Sin el recuerdo de sí, la oración es un absurdo; en condiciones ordinarias, el hombre ni siquiera está facultado para orar. En su estado natural, el humano sólo sueña que está orando, y la “oración” pronunciada desde un estado de ensoñación resulta inútil. Aún en el llamado “estado de vigilia”, cualquier pretensión de orar deviene de un simple sueño. Los rituales carecen de eficacia; las oraciones son vanas repeticiones de fórmulas; las encantaciones no tienen poder saludable. Evangelio del Buddha Una ofrenda de incienso y perfumes es inadecuada para Dios, pues está lleno de todas las cosas reales, y no carece de nada. Hermes Trismegisto, Corpus Herméticum