunden la prohibición de actividades sexuales entre consanguíneos con la regla de la exogamia13. Las principales teorías son la biológica o genética y las socioculturales. a) La teoría biológica o genética fue propuesta inicialmente por MORGAN y MAINE, y sigue teniendo unos pocos defensores. Según ella, la prohibición se estableció para evitar el aumento de las taras heredita- rias, el cual es favorecido por el incesto. La primera objeción que se puede hacer es que no siempre la consanguinidad ejerce efectos nocivos, prueba de lo cual es lo siguiente: 1) desde hace miles de años se utiliza el apareamiento consanguíneo para mejorar las razas animales; 2) la gran mayoría de las sociedades ágrafas son forzosamente consanguí- neas, y sobreviven razonablemente saludables; 3) estudios realizados en comunidades fuertemente consanguíneas (como los huteristas de Nor- teamérica) las muestran más saludables que los grupos control. En segun- do lugar, aun aceptando que la consanguinidad favorezca más los efectos negativos, ello tampoco explicaría el establecimiento del tabú, porque ciertas culturas desconocen la fisiología de la reproducción, es decir, el papel exacto que desempeñan los padres, y no obstante prohiben el incesto. Además, si la teoría biológica fuera cierta, sería prueba de que todas las sociedades humanas, incluso las más atrasadas científica- mente, han tenido una clarividencia eugenésica que no muestran en otras circunstancias. b) Diversos autores, entre ellos TAYI,OR, DURKHEIM, MALINOWSKI, Fox y LÉV1-STRAUSS, han propuesto teorías socioculturales sobre el ori- gen de la prohibición del incesto, todas las cuales tienen puntos débiles 13 No obstante, en las sociedades primitivas sí pudo existir una razón para rela- cionar el tabú del incesto con la exogamia: una mujer no virgen tendría menor valor y, por lo tanto, menor opción de ser intercambiada en la transacción matrimonial. Pero esto no se podría aplicar al incesto madre/hijo. y fuertes. La mayoría de los sociólogos y socioantropólogos se inclinan a pensar que el tabú se deriva de la regla de la exogamia, o que se estableció como mecanismo de defensa de la estabilidad de la familia nuclear. 4.4. Justificación actual de la prohibición .—Que el tabú del incesto fuera necesario cuando se estableció, es algo plausible; sin embargo, surge el interrogante de si todavía se justifica mantenerlo. Hay dos tipos de argumentos a favor de continuar penalizando este comporta- miento sexual: los morales y los legales. Los primeros se basan simple- mente en la "anormalidad" o "pecaminosidad" del acto, inculcadas por la ideología erotófoba, y presumen que es función de la ley preservar el "orden moral" de la familia y la sociedad. Sobre ellos nada hay que decir, porque escapan a toda discusión científica14. Los segundos son de tres clases: a) La prevención de los posibles efectos nocivos para la descenden- cia. Ya se señaló que esta razón es muy discutible; y aunque fuera plenamente válida, sería suficiente prohibir la procreación entre parien- tes cercanos. b) La protección de la estabilidad de la familia. A este argumento se replica que, en la mayoría de los casos, el incesto no antecede a la desorganización familiar, sino que es su consecuencia; en otras pala- bras, prohibir el incesto con esta finalidad es buscar al ahogado aguas arriba. Es la aplicación de la ley la que muchas veces acaba de desinte- grar la estructura familiar, que todavía estaba externa y económicamen- te intacta a pesar de la situación incestuosa; es decir, el proceso y la condena de los participantes pueden producir más daños sicológicos y económicos que el acto incestuoso per se. Además, incluso aceptando que el incesto lleve a la desorganización de la familia, tal problema no se presentaría en el caso de relaciones sexuales entre hermanos adul- tos que hubieran abandonado el hogar. c) La protección de los menores de la familia de los designios sexuales abusivos de los adultos. Se contesta que para tal fin no se requieren disposiciones adicionales a las ya existentes (C. P., arts. 298 a 306). 4.5. Incesto y sicopatología.—Quienes profesan la medicina sicoló- gica tradicional, sobre todo los de orientación sicoanalítica, han sosteni- h4 No obstante, hay que recordar que el relato judeocristiano del origen del hom- bre (Génesis, 1:27-28, 2:7, 2:21-22) forzosamente lleva a la conclusión de que la especie humana procede del incesto primigenio de Adán y Eva con sus descendientes, o de estos entre sí. 262 PROBLEMAS SEXUALES OTROS PROBLEMAS SEXUALES 263
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    264 PROBLEMAS SEXUALESOTROS PROBLEMAS SEXUALES 265 do que el incesto es de por sí manifestación de un grave trastorno síquico, en uno de los participantes o en ambos. Los estudios al respecto no confirman esta presunción. El "delito" es cometido tanto por indivi- duos mentalmente sanos como por enfermos; en el primer caso, puede ser una conducta moral y socialmente aceptable en ciertas "subcultu- ras" , o presentarse en personas de fuerte libido y pocas inhibiciones morales, o ignorantes de la existencia de la prohibición. El incesto padre/hija es hasta cierto punto una actividad realizada faute de mieux, por padres de hogares ya desorganizados, que son rechazados sexual- mente por la esposa, y que no son capaces de buscar una pareja sexual fuera del hogar; además, la esposa puede consentir, tácita o explícita- mente, y la hija desempeñar un papel activo. En cuanto al efecto de las experiencias incestuosas sobre la salud mental del menor de edad participante, lo más probable es que las consecuencias negativas estén en relación directa con el grado de coacción o manipulación ejercidas por el adulto, y con la diferencia etaria entre los protagonistas; sin embargo, parecen existir mayores probabilidades de que el incesto ma- dre/hijo sea motivado por la sicopatología de los actores. Con respecto a la inteligencia de los participantes en el incesto, en general no difiere de la de las otras personas del mismo nivel socioeconómico. 4.6. Tipos de incesto y su incidencia.—Los tipos de incesto varían de acuerdo con la sociedad de que se trate. Van desde la prohibición de las relaciones sexuales entre los miembros de la familia nuclear (ma- dre/hijo, padre/hija, hermano/hermana) hasta la exclusión de la mitad de los miembros de la tribu como pareja sexual. Por supuesto, puede haber también incesto homosexual. Aunque las estadísticas muestran una relación inversa de la inciden- cia del incesto con el nivel socioeconómico de los participantes, estos datos no son de fiar, porque la gran mayoría de los estudios se han basado en casos clínicos o criminales. Ahora bien, sabemos que "la ley es una perra que solo muerde a los de ruana", o sea, las personas de las clases altas pueden ocultar mucho mejor el "delito" que las de las clases bajas; y en cuanto a los casos clínicos, ellos no son represen- tativos de la población general. Con respecto a su incidencia dentro de la familia nuclear, el incesto madre/hijo es el más raro, lo cual no es de extrañar, desde el punto de vista de la atracción sexuales. De todas formas, la incidencia del incesto en la población general es seguramente mayor de lo revelado por las estadísticas clínicas y judiciales. 15 El impulso incestuoso madre/hijo, que desempeña un papel crucial en la teo- ría freudiana, es el más implausible biológica y antropológicamente. No es de esperar que un hombre sienta interés sexual por una mujer 15 o 20 años mayor, que ha perdido el atractivo físico por el deterioro causado por el envejecimiento y los embarazos. 4.7. Conclusión.—Como sucede con tantas prohibiciones relativas a la conducta sexual, la penalización del incesto, además de carecer de efecto práctico, no se basa realmente en los argumentos aparentemen- te lógicos que exponen los legisladores, sino en prejuicios tradicionales, reforzados por la erotofobia cultural. Además, dado que la mayoría de los seres humanos poseen mecanismos sicosociales que los hacen rechazar la conducta incestuosa, mantenerla como figura delictiva espe- cífica es distraer a las autoridades judiciales y de policía de muchos otros actos verdaderamente lesivos para la sociedad, que no reciben suficiente atención. El art. 259 del Código Penal es, entonces, un ana- cronismo inútil. 5. PROBLEMAS SEXUALES DE LOS LISIADOS (3.5.) Las personas que presentan trastornos que las incapacitan física- mente, además del efecto directo de estos sobre el ejercicio de la función erótica, sufren también —como los ancianos y los parafílicos— un "ostracismo sexual", más o menos notorio, de parte de los individuos "normales", buen número de los cuales esperan que los lisiados hayan perdido todo interés por el erotismo, mientras que otros consideran incorrecto que manifiesten inclinaciones de esa naturaleza. Sin embar- go, las personas que se han adaptado a su invalidez congénita, o que se han sobrepuesto a la depresión inicial producida por el trastorno adquirido, sienten el mismo apetito sexual que tendrían si no estuvieran incapacitadas, puesto que conservan intacto el principal órgano sexual, que es el siquismo. El problema sexual del inválido físico tiene dos aspectos: a) la dificultad para la ejecución efectiva del acto sexual deseado; b) el recha- zo, real o supuesto, que sufre de parte de la pareja sexual habitual o potencial, debido a razones de orden estético. En las lesiones medulares, el efecto negativo más evidente es el disfuncionamiento erectivo y orgásmico. KOLODNY y colaboradores re- sumen las consecuencias de las lesiones medulares así: a) la erección de suficiente firmeza para el coito se observa en no más del 25% de los casos; b) la capacidad eyaculatoria se pierde en más del 90% de los individuos afectados (en algunos, la eyaculación es retrógrada); c) el orgamo puede sentirse o no; d) el pronóstico es, obviamente más fa- vorable cuando la lesión es parcial, y cuando afecta a las neuronas motoras inferiores. Se conoce mucho menos sobre los trastornos dela función sexual en las mujeres con lesiones medulares, pero la experiencia J
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    266 PROBLEMAS SEXUALESOTROS PROBLEMAS SEXUALES 267 clínica indica que un apreciable número de ellas pierde la capacidad de lograr el orgasmo por estimulación genita116. El otro efecto negativo importante de la lesión medular es el recha- zo que el incapacitado puede encontrar de parte de la pareja sexual habitual o potencial, debido a la atrofia de las masas musculares y a los episodios de incontinencia, fecal sobre todo. Las mutilaciones traumáticas o quirúrgicas de los órganos sexuales (amputación del pene, colpectomía, vulvectomía) también pueden afec- tar directamente la realización de los actos sexuales, o producir rechazo en la pareja; la enterostomía puede ser otra causa estética de rechazo. Entre las lesiones puramente desfigurantes hay que señalar la mastecto- mía y las mutilaciones, quemaduras y cicatrices del rostro. El tratamiento de los problemas sexuales de los lisiados se centra en la educación o reeducación sexual de ellos y sus parejas, con el fin de que acepten y aprendan a explorar las alternativas eróticas dispo- nibles. 6. SÍNDROME INMUNODEFICITARIO ADQUIRIDO (3.6.) Las enfermedades sexualmente transmisibles (EST), llamadas ante- riormente enfermedades venéreas, se caracterizan porque se propagan exclusiva o casi exclusivamente por medio de los contactos sexuales. Constituyen, pues, evidentes problemas sexuales, cuyo tratamiento es necesariamente médico, y de suma eficacia en la gran mayoría de los casos. Aquí solo nos referiremos brevemente a una de ellas, el síndrome inmunodeficitario adquirido (SIDA), por ser la más grave amenaza al ejercicio de la función erótica que se haya conocido. Hasta finales de 1986, se sabía lo siguiente: a) La enfermedad, que es mortal en todas las personas en las cuales se desarrolla plenamente, es causada por un retrovirus, el virus de la inmunodeficiencia humana (HIV)I7, al parecer, de origen africano y de muy reciente emergencia evolutiva. 16 MAS-rERS y JOHNSON estudiaron la fisiología sexual de una mujer, antes y des- pués de quedar parapléjica. El fenómeno más interesante que encontraron fue el despla- zamiento de la erogenicidad .primaria, que se había perdido en los genitales, hacia las mamas, en forma tal que la estimulación táctil de estas se convirtió en la manera habitual de lograr el orgasmo. 17 El virus fue aislado por primera vez por MONTAGNIER y su equipo del Institu- to Pasteur de París, y recibió el nombre de virus asociado a la linfadenopatía (Iymphade- nopathy-associated virus, LAV). Poco después, fue también aislado por GALLO y su equipo de los Institutos Nacionales de Salud de los Estados Unidos, quienes lo denomi- naron virus linfotrópico de las cédulas T humanas, tipo 3 (human T-cell lymphotropic b) El virus se encuentra en diversos líquidos y tejidos corporales, pero particularmente en la sangre y el semen. c) La mayor parte de los individuos afectados son portadores asin- tomáticos. d) Alrededor del 50% de los afectados desarrollan la enfermedad en forma plena, y el período de incubación es de meses a años. e) La mayor parte de los afectados (más del 70%) han desarrollado la enfermedad como consecuencia de actividades homosexuales o bise- xuales; un 1% como resultado de actividades heterosexuales, y el resto por transfusión de sangre contaminada, por inoculación parenteral con agujas contaminadas o por infección intrauterina o perinatal; sin embar- go, esto se refiere a los estadounidenses de raza caucasoide y a los europeos. Entre los africanos, el SIDA afecta igualmente a individuos heterosexuales y homosexuales. f) El coito rectal parece ser la forma más frecuente de contagio. g) El condón protege relativamente de la contaminación durante el coito vaginal, pero mucho menos durante el rectal, porque se rompe más fácilmente. Dado el carácter letal y epidémico de esta enfermedad, es de esperar que, en un plazo relativamente corto, la investigación biomédica habrá de encontrar un tratamiento o una vacuna eficaces. virus, typc 3, IITLV-3). En 1986, el Comité Internacional de Taxonomía Viral propuso cl nombre de virus de la inmunodeficiencia humana (hurgan inmmunodeficiency virus, HIV) y recomendó su uso, en lugar de los dos anteriores.
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    CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRELA SEXUALIDAD 1. INTRODUCCION.-COITIO los autores poco al tanto de las investigaciones sexológicas modernas siguen dependiendo todavía de las teorías freudianas para describir y explicar la conducta sexual humana, es conveniente hacer una breve descripción crítica de ellas. El sicoanálisis, creado por FREUD, comprende: a) un método investigati- yo de los procesos mentales inconscientes del ser humano; b) un método tera- péutico de las perturbaciones neuróticas; c) la elaboración de teorías sicológicas para explicar la conducta normal o neurótica. Indudablemente, él ha ejercido profunda influencia en el desarrollo de la sicología y la siquiatría, amén de su efecto sobre muchos otros aspectos de la cultura occidental. Sin embargo, desde los primeros momentos de su existencia ha sido sometido a cuestiona- miento y revisión, no solo por críticos externos a él, sino también —en curioso paralelismo con las ideologías políticas y religiosas— por sus adherentes de primera hora y por los que vinieron luego. Aunque nuestro interés es discutir sus aspectos relacionados directamente con la sexualidad, no está por demás señalar los principales puntos débiles del sicoanálisis clásico, considerado in roto, que son: a) su incapacidad para adaptarse a las reglas del método cien- tífico1; b) su énfasis en los componentes biológicos del comportamiento hu- mano, en detrimento de los ambientales o culturales; e) la tendencia de sus seguidores a la rigidez dogmática, el secretismo defensivo y la arrogancia elitis- ta, características que corresponden más a un movimiento político-religioso que a un sistema de pensamiento científico; d) a pesar de que, al crearlo, la principal motivación de FREUD fue encontrar un método terapéutico más eficaz, el tratamiento sicoanalítico deja mucho que desear, por lo costoso y prolongado y por sus dudosos resultados, especialmente en los problemas sexuales de causa síquica2. ti: Por eso DEBRAY-RITZEN considera que la doctrina freudiana es una forma de escolasticismo. 2 Según MARMOR, siguen teniendo validez las siguientes conclusiones derivadas del sicoanálisis: a) El comportamiento humano es motivado y la personalidad moldeada 4 .. por la interacción de los potenciales biológicos con las experiencias vividas. b) Los trastornos sicológicos funcionales resultan de las vicisitudes del desarrollo y de las contradicciones y conflictos entre las creencias y deseos del individuo y las prescripciones de la sociedad. c) Las experiencias infantiles tienen especial importancia en el moldeado de las percepciones y las reacciones de la vida adulta.
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    172 APÉNDICE CONCEPTOSFREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 273 Los principales conceptos freudianos que deben ser glosados son: la teoría le la libido, el desarrollo sicosexual del individuo, la sexualidad femenina 7 la primacía de la función reproductora de la sexualidad. Estos planteamientos on reiterados a lo largo de la obra de FREUD, sin modificaciones importan- es, como puede deducirse de sus últimas presentaciones y revisiones. 2. TEORIÁ DE LA LIBIDO.—Como parte de su explicación de los, diversos 'enómenos del comportamiento sexual, FREUD señaló la existencia de un com- )onente sicoenergético del impulso sexual, que actúa por medio de diferentes :structuras corporales, al cual llamólibido. Esta libido hace parte de un sistema :errado, y 'puede almacenarse, desplazarse o descargarse, en forma semejante I la energía física o química. Ella es responsable de todas las manifestaciones exuales, tanto adultas como infantiles. A partir del nacimiento, la libido se acumula en distintas zonas corporales, se desplaza sucesivamente entre ellas, de acuerdo con las fases oral, anal, y 'álica del desarrollo sicosexual infantil. En el adulto normal, se descarga mincipalmente mediante los órganos genitales, durante el coito heterosexual; !sta actividad sexual "madura" es el resultado de la represión de los impulsos ierversos polimorfos de la etapa infantil de la sexualidad, represión que es lebida, a su vez, a la resolución satisfactoria del complejo de Edipo. En :1 caso de las perversiones sexuales, ella no ocurre, y en su lugar se crea in conflicto inconsciente, que causa la fijación de la libido en una fase infantil le la sexualidad; en la adultez, esta libido se descarga por medio de una :ona corporal extragenital, lo cual constituye unaregresión a la fase de fijación nfantil. En la neurosis (el "negativo de la perversión") hay una represión Ixagerada, que impide todo escape de la libido por los genitales, por lo cual nista salida en forma de síntomas neuróticos substitutivos. Una alternativa le la "perversión" o de la neurosis es la sublimación, que consiste en que a energía libidinal se encauza hacia la realización de actividades no sexuales socialmente útiles. La teoría de la libido ha sido uno de los planteamientos freudianos más :riticados. En primer lugar, minimiza las influencias ambientales sobre la con- Meta sexual, en favor de las biológicas; como dicen KARDINER y colaborado- 'es, "es el caso de la cola instintiva meneando al perro adaptativo". Además, 'alla por reduccionista, puesto que la sexualidad no es la única o principal notivación del ser humano, y porque los argumentos que la respaldan son analogías o generalizaciones a partir de observaciones muy discutibles. Por ljemplo, la reacción del niño al entrenamiento defecatorio, o a cualquier otro ipo de interferencia durante sus "fases" de desarrollo sexual, puede explicarse :orno respuesta a las medidas disciplinarias, sin necesidad de echar mano le complejos conflictos instintivos libidinales; tampoco se requieren estos para !atender las "perversiones" sexuales del adulto, algunas de las cuales pueden leberse en parte a sucesos de la época infantil, sí, pero que actúan mediante necanismos de impronta o condicionamiento. La razón de lo anterior es que para la creación de conflictos inconscientes se necesita un desarrollo sicológico suficiente para que haya memoria, raciocinio y fantasía, facultades intelectivas estas de muy dudosa existencia en la infancia. El concepto de sublimación, que según ICINSEY es solo la reformulación del arquetipo ascético de varias religiones, ha sido puesto también en duda, porque se apoya en datos poco concluyentes. SALZMAN dice que es errado, por- que la creatividad es el producto de la expresión de todos los ideales y capacida- des humanos, no simplemente de la sexualidad. La teoría de la libido es una especulación sin bases neurofisiológicas. Fue un error de FREUD ver en la sexualidad el primum mobile biológico de la conducta humana, cuando la realidad puede ser bien diferente: en muchos casos, el comportamiento sexual es puesto al servicio de intereses no sexuales, y esto sí tiene sólido respaldo filogénico. 3. DESARROLLO SICOSEXUAL DEL INDIVIDUO.—La idea freudiana del desarro- llo sicosexual del individuo está íntimamente unida a la teoría de la libido, puesto que es, en esencia, la descripción de los desplazamientos y efectos de la energía libidinal. FREUD postuló que hay tres zonas corporales particularmente ricas en libido: la boca, el ano y los genitales; ellas van adquiriendo importancia predo- minante como fuentes de placer libidinal, de acuerdo con una secuencia deter- minada biológicamente. Durante el primer año y medio de vida (aproxima- damente), es la boca el principal órgano sexual, y por medio de ella el niño logra satisfacción erótica; esta es la fase oral. Entre el año y medio y los tres años, se presenta la fase anal, durante la cual obtiene gratificación con la expulsión o retención de las heces, o con su manipulación; además, el niño descubre que estas actividades despiertan gran interés en quienes lo cuidan, y que tal interés puede manifestarse como sentimientos de agrado o desagrado. A partir del tercer año (aproximadamente) se entra en la fase fálica, durante la cual el centro del placer sexual es el pene; en un principio, el interés es autoerótico, pero luego es dirigido hacia la madre, y entonces hace su aparición el complejo de Edipo3. Este consiste en que el niño experimenta "deseos se- xuales" hacia la madre, y a la vez trata de identificarse con el padre; a medida que sus impulsos incestuosos aumentan, el niño va viendo en su padre a un rival, y se le crea una situación conflictiva: a sus sentimientos de amor e identificación con él se oponen los deseos de eliminarlo, para tomar su lugar al lado de la madre. Normalmente, dicha situación edípica es resuelta en forma satisfactoria, en parte por represión, y en parte por repudio de los impulsos incestuosos, mediante la angustia de castración4. Ella resulta del descubri- 3 Llamado así en alusión al personaje de la mitología griega que, sin desearlo ni saberlo, mató a Layo, su padre, y tuvo relaciones incestuosas con Yocasta, su madre. 4 Un corolario fundamental de la teoría de la libido y del desarrollo sicosexual es que el conflicto edípico no resuelto es la causa básica de todos los problemas sicosexuales.
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    274 APÉNDICE CONCEPTOSFREUDIANOS SOBRE LA SEXUALIDAD 275 miento de que las niñas no tienen pene, por lo cual el niño cree que les fue amputado corno castigo; entonces, él se imagina que también puede perder el suyo si continúa deseando a la madre. La angustia de castración es lo suficientemente fuerte no solo para disolver el complejo de Edipo, sino para inhibir todos los deseos y actividades sexuales; por consiguiente, el niño entra en el período de latencia, que se extiende desde los seis años (aproximadamente) hasta la pubertad. En esta comienza la fase genital propiamente dicha o "ma- dura" de la sexualidad, que es la característica del adulto "normal"; durante ella, el individuo descarga la energía libidinal por medio de los órganos genita- les, durante el coito heterosexual dirigido primariamente hacia la reproducción. La descripción anterior corresponde al desarrollo sicosexual "típico", es decir, el de la persona de sexo masculino o "superior". La opinión de FitEuó sobre la inferioridad "natural" de la mujer será discutida más adelan- te; por ahora basta señalar que, según él, hasta el ingreso en la fase fálica, el desarrollo sexual femenino es similar al masculino y que durante dicha fase la niña centraliza el placer erótico en el clítoris, que es un "pene atrofia- do". Llega un momento, sin embargo, en que ella descubre que los niños tienen pene; siente envidia de él, culpa a la madre por no poseerlo, y se torna, entonces, hacia el padre, con la esperanza de que este le suministre un pene, o un hijo como substituto. Tal situación constituye el complejo de Edipo femenino o complejo de Electra5, el cual, por la ausencia de la angustia de castración, tiende a prolongarse mucho más que en el niño, o nunca se resuelve completamente. El concepto freudiano del desarrollo sicosexual humano también ha sido vigorosamente cuestionado. En primer lugar, como vimos atrás, es cierto que existe una sexualidad infantil, en el sentido de que los niños realizan juegos "sexuales", es decir, se interesan por sus órganos genitales y obtienen placer manipulándolos; pero de ello no debe concluirse que dichas actividades sean sexuales a la manera adulta, puesto que en la mayoría de los casos se trata simplemente de manifestaciones de la natural curiosidad infantil, o de incorrec- tas interpretaciones, por parte de los adultos, de ciertos fenómenos fisiológicos no relacionados con el erotismo verdadero, como las erecciones espontáneas que se observan en los niños, aun recién nacidos. Además, el hecho de que el niño juegue con el pene, erecto o no, no debe interpretarse como una mastur- bación adulta, sino más bien como una actividad placentera indiferenciada. Si se hacen serias objeciones al carácter erótico de las actividades de la fase fálica, con mucha mayor razón hay que poner en duda la erotización de las fases oral y anal6. Equiparar el placer sexual que obtienen los adultos 5 Electra es un personaje de la mitología griega, que ayudó a su hermano Orestes a matar a Clitemnestra, madre de ambos, en venganza de haber esta matado a Agame- nón, su esposo y padre de aquellos. 6 Opler hacer notar que la erotización de la boca es un producto de la cultura, sobre todo de la occidental. mediante la felación, el cunilinto o el coito rectal con el producido en los niños al mamar o defecar, es una generalización extremada que el sicoanalísis no ha podido demostrar. Tampoco es convincente el desplazamiento de la libido de una a otra zona corporal, entre otras razones, porque el niño obtiene placer manipulando los genitales mucho antes de ingresar en la fase fálica. MONEY y EHRHARDT señalan que las fases del desarrollo sexual infantil están menos relacionadas con el erotismo que con mecanismos filogénicos comunes a todos los mamíferos; esto es corroborado por los estudios de HARLOW, los cuales, además, infirman la validez de la secuencia de las fases. En cuanto al complejo de Edipo, tampoco ha escapado a la crítica. Desde las investigaciones de mnuNowsxt, su universalidad, o sea su origen biológi- co, ha sido rechazado; la explicación que de él da FREUD está basada en las teorías de los antropólogos evolucionistas del siglo XIX, descartadas hoy. El consenso actual es que, si existe, él puede consistir más bien en un conflicto originado en el resentimiento hacia un padre autoritario, que se opone al deseo de acercamiento y ternura hacia la madre, en el entorno de la familia patriarcal occidental7. Igualmente, su carácter "sexual" tiene todos los visos de una fantasía, pues, a su edad, no es de esperar que el niño posea la capacidad mental necesaria para elaborar complejos "triángulos eróticos". Con respecto al período de latencia, no hay tal que exista en forma natural y universal, sino que es impuesto por la cultura. Los estudios de HARLOW indican que, por el contrario, durante el lapso de la vida infantil correspondien- te a la "latencia", se presenta la tendencia biológica a los juegos sexuales. CHODOFF hace notar que los conceptos freudianos sobre la sexualidad infantil fallan por los métodos empleados para establecerlos, tales como los análisis de neuróticos adultoss realizados por los primeros analistas, todavía poco familiarizados con los efectos de la transferencia; además, esos casos clínicos, de por sí poco numerosos, no pueden considerarse representativos de la población general. Asimismo existe la posibilidad de que las ulteriores observaciones directas en niños fueran influidas por el deseo inconsciente de los sicoanalistas de confirmar las teorías del maestro, ya aceptadas incuestiona- blemente por ellos. Subsiste también el problema de la validez interpretativa de las elaboraciones mentales infantiles, ya que, por la inmadurez de la función intelectiva de los niños, hay en ellos inadecuados raciocinio y poca información para integrar con los recuerdos, amén de que sus vivencias son muy diferentes de las de los adultos, como lo demuestran las investigaciones de PIAGET. 4. SEXUALIDAD FEMENINA.—Otro gran motivo de cuestionamiento es el con- cepto freudiano sobre las mujeres en general, y sobre su sexualidad en particu- 7 En lo que concuerda un sicoanalista de credenciales tan ortodoxas como FE- NICHEL. 8 FREUD solo analizó a un niño, el pequeño Hans, y ni siquiera directamente, sino por intermedio del padre del niño.
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    CONCEPTOS FREUDIANOS SOBRELA SEXUALIDAD / /276 APÉNDICE lar. Según FREUD, la sexualidad propia de la mujer aparece solo cuando re- suelve satisfactoriamente la envidia del pene9; como hasta ese momento su sexualidad ha sido "masculina", y ha pasado por las mismas fases (oral, anal, fálica) del niño, para que "madure" sexualmente debe superar los senti- mientos de envidia e inferioridad que le produce la ausencia de falo. La mujer "normal" soluciona este conflicto aceptando como inherente a su naturaleza el papel pasivo-receptivo frente al hombre y transfiriendo la erogenicidad del clítoris a la vagina, que es el centro del placer sexual femenino "adulto". Para el creador del sicoanálisis no había duda de que el sexo superior era el masculino. FREUD fue un prisionero de su mentalidad patriarcal, la cual le hizo ver al sexo femenino con el prejuicio de la cultura judía tradicional, en la cual los hombres comenzaban el día con la plegaria: "Te agradezco, Señor, porque no me hiciste mujer". Incluso JONES, su devoto biógrafo, da a entender que las mujeres eran para el maestro ancillae hominum, dedica- das a atender los deseos y necesidades de los varones. Las teorías sexuales de FREUD, basadas en la primacía de la organización biológica masculina, ion racionalizaciones de sus ideas antifeministas, que se manifiestan a lo largo de su copiosa obra: las mujeres son prisioneras de la biología; "su anato- mía es su destino". No pueden evitar las consecuencias de la envidia del pene y de la deficiente superación del complejo de Edipo, ni escapar a la forzosa posesión de un superyó más débil que el del hombre, por lo cual tienen un "escaso sentido de la justicia". Son típicamente pasivas y masoquistas, más narcisistas que el hombre y no están adecuadas a las labores intelectuales y sociales, por su rigidez sicológica y por su limitada capacidad de sublimación. Por lo tanto, su destino "natural" ha de ser la maternidad y el servicio de OS hombres. Todos estos planteamientos han sido demolidos por diversos estudios. Las presuntas consecuencias del "destino biológico" —tanto en lo que se •efiere a los aspectos generales de la condición femenina, como a los particular- mente señalados por FREUD (envidia del pene, superyó más débil, etc.)—, por os trabajos de neoanalistas y no analistas, que evidencian cómo la supuesta nferioridad de la mujer y las características negativas que le adjudicó FREUD >on productos de la sociedad falocrática. No hay nada intrínsecamente envidia- Ple en la posesión anatómica de un pene, el cual puede ser visto por muchas tiñas como una excrecencia indeseable; lo verdaderamente envidiable es la Posición de supremacía que los hombres han tenido con respecto a las mujeres. Vuestra cultura judeocristiana ha hecho hincapié en la inmanencia de la condi- :ión femenina, y en la incapacidad de la mujer para realizar labores creadoras compartir con el varón, en pie de igualdad, la búsqueda de la trascendencia; desde la niñez, es condicionada a sentirse "naturalmente" débil e inapta para ;obrevivir sin la protección del hombre, la cual debe pagar con su sumisión 9 Este concepto varió un poco en sus últimos escritos, en los cuales acepta un :omienzo de feminidad en la fase pre-edípica. y aspirando solo a las tareas "propias" de su género: el matrimonio y la maternidad. Tal situación sí ha producido en las mujeres profundos conflictos, que han contribuido a su mal funcionamiento sexual. En cuanto al concepto de orgasmo "vaginal" o "normal", contrapuesto al "clitorídeo" o "infantil", el sicoanálisis también ha sido refutado por los estudios sexológicos modernos. Cualquier tipo de orgasmo, no importa el origen topográfico de los estímulos que lo produzcan, es normal y maduro; sostener lo contrario, además de ser erróneo, no ha servido sino para crear, iatrogénicamente, sentimientos de angustia y de duda sobre su feminidad y normalidad sexual en gran número de mujeres. 5. PRIMACÍA DE 1.A FUNCIÓN REPRODUCTORA DE LA SEXUALIDAD.—FREUD distin- guió muy bien las dos funciones principales de la sexualidad humana: la erótica y la reproductora. No obstante, en nuestro concepto, los dos mayores errores que cometió —a la luz de la sexología moderna— fueron precisamente: a) dar precedencia ontogénica (y filogénica, por inferencia) a la función placentera con respecto a la reproductora, lo cual es contraevidente desde el punto de vista de la evolución animal; b) como corolario, conceder primacía a la función reproductora sobre la erótica, lo cual es contraric•al proceso evolutivo particu- lar del Horno sapiens10. Para FREUD, el impulso sexual del hombre civilizado solo tiene dos op- ciones normales: dirigirse hacia la reproducción o sublimarse. Un infidel Jew, como él mismo se llamó, propugna entonces las mismas ideas que la Iglesia. Es paradójico que quien tratara de estudiar científicamente los fenómenos sexuales humanos, resultara prisionero de los prejuicios de su cultura. FREUD veía en la sexualidad uno de los aspectos más desagradables de la naturaleza humana; fue un puritano típico, para lo cual no tuvo que forzarse, puesto que su apetito sexual era débil, y —según JONES y él mismo— su vida erótica se extinguió tempranamente. 6. CONCLUSIÓN.—Las investigaciones realizadas en diversos campos de la actividad científica muestran que los conceptos freudianos originales, con rarísimas excepciones, no han tenido respaldo experimental; en cambio, mu- chos de ellos sí han sido refutados por estudios posteriores. Además, no obstan- te lo ingeniosos, pecan de innecesariamente complicados, pues, al formularlos, su autor no tuvo en cuenta la navaja de OCCAM. DEBRAY-RITZEN resume en la siguiente forma los principales errores de la escolástica freudiana: a) la hiperformulación, o sea, la atribución de un origen neocortical complejo (in- consciente) a ciertas conductas humanas, cuando ellas son en realidad manifes- taciones paleocorticales, que todavía subsisten; b) la hiperreducción, esto es, 10 REICII critica también este error de FREUD, pero solo acepta como legítimo el placer erótico obtenido mediante el coito vaginal. 4,
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    278 APÉNDICE reducir losfenómenos comportamentales humanos a las vicisitudes de la libido durante el desarrollo sicosexual; c) la hipersimbolización, o sea, el empleo del símbolo para demostrar o establecer "leyes" sicológicas; d) la hipersernan- tización, es decir, la atribución de significado simbólico a todos los actos síquicos; e) la hipersíntesis, o sea, dar una interpretación causal única a todos los actos síquicos. Por todo lo anterior, no se justifica que las teorías sicoanalí- ticas sigan siendo utilizadas para explicar la conducta sexual humana. II EFECTOS DE CIERTAS SUBSTANCIAS SOBRE LA FUNCIÓN SEXUAL La ilusión del hombre ha sido siempre encontrar una substancia que le permita aumentar la intensidad del apetito sexual, y lograr una fácil y vigorosa respuesta a los estímulos eróticos; por ello, en todas las culturas se han profesa- do creencias folclóricas acerca de las cualidades afrodisíacas de ciertos alimen- tos o compuestos. Infortunadamente no se ha logrado comprobar la efectividad de tales "afrodisíacos", cuyas acciones son más bien debidas a la sugestión. En cambio, sí se conocen muchas drogas de claros efectos negativos sobre la función erótica. A continuación, comentaremos brevemente los efectos de algunas substancias. El alcohol es un depresor cerebral general, y su efecto se manifiesta prime- ro sobre los centros que regulan el temor y la ansiedad, por lo cual, en pequeñas dosis, causa la impresión de ser un estimulante sexual, en los dos sexos; sin embargo, por encima del umbral de tolerancia individual, el efecto inhibidor de la erección se observa claramente, aunque la libido puede conservarse. Esta acción paradójica' podría explicarse en parte por un efecto inhibitorio directo sobre los mecanismos reflejos medulares. El alcoholismo crónico fre- cuentemente disturba la función sexual en los dos sexos, posiblemente por la combinación de sus efectos endocrinos (sobre todo hipoandrogenemia) y metabólicos con trastornos neurológicos. La yohimbina, un antagonista alfa-2-adrenérgico, ha tenido reputación anecdótica como afrodisíaco. Recientes estudios sugieren que puede tener tal efecto en ciertos casos, pero esto está todavía en la etapa experimental. Diversos estudios en seres humanos y animales dejan muy pocas dudas respecto a que la marihuana es endocrinológicamente activa, lo cual se mani- fiesta principalmente por el descenso de la testosterona plasmática. No obstan- te, los que la usan tienden a pensar que ella aumenta el placer sexual. Es posible que lo que ocurra sea una distorsión de las percepciones y un aumento de la sugestibilídad. 1 Descrita perspicazmente por SlIAKFSPEARb en Macbeth: "Macduff: What rhree things does drink especially provoke? Poner: Marry, sir. nose-painting. sleep and urine. Lechcry. sir, it provokes and unprovokes: it provokcs the desire. but takes away the performance".
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    1Z5V APEND10E El tabacotiene claros efectos nocivos sobre la capacidad erectiva, que aumentan con la edad, particularmente si se combiAa con otros factores de riesgo, como la hipertensión, la diabetes y la hiperlípemia. En cuanto a las substancias "afrodisíacas" folclóriCls, el polvo de cantári- das, un nefrotóxico e irritante del tracto genitourinario, áe empleó antiguamen- te. El polvo decuerno de rinoceronte y la raíz deginseng hIn sido muy populares entre los chinos y otros asiáticos. Lo mismo ha sucedido con los huevos y los mariscos entre muchos pueblos. III DISPOSICIONES LEGALES COLOMBIANAS RELATIVAS A LAS ACTIVIDADES SEXUALES Código Penal Art. 259. Incesto. El que realice acceso carnal u otro acto erótico sexual con un descendiente o ascendiente, adoptante o adoptivo, o con un hermano o hermana, incurrirá en prisión de seis (6) meses a cuatro (4) años. Art. 297. irrespeto a cadáveres. El que sustraiga el cadáver de una persona o sus restos o ejecute sobre ellos acto de irrespeto, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años. Si el agente persigue finalidad de lucro, la pena imponible se aumentará hasta en una tercera parte. Art. 298. Acceso carnal violento. El que realice acceso carnal con otra persona mediante violencia, estará sujeto a la pena de dos (2) a ocho (8) • años de prisión. Art. 299. Acto sexual violento. El que realice en otra persona acto sexual diverso del acceso carnal, mediante violencia, incurrirá en prisión de uno (1) a tres (3) años. Art. 300. Acto sexual en persona puesta en incapacidad de resistir. El que realice acceso carnal con persona a la cual haya puesto en incapacidad de resistir o en estado de inconsciencia, o en condiciones de inferioridad siquica que le impidan comprender la relación sexual, incurrirá en prisión de dos (2) a ocho (8) años. Si se ejecuta acto sexual diverso del acceso carnal, la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión. Art. 301. Acceso carnal mediante engaño. El que mediante engaño obten- ga acceso carnal con persona mayor de catorce años y menor de dieciocho, incurrirá en prisión de uno (1) a cinco (5) años. Art. 302. Acto sexual mediante engaño. El que mediante engaño realice en una persona mayor de catorce años y menor de dieciocho, acto sexual diverso del acceso carnal. incurrirá en arresto de seis (6) meses a dos (2) años. Art. 303. Acceso carnal abusivo con menor de catorce años. El que acceda carnalmeme a persona menor de catorce años, incurrirá en prisión de uno (1) a seis (6) años.
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    282 APÉNDICE DISPOSICIONESLEGALES COLOMBIANAS 283 ti r Art. 304. Acceso carnal abusivo con incapaz de resistir. El que acceda carnalmente a persona en estado de inconsciencia, o que padezca trastorno mental o que esté en incapacidad de resistir, incurrirá en prisión de dos (2) a seis (6) años. Si no se realizare el acceso sino actos sexuales diversos de él, la pena será de uno (1) a tres (3) años de prisión. Art. 305. Corrupción. El que realizare actos sexuales diversos del acceso carnal con persona menor de catorce años o en su presencia, o la induzca a prácticas sexuales, estará sujeto a la pena de uno (1) a cuatro (4) años de prisión. Art. 306. Circunstancias de agravación punitiva. La pena para los delitos descritos en los capítulos anteriores', se aumentará de una tercera parte a la mitad en los casos siguientes: 1') Si se cometiere con el concurso de otra u otras personas. 2°) Si el responsable tuviere cualquier carácter, posición o cargo que le dé particular autoridad sobre la víctima o la impulse a depositar en él su confianza. 3°) Si la víctima quedare embarazada. 4°) Si se produjere contaminación venérea, y 5°) Si el delito se realizare sobre persona menor de diez años. Art. 307. Extinción de la acción penal por matrimonio. Si cualquiera de los autores o partícipes de los delitos descritos en los capítulos anteriores (véase la nota 1) contrajere matrimonio válido con el sujeto pasivo, se extingui- rá la acción penal para todos ellos. Art. 308. Inducción a la prostitución. El que con ánimo de lucrarse o para satisfacer los deseos de otro, induzca al comercio carnal o a la prostitución a persona honesta, estará sujeto a la pena de uno (1) a tres (3) años de prisión. Art. 309. Constreñimiento a la prostitución. El que con ánimo de lucrarse o para satisfacer los deseos de otro, constriña a persona honesta al comercio carnal o a la prostitución, incurrirá en prisión de dos (2) a siete (7) años. Art. 310. Circunstancias de agravación punitiva. La pena para los delitos descritos en los artículos anteriores se aumentará de la tercera parte a la mitad, en los casos siguientes: 1°) Si el delito se realizare en persona menor de catorce años. 2°) En la hipótesis prevista en el numeral 3° del artículo 3062. 3°) Si la conducta se realizare con el fin de llevar la víctima al extranjero. Art. 311. Trata de mujeres y de menores. El que promoviere o facilitare la entrada o salida del país de mujer o .menor de edad de uno u otro sexo, 1 Artículos 298 a 305. 2 En realidad, se debe referir al numeral 2°. para que ejerzan la prostitución, incurrirá en prisión de dos a seis años y multa de diez a cien mil pesos. Art. 312. Estímulo a la prostitución de menores. El que destine casa o establecimiento para la práctica de actos sexuales en que participen menores de catorce años, incurrirá en prisión de seis meses a cuatro años. Art. 343. Aborto. La mujer que causare su aborto o permitiere que otro se lo cause, incurrirá en prisión de uno a tres años. A la misma sanción estará sujeto quien, con el consentimiento de la mujer, realice el hecho previsto en el inciso anterior. Art. 344. Aborto sin consentimiento. El que causare el aborto sin consenti- miento de la mujer o en mujer menor de catorce años, incurrirá en prisión de tres a diez años. Art. 345. Circunstancias específicas. La mujer embarazada como resulta- do de acceso carnal violento, abusivo o de inseminación artificial no consentida que causare su aborto o permitiere que otro se lo cause, incurrirá en arresto de cuatro meses a un año. En la misma pena incurrirá el que causare el aborto por estas circunstancias. Código Nacional de Policía (Decreto 1355 de 1970) Art. 178. Ejerce la prostitución la persona que trafica habitualmente con su cuerpo, para satisfacción erótica de otras varias, con el fin de asegurar, completar o mejorar la propia subsistencia o la de Otro. El Estado procurará por los distintos medios de protección social a su alcance, que la mujer no se prostituya y le brindará a la mujer prostituida los medios necesarios para su rehabilitación. Art. 179. El solo ejercicio de la prostitución no es punible. Art. 180. Las asambleas departamentales o los concejos podrán reglamen- tar lo relativo a la prostitución sujetándose a los preceptos de este estatuto y a los reglamentos que dicte el gobierno nacional. Art. 181. La Nación, los departamentos y los municipios organizarán institutos en donde cualquier persona que ejerza la prostitución encuentre medios gratuitos y eficaces para rehabilitarse. La rehabilitación se ofrecerá por todos los medios que sean posibles sin que tenga carácter imperativo. Art. 182. El tratamiento médico de las enfermedades venéreas es obligatorio. El que se preste en establecimiento oficial será gratuito así como las drogas que se suministren.
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    284 APENDICE Art. 183.Las autoridades podrán solicitar informaciones respecto del ejercicio de la prostitución con el fin de hallar los mejores medios de rehabilita- ción de quienes se dedican a ella. GLOSARIO Decreto 522 de 1971 Art. 44. El que en sitio público o abierto al público ejecute hecho obsceno, incurrirá en arresto de uno (1) a seis (6) meses. En este glosario figuran principalmente verbos y substantivos de los cuales puede deducirse fácilmente el significado de los verbos y substantivos deri- vados que no aparecen en él. Los términos compuestos deben buscarse según el orden alfabético del substantivo o verbo inicial o principal. 4 —A- Abiológico. No biológico. Adaptativo. Dícese de lo que sirve para la supervivencia de la especie. Aferente. Dícese del impulso nervioso que se dirige de la periferia al centro. Anatomofisiología. Apelación, con sentido integrativo, de la anatomía y la fisiología. Anatomopatólogo. Médico que estudia las alteraciones morbosas macro y micros- cópicas de los órganos del cuerpo. Androcentrismo. Doctrina que favorece los intereses masculinos. Androfilia. Atracción sexual hacia hombres adultos. Androginia. Estado sicológico caracteri- zado por una mezcla, en proporciones variables, de las actitudes y los roles so- ciosexuales masculinos y femeninos. Anestro. Período de reposo entre dos épo- cas de estro. Anlaje. Área embrionaria de la cual se de- riva un órgano o una parte del cuerpo. Antropología cultural. Ciencia que estudia la cultura y la estructura sociales de las comunidades humanas. Antropología social. Antropología cultural. —B— Babuino. Cierto mono cinocéfalo africano. Basal. Hablando de una función orgáni- ca, estado de reposo o no estimulación. Berdache. Entre los indios de las llanuras norteamericanas, individuo homosexual, transvestista o transexual que gozaba de gran prestigio social y era tenido como consejero en los asuntos importantes de la tribu. Biorretroacción. Aprendizaje del control de las propias funciones corporales con la ayuda de la representación visual o auditiva de la función correspondiente. Biosocial. Perteneciente o relativo a la bio- logía y a la sociedad. Blastocisto. Estructura biológica resultante de la división y proliferación celulares del cigoto. —C— Carnosidades sexuales. Carnosidades co- loreadas que rodean el perineo de ciertos primates infrahumanos de ambos sexos, y que son particularmente visibles du- rante el período de apareamiento. Casuista. Dícese del argumento moral so- fístico o sutilmente complaciente. Casuística. Registro y estudio de los casos de un fenómeno o enfermedad. Casuístico. Casuista. Perteneciente o rela- tivo a la casuística. Caucasoide. Perteneciente a la llamada raza blanca. Célula blanco. La que sufre el efecto de una acción hormonal. Célula germinal. La que al desarrollarse forma un espermatozoide u óvulo. Ciencia. Estudio racional y sistemático de los fenómenos naturales, mediante el em- pleo exclusivo o preferencial del método tient i Pico.
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    286 GLOSARIO GLOSARIO287 Ciencias del comportamiento. Nombre co- lectivo que se aplica a las diversas dis- ciplinas científicas que estudian el com- portamiento animal y especialmente el humano (sicología, sociología, socioan- tropología, etología, sexología). Cigoto. Óvulo fecundado. Circanual. Dícese del fenómeno que ocu- rre aproximadamente cada año. Clitoridectomía. Ablación del clítoris. Comportamiento. Actividad externa del in- dividuo, ejercida sobre sí mismo, otro ser o el entorno. Conceptus. Embrión o feto. Condicionamiento cultural. Acción y efecto de condicionar culturalmente. Condicionar culturalmente. Promover la in- tegración del individuo en desarrollo a la cultura en que vive. Conducta. Comportamiento. Contexto. Conjunto de circunstancias o hechos que rodean una situación o suceso determinados. Continuo. Algo en lo que se discierne un carácter común en medio de una serie de variaciones graduales. Corticafización. Proceso mediante el cual, a medida que se asciende en la escala filogé- nica, más y más funciones encefálicas pasan a depender de la corteza cerebral. Cosificar. Reducir a una persona, en el trato con ella, a la condición de cosa u objeto. Cultura. Conjunto de costumbres, tradicio- nes, actitudes y comportamiento típicos de una determinada sociedad. En sen- tido lato, sociedad. Cultura ágrafa. La que no posee lengua escrita. Cunilintar. Efectuar el cunilinto. —D- Despenalizar. Suprimir la pena o el castigo para un hecho hasta ese momento punible. Determinismo. Doctrina según la cual todo fenómeno natural está estrictamente deter- minado por causas conocidas o descono- cidas. Aplicado al ser humano, el determi- nismo niega la existencia del libre albedrío. Dialéctica. Desarrollo de las contradiccio- nes y su solución como forma de hacer progresar el pensamiento. Diencéfalo. Una de las divisiones del en- céfalo. Dimorfismo sexual. Circunstancia de;que machos y hembras constituyan dos se- xos o géneros, con rasgos estructurales, funcionales y conductales diferentes. —E- Efebofilia. Atracción sexual hacia adoles- centes de sexo masculino. Efector. Órgano que responde a un es- tímulo. Eferente. Dícese del impulso nervioso que se dirige del centro a la periferia. Egodistonia. Estado sicológico de intran- quilidad o insatisfacción. Egosintonía. Estado sicológico opuesto a la egodistonía. Ejercicios de focalización sensorial. Traduc- ción de la expresión "sensate focos", empleada por MASTERS y JOHNSON para denominar a los ejercicios terapéuticos prescritos a la pareja sexual en trata- miento. Ello. Según la teoría sicoanalítica, parte de la mente responsable de los impulsos ciegos, impersonales o instintivos que buscan la satisfacción de necesidades pri- mitivas. Encefalización. Proceso mediante el cual, a medida que se asciende en la escala filogénica, más y más funciones nervio- sas pasan a depender del encéfalo. Pre- ludio de la corticalización. Encuitaran. Condicionar culturalmente. Endometrio. Superficie interior del útero. Episiotomía. Ensanchamiento quirúrgico del orificio vulvar. Erógeno. Dícese de lo que es capaz de ge- nerar excitación sexual en ciertas con- diciones. Erogenicidad. Capacidad de una estructu- ra corporal para producir excitación se- xual al ser estimulada apropiadamente. Excitabilidad sexual. Erotismo. Sexualidad humana propiamen- te dicha. Erotofobia. Aversión al erotismo. Escolasticismo. Sistema filosófico resultan- te de combinar los dogmas religiosos, la tradición mística y algunos principios artistotélicos, que fue el oficial del cris- tianismo occidental hasta la Reforma, y continuó siéndolo del catolicismo or- todoxo. Razonamiento sistemático a par- tir de las llamadas "verdades reveladas". Espermicida. Destructor de espermatozoides. Esquema. Descripción o representación mental abreviada. Estereotipar. Idear estereotipos. Estereotipo. Concepción o percepción re- lativamente rígida, simplificada y distor- sionada de algún aspecto de la realidad. Estresar. Producir estrés. Estructura. Algo compuesto de elementos interrelacionados. Etario. Perteneciente o relativo a la edad. Etilos. Conjunto de ideas u opiniones pro- fesadas por un grupo o cultura determi- nados. Ética de situación. Sistema ético según el cual el único mandamiento imperativo que rige la conducta humana es la cari- dad (amor), y todos los demás son rela- tivos, de acuerdo con las circunstancias o situaciones especificas. Etnocentrismo. Tendencia a considerar la propia cultura como superior a las de- más. Tendencia a asimilar las demás culturas a la propia. Etnogeográfico. Perteneciente o relativo a una cultura o raza y a su distribución geográfica. Etobgía. Ciencia que estudia el comporta- miento animal en relación con el hábitat. Evolución biológica. Doctrina científica se- gún la cual todos los seres vivos proceden unos de otros mediante la continua adap- tación genética de los organismos o es- pecies al entorno. Examen paraclinico. Examen complemen- tario diferentedel examen físico efectua- do directamente por el médico. Exteroceptivo. Dícese del estímulo que pro- viene de la superficie corporal o del re- ceptor sensorial allí localizado. —F— Fabulación. Invención de cosas fabulosas. Falocracia. Sistema social en el cual los hombres dominan e imponen sus leyes a las mujeres. Falocratismo. Ideología falocrática. Familia nuclear. La compuesta por el padre, la madre y los hijos. Felar. Efectuar la felación. Figura itifálica. La que presenta o repre- senta un falo en erección. Filogenia. Origen y evolución de las espe- cies biológicas. Finalismo. Doctrina según la cual los fe- nómenos naturales, particularmente los biológicos tienen finalidad o propósito determinados. El finalismo está en total contradicción con la realidad de la evo- lución biológica. Fornicar. Ejercer la función erótica con una pareja, especialmente mediante el coito vaginal o rectal. Función (en... de). Expresión que indica una relación tal entre dos hechos o situacio- nes, que una variación en el primero produce otra correspondiente en el se- gundo. —G- Ginecocentrismo. Doctrina que favorece los intereses femeninos. Grafito. Letrero o dibujo trazado en un muro, con frecuencia de carácter porno- gráfico o escatológico. Gueicha. Cantante y bailarina profesional japonesa entrenada para servir de com- pañía agradable a los hombres. —H- Heterotípico. Dícese del comportamiento se- xual o del rol sociosexual que no corres- ponde al sexo fenotipico del individuo.
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    288 GLOSARIO GLOSARIO289 Himenolatria. Preocupación exagerada, ca- si mística, por conservar la virginidad prematrimonial de la mujer. Hipotetizar. Idear hipótesis. Hominización. Proceso evolutivo mediante el cual los primates ancestrales dieron origen al ser humano. Homofilia. Homosexualidad. Homo sapiens. Apelación científica taxo- nómica del ser humano en su calidad de especie zoológica. Homotipico. Dícese del comportamiento sexual o del rol sociosexual que corres- ponde al sexo fenotípico del individuo. Huterista. Miembro de cierta secta religiosa norteamericana. Imperativo. Principio imperiosamente obli- gatorio. Incidencia. Proporción del total de indi- viduos de un grupo en los cuales se manifiesta el fenómeno estudiado. Por- centaje. Incidencia activa. La correspondiente a un lapso determinado. Incidencia acumulativa. índice estadístico ideado por Kinsey, que es una extrapo- lación de la incidencia cumulativa de una muestra a los individuos de toda la población involucrada y durante todo el lapso de sus vidas. Incidencia cumulativa. La correspondiente a una edad determinada de los individuos que componen la muestra investigada. Para la mayoría de los efectos prácticos, es aproximadamente igual a la incidencia acumulativa. Inducir. Causar, producir. Infibulación. Oclusión del prepucio o de los labios mayores con el fin de impedir el coito. Instinto. Tendencia innata del animal a ejecutar, sin experiencia previa, ciertos actos subordinados a las condiciones del entorno. Integración de la personalidad humana. Or- ganización de los elementos constitutivos de la personalidad en un conjunto ar- monioso y coordinado. Intelecto. Facultad mental, especificamente humana, que permite el pensamiento conceptual y reflexivo, es decir, la for- mación, captación y relación de las ideas. Inteligencia humana. Interiorizar. Incorporar a la personalidad determinados conceptos o valores. Interoceptivo. Dícese del estímulo que pro- viene del interior del organismo, parti- cularmente de las vísceras, o del receptor sensorial allí localizado. Ipsilateral. Situado en el mismo lado o perteneciente a él. —K- Kibbutzim. Colonias agrícolas colectivas en Israel. —L- Leptosomático. De cuerpo delgado. Ley natural. Conjunto de principios su- puestamente cognoscibles por todos los seres humanos, derivados de la misma naturaleza y de observancia obligatoria para el individuo. La teoría de la ley natural tuvo origen en las doctrinas aris- tótelicas y constituye uno de los pilares de la filosofía escolástica y de la teología moral católica, pero ha sido desvirtuada por el conocimiento científico. Libidinal. Perteneciente o relativo a la li- bido freudiana. Libros penitenciales. Catálogos de pecados, sobre todo sexuales, con sus respectivas penitencias, publicados durante la Edad Media para ilustración de los confesores. —M- Macrosmático. Dícese del animal que tiene el sentido del olfato muy aguzado. Mariolatría. Culto de la Virgen María. Dícese del linaje de transmisión femenina. Maximizar. Aumentar al máximo. Media. Media aritmética. Mediana. Magnitud intermedia en una serie de ellas organizadas de mayor a menor. La mediana indica que por encima o por debajo de ella se encuentra el 50% de las magnitudes individuales o casos. Metafísico. Referente al mundo sobrena- tural de las religiones, que está fuera de toda comprensión racional, objetiva y científica. Método científico. Conjunto de principios y procedimientos conducentes a la bús- queda sistemática del conocimiento, y que generalmente involucra: a) la obser- vación, colección de datos y descripción del fenómeno o problema en estudio; b) la formulación de hipótesis explicati- vas; c) la confirmación o infirmación de las hipótesis mediante la experimenta- ción. Minimizar. Reducir al mínimo. Mongoloide. Perteneciente a la llamada raza mongólica. Moral de situación. Ética de situación. —N— Navaja de Occam. Principio formulado por el filósofo medioeval inglés William of Occam, según el cual no deben buscarse explicaciones complejas de un fenómeno cuando hay otras más simples. Se llama también ley de la parsimonia. Negativo. Dícese de lo que no tiene atri- butos positivos. Neoanalista. Sicoanalista que rechaza la base biológica o instintiva del sicoanálisis ortodoxo en favor del efecto del entorno social. Neocorteza. Parte de la corteza cerebral, filogénicamente más reciente. Neonato. Recién nacido. Neotenia. Tendencia del individuo a con- servar rasgos embrionarios o infantiles en el estado adulto. Neurofisiología. Fisiología del sistema ner- vioso. Neurosis. Trastorno mental, benigno o gra- ve, caracterizado porque la persona afec- tada mantiene el contacto con la realidad. Neuroticismo. Calidad de neurótico. Neurótico. Perteneciente o relativo a la neurosis. Persona quesufre de neurosis. —o— Observación participante. Método investi- gativo socioantropológico según el cual el investigador toma parte en las acti- vidades que está estudiando. Ontogenia. Origen y desarrollo individual de un organismo. —P- Paramédico. Dícese de lo que tiene rela- ción indirecta o secundaria con la medi- cina. Parenteral. Efectuado por vía distinta de la digestiva, especialmente por vía intra- muscular o intravenosa. Patriarcado. Falocracia. Patriarcalismo. Ideología patriarcal. Patrilineal. Dícese de linaje de transmisión masculina. Pedicar. Efectuar la pedicación. Penalizar. Infligir pena o castigo. Periódico amarillo. Periódico sensaciona- lista. Periodo refractario. En la actividad fisio- lógica, lapso durante el cual no hay res- puesta al estímulo. Poliginia. Unión conyugal de un hombre con varias mujeres. Positivo. Dícese de lo que tiene carácter benéfico, auspicioso o progresista. Praxia. Sistema de movimientos coordina- dos en función de un resultado.
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    290 GLOSARIO GLOSARIO291 Presión del pulso. Diferencia entre las pre- siones sanguíneas sistólica y diastólica. Presión vaginal del pulso. Presión sanguínea medida en la pared vaginal y correspon- diente a la presión del pulso. Prevalencia. Proporción del total de indivi- duos de un grupo que sufren una deter- minada enfermedad. Incidencia aplicada a la enfermedad. Privanza. Calidad de lo que pertenece a la vida privada de alguien o la propicia. Es la traducción más adecuada del tér- mino inglés "privacy". Proctotomia. Ensanchamiento quirúrgico del ano. Promiscuidad. Relaciones sexuales con mu- chas personas. Proprioceptivo. Dícese del estímulo que proviene de los músculos o del receptor sensorial allí localizado. Protrusión. Proyección o levantamiento de una parte del cuerpo. —R- Racionalización. Justificación de los propios actos mediante explicaciones aparente- mente lógicas y plausibles, pero diferentes de las verdaderas. Reduccionismo. Opinión según la cual los fenómenos complejos tienen causas sim- ples. Relación heterosocial. Relación social entre individuos de diferente sexo. Relación homosocial. Relación social entre individuos del mismo sexo. Relación terapéutica. Relación confortable, cálida y de mutua confianza que —se supone— debe establecerse entre el tera- peuta y el consultante. Represión. Según la teoría sicoanalítica, exclusión de la conciencia de actividades o contenidos síquicos específicos, me- diante procesos mentales inconscientes. Retroacción. Reacción a un estímulo que es capaz de modificarlo, reforzándolo (retroacción positiva) o inhibiéndolo (re- troacción negativa). "Rites de passage". En muchas culturas, sobre todo ágrafas, ceremonias que se- Aalan la transición de una fase a otra de la vida del individuo. Ritos de iniciación. "Rites de passage". Rol. Conducta característica que un grupo espera de cada uno de sus miembros. Romanticismo. Estado emocional que se caracteriza por la expresión de sentimien- tos amorosos y por la receptividad a ellos. Ruana. Poncho usado principalmente por las personas de las clases bajas colom- bianas del interior del país. —S— Seguimiento. Acción de seguir la evolución de los efectos de un tratamiento. Sexualidad. Capacidad de un organismo para ejercer la función erótica. Ser humano deviniente. Ser humano po- tencial ya nacido, es decir, en proceso avanzado de devenir ser humano real. Ser humano potencial. Organismo intrau- terino resultante de la concepción hu- mana, el cual —dadas las condiciones apropiadas de desarrollo— puede trans- formarse en ser humano real. Conceptus humano. Sicoasociativo. Perteneciente o relativo a la asociación de las ideas Sicobiológico. Perteneciente o relativo a la adaptación de los procesos mentales al entorno biológico. Sicocultural. Perteneciente o relativo a la sigue y a la cultura. Sicofisiologia. Fisiología de los procesos mentales. Neurofisiología cerebral. Sicología. Ciencia que estudia los estados y procesos mentales de los animales, par- ticularmente del ser humano, por inter- medio de los actos y comportamientos resultantes. Como, en el estado actual de la tecnología, los procesos mentales no pueden ser observados directamente, la sicología es, en realidad, más etologia que lo que da a entender su nombre. Sicológico. Perteneciente o relativo a la sicología o el siquismo. Sicometría. Medición de las expresiones conductales de los procesos mentales. Sicosexual. Perteneciente o relativo a los aspectos sicológicos de la sexualidad. Sicosis. Trastorno mental grave, caracteri- zado porque la persona afectada pierde el contacto con la realidad. Demencia. Sicosocial. Perteneciente o relativo a la sigue y a la sociedad. Sicoticismo. Calidad de sicótico. Sicótico. Perteneciente o relativo a la si- cosis. Persona que sufre de sicosis. Sicotizar (se). Volver (se) sicótico. Sigue. Mente. Síquico. Sicológico. Siquismo. Actividad mental. Sistema limbico. Una de las divisiones de la corteza cerebral. Socializar. Promover la integración del in- dividuo en desarrollo a la sociedad en que vive. Sociedad. Grupo humano cuyos miembros han desarrolladd una organización y una estructura definidas, mediante la coope- ración y la interacción mutuas. Sociedad consumista. Sociedad típica de los países industrializados de occidente, que se caracteriza por estimular la adquisi- ción de bienes no indispensables para la supervivencia, pero que hacen la vida agradable. Socioantropología. Antropología social. Sociobioloffia. Concreción moderna de las teorías deterministas biológicas, según la cual tanto los comportamientos ani- males como los humanos están deter- minados por imperativos genéticos. Sociocultural. Perteneciente o relativo a la sociedad y a la cultura. Sociología. Ciencia que estudia el compor- tamiento social humano, particularmente en las sociedades alfabetas. Sociopatia. Comportamiento inapropiado con respecto al entorno social por parte de un individuo no sicótico. Sociopático. Perteneciente o relativo a la sociopatía. Sociosexual. Perteneciente o relativo a la sociedad y a la sexualidad. Soma. Cuerpo. Más específicamente, su parte no cerebral. Somático. Perteneciente o relativo al soma. Subincisión del pene. En ciertas culturas, incisión a lo largo de la cara ventral del pene, que pone al descubierto la ure- tra, practicada por motivos rituales. Substrato. Base o fundamento de algo. Superestrato. Lo quese basa o fundamenta en un substrato. Superyó. Según la teoría sicoanalítica, par- te de la mente que prescribe las normas de comportamiento apropiado. Corres- ponde aproximadamente a la conciencia. Surco interlabial. El formado entre el la- bio mayor y eI menor. —T- Tartufo. Puritano hipócrita. Teleología. Fi nalismo. Teleonomía. Según JACQUES MONOD, su- jeción de todo ser viviente a un proyecto o programa genético, que regula su exis- tencia por medio de mecanismos pura- mente fisicoquímico-biológicos. Telotismo. Protrusión del pezón. Terapia sexual. Tratamiento de los pro- blemas sexuales, particularmente los ma- yores, que no sean de origen exclusiva o predominantemente orgánico. Tipología. Cualquier sistema particular de clasificación de tipos. Toxemia gravídica. Cierta enfermedad gra- ve, propia de las mujeres embarazadas. Trasudado. Líquido orgánico no inflama- torio que pasa a través de una membrana corporal o es producido por un tejido. ,o •
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    Vida media. Tiemponecesario para. que se desintegre la mitad de los átomos de una substancia radioactiva. VIP. Abreviatura inglesa de "vasoactive polypeptide" (polipéptido vasoactivo). Vipérgico. Activado o transmitido por el VIP. Vulvectomía. Extirpación quirúrgica de la vulva. Vulvectomizar. Efectuar la vulvectomía. —Y— Yo. Según la teoría sicoanalítica, parte de la mente que recibe los influjos del mun- do exterior, reacciona a ellos y está sujeta a las influencias antagónicas del ello,y el superyó. —U— Umbral (fisiológico) de respueta. Menor grado de estímulo que produce una re- acción fisiológica. — V- Victimismo. ideología profesada por mu- chas mujeres de las culturas patriarcales, según la cual se debe aceptar el estado subordinado de la mujer con relación al hombre. Es el complemento del ma- chismo. Victorimaismo. Puritanismo hipócrita. Victoriano. Perteneciente o relativo al victo- rianismo. Persona que profesa el vic- torianismo. 292 GLOSARIO 4 BIBLIOGRAFÍA La información sexológica está recogida en una inmensa cantidad de libros y artículos de revistas especializadas y continúa aumentando en forma acelera- da, hasta tal punto que si pretendiéramos citar todas las fuentes a las cuales hemos tenido acceso para escribir este libro, requeriríamos para ello una gran proporción de sus páginas. Por lo tanto, hemos optado por una bibliografía selecta, constituida por los libros que, en nuestro concepto, son los básicos, más representativos o más informativos de la sexología científica, o los más pertinentes a los temas específicos tratados. En cuanto a los artículos de revis- tas, nos hemos transado principalmente por las revisiones de temas. Los lecto- res interesados en bibliografías adicionales, podrán encontrarlas en los libros y artículos que aparecen en esta, y en la de la primera edición de la presente obra. ADAMS, C. G., TURNER, B. F. "Reported change in sexuality fron young adulthood to old age". J. Sex Res., 21: 126-141, 1985. ALZATE, H. "Sexual behavior of unmarried Colombian university students: A five-year follow-up". Arch. Sex. Behav., 13: 121-132, 1984. —"Vaginal eroticism and female orgasm: A Current appraisal". J. Set Marital • Ther., 11: 271-284, 1985. —La función sexual humana. Rey. Univ. Caldas, 7: 5-23, 1986. ANONYMOUS. Jnduced abordan. Technical Report Series, núm. 623. WHO, Geneva, 1978. BADINTER, E. L'amour en plus. Flammarion, Paris, 1980. BANCROFT, J. "Hormones and sexual behavior". 1. Sex Marital Ther., 10: 3-21, 1984. BARRERA DOMÍNGUEZ, H. Delitos sexuales. Temis, Bogotá, 1963. BEACH, F. A. (Ed.). Sex and behavior. Wiley, New York, 1965. —(Ed.). Human sexuality in four perspectíves. Johns Hopkins University Press, Balt imore, 1977. BEAUVÓIR,, S. de Le deuxieme sexe. Gallimard, Paris, 1949. BELL, A. P., WEINBERG, M. S. Homosexuatíties. Simon and Schuster. New York, 1978. —HANINIERSMITH, S. K. Sexual preference. Indiana University Press, Bloo- mington, 1981. —Sexual preference statistical appendix. Indiana University Press.. Blooming- ton, 1981. 11OTERO. E. Homo filia y horno fobia. Edición del autor, Medellín. 1980. BRECHER. E. M. Thc' sex researchers. Little, Brown, Boston. 1969.
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    ÍNDICE DE MATERIAS —A- Abolicionismo:186. Aborto: 38, 157, 204-219, 283; actitudes respecto al: 216-217; y animación retardada: 205; argumentación a favor: -207-212; argumentación en contra: 205-207; consecuencias síquicas: 212; consecuencias somáticas: 209-210; sin consentimiento: 283; definición: 204; y derecho: 157, 204, 205, 217, 218-219, 283; y función erótica: 204; e Iglesia católica: 205-207, 219; incidencia: 204; y maternalismo: 38; y medicina: 216-217; terapéutico: 157. Abrazos: 102. Acceso carnal abusivo con incapaz de resistir: 282; abusivo con menor de catorce años: 281 (véa- se también paidofilia); mediante engaño: 281: violento: 282 (véase también: violación). Actividad sexual defectiva: 88; excesiva: 88. Actividades heterosexuales: 71, 98-105; bucogenitales: 103, 104, 105; bucomamarias: 102; coitales rectales: 104, 105; manogenitales: 102; manomamarias: 102. Actividades homosexuales: 35, 41-42, 71, 105-106, 127. Actividades sexuales de adolescentes: 117-118; con animales: 106-107; causa de divorcio: 160; infantiles (véase: juegos sexuales infantiles); con prostitutas: 176; de universitarios colombianos: 93, 97, 100, 102, 105, 106, 107, 114, 118, 176. Actividades sexuales animales: 28-35, 37. Actividades sexuales humanas: 92-107; y edad: 108-109; y nivel económico-educativo: 108; y religiosidad: 108; Actividades sicosexuales: 72-73, 92-94. Actividades somatosexuales: 71. Acto sexual abusivo (véase: violación menor); mediante engaño: 281 (véase también: estupro); en persona puesta en incapacidad de resistir: 281; (véase también: violación); violento: 281 (véase también: violación). Actos sexuales punibles: 149, 150, 152-153. Adolescencia: 110, 111, 115. Adulterio: 9, 41, 102. Adultez: 110, 111. Afecto (véase: amor). Afrodisíacos: 163, 279-280. Alcahuetas: 184. Alcohol: 279. Alfa-fetoproteína: 55-56; algolagnia activa (véase: sadismo); pasiva (véase: masoquismo). Alimentación; con biberón: 48; al pecho: 48. Alma: 205, 213. Amor: 23-26, 140-141, 182. Anatomía sexual: 45-53. Androfilia: 285. Andrógenos: 32, 53-55. Androginia: 145, 285. Anestro: 31, 285. Aneyaculación: 241. Angustia de castración: 273. Anilinctus(véase: anilinto). Anilingus(véase: anilinto). Anilinto: 103. Animación retardada: 205. Anorgasmia: 99, 241. Anovulatorios: 199, 200, 201. Ansiedad sexual: 238. Anticoncepción: 193-203; y demografía: 196-197; y función erótica: 196-197;
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    302 ÍNDICE DEMATERIAS INDICE DE MATERIAS 303 Anticoncepción (Cont.) e Iglesia católica: 201-203; métodos: 197-200. Antifeininismo: 132-133, 134-135. Antígeno H-Y: 60. Antiprogesterona: 208. Antropólogos evolucionistas: 140, 275. Aparato sexual femenino: 47, 49-51; masculino: 45-47. Apetito sexual: 68-70, 88, 89 232; y andrógenos: 70; definición: 68; diferencias genéricas: 68-70, 88, 89; diferencias individuales: 232; origen filogénico: 70; sicofisiología: 70. Ascetismo: 10, 15, 16. Aversión sexual: 250-251. —B— Belleza femenina: 42. Berdache: 127, 285. Beso boca a boca: 34, 43, 102. Bestialidad (véase: actividades sexuales con animales). Biofeedback (véase: biorretroacción). Biorretroacción: 76. Bisexualidad: 59, 130-131. Bragueta: 35. —C— Callejeras 174. Caracteres sexuales: 52-53. Caricias heterosexuales: 102-103. Carnosidades sexuales: 34, 285. Casanovismo: 27. Casquete cervical: 198. Castidad (véase: continencia sexual). Castración "química": 261. Catastrofismo: 21, 22, 150. Catolicismo y aborto: 205-206, 216, 218; y anticoncepción: 201-203; y sexualidad 12-15, 18-19, 147, 172. Celestinas (véase: alcahuetas). Celibato sacerdotal: 10, 22. Celo (véase: estro). Centros sexuales: 51, 75, 77; cerebrales: 51, 75, 77; medulares: 51, 77. Cerebro como órgano sexual: 51. Ciclo de respuesta sexual de Masters y Johnson: 68, 76. Ciencia, definición: 285. Cigoto: 60. Ciproterona, acetato: 261. Circuncisión: 40, 46. Cistocele y disfunción orgásmica coital femeni- na: 99. Clandestinas (véase: reservadas). Cleptolagnia: 260. Clitoridectomía: 40, 41. Clítoris: 47, 78; tumescencia: 47, 78. Código Penal (véase: sexualidad y Código Penal). Coito bucal (véase: relación). Coito extramarital (véase: adulterio). Coito intercrural: 102. Coito intermamario: 102. Coito premarital: 41, 98, 100-102. Coito rectal: 102, 103, 104, 105, 127, 195. Coito vaginal: 98-102; frecuencia: 102; incidencia: 100-102; posiciones (véase: técnicas); técnicas: 99-100. Coitus interruptus: 197-198. Colegialas: 174. Complejo de Edipo: 223, 273, 274; femenino: 274; masculino: 273. Complejo de Electra (véase: complejo de Edipo femenino). Complejo de la mujer de Putifar (véase: sexis- mo jurídico). Complementación: 62. Comportamientos sexuales; animales (véase: actividades sexuales animales); humanos (véase: actividades sexuales huma- nas). Comportamientos sociosexuales animales: 34. Conceptus humano: 212-216, 286 (véase tam- bién: ser humano potencial ); definición: 286. Condición femenina (véase: mujer). Condón: 198, 267. Conductos; de Müller: 56, 61; de Wolff: 53, 61. Consentimiento sexual, edad legal: 156. Constreñimiento a la prostitución: 282. Continencia periódica: 199; sexual: 21-23, 199. Continuo de Kinsey: 131. Coprolagnia: 260. Corrupción: 158, 164, 282. Cortejo: 71. Cortesana: 173. Cristianismo y sexualidad (véase: sexualidad y cristianismo). Criterios de ética sexual: 15-17; de normalidad sexual: 19-20. Cromosomas sexuales: 59-60. Culpación metafísica: 4. Cunnilinclus (véase: cunilinto). Cunnilingus (véase: cunilinto). Cunilinto: 103, 104, 105. —CH- Chamán: 127. Chulos: 175, 184, 185. —D— Delincuentes sexuales: 153-154. Delitos sexuales: 149, 152-153, 157-158. Dendrofilia: 260. Derecho a nacer: 205-206, 208, 218; natural (véase: ley natural); a no nacer: 208; y sexualidad (véase: leyes sexuales). Derechos del conceptos: 205-206, 208, 215, 218. Deseo sexual (véase: apetito sexual). Desfloración: 41. Detumescencia del pene: 77. Diabetes mellitus: 239. Diafragma: 198. Diferenciación sexual humana: 57-64; de la orientación: 57, 63-64; sicológica: 54, 57, 61-63; somática: 57, 60-61. Dihidrotestosterona: 53, 54, 61. Dimorfismo sexual : 33, 36, 286. Disforia genérica (véase: transexualismo). Disfunción apetitiva por defecto: 236; por exceso: 236. Disfunción erectiva: 73, 237-240, 245; causas: 238-240; falsa: 237; incidencia: 240; primaria: 237; primaria absoluta: 238; secundaria: 237-238; tratamiento: 245; verdadera: 237-240. Disfunción excitatoria femenina en el plano periférico: 241; primaria: 242; propiamente dicha: 241; secundaria: 242. Disfunción excitatoria masculina propiamente dicha: 237. Disfunción de la fase orgásmica femenina: 242-244, 246; causas: 242-243; incidencia: 243-244; primaria: 242; secundaria: 242; tratamiento: 246. Disfunción orgásmica masculina propiamente dicha: 240-241, 245-246; causas: 240; incidencia: 241; tratamiento: 245-246. Disfunción sexual definición: 234; falsa: 234; verdadera: 234. Disfunciones de la fase excitatoria femenina: 241-244, 246; causas: 242-243; incidencia: 243-244; tratamiento: 246. Disfunciones de la fase excitatoria masculina: 237-240, 245-246; causas: 238-240; incidencia: 240; tratamiento: 245-246; Disfunciones de las fases excitatoria y orgásmica femeninas: 241-244, 245-246. Disfunciones de la fase orgásmica masculina: 240-241, 245-246; causas: 240; incidencia: 241; tratamiento: 245-246. Disfunciones de la fase estimulatoria: 237. Disfunciones de la fase relacional: 236. Dispareunia: 250. Dispositivo intrauterino: 200, 219. DIU (véase: dispositivo intrauterino). Divorcio, causas: 160. Doble patrón de ética sexual: 15, 16. Donjuanismo: 27. Ducha vaginal: 198. —E— Educación sexual: 8, 230-232; infantil: 230-232; negativa: 230; positiva: 230. Educador sexual: 8, 230; definición: 230. Efebofilia: 286.
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    304 305ÍNDICE DEMATERIASÍNDICE DE MATERIAS Efecto Coolidge: 80, 88-89, 91, 236; de la luna de miel (véase: efecto Coolidge). Fiaculatio ad portas (véase: orgasmo prematuro masculino); ante portas (véase: orgasmo prematuro masculino). Ejecución de hecho obceno: 284. Ejercicios de localización sensorial: 245, 246, 286. Electroencefalografía: 67, 75, 84. Embarazo: 209-212; como "enfermedad": 210-212. Embrión humano (véase: conceptus humano). Enamoramiento: 23. Endrocrinologia sexual: 53-56. Enfermedades sexuales: 224. sexualmente transmisibles: 21, 107, 181-182, 266, 283; venéreas (véase: enfermedades sexualmente transmisibles). Envidia del pene: 274. F.rección del pene: 76-78. Erecciones espontáneas: 78, 258; infantiles: 34; matutinas (véase: erecciones nocturnas); nocturnas: 77-78, 238. Erogenicidad, definición: 286 (véase también: excitabilidad sexual). Erógeno, definición: 286. Erotismo, passim (véase también: sexualidad humana); y amor: 23-26; clitorídeo: 47, 82-84; femenino: 82-84; vaginal: 49-51, 82-84. Erotofohia: passim; definición: 287; cristiana: 4, 9-15. Erotogra fía (véase: pornografía). Erotologia: 5. Escolástica freudiana: 271, 277. Escoptofilia: 259. Esencia definición: 212; diamantina: 214; humana 213; málica: 214. Esmegma: 46, 47. Espasmos musculares: 79. Espermicidas: 199 Esquema infantil de Lorenz: 38, 216. EST (véase: enfermedades sexualmente transmi- sibles). Estenosis arteriales: 239. Esterilización quirúrgica: 200. Estimulabilidad sexual: 43, 74, 112; definición: 74. Estimulación sexual: 71, 73; definición: 71; diferencias genéricas: 73. Estimulación sicosexual (véase: actividades sicosexuales); somatosexual: 72. Estímulo a la prostitución de menores: 283. Estradiol: 55; Estro: 31; Estrógenos: 32, 55-56. Estupro: 158-159, 281. Etica y sexualidad (véase: sexualidad y ética). Ética de situación (véase: moral de situación). Excitabilidad sexual: 43, 74-75. Excitación sexual: 73, 75-79; definición: 73; sicofisiología: 75-76; somatofisiología: 76-79. Exhibicionismo: 259. Exigencia de funcionamiento: 239. Eyaculación: 79, 80, 85, 240-241, 248-249; "femenina": 85; masculina: 79, 80, 85, 240-241, 248-249; precoz (véase: orgasmo prematuro masculino); prematura (véase: orgasmo prematuro masculino); retardada (véase orgasmo retardado); retrógrada: 241. —F- Falacia analógica: 215; discriminatoria: 24. Falo (véase: pene). Falocracia: 9, 26-27, 132-145, 146. Fantasías eróticas (véase: fantasías sexuales); sexuales: 93. Fascia de Halban: 51, 99. Feedback (véase: retroacción positiva). Felación: 42, 103, 104, 105, 160, 193, 195. Fellatio (véase: (elación). Feminidad: 58-59, 135-137, 144-145 (véase tam- bién: sexo social). Fenómenos síquicos (véase: sicofisiología): somáticos (véase somatofisiologia). Feromonas: 32-33. Fetichismo: 258. Feto humano (véase: conceptus humano). Figuras itifálicas: 35, 287. Finalismo: 18-19. Fisiología sexual (véase: función sexual humana). Flujo sanguíneo vaginal: 79. Fornicar: 16, 287. Frigidez (véase: disfunciones excitatoria y or- gásmica femeninas). Función erótica, definición: 3 (véase también función sexual humana). Función intelectiva (véase intelecto. Función sexual humana: 5, 65-91; y condicionamiento sociocultural: 89-90; costo energético: 86-87; definición: 5; y entrenamiento: 90; fase apetitiva: 68-70; fase estimulatoria: 71-73; fase excitatoria: 73-79; fase orgásmica: 79-86: fase relacional: 70-71; fase reproductora: 65; y género: 88-89; e idiosincrasia: 87-88; modos: 65; planos: 65; secuencia: 65, 68-86; y vejez: 90-91. —G- Galantería: 26. Género: 59. Genes: 59-60. Gerontofilia: 260. Gigolos: 185. Glándulas de Cowper: 77; de Skene: 50, 52; Grafitos: 94, 214; Gueicha: 179, 287. "Güevedoces": 62. —H- Habituación al objeto sexual (véase: efecto Coolidge). "Hacer el amor" (véase: fornicar). Hafelagnia: 260. Hechos sexuales punibles, clasificación: 153. Hedonismo: 16-17. Hetairas: 172. Heterosexualidad: 59. Himen: 9, 49. Hiperapetito sexual (véase: disfunción apetitiva por exceso). Hiperlibido (véase: disfunción apetitiva por exceso). Hipoapetito sexual (véase: disfunción apetitiva por defecto). Hipogonadismo: 239. Hipolibido (véase: disfunción aperitiva por defecto). Homofilia (véase: homosexualidad). Homosexual: 123, 128-130; afeminado: I 28-129; definición: 123; preferencia objeta! sexual: 129; rol sociosexual: 128-129; tipologías: 128: varonil. 128-129. Homosexualidad: 59, 123-130, 252; y afectividad: 129; aspectos histórico-legales: 130; causas: 124; definición: 59. egodistónica: 252. femenina: 123-124, 127-128; incidencia: 123; masculina: 123-130; y paidofilia: 129; y promiscuidad: 129; y sicopatología: 124-126; y teoría freudiana: 125; como variante de la conducta sexual: 126-127. Hormona: 56, 58; antimuleriana: 56; liberadora de hormona luteinizante: 58. Hormonas sexuales: 31-32, 53-56. —1— Identidad genérica (véase: sexo sicológico); sexual (véase: sexo sicológico); Identificación: 62. Ideología erotófoba (véase: erotofobia). Impotencia (véase: disfunción erectiva). Incesto: 150, 152, 158, 261-265, 282; aversión al: 261-262; definición: 261; prohición del: 262-263; y sicopatología: 263-264; tipos: 264. Inducción a la prostitución: 282. Infancia (véase: niñez). Infanticidio: 215-216. Infibulación de la vulva: 40, 41. Iniciativa sexual: 233. Instinto de apareamiento: 70: maternal: 38, 144. Instintos humanos: 30. Intelecto: 3, 213, 287.
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    306 INDICE DEMATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 307 Irrespeto a cadáveres: 281 (véase también necrofilia). —J— Juegos sexuales infantiles: 72, 113-114. — K- Kibbutzim: 262. — L— Labios mayores: 47, 78-79. Labios menores: 47, 78-79. Latencia orgásmica: 81-82. Lenones: 183. Lesbianismo (véase: homosexualidad femenina). Ley natural: 11, 18, 19, 288. Leyes sexuales: 146-160; y cristianismo: 147; enfoque racional: 152-154; irracionalidad: 149-151; y moral: 147; origen: 147; premisas anticientíficas: 148-149; y principio de legalidad: 150-152. Libido (véase: apetito sexual); freudiana: 272-273. "I,imerancia" (véase: enamoramiento). Limerence(véase: enamoramiento). Lisiados: 265-266. Lubricación pencana: 77; vaginal: 78. —M— Machismo: 26-27. Mamas: 36, 48. Marihuana: 279. Masculinidad: 58-59, 135-137, 144-145 (véase: sexo social). Masculinización cerebral: 54, 55-56. Masoquismo: 257-258. Masturbación: 72, 94-98, 160; definición: 94; efectos: 94-96; frecuencia: 96-97; Incidencia: 96-97; técnicas: 98. Maternalismo (véase: instinto materna!). Maternidad: 143-144, 210. Matrimonio: 9, 141-143. Medicina y sexualidad (véase sexualidad Y medicina). Medroxiprogesterona: 261. Menarquia: 116. Menopausia: 120. Método científico: 289. Método del ritmo (véase:continencia periódica). Mimetismo sexual : 34. Misoginia (véase antifeminismo). Mola hidatiforme: 214. Moral (véase: ética); natural (véase: ley natural); pública: 149, 156; de situación: 12, 13. Mozos: 175, 184. Mujer: 9, 132-145, 171-187, 187-195, 209-212, 218, 242-243, 275.277; capacidad física: 137-138; capacidad intelectual: 138-139; características sicológicas: 136-137; salud mental: 136; y amor: 140-141; y cristianismo: 134-135; y maternidad: 144; y matrimonio: 141-143; y sacerdocio: 135; y socialización de los sexos: 135-140. —N— Naturaleza humana: 12, 165. Necking(vease: caricias heterosexuales). Necrofilia: 260, 281. Neutralidad sicosexual: 62, 63. Ninfomanía (véase: disfunción aperitiva por exceso). Niñez: 110, 111. Normalidad sexual, criterios de: 19-20. Normalidad y sexualidad (véase: sexualidad y normalidad). —O— Obscenidad: 156, 161-170, 284; y "corrupción", 164, 166; definición: 162; y delitos sexuales: 164, 165; y diccionario: 161; efectos: 164-167; y la ley, 156, 168, 170, 284; relatividad sociocultural: 168; tipos: 163-164. Onanismo (véase: masturbación). órganos genitales externos: 45, 47, 52; internos: 45, 52. Orgasmicidad: 81. Orgasmo: 29, 67, 79-86, 98-99, 240, 248-249; animal: 29,80; cerebral: 79, 83; clitortdeo: 82, 98; componente periférico: 67, 79-80, 84, 85; definición: 79; diferencias genéricas: 81-82; femenino: 81, 82-84; humano: 79-82; masculino: 80; prematuro: 82, 248-249; retardado: 240-241; "en seco": 242; sicofisiologia: 84; síquico (véase: orgasmo cerebral); somatofisiología: 84-86; vaginal: 82, 98-99; verdadero: 79, 83, 84. Orgasmo prematuro femenino: 249. Orgasmo prematuro masculino: 248-249; causas: 249; definición: 248; incidencia: 249; tratamiento: 249. Orientación sexual: 59; Osmolagnia: 260. Otolagnia: 260. Ovarios: 60-61. —P- Paidofilia: 255-257, 281, 282. Parafilia (definición): 253. Parafilias: 253-261; causas: 254; tratamiento: 260-261. Parentalismo (véase: instinto maternal). Parto: 211. Patriarcado (véase: falocracia). Pechos (véase: mamas). Pedicación (véase: coito rectal). Pedofilia (véase: paidofilia). Pene: 46, 76-78, 96; erección: 76-78; rigidez: 77; tumescencia: 77. Período crítico: 37, 57; de latencia: 113; de latencia sexual: 274; de máxima sensibilidad (véase: periodo crítico); refractario: 81. Permisividad amorosa: 15-16. Persona (véase: ser humano real). Petting (véase: caricias heterosexuales). Pigmalionismo: 260. Pirolagnia: 260. Piropo: 187. Plataforma orgásmica: 78. Poligamia: 9, 70. Poliginia (véase: poligamia). Polipéptido vasoactivo: 52, 77, 292. Poluciones nocturnas (véase: sueños eróticos). Pornófilos: 167. Pornófobos: 167. Pornografía (véase también: obscenidad); blanda (véase: pornografía suave); definición: 162; dura (véase: pornografía fuerte); fuerte: 163-164; hard core (véase: pornografía fuerte); soft core (véase: pornografía suave). Potencia (véase: estimulabilidad sexual). Praxias sexuales: 72. Prepucio: 46. Principio de complementación del estímulo y la res- puesta: 35; de legalidad: 150-151, 157; de tipicidad (véase: principio de legalidad). Problema sexual (definición): 224. Problemas sexuales: 223-267; clasificación: 224-226; de los lisiados: 265-266; mayores: 225, 234-247, 248-251, 252-267; menores: 225, 230-233; otros: 252-267; tratamiento: 226-229, 244-247, 249, 250, 251, 252, 260-261, 266. Problema sexual paradisfuncional (definición): 248. Problemas sexuales paradisfuncionales: 248-251. Procreación: 3, 11. Progesterona: 32, 56. Programa genético: 60. Prohibicionismo: 186. Prolactina: 56. Prostaglandinas: 208. "Próstata femenina": 50. Prostitución: 171-187, 282, 283-284; argumentación en contra: 181-182; argumentación en favor: 183; causas: 176.180; y erotofobia: 177; y EST: 181-182; heterosexual masculina (véase: gigolos); historia: 172-173; homosexual femenina: 185; homosexual masculina: 185; institución de utilidad social: 183; y la ley: 185-186; y libido masculina: 178, 179; y necesidad económica: 178;
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    308 INDICE DEMATERIAS ÍNDICE DE MATERIAS 309 Prostitución (Cont.) profesión: 183; rito social: 179-180. Prostituta (definición): 171-172. Prostitutas actividades sexuales: 180-181; afectividad: 175; clases: 174; clientela: 175-176; comportamientos sexuales: 180-181; erotismo: 180; moralidad: 175-180; religiosidad: 175; tipología: 174-175. Proxenetismo: 157, 184-186, 282-283. Pubertad: 52, 61, 115. Pudor: 169. Punto G: 50, 85. —R- Reduccionismo central: 67; periférico: 67. Reglamentarismo: 186. Reservadas: 174. Retroacción positiva: 64, 65, 72. Rigidez del pene: 77. Rifes de passage: 115, 211. Ritmo circanual: 55-56. Rol de espectador: 239; genérico (véase: sexo social); sociosexual (véase: sexo social). Romanticismo: 15-16, 23-26, 69, 74, 75, 140-141, 182, 243. Rufianes (véase: chulos). -S- Sadismo: 257-258. Sarpullido sexual: 79. Satiriasis (véase: disfunción aperitiva por exceso). Satisfacción erótica subjetiva: 84. Ser humano; deviniente: 215, 290; funcionante (véase ser humano real); potencial: 212-216, 218, 290; real: 213, 218. Seudodisfunción sexual (véase: disfunción sexual falsa). Sexismo jurídico: 193-194. Sexo, definiciones: 4, 58-59. Sexo de asignación y crianza: 59; fenotípico: 58; genital externo: 58; genital interno: 58; genotlpico: 58; gonadal: 58; hipotalámico: 58; hormonal: 58; legal: 59; morfológico externo: 58; sicológico: 58; social: 58. Sexología clínica (véase: terapia sexual); definición: 5; desarrollo: 5-9; educativa (véase: educación sexual). Sexólogo, definición: 8. Sexólogos contemporáneos: 6-9; pioneros: 5-6. Sexualidad: passim; animal: 4, 12, 28-29; definición: 290; e instinto: 37, 38; en la adolescencia: 115-119; en la vejez: 90-91, 119-120; funciones: 3, 28-29; infantil: 110-114, 230-232; y amor: 23-26; y anglicanismo: 12; y aprendizaje: 37, 38; y catolicismo: 12- 15, 18- 19, 147, 172; y Código Penal: 154-158; y cristianismo: 9-17, 18-19, 43-44, 147, 172; y derecho: 155-160; y Diccionario: 152, 161: y ética: 9-17; y experiencia: 37, 38: y funcionarios judiciales: 158; y machismo: 26-27; y maestros: 159; y medicina: 5-6, 124-126, 223, 224, 227, 239, 266-267; y niveles socioculturales: 44; y normalidad conductal: 17-20: y notarios: 160; y otras disposiciones legales: 158-159; y protestantismo: 12; y romanticismo (véase: sevualidad y amor); y sicoanálisis: 124-126, 271-278; y sicología: 227; y siquiatría: 124-126, 223-224, 244; y sociobiología: 36. Sexualidad humana: passim; definición: 5; substrato biológico: 28-29; superestrato sociocultural: 39-44; variaciones interculturales: 40-43; variaciones intraculturales: 43-44. Sexualización de la sociedad: 39. Sexual skin (véase: carnosidades sexuales). Sicoanálisis: 6, 82-83, 124-126, 223, 227, 234, 244, 271-278. Sicofisiología: 65-67. SIDA (véase: síndrome inmudeficitario adquirido). Simbolismo: 30, 35-36, 89; fálico (véase: simbolismo sexual); sexual: 35-36, 89. Síndrome inmunodeficitario adquirido: 266-267; sexual: 257; traumático de violación: 192. Socialización de la sexualidad: 39. Sociobiologia: 36. Somatofisiología: 65-67. Sublimación: 21, 272. Sueños eróticos: 92-93. —T- Tabaco: 280. Tapón vaginal: 198. Teleología (véase: finalismo). Teleonomía (véase: programa genético). Telotismo: 79. Temor del fracaso: 239. Teólogos: 9-15, 18-19, 201-203, 205-206. Teoría catastrofista (véase: catastrofismo); cloacal: 113; freudiana: 271-278; de la libido: 272-273; materialista de la mente: 67; de Prescott: 38-39; Terapeuta sexual: 8, 227, 228; cualidades: 227; función: 227; definición: 228. Terapia de Masters y Johnson (véase: terapia sexual). Terapia sexual: 8, 244-247, 291; condiciones del consultante: 228; definición: 291; eficacia: 246-247; grados de complejidad: 228-229; y medicina: 227; modificaciones: 246; y sicología: 227. Testículos: 60-61. Testosterona: 53-55, 62. Tomografia por emisión de positrones: 67, 75. Torarquia: 116. Transexualismo: 252-253. Transvestismo: 258-259. Trata de mujeres y menores: 185, 282. Tratantes de mujeres: 185. Tribadismo: 127. Trompas de Falopio, ligadura de: 200. Tumescencia del clítoris: 47, 48; del pene: 77. —U— Urolagnia: 260. Vagina: 49-51, 99; zonas erógenas: 49, 99. Vaginismo: 249-250. Vampirismo: 260. Variaciones de la actividad sexual: 233. Vasectomía: 200. Vasóactive polypeptide (véase: polipéptido vasoactivo). Vejez: 110. Viabilidad: 214. Vías nerviosas sexuales: 51-52. Victimismo: 26. Violación: 187-195, 281-282; aspectos legales: 193-195; aspectos sexológicos: 191-193; causas: 190.191; conyugal: 194-195; consecuencias: 192-193; definición: 187; homosexual: 191-192; incidencia: 191; y machismo: 190; mayor: 187; menor: 187; y pornografía: 192; propiamente dicha (véase: violación mayor); y sadismo: 187, 192; y selección natural: 188; víctima: 187, 189, 191-192; violador, 187, 188-189.
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    310 ÍNDICE DEMATERIAS Violencia sexual (véase: sadismo y violación). VIP (véase: polipéptido vasoactivo). Virginidad femenina: 9, 10, 15, 41. Voyeurismo (véase: escoptofilia). Vulva: 47. — Y-- Yohimbina: 279. —Z— Zonas erógenas primarias; definición: 45; femeninas: 47, 49; masculinas: 46. Zonas erógenas secundarias; definición: 45; femeninas: 48; masculinas: 46; Zoofilia (véase: actividades sexuales con animales).
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    Vio. vi VIF Viri Yo; Vol • ■ Yo ESTE LIBROSE TERMINÓ DE IMPRIMIR EL DÍA 8 DE JUNIO. DE 1987, ANIVERSARIO DEL NACI- MIENTO DE GUILLERMO URIBE CUALLA (n, 8, vi, 1895 y m. 13, x, 1977). LABORE ET CONSTANTIA