1. Corría el año 1.682 cuando
una cofradía de Sevilla,
encarga al escultor José
Antonio Ruiz Gijón la talla
de un Cristo Crucificado,
que llevaría por nombre el
Cristo de la Expiración.
Se esmeró el joven artista
en conseguir su mejor obra.
Sobre el papel, a
carboncillo, trataba de
plasmar, la faz de su
Crucificado, pero no
conseguía la expresión de
un rostro de varón en
patética agonía, tal y como
él la imaginaba, la agonía de
un ajusticiado en Cruz.
2. El escultor, agobiado y
desengañado, decide salir
de su estudio y dar un corto
paseo a la luz amarillenta
de unos candiles que
alumbraban una fría noche
sevillana. De repente, se
oyen unos gritos trémulos y
no muy lejanos. Eran
lamentos mortales que le
sobrecogían el alma. Con
premura llega el escultor al
lugar donde un grupo de
mujeres, gimiendo y
llorando, le impiden ver. Se
abre paso y… se horroriza.
Ante sus ojos la figura de
un hombre en agonía.
3. Un gitano, con respiración
estertórea, lleva clavada en
el pecho una navaja que le
desangra. El escultor, se
acerca, trata de ayudar y
cuando su mano percibe al
tacto el sudor de la muerte,
fija la mirada en las pupilas
negras de este hombre y ve
unos ojos perdidos en el
infinito. Oye el ronquido del
suspiro con el que se
exhala el alma y en este
impresionante trance le
queda grabado para
siempre el dramático rostro
del joven gitano al que su
madre llamaba “Cachorro”
4. En la más íntima fibra de su
sensibilidad artística ha
quedado grabada la imagen
que buscaba. El artista
esculpió lo que vió, que no
es otro rostro que el que
ves. Quiso el escultor labrar
para siempre la exaltación
máxima de la agonía y para
nuestra perplejidad, la dejó
cincelada en la mitad del
semblante de este Cristo.
En la otra mitad, plasmó la
muerte, ya evidente en la
córnea, sin brillo ni color,
del ojo derecho y unos
labios descolgados que
exhalan la expiración.
5. Este es el Crucificado
soñado por el artista.
La impresionante talla
sale en procesión.
Es Viernes Santo.
La tarde está cayendo y
una suave brisa
perfumada, de jazmín y
galán de noche, da vida
al pábilo vacilante que
alumbra el rostro de
Dios.
6. El Cachorro procesionando por las calles de Sevilla, desde
su capilla en el barrio de Triana, el Viernes Santo por la tarde.
7. Un grito se oye en el Puente de Triana:
“!!corre que le están cantando una saeta al Cachorro!!”
8. ¡Mira que ya se le ha "cantao" al Cachorro en Sevilla!,
¡Mira que es difícil cantarle algo, al Cachorro, que no le haya
dicho ya nadie!
10. Contempla a Jesucristo,
vivo y muerto a la vez.
Que está muerto lo asegura
ese costado abierto por
donde mana la Sangre.
El soldado le ha lanceado
el costado, que ya no
siente nada porque acaba
de expirar.
Dios Hombre que se ofrece
en Sacrificio.
El dorado paso, con la
impresionante talla del
Cristo, se adentra entre las
calles del Centro de Sevilla
y navega entre una
incesante marea humana.
11. Luego, cae la noche, a la luz de las velas y candelabros.
13. Su rostro nos muestra un nuevo
prisma que desconocíamos del
Cristo de la Expiración, evocando
viejos tejados y azoteas del arrabal
trianero.
Hacia allí miran sus ojos vidriosos,
cuando ese Cristo, todo bondad,
cruza el puente de Triana en la tarde
negra del Viernes Santo.
No me explico como Ruíz Gijón,
pudo expresar con tanto realismo, el
tránsito de la vida a la muerte.
¿Donde muere?, es tan, tan real, que
parece estar siempre muriendo en
un expirar sin fin.
14. El Cachorro nunca deja
ni Sevilla ni Triana
sólo ha visto los balcones
y las tejas de la cava
sólo ve a los saeteros
y a las blancas espadañas.
Él nunca deja el río
ni el barrio de sus entrañas.
El Cachorro nunca deja
ni Sevilla ni Triana
ve las golondrinas volando
entre el tañir de campanas.
15. ¡Que arte tuvo en sus manos quien
esculpió Tu figura!.
¡que martinete de gubia!,
¡que soleá, que "jechura"! .
¡que “siguiriya “Tus ojos!,
¡que tiento con más dulzura!
el de tu boca expirando
soniquetes de amargura
en Tú mimbre canastero,
y en Tu cuerpo la tortura
de redimír por nosotros,
mirando siempre a la luna...
¡Que duende tuvo en sus manos
quien esculpió Tu figura!.
16. Vuelve a su Capilla.
El impresionante
crucificado, cuyo
semblante impresiona a
todo el que lo ve, espera
todo un año hasta su nueva
salida en la próxima
Semana Santa.